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CRISTIÁN LE DANTEC GALLARDO.

General de Ejército,
Magíster en Gestión de Negocios Internacionales, realizado en la Cristián Le Dantec Gallardo
Universidad Gabriela Mistral. Magíster en “Ciencias Militares”, Guillermo Abarca Ugarte
con mención en “Planificación y Gestión Estratégica”. Alumno
del Doctorado Estudios Americanos, mención Relaciones Agustín Toro Dávila
Internacionales del Instituto de Estudios Avanzados de la
Universidad de Santiago.
8 Juan Guillermo Toro Dávila COLECCIÓN DE
Martín Pérez Le-Fort INVESTIGACIONES ANEPE

GUILLERMO ABARCA UGARTE. Licenciado en Ciencias

Cristián Le Dantec Gallardo - Guillermo Abarca Ugarte - Agustín Toro Dávila


Jurídicas y Sociales de la Universidad Gabriela Mistral. Nº 1 Textos Básicos del Derecho

OPERACIONES DE PAZ: TRES VISIONES FUNDADAS


Diplomado en Seguridad y Defensa y Magíster en Seguridad Humanitario Bélico
y Defensa, con mención en Gestión Político-Estratégica por la EUGENIO PÉREZ DE FRANCISCO
Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos. Se ARTURO CONTRERAS POLGATI
desempeña como Jefe de Gabinete del Vicepresidente Ejecutivo
de la Caja de Previsión de la Defensa Nacional. Nº 2 La Comunidad de Defensa en

Juan Guillermo Toro Dávila - Martín Pérez Le-Fort


Chile
AGUSTÍN TORO DÁVILA. Oficial de Ejército, alcanzó el grado FRANCISCO LE DANTEC GALLARDO
de General de División. Posee la Especialidad Primaria de Estado KARINA DOÑA MOLINA
Mayor; Magíster: Ciencias Militares Gestión y Planificación
Estratégica; Profesor Militar de Academia en Historia Militar Nº 3 Crisis Internacionales en
y Estrategia. Ex Director de la Academia Nacional de Estudios Sudamérica: Teoría y Análisis
Políticos y Estratégicos. Profesor del Instituto de Estudios AQUILES GALLARDO PUELMA
Internacionales de la Universidad de Chile.
Nº 4 Seguridad Humana y
JUAN GUILLERMO TORO DÁVILA. Oficial de Ejército, Seguridad Nacional: Relación
alcanzó el grado de General de División. Posee la Especialidad conceptual y práctica
Primaria de Estado Mayor; Magíster: Ciencias Militares Gestión CLAUDIA F. FUENTES JULIO
y Planificación Estratégica; Profesor Militar de Academia
en Historia Militar y Estrategia. Ex Director de la Academia Nº 5 Una estructura para la asesoría
Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos. Ex Embajador de en el manejo de crisis
Chile en Uruguay. internacionales: caso nacional
JUAN CARLOS VERDUGO MUÑOZ
MARTÍN PÉREZ LE-FORT. Licenciado en Sociología y
Magíster en Estudios Internacionales de la Universidad de Nº 6 La disuasión convencional,
Chile. Diplomado en Seguridad y Defensa de la ANEPE. conceptos y vigencia
Estudios de Doctorado en Historia de la Universidad Católica MARCOS BUSTOS CARRASCO
de Chile. Académico e Investigador en las áreas de Relaciones PABLO RODRÍGUEZ MÁRQUEZ
Internacionales, Seguridad y Defensa y Asia Pacífico del Instituto
de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Director Nº 7 La Corte Penal Internacional y
del Centro Asia Pacífico de dicho Instituto. las Operaciones de paz :
competencias y alcances
Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos
ASTRID ESPALIAT LARSON
Colección de Investigaciones
Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos ANEPE
CRISTIÁN LE DANTEC GALLARDO
GUILLERMO ABARCA UGARTE
AGUSTÍN TORO DÁVILA
JUAN GUILLERMO TORO DÁVILA
MARTÍN PÉREZ LE-FORT

OPERACIONES DE PAZ:
TRES VISIONES FUNDADAS

Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos


Colección de Investigaciones ANEPE N° 8

Copyright 2005, by Cristián Le Dantec Gallardo


Guillermo Abarca Ugarte
Agustín Toro Dávila
Juan Guillermo Toro Dávila
Martín Pérez Le-Fort
Mayo de 2005

Noviembre de 2006 PRIMERA REIMPRESIÓN

Mayo de 2012 SEGUNDA REIMPRESIÓN

Edita ANEPE

Registro de Propiedad Intelectual Nº 146.658

ISBN. 978-956-8478-12-4
(Volumen 8)

ISBN: 978-956-8478-00-1
(Obra completa Colección Investigaciones ANEPE)

Sello Editorial: Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos


(956-8478)

Diseño portada: Secretaría Ejecutiva Consejo Editorial ANEPE

Impreso en los talleres de Alfabeta Artes Gráficas que solo actúa como impresor

Derechos Reservados

Impreso en Chile / Printed in Chile


PRÓLOGO

La Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE),


consciente de la relevancia que han ido adquiriendo las operaciones de paz
en el actual mundo globalizado y cómo esta modalidad de empleo de las
FF.AA. –fuera de su territorio-, necesita un mayor desarrollo conceptual, ha
seleccionado en esta oportunidad tres interesantes trabajos de investiga-
ción académica, que dan cuenta de tres tópicos distintos pero relacionados
y que se refieren a variados aspectos de la participación de las FF.AA. de
Chile en misiones de seguridad internacional.

En esta óptica, los trabajos de investigación resaltan, en primer


término, las formas de empleo de las Fuerzas Armadas de Chile en las crisis
internacionales, en misiones de paz de Naciones Unidas y su relación con el
principio de no intervención en los asuntos internos de los estados y, en
segundo lugar, el marco legal aplicable a este tipo de operaciones y a sus
consecuencias jurídicas. Los trabajos son de gran actualidad y plena vigen-
cia, especialmente cuando nuestro país se encuentra aumentando su partici-
pación en Operaciones de Paz.

Es necesario tener presente que en el Libro de la Defensa del año


2002, el Estado de Chile definió sus políticas de participación en Operacio-
nes de Paz. Es así como inicialmente la participación nacional se
circunscribió a Operaciones del Capítulo VI de la Carta de Naciones Unidas,
es decir de Mantenimiento de la Paz y, a partir de 1999 este criterio se
extendió en términos de ejecutarlas bajo algunas de las modalidades con-
templadas en el Capítulo VII de la Carta, correspondiente a Operaciones de
Imposición de la Paz.

Sin embargo, la contribución nacional a la seguridad internacional


no se agota sólo con su participación en Operaciones de Paz luego del
término de la Guerra Fría. Chile, en su calidad de miembro fundador de la
Organización de las Naciones Unidas, comenzó a enviar observadores mili-
tares a lugares de conflicto desde fines del decenio de los 40, contribuyendo
a facilitar la estabilización de situaciones de conflicto en el Subcontinente
Indio y en el Medio Oriente por largos años.

Las operaciones de paz son iniciativas complejas en la medida que


en éstas se conjugan elementos políticos, jurídicos, militares, sociales, de
salud y muchos otros, de una manera no siempre armónica y, en ocasiones,

5
en aparente contradicción. En esta perspectiva, resulta fundamental contar
con un marco de referencia teórico que oriente el actuar del Estado en esta
materia, de manera permanente y en una forma que trascienda a determinada
Administración. Por otra parte, uno de los aspectos más complejos de las
Operaciones de Paz es precisamente el que dice relación con los distintos
regímenes jurídicos que se presentan en su ejecución, tanto respecto del
personal desplegado cuanto en lo que se refiere al mandato de la Misión y
que define lo que ésta está habilitada a hacer en la zona de operaciones. No
menos relevante y complejo es la aparente antinomia que se produce entre el
Principio de no Intervención, uno de los pilares del Derecho Internacional
Clásico, y la intervención humanitaria, que se justifica en términos de evitar
sufrimientos masivos a poblaciones inermes y usualmente inocentes en los
conflictos armados, sean estos de raigambre doméstica o de tipo internacio-
nal.

Estos son temas nuevos en la agenda política de las potencias


medianas como Chile y que, desde luego, ameritan una especial preocupa-
ción intelectual de los estamentos especializados. Es así como los trabajos
que ahora presentamos son el resultado de las investigaciones, la experien-
cia y la participación directa de sus autores, ya sea como integrantes de
organismos de Naciones Unidas, profesionales especializados o bien como
docentes con una basta experiencia en Operaciones de Paz.

En este sentido, sus aportes son una combinación armónica de


experiencia profesional, servicio efectivo en zonas de conflicto y una pre-
ocupación intelectual de larga data por el tema en comento. Ello desde ya
asegura un aporte sustancial a este campo del conocimiento, así como una
guía útil y señera para futuros trabajos de esta naturaleza.

Este último aspecto nos parece de la mayor relevancia. Chile es una


potencia mediana emergente y en cuanto a tal no puede sustraerse a las
responsabilidades que tal condición trae aparejada en el ámbito de la Segu-
ridad Internacional. Sabido es que uno de los aspectos más importantes en
que esa responsabilidad se hace carne es la contribución que la comunidad
de naciones pide, diríase exige, de las potencias medianas en términos de su
contribución a la Seguridad Internacional, manifestada en su participación
en Operaciones de Paz.

Esto permite avizorar una participación creciente de Chile en este


tipo de operaciones, de un modo que resulte compatible con la finalidad y
misiones primarias de las Fuerzas Armadas establecidos en la Constitución

6
Política y en su normativa complementaria. Pero es necesario tener igual-
mente presente que la participación exitosa en misiones de este tipo eleva la
estatura y el perfil estratégico de una nación, contribuye de esa manera a
asegurar su posición en el Sistema Internacional y afianza el efecto disuasivo
de su Política de Defensa.

No en vano Chile se encuentra participando actualmente en la Mi-


sión en Haití, la mayor de su historia, con efectivos de las tres Instituciones
de la Defensa y con objetivos y misiones a la vez amplios y claros que
permiten cumplir, a un tiempo, objetivos permanentes de su Política Exterior
y efectuar una contribución efectiva a la estabilización política y social de
una nación hermana.

Esta creciente participación de Chile requerirá de un mayor acervo


cultural en esta materia y es por ello que estimamos que los trabajos que
ahora se publican serán un poderoso incentivo a la realización de trabajos
similares, que aporten al conocimiento en las variadas materias implícitas en
las Operaciones de Paz y en las manifestaciones del interés nacional en ellas
representado.

Todo esto constituye un marco suficiente para los trabajos que se


publican y se enmarca dentro de los cometidos y misiones que la normativa
vigente entrega a la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos
en cuanto a incrementar los conocimientos y los estudios sobre materias de
seguridad y defensa y que resultan inherentes a la condición internacional
de la República.

7
8
“PARTICIPACIÓN EN OPERACIONES DE
PAZ,

CONSECUENCIAS Y LA SOBERANÍA”

CRISTIÁN LE DANTEC GALLARDO

9
8
ÍNDICE Página
Introducción..........................................................................................................13

Consideraciones Generales.

Capítulo I: Marco Teórico.................................................................................17


1. Estado.
2. Estado de Derecho.
3. Interés Nacional.
4. Soberanía y Autonomía.
5. Seguridad.
6. Crisis Internacional.
7. Derecho Internacional Moderno.
Capítulo II : Conceptos Operativos...................................................................31
1. El Estado como actor internacional.
2. Principio de No Intervención en el Derecho Inter-
nacional Clásico.
3. Principios de No Intervención.
4. Efectos de la globalización en el Principio de No
Intervención.
5. Responsabilidad del Consejo de Seguridad de
ONU en el mantenimiento de la paz mundial.
6. Las Naciones Unidas y el Principio de No Interven-
ción.
7. Las Intervenciones Humanitarias y el Principio de
No Intervención en la Jurisdicción Interna de los
Estados a la luz de la Carta de ONU.
8. El Uso de la Fuerza y el Principio de No Interven-
ción en la Jurisdicción Interna de los Estados, a la
luz de la Carta de ONU.
9. Posición de Chile.
10. Política de Defensa de Chile y su compromiso con
la Cooperación Internacional.
Capítulo III: Las Operaciones de Paz..............................................................47
1. Antecedentes Históricos.
2. Naturaleza de las OMP.
3. Formas de empleo de las FF.AA. en OMP.
4. Política Nacional sobre las Operaciones de Paz.

11
Conclusiones........................................................................................................85
Anexos:..................................................................................................................89
1. Resoluciones de la Asamblea General y documen-
tos de la ONU.
2. Observancia del Derecho Internacional Humanita-
rio por las fuerzas de la ONU.
3. Participación de Chile en Operaciones de Manteni-
miento de la Paz.

Bibliografía. .......................................................................................................103

12
INTRODUCCIÓN

El interés y propósito de realizar este libro es mostrar la nueva


realidad a la que se ven enfrentados los Estados, con relación al nivel de
responsabilidad cooperativa en el mantenimiento de la paz mundial bajo la
tutela de las Naciones Unidas, y su forma de materializar su contribución a
la paz global.
Este es el caso de países como Chile, el que centra su proyecto de
desarrollo en su inserción comercial en un mundo globalizado en cuyo pro-
yecto debe contribuir, en la medida de sus capacidades, al mantenimiento de
la paz en el contexto de esta nueva realidad mundial.
En virtud de que el Gobierno de Chile ha resuelto realizar esta con-
tribución en el marco de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la
presente investigación se centra en el ámbito de la participación de fuerzas
multinacionales bajo la conducción de este organismo.
Para entender lo que hoy se conoce como Operaciones de Paz,
debemos estudiarlas desde el nacimiento de la ONU ya que, sin haber sido
consideradas explícitamente en la Carta de dicha organización, el concepto
de empleo de fuerzas bajo la conducción y responsabilidad de las Naciones
Unidas se evidencia inicialmente a fines de la década de 1940 con el desplie-
gue de observadores militares, interpuestos entre las fuerzas en conflicto.
Esto último a fin de controlar un acuerdo entre las partes involucradas e
impedir el reinicio del mismo, modalidad en la cual Chile participa activamen-
te desde 1948.
A partir de 1956, con motivo del conflicto que afectó al Canal de
Suez, aparece el concepto de Fuerzas de Paz, donde ya no bastaba con el
despliegue de observadores militares que se limitaran a informar y actuar
disuasivamente con su sola presencia, sino que se requirió de una fuerza
efectiva que pudiese darle viabilidad a los acuerdos adoptados.
Tras el término de la II Guerra Mundial, en pleno apogeo de la
Guerra Fría, surge la necesidad de crear alguna herramienta para distender
los conflictos internacionales entre las grandes potencias. Es así como, bajo
el alero de Naciones Unidas, nacen las llamadas “Fuerzas de Paz”.
Con el fin de la Guerra Fría, se produce un cambio en la función y
actividad de estas Fuerzas de Paz, ampliandose el concepto al de Operacio-
nes de Paz, donde ya no sólo participan militares, sino que también lo hacen
civiles en un contexto multidisciplinario.

13
Se debe tener presente que las actuales Operaciones de Manteni-
miento de la Paz, a pesar de conservar su nombre, dista del concepto con
que fueron creadas inicialmente. Esto último debido a que los conflictos
Intra Estados en que se ha visto involucrada las Naciones Unidas en el
mantenimiento de la paz mundial, han visto modificado progresivamente su
ámbito de acción. Junto con ello, surgen los conceptos de “acciones huma-
nitarias”, “defensa de la democracia”, “acción preventiva”, los que, entran
claramente en conflicto con los principios de “soberanía y autodetermina-
ción de los pueblos”.
El Gobierno de Chile ha impulsado la participación nacional en las
Operaciones de Paz, no sólo bajo la conducción y mando de la ONU, sino
que también ampliándola a aquellas misiones autorizadas por el Consejo de
Seguridad. Para este efecto, se ha implementado una política nacional de
participación en dichas operaciones, asignándose los recursos económicos
que permiten una contribución más bien testimonial, si la comparamos con
la participación de otros países de la región y el poder nacional de Chile.
Otro aspecto significativo lo constituye la posición planteada por
los Estados Unidos respecto al Tribunal Penal Internacional (TPI), en la que
solicita inmunidad a sus tropas en todo aquello que constituye jurisdicción
de este último y no está considerado en la juridicidad de ese país. Esto tiene
una especial significación para Chile, ya que gran parte de los delitos con-
templados en la jurisdicción penal del TPI no están considerados en la legis-
lación nacional, por lo que subsidiariamente deberían ser juzgados por dicho
tribunal.
De acuerdo con lo expuesto, surgen las siguientes hipótesis, aso-
ciadas a los efectos de la participación de fuerzas en misiones de paz:
1) La participación de Chile en Operaciones de Mantenimien-
to de la Paz, en el marco de las Naciones Unidas y
multilaterales, implica un cambio en la Política Exterior del
país.
2) La incompatibilidad de la legislación interna y la internacio-
nal vigente que emplea el Tribunal Penal Internacional, ten-
drá consecuencias para el personal civil o militar que parti-
cipe en estas operaciones.
El objetivo genérico para este trabajo, determinado por la Academia
Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos, es:
“Determinar cómo la situación internacional afecta el empleo de las
Fuerzas Armadas de Chile en su participación en crisis internacionales y en
misiones de paz de Naciones Unidas, y lo anterior, en relación con el princi-

14
pio de no intervención en los asuntos internos de los estados”.1
Con el propósito de analizar el objetivo indicado, y desarrollar el
trabajo, se empleará el método cartesiano, para lo cual se desarrollarán los
siguientes puntos principales:
Inicialmente se elaborará el marco teórico, estableciendo las defini-
ciones que se emplearán para analizar conceptos fundamentales, tales como
Estado, Soberanía, Interés Nacional, Seguridad y Derecho Internacional,
entre otros, operacionalizando posteriormente dichos conceptos, a fin de
evaluar las actuales formas de ocurrencia de las Crisis Internacionales y la
histórica participación de las Fuerzas Armadas, la contradicción entre el
Principio de No Intervención en los asuntos internos de los Estados y los
actuales mandatos del Consejo de Seguridad de la ONU, bajo la perspectiva
nacional.
Posteriormente, se analizará genéricamente la evolución de la parti-
cipación de las fuerzas militares en el mantenimiento de la paz, desde el
nacimiento de Naciones Unidas, hasta las actuales complejas y
multidimensionales operaciones de paz.
Además, se efectuará un estudio del marco jurídico en que se des-
envuelven las operaciones de paz para analizar las posibles consecuencias
jurídicas que tendría para el personal nacional, sea este civil o militar, su
participación en este tipo de operaciones, bajo las normas del Derecho Inter-
nacional Humanitario y el Tribunal Penal Internacional.
Finalmente, se estableceran conclusiones respecto de las materias
antes enunciadas, a fin de comprobar la hipótesis planteada en, el presente
trabajo de investigación.

1
Bases del Concurso de Investigación de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos
y Ministerio de Defensa Nacional, 2002; en www.anepe.cl

15
16
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

CAPÍTULO I

CONSIDERACIONES GENERALES

MARCO TEÓRICO

En el ámbito de las Relaciones Internacionales, muchos conceptos


son interpretados de diferentes maneras, dependiendo del enfoque o escue-
la a la que se adscriba el lector. Por esta razón, se hace indispensable
conceptualizar ciertos elementos que son básicos para entender el tema en
estudio. En este capítulo se expondrán los conceptos teóricos más relevan-
tes y en el capítulo II la manera que se operativizan y relacionan en la
temática a investigar.

1. ESTADO

Definirlo es siempre difícil, por lo que indicaremos los conceptos que


entregan algunos autores citados por el profesor Alejandro Silva Bascuñán:
para Burdeau: Es: “el titular abstracto y permanente del poder, del cual sus
gobernados no son sino sus agentes accidentales de ejercicio”; para André
Hauriou, es: “agrupación humana, fijada en un territorio determinado y en la
cual existe un órgano social, político y jurídico, orientado hacia el bien co-
mún, establecido y mantenido por una autoridad, dotada de poder de coac-
ción. León Duguit dice que: “el Estado es toda sociedad humana en la cual
existe una diferenciación política de gobernantes y gobernados, de fuertes y
débiles en el que los primeros ejercen contra los segundos un poder de
hecho que no es jamás legítimo en su origen ya que depende de meras
circunstancias de hecho”.2

Los Estados soberanos e independientes son los destinatarios prin-


cipales, originarios y normales de las reglas de derecho internacional. Ellos
poseen la totalidad de los derechos y deberes reconocidos por este derecho,
es decir, tienen personalidad internacional plena. Un Estado independiente
puede ser descrito como una comunidad establecida en un territorio, organi-
zada políticamente bajo un gobierno y no sometida a otro gobierno o a
autoridad externa. Los elementos constitutivos de los estados son: 1) el
territorio; 2) la población; 3) un gobierno; y 4) independencia.3

2 SILVA Bascuñan, Alejandro; “Derecho Político: ensayo de una síntesis”; Editorial Jurídica de
Chile; Santiago; 1980.
3 BENADAVA, Santiago; “Derecho Internacional Público”; Editorial Jurídica de Chile; Santiago,
2ª edición; 1982.

17
Cristián Le Dantec Gallardo

La soberanía de un Estado ya no es una cuestión exclusiva del reco-


nocimiento que sus pares hagan de su condición de tal. Por el contrario, su
poder soberano depende de su capacidad de maniobra política, social y
económica, tanto a nivel interno como externo, lo que en el Libro de la Defen-
sa Nacional de Chile 2002 se define como Poder Nacional.4
En el plano interno, la soberanía hoy es cuestionada en la medida
que distintos sectores sociales no encuentran garantizada su inserción na-
cional, tanto en el plano económico como político. El conflicto interno que
sufre Colombia como consecuencia del enfrentamiento de los paramilitares,
el narcotráfico, la guerrilla y el estado nacional, es una muestra clara de la
forma en que un estado ha perdido su capacidad soberana de controlar la
situación interna y, por ende, garantizar el control del territorio y la seguridad
de sus habitantes.5
La soberanía así entendida, nos da la pauta de que el sistema interna-
cional cuenta con una jerarquía determinada que deriva de la diferencia que
presentan los Estados en el sustento de la soberanía y que permite a algunos
mantener mayores cuotas de poder y maniobra internacional, tanto en las
relaciones interestatales como en las transnacionales.

Para Susan Strange, los cambios estructurales a nivel internacional,


se deben a que existe una gran asimetría de autoridad entre los Estados.
Mientras que el gobierno de Estados Unidos puede haber sufrido cierta
pérdida del control de la autoridad, la pérdida ha sido frente a los mercados
y no frente a los otros Estados. Para los otros Estados, su vulnerabilidad ha
crecido notablemente frente a los mercados mundiales y también frente al
mayor alcance global de la autoridad de Estados Unidos.

Cierta autoridad sobre asuntos menos sensibles políticamente ha


pasado de los Estados nacionales a autoridades internacionales de varias
clases, tanto instituciones interestatales como organizaciones privadas y
comerciales. O sea, un cambio en el eje vertical hacia arriba y hacia los lados
en el eje horizontal.

En este punto, consideramos también oportuno, agregar que se dan


casos de países donde el cambio de autoridad se ha dado hacia abajo, o sea
que la autoridad central ha perdido poder para pasar a las autoridades loca-

4 MINISTERIO DE DEFENSA NACIONAL. Libro de la Defensa Nacional de Chile 2002. Morgan


Impresores. Santiago de Chile. 2003.
5 BENEDETTO, Sabrina y ROJAS, Patricia. Crisis del Estado-Nación o Cambios Estructurales?
Una reflexión acerca de cómo los cambios estructurales a nivel internacional afectan al estado–
nación.

18
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

les o regionales. En otros, como el colombiano, el poder estatal es cuestiona-


do por grupos guerrilleros que se han aliado con los narcotraficantes como
modo de dar batalla a las instituciones democráticas.6

En la parte dedicada a la soberanía, se volverá en más profundidad,


sobre la pérdida o cesión voluntaria de ésta por parte del Estado.

2. ESTADO DE DERECHO

Si bien para este estudio se utilizarán los conceptos de Estado, nom-


brados anteriormente, es conveniente dejar establecido lo que se entiende
por Estado de Derecho, por los efectos que su significado tiene para el
empleo del poder y en la soberanía.

La concepción del Estado de Derecho, desarrollada en mayor medida


por la doctrina alemana, reconoce como algunos de sus elementos esencia-
les que la ley sea expresión de la voluntad libre del cuerpo político de la
sociedad, emitida directamente por éste o a través de sus legítimos represen-
tantes.

No hay tampoco auténtico Estado de Derecho sin el reconocimiento


de la eminente dignidad de la persona humana y de sus derechos fundamen-
tales y la protección jurídica de ellos a través de recursos eficaces. En defini-
tiva, el reconocimiento, respeto y garantía de los derechos humanos son la
base material y esencial de legitimidad del Estado de Derecho.7

3. INTERÉS NACIONAL

El “interés nacional” está directamente vinculado a la pretensión de


todo Estado, de actuar en el ámbito de las Relaciones Internacionales en
forma autónoma e independiente, lo que constituye el primer principio rela-
cionado con este concepto. Está directamente relacionado con el Poder Na-
cional, que le permite ser reconocido como Estado soberano. Los intereses
pueden verse afectados por situaciones derivadas de las relaciones con
otros Estados o actores del sistema internacional.

6 STRANGE, Susan “The retreat of the State”, Cambridge University Press. 1996.
7 NOGUEIRA, Humberto y CUMPLIDO, Francisco; “Derecho Político: introducción a la política
y teoría del Estado”; Cuadernos Universitarios, Universidad Nacional Andrés Bello; Santiago;
1987.

19
Cristián Le Dantec Gallardo

Diversos internacionalistas clásicos coinciden en señalar que son


elementos permanentes y necesarios de una nación soberana todos aque-
llos vinculados con su territorio: los recursos naturales, los aspectos socia-
les que comprenden la cultura, la religión, la tradición y los valores, que en
su conjunto conforman la política de la nación. De esto se desprende que la
política exterior está destinada a la protección de la identidad física, cultural,
económica, etc., frente a la posible usurpación de otros estados.8

Por otra parte, los elementos variables que se deben considerar, sin
excluir a otros, son: la ideología política del gobierno del momento; las rela-
ciones de poder en el contexto regional, continental y mundial; el grado de
utilización de los recursos naturales; el desarrollo tecnológico; la economía;
y los actores de la política como son: los personajes políticos con influencia
nacional, la opinión pública, los grupos de presión, los partidos políticos y
los medios de comunicación social. Además, se deben considerar entre otros
el interés de los actores intra-nacionales que actúan en el ámbito interno del
Estado y por los actores extra-nacionales que actúan o tienen influencia en
el mismo ámbito interno.9

Por su parte, el Libro Blanco de la Defensa Nacional de Argentina


clasifica los “intereses nacionales” en dos categorías: 1) “intereses vitales”,
que define como “aquellos que afectan sensiblemente a la Nación misma y a
su población, adquiriendo, por lo tanto, un alto grado de inmutabilidad”; y 2)
los “intereses estratégicos”, como “los que de una manera u otra inciden en
el logro de los intereses nacionales”, los que en principio ”tendrían una
menor permanencia a lo largo de la coordenada temporal, pues son intereses
que responden, o se priorizan de acuerdo a la situación estratégica que se
vive”.10 En el Libro de la Defensa Nacional de Chile, se define “intereses
nacionales” como: “Condiciones potenciales o reales, cuya búsqueda o pro-
tección se considera ventajosa para la Nación. Normalmente guardan rela-
ción con los Objetivos Nacionales”.11

8 MORGENTHAU, Hans. Política entre las naciones. Grupo Editor Latinoamericano. Buenos
Aires. 1986.
9 DALLANEGRA Pedraza; Luis; “El Orden Mundial del Siglo XXI”; Ediciones de la Universidad;
Buenos Aires; 1998.
10 PONS, Luis Alberto. Claves del siglo XX. Editorial Dunken. Buenos Aires. 2000.
11 MINISTERIO DE DEFENSA NACIONAL. Op. Cit.

20
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

4. SOBERANÍA Y AUTONOMÍA

La autonomía es uno de los conceptos que en Relaciones Internacio-


nales tiene varias aproximaciones y usos. Las nuevas circunstancias que
vive el sistema mundial después de la Guerra Fría y como producto del
proceso globalizante, hacen que este concepto, ligado al de soberanía, ten-
ga un tránsito desde una definición basada en la oposición y contraste, a
otra basada en una perspectiva que considera la democratización y la inte-
gración. Se habla de “autonomía relacional”.12

Autonomía implica que: “ningún actor externo goza de autoridad


dentro de los límites del Estado”, lo que está directamente conectado al
concepto de soberanía westfaliana”, de acuerdo a lo que define Krasner
como el derecho de un gobierno a ser independiente de estructuras de auto-
ridades externas. De este principio emana la regla de “no intervención”.13
La autonomía ha sido frecuentemente transgredida por actores exter-
nos y transnacionales, principalmente por la asimetría de poder que hay
entre los Estados, los que la subordinan a otros principios considerados
más importantes, como lo son: el interés nacional, la defensa y últimamente
la promoción de la democracia y de los derechos humanos.

En lo externo, la autonomía del Estado se da cuando éste tiene la


capacidad y habilidad de tomar decisiones en procura de sus propios obje-
tivos, sin interferencias del sistema internacional, como también para con-
trolar procesos o acontecimientos más allá de sus fronteras. Por otra parte,
en el ámbito interno la autonomía, se manifiesta como la condición que le
permite articular y alcanzar las metas políticas que se plantean, sin la interfe-
rencia de otros actores.14

Todos los Estados tienen como objetivos la supervivencia, el bienes-


tar económico y la autonomía nacional, los que según Wendt pueden descri-
birse como “vida, propiedad y libertad”. Estos intereses son los que hacen
que los Estados actúen de la manera que lo hacen, sirviendo de base para la
Política Exterior,15 y, subsidiariamente, para la Política de Defensa; de cada
uno de ellos. Wendt sostiene que la autoestima colectiva constituye otro

12 Russell, Roberto y Tokatlian, Juan Gabriel. “Globalización y Autonomía: una visión desde el
Cono Sur “: Universidad Torcuato Di Tella. Julio 2000.
13 Krasner, Stephen. “Soberanía: hipocresía organizada”. Ediciones Paidos Ibérica S.A. España.
2001
14 Russell, Roberto y Tokatlian, Juan Gabriel. “Globalización y Autonomía..#”. Op. cit.
15 Wendt, Alexander. “Social Theory of International Politics”. Cambridge University Press. 1999.

21
Cristián Le Dantec Gallardo

interés nacional objetivo de los Estados, porque expresa la necesidad de una


sociedad o grupo humano de sentirse bien, ya sea por respeto o status.

La defensa y ampliación de la autonomía nacional, dependerá de los


factores internos de cada Estado y de la estructura del sistema internacional,
la que por su característica de anárquica,16 la hará variable y particular para
cada Gobierno. Esto hace que cada Estado defina en forma particular la
autonomía, ya que dependerá de su ”capability”17 para adaptarse a las nue-
vas situaciones que se le presenten, tanto en lo interno como en lo externo,
que hacen que los tres objetivos principales planteados por Wendt aparez-
can con frecuencia como opuestos, dejando a los tomadores de decisiones
en difíciles disyuntivas, en las que tendrán que ceder espacios de libertad,
en beneficio de una mayor seguridad o mejores condiciones económicas.

En todo caso, prácticamente todos los autores coinciden en que la


autonomía es un concepto eminentemente político.

Para Kant, la autonomía es una propiedad de la voluntad, y es autó-


noma cuando no está afectada por los deseos, órdenes o inclinaciones de
otros actores.18 Lo anterior posibilita separar el concepto de soberanía del de
autonomía, ya que en la práctica tienden a ser confundidos. Para los efectos
prácticos, se debe entender que la autonomía es una condición que varía de
acuerdo a las circunstancias que viva el sistema internacional, y que la sobe-
ranía, en su acepción del Derecho Internacional, es el mutuo reconocimiento
e igualdad jurídica entre los Estados. En síntesis, la autonomía es política y
la soberanía jurídica.19
La conocida doctrina Estrada, que indica que el reconocimiento de
un gobierno debe ser automático, sin hacer referencia a sus orígenes, está
más cerca de la soberanía que de la autonomía.20
El concepto de autonomía relacional indica que ésta se puede conse-
guir interactuando con otros Estados en un marco de cooperación, abarcan-
do todas las áreas de acción del Estado, considerando también la seguridad
y el empleo del poder militar.

16 Anárquica, en el sentido realista de que no existe un gobierno global central.


17 Se está utilizando el termino “capabilities” para expresar esta acción del Estado.
18 Russell, Roberto y Tokatlian, Juan Gabriel. Op. cit.
19 Wendt, Alexander. Op.cit.
20 Russell, Roberto y Tokatlian, Juan Gabriel. Op. cit.

22
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

Por su parte, el concepto de soberanía ha jugado un importante papel


en la Teoría Política y en la Doctrina del Derecho Internacional. Es por eso
que el contenido de esta palabra ha sido oscurecido y deformado, por lo que
puede entenderse de varios modos o admitir distintas interpretaciones, y
ser, por consiguiente, motivo de dudas, incertidumbre y confusión.

El principal problema estriba en que habiendo tantas definiciones del


término como hay autores, no hay acuerdo sobre cuál es el objeto buscado
por este concepto en el derecho internacional; por consiguiente, analizare-
mos algunos autores:

Según Gerber, el titular originario y único de la soberanía es el Estado


tomado como tal. El Estado es un sujeto de derecho y su derecho es la
potencia pública. Los gobernantes ya no son los representantes de la na-
ción. Señala que en el Estado, el pueblo recibe el ordenamiento jurídico de su
vida colectiva. En el Estado, el pueblo llega como un todo moralmente al
reconocimiento de la noción jurídica. Siguiendo esta teoría, Jellinek, sostie-
ne que al poder del Estado no se le pueden fijar límites jurídicos, es una
potencia jurídica incondicional. Sin embargo, si el Estado lo puede todo,
podrá también suprimir el orden jurídico, de lo que se desprende que la única
limitación será la existencia de un orden determinado. Para este autor, es
esencial que el Estado posea un orden jurídico, con lo cual se niega la doc-
trina del poder absoluto e ilimitado del Estado. Para él, la soberanía indica la
facultad de determinarse por sí mismo, exclusivamente. En sentido negativo,
la imposibilidad de limitar jurídicamente la propia voluntad mediante un po-
der extraño, sea o no el poder de otro Estado.

Jean Dabin introduce matices a la teoría anterior, exponiendo que la


expresión soberanía evoca la idea de una superioridad. El fenómeno se per-
cibe en el ambiente interno, rechazando la utilización del concepto de sobe-
ranía externa, asimilándolo al de autonomía o independencia de otros suje-
tos, pudiendo el Estado ordenar de manera soberana al interior de sus fron-
teras

Son numerosos los autores que se suman a las críticas que se for-
mulan en contra de la llamada doctrina de la soberanía. Los más radicales
rechazan incluso el uso de dicho concepto, pero la mayoría apuntan sus
dardos al contenido del mismo, por considerarlo incompatible con una
concepción del Estado de Derecho, con la concepción de una organiza-
ción jurídica internacional, con el federalismo y con el pleno desarrollo de
las asociaciones interiores.

23
Cristián Le Dantec Gallardo

La soberanía es una voluntad que jamás se determina sino por sí


misma, que no reconoce poder superior ni poder concurrente, es un poder
originario. La soberanía es ilimitada o absoluta, pues si no lo fuese, depende-
ría de otra voluntad, que la limitaría y, por consiguiente, dejaría de determi-
narse exclusivamente por sí misma.

Comprendida así, la voluntad soberana no puede ser comprometida


jamás por una obligación cualquiera frente a otras voluntades. Puede tener
derechos, pero no tiene obligaciones. Si las tuviese, estaría ligada a otra
voluntad; cesaría, pues, de determinarse exclusivamente por ella misma, de-
jaría de ser una voluntad soberana. En estas condiciones, la soberanía es
una voluntad siempre mandante, superior a todas las demás que existen en
un territorio dado. No entra en relación con las demás voluntades por vía de
contrato, sino que sólo por vía de mandato. Las personas a las cuales se
dirige la orden del soberano están obligadas a ejecutar la orden, no por el
contenido de ésta, sino porque emana de una voluntad superior por natura-
leza a su propia voluntad. Según Duguit, desde esta perspectiva, se trata de
una doctrina en extremo peligrosa, que no conduce más que a la política
absolutista en el interior y a la política de rapiña y de violencia en el exterior.

Maritain acuña el concepto de plena autonomía del cuerpo político.


Ello implica un derecho inalienable a la independencia suprema y al poder
supremo, pero a diferencia del principio de la soberanía, el cuerpo político no
se gobierna separado de él mismo y por sobre él mismo. A modo de corolario,
el hombre no es en modo alguno para el Estado, el Estado es para el hombre.

Lo que verdaderamente está modificando la naturaleza de los siste-


mas políticos tradicionales y al concepto mismo del Estado y, por lo tanto, la
forma de concebir la soberanía, es la nueva dinámica del mercado mundial. El
establecimiento de comunidades y alianzas económicas entre países, el in-
cremento de los flujos internacionales de capital, la creciente globalización
de los procesos productivos y comerciales, la internacionalización de la
fuerza del trabajo y de la información, implican procesos políticos y econó-
micos que no son controlados por el tradicional Estado soberano.

Esta creciente interdependencia ha venido a limitar la posibilidad de


que los gobiernos definan sus políticas económicas autónomamente y sin
tomar en cuenta los imperativos económicos internacionales.

Así, nuevas estructuras económicas y políticas están emergiendo,


mientras que las antiguas se están transformando. Existe, sin embargo, un
elemento del poder soberano que no ha cambiado desde que surgió el Esta-

24
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

do moderno, y este es la facultad de crear las leyes y detentar el monopolio


de los instrumentos legales de violencia. Los alcances de dicho poder son
los que se van transformando.

El concepto de soberanía está unido a la teoría del Estado y de las


relaciones internacionales, de ahí que cuando la naturaleza del Estado y el
contexto de la política mundial cambian, necesariamente el concepto cambia.

Sin perjuicio de esto, el proceso de globalización y los constantes


cambios en las funciones y roles del Estado han ido alterando y relativizando
este concepto en diversos aspectos, lo que afecta directamente el principio
de no intervención en los asuntos internos de los Estados.

La soberanía no puede entenderse en la forma clásica, porque los


cambios en el escenario internacional y en las relaciones intra estatales,
hacen que este concepto puede ser interpretado desde diversos puntos de
vista. Siguiendo a Krasner, se puede decir que el término se ha usado con
acepciones diferentes, a saber:
1) soberanía legal internacional, la que se relaciona con el reconocimien-
to mutuo entre unidades territoriales con independencia jurídica for-
mal; lo básico es el reconocimiento mutuo;
2) soberanía westfaliana, que se relaciona con la organización política
basada en la exclusión de protagonistas externos en las estructuras
de autoridad o territorio; lo básico es la autonomía;
3) soberanía interna, que tiene que ver con la organización formal de la
autoridad dentro del Estado, con capacidad para hacer efectivo el
control dentro de sus fronteras;
4) soberanía interdependiente, relacionada con la capacidad de las au-
toridades para regular el flujo de informaciones, ideas, bienes, gentes,
capitales, sistemas contaminantes, a través de las fronteras.
Estos tipos de soberanía no se conectan lógicamente, ni se afectan
directamente.21 Las soberanías, cualesquiera de las que describimos, tienen
como elementos centrales los conceptos de autoridad y de control, los que
están relacionados directamente. Así, una autoridad efectiva tiene mayor
control.

Los conceptos de soberanía interdependiente e interna tienen en


común que estudian la soberanía desde el punto de vista interno del Estado,
sin tomar en cuenta el derecho internacional, como es el caso de los concep-
21 Krasner, Stephen D.; op. cit.

25
Cristián Le Dantec Gallardo

tos de soberanía legal internacional y westfaliana. Esto se debe a que la


doctrina de la soberanía fue desarrollada en su mayor parte por teóricos
políticos que no estaban interesados en las relaciones entre los Estados.

De tal suerte que aparece claro y deducible por qué la idea de la


soberanía, tal como se expone en el derecho constitucional, no puede en-
contrar un lugar adecuado entre las concepciones internacionales. Tan dife-
rentes son estos dos campos del derecho constitucional y del internacional,
que sólo pueden resultar confusiones en el intento de emplear conceptos
apropiados sólo para un campo en el otro. Actualmente la soberanía no se
concibe en una doctrina o en una teoría, sino que en un producto de la
realidad.

5. SEGURIDAD

Al término de la Guerra Fría, la globalización se ha acentuado produ-


ciendo la aparición de nuevos actores en el ámbito internacional, que actúan
en forma transnacional, afectando, o teniendo influencia, en los asuntos
internos de los estados. Esto disminuye la capacidad de éstos, para la toma
de decisiones en forma autónoma y soberana.

La interacción de estos actores y los estados nacionales, que buscan


satisfacer sus intereses particulares, hace que desarrollen actividades en su
propio beneficio. Estas acciones normalmente se contraponen con las que
realizan otros actores, por lo que se constituyen en obstáculos que amena-
zan el cumplimiento de los propios intereses y, en más de algunos casos, la
seguridad de la nación. La seguridad, considerada en cualquiera de sus
acepciones, está evolucionando rápidamente debido a los cambios políti-
cos, económicos y militares que han caracterizado este periodo.

El diccionario de la Real Academia Española indica que seguridad es


la calidad de seguro; y que seguro significa estar libre y exento de todo daño
o peligro. Este concepto resulta aplicable desde el individuo hasta la huma-
nidad entera, pasando por los grupos, las comunidades, las sociedades, los
estados y las organizaciones regionales y mundiales. La seguridad, en un
sentido objetivo, mide la ausencia de temor de valores de cualquier origen,
como son los económicos, políticos, sociales, sanitarios, culturales, u otros,
sean atacados externa o internamente.22

22 WOLFERS, Arnold.

26
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

Con la aparición de nuevas y múltiples amenazas que afectan a las


personas, al Estado y a la comunidad internacional, a lo menos en su
dimensión regional, la evolución del concepto de seguridad, va desde el
ámbito puramente militar, lo que era tradicional durante la existencia del
sistema bipolar de la “Guerra Fría”, hacia otros campos mucho más amplios
y complejos.23 De esta manera, la seguridad debe entenderse en forma multi-
dimensional, en consideración a que estas amenazas son de diversa
naturaleza, y no provienen necesariamente de otros estados, pudiendo afectar
a varios de ellos o a la mayor parte de la comunidad internacional, en forma
simultánea. La actual noción de seguridad incorpora también al sector privado,
debido al creciente protagonismo del empresariado en las decisiones del
estado. 24

La seguridad se manifiesta como una necesidad del Estado para


resguardar la Nación de amenazas exteriores, dando paso a lo que se conoce
como la “seguridad nacional”; pero, la realidad actual ha hecho expandir la
necesidad de seguridad a otros aspectos de la vida colectiva, más allá del
Estado, ello ha dado origen a la “seguridad societal”. También el concepto
de seguridad se está aplicando a los aspectos de bienestar humano y de
supervivencia, independiente de su afiliación nacional, apareciendo la “se-
guridad humana”.25

6.- CRISIS INTERNACIONAL

Desde una perspectiva sistemática, la crisis es una innovación


desestabilizadora y representa un cambio significativo en la calidad, canti-
dad o intensidad de la interacción entre naciones.26 Desde el punto de vista
del sistema Internacional, la crisis se define en términos de sus efectos en la
estabilidad o equilibrio del sistema en sí o en la perturbación del normal
estado de las cosas entre los actores.27

Los conflictos hoy en día, producto de la globalización y la tecnología, son


sobre todo, transnacionales y necesitan de la cooperación entre los Estados.

23 BARTOLOMÉ, Mariano César. La Seguridad Internacional: después de la Guerra Fría. Institutos


de Publicaciones Navales. Buenos Aires. 2000
24 BUZAN, Barry y SEGAL, Gerald. El futuro que viene. Editorial Andrés Bello. 1999.
25 (Moller, 2000).
26 Holsti, Ole. Diplomatic. Capítulo 5, citado por Gallardo Aquiles en “Crisis Internacional en
Sudamérica: Teoría y análisis”. Colección Investigaciones Academia Nacional de Estudios
Políticos y Estratégicos. Santiago de Chile 2003.
27 Hermann, Charles. Some Issues in the Study of International Crisis. citado por Gallardo Aquiles
en “Crisis Internacional en Sudamérica: Teoría y análisis”. Colección Investigaciones Academia
Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos. Santiago de Chile 2003.

27
Cristián Le Dantec Gallardo

Las nuevas tecnologías disipan el poder de los gobiernos y permiten


a los individuos y a los grupos organizados desempeñar una función en la
política mundial. Y es que hablar de política internacional, limitada sólo a
relaciones entre los estados, resulta difuso, se la podría llamar política mun-
dial o global. El poder se ha vuelto más complejo y hay aspectos que esca-
pan al control del Estado por muy poderoso que este sea.

Es necesario tener presente el rol que juega la ONU en la resolución


de los conflictos y el mantenimiento de la paz. Las Naciones Unidas pueden
contribuir a la resolución de los conflictos internacionales de tres formas
principales:
1) La Asamblea General y el Consejo de Seguridad: pueden delinear
resoluciones que sean líneas de acción para la resolución de los con-
flictos,
2) El Secretario General o sus representantes: pueden funcionar como
mediadores en un conflicto, o proveer servicios de buenos oficios, y
3) El Consejo de Seguridad puede enviar fuerzas de mantenimiento de la
paz a un área conflictiva.
Es imposible conocer de antemano el resultado de la acción de la
ONU o el nivel de efectividad de estos tres modos de operación, pero usual-
mente se emplean combinados en situaciones críticas donde su interven-
ción acelera la posibilidad de resolver un conflicto.28

El nuevo escenario estratégico surgido tras el fin de la Guerra Fría ha


obligado a replantear la concepción de las Misiones de Paz. Para clarificar
sobre esto mismo, el otrora Secretario General, Butros Ghali, desarrolló una
clasificación actualmente aceptada y que, a grandes rasgos, es válida para
las misiones realizadas por la ONU u otras organizaciones regionales de
seguridad.29 Más adelante se tratará estos aspectos de las Operaciones de
Paz.

7.- DERECHO INTERNACIONAL MODERNO

La idea de que existen derechos del hombre que se afirman más allá de
toda ley, orden o autoridad, se remonta a la antigüedad. En el plano filosófi-
co, subyace a ella la afirmación de que hay derechos que emanan de la
naturaleza humana.

28 Väyrynen, Raimo; «The United Nations and the Resolution of International Conflicts», en Richard
Falk et. al. The United Nations and a Just World Order, Westview Press, Boulder, 1991.
29 Ministerio de Defensa Español. En www.mde.es/mde/index.htm 15 diciembre 2003.

28
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

El pensamiento cristiano expresa el reconocimiento de la dignidad


radical del ser humano, considerado como una creación a la imagen y seme-
janza de Dios y de la igualdad entre todos los hombres, derivada de la unidad
de filiación del mismo padre. Sin embargo, «Dios, en efecto,/.../ hizo a los
hombres de tal naturaleza y condición que no podrían vivir a no ser en
sociedad», «queda claro, por consiguiente, que el origen de las ciudades y
de las repúblicas no es una invención de los hombres y que no hay que
considerarlo algo artificial, sino que algo que brota de la naturaleza que
sugirió este modo de vida a los mortales para su defensa y conservación./.../
Pues si las comunidades y sociedades de los hombres son necesarias para la
salvaguarda de los mortales, ninguna sociedad puede tener consistencia sin
una fuerza o poder que la gobierne y la proteja».

En Francisco de Vitoria observamos los primeros atisbos de una teo-


ría del poder civil que asume la condición humana pero con la preeminencia
del soberano como figura central de su construcción doctrinal, y que sin
perjuicio de sostener aisladamente que cesa la obligación de la ley cuando
su razón desaparece o cuando proviene de un tirano, impone a los súbditos,
por sobre todo, la obediencia a los poderes públicos, «de suerte que quien
resiste la autoridad, resiste a la disposición de Dios, y los que la resisten se
atraen sobre sí la condenación».

A renglón seguido, dentro de la historia constitucional de Occidente,


el primer documento significativo que establece limitaciones de naturaleza
jurídica al ejercicio del poder del Estado frente a los súbditos es la Carta
Magna Inglesa de 1215, la cual, junto con el Habeas Corpus de 1679 y el Bill
of Rights de 1689, pueden considerarse como precursores de las modernas
declaraciones de derechos. Según algunos autores, estas no persiguen el
reconocimiento y salvaguarda de derechos innatos o naturales del ser hu-
mano como tal, si no más bien confirmar o interpretar retrospectivamente
derechos preexistentes, echar las bases de una futura legislación llamada a
desarrollar su protección. Si nos concentramos en el Bill of Rights de 1689,
descubrimos sólo dos artículos que reconocen formalmente derechos indi-
viduales: el derecho de petición ante el rey y el derecho de portar armas para
la defensa. Las demás normas son expresiones de limitación para el gobierno
en orden a la no suspensión de las leyes ni la dispensa de las mismas respec-
to de nadie, la no creación de impuestos sin por ley, la garantía de imparcia-
lidad y libertad para las elecciones parlamentarias, el no establecimiento de
tribunales de excepción o penas crueles, entre otras.

Las primeras manifestaciones concretas de declaraciones de dere-


chos individuales, fundadas en el reconocimiento de derechos inherentes al

29
Cristián Le Dantec Gallardo

ser humano que el Estado está en el deber de respetar y proteger, las encon-
tramos en la Revolución Norteamericana al sostener en su Declaración de
Independencia «como verdades evidentes que todos los hombres nacen y
que están dotados por su creador de ciertos derechos inalienables, entre los
cuales se cuenta el derecho a la vida, a la libertad y al alcance de la felicidad»;
y, posteriormente, en la Declaración de Derechos del Hombre francesa cuan-
do declara en su artículo 1 que «los hombres nacen y permanecen libres e
iguales en derechos», que como anticipábamos, a diferencia de las británi-
cas, no postulan derechos del pueblo, sino que reconocen derechos del
hombre, inherentes a su condición misma, de modo que las reglas conteni-
das en ellas están por encima de todo poder legislativo ordinario.

30
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

CAPÍTULO II

CONCEPTOS OPERATIVOS
1. EL ESTADO COMO ACTOR INTERNACIONAL
Como ya se mencionara anteriormente, si uno observa al sistema
mundial desde el punto de vista de los “actores”, en cuanto a cantidad y
tipo, es propio afirmar que desde el siglo XIX a la actualidad han variado. El
orden mundial del siglo XIX tenía pocos actores y eran Estados. Durante el
orden bipolar imperante en el siglo XX, la cantidad de actores estatales aún
más se duplicó, y, además, comenzó la influencia de actores transnacionales,
particularmente a partir de los ‘60. En la actualidad y hacia el siglo XXI se
podría hablar de un mundo fundamentalmente transnacional con gran canti-
dad de Estados y, en este último caso, con tendencia a la fragmentación, por
un lado, y a la convergencia en conglomerados geo-económico-comerciales,
por el otro.

Si existe un tema sobre el cual pareciera haber consenso a nivel glo-


bal, es el relativo al agotamiento del monopolio del Estado como actor inter-
nacional. Se comenta cotidianamente la existencia de una profunda
redimensión de las Relaciones Internacionales, en este nuevo orden mun-
dial.

El Estado tiene que hacer frente a un conjunto de problemas políticos


que no se pueden resolver adecuadamente sin la colaboración de otros
Estados y actores internacionales no estatales. Los Estados dejan de ser las
únicas unidades políticas para resolver los problemas políticos, sociales y
económicos clave, ni para dirigir y coordinar con efectivo control el amplio
espectro de instituciones públicas. Su actuación se ve interferida, e incluso
por ocasiones anulada, por instituciones u organismos de alcance
transnacional. Para poder controlar los efectos desestabilizadores que acom-
pañan al proceso creciente de interconexión, los Estados terminan siendo
constantemente compelidos a aumentar el nivel de integración política con
otros Estados e impulsar negociaciones y acuerdos que fortalezcan y creen
instituciones multilaterales.

Los Estados-Nación y los actores transnacionales operan de distin-


tas formas en el sistema mundial. Mientras las relaciones interestatales se
dan principalmente en el campo diplomático-militar-económico siguiendo
criterios de interrelación que privilegian la soberanía, las relaciones
transnacionales centran la acción de los distintos actores en otros segmen-

31
Cristián Le Dantec Gallardo

tos de la realidad, que tienen que ver con el campo económico, social,
ecológico, cultural, y forman una trama de relaciones que existe por sí misma
como una realidad “trans-fronteriza” y fuera de todo esquema territorial-
soberano.30

2. PRINCIPIO DE NO INTERVENCIÓN EN EL DERECHO


INTERNACIONAL CLÁSICO
Existe un interés manifiesto por parte de los Estados, y en especial de
los gobiernos, por definir su espacio de jurisdicción propia y el ámbito de la
acción desarrollada en favor de los derechos humanos, de manera que se
den las menos ocasiones posibles para la realización de actos que signifi-
quen intervención por otro u otros sujetos internacionales. Esto es en su faz
positiva, el derecho a la libre determinación, la tendencia natural a rechazar la
interferencia de otros Estados o de la Comunidad Internacional en aspectos
que puedan ser considerados como típicos del ejercicio soberano.

Charles Rousseau define la intervención como «el acto por el cual un


Estado se inmiscuye en los asuntos internos o externos de otro para exigir la
ejecución o la no ejecución de un hecho determinado. El Estado que intervie-
ne actúa por vía de autoridad, procurando imponer su voluntad y ejercer
cierta presión para hacerla efectiva».

El principio de no intervención tuvo reconocimiento dentro de las


normas internacionales de categoría universal en el Pacto de la Sociedad de
las Naciones, artículo 15, párrafo 8º, que prescribía que «si alguna de las
partes pretendiere, y el Consejo lo reconociere así, que el desacuerdo versa
sobre alguna cuestión que el derecho internacional deja a la exclusiva com-
petencia de dicha parte, el Consejo lo hará constar y recomendará ninguna
solución».

Si bien esta norma no hacía referencia al término intervención, reque-


ría que el asunto materia de la controversia perteneciera exclusivamente, o
sea en su totalidad, a la competencia del Estado que así lo reclamaba, en
relación con una categoría relativamente objetiva, el desarrollo del Derecho
Internacional.

30 Laviña, Félix, “Los Nuevos Actores del Sistema Internacional”. Documento presentado al Seminario
Internacional sobre “Teorías de las Relaciones Internacionales desde la caída del Muro de Berlín
a nuestros días”, convocado por la Cátedra de Teoría General de las Relaciones Internacionales,
Facultad de Derecho de la Universidad de la República y el Instituto Artigas del Ministerio de
Relaciones Exteriores de la República Oriental del Uruguay, Montevideo, Uruguay, 30-31 de Julio
de 1998.

32
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

En la Carta de las Naciones Unidas, los términos intervención y juris-


dicción interna son usados explícitamente en el artículo 2, párrafo 7º que
expresa lo siguiente: «Ninguna disposición de esta Carta autorizará a las
Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la
jurisdicción interna de los Estados ni obligará a los miembros a someter
dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a la presente Carta;
pero este principio no se opone a la aplicación de las medidas coercitivas
prescritas en el capítulo VII».

En el marco de dichas normas de rango internacional, Rousseau con-


cluye que no puede hablarse de un derecho a la intervención, el único prin-
cipio admisible es el de no intervención. La intervención se reduce a una
simple práctica política, a veces lícita, pero a menudo antijurídica. Y agrega
que sólo dos hipótesis son irreprochables, cuando existe un tratado de por
medio y por ende la intervención es sólo el cumplimiento de obligaciones
mutuamente acordadas, o una petición formal de un Estado a otro solicitan-
do ayuda.
3. PRINCIPIO DE NO INTERVENCIÓN
Como ya se hiciera mención anteriormente, Intervención es definida
comúnmente como una “Conducta de un Estado consistente en el ejercicio
ilegítimo de competencias en los asuntos exclusivos, internos o externos de
otro estado mediante la amenaza de castigo o privaciones, o simplemente
infligiendo daño. Aquél puede actuar en forma independiente o en alianza
con otros países. Ahora bien, al analizar este principio resalta la necesidad
de re-evaluar y re-conceptualizar lo que se entiende tanto en Chile como en
la comunidad Internacional por “el ejercicio ilegítimo de competencias en los
asuntos exclusivos, internos o externos de otro estado”.

El orden internacional diseñado en la Carta de las Naciones Unidas


estaba basado en tres pilares: la solución no violenta de los conflictos, la
Soberanía de los Estados y los Derechos Humanos. Ya hemos visto cómo la
soberanía y el principio de no injerencia han experimentado cambios de
trascendencia. Sucede, además, que el principio de soberanía de los estados
puede ser contradictorio con el de defensa de los derechos humanos cuan-
do es un Estado el que los viola.

La globalización ha convertido el orden internacional en un concepto


dinámico en el que los estados ya no pueden ser el único actor y destinatario.

El orden internacional no puede ya limitarse a la ausencia de guerras


entre estados. Debe promover los derechos de los ciudadanos, su bienestar,

33
Cristián Le Dantec Gallardo

su libertad personal. En paralelo a la transformación de la noción de soberanía,


el Estado ha perdido aquí un campo en el que ejercía un claro monopolio.31

La ley internacional y la Carta de la ONU justifican la guerra en sólo


dos casos: «la autodefensa colectiva o individual en respuesta a un ataque
armado» o «una acción autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU».

El concepto de posturas de fuerza militar defensivas que va implícito


en nociones como «defensa no ofensiva», generalmente supone que el inte-
rés primario de todos los estados se limita a la defensa del territorio nacional.
En un sentido general, esto es ciertamente verdad; conforme a la Carta de las
Naciones Unidas, el uso legítimo de la fuerza se limita realmente a la
autodefensa. Además, el Artículo 51 también establece claramente que los
Estados tienen el derecho intrínseco de la autodefensa colectiva, que en
muchos casos puede ser la única forma efectiva en la que se puede asegurar
la integridad territorial de los Estados ante una amenaza de agresión o ante
una agresión real.

El derecho de autodefensa colectiva significa que los Estados deben


tener la capacidad de ir en ayuda de las víctimas de la agresión, que en
algunos casos puede significar que al menos algunos Estados, ya sea en
forma individual o colectiva, deben tener recursos militares para proyectar el
poder militar más allá de sus respectivas fronteras nacionales. Por defini-
ción, dicha capacidad brinda a esos Estados el potencial para una acción
ofensiva. En estos casos, el concepto de que los Estados poseen sólo aque-
llas fuerzas armadas que son suficientes para defender su propio territorio
podría resultar un problema. En estas situaciones, la posesión y eventual
uso de dicha capacidad tendría el único propósito de implementar una
autodefensa colectiva de acuerdo con las disposiciones pertinentes de la
Carta de las Naciones Unidas, y en consecuencia no debería percibirse como
representativa de una amenaza para los estados vecinos.

En definitiva, el mundo globalizado ha relativizado en función del


poder de los Estados el consolidado principio de no-intervención, afectan-
do la noción de soberanía que regía hasta hace muy pocos años, como
voluntad nacional sin limitaciones.

31 SERRA, Narcis , Seguridad Internacional: Europa, Latinoamérica y el Nuevo Papel de las Fuerzas
Armadas. www.pentfundacion.org

34
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

4. EFECTOS DE LA GLOBALIZACIÓN EN EL PRINCIPIO DE


NO INTERVENCIÓN
Las transformaciones que está imponiendo la globalización han afec-
tado el concepto de Soberanía. Hoy ya no es un concepto absoluto y el
derecho de intervención en los asuntos de un Estado se ha consolidado,
tanto en la práctica de las decisiones de las Naciones Unidas, como en la
opinión pública internacional que, a partir de una información de los conflic-
tos en tiempo real, exige su resolución, sobre todo en los casos de interven-
ción humanitaria. Una muestra de los cambios producidos es el caso de la
Unión Europea, que en forma separada de la OTAN, está ultimando la crea-
ción de una Fuerza de Reacción Rápida que permitirá desplegar 60.000 efec-
tivos durante un año, en cualquier parte del mundo, a fin de llevar a cabo las
denominadas misiones Petersberg.32

La autonomía ha sido frecuentemente transgredida por actores exter-


nos y transnacionales, principalmente por la asimetría de poder que hay
entre los Estados, lo que la subordina a otros principios considerados más
importantes, como la defensa y últimamente la promoción de la democracia y
de los derechos humanos. En lo externo, la autonomía del Estado se da
cuando este tiene la capacidad y habilidad de tomar decisiones en procura
de sus propios objetivos sin interferencias del sistema internacional, como
también para controlar procesos o acontecimientos más allá de sus fronte-
ras. Por otra parte, en el ámbito interno la autonomía se manifiesta como la
condición que le permite articular y alcanzar las metas políticas que se plan-
tean, sin la interferencia de otros actores.33

5. RESPONSABILIDAD DEL CONSEJO DE SEGURIDAD DE


ONU EN EL MANTENIMIENTO DE LA PAZ MUNDIAL
La Carta confiere al Consejo de Seguridad la responsabilidad en el
mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, por lo que le compete
decidir el Mandato de la fuerza de mantenimiento de paz, y la fuerza al mando
del Secretario General. Al respecto, Díaz de Velasco comenta: «Como puede
verse, la función primordial del Consejo de Seguridad es precisamente la de
mantener la paz y seguridad internacionales y ello significa que es el órgano

32 SERRA, Narcis. Seguridad Internacional: Europa, Latinoamérica y el Nuevo Papel de las Fuerzas
Armadas. Autores Español Idioma. Documento de Trabajo Nro. 002. Septiembre 2002.
33 RUSSELL, Roberto y TOKATLIAN, Juan Gabriel. Globalización y Autonomía: una visión desde
el Cono Sur. Universidad Torcuato Di Tella. Julio 2000. En http:/www.utdt.edu/cei/papers/papers
estado nación/Russell-Tokatlian.pdf .

35
Cristián Le Dantec Gallardo

capital de la Organización, puesto que su función es la más importante en


cuanto a los fines que se propone la organización misma».34

De conformidad con el artículo 25 de la Carta, todos los miembros de


la ONU convienen en aceptar y cumplir las decisiones del Consejo de Segu-
ridad; aunque otros órganos de las Naciones Unidas formulen recomenda-
ciones a los gobiernos, solamente el Consejo está facultado para adoptar
decisiones que los estados miembros, en virtud de la Carta están obligados
a cumplir.

En efecto, el artículo 39 le confiere la facultad de determinar la existen-


cia de una amenaza a la paz, un quebrantamiento de la paz o un acto de
agresión.

En conformidad con el artículo 40 de la Carta, el Consejo debe instar


a los miembros a que apliquen sanciones económicas y otras medidas que
no entrañen el uso de la fuerza con el fin de impedir o detener la agresión. De
igual manera, el Consejo de Seguridad puede decidir la adopción de medidas
coercitivas y sanciones económicas tales como los embargos de comercio o
acciones militares colectivas.
6. LAS NACIONES UNIDAS Y EL PRINCIPIO DE NO INTER-
VENCIÓN
La práctica reciente de las Naciones Unidas ha convertido en super-
fluo este principio, porque toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz
o acto de agresión es hoy considerada automáticamente como cuestión que
escapa a la jurisdicción reservada de los Estados.35

La Carta de las Naciones Unidas establece la obligación de todo


Estado de abstenerse de recurrir a la fuerza (Art. 2.4) e impone la correlativa
obligación de resolver las controversias por medios pacíficos (Art. 2.3). En
contraste con las disposiciones de tratados anteriores (Convenio nº 2 de La
Haya, de 1907; Pacto de la Sociedad de Naciones, Pacto Briand-Kellogg,
etc.), la prohibición contenida en la Carta de las Naciones Unidas posee un
amplio alcance. En efecto, el Art. 2.4 Carta de las NU prohíbe a los Estados no
sólo el recurso a la fuerza, sino a la amenaza de su empleo.

34 Díaz de Velasco. Manuel. Curso de Derecho Internacional público. Editorial Tecnos S.A. Tomo I.
Madrid 1963.
35 Ibid.

36
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

No obstante, la prohibición del recurso a la fuerza no entraña que


toda acción de fuerza constituya en sí misma un hecho internacionalmente
ilícito, pues la propia Carta prevé excepciones en relación con la prohibi-
ción.36

La excepción más importante a la prohibición es: la legítima defensa.


En efecto, la Carta adopta un modelo de centralización de la coerción armada
atribuyendo a la propia Organización la competencia para ejercer tales accio-
nes. En este sistema, pues, la primera excepción se establece en favor de la
propia Organización y, dentro de ella, del Consejo de Seguridad que puede
recomendar o decidir medidas que supongan el recurso a la fuerza contra un
Estado responsable de una amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o
acto de agresión (Art. 39 y 42 Carta de las NU). Las acciones armadas em-
prendidas por la Organización en virtud de tales atribuciones constituyen
un uso de fuerza legítimo y son expresión de la potestad sancionatoria que
se atribuye a la Organización de las Naciones Unidas.

Es verdad que esta hipótesis de monopolio de la fuerza en manos de


la organización mundial no ha encontrado al día de hoy una realización
efectiva en consonancia con los intereses de los Estados miembros, la ONU
no ha llegado a convertirse en un gendarme internacional; sus acciones
militares se han orientado ante todo a labores de mantenimiento de la paz a
través del despliegue de contingentes militares suministrados por los Esta-
dos -los «cascos azules»- y sólo excepcionalmente y con evidentes particu-
laridades, la Organización ha hecho uso de los poderes que le vienen atri-
buidos por el Capítulo VII de la Carta.

Como ya anticipáramos, el derecho de legítima defensa no se limita a


la posibilidad de que el Estado víctima reaccione frente al ataque armado,
sino que se admite su ejercicio colectivo facultando a otros Estados para
que recurran a la fuerza en auxilio del Estado atacado. En este orden, los
Estados han celebrado frecuentemente Tratados Bilaterales en los que se
garantizan la asistencia recíproca en caso de ataque armado y también ha
resultado común tal compromiso en Tratados de carácter multilateral (Trata-
do Interamericano de Asistencia Reciproca, Tratado del Atlántico Norte,
Tratado de Bruselas de 1948, Pacto de Varsovia, etc.).

Al margen de esta posibilidad, cabe también el ejercicio colectivo de


la legítima defensa cuando, en ausencia de un previo compromiso conven-
cional, el Estado víctima solicita a través de sus autoridades competentes la
36 Javier A. González Vega, Articulo “Uso de la Fuerza”, Universidad de Oviedo. www.robertexto.com

37
Cristián Le Dantec Gallardo

asistencia de otro Estado para hacer frente al ataque armado. Obviamente,


las acciones emprendidas por el Estado o Estados que actúan en auxilio del
Estado atacado deben conformarse según las condiciones de ejercicio del
derecho de legítima defensa advertidas al examinar la modalidad individual.37

7. LAS INTERVENCIONES HUMANITARIAS Y EL PRINCI-


PIO DE NO INTERVENCIÓN EN EL ASUNTOS INTERNOS
DE LOS ESTADOS.
A partir de la última década del siglo pasado, con motivo del término
de la Guerra Fría, se comienza a manejar el término “intervenciones humani-
tarias”, este concepto no nace como podría estimarse en el ámbito de las
Naciones Unidas, sino “al principio surgió fuera de las instituciones interna-
cionales establecidas y del sistema de las Naciones Unidas, y su origen se
remonta al grupo francés Médicos sin Fronteras, que atribuía a los derechos
humanos un valor superior a la soberanía nacional. Médicos sin Fronteras
lanzó el concepto de “derecho de intervención”, cuando se produjeran ca-
tástrofes en materia de asuntos humanitarios, sin atenerse a las prescripcio-
nes del derecho internacional tradicional”.38

Muchas intervenciones de carácter humanitario se han efectuado


desde esa fecha, la mayoría de ellas autorizadas y mandatadas por el Conse-
jo de Seguridad de la ONU, tales como Somalia, Haití, Timor Oriental y Sierra
Leona. “Una excepción notable fue la intervención de la OTAN en Kosovo,
que no fue sancionada explícitamente por las Naciones Unidas. La interven-
ción en Kosovo fue notable también en otro sentido: su legitimación fue de
carácter enteramente moral, como reacción ante la campaña de depuración
étnica del régimen de Milosevic, que amenazaba muy en serio con provocar
otra inmensa catástrofe en materia de asuntos humanitarios”.39

Más recientemente, la intervención de EE.UU. y sus aliados en Irak,


fue justificada como “intervención humanitaria”, sin embargo, el derecho a
la intervención militar ejercido por las potencias fue básicamente dirigido a
cambiar un régimen político, esta situación puede ser mejor entendida desde
la perspectiva de EE.UU. puesto que su política militar considera este tipo
de intervenciones.

37 Ibidem.
38 Bronislaw Geremek , Ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, artículo publicado en la prensa,
Copyright: Project Syndicate, 12 Mayo 2003.
39 Bronislaw Geremek Ibid.

38
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

El Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld indicó: “Las Fuerzas


estadounidenses deben mantener la capacidad, con la dirección del Presi-
dente, de imponer la voluntad de los EE.UU. y de sus socios de coalición
sobre cualquier adversario, incluyendo Estados o entidades no-estatales.
Tal derrota decisiva podría englobar el cambio de régimen de un adversario
estatal o la ocupación de territorio extranjero hasta que los objetivos estraté-
gicos estadounidenses sean alcanzados”.40
Claramente existe una contradicción flagrante entre la universali-
dad y la supremacía de los derechos humanos y los principios de soberanía
y no injerencia en los asuntos internos de los estados, que también están
consagrados en documentos de las Naciones Unidas y que hasta los años
ochentas, fue crucial en las relaciones internacionales. Un principio que se
basa en la distinción entre los asuntos internos y externos de los Estados;
esto es, que las cuestiones domésticas serían de exclusiva jurisdicción de
los países correspondientes.
Respecto a la Intervención Humanitaria y su relación con el principio
en cuestión, el Secretario General de las Naciones Unidas ha manifestado,
tanto verbal como através de documentos escritos a la Asamblea General:
“si la intervención humanitaria fuera ilícitamente un asalto inaceptable a la
soberanía, ¿cómo podríamos responder a Ruanda, a Svrenica, a las graves y
sistemáticas violaciones de los derechos humanos que afectan todos los
preceptos de nuestra humanidad común“.

Por otra parte, en su discurso de Oslo, con ocasión de la entrega del


premio Nóbel de la Paz, en Diciembre de 2001, volvió a insistir: “La soberanía
de los Estados no debe ser utilizada más como un escudo para las graves
violaciones de los derechos humanos”.

De lo anterior se puede deducir que para la ONU la seguridad humana


manifestada en el derecho de las personas, más conocidos como Derechos
Humanos, está por sobre los derechos de los Estados y por ende, la sobera-
nía y el principio de no intervención de los asuntos internos de otros Esta-
dos, serían de jure y de facto, conforme a la realidad vivida en casos como el
de la ex Yugoslavia, Afganistán, y los países africanos, entre otros, subordi-
nados al respeto de los derechos de las personas.

Respecto a este punto es necesario resaltar que esto también, res-


pondiendo a la lógica de las relaciones internacionales, se encuentra condi-

40 “Rumsfeld, Donald. Annual Report to the President and the Congress. Washington, 2002.

39
Cristián Le Dantec Gallardo

cionado al poder y porte del Estado involucrado, conforme se ha podido ver


en el mismo organismo internacional, donde situaciones de este tipo han
sido enfrentadas de distinta forma, básicamente en función al derecho a veto
que tienen las grandes potencias en el Consejo de Seguridad.

En conclusión, las transformaciones que está imponiendo la


globalización han afectado intensamente al concepto de Soberanía. Las Na-
ciones Unidas fueron creadas sobre el principio de no-ingerencia en los
asuntos de un estado, precisamente porque perseguían la estabilidad inter-
nacional a través del mantenimiento del status quo entre las naciones.

Hoy en día la soberanía ya no es un concepto absoluto y el derecho


de intervención en los asuntos de un estado se ha consolidado tanto en la
práctica de las decisiones de las Naciones Unidas, como en la opinión públi-
ca internacional que, a partir de una información de los conflictos en tiempo
real, exige su resolución, sobre todo en los casos de intervención humanita-
ria.41

8. EL USO DE LA FUERZA Y EL PRINCIPIO DE NO INTERVEN-


CIÓN EN LA JURISDICCIÓN INTERNA DE UN ESTADO A
LA LUZ DE LA CARTA DE ONU
Realmente la única alusión al uso autorizado de la fuerza expresado
en la Carta, es la legítima defensa individual o colectiva, basada en el con-
cepto de que se permite repeler la fuerza con la fuerza. Ello está dispuesto por
el artículo 51 de la Carta, según el cual: «Ninguna disposición de esta Carta
menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colecti-
va, en caso de ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas,
hasta tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesa-
rias para mantener la paz y seguridad internacionales». Es así que: «El Art. 51
establece claramente, por otra parte, el casus operandi: El ataque armado, y
sólo el ataque armado, de otro Estado».42

El Artículo 2 inciso 7 señala: «Ninguna disposición de esta Carta


autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esen-
cialmente de la jurisdicción interna de los Estados, ni obligará a los Miem-
bros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a la

41 Serra, Narcis, Seguridad Internacional: Europa, Latinoamérica y el nuevo papel de las Fuerzas
Armadas.
42 Remiro Brotons Antonio. Derecho Internacional público. Madrid. Editorial Tecnos S.A. 1983.

40
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

presente Carta; pero este principio no se opone a la aplicación de las medi-


das coercitivas prescritas en el Capítulo VII».

El inciso séptimo contempla el caso de los asuntos internos de los


Estados, expresando que el principio de no intervención en las cuestiones
de competencia reservada «no se opone a la aplicación de las medidas coer-
citivas prescritas en el Capítulo VII». La práctica reciente de las Naciones
Unidas ha convertido en superflua esta última salvedad, porque toda ame-
naza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión es hoy conside-
rada automáticamente como cuestión que escapa a la jurisdicción reservada
de los Estados. Como comenta Verdross: «...cuya regulación queda de suyo
al margen de las normas de la Carta, mientras la guerra civil no rebase o
amenace rebasar las fronteras del Estado. Sólo en tal supuesto podrá inter-
venir el Consejo de Seguridad».43 Verdross comenta igualmente respecto al
caso en que los rebeldes en un conflicto interno fueran reconocidos como
beligerantes: «Esta norma no tendría aplicación si los rebeldes fueran reco-
nocidos como beligerantes, o como nuevo Estado, ya que entonces se trata
de un conflicto armado entre sujetos del Derecho Internacional».44

9. POSICIÓN DE CHILE
En sus relaciones con otros Estados, Chile adhiere y respeta íntegra-
mente los principios de la resolución pacífica de las controversias, a través
de mecanismos de diálogo y entendimiento, el principio de no intervención
en los asuntos internos de otros Estados, y el respeto y promoción de los
tratados y acuerdos internacionales.45

Sobre lo expuesto anteriormente, el Decreto Supremo Ministerio de


Defensa Nacional, Subsecretaría de Guerra Nº 68 de 14 de Octubre de 1999,
publicado en el Diario oficial Nº 36.510 del 10 de Noviembre de 1999, en su
artículo 7 Considera que: “el Estado de Chile basa su política exterior en los
principios de respeto a los tratados, observancia del principio de no inter-
vención en asuntos de otros Estados soberanos y promoción de buenas
relaciones entre los pueblos y los gobiernos, rechazando toda forma de
expansionismo”.
Desde una perspectiva más universal, la política exterior de Chile se
proyecta hacia el inicio del siglo XXI a través de un esquema de orientacio-

43 Ibid 4.
44 Ibid 4.
45 www.defensa.cl/paginas/public/libro/principios2.htm

41
Cristián Le Dantec Gallardo

nes que contempla, según el profesor Carlos Martínez Sotomayor, los si-
guientes objetivos:
a) Culminar la recuperación de la imagen internacional de Chile sobre la
base de una respetable política de principios;
b) El desarrollo de una política económica internacional que mantenga la
apertura externa, sirva de apoyo al crecimiento y proteja nuestra auto-
nomía nacional;
c) La plena reinserción del país en la comunidad internacional, estable-
ciendo relaciones activas con todos los países del mundo y desarro-
llando nuevamente una presencia creativa en los organismos interna-
cionales;
d) El impulso de la cooperación regional y subregional en América Lati-
na; y
e) La aplicación de una nueva concepción de seguridad que fortalezca
la democracia, la cooperación y la paz en la región.
Así mismo, a los principios y valores matrices y tradicionales de su
política exterior nuestro país agrega con especial énfasis:
a) El respeto universal de los Derechos Humanos,
b) El pluralismo Ideológico en las relaciones entre Estados;
c) La vigencia de los valores democráticos;
d) La condena al Terrorismo y la Cooperación Internacional para su re-
presión, y
e) La oposición a toda forma de Racismo o Colonialismo.46
Oficialmente el Gobierno de Chile ha declarado que “La República de
Chile tiene la voluntad política de participar en operaciones de mantenimien-
to de la paz propiciadas por la ONU, considerando que la mantención y la
promoción de la paz mundial constituye uno de los objetivos de nuestra
política de defensa y también de nuestra política exterior. Más todavía cuan-
do, en un sentido integral y moderno, la propia seguridad nacional depende
de un conjunto diverso de factores, entre los cuales se cuenta la estabilidad
y la seguridad internacionales”,47 ratificado por los Decretos Supremos N’ 94
del 06.NOV.1996 y Decreto Supremo Nº 68 del 14.OCT.1999.

Sobre este mismo punto cabe destacar que con respecto a las Opera-
ciones Militares de Paz, como es de toda lógica, el Ejército posee también un
sustento jurídico del cual se derivan sus misiones, las que, al igual que las

46 Carlos Martínez Sotomayor, Las perspectivas de las Relaciones Internacionales de Chile en su


bicentenario, Universidad de Chile /instituto/ anales/ 1998.
47 Misión Permanente de Chile ante Naciones Unidas, http://www.un.int/chile/

42
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

demás instituciones de la Defensa Nacional, enmarcan su accionar en los


preceptos contenidos en la Constitución Política de la República, la Ley
Orgánica Constitucional de las Fuerzas Armadas, la Ley de Bases Generales
de la Administración del Estado y en la Política de Defensa Nacional.

Es claro, al menos teóricamente, el interés de Chile de no dar carta


blanca a las potencias para intervenir en asuntos internos de terceros Esta-
dos, aún tratándose de un caso en el cual el régimen a ser depuesto haya
violado grave y reiteradamente el derecho internacional, menos todavía si se
recuerda la historia de intervenciones en nuestro propio hemisferio. Sin em-
bargo, la realidad tanto del Derecho Internacional como de los mecanismos
de Naciones Unidas al contrarrestar las intenciones chilenas, demuestran
una clara contradicción de hecho.

Aquí yace nuestra contradicción, ya que se hipoteca el compromiso


chileno sobre la mantención y la promoción de la paz mundial, a la manten-
ción de la postura oficial sobre la observancia del principio de no interven-
ción en asuntos de otros Estados soberanos. El Estado de Chile debe redefinir
lo que considera “asuntos de otros estados soberanos”, dejando atrás toda
vieja retórica, y enmarcado dentro de la nueva realidad internacional y el
Derecho Internacional, si es que aspira a una total participación dentro(de
dicho contexto).

Sin duda, el gobierno de Chile está consciente de esta situación y lo


ha buscado enfrentar en el marco del “Grupo de Río”, principal mecanismo
de cooperación y concertación política de América Latina y el Caribe, donde
se creó una comisión denominada Comisión Internacional sobre Interven-
ción y Soberanía Estatal.

La Ministra de Relaciones Exteriores, María Soledad Alvear durante


su discurso de inauguración de la mesa redonda, desarrollada en Santiago
en Mayo del 2001, en el marco de la comisión antes citada, manifestaba: “En
toda la discusión sobre el tema de la intervención humanitaria no debemos
apartarnos de la cuestión ética fundamental que le sirve de origen: antes que
nacionales de un país u otro, antes que creyentes de una religión u otra,
antes que miembros de un partido político u otro, antes que miembros de una
etnia u otra, todos somos seres humanos, iguales en naturaleza, miembros
de una misma especie, la única que inteligiblemente puede experimentar sen-
timientos de solidaridad. Desde esta perspectiva, nuestra «común humani-
dad» nos impone ciertas obligaciones, y la principal es la protección de la
vida de nuestro semejante que está por perderla, independientemente de

43
Cristián Le Dantec Gallardo

donde se desenvuelva, del grado de desarrollo que tenga su nación y del


grado de relaciones externas de ésta o de las posibilidades de mercado que
ofrezca su sociedad”.

Más adelante y evidenciando claramente la contradicción que pre-


senta la posición planteada, agregaba: “La región de América Latina y el
Caribe ha hecho un importante aporte jurídico a la Humanidad con el princi-
pio de la No Intervención. Experiencias muy dolorosas nos hacen valorar
profundamente este principio. No podemos abandonar esa tradición. Como
lo plantea el mismo título de la Comisión, uno de los problemas más difíciles
de resolver es la articulación entre la urgencia de responder adecuadamente
a las crisis humanitarias y la soberanía de los Estados”.

En cualquier caso, la política exterior del Estado de Chile está por que
se regule esta difícil ecuación entre la soberanía de los Estados y los dere-
chos humanos, en el principal organismo multilateral como son las Naciones
Unidas y con el consenso de la Asamblea General. “Para Chile, la vigencia y
el respeto a la Carta de Naciones Unidas constituyen el único marco legal
posible, la condición sine qua non, para regular la intervención humanita-
ria”.48

Al respecto, ya se han planteado algunas proposiciones para solu-


cionar en el marco de la Carta de la ONU, la controversia entre la universali-
dad de los derechos humanos y el principio de la soberanía de los Estados,
consagrado en la misma Carta, es así como el Ministro de Relaciones Exterio-
res de Polonia, indicaba: “Una forma de superar esa división es la de introdu-
cir en la Carta de las Naciones Unidas un nuevo capítulo dedicado a los
derechos humanos y hacer una nueva formulación del capítulo IV, relativo al
uso de la fuerza en las relaciones internacionales”.49

10. POLÍTICA DE DEFENSA DE CHILE Y SU COMPROMISO


CON LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL
Las FF.AA. desarrollan, a partir de las misiones impuestas por la
Constitución Nacional y las Leyes, diversas acciones que les permiten hacer
efectiva la cooperación, fundamentalmente en apoyo a la política exterior de
la Nación, a través de las OOMMP y Medidas para el Fomento de Confianza
Mutua, regionales e internacionales, a fin de asistir en el esfuerzo estratégi-
co para limitar o prevenir situaciones de conflicto.
48 Mesa Redonda, Santiago, 4 de mayo de 2001 , Intervención Humanitaria: Cómo Enfrentar las
Crisis con Eficacia, palabras Inaugurales de la Canciller de Chile, Señora María Soledad Alvear
49 Bronislaw Geremek Ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, artículo publicado en la prensa,
Copyright: Project Syndicate, 12 Mayo 2003.

44
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

Defensa, disuasión y cooperación, son y serán condiciones comple-


mentarias y secuenciales en la materialización de la estrategia del futuro. La
Cooperación Internacional se ubica en un nuevo escenario mundial, caracte-
rizado por el fenómeno de la globalización, el que acentúa la extensión y
profundización de las interdependencias e interconexiones entre los Esta-
dos y las sociedades que conforman el sistema mundial. En este marco, las
tendencias a la regionalización o a la constitución de bloques regionales y
subregionales, abren nuevas e innovadoras posibilidades para fortalecer la
cooperación regional política y económica, en forma paralela a los procesos
de integración.

El Comandante en Jefe del Ejército, Gral. Juan Emilio Cheyre, afirmaba


recientemente que: “la defensa debe adaptarse a una nueva realidad interna-
cional y nacional, por tanto, seguramente este proceso repercutirá en la
seguridad y desarrollo de cada estado. De ahí que podemos evidenciar que
las fuerzas armadas de nuestro país deberán transformarse y condicionar su
accionar en el marco de la política de defensa, contenida en el libro de la
Defensa Nacional año 2002.(…) la defensa contribuye a la seguridad del
país, tanto por medio de la disuasión como de la cooperación internacional,
materializada, entre otras actividades, por la participación en operaciones de
paz, en intercambios militares y en ejercicios combinados multinacionales,
que, en su conjunto, propenden a generar actos de confianza mutua”.50

Es por ello que una visión moderna de la seguridad hemisférica debe


ampliarse a los riesgos no tradicionales y construir respuestas funcionales
(militares y no militares) que permitan reaccionar colectivamente frente a
estas nuevas amenazas. Han surgido otros elementos que atentan contra la
seguridad: el terrorismo internacional, el tráfico de drogas, las actividades
delictivas transnacionales, el deterioro de la seguridad ciudadana, el comer-
cio ilícito de armas pequeñas y ligeras, trasladar la preocupación de la segu-
ridad, desde la percepción tradicional del Estado, hacia una perspectiva
centrada en las necesidades del individuo. Con ello se introduce una sensi-
bilidad distinta en el tratamiento de la seguridad ya que se promueve una
aproximación comprensiva, que incluye su carácter multidimensional.51

Asimismo, el Gral. Cheyre, reitera que: “En cuanto a la cooperación


internacional, puedo mencionar que dada la realidad interrelacionada en la
50 Clase Magistral del Comandante en Jefe, General de Ejército Juan Emilio Cheyre Espinosa,
denominada “La función militar en el nuevo orden internacional: Proyecciones y desafíos”, dictada
en la Universidad San Sebastián. (Concepción, 19 de agosto del 2003).
51 Ponencia de Chile en la Asamblea General de la OEA sobre Seguridad Hemisférica. Extracto de
la exposición de la Canciller Maria Soledad Alvear Valenzuela.

45
Cristián Le Dantec Gallardo

que hoy se inserta Chile, y que lo vincula política y comercialmente con


muchas otras naciones y bloques, han aparecido nuevos bienes que es
necesario cautelar, y nuevas amenazas que deben ser reducidas. Estas ta-
reas no pueden ser plenamente abordadas sin el concurso de los demás
estados, de modo que la integración en tareas de alcance internacional se
constituye en un imperativo del cual no es posible sustraerse. (….) Ello nos
obliga, entre otras responsabilidades, a preparar las unidades que deberán
cumplir misiones bajo el mandato de la ONU. , especialmente en cuanto a la
interoperatividad con las otras instituciones de las FF.AA. y Ejércitos de
otros países, en el actuar combinado. En esta misma esfera se considera que
estas fuerzas, simultáneamente, deben desarrollar capacidades para servir,
además, a la propia planificación de guerra (…) En consecuencia, la colabo-
ración del Ejército de Chile a la conservación de la paz, la seguridad y la
estabilidad del orden internacional, resultan de alto interés en un mundo
cada vez más vinculado, considerando, que hoy Chile es miembro no perma-
nente del Consejo de Seguridad de la ONU. En este ámbito, nuestra partici-
pación no se limita sólo a contribuir a la paz mundial, sino también a descu-
brir nuevas oportunidades que beneficien el propio desarrollo institucional”.52

52 Clase Magistral del Comandante en Jefe, General de Ejército Juan Emilio Cheyre Espinosa,
denominada “La función militar en el nuevo orden internacional: Proyecciones y desafíos”, dictada
en la Universidad San Sebastián. (Concepción, 19 de agosto del 2003).

46
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

CAPÍTULO III

LAS OPERACIONES DE PAZ

1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS

La revisión histórica debe remontar su búsqueda de fundamentos a


la creación de la ONU, siendo la llamada «Carta del Atlántico» un primer
antecedente. Esta Carta fue firmada por el presidente norteamericano
Roosevelt y por el Primer Ministro Churchill, el 14 de agosto de 1941. Este
documento marca el inicio de conferencias y declaraciones internacionales
que precedieron a la creación de las ONU, sentando las bases de la política
exterior y el nuevo orden mundial.

La Carta del Atlántico “constituye una declaración de carácter con-


junto de ambos gobiernos (el de EE.UU. y el Reino Unido) acerca de los
principios fundamentales en que debían basarse las direcciones políticas de
sus pueblos, a fin de obtener en el futuro una paz duradera para el mundo”.53
Respecto a la seguridad colectiva señaló: renuncia al uso de la fuerza y
desarme de los vencidos como primer paso para un sistema de seguridad
general permanente.

El 1 de enero de 1942 se proclama en la ciudad de Washington la


“Declaración de las Naciones Unidas”, en esa ocasión es usado por primera
vez el nombre Naciones Unidas. Se vivía la II Guerra Mundial y los represen-
tantes de 26 Naciones establecieron el compromiso, en nombre de sus go-
biernos, de proseguir juntos la lucha contra las potencias del Eje.

La siempre latente necesidad de protección, más aún en aquellos


momentos de conflagración mundial, llevó en octubre de 1943 a la “Declara-
ción de Moscú”, allí los representantes de EE.UU., Gran Bretaña, URSS y
China señalan la necesidad de establecer una organización de carácter inter-
nacional capaz de asegurar al mundo paz y tranquilidad, finalizada la Segun-
da Guerra Mundial.

Entre agosto y octubre de 1944 los representantes de China, Estados


Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética se reunieron en Dumbarton Oaks,
donde sentaron las bases del nuevo organismo.

53 “Derecho Internacional Público”, Gamboa Serazzi, Fernando, Ed. Universidad de Talca, Talca,
1998, pág. 446.

47
Cristián Le Dantec Gallardo

En Febrero de 1945, Yalta, en la Península de Crimea, es sede de la


histórica reunión entre Churchill, Stalin y Roosevelt, donde se da a conocer
una declaración que instaba a organizar, al más corto plazo, una organización
mundial, destinada a resguardar la paz. Así se convoca a una conferencia
amplia, reunida en la ciudad de San Francisco que confecciona el documento
que daría existencia legal a este organismo. Cabe destacar que en Yalta se
acuerda el sistema de la regla de la unanimidad de las cinco Grandes Poten-
cias, el denominado Derecho a Veto del que gozan los representantes en el
Consejo de Seguridad.

La Carta fue redactada por los representantes de 50 países reunidos


en San Francisco, de abril a junio de 1945. La ONU adquirió existencia oficial
el 24 de Octubre de 1945 al quedar ratificada la Carta por China, Estados
Unidos, Francia, Reino Unido, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(URSS) y por la mayoría de los demás signatarios.

El articulado de la Carta señala las formas de actuar en caso de con-


flictos, de modo de cautelar la paz, la justicia y la seguridad internacional. Tal
es el caso del Artículo 2, donde se señala la prohibición absoluta a los
Estados de recurrir a la guerra como un instrumento para resolver conflictos
internacionales, así las disputas internacionales deben ser resueltas por me-
dios pacíficos, de modo que la paz y la seguridad no sean puestas en peligro.
Además la Carta se refiere, en el Artículo 11, al desarme y la regulación de los
armamentos en el marco de la cooperación al mantenimiento de la paz y
seguridad internacionales.

De singular importancia para este trabajo es lo dispuesto en el artícu-


lo 2.7 de la Carta, donde se especifica: “Ninguna disposición de esta Carta
autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esen-
cialmente de la jurisdicción interna de los Estados, ni obligará; a los Miem-
bros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a la
presente Carta; pero este principio no se opone a la aplicación de las medi-
das coercitivas prescritas en el Capítulo VII“. De esta última frase, en este
documento fundacional del multilateralismo contemporáneo, nace la flexibi-
lidad que asume el concepto de “soberanía“ y por ende el principio de “no
intervención en asuntos internos de los Estados“, como se mencionara an-
teriormente.

Los capítulos VI, VII y VIII de la Carta de las Naciones Unidas, brin-
dan el marco legal para la autoridad de la ONU sobre las Operaciones de Paz
en el terreno o el despliegue de fuerzas bajo el mando de un país, coalición u
organismo de defensa colectiva.

El Capítulo VI se refiere al arreglo pacífico de controversias, incluyen-


do negociaciones, mediaciones, arbitrajes y disputas judiciales. Normalmen-
te estas últimas, las controversias judiciales, son dirigidas a la Corte Interna-
cional de Justicia.

48
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

El rol del Consejo de Seguridad en el empleo de estos métodos está


considerado en el mismo Capítulo VI, donde el Consejo recibe la autoridad
para recomendar un arreglo de paz entre las partes en disputa; si esto falla y
el Consejo estima que la disputa afecta a la paz y seguridad mundial, cuenta
en este caso con la autoridad para disponer los procedimientos y métodos
que estime convenientes para alcanzar la paz. Bajo el amparo de este capítu-
lo, se ha dispuesto el despliegue de fuerzas militares internacionales, lo que
no implica el uso de la fuerza ya que se emplean básicamente en apoyo a los
esfuerzos de carácter diplomático, administrativos o judiciales que conti-
núan en desarrollo.

El cuadro que se presenta, resume la forma de operar ante un conflic-


to expuesta en el Capítulo VI de la Carta.

Cuadro 1

Arreglo pacífico de controversias

ACCIÓN QUIÉN ACTÚA: EJEMPLOS:

insta a resolver conflictos El Consejo de Corea del Norte


Seguridad Haití
investigación de la controversia.
a través de: Macedonia
Malvinas
-Negociación
-Secretario General
-Mediación
-Enviados especiales
-Arbitraje
-Delegados
recomendaciones -Arreglo judicial
-Corte Internacional -Comisiones técnicas
de Justicia
-Recurso a organismos
internacionales o
regionales

49
Cristián Le Dantec Gallardo

En contraste con lo anterior, el capítulo VII considera el uso de la


fuerza. Éste le entrega al Consejo de Seguridad la autoridad para determinar
si la situación es una amenaza a la paz mundial y consecuentemente determi-
nar la acción a tomar para el mantenimiento o la restauración de la paz. Este
capítulo contiene un llamado a los países miembros de la ONU a apoyar las
decisiones del Consejo, es así como los Artículos 39 al 50 dan cuenta de las
facultades del Consejo para ordenar a los miembros de la Organización a
comprometerse en sanciones que impliquen o excluyan el uso y desplaza-
miento de fuerzas militares.

En primera instancia, se consideran sanciones económicas o la inte-


rrupción de relaciones de todo tipo con la comunidad internacional. Los
casos de Irak y Serbia son buenos ejemplos del empleo de este tipo de
punición.

Si estas medidas resultan insuficientes, el Consejo puede autorizar a


los miembros de la organización para realizar acciones con las fuerzas de
tierra, mar y aire que sean necesarias para el mantenimiento o
reestablecimiento de la paz y seguridad mundial. En los ejemplos antes nom-
brados, el Consejo en forma posterior a la imposición de sanciones, autorizó
el uso de la fuerza para obligar el cumplimiento de su mandato. De lo anterior
podemos establecer que el uso de la fuerza autorizado por el Consejo no
necesariamente será cumplido por una misión de paz, ya que en algunos
casos será por intermedio de países o coaliciones de países que actuarán
fuera del control y mando del Secretario General de la ONU.

De acuerdo con la perspectiva de las partes afectadas por la acción


de las fuerzas, el Capítulo VII, posee una principal diferencia con respecto al
VI, puesto que ante esta situación no se requiere el acuerdo de las partes
para reestablecer la paz y seguridad en la región involucrada.

En síntesis las acciones que se realizan al amparo del Capítulo VII de


la Carta de la ONU, están reflejadas en el siguiente cuadro:

50
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

Cuadro 2

Acciones en caso de amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o


actos de agresión

-Acuerdos.
A. Medidas provisio-
-Alto al fuego. -Bosnia
nales. Acción directa.
-Tregua. (no se cumplen).
(Art. 39 y 40)
-Cese de hostilidades.

-Boicot.
B. Medidas coercitivas
-Interrupciones -Haití.
sin uso de la fuerza.
(ferroviarias, aéreas, Id.
marítimas, diplomá- -Yugoslavia.
(Art. 41)
ticas, comerciales,
económicas).

C. Medidas coercitivas -Quebrantamiento -Resolución Consejo -No se empleó en


de Seguridad con Irak-Kuwait, se
que implican uso de la de la paz.
mayoría incluidos 5 autoriza empleo de
-Agresión. permanentes. fuerza internacio-
fuerza.
nal.
-Empleo de Fuerzas -Convenios países
(Art. 42 ) miembros que entre- -Bosnia-
militares en:
gan fuerzas (número, Herzegovina,
bloqueo clase, misión, grado bombardeo aéreo
preparación, etc.). OTAN (sin consul-
demostraciones
ta Rusia).
-Comité de Estado
u otras.
Mayor. -Invasión Haití.

Por su parte, el capítulo VIII se refiere a los arreglos regionales, donde orga-
nizaciones o agencias regionales asumen la misión de restablecer la paz y
seguridad mundial, dejando eso sí, expresa constancia de que cualquier
acción debe ser con la autorización del Consejo. Entre estos organismos
regionales encontramos: OCDE54, OEA55, OUA56 y la Asociación de Nacio-
nes del Sudeste de Asia.57

54 Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa.


55 Organización de los Estados Americanos.
56 Organización de la Unidad Africana.
57 Brunei, Filipinas, Malasia, Indonesia, Singapur, Tailandia y Vietnam.

51
Cristián Le Dantec Gallardo

Otros artículos de interés son, entre otros, el Nº 51, derecho a la


defensa legítima en caso de agresión, el cual señala que el derecho «inma-
nente» de defensa legítima individual o colectiva no desaparece y puede ser
usado en caso de ataque armado, pero informando siempre de las medidas
tomadas al Consejo de Seguridad de la ONU; por otra parte, el artículo 47
establece un Comité de Estado Mayor para asesorar y asistir al Consejo de
Seguridad en todas las cuestiones relativas a las necesidades militares del
Consejo para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales; al
empleo y comando de las fuerzas puestas a su disposición; a la regulación
de los armamentos y al posible desarme. Este Comité aunque se encuentra
organizado, en la practica ha entregado sus funciones a la Secretaría perma-
nente de las Naciones Unidas, específicamente al Departamento de Opera-
ciones de Paz.

Así, el Consejo de Seguridad se transforma en una pieza clave dentro


del marco de la Seguridad Colectiva, radicándose en él las facultades para
decidir las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad interna-
cionales.

Esto se ratifica al constatar que sólo este estamento tiene la autoridad


para determinar «la existencia de alguna amenaza a la paz, quebrantamientos
de la paz, o actos de agresión».

De este modo, la ONU se convierte en el intento más universal lleva-


do a cabo en la historia de crear una Organización Internacional con el obje-
tivo de mantener la paz y seguridad internacionales. El Sistema Universal de
Seguridad Colectiva se constituyó para dar seguridad a los Estados, de
modo que el uso de la fuerza o su amenaza quedaba regulado en los términos
contemplados por la misma Carta.

2. NATURALEZA DE LAS OMP

Las Operaciones de Mantenimiento de la Paz (OMP), nacen como un


instrumento para suplir las falencias del régimen de seguridad colectiva pre-
vista en la Carta de la ONU, y hoy se constituyen en la cara operativa y
visible de esta organización.

Las últimas décadas del siglo XX vieron el incremento de OMP y


cambios fundamentales en su estructura, objetivos y ámbitos de acción.
Pero el origen de estas operaciones, no consignadas explícitamente en la
Carta de ONU, responde a unos de los principios fundamentales para los

52
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

que se crearon la ONU: la paz y la seguridad internacionales, siendo éste su


mandato fundamental.

Como se expresó anteriormente, en la actualidad el Consejo de Segu-


ridad tiene a su haber competencias expresamente definidas por la Carta, así
como otras que ha desarrollado progresivamente, pero que no se encuen-
tran formalmente delimitadas en ella. Dentro de lo que se ha llamado compe-
tencias implícitas, se encuentran las OMP, debido a que son elementos no
contemplados por la Carta, pero que han sido utilizados por ONU antes y
después de la Guerra Fría.

Las OMP no existen formalmente en la Carta pero son, sin embargo,


una realidad. A pesar de que entre los diversos autores no existe consenso
para señalar el origen formal de las OMP, nos centraremos en la página Web
oficial de ONU donde se señala: que el mantenimiento de la paz se practica
desde 1948, al desplegarse el organismo de NU para la Vigilancia de la Tre-
gua en el Oriente Medio.58

De esta manera, nacen las que se han conocido como Operaciones


de Mantenimiento de la Paz clásicas, las cuales pueden contemplar misiones
de observadores militares, fuerzas de mantenimiento de la paz o una combi-
nación de ambas. En general, son misiones de carácter simple, ya que básica-
mente emplean sólo fuerzas militares, es decir, una sola disciplina. Su objeti-
vo principal es el de terminar un conflicto entre dos Estados, manteniendo
separados a los beligerantes y estabilizando la situación. En estos casos, no
se daba mayor atención a labores de prevención o de recuperación, normal-
mente fueron desplegadas por la ONU u otro organismo regional, previa
autorización del Consejo de seguridad.

Otro aspecto importante respecto de estas misiones es que, dada la


tecnología de la época, los medios de comunicación no presentaban un
mayor interés en estas misiones, motivo por el cual eran poco conocidas por
la opinión publica internacional, facilitando en cierto sentido su conduc-
ción.

Entre este tipo de misiones clásicas, podemos nombrar: UNEF I (Egipto-


Israel), UNEF II (Egipto-Israel), UNMOGIP (India-Pakistán), UNDOF (Israel-
Siria), UNIFIL (Israel- Líbano) y UNFICYP (zona neutral entre Chipre y
Turquía).

58 Ob. Cit. ABC de las Naciones Unidas, pág.77.

53
Cristián Le Dantec Gallardo

Las misiones de observadores militares están integradas por oficiales


no armados, y tienen como función supervisar un acuerdo o un cese del
fuego. Las fuerzas de mantenimiento de la paz portan armas, pero la mayoría
de las veces sólo para la defensa propia. Es evidente que, a pesar del gran
despliegue que involucran este tipo de operaciones, la resolución de los
conflictos se obtiene esencialmente por la conjunción de una serie de ele-
mentos como: la voluntad de los beligerantes en la resolución de sus proble-
mas de un modo pacífico, la claridad en el mandato de la misión, fuerte
apoyo político de la comunidad internacional y los recursos necesarios para
la obtención del objetivo.

Sin embargo, el término de la llamada Guerra Fría, removió los apoyos


que tenían algunos Estados que les permitía mantener su existencia, en algu-
nos casos artificial.

Lo anterior sumado a la declinación económica, el colapso de sus


monedas, la pérdida de mercados, colapso de sus sistemas económicos,
nacimientos de mercados negros que fomentaron la criminalidad, junto a la
falta de empleos, llevaron a una desestabilización de dichos Estados, los que
vieron declinar su infraestructura física, paralelamente al colapso de las ins-
tituciones políticas, condujeron a un cambio fundamental en que los conflic-
tos interestatales que ponían en riesgo la paz mundial fueron reemplazados
por conflictos intra-estatales. Al respecto, Boutros Boutros-Ghali manifes-
taba en 1995:

“Muchos de los actuales conflictos se producen al interior de los


Estados y no entre Estados. El fin de la Guerra Fría eliminó las condiciones
que antes habían inhibido los conflictos en la antigua Unión Soviética y en
otras partes del mundo. [...] Al interior de Estados de reciente independen-
cia, han proliferado guerras que, a menudo, son de índole religiosa o étnica
y de una violencia y crueldad inusitadas”.

Estos nuevos conflictos presentaban características distintas, entre


las cuales podemos destacar: mínimo uso de alta tecnología y armamento
mayor, empleándose armas livianas de fácil obtención al término de la Guerra
Fría, objetivos extremistas de las partes en conflicto, al ser sus motivaciones
normalmente de carácter étnico, religiosos o políticos, multiplicación y ato-
mización de los grupos armados, considerar a los civiles como objetivos
militares, produciéndose cantidades de desplazados y refugiados, situación
que culmina en las llamadas emergencias humanitarias.

54
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

Entre este tipo de conflictos podemos mencionar: Camboya, Somalia,


Yugoslavia, Rwanda, Haití, Timor Oriental, Guatemala y Angola.

Es así como las OMP deben adaptarse a esta nueva realidad, donde
ya no sólo deben actuar frente a guerras internacionales, sino también me-
diar en conflictos internos, produciéndose un importante cambio en su es-
tructura, pasando de ser operaciones de paz tradicionales, clásicas, de pri-
mera generación y realizadas durante la Guerra Fría, a operaciones de paz
modernas; de operaciones simples a operaciones complejas, de difusión
ocasional en los medios de comunicación a intenso examen de ellas por la
opinión pública, multidisciplinarias y de amplio alcance.

Por otra parte, los conflictos dejan de ser claros en sus fases, pudien-
do reiniciarse en cualquier momento, toda vez que normalmente la situación
dentro del Estado afectado varía por regiones siendo, en todo caso, lo más
destacable la participación de los medios de comunicación que transmiten a
toda la opinión publica mundial el sufrimiento humano, situación que presio-
na a los líderes mundiales a tomar medidas para remediar la situación.

A partir de esta nueva realidad, el mantenimiento de la paz no sólo


reúne operaciones militares y de apoyo con el consentimiento de al menos
una de las partes, sino también, genera las condiciones para la implementación
del cese del fuego o treguas acordadas y apoya las gestiones diplomáticas
que pretendan lograr soluciones políticas a largo plazo.

Entonces, desde la perspectiva del empleo de las Fuerzas Armadas,


es posible distinguir dos tipos de operaciones: las militares y las de apoyo.
Entre las primeras, se llevan a cabo: observación y control de ceses del
fuego y hostilidades, supervisión de treguas, operaciones de desmovilización,
firmas de tratados, establecimiento y supervisión de acuerdos de cese del
fuego, retirada y reunión, desarme, dispersión y rehabilitación de beligeran-
tes. Las operaciones de apoyo contemplan las acciones de ayuda humanita-
ria y las de asistencia militar.

Considerando los cambios producidos en las OMP, trataremos de


definirlas en forma más concreta, recordando que la falta de un origen “ofi-
cial” de las misiones de paz nos obligará a recopilar los elementos más
recurrentes en el accionar de éstas y también las definiciones de los organis-
mos internacionales más vinculados a ellas, con el fin de arribar a un marco
conceptual que sustente el presente análisis.

El artículo “Operaciones de Paz: Grandes Cambios en Poco Tiempo.


¿Estamos preparados?”,59 reúne una serie de elementos que nos ayudan a
definir estas operaciones hoy, llegando a plantear que uno de sus rasgos
más fundamentales sería su grado de complejidad siempre creciente.
59 Mayor Daniel Martella , Operaciones de Paz: Grandes Cambios en Poco Tiempo. ¿Estamos
Preparados? , Ejército Argentino, 2001, www.cgsc.army.mil

55
Cristián Le Dantec Gallardo

Desde la perspectiva del autor, estas misiones pretenden descubrir y


prevenir las causas de un conflicto, así como la vigilancia de fronteras o de
zonas desmilitarizadas tras la firma de un armisticio, la verificación del retiro
acordado de fuerzas, la supervisión del desarme y desmovilización de las
fuerzas o milicias locales, el mantenimiento de las condiciones de seguridad
esenciales para la realización de elecciones, e incluso, la administración tran-
sitoria de países.

Hace énfasis en que no son operaciones exclusivamente militares, ya


que pueden incluir también personal civil para la ejecución de una multitud
de tareas, entre las que se destacan las políticas, administrativas, sanitarias
y de policía. El éxito depende de la no intervención en los asuntos internos
de los países anfitriones, por lo que no se debe favorecer a ninguna de las
partes en detrimento de la otra. El uso de la fuerza, en tanto, queda reservado
como último recurso.

Por otra parte, la clasificación propuesta por el Secretario General en


su Programa para la Paz60 (diplomacia preventiva y establecimiento de la paz,
mantenimiento de la paz, construcción de la paz e imposición de la paz, a los
que se añadirían el desarme y las sanciones), supuso un primer intento de
racionalización y una importante innovación desde el punto de vista con-
ceptual, pero la experiencia de los últimos años ha puesto de manifiesto la
dificultad de establecer categorías rígidas que el propio Consejo de Seguri-
dad no acostumbra a definir en sus Resoluciones - en la acción de Naciones
Unidas. Así, fuerzas bajo mandato de Naciones Unidas han asumido entre

60 • Diplomacia preventiva (conflict prevention). Su objetivo es evitar que afloren controversias


entre las partes o que el desacuerdo evolucione hacia un conflicto militar.
• Medidas de establecimiento de la paz (peacemaking). Están destinadas a conseguir un acuerdo
negociado de las partes en conflicto mediante el uso de los procedimientos recogidos en el capítulo
VI de la Carta de las Naciones Unidas.
• Operaciones de mantenimiento de la paz (peacekeeping/PK). Exigen la presencia de personal
militar o civil de las Naciones Unidas con el consentimiento de las partes enfrentadas para vigilar
la aplicación de los acuerdos sobre el control del conflicto (alto el fuego, separación de fuerzas),
su resolución o garantizar la distribución de ayuda humanitaria.
• Medidas de imposición de la paz (peace enforcement/PE). Son el último recurso. Se utilizan
cuando fracasan todas las posibilidades ya descritas. Las acciones se llevan a cabo bajo el amparo
del capítulo VII de la Carta e incluyen el uso de la fuerza armada para mantener o restaurar la paz
en situaciones en las cuales el Consejo de Seguridad determine la existencia de una amenaza para
la paz, violación de la paz o acto de agresión.
• Medidas de consolidación de la paz (peace building). El inicio de su aplicación coincide con
el fin del conflicto. Su finalidad es fortalecer la paz e impulsar el entendimiento entre los antiguos
adversarios para evitar la reanudación de las hostilidades. Entre estas medidas se encuentra la
celebración y supervisión de procesos electorales, la reconstrucción de infraestructuras e
instituciones y la reactivación económica.
• Ayuda humanitaria (humanitarian operation). Compatible con todas las medidas anteriores.
Fuerzas militares garantizan y protegen el reparto de ayuda humanitaria dirigido por agencias
especializadas de las Naciones Unidas o por organizaciones civiles.

56
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

otras las siguientes misiones: a) Organización de elecciones (Namibia,


Camboya, referéndum del Sahara Occidental, Timor Oriental); b) Asistencia
humanitaria: personas desplazadas y ayuda en catástrofes (Antigua Yugos-
lavia, Kurdistán iraquí, Somalia, Mozambique, Afganistán); c) Limpieza de
minas, entrenamiento personal local (Somalia, Camboya), Angola,
Mozambique; d) Despliegue preventivo (Macedonia); e) Desmovilización
de fuerzas, recogida, custodia y destrucción de armas (Mozambique, El Sal-
vador, Angola, Congo); f) Establecimiento de condiciones seguras para la
entrega de ayuda humanitaria (Kurdistán iraquí, Bosnia, Somalia); g) Desar-
me de fuerzas paramilitares y unidades irregulares (Somalia, Antigua Yugos-
lavia, Nicaragua); h) Creación de estructuras locales: policía, poder judicial,
etc. Sin olvidar sus misiones tradicionales de: Observación y verificación de
acuerdos de alto el fuego, interposición, retirada de tropas extranjeras.

No obstante, estas operaciones actualmente se llevan a cabo en un


ambiente de equilibrio tan inestable que hace que la frontera entre el Mante-
nimiento de la Paz y la Imposición de la Paz sea cada vez más difícil de
establecer. Por ello se plantea, cada vez con más frecuencia, la posibilidad de
tener que utilizar las medidas que sean necesarias para poder llevar a cabo el
cumplimiento de la misión.

Respecto a esto, cabe hacer mención a que no son en esencia opera-


ciones de combate, sino más bien, operaciones de intermediación entre dos
fuerzas en un conflicto. Del mismo modo, llama la atención su carácter
preventivo o de moderación de los conflictos, ya que desde un comienzo
han tratado de suplir las deficiencias del Sistema de Seguridad Colectiva
consignado en la Carta.

Las OMP están dirigidas a prevenir situaciones de conflicto que


pudieren convertirse en amenazas a la paz y a la seguridad internacionales;
a evitar que los conflictos lleguen a escalar hasta convertirse en verdaderas
guerras y a permitir el desescalamiento de conflictos ya iniciados. Se preten-
de que la sola presencia de las OMP en la zona de conflicto produzca una
tregua y se puedan reanudar las negociaciones.

El objetivo fundamental de estas operaciones es establecer una pre-


sencia de las Naciones Unidas como un factor de estabilización para el cese
del fuego o para impedir que se reanuden las hostilidades; se constituye en
un mecanismo para impedir la violencia y propiciar los medios para mantener
separados a los adversarios, en tanto se dilucida la mejor forma de establecer
las formas de conciliación.

57
Cristián Le Dantec Gallardo

Debe destacarse que las OMP bajo la conducción de la ONU, inclu-


yen el envío de personal para que ingrese a un territorio donde se está
produciendo un conflicto, pero que este ingreso se produce previo consen-
timiento del Estado o Estados interesados.

Con los antecedentes antes expuestos, podemos explicarnos la defi-


nición que contiene el glosario de términos no oficiales, considerado en la
página Web de la ONU, la cual indica que: “Las Operaciones de Paz son un
híbrido de actividades políticas y militares, destinadas al control de conflic-
tos, envolviendo la presencia en terreno de la ONU, (usualmente con perso-
nal civil y militar), con el consentimiento de las partes para implementar o
monitorear los acuerdos relacionados con el término y control de los conflic-
tos, (cese del fuego, separación de fuerzas, etc.) y su resolución (parcial o
completa) y/o proteger el apoyo humanitario.”

Más adelante, el glosario de términos antes indicado, completa esta


definición señalando que las Operaciones de Paz son operaciones militares
de no combate, realizadas por fuerzas exteriores con el consentimiento de la
mayor parte de los beligerantes y destinadas a monitorear y facilitar la
implementación de una tregua, en apoyo a los esfuerzos diplomáticos ten-
dientes a un acuerdo político.

Es importante resaltar lo indicado por el Secretario General de la ONU,


en el Suplemento de un Programa de Paz,61 documento presentado a la
Asamblea General con motivo del cincuentenario de la Organización, en el
cual establece claramente los niveles de responsabilidad en el mando y con-
trol de las Operaciones de Paz que se indican.

La dirección política se establece en el Consejo de Seguridad que


tiene la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad interna-
cional y por lo que tiene la autoridad sobre la creación de las Operaciones de
Paz.

61 Documento ONU A/50/60/S/1995/1 del 25.Enero.1995.

58
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

El Consejo de Seguridad, de conformidad con las disposiciones de


los artículos 2962, 4763 y 9864 de la Carta, podrá delegar su autoridad sobre
ciertos aspectos de las operaciones de mantenimiento de paz en un organis-
mo subsidiario creado al efecto, en el Comité de Estado Mayor o en el Secre-
tario General.

Por consiguiente, la dirección ejecutiva y el mando recaen en el Se-


cretario General quien será el Comandante en Jefe de las operaciones de las
Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz, contando como organis-
mo asesor con el Departamento de Operaciones de Paz (DPKO), dirigido por
un subsecretario general.

El tercer nivel de responsabilidad recae en el mando en el terreno, el


cual es encomendado por el secretario General al Jefe de la misión, el cual
puede ser un Representante especial, Comandante de las fuerzas y/o Jefe de
Observadores Militares.

Finalmente, las fuerzas de las Naciones Unidas para el mantenimiento


de la paz deberán satisfacer tres condiciones:
1) Tener en todo momento la confianza total y el apoyo pleno del Conse-
jo de Seguridad.
2) Realizar sus operaciones con la total cooperación de las partes intere-
sadas.
3) Funcionar como unidades militares integradas y eficientes.
Los costos de las operaciones de mantenimiento de paz, autorizados
62 Artículo 29: El Consejo de Seguridad podrá establecer los organismos subsidiarios que estime
necesarios para el desempeño de sus funciones.
63 Artículo 47:
1. Se establecerá un Comité de Estado Mayor para asesorar y asistir al Consejo de Seguridad en
todas las cuestiones relativas a las necesidades militares del Consejo para el mantenimiento de la
paz y la seguridad internacionales, al empleo y comando de las fuerzas puestas a su disposición,
a la regulación de los armamentos y al posible desarme.
2. El Comité de Estado Mayor estará integrado por los Jefes de Estado Mayor de los miembros
permanentes del Consejo de Seguridad o sus representantes. Todo Miembro de las Naciones Unidas
que no éste permanentemente representado en el Comité será invitado por éste a asociarse a sus
labores cuando el desempeño eficiente de las funciones del Comité requiera la participación de
dicho Miembro.
3. El Comité de Estado Mayor tendrá a su cargo, bajo la autoridad del Consejo de Seguridad, la
dirección estratégica de todas las fuerzas armadas puestas a disposición del Consejo. Las cuestiones
relativas al comando de dichas fuerzas serán resueltas posteriormente.
4. El Comité de Estado Mayor, con autorización del Consejo de Seguridad y después de consultar
con los organismos regionales apropiados, podrá establecer subcomités regionales.
64 Artículo 98: El Secretario General actuará como tal en todas las sesiones de la Asamblea General,
del Consejo de Seguridad, del Consejo Económico y Social y del Consejo de Administración
Fiduciaria, y desempeñará las demás funciones que le encomienden dichos órganos. El Secretario
General rendirá a la Asamblea General un informe anual sobre las actividades de la Organización.

59
Cristián Le Dantec Gallardo

por el Consejo de Seguridad se consideran «gastos de la Organización», que


serán sufragados por los miembros de conformidad con el Art. 17, núm. 2,65 de la
Carta o por cualquier otro método de financiamiento que el Consejo de Seguri-
dad decida (principio de responsabilidad política y financiera colectivas).

