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González de Cardedal, Olegario - Cristianismo y Mística
González de Cardedal, Olegario - Cristianismo y Mística
y mística
Olegario González de Cardedal
Editorial Tr o t t a
Cristianismo y mística
Cristianismo y mística
E D I T O R I A L T R O T T A
COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS
Serie Religión
Prólogo ................................................................................................. 9
Primera Parte
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Segunda Parte
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
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PRÓLOGO
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
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PRÓLOGO
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Primera Parte
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Cristianismo y mística
Cristianismo y mística
Capítulo 1
LA MÍSTICA COMO FORMA DE EXISTENCIA CRISTIANA
INTRODUCCIÓN
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
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LA MÍSTICA COMO FORMA DE EXISTENCIA CRISTIANA
minantes del sujeto humano) con los vicios correspondientes que son
comunes a todos los hombres, de aquellas que son propias de hombres
determinados. Las diferencia en virtudes teologales y cardinales; estas a
su vez las divide en intelectuales y morales. Luego distingue esas virtu-
des y la razón por la que se diferencian: las gracias dadas por Dios gra-
tuitamente a un alma (gratiae gratis datae), a las que de alguna manera
identifica con los que san Pablo llama carismas en 1 Cor 12, 4ss, que
cita; las correspondientes a las diversas formas permanentes de vida en
las que se desarrolla la fe: vida activa y vida contemplativa con la diversi-
dad de oficios y ministerios que desempeñan en la Iglesia.
Dentro de cada uno de estos órdenes hay que diferenciar, por ejem-
plo, las gracias dadas gratuitamente que pueden referirse al conocimien-
to, al lenguaje o a la acción. Así, las gracias gratis datae pueden ser de
tres órdenes según se refieran al conocimiento, a la palabra o a las obras.
Todas las gracias que Dios da en el orden del conocimiento, santo Tomás
las comprende bajo el nombre de «profecía».
La profecía, comprendida no como don permanente sino como una
cierta pasión o impresión transeúnte, se refiere no solo a los aconteci-
mientos determinantes de la vida de los hombres sino también a las rea-
lidades divinas (cf. ST II-II q. 171 a. 1-2). Como tal don, incluye conoci-
miento, capacidad de expresión (locución) y acreditación por milagros.
El objeto de la profecía abarca estos cuatro campos:
— en la medida en que Dios le manifiesta al profeta cosas que han
de ser creídas por todos y pertenecen a la fe;
— en cuanto se le manifiestan misterios más elevados que son pro-
pios de los perfectos y entonces pertenecen al orden de la sabiduría;
— en cuanto estas se refieren a las sustancias espirituales (ángeles,
demonios), por las cuales el hombre puede ser inducido al bien o al mal
y esto pertenece al discernimiento de los espíritus;
— finalmente se puede extender esta revelación a la dirección de
los actos humanos y entonces pertenece a la ciencia.
Dentro de la profecía, a la que dedica las cuestiones 171-178 de
la II-II, santo Tomás incluye el rapto en el éxtasis, ya que lo considera
como un grado de la profecía y le dedica la cuestión 175. De este modo,
santo Tomás sitúa la que en siglos posteriores se ha llamado experiencia
mística en el campo de la profecía como gracia manifestativa de Dios a un
hombre; para ser más exactos, dentro de una de las formas que la profe-
cía puede tomar, que es el rapto, con el conjunto de fenómenos somáti-
cos, psíquicos y pneumáticos que pueden acompañar la recepción de esa
gracia divina, la cual, según él tiene elementos cognoscitivos, volitivos
y afectivos. Profecía y rapto son las dos categorías clave. Los modelos y
textos bíblicos relativos a esta cuestión a los que todos los teólogos hacen
referencia son: Moisés (Ex 19, 9; 16–19; 20, 18-21; 33, 9-21: la reve-
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
lación del nombre y la zarza) y san Pablo (2 Cor 12, 1-10: visiones y
revelaciones).
En la misma línea, Kurt Ruh, el gran historiador de la mística en Oc-
cidente, establece esta noción de experiencia que él considera como la
raíz del hecho místico:
I. PERSPECTIVA HISTÓRICA
Las palabras tienen vida como las personas: nacen, crecen, llegan a su ma-
durez, enferman y algunas mueren. Sobre el camino de su vida unas veces
se acrecientan y enriquecen, se ensanchan y profundizan, otras en cambio
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LA MÍSTICA COMO FORMA DE EXISTENCIA CRISTIANA
Si un caminante a mediodía, cuando los rayos del sol caen ardientes sobre la
cabeza, llega a una fuente de aguas claras y cristalinas, ¿se sentará al lado del
agua, comenzará a filosofar sobre su naturaleza, a investigar de dónde, cómo
y por qué cauces ha llegado hasta allí? ¿O dejará todo esto de un lado y se
arrojará de bruces al agua, para poner sobre ella sus labios, saciar su sed, hu-
medecer su lengua, regalar descanso a su cansancio y agradecer a aquel que
le ha regalado esa gracia? Así, sé tú semejante a este sediento12.
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14. B. Pascal, Pensées, en Œuvres complètes, París, 1954, n.º 829, p. 1342 (Brunsch-
vicg, n.º 793).
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LA MÍSTICA COMO FORMA DE EXISTENCIA CRISTIANA
Para discernir la identidad de Jesús, está indicado situarle por relación a los
místicos, ya que estos representan de manera ejemplar al hombre que se apli-
ca a proseguir y vivir la experiencia religiosa. ¿Podemos llamar a Jesús místi-
co? Nuestras primeras impresiones sobre el hombre Jesús nos hacen inclinar-
nos a una respuesta afirmativa, si es que definimos al místico como aquel que
vive de continuo en presencia de Dios. Aparentemente nadie ha realizado de
forma tan perfecta la unión con Dios como Jesús. Todo le habla de Dios y él
mismo no habla más que de Dios y de su reino. Sin embargo, por poco infor-
mado que se esté sobre la psicología de los místicos, salta a la vista que Jesús
no pertenece verdaderamente a esta categoría de hombres religiosos.
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
17. Antes que Bergson había utilizado la expresión «Jesús místico» N. Söderblom
en sus Gifford Lectures (1931), publicadas con el título Der lebendige Gott im Zeugnis
der Religionsgeschichte, Múnich/Basilea, 1966. El libro consta de diez lecciones y el autor
tenía programadas otras diez que la muerte le impidió redactar. Entre ellas estaban las
siguientes: «La mística como religión universal», «¿Fue Cristo un místico?», «El reino de
Dios según el evangelio y la religión mística: dos tipos de la comunión con Dios». Está en la
línea del liberalismo teológico protestante ya explicitada por F. Heiler, que contrapone
la actitud profética a la línea católica, pero reclama con decisión la celebración litúrgica
y la dimensión mística. Cf. H. Gouhier, Bergson et le Christ des Évangiles, París, 1961. Den-
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LA MÍSTICA COMO FORMA DE EXISTENCIA CRISTIANA
tro de un contexto filosófico, con ciertos ribetes de panteísmo y en la cercanía del mito,
J. Görres define a Jesucristo como el «primer gran mystés [iniciado en los misterios]» y
«el modelo por excelencia del místico» (J. Görres, Christliche Mystik I, Ratisbona, 21842,
p. 168. Cf. G. Büke, Vom Mythos zur Mystik. J. Görres Lehre und die romantische Natur-
philosophie, Einsiedeln, 1958).
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19. Cf. O. González de Cardedal, «La soledad de Jesús»: Iglesia Viva 186 (1996),
pp. 537-553; Íd., «Soledad y compañía de Jesús»: Salmanticensis 45 (1998), pp. 55-103.
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que hablan los místicos son una expresión admirable y deseable del mis-
terio de Dios, pero no todo lo que es admirable es imitable ni todo lo que
otros vivieron podemos tomarlo como medida y meta de nuestra existen-
cia personal. Cada uno de nosotros tiene una estructura somática, psíqui-
ca y pneumática propia; cada uno tiene la medida de su fe, el carisma espe-
cífico y una vocación concreta en la Iglesia, que conlleva el tener que usar
unos medios y no otros, poner unos acentos y no otros, corresponder con
unas respuestas y no con otras. Todo eso hay que descubrirlo, constru-
yendo la unidad de nuestra existencia consagrada, sin introyectarle a esta
idea ideales que derivan de factores ambientales, culturales y sociológicos.
Estos deben ser atendidos y analizados pero nunca pueden ser el criterio
determinante de la vida cristiana ni de la propia vocación consagrada.
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LA MÍSTICA COMO FORMA DE EXISTENCIA CRISTIANA
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
La relación del hombre con Dios no tiene lugar por medio de una de
sus potencias como si fuera una idea, un objeto o una propuesta de fu-
turo, sino que implica al entero sujeto abriéndose a otro sujeto personal
como alguien que nos apela, nombra con el propio nombre y se entrega a
una relación de amor en reciprocidad. Tal es la relación del hombre con el
Dios de Abrahán y de nuestro Señor Jesucristo. Ese encuentro llevará con-
sigo la percepción de una presencia no verificable por los sentidos pero
no por ello menos real. De esa presencia le fluyen al creyente una con-
fianza, un atrevimiento, una entrega, un amor incondicional, un aban-
dono a la voluntad divina, una capacidad de servicio sin miras ni reti-
cencias, una abertura confiada al futuro y una renuncia a sí mismo que
resultan impensables si no se las comprende y reconoce como una acción
especial de Dios. A esta experiencia se la llamará «experiencia de gra-
cia», del Espíritu, de Dios. Y se hablará en ese sentido de una mística de
la vida diaria, de una mística de la cotidianidad. «Es la mística de cada
día, el buscar a Dios en todas las cosas»22. La expresión así entendida
es correcta, pero hay que distinguir esa «mística de cada día» de otros
hechos que tienen lugar en la vida de la Iglesia: 1) los carismas como
cualificación que Dios confiere a un alma para que pueda cumplir una
misión, tal como los define san Pablo en sus cartas y el Vaticano II los
ha situado en la Iglesia; 2) las gracias extraordinarias, tal como nos las
relatan los grandes espirituales en sus testimonios y autobiografías; 3)
la «gracia de estado» que recibimos cada uno para cumplir con nuestros
«deberes de estado».
Para que esa experiencia no se pierda en su indeterminación anóni-
ma y general, sin bordes y sin metas, sino que mantenga vivo su sentido
religioso y verdadero su contenido cristiano, para que se pueda percibir
realmente como dada por Dios y procedente de Dios y no del simple vivir
21. H. Urs von Balthasar, Gloria. Una estética teológica I. La percepción de la forma,
Encuentro, Madrid, 1985, p. 201.
22. K. Rahner, «La experiencia de la gracia», en Escritos de teología III, Taurus, Ma-
drid, 21969, pp. 103-107; Íd., La experiencia del Espíritu, Narcea, Madrid, 1977; Íd., Pa-
labras de Ignacio de Loyola a un jesuita de hoy, Sal Terrae, Santander, 1979.
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LA MÍSTICA COMO FORMA DE EXISTENCIA CRISTIANA
o del abismo sin nombre (como tales las perciben los no creyentes), quien
las vive tiene que pasarlas de la implicitud a la explicitud y alimentarlas
con las fuentes cristianas: la Biblia y la liturgia como perenne memoria
fundante de Cristo y como acción explicitadora de su gracia en lugar
y tiempo concretos. Solo así esas experiencias cotidianas, casi indiscer-
nibles por su indefinición objetiva, podrán ser arrancadas a la rutina e
incertidumbre que las acompañan y ser vividas como la autocomunica-
ción no de algún extraño poder sino del Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, de su santo Espíritu y, con ellos, de su misma vida trinitaria,
de la que ya nos hace partícipes en el mundo por medio de su Iglesia, ser-
vidora de lo que la funda y trasciende: el Dios encarnado y el hombre en
camino.
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LA MÍSTICA COMO FORMA DE EXISTENCIA CRISTIANA
Como los profetas que no surgieron más que durante un tiempo determi-
nado de la historia bíblica quizás ya no habrá en el futuro la emergencia
de grandes escrituras místicas. Históricamente situadas, las obras místicas
mantienen tanta actualidad como los textos de los profetas23.
23. A. Vergote, «Una mirada psicológica sobre la mística de Teresa de Ávila», en Ac-
tas del Congreso Internacional Teresiano, Salamanca, 1983, pp. 883-896, cita en p. 896.
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En la Iglesia existen los santos sin nombre ni aureolas, los grandes teólo-
gos, los grandes misioneros, los grandes forjadores de esperanza, los que
sirvieron a pobres y enfermos, los místicos que gozaron de una comu-
nicación tan intensa con Dios que determinó toda su vida personal, ha-
ciéndoles posible, más aún, necesaria, una palabra testimonial. Para san
Agustín y santa Teresa, todos los recuerdos son acciones de gracias. Cada
generación tiene que mantener ante su mirada esas realizaciones ejempla-
res del Evangelio, las que ella necesita llevar a cabo para ser fiel a la es-
peranza de Dios y a la gracia recibida en el tiempo oportuno. Todas esas
expresiones de santidad son admirables pero ninguna es repetible en su
materialidad. La verdadera libertad cristiana, frente a todo arcaísmo e
integrismo, tiene que asumir el Evangelio entero e intentar vivirlo en el
tiempo; un tiempo al que le sigue siendo inherente todo el misterio de
Dios, toda la palabra del Hijo, toda la fuerza del Espíritu Santo, toda la
misión de la Iglesia y todas las necesidades de los hombres.
La existencia cristiana está sostenida por dos pilares, uno divino y otro
humano: la llamada de Dios, su palabra en el tiempo, los profetas men-
sajeros, Cristo; y la respuesta del hombre en determinación de la vida en-
tera desde la llamada. La iniciativa divina es la revelación, la correspon-
dencia humana es la fe.
La acción del hombre viene en segundo lugar, si bien su estructura in-
telectiva, desiderativa y acogedora está pensada desde siempre por Dios
como la cualificación necesaria (naturaleza-ser) para oír su voz (gracia-
historia). Cada hombre está troquelado en su ser para poder cumplir su
vocación. En el fondo es siempre un anhelo anónimo, que se reconoce a
sí mismo como creado precisamente para esa revelación cuando la voz de
Dios resuena en el tiempo y la oye. Una vez que el hombre ha acogido esa
llamada de Dios, interiorizándola y dándole respuesta, surge una compe-
netración con ella que engendra una experiencia totalizadora, iluminado-
ra y transformadora de la vida, en la que Dios le aparece al hombre como
más interior a sí que él mismo, como siendo su más profundo centro.
La trascendencia de Dios es entonces percibida como cercanía abso-
luta, presencia inhabitadora, inmanencia al propio ser del hombre. Apa-
rece entonces una forma diferenciada de la vida cristiana. Mientras que
antes el binomio determinante era llamada-respuesta o fe-obediencia,
ahora prevalece la tríada presencia-experiencia-gozo. En el primer bino-
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25. J. Maritain, «Neuf leçons de philosophie morale», en OC IX, pp. 842-862; Íd.,
Quatre essais sur l’esprit dans sa condition charnelle, París, 1939: «L’expérience mystique
naturelle et le vide»; Íd., Distinguer pour unir ou les Degrés du savoir, París, 1963, pp. 489-
700 (Deuxième Partie: «Les degrés du savoir supra-rationnel. Expérience mystique et philo-
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LA MÍSTICA COMO FORMA DE EXISTENCIA CRISTIANA
«Búscame en ti», oye santa Teresa a Dios decirle, después de que previa-
mente había oído: «Búscate en mí». Trascendencia en la inmanencia (san
Agustín), inmanencia en la trascendencia (santo Tomás).
e) Dios transreligioso. Dios está presente en todas las realidades que
constituyen la creación: las del orden natural, las del orden intelectual,
las del orden espiritual y las del orden religioso. Nada ni nadie agota
a Dios: tampoco las religiones. Él está más allá de ellas, porque es tras-
cendente a todo. Pero es inmanente en la medida en que la religión es la
ejercitación mediante la cual el hombre se relativiza a sí mismo y reconoce
en Dios su centro, donde encuentra su ser, su sentido y su futuro. En este
aspecto las religiones son necesarias para la verdad del hombre y Dios no
puede ser transreligioso, como si se le pudiera encontrar sin relación,
sin religación, sin religión. Ello equivaldría a decir que se le puede en-
contrar sin instaurar relación personal con él, como se encuentra un
objeto, se llega a una idea o se tiene un proyecto. El hombre es relación
y es religioso cuando reconoce y realiza su relación absoluta con el Ab-
soluto. En ella llega a sí mismo porque su «ser sí mismo» más propio
está en Dios.
f) Dios transcristiano. Dios no comienza con el cristianismo ni Jesu-
cristo sustituye, desplaza o hace innecesario a Dios. El cristianismo es re-
ligión de revelación y de encarnación. En este sentido el cristianismo no
pretende acaparar la religión ni la revelación de Dios en el mundo. Dios
está más allá del cristianismo. Ahora bien, la confesión cristiana es que
ese Dios universal, creador, omnipresente, en quien existimos, nos mo-
vemos y somos, libremente se ha manifestado por los profetas y en los
últimos días se nos ha dado en su Hijo, que es resplandor de su esencia e
imagen de su sustancia. Este Hijo eterno se ha encarnado para revelar-
nos a Dios y alumbrar-redimir-santificar al hombre. En este sentido es
la suprema, definitiva e intrascendible palabra de Dios al mundo, des-
de la cual hay ya que entender todas las demás posibles palabras suyas;
sin anularlas ni reducirlas pero sí situándolas y discerniéndolas para su
integración o rechazo. Dios es cristiano en la medida en que Jesucristo
es aquel que está con Dios y en quien Dios está. En el cristianismo no
se trata, por tanto, de una decisión o creación exclusivamente huma-
nas sino de una respuesta a Dios tras reconocer los signos de su presen-
cia y de una obediencia a lo que interpretamos como signos de su libre y
amorosa decisión. Llegar al extremo límite de su comunicación creadora:
ser tiempo, carne, pasión y libertad humanas, esa dimensión personal,
encarnativa, solidaria y trasformadora del destino del hombre en reden-
ción, santificación y promesa escatológica: eso es la característica espe-
cífica del cristianismo.
g) Dios es amor pero no cualquier amor es Dios. Esta fórmula la en-
contramos dos veces en san Juan y es el título de la primera encíclica de
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dre. Quien, sin dejar de considerar a Dios creador y dueño, no trata con
él como se trata con un amigo, como un hijo trata a un padre, un indi-
gente a un rico y un débil a un poderoso, ese no es creyente. La historia
es ese abismal enigma de la omnipotencia de Dios entrando en jue-
go con la libertad del hombre y quedando a merced de ella. El hombre
puede conducir a Dios al dolor y al morir (Sterben), pero no al mal y a la
muerte (Tod). La relación específica del filósofo con Dios es la alaban-
za y la adoración, que se expresan en el himno. La relación específica del
creyente es el trato y el diálogo de amor, que incluyen la súplica. El
fundamento es que la historia no está predestinada ciegamente ni ce-
rrada definitivamente sino que sigue abierta a la colaboración, decisión
y acción tanto de Dios como del hombre. Los humanos estamos llama-
dos a colaborar con Dios, a codeterminar el dinamismo de la historia. Y
en esa vocación podemos ayudar al plan de Dios o podemos frustrarlo.
De los fariseos y maestros de la ley dice san Lucas: «Frustraron el desig-
nio de Dios para con ellos» (Lc 7, 30).
Ante esa apertura de la historia que Dios y el hombre tienen que lle-
var a su término en común, el hombre ora, se implica, ruega a Dios que se
incline y le ayude a ir en una dirección. Nunca para sobornarle ni hacerle
chantaje vil sino para ponerse ante él como compañero de alianza e im-
plicado en el mismo designio. «No es otra cosa oración mental, a mi pa-
recer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con
quien sabemos nos ama», define santa Teresa (Vida 8, 5). F. Heiler con-
cluye su obra clásica, ya citada, distinguiendo la actitud del filósofo ante
Dios (Anbetung, Andacht, Kontemplation, adoración, recogimiento, con-
templación) de la del hombre religioso (Gebet, beten, bitten, oración, re-
zar, rogar). La propia de este es la súplica: hablar, tratar, pedir, conver-
sar con Dios con el trato propio de las relaciones de amistad y de amor
entre sujetos personales. Por su parte, otro gran especialista, F. Méné-
goz, inicia su obra El problema de la oración (1925) con este exergo:
«De la actitud de la cristiandad ante la oración depende la suerte del
cristianismo en el mundo».
k) Dios es meta e ideal para el hombre pero no cualquier ideal es Dios.
