Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Índice
1 Causas
2 Historia
3 Situaciones
4 Otros usos
5 Síndrome de Estocolmo Doméstico
o 5.1 Origen de la denominación
o 5.2 Ubicación como “Trastornos Disociativo no especificado”
o 5.3 Fases
6 Véase también
7 Referencias
8 Bibliografía
9 Enlaces externos
Causas
En la bibliografía sobre el tema, se mencionan varias posibles causas para tal
comportamiento:
Tanto el rehén o la víctima como el autor del delito persiguen la meta de salir ilesos
del incidente, por ello cooperan.
Los rehenes tratan de protegerse en un contexto de situaciones que les resultan
incontrolables, por lo que tratan de cumplir los deseos de sus captores.
Los delincuentes se presentan como benefactores ante los rehenes para evitar una
escalada de los hechos. De aquí puede nacer una relación emocional de las víctimas
por agradecimiento con los autores del delito.
Con base en la historia de desarrollo personal, puede verse el acercamiento de las
víctimas con los delincuentes, una reacción desarrollada durante la infancia. Un
infante que percibe el enojo de su progenitor, sufre por ello y trata de «comportarse
bien», para evitar la situación. Este reflejo se puede volver a activar en una situación
extrema.
La pérdida total del control que sufre el rehén durante un secuestro es difícil de
asimilar. Se hace más soportable para la víctima convenciéndose a sí misma de que
tiene algún sentido, y puede llevarla a identificarse con los motivos del autor del
delito.
Este comportamiento surge debido a la presión psicológica que tiene el rehén al
saberse aislado, abandonado, amenazado y quizás olvidado por la policía.
Historia
Artículo principal: Robo de Norrmalmstorg
El 23 de agosto de 1973, Jan Erik Olsson intentó asaltar el Banco de Crédito de Estocolmo,
en Suecia. Tras verse acorralado tomó de rehenes a cuatro empleados del banco, tres
mujeres y un hombre. Entre sus exigencias estaba que le trajeran a Clark Olofsson, un
criminal que en ese momento cumplía una condena. A pesar de las amenazas contra su
vida, incluso cuando fueron obligados a ponerse de pie con sogas alrededor de sus cuellos,
los rehenes terminaron protegiendo al raptor para evitar que fueran atacados por la policía
de Estocolmo.2 Durante su cautiverio, una de las rehenes afirmó: «No me asusta Clark ni su
compañero; me asusta la policía». Y tras su liberación, Kristin Enmark, otra de las rehenes,
declaró: «Confío plenamente en él, viajaría por todo el mundo con él».3 El psiquiatra Nils
Bejerot, asesor de la policía sueca durante el asalto acuñó el término de Síndrome de
Estocolmo para referirse a la reacción de los rehenes ante su cautiverio.3
Un año después, en febrero de 1974, Patricia Hearst, nieta del magnate William Randolph
Hearst, fue secuestrada por el ejército Simbionés de Liberación. Dos meses después de su
liberación, ella se unió a sus captores, ayudándolos a realizar el asalto a un banco. Este caso
le dio popularidad al término de "Síndrome de Estocolmo", al intentar ser usado por su
defensa durante el juicio, pero no fue aceptado por el tribunal y Hearst fue condenada por el
atraco.3
Rehenes.
Personas agredidas en un entorno familiar.
Miembros de una secta.
Niños con abuso psicológico.
Víctimas de incesto.
Prisioneros de guerra.
Prisioneros de campos de concentración.
Abusos de pareja.
Otros usos
Fuera del contexto criminal una forma de que el síndrome puede ocurrir es en el
entrenamiento militar básico, en el cual este es una experiencia ligeramente traumática con
la meta de crear vínculos en las unidades militares, que seguirán siendo leales entre sí, aún
en situaciones de peligro de muerte
Igualmente, los efectos del sistema de las «novatadas» en la introducción a grupos (tales
como fraternidades, secretas o no, las bandas y hermandades) se han comparado a este
síndrome. En la antropología cultural un síntoma similar común es la captura de la novia.
La lealtad a un abusador más poderoso —a pesar del peligro en que esta lealtad pone a la
víctima de abuso— es común entre víctimas de abuso doméstico, los maltratados y el
abusador de niños (infantes dependientes). En muchos casos las víctimas eligen seguir
siendo leales a su abusador, y eligen no dejarlo, incluso cuando se les ofrece un lugar
seguro en hogares adoptivos o casas de acogida. Este síndrome fue descrito por los
psicoanalistas de la escuela de la teoría de las relaciones objetales (véase Ronald Fairbairn)
como el fenómeno de la identificación psicológica con el abusador poderosa.