En el artículo: “El Futuro de las Operaciones de Mantenimiento de la


Paz en el nuevo contexto internacional” de la autora mexicana Martha Bárcena,
se señalan las siguientes características para estas operaciones:
1) Importancia progresiva de las funciones político–diplomáticas del
Secretario General y acrecentamiento de sus funciones y responsabi-
lidades de diplomacia preventiva.
2) Consenso mínimo de las grandes potencias, que aceptan no partici-
par directamente en las operaciones de mantenimiento de paz.
3) Especial colaboración de los Estados no directamente comprometi-
dos en el conflicto o situación que amenaza a la paz y seguridad
internacionales y que provoca la acción ejecutiva de las Naciones
Unidas.
4) Establecimiento de un sistema de «neutralización internacional» por
el que se pretende mantener los conflictos armados fuera de la Guerra
Fría, al margen de la confrontación global entre las grandes poten-
cias.
5) Consentimiento del Estado territorial que soporta la intervención de
la acción ejecutiva de las Naciones Unidas destinada a la conserva-
ción de la paz.66
Por lo expuesto cabe señalar dos rasgos distintivos en las OMP:
1) Resalta el multifuncionalismo, las fuerzas de mantenimiento de paz
desempeñan no sólo las funciones tradicionales de presencia o inter-
posición entre fuerzas militares enemigas, impidiendo que se extien-
dan o agraven los conflictos. También efectúan otras funciones, como
la de vigilar el respeto de los derechos humanos, o supervisar eleccio-
nes o prestar asistencia sanitaria y velar por su efectividadincluso
recurriendo a la fuerza.
2) Son operaciones de mantenimiento de paz multifuncionales o de se-
gunda (e incluso tercera) generación, como se detallará más adelante,
de particular importancia para el caso de los Estados en descomposi-

65 Artículo 17, Nº 2: Los miembros sufragarán los gastos de la Organización en la proporción que
determine la Asamblea General.
66 Bárcena Coqui, Martha. “El futuro de las Operaciones de Mantenimiento de la Paz en el nuevo
contexto internacional”. Comisión de Relaciones Exteriores América Latina y el Caribe, Senado
de la República, México, diciembre 2001.

60
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

ción, incapaces de desempeñar por sí solos funciones esenciales al


servicio de necesidades mínimas de la población.
En ciertos casos, los integrantes de las operaciones en cuestión pue-
den usar la fuerza con finalidad distinta a la defensa propia o actuar sin el
consentimiento del Estado territorial, dados los nuevos mandatos que se le
han impuesto.

Cabe recalcar que la autoridad moral de NU ha cumplido una función


importante en la efectividad de las OMP que se emprenden; el efecto disuasivo
que otorga la mera presencia de las Naciones Unidas en un área de conflicto
sigue siendo uno de los pilares fundamentales donde reposa la efectividad
de las OMP, ellas encarnan el ideal de la paz. Estas operaciones, como rostro
visible de NU, apoyan su función en la autoridad moral que la Organización
juega en el conflicto.

Además, y como una forma de centrar el objeto de la definición, debe-


mos establecer al respecto:
a) Son operaciones auspiciadas por la Organización de las Naciones
Unidas, de conformidad con el Mandato aprobado por resolución del
Consejo de Seguridad.
b) Normalmente cuentan con el consentimiento de las partes implicadas.
c) Se establecen con el objetivo de ayudar a controlar y resolver conflic-
tos.
d) Se realizan bajo el comando y control de NU, y se financian colectiva-
mente por los Estados miembros, quienes proporcionan de forma
voluntaria el equipo y el personal tanto civil como militar que se con-
sidere necesario.
e) Este personal actuará según normas dictadas para tal efecto y mante-
niendo siempre la más estricta imparcialidad.
f) Las Operaciones de Paz son voluntarias y están basadas en el con-
sentimiento y la cooperación de las partes en litigio.
De las innumerables definiciones sobre el concepto de OMP, estima-
mos como más completa la elaborada por el Centro de Operaciones de Paz
Lester Pearson de Canadá, que señala: “Las Operaciones de Paz son accio-
nes destinadas a mejorar la paz, la seguridad y la estabilidad internacionales
y que están autorizadas por organizaciones nacionales e internacionales
competentes. Son realizadas de manera conjunta o individual por personal
militar, observadores de derechos humanos, personal humanitario, observa-
dores de elecciones y policías civiles, además de otras agencias y agrupa-
ciones participantes”.

61
Cristián Le Dantec Gallardo

Intervenciones imparciales realizadas por elementos de la comunidad


internacional en caso de grave crisis interna, con el objetivo de ayudar al
estado en cuestión a evitar, mitigar o terminar un conflicto, o bien a que se
recupere de un conflicto violento.
- Las intervenciones internacionales pueden asemejarse mucho a las
operaciones tradicionales de mantenimiento de la paz
- En las intervenciones internas, el consentimiento del país anfitrión
puede ser total, parcial o, en casos de extrema anarquía, ser completa-
mente inexistente
- El término “operaciones de mantenimiento de la paz” no incluye las
operaciones de combate, de sanción a un estado que actúa con enga-
ños, conducidas al amparo del Capítulo VII de la Carta de las NN.UU.
Lo anterior, en consideración a que dicha definición, además de con-
tener las ideas desarrolladas en el capítulo, considera claramente la partici-
pación del país receptor de la OMP, enfatiza en los límites del rol de la comu-
nidad internacional y en la asistencia a las partes para solucionar un conflic-
to. Considera que la responsabilidad última está en los propios beligerantes,
estableciendo que en algunos casos el consentimiento a la participación de
la comunidad internacional podrá ser parcial o inexistente.

Finalmente, se enfatiza y aclara que sólo son OMP las que se realizan
en el ámbito y bajo la conducción y responsabilidad de la ONU, situación
que no se da en algunos casos como el de Corea o, más recientemente,
Kosovo, Irak o Afganistán.

3. FORMAS DE EMPLEO DE LAS FF.AA. EN OMP

Establecido en el punto anterior la evolución que han tenido las OMP


a fin de adecuarse a la nueva realidad internacional, luego de ser integradas
forma exclusiva por soldados o fuerzas militares, se han convertido en
multidisciplinarias, en las que deben participar, coordinarse y actuar en for-
ma conjunta, entre otras, las siguientes entidades:

- Políticos y diplomáticos.

- Organismos de derechos humanos .

- Organismos humanitarios.

- Organismos de desarrollo.

62
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

- Organismos de apoyo a los procesos democráticos.

- Fuerzas Armadas.

- Policía Civil.

El listado antes descrito no obedece a ninguna prioridad especial y


es esencialmente dinámico, ya que se debe ir adecuando a las necesidades
particulares de cada una de las misiones de paz.

Además de lo anterior. el listado es general y claramente incompleto


ya que no incluye, entre otros posibles participantes, a las empresas comer-
ciales que proveen el apoyo logístico a las misiones, las Instituciones finan-
cieras internacionales, tampoco incluye la educación y es un reflejo de lo
que la comunidad internacional puede aportar, sin considerar los medios que
pondrá a disposición de la OMP el país receptor de la misión.

Definidas las diferentes entidades que participan en las OMP, a


continuación detallaremos las principales funciones que cumplen este tipo
de misiones multidisciplinarias, para posteriormente centrarnos en la partici-
pación de las fuerzas militares en el contexto descrito.

Cuando el Consejo de Seguridad, a solicitud del Secretario General y


debido a la presentación de un requerimiento de despliegue de una misión
de paz por la ONU a petición de las partes en un conflicto, dispone después
del correspondiente estudio político y estratégico la creación y estableci-
miento de una operaciones de este tipo, especifica claramente dentro del
mandato todas las tareas que deberán cumplir sus componentes. Así, en-
tonces, las diferentes funciones o misiones que se les entrega a las operacio-
nes de paz para su cumplimiento podrán ser las siguientes:
a) Supervisión de treguas, monitoreo de cese del fuego y observación
militar
Misión de paz entendida para asistir en la mantención del cese del
fuego; las tareas pueden incluir separación de los combatientes, veri-
ficación de cumplimiento con los términos del cese del fuego, crea-
ción de zonas de amortiguación, observación militar, monitoreo del
retiro de tropas, etc. Ejemplos de las anteriores son: Sahara Occiden-
tal, Medio Oriente, Pakistán, Chipre, Alturas del Golán y el Líbano.

63
Cristián Le Dantec Gallardo

b) Desmovilización y reintegración
Consiste en el proceso por el cual las partes involucradas en el con-
flicto disminuyen la cantidad de combatientes, normalmente están
asociadas con complejas operaciones para implementar detallados
acuerdos de paz, muy a menudo en situaciones de guerra civil.
Involucran la supervisión de la reunión y desmovilización de los ex
combatientes y proporcionan ayuda en abastecimientos de hogar o
agrícolas, junto con programas de reinserción para que los ex comba-
tientes vuelvan a la vida normal. Estos programas de desarrollo exce-
den habitualmente la duración de la OMP. Ejemplos son: Tadjikistán,
Congo y Sahara Occidental.
c) Desarme
En los casos de guerras civiles o conflictos intra-estatales, se hace
necesario recuperar el armamento en poder de las distintas facciones
a fin de evitar que resurja la violencia, normalmente, pero no siempre,
son llevadas a cabo en conjunto con funciones de desmovilización y
reintegración. Involucra la recolección o monitoreo de los desplie-
gues de armas, almacenamiento y/o destrucción de armamento livia-
no y pesado, como ejemplo están los casos de: Georgia, Tadjikistán y
el Congo.
d) Asistencia Humanitaria
Algunas operaciones se les ha dado la tarea específica de proteger la
entrega de ayuda humanitaria, tal como la entrega de alimentos y
medicinas a granel y otros servicios a grandes poblaciones, por agen-
cias de la ONU y otras organizaciones, como en Somalia y la ex Yu-
goslavia. Otras, como la UNIFIL en el Sur del Líbano, han proporcio-
nado asistencia humanitaria limitada, como ayuda en emergencias
médicas, relativas a heridas y daños causados por el combate o de-
sastres naturales a la población del área que ellos cubren, aunque
esto no era parte específica de su mandato, como en Chipre y Bosnia-
Herzegovina.
e) Asistencia Electoral
En términos de misiones de paz, esto a menudo ha significado propor-
cionar asesoría en leyes electorales, organizar y supervisar eleccio-
nes, observar las campañas electorales, votaciones, resultados de
recuentos e, incluso, la redacción de leyes electorales. Ejemplos de su
despliegue son: Sahara Occidental, Tadjikistán, Bosnia-Herzegovina
y la recientemente cumplida en la República Centro Africana.

64
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

f) Derechos Humanos
La misión de paz para cautelar el respeto a los derechos humanos ha
debido comunicarse con la población local para saber como están
siendo tratados por los miembros de gobierno, policía u otros en
posiciones de poder o autoridad, investigar y reportar las denuncias
de violaciones a los derechos humanos básicos o reportes de violen-
cia, basados en diferencias étnicas, raciales, religiosas, políticas o
sexuales. En algunas operaciones, las funciones de derechos huma-
nos también incluyen la «construcción de instituciones», y el mejora-
miento de las labores de policía y la administración de justicia, en
lugares como: Georgia, Bosnia-Herzegovina y Timor Oriental.
g) Policía Civil
Las funciones esenciales han sido: monitorear y reportar la acción de
la policía local con el proposito de incentivar el respeto a las normas
de derechos humanos, crear confianza entre grupos adversarios y/o
entre la policía y la comunidad, proporcionar asesoría técnica y entre-
namiento a servicios de policía nuevos o revitalizados, tales como en
Chipre, Sahara Occidental, Bosnia Herzegovina, Congo, Kosovo y la
recientemente cumplida en Haití.
h) Despeje de Minas Terrestres
Incluye la remoción de minas, registro y confección de mapas de
zonas minadas y establecimiento de bases de datos, organización y
conducción de campañas de educación contra minas terrestres, en-
trenamiento de equipos locales de despeje, establecimiento de escue-
las y administraciones locales para el despeje de minas, el países
como: Sahara Occidental, Georgia, Bosnia-Herzegovina y el Congo.

Definidas las principales funciones y entidades que participan en las


OMP, nos abocaremos a determinar las formas de empleo de las Fuerzas
Armadas en estas actividades. Para esto es necesario establecer las princi-
pales características que, en función de las OMP, presentan las fuerzas mili-
tares, las cuales en general son:

1) Fuerza numérica, organizada en los países de origen y fácil de trasla-


dar.

2) Movilidad propia, proporcionada por los medios orgánicos de las


unidades militares.

65
Cristián Le Dantec Gallardo

3) Autosuficiencia, capacidad logística que les permite operar en el tiem-


po, contando con fuentes de abastecimiento o en forma limitada, sin
estos.

4) Organización modular que facilita su rápido despliegue en el terreno,


ya que las unidades están organizadas en batallones, compañías,
secciones y escuadras.

5) Comunicaciones integrales que le permiten operar en contacto con


sus propias fuerzas y los escalones de mando.

6) Equipamiento adecuado al cumplimiento de sus funciones en el terre-


no.

7) Sumado lo anterior, la amplia gama de conocimientos proporcionados


por la doctrina de empleo de las fuerzas y su capacidad de inter operar
con otras.

Ahora bien, a las características estructurales establecidas anterior-


mente, es necesario sumar las personales que deben tener los miembros
militares de las misiones de paz, algunas de ellas pueden ser consideradas
como obvias, pero no debemos olvidar que las OMP son integradas por
fuerzas militares de distinto origen y formación:
1) Conocimiento del idioma de la misión, a fin de poder interactuar con
los otros componentes de la misma.

2) Imparcialidad, que les permita desarrollar sus funciones y ser legiti-


mados frente a las partes en conflicto.

3) Estado sanitario adecuado a las funciones que deben cumplir

4) Conocimiento y facilidad de relacionarse con los otros organismos y


disciplinas que participan en la misión, además de comunicarse y
mantener una buena relación con la población civil del país receptor
de la misión.

5) Incorruptibilidad de los mandos, basados en su formación moral y la


responsabilidad de representar a su país.

6) Capacidad moral dada por el apoyo que deben recibir de su nación, lo


que les permitirá sobrellevar situaciones difíciles que podrían incluso
llegar a la necesidad de asumir bajas.
66
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

Conforme a lo anteriormente expuesto, las formas de empleo de las


fuerzas militares en las OMP son amplias y variadas, dependiendo del tipo
de despliegue de fuerzas que considere la planificación de la misión, la cual
puede resumirse, en lo general, en las siguientes alternativas:

- Despliegue de Observadores Militares.

- Despliegue de fuerzas equipadas con armamento menor.

- Despliegue de fuerzas con armamento mayor.

- Combinación de las anteriormente nombradas.

El siguiente cuadro elaborado por el Coronel de la Fuerza Aérea de


EE.UU. Mike Dziddzic, de la National Defense University de Washington,
permite visualizar en mejor forma el rol que cumplen las fuerzas militares en
las misiones de paz.

Cuadro N 3

El cuadro representa un conflicto, en este caso interno, el cual ha


logrado llegar a un punto llamado de tregua, donde las partes se han sentado
a conversar.

67
Cristián Le Dantec Gallardo

Inicialmente se debe reestablecer a la brevedad posible el orden, para


lo cual las fuerzas militares, por sus características antes descritas, son las
primeras que pueden acudir a la zona del conflicto, para separar las partes
beligerantes y estabilizar la situación en el terreno.

Una vez creado un ambiente adecuado, donde se restablezca el orden


y el imperio de la ley, con la cooperación de las fuerzas policiales en lo que les
compete, comienza el trabajo de las otras entidades involucradas en las
OMP, cuya actividad se veía limitada anteriormente por la situación.

Con la situación normalizada, las fuerzas militares pueden ser reduci-


das y disminuir su presencia, pasando sus funciones a ser más de apoyo que
operativas.

De lo anterior, podemos concluir que la función principal que cum-


plen las fuerzas militares en una OMP es la de mantener la seguridad, espe-
cialmente ante ataques armados, mediante la separación de los contrincan-
tes y la estabilización de la situación.

También los militares pueden asumir roles de liderazgo en las diferen-


tes funciones de apoyo que se cumplen en las OMP, merced a sus conoci-
mientos y preparación profesional.

Finalmente, es necesario destacar que cuando los militares cumplen


funciones en actividades en el ámbito de los derechos humanos, ésta bási-
camente la de otorgar seguridad a las personas, distinta es la situación
relativa a la ayuda humanitaria, donde tienen una amplia gama de funciones
que cumplir, desde la responsabilidad de las mismas, apoyo logístico y segu-
ridad, quedando también un espacio para apoyar la reconstrucción de la
infraestructura del país con sus medios especializados.

4. POLÍTICA NACIONAL SOBRE LAS OPERACIONES DE PAZ


La Política Nacional para participar en Operaciones de Paz se funda-
menta en que la paz mundial es un objetivo permanente de la política exterior
chilena, por tanto, nuestra participación con tropas en misiones autorizadas
por un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU, es una forma real y
concreta de reafirmar nuestro compromiso con la Comunidad Internacional,
recalcándose que dicha participación es una decisión soberana.

La política establece una gama de criterios político-estratégicos para


participar en OMP, entre los cuales destaca que la participación debe satis-
68
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

facer el interés nacional, para lo cual se deben ponderar los costos y benefi-
cios, mediante una evaluación caso a caso, a fin de determinar: el tipo de
operación, la región, los medios a comprometer y la duración esperada, etc.

Otros aspectos considerados son: el que contribuya al perfecciona-


miento de las Instituciones involucradas y que el personal que participe,
civil o militar, debe ser voluntario.

La decisión de participar la adopta el Presidente de la República, con


la asesoría conjunta de los Ministros de Relaciones Exteriores y Defensa,
quedando radicada en este último Ministerio la responsabilidad de coordi-
nar estas actividades.

“Para efectos de la política del Estado de Chile en esta materia, se


entiende por Operación de Mantenimiento de la Paz todo despliegue inter-
nacional de medios civiles o militares y de orden y seguridad pública que,
bajo el mando y control de las Naciones Unidas y con el consentimiento de
las partes en conflicto, tiene por objeto directo contribuir a la consolidación
de un cese de hostilidades”.67

“También quedan comprendidas en esta Política Nacional las opera-


ciones de imposición de la paz, tales como: la interrupción total o parcial de
las relaciones económicas y de las comunicaciones ferroviarias, marítimas,
aéreas, postales, telegráficas, radioeléctricas, ruptura de relaciones diplomá-
ticas, demostraciones, bloqueos y otras operaciones ejecutadas por Fuerzas
Aéreas, Navales o Terrestres a que se refiere la Carta de las Naciones Uni-
das”.68

El Decreto Supremo del Ministerio de Defensa Nacional, Subsecreta-


ría de Guerra Nº 68 de 14 de octubre de 1999, publicado en el Diario oficial Nº
36.510 del 10 de noviembre de 1999, considera:

i. Que la Constitución Política de la República de Chile establece que es


deber del Estado de Chile resguardar la seguridad nacional;

ii. Que, en un sentido integral y moderno, la seguridad de Chile depende


de un diverso conjunto de factores, tanto internos como externos.

67 http://www.un.int/chile/ pagina WEB de la Misión Permanente de Chile ante Naciones Unidas,


10.Dic.2003.
68 Ibid.

69
Cristián Le Dantec Gallardo

iii. Que entre estos factores, cabe destacar la estabilidad y la seguridad


internacionales. Asimismo, que la globalización de las relaciones de-
riva en que los conflictos repercuten internacionalmente en forma
más amplia e intensa, por lo tanto, adquieren una mayor supremacía
los pactos de seguridad y estabilidad internacional.

Por otra parte, el Libro de la Defensa Nacional de Chile, editado en


1997, expresa: “Chile no autorizará el empleo de fuerzas chilenas para la
búsqueda y/o captura de delincuentes, beligerantes o criminales de guerra,
misiones de control del orden público posterior al cese de hostilidades o
misiones de supervisión del respeto a los derechos humanos que se den
dentro de operaciones de mantenimiento de la paz”. También se agregaba
que el país no participaría en las Operaciones de Imposición de la Paz a las
que se refiere la Carta de la Naciones Unidas, en su Capítulo VII.69

Debido a los cambios que se han producido en el ámbito internacio-


nal, y al desarrollo de diversos acontecimientos, la política de participación
de Chile en estas operaciones ha evolucionado, si bien se mantienen sus
aspectos conceptuales.

Es así como desde el Decreto Supremo Nº 94 del 06 de Noviembre de


1996, que constituye el primer hito en la creación de una política nacional
para participar en Operaciones de Paz, la cual fue desarrollada a partir de la
experiencia que tenía el país a esa fecha, producto de la realidad internacio-
nal importante y la rápida evolución del contexto en que se efectúan estas
operaciones a que el Estado Mayor de la Defensa Nacional, a través del
Ministerio de Defensa, propusiera la actualización de la misma, mediante el
Decreto Supremo Nº 68 del 14 de Octubre de 1999, el cual permitiendo operar
bajo el Capítulo VI y VII de la Carta, cuenta con la necesaria flexibilidad para
las decisiones del conducto político.

Durante el año 1999 se suscribió un Memorándum de entendimiento


con el Secretario General de la ONU, que establece que Chile contribuirá al
Sistema de Fuerzas de Reserva de esa organización. Esto produjo que se
promulgara el D.S. (G) Nº 68, en el que se amplía la participación de Chile en
OPAZ, autorizando la participación en Misiones de Paz con mandatos basa-
dos en el capítulo VII de la Carta, manteniéndose la limitación de no usar
fuerzas chilenas para la búsqueda y/o captura de delincuentes, beligerantes
o criminales de guerra.
69 Ministerio de Defensa Nacional. Libro de la Defensa Nacional de Chile. Imprenta de la Armada.
Valparaíso. 1997.

70
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

De manera sintética, la política chilena para la participación de fuerzas


en OPAZ se funda en el tipo de operación que el Presidente de la República
ha decidido aceptar, considerando las capacidades que mejor pueden dar
cumplimiento a lo solicitado. Para cada operación se genera, por parte de la
ONU, un conjunto determinado y particular de Reglas de Enfrentamiento
que deben ser aprobadas por las autoridades de los países participantes.
Estas reglas deben dar cumplimiento a la reglamentación legal vigente y a las
condiciones impuestas por el Derecho Internacional. Esto, en ningún caso
puede coartar el derecho a la legítima defensa de las tropas participantes.

71
72
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

CAPÍTULO IV

DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO, LAS OPERACIO-


NES DE MANTENIMIENTO DE LA PAZ Y LA SITUACIÓN DE
CHILE

1. DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO

La idea del derecho se nos presenta desde un principio como la idea


de un «orden de paz» que prohíbe el uso de la fuerza, la violencia o el
desconocimiento al respeto del prójimo; sin embargo, el «orden de paz» de la
comunidad internacional requiere algo más que la proscripción de la guerra
y los maltratos a las minorías étnicas, religiosas o políticas; en efecto, exige
también una cooperación positiva de los Estados, encaminados a realizar un
orden que garantice los derechos vitales de todos los pueblos sobre la base
de la igualdad de derechos de las naciones, grandes y pequeñas, y de los
grupos o asentamientos humanos, tal como lo establece el preámbulo de la
Carta de la Organización de las Naciones Unidas

Paralelamente a la formación de la ONU, se iba desarrollando la llama-


da tercera generación de derechos, entendidos como aquellos que desarro-
llan a los derechos fundamentales y hacen que éstos sean plenamente ejer-
cidos por sus titulares. Es así como tenemos que se le da una mayor impor-
tancia al derecho que tienen las personas sin distingo alguno a poseer una
nación en la cual puedan desarrollarse, y en caso de que su país no les pueda
prestar la protección que se merecen, entonces que cuenten con el amparo
del resto de la comunidad internacional.70

El derecho internacional humanitario (DIH) es un conjunto de normas


que, en tiempo de guerra, protege a las personas que no participan en las
hostilidades o que han dejado de hacerlo. Su principal objetivo es limitar y
evitar el sufrimiento humano en tiempo de conflicto armado. Las normas
estipuladas en los tratados de DIH han de ser respetadas no sólo por los
Gobiernos y sus fuerzas armadas, sino también por grupos armados de opo-
sición y por cualquier otra parte en un conflicto. Los cuatro Convenios de
Ginebra de 1949 y los dos Protocolos de 1977 adicionales a éstos son los
principales instrumentos de derecho humanitario.71 El doctor Swinarski lo
define en su Introducción al Derecho Internacional Humanitario como:

“Es el cuerpo de normas internacionales de origen convencional y


consuetudinario, específicamente destinado a ser aplicado en los conflictos
70 Profesor. Dr. Eugenio Caligiuri Ammendolia.
71 www.icrc.org/icrcspa

73
Cristián Le Dantec Gallardo

armados internacionales o no internacionales y que limita, por razones hu-


manitarias, el derecho de las partes en conflicto a elegir libremente los méto-
dos y los medios utilizados en la guerra o que protege a las personas y los
bienes afectados o que pueden estar afectados por el conflicto.”

La efectiva aplicación y respeto del derecho internacional humanita-


rio (DIH) requiere una acción y voluntad por parte de los Estados en los
ámbitos internacional y nacional.

Para alcanzar el común objetivo de asegurar un efectivo respeto de


las víctimas del conflicto armado, el compromiso internacional de cumplir los
tratados relevantes para el DIH, a través de la ratificación o adhesión a éstos,
constituye el primer paso de carácter vital.

Este compromiso formal tiene que ir con la mano de la adopción de


una serie de medidas de implementación y difusión de las normas que con-
tienen dichos instrumentos en el plano interno de los Estados.

Actualmente en el continente americano las condiciones son en su


gran mayoría, y afortunadamente, favorables para los procesos de adapta-
ción de las legislaciones internas, conforme a los principios del DIH y a las
obligaciones que proceden de los instrumentos de relevancia para este cuer-
po de derecho. La Organización de Estados Americanos (OEA), a través de
sus distintos foros ha reiterado la importancia de las normas de protección y
seguridad de la persona en toda circunstancia.72

Por lo que atañe al derecho internacional humanitario, la necesidad e


importancia de fortalecer los principios del DIH, a través de la aceptación
universal de los instrumentos relevantes, aplicación de los mismos a nivel
nacional y la más amplia difusión posible de las reglas que ellos contienen,
ha sido puesta de relieve desde 1994, en particular mediante resoluciones
adoptadas por la Asamblea General.

2. TRIBUNAL PENAL INTERNACIONAL

Con el término de la I Guerra Mundial, en el tratado de Versalles de


1919 se encuentra el primer intento de crear una corte con jurisdicción penal
internacional

72 Extractado del Tercer Informe sobre la participación de los Estados Americanos en los Tratados de
relevancia para el DIH y su aplicación nacional, 2002.

74
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

Después del término del otro gran conflicto en Europa, la II Guerra


Mundial, los países vencedores firmaron el 8 de Agosto de 1945 el acuerdo
para el procesamiento y castigo de los criminales de guerra.

A partir de este acuerdo se forman los primeros Tribunales Interna-


cionales, el de Nuremberg en Europa y el Tribunal Militar Internacional para
el Extremo Oriente con sede en Tokio.

“El proyecto de creación de una Corte Penal Internacional se remonta


a los años 50, momento en que la Asamblea General creó una comisión sobre
la Jurisdicción Penal Internacional, mediante resolución 489 (V) del 12/12/50
y 687 (VII) del 5/12/52, encargada de compilar las normas de los procesos de
Nuremberg y de preparar una proyecto del estatuto para una Corte Penal
Internacional. Esta comisión redactó un proyecto de estatuto en 1953 para
una Corte Penal Internacional, elevándoselo a la Asamblea en 1954. Este
proyecto fue suspendido hasta tanto se llegara a un acuerdo en la definición
del crimen de agresión. Asimismo, la guerra fría trajo consigo el estanca-
miento de estos esfuerzos, por lo que recién en 1994 la Comisión finalizó la
tarea que se le había encomendado y recomendó que la Asamblea General de
las Naciones Unidas convocara a una conferencia internacional de Plenipo-
tenciarios para que examinase tal proyecto”.73

En diciembre de 1995, y con la finalidad de completar el texto del


proyecto de estatuto preparado por la Comisión de Derecho Internacional
para el establecimiento de una Corte Penal Internacional, la Asamblea Gene-
ral de la ONU creó un Comité Preparatorio (Prepcom) mediante resolución
50/46.

El proceso preparatorio culminó con la reunión realizada en Roma


entre el 15 de Junio y el 17 de Julio de 1998, donde los plenipotenciarios
aprueban el Estatuto para el establecimiento de una Corte Penal Internacio-
nal.

La Corte Penal Internacional se diferencia de la Corte Internacional de


Justicia, ambas con sede en La Haya, en que esta última juzga disputas entre
Estados, no a individuos como el caso del TPI. Ambas cortes tienen un
carácter de permanente y sin límites geográficos para su jurisdicción.

La Corte Penal Internacional, actúa en forma complementaria con las


jurisdicciones nacionales, es decir lo hace cuando un Estado no esté dis-
73 Carolina S. Anello , “Tribunal Penal Internacional”, Universidad de Buenos Aires 2002.

75
Cristián Le Dantec Gallardo

puesto o no pueda juzgar individuos que han cometido crímenes indicados


anteriormente. En el caso de que un individuo haya sido juzgado por su
propio país, la Corte es competente sobre su propia competencia, pudiendo
determinar que un proceso ya realizado no cumple con las garantías recono-
cidas por el Derecho Internacional.

Los individuos que pueden ser juzgados pueden o no ser ciudada-


nos de un Estado parte, bastando que el crimen se cometa en un Estado
parte o el Consejo de Seguridad envíe los antecedentes al Tribunal Penal
Internacional.

3. JURISDICCIÓN DEL TRIBUNAL PENAL INTERNACIONAL


SOBRE LOS PARTICIPANTES EN OPERACIONES DE MAN-
TENIMIENTO DE LA PAZ

La Corte Penal Internacional tiene competencias para juzgar a las


personas respecto de los cuatro crímenes definidos en el estatuto, los cuales
son: “de lesa humanidad, de genocidio, de guerra y de agresión”, cada uno
de los que analizaremos en detalle más adelante.

La Corte ejercerá su jurisdicción sobre los mayores de 18 años por


conductas posteriores a la entrada en vigor del estatuto. Dichas conductas
no necesariamente deberán ser consumadas, pudiendo juzgarse el grado de
tentativa o las figuras de cómplice, encubridor o colaborador. Para el caso de
los Jefes Militares, el artículo 28 establece que serán responsables de los
crímenes “cuando éstos sean ejecutados por fuerzas bajo su mando y con-
trol efectivo”, en caso de no haber ejercido un control apropiado.

“En lo que refiere a la responsabilidad de los jefes, el Estatuto distin-


gue entre los militares y de otro tipo. Para los primeros, establece la prueba
de Nuremberg: que consiste en que el Jefe hubiere sabido, o en razón de las
circunstancias, hubiere debido saber y no hubiere adoptado medidas razo-
nables para prevenir los crímenes, o para poner el asunto a disposición de
las autoridades para su investigación. Sin embargo, para los superiores
civiles, el principio es mayor y el enfoque no tiene al parecer precedentes. En
todo caso, el superior debe tener autoridad y control efectivo sobre las
personas y las actividades que constituyen los crímenes, y debe haber teni-
do conocimiento o deliberadamente hecho caso omiso de información que
indicase claramente que los subordinados estaban cometiendo esos críme-
nes o se proponían cometerlos, y no adoptaron medidas como las antes
señaladas.

76
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

En relación al empleo de las órdenes superiores como defensa, el


tratado de la Corte Penal Internacional supone un cambio con respecto a la
Carta de Nuremberg y los estatutos de los Tribunales ad hoc, que contem-
plaban la total prohibición de utilizar como defensa las órdenes superiores.
Aunque el Estatuto plantea polémica al no descartar la aplicación de esta
defensa, limita considerablemente su alcance. Sólo se aplica cuando se
cumplen los siguientes criterios: “estuviera obligado por ley a obedecer
órdenes emitidas por el gobierno o el superior de que se trate, no supiera que
la orden era ilícita y que la orden fuera manifiestamente ilícita”. Esta defensa
no se puede aplicar en los casos de genocidio y crímenes de lesa humanidad,
que el Estatuto considera manifiestamente ilícitos”.74

El detalle de las conductas que materializan los crímenes enunciados


anteriormente, es el siguiente:
* Crimen de Genocidio (Art. 6)
Se los considera como tal a aquellos actos perpetrados con la inten-
ción de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico,
racial o religioso, ya sea mediante:
1) La matanza de miembros del grupo.
2) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del
grupo.
3) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existen-
cia que hayan de acarrear su destrucción física total o parcial.
4) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del gru-
po.
5) El traslado por la fuerzas de niños del grupo a otro grupo.

* Crímenes de Lesa Humanidad (Art. 7)


Se entienden estos actos cuando se cometan como parte de un ata-
que generalizado o sistemático contra una población civil y con co-
nocimiento de dicho ataque, mediante:
- Asesinato.
- Exterminio.
- Esclavitud.
- Deportación o traslado forzoso de población.
- Encarcelación u otra privación grave de la libertad física en
violación de normas fundamentales de derecho internacional.
74 “Las disposiciones claves del Estatuto de la Corte Penal Internacional. Brigitte Suhr. Human
Right Watch. Revista virtual de Derechos Humanos. www.carlosparma.com.ar

77
Cristián Le Dantec Gallardo

- Tortura.
- Violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo
forzado, esterilización forzada u otros abusos sexuales de gra-
vedad comparable.
- Persecución de un grupo o colectividad con identidad propia,
fundada en motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos,
culturales, religiosos, de género definido en el párrafo 3, u
otros motivos universalmente reconocidos como inaceptables
con arreglo al derecho internacional, en conexión con cual-
quier acto mencionado en el presente párrafo o con cualquier
crimen de la competencia de la Corte.
- Desaparición forzada de personas.
- El crimen de apartheid.
- Otros actos inhumanos de carácter similar que causen
intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente
contra la integridad física o la salud mental o física.
* Crímenes de Guerra (Art. 8)
Se consideran como parte de un plan o política o como parte de la
comisión en gran escala de tales crímenes; entendiéndose por tales
las infracciones graves a los Convenios de Ginebra de 1949 y a sus
Protocolos Adicionales de 1977, a saber:
- Matar intencionalmente.
- Someter a tortura o a otros tratos inhumanos, incluidos los
experimentos biológicos.
- Infligir deliberadamente grandes sufrimientos o atentar grave-
mente contra la integridad física o la salud.
- Destruir bienes y apropiarse de ellos de manera no justificada
por necesidades militares, a gran escala, ilícita y arbitrariamente.
- Obligar a un prisionero de guerra o a otra persona protegida a
prestar servicio en las fuerzas de una Potencia enemiga.
- Privar deliberadamente a un prisionero de guerra o a otra per-
sona de sus derechos a un juicio justo e imparcial.
- Someter a deportación, traslado o confinamiento ilegales.
- Tomar rehenes.
Cabe destacar, que los crímenes de guerra cometidos en caso de con-
flicto armado internacional se encuentran estipulados en los cuatro
Convenios de Ginebra y el Protocolo Adicional I, mientras que aque-
llas violaciones graves cometidas en un conflicto armado interno es-
tán previstas en el artículo 3 común a los cuatro Convenios de Gine-
bra y por el Protocolo Adicional II.

78
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

* Crimen de Agresión, según el Art. 9 del Estatuto


La competencia de la Corte respecto a este crimen está sujeta a la
aprobación de una disposición donde se defina el crimen y se enun-
cie las condiciones en las cuales lo hará.

4. LA LEGISLACIÓN NACIONAL SOBRE CRÍMENES DE GUERRA

En Chile la aplicación del Derecho Internacional Humanitario, en su


perspectiva penal, se divide en lo relativo a tiempo de guerra y tiempo de paz.
Considerando que la participación de personal nacional en Operaciones de
Mantenimiento de la Paz se efectuará normalmente en tiempo de paz, desde
la perspectiva legal nacional no sería aplicable la normativa que la justicia
militar considera para tiempo de guerra.

Lo anterior implica que la Corte Suprema de Justicia, conforme lo


indica el artículo 79 de la Constitución Política del Estado, tendrá la jurisdic-
ción sobre todos los casos que se presenten ya sean vistos en la judicatura
ordinaria o la de fuero militar.

5. LA INCORPORACIÓN DE REGLAS INTERNACIONALES A LA


NORMATIVA NACIONAL Y SUS CONSECUENCIAS PARA EL PAÍS

Chile ha venido incorporando desde 1950 a la fecha una serie de


tratados de Derecho Internacional Humanitario a la legislación nacional, ya
que con la firma y ratificación de los mismos se ha adquirido la obligación de
dictar las normas necesarias para la aplicación interna de los respectivos
tratados, situación que en algunos casos no ha sido concretada.

En el caso nacional, esta normativa tiene su fundamento en la propia


“Constitución Política de la República de Chile”, donde el artículo 5 inciso
segundo señala: “El ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el
respeto a los derechos esenciales que se derivan de la naturaleza humana.
Es deber de los órganos del Estado respetar y promover tales derechos
garantizados por esta constitución, así como por los tratados internaciona-
les ratificados por Chile y que se encuentran vigentes”.

Pese a lo anterior, en Chile no se han dictado normas de naturaleza


penal, procesal o administrativa en materia de represión de infracciones al
derecho de la guerra, estimándose que son aplicables las normas comunes

79
Cristián Le Dantec Gallardo

consideradas en el Código de procedimiento Penal, donde se castigan deter-


minados delitos comunes, complementados con algunas disposiciones del
código de Justicia Militar, específicamente aquellas que tienen relación con
“delitos contra el derecho internacional”. Lo anterior, como lo veremos más
adelante, no resulta suficiente ni satisfactorio.

A fin de dimensionar el estado actual de los tratados y convenios


internacionales a los cuales Chile ha adherido, se presenta un resumen de
los mismos:
- Convenio (I) de Ginebra, para aliviar la suerte que corren los heridos
y los enfermos de las FF.AA. en campaña, del 12 Agosto de 1949,
ratificada el 12 de Octubre de 1950. (Protege a combatientes heridos
y enfermos, al personal que los asiste, donde son alojados y el mate-
rial que se utiliza. Regula uso de emblema de Cruz Roja).
- Convenio (II) de Ginebra, para aliviar la suerte que corren los heridos,
los enfermos y los náufragos de las FF.AA. en campaña, del 12 Agos-
to de 1949, ratificada el 12 de Octubre de 1950. (Amplía protección a
combatientes náufragos y establece condiciones en que deben ser
asistidos).
- Convenio (III) de Ginebra, relativo al trato debido a los prisioneros de
guerra, del 12 Agosto de 1949, ratificada el 12 de Octubre de 1950.
(Confiere protección a miembros de las FF.AA. que son hechos pri-
sioneros).
- Convenio (IV) de Ginebra, relativo a la protección debida a las perso-
nas civiles en tiempos de guerra, del 12 Agosto de 1949, ratificada el
12 de Octubre de 1950. (Establece normas de protección de la pobla-
ción civil, en particular el trato debido a las personas civiles en territo-
rio ocupado, los civiles privados de libertad y la ocupación en gene-
ral).
- Protocolo (I) adicional, relativo a la protección de las víctimas de los
conflictos armados internacionales, del 8 de Junio de 1977, ratificado
el 24 de Abril de 1991. (Amplía protección a las personas civiles y
limita los medios y métodos de hacer la guerra).
- Protocolo (II) adicional, relativo a la protección de las víctimas de los
conflictos armados sin carácter internacional, del 8 de Junio de 1977,
ratificado el 24 de Abril de 1991. (Contiene las garantías fundamenta-
les para las personas que no participan en las hostilidades durante un
conflicto armado no internacional y regula las normas para la protec-
ción de civiles, así como de sus bienes e instalaciones esenciales).
- Convención sobre prohibiciones o restricciones del empleo de cier-
tas armas convencionales que puedan considerarse excesivamente

80
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

nocivas o de efectos indiscriminados, del 10 de Octubre de 1980 (Gi-


nebra); a la fecha se encuentra en trámite legislativo. (Establece un
marco para los protocolos por los que se prohíbe el empleo de ciertas
armas).
- Protocolo sobre fragmentos no localizables (I), del 10 de Octubre de
1980 (Ginebra); a la fecha se encuentra en trámite legislativo. (Prohíbe
el empleo de armas que lesionen mediante fragmentos que no se pue-
den detectar por rayos X).
- Protocolo sobre prohibiciones o restricciones del empleo de minas,
armas trampas y otros artefactos (II), del 10 de Octubre de 1980, en-
mendado el 3 de Mayo de 1996 (Ginebra); a la fecha se encuentra en
trámite legislativo. (Prohíbe el empleo de minas, armas trampa y otros
artefactos contra la población civil y restringe su uso contra objeti-
vos militares. El protocolo enmendado amplía la prohibición de esos
dispositivos y se aplica a los conflictos internos),
- Protocolo sobre prohibiciones o restricciones del empleo de armas
incendiarias (III), del 10 de Octubre de 1980 (Ginebra); a la fecha se
encuentra en trámite legislativo. (Prohíbe el empleo de armas incen-
diarias contra las personas civiles, así como sus bienes y restringe
también su empleo contra los objetivos militares).
- Protocolo sobre armas láser que causan ceguera (IV), del 13 de Octu-
bre de 1995 (Ginebra); a la fecha se encuentra en trámite legislativo.
(Prohíbe el empleo de armas láser que causan ceguera permanente).
- Convención sobre la prohibición del desarrollo, producción, almace-
namiento y empleo de armas químicas y sobre su destrucción, del 13
de Enero de 1993 (París), ratificada el 2 de Julio de 1996. (Prohíbe el
empleo de armas químicas contra las personas civiles, así como sus
bienes y restringe también su empleo contra los objetivos militares).
- Convención sobre la prohibición del empleo, almacenamiento, pro-
ducción y transferencia de minas antipersonal y sobre su destruc-
ción, del 18 de Septiembre de 1997 (Oslo) Convenio de Ottawa; ratifi-
cada el 10 de Septiembre del 2001. (Prohíbe las minas antipersonales).
- Convención sobre la prohibición de utilizar técnicas de modificación
ambiental con fines militares u otros fines hostiles, del 10 de Diciem-
bre de 1976 (Ginebra), ratificada el 26 de Abril de 1994. (Prohíbe la
utilización con fines militares de técnicas de modificación ambiental o
geofísica que se dispersan en el aire y que tienen efectos duraderos
como arma de guerra).
- Convención sobre la prohibición del desarrollo, la producción y el
almacenamiento de armas bacteriológicas (biológicas) y tóxicas y sobre
su destrucción, del 10 de Abril de 1972 (Washington), ratificada el 07

81
Cristián Le Dantec Gallardo

de Julio de 1980.
- Estatuto de la Corte Penal Internacional (no en vigor aún) del 17 de
Julio de 1998 (Roma); mientras se encontraba en trámite legislativo
fue declarado inconstitucional por el Tribunal Constitucional.

6. COMPARACIÓN DE LAS CONDUCTAS, CONSIDERADAS “CRÍ-


MENES DE GUERRA” POR EL ESTATUTO DEL TRIBUNAL PE-
NAL INTERNACIONAL Y LAS QUE NO SE ENCUENTRAN CON-
SIDERADAS EN LA LEGISLACIÓN PENAL ORDINARIA O DE
FUERO NACIONAL
Considerando que el autor no es especialista en materias legales, el
listado que se señala sólo tiene el fin de evidenciar figuras penales que no
están consideradas en la legislación nacional, por lo que no pueden ser
juzgadas en el país, situación que automáticamente las deja en la jurisdicción
de la Corte Penal Internacional, motivo por el cual no se pretende que el
análisis sea completo ni exhaustivo.

Algunas de las normas con indicación del respectivo convenio o


convención que se destacan, son las siguientes:
- Deportaciones y traslados ilegales de poblaciones civiles. (G.IV, 147)
* No se contemplan como delitos en nuestra legislación.
- Toma de rehenes (Art. 3º común a los Convenios, G. IV, 34 y 147)
* No está considerado como delito en la legislación penal militar.
- Hacer objeto de ataque a la población civil o a personas civiles. (AP.
I, 85, para 3, lit.a).
* No se encuentra tipificado en el Código del fuero, ni en el
Código Penal.
- Lanzar un ataque indiscriminado (en los términos del Art. 54, Nº 4 del
A.P.I.) que afecten a la población civil o bienes civiles a sabiendas que
tal ataque producirá muertes o heridos entre la población civil o daños
a bienes de carácter civil en forma excesiva. (AP. I, 85, para 3, lit. b).
* No está tipificado.
- Lanzar un ataque contra obras o instalaciones que contengan fuerzas
peligrosas a sabiendas que ese ataque producirá muertes o heridos
entre la población civil o daños a bienes civiles en forma excesiva.
(AP. I, 85, para 3, lit. c).
* No se encuentra tipificado.
- Hacer objeto de ataque a localidades no defendidas y zonas desmili-
tarizadas. (AP. I, 85, para 3, lit. d).

82
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

* No se encuentran tipificadas en nuestra legislación.


- Traslado por la potencia ocupante de partes de su propia población
civil al territorio que ocupa, o la deportación o el traslado en el interior
o fuera del territorio ocupado de la población que habita ese territorio.
(AP. I, 85, para 4, lit. a).
* No está tipificado en nuestra legislación.
- La demora injustificable en la repatriación de los prisioneros de gue-
rra o de personas civiles (AP. I, 85, para 4 lit. b).
* No está tipificado.
- Las prácticas del apartheid y demás prácticas inhumanas y degradan-
tes, basadas en la discriminación racial, que entrañen un ultraje con-
tra la dignidad personal. (AP. I, 85, para 4, lit c).
* No se encuentra tipificado.
Otras infracciones no contempladas en nuestra legislación:
1) Atentados contra el medio ambiente en las operaciones de guerra,
contemplados en los artículos 35 y 55 del Protocolo adicional a Gine-
bra.
2) Hacer padecer hambre a las personas civiles con las consecuentes
conductas señaladas en el artículo 54 del Protocolo.
3) El uso de ciertas armas, proyectiles, materias y métodos de hacer la
guerra del tal índole, que causen males superfluos o sufrimientos
innecesarios (Art. Nº2 del API), entre otros. (reclutar como comba-
tiente a niños menores de 15 años, uso de armas prohibidas).
Este somero listado, que no pretende ser completo, permite eviden-
ciar la brecha existente entre la legislación nacional tanto en lo penal co-
mún, como en lo penal militar, ya que nuestro Marco Jurídico no recoge
varias conductas, consideradas atentados graves al Derecho Internacio-
nal Humanitario.

83
84
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

CONCLUSIONES

1. GENERALES

Las Operaciones de Paz en el marco de las Naciones Unidas no


fueron concebidas ni vislumbradas con el nacimiento de la organización; por
consiguiente, no están consideradas en la Carta de las Naciones Unidas; sin
embargo nacen como un instrumento para suplir las falencias del régimen de
seguridad colectiva prevista en la Carta de la ONU y hoy se constituyen en
la cara operativa y visible de esta organización, siendo una realidad que ha
evolucionado y se ha adaptado a los importantes cambios que se han pro-
ducido en el contexto de las Relaciones Internacionales.

El término “Operaciones de Paz” es empleado por las Naciones Uni-


das para denominar las misiones multifuncionales que en la actualidad se
despliegan en lugares conflictivos del mundo, conforme lo resuelve el Con-
sejo de Seguridad y no incluye las operaciones de combate, de sanción a un
Estado que actúa con engaños, conducidas al amparo del Capítulo VII de la
Carta de la ONU.

Los mandatos elaborados por el Consejo de Seguridad de las Nacio-


nes Unidas autorizando el uso de la fuerza, no siempre dan lugar al nacimien-
to de una Operación de Paz en el marco de la ONU, sino, también se produ-
cen las llamadas “intervenciones internacionales”, que pareciéndose a las
Operaciones de Paz, se diferencian fundamentalmente porque su responsa-
bilidad no recae en la ONU, sino en Estados, grupos de Estados u organiza-
ciones regionales.

La participación nacional en el ámbito de la cooperación internacio-


nal, no se limita a las Operaciones de Paz conducidas bajo la responsabilidad
del Secretario General de la ONU, sino que indistintamente se ha participado
en intervenciones internacionales, mandatadas eso sí, por el Consejo de
Seguridad.

Consecuente con lo anterior, Chile ha participado con medios de dis-


tintas características en operaciones internacionales, producto de las llama-
das “intervenciones militares humanitarias”, como es el caso de Timor Orien-
tal, Kosovo y actualmente Bosnia-Herzegovina, con lo que de hecho ha
validado este tipo de intervenciones mandatadas por el Consejo de Seguri-
dad de las Naciones Unidas.

85
Cristián Le Dantec Gallardo

La creación de las Naciones Unidas, en 1945, tuvo como principio


rector el fomento de los derechos humanos, lo que fue ratificado en la Decla-
ración de Derechos Humanos de 1948 y, posteriormente, en los Acuerdos de
Helsinki de 1975.

No obstante, existe una contradicción flagrante entre la universali-


dad y la supremacía de los derechos humanos y los principios de soberanía
y no injerencia en los asuntos internos de los estados, que también están
consagrados en documentos de las Naciones Unidas.75

Dicha contradicción también se presenta en la política exterior de


nuestro país, donde se busca, por una parte, privilegiar los derechos de las
personas, sin afectar el antiguo principio de no intervención en los asuntos
internos de los Estados y por otra, considerando la compleja problemática
regional que presenta la presencia de una super potencia en el continente.

Al respecto, la Ministra de Relaciones Exteriores María Soledad Alvear


manifestó: “Estamos seguros de que la mayor parte de los detractores del
concepto de intervención humanitaria se oponen a él, no porque estén filo-
sóficamente opuestos a la idea de que se debe socorrer al que está en peli-
gro, sino porque temen que la consagración del principio sea una herramien-
ta de unos pocos en beneficio propio. Muchos temen la generalización de un
supuesto derecho a la intervención, que puede ser ejercido unilateralmente
por las grandes potencias o las potencias regionales. El Gobierno de Chile
comparte esa inquietud. Hay pues un gran recelo, no en cuanto al principio,
sino respecto de la manera y la oportunidad en que se puede ejercer la
intervención humanitaria y respecto de quiénes lo harían”.76

Claramente la política exterior chilena, conciente de la situación ambi-


gua en que se encuentra respecto de la temática, dirige sus esfuerzos bus-
cando soluciones que normen y den un sustento legal a las intervenciones
militares humanitarias, privilegiando para ello, inicialmente, la concertación
política regional, a través del Grupo de Río, pero manteniendo la discusión
en el ámbito de la ONU.

Por otra parte, el Derecho Internacional Humanitario constituye el


cuerpo de normas internacionales de origen convencional y consuetudina-

75 Bronislaw Geremek Ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, artículo publicado en la prensa,


Copyright: Project Syndicate, 12 Mayo 2003.
76 Mesa Redonda, “International commision on intervention and state sovereingnty”, Santiago, 4
de mayo de 2001 , Intervención Humanitaria: Cómo Enfrentar las Crisis con Eficacia, Palabras
Inaugurales de la Canciller de Chile, Señora María Soledad Alvear V.

86
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

rio, específicamente destinado a ser aplicado en los conflictos armados in-


ternacionales o no internacionales y que limita, por razones humanitarias, el
derecho de las partes en conflicto a elegir libremente los métodos y los
medios utilizados en la guerra o que protege a las personas y los bienes
afectados o que pueden estar aquejados por el conflicto.

La participación de tropas internacionales en Operaciones de Paz en


el marco de la ONU, se encuentra claramente normado por las disposiciones
dictadas por el Secretario General, en su condición de responsable de la
OMP, lo que implica que las tropas que participen en este tipo de operacio-
nes cuentan con un adecuado marco normativo.

Sin perjuicio de lo anterior, se hace necesario adecuar nuestra legisla-


ción interna a la normativa del Derecho Internacional Humanitario, más aun
con la instauración del Tribunal Penal Internacional, el que actúa en subsi-
dio a las legislaciones nacionales, puede darse el caso de que un determina-
do delito cometido por personas que se encuentren cumpliendo misiones en
una OMP o una intervención internacional, al no estar tipificado en la legis-
lación nacional, deba ser juzgado por el Tribunal Penal Internacional.

Lo anterior, hace necesario efectuar las adecuaciones requeridas ya


que el compromiso manifiesto del gobierno de Chile de participar, en la medi-
da de sus capacidades, en el fomento y mantenimiento de la paz mundial
enviando personal militar, policial y civil a las Operaciones de Paz requiere,
por una parte, de la adecuación del marco jurídico interno y, por la otra, de la
creación de normas mínimas en el Derecho Internacional que permitan regu-
lar, desde la perspectiva de la comunidad internacional, las justificaciones
para la ejecución de una “intervención militar humanitaria”.

2. ESPECÍFICAS

La hipótesis planteada y referente a “la participación de Chile en


Operaciones de Mantenimiento de la Paz, en el marco de las Naciones Uni-
das y multilaterales, lo que implica un cambio en la Política Exterior del país”,
es correcta en virtud de lo indicado a lo largo de la investigación y lo estable-
cido en las conclusiones generales.

La hipótesis enunciada y referida a “la incompatibilidad de la legisla-


ción interna y la internacional vigente que emplea el Tribunal Penal Interna-
cional, referente de si ella tendrá consecuencias para el personal civil o
militar que participe en estas operaciones”, es correcta en virtud de lo indica-
do en el capítulo IV y las conclusiones generales, debiéndose adoptar las
medidas de corrección legislativa que solucionen esta situación.

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88
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

ANEXO 1

RESOLUCIONES DE LA ASAMBLEA GENERAL Y DOCUMENTOS DE


LAS NACIONES UNIDAS

Existen una serie de documentos relacionados con la paz y seguridad


internacionales, entre estos se encuentran Convenciones, Acuerdos, Decla-
raciones, Cumbres de Mandatarios, Resoluciones de la Asamblea General,
etc.; en ellos hay expresiones normativas o de compromiso que dan pauta a
nuevas normas. Estas Resoluciones pueden, en sí mismas, esbozar criterios
de juridicidad; es el derecho en ciernes. A manera de ejemplo, se menciona-
rán algunas de ellas:

a. Resolución 2625 (XXV) del 24 de diciembre de 1970 sobre los «Prin-


cipios de Derecho Internacional referentes a las Relaciones de Amis-
tad y la Cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta
de Naciones Unidas».

Dicha resolución considera que es de suprema importancia la Carta


de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz y seguridad
internacionales. Su objeto fue, entre otros, el fortalecimiento de la paz
mundial y la promoción de la aplicación universal de los Principios de
la Carta, tomando en cuenta los cambios en el mundo desde la apro-
bación de la misma.

b. Resolución 3314 (XXIX) del 14 de diciembre de 1974 «Definición de


la Agresión».

Mediante esta Resolución la Asamblea General adoptó una definición


de lo que debía de entenderse como agresión: «…es el uso de la
fuerza armada por un Estado contra la soberanía, la integridad territo-
rial o la independencia política de otro Estado, o en cualquier otra
forma incompatible con la Carta de las Naciones Unidas, tal como se
enuncia en la presente definición». Siendo muy amplia la gama de
posibles actos de agresión, la Resolución formula un catálogo de
algunos casos de posibles actos de agresión, dejando aclarado que
esta enumeración no es exhaustiva, pudiendo el Consejo de Seguri-
dad determinar otros actos que constituyan una agresión. Esta enu-
meración comprende entre otros, la invasión en territorio de otro Es-
tado, el bombardeo, el uso de armas, el ataque a fuerzas de otro Esta-
do, sean estas navales, terrestres o aéreas, el permitir que el territorio

89
Cristián Le Dantec Gallardo

sea usado para agredir a un tercer Estado y el envío de grupos que


cumplan las funciones de fuerzas armadas.

c. Resolución 37/10 «Declaración de Manila sobre el Arreglo Pacífico


de Controversias Internacionales de 1982».

d. Resolución 43/51 «Declaración de 1988 sobre la Prevención y Eli-


minación de Controversias y de Situaciones que puedan amenazar la
Paz y la Seguridad Internacionales y sobre el papel de las Naciones
Unidas en esa esfera».

e. Resolución 44/21 del 15 de noviembre de 1989 sobre el «Fortaleci-


miento de la Paz Internacional, la Seguridad y la Cooperación Inter-
nacional en todos sus aspectos, de conformidad con la Carta de las
Naciones Unidas».

f. S/23500 Declaración del Presidente del Consejo, Sección titulada


«Establecimiento y Mantenimiento de la Paz».

Representó una renovación sin precedentes, al más alto nivel políti-


co, del compromiso de cumplir los Propósitos y Principios de la Carta;
se solicitó al Secretario General presentar a los Miembros de las Na-
ciones Unidas un «Análisis y recomendaciones respecto de los me-
dios para fortalecer y hacer más eficiente, dentro del marco de la Carta
y de sus disposiciones, la capacidad de las Naciones Unidas en mate-
ria de Diplomacia Preventiva, Establecimiento y Mantenimiento de la
Paz».

g. A/27/277-S/24111 «Un Programa de Paz» del 17 de junio de 1992.

Reporte del Análisis y recomendaciones respecto de los medios para


fortalecer y hacer más eficiente dentro del marco de la Carta y de sus
disposiciones, la capacidad de las Naciones Unidas en materia de
Diplomacia Preventiva, Establecimiento y Mantenimiento de la Paz.
Se detallan los instrumentos (mecanismos) solicitados, agregándoles
los de Consolidación de la Paz e Imposición de ella.

h. A/48/935 del 15 de enero de 1994 «Un Programa de Desarrollo».

Se estableció un consenso internacional sobre la importancia crucial


del desarrollo económico y social como las bases más seguras para
una paz duradera.
90
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

i. A/50/60-S/1995/1 del 3 de enero de 1995 «Suplemento para Un


Programa de Paz». Posición del Secretario General en ocasión del
Quincuagésimo Aniversario de las Naciones Unidas.

Se enfatizan los cambios cuantitativos y cualitativos del manteni-


miento de la paz y seguridad internacionales, son re-enunciados los
instrumentos para la resolución de conflictos «entre» y «dentro» de
los Estados: Diplomacia Preventiva, Establecimiento, Mantenimien-
to, Imposición y Consolidación de la Paz, Desarme y Sanciones.

91
92
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

ANEXO 2

Secretaría ST/SGB/1999/13

6 de agosto de 1999

Boletín del Secretario General

Observancia del derecho internacional humanitario por las fuerzas de las


Naciones Unidas

El Secretario General, con el objeto de establecer principios y normas funda-


mentales del derecho internacional humanitario aplicables a las fuerzas de
las Naciones Unidas que realizan operaciones bajo el mando y control de las
Naciones Unidas, promulga lo siguiente:

Sección 1

Ámbito de aplicación

1.1 Los principios y normas fundamentales del derecho internacional huma-


nitario establecidos en el presente boletín serán aplicables a las fuerzas de
las Naciones Unidas cuando participen activamente en éstas como comba-
tientes en situaciones de conflicto armado, en la medida de su participación
y mientras dure ésta. Serán también aplicables en acciones coercitivas o en
operaciones de mantenimiento de la paz cuando esté permitido el uso de la
fuerza en legítima defensa.

1.2 La promulgación del presente boletín no afecta al estatuto de protección


de que gozan los miembros de las operaciones de mantenimiento de la paz en
virtud de la Convención sobre la Seguridad del Personal de las Naciones
Unidas y el personal asociado, de 1994, o a su estatuto de no combatientes,
siempre que tengan derecho a la protección otorgada a los civiles con arre-
glo al derecho internacional de los conflictos armados.

Sección 2

Aplicación de la legislación nacional

Las presentes disposiciones no constituyen una lista exhaustiva de princi-


pios y normas del derecho internacional humanitario por las que debe regir

93
Cristián Le Dantec Gallardo

se el personal militar, y no menoscaban su aplicación, ni sustituyen a la


legislación nacional a la que está sujeto el personal militar durante la opera-
ción.

Sección 3

Acuerdo sobre el estatuto de las fuerzas

En el acuerdo sobre el estatuto de las fuerzas concertado entre las Naciones


Unidas y un Estado en cuyo territorio se despliegue una fuerza de las Nacio-
nes Unidas las Naciones Unidas se comprometerán a velar por que la fuerza
realice sus operaciones con pleno respeto de los principios y normas de los
convenios generales aplicables al comportamiento del personal militar. Las
Naciones Unidas se comprometerán también a velar por que los miembros
del personal militar de la fuerza estén plenamente informados de los princi-
pios y normas de esos instrumentos internacionales. La obligación de respe-
tar esos principios y normas será aplicable a las fuerzas de las Naciones
Unidas aun en ausencia de un acuerdo sobre el estatuto de las fuerzas.

Sección 4

Violaciones del derecho internacional humanitario

En caso de violación del derecho internacional humanitario, los miembros


del personal militar de una fuerza de las Naciones Unidas serán enjuiciados
ante los tribunales de sus países de origen.

Sección 5

Protección de la población civil

5.1 La fuerza de las Naciones Unidas establecerá en todo momento una clara
distinción entre civiles y combatientes y entre objetos civiles y objetivos
militares. Las operaciones militares se dirigirán únicamente contra comba-
tientes y objetivos militares. Se prohíben los ataques contra civiles u objetos
civiles.

5.2 Los civiles disfrutarán de la protección que confiere la presente sección,


salvo si participan directamente en las hostilidades y mientras dure tal parti-
cipación.

94
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

5.3 La fuerza de las Naciones Unidas tomará todas las precauciones posibles
para evitar, y en cualquier caso reducir al mínimo, la pérdida de vidas y las
lesiones de civiles o los daños de la propiedad civil.

5.4 En su zona de operaciones la fuerza de las Naciones Unidas evitará, en la


mayor medida posible, situar objetivos militares en zonas densamente po-
bladas o cerca de ellas, y tomará todas las precauciones necesarias para
proteger a la población civil, a las personas civiles y a los objetos civiles
contra los peligros derivados de las operaciones militares. Las instalaciones
y equipos militares de las operaciones de mantenimiento de la paz, como
tales, no se considerarán objetivos militares.

5.5 Se prohíbe a la fuerza de las Naciones Unidas iniciar operaciones que por
su carácter sea probable que alcancen objetivos militares y civiles de forma
indiscriminada, así como operaciones que pueda preverse que causen pérdi-
da de vidas entre la población civil o daños a objetos civiles que sean exce-
sivos en relación con la ventaja militar concreta y directa prevista.

5.6 La fuerza de las Naciones Unidas no adoptará represalias contra perso-


nas civiles u objetos civiles.

Sección 6

Medios y métodos de combate

6.1 El derecho de la fuerza de las Naciones Unidas a elegir medios y métodos


de combate no es ilimitado.

6.2 La fuerza de las Naciones Unidas respetará las normas que prohíben o
restringen el uso de ciertas armas y métodos de combate en virtud de los
instrumentos pertinentes del derecho internacional humanitario. Se incluye,
en particular, la prohibición del uso de gases asfixiantes, venenosos o de
otro tipo y los métodos de guerra biológica; las balas que explotan, se expan-
den o se aplastan fácilmente en el cuerpo humano, y ciertos proyectiles
explosivos. Se prohíbe el uso de ciertas armas convencionales, como las
minas antipersonales de fragmentos indetectables, las trampas explosivas y
las armas incendiarias.

6.3 Se prohíbe a la fuerza de las Naciones Unidas utilizar métodos de guerra


que puedan causar lesiones o sufrimientos innecesarios o que puedan pro-
ducir, o pueda preverse que produzcan, daños extensos, duraderos y graves
al medio natural.

95
Cristián Le Dantec Gallardo

6.4 Se prohíbe a la fuerza de las Naciones Unidas utilizar armas o métodos


de combate que puedan causar sufrimientos innecesarios.

6.5 Se prohíbe ordenar que no haya supervivientes.

6.6 Se prohíbe a la fuerza de las Naciones Unidas atacar monumentos


artísticos, arquitectónicos o históricos, lugares arqueológicos, obras de
arte, lugares de culto y museos y bibliotecas que constituyan el patrimonio
cultural o espiritual de los pueblos. La fuerza de las Naciones Unidas, en
su zona de operaciones, no utilizará este patrimonio cultural o sus alrede-
dores para fines que puedan exponerlo a sufrir daños o destrucción. Que-
dan terminantemente prohibidos el robo, el pillaje, la apropiación indebida
y cualquier acto de vandalismo dirigido contra el patrimonio cultural.

6.7 La fuerza de las Naciones Unidas tiene prohibido atacar, destruir, sus-
traer o inutilizar bienes indispensables para la supervivencia de la pobla-
ción civil, como productos alimenticios, cultivos, ganado en pie, suminis-
tros e instalaciones de agua potable.

6.8 La fuerza de las Naciones Unidas no designará como objetivo de ope-


raciones militares instalaciones que contengan fuerzas peligrosas, como
las presas, los diques y las centrales núcleo eléctricas, si esas operaciones
pueden causar la liberación de fuerzas peligrosas con las consiguientes
pérdidas graves para la población civil.

6.9 La fuerza de las Naciones Unidas no aplicarán represalias contra obje-


tos e instalaciones protegidos en virtud de la presente sección.

Sección 7

Tratamiento de civiles y personas fuera de combate

7.1 Las personas ajenas a las operaciones militares, o que no participan en


ellas, incluidos los civiles, los miembros de las fuerzas armadas que han
depuesto sus armas y las personas que se encuentran fuera de combate
por enfermedad, herida o detención serán, en todas las circunstancias,
tratadas con humanidad, sin distinción alguna de índole desfavorable ba-
sada en la raza, el sexo, las convicciones religiosas o cualquier otro motivo.
Serán tratadas con pleno respeto por su persona, su honor, su religión y
otras convicciones.

96
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

7.2 Los siguientes actos contra cualquiera de las personas mencionadas en


la sección 7.1 están prohibidos en todo momento y en todo lugar: la violen-
cia contra la vida o la integridad física; el homicidio y los tratamientos crue-
les como la tortura, la mutilación o cualquier otra forma de castigo corporal;
los castigos colectivos; las represalias; la toma de rehenes; la violación; la
prostitución forzada; cualquier forma de agresión sexual y trato humillante o
degradante; la esclavitud y el pillaje.

7.3 Las mujeres serán objeto de protección especial contra todo ataque, y en
particular contra la violación, la prostitución forzada o cualquier otra forma
de atentado a su pudor.

7.4 Los niños serán objeto de respeto y serán protegidos contra todo tipo de
atentado a su pudor.

Sección 8

Tratamiento de las personas detenidas

La fuerza de las Naciones Unidas tratará con humanidad, y respetando su


dignidad, a los miembros detenidos de las fuerzas armadas u otras personas
que ya no toman parte en operaciones militares en razón de su detención. Sin
perjuicio de su situación jurídica, serán tratados de conformidad con las
disposiciones pertinentes del Tercer Convenio de Ginebra de 1949, que se
aplicarán a estas personas mutatis mutandis. En particular:

a) Su captura y detención se notificará sin demora a la parte de la que depen-


den y al Organismo Central de Localización del Comité Internacional de la
Cruz Roja en (CICR), en particular para informar a sus familiares;

b) Serán mantenidos en locales seguros y protegidos, que ofrezcan todas las


salvaguardias posibles de higiene y sanidad, y no permanecerán detenidos
en lugares expuestos a los peligros de la zona de combate;

c) Tendrán derecho a recibir alimentos y vestimentas, condiciones higiéni-


cas y atención médica;

d) En ningún caso serán sometidos a cualquier forma de tortura o malos


tratos;

e) Las mujeres a las que se haya privado de su libertad serán detenidas en

97
Cristián Le Dantec Gallardo

locales separados de los de los hombres, y estarán bajo la supervisión direc-


ta de mujeres;

f) Los niños menores de 16 años que participen directamente en las hostili-


dades y sean arrestados, detenidos o internados por la fuerza de las Nacio-
nes Unidas, continuarán recibiendo los beneficios de una protección espe-
cial. En particular, serán detenidos en locales separados de los de los adul-
tos, salvo cuando estén junto a sus familias;

g) Se respetará y garantizará el derecho del CICR de visitar a los prisioneros


y las personas detenidas.

Sección 9

Protección de los heridos, los enfermos y el personal médico y de socorro

9.1 Los miembros de las fuerzas armadas y otras personas bajo custodia de
la fuerza de las Naciones Unidas que estén heridas o enfermas serán objeto
de respeto y protección en todas las circunstancias. Serán tratados con
humanidad y recibirán el cuidado médico y la atención que requiera su con-
dición, sin ningún tipo de distinción desfavorable. Sólo en caso de necesi-
dad de atención médica urgente se autorizará el establecimiento de priorida-
des para el tratamiento.

9.2 Cuando las circunstancias lo permitan, se acordará una suspensión del


fuego, o cualquier otro tipo de arreglo local, para permitir la búsqueda e
identificación de personas heridas, enfermas o dejadas por muertas en el
campo de batalla y hacer posible su reunión, remoción, intercambio y trans-
porte.

9.3 La fuerza de las Naciones Unidas no atacará establecimientos médicos o


unidades médicas móviles. Estas entidades gozarán en todo momento de
respeto y protección, a menos que se las utilice, al margen de sus fines
humanitarios, para atacar o de cualquier otra forma cometer actos perjudicia-
les

9.4 La fuerza de las Naciones Unidas respetará y protegerá en todas las


circunstancias al personal médico que realice exclusivamente actividades de
búsqueda, transporte o tratamiento de heridos o enfermos, y también al
personal religioso.

98
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

9.5 La fuerza de las Naciones Unidas respetará y protegerá el transporte de


heridos o enfermos, o de equipo médico, de la misma forma que las unidades
médicas móviles.

9.6 La fuerza de las Naciones Unidas no aplicará medidas de represalia con-


tra los heridos, los enfermos o el personal, los establecimientos o el equipo
protegidos en virtud de lo dispuesto en la presente sección.

9.7 La fuerza de las Naciones Unidas respetará en todas las circunstancias


los emblemas de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Estos emblemas sólo
se podrán utilizar para indicar o proteger unidades, establecimientos, perso-
nal y Materiales médicos. Se prohíbe cualquier uso indebido de los emble-
mas de la Cruz Roja o de la Media Luna Roja.

9.8 La fuerza de las Naciones Unidas respetará el derecho de las familias de


conocer el paradero de sus familiares enfermos, heridos y fallecidos. A tal fin,
la fuerza facilitará la labor del Organismo Central de Localización del CICR.

9.9 La fuerza de las Naciones Unidas facilitará la labor de las operaciones de


socorro que sean de carácter humanitario e imparciales, y que se realicen sin
aplicar ninguna distinción perjudicial, y respetarán al personal, los vehícu-
los y los locales utilizados en esas operaciones.

Sección 10

Entrada en vigor

El presente boletín entrará en vigor el 12 de agosto de 1999.

(Firmado) Kofi A. Annan

Secretario General

99
100
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

ANEXO 3

PARTICIPACIÓN DE CHILE EN LAS


OPERACIONES DE MANTENIMIENTO
DE LA PAZ

Su primera participación se remonta al año 1932 cuando, en conjunto


con otros seis países americanos, organizan la llamada Comisión Neutral
para observar el cese del fuego alcanzado entre Bolivia y Paraguay, produc-
to de la denominada Guerra del Chaco.

En 1942, se participa en el grupo de países garantes en el conflicto


entre Ecuador y Perú, en la denominada Cordillera del Cóndor, grupo que se
debe reactivar en 1995 al reiniciarse este conflicto regional, manteniéndose
por cuatro años, hasta 1999, un grupo de Observadores Militares en el terre-
no.

Esta participación en iniciativas en el ámbito regional, se ha verifica-


do también en las Misiones de Observadores de la Organización de Estados
Americanos a El Salvador y Honduras, participándose además en la Opera-
ción de Desminado en Nicaragua. Actualmente el Ejército mantiene un grupo
de asesores en la Operación de Desminado Humanitario que se encuentra en
desarrollo en Ecuador.

Desde la creación de la Organización de las Naciones Unidas, los


países latinoamericanos han tenido una destacada participación en las Ope-
raciones de Mantenimiento de la Paz en el ámbito de esta organización,
acorde con su realidad y capacidades.

En este sentido, los países ubicados más al sur de Latinoamérica


como parte de su compromiso con la comunidad internacional, han manteni-
do una presencia importante, resaltando por los esfuerzos desarrollados en
procura de la paz mundial, especialmente Argentina, Brasil, Bolivia, Chile,
Perú y Uruguay.

En el caso específico de Chile, su participación se remonta al año


1949, cuando se envía el primer grupo de observadores al conflicto de Ca-
chemira entre India y Pakistán. Hasta la fecha Chile ha mantenido en forma
ininterrumpida su presencia en UNMOGIP.

A partir de 1967 se han enviado en forma permanente observadores


Militares al Medio Oriente, participando en UNTSO, como también desde el
año 2000, Oficiales de Enlace a UNMIK en Kosovo.

101
Cristián Le Dantec Gallardo

En lo referido a contingentes de tropas, se ha participado con contin-


gentes en los conflictos en Irak, UNIKOM, en Camboya, APRONUC y ac-
tualmente se mantiene una Unidad de helicópteros en UNTAET, Timor Orien-
tal.

También se apoyó desde 1997 con una Unidad de 5 helicópteros a la


Comisión Especial de Naciones Unidas para Irak, UNSCOM.

Finalmente, nuestra policía ha participado en las Misiones en Centro


América y participa desde 1997 en UNMIBH, Bosnia Herzegovina, habiendo
cumplido también funciones en UNMIK, Kosovo.

Junto a lo anterior, el 11 de Noviembre de 1999 el Gobierno de Chile


adhirió al acuerdo de fuerzas de reserva, firmando el Memorando de Enten-
dimiento por el cual se compromete a mantener operacionales y a disposi-
ción de las Naciones Unidas medios terrestres, navales y aéreos, junto con
policías y expertos civiles.

102
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

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103
Cristián Le Dantec Gallardo

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104
Participación en operaciones de paz, consecuencias y la soberanía

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106
ANÁLISIS DEL MARCO LEGAL Y SUS
CONSECUENCIAS JURÍDICAS APLICA-
BLE A LAS OPERACIONES DE PAZ EN
QUE CHILE PARTICIPA

Guillermo Abarca Ugarte

107
108
ÍNDICE Página

Introducción .......................................................................................................113
1.- Finalidad de la Tesis
2.- Hipótesis del Trabajo
3.- Objetivos Generales y Específicos
4.- Marco Teórico de la Tesis
4.1. En materia de Relaciones Internacionales
4.2 En materia de Instituciones y Normativa de
Derecho Internacional Público
4.3. En materia de Derecho Público Interno

Aspectos preliminares .....................................................................................120


“El Escenario Internacional en que nos encontramos
inmersos”
1.- Cambios acaecidos con posterioridad a 1989
2.- La vigencia del Estado-Nación
3.- Panorama de cara al nuevo Siglo que se inicia
3.1. Diversificación de los actores de la Seguridad Internacio
nal
3.2. Modificación de los conceptos de Seguridad Internacio
nal
3.3. El Estado como regulador y articulador del proceso de
Globalización
3.4. Desarrollo de Regímenes de Gobernabilidad Global
3.5. Una mayor demanda sobre las Operaciones de Paz de la
Organización de Naciones Unidas

Capítulo I: El Derecho Internacional Humanitario y el uso de ...................127


la Fuerza en la Carta de las Naciones Unidas.
1.- La Persona Humana como Sujeto de Derecho Internacional
2.- El Derecho Internacional Humanitario
2.1. Hitos en la Evolución y Consolidación del Derecho Inter
nacional Humanitario
-Derecho de La Haya y de Ginebra
-Los Convenios de Ginebra de 1949
-Los Protocolos Adicionales a los Convenios de Ginebra de
1949
2. 2. El Derecho Internacional Humanitario y las Operaciones
de Mantenimiento de la Paz
3.- El uso de la Fuerza en el marco de la Carta de Naciones
Unidas
109
Capítulo II: Fundamentos Normativos de las Operaciones de ...................139
Paz en que actualmente toma parte Chile.
I.- Fuentes Normativas Externas o Internacionales de las Ope-
raciones de Paz
1.- La Carta de Naciones Unidas
2.- Normativa Jurídica Transitoria
2.1. Resolución del Consejo de Seguridad
2.2. Términos de Referencia
2.3. Status de la Fuerza
2.4. Reglas de Enfrentamiento
2.5. Directrices para la Misión
II.- Fuentes Normativas Internas o Nacionales de las Opera-
ciones de Paz
1.- La Constitución Política de 1980
2.- La Ley N° 19.067 de 1991
3.- El Código de Justicia Militar
4.- Normativa que integra la denominada “Política Nacional
para la Participación del Estado de Chile en Operaciones
de Paz”
4.1. Decreto Supremo N° 94 de 1996
4.2. Decreto Supremo N° 68 de 1999
¨Criterios Generales
¨Criterios Político-Estratégicos
¨Criterios Operativos
¨Criterios Gubernativos y Administrativos
Diagrama de flujo de la Toma de Decisiones para la Participa-
ción de Fuerzas Chilenas en Operaciones de Mantenimiento
de la Paz
Capítulo III: Otros aspectos normativos a tener en considera-
ción en las Operaciones de Paz en que actualmente toman ...................187
parte las Fuerzas Armadas de Chile y la Jurisdicción Penal
Internacional.
1.- Normativa aplicable al contingente chileno que integra una
Operación de Paz
1.1. Finalidad del Instructivo
1.2. Comisión de Delitos u otras conductas que se indican
1.3. Principios Generales que informan los Procedimientos
1.4. Normativa Procedimental en caso de falta, delito u otras
conductas
1.5. Trámites posteriores a la repatriación de un miembro de un
Contingente

110
2.- La Jurisdicción Penal Internacional
2.1. El Funcionamiento de Tribunales Internacionales Huma-
nitarios
2.2. Algunas breves líneas en torno a la Corte Penal Interna
cional
2.3. Competencia de los Tribunales Internacionales para la ex
Yugoslavia y Ruanda
A.- Estatuto del Tribunal para la ex Yugoslavia
A.1. Actual tramitación ante el Tribunal Internacional para la
ex Yugoslavia
B.- Estatuto del Tribunal para Ruanda
B.1. Actual tramitación ante el Tribunal Internacional para
Ruanda
Conclusiones y proposiciones
1.- Conclusiones
2.- Proposiciones .........................................................................207
Anexos a la tesis
I.- Entrevistas a personeros vinculados al tema de las Opera-
ciones de Paz
1.Entrevista Sra. Ministra de Defensa Nacional
................................................................................................215
2.Entrevista Sr. Jefe Departamento de Operaciones de Paz del
Estado Mayor de la Defensa Nacional
3.Entrevista Sr. Auditor del Estado Mayor de la Defensa Na-
cional
4.Entrevista Sr. Subdirector de Política Especial para las áreas
de Mantenimiento de Paz y Desarme de la Cancillería
II.- Algunos textos legales de interés
1.La Carta de Naciones Unidas
2.Texto de la Ley N° 19.067 de 1991
3.Texto de los Decretos Supremos que fijan la “Política Nacio-
nal para la participación del Estado de Chile en Operacio-
nes de Mantenimiento de Paz
3.1. Decreto Supremo N° 94 de 1996, del Ministerio de Defensa
Nacional 221
3.2. Decreto Supremo N° 68 de 1999, del Ministerio de Defensa
Nacional 224
4.Estatutos de los Tribunales Internacionales para la ex Yu-
goslavia y Ruanda

111
III.- Participación de nuestras Fuerzas Armadas en Operacio-
nes de Paz
-Ejército de Chile
-Armada de Chile
-Fuerza Aérea de Chile

Bibliografía.........................................................................................................297

112
112
INTRODUCCIÓN

1.- FINALIDAD DE LA TESIS

En el mundo globalizado en que vivimos, de cara al S. XXI, un objeti-


vo central que debe estar al centro de las preocupaciones de los Estados es
su creciente y progresiva responsabilidad con la humanización de la Socie-
dad, sobre todo en este nuevo escenario mundial, donde los conflictos,
como tendremos oportunidad de apreciar en lo sucesivo, se han desplazado
de una sede interestatal a otra de carácter intraestatal.
En este contexto, es un imperativo ético de las naciones asumir su
compromiso de hacer prevalecer ciertos principios de convivencia para que
predomine la paz y la seguridad entre los seres humanos. Los conflictos,
cualesquiera sea su dimensión, conllevan no sólo inestabilidad a nivel regio-
nal y local, sino que también ponen en riesgo la seguridad mundial, trayen-
do, de paso, sufrimiento y angustia para la población que los sufre. Es aquí
donde las Operaciones de Mantenimiento de la Paz cobran su eminente
dimensión humanitaria, en orden a contribuir al cese de las hostilidades y al
restablecimiento de la convivencia civilizada.1
En este apretado marco descriptivo es donde se inserta la modesta
contribución que el tesista pretende aportar en el tema de las “Operaciones
de Paz”, ya que tan importante como explicar su razón de ser, resulta conocer
el sustrato legal que faculta a nuestro país, y dentro de él, a sus Fuerzas
Armadas, para tomar parte en ellas, con estricto apego a la normativa que las
rige, tanto de índole nacional como internacional.
Es un hecho innegable que Chile ha cooperado en la mantención de
la paz en el mundo, incluso con antelación a la creación de la Organización
de Naciones Unidas. Ejemplo palpable de esto lo constituye la participación
de nuestro país en la Comisión Neutral del Chaco Boreal, constituida en
1935, con posterioridad al conflicto internacional que enfrentó bélicamente
a Bolivia y Paraguay, y que integraron también oficiales de los ejércitos de
Argentina, Brasil, Estados Unidos, Perú y Uruguay. Con posterioridad a la
creación del referido Organismo Internacional, Chile tomó parte, desde el
comienzo, en importantes misiones de mantención de paz, cooperando, en
una primera instancia, con observadores desplegados en diversos puntos
del planeta como, por ejemplo, en el conflicto indo-pakistaní y en el de Me-
dio Oriente.

1 Para los efectos del desarrollo de este trabajo, se usarán como sinónimos las expresiones
“Operaciones de Paz” y “Misiones de Paz”.

113
En la actualidad, y después de numerosos cambios cualitativos expe-
rimentados por las misiones de paz, como lo veremos en el cuerpo de esta
tesis, Chile proporciona miembros de sus Fuerzas Armadas a importantes
misiones de paz, desplegadas en escenarios estratégicamente importantes.
Bástenos recordar que el reciente envío de un numeroso contingente de
nuestro Ejército hacia Haití, formando parte de una misión internacional
compuesta también por fuerzas de Canadá, Estados Unidos y Francia, cons-
tituye una realidad de palpable inserción de Chile en el mundo, de cara a la
cooperación con la mantención de la paz en el orbe.
En este orden de ideas, y como ya lo reseñáramos, se presenta como
un problema de interés innegable el desarrollar la legislación que sirve de
sustento a nuestra participación en los escenarios internacionales. No basta
con señalar, en forma superficial, que ésta sólo se fundamenta en la normati-
va de la Carta de Naciones Unidas, toda vez que ello sería sostener una
verdad parcial. Así, junto al articulado de este tratado internacional, las
disposiciones de Derecho Interno cobran singular importancia a la hora de
hacer un recuento del marco legislativo operante en el tema.
Junto con definir lo que se entiende, en nuestro medio, por Operación
de Paz, conceptualizada como: «todo despliegue internacional de medios
civiles o militares y de orden y seguridad pública que, bajo el mando y
control de las Naciones Unidas o de un Estado o mando expresamente desig-
nado y autorizado por ésta, tiene por objeto directo contribuir a la consoli-
dación de un cese de hostilidades», nuestro país, poco a poco, ha comenza-
do a construir un entramado normativo cada vez más complejo, de modo de
sostener adecuadamente nuestra contribución con fuerzas para operacio-
nes de paz. Este conjunto de normas contempló la promulgación de un docu-
mento titulado «Política Nacional para la Participación del Estado Chileno
en Operaciones de Paz», que constituye una verdadera Declaración de Prin-
cipios del Estado de Chile en torno al tema y que, en una primera versión, vio
la luz en el año 1996, siendo complementado posteriormente en el año 1999.
Junto a esta Política Nacional, comenzaron a tomar vida algunos organismos
de apoyo, asesoramiento e instrucción en el área de las operaciones de paz
que, conforme pasa el tiempo, adquieren cada vez mayor importancia y
protagonismo.
La legislación precedente debe ser necesariamente complementada
por otra normativa vigente, de anterior data, que regula aspectos tan diver-
sos como la salida de tropas chilenas al extranjero como aquella que se
ocupa de determinar las disposiciones aplicables al contingente nacional
que se desempeña en territorio foráneo.

114
Siguiendo los términos del prestigioso ensayo de Humberto Eco,
«Cómo se hace una Tesis», calificamos este trabajo de «monográfico», en el
entendido que está destinado a tratar un solo tema o área de investigación,
a diferencia de las tesis «panorámicas», en donde el autor pretende abordar
cuestiones sumamente amplias, de difícil delimitación temática. Esto último
es perfectamente posible que ocurra en esta área de las Operaciones de Paz,
atendido que el tema, por la amplitud de sus diversas aristas, puede ser
tratado bajo un sinnúmero de perspectivas posibles. Este tesista quiso es-
coger un área vinculada a su profesión, esto es, la legal, y dentro de ella, la
que se relacionaba con el marco legislativo aplicable al área de las misiones
de paz en que nuestras Fuerzas Armadas toman parte.
Finalmente, en cuanto al tipo de Investigación desarrollada, siguien-
do en este punto a los autores Hernández, Fernández y Baptista, en su texto
«Metodología de la Investigación», creo que es factible situarla tanto en los
términos de las vertientes Descriptiva y, a la vez, Correlacional. Lo descrip-
tivo de este estudio es fácilmente detectable, al notar que este autor ha
pretendido especificar y describir las normativas involucradas, tanto de ori-
gen externo como interno. A su vez, la parte correlacional del trabajo la
encontramos al momento de determinar las eventuales relaciones existentes
entre sus distintos componentes como, también, al efectuar el diagnóstico
del problema, de cara a señalar si la hipótesis planteada se verifica o se omite.

2.- HIPÓTESIS DEL TRABAJO

Fruto de lo señalado en el acápite anterior, nos abocaremos, en primer


lugar, a comprobar si nuestras Fuerzas Armadas están, en estricto rigor,
facultadas por la Constitución Política de 1980 para participar en operacio-
nes de paz, cumpliendo con ello una función distinta de aquellas que histó-
ricamente les ha correspondido desarrollar, al interior de nuestras fronteras.
Comprobar esta proposición, a juicio de este tesista, es clave, ya que de ello
depende, en forma necesaria, la legitimidad del resto de la legislación interna
que nuestro país se ha dado en relación con el tema de las misiones de paz.
Esta tarea, en cierta forma, nos demandará efectuar el análisis de rigor de la
disposición número 90 de la Carta Fundamental de 1980, que consigna expre-
samente la misión constitucional que nuestro ordenamiento jurídico ha con-
ferido a sus Fuerzas Armadas.
Nuestra segunda hipótesis está dirigida a analizar si la normativa que
Chile se ha dado en el tema de las Operaciones de Paz, que ha ido cobrando
vida a medida que el país ha intensificado su participación, constituye un
marco adecuado para sustentar la actividad de nuestras Fuerzas Armadas en
esa área.

115
3.- OBJETIVOS GENERALES Y ESPECÍFICOS

El Objetivo General de esta tesis está dirigido a determinar el Marco


Jurídico aplicable a las Operaciones de Paz en que nuestras Fuerzas Arma-
das toman parte en la actualidad, y las consecuencias que de ello se deriven.
Implica determinar tanto la normativa internacional que las rige, que está
dada primordialmente por la Carta de Naciones Unidas, como aquella de
origen interno, que es aplicable al momento de desplegar fuerzas nacionales
en territorio extranjero.
Por su parte, nuestros Objetivos Específicos estarán encaminados a
abordar los siguientes puntos de interés:
< Determinar posibles incongruencias y aspectos que debieran ser
objeto de normativa expresa en nuestro país, efectuando las proposi-
ciones de rigor;
< Establecer la normativa aplicable al personal nacional que integra una
misión de paz en territorio extranjero;
< Determinar la existencia de Jurisprudencia Internacional aplicable a
fuerzas nacionales que hayan tomado parte en misiones de paz.

4.- MARCO TEÓRICO DE LA TESIS

Sin perjuicio que en los Aspectos Preliminares, tomados de nuestros


dos Libros de la Defensa Nacional de Chile, se aporta un panorama mundial
vinculado directamente con la disciplina de las Relaciones Internacionales,
dos son las grandes vertientes que conforman el Marco Teórico de este
trabajo: por una parte, Instituciones y Normativa propia del Derecho Inter-
nacional Público, y, por la otra, disposiciones de Derecho Público Interno.

4.1.- EN MATERIA DE RELACIONES INTERNACIONALES

Brevemente se dará un vistazo al panorama internacional resultante


con motivo del término de la Guerra Fría, ocasionado por la caída de uno de
los dos actores fundamentales del régimen bipolar existente hasta ese en-
tonces: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Este acontecimiento,
situado temporalmente hacia 1989, se tradujo en, a lo menos, tres cambios
significativos: el colapso de ciertos regímenes, vinculados a la ideología
comunista, que supuso el fin de ciertas cosmovisiones como opción políti-
ca; la modificación del balance cuantitativo y cualitativo de fuerzas entre las
potencias estratégicas (Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialis-
tas Soviéticas), que produjo una situación de «uni o monopolaridad», al
predominar en el escenario mundial actual los Estados Unidos como única y

116
absoluta potencia hegemónica; y, en tercer lugar, el surgimiento de nuevos
procesos internacionales, entre los cuales, el más notorio es el de la
Globalización.2
La caída del gigante soviético, y con ello, del principal foco de difu-
sión ideológica del régimen comunista, hizo pensar equivocadamente a mu-
chos analistas y expertos en materia internacional, que los conflictos entre
las naciones desaparecían de la faz de la tierra, al desmoronarse el principal
representante de las naciones del llamado «Bloque del Este u Oriental».
Gran parte de los conflictos que se producían entre las naciones de la órbita
soviética y las del mundo occidental, fueron reemplazados, en la pasada
década de los noventa, por cruentos enfrentamientos en diferentes puntos
del planeta, caracterizados por una circunstancia común a casi todos ellos:
los protagonistas del conflicto no eran naciones; muy por el contrario, eran
personas o grupos étnicos que se enfrentaban al interior de sus propios
países, dejando una secuela de muerte y destrucción terrible. Este nuevo
foco de conflicto repercutió necesariamente en la problemática de las Opera-
ciones de Paz, puesto que Naciones Unidas debió generar un sinnúmero de
misiones destinadas a actuar en estos escenarios emergentes.
Por otra parte, no obstante que, al comenzar este Siglo XXI, la carac-
terística más importante del sistema internacional es la consolidación del
proceso de Globalización, queda claro que el Estado-Nación, pese a no de-
tentar el ejercicio monopólico de la política internacional, mantiene, a nues-
tro entender, los caracteres necesarios para seguir siendo un actor trascen-
dente en el contexto de las Relaciones Internacionales.

4.2.- EN MATERIA DE INSTITUCIONES Y NORMATIVA DE DERECHO


INTERNACIONAL PÚBLICO

En virtud de que toda Operación de Paz se desenvuelve en escena-


rios de conflicto y enfrentamiento entre naciones o personas de una misma
bandera, especial importancia cobra el llamado «Derecho Internacional
Humanitario», como rama del Derecho Internacional Público, cuya normati-
va se ocupa específicamente de los conflictos armados, buscando limitar,
por motivos humanitarios, el derecho de los beligerantes a elegir los méto-
dos y medios de lucha, protegiendo, de paso, a las personas y bienes afec-

2 Nuestro Libro de la Defensa Nacional de Chile, en su primera versión de 1997, define a la


Globalización señalando que es un «Fenómeno de interacciones supraestatales, sustentado en
el desarrollo de sistemas de comunicaciones e intereses transnacionales de las personas o
grupos, que crean un nuevo entorno internacional, incidiendo de alguna forma en el ejercicio
de la soberanía de los Estados. Se presenta principalmente en los planos cultural, económico
y político. Este proceso, junto con ofrecer oportunidades por explotar, puede también ser
fuente de nuevos riesgos y amenazas».

117
tados o que puedan verse afectados por el conflicto. En este sentido, abor-
daremos someramente, en nuestro Capítulo I, su concepto, fuentes y aplica-
ción en el caso de despliegue de una misión de paz.
También desarrollaremos contenidos propios del Derecho Interna-
cional Público cuando nos ocupemos de explicitar la normativa internacional
aplicable a las Operaciones de Paz en que Chile participa, consagrada tanto
en la Carta de las Naciones Unidas, como en sus Propósitos y Principios.
Convengamos en señalar que entendemos por esta rama del Derecho Inter-
nacional aquella que, conformada por un conjunto de normas y principios,
se ocupa de regular los derechos y deberes de los sujetos que conforman la
Comunidad Internacional. Si partimos de la base que la finalidad primigenia
del referido tratado internacional fue crear un instrumento jurídico destinado
a generar las condiciones para la mantención de la paz y seguridad entre las
naciones, obviamente su normativa es propia de la precitada rama del Dere-
cho.
A su vez, nos ocuparemos de desarrollar ciertos aspectos vinculados
al surgimiento del llamado Tribunal Penal Internacional, cuya normativa se
encuentra vigente desde mediados del año 2002. Al mismo tiempo, aborda-
remos la competencia de dos Tribunales Internacionales, creados durante la
pasada década por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, para
juzgar graves violaciones a los derechos humanos, acaecidas en el territorio
de la ex Yugoslavia y en Ruanda.

4.3.- EN MATERIA DE DERECHO PÚBLICO INTERNO

Como parte del desarrollo de una de las Hipótesis de este trabajo, nos
detendremos a analizar el marco jurídico-constitucional que sustenta la par-
ticipación de nuestras Fuerzas Armadas en Operaciones de Paz. Con esta
finalidad, y como lo señaláramos precedentemente, comprobaremos si esa
participación se encuentra jurídicamente contemplada en los presupuestos
constitucionales de las disposiciones que se ocupan del tema.
Junto a las disposiciones de la Constitución de 1980, nos ocupare-
mos de reseñar y analizar las demás disposiciones que guardan relación con
el área. En este sentido, la restante legislación presenta diferente status
jerárquico, contemplándose normas de rango propiamente legal como otras
que integran las llamadas disposiciones de la Potestad Reglamentaria del
Ejecutivo.
Dentro de las primeras, encontramos, por ejemplo, la normativa de los
Códigos de Justicia Militar y Orgánico de Tribunales que, interpretados en

118
su conjunto, permiten determinar la legislación aplicable al personal de nues-
tras Fuerzas Armadas que, integrando una misión de paz, se trasladan a
suelo foráneo. Esta normativa encuentra, a su vez, complemento en otras
normas internacionales dictadas expresamente para ser aplicadas con oca-
sión de las misiones de paz. A ello debemos necesariamente agregar el
articulado de la Ley N° 19.067, de 1991, que se ocupó de regular
legislativamente la entrada de tropas extranjeras en el territorio de la Repúbli-
ca y la salida de tropas nacionales fuera de él.
En lo que dice relación con la legislación emanada de la Potestad
Reglamentaria del Ejecutivo, es del caso consignar que la ya nombrada «Po-
lítica Nacional para la Participación del Estado de Chile en Operaciones de
Paz» se ha consagrado históricamente en dos Decretos Supremos, emana-
dos de la cartera de Defensa Nacional. Esta Política, no obstante contenerse
en cuerpos normativos de rango inferior a una ley, presenta un innegable
valor, tanto en el ámbito conceptual como operativo, debido a que define los
Criterios Político-Estratégicos, Operativos, Gubernativos y Administrativos
involucrados en una determinación nacional de concurrir a tomar parte en
una determinada misión de paz. Al mismo tiempo, señala las tareas que se
encuentran permitidas y vedadas a nuestras fuerzas como, también, el papel
que le compete a los Ministerios de Defensa Nacional y Relaciones Exterio-
res, como órganos asesores del Presidente de la República, respecto de la
decisión final que éste adopte.

119
Guillermo Abarca Ugarte

ASPECTOS PRELIMINARES: EL ESCENARIO INTERNACIONAL


EN QUE NOS ENCONTRAMOS INMERSOS3

1.- CAMBIOS ACAECIDOS CON POSTERIORIDAD A 1989

En 1989 terminó la Guerra Fría, como lo adelantáramos en el Marco


Teórico, este hecho se tradujo en, a lo menos, tres cambios significativos:
primero, el colapso de ciertos regímenes, que supuso el fin de ciertas
cosmovisiones como opción política; segundo, la modificación del balance
cuantitativo y cualitativo de fuerzas entre las potencias estratégicas, que
produjo una situación caracterizada como unipolar; y, tercero, el surgimiento
de nuevos procesos internacionales, entre los cuales el más notorio es,
quizás, el de la Globalización. Generalmente, se acepta la idea que ésta empie-
za con la caída del Muro de Berlín, en 1989, seguida del desmembramiento de
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, con lo que terminó la llamada
Guerra Fría o «el equilibrio del terror», entre los Estados Unidos de América
y la Unión Soviética.
En relación con la globalización, existe la tendencia a concebirla en
términos de obsolescencia de identidades nacionales, comunión de propó-
sitos entre los países y, por lo mismo, una suerte de igualdad universal.
Frente a esta tendencia, se postula un concepto más realista del fenómeno y
se entiende que, no obstante su nombre, la globalización no erradica la
diversidad nacional, tampoco implica uniformidad de posiciones y propósi-
tos entre los Estados, ni que las diversas formas de integración que supone
sean plenamente armoniosas. Precisamente por esto, los países adoptan
estrategias multilaterales, con fórmulas de asociación distintas para cada
caso.
A mayor abundamiento, algunos estudiosos la ven como una ten-
dencia, y no como un proceso dirigido por alguien, con propósitos bien
definidos, por lo que no cabe responsabilizarla de los males o beneficios que
se logran como consecuencia de la realidad actual. La mayoría de la activi-
dad económica y cultural sigue teniendo lugar dentro de los Estados Nacio-
nales o, incluso, en unidades mucho menores. Desde la perspectiva pura-
mente económica, la Globalización es un proceso expansivo que ha ido limi-
tando la opción en la toma de decisiones de los Estados. Desde la perspec-
tiva social, ha acentuado el proceso de polarización socioeconómica entre
los países, aunque ha permitido que algunos en vías de desarrollo dinamicen
su economía acrecentando su riqueza.4

3 Las orientaciones y los lineamientos de este Capítulo I fueron tomados íntegramente de nuestro
«Libro de la Defensa Nacional de Chile», en sus dos versiones, 1997 y 2002, Edición del
Ministerio de Defensa Nacional, Santiago de Chile.
4 Le Dantec Gallardo, Francisco, «El Regionalismo Abierto», artículo publicado en la revista
Política y Estrategia de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE),
Santiago de Chile, N° 86, 2002, pág. 66.

120
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

La Globalización tampoco es un proceso homogéneo en todos los


ámbitos de las relaciones internacionales. Por el contrario, se trata de un
proceso desigual que presenta fragmentaciones. Los fenómenos que se dan
en el campo económico, por ejemplo, como la universalización de los merca-
dos, no tienen exacta correspondencia en el campo de la defensa. Es decir,
no existe necesariamente una correlación automática entre procesos de
complementación e integración económica, por un lado, y superación de
riesgos y amenazas, por el otro. Puede, por tanto, ocurrir que aumenten las
incertidumbres, y que las propias relaciones económicas produzcan friccio-
nes que den origen a disputas y crisis internacionales.

2.- LA VIGENCIA DEL ESTADO-NACIÓN

En su largo desarrollo, y especialmente durante el siglo XX, el Esta-


do-Nación ha debido adaptarse a un sistema internacional cada vez más
complejo e interdependiente, y expuesto a una serie de cambios. En relación
a la Interdependencia, se la ha identificado como los efectos recíprocos
entre países o actores de diferentes países, en la forma de intercambios
internacionales, flujos de bienes, personas o intereses que trasponen las
fronteras nacionales. Junto a este fenómeno, algunos autores, como los
prestigiosos Keohane y Nye, han visto surgir otro concepto, el de la
Transnacionalización, que definen como el movimiento de ítemes tangibles e
intangibles a través de las fronteras estatales, cuando al menos un actor no
es agente de gobierno o de una organización intergubernamental.
Pese a que esto implica una multitud de actores internacionales e
interacciones de diverso grado y contenido, tanto con otros actores guber-
namentales como con no gubernamentales, el Estado-Nación es, y seguirá
siendo en un futuro avizorable, la unidad básica y central del orden interna-
cional. Ello, en atención a que el Estado ofrece totalidad frente a la fragmen-
tación y representa, a la vez, una identidad nacional única, que en muchos
casos se sitúa incluso por encima de las diferencias étnicas que admite en su
seno.
Por consiguiente, resulta necesario preservar la identidad nacional e iden-
tificar aquellos elementos de cambio en el sistema internacional que pueden
tener un impacto sobre ella y, por lo tanto, afectar el marco general que sirve de
referencia a la política de defensa. Esto exige que el Estado disponga de la
capacidad para analizar los nuevos fenómenos internacionales, sin dejar de
considerar el papel de las organizaciones internacionales en tanto entidades
promotoras, protectoras o garantes de determinados valores y propósitos.

121
Guillermo Abarca Ugarte

Es preciso considerar que, en un contexto internacional como el que


se ha ido perfilando, donde el Estado-Nación persiste como pieza central,
subsisten algunas de las hipótesis tradicionales de conflicto y que, por lo
mismo, la situación geográfica relativa, junto con los intereses nacionales ya
descritos, seguirá siendo, en general para todos los países, y en particular
para Chile, una referencia importante para sus políticas de defensa.
Configurado un sistema internacional cada vez más interdependiente,
en el que el Estado subsiste como actor central recibiendo del mismo presio-
nes y beneficios, surgen para los distintos países necesidades de influir y
participar en la toma de decisiones internacional, y responsabilidades hacia
la comunidad mundial. En materia de seguridad, la organización de las Nacio-
nes Unidas, creadas hacia 1945, es el principal canal a través del cual aque-
llas necesidades y responsabilidades se materializan.

3.- PANORAMA DE CARA AL NUEVO SIGLO QUE SE INICIA

Al iniciarse el siglo XXI la característica más importante del sistema


internacional es la consolidación del proceso de Globalización, que en los
últimos años ha comenzado a introducir modificaciones políticas y estratégi-
cas de carácter cualitativo. Nuestro Libro de la Defensa Nacional de Chile, en
su versión 2002, destaca, en este orden de ideas, las siguientes transforma-
ciones:

3.1.- DIVERSIFICACIÓN DE LOS ACTORES DE LA SEGURIDAD


INTERNACIONAL

La globalización ha diversificado el tipo de actores del sistema inter-


nacional, antes limitado a los estados. La transnacionalización y globalización
de la economía, y el consecuente incremento de las transacciones de perso-
nas, bienes e información, han creado las condiciones para que las empre-
sas, organizaciones no gubernamentales animadas por los más diversos
propósitos, e incluso las personas, se hayan consolidado como sujetos con
una creciente capacidad de acción en las esferas internacionales, cuestión
que tiene consecuencias en el ámbito de la seguridad y de la Defensa.

a) Los Agentes Económicos

La consolidación de mercados que operan globalmente ha


permitido a diversos agentes económicos, particularmente a
las empresas, adoptar decisiones de manera relativamente
autónoma, y en tiempo real, que inciden directamente en el

122
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

sistema internacional. Entre otros efectos, la globalización


económica ha estimulado la desregulación de las relaciones
económicas internacionales, lo que se ha traducido en un im-
pulso a los procesos de integración. Estos procesos, a su vez,
han estimulado un incremento de la cooperación entre los
estados involucrados en diferentes ámbitos de actividad —
incluido el de la Defensa—, introduciendo consecuentemente
cambios en las relaciones políticas entre ellos. Esta tendencia
se halla en casos como: los de América del Norte, de la Unión
Europea, de África del Sur, de América Central y de América
del Sur.

b)- La Sociedad Civil

Diversas expresiones de la sociedad civil, con distinto grado


de desarrollo orgánico, se han consolidado también como ac-
tores internacionales. Organizaciones No Gubernamentales
(ONG) preocupadas de variados temas han desarrollado ca-
pacidad para crear agendas políticas internacionales e influir
en la toma de decisiones de los estados, sea de manera formal,
a través de su participación en las instituciones internaciona-
les, o informal, mediante acciones directas. La actuación de
las ONG puede, asimismo, tener efectos directos e indirectos
en el ámbito de la seguridad internacional y la Defensa, ya sea
a nivel global como a nivel regional o nacional. Por ejemplo, el
rol de las ONG fue decisivo para la aprobación, en 1997, de la
Convención Sobre la Prohibición, Almacenamiento, Produc-
ción y Transferencia de Minas Antipersonal y Sobre su Des-
trucción.

3.2.- MODIFICACIÓN DE LOS CONCEPTOS DE SEGURIDAD IN-


TERNACIONAL

Los conceptos de seguridad internacional fueron construidos a par-


tir del hecho que, hasta hace unos años, el único actor con capacidad de
acción política real en el sistema internacional era el Estado. Con la consoli-
dación del proceso de globalización y el surgimiento de nuevos actores
internacionales, la concepción Estado-Céntrica de la seguridad internacio-
nal ha experimentado cambios en algunos de sus supuestos básicos: el
Estado ha dejado de ser el objeto exclusivo de seguridad; ahora existen
otros demandantes de seguridad que no son el Estado.

123
Guillermo Abarca Ugarte

De aquí que, desde hace un tiempo, la comunidad internacional haya


emprendido el esfuerzo de revisar los conceptos de seguridad internacional
y desarrollar nociones que se hagan cargo de nuevas realidades. En esta
línea se inscribe, por ejemplo, el debate en torno a la seguridad humana,
concepto inicialmente acuñado por el Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) en 1994.

3.3.- EL ESTADO COMO REGULADOR Y ARTICULADOR DEL PRO-


CESO DE GLOBALIZACIÓN

Es particularmente importante reivindicar y precisar la importancia


del Estado en el contexto de la globalización. Pese a que ya no tiene el
ejercicio monopólico de la política internacional, que su poder relativo ha
decrecido y que el uso de la fuerza ha disminuido como recurso para resolver
algunos tipos de conflicto en un marco de creciente interdependencia, el
Estado mantiene características fundamentales:
< Sigue siendo el único que tiene la capacidad de organizarse en fun-
ción de la representación democrática de la sociedad;
< Continúa siendo el único que puede instituir normas jurídicas, ya sea
directa o indirectamente a través de organizaciones internacionales;
del mismo modo, es en el Estado sobre quien descansa, en última
instancia, la eficacia de esas normas;
< Sigue siendo el único actor internacional dotado con capacidad para
hacer uso legítimo de la fuerza en los conflictos internacionales, sean
éstos inter o intraestatales;
< Continúa siendo el único actor que puede comprometer la vida de sus
miembros tras algunos de sus objetivos esenciales;
< Finalmente, continúa siendo el actor dotado de los mayores y más
complejos recursos de poder.

3.4.- DESARROLLO DE REGÍMENES DE GOBERNABILIDAD GLO-


BAL

Frente al nuevo escenario internacional que se ha ido conformando


durante los últimos años, los gobiernos han respondido con la reformulación
de los conceptos y prácticas que aplican en la política internacional, espe-
cialmente en el ámbito de la seguridad. Sin embargo, a medida que este
proceso se profundiza, han comenzado a perfilarse algunos tipos comunes
de respuesta: por ejemplo, la tendencia a favorecer una mayor cooperación
internacional, especialmente en el ámbito de las Naciones Unidas y de las
organizaciones regionales. Si esta tendencia es apoyada adecuadamente

124
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

por los estados puede contribuir a la seguridad internacional, incluso a pe-


sar de que a veces las asimetrías que se observan en las capacidades de los
estados interesados en la cooperación la tornan difícil.
En el ámbito interestatal del conflicto internacional, en el marco de la
llamada “agenda tradicional”, las instituciones internacionales de carácter
cooperativo se han ido consolidando como herramientas eficaces para enca-
rarla. Los ejemplos que señalan esta tendencia son numerosos, pero de
manera especial destacan los acuerdos estratégicos entre Rusia, Estados
Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).5
En el caso de la “nueva agenda de seguridad”, compuesta por ele-
mentos en general derivados del proceso de globalización, ha ocurrido algo
similar. En efecto, si bien se trata de problemas de naturaleza diferente, en
general, se trata de amenazas de carácter no estatal y de alcance transnacional,
las respuestas más eficientes también han sido aquellas basadas en la
profundización de la cooperación internacional, lo que ha sido particular-
mente claro en el caso de la lucha internacional contra el terrorismo.
En resumen, el proceso de globalización ha tenido hasta ahora un
resultado aparentemente paradójico, ya que, por una parte, aunque ha resta-
do capacidad al Estado para el ejercicio monopólico de la política internacio-
nal, también ha fortalecido su papel en aquello en que sigue siendo un actor
único e irremplazable; y, por otra parte, pese a generar condiciones para la
aparición de “amenazas asimétricas”, ha igualmente reforzado la importancia
de los regímenes internacionales de cooperación en aquellas áreas en las
cuales la cooperación resulta de interés para los estados. Durante este perío-
do, parte importante de la política internacional continúa estando radicada
en la gestión estatal, pero los regímenes internacionales se han expandido
de manera relativamente proporcional al incremento de la globalización y de
una agenda internacional más compleja y diversa que requiere de coordina-
ción entre los gobiernos. De esa manera, los regímenes internacionales se
han comenzado a articular como instituciones mediante las cuales los esta-
dos intentan, con diferentes grados de éxito, dotar de gobernabilidad al
proceso de cambios en el escenario internacional.

3.5.- UNA MAYOR DEMANDA SOBRE LAS OPERACIONES DE PAZ


DE LA ORGANIZACIÓN DE NACIONES UNIDAS

La necesidad por cooperación internacional ha generado crecientes


demandas sobre la ONU para cumplir con la misión fundamental, de mante-

5 El 28 de mayo de 2002 se firmó la incorporación de Rusia al nuevo Consejo formado entre este país
y la OTAN.

125
Guillermo Abarca Ugarte

ner la paz en el mundo, que le otorga su Carta fundacional.


Durante medio siglo, la estructura de la ONU estuvo fundamental-
mente orientada a reaccionar frente a situaciones que requerían del manteni-
miento de la paz. Como tendremos oportunidad de apreciar durante el desa-
rrollo de este trabajo, particularmente a partir de la década de los 90, ha
debido iniciar una reforma de su organización para responder al incremento
de la demanda por operaciones orientadas a establecer o imponer la paz,
cuestión que supone capacidades políticas y militares diferentes, y eviden-
temente superiores. Esta reorientación ha exigido fortalecer la legitimidad de
las Naciones Unidas como la única institución aceptada por la comunidad
internacional para utilizar la fuerza en la resolución de los problemas de
seguridad internacionales bajo las normas descritas en su Carta fundacional.
Las nuevas demandas que se plantean al mecanismo de operaciones
de paz de la ONU requieren soluciones orgánicas y objetivos más comple-
jos, ya que suponen un tránsito desde operaciones militares de interposi-
ción entre partes beligerantes que han acordado la paz, o la verificación del
cese al fuego, que son relativamente simples, hacia operaciones de imposi-
ción de la paz con reglas de enfrentamiento distintas, y que, muchas veces,
consideran también el objetivo de construcción del Estado. La misma orga-
nización de la ONU, para mantener la paz y la seguridad internacionales se ha
hecho más compleja, hasta devenir una sofisticada y enorme red de toma de
decisiones políticas, político-estratégicas y estratégicas, así como de mane-
jo de crisis.
Desde hace casi tres lustros, los conflictos intraestatales con empleo
de la violencia han venido ocupando crecientes espacios en la agenda de la
Seguridad Internacional, hasta convertirse en uno de los temas críticos de la
post Guerra Fría. Y accesoriamente, también, en una cuestión sobre la cual se
han basado muchas críticas a la eficacia de la Organización de las Naciones
Unidas. No puede alegarse que la ONU haya permanecido inactiva frente al
aumento de estos conflictos. La aparición de diferentes desarrollos concep-
tuales y programas asociados a la Seguridad Humana, la flexibilización de las
tradicionales posturas de no-intervención, facilitando misiones de naturale-
za humanitaria, y la complejización de las operaciones de paz tradicionales,
entre otros ejemplos, demuestran los intentos del organismo internacional
por brindar respuestas al referido desafío.6

6 Bartolomé, Mariano César, «La Resolución de Conflictos Intraestatales en la Post Guerra


Fría», artículo publicado en la revista Política y Estrategia de la Academia Nacional de Estudios
Políticos y Estratégicos (ANEPE), Santiago de Chile, N° 89, 2003, pág. 9.

126
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

CAPÍTULO I

EL DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO Y EL USO DE


LA FUERZA EN LA CARTA DE LAS NACIONES UNIDAS

1.- LA PERSONA HUMANA COMO SUJETO DE DERECHO IN-


TERNACIONAL

Siendo el hombre el fin último al que se aplican todas las normas,


pareciera que sólo él pudiera tener la calidad de Sujeto de Derecho, también
en la vida internacional. Bástenos solamente recordar que la normativa que
regula las relaciones internacionales comenzó llamándose, en un primer mo-
mento, Derecho de Gentes o Ius Intergentium, término con el que solía deno-
minarlo su fundador, el célebre jurista español Francisco de Vitoria. Dicho
criterio se sustentaba en el hecho que las normas jurídicas, en último térmi-
no, estaban destinadas a la persona humana.
No podemos, sin embargo, desprendernos de la realidad y por ello
debemos también aceptar que, dado el sistema en que se desenvuelve la
Sociedad Internacional, ésta admite otras clases de entes, capaces de ser
depositarios de normas jurídicas.
Coincidamos en admitir que el Estado es y ha sido uno de los sujetos
comunes de estos últimos siglos, y ha desempeñado un papel esencial en el
desarrollo de la vida moderna. No podemos negar tampoco que, en nuestros
días, especialmente, diversas categorías de otros sujetos han entrado a ac-
tuar en la vida internacional con una importancia tan vital y de decisión
como la poseen los Estados. Nos referimos a determinadas Organizaciones
Internacionales y otras entidades de carácter no estatal que tienen activa
participación en la vida internacional. Junto a todas esas categorías de suje-
tos, el individuo, en determinadas circunstancias, asume un papel único y
especial, diferente e independiente, esto es, con personalidad propia inter-
nacional. Se transforma en un verdadero sujeto internacional, con derecho y
deberes que debe exigir y cumplir.7
A mayor abundamiento, los internacionalistas soviéticos admiten la
posibilidad que los individuos sean declarados responsables de delitos contra
el Derecho Internacional, como los crímenes de guerra, pero suelen negar
que tanto los individuos como las sociedades gocen de derechos interna-
cionales. Por su parte, la doctrina italiana suele sostener, con gran sutileza,
aunque sin motivos políticos especiales, que los individuos y sociedades
7 Gamboa Serazzi, Fernando, “Derecho Internacional Público”, Universidad Editorial de Talca,
1998, Capítulo VI, págs. 517 y ss.

127
Guillermo Abarca Ugarte

no son sujetos de Derecho Internacional. En los restantes países occidenta-


les, la doctrina y los Gobiernos suelen manifestarse partidarios del reconoci-
miento de cierta personalidad jurídica internacional a los individuos y socie-
dades, pero siempre atribuyen limitaciones a tal personalidad, en forma
incluso más restrictiva que con respecto a las organizaciones internaciona-
les.8
Por otro lado, han habido textos o instrumentos internacionales que
no han permitido la comparecencia de particulares como partes en contra de
Estados. Nos referimos, por ejemplo al Estatuto de la antigua Corte Perma-
nente de Justicia Internacional y al texto similar de la Corte Internacional de
Justicia de La Haya, instrumento en los cuales se niega toda la posibilidad a
los individuos. Solamente los Estados pueden ser parte en un juicio ante la
Corte.
En una realidad que nos afecta más cercanamente, nuestro país ratifi-
có en 1990 la Convención que crea la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, cuyo estatuto jurídico permite a cualquier persona natural o jurí-
dica, nacional o extranjera, residente o no residente, promover demanda
contra el Estado de Chile, si cumple con los requisitos que la propia Conven-
ción establece. Fundamentalmente, éstos dicen relación con el hecho que se
hayan agotado los recursos e instancias internas. Acaecido esto, el o los
perjudicados formulan su requerimiento ante la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, que, aceptando previamente la petición, debe procurar
buscar una solución a la controversia. Fracasada esta etapa, puede repre-
sentar al o los recurrentes ante la Corte Interamericana frente al Estado.9

2.- EL DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO

Con ocasión de las grandes tragedias provocadas por la inexplicable


actitud de grupos humanos en los pasados dos siglos, que han implicado
retrocesos absurdos del género humano, ha nacido con gran fuerza la defen-
sa por los Derechos Humanos, y también una nueva rama del Derecho Inter-
nacional Público, esto es, el Derecho Internacional Humanitario, que, a tra-
vés de su normativa busca soluciones o ayudas, y exige respetos, como
también sanciones, a aquellos individuos o grupos que provocan guerras o

8 También los Tribunales Arbitrales Mixtos que se han establecido después de finalizadas algunas
guerras han previsto la posibilidad que súbditos afectados de algunas de las potencias
exbeligerantes, puedan actuar frente a ellos contra el Estado presuntivamente culpable.
9 Cabe señalar que nuestro país sólo en 1990 ratificó la Convención Americana de 1978, aceptando
la competencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y de la referida Corte. En todo
caso, en lo que se refiere a la competencia de la Corte, se aceptó sólo respecto de casos acaecidos
con posterioridad a la ratificación del instrumento.

