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El conflicto de las bananeras fue un problema social, por décadas ignorado por el
estado, y el cual fue utilizado por el Partido Socialista Revolucionario PSR como una de
las puntas de lanza para la supuesta toma del poder que ese partido político había
planeado y trataban de organizar desde su convención de La Dorada en 1927. Por la
infiltración del PSR, el gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez lo enfrentó
como un problema de orden público.
El conflicto por tierras comenzó desde principios del siglo XX y va ligado al desarrollo
de las vías de comunicación del cual se logra una valorización de las mismas. Esta
valorización estimula la codicia en individuos y grupos sobre esas tierras, por lo
general desatendidas. Entonces se presenta la figura del “hacha contra el papel
sellado”1, o el trabajo del colonizador contra la presentación de títulos, establecidos
con frecuencia en base a componendas o artimañas legales. En virtud a estos títulos
viene la expulsión sin compensación del colono quien ha mejorado la tierra y dedicado
a ella largos años de trabajo, todo cohonestado por la ley y el Estado. La región
bananera de Santa Marta es un claro ejemplo.
El Problema Social
Las inversiones de la United Fruit
Company UFCO, a partir de 1900, en
el desarrollo de la producción
bananera para la exportación
originaron el surgimiento de
profundas transformaciones en la
tenencia de la tierra y en los patrones
sociales. Las propiedades coloniales
semiabandonadas, estaban
diseminadas por terrenos públicos o
baldíos y estaban ocupadas por
pequeñas aldeas de colonos. Antes de la UFCO la demanda de tierras era mínima y los
linderos entre las propiedades privadas y las tierras públicas o baldíos eran indefinidas.
La zona pronto fue invadida por trabajadores de otras regiones en busca de trabajo y
mejores condiciones económicas, algunos eran contratados en el ferrocarril, otros se
convertían en colonos en los apartados terrenos públicos y algunos en jornaleros.
1
Alejandro López, “Problemas Colombianos”, Editorial París América, París, 1927
el tercer gran exportador de banano en América Latina.2
2
Catherine LeGrand, “Campesinos y asalariados en la Zona Bananera, de Santa Marta 1900-1935”, Anuario
Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Volumen 11, 1983.
3
Jorge Orlando Melo, “Colombia hoy: perspectivas hacia el siglo XXI”, Siglo Veintiuno Editores, Bogotá,
1991.
Uno de los fundadores del Partido Socialista Revolucionario, Ignacio Torres Giraldo,
hará de agente viajero entre Moscú y Bogotá entre 1920 y finales de los años 1930. En
cuanto a Tomás Uribe Márquez, él viajaba entre Colombia, México y Centroamérica.
Asistirá también a la reunión latinoamericana de
la Internacional Sindical Roja, realizada en
Montevideo en 1929. Participó, como delegado
por las directivas obreras del Valle, en el
segundo congreso obrero, en los meses de julio
y agosto en Bogotá, y fue nombrado presidente
del mismo. En este evento se creó la
Confederación Obrera Nacional (CON) y se hizo
adhesión a la Internacional Sindical Roja, con
sede en Moscú; Torres fue aclamado como
secretario general de la recién creada
corporación. “Por lo general, los dirigentes
sindicales de la CON también lo fueron del PSR,
no existió una división tajante entre partido y
Confederación Obrera y así, el auge del
movimiento sindical de los veinte y el
crecimiento del socialismo-revolucionario
corrieron entrelazados.”4
Raúl Eduardo Mahecha, Floro Piedrahita,
Julio Buriticá y Ricardo Elías López posan Por su parte Raúl Eduardo Mahecha, héroe del
con la bandera de los tres ochos: 8 horas sindicalismo colombiano, era el agente activista
de trabajo, 8 horas de estudio y 8 horas del Komintern5 soviético en Colombia,
de descanso obviamente se había unido al Partido Socialista
Revolucionario.
4
Eduardo Mackenzie, “Las FARC fracaso de un terrorismo”, Random House Mondadori S.A., Bogotá, 2007.
5
Komintern o Comintern es también conocida como la III Internacional. Fue una organización soviética que
gobernaba los partidos comunistas. Se creó con el objetivo de extender la revolución fuera de la Unión
Soviética y su objetivo era la supresión del sistema capitalista.
6
María Tila Uribe, Los Años Escondidos, Ediciones Cestra/Cerec, Bogotá, 1994.
desdeñaron a los revolucionarios como visionarios inocuos y se burlaban de los
temores del los conservadores como el Ministro Rengifo.7
El Gobierno
Durante el gobierno de Miguel Abadía Méndez (1926-1930) el orden público se vio
gravemente afectado. Gracias a los esfuerzos de la PSR. Se
registraba en todas partes el nacimiento de “los comités
obreros” y de “ligas campesinas” con una sola perspectiva: la
insurrección. Para el gobierno, la situación era delicada pues el
Estado no había conocido, hasta ese momento, desafíos de tal
carácter y de tal amplitud y carecía de medios jurídicos para
manejarlos. Invitó al congreso votar las medidas preventivas, y
encargó a su Ministro de Guerra, General Ignacio Rengifo de
presentar y defenderla.8
María Cano
7
James D. Henderson, “La Modernización en Colombia: Los Años de Laureano Gómez”, Imprenta
Universidad de Antioquia, Medellín, 2006.
8
María Tila Uribe, diciembre 5 de 2013, Agencia Prensa Rural.
9
Eduardo Mackenzie, “Las FARC fracaso de un terrorismo”, Random House Mondadori S.A., Bogotá, 2007.
La última de las exitosas giras de María Cano había sido a Calamar, Cartagena y
Barranquilla. Pero los mejores resultados se vieron en su correría por Santa Marta,
Ciénaga, Sevilla y Aracataca, ahí fijo su centro de operaciones para seguir a El Retén,
Fundación y Tucurinca. Los organizadores de esta segunda etapa fueron los dirigentes
socialistas de la Zona, los mismos que posteriormente dirigirían la huelga.10
En abril de 1928, los desordenes callejeros, donde la actividad del PSR es ampliamente
visible, lleva el gobierno adopte medidas de excepción.