El hombre vive abierto al futuro, tiene que marchar hacia él y la vida es
proyecto. Los hombres viven con dignidad cuando se realizan como ar-
queros disparando la flecha de su existencia al blanco. Esa meta fija la
luz de nuestros ojos, nos orienta hacia ella como fin y desde ella seleccio-
namos los medios que debemos utilizar en el camino para alcanzarla. Hay
muchas metas posibles para la vida humana. Últimas, penúltimas, próxi-
mas, inmediatas. Cada una de ellas tiene su peso propio y debe ocupar
su lugar debido. Dios es un quien por conquistar en la medida en que le
descubrimos como nuestro creador, fundamento y fin; en la medida en
que se nos ha revelado en la historia y, a la luz de esa revelación, hemos
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
27. Cf. S. Álvarez Turienzo, Regio media salutis. Imagen del hombre y su puesto en
la creación. San Agustín, Salamanca, 1988.
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LA MÍSTICA COMO FORMA DE EXISTENCIA CRISTIANA
perior. El estadio estético tiene que ser trascendido hacia el ético y este
hacia el religioso, que debe conformarse desde la clara luz de la palabra,
vida, muerte y resurrección de Jesucristo. No hay mística superior a esta
historia ni una doctrina que integre a esta solo como un peldaño hacia
otra mística superior. Moral, Evangelio y mística son inseparables en el
cristianismo. Ninguno de estos términos puede funcionar por sí solo con
independencia de los otros dos.
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Cristianismo y mística
Capítulo 2
EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
vol. 1: Jesu Wirken in seiner theologischen Bedeutung, Gotinga, 1975; vol. 2: Vielfalt und
Einheit des apostolischen Christuszeugnisses, Gotinga, 1976; F. Hahn, Theologie des Neuen
Testaments, vol. I: Die Vielfalt des Neuen Testaments. Theologiegeschichte des Urchristen-
tums; vol. II: Die Einheit des Neuen Testaments. Thematische Darstellung, Tubinga, 2002.
3. Ch. H. Dodd, La predicación apostólica y sus desarrollos, Fax, Madrid, 1974;
Íd., According to the Scriptures. The Substructure of the New Testament Theology, Lon-
dres, 1961.
4. O. González de Cardedal, Cristología, pp. 225-273.
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
5. Cf. J. Caba, Cristo ora al Padre, BAC, Madrid, 2006; I. de la Potterie, La prière
de Jésus, París, 1990; J. Ratzinger, Das Beten Jesu, Friburgo de Brisgovia, 2013.
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
Aquí surge una cuestión fundamental que los exégetas han discutido apa-
sionadamente en la primera mitad del siglo veinte: ¿Hay una mística en el
Nuevo Testamento? ¿Sería ella la prolongación del Antiguo Testamento,
como revelación de la palabra de Dios acogida en la obediencia y de su
acción en la historia? O por el contrario, ¿sería la perversión de esa reve-
lación de Dios mediante los profetas, salmistas y sabios, así como de la
correspondiente fe del hombre? Este es el típico problema donde las pa-
labras se convierten en la trampa en el camino hacia la verdad. Ellas, per-
maneciendo idénticas en su historia, se aplican a realidades bien distintas
y transferidas de un contexto de sentido a otro confunden cosas que son
distintas o separan cosas que están indisolublemente unidas entre sí. El
fenómeno de retroproyección de las palabras de un siglo a otro; de una
cultura a otra, de un universo de conciencia a otro, en nuestro caso del
siglo XXI a un libro nacido hace más de veinte siglos, como en parte es la
Biblia, lleva a errores mortales. La palabra «mística», nacida como sus-
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
6. Cf. Agustín, Confesiones 7, 10, 16. Véase Œuvres de Saint Augustin. Les Confes-
sions I, París, 1962, pp. 689-692.
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
sesivo del sujeto finito acosado por la indigencia se hablará del amor
del hombre, con el que, fruto de su conocimiento (amicitia), responde al
amor previo del Dios creador y redentor (agápe). El texto de un poeta
pagano que con aprobación cita Hch 17, 28 es un exponente de este tipo
de mística metafísica auténtica, centrada en torno al Ser.
b) Comprensión intelectual. Se trata de una unión del hombre con
Dios a la que aquel llega recorriendo un largo camino, hecho de abstrac-
ción de todo lo que le retiene o detiene en la marcha para elevarse a la
idea. Purificación permanente de los apetitos, que le llaman hacia lo natu-
ral y animal prehumano que nos constituye, así como de los deseos e ima-
ginaciones (las sirenas de Ulises) que unas veces nos quieren detener en
nuestra marcha hacia la patria eterna, arrastrándonos hacia abajo, y otras
nos incitan, por el contrario, a negar el cuerpo y la animalidad. Si en la
forma anterior prevalecía una comprensión y afirmación del ser como tal
en una relación de totalidad tendente al Absoluto y unida a él, aquí preva-
lece la inteligencia como dinamismo constituyente del hombre y raíz de su
libertad. Se trata por tanto de conocimiento, de visión y de comprensión.
El camino de ascesis, purificación y atención interior puede desembocar
en un conocimiento contemplativo de Dios análogo al que el hombre tie-
ne de su propio ser, que no es meramente conceptual y que deriva del
hecho de que en el hombre ser y espíritu se coimplican. La palabra decisi-
va es «teoría», «contemplación». Aquí no se habla de experiencias excep-
cionales ni de visiones o revelaciones, sino del ser del hombre imantado
por la Verdad, la Belleza y el Bien, que son todo uno en Dios. Los nom-
bres de Platón, Plotino, Pseudodionisio, san Agustín, Eckhart y Nicolás de
Cusa serían exponentes de esta mística del Logos, del Espíritu, del Abso-
luto de Verdad al que está destinado y al que tiende el hombre.
c) Comprensión personal (experiencial, vivencial, amorosa). En ella
no aparecen en primer plano la determinación ontológica ni la intelec-
tual sino la persona conformada por lo que son los afectos, los deseos,
las pasiones y las ilusiones concretas que toda existencia humana lleva
consigo y que en la relación con Dios se convierten en peldaños para
llegar hasta él o en rémoras que nos retienen en el mundo de los apetitos
carnales. Aquí el hombre es percibido primordialmente como voluntad, li-
bertad, afecto. Dios es correlativamente comprendido como el que llama,
elige, se convierte en compañero de camino, espera y sostiene al hombre
en una relación de amistad y compañía con él. Si la trascendencia de Dios
caracteriza las dos formas anteriores, en esta aparece en primer plano la
inmanencia de Dios al alma. El peligro es recaer en un antropomorfismo
por el que trasladamos a Dios lo que son determinaciones de nuestra vida,
hasta hacerle semejante a nosotros y ponerle a nuestro servicio. Dios no
solo lo es todo y no solo es el que como Bien-Verdad-Belleza nos atrae
en un horizonte lejano sino el que nos inhabita, ilumina, incendia y se
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Llegó hasta el éxtasis, estado en que el alma se siente o cree sentirse en pre-
sencia de Dios e iluminada con su luz; pero no franqueó esta última etapa,
que le hubiera permitido llegar al punto en que la contemplación se funde
con la acción y en que la voluntad humana se confunde con la divina8.
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
9. Ibid., p. 226.
10. Ibid., p. 228.
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Cada una de estas cuatro formas puede tener una realización autén-
tica y una realización perversa. En un sentido las cuatro son expresiones
de la realidad y de la realización diferenciadas del hombre, que, por ser de
naturaleza intelectiva y dilectiva, tiende a compartir la vida de Dios. Por
ser inteligente, está abierto a todo (anima quodammodo omnia de Aristó-
teles, el alma es en cierto sentido todo), incluido el propio Dios. Por ser
voluntad y corazón, anhela un amor que le afirme incondicionalmente y
le acoja más allá de su debilidad y pecado. Por ser espíritu encarnado, la
relación con Dios puede afectar al cuerpo en todos sus impulsos. Por ser
dinamismo que participa en la acción creadora de Dios, tiende a transferir
al mundo de la materia, de la sociedad y de las instituciones aquella vida,
conocimiento y experiencia que él ha recibido de Dios como gracia.
La tentación de la mística metafísica es la anulación de la diferencia
entre Dios y el hombre. La tentación de la mística intelectual es reducir
el hombre a conciencia, a pensamiento, sucumbiendo con ello a un ra-
cionalismo. La tentación de la mística personal es la reducción antropo-
lógica de Dios, lo que le hace caer en un vivencialismo carente de vigor
intelectual y de conexión con la complejidad que la vida humana lleva
consigo. La tentación de la mística activa es comprenderse como mero
efecto de un impulso (élan) que llega hasta sus últimas consecuencias
y expresar ese dinamismo como la manifestación suprema de la evolu-
ción creadora. ¿Quién no se ha sorprendido al leer las dos líneas con que
Bergson concluye la citada obra: «... la función esencial del universo,
que es una máquina de hacer dioses»11?
El cristianismo asume cada una de estas formas de mística y las juz-
ga a partir de su comprensión personal, histórica y trinitaria de Dios; a
partir de la relación de Dios con los hombres en la creación, revelación,
encarnación, redención y consumación prometida; y consiguientemen-
te a partir de la comprensión del hombre derivada de ellas como su ima-
gen, creatura y compañero de destino en una alianza que trasciende el
tiempo y la muerte. Toda mística es partícipe y solidaria de una pre-
comprensión fundamental del ser, del hombre, de la historia y de Dios,
que da las claves para otorgar o negar valor al resto de sus afirmaciones.
Cada una de estas tiene un valor parcial como miembros de un cuerpo
pero su sentido definitivo deriva del lugar que ocupan y de la función que
cumplen para la vida del organismo.
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cf. Kirchliche Dogmatik I, 2, pp. 324-356, que concluye con las siguientes líneas, que ven
la religión, el ateísmo y la mística como amenazas a la revelación divina: «La superación
de la religión, que significa un real y peligroso ataque a esta, se encuentra en otro libro, al
lado del cual los libros de mística y de ateísmo habría que caracterizarlos como realmente
inofensivos» (p. 356). Cf. H. Jaeger, «La mystique protestante et anglicane», en A. Ravier
(comp.), La mystique et les mystiques, París, 1965, pp. 257-408.
16. R. Bultmann, carta a von Soden de 1 del agosto de 1921. Cf. K. L. Schmidt,
«Eschatologie und Mystik im Urchristentum»: Zeitschrift fur neutestamentliche Wissen-
schaft 21 (1922), pp. 277-291.
17. R. Bultmann, Theologische Enzyklopädie, ed. de E. Jüngel y K. W. Müller, Tu-
binga, 1984. Para esta cuestión debatida entonces sobre la relación entre mística y esca-
tología (K. L. Schmidt), mística y revelación (F. Gogarten), cf. K. Hammann, Rudolf Bult-
mann. Eine Biographie, Tubinga, 2009, pp. 127-133 y 207-212.
18. R. Bultmann, «Mystik. IV. Im Neuen Testament», en 3RGG IV, Tubinga,
1960, 1243.
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
Luego sintetiza las grandes ideas derivadas de las que consideraba las
dos columnas de la revelación bíblica: la afirmación del Dios creador por
amor en libertad y el rechazo de todo dualismo metafísico. Dios es con-
templado no tanto en el orden del ser cuanto a la luz de su manifestación
en la historia desvelando sus designios para con el hombre. La mirada del
hombre está centrada en el hacer de Dios más que en su ser. El hombre,
antes que en su constitución cósmica, es visto como el llamado por Dios
e invitado al diálogo con él. El mundo es su patria propia aun cuando no
sea la definitiva. Por eso ningún método ascético ni ninguna especula-
ción o método que conduzca al éxtasis son lo exigido del hombre sino la
obediencia a Dios y el amor al prójimo. De esa relación con Dios (amor
en obediencia o pecado en desobediencia) depende su situación existen-
cial. La redención es la superación de ese pecado mediante la justifica-
ción y la integración del hombre en la vida que Dios le comunica por su
Hijo Jesucristo. Esta acción divina en Cristo es la definitiva, irreversible
y consumadora de Dios. La cristología es escatología.
La respuesta del mencionado exégeta católico, R. Schnackenburg,
por los años sesenta, es exactamente la misma:
19. R. Schnackenburg, «Mystik. II. In der Schrift», en 2LThK VII, Friburgo de Bris-
govia, 1962, p. 733.
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
20. Ibid., p. 734. El elemento personal, relacional, dialogal de la fe del fiel del Anti-
guo Testamento supera la alternativa entre oración profética y oración mística. «El fondo
de comunión con Dios hace del ‘anaw-anawin’ un místico, pero no porque se pierda en
Dios sino porque en él la estructura dialogal de la religión asume el grado de intimidad
que condiciona la fuerza de su receptividad y de su respuesta» (A. Gelin, El alma de Israel
en la Biblia, Andorra, 1959, p. 72).
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
las que están en conexión más cercana con el pensamiento griego. Dos
autores, A. Deissmann y W. Bousset, elaboran una teoría con la que ex-
plican ese tránsito de la pura religión judía y del sencillo mensaje de Je-
sús a lo que encontramos en Pablo. Este habría sido el fautor del tejido
entre esos dos universos, integrando la mística de los cultos paganos en
tierra cristiana22. De esta forma habría llevado a cabo la primera hele-
nización del cristianismo, que encontrará según ellos su segunda fase en
la teología de Ignacio de Antioquía y los demás autores del Asia Menor
y, finalmente, su tercera fase en la obra realizada por los concilios de
Nicea y Calcedonia, tal como la formula Harnack23.
Con el viejo monoteísmo judío y la nueva religión helenística Pablo
habría universalizado el mensaje cristiano, arrancándolo a su particula-
ridad local y cultural de origen. Tal es la respuesta de la Escuela de la
historia de las religiones: el culto es el lugar concreto donde se ha pasado
de la religión de Jesús a la mística de Cristo. La pregunta sigue abierta
cuando se pregunta si ese encuentro del Evangelio con los cultos mis-
téricos ha sido la causa de una creación de realidad atribuida a Cristo o
las referencias literarias no permiten hablar nada más que de contactos
superficiales. Los sacramentos cristianos ¿conectan con la memoria ce-
lebrativa de la muerte y resurrección de Cristo, actualizadas por el Espí-
ritu y la palabra del apóstol, o han sido creados de nuevo como remedo
imitativo de los cultos mistéricos? Ahora bien, para los exégetas ac-
tuales la «devoción» y la «adoración de Cristo» no son un fenómeno de
aparición tardía en el cristianismo primitivo sino temprano; no echan
sus raíces en la cuenca mediterránea donde tiene lugar la predicación de
Pablo sino en tierra palestinense. Larry W. Hurtado ha dedicado en los
últimos años su esfuerzo a desmontar los argumentos de W. Bousset y
establecer la tesis contraria a las afirmaciones de este, sosteniendo que
esa «devoción» y ese culto dado a Jesús se encuentran ya en los primeros
estratos de la tradición y surgen en tierra palestinense24.
2. Wikenhauser y Schweitzer
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Pablo exhorta a tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús (cf.
Flp 1, 6-11).
Recientemente D. Marguerat ha hecho el estudio de esos fenóme-
nos extáticos, que sin duda iban unidos a una experiencia inmediata de
la presencia y acción divinas en Pablo27. Comienzan con el vuelco a su
vida que le dio la presencia del Señor, haciéndole volver no solo del ca-
mino físico a Damasco sino desistir de su proyecto de vida. Lo esencial
de ese acontecimiento es la revelación que Dios le hizo de su Hijo, en la
que tienen lugar tres determinaciones de su existencia: la trasmutación
interior, el conocimiento de Jesús como Hijo de Dios-Mesías y la voca-
ción para anunciarlo a los gentiles (cf. Gal 1, 15-16). Conversión a la fe,
revelación de Jesucristo y misión apostólica constituyen las tres dimen-
siones de un mismo acontecimiento y, siendo coextensivas entre sí, son
ya inseparables. Este hecho constituye a la vez una cesura con su afir-
mación anterior ante Dios y ante los hombres por el cumplimiento fiel
de la ley. En el camino de Damasco muere la ley como morada vital de
su confianza y gloria ante Dios (kauchásthai). Dejará de gloriarse en el
cumplimiento de aquella para comenzar a gloriarse y vivir en Cristo Je-
sús como lugar personal en el que se habita y por quien se es habitado.
«Porque yo, por la misma ley he muerto a la ley a fin de vivir para Dios.
Yo estoy crucificado con Cristo; vivo yo pero no soy yo, es Cristo quien
vive en mí» (Gal 2, 19-20).
Junto a este acontecimiento constituyente de su nueva personalidad
en Cristo aparece en la vida de Pablo un conjunto de fenómenos extá-
ticos, comprendidos como manifestación del Espíritu de Dios y que en
alguna forma constituyen el equivalente para su predicación de los sig-
nos, portentos y potencias que acompañaron la predicación de Jesús, si
bien Pablo solo apela a ellos en situaciones límite, cuando le acosan sus
enemigos o es puesta en cuestión su legitimidad apostólica y su potencia
carismática. Como fenómenos carismáticos de Pablo se pueden señalar:
la glosolalia (cf. 1 Cor 14, 8), las curaciones (cf. 2 Cor 12, 12), «las visio-
nes y revelaciones del Señor» (cf. 2 Cor 12, 1). Entre la glosolalia describe
la «lengua de los ángeles», que él habla pero que debe ser sometida a dos
criterios: la inteligibilidad mediante traducción y el servicio a la comuni-
dad. «Doy gracias a Dios de que hablo en lenguas más que todos voso-
tros; pero en la Iglesia prefiero hablar diez palabras con sentido, para
instruir a otros, a decir diez mil palabras en lenguas» (1 Cor 14, 15.18-19).
En la carta escrita con más apasionamiento y con más trasfondo de
dolor ofrece san Pablo lo que A. Stolz ha considerado el primer texto
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30. Cf. W. Thüsing, Gott und Christus in der paulinischen Soteriologie I. Per Chris-
tum in Deum. Das Verhältnis der Christozentrik zur Theozentrik, Münster, 1986.
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
Esta vida en Cristo, bajo el impulso del Espíritu como guía, fuerza y trac-
ción, lleva consigo la reconfiguración radical de dos categorías humanas
fundamentales: la libertad y el conocimiento. Pablo está lejos de la ilu-
sión moderna de pensar al hombre libre para hacer el bien y libre frente
a las fascinaciones y atracciones que le llegan del exterior. El hombre es
psicológicamente libre y por ello está infinitamente alejado de la pie-
dra, del árbol y del animal, pero a la vez es esclavo de sus peores instintos,
ya que conociendo el bien no es capaz de hacerlo y sabiendo que Dios es
su creador y su fin no es capaz de alabarle como tal y de gozarse en su
existencia, sino que se eleva a sí mismo a absoluto de verdad y de bien (cf.
Rom 1, 18-31). La libertad es fruto de la redención de Cristo y de la acción
del Espíritu; es don y exigencia. El hombre redimido para la libertad sabe
que esta no es para su usufructo individual sino para el servicio al pró-
jimo y para la edificación de la comunidad. «Vosotros, hermanos, ha-
béis sido llamados a la libertad; pero cuidado con tomar la libertad por
pretexto para servir a la carne, antes servíos unos a otros por el amor»
(Gal 5, 12-13). El liberado por Cristo reconoce y agradece su liberación
convirtiéndose en servidor de sus hermanos. No actuar así significaría
desconocer la naturaleza del don recibido. «Ayudaos mutuamente a lle-
var vuestras cargas y así cumpliréis la ley de Cristo» (Gal 6, 2).