128
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

revoluciones desastrosas, con el desenlace de obligadas migraciones o la


tragedia de «depredaciones étnicas».10
De esta forma, Christophe Swinarski define al Derecho Internacional
Humanitario como: «el cuerpo de normas internacionales, de origen con-
vencional o consuetudinario, especialmente destinado a ser aplicado en los
conflictos armados, internacionales o no internacionales, y que limitan,
por razones humanitarias el derecho de las Partes en conflicto a elegir
libremente los métodos y los medios utilizados en la guerra, o que protege
a las personas y a los bienes afectados, o que pueden estar afectados, por el
conflicto».11
Por tanto, nos queda meridianamente claro que el objeto de sus nor-
mas es atenuar los efectos adversos, tanto sobre las personas como los
bienes necesarios para su subsistencia, derivados de las conflagraciones
bélicas, restringiendo y limitando la discrecionalidad de las partes en con-
flicto para utilizar cualquier tipo de método y medio de combate.
Formulando de inmediato la distinción con el concepto de los Dere-
chos Humanos, algunos autores estiman que el Derecho Internacional Hu-
manitario tiene una marcada diferencia con los Derechos Humanos. Así, el
primero es un derecho de excepción, de urgencia, que interviene en caso de
ruptura del orden jurídico internacional, mientras que los derechos huma-
nos, aunque algunos de ellos son irreparables en cualquiera circunstancia,
se aplican, sobre todo, en tiempo de paz.
A mayor abundamiento, la doctrina del tema coincide en señalar que
los principios básicos que informan a esta rama del Derecho, son los si-
guientes:
- Limitación, esto es, el derecho de los beligerantes, en un determina-
do conflicto armado, es limitado, al momento de ocasionar daño al
enemigo;
- Proporcionalidad, el uso de los medios y métodos de guerra no
debe ser excesivo, en relación con la ventaja militar prevista;
- Humanidad, este principio prohíbe infligir sufrimiento personal o
destruir bienes del adversario cuando ello no sea estrictamente nece-
sario para doblegar su voluntad;
- Necesidad Militar, impone la utilización proporcionada de la fuerza
durante un conflicto armado, para lograr la rendición del adversario.

10 Gamboa Serazzi, Fernando, op. cit., págs. 552 y ss.


11 Convengamos en señalar que, atendido su especial contenido, algunos juristas denominan
modernamente a esta rama del Derecho Internacional como “Derecho de los Conflictos Armados”.

129
Guillermo Abarca Ugarte

2.1.- Hitos en la Evolución y Consolidación del Derecho Internacional


Humanitario12
Del análisis de la legislación antigua y moderna, es factible detectar
una clara evolución en la intencionalidad que persiguen sus autores, esta-
bleciéndose que en tiempos antiguos se buscaba la legitimidad de la guerra,
tratando de definir los tipos de guerras justas, en tanto que a partir del siglo
XVIII ya se vislumbra una preocupación por las conductas individuales
dentro de los conflictos bélicos, para llegar, en la actualidad, a propiciar
derecha y abiertamente la protección a las víctimas de la guerra.
Derecho de La Haya y de Ginebra
Dos esfuerzos paralelos en pos del ideal de evitar sufrimientos adi-
cionales a los imprescindibles, en el desarrollo de una guerra, lo conforman
las denominadas normas de «Derecho de La Haya» y la legislación del llama-
do «Derecho de Ginebra». Ambos cuerpos constituyen las fuentes tradicio-
nales del Derecho Internacional de los Conflictos Armados. El primero se
preocupa de la limitación de los medios y métodos de combate, por lo que
algunos tratadistas solían llamarle, en su auge, como el “Derecho de la Gue-
rra”; en tanto que al segundo, cierta parte de la doctrina, lo tiende a denomi-
nar como “Derecho Internacional Humanitario”, propiamente dicho, dada
su orientación a la protección desde el ámbito internacional de las víctimas
de conflictos armados, sean ellos de carácter interno o internacional.13
Derecho Internacional de La Haya
Considera los deberes y derechos de los beligerantes cuando dirigen
las operaciones militares, así como los límites respecto de los medios para
dañar al enemigo. Sus prescripciones se encuentran en los convenios de La
Haya de 1899,14 que fueron revisados en 1907,15 y que posteriormente se
12 Gran parte del material bibliográfico de este punto procede de los archivos computacionales
proporcionados por el TCL de Ejército, Pedro Pimentel Valencia, provenientes de su Tesis para
obtener la calidad de Oficial de Estado Mayor en el año 1997. Se tituló “Análisis Crítico del
Derecho de la Guerra y su Difusión en el Ejército de Chile”, y fue realizada en conjunto con el
oficial, Sr. Álvaro Romero Flores.
13 Existe, además, otra normativa paralela como, por ejemplo, las medidas de seguridad colectiva
adoptadas por resolución de la Organización de las Naciones Unidas e incluso los tratados
bilaterales o multinacionales que se celebren con fines específicos, como son los Acuerdos Salt,
de no proliferación nuclear, de limitación y reducción armamentista, etc.
14 Terminada la Conferencia, se firman tres convenios: uno de regulación pacífica de conflictos
internacionales, otro de adaptación del Convenio de Ginebra de 1864 a la guerra marítima, en
tanto que el tercer convenio sobre leyes y costumbres de la guerra, no fue ratificado. También se
firman tres declaraciones que prohibían el lanzamiento de proyectiles y explosivos desde globos
en el aire o análogos, el empleo de proyectiles con gases asfixiantes y el empleo de balas Dum-Dum,
con capacidad de fragmentación en el objetivo. Al finalizar la Conferencia, ya se preveía la necesidad
de otra conferencia que completara posteriormente sus objetivos.
15 Esta conferencia revisa los textos de 1899 y agrega ocho convenios relativos a la guerra en el mar
(buques mercantes y su transformación en buques de guerra, minas automáticas submarinas,
bombardeos navales, adaptación a los principios de la Convención de Ginebra, restricciones al
Derecho de Captura, establecimiento de una Corte internacional de Presas y Potencias Neutrales).

130
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

consignan en el Protocolo I de 1977, adicional a los Convenios de Ginebra


de 1949, que desde ese año procedió a absorberlos.

Derecho Internacional de Ginebra

Implica una orientación global y moderna hacia la protección de las


víctimas de conflictos armados, puestas fuera del combate, y de aquéllas
que no participan directamente de las hostilidades.
En lo esencial, hoy está conformado por los cuatro protocolos de
1949,16 dos protocolos adicionales de 1977 y protocolo de 1980. Su propósi-
to es reglar el tratamiento humanitario. A diferencia del Derecho de la Haya,
el Derecho de Ginebra ha evolucionado con las nuevas técnicas, maniobras
y estratagemas de combate, hasta normar los conflictos desestructurados e
internos, y las etapas previas al conflicto armado propiamente tal.
< Los Convenios de Ginebra de 1949. Están conformados por 4 pactos,
cuyo contenido particular se detalla a continuación:17

I. Convenio de Ginebra del 12 de agosto de 1949, para “aliviar la


suerte que corren los heridos y enfermos de las fuerzas ar-
madas en campaña”.
II. Convenio de Ginebra del 12 de agosto de 1949, para “aliviar la
suerte que corren los heridos, los enfermos y los náufragos
de las fuerzas armadas en el mar”.
III. Convenio de Ginebra del 12 de agosto de 1949, relativo “al
trato debido a los prisioneros de guerra”.
IV. Convenio de Ginebra del 12 de agosto de 1949, relativo “a la
protección debida a las personas civiles en tiempo de gue-
rra”.
Fruto de su normativa, se distinguen los siguientes principios funda-
mentales:
1. Las acciones militares sólo pueden dirigirse contra comba-
tientes y objetivos militares;
2. Están prohibidos todos los medios de lucha que causen sufri-
Globalmente, figuran entre sus principales logros: obligación de declarar la guerra; se considera
beligerantes a las milicias y los cuerpos de voluntarios; civiles no pueden participar en la lucha
armada; inmunidad general a población civil; sanción a espías y saboteadores; prohibición de
saqueo; licita las represalias, excepto contra personas protegidas, y proporcionadas a la violación
que reprime, y establece la inviolabilidad de países neutrales y ecuanimidad de éstos.
16 El promotor de los Convenios de Ginebra es el Comité Internacional de la Cruz Roja. Cabe señalar
que en sólo cuatro meses se elaboran los cuatro instrumentos humanitarios.
17 Sobre el particular, es del caso consignar que Chile ratificó los 4 Convenios de Ginebra en 1950.
A su turno, los Protocolos Adicionales fueron ratificados recién el año 1991.

131
Guillermo Abarca Ugarte

mientos o daños superfluos, es decir, que no sean necesarios


para derrotar al enemigo;
3. Están prohibidos los medios de lucha pérfidos.
En lo que se refiere a las víctimas del conflicto, se consagran los
siguientes principios:
1. El principio de neutralidad, según el cual la asistencia hu-
manitaria no significará jamás una injerencia en el conflicto.
2. El principio de normalidad, que significa que las personas
protegidas deben poder proseguir una vida lo más normal
posible. Como aplicación de este principio se establece la nor-
ma y disposición concreta que la cautividad no es un castigo,
sino solamente un modo de mantener al adversario en la impo-
tencia.
3. El principio de protección, que se traduce en que el Estado
debe asegurar la protección nacional e internacional de las
personas capturadas en su poder.

< Los Protocolos Adicionales a los Convenios de Ginebra de 1949.18


La normativa del Primero se aplica a los conflictos armados de ca-
rácter internacional, y su finalidad es complementar los temas que
dicen relación con la protección de las víctimas de la guerra, tanto
civiles como militares.
Alguna de sus normas son las siguientes:
* Quedan prohibidos los bombardeos masivos, ataques por re-
presalias e indiscriminados, ataques a localidades o zonas no
defendidas y zonas desmilitarizadas. A su vez, se le fija a las
Fuerzas Armadas el deber de tomar medidas de precaución
para preservar, durante las operaciones militares, a la pobla-
ción y los bienes civiles, dirigiendo los ataques sólo a objeti-
vos militares.
* Se dedican algunos artículos a los socorros en favor de la
población civil. Se establece que si éstos no pueden propor-

18 Los dos Protocolos Adicionales a los Convenios de Ginebra surgen con motivo de una Conferencia
Diplomática celebrada entre los años 1974 y 1977, como producto de nuevas experiencias obtenidas
durante guerras, revoluciones y otros tipos de conflictos internacionales e internos, conjugado
con el apresurado avance de la tecnología, que demostró que aún existían falencias en las
prescripciones anteriores, haciendo que las víctimas de la guerra quedaran vulnerables.
Después de varias consultas entre los gobiernos y la Cruz Roja, y habiendo informado de lo
obrado a las Naciones Unidas, estos textos suplementarios se traducen finalmente en los Protocolos
Adicionales a los Convenios de Ginebra de 1949, I y II, del año 1977.

132
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

cionarlos las partes en conflicto, se debe permitir el libre paso


de los bastimentos indispensables para su supervivencia. Esta
norma se aplica para toda circunstancia, incluso si se trata de
población enemiga o que vive en territorio ocupado.
* Al mismo tiempo, se consignan disposiciones que otorgan
facilidades a los organismos de socorro, encargados de velar
por el bienestar de la población civil aquejada por efectos de
la guerra.
* Se prohíbe utilizar el hambre como método de guerra. Se decla-
ran, en este sentido, protegidos los bienes indispensables
para la supervivencia, como zonas agrícolas, reservas de agua
e instalaciones que contengan fuerzas peligrosas que pudie-
ran amenazar, con su destrucción, la seguridad de la pobla-
ción como, por ejemplo, represas, centrales eléctricas y nu-
cleares.
* Se incorporan garantías fundamentales de respeto a la perso-
na, que incluyen una enumeración de los actos prohibidos,
tales como asesinato, tortura, castigos corporales, mutilaciones,
atentados contra la dignidad humana, toma de rehenes, casti-
gos colectivos y la amenaza de cometer tales actos.
* Se prevén garantías judiciales en caso que se detenga a una
persona por un delito relacionado con el conflicto como, por
ejemplo, todo sospechoso tiene derecho a ser informado en
un idioma que comprenda los cargos que se le imputan. Si
hubiera una sanción, deberá ser dictada por un tribunal impar-
cial, constituido con arreglo a la ley, y que respete los princi-
pios generalmente reconocidos para el procedimiento judicial
ordinario.
* Respecto de los métodos y medios de combate en la guerra
contemporánea, se prohíbe recurrir a la perfidia, como fingir la
rendición para atacar al enemigo, mientras que sí se autorizan
las estratagemas, como falsa información, camuflajes, etc.
Por su parte, el Segundo Protocolo Adicional consigna dispo-
siciones que establecen en forma reiterativa la voluntad de la
Comunidad Internacional de limitar los sufrimientos humanos
causados por las luchas internas, catalogadas como las más
crueles que existen. Este instrumento se aplicará a todos los
conflictos armados no internacionales y a aquellos que no
estén cubiertos por el artículo 1º del Protocolo I Adicional a
los Convenios de Ginebra de 1949, relativo a la protección de
las víctimas de los conflictos armados internacionales.

133
Guillermo Abarca Ugarte

Es aplicable en conflictos armados internos “que se desarro-


llen en el territorio de una Alta Parte contratante, entre sus
Fuerzas Armadas y Fuerzas Armadas Disidentes o grupos ar-
mados organizados que, bajo la dirección de un mando res-
ponsable, ejerzan, sobre una parte de dicho territorio, un con-
trol que les permita realizar operaciones militares sostenidas y
concertadas, y aplicar el presente Protocolo” y “no se aplicará
a las situaciones de Disturbios Interiores y Tensiones Inter-
nas, tales como motines y actos esporádicos y aislados de
violencia, y otros análogos, que no revistan el carácter de
conflictos armados”.
Dentro de su normativa, destacamos:
* Se prohíben los desplazamientos forzados de población, sal-
vo los requeridos por la seguridad de las personas o imperio-
sas necesidades militares.
* Además, las partes en conflicto siempre harán lo posible por
poner en vigor, mediante acuerdos especiales, la totalidad o
parte de las otras disposiciones de los Convenios que sean
aplicables y vayan en beneficio de la protección de las perso-
nas, bienes y medio ambiente.
2.2.- El Derecho Internacional Humanitario y las Operaciones de Mante-
nimiento de la Paz

Durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, fue difícil


para la normativa de los conflictos armados encontrar un espacio lógico
dentro del orden jurídico internacional, ya que, como veremos con mayor
detalle en el Capítulo siguiente, los creadores de la organización de las Na-
ciones Unidas, al redactar la Carta que los rige, establecieron en su articula-
do la prohibición de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la
integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado.
Si bien es cierto que las operaciones de mantenimiento de paz son o
deberían ser pasivas, en el sentido del uso de las armas, evitando la reanuda-
ción de las hostilidades, no es menos cierto que se han tenido, en más de una
oportunidad, que transformar en acciones de “imposición de la paz”, propias
del Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas, especialmente, como lo
veremos en el Capítulo siguiente, a partir de la década de los noventa. Por
tanto, ha ocurrido que los integrantes de una misión de paz se han visto
involucrados en los efectos de los conflictos armados. Producto de ello,

134
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

pudiera acaecer, por ejemplo, que ese personal sea objeto de hostilidades,
apresado o vea dificultado su desplazamiento en terreno o, bien, se vea
obligado a utilizar la fuerza en legítima defensa.
Por tanto, el contingente de una misión de paz, no obstante no deten-
tar la categoría de combatiente, en razón de ser personas involucradas en el
conflicto, quedan amparadas por la normativa propia del Derecho Interna-
cional Humanitario.
En refuerzo de lo expuesto, los términos de la “Convención Interna-
cional sobre la Seguridad del Personal de las Naciones Unidas y Personal
Asociado” aprobada en el seno de este órgano, son claros al establecer que
ninguna de sus disposiciones afectará la aplicabilidad del Derecho de Gue-
rra en relación con la protección de las operaciones de las Naciones Unidas
y del personal asociado, ni a la responsabilidad que tiene ese personal de
respetar dicho derecho.

3.- EL USO DE LA FUERZA EN EL MARCO DE LA CARTA DE


NACIONES UNIDAS

La Carta de Naciones Unidas deja claramente establecida la prohibi-


ción hacia sus miembros de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza.19 Todo
su Preámbulo gira en torno a la idea fundamental de «preservar a las gene-
raciones venideras del flagelo de la guerra». A mayor abundamiento, el arti-
culado referido a los Principios de la Carta señala expresamente:
«Los miembros de la Organización, en sus relaciones internaciona-
les, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la
integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en
cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Uni-
das».
El término «amenaza de fuerza» ha sido largamente discutido por los
expertos, toda vez que no ha sido definido por el instrumento en estudio. Sin
embargo, existe cierto acuerdo que en los casos que se exponen existiría tal
amenaza:20
a) Aviso previo de un acto de violencia como, por ejemplo, un
ultimátum, anunciando que se recurrirá a medidas militares en
19 En este sentido, la doctrina internacional es clara en afirmar que, en virtud del principio de
Indivisibilidad de la Paz consagrada en la propia Carta, todos los Estados, incluyendo a los que
no tienen el status jurídico de miembros de aquélla, deben cumplir con esta prohibición.
20 Se suele sostener que, por ejemplo, no existiría necesariamente «amenaza de fuerza» en el caso de
intensificación en la adquisición de armamento por parte de una nación.

135
Guillermo Abarca Ugarte

el evento que ciertas exigencias no sean cumplidas o acepta-


das;
b) En forma implícita, a través de ciertas acciones como, por ejem-
plo, la concentración repentina de fuerzas en una zona limítro-
fe, en el evento de existir una disputa de fronteras o un des-
pliegue de la armada de guerra de un país cerca de las costas
de otro.
Otro punto en el cual la doctrina no es específica es aquel que guarda
relación con la extensión que debe darse a la voz «fuerza». Así, suelen
encontrarse en la discusión dos planteamientos. El primero establece que,
por tal expresión, debe entenderse únicamente la «fuerza armada»; en cam-
bio, el otro sostiene que debe darse a la voz en cuestión un sentido lato,
omnicomprensivo de cualquier clase de coacción.
Donde sí existe consenso es al momento de preguntarse por las ex-
cepciones a la prohibición de recurrir a la amenaza o uso de la fuerza, en el
contexto de la Carta de Naciones Unidas. En este sentido, se ha sostenido
invariablemente por los internacionalistas que dos son los casos clásicos en
los cuales le está permitido a un Estado hacer uso de la fuerza:21
- En el caso de la Legítima Defensa, consagrada en el artículo 51
de la Carta;
- En el evento de las medidas coercitivas coordinadas o autori-
zadas por el Consejo de Seguridad, con arreglo a lo prescrito
por el Capítulo VII del instrumento.
En lo que se relaciona con la Legítima Defensa, la precitada norma
establece:
«Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el dere-
cho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva,
en caso de ataque armado contra un miembro de las Na-
ciones Unidas hasta tanto que el Consejo de Seguridad
haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz
y seguridad internacionales. Las medidas tomadas por los
miembros en ejercicio del derecho de legítima defensa se-
rán comunicadas inmediatamente al Consejo de Seguri-
dad, y no afectarán en manera alguna la autoridad y res-
ponsabilidad del Consejo conforme a la presente Carta
21 Algunos autores, como la profesora de Derecho Internacional de la Academia de Guerra Naval,
Francisca Moller Undurraga, en su destacado trabajo “El Uso de la Fuerza en el Derecho
Internacional Actual”, publicado en los Cuadernos de Difusión de la referida Academia, bajo el
N° 6, del Año 2, señalan un eventual tercer caso de excepción, que estaría configurado por la
utilización de la fuerza en el ejercicio del derecho de autodeterminación de los pueblos,
ejemplificándose en los casos de aquellos pueblos que luchan por su independencia.

136
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

para ejercer en cualquier momento la acción que estime


necesaria con el fin de mantener o restablecer la paz y la
seguridad internacionales».
Interpretando la disposición en estudio, creemos pertinente citar al
jurista Jiménez de Arechaga, por la claridad de su comentario: «Es a partir de
la Carta de las Naciones Unidas que la prohibición de la fuerza y, por consi-
guiente, la legitimidad de la defensa propia han quedado establecidas como
nociones jurídicas correlativas. De ello resulta que para ejercitar legítima-
mente la defensa propia, un Estado debe cumplir con todos los requerimien-
tos establecidos en el artículo 51 de la Carta, y no con ciertas vagas condi-
ciones … ».22 A renglón seguido, agrega: «El requerimiento del artículo 51
acerca de la existencia de un ataque armado es tan obligatorio como el deber
de comunicar al Consejo de Seguridad las medidas adoptadas, y como la
obligación de dejar sin efecto las medidas unilaterales de fuerza tan pronto el
Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la
paz y la seguridad internacionales».23
La segunda excepción a la referida prohibición la encontramos en las
medidas ordenadas o autorizadas por el Consejo de Seguridad, en virtud de
la normativa del Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas. De la lectura de
la normativa de la Carta, queda meridianamente claro que sólo en el referido
Consejo reside la facultad de ordenar o autorizar el uso de la fuerza. Así, su
artículo 24 dispone que los miembros de la organización le confieren la res-
ponsabilidad primordial de mantener la paz y seguridad internacionales, re-
conociendo que este órgano actúa a nombre de ellos, al desempeñar las
funciones que le impone aquella responsabilidad.
Para redundar este aspecto, el Capítulo VII de la Carta, titulado «Ac-
ción en caso de Amenazas a la Paz, Quebrantamiento de la Paz o Actos de
Agresión», otorga al Consejo de Seguridad una serie de atribuciones en pro
de la mantención de la paz y seguridad internacionales.
Así, por ejemplo, está facultado, en caso de amenaza, quebrantamien-
to de la paz o agresión, para efectuar a las partes interesadas recomendacio-
nes o, bien, instarlas a cumplir con las medidas provisionales que juzgue
necesario. Asimismo, el artículo 41 de la Carta lo autoriza para decidir la
imposición de determinadas medidas coactivas, que no impliquen uso de la

22 Jiménez de Arechaga, «El Derecho Internacional Contemporáneo», Editorial Tecnos, Madrid,


1979, págs. 119 y 120.
23 También ha existido controversia en torno a si opera la legítima defensa en el caso que el ataque
no sea actual. Por ejemplo, el mismo Jiménez de Arechaga cree que, para que surja este derecho, no
es necesario esperar que el ataque armado se descargue efectivamente. Según sus términos, bastaría
con el hecho que se hubiera descargado.

137
Guillermo Abarca Ugarte

fuerza armada, como lo son, por ejemplo: la interrupción total o parcial de las
relaciones económicas y de las comunicaciones ferroviarias, marítimas, aé-
reas, postales, telegráficas, radioeléctricas y otros medios de comunicación,
así como la ruptura de relaciones diplomáticas.
Por su parte, el uso de la fuerza queda legitimado explícitamente en el
artículo 42 del texto, al disponer que el Consejo de Seguridad puede ejercer,
en caso de ser ineficaces las medidas consagradas en el artículo 41, por
medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres, la acción que sea necesaria
para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales. El precepto
en comento agrega que tales acciones podrán comprender demostraciones,
bloqueos y otras operaciones ejecutadas por fuerzas aéreas, navales o te-
rrestres de miembros de las Naciones Unidas. De la mano de esta disposi-
ción, el Capítulo VIII de la Carta, titulado «Acuerdos Regionales», contem-
pla la posibilidad que, a través de estos Acuerdos u Organismos Regionales,
se puedan aplicar medidas de fuerza bajo la autoridad del Consejo de Segu-
ridad.24
Tal fuerza tiene el mandato conferido al Consejo de Seguridad por el
recién citado Capítulo VII, que, a juicio de muchos, estaría por sobre el
denominado «Principio de No Intervención en los Asuntos Internos de los
Estados». Fundamentamos la anterior aseveración en el tenor del inciso
final del artículo 2° de la Carta, que establece: «Ninguna disposición de esta
Carta autoriza a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son
esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados, ni obligará a los
Miembros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a
la presente Carta; pero este principio no se opone a la aplicación de las
medidas coercitivas prescritas en el Capítulo VII». Abundando en el tema,
el profesor Cristián Le Dantec Gallardo advierte que «la práctica reciente de
las Naciones Unidas ha convertido en superflua esta última salvedad, por-
que toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión es
hoy considerada automáticamente como cuestión que escapa a la jurisdic-
ción reservada de los Estados».25
Asimismo, tendremos la oportunidad de ver, en el marco del Capítulo
siguiente, que las llamadas Operaciones de «Imposición de la Paz», encuen-
tran su sustrato jurídico específicamente en el reseñado Capítulo VII.

24 En este sentido, los artículos 53 y 54 de la Carta de Naciones Unidas dejan claramente establecido
que sólo con la autorización del Consejo de Seguridad, los Organismos o Acuerdos Regionales
pueden aplicar medidas de fuerza, pesando, al mismo tiempo, sobre éstos, la obligación de mantenerlo
informado.
25 Le Dantec Gallardo, Cristián, «Formas de Empleo de las Fuerzas Armadas de Chile en las
Crisis Internacionales, en Misiones de Paz de Naciones Unidas y su Relación con el Principio
de No Intervención en los Asuntos Internos de los Estados», Investigación realizada a través
de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE), Santiago de Chile,
2002, pág. 38.

138
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

CAPÍTULO II

FUNDAMENTOS NORMATIVOS DE LAS OPERACIONES DE PAZ


EN QUE ACTUALMENTE TOMA PARTE CHILE

En este Capítulo, el central de esta tesis, pretendemos desarrollar la


normativa con arreglo a la cual se desarrollan las Operaciones de Paz en que
actualmente toman parte nuestras Fuerzas Armadas. Como lo señaláramos,
una misión de paz, atendido el contexto en que se desenvuelve, se rige por
una normativa internacional, constituida primordialmente por la Carta de
Naciones Unidas, y por otra de carácter interno, cuyo sustento originario
emana primariamente de nuestra Carta Fundamental, junto a otra legislación
que especialmente nuestro país se ha ido dando, en forma progresiva, tanto
de rango propiamente legal como también emanada de la Potestad Regla-
mentaria del Presidente de la República.

I.- FUENTES NORMATIVAS EXTERNAS O INTERNACIONALES


DE LAS OPERACIONES DE PAZ

1.- LA CARTA DE NACIONES UNIDAS


Como lo expresáramos, la principal fuente de carácter externa está
conformada por la Carta de Naciones Unidas. Este tratado multilateral vio la
luz el 26 de Junio de 1945, en el marco de la Conferencia de San Francisco.
Cuando afirmamos enfáticamente que la Carta de Naciones Unidas
constituye la fuente normativa internacional por excelencia, se debe al he-
cho que nuestro país es uno de los primeros signatarios del pacto en comen-
to, transformándose sus normas en legislación plenamente aplicable a nues-
tra realidad nacional. A mayor abundamiento, es del caso recordar que la
normativa de los tratados internacionales, debidamente suscritos y ratifica-
dos por el Estado de Chile, es fuente formal de nuestra legislación y sus
disposiciones obligan como ley de la República.
Si bien es cierto que la normativa de la organización de Naciones
Unidas constituye el marco jurídico actual en que se sustenta la estructura
de la Seguridad Internacional, a través de diversos mecanismos que analiza-
remos, recordemos, haciendo un poco de historia, que el antecedente inme-
diato de la Organización, esto es, el Pacto de la Sociedad de las Naciones,
instrumento que integraba el Tratado de Versalles de 1919, que puso fin a la
Primera Guerra Mundial, establecía, al igual que la Carta de Naciones Unidas,
disposiciones destinadas a prevenir los conflictos internacionales. Así, su
artículo 11 señalaba que toda guerra o amenaza de guerra, afecte o no direc-
tamente a alguno de los miembros de la Liga, será considerada como un
139
Guillermo Abarca Ugarte

asunto que concierne a toda la Liga, debiendo la misma adoptar las medidas
que se consideren adecuadas y eficaces para salvaguardar la paz de las
naciones. Asimismo, con la finalidad de no recurrir a la guerra, el Pacto
obligaba a los miembros de la Sociedad, entre los que hubiere surgido una
controversia, a someterla a arbitraje, arreglo judicial o al examen del Consejo
o de la Asamblea (ambos, junto a la Secretaría, eran los órganos principales
de la Sociedad). Sólo si fracasaban estos procedimientos, se podía recurrir a
la guerra.26
Comencemos señalando que, sin perjuicio de las disposiciones pro-
piamente dichas de la Carta, tanto el Preámbulo de la Carta como sus Propó-
sitos y Principios contienen normativa que integra el estatuto jurídico con-
sagrado en pro de la Seguridad Internacional.27 Así, la clara redacción de su
Preámbulo ahorra todo comentario:
«Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar
a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante
nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles a reafirmar
la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de
la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de
las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales pue-
dan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los
tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progre-
so social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la
libertad, y con tales finalidades a practicar la tolerancia y a convivir en paz
como buenos vecinos a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz
y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de princi-
pios y la adopción de métodos, que no se usará la fuerza armada sino en
servicio del interés común, y a emplear un mecanismo internacional para
promover el progreso económico y social de todos los pueblos, hemos deci-
dido aunar nuestros esfuerzos para realizar nuestros designios» .
A su turno, el Capítulo I, denominado «Propósitos y Principios»,
consagra a los primeros de la forma que se expresa:
«Art. 1. Los propósitos de las Naciones Unidas son: 1. Mantener la
paz y la seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas colec-
tivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para supri-
mir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por
medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y
26 Peña Torres, Marisol, «Rol de la Organización de las Naciones Unidas en la prevención de la
guerra», artículo publicado en la revista Política y Estrategia de la Academia Nacional de Estudios
Políticos y Estratégicos (ANEPE), Santiago de Chile, N° 92, 2003, pág. 10.
27 En los Anexos de esta Tesis, hemos reproducido el texto de la Carta de las Naciones Unidas.

140
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situa-


ciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos
de la paz; 2. Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basa-
das en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre
determinación de los pueblos, y tomar otras medidas adecuadas para
fortalecer la paz universal; 3. Realizar la cooperación internacional en
la solución de problemas internacionales de carácter económico, so-
cial, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a
los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin
hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión; y 4.
Servir de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por al-
canzar estos propósitos comunes».
En forma armónica, se establecen los siguientes Principios:
«Art. 2. Para la realización de los Propósitos consignados en el art. 1,
la Organización y sus Miembros procederán de acuerdo con los si-
guientes Principios: 1. La Organización está basada en el principio de
la igualdad soberana de todos sus Miembros. 2. Los Miembros de la
Organización, a fin de asegurarse los derechos y beneficios inheren-
tes a su condición de tales, cumplirán de buena fe las obligaciones
contraídas por ellos de conformidad con esta Carta. 3. Los Miembros
de la Organización arreglarán sus controversias internacionales por
medios pacíficos, de tal manera que no se pongan en peligro ni la paz
y la seguridad internacionales, ni la justicia. 4. Los Miembros de la
Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de
recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial
o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra
forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas. 5.
Los Miembros de la Organización prestarán a ésta toda clase de ayu-
da en cualquier acción que ejerza de conformidad con esta Carta, y se
abstendrán de dar ayuda a Estado alguno contra el cual la Organiza-
ción estuviere ejerciendo acción preventiva o coercitiva. 6. La Orga-
nización hará que los Estados que no son Miembros de las Naciones
Unidas se conduzcan de acuerdo con estos Principios, en la medida
que sea necesario para mantener la paz y la seguridad internaciona-
les. 7. Ninguna disposición de esta Carta autorizará a las Naciones
Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la juris-
dicción interna de los Estados, ni obligará a los Miembros a someter
dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a la presente
Carta, pero este principio no se opone a la aplicación de las medidas
coercitivas prescritas en el cap. VII».

141
Guillermo Abarca Ugarte

Sin perjuicio de lo dispuesto precedentemente, digamos que los ins-


trumentos contemplados en el tratado en estudio, para llevar a cabo sus
funciones en pro de la paz y seguridad internacionales, dan origen a medidas
y operaciones que, en lo sustantivo, están normadas por dos Capítulos del
Pacto: el VI, denominado «Arreglo Pacífico de Controversias», y el VII,
titulado «Acción en caso de Amenazas a la Paz, Quebrantamiento de la Paz
o Actos de Agresión». Por su parte, el precitado Capítulo VIII, referente a los
«Acuerdos Regionales», delimita el papel de estas instancias territoriales
como entidades que coadyuvan a la mantención de la paz y seguridad inter-
nacionales, sin perjuicio de la facultad que le asiste al Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas para utilizar dichos acuerdos u organismos regionales
para aplicar medidas coercitivas bajo su autoridad.
Grosso modo, señalemos que el Capítulo VI regula las denominadas
«Operaciones de Mantenimiento de la Paz», en tanto el segundo, trata de
las «Operaciones de Imposición de la Paz». En lo fundamental, la diferencia
entre ambas reside en el hecho que las primeras no implican la utilización de
la fuerza coercitiva (autorizada, eso sí, en caso de legítima defensa); en cam-
bio, las segundas, sí.
Antes de entrar en un breve y somero análisis de la normativa de
ambos acápites, convengamos en que la preocupación del Organismo Inter-
nacional por el tema cobró relevancia superlativa a partir de la década de los
noventa, en donde el entorno internacional sufrió una transformación de
proporciones, como lo señaláramos en las páginas precedentes de este tra-
bajo, ligada al proceso mismo de globalización como a otros fenómenos
inesperados, como lo fue la desintegración de la Unión Soviética. Sin perjui-
cio que la caída del gigante rojo abrió nuevas oportunidades para la paz
mundial, al desaparecer el enfrentamiento este-oeste, paralelamente surgie-
ron en el entorno mundial, con toda su fuerza, reivindicaciones nacionalistas
y étnicas que se creían francamente desaparecidas. Al decir de muchos
analistas, con el fin de la Guerra Fría, la preocupación de Naciones Unidas
por implementar operaciones de mantenimiento de paz experimentó un creci-
miento cuantitativo de tal nivel, que superó con creces las hasta entonces
vigentes. A lo anterior debemos agregar, en honor a ser precisos, que así
como crecieron en número, experimentaron interesantes cambios cualita-
tivos, nunca antes vistos.
Para ser más específicos, consignemos que los conflictos de la déca-
da precedente abandonan la esfera interestatal y se manifiestan en el ámbi-
to intraestatal. De la literatura estudiada por este tesista, es dable consignar
que los prenombrados conflictos presentan caracteres que les son distinti-
vos, siendo dos de ellos los que los retratan a cabalidad:

142
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

< Presentan un fuerte contenido de índole étnico. Ejemplos de este


rasgo los tenemos a la vista en los conflictos acaecidos en la ex
Yugoslavia y en algunas naciones africanas, como Ruanda.
< Tienden a involucionar hacia estadios de Estado fallidos. En térmi-
nos de un autor, estos Estados, tras un proceso degenerativo de
cierta duración, se tornan incapaces de sostenerse a sí mismos como
miembros de la comunidad internacional y, en lo interno, carecen de
un consenso político lo suficientemente sólido como para eliminar el
uso de la violencia como un elemento central y continuo en la vida
doméstica.28
Retomando la problemática que nos ocupa, preocupémonos por dar
una aproximación conceptual en torno a las Operaciones de Paz. Aunque
parezca increíble, éstas no se encuentran definidas por la Carta de Naciones
Unidas ni tampoco cuentan con un estatuto jurídico formal. Tanto el concep-
to como este estatuto se deben fundamentalmente a la labor desarrollada
por la doctrina del Derecho Internacional como también a la labor de inter-
pretación realizada por los órganos que forman parte de la entidad Interna-
cional. De hecho, aprendimos en la cátedra del rubro, a cargo del profesor
Cristián Le Dantec Gallardo, que el nombre de «Operaciones de Paz» se
debe al internacionalista canadiense, y gran impulsor de ellas, Lester Pearson.
Para algunos, son aquellas operaciones que establecen las Naciones
Unidas con el consentimiento de las partes interesadas, para ayudar a contro-
lar y resolver los conflictos entre ellas, bajo el mando y control de las
Naciones Unidas, financiadas por los estados miembros en su conjunto, con
personal militar, así como de otro tipo, provistos voluntariamente por ellos,
que actúan imparcialmente entre las partes, empleando la fuerza en el
grado mínimo necesario.
El ex Secretario General del organismo, Boutros Boutros Ghali, en el
texto “Agenda para la Paz”, de 1992, las caracterizaba como un «conjunto de
acciones civiles o militares con el consentimiento de las partes, destinadas
a prevenir el rebrote de un conflicto armado o a controlarlo con la presencia
de las Naciones Unidas en el terreno, para llevar a cabo o supervisar la
ejecución de los acuerdos de control del conflicto, con el fin de encontrar
una solución total o parcial al conflicto y proteger la entrega de ayuda
humanitaria a las poblaciones afectadas».
Como lo avanzáramos en el desarrollo de la Introducción, nuestra
normativa interna en torno al tema, se preocupó de dar un concepto, seña-
lando que se entiende por tales «todo despliegue internacional de medios
28 Bartolomé, Mariano César, op. cit., págs. 9 y 10.

143
Guillermo Abarca Ugarte

civiles o militares y de orden y seguridad pública que, bajo el mando y


control de las Naciones Unidas o de un Estado o mando expresamente desig-
nado y autorizado por ésta, tiene por objeto directo contribuir a la consoli-
dación de un cese de hostilidades». Sin lugar a dudas, esta definición se
aproxima bastante a la actual realidad de esta institución, ya que el desplie-
gue de fuerzas con propósitos de pacificación, no siempre podrá contar con
el consentimiento de las partes involucradas, como ocurre, por ejemplo, en
las acciones de imposición de la paz contenidas en el Capítulo VII. Al mismo
tiempo, se recoge el fenómeno que se viene verificando desde hace un tiem-
po a esta parte (especialmente en las llamadas Operaciones de Paz de Tercera
Generación), en el sentido que el contingente desplegado está conformado
por la participación de fuerzas multinacionales, en conformidad a diferentes
acuerdos regionales o internacionales, que ha obligado a las naciones parti-
cipantes a disponer de fuerzas debidamente preparadas para reaccionar con
la mayor prontitud al requerimiento de Naciones Unidas.
De la numerosa documentación consultada, se puede concluir que,
en el desarrollo de esta clase de operaciones, es posible distinguir claramen-
te las siguientes fases:
a.- Operaciones de Paz Tradicionales o de Primera Genera-
ción: Son aquellas que tuvieron lugar casi con la puesta en
marcha del pacto internacional y se extendieron, aproximada-
mente, hasta fines de la década de los ochenta, obedeciendo
en su casi totalidad a conflictos interestatales. A esta clase
pertenece, por ej., la iniciativa desplegada para la vigilancia de
la tregua en Palestina, a fines de la pasada década de los cua-
renta (ONUVT).
Estuvieron constituidas por misiones de Observadores des-
plegados en terreno como también por Fuerzas de Paz que
sólo portaban armamento ligero, recurriendo a la fuerza sólo
en caso de legítima defensa.
b.- Operaciones de Mantenimiento de la Paz de Transición:
Las vemos a partir de 1989, en Operaciones desplegadas en
Centroamérica, que tienen como escenario conflictos inter-
nos. También en casos como Angola, que tiene la caracterís-
tica de arbitrar medios de solución entre Gobierno y una fac-
ción rebelde. En la intervención realizada en El Salvador
(ONUSAL), la misión incorpora además de la verificación del
alto al fuego, entre las fuerzas del Gobierno y de los rebeldes,
la supervisión de la reforma al sistema judicial y electoral, como
también al de propiedad de la tierra, adicionando el monitoreo

144
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

de la situación de derechos humanos. Como es apreciable ver,


a medida que se diversifican los tipos de conflicto, será nece-
sario ir incorporando, en las misiones de paz, componentes
civiles y políticos especializados.
c.- Operaciones de Mantenimiento de la Paz Humanitarias o
de Tercera Generación: Es la fase que surge a partir de la
década del 90 y coincide con la aparición de los conflictos
caracterizados recientemente.29
Esta nueva clase de operaciones son francamente multidisciplinarias,
esto es, conviven en su seno diversos componentes civiles y militares, y el
objetivo final es, junto con supervisar el alto al fuego, proporcionar asisten-
cia humanitaria a la población civil afectada por el conflicto.
Por observación directa, al asistir este tesista a una exposición sobre
el tema, escuchó decir al actual Director del Centro Conjunto para Operacio-
nes de Paz (CECOPAC), CRL. Karl Marowsky Pilowsky, que estas operacio-
nes buscan, en definitiva, restaurar, construir y consolidar la paz.
Por tanto, el contingente militar que se desempeña con motivo de
esta clase de misiones está debidamente premunido de atribuciones para
emplear la fuerza en forma coercitiva. Ejemplos de esta nueva etapa de misio-
nes los encontramos en las operaciones desplegadas en Ruanda, Somalia,
Sierra Leona, Bosnia-Herzegovina, Timor Oriental, entre otros casos.
Así como distinguimos precedentemente tres fases, bien definidas,
en el desarrollo de esta clase de operaciones, importante resulta consignar
un breve repaso por tres textos, emanados de la Secretaría General de Nacio-
nes Unidas, pronunciándose sobre diversos aspectos de las Misiones de
Paz.
Así, el antes citado Boutros Boutros Ghali, en la mencionada Agenda
para la Paz, definió cinco acciones que debiera desarrollar Naciones Unidas
para la conservación o mantención de la paz y seguridad internacionales: la
Diplomacia Preventiva, junto al Establecimiento, Mantenimiento, Imposi-
29 Como resultado de la complejidad, intensidad y violencia de estos conflictos, Naciones Unidas
ha debido también adecuar su accionar para cumplir eficazmente con su objetivo de promover la
paz y seguridad internacional.
Es así que, el Consejo de Seguridad ha debido utilizar su competencia para imponer la
paz en situaciones de conflictos graves, donde ha sido urgente actuar para detener la destrucción
y el sufrimiento de la población civil (Ruanda, Somalia, Bosnia-Herzegovina, Timor Oriental, por
citar casos emblemáticos). Por tal razón, los procedimientos contenidos en las operaciones
tradicionales y de transición no son compatibles con el nuevo escenario. De esta forma, no ha sido
posible esperar el consentimiento de las partes para actuar, y la intervención humanitaria se ha
venido realizando mediante el recurso a las facultades que el Capítulo VII de la Carta otorga al
Consejo de Seguridad.

145
Guillermo Abarca Ugarte

ción y Consolidación de la Paz.30 De esta forma, la primera se basaría en la


idea de contemplar una instancia, a través de acciones directas, incluyendo
gestiones de buenos oficios y mecanismos de alerta temprana, que
propendieran a evitar el enfrentamiento. El Establecimiento de la Paz se refie-
re a la acción diplomática encaminada a lograr que las partes hostiles alcan-
cen un acuerdo negociado, a través de medios pacíficos. A su vez, la Conso-
lidación de la Paz alude al conjunto de intensas actividades que se desplie-
gan por las fuerzas de paz, con el fin de apoyar las estructuras que vendrán
a hacer duradera la paz, creando una sensación de confianza y bienestar en
el pueblo o nación afectada por la violencia.
Con posterioridad, el mismo Ghali, en el denominado «Suplemento de
un Programa de Paz» de 1995, con ocasión de diversos acontecimientos
humanitarios que habían conmocionado a la comunidad internacional, por
su crueldad y violencia, propone la creación de una Fuerza de Reacción
Rápida de Naciones Unidas, que funcionaría como reserva estratégica del
Consejo de Seguridad. Las unidades de esta fuerza tendrían los mismos
niveles de adiestramiento y equipo, y podrían estar estacionadas en sus
países de origen, mientras no fueran desplegadas en caso de necesidad
urgente.
Finalmente, el 21 de Agosto del 2000, el actual Secretario General de
Naciones Unidas, Kofi Annan, dio a conocer a la comunidad internacional el
texto del «Informe del Panel de Alto Nivel sobre Operaciones de Manteni-
miento de la Paz de Naciones Unidas», más conocido como «Informe
Brahimi», en honor al Presidente del Panel, el diplomático argelino, Lakhdar
Brahimi. El citado texto señala que la principal falla de las operaciones de paz
de la Organización ha sido su completa neutralidad frente a quienes violan
acuerdos de armisticio en forma clara. Se propone una profunda reestructu-
ración de la forma en que se conciben y ponen en marcha las Operaciones,
para lo cual señala que es fundamental readecuar el Departamento de Opera-
ciones de Paz del Organismo Internacional; el establecimiento de una Uni-
dad de Información y Análisis Estratégico, a disposición de todos los depar-
tamentos de Naciones Unidas implicados en el tema de la paz y la seguridad;
la creación, en su seno, de un Grupo de Trabajo Integrado, para planificar,
desde su inicio, cada una de las misiones de mantenimiento de la paz y,
también, lograr que el uso de la tecnología informática sea más sistemático.
Asimismo, el Informe señala que los mandatos del Consejo de Seguridad
deben autorizar a usar la fuerza, a tener tropas más numerosas, mejor equipa-
das y más costosas, pero también capaces de tener un efecto más disuasivo.31
En palabras de Kofi Annan, la cabal observancia de las recomendaciones del
30 No definiremos las acciones de mantenimiento e imposición de la paz, atendido que su tratamiento
es propio de las páginas de este mismo Capítulo.
31 Referencia tomada del artículo obtenido de Internet, bajo el título «El Informe Brahimi y las
Operaciones de Paz de la ONU», de Valentín Alfonso Díaz Gracia.

146
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

informe Brahimi es indispensable, para hacer que las fuerzas de paz de Na-
ciones Unidas sean verdaderamente dignas de crédito y respeto.
Continuando con nuestro estudio de la normativa de la Carta, señale-
mos que las disposiciones que integran el referido Capítulo VI son las si-
guientes:
«Art. 33. 1. Las partes en una controversia cuya continuación sea
susceptible de poner en peligro el mantenimiento de la paz y la segu-
ridad internacionales tratarán de buscarle solución, ante todo, me-
diante la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación,
el arbitraje, el arreglo judicial, el recurso a organismos o acuerdos
regionales u otros medios pacíficos de su elección. 2. El Consejo de
Seguridad, si lo estimare necesario, instará a las partes a que arreglen
sus controversias por dichos medios.
Art. 34. El Consejo de Seguridad podrá investigar toda controversia,
o toda situación susceptible de conducir a fricción internacional o
dar origen a una controversia, a fin de determinar si la prolongación
de tal controversia o situación puede poner en peligro el manteni-
miento de la paz y la seguridad internacionales.
Art. 35. 1. Todo Miembro de las Naciones Unidas podrá llevar cual-
quier controversia, o cualquier situación de la naturaleza expresada
en el art. 34, a la atención del Consejo de Seguridad o de la Asamblea
General. 2. Un Estado que no es Miembro de las Naciones Unidas
podrá llevar a la atención del Consejo de Seguridad o de la Asamblea
General toda controversia en que sea parte, si acepta de antemano, en
lo relativo a la controversia, las obligaciones de arreglo pacífico esta-
blecidas en esta Carta. 3. El procedimiento que siga la Asamblea
General respecto a asuntos que le sean presentados de acuerdo con
este artículo quedará sujeto a las disposiciones de los arts. 11 y 12.
Art. 36. 1. El Consejo de Seguridad podrá, en cualquier estado en que
se encuentre una controversia de la naturaleza de que trata el art. 33 o
una situación de índole semejante, recomendar los procedimientos o
métodos de ajuste que sean apropiados. 2. El Consejo de Seguridad
deberá tomar en consideración todo procedimiento que las partes
hayan adoptado para el arreglo de la controversia. 3. Al hacer
recomendación de acuerdo con este artículo, el Consejo de Seguri-
dad deberá tomar también en consideración que las controversias de
orden jurídico, por regla general, deben ser sometidas por las partes a
la Corte Internacional de Justicia, de conformidad con las disposicio-
nes del Estatuto de la Corte.

147
Guillermo Abarca Ugarte

Art. 37. 1. Si las partes en una controversia de la naturaleza definida


en el art. 33 no lograren arreglarla por los medios indicados en dicho
artículo, la someterán al Consejo de Seguridad. 2. Si el Consejo de
Seguridad estimare que la continuación de la controversia es real-
mente susceptible de poner en peligro el mantenimiento de la paz y la
seguridad internacionales, el Consejo decidirá si ha de proceder de
conformidad con el art. 36 o si ha de recomendar los términos de
arreglo que considere apropiados.
Art. 38. Sin perjuicio de lo dispuesto en los arts. 33 a 37, el Consejo de
Seguridad podrá, si así lo solicitan todas las partes en una controver-
sia, hacerles recomendaciones a efecto de que se llegue a un arreglo
pacífico ».
Señalemos también que la doctrina internacional ha realizado una
interesante distinción en el articulado mismo del pacto de Naciones Unidas,
que se atribuye al ex Secretario General de Naciones Unidas, Dag
Hammarskjöld, quien designó como «Operaciones de Capítulo VI y Medio»
a aquellas que se encontraban en una situación intermedia entre las destina-
das a solucionar disputas pacíficas (Capítulo VI) y aquellas que ocupaban
medidas de fuerza (Capítulo VII). En estricto rigor, para algunos expertos,
hoy en día, hablar de Operaciones de Capítulo VI implica recurrir a instru-
mentos tales como: negociación, mediación, conciliación, arbitraje, arreglos
judiciales y otras de similar tenor llevadas a cabo por civiles, mientras que
las Operaciones de Capítulo VI y Medio son aquellas en las que hay tropas
de mantenimiento de paz, observadores militares o policía civil.32
Como ya lo anotáramos, la normativa del Capítulo VII de la Carta se
titula «Acción en caso de Amenazas a la Paz, Quebrantamientos de la Paz,
o Actos de Agresión». Desde un punto de vista pedagógico, algunos estu-
diosos del tema dividen las acciones o medidas emanadas de este acápite en
3 grandes grupos:
< Acciones Provisionales (que se contemplan en el artículo 40), en
cuya virtud, y con el expreso propósito que un conflicto internacio-
nal no escale o se agrave, el Consejo de Seguridad, podrá instar a las
partes interesadas a que cumplan con las medidas provisionales que
juzgue necesarias o aconsejables, antes de hacer las recomendacio-
nes o decidir las medidas que trata el artículo 39 de la Carta.
< Acciones Coercitivas sin uso de la Fuerza (consignadas en el artícu-
lo 41), por medio de las cuales, el Consejo de Seguridad podrá decidir

32 Martella, Daniel, «Operaciones de Paz: Grandes Cambios en Poco Tiempo. ¿Estamos


Preparados?», artículo publicado en Military Review, Julio-Agosto 2001, pág. 63.

148
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

qué medidas, que no impliquen el uso de la fuerza armada, han de


emplearse para hacer efectivas sus decisiones. La Carta enumera,
entre otras, la interrupción total o parcial de las relaciones económi-
cas y de las comunicaciones ferroviarias, marítimas, aéreas, postales,
telegráficas, radioeléctricas, y otros medios de comunicación, así como
la ruptura de relaciones diplomáticas.
< Acciones Coercitivas con uso de la Fuerza (contenidas en el artículo
42), en cuya virtud, el Consejo de Seguridad podrá ejercer, por medio
de fuerzas aéreas, navales o terrestres, la acción que sea necesaria
para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales. Tal
acción podrá comprender demostraciones, bloqueos y otras opera-
ciones ejecutadas por fuerzas aéreas, navales o terrestres de Miem-
bros de las Naciones Unidas.
A continuación, pasamos a exponer parte de la normativa integrante
del Capítulo VII:
«Art. 39. El Consejo de Seguridad determinará la existencia de toda
amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión y hará
recomendaciones o decidirá qué medidas serán tomadas de confor-
midad con los art. 41 y 42 para mantener o restablecer la paz y la
seguridad internacionales.
Art. 40. A fin de evitar que la situación se agrave, el Consejo de
Seguridad, antes de hacer las recomendaciones o decidir las medidas
de que trata el art. 39, podrá instar a las partes interesadas a que
cumplan con las medidas provisionales que juzgue necesarias o
aconsejables. Dichas medidas provisionales no perjudicarán los de-
rechos, las reclamaciones o la posición de las partes interesadas. El
Consejo de Seguridad tomará debida nota del incumplimiento de di-
chas medidas provisionales.
Art. 41. El Consejo de Seguridad podrá decidir qué medidas, que no
impliquen el uso de la fuerza armada, han de emplearse para hacer
efectivas sus decisiones, y podrá instar a los Miembros de las Nacio-
nes Unidas a que apliquen dichas medidas, que podrán comprender
la interrupción total o parcial de las relaciones económicas y de las
comunicaciones ferroviarias, marítimas, aéreas, postales, telegráficas,
radioeléctricas, y otros medios de comunicación, así como la ruptura
de relaciones diplomáticas.
Art. 42. Si el Consejo de Seguridad estimare que las medidas de que
trata el art. 41 pueden ser inadecuadas o han demostrado serlo, podrá

149
Guillermo Abarca Ugarte

ejercer, por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres, la acción


que sea necesaria para mantener o restablecer la paz y la seguridad
internacionales. Tal acción podrá comprender demostraciones, blo-
queos y otras operaciones ejecutadas por fuerzas aéreas, navales o
terrestres de Miembros de las Naciones Unidas.
Art. 43. 1. Todos los Miembros de las Naciones Unidas con el fin de
contribuir al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales,
se comprometen a poner a disposición del Consejo de Seguridad,
cuando éste lo solicite, de conformidad con un convenio especial o
con convenios especiales, las fuerzas armadas, la ayuda y las facili-
dades, incluso el derecho de paso, que sean necesarias para el propó-
sito de mantener la paz y la seguridad internacionales. 2. Dicho conve-
nio o convenios fijarán el número y clase de la fuerzas, su grado de
preparación y su ubicación general como también la naturaleza de las
facilidades y de la ayuda que habrán de darse. 3. El convenio o con-
venios serán negociados a iniciativa del Consejo de Seguridad tan
pronto como sea posible; serán concertados entre el Consejo de Se-
guridad y Miembros individuales o entre el Consejo de Seguridad y
grupos de Miembros, y estarán sujetos a ratificación por los Estados
signatarios de acuerdo con sus respectivos procedimientos consti-
tucionales.
Art. 45. A fin de que la Organización pueda tomar medida militares
urgentes, sus Miembros mantendrán contingentes de fuerzas aéreas
nacionales inmediatamente disponibles para la ejecución combinada
de una acción coercitiva internacional. La potencia y el grado de
preparación de estos contingentes y los planes para su acción com-
binada serán determinados, dentro de los limites establecidos en el
convenio o convenios especiales de que trata el art. 43, por el Conse-
jo de Seguridad con la ayuda del Comité de Estado Mayor.
Art. 51. Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho
inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de
ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas, hasta
tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesa-
rias para mantener la paz y la seguridad internacionales. Las medidas
tomadas por los Miembros en ejercicio del derecho de legítima defen-
sa serán comunicadas inmediatamente al Consejo de Seguridad, y no
afectarán en manera alguna la autoridad y responsabilidad del Con-
sejo conforme a la presente Carta para ejercer en cualquier momento
la acción que estime necesaria con el fin de mantener o restablecer la
paz y la seguridad internacionales ».

150
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

2.- NORMATIVA JURÍDICA TRANSITORIA

Junto a la Carta de Naciones Unidas, existen otros instrumentos, de


menor rango jerárquico, que varían de acuerdo a cada Operación de Paz en
particular. En razón de lo anterior, a esta normativa se la ha dado en llamar
«Marco Jurídico Transitorio de las Operaciones de Paz», para distinguirla
de las disposiciones permanentes, conformada fundamentalmente por la
Carta de Naciones Unidas, por la normativa de los tratados de Organizacio-
nes Intergubernamentales de carácter regional (como lo son los de la OTAN
o la OEA) y aquella que integra contenidos de Derecho Internacional Huma-
nitario como son, por ejemplo, los Convenios de Ginebra.33
2.1. RESOLUCIÓN DEL CONSEJO DE SEGURIDAD34
Suele incluir el Mandato, generalmente por un período de 6 meses
renovable, en el que se designa el Jefe de la Fuerza, la recomendación de la
Fuerza de Pacificación, los Estados participantes y su grado de contribu-
ción (con medios humanos y materiales), como también las recomendacio-
nes para el financiamiento de la operación.
A juicio de algunos estudiosos del tema, es conveniente que esté
redactado en términos vagos y escuetos por dos razones fundamentales:
para mantener una adecuada flexibilidad y, por tanto, ser capaz de adaptarse
a las situaciones que se vayan presentando, sin correr riesgo de quedar
superado por la realidad, como también para evitar que sus términos sean
motivo de veto por algún miembro permanente del Consejo de Seguridad.35
Con el propósito de contar con una idea cabal de los términos de una
Resolución del rubro, reproducimos a continuación una obtenida a través de
Internet:
“Consejo de Seguridad Annex IV
Distr. GENERAL
S/RES/940 (1994)
31 de julio de 1994
RESOLUCIÓN 940 (1994)
33 La normativa de ambos marcos debe complementarse. Sin embargo, atendida la supremacía y mayor
rango jurídico de las disposiciones del marco jurídico permanente, las normas que integran el
transitorio, no pueden contradecir los contenidos generales establecidos por el primero.
34 Para ser precisos, la Resolución que ordena una Operación de Paz también puede emanar del
organismo competente de alguna Organización Intergubernamental regional.
35 Sostiene este argumento el Sr. Samy Hawa Arellano, en su Tesis de Grado para optar al grado de
Ingeniero en Sistemas Anfibios, titulada «Marco Jurídico de las Operaciones de Paz de la ONU,
Origen, Desarrollo y Validez Actual para Unidades de Tarea IM», Armada de Chile, 1999, pág. 72.

151
Guillermo Abarca Ugarte

Aprobada por el Consejo de Seguridad en su 3413ª sesión, celebrada el 31 de


julio de 1994 El Consejo de Seguridad,
Reafirmando sus resoluciones 841 (1993), del 16 de junio de 1993, 861 (1993),
del 27 de agosto de 1993, 862 (1993), del 31 de agosto de 1993, 867 (1993), del
23 de septiembre de 1993, 873 (1993), del 13 de octubre de 1993, 875 (1993),
del 16 de octubre de 1993, 905 (1994), del 23 de marzo de 1994, 917 (1994), del
6 de mayo de 1994, y 933 (1994), del 30 de junio de 1994,
Recordando lo dispuesto en el Acuerdo de Governors Island (s/26063) y en
el Pacto de Nueva York (s/26297),
Condenando que el régimen ilegal de facto siga haciendo caso omiso de
esos acuerdos y se niegue a cooperar con las gestiones que realizan las
Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos (OEA) para lo-
grar su aplicación,
Profundamente preocupado por el nuevo y considerable empeoramiento de
la situación humanitaria en Haití, en particular la continua intensificación de
las violaciones sistemáticas de las libertades civiles por parte del régimen
ilegal de facto, la situación desesperada de los refugiados haitianos y la
reciente expulsión del personal de la Misión Civil Internacional (MICIVIH),
condenada en la declaración formulada por el Presidente del Consejo el 12 de
julio de 1994 (s/PRST/1994/32),
Habiendo examinado los informes del Secretario General del 15 de julio de
1994 (s/1994/828 y Add.1) y del 26 de julio de 1994 (s/1994/871),
Tomando nota la carta de fecha 29 de julio de 1994 del Presidente legítima-
mente electo de Haití (s/1994/905, anexo) y de la carta de fecha 30 de julio de
1994 del Representante Permanente de Haití ante las Naciones Unidas (s/
1994/910),
Reiterando que se ha comprometido a que la comunidad internacional preste
asistencia y apoyo para el desarrollo económico, social e institucional de
Haití,
Reafirmando que el objetivo de la comunidad internacional sigue siendo el
restablecimiento de la democracia en Haití y el pronto retorno del Presidente
legítimamente electo, Jean Bertrand Aristide, en el marco del Acuerdo de
Governors Island,
Recordando que en su resolución 873 (1993) el Consejo confirmó que estaba
dispuesto a estudiar la imposición de otras medidas si las autoridades milita-
res de Haití seguían obstaculizando las actividades de la Misión de las Na-
ciones Unidas en Haití (UNMIH) o no cumplían plenamente las resoluciones

152
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

pertinentes del Consejo y las disposiciones del Acuerdo de Governors Island,


Determinando que la situación en Haití sigue constituyendo una amenaza
para la paz y la seguridad en la región,
1. Acoge con beneplácito el informe del Secretario General del 15 de julio de
1994 (s/1994/828) y toma nota de que éste apoya la adopción de medidas con
arreglo al Capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas a fin de ayudar al
Gobierno legítimo de Haití a mantener el orden público;
2. Reconoce el carácter singular de la situación actual en Haití, su naturaleza
compleja y extraordinaria y su empeoramiento, que requieren una reacción
excepcional;
3. Determina que el régimen ilegal de facto en Haití no ha cumplido el Acuer-
do de Governors Island y está transgrediendo las obligaciones que le incum-
ben con arreglo a las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad;
4. Actuando con arreglo al Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,
autoriza a los Estados Miembros a integrar una fuerza multinacional bajo
mando y control unificados y, dentro de ese marco, a recurrir a todos los
medios necesarios para facilitar la partida de Haití de los dirigentes militares,
de conformidad con el Acuerdo de Governors Island, el pronto regreso del
Presidente legítimamente electo y el restablecimiento de las autoridades legí-
timas del Gobierno de Haití, así como a establecer y mantener un entorno
seguro y estable que permita la aplicación del Acuerdo de Governors Island,
en la inteligencia de que el costo de esta operación temporaria será sufraga-
do por los Estados Miembros que participen en ella;
5. Aprueba el establecimiento, tras la aprobación de la presente resolución,
de un grupo de avanzada de la UNMIH integrado por más de 60 personas,
incluido un grupo de observadores, para instituir los mecanismos de coordi-
nación apropiados con la fuerza multinacional, a fin de que desempeñe las
funciones de supervisión de las operaciones de la fuerza multinacional y
otras funciones que se describen en el párrafo 23 del informe del Secretario
General del 15 de julio de 1994 (s/1994/828), y para evaluar las necesidades y
preparar el despliegue de la UNMIH una vez cumplida la misión de la fuerza
multinacional;
6. Pide al Secretario General que presente un informe sobre las actividades
del grupo dentro de los treinta días siguientes a la fecha de despliegue de la
fuerza multinacional;
7. Decide que la tarea del grupo de avanzada definida en el párrafo 5 de la
presente resolución llegará a su fin en la fecha en que termine la misión de la
fuerza multinacional;
153
Guillermo Abarca Ugarte

8. Decide que la fuerza multinacional dará por terminada su misión y que la


Misión de las Naciones Unidas en Haití (UNMIH) asumirá la totalidad de sus
diversas funciones descritas en el párrafo 9 infra cuando se haya creado un
entorno estable y seguro y la UNMIH posea la capacidad de fuerzas y la
estructura suficientes para asumir la totalidad de sus funciones. El Consejo
de Seguridad hará esa determinación teniendo en cuenta las recomendacio-
nes que formulen los Estados Miembros que integren la fuerza multinacio-
nal, sobre la base de la evaluación que haga el comandante de esa fuerza, y
las que formule el Secretario General;
9. Decide revisar y prorrogar el mandato de la Misión de las Naciones Unidas
en Haití (UNMIH) por un período de seis meses para que preste asistencia al
Gobierno democrático de Haití en el cumplimiento de sus responsabilidades
en relación con:
a) la preservación del entorno estable que se haya creado en el curso de la
etapa multinacional y la protección del personal internacional y las instala-
ciones esenciales, y
b) la conversión de las fuerzas armadas de Haití en una fuerza profesional y
la creación de un cuerpo separado de policía;
10. Pide también que la UNMIH ayude a las autoridades constitucionales
legítimas de Haití a establecer un entorno propicio para la celebración de
elecciones legislativas libres y limpias, que serán organizadas por esas auto-
ridades y que, cuando dichas autoridades lo soliciten, serán objeto de ob-
servación por las Naciones Unidas, en cooperación con la Organización de
los Estados Americanos (OEA);
11. Decide aumentar la cantidad de efectivos de la UNMIH a 6.000 y fija el
objetivo de terminar la misión de la UNMIH, en cooperación con el gobierno
constitucional de Haití, a más tardar en febrero de 1996;
12. Invita a todos los Estados, en particular a los de la región, a que presten
el apoyo debido a las medidas que adopten las Naciones Unidas y los Esta-
dos Miembros en cumplimiento de la presente resolución y de otras resolu-
ciones pertinentes del Consejo;
13. Pide a los Estados Miembros que actúen de conformidad con el párrafo 4
supra que le presenten informes periódicamente; el primero de esos informes
deberá presentarse, como máximo, siete días después del despliegue de la
fuerza multinacional;
14. Pide al Secretario General que presente informes sobre la aplicación de la
presente resolución a intervalos de sesenta días a partir de la fecha del
despliegue de la fuerza multinacional;
154
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

15. Exige que se respeten rigurosamente las personas y los locales de las
Naciones Unidas, la Organización de los Estados Americanos, otras organi-
zaciones internacionales y humanitarias y las misiones diplomáticas en Hai-
tí, y que no se cometan actos de intimidación o violencia contra el personal
participante en la labor humanitaria o de mantenimiento de la paz;
16. Destaca la necesidad de que, entre otras cosas:
a) se adopten todas las medidas apropiadas para velar por la seguridad y la
protección de las operaciones y del personal que participe en esas operacio-
nes, y
b) las disposiciones sobre seguridad y protección que se adopten abarquen
a todas las personas que participen en las operaciones;
17. Afirma que el Consejo examinará las sanciones impuestas de conformi-
dad con las resoluciones 841 (1993), 873 (1993) y 917 (1994), con miras a
levantarlas en su totalidad inmediatamente después del regreso a Haití del
Presidente Jean Bertrand Aristide;
18. Decide seguir ocupándose activamente de la cuestión”.

2.2. TÉRMINOS DE REFERENCIA (conocidos en inglés por la sigla


TOR, Terms of Reference)

Este documento tiene por objeto establecer normas de carácter obli-


gatorio para las Fuerzas que intervienen en una Operación de Paz, amplian-
do y clarificando las disposiciones vagas o escuetas que contenga el Man-
dato.
Específicamente, digamos que es la directiva que traslada el Secreta-
rio General de Naciones Unidas o de la Organización Regional al Jefe de la
Misión, en la que se detalla el contenido general del mandato, especialmente
en lo relativo a la estructura de mando, los cometidos u objetivos de la
misión, así como a la composición de la Fuerza.
Deben explicitar, a lo menos, normas referentes a las causales y obje-
tivos de realización de la Operación de Paz como, también, en lo concernien-
te al propósito de las fuerzas componentes y las relaciones de mando a su
interior.

2.3. STATUS DE LA FUERZA ( expresión abreviada al inglés como SOFA,


esto es, Status of Forces Agreement)

Es el tratado por el que se garantiza el status que gozará la fuerza de


pacificación en el territorio de las partes en conflicto, mientras se encuentre

155
Guillermo Abarca Ugarte

desempeñando su misión. Este tratado debe ser firmado y ratificado por las
Naciones Unidas o la Organización Regional correspondiente, el (o los) Es-
tado (s) anfitrión (es) y el (o los) Estado (s) que participan en el contingente
de pacificación.
A mayor detalle, consignemos que es el documento jurídico interna-
cional que garantiza la colaboración de las partes en conflicto con la fuerza
de pacificación, cuya violación produce las correspondientes responsabili-
dades internacionales. Entre otras materias, incluye los permisos de entrada
y salida de los miembros de la misión, el empleo de armas y tipos de armas
autorizados, empleo de banderas y distintivos de la misión, delimitación de
las zonas de libre circulación por las unidades de la fuerza de pacificación,
normas en torno a la jurisdicción civil y militar, así como los privilegios e
inmunidades aplicables a los miembros de la misión, derechos y condiciones
para la importación del material y equipo requerido para el desempeño de la
misión y las condiciones acerca del abastecimiento local de bienes y servi-
cios (como agua y luz).

2.4. REGLAS DE ENFRENTAMIENTO (cuyas siglas en inglés son


ROE, Rules of Engagement)

Son las normas que regulan el empleo del armamento disponible por
la fuerza de pacificación, en el marco de los principios de autodefensa e
imparcialidad. Deben ser aprobadas por las partes en conflicto y por el man-
do de la fuerza multinacional y están redactados en forma de autorizaciones
o prohibiciones.
Por regla general, el uso de la fuerza se circunscribe a casos suma-
mente justificados y a situaciones de extrema necesidad, donde otros me-
dios de solución hayan fracasado irremediablemente.36
Hagamos presente, en todo caso, que las ROE son específicas para
cada operación en particular. Sin embargo, existe cierto consenso en orden a
señalar que puede recurrirse a la utilización de la fuerza que, en todo caso,
deberá ser proporcional a la empleada por el agresor, en los siguientes
casos:
< Defensa Propia, cuando se vea amenazada la vida de miembros de la
fuerza y esta amenaza sea inminente;

36 Resulta obvio señalar que la utilización de la fuerza, por regla general, debe considerarse contraria
al espíritu que guía las Operaciones de Paz; no obstante, por razones evidentes, no puede excluirse
del todo su uso en el desarrollo de las mismas.

156
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

< Para evitar la captura o el rapto de miembros de las fuerzas participan-


tes en la operación;
< Para proteger las instalaciones de la fuerza de pacificación, contra
grupos armados organizados.

2.5. DIRECTRICES PARA LA MISIÓN

Son las normas específicamente redactadas para cada operación de


pacificación por la División Militar del Departamento de Operaciones de
Mantenimiento de Paz de Naciones Unidas, dependiente de la Secretaría
General de ésta. Su objeto es complementar los documentos anteriores en
materias de carácter operativo, administrativo y económico.
En ellas se incluyen variados aspectos, tales como referencias gene-
rales a la finalidad de la misión, características geográficas y sociales de la
zona donde tiene lugar la misión, la organización general de la fuerza, aspec-
tos acerca del sistema de selección y requisitos mínimos de los participantes
en la misión, temas referentes a horarios, licencias, autorizaciones de viajes,
prestaciones económicas e indemnizaciones.

II.- FUENTES NORMATIVAS INTERNAS O NACIONALES DE LAS


OPERACIONES DE PAZ

1.- LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE 1980

Como lo anunciáramos someramente, la principal fuente nacional está


conformada por nuestra Carta Fundamental, esto es, la Constitución de 1980.
Sobre el particular, cabe agregar que por primera vez en nuestra historia
institucional, el Constituyente del 80 incorporó en su normativa un Capítulo
que trata en forma explícita de las Fuerzas Armadas, denominándolo «Fuer-
zas Armadas, de Orden y Seguridad Pública».37 En este sentido, su artículo
90 dispone que las primeras «existen para la defensa de la patria, son esen-
ciales para la seguridad nacional y garantizan el orden institucional de la
República».
En este orden de ideas, la interrogante que corresponde dilucidar
consiste en buscar en la referida norma el fundamento para la participación
de nuestras Fuerzas Armadas en Operaciones de Paz. Convengamos que,
del simple análisis de las funciones transcritas, pudiera no ser fácilmente

37 A mayor abundamiento, el Capítulo X señala que las Fuerzas Armadas están conformadas por el
Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, y dependen del Ministerio de Defensa Nacional. A su vez,
expresa que las Fuerzas de Orden y Seguridad Pública las conforman Carabineros de Chile y la
Policía de Investigaciones.

157
Guillermo Abarca Ugarte

detectable algún indicio que, a primera vista, sustente la actividad desplega-


da por los institutos armados en Operaciones de Paz, máxime, considerando
que tradicionalmente siempre hemos asociado la intervención de nuestras
Fuerzas Armadas a tareas desplegadas al interior de nuestras fronteras na-
cionales. Sin embargo, haciendo un estudio más detallado de cada una de
sus funciones constitucionales y recurriendo, por cierto, al espíritu de la
norma, que dispone que las Fuerzas Armadas son «esenciales para la segu-
ridad nacional» es la que, a nuestro juicio, pudiera servir para responder
nuestra interrogante. Así, la “defensa de la patria”, señala la profesora Ma-
risol Peña Torres, está referida a la defensa en el campo bélico; a su turno,
expresa que el Orden Institucional de la República está constituido por el
conjunto de instituciones y las regulaciones que les son inherentes, que la
sociedad se ha dado con el fin de defender y promover los valores y princi-
pios sustanciales sobre los que se edifica esa institucionalidad. Concluye
este punto, sosteniendo: “Se trata de una garantía que no dice relación con
lo ordinario, con lo contingente o coyuntural, sino que está reservada para
lo fundamental de la arquitectura institucional que la Nación se ha dado en
ejercicio de la soberanía de la que es titular”.38
Convengamos que uno de los roles primordiales de las Fuerzas Arma-
das ha estado constituido por el papel que desde siempre han desempeñado
en procura de la Seguridad de la Nación, la que se logra ante la existencia de
un conjunto de condiciones que le garanticen la ausencia de riesgos o ame-
nazas, tanto en el orden interno y externo como, también, de las provenien-
tes de catástrofes naturales o del deterioro del medio ambiente.39 A nuestro
juicio, es en este rubro donde se inserta el tema de su participación en
misiones de paz, ya que, bajo la óptica moderna de las Relaciones Internacio-
nales, y atendida la estrecha interrelación que existe entre las esferas de
poder de cada una de las naciones del planeta, si está en peligro la Seguridad
Internacional, a causa de un determinado incidente, automáticamente se
pone en riesgo nuestra seguridad como nación, por ser Chile parte integran-
te de ese concierto de naciones. Por tanto, dentro del concepto de Seguridad
Nacional debemos entender nuestra participación en conflictos que com-
prometan la Seguridad Internacional, atendido que si ésta se encuentra ame-
nazada, puede, a su vez, ponerse en riesgo la primera.40
38 Peña Torres, Marisol, «Las Fuerzas Armadas en la Constitución Política de 1980», artículo
publicado en la revista Política y Estrategia de la Academia Nacional de Estudios Políticos y
Estratégicos (ANEPE), Santiago de Chile, N° 84, 2001, págs. 118, 119 y 120.
39 Nuestro Libro de la Defensa Nacional de Chile, en su primera versión, señala que la Seguridad
Nacional es la condición alcanzada por un país como consecuencia del desarrollo armónico de su
Poder Nacional, y de haber adoptado previsiones y acciones tendientes a atenuar o eliminar sus
vulnerabilidades, de modo de asegurar el logro de los Objetivos Nacionales, pese a los riesgos
y amenazas internas y externas, con pleno respeto a la normativa legal y reglamentaria.
40 Comparten esta línea de pensamiento, el Sr. Subdirector de Política Especial para Seguridad
Internacional y Desarme de nuestra Cancillería, Alfredo Labbé Villa, y el Sr. Auditor del Estado
Mayor de la Defensa Nacional, Claudio Escudero Pinto, en argumentos que se contienen en
sendas entrevistas concedidas a este tesista, cuyo texto se consigna en los Anexos de esta Tesis.

158
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

En íntima relación con lo expuesto, señalemos que la Política Exterior


de Chile tiene un segmento que se denomina de Seguridad Internacional y
de Desarme, en donde su objetivo principal es preservar las condiciones de
seguridad, estabilidad y paz, que permitan una exitosa y feliz inserción de
Chile en el concierto mundial. Las Operaciones de Paz rolan precisamente
dentro de la materialización de ese objetivo o segmento de nuestra Política
Exterior.
De la mano con los argumentos inicialmente vertidos, digamos que la
política de cooperación de Chile con Naciones Unidas y, a su vez, con el
Consejo de Seguridad se inserta dentro del denominado principio de la «In-
divisibilidad de la Seguridad Internacional», en virtud del cual toda amena-
za a la seguridad de un miembro de la comunidad internacional es, a la vez,
una amenaza a todos los demás. Por tanto, todos los miembros de la esa
comunidad, cualesquiera sea su estatura o poderío, tienen su cuota de res-
ponsabilidad en la mantención de la paz y la seguridad internacionales. Es
en este sentido como debe entenderse el aporte que Chile hace, a través de
sus Fuerzas Armadas, a la comunidad internacional, por medio de las misio-
nes de paz.
A modo de complemento, el Subdirector de Política Especial para
Seguridad Internacional y Desarme, de nuestra Cancillería, Sr. Alfredo Labbé
Villa, señalaba a este tesista, en entrevista que se reproduce en los Anexos
de este trabajo, que a Chile le interesa, sobremanera, la mantención de la paz
y la seguridad internacionales, en los términos de la Carta de Naciones Uni-
das, por el valor axiológico intrínseco que tiene su preservación y por ser
también un objetivo consagrado en dicha Carta, que forma parte de nuestro
ordenamiento jurídico nacional, al ser un tratado internacional firmado y
ratificado por Chile.
Sin perjuicio de lo señalado precedentemente por este tesista, en
orden a explicitar el fundamento constitucional que sustenta la participación
de nuestras Fuerzas Armadas en misiones de paz, es del caso consignar que
otros juristas opinan que dicho fundamento debiera ser entendido como
formando parte de uno de mayor entidad jurídica.41 Así, sostienen que la
norma del antes citado artículo 90, debe complementarse con otras del mis-
mo texto como, por ejemplo, los artículos 24 y 32 N° 17, que le confieren al
Presidente de la República el Gobierno y la Administración del Estado, exten-
diéndose su autoridad a todo cuanto tiene por objeto la conservación del
Orden Público en el interior y la Seguridad Externa de la República, de acuer-
do a la Constitución y las leyes. A su turno, el citado numeral 17 del artículo

41 Comparten esta corriente de pensamiento los Profesores Miguel Navarro y Astrid Spaliat.

159
Guillermo Abarca Ugarte

32, le otorga al Jefe de Estado, como atribución especial, la conducción de


las Relaciones Políticas con las Potencias Extranjeras y Organismos Interna-
cionales. De esta forma, esta postura doctrinaria concluye sosteniendo que
el fundamento constitucional que legitima la participación de nuestros insti-
tutos armados en misiones de paz, debe entenderse como manifestación de
las Políticas de Defensa y de Relaciones Exteriores que nuestro país
soberanamente se da, con arreglo a su normativa interna y al marco legal
internacional al que ha adherido.
No quisiera concluir este primer punto sin exponer una reflexión per-
sonal, originada con anterioridad al desarrollo de este trabajo, y que incide
en cuestionarse una materia que guarda íntima relación con el punto recién
tratado. Es un hecho innegable que el despliegue de fuerzas nacionales de
todo el mundo en misiones de paz, cada vez ha ido in crescendo. Esta reali-
dad también ha golpeado las puertas de nuestro país; así, tendremos la
oportunidad de ver que, a partir del año 1999, Chile está facultado para
enviar fuerzas a escenarios en que se deba actuar con arreglo a la normativa
propia de las operaciones que imponen la paz, esto es, bajo Capítulo VII de
la Carta de Naciones Unidas.
A mayor abundamiento, la opinión pública de nuestro país se sor-
prendió a comienzos del pasado mes de marzo con la noticia que señalaba
que, por decisión de S. E., el Presidente de la República, nuestro país com-
prometía el pronto envío de tropas hacia Haití, amparadas por una Resolu-
ción del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que las facultaba para
operar con arreglo a la normativa de su Capítulo VII. Por vez primera en
nuestra historia, Chile asumía con el órgano internacional un acuerdo de tan
especial trascendencia, toda vez que, en la práctica, significaba comprome-
ter el despliegue al referido escenario de la, nada despreciable, cantidad de
340 efectivos pertenecientes al Ejército de Chile. A ello debemos agregar la
presencia nacional, por cierto de mucho menor entidad, en otros escenarios
mundiales en que también se opera con arreglo a las disposiciones de Impo-
sición de Paz: Afganistán, Congo, Bosnia y Timor Oriental.
A modo de complemento, es del caso consignar que, con fecha 19 de
mayo pasado, el Senado de la República aprobó por 27 votos a favor y 15
abstenciones el envío de un segundo contingente militar para formar parte
de las fuerzas de paz y estabilización del orden en Haití.42 Interesante resulta
recalcar que de ese contingente, que alcanza a los 584 efectivos, conformado
por uniformados del Ejército y de la Armada de Chile, sumándose una unidad
de ingenieros, además de tres Helicópteros Puma, cuatro UH-1H de la Fuer-
42 Este contingente forma parte de la misión de estabilización que las Naciones Unidas desplegó en
la nación caribeña, a partir del 1° de Junio.

160
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

za Aérea de Chile, junto a la barcaza Valdivia, que brinda apoyo logístico a


las tropas, 36 efectivos son miembros de Carabineros de Chile.43 Reciente-
mente, en el pasado mes de Septiembre, la Ministra de Defensa Nacional,
Michelle Bachelet, anunció que Chile participará en la misión militar de la
Unión Europea en Bosnia-Herzegovina, que vendría a relevar a la de la OTAN,
a fines de año, tras diez años de presencia en suelo bosnio. Esta misión,
denominada Althea, supondrá el despliegue de unos 7 mil soldados euro-
peos en tres sectores del territorio bosnio, teniendo como objetivos conso-
lidar la seguridad de este país balcánico, contribuyendo, de paso, a la bús-
queda de criminales de guerra, reclamados por el Tribunal Penal Internacio-
nal para la ex-Yugoslavia. A través de esta iniciativa, Chile se constituye en
el primer país no comunitario que confirma su participación en Althea.44
Esta realidad, de progresiva participación, me ha motivado a realizar
la siguiente interrogante: ¿Se justificaría incorporar al rol constitucional
de nuestras Fuerzas Armadas, definido en el antes citado Capítulo X de la
Carta de 1980, su participación en misiones de paz?
Debo confesar que, antes de desarrollar esta tesis de grado, mi prime-
ra respuesta se pronunciaba por la idea de acoger una eventual enmienda a
la Constitución, acogiendo la explicitación de una realidad innegable: la par-
ticipación cada vez más activa de funcionarios de nuestras Fuerzas Arma-
das en Operaciones de Paz. Ello, por tanto, vendría a unirse a las tradiciona-
les funciones constitucionales de las Fuerzas Armadas, consignadas en el
precitado artículo 90, que dispone que «existen para la defensa de la patria,
son esenciales para la seguridad nacional y garantizan el orden institucional
de la República».45
Sin embargo, al ir en búsqueda del fundamento constitucional que
sustenta la participación de nuestras Fuerzas Armadas en misiones de paz, y
que ocupara las primeras líneas de este punto, desistí de mi idea de recoger
formalmente esta realidad en el texto. Del mérito de lo analizado, si bien es
cierto que el referido artículo 90 no consigna en forma expresa su interven-
ción en misiones de paz, los mismos fundamentos que sirven para sostener
su participación, perfectamente pueden acudir como fuente formal para esa
intervención. Adicional a la imformación fue aclaratorio el argumento dado
por la Sra. Ministra de Defensa Nacional, al consultarle por esta interrogan-

43 El costo de la participación de Chile en esta operación humanitaria asciende a los cerca de US$
20 millones, de los cuales US$ 13,5 serán financiados por Naciones Unidas, proviniendo los
recursos restantes del Presupuesto del área de Defensa como también de la Ley del Cobre.
44 Actualmente, Chile mantiene 32 efectivos en la nación balcánica, integrados en un Batallón
británico, cumpliendo sus funciones a disposición de la OTAN.
45 A esta realidad, debo agregar mi deformación profesional, propia de los abogados, en orden a
normar todas aquellas situaciones que comiencen a presentarse como habituales

161
Guillermo Abarca Ugarte

te. La secretaria de Estado manifestó que había que tener cierto cuidado al
momento de pretender legislar hasta en los más mínimos detalles respecto de
una determinada institución, sobre todo cuando la normativa que la regula-
ba, por muy general que fuera, era auto sustentable, como lo es la objeto de
estudio. De lo contrario, se corría el riesgo de entrar en una fiebre
modificatoria que nos obligara a estar constantemente poniendo al día la
legislación.

1.- LA LEY N° 19.067 de 199146

Este cuerpo legal, de la rama de la Defensa Nacional, establece las


«Normas permanentes sobre entrada de Tropas Extranjeras en el territo-
rio de la República y salida de Tropas Nacionales del mismo».
Citamos este texto legal dentro de las fuentes internas, atendido que
el egreso del territorio nacional del contingente chileno que integra una
misión de paz, se rige por la normativa contenida en él.
Sobre el particular, su artículo 4° señala que la salida de tropas nacio-
nales, fuera del territorio de la República, deberá ser autorizada por Decreto
Supremo firmado por el Presidente de la República, previo acuerdo del Sena-
do e informe o a propuesta de la Institución de la Defensa Nacional que
corresponda, expedido por intermedio del Ministerio de Defensa Nacional y
con la firma del Ministro de Relaciones Exteriores.47 A su vez, el informe a que
se alude precedentemente debe ser evacuado dentro del plazo de diez días,
contado desde la recepción del requerimiento a la respectiva Institución,
transcurrido el cual sin ser emitido, podrá prescindirse del mismo.
Asimismo, el artículo 6° dispone que las autorizaciones que se otor-
guen en virtud de esta ley, deberán ser comunicadas, para su conocimiento,
antes de la salida de las tropas correspondientes, al Senado y a la Cámara de
Diputados.
La normativa integrante de la Política Nacional para la Participación
del Estado de Chile en Operaciones de Paz, consignada en una primera etapa
en el Decreto Supremo N° 94, del año 1996, complementada, a su vez, por el
texto del N° 68, del año 1999, ambos del Ministerio de Defensa Nacional,
establece en forma expresa, en su numeral 5°, que «La participación de
personal de las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad Pública en las
referidas Operaciones (se refiere a las de Paz), a su vez, se rige especial-
mente por lo prescrito en la Ley N° 19.067».
46 El texto íntegro de esta norma se encuentra inserto en los anexos de esta Tesis.
47 Por su parte, el artículo 5°, de la norma en estudio, señala que si la salida de tropas obedece a la
participación en celebración de efemérides, viajes de instrucción o logística, misiones de ayuda
humanitaria, actos de cortesía internacional o cumplimiento de acuerdos de intercambio militar,
se aplicarán las normas relativas a las comisiones en el extranjero establecidas en el Estatuto del
Personal correspondiente, sirviendo de suficiente autorización los decretos que las dispongan.

162
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Del análisis de las disposiciones legales transcritas, es fácilmente


comprobable que su normativa, no hace mención expresa en torno a su
aplicabilidad en caso de salida de personal de las Fuerzas Armadas al extran-
jero, con motivo de una operación de paz. A mayor especificación, esta clase
de operaciones no se encuentran consignadas dentro de la lista de excepcio-
nes contenidas en el citado artículo 5°, en cuya virtud se las exime de la
tramitación indicada por la propia ley, aplicando la reglamentación propia de
las comisiones de servicio al extranjero. Esto último, a contrario sensu, es
signo inequívoco que las operaciones de paz en que toman parte los institu-
tos armados debieran encontrarse formando parte de la regla general.
No nos cerramos a considerar en este análisis que la norma que regu-
la expresamente el egreso de tropas, a la sazón, el artículo 4°, pudiera com-
prenderse en un sentido amplio o lato, de modo que, en su interpretación,
quedara subentendida la participación de contingente en misiones de paz. A
ello podríamos agregar también la circunstancia que, dentro de la acepción
de la palabra «tropa», entendiéramos al personal de las Fuerzas Armadas
que toma parte en las referidas operaciones.48
Sin perjuicio de lo expuesto, y no obstante la opinión vertida por
algunos connotados entrevistados, pudiera también argumentarse con pro-
piedad que, atendida la especialísima finalidad que motiva la salida de este
personal fuera de nuestras fronteras, podría resultar conveniente pensar en
la complementación del texto de la precitada ley, señalando explícitamente
que el egreso de contingente de las Fuerzas Armadas, en operaciones de
paz, queda comprendido dentro de sus términos.
La ya referida decisión presidencial de enviar contingente pertene-
ciente al Ejército de Chile, durante el pasado mes de marzo, hacia Haití,
provocó que los términos de esta normativa cobraran inusitada vigencia.49
Sin entrar a pronunciarme en torno a la polémica suscitada entre el Presiden-
te de la República y algunos miembros del Senado, generada, en acaloradas
palabras de algunos integrantes de esta rama del Congreso Nacional, por lo
«precipitada e inconsulta» de la decisión del Ejecutivo,50 también se escu-
charon algunas voces de legisladores de la Cámara de Diputados señalando
que, atendido el incremento de la participación de Chile en esta clase de
48 En este sentido, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define al vocablo
“tropa” señalando que es el conjunto de cuerpos que componen un ejército, división, guarnición, etc.
49 Resulta pertinente traer a colación las palabras del Sr. Comandante en Jefe del Ejército, General
Juan Emilio Cheyre, quien, en esa oportunidad, manifestó lo siguiente: «Los integrantes de las
ramas castrenses son los únicos que damos la vida por la nación en territorio nacional o por la paz
del mundo cuando las autoridades lo disponen». Información obtenida del Diario «La Tercera»,
edición del 03 de Marzo del 2004, pág. 4.
50 Es del caso señalar que 31 senadores apoyaron la decisión del Presidente, en tanto 11 votaron por
rechazarla.

163
Guillermo Abarca Ugarte

operaciones y, mas aún, integrando misiones de Capítulo VII de la Carta de


Naciones Unidas, era conveniente pensar en modificar las disposiciones de
la Ley N° 19.067, en el sentido de incorporar también el acuerdo de dicha
Cámara como condición necesaria para el egreso de tropas chilenas hacia el
exterior.51 Sobre el particular, y sin ánimo de menospreciar el importante rol
que juega nuestra Cámara de Diputados en el funcionamiento institucional
de nuestra democracia, creo que incorporarla a los términos de la referida ley,
en un papel de copartícipe en la generación del referido agreement, podría
atentar en contra de la premura y agilidad que muchas veces se requeriría
para lograr el egreso de fuerzas nacionales que integran una misión de paz.
Al respecto, la propia Sra. Ministra de Defensa Nacional señaló a este tesista,
en entrevista que se consigna en los anexos, que, hasta este momento, la
operatoria de la normativa que regía la salida de tropas en operaciones de
paz, no presentaba inconvenientes en su funcionamiento.
Sin embargo, donde sí estimo que es necesario y urgente abordar el
tema, de cara a una eventual reforma del status legislativo vigente, es res-
pecto del egreso del territorio nacional del personal que integra una opera-
ción de paz, perteneciente a las Fuerzas de Orden y Seguridad Pública, esto
es miembros de Carabineros e Investigaciones de Chile, atendido que su
salida se sustenta en la actualidad en una decisión meramente administrativa
del Poder Ejecutivo, al no quedar comprendidos estos funcionarios por los
términos de la ley en estudio que, como hemos visto, sólo se aplica al perso-
nal de las Fuerzas Armadas. Así, en el hecho, su salida de nuestras fronteras
sólo se sustenta en la normativa contemplada dentro de la Política Nacional
para la Participación del Estado de Chile en Operaciones de Paz (Decretos
Supremos 94 de 1996 y 68 de 1999), que sólo tiene rango de Decreto Supre-
mo, mas no de ley.52
Por tanto, en mérito del breve análisis precedente, creo que se hace
necesario complementar las disposiciones de la ley en estudio, sometiendo
la salida de personal de Carabineros e Investigaciones de Chile al mismo
régimen vigente para los integrantes de nuestras Fuerzas Armadas.

51 Este tesista escuchó, en entrevista radial, al diputado de Renovación Nacional, Sr. Alberto Cardemil,
pronunciarse en dicho sentido.
52 A modo argumentativo, precisemos jurídicamente que esta clase de normas emanan de la Potestad
Reglamentaria del Presidente de la República. En un sentido clásico, se entiende por tal aquella
facultad que reside en el Presidente de la República y en otras autoridades de la Administración
del Estado para dictar normas, más o menos generales, con el propósito de poner en ejecución
contenidos consignados en un texto legal. Los Decretos y Reglamentos son claros y tradicionales
productos de esta especial clase de normativa. Nuestra actual Constitución Política trata esta
facultad dentro de las atribuciones especiales del Presidente de la República, en su artículo 32 N°8.

164
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

3.- EL CÓDIGO DE JUSTICIA MILITAR

La normativa contenida en este cuerpo legal merece ser consignada,


como una fuente interna, por contemplar y regular el Estatuto Procesal apli-
cable a la Jurisdicción Militar.
Sin perjuicio, que volveremos sobre este punto en el Capítulo si-
guiente, señalemos, a priori, que la legislación nacional consignada en el
precitado Código establece en forma expresa el Principio de la Extraterritoria-
lidad, en caso de asuntos o negocios de jurisdicción militar, que sobreven-
gan fuera de nuestro territorio nacional.
Así, el inciso segundo de su artículo 3° establece, en forma expresa, la
competencia de los Tribunales Militares de la República para juzgar causas
que acaezcan más allá de nuestras fronteras, al disponer: «Igualmente tie-
nen jurisdicción para conocer de los mismos asuntos (se refiere a aquellos
de jurisdicción militar) que sobrevengan fuera del territorio nacional, en
los siguientes casos». A su turno, el numeral segundo de la disposición
establece:
«2° Cuando se trate de delitos cometidos por militares en el ejerci-
cio de sus funciones o en comisiones del servicio».
A mi juicio, la normativa reseñada es plenamente aplicable a los miem-
bros de nuestras Fuerzas Armadas que se encuentren integrando en el ex-
tranjero una misión de paz. Consecuente con lo expuesto, el profesor de
nuestra Academia, MGL Juan Guillermo Toro Dávila, establece en un docu-
mento de trabajo, referido al tema, lo siguiente: «Es pertinente advertir que la
Jurisdicción Militar chilena consagra una forma de extraterritorialidad de sus
disposiciones que resulta aplicable en la especie al despliegue de fuerzas
nacionales en operaciones de mantenimiento de la paz. En efecto, el artículo
3° N° 2 del Código de Justicia Militar prevé el juzgamiento de militares chile-
nos por delitos cometidos en el extranjero en ejercicio de sus funciones o en
comisiones de servicio. La norma permite, entonces, el encausamiento de
miembros de las Fuerzas Armadas, tanto en cometidos de fuerzas multinacio-
nales de paz cuanto en actividades individuales de carácter oficial que ten-
gan la calidad de comisión de servicio, lo que implicaría, por ejemplo, a los
Observadores Militares de las Naciones Unidas o de otro Organismo Regio-
nal de Seguridad Colectiva».53 A modo de complemento, el profesor Renato
Astrosa Herrera, analizando el numeral 2° de la norma en estudio, en su obra

53 Toro Dávila, J. Guillermo, «El Sistema Internacional de Naciones Unidas. El Consejo de


Seguridad de la ONU y las Operaciones de Mantenimiento de la Paz. Participación de Chile
en Misiones de Paz», Documento de Trabajo, Academia Nacional de Estudios Políticos y
Estratégicos, Santiago de Chile, 1997, Anexo 2, pág. 6.

165
Guillermo Abarca Ugarte

«Código de Justicia Militar Comentado», señala: « Los delitos pueden ser


comunes o militares, pues el legislador no hace distingos. Si se trata de delito
común, será necesario que incurra en él por razón del ejercicio de sus funcio-
nes de su destino militar o de una comisión de igual índole. Estas modalida-
des acontecen siempre en los delitos militares».
Finalmente, es del caso señalar que el artículo 6° del Código Orgánico
de Tribunales, cuerpo procesal reglamentario que se ocupa de normar las
atribuciones, competencias y organización de nuestros Tribunales de Justi-
cia, contempla una serie de casos en los cuales también se acoge la tesis de
la Extraterritorialidad de la Ley Patria. Así, dispone lo siguiente:54
«Quedan sometidos a la jurisdicción chilena los crímenes y simples
delitos perpetrados fuera del territorio de la República que a conti-
nuación se indican».
Dentro de los numerando que se señalan por la disposición y que, a
nuestro juicio, pudieran guardar relación con conductas cometidas en suelo
foráneo, mencionamos los siguientes:
«4° Los cometidos, por chilenos o extranjeros, a bordo de un buque
chileno en alta mar, o a bordo de un buque chileno de guerra surto en
aguas de otra potencia;
6° Los cometidos por chilenos contra chilenos si el culpable regresa
a Chile sin haber sido juzgado por la autoridad del país en que delin-
quió;
8° Los comprendidos en los tratados celebrados con otras potencias;
9° Los sancionados por el Título I del Decreto N° 5.839, de 30 de
Septiembre de 1948, que fijó el texto definitivo de la Ley de Defensa
Permanente de la Democracia,55 cometidos por chilenos o por extran-
jeros al servicio de la República; y
10° Los sancionados en los artículos 366 quinquies, 367 y 367 bis.
N°1, del Código Penal, cuando pusieren en peligro o lesionaren la
indemnidad o la libertad sexual de algún chileno o fueren cometidos
por un chileno o por una persona que tuviere residencia habitual en
Chile; y el contemplado en el artículo 374 bis, inciso primero, del

54 A las figuras que se detallan, se les conservó la misma numeración dada por el artículo 6° del
Código en estudio.
55 Atendido que la referida Ley fue derogada por la Ley 12.927, sobre Seguridad del Estado, la
normativa debe entenderse referida a la letra l) del artículo 27 de esta ley, que contempla los casos
en que los delitos previstos en ella sean cometidos fuera del territorio de la República por chilenos
o por extranjeros a su servicio.

166
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

mismo cuerpo legal, cuando el material pornográfico objeto de la con-


ducta hubiere sido elaborado utilizando chilenos menores de diecio-
cho años».56
Por su parte, el artículo 167 del mismo Código Orgánico de Tribunales
señala que serán competentes para conocer de los delitos a que se refiere el
artículo 6°, los Tribunales de Santiago. Esta norma debe ser complementada
por el Auto acordado de la Corte de Apelaciones de Santiago de 1935 que
dispone que de los delitos cometidos fuera del territorio del Estado, de com-
petencia de los tribunales chilenos, conocerá el Juzgado de Turno en lo
criminal de Santiago.
A su vez, de las conductas establecidas por el numeral 9° de la norma,
hecha la salvedad que la disposición debe entenderse referida a la Ley 12.927,
sobre Seguridad del Estado, la normativa que regía la situación indicaba que
tenía competencia para conocer de ellas, en primera instancia, un Ministro
de la Corte de Apelaciones de Santiago, según el turno que ella fijara; a su
vez, conocía en segunda, la Corte, con excepción de ese Ministro. En virtud
de lo dispuesto por la Ley 19.806 del año 2002, se estableció que la tramita-
ción de estos procesos se ajustará a las reglas establecidas en el Código
Procesal Penal, en el entendido que la investigación de los delitos previstos
en la Ley 12.927, perpetrados fuera del territorio de la República por chilenos
y por extranjeros al servicio de la República, será dirigida por el fiscal adjunto
de la Región Metropolitana que sea designado por el Fiscal Regional Metro-
politano que tenga competencia sobre la comuna de Santiago.

4.- NORMATIVA QUE INTEGRA LA DENOMINADA «POLÍTICA NA-


CIONAL PARA LA PARTICIPACIÓN DEL ESTADO DE CHILE
EN OPERACIONES DE PAZ»

Como lo señaláramos en el punto precedente, nuestro país se ha


dado, en la pasada década dos textos, con rango de Decreto Supremo, que
contienen la llamada Política Nacional para la Participación del Estado de
Chile en Operaciones de Paz. Por referirse su contenido en forma explícita al
tema y por reglamentar su normativa, en forma minuciosa, gran parte de los
aspectos involucrados en el despliegue de personal uniformado en Opera-
56 Este numerando 10° fue agregado por la Ley 19.927 de Enero del 2004. El artículo 366 quinquies
sanciona al que participare en la producción de material pornográfico, en cuya elaboración hubieren
sido utilizados menores de 18 años. El artículo 367 sanciona al que promoviere o facilitare la
prostitución de menores de edad para satisfacer los deseos de otro. La norma del 367 bis N° 1
penaliza al que promoviere o facilitare la entrada o salida de personas del país para que éstas
ejerzan la prostitución en el territorio nacional o en el extranjero, tratándose de víctimas menores
de edad. Finalmente, el artículo 374 bis, inciso primero, se ocupa de sancionar al que comercialice,
importe, exporte, distribuya, difunda o exhiba material pornográfico, en cuya elaboración hayan
sido utilizados menores de 18 años.

167
Guillermo Abarca Ugarte

ciones de Paz, estimo que es la fuente interna por excelencia, no obstante lo


anotado en cuanto al status jerárquico de sus normas.57
Ambos Decretos Supremos comienzan recogiendo la idea que Chile
es parte de la comunidad internacional de naciones y, que, en su carácter de
Estado libre y soberano, aspira a participar activamente en las instituciones
y foros que promueven la paz y el desarrollo de los pueblos. Asimismo, se
reconoce que nuestro país integra desde su origen la Organización de Na-
ciones Unidas, habiendo ratificado la Carta de dicha organización, como
también otros tratados y acuerdos en el marco de ese organismo internacio-
nal. A renglón seguido, ambos textos sustentan el fundamento de las Opera-
ciones de Paz en los Capítulos VI, VII y VIII de la Carta de Naciones.
Sobre el particular, nuestro primer Libro de la Defensa Nacional seña-
la que la voluntad política para participar en misiones de paz obedece al
hecho que la mantención y la promoción de la paz mundial constituye uno de
los objetivos de nuestra Política de Defensa y también de nuestra Política
Exterior.58
Los restantes fundamentos para explicar nuestra participación en las
referidas misiones, y que se repiten grosso modo en los dos decretos, son
los siguientes:
A.- Que la Constitución Política de la República de Chile establece que es
deber del Estado de Chile resguardar la seguridad nacional;
B.- Que, en un sentido integral y moderno, la seguridad de Chile depende
de un diverso conjunto de factores, tanto internos como externos.
C.- Que entre estos factores, cabe destacar la estabilidad y la seguridad
internacionales. Asimismo, que la globalización de las relaciones
deriva en que los conflictos repercuten internacionalmente en forma
más amplia e intensa, por lo tanto, adquieren una mayor supremacía
los pactos de seguridad y estabilidad internacional.59
D.- Que, al mismo tiempo, el Estado de Chile basa su política exterior en
los principios de respeto a los tratados, observancia del principio de
no intervención en asuntos de otros Estados soberanos y promoción
de buenas relaciones entre los pueblos y los gobiernos, rechazando
toda forma de expansionismo;
E.- Que resulta indispensable que el Estado de Chile, dentro de los mar-
cos de la Constitución Política, las leyes y los tratados vigentes,

57 Aunque nuestro país ha participado desde su inicio en las Operaciones de Mantenimiento de la


Paz, sólo en 1996 se dictó una norma formal que reguló explícitamente el tema.
58 La entrevista realizada al Sr. Alfredo Labbé V., aporta importantes ideas en torno a este punto.
59 La segunda parte de este fundamento no se encontraba presente en el texto del D.S. 94 de 1996. Fue
incorporado al numeral 6°, de la parte considerativa, del D.S. 68 de 1999.

168
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

disponga de reglas y criterios que definan claramente la forma en que


se produce la participación nacional en las indicadas operaciones,
incluidas las operaciones de imposición de la paz.
F.- Que solemnizar y dar publicidad a las reglas y criterios que informan
la Política Nacional para operaciones de paz, son exigencias que deri-
van del derecho que asiste a la ciudadanía y, especialmente, a las
personas e instituciones directamente concernidas en orden a cono-
cer la posición oficial del Estado de Chile sobre esta importante mate-
ria; y
G .- Que, finalmente, corresponde al Presidente de la República conducir
las Relaciones Exteriores del país, extendiéndose su autoridad, ade-
más, a todo cuanto tenga por objeto la preservación del orden públi-
co en el interior y la seguridad externa de la República.
Con el propósito de efectuar un cabal análisis de su normativa, ex-
pondremos los textos de ambos decretos, efectuando, a posteriori, las expli-
caciones que corresponda.

4.1. Decreto Supremo N° 94 de 1996

«Visto lo dispuesto en los artículos 24 y 32 número 8 de la Constitución


Política de la República,
Resuelvo promulgar la siguiente «POLÍTICA NACIONAL PARA LA PAR-
TICIPACIÓN DEL ESTADO CHILENO EN OPERACIONES DE MANTE-
NIMIENTO LA DE PAZ»:
1.- El mantenimiento y la promoción de la paz mundial constituyen objetivos
permanentes de la política exterior chilena. Tales imperativos, representati-
vos de la vocación pacífica del pueblo chileno y plenamente coherentes con
el interés nacional, deben informar siempre, y en todo lugar, la actuación de
los agentes del Estado chileno.
2.- Fiel a los principios enunciados, el Estado de Chile reafirma solemnemen-
te su compromiso de contribuir de manera activa al esfuerzo en pro de la paz
que desarrolla permanentemente la Organización de Naciones Unidas.
3.- En concordancia con los principios descritos, el Estado chileno manifies-
ta su disposición a participar, por decisión soberana y de acuerdo a los
criterios enunciados en este Instructivo, en Operaciones de Mantenimiento
de la Paz impulsadas por las Naciones Unidas.
Para los efectos de este Instructivo Presidencial, entiéndese por Operación
de Mantenimiento de la Paz todo despliegue internacional de medios civiles
o militares que, bajo el mando y control de las Naciones Unidas y con el

169
Guillermo Abarca Ugarte

consentimiento de las partes en conflicto, tiene por objeto directo contri-


buir a la consolidación de un cese de hostilidades.
El Mantenimiento de la Paz puede comprender, entre otras funciones, las
siguientes tareas concretas:
a) Verificación del cese del fuego.
b) Colaboración en la separación de fuerzas.
c) Supervigilancia de las líneas divisorias o de las zonas de exclusión.
d) Escolta y/o conducción de ayuda humanitaria.
e) Supervisar la desmovilización de combatientes.
f) Certificar el registro, entrega y/o destrucción de armamento.
g) Colaborar con los programas de desminado.
h) Contribuir al éxito de los programas de retorno y reubicación de refu-
giados de guerra.
i) Observar actos electorales.
Además, y excepcionalmente, el Mantenimiento de la Paz puede comprender
las siguientes funciones especiales:
j) Cooperación en la mantención del orden público en el período si-
guiente al cese de las hostilidades.
k) Colaborar en supervisión del respeto a los derechos humanos. Esta
misión puede comprender, además, la tarea de cooperar en la investi-
gación de violaciones cometidas durante las hostilidades.
Las funciones a que se refieren las letras j) y k) no autorizan el empleo de
fuerzas chilenas para la búsqueda y/o captura de delincuentes, beligerantes
o criminales de guerra.
4.- No quedan comprendidas en esta declaración de Política Nacional, las
Operaciones de Imposición de la Paz a que se refiere el Capítulo VII de la
Carta de las Naciones Unidas.
5.- La participación nacional en Operaciones de Mantenimiento de la Paz
constituye una decisión soberana del Estado chileno. Las determinaciones
respectivas se adoptan por el Presidente de la República conforme a lo dis-
puesto en la Constitución Política de la República y las leyes pertinentes. La
participación de personal de las Fuerzas Armadas en las referidas Operacio-
nes, a su vez, se rige especialmente por lo prescrito en la ley 19.067.
6.- La determinación de concurrir a participar en operaciones de Manteni-
miento de la Paz se adopta considerándose, entre otros, los siguientes crite-
rios político-estratégicos:
6.1. Las operaciones que involucren fuerzas chilenas deben satisfacer el
interés nacional.

170
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Este interés se relaciona, entre otros aspectos, con los compromisos que
nuestro país ha adquirido con Naciones Unidas y la preocupación de Chile
por los problemas de la Paz.
6.2. Estas operaciones deben obedecer a un claro mandato de Naciones
Unidas y deben, además, ejecutarse bajo el mando y control de dicha orga-
nización.
6.3. En todo caso, no se formarán ni se pondrán contingentes a disposición
de Naciones Unidas para que este organismo determine autónomamente su
despliegue.
6.4. El mandato de las Naciones Unidas debe definir claramente los alcances
de la operación y su duración.
6.5. Las partes involucradas en el conflicto deben haber solicitado la inter-
vención de Fuerzas de Paz.
6.6. Deberán ponderarse siempre los costos que las operaciones de paz
involucran respecto de los beneficios que el país obtiene, de manera que
exista una conveniente relación entre ambos aspectos.
6.7. Cada solicitud de Naciones Unidas se evaluará en forma separada, a la
luz de todos los criterios señalados en los párrafos precedentes y siguien-
tes.
7.- La determinación de concurrir a participar en Operaciones de Manteni-
miento de la Paz se adopta considerándose, entre otros, los siguientes crite-
rios operativos:
7.1. Se deberá establecer con claridad el tipo de operación en que se parti-
cipará, el país y la zona de él en que se desarrollará, el tipo y cantidad de
medios comprometidos, las limitaciones relacionadas con la actuación de las
fuerzas chilenas y la duración considerada.
En concreto, toda participación nacional en Operaciones de Mantenimiento
de la Paz supone definir oficial y formalmente el ámbito de actuación de las
fuerzas chilenas. Con tal objeto, y tratándose de fuerzas armadas, la autoriza-
ción correspondiente para la salida de las tropas debería indicar, con referen-
cia a la enumeración de tareas contenida en el punto 3 de este instructivo, el
ámbito preciso de la autorización.
7.2. Las operaciones deben contribuir al perfeccionamiento de las institucio-
nes participantes. Esto debe manifestarse en la obtención de experiencias,
entrenamiento de personal, adquisición y reposición de material y equipo.
7.3. Los medios participantes deben estructurarse utilizando como referen-

171
Guillermo Abarca Ugarte

cia las tablas de Organización y Equipo que utilizan las Fuerzas de Naciones
Unidas.
7.4. En estas operaciones sólo se comisionará personal profesional, civil o
militar, preferentemente voluntario, no pudiéndose completar los cuadros
con personal que provenga de la conscripción obligatoria.
8.- La determinación de concurrir a participar en Operaciones de Manteni-
miento de la Paz se adopta considerándose, entre otros, los siguientes crite-
rios gubernativos y administrativos:
8.1. La responsabilidad sobre la evaluación de cada petición, y la proposi-
ción posterior a S.E., el Presidente de la República, será de los Ministerios de
Relaciones Exteriores y Defensa Nacional, en conjunto.
8.2. La responsabilidad de la organización y el control de la fuerza que
participe en una Operación de Mantenimiento de la Paz será del Ministerio
de Defensa Nacional, con el apoyo directo de la Institución que proporciona
las fuerzas y equipos.
8.3. Para proporcionar la asesoría especializada se constituirá, en forma
permanente, un Grupo de Análisis en el Ministerio de Defensa Nacional
(Estado Mayor de la Defensa Nacional), el cual estudiará cada caso a la luz
de esta política y de las orientaciones que emitan los Ministerios de Relacio-
nes Exteriores y Defensa Nacional. Este Grupo estará autorizado para tomar
contacto con instituciones de la Defensa, gubernamentales y otras que sean
necesarias, a fin de contar con los antecedentes que permitan una mejor
resolución en esta materia, para la toma de decisiones.
8.4. El proyecto de ley de Presupuestos contendrá anualmente una provi-
sión, asignada al Ministerio de Relaciones Exteriores, para enfrentar los cos-
tos de las operaciones en que participen fuerzas chilenas.
8.5. La decisión final sobre el envío de fuerzas chilenas a una Operación
de Mantenimiento de la Paz la adoptará S.E., el Presidente de la República,
tomando en consideración el informe conjunto que presenten los Ministros
de Defensa y de Relaciones Exteriores.
9. - Nada de lo señalado en este documento puede entenderse como una
renuncia o limitación del derecho que asiste al Estado chileno para concurrir
al cumplimiento de obligaciones que pudieren dimanar de otros acuerdos
internacionales de carácter bilateral o regional «.
Por su parte, con fecha 10 de Noviembre de 1999, se publica en el
Diario Oficial el texto íntegro del D.S. 68, que contenía la nueva Política
Nacional para la Participación del Estado de Chile en Operaciones de Paz
dispuestas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
172
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Resulta interesante, desde un punto de vista legal, detenerse en la


parte considerativa del decreto (previa al texto mismo de la norma), toda vez
que, en su numeral 2°, señala lo siguiente: «Que se ha estimado conveniente
ampliar la participación del Estado de Chile en las Operaciones de Paz dis-
puestas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas». A renglón
seguido, su numeral 3° dispone: «Que para tales efectos es necesario una
nueva Política Nacional».
No obstante que en ninguna de sus disposiciones, el cuerpo del
Decreto 68 señala que su normativa es derogatoria de aquella que la precede,
el adjetivo calificativo de «nueva», consignado por su numeral 3°, es indica-
tivo que nos encontramos frente a otro cuerpo normativo.

4.2. Decreto Supremo N° 68 de 1999

«Visto lo dispuesto en los artículos 24 y 32 número 8 de la Constitución


Política de la República,
Resuelvo promulgar la siguiente «POLÍTICA NACIONAL PARA LA PAR-
TICIPACIÓN DEL ESTADO DE CHILE EN OPERACIONES DE PAZ»:
1.- El mantenimiento y la promoción de la paz mundial constituyen objetivos
permanentes de la política exterior chilena. Tales imperativos, representati-
vos de la vocación pacífica del pueblo chileno y plenamente coherentes con
el interés nacional, deben informar siempre de la actuación de los agentes del
Estado de Chile.
2.- Fiel a los principios enunciados, el Estado de Chile reafirma solemnemen-
te su compromiso de contribuir de manera activa al esfuerzo en pro de la paz
y la seguridad internacionales que desarrolla permanentemente la Organiza-
ción de Naciones Unidas.
3.- En concordancia con los principios descritos, el Estado de Chile manifies-
ta su disposición a participar, por decisión soberana y de acuerdo a los
criterios enunciados en este Instructivo, en operaciones de paz impulsadas
por las Naciones Unidas.
Para los efectos de este instructivo Presidencial, entiéndase por operación
de paz todo despliegue internacional de medios civiles o militares y de
orden y seguridad pública que, bajo el mando y control de las Naciones
Unidas o de un Estado o mando expresamente designado y autorizado por
ésta, tiene por objeto directo contribuir a la consolidación de un cese de
hostilidades.
Las operaciones de paz pueden comprender, entre otras funciones, las si-

173
Guillermo Abarca Ugarte

guientes tareas concretas:


a) Verificación del cese del fuego.
b) Colaboración en la separación de fuerzas.
c) Supervigilancia de las líneas divisorias o de las zonas de exclusión.
d) Escolta, conducción y distribución de ayuda humanitaria.
e) Supervisar la desmovilización de combatientes.
f) Certificar el registro, entrega y/o destrucción de armamento.
g) Colaborar con los programas de desminado.
h) Contribuir al éxito de los programas de retorno y reubicación de
refugiados de guerra.
i) Contribuir a la reconstrucción de zonas afectadas por conflictos o
desastres naturales.
j) Colaborar y asistir a los procesos electorales que se lleven a efecto
bajo la supervisión de la Organización de Naciones Unidas.
Además, y excepcionalmente, las operaciones de paz pueden comprender
las siguientes funciones especiales:
k) Cooperación en la mantención del orden público en el período
siguiente al cese de las hostilidades.
l) Colaborar en supervisión del respeto a los derechos humanos. Esta
misión puede comprender, además, la tarea de cooperar en la
investigación de violaciones cometidas durante las hostilidades.
Las funciones a que se refieren las letras k) y l) no autorizan el empleo de
fuerzas chilenas para la búsqueda y/o captura de delincuentes, beligerantes
o criminales de guerra.
4.- Quedan comprendidas en esta declaración de Política Nacional las opera-
ciones de imposición a la Paz, tales como la interrupción total o parcial de las
relaciones económicas y de las comunicaciones ferroviarias, marítimas, aé-
reas, postales, telegráficas, radioeléctricas, ruptura de relaciones diplomáti-
cas, demostraciones, bloqueos y otras operaciones ejecutadas por Fuerzas
Aéreas, Navales o Terrestres a que se refiere la Carta de las Naciones Uni-
das.
5.- La participación nacional en operaciones de paz constituye una decisión
soberana del Estado de Chile. Las determinaciones respectivas se adoptan

174
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

por el Presidente de la República conforme a lo dispuesto en la Constitución


Política de la República y las Leyes pertinentes. La participación de personal
de las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad Pública en las referidas
Operaciones, a su vez, se rige especialmente por lo prescrito en la Ley N°
19.067.
6.- La determinación de concurrir a participar en operaciones de paz, se
adopta considerándose, entre otros, los siguientes criterios político-estraté-
gicos:
6.1. Las operaciones que involucren fuerzas chilenas deben satisfacer el
interés nacional. Este interés se relaciona, entre otros aspectos, con los
compromisos que nuestro país ha adquirido con Naciones Unidas; con la
preocupación de Chile por los problemas de la paz y sobre todo, con las
situaciones de conflicto en zonas geográficas cuya estabilidad afectan a los
intereses nacionales.
6.2. Estas operaciones deben obedecer a un mandato del Consejo de Segu-
ridad de Naciones Unidas.
6.3. En todo caso, no se formarán ni se pondrán contingentes a disposición
de Naciones Unidas o de un Estado en particular, para que éste determine
autónomamente su despliegue.
6.4. El mandato de las Naciones Unidas debe definir claramente los alcances
de las operaciones y su duración.
6.5. Las partes involucradas en el conflicto, deben haber solicitado la inter-
vención de Fuerzas de Paz, salvo el caso de operaciones de imposición de la
paz, en donde no se requiere dicha solicitud.
6.6. Deberán ponderarse siempre los costos que las operaciones de paz
involucran respecto de los beneficios que el país obtiene, de manera que
exista una conveniente relación entre ambos aspectos.
6.7. Cada solicitud de Naciones Unidas se evaluará en forma separada, a la
luz de todos los criterios señalados en los párrafos precedentes y siguien-
tes.
7.- La determinación de concurrir a participar en operaciones de paz se adop-
ta considerándose, entre otros, los siguientes criterios operativos:
7.1. Se deberá establecer con claridad el tipo de operación en que se partici-
pará, el país y la zona de él en que se desarrollará, el tipo y cantidad de
medios a comprometer, las limitaciones relacionadas con la actuación de
personal chileno y la duración considerada.