María Tila Uribe: “La agitación alcanzaba niveles nunca vistos y trataba sobre
todo de infiltrarse en los cuarteles. La ciudad estaba literalmente cubierta de
carteles socialistas pegados sobre los muros y sobre las puertas de las casas
según las instrucciones impartidas”.11
Las acciones del gobierno contra personas como Raúl Eduardo Mahecha o Torres
Giraldo eran ”aletargadas e incruentas”. Había ciertamente un acoso constante a las
personas relacionadas con el movimiento, encarcelaciones preventivas y otras
violaciones semejantes de las garantías constitucionales. 12
La Ley 69 de 1928
Para comienzos de 1928, los miembros del
CCC fabricaron bombas para utilizarlas en
el derrocamiento del odiado régimen
conservador. Al mismo tiempo, dirigentes
conservadores como Antonio José Uribe e
Ignacio Rengifo pedía una nueva legislación
que les permitiera actuar libremente en
contra de los disidentes, sin tomar en
cuenta las protecciones a los derechos
civiles consagrados en la constitución.13
10
María Tila Uribe, “Los Años Escondidos”, Ediciones Cestra/Cerec, Bogotá, 1994
11
Ibíd
12
James D. Henderson, “La Modernización en Colombia: Los Años de Laureano Gómez”, Imprenta
Universidad de Antioquia, Medellín, 2006.
13
Ibíd.
La otra cara de la estrategia del PSR seguía siendo la abierta. En Frente Único con los
grupos liberales de izquierda, adoptaron una serie de tareas para la labor política de
masas, nuevas unas o como continuidad del trabajo anterior, otras. La Convención
aprobó el viaje de algunas personas a Moscú; designó siete miembros para el ejecutivo
y reeligió a Tomás (Uribe Márquez) como Secretario General de PSR, con una nueva y
nada pequeña responsabilidad: crear la comisión permanente o núcleo central que
organizara la defensa del PSR y diera el paso a la clandestinidad. 14
A pesar de que en 1919, el Presidente Marco Fidel Suárez había reconocido el derecho
a la huelga, el debate sobre el plan de gobierno para la aprobación de lo que se llamó
Ley Heroica llenó los diarios colombianos desde febrero hasta octubre de 1928 cuando
finalmente fue aprobada en el Congreso.
El gobierno del Presidente Abadía sancionó el 30 de octubre de 1928 la ley 69, la cual
propugnaba regular la actividad obrera y en particular la sindical. Esta ley vedaba que
los sindicatos atacaran el derecho de propiedad privada o desconocieran su
legitimidad, les prohibía fomentar la lucha de clases y les desconocía el derecho de
promover huelgas. La divulgación de escritos, carteles y publicaciones que respaldaron
los actos declarados ilícitos por la ley 69, sería sancionada con severidad. 15 Ignacio
Rengifo había liderado este esfuerzo, argumentando acaloradamente que tal legislación
era indispensable para detener una revuelta comunista inminente y la aprobación de
una ley de defensa social o heroica era necesaria para “encarar el más grande peligro
que la República haya jamás encontrado”.
Las Bananeras
La organización sindical
comenzó a arraigar en el
seno de la población rural
de Santa Marta hacia
mediados de la década de
1920, bajo la influencia del
Partido Socialista
Revolucionario y de unos
pocos anarcosindicalistas
de España y de Italia.
María Cano a finales de
marzo de 1928 había
“fijado su centro de
operaciones en Santa
Marta, Ciénaga, Sevilla y
Aracataca, para seguir a El
Retén, Fundación y
Tucurinca”. Según el
activista Ignacio Torres
Giraldo, quién había
1-Raúl Eduardo Mahecha, jefe indiscutido de la insurrección en la permanecido en la zona, el
zona bananera; 2 Erasmo Coronel negociador y sindicalista, dado de grupo de colonos era
baja en el enfrentamiento de Sevilla; 3- Pedro M. del Río, particularmente receptivo
negociador; 4- Bernardino Guerrero, secretario de Mahecha; 5-
Nicanor Serrano, negociador. Esta foto fue anterior a la huelga a las iniciativas del PSR, y
14
María Tila Uribe, Los Años Escondidos, Ediciones Cestra/Cerec, Bogotá, 1994.
15
Revista Credencial Historia. (Bogotá - Colombia). Edición 190 Octubre de 2005.
fueron los colonos los que respaldaron la unificación de los asalariados, aprovechando
sus estrechos lazos con los trabajadores bananeros. La formación de uniones obreras y
ligas agrarias o ligas de colonos comenzó a ser más o menos recurrente.
Entonces militantes del PSR encabezan la huelga contra la United Fruit Company como
líderes sindicales. Esta fue dirigida por los más representativos: Sixto Ospino, Adán
Ortiz Salas, Aurelio Rodríguez, José G. Russo y Erasmo Coronel. Igualmente por
mujeres como Josefa Blanco, secretaria del sindicato de Orihueca.16 Pero todos seguían
fielmente, las instrucciones de Raúl Eduardo Mahecha.
16
María Tila Uribe, Los Años Escondidos, Ediciones Cestra/Cerec, Bogotá, 1994.
17
Gral. Carlos Cortés Vargas, “Los Sucesos de las Bananeras”, Editorial Desarrollo, Bogotá, 1979.
18
Carlos Alberto Mora, Margarita Peña, “Historia socioeconómica de Colombia”, Grupo Editorial Norma,
Bogotá, 1997.
justo bienestar ante los atropellos de la United Fruit Company.
Mahecha había instruido a Erasmo Coronel, otro miembro del PSR y delegado sindical a
la vez que negociador, un pliego de peticiones de nueve puntos que al parecer se
ajustaba bastante a la escasa legislación nacional. Aparentemente buscaba que se
diera cumplimiento a la ley colombiana sobre seguros colectivos y obligatorios,
accidentes de trabajo e higiene habitacional.
O sea exigían un aumento salarial del 50 por ciento. Pedían acabar los comisariatos,
pago semanal, contratación colectiva, semana laboral de seis días con dominicales
remunerados y mayor inversión en salud, pero la mayor queja era el sistema
contractual para los trabajadores, que siempre fue considerado como un medio para el
incumplimiento de la legislación laboral.