La primera transvaloración radical que Pablo ha operado es la de la
libertad; y la segunda, la del conocimiento (gnôsis). Su punto de partida
es la convicción de que quien se ha encontrado con Cristo ha llegado a un
conocimiento que solo en él se alcanza. El significado del término gnôsis
(conocer, conocimiento) está lejos de corresponder al término moder-
no «razón», saber racional, científico, instrumental. En Pablo abarca el
sentido complejo que arrastra desde el Antiguo Testamento como un sa-
ber, un poseer las técnicas de un oficio, un tener familiaridad con algo,
la relación sexual entre un hombre y una mujer, el conocer subsiguien-
te a la revelación de Dios; en una palabra, un conocimiento del orden
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
esa regio media salutis31. Pablo, frente a toda hipotética mística de co-
nocimiento dominador, establece el principio: lo decisivo no es que el
hombre conozca a Dios sino que Dios conozca al hombre. Y más allá
del conocimiento está el amor y solo llegando a él se conoce de verdad
a Dios: «Si alguno cree saber algo, aún no sabe lo que conviene saber;
pero el que ama a Dios, ese es conocido por él» (1 Cor 8, 2; 13, 12):
31. San Agustín, Confesiones VII, 7, 11. Cf. S. Álvarez Turienzo, Regio media salu-
tis. Imagen del hombre y su puesto en la creación según San Agustín, Universidad Pontifi-
cia de Salamanca, Salamanca, 1988.
32. J. Blank, «Zur christologischen Struktur paulinischer Mystik», en M. Schmidt
(comp.), Grundfragen christlicher Mystik, Stuttgart-Bad Cannstatt, 1987, pp. 1-5, cita en p. 2.
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
por esta, dador del Espíritu Santo (cf. Rom 4, 25). Por el bautismo él nos
integra a su persona y destino y por la eucaristía nos constituye miem-
bros de su cuerpo, la Iglesia, por medio de la cual comunica su plenitud
a la historia humana, que el Espíritu Santo conduce a su meta. Ningu-
na ascética ni gnosticismo ni psicología profunda pueden presentar ya
a Dios al margen de esta historia ni guiar al hombre hasta él sin estos
mediadores.
33. Cf. J. Dupont, Essais sur la christologie de Saint Jean, Brujas, 1951.
34. Cf. Ch. H. Dodd, Interpretación del cuarto evangelio, Cristiandad, Ma-
drid, 1978; Íd., La tradición histórica en el cuarto evangelio, Cristiandad, Madrid, 1978.
35. Ch. K. Barrett, El Evangelio según san Juan, Cristiandad, Madrid, 2003;
R. E. Brown, El Evangelio según san Juan I-II, Cristiandad, Madrid, 1979; R. Schnacken-
burg, El Evangelio según san Juan. Versión y comentario I-III, Herder, Barcelona, 1980.
36. Así una cuestión es la génesis de la propia autoconciencia de Jesús y otra el des-
cubrimiento e interpretación de ella por sus seguidores. Una cosa es seguir los pasos de
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
1. Cristología y escatología
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
2. La encarnación en el centro
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
37. Pablo y Juan siempre fueron considerados como los dos pilares de la teología
del Nuevo Testamento. En torno a ellos giraron tanto los grandes renacimientos como la
aparición de los grandes abismos en la conciencia de la Iglesia, desde Marción, los gnós-
ticos y Lutero hasta Bultmann. Prolongando y matizando el pensamiento de este último,
W. G. Kümmel cierra su Teología del Nuevo Testamento con este título: «Jesús-Pablo-Juan,
el corazón del Nuevo Testamento» (G. Kümmel, Theologie des Neuen Testaments nach sei-
nen Hauptzeugen, Gotinga, 1969, pp. 286-295). San Agustín notó la fascinación que los
platónicos sentían por el Logos en el Evangelio de san Juan. Pero él advirtió que no salva el
Logos eterno sino el Logos encarnado, que es «medicina de nuestras heridas» (cf. Confesio-
nes 3, 4, 8; 9, 13, 35; 10, 42, 67-69). Santa Teresa, en su capítulo clásico, rechaza la tenta-
ción equivalente en su medio espiritual: «[...] y cómo ha de ser el medio para la más subida
contemplación la Humanidad de Cristo» (Vida 22, título síntesis del capítulo).
38. Tomás de Kempis, La imitación de Cristo 3, 57.
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
está más allá de la esencia, más allá de toda comprensión, más allá de
todo nombre y de toda palabra, en el que el hombre puede sumergirse
como en vacío y silencio originarios, san Juan afirma que en el principio
era no el silencio sino la palabra, no el vacío sino la plenitud. Dios es el
que ha hablado en la historia, el que tiene nombre y rostro en Jesucris-
to. Este no enseña métodos iniciáticos, no propone experiencias pro-
pias de éxtasis o visiones excepcionales, en las cuales él hubiera visto a
Dios. El centro de este evangelio es el revelador, el que habla palabras
de Dios en el tiempo porque es la Palabra eterna en Dios y por eso puede
revelarle; es el Hijo y por eso nos puede ofrecer la libertad, que solo existe
cuando el hombre se encuentra en su origen, fundamento y fin, es decir,
en el amor creador del Padre. En san Juan tampoco hay alternativa entre
una mística teocéntrica y una mística cristocéntrica. Justamente la enjun-
dia de su testimonio es que el Hijo está en el Padre, que conocer al Hijo es
conocer al Padre, porque el Padre está en él, y que quienes reciben al Hijo
comparten vida con él en el Padre y en el Espíritu. Esa es la vida eterna y
para que participemos de ella los mortales se ha encarnado el Verbo, que
estaba en el seno del Padre, a fin de que, viendo su gloria y plenos de su
plenitud, seamos libres en el mundo y tengamos esperanza.
Si existe una clara diferencia entre el Padre y Cristo, existe asimismo, sin
embargo, una clara continuidad entre ellos: la acción del uno va unida
a la del otro. La actitud del hombre ante Cristo es acogida por el Padre
como realizada para con él. Las palabras de Jesús reclaman autoridad di-
vina, son apoyadas por la autoridad del Padre y, cuando son observadas,
llevan consigo la presencia y manifestación interior de Cristo. En ningún
otro lugar del Nuevo Testamento existe esa trabazón tan realista entre
la guarda de los mandamientos, el amor a Cristo y su manifestación al
creyente, hasta el punto de que podríamos hablar de la identificación
entre moral y mística. «El que recibe mis preceptos y los guarda, ese es
el que me ama; el que me ama a mí será amado de mi Padre y yo le amaré
y me manifestaré a él» (14, 21). Manifestación de Cristo que es insepa-
rable ya de la manifestación del Padre, porque su acción es inseparable,
y la de uno arrastra la del otro.
En este contexto aparece una afirmación que tendrá una honda reper-
cusión en la experiencia cristiana: el tema de la inhabitación divina, que
implica la concentración de toda la realidad esencial del cristianismo en
el presente y en cada sujeto. Los hechos históricos originadores pueden
quedar lejos en el tiempo y en el espacio pero la realidad originada se hace
presencia, morada y acción permanente en cada hombre. El realismo de
la acción en obediencia a los preceptos de Cristo, nacida del amor y en el
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
39. Estas afirmaciones joánicas sobre el Paráclito han sido decisivas en la historia de la
doctrina (Trinidad) y de la espiritualidad (experiencia mística). Cf. R. E. Brown, El Evan-
gelio, cit., pp. 1520-1530 («El Paráclito»); R. Schnackenburg, El Evangelio, cit., pp. 177-
251 («El Paráclito y las sentencias sobre él»). En pneumatología no han recibido todavía la
atención suficiente. Hay dos aportaciones mayores: una de K. Barth, quien le dedica el pá-
rrafo 16 de su Dogmática de la Iglesia con estos epígrafes: 1. el Espíritu Santo y la realidad
subjetiva de la revelación; 2. el Espíritu Santo y la posibilidad subjetiva de la revelación. Y
formula así su tesis: «La revelación de Dios se realiza y consiste, según la Sagrada Escri-
tura, en que el Espíritu Santo de Dios nos ilumina para el conocimiento de su palabra. El
don de su santo Espíritu derramado es la revelación. En la realidad de este acontecimiento
consiste nuestra libertad, la de ser hijos de Dios y de conocerle en su revelación, de amar-
le y de alabarle». El otro autor que ha hecho una aportación mayor a la pneumatología es
Y. Congar, El Espíritu Santo, Herder, Barcelona, 1998. Carecemos, no obstante, de una
pneumatología sistemática y de una historia que haya analizado la presencia y la percepción
explícitas de la acción del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y de las almas.
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
40. Cf. G. Emery, La teología trinitaria de santo Tomás de Aquino, Salamanca, 2008.
41. K. Rahner, «El Dios trino como principio y fundamento trascendente de la histo-
ria de la salvación», en J. Feiner y M. Löhrer (comps.), Mysterium Salutis, II/1, pp. 360-449.
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
42. Estos textos de san Juan, junto con Flp 2, 6-11, han sido el punto de partida
para la cristología de los filósofos en la era moderna, cuyas huellas ha indagado minuciosa-
mente X. Tilliette. Cf. O. González de Cardedal, Cristología, pp. 321-352 («La cristología
en la era moderna y contemporánea»); E. Bonete, Los filósofos modernos ante Cristo, Tec-
nos, Madrid, 2015.
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
vez que guiados por fuera, los discípulos son vivificados por dentro, como
los sarmientos reciben la savia unidos al tronco de la vid (cf. 15, 1-8). Aun
cuando san Juan nunca habla explícitamente de «Iglesia», sin embargo la
presupone. Lo mismo ocurre con los sacramentos: el bautismo y la eu-
caristía. El nacer de arriba y del Espíritu, el Jesús que bautiza en el Espí-
ritu Santo y fuego son afirmaciones indirectas de la realidad bautismal
(cf. 1, 32-33; 3, 3-5). Y lo mismo ocurre con la eucaristía en el relato
de la multiplicación de los panes y en el discurso sobre el pan de la vida
(cf. caps. 6 y 15). Es bien aleccionador de lo que pueden ser dos formas
protestantes de exégesis: Bultmann ofrece una lectura puramente espi-
ritual de estos textos, mientras que Cullmann ve múltiples símbolos y
permanentes alusiones sacramentales43. La parábola del pastor y su re-
baño, por un lado, y la de la viña, por otro, ofrecen las dos laderas de la
Iglesia: la exterior y la interior, su presencia entre los hombres y su co-
munión con Cristo. Los apóstoles son aquellos a quienes el Paráclito en-
vía para que mantengan fiel la memoria de las palabras de Cristo, las tra-
duzcan en testimonio y las acrediten cuando tengan que defender a Cristo
ante los tribunales de la razón, de la justicia o de la esperanza. La Iglesia,
con los apóstoles, que anuncian externamente la palabra de Jesús, y con
el Espíritu Santo, que la ilumina e interpreta por dentro, constituye el
continuum con Jesús, de forma que cada hombre puede ser contempo-
ráneo con Cristo y encontrarse respecto de él en la misma situación en
que se encontraron quienes fueron sus contemporáneos.
IV. FINAL
43. Cf. Ch. K. Barrett, El Evangelio según san Juan, cit., pp. 131-136 («Sacramen-
tos»); pp. 136-139 («Misticismo»).
44. M. Lutero, prólogo a la edición de sus Obras completas en latín (1545), en Íd.,
Obras, ed. de T. Egido, Sígueme, Salamanca, 2001, pp. 364-371.
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
45. Cf. J. Maréchal, Étude sur la psychologie des mystiques I, Lovaina, 1938, 124. Y
por su brevedad y belleza, las páginas de A.-J. Festugière, L’enfant d’Agrigente, París, 1950,
especialmente pp. 110-126 («El sabio y el santo»); pp. 127-133 («Mística pagana y cari-
dad»); pp. 134-148 («Ascesis y contemplación»).
46. Cf. J. L. Astigarraga y otros, Concordancias de los escritos de san Juan de la
Cruz, Roma, 1990 (Textos bíblicos, Antiguo Testamento: pp. 2019-2051; Nuevo Testa-
mento: pp. 2053-2070).
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EL NUEVO TESTAMENTO Y LA MÍSTICA
47. Casi todas las teologías del Antiguo Testamento, escritas en su mayoría por pro-
testantes (Köhler, Westermann, von Rad, Kaiser, Preuss, Brueggemann...), ponen de relieve
la originalidad del Antiguo Testamento bajo títulos como estos: fe e historia, fe y trascen-
dencia, las exigencias éticas de la fe monoteísta, la promesa y la justicia, profetismo y santi-
dad de Yahvé, primacía de la ética sobre el culto. Rara vez se acercan a lo que con términos
modernos se ha llamado primero piedad y luego espiritualidad del hombre veterotestamen-
tario; y cuando lo hacen, es en relación con los salmos o con algunos textos proféticos de
carácter biográfico confesional, como es el caso de Jeremías y Oseas. Sin embargo, frente a
una interpretación puramente ética o existencial escribe W. Eichrodt, Teología del Antiguo
Testamento I, Cristiandad, Madrid, 1975, pp. 20-21: «Si de lo que se trata en el Anti-
guo Testamento es del encuentro de Dios con el hombre dentro de la situación histórica de
este (un encuentro por el que un pueblo es llamado a la vida), entonces el punto central
de su mensaje debe consistir en esa concreta relación de comunión por la que este sale de su
secreto y se da a conocer [...]. Si nos fijamos en el pueblo elegido de ambos testamentos y en
su vocación a una comunión de vida con Dios, desembocamos en un realismo histórico que
escapa con holgura a las estrecheces de la analogía de una interpretación existencial».
48. R. Bultmann, «Mystik. IV. Im Neuen Testament», p. 1246. Esta actitud negati-
va de la teología protestante hacia la mística, como peligro radical para una fe bíblica que
acentúa la trascendencia de Dios y con ella la distancia infinita que le separa del hombre,
ha perdurado hasta nuestros días. Así a propósito de Pablo y de Juan: A. Richardson, An
Introduction to the Theology of the New Testament, Londres, 1958, p. 250; H. Conzel-
mann, Grundriss der Theologie des Neuen Testaments, Múnich, 1968, p. 232, y E. Lohse,
Teología del Nuevo Testamento, Cristiandad, Madrid, 1978, p. 154: «Pablo no es un mís-
tico, pues Cristo es para Él el Kyrios, el cual se contrapone a los fieles y se distingue siem-
pre de ellos, de modo que no puede llegarse a una unión mística del yo y del tú»; p. 226:
«Es verdad que estas expresiones de san Juan parecen tener resonancias místicas; pero
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Para Pablo «ser en Cristo» significa que el creyente participa en el reino me-
siánico inaugurado por el sufrimiento y el triunfo que tienen lugar en la muer-
te y resurrección de Jesús. El misticismo de Pablo reside en un Cristo que es
ante todo el redentor escatológico que está en los límites de este mundo y del
mundo futuro. El Cristo de Juan se podría describir, más bien, como el que
es, en sí mismo, el único verdadero místico49.
no designan una relación mística sino la pertenencia de los fieles a Cristo». En cambio
la actitud más positiva, recogiendo los indicios de lo que posteriormente será designado
como mística, perdura en los exégetas católicos. Cf. R. Schnackenburg, Neutestamentli-
che Theologie, Múnich, 1963, p. 123 («Mystik und Ethik»); J. Gnilka, Teología del Nuevo
Testamento, Madrid, 1998.
49. Ch. K. Barrett, El Evangelio según san Juan, cit., p. 139.
50. J. Huby, Mystiques paulinienne et johannique, París, 1946, pp. 8-9.
94
Capítulo 3
LA MÍSTICA EN LA HISTORIA MODERNA DE OCCIDENTE
Hoy todavía estamos viviendo de los logros y malogros del siglo XX. En
él tuvieron lugar el redescubrimiento y la recuperación de ese fenómeno
característico de la vida cristiana en Occidente designado con el término
«mística». Los centenarios de santa Teresa de Jesús y de san Juan de
la Cruz, junto con la vida y la muerte de santa Teresa de Lisieux, se-
guida de un fulgurante eco popular de su figura, fueron algunos de los
95
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
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LA MÍSTICA EN LA HISTORIA MODERNA DE OCCIDENTE
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Todo el sentido del libro podría resumirse en estas palabras: «Todo lo que en
absoluto se puede decir, puede decirse con claridad y de lo que no se puede
hablar, sobre ello debemos guardar silencio». El libro quiere, por tanto, tra-
zar un límite al pensamiento o, más bien, no al pensamiento sino a la expre-
sión del pensamiento. Pues para trazar un límite al pensamiento, tendríamos
que poder pensar ambos lados de este límite (deberíamos poder pensar lo que
no se puede pensar).
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texto iba a ser entregado a Russell y juzgado por él, cuya actitud irreli-
giosa era pública en Oxford y Cambridge. Nombrando a Dios, ¿para qué
iba a crearse con aquel dificultades innecesarias en un problema de ló-
gica y matemáticas donde nombrar a Dios no era necesario? ¡Y de Russell
dependía todo el futuro universitario de Wittgenstein! A lo largo de todos
los años estuvieron vivas al mismo tiempo la admiración y la distancia
mutuas. Wittgenstein rechazaba a Russell por su ligereza respecto de la
religión y su animadversión al cristianismo, mientras que Russell recha-
zaba a Wittgenstein por su real o atribuida orientación homosexual.
Aquí se sitúa también esa otra frase suya, cuyo sentido encontramos
ya en Bach, quien firmaba sus obras: «Zu Ehre Gottes und zur Freude
meiner Mitmenschen» [Para gloria de Dios y alegría de mis (hermanos)
los hombres]. Wittgenstein en una conversación con M. O. Drury dice:
«Para la mayor gloria de Dios y que mi prójimo pueda beneficiarse de
esta obra. Eso es lo que me hubiera gustado decir acerca de mi trabajo».
Esta expresión de Wittgenstein nos da pie para ofrecer una preci-
sión terminológica. Él distingue claramente lo que es el pensamiento,
por un lado, y la expresión del pensamiento, por otro. En nuestro caso
se trataría de distinguir los distintos niveles de la realidad a los que nos
estamos refiriendo. Y lo haremos partiendo de un texto donde santa
Teresa reasume una afirmación de la tradición espiritual anterior, dis-
tinguiendo tres planos o fases: «Una merced es dar el Señor la merced y
otra es entender qué merced es y qué gracia; otra es saber decirla y dar a
entender cómo es» (Vida 17, 5). Posteriormente añade: «Y era el traba-
jo, que yo no sabía ni poco ni mucho decir todo lo que era mi oración;
porque esta merced de saber entender qué es, y saberlo decir, ha poco
me la dio Dios» (Vida 23, 11).
3. Precisiones terminológicas
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la Iglesia en orden a que esta emita juicio sobre sus experiencias espiri-
tuales o para que sirvan de ayuda a otros en su vida cristiana.
c) Mistología: aquí se trata de la exposición no ya solo narrativa o
testimonial sino sistemática de esas experiencias, articulándolas en un sis-
tema teológico determinante de la fe eclesial y normativa. Esta exposición
la pueden hacer los mismos agraciados con la experiencia y hablar en ter-
cera persona o incluso la pueden llevar a cabo otros que no han tenido esa
experiencia, basándose en el testimonio de los anteriores.
d) Mistagogía: la iniciación de los demás a dichas experiencias por
parte de quienes ya las han hecho personalmente y tal como las han prac-
ticado los grandes guías espirituales.
Podríamos sintetizar lo anterior en las cuatro palabras equivalentes
diciendo que mística es experiencia, mistografía es testimonio, mistología
es sistema y mistagogía es método. Con ello tenemos criterios para dife-
renciar a los místicos unas veces como protagonistas con su vida, otras
con el testimonio escrito y otras con el magisterio. En santa Teresa tene-
mos el caso máximo de quien ha tenido la experiencia, es capaz de darse
razón de ella a sí misma y la ofrece como camino de perfección a sus hijas.
San Juan de la Cruz es una expresión perfecta porque, junto a la expe-
riencia personal y a la expresión testimonial en poesía, ha sido capaz de
articular las dos en relación a lo que era el sistema expresivo de la teolo-
gía en aquel momento, sin que podamos decir que los tres círculos sean
coextensivos. Sin duda hubo mucho en su experiencia que no pasó a sus
poemas, y hay mucho en sus poemas que no ha pasado a sus comenta-
rios. Sin embargo, no podemos sucumbir a lo que ha sido moda en los
últimos decenios: separar poesía y prosa, como si esta no tuviera nada
que ver con aquella y aquella fuera inteligible solo en su formalidad li-
teraria, sin referencia al contenido teológico que para Juan de la Cruz
era su fe positiva y su inserción en esa forma concreta de Iglesia que es
la vida carmelitana.