175
Guillermo Abarca Ugarte

En concreto, toda participación nacional en operaciones de paz supone de-


finir oficial y formalmente el ámbito de actuación de las fuerzas chilenas. Con
tal objeto, y tratándose de fuerzas armadas y/o de orden y seguridad públi-
ca, la autorización correspondiente para la salida de las tropas debería indi-
car, con referencia a la enumeración de tareas contenida en el punto 3 de este
instructivo, el ámbito preciso de la autorización.
7.2. Las operaciones deben contribuir al perfeccionamiento de las institucio-
nes participantes. Esto debe manifestarse en la obtención de experiencias,
entrenamiento de personal, adquisición y reposición de material y equipo.
7.3. Los medios participantes deben estructurarse utilizando como referen-
cia, el listado de contribuciones de medios incorporados al sistema de fuer-
zas de reserva de Naciones Unidas.
Para lograr lo anterior, el Estado de Chile deberá contar con establecimientos
dedicados a la instrucción y preparación de personal destinado a participar
en Operaciones de Paz.
7.4. En estas operaciones sólo se comisionará personal profesional, civil o
militar, preferentemente voluntario, no pudiéndose completar los cuadros
con personal de la conscripción obligatoria.
8.- La determinación de concurrir a participar en operaciones de paz se adop-
ta considerándose, entre otros, los siguientes criterios gubernativos y admi-
nistrativos:
8.1. La responsabilidad sobre la evaluación de cada petición, y la proposi-
ción posterior a S.E., el Presidente de la República, será de los Ministerios de
Relaciones Exteriores y Defensa Nacional, en conjunto.
8.2. La responsabilidad de la coordinación de todos los aspectos referidos a
una operación de paz, será del Ministerio de Defensa; la organización de la
fuerza que participe, de la institución que proporciona los medios; y el con-
trol, de Naciones Unidas.
8.3. Para proporcionar la asesoría especializada se constituirá, en forma per-
manente, un Grupo de Análisis en el Ministerio de Defensa Nacional (Estado
Mayor de la Defensa Nacional), el cual estudiará cada caso a la luz de esta
política y de las orientaciones que emitan los Ministerios de Relaciones
Exteriores y Defensa Nacional. Este grupo estará autorizado para tomar con-
tacto con instituciones de la Defensa, gubernamentales y otras que sean
necesarias, a fin de contar con los antecedentes que permitan una mejor
resolución en esta materia.

176
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

8.4. Sobre la base de los requerimientos que formule el Ministerio de Relacio-


nes Exteriores, la Ley de Presupuesto contendrá anualmente una provisión
para enfrentar los costos que demanden la preparación y la participación de
fuerzas o personal chilenos en operaciones de paz, cuya distribución será
efectuada por el Ministerio de Defensa.
8.5. La decisión final sobre el envío de fuerzas chilenas a una operación de
paz la adoptará S.E., el Presidente de la República, tomando en considera-
ción el informe conjunto que presenten los Ministros de Defensa y de Rela-
ciones Exteriores.
9.- Será responsabilidad del Ministerio de Defensa desarrollar las capacida-
des para la preparación y entrenamiento de las fuerzas que se emplearán en
operaciones de paz, en materias inherentes a éstas.
10.- Nada de lo señalado en este documento puede entenderse como una
renuncia o limitación del derecho que asiste al Estado de Chile para concurrir
al cumplimiento de obligaciones que pudieren dimanar de otros acuerdos
internacionales de carácter bilateral o regional «.
No obstante la similitud formal de ambos decretos, es posible efec-
tuar algunas importantes diferencias, que, para efectos pedagógicos, las
analizaremos sobre la base de los siguientes criterios:

* Criterios Generales
Ambos textos coinciden en señalar que Chile no autorizará el empleo
de fuerzas para la búsqueda y/o captura de delincuentes, beligerantes o
criminales de guerra.
Es del caso hacer presente que la gran diferencia que es dable obser-
var entre los referidos instrumentos reside en que el Decreto Supremo 68
facultó explícitamente a nuestro país para participar en Operaciones de Im-
posición de la Paz, comprendidas dentro del Capítulo VII de la Carta de
Naciones Unidas. Asimismo, y atendida esta nueva realidad de participa-
ción, se incorpora en la definición de Operación de Paz la realidad imperante
en el escenario internacional, esto es, que el despliegue de fuerzas se realice
bajo el mando y control de las Naciones Unidas o de un Estado o mando
expresamente designado y autorizado por ésta.
Sobre el particular, recordemos que la normativa del Decreto Supremo
94, de 1996, señalaba expresamente en su numeral 4° que no quedaban com-
prendidas en la Declaración de nuestra Política Nacional sobre Operaciones
de Paz aquellas consignadas en el Capítulo VII del citado instrumento.

177
Guillermo Abarca Ugarte

Actualmente, dentro de las referidas operaciones, el numeral 4° del


Decreto 68 detalla las siguientes: la interrupción total o parcial de las relacio-
nes económicas y de las comunicaciones ferroviarias, marítimas, aéreas,
postales, telegráficas, radioeléctricas, ruptura de relaciones diplomáticas,
demostraciones, bloqueos y otras operaciones ejecutadas por Fuerzas Aé-
reas, Navales o Terrestres, a que se refiere la Carta de las Naciones Unidas.
Convengamos, en todo caso, que el instrumento de 1996, aunque
excluyó la participación chilena en las Operaciones de Imposición que se
rigen por el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, significó un
avance jurídico muy importante para nuestro país, ya que permitió a los
actores involucrados y a la ciudadanía, en general, conocer la posición
oficial del Estado de Chile sobre esta importante materia.
El cambio de criterio experimentado entre ambos textos es recogido
por el nuevo Libro de la Defensa Nacional de Chile, que, en este orden de
ideas, apunta: «Dados los cambios sufridos en el escenario internacional, la
política de participación del Estado de Chile en operaciones de paz ha evolu-
cionado, si bien mantiene sus aspectos conceptuales doctrinarios y políti-
co-estratégicos».60
No quisiera culminar este acápite sin traer a colación las palabras de
la Sra. Ministra de Defensa Nacional, Dra. Michelle Bachelet Jeria, quien, en
entrevista concedida a este tesista, reproducida en anexos, argumentaba
que el cambio experimentado por nuestra Política Nacional del rubro en 1999,
en el sentido de ampliar la participación hacia operaciones de Capítulo VII,
obedecía a dos grandes razones:
- La primera se relaciona con el hecho que casi todas las misio-
nes que se ponían en marcha en ese entonces, eran de aque-
llas regidas por la normativa del Capítulo VII del pacto de
Naciones Unidas. Por tanto, el no adecuar nuestra legislación
interna a la realidad imperante en el concierto internacional,
hacía prácticamente imposible nuestra participación en el rubro
de las misiones de paz;
- La otra obedece a la necesidad de dotar, de antemano, a nues-
tras fuerzas que toman parte en una misión de paz, de las
herramientas adecuadas para desenvolverse en terreno, en el
evento que, acordada una operación con arreglo a Capítulo
VI, ésta, durante su desarrollo, devenga en una misión de
Imposición de la Paz.61
60 Op. cit., pág. 94
61 En este sentido, la autoridad de gobierno recordó la traumática experiencia de algunos países que,
enviando contingente con arreglo al Capítulo VI, se veían en la práctica imposibilitados de actuar,
cuando las condiciones de la operación les obligaba a emplear las reglas de enfrentamiento propias
del Capítulo VII.

178
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

* Criterios Político-Estratégicos
Ambos documentos contienen la explicitación de los siguientes cri-
terios:
< Las operaciones que involucren la participación de contin-
gente o fuerzas deben satisfacer el interés nacional. A su vez,
el propio texto se encarga de precisar qué se entiende por
«interés nacional», al señalar que éste se relaciona, entre otros
aspectos, con los compromisos que nuestro país ha adquirido
con Naciones Unidas; con la preocupación de Chile por los
problemas de la paz y, sobre todo, con las situaciones de con-
flicto en zonas geográficas cuya estabilidad afectan a los inte-
reses nacionales.
< Estas operaciones deben obedecer a un mandato del Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas, el cual debe definir clara-
mente los alcances de las operaciones y su duración.
< Las partes involucradas en el conflicto, deben haber solicita-
do la intervención de Fuerzas de Paz. Sin embargo, el texto del
Decreto 68 señala que, tratándose de operaciones de imposi-
ción de la paz, no se requiere dicha solicitud.
< En todo caso, se deja en claro que no se formarán ni se pon-
drán contingentes a disposición de Naciones Unidas o de un
Estado en particular, para que éste determine autónomamente
su despliegue.
< Deberán ponderarse siempre los costos que las operaciones
de paz involucran respecto de los beneficios que el país obtie-
ne, de manera que exista una conveniente relación entre am-
bos aspectos.

* Criterios Operativos
Entre éstos, es dable señalar los siguientes:
< Se deberá establecer con claridad el tipo de operación en que
se participará, el país y la zona de él en la que se desarrollará la
misión y la cantidad de medios a comprometer, como también
las limitaciones relacionadas con la actuación de personal chi-
leno y la duración (considerada) del operativo.
En concreto, toda participación nacional en operaciones de
paz supone definir oficial y formalmente el ámbito de actua-
ción y de tareas encomendadas a las fuerzas chilenas.
179
Guillermo Abarca Ugarte

< Las operaciones deben contribuir al perfeccionamiento de las


instituciones participantes. Esto debe manifestarse en la ob-
tención de experiencias, entrenamiento de personal, adquisi-
ción y reposición de material y equipo.
< Los medios participantes deben estructurarse utilizando como
referencia, el listado de contribuciones de medios incorpora-
dos al sistema de fuerzas de reserva de Naciones Unidas.
Para lograr lo anterior, el Estado de Chile deberá contar con
establecimientos dedicados a la instrucción y preparación de
personal destinado a participar en Operaciones de Paz.
< Ambos textos son enfáticos al disponer que en las operacio-
nes sólo se comisionará personal profesional, civil o militar,
preferentemente voluntario, no pudiéndose completar los cua-
dros con personal de la conscripción obligatoria. Esto es un
signo inequívoco de la importancia que nuestra autoridad le
otorga a la participación en esta clase de operaciones, toda
vez que sólo autoriza a tomar parte en ellas a funcionarios
debidamente entrenados, sea que éstos pertenezcan al esta-
mento castrense o no forman parte de él.
Es del caso destacar que la precitada normativa operativa impone a
nuestro Estado la responsabilidad de contar con establecimientos dedica-
dos a la instrucción y preparación de personal destinado a participar en
Operaciones de Paz. En íntima relación con lo expuesto, el numeral 9° del
Decreto Supremo 68 expresa que es de responsabilidad del Ministerio de
Defensa Nacional desarrollar las capacidades para la preparación y entrena-
miento de las fuerzas que se emplearán en operaciones de paz, en materias
inherentes a éstas.
En este sentido, dando cabal cumplimiento a lo consignado en el
texto en estudio, se dispuso la creación de un órgano denominado Centro
Conjunto para Operaciones de Paz (CECOPAC), cuya finalidad es instruir y
entrenar a las unidades y al personal de las fuerzas que Chile envíe en misio-
nes de paz de las Naciones Unidas, de algún otro organismo internacional o
regional como, también, al que integre las llamadas Fuerzas de Reserva (Stand
By Forces) comprometidas por nuestro país con el citado órgano internacio-
nal. Además, la Orden Ministerial, de la cartera de Defensa Nacional, que
reglamenta al CECOPAC, agrega que, tanto la instrucción como el entrena-
miento en misiones de paz contribuyen a la presencia nacional en la manten-
ción y promoción de la paz y la seguridad internacionales, en acuerdo con el
interés nacional. A modo de complemento, señalemos que este órgano pue-
de entregar asesoría en materia de operaciones de paz al Ministerio de De-
fensa Nacional y, por su intermedio, al resto del ámbito estatal.
180
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Finalmente, la normativa del CECOPAC le otorga la característica de


un Centro Conjunto, en el ámbito de las Fuerzas Armadas, y, a la vez, abierto
al ámbito policial y civil nacional. En lo que dice relación con su dependencia
orgánica, depende del Ministro de Defensa Nacional, a través del Estado
Mayor de la Defensa Nacional.62
Al concluir este punto, señalemos que, con fecha 11 de marzo del
2000, se publicó en el Diario Oficial el Memorando de Entendimiento con las
Naciones Unidas, sobre las Aportaciones al Sistema de Acuerdos de Fuer-
zas de Reserva de este organismo (más conocidas como Stand By Forces),
signado con el N° 2.217. No obstante su fecha de publicación, es del caso
consignar que el citado texto fue suscrito en la ciudad de Nueva York,
E.E.U.U., con data 11 de noviembre de 1999, por el Ministro de Defensa
Nacional de la época (en representación del Gobierno de Chile) y el Secreta-
rio General Adjunto de Operaciones de Mantenimiento de la Paz de las Na-
ciones Unidas (mandatado por el órgano mundial), en el marco de lo dis-
puesto en los Capítulos VI y VII de la Carta internacional.
El propósito del acuerdo, según reza su propio tenor, persigue deter-
minar los recursos que el Gobierno de Chile aportará a las Naciones Unidas,
con la finalidad de ser utilizados por las operaciones de mantenimiento de la
paz, en las condiciones que se especificarán. Con este objeto, la descripción
detallada de esos recursos se consignó en un anexo, que pasó a formar parte
del memorando, y que se detalla en gráfico N° 1.63

GRÁFICO N° 1
Medios Puestos por Chile a Disposición de las Fuerzas de Reserva de la ONU
EJÉRCITO ARMADA FUERZA AÉREA
Observadores Militares y Oficiales Observadores Militares. 1 Unidad de Transporte de
de Estado Mayor Oficiales de Estado Mayor Helicópteros Medianos
1 Compañia de Infantería Mecaniza- y Oficiales de Asuntos Públicos
da 1 Unidad de Transporte Táctico de
1 Fragata Misilera Ala Fija
1 Pelotón Exploración Mecanizado
1 Pelotón Ingenieros de asistencia y 1 Compañía de Infantería de Marina
1Agrupacion Médico Sanitaria
entrenamiento en campos minados
y explosivos 1 Partida Ingenieros de Combate
1 Pelotón Ingenieros de tratamientos
de aguas 1Sección de Apoyo Logístico

1 Sección Telecomunicaciones 1 Sección de Policía Militar


1 Unidad Intendencia
1 Unidad Médica Nivel 1
1 Sección Material de Guerra
1 Pelotón de Transporte Mediano
1Pelotón Aereo
POLICIA DE SERVICIO DE REGISTRO
CARABINEROS CIVIL E IDENTIFICACIÓN
INVESTIGACIONES
50 Funcionarios 10 Funcionarios 25 Funcionarios de ServicioElectoral

62 La referida Orden Ministerial radicó en el Ejército de Chile la tarea de desarrollar una unidad de
entrenamiento para Operaciones de Paz. Asimismo, encomendó a esta rama la elaboración del
proyecto para la organización y desarrollo del CECOPAC.
63 Este gráfico fue tomado del texto de nuestro Segundo Libro de la Defensa Nacional, pág. 95.

181
Guillermo Abarca Ugarte

Por último, el pacto señala que la decisión definitiva sobre el desplie-


gue efectivo de los recursos comprometidos, será una decisión nacional.

* Criterios Gubernativos y Administrativos


En lo fundamental, estos criterios apuntan a concluir que la decisión
final sobre el envío de fuerzas a una operación de paz reside en el Presidente
de la República. Asimismo, la normativa hace recaer en los Ministerios de
Relaciones Exteriores y Defensa Nacional, en conjunto, la responsabilidad
en la evaluación de cada petición de fuerzas como, también, respecto de la
proposición que deban efectuar al primer mandatario.64
Los otros aspectos dignos de destacar son los siguientes:
< La responsabilidad de la coordinación de todos los aspectos
referidos a una operación de paz, será del Ministerio de De-
fensa; la organización de la fuerza que participe, de la institu-
ción que proporciona los medios; y el control, de Naciones
Unidas.
< Para proporcionar la asesoría especializada se constituirá, en
forma permanente, un Grupo de Análisis en el Ministerio de
Defensa Nacional (Estado Mayor de la Defensa Nacional), el
cual estudiará cada caso a la luz de esta política y de las orien-
taciones que emitan los Ministerios de Relaciones Exteriores
y Defensa Nacional. Este grupo estará autorizado para tomar
contacto con instituciones de la Defensa, gubernamentales y
otras que sean necesarias, a fin de contar con los anteceden-
tes que permitan una mejor resolución en esta materia.
< Sobre la base de los requerimientos que formule el Ministerio
de Relaciones Exteriores, la Ley de Presupuesto contendrá
anualmente una provisión para enfrentar los costos que de-
manden la preparación y la participación de fuerzas o personal
chilenos en operaciones de paz, cuya distribución será efec-
tuada por el Ministerio de Defensa.
Creo conveniente detenerme un segundo en lo que dice relación con
la participación del Grupo de Análisis de Operaciones de Paz (abreviado
como GAOPAZ) en el proceso de generación de una misión de paz. La
Orden Ministerial de Defensa Nacional, de 1999, que reglamentó su confor-
mación, atribuciones y funcionamiento, dividió a los integrantes del citado

64 La normativa de ambos Decretos Supremos es categórica en afirmar que el Presidente de la República


toma su decisión teniendo a la vista la proposición conjunta de los referidos Ministerios.

182
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

órgano en miembros permanentes y eventuales. Dentro de los primeros se


encuentran: el Jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional (que lo presi-
de), el Director de Planificación Primaria (que oficia de Secretario Ejecutivo),
el Director de la Dirección de Inteligencia de Defensa, el Jefe del Departa-
mento IV de la Dirección de Planificación Primaria (que actúa como secreta-
rio de Actas), un representante del Comité Asesor del Ministro de Defensa
Nacional y el Asesor Jurídico del Estado Mayor de la Defensa Nacional.
Dentro de los integrantes eventuales, la norma en cuestión enumera a los
siguientes: Director de Política Especial de la Cancillería, Delegados
Institucionales de las Fuerzas Armadas, Delegados Institucionales de Orden
y Seguridad, un Asesor Jurídico de la Cancillería, un representante del Mi-
nisterio de Hacienda, un representante del Servicio Electoral y un represen-
tante de instituciones u organizaciones civiles a determinar, según las carac-
terísticas específicas de determinada operación de paz.65
Por su parte, el GAOPAZ tendrá por tarea el proporcionar asesoría
especializada en el rubro, en forma permanente, y estudiar, cada caso, en que
se solicite la participación de Chile en Operaciones de Mantenimiento de la
Paz, a la luz de la Política Nacional y de las orientaciones que emitan los
Ministerios de Relaciones Exteriores y de Defensa Nacional. En lo concer-
niente a su funcionamiento, el GAOPAZ se reunirá, de manera total o parcial,
dependiendo de la solicitud concreta que haga Naciones Unidas al gobierno
de Chile.
Antes de concluir este breve estudio sobre el GAOPAZ, quisiera
señalar que, especialmente, con ocasión de las conversaciones sostenidas
con expertos en el área de misiones de paz, me formé la convicción que este
Grupo de Análisis, atendido lo protagónico de su papel en la generación de
una misión de paz, debería presentar un mejor posicionamiento en la estruc-
tura de la toma de decisión, o sea, un status jerárquico superior. De esta
forma, pudiera pensarse en propiciar una reforma en la integración del Grupo
en cuestión, incorporando derechamente a los Sres. Comandantes en Jefe de
las tres ramas de las Fuerzas Armadas, atendido que, en definitiva, son quie-
nes están en perfecto pie para comprometer en el instante personal, material
y equipamiento, según fuere la clase de operación de que se trate. Sobre el
resto de los miembros del Grupo, creo que también pudiera revisarse la
pertinencia de su integración, de cara a potenciar al máximo esta instancia.

65 A su turno, la orden ministerial señala que el Presidente del GAOPAZ queda facultado para tomar
contacto con instituciones de la defensa, gubernamentales y otras, que sean necesarias, a fin de
contar con los antecedentes que permitan una mejor resolución en esta materia, para la toma de
decisiones de S.E., el Presidente de la República.

183
Guillermo Abarca Ugarte

No obstante que mi propuesta no fue compartida por la totalidad de


los personeros entrevistados, la Sra. Ministra de Defensa Nacional manifes-
tó que estaba dentro de su agenda de decisiones futuras el proponer una
modificación a la composición del GAOPAZ, sin entregar mayores detalles
en cuanto a su decisión. En este sentido, la autoridad de gobierno señaló
que, al hacerse cargo de la cartera de Defensa, solicitó un estudio y evalua-
ción completa del tema de operaciones de paz, con el objeto de tener cabal
conocimiento de la operatoria y funcionalidad de esta importante área. Fruto
de esta evaluación, la composición del GAOPAZ es uno de los temas que
pretende ser abordado por la secretaria de Estado, con el firme propósito de
ser reformado.66
GRÁFICO N° 2
DIAGRAMA DE FLUJO DE LA TOMA DE DECISIONES PARA LA
PARTICIPACIÓN DE FUERZAS CHILENAS EN OPERACIONES DE
MANTENIMIENTO DE LA PAZ

Proceso de la toma de decisiones para la participación de fuerzas chilenas


en Operaciones de Mantenimiento de la Paz contenida en Gráfico N° 2

El Libro de la Defensa Nacional de Chile,67 en su primera versión de


1997, consigna, paso a paso, la participación de todos los actores

66 Al momento de conceder la entrevista, la Sra. Ministra de Defensa Nacional señaló a este tesista
que, previo a proponer cualquier modificación sobre la composición del citado Grupo de Análisis,
sostendría sendas conversaciones, tanto con S.E., el Presidente de la República, como con la
titular de la cartera de Relaciones Exteriores.
67 Op. cit., pág. 47.

184
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

involucrados en una operación de paz, desde la generación del requerimien-


to hasta su término. Lo didáctico de la explicación, nos ahorra comentarios.
1. Las Naciones Unidas originan petición de participación en
una Operación de Mantenimiento de la Paz (OMP) a la Emba-
jada de Chile en las NN.UU.(Naciones Unidas).
2. Embajada en las NN.UU. la remite al Ministerio de Relaciones
Exteriores (MINREL) con su opinión.
3. MINREL analiza la petición, verificando que ésta cumpla con
la política nacional al respecto. Establece orientaciones y la
remite al Ministerio de Defensa (MINDEF).
4. MlNDEF estudia petición y orientaciones de MINREL y remi-
te la documentación y su opinión al Grupo de Análisis en el
Estado Mayor de la Defensa Nacional (E.M.D.N.).
5. Grupo de Análisis realiza un estudio del problema a la luz de la
política nacional y las orientaciones establecidas por MINREL
y MlNDEF. Determina factibilidad y conveniencia de realizar
la operación. Paralelamente, solicita opinión a la institución de
la Defensa o gubernamental involucrada. Al término, eleva
una proposición a MINREL y MlNDEF.
6. Los ministerios preparan y envían una proposición conjunta a
S.E. el Presidente de la República, quien decide o dispone
nuevos análisis.
7. S.E. el Presidente de la República pone en conocimiento de su
resolución al Senado de la República. A su vez, informa su
decisión a MINREL y MlNDEF para que adopten las acciones
subsecuentes.
8. MlNDEF comunica la decisión presidencial a la Subsecretaría
que corresponda, al E.M.D.N. y a la Institución involucrada,
para comenzar los preparativos de alistamiento.
9. MINREL informa la decisión a la Embajada de Chile en las
NN.UU.
10. S.E. el Presidente de la República, con el acuerdo del Senado,
procede a firmar el Decreto Supremo que autoriza la salida de
tropas chilenas al extranjero.

185
186
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

CAPÍTULO III

OTROS ASPECTOS NORMATIVOS A TENER EN CONSIDERA-


CIÓN EN LAS OPERACIONES DE PAZ EN QUE ACTUALMENTE
TOMAN PARTE LAS FUERZAS ARMADAS DE CHILE Y LA
JURISDICCIÓN PENAL INTERNACIONAL

1.- NORMATIVA APLICABLE AL CONTINGENTE CHILENO QUE


INTEGRA UNA OPERACIÓN DE PAZ68

Tal como lo mencionamos en el Capítulo precedente, a propósito del


análisis de la normativa interna, aplicable a las misiones de paz, nuestra
legislación nacional consignada en el Código de Justicia Militar consagra,
en forma expresa, el Principio de la Extraterritorialidad, en caso de asuntos o
negocios de jurisdicción militar, que sobrevengan fuera de nuestro territorio
nacional.
Recordando lo expuesto, el inciso segundo de su artículo 3° estable-
ce, en forma expresa, la competencia de los Tribunales Militares de la Repú-
blica para juzgar causas que acaezcan más allá de nuestras fronteras, al
disponer: «Igualmente tienen jurisdicción para conocer de los mismos asun-
tos (se refiere a aquellos de jurisdicción militar) que sobrevengan fuera del
territorio nacional, en los siguientes casos». Explicitando esos casos, el
numeral segundo de la disposición establece:
«2° Cuando se trate de delitos cometidos por militares en el ejerci-
cio de sus funciones o en comisiones del servicio».
Como expresamente lo señalé en el pasado Capítulo, a mi entender, la
normativa reseñada es plenamente aplicable a los miembros de nuestras
Fuerzas Armadas, atendido que la hipótesis sobre la cual discurre la dispo-
sición del numeral 2° apunta a normar específicamente el caso en que un
integrante de nuestras Fuerzas Armadas, con ocasión de su despliegue en
territorio extranjero a causa de una misión de paz, incurra en la conducta
prevista por el legislador. Yendo más lejos, todavía, podemos afirmar que los
delitos a que hace alusión la norma del numeral 2° pueden ser tanto comunes
como militares, atendido que el legislador no hace distingos.69
Consecuente con lo expuesto en el Boletín del Secretario General de

68 Sin perjuicio de reconocer que la disposición de material de trabajo para esta parte de la Tesis, no
se caracterizó por su abundancia, igualmente fue posible acceder a información que, aunque exigua,
representó una valiosa contribución para el desarrollo de este Capítulo.
69 En lo referente a las conductas que el artículo 6° del Código Orgánico de Tribunales somete a la
jurisdicción patria, nos remitimos a lo explicitado, sobre el particular, en el Capítulo anterior.

187
Guillermo Abarca Ugarte

las Naciones Unidas, Kofi Annan, de fecha 06 de agosto de 1999, dictado a


propósito de la observancia de la normativa del Derecho Internacional Hu-
manitario por las fuerzas de Naciones Unidas, en su Sección 2, titulada «Apli-
cación de la Legislación Nacional», establece: «Las presentes disposicio-
nes no constituyen una lista exhaustiva de principios y normas del derecho
internacional humanitario por las que deben regirse el personal militar, y no
menoscaban su aplicación, ni sustituyen a la legislación nacional a la que
está sujeto el personal militar durante la operación».
Siguiendo la misma línea de pensamiento, la Sección 4, referente a las
«Violaciones del Derecho Internacional Humanitario», señala que, en caso
de violación del derecho internacional humanitario, los miembros del perso-
nal militar de una fuerza de las Naciones Unidas serán enjuiciados ante los
tribunales de sus países de origen.
En mi proceso de búsqueda de información referente a este punto
tuve acceso a los boletines de la Auditoría General de la Armada de Chile,
que en su ejemplar N° 2, del mes de septiembre del 2001, reproduce una
traducción de un instructivo emitido por el Departamento de Operaciones de
Paz de las Naciones Unidas (DPKO), titulado «PROCEDIMIENTO ADMI-
NISTRATIVO DISCIPLINARIO PARA PERSONAL MILITAR Y DE LA
POLICÍA CIVIL PARTICIPANTE EN OPERACIONES DE MANTENIMIEN-
TO DE LA PAZ DE NACIONES UNIDAS».
La reproducción de esta traducción, de gran ayuda para ilustrar el
punto que nos preocupa, no presenta un orden pedagógico en especial. En
razón de lo cual, me tomé la libertad de darle titulación a sus párrafos, clasi-
ficando sus materias según mi leal saber.
1.1. FINALIDAD DEL INSTRUCTIVO70
El propósito de este documento es entregar al Estado Mayor de las
Misiones de Mantenimiento de Paz de las N.U., particularmente a los Jefes de
Misión, a los Comandantes de Fuerzas, a los Jefes Militares Observadores y a
los Comisionados Policiales, directrices sobre procedimiento administrativo.
Tiene, también, la finalidad de servir de guía a la policía civil, política y al
personal militar responsable ante el Secretario General, en relación con la con-
ducta de las Misiones de las Naciones Unidas.71 Su objetivo es cubrir sus
responsabilidades con medidas preventivas y procedimientos delineados cuan-
do ocurran actos de seria indisciplina o faltas de conducta.72

70 La sigla N.U. usada por el texto debe entenderse referida a Naciones Unidas.
71 Este procedimiento administrativo es aplicable a los Observadores Militares de Naciones Unidas,
Oficiales de la Policía Civil y a las tropas de «Cascos Azules», en contraposición al personal
contratado, tanto internacional como local. Se señala que estos últimos están cubiertos por las
disposiciones y reglas de la Asamblea General.
72 El texto parte del supuesto que la Organización de Naciones Unidas da cuerpo a las aspiraciones
de paz de todas las personas del mundo. En este contexto, su Carta exige que todo el personal que
sirve a sus propósitos y bajo su dirección, debe mantenerse como el más alto modelo o patrón de
integridad y conducta. La mantención de estos patrones beneficia tanto a la Organización como
a los Estados Miembros que contribuyen con su personal policial, civil y militar.

188
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

1.2. COMISIÓN DE DELITOS U OTRAS CONDUCTAS QUE SE


INDICAN
Cuando ocurren estos incidentes (o hay bases suficientes como para
suponer que ocurrieron), el representante más antiguo de Naciones Unidas
que se encuentre presente, normalmente el Jefe de Misión, dirigirá la con-
ducción de una rápida e imparcial investigación, dando a conocer los he-
chos más relevantes a los Cuarteles Generales de las Naciones Unidas para
la disposición final.
Mientras la disciplina por los actos de faltas a la conducta de los
individuos permanece como un asunto de responsabilidad nacional, las
Naciones Unidas tienen el deber de investigar tales incidentes, con el fin de
determinar los hechos y proteger la integridad de la misión. Así, cuando un
observador militar, un oficial de policía civil o un soldado en servicio hayan
sido sorprendidos cometiendo una falta de conducta grave, serán repatria-
dos, para ser sometidos a las necesarias acciones disciplinarias que corres-
pondan.
El documento señala una lista no exhaustiva de tipos de mala con-
ducta que pueden ameritar una investigación oficial, con miras a la repatria-
ción para una acción disciplinaria nacional.73 Las enumeradas son:
< Homicidio casual o culposo;
< Asalto grave;
< Violación o mala conducta sexual o acoso sexual grosero, particular-
mente con personas menores de 18 años;
< Tráfico de drogas o actividades relacionadas;
< Negligencia grosera que resulte en injuria, pérdida de vida o, perdida
o daño a la propiedad;
< Hurto o robo de propiedad privada o de Naciones Unidas;
< Operaciones de mercado negro, incluyendo el abuso de privilegios
de exenciones tributarias;
< Pérdida total de imparcialidad en relación con las partes envueltas en
un conflicto, poniendo en peligro la credibilidad de la Misión de las
Naciones Unidas.

73 Cuando hay evidencia confiable que un individuo fue parte en cualquiera de los tipos de mala
conducta que se describirán u otras determinadas como graves, notificadas por el Jefe de Misión,
se conducirá una investigación por la Junta de Investigación, que debe incluir las recomendaciones
pertinentes a los Cuarteles Generales de las Naciones Unidas, incluyendo una asesoría en cuanto
a si corresponde la repatriación.

189
Guillermo Abarca Ugarte

1.3. PRINCIPIOS GENERALES QUE INFORMAN LOS


PROCEDIMIENTOS
Los principios de estos procedimientos son:
< Todo el personal debe haber sido advertido de los estándares de
conducta requeridos por las Naciones Unidas;
< Las acciones tomadas después de ocurrida cualquier falta a estos
estándares deben ser expeditas, justas y consistentes en su aplica-
ción, sin tomar en cuenta el grado del afectado y su nacionalidad.
< Queda implícito en el acuerdo celebrado entre Naciones Unidas y el
Estado Miembro, que contribuye con personal policial, civil o militar,
que la acción disciplinaria que sigue al incidente, estimado suficien-
temente grave como para merecer repatriación, debe ser asumido por
el Estado Miembro. Con el fin de proteger su imparcialidad y credibi-
lidad, el Cuartel General de Naciones Unidas mantiene el derecho de
saber los resultados de tal acción.74

1.4. NORMATIVA PROCEDIMENTAL EN CASOS DE FALTAS, DELI-


TOS U OTRAS CONDUCTAS
< Cuando se investigue una violación al Código de Conducta imperante
para el personal de la misión, y se estima que no es lo suficientemente
grave como para ameritar la repatriación, el Jefe de Misión puede
decidir tratar la materia a través de distintas medidas correctivas,
incluyendo ejercicios disciplinarios, relocalización o reprimenda. La
responsabilidad por una acción disciplinaria, en tales situaciones,
recae en los comandantes de los contingentes nacionales.
< En cuanto el Jefe de Misión o el Comandante de las Fuerzas, el Jefe de
los Observadores Militares o el Comisionado Policial tome conoci-
74 Una vez asignada la misión, y previo a la destinación, todos los observadores militares, policías,
civiles y tropas formadas recibirán una exposición informativa de parte de los Jefes de Fuerzas, del
Jefe de Observadores Militares, del Comisionado Policial o del representante designado de los
mismos. Esta exposición incluirá, como mínimo, la notificación de los tipos de mala conducta
prohibidas, un resumen del proceso de investigación y una advertencia respecto de la posibilidad
de ser repatriados, si la investigación de la misión lo decide y lo ratifica el Departamento de
Operaciones de Mantención de Paz (debe ponerse especial atención, de manera que todo el personal
esté consciente de las particulares sensibilidades locales, tales como normas y costumbres religiosas,
y del hecho que los estándares de conducta de nación anfitriona, no pueden ser alterados).
La exposición señalada tiene por objeto, además, cubrir el hecho que, mientras la sanción por
cualquier ofensa será, en último término, de responsabilidad nacional, las investigaciones formales
y los alegatos serán conducidos de acuerdo a los procedimientos de las Naciones Unidas. Al
concluir la exposición, cada observador militar de las Naciones Unidas u oficial de policía civil,
o el oficial más antiguo designado de cada contingente nacional, firmará una declaración señalando
tener conocimiento de la política del organismo en esta materia.
Los responsables ante el Jefe de Misión por este procedimiento, también son responsables de
asegurarse que toda unidad o individuo que llegue en reemplazo de otro (a), sea debidamente
informado, antes de empezar a desempeñar sus respectivas tareas.

190
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

miento de la denuncia de alguna conducta grave, suspenderán de


inmediato a la o las personas involucradas hasta completar una in-
vestigación inicial informal. Debe informarse también a la Oficina de
Operaciones del Departamento de Operaciones de Mantención de
Paz y al Comandante del Contingente Nacional en la Misión.75
< El Director de la Oficina de Operaciones debe informar a la Misión
Permanente del Estado Miembro del individuo, a través del Asesor
Militar.76
< En los casos en que se sospecha una grave falta de conducta, el
Comandante del Contingente Nacional o un miembro antiguo de los
Cuarteles Generales de la Misión deberá conducir una investigación
inicial de los hechos. Cuando el Jefe de la Misión ordene una inves-
tigación inicial, la Junta incluirá un oficial de la Policía Civil / Militar de
las Naciones Unidas antiguo. Esta investigación se informará a tra-
vés del Comandante de las Fuerzas / Jefe de Observadores Militares
/ Comisionado Policial al Jefe de Misión. El propósito de esta investi-
gación inicial es determinar si existe evidencia para convocar a una
Junta de Investigación Formal. Si la evidencia amerita una Junta de
Investigación, el Jefe de Misión mantendrá la suspensión, y convo-
cará a una Junta de Investigación dentro de las 48 a 72 horas siguien-
tes.
< Si la evidencia inicial indica que existió una falta de conducta, de tal
naturaleza, que amerita la repatriación, debe convocarse la Junta In-
vestigadora. Para facilitar un resultado justo, es importante que toda
acción se efectúe rápida y públicamente. Para asegurar que los indivi-
duos involucrados en el alegato, se encuentren disponibles dentro
del área de la Misión, no pueden ser repatriados o reasignados a su
país de origen hasta que la investigación haya sido completada, lo
cual debe hacerse lo más pronto posible.77
< La autoridad que convoca a la Junta Investigadora proveerá al Presi-

75 Después del horario de trabajo en Nueva York, el Departamento de Operaciones de Mantención


de Paz debe ser informado por vía del Centro de Situación. En el evento de una denuncia más grave,
el Centro de Situación debe informar inmediatamente a la oficina del Asesor Militar / Jefe de la
División Policial Militar y Civil y al Director de la Oficina de Operaciones que corresponda. En
caso de eventos menos graves, las respectivas oficinas pueden ser informadas al día siguiente de
trabajo.
76 En los casos que involucren pérdida o daño de propiedad de las Naciones Unidas, debe informarse
a la División Logística.
Cuando el incidente se reduce a la pérdida o daño a la propiedad de Naciones Unidas y no hay
fundamentos para una desconfianza moral, o respecto de la credibilidad de la Misión o riesgo de
más pérdida o daños, el Jefe de Misión debe acordar una Junta de Investigación.
77 Los individuos sospechosos deberían ser relevados de sus puestos por arreglos nacionales, pero
no pueden ser rotados o removidos del área de la misión hasta que el Jefe de ésta y los Cuarteles
Generales de las Naciones Unidas hayan tenido oportunidad razonable para considerar cada caso.

191
Guillermo Abarca Ugarte

dente de la misma de los términos de referencia para guiar su delibe-


ración. Esta Junta conducirá una investigación inmediata y rendirá
un informe de sus resultados. Además, dará una recomendación, en
el evento que alguien deba ser repatriado. La cual debe ser enviada
por el Jefe de Misión, junto con su propia recomendación, al Departa-
mento de Mantención de Paz en los Cuarteles Generales de las Nacio-
nes Unidas, para la resolución final.
< La repatriación, en todos los casos, sólo puede ser implementada con
la aprobación formal del Subsecretario General de Operaciones de
Mantención de Paz.78 Esta decisión debe ser tomada lo más rápido
posible y notificada, sin demora, al Jefe de Misión y, por nota verbal,
a la Misión Permanente involucrada. Cuando se requiere la repatria-
ción, debe recordarse a las Misiones Permanentes la necesidad de
informar a N.U. acerca de las acciones disciplinarias tomadas por sus
respectivas autoridades nacionales.

1.5. TRÁMITES POSTERIORES A LA REPATRIACIÓN DE UN


MIEMBRO DE UN CONTINGENTE
< Si la decisión de repatriación ya está tomada, el Jefe de Misión es
responsable por asegurar que ello se verifique rápidamente. Todo
gasto envuelto en la repatriación y en la acción de reemplazo, será de
cargo del Estado Miembro involucrado.
< A pesar que la acción disciplinaria y las sanciones a los individuos
que están al servicio de Naciones Unidas permanecen como una res-
ponsabilidad nacional, la Organización tiene interés en asegurar que
la justicia se lleve a cabo. Como mínimo, los nombres de todo el
personal repatriado, policial, militar y civil, por falta de conducta, se
mantendrá en una base de datos en la Oficina del Asesor Militar del
Departamento de Mantención de Paz. A aquellos incluidos en esta
base de datos, se les negará rotundamente la participación en futuras
misiones del organismo.79

78 Un individuo implicado en cualquier forma de falta de conducta, continuará percibiendo salario


de subsistencia. El pago cesará una vez que haya sido repatriado.
79 Un mes después de la repatriación, si no se han recibido detalles de la Misión Permanente
involucrada, el Departamento de Operaciones de Paz hará un requerimiento formal, solicitando
información acerca de las acciones nacionales tomadas. Si no se emite información, esta solicitud
debe ser reiterada tres, seis y nueve meses después de la repatriación. La responsabilidad de
impulsar esta acción recae en el Asesor Militar / Jefe de la División Policial, Civil y Militar.
Transcurrido un año, sin recibir respuesta oficial de la Misión Permanente, acerca de la repatriación,
el Subsecretario General de Operaciones de Paz informará a la Misión Permanente del Estado
Miembro, que el Departamento de Operaciones de Paz podrá no considerar favorablemente la
futura participación de esa nación en misiones de paz, hasta que se reciba una respuesta adecuada.

192
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

2.- LA JURISDICCIÓN PENAL INTERNACIONAL

2.1. EL FUNCIONAMIENTO DE TRIBUNALES INTERNACIONALES


HUMANITARIOS

Debo comenzar este acápite confesando que la idea original alberga-


da en mi proyecto de Tesis, incorporaba precisamente en este sitio un apar-
tado referido a Jurisprudencia Internacional en materia de Operaciones de
Paz que fuera aplicable a nuestra realidad nacional. Sin embargo, mi esfuerzo
de búsqueda fue inútil, toda vez que no existen casos susceptibles de ser
abordados bajo esa óptica.80 Sin perjuicio de lo anterior, donde sí existe
valioso material bibliográfico es en lo referente a cierta Jurisprudencia ema-
nada de Tribunales Internacionales con ocasión de procesos incoados por
violaciones a normas propias del Derecho Humanitario, tema que, según lo
hemos visto con antelación, guarda gran vinculación con la temática propia
de las Operaciones de Paz.
Parte de nuestro esfuerzo lo situaremos en el estudio de dos casos
paradigmáticos en el rubro, que han sido objeto de variados análisis por
parte de los estudiosos de las Relaciones Internacionales y del Derecho
Internacional, atendido que experiencias como la que nos aprontamos a
observar, no se daban en el escenario jurídico-internacional desde la consti-
tución del Tribunal de Nuremberg, una vez terminada la Segunda Guerra
Mundial: nos referimos a la creación de los Tribunales Internacionales para
juzgar los casos acaecidos, durante la pasada década, en Ruanda y la ex
Yugoslavia.
Algunos estudiosos del rubro creen que la instauración y funciona-
miento de la judicatura de Nuremberg fue el paso inicial para establecer un
criterio definido en contra de la impunidad, tratándose de juzgar conductas
atentatorias contra los derechos humanos. Y si de resultados concretos se
trata, sí los hubo: esta magistratura emitió 19 condenas, 12 de ellas a muerte.
Sin embargo, la cruda realidad histórica se ha encargado de mostrar-
nos cruelmente que la famosa cita de Thomas Hobbes «el hombre es el lobo
del hombre» no distaba de ser cierta. En este sentido, las palabras del Fiscal
del Tribunal Internacional para la ex Yugoslavia, Richard Goldstone, son
decidoras: «Tras los horrores de la Segunda Guerra Mundial, los juicios a
los que sometieron en Nuremberg las potencias vencedoras a los dirigentes
nazis, la comunidad internacional consideró que había comenzado una nue-

80 Quisiera dejar en claro que la intención primera de este tesista apuntaba a analizar fallos de
Tribunales Internacionales en donde se juzgara casos vinculados a Operaciones de Paz, en donde
contingente perteneciente a nuestras fuerzas fuera parte.

193
Guillermo Abarca Ugarte

va era en que se respetarían universalmente los derechos humanos de todos


los ciudadanos de todos los países del mundo. No ha sido así. Las pasadas
cinco décadas han sido testigo de algunas de las más graves violaciones al
derecho humanitario. Con demasiada frecuencia los responsables han eludi-
do el castigo de los tribunales nacionales .... La comunidad internacional no
ha logrado mecanismo alguno para determinar la culpabilidad de los
perpetradores investigados».
El mensaje del citado jurista es meridianamente claro, en orden a esta-
blecer la necesidad de apelar a la conciencia de las naciones del mundo
civilizado, para crear o constituir instancias de juzgamiento permanente para
las conductas atentatorias de los derechos fundamentales del ser humano.
En íntima relación con lo expuesto, es del caso destacar que el esfuer-
zo desplegado por las potencias triunfantes en la Segunda Guerra Mundial
no estuvo exento de críticas, particularmente proveniente del ámbito más
conocido por este tesista, el del Derecho. Sin desconocer su fin loable,
algunos juristas emitieron comentarios reprobatorios en contra del funcio-
namiento de la referida instancia procesal, basados fundamentalmente en
dos grandes argumentos:
< Falta de Imparcialidad e Independencia, atendido que fue constituido
por las potencias vencedoras en la conflagración. Asimismo, los jue-
ces que la integraron también provenían de las naciones triunfado-
ras. Con ello, creían ver la recreación de etapas superadas por el
hombre moderno, en donde se imponía la ley del más fuerte;
< Surgimiento como Magistratura ex Post Facto, esto es, creada con
posterioridad a la acaecencia de los hechos objeto de juzgamiento.81
La creación de los Tribunales Internacionales para Ruanda y la ex
Yugoslavia viene a responder en los hechos a las citadas críticas. Así, no se
trata de instancias jurisdiccionales creadas por vencedores contra venci-
dos; muy por el contrario, su establecimiento, en la primera mitad de la déca-
da de los noventa, surge a través de sendas resoluciones del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, quien, en el marco de la Carta del Orga-
nismo Internacional más representativo del planeta, responde a nombre de la
comunidad de naciones, reemplazando los procedimientos coercitivos por
uno de índole jurisdiccional.
Yendo derechamente a los fundamentos para su constitución, la pro-

81 Sobre el particular, la gran mayoría de los ordenamientos jurídicos occidentales consagran normas
referidas a este punto. El nuestro no está ajeno a esta tendencia. Así, el numeral 3°, del artículo 19
de nuestra Carta Fundamental señala que nadie podrá ser juzgado por comisiones especiales, sino
por tribunales establecidos por ley con anterioridad a la comisión del delito.

194
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

fesora Jeannette Irigoin B. señala que tras la creación de la magistratura para


la ex Yugoslavia encontramos tres exigencias bien definidas, que son plena-
mente aplicables a la constitución del Tribunal para el caso de Ruanda, a
saber:82
< Una Política, esto es, la necesidad de generar una respuesta potente
y concreta por parte de los Estados implicados en el proceso de paz;
< Una Moral, vinculada al deber ético de establecer una justicia inter-
nacional e imparcial para luchar contra la impunidad de los responsa-
bles de las violaciones del Derecho Internacional Humanitario. Es
decir, los hechos acaecidos en Ruanda y en el territorio de la ex Yu-
goslavia conformados por limpiezas étnicas, desplazamientos de po-
blación, atrocidades contra prisioneros de guerra y otra suerte de
atentados contra los derechos humanos no pueden permanecer sin
juzgamiento ni castigo; y
< Una Jurídica, ligada a la existencia de una responsabilidad de la
comunidad internacional en la protección y defensa de los derechos
humanos.
El esfuerzo que se despliega tras la creación de estas magistraturas,
por cierto, innova en lo que a Tribunales Internacionales existía hasta ese
entonces. Comencemos tan sólo recordando que quienes tuvimos como
asignatura formativa, en nuestras carreras de pregrado, la rama de Derecho
Internacional, se nos enseñaba que el órgano jurisdiccional por excelencia
en materia internacional, a la sazón, la Corte Internacional de Justicia, instan-
cia judicial principal de las Naciones Unidas, tiene competencia contenciosa
y, a la vez, de índole consultiva. Sin embargo, en lo que dice relación con la
primera, la Corte sólo puede conocer contiendas o disputas cuyas partes
litigantes sean los Estados, con lo cual se restringe notablemente la posibi-
lidad de accionar judicialmente ante ella.
Otros esfuerzos desplegados en esta materia, estuvieron constitui-
dos por la Corte Interamericana de Derechos Humanos y por la Corte Euro-
pea de Derechos Humanos. Ambas instancias representan un significativo
avance con relación al precitado Tribunal, ya que les es permitido conocer
denuncias de violaciones a los derechos humanos que hayan sido cometi-
das contra personas individuales. Sin embargo, el denunciado o el demanda-
do es el Estado, por tanto, es este último quien puede ser objeto de respon-
sabilidad internacional como resultado de un proceso sustanciado ante es-
tos dos órganos jurisdiccionales.
82 Irigoin Barrenne, Jeannette, «El tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia y el Tribunal
Penal Internacional de Naciones Unidas», artículo publicado en la revista Política y Estrategia
de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE), Santiago de Chile, N°
77, 1999, pág. 84.

195
Guillermo Abarca Ugarte

Finalmente, los estatutos jurídicos para los Tribunales Internaciona-


les de Ruanda y la ex Yugoslavia dieron un gran golpe de timón en esta
materia, al consagrar expresamente en su articulado la factibilidad legal de
dictar condenas en contra de personas determinadas.
Basado en idéntica filosofía, se amparó posteriormente la creación de
la llamada Corte Penal Internacional (abreviada como CPI), también nombra-
da, comúnmente, como Tribunal Penal Internacional, surgida el año 1998,
con la suscripción del Acta de la Conferencia de Plenipotenciarios de Nacio-
nes Unidas, en la ciudad italiana de Roma.83 No obstante lo señalado, los
estudiosos del tema convienen en señalar que el proyecto de creación de
una magistratura dotada con las facultades de la CPI se remonta a mediados
del siglo pasado. En este sentido, el profesor Cristián Le Dantec Gallardo
sitúa sus orígenes en la pasada década de los 50, en el momento en que la
Asamblea General de Naciones Unidas creó una comisión sobre Jurisdic-
ción Penal Internacional, encargada de compilar las normas de los procesos
de Nuremberg y de preparar un proyecto de estatuto para una Corte Penal
Internacional.

2.2. ALGUNAS BREVES LÍNEAS EN TORNO A LA CORTE PENAL


INTERNACIONAL

No obstante que la temática sobre la Corte Penal Internacional, tanto


por su importancia como por lo extenso que demandaría un estudio acabado
en torno a ella, ameritaría, con creces, el desarrollo de una tesis completa,
creemos que se justifica sobradamente dedicar unas breves líneas a recrear
ciertos aspectos de interés. Señalemos que el estatuto de la CPI responde a
la tan anhelada aspiración de las naciones, por encontrar mecanismos efica-
ces y permanentes de juzgamiento de las violaciones de los derechos huma-
nos, mediante la creación de una jurisdicción de carácter universal.84 En
refuerzo de ello, agreguemos que este anhelo no estaría jurídicamente afina-
do sin la posibilidad de determinar y hacer efectivas las eventuales respon-
sabilidades que surgieren sobre sujetos perfectamente identificables, o sea,
personas determinadas. Por cierto, estas responsabilidades no obedecen a
la comisión de cualquier conducta.
El propio Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan, ha
calificado la iniciativa que dio vida al estatuto en estudio como «Un gigan-

83 Según el artículo 3° del estatuto de la CPI, su sede estará en La Haya, Países Bajos.
84 El 11 de Abril del año 2002, el Estatuto de la CPI superó el número de ratificaciones mínimas para
entrar en vigencia, a la sazón, 60, entrando en vigor el 1° de Julio del mismo año.

196
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

tesco paso adelante en el camino a favor de los derechos humanos universa-


les y del imperio de la ley».
A su vez, el estatuto de la CPI es claro al señalar que su competencia
se circunscribe a investigar y sancionar cuatro figuras definidas. Los críme-
nes a los cuales se extiende su ámbito de acción son: los crímenes de guerra,
el genocidio, los crímenes de lesa humanidad, contemplándose también la
llamada figura de «agresión». Por último, consignemos que la normativa de
este tribunal señala que su jurisdicción es complementaria a las jurisdiccio-
nes penales nacionales.
En relación con los crímenes de guerra, el estatuto incluye la mayor
parte de las violaciones graves del Derecho Internacional Humanitario men-
cionadas en los Convenios de Ginebra de 1949 y en sus Protocolos Adicio-
nales de 1977, cometidas tanto en conflictos armados internacionales como
no internacionales.
Con respecto al Genocidio, el estatuto lo define como cualquiera de
los actos que menciona, dentro de los cuales se consignan, por ejemplo, la
matanza de miembros del grupo, lesión grave a la integridad física o mental
de los miembros del grupo, medidas destinadas a impedir nacimientos en el
seno del grupo, traslado por la fuerza de niños de un grupo a otro, perpetra-
dos con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional,
étnico, racial o religioso como tal.
En los crímenes de lesa humanidad, el documento señala que se com-
prenden cualquiera de los siguientes actos, mencionando, entre otros, el
asesinato, exterminio, esclavitud, apartheid, deportación o traslado forzoso
de población, tortura, violación, esclavitud sexual, prostitución forzada,
embarazo forzado, esterilización forzada y cualquier otra forma de violencia
sexual de gravedad comparable, cuando se cometa como parte de un ataque
generalizado o sistemático dirigido contra cualquier población civil.
Por último, se extendió la competencia de esta Corte para conocer
también de la llamada figura de «Agresión». Sobre el particular, el estatuto
postergó su enjuiciamiento hasta que se defina lo que se entiende por ella y
se enuncien las condiciones para el ejercicio de dicha competencia. En este
sentido, las disposiciones del referido documento establecen que son los
Estados Partes quienes deben aprobar una definición generalmente acepta-
ble sobre la «agresión», durante una Conferencia de Revisión, a llevarse a
efecto siete años después de la entrada en vigor del estatuto. En todo caso,
en la consulta del material disponible en torno a la CPI, se puede concluir que
entre las alternativas de definición del crimen en estudio se mencionan las
siguientes: «Uso de la fuerza o la amenaza del uso de ella por un Estado en

197
Guillermo Abarca Ugarte

contra de la soberanía, la integridad territorial o la independencia política de


otro Estado o el uso de la fuerza o la amenaza del uso de la fuerza de cualquier
forma incompatible con la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Inter-
nacional».
Convengamos en señalar que la Jurisdicción de la CPI se atiene al
llamado «Principio de la Complementariedad». Como lo anotáramos, la com-
petencia de este tribunal se ejerce subsidiariamente, o sea, única y exclusiva-
mente cuando un Estado no pueda realmente o no quiera enjuiciar a presun-
tos criminales de guerra que estén bajo su jurisdicción. De lo anterior se
desprende que la responsabilidad primaria en el juzgamiento de los violado-
res de los derechos humanos, recae en los propios Estados. Esto constituye
implícitamente un llamado a las naciones a modernizar sus jurisdicciones
penales, tipificando de paso normas en que se contemplen crímenes interna-
cionales y se fortalezca la independencia de sus Tribunales de Justicia.
En íntima relación con lo expuesto, cabe consignar que un Estado,
por el solo hecho de hacerse parte del estatuto de la CPI, reconoce inmedia-
tamente su competencia. A su turno, se contempla la posibilidad que un
Estado que no tiene el status jurídico de parte, pueda someterse a los térmi-
nos del estatuto, mediante una declaración efectuada, aceptando su compe-
tencia.
Por otra parte, los Principios Generales de Derecho Penal consagra-
dos en el estatuto son los de: Legalidad, Igualdad ante la ley,
Imprescriptibilidad y de Responsabilidad Penal Individual del sujeto. Res-
pecto del primero, se establece que sólo se puede ser penalmente responsa-
ble por conductas que al momento de su comisión constituyan un crimen de
la competencia de la CPI; al mismo tiempo, se señala que el responsable sólo
podrá ser penado en conformidad con el estatuto. El segundo principio se
manifiesta en el hecho que, no obstante el cargo o dignidad que ostente el
acusado, el estatuto se aplica por igual a todos. La Imprescriptibilidad se
entiende en el hecho que los crímenes de competencia de la CPI no se extin-
guen o desaparecen por el mero transcurso del tiempo. Finalmente, el último
principio enunciado se traduce en la circunstancia que la normativa en co-
mento sólo se aplica a personas naturales, en razón de crímenes consuma-
dos como también respecto de los que alcancen el grado de tentativa.
Asimismo, dentro de los Principios Procesales consagrados por el
Estatuto, se encuentran, en primer término, el de la Cosa Juzgada. Por tanto,
ninguna persona puede ser objeto de procesamiento ni condenada por con-
ductas respecto de las cuales ya hubiere sido condenada o absuelta por la
misma CPI u otro tribunal. También se establecieron otros importantes prin-
cipios como, por ejemplo, que nadie puede ser obligado a declarar contra sí
198
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

mismo o a declararse culpable; ser sometido a arresto o detención arbitra-


rios; privado de libertad en casos no consagrados por el propio estatuto ni
ser objeto de coacción, intimidación, amenaza, tortura u otros tratos o casti-
gos crueles, inhumanos o degradantes.
En lo que se refiere a la realidad de Chile, señalemos que nuestro país
no ha permanecido ajeno al debate producido en las esferas internacionales,
relacionado con la necesidad de consagrar una legislación universal y per-
manente destinada a velar por el imperio del pleno respeto a los derechos
más fundamentales de la persona humana. Sin embargo, el tema no ha sido
pacífico, ya que la idea de incorporar los términos de la CPI a nuestro orde-
namiento jurídico, ha dividido a parte del estamento legislativo y académico
de nuestro país. Bástenos indicar que, hace sólo un tiempo, diversos parla-
mentarios de nuestro Congreso Nacional efectuaron un requerimiento ante
el Tribunal Constitucional, con el expreso propósito que esta alta magistra-
tura declarara la inconstitucionalidad del estatuto que contiene la Corte Pe-
nal Internacional. Por su parte, la referida instancia constitucional resolvió,
en el año 2002, acoger el requerimiento mencionado, declarando que el trata-
do que contenía al estatuto de la señalada Corte, para ser aprobado por el
Congreso Nacional y posteriormente ratificado por el Presidente de la Repú-
blica, requería necesariamente de una reforma constitucional previa.85
Señalemos, a título informativo, que los detractores del estableci-
miento jurídico de esta magistratura al interior de nuestra realidad nacional,
fundan sus críticas, entre otros aspectos, en los siguientes:
- Conferir facultades de juzgamiento a una magistratura foránea, resul-
ta a todas luces inconstitucional, atendido que la normativa estable-
cida en la Carta de 1980 establece explícitamente que la prerrogativa
de juzgar pertenece exclusivamente a los Tribunales que integran
nuestro Poder Judicial;
- El ya examinado Principio de Complementariedad que regula la actua-
ción de la CPI, en cuya virtud, su competencia es llamada a ejercerse
cuando el Estado que deba conocer y enjuiciar un determinado cri-
men no esté dispuesto a hacerlo o no pueda realmente hacerlo, podría
transformarla en una suerte de «supra Poder Judicial», vigilante del
comportamiento de nuestros Tribunales de Justicia. En este punto, el
Diputado Maximiano Errázuriz E., efectuando sus críticas en el
seno de un Panel sobre la Corte Penal Internacional, realizado en 1999
por la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de

85 Sólo a modo ejemplar, recordemos que los reparos en torno al establecimiento de la CPI incluso
han provenido de importantes naciones del orbe. Así, el gobierno de los Estados Unidos se ha
negado a ratificar los términos del estatuto.

199
Guillermo Abarca Ugarte

Talca, cuyos interesantes debates se recogen en la Revista «Ius et


Praxis» del período, se preguntaba: «¿Cómo va a ser complementaria
una legislación que se permite calificar si el proceso que se lleva a
cabo en un país, es compatible o no con la intención de hacer compa-
recer a la persona de que se trate ante la justicia?». Esto incluso
podría conducir, a juicio de este legislador, a la violación del Principio
de Cosa Juzgada, toda vez que pudiera ser factible que la CPI, apli-
cando el artículo 20 de su estatuto, se arrogue la facultad de volver a
juzgar a un sujeto, invocando que el proceso ante el tribunal local fue
instruido en forma parcial o no independiente, por mencionar dos
casos consignados en la referida disposición;
- Asimismo, también se señala que sus términos atentarían contra el,
universalmente reconocido y respetado, Principio de Legalidad. Ello,
atendido que la descripción de los crímenes que efectúa el estatuto,
es sumamente amplia y, por tanto, genérica. A lo anterior, se agrega el
hecho que uno de los crímenes objeto de juzgamiento, a la sazón, la
agresión, aún no se encuentra definido, atentando ello contra la cer-
teza jurídica que los sistemas penales deben brindar a sus destinata-
rios;
- Por otra parte, el ya citado Principio de Igualdad ante la ley que rige el
funcionamiento de la magistratura, y por el cual, se hace comparecer
ante la Corte a cualquier persona, incluyendo Jefes de Estado o de
Gobierno, entre otras autoridades, entraría derechamente en colisión
con la normativa interna, referida a inmunidades de jurisdicción, tra-
dicionalmente consagradas en nuestro ordenamiento.86
2.3.- COMPETENCIA DE LOS TRIBUNALES INTERNACIONALES
PARA LA EX YUGOSLAVIA Y RUANDA

Tal como lo señaláramos con antelación, los Tribunales para Ruanda


y la ex Yugoslavia deben su creación al Consejo de Seguridad de las Nacio-
nes Unidas, en el marco de las disposiciones que integran el Capítulo VII de
la Carta de Naciones Unidas.
Sobre el particular, es del caso consignar que el Estatuto de ambos
Tribunales, que se reproduce in integrum en los anexos, establece en forma
clara la competencia de la cual se los ha revestido, tanto en razón del lugar,
materia y temporalidad del juzgamiento.

86 A todos estos argumentos, habría que agregar el hecho que muchas de las figuras descritas en cada
uno de los crímenes definidos por el estatuto de la CPI, no se encuentran consideradas en nuestra
legislación nacional.

200
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

A.- ESTATUTO DEL TRIBUNAL PARA LA EX YUGOSLAVIA

Su artículo primero responde en forma amplia las interrogantes que


ocupan nuestro estudio, al señalar: «El Tribunal Internacional está habilita-
do para juzgar a los presuntos responsables de violaciones del derecho
internacional humanitario, cometidas a partir de 1991, en el territorio de la ex-
Yugoslavia, según las disposiciones del presente Estatuto». Sin perjuicio de
lo expuesto, disposiciones posteriores se encargan de precisar más
específicamente los límites precisos de cada una de las competencias que
concurren al efecto.
De esta forma, desde el artículo 2° al 5°, el Estatuto se preocupa de
detallar minuciosamente cada una de las conductas punibles que motivan su
creación, comenzando por las Infracciones graves a la Convención de Gine-
bra de 1949, Violaciones de las leyes o prácticas de guerra, Genocidio y,
finalizando, con los Crímenes contra la humanidad.
Por su parte, la disposición del artículo 6°, titulada «Competencia
ratione personae», precisa que el juzgamiento se extiende a las personas
físicas, apartándose, como hemos visto, de la línea seguida por otras magis-
traturas de carácter internacional. Esta circunstancia, poco usual, significa,
desde una óptica jurídica, que personas naturales perfectamente
identificables podrán ser llevadas ante este tribunal, sometidas a proceso y
eventualmente condenadas, en razón de alguna de las conductas punibles
definidas por el propio Estatuto de la magistratura.87
A su turno, el artículo 8° se preocupa de normar las otras dos clases
de competencia: la ratione loci (esto es, en razón del territorio o ámbito
espacial de aplicabilidad del juzgamiento) y ratione temporis (o sea, en
razón del lapso en que se comprenderá el procesamiento). Respecto de la
primera, se dispone que ésta se extiende al territorio de la antigua República
Federativa Socialista de Yugoslavia, incluyendo su espacio terrestre, aéreo
y sus aguas territoriales. A su vez, en lo referente a la competencia ratione
temporis, se señala que se puede conocer de todo hecho acaecido a partir
del 1º de enero de 1991.
Es del caso hacer notar que el Estatuto se preocupó de reglar en
forma explícita los casos en que un determinado hecho, también, pudiera ser
87 Por ejemplo, el artículo 7°, ubicado en la normativa referida a la «Responsabilidad penal
individual», establece, entre otros, dos criterios orientadores:
1.Quienquiera haya planificado, incitado a cometer, ordenado, cometido, o ayudado y
alentado de cualquier forma a planificar, preparar o ejecutar uno de los crímenes contemplados en
los artículos 2 a 5 del presente Estatuto, es individualmente responsable de dicho crimen.
2. La categoría oficial de un acusado, ya sea como Jefe de Estado o de Gobierno, o como alto
funcionario, no le exonera de su responsabilidad penal y no es motivo de disminución de la pena.

201
Guillermo Abarca Ugarte

conocido por la jurisdicción patria o nacional (casos conocidos como «Com-


petencias concurrentes»). En este punto, establece dos importantes reglas:
- El Tribunal Internacional y las jurisdicciones nacionales son simultá-
neamente competentes para juzgar a los presuntos responsables de
violaciones graves del derecho internacional humanitario cometidas
en el territorio de la ex-Yugoslavia, a partir del 1º de enero de 1991; y
- El Tribunal Internacional tiene prioridad sobre las jurisdicciones na-
cionales. En cualquier estadio del procedimiento, puede solicitar ofi-
cialmente a las jurisdicciones nacionales que se desprendan de un
procedimiento en su favor, de acuerdo con su Estatuto y reglamento.
De la mano de lo expuesto, la normativa en estudio deja claramente
establecido el imperio del principio, universalmente aceptado en materia pe-
nal, del «Non Bis in Idem», esto es, que nadie puede ser objeto de juzgamiento
en más de una oportunidad por un mismo delito, señalando, su artículo 10°,
que nadie puede ser convocado ante una jurisdicción nacional por hechos
constituyentes de graves violaciones del derecho internacional humanita-
rio, en el sentido entendido en el presente Estatuto, si ya ha sido juzgado por
esos mismos hechos por el Tribunal Internacional. Agrega que quienquiera
que haya sido convocado ante una jurisdicción nacional por hechos consti-
tutivos de graves violaciones del derecho internacional humanitario no pue-
de ser subsecuentemente llevado ante el Tribunal Internacional, excepto si
se verifican cualesquiera de estos dos supuestos:
- El hecho por el cual ha sido juzgado estaba calificado como crimen de
derecho común;
- La jurisdicción nacional no ha resuelto de forma imparcial o indepen-
diente; la finalidad de los procedimientos llevados a cabo ante ella era
sustraer al acusado de su responsabilidad penal internacional; o las
diligencias no fueron llevadas a cabo correctamente.
A.1. ACTUAL TRAMITACIÓN ANTE EL TRIBUNAL INTERNA-
CIONAL PARA LA EX YUGOSLAVIA

A fines del pasado año se cumplió el décimo aniversario de la instala-


ción de los primeros jueces del Tribunal Internacional para la antigua Yugos-
lavia, en el Palacio de la Paz, en La Haya. En aquella época, las expectativas
eran moderadas. A esa fecha, habían comparecido 92 sospechosos y 42
personas habían sido enjuiciadas.88 En los últimos años, este Tribunal se ha
convertido en una genuina instancia jurídica, contando con aproximada-
mente 1300 colaboradores y un presupuesto de 100 millones de euros.
88 En 1993, el Tribunal tuvo un comienzo difícil, lo cual generó dudas acerca de su efectividad. La
magistratura disponía de fondos y personal insuficiente; por otra parte, sus instalaciones eran
demasiado pequeñas y, además, se continuaba cometiendo crímenes de guerra en Bosnia.

202
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Dentro de aquellas personas que han comparecido ante el Tribunal,


se encuentra el ex presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, quien enfren-
ta acusaciones por atrocidades cometidas en Kosovo en 1999, en Croacia
1991-92 y por genocidio en Bosnia-Herzegovina entre 1992 y 1995. Así, en la
acusación por los hechos en Bosnia, se le señala de ser el responsable de la
muerte de miles de musulmanes bosnios y croatas bosnios. Por su parte, en
Yugoslavia, Milosevic enfrenta cargos adicionales por supuesta corrupción,
abuso de poder y el envío de miles de millones de dólares del Estado a
cuentas en el extranjero.89 Desde el mismo comienzo de su juicio, Milosevic
se ha negado a reconocer la legitimidad del Tribunal, calificando de falsas
las acusaciones en su contra.
Entre tanto, se prevé que el proceso durará hasta, por lo menos, el
año 2006. Sin embargo, según expertos juristas, los fiscales lograrán su pro-
pósito: demostrar la responsabilidad de Milosevic en las guerras desatadas
en la antigua Yugoslavia en los años noventa.
La principal preocupación del Tribunal es hacer comparecer a otros
20 sospechosos antes del 2010, cuando terminan sus tareas. Entre ellos
figuran los más importantes responsables de los crímenes cometidos en la
década de los noventa, en la antigua Yugoslavia. En este sentido, dentro de
los hitos más importantes logrados por la magistratura merece destacarse la
condena de Biljana Plavsic, ex mandataria de la República Serbia.
Plavsic fue condenada en el 2003 a 11 años de prisión por crímenes de
guerra, pero pactó con el Tribunal una pena menos severa y la supresión de
los cargos relativos al genocidio, a cambio de su confesión de los demás
crímenes de los cuales fue acusada.90
Los fiscales del tribunal concluyeron, durante los primeros meses de
este año, la presentación contra Milosevic, ordenando a éste iniciar su
defensa a partir del próximo mes de junio. A juicio de algunos juristas, la
acusación deducida en contra del ex mandatario yugoslavo adolece del de-
fecto de ser demasiado extensa, razón que podría provocar que el proceso en
su contra se extendiera eternamente.91

89 Es del caso señalar que Milosevic está aislado en el centro de detención Scheveningen, en la Haya.
Se encuentra bajo observación las 24 horas del día, para prevenir un intento de suicidio.
90 La ex mandataria Plavsic cumple su pena en una cárcel sueca y, según el pacto con el Tribunal,
declarará como testigo de cargo contra Milosevic.
91 Información obtenida de la página de Internet www.rnw.nl, correspondiente a Radio Nederland
Wereldomroep, en su link referido a los Balcanes.

203
Guillermo Abarca Ugarte

B.- ESTATUTO DEL TRIBUNAL PARA RUANDA

Su artículo 1° señala que el Tribunal Internacional para Ruanda está


habilitado para juzgar a los presuntos responsables de violaciones del dere-
cho internacional humanitario cometidas en el territorio de Ruanda, así como
a los ciudadanos ruandeses presuntamente responsables por tales actos o
violaciones cometidas en el territorio de Estados vecinos entre el 1º de enero
y el 31 de diciembre de 1994.
Usando un criterio similar al utilizado por el Estatuto del Tribunal para
la ex Yugoslavia, esta normativa señala que las conductas cubiertas por sus
términos son el Genocidio y los Crímenes contra la humanidad, especifican-
do en ambos casos qué se entiende por tales. Asimismo, su artículo 4° dispo-
ne que esta magistratura internacional está habilitada para perseguir a las
personas que cometan o den la orden de cometer infracciones graves del
Artículo 3 común a las Convenciones de Ginebra del 12 de agosto de 1949,
para la protección de las víctimas en tiempos de guerra, y al protocolo adicio-
nal II a dichas Convenciones del 8 de junio de 1977.92
Por su parte, la normativa en estudio no innova en lo que dice rela-
ción con la competencia «ratione personae», ya que se precisa que el
juzgamiento se extiende también a las personas físicas.93
A su turno, el artículo 7° reglamenta las disposiciones vinculadas
a la «competencia ratione loci y ratione temporis». De esta manera, la
92 El referido artículo 4° señala que tales violaciones comprenden, sin ser taxativas:
a)Los atentados contra la vida, la salud y el bienestar físico o mental de las personas, en
particular el asesinato, así como los tratamientos crueles como la tortura, las mutilaciones o toda
forma de castigos corporales;
b)Los castigos colectivos;
c)La toma de rehenes;
d)Los actos de terrorismo;
e)Los atentados contra la dignidad personal, especialmente los tratamientos humillantes
y degradantes, las violaciones, el forzar a la prostitución y todo atentado contra el pudor;
f)El pillaje;
g)Las condenas excesivas y las ejecuciones efectuadas sin un juicio previo realizado por
un tribunal constituido regularmente y provisto de las garantías judiciales reconocidas como
indispensables por los pueblos civilizados.
h)Las amenazas de cometer los actos precitados.
93 Este Estatuto también se encarga de precisar cuándo se entiende que existe responsabilidad penal
individual. Así, su artículo 6° dispone:
1.Quienquiera haya planificado, incitado a cometer, ordenado, cometido, o ayudado y
alentado de cualquier forma a planificar, preparar o ejecutar uno de los crímenes contemplados en
los artículos 2 a 4 del presente Estatuto, es individualmente responsable de dicho crimen.
2.La categoría oficial de un acusado, ya sea como Jefe de Estado o de Gobierno, no le
exonera de su responsabilidad penal y no es motivo de disminución de la pena.
3.El hecho de que cualquiera de los actos contemplados en los artículos 2 a 4 del presente
Estatuto haya sido cometido por un subordinado no libera su superior de su responsabilidad
penal si sabía o tenía razones para saber que el subordinado se aprestaba a cometer ese acto o lo
había cometido y el superior no tomó las medidas necesarias y razonables para impedir que dicho

204
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

competencia ratione loci del Tribunal Internacional para Ruanda se ex-


tiende al territorio de Ruanda, incluyendo su espacio terrestre y su espa-
cio aéreo, y al territorio de Estados vecinos, en el caso de graves viola-
ciones del derecho internacional humanitario cometidas por ciudadanos
ruandeses. Por su parte, la competencia ratione temporis del Tribunal
Internacional se extiende al período que comienza el 1º de enero de 1994
y termina el 31 de diciembre de 1994.94

B.1.- ACTUAL TRAMITACIÓN ANTE EL TRIBUNAL INTERNACIO-


NAL PARA RUANDA

La ola de violencia en 1994 causó la muerte de un millón de ciudada-


nos en Ruanda, la mayoría de ellos pertenecientes a las etnias tutsis y hutus
moderados. Las autoridades judiciales consideran que el gobierno ruandés
de la época, de mayoría hutu, estableció una política de exterminio masivo.
Hasta comienzos de este año, la magistratura, con sede en Arusha, Tanzania,
se encontraba juzgando a uno de los cerebros del genocidio de esta nación
africana: Theoneste Bagosora, consejero del Ministerio de Defensa de
Ruanda durante las matanzas. Bagosora debe responder por 12 cargos de
genocidio.
A diferencia de lo ocurrido en Yugoslavia, en 1994, los dirigentes
ruandeses no hicieron nada en secreto. Ellos mismos difundieron sus planes
a través de la radio y tanto durante como después del genocidio se ufanaron
de sus acciones. De modo que se conocen todos los detalles de las
masacres.95 En tres meses murieron masacradas más de 500.000 personas,
aunque algunos hablan de un millón, esto es, tres cuartas partes de los tutsis
que había en el país.
A fines del pasado año, los responsables de los medios de comunica-
ción, conocidos como «medios del odio», fueron condenados por genocidio
e incitación pública a cometerlo por el Tribunal Penal Internacional para
Ruanda. Así, después de tres años de juicio, ha sentenciado a cadena perpe-

acto no fuera cometido o para castigar a los autores.


4.El hecho de que un acusado haya actuado en ejecución de una orden de un gobierno o
de un superior no le exonera de su responsabilidad penal, pero puede ser considerado como un
motivo de disminución de la pena si el Tribunal Internacional para Ruanda lo estima conforme a
la justicia.
94 Al igual que el Estatuto precedente, la normativa para el caso Ruanda también consigna
reglamentación para los eventos de «Competencias Concurrentes» (artículo 8°) y del llamado
«Non Bis in Idem» (artículo 9°). Por guardar gran similitud con las disposiciones analizadas
para el caso de la ex Yugoslavia, nos remitimos a sus respectivos artículos, que se reproducen en
los Anexos.
95 El ex fiscal para Ruanda, Richard Goldstein, cree que lo más importante del juicio contra Bagosora
es demostrar al pueblo ruandés que ya no hay inmunidad para aquellos que cometieron los crímenes.

205
Guillermo Abarca Ugarte

tua a dos de los acusados y a 35 años a un tercero.96


Junto a la señalada sentencia, es del caso destacar que el Tribunal
condenó a un pastor religioso y a su hijo, en razón de la responsabilidad que
les compete en las matanzas de 1994. Elizaphan Ntakirutimana, pastor de la
Iglesia Pentecostal, recibió una pena de 10 años de cárcel, en tanto que su
hijo, el médico Gerard Ntakirutimana, fue condenado a 25 años de presidio.
Es la primera vez el Tribunal para Ruanda castiga a un líder religioso con una
pena de cárcel.
En los primeros años de su gestión, el Tribunal para Ruanda recibió
demoledores informes, entre ellos de las Naciones Unidas, sobre su funcio-
namiento.97 La crítica estaba dirigida en especial a la lentitud de los proce-
sos. En el transcurso de su funcionamiento, no se han tramitado muchos
casos, no obstante, según los críticos, que el tribunal cuenta anualmente
con un presupuesto de casi 100 millones de dólares. Por su parte, el portavoz
del Tribunal, Roland Amusuga, responde señalando que, si bien, las perso-
nas juzgadas no son numerosas, se trata de los cerebros del genocidio.
Además, sostiene que el Tribunal ha contribuido considerablemente al de-
sarrollo del derecho internacional.98

96 Los acusados son tres directivos de empresas de comunicación: dos de ellos en la Radio Televisión
«Mil Colinas». Según el veredicto, los acusados ejercían el control editorial de los contenidos.
Más de cien cintas con grabaciones de emisiones de la radio fueron presentadas en el juicio como
evidencia. En ellas se llamaba expresamente a la población a exterminar «al enemigo y sus
cómplices», lo que significaba a todos los tutsis, la etnia minoritaria en Ruanda. «Fijaros en sus
narices», decía un presentador, «si son finas y pequeñas, rompedlas».
97 Durante la fase inicial, el Tribunal enfrentó obstáculos prácticos, no fáciles de resolver en una
ciudad africana de provincia. Apenas había carreteras en Arusha; el suministro eléctrico se cortaba
constantemente y faltaban líneas de Internet. Asimismo, ni los jueces ni los abogados disponían
de oficinas.
98 Información obtenida de la página de Internet www.rnw.nl, correspondiente a Radio Nederland
Wereldomroep, en su link referido a África.

206
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

CONCLUSIONES Y PROPOSICIONES

1.- CONCLUSIONES

Una vez finalizado el estudio que nos proponíamos efectuar en torno


al tema del «Análisis del Marco Legal aplicable a las Operaciones de Paz en
que participa Chile y sus Consecuencias Jurídicas», señalemos que en lo
referente a las Hipótesis que nos formuláramos al comienzo de nuestra Intro-
ducción, es dable formular los siguientes comentarios:
1. Nuestra primera hipótesis, encaminada a determinar la
constitucionalidad de la participación de nuestras Fuerzas Armadas
en Operaciones de Paz puede ser respondida favorablemente, ya que
del análisis efectuado en el punto referido a la «Constitución de 1980»,
dentro del tema de las «Fuentes Normativas Internas o Nacionales
de las Operaciones de Paz», en el Capítulo II de este trabajo, queda
suficientemente demostrado que la intervención en ellas, por parte de
nuestros institutos armados, se ajusta plenamente a la normativa de
la Carta Fundamental. A mayor abundamiento, es del caso señalar
que, a pesar que esta participación no forma parte del texto expreso
del artículo 90 de nuestra Carta Fundamental, que recoge sus misio-
nes constitucionales, concluimos que es perfectamente posible sos-
tener que ella se inserta dentro de la misión que expresa que las
Fuerzas Armadas son «esenciales para la Seguridad Nacional». Sin
ánimo de entrar a reproducir nuevamente las argumentaciones verti-
das en su oportunidad, señalemos que mientras subsistan escena-
rios internacionales de conflicto, automáticamente se pone en riesgo
la seguridad de todos los miembros de la comunidad de las naciones
y, por tanto, la nuestra. Si partimos de la base que, precisamente, es
en esos escenarios de conflicto donde están llamadas a intervenir
estas operaciones de paz, lógico es concluir que la participación de
las Fuerzas Armadas en estos escenarios se inserta en ese fin consti-
tucional de actuar en aras de la «Seguridad Nacional».
En este orden de ideas, no puedo dejar de traer a colación, una vez
más, el argumento expresado por la Sra. Ministra de Defensa Nacio-
nal, Dra. Michelle Bachelet Jeria, al momento de interrogarla en torno
a la conveniencia de incorporar expresamente la participación en ope-
raciones de paz, dentro de las misiones constitucionales de las Fuer-
zas Armadas. La secretaria de Estado me señaló que cuando se con-
taba con un soporte legislativo adecuado, como es el caso, no era
conveniente modificarlo, con el objetivo de hacerlo más específico,
atendido que ello podría traer como consecuencia situarnos en un
espiral de modificaciones de nunca acabar.
207
Guillermo Abarca Ugarte

Por tanto, más vale una normativa amplia y omnicomprensiva, que


una específica, que demande su actualización cada vez que se preten-
da agregar una nueva función o cometido.
2. Con respecto a nuestra Segunda Hipótesis, este tesista puede afirmar
con propiedad que, a pesar que la normativa específica que integra la
legislación sobre Operaciones de Paz que Chile se ha dado, es de
reciente data, constituye, en principio, un marco adecuado para sus-
tentar la participación de nuestras Fuerzas Armadas en el área de las
misiones de paz.
Lo anterior lo fundamentamos en las principales conclusiones que
obtenemos de los Capítulos integrantes de esta tesis:
- Lo afirmado en la primera Hipótesis de este trabajo, en el sen-
tido que la intervención de nuestros institutos armados en
misiones de paz, se encuentra plenamente ajustada al ordena-
miento establecido en nuestra Constitución Política. Ello ase-
gura que el resto de la legislación que el país se continúe
dando en el área cuente, de antemano, con el correspondiente
sustento de juridicidad que le es necesario;
- La Política Nacional para la Participación del Estado de Chile
en Operaciones de Paz, contenida en la actualidad, como lo
tratáramos en el desarrollo de esta tesis, en el Decreto Supre-
mo de la cartera de Defensa Nacional N° 68, de 1999, se ajusta,
a mi entender, al marco regulatorio y operacional que requiere
el área de las misiones de paz. Lo anterior lo fundamentamos
en el hecho que el citado cuerpo normativo se preocupa de
explicitar los Criterios Político-Estratégicos, Operativos, Gu-
bernativos y Administrativos con arreglo a los cuales se sus-
tentará nuestra participación en el área.
Si bien es cierto que, desde un punto de vista teórico y aten-
dida la importancia que tiene el definir una Política Nacional,
pudiera ser deseable que fuera recogida por un texto normati-
vo de superior rango (como, por ejemplo, una ley), creo que
ello le restaría flexibilidad a esta área, de por sí dinámica, como
es la vinculada a las operaciones de paz. Bástenos traer a
colación que el anterior texto que definía esta Política Nacio-
nal databa del año 1996, y restringía la participación de nues-
tras fuerzas sólo a operaciones regidas por el Capítulo VI de la
Carta de Naciones Unidas, y, en razón de la evolución que
presentó el tema en nuestro concierto nacional, fue necesario
sustituir su texto por otro, de igual rango jurídico, que amplia-
208
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

ra el ámbito de acción de nuestras fuerzas a misiones regladas


por el Capítulo VII de la referida Carta.
- La otra legislación, que da el marco jurídico restante al área de
las Operaciones de Paz, permite, a mi juicio, sustentarla ade-
cuadamente. Así, la Ley 19.067, que regula las Normas Perma-
nentes sobre entrada de Tropas Extranjeras en el territorio de
la República y la salida de Tropas Nacionales fuera del mismo,
ha presentado, según la importante opinión de destacados
personeros vinculados al área, cuyas impresiones se recogen
en los Anexos, una operatoria adecuada y expedita, en razón
de lo cual no se ve necesario ni urgente efectuarle adecuacio-
nes.
A su turno, la normativa consignada en los Códigos de Justi-
cia Militar y Orgánico de Tribunales permiten contar, desde
ya, con un soporte nacional adecuado para definir cuál es la
legislación aplicable a los integrantes de nuestras fuerzas que,
con ocasión de integrar una determinada misión de paz, les
corresponde desarrollar tareas en suelo extranjero. A mayor
abundamiento, el referido soporte nacional, se ve apoyado
con los instructivos emanados de la Secretaría General de las
Naciones Unidas y de su Departamento de Operaciones de
Paz, previamente analizados en el desarrollo de esta tesis.

2.- PROPOSICIONES

El que hayamos afirmado que la normativa que Chile se ha ido dando


progresivamente en el tema de las Operaciones de Paz, constituya, en princi-
pio, un marco adecuado, no significa que no existan áreas o aspectos que
requieran ser adecuados o modificados.
Fruto del análisis efectuado en este trabajo, nuestras proposiciones
las hemos centrado en los siguientes aspectos:
- En lo que dice referencia con la normativa de la ya citada Ley
N°19.067, que como lo señaláramos establece disposiciones
permanentes en torno a la entrada de Tropas Extranjeras en el
territorio de la República y la salida de Tropas Nacionales
fuera del mismo, creo que, en razón de los distintos argumen-
tos vertidos en este punto por los diversos personeros entre-
vistados, pudiera ser conveniente no entrar a alterar
legislativamente su texto, con el propósito de explicitar que la
salida de miembros de nuestras Fuerzas Armadas queda tam-
bién amparado por su preceptiva. Como lo señalamos, en su
209
Guillermo Abarca Ugarte

oportunidad, la palabra «tropa nacional» empleada por la nor-


ma pudiera entenderse en sentido amplio, comprendiendo al
contingente que egresa del país integrando una misión de
paz.
Sin embargo, y tal como lo enunciara en el acápite referido a
las disposiciones de este texto, creo que sí debiera ser objeto
de una normativa expresa, con rango de ley, la cuestión referi-
da al egreso del territorio nacional, en misiones de paz, del
personal que pertenece a las Fuerzas de Orden y Seguridad
Pública , esto es, Carabineros e Investigaciones de Chile, aten-
dido que su salida de él sólo se sustenta en la actualidad en
una decisión meramente administrativa del Poder Ejecutivo, al
no quedar comprendidos estos funcionarios por los términos
de la ley en estudio que, como hemos visto, sólo se aplica al
personal de las Fuerzas Armadas. Dijimos, en su oportunidad,
que la salida de estos funcionarios de nuestras fronteras sólo
se sustenta en la normativa contenida en la Política Nacional
para la Participación del Estado de Chile en Operaciones de
Paz, Decreto Supremo N° 68 de 1999, de la rama de la Defensa
Nacional, que tiene un inferior rango al de la ley.
En mérito de lo expuesto, se hace necesario complementar las
disposiciones de la ley 19.067, sometiendo la salida de perso-
nal de Carabineros e Investigaciones de Chile al mismo régi-
men vigente para los integrantes de nuestras Fuerzas Arma-
das.
- Al referirme a la integración del Grupo de Análisis para las
Operaciones de Paz (GAOPAZ), señalé expresamente que
pensaba que pudiera ser conveniente, de cara a un mejor po-
sicionamiento del Grupo, modificar su actual integración.
Atendido lo protagónico de su papel en la generación de una
misión de paz, sostuve, en su oportunidad, que este cuerpo
colegiado debería presentar un mejor posicionamiento, o sea,
un status jerárquico superior. De esta forma, mi propuesta
apuntaba a propiciar una reforma en la integración del Grupo
en cuestión, incorporando derechamente a los Sres. Coman-
dantes en Jefe de las tres ramas de las Fuerzas Armadas, aten-
dido que, en definitiva, son quienes están en perfecto pie para
comprometer de inmediato personal, material y equipamiento,
según fuere la clase de operación de que se trate.99 Sobre el

99 Al mismo tiempo, la dependencia de este grupo del Estado Mayor de la Defensa Nacional también
pudiera ser objeto de estudio, de cara a una revisión del papel que le incumbe desempeñar a este
importante Grupo Asesor, en la generación definitiva de una misión de paz.

210
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

resto de los miembros del Grupo, creo que también pudiera


revisarse la pertinencia de su integración, de cara a potenciar
al máximo esta instancia.

Como lo señalé, mi propuesta no fue compartida por la totali-


dad de los personeros entrevistados. Sin embargo, la Sra.
Ministra de Defensa Nacional manifestó que estaba dentro de
su agenda de decisiones futuras el proponer una modifica-
ción a la composición del GAOPAZ, sin entregar mayores de-
talles en cuanto a su decisión. En este sentido, la autoridad
de gobierno señaló que, al hacerse cargo de la cartera de De-
fensa, solicitó un estudio y evaluación completa del tema de
operaciones de paz, con el objeto de tener cabal conocimiento
de la operatoria y funcionalidad de esta importante área. Fruto
de esta evaluación, la composición del GAOPAZ es uno de
los temas que pretende ser abordado por la secretaria de Esta-
do, con el firme propósito de ser reformado.100
Creo pertinente traer a colación el interesante comentario que,
sobre el particular, me realizó el actual Director del CECOPAC,
CRL. Karl Marowsky P., quien, al momento de serle requerida
su opinión acerca de este punto, me manifestó que podría
concebirse perfectamente dos niveles: uno, que tuviera un
perfil claramente de análisis o asesoría, al estilo del actual
GAOPAZ, y otro, de carácter decisional, que otorgaría final-
mente su opinión al Presidente de la República. Este segundo
nivel, atendido el perfil que se le da, debiera estar integrado
por autoridades de nivel ministerial, esto es, Ministros o Sub-
secretarios, de las carteras de Defensa Nacional y Relaciones
Exteriores. Esta concepción, de un doble nivel de decisión,
persigue, según los términos del CRL. Marowsky, una más
eficiente generación de la decisión que, en definitiva, le co-
rresponda adoptar al Presidente de la República.
- Un tercer aspecto en el que quisiera detenerme, es aquel plan-
teado por la Sra. Ministra de Defensa Nacional, en la perspec-
tiva de una eventual reforma legislativa, y que decía relación
con la normativa que regía las Comisiones de Servicio al Ex-
tranjero del personal de las Fuerzas Armadas.

100 Al momento de conceder la entrevista, la Sra. Ministra de Defensa Nacional señaló a este tesista
que, previo a proponer cualquier modificación sobre la composición del citado Grupo de Análisis,
sostendría sendas conversaciones, tanto con S.E., el Presidente de la República, como con la
titular de la cartera de Relaciones Exteriores.

211
Guillermo Abarca Ugarte

Esta normativa, contenida en el DFL N° 1 (G), de 1997, de la


cartera de Defensa Nacional, que consigna el Estatuto del
Personal de las Fuerzas Armadas, dispone que los uniforma-
dos que cumplen cometidos en el extranjero tienen asignacio-
nes económicas superiores a las percibidas por sus pares den-
tro del territorio nacional. Sin embargo, el cumplimiento de
tareas vinculadas a operaciones de paz no está expresamente
consignada en dicho Estatuto, con lo cual las asignaciones
que es necesario pagar al personal que se desempeña en el
exterior en estas tareas, importa efectuar desembolsos alta-
mente onerosos para el presupuesto fiscal, homologando es-
tas misiones con los cometidos oficiales que cumplen los uni-
formados en territorio extranjero. A juicio de la referida secre-
taria de Estado, este problema, en lo futuro, podría derecha-
mente transformarse en un importante escollo para seguir pro-
fundizando nuestra participación en operaciones de paz, aten-
dido que va a llegar un momento en que nuestro presupuesto
no va a ser capaz de soportar esta clase de gastos.
Por tanto, de lo argumentado precedentemente, queda claro
que esta área requiere en forma urgente una adecuación legal.
Esta incidiría en incorporar en la señalada legislación a las
operaciones de paz, como un rubro más, dentro de aquellos
cometidos que un uniformado puede verse enfrentado a des-
empeñar en el exterior, otorgándosele una retribución pecu-
niaria atractiva, pero, a la vez, más acotada que la que se per-
cibe en la actualidad.
- Finalmente, y tal como lo señalé al desarrollar el punto, en el
contexto del Capítulo III, al abordar la problemática de la Cor-
te Penal internacional, sostuve que, en lo que se refiere a
nuestra realidad, Chile no ha permanecido ajeno al debate pro-
ducido en las esferas internacionales, relacionado con la ne-
cesidad de consagrar una legislación universal y permanente
destinada a velar por el imperio del pleno respeto a los dere-
chos más fundamentales de la persona humana, al estilo de la
consagrada en el estatuto de la CPI.
Al mismo tiempo, manifesté que el tema no ha sido pacífico,
ya que la idea de incorporar los términos de la CPI a nuestro
ordenamiento jurídico, ha dividido a parte del estamento le-
gislativo y académico de nuestro país. Esto, sin embargo, le-
jos de ser una debilidad en el tema, claramente, a mi juicio, es

212
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

una oportunidad de innegable valor, que nos obligará a deba-


tir, en lo futuro, con responsabilidad y altura de miras, cómo
queremos plantearnos como país frente a importante tema, de
cara a las definiciones internacionales que, con la marcha de
los tiempos, se nos imponen.

213
214
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

ANEXOS DE LA TESIS

I.- ENTREVISTAS A PERSONEROS VINCULADOS AL TEMA DE LAS


OPERACIONES DE PAZ101

1.- ENTREVISTA A LA SRA. MINISTRA DE DEFENSA NACIONAL,


DRA. MICHELLE BACHELET JERIA102

A.- A su juicio, ¿Por qué razón nuestro país amplía el año 1999 el rango de
su participación en operaciones de paz hacia misiones de Capítulo VII?
R.- Diría que ello obedece a dos razones esenciales. La primera se explica
atendido que a esa altura del año 1999, y hasta este momento, las operacio-
nes de mantención de la paz propiamente tales son prácticamente inexistentes,
y todas las tareas que comienzan a planteárseles a los organismos interna-
cionales, como Naciones Unidas, son de imposición de la paz. Por tanto, el
haber mantenido nuestra política primitiva, nos habría significado, en la rea-
lidad y en la práctica, vernos imposibilitados de tomar parte en esas tareas.
Una segunda razón que imagino, atendido que no me desempeñaba en la
cartera de Defensa Nacional, radica en el hecho que cuando se envía contin-
gente a una misión de paz bajo las disposiciones de Capítulo VI, su participa-
ción se encuadra bajo un determinado status operacional, con reglas de
enfrentamiento y de conducta específicas. Esto significa que, de cambiar el
entorno en que se desenvuelve la operación durante su desarrollo, podría
dejar a las fuerzas enviadas en la más absoluta indefensión, imposibilitadas
de actuar bajo un rango más amplio como el de Capítulo VII. Sobre el parti-
cular, recuerdo algunas experiencias de otras naciones, que comienzan su
desempeño en una determinada misión de paz bajo las normas del Capítulo
VI, y que ante una agudización del conflicto en que son llamadas a intervenir,
han visto peligrar la integridad física y la vida de sus fuerzas desplegadas,
sin poder repeler adecuadamente los ataques sufridos, salvo en caso de
legítima defensa.
Asimismo, y sin perjuicio que no me consta, probablemente, Naciones Uni-
das pudo haber planteado la conveniencia que nuestro país ampliara su
participación en el rubro, extendiéndola hacia las misiones amparadas por la
normativa de Capítulo VII. Esto coincide con la petición del referido organis-

101 Este tesista también sostuvo, en el transcurso del mes de Mayo, una conversación con el Sr.
Director del CECOPAC, CRL. Karl Marowsky Pylowsky. El punto de vista de este oficial se
recoge en algunos acápites de la tesis.
102 Esta entrevista fue concedida por la Sra. Ministra de Defensa Nacional el día 27 de Enero del 2004.

215
Guillermo Abarca Ugarte

mo a nuestro país, en orden a redefinir las fuerzas y personal que Chile se


comprometía a aportar para desempeñarse en misiones de paz. Esto dio ori-
gen a la suscripción del acuerdo sobre Fuerzas Stand-By con Naciones
Unidas durante 1999, que recoge el acuerdo-país sobre el tema, definiéndose
específicamente el personal y el equipamiento que se compromete. Cabe
destacar que este acuerdo, incluso, alcanza a personal del Servicio de Regis-
tro Electoral que Chile ha ofrecido para desempeñarse en tareas humanita-
rias. Sobre el particular, he dispuesto una permanente evaluación de nues-
tras Fuerzas Stand-By, de modo que exista la debida correspondencia entre
el personal y equipamiento ofrecido con las necesidades demandadas por
Naciones Unidas.
A mayor abundamiento, es del caso consignar que el Centro Conjunto para
Operaciones de Paz (CECOPAC) ha estado capacitando a este personal, a
objeto de cumplir a cabalidad con el compromiso contraído con Naciones
Unidas.
B.- Una de las finalidades que este tesista persigue con este trabajo es
detectar áreas o instituciones, vinculadas a las operaciones de paz, que
eventualmente pudieran ser objeto de adecuaciones legislativas o regla-
mentarias.
En este orden de ideas ¿a su juicio, el denominado Grupo de Análisis de las
Operaciones de Paz (GAOPAZ) sería más operativo si se elevara el rango
jerárquico de alguno de sus integrantes?
R.- Al llegar al Ministerio, solicité varias evaluaciones en el ámbito de las
Operaciones de Paz. Una de ellas estaba relacionada, por ejemplo, con el
tenor del Informe Brahimi, en el sentido de apreciar si sus contenidos se
plasmaban en nuestras definiciones sobre el tema. Estos diagnósticos tam-
bién se extendieron al mecanismo de definición y a la estructura.
A mi juicio, debiera existir una modificación en lo que dice referencia con la
integración del citado Grupo de Análisis. Sobre el particular, nuestra pro-
puesta plantea que éste sea presidido por el titular de esta cartera de Defen-
sa Nacional. Sin embargo, esta idea existe sólo a nivel de propuesta que,
obviamente, creo necesario consensuarla con el área de Relaciones Exterio-
res.
¿Por otra parte, cree Ud. conveniente que la salida de contingente nacional
en misión de paz hacia el extranjero debiera ser objeto de normativa legal
expresa, atendido que la ley del ramo, 19.067 de 1991, no contempla en
forma explícita el egreso de tropas en «misiones de paz»?
R.- No estoy segura que la adecuación legislativa que Ud. plantea pudiera
ayudar en algo. Cuando me ha correspondido concurrir al Senado a abordar
temas relacionados con la salida de tropas en misiones de paz, no han exis-
tido problemas para obtener su concurso. En razón de lo anterior, no veo
claro el «plus» que su propuesta agregue al tema.

216
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Sin perjuicio de lo anterior, creo que el problema requerirá ser abordado bajo
otra perspectiva, esto es, el vinculado a la entrada de tropas a nuestro
territorio. Así, por ejemplo, Estados Unidos ha planteado a todos los países
ciertas condiciones mínimas para desplegar sus contingentes en territorios
extranjeros, sea por operaciones de paz o por ejercicios, exigiendo se les
proporcione status diplomático, entre otras pretensiones. Lo anterior, a raíz
de la normativa consignada en el tratado sobre el Tribunal Penal Internacio-
nal (TPI), no obstante no estar todavía vigente. El tema ha estado siendo
trabajado a nivel tripartito, esto es, por nuestro Ministerio, la Cancillería y la
Embajada de los Estados Unidos. En el fondo, la posición planteada por los
Estados Unidos se reduce a eximir a sus tropas de los términos del Estatuto
del Tribunal Penal Internacional (TPI). Como lo señalé, la nación del norte ha
condicionado su participación en tareas humanitarias y ejercicios a la conce-
sión de determinadas salvaguardias para su personal.
Quisiera detenerme, a propósito de su pregunta, en un aspecto que también
está siendo objeto de estudio por parte nuestra, en donde sí es necesario
realizar algunas adecuaciones. La legislación referida al Estatuto del Perso-
nal de las Fuerzas Armadas dispone que los uniformados que cumplen co-
metidos en el extranjero tienen, como es obvio, asignaciones económicas
bastante superiores a las percibidas por sus pares dentro del territorio nacio-
nal. Sin embargo, el cumplimiento de tareas vinculadas a operaciones de paz
no está expresamente consignada en dicho Estatuto, con lo cual las asigna-
ciones que es necesario pagar al personal que se desempeña en el exterior en
estas tareas, importa efectuar desembolsos altamente onerosos para el pre-
supuesto fiscal, homologando estas misiones con los cometidos oficiales
que cumplen los uniformados en territorio extranjero. Este problema, en lo
futuro, podría derechamente transformarse en un importante escollo para
seguir profundizando nuestra participación en operaciones de paz, atendido
que va a llegar un momento en que nuestro presupuesto no va a ser capaz de
soportar esta clase de gastos.
En resumen, creo que la adecuación que correspondería realizar en este
punto incide en incorporar en la señalada legislación a las operaciones de
paz, como un rubro más, dentro de aquellos cometidos que un uniformado
puede verse enfrentado a desempeñar en el exterior, otorgándosele una retri-
bución pecuniaria atractiva, por cierto, pero, a la vez, más acotada que la que
se percibe en la actualidad.
Atendido que la participación de nuestras Fuerzas Armadas en misiones de
paz se ha transformado progresivamente en una tarea importantísima, den-
tro de su cometido ¿Cree Ud. que ello amerita incorporar a las operaciones
de paz dentro de su rol fijado por la Constitución?
R.- La participación de ellas en operaciones de paz es, sin duda, una tarea
nueva y trascendente, que cada vez cobra más relevancia dentro del queha-
cer institucional de nuestras Fuerzas Armadas. Así lo ha entendido el Supre-
mo Gobierno y, por tanto, esta cartera de Defensa Nacional.
217
Guillermo Abarca Ugarte

Respecto al alcance de su pregunta, entiendo que la participación de fuerzas


en tareas de paz está contemplada dentro del marco jurídico-constitucional
que nos rige y, por tanto, nuestra participación se realiza en consonancia
con ello. Creo que es necesario tener cuidado al momento de agregar come-
tidos o tareas a una Institución, contándose desde ya con un soporte gene-
ral que las consagre, ya que se corre el riesgo de particularizar a tal nivel sus
tareas, que ello nos involucre en una dinámica constante de modificaciones.
La experiencia me indica que es mejor mantener la legislación existente cuan-
do no ofrece problemas de operatoria o de interpretación.
En todo caso, ello no significa que me cierre a escuchar propuestas al res-
pecto.
Por último, dentro de esta segunda pregunta, quisiera saber su opinión en
torno a, si a su entender, la temática de las operaciones de paz requiere ser
dotada de una orgánica distinta a la existente. En otras palabras ¿se justi-
fica la creación de un Servicio Público que se ocupe específicamente del
área de las Operaciones de Paz?
R.- A mi juicio, no se justifica, atendido que esta área en todos los países del
mundo depende de la cartera de Defensa. Obviamente, las Cancillerías cum-
plen un rol de apoyo importantísimo en pos de mantener una adecuada
sintonía entre estas tareas y la política exterior imperante.
Sin perjuicio de lo anterior, dentro del marco del proceso de Modernización
del Ministerio de Defensa Nacional, que me ha correspondido encabezar,
esta área podría situarse en un lugar vinculado a los temas político-estraté-
gicos (atendido que en toda operación de paz que despliega un país, existen
dos clases de elementos a considerar: los propiamente militares, referidos a
la disponibilidad de fuerzas y equipamiento, y los políticos, relacionados
con la conveniencia o no de tomar parte en ciertas misiones) dependiendo
de alguna Subsecretaría, que pudiera ser, por ejemplo, la de Defensa. De
todas formas, esto último todavía no está bien definido.
C.- Finalmente, Sra. Ministra, quisiera preguntarle por la legislación apli-
cable a las fuerzas chilenas que integran una operación de paz en suelo
extranjero. ¿Es la ley patria?
R.- Sí, la ley aplicable es la nacional. En todo este tiempo en que me he
desempeñado en este Ministerio no he observado excepciones a lo afirma-
do.
Sobre el particular, y en íntima relación con lo anterior, quisiera manifestarle
que los Estados Unidos han intentado aplicar este principio hasta sus últi-
mas consecuencias, exigiendo que sus nacionales sean juzgados por la ley
americana y en suelo patrio.

218
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Sin perjuicio de lo cual, es mi parecer que si estamos ante la comisión de un


delito común en territorio extranjero, por ejemplo, un uniformado nacional
viola a una ciudadana bosnia, no veo razones para pensar en la falta de
aplicación de la legislación de Bosnia.
Por tanto, creo que es necesario atender al tipo o naturaleza de la conducta
observada o cometida. Ante delitos funcionarios, debiera aplicarse la ley del
nacional; en cambio, en el evento de delitos comunes, creo que es la ley del
territorio donde se cometió el hecho la llamada a juzgar el hecho.

219
Guillermo Abarca Ugarte

2.- ENTREVISTA AL SR. COMANDANTE PEDRO PIMENTEL


VALENCIA
ESTADO MAYOR DE LA DEFENSA NACIONAL103

A.- ¿Todas las operaciones de Paz se han desplegado con arreglo a la nor-
mativa formal de los términos de la Carta de la ONU?
R.- En materia de despliegue de contingente militar para Operaciones de Paz,
en el marco de la Carta de la ONU, junto con existir una legalidad escrita y
formal, dada por sus términos, podríamos afirmar que existe otra «paralela»,
dada por la participación de las fuerzas de la OTAN, con intervenciones, por
ejemplo, en Kosovo y Bosnia.104 En todo caso, esta segunda realidad sub-
sistente, en discusión en cuanto a su legalidad de forma, ha sido de gran
utilidad práctica, en el entendido que ha permitido intervenir en casos en que
Naciones Unidas tuvo dificultades para lograr éxitos, y en que la problemá-
tica humanitaria involucrada era trascendente.105
B.- ¿Está clara la línea demarcatoria entre los diversos tipos de Operacio-
nes de Paz existentes?
R.- El caratular a una operación como perteneciente a Capítulo VI, VI y medio
o VII de la Carta de la ONU, es una cuestión que ha sido objeto de innume-
rables debates entre los especialistas del ramo. Existe también el Capítulo
VIII, referido a la instrumentalización de Acuerdos Regionales.
La línea demarcatoria entre un capítulo y otro, en muchos casos, no es para
nada clara, sobre todo cuando concurren, en la práctica, factores en que el
despliegue de fuerzas se desarrolla en situaciones complejas. Así, por ejem-
plo, si estamos en presencia de una operación de Imposición de la Paz (del
rubro contemplado en el Capítulo VII), utilizando operativamente a un Orga-
nismo Regional ¿Es una operación de Capítulo VII u VIII?
Sin embargo, el Consejo de Seguridad y el DPKO no pierden mayor cantidad
de tiempo en efectuar estas distinciones académicas. Ellos se preocupan
primeramente de dar solución al requerimiento, para posteriormente abordar
la problemática de la clasificación de la operación.

103 El entrevistado, TCL. PEDRO PIMENTEL VALENCIA, se desempeña como Jefe del Departamento
de Operaciones de Paz del Estado Mayor de la Defensa Nacional. La entrevista se realizó durante
la primera quincena del mes de Diciembre del 2003.
104 La Carta de la OTAN la faculta, en su articulado, para desplegar su instrumento bélico.
105 A juicio del entrevistado, el mismo Koffi Annan reconoció el mérito de esta intervención,
calificándola de ilegítima, pero «feliz».

220
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

C.- ¿Cómo catalogaría nuestra Política Nacional en materia de Operacio-


nes de Paz?
R.- La Política de Chile en torno a la participación en Operaciones de Paz se
ha contenido en dos cuerpos legales. El primero, el D.S. (G) N° 94, que data
de 1996, y el segundo, el D.S. (G) N° 68, de 1999.
Nuestro país ha tenido una participación en operaciones de paz de menos a
más. Así, comenzamos autorizando operaciones con arreglo al Capítulo VI,
para posteriormente, el año 1999, ampliarla a las de Imposición de Paz.
Mi impresión personal es que comenzamos, en una primera etapa, con las de
Capítulo VI por una cuestión de prudencia y de falta de experiencia. Con
posterioridad, se analizó el escenario, y se vio que no existían mayores
inconvenientes como para abrir un poco más la puerta; a esto se añade el
explosivo aumento que tuvieron en el contexto mundial las operaciones de
paz en sí, que desde el año 1989 al 2001, sumaron alrededor de 40, siendo que
en el período previo no llegaban a 15.
Me gustaría traer a colación la experiencia del contingente de Carabineros
(compuesto por cinco uniformados) que partió el 2000 a Bosnia. Lo hicieron
en calidad de asesores, obviamente sin armamento.
D.- ¿La normativa legal en terreno que rige a nuestro contingente que
participa en Operaciones de Paz es la nacional?
R.- Sí, debería analizarse y juzgarse bajo el prisma de nuestra legislación
nacional. Desde una falta a la disciplina, una negligencia y hasta la comisión
de un delito.
Sin embargo, la experiencia me indica que en esto también hay una zona
intermedia, en donde entran a tallar las particularidades del caso en análisis,
y, de paso, las negociaciones y la influencia internacional de los países
involucrados. No me cabe la menor duda que en un incidente en terreno, si
hay personal americano involucrado, EE.UU. difícilmente dejaría que su gen-
te sea sometida a una normativa que no sea la propia. Bástenos sólo recordar
las objeciones que este país ha puesto a la entrada en vigencia del Estatuto
del Tribunal Penal Internacional.
E.- Dentro de los aspectos que, a juicio de este tesista, pudieran ser objeto
de normativa legal expresa, se encuentra aquella que reglamenta
específicamente la salida de contingente de una misión hacia el extranjero.
Por otra parte, también pudiera pensarse en mejorar el nivel jerárquico (o
«peso», si se quiere) del Grupo de Análisis nacional de Operaciones de Paz.
¿Hay algún otro aspecto que, a su entender, debiera ser mejorado o, bien,
abordado legislativamente?
R.- Para autorizar la salida de contingente en operaciones de paz se rige por
la misma normativa que faculta la salida de tropas al exterior. Podría estudiar-

221
Guillermo Abarca Ugarte

se al respecto, atendido que nuestra participación en el tema es cada vez más


dinámica, la dictación de una legislación más específica.
En lo que dice relación con la conformación de un Grupo de Análisis de
«mayor peso» o «estatura», como dice Ud., podría también ser una alterna-
tiva a explorarse. Sin embargo, creo que, en el fondo, lo que realmente intere-
sa es la voluntad política con la que se analice el problema, ya que de nada
serviría tener un Grupo de Análisis integrado por personalidades de un gran
rango ministerial, si, en definitiva, la decisión de generar la participación en
terreno no existe.
Es más, si creáramos una ley sólo para reglamentar el tema de Operaciones
de Paz, y los llamados a instrumentalizarla no le dieran las urgencias o no
existiera la voluntad política de insertarnos en el contexto internacional para
participar, de nada serviría el texto legal.
Donde sí creo que es conveniente generar en definitiva algo concreto es
en lo concerniente a darle a las operaciones de paz una Orgánica, esto es,
dotarlas de un órgano (integrado con personal con tareas y misiones con-
cretas) que las administre, ya que en la práctica hay muchos temas que son
competencia de las ramas de las FF.AA., no debiendo necesariamente serlo.
Hoy en día las tareas vinculadas con la operatoria se reparten entre las
instituciones armadas y el Estado Mayor de la Defensa Nacional, sin
embargo de crecer la participación en OPAZ, como rezan las directivas de
nivel político, cada vez tendría mayor protagonismo un ente coordinador y
ejecutivo.

222
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

3.- ENTREVISTA AL SR. CAPITÁN DE FRAGATA (JT)


CLAUDIO ESCUDERO PINTO106

A.- ¿Cuál es la normativa que rige en terreno al contingente chileno que


integra una Operación de Paz?
R.- Respecto de la normativa que rige en terreno al contingente chileno, se
puede señalar que existe un conjunto importante de normas que confluyen
en su aplicación. Así, está la Carta de Naciones Unidas (con los Capítulos
que corresponde aplicar, según sea el tipo de operación de que se trate), el
Memorando de Entendimiento entre Chile y Naciones Unidas, las Reglas de
Enfrentamiento que rijan la operación, las normas de los Convenios de Gine-
bra y sus Protocolos, eventualmente las normas del Tribunal Penal Interna-
cional (cuando sean aplicables en nuestro medio, porque no lo hemos ratifi-
cado), la legislación interna del país donde se desarrolla la misión y el
Código de Justicia Militar y Penal de nuestro país.
Vamos a un ejemplo práctico aplicable al caso.
R.- Se me ocurre un caso con la Desobediencia. Por ejemplo, el Jefe de las
fuerzas chilenas da una orden a un subordinado y ésta no se cumple. Surge,
por tanto, a raíz del hecho, responsabilidad administrativa, que es sanciona-
da disciplinariamente en conformidad a la normativa del Estatuto del Perso-
nal de las FF.AA. (DFL N° 1) y Reglamento de Disciplina de las FF.AA.
Analizando algo de mayor gravedad, si nos encontramos con la comisión de
un delito, la respuesta no es tan sencilla. Si, por ejemplo, el delito cae dentro
de la esfera de aquellos cometidos en el ejercicio de sus funciones, es llama-
do a juzgarlo la Jurisdicción chilena.
¿Qué ocurre con otra situación como, por ejemplo, la perpetración por
parte de un miembro de nuestras fuerzas del delito de violación?
R.- Ese caso importa la concurrencia de responsabilidad disciplinaria y, a la
vez, penal. La responsabilidad disciplinaria debiera quedar sometida a nues-
tra jurisdicción, la responsabilidad penal quedaría sujeta a la jurisdicción del
país donde se desarrolla la operación, sin perjuicio de la nueva normativa
que pudiera aplicarse en virtud de la entrada en vigencia del Estatuto del
Tribunal Penal Internacional, cuya jurisdicción es supletoria.

106 El entrevistado es abogado y se desempeña como Auditor del Estado Mayor de la Defensa
Nacional. La entrevista se realizó en las dependencias del precitado órgano el 07 de Enero del
2004.

223
Guillermo Abarca Ugarte

B.- Dentro de los aspectos que, a juicio de este tesista, pudieran ser objeto
de normativa legal expresa pudiera estar aquella que reglamente
específicamente la salida de contingente de una misión hacia el extranjero.
Por otra parte, también pudiera pensarse en mejorar el nivel jerárquico (o
«peso», si se quiere) del Grupo de Análisis nacional de Operaciones de Paz.
¿Hay algún otro aspecto que, a su entender, debiera ser mejorado o, bien,
abordado legislativamente?
R.- Con respecto al Grupo de Análisis, le puedo señalar que es un órgano
colegiado, integrado multidisciplinariamente, que se inserta dentro de nues-
tra Política Nacional sobre Operaciones de Paz. No cuenta, salvo la Política
Nacional, con una normativa específica que lo reglamente.
Si eleváramos el rango jerárquico de sus miembros, lograríamos, sin duda,
darle mayor status, pero normalmente los organismos de mayor nivel son los
que menos posibilidad de reunirse tienen. Entonces, quizás, logremos que
no se reúna o, bien, que sus miembros titulares terminen delegando su repre-
sentación en funcionarios de menor rango y sin facultad resolutiva, con lo
cual volvemos a tener el mismo problema que al comienzo. A mi juicio, más
que elevar su rango, hay que reglar su funcionamiento, haciéndolo más
periódico, que pueda dar mejores orientaciones a la Sra. Ministra, que pueda
planificar el marco de las operaciones que nos interesan, vislumbrar futuros
requerimientos, entre otras cosas.
Siguiendo con la pregunta, ¿convendría modificar el texto de la ley 19.067,
sobre Salida de Tropas al Extranjero, abordando en forma expresa la salida
de contingente en operaciones de paz?
R.- Convengamos en que cuando se promulga el texto en comento, las ope-
raciones de paz con contingente nacional, prácticamente no existían y Chile
no tenía injerencia en el tema. La ley, por razones de Seguridad Nacional,
involucra al Senado en el otorgamiento del acuerdo para materializar la salida
de tropas al extranjero. Asimismo, se pone en el supuesto que estemos en
presencia de un número importante de miembros (por ejemplo, en el caso de
una división). En cambio, tratándose de operaciones de paz, el número de
personas que la integra es, generalmente, bajo (por dar un número, 20 ó 30
personas). Tratándose de la salida de una sola persona, por ejemplo, en
calidad de observador, la ley no es aplicable, atendido que ella regula la
salida de «tropas».
En razón de ello, no creo que se justifique una ley especial; posiblemente, sí
podría concebirse una actualización, producto de la cual se aborde en forma
expresa el rubro de las operaciones de paz.