Para cada una de las labores requeridas, la United Fruit contrataba un empresario,
quien debe responder por su obra y es quien a su vez emplea un subcontratante quien
suministra las cuadrillas de trabajadores. Aducía no se encontraba en la obligación de
pagar las prestaciones sociales previstas en la legislación nacional ya que no era un
empleador directo pues manejaba contratistas y subcontratistas. Esta posición había
sido reforzada por una disposición del Ministerio de Industria de 1925, según la cual,
“dado que los cosechadores de banano trabajaban con base en contratos individuales,
técnicamente no eran empleados de la compañía”. Esta disposición confería el derecho
de desacatar las leyes laborales colombianas20. Los colombianos vivían en condiciones
inferiores a los extranjeros. La jornada de trabajo era de hasta 18 horas. Algunos
trabajadores se apoyaban en la colaboración de sus hijos, pero los niños no recibían
remuneración alguna. Los accidentes de trabajo eran frecuentes y mal atendidos.
La United Fruit Company pagaba $5 pesos por día y por obrero al empresario, el cual
pagaba $3.50 al subcontratante. Finalmente el obrero recibía $2 pesos. Aunque
superiores a otros sectores de la agricultura, estos salarios eran pagados en bonos que
obligaban al obrero a comprar sus provisiones en las cooperativas de la empresa. 21
19
Gral. Carlos Cortés Vargas, “Los Sucesos de las Bananeras”, Editorial Desarrollo, Bogotá, 1979.
20
James D. Henderson, “La Modernización en Colombia: Los Años de Laureano Gómez”, Imprenta
Universidad de Antioquia, Medellín, 2006.
21
María Tila Uribe, “Los Años Escondidos”, Ediciones Cestra/Cerec, Bogotá, 1994
22
Gral. Carlos Cortés Vargas, “Los Sucesos de las Bananeras”, Editorial Desarrollo, Bogotá, 1979.
Una vez llegado a Santa Marta, Cortés supo que los comerciantes de Santa Marta
habían estado financiando la huelga con el fin de acabar los comisariatos de la UFCO y
así lograr vender ellos, las mercancías y alimentos que requerían los miles de
trabajadores de la zona.
La Huelga
La huelga de las bananeras fue una operación vasta, violenta y complicada. En ningún
momento se podrá considerar como espontanea y pacífica. Fue preparada
deliberadamente con meses de anticipación para generar un levantamiento, una
insurrección. El sindicalismo manejado por el Partido Socialista Revolucionario se
encargó del pliego de peticiones, organizó la huelga y se apoyó en los colonos quienes
influenciaban a los jornaleros.
Y la verdad es que Mahecha no estaba solo, tenía a Erasmo Coronel como subordinado
y a su lado se encontraba también Augusto Durán.24 Con él está el francés Octave
Rabaté, alias Austin, y el estadounidense Joseph Kornfeder, alias John Sacks, dos
auténticos agentes
del Komintern,
quienes actuaban
como asesores de
Durán. Según las
autoridades de Santa
Marta, otros dos
operadores
extranjeros
trabajaban con
Mahecha: Girón, un
mexicano y
Lacambra, un
español.25 Un tercer
hombre es Christian
Vengal, quien será
detenido unas horas
23
Ibíd.
24
Augusto Durán es nombrado años más tarde, secretario general del PCC. Antes de eso había sido líder de
la Fedenal, el sindicato que conducirá violentas huelgas en el río Magdalena para controlar la navegación y
monopolizar el enganche del personal del sector. Detalle este muy útil para el transporte clandestino de
hombres, armas y propaganda. Durán recibía órdenes de Hamburgo, donde el Komintern dirigía el trabajo de
penetración de los barcos y de los puertos del mundo entero, a través de la Unión Internacional de marinos.
La consigna de ese organismo era convertir los puertos y los barcos en fortalezas del Partido Comunista,
pues las flotas mercantes eran, según ellos, “la vena yugular”, del capitalismo mundial. Citado por Eduardo
Mackenzie, “Las FARC fracaso de un terrorismo”, Random House Mondadori S.A., Bogotá, 2007
25
Desde 1926, un grupo comunista libertario actuaba en la ciudad de Santa Marta sin ser molestado por las
autoridades. Sus jefes: Elías Castellanos, Mariano Lacambra, Jenaro Toroni. Ellos realizaron el 24 de
diciembre de 1926, un primer congreso regional obrero citado por Eduardo Mackenzie, “Las FARC fracaso de
un terrorismo”, Random House Mondadori S.A., Bogotá, 2007
en Ciénaga, antes de ser liberado bajo presión de la calle.
“Constancia”
Los obreros de la Zona Bananera están dentro de la ley. No hay una sola disposición
que venga a impedir el hecho de la huelga, desde luego se han cumplido los mandatos
del derecho.
La United Fruit Company, no cumple una sola de las leyes de Colombia referentes a los
tratos y contratos con los trabajadores, declarándose en abierta rebeldía, como lo han
pretendido hacer muchas otras compañía extrajeras, como la que pretende apoderarse
de las ricas regiones del Catatumbo, en Santander, para cercenar lo más precioso de
Colombia y fundar una república petrolera.
Los obreros de la Zona Bananera en cambio acatan todas las leyes que rigen en el
país, como ya está probado, y hoy al declararse en huelga, lo hacen por vindicar sus
derechos, conculcados diariamente por la poderosa Compañía Frutera, que ve con
indiferencia al obrero agotarse por las ulceras, el paludismo tropical, la tuberculosis y
otras enfermedades, sin que un sentimiento de humanidad la mueva a cumplir la
legislación obrera de la República y a indemnizar a sus víctimas con una salario que en
parte mitigue el hambre y la miseria, que son el legítimo patrimonio de sus fincas de
banano.