Entre experiencia y expresión media un abismo. La realidad que fun-
da a aquella es el Absoluto, que se manifiesta trascendiendo las potencias
y por supuesto los sentidos, afectando a la sustancia misma del alma allí
donde ella se abre a lo eterno y se trasciende a sí misma. Es el aeternum
internum del que habló san Agustín. ¿Cómo traspasar toda esa realidad
a este mundo nuestro, que es finitud, temporalidad y oscuridad? ¿Hay pa-
labras propias para decir esa experiencia? Y si no las hay, ¿qué otras son
las más apropiadas? En la Biblia encontramos los grandes exponentes
de ese encuentro con Dios, que le han visto por la espalda y cara a cara,
que han sido destinatarios de teofanías, visiones y revelaciones, desde
Moisés, Elías e Isaías a Pablo, Esteban y el mismo Jesús en otro orden.
Pero en la Biblia, junto a los relatos de los hechos y los testimonios de
quienes fueron sus agraciados, no tenemos un conjunto de categorías que
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11. Cf. A. Louth, The Origins of Christian Mystical Tradition, Oxford, 1981.
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Todos los errores del misticismo parten de la afirmación según la cual la mís-
tica es una forma totalmente separada y plenamente autónoma de la expe-
riencia humana.
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Un místico puro, un ser cuyos movimientos no fueran nada más que mís-
ticos no ha existido nunca. Por ello conviene recordar enérgicamente que
la devoción no es el éxtasis y distinguir el elemento nuevo, sui generis que el
éxtasis añade a la devoción. Conviene recordar también que estos dos esta-
dos se enriquecen el uno al otro, se compenetran y concurren al desarrollo
armonioso de una sola y misma santidad. Este elemento nuevo, que es la
experiencia mística, no debemos considerarlo como dotado de una vida in-
dependiente, parasitaria, ni verlo presente en el organismo moral del mís-
tico como una bala incrustada en sus carnes, ni tampoco compararlo al río
fabuloso que conservaba sus aguas dulces indefinidamente13.
13. H. Brémond, Histoire littéraire du sentiment religieux en France depuis la fin des
guerres de religion jusqu’à nos jours II, París, 1916, pp. 603-604.
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mística. La frase de Malraux: «El siglo XXI será religioso o no será», con
la cual solo quería decir que este siglo, si no redescubría la religiosidad,
no tendría novedad ninguna respecto del anterior, fue completada con la
frase de Rahner repetida hasta la saciedad y trivializada hasta la náusea:
«El cristiano del futuro o será un ‘místico’, es decir, una persona que ha
experimentado algo, o no será cristiano»14.
Con ella Rahner, siguiendo en esto a R. Guardini, quería indicar
que la fe debe superar una reducción intelectualista y la falta de conte-
nidos afectivos y de sentimiento que ha padecido desde la Ilustración,
que debe llevar consigo una carga de experiencia personal y comunita-
ria, de elementos de carnalidad histórica, para lo cual ha hablado repeti-
das veces de la indeclinable mistagogía y de la necesidad de no quedarse
solo en la adhesión racional al misterio, en el mero atenimiento jurídico
a la Iglesia, en la simple aceptación de verdades por creer o de manda-
mientos que cumplir. El corazón y los sentidos deben encontrar su lugar
y compartir protagonismo en la vida de fe15. La frase de Rahner ha tenido
los efectos beneficiosos de abrir a los cristianos a una ejercitación de la
fe que incluya como esencial esa dimensión de experiencia, pero a la vez
ha tenido los efectos deletéreos de considerar experiencia mística cual-
quier forma de vivencia psicológica, de comprender cualquier voluntad
de trascendencia como actitud mística, cualquier intuición metafísica,
ética o estética del Absoluto como acto místico, equivalente de la expe-
riencia tal como la proponen los grandes maestros cristianos.
Ante tal situación histórica de sustantivación ilegítima, por un lado,
y de trivialización generalizada, por otro, nos vemos compelidos a situar-
nos en los comienzos del pensar, en el origen de las palabras y en el arran-
que de la tradición en la que encontramos ese tejido de experiencias
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
El adjetivo mystikós deriva del verbo griego mýeo, que quiere decir «ce-
rrar» o «unir», referido en especial a los ojos y a los labios. Histórica-
mente significa: lo relativo a los misterios, lo conexo con los misterios y,
como derivación, lo oscuro, oculto, misterioso. Lo contrario de mystikós
es phanerós, manifiesto, abierto, patente. Esta palabra en su origen no
tiene una significación religiosa sino que designa algo general, no acce-
sible a quienes no pertenecen a un grupo o no han sido introducidos en
él. En este sentido puede aplicarse a la tradición de una filosofía; así las
doctrinas de Pitágoras y de Demócrito son designadas por Proclo como
«místicas». Pero el adjetivo derivado también del verbo myéo - myeisthai
puede incluir otro sentido que es el que prevalecerá: iniciar en los miste-
rios, enseñar, instruir, estar preparado. Encontramos una única cita en el
Nuevo Testamento que contenga la palabra o la raíz, en un contexto bien
distinto: «A todo y en todo estoy avezado (memýemai: estoy preparado,
iniciado); sé pasar necesidad y sé vivir en abundancia» (Flp 4, 12). En el
griego profano la palabra no ha tenido el sentido de doctrina y expe-
riencia, por la sencilla razón de que estas no existían. Ha designado más
bien los ritos. De ahí que autores como Tucídides llamen tà mystiká a las
ceremonias de los misterios y Estrabón aplique el calificativo de místicos
a los iniciados: oì mystikói.
Los filósofos y poetas eran libres de conferir un sentido a algo que por
sí mismo no iba más allá de la realización estricta de un ritual, que estaba
prohibido revelar y cuya revelación era castigada con la muerte. Con ello
estamos respondiendo a la afirmación repetida desde la pasión compa-
rativista del siglo XIX sobre la relación entre misterios paganos y misterios
cristianos. En estos, como veremos, la historia, la lectura y el sentido pre-
ceden a los ritos, mientras que de aquellos están totalmente ausentes. Esto
no significa que no hubiera una transferencia de ciertos símbolos o pala-
bras que pertenecían a la percepción histórica de la existencia en aquel
tiempo y a las formas generales de comunidad y de acción religiosas16.
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Frente a los ritos de los misterios helenísticos, que había que mantener
en secreto, los misterios cristianos han sido revelados a sus santos após-
toles y profetas para que los notifiquen a todas las naciones. No solo no
se trata de propalar unos ritos que deben ser mantenidos ocultos como
tales ceremonias sino, todo lo contrario, de predicar un evangelio como
oferta de salvación a todos los hombres. Esta se hace real en cada uno por
los dos acontecimientos de identificación con Cristo: por el bautismo, asi-
milándose a su muerte y resurrección, y por la eucaristía, anexionándo-
se a él como cabeza y a los demás creyentes como a sus miembros. Ig-
nacio de Antioquía utiliza el término en plural (ta mysteria) ya con un
sentido cercano al posterior de los artículos o dogmas de fe a la vez que
referido a la celebración litúrgica y a los servicios eclesiales18.
El kérigma apostólico es el pregón, la proclamación de esos desig-
nios de Dios realizados en Cristo. El hecho histórico de Jesús revelador
del Padre, comprendido como inserción del Hijo eterno en nuestra his-
toria, con su significación soteriológica y escatológica, es el fundamento
constituyente del misterio cristiano, que lo aleja así de los ritos misté-
ricos y de los principios filosóficos que no comparten esa comprensión
de Dios, de la historia, de la inserción crística del Eterno en el mundo,
del hombre creado a imagen de Dios y, así, ontológicamente preparado
para reconocerle encarnado en Cristo y para asemejarse a él.
En la era patrística la mística fue siempre unida al Misterio. En ella
encontramos el adjetivo en tres contextos diferentes. En primer lugar re-
ferido a la interpretación de las Sagradas Escrituras. La escuela de Alejan-
dría, comenzando con Clemente y Orígenes, designó con esta palabra la
interpretación del Antiguo Testamento que, desvelando su sentido pro-
fundo, lo descubría orientado hacia Cristo. Por ello «místico» resultaba
ser el sentido substante al sentido histórico inmediatamente perceptible,
que solo se desentrañaba desde el final; sentido al que otras veces se le
llamará alegórico, pleno, espiritual. Cristo en el Antiguo Testamento: esa
era la preocupación de este tipo de exégesis, contrapuesta o conjugada
con la exégesis histórica. Y así se hablará de «sentido místico», de exé-
gesis mística y de escrituras místicas.
18. «Y quedó oculta al príncipe de este mundo la virginidad de María y el parto de ella,
del mismo modo que la muerte del Señor: tres misterios sonoros que se cumplieron en el
misterio de Dios» (A los Efesios 19, 1). «Es también preciso que los diáconos, ministros que
son de los misterios de Jesucristo [...] porque no son servidores de comidas y bebidas sino
servidores de la Iglesia de Dios» (A los Tralianos 2, 3).
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El punto clave de este uso de los términos «místico» y «mística» para ex-
presar una experiencia espiritual lo encontramos en el Pseudodionisio.
En su Tratado sobre los nombres divinos habla de los dogmas cristianos
que hemos recibido «místicamente» y, refiriéndose sobre todo a su maes-
tro Hieroteo, dice que sus saberes los posee bien porque los ha recibido
de los santos teólogos (o sea, los autores del Nuevo Testamento), bien
porque los ha adquirido meditando sobre sus palabras, bien porque los
ha recibido por una cierta inspiración en la que se aprenden las realida-
des divinas y además se las padece-experimenta [ou mónon mathòn allà
kaì pathòn tà theîa]21. En otro opúsculo, quizá el más breve e influyen-
te de la historia de la teología, titulado La teología mística nos ofrece
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22. Obras completas, BAC, ed. de T. H. Martín, Madrid, 1990, p. 388. Cf. Y. de
Andia, «Pâtir les choses divines. Ouj movnon maqw;n ajlla; kai; paqw;n ta ; qei`a (DN 648B)»,
en Íd., Denys l’Aréopagite. Tradition et métamorphoses, París, 2006, pp. 17-36. Una bi-
bliografía completa en J. Rico Pavés, Semejanza a Dios y divinización en el Corpus Diony-
siacum. Platonismo y cristianismo en el Dionisio Areopagita, Toledo, 2001.
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LA MÍSTICA EN LA HISTORIA MODERNA DE OCCIDENTE
san Agustín y Aristóteles, por los grandes maestros como san Alberto, san
Buenaventura y santo Tomás, en las traducciones de Juan Escoto Eriú-
gena (860-862), Juan Sarraceno y Tomás de Vercelli. En los inicios de la
Edad Media, sin embargo, las obras determinantes de la vida espiritual
son las Confesiones y Soliloquios de san Agustín, los Comentarios mora-
les al libro de Job de san Gregorio y las Colaciones de Casiano. Pero so-
bre todo va a ser decisivo un nuevo horizonte y una nueva sensibilidad
para la historia, bien lejanos de la perspectiva platónica, más atentos a
la dimensión humana y personal del cristianismo centrado en la perso-
na concreta de Jesús. En un sentido, san Anselmo y todo el movimiento
cisterciense derivado de san Bernardo, y en otro, san Francisco de Asís
dan un vuelco a la orientación espiritual del cristianismo desplazando el
Ser supremo, el Bien y el Uno del neoplatonismo cristiano para centrar la
mirada en el niño Jesús y en el Crucificado, muerto por nosotros; es de-
cir, en cuna y cruz, en dolor y en amor más que en razón y especulación.
Se es mucho menos sensible o del todo ajeno a los problemas metafísi-
cos, lógicos y lingüísticos que habían preocupado primero a los obispos
y teólogos en los concilios de Nicea, Constantinopla, Éfeso, Calcedonia y
preocuparán después a los teólogos de la Escolástica. Los estigmas, la cru-
cifixión mística de san Francisco, los belenes y la ida a la tierra de Jesús,
tal como configuran la vida de san Francisco, abren un nuevo imagina-
rio a la vida cristiana y, con ella, también a la teología. Eso introduce un
cauce nuevo de expresión: la aparición de mujeres protagonizando la vida
cristiana. A partir de aquí surgen esas formas diversas de vida que se ha
designado como mística de la pasión y de las llagas, mística del corazón
de Jesús, mística de las mujeres y mística esponsal. A la contemplación le
sucede la compasión; y a la unión con el Eterno, el seguimiento del Cru-
cificado. A la contemplación del Eterno con los ojos cerrados le sucede la
mirada al rostro de Cristo crucificado con los ojos en lágrimas23.
El siglo XIII tiene en santo Tomás y san Buenaventura sus figuras máximas;
en ambos están presentes el Pseudodionisio, con su autoridad cuasiapos-
tólica, por un lado, y los movimientos evangélicos, con santo Domingo y
san Francisco de Asís como sus figuras expresivas, por otro. Pero ambos
tienen un soporte filosófico para su teología: Aristóteles en el caso de san-
to Tomás y Platón junto con san Agustín en el de san Buenaventura. Uno
y otro intentan articular la experiencia cristiana, dándole una interpre-
23. Cf. O. González de Cardedal, Cristología, BAC, Madrid, 2012, pp. 293-320;
Íd., El rostro de Cristo, Encuentro, Madrid, 2012.
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
24. Cf. Ibid., pp. 304-310; J. P. Torrel, Le Christ en ses mystères. La vie et l’œuvre
de Jésus selon Saint Thomas d’Aquin I-II, París, 1999.
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LA MÍSTICA EN LA HISTORIA MODERNA DE OCCIDENTE
7. La mística germánica
A partir de finales del siglo XIII nos encontramos con tres grandes líneas
del pensamiento espiritual en la perspectiva de la experiencia mística. Los
nombres símbolo y guía que se reparten la influencia son: san Francisco
(mediado sobre todo por Buenaventura) como figura ejemplar de la con-
templación, el Pseudodionisio como testimonio apostólico autorizado y
santo Tomás como creador de un sistema teológico que otorga su sitio
propio a cada realidad dentro del organismo cristiano y de esta forma ga-
rantiza la objetividad de la vida espiritual. A ellos se refieren las tres gran-
des familias espirituales: los franciscanos, los dominicos y los cartujos26.
Los dominicos, con Eckhart como figura de proa y sus discípulos
Suso y Tauler, tuvieron una inmensa influencia en los conventos de muje-
res y en otras asociaciones femeninas a lo largo del curso del Rin27. A esta
corriente de intensa espiritualidad femenina suscitada por los dominicos
desde Estrasburgo hasta Colonia —por ello se ha hablado de un Rin mís-
tico— la habían precedido mujeres relevantes, como Hildegarda de Bin-
gen (1098-1179), Matilde de Magdeburgo (1210-1297) o Gertrudis
de Helfta (1256-1302). Eckhart suma la perspectiva metafísica con el
aliento contemplativo y hablará de un sermo mysticus, no aquel tipo de
predicación que ofrece la propia experiencia del predicador sino el que la
quiere suscitar en el oyente haciéndole entrar en unión con las realida-
25. Cf. H. de Lubac, Corpus mysticum. L’Eucharistie et l’Église au Moyen Âge, Pa-
rís, 1944.
26. Cf. A.-M. Vannier (ed.), Encyclopédie des mystiques rhénans d’Eckart à Nicolas
de Cues et leur réception, París, 2011; Íd., La naissance de Dieu dans l’âme chez Eckhart
et Nicolas de Cues, París, 2006.
27. Cf. infra Panorama final, III, 2 c) y d), pp. 300-304.
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Hemos mencionado a los cartujos porque a partir de finales del siglo XIII
surgen dentro de la orden escritores que mantendrán viva una línea de
pensamiento caracterizado por la cercanía al Pseudodionisio a la vez
que por la contraposición entre teología escolástica y teología mística,
anticipando prácticamente en tres siglos las formulaciones que encon-
tramos en san Juan de la Cruz, quien tuvo una orientación cartujana
desde el comienzo y en realidad luego, antes que un carmelita con voca-
ción apostólica, fue un cartujo bajo el manto de la Virgen del Carmen,
más empeñado en la contemplación que en la dirección de la orden o en
la acción apostólica28. El primero de esa nueva generación cartujana es
Hugo de Balma, prior de la cartuja de Meyrart (Ain, Francia), que escri-
bió una obra cuyas primeras palabras son Viae Sion lugent [Los caminos
de Sión lloran] y que se nos ha transmitido con el título de Theologia
mystica o bien De triplici via (1289-1304). El autor comienza refirién-
dose al Pseudodionisio, de quien toma la definición de teología mística,
comprendida como extensión afectiva hacia Dios, donde el deseo y el
amor del hombre, por un lado, y la inscripción que Dios hace de aquella
en nuestro corazón, por otro, son los dos elementos esenciales, que la
diferencian de la teología escolástica:
Esta sabiduría, que se llama teología mística, fue expuesta por san Pablo y
la redactó su discípulo el bienaventurado Dionisio Areopagita; se identifica
con la extensión hacia Dios por el deseo del amor; y sobresale en excelencia
respecto de toda otra ciencia creada tanto como el Oriente dista del Occi-
dente. En realidad las otras ciencias las enseñan los doctores de este mundo,
mientras que esta es enseñada inmediatamente por Dios y no por hombre
mortal (Pról. 2).
Luego, una vez que fundamenta la objetividad de las tres vías, comen-
zando por la purificadora y la iluminadora, que desembocan en la unitiva,
muestra que esta se realiza no tanto por la inteligencia cuanto por el amor.
De esta afirmación hará el nervio de su obra:... «Sola amoris unitivi regula
ad ipsum qui est fons totius bonitatis, Spiritum dirigente. Haec igitur est
mystica theologia, id est occultus sermo divinus, quo mens ardore amoris
disposita, linguis afectionum Christum suum dilectum occulte adloqui-
tur» [Dirigiendo el espíritu solamente por la regla del amor unitivo ha-
28. Cf. J. V. Rodríguez, San Juan de la Cruz: la biografía, San Pablo, Madrid, 2012,
con prólogo de T. Egido y epílogo de L. E. Rodríguez y J. P. Bezares.
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LA MÍSTICA EN LA HISTORIA MODERNA DE OCCIDENTE
cia aquel que es la fuente de toda bondad. Esto es, por tanto, la teología
mística, o sea, la oculta palabra divina con la cual la mente, dispuesta
por el ardor del amor, conversa secretamente con Cristo su amado en el
lenguaje de las afecciones. Pról. 7]. Aquí tenemos tres elementos carac-
terísticos de la nueva orientación: primacía del amor, protagonismo del
Espíritu Santo, Cristo como objeto al que se dirige el deseo del hombre.
La obra concluye con lo que el autor llama la «cuestión difícil»: «En el
orden de la afectividad, esperando o deseando, ¿puede el alma ser mo-
vida hacia Dios sin un conocimiento reflexivo previo o concomitante de
la inteligencia?». A esta pregunta va a responder positivamente. Por el
amor, la punta del alma (la ciudadela interior o la scintilla animae, di-
rán otros autores), el alma misma está abierta y tendiendo hacia Dios y
esa tendencia se puede actuar sin un conocimiento previo29.
Esta cuestión, aparentemente tan teórica, está en los inicios de una
revolución social, ya que equivale a conferir autonomía a todos los que
aman a Dios al margen de su saber e inteligencia, lo que suponía la equi-
paración ante Dios de los rudes con los sapientes. En este contexto se
hace una apelación permanente a las palabras de Jesús por haber oculta-
do sus designios a los sabios y discretos y en cambio habérselos revelado
a los pequeños (cf. Mt 11, 25). Aquí se originan dos movimientos. Uno se
expresa en las discusiones en torno a la docta ignorantia y el intercam-
bio epistolar entre Nicolás de Cusa y los benedictinos de Tegernsee. El
otro se expresa en una distancia crítica por parte de los nuevos movi-
mientos que culminarán en la devotio moderna y en las diatribas de To-
más de Kempis, en su Imitación de Cristo, contra los que saben todas las
definiciones pero no tienen compunción de corazón ni oyen al Verbo
que habla en su interior: Cui aeternum Verbum loquitur a multis opi-
nionibus expeditur, «a quien le habla el Verbo eterno se ve libre de las
muchas opiniones» (I, 3, 6).