224
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Atendida nuestra participación cada vez más activa en el tema de las Opera-
ciones de Paz, ¿cree necesario dotar al rubro de una Orgánica Específica?
R.- Convengamos en que hoy en día una operación de paz puede actuar en
terreno autorizada por Naciones Unidas, bajo mandato OTAN, como ocurre
en Bosnia. Con anterioridad, sólo se concebía una operación bajo mandato
ONU. Chile se encuentra inserto en este escenario de cambios, donde los
requerimientos para participar vienen también de organismos regionales,
por tanto, creo que es necesario adecuarnos a estos cambios, actualizando
nuestra Política del ramo. Si bien la normativa de los dos Decretos Supremos
que la han reglado, fue una adecuada respuesta para el momento, creo que
es necesario seguir avanzando en el camino de su actualización.
Ahora bien, desde un punto de vista orgánico, no creo necesaria la creación
de un órgano adicional, ya que está bien asentado en la actualidad, tanto en
este Ministerio de Defensa (cuya participación es obvia al existir contingen-
te de las FF.AA. y de Orden demandado para tomar parte en alguna misión)
como en Relaciones Exteriores (cuyo papel resulta también fundamental, al
depender de él el manejo de nuestras relaciones en el concierto mundial). Por
tanto, creo que quienes deben tomar parte en el tema, ya están llamados a
hacerlo.
Por otra parte, producto, como hemos visto, de la participación más crecien-
te de nuestras FF.AA. en Operaciones de paz, ¿cree que ello amerita la
inclusión de este nuevo rubro dentro de su misión constitucional, modifi-
cando consecuentemente tanto la Carta Fundamental como su Ley Orgáni-
ca Constitucional?
R.- Convengamos, también, que el rol constitucional primordial de las FF.AA.
está dado por su papel en procura de la Seguridad y Defensa de la nación.
Dentro de este papel se inserta el tema de la participación en misiones de paz,
ya que si está en peligro la Seguridad Internacional, a causa de un determina-
do incidente, automáticamente estamos en riesgo nosotros como país, por
insertarnos en el concierto de las naciones. Creo que dentro del concepto de
Seguridad Nacional debemos comprender nuestra participación en conflic-
tos que comprometan la Seguridad Internacional, atendido que si ésta se
encuentra en peligro, puede, a su vez, ponerse en riesgo la primera. En
mérito de lo anterior, creo que no se justifica modificar su misión constitu-
cional, agregando a sus funciones las operaciones de paz.
Quisiera consignar que la participación en esta clase de misiones, la veo
además de una contribución en pro de nuestra Seguridad Nacional inserta
en una forma de colaborar con Naciones Unidas, máxime, en la actualidad,
que Chile integra su Consejo de Seguridad, como, también, dentro de una

225
Guillermo Abarca Ugarte

manera de lograr entrenamiento para nuestras fuerzas participantes, tenien-


do en consideración que su despliegue en terreno se asemeja al existente en
un conflicto bélico.
Permíteme agregar, al margen de los tópicos precedentes, que donde sí creo
que es necesario introducir cambios es en lo referente a los plazos
involucrados en las respuestas que Chile genera hacia Naciones Unidas,
cuando le es requerida su participación. Aquí creo que nos falta rigurosidad,
atendido que nuestras respuestas muchas veces no han sido lo suficiente-
mente ágiles.
En íntima relación con esto, creo que quizás este defecto pudiera corregirse
si los llamados a pronunciarse sobre el tema, generan directivas o políticas
que permitan saber cuáles son las áreas geográficas donde, por la razón que
sea, Chile tiene interés en participar. Eso actualmente lo echo de menos.
C.- ¿Conoce Ud. alguna Jurisprudencia reciente emanada de Tribunales
Internacionales generada con ocasión del despliegue en terreno de una
fuerza de operaciones de paz o, bien, sobre temas humanitarios? A juicio
de este tesista, los únicos ejemplos que sobre el particular pudieran citarse
son los casos de Ruanda y Yugoslavia, en virtud de los cuales se constituye-
ron sendos Tribunales para investigar y sancionar violaciones al Derecho
Internacional Humanitario.
R.- Los casos citados, sobre Ruanda y Yugoslavia, no versan específicamente
sobre Operaciones de Paz. Son, a mi juicio, Tribunales Internacionales que
juzgan crímenes acaecidos con ocasión de conflictos intraestatales, pero no
han significado el juzgamiento de contingente bajo mandato de Naciones
Unidas en cumplimiento de una misión de paz. Tampoco visualizo Jurispru-
dencia Internacional que nos sea aplicable como país. Creo que no existe.

226
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

4.- ENTREVISTA AL SR. ALFREDO LABBÉ VILLA


MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES107

A.- ¿Cuál es la normativa legal que rige en terreno a un contingente com-


puesto por uniformados chilenos?
R.- Cada operación de paz de Naciones Unidas se rige primeramente por una
Resolución o Mandato, emanado del Consejo de Seguridad -al que la Carta
confiere una responsabilidad esencial en la preservación de la paz y la segu-
ridad internacionales- en el que se consigna su Misión, especificándose
detalles sobre su duración y sistema de reportes, entre otros.
Asimismo, cada país que aporta fuerzas o contingente suscribe, por su par-
te, un convenio de rigor que norma las condiciones de la operación, al mar-
gen de otros convenios complementarios que reglan materias referentes a
aspectos logísticos.
Ahora bien, en los aspectos de carácter propiamente internos, del mando de
nuestras fuerzas, regirá la normativa propia de nuestro país.
Por otra parte, nuestra reglamentación interna, contenida en el D.S. N° 68 del
año 1999, que consigna nuestra Política Nacional sobre Operaciones de Paz,
establece todos aquellos pasos que es necesario observar en forma previa a
la salida de contingente nacional a territorio extranjero. Establece la fase de
análisis y estudio de la misión, tanto a nivel de Ministerio de Defensa como
de Relaciones Exteriores, como también establece el marco legal en torno a
cuáles tareas quedan vedadas para nuestras fuerzas (así, por ejemplo, le está
prohibido expresamente a nuestro contingente participar en tareas de perse-
cución o captura de delincuentes).
Y ¿Qué ocurriría ante la comisión de un delito como, por ejemplo, la viola-
ción de una ciudadana natural del país receptor?
R.- Para mí, el contingente chileno está amparado por una Inmunidad de
Jurisdicción, en virtud de la cual los Tribunales llamados a conocer de ese
delito son los chilenos. Sin embargo, aquellos ciudadanos extranjeros
eventualmente afectados por los actos delictivos de un miembro de un con-
tingente chileno tienen, a su vez, derecho, conforme a la ley chilena, a obte-
ner las reparaciones que correspondan con ocasión del delito. Se me ocu-
rren, en el ejemplo, las reparaciones de índole indemnizatorio o civil.

107 El Sr. Alfredo Labbé Villa es Diplomático de Carrera y se desempeña, en la actualidad, como
Subdirector de Política Especial en las áreas de Mantenimiento de Paz y Desarme de la Cancillería.
La entrevista se realizó en el mes de Enero del 2004.

227
Guillermo Abarca Ugarte

B.- Dentro de los aspectos que, a juicio de este tesista, pudieran ser objeto
de normativa legal expresa pudiera estar aquella que reglamente
específicamente la salida de contingente de una misión hacia el extranjero.
Por otra parte, también pudiera pensarse en mejorar el nivel jerárquico (o
«peso», si se quiere) del Grupo de Análisis nacional de Operaciones de Paz.
Se me ocurre, por ejemplo, incorporando derechamente a los Comandantes
en Jefe de cada una de las ramas de las FF.AA.
¿Hay algún otro aspecto que, a su entender, debiera ser mejorado o, bien,
abordado legislativamente?
R.- Con respecto al tema del Grupo de Análisis, permítame decirle que nues-
tro Ministerio cuenta con uno propio, presidido por nuestro Director Gene-
ral de Política Exterior, que considera, desde nuestra óptica de Cancillería, las
variables involucradas en una decisión de aportar tropas o contingente a
una determinada misión.
Ahora bien, respecto de lo preguntado, no creo pertinente que elevar el
rango de los integrantes del citado Grupo lo haga más operativo, ya que, de
todas formas, el Comandante en Jefe en cuestión, siguiendo el planteamien-
to suyo, no va a adoptar una decisión de inmediato; seguramente, la va a
estudiar con sus asesores y su Estado Mayor General y posteriormente la
comunicará. Por tanto, no creo que por esa vía el sistema se haga
más dinámico. A lo anterior, le agrego que, en definitiva, es el Presidente de
la República quien tiene la última palabra a la hora de materializar una
operación particular.
¿Qué ocurre con la normativa que regula la salida de contingente hacia el
extranjero. Piensa que la ley del ramo, pudiera ser objeto de alguna adecua-
ción o enmienda para consagrar expresamente la salida de uniformados en
misiones de paz?
R.- Sobre el particular, yo iría más allá. Esto es, elevaría de rango legal la
normativa consignada en nuestra Política Nacional sobre Operaciones de
Paz, complementándola en todo aquello que permita operacionalizarla. Dere-
chamente, elevando el rango de los textos que la han contenido, como han
sido los D.S. 94 y 68, del área de Defensa. Creo que la especificidad, el tipo de
requerimiento involucrado y la agilidad con la que es necesario reaccionar,
amerita considerar la dictación de una normativa que asegure una fluida y
rápida reacción ante el pedimento de Naciones Unidas. No descarto que, en
esta legislación, se pudiera también incorporar el aspecto que Ud. me pre-
guntó, en torno a la regulación de la salida de contingente.

228
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

En este mismo contexto, ¿cree necesario dotar al tema de las misiones de


paz de una orgánica propia?
R.- Yo tendería a perfeccionar lo que existe. No creo que sea necesario crear
un Servicio Público cuyo objeto sea el ocuparse del área de las operaciones
de paz, contando con recursos financieros, humanos y administrativos pro-
pios. Mas bien, me ocuparía de hacer las adecuaciones que le señalé en el
punto anterior.
Lo que sí creo que pudiera resultar conveniente, es crear, en el ámbito de los
Institutos Armados, una suerte de Nivel Conjunto o Comando que cruce
horizontalmente a las ramas de las FF.AA., que tuviera bajo su directa tuición
un contingente bajo permanente instrucción y entrenamiento, al que se pu-
diera recurrir en caso que el requerimiento fuera de suma urgencia. Reconoz-
co, eso sí, que esta suerte de «Rapid Deployment Force» sería bastante
cara.
Por otra parte, producto, de la participación más creciente de nuestras
FF.AA. en Operaciones de Paz, cree que ello amerita la inclusión de este
nuevo rubro dentro de su misión constitucional, modificando consecuente-
mente tanto la Carta Fundamental como su Ley Orgánica Constitucional.
R.- Sobre el particular, quisiera señalar que la participación de nuestras
FF.AA. en Operaciones de Paz va de la mano con la definición de nuestra
Política Exterior. Esto es, dicha participación sólo se entiende como una
proyección de la inserción de nuestro país en un mundo globalizado y es
coherente con nuestro proyecto de desarrollo, que presupone condiciones
favorables de seguridad internacional.
Asimismo, la participación de las FF.AA. chilenas en estas operaciones se
ha dado sin inconvenientes, porque el marco jurídico-constitucional lo per-
mite, en razón de lo cual no veo necesario pensar en reformar la Carta Funda-
mental para incorporar este rubro.
C.- ¿Conoce Ud. alguna Jurisprudencia reciente emanada de Tribunales
Internacionales generada con ocasión del despliegue en terreno de una
fuerza de operaciones de paz o, bien, sobre temas humanitarios? A juicio
de este tesista, los únicos ejemplos que sobre el particular pudieran citarse
son los casos de Ruanda y Yugoslavia, en virtud de los cuales se constituye-
ron sendos Tribunales para investigar y sancionar violaciones al Derecho
Internacional Humanitario.
R.- Jurisprudencia de Tribunales Internacionales aplicables a contingente
chileno no conozco. Al igual que Ud., conozco los casos de Ruanda y Yu-
goslavia. Estos son Tribunales Internacionales creados por el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas mediante sendas Resoluciones.

229
Guillermo Abarca Ugarte

D.- A su juicio, ¿Cuál es el rol que tienen y tendrán las Operaciones de Paz
en nuestra Política Exterior?
R.- La Política Exterior de Chile tiene un segmento de Seguridad Internacio-
nal y de Desarme, cuyo objetivo principal es preservar las condiciones de
seguridad, estabilidad y paz que requiere el funcionamiento fluido de una
comunidad internacional cada vez más interdependiente. A Chile le interesa
sobremanera la mantención de la paz y la seguridad internacionales en los
términos y dentro del espíritu de la Carta de Naciones Unidas. Y ello, no sólo
por la jerarquía axiológica intrínseca de su preservación, sino también por-
que tal preservación configura un objetivo de la propia Carta que, no debe-
mos olvidar, forma parte de nuestro ordenamiento jurídico nacional, al ser un
tratado internacional firmado y ratificado por Chile.
De esa forma, las Operaciones de Paz rolan dentro de la materialización de
ese objetivo o segmento de nuestra Política Exterior.
Por otra parte, nuestra política de cooperación con Naciones Unidas y, a su
vez, con el Consejo de Seguridad se inserta dentro del principio de la «Indi-
visibilidad de la Seguridad Internacional», que cruza toda la Política Exterior
de Chile, en virtud del cual toda amenaza a la seguridad de un miembro de la
comunidad internacional es, a la vez, una amenaza a todos los demás. Por
tanto, todos los miembros de esa comunidad, cualesquiera sea su estatura o
poderío, tienen su cuota de responsabilidad en la mantención de la paz y la
seguridad internacionales. Es en este sentido como debe entenderse el apor-
te que Chile hace a la comunidad internacional.
Puedo decir que, desde la perspectiva recién vista, continuará la participa-
ción de Chile en operaciones de paz, participación que en lo futuro depende-
rá - en lo material - de la disponibilidad de recursos con los cuales se cuente
para dotar a nuestras FF.AA., ya que mantener constantemente contingen-
te disponible es una tarea onerosa.

230
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

II.- ALGUNOS TEXTOS LEGALES DE INTERÉS

1.- LA CARTA DE LAS NACIONES UNIDAS

Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a


las generaciones venideras del flagelo de la guerra, que dos veces durante
nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar
la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de
la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de
las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales pue-
dan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los
tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progre-
so social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la
libertad, y con tales finalidades a practicar la tolerancia y a convivir en paz
como buenos vecinos a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz
y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de princi-
pios y la adopción de métodos, que no se usará la fuerza armada sino en
servicio del interés común, y a emplear un mecanismo internacional para
promover el progreso económico y social de todos los pueblos, hemos deci-
dido aunar nuestros esfuerzos para realizar nuestros designios.
Por lo tanto, nuestros respectivos Gobiernos, por medio de represen-
tantes reunidos en la ciudad de San Francisco, que han exhibido sus plenos
poderes, encontrados en buena y debida forma, han convenido en la presen-
te Carta de las Naciones Unidas, y por este acto establecen una organización
internacional que se denominará las Naciones Unidas.

Cap. I. Propósitos y Principios

Art. 1. Los propósitos de las Naciones Unidas son: 1. Mantener la paz


y la seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas colectivas efica-
ces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de
agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos,
y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacio-
nal, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales sus-
ceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz. 2. Fomentar entre las
naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igual-
dad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, y tomar otras
medidas adecuadas para fortalecer la paz universal. 3. Realizar la coopera-
ción internacional en la solución de problemas internacionales de carácter
económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del
respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos,
sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión; y 4. Servir
231
Guillermo Abarca Ugarte

de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por alcanzar estos
propósitos comunes.
Art. 2. Para la realización de los Propósitos consignados en el art. 1, la
Organización y sus Miembros procederán de acuerdo con los siguientes
Principios: 1. La Organización está basada en el principio de la igualdad
soberana de todos sus Miembros. 2. Los Miembros de la Organización, a fin
de asegurarse los derechos y beneficios inherentes a su condición de tales,
cumplirán de buena fe las obligaciones contraídas por ellos de conformidad
con esta Carta. 3. Los Miembros de la Organización arreglarán sus contro-
versias internacionales por medios pacíficos de tal manera que no se pongan
en peligro ni la paz y la seguridad internacionales ni la justicia. 4. Los Miem-
bros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de
recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la
independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incom-
patible con los Propósitos de las Naciones Unidas. 5. Los Miembros de la
Organización prestarán a ésta toda clase de ayuda en cualquier acción que
ejerza de conformidad con esta Carta, y se abstendrán de dar ayuda a Estado
alguno contra el cual la Organización estuviere ejerciendo acción preventiva
o coercitiva. 6. La Organización hará que los Estados que no son Miembros
de las Naciones Unidas se conduzcan de acuerdo con estos Principios en la
medida que sea necesaria para mantener la paz y la seguridad internaciona-
les. 7. Ninguna disposición de esta Carta autorizará a las Naciones Unidas a
intervenir en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de
los Estados, ni obligará a los Miembros a someter dichos asuntos a procedi-
mientos de arreglo conforme a la presente Carta, pero este principio no se
opone a la aplicación de las medidas coercitivas prescritas en el cap. VII.
Cap. II. Miembros
Art. 3. Son Miembros originarios de las Naciones Unidas los Estados
que habiendo participado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Organización Internacional celebrada en San Francisco, o que habiendo fir-
mado previamente la Declaración de las Naciones Unidas de 1•‹ de enero
de 1942, suscriban esta Carta y la ratifiquen de conformidad con el art. ll0.
Art. 4. 1. Podrán ser Miembros de las Naciones Unidas todos los
demás Estados amantes de la paz que acepten las obligaciones consignadas
en esta Carta, y que, a juicio de la Organización, estén capacitados para
cumplir dichas obligaciones y se hallen dispuestos a hacerlo. 2. La admisión
de tales Estados como Miembros de las Naciones Unidas se efectuará por
decisión de la Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad.
Art. 5. Todo Miembro de las Naciones Unidas que haya sido objeto

232
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

de acción preventiva o coercitiva por parte del Consejo de Seguridad podrá


ser suspendido por la Asamblea General, a recomendación del Consejo de
Seguridad, del ejercicio de los derechos y privilegios inherentes a su calidad
de Miembro. El ejercicio de tales derechos y privilegios podrá ser restituido
por el Consejo de Seguridad.
Art. 6. Todo Miembro de las Naciones Unidas que haya violado repe-
tidamente los Principios contenidos en esta Carta podrá ser expulsado de la
Organización por la Asamblea General a recomendación del Consejo de Se-
guridad.

Cap. III Órganos

Art. 7. 1. Se establecen como órganos principales de las Naciones


Unidas: una Asamblea General, un Consejo de Seguridad, un Consejo Eco-
nómico y Social, un Consejo de Administración Fiduciaria, una Corte Inter-
nacional de Justicia y una Secretaría. 2. Se podrán establecer, de acuerdo
con las disposiciones de la presente Carta, los órganos subsidiarios que se
estimen necesarios.
Art. 8. La Organización no establecerá restricciones en cuanto a la
elegibilidad de hombres y mujeres para participar en condiciones de igual-
dad y con cualquier carácter en las funciones de sus órganos principales y
subsidiarios.

Cap. IV. La Asamblea General

Composición

Art. 9. 1. La Asamblea General estará integrada por todos los Miem-


bros de las Naciones Unidas. 2. Ningún Miembro podrá tener más de cinco
representantes en la Asamblea General.
Funciones y Poderes
Art. 10. La Asamblea General podrá discutir cualesquiera asuntos o
cuestiones dentro de los límites de esta Carta o que se refieran a los poderes
y funciones de cualquiera de los órganos creados por esta Carta, y salvo lo
dispuesto en el art. 12 podrá hacer recomendaciones sobre tales asuntos o
cuestiones a los Miembros de las Naciones Unidas o al Consejo de Seguri-
dad o a éste y a aquéllos.
Art. 11. 1. La Asamblea General podrá considerar los principios gene-
rales de la cooperación en el mantenimiento de la paz y la seguridad interna-
cionales, incluso los principios que rigen el desarme y la regulación de los

233
Guillermo Abarca Ugarte

armamentos y podrá también hacer recomendaciones respecto de tales prin-


cipios a los Miembros o al Consejo de Seguridad o a éste y a aquéllos. 2. La
Asamblea General podrá discutir toda cuestión relativa al mantenimiento de
la paz y la seguridad internacionales que presente a su consideración cual-
quier Miembro de las Naciones Unidas o el Consejo de Seguridad, o que un
Estado que no es Miembro de las Naciones Unidas presente de conformidad
con el art. 35, párrafo 2, y salvo lo dispuesto en el art. 12, podrá hacer reco-
mendaciones acerca de tales cuestiones al Estado o Estados interesados o al
Consejo de Seguridad o a éste y a aquéllos. Toda cuestión de esta naturaleza
respecto a la cual se requiera acción será referida al Consejo de Seguridad
por la Asamblea General antes o después de discutirla. 3. La Asamblea Gene-
ral podrá llamar la atención del Consejo de Seguridad hacia situaciones sus-
ceptibles de poner en peligro la paz y la seguridad internacionales. 4. Los
poderes de la Asamblea General enumerados en este artículo no limitarán el
alcance general del art. 10.
Art. 12. 1. Mientras el Consejo de Seguridad esté desempeñando las
funciones que le asigna esta Carta respecto a una controversia o situación,
la Asamblea General no hará recomendación alguna sobre tal controversia o
situación, a no ser que lo solicite el Consejo de Seguridad. 2. El Secretario
General, con el consentimiento del Consejo de Seguridad, informará a la
Asamblea General, en cada periodo de sesiones, sobre todo asunto relativo
al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales que estuviere tra-
tando el Consejo de Seguridad, e informará asimismo a la Asamblea General,
o a los Miembros de las Naciones Unidas si la Asamblea no estuviere reuni-
da, tan pronto como el Consejo de Seguridad cese de tratar dichos asuntos.
Art. 13. 1. La Asamblea General promoverá estudios y hará recomen-
daciones para los fines siguientes: a) fomentar la cooperación internacional
en el campo político e impulsar el desarrollo progresivo del derecho interna-
cional y su codificación; b) fomentar la cooperación internacional en mate-
rias de carácter económico, social, cultural, educativo y sanitario, y ayudar a
hacer efectivos los derechos humanos, y las libertades fundamentales de
todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión. 2.
Los demás poderes, responsabilidades y funciones de la Asamblea General
con relación a los asuntos que se mencionan en el inciso b) del párrafo I
precedente quedan enumerados en los cap. IX y X.
Art. 14. Salvo lo dispuesto en el art. 12, la Asamblea General podrá
recomendar medidas para el arreglo pacífico de cualesquiera situaciones,
sea cual fuere su origen, que a juicio de la Asamblea puedan perjudicar el
bienestar general o las relaciones amistosas entre naciones, incluso las si-
tuaciones resultantes de una violación de las disposiciones de esta Carta

234
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

que enuncian los Propósitos y Principios de las Naciones Unidas.


Art. 15. 1. La Asamblea General recibirá y considerará informes anua-
les y especiales del Consejo de Seguridad. Estos informes comprenderán
una relación de las medidas que el Consejo de Seguridad haya decidido
aplicar o haya aplicado para mantener la paz y la seguridad internacionales.
2. La Asamblea General recibirá y considerará informes de los demás órga-
nos de las Naciones Unidas.
Art. 16. La Asamblea General desempeñará, respecto al régimen inter-
nacional de administración fiduciaria, las funciones que se le atribuyen con-
forme a los cap. XII y XIII, incluso la aprobación de los acuerdos de adminis-
tración fiduciaria de zonas no designadas como estratégicas.
Art. 17. 1. La Asamblea General examinará y aprobará el presupuesto
de la Organización. 2. Los miembros sufragarán los gastos de la Organiza-
ción en la proporción que determine la Asamblea General. 3. La Asamblea
General considerará y aprobará los arreglos financieros y presupuestarios
que se celebren con los organismos especializados de que trata el art. 57 y
examinará los presupuestos administrativos de tales organismos especiali-
zados con el fin de hacer recomendaciones a los organismos correspondien-
tes.

Votación

Art. 18. 1. Cada Miembro de la Asamblea General tendrá un voto. 2.


Las decisiones de la Asamblea General en cuestiones importantes se toma-
rán por el voto de una mayoría de dos tercios de los miembros presentes y
votantes. Estas cuestiones comprenderán: las recomendaciones relativas al
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, la elección de los
miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, la elección de los miem-
bros del Consejo Económico y Social, la elección de los miembros del Conse-
jo de Administración Fiduciaria de conformidad con el inciso c), párrafo 1,
del art. 86, la admisión de nuevos Miembros a las Naciones Unidas, la sus-
pensión de los derechos y privilegios de los Miembros, la expulsión de
Miembros las cuestiones relativas al funcionamiento del régimen de admi-
nistración fiduciaria y las cuestiones presupuestarias. 3. Las decisiones so-
bre otras cuestiones, incluso la determinación de categorías adicionales de
cuestiones que deban resolverse por mayoría de dos tercios, se tomarán por
la mayoría de los miembros presentes y votantes.
Art. 19. El Miembro de las Naciones Unidas que esté en mora en el
pago de sus cuotas financieras para los gastos de la Organización, no tendrá
voto en la Asamblea General cuando la suma adeudada sea igual o superior

235
Guillermo Abarca Ugarte

al total de las cuotas adeudadas por los dos años anteriores completos. La
Asamblea General podrá, sin embargo, permitir que dicho Miembro vote si
llegare a la conclusión de que la mora se debe a circunstancias ajenas a la
voluntad de dicho Miembro.

Procedimiento

Art. 20. La Asamblea General se reunirá anualmente en sesiones ordi-


narias y, cada vez que las circunstancias lo exijan, en sesiones extraordina-
rias. El Secretario General convocará a sesiones extraordinarias a solicitud
del Consejo de Seguridad o de la mayoría de los Miembros de las Naciones
Unidas.
Art. 21. La Asamblea General dictará su propio reglamento y elegirá
su Presidente para cada periodo de sesiones.
Art. 22. La Asamblea General podrá establecer los organismos subsi-
diarios que estime necesarios para el desempeño de sus funciones.

Cap. V. El Consejo de Seguridad

Composición

Art. 23. 1. El Consejo de Seguridad se compondrá de quince miem-


bros de las Naciones Unidas. La República de China, Francia, la Unión de las
Repúblicas Socialistas Soviéticas, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlan-
da del Norte y los Estados Unidos de América, serán miembros permanentes
del Consejo de Seguridad. La Asamblea General elegirá otros diez Miembros
de las Naciones Unidas que serán miembros no permanentes del Consejo de
Seguridad, prestando especial atención, en primer término, a la contribución
de los Miembros de las Naciones Unidas al mantenimiento de la paz y la
seguridad internacionales y a los demás propósitos de la Organización como
también a una distribución geográfica equitativa. 2. Los miembros no perma-
nentes del Consejo de Seguridad serán elegidos por un período de dos años.
En la primera elección de los miembros no permanentes que se celebre des-
pués de haberse aumentado de once a quince el número de miembros del
Consejo de Seguridad, dos de los cuatro miembros nuevos serán elegidos
por un período de un año. Los miembros salientes no serán reelegibles para
el periodo subsiguiente. 3. Cada miembro del Consejo de Seguridad tendrá
un representante.

Funciones y Poderes

Art. 24. 1. A fin de asegurar acción rápida y eficaz por parte de las
Naciones Unidas, sus Miembros confieren al Consejo de Seguridad la res-

236
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

ponsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales, y


reconocen que el Consejo de Seguridad actúa a nombre de ellos al desempe-
ñar las funciones que le impone aquella responsabilidad. 2. En el desempeño
de estas funciones, el Consejo de Seguridad procederá de acuerdo con los
Propósitos y Principios de las Naciones Unidas. Los poderes otorgados al
Consejo de Seguridad para el desempeño de dichas funciones quedan defi-
nidos en los cap. Vl, VII, VIII y Xll. 3. El Consejo de Seguridad presentará a la
Asamblea General para su consideración informes anuales y, cuando fuere
necesario, informes especiales.
Art. 25. Los Miembros de las Naciones Unidas convienen en aceptar
y cumplir las decisiones del Consejo de Seguridad de acuerdo con esta
Carta.
Art. 26. A fin de promover el establecimiento y mantenimiento de la
paz y la seguridad internacionales con la menor desviación posible de los
recursos humanos y económicos del mundo hacia los armamentos, el Con-
sejo de Seguridad tendrá a su cargo, con la ayuda del Comité de Estado
Mayor a que se refiere el art. 47, la elaboración de planes que se someterán a
los Miembros de las Naciones Unidas para el establecimiento de un sistema
de regulación de los armamentos.

Votación

Art. 27. 1. Cada miembro del Consejo de Seguridad tendrá un voto. 2.


Las decisiones del Consejo de Seguridad sobre cuestiones de procedimien-
to serán tomadas por el voto afirmativo de nueve miembros. 3. Las decisio-
nes del Consejo de Seguridad sobre todas las demás cuestiones serán toma-
das por el voto afirmativo de nueve miembros, incluso los votos afirmativos
de todos los miembros permanentes; pero en las decisiones tomadas en
virtud del cap. Vl y del párrafo 3 del art. 52, la parte en una controversia se
abstendrá de votar.

Procedimiento

Art. 28. 1. El Consejo de Seguridad será organizado de modo que


pueda funcionar continuamente. Con tal fin, cada miembro del Consejo de
Seguridad tendrá en todo momento su representante en la sede de la Organi-
zación. 2. El Consejo de Seguridad celebrará reuniones periódicas en las
cuales cada uno de sus miembros podrá, si lo desea, hacerse representar por
un miembro de su Gobierno o por otro representante especialmente designa-
do. 3. El Consejo de Seguridad podrá celebrar reuniones en cualesquiera
lugares fuera de la sede de la Organización, que juzgue más apropiados para
facilitar sus labores.

237
Guillermo Abarca Ugarte

Art. 29. El Consejo de Seguridad podrá establecer los organismos


subsidiarios que estime necesarios para el desempeño de sus funciones.
Art. 30. El Consejo de Seguridad dictará su propio reglamento, el cual
establecerá el método de elegir su Presidente.
Art. 31. Cualquier Miembro de las Naciones Unidas que no sea miem-
bro del Consejo de Seguridad podrá participar sin derecho a voto en la
discusión de toda cuestión llevada ante el Consejo de Seguridad cuando
éste considere que los intereses de ese Miembro están afectados de manera
especial.
Art. 32. El Miembro de las Naciones Unidas que no tenga asiento en
el Consejo de Seguridad o el Estado que no sea Miembro de las Naciones
Unidas, si fuere parte en una controversia que esté considerando el Consejo
de Seguridad, será invitado a participar sin derecho a voto en las discusio-
nes relativas a dicha controversia. El Consejo de Seguridad establecerá las
condiciones que estime justas para la participación de los Estados que no
sean Miembros de las Naciones Unidas.

Cap. Vl. Arreglo pacífico de controversias

Art. 33. 1. Las partes en una controversia cuya continuación sea


susceptible de poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales tratarán de buscarle solución, ante todo, mediante la nego-
ciación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo
judicial, el recurso a organismos o acuerdos regionales u otros medios pací-
ficos de su elección. 2. El Consejo de Seguridad, si lo estimare necesario,
instará a las partes a que arreglen sus controversias por dichos medios.
Art. 34. El Consejo de Seguridad podrá investigar toda controversia,
o toda situación susceptible de conducir a fricción internacional o dar origen
a una controversia, a fin de determinar si la prolongación de tal controversia
o situación puede poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales.
Art. 35. 1. Todo Miembro de las Naciones Unidas podrá llevar cual-
quier controversia, o cualquier situación de la naturaleza expresada en el art.
34, a la atención del Consejo de Seguridad o de la Asamblea General. 2. Un
Estado que no es Miembro de las Naciones Unidas podrá llevar a la atención
del Consejo de Seguridad o de la Asamblea General toda controversia en que
sea parte si acepta de antemano, en lo relativo a la controversia, las obliga-
ciones de arreglo pacífico establecidas en esta Carta. 3. El procedimiento que

238
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

siga la Asamblea General respecto a asuntos que le sean presentados de


acuerdo con este artículo quedará sujeto a las disposiciones de los art. 11 y
12.
Art. 36. 1. El Consejo de Seguridad podrá, en cualquier estado en que
se encuentre una controversia de la naturaleza de que trata el art. 33 o una
situación de índole semejante, recomendar los procedimientos o métodos de
ajuste que sean apropiados. 2. El Consejo de Seguridad deberá tomar en
consideración todo procedimiento que las partes hayan adoptado para el
arreglo de la controversia. 3. Al hacer recomendación de acuerdo con este
artículo, el Consejo de Seguridad deberá tomar también en consideración
que las controversias de orden jurídico, por regla general, deben ser someti-
das por las partes a la Corte Internacional de Justicia, de conformidad con las
disposiciones del Estatuto de la Corte.
Art. 37. 1. Si las partes en una controversia de la naturaleza definida
en el art. 33 no lograren arreglarla por los medios indicados en dicho artículo,
la someterán al Consejo de Seguridad. 2. Si el Consejo de Seguridad estimare
que la continuación de la controversia es realmente susceptible de poner en
peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, el Consejo
decidirá si ha de proceder de conformidad con el art. 36 o si ha de recomendar
los términos de arreglo que considere apropiados.
Art. 38. Sin perjuicio de lo dispuesto en los arts. 33 a 37, el Consejo de
Seguridad podrá, si así lo solicitan todas las partes en una controversia,
hacerles recomendaciones a efecto de que se llegue a un arreglo pacífico.

Cap. VII Acción en caso de amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz, o


actos de agresión

Art. 39. El Consejo de Seguridad determinará la existencia de toda


amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión y hará reco-
mendaciones o decidirá qué medidas serán tomadas de conformidad con los
arts. 41 y 42 para mantener o restablecer la paz y la seguridad internaciona-
les.
Art. 40. A fin de evitar que la situación se agrave, el Consejo de
Seguridad, antes de hacer las recomendaciones o decidir las medidas de que
trata el art. 39, podrá instar a las partes interesadas a que cumplan con las
medidas provisionales que juzgue necesarias o aconsejables. Dichas medi-
das provisionales no perjudicarán los derechos, las reclamaciones o la posi-
ción de las partes interesadas. El Consejo de Seguridad tomará debida nota
del incumplimiento de dichas medidas provisionales.

239
Guillermo Abarca Ugarte

Art. 41. El Consejo de Seguridad podrá decidir qué medidas que no


impliquen el uso de la fuerza armada han de emplearse para hacer efectivas
sus decisiones, y podrá instar a los Miembros de las Naciones Unidas a que
apliquen dichas medidas, que podrán comprender la interrupción total o
parcial de las relaciones económicas y de las comunicaciones ferroviarias,
marítimas, aéreas, postales, telegráficas, radioeléctricas, y otros medios de
comunicación, así como la ruptura de relaciones diplomáticas.
Art. 42. Si el Consejo de Seguridad estimare que las medidas de que
trata el art. 41 pueden ser inadecuadas o han demostrado serlo, podrá ejercer,
por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres, la acción que sea necesaria
para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales. Tal acción
podrá comprender demostraciones, bloqueos y otras operaciones ejecuta-
das por fuerzas aéreas, navales o terrestres de Miembros de las Naciones
Unidas.
Art. 43. 1. Todos los Miembros de las Naciones Unidas con el fin de
contribuir al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, se com-
prometen a poner a disposición del Consejo de Seguridad, cuando éste lo
solicite, de conformidad con un convenio especial o con convenios especia-
les, las fuerzas armadas, la ayuda y las facilidades, incluso el derecho de
paso, que sean necesarias para el propósito de mantener la paz y la seguri-
dad internacionales. 2. Dicho convenio o convenios fijarán el número y clase
de la fuerzas, su grado de preparación y su ubicación general como también
la naturaleza de las facilidades y de la ayuda que habrán de darse. 3. El
convenio o convenios serán negociados a iniciativa del Consejo de Seguri-
dad tan pronto como sea posible; serán concertados entre el Consejo de
Seguridad y Miembros individuales o entre el Consejo de Seguridad y gru-
pos de Miembros, y estarán sujetos a ratificación por los Estados signata-
rios de acuerdo con sus respectivos procedimientos constitucionales.
Art. 44. Cuando el Consejo de Seguridad haya decidido hacer uso de
la fuerza, antes de requerir a un Miembro que no esté representado en él a
que provea fuerzas armadas en cumplimiento de las obligaciones contraídas
en virtud del art. 43, invitará a dicho Miembro, si éste así lo deseare, a parti-
cipar en las decisiones del Consejo de Seguridad relativas al empleo de
contingentes de fuerzas armadas de dicho Miembro.
Art. 45. A fin de que la Organización pueda tomar medidas militares
urgentes, sus Miembros mantendrán contingentes de fuerzas aéreas nacio-
nales inmediatamente disponibles para la ejecución combinada de una ac-
ción coercitiva internacional. La potencia y el grado de preparación de estos
contingentes y los planes para su acción combinada serán determinados,
dentro de los límites establecidos en el convenio o convenios especiales de
240
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

que trata el art. 43, por el Consejo de Seguridad con la ayuda del Comité de
Estado Mayor.
Art. 46. Los planes para el empleo de la fuerza armada serán hechos
por el Consejo de Seguridad con la ayuda del Comité de Estado Mayor.
Art. 47. 1. Se establecerá un Comité de Estado Mayor para asesorar y
asistir al Consejo de Seguridad en todas las cuestiones relativas a las nece-
sidades militares del Consejo para el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales, al empleo y comando de las fuerzas puestas a su disposi-
ción, a la regulación de los armamentos y al posible desarme. 2. El Comité de
Estado Mayor estará integrado por los Jefes de Estado Mayor de los miem-
bros permanentes del Consejo de Seguridad o sus representantes. Todo
Miembro de las Naciones Unidas que no esté permanentemente representa-
do en el Comité será invitado por éste a asociarse a sus labores, cuando el
desempeño eficiente de las funciones del Comité requiera la participación de
dicho Miembro. 3. El Comité de Estado Mayor tendrá a su cargo, bajo la
autoridad del Consejo de Seguridad, la dirección estratégica de todas las
fuerzas armadas puestas a disposición del Consejo. Las cuestiones relativas
al comando de dichas fuerzas serán resueltas posteriormente. 4. El Comité de
Estado Mayor, con autorización del Consejo de Seguridad y después de
consultar con los organismos regionales apropiados, podrá establecer sub-
comités regionales.
Art. 48 1. La acción requerida para llevar a cabo las decisiones del
Consejo de Seguridad para el mantenimiento de la paz y la seguridad interna-
cionales será ejercida por todos los Miembros de las Naciones Unidas o por
algunos de ellos, según lo determine el Consejo de Seguridad. 2. Dichas
decisiones serán llevadas a cabo por los Miembros de las Naciones Unidas
directamente y mediante su acción en los organismos internacionales apro-
piados de que formen parte.
Art. 49. Los Miembros de las Naciones Unidas deberán prestarse
ayuda mutua para llevar a cabo las medidas dispuestas por el Consejo de
Seguridad.
Art. 50. Si el Consejo de Seguridad tomare medidas preventivas o
coercitivas contra un Estado, cualquier otro Estado, sea o no Miembro de las
Naciones Unidas, que confrontare problemas económicos especiales origi-
nados por la ejecución de dichas medidas, tendrá el derecho de consultar al
Consejo de Seguridad acerca de la solución de esos problemas.
Art. 51. Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho
inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque
armado contra un Miembro de las Naciones Unidas, hasta tanto que el Consejo
241
Guillermo Abarca Ugarte

de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y la


seguridad internacionales. Las medidas tomadas por los Miembros en ejerci-
cio del derecho de legítima defensa serán comunicadas inmediatamente al
Consejo de Seguridad, y no afectarán en manera alguna la autoridad y res-
ponsabilidad del Consejo conforme a la presente Carta para ejercer en cual-
quier momento la acción que estime necesaria con el fin de mantener o resta-
blecer la paz y la seguridad internacionales.

Cap. VllI. Acuerdos regionales

Art. 52. 1. Ninguna disposición de esta Carta se opone a la existencia


de acuerdos u organismos regionales cuyo fin sea entender en los asuntos
relativos al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y suscep-
tibles de acción regional, siempre que dichos acuerdos u organismos, y sus
actividades, sean compatibles con los Propósitos y Principios de las Nacio-
nes Unidas. 2. Los Miembros de las Naciones Unidas que sean partes en
dichos acuerdos o que constituyan dichos organismos, harán todos los
esfuerzos posibles para lograr el arreglo pacífico de las controversias de
carácter local por medio de tales acuerdos u organismos regionales antes de
someterlas al Consejo de Seguridad. 3. El Consejo de Seguridad promoverá
el desarrollo del arreglo pacífico de las controversias de carácter local por
medio de dichos acuerdos u organismos regionales, procediendo, bien a
iniciativa de los Estados interesados bien a instancia del Consejo de Seguri-
dad. 4. Este anuncio no afecta en manera alguna la aplicación de los arts. 34
y 35.
Art. 53. 1. El Consejo de Seguridad utilizará dichos acuerdos u orga-
nismos regionales, si a ello hubiere lugar, para aplicar medidas coercitivas
bajo su autoridad. Sin embargo, no se aplicarán medidas coercitivas en vir-
tud de acuerdos regionales o por organismos regionales sin autorización del
Consejo de Seguridad, salvo que contra Estados enemigos según se les
define en el párrafo 2 de este artículo, se tomen las medidas dispuestas en
virtud del art. 107 o en acuerdos regionales dirigidos contra la renovación de
una política de agresión de parte de dichos Estados, hasta tanto que a soli-
citud de los gobiernos interesados quede a cargo de la Organización la
responsabilidad de prevenir nuevas agresiones de parte de aquellos Esta-
dos. 2. El término «Estados enemigos» empleado en el párrafo 1 de este
artículo se aplica a todo Estado que durante la Segunda Guerra Mundial
haya sido enemigo de cualquiera de los signatarios de esta Carta.
Art. 54. Se deberá mantener en todo tiempo al Consejo de Seguridad
plenamente informado de las actividades emprendidas o proyectadas de
conformidad con acuerdos regionales o por organismos regionales con el
propósito de mantener la paz y la seguridad internacionales.

242
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Cap. IX. Cooperación internacional económica y social

Art. 55. Con el propósito de crear las condiciones de estabilidad y


bienestar necesarias para las relaciones pacíficas y amistosas entre las na-
ciones, basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de
la libre determinación de los pueblos, la Organización promoverá: a) niveles
de vida más elevados, trabajo permanente para todos y condiciones de pro-
greso y desarrollo económico y social, b) la solución de problemas interna-
cionales de carácter económico, social y sanitario, y de otros problemas
conexos; y la cooperación internacional en el orden cultural y educativo; y
c) el respeto universal a los derechos humanos y a las libertades fundamen-
tales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o
religión, y la efectividad de tales derechos y libertades.
Art. 56. Todos los Miembros se comprometen a tomar medidas, con-
junta o separadamente, en cooperación con la Organización, para la realiza-
ción de los propósitos consignados en el art. 55.
Art. 57. 1. Los distintos organismos especializados establecidos por
acuerdos intergubernamentales, que tengan amplias atribuciones interna-
cionales definidas en sus estatutos y relativas a materias de carácter econó-
mico, social, cultural, educativo, sanitario, y otras conexas, serán vinculados
con la Organización de acuerdo con las disposiciones del art. 63. 2. Tales
organismos especializados así vinculados con la Organización se denomina-
rán en adelante «los organismos especializados».
Art. 58. La Organización hará recomendaciones con el objeto de coor-
dinar las normas de acción y las actividades de los organismos especializa-
dos.
Art. 59. La Organización iniciará, cuando hubiere lugar, negociacio-
nes entre los Estados interesados para crear los nuevos organismos espe-
cializados que fueren necesarios para la realización de los propósitos enun-
ciados en el art. 55.
Art. 60. La responsabilidad por el desempeño de las funciones de la
Organización señaladas en este capítulo corresponderá a la Asamblea Gene-
ral y, bajo la autoridad de ésta, al Consejo Económico y Social, que dispon-
drá a este efecto de las facultades expresadas en el Cap. X.

243
Guillermo Abarca Ugarte

Cap. X. El Consejo Económico y Social

Composición

Art. 61. 1. El Consejo Económico y Social estará integrado por cin-


cuenta y cuatro Miembros de las Naciones Unidas elegidos por la Asamblea
General. 2. Salvo lo prescrito en el párrafo 3, dieciocho miembros del Consejo
Económico y Social serán elegidos cada año por un periodo de tres años.
Los miembros salientes serán reelegibles para el período subsiguiente. 3. En
la primera elección que se celebre después de haberse aumentado de veinti-
siete a cincuenta y cuatro el número de miembros del Consejo Económico y
Social, además de los miembros que se elijan para sustituir a los nueve
miembros cuyo mandato expire al final de ese año, se elegirán veintisiete
miembros más. El mandato de nueve de estos veintisiete miembros adiciona-
les así elegidos expirará al cabo de un año y el de otros nueve miembros una
vez transcurridos dos años, conforme a las disposiciones que dicte la Asam-
blea General. 4. Cada miembro del Consejo Económico y Social tendrá un
representante.

Funciones y Poderes

Art. 62. 1. El Consejo Económico y Social podrá hacer o iniciar estu-


dios e informes respecto a asuntos internacionales de carácter económico,
social, cultural, educativo y sanitario, y otros asuntos conexos, y hacer
recomendaciones sobre tales asuntos a la Asamblea General, a los Miem-
bros de las Naciones Unidas y a los organismos especializados interesados.
2. El Consejo Económico y Social podrá hacer recomendaciones con el obje-
to de promover el respeto a los derechos humanos y a las libertades funda-
mentales de todos y la efectividad de tales derechos y libertades. 3. El Con-
sejo Económico y Social podrá formular proyectos de convención respecto
a cuestiones de su competencia para someterlos a la Asamblea General. 4. El
Consejo Económico y Social podrá convocar, conforme a las reglas que
prescriba la Organización, conferencias internacionales sobre asuntos de su
competencia.
Art. 63. 1. El Consejo Económico y Social podrá concertar con cual-
quiera de los organismos especializados de que trata el art. 57, acuerdos por
medio de los cuales se establezcan las condiciones en que dichos organis-
mos habrán de vincularse con la Organización. Tales acuerdos estarán suje-
tos a la aprobación de la Asamblea General. 2. El Consejo Económico y Social
podrá coordinar las actividades de los organismos especializados mediante
consultas con ellos y haciéndoles recomendaciones, como también median-
te recomendaciones a la Asamblea General y a los Miembros de las Naciones
Unidas.

244
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Art. 64. 1. El Consejo Económico y Social podrá tomar las medidas


apropiadas para obtener informes periódicos de los organismos especializa-
dos. También podrá hacer arreglos con los Miembros de las Naciones Uni-
das y con los organismos especializados para obtener informes respecto a
las medidas tomadas para hacer efectivas sus propias recomendaciones y
las que haga la Asamblea General acerca de materias de la competencia del
Consejo. 2. El Consejo Económico y Social podrá comunicar a la Asamblea
General sus observaciones sobre dichos informes.
Art. 65. El Consejo Económico y Social podrá suministrar información
al Consejo de Seguridad y deberá darle la ayuda que éste le solicite.
Art. 66. 1. El Consejo Económico y Social desempeñará las funciones
que caigan dentro de su competencia en relación con el cumplimiento de las
recomendaciones de la Asamblea General. 2. El Consejo Económico y Social
podrá prestar, con aprobación de la Asamblea General, los servicios que le
soliciten los Miembros de las Naciones Unidas y los organismos especiali-
zados. 3. El Consejo Económico y Social desempeñará las demás funciones
prescritas en otras partes de esta Carta o que le asignare la Asamblea Gene-
ral.

Votación

Art. 67. 1. Cada miembro del Consejo Económico y Social tendrá un


voto. 2. Las decisiones del Consejo Económico y Social se tomarán por la
mayoría de los miembros presentes y votantes.

Procedimiento

Art. 68. El Consejo Económico y Social establecerá comisiones de


orden económico y social y para la promoción de los derechos humanos, así
como las demás comisiones necesarias para el desempeño de sus funciones.
Art. 69. El Consejo Económico y Social invitará a cualquier Miembro
de las Naciones Unidas a participar, sin derecho a voto, en sus deliberacio-
nes sobre cualquier asunto de particular interés para dicho Miembro.
Art. 70. El Consejo Económico y Social podrá hacer arreglos para que
representantes de los organismos especializados participen, sin derecho a
voto, en sus deliberaciones y en las de las comisiones que establezca, y para
que sus propios representantes participen en las deliberaciones de aquellos
organismos.

245
Guillermo Abarca Ugarte

Art. 71. El Consejo Económico y Social podrá hacer arreglos adecua-


dos para celebrar consultas con organizaciones no gubernamentales que se
ocupen en asuntos de la competencia del Consejo. Podrán hacerse dichos
arreglos con organizaciones internacionales y, si a ello hubiere lugar, con
organizaciones nacionales, previa consulta con el respectivo Miembro de
las Naciones Unidas.
Art. 72. 1. El Consejo Económico y Social dictará su propio reglamen-
to, el cual establecerá el método de elegir su Presidente. 2. El Consejo Econó-
mico y Social se reunirá cuando sea necesario de acuerdo con su reglamen-
to, el cual incluirá disposiciones para la convocación a sesiones cuando lo
solicite una mayoría de sus miembros.

Cap. Xl. Declaración relativa a territorios no autónomos

Art. 73. Los Miembros de las Naciones Unidas que tengan o asuman
la responsabilidad de administrar territorios cuyos pueblos no hayan alcan-
zado todavía la plenitud del gobierno propio, reconocen el principio de que
los intereses de los habitantes de esos territorios están por encima de todo,
aceptan como un encargo sagrado la obligación de promover en todo lo
posible, dentro del sistema de paz y de seguridad internacionales estableci-
do por esta Carta, el bienestar de los habitantes de esos territorios, y asimis-
mo se obligan: a) a asegurar, con el debido respeto a la cultura de los pueblos
respectivos, su adelanto político, económico, social y educativo, el justo
tratamiento de dichos pueblos y su protección contra todo abuso; b) a
desarrollar el gobierno propio, a tener debidamente en cuenta las aspiracio-
nes políticas de los pueblos, y a ayudarlos en el desenvolvimiento progresi-
vo de sus libres instituciones políticas, de acuerdo con las circunstancias
especiales de cada territorio, de sus pueblos y de sus distintos grados de
adelanto; c) a promover la paz y la seguridad internacionales; d) a promover
medidas constructivas de desarrollo, estimular la investigación, y cooperar
unos con otros y, cuando y donde fuere del caso, con organismos interna-
cionales especializados, para conseguir la realización práctica de los propó-
sitos de carácter social, económico y científico expresados en este artículo;
y e) a transmitir regularmente al Secretario General, a titulo informativo y
dentro de los límites que la seguridad y consideraciones de orden constitu-
cional requieran, la información estadística y de cualquier otra naturaleza
técnica que verse sobre las condiciones económicas, sociales y educativas
de los territorios por los cuales son respectivamente responsables, que no
sean de los territorios a que se refieren los Cap. Xll y XIII de esta Carta.
Art. 74. Los Miembros de las Naciones Unidas convienen igualmente
en que su política respecto a los territorios a que se refiere este Capítulo, no

246
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

menos que respecto a sus territorios metropolitanos, deberá fundarse en el


principio general de la buena vecindad, teniendo debidamente en cuenta los
intereses y el bienestar del resto del mundo en cuestiones de carácter social,
económico y comercial.

Cap. XII. Régimen internacional de administración fiduciaria

Art. 75. La Organización establecerá bajo su autoridad un régimen


internacional de administración fiduciaria para la administración y vigilancia
de los territorios que puedan colocarse bajo dicho régimen en virtud de
acuerdos especiales posteriores. A dichos territorios se les denominará «te-
rritorios fideicometidos».
Art. 76. Los objetivos básicos del régimen de administración fiducia-
ria, de acuerdo con los Propósitos de las Naciones Unidas enunciados en el
art. 1 de esta Carta, serán: a) fomentar la paz y la seguridad internacionales;
b) promover el adelanto político, económico, social y educativo de los habi-
tantes de los territorios fideicometidos, y su desarrollo progresivo hacia el
gobierno propio o la independencia, teniéndose en cuenta las circunstan-
cias particulares de cada territorio y de sus pueblos y los deseos libremente
expresados de los pueblos interesados, y según se dispusiera en cada acuerdo
sobre administración fiduciaria, c) promover el respeto a los derechos huma-
nos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por mo-
tivos de raza, sexo idioma o religión, así como el reconocimiento de la inter-
dependencia de los pueblos del mundo; y d) asegurar tratamiento igual para
todos los Miembros de las Naciones Unidas y sus nacionales en materias de
carácter social, económico y comercial, así como tratamiento igual para di-
chos nacionales en la administración de la justicia, sin perjuicio de la realiza-
ción de los objetivos arriba expuestos y con sujeción a las disposiciones del
art. 80.
Art. 77. 1. El régimen de administración fiduciaria se aplicará a los
territorios de las siguientes categorías que se colocaren bajo dicho régimen
por medio de los correspondientes acuerdos: a) territorios actualmente bajo
mandato; b) territorios que, como resultado de la segunda guerra mundial,
fueren segregados de Estados enemigos, y c) territorios voluntariamente
colocados bajo este régimen por los Estados responsables de su administra-
ción. 2. Será objeto de acuerdo posterior el determinar cuáles territorios de
las categorías anteriormente mencionadas serán colocados bajo el régimen
de administración fiduciaria y en qué condiciones.
Art. 78. El régimen de administración fiduciaria no se aplicará a territorios
que hayan adquirido la calidad de Miembros de las Naciones Unidas, cuyas
relaciones entre sí se basarán en el respeto al principio de la igualdad soberana.

247
Guillermo Abarca Ugarte

Art. 79. Los términos de la administración fiduciaria para cada territo-


rio que haya de colocarse bajo el régimen expresado, y cualquier modifica-
ción o reforma, deberán ser acordados por los Estados directamente intere-
sados, incluso la potencia mandatario en el caso de territorios bajo mandato
de un Miembro de las Naciones Unidas, y serán aprobados según se dispo-
ne en los art. 83 y 85.
Art. 80. 1. Salvo lo que se conviniera en los acuerdos especiales
sobre administración fiduciaria concertados de conformidad con los arts. 77,
79 y 81 y mediante los cuales se coloque cada territorio bajo el régimen de
administración fiduciaria, y hasta tanto se concierten tales acuerdos, ningu-
na disposición de este capítulo será interpretada en el sentido de que modi-
fica en manera alguna los derechos de cualesquiera Estados o pueblos, o los
términos de los instrumentos internacionales vigentes en que sean partes
Miembros de las Naciones Unidas. 2. El párrafo 1 de este artículo no será
interpretado en el sentido de que da motivo para demorar o diferir la negocia-
ción y celebración de acuerdos para aplicar el régimen de administración
fiduciaria a territorios bajo mandato y otros territorios, conforme al art. 77.
Art. 81. El acuerdo sobre administración fiduciaria contendrá en cada
caso las condiciones en que se administrará el territorio fideicometido, y
designará la autoridad que ha de ejercer la administración. Dicha autoridad,
que en lo sucesivo se denominará la «autoridad administradora», podrá ser
uno o más Estados o la misma Organización.
Art. 82. Podrán designarse en cualquier acuerdo sobre administra-
ción fiduciaria, una o varias zonas estratégicas que comprendan parte o la
totalidad del territorio fideicometido a que se refiera el acuerdo, sin perjuicio
de los acuerdos especiales celebrados con arreglo al art. 43.
Art. 83. 1. Todas las funciones de las Naciones Unidas relativas a
zonas estratégicas, incluso la de aprobar los términos de los acuerdos sobre
administración fiduciaria y de las modificaciones o reformas de los mismos,
serán ejercidas por el Consejo de Seguridad. 2. Los objetivos básicos enun-
ciados en el art. 76 serán aplicables a la población de cada zona estratégica.
3. Salvo las disposiciones de los acuerdos sobre administración fiduciaria y
sin perjuicio de las exigencias de la seguridad, el Consejo de Seguridad
aprovechará la ayuda del Consejo de Administración Fiduciaria para desem-
peñar, en las zonas estratégicas, aquellas funciones de la Organización rela-
tivas a materias políticas, económicas, sociales y educativas que correspon-
dan al régimen de administración fiduciaria.
Art. 84. La autoridad administradora tendrá el deber de velar por que
el territorio fideicometido contribuya al mantenimiento de la paz y la seguri-

248
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

dad internacionales. Con tal fin, la autoridad administradora podrá hacer uso
de las fuerzas voluntarias, de las facilidades y de la ayuda del citado territo-
rio, a efecto de cumplir con las obligaciones por ella contraídas a este respec-
to ante el Consejo de Seguridad, como también para la defensa local y el
mantenimiento de la ley y del orden dentro del territorio fideicometido.
Art. 85. 1. Las funciones de la Organización en lo que respecta a los
acuerdos sobre administración fiduciaria relativos a todas las zonas no de-
signadas como estratégicas, incluso la de aprobar los términos de los acuer-
dos y las modificaciones o reformas de los mismos, serán ejercidas por la
Asamblea General. 2. El Consejo de Administración Fiduciaria, bajo la auto-
ridad de la Asamblea General, ayudará a ésta en el desempeño de las funcio-
nes aquí enumeradas.

Cap. XIII. El Consejo de Administración Fiduciaria

Composición

Art. 86. 1. El Consejo de Administración Fiduciaria estará integrado


por los siguientes Miembros de las Naciones Unidas: a) los Miembros que
administren territorios fideicometidos; b) los Miembros mencionados por su
nombre en el art. 23 que no estén administrando territorios fideicometidos; y
c) tantos otros Miembros elegidos por períodos de tres años por la Asam-
blea General cuantos sean necesarios para asegurar que el número total de
miembros del Consejo de Administración Fiduciaria se divida por igual entre
los Miembros de las Naciones Unidas administradores de tales territorios y
los no administradores. 2. Cada miembro del Consejo de Administración
Fiduciaria designará a una persona especialmente calificada para que lo re-
presente en el Consejo.

Funciones y Poderes

Art. 87. En el desempeño de sus funciones, la Asamblea General y,


bajo su autoridad, el Consejo de Administración Fiduciaria, podrán: a) con-
siderar informes que les haya rendido la autoridad administradora; b) acep-
tar peticiones y examinarlas en consulta con la autoridad administradora; c)
disponer visitas periódicas a los territorios fideicometidos en fechas conve-
nidas con la autoridad administradora; y d) tomar éstas y otras medidas de
conformidad con los términos de los acuerdos sobre administración fiducia-
ria.
Art. 88. El Consejo de Administración Fiduciaria formulará un cues-
tionario sobre el adelanto político, económico, social y educativo de los
habitantes de cada territorio fideicometido, y la autoridad administradora de

249
Guillermo Abarca Ugarte

cada territorio fideicometido dentro de la competencia de la Asamblea Gene-


ral, rendirá a ésta un informe anual sobre la base de dicho cuestionario.

Votación

Art. 89. 1. Cada miembro del Consejo de Administración Fiduciaria


tendrá un voto. 2. Las decisiones del Consejo de Administración Fiduciaria
serán tomadas por el voto de la mayoría de los miembros presentes y votan-
tes.
Procedimiento
Art. 90. 1. El Consejo de Administración Fiduciaria dictará su propio
reglamento, el cual establecerá el método de elegir su Presidente. 2. El Con-
sejo de Administración Fiduciaria se reunirá cuando sea necesario, según su
reglamento. Este contendrá disposiciones sobre convocación del Consejo a
solicitud de la mayoría de sus miembros.
Art. 91. El Consejo de Administración Fiduciaria, cuando lo estime
conveniente, se valdrá de la ayuda del Consejo Económico y Social y de la
de los organismos especializados respecto a los asuntos de la respectiva
competencia de los mismos.

Cap. XIV. La Corte Internacional de Justicia

Art. 92. La Corte Internacional de Justicia será el órgano judicial prin-


cipal de las Naciones Unidas; funcionará de conformidad con el Estatuto
anexo, que está basado en el de la Corte Permanente de Justicia Internacio-
nal, y que forma parte integrante de esta Carta.
Art. 93. 1. Todos los Miembros de las Naciones Unidas son ipso facto
partes en el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia. 2. Un Estado que
no sea Miembro de las Naciones Unidas podrá llegar a ser parte en el Estatu-
to de la Corte Internacional de Justicia, de acuerdo con las condiciones que
determine en cada caso la Asamblea General a recomendación del Consejo
de Seguridad.
Art. 94. 1. Cada Miembro de las Naciones Unidas se compromete a
cumplir la decisión de la Corte Internacional de Justicia en todo litigio en que
sea parte. 2. Si una de las partes en un litigio dejare de cumplir las obligacio-
nes que le imponga un fallo de la Corte, la otra parte podrá recurrir al Consejo
de Seguridad, el cual podrá, si lo cree necesario, hacer recomendaciones o
dictar medidas con el objeto de que se lleve a efecto la ejecución del fallo.
Art. 95. Ninguna de las disposiciones de esta Carta impedirá a los
250
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Miembros de las Naciones Unidas encomendar la solución de sus diferen-


cias a otros tribunales en virtud de acuerdos ya existentes o que puedan
concertarse en el futuro.
Art. 96. 1. La Asamblea General o el Consejo de Seguridad podrán
solicitar de la Corte Internacional de Justicia que emita una opinión consul-
tiva sobre cualquier cuestión jurídica. 2. Los otros órganos de las Naciones
Unidas y los organismos especializados que en cualquier momento sean
autorizados para ello por la Asamblea General, podrán igualmente solicitar
de la Corte opiniones consultivas sobre cuestiones jurídicas que surjan
dentro de la esfera de sus actividades.

Cap. XV. La Secretaría

Art. 97. La Secretaría se compondrá de un Secretario General y del


personal que requiera la Organización. El Secretario General será elegido por
la Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad. El Secreta-
rio General será el más alto funcionario administrativo de la Organización.
Art. 98. El Secretario General actuará como tal en todas las sesiones
de la Asamblea General, del Consejo de Seguridad, del Consejo Económico y
Social y del Consejo de Administración Fiduciaria, y desempeñará las demás
funciones que le encomienden dichos órganos. El Secretario General rendirá
a la Asamblea General un informe anual sobre las actividades de la Organiza-
ción.
Art. 99. El Secretario General podrá llamar la atención del Consejo de
Seguridad hacia cualquier asunto que en su opinión pueda poner en peligro
el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.
Art. 100. 1. En el cumplimiento de sus deberes, el Secretario General y
el personal de la Secretaría no solicitarán ni recibirán instrucciones de nin-
gún gobierno ni de ninguna autoridad ajena a la Organización, y se absten-
drán de actuar en forma alguna que sea incompatible con su condición de
funcionarios internacionales responsables únicamente ante la Organización.
2. Cada uno de los Miembros de las Naciones Unidas se compromete a
respetar el carácter exclusivamente internacional de las funciones del Secre-
tario General y del personal de la Secretaría, y a no tratar de influir sobre ellos
en el desempeño de sus funciones.
Art. 101. 1. El personal de la Secretaría será nombrado por el Secreta-
rio General de acuerdo con las reglas establecidas por la Asamblea General.
2. Se asignará permanentemente personal adecuado al Consejo Económico y
Social, al Consejo de Administración Fiduciaria y, según se requiera, a otros
251
Guillermo Abarca Ugarte

órganos de las Naciones Unidas. Este personal formará parte de la Secreta-


ría. 3. La consideración primordial que se tendrá en cuenta al nombrar el
personal de la Secretaría y al determinar las condiciones del servicio, es la
necesidad de asegurar el más alto grado de eficiencia, competencia e integri-
dad. Se dará debida consideración también a la importancia de contratar el
personal en forma de que haya la más amplia representación geográfica
posible.

Cap. XVI. Disposiciones varias

Art. 102. 1. Todo tratado y todo acuerdo internacional concertado por


cualesquiera Miembros de las Naciones Unidas después de entrar en vigor
esta Carta, serán registrados en la Secretaría y publicados por ésta a la mayor
brevedad posible. 2. Ninguna de las partes en un tratado o acuerdo interna-
cional que no haya sido registrado conforme a las disposiciones del párrafo
1 de este artículo, podrá invocar dicho tratado o acuerdo ante órgano alguno
de las Naciones Unidas.
Art. 103. En caso de conflicto entre las obligaciones contraídas por
los Miembros de las Naciones Unidas, en virtud de la presente Carta y sus
obligaciones contraídas en virtud de cualquier otro convenio internacional,
prevalecerán las obligaciones impuestas por la presente Carta:
Art. 104. La Organización gozará, en el territorio de cada uno de sus
Miembros, de la capacidad jurídica que sea necesaria para el ejercicio de sus
funciones y la realización de sus propósitos.
Art. 105. 1. La Organización gozará, en el territorio de cada uno de sus
Miembros, de los privilegios e inmunidades necesarios para la realización de
sus propósitos. 2. Los representantes de los Miembros de la Organización y
los funcionarios de ésta, gozarán asimismo de los privilegios e inmunidades
necesarios para desempeñar con independencia sus funciones en relación
con la Organización. 3. La Asamblea General podrá hacer recomendaciones
con el objeto de determinar los pormenores de la aplicación de los párrafos 1
y 2 de este artículo, o proponer convenciones a los Miembros de las Nacio-
nes Unidas con el mismo objeto.

Cap. XVII. Acuerdos transitorios sobre seguridad

Art. 106. Mientras entran en vigor los convenios especiales previs-


tos en el art. 43, que a juicio del Consejo de Seguridad lo capaciten para
ejercer las atribuciones a que se refiere el art. 42, las partes en la Declaración
de las Cuatro Potencias firmada en Moscú el 30 de octubre de 1943, y Fran-
cia, deberán, conforme a las disposiciones del párrafo 5 de esa Declaración,

252
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

celebrar consultas entre sí, y cuando a ello hubiere lugar, con otros miem-
bros de la Organización, a fin de acordar en nombre de ésta la acción conjun-
ta que fuere necesaria para mantener la paz y la seguridad internacionales.
Art. 107. Ninguna de las disposiciones de esta Carta invalidará o
impedirá cualquier acción ejercida o autorizada como resultado de la Segun-
da Guerra Mundial con respecto a un Estado enemigo de cualquiera de los
signatarios de esta Carta durante la citada guerra, por los gobiernos respon-
sables de dicha acción.

Cap. XVIII. Reformas

Art. 108. Las reformas a la presente Carta entrarán en vigor para todos
los Miembros de las Naciones Unidas cuando hayan sido adoptadas por el
voto de las dos terceras partes de los miembros de la Asamblea General y
ratificadas, de conformidad con sus respectivos procedimientos constitu-
cionales, por las dos terceras partes de los Miembros de las Naciones Uni-
das, incluyendo a todos los miembros permanentes del Consejo de Seguri-
dad.
Art. 109. 1. Se podrá celebrar una Conferencia General de los Miem-
bros de las Naciones Unidas con el propósito de revisar esta Carta, en la
fecha y lugar que se determinen por el voto de las dos terceras partes de los
miembros de la Asamblea General y por el voto de cualesquiera nueve miem-
bros del Consejo de Seguridad. Cada Miembro de las Naciones Unidas ten-
drá un voto en la Conferencia. 2. Toda modificación de esta Carta recomen-
dada por el voto de las dos terceras partes de la Conferencia entrará en vigor
al ser ratificada de acuerdo con sus respectivos procedimientos constitucio-
nales, por las dos terceras partes de los Miembros de las Naciones Unidas,
incluyendo a todos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. 3.
Si no se hubiere celebrado tal Conferencia antes de la décima reunión anual
de la Asamblea General después de entrar en vigor esta Carta, la proposición
de convocar tal Conferencia será puesta en la agenda de dicha reunión de la
Asamblea General, y la Conferencia será celebrada si así lo decidieren la
mayoría de los miembros de la Asamblea General y siete miembros cuales-
quiera del Consejo de Seguridad.

Cap. XIX. Ratificación y firma

Art. 110. 1. La presente Carta será ratificada por los Estados signata-
rios de acuerdo con sus respectivos procedimientos constitucionales. 2. Las
ratificaciones serán entregadas para su depósito al Gobierno de los Estados
Unidos de América, el cual notificará cada depósito a todos los Estados

253
Guillermo Abarca Ugarte

signatarios así como al Secretario General de la Organización cuando haya


sido designado. 3. La presente Carta entrará en vigor tan pronto como hayan
sido depositadas las ratificaciones de la República de China, Francia, la
Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, el Reino Unido de la Gran
Bretaña e Irlanda del Norte y los Estados Unidos de América, y por la mayo-
ría de los demás Estados signatarios. Acto seguido se dejará constancia de
las ratificaciones depositadas en un protocolo que extenderá el Gobierno de
los Estados Unidos de América, y del cual transmitirá copias a todos los
Estados signatarios. 4. Los Estados signatarios de esta Carta que la ratifi-
quen después que haya entrado en vigor adquirirán la calidad de miembros
originarios de las Naciones Unidas en la fecha del depósito de sus respecti-
vas ratificaciones.
Art. 111. La presente Carta, cuyos textos en chino, francés, ruso,
inglés y español son igualmente auténticos, será depositada en los archivos
del Gobierno de los Estados Unidos de América. Dicho Gobierno enviará
copias debidamente certificadas de la misma a los Gobiernos de los demás
Estados signatarios.
En fe de lo cual los Representantes de los Gobiernos de las Naciones
Unidas han suscrito esta Carta.
Firmada en la ciudad de San Francisco, a los veintiséis días del mes de
junio de mil novecientos cuarenta y cinco.

2.- TEXTO DE LA LEY N° 19.067 de 1991, que establece «Normas


Permanentes sobre Entrada de Tropas Extranjeras en el Territorio
de la República y Salida de Tropas Nacionales del mismo».

Teniendo presente que el H. Congreso Nacional ha dado su aproba-


ción al siguiente
Proyecto de ley
«Artículo 1. La entrada de tropas extranjeras en el territorio de la
República deberá ser autorizada por decreto supremo, previo informe o a
propuesta de la Institución de la Defensa Nacional que corresponda, firma-
do por el Presidente de la República y expedido por intermedio del Ministe-
rio de Defensa Nacional y suscrito, también por el Ministro de Relaciones
Exteriores. Para dictar el aludido decreto supremo, deberá contarse con el
acuerdo previo del Senado.
El decreto supremo que autorice el ingreso de tropas deberá fijar el
objeto, plazo y modalidades del mismo.

254
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Artículo 2. Si la entrada obedece a la celebración de efemérides na-


cionales, viajes de instrucción o logística, actos de cortesía internacional o
cumplimiento de acuerdos de intercambio militar, la autorización será dada
mediante resolución del Ministro de Defensa Nacional, previo informe o a
propuesta de la Institución de la Defensa Nacional que corresponda.
Artículo 3. No se regirán por las normas de esta ley, sino por las
disposiciones legales y reglamentarias internas y por las normas y tratados
internacionales ratificados por Chile que se encuentren vigentes, el ingreso
de buques de guerra extranjeros en aguas sujetas a la jurisdicción nacional y
de aeronaves militares extranjeras en el espacio aéreo sobre las aguas juris-
diccionales y el territorio de Chile.
Artículo 4. La salida de tropas nacionales, fuera del territorio de la
República, deberá ser autorizada por decreto supremo firmado por el Presi-
dente de la República, previo acuerdo del Senado e informe o a propuesta de
la Institución de la Defensa Nacional que corresponda, expedido por inter-
medio del Ministerio de Defensa Nacional y con la firma del Ministro de
Relaciones Exteriores.
En el decreto aludido en el inciso anterior se fijará el objeto, plazo y
modalidades de la salida de tropas.
Artículo 5. Si la salida a que se refiere el artículo precedente tiene por
finalidad participar en celebración de efemérides, viajes de instrucción o
logística, misiones de ayuda humanitaria, actos de cortesía internacional o
cumplimiento de acuerdos de intercambio militar, se aplicarán las normas
relativas a las comisiones en el extranjero establecidas en el Estatuto del
personal correspondiente, sirviendo de suficiente autorización los decretos
que las dispongan.
Artículo 6. Las autorizaciones que se otorguen en virtud de esta ley,
deberán ser comunicadas, para su conocimiento, antes de la entrada o salida
de las tropas correspondiente, al Senado y a la Cámara de Diputados, salvo
los casos previstos en los artículos 2º y 5°.
Artículo 7. El informe a que se refieren los artículos 1°, 2° y 4º, deberá
ser evacuado dentro del plazo de diez días contado desde la recepción del
requerimiento a la respectiva Institución, transcurrido el cual sin que se
emita, se podrá prescindir del mismo».
Y por cuanto he tenido a bien aprobarlo y sancionarlo; por tanto,
promúlguese y llévese a efecto como Ley de la República.
Santiago, junio 26 de 1991.- PATRICIO AYLWIN AZOCAR, Presiden-
te de la República.- Patricio Rojas Saavedra, Ministro de Defensa Nacional.

255
Guillermo Abarca Ugarte

3.- TEXTO DE LOS DECRETOS SUPREMOS QUE FIJAN LA


POLÍTICA NACIONAL PARA LA PARTICIPACIÓN DEL
ESTADO DE CHILE EN OPERACIONES DE MANTENIMIEN-
TO DE LA PAZ

3.1. Decreto Supremo N° 94 de 1996, del Ministerio de Defensa Nacio-


nal, Subsecretaría de Guerra.

FIJA POLÍTICA NACIONAL PARA LA PARTICIPACIÓN DEL ESTADO


CHILE EN OPERACIONES DE MANTENIMIENTO DE LA PAZ

Considerando:
1. Que Chile es parte de la comunidad internacional de naciones y
que, en su carácter de Estado libre y soberano, aspira a participar activamen-
te en las instituciones y foros que promueven la Paz y el desarrollo de los
pueblos;
2. Que Chile integra desde su origen la Organización de las Naciones
Unidas, habiendo suscrito la Carta de las Naciones Unidas y otros tratados
y acuerdos en el marco de dicha organización;
3. Que la Carta de las Naciones Unidas establece en sus Capítulos VI
y VII un sistema de seguridad internacional, definiendo las opciones dispo-
nibles a los distintos países de la comunidad internacional para participar en
Operaciones de Paz, así como las reglas que las gobiernan;
4. Que la Constitución Política de la República de Chile establece que
es deber del Estado chileno resguardar la seguridad nacional;
5. Que, en un sentido integral y moderno, la seguridad de Chile
depende de un diverso conjunto de factores;
6. Que uno de dichos factores es la estabilidad y la seguridad interna-
cional;
7. Que, al mismo tiempo, el Estado de Chile basa su política exterior en
los principios de respeto a los tratados, observancia del principio de no
intervención en asuntos de otros Estados soberanos y promoción de bue-
nas relaciones entre los pueblos y los gobiernos, rechazando toda forma de
expansionismo;
8. Que resulta indispensable que el Estado de Chile, dentro de los
marcos de la Constitución Política, las leyes y los tratados vigentes, dispon-
ga de reglas y criterios que definan claramente la forma en que se produce la

256
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

participación nacional en las indicadas operaciones;


9. Que solemnizar y dar publicidad a las reglas y criterios que infor-
man la Política Nacional para operaciones de Mantenimiento de la Paz son
exigencias que derivan, del derecho que asiste a la ciudadanía y, especial-
mente, a las personas e instituciones directamente concernidas en orden a
conocer la posición oficial del Estado chileno sobre esta importante materia;
y
10. Que, finalmente, corresponde al Presidente de la República con-
ducir las Relaciones Exteriores del país, extendiéndose su autoridad, ade-
más, a todo cuanto tenga por objeto la preservación del orden público en el
interior y la seguridad externa de la República, con pleno respeto a la Cons-
titución y las leyes.
Visto lo dispuesto en los artículos 24 y 32, número 8 de la Constitu-
ción Política de la República,
Resuelvo promulgar la siguiente «POLÍTICA NACIONAL PARA LA
PARTICIPACIÓN DEL ESTADO CHILENO EN OPERACIONES DE MAN-
TENIMIENTO LA DE PAZ»,
1.- El mantenimiento y la promoción de la paz mundial constituyen
objetivos permanentes de la política exterior chilena. Tales imperativos, re-
presentativos de la vocación pacífica del pueblo chileno y plenamente cohe-
rentes con el interés nacional, deben informar siempre, y en todo lugar, la
actuación de los agentes del Estado chileno.
2.- Fiel a los principios enunciados, el Estado de Chile reafirma solem-
nemente su compromiso de contribuir de manera activa al esfuerzo en pro de
la paz que desarrolla permanentemente la Organización de Naciones Unidas.
3.- En concordancia con los principios descritos, el Estado chileno
manifiesta su disposición a participar, por decisión soberana y de acuerdo a
los criterios enunciados en este Instructivo, en Operaciones de Manteni-
miento de la Paz impulsadas por las Naciones Unidas.
Para los efectos de este Instructivo Presidencial, entiéndase por Ope-
ración de Mantenimiento de la Paz todo despliegue internacional de medios
civiles o militares que, bajo el mando y control de las Naciones Unidas y con
el consentimiento de las partes en conflicto, tiene por objeto directo contri-
buir a la consolidación de un cese de hostilidades.
El Mantenimiento de la Paz puede comprender, entre otras funciones,
las siguientes tareas concretas:

257
Guillermo Abarca Ugarte

a) Verificación del cese del fuego.


b) Colaboración en la separación de fuerzas.
c) Supervigilancia de las líneas divisorias o de las zonas de ex-
clusión.
d) Escolta y/o conducción de ayuda humanitaria.
e) Supervisar la desmovilización de combatientes.
f) Certificar el registro, entrega y/o destrucción de armamento.
g) Colaborar con los programas de desminado.
h) Contribuir al éxito de los programas de retorno y reubicación
de refugiados de guerra.
i) Observar actos electorales.
Además, y excepcionalmente, el Mantenimiento de la Paz puede com-
prender las siguientes funciones especiales:
j) Cooperación en la mantención del orden público en el período
siguiente al cese de las hostilidades.
k) Colaborar en supervisión del respeto a los derechos huma-
nos. Esta misión puede comprender, además, la tarea de co-
operar en la Investigación de violaciones cometidas durante
las hostilidades.
Las funciones a que se refieren las letras j) y k) no autorizan el empleo
de fuerzas chilenas para la búsqueda y/o captura de delincuentes, beligeran-
tes o criminales de guerra.
4.- No quedan comprendidas en esta declaración de Política Nacional
las Operaciones de imposición de la Paz a que se refiere el Capítulo VII de la
Carta de las Naciones Unidas.
5.- La participación nacional en Operaciones de Mantenimiento de la
Paz constituye una decisión soberana del Estado chileno. Las determinacio-
nes respectivas se adoptan por el Presidente de la República conforme a lo
dispuesto en la Constitución Política de la República y las leyes pertinentes.
La participación de personal de las Fuerzas Armadas en las referidas Opera-
ciones, a su vez, se rige especialmente por lo prescrito en la ley 19.067.
6.- La determinación de concurrir a participar en operaciones de Man-
tenimiento de la Paz se adopta considerándose, entre otros, los siguientes
criterios político-estratégicos:
6.1. Las operaciones que involucren fuerzas chilenas deben satisfa-
cer el interés nacional.
Este interés se relaciona, entre otros aspectos, con los compromisos
que nuestro país ha adquirido con Naciones Unidas y la preocupación de

258
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Chile por los problemas de la Paz.


6.2. Estas operaciones deben obedecer a un claro mandato de Nacio-
nes Unidas y deben, además, ejecutarse bajo el mando y control de dicha
organización.
6.3. En todo caso, no se formarán ni se pondrán contingentes a
disposición de Naciones Unidas para que este organismo determine
autónomamente su despliegue.
6.4. El mandato de las Naciones Unidas debe definir claramente los
alcances de la operación y su duración.
6.5. Las partes involucradas en el conflicto deben haber solicitado la
intervención de Fuerzas de Paz.
6.6. Deberán ponderarse siempre los costos que las operaciones de
paz involucran respecto de los beneficios que el país obtiene, de manera que
exista una conveniente relación entre ambos aspectos.
6.7. Cada solicitud de Naciones Unidas se evaluará en forma separa-
da, a la luz de todos los criterios señalados en los párrafos precedentes y
siguientes.
7.- La determinación de concurrir a participar en Operaciones de Man-
tenimiento de la Paz se adopta considerándose, entre otros, los siguientes
criterios operativos:
7.1. Se deberá establecer con claridad el tipo de operación en que se
participará, el país y la zona de él en que se desarrollará, el tipo y cantidad de
medios comprometidos, las limitaciones relacionadas con la actuación de las
fuerzas chilenas y la duración considerada.
En concreto, toda participación nacional en Operaciones de Mante-
nimiento de la Paz supone definir oficial y formalmente el ámbito de actua-
ción de las fuerzas chilenas. Con tal objeto, y tratándose de fuerzas armadas,
la autorización correspondiente para la salida de las tropas deberá indicar,
con referencia a la enumeración de tareas contenida en el punto 3 de este
instructivo, el ámbito preciso de la autorización.
7.2. Las operaciones deben contribuir al perfeccionamiento de las
instituciones participantes. Esto debe manifestarse en la obtención de expe-
riencias, entrenamiento de personal, adquisición y reposición de material y
equipo.
7.3. Los medios participantes deben estructurarse utilizando como
referencia las tablas de Organización y Equipo que utilizan las Fuerzas de

259
Guillermo Abarca Ugarte

Naciones Unidas.
7.4. En estas operaciones sólo se comisionará personal profesional,
civil o militar, preferentemente voluntario, no pudiéndose completar los cua-
dros con personal que provenga de la conscripción obligatoria.
8.- La determinación de concurrir a participar en Operaciones de Man-
tenimiento de la Paz se adopta considerándose, entre otros, los siguientes
criterios gubernativos y administrativos:
8.1. La responsabilidad sobre la evaluación de cada petición, y la
proposición posterior a S.E., el Presidente de la República, será de los Minis-
terios de Relaciones Exteriores y Defensa Nacional, en conjunto.
8.2. La responsabilidad de la organización y el control de la fuerza
que participe en una Operación de Mantenimiento de la Paz será del Minis-
terio de Defensa Nacional, con el apoyo directo de la Institución que propor-
ciona las fuerzas y equipos.
8.3. Para proporcionar la asesoría especializada se constituirá, en
forma permanente, un Grupo de Análisis en el Ministerio de Defensa Nacio-
nal (Estado Mayor de la Defensa Nacional), el cual estudiará cada caso a la
luz de esta política y de las orientaciones que emitan los Ministerios de
Relaciones Exteriores y Defensa Nacional. Este Grupo estará autorizado para
tomar contacto con instituciones de la Defensa, gubernamentales y otras
que sean necesarias, a fin de contar con los antecedentes que permitan una
mejor resolución en esta materia, para la toma de decisiones.
8.4. El proyecto de ley de Presupuesto contendrá anualmente una
provisión, asignada al Ministerio de Relaciones Exteriores, para enfrentar
los costos de las operaciones en que participen fuerzas chilenas.
8.5. La decisión final sobre el envío de fuerzas chilenas a una Opera-
ción de Mantenimiento de la Paz la adoptará S.E., el Presidente de la Repúbli-
ca, tomando en consideración el informe conjunto que presenten los Minis-
tros de Defensa y de Relaciones Exteriores.
9.- Nada de lo señalado en este documento puede entenderse como
una renuncia o limitación del derecho que asiste al Estado chileno para
concurrir al cumplimiento de obligaciones que pudieren dimanar de otros
acuerdos internacionales de carácter bilateral o regional.
3.2. Decreto Supremo N° 68 de 1999, del Ministerio de Defensa Nacio-
nal, Subsecretaría de Guerra

NUEVA POLÍTICA NACIONAL PARA LA PARTICIPACIÓN


DEL ESTADO DE CHILE EN OPERACIONES DE PAZ

Considerando :
1. Que Chile es parte de la comunidad internacional de naciones y que,

260
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

en su carácter de Estado libre y soberano, aspira a participar activamente en


las instituciones y foros que promueven la paz y el desarrollo de los pueblos;
2. Que Chile integra desde su origen la Organización de las Naciones
Unidas, habiendo ratificado la Carta de dicha organización, así como otros
tratados y acuerdos en el marco de ese organismo internacional;
3. Que la Carta de las Naciones Unidas establece en sus Capítulos VI;
VII y VIII un sistema de seguridad internacional, que define las medidas
disponibles para participar en las operaciones de paz, así como las reglas
que las gobiernan;
4. Que la Constitución Política de la República de Chile establece que
es deber del Estado de Chile resguardar la seguridad nacional;
5. Que, en un sentido integral y moderno, la seguridad de Chile de-
pende de un diverso conjunto de factores, tanto internos como externos.
6. Que entre estos factores, cabe destacar la estabilidad y la seguri-
dad internacionales. Asimismo, que la globalización de las relaciones deriva
en que los conflictos repercuten internacionalmente en forma más amplia e
intensa, por lo tanto, adquieren una mayor supremacía los pactos de seguri-
dad y estabilidad internacional.
7. Que, al mismo tiempo, el Estado de Chile basa su política exterior en
los principios de respeto a los tratados, observancia del principio de no
intervención en asuntos de otros Estados soberanos y promoción de bue-
nas relaciones entre los pueblos y los gobiernos, rechazando toda forma de
expansionismo;
8. Que resulta indispensable que el Estado de Chile, dentro de los
marcos de la Constitución Política, las leyes y los tratados vigentes, dispon-
ga de reglas y criterios que definan claramente la forma en que se produce la
participación nacional en las indicadas operaciones, incluidas las operacio-
nes de imposición de la paz.
9. Que solemnizar y dar publicidad a las reglas y criterios que infor-
man la Política Nacional para operaciones de paz, son exigencias que derivan
del derecho que asiste a la ciudadanía y, especialmente, a las personas e
instituciones directamente concernidas en orden a conocer la posición ofi-
cial del Estado de Chile sobre esta importante materia; y
10. Que, finalmente, corresponde al Presidente de la República con-
ducir las Relaciones Exteriores del país, extendiéndose su autoridad, ade-
más, a todo cuanto tenga por objeto la preservación del orden público en el

261
Guillermo Abarca Ugarte

interior y la seguridad externa de la República.


Visto lo dispuesto en los artículos 24 y 32, número 8 de la Constitu-
ción Política de la República,
Resuelvo promulgar la siguiente «POLÍTICA NACIONAL PARA LA
PARTICIPACIÓN DEL ESTADO DE CHILE EN OPERACIONES DE PAZ»,
1.- El mantenimiento y la promoción de la paz mundial constituyen
objetivos permanentes de la política exterior chilena. Tales imperativos, re-
presentativos de la vocación pacífica del pueblo chileno y plenamente cohe-
rentes con el interés nacional, deben informar siempre de la actuación de los
agentes del Estado de Chile.
2.- Fiel a los principios enunciados, el Estado de Chile reafirma solem-
nemente su compromiso de contribuir de manera activa al esfuerzo en pro de
la paz y la seguridad internacionales que desarrolla permanentemente la
Organización de Naciones Unidas.
3.- En concordancia con los principios descritos, el Estado de Chile
manifiesta su disposición a participar, por decisión soberana y de acuerdo a
los criterios enunciados en este Instructivo, en operaciones de paz impulsa-
das por las Naciones Unidas.
Para los efectos de este instructivo Presidencial, entiéndase por ope-
ración de paz todo despliegue internacional de medios civiles o militares y de
orden y seguridad pública que, bajo el mando y control de las Naciones
Unidas o de un Estado o mando expresamente designado y autorizado por
ésta, tiene por objeto directo contribuir a la consolidación de un cese de
hostilidades.
Las operaciones de paz pueden comprender, entre otras funciones,
las siguientes tareas concretas:
a) Verificación del cese del fuego.
b) Colaboración en la separación de fuerzas.
c) Supervigilancia de las líneas divisorias o de las zonas de
exclusión.
d) Escolta, conducción y distribución de ayuda humanitaria.
e) Supervisar la desmovilización de combatientes.
f) Certificar el registro, entrega y/o destrucción de armamento.
g) Colaborar con los programas de desminado.

262
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

h) Contribuir al éxito de los programas de retorno y reubicación


de refugiados de guerra.
i) Contribuir a la reconstrucción de zonas afectadas por
conflictos o desastres naturales.
j) Colaborar y asistir a los procesos electorales que se lleven a
efecto bajo la supervisión de la Organización de Naciones
Unidas.
Además, y excepcionalmente, las operaciones de paz pueden com-
prender las siguientes funciones especiales:
k) Cooperación en la mantención del orden público en el período
siguiente al cese de las hostilidades.
l) Colaborar en supervisión del respeto a los derechos huma-
nos. Esta misión puede comprender, además, la tarea de co-
operar en la investigación de violaciones cometidas durante
las hostilidades.
Las funciones a que se refieren las letras k) y l) no autorizan el empleo
de fuerzas chilenas para la búsqueda y/o captura de delincuentes, beligeran-
tes o criminales de guerra.
4.- Quedan comprendidas en esta declaración de Política Nacional las
operaciones de imposición a la Paz, tales como la interrupción total o parcial
de las relaciones económicas y de las comunicaciones ferroviarias, maríti-
mas, aéreas, postales, telegráficas, radioeléctricas, ruptura de relaciones di-
plomáticas, demostraciones, bloqueos y otras operaciones ejecutadas por
Fuerzas Aéreas, Navales o Terrestres a que se refiere la Carta de las Naciones
Unidas.
5.- La participación nacional en operaciones de paz constituye una
decisión soberana del Estado de Chile. Las determinaciones respectivas se
adoptan por el Presidente de la República conforme a lo dispuesto en la
Constitución Política de la República y las Leyes pertinentes. La participa-
ción de personal de las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad Pública en
las referidas Operaciones, a su vez, se rige especialmente por lo prescrito en
la Ley N° 19.067.
6.- La determinación de concurrir a participar en operaciones de paz,
se adopta considerándose, entre otros, los siguientes criterios político-es-
tratégicos:
6.1. Las operaciones que involucren fuerzas chilenas deben satisfa-
cer el interés nacional. Este interés se relaciona, entre otros aspectos, con

263
Guillermo Abarca Ugarte

los compromisos que nuestro país ha adquirido con Naciones Unidas; con
la preocupación de Chile por los problemas de la paz y sobre todo, con las
situaciones de conflicto en zonas geográficas cuya estabilidad afectan a los
intereses nacionales.
6.2. Estas operaciones deben obedecer a un mandato del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas.
6.3. En todo caso, no se formarán ni se pondrán contingentes a
disposición de Naciones Unidas o de un Estado en particular, para que éste
determine autónomamente su despliegue.
6.4. El mandato de las Naciones Unidas debe definir claramente los
alcances de las operaciones y su duración.
6.5. Las partes involucradas en el conflicto, deben haber solicitado la
intervención de Fuerzas de Paz, salvo el caso de operaciones de imposición
de la paz, en donde no se requiere dicha solicitud.
6.6. Deberán ponderarse siempre los costos que las operaciones de
paz involucran respecto de los beneficios que el país obtiene, de manera que
exista una conveniente relación entre ambos aspectos.
6.7. Cada solicitud de Naciones Unidas se evaluará en forma separa-
da, a la luz de todos los criterios señalados en los párrafos precedentes y
siguientes.
7.- La determinación de concurrir a participar en operaciones de paz
se adopta considerándose, entre otros, los siguientes criterios operativos:
7.1. Se deberá establecer con claridad el tipo de operación en que se
participará, el país y la zona de él en que se desarrollará, el tipo y cantidad de
medios a comprometer, las limitaciones relacionadas con la actuación de
personal chileno y la duración considerada.
En concreto, toda participación nacional en operaciones de paz su-
pone definir oficial y formalmente el ámbito de actuación de las fuerzas chi-
lenas. Con tal objeto, y tratándose de fuerzas armadas y/o de orden y segu-
ridad pública, la autorización correspondiente para la salida de las tropas
debería indicar, con referencia a la enumeración de tareas contenida en el
punto 3 de este instructivo, el ámbito preciso de la autorización.
7.2. Las operaciones deben contribuir al perfeccionamiento de las
instituciones participantes. Esto debe manifestarse en la obtención de expe-
riencias, entrenamiento de personal, adquisición y reposición de material y
equipo.

264
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

7.3. Los medios participantes deben estructurarse utilizando como


referencia, el listado de contribuciones de medios incorporados al sistema
de fuerzas de reserva de Naciones Unidas y mantenerse, permanentemente,
operativos.
Para lograr lo anterior, el Estado de Chile deberá contar con estableci-
mientos dedicados a la instrucción y preparación de personal destinado a
participar en Operaciones de Paz.
7.4. En estas operaciones sólo se comisionará personal profesional,
civil o militar, preferentemente voluntario, no pudiéndose completar los cua-
dros con personal de la conscripción obligatoria.
8.- La determinación de concurrir a participar en operaciones de paz
se adopta considerándose, entre otros, los siguientes criterios gubernativos
y administrativos:
8.1. La responsabilidad sobre la evaluación de cada petición, y la
proposición posterior a S.E. el Presidente de la República, será de los Minis-
terios de Relaciones Exteriores y Defensa Nacional, en conjunto.
8.2. La responsabilidad de la coordinación de todos los aspectos
referidos a una operación de paz, será del Ministerio de Defensa; la organi-
zación de la fuerza que participe, de la institución que proporciona los me-
dios; y el control, de Naciones Unidas.
8.3. Para proporcionar la asesoría especializada se constituirá, en for-
ma permanente, un Grupo de Análisis en el Ministerio de Defensa Nacional
(Estado Mayor de la Defensa Nacional), el cual estudiará cada caso a la luz
de esta política y de las orientaciones que emitan los Ministerios de Relacio-
nes Exteriores y Defensa Nacional. Este grupo estará autorizado para tomar
contacto con instituciones de la Defensa, gubernamentales y otras que sean
necesarias, a fin de contar con los antecedentes que permitan una mejor
resolución en esta materia.
8.4. Sobre la base de los requerimientos que formule el Ministerio de
Relaciones Exteriores, la Ley de Presupuesto contendrá anualmente una
provisión para enfrentar los costos que demanden la preparación y la parti-
cipación de fuerzas o personal chilenos en operaciones de paz, cuya distri-
bución será efectuada por el Ministerio de Defensa.
8.5. La decisión final sobre el envío de fuerzas chilenas a una opera-
ción de paz la adoptará S.E., el Presidente de la República, tomando en con-
sideración el informe conjunto que presenten los Ministros de Defensa y de
Relaciones Exteriores.

265
Guillermo Abarca Ugarte

9.- Será responsabilidad del Ministerio de Defensa desarrollar las


capacidades para la preparación y entrenamiento de las fuerzas que se em-
plearán en operaciones de paz, en materias inherentes a éstas.
10.- Nada de lo señalado en este documento puede entenderse como
una renuncia o limitación del derecho que asiste al Estado de Chile para
concurrir al cumplimiento de obligaciones que pudieren dimanar de otros
acuerdos internacionales de carácter bilateral o regional.

4.- ESTATUTOS DE LOS TRIBUNALES INTERNACIONALES PARA


LA EX - YUGOSLAVIA Y RUANDA

4.1. Estatuto Tribunal Internacional para la ex Yugoslavia

(Resolución 827, 25 de mayo de 1993)


Creado por el Consejo de Seguridad, que actúa en virtud del Capítulo
VII de la Carta de las Naciones Unidas, el Tribunal Internacional para juzgar
a los presuntos responsables de graves violaciones del derecho internacio-
nal humanitario cometidas en el territorio de la ex-Yugoslavia a partir de 1991
(de aquí en más, «el Tribunal Internacional») funcionará según las disposi-
ciones del presente Estatuto.
Artículo 1
Competencias del Tribunal Internacional.
El Tribunal Internacional está habilitado para juzgar a los presuntos respon-
sables de violaciones del derecho internacional humanitario cometidas a
partir de 1991 en el territorio de la ex-Yugoslavia según las disposiciones del
presente Estatuto.
Artículo 2
Infracciones graves a la Convención de Ginebra de 1949.
El Tribunal Internacional está habilitado para perseguir a las personas que
cometan o den la orden de cometer infracciones graves a la Convención de
Ginebra del 12 de agosto de 1949, a saber, los siguientes actos dirigidos
contra personas o bienes protegidos por los términos de las disposiciones
de dicha Convención:
a) El homicidio intencionado;
b) La tortura o los tratamientos inhumanos, incluidos los experimentos
biológicos;
c) Causar grandes sufrimientos intencionadamente, o atentar gravemente
contra la integridad física o la salud;
d) La destrucción y la apropiación de bienes no justificada por necesi-
266
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

dades militares, ejecutadas de forma ilícita e innecesaria a gran escala.


e) Obligar a un prisionero o a un civil a servir en las fuerzas armadas
enemigas;
f) Privar a un prisionero de guerra o a un civil de su derecho a ser
juzgado de forma legítima e imparcial;
g) La expulsión o el traslado ilegal de un civil o su detención ilegal;
h) La toma de civiles como rehenes.
Artículo 3
Violaciones de las leyes o prácticas de guerra.
El Tribunal Internacional tiene competencia para perseguir a las personas
que cometan violaciones de las leyes o prácticas de guerra. Tales violacio-
nes comprenden, sin que esto impida reconocerse otras, las siguientes:
a) El empleo de armas tóxicas o de otras armas concebidas para causar
sufrimientos inútiles;
b) La destrucción sin motivo de ciudades y pueblos, o la devastación
no justificada por exigencias militares;
c) El ataque o los bombardeos, por cualquier medio, de ciudades, pue-
blos, viviendas o edificios no defendidos;
d) La toma, destrucción o daño deliberado de edificios consagrados a la
religión, a la beneficencia y a la enseñanza, a las artes y a las ciencias,
a los monumentos históricos, a las obras de arte y a las obras de
carácter científico;
e) El pillaje de bienes públicos o privados.
Artículo 4
Genocidio.
1. El Tribunal Internacional tiene competencia para perseguir a las per-
sonas que hayan cometido genocidio, tal cual está definido en el
párrafo 2 del presente artículo, o cualquiera de los actos enumerados
en el párrafo 3 del presente artículo.
2. Se entiende como genocidio cualquiera de los siguientes actos come-
tidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo
nacional, étnico, racial o religioso en cuanto a tal:
a) Asesinato de miembros del grupo;
b) Graves atentados contra la integridad física o psíquica de los
miembros del grupo;
c) Sometimiento intencionado del grupo a condiciones de exis-
tencia que conlleven su destrucción física total o parcial;
d) Medidas para dificultar los nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslados forzosos de niños del grupo a otro grupo.

267
Guillermo Abarca Ugarte

3. Los siguientes actos serán castigados:


a) El genocidio;
b) La colaboración para la comisión de genocidio;
c) La incitación directa y pública a cometer genocidio;
d) La tentativa de genocidio;
e) La complicidad en el genocidio.
Artículo 5
Crímenes contra la humanidad.
El Tribunal Internacional está habilitado para juzgar a los presuntos respon-
sables de los siguientes crímenes cuando éstos han sido cometidos en el
curso de un conflicto armado, de carácter internacional o interno, y dirigidos
contra cualquier población civil:
a) Asesinato;
b) Exterminación;
c) Reducción a la servidumbre;
d) Expulsión;
e) Encarcelamiento;
f) Tortura;
g) Violaciones;
h) Persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos;
i) Otros actos inhumanos.
Artículo 6
Competencia ratione personae.
El Tribunal Internacional tiene competencia con respecto a las personas
físicas de acuerdo con las disposiciones del presente Estatuto.
Artículo 7
Responsabilidad penal individual.
1. Quienquiera haya planificado, incitado a cometer, ordenado, cometi-
do, o ayudado y alentado de cualquier forma a planificar, preparar o
ejecutar uno de los crímenes contemplados en los artículos 2 a 5 del
presente Estatuto, es individualmente responsable de dicho crimen.
2. La categoría oficial de un acusado, ya sea como Jefe de Estado o de
Gobierno, o como alto funcionario, no le exonera de su responsabili-
dad penal y no es motivo de disminución de la pena.
3. El hecho de que cualquiera de los actos contemplados en los artícu-
los 2 a 5 del presente Estatuto haya sido cometido por un subordina-

268
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

do, no libera su superior de su responsabilidad penal si sabía o tenía


razones para saber que el subordinado se aprestaba a cometer ese
acto o ya lo hizo, y que el superior no tomó las medidas necesarias y
razonables para impedir que dicho acto no fuera cometido, o para
castigar a los autores.
4. El hecho de que un acusado haya actuado en ejecución de una orden
de un gobierno o de un superior no le exonera de su responsabilidad
penal, pero puede ser considerado como un motivo de disminución
de la pena si el Tribunal Internacional lo estima conforme a la justicia.
Artículo 8
Competencia ratione loci y competencia ratione temporis.
La competencia ratione loci del Tribunal Internacional se extiende al territo-
rio de la antigua República Federativa Socialista de Yugoslavia, incluyendo
su espacio terrestre, su espacio aéreo y sus aguas territoriales. La competen-
cia ratione temporis del Tribunal Internacional se extiende al período que
comienza el 1º de enero de 1991.
Artículo 9
Competencias concurrentes.
1. El Tribunal Internacional y las jurisdicciones nacionales son simultá-
neamente competentes para juzgar a los presuntos responsables de
violaciones graves del derecho internacional humanitario cometidas
en el territorio de la ex-Yugoslavia a partir del 1º de enero de 1991.
2. El Tribunal Internacional tiene prioridad sobre las jurisdicciones na-
cionales. En cualquier estadio del procedimiento, puede solicitar ofi-
cialmente a las jurisdicciones nacionales que se desprendan de un
procedimiento en su favor de acuerdo con el presente Estatuto y con
su reglamento.
Artículo 10
Non bis in idem.
1. Nadie puede ser convocado ante una jurisdicción nacional por he-
chos constituyentes de graves violaciones del derecho internacional
humanitario en el sentido entendido en el presente Estatuto si ya ha
sido juzgado por esos mismos hechos por el Tribunal Internacional.
2. Quienquiera haya sido convocado ante una jurisdicción nacional por
hechos constitutivos de graves violaciones del derecho internacio-
nal humanitario no puede ser subsecuentemente llevado ante el Tri-

269
Guillermo Abarca Ugarte

bunal Internacional, excepto si:


a) El hecho por el cual ha sido juzgado estaba calificado como
crimen de derecho común o
b) La jurisdicción nacional no ha resuelto de forma imparcial o
independiente; la finalidad de los procedimientos llevados a
cabo ante ella era sustraer al acusado de su responsabilidad
penal internacional; o las diligencias no fueron llevadas a cabo
correctamente,
3. Para decidir la pena a imponer a una persona condenada por un cri-
men contemplado en el presente Estatuto, el Tribunal Internacional
debe tener en cuenta la pena que dicha persona haya podido cumplir
ya por el mismo hecho, y que le haya sido impuesta por una jurisdic-
ción nacional.
Artículo 11
Organización del Tribunal Internacional.
El Tribunal Internacional está compuesto por los siguientes órganos:
a) Las Cámaras, esto es dos Cámaras de Primera Instancia y una Cámara
de Segunda Instancia;
b) El Procurador; y
c) Un Secretario común a las Cámaras y al Procurador.
Artículo 12
Composición de las Cámaras.
Las Cámaras están compuestas por 11 jueces independientes, de distintas
nacionalidades, y de los cuales:
a) Tres ocupan un puesto en cada una de las Cámaras de primera instan-
cia; y
b) Cinco ocupan un puesto en la Cámara de Apelaciones.
Artículo 13
Cualificación y elección de los jueces.
1. Los jueces deben ser personas de reconocida moralidad, imparciali-
dad e integridad, poseedores de las cualificaciones requeridas en sus
respectivos países para ser nombrados en las más altas funciones
judiciales. En la composición de las Cámaras es tenida debida cuenta
de la experiencia de los jueces en materia de derecho penal y de
derecho internacional, especialmente derecho internacional humani-

270
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

tario y derechos humanos.


2. Los jueces del Tribunal Internacional son elegidos por la Asamblea
General, sobre una lista presentada por el Consejo de Seguridad,
según el siguiente procedimiento:
a) El Secretario General invita a los Estados miembros de la Orga-
nización de las Naciones Unidas y a los Estados no-miembros
que tienen un puesto de observadores permanentes en la sede
de la Organización a presentar candidaturas;
b) Cada Estado puede presentar, en un plazo de 60 días a partir
de la fecha de la invitación del Secretario General, la candida-
tura de un máximo de dos personas que reunan las condicio-
nes indicadas en el párrafo 1 de este artículo y que no tengan
la misma nacionalidad;
c) El Secretario General transmite las candidaturas al Consejo de
Seguridad. El Consejo elabora, en base a estas candidaturas,
una lista de un mínimo de 22 candidatos y 33 candidatos como
máximo teniendo debida cuenta de la necesidad de asegurar
una representación adecuada de los principales sistemas jurí-
dicos del mundo;
d) El Presidente del Consejo de Seguridad transmite la lista de
candidatos al Presidente de la Asamblea General. La Asam-
blea elige, sobre esa lista, a los 11 jueces del Tribunal Interna-
cional. Resultan electos los candidatos que han obtenido la
mayoría absoluta de las voces de los Estados Miembros de la
Organización de las Naciones Unidas y de los Estados no-
miembros que tienen un puesto de observadores permanen-
tes en la sede de la Organización. Si dos candidatos de la
misma nacionalidad obtienen la mayoría requerida, resulta elec-
to aquel que recibe mayor número de votos.
3. Si se produce una vacante en una de las cámaras, el Secretario Gene-
ral, después de haber consultado con los Presidentes del Consejo de
Seguridad y de la Asamblea general, nombra una persona que reuna
las condiciones indicadas en el párrafo 1 de este artículo para ocupar-
lo hasta la expiración del mandato de su predecesor.
4. Los jueces son elegidos por un mandato de cuatro años. Sus condi-
ciones de empleo son las mismas que las de los jueces de la Corte
Internacional de Justicia. Pueden ser reelegidos.

271
Guillermo Abarca Ugarte

Artículo 14
Constitución de la Oficina y de las Cámaras.
1. Los jueces del Tribunal Internacional eligen un presidente.
2. El Presidente del Tribunal Internacional debe ser miembro de la Cáma-
ra de Apelaciones que él preside.
3. El Presidente nombra a los jueces del Tribunal Internacional, después
de haberles consultado, tanto de la Cámara de Apelaciones como de
una de las Cámaras de Primera Instancia. Los jueces sólo pertenecen
a la Cámara para la cual han sido nombrados.
4. Los jueces de cada Cámara de Primera Instancia eligen un Presidente
que será responsable de todos los procedimientos de dicha Cámara.
Artículo 15
Reglamento del Tribunal.
Los jueces del Tribunal Internacional adoptarán un régimen que regirá la
fase previa a la audiencia, la audiencia y los recursos, la recepción de prue-
bas, la protección de víctimas y de testigos, y otros asuntos relativos al
caso.
Artículo 16
El Procurador.
1. El Procurador es responsable de la instrucción de los expedientes y
del ejercicio de la persecución de los autores de graves violaciones
del derecho internacional humanitario cometidas en el territorio de la
ex-Yugoslavia a partir del 1º de enero de 1991.
2. El Procurador, que representa un órgano autónomo dentro del Tribu-
nal Internacional, actúa con total independencia. No solicita ni recibe
instrucciones de ningún gobierno ni de ninguna otra fuente.
3. La Oficina del Procurador está compuesta por el Procurador y por el
personal cualificado que pueda necesitar.
4. El Procurador es nombrado por el Consejo de Seguridad tras una
propuesta del Secretario General. Debe tener reconocida moralidad,
gran capacidad y sólida experiencia en la instrucción de asuntos cri-
minales y sus diligencias. Su mandato es de cuatro años, y es reelegi-
ble. Las condiciones de su empleo son las mismas que las de un
Secretario general adjunto de la Organización de las Naciones Uni-
das.
5. El personal de la Oficina del Procurador es nombrado por el Secretario
General por recomendación del Procurador.

272
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Artículo 17
La Secretaría.
1. El Secretario es el encargado de asegurar la administración y los servi-
cios del Tribunal Internacional
2. La Secretaría se compone de un Secretario y del personal necesario.
3. El Secretario es designado por el Secretario General, tras consultar
con el Presidente del Tribunal Internacional, por un mandato de cua-
tro años renovables. Las condiciones de empleo del Secretario son la
mismas que las de un Subsecretario General de la Organización de las
Naciones Unidas.
4. El personal de la Secretaría es nombrado por el Secretario General por
recomendación del Secretario.
Artículo 18
Informes y establecimiento del acta de acusación.
1. El Procurador abre un informe de oficio o en base a los testimonios e
informes obtenidos de todo tipo de fuente, especialmente los gobier-
nos, los órganos de la Organización de las Naciones Unidas, las orga-
nizaciones intergubernamentales y no-gubernamentales. Evalúa los
informes recibidos u obtenidos y se pronuncia sobre la oportunidad
o no de iniciar las diligencias.
2. El Procurador está habilitado para interrogar a los sospechosos, las
víctimas y los testigos, a reunir pruebas y a proceder a medidas de
instrucción sobre el terreno. En la ejecución de tales tareas el Procu-
rador puede, si es necesario, solicitar el concurso de las autoridades
del Estado concernido.
3. Todo sospechoso interrogado tiene derecho a ser consejero de su
elección, lo que incluye a un defensor de oficio, sin costes si no tiene
los medios para remunerarle por su labor, y de beneficiarse, si es
necesario, de servicios de traducción en una lengua que él hable y
comprenda, y a partir de dicha lengua.
4. Si decide que ha encontrado presunciones de delito que dan lugar a
la apertura de diligencias, el Procurador instruye un acta de acusa-
ción en la cual expone sucintamente los hechos y el crimen reprocha-
dos al acusado en virtud de este Estatuto. El acta de acusación es
transmitida a un juez de la Cámara de Primera Instancia.

273
Guillermo Abarca Ugarte

Artículo 19
Examen del Acta de acusación.
1. El juez de la Cámara de Primera Instancia receptor del Acta de acusa-
ción la examina. Si estima que el Procurador ha establecido que a la
vista de las presunciones hay motivos para iniciar las diligencias,
confirma dicha Acta. En caso contrario, la rechaza.
2. Si confirma el Acta de acusación, dicho juez, a solicitud del Procura-
dor, emite los autos y el mandato de arresto, de detención, para que le
lleven o le remitan a las personas, y todos los demás autos necesarios
para llevar a cabo el proceso.
Artículo 20
Apertura y conducción del proceso.
1. La Cámara de Primera Instancia debe ocuparse de que el proceso sea
imparcial y rápido, y que la instancia se desarrolle de acuerdo con las
reglas de procedimiento y de prueba, que los derechos del acusado
sean plenamente respetados, y que la protección de las víctimas y de
los testigos sea debidamente asegurada.
2. Toda persona contra la cual haya sido confirmada un Acta de acusa-
ción, y que sea arrestada como consecuencia de una ordenanza o un
mandato de arresto emitido por el Tribunal Internacional, debe ser
informada inmediatamente de los cargos de los que se le acusa y
llevada ante el Tribunal Internacional.
3. La Cámara de Primera Instancia da lectura del Acta de acusación, se
asegura de que los derechos del acusado son respetados, confirma
que el acusado ha comprendido el contenido del Acta de acusación y
le ordena que se declare culpable o no culpable. La Cámara de Primera
Instancia fija entonces la fecha del proceso.
4. Las audiencias son pública a menos que la Cámara de Primera Instan-
cia decida realizarlas a puerta cerrada de acuerdo con sus reglas de
procedimiento y de prueba.
Artículo 21
Derechos del acusado.
1. Todos son iguales ante el Tribunal Internacional.
2. Toda persona contra la cual se efectúen acusaciones tiene derecho a
que su causa sea atendida imparcial y públicamente, con reserva de
las disposiciones del artículo 22 del Estatuto.
3. Toda persona acusada es presumida inocente hasta que se establez-
ca su culpabilidad de acuerdo con las disposiciones del presente
Estatuto.
274
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

4. Toda persona contra la cual pese una acusación en virtud del presen-
te Estatuto tiene derecho, en uso del principio de plena igualdad, de
al menos las siguientes garantías:
a) De ser informada, en el más breve plazo posible, en una lengua
que comprenda y de forma detallada, de la naturaleza y de los
motivos de la acusación contra ella;
b) De disponer del tiempo y de las facilidades necesarios para la
preparación de su defensa y de comunicase con el consejero
de su elección;
c) De ser juzgado sin excesiva demora;
d) De estar presente en su propio proceso y de defenderse a sí
misma o de tener la asistencia de un defensor de su elección;
si no tiene defensor, de ser informada de su derecho de tener
uno, y, cada vez que el interés de la justicia lo exija, tener un
defensor de oficio, sin cargo alguno si no tiene medios para
pagarlo;
e) De interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y obte-
ner la comparecencia y el interrogatorio de los testigos de
descargo en las mismas condiciones que los testigos de car-
go;
f) De hacerse asistir gratuitamente por un intérprete si no com-
prende o no habla la lengua empleada en la audiencia;
g) De no ser forzada a testimoniar en contra de sí misma o de
declararse culpable.
Artículo 22
Protección de las víctimas y de los testigos.
El Tribunal Internacional prevé en sus reglas de procedimiento y de prueba
medidas de protección para las víctimas y los testigos. Las medidas de pro-
tección comprenden, como mínimo, las audiencias a puerta cerrada y la pro-
tección de la identidad de las víctimas.
Artículo 23
Sentencia.
1. La Cámara de Primera Instancia pronuncia sentencias e impone penas
y sanciones contra los culpables de graves violaciones del derecho
internacional humanitario.

275
Guillermo Abarca Ugarte

2. La sentencia es comunicada en audiencia pública por la mayoría de


los jueces de la Cámara de Primera Instancia. Es establecida por escri-
to y con motivos, y pueden ser adjuntadas las opiniones individuales
o disidentes.
Artículo 24
Penas.
1. La Cámara de Primera Instancia sólo impone penas de prisión. Para
fijar las condiciones del encarcelamiento, la Cámara de Primera Ins-
tancia recurre a las normas de penas de prisión aplicada por los tribu-
nales de la ex-Yugoslavia.
2. Al imponer cualquier pena, la Cámara de Primera Instancia tiene en
cuenta factores como la gravedad de la infracción y la situación per-
sonal del condenado.
3. Además del encarcelamiento del condenado, la Cámara de Primera
Instancia puede ordenar la restitución a sus propietarios de todos los
bienes y recursos que les hayan sido arrebatados por medios ilícitos,
incluyendo la coerción.
Artículo 25
Apelaciones.
1. La Cámara de Apelaciones conocerá los recursos presentados por las
personas condenadas por las Cámaras de Primera Instancia, o por el
Procurador, por los siguientes motivos:
a) Error en un punto de derecho que invalide la decisión; o
b) Error de hecho que conlleve una negación de justicia.
2. La Cámara de Apelaciones puede confirmar, anular o modificar las
decisiones de la Cámaras de Primera Instancia.
Artículo 26
Revisión.
Si se descubre un nuevo hecho desconocido en el momento del proceso en
primera instancia o en apelación, y que podría haber sido un elemento deci-
sivo en la decisión, el condenado o el Procurador pueden presentar al Tribu-
nal una demanda de revisión de la sentencia.
Artículo 27
Ejecución de las penas.
La pena de encarcelamiento será llevada a cabo en un Estado designado por
el Tribunal sobre la lista de Estados que hayan hecho saber al Consejo de
276
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Seguridad que están dispuestos a recibir a los condenados. La reclusión


estará sometida a las reglas nacionales del Estado concernido, bajo control
del Tribunal Internacional.
Artículo 28
Indulto y conmutación de pena.
Si el condenado puede beneficiarse de un indulto o de una conmutación de
pena en virtud de las leyes del Estado en la cual está preso, ese Estado avisa
al Tribunal. El Presidente del Tribunal, de acuerdo con los jueces, decide
según los intereses de la justicia y los principios generales del derecho.
Artículo 29
Cooperación y ayuda judicial mutua.
1. Los Estados deben colaborar con el Tribunal en la búsqueda y en los
juicios de aquellas personas acusadas de haber cometido graves vio-
laciones del derecho internacional humanitario.
2. Los Estados deben responder sin demora a toda demanda de asisten-
cia o a toda orden que emane de una Cámara de Primera Instancia, y
que concierna, sin limitarse a ello:
a) La identificación y la búsqueda de personas;
b) La reunión de testimonios y la obtención de pruebas;
c) La expedición de documentos;
d) El arresto o la detención de personas;
e) El traslado o la convocatoria del acusado ente el Tribunal.
Artículo 30
Estatuto, privilegios e inmunidades del Tribunal Internacional.
1. La Convención sobre los Privilegios y las Inmunidades de las Nacio-
nes Unidas de fecha de 13 de febrero de 1946 es aplicada al Tribunal
Internacional, a los jueces, al Procurador y a su personal, así como al
Secretario y a su personal.
2. Los jueces, el Procurador y el Secretario gozan de los privilegios e
inmunidades, de las exenciones y facilidades acordadas para los agen-
tes diplomáticos de acuerdo con el derecho internacional.
3. El personal del Procurador y del Secretario goza de privilegios e inmu-
nidades acordados para los funcionarios de las Naciones Unidas en
virtud de los artículos V y VII de la Convención recogidos en el

277
Guillermo Abarca Ugarte

párrafo 1 del presente artículo.


4. Las demás personas, incluidos los acusados, cuya presencia sea re-
querida en la sede del Tribunal Internacional, se beneficiarán del tra-
tamiento necesario para asegurar el buen funcionamiento del Tribu-
nal Internacional.
Artículo 31
Sede del Tribunal Internacional.
La sede del Tribunal Internacional está en La Haya.
Artículo 32
Gastos del Tribunal Internacional.
Los gastos del Tribunal Internacional son repercutidos sobre el presupues-
to ordinario de la Organización de las Naciones Unidas de acuerdo con el
Artículo 17 de la Carta de las Naciones Unidas.
Artículo 33
Lenguas de trabajo.
Las lenguas de trabajo del Tribunal Internacional son el inglés y el francés.
Artículo 34
Informe anual.
El Presidente del Tribunal Internacional debe presentar cada año un informe
del Tribunal Internacional al Consejo de Seguridad y a la Asamblea General.