26
Gral. Carlos Cortés Vargas, “Los Sucesos de las Bananeras”, Editorial Desarrollo, Bogotá, 1979
27
La Unión Sindical Obrera de Trabajadores del Magdalena había sido fundada por un grupo de anarquistas
españoles e italianos, respaldados por el PSR y estaba compuesta por los sindicatos de Orihueca, Latal,
Guacamayal, Tucurinca, Guamachito, Aracataca, El Retén, Motagua, Guatemala, Marne, Ciudad Perdida y
Ciénaga. Los delegados de estos sindicatos respaldaron con sus firmas el pliego de peticiones. Roberto
Herrera Soto, “Los Sucesos de las Bananeras”, Editorial Desarrollo, Bogotá, 1979
rural de la zona bananera. Aunque apoyó las peticiones de los colonos amenazados con
el desalojo, sus esfuerzos principales se dieron en organizar la huelga general contra la
United Fruit Company.28
El momento de la huelga no hubiera podido ser peor. El año anterior, miembros del
Partido Socialista Revolucionario y del CCC habían almacenado febrilmente municiones
para utilizarlas en la inminente sublevación. Para abril de 1928, existía un plan según
el cual los miembros del CCC declararían la huelga general y realizarían acciones
militares coordinadas contra el gobierno. Los revolucionarios tenían tal fe romántica en
el carácter inevitable del levantamiento del proletariado, que hablaban incesante y
abiertamente acerca del nuevo orden inminente. A comienzos de 1928, “Leonilde
Riaño, La Flor Roja de Cundinamarca”, advirtió a las mujeres colombianas que se
prepararan para marchar al lado de sus hombres “en la revolución que se aproxima”.29
28
Catherine LeGrand, “Campesinos y asalariados en la Zona Bananera, de Santa Marta 1900-1935”, Anuario
Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Volumen 11, 1983.
29
James D. Henderson, “La Modernización en Colombia: Los Años de Laureano Gómez”, Imprenta
Universidad de Antioquia, Medellín, 2006.
30
Ibíd.
31
Eduardo Mackenzie, “Las FARC fracaso de un terrorismo”, Random House Mondadori S.A., Bogotá, 2007.
En 1909 ingresa como alumno a la Escuela Superior de Guerra y dos años después
obtiene el titulo de Oficial de Estado Mayor y es
nombrado comandante de batallón. En 1914 entra
al Estado Mayor General como jefe de una sección
del Departamento de Historia y luego es
trasladado en 1918, de teniente coronel, como
comandante del Regimiento Nariño de la
guarnición de Barranquilla. Para 1918 se le
nombra subdirector de la Escuela Superior de
Guerra y al año siguiente con el grado de coronel
es comandante del Regimiento Sucre No.2 en el
Departamento de Boyacá. En 1920 se le confiere
la jefatura del Departamento de Historia del
Estado Mayor General hasta 1926. Ese año dicta
la cátedra de historia y geografía de Colombia en
la Escuela Superior de Guerra. En 1927 es
enviado como agregado militar a la Legación de
Colombia en Chile. En 1928 es ascendido al grado
de general de brigada y asignado a la Jefatura del
Estado Mayor del Comando de la II División con
sede en Barranquilla,32 donde el 12 de noviembre
General Carlos Cortés Vargas
lo sorprende la orden de trasladarse a la Zona
Bananera como Jefe de la Plaza de Santa Marta.
El Ministro Rengifo nombró al General Carlos Cortés Vargas Comandante Militar del
Magdalena el mismo 12 de noviembre según telegrama que a la letra dice:
Sírvase disponer General Cortés marche inmediatamente Santa Marta como jefe
Plaza, zona bananera, para que de acuerdo Gobernador determine empleo tropas
a fin de apoyar autoridades, fuerza policía ampare trabajadores pacíficos están
siendo hostilizados e instigados por revoltosos actúan zona. Un batallón de
Regimiento esa debe despachar mayor brevedad posible a reforzar compañía
destacada en Ciénaga, seleccionando oficialidad y dotándolo lo mejor posible….
El desarrollo de las instrucciones que preceden queda a su claro criterio y a sus
capacidades nunca desmentidas, y probadas en todos los campos de la actividad
militar. Para los cometidos y actividades a que hubiere lugar usted cuenta con las
fuerzas acantonadas en las guarniciones de Ciénaga y Santa Marta, las que le
envíe de Cartagena y de otros lugares, que quedan bajo sus órdenes.
Muy atentamente,
Justo A. Guerrero
General y Comandante General33
32
Roberto Herrera Soto, “Los Sucesos de las Bananeras”, Editorial Desarrollo, Bogotá, 1979
33
Gral. Carlos Cortés Vargas, “Los Sucesos de las Bananeras”, Editorial Desarrollo, Bogotá, 1979
Cortés Vargas en el teatro de Operaciones
El Cuartel militar en
Ciénaga se convirtió en
su Cuartel General y
Centro de Operaciones.
Los cultivadores
ejercían presión sobre el
gobernador José María
Núñez, con el fin
continuar con el corte y
recolección de fruta y
este a su vez
presionaba al General
Cortés con el fin de que
éste diera las garantías
necesarias.
Desde su llegada a la
Zona Bananera, Cortés
Vargas encontró que
La población de Ciénaga en 1928 gran parte de la vía
férrea se hallaba llena de huelguistas y que en algunos tramos estaba obstruida.
Encontró que la mayoría de trabajadores eran obligados a parar, a pesar de sus deseos
en continuar las labores.
Mujeres como Josefa Blanco, secretaria del sindicato de Orihueca, quien bajo su
responsabilidad tuvo a 100 obreros, con ellos vigilaba que no hubiera corte de
racimos de bananos y emboscó y redujo pequeños grupos de uniformados que
luego llevaba al comité de huelga para hacerlos reflexionar si era el caso, o
sacarles información o juzgarlos. Otra mujer olvidada fue Petrona Yance, la más
destacada de entre 800 mujeres que participaron en la Huelga.34
María Tila Uribe admite que hubo antes y después de la supuesta matanza,
“enfrentamientos y combates”, que los huelguistas habían preparado “acciones
armadas y de fuerza”, que disponían de bombas y armas, que:
“había por lo menos 10 mil hombres armados de machetes y que algunos grupos
de huelguistas disponían de fusiles”. Afirma la hija de Tomás Uribe Márquez que
ciertos activistas realizaron “operaciones de sabotaje contra los trenes que
transportaban tropas y los trabajadores enganchados para romper la huelga”.