A finales de la Edad Media el nominalismo y las corrientes volun-
taristas y afectivas llevan a cabo el divorcio entre metafísica y teología
(Ockam), por un lado, y entre escolástica y mística, por otro30. Hugo de
Balma concluye su obra con una diferenciación y una separación tajan-
tes entre las dos últimas. A esta postura ha llegado Hugo mediante la
relectura del Pseudodionisio que hace Tomás de Vercelli: «Por la unión
de dilección que realiza el verdadero conocimiento nos unimos al Dios
intelectualmente desconocido con un conocimiento mucho más noble
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Agustín y san Bernardo hasta los místicos del Rin, especialmente Tauler, en la medida en que
ellos veían la Iglesia constituida por hombres espirituales.
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34. Cf. T. Álvarez, Cultura de mujer en el siglo XVI. El caso de Santa Teresa de Jesús,
Ayuntamiento de Ávila, Ávila, 2006.
35. Cf. Y. de Andia, «Saint Jean de la Croix et la Théologie mystique de saint Denis
l’Aréopagite», en Íd., Denys l’Aréopagite. Tradition et métamorphoses, cit., pp. 257-298.
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III. LOS SIGLOS XVI Y XVII: DEL CENIT AL OCASO DE LOS MÍSTICOS
Los últimos decenios del siglo XVI son el momento cumbre de lo que po-
dríamos llamar la floración de los místicos, por seguir con la terminolo-
gía de Brémond37, quien, para caracterizar el siglo XVII, habla de la inva-
sión mística primero y de la conquista mística después, ya que durante
ese siglo será Francia la que asuma el protagonismo en la vida espiritual,
una vez que lo ha asumido en el orden político y cultural tras el lento
desmoronamiento de la hegemonía española subsiguiente a la muerte de
Felipe II. El viaje de Bérulle a buscar cuatro carmelitas a Salamanca para
iniciar la reforma en Francia, el surgimiento del Oratorio, madame Aca-
rie, san Francisco de Sales, santa Juana Chantal y el jansenismo posterior
son los nombres símbolo de esta transferencia del protagonismo hispáni-
co de España en el siglo XVI al protagonismo gálico en el siglo XVII38. Los
nombres de Bérulle, Olier, Condren, Burgoing y Vicente de Paúl, por un
lado, y los filósofos Descartes y Pascal, por otro, abren el futuro mientras
la decadencia hispánica se muestra en sus instituciones sociales y políticas.
No obstante este siglo sigue ofreciendo los grandes nombres de Calderón,
Lope de Vega, Góngora y una pléyade de autores menores.
37. H. Brémond, Histoire littéraire du sentiment religieux en France depuis la fin des
guerres de religion jusqu’à nos jours, París, 1916-1936. Los títulos de los once volúmenes
que componen la obra pueden verse en el Apéndice bibliográfico final.
38. Sobre la pervivencia e influencia en especial de los dos grandes abulenses en la
posterior historia espiritual, cf. E. Pacho, «Presencia de la mística carmelitana a lo largo
de los siglos XVI-XX», en L. López-Baralt, Repensando la experiencia mística desde las ín-
sulas extrañas, Trotta, Madrid, 2013, pp. 161-222.
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sin mucho eco; luego una segunda oleada de su influencia tiene lugar en el
siglo XII y la tercera se produce en el siglo XVI y a comienzos del XVII. Las
traducciones más célebres son las de Goulu en 1608 y 1629, que le otor-
gan una presencia decisiva y que ponen su Teología mística otra vez en
primer plano. Aunque sea un hecho marginal, sin embargo es significativo
que en el inventario de libros que el Greco tenía en su casa se encuentren
dos ejemplares en griego de la Teología mística. En estos años se eleva al
Pseudodionisio a theologorum princeps [príncipe de los teólogos], se le
considera theologus divinissimus [teólogo divinísimo], princeps christia-
nae theologiae [príncipe de la teología cristiana], apex theologorum [cima
de los teólogos], summus theologus [teólogo sumo]. M. de Certeau, que
ha investigado con acribia esta evolución del sentido, hace el comentario
siguiente: «Dionisio se convierte en el héroe epónimo de una corriente
de pensamiento y de una literatura lo mismo que lo había sido ayer san
Jerónimo y lo será san Agustín en la segunda mitad del siglo XVIII»39.
El otro aspecto de este fenómeno global es la autonomía que se asigna
a la teología mística frente a la escolástica, considerándola distinta de ella
y reclamando su emancipación. Es un proceso que ya encontramos expli-
citado en la mitad del siglo XV cuando Vincent von Aggsbach, cartujo de
Melk, en su Tratado contra Gerson (1453) afirma que la mística y la es-
colástica tienen tanto que ver entre sí como la profesión de pintor y la
de zapatero. En ese mismo siglo Juan Gerson (m. 1429) había dividido
su Teología mística en dos partes claramente diferenciadas y publicadas
en años distintos: teología mística práctica y teología mística especula-
tiva. El propio san Juan de la Cruz asume como un hecho esa diferencia
cuando en el prólogo del «Cántico» escribe a la madre Ana de Jesús:
126
LA MÍSTICA EN LA HISTORIA MODERNA DE OCCIDENTE
del hecho místico vivido sino de una nueva teología fundada en la expe-
riencia mística, que se comprende y sostiene desde sí misma, mirando a
la teología escolástica solo como criterio y garantía de ortodoxia.
Aquí tendríamos que enumerar todos los tratados que aparecen por
estos años en esa línea. Comencemos por el jesuita Diego Álvarez de Paz
(1560-1620), que lleva al Nuevo Mundo la espiritualidad de A. Cordeses
y a quien se debe la expresión «oración afectiva». El holandés Maximi-
lianus van der Sandt (Sandaeus) nos ofrece la primera gran síntesis de
teología espiritual, una enciclopedia de ascética y mística con sus dos
obras: Theologia mystica (1627) y Pro theologia mystica clavis (1640),
que en realidad es un diccionario de términos. Él explica que su intento
es ofrecer una lista vocabulorum et locutionum obscurarum quibus docto-
res mystici, tum veteres tum recentiores, utuntur [de vocablos y locuciones
obscuros que utilizan los doctores místicos, ora los antiguos, ora los más
recientes]. Para él, doctor mysticus, theologus mysticus y sanctus son si-
nónimos. A este nombre tendríamos que añadir los de toda una genera-
ción de carmelitas que se proponen sistematizar, una vez defendidos de la
sospecha de heterodoxia, a los dos padres fundadores, santa Teresa y san
Juan de la Cruz. En este sentido es significativo que, cuando José de Jesús
María Quiroga, en su Apología de la contemplación mística, quiera defen-
der a san Juan de la Cruz de ser sospechoso de «alumbrado», le basta-
rá con mostrar la coherencia de su doctrina con la del Pseudodionisio,
considerado como la autoridad decisiva. Autores carmelitas de tratados
sistemáticos sobre mística son Juan de Jesús María (m. 1615), José de
Jesús María (m. 1628), Tomás de Jesús (m. 1627) y el francés Felipe de la
Trinidad (m. 1671), autor de una Summa theologiae mysticae.
127
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
40. Cf. L. Cognet, Crépuscule des mystiques [1958], Tournai, 1991. La mística cae
bajo sospecha y el quietismo se presta al ridículo; un ejemplo: la obra póstuma de La Bru-
yère, Dialogue sur le quiétisme, París, 1699.
41. M. de Molinos, Guía espiritual, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca,
1976, p. 39.
128
LA MÍSTICA EN LA HISTORIA MODERNA DE OCCIDENTE
Del seno del siglo XVIII surgen dos movimientos que determinarán el resto
de la historia europea: la Ilustración y la Revolución francesa. Para Rous-
seau lo místico es sinónimo de irracional y considera que, como casi todo
lo religioso y eclesial positivo, pertenece definitivamente al pasado. Las
tres palabras que dirigirán los destinos en el orden del pensamiento son:
naturaleza, razón, moralidad, junto a las tres que terminaron convir-
tiéndose en lema político de la República francesa: libertad, igualdad
y fraternidad. Las palabras repetidas como órdenes serán por ejemplo:
ley natural, religión natural, derecho natural, frente a todas las deter-
minaciones positivas, estatutarias, de la religión bíblica y de la política
anterior. Protagonista y guía de esta revolución intelectual es Kant, cu-
yas convicciones para nuestro tema están expresadas en sus dos obras:
La religión dentro de los límites de la mera razón (1794) y El conflicto
de las facultades (1798). Previamente, en la Crítica de la razón pura, ha-
bía utilizado la siguiente expresión cuando habla de mundo moral: «... en
cuanto objeto de la razón pura en su uso práctico y en cuanto corpus
mysticum de los seres racionales de este mundo»42. En la obra citada en
primer lugar enumera los inmensos males que, a su juicio, la religión ha
introducido en la historia, según la frase repetida de Lucrecio: Tantum
religio potuit suadere malorum [¡A tantos crímenes puede inducir la reli-
gión!]. Para él las «exaltaciones místicas en la vida eremítica o monacal y
el encarecimiento de la santidad del estado célibe hicieron inútiles para el
mundo a gran número de hombres»43.
En El conflicto de la facultades hay un anexo44: la carta de un anti-
guo alumno que lleva el sorprendente título: Acerca de una mística pura
en la religión. En este texto, que Kant integra en su libro aun cuando lo
haga con distancia respecto a lo afirmado en él, el autor llega a la con-
vicción de que un grupo de místicos que ha conocido realiza a la perfec-
ción los ideales de la moral kantiana. Ellos aceptan la Biblia, la recono-
cen como ley interna y reconocen a Dios como su autor, pero la toman
«tan solo por una confirmación histórica donde vuelven a encontrar
aquello que se funda originariamente dentro de ellos mismos»45. Y aña-
de una expresión significativa: «En una palabra, estas gentes serían (dis-
cúlpeseme la expresión) verdaderos kantianos en caso de ser filósofos».
Hace luego un elogio de su diversidad: «En su mayoría integran la clase
129
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
46. Ibid.
130
Capítulo 4
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
131
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
132
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
133
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
134
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
Diréis: ¿cómo puede la religión, que cree en dos mundos y en un orden in-
visible, ser valorada por la adaptación de sus resultados al orden de este
mundo? Es su verdad y no su utilidad sobre la que debería reposar nuestro
veredicto. Si la religión es verdadera, sus frutos son frutos buenos, incluso
aunque en este mundo resultaran uniformemente mal adaptados y solo sa-
turados de pietismo. Esto nos remite después de todo a la cuestión de la
verdad de la teología4.
Una obra así tenía características que la hacían connivente para Witt-
genstein ya desde el comienzo: era de un científico positivista, atenido a
la realidad pragmática de la vida, pero a la vez no solo respetuoso de la
religión sino profundamente sensible a lo que ella significa en la vida del
hombre, afirmando que pragmatismo no es sinónimo de escepticismo. De
los veinte capítulos del libro casi una tercera parte está dedicada a estu-
diar las dos expresiones cumbre de la vida religiosa: la santidad (capítu-
los XI, XII, XIII, XIV, XV) y el misticismo (capítulos XVI y XVII).
Aquí encontró Wittgenstein no tanto una definición teológica de la
santidad sino sobre todo sus consecuencias prácticas en la vida del san-
to: ascetismo, fortaleza de alma, pureza, caridad, que serán estrellas que
guíen en adelante su pensamiento. Y encontró también descritas las carac-
terísticas de la experiencia mística, que se han mencionado ya en el capítu-
lo anterior, junto con la diferencia entre conocimiento intelectual y cono-
cimiento experiencial de Dios (en este último el conocimiento no precede
necesariamente al amor). Además de estos datos constatamos otras con-
vicciones casi idénticas en ambos autores, tales como las siguientes: la re-
135
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
ligión no necesita ser probada científicamente sino que vale por sí misma;
la experiencia mística otorga al hombre la conciencia de estar absoluta-
mente acogido, de que no puede pasarle nada; al lado del conocimien-
to positivo de la ciencia es posible una experiencia mística, algo que se
convirtió en el hilo rojo de su pensamiento5. Aquí descubre también,
formulado por Charles Peirce, el principio del pragmatismo, que asume
literalmente: «Para desarrollar el significado de un pensamiento, hemos
de determinar qué conducta puede producir»6. A partir de ahí establece
la diferencia entre los atributos metafísicos de Dios y sus atributos mo-
rales, con una despectiva distancia a los teólogos de gabinete, que, según
él, se deleitan en estudiar los primeros sin preocuparse de los segundos.
Para nuestra cuestión, sin embargo, lo más importante de Wittgens-
tein es su familiarización con la mística y los místicos, que se quedó en
algo casi formal y exterior. Usa una terminología que se repitió como un
tópico en los decenios siguientes, en el fondo reduciendo o identificando
experiencia mística y experiencia metafísica, aunque él no utilice estas ex-
presiones. Con todo, ya vimos cómo en el Tractatus logico-philosophicus
(1922) Wittgenstein mantiene un silencio ascético sobre los temas de éti-
ca y especialmente sobre los de religión, para no crearse problemas con su
protector Bertrand Russell, cuyo rechazo del cristianismo era manifiesto.
Es conocida la tesis de otro judío, Leo Strauss, de una generación poste-
rior a Wittgenstein, que interpretó las actitudes o teorías esotéricas pero
también los dobles sentidos y sobre todo ciertos silencios y rodeos como
la consecuencia de escribir en tiempos de persecución de la religión o
de su menosprecio social, como era el caso de Russell. A ello hay que
añadir la que ha sido una tentación permanente de los judíos en la era
moderna en sus intentos de asimilación para obtener el reconocimiento
social y político de una cultura adversa a ellos: presentar a los no judíos
solo aquellos aspectos de la religión y del judaísmo que pudieran agradar
a los hombres no religiosos.
De los años en que Wittgenstein redacta definitivamente esta primera
gran obra suya se nos han conservado los Diarios secretos (1914-1916),
en los que hay una sencilla actitud religiosa y referencia a veces orante a
Dios. En el resto de sus apuntes el tema de la mística no tendrá luego es-
pecial relieve. En W. James encontró los nombres de los grandes santos
y maestros de la espiritualidad cristiana. En primer lugar, aparecen la
136
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
Biblia y luego san Agustín, con sus dos obras fundamentales: las Con-
fesiones, que ejercerán una gran influencia en Wittgenstein, y La ciudad
de Dios. Junto a ellos están Schleiermacher, Kierkegaard, Dostoievski y
Tolstói. De san Ignacio (seis citas) hace esta afirmación sorprendente
para las fechas en que escribe: «San Ignacio fue un místico, pero su mis-
ticismo hizo de él uno de los grandes hombres de acción más poderosos
que nunca existieron»7. De san Juan de la Cruz ofrece tres de los capítulos
fundamentales de la Subida y la «Noche». De santa Teresa recoge siete
citas y las alusiones son permanentes.
He aquí los tres textos del Tractatus donde se habla no de la mística
y los místicos en sentido concreto y personal sino de lo místico en senti-
do impersonal:
7. Ibid., p. 310.
8. Cf. W. Baum, Ludwig Wittgenstein: vida y obra, Alianza, Madrid, 1988; L. Witt-
genstein, Últimas conversaciones, Sígueme, Salamanca, 2004; L. Wittgenstein y P. Engel-
mann, Cartas, encuentros, recuerdos, Pre-Textos, Valencia, 2009. Los diarios, cartas a
B. Russell y otros textos biográficos están recogidos en L. Wittgenstein, Obras I-II, ed. de
I. Reguera, Gredos, Madrid, 2009.
137
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
del carácter de este y, no en último lugar, de la deriva que toman las pa-
labras «mística» y «místico», situándose más en el universo de la metafísi-
ca y de la ética que en el de la religión y del cristianismo. Russell y Witt-
genstein estuvieron una semana juntos en La Haya y discutieron todos
los días sobre el Tractatus. El respeto entre ambos iba creciendo pero a
la vez los separaba una inmensa sima, no tanto en el orden de la lógica
cuanto en el orden de los valores fundamentales de la vida y de las pri-
meras respuestas de sentido y de futuro, así como, en último término,
en el orden de la religión y del cristianismo9.
Russell, que en 1918 había publicado su libro Misticismo y lógica y
otros ensayos, expresa así la impresión que le dejó el libro de Wittgenstein:
9. En las relaciones entre ambos había algo que frenaba la comunicación y dificulta-
ba la apertura a los problemas de fondo. B. Russell rechazaba la inclinación homosexual
de Wittgenstein y a este le molestaba profundamente la actitud anticristiana de Russell,
manifestada en su vida y en sus escritos, sobre todo en un texto tan popularizado como
simple en sus objeciones. Esta actitud de Russell hizo que Wittgenstein fuera tan reservado
en la manifestación de sus convicciones cristianas y en la formulación de sus textos, pues
sabía que de Russell dependía su futuro académico en Cambridge. Cf. la conferencia pro-
nunciada por Russell el 6 de marzo de 1927 y luego reeditada tantas veces: B. Russell, Por
qué no soy cristiano, Edhasa, Barcelona, 1980. Véase también Íd., Autobiografía, Edhasa,
Barcelona, 2010, con las cartas intercambiadas entre ambos.
10. El texto de las cartas puede verse en L. Wittgenstein, Obras II, cit., pp. 372-373.
138
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
139
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
13. A. Loisy, L’Évangile et l’Église, París, 1902. Cf. M. J. Lagrange, Le sens du chris-
tianisme d’après l’exégèse allemande, París, 1918.
140
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
141
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
En otro lugar de este libro aludimos a las iniciativas, los movimientos y las
publicaciones que surgen entre tanto en torno a cuestiones fundamentales
como mística natural y mística sobrenatural, experiencia metafísica y ex-
periencia teologal, relación de continuidad o discontinuidad entre ascéti-
ca y mística, contemplación adquirida y contemplación infusa, mística oc-
cidental cristiana y mística oriental asiática puestas en relación (R. Otto,
O. Lacombe, L. Gardet, Th. Ohm...). Citaremos ahora solo tres nombres
eminentes en sus respectivos campos, como exponentes del nuevo interés
por la mística y su necesaria inserción en la reflexión primero metafísica y
luego teológica, arrancándola al uso partidista de las órdenes religiosas o de
simple devoción católica. El primero es el jesuita J. Maréchal (Le point de
départ de la métaphysique IV [El punto de partida de la metafísica, 1947]
y Études sur la psychologie des mystiques [Estudio sobre la psicología de
los místicos, 2 vols., 1924-1937]). Junto a él está otro jesuita eminente,
J. de Guibert, autor de Études de théologie mystique [Estudios de teolo-
gía mística, 1930]. El tercero es R. Garrigou-Lagrange, dominico, que pu-
blicó numerosas obras de teología espiritual. Él es el exponente máximo
de una relectura de san Juan de la Cruz, tratando de situarlo dentro de
los esquemas de santo Tomás en su obra Perfection chrétienne et contem-
plation selon Saint Thomas d’Aquin et Saint Jean de la Croix [Perfección
cristiana y contemplación según santo Tomás de Aquino y san Juan de la
Cruz, 1923]. Hoy somos más sensibles a la diferencia de mirada, de ho-
rizonte y de lenguaje entre teología y mística, entre el dato histórico y la
vivencia religiosa, entre el símbolo y el argumento, entre la positividad
constituyente del cristianismo y el horizonte de trascendencia en el que
hay que situar los datos. Teología y mística son connaturales porque ha-
bitan el mismo sujeto, que vive en ambas y desde ambas, pero el lenguaje
del teólogo y el del místico no son inmediatamente reducibles a unidad.