4.2. Estatuto Tribunal Internacional para Ruanda

Creado por el Consejo de Seguridad en virtud del Capítulo VII de la


Carta de las Naciones Unidas, el Tribunal Criminal Internacional encargado
de juzgar a los presuntos responsables de actos de genocidio o de otras
graves violaciones del derecho internacional humanitario cometidas en el
territorio de Ruanda, así como a los ciudadanos ruandeses presuntamente
responsables por tales actos o violaciones cometidas en el territorio de Esta-
dos vecinos entre el 1º de enero y el 31 de diciembre de 1994 (de aquí en más,
«el Tribunal Internacional para Ruanda»), ejercerá sus funciones según las
disposiciones del presente Estatuto.
Artículo 1
Competencias del Tribunal Internacional para Ruanda.
El Tribunal Internacional para Ruanda está habilitado para juzgar a los pre-
suntos responsables de violaciones del derecho internacional humanitario
278
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

cometidas en el territorio de Ruanda, así como a los ciudadanos ruandeses


presuntamente responsables por tales actos o violaciones cometidas en el
territorio de Estados vecinos entre el 1º de enero y el 31 de diciembre de 1994
según las disposiciones del presente Estatuto.
Artículo 2
Genocidio.
1. El Tribunal Internacional para Ruanda tiene competencia para perse-
guir a las personas que hayan cometido un genocidio según queda
definido dicho crimen en el párrafo 2 del presente artículo, o cualquie-
ra de los actos enumerados en el párrafo 3 del presente artículo.
2. Se entiende como genocidio cualquiera de los siguientes actos come-
tidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo
nacional, étnico, racial o religioso en cuanto a tal:
a) Asesinato de miembros del grupo;
b) Graves atentados contra la integridad física o mental de los
miembros del grupo;
c) Sometimiento intencionado del grupo a condiciones de exis-
tencia que conlleven su destrucción física total o parcial;
d) Medidas para dificultar los nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslados forzosos de niños del grupo a otro grupo.
3. Serán castigados los siguientes actos:
f) El genocidio;
g) La colaboración para la comisión de genocidio;
h) La incitación directa y pública a cometer genocidio;
i) La tentativa de genocidio;
j) La complicidad en el genocidio.
Artículo 3
Crímenes contra la humanidad.
El Tribunal Internacional para Ruanda está habilitado para juzgar a los pre-
suntos responsables de los siguientes crímenes cuando éstos han sido co-
metidos en el curso de un ataque generalizado y sistemático, y dirigidos
contra cualquier población civil en razón de su nacionalidad o pertenencia a
un grupo político, étnico, racial o religioso:
a) Asesinato;
279
Guillermo Abarca Ugarte

b) Exterminación;
c) Reducción a la servidumbre;
d) Expulsión;
e) Encarcelamiento;
f) Tortura;
g) Violaciones;
h) Persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos;
i) Otros actos inhumanos.
Artículo 4
Violaciones del artículo 3 común a las Convenciones de Ginebra y al Proto-
colo adicional II.
El Tribunal Internacional está habilitado para perseguir a las personas que
cometan o den la orden de cometer infracciones graves del Artículo 3 común
a las Convenciones de Ginebra del 12 de agosto de 1949 para la protección
de las víctimas en tiempos de guerra, y al protocolo adicional II a dichas
Convenciones del 8 de junio de 1977. Tales violaciones comprenden sin ser
taxativa:
a) Los atentados contra la vida, la salud y el bienestar físico o mental de
las personas, en particular el asesinato, así como los tratamientos
crueles como la tortura, las mutilaciones o toda forma de castigos
corporales;
b) Los castigos colectivos;
c) La toma de rehenes;
d) Los actos de terrorismo;
e) Los atentados contra la dignidad personal, especialmente los trata-
mientos humillantes y degradantes, las violaciones, el forzar a la pros-
titución y todo atentado contra el pudor;
f) El pillaje;
g) Las condenas excesivas y las ejecuciones efectuadas sin un juicio
previo realizado por un tribunal constituido regularmente y provisto
de las garantías judiciales reconocidas como indispensables por los
pueblos civilizados.
h) Las amenazas de cometer los actos precitados.
Artículo 5
Competencia ratione personae.
El Tribunal Internacional para Ruanda tiene competencia con respecto a las
personas físicas de acuerdo con las disposiciones del presente Estatuto.

280
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Artículo 6
Responsabilidad penal individual.
1. Quienquiera haya planificado, incitado a cometer, ordenado, cometi-
do, o ayudado y alentado de cualquier forma a planificar, preparar o
ejecutar uno de los crímenes contemplados en los artículos 2 a 4 del
presente Estatuto, es individualmente responsable de dicho crimen.
2. La categoría oficial de un acusado, ya sea como Jefe de Estado o de
Gobierno, no le exonera de su responsabilidad penal y no es motivo
de disminución de la pena.
3. El hecho de que cualquiera de los actos contemplados en los artícu-
los 2 a 4 del presente Estatuto haya sido cometido por un subordina-
do no libera su superior de su responsabilidad penal si sabía o tenía
razones para saber que el subordinado se aprestaba a cometer ese
acto o lo había cometido y el superior no tomó las medidas necesarias
y razonables para impedir que dicho acto no fuera cometido o para
castigar a los autores.
4. El hecho de que un acusado haya actuado en ejecución de una orden
de un gobierno o de un superior no le exonera de su responsabilidad
penal, pero puede ser considerado como un motivo de disminución
de la pena si el Tribunal Internacional para Ruanda lo estima confor-
me a la justicia.
Artículo 7
Competencia ratione loci y competencia ratione temporis.
La competencia ratione loci del Tribunal Internacional para Ruanda se ex-
tiende al territorio de Ruanda, incluyendo su espacio terrestre y su espacio
aéreo, y al territorio de Estados vecinos en el caso de graves violaciones del
derecho internacional humanitario cometidas por ciudadanos ruandeses. La
competencia ratione temporis del Tribunal Internacional se extiende al perío-
do que comienza el 1º de enero de 1994 y termina el 31 de diciembre de 1994.
Artículo 8
Competencias concurrentes.
1. El Tribunal Internacional para Ruanda y las jurisdicciones nacionales
son competentes simultáneamente para juzgar a los presuntos res-
ponsables de violaciones graves del derecho internacional humani-
tario cometidas en el territorio de Ruanda, así como a los ciudadanos
ruandeses presuntamente responsables de tales violaciones cometi-
das en el territorio de Estados vecinos entre el 1º de enero y el 21 de
enero de 1994.

281
Guillermo Abarca Ugarte

2. El Tribunal Internacional para Ruanda tiene prioridad sobre las juris-


dicciones nacionales de todos los Estados. En cualquier momento
del procedimiento puede solicitar oficialmente a las jurisdicciones
nacionales que se desprendan de un procedimiento en su favor de
acuerdo con el presente Estatuto y con su reglamento.
Artículo 9
Non bis in idem.
1. Nadie puede ser convocado ante una jurisdicción nacional por he-
chos constituyentes de graves violaciones del derecho internacional
humanitario en el sentido entendido en el presente Estatuto si ya ha
sido juzgado por esos mismos hechos por el Tribunal Internacional
para Ruanda.
2. Quienquiera haya sido convocado ante una jurisdicción nacional por
hechos constitutivos de graves violaciones del derecho internacio-
nal humanitario no puede ser subsecuentemente llevado ante el Tri-
bunal Internacional para Ruanda, excepto si:
a) El hecho por el cual ha sido juzgado estaba calificado como
crimen de derecho común; o
b) La jurisdicción nacional no ha resuelto de forma imparcial o
independiente, la finalidad de los procedimientos llevados a
cabo ante ella tenía como fin sustraer al acusado de su res-
ponsabilidad penal internacional, o las diligencias no fueron
llevadas a cabo correctamente,
3. Para decidir la pena a imponer a una persona condenada por un cri-
men contemplado en el presente Estatuto, el Tribunal Internacional
para Ruanda debe tener en cuenta la pena que dicha persona ya haya
podido cumplir por el mismo hecho, y que le haya sido impuesta por
una jurisdicción nacional.
Artículo 10
Organización del Tribunal Internacional para Ruanda.
El Tribunal Internacional para Ruanda está compuesto por los siguientes
órganos:
a) Las Cámaras, esto es dos Cámaras de Primera Instancia y una Cámara
de Apelaciones;
b) El Procurador; y
c) Un Secretario.

282
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Artículo 11
Composición de las Cámaras.
Las Cámaras están compuestas por 11 jueces independientes, de distintas
nacionalidades, y de los cuales:
a) Tres ocupan un puesto en cada una de las Cámaras de primera instan-
cia; y
b) Cinco ocupan un puesto en la Cámara de Apelaciones.
Artículo 12
Cualificación y elección de los jueces.
1. Los jueces deben ser personas de reconocida moralidad, imparciali-
dad e integridad, poseedores de las cualificaciones requeridas en sus
respectivos países para ser nombrados en las más altas funciones
judiciales. En la composición de las Cámaras es tenida debida cuenta
de la experiencia de los jueces en materia de derecho penal y de
derecho internacional, particularmente de derecho internacional hu-
manitario y de derechos humanos.
2. Los jueces que conforman la Cámara de Apelaciones del Tribunal
Internacional encargado de perseguir a los presuntos responsables
de graves violaciones del derecho internacional humanitario cometi-
dos en el territorio de la ex-Yugoslavia desde 1991 (en adelante «el
Tribunal Internacional para la ex-Yugoslavia») compondrán igualmente
la Cámara de Apelaciones del tribunal para Ruanda.
3. Los jueces de las Cámaras de Primera Instancia del Tribunal Interna-
cional para Ruanda son elegidos por la Asamblea General sobre una
lista presentada por el Consejo de Seguridad según el siguiente pro-
cedimiento:
a) El Secretario General invita a los Estados miembros de la Orga-
nización de las Naciones Unidas y a los Estados no-miembros
que tienen un puesto de observadores permanentes en la sede
de la Organización a presentar candidaturas;
b) En un plazo de 30 días a contar de la fecha de invitación del
Secretario General cada Estado puede presentar la candidatu-
ra de un máximo de dos personas que reunan las condiciones
indicadas en el párrafo 1 de esta Artículo que no tengan la
misma nacionalidad entre sí y que ninguno de ellos tenga la
misma nacionalidad que cualquiera de los jueces de la Cámara
de Apelaciones.
c) El Secretario General transmite las candidaturas al Consejo de

283
Guillermo Abarca Ugarte

Seguridad. En base a estas candidaturas, el Consejo elabora


una lista con un mínimo de 12 candidatos y un máximo de 18
teniendo debida cuenta de la necesidad de asegurar una re-
presentación adecuada de los principales sistemas jurídicos
del mundo;
d) El Presidente del Consejo de Seguridad transmite la lista de
candidatos al Presidente de la Asamblea General. La Asam-
blea elige sobre esa lista a los 6 jueces de la Cámara de Primera
Instancia. Resultan electos los candidatos que han obtenido
la mayoría absoluta de las voces de los Estados Miembros de
la Organización de las Naciones Unidas y de los Estados no-
miembros que tienen un puesto de observadores permanen-
tes en la sede de la Organización. Si dos candidatos de la
misma nacionalidad obtienen la mayoría requerida, resulta ele-
gido aquel que recibe mayor número de votos.
4. Si se produce una vacante en una de las cámaras de primera instancia,
el Secretario General, después de haber consultado con los Presiden-
tes del Consejo de Seguridad y de la Asamblea general, nombra una
persona que reuna las condiciones indicadas en el párrafo 1 de este
artículo para ocuparlo hasta la expiración del mandato de su predece-
sor.
5. Los jueces de primera instancia son elegidos por un mandato de
cuatro años. Sus condiciones de empleo son las mismas que las de
las de los jueces del Tribunal Internacional para la ex-Yugoslavia.
Pueden ser reelegidos.
Artículo 13
Constitución de la Oficina y de las Cámaras.
1. Los jueces del Tribunal Internacional eligen un presidente.
2. Después de haberles consultado, el Presidente nombra a los jueces
de una de las Cámaras de Primera Instancia del Tribunal Internacional
para Ruanda. Los jueces sólo pertenecen a la Cámara para la cual han
sido nombrados.
3. Los jueces de cada Cámara de Primera Instancia eligen un Presidente
que conduce todos los procedimientos de dicha Cámara.
Artículo 14
Reglamento del Tribunal.
Los jueces del Tribunal Internacional para Ruanda adoptarán, a los fines de
los procedimientos de dicho Tribunal, el reglamento del Tribunal Internacio-
nal para la ex-Yugoslavia que rige la acusación, los procesos en primera
284
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

instancia y los recursos, la recepción de las pruebas, la protección de vícti-


mas y de testigos, y otros asuntos relativos al caso, adoptando las modifica-
ciones que juzguen necesarias.
Artículo 15
El Procurador.
1. El Procurador es responsable de la instrucción de los expedientes y
del ejercicio de la acusación de los autores de graves violaciones del
derecho internacional humanitario cometidas en el territorio de
Ruanda, así como los ciudadanos ruandeses que hayan podido ser
responsables de tales violaciones en el territorio de Estados vecinos
entre el 1º de enero y el 31 de diciembre de 1994.
2. El Procurador, que constituye un órgano autónomo dentro del Tribu-
nal Internacional para Ruanda, actúa con total independencia. No
solicita ni recibe instrucciones de ningún gobierno ni de ninguna otra
fuente.
3. El Procurador del Tribunal Internacional para la ex-Yugoslavia ejerce
asimismo las funciones de Procurador del Tribunal Internacional para
Ruanda. Para secundarle en el tribunal Internacional para Ruanda
dispone de personal suplementario, entre los cuales hay un Procura-
dor adjunto suplementario. Este personal es nombrado por el Secre-
tario General por recomendación del Procurador.
Artículo 16
La Secretaría.
1. El Secretario es el encargado de asegurar la administración y los ser-
vicios del Tribunal Internacional para Ruanda.
2. La Secretaría se compone de un Secretario y de los demás funciona-
rios necesarios.
3. El Secretario es designado por el Secretario General, tras consultar
con el Presidente del Tribunal Internacional, por un mandato de cua-
tro años renovables. Las condiciones de empleo del Secretario son la
mismas que las de un Subsecretario General de la Organización de las
Naciones Unidas.
4. El personal de la Secretaría es nombrado por el Secretario General por
recomendación del Secretario.
Artículo 17
Informe y establecimiento del acta de acusación.
1. El Procurador abre un informe de oficio o en base a los testimonios
obtenidos de todo tipo de fuente, especialmente los gobiernos, los

285
Guillermo Abarca Ugarte

órganos de la Organización de las Naciones Unidas, las organizacio-


nes intergubernamentales y no-gubernamentales. Evalúa los infor-
mes recibidos u obtenidos y decide si ha lugar a la apertura de dili-
gencias.
2. El Procurador está habilitado para interrogar a los sospechosos, las
víctimas y los testigos, a reunir pruebas y a proceder a medidas de
instrucción sobre el terreno. En la ejecución de dichas tareas el Pro-
curador puede, si es necesario, solicitar el concurso de las autorida-
des del Estado concernido.
3. Todo sospechoso interrogado tiene derecho a ser asistido por un
consejero de su elección, lo que incluye a un defensor de oficio, sin
costes si no tiene los medios para remunerarle por su labor, y de
beneficiarse, si es necesario, de servicios de traducción en una len-
gua que él hable y comprenda, y a partir de dicha lengua.
4. Si decide que ha encontrado presunciones de delito que dan lugar a
la apertura de diligencias, el Procurador instruye un acta de acusa-
ción en la cual expone sucintamente los hechos y el crimen o los
crímenes reprochados al acusado en virtud del Estatuto. El acta de
acusación es transmitida a un juez de la Cámara de Primera Instancia.
Artículo 18
Examen del Acta de acusación.
1. El juez de la Cámara de Primera Instancia receptor del Acta de acusa-
ción la examina. Si estima que el Procurador ha establecido que a la
vista de las presunciones hay motivos para iniciar las diligencias,
confirma dicha Acta. En caso contrario, la rechaza.
2. Si confirma el Acta de acusación, dicho juez, a solicitud del Procura-
dor, emite los autos y el mandato de arresto, de detención, para que le
lleven o le remitan a las personas, y todos los demás autos necesarios
para llevar a cabo el proceso.
Artículo 19
Apertura y conducción del proceso.
1. La Cámara de Primera Instancia debe ocuparse de que el proceso sea
imparcial y rápido, y que la instancia se desarrolle de acuerdo con las
reglas de procedimiento y de prueba, que los derechos del acusado
sean plenamente respetados, y que la protección de las víctimas y de
los testigos sea debidamente asegurada.
2. Toda persona contra la cual haya sido confirmada un Acta de acusa-
ción, y que sea arrestada como consecuencia de una ordenanza o un
mandato de arresto emitido por el Tribunal Internacional para Ruanda,
debe ser informada inmediatamente de los cargos de los que se le
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Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

acusa y llevada ante el Tribunal Internacional para Ruanda.


3. La Cámara de Primera Instancia da lectura del Acta de acusación, se
asegura de que los derechos del acusado son respetados, confirma
que el acusado ha comprendido el contenido del Acta de acusación y
le invita a hacer valer sus medios de defensa. La Cámara de Primera
Instancia fija entonces la fecha del proceso.
4. Las audiencias son pública a menos que la Cámara de Primera Instan-
cia decida realizarlas a puerta cerrada de acuerdo con sus reglas de
procedimiento y de prueba.
Artículo 20
Derechos del acusado.
1. Todos son iguales ante el Tribunal Internacional para Ruanda.
2. Toda persona contra la cual se efectúen acusaciones tiene derecho a
que su causa sea atendida imparcial y públicamente, con reserva de
las disposiciones del artículo 22 del Estatuto.
3. Toda persona acusada es considerada inocente hasta que se esta-
blezca su culpabilidad de acuerdo con las disposiciones del presente
Estatuto.
4. Toda persona contra la cual pese una acusación en virtud del presen-
te Estatuto tiene derecho, en uso del principio de plena igualdad, de
al menos las siguientes garantías:
a) A ser informada, en el más breve plazo posible, en una lengua
que comprenda y de forma detallada, de la naturaleza y de los
motivos de la acusación contra ella;
b) A disponer del tiempo y de las facilidades necesarios para la
preparación de su defensa y de comunicase con el consejero
de su elección;
c) A ser juzgado sin excesiva demora;
d) A estar presente en su propio proceso y de defenderse a sí
misma o de tener la asistencia de un defensor de su elección;
si no tiene defensor, a ser informada de su derecho de tener
uno, y, cada vez que el interés de la justicia lo exija, a tener un
defensor de oficio, sin cargo alguno si no tiene medios para
pagarlo;
e) A interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y obtener
la comparecencia y el interrogatorio de los testigos de descargo
en las mismas condiciones que los testigos de cargo;

287
Guillermo Abarca Ugarte

f) A hacerse asistir gratuitamente por un intérprete si no com-


prende o no habla la lengua empleada en la audiencia;
g) A no ser obligada a testimoniar en contra de sí misma o decla-
rarse culpable.
Artículo 21
Protección de las víctimas y de los testigos.
El Tribunal Internacional para Ruanda prevé en su reglamento de procedi-
miento y de prueba medidas de protección para las víctimas y los testigos.
Las medidas de protección comprenden, como mínimo, las audiencias a puerta
cerrada y la protección de la identidad de las víctimas.
Artículo 22
Sentencia.
1. La Cámara de Primera Instancia pronuncia sentencias e impone penas
y sanciones contra los culpables de graves violaciones del derecho
internacional humanitario.
2. La sentencia es comunicada en audiencia pública por la mayoría de
los jueces de la Cámara de Primera Instancia. Es establecida por escri-
to y con motivos, y pueden ser adjuntadas las opiniones individuales
o disidentes.
Artículo 23
Penas.
1. La Cámara de Primera Instancia sólo impone penas de prisión. Para
fijar las condiciones del encarcelamiento, la Cámara de Primera Ins-
tancia recurre a las normas generales de penas de prisión aplicada por
los tribunales de Ruanda.
2. Al imponer cualquier pena, la Cámara de Primera Instancia tiene en
cuenta factores como la gravedad de la infracción y la situación per-
sonal del condenado.
3. Además del encarcelamiento del condenado, la Cámara de Primera
Instancia puede ordenar la restitución a sus propietarios legítimos de
todos los bienes y recursos que les hayan sido arrebatados por me-
dios ilícitos, incluyendo la coerción.

288
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Artículo 24
Apelaciones.
1. La Cámara de Apelaciones conocerá los recursos presentados por las
personas condenadas por las Cámaras de Primera Instancia, o por el
Procurador, por los siguientes motivos:
a) Error en un punto de derecho que invalide la decisión; o
b) Error de hecho que conlleve una negación de justicia.
2. La Cámara de Apelaciones puede confirmar, anular o modificar las
decisiones de la Cámaras de Primera Instancia.
Artículo 25
Revisión.
Si se descubre un nuevo hecho desconocido en el momento del proceso en
primera instancia o en apelación, y que podría haber sido un elemento deci-
sivo en la decisión, el condenado o el Procurador pueden presentar al Tribu-
nal una demanda de revisión de la sentencia.
Artículo 26
Ejecución de las penas.
La pena de encarcelamiento será llevada a cabo en Ruanda o en un Estado
designado por el Tribunal Internacional para Ruanda sobre la lista de Esta-
dos que hayan hecho saber al Consejo de Seguridad que están dispuestos a
recibir a los condenados. La reclusión estará sometida a las reglas naciona-
les del Estado concernido, bajo control del Tribunal Internacional.
Artículo 27
Indulto y conmutación de pena.
Si el condenado puede beneficiarse de un indulto o de una conmutación de
pena en virtud de las leyes del Estado en la cual está preso, ese Estado avisa
al Tribunal Internacional para Ruanda. Un indulto o una conmutación de
pena no es acordada más que si el Presidente del Tribunal Internacional para
Ruanda, de acuerdo con los jueces, lo decide así lo decide según los intere-
ses de la justicia y sobre la base de los principios generales del derecho.
Artículo 28
Cooperación y ayuda judicial mutua.
1. Los Estados deben colaborar con el Tribunal Internacional para
Ruanda en la búsqueda y en los juicios de aquellas personas acusa-

289
Guillermo Abarca Ugarte

das de haber cometido graves violaciones del derecho internacional


humanitario.
2. Los Estados deben responder sin demora a toda demanda de asisten-
cia o a toda orden que emane de una Cámara de Primera Instancia y
que concierna, sin limitarse a ello:
a) La identificación y la búsqueda de personas;
b) La reunión de testimonios y la obtención de pruebas;
c) La expedición de documentos;
d) El arresto o la detención de personas;
e) El traslado o la convocatoria del acusado ante el Tribunal
Internacional para Ruanda.
Artículo 29
Estatuto, privilegios e inmunidades del Tribunal Internacional para Ruanda.
1. La Convención sobre los Privilegios y las Inmunidades de las Nacio-
nes Unidas de fecha de 13 de febrero de 1946 es aplicada al Tribunal
Internacional para Ruanda, a los jueces, al Procurador y a su perso-
nal, así como al Secretario y a su personal.
2. Los jueces, el Procurador y el Secretario gozan de los privilegios e
inmunidades, de las exenciones y facilidades acordadas para los agen-
tes diplomáticos de acuerdo con el derecho internacional.
3. El personal del Procurador y del Secretario gozan de privilegios e
inmunidades acordados para los funcionarios de las Naciones Uni-
das en virtud de los artículos V y VII de la Convención recogidos en
el párrafo 1 del presente artículo.
4. Las demás personas, incluidos los acusados, cuya presencia sea re-
querida en la sede o en el lugar de reunión del Tribunal Internacional
para Ruanda, se beneficiarán del tratamiento necesario para asegurar
el buen funcionamiento del Tribunal.
Artículo 30
Gastos del Tribunal Internacional para Ruanda.
Los gastos del Tribunal Internacional para Ruanda son repercutidos sobre
el presupuesto ordinario de la Organización de las Naciones Unidas de acuer-
do con el Artículo 17 de la Carta de las Naciones Unidas.

290
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Artículo 31
Lenguas de trabajo.
Las lenguas de trabajo del Tribunal Internacional son el inglés y el francés.
Artículo 32
Informe anual.
El Presidente del Tribunal Internacional para Ruanda debe presentar cada
año un informe del Tribunal Internacional para Ruanda al Consejo de Segu-
ridad y a la Asamblea General.

III.- PARTICIPACIÓN DE NUESTRAS FUERZAS ARMADAS EN


OPERACIONES DE PAZ108
< EJÉRCITO DE CHILE
Los orígenes de la participación del Ejército chileno en lo que son las
Operaciones de Paz, se remontan a 1899 cuando en La Haya se desarrolló la
primera Conferencia Internacional sobre el Derecho de la Guerra. En la oca-
sión, la mayoría de los estados participantes, entre ellos Chile, adhirieron a
sus resultados que básicamente se referían al establecimiento de reglas de
enfrentamiento, repatriación de prisioneros de guerra y tratamiento de heri-
dos de combate. En una segunda Conferencia, realizada en 1907, se confir-
maron tales postulados.
Con posterioridad, al término de la Segunda Guerra Mundial nace la
Organización de Naciones Unidas, ONU, cuya carta, en su artículo 1º, esta-
bleció que su propósito era “Mantener la paz y la seguridad internacionales,
y con tal fin tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar las
amenazas”. He aquí el punto de partida de las actuales Operaciones de Paz.
En nuestro país, esto se tradujo en la presencia de observadores militares en
India y Pakistán, desplegados en la zona de Cachemira en la frontera norte de
esos países. Por más de medio siglo se han desempeñado en esa misión
(UNMOGIP) 157 oficiales de la Institución, que también realizaron tareas
como asesores del Estado mayor correspondiente. A su vez, en dos oportu-
nidades, oficiales generales de nuestro país asumieron el mando de esta
misión. Con anterioridad a la UNMOGIP, y con motivo de la Guerra del Chaco
entre Bolivia y Paraguay, se conformó una Comisión Militar Neutral que
contó con la asistencia del Ejército de Chile.

108 La información que se contiene en este anexo fue obtenida íntegramente de cada una de las páginas
web de las respectivas ramas de las Fuerzas Armadas.

291
Guillermo Abarca Ugarte

En América esta comisión es considerada un verdadero hito en lo que


a Operaciones de Paz se refiere. Para Chile no es un dato menor, ya que fue su
primera participación en este tipo de eventos. Tiempo después aparece la
primera operación de paz creada por el Consejo de Seguridad de la ONU, en
1948, luego de la guerra entre Egipto, Israel y Siria, debiéndose supervisar el
armisticio y el cese del fuego. Desde 1967 a la fecha, el Ejército envía anual-
mente dos oficiales de Estado Mayor a esa zona.
En el marco de la OEA, la Institución mandó en 1975 a dos Tenientes
Coroneles como observadores militares para el control del cese del fuego, en
el conflicto limítrofe entre Honduras y El Salvador. Siguiendo en
Centroamérica, la contribución del Ejército se constata a su vez en el desminado
humanitario de Nicaragua. Para ello, viajaron dos capitanes del arma de Inge-
nieros, quienes en abril de 1993, en conjunto con otros oficiales de ejércitos
americanos, instruyeron personal y dirigieron el retiro de 40.000 minas
antipersonales y antitanques, con lo que se eliminó gran parte del peligro
latente en torres de energía, poblados, puentes, antenas y campos de uso
agrícola. En las últimas décadas, como consecuencia del conflicto entre Perú
y Ecuador de principios de 1995, se estableció la creación del Grupo de
Observadores Militares, MOMEP, organismo que inició sus actividades el 5
de marzo de ese año hasta el 31 de julio de 1999. En total, el Ejército de Chile
dispuso la participación de 49 personas, incluidas entre ellas la primera mujer
(enfermera universitaria), quien se incorporó a esta exitosa misión de paz. A
ello hay que agregar otras misiones, desplegadas en diversos continentes,
como Inspector de armamento en Irak y Observadores militares en Kosovo.
El nuevo orden del sistema internacional ha modificado y ampliado
las tradicionales misiones de los ejércitos del mundo. De esta forma, el Ejér-
cito de Chile, cuya labor principal es la protección y defensa del territorio
chileno, ve incrementada su tarea a través de una actitud internacional más
activa en los ámbitos regionales y globales, mediante su participación y
cooperación en Operaciones de mantención o imposición de la paz.
Estas operaciones son propiciadas por la Organización de Naciones
Unidas, y se basan en el envío de fuerzas, sólo de países miembros de ésta,
a una zona en conflicto con el fin de que las partes en discordia recuerden
que la comunidad internacional está pendiente de dichos actos y su legali-
dad; la premisa básica es que una presencia imparcial de efectivos de fuerzas
de paz de la ONU, en la región donde se desarrolla el conflicto, hace que los
implicados procuren arreglar pacífica y negociadamente las controversias.
Las Operaciones de mantenimiento de la paz pueden comprender las
siguientes funciones:

292
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

- Verificar el cese del fuego.


- Colaborar en la separación de fuerzas.
- Escoltar y/o conducir ayuda humanitaria.
- Supervisar la desmovilización de combatientes.
- Certificar el registro, entrega y/o destrucción de armamento.
- Colaborar con los programas de desminado.
- Contribuir al éxito de los programas de retorno y reubicación
de refugiados de guerra.
- Contribuir a la reconstrucción de zonas afectadas por
conflictos o desastres naturales.
- Observar actos electorales.
En el contexto internacional, el Ejército de Chile es integrante activo
del Colegio y la Junta Interamericana de Defensa, relacionados directamente
con la Organización de Estados Americanos (OEA). Además el Ejército de
Chile es miembro fundador de la Conferencia de Ejércitos Americanos (CEA).
Una señal inequívoca de llevar a hechos prácticos esta nueva volun-
tad estratégica del Ejército de Chile, la dio su Alto Mando el 16 de febrero del
2000 con el despliegue de un Pelotón de Helicópteros en la Misión de Nacio-
nes Unidas para la Transición y Administración de la ya mencionada Timor
Oriental (UNTAET), misión que concluyó exitosamente a fines de julio del
2002.
< ARMADA DE CHILE
“MOMEP” (Misión de Observadores Militares Ecuador–Perú):
Operación de Mantención de Paz en el conflicto de la Cordillera del Cóndor,
en la cual personal de la Armada participó como parte de una fuerza com-
puesta por efectivos de las instituciones de la Defensa Nacional de los
países garantes del Protocolo de Río de Janeiro de 1942, esto es Argentina,
Brasil, Chile y EE.UU. Las fuerzas nacionales cumplieron labores de patrullaje
terrestre y aéreo para identificar cualquier acción de índole militar ajena a lo
pactado, verificar la cantidad y tipo de armamento y efectivos máximos per-
mitidos en los diferentes destacamentos fronterizos. La operación se desa-
rrolló entre los años 1995 y 1999, cumpliendo con éxito misiones para mante-
ner la paz, entre los países hermanos de Ecuador y Perú, en una zona de
difícil acceso en plena selva amazónica, denominada Cordillera del Cóndor.
“UNTAC” - Autoridad de Transición de Naciones Unidas en Camboya:
Operación de Imposición de Paz, enmarcada en el capítulo 7 de la Carta de las
293
Guillermo Abarca Ugarte

Naciones Unidas, en la cual, por primera vez, las FF.AA., y, en particular, la


Armada de Chile participó en 1992 y 1993 con un contingente de 53 hombres,
en dos períodos de 9 meses cada uno, integrando una fuerza multinacional
de 15.000 hombres, que actuaba por mandato de las Naciones Unidas, para
asegurar la realización de elecciones democráticas en Camboya. Este es un
país ubicado en el sudeste asiático, otrora la flor del Imperio Khmer y ex
protectorado francés, que ha sido sacudido por más de veinte años por
guerras y genocidios de los bandos en lucha. El contingente naval chileno
fue asignado a una zona especial de Pnom Penh, en una antigua base france-
sa a orillas del río Mekong, lugar que fue reacondicionado por ellos mismos
para cumplir con su misión, que era desmovilizar los bandos en lucha, reco-
giendo y custodiando las armas en su poder. Especial labor les correspondió
a nuestra gente en la custodia del armamento entregado por las fuerzas del
Khmer Rouge. Las operaciones comprendieron patrullajes fluviales, ocu-
pando profusamente los ríos tributarios del río Mekong.
Los riesgos que diariamente se debieron sortear para evitar el contra-
bando de armas, las zonas minadas no señaladas y grupos armados que no
se sometían a la entrega de las armas, pusieron más de una vez en peligro la
seguridad de las tropas nacionales. Esta misión, constituye una valiosa fuen-
te de lecciones aprendidas en este tipo de operaciones.
UNTSO – Organización de las Naciones Unidas para la supervisión
de la Paz en Palestina: Operación de Mantenimiento de Paz, consistente en
verificar la tregua en Palestina. La Armada de Chile ha participado con perso-
nal desde 1967 hasta 1992. A contar de diciembre del año 2001, se reasume
dicha labor cubriendo con un CC IM, como Observador Militar en la frontera
de Israel con el Líbano y Siria, en el marco del capítulo VI de la Carta de las
Naciones Unidas.
UNFICYP – Fuerza de Mantenimiento de la Paz de las Naciones
Unidas en Chipre: Operación de Mantenimiento de Paz enmarcada en el
Capítulo 6 de la Carta de las Naciones Unidas, para verificar la tregua en
Chipre. La Armada de Chile, desde abril del año 2001 participa con un T1º IM.
cubriendo un puesto en la Plana Mayor de la Fuerza de Tarea Argentina
(F.T.A.), desplegada en misión de las Naciones Unidas en Chipre y a contar
de abril del año 2003, se participa con un contingente de 16 Infantes de
Marina e igual número de personal del Ejército de Chile, los que forman parte
de la F.T.A. Nº 21, encargada de mantener el status-quo, entre las fuerzas de
Turquía y Grecia en Chipre, separados por una buffer zone.
< FUERZAAÉREADECHILE
Con horror, en 1991, la humanidad fue testigo del conflicto del Golfo

294
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

Pérsico. Finalizada la guerra, la Organización de Naciones Unidas asumió el


control de la zona desmilitarizada y decidió enviar un contingente para ga-
rantizar la paz en la región. Para materializar esta acción, solicitó a nuestro
país la participación de hombres y helicópteros de la Fuerza Aérea de Chile.
Tal desafío, conocido como «Tarea Paz Chile I», constituyó el primer
paso en misiones de paz. Las autoridades destacaron en forma altamente
elogiosa el trabajo realizado por la Fuerza Aérea de Chile, al comprobar que,
en aquella delicada operación, era posible evaluar el excelente entrenamien-
to de los integrantes de la Institución.
La enriquecedora experiencia sentó las bases para que las Naciones
Unidas formulara una nueva comisión, esta vez para relevar al destacamento
alemán que operaba en la ciudad de Bagdad. El despliegue sería hacia la
República de Irak con la participación de 41 personas y 5 helicópteros Bell
UH-1H.
La agrupación «Tarea Paz Chile II» tendría la misión de apoyar en la
ubicación y eliminación de la totalidad del armamento de destrucción masi-
va de tipo químico, bacteriológico y nuclear, como también la destrucción de
misiles de alcance superior a los 150 kms. y efectuar evacuaciones
aeromédicas.
«Tarea Paz Chile II» permitió a la Fuerza Aérea de Chile ingresar al
escenario mundial, además de ganar el respeto del concierto de naciones,
quienes ven a la Institución con todas sus capacidades consolidadas para
enfrentar grandes desafíos.

295
296
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

BIBLIOGRAFÍA

I.- TEXTOS Y PUBLICACIONES


< Bartolomé, Mariano César, «La Resolución de Conflictos Intraestatales
en la Post Guerra Fría», artículo publicado en la revista Política y
Estrategia de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégi-
cos (ANEPE), Santiago de Chile, N° 89, 2003.
< Boletines de la Auditoría General de la Armada de Chile, ejemplar N° 2,
del mes de Septiembre del 2001, que reproduce una traducción de un
instructivo emitido por el Departamento de Operaciones de Paz de las
Naciones Unidas (DPKO), titulado «PROCEDIMIENTO ADMINIS-
TRATIVO DISCIPLINARIO PARA PERSONAL MILITAR Y DE LA
POLICÍA CIVIL PARTICIPANTE EN OPERACIONES DE MANTE-
NIMIENTO DE LA PAZ DE NACIONES UNIDAS».
< Gamboa Serazzi, Fernando, “Derecho Internacional Público”, Univer-
sidad Editorial de Talca, 1998.
< Hawa Arellano, Samy, «Marco Jurídico de las Operaciones de Paz de
la ONU, Origen, Desarrollo y Validez Actual para Unidades de
Tarea IM», Tesis de Grado para optar al grado de Ingeniero en Siste-
mas Anfibios, Armada de Chile, 1999.
< Irigoin Barrenne, Jeannette, «El tribunal Penal Internacional para la
ex-Yugoslavia y el Tribunal Penal Internacional de Naciones Uni-
das», artículo publicado en la revista Política y Estrategia de la Aca-
demia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE), San-
tiago de Chile, N° 77, 1999.
< Jiménez de Arechaga, «El Derecho Internacional Contemporáneo»,
Editorial Tecnos, Madrid, 1979.
< Le Dantec Gallardo, Cristián, «Formas de Empleo de las Fuerzas Ar-
madas de Chile en las Crisis Internacionales, en Misiones de Paz
de Naciones Unidas y su Relación con el Principio de No Interven-
ción en los Asuntos Internos de los Estados», Investigación realiza-
da a través de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégi-
cos (ANEPE), Santiago de Chile, 2002.
< Le Dantec Gallardo, Francisco, «El Regionalismo Abierto», artículo
publicado en la revista Política y Estrategia de la Academia Nacional
de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE), Santiago de Chile, N°
86, 2002.
< “Libro de la Defensa Nacional de Chile», en sus dos versiones,
1997 y 2002, Edición del Ministerio de Defensa Nacional, Santiago
de Chile.

297
Guillermo Abarca Ugarte

< Martella, Daniel, «Operaciones de Paz: Grandes Cambios en Poco


Tiempo. ¿Estamos Preparados?», artículo publicado en Military
Review, Julio-Agosto 2001.
< Moller Undurraga, Francisca, “El Uso de la Fuerza en el Derecho In-
ternacional Actual”, trabajo publicado en los Cuadernos de Difu-
sión de la Academia de Guerra Naval, bajo el N° 6, del Año 2, Valparaíso,
2002.
< Peña Torres, Marisol, «Las Fuerzas Armadas en la Constitución Polí-
tica de 1980», artículo publicado en la revista Política y Estrategia de
la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE),
Santiago de Chile, N° 84, 2001.
< Peña Torres, Marisol, «Rol de la Organización de las Naciones Unidas
en la prevención de la guerra», artículo publicado en la revista Polí-
tica y Estrategia de la Academia Nacional de Estudios Políticos y
Estratégicos (ANEPE), Santiago de Chile, N° 92, 2003.
< Pimentel Valencia, Pedro y Romero Flores, Álvaro, “Análisis Crítico del
Derecho de la Guerra y su Difusión en el Ejército de Chile”, archi-
vos computacionales provenientes de la confección de su tesis, para
obtener la calidad de Oficial de Estado Mayor en el año 1997.
< Toro Dávila, J. Guillermo, «El Sistema Internacional de Naciones Uni-
das. El Consejo de Seguridad de la ONU y las Operaciones de Man-
tenimiento de la Paz. Participación de Chile en Misiones de Paz»,
Documento de Trabajo, Academia Nacional de Estudios Políticos y
Estratégicos, Santiago de Chile, 1997, Anexo 2.
II.- OTROS MEDIOS BIBLIOGRÁFICOS
G PÁGINAS DE INTERNET VISITADAS
a) De la Organización de las Naciones Unidas;
b)Del Comité Internacional de la Cruz Roja;
c) De la Radio Nederland Wereldomroep, www.rnw.nl, en su link referi-
do a los Balcanes y África;
d)De cada una de las ramas de las Fuerzas Armadas de Chile;
e) De nuestro Ministerio de Defensa Nacional;
f) De nuestra Cancillería;
g)Del Centro de Entrenamiento Conjunto para Operaciones de Paz
(CECOPAC);
h)De la Biblioteca del Congreso Nacional.

G ENTREVISTAS
a) Sra. Ministra de Defensa Nacional, Dra. Michelle Bachelet Jeria;
b) Sr. Jefe Departamento de Operaciones de Paz del Estado Mayor de la
Defensa Nacional, TCL. Pedro Pimentel Valencia;
298
Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas aplicable a las operaciones de paz en que Chile participa

c) Sr. Auditor del Estado Mayor de la Defensa Nacional, CF. Claudio


Escudero Pinto;
d) Sr. Subdirector de Política Especial de la Cancillería, en las áreas de
Mantención de la Paz y Desarme, Alfredo Labbé Villa;
e) Sr. Director del Centro Conjunto para Operaciones de Paz (CECOPAC),
CRL. Karl Marowsky Pylowsky.

G OTROS MEDIOS DE INFORMACIÓN


a) DIARIO LA TERCERA
b) RADIO COOPERATIVA

299
300
EL PRINCIPIO DE NO INTERVENCIÓN
EN EL ÁMBITO DE LA PAZ Y SEGURI-
DAD INTERNACIONALES

Agustín Toro Dávila


Juan Guillermo Toro Dávila
Martín Pérez Le-Fort

301
302
ÍNDICE Página

Glosario de Siglas.............................................................................................305

Introducción y fundamentación del trabajo...................................................307

Capítulo I: La intervención y las regulaciones vigentes...........................317


1. Conceptos básicos.
2. Actores o agentes de la intervención.
3. El objeto de la Intervención.
4. El propósito de la Intervención.
5. Justificación de la Intervención.
Consideraciones.

Capítulo II: La intervención frente al Derecho Internacional ...................335


Humanitario y a la Acción Humanitaria Internacional.
1. Antecedentes.
2. El Derecho Internacional Humanitario en la Post Guerra Fría.
3. La Intervención y el Derecho Internacional Humanitario.
4. La ONU, la Cruz Roja y la acción humanitaria.

Capítulo III: El principio de no intervención frente al articu- ...................351


lado de la Carta y los debates y resoluciones de la Asamblea
General.
Consideraciones iniciales.
1. Análisis del articulado de la Carta frente al principio de no
intervención.
2. La Asamblea General de la ONU y el Principio de no Inter-
vención.

Capítulo IV: Estudio de casos en los cuales se ha vulnerado el ...................363


principio de no intervención considerando o no la legitimidad
establecida en la Carta de las Naciones Unidas.
Concepto General.
Estudio de Casos.
1.- Hungría 1956
2.- Afganistán 1979
3.- Panamá 1989
4.- Somalia 1992 – 1993
5.- Haití 1993

303
6.- Operación Zorro del Desierto 1998
7.- Kosovo 1999.
8.- Timor Oriental 1999
9.- Bombardeo a Yugoslavia 1999.
10.- La Guerra de Afganistán. 2001.
11.- La Guerra de Irak 2003.
Conclusiones de los casos estudiados.

Capítulo V: Análisis de la participación de Chile en Misiones ...................411


de Paz de la ONU frente al principio de no intervención.
1. Participación de Chile en OPAZ.
2. Análisis de estas misiones frente al principio de no inter-
vención.

Capítulo VI: La Política Nacional actual para el empleo de ...................419


fuerzas chilenas en Misiones de Paz de la ONU frente al
principio de no intervención.
1. Introducción.
2. ¿Por qué Chile participa en las Operaciones de Paz?
3. La Política de Chile para la participación en las Operaciones
de Paz en relación con el principio de no intervención.

Conclusiones......................................................................................................429

Bibliografía.........................................................................................................435

304
Glosario de Siglas

ONU Organización de Naciones Unidas.


OTAN Organización del Tratado del Atlántico Norte.
OEA Organización de Estados Americanos.
OPAZ Operaciones de Mantenimiento de la paz.
CECOPAC Centro Conjunto para Operaciones de Paz de Chile.
MINREL Ministerio de Relaciones Exteriores.
MINDEF Ministerio de Defensa.
E.M.D.N. Estado Mayor de la Defensa Nacional.
GAPAZ Grupo de Análisis de Operaciones de Paz.
CICR Comité Internacional de la Cruz Roja.
ACNUR Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados.
ONG’s Organizaciones no Gubernamentales.
IASC Comité Permanente entre Agencias de la Oficina
de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la
ONU.
PNUD Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
OIT Organización Internacional del Trabajo.
FAO Organización Mundial de las Naciones Unidas
para la Agricultura y Alimentación.
WFP Programa Mundial de Naciones Unidas para la
Alimentación.
HABITAT/UNCHS Programa de Naciones Unidas para los
Asentamientos Humanos.
URSS Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
RASO República Saharaoui Democrática.
OUA Organización de la Unidad Africana.
MINURSO Misión de Observación de las Naciones Unidas
desplegada en el Sahara Occidental.
UNOSOM I (1992) Despliegue de Personal de Seguridad de las Na
ciones Unidas en Somalía.
UNITAF: Fuerza Internacional de Tarea Unificada en
Somalía.
ONUSOM II (1993) Despliegue de Personal de Seguridad de las Na-
ciones Unidas en Somalía.
UNSCOM: Misión de las Naciones Unidas en Irak.
UNIKOM Misión de Observación de las Naciones Unidas
desplegada después de la Guerra del Golfo en 1991
para vigilar una zona desmilitarizada a lo largo de
la frontera entre Irak y Kuwait.
305
UNOMSIL Misión de Observación de las Naciones Unidas
desplegada en Sierra Leona.
UNMOGIP Grupo de Observadores Militares de las Naciones
Unidas en la India y Pakistán. (1948)
UNTSO Misión de Naciones Unidas para la Vigilancia de la
Tregua en Palestina.
UNOGIL Grupo de Observadores de Naciones Unidas en el
Líbano.
UNIPOM Misión de Observación de las Naciones Unidas
para la India y Pakistán. (1965)
UNGOMAP Misión de Buenos Oficios de la ONU en
Afganistán.
UNMIH Misión de Naciones Unidas en Haití.
MNF Fuerza Multinacional en Haití.
UNTAC Establecida para la aplicación de los Acuerdos
sobre un arreglo político amplio del conflicto de
Camboya.
ONUSAL Misión de Observación de Naciones Unidas en El
Salvador.
UNMIBH Misión de Naciones Unidas en Bosnia
Herzegovina.
UNAMIT Misión de Naciones Unidas en Timor Oriental.
UNTAET Misión de Administración Transitoria de Timor
Oriental.
INTERFET Fuerzas Multinacionales Autorizadas por el
Consejo de Seguridad en Timor Oriental.
UNFICYP Fuerza de Naciones Unidas para el Mantenimiento
de la Paz en Chipre.
KFOR Fuerza de Kosovo. (Liderada por la OTAN para el
establecimiento y mantenimiento de la seguridad
en Kosovo).
UNMIK Administración Interina de la ONU en Kosovo.
ELK Ejército de Liberación de Kosovo.

306
INTRODUCCIÓN

¿Cuándo le es conveniente al Estado chileno participar o abstenerse


en las misiones del reestablecimiento de la paz en naciones con polémicas
situaciones interestatales o, a veces también intraestatales, donde se apela a
una supuesta amenaza a la paz interestatal, no siempre transparente, o a la
violación interna de los Derechos Humanos? ¿Por cuánto tiempo y con cuán-
tas fuerzas debe hacerlo? Este es precisamente el leit motiv de esta investi-
gación. La observación metódica de las situaciones similares acaecidas en el
pasado, nos permitirá inducir ciertas condicionantes recursivas, si las hubie-
se, para establecer un criterio concordante con el Objetivo Nacional, que le
permita en el futuro a cualquier Gobierno del Estado chileno, actuar en con-
secuencia ante una situación específica en un entorno globalizado. Éste es
altamente cambiante y constantemente convulsionado, debido a los intere-
ses contrapuestos producto de la asimetría del poder mundial caracterizado
actualmente por un monopolarismo y un bipolarismo anterior. El orden mun-
dial no está y no ha estado nunca en un equilibrio perfecto; generalmente,
los centros de poder individuales o de sólo un grupo de Estados son los que
han determinado el devenir de la institucionalidad mundial conforme a su
exclusiva utilidad, ello ha sido así y muy probablemente seguirá de esta
manera en el futuro.

La participación activa de Chile en las misiones de paz, para el mante-


nimiento o para la imposición de la misma, está establecida en el Decreto
Supremo 68 y, según éste, ella debe enmarcarse en los Principios de Política
Exterior de Respeto de los Tratados y en la observancia del Principio de No
Intervención en los asuntos soberanos de otro Estado. Sin embargo, las
“situaciones de intervención” o eufemísticamente llamadas reestablecimiento
de la paz son tan variadas y frecuentes, que el Estado chileno precisa de una
clara política y normativa para estudiar su eventual participación u omisión
del conflicto, aunque manteniéndose siempre apegado a los Organismos y
Tratados Internacionales que ha suscrito y respetando su legislación inter-
na. Cumplir simultáneamente lo anterior implica una dicotomía no siempre
fácil de resolver.

En este mismo contexto, la antinomia de la “intervención” versus


soberanía que se observa en el cumplimiento exacto de lo expresamente en lo
estipulado en la Carta de las Naciones Unidas en su Capítulo VIII, es un
problema que debe ser resuelto por los países miembros ante cada situación
en particular, pues de hecho, la aplicación de dichos preceptos en situacio-
nes concretas ha servido para legitimar acciones coercitivas que en realidad
son derivadas de intereses individuales o grupales, situación que ya hemos
307
destacado precedentemente. Nuestro mundo actual es globalizado y cam-
biante, donde “sólo el cambio es permanente”; por ende, es deseable el
perfeccionamiento de ciertos Capítulos y párrafos de la Carta de las Nacio-
nes Unidas, ya que no siempre coinciden los intereses de los Estados miem-
bros con los Estados integrantes del Consejo de Seguridad y porque tal
como lo expresara la Canciller chilena Soledad Alvear, en los debates de la
Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía de los Estados, rea-
lizada en nuestro país el año pasado, “el derecho Internacional y la práctica
de las Naciones Unidas no constituyen realidades fijas y congeladas en el
tiempo”.1

Empero, el cambio de una Carta o reglamentación internacional impli-


ca serias controversias y conlleva un largo tiempo de debates, que no siem-
pre concluyen con el cambio deseado sino, las más de las veces, son la
resultante más adecuada a los intereses del grupo o Estado con más poder
en el concierto mundial. Además, siempre deberíamos recordar a don Fran-
cisco de Quevedo cuando señala que: “Así como aplicados muchos reme-
dios juntos, no son medicina, sino enfermedad, así las leyes siendo la salud
de la República son su mayor daño cuando se multiplican”.2

Miles de años antes ya se había meditado sobre este tema. Lao Tse
señala que quienes sirven a la vida se adaptan a los cambios cuando actúan,
los cambios surgen de los tiempos; quienes conocen los tiempos no se
comportan de manera fija, por ello dice: “los caminos pueden ser guías, pero
no senderos trazados, los nombres pueden ser signados, pero no etiquetas
fijadas”. Un modo oriental correcto de proceder es cuando los ojos y los
oídos del buen gobernante (u organización) no están fatigados, y su espíritu
y fortaleza tampoco están agotados; entonces cuando surgen las cosas,
ellos observan los cambios, y cuando ocurren, ellos también responden a su
evolución.

Posteriormente, Maquiavelo observa que el que menos se equivoca y


goza de mejor fortuna es quien acomoda sus acciones al tiempo en que vive
y procede aprovechando las circunstancias. No obstante, también incursiona
en el lado opuesto del problema ya que también resalta la dificultad de cam-
biar de método cuando éste ha tenido éxito en otras ocasiones y, por consi-
guiente, la dificultad de convencerse de la necesidad de variarlo para otras
contingencias; ello impide una adecuación técnicamente más conveniente y
1 «Chile fija Postura por Intervención Humanitaria”, Artículo diario El Mercurio del 03 de mayo
de 2001.
2 De Quevedo y Villegas, Francisco, “Obras Completas”, Vol. 1, Editorial Aguilar, año 1981, Pág.
1111.

308
oportuna. La «fortuna» cambia con las circunstancias y a veces el «compor-
tamiento técnico» para afrontar esas nuevas circunstancias de los hombres,
no cambia consecuentemente; pero como hemos consignado antes, el even-
tual cambio no está exento de problemas. Al respecto, en «El príncipe» se
comenta que: «Ha de considerarse que no hay cosa más difícil de emprender,
ni de resultado más dudoso, ni de más arriesgado manejo que ser el primero
en introducir nuevas disposiciones, porque el introductor tiene por enemi-
gos a todos los que se benefician de las instituciones viejas, y por tibios
defensores, a todos aquellos que se beneficiarán de las nuevas, tibieza que
procede en parte, de la incredulidad de los hombres, quienes no creen en
ninguna cosa nueva hasta que la ratifica una experiencia firme».

En la misma línea, Humberto Maturana, destacado biólogo y acadé-


mico chileno, plantea que aunque efectivamente un sistema social es
constitutivamente conservador, también está en un continuo cambio estruc-
tural debido: a) a la pérdida de miembros por muerte o migración; b) a la
incorporación de nuevos miembros con propiedades, adicionales a aquellas
necesarias para su incorporación, diferentes a la de sus otros miembros; y, c)
a cambios en las propiedades de sus miembros, que surgen de cambios
estructurales no gatillados (seleccionados) por sus interacciones dentro del
sistema social que integran, por acciones fuera de él, o como resultado de su
propia dinámica interna. Resumidamente: el devenir histórico de cualquier
sociedad es siempre el resultado de esos dos procesos: conservación y
variación. Señala, que en la medida que es la conducta individual de los
miembros la que define a un sistema social como sociedad particular, las
características de una sociedad sólo pueden cambiar si cambia la conducta
de sus miembros, y consecuentemente, cambian los valores o por lo menos
su jerarquización; es decir, cambian sus costumbres.

He aquí la ratificación científica a un problema netamente político


estratégico, pero nos surge la duda si realmente todos los Estados miembros
de la ONU desean o están dispuestos a sumarse a las iniciativas de cambio
o les es más conveniente el statu quo. Lo que sí es muy eficaz para el Estado
de Chile es tener pautas claras para aplicar una política dinámica y coherente
en el tiempo para el análisis de sus causas y consecuencias, y así con ello,
decidir por la opción más conveniente según sean las circunstancias.

Si se viera esto fuera de contexto, descarnadamente, se podría consi-


derar que se está propiciando un instrumentalismo de los principios básicos
y de las normas del derecho internacional, pero no es así. Esta situación
presenta diversos matices más complejos, pues en el ámbito político estraté-
gico, generalmente, lo correcto y lo errado dependen de la situación. Lógica-

309
mente que todo se enmarca siempre en un determinado ámbito racional y
valórico; en el evento ventajoso, nada está errado. Sin embargo, sin esa
ventaja o la situación adecuada, nada es correcto. Lo que es correcto en un
caso no lo es en otro; lo que es equivocado en un caso, no es equivocado en
otro. ¿Cuál es, pues, la verdadera relación entre ética y política? ¿No tienen
nada que ver la una con la otra, como a veces se dice? ¿O es cierto por el
contrario, que hay “una sola” ética, válida para la actividad política como
para cualquier otra actividad?, se pregunta insistentemente Max Weber.

Este autor, llega a un punto decisivo al respecto diciendo que tene-


mos que ver con claridad que toda acción éticamente orientada puede ajus-
tarse a dos máximas, fundamentalmente distintas entre sí, e irremediablemen-
te opuestas: puede orientarse a la “ética de la convicción” o conforme a la
“ética de la responsabilidad”. La “convicción” puede caer en un
“fundamentalismo” excluyente; la “responsabilidad” exige tener un temple
valórico maduro y una vocación de servicio más allá de consideraciones
particulares. La política según este pensador, consiste en una dura y prolon-
gada penetración a través de tenaces resistencias para las que se requiere, al
mismo tiempo, pasión y mesura. Señala enfáticamente que en este mundo no
se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez; por
ello, el político debe tener una fortaleza de ánimo que le permita soportar la
destrucción de todas las esperanzas, si no quiere resultar incapaz de realizar
incluso aquello que es posible.

El autor orientalista Samuel Wolpin hace un paralelismo entre Confucio


y Maquiavelo, señalando que ambos gozan de una inmerecida fama de si-
niestros y señala que leyendo detenidamente a estos autores en ningún
momento se les puede imputar las características de individuos para quienes
el fin justifica los medios y el éxito en la acción; pero que sí destacaron
situaciones relevantes que deben ser tenidas en cuenta -para usarlas o no,
según sea el criterio personal o valores de cada persona- para la administra-
ción de un gobierno. Es claro que tanto para Confucio como para Maquiavelo
la imaginación, la religión, el arte y los elementos sobrenaturales están su-
bordinados al mundo real, al mundo de la experiencia y la observación, y ese
es el terreno dónde debe moverse o actuar el individuo práctico que desee
escalar posiciones y “mantenerlas”, no en el terreno metafísico o de la ideas.

Los que detentan el poder no se cuestionan tanto por sus decisiones,


ya que actúan conforme a la Razón de Estado que se convierte en su escudo
protector, y por ello, no vacilan en usar prácticas arbitrarias “aceptadas”
como válidas. En rigor, debería utilizarse el vocablo resignación por los otros
Estados, con normativas y organizaciones para el logro de sus objetivos
310
políticos estratégicos; vale decir, establecen prácticas sociales, que son el
elemento constitutivo de la costumbre. Empero, la justicia y equidad son
principios orientadores esenciales para la armónica convivencia de los Esta-
dos interrelacionados por un mundo globalizado; y su eficacia, precisa de un
marco de acción claro y coherente y de una institucionalidad adecuada para
la solución de los problemas vigentes. Por este motivo, existe el derecho
Internacional y la ONU, entre otras entidades.

El grave problema mediato que se cierne sobre las Organizaciones


Internacionales, y para sus Estados miembros, es el que se deriva de la breve
cita de la Canciller chilena, mencionada anteriormente, en el sentido de que el
derecho internacional y la práctica de las Naciones Unidas no constituyen
realidades fijas y congeladas en el tiempo, pues el “derecho Internacional no
está contenido en un código formal promulgado por una autoridad suprema.
Sus normas derivan principalmente de la costumbre internacional y de los
tratados y acuerdos celebrados entre los estados. Las reglas establecidas
por la costumbre constituyen el derecho internacional consuetudinario; las
normas creadas por tratados forman el derecho internacional convencio-
nal”.3

El tratadista Hans Kelsen,4 a su vez, “encuentra la base del derecho


consuetudinario en el principio general por el cual debemos conducirnos de
la manera en que los miembros de nuestro grupo se comportan usualmente y
en el que se condujeron habitualmente durante un cierto espacio de tiempo.
Si este principio adquiere el carácter de norma, la costumbre llega a ser un
hecho creador de derecho”. Ambos autores citados señalan que en la reali-
dad, las disposiciones contenidas en la Carta de las Naciones Unidas sólo
son consideradas como declaraciones del derecho internacional consuetu-
dinario. Sin embargo, las prácticas habituales sí generan costumbre, las que
podrían con ciertas condiciones que no son del caso analizar aquí, formar
parte de derecho internacional consuetudinario. Éste es el eventual peligro o
amenaza que nos cierne como una “espada de Damocles”.

Lógicamente que esta hipótesis debe ser abordada con profundidad,


en esta parte solamente la enunciamos, puesto que si también nos remitimos
a la historia vemos que la solución de conflictos ha tenido una práctica
diferente en Oriente que al método usado en Occidente.

3 Benadava, Santiago, ”Derecho Internacional Público”, Editorial Jurídica de Chile, 1989, Pág. 3.
4 Bustos Valderrama, Crisólogo, Doctor en Derecho, Profesor de Derecho Internacional Público,
Universidades Pontificia Universidad Católica y Diego Portales. Apuntes de la Conferencia
dictada por el autor en Seminario Permanente de Profundización del Derecho Internacional
Público, Córdoba, Argentina, no publicada, usada sólo como texto de estudio para alumnos de la
Facultad de Derecho.

311
En efecto, en la filosofía milenaria de Sun Tzu5 la eficiencia máxima del
conocimiento de la estrategia es hacer que el conflicto sea totalmente innece-
sario. Esta estrategia ideal, que lleva la impronta característica del taoísmo,
consigue el máximo haciendo lo mínimo, lo que implica, que el éxito bélico
superior es ganar sin luchar. A nuestro entender, el Capítulo I de la Carta tiene
un enfoque muy similar al oriental ya que los propósitos establecidos en él son
el de mantener la paz o de las situaciones susceptibles de conducir a
quebrantamientos de la paz internacional mediante un arreglo pacífico de las
controversias. Solamente el párrafo 7 del Artículo número 2, deja la puerta
entreabierta para medidas coercitivas prescritas en el capítulo VII.

Por el contrario, Clausewitz,6 en un enfoque occidental señala que


“muchas almas filantrópicas imaginan que existe una manera artística de
desarmar o derrotar al adversario sin derramamiento de sangre y que esto es
lo que se propondría el arte de la guerra. Esta es una concepción falsa que
debe ser rechazada, pese a todo lo agradable que pueda parecer. En asuntos
tan peligrosos como la guerra, las ideas falsas inspiradas en el sentimentalis-
mo son precisamente las peores”. Su concepción de la guerra es, en conse-
cuencia, un acto de fuerza para imponer nuestra voluntad al adversario y el
propósito de la acción militar sería desarmar al enemigo. Este concepto lo
reitera cuando afirma que “la guerra es un acto de fuerza, y no hay límite para
la aplicación de dicha fuerza”. “Guerra en sentido literal significa combate,
pues sólo el combate es el principio eficaz en la actividad múltiple que llama-
mos guerra”. Ciertamente que la paz es el fin de la guerra, pero ello fue
porque ya se derrotó al enemigo. “Como quiera que sea, debemos considerar
siempre que el fin es alcanzado con la paz y que la guerra ha terminado”. El
general prusiano considera que “la guerra no es simplemente un acto políti-
co, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad
política, una realización de la misma por otros medios”, pero “la guerra no
puede ser considerada como terminada hasta que la voluntad del enemigo
no haya sido también sometida, es decir, hasta que el gobierno y sus aliados
sean inducidos a firmar la paz, o hasta que el pueblo se someta”. ¡Esta es
nuestra escuela y si nos remontásemos hasta la Roma de Cicerón y escu-
cháramos su clamor para destruir a Cartago, verificaríamos que en nuestra
cultura occidental, en general, siempre se ha preferido la batalla por sobre la
persuasión o disuasión en la solución de conflictos!

Por tanto, la actual conducta de Estados Unidos y Gran Bretaña sigue


nuestra historia, no es algo nuevo, el eventual peligro radica en que esto se

5 Sun Tzu, “El arte de la guerra”, versión de Thomas Cleary, Editorial Arca de la Sabiduría.
6 Von Clausewitz, Karl, “De la Guerra”. Citas diversas de Libro Primero.

312
reitere como práctica formalizada en desmedro de los países sin poder. Otro
aspecto significativo a tener en consideración también, es que si la norma no
se adelanta a las prácticas, ésta queda al arbitrio unilateral de quien detente
el poder en el orden mundial. Lo más juicioso sería señalar preceptos más
explícitos para estos casos y que las conductas sean previamente meditadas
y adecuadas al marco normativo que se le fijan. No es bueno utilizar resqui-
cios o simplemente desconocer la normativa de la Carta, pues ésta pierde
legitimidad y validez.

No obstante, si enfocamos esta situación con una visión eminente-


mente pragmática, estimamos que siendo la ONU la única entidad internacio-
nal con poder coercitivo que permite el uso de la fuerza para la solución de
conflictos interestatales o intraestatales, facultad que no la posee el derecho
consuetudinario internacional ni tampoco ninguna otra entidad, los centros
de poder del orden mundial no deberían restarle validez, puesto que es esta
misma quien le da legitimidad a sus acciones y le “permite” el uso de la fuerza
propia y la de sus aliados en beneficio de sus intereses. Consecuentemente,
el Estado de Chile debe estar muy preparado para actuar o no en esta área,
con una política y procedimientos muy claros para determinar cuándo le es
conveniente sumarse o no a determinadas acciones bélicas o preventivas.

De lo anteriormente expuesto, se fundamenta palmariamente la nece-


sidad de incursionar en el estudio de este dominio. Suele decirse, que el
planteamiento de hipótesis o preanálisis de alternativas no son necesarios
en el campo práctico y que lo importante consiste básicamente en encontrar
soluciones concretas y no actuar sobre lo obvio. Tal aseveración, sin embar-
go, interpreta en forma errónea el propósito del análisis alternativo de esce-
narios o hipotético de soluciones. Las hipótesis de escenarios posibles de
acción son una herramienta poderosa para obtener conocimientos acepta-
bles de una situación por suceder o con probabilidades de ocurrencia. Se
observa un fenómeno; se especula sobre sus causas o condicionantes; se
formulan las explicaciones o soluciones políticas y organizacionales bajo la
forma de supuestos e hipótesis; y finalmente, la autoridad resolutiva perti-
nente podrá, con estos antecedentes, tomar una decisión fundamentada
sobre el problema o situación particular, cuando ésta se presente.

Una hipótesis de escenarios posibles, es una afirmación en forma de


conjetura de las relaciones entre dos o más variables, que se plantea general-
mente mediante la especificación de declaraciones que relacionan ciertas
variables y factores, con otras variables en forma general o en particular.
Este trabajo analítico conlleva serios escollos para probar, o mejor dicho,
fundamentar las eventuales relaciones establecidas en los criterios supues-
313
tos, e implica necesariamente la existencia de ciertos factores que sean veri-
ficados o potencialmente comprobados, que especifiquen al mismo tiempo
de qué manera se relacionan dichos factores y variables.

Los hechos aislados no constituyen una verificación; sólo las rela-


ciones son susceptibles de ser percibidas o verificadas, permitiéndose de
esta forma que los hechos tengan la oportunidad de establecer la probable
veracidad o falsedad de la hipótesis aplicada a un ámbito espacial y temporal
definido. Desde luego, tan relevante como lo anterior son los problemas,
pues significan que hay una situación indeterminada en la cual sus referen-
cias y sentidos son vagos o indefinidos, lo que permite a su vez, que surjan
las respectivas dudas y que se vislumbre la situación que señalará el proble-
ma o el “quiebre” enunciado en la hipótesis.

Una de las mayores dificultades en este campo, es conciliar la especi-


ficidad con la generalidad de las hipótesis de escenarios posibles; mucha
especificidad es quizá más peligrosa o aventurada que la misma generalidad
en un estudio técnico complejo, siendo ésta última, igualmente
distorsionadora, ya que existe en ella el peligro eminente de alejarse del
término del problema original y de su significancia. De cualquier forma, se
cree necesario que, para evitar lo anterior, debe existir un compromiso entre
ambos aspectos, y esto sólo es posible en la medida que la aplicación
funcional parcial de la experiencia y del estudio crítico, sean los factores y
variables relevantes involucrados en el proceso de análisis.

Estas reflexiones llevan a consecuencias que importan a la metodolo-


gía en sentido estricto, y suponen necesariamente un marco de referencia.
En efecto, al poner de manifiesto las afirmaciones acerca de la realidad y la
presencia de propiedades emergentes, se debe tener en cuenta que las rela-
ciones contienen mucho más que los resultados de las experiencias recepti-
vas; al dirigir la mirada o atención hacia los modos específicos de las síntesis
de percepciones, acaecidas o anticipadas (por la proyección de expectati-
vas), se encuentra que los juicios empíricos llevan implícitos trasfondos y
prejuicios culturales y personales, que significan en la práctica serios pro-
blemas para el esclarecimiento y adecuada correlación de dos o más juicios
diferentes sobre el problema en cuestión.

La correlación de dos o más juicios emitidos por los componentes de


un profesional o equipo de trabajo multidisciplinario ad-hoc, descansan en
una huella de los actos y en el paso de una criteriología particular a un
proceso del método. Un análisis técnico no tiene un método propio general,

314
sino que debe utilizar todos aquellos elementos que parezcan razonables
para alcanzar con éxito la búsqueda de soluciones planteadas en la proble-
mática. Se puede decir entonces, que hay varios procedimientos para diag-
nosticar o analizar correctamente un problema o situación, pero que en to-
dos los casos hay que atenerse al mismo método de análisis para todas las
alternativas estudiadas. Seguir un método de análisis no significa ni garan-
tiza, en modo alguno, que las premisas y sus conclusiones sean ciertas o
válidas para todo evento, sino más bien en un ámbito espacial y temporal
muy acotado.

No obstante que, en la actualidad, cuando unánimemente se concibe


que la verificación completa no es posible (y casi nunca es posible tampoco
en el dominio de las ciencias erróneamente llamadas «exactas»), el principio
de la verificación expresa sólo la exigencia de una confirmación gradualmen-
te creciente, más aún en el campo de lo político o de las armas. Por ende, la
aceptación o el rechazo de un enunciado factual contiene siempre implícita-
mente un componente convencional, que consiste en la decisión práctica
que debe tomarse para considerar el grado de confirmación como suficiente
para la aceptación del enunciado mismo.

Lo medular del proceso es la toma de decisiones final. Muy importan-


te en este proceso es el hecho de discernir cuidadosamente qué tomar y qué
dejar de lado en una situación dada. La palabra “decisión” se deriva de la raíz
latina “decido” cuyo significado es “cortar”, y así para algunos, la decisión
se establece “como un corte entre el pasado y el futuro”. La solución de un
problema es la búsqueda de respuestas a una contingencia, la toma de deci-
sión es la separación de todas las consideraciones adicionales del problema
y la eliminación de todas las alternativas a excepción de una. Es un compro-
miso definitivo para “actuar”.

Ahora bien, el trabajo tiene por finalidad determinar criterios y ciertos


antecedentes históricos relevantes que permitan establecer un procedimien-
to o método, mediante el cual se analice cualquier situación de participación
o no de nuestras Fuerzas Armadas en la solución de los conflictos interna-
cionales, según sea la conveniencia para el Objetivo Nacional, en función
del compromiso del Gobierno de Chile con las Naciones Unidas.

Esta Introducción debería adentrarnos en la problemática que se es-


tudia y dar a conocer un esbozo del resultado esperado. Asimismo, por la
relevancia del tema se consideró necesario extenderse un poco en la
fundamentación del porqué es valioso contar con antecedentes adecuados
para la correcta toma de decisiones, ya que en la actualidad se procede de
315
manera más reactiva que anticipatoria, no por ser poco riguroso su análisis,
sino más bien porque no se tiene un marco de referencia preciso que sitúe la
futura decisión en una política estatal sistemáticamente coherente, pero con
la flexibilidad del caso para afrontar situaciones dinámicas de un mundo
globalizado y altamente complejo.

316
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

CAPÍTULO I

LA INTERVENCIÓN Y LAS REGULACIONES VIGENTES

1. Conceptos básicos

En nuestro interés por tratar de definir y de dar una interpretación lo


más exacta que resulte posible al concepto de “intervención”, hemos recurri-
do al autor R. J. Vincent quien establece algunos antecedentes para dar
como una definición aproximada de ella:7 “La palabra intervención se emplea
para designar un hecho, algo que sucede en las relaciones internacionales;
no se trata de una mera idea que surge cuando se especula acerca de esto.
Ese hecho puede asumir una forma tan importante como la intromisión de un
país en un violento conflicto interno dentro de otro, o la forma, al parecer
poco feliz que un gobernante formula sobre asuntos de otro Estado”.

“La circunstancia de que el mismo término sirva para designar fenó-


menos tan diversos, hace que la atención pase del hecho al concepto de
intervención para determinar qué tienen en común los distintos casos. A
partir de un examen de las definiciones habituales, podemos escoger una
definición aproximada de intervención. Llamamos así a aquella actividad
emprendida por un Estado, por un grupo dentro de un Estado o por una
organización internacional, que interfiere coercitivamente en los asuntos
internos de otro Estado”.

El mismo autor considera que la intervención en sí, es un hecho sepa-


rado que tiene principio y fin y apunta a la estructura de autoridad del Estado
que constituye su objeto, y que no siendo ni legal ni ilegal, quebranta el
estilo tradicional de las relaciones internacionales.

De acuerdo al ámbito de nuestro estudio, nos limitaremos a investigar


sobre la intervención mediante el empleo de la Fuerza Militar o la amenaza de
su empleo y en el cual estimamos necesario analizar cuáles son los agentes
u actores, sus objetos, la actividad realizada y los diferentes tipos de inter-
venciones coercitivas. Según lo establecen los autores Valdés y Salazar, la
Política Exterior de todo Estado soberano tiene tres objetivos fundamenta-
les:8 “la preservación de su integridad territorial (elemento de la soberanía),
el mantenimiento de su independencia política (elemento de la Seguridad
Nacional) y la consecución de sus intereses nacionales”.
7 Vincent, R. J. “ No intervención y Orden Internacional”, Ed. Marymar Buenos Aires, 1976, Pág. 9.
8 Valdes Phillips, Pablo y Salazar Sparks, Juan, “Política Internacional Contemporánea”, Editorial
Andrés Bello, Edición 1979, Pág. 10.

317
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

Sobre lo expuesto anteriormente, debemos tener presente que tanto


la preservación de la integridad territorial como el mantenimiento de la inde-
pendencia política, son intereses de cualquier Estado y ello lo dejan clara-
mente establecido los internacionalistas Hans Morgenthau y Alfred A.
Knoftel cuando coinciden en sus opiniones en el sentido de que mientras la
Comunidad Internacional esté organizada en Estados-Naciones, siempre el
interés nacional de ellas será determinante en la política mundial. Así, la
Política Internacional será siempre la interacción de intereses nacionales
contrapuestos entre los Estados, los cuales buscarán permanentemente pro-
tegerlos frente a los avances de otras naciones involucradas en esta contra-
posición.

De acuerdo a lo anteriormente expuesto, el término de “intervención”


expresa una pugna entre agentes que intervienen y agentes intervenidos. La
historia nos indica sobre el particular que el término del empleo de la Fuerza
Militar ha sido sinónimo de “invasión” o al menos de amenaza de ella y que
los agentes interventores han tenido un equilibrio de poder favorable frente
a los intervenidos. El mismo Derecho Internacional tiene plena aplicación
cuando los agentes u actores que se contraponen en sus intereses tienen, al
menos, un mínimo de equilibrio de poder, y que por lo tanto, resulta que su
aplicación es débil o no se aplica cuando este equilibrio no existe.

La Carta de las Naciones Unidas llama a los Estados Miembros a


cumplir, como principios básicos, el irrestricto respeto a la soberanía de
todos los Estados sin distinciones y el rechazo de toda acción o amenaza
que vulnere su derecho a manejar sus asuntos internos de acuerdo a su
condición de nación soberana. En capítulos posteriores, se tratará en detalle
la aplicabilidad de estos principios, por lo que en el presente, solamente
serán enunciados como los elementos sobre los cuales estudiaremos la in-
tervención.

Sobre el particular, es propio recordar que, en el mes de mayo del 2001,


se efectuó una sesión de consulta y mesas redondas de la Comisión Interna-
cional Sobre Intervención y Soberanía de los Estados, que tiene el encargo
de presentar un informe a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se
trata de una iniciativa del Secretario General Kofi Annan que algunos ven
como “intervensionismo”, mientras que la posición chilena busca que los
países se pongan de acuerdo en qué hacer cuando hay una crisis, pues
implica el uso de la fuerza en otro Estado, no siempre con su consentimiento.

318
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

En la Trigésima Quinta Conferencia Anual de la Fundación Ditchley,


realizada en junio de 1998, se emitieron juicios y opiniones sobre la “inter-
vención” en relación con la soberanía de los Estados, algunas de las cuales
estimamos directamente relacionadas con el tema de nuestra investigación,
las que destacamos a continuación:9 “Las Naciones Unidas son, al fin y al
cabo, una asociación de Estados Soberanos, y como tales, los Estados so-
beranos tienden a ser extremadamente celosos en el tema de su soberanía.
Los Estados pequeños, en especial, temen la intervención por parte de las
grandes Potencias. Es una realidad que este siglo ha sido testigo de un gran
número de duras ‘intervenciones’ en los asuntos de los países más débiles y,
precisamente, la Carta de las Naciones Unidas otorga una gran responsabi-
lidad a las grandes Potencias, en su calidad de miembros permanentes del
Consejo de Seguridad. Pero, como medida de protección frente al abuso de
estos poderes, el artículo 2,7 de la Carta protege la soberanía nacional inclu-
so de la intervención de las propias Naciones Unidas”.

2. Actores o agentes de la intervención


En materia de Política Internacional, como ya lo hemos discutido,
existen actores que intervienen y actores que son intervenidos. De acuerdo
a lo especificado en la Carta de las Naciones Unidas, los que intervienen
militarmente pueden ser Estados, agrupaciones de Estados, Alianzas Milita-
res conformadas por dos o más Estados, los Organismos Internacionales y
los Organismos Regionales. Sin embargo, en las últimas décadas, se han
presentado casos de intervención no considerados en ella, cuyos actores
no son agentes exteriores como los señalados, sino que son agentes inter-
nos, cuyos objetivos son quebrantar la gobernabilidad de un Estado por la
acción de conflictos armados ilegales realizados en el mismo territorio. En
este último caso, la materialización de la intervención recae bajo la responsa-
bilidad de ese mismo Gobierno de acuerdo a los principios y preceptos de su
Política Interior, empero los mencionamos debido a que sus acciones sub-
versivas e ilegales, justificadas o injustificadas, pueden dar origen a causales
para una intervención de agentes extranjeros, cuando sus efectos sobrepa-
san los límites territoriales o afectan la paz y la convivencia vecinal, regional
e incluso la internacional.
En relación con los agentes externos, es conveniente hacer una dis-
tinción según se trate de Estados, grupos o agrupaciones de Estados y
Alianzas Militares; o, sean Organismos Internacionales o Regionales cons-
tituidos de acuerdo a los preceptos de la Carta de la ONU y esto, fundamen-
talmente, en razón a la legalidad o ilegalidad de sus acciones.

9 Ditchley Park, “Reflexiones sobre la Intervención”, Fundación Ditchley en su XXXV Conferencia


Anual. 1998, Págs. 1 a 5.

319
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

Los primeros, Estados, Agrupaciones de Estados o Alianzas militares


intervendrán en los asuntos de otro Estado o Estados y en contra de las
respectivas soberanías de acuerdo a la necesidad que tienen para la conse-
cución de sus propios intereses y lo harán con o sin atenerse a la legalidad
internacional. Así, podrán ser actores constituidos bajo el imperio de la ONU
de la cual reciben un mandato para intervenir o simplemente serán actores
ilegales que se imponen por su calidad de potencias que pueden actuar
sobre los intervenidos y sobrepasando los marcos de los Organismos Re-
gionales e Internacionales.

Por otra parte, los segundos, los actores que realizan las intervencio-
nes por mandato de la ONU y de las Organizaciones Regionales debidamen-
te aprobadas, serán siempre legales y sus acciones deben someterse a los
procedimientos y normas propias de esas Organizaciones. En el Capítulo
correspondiente al “Estudio de Casos”, los analizaremos detalladamente.

Como se explicó anteriormente, la misma Carta de las Naciones Uni-


das establece ciertamente la protección de la soberanía de todos los Esta-
dos, incluso de la intervención de las propias Naciones Unidas (Artículo
2,7). Sin embargo, en ese mismo artículo se expresa que este principio no se
opone a la aplicación de medidas coercitivas contempladas en el Capítulo
VII, sobrepasando la soberanía cuando la acción de un Estado vulnera la
obligación primordial del Consejo de Seguridad de preservar la paz y la
seguridad internacionales.

La duda se presenta, por cuanto si bien a primera vista es posible


determinar cuándo un conflicto internacional compromete la responsabili-
dad de las Naciones Unidas, no sucede lo mismo cuando se trata de contro-
versias internas dentro de los Estados que no entran en su competencia. Si
nos atenemos a la expresión “controversias internas”, es lógico suponer
que los problemas controversiales son de responsabilidad de los Gobiernos
de ellos y deben poder resolverlos por sí mismos. Al respecto, sabemos10
“que esto no ha sido así en los últimos tiempos. La mayoría de las guerras de
hoy en día, son guerras civiles, o al menos empiezan como tal, y ellas son
cualquier cosa menos benignas. Son en realidad solamente de “carácter
civil” en el sentido de que los civiles -es decir los no combatientes- se han
convertido en las principales víctimas”.

En referencia a las intervenciones producidas dentro de un Estado y


cuyo actor es el Gobierno, podemos precisar que ellas están constituyendo
10 Ibídem, Pág. 2.

320
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

las principales fuentes de cruentos conflictos internos y están siendo un


fuerte impacto en la opinión pública nacional, e internacional y, aun, en el
seno mismo de las Organizaciones Internacionales y regionales. Ello, en
razón a la valorización de los impactos reales que estos actos tienen en el
efecto de la gobernabilidad de los Estados, como también en cuanto en ellos
se producen, las más de las veces, evidentes vulneraciones del respeto del
derecho humano.

Citando nuevamente a la Trigésima Quinta Conferencia Anual de la


Fundación Ditchley, resulta que el principio de no intervención exigiría de-
jarlo que se produzca, mientras ello ocurra en las fronteras de un único
estado, y esperar que se “apague” por sí mismo o se “encone”. Podría inten-
sificarse causando graves violaciones a los derechos humanos y solamente,
si sobrepasa las fronteras y afecta a otros estados, se constituiría en una
amenaza para la paz y la seguridad internacionales, por lo cual caería bajo
responsabilidad del Consejo de Seguridad.

Es precisamente el problema de la intervención asociada a la vulnera-


ción de los Derechos Humanos, muchas veces violados tanto por gobiernos
como por insurgentes, lo que ha dado origen a la Comisión Internacional
sobre Intervención y Soberanía de los estados. También es una de las justi-
ficaciones que se ha esgrimido para la intervención en un Estado por parte
de agentes exteriores.

En principio, las intervenciones propias de la Organización de las


Naciones Unidas deben tener como objetivo el prevenir conflictos allí donde
sea posible, ponerles fin cuando hayan estallado, o -cuando ni lo uno ni lo
otro sea posible- conseguir al menos contenerlos y evitar que se extiendan.

3. El objeto de la Intervención

Para el autor ya citado R. J. Vincent, el objeto de una intervención es


también un actor en la política internacional aún cuando su rol se vea dismi-
nuido por la interferencia exterior que sufre. Es por ello que el uso del término
“actor” se usa normalmente para designar a quienes emprenden la acción de
intervención, pero ello no significa el que los objetos de ella no sean tam-
bién actores en cierto sentido. Siguiendo el pensamiento del autor citado, el
objeto de la intervención, como tal, no puede limitarse exclusiva y solamente
al Estado que es interferido, sino que resulta conveniente parta mejor com-
prensión del fenómeno establecer la parte de él sobre la cual se hizo efectiva
dicha intervención, y al respecto, cabe distinguir una parte relativa a su
política exterior y otra a su política interna.
321
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

Sobre el particular, Vincent estima que es una distinción útil puesto


que atiende a la diferencia entre un “acto externo” que se dirige a las relacio-
nes exteriores de un Estado -contemplado en la Carta de las Naciones Uni-
das- y uno “interno” que procura inmiscuirse y penetrar en las cuestiones de
un país, asunto no contemplado en la Carta y bastante difícil de justificar por
no estar consignado en ella.

Para una mejor definición de lo que, a nuestro juicio, resulta importan-


te en este sentido, estimamos del caso usar un ejemplo histórico: En el Sahara
Occidental, se ha producido una situación dentro de la cual se hacen sentir
acciones de intervención interna, a la vez que también externa, permanecien-
do aún sin definición, lo cual primó sobre la otra para los efectos de la
intervención de Marruecos, Mauritania y la ONU.

En 1976, el Gobierno de España se retira de la Colonia de Sahara


Occidental y asume provisoriamente un Gobierno Nacionalista, el Frente
POLISARIO que proclama la República Saharaoui Democrática (RASO) con
sede en Argelia. Marruecos y Mauritania reclaman los territorios e invaden
el norte y el sur este, respectivamente, con el rechazo armado del Frente
POLISARIO. En 1978, Mauritania retira sus pretensiones territoriales, no así
Marruecos que mantiene la ocupación militar del sector norte, a la vez que
entra a participar en procura de una solución, la Organización de la Unidad
Africana (OUA). La RASO está reconocida por 23 Estados de la OUA, pero
no por las Naciones Unidas. En 1985, la Secretaría General de la ONU y la de
la OUA buscan una solución entre Marruecos y el Frente Polisario. El Plan
de Solución, aceptado por ambos Gobiernos, dispuso la realización de un
Referéndum en 1992 para que el pueblo del Sahara Occidental manifestara su
deseo de independencia o de continuar en el Gobierno de Marruecos. Mien-
tras tanto, la administración hasta esa fecha, sería ejercida por un Represen-
tante del Secretario General. Hasta la fecha no se ha realizado dicho Referén-
dum. “Como los enfrentamientos esporádicos seguían, el Consejo de Segu-
ridad envió al territorio 228 observadores militares (MINURSO). Aunque
ambas partes reiteraron su confianza en las Naciones Unidas y su adhesión
al Plan, siguieron teniendo divergencias, sobre todo respecto de los criterios
para poder votar”.11 El Frente POLISARIO exige que se vote de acuerdo al
registro de electores de 1971, Marruecos estima que esa fecha es restrictiva.

En el caso presentado, es posible destacar una intervención externa:


acción de fuerza por Marruecos e inicialmente por Mauritania. Al mismo

11 ABC de las Naciones Unidas. Naciones Unidas, Año 2000, Pág. 322.

322
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

tiempo, se da el caso de una intervención interna por parte de la ONU por


cuanto su objeto es el de realizar un referéndum, asunto interno de un Go-
bierno. Si el objeto de la intervención es preciso, no lo es tanto el de la
intervención interna, toda vez que un análisis del asunto permite variadas
interpretaciones.

Sobre este particular, y con base en otro ejemplo, Vincent expresa su


pensamiento:12 “Sin embargo la distinción entre intervención interna y ex-
terna no es siempre clara. La acción de Estados Unidos en el Líbano en 1958,
¿fue una intervención interna encaminada a apuntalar un tambaleante régi-
men pro occidental contra amenazas del interior o una intervención externa
para evitar amenazas externas?”. El asunto retoma una difícil definición que
data desde hace mucho tiempo. “Entonces puede decirse que hay interven-
ción toda vez que cualquiera de estas cuestiones es objeto de intrusión por
parte de un Estado extranjero. Pero tampoco este concepto es útil, pues los
límites de la jurisdicción interna son en sí nebulosos y la confiada afirmación
de que un asunto es interno puede ser controvertida, con el tiempo, por la
practica internacional”.13

Como corolario de lo expuesto en la definición del “objeto” de la inter-


vención, pensamos que resulta válido considerar que la definida como “inter-
vención interna” que se inmiscuye en los asuntos internos de un Estado y
cuyos agentes son otro u otros Estados o la misma ONU; para ella siempre
habrá justificaciones no siempre consignadas en la Carta de las Naciones
Unidas, pero sí en otro tipo de Organizaciones Internacionales (Derecho Inter-
nacional Humanitario, por ejemplo). En el caso de una intervención “externa”,
se trata de aquella que realiza uno o varios Estados sobre otro Estado; si ella se
efectúa sin un acuerdo del Consejo de Seguridad es un acto ilícito
internacionalmente, salvo que se trate de un “Acto de legítima defensa”, pero
aún así se presentan circunstancias que no quedan perfectamente definidas.
Es por ello que resulta, a nuestro juicio, importante destacar lo que expresa
Remiros Brotons: “El Concepto que mejor define la acción de Estados Unidos
es la autotutela, no la legítima defensa. Con esto quiero significar que si ahora
Estados Unidos (y Gran Bretaña) aducen legítima defensa y todas las institu-
ciones con atribuciones para pronunciarse la otorgan, habrá que reconocer
que ahora a la operación militar desencadenada como consecuencia de atenta-
dos imputados a actores no estatales (Al Qaeda) con la complicidad de gobier-
nos no reconocidos (talibanes) de Estados Miembros de las Naciones Unidas,
(Afganistán) se le llama legítima defensa”.14
12 Op. cit., Vincent, R.J. “No intervención y Orden Internacional”, Pág. 11.
13 Corte de Justicia Internacional. 7 de Febrero de 1923. “Opinión sobre Decretos de Nacionalidad
en Túnez y Marruecos” Citado por Vincent, R. J., Pág. 21.
14 Remeros Brotons, Antonui. “Estados Unidos no se pregunta en que se equivoca”, Política Exterior
Volumen XVI Nº 85 de Enero-Febrero 2002, Pág. 84.

323
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

4. El propósito de la Intervención
A nuestro juicio, estimamos que, previamente a dilucidar cuáles po-
drían ser los propósitos de una “intervención”, resulta imperativo investigar
sobre el origen, la génesis y el cumplimiento a través de la historia del prin-
cipio de la “no intervención”.
Desde Hobbes y Kant, y aún antes de ellos, todo Estado tenía el
derecho natural de solucionar sus asuntos internos y externos de acuerdo a
su soberanía e independencia. El no intervenir en los asuntos de otro Estado
era una norma invocada en las relaciones internacionales.

La idea de la no intervención tiene íntima relación con la “soberanía”


de un Estado y ella determina su “independencia”. Dentro de la concepción
de la soberanía interna, es la autoridad del Estado la que exclusivamente
debe legítimamente ejercerla, sin presiones ni interferencias y ello determina
su independencia. En su aspecto externo, la soberanía tampoco reconoce
ninguna otra autoridad sobre la suya. Expresa R. J. Vincent: “Puede enten-
derse que el concepto de soberanía designa la suprema autoridad de una
comunidad política, o afirma que esa autoridad es necesaria para que haya
orden dentro del Estado. De la noción de autoridad suprema puede inferirse
el rechazo de toda autoridad superior a la del Estado, interferencia que, si
despoja de significado al derecho internacional, puede ser lógicamente váli-
da, pero falsa desde el punto de vista empírico. También puede interpretarse
que la soberanía excluye la autoridad de otros Estados, pero no la del dere-
cho internacional y es, al expresar esta última idea donde encuentra su fun-
ción principal el “principio de no intervención”.15

Fundamentalmente, la no intervención en los asuntos internos o ex-


ternos de otro Estado es una consecuencia de que la Sociedad Internacional
viva en orden y con armonía, y así lo considera la Carta de las Naciones
Unidas. Sin embargo, E. Hoffmann, en sus obras “Conditión of World Order”
(1968) y “The State of War” (1965) considera que en el concepto Orden
Internacional existen normas mínimas de convivencia de la sociedad interna-
cional, tomando en cuenta que un orden, en cualquier sistema político,
solamente puede existir cuando se dan tres requisitos básicos: “seguridad”,
“satisfacción” y “flexibilidad”.

El mismo Hoffmann considera que:16 “Si en cualquier sociedad el


orden depende de esos requisitos primordiales, puede decirse que en las

15 Op. cit., Vincent, R. J. “ No intervención y Orden Internacional”, Pág. 44.


16 Ibídem, Págs. 325 y 326.

324
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

relaciones entre Estados no hay orden, pues el esquema de las relaciones


que sostienen no justifica que se le confiera el título de ‘sociedad’”. Asimis-
mo, hace una diferenciación entre la falta de orden en los Estados y entre los
Estados; si bien en ambos casos se produce una anarquía, ella, según
Hobbes, cuando cae en el campo internacional es más soportable que cuan-
do se siente en el interior de los Estados; y, a la inversa, según Rosseau
siempre la anarquía entre los Estados es una situación muy precaria. “No se
espera que en el campo de lucha de las relaciones internacionales, las vidas
de los hombres encuentren protección, sino que depongan sus esperanzas
al servicio de algún imperativo superior. En las Relaciones Internacionales,
los contratos y la santidad de las promesas resultan meras palabras, si en su
defensa no se desenvaina la espada. Y la posesión, en el estado de naturale-
za, es estable en tanto no se interpongan consideraciones de poder que la
trastornen, y esta estabilidad sólo prevalece bajo la constante amenaza de
ser desbaratada”.

En el curso de nuestras lecturas hemos constatado que entre las


apreciaciones teóricas que preconizan la no intervención como un principio
natural, y aún su consideración en la Carta de las Naciones Unidas y la
aplicación de ellas en la práctica existe una notoria diferencia. Maquiavelo,
cuando aconsejaba a su “Príncipe” que los supremos intereses de una patria
italiana unida estaban por encima de las soberanías de los múltiples y peque-
ños Estados de la península, estaba precisamente impulsándolo a actuar
primero y justificar después. El mismo filósofo Kant decía que cuando era
necesario actuar, se debía actuar y solamente después explicar el porqué. Por
ello, es que la Historia nos enseña de múltiples intervenciones, en asuntos
internos o externos de Estados soberanos, cuando los de otro más fuerte,
con mayor potencia y voluntad política, encontraba en ellos un objetivo
importante para sus intereses de seguridad o de desarrollo.

En nuestro continente tenemos un caso que es la mejor demostración


de nuestra apreciación. Estados Unidos fue siempre un campeón de la no
intervención y así quedó consignado en la declaración del Presidente James
Monroe en 1823, que advertía a las potencias europeas colonialistas que
América quedaba excluida de cualquier interés que ellas tuvieran en sus
territorios. Sin embargo, desde que se organizó la Unión Panamericana en
1896 y a través de sus diez Conferencias hasta 1936, jamás el Gobierno de
Washington aceptó incluir la “no intervención” como un principio de la
Unión. Lo hizo solamente en 1936, en Lima, cuando el Presidente Roosevelt
inició su política del “buen vecino” justamente en los prolegómenos de la II
Guerra Mundial y esta acepción fue debidamente condicionada y no cumpli-
da en el futuro de ese entonces, y hasta el presente de nuestro hoy.

325
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

Muy pocos años después de firmada la Carta de San Francisco y por


cuestiones de política interna y ante la inactividad y forzada aceptación del
Consejo de Seguridad, Fuerzas del Pacto de Varsovia invadieron Hungría en
1956. Se puede argumentar que el Gobierno de Budapest era satélite del de
Moscú, impuesto por el Kremlin, empero internacionalmente era uno sobera-
no y miembro de las Naciones Unidas. Así, podemos destacar otros muchos
ejemplos en todos los continentes y en todas las latitudes y encontraremos
que sí existe un desequilibrio de poderes y el Derecho Internacional, los
acuerdos y los compromisos internacionales, son comúnmente sobrepasa-
dos.

Concretamente, todo propósito de una intervención tiene un fin, un


objetivo que se desea alcanzar con ella. Son muchos los fines que se han
perseguido con las intervenciones y en todos ellos se evidencia
incuestionablemente una dualidad en cuanto al objeto de ella, pues se deno-
ta una íntima relación en un objeto interno con otro u otros externos. En la
invasión de Estados Unidos a Panamá en 1989, por ejemplo, hubo un propó-
sito interno, derrocar al dictador Noriega e incluso detenerlo para juzgarlo en
Estados Unidos, empero junto a ese fin también estaba presente el de la
seguridad del Canal de Panamá.

Muchos internacionalistas han opinado sobre la conveniencia de


establecer un catálogo de propósitos de intervención para poder definirla
mejor; otros, estiman que no contribuiría a esa definición, por cuanto sola-
mente sería una enumeración de las conductas de las políticas exteriores de
los Estados sin ninguna finalidad práctica. Para Santo Tomas de Aquino,
una guerra de agresión era justa cuando el propósito de ella era justo y para
Nicolás Maquiavelo lo era cuando era necesaria para los intereses del Esta-
do. Es una norma generalmente aceptada el juzgar la legalidad y la justicia de
una intervención en relación con su propósito, empero ¿quién puede juzgar
imparcialmente lo justo o lo injusto en el campo internacional? Debería serlo
el Consejo de Seguridad, pero para ello necesitaría el consenso de las 5
grandes potencias y él se ha dado en pocas circunstancias, particularmente
en aquellas en que no estaban en pugna los intereses de esas mismas poten-
cias.

En la década de los años noventa, en varias ocasiones, las fuerzas


militares de la India atacaron en Sri Lanka a los rebeldes tamiles (“los tigres
tamiles”). Con ello, no solamente apoyaba al Gobierno de esa República,
sino que también aseguraba el extremo sur de su territorio en el cual viven
algunas decenas de millones de tamiles. Sobre esto, muy poco se conoció
por cuanto no tenía una importancia especial para la paz y la seguridad
326
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

mundiales. Del mismo modo, en el Congo (Zaire) se desarrollaban, después


del derrocamiento del Presidente Mobutu, varias pequeñas guerras en las
que participaban, en territorio congoleño, rebeldes y fuerzas militares de
varios países, Uganda, Rwanda, Burundi y Zimbawe.

Sobre este particular, nos remitiremos nuevamente al autor Vincent:17


“Muchos especialistas en derecho internacional opinan que un criterio fun-
damental para evaluar la legalidad de cualquiera intervención ha sido el
"propósito" perseguido. Así, por ejemplo, si la intervención procura obligar
a un Estado culpable a que se someta a normas reconocidas del derecho
internacional, castigar una violación del derecho internacional o neutralizar
la ilegítima intervención de otro, se trata, se ha dicho, de una intervención
legal”. Oppenhein afirma que cuando una intervención responde a derecho,
nunca corresponde a la violación de la independencia exterior o la suprema-
cía territorial. En este punto el concepto de intervención se ha vuelto confu-
so, en el aspecto jurídico, por la resistencia a llamar “intervención“ a un acto
ilegal. Pero, su definición de dicho proceso remite a la “intervención dictato-
rial” en los asuntos internos o externos de un Estado y esta última implica
claramente una”.

Un análisis del pensamiento de Vincent nos plantea la duda de que si


la intervención por derecho de acuerdo a un protagonista de ella, no es
intervención, ¿deberá ser aceptada en esta condición por otros Estados? H.
S. Dinestein,18 trató de definir como intervenciones justas o al menos justi-
ficadas a las realizadas por Estados Unidos durante el conflicto ideológico
de la Guerra Fría cuando usó en forma directa o indirecta su Fuerza política,
económica o militar a fin de impedir, incluso si ello era sólo probable, la
asunción al Poder en un Estado por el comunismo, o a fin de derrocar a un
gobierno comunista establecido en una región que afectara o pudiera afectar
su seguridad. Estados Unidos invadió la República de Grenada, el propósito
de derrocar un Gobierno comunista que por medio de un golpe de Estado
había asumido el poder y reponer a su mandatario legítimo, empero hubo
también el propósito de lograr otras metas importantes para la seguridad de
Estados Unidos en el Caribe tales como el no permitir que la URSS lograra
establecer un triángulo geoestratégico con Cuba, Nicaragua y Grenada y
asegurar su dominio irrestricto de ese mar que le es fundamental para su
seguridad nacional.

En resumen, en toda intervención existen propósitos que las motivan


que para unos son justos, justificables y en consecuencia, para algunos de

17 Ibídem, Pág. 16.


18 Dinestein, H. S., “Intervention against Communism”, Baltimore ,1967, Pág. 8.

327
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

los internacionalistas citados o estudiados no serían “intervenciones”. Sin


embargo, esos mismos propósitos pueden no ser considerados como justos
y legales para otros actores que se vean afectados por una intervención.
Asimismo, los propósitos públicamente proclamados por el Estado que in-
terviene son, muy a menudo, diferentes de los reales. Hoy, la prensa juega un
importante rol al centrar sus informaciones para la opinión pública interna-
cional, destacando solamente los actos y hechos que benefician al Estado o
a los Estados a los cuales debe dar cuenta de sus informaciones; así como la
prensa no es imparcial en materias de política interna, tampoco lo es en
asuntos internacionales.

Nuestra conclusión, en relación con el propósito de cualquiera inter-


vención, es que éste debe ser evaluado no por los actores implicados, sino
exclusivamente por el Organismo que tiene la responsabilidad de velar por la
paz y la seguridad internacionales como genuino representante de todas las
Naciones del Mundo. Es el Consejo de Seguridad de la ONU el que a nuestro
criterio, debería amoldarse en su condición estructural conforme a las actua-
les vivencias, muy diferentes a las que se vivían en 1945 cuando se aprobó
y firmó la Carta de la Naciones Unidas.

5. Justificación de la Intervención

La Comisión sobre Intervención y Soberanía creada en la Organiza-


ción de las Naciones en su reunión de Santiago, debatió sobre las diferentes
interpretaciones que se están dando al concepto “intervención humanita-
ria” con el fin de presentar una propuesta al Secretario General de la ONU.19
Dada la importancia de los debates y el reconocido prestigio de los partici-
pantes, nos mueve a tener como uno de nuestros basamentos analíticos, el
Documento Oficial de dicha Reunión.

En relación con la justificación de la intervención se expresa lo si-


guiente:

Que muchas intervenciones pasadas de la Comunidad Internacional


se han basado generalmente en la preocupación por prevenir o aliviar el
sufrimiento humano, pero también para atender otras preocupaciones direc-
tamente políticas, como aquellas que implican la defensa colectiva de un
Estado agredido, tomar acciones para contener disturbios internos de un
Estado con amenaza de desbordarse hacia países vecinos, los casos de

19 “Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía”. Documento Oficial de la Mesa Redonda


efectuada en Santiago el 3 de mayo del 2002, Págs. 1 a 4.

328
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

guerras civiles en las cuales se ha producido un caos político y no existe un


Gobierno responsable y otras más vinculadas con asuntos internos, más
políticos que propiamente humanitarios. Para atender su cometido la Comi-
sión estimó que era indispensable conocer diferentes opiniones sobre cua-
tro considerandos básicos:
1. Tipos de agresión que podrían considerarse como causa posi-
ble para provocar una intervención y las razones que justifican
que se les considere como tales.
2. Jerarquía y prioridad que habría que dar a esas acciones, y por
qué.
3. Determinar si esos casos requieren, permiten, facilitan o exclu-
yen una acción o intervención internacional; y,
4. Conocer el grado en que la divergencia de opiniones o priori-
dades deriva de diferencias tácticas, más bien que de diferen-
cias fundamentales de filosofía política.
Sin embargo también se consideró que así como deben establecerse
con claridad las razones posibles de la “intervención”, también se requieren
conocer las razones que existen para “no intervenir”, incluidas las legales,
políticas y operacionales.

De acuerdo a los Principios fundamentales que rigen las relaciones


internacionales, el Embajador Benadava expresa: “Dentro de ellos, el Princi-
pio de no Intervención prohíbe a todo Estado o grupos de Estados la inge-
rencia directa o indirecta en los asuntos internos o externos de otro Esta-
do”.20 Cita el autor antes mencionado al Artículo 2, párrafo séptimo del Artí-
culo I de la Carta en el cual se hace referencia a los Propósitos y Principios de
la ONU, y destaca que este principio no se opone a la aplicación de medidas
coercitivas prescritas en el Capítulo VII de la misma Carta.

Para la Comisión Internacional Sobre Intervención y Soberanía, ha-


ciendo referencia a las restricciones legales de una intervención se conside-
ró que: ”La Comisión ya ha tenido en cuenta la necesidad de tomar en con-
sideración en forma completa y equilibrada las restricciones y exigencias
legales relativas a la intervención, y ya se ha encargado la redacción de
estudios sobre estos temas. Sin embargo, la cuestión de las prácticas que se
están imponiendo y de la medida en que ellas puedan estar creando un
‘nuevo derecho internacional consuetudinario’ o dando nuevas interpreta-
ciones de la ley existente, es un tema en que pueden existir diferencias signi-
ficativas y sobre el cual sería muy útil que la Comisión conociera la mayor
20 Op cit., Benadava, Santiago, “Derecho Internacional Público”, Pág. 165.

329
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

cantidad de opiniones, especialmente en (i) los cambios que están ocurrien-


do en las áreas en cuestión y el impacto legal o la significación de estos
desarrollos, si los hubiera; (ii) si el concepto de un derecho o responsabili-
dad de intervenir encuentra apoyo expreso o explícito, en los instrumentos
internacionales legalmente obligatorios; y, (iii) si una intervención que no es
legal puede ser justificada”.21

Las discusiones sobre estos temas se iniciaron, prácticamente, en los


comienzos de los años sesenta, durante la Guerra Fría, con el basamento de
que el Art. 2 de la Carta en su párrafo séptimo, solamente prevé expresamente
la no intervención por las Naciones Unidas, no refiriéndose a actos de los
Estados. Según Jiménez de Aréchaga, en el ámbito político internacional, se
planteaba que: “La intervención de los Estados se clarificaba en el párrafo
cuatro del Artículo 2 que se refiere a la amenaza o al uso de la fuerza”.22

Por otra parte, el mismo Jiménez de Aréchaga hace notar que: ”Esta
situación está claramente establecida ya que si bien la Carta no contiene una
disposición que trate expresamente el principio de no intervención por los
Estados, ese principio debería considerarse implícito en ella, ya que se pue-
de deducir del hecho que al proclamar la igualdad soberana de los Estados,
la Carta prohíbe a un Estado tener injerencia en los asuntos de otro. Este
concepto deriva del respeto a la personalidad jurídica e independencia polí-
tica del Estado, así como el principio de libre determinación, que comprende
el derecho de los pueblos a elegir libremente su sistema político, económico,
social y cultural. Por otra parte, no se puede permitir a los Estados hacer lo
que se le prohíbe a la Organización Internacional misma”.23 El autor en cues-
tión pone énfasis en que la amenaza del uso de la fuerza, sólo representa la
forma más evidente y extrema de la intervención.

Según Piñón y Rull, “la figura jurídica de la intervención supone el


empleo de una coacción objetiva capaz de limitar los derechos soberanos de
un Estado sin el libre consentimiento de éste”.24 Para Díaz de Velasco,25 este
principio tiene especial raigambre en los Estados del continente americanos
que han visto en él un principio de protección jurídica frente a coacciones
por parte de estados europeos y por Estados Unidos de América. Esto se ve
21 Op. cit., “Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía”. Págs. 1 a 4.
22 Jiménez de Aréchaga, Eduardo “El Derecho Internacional Contemporáneo”, Madrid, Editorial
Tecnos, 1980, Págs. 136 y 137.
23 Ibídem, Pág. 27.
24 Piñol I. y Rull. J., “El principio de no intervención en los Asuntos Internos de los Estados en
el Derecho Internacional Actual”, Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, 1978, Pág.537.
25 Díaz de Velasco, Manuel, “Las Organizaciones Internacionales”. Madrid, Editorial Tecnos, 1999,
Pág. 673.

330
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

reflejado en el Artículo 18 del Texto revisado de la Carta de la OEA y, asimis-


mo, refiriéndose al concepto internacional y no solamente al caso americano,
el mismo autor considera que: “Diferentes doctrinas enfocan este problema.
Entre ellas, la doctrina más exigente ha conectado la no intervención con el
principio de igualdad soberana ya que se trata de un principio tutelar del
ejercicio de la soberanía, encontrando fundamentación complementaria, bien
en la prohibición de las amenazas o el uso de la fuerza, o bien en el derecho
de los pueblos a la libre determinación”.26

Debemos reconocer que en la actualidad el principio de no interven-


ción no se ha cumplido, tanto por el hecho de que se le ha vinculado con el
respeto del Derecho Humanitario como por la decadencia de la FUERZA
DEL DERECHO frente al llamado DERECHO DE LA FUERZA. El mismo Con-
sejo de Seguridad ha sido sobrepasado y sus miembros, incluso aquellos
que poseen el derecho de veto, han aceptado estas situaciones.

La restricción de la intervención, además de ésta de carácter legal


que hemos analizado, tiene otras de condición política. En las discusiones
en mesas de trabajo de la Reunión de la Comisión de Intervención y Sobera-
nía27 se analizó in extenso las posibles restricciones de carácter político que,
además de las legales, necesitan de una clara definición a nivel internacional.
“En algunos casos las razones para no intervenir pueden ser de naturaleza
política principalmente y estas razones pueden prevalecer, aún prescindien-
do de que pueda existir la responsabilidad, la autoridad o la capacidad
operativa para actuar. Entre los ejemplos que a menudo se citan cabe men-
cionar: la falta de consenso internacional con respecto a una intervención
particular, incluso dentro del Consejo de las Naciones Unidas; la oposición
de los países vecinos; o la falta de voluntad política de parte de aquellos
países que tienen la capacidad de dirigir o emprender tal intervención. Tam-
bién se deben tener en cuenta otras restricciones políticas de distinto tipo.

La misma Comisión estima necesario dilucidar algunas de las restric-


ciones con una mayor cantidad de opiniones y éstas, a su vez, mejor defini-
das en los siguientes aspectos: (i) ¿cuáles son las restricciones políticas
claves y la evaluación de ellas con respecto a las opciones de intervención
y no intervención?; (ii) grado de apoyo internacional que se debe exigir para
que una determinada intervención se considere AMPLIAMENTE aceptada
y cómo resulta factible medir ese apoyo; (iii) ¿cómo se podría enfrentar el
posible problema de que algunos estados se sientan motivados a emprender

26 Ibídem, Págs. 184 y 185.


27 Op. cit., “Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía”. Págs. 1 a 4.

331
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

acciones justificables por razones incorrectas o “ilegítimas”?; y, (iv) ¿cuán-


do y cómo se podrían justificar importantes intereses mundiales a causa de
una intervención?

Consideraciones
Para los autores de este trabajo es una realidad el que aún no existe
una clara y precisa definición sobre la justificación de una intervención y de
la validez exacta de las restricciones, legales y políticas que ellas deben
tener. El mismo Secretario General de la ONU creó una Comisión destinada
estudiar esta situación y proponer las medidas que fueran aconsejables de
adoptar por parte de la misma Organización de las Naciones Unidas.
Desde la firma de la Carta de las Naciones Unidas hasta la fecha, las
condiciones del ámbito internacional han experimentando notorios cambios,
tanto en los tipos de conflictos bélicos y sus escenarios como en los equili-
brios de poder; los conflictos entre Estados han disminuido y han aumenta-
do los internos dentro de un Estado, muchos de los cuales afectan directa o
indirectamente el campo vecinal, regional y ponen en peligro la paz y la
seguridad internacionales.

El Consejo de Seguridad ha logrado el consenso para actuar, en mu-


chos casos, por medios pacíficos e incluso por acciones de fuerza, empero
no lo ha logrado en otros tantos, particularmente en aquellos en que las
cinco potencias con derecho a veto, han visto amenazados sus intereses
económicos, políticos o de seguridad nacional. Asimismo, de la multipolaridad
del Orden Mundial previo al año 1945, se pasó a una bipolaridad que duró
medio siglo, para llegar en la actualidad a un Orden Unipolar. Ambas circuns-
tancias han creado una situación muy distinta dentro del seno del mismo
Consejo, haciéndola cada vez más compleja.

La Asamblea General de noviembre de 1950, a petición de Estados


Unidos, aprobó la Resolución Nº 377, de UNIÓN PRO PAZ y con la cual se
buscó la aprobación de misiones de mantenimiento de la paz e incluso de
imposición de la paz, cuando dicha intervención militar era necesaria ante un
serio quebrantamiento de la paz y la seguridad internacionales y ella era
vetada por uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguri-
dad. Esta Resolución permite que ante una grave situación de emergencia en
la que no se logra el consenso en el Consejo, el Secretario General de las
Naciones Unidas pueda citar a una28 “Asamblea General de Emergencia” a
solicitud de la mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad, cuales-
quiera que fueran los Miembros requirentes (permanentes y no permanen-
28 Por esta misma Resolución se estableció un tercer tipo de Reuniones, a las Ordinarias y
Extraordinarias, se agregó una de Emergencia. Artículo 20 de la Carta de las Naciones Unidas.

332
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

tes) o por la mayoría de los Estados Miembros de la organización de las


Naciones Unidas.

El internacionalista Figueroa Pla expresa: “En otras palabras, la reso-


lución Unión Pro Paz no hizo otra cosa que transferir el poder más importante
del Consejo de Seguridad a la Asamblea General, evitando el ejercicio del
veto, que fue la condición principal para la adopción de la Carta de las
Naciones Unidas”.....”Se ha sostenido por numerosos tratadistas que la
Resolución UNIÓN PRO PAZ, en estricto sentido político, fue un cambio
constitucional por medios inconstitucionales”.29

La Resolución en comento, se aprobó como una consecuencia de la


Guerra de Corea y frente a la experiencia del problema que tuvo el Consejo de
Seguridad por falta de consenso; en ella se pide a Estados Miembros la
disposición y fuerzas armadas al servicio de Naciones Unidas por decisión
de la Asamblea General con una usurpación del privilegio del Consejo de
Seguridad.
Posteriormente fue aplicada en varias oportunidades, con y sin buen
resultado. En 1956, en la Guerra del Sinaí, y en 1960, en los conflictos deriva-
dos de la independencia del Congo Belga, se logró una solución favorable a
la paz. Sin embargo, en la invasión de Afganistán por parte de la Unión
Soviética, en diciembre de 1979, no se obtuvo el objetivo que se buscó
alcanzar con ella.
Aun cuando es una instancia legal, el mismo autor Figueroa Pla con-
sidera que la Asamblea General no tiene la capacidad para asumir un rol de
seguridad y paz internacionales, empero la Resolución Unión Pro Paz conti-
núa en vigencia hasta la actualidad.

Como lo expresamos anteriormente, en la actualidad se está plantean-


do una nueva capacidad para aprobar una intervención relacionada con la
defensa del Derecho Internacional Humanitario, cuestión que trataremos en
detalle en al Capítulo siguiente. Sin embargo, a nuestro criterio en este caso,
es preciso que en la misma Organización de las Naciones Unidas y, particu-
larmente, en el Consejo de Seguridad, en el que toda intervención puede ser
aprobada cuando su propósito es justo, sin embargo la acción coercitiva
debe tener plena justificación y cuando el no actuar implique graves conse-
cuencias para la paz y la seguridad internacionales. Debe ser siempre, el
último recurso y cuando los anteriores no han dado los resultados espera-

29 Figueroa Pla, Uldaricio, “Organismos Internacionales”. Editorial Jurídica de Chile, 1991,


Págs.149-150.

333
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

dos y debe ajustarse a las normas de la justicia internacional y al derecho de


soberanía de todos los Estados, y con la imparcial y libre aceptación de las
mayorías requeridas en el Consejo de Seguridad y sin presiones que puedan
desdibujar la realidad y urgencia del imperativo del uso de las armas.

Chile es y ha sido siempre un Estado de Derecho y esta condición le


exige la participación en misiones de paz de las Naciones Unidas, sin embar-
go, ese mismo Derecho lo obliga al irrestricto respeto del derecho de otros
Estados a su independencia y soberanía. Dentro de estos límites debe actuar
nuestra Política Exterior, cuando se trate de definir nuestra participación en
las misiones de paz que le sean requeridas.

334
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

CAPÍTULO II
LA INTERVENCIÓN FRENTE AL DERECHO INTERNACIONAL HU-
MANITARIO Y A LA ACCIÓN HUMANITARIA INTERNACIONAL
1. Antecedentes

El objeto del Derecho Humanitario en un sentido estricto, es el con-


junto de normas que otorga garantías y protección a los no combatientes. El
Derecho Internacional Humanitario abarca una conceptualización más am-
plia y tratará todo lo relacionado con el impacto directo de la guerra en la
vida, la integridad personal y la libertad de los seres humanos.30 El Comité
Internacional de la Cruz Roja (CICR) considera sinónimos los términos de
Derecho Internacional Humanitario, Derecho de los Conflictos Armados y
Derecho de Guerra. Esta visión más amplia apunta al objetivo último de
mitigar el sufrimiento humano causado por la guerra, en el sentido de “huma-
nizar la guerra”.31 Esta diferencia de criterios se explica en parte por los
orígenes del Derecho Internacional Humanitario en el siglo XIX.

El Derecho Internacional Humanitario comenzó su formación en el


decenio de 1860 derivando en dos de sus principales corrientes iniciales: el
derecho de La Haya y el derecho de Ginebra. A éstas les sumo la corriente de
Nueva York cuyos inicios se remontan a las décadas de los 60’s y 70’s del
siglo XX bajo el amparo de la ONU.

La corriente de la Haya surge en función de la Guerra Civil de Estados


Unidos (1861-1865) y de los escritos del jurista alemán Francis Lieber al
respecto, en los que se hacía referencia a la conducción de la guerra y el
debido trato a la población civil. A esta iniciativa le sigue otro documento
importante denominado la Declaración de San Petesburgo (1868) derivada
de la reunión de la Comisión Militar Internacional invitada ese año por el
gobierno ruso, que apuntaba a la restricción de cierto tipo de proyectiles
(proyectiles ligeros explosivos) para limitar el sufrimiento de los combatien-
tes. Con estos dos antecedentes, se llega a la convención de La Haya (1899),
surgida como iniciativa del gobierno ruso y una invitación del gobierno
alemán. En ella se reunieron 29 Estados con el objetivo de impedir nuevas
guerras a través del arbitraje internacional y la convocatoria regular a una

30 Hernández Campos, Augusto, “El Derecho de los Conflictos Armados no Internacionales: una
Visión Introductoria”, Revista Agenda Internacional, Instituto de Estudios Internacionales,
Pontificia Universidad Católica del Perú, Año VII, N° 14, Lima, Enero-Junio 2000, Págs. 78-79.
31 Kalshoven, Frits y Zegveld, Liesbeth, “Restriciones en la Conducción de la Guerra. Introducción
al Derecho Internacional Humanitario”, Comité Internacional de la Cruz Roja, Buenos Aires,
2003, Pág. 12.

335
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

conferencia internacional respecto al mantenimiento de la paz. Aunque no


logró su objetivo de impedir la guerra, sí logró establecer algunas medidas
para la conducción de la guerra. Entre estas, se contaban un intento por
codificar las leyes y costumbres de la guerra terrestre, en las que se incluían
normas básicas de protección a la población civil (especialmente en su artí-
culo 25 que impedía bombardear pueblos no defendidos y bienes culturales,
además del comportamiento de una potencia ocupante). Un tema pendiente
fue el trato a personas civiles que tomaban las armas, lo que produjo la
interesante cláusula Martens, que implicaba que si los Estados no llegaban
a acuerdo en un asunto particular, la conducción de la guerra siempre estaría
regida por los principios del Derecho Internacional. En la segunda conferen-
cia de Paz de la Haya (1907) solamente se profundizó algunos aspectos
relativos al bombardeo de pueblos no defendidos para incorporar los nue-
vos medios de guerra (globos), a la guerra naval y el bombardeo de puertos
no defendidos (sólo a las facilidades que sirvieran a la flota enemiga), ciertas
restricciones al uso de minas y torpedos.