Que la huelga tenía una dirección secreta la cual había dividido la zona de las
bananeras en 63 secciones para mejorar las operaciones. 35
El General Cortés Vargas trató de dialogar e interceder con las partes en conflicto y
calmar los ánimos.
34
María Tila Uribe, diciembre 5 de 2013, Agencia Prensa Rural.
35
María Tila Uribe, “Los Años Escondidos”, Ediciones Cestra/Cerec, Bogotá, 1994 citada por Eduardo
Mackenzie, “Las FARC fracaso de un terrorismo”, Random House Mondadori S.A., Bogotá, 2007.
obreros ansiosos de presenciar la conferencia. El resultado final de la conferencia
era que habían puntos que en realidad no eran de la competencia de la compañía
sino del resorte del legislador y otro como el de la supresión de los comisariatos
que era un punto inaceptable para ellos y que no entendían por qué razón sus
dirigentes y abogados lo habían consignado en el pliego de peticiones.”36 Una vez
discutidos los diferentes puntos se llegó a la conclusión de un arreglo amistoso ya
que el General Cortés intercedería ante la United Fruit para que los puntos
acordados fueran aceptados por la empresa. “Los delegados manifestaron que en
ese mismo momento irían a reunir la Asamblea ejecutiva con el fin de que
nosotros personalmente expusiéramos ante ella los motivos por los cuales se
rechazaban algunos puntos y se adoptaban otros. Quedó convenido que a las
cinco de la tarde de ese día vendrían los delegados para conducirnos a la Casa
del Pueblo con el fin antes indicado. A eso de las 6pm se aparecieron los tres
delegados obreros cabizbajos y mohínos (José Montenegro, Erasmo Coronel, y
Nicanor Serrano) a informarnos que no era posible llevarnos al local de la
Asamblea ejecutiva por cuanto dicha corporación ya se había disuelto. Uno de
ellos, más sincero que los otros nos dijo: Vea señor General, nosotros no
tenemos poderes sino para aceptar los nueve puntos sin modificación alguna. Al
reclamarles, ellos nos dijeron: “Señor, el Gerente de la Compañía frutera se
niega en recibir a los trabajadores colombianos que desean hacerle un justo
reclamo.”
Esa noche un telegrama del Ministro de Guerra llegó a Cortés Vargas indicándole que
los cabecillas o agitadores comunistas empezando por Raúl Mahecha debían ser
detenidos con los demás dirigentes comunistas; en Santa Marta, José Montenegro,
Mariano Lacambra, Jesús Nieto; en Ciénaga, F.V. Russo, J. Nicolás Betancourt, J.
Restrepo; en Riofrío, D. Pérez, M. Pavajeau, Santander Salas; en Sevilla, Álvaro Girón;
Guacamayal, M.F. Morales, Carlos Calderón, Pantaleón
Charris; en Aracataca, Hugo Martínez, Miguel Muñoz,
Domiciano Bedoya, secretario de propaganda, Isabel
López, Juana Munive, Rosaura Santa Elva, Filomena
Palmarino, Roque Nieto, M. Polio Infante, Alberto
Yonson y Soler Martínez. Orden que Cortés transmitió a
las diferentes autoridades municipales y de policía con
el fin de dar cumplimiento.
36
Aparentemente el punto de los comisariatos se había incluido en el pliego de peticiones por presión de los
comerciantes de Santa Marta, quienes financiaron la huelga.
37
Gral. Carlos Cortés Vargas, “Los Sucesos de las Bananeras”, Editorial Desarrollo, Bogotá, 1979
General Carlos Cortés Vargas: “Entretanto que las conferencias seguían su
curso, los obreros en huelga no perdían el tiempo y se seguían organizando bajo
el mando del conocido cabecilla comunista Raúl Eduardo Mahecha. De los
cuarenta mil obreros que habitualmente trabajan en la zona bananera, una gran
mayoría estaban ansiosos de reanudar trabajos, más los revoltosos por la fuerza
se lo impedían. El Comando de la fuerzas no tenía suficientes hombres
disponibles para dar garantías a los propietarios de las fincas de toda una región
tan extensa como densamente poblada.”38
Durante los treinta días que dura la huelga, Mahecha y sus hombres se dedicaron a
hacer destrucciones y atrocidades. Los huelguistas llamaron a mítines permanentes y
creció la tensión. Las posteriores tentativas de conciliación fracasaron.
General Carlos Cortés Vargas: “A eso de las tres de la tarde nos llamó el
Teniente Botero desde la finca Villavicencio y dijo que un gran grupo de
amotinados lo amenazaban; le ordenamos cumplir las órdenes terminantes que
tenía y lo alentamos a hacerse respetar. Serían las cuatro y media de la tarde
cuando llamó el Teniente Botero, cuál sería nuestra sorpresa al oírle relatar que
le habían arrebatado la escolta. Sus hombres habían caído prisioneros de los
huelguistas y estos se los llevaron para Sevilla.”
38
Ibíd.
39
Ibíd.
