La moral dentro de la política es algo que, en éstos últimos tiempos se ha desvanecido. ¿A
qué me refiero con esto? A que la sed insaciable de dinero y poder, que son las facultades por las que se rige el mundo político hoy en día, ha prevalecido y ha sido priorotaria antes que la búsqueda de la paz y el bien común. El ser corrupto no tiene racionalidad, por ejemplo: un infante desde la corta edad tiene sueños tales como ser abogado, bombero, entre otros; mientras que un gato o un cachorro no sueña con ser parte de la policía. Una vez entendido esto podemos determinar que el ser humano cuando recibe un soborno y cae ante la tentación del placer y autocomplacimiento se vuelve un ser irracional, y para determinar la irracionalidad de un ser humano corrupto se puede utilizar la prueba de “Kant”; filosófo alemán reconocido en la era moderna, el cual es llamada imperativa catégorica. Entonces podemos afirmar que el corrupto es irracional, por lo tanto, no discierne entre el bien y el mal. En ese caso citamos a Sócrates; filósofo griego y considerado como uno de los mejores de todos los tiempos, quien sostenía que la práctica del bien perfecciona al ser humano, pero por otro lado, la práctica del mal corrompe su naturaleza. El deseo de satisfacer deseos egoístas y ambiciosos a costa de la paz de los demás es, sin duda alguna, uno de los problemas más grandes que afronta la sociedad hoy en día; el cómo un ser humano que tenga un cargo político pueda desmoronar una país a base de principios ambiciosos y mezquinos, y el cómo fieles seguidores siguen atrás de ellos a pesar de la clara evidencia de su mal actuar, nos hace reflexionar hasta qué punto usamos el rasocinio y si realmente lo ponemos en práctica. Pero, ¿Podemos saber que todos los políticos son racionales? ¿Acaso cuándo un comunista es asesinado por un político seguidor de una corriente diferente está bien? Pero si la situación fuese al revés, no estaríamos hablando de una justicia total, sino, de terrorismo y actos en contra de la voluntad de la constante búsqueda de la paz. En ese caso el bien y el mal se ven envueltos en un conflicto de ideales, los cuales pueden desencadenar el deterioro de un país envuelto en un sinfín de incongruencias filosóficas. Con éste ejemplo ya mencionado, se nos viene a la cabeza el principio maquiavélico-leninista, en el cual explica que “el fin justifica los medios”, un ideal erróneo creado para satisfacer la justicia a mano propia sin alguna expiación por lo cometido ya que, al final, se consigue el bien común. Ya mencionado éste principio será necesario explicarlo para entender a fondo el porque es importante tener en consideración que el fin no justifica los medios. Si ponemos como ejemplo la lucha contra el comunismo; Doctrina económica, política y social que defiende una organización social en la que no existe la propiedad privada ni la diferencia de clases, y en la que los medios de producción estarían en manos del Estado, que distribuiría los bienes de manera equitativa y según las necesidades, se nos vendrán a la mente ideas tales como “Mejor muerto que rojo”. Si realmente el fin de nuestros deseos es la paz para una Sociedad que pueda vivir e armonía, entonces los medios que se usen para obtenerla deben ser necesarios e imprescindibles puesto que la razón yace en la persona que tenga el poder de decidirlo. Se debe aclarar que el principio maquiavelo-leninista es totalmente falso, un bien común nunca será algo verdaderamente armónico si es que para obtenerlo, tuviste que sacrificar vidas y desprestigiaste ideas que van en contra de las tuyas. La paz obtenida mediante medios corrompidos por el mal será una y otra vez, incorrecto y hecho por falta de racionalidad. Si un profesor enseña acerca del comunismo en clase, lo llamarán adoctrinamiento; sin embargo, si el mismo profesor habla sobre el capitalismo, liberalismo, entre otras, será tomado como un docente que se preocupa que sus alumnos estén familiarizados con las doctrinas políticas. Una vez determinado un sueño, los medios que uses para obtenerlo deben ser limpios y todos en pro y para la paz de una sociedad equilibrada. Siguiendo principios básicos, nadie puede conseguir la paz verdadera a no ser, que el individuo tenga una perspectiva y una determinación incorruptible, a eso le sumamos una vista correcta de lo que debería ser una sociedad y como un político debe manejarla. Si el ser humano está en constante deleite de la corrupción y del mal camino, es como ir a la playa y evitar a toda costa de que pises arena. Y si no tenemos en cuenta el peligro que es un ser humano cegado por el egoísmo y ambiciones personales y, más aún si es un político; podremos decaer como sociedad. Bien podemos analizar un concepto acerca de lo hablado anteriormente con respecto a la irracionalidad del corrupto y con ello dar inicio a los cimientos de lo que será una sociedad decayente.