La corriente de Ginebra se origina con la Conferencia y Convenio del


mismo nombre en 1864. Ésta tuvo por antecedente la fundación del Comité
Internacional de Ayuda a los Heridos (que posteriormente se dio el nombre
de Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y que fue seguida de otras
como la Media Luna Roja). Este Comité apuntaba al mejoramiento de la
suerte de los militares heridos de los ejércitos en campaña, los artículos de
esta conferencia (tales como la protección de ambulancias, hospitales y
heridos no importando su nacionalidad y el uso del distintivo de la cruz roja
en la guerra terrestre) dieron pie al posterior desarrollo de una serie de medi-
das, que derivaron en una ampliación de las normas a los heridos, enfermos
y náufragos en el mar cristalizados en el Tratado de 1899. En 1906 se hizo una
revisión del Convenio de 1864 que derivó en una revisión del Tratado del
año 1907. En 1929 se celebró una nueva conferencia en Ginebra que reflejaba
las experiencias de la Primera Guerra Mundial y apuntaba a dos áreas princi-
pales: a mejorar la situación de los heridos y enfermos en campaña, y por otra
parte, al trato de los prisioneros de guerra (en un convenio separado). La
Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial tuvieron como conse-
cuencia ,en este ámbito, el desarrollo de una nueva conferencia diplomática
en Ginebra que mejoró y reemplazo los convenios previos (1907 y los dos de
1929), en donde cabe especial atención al trato a grupos de resistencia orga-
nizados que bajo ciertas condiciones estrictas podían ser tratados como
prisioneros de guerra. También se protege, especialmente, a dos categorías
específicas: los civiles enemigos en territorio de una de las partes beligeran-
tes y los habitantes de un territorio ocupado. También se incluye en la ca-
336
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

tegoría de conflictos a los no internacionales desarrollados dentro de un


Estado. Además se dio énfasis a las sanciones, a las infracciones graves y
violaciones a los Convenios.

2.- El derecho de Nueva York originado a partir de la actividad de la ONU


A pesar del poco interés inicial en el derecho de los conflictos arma-
dos (reflejado en la actividad de la Comisión de Derecho Internacional) debi-
do al hecho que asumir para sí un rol relevante en mantener la paz y seguri-
dad internacionales implicaba no cuestionar sus capacidades en dicha tarea.
La actividad de las Naciones Unidas se centró en el enjuiciamiento de los
criminales de guerra y el tema de la bomba atómica. El tema del enjuiciamien-
to a los criminales de guerra alemanes (Tribunal de Nüremberg en 1945) y
japoneses (Tokio en 1946) derivó del Acuerdo de Londres de 1945 que esta-
bleció un Tribunal Militar Internacional. Este acuerdo estableció una dife-
renciación entre tres categorías que le incumbían en términos de la respon-
sabilidad individual: crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes
contra la humanidad. Además se establecieron en él, principios de responsa-
bilidad individual que apuntaban entre otros aspectos a que el cargo oficial
no exoneraba de responsabilidad y el cumplimiento de una orden tampoco
(aunque podría contar como una circunstancia atenuante). Esto se reflejó en
la resolución 95 de la Asamblea General de 1946 que solicitaba a la Comisión
de Derecho Internacional la preparación de un código de crímenes contra la
paz y seguridad de la humanidad. El tema de la bomba atómica quedó refleja-
do en el establecimiento de la Comisión de Energía Atómica a través de la
resolución N°1 (I) de 1946 y los esfuerzos de ésta por eliminar las armas
atómicas de los arsenales nacionales, evidenciando un esfuerzo efectivo en
la búsqueda del desarme. Durante la década de los 60’s con la resolución
1653 (XVI) de la Asamblea General que se refiere a la ilegitimidad del uso de
medios nucleares con fines bélicos, constituyó un apoyo importante en ese
sentido.
Con la llegada del Año de los Derechos Humanos de 1968 se cambió
la tendencia negativa de la ONU hacia el derecho de los conflictos armados,
buscando vincular ambas ideas, es decir, Derechos Humanos y Derecho de
los Conflictos Armados. La Conferencia Internacional de Derechos Huma-
nos de ese año, realizada en Teherán y auspiciada por las Naciones Unidas,
apuntaba directamente a los derechos humanos en los conflictos armados
(esto fue respaldado por la resolución 2444 (XIII)). Un tema relevante en este
desarrollo fueron las guerras de liberación nacional asociadas al proceso de
descolonización, haciendo hincapié en el derecho a la autodeterminación de
los pueblos, estableciéndose en repetidas ocasiones que las guerras de

337
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

liberación nacional eran conflictos internacionales y que los combatientes


de los grupos de liberación nacional fueran considerados prisioneros de
guerra y tratados como tales. Sin embargo, el tema con mayores consecuen-
cias fue el rechazo a la idea de “guerra coercitiva”, apuntada a la acción
contra la población del país enemigo en su totalidad como un medio para
forzar su rendición.

La confluencia de estos tres enfoques, es decir, el derecho de La


Haya, el de Ginebra y el de Nueva York se da en la década de los 70’s a partir
de la resolución 2444 (XIII), anteriormente mencionada, que derivó en un
esfuerzo conjunto entre los gobiernos, el CICR y las Naciones Unidas res-
pecto a las normas de combate (en el sentido del Derecho de La Haya), la
protección de las víctimas de la guerra (en el sentido del Derecho de Gine-
bra), como respecto a la protección internacional de los Derechos Humanos
en los conflictos armados. La conferencia Internacional de Ginebra de 1974
trajo dos textos de tratados denominados Protocolos Adicionales a los Con-
venios de Ginebra de 1949. El protocolo I se refiere a la protección de la
víctimas de conflictos armados internacionales y el Protocolo II hace refe-
rencia a los conflictos armados no internacionales. Dicha conferencia apro-
bó los protocolos en 1977, entrando en vigor en 1978. Las Naciones Unidas
dio impulso en 1980 a “La Convención sobre prohibiciones o restricciones
del empleo de ciertas armas convencionales que puedan considerarse exce-
sivamente nocivas o de efectos indiscriminados” dando lugar a tres Proto-
colos anexos sobre fragmentos no localizables; minas, armas trampa y otros
artefactos; y armas incendiarias, entrando en vigor en el año 1983.32

2. El Derecho Internacional Humanitario en la Post Guerra Fría

A partir de 1989, con el fin de la Guerra Fría, hubo un cambio en las


materias de Derecho Internacional Humanitario, llegándose a una redefinición
del concepto del Derecho de la Guerra, especialmente en los aspectos de
velar por la protección de la víctimas en los conflictos armados, y en la
acción humanitaria en la forma de asistencia a la población en caso de una
situación de emergencia.33

Desde 1990 se intensificó el interés mundial por el Derecho de los


Conflictos Armados, debido a varios acontecimientos, como por ejemplo la
Guerra del Golfo en 1991, una serie de conflictos armados en toda la década
y la extensa campaña en contra de las minas antipersonales.34 Esto, permitió
que se combinaran varios factores que guardan relación entre sí para alentar

32 Ibídem.
33 Adams, Robert, “The Role of Humanitarian Issues in International Politics in the 1990s”,
International Review of The Red Cross, Humanitarin Debate: Law, Policy, Action, Volume 81, N°
833, Geneva, March, 1999, Pág. 20.
34 Ibídem.

338
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

una mayor participación militar en la gestión de situaciones de crisis. Todos


estos factores se derivan del fin de la guerra fría:35

- Reformas al interior de las fuerzas armadas: En varios países, éstas


se encuentran en fase de transición. Dado que hoy el riesgo de una agresión
externa ha disminuido de manera significativa, el tradicional énfasis en la
defensa territorial se ha desplazado en cierta medida a otras funciones, in-
cluidas las operaciones de apoyo a la paz, como se suele denominar a las
misiones militares en situaciones de conflicto, y de ayuda de urgencia en
caso de catástrofes naturales. Así, los Estados estudian diversas modalida-
des para aprovechar la capacidad militar en nuevas tareas. El envío de fuer-
zas armadas a regiones en crisis y la asignación a ellas de actividades huma-
nitarias se considera, por lo menos en ciertas situaciones, una opción viable
e incluso deseable, que aporta a dichas fuerzas una nueva y adicional finali-
dad.

- La cambiante naturaleza de los conflictos: La evolución geopolítica


en los últimos diez años ha provocado un nuevo tipo de conflicto. El fin de
la guerra fría puso término a una serie de guerras atizadas por terceros, pero
también incrementó la vulnerabilidad de los Estados débiles a disturbios
internos y, en algunos casos, llevó a la desintegración de éstos en Estados
fallidos, desgarrados por enfrentamientos armados entre una horda de nú-
cleos de poder locales. Una de las facetas más inquietantes de estos nuevos
conflictos es que, muy a menudo, las personas civiles ya no se ven «atrapa-
das en medio del fuego cruzado» sino que deliberadamente son blanco de
ataques debido a su identidad como miembros de determinado grupo de la
sociedad. El alto precio que ha honrado la población civil y la desestabiliza-
ción de regiones enteras han determinado la creciente necesidad de la inter-
vención militar para restablecer la paz y la seguridad.

- Evolución de la función del Consejo de Seguridad de las Naciones


Unidas: El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha adquirido nue-
va importancia. Existe hoy mayor probabilidad, que durante la guerra fría, de
que los Miembros permanentes lleguen a un consenso en favor de la inter-
vención militar atendiendo a razones humanitarias, o por lo menos, de que se
abstengan de hacer uso de su derecho de veto en tales circunstancias. Ello
ha aportado un mayor margen de maniobra no sólo en el mantenimiento de la
paz, sino también, en la imposición de la paz. Particularmente desde la Guerra
del Golfo librada en 1991, el Consejo de Seguridad ha ampliado el ámbito de

35 Studer, Meinard, “El CICR y las relaciones cívico-militares en los conflictos armados”, Revista
Internacional de la Cruz Roja, Nº 842, Ginebra, 30 junio 2001, Págs. 367-390.

339
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

lo que considera «amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de


agresión», conforme al sentido del artículo 39 de la Carta de las Naciones
Unidas. De esta manera, se ha ocupado de guerras civiles y emergencias
como las de Irak, Somalia, Angola, Liberia, la República Centroafricana, la
antigua Yugoslavia y Timor Oriental.

Al sopesar opciones para la gestión de situaciones de crisis, la labor


humanitaria aparece como una esfera respecto de la cual los Estados pueden
lograr consensos con mayor facilidad que con respecto a una intervención
de índole política o exclusivamente militar. Un indicio de esta tendencia se
observa en la cada vez más asidua inclusión de la palabra «humanitario» en
resoluciones del Consejo de Seguridad relativas a las repercusiones de la
guerra. Sometidos a presión por parte de la opinión pública –sustentada por
los medios de comunicación–, los órganos políticos suelen tener la impre-
sión de que «algo se debe hacer» al respecto.

A comienzos del decenio de 1990, las Naciones Unidas, en particular


en su Programa de Paz, avanzaron el postulado de que en adelante no sería
posible disociar las cuestiones humanitarias del más amplio problema de la
paz y la seguridad.36 Con esta consideración presente, el Consejo de Segu-
ridad de las Naciones Unidas intenta dar cabida a problemas de carácter
humanitario, atendiendo a su dimensión y a sus eventuales repercusiones,
lo que junto a las posibles consecuencias, han llevado a las Naciones Uni-
das a concebir un enfoque integrado y han repercutido en la tendencia a
combinar la acción militar y la acción humanitaria en el mantenimiento de la
paz.37

En materia de Tratados, el Protocolo I de 1977 (sobre conflictos inter-


nacionales armados, adicionado a la Convención de Ginebra de 1948) estaba
ratificado en 1998, por 152 países incluidos los pertenecientes a la OTAN
(excepto Francia, que estaba en proceso de ratificación, Turquía y Estados
Unidos).38

Entre los años 1994 y 1997 fueron establecidos cuatro nuevos acuer-
dos sobre el Derecho de la Guerra: La Convención sobre la Seguridad del
personal de la ONU y personas asociadas de 1994, (que no forma parte

36 “Un Programa de Paz”, Informe del Secretario General de Naciones Unidas, Doc. ONU A/47/277-
S/24111, 17 de junio de 1992.
37 Op.cit. Studer, Meinard, “El CICR y las relaciones cívico-militares en los conflictos armados”,
Págs. 367-390.
38 Op. cit., Robert, Adams, “The Role of Humanitarian Issues in International Politics in the 1990s”,
Pág. 21.

340
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

estrictamente en el Derecho de la Guerra pero que establece lineamientos de


conductas en las hostilidades). Se firmaron dos nuevos Protocolos a la Con-
vención de 1980 sobre prohibiciones o restricciones al empleo de ciertas
armas convencionales. Estos incluían el Protocolo IV (1995) respecto a la
restricción del uso de armas láser cegadoras y el Protocolo II (1996) respecto
de las minas, trampas de cuerpo y otros artefactos. En 1997, se firmó la
Convención de Ottawa sobre la prohibición del uso, almacenamiento, pro-
ducción y transferencia de minas antipersonales y su destrucción. También
surgieron diversos documentos que contienen lineamientos a seguir res-
pecto de determinadas materias como por ejemplo, el Manual de San Remo
del Derecho Internacional aplicable a los Conflictos Armados en el Mar
(1994) y los lineamientos para Manuales e Instrucciones Militares en la Pro-
tección del Medio Ambiente en el momento de Conflictos Armados (1994).39

El énfasis principal del Derecho Internacional Humanitario durante la


Post Guerra Fría consistió en que el Derecho debía ser cumplido y las viola-
ciones debían ser castigadas. Por esto, además de otros importantes moti-
vos, fueron creados por el Consejo de Seguridad de la ONU, los Tribunales
Penales Internacionales de la ex Yugoslavia en 1993 y el de Rwanda en 1994.
Finalmente, en 1998 se adoptó el Estatuto del Tribunal Penal Internacional.

Respecto al tema de la acción humanitaria, este período ha congrega-


do un incremento de organismos interesados en participar en el escenario de
los conflictos armados. Se puede destacar el papel del ACNUR (Alto Comi-
sionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), la Cruz Roja, el Pro-
grama Mundial de Alimentos, sin contar las diferentes organizaciones no
gubernamentales (ONGs) que se dedican a estos temas.

El incremento del debate respecto del Derecho Internacional Humani-


tario en diferentes niveles pueden deberse a varios factores. Entre los prin-
cipales podemos contar los siguientes: 40

- Las creencias humanitarias: El humanitarismo como tal, ganó im-


portancia como respuesta a diversos conflictos de origen étnico y religioso,
propugnando la tolerancia como base de las relaciones humanas.

- El papel jugado por los medios de comunicación durante los con-


flictos: La posibilidad de que los medios de comunicación muestren las dis-
tintas fases en los conflictos, (situación iniciada en la Guerra del Golfo y

39 Ibídem.
40 Ibídem, Págs. 23-25.

341
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

vista hasta nuestro días con la última invasión a Irak) tuvo fuertes efectos en
la opinión pública y en la actuación de los Estados. Los nuevos escenarios
mostrados en vivo y en directo, han tenido una directa relación con el desa-
rrollo del Derecho de la Guerra y el Derecho Humanitario Internacional.

- El humanitarismo como solución o salida a ciertos problemas de


los Estados: Esto se refiere, por ejemplo, a situaciones migratorias, en que
los Estados prefieren cooperar creando en algunos casos campos de refu-
giados con ayuda para ellos, a que los refugiados entren al país en forma
libre y sin control.

- Algunos Estados prefieren actuar en forma multilateral a través de


instituciones internacionales: Muchas veces los Estados no pueden actuar
en los conflictos ni proveer ayuda por sí mismos, por lo que aúnan esfuerzos
en torno a organismos internacionales (ONU, por ejemplo) para ofrecer dife-
rentes formas de ayuda humanitaria.

Estos diversos factores, revisados anteriormente, logran que el deba-


te sobre la importancia del Derecho Internacional Humanitario haya surgido
con fuerza a partir de la década de los 90 y hasta nuestros días sea materia de
discusión en diversos foros internacionales.

3. La Intervención y el Derecho Internacional Humanitario

En épocas recientes, diferentes operaciones de las Naciones Unidas


en el norte de Irak o en Somalía, así como la intervención de la OTAN en
Kosovo, fueron calificadas de «intervenciones humanitarias». La doctrina
de la «intervención humanitaria» ha sido objeto de controversia en Derecho
y en Relaciones Internacionales, y sigue siéndolo en la actualidad. Debido a
que este principio dista mucho de ser aceptado por todos los Estados, no
existe una definición de «intervención humanitaria» que goce de aceptación
universal.41

La «Intervención por motivos de humanidad» y el «derecho de inje-


rencia» (derecho a intervenir) son términos que se han utilizado en las ope-
raciones de asistencia e intervenciones en los asuntos internos de otro
Estado. El debate sobre el «derecho de intervención», iniciado a finales del
decenio de 1980, siempre ha sido ambiguo y se ha referido tanto a las opera-
ciones estatales como a la acción de las organizaciones internacionales gu-
bernamentales o de las organizaciones no gubernamentales.42

41 Ryniker Anne, “La posición del CICR sobre la “intervención humanitaria”, marzo de 2001, en:
http://www.icrc.org/spa
42 Ibídem

342
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

Si bien «la intervención humanitaria» no goza aún de aceptación uná-


nime, algunos Estados y un sector de los juristas internacionales consideran
que tal aceptación es lo suficientemente amplia como para hablar de costum-
bre internacional. El debate actual se refiere a la necesidad de instaurar un
modelo jurídico de intervención, a fin de garantizar un mecanismo claro de
toma de decisiones y de asegurar que la intervención se ejecute de manera
no discriminatoria.43

El tema de cuándo puede un Estado o un grupo de Estados recurrir al


uso de la fuerza está reglamentado en la Carta de las Naciones Unidas: “En
principio, los Estados se abstendrán de recurrir a la fuerza en sus relaciones
internacionales”·(Art. 2, Párr. 4). Las excepciones están contempladas en el
capítulo VII de la Carta. En caso de amenaza contra la paz y la seguridad
internacionales, el Consejo de Seguridad puede decidir que se tomen medi-
das militares (Art. 42). Por otra parte, se garantiza el derecho a la legítima
defensa individual o colectiva de los Estados (Art. 51). El derecho a la libre
determinación es otro caso posible de intervención admitida en la práctica.
En cambio, por el momento, no es posible afirmar que exista un derecho de
emprender una acción unilateral o de recurrir a la fuerza contra un Estado que
cometa abusos en materia de derechos humanos o violaciones del Derecho
Internacional Humanitario.44

Las violaciones graves del Derecho Internacional Humanitario exigen


que se enjuicie a los responsables y se los castigue como criminales. Éstos
podrán ser juzgados por jurisdicciones nacionales o, en su defecto, por la
Corte Penal Internacional. En la Convención de Ginebra existe una obliga-
ción individual y colectiva de «respetar y hacer respetar» el Derecho Inter-
nacional Humanitario. Si se cometen violaciones graves, los Estados Partes
«se comprometen a actuar, conjunta o separadamente, en cooperación con
las Naciones Unidas y en conformidad con la Carta de las Naciones Unidas»
(Art. 89 del Protocolo I adicional a los Convenios de Ginebra).45

Respecto a las medidas específicas que pueden escoger los Estados


y las Naciones Unidas para hacer cesar las violaciones, se trata de una
cuestión que no reglamenta el Derecho Internacional Humanitario, sino la
Carta de las Naciones Unidas (Capítulo VII o VIII). El Consejo de Seguridad
dispone de una amplia gama de medios que van desde la denuncia hasta el
envío de tropas, pasando por la interrupción completa o parcial de las rela-
ciones económicas. En caso de intervención armada, el Consejo de Seguri-
43 Ibídem.
44 Ibídem.
45 Ibídem.

343
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

dad puede decidir si la misión será emprendida por fuerzas de la ONU, o si


será delegada a un Estado o a un organismo regional de seguridad. No
obstante, el artículo 53 de la Carta estipula que «no se aplicarán medidas
coercitivas en virtud de acuerdos regionales o por organismos regionales
sin autorización del Consejo de Seguridad».46

Si se recurre a la fuerza armada, se aplicaría el Derecho Internacional


Humanitario, sea cual fuere el motivo de la intervención, pero su aplicabilidad
es materia de un debate que aún continúa, ya que existen interpretaciones
diversas sobre algunas de las normas del Derecho Internacional Humanita-
rio, en particular por lo que atañe a la conducción de las hostilidades. Por
otra parte, las organizaciones humanitarias generalmente mantienen una li-
bertad de acción debido a las consecuencias humanitarias que toda inter-
vención armada genera.47

Es importante establecer la distinción entre “intervención humanita-


ria” y “asistencia o acción humanitaria”, ya que esta última es un mecanismo
aceptado universalmente que debe contar con el consentimiento expreso del
Estado receptor y que se encuentra regulada en varias decisiones de la
Asamblea General de la ONU. Como ya se explicó anteriormente, la interven-
ción humanitaria haría referencia a otro fenómeno y no estaría regida por los
mismos criterios.48

El Derecho Internacional Humanitario prevé que, en materia de asis-


tencia o acción humanitaria, se deben tener en cuenta los siguientes elemen-
tos.49

a) Las partes en conflicto no tienen derecho a hacer padecer hambre


a la población de la parte adversa y deben, como todos los Estados, autorizar
el libre paso de la asistencia internacional destinada a esa población, cuando
esa asistencia sea indispensable;

b) Cuando la población que se encuentra en el territorio que contro-


lan -por consiguiente, también su propia población- esté insuficientemente
46 Ibídem.
47 Ibídem.
48 “Issue Paper” sobre Intervención Humanitaria, presentado a Consideración de los Ministros de
Relaciones Exteriores del Grupo de Río, por parte de los representantes permanentes ante Naciones
Unidas, Nueva York, octubre de 2000.http://www.un.int/colombia/discursos/
comRIOissuepaperhuman.htm
49 Sandoz Yves, “Límites y condiciones del derecho de intervención humanitaria. Derecho de
intervención y Derecho Internacional en el ámbito humanitario. Hacia una nueva concepción
de la soberanía nacional”, Sesión pública de la Comisión de Asuntos Exteriores y Seguridad del Parlamento
Europeo sobre el Derecho de Intervención Humanitaria, Bruselas, 25 de enero de 1994.

344
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

abastecida, las partes en conflicto tienen la obligación de suministrar víve-


res, medicamentos y otros bienes esenciales para su supervivencia;

c) Cuando no puedan abastecer en esos bienes esenciales a la pobla-


ción que carece de ellos, las partes en conflicto deben aceptar acciones de
asistencia internacional destinadas a los territorios que controlan, incluido
su propio territorio.

4. La ONU, la Cruz Roja y la acción humanitaria

Buscando la mejor manera de ofrecer la asistencia adecuada, la Oficina


de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU ha trabajado para satis-
facer las necesidades humanitarias y derechos de civiles, en especial, niños,
mujeres, adultos mayores y personas vulnerables que los requieran. En este
sentido, las tareas de acción humanitaria han requerido de una serie de orga-
nismos que promuevan efectivamente la ayuda en las zonas afectadas.

En la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios existe un


Comité Permanente entre Agencias (IASC) que coordina la participación de
los diferentes organismos internacionales como el Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Organización Mundial del Trabajo (OIT),
la Organización Mundial de las Naciones Unidas para la Agricultura y Ali-
mentación (FAO), el Programa Mundial de Naciones Unidas para la Alimen-
tación (WFP), el Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Hu-
manos (HABITAT/UNCHS), entre muchos otros, así como la ayuda canali-
zada a través de la Cruz Roja y las ONGs en el caso de emergencias complejas
y desastres naturales.50

La Oficina tiene cobertura en diferentes países y regiones del mundo,


y durante el año 2002, gracias a las donaciones de varios contribuyentes, se
pudo proveer de ayuda humanitaria a diversos lugares como el territorio
Palestino, Sudáfrica, Medio Oriente, el norte del Cáucaso, etc.51

Dentro de la planificación de la Oficina de Coordinación de Asuntos


Humanitarios está contemplado un Plan de Acción Estratégica para los años
2003-2005, el cual ha establecido una serie de objetivos prioritarios. Uno de
ellos consiste en mejorar la capacidad de coordinación en caso de emergen-
50 Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios, ONU.
http://www.reliefweb.int/ocha_ol/about/facts.html
51 Reporte Anual 2002, Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios, ONU.
http://www.reliefweb.int/library/documents/2002/OCHA_Annual_Report_2002.pdf

345
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

cias humanitarias, buscando una mejor preparación y un despliegue más


rápido del personal con experiencia y de los coordinadores de la ayuda
humanitaria. Otro objetivo prioritario se refiere a trabajar bajo los parámetros
establecidos de los principales acuerdos surgidos del Consejo de Seguridad
en materia humanitaria; y también, este Plan establece la necesidad de
implementación de una política coherente y unificada de todos los organis-
mos involucrados en materia de desastres naturales.52

Las Naciones Unidas han puesto gran énfasis en la acción humanitaria


en la década de los 90’s lo que se ha caracterizado por el extensivo
involucramiento de diversos organismos que la componen. El Departamento
de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (establecido en 1992) y su
sucesor creado en 1997, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios,
han tenido un rol activo en esta área; este último organismo tiene tres
funciones principales:53

- La coordinación de la acción humanitaria sobre todo en casos


de emergencia.

- El desarrollo de políticas y coordinación de funciones para


garantizar el efectivo envío de la ayuda humanitaria.

- La promoción de acción humanitaria entre diferentes


organismos de las Naciones Unidas, sobre todo el Consejo de
Seguridad.

La actividad de la ONU en este período ha tenido seis factores de


desarrollo, estos son:54

- Enfrentar la amenaza de las guerras civiles, en donde la distinción


entre soldados y civiles es comúnmente ignorada. La preocupación por este
tema en los 90’s se ve reflejada en la acción de la ONU en casos de guerras
civiles u otros conflictos internos, despachando fuerzas de mantenimiento
de la paz, estableciendo zonas seguras y campos de refugiados, estableciendo
embargos y sanciones.
- Establecer tribunales internacionales como una respuesta a los
52 Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios, ONU, http://www.reliefweb.int/appeals/
2003/ocha2003.pdf
53 Annan Kofi, “Prevención de la Guerra y los Desastres: Un desafío Mundial que va en aumento”,
ONU, Nueva York, septiembre de 1999, Pág. 74.
54 Op. cit. Robert, Adams, “The Role of Humanitarian Issues in International Politics in the 1990s”,
Págs. 25-35.

346
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

crímenes de guerra. En este sentido, los casos de los tribunales de Yugosla-


via y Rwanda son paradigmáticos. Cuando la comunidad internacional ha
sido incapaz de llegar a acuerdo respecto a las medidas a tomar en una
situación de violencia y atrocidades o de una política definida relacionada
con una crisis o cuando hay reticencia por parte de los países a enviar a sus
soldados en una situación en la que no están directamente involucrados. La
apertura de las firmas del Estatuto de Roma de la Corte Criminal Internacional
en 1998 viene a llenar un vacío debido a la debilidad de las cortes nacionales
o ad hoc, estableciendo nuevas bases en la definición de crímenes y en su
aplicación a guerras civiles, aunque ha enfrentado oposición de algunos
países (entre los que se cuenta Estados Unidos) fundada en la necesidad de
aclaración de los poderes de la Corte para investigar, arrestar y perseguir, y
cómo sus militares pueden ser afectados por esto.
- Transformación del régimen de refugiados. Se ha dado una tendencia
a tratar de afrontar el flujo de refugiados en o cerca de la fuente de origen. A
pesar de que muchos Estados han reconocido su obligación de recibir
refugiados, muchos de ellos presentan cierta ambigüedad debido a las
consecuencias políticas y militares que los inducen a buscar otras formas de
acción para ayudar a enfrentar estas situaciones, entre las que se cuentan el
financiar la acción humanitaria, manejar el problema humanitario cerca o
dentro del país de origen a través de la creación de áreas seguras, campos
semi-permanentes y acuerdos de paz que garanticen el retorno de los
refugiados.

- Zonas seguras: es un intento de declarar áreas fuera de los límites de


la actividad militar de una fuerza. No existe el supuesto de que estas zonas
pueden ser ocupadas por el adversario. La idea que estas áreas deben disfrutar
de áreas de protección especial ya surge en el derecho de Ginebra respecto
a hospitales y ciertas localidades generalmente por acuerdo de las partes. La
característica de las zonas establecidas en la post Guerra Fría son: a) son
proclamados por Estados u organismos externos (generalmente el Consejo
de Seguridad) más que por los beligerantes; b) se ha usado diferentes
nomenclaturas para definirlas (corredores de tranquilidad, zonas neutrales,
áreas seguras, etc.); c) los responsables de protegerlas han sido generalmente
fuerzas externas; d) un interés central en la seguridad de los refugiados y la
prevención de los movimientos masivos de la población; y, e) la actividad
militar de algún tipo por parte de los beligerantes generalmente ha continuado
dentro de las áreas.

- Combinación de mantenimiento de la paz con la protección de la


acción humanitaria. Algunas operaciones de mantenimiento de la paz han

347
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

sido mandadas para ofrecer asistencia y protección para la acción humanitaria,


aunque en algunas ocasiones el Consejo de Seguridad ha abandonado
temporalmente este intento y autorizado una intervención militar.

- Intervención humanitaria en el sentido de una intervención militar


en un Estado sin la aprobación de sus autoridades con el objetivo de prevenir
el sufrimiento o muerte de sus habitantes.

Otro organismo que trabaja en estrecha colaboración con la Oficina


de Coordinación de Asuntos Humanitarios, como ya se ha hecho mención
anteriormente, es el Comité de la Cruz Roja Internacional (CICR), el cual
sigue los lineamientos de los Principios Fundamentales de la Cruz Roja y de
la Media Luna Roja al igual que las disposiciones pertinentes del Derecho
Internacional Humanitario. El CICR trabaja independientemente de cualquier
objetivo de índole política o militar y sus actividades abarcan no solamente
la asistencia a las víctimas de los conflictos armados y de la violencia interna,
sino también, y fundamentalmente, la protección de éstas, atendiendo tanto
al derecho como a los principios humanitarios. 55

A continuación se detallan tres aspectos que tratan de la respectiva


naturaleza de la intervención militar y de la acción humanitaria que realiza el
Comité de la Cruz Roja Internacional, así como de la relación entre ambas y
las posibilidades de cooperación:56

- El objetivo de la acción humanitaria del CICR no es la resolución de


conflictos sino la protección de la dignidad y de la vida humanas. Las
actividades humanitarias del CICR no pueden en modo alguno estar
supeditadas a objetivos y consideraciones de orden político o militar.

- El objetivo primordial de las misiones militares multinacionales, desde


el punto de vista del CICR, debiera consistir en establecer y mantener el
orden y la seguridad y facilitar la resolución global del conflicto.

- El CICR debe preservar su independencia de acción y decisión, sin


dejar de mantener estrechas consultas con las misiones militares
internacionales que se encuentren desplegadas en la misma zona de
operaciones. La consulta debe darse en cada fase, tanto en el plano
estratégico como operacional.

55 Op.cit. Studer, Meinard, “El CICR y las relaciones cívico-militares en los conflictos armados”,
Págs. 367-390.
56 Ibídem.

348
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

La cooperación en la práctica que ha establecido el Comité


Internacional de la Cruz Roja para cumplir con los objetivos planteados
anteriormente, puede redundar en diversas acciones que permitiría que el
CICR pretenda trabar y sostener un diálogo con los círculos políticos y
militares donde se formulan las políticas que rigen la intervención militar en
las emergencias derivadas de conflictos armados. El adelanto del diálogo
entre los organismos y las dependencias competentes de las Naciones
Unidas, la OTAN y la Unión Europea es objeto de particular atención. El
objetivo fundamental de ese diálogo es promover la visión que tiene el CICR
de la acción humanitaria y, de ser necesario, fomentar y mantener contactos
de utilidad para la cooperación operacional y para impulsar el respeto del
derecho internacional humanitario. Además, el CICR también busca ese
diálogo fuera del mundo occidental, especialmente en regiones donde existe
el marcado deseo de conferir un carácter regional al mantenimiento de la paz.

Otro tipo de cooperación se establece en la cooperación operacional


con las fuerzas de mantenimiento de la paz. El CICR promueve contactos con
miras al intercambio de información pertinente, en particular en situaciones
en las cuales lleva a cabo actividades en la misma zona de operaciones que
las fuerzas militares. Cuando procede, el CICR asigna a uno o más
responsables para ocuparse del enlace con el mando militar sobre el terreno
y a otras personas que, en la sede, asumen idénticas funciones respecto del
mando militar supremo de que se trate.

El CICR mantiene igualmente contacto con las autoridades políticas y


militares pertinentes, exhortándolas a la clara determinación del cometido de
las fuerzas de mantenimiento de la paz en lo que a las consecuencias
humanitarias de ese se refiere, de manera que se obvie toda ambigüedad con
relación al cometido y a la función del CICR. Intenta cerciorarse, en particu-
lar, de que la acción militar no vulnere el carácter imparcial, neutral e
independiente de su trabajo. Se empeña, asimismo, en velar por el respeto
del derecho internacional humanitario por parte de las misiones militares
internacionales. Sin recurrir como norma (que puede ser dispensada en casos
excepcionales) a la protección armada para sus operaciones, incluidos los
convoyes de suministros de socorro, el CICR acoge con beneplácito todo
esfuerzo que inviertan las misiones militares internacionales para crear un
entorno seguro para las actividades humanitarias.

A través de cursillos sobre el derecho internacional humanitario y los


principios básicos que rigen la acción humanitaria, el CICR aspira a ejercer
influencia en la formación de personal militar asignado a misiones militares
en el extranjero o a participar directamente en ella. Con este propósito, forja
349
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

y mantiene relaciones institucionales directas con las academias militares y


demás establecimientos que imparten formación a personal civil y militar
para tales misiones. Establece la dimensión de la cooperación que estima
apropiada según las circunstancias, en una gama que va desde las
contribuciones puntuales hasta la cooperación formal a largo plazo. El CICR
también se empeña en aprovechar sus programas de formación para familiarizar
a su personal con los distintos aspectos de las misiones militares
internacionales y los diferentes conceptos de la cooperación cívico-militar
que se aplican en el terreno.

Mediante su dinámica participación en conferencias multilaterales y


de otra índole que tratan de la relación entre la acción militar y la acción
humanitaria, el CICR aspira a promover su enfoque del manejo de crisis y a
compartir la experiencia operacional que ha adquirido. Busca también
desarrollar y mantener una red de contactos entre quienes se ocupan de
asuntos relacionados con la seguridad internacional. La participación del
CICR en acontecimientos de esta naturaleza depende de la posibilidad que
se le brinde para contribuir a las deliberaciones o del interés que tenga para
la organización el tema que se proponga examinar.

El CICR participa (de manera selectiva) en ejercicios de adiestramiento


militar cuando se le invita a hacerlo y cuando el propósito de esos ejercicios
sea servir de cauce para la formación en el manejo militar de crisis que abarque
la relación entre el sector humanitario y el sector militar. En estas ocasiones,
la meta es dar a conocer mejor el cometido y las actividades del CICR y
divulgar el conocimiento del derecho internacional humanitario. La
contribución del CICR debiera comenzar en la fase de planificación. Se con-
cede prioridad a los ejercicios internacionales.57

57 Ibídem.

350
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

CAPÍTULO III

EL PRINCIPIO DE NO INTERVENCIÓN FRENTE AL


ARTICULADO DE LA CARTA Y LOS DEBATES Y
RESOLUCIONES DE LA ASAMBLEA GENERAL

Consideraciones iniciales

“La adopción de medidas coercitivas sin la autorización del Consejo


de Seguridad, amenaza la esencia misma del sistema internacional de seguridad
cimentado en la Carta de Naciones Unidas. Sólo la Carta ofrece una base
jurídica de aceptación universal, para el empleo de la fuerza. Kofi Annan,
Secretario General de la ONU 1999”.58 Hemos creído de importancia iniciar
este capítulo con la cita del Secretario General de la ONU Kofi Annan, ya que
a pesar de que el principio de no intervención tiene una larga historia, fue por
el bombardeo de Yugoslavia y Kosovo por parte de la OTAN en 1999, sin la
autorización del Consejo de Seguridad, el que desató la gran polémica a nivel
internacional referente a la intervención y la soberanía de los Estados, a lo
cual nos referiremos en el presente capítulo.

Si nos atenemos a los postulados de la Carta de Naciones Unidas, a


los debates en la Asamblea General de la ONU y a las resoluciones sobre la
“intervención” que este organismo aprobó, se puede concluir que la doctrina
de no intervención durante la Guerra Fría fue importante tanto para Estados
Unidos como la Unión Soviética en sus ámbitos de acción, pero en la post
Guerra Fría, también lo ha sido para todos los Estados que componen la
Comunidad Internacional, siendo una regla que tenía y tiene que tomarse en
cuenta al formular la conducta exterior de dichos Estados. Si bien había
consenso respecto a la importancia del principio, no lo había tanto a cerca de
los aspectos generales de su definición y los alcances de su aplicación, es
decir, en torno de los tipos de comportamiento que prescribía.59
En este capítulo nos referiremos a la historia del principio de no
intervención de las Naciones Unidas, desde el análisis del articulado de la
Carta que tiene alguna relación con la no intervención en las relaciones
internacionales hasta la aprobación por parte de la Asamblea General de las
Naciones Unidas en 1970 de dicho principio, como uno de los siete del
derecho internacional que rigen las relaciones amistosas y la cooperación
entre los Estados.
58 Asamblea General, Documentos Oficiales, Quincuagésimo cuarto período de sesiones, Suplemento
Nº 1 (A/54/1) Memoria del Secretario General sobre la labor de la Organización. Naciones Unidas,
párrafo 66 referente a la intervención de la OTAN en la Crisis de Kosovo sin la autorización del
Consejo de Seguridad. New York 1999, Pág. 9.
59 Op. cit., Vincent, R. J. “No intervención y Orden Internacional”, Pág. 234.

351
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

1. Análisis del articulado de la Carta frente al principio de no


intervención

Si bien, en la Carta de Naciones Unidas, la norma de la intervención


entre Estados no figura de manera explícita en su articulado, según algunos
internacionalistas como Eduardo Jiménez de Aréchaga, R. J. Vincent y
Eduardo Pignatelli y Meca, esta materia sí se encontraría implícita en varios
artículos de dicho documento, especialmente en la declaración de Principios
y Propósitos de la ONU establecida en el Capítulo I.

En atención a estas opiniones de diversos expertos en el área


internacional, hemos creído de interés referirnos a cada uno de los párrafos
de la Carta que en forma implícita pueden tener una relación directa o indirecta
con el Principio de no intervención:

a.- Párrafo 7 del articulo 2º de la Carta de Naciones Unidas

La única vez que aparece nombrado el concepto de “intervención” en


la Carta de la Naciones Unidas, es en el párrafo 7 del artículo 2, en el que se
expresa el principio de la excepción de la jurisdicción interna de los Estados
en la siguiente forma: “ninguna disposición de esta Carta autorizará a las
Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la
jurisdicción interna de los Estados, ni obligará a los Miembros a someter
dichos acuerdos a procedimientos de arreglo conforme a la presente Carta;
pero este principio no se opone a la aplicación de las medidas coercitivas
prescritas en el Capítulo VII”.

Según algunos analistas internacionales, aquí hay un principio de


“no intervención”, al expresar que: “ninguna disposición de la Carta autorizará
a Naciones Unidas a intervenir...”, pero se refiere a la prohibición de Naciones
Unidas como Organización para intervenir “en los asuntos que son
esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados”, y no a la intervención
unilateral de un Estado en los asuntos internos de otro. Sin embargo, Eduardo
Jiménez de Aréchaga, dice que si bien es cierto que el artículo 2 párrafo 7
prohíbe sólo la intervención de la Organización, no es menos cierto, que
implícitamente puede ser ampliada a los Estados entre sí, ya que la Carta no
puede permitir a los Estados hacer lo que prohíbe a la Organización, y por lo
tanto, tal prohibición debe entenderse a fortiori también para los Estados
Miembros en sus relaciones con otros Estados. Tanto la Organización como
los Estados Miembros están obligados a actuar de conformidad con todos
los principios de la Carta, incluido el de no intervención.60

60 Cfr. Op.cit., Jiménez de Aréchaga, Eduardo. “El Derecho Internacional Contemporáneo”, Págs.
136 y 137.

352
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

En todo caso, lo anterior es una opinión muy respetable, pero la Carta


sólo se refiere a que las Naciones Unidas no están autorizadas para intervenir
en asuntos internos de los Estados Miembros, pero nada dice referente a la
no intervención en las relaciones entre los Estados. Además sería necesario
analizar el aspecto de que la intervención de las Naciones Unidas, por ser un
acto propio de la comunidad internacional, no tendría la misma objeción
legal o moral que la intervención unilateral de un Estado en los asuntos
internos de otros.

Según el Profesor Peocurt, el párrafo 7 del artículo 2 de la Carta, cuando


expresa: “los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de
los Estados”, es una cláusula jurídicamente indeterminada e indeterminable,
texto vacío de contenido, de intrascendente aplicación. En realidad, el
significado de “esencialmente de la jurisdicción interna”, no ha sido definido.
La propia indeterminación del precepto ha permitido en bastantes casos,
que Naciones Unidas rechace la excepción de la jurisdicción interna,
afirmando sus propias competencias, como en el caso de Somalía.

Ampliando el análisis del párrafo 7 del artículo 2 de la Carta, debe


convenirse que el principio de no intervención, fijado en dicho precepto,
impide intervenir a Naciones Unidas, tan sólo, en los asuntos que son
esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados, pero no en los demás;
y, es lo cierto, que existen asuntos internos que no caben ya en la órbita de
cuestiones de carácter exclusiva o esencialmente doméstico, como el respeto
y la observancia de derechos humanos fundamentales dentro de un Estado.
Por lo tanto, no existe correspondencia total entre las cuestiones de
jurisdicción doméstica y los asuntos internos o externos a que se refiere la
prohibición de intervención.61

En la frase final de este párrafo, que dice: “este párrafo no se opone a


la aplicación de las medidas coercitivas prescritas en el Capítulo VII”, se
determina que las Naciones Unidas y en particular el Consejo de Seguridad,
está autorizado para intervenir en asuntos internos de los Estados, cuando
se impone la paz. Conforme al artículo 42, el Consejo de Seguridad puede
ejercer bajo su mando una acción coercitiva, por medio de fuerzas militares,
para mantener o restablecer la paz, lo que incluye la “imposición de la paz”.
Esta facultad se ha conocido como “la guerra de Naciones Unidas”. Al
respecto podemos recordar que Pérez de Cuéllar, Secretario General de la
ONU, cuando se produjo la invasión de Irak a Kuwait, se encontró ante el
61 Pignatelli y Meca, Fernando “La intervención armada por razón de humanidad”, que considera lo
expresado por op. cit., Jiménez de Aréchaga, Eduardo, “El Derecho Internacional Contemporáneo,
Págs. 136 y 137.

353
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

desafío de aplicar la seguridad colectiva. Las Naciones Unidas no pudieron


hacerlo directamente por no tener una capacidad militar propia, y así esta
acción, se transformó en “la guerra autorizada por Naciones Unidas” a
coaliciones lideradas por una potencia interesada o por una organización
regional, tales como la fuerza internacional liderada por Estados Unidos en
Somalia (Devolviendo la Esperanza) o la KFOR en Kosovo por la OTAN
respectivamente. Ambas acciones pueden considerase como intervención
en asuntos internos de un Estado.

b.- Párrafo 4 del articulo 2º de la Carta de Naciones Unidas

El párrafo 4º de este artículo expresa: “Los estados Miembros de la


Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a
la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia
política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los
Propósitos de las Naciones Unidas”.

Vemos que con este párrafo se protege la integridad territorial y la


independencia política, obligando a los Estados Miembros a abstenerse del
empleo de las fuerzas contra ellas.62

Según R. J. Vincent, se las protege aún más con la frase “en sus
relaciones internacionales” en las cuales excluye el uso de la fuerza entre los
Estados, pero no dentro de ellos, lo que según él, afirma la soberanía del
Estado Nación, ya que el principio “no impide a un Estado emplear la fuerza
dentro de su zona jurisdiccional”, caso de Chechenia en Rusia.63 “Por
añadidura, la integridad territorial – intacta en tanto no se despoje al Estado
de alguna parte de su territorio- no es la misma cosa que la inviolabilidad
territorial, o sea “el derecho de un Estado a ejercer una jurisdicción exclusiva
dentro de su propio territorio”.

Si bien es cierto, que dicho párrafo 4 prohíbe el uso de la fuerza en las


relaciones internacionales, no es menos cierto que no proclama precisamente
un principio de no intervención.64

“Gran parte del debate en las Naciones Unidas sobre la intervención


habría de girar sobre los aspectos ambiguos, situados más allá del uso de la
fuerza y del concepto de integridad territorial. Para muchos miembros de
Naciones Unidas, por cierto, la palabra intervención había de convertirse en
el vocablo utilizado para designar los tipos de conducta no contemplados en

62 Goodrich, LM y Hambro, E., “Charter of the United Nations”, 2ª. Edición, Londres, 1949, Pág.
103.
63 Goodrich y Hambro, afirman que el principio “ni impide a un Estado emplear la fuerza dentro de
su zona metropolitana…ni para sofocar….un disturbio colonial”.
64 Goodrich y Hambro sostienen que la obligación estipulada en ese párrafo no se dirige contra los
métodos económicos o psicológicos de coerción.

354
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

el párrafo 4 del artículo 2º, por lo que no es en este artículo donde podría
encontrarse propuesta la norma de no intervención”.65

c.- Párrafo 1 del artículo 2 de la Carta de Naciones Unidas

“La Organización está basada en el principio de la igualdad soberana


de todos sus Miembros”.Según Eduardo Jiménez de Aréchaga, la no
intervención debía considerarse implícita en este principio, ya que de no ser
así, la igualdad soberana no tendría ningún valor si los Estados tuvieran
derecho a intervenir en los asuntos internos de otros Estados.66

d.- Artículos 33 y 34 de la Carta de Naciones Unidas

El artículo 33 textualmente expresa:“Las partes en una controversia


cuya continuación sea susceptible de poner en peligro el mantenimiento de
la paz y la seguridad internacionales, tratarán de buscarle solución, ante
todo, mediante la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación,
el arbitraje, el arreglo judicial, el recurso a organismos o acuerdos regionales
u otros medios pacíficos a su elección. El Consejo de Seguridad, si lo estimare
necesario, instará a las partes a que arreglen sus controversias por dichos
medios.” El artículo 34 dice: “El Consejo de Seguridad podrá investigar toda
controversia, o toda situación susceptible de conducir a fricción internacional
o dar origen a una controversia, a fin de determinar si la prolongación de tal
controversia o situación puede poner en peligro la paz y la seguridad
internacionales”.

Conforme lo establecido en estos dos artículos, el Consejo de


Seguridad de Naciones Unidas, adquiere implícitamente el derecho de
intervenir por medios pacíficos en una controversia, para solucionarla o para
impedir que se transforme en un conflicto armado que pueda afectar la paz y
seguridad internacionales, pero debe hacerlo mediante el empleo de medios
pacíficos que la misma Carta pone a su disposición.

e.- Capítulo VIII de la Carta de Naciones Unidas “Acuerdos


Regionales”

Es importante destacar algunos aspectos, frente a este tipo de


intervención implícita establecida en el párrafo 1 del artículo 53, que expresa
textualmente:
65 Op. cit., Vincent, R. J., “No intervención y orden internacional”, Pág. 234.
66 Cfr. Op.cit., Jiménez de Aréchaga, Eduardo. “El Derecho Internacional Contemporáneo, Págs. 136
y 137.

355
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

“El Consejo de Seguridad utilizará dichos acuerdos u organismos


regionales, si a ello hubiera lugar, para aplicar medidas coercitivas bajo su
autoridad. Sin embargo, no se aplicarán medidas coercitivas en virtud de
dichos acuerdos u organismos regionales sin la autorización del Consejo de
Seguridad”.

De lo anterior, se deduce claramente que el Consejo de Seguridad


puede utilizar a un organismo regional, o por extensión una coalición
internacional, para aplicar medidas coercitivas con uso de la fuerza bajo su
autoridad, para intervenir entre dos partes en conflicto, pero éstas no podrán
ejecutarse sin la autorización del Consejo de Seguridad. Sin embargo, esto
no ha sido cumplido fielmente por la comunidad internacional y ello ha dado
lugar a calificar este tipo de acciones militares en dos: las dispuestas o
autorizadas por el Consejo de Seguridad (el Golfo, Somalia y Haití) y las no
autorizadas por el Consejo de seguridad (Bombardeo aéreo a Yugoslavia y
Kosovo por la OTAN y la guerra preventiva contra Irak por una coalición
liderada por Estados Unidos).
Esta última acción, fue la que dio margen a la cita del Secretario
General de la ONU, Kofi Annan, al inicio de este capítulo. “En 1999 el Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas no pudo intervenir en la crisis de Kosovo
debido a los profundos desacuerdos existentes entre los miembros del
Consejo, respecto a si esa intervención era o no legítima. Las diferencias
expresadas en el Consejo fueron además, expresión de una falta de consenso
en la comunidad internacional general. Los que propugnaban interpretaciones
tradicionales del derecho internacional hicieron hincapié en la inviolabilidad
de la soberanía de los Estados; otros recalcaron el imperativo moral de actuar
enérgicamente ante violaciones manifiestas de los derechos humanos. Los
pro y los contras morales de esta difícil y compleja cuestión serán objeto de
debate durante muchos años, pero ha resultado evidente que la adopción de
medidas coercitivas sin la autorización del Consejo de Seguridad, amenaza la
esencia misma del sistema internacional de seguridad cimentado en la Carta
de Naciones Unidas. Sólo la Carta ofrece una base jurídica de aceptación
universal para el empleo de la fuerza”.67
“No obstante, los desacuerdos en materia de soberanía no son los
únicos impedimentos para que el Consejo de Seguridad tome medidas en
respuesta a situaciones complejas de emergencia humanitaria. El que no se

67 Op. cit., Asamblea General, Documentos Oficiales, Quincuagésimo cuarto período de sesiones,
Suplemento Nº 1 (A/54/1) Memoria del Secretario General sobre la labor de la Organización.
N a c i o n e s U n i d a s , p á r r a f o 6 6 r e f e r e n t e a l a i n t e r v e n c i ó n d e l a O TA N e n l a
Crisis de Kosovo sin la autorización del Consejo de Seguridad. New York 1999, Pág. 9.

356
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

interviniera al registrarse violaciones manifiestas de los derechos humanos


en Rwanda y otros lugares, se debió, más que a preocupaciones relativas a
la soberanía, a renuencia de los Estados Miembros de aceptar el costo
humano y de otro tipo, que entrañaba una intervención y a las dudas de que
se tuviera éxito recurriendo a la fuerza”.68

f.- Algunas conclusiones

Como conclusiones de este análisis de la no intervención y la Carta


de Naciones Unidas, podemos establecer que el principio de no intervención
entre los Estados no está específicamente establecido en el articulado de la
Carta, aunque internacionalistas expresan que estaría implícitamente
incorporado en ella, cuando se refiere a los principios que rigen el accionar
de Naciones Unidas frente a la paz y la seguridad internacionales. Hemos
visto que hay discrepancias entre los internacionalistas en la interpretación
sobre el establecimiento de este principio en la Carta de Naciones Unidas.

De lo analizado podemos decir que la Carta respondió, principalmente,


al interés de establecer un orden internacional entre los Estados y no dentro
de cada uno de ellos, y eliminar los conflictos armados internacionales y no
a los conflictos internos o guerra civil. Al respecto, el preámbulo de la Carta
expresa: “a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra
que dos veces durante nuestras vidas ha inflingido a la Humanidad
sufrimientos indecibles”. En el artículo 1 también se expresan “Los Propósitos
de las Naciones Unidas”, y en el párrafo 1 se establece: “Mantener la paz y
la seguridad internacionales... el ajuste o arreglo de controversias o
situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos
de la paz”. En los dos casos, vemos que se refiere a la eliminación de conflictos
internacionales e incluso mundiales, y a situaciones internacionales que
pueden conducir a una guerra y no a situaciones internas de un Estado.
Además de lo anterior, se estima interesante destacar la incursión de
la ONU en los derechos humanos y las libertades humanas consignadas en
el artículo 1 párrafo 3... “y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos
humanos y a las libertades fundamentales...”. Estos valores éticos y morales
cuya defensa podría significar una intromisión en asuntos tradicionalmente
internos de los Estados, fueron más una inspiración en la redacción de la
Carta que un intento de legislar sobre dichos aspectos fundamentales de la
vida humana.

68 Ibídem, párrafo 67, Pág. 9.

357
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

2. La Asamblea General de la ONU y el Principio de no Intervención

Ahora, analizaremos la participación de la Asamblea General de


Naciones Unidas en el logro de hacer explícito el principio de “no
intervención”, que como hemos visto estaba sólo implícito en la Carta de la
Organización, a través de Resoluciones en las reuniones anuales de la
Organización, siendo las más importantes al respecto, las resoluciones de
los años 1949,1950, 1962, 1965 y 1970, las que trataremos sucintamente a
continuación.

En realidad, la acción de la Asamblea General de la ONU para dar


legalidad al principio de no intervención, empezó a poco de haberse puesto
en vigencia la Carta Constitutiva de las Naciones Unidas. Esto fue con las
resoluciones 290 del 1 de diciembre de 1949 sobre los factores esenciales de
la paz y más adelante, con la resolución 381 del 17 de noviembre de 1950 que
preconizó llegar a la paz por la acción. Debido a estas resoluciones, el no
intervencionismo implícito en la Carta empezó a tornarse explícito en la
práctica de las Naciones Unidas.

La primera Resolución citada, exhortaba a los Estados a “abstenerse


de toda amenaza o acto, directo o indirecto, encaminado a menoscabar la
libertad, la independencia, o la integridad de un Estado, o a fomentar un
conflicto civil y subvertir la voluntad del pueblo de cualquier Estado”.69 La
segunda, condenaba la “intervención de un Estado en las cuestiones internas
de otro Estado para cambiar su gobierno legalmente establecido mediante la
amenaza o el uso de la fuerza. Cualesquiera sean las armas que se utilicen,
toda agresión, sea abiertamente o fomentando la lucha civil en interés de una
Potencia extranjera, o de otro modo, es el más grave de todos los crímenes
contra la paz y la seguridad en todo el mundo”.70

En el año 1960, la Declaración sobre la Concesión de la Independencia


de los Pueblos, proclamada por Naciones Unidas, le da un fuerte impulso al
análisis del principio de no intervención. En dicha Declaración, se señala
“que la sujeción de pueblos a una subyugación, dominación y explotación
extranjeras constituye una denegación de los derechos humanos
fundamentales, es contraria a la Carta de las Naciones Unidas y compromete
la causa de la paz y de la cooperación mundiales, y que deberán tomarse
inmediatamente medidas para traspasar todos los poderes a los territorios en
fideicomiso y no autónomos a fin de permitirles gozar de una libertad y una

69 Resolución Nº 290 de la Asamblea General de la ONU de 1 de diciembre de 1949.


70 Resolución Nº 380 de la Asamblea General de la ONU del 17 de noviembre de 1950.

358
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

independencia absolutas”.71 En ese mismo año, la Asamblea aprobó la


resolución 1541 (XV), en la cual se definen “la libre asociación con un Estado
independiente, la integración a un Estado independiente o la independencia
como las tres opciones legítimas para alcanzar la plenitud del gobierno propio”.

Fue realmente el inicio de los procesos de independencia de muchas


colonias de las grandes potencias de la época, cuando se empezó a considerar
la teoría de que la distinción entre la política interna y la internacional sufría
un creciente deterioro, de la cual se derivaron dos evoluciones aparentemente
contradictorias: por una parte, los países comunistas a los que se sumaron
los Estados nuevos, procuraron llenar un vacío de la Carta de la ONU y
previendo el aumento de las políticas intervencionistas, buscaban tornar
explícito el implícito principio de no intervención; y por otra, el mismo
movimiento elaboró una nueva legitimidad, que proclamaba la no
intervención, pero insistía antes en el fin del colonialismo en todas sus
manifestaciones.72

En 1962, en la XVII Reunión de la Asamblea General se aprobó una


Resolución de mucha importancia para explicitar el principio de la no
intervención en el derecho internacional.73 La Resolución distingue siete
principios del derecho internacional relativos a las relaciones de amistad y
cooperación y a la coexistencia pacífica entre los Estados, incluida en la
Carta de la ONU.

Estos siete principios son los siguientes:74


1. El Principio de que todos los Estados deben abstenerse, en sus
relaciones internacionales de la amenaza o del uso de la fuerza
contra la integridad territorial o la independencia política de
cualquier Estado o en cualquier otra forma incompatible con los
propósitos de las Naciones Unidas. (Art. 2,4 de la Carta de la
ONU).
2. El Principio de que los Estados deben resolver sus controversias
internacionales por medios pacíficos, de tal manera de no poner en
peligro la paz ni la seguridad internacionales ni la justicia. (Art. 2,3 de
la Carta de la ONU).
3. El deber de no intervención en las cuestiones situadas dentro de la
jurisdicción interna de cualquier Estado, de acuerdo con la Carta de
Naciones Unidas.
71 Resolución Nº 1514 de la Asamblea General de la ONU del 14 de diciembre de 1960.
72 Op. cit., Vincent, R. J., “No intervención y orden internacional”, Pág. 237.
73 Resolución Nº 1815 de la Asamblea General de la ONU del 18 de diciembre de 1962.
74 Ibídem.

359
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

4. El deber de los Estados de cooperar entre sí con arreglo a la Carta.


(Basado en el Art. 1,3 de la Carta de la ONU).
5. El Principio de igualdad de derechos y de libre determinación de los
pueblos. (Basado en el Art. 1,2 de la Carta de la ONU).
6. El Principio de igualdad soberana de los Estados. (Basado en el Art.
2,1 de la Carta de la ONU).
7. El Principio de que los Estados deben cumplir de buena fe las
obligaciones que han asumido de acuerdo con la Carta. (Basado en el
Art. 2,2 de la Carta de la ONU).
En 1965, la Asamblea General de la ONU aprueba una Resolución,75 en
la cual la Asamblea General consideró la cuestión de “la inadmisibilidad de la
intervención en los asuntos internos de los Estados y de la protección de su
independencia”. Esta resolución fue patrocinada por 57 Estados Miembros,
principalmente de Asia, África y Latinoamérica, y en su preámbulo expresaba:
“la preocupación de la Asamblea por la amenaza que la intervención crea a la
paz universal; comparaba la intervención armada a la agresión; consideraba
que la intervención, la subversión y todas las demás formas de interferencia
constituían una violación de la Carta de las Naciones Unidas, y reconocía
que el pleno acatamiento del principio de no intervención era la condición
indispensable para el cumplimiento de los propósitos y principios de las
Naciones Unidas”.76

El primer párrafo de la parte dispositiva, se basa en el artículo 19 de la


Carta de la OEA: “Ningún Estado o grupo de estados tiene derecho de
intervenir, directa o indirectamente, sea cual fuere el motivo, en los asuntos
internos o externos de cualquier otro. El principio anterior excluye no
solamente la fuerza armada, sino también cualquier otra forma de injerencia o
de tendencia atentatoria de la personalidad del Estado, de los elementos
políticos, económicos y culturales que lo constituyen”. El segundo párrafo,
tomó también de la Carta de la OEA el artículo 20, que se refiere a la prohibición
de emplear métodos económicos y políticos de coerción: “Ningún Estado
podrá aplicar o estimular medidas coercitivas de carácter económico y político
para forzar la voluntad soberana de otro Estado y obtener de éste ventajas
de cualquier naturaleza”. Además se agregó al mismo párrafo “todos los
estados deberán también abstenerse de organizar, apoyar, fomentar, financiar,
instigar o tolerar las actividades armadas, subversivas o terroristas
encaminadas a cambiar por la violencia el régimen de otro Estado y de

75 Resolución Nº 2131 de la Asamblea General de la ONU en la vigésima reunión de la Organización


el 21 de diciembre de 1965.
76 Op. cit., Vincent, R. J., “No intervención y orden internacional”, Pág. 239.

360
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

intervenir en la guerra civil de otro Estado. Otro párrafo incluía el “uso de la


fuerza para privar a los pueblos de su identidad nacional” y el sexto párrafo
manifestaba que “todo estado debe respetar el derecho de libre determinación
e independencia de los pueblos y naciones, el cual ha de ejercerse sin trabas
ni presiones extrañas y con absoluto respeto a los derechos humanos y a las
libertades fundamentales”. Este enunciado, en realidad va más allá, no sólo
de las obligaciones impuestas por la Carta de las Naciones Unidas, sino
también de la más amplia versión de las tradicionales doctrinas de no
intervención.

En 1970, después de un período de trabajo de una Comisión Especial


para el análisis del principio de no intervención, se terminó con un proyecto
general de resolución que incluía los siete principios del derecho internacional,
que con algunos cambios de menor importancia, fue incluida en la declaración
que la Asamblea General aprobó en octubre de 1970.77

Con ello, la Asamblea General dio su aprobación al “principio de no


intervención como principio a la vez jurídico y político, pero se mostró
reservada respecto a los alcances legales de esta declaración”.78 La Asamblea
General, con esta declaración, dio un aporte al desarrollo y a la codificación
del derecho internacional, ya que el enunciado de los principios del derecho
internacional concernientes a las relaciones de amistad y cooperación,
considerados en la resolución de 1965, fueron basados en el articulado del
Capítulo I de la Carta de Naciones Unidas referidos a los Propósitos y
Principios. “Al final, la Asamblea se manifestó profundamente convencida
de que la adopción de la declaración constituía un Hito en la evolución del
derecho internacional y de la relaciones entre los Estados, pero señaló también
la decisiva importancia de la Carta de las Naciones Unidas para el
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y para el desarrollo
de las relaciones de amistad y cooperación entre los estados. Aunque el
principio de intervención había ido más allá de la Carta, aún se invocaba a
ésta para legitimarlo”.79

La aprobación por unanimidad del Consejo de Seguridad de la


Declaración, significa que hubo un acuerdo sobre la definición e interpretación
de dicha norma, por lo tanto existió un acuerdo general al respecto.

Pese a lo anterior, podemos concluir que el principio de no intervención


sigue siendo aún una cuestión de interpretación unilateral por parte de los
77 Resolución Nº 2625 de la Asamblea General de la ONU del 24 de octubre de 1970.
78 Op. cit., Vincent, R. J., “No intervención y orden internacional”, Pág. 241.
79 Ibídem.

361
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

Estados. Este hecho quedó muy claro, en las discusiones relativas a si la


intervención de la OTAN en Yugoslavia por la cuestión de Kosovo era legítima
o ilegítima. Al respecto, Kofi Annan dijo que en la discusión entre los que
propugnan interpretaciones tradicionales del derecho internacional se hizo
hincapié en la inviolabilidad de la soberanía de los Estados, otros recalcaron
el imperativo de actuar enérgicamente ante violaciones manifiestas de los
derechos humanos. Los pro y los contra morales de esta difícil y compleja
cuestión serán objeto de debate durante muchos años.

Como una conclusión final de este Capítulo, podemos decir que si


bien el principio de no intervención está implícito en la Carta de la ONU y que
la Asamblea General, a través de varios estudios y resoluciones, ha tratado
de transformarlo en explícito, hemos visto que este cambio aún está en el
campo de interpretaciones unilaterales de los Estados y es por eso que para
que esta situación se haga una realidad, se requeriría de modificaciones en la
Carta de Naciones Unidas que es la única que ofrece una base jurídica para
el empleo de la fuerza.
Estimamos que para la incorporación de este principio en la Carta,
existen los argumentos necesarios a través de los debates y las resoluciones
de la Asamblea General, y ello, sin lugar a duda, permitiría evitar las diversas
interpretaciones para que el empleo de la fuerza en una intervención, no
justificada, llegue a amenazar la esencia misma del sistema internacional de
seguridad, que durante más de 50 años ha tratado de mantener Naciones
Unidas en un mundo difícil y complejo durante el Siglo XX con la Guerra Fría
y, en la actualidad tratando de adaptarse, en el comienzo del Siglo XXI, a un
sistema monopolar, para lo cual, no está aún realmente preparada.

362
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

CAPÍTULO IV
ESTUDIO DE CASOS EN LOS CUALES SE HA VULNERADO EL
PRINCIPIO DE NO INTERVENCIÓN CONSIDERANDO O NO LA
LEGITIMIDAD ESTABLECIDA EN LA CARTA DE LAS
NACIONES UNIDAS
Concepto General

Como derivación de los tres capítulos anteriores y considerando lo


que establece R. J. Vincent, citado en el capítulo primero: ”El concepto básico
de intervención se emplea normalmente para designar un hecho, algo que
sucede en las Relaciones Internacionales; no se trata de una mera idea que
surge cuando se especula acerca de éstos. Ese hecho puede asumir una
forma tan importante como la intromisión de un país en un violento conflicto
interno de otro, o la forma al parecer poco feliz, que un gobernante formula
sobre los asuntos de otro Estado”. Buscando una forma de aplicar una
aceptada definición para la cual no se ha logrado actualmente un consenso,
hemos recurrido a la Carta de la Organización de Estados Americanos con el
fin de aplicar la más correcta interpretación del término de intervención en
algunos casos aplicados. La Carta de la OEA establece que “Todo Estado
tiene derecho a elegir, sin injerencias externas, su sistema político, económico
y social, y a organizarse en la forma que más le convenga, y tiene el deber de
no intervenir en los asuntos de otro Estado”.80 y que “Ningún Estado o
grupo de Estados tiene derecho de intervenir, directa o indirectamente, y sea
cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro. El
principio anterior excluye no solamente la fuerza armada, sino también
cualquier otra forma de injerencia o de tendencia atentatoria de la
personalidad del Estado, de los elementos políticos, económicos y culturales
que lo constituyen”,81 por otra parte, “El territorio de un Estado es invio-
lable; no puede ser objeto de ocupación militar ni de otras medidas de fuerza
tomadas por otro Estado, directa o indirectamente, cualquiera que fuere el
motivo, aun de manera temporal. No se reconocerán las adquisiciones
territoriales o las ventajas especiales que se obtengan por la fuerza o por
cualquier otro medio de coacción”.82

En este capítulo trataremos tres casos de intervención producidos


durante la Guerra Fría y, a causa del enfrentamiento de las dos superpotencias
mundiales, ninguno de ellos logró el consenso de aprobación en el Consejo

80 Carta de la OEA, Capítulo II, Artículo 3, letra e.


81 Carta de la OEA, Capítulo IV, Artículo 19.
82 Carta de la OEA, Capítulo IV, Artículo 21.

363
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

de Seguridad, dos por parte de la Unión Soviética: Hungría (1956) y Afganistán


(1980); y uno por parte de Estados Unidos: Panamá (1982), todos los cuales
tienen una connotación absoluta de intervención en los asuntos internos y
externos de estos Estados.

Posteriormente, después del término de la Guerra Fría y una vez


terminada la bipolaridad que equilibraba la situación internacional, se
producen otros casos de intervención. De éstos analizaremos ocho, en los
cuales la justificación de la intervención tiene muy variados matices y no es
en ningún caso aceptada por algunos Estados y aceptada por otros, unidos
por intereses comunes por el hecho de la intervención. De estos ocho casos,
hay tres que no fueron autorizados por el Consejo de Seguridad: La Operación
“Zorro del Desierto” (1998), el bombardeo a Yugoslavia (1999) y Guerra en
Irak (2003); y cinco autorizadas por el Consejo de Seguridad: Somalía (1992),
Haití (1993), Kosovo (1999), Timor Oriental (1999) y Afganistán (2002). Empero,
a nuestro juicio, hay dos de estos casos en que la posición del Consejo de
Seguridad y su mandato, no nos queda claramente definido si el Consejo
autorizó realmente lo que se hizo o fue en cierta forma sobrepasado por las
potencias interventoras (Haití y Afganistán).

Estudio de Casos

1.- Hungría (1956)

Antecedentes

En el campo socialista durante la década de los 50’s, se evidenciaban


ciertas fisuras en el proceso de desestalinización iniciado por Kruchev (como
en los casos de Polonia y Hungría). En Hungría estalla una verdadera
insurrección después que Rakosi intentara prohibir una reunión del grupo
opositor denominado “Círculo Petöfi” que era una tribuna de intelectuales
contestatarios. Las manifestaciones organizadas originalmente para rehabilitar
la memoria de Rajk, derivan en manifestaciones de apoyo a la “Primavera en
octubre” polaca, se transforman en lucha armada cuando parte de las tropas
húngaras, dirigidas por el Coronel Maleter, fraternizan con los ciudadanos.
El 31 de octubre las tropas soviéticas se retiran de Budapest. Del 1° al 3 de
noviembre, se proclama la neutralidad de Hungría por parte del gobierno de
Imre Nagy, que incorpora un total de sólo tres ministros comunistas de un
total de doce, estableciendo además el pluripartidismo. Además, se solicita
ayuda a la ONU, previendo una posible intervención rusa (Hungría había
sido admitido en 1955).

364
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

El 4 de noviembre las tropas soviéticas inician el proceso de reconquista


militar de Hungría y establecen un gobierno dirigido por Janos Kadar, que se
reintegra al Pacto de Varsovia y reinstaura el monopartidismo.

La argumentación soviética para la intervención se basa en dos


argumentos principales: por una parte se establece que Hungría había sido
objeto de una agresión “indirecta” (contra la integridad de sus instituciones
políticas); y por otra, que la intervención de la Unión soviética había sido a
solicitud del gobierno legal húngaro, representado hipotéticamente por Janos
Kadar.

Estados Unidos mantuvo una posición ambigua condenando la


intervención soviética, pero no arriesgando demasiado su relación con ésta.
Esta política condujo a Estados Unidos, bajo la administración de Eisenhower,
a remitir la “cuestión húngara” ante el Consejo de Seguridad de la ONU el 28
de octubre.

El Rol de la ONU

Ante la invasión soviética, Nagy apeló a las Naciones Unidas, pero


no obtuvo una respuesta clara, ya que dicho organismo estaba involucrado
en la Crisis del Canal de Suez. En este proceso, Israel había invadido Egipto
el 29 de octubre. El 30, ingleses y franceses comenzaron a intervenir, para ser
luego disuadidos por los norteamericanos. Estados Unidos, en proceso
electoral y con su Secretario de Estado Dulles con una grave enfermedad,
centró su interés en la crisis de Suez, asignándole un lugar secundario a
Hungría. Los norteamericanos no podían enviar tropas y Hungría estaba
aislado geográficamente por Austria y Yugoslavia. Además, las Naciones
Unidas se verían bloqueadas por el veto soviético.83 Sin embargo, hubo
intentos de aplicar la “resolución pro paz” a través de una sesión de
emergencia. El Consejo de Seguridad a través de la resolución 120 del 4 de
noviembre de 1956 en la que se obtuvo una votación favorable de 10 a 1 (la
URSS) llamó a una sesión especial de emergencia de la Asamblea General de
la ONU. Estados Unidos utilizó este mecanismo, conocido como la “Unión
pro Paz”, para prevenir la utilización del “veto” soviético a una resolución
contraria a su intervención.

83 Brogan, Patick, “Eastern Europe 1939-1989. The Fifty Years War”, (London: Bloombury
Publishing Limited, 1990), Págs. 131-132.

365
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

Consecuencias
La crisis de Hungría obligó a Estados Unidos a un cambio de posición
desde la visión respecto a Europa del Este, en el sentido de que si dichos
países se independizaran, esto traería consigo su adhesión al mundo
occidental (y a la OTAN), hacia una posición que buscaba la distensión con
la Unión Soviética, en el sentido de que si Europa Oriental recobrase su
libertad, eso no pondría en peligro los intereses de seguridad de la Unión
Soviética, porque Estados Unidos no consideraba a aquellos países como
potenciales aliados militares.
La crisis húngara demostró dos elementos importantes. En primer
lugar este período demostró claramente que tanto la Unión Soviética como
Estados Unidos daban un golpe de autoridad sobre sus esferas de influencia.
La Unión Soviética, tal como lo hizo Estados Unidos en la crisis del Canal de
Suez en el mismo período, recalcaba que no estaba dispuesta a permitir un
grado amplio de autonomía en su esfera de influencia. Ambas superpotencias
no cuestionaban de manera significativa el accionar de la otra en sus
respectivas áreas, buscando mantener el “status quo”.

2.- Afganistán (1979)

Antecedentes

Este es un caso en el cual se encuentran dos tipos de intervención;


inicialmente tuvo una finalidad política, imponer el marxismo-leninismo en el
país y, posteriormente, al no lograrse los resultados esperados por la
infiltración ideológica, la URSS recurrió a la intervención armada.

Desde el inicio de la década de los años sesenta, la Unión Soviética


inició una política de intervención política en el Gobierno de Afganistán,
propiciando y apoyando la organización de un partido comunista, el Partido
Democrático Popular. En la medida que Moscú aumentaba sus demostraciones
de interés por sovietizar al país, en éste se comenzó a vivir una situación de
descontento y de extrema violencia interna; las Fuerzas Armadas se dividieron
en facciones pro y anti comunistas y los numerosos y fuertes clanes étnicos
iniciaron acciones en contra de la penetración política y militar de la URSS. El
único partido político reconocido por el Gobierno, el Democrático Popular,
se dividió en dos corrientes: una troskista (Kholq) y otra marxista-leninista
(Parcham).

En 1973, el general Muhamed Daud, líder del Parcham, con el apoyo


de una parte importante del Ejército encabezó un golpe de Estado con el cual
366
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

derrocó a Rey Asir Shah y se auto-proclamó Presidente y Primer Ministro. La


división interna se intensificó y los clanes comenzaron a actuar con sus
mujaidines para mantener sus autonomías regionales. Con la intención de
terminar las convulsiones internas y reafirmar su injerencia en el Gobierno
afgano, en 1978, Moscú propició la caída del General Daud. Este fue
reemplazado por el líder del Kholq, Nur M. Taraki, cuyo Gobierno fue de
corta duración. Fue derrocado por su Primer Ministro, el General Hafisuillah
Amin. Amin era un marxista moderado pero con un fuerte sentimiento
nacionalista por lo que no aceptó presiones de la URSS y buscó un
acercamiento hacia el Occidente y hacia Pakistán. En agosto de 1979, expulsó
al embajador de la URSS culpándolo de haber gestado un ataque a su per-
sona.
La tensión con Moscú se intensificó los últimos días del mes de
diciembre hasta llegar a la intervención armada. En diciembre del año 1979, se
produjo un importante cambio del equilibrio de poderes en el Asia Central
Sur, muy favorables para la URSS. En Irán, país considerado como el brazo
armado de Estados Unidos en la región, el Sha Reza Pahlevi fue derrocado
por un violento fundamentalismo islámico encabezado por el Ayatollah
Khomeini. Con la pérdida de este aliado incondicional de Estados Unidos,
Moscú tenía ya asegurado su flanco occidental en una acción militar en
Afganistán. Ante ello, el día 27 de diciembre de 1979, la Unión Soviética
inició la invasión militar del país. La Unión Soviética en ocho años de
ocupación llegó a tener una fuerza militar de 150.000 soldados, pero no logró
conquistar la totalidad del territorio afgano ante una tenaz y permanente
resistencia de los mujaidines, guerrilleros de los clanes y de grupos anti
soviéticos del Ejército y de las poblaciones urbanas . En febrero de 1988, el
gobierno soviético anunció que iniciaría el retiro de sus fuerzas de Afganistán,
el que se terminó en abril de ese mismo año.
El Rol de la ONU

Frente al acto de abierta intervención militar soviética, se reunió el


Consejo de Seguridad para tratar este caso, pero no logró aprobar una
resolución condenatoria y de exigencia para un retiro de las fuerzas soviéticas
invasoras por el veto impuesto por la Unión Soviética. Ante esta
circunstancia,84 “se recurrió a la resolución Unión Pro Paz (resolución 372-
V) y en virtud de sus procedimientos se convocó a una Asamblea General de
Emergencia. Esta, por la Resolución ES-6/2 del 14 de febrero de 1980: “deploró
la intervención armada y formuló un llamado para el inmediato, incondicional
y total retiro de las fuerzas extranjeras de Afganistán; reafirmó el respeto a la
84 Op. cit., Figueroa Pla, Uldaricio, “Organismos Internacionales”, Pág. 173.

367
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

soberanía e integridad territorial de Afganistán y acordó pedir al Secretario


General su intervención”.

El Secretario General Kart Waldhein designó a Javier Pérez de Cuellar


como Representante Especial, quien en enero de 1882, al asumir como
Secretario General de la ONU, designó a Diego Cortés en dicho cargo. Du-
rante 6 años no se logró el propósito de detener el conflicto pese a que los
representantes se reunieron en diferentes ocasiones en Ginebra para tratar
esta materia, y buscar soluciones al grave problema de los refugiados afganos
en los países vecinos, Irán y Pakistán, estimados en 5 millones de personas.
En febrero de 1986, cuando asumió el poder en la URSS Mijail Gorbachov,
fue posible iniciar (en Ginebra) conversaciones para regular el retiro soviético
de Afganistán. En abril de ese mismo año se firmó el “Acuerdo de Solución
de la Cuestión de Afganistán”, que contenía cuatro instrumentos: dos
bilaterales entre Afganistán y Pakistán, uno sobre relaciones mutuas, no-
intervención y no-interferencia, y otro sobre la situación de retorno de los
refugiados; una Declaración de Garantías Internacionales firmado por Estados
Unidos y la Unión Soviética; un Acuerdo sobre la Situación Afgana, firmado
por Afganistán y Pakistán, sirviendo y firmando como testigos los
representantes de los Gobiernos de Washington y de Moscú. Éste
determinaba las modalidades de la retirada soviética, disposiciones para el
control del cumplimento de los tres instrumentos anteriores y los plazos de
ella, y otorgaba la responsabilidad de emplear “sus buenos oficios” al
Secretario General de la ONU para controlar el cumplimiento del Acuerdo
general; y, finalmente, el Secretario General sería asistido por una Misión de
Buenos Oficios de la ONU (UNGOMAP) para vigilar y asistir a las Partes y
así mantenerse informado sobre posibles violaciones del Acuerdo. Solamente
en abril de 1988 se completó la retirada de la URSS de Afganistán dejando al
país en una violenta situación política interna y destruido materialmente.
Continuó, también, el serio problema humano de los refugiados en Irán y
Pakistán.

La acción del Consejo de Seguridad no resultó efectiva para impedir


la continuación de la guerra y como ya se señaló anteriormente, se recurrió à
la Resolución Pro Paz la que, si bien tomó conocimiento y facultó al Secretario
General para asumir la responsabilidad de buscar la paz; sin embargo, ella no
fue aplicada de acuerdo con las atribuciones que se le entregan a la Asamblea
General y al Secretario General.

El párrafo primero de la Resolución 377 Unión Pro Paz “Resuelve que


si el Consejo de Seguridad, por falta de unanimidad de sus miembros
permanentes, deja de cumplir con su responsabilidad primordial de mantener
368
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

la paz y la seguridad internacionales en todo caso en que resulte haber una


amenaza a la paz, un quebrantamiento de la paz o un acto de agresión, la
Asamblea General examinará inmediatamente el asunto, con miras a dirigir a
los miembros recomendaciones apropiadas para la adopción de medidas
colectivas, inclusive, en caso de quebrantamiento de la paz o acto de agresión,
el uso de las fuerzas armadas cuando fuere necesario a fin de mantener o
recuperar la paz y la seguridad internacionales. De no estar a la sazón la
Asamblea General, puede reunirse en período extraordinario de sesiones de
emergencia dentro de las 24 horas de la presentación de una solicitud al
efecto. Tal período de sesión será convocado, si así lo solicita el Consejo de
Seguridad, por el voto de siete (hoy 9) cualesquiera de sus miembros o bien
los miembros de las Naciones Unidas”.85 Con esto, el Consejo transfiere su
poder más importante a la Asamblea General y, por ende, al Secretario Gen-
eral de ella. La postergación de su aplicación en contra de la Unión Soviética
le restó toda eficacia en el caso en estudio.

Consecuencias

El propósito de la URSS para invadir a Afganistán era de larga data, lo


tuvieron los zares del imperio de Rusia y luego la URSS de Stalin. El objetivo
principal siempre fue acceder a una salida al océano Índico, ya que con un
Baluchistán también bajo influencia soviética, la URSS podía tener acceso a
dicho océano. Desde un punto de vista geopolítico, Afganistán es el caso
típico de un “estado tapón” (buffer state) destinado a contener y equilibrar
presiones ejercidas por imperialismos rivales”.86 La posición geográfica
relativa ubica a Afganistán como un centro hacia el cual convergen los
intereses de los más poderosos Estados centro asiáticos. Tiene fronteras
con los Estados Independientes de Tukmenistán, Uzbekistán y Tadjikistán,
todos los cuales profesan la fe islámica; con la República Popular China que
tiene solamente 90 kilómetros pero con un alto porcentaje de la población
china musulmana (con algunas manifestaciones de separatismo). Afganistán
limita al sur con Irán y Pakistán precisamente en la región habitada por los
baluchis divididos entre ambos países y Afganistán.

Las grandes reservas de petróleo y de gas natural en el centro asiático


hacen a la región especialmente atractiva para las grandes potencias que
requieren de esos elementos para su desarrollo creciente. Afganistán es una
puerta más de entrada a ella, junto a Irak, Irán y Pakistán.
85 Uldaricio Figueroa Pla. “Organismos Internacionales”. Editorial Jurídica de Chile. Edición
Noviembre de 1991. Página 49.
86 Manfred Wilhelmy. Conferencia dictada en el Instituto de Estudios Internacionales de la
Universidad de Chile.

369
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

El propósito de la URSS era preciso y definido y por ello vetó cualquiera


acción del Consejo de Seguridad e hizo poco caso del Secretario General.
Solamente aceptó negociar su retirada cuando llegó al poder un Gobierno
dispuesto a conversar con Occidente y que reconoció su fracaso militar. La
Organización de las Naciones Unidas no tuvo capacidad de frenar el conflicto
y detenerlo a tiempo y desde su inicio, resultó evidente que el Consejo y la
Asamblea General asumieron una posición pasiva pese a que estaba en
juego el control de una región de trascendente importancia geoestratégica
internacional que, por inestabilidad política y carencias socio-económicas,
siguió siendo una amenaza para la estabilidad regional; violencia, desgobierno
y destrucción hasta 1994 y el imperio de un fanatismo religioso (Talibanes)
desde 1995 hasta el 2002 que afectó la paz y la seguridad internacionales por
su apoyo al terrorismo internacional. Los autores estimamos que el Consejo
de Seguridad fracasó ante el veto de una de las dos grandes superpotencias
del Orden Mundial existente en esa época y que la Resolución 377 “Unión
Pro Paz” tampoco fue aplicada, por cuanto, si bien el Secretario General
recibió la responsabilidad para su aplicación, ella fue tardía, y limitada por lo
que no solucionó el problema de la paz.

3.- Panamá (1989)

Antecedentes

La crisis panameña tiene su causa principal en el papel jugado por el


General Manuel Antonio Noriega y su vinculación con el narcotráfico. Este
flagelo había aumentado su importancia en la visión norteamericana de
Latinoamérica, igualando la de la insurgencia comunista como un problema
de seguridad en la región. Por otra parte, Noriega “hombre fuerte” de Panamá
había sido apoyado previamente por el gobierno norteamericano.

Si vinculamos esta intervención al Canal de Panamá, debemos


remontarnos a 1964 con los disturbios ocurridos en Panamá respecto al
control norteamericano “a perpetuidad” del Canal, durante la administración
de Lyndon Johnson y que trece años después, en 1977 bajo la administración
Carter, establecieron un cronograma de entrega del Canal a la administración
panameña a fines del siglo XX. El proceso de negociación fue liderado por el
“hombre fuerte” de Panamá, Omar Torrijos, que inició un lento proceso de
transición a la democracia programado para 1984, dicho proceso fue afectado
por su muerte en Julio de 1981. La base de poder de Torrijos era el Partido
Revolucionario Democrático (PRD) y la Guardia Nacional. Luego de la muerte
de Torrijos se acordó, en 1982, establecer un mando rotativo de los 4 máximos

370
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

oficiales de la Guardia Nacional, llegando su jefe de inteligencia, General


Noriega, a ser comandante en 1983, rechazando los acuerdos previos sobre
futuras elecciones, además de recombinar la Guardia Nacional, la Policía e
inmigración, en las Fuerzas de Defensa Panameñas, con lo que comenzó a
consolidar su poder.

Noriega tenía antecedentes previos de vinculación con el narcotráfico,


sin embargo, la administración norteamericana buscó bloquear el
establecimiento de procesos judiciales en su contra.87 Una de las razones de
este respaldo era el apoyo de Noriega a los “Contras“ tanto en términos
financieros, como de entrenamiento y de operación de aviones vinculados a
ellos en territorio panameño. Tampoco había mucho interés norteamericano
en la posible llegada al poder de Arnulfo Arias, líder de la oposición, en las
elecciones de 1984. En dichas elecciones con sospechas de fraude resultó
ganador Barletta, que aparentemente otorgaba una imagen de legitimidad al
gobierno panameño, pero que era manejado de hecho por Noriega. Sin em-
bargo, la búsqueda por parte de Barletta de responsabilidades en el escándalo
producido por el brutal asesinato de Spadafora en 1985, quien al parecer
asesinado por orden de Noriega, produjo la caída de dicho gobierno.
Spadafora había sido un seguidor de Torrijos y había acusado a Noriega de
vinculación con el narcotráfico. Barletta renunció y fue reemplazado por el
vicepresidente Arturo Del Valle.

La intervención norteamericana en Panamá, en 1989, fue el primer uso


de la fuerza por parte de Estados Unidos no relacionado con la Guerra Fría.
Dicha operación denominada “Causa Justa”, finalizó con la captura del Gen-
eral Manuel Antonio Noriega, quien fue llevado a Estados Unidos y
procesado por delitos vinculados al narcotráfico. Noriega había jugado algún
rol en la contención del comunismo en Centroamérica. El futuro del Canal de
Panamá, por su parte, había sido negociado en 1978 por el Presidente Jimmy
Carter, para ser transferido al control panameño a fines del siglo XX.

El problema de Noriega comenzó en 1985 como un asunto interno,


desarrollándose una serie de minicrisis, hasta la crisis final de 1989 que
derivó en la invasión norteamericana. En este proceso un hito importante
ocurrió en 1988, cuando Estados Unidos declaró a las drogas como la mayor
amenaza a la sociedad norteamericana, al mismo tiempo que se acusaba a
Noriega de estar involucrado en narcotráfico y lavado de dinero por parte de
una corte de Florida. Esto dio inicio a la búsqueda norteamericana, bajo las

87 Robinson, Linda, “Intervention or Neglect: The United States and Central America Beyond the
1980’s”, New York: Council on Foreign Relations, 1991, Págs. 107-108.

371
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

administraciones de Reagan y Bush, de remover a Noriega del poder,


inicialmente buscando apoyar una solución panameña (golpe de Estado o
elecciones). Ante el fracaso de estas tentativas, Estados Unidos decidió
utilizar otras medidas para remover a Noriega, como negociaciones, sanciones
diplomáticas y económicas y amenaza militar. Estas, también se mostraron
inútiles, tal vez, ante la incredulidad por parte de Noriega de que Estados
Unidos intentara capturarlo. De hecho, Noriega había colaborado con la
DEA (Drug Enforcement Administration) y tenía vínculos con la CIA y el
Departamento de Defensa. Además había apoyado la lucha norteamericana
contra los Sandinistas en la guerra civil nicaragüense.

La intervención norteamericana tuvo como un antecedente importante


de política doméstica el discurso de Bush del 5 de septiembre de 1989 de
lucha contra las drogas. Sin embargo, el 15 de diciembre de 1989, la Asamblea
Nacional Panameña designó a Noriega como jefe del gobierno y “máximo
líder de la liberación nacional”, declarando también que Panamá estaba en
estado de guerra con Estados Unidos. Este último punto, sumado a una serie
de incidentes menores, fueron la disculpa definitiva para la intervención
norteamericana.

El Rol de la ONU

Ante la invasión norteamericana, Argelia, Colombia, Etiopía, Malasia,


Nepal, Senegal y Yugoslavia, presentaron un requerimiento ante el Consejo
de Seguridad, para que adoptara medidas al respecto. La Asamblea General
adoptó una resolución de condena por 75 votos a favor, 20 en contra y 40
abstenciones. El Grupo de los 8, así como los demás países latinoamericanos,
se pronunciaron contra la intervención; la URSS afirmó que se trató de una
violación a los principios de la ONU y de las normas generales de la relación
entre Estados, criticando a Estados Unidos por atribuirse la función de gen-
darme continental, afectando el orden jurídico construido desde la II Guerra
Mundial.88 Sin embargo, el Consejo de Seguridad no tomó medidas por la
amenaza del veto norteamericano.

Consecuencias

En un sentido amplio, la intervención simbolizó las fallas de la Política


Exterior norteamericana hacia Centroamérica. Una de las principales razones
para ello fue que pese a la gravedad de la situación en Panamá, la

88 Muñiz de Urquiza, María, “La Intervención Armada de EEUU en Panamá. Un Acto Internacional
Ilícito”, Afers Internacionals, Núm 20, 1991, Pág. 110.

372
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

administración Reagan consideró conveniente ignorarla en orden a obtener


el apoyo panameño a sus operaciones en El Salvador y Nicaragua. La
intervención también demostró la incapacidad del Estados Unidos de
promover gobiernos civiles y limitar la injerencia de los militares en el ámbito
político.

Las fallas no se dieron solamente en la política exterior norteamericana,


sino también en la incapacidad de la comunidad internacional y también de la
oposición interna panameña, de dar una salida política pacífica a esta crisis.
La Organización de Estados Americanos (OEA) muestra enormes dificultades
para resolver crisis de este tipo, como lo demostraron sus fallidos intentos
por mediar en ella.

Por otra parte, al fallar el golpe de Estado de Octubre de 1989, se echó


por tierra la posibilidad de un cambio interno, haciendo que la mayoría de la
oficialidad con la que Estados Unidos mantenía contacto, fuera arrestada o
separada de sus cargos. Cabe destacar que el general norteamericano Fred
Woerner, Jefe del Comando Sur, que se oponía a la intervención, fue
reemplazado a fines de septiembre de ese año. Ambos hechos favorecieron
la intervención como la mejor opción.89

4.- Somalia (1992 – 1993)

Antecedentes

Podemos afirmar que el caso de Somalia es un caso histórico, puesto


que se trata de la primera “intervención humanitaria armada por la fuerza”
basada en el Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas. En el siglo 19,
Somalia fue colonizada por británicos e italianos y los somalíes se encontraban
divididos entre estos dos poderes coloniales, por una parte, y Etiopía por
otra. En el momento de la independencia en 1960, la Somaliland Británica y la
Somalia Italiana se unieron para formar la República de Somalia. Los diferentes
clanes vivieron en paz relativa durante 9 años después de la independencia.
Sin embargo, en 1969, el Presidente Sharmaarke fue asesinado y ese mismo
año, en octubre, el general Mohamed Siad Barre se impuso como Presidente
y gobernó hasta 1991, cuando una cruenta guerra civil lo obligó a huir del
país.90

89 Millet, Richard, “The Aftermath of Intervention: Panama 1990”, Journal of Interamerican Studies
and World Affairs, Spring 1990, Volume 32, Number 1, Págs. 1-16.
90 www.google.cl/search=historia de Somalía. “Somalía, Mapas, Datos del País, Etnología, Historia,
Noticias, Idiomas, Música”.

373
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

Tras la derrota del presidente Barre, en su intento de recuperar el


territorio etiope de Ogadén poblado por somalíes, en 1977, las familias de los
clanes rivales de Somalia fueron explotadas y marginadas sistemáticamente
por la alianza de clanes dominantes de Barre. En 1998, la Resistencia del
Movimiento Nacional Somalí (MNS) en el noroeste del país fue doblegada
con toda la fuerza del Estado.

El primer gran éxodo de refugiados que salió de Somalia después de la


guerra de Ogadén en 1988; unas 350.000 personas buscaron refugio en
Etiopía, mientras otras 60.000 se convertían en desplazados internos. Se
calcula que unas 50.000 personas perdieron la vida a manos de tropas
gubernamentales. Derrotado temporalmente, el MNS formó una alianza con
el Congreso Somalí Unido y el Movimiento Patriótico Somalí. Esta asociación
carente de una estructura conjunta, derrocó el gobierno del presidente Barre
en enero de 1991. Sin embargo, fue incapaz de mantener el control del país, y
además la alianza se destruyó, precipitando una emergencia humanitaria de
grandes proporciones. Las matanzas sistemáticas de poblaciones tuvieron
como resultado un desplazamiento masivo. La sequía y el hambre causaron
nuevos problemas y a mediados de 1992, unos dos millones de personas
habían sido desarraigadas como consecuencia del conflicto interno. De ellas,
unas 400.000 se trasladaron a Etiopía y más de 200.000 entraron a Kenia.91
Ante la grave situación humanitaria, la Cruz Roja Internacional, Médicos sin
Fronteras y otras ONGs humanitarias comenzaron a actuar. Ya a comienzos
de 1992, la situación se tornó insostenible.

El Rol de la Naciones Unidas

Ante la dramática situación que se vivía en Somalia por los combates


de clanes y subclanes constituidos en alianza sin un control central, que se
desarrollan en una época de sequía grave y casi 4,5 millones de personas,
más de la mitad de la población del país, se encontraban amenazadas por
hambruna, malnutrición severa y enfermedades relacionadas con ambas, el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas impone por unanimidad y por
resolución 733 (1992) en virtud del capítulo VII de la Carta de Naciones
Unidas, un embargo total y completo de armas a Somalia. El 17 de marzo de
1992 este organismo aprobó, también por unanimidad, la resolución 746 (1992)
instando a la continuación de la labor humanitaria en Somalia y apoyando
firmemente la decisión del Secretario General de enviar un equipo técnico.
Tres días más tarde, el Secretario General designó un coordinador para

91 Artículo de ACNUR. Situación de los refugiados del Mundo. Cincuenta años de acción humanitaria.
Acápite Nº 10.3 Somalia: del éxodo a la diáspora.

374
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

supervisar la prestación efectiva de ayuda humanitaria a Somalia. En los días


27 y 28 de marzo, se firmaron acuerdos unilaterales y que no representaban
el total de las fuerzas en conflicto, entre las partes enfrentadas en la ciudad
de Mogadishu, lo que permitió el despliegue de observadores de las Naciones
Unidas para supervisar el cese del fuego acordado el 3 de marzo de 1992. El
acuerdo también incluía el despliegue de personal de seguridad de las
Naciones Unidas, para proteger a dicho personal y el desarrollo de
actividades de asistencia humanitaria.

Así, por resolución 767 (1992) el Consejo de Seguridad aprobó el


despliegue de la UNOSOM I en cuatro zonas de operaciones (Berbera,
Bossasso, Mogadishu y Kismaayo). La dotación de personal militar llegó a
3.500 efectivos. El 8 de septiembre de 1992, por resolución del Consejo de
Seguridad, se autorizó un aumento la dotación de la ONUSOM a 4.219 tropas
y 50 observadores militares. Las primeras fuerzas de Naciones Unidas llegaron
a Mogadishu el 14 de septiembre de 1992. 92

UNUSOM I resultó ser un fracaso por varias razones. En primer lugar,


no se llevaron a cabo los tres pasos necesarios para este tipo de solución: no
se proporcionó la seguridad adecuada a fin de permitir la distribución de la
ayuda humanitaria almacenada, los persistentes desacuerdos entre las
facciones somalíes sobre la función de Naciones Unidas imposibilitaron que
la ONUSOM I se desplegara por todo el país y que fuera más efectiva; no
había ningún tipo de reconciliación política y la fuerza militar era inadecuada
para la misión, ya que la situación requería una fuerza para el restablecimiento
de la paz, fuertemente armada y no una fuerza tradicional de mantenimiento
de la paz, como la ONUSOM I. En ausencia de un gobierno capaz de mantener
el orden público, las organizaciones de socorro humanitario experimentaron
cada vez más secuestros de vehículos, saqueos de convoyes y almacenes y
detención de personal expatriado, por lo que las ONGs empezaron a retirarse
del país.

Ante el deterioro de la situación humanitaria, ante el fracaso de la


ONUSOM I, el 3 de diciembre de 1992, el Consejo de Seguridad aprobó la
resolución 794 (1992) por unanimidad. El Consejo aprobó con beneplácito el
ofrecimiento del presidente de Estados Unidos, George Bush de desplegar
28.000 soldados, con el fin de ayudar a crear un entorno seguro para la
entrega de suministros de ayuda humanitaria en Somalia y autorizó, sin que
se recibiera invitación alguna de las partes en guerra,93 con arreglo al Capítulo
VII de la Carta de Naciones Unidas, el empleo de todos los medios necesarios
para llevarlo a cabo. La resolución indicada pidió a los estados Miembros
92 Internet Naciones Unidas. Operaciones de Paz Finalizadas. Operación de las Naciones Unidas en
Somalía. ONUSOM I.
93 ACNUR/ La situación de los refugiados en el mundo. Cincuenta años de acción humanitaria.
Somalia: del éxodo a la diáspora.

375
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

que proporcionaran fuerzas militares y que hicieran contribuciones


adicionales para la operación.

El Presidente Bush, respondió ante esta resolución con la decisión de


iniciar la operación “Devolver la Esperanza”, en virtud de la cual Estados
Unidos asumiría el control de la Fuerza de Tarea Unificada (UNITAF). El
Secretario General comunicó al Presidente Bush su concepto de la división
de la labor entre las Naciones Unidas y los Estados Unidos.94 A pesar de la
creciente presión para la intervención en esa región, Estados Unidos quería
una operación que le asegurase el éxito sin costos muy altos, queriendo
limitarse a escoltar los envíos de ayuda humanitaria, lo que generó una gran
división entre las organizaciones e incluso en el interior de las mismas.95

El 9 de diciembre de 1992 llegaron las primeras fuerzas de la UNITAF,


que desembarcaron en Mogadishu sin encontrar resistencia. El Comando
Central de Estados Unidos siguió un programa de cuatro fases: asegurar los
principales aeropuertos y puertos de mar; asegurar las instalaciones más
importantes y los puntos de distribución de alimentos; proporcionar un
acceso abierto y libre de los suministros de socorro, con seguridad para los
convoyes y a las organizaciones de socorro y aquellas que proporcionaban
asistencia humanitaria. La UNITAF, además de la fuerza norteamericana,
contó con 17.000 soldados provenientes de más de 20 países.

Los continuados contactos del Representante Especial del Secretario


General de la ONU en Somalia con las partes en conflicto, permitieron iniciar
el proceso de reconciliación nacional durante la primera fase de la acción de
la UNITAF, con la convocatoria a una reunión preparatoria desde el 4 al 15 de
enero de 1993, con la asistencia de 14 movimientos políticos de Somalia
quienes concluyeron tres acuerdos: el Acuerdo General de 8 de enero de
1993; el Acuerdo sobre el cumplimiento de la cesación del fuego y sobre las
modalidades de desarme, y el Acuerdo sobre el establecimiento de una
Comisión ad hoc para la Conferencia de la reconciliación nacional.96

La presencia y las operaciones de la UNITAF tuvieron un impacto


positivo en la situación de seguridad en Somalia y en la prestación efectiva
de asistencia humanitaria, aunque continuaron los incidentes violentos.

94 The Blue Helmets: A Review of United Nations Peace – Keeping. Tercera Edición. Publicación
de Naciones Unidas, Departamento de Información Pública de 1996, Pág. 295 “Operation Restore
Hope”.
95 Internet. www.msf.es/países/2_2_26_1.asp. Países: África: Operación Restore Hope. Médicos
sin Frontera.
96 Op. cit., The Blue Helmet: A Review of United Nations Peace – Keeping, Pág. 296.

376
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

Todavía no había un gobierno plenamente operativo en el país, ni tampoco


una policía civil organizada o un ejército nacional disciplinado. La seguridad
del personal de Naciones Unidas y sus organismos, de la UNITAF, del CICR,
así como de las ONGs, estaba todavía muy amenazada en algunas zonas de
Mogadishu y en otros lugares de Somalia. Además, no se desplegaron las
tropas de la UNITAF ni de la ONUSOM en el noreste, ni a lo largo de la
frontera entre Kenya y Somalia, donde la seguridad continuaba siendo un
motivo de grave preocupación.97 Sin embargo, la UNITAF no logró el objetivo
de establecer un entorno de seguridad que solamente se hubiera podido
lograr mediante una ocupación militar de Somalia, por lo que la operación
humanitaria se vio más comprometida al intentarse desarmar a las facciones
somalíes rivales.

La ONUSOM II fue establecida, en reemplazo de la UNITAF, por


resolución 814 (1993) del 26 de marzo de 1993, el cambio se produjo en mayo
de ese mismo año. Esta nueva operación de Naciones Unidas fue dotada de
poderes coercitivos con arreglo a lo dispuesto en el Capítulo VII de la Carta
de la ONU, para establecer un entorno seguro en toda Somalia. Trataría de
completar la tarea iniciada por la UNITAF para la restauración de la paz y la
estabilidad en Somalia. El nuevo mandato también facultaba a la ONUSOM II
para ayudar a los somalíes a reconstruir su economía, su política y su vida
social, mediante la consecución de una reconciliación nacional que permitiera
recrear un Estado somalí democrático.

La fuerza de la ONUSOM era más numerosa, más heterogénea y con


menos capacidad de combate y además tenía un mandato más amplio que la
ONUSOM I (original), que permaneció en Somalia durante la acción de la
UNITAF, y puso en ejecución un programa de reconstrucción nacional. Esta
fuerza de paz estaba integrada por 28.000 soldados procedentes de 27 países
(de los cuales 17.700 eran soldados estadounidenses bajo el mando de la
ONUSOM II). Cuando la ONUSOM II retoma las funciones que tenía la
UNITAF, con poca coordinación, medios menos capacitados y un mandato
menos claro, la situación en que la UNITAF había logrado avances de cierta
importancia para permitir la llegada y distribución de la ayuda humanitaria,
hace que el caos vuelve a reinar en Somalia.

La nueva misión de Naciones Unidas tenía como objetivo, entre otros,


desarmar, incluso por la fuerza, a los señores de la guerras, y crear un entorno
relativamente estable que pudiera servir de base para una futura pacificación.
Sin embargo, no disponía de los medios capacitados para hacerlo, además
97 Ibídem, “Transition form UNITAF to ONUSOM II, iág. 296.

377
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

las milicias somalíes parecían encontrar cierto tipo de unidad en el odio a la


misión de paz que ponía en peligro su existencia. En estas circunstancias,
Estados Unidos, manda en apoyo de la ONUSOM II, pero no bajo su mandato,
a los rangers y a la Fuerza de Reacción Rápida a Mogadiscio. La violencia va
creando más víctimas por ambos bandos, 28 soldados pakistaníes son
emboscados por las milicias de Aidid y muertos y 18 rangers de la fuerzas
norteamericanas que trataban de apresar a Aidid, también son emboscados
y muertos junto con el derribo de dos helicópteros. Estados Unidos decide
retirar tanto estos contingentes, como los que formaban parte de la ONUSOM
II. De esta forma se queda sin su principal apoyo y rápidamente ante la falta
de medios, de voluntad política y de esperanza de poder hacer algo positivo
por el país, Naciones Unidas pone fin a la ONUSOM II, dejando a los somalíes
a su suerte.

Consecuencias

Hemos presentado el caso de la intervención en Somalia, que en


realidad se inicia con el establecimiento de la UNITAF, fuerza internacional
liderada por Estados Unidos y formada por un grupo de Estados Miembros,
que fue autorizada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, como
una reacción armada humanitaria, ante la incontrolada situación de caos y
hambruna que se vivía desde hacia más de un año en Somalia, para que con
el uso de la fuerza, no poner fin al conflicto, sino que crear un entorno seguro
para la distribución de la ayuda humanitaria, circunstancia que se consigue
asegurando los principales centros de llegada de ayuda humanitaria (puertos,
aeropuertos, etc.) y escoltando su transporte y distribución. Esta fuerza
internacional, liderada por Estados Unidos, en poco tiempo consigue los
objetivos indicados, la ayuda empieza a llegar a Mogadiscio y, posteriormente,
a otros puntos del país, pero sin lograr evitar la violencia permanente de las
milicias de los clanes somalíes, razón por la cual la calma, en realidad, era
ficticia, ya que se debió a la fuerza empleada y no a un cambio de actitud de
las facciones somalíes. Cuando la ONUSOM II, sin el consentimiento de las
partes en conflicto, retoma las funciones de la UNITAF, el caos vuelve a
reinar en Somalia, hasta que esta misión es retirada por Naciones Unidas.98

98 Stoffels, Ruth Abril Dra. “Blackhawk derribado: Guerra en Somalia e intervención internacional”
en Caleidoscopio Revista Audiovisual, Número 6, Junio de 2003.

378
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

5.- Haití (1993)

Antecedentes

Entre 1990 y 1997, las Naciones Unidas estuvieron involucradas en


una serie de actividades de apoyo a la democracia en Haití. Dichas actividades
involucraron monitoreo de elecciones, sanciones establecidas por el Consejo
de Seguridad, dos operaciones de mantenimiento de la paz, un bloqueo
naval y una autorización para el uso de la fuerza en contra del régimen
gobernante por parte del Consejo de Seguridad. La mayoría de estos hechos
se vincularon con el golpe de estado que derrocó al gobierno
democráticamente electo del presidente Jean-Bertrand Aristide, en septiembre
de 1991.

Desde la llegada de Aristide en Febrero de 1991 hasta su derrocamiento


en Septiembre la situación era difícil, contando ya con un intento de golpe
previo (enero) a su asunción al cargo, que generó un clima de confrontación
política (con los Duvalieristas, con los “macoutes”, con los militares y con la
iglesia católica). El pase a retiro de altos oficiales de las Fuerzas Armadas y el
debilitamiento de la posición de influencia de los militares en la sociedad
haitiana, el rechazo a la creación de una policía civil separada del ámbito
militar, la visión que Aristide animaba la violencia política, entre otros aspectos,
provocaron la reacción de los militares a través de un golpe de Estado dirigido
por el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, General Raoul Cédras.
Bajo la presión de los embajadores de Francia y Estados Unidos, se permitió
la salida de Aristide del país, volando hacia Venezuela mediante un avión
enviado por el Presidente Pérez de Venezuela. El Presidente Pérez buscó
movilizar a la comunidad internacional a través de la OEA y la ONU. Venezu-
ela asumiría en Enero del 2002, una silla en el Consejo de Seguridad y dicho
Presidente vio la posibilidad de revertir el golpe. Por otra parte, el Primer
Ministro de Canadá, Brian Mulroney, también respaldó dichas iniciativas
ante Washington, influenciado por la fuerte reacción de la diáspora haitiana
en Canadá, Francia y Estados Unidos.

Las reacciones de la OEA a través de sucesivas reuniones, en 1991, y


el papel desarrollado por el Secretario de Estado norteamericano James Baker
fueron determinantes. A pesar de la desconfianza norteamericana hacia
Aristide, el apoyo a la democracia significaba el reconocimiento de los
resultados del proceso electoral haitiano. La OEA reconocía a los
representantes haitianos designados por Aristide como legítimos. Dicha
organización se convertiría en el principal actor externo desde septiembre de

379
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

1991 a junio de 1993, cuando el Consejo de Seguridad tomó acciones en


contra del régimen de facto y sirvió de soporte al posterior rol activo de
dicha instancia. Sin embargo, las sanciones voluntarias contra Haití fallaron,
aunque muchos miembros tomaron en serio los contenidos de la declaración
de Santiago. Aunque muchos estados miembros de la OEA rechazaban el
uso de la fuerza contra el régimen de facto, apoyaban medidas para el retorno
al poder de Aristide. En este contexto, aunque se consideró la posibilidad de
una operación de mantenimiento de la paz para este fin, finalmente se adoptó
una resolución urgiendo a congelar las relaciones con el gobierno de facto
haitiano, además de imponer un embargo comercial, excepto para ayuda
humanitaria canalizada a través de agencias internacionales (8 de octubre).
Como reflejo de este esfuerzo, posteriormente el enviado especial Dante
Caputo (de la OEA-ONU) dio algunos pasos innovadores. También lo fue el
envío de una misión conjunta de derechos humanos OEA-ONU. Sin em-
bargo, la amplia aceptación de que las sanciones de la OEA habían sido
ineficaces, trajo el posterior involucramiento más directo de la ONU.

El Rol de las Naciones Unidas

Al inicio de este conflicto, la ONU a través de su Asamblea General


también demandó la inmediata restauración del legítimo gobierno y la completa
observancia de los Derechos Humanos en Haití. Por su parte, Francia, Canadá,
Estados Unidos y Venezuela, formaron el Grupo de Amigos del Secretario
General (de la ONU) para mantener la favorable opinión internacional respecto
a la necesidad de resolver este conflicto. El Consejo de Seguridad buscó
jugar algún rol. El Presidente del Consejo, el Embajador francés Mérimée
llamó a los miembros del Consejo a consultas en septiembre de 1991, y a
pesar del tradicional rechazo de China e India a las intervenciones en los
asuntos internos de los Estados, logró que los miembros del Consejo
recibieran a Aristide en una sesión formal, lo que fue interpretado como una
clara muestra de apoyo de dicho Consejo a la restauración del gobierno
legítimo de Haití. El apoyo francés y norteamericano y, por otra parte, el
apoyo de la OEA a dicha iniciativa, hicieron que China e India cambiaran su
postura. Sin embargo, no todos los países latinoamericanos veían con buenos
ojos una intervención del Consejo de Seguridad en Haití, viendo la necesidad
de que su rol se restringiera a apoyar la acción de la OEA, como lo reflejó el
papel secundario de dicha organización hasta 1993.

El interés sobre la no intervención en los asuntos internos de otros


estados disminuyó en el período aludido y el rol de Estados Unidos en el
Consejo de Seguridad se incrementó. Por otra parte, el hecho, que Estados
Unidos, Francia y Venezuela, miembros del Consejo de Seguridad
380
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

pertenecieran al grupo de Amigos del Secretario General respecto a este


conflicto incidió en un mayor papel del Consejo de Seguridad en él. Un
elemento importante en el involucramiento mayor de Estados Unidos, tanto
como del Consejo de Seguridad, fue la elección de Bill Clinton como Presidente
de Estados Unidos en noviembre de 1992.

El establecimiento de sanciones obligatorias por parte del Consejo de


Seguridad de la ONU se estableció a partir de 1993, con la Resolución 841,
buscando, por una parte, respaldar a Aristide como representante del gobierno
legítimo y por otra, hacer universal el embargo establecido por la OEA y
tratando de llevar al régimen de facto de Haití a la mesa de negociaciones. En
sucesivas resoluciones (861, 862 y 867) de 1993 se trató de implementar la
Misión de las Naciones Unidas en Haití (UNMIH), en la que se buscaba
cambiar el papel de los organismos militares y policiales haitianos respecto
al ámbito civil a través de programas de entrenamiento.

Ya en la resolución 873 de 1993 se reflejaba la falta de voluntad del


gobierno de facto de cumplir sus compromisos, por lo cual Naciones Unidas
decide terminar la suspensión de las medidas establecidas en la resolución
841. Sin embargo, a pesar de dicha resolución, el gobierno de facto continuó
la represión de los seguidores de Aristide, lo que implicó el fortalecimiento
del embargo, especialmente respecto de petróleo y armas a través de la
resolución 875 de octubre de 1993. No obstante, dicho régimen mostró cierta
capacidad de disminuir el impacto de estas sanciones desplazando sus
efectos hacia la población. El bloqueo naval establecido en octubre de 1993
fue inefectivo también por el flujo que se producía a través de la frontera con
República Dominicana. Este último aspecto no fue mejorado hasta agosto de
1994, sólo semanas antes de la intervención de Estados Unidos, liderando
una fuerza multinacional.

La resolución 905 del 30 de septiembre de 1993 solamente buscaba


reafirmar las resoluciones anteriores y extender el mandato de la UNMIH. Ya
la resolución 917 del 6 de mayo de 1994, apuntaba a incrementar aún más el
bloqueo para aumentar la presión sobre el gobierno de facto. La resolución
933 del 30 de junio de ese mismo año, deja en claro la fuerte impaciencia
imperante en la ONU, condenando la reciente escalada de violaciones de los
derechos humanos y el establecimiento del denominado “tercer gobierno de
facto”. La resolución 940 del 30 de julio, actuando, el Consejo de Seguridad,
con arreglo al Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, autoriza a los
Estados Miembros a integrar una fuerza multinacional (MNF), bajo un mando
y control unificado y, dentro de ese marco, a recurrir a todos los medios

381
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

necesarios para facilitar la salida desde Haití del liderazgo militar en el poder
y el retorno del presidente legalmente elegido y la restauración del legítimo
gobierno de Haití.

Esta fue la primera vez que Estados Unidos buscó la autorización de


la ONU para utilizar la fuerza en su propia área de influencia. Dicha
intervención se vio acelerada por las elecciones del Congreso norteamericano
de noviembre de ese año, lo que podría dificultar una acción en este sentido.
La resolución 944 del 29 de septiembre de 1994 se refiere a la consolidación
del despliegue pacífico de esta fuerza multinacional, liderada por Estados
Unidos. La Resolución 948 del 15 de octubre de ese mismo año, deja
constancia del restablecimiento de la democracia en Haití, el regreso del
Presidente Jean-Bertrand Aristide, el levantamiento de las sanciones que se
le habían impuesto a Haití y manifiesta su interés en el avance de la UNMIH
para reemplazar a la Fuerza Multinacional (MNF), esto último reafirmado en
la resolución 964 del 29 de noviembre. Avanzando en el regreso a la normalidad,
la resolución 1007 de julio de 1995 busca consolidar el proceso electoral y da
especial relevancia al papel jugado por la UNMIH en asegurar un entorno
estable para dichas elecciones.

Consecuencias

La crisis precipitada en Haití en septiembre de 1991 por el golpe de


Estado en contra del Presidente Aristide, no habría tenido el mismo impacto
internacional si algunos actores internacionales no hubieran promovido las
elecciones de 1990 y rechazado la salida de Aristide (la ONU y la OEA).

Esta fue la primera instancia en que Estados Unidos buscó la


autorización del Consejo de Seguridad para usar la fuerza dentro del hemisferio
occidental. Esto contrasta claramente con las intervenciones unilaterales en
Grenada (1983) o Panamá (1989). Una de las razones fundamentales de la
intervención tenía que ver con la amenaza de un flujo de refugiados hacia
Estados Unidos. El optar por el multilateralismo ofrecía a Washington la
posibilidad de aprovechar un positivo contexto internacional, como lo reflejó
la Declaración de Santiago de la OEA de junio de 1991, respecto de la
protección de la democracia, que demostraba un alto grado de consenso
respecto a buscar una región libre de dictaduras.

La intervención en Haití puede ser vista en algunos aspectos como


una intervención humanitaria que representó, a la vez, la única oportunidad

382
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

en que el Consejo de Seguridad se involucró en una disputa solamente en


orden a restaurar un legítimo gobierno y la democracia.99

6.- Operación Zorro del Desierto (1998)

Antecedentes

La Operación Zorro del Desierto fue una intervención armada ejecutada


por dos países Miembros Permanentes del Consejo de Seguridad y sin un
mandato del mismo Consejo. Esta intervención puede ser vista como una
continuación de la Guerra de 1991 ya que si bien ella terminó para el Consejo
de Seguridad, Estados Unidos y el Reino Unido, sin acuerdo ni autorización
del Consejo de Seguridad, establecieron “zonas de exclusión” en el norte
(paralelo 36º N) y en el sur (paralelo 22º N, inicialmente, y 23º N,
posteriormente). Ambos Estados actuaron militarmente por acciones aéreas
en dichas zonas justificándolas como acordadas en la Resolución 688, lo que
no es efectivo según lo expresó el Secretario General de la ONU, en 1992, el
Dr. Boutros Ghali. En resumen, cuando la ONU dio por terminada la guerra
por ella autorizada, Estados Unidos y el Reino Unido la continuaron
sobrepasando al Consejo de Seguridad.

El Rol de las Naciones Unidas

Desde el inicio del año 1998, tanto el Consejo de Seguridad como el


Secretario General de la ONU mantuvieron un permanente intercambio de
notas, reclamaciones y negociaciones en relación con el desarrollo de las
inspecciones y controles de la UNSCOM. El Jefe de la Comisión, Butler,
acusaba a Irak de poner dificultades a los controles e inspecciones, Husseim
acusaba a la UNSCOM de sobrepasarse en el cumplimiento de sus tareas. El
2 de marzo y por la Resolución 1154, el Consejo de Seguridad conminó al
Gobierno iraquí a cumplir su compromiso de 1991 sin ninguna restricción y
que el no hacerlo le significaría “severas consecuencias”.

La situación no mejoró e hizo crisis desde los primeros días del mes de
diciembre, cuando el Jefe de Inspectores de la ONU en Irak (UNSCOM),
Richard Betler, informó al Consejo de Seguridad de la ONU que el Gobierno
de Irak ponía trabas en la realización de las funciones de control e inspección
que su Comisión cumplía, lo cual significó posteriormente la salida de todos
los inspectores y trabajadores de organizaciones humanitarias internacionales

99 Malone, David, “Decision-making in the UN Security Council: The Case of Haiti”, Oxford
University Press, New York, 1998, Págs. 181-182.

383
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

del territorio iraquí. El día 16 las fuerzas aliadas iniciaron una violenta acción
de bombardeo sobre Irak mientras aún estaba reunido el Consejo de
Seguridad para buscar alguna solución a la crisis. Los Gobiernos de Estados
Unidos y del Reino Unidos trataron de justificar su actuar al margen del
Consejo aduciendo que en la Resolución 1145 del 2 de marzo estaba implícita
una acción militar en contra de Irak por cuanto expresaba que si Saddam
Husseim no cumplía con sus compromisos asumidos con el Secretario Gen-
eral, se exponía a severas consecuencias. Para tres miembros permanentes
del Consejo, China, Francia y Rusia y otros miembros de él, la acepción
“severas consecuencias” no significaba la autorización para proceder sobre
la base del poder militar, era solamente un prerrequisito que, de no cumplirse,
podría dar origen a autorizar una intervención armada, previo un nuevo
acuerdo del Consejo. Sin embargo, el Consejo no tomó ninguna acción en
contra de la acción unilateral de dos de sus miembros.