General Carlos Cortés Vargas: “Al desembarcarnos en la Estación de Sevilla,
el Capitán Julio Guarín se nos acercó y dio parte con la novedad de haber
rescatado los veinticinco soldados con sus respectivos fusiles. Los amotinados
recibieron la noticia que llegaba el ejército al rescate y en
esas el Capitán Guarín ingresó a la plaza con diecinueve
hombres y algunos agentes de policía departamental. Al
aproximarse a los prisioneros les ordenó formar, orden
cumplida de muy mala gana haciendo necesaria toda la
energía del Capitán Guarín para hacerse obedecer. Una vez
incorporados los hombres con su tropa, el Capitán Guarín
regresó a la Estación de Sevilla sin novedad.”40
Rafael Quintero: “A las cinco o seis de la tarde se paró el primer tren de fruta
que se dirigía a Santa Marta y vi personalmente que en la Estación de esta
ciudad un número considerabilísimo de mujeres con niños en brazos y hombres
que se tiraban en la línea y decían pásenlo sobre nosotros. El maquinista se
cansaba de pitar pero nada conseguía, ni uno se movía y había en los
alrededores de tres a cuatro mil trabajadores. Que este número fue creciendo
gradualmente con todas la gentes que llegaban de Orihueca, Riofrío, Sevilla,
Guacamayal, El Retén y fueron suspendiendo uno a uno los trenes que llegaban
conduciendo fruta, en medio de una algazara extraordinaria. 41
5 de diciembre
General Carlos Cortés Vargas: Con la primeras luces del día 5 de diciembre
cobraron mayores ánimos los amotinados: se hicieron dueños de la plaza de
mercado y no dejaban vender sin orden del comité ejecutivo; los productos de
quienes consideraban sus enemigos, fueron arrojados al caño donde atracan los
barcos, las tropas no pudieron proveerse de carne; la ciudad estaba
prácticamente en manos de un sóviet de gente irresponsable; todos era
dirigentes, según decían, cuando se les preguntaba de donde emanaban esas
órdenes.” y explica la importancia en defender la población de Ciénaga: En el
cuartel de Ciénaga había una gran cantidad de elementos de guerra que era
preciso defender no obstante que la fuerza de que disponíamos para la defensa
de la ciudad era muy escasa: un batallón del Regimiento Córdoba, mitad recluta
y mitad antiguos, y una compañía del Regimiento Nariño, en total 300 hombres.
A medida que el día avanzaba, el movimiento iba tomando mayor intensidad;
grupos compactos desfilaban por frente los cuarteles con aire desafiante, algunos
individuos llegaron hasta llamar a los números de la guardia para preguntarles si
eran reclutas o antiguos los soldados y cuántos había; ya no ocultaban que esa
40
Ibíd.
41
Rafael Quintero, “Declaración de Indagatoria” Distrito Judicial de Santa Marta, Juzgado del Circuito de San
Juan de Córdoba. Ciénaga. Radicado No. 184, folio 46
noche llegarían todos los camaradas de la zona a reforzarlos, antes, por el
contrario, lo decían en voz alta.42
Capitán Julio Guarín: El (día) cinco fue visible de agitación entre los huelguistas,
pues se preparaban en verdaderas legiones a seguir a Ciénaga, según se rumoraba.
Con efecto: a eso de las tres de la tarde desfiló delante del balcón en el que me
encontraba instalado, una crecida multitud, en filas organizadas, todos con machete en
mano y precedidos de un pabellón rojo. Muchas mujeres cerraban el desfile. Un poco
más tarde pasó un verdadero batallón de huelguistas procedente de Guacamayal.
Ese mismo día el alcalde de Ciénaga, en quien Cortés desconfía por sus proximidad con
los sindicalistas, envía un oficio solicitando hacer despejar la vía férrea ocupada por
huelguistas, “que impide la salida de los trenes”. Al ordenar las tropas cumplir con el
despeje, los huelguistas se retiraban pero para ubicarse en otro sector, libre de
vigilancia. Los maquinistas y fogoneros, ya en complicidad con los huelguistas o
amedrentados por ellos, se ocultan. Toda Ciénaga era patrullada por grupos de
amotinados que infundían el terror entre los habitantes.
A las ocho de la noche llegó a Ciénaga el tren con los delegados que iban para Santa
Marta.
Milagros Duque: “Al llegar (el tren) a Ciénaga el movimiento armado lo detuvo
y haciendo desenganchar el carro, decían que el tren no podía pasar para Santa
Marta porque ellos ordenaba, los huelguistas, dirigidos por Raúl Eduardo
Mahecha, Castrillón, José Russo y Cristián Vengal. Ese tren llegó a esta ciudad
como a las ocho y media de la noche, desde esa hora hasta las once de la noche
42
Gral. Carlos Cortés Vargas, “Los Sucesos de las Bananeras”, Editorial Desarrollo, Bogotá, 1979
estuvimos deliberando de dirigirnos para Orihueco a pie. Esta resolución la
tomamos porque oímos discursos de Mahecha y Castrillón en los que se decía
que el gobierno estaba podrido de raíces y que a la vista estaba el miedo que
tenía por la misma opresión en que vivía el obrero, que era el único, que
dignamente le haría saber de cuánto era capaz el comunismo en esta región y del
país entero y que por eso mismo se sentía tambaleante. Castrillón hablaba más o
menos lo mismo y agregaba que el comunismo que había traído de Rusia
triunfaría en Colombia…”43
Luis V. Gámez: “Llegando a Ciénaga como a las seis y media, los huelguistas
dueños y señores, impidieron que continuara la marcha el tren y fuimos sacados
de los carros de la manera más brusca y grosera por los huelguistas. Resolví
regresar a pie a Orihueca, pues no se encontraba vehículo debido a que todo
estaba paralizado por los huelguistas, esto en asocio con los señores Milagros
Duque, Emiliano Ballesteros, José María Fragoso y Pablo Salas, salimos a las diez
de la noche; en la finca La Palma fuimos hechos presos por una cuadrilla de más
de dos mil bandidos, que de la manera más infame y cobarde nos querían
asesinar después de estar amarrados, vejados y maltratados, en toda forma;
solo la Providencia de Dios y algunos amigos y entre ellos estaban Abel Rodríguez
que de la manera más enérgica protestaba ante la multitud de que se cometiera
tan salvaje crimen. Presos y amarrados fuimos obligados a seguir a Ciénaga
donde esta multitud se dirigía hechos unos leones y dispuestos a terminar con
todos los que no fueran amigos de ellos. En los playones de Agua Coco nos vimos
cara a cara con un grupo de cuatrocientos huelguistas más o menos entre los que
venía Mahecha, Castrillón, Russo, otros tantos; en este lugar Mahecha manifestó
a la turba que nos tenía presos, se volvieran a Riofrío donde darían el primer
combate, pues en Ciénaga habían matado sesenta camaradas y que debían
vengarlos a toda costa….”44
El Alcalde cede y Vengal es liberado y se dirige hacia Santa Marta con la comisión
pacifista.