En los decenios siguientes perduran ciertas cuestiones como constan-
tes en nuestra materia. En primer lugar la relación de la mística con la as-
cética. Esta es comprensible como el ejercicio u obra del hombre que se
prepara, purifica, abre y ordena hacia Dios por la renuncia, la autonega-
ción y el amor a él, en espera de que él acoja este esfuerzo, lo complete y
lo lleve a la plenitud en la purificación, iluminación y unificación. Son
las «tres edades de la vida interior» que, reasumiendo la tradición ante-
rior, el padre Garrigou-Lagrange formula en su libro clásico14. La mística
142
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
Íd., Les trois âges de la vie intérieure I-II, París, 1938-1939. Cf. E. Pérez, «Personalidad fi-
losófico-teológica del P. Garrigou-Lagrange»: Teología Espiritual 8 (1964), pp. 447-462; y
A. Huerga, «El P. Garrigou-Lagrange, maestro de la vida interior»: ibid., pp. 463-486.
143
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Este último autor hace en las páginas finales de su obra, al hablar de «la
mystique de auteurs contemporains» [la mística de los autores contem-
poráneos], una síntesis de los planteamientos y de las controversias de
los últimos decenios. Es significativo que Karl Rahner reelabore y tra-
duzca la obrita de M. Viller al alemán con un nuevo título: Ascética y
mística en la época patrística (1938). En el prólogo fundamenta el cam-
bio de título: lo hace porque así aparece esta materia como asignatura
en los planes del ciclo teológico propuesto por los últimos documentos
pontificios.
En esta línea debe citarse una nueva historia de la espiritualidad cris-
tiana firmada por cuatro autores: L. Bouyer, La spiritualité du Nouveau
Testament et des Pères [La espiritualidad del Nuevo Testamento y de
los padres, 1960]; J. Leclercq, F. Vandenbroucke y L. Bouyer, La spi-
ritualité du Moyen Âge, 4 vols., París, 1961 ss.; L. Cognet, La spiri-
tualité moderne I. L’essor 1500-1650 [La espiritualidad moderna I. El
auge, 1500-1650, 1966]; L. Bouyer, La spiritualité orthodoxe. La spiri-
tualité protestante et anglicaine [La espiritualidad ortodoxa. La espiri-
tualidad protestante y anglicana, 1965]. Pero la cumbre del siglo XX en
esta materia, representativa de estos diversos métodos, vocabularios y
enfoques, los teológicos más presentes en los primeros volúmenes, los
bíblicos e históricos en los últimos, es la siguiente. El título del primer
volumen refleja perfectamente la situación: Dictionnaire de spirituali-
té. Ascétique et mystique. Doctrine et histoire, dirigido por los jesuitas
M. Viller, F. Cavallera y J. de Guibert. El primero de los 17 volúmenes
lleva fecha de 1937; y el último: Tables générales, de 1995. Esta obra es
un arsenal sobrecogedor de información sobre temas, autores y obras a la
vez que un espejo que refleja fielmente las variaciones, los acentos y los
desplazamientos que esta materia fue experimentando en los casi setenta
años que duró su elaboración. También hay que mencionar otras dos
obras, estas en español: L. Sala Balust y B. Jiménez Duque (eds.), Histo-
ria de la espiritualidad (4 vols., 1969); D. de Pablo Maroto, Historia de
la espiritualidad cristiana (1990).
144
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
145
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Notre illustre précepteur... soit qu’il y ait été initié par une inspiration plus di-
vine, n’ayant pas seulement de Dieu une science théorique, mais une expérien-
ce vécue, et que par une sympathie interne de lui à elles il a assumé pour ainsi
dire la forme de cette Unité et de cette Foi qui ne s’apprennent pas, mais qui
se vivent de façon mystérieuse18.
Mi famoso maestro... conociéndolo, más que por ciencia teórica, por expe-
riencia personal de lo divino, pues disfrutaba de cierta connaturalidad con
estos temas —si me es lícito hablar así—, identificándose interiormente
con ellos. Así pudo conocer aquella unidad mística y la fe que no se alcanza
por el estudio, sino que se viven de manera misteriosa19.
146
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
20. A. Stolz, Teología de la mística, Rialp, Madrid, 1951. Aunque proviene de otro
contexto cultural y eclesial, está en la misma línea de Stolz, una obra que ejercerá honda
influencia en el área francesa durante los años previos al concilio Vaticano II: Vl. Lossky,
Essai sur la théologie mystique de l’Église d’Orient, París, 1944.
147
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
21. Entre múltiples textos de Balthasar sobre esta materia remitimos solo a dos funda-
mentales. Uno de composición más tardía y solo de reciente publicación en español: «Consi-
deraciones acerca del ámbito de la mística cristiana», en H. Urs von Balthasar, W. Beierwaltes
y A. M. Haas, Mística. Cuestiones fundamentales, Ágape, Buenos Aires, 2008, pp. 45-78.
Y otro ya más lejano: H. Urs von Balthasar, Teresa de Lisieux. Historia de una misión, Her-
der, Barcelona, 1957.
148
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
Junto a Balthasar hay que enumerar a otros tres teólogos que han
abierto el camino para una comprensión más ancha, compleja y cristiana
de la mística. Uno de ellos, Karl Rahner, que junto con su hermano Hugo
y su colega E. Przywara (entre nosotros, J. I. Tellechea) nos ha enseñado
a comprender a san Ignacio no solo como un asceta y un soldado (tópicos
que sitúan su figura en la Contrarreforma frente al protestantismo) sino
como un hombre que vivía de la oración, la intimidad y la experiencia
serenada de Dios animadoras de todo su hacer. Él ha acentuado también
cómo en tiempos de penuria y de dificultades para la fe es necesaria la
ejercitación en ella de toda la persona: no solo de la razón abstracta sino
de la razón concreta, del corazón y del sentimiento. Y para ello es obli-
gada una iniciación, enseñanza e introducción a la experiencia de Dios;
en una palabra, una mistagogía.
El segundo nombre significativo, padre y maestro de Balthasar, es
H. de Lubac. Y lo es no solo porque explícitamente ha escrito acerca del
tema que nos ocupa sino sobre todo por su proposición coherente y orgá-
nica de las realidades cristianas, haciendo manifiesta la conexión existente
entre antigua y nueva Alianza, judaísmo e Iglesia, vida de la inteligen-
cia y vida de la fe, significación de la Biblia —historia de la exégesis—
y vida de la Iglesia. De Lubac son unas páginas excepcionales escritas
como prefacio a una obra colectiva22. A él y a otro gran protagonista de
la preparación conciliar desde la liturgia, Biblia, patrística e historia de la
espiritualidad, L. Bouyer, debemos la recuperación del lazo profundo
que une misterio y mística, manifestación del designio de Dios en la his-
toria y vida nueva del hombre, que incluye saber y vivir, experimentar
y hacer. Tres publicaciones suyas, lejanas entre sí, fueron decisivas para
el redescubrimiento del sentido tradicional del término «místico» (refe-
rencia de los textos del Antiguo Testamento a Cristo; contenido salvífi-
co, iluminador y redentivo de los divinos misterios celebrados en la li-
turgia; conocimiento experiencial que Dios otorga) con anterioridad al
impuesto en el siglo XVII23.
Para plasmar la importancia de este paso «del misterio a la mística»,
terminamos este apartado citando unas significativas palabras escritas
por el jesuita A. Solignac al comienzo de la voz: «Mystère», del Diction-
naire de spiritualité (vol. X, 1861):
22. Cf. H. de Lubac, «Préface», en A. Ravier (dir.), La mystique et les mystiques, Pa-
rís, 1965, pp. 7-39. Cf. E. de Moulins-Beaufort, Anthropologie et mystique selon Henri de
Lubac, París, 2003.
23. Cf. L. Bouyer, «Mysticisme. Essai sur l’histoire d’un mot»: Supplement de la Vie
spirituelle (15 mayo de 1949), pp. 1-23; «Mysterion», en el número monográfico Mystique
et Mystère de la misma revista, vol. 23 (1952), pp. 397-412; y finalmente el libro Mysterion.
Du mystère à la mystique, París, 1986. Cf. D. Zordan, Connaissance et Mystère. L’itinéraire
théologique de L. Bouyer, París, 2008; J. Duchesne, Louis Bouyer, Perpiñán, 2011.
149
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Este artículo está concebido para servir de introducción a los artículos «Mis-
terios de la vida de Cristo» y «Mística». Ante todo desde el punto de vista del
vocabulario: se trata de discernir, en la medida de lo posible, el principio uni-
ficador de los sentidos múltiples que toman las palabras, mystérion, mystes,
mýstikos, y sus equivalentes. Esta es la idea de una comunicación de Dios al
hombre y de una iniciación del hombre en los designios de Dios, en su ac-
ción y en su ser mismo. En este sentido el artículo «Mística» de este Dicciona-
rio, elaborada por varios autores, es quizá uno de los panoramas sobre esta
materia escritos con mayor sensibilidad, información y objetividad. Y ese
panorama se completa con la exposición de Y. de Andia sobre la relación
existente entre el redescubrimiento de la liturgia y de la patrística, especial-
mente la oriental, por un lado, y de la mística, por otro.
150
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
24. Y. de Andia, «Mística y liturgia. Retorno al misterio en el siglo del Vaticano II»,
en A. Cordovilla (dir.), Dios y el hombre en Cristo. Homenaje a O. González de Cardedal,
Sígueme, Salamanca, 2006, pp. 473-508, cita en p. 474.
25. Cf. J. Ratzinger / Benedicto XVI, Obras completas XI. Teología de la liturgia. La
fundamentación sacramental de la existencia cristiana, BAC, Madrid, 2012.
151
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
26. J. B. Metz, Por una mística de ojos abiertos. Cuando irrumpe la espiritualidad,
Herder, Barcelona, 2013. A diferencia de la sociedad antigua, la sociedad moderna se cen-
tra en el ver (creer como resultado de los ojos) y en un hablar (el lenguaje como lugar que
confiere presencia a lo paradójico, inefable, imposible), considerando el lenguaje como el
único lugar o forma de acceder a la realidad que se nos escapa. Cf. M. de Certeau, La fable
mystique (XVIe-XVIIe siècles) II, París, 2013.
152
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
¿En qué dirección se orientan los ojos y las mentes de las nuevas genera-
ciones? Simplificando los hechos podríamos decir que a la modernidad
ha sucedido la posmodernidad y a la fascinación por Marx ha sucedido
la fascinación por la mística. Los ideales de la racionalidad absoluta, del
progreso indefinido, de la paz construible, del final de las injusticias, de
la superación de la muerte, de la justicia construible por las manos huma-
nas: todos estos ideales han quedado bajo sospecha, ya que el siglo XX,
que los ha cultivado con empeño, ha causado las mayores atrocidades,
y finalmente no se han conseguido los ideales soñados. La confianza ha
153
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
154
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
27. Benedicto XVI, Luz del mundo. Una conversación con P. Seewald, Herder, Bar-
celona, 2010, p. 91. En su encíclica Dios es amor (IV, n.os 13-14) refiere la mística al uni-
verso sacramental, con su centro en la eucaristía: «La ‘mística’ del sacramento, que se basa
en el abajamiento de Dios hacia nosotros, tiene otra dimensión de gran alcance —unión
con el Señor y unión con todos los demás— y que lleva mucho más alto de lo que cual-
quier elevación mística del hombre podría encontrar».
155
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
156
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
157
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Las más ciertas señales que se puede tener, a mi parecer, son estas: la primera
y más verdadera es el poderío y señorío, que traen consigo, que es hablando
y obrando [...] La segunda una gran quietud que queda en el alma, y recogi-
miento devoto y pacífico, y dispuesta para alabanzas de Dios [...] La tercera
es no pasarse estas palabras de la memoria en mucho tiempo y algunas
jamás, como se pasan las que por acá entendemos, digo que oímos, de los
hombres (Moradas 6, 3, 5-7).
158
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
159
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
160
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
gia, magia...) en la medida en que por ellos se quieren apoderar del po-
der divino.
Hemos definido la experiencia mística como conocimiento experien-
cial de Dios, percepción fruitiva de su presencia en el hombre, vida cen-
trada en Dios y determinada en su inteligencia, voluntad y corazón por
esa presencia divina, con la capacidad para identificarla, describirla y lue-
go comunicarla inteligiblemente a los demás. Haber tenido esa experien-
cia y la forma escrita en que nos la han comunicado (la cooperación re-
cíproca entre experiencia y palabra) funda la grandeza de los místicos
cristianos. La palabra ha otorgado claridad, potencia comunicativa y uni-
versalidad a su experiencia.
Ante los hechos que conocemos por la historia y ante los planteamien-
tos que la filosofía ha hecho a propósito de la mística es necesario hacer-
se dos preguntas: ¿qué experiencia? y ¿experiencia de qué? La primera se
refiere a la forma y la segunda al contenido de esa experiencia. En la pre-
gunta por la forma estamos dentro de las posibilidades y acción del suje-
to, sus actitudes y realización. Pero ¿a qué se vive referido y ante qué se
trasciende y relativiza a sí mismo? Hay que distinguir, entonces, la expe-
riencia mística por razón tanto del sujeto percipiente como de la realidad
percibida. Hay experiencia de las cosas, del universo, de sí mismo31, del
Absoluto indiferenciado, del Dios que se revela en la historia, del Dios
que se entrega en su propia realidad divina mediada por su autodonación,
encarnativa en el Hijo e inspiradora en el Espíritu Santo. La mística cris-
tiana es la que surge y se alimenta de esta tercera forma de experiencia: la
experiencia resultante de la entrega en la autorrevelación y en la autodo-
nación que Dios hace de sí mismo al hombre. Es el fruto del Don que es
Dios mismo y de los dones de su santo Espíritu al alma32.
31. Cf. L. Gardeil y O. Lacombe, Expérience de Soi. Étude de mystique comparé, Pa-
rís, 1981.
32. La tradición espiritual que culmina en santo Tomás y ha sido continuada hasta
hoy especialmente por la escuela dominicana (entre nosotros, por ejemplo, A. Royo Marín,
siguiendo las huellas de Juan de Santo Tomás, Juan G. Arintero, A. Gardeil, R. Garrigou-La-
grange y Santiago Ramírez) establece la conexión entre la experiencia mística y los dones del
Espíritu Santo como diferentes de las virtudes teologales, a los que considera necesarios
para la plenitud de la vida cristiana. Dones del Espíritu Santo que en la escolástica fueron
absolutizados en sí mismos, partiendo de un único texto del profeta Isaías (1, 1-10) y sin
poner suficientemente de relieve que se trataba de los dones del futuro Mesías; por tanto,
que son la gracia misma de Cristo, de la cual participamos los creyentes. Esta definición
de la mística en referencia a los dones del Espíritu Santo es teológicamente legítima pero
tiene una debilidad: ni los místicos ni los grandes santos han establecido distinción entre
las operaciones generales del Espíritu Santo en el alma, los carismas, las virtudes y los do-
nes. Este esquema de gracia, virtudes, dones corresponde a la estructura del alma: esen-
cia, potencias, actos, y configura al hombre entitativa y dinámicamente para que obre en
conformidad divina pero desde principios que le son propios. Tiene la ventaja de que es-
clarece cuáles son los principios permanentes del organismo sobrenatural, distinguiendo
161
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
la acción al modo humano propio de las virtudes y el propio de los dones al modo divino.
Los dones, como principios permanentes de operación, crean en el hombre una «movili-
dad» y docilidad, una connaturalidad y una especie de instinto sobrenatural, mediante los
cuales el alma se deja inclinar por la gracia con la misma normalidad con que el cuerpo se
deja atraer por la gravedad. Ellos confieren a nuestras potencias una natural manera divi-
na de obrar que es la que caracteriza la perfección de los santos.
162
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
Pero a la vez que esta deslegitimación radical desde el punto de vista del
conocimiento, estos autores otorgaron un gran reconocimiento a nuestros
personajes, ya que veían en ellos la expresión de la religión más pura y
esencial, plena de dinamismo histórico y gestadora de un amor descono-
cido en otros ámbitos religiosos. Y desde ahí reclamaban su valoración en
la medida de sus frutos. Aquí se estaba llevando a cabo una secularización
de la experiencia cristiana en la medida en que ella se remite a una reve-
lación histórica y se apoya sobre la fe como su fundamento posibilitador.
Es el inicio de lo que podemos designar poscristianismo o herencia y valo-
ración positiva de los frutos derivados de un cristianismo, al que no se le
reconoce verdad pero cuyos frutos se admiran. Heredar esos frutos, pro-
longarlos perfeccionándolos con medios seculares e instituciones sociales
mejores sería la tarea de este poscristianismo, ya nada agresivo y que se
presenta como la culminación del cristianismo concreto, el cual debería
estar dispuesto a desistir de sí mismo al poder conseguir otros lo que él en
vano habría intentado durante siglos. La mística tendría que pasar a otras
manos: a las de la metafísica, la ética, la acción social y los nuevos movi-
mientos espirituales, que ya no se comprenden como religiosos.
Diremos, para concluir este apartado, que la experiencia mística in-
cluye estos tres aspectos:
— Percepción de la presencia personal de Dios (cognitio).
— Certeza intelectual de su acción y verdad (certitudo).
— Intensidad afectiva de su amor (fruitio).
En ella encontramos, por tanto, percepción intelectual (logos), ex-
periencia fruitiva (agápe) y conmoción sensitiva (éros). Si bien es verdad
que las tres están presentes en todo aquel que vive este estado teopático,
sin embargo en cada uno de ellos prevalece una u otra, de acuerdo con
su psicología, los condicionamientos externos en medio de los que vive
y el sistema de pensamiento o género literario con cuya ayuda se expre-
sa. Para comprenderlo basta que comparemos a san Agustín, Eckhart y
san Juan de la Cruz.
Las figuras de hombres y mujeres místicos, por un lado, y las corres-
pondientes escuelas de espiritualidad, por otro, se diferencian por las si-
guientes razones:
— Por la dimensión antropológica en que son vivenciadas la presen-
cia y la acción divinas en primer plano: inteligencia, voluntad, corazón,
y desde la que impregnan tanto la acción como los escritos de la persona
o escuela.
— Por la forma en que tematizan su relación con Dios: unión de volun-
tad en obediencia, unión intencional de amor, unión ontológica de fusión
y transformación en él. Consiguientemente se acentuará la trascendencia
divina, su inmanencia al hombre o su revelación en la historia. Basta com-
parar los escritos de los místicos del Rin con los de las carmelitas descalzas.
163
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
4. Mística y fe
164
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
[La fe] es sola el próximo y proporcionado medio para que el alma se una con
Dios. Porque es tanta la semejanza que hay entre ella y Dios que no hay
otra diferencia sino ser visto Dios o creído... Y así, por este solo medio se ma-
nifiesta Dios al alma en divina luz, que excede todo entendimiento (Juan
de la Cruz, Subida 2, 9, 1).
165
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
corazón del hombre por la acción del Espíritu Santo. Esa manifestación
de Dios no se realiza por medio de ideas, programas morales o ideales
utópicos propuestos en vacío sino mediante hechos llevados a cabo por
personas, tanto en la fase de revelación constituyente (Antiguo y Nuevo
Testamento) como en la fase de tradición constituida (Iglesia). No se
realiza mediante individuos aislados, geniales o extraordinarios al margen
de una comunidad sino por medio de ella. Historia particular y no ideas
universales en primer momento, comunidad y no solo individuo, inspi-
ración y tradición, experiencia religiosa y autoridad constituida, palabras
normativas del origen o Biblia, Iglesia concreta en tiempo y lugar con-
cretos: he ahí palabras que señalan al corazón del cristianismo y sin refe-
rencia a las cuales no hay mística cristiana. Por eso nada más falso que
esa erguida superioridad con que ciertos grupos e intelectuales miran a
la Iglesia instituida y a los que llaman «simples cristianos», por considerar-
los cristianos simples. Se revive aquí la vieja tentación de los gnósticos
de los primeros siglos y de los alumbrados del siglo XVI.
5. Entre la fe y el pecado
166
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
167
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
humana. Pero esa objetividad de los signos de la gracia, que prevalece so-
bre la bondad o maldad de los hombres, se puede degradar en un ritua-
lismo vacío o en magia deshumanizadora si prescinde de la conciencia y
libertad del hombre. Es autoridad divinamente recibida, sacramental-
mente otorgada y acompañada por la acción del Espíritu dado por Jesús
como memoria fiel y perenne de su palabra a fin de que nos lleve a la
verdad completa. Pero esta autoridad se puede degradar convirtiéndose
en un autoritarismo, que salta sobre las conciencias o impone sin funda-
mento leyes que no se derivan necesariamente del corazón de lo cristiano
o de la salvaguarda de la fe y unidad de la Iglesia.