Consecuencias
En un análisis de los hechos “Operación Zorro del Desierto”, podemos
sacar las siguientes conclusiones:
- Fue un acto bélico que debe incluirse dentro de la guerra de 13 años en la
región, que se inició con una acción de imposición de la paz autorizada por
las Naciones Unidas frente a la agresión del Irak en contra de Kuwait. Para
efectos del Consejo de Seguridad, esa guerra terminó con el Acuerdo de abril
de 1991 que estableció las obligaciones que Irak debía cumplir y para cuyo
control organizó una Fuerza Militar de Mantenimiento de la Paz (UNIKOM)
y formó Comisiones de Control e Inspección de Armas y Armamentos que
pudieran significar una amenaza la estabilidad regional.

- Pese a que, formalmente, en la Organización de las Naciones Unidas se dio


por finalizada la guerra, Estados Unidos y el Reino Unido mantuvieron una
acción de agresión en contra de Irak limitándole su soberanía territorial por
“zonas de exclusión” y atacando con medios aéreos acciones realizadas por
fuerzas iraquíes en ellas. Lo anterior generó una situación poco definida
entre guerra y paz, a la vez dio pie a numerosos incidentes relacionados con
el control e inspección y destrucción de armamentos a las que el Consejo de
Seguridad trató de poner término con la Resolución 1154 de 2 de marzo, en la
cual conminó a Saddam Husseim a entregar su cooperación integral. Esta
última situación hizo crisis en diciembre de 1998.

- Una vez más el Consejo de Seguridad perdió el control de la paz; Estados


Unidos y el Reino Unido justificaron su ataque a Irak en la Resolución 1154,

384
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

interpretación no compartida con la mayoría del Consejo. Sobre este particu-


lar quedaron definidas dos condicionantes de la acción del Consejo; la primera,
que dos de sus miembros actuaron sin el acuerdo mayoritario y, segunda,
que esa mayoría aceptó el no ser tomada en cuenta.

7.- Kosovo (1999)

Antecedentes

La acción armada en Kosovo es una intervención a un Estado


soberano, ya que Kosovo es una provincia de la República Federativa de
Yugoslavia, pero tiene sus particularidades, en razón a que fue realizada
después de un Acuerdo Técnico Militar entre la Fuerza de Seguridad
Internacional (KFOR) y los Gobiernos de la República Federativa de Yugo-
slavia y la República de Serbia, como así mismo entre ambos gobiernos y
Naciones Unidas para la Administración Interina de la ONU en Kosovo
(UNMIK). Se trató, por lo tanto, de una combinación de una intervención
militar armada para reestablecer la paz y dar seguridad a la misión de Naciones
Unidas en Kosovo, a través de la KFOR y, al mismo tiempo, una intervención
política y humanitaria armada para la administración interina de Kosovo por
la ONU y organizaciones europeas, a través de la UNMIK. Se habla de
intervenciones armadas, por cuanto ambas fueron dispuestas por el Capítulo
VII de la Carta de Naciones Unidas, es decir, con capacidad de usar la fuerza,
si fuese necesario, para el cumplimiento de sus misiones.

Cuando comenzaron los ataques aéreos, había unos 260.000


desplazados internos en Kosovo. Además, fuera de Kosovo, había unos
70.000 refugiados y desplazados albanokosovares en la región y más de
100.000 refugiados y solicitantes de asilo en Europa Occidental y en otros
países. La campaña aérea de la OTAN desencadenó una escalada de violencia
en tierra. Continuaron los combates de ámbito local entre el ELK y las fuerzas
yugoslavas, mientras las fuerzas armadas y la policía yugoslavas, así como
las fuerzas paramilitares y los serbios locales, llevaban a cabo una brutal
campaña de «limpieza étnica» que incluyó deportaciones masivas y
organizadas a Estados vecinos. Miles de albanokosovares murieron y unos
800.000 huyeron o fueron expulsados de Kosovo después del comienzo de
la campaña aérea. De ellos, unos 426.000 huyeron a Albania, unos 228.000 a
la ex República Yugoslava de Macedonia y unos 45.000 a Montenegro.
Además, un gran número de personas habían sido objeto de desplazamiento
interno dentro de Kosovo al terminar la campaña aérea de 78 días.

385
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

La respuesta a una crisis de refugiados de estas dimensiones en un


entorno político tan sumamente cargado supuso un enorme desafío. En los
años y los meses precedentes, el ACNUR —en colaboración con otros
organismos de la ONU y las ONG´s— había tomado medidas en previsión de
la eventualidad de un éxodo de hasta 100.000 personas. Pero nadie contaba
con la magnitud y la rapidez del éxodo que tuvo lugar finalmente. La afluencia
superó la capacidad de respuesta de los gobiernos de los países de acogida
y de las organizaciones humanitarias. El ACNUR, en particular, fue duramente
criticado por algunos donantes y ONG por su falta de preparación y por su
gestión de la crisis en la fase inicial.

En la ex República Yugoslava de Macedonia, las autoridades cerraron


temporalmente la frontera a principios de abril de 1999, ya que temía que una
gran afluencia de albanokosovares desestabilizara el país. Para reducir el
número de refugiados en su territorio, el gobierno solicitó la institución de
un sistema de reparto internacional de la carga, que implicaba la evacuación
o el traslado de parte de los refugiados a terceros países. La OTAN necesitaba
el consentimiento del gobierno de Macedonia para mantener su presencia
en territorio macedonio, y esta circunstancia otorgó al gobierno de Macedonia
una importante posición ventajosa sobre los gobiernos de los Estados
miembros de la OTAN.

Cada día estuvo más claro que, a corto plazo, la campaña aérea no
había atenuado la violencia contra los albanokosovares, sino que la había
aumentado. La OTAN respondió prestando una creciente atención a la difícil
situación de los refugiados, ofreciendo el apoyo al ACNUR para la operación
de asistencia humanitaria (un puente aéreo y apoyo logístico para construir
campamentos para los refugiados). La aceptación por el ACNUR del
ofrecimiento de asistencia de la OTAN contribuyó a arbitrar una solución
urgente para los albanokosovares abandonados a su suerte en la frontera de
Macedonia. La inmediata construcción de campamentos y el posterior
programa de evacuación a terceros países constituyeron el paquete de
medidas necesario para lograr el consentimiento del gobierno de Macedonia
para admitir a los refugiados.

A pesar del término del bombardeo aéreo de la OTAN, el conflicto en


Kosovo continuó como ya hemos visto. La OTAN que participó desde
Macedonia, no quería actuar directamente en Kosovo sin la autorización de
la ONU. Finalmente esto cambió, debido a que el 9 de junio de 1999 se firma
un tratado suscrito por la OTAN y la República de Yugoslavia, que establece
el cese de las hostilidades y determina la retirada de las tropas serbias de la
provincia, a la vez que se contempla el despliegue de una Fuerza Multinacional
386
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

de Seguridad de Kosovo. Tratado que fue aprobado por el Consejo de


Seguridad. Paralelamente con lo anterior, el Consejo de Seguridad establece
una Misión de Administración Interina en Kosovo.100 El 10 de junio de 1999,
y después de la verificación del inicio de la retirada serbia, el Consejo de la
OTAN puso fin a la operación “Fuerza Aliada” y dio luz verde a “Guardia
Conjunta” que determina la participación de las tropas aliadas en la Fuerza
Multinacional de Seguridad en Kosovo (KFOR). El día 11 de junio de 1999,
unidades británicas entraron en Kosovo y con ello se inicia el despliegue de
la KFOR que ha llegado a un total de 49.000 hombres. Así, estos hechos
dieron comienzo a la intervención armada en la República de Yugoslavia al
hacerse cargo la UNMIK y la KFOR de la administración y seguridad de una
parte de su territorio, por razones militares, políticas y humanitarias.

El Rol de las Naciones Unidas

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó la Resolución


1244 de 10 de julio de 1999, después del acuerdo entre la OTAN y el Gobierno
de la República de Yugoslavia, que determinó la retirada de Kosovo de las
fuerzas serbias de seguridad y la suspensión de la operaciones aéreas de la
OTAN en contra de Yugoslavia. Esta resolución, que legaliza la intervención
armada, encomienda al Secretario General el establecimiento de la Misión de
Administración Interina de Kosovo, preparar el terreno para la celebración
de las próximas elecciones y estudiar la posible autonomía de la República
Federal de Yugoslavia. Por la misma resolución se legitimó el despliegue de
la KFOR, para desmilitarizar Kosovo y mantener la ley y el orden.101

El Consejo de Seguridad le ha conferido a la UNMIK una autoridad


importante en Kosovo: tiene el máximo poder ejecutivo y legislativo. El
Representante Especial del Secretario General (RESG) es el administrador
civil de mayor importancia en Kosovo. Hasta que se establezcan autoridades
locales legítimas, la UNMIK será la autoridad que administre y aplique el
derecho común del país. Tanto la UNMIK como la KFOR fueron autorizadas
por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas bajo el Capítulo VII de
la Carta de la ONU, que permite poner en práctica el mandato de la UNMIK y
las decisiones del Consejo de Seguridad usando la fuerza, si es necesario. La
KFOR y la UNMIK están estrechamente coordinadas para realizar las tareas
y cumplir las metas establecidas por el Consejo de Seguridad. La KFOR
mantiene el orden público y la seguridad hasta que la Policía Internacional
100 Informes Especiales de Naciones Unidas: Kosovo. Fuerza Multinacional de Seguridad para
Kosovo (KFOR).
101 Internet. Google Naciones Unidas Página Principal. Mantenimiento de la Paz: Operaciones de
Paz desplegadas por la ONU: Kosovo – UNMIK.

387
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

de la ONU bajo la UNMIK y un nuevo Servicio de Policía de Kosovo (SPK)


puedan asumir esa responsabilidad. La UNMIK también es responsable de
revitalizar el poder judicial de Kosovo y supervisar la administración de
justicia.

La Resolución 1244 también reafirmó la soberanía e integridad territo-


rial de la República Federal de Yugoslavia, de la cual Kosovo sigue siendo
parte. Aunque la UNMIK no puede cambiar de forma unilateral la condición
del territorio o sus fronteras, la Misión puede facilitar las discusiones sobre
el status final de Kosovo.

La UNMIK ha ayudado a coordinar y entregar ayuda humanitaria


proveniente de la comunidad internacional con el fin de satisfacer las
necesidades inmediatas. A largo plazo, el personal internacional de la UNMIK
ayudará a reformar y reconstruir la infraestructura y la economía de Kosovo,
que necesita una administración civil moderna y nuevas instituciones de un
gobierno autónomo y democrático. La UNMIK trabajará para garantizar que
estas nuevas instituciones cumplan las normas universales de los derechos
humanos y reflejen el carácter multiétnico de las comunidades kosovares.102

Consecuencias

La intervención de la UMIK y la KFOR en Kosovo han cumplido las


misiones que se les impusieron en 1999, no exentas de complicaciones y sin
que se hayan completado algunos de los aspectos en forma integral, pero es
un hecho que en el 2003 la intervención armada en Kosovo ha logrado sus
objetivos. Podemos establecer que dicha intervención militar era necesaria
para la reconstrucción integral de la provincia. La acción de la UNMIK y de
la KFOR, pese a las críticas que se les hacen, ha ido permitiendo una
reconstrucción económica basada en un desarrollo sustentable, con el
objetivo, a no muy largo plazo, de establecer una economía viable y
autosostenible. Paralelamente, se han establecido las autoridades e
instituciones provinciales y, a través de elecciones democráticas, las
autoridades comunales y el establecimiento de la Asamblea (legislativa).
Todo lo anterior ha permitido la constitución de un gobierno autónomo y
democrático en Kosovo. Lo anterior aún no ha sido totalmente consolidado,
pero hay fundamentos sólidos para esperar que en un futuro más o menos
cercano se logre integralmente.

Si bien es cierto que la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de


Naciones Unidas reafirma la soberanía e integridad territorial de la República
102 Internet. www.un.org/spanish/kosovo/unmik.htm

388
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

Federal de Yugoslavia, de la cual Kosovo sigue siendo parte, y aunque la


UNMIK no puede cambiar de forma unilateral la condición del territorio o
sus fronteras, no es menos cierto que la Misión de Naciones Unidas puede
facilitar las discusiones sobre el status final de Kosovo, que podría llegar a
transformarse en una República independiente.
Si analizamos el panorama dentro de la ex República Federativa de
Yugoslavia, podemos ver que la desmembración se ha ido configurando a
través del tiempo. En la actualidad son Estados independientes: la ex
República Yugoslava de Macedonia, la República de Croacia, la República
de Eslovenia, la República de Bosnia Herzegovina y República Federativa de
Yugoslavia, hoy República de Serbia – Montenegro. Podríamos decir que si
la “intervención” en Kosovo tiene éxito referente a la conformación de un
real gobierno autónomo, es muy factible pensar que a futuro se pueda producir
la desmembración que trató de frenar la Unión Europea al mantener unidos a
Serbia y Montenegro. Si Montenegro insiste en su independencia y la logra,
sería factible pensar que Kosovo no aceptaría una forma de gobierno basada
sólo en una autonomía y trataría de lograr su independencia como Estado.
Esto significaría que desaparecería la actual República Serbia – Montenegro
y que Serbia perdería a Kosovo, y así continuaría la desmembración de la
Yugoslavia de Tito, en una forma que es difícil de predecir, pero que afectaría
el mapa político de Europa y de los Balcanes.
8.- Timor Oriental (1999)

Antecedentes

Timor está inserto en el archipiélago indonesio; durante su historia


fue invadido por Portugal, en 1520, y por Holanda, en 1613, en su parte
occidental. El violento enfrentamiento en dicha zona entre Portugal y Holanda
tuvo por consecuencia la división de la isla; Timor Occidental en poder de
Holanda y que se incorporó a Indonesia en 1956 y Timor Oriental en poder
de Portugal hasta 1945, que pasó a ser un territorio no autónomo de la
Asamblea General de las Naciones Unidas bajo el dominio colonial de Portu-
gal. Esta situación cambió en 1975, cuando es invadido y anexado por Indo-
nesia.

Como hemos dicho, Timor Oriental ha estado en la agenda


internacional desde 1960, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas
colocó a este territorio en la lista de los Territorios no Autónomos. En ese
tiempo, ese territorio era administrado por Portugal. En 1974, Portugal trató
de establecer un gobierno provisional y una asamblea popular que
determinara la situación de esta región. La guerra civil estalló entre quienes
389
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

estaban a favor de la independencia y los que apoyaban la integración a


Indonesia. Portugal, incapaz de controlar la situación, se retiró. Poco tiempo
después Indonesia ocupó militarmente la zona y más tarde integró a Timor
Oriental como su vigésima séptima provincia. Las Naciones Unidas nunca
reconocieron la integración, y tanto el Consejo de Seguridad como la Asamblea
General pidieron la retirada de Indonesia. Desde principios de 1982, a petición
de la Asamblea, todos los Secretarios Generales de la ONU, sostuvieron
conversaciones regulares con los dos países con la finalidad de resolver la
situación del territorio.

El Rol de la ONU

En 1997, el Secretario General Kofí Annan manifestó su determinación


de darle un nuevo impulso a las conversaciones. Los esfuerzos sostenidos
por el Secretario General y su Representante Personal, el Embajador Jamsheed
Marker (Pakistán), culminaron en un avance importante. En junio de 1998 el
nuevo Presidente de Indonesia, B. J. Habibie propuso otorgarle una
autonomía limitada a Timor Oriental y que éste continuara siendo parte de
Indonesia. Indicó también, en una declaración posterior, que si los timorenses
orientales rechazaban su propuesta, Indonesia tendría que aceptar la pérdida
del territorio.

Como resultado de esta propuesta, las conversaciones se revitalizaron


bajo los auspicios del Secretario General y de su representante. Los acuerdos
entre Indonesia y Portugal fueron firmados en Nueva York el 5 de mayo de
1999. Se le confió la organización y realización de una “consulta popular” a
las Naciones Unidas con el fin de averiguar si los timorenses aceptaban o
rechazaban una autonomía especial, aceptando ser parte de la República de
Indonesia.

Como consecuencia de los acuerdos anteriormente mencionados, el


Consejo de Seguridad estableció la UNAMET el 11 de junio de 1999. El
despliegue inicial estuvo compuesto por alrededor de 900 integrantes con el
objetivo de realizar la consulta popular ya mencionada, utilizando también a
personal local, el cual alcanzó alrededor de 4.000 personas durante el periodo
de realización de la consulta.

La votación se llevó a cabo el 30 de agosto de 1999. El resultado de la


consulta otorgó con un margen de 94.388 votos (21,5%) contra 344.580
(78,5%) rechazar la autonomía limitada propuesta por Indonesia y comenzar
un proceso de transición hacia la total independencia. El resultado fue
validado por la Comisión Electoral independiente y comunicado
390
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

simultáneamente por el Secretario General al Consejo de Seguridad en Nueva


York y al pueblo de Timor Oriental.

Durante las negociaciones de los Acuerdos del 5 de mayo, los


signatarios acordaron generar un clima libre de violencia. Estos Acuerdos
pusieron la responsabilidad de la seguridad en manos de la policía de Indo-
nesia. Al desplegarse la UNAMIT, la tensión se incrementó con fuertes
rumores respecto de la participación de militares de Indonesia en la entrega
de armas y entrenamiento a las milicias en factor de la mantención del Timor
Oriental como parte de Indonesia.

A pesar de los esfuerzos del Consejo de Seguridad, del Secretario


General y de la UNAMIT que reiteraban la responsabilidad del gobierno de
Indonesia en la mantención de la ley y el orden, las actividades de las milicias
pro-indonesias continuaban. Indonesia reiteró repetidamente su compromiso
de cumplir con sus responsabilidades, conforme a los Acuerdos del 5 de
mayo y de tomar medidas para llevarlas a cabo. Sin embargo, estas garantías
no fueron efectivas. Un informe de la misión del Consejo de Seguridad enviada
a Indonesia y a Timor Oriental, del 8 al 12 de septiembre, sostuvo que un
gran número de militares y policías habían apoyado las acciones de la milicia
pro-Indonesia.

Durante las discusiones y las negociaciones sostenidas para los


Acuerdos del 5 de mayo, Indonesia estableció que continuaría con la consulta
sólo si se le otorgaba responsabilidad exclusiva del mantenimiento de la ley,
el orden y la seguridad en Timor Oriental. Se aceptó esta condición, pero se
le solicitó una actitud más firme respecto de la situación de seguridad. Entre
otras cosas, un control estricto de los grupos civiles armados y detener y
procesar rápidamente a aquellos responsables de incitar al uso de la violencia,
así como proscribir las actividades de los grupos armados. El acuerdo sobre
seguridad ponía énfasis en que era esencial la “absoluta neutralidad de las
Fuerzas Armadas y de la Policía de Indonesia” para lograr crear las
condiciones necesarias para un normal proceso electoral. El Consejo de
Seguridad respaldó los Acuerdos del 5 de mayo, incluyendo los aspectos de
seguridad.

El nivel de violencia que siguió al anuncio de los resultados de la


votación, fue totalmente imprevisto para las Naciones Unidas y para otras
comunidades internacionales. La policía civil y el personal militar de la
UNAMIT era un número reducido: 275 policías civiles y 50 observadores
militares y por ello, poco podía hacer frente a los violentos ataques
producidos después de las votaciones.
391
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

Ante esta situación, el Consejo de Seguridad envió una misión espe-


cial para explorar con Indonesia medidas concretas para detener la violencia
y lograr la implementación pacífica de los Acuerdos del 5 de mayo. El 12 de
septiembre, al concluir la misión enviada por el Consejo de Jakarta y Dili, el
Presidente Habibie llamó al Secretario General para decirle que su Gobierno
invitaría a una fuerza internacional para restaurar la paz y la seguridad en
Timor Oriental. El 15 de septiembre el Consejo autorizó, bajo el Capítulo VII
de la Carta de Naciones Unidas, el empleo de dicha fuerza liderada por Aus-
tralia, cuyo despliegue se inició aceleradamente el 19 de septiembre del mismo
mes.

Las fuerzas multinacionales autorizadas por el Consejo de Seguridad


(INTERFET) en Timor Oriental, estuvieron compuestas por unidades militares
de países dispuestos a llevar a cabo esta compleja acción de pacificación.

En la Resolución Nº 1264 (1999), adoptada por unanimidad por el


Consejo de Seguridad, éste autorizó a estas fuerzas efectuar las siguientes
tareas:
- Restaurar la paz y la seguridad en Timor Oriental;
- Proteger y apoyar a UNAMIT en la realización de sus misiones;
y
- Facilitar las operaciones de asistencia humanitaria, dentro de
sus capacidades.
Australia asumió el comando de la INTERFET, que contó con una
fuerza de 8.000 soldados, la que en tres meses logró reducir la violencia y
obligó al retiro de las fuerzas policiales y militares indonesias.

La Resolución 1272 de octubre de 1999 del Consejo de Seguridad


dispuso la organización de la UNTAET (Organización de Naciones Unidas
para la Administración Transitoria de Timor Oriental), la que el 1° de febrero
de 2000 estuvo en condiciones de asumir el control sobre Timor Oriental y
durante el mismo mes se efectuó la transmisión de mando de la UNAMIT y
la INTERFET a la UNTAET.

Un hecho destacable es la participación de Chile en la UNTAET,


arribando a dicha zona en Febrero de 2000, con dos helicópteros y un
contingente de 33 oficiales y suboficiales.

392
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

Consecuencias

El proceso de independencia generó un antecedente para otras


regiones de Indonesia respecto al fortalecimiento de ideas independentistas,
como por ejemplo, el movimiento independentista de Irán Jaya en la Isla de
Nueva Guinea. También el Movimiento de liberación de Aceh, rica región
ubicada al norte de Sumatra, que busca convertirse en un Estado Islámico
Independiente. El panorama político indonesio se ha visto fuertemente
afectado, con conflictos étnicos y religiosos en otras regiones del país (tales
como Molucas y Sulawesi). Muchos de estos problemas aún subsisten en
este Estado insular compuesto por 13.000 islas.

El debilitamiento del poder central en Indonesia y el posible surgimiento


de visiones más radicales del Islam en dicho país generan fuerte preocupación
(Indonesia es la mayor nación islámica del mundo con un 85% de sus 200
millones de habitantes profesando dicha fe). Su debilitamiento también puede
tener un fuerte impacto en los equilibrios estratégicos de Sudeste Asiático.
Por otra parte, dicha situación ha obligado a Australia a jugar un rol más
activo en la seguridad regional.

9.- Bombardeo a Yugoslavia (1999)

Antecedentes

Se trató de una intervención armada humanitaria realizada en forma


unilateral por la Organización del Atlántico Norte (OTAN), sin la autorización
del Consejo de Seguridad. El origen del conflicto de Kosovo tiene una larga
historia, pero para este trabajo el análisis se inicia a partir de 1989, cuando
Slobodan Milosevic revocó la autonomía de la provincia de Kosovo, que
gozaba de esta especial prorrogativa desde 1974. Disolvió su parlamento e
impuso un control directo desde Belgrano. La población Albanokosovar,
casi el 90% de la población de Kosovo, inició protestas públicas y otras
medidas de reacción pacífica, exigiendo no volver a la antigua autonomía,
sino que ahora reclamaban la independencia de la provincia.

Slobodan Milosevic estableció el estado de emergencia y reforzó las


guarniciones militares y policiales de Kosovo para sofocar este movimiento
separatista. En 1992, con el quiebre de la República Socialista de Yugoslavia
y la formación de la nueva Federación Yugoslava (Serbia y Montenegro), la
situación de Kosovo se hizo más difícil, por las medidas de carácter represivo
que tomó Belgrano: despido de todos los empleados públicos
albanokosovares de Kosovo y disminución del ejercicio de sus derechos
fundamentales.
393
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

En 1993, se organiza el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), que


inicia actividades guerrilleras en todo Kosovo, atacando instalaciones
militares y policiales yugoslavas y también las residencias de funcionarios
serbios en Kosovo e incluso de serbios Kosovares. La crisis adquirió una
nueva dimensión a partir de 1998, cuando las fuerzas de seguridad serbias
intensificaron las operaciones contra los albaneses de Kosovo sospechosos
de estar relacionados con el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK). Mientras
la seguridad se deterioraba en forma alarmante, unas 20.000 personas huyeron
a Albania en mayo y junio de 1998; otras se dirigieron a Montenegro y
algunas a Italia, Suiza, Alemania y otros países; los enfrentamientos se
intensificaron en cantidad y en violencia y, en septiembre, había unos 175.000
desplazados internos en Kosovo. El ACNUR puso en marcha una gran
operación de asistencia a esos desplazados internos y a otras personas
afectadas en el conflicto.

La presión internacional logró, en 1998, que el gobierno de Kosovo


accediera a un alto del fuego y la retirada parcial de las tropas serbias de
Kosovo y se desplegó una misión internacional de la OSCE para verificar su
cumplimiento. Se vivió un corto período de calma, con violaciones aisladas
del alto del fuego, las que se fueron ampliando en cantidad y en violencia y
el acuerdo de cese del fuego se desmoronó. A pesar de los esfuerzos de la
comunidad internacional, la situación se deterioró rápidamente, y a fines de
enero de 1999, Kosovo se vio enfrentado a una grave crisis humanitaria; la
masacre de 45 albaneses de Kosovo, civiles desarmados en la localidad de
Racak el 17 de enero de 1999, tuvo un fuerte rechazo internacional que recorre
el mundo y, que en cierta forma, refuerza la acción unilateral de la OTAN.

Estos hechos dieron impulso a las iniciativas de poner fin al conflicto


las que culminaron en las negociaciones de paz de Rambouillet (Francia) en
1999. Aunque los combates y el desplazamiento de fuerzas continuaron
mientras se celebraban las conversaciones de Rambouillet, había optimismo
acerca de las perspectivas de paz y se pidió a ACNUR que planificara el
retorno de los refugiados y desplazados; sin embargo, las conversaciones
de paz fracasaron el 19 de marzo de ese mismo año.

La represión en Kosovo se intensificaba y se iba conformando una


grave crisis humanitaria, por la expulsión de miles de albano–kosovares de
sus localidades quienes se hacinaban en las fronteras de Albania y de la ex
República Yugoslava de Macedonia. Las Naciones Unidas presionaban a
Milosevic para suspender su accionar en Kosovo y lograr una solución
pacífica y por su parte, la OTAN le daba continuos ultimátum para terminar
con el genocidio étnico. El 24 de marzo de 1999 se inició el bombardeo aéreo
394
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

de la OTAN a Yugoslavia y Kosovo, materializándose la intervención ar-


mada humanitaria unilateral, por la OTAN, sin la autorización del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas a un Estado soberano como era la República
Federativa de Yugoslavia.

El rol de las Naciones Unidas

Recién en 1998 el mundo se empieza a percatar realmente de lo que


ocurría en Kosovo y se empezó a tomar conciencia de ese grave problema
internacional, casi en el corazón mismo de Europa. La Resolución 1160 del
Consejo de Seguridad condenó acciones represivas de las autoridades serbias
en Kosovo y expresó su apoyo a una solución pacífica del problema de
dicha provincia, incluyendo un grado mayor de autonomía política y una
verdadera autonomía administrativa, así mismo, se impuso el embargo de
armas para el Ejército de Liberación de Kosovo y el establecimiento de un
diálogo de paz entre las partes.

La Resolución 1199 del Consejo de Seguridad de septiembre de 1998


condenó el uso excesivo e indiscriminado de la fuerza por las fuerzas de
seguridad serbia y por el ejército yugoslavo, provocando numerosas bajas
entre la población civil y el desplazamiento masivo de personas de sus
hogares. En lo sustantivo se acordó: el cese inmediato de las hostilidades;
que las autoridades de la República Federativa de Yugoslavia y los dirigentes
albanos de Kosovo tomen medidas inmediatas para mejorar la situación
humanitaria y evitar una catástrofe humanitaria inminente; permitir una
supervisión internacional, efectiva y continua en Kosovo por parte de la
Misión de Observadores de Kosovo de la Unión Europea; facilitar un acuerdo
con ACNUR y el Comité Internacional de la Cruz Roja para el regreso a sus
hogares, en condiciones de seguridad, de los refugiados y personas
desplazadas; finalmente, pedir a las autoridades de Belgrado y de la comunidad
albanesa de Kosovo que cooperen plenamente con el fiscal del tribunal
penal internacional para la ex Yugoslavia en la investigación de posibles
violaciones en la jurisdicción del tribunal. De esta resolución se cumplió el
mandato de la mantención y actuación, hasta la iniciación del bombardeo de
la OTAN, de la Misión de Observadores de Kosovo, de ACNUR y del Comité
de la Cruz Roja Internacional en Kosovo.

La Resolución 1203 de octubre de 1998 de Consejo de Seguridad


apuntó a una Misión de Verificación Aérea (desarmada) sobre Kosovo y a
reestablecer el diálogo entre las partes, sin condiciones previas y con
participación internacional, para lograr una solución política negociada de la
cuestión de Kosovo. Como aspectos cumplidos de esta resolución podemos
395
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

establecer que las organizaciones indicadas se establecieron desde noviembre


de 1998 a marzo de 1999, suspendiéndose cuando se iniciaron los bombardeos
de la OTAN.

La autorización otorgada a algunos organismos regionales (la OSCE


y la OTAN) para realizar misiones de verificación en Kosovo, contempladas
en el Capítulo VII de la Carta, especificaba claramente que la Misión de
Verificación Aérea de la OTAN actuaría desarmada. Sin embargo, la OTAN
ya en octubre de 1998 declara que para reforzar la aplicación de estas
resoluciones, lanzará ataques aéreos contra Yugoslavia, sino cumplía dichas
resoluciones de la ONU. Estas acciones aéreas no se llevaron a efecto, porque
Belgrado autorizó estos vuelos desarmados de la Misión de Verificación
Aérea de la OTAN y retiró armas pesadas de Kosovo y, también, se logró
mantener la Misión de Verificación de la OSCE con 2.000 soldados desarmados
de la OTAN.

En enero de 1999, ante el deterioro de la situación, el Consejo de


Seguridad se vio enfrentado a una grave crisis humanitaria y se buscó llegar
a un acuerdo sobre la realización de una acción coercitiva militar para detener
el genocidio étnico que las fuerzas yugoslavas están realizando en Kosovo.
Acuerdo que no se logró debido a profundos desacuerdos entre los Miembros
del Consejo respecto de si esa intervención armada para terminar con esa
crisis humanitaria era o no legítima. Hubo algunos Miembros, entre ellos
China y la Federación Rusa, que propugnaban interpretaciones tradicionales
del Derecho Internacional, haciendo hincapié en la inviolabilidad de la
soberanía de los Estados y del artículo 2/7 de la Carta de las Naciones Unidas
que se refiere a la no autorización para que la ONU intervenga en los asuntos
que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados.103

Otros Miembros del Consejo, como los pertenecientes a la OTAN,


recalcaban el imperativo moral de actuar enérgicamente en forma coercitiva
ante violaciones manifiestas de los derechos humanos.104 La posición del
grupo de países de la OTAN, liderados por Estados Unidos, estaba basada
en el imperativo moral de actuar ante la grave crisis humanitaria que se vivía
en Kosovo, producida por la persecución étnica de grandes proporciones
llevada a efecto por las fuerzas de Milosevic y el incumplimiento a las
exigencias de las Naciones Unidas de terminar sus ataques a la población
kosovar albanesa. Otro argumento, de menor valor, para justificar la acción

103 El Mercurio del 30 de enero y la Segunda del 22 de marzo de 1999.


104 Op. cit., Memoria del Secretario General de la ONU sobre la Labor de la Organización en el
quincuagésimo cuarto período de sesiones de la Asamblea General 1999. Suplemento Nº 1 (A/54/
1) Párrafo 65, Pág. 9

396
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

de la OTAN en Yugoslavia y que lo han mantenido a través del tiempo, es el


de que no era necesaria una resolución específica del Consejo de Seguridad
para que la OTAN pudiera amenazar con el uso de la fuerza o para realizar su
campaña de bombardeos aéreos para imponer la paz en Yugoslavia, por
cuanto esta acción era en apoyo de las resoluciones 1160 y 1199 del Consejo
de Seguridad en las cuales el mismo Consejo reconoce la grave situación
humanitaria en Kosovo y la exigencia a ambos bandos de terminar de
inmediato con la guerra interna, aunque dichas resoluciones no se refieren a
una intervención unilateral de la OTAN.

Consecuencias

Ante la decisión de la OTAN de actuar y a fin de evitar el veto que


seguramente interpondrían China y Rusia, el 24 de marzo de 1999, la OTAN
inició un intenso bombardeo aéreo unilateral y sin la autorización del Consejo
de Seguridad para obligar a Milosevic a poner fin a la represión étnica en
Kosovo. El 26 de marzo de 1999, se reúne el Consejo de Seguridad para tratar
un borrador de resolución presentado por Rusia, en el cual se exigía el cese
de los ataques sobre Yugoslavia y el retorno a la mesa de negociaciones. La
resolución sostenía que el uso de la fuerza a la que había recurrido la OTAN
contra la República Federativa de Yugoslavia constituía una amenaza a la
paz y a la seguridad internacionales y, argumentaba, que el uso unilateral de
la fuerza es una violación flagrante de la Carta la las Naciones Unidas. El
proyecto de resolución es rechazado por 12 votos en contra (Francia, Reino
Unido, Estados Unidos, Argentina, Brasil, Bahrein, Canadá, Eslovenia, Gabón,
Gambia, Holanda y Malasia) y 3 a favor (Rusia, China y Namibia). 105

La misión que recibió el Comandante Supremo Aliado fue la de realizar


operaciones aéreas limitadas, tales como objetivos de valor militar que se
designe, y ejecutar una campaña aérea por fases. Como misión para el empleo
de la fuerza, se daba a entender que sería limitada sólo a blancos militares, lo
que en la práctica no ocurrió. La planificación de la campaña, pese al gran
desequilibrio entre las fuerzas contrincantes, se orientaba bajo dos premisas:
reducir al máximo las bajas de las tripulaciones de la OTAN y evitar los daños
colaterales.

En la ejecución de la campaña se emplearon sólo las capacidades


aeroespaciales y la alta tecnología de sus armas de precisión. Sin embargo, la
declaración del Presidente Clinton de que no se emplearían en ella las fuerzas
terrestres, permitió a los Serbios incrementar la acción represiva en Kosovo.

105 Artículo Internacional en El Mercurio del 27 de marzo de 1999.

397
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

La operación, salvo las limitaciones políticas impuestas, se desarrolló apegada


a los cánones clásicos del empleo del poder aéreo para destruir la capacidad
de combate enemiga, y las fuentes que sostienen, incluyendo prácticamente
toda la infraestructura nacional con el fin de forzar la rendición serbia. El 10
de junio del mismo año, la OTAN suspendió los ataques aéreos sobre la
República Federal de Yugoslavia, después de 11 semanas (78 días) de
conflicto bélico. A pesar de que las bombas estaban dirigidas contra centros
de abastecimiento y producción, infraestructuras y organismos oficiales,
provocaron, además, destrucciones en poblaciones y vías de comunicaciones
y un elevado número de víctimas entre la población civil y pueblos
yugoslavos, incluidos los de Kosovo.

Si bien es cierto que los bombardeos de la OTAN lograron el retiro de


las fuerzas yugoslavas de Kosovo y, posteriormente, permitieron el
establecimiento de las misiones de seguridad (KFOR) y de administración
temporal de Kosovo (UNMIK) que han logrado una pacificación relativa en
Kosovo, no es menos cierto que la intervención armada unilateral de la
OTAN sobre Yugoslavia, afectando su soberanía y sin la aprobación del
Consejo de Seguridad, produjo inquietud e incertidumbre en muchos Estados
europeos ante la posibilidad de que esa alianza política estratégica pueda
asumir funciones paralelas al Consejo de Seguridad sobrepasando el Derecho
Internacional y la legalidad del sistema internacional vigente.

10.- La Guerra de Afganistán (2001)

Antecedentes

Este es un caso de intervención armada llevada a efecto por dos


potencias, Miembros Permanentes del Consejo de Seguridad de ONU,
Estados Unidos y el Reino Unido, en contra de Afganistán, un Estado miembro
del Naciones Unidas, pero cuyo Gobierno, el de los Talibanes, no estaba
reconocido internacionalmente.

Para Estados Unidos el dominio de Afganistán por la secta religiosa


islámica fundamentalista de los Talibanes, significaba una amenaza para la
estabilidad de la región centro asiática ocupada por los estados islámicos de
Uzbekistán, Kirguistán, Tadjikistán, Kazajastán y Turkmenistán al impulsar
el expansionismo fundamentalista islámico hacia ellos. Esta región es de
particular importancia para la estrategia política norteamericana, tanto por su
condición geográfica relativa en relación con la Federación Rusa y la
República de China Popular, como por sus naturales reservas de petróleo y
gas natural del mar Caspio y de los territorios hacia el Este de él. La nueva
398
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

estrategia de Estados Unidos para el Asia Central, establecida en 1997,


determina como objetivos los de incentivar la independencia total de los
Estados de la región de la Federación Rusa, cooperar económicamente en la
explotación de los ricos recursos de petróleo y gas natural, contener las
posibles amenazas hacia ella de los fundamentalismos islámicos de Irán y de
Afganistán e incentivar el imperio de sus valores, particularmente su visión
de democracia y de derechos humanos en cada uno de los nuevos
Estados”.106

La amenaza que empezaron a crear los Talibanes creó una


incertidumbre en la Región debido al decidido impulso que éstos daban a la
proyección de su fundamentalismo, en forma de acciones terroristas, hacia
los países vecinos del norte y hacia Pakistán. El ataque terrorista a dos
embajadas norteamericanas en África, ejecutados presuntamente por
miembros de la organización terrorista islámica Al Qaeda, llevó al Gobierno
de la Casa Blanca a realizar acciones militares de advertencia y de hecho
sobre países en los cuales se suponía se refugiaban los actores; Sudan y
Afganistán fueron bombardeados por la sola voluntad de Washington y sin
un acuerdo del Consejo de Seguridad para estos efectos.

El 11 de septiembre de 2001, y en forma totalmente sorpresiva, las


ciudades de Nueva York y de Washington fueron el blanco del más audaz y
bien planificado ataque terrorista, causando no solamente cuantiosos daños
materiales y un alto número de victimas, sino también afectando seriamente
la, hasta esa fecha, inviolabilidad del territorio de Estados Unidos. El Gobierno
norteamericano adoptó de inmediato medidas extremas de seguridad y de
tranquilidad para la población y anunció severas acciones en contra de los
terroristas y del prestigio internacional del país. Se consideró que el Grupo
Al Qaeda, encabezado por el árabe Osama Bin Laden, era el ejecutor de los
atentados y que mantenía sus cuarteles en Afganistán bajo el amparo del
Gobierno Talibán. El Gobierno de la Casablanca buscó justificar ante su
pueblo una acción punitiva exterior frente al atentado del 11 de septiembre y
demostrar al mundo que Estados Unidos tenía la capacidad militar para re-
sponder a cualquiera amenaza a su seguridad nacional y a la de sus aliados.

El Rol de la ONU

La preocupación de la ONU por la situación de violencia, terrorismo y


narcotráfico, se remonta al año 1994 cuando el Secretario General de la ONU,
Kofi Annan, a petición de la Asamblea General, designó una misión para
106 Wang Haiyun. The Security situation in Central Asia “ International Studies. Año 2000, N°1,
Pág. 34.

399
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

buscar la reconciliación nacional y reconstruir moral, política y materialmente


al país. La llegada al poder del grupo religioso fundamentalista de los Talibanes
y su conquista de Kabul, la ciudad capital, terminó en 1996, con toda
posibilidad de solución, aun más, cuando en septiembre de ese mismo año
asaltaron las oficinas de las Naciones Unidas, apresaron al presidente afgano,
ahí refugiado, además de otras personas y las ahorcaron sin juicio previo.

Ante este grave deterioro de la situación, el Consejo de Seguridad,


por la Resolución 1193 de 28 agosto de 1996, presenta su preocupación por
la gravedad de la situación de guerra interna que se vive en Afganistán entre
los Talibanes y facciones nacionalistas opositoras; empero no hizo ninguna
referencia al bombardeo que había realizado 8 días antes la Fuerza Aérea de
Estados Unidos sobre Afganistán y Sudán (sin conocimiento y autorizaciones
previas del Consejo) como represalia por ataques terroristas a dos de sus
embajadas en África y en los cuales se inculpó a terroristas del Grupo Al
Qaeda refugiado en ambos países.

La Resolución 1297, de 15 de octubre de 1999, marcó un punto de


inflexión al adoptarse expresamente en el marco del Capítulo VII de la Carta,
al inculpar a los talibanes de proteger las actividades terroristas de Bin Laden,
ordenar su entrega a EE.UU. o a cualquier otro país interesado en su
persecución penal en el término de un mes y anunciar la aplicación, de no
hacerlo, de medidas coercitivas. Catorce meses después, el Consejo calificó
el incumplimiento de sus mandatos de amenaza a la paz y a la seguridad
internacionales e insistió que los Talibanes debían tomar las medidas
apropiadas para que el territorio bajo su control no fuera más santuario,
campos de entrenamiento y centro de preparación de actividades terroristas
internacionales. Posteriormente, ante el incumplimiento por parte del Gobierno
Talibán de los requerimientos que se le habían exigido, aprobó otras
Resoluciones, la 1333 de diciembre del 2000 y la 1363 de julio del 2001, en las
cuales se aumentaban las exigencias a Kabul, las que no tuvieron ninguna
repercusión en Afganistán.

Los ataques terroristas del 11 de septiembre fueron considerados por


el Consejo de Seguridad como actos de terrorismo internacional que deberían
ser en todas sus formas con arreglo a las funciones que le incumben en
virtud con la Carta de las Naciones Unidas. El 12 de septiembre, el Gobierno
de Washington exigió al Consejo de Seguridad de la ONU tomar una inmediata
acción de carácter internacional en contra del terrorismo y propició el
inmediato ataque a Afganistán bajo el precepto del derecho de legítima
defensa. El día 12 de septiembre, el Consejo de Seguridad aprobó la Resolución
Nº 1368 por medio de la cual condenó al terrorismo internacional, estableció

400
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

la necesidad de luchar en contra de él con todos los medios que fueran


necesarios y reconoció el derecho de legítima defensa de los Estados
afectados por sus acciones. Otros Organismos como el Consejo de la Unión
Europea y el TIAR expresaron su solidaridad con Estados Unidos.

El 28 de septiembre, la Resolución 1373 reitera que esos actos, al igual


que todo acto de terrorismo internacional, constituyen una amenaza a la paz
y a la seguridad internacionales y que de conformidad con la Carta de la
ONU se debe luchar contra esos actos con todos los medios disponibles.
Sin embargo, nadie reclamó del Consejo la asunción de su responsabilidad
primordial en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales en la
gravísima situación, al menos por lo que hace a la represión del crimen
mediante el recurso del uso de la fuerza armada.107

Con la justificación de actuar en legítima defensa, según lo prescrito


por el Consejo de Seguridad, bombarderos y misiles norteamericanos y
británicos atacaron los principales centros militares y políticos de Afganistán.
En los primeros días de estas acciones, se lanzaron sobre este país 3.000
bombas y misiles que no solamente afectaron a las instalaciones militares,
sino también a la población civil.

Si bien es cierto la ofensiva aliada en Afganistán fue aprobada, o al


menos aceptada como una acción de legítima defensa, es el resultado de una
permisividad influenciada del Consejo de Seguridad. A juicio de numerosos
internacionalistas, ella no se justificaba. Un ejemplo que resume muchas de
las opiniones contrarias a la intervención es la del español Remiros, quien
expresa: “El concepto que mejor define la acción de Estados Unidos es la
autotutela, no la legítima defensa. Con esto quiero significar que si ahora
Estados Unidos (y Gran Bretaña) aducen legítima defensa y todas las
instituciones con atribuciones para pronunciarse, otorgan, habrá que
reconocer que ahora a eso, esto es, a la operación militar desencadenada
como consecuencias de atentados terroristas imputados a actores no
estatales (Al Qaeda) con complicidad de gobiernos no reconocidos
(Talibanes) de Estados Miembros de Naciones Unidas (Afganistán), se llama
legítima defensa”.108

A nuestro juicio, en este caso se refleja la influencia de la gran


Superpotencia Mundial sobre el Consejo de Seguridad, a la vez que el interés
de aquellos miembros permanentes de él que tienen en sus Estados problemas
107 Ibídem. Pág. 12.
108 Antonio Remires Brotons. “Estados Unidos no se pregunta en que se equivoca” Revista de
Política Exterior, Volumen XVI Nº 85. Enero- Febrero 2002. Pág. 58 Madrid.

401
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

de terrorismo. Todas las acciones que han tomado en contra de ellos en sus
respectivos territorios, que han sido criticadas internacionalmente por violar
el sentimiento humanitario, han pasado a tener justificación internacional.
Los ejemplos de las acciones anti-terroristas de la Federación Rusa en
Chechenia y de Israel en Palestina.

Consecuencias

El 7 de octubre Fuerzas Aéreas, norteamericanas y británicas,


bombardearon Afganistán iniciándose la intervención militar de esa Alianza,
situación que fue informada al Consejo de Seguridad al día siguiente, el 8 de
octubre. Los Aliados (Estados Unidos y el Reino Unido) informaron al
Consejo que “la acción se había emprendido bajo la cobertura del derecho
inmanente de la legítima defensa reconocido por el artículo 51 de la Carta de
las Naciones Unidas, derecho que previamente, se había recordado en uno
de los párrafos del preámbulo de la resolución 1368 de 12 de septiembre, y
reafirmado en la Resolución 1368 de 28 de septiembre, siempre a propuesta
de Estados Unidos”. 109

Los combates militares fueron de corta duración debido al intenso


apoyo aéreo estrecho y a las destrucciones masivas de ciudades y pueblos.
Los Talibanes fueron siendo desplazados por las tropas de la Alianza del
Norte y de Estados Unidos y el Reino Unido. El Objetivo Político de la
Alianza fue el de derrocar al Gobierno Talibán y poner en su reemplazo un
nacionalista moderado, comprometido en una acción en contra de Al Qaeda.
La estrategia aliada se basó en dar apoyo a la Alianza del Norte, opositora de
los Talibanes, que se mantenía defensivamente en la región norte del país,
para que pasara a la ofensiva y destruyera el poder de los fundamentalistas
por medio de intensos bombardeos. Asimismo, Fuerzas Especiales
seleccionadas, norteamericanas y británicas, se infiltraron para ubicar el
Cuartel General de Al Qaeda, destruir sus instalaciones y capturar o dar de
baja a los líderes terroristas.

La Alianza del Norte ocupó militarmente gran parte del país y desarticuló
las fuerzas militares gubernamentales; se pudo conformar un Gobierno
Provisorio con líderes opositores a los Talibanes, pero aún no se ha logrado
el control total del territorio ni de los múltiples clanes que mantienen sus
particulares intereses. Todas las acciones tendientes a ubicar y capturar a
los líderes terroristas han resultado infructuosas.

109 Ibídem.

402
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

Las Naciones Unidas mantienen en Afganistán una Fuerza


Multinacional (Fuerza de Asistencia para la Seguridad Internacional, ISAF)
en la cual participan 18 países con un total de 4.010 hombres y está en
desarrollo un Programa de Ayuda económica y humanitaria; sin embargo, la
situación de miseria y destrucción en que se encuentra el país exigen un
mayor esfuerzo. Igualmente, el Gobierno impuesto no ha lograda aunar a
todos los pueblos y se producen, permanentemente, acciones de guerrillas y
atentados terroristas en contra de miembros del Gobierno Central y de los
locales.

La ofensiva Aliada en Afganistán ha sido aprobada, o al menos


aceptada, como una acción de legítima defensa y, en tal caso, el empleo de
las fuerzas militares de Estados Unidos y del Reino Unido estarían plenamente
justificados. Los miembros de la OTAN que apoyaron el ataque basándose
en el artículo 5 del Tratado de Washington (que nunca se aplicó durante los
50 años de la Guerra Fría) referente a aplicar la seguridad colectiva en la
legítima defensa, una vez establecido el origen del ataque exterior, a uno de
sus miembros. El Consejo Europeo extraordinario, de fecha 21 de septiembre,
sostuvo que sobre la base de la Resolución 1368 del Consejo de Seguridad
es legítima una respuesta estadounidense y el mismo Secretario General de
la ONU confirmó que la Carta de las Naciones Unidas establecía el derecho
de legítima defensa individual y colectiva.

Sin embargo, y en la medida que se evidencian las consecuencias del


ataque anglo- norteamericano y no se evidencia una efectiva reconstrucción
política, social y económica de Afganistán, otras visiones critican la
interpretación que se ha dado al concepto de legítima defensa a la acción de
Estados Unidos como autotutela.110

De acuerdo a la Carta de la ONU, la defensa legítima es una situación


transitoria que permite a un Estado, aisladamente o en acuerdo con un
conjunto de Estados, hacer frente a la agresión de otro Estado mientras el
Consejo de Seguridad entre en acción coercitiva en contra del agresor. Si
bien todo acto de terrorismo es repudiable y se le debe poner freno inmediato,
el utilizar la fuerza militar en contra de un país que podría albergarlo, sin una
autorización precisa del Consejo de Seguridad, “aparece más bien como una
represalia y las represalias armadas son también incompatibles con las
obligaciones de los miembros de la ONU”.111 Acciones de esa naturaleza
pueden permitir que, pretendiéndose atacar al terrorismo, se busque obtener
el logro de otros intereses, políticos, militares o económicos. Por otra parte,
110 Ibídem, Pág. 115.
111 Ibídem, Pág. 118.

403
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

si esta defensa legítima, pretendida o efectiva, es una transición entre el


ataque y la acción coercitiva institucional, no puede dilatarse indefinidamente.

11.- La Guerra de Irak (2003)

Antecedentes

Este es un caso de intervención armada con fines de lograr la hegemonía


política, económica y militar de una región de especial importancia
geopolítica. Los Gobiernos de Estados Unidos y del Reino Unido trataron y
siguen tratando de justificar su intervención militar. Esas justificaciones no
fueron aceptadas, desde de un comienzo, por la mayoría de los miembros del
Consejo de Seguridad y de los pueblos del mundo y hoy se está poniendo
en evidencia -internacionalmente y en los mismos Estados agresores- que
ellas no se ajustaron a una exacta realidad y fueron exageradas con el fin de
imponer una solución bélica que convenía a sus particulares intereses.

Después de 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos y el Reino


Unidos se esforzaron para vincular al Gobierno de Sadam Hussein con el
terrorismo de Al Qaeda y otras fracciones terroristas islámicas. Expresiones
públicas del Presidente Bush advirtieron el peligro que Irak significaba para
su país, para la seguridad del mundo y para la seguridad de la región.112 Las
apreciaciones del Gobierno norteamericano fueron abiertamente aprobadas
por el Gobierno Laborista británico, pero no así por otros Estados Miembros
Permanentes del Consejo de Seguridad, otros Estados europeos y asiáticos
y por internacionalistas y miembros del Congreso norteamericano.

En el curso del año 2002, el Gobierno del Presidente Bush obtuvo la


aprobación del pueblo estadounidense para iniciar, a la brevedad, una
ofensiva militar en contra del régimen dictatorial de Hussein por el inminente
peligro que éste significada para la Seguridad Nacional norteamericana, dadas
sus conexiones con el “terrorismo internacional” y los arsenales de armas
químicas y biológicas de destrucción masiva que poseía; asimismo, obtuvo
la aprobación del Congreso Nacional para ir a la guerra en contra de Irak, si
las condiciones así lo ameritaban.

112 Cordesman, Anthony H.. “Agenda de Política Exterior de Estados Unidos”. Comentario. Embajada
de los Estados Unidos de América de 1 Agosto de 2002.

404
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

Rol de las Naciones Unidas

En conjunto con el Reino Unido, el 8 de noviembre, el Gobierno de


Estados Unidos presentó, ante el Consejo de Seguridad de la ONU, una
proposición de Resolución que incluía dos aspectos: el primero decía relación
con las exigencias que se debían imponer a Hussein en cuanto a recibir y dar
toda la cooperación necesaria para que Comisiones de las Naciones Unidas
inspeccionaran todas las instalaciones que pudiera tener Irak y que
significaran un peligro para la seguridad mundial y regional y destruir todas
las armas que tuviera y que estuvieran fuera de las normas que se le habían
establecido anteriormente y el segundo considerando era el de autorizar, por
esta misma Resolución, el Estado de Guerra en contra de Irak si este país no
cumplía con las exigencias que se le imponían en un breve plazo.

Mayoritariamente, el Consejo de Seguridad solamente aceptó la primera


parte de la proposición anglo-norteamericana, estableciendo en la Resolución
1441 las exigencias que Irak debía cumplir; si ello no ocurría, se asumirían en
su contra graves sanciones que podrían ser las consideradas en el Capítulo
VII de la Carta de las Naciones Unidas.

Irak aceptó las condiciones y en acuerdo con los Comisionados de la


ONU se preparó un programa de inspecciones que se iniciaron el 27 de
noviembre. Pese a ello, los Gobiernos de Estados Unidos y del Reino Unido
mantuvieron su posición de exigir sus opciones de guerra amenazando al
Consejo con concretarlas, aun sin el consentimiento de éste, si en un plazo
mínimo el Gobierno de Bagdad no daba cumplimiento en forma total a todas
las condiciones impuestas.

Desde los primeros días del mes de marzo, el mundo se encontraba en


los umbrales de una guerra que podría tener gravísimas consecuencias
regionales e internacionales, militares, políticas y económicas. Estados Unidos
y su aliado, el Reino Unido, deseaban ir a la guerra para terminar la de 1991
(que quedó inconclusa), aun sin contar con la aprobación del Consejo de
Seguridad.

El 8 de marzo del 2003, las Comisiones de las Naciones Unidas en Irak,


en Reunión del Consejo de Seguridad dieron una detallada cuenta de los
resultados de sus misiones; Irak no poseía armas nucleares ni instalaciones
para su producción; no se encontraron evidencias seguras de armas químicas
y biológicas y expresaron que habían recibido una buena cooperación para
el desarrollo de su labor; sin embargo, el Inspector Blix solicitó un plazo
mayor para continuar con las inspecciones, pero no logró un resultado fa-
405
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

vorable. Estados Unidos, con el apoyo del Reino Unido, España y Bulgaria
solamente aceptaron un plazo de 10 días; cumplido ese plazo, la única opción
que aceptaban era el empleo de la Fuerza Militar. Acordaron presentar una
nueva proposición con la que presionaban al Consejo a aceptarla, ya que si
era rechazada, considerarían una actuación sin la aprobación de él. Su base
fundamental fue que en la Resolución 1441, se advirtió al Gobierno de Hussein
que si no daba estricto cumplimiento a ella en un plazo breve sería objeto de
sanciones máximas y como, según sus opiniones, los plazos no se cumplieron,
estaba dada la condición para la aplicación del Capítulo VII que autoriza el
uso de la fuerza militar.

Si bien este Capítulo autoriza una acción armada, ella está expresamente
regulada según sus artículos 43 al 49 en los cuales se establecen determinadas
condiciones:113

“Todos los Miembros de las Naciones Unidas se comprometen a


poner a disposición del Consejo de Seguridad, cuando éste lo solicite
y de conformidad con un convenio especial o con convenios
especiales, las fuerzas armadas, la ayuda y las facilidades que sean
necesarias.
1. Dicho convenio o convenios fijarán el número y la clase de
fuerza, su grado de preparación y su ubicación general.
2. La potencia y el grado de preparación de estos contingentes y
los planes para su acción combinada serán determinados en el
o los convenios anteriormente indicados, por el Consejo de
Seguridad con ayuda del Comité de Estado Mayor (organismo
asesor del Consejo compuesto por los Jefes de Estados
Mayores de los cinco países Miembros Permanentes).
3. Los Planes para el empleo de la Fuerza serán hechos por el
Consejo de Seguridad con la ayuda del Comité de Estado Mayor.
4. El Comité de Estado Mayor tendrá a su cargo, bajo la autoridad
del Consejo de Seguridad, la dirección estratégica de todas las
fuerzas puestas a su disposición del Consejo”.
Debemos señalar que lo anterior es lo que determina la Carta de las
Naciones Unidas, lo que nunca se ha podido cumplir, ya que Naciones Unidas
no cuenta con fuerzas militares propias y ha entregado este tipo de acciones
a fuerzas internacionales. Pero, ¿el hecho de que no se haya aplicado invalida
de por sí estos requisitos? Lo no cumplido no puede ser justificación para no
seguir cumpliendo lo que expresamente establece la Carta en el Capítulo VIII,
113 Carta de las Naciones Unidas, Capítulo VII.

406
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

artículo 53: “El Consejo de Seguridad utilizará dichos acuerdos u organismos


regionales. Si a ello hubiere lugar, para aplicar medidas coercitivas bajo su
autoridad. Sin embargo, no se aplicarán medidas coercitivas en virtud de
acuerdos regionales o por organismos regionales sin la autorización del
Consejo de Seguridad”.

Alemania, Francia, Rusia, China Popular y Siria concordaron en que


debía ampliarse el plazo pedido por los Inspectores y se negaron a una
opción bélica prematura. Francia, China Popular y Rusia tienen derecho de
veto por lo cual sus decisiones tienen una relevancia trascendente e
incontrarrestable. Seis Estados miembros no permanentes, Chile entre ellos,
no asumieron una decisión inmediata, y sobre ellos los Gobiernos de Estados
Unidos y del Reino Unido ejercieron presiones diplomáticas para obtener un
voto su favor. La realidad era que la proposición de los belicistas no tenía
ninguna posibilidad de ser aprobada; buscaban obtener 9 votos a favor,
pero el hecho es que tres Estados con derecho a veto estaban en contra, esa
mayoría resultaba inválida si al menos uno de ellos ejerciera su derecho.
La opinión mundial mayoritaria se manifestó en contra de la guerra.
Según el mismo Gobierno norteamericano, tenía solamente el apoyo de 40 de
los más de 190 que son Miembros de la ONU. En numerosos países se
realizaron violentas protestas en contra de Estados Unidos y los Gobiernos
del Reino Unido y de España recibieron un rechazo mayoritario de sus pueb-
los. El Vaticano se empeñó por la paz sin que su opinión fuera escuchada.
Consecuencias

Pese al rechazo universal, los Gobiernos de Estados Unidos, el Reino


Unido y España resolvieron no presentar una nueva proposición de
Resolución al Consejo de Seguridad, y sin respetar los principios del Carta
de la ONU y las atribuciones de su Consejo de Seguridad fijaron un plazo
perentorio para que Saddam Hussein entregara el Gobierno. El rechazo de
éste significó el inicio de una guerra considerada internacionalmente como
ilegítima por los más importantes líderes mundiales y por los pueblos de más
de 150 naciones del planeta, ya que no cumple con lo dispuesto expresamente
en el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas.

Después de una hora y 35 minutos de que expirara el ultimátum, la


flota naval estadounidense, estacionada en el Mar Rojo y en el Golfo Pérsico,
recibió la orden de atacar objetivos militares en la capital iraquí
(conjuntamente con bombarderos “invisibles”).114 El gran desequilibrio de
114 Diario La Tercera, Jueves 20 de marzo del 2003, Pág. 1.

407
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

potenciales a favor de los Aliados les permitió a éstos destruir las instalaciones
defensivas iraquíes y la conquista de sus principales ciudades en corto
tiempo, pero, en todo caso, superior al que ellos mismos se habían fijado
previamente como límite.

En un discurso pronunciado en el portaaviones norteamericano


Abraham Lincoln (1° de mayo), el presidente Bush anunció el fin de las
principales operaciones de combate en Irak y dijo que actualmente las fuerzas
de la coalición están dedicadas a asegurar y reconstruir el país. Sin embargo,
no declaró que la guerra en Irak ha terminado, al indicar que algunas partes
del país todavía son peligrosas.115

Las expectativas de los Aliados no se cumplieron, por el contrario,


ambos países se encontraron en una situación complicada ya que esperaban
que ante el derrocamiento del régimen iraquí, la población de dicho país los
recibiría con júbilo y que un nuevo sistema político democrático en dicho
país, lógicamente, alteraría el mapa político de la región en beneficio de los
intereses estratégicos de ambas potencias.

La situación en Irak ha demostrado ser mucho menos prometedora y


prácticamente no hay día en el que las fuerzas estadounidenses desplegadas
en ese país, no sufran un ataque. Esto ha hecho que se haya alterado la
versión de “reductos aislados del régimen de Hussein que pronto serán
eliminados”, al reconocer que se está frente a una “guerra de guerrillas”. A
pesar de la afirmación del Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, de que
solamente serían necesarios para mantener la paz en Irak no más de 40.000
hombres, hoy admite que los 147.000 soldados que hay en Irak tendrán que
permanecer allí por un tiempo indeterminado. El hecho es que no es tan sólo
una resistencia militar realizada por ex combatientes iraquíes, sino que también
las tropas deben enfrentar manifestaciones populares en contra de la
ocupación militar y en las cuales están presentes todas las etnias y credos
religiosos. Si algo ha producido la intervención aliada, ha sido un creciente
rechazo a la presencia de fuerzas extranjeras.

Hoy, después de una victoria militar, la Alianza no ha podido consolidar


la paz y sus Gobiernos están recibiendo fuertes críticas internas en sus
respectivos países y también en el ámbito internacional. La situación tiende
a agravarse ante informaciones que establecen que ambos Jefes de Gobierno
justificaron su agresión a Irak con amenazas no existentes y con propósitos

115 Texto Oficial. Embajada de los Estados Unidos de América, Sección Información y Cultura. 5 de
mayo del 2003. Págs. 1 y 2.

408
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

que no eran los reales; vulneraron el principio de no intervención y


desconocieron abiertamente el imperio del Consejo de Seguridad y han
sobrepasado el respeto de la vida de cientos de ciudadanos iraquíes no
combatientes.
En un intento por dar credibilidad a su interés por establecer en Irak,
y en todo el Medio Oriente, la democracia, los vencedores crearon un Consejo
Transitorio de Gobierno de 25 miembros seleccionados por ellos, pero que
no ha sido aceptado por el pueblo iraquí. A nuestro parecer, la gran duda aún
para los Gobiernos de Washington y Londres es ¿cómo lograr acuerdos
estables sin que se produzcan sangrientos estallidos por reivindicaciones
étnicas y religiosas históricamente reprimidas, al mismo tiempo de tratar de
establecer en él la democracia, que es un modelo inédito para sus ciudadanos
como lo es también para la gran mayoría de los Estados regionales?
Conclusiones de los casos estudiados

1. En los once casos analizados, los investigadores hemos buscado


presentar ejemplos de diferentes actos de intervención en los cuales
se definan distintas opciones en relación a:
- Reconocimiento y aceptación por parte del Consejo de
Seguridad.
- Las características de ellas en cuanto a tipo, objetos y
propósitos reales.
2. Dadas las facultades que la Carta de la ONU entrega al Consejo de
Seguridad, toda intervención de uno o varios Estados en otro, es
legítima exclusivamente cuando es aceptada y reconocida cuando así
lo resuelve dicho Consejo. El derecho de legítima defensa es transitorio
y se puede ejercer hasta que el Consejo toma conocimiento y adopta
una resolución al respecto.

Los Estados Miembros de la Organización las Naciones Unidas


adquirieron el compromiso de cooperación en misiones de paz cuando,
oficialmente, se lo solicite el Consejo de Seguridad. Por lo cual, este
compromiso, solamente es válido y legítimo cuando se da la
circunstancia anterior.

En los casos de intervenciones no aprobadas ni dispuestas por el


Consejo de Seguridad, el Estado o los Estados que participaron en
ella cometieron un acto ilegal internacionalmente.

409
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

3. Los casos de intervención presentados fueron con empleo de fuerzas


militares para mantener la paz o imponerla pero, también, en algunos,
con propósitos reales de imponer, también, los intereses hegemónicos
de los Estados que intervinieron y tuvieron repercusiones políticas,
estratégicas y económicas. Los efectos recayeron tanto en la política
interna como en la externa del Estado intervenido.

En la mayoría de los casos, la intervención no fue solicitada al Consejo


de Seguridad por estos Estados, con lo cual tampoco se cumplieron
los dictados de la Carta de la ONU. Sobre este particular, cabe
considerar que, como en el caso de Somalía, prácticamente no existió
un Estado que legalmente pudiera pedir la intervención del Consejo
de Seguridad, y éste, por sí mismo, tomó la resolución de intervenirlo
militarmente por razones humanitarias.

La última consideración, la protección del derecho humanitario, es


una situación derivada del aumento de los conflictos internos de los
Estados y en los cuales se producen situaciones de caos políticos
que repercuten en los habitantes: destrucciones, muertes y total
carencia de condiciones de vida.

410
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

CAPÍTULO V
ANÁLISIS DE LA PARTICIPACIÓN DE CHILE EN MISIONES DE
PAZ DE LA ONU FRENTE AL PRINCIPIO DE NO
INTERVENCIÓN
1. Participación de Chile en OPAZ
Chile ha tenido una participación en OPAZ de la ONU limitada en
cuanto a efectivos participantes, pero continuada desde 1949 y con per-
sonal profesional, que se ha destacado en la misiones cumplidas y que ha
recibido las felicitaciones de Naciones Unidas.
Las misiones de operaciones de paz en las cuales ha participado Chile
son las siguientes:

a.- UNMOGIP: Grupo de Observadores Militares de las Naciones Unidas


en la India y Pakistán (Resolución 47 del 21 de abril de 1948). Como
resultante de la partición de la India Inglesa, se produjo el problema
de Cachemira, en el que un Estado Principesco hindú, que trató de
transformarse en un Estado independiente, pero fue atacado por
Pakistán, que lo reclamaba por ser un territorio de mayoría musulmana.
El príncipe hindú se anexó a India y ésta actuó militarmente,
produciéndose la I Guerra indo–pakistaní en 1947. En julio de 1949, la
India y Pakistán firmaron el Acuerdo de Karachi, que establecía una
cesación del fuego supervisada por UNMOGIP, Grupo de
Observadores Militares de las Naciones Unidas, cuyas funciones
eran observar, informar e investigar las denuncias relativas a las
violaciones de la cesación del fuego y presentar el resultado de sus
investigaciones a cada parte y al Secretario General de la ONU.116

La misión ha contado con 45 observadores militares de 8 países entre


los cuales está Chile; además, Generales chilenos han desempeñado
el cargo de Jefe de la Misión, a saber: General Luis Tassara González
entre el año 1967 a 1978 y el General Sergio Espinosa Davies en 1998.

Chile ha participado ininterrumpidamente desde 1949 en esta misión,


con un total en 53 años de 182 oficiales de Ejército (todos de Estado
Mayor).

En esta misión no se vulneró el principio de no intervención, ya que

116 50 Años 1948–1998, “Las Naciones Unidas y el Mantenimiento de la Paz”, libro editado por el
Departamento de Relaciones Públicas de la ONU en 1999. Págs. 49 y 50.

411
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

su instalación fue establecida después del Tratado de Paz de Karachi


por el Consejo de Seguridad y con la aprobación de los dos países
afectados.

b.- UNTSO: Misión de Naciones Unidas para la vigilancia de la Tregua


en Palestina. Fue establecida originalmente de conformidad con las
disposiciones de la resolución 50 (1948) del Consejo de Seguridad
para prestar asistencia al mediador de Naciones Unidas para Palestina
en la supervisión de la tregua en Palestina.

En noviembre de 1947, la Asamblea General apoyó un plan de


participación de Palestina en el que se preveía la creación de un Estado
árabe y un Estado judío; y, que Jerusalén quedara sujeta a un estatuto
internacional. Los árabes palestinos y los Estados árabes no aceptaron
el plan. El 14 de mayo de 1948, el Reino Unido renunció a su mandato
sobre Palestina y se proclamó unilateralmente el Estado de Israel. El
15 de mayo, los árabes palestinos, asistidos por los Estados árabes,
iniciaron las hostilidades contra Israel. El 29 de mayo de ese mismo
año, el Consejo de Seguridad, en su resolución 50 (1948), instó a que
cesaran las hostilidades en Palestina y decidió que un mediador de
las Naciones Unidas debía supervisar la tregua con la asistencia de
un grupo de observadores militares denominado UNTSO que se
desplegó en la región a partir de junio de 1948 y que se mantiene hasta
la fecha.

UNTSO ha cumplido diversas funciones, entre ellas la cesación del


fuego en la Zona del Canal de Suez y en el Golán luego de concluida
la guerra árabe–israelí de junio de 1967. Desempeñó un papel funda-
mental en el establecimiento de la Primera Fuerza de Emergencia de
Naciones Unidas UNEF I (dispuesta conforme a la Resolución Unión
Pro Paz) después de la guerra del Canal de Suez en 1956 y la Segunda
Fuerza de Emergencia de las Naciones Unidas, UNNEF II, después de
la guerra de Yom Kipur en 1973. Así también Observadores Militares
de UNTSO, participan en las misiones UNDOF en las alturas del Golán
y UNIFIL en el sur del Líbano.117

Chile participa en esta misión desde 1965 con 2 oficiales de Ejército, 1


de la FACH y 1 de la Armada (sólo hasta 1978), con un total de 132
observadores, a quienes les ha correspondido participar en todas las
misiones de UNTSO en el Sinaí, y en apoyo de la UINDOF en Golán y
de la UNIFIL en el sur de Líbano.
117 Ibídem. Págs. 77 y 78.

412
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

En esta misión no se vulneró el principio de no intervención, por


cuanto fue dispuesta por Consejo de Seguridad de Naciones Unidas,
con la aceptación de las partes en conflicto.

c.- UNOGIL: Grupo de Observadores de Naciones Unidas en el Líbano,


dispuesto por resolución 128 del 11 de junio de 1958, desde junio a
diciembre de 1958. Establecido para velar porque no hubiese infiltración
ilegal de personal ni suministros de armas a través de las fronteras
sirio–libanesas. UNOGIL contó con 591 observadores militares de 20
países, entre los cuales estuvo Chile. Después de la solución del
conflicto, se redujo la tirantez interna y UNOGIL se retiró en diciembre
de ese año.

Chile participó con 4 oficiales de Ejército y 1 oficial de la Fuerza Aérea,


desde el comienzo hasta el término de la misión.

Esta misión fue establecida a petición del Presidente Chamoun ante


un eminente Golpe de Estado apoyado por personal y material de la
RAU (Siria y Egipto), por lo tanto, no se vulneró el principio de no
intervención, ya que fue solicitada por el propio gobernante y
dispuesta por el Consejo de Seguridad de la ONU.

d.- UNIPOM: Misión de Observación de las Naciones Unidas para la


India y Pakistán, establecida por el Consejo de Seguridad en septiembre
de 1965, a lo largo de la frontera indo-pakistaní entre Cachemira y el
Mar Arábigo, para supervisar la cesación del fuego a lo largo de la
frontera de India y Pakistán (con excepción de Cachemira donde
actuaba UNMOGIP), así como, para el retiro de todos los efectivos
armados a las posiciones que ocupaban antes del 5 de agosto de
1965. Una vez concluido el retiro de las tropas de India y Pakistán,
conforme al calendario previsto por el General chileno Tulio Marambio
que se desempeñó como Representante Especial del Secretario Gen-
eral de la ONU para preparar y realizar el retiro de las Fuerzas, se dio
por terminada la misión en marzo de 1966.

Chile participó con un observador militar que fue destinado desde


UNMOGIP para desempeñarse en esta misión. En ella, no se vulneró
el principio de no intervención, ya que fue dispuesta por el Consejo
de Seguridad y aceptada por ambos bandos beligerantes.

413
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

e.- UNIKOM: Misión de Observación de las Naciones Unidas dispuesta


por resolución 687 de 3 de abril de 1991 por el Consejo de Seguridad
de la ONU. Posteriormente, por incremento de las violaciones iraquíes
en la zona desmilitarizada en la frontera de Irak y Kuwait, se amplió su
misión con Fuerzas de Paz dispuestas por resolución 806 de 5 de
febrero de 1993 por el Capítulo VII. La misión se mantiene hasta la
fecha.

Fue establecida como una misión de observación, sin autorización


para que sus integrantes usaran armas. Después de la guerra del
Golfo, a fin de vigilar una zona desmilitarizada a lo largo de la frontera
entre Irak y Kuwait y la vía de navegación de Khor Abdullah en
febrero de 1993 y a raíz de una serie de incidentes fronterizos, el
Consejo de Seguridad decidió aumentar efectivos y ampliar el mandato
de la misión para que pudiera adoptar medidas físicas para evitar las
violaciones.

Chile participó con 6 helicópteros UH-1H y 40 efectivos entre pilotos


y técnicos de la Fuerza Aérea de Chile, entre 1991 y 1992, con 5 relevos
y un total aproximado de 200 efectivos.

Esta misión se inició después de la guerra contra Irak en 1991, en la


que participó una coalición internacional liderada por Estados Unidos
y autorizada por el Consejo de Seguridad bajo el Capítulo VII. Se
considera que no ha sido vulnerado el principio de la no intervención,
ya que se trató de una imposición de la paz, ante la agresión de Irak a
Kuwait y en cumplimiento del artículo primero de la Carta de la ONU
de aplicar medidas colectivas para suprimir actos de agresión.

f.- UNTAC: Establecida por la resolución 745 de 28 de febrero de 1992 del


Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, para asegurar la aplicación
de los Acuerdos sobre un arreglo político amplio del conflicto de
Camboya. Estos fueron firmados en París el 23 de octubre de 1991,
entre el Consejo Nacional Supremo de Camboya y la 4 facciones
rebeldes en lucha por el poder (entre ellos, el Khmer Rouge) que
aceptan el plan de la ONU para terminar las hostilidades y se adhieren
al plan de transición hacia la democracia. El mandado de la UNTAC
terminó en septiembre de 1993 con la promulgación de la Constitución
del Reino de Camboya y la formación de un nuevo gobierno.118

118 Op. cit., “The blue helmets, a review of United Nations Peace – Keeping”. Pág. 741.

414
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

Chile participó entre mayo de 1992 y octubre de 1993 (18 meses) con
9 oficiales, 3 suboficiales y 40 gente de mar de infantería de marina de
la Armada Nacional, 53 efectivos en dos operaciones, Pagoda I y II,
con un total de 104 efectivos.

No se vulneró el principio de no intervención, por cuanto la misión


fue establecida después de los acuerdos firmados por el gobierno y
los jefes de los 4 grupos disidentes y fue resuelta por el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas.

g.- ONUSAL: Misión de Observación de Naciones Unidas en El Salva-


dor, establecida por resolución 693 de 20 de mayo de 1993 del Consejo
de Seguridad de la ONU, para verificar la aplicación de todos los
acuerdos entre el Gobierno de El Salvador y el Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional, destinada a poner término a una
guerra civil de 10 años de duración. Al terminar oficialmente el conflicto
armado en diciembre de 1992, la ONUSAL verificó las elecciones que
se celebraron sin contratiempos en marzo y abril de 1994. Terminó su
mandato el 30 de abril de 1995.119

En abril de 1992. Carabineros de Chile envía su primer contingente a


esta misión, compuesto por 50 efectivos entre oficiales y suboficiales,
quienes fueron distribuidos en todo el país junto con observadores
policiales de otras naciones, integrando la División Policial de la
ONUSAL. Posteriormente, cumplieron otras tareas participando en la
División de Derechos Humanos en investigaciones de denuncias e
informes a la comisión respectiva; también actuaron en la evaluación,
instrucción y asesoramiento de la policía salvadoreña y en la División
Electoral creada en 1994. La ONUSAL terminó oficialmente en 1995, y
participó un total de 100 efectivos chilenos.

h.- UNMIBH: Misión de Naciones Unidas en Bosnia Herzegovina,


establecida por resolución 1035 de 21 de diciembre de 1995 para vigilar,
observar e inspeccionar servicios y actividades para hacer cumplir la
ley, incluidas las organizaciones, estructuras y actuaciones judiciales
conexas, en el marco de la Fuerza Internacional de Policía (IPTF); las
actividades de las partes para hacer cumplir la ley; y, tareas dentro de
esta área. La UNMIBH cooperó estrechamente con la Fuerza de
Aplicación (IFOR) de índole internacional y dirigida por la OTAN,
autorizada por el Consejo de Seguridad para hacer cumplir el Acuerdo
de Paz de Dayton.
119 Ibídem. Pág. 737.

415
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

Chile participó con el envío de Carabineros entre 1997 a 2002, con


grupos que variaban en número entre cada relevo, con un total
aproximado de 100 efectivos, en actividades relacionadas con el
cumplimiento de la ley y el orden.

En atención a que fue dispuesta por el Consejo de Seguridad después


del Tratado de Paz de Dayton, aceptado y firmado por los beligerantes,
tanto para la UNMIBH como la IFOR. Se estima que no se vulneró el
principio de no intervención.

i.- UNTAET: Misión de Administración Transitoria de Timor Oriental,


establecida por resolución 1272 de 25 de octubre de 1999 del Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas, para mantener la paz y la seguridad
interna; establecer la administración temporal y preparar la población
para el auto gobierno; reconstruir estructuras básicas para el
desarrollo; asistencia humanitaria; y, establecer condiciones para un
desarrollo sustentable.120 El 20 de mayo de 2002, Timor Oriental pasó
a ser un país independiente con el nombre de REPUBLICA
DEMOCRÁTICA DE TIMOR DEL ESTE. En mayo de 2003, se da por
terminada la misión y el Consejo de Seguridad por resolución 1410
(2003) establece en su reemplazo la UNMISET para proporcionar
asistencia a Timor Oriental.

Chile participó con 1 pelotón de helicópteros y 33 efectivos militares


entre febrero de 2000 a mayo de 2003, con un total de 163 militares.

Esta misión fue pedida por el gobierno electo de Timor Oriental y


dispuesta por el Consejo de Seguridad, razón por la cual, se considera,
que no fue afectado el principio de no intervención.

j.- UNFICYP: Fuerza de Naciones Unidas para el Mantenimiento de la


Paz en Chipre, establecida por resolución 186 de 4 de marzo de 1964
del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, para evitar la
reanudación de la lucha entre las comunidades grecochipriotas y
turcochipriotas, contribuir y restaurar el orden público y volver a la
normalidad. El 1974, a fin de evitar la unión con Grecia, las tropas
turcas invaden la isla y ocupan el 40% del territorio y se establece la
República de Chipre Septentrional (reconocida sólo por Turquía). Tras

120 Toro, Juan Guillermo y Medina, Alejandro, “La Tragedia de Timor Oriental” Revista Política y
Estrategia de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos, (ANEPE) Nº 80, Enero–
Abril año 2000.

416
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

una cesación del fuego de facto, que entró en vigor el 16 de agosto de


1974, se ampliaron las responsabilidades de la UNFICYP (Resolución
364 de 1974). La UNFICYP ha supervisado el cese del fuego y ha
mantenido una zona de amortiguación entre las líneas de la Guardia
Nacional de Chipre y de las fuerzas turcas y turcochipriotas. En vista
de que no se ha encontrado una solución política para el problema de
Chipre, la UNCIFYP mantiene su presencia en la isla, la que se ha ido
prorrogando a través de repetidas resoluciones del Consejo de
Seguridad de alargamiento de la misión hasta la fecha.

UNCIFYP ha contado con una fuerza de paz de 1.265 efectivos de 10


países, incluido Chile.

Chile inició su participación el 20 de marzo de 2003 con 4 oficiales y 26


suboficiales, incorporados al batallón argentino ubicado en el sector
2 de la isla.

Naciones Unidas después de 1974, ha intervenido para mantener el


statu quo entre la República de Chipre (reconocida por Naciones
Unidas y miembro de la Asamblea General) y la República Chipre
Septentrional (reconocida sólo por Turquía), misión ampliada por el
Consejo de Seguridad y con la aceptación de los dos bandos en
pugna. Por esta razón, el principio de la no intervención no se habría
visto vulnerado.

2. Análisis de estas misiones frente al principio de no intervención


Como hemos visto, Chile ha participado en operaciones de
mantenimiento de la paz de Naciones Unidas desde 1948 hasta la fecha con
más de 1.000 efectivos en misiones de tipo tradicional, como son:
Las Misiones de Observadores Militares (Boinas Azules)

1.- UNMOGIP, 1949 a la fecha en India y Pakistán (Cachemira).

2.- UNTSO, 1948 a la fecha en Palestina.

3.- UNOGIL, 1958 en el Líbano.

4.- UNIPOM, 1965/1966 en India y Pakistán.

5.- ONUSAL, (Carabineros) 1992/1996 en El Salvador.

6.- UNMIBH (Carabineros) 1997/2000 en Bosnia Herzegovina.


417
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

Operaciones de Fuerzas de Paz (Cascos Azules)

Tradicionales con armas sólo defensa personal.

1.- UNTAC, 1992/1993 en Camboya.

2.- UNFICYP, 2003 a la fecha en Chipre.

Operaciones de Fuerzas de Paz (Cascos Azules)


- No tradicionales dispuestas por el Capítulo VII de la Carta de la
ONU.
- Con capacidad para combatir en el cumplimiento de la misión.
1.- UNIKOM, 1991 a la fecha en Irak–Kuwait.

2.- UNTAET, 1999/2003 en Timor Oriental.

Como hemos analizado, en cada una de las misiones en que ha


participado Chile, no se vulneró el principio de no intervención en asuntos
internos de un Estado. La intervención armada se ha producido en
operaciones de imposición de la paz, no dirigidas por Naciones Unidas, sino
por una coalición liderada por una potencia, como el caso de Somalía y Haití.
Es difícil que una operación de paz tradicional (Boinas Azules y Cascos
Azules) pueda vulnerar el principio de no intervención. Podría suceder esto
en operaciones de Cascos Azules dispuestas por el Capítulo VII, como es el
caso de UNIKOM y UNTAET, pero hasta la fecha no ha sucedido así.

418
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

CAPÍTULO VI

LA POLÍTICA NACIONAL ACTUAL PARA EL EMPLEO DE


FUERZAS CHILENAS EN MISIONES DE PAZ DE LA ONU FRENTE
AL PRINCIPIO DE NO INTERVENCIÓN

1. Introducción

La comunidad internacional se ve afectada a menudo por conflictos


de diversas características y magnitud, que perturban la convivencia pacífica
de los estados en diferentes zonas del mundo. Las controversias que motivan
estos conflictos se exteriorizan de forma pacífica o violenta. En el caso de las
pacíficas, ellas no son más que el reflejo de la dinámica natural del crecimiento
y consolidación de las organizaciones políticas. Por su parte las violentas,
ponen de manifiesto que todavía el uso de la fuerza sigue siendo el último del
recurso del conductor político, agotados ya los métodos pacíficos para el
logro de los objetivos nacionales o de determinadas comunidades.

Para resolver y prevenir los conflictos, muy en especial los violentos,


existen múltiples organizaciones políticas internacionales. Sin embargo, es
la Organización de Naciones Unidas la que ocupa un lugar preponderante
desde 1945, por su universalidad, ya que en la actualidad, está conformada
por todos los Estados existentes, con excepción del Estado Ciudad del
Vaticano y de Taiwán.

Chile fue uno de los primeros países en incorporarse a la ONU y


ratificar la Carta de ese organismo internacional. En razón de lo anterior, Chile
ha hecho suyos los objetivos de la ONU referidos a la promoción y
mantención de la paz, habiéndolos incorporados como parte central de su
Política Exterior y de Defensa.

2. ¿Por qué Chile participa en Operaciones de Paz?

Chile ratificó la Carta de Naciones Unidas como país miembro el 26 de


junio de 1945, por lo tanto, debe sumarse a las obligaciones contraídas con
dicho organismo internacional tendientes a la promoción y mantención de la
paz, objetivos también prioritarios de nuestra política exterior y de defensa.

También debe considerarse que la seguridad de Chile depende de


factores tanto internos como externos, que insertos en los actuales procesos
de globalización, la estabilidad y seguridad internacionales, exigen esfuerzos
y acción de todos los Estados integrantes de la comunidad internacional.
419
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

Chile no puede marginarse de los esfuerzos por la paz, sino por el contrario,
debe tender a incrementar su participación en el sistema internacional a
través de instituciones tales como: organismos internacionales, regionales y
subregionales, foros, acuerdos y otras instancias para los fines señalados.

La interacción económica y política, desarrollada en mayor intensidad


con países de determinadas áreas geográficas, hacen que éstas adquieran
para Chile una connotación especial, es decir, se transforman en zonas de
interés. En ellas, se debe contribuir a la preservación o recuperación de la
paz, pues los efectos de los conflictos repercutirán en los objetivos que
Chile se haya formulado en dichas zonas.

La participación activa de Chile, como país miembro de la ONU,


contribuye a acrecentar nuestro prestigio y nos proyecta internacionalmente.
Además de la participación activa, también es importante señalar que el
paulatino incremento de la participación de Chile en operaciones de paz
lideradas por la ONU, nos ha obligado a desarrollar una normativa legal,
moderna y realista, que encuadra nuestro accionar en esta materia.

Así entonces, se difunde por parte del Gobierno, la denominada


“Política Nacional para la participación del Estado de Chile en Operaciones
de Paz”, la cual tiene su primera redacción, a través del Decreto de la
Subsecretaría de Guerra Nº 94 de fecha 6 de noviembre de 1996, como
iniciativa legal. Esta política también tiene su génesis en la explicitación de
nuestra Política de Defensa materializada en el Libro de la Defensa Nacional,
edición 1997, mediante la cual se observa con claridad la voluntad del Estado
de Chile para constituirse en un defensor del respeto a los acuerdos
internacionales, su plena adhesión en la promoción de la paz y una fiel
adherencia del compromiso hacia la solución pacífica de cualquier
controversia. De igual manera, dicha Política de Defensa conduce a poner en
práctica materias que refuerzan esa voluntad en torno a propiciar las misiones
de paz, las medidas de confianza mutua, la transparencia y limitación de
armas, las alianzas regionales, las adecuadas respuestas a supuestas
situaciones de crisis y amenazas emergentes, la imposición de sanciones, la
imposición de la paz y otras análogas.

Nuestro Estado Nación, fiel al compromiso responsable adquirido


para participar en operaciones de paz, resuelve ampliar su participación
adhiriendo a las cláusulas del Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas
por medio del Decreto Presidencial Nº 64 de fecha 14 de octubre de 1999,
mediante el cual se fijó la política actual del Estado de Chile para la
participación en operaciones de paz. Además, adhiere al compromiso de
420
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

fuerzas de reserva de Naciones Unidas, por lo que Chile se compromete a


tener efectivos militares y civiles en condiciones de emplearse en forma más
rápida y oportuna si es que el país decide participar en una operación de paz
de la ONU y se compromete al permanente perfeccionamiento de dichos
efectivos para su participación conforme las normas establecidas por la ONU.
Esto se hace fundamentalmente a través del Centro Conjunto para
Operaciones de Paz de Chile (CECOPAC).

3. La Política de Chile para la participación en Operaciones de Paz en


relación con el principio de no intervención

La Política Nacional para la participación de Chile en operaciones de


paz fue establecida inicialmente en el Decreto Supremo de noviembre de
1997, pero se definió la actual Política Nacional por el Decreto Supremo (G)
Nº 64 de 1999, que amplía la participación de Chile en las OPAZ, en el sentido
de ejecutarlas bajo algunas condiciones siempre de manera restringida al
cumplimiento de algunas de las materias allí contempladas. Una de las
limitaciones que se mantiene, es la de no autorizar el empleo de fuerza chilena
para la búsqueda y/o captura de delincuentes, beligerantes o criminales de
guerra. Asimismo, se mantiene la limitación de que sólo se comisionará a las
OPAZ a personal profesional, civil o militar, preferentemente voluntario, no
pudiéndose completar los cuadros con personal proveniente de la
conscripción.

Otros aspectos interesantes de esta Política Nacional son la suscripción


de un Memorando de Entendimiento con Naciones Unidas que establece la
contribución de Chile al Sistema de Acuerdos de Fuerzas de Reserva de esa
organización y la creación de CECOPAC, destinado a instruir y entrenar al
personal militar, policial y civil, tanto nacional como extranjero, que participará
en operaciones de paz.121

En relación del principio de no intervención, el Decreto Supremo Nº


64 que establece la Política Nacional para OPAZ, considera explícitamente, al
expresar en el punto 7 de “Considerandos”, lo siguiente: “Que, al mismo
tiempo el Estado de Chile basa su política exterior en los principios de respeto
a los tratados, observancia del principio de no intervención en asuntos de
otros Estados soberanos”.
La misma Política Nacional fija algunos parámetros para la participación
de ChiIe en OPAZ, que tienen que ser tomados en cuenta cuando se analice

121 Libro de la Defensa Nacional de Chile 2002. Pág. 94.

421
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

esta posibilidad ante una situación concreta y que tienen una relación indirecta
con el principio de no intervención:
1. Chile integra desde su origen la Organización de las Naciones Unidas
y ha ratificado la Carta de dicha organización. Esto lo obliga a participar
en el mantenimiento de la paz llevado adelante por la ONU, pero la
decisión de participar es soberana del Estado de Chile.
2. Fiel a los principios enunciados, el Estado de Chile reafirma real y
solemnemente su compromiso de contribuir de manera activa al
esfuerzo en pro de la paz y la seguridad internacionales que desarrolla
permanentemente la Organización de Naciones Unidas. Chile está
haciendo realidad este compromiso al aumentar su participación de
efectivos militares y al haber firmado el Sistema de Acuerdos de Fuerzas
de Reserva de Naciones Unidas y con la creación del CECOPAC.
3. Para los efectos de este instructivo Presidencial debe entenderse por
operación de paz, todo despliegue internacional de medios civiles o
militares y de orden y seguridad pública que, bajo el mando y control
de las Naciones Unidas o de un Estado o mando expresamente
designado y autorizado por ésta, tiene por objeto directo contribuir a
la consolidación de un cese de hostilidades. Para nuestro propósito
de analizar el establecimiento del principio de no intervención, es
importante destacar que el despliegue de efectivos chilenos para
participar en OPAZ, será sólo bajo el mando y control de las Naciones
Unidas o de un Estado o mando expresamente designado y autorizado
por ésta. Por lo tanto, se excluye la participación de Chile en OPAZ no
dispuestas o no autorizadas por el Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas.
4. Las partes involucradas en el conflicto, deben haber solicitado la
intervención de Fuerzas de Paz, salvo el caso de operaciones de
imposición de la paz, en donde no se requiere dicha solicitud. Aquí se
establece, que en lo referente al mantenimiento de la paz, Chile sólo
actuará cuando las partes en conflicto hayan aceptado o solicitado la
intervención de las Fuerzas de Paz. En realidad, en las operaciones de
paz tradicionales, en un conflicto armado internacional, por definición,
no pueden desplegarse sin la autorización de los afectados en el
conflicto armado, por lo cual es poco probable que se afecte el principio
de no intervención, ya que si los Estados en pugna están de acuerdo
en que Naciones Unidas intervenga, ya no se vulneraría este principio.
Diferente sería el caso de un conflicto armado interno o guerra civil,
en especial por la dificultad de poner de acuerdo a los bandos en
pugna y, en ese caso, si fuera imperativo actuar por razones
humanitarias, se podría vulnerar este principio.

422
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

Este requisito no se mantiene en el caso de una participación en


imposición de la paz, siempre que haya sido dispuesto o autorizado por el
Consejo de Seguridad de la ONU. No se especifica si estas intervenciones
son en conflictos armados internacionales o internos, pero al decir “las partes”
y no los países en conflicto, estimamos que se refiere a ambas posibilidades.

En la Introducción de este trabajo establecimos que “Las situaciones


de intervención son tan variadas y frecuentes, que el Estado precisa de una
clara política y normativa para estudiar su eventual participación en un
conflicto o desechar su participación, empero, manteniéndose siempre
apegado a las normas de los Organismos y Tratados Internacionales que ha
suscrito y a su legislación interna”. Si bien la Política Nacional (Decreto
Supremo 64) establece que resulta indispensable que el Estado de Chile
dentro de los marcos de la Constitución Política, las leyes y los tratados
vigentes, disponga de reglas y criterios que definan claramente la forma en
que se produce la participación nacional en las operaciones de paz, incluidas
las operaciones de imposición de la paz. Esas reglas y criterios no están
establecidos específicamente, sino que deben deducirse de diferentes
documentos nacionales que tienen relación con la participación de Chile en
las OPAZ de Naciones Unidas. Estimamos que deberían establecerse estas
reglas y criterios para permitir un mejor análisis de dicha participación,
especialmente frente a un caso en que pudiera ser vulnerado el principio de
no intervención en asuntos internos de un Estado soberano.

El proceso de decisión, considerado en el Decreto Supremo 68 para la


participación de Chile en OPAZ, establece los criterios gubernativos y
administrativos para la participación de Chile en operaciones de paz de la
ONU:

La responsabilidad sobre la evaluación de cada petición, y la


proposición posterior a S.E. el Presidente de la República, será de los
Ministerios de Relaciones Exteriores y de Defensa Nacional en conjunto.

La responsabilidad de la coordinación de todos los aspectos referidos


a una operación de paz, será del Ministerio de Defensa Nacional; la
organización de la fuerza que participe, de la institución que proporciona los
medios y del control, de Naciones Unidas. Para proporcionar la asesoría
especializada se constituirá, en forma permanente, un Grupo de Análisis en
el Ministerio de Defensa Nacional (Estado Mayor de la Defensa Nacional), el
cual estudiará cada caso a la luz de esta política y de las orientaciones que
emitan los Ministerios de Relaciones Exteriores y Defensa Nacional. Este
grupo estará autorizado para tomar contacto con instituciones de la Defensa,
423
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

gubernamentales y otras que sean necesarias, a fin de contar con los


antecedentes que permitan una mejor resolución en esta materia.

Sobre la base de los requerimientos que formule el Ministerio de


Relaciones Exteriores, la Ley de Presupuesto contendrá anualmente una
provisión para enfrentar los costos que demanden la preparación y la
participación de fuerzas o personal chilenos en operaciones de paz, cuya
distribución será efectuada por el Ministerio de Defensa. La decisión final
sobre el envío de fuerzas chilenas a una operación de paz la adoptará S.E. el
Presidente de la República, tomando en consideración el informe conjunto
que presenten los Ministros de Defensa y de Relaciones Exteriores.

De esta disposición se originó el Proceso de Toma de Decisiones para


la Participación de Fuerzas Chilenas en OPAZ,122 que en líneas generales es
el siguiente:
1. Las Naciones Unidas originan petición de participación en una
operación de Mantenimiento de la Paz a la Embajada de Chile en la
ONU.
2. La Embajada en la ONU la remite al Ministerio de Relaciones Exteriores
(MINREL) con su opinión.123
3. MINREL analiza la petición, verificando que esta cumpla con la política
nacional al respecto. Establece orientaciones y la remite al Ministerio
de Defensa (MINDEF).
4. El MINDEF estudia esta petición y orientaciones del MINREL y remite
la documentación y su opinión al Grupo de Análisis en el Estado
Mayor de la Defensa Nacional (E.M.D.N.).
5. El Grupo de Análisis realiza un estudio del problema a la luz de la
política nacional y las orientaciones establecidas por MINREL y
MINDEF. Determina factibilidad y conveniencia de realizar la operación.
Paralelamente, solicita opinión a la institución de la Defensa o
instancias gubernamentales involucradas. Al término, eleva una
proposición al MINDEF y MINREL.
6. Los ministerios preparan y envían una proposición conjunta a S.E. el
Presidente de la República, quien decide o dispone nuevos análisis.
7. S.E. el Presidente de la República pone en conocimiento de su
resolución al Senado de la República. A su vez, informa su decisión a
MINREL y MINDEF para que adopten las acciones subsecuentes.
8. MINDEF comunica la decisión presidencial a la Subsecretaría que
122 Libro de la Defensa Nacional de Chile (I) de 2000. Pág. 47.
123 Desde el año 2000, hay un Agregado de las Fuerzas Armadas en la Embajada de Chile en Naciones
Unidas.

424
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

corresponda, al EMDN y a la institución involucrada, para comenzar


los preparativos de alistamiento.
9. El MINREL informa decisión a la Embajada de Chile en la ONU.
10. S.E. el Presidente de la República, con el acuerdo del Senado, procede
a firmar el Decreto Supremo que autoriza la salida de tropas chilenas al
extranjero.
Considerando el proceso de toma de decisión, se puede determinar si
la operación en cuestión afecta en forma directa o indirecta el principio de no
intervención en los asuntos internos de un Estado soberano, para proceder
de conformidad con la política establecida por el Gobierno de Chile. Esta
situación podría quedar establecida en la Embajada de Chile en la ONU, o en
las orientaciones que imparte el MINREL. Pero no cabe duda, que el Grupo
de Análisis es el organismo más pertinente para analizar si una misión de paz
podría constituir una intervención en asuntos internos de un Estado soberano
y conforme a ello, la conveniencia o no de participar en esa Operación de
Paz.
En 1996, se crea, en el Estado Mayor de la Defensa Nacional, el Grupo
de Análisis de Operaciones de Paz (GAOPAZ), que está constituido en la
siguiente forma:124

a.- Miembros Permanentes:

(1) Jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional (Presidente).

(2) Director de Planificación Primaria (Secretario Ejecutivo).

(3) Director de la Dirección de Inteligencia de Defensa.

(4) Jefe Depto. IV de la Dirección de Planificación Primaria


(Secretario de Actas).

(5) Un Representante del Comité Asesor del Ministerio de Defensa


Nacional.

(6) Asesor Jurídico del EMDN.

124 Ministerio de Defensa Nacional, Estado Mayor de Defensa Nacional, Decreto SSG II/2 Nº 94 del
8 de noviembre de 1996.

425
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

b.- Miembros Eventuales:

(1) Director de Política Especial (MINREL).

(2) Delegados Institucionales de las FF.AA.

(3) Delegados Institucionales de Orden y Seguridad.

(4) Un Asesor Jurídico del Ministerio de Relaciones Exteriores.

(5) Representante del Ministerio de Hacienda.

(6) Representante del Servicio Electoral.

(7) Representante de Instituciones u Organizaciones Civiles a


determinar según las características específicas de determinada
Operación de Paz.
El GAOPAZ tendrá por tarea:
a.- Proporcionar asesoría especializada, en forma permanente.

b.- Estudiar, cada caso en que se solicite la participación de Chile en


Operaciones de Mantenimiento de la Paz, a la luz de la Política Nacional
y de las orientaciones que emitan los Ministerios de Relaciones
Exteriores y de Defensa Nacional.

c.- El Presidente del GAOPAZ queda facultado para tomar contacto con
Instituciones de la Defensa, gubernamentales y otras que estime
necesarias, a fin de contar con los antecedentes que permitan una
mejor resolución en esta materia, para la toma de decisiones de S.E. el
Presidente de la República.

d.- El GAOPAZ se reunirá de manera total o parcial, dependiendo de la


solicitud concreta que haga la ONU al Gobierno de Chile, a
requerimiento del JEMDN.

e.- El Organismo de Trabajo del GAOPAZ será la Dirección de


Planificación Primaria del E.M.D.N.

El año 2002 se presentó para conocimiento y resolución de la Sra.


Ministro de Defensa un proyecto de reestructuración total de este Grupo y,

426
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

ahora en el 2003, ha surgido la necesidad de reflotarlo y de que sea aprobado.


Lo anterior está a otro nivel, será dirigido por la propia Ministra y secundado
por los Jefes de Estados Mayores y Sub Directores de las Instituciones de
Seguridad Pública y otros miembros de otros Ministerios, teniendo una
Secretaría Ejecutiva que estaría compuesta por los integrantes de lo que hoy
es el Grupo de Análisis.

Como una conclusión de este Capítulo, podemos establecer que de lo


expresado se podría determinar la existencia de los siguientes alcances que
tienen relación con la política de Chile para la participación en OPAZ de la
ONU:

1.- Se podría hablar de intervención armada en asuntos internos de un


Estado Soberano, cuando se actúa sin el consentimiento del o de los
Estados, ya sea porque el gobierno de dichos Estados se niega a
cumplir una resolución del Consejo de Seguridad para solucionar un
problema grave que puede afectar la paz y la seguridad internacionales,
o porque se actúa en un país que se encuentra en un caos interno y
muchas veces en un desgobierno, es decir, no hay con quién tratar y
la situación que se vive requiere de una intervención.

Como ejemplo del primer caso, tenemos la participación de una


coalición internacional liderada por Estados Unidos, autorizada por el
Consejo de Seguridad para obligar a Irak a retirarse militarmente de
Kuwait y, el segundo caso, en la participación de una Fuerza
Internacional de Tarea Unificada (UNITAF) liderada por Estados
Unidos en Somalía, en 1992, para crear un entorno seguro para la
distribución de asistencia humanitaria.

2.- Por principio, el despliegue de una operación de mantenimiento de la


paz tradicionales: Misiones de Observadores Militares (Boinas Azules)
y Fuerzas de Paz (Cascos Azules) se materializa solamente cuando las
partes beligerantes han llegado a un creíble cese del fuego o tregua y
con la solicitud o aprobación de ambas partes en conflicto y, conforme
a ello, no podría hablarse de intervención, aunque las fuerzas de paz
fueran dispuestas bajo el Capítulo VII. (Que hasta la fecha no han
tenido una capacidad militar para imponer la paz, sino más bien para
actuar frente a una paz no consolidada o no aceptada por todas las
partes, es decir, una paz precaria que permite la continuación de brotes
de violencia limitada). Ejemplos de estas situaciones la tenemos en
UNIKOM, desplegada después de la Guerra del Golfo en 1991 y en
UNOMSIL desplegada en Sierra Leona en 1998.

427
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

3.- La intervención armada requiere de una fuerza coercitiva que permita


imponer la paz, ya sea en una guerra entre Estados o en una guerra
interna, dentro de un Estado, para obligar a los beligerantes a aceptar
las imposiciones de Naciones Unidas.

4.- Conforme a la Carta de la ONU, en los Capítulos VII y VIII, el uso de la


fuerza militar en cualquier circunstancia debe ser dispuesto o autorizado
por el Consejo de Seguridad y eventualmente por la Asamblea Gen-
eral (Resolución Unión Pro Paz). Dentro de ellas estaría involucrada la
intervención armada.
Así, podríamos decir finalmente que Chile, conforme a la Política
Nacional, podría actuar en cualquier tipo de intervención que fuera dispuesta
o autorizada por Naciones Unidas, pero de manera restringida, de acuerdo
con las posibilidades nacionales. Si se trata de operaciones de fuerzas de paz
(cascos azules) dispuestas por el Capítulo VII, como por ejemplo, la
participación de Chile en UNTAET (Timor Oriental), -misión de cascos azules
dispuesta por el Capítulo VII-, en la cual participó con un pelotón de
helicópteros, pero restringiendo su participación al cumplimiento de misiones
de transportes aéreos de personal y material dentro de la zona de acción.

En el caso de imposición de la paz, conforme a los Capítulo VII y VIII,


que también están consideradas en la Política Nacional, la participación de
Chile, si es que se estima conveniente, sólo estaría limitada a la capacidad
militar disponible, de acuerdo con el tipo de imposición y del escenario en
que el conflicto se desarrolla.

428
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

CONCLUSIONES

Tomando en consideración el Objetivo General de este trabajo, que es


el de establecer las formas que debe tomar la participación de Chile en
misiones de paz dispuestas por las Naciones Unidas, tanto en el
mantenimiento de la paz como en la imposición de ella, deben ser consideradas
las actuales condicionantes de la política internacional que influencian, limitan
o, incluso, llegan a impedir que el Consejo de Seguridad asuma en plenitud
su función primaria de mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.
Ante ello, es que en la Introducción del presente estudio nos preguntamos,
¿Cuándo le esconveniente al Estado chileno participar o abstenerse de ello
en las misiones de restablecimiento de la paz en naciones con polémicas
situaciones interestatales o a veces también intraestatales, donde se apela a
una real o supuesta amenaza a la paz internacional o regional -que no es
siempre transparente- o a la violación interna de los derechos?

De acuerdo a la premisa anterior, nos hemos planteado el hecho de


que desde el inicio de la post Guerra Fría se evidenciaron incompatibilidades
entre los criterios político-estratégicos, operativos y legislativos establecidos
por el Gobierno de Chile en función de su participación en operaciones de
paz en el marco de la ONU. Esto se da particularmente en aquellas que
significaban la “imposición de la paz”, ante el actual accionar de la
Organización de las Naciones Unidas y la evolución del Derecho Humanitario,
específicamente con el presente debate que se realiza en la misma
Organización sobre “Soberanía e Intervención”.

El Gobierno de Chile promulgó el DS/ MDN./SSG. Nº 68 de 14 de


octubre de 1999, en el cual se fijan las políticas gubernamentales para la
participación de Chile en operaciones de paz internacionales, ampliando
dicha participación a operaciones de imposición de la paz dispuestas por el
Capítulo VII de la Carta de la ONU que considera el uso de la fuerza para
mantener e imponer la paz. En este mismo Decreto, se establecen dos
considerandos que, en determinadas circunstancias, pueden presentar
opciones diferentes: (i) La paz y la seguridad internacionales constituyen
objetivos permanentes de la Política Exterior chilena, razón por la cual nuestro
país promueve una participación más activa en las misiones de paz de la
ONU de acuerdo a su tradicional respeto a sus compromisos internacionales;
y, (ii) Se determina con claridad que el Gobierno de Chile respeta en forma
irrestricta el principio de no intervención en la soberanía de otros Estados,
principio que es una firme base de su propia Seguridad Nacional.

429
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

Conforme a lo anterior, la misma Política Nacional fija algunos


parámetros para la participación de Chile en OPAZ que tienen que ser tomados
en cuenta cuando se analice esta posibilidad, en una situación concreta,
frente al cumplimiento del principio de no intervención:

Chile está obligado, por haber ratificado y firmado la Carta de Naciones


Unidas, a participar en el mantenimiento de la paz llevado adelante por la
ONU, pero la decisión de participar o no en una determinada misión es
soberana del Estado de Chile.

Nuestro país, ha hecho realidad el compromiso de ampliar su


participación militar, por el envío de nuevos contingentes (UNFICYP); por
haber firmado el Sistema de Acuerdos de Fuerzas de Reserva de Naciones
Unidas; y, por la creación y puesta en marcha del CECOPAC.

Para nuestro propósito de analizar el cumplimiento del principio de no


intervención, es importante reiterar que el despliegue de efectivos chilenos
para participar en OPAZ, será sólo bajo el mando y control de las Naciones
Unidas o de un Estado o mando expresamente designado y autorizado por
ésta. Por lo tanto, se excluye la participación de Chile en OPAZ no dispuestas
o no autorizadas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y cuando
las partes en conflicto hayan aceptado o solicitado la intervención de fuerzas
de paz.

Podrían darse casos extremos, fundamentalmente por desgobierno,


que ante situaciones humanitarias graves hubiera que intervenir militarmente,
con la orden del Consejo de Seguridad, pero sin la autorización de una
autoridad del Estado afectado, lo que podría vulnerar el principio de no
intervención. Este caso no está estipulado en la Política Nacional, salvo si se
tratara de una imposición de la paz, siempre que haya sido autorizada por el
Consejo de Seguridad.

En la Introducción de este trabajo establecimos que: “Las situaciones


de intervención son tan variadas y frecuentes, que el Estado precisa de una
clara política y normativa para estudiar su eventual participación en un
conflicto o desechar su participación, empero, manteniéndose siempre
apegado a las normas de los Organismos y Tratados Internacionales que ha
suscrito y a su legislación interna”. Respecto a este punto, la Política Nacional
para OPAZ establece que es indispensable que el Estado de Chile actúe
siempre dentro de los marcos de la Constitución Política, las leyes y los
tratados vigentes, y disponga de reglas y criterios que definan claramente la
forma en que se produce la participación nacional en las operaciones de paz,
430
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

incluidas las operaciones de imposición de la paz. Si bien es cierto que estas


reglas y criterios pueden deducirse de los diferentes documentos nacionales
que tienen relación con la participación de Chile en las OPAZ de Naciones
Unidas, no es menos cierto que no existe, o no se ha difundido, un texto en
que estas reglas y criterios queden claramente definidos. Esta falencia nos
preocupa, especialmente, frente a la necesidad de analizar la participación de
Chile ante un caso en que pudiera ser vulnerado el principio de no intervención
en asuntos internos de un Estado soberano, que es el tema que a nosotros
nos concierne en este trabajo.
No es fácil establecer estos criterios, pero creemos que éstos podrían
irse estructurando frente a los considerandos que hemos establecido en el
desarrollo del presente trabajo de investigación:
1.- Tipo de operación que se estudia: (i) Operaciones de paz tradicionales
(Observadores Militares y Fuerzas de Paz), (ii) Fuerzas de paz
autorizadas por el Capítulo VII que pueden verse involucradas en un
conflicto armado, y (iii) Fuerzas militares que intervendrán
coercitivamente para imponer la paz.

2.- Factores de la situación que se está viviendo en el conflicto que se


analiza, donde hay determinadas formas de agresiones que podrían
considerarse como una causa posible para provocar una intervención
y fijar la jerarquía y prioridad que habría que dar a esas agresiones.

3.- Antecedentes que deberán ser analizados cuando el Consejo de


Seguridad solicita la participación de Chile y se trata de un conflicto
en el cual, por razones humanitarias, se podría vulnerar el principio de
no intervención, con aprobación de dicho organismo internacional.
Al ser dispuesta esa intervención, estimamos que es preciso considerar
en el estudio correspondiente cómo ella podría afectarnos, ya sea
frente al país o los países involucrados o en relación con la proyección
de él dentro de la región en estudio. Es necesario, también, estudiar
las consecuencias negativas que podrían presentarse para Chile en
sus relaciones con el o los países afectados, para participar o no
participar.

4.- Estimamos que debe concretarse la determinación de los tratados


internacionales contraídos por Chile con Naciones Unidas o con
Organismos Regionales o con los países en conflicto, que podrían
obligar legalmente la participación de Chile.

431
Agustín Toro Dávila / Juan Guillermo Toro Dávila / Martín Pérez Le-Fort

5.- A nuestro juicio, resulta de especial importancia determinar qué


elementos jurídicos podría esgrimir Chile para no participar en una
intervención armada, justificada y autorizada por el Consejo de
Seguridad, pero que podría vulnerar seriamente los intereses chilenos.

6.- En el caso de una intervención armada con imposición de la paz, debe


analizarse la posibilidad real que tiene Chile para hacerlo, de acuerdo
a las capacidades que tienen nuestras fuerzas armadas para actuar
con eficiencia y cumpliendo un rol importante y significativo para
nuestra política exterior. Lo anterior, para mantener la imagen que ya
ha proyectado Chile en el ámbito internacional.

7.- Queremos dejar expresa constancia, por ser interesante para análisis
futuros, de la situación que se produjo en la sesión del Consejo de
Seguridad del 8 de marzo del 2003, cuando Estados Unidos y el Reino
Unido trataron de imponer una resolución que significaba la
aprobación de una intervención armada contra Irak. A juicio del
Gobierno de Chile, la agresión propuesta no estaba justificada dentro
de la premura que exigían las dos potencias mencionadas para actuar,
cuando todavía existían posibilidades de buscar una solución por
otros medios no coercitivos.

Estimamos que la oposición chilena fue correcta y ajustada a su


política nacional, aun cuando ello pudo significar un quebrantamiento de
sus relaciones tanto con Estados Unidos o el Reino Unido.

A nuestro juicio, Chile ha dado cumplimiento estricto tanto a sus


principios de Política Exterior como a los compromisos contraídos con
Naciones Unidas y, si bien nuestra participación, no es hasta la fecha,
cuantitativamente alta, ha sido importante en su aspecto cualitativo y en su
permanente participación a partir de 1949. Como Chile se ha comprometido,
es indispensable el que se establezca con claridad la fuerza, las cantidades
de ellas, su calificación, como así mismo, el tiempo de duración de la misión
para que este Convenio de Fuerzas de Reserva con Naciones Unidas pueda
tener plena validez y sea posible hacer frente a todas las exigencias con
realismo y oportunidad.

Consideramos que Chile ha tomado con seriedad este compromiso


con Naciones Unidas, lo que queda demostrado con el aumento sustantivo
de fuerzas nacionales involucradas en misiones de paz, con la creación del
CECOPAC, y la organización y entrenamiento permanente de las fuerzas
consideradas en el Convenio de Fuerzas de Reserva de la ONU.
432
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

Finalmente, es importante considerar que nuestro país no debe


participar en ninguna operación de imposición de la paz que vulnere su
política nacional, pues resulta de importancia primaria y es un resguardo de
su propia seguridad, aun cuando ello pueda tener repercusiones negativas
en sus relaciones diplomáticas. Por encima de todo, Chile es un país que
respeta los principios internacionales, sus compromisos con las
organizaciones de paz internacionales y regionales, pero es celoso guardián
de su propia soberanía.

433
434
El principio de no intervención en el ámbito de la paz y seguridad internacionales

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h t t p : / / w w w. r e l i e f w e b . i n t / l i b r a r y / d o c u m e n t s / 2 0 0 2 /
OCHA_Annual_Report_2002.pdf
- Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios, ONU.
http://www.reliefweb.int/appeals/2003/ocha2003.pdf
- www.google.cl/search=historia de Somalía. “Somalía, Mapas, Datos del
País, Etnología, Historia, Noticias, Idiomas, Música”.
- Internet Naciones Unidas. Operaciones de Paz Finalizadas. Operación
de las Naciones Unidas en Somalía. ONUSOM I.
- Internet. www.msf.es/países/2_2_26_1.asp. Países: África: Operación
Restore Hope. Médicos sin Frontera.
- Internet. Google Naciones Unidas Página Principal. Mantenimiento de
la Paz: Operaciones de Paz desplegadas por la ONU: Kosovo – UNMIK.
- Internet. www.un.org/spanish/kosovo/unmik.htm

438
ÍNDICE GENERAL
Página

Prólogo ...................................................................................................................5

Participación en Operaciones de Paz,


consecuencia y la soberanía
Cristián Le Dantec G. ................................................................................................9

Análisis del marco legal y sus consecuencias jurídicas


aplicables a las Operaciones de Paz en que Chile participa
Guillermo Abarca U. ............................................................................................107

El principio de no intervención en el ámbito de la Paz y


Seguridad internacionales
Agustín Toro D., Juan Guillermo Toro D., Martín Pérez Le-Fort ...........................301

439
440
CRISTIÁN LE DANTEC GALLARDO. General de Ejército,
Magíster en Gestión de Negocios Internacionales, realizado en la Cristián Le Dantec Gallardo
Universidad Gabriela Mistral. Magíster en “Ciencias Militares”, Guillermo Abarca Ugarte
con mención en “Planificación y Gestión Estratégica”. Alumno
del Doctorado Estudios Americanos, mención Relaciones Agustín Toro Dávila
Internacionales del Instituto de Estudios Avanzados de la
Universidad de Santiago.
8 Juan Guillermo Toro Dávila COLECCIÓN DE
Martín Pérez Le-Fort INVESTIGACIONES ANEPE

GUILLERMO ABARCA UGARTE. Licenciado en Ciencias

Cristián Le Dantec Gallardo - Guillermo Abarca Ugarte - Agustín Toro Dávila


Jurídicas y Sociales de la Universidad Gabriela Mistral. Nº 1 Textos Básicos del Derecho

OPERACIONES DE PAZ: TRES VISIONES FUNDADAS


Diplomado en Seguridad y Defensa y Magíster en Seguridad Humanitario Bélico
y Defensa, con mención en Gestión Político-Estratégica por la EUGENIO PÉREZ DE FRANCISCO
Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos. Se ARTURO CONTRERAS POLGATI
desempeña como Jefe de Gabinete del Vicepresidente Ejecutivo
de la Caja de Previsión de la Defensa Nacional. Nº 2 La Comunidad de Defensa en

Juan Guillermo Toro Dávila - Martín Pérez Le-Fort


Chile
AGUSTÍN TORO DÁVILA. Oficial de Ejército, alcanzó el grado FRANCISCO LE DANTEC GALLARDO
de General de División. Posee la Especialidad Primaria de Estado KARINA DOÑA MOLINA
Mayor; Magíster: Ciencias Militares Gestión y Planificación
Estratégica; Profesor Militar de Academia en Historia Militar Nº 3 Crisis Internacionales en
y Estrategia. Ex Director de la Academia Nacional de Estudios Sudamérica: Teoría y Análisis
Políticos y Estratégicos. Profesor del Instituto de Estudios AQUILES GALLARDO PUELMA
Internacionales de la Universidad de Chile.
Nº 4 Seguridad Humana y
JUAN GUILLERMO TORO DÁVILA. Oficial de Ejército, Seguridad Nacional: Relación
alcanzó el grado de General de División. Posee la Especialidad conceptual y práctica
Primaria de Estado Mayor; Magíster: Ciencias Militares Gestión CLAUDIA F. FUENTES JULIO
y Planificación Estratégica; Profesor Militar de Academia
en Historia Militar y Estrategia. Ex Director de la Academia Nº 5 Una estructura para la asesoría
Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos. Ex Embajador de en el manejo de crisis
Chile en Uruguay. internacionales: caso nacional
JUAN CARLOS VERDUGO MUÑOZ
MARTÍN PÉREZ LE-FORT. Licenciado en Sociología y
Magíster en Estudios Internacionales de la Universidad de Nº 6 La disuasión convencional,
Chile. Diplomado en Seguridad y Defensa de la ANEPE. conceptos y vigencia
Estudios de Doctorado en Historia de la Universidad Católica MARCOS BUSTOS CARRASCO
de Chile. Académico e Investigador en las áreas de Relaciones PABLO RODRÍGUEZ MÁRQUEZ
Internacionales, Seguridad y Defensa y Asia Pacífico del Instituto
de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Director Nº 7 La Corte Penal Internacional y
del Centro Asia Pacífico de dicho Instituto. las Operaciones de paz :
competencias y alcances
Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos
ASTRID ESPALIAT LARSON
Colección de Investigaciones
Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos ANEPE

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