Los informes que recibe el General Cortés son desalentadores. De Santa Marta recibe
información que:
De Aracataca el Capitán Fernández informa “en este momento siguen obreros armados
a esa población (Ciénaga), de Riofrío, Sevilla y otros lugares, objeto asaltar cuartel”. El
43
Milagros Duque, “Declaración de Indagatoria” Distrito Judicial de Santa Marta, Juzgado del Circuito de San
Juan de Córdoba. Cienaga. Radicado No. 184, folio 46
44
Luis V. Gámez, “Declaración de Indagatoria” Distrito Judicial de Santa Marta, Juzgado del Circuito de San
Juan de Córdoba. Cienaga. Radicado No. 184, folio 46
45
Ibíd.
movimiento de amotinados, armados de machetes, revólveres y escopetas ya se había
iniciado en toda la Zona con dirección a Ciénaga.46
46
Carlos Cortés Vargas, “Los Sucesos de las Bananeras”, Editorial Desarrollo, Bogotá, 1979
47
Julio Cuadros Caldas, “Comunismo Criollo y liberalismo autóctono”, 3ª. Edición, Vol. I, Editorial Marco A.
Gómez, Bogotá.
Un par de días después, Cortés pudo confirmar sus mayores temores, ¡los gringos iban
a desembarcar tropas! The New York Times del 7 de diciembre tenía un despacho que
afirmaba:
URGENTE 5 AM Diciembre 6
Anoche fue declarado el
Estado de Sitio en la Zona
Bananera y Provincia de
Santa Marta. Hubo
demostraciones contra el
gobierno, las cuales fueron
dispersadas por unas pocas
tropas. Los sentimientos en
contra del gobierno por parte
del proletariado y las tropas
es muy alto y está en duda
que podamos depender del
gobierno colombiano para
protección. Puedo
respetuosamente sugerir, que
mi solicitud para un buque de
guerra estadounidense,
colocado en las cercanías, sea
otorgada y que éste esté
pendiente de mi llamado y
que la estación inalámbrica de
la United Fruit utilice las
siglas UJ pues estamos sin
comunicación telegráfica y no
existe otro medio de
comunicación con Santa
Marta. Se ha admitido que el
carácter de la huelga ha
cambiado y que los disturbios
son una manifestación de
tendencia subversiva.
48
Jefferson Caffery estaba recién llegado y había sido nombrado Enviado Extraordinario y Ministro
Plenipotenciario el 28 de noviembre de 1928 por el Presidente Calvin Coolidge en reemplazo de Samuel H.
Piles.
Panamá en 1903) y los latinoamericanos en general (recordar México, Nicaragua,
Guatemala, Chile, República Dominicana, Cuba etc.), sabemos con
seguridad y por experiencia, que una nave de estas características, de esa bandera, y
en esos momentos históricos (la diplomacia de las cañoneras), no llegaba a nuestros
territorios con fines pacíficos.
General Carlos Cortés Vargas: “La soberanía nacional estaba amenazada, era
inminente el desembarco de tropas norteamericanas“. Y agrega que “los barcos
estaban como se dijo oportunamente, al pairo sobre nuestras costas y en dos o
tres horas, hubieran arribado al puerto y ocupado el puerto, la ciudad y la zona
bananera.”49
El Secretario de Gobierno, Lázaro Díaz Granados llegó por mar a Ciénaga a recoger su
familia en vista de lo inminente del peligro que amenazaba la ciudad, varias familias
aprovecharon la coyuntura y, no
sin grave riesgo para sus vidas,
fueron a Pueblo Viejo a tomar una
lancha. Los amotinados
persiguieron los automóviles, más
cuando llegaron a la playa ya la
embarcación había zarpado.
49
Gral. Carlos Cortés Vargas, entrevista publicada en el diario El Siglo de Bogotá el 30 de agosto de 1943
50
Gral. Carlos Cortés Vargas, “Los Sucesos de las Bananeras”, Editorial Desarrollo, Bogotá, 1979
Saquean e incendian otras casas, los despachos, los almacenes, los talleres, las
bodegas, los establos y los campamentos de la United Fruit. En total son 39 los
edificios demolidos. La mayoría de las líneas telegráficas y telefónicas de la región son
cortadas y varios trozos del ferrocarril son destruidos.
51
Diciembre 15 de 1928, Diario “La Prensa” de Barranquilla.
52
Según la declaración de Alberto Castrillón ante el Tribunal de Ciénaga, del 16 de enero de 1929 y según
declaraciones de otros testigos como Rafael Quintero, José Martín Campo, José Dolores Gómez, Marceliano
Rodríguez, José Gutiérrez y Milagros Duque ante el tribunal de Ciénaga, en diciembre de 1928 y enero de
1929
suerte corre el delegado sindical y negociador, Erasmo Coronel. 53 Tras diez horas, llega
el ejército al mando del Capitán Luna, el cual dejará en persecución de los huelguistas,
otros 29 muertos. El general Rengifo ordena al Cortés Vargas reagrupar sus tropas y
fuerzas de policía, con el fin de enviar contingentes mayores a los lugares más
amenazados. Estos impedirán otras matanzas, liberarán a civiles y soldados cercados o
apresados y retomarán el control de los trenes.
Después de saquear Ciénaga, Mahecha pensaba marchar sobre Santa Marta, un puerto
muy mal protegido. El gobierno nacional declara el estado de sitio en la zona bananera
y ordena a Cortés Vargas hacer cesar rápidamente los desordenes.
“La Masacre”
En los cuarteles solo quedaron las guardias, pues se requería de un número elevado de
tropas para no ser copados y desarmados por los manifestantes. Las tropas marcharon
hacia la estación del ferrocarril encabezadas por el general Cortés y el coronel Díaz.
La columna se formó en línea, los tambores tocaron bando por más de cinco minutos,
luego el capitán Julio Garavito leyó el Decreto Ejecutivo de declaratoria de Estado de
53
Testimonio de Salvador Fuentes, agente de Policía de Santa Marta
54
Testimonio de Milagros Duque, un productor de banano de Orihueca
Sitio y luego el decreto número uno de la Jefatura civil y militar; a renglón seguido,
advirtió a los amotinados que debían retirarse a sus hogares antes de tener que
proceder por la fuerza. Se dio orden para un toque de atención con la corneta.