Los movimientos que impulsan la mística en la Iglesia actual como si
ella fuera la solución para una pérdida de la densidad religiosa en la Igle-
sia tienen razón en la medida en que intentan superar los olvidos y las
perversiones de lo originariamente cristiano. La realidad viva y original
tiene que ser descubierta, amada y servida también hoy, superando el in-
dividualismo, el subjetivismo y aquella actitud adolescente que no toma
del todo en serio la libertad humana, en un sentido, ni la perenne presen-
cia de Jesús y la acción del Espíritu Santo en su Iglesia, en otro. De ahí la
contraposición que algunos establecen entre los místicos y la Iglesia jerár-
quica, como si fueran irreconciliables, cuando en realidad es la Iglesia la
que salva a Francisco de Asís y a Teresa de Ávila de sucumbir a su propia
genialidad y la que rescató la institución creada por ellos, universalizándo-
la en el tiempo y en el espacio más allá de los condicionamientos propios
del origen en que nacieron34. ¡Las carmelitas descalzas no han dejado de
existir desde su fundación en 1562 y hoy existen cerca de mil Carmelos
dispersos por toda la geografía humana, que expresan el carisma de la ma-
dre Teresa en la mayor parte de las culturas del mundo!
34. Los verdaderos místicos han vivido siempre con la permanente preocupación
por saber si eran víctimas de un engaño, derivado de lo que santa Teresa llama demonio o
melancolía. Vivieron entre esos dos abismos: de una parte, una certidumbre absoluta de
la presencia de Dios y, por otra, el temor a sucumbir a la obnubilación que la enfermedad
o la propia debilidad podían causarles. Por eso santa Teresa puede escribir por un lado.
«Eso no sabrá el alma decir ni puede entender cómo entiende sino que lo sabe con una
grandísima certidumbre» (Moradas, 6,8,6). Y de otra: «Luego es todo condenado a de-
monio o melancolía. Y de esta está el mundo tan lleno, que no me espanto; que hay tanta
ahora en el mundo y hace el demonio tantos males por este camino que tienen muy mucha
razón de temerlo y mirarlo muy bien los confesores» (Moradas, 6,1,8).
168
VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
35. Cf. S. del Cura Elena, «Mística cristiana. Su enraizamiento neotestamentario en pers-
pectiva ecuménica», en J. Martín Velasco (comp.), La experiencia mística. Estudio interdisci-
plinar, Trotta/Centro Internacional de Estudios Místicos, Madrid/Ávila, 2004, pp. 129-168.
169
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
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VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
37. Quid igitur novi veniens in terram Dominus attulit? Omnem novitatem attulit, se-
metipssum afferens (Adversus haereses 4, 34, 1). Cf. H. de Lubac, «Préface», que añade como
cita complementaria el texto de san Juan de la Cruz: Subida 2, 20-22 (p. 33).
171
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
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VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
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CRISTIANISMO Y MÍSTICA
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VALORACIÓN DE LA MÍSTICA EN EL ÚLTIMO SIGLO
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Segunda Parte
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MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
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CUESTIONES EPISTEMOLÓGICAS PREVIAS
183
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
nalmente trascenderse hacia el Sumo, que como una luz inasible ilumina
nuestro centro en su doble dimensión de profundidad y de altura3.
Estas dos vertientes terminan siendo idénticas con las dos miradas
fundamentales: hacia abajo de sí y hacia más arriba de sí. En este sentido
se hablará de una razón superior, que confina con el Absoluto y Eterno, a
la vez que de una razón inferior, que permanece en contacto con las co-
sas en el tiempo y el lugar. Los medievales distinguen la inteligencia (inte-
llectus), que nos abre a lo universal y conoce los primeros principios que
generan evidencia, de la razón (ratio), que se atiene a la multiplicidad de
las cosas particulares. Esta terminología cambia su sentido en la era mo-
derna. Así, Kant pondrá en lugar inferior el entendimiento (Verstand) res-
ponsable de los conceptos (Begriffe, categorías), mientras que en un orden
superior la razón (Vernunft) lo es de las ideas reguladoras (Dios, libertad,
inmortalidad). La mirada hacia dentro y hacia arriba terminará siendo vi-
vida según el espíritu y relación del espíritu al Espíritu, mientras que la
mirada hacia fuera y hacia abajo, dejada a sus propios impulsos, inclinará
hacia la tierra, la parte animal que arrastramos, y el mundo. La primera
está focalizada, atenida e imantada por el ser, mientras que la segunda
lo está por los entes. Aquella abre a la contemplación metafísica y a la mís-
tica, mientras que esta hace posible las ciencias y regula la política.
Las metas y los medios de pensamiento de cada hombre y de cada
cultura serán distintos según prevalezca una u otra de las miradas anali-
zadas. Una es la dirección de nuestro pensar hacia un centro unificador,
coordinador y finalizador de la realidad, algo así como al centro del
círculo; la otra, en cambio, se dirige a los múltiples radios de ese único
centro. Este tiene características de absoluto, primero y último, mien-
tras que los radios están en función de él y de la multiplicidad de luga-
res y tiempos que tienen su enclave en dicho centro, del que deriva su
potencia para mover la rueda de la existencia de las personas. Se puede
ir del eje a los radios del carro o, por el contrario, de los radios al eje
centrador; con uno y otros el carro avanza, sin la cooperación de uno y
otros son imposibles el rodaje y la marcha.
3. «No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre inte-
rior reside la verdad; y si hallares que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo, mas
no olvides que al remontarte sobre las cimas de tu ser, te elevas sobre tu alma, dotada de razón.
Encamina, pues, tus pasos hacia allí donde se enciende esa misma luz de la razón» (San Agus-
tín, Sobre la verdadera religión 39,72, en Obras completas IV, BAC, Madrid, 1956, p. 141).
184
CUESTIONES EPISTEMOLÓGICAS PREVIAS
ante el cual hay dos tipos de acceso o camino para llegar a la mostración
y reconocimiento de su existencia. Dos exponentes máximos de esa doble
actitud son el argumento ontológico de san Anselmo y las vías de santo
Tomás4. El primero ha ido siendo rechazado sucesivamente por los fi-
lósofos, entre ellos por dos autoridades máximas como el propio santo
Tomás y Kant, mientras que ha ido siendo reafirmado por otras autori-
dades no menores como Descartes y Hegel5.
El argumento ontológico parte de una especie de intuición, del con-
vencimiento previo de que esa realidad confiere a todo lo demás funda-
mento y de que sin ella nada es comprensible ni nuestra existencia tiene
último sentido. Las vías parten de una referencia o atenimiento a lo que
nos llega mediado por los sentidos y en la medida de esa mediación. En
el primer caso basta explicar lo que la palabra «Dios», no como concepto
sino como presencia, significa en el hombre, para percatarse de su nece-
sidad, mientras que en el segundo se inaugura un procedimiento causal
por el cual se llega desde los seres como efectos ordenados a la primera
causa, primer motor, primer absoluto necesario y fin finalizador. Ambos
procedimientos son resultado de esa constitución del hombre que tiene
anverso exterior y reverso interior, mirada que se atiene a las cosas y se
para en ellas pero a la vez las traspasa y trasciende. En el primer caso la
filosofía casi siempre desemboca en la contemplación, oración y mística,
mientras que en el segundo caso el punto de partida y de referencia son
siempre las ciencias, la moral y la praxis, bien en el sentido aristotélico,
bien en el sentido político. La primera actitud parte de este presupuesto
implícito: todo conocer en alguna manera es reconocer porque sin un
previo saber no es posible identificar lo que nos aparece y porque sin
algún saber de la realidad a la que nos referimos no serían inteligibles
las palabras con que hablamos de ella. El siguiente principio de Lutero
enuncia una verdad innegable: Qui non intelligit res, non potest ex verbis
sensum elicere, «quien no entiende la realidad (la cosa) no puede extraer
un sentido de las palabras».
De la ejercitación que el hombre lleva a cabo en este camino hacia el
conocimiento de Dios, no solo racional demostrativo (filosofía-teología)
sino experiencial, fruitivo, transformador (mística), se derivan dos formas
distintas de actividad. Una de ellas ha puesto en primer plano el esfuerzo
del hombre, la concentración en sí mismo, la renuncia al mundo exte-
rior, el dominio ascético de las pasiones y el ejercicio de las virtudes para
4. Cf. San Anselmo, Proslogion 2 («Quod vere sit Deus»), en Íd., Obras completas
I, BAC, Madrid, 1952, p. 366; Santo Tomás de Aquino, ST I q. 2 a. 3 («Utrum Deus sit»),
BAC, Madrid, 1994, pp. 18-19.
5. J. Rohls, Theologie und Metaphysik. Der ontologische Gottesbeweis und seine
Kritiker, Gütersloh, 1987; O. Muck y F. Ricken, «Gottesbeweise», en LThK 3IV, Fribur-
go de Brisgovia, 1995, 878-886.
185
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
6. De los textos patrísticos a los que iré aludiendo hay traducción española en las
dos colecciones de Padres: la colección «Icthys» de la editorial Sígueme, Salamanca, y la
«Biblioteca de Patrística» de la editorial Ciudad Nueva, Madrid.
7. Cf. Is 65, 1; Rom 10, 20-21.
186
CUESTIONES EPISTEMOLÓGICAS PREVIAS
187
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
188
CUESTIONES EPISTEMOLÓGICAS PREVIAS
10. Es una convicción repetida por Clemente Alejandrino a la hora de valorar los es-
critos de los paganos y utilizarlos en la reflexión teológica. Pero en toda utilización cristiana
de la cultura pagana, griega, latina o germana, ha de recordarse a los cristianos el criterio de
santo Tomás juzgando la utilización del platonismo hecha por san Agustín: «Et ideo Augus-
tinus, qui doctrinis platonicorum imbutus fuerat, si qua invenit fidei acommoda in eorum
dictis, adsumpsit; quae vero invenit fidei nostrae adversa in melius commutavit» [Por eso,
Agustín, imbuido en las doctrinas de los platónicos, recogió todo lo que en ellas encontró
conforme con la fe, cambió para mejor todo lo que se oponía] (ST I, q. 84 a. 5), partiendo
del propio san Agustín en De doctrina christiana 2, 40.
11. «La divinidad no se pone en contacto directo con el hombre sino que es a través
de este género de seres (daimones, genios que están entre lo divino y lo mortal) por donde
tiene lugar todo comercio y todo diálogo entre los dioses y los hombres, tanto durante la
vigilia como durante el sueño» (Banquete 203a).
189
Cristianismo y mística
Capítulo 2
EL MARCO FILOSÓFICO DE LA MÍSTICA CRISTIANA:
LA TRADICIÓN PLATÓNICA
Casi toda la mística cristiana de la era patrística hasta bien entrada la Edad
Media tiene al platonismo como andamio para construir su edificio, ro-
drigón para sostenerse o fundamento antropológico de sus posiciones.
Antes que san Agustín, el nombre primero y más decisivo en la historia
de la mística cristiana es, por su supuesta autoridad apostólica, el Pseudo-
dionisio, con sus varias traducciones latinas y comentarios medievales,
entre ellos los de san Alberto Magno y santo Tomás. Junto a esta corrien-
te de referencia platónica existe otra que llega desde la Biblia a nuestros
días, no conoce a Platón en unos casos y abomina de él en otros. Es la lí-
nea que tiene su punto de partida permanente en el Antiguo Testamento
(profetas y Cantar de los Cantares) y en el Nuevo Testamento (san Pablo
y evangelios, especialmente el de san Juan). Frente a las categorías meta-
físicas o lógicas de la línea platónica, en el centro de esta segunda línea
están otras categorías básicas: la persona y el amor, la relación en fideli-
dad y la ruptura en el pecado, la obediencia y la acción. Estamos ante
un Dios con rostro e iniciativa en libertad y ante un hombre con rostro y
libertad. La relación entre el hombre y Dios no es la propia de un su-
jeto frente a un objeto, de un súbdito frente a su dueño, de un ciudadano
frente a la ley o de una parte del mundo frente al todo de la naturaleza.
Las categorías de unidad, unión e identificación (orden ontológico) o de
conocimiento y experiencia (orden cognoscitivo) ceden a otras: perso-
na y amor, afectividad y dolor, pasión y promesa, nupcialidad y celos,
traición y fidelidad. Ya indicamos cómo A. Nygren llevó hasta el ex-
tremo la confrontación entre el éros de los griegos, como expresión
del impulso posesivo y apropiación del amado por el amante, en nues-
tro caso de Dios por el hombre (platonismo), y el agápe de los cristia-
191
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
1. Cf. A. Nygren, Éros y agápe. La noción cristiana del amor y sus trasformaciones,
Sagitario, Barcelona, 1969, p. 193.
2. La influencia de este libro en la historia de la espiritualidad ha sido inmensa. Há-
gase la prueba para verificarlo abriendo el Dictionnaire de spiritualité, vol. 17 (Índices),
pp. 99-100. Para la historia de los comentarios exegéticos, cf. J. Luzarraga, El Cantar de los
Cantares. Sendas del amor, EVD, Estella, 2005, pp. 56-87 («Historia de la interpretación»).
3. Cf. Guillermo de Saint-Thierry, Exposición del Cantar de los Cantares, Sígueme,
Salamanca, 2013.
192
EL MARCO FILOSÓFICO DE LA MÍSTICA CRISTIANA: LA TRADICIÓN PLATÓNICA
2. Platón
193
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
Es muy posible, en efecto, que pase inadvertido a los demás que cuantos se
dedican por ventura a la filosofía en el recto sentido de la palabra no prac-
tican otra cosa que el morir y el estar muertos. Y si esto es verdad, sería sin
duda un absurdo que durante toda su vida pusieran su celo en otra cosa que
esta y que, una vez llegada, se irritasen con aquello que desde tiempo atrás
anhelaban y practicaban5.
4. A. Louth, The Origins of the Christian Mystical Tradition, Oxford, 2007; cf.
A.-J. Festugière, Contemplation et vie contemplative selon Platon, París, 1967; Íd., Personal
Religion among the Greeks, Berkeley, 1954; Íd., La Révélation d’Hermes Trismégiste I-II,
París, 1944-1949.
5. Cf. A. Louth, The Origins of the Christian Mystical Tradition, cit., p. 2.
194
EL MARCO FILOSÓFICO DE LA MÍSTICA CRISTIANA: LA TRADICIÓN PLATÓNICA
6. «Una cosa es acceder a las verdades por la razón, y otra cosa totalmente distinta
alcanzarlas por aquella facultad intuitiva que los antiguos llamaban nous, la ‘fina punta
del alma’ (san Francisco de Sales) y el ‘corazón’ (Pascal)» (A.-J. Festugière, La Révélation
d’Hermes Trismégiste I, cit., p. 163).
195
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
los dioses, el daimon, lo divino, dios, Dios. Para dirigirse a ellos, aún no
existía el «tú» de segunda persona: se los describía e invocaba como un
ello y en tercera persona:
«¿O piensas que hay algún mecanismo por el cual aquel que convive con lo
que admira no lo imite?». «Es imposible». «Entonces, en cuanto el filósofo
convive con lo que es divino y ordenado, se vuelve él mismo ordenado y di-
vino en la medida en que esto es posible al hombre».
Pues no es descuidado por los dioses el que pone su celo en ser justo y prac-
tica la virtud, asemejándose a Dios en la medida en que es posible para un
hombre (República 1500c y 613a).
196
EL MARCO FILOSÓFICO DE LA MÍSTICA CRISTIANA: LA TRADICIÓN PLATÓNICA
mos recibido de él, y que el daimon nos intima en los momentos decisi-
vos. Aquí aparece un acento que va a diferenciar el platonismo del cris-
tianismo en su raíz. En aquel están en el centro el esfuerzo del hombre,
la virtud y la verdad a la que se llega por la dialéctica y la ascética; pero
apenas se habla del acercamiento de los dioses a la vida concreta del hom-
bre: su presencia es intelectual, interior, del orden pedagógico moral, si
bien intensamente religioso. Pero hay algo que no traspasan los dioses: su
trascendencia, para llegar hasta el hombre y compartir su destino. En los
largos párrafos de la República en que, frente a toda la religión y filoso-
fía anterior, defiende que la divinidad no es envidiosa, que es buena y no
engaña a los hombres, Platón afirma a la vez que no se relaciona directa-
mente con estos pero que les permanece siempre fiel y nunca los engaña.
La manera griega de pensar la trascendencia divina (que parte del ser
como cosa) hace imposible la encarnación (en cambio en el cristianismo
es pensable porque el ser es pensado primordialmente como espíritu y
libertad). En este sentido ambas interpretaciones son coherentes con el
propio punto metafísico de partida (cf. República XVIII-XX, 376-383).
La realidad concebida como cosa, materia, se deshace al identificarse con
otra, mientras que el espíritu tiene la capacidad de darse por libertad en el
amor sin perderse sino justamente acrecentándose a sí mismo en el don.
Sin embargo hay un momento en que para Platón ese esfuerzo de as-
cesis y contemplación ascendentes del hombre, por un lado, y de divina
luz descendente, por otro, convergen en una iluminación súbita que, du-
rando solo unos instantes, trasforma la vida de quien la recibe. La verda-
dera filosofía conduce y concluye en una intuición que, como chispa divi-
na, ilumina el alma. Y en ese momento, ¿no coinciden filosofía y mística?
Una vez llegados a esa cima, ni el filósofo ni el místico podrán olvidar tal
experiencia. Su vida posterior será una memoria rememorativa de ella y
una palabra agradecida por ella:
197
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
Hijo mío, tú eres joven: el paso del tiempo te hará cambiar de opinión sobre
muchos puntos hasta llegar a pensar lo contrario de lo que actualmente pien-
sas. Espera, pues, hasta ese momento para decidir sobre cuestiones de tanta
monta: la mayor de todas ellas, aunque tú no le des ninguna importancia, es
el pensar correctamente acerca de los dioses y, consiguientemente, el vivir
una vida buena o todo lo contrario... He conocido muchos de esos domina-
dos por tal enfermedad y fíjate bien en lo que puedo decirte sobre todos
ellos: ninguno de aquellos a quienes desde su juventud se les ha inculcado
la idea de que los dioses no existen ha llegado nunca a su vejez mantenién-
dose en la misma opinión (Leyes 888a).
Según hemos dicho, es necesario que todo lo que ha nacido haya nacido por
la acción de una causa determinada. Sin embargo descubrir al autor y al padre
cimiento. «Hay una luz con la que discernimos todas esas realidades mencionadas [...] Esta
luz fulgura invisible, inefable y, sin embargo, inteligentemente, y es para nosotros tan cierta
cuanto son para nosotros ciertos los objetos que contemplamos por medio de ella». Las tres
palabras clave en la antropología espiritual de san Agustín son imago Dei, capax Dei, lumen
mentis. Desde ahí piensa la relación del hombre con Dios. ¿Ha vivido experiencias místicas
similares a las que describe Porfirio en la Vida de Plotino? No sabemos exactamente qué leyó
de Platón, y parece seguro que no leyó las Enéadas. Hay, entre otros, dos textos fundamen-
tales que pueden hacernos pensar en una verdadera experiencia mística y no solo metafísica:
Confesiones 9, 10, 23 (visión de Ostia) y 10, 40, 65. Cf. A. Mandouze, «Où en est la ques-
tion de la mystique augustinienne», en Augustinus Magister (1954), y recogido en el volumen
Avec et pour Augustin. Mélanges, París, 2013, pp. 403-482.
198
EL MARCO FILOSÓFICO DE LA MÍSTICA CRISTIANA: LA TRADICIÓN PLATÓNICA
de este cosmos es una gran hazaña y una vez que se le ha descubierto es im-
posible darle a conocer de forma que llegue a todo el mundo (Timeo 28-29).