El SIES-d plantea que la mujer víctima del maltrato por parte de su pareja, llega a adaptarse
a esa situación aversiva que se da, incrementando la habilidad para afrontar estímulos
adversos y la habilidad de minimizar el dolor. Estas mujeres suelen presentar distorsiones
cognitivas como son la disociación, la negación o la minimización. Esto les permite
soportar las situaciones e incidentes de violencia que se ejerce sobre ellas.
Origen de la denominación
Su denominación está vinculada con el Síndrome de Estocolmo, que fue definido a partir de
un concreto incidente en el que tras un atraco a un banco de Estocolmo, “una cajera se
enamora de uno de los atracadores. Sandor Ferenczi (1873-1933) llamó a este mecanismo
de defensa identificación con el agresor, vínculo que se crea cuando una persona se
encuentra impotente frente a su agresor en una situación donde su vida corre peligro"4 Se
trata de un mecanismo de supervivencia que se crea en la mujer víctima de maltrato para
convivir con la repetida violencia que su pareja ejerce sobre ella. Se denominó así a este
proceso que se da en la mente de la víctima. Por ello también se le ha llamado Síndrome de
Estocolmo Doméstico al proceso mental que sufre una mujer víctima de maltrato por parte
de su pareja sentimental.
Fue formulado por Leonare Walker en Estados Unidos en 1979, quien lo usó para describir
las secuelas psicológicas que se daban en las mujeres víctimas de violencia de género.5 El
origen de la formulación de este Síndrome estaría fundamentado en la “Teoría de la
Indefensión Aprendida”.
Dicha teoría toma como fundamento experimentos realizados por Martin Seligman, los
cuales tuvieron incluso repercusión para el análisis de la depresión en los seres humanos.
El autor partió del estudio de perros que fueron sometidos a choques eléctricos
intermitentes. Estos choques se daban de forma discontinua y al azar cuando los perros se
aproximaban a buscar sus alimentos, este procedimiento les produjo una conducta, la cual
les hacía arrinconarse en una esquina de su jaula a la que denominaremos “esquina segura”.
Permanecían en esa esquina segura hasta que decidían volver nuevamente a la búsqueda de
los alimentos y a veces recibían choques y otras no. Como resultado de este proceso se
crearon sentimientos de incertidumbre al mismo tiempo que los perros se volvían más
dependientes del propio experimentador. A razón de estos resultados se estableció un
paralelismo entre la conducta aprendida desarrollada por estos perros y la conducta de la
mujer maltratada. También se han dado algunas posiciones críticas que defendían que la
incertidumbre asociada a la repetida violencia e intermitente es un proceso clave en el
desarrollo del vínculo, pero que sin embargo de ninguna manera puede ser el único.6
El síndrome que nos ocupa no ha sido caracterizado como entidad diagnóstica en la última
edición de 1995 del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM
IV), pero sí se lo reconoce como fenómeno psicopatológico de plataforma traumática: “En
el que se induce al agredido a un modelo mental, de naturaleza cognitiva y anclaje
contextual” (Montero Gómez, 1999). Montero ha introducido a este Síndrome dentro de la
clasificación de “Trastornos disociativo no especificado” del manual “DSM IV”.
El autor ha descrito el SIES-d como “un vínculo interpersonal de protección, construido
entre la mujer y su agresor, en el marco de un ambiente traumático y de restricción
estimular, a través de la inducción en la mujer de un modelo mental (red intersituacional de
esquemas mentales y creencias). La mujer sometida a maltrato desarrollaría el Síndrome de
Estocolmo para proteger su propia integridad psicológica y recuperar la homeostasis
fisiológica y conductual." (Montero Gómez, 1999).7
Fases
El síndrome viene determinado por una serie de cambios y adaptaciones que se dan a través
de un proceso formado por 4 fases a nivel psicológico en la mujer víctima de maltrato por
parte de su pareja.
Re orientación: la mujer busca nuevos referentes, pero su aislamiento es cada vez mayor.
Normalmente a estas alturas se encuentra prácticamente sola con el exclusivo apoyo de la
familia. La víctima no tiene con qué comparar o con quién al estar aislada.
Sobre este tema Vallejo Rubinstein señala que el “desconocimiento de estos procesos y de
sus secuelas hace que muchas veces las mujeres agredidas sean tratadas y retratadas como
masoquistas, locas o histéricas a las que les gusta que les peguen. Como explica Rojas
Marcos, a la hora de analizar las representaciones que se hacen de víctimas y agresores
(especialmente de los medios de comunicación que raramente toman en cuenta o narran
estos procesos), la mujer sale mucho peor parada que el agresor, que suele aparecer como
un señor normal, que nunca ha sido violento según los vecinos y testigos, no el monstruo
que uno espera, versus una mujer desencajada y fuera de sí que lo provoca con sus
comportamientos (1995, p.34). Esta concepción patológica de la mujer objeto de abuso es
sólo una de las muchas imágenes o estereotipos que circulan en la sociedad respecto a
víctimas y agresores”.12