Los manifestantes respondieron con nuevos gritos e insultos a los oficiales; pasados los
cinco minutos se dio un toque corto. La rechifla y los gritos redoblados ahogaron el
toque de clarín que anuncio el principio del plazo. Nadie se movió.
Capitán Julio Garavito: “Han pasado cinco minutos. Un minuto más y se hará
fuego.”
Al minuto otro nuevo toque; nadie se movió de su puesto. Se hizo un nuevo toque
pero el tumulto hacía mofa de las prevenciones.
Gritó una voz entre el tumulto “Le regalamos el minuto que falta”.
Se había cumplido el código penal. El tiempo apremia, los 3.000 hombres armados que
marchan sobre la población, están a minutos de llegar. El último toque rasga los aires,
la multitud parecía clavada en el suelo.
Los militares disparan. Una sola ráfaga. La multitud se derrumba como un solo
hombre. Todos se tiran al suelo.
En Aracataca hubo dos heridos y en Candelita hubo dos muertos. Los incendios y
saqueos azotaron Riofrio, Latal, Guajira, Orihueca, Florida, Ecuador, Gabriela,
Motagua, Casca y Miami.
Los dirigentes huyen. A Coronel, ya muerto, se le unen Guerrero, así como Bernardo
Castrillón. Luego de la huelga, el ejército le destruye a Mahecha su imprenta volante y
demás muebles; el líder fue sindicado como reo de alta traición y al ser perseguido por
las autoridades tuvo que huir por Aracataca, Fundación, Pivijay, Giraldo y Cartagena,
de donde partió clandestinamente a Panamá. De allí pasó a Venezuela, viajó luego a
México y en octubre con la autorización directa de José Stalin, se desplazó a Moscú,
donde vivió hasta fines de 1930, cuando decidió regresar a Colombia.
En la indagatoria que hizo Alberto Castrillón el día seis de enero de 1929, confesó
haber sido la persona que convenció a los huelguistas que el Ejército no dispararía
sobre ellos.
De los heridos, murieron en el hospital de Ciénaga, Octavio Sobrino y José Campo; los
demás salieron curados y fueron: Salvador Bornacely, Marcelino Rodríguez, Carlos
Cárdenas, Bienvenido Miramón, José Padilla, José Dolores Gómez, Jerónimo Churrio,
José del C. Pachecho, Nicolás Noriega, José Gutiérrez, Santiago Lobo y Copérnico.
Otros heridos no fueron hospitalizados por tener sus familias y fueron Esteban López,
José Cabana, N.N., alias Marayero, (peluquero), Antonio Bajo, Saúl Barros, Felipe
Carpintero, y N. Avendaño; de estos últimos no murió ninguno.
La Leyenda
El total de muertos fueron doce (nueve en la estación) y veinte heridos. Se ha escrito
que ultimaron a bayoneta o cuchillo a los heridos; que cientos de muertos fueron
enterrados en fosas comunes cavadas con antelación; que mil cadáveres se arrojaron
al mar por medio de un buque; que en una casa cercana a la estación del ferrocarril
sepultaron a doscientos más; que un ferrocarril llevó mil cuerpos hacia el mar; que el
ejército había hecho los destrozos; que habían más de 3000 muertos.
Con los hechos del seis de diciembre terminó la huelga. El General Cortés pese a todo
lo que se ha dicho y de todo lo que se le acusado, logró sofocar una gran amenaza
violenta en la zona bananera.
El parte oficial de Cortés ante el senado fue de 9 muertos en Ciénaga, cifra que hasta
hoy se debate. En su defensa arguyó su deber de preservar la autoridad en situación
de alteración del orden público y su firme conocimiento de la presencia de buques
estadounidenses en aguas colombianas cuya intención era desembarcar tropas con el
fin de defender los intereses de la United Fruit Company, lo cual fue confirmado por el
mismo Embajador Jeffrey Caffrey quien además aclaró, que la presencia de los buques
no era para desembarcar tropas, sino con el fin de evacuar ciudadanos
estadounidenses, si la evacuación fuera necesaria.
La prensa liberal, ante la imposibilidad de dar cifras exactas sobre los muertos, pues
las informaciones eran muy confusas, sí aclaró que las tropas habían abierto fuego
sobre trabajadores, mujeres y niños inermes, desarmados y pacíficos (otra falsedad,
por la hora, 1:30am, no habían mujeres ni niños en la estación).
El liberalismo cuyos nuevos representantes se
consideraban los adalides de trabajador, toman
el asunto en sus manos y se nombra a un joven
representante desconocido hasta entonces para
que efectúe la más exhaustiva investigación. El
joven, llamado Jorge Eliécer Gaitán Ayala recorre
la zona bananera y cargado con una
investigación impresionante, abre un debate en
el parlamento el 2, 3, 4, 5 y 6 de septiembre de
1929, época preelectoral, donde demuestra
tamaño injusticia cometida por el estado al
ordenar acribillar a por lo menos trescientas
personas (se desconocen las
fuentes de Gaitán para esta afirmación y nunca
las quiso o pudo dar); cómo los tentáculos
corruptos de la United Fruit Company manejaban
a su antojo todo el departamento del Magdalena;
que los trabajadores no habían cometido ningún
delito; y que los destrozos los había hecho el
ejército (esta última afirmación no merece
comentario).
Que sea el propio García Márquez quien diga de dónde sacó la cifra:
55
Francisco José Lloreda Mera, “El Beso de la muerte”, marzo 25 de 2007, diario El País, Cali.
vagón. Entonces decidí que fueran tres mil los muertos
porque era más o menos lo que entraba dentro de las
proporciones del libro que estaba escribiendo...".56
56
Ibíd.
57
Lucy Nieto de Samper, “Lo de Mockus y Peñalosa en Bogotá fue Maquillaje”, Entrevista a Mariano Ospina
Hernández, El Tiempo julio 13 de 2003.