3. Plato christianus
Esta aportación y usufructo de Platón por los cristianos ¿ha sido una pro-
moción del cristianismo o su perversión? La afirmación platónica del éros,
o movimiento del hombre volviendo a su origen, elevándose a su princi-
pio y amando así a Dios, ¿es un intento de captura de Dios por el hombre
en contradicción con la categoría central del Nuevo Testamento: el agápe
descendente, del Dios manifestado al hombre en la cruz y resurrección
de Cristo? La recepción de Platón en el cristianismo no fue una simple
operación de traspaso de una filosofía a la teología o a la vida espiritual.
Es una historia de discernimiento permanente en adhesión y rechazo,
de selección de afirmaciones y de respuesta en negaciones. Sin embargo es
una solución demasiado fácil decir que el cristianismo es el contenido ex-
presado (fe) y el platonismo es la forma expresiva (filosofía). Uno y otro
son perfectamente diferenciables pero tienen no pocos elementos comu-
nes y se han influenciado de manera positiva unas veces y negativa otras.
Hay un Plato christianus y hay un Christianismus platonicus9. Hay un
platonismo que puede ser considerado como una preparación del hombre
para el Evangelio al mostrar la apertura-tensión hacia lo Divino como es-
tructura antropológica constituyente, mientras que hay otro platonismo
algunas de cuyas tesis fundamentales son inconciliables con el credo de los
cristianos. Pero más que las tesis concretas de la filosofía platónica como
sistema ha influido en los espirituales y en la tradición espiritual cris-
tiana el tenor fundamental de su espíritu anhelante de lo último Real,
más allá de la apariencia de las cosas y de la fugacidad del tiempo, de la
Belleza y del Bien, que trasciende al ser y está más allá del ser. Los cris-
tianos ¿podían evitar poner nombre personal a esas realidades y pensar
al Dios de Jesucristo con esas categorías religando a él toda la realidad?
Para ellos uno y el mismo es el Dios de la creación y el Dios de la salva-
ción en la historia. ¿Cómo no seguir la máxima platónica de vida: «Ase-
199
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
4. Plotino
Plotino, dice Porfirio, era fino y suave, apacibilísimo y afable como sabía-
mos por nosotros mismos que lo era realmente. Y se dice que vivía insomne,
manteniendo el alma pura y siempre en marcha afanosa hacia la divinidad,
a la que amaba con toda su alma11.
10. «Plotino es más que un episodio en nuestro tránsito de Platón a los Padres de la
Iglesia. En él encontramos el exponente supremo de un elemento permanente en lo que
podríamos llamar ‘filosofía mística’» (A. Louth, The Origins of the Christian Mystical Tra-
dition, cit., p. 28).
11. Porfirio, Vida de Plotino 23, 1-5, en Plotino, Enéadas I, Gredos, Madrid, 1982,
p. 166 (con una rigurosa introducción general, anotación y traducción de J. Igal). Existe
una edición bilingüe en griego y francés de É. Bréhier (7 vols., París, 1956-1963) y traduc-
200
EL MARCO FILOSÓFICO DE LA MÍSTICA CRISTIANA: LA TRADICIÓN PLATÓNICA
Estos rasgos, junto con otros como su relación con los niños, sus ca-
pacidades pedagógicas, su cuidado de aquellos que le entregaban a su di-
rección, hacen de Plotino una figura que, al tiempo que nos recuerdan
inevitablemente algunos aspectos de la figura de Jesús, nos hacen patente
la diferencia.
Los temas fundamentales de su filosofía son los mismos de Platón y
el mismo su vocabulario: la huida de este mundo, la subida al reino de
la Belleza-Bien-Uno, el retorno al origen y a nuestra verdadera existencia
anterior, la entrada en nosotros mismos. Con iguales palabras ambos in-
tentan explicar la relación de este mundo con las realidades supremas que
lo fundan: participación, procesión, emanación, dependencia y retorno.
Estas palabras caracterizarán a casi todos los exponentes de la tradición
neoplatónica, frente a las de causalidad y efectividad que caracterizarán
a la tradición aristotélica, la cual, estando menos preocupada de la tras-
cendencia y con menos interés antropocéntrico aparente, se refiere a la
estructura inmediata de este mundo y a los sentidos que nos la acercan.
Estos son los términos centrales en cada una de estas tradiciones: parti-
cipación (Platón), causalidad (Aristóteles), emanación-procesión (Ploti-
no). El cristianismo, mientras que se sentirá cercano a la primera y usu-
fructuará ampliamente la segunda, sin embargo mantendrá su distancia
frente a la tercera, por ver amenazada la trascendencia del Dios creador
respecto de sus creaturas. Dios es inmanente a nuestra naturaleza e his-
toria pero a la vez absolutamente trascendente respecto de ambas.
Si en Platón la categoría clave es el Bien, soberano en el orden de las
realidades inteligibles como lo es el Sol en el orden de las realidades sensi-
bles, en Plotino la categoría central es el Uno-Bien-Belleza. A él está orde-
nado el hombre y a él se allega por un triple camino: la negación, la tras-
cendencia y la analogía, fórmulas que, en parte desprendidas de su tronco
plotiniano, se van a integrar en un pensamiento más realista y en alguna
forma más secular como es el de santo Tomás, referidas explícitamente a
Dios. Del Uno (Bien, Belleza, Dios) se dirá en adelante que no es ninguna
de las cosas que conocemos, que está más allá de ellas o las trasciende a
todas, que en cierta manera las es y constituye a todas. Aquí se unen refe-
rencias de múltiple origen para afirmar que Dios no es el ser ni la esencia
ni la palabra sino que está más allá de todas ellas y, por tanto, es decible
desde todas pero no es definible desde ninguna, porque a todas precede,
constituye y sobrepasa.
El alma tiende al conocimiento, a la visión y a la participación del
Uno-Bien, respecto del cual es afín y por ello puede conocerlo. En este
orden sigue presente el principio del conocimiento de lo semejante por lo
ción inglesa de S. MacKenna y B. S. Page (Londres, 1969). Véase también P. Hadot, Plo-
tin ou la simplicité du regard, París, 1973.
201
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
semejante, que ha seguido vivo desde Platón a Goethe12. Con una termi-
nología tomada del mundo de los misterios, Plotino habla del sacerdote
sabio, de la contemplación del sagrario y de una forma de conocimiento
como resultado de llegar desde las afueras hasta el interior:
Y aunque no llegue hasta allá por considerar que el sagrario es cosa invisible
como lo es la Fuente y el Principio, sabrá que la visión es del principio por un
principio y que el consorcio es también de semejante con semejante, no des-
cuidando ninguna de cuantas cosas divinas es capaz el alma de alcanzar aun
antes de la contemplación (Enéadas VI, 9, 11, 30).
«He aquí la verdadera meta del alma: el tocar aquella luz y contemplarla con
esa misma luz; no con luz de otro, sino contemplar la misma luz por la que ve.
Porque la luz por la que fue iluminada, es la luz que debe contemplar, ya que
ni siquiera al Sol lo vemos con luz ajena». «Y esto, ¿cómo se puede lograr?».
«¡Despójate de todo!» (ibid. V, 3, 17, 38)13.
12. Cf. Enéadas VI, 9, 11, 32 y Goethe: «Wär nicht das Auge sonnenhaft, / die Sonne
könnt es nicht erblicken; / läg nicht in uns des Gottes eigne Kraft, / wie könnt uns Göttliches
entzücken?» [Si no fuera el ojo solar, / no podría ver el Sol; / si no habitara en nosotros la
energía propia de Dios, / ¿cómo podría cautivarnos lo divino?] (Zahmen Xenien III).
13. Este motivo es el mismo que la tradición espiritual tomará de Sal 35, 10 (V):
Quoniam apud Te est fons vitae et in lumine tuo videbimus Lumen («Ya que en ti está la
fuente de la vida y en tu luz [te] veremos [a ti, que eres la] Luz»).
202
EL MARCO FILOSÓFICO DE LA MÍSTICA CRISTIANA: LA TRADICIÓN PLATÓNICA
El que no tenga experiencia de ello, colija de acá y de los amores de acá cual
será el encuentro con el Amor de sus amores; sepa que los amados de acá
son mortales y nocivos, son amores de simulacros y versátiles porque no
eran el verdadero Amado, ni el Bien nuestro el que buscamos. Allá, en cam-
bio está el verdadero Amado, con el que podemos unirnos participando de
él y poseyéndolo realmente y no abrazándolo por de fuera carnalmente. «Si
alguno vio, sabe lo que digo»; sabe que el alma entonces está en posesión de
una vida distinta desde el momento en que se acerca a él, y se allega a él y
203
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
Visto y visión no son dos cosas, ¡audacia es decir de ambos como de una sola
cosa! El alma llega a ser una cosa con él como el vidente y lo visto; un cen-
tro con otro coinciden. Mientras coinciden son una cosa; son dos cuando se
separan (ibid. I, 6, 9, 10).
5. Plotino cristiano
15. Dichos de luz y amor 27, en Íd., Obras completas, EDE, Madrid, 1988, p. 91.
Cf. A. Bord, Plotin et Saint Jean de la Croix, París, 1996.
204
EL MARCO FILOSÓFICO DE LA MÍSTICA CRISTIANA: LA TRADICIÓN PLATÓNICA
16. «Su profundo conocimiento tanto del judaísmo como del cristianismo le permitió
lanzar contra este último el ataque más violento que recuerda la cristiandad: los quince li-
bros Katá jristianôn, Contra los cristianos, compuestos después del 270» (F. Beatrice, «Por-
firio filósofo», en A. di Berardino [dir.], Diccionario patrístico y de la antigüedad cristiana
II, cit., p. 1824). Cf. un clásico: P. de Labriolle, La réaction païenne. Étude sur la polémique
antichrétienne du Ier au VIe siècle, París, 1950. Y para la respuesta cristiana, véase E. Sánchez
Salor, Polémica entre cristianos y paganos a través de los textos, Akal, Madrid, 1986.
17. Porfirio, Vida de Plotino 2, 25, cit., p. 131.
18. Todos los evangelistas leen el sentido de los momentos del final de Jesús con ayu-
da de los salmos (cf. Mt 27, 44-47: Sal 22, 2; Mc 16, 33-35: Sal 22, 2; Lc 23, 45: Sal 31, 6;
Juan pone en boca de Jesús esta expresión de su obediencia filial a la obra encargada por
el Padre: «Todo está cumplido», sin referencia sálmica ninguna).
205
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
«La huida del solo al Solo». La gran familiaridad que ha logrado esta frase es
una medida de la influencia de Plotino. Ella contiene lo esencial de la bús-
queda mística tal como él la ve: un camino solitario que conduce al Uno,
soberano en trascendencia solitaria. El Uno no tiene ninguna preocupación
por el alma que lo busca, ni tampoco tiene el alma nada más que una preocu-
pación ocasional para los demás que están haciendo la misma búsqueda: no
tiene compañeros. Solitud, aislamiento: la implicación de esta actitud mina
toda posibilidad de la doctrina de la gracia —el Uno no conoce a los que lo
buscan y por ello no puede volverse hacia ellos— y de cualquier compren-
sión positiva de la co-inherencia del hombre con el hombre. Estas limitacio-
nes revelan la oposición radical existente entre la visión platónica y la teolo-
gía mística cristiana19.
19. A. Louth, The Origins of the Christian Mystical Tradition, cit., p. 50.
206
EL MARCO FILOSÓFICO DE LA MÍSTICA CRISTIANA: LA TRADICIÓN PLATÓNICA
20. Dado el carácter de estas páginas, valga con remitir a las obras fundamentales:
M. Viller, La spiritualité des premiers chrétiens, París, 1930, reelaborado y ampliado por
K. Rahner en Aszese und Mystik in der Väterzeit. Ein Abriss der christlichen Spiritualität
[1939], Friburgo de Brisgovia, 1990; L. Bouyer, La spiritualité du Nouveau Testament et
des Pères, París, 1960; B. McGinn, The Presence of God. A History of Christian Mysticism
I. The Foundations of Mysticism. Origins to the Fifth Century, Nueva York, 1991, Lon-
dres, 1992; K. Ruh, Geschichte der abendländischen Mystik I. Die Grundlegung durch die
Kirchenväter und die Mönchstheologie des 12. Jahrhunderts, Múnich, 1990.
21. Cf. H. Urs von Balthasar, «Filosofía, cristianismo, monacato», en Íd., Ensayos
teológicos II. Sponsa Verbi, Cristiandad, Madrid, 1964, pp. 405-448.
207
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
208
Capítulo 3
LA MÍSTICA EN OCCIDENTE: HERENCIA Y CREACIÓN
1. San Agustín
San Agustín no era filósofo profesional sino una mezcla de retórico y pen-
sador por libre, si bien con toda la literatura latina en el cuerpo, especial-
mente Cicerón y Virgilio, que le permitieron forjar una nueva expresión
del cristianismo, grávida de belleza y propositiva de verdad. Hay filósofos
pensadores, hay filósofos escritores y hay filósofos sistematizadores. En
alguna manera san Agustín fue las tres cosas y junto a cada uno de estos
aspectos podríamos enumerar varias de sus obras. Él está ya a muchos
209
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
2. Soliloquios II, 7, en San Agustín, Obras completas I, BAC, Madrid, 61994, p. 484
(el capítulo, que en principio parece tratar de lo que se quiere saber, en realidad se titula:
Quid amandum, «Qué se debe amar o qué merece ser amado»).
3. «Y en ellos leí... no lo leí allí» (Confesiones 7, 9, 13-15); «Nada de esto dicen aque-
llas letras...» (Ibid. 7, 21, 27).
210
LA MÍSTICA EN OCCIDENTE: HERENCIA Y CREACIÓN
4. Cristo aparece antes que como maestro como médico, porque el hombre, a la vez
que amante de la sabiduría, se ha reconocido como enfermo, caído y pecador incapaz de per-
manecer en sí si no permanece en Dios. Textos como el siguiente son una constante junto
con el juego fonético: miseria hominis – misericordia Dei, Christus medicus hominis – homo
mendicus Dei. «He aquí que no oculto mis llagas. Tú eres médico y yo estoy-soy (sum) enfer-
mo; tú eres misericordioso y yo miserable» (Confesiones 10, 28, 39). La idea agustiniana del
Dios humilde y humillado será central en Pascal: «Un Dieu humilié jusqu’à la Croix» [Un Dios
humillado hasta la Cruz]; y también: «Il fallait que le Christ souffrit. Un Dieu humilié» [Era
preciso que Cristo sufriera. Un Dios humillado] (Pensamientos 679 y 683 [ed. Brunschvicg]).
5. «Mi amor está crucificado y no queda ya en mí fuego que busque alimentarse de
material; sí, en cambio, un agua viva que murmura dentro de mí y desde lo íntimo me está
diciendo: ‘Ven al Padre’» (San Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos VII, 2, en Padres
Apostólicos, BAC, Madrid, 1950, p. 479).
6. Cf. K. Ruh, Geschichte der abendländischen Mystik I, cit., pp. 352-359: «Imago
Trinitatis: Die trinitarische Basis der Mystik Augustins».
7. La oratio-confessio, en su triple dimensión: como alabanza agradecida de la gra-
cia de Dios, como confesión de los propios pecados y como súplica, constituye el corazón
211
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
2. El Pseudodionisio
de la vida y del pensamiento de Agustín. No solo la hora de rezar sino toda la vida debe
ser alabanza. Al orante le dice: Lingua tua ad horam laudat, vita tua semper laudet [Tu
lengua alaba temporalmente, alabe siempre tu vida] (Enarrationes in Psalmos 141, 1).
Cf. K. Ruh, Geschichte der abendländischen Mystik I, cit., pp. 113-115 («Gebetsleben»).
8. La idea de Cristo-Dios patria a la que vamos y de Cristo hombre-Camino que ha
venido del otro lado del mar para que nosotros, asidos al navío de su cruz (mástil), poda-
mos vadear el mar de este mundo es central en todo el pensamiento agustiniano, porque
no basta ver la meta, es necesario conocer el camino (cf. Sermón 123, 3, 3; 141, 4, 4 y
las Confesiones). Cf. G. Madec, La Patrie et la Voie. Le Christ dans la Vie et la pensée de
Saint Augustin, París, 1989.
9. Cf. Obras completas, BAC, ed. de T. H. Martín, Madrid, 1990. Cf. Y. de Andia,
«Pâtir les choses divines. Ouj movnon maqw;n ajlla; kai; paqw;n ta ; qei`a (DN 648B)», en Íd.,
Denys l’Aréopagite. Tradition et métamorphoses, París, 2006, pp. 17-36.
212
LA MÍSTICA EN OCCIDENTE: HERENCIA Y CREACIÓN
213
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
12. «Mira con cuánta aptitud sirve Aristóteles con su filosofía a la teología, si no en el
sentido que él quiso, sí en cambio si se le entiende y aplica mejor. Pues ha dicho cosas ver-
daderas, y creo que ha robado de otros sitios aquellas ideas que con tanta ostentación pre-
senta» (Predicación del 25 de diciembre de 1514 [WA I, 28], cit. H.-G. Gadamer, Verdad y
método, Sígueme, Salamanca, 1977, p. 250, nota 43. Gadamer precisa que le debe esta cita
al gran exégeta H. Bornkamm).
13. Dos categorías esenciales en el pensamiento de santo Tomás introducen una di-
ferencia esencial con la epistemología aristotélica: la de amistad y, sobre todo, la de la
connaturalidad que crea la gracia, de acuerdo a 2 Pe 1,4: divinae consortes naturae [par-
tícipes de la naturaleza divina]. Cf. L. Schütz, Thomas Lexikon (21895), Stuttgart-Bad
Cannstadt, 1983, pp. 155-156; J. Maritain, Distinguer pour unir ou les degrés du savoir,
214
LA MÍSTICA EN OCCIDENTE: HERENCIA Y CREACIÓN
París, 1935; Íd., «L’expérience mystique naturelle et le vide», en Íd., Quatre essais sur
l’esprit dans sa condition charnelle, París, 1939, pp. 129-177.
215
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
mística se sitúa en este segundo orden. Por eso se la ha definido como co-
nocimiento experimental, unión afectiva y percepción fruitiva de Dios.
Las síntesis de filosofía y mística que encontramos en san Buenaven-
tura, vista desde una perspectiva platónica, y en santo Tomás, desde una
perspectiva sistemática orientada por Aristóteles, no van a encontrar equi-
valentes en los dos siglos posteriores. Surgen dos líneas como prolonga-
ción, en un sentido, y como ruptura, en otro, con estas dos síntesis del
siglo XIII. Eckhart integra el aspecto metafísico, por un lado, y el aspecto
de experiencia que es inherente a las realidades cristianas, por otro. Este
segundo aspecto aparece sobre todo en sus predicaciones, en los escritos
dirigidos al pueblo y, de manera muy especial, en los pensados para los
conventos femeninos. Esta línea es prolongada por otros dos grandes do-
minicos: Suso y Tauler14. El pensamiento de Eckhart tiene unos acentos
intelectualistas que inclinan a un lenguaje casi apersonal al hablar de Dios.
Todo debe ser trascendido cuando hablamos de él pero no hasta tal punto
que, al referirnos a la deidad de Dios, desaparezcan aquellos aspectos que
en la Biblia son esenciales: su personalidad espiritual, su revelación posi-
tiva en la historia, su condición amorosa. Es un Dios con rostro, palabra
e historia, muerte y cruz. Es Dios concreto; no es la deidad abstracta. Su
pensamiento es de gran complejidad a la vez que de gran riqueza y se si-
túa en la línea del Evangelio de san Juan, para el cual todo en el Logos es
vida y él es la vida y la luz de los hombres. Por él siguen siendo creadas,
es decir, son creadas y existen, piensan y son pensadas todas las cosas. La
historia de la recepción teológica de Eckhart todavía no ha concluido. No
le ha favorecido la apelación que a él han hecho el idealismo alemán en el
siglo XIX, Heidegger en el siglo XX y ciertos nuevos movimientos como la
gnosis, la New Age y otros, que contraponen el carácter metafísico, aper-
sonal de lo divino a la comprensión cristiana de Dios.
En esta misma línea hay que situar a Nicolás de Cusa, quien, siguien-
do al Pseudodionisio sobre todo, propone la docta ignorancia, anticipada
por san Agustín, como camino para acceder a Dios y, encontrándonos con
él, conocerle. Este apofatismo, llevado al límite al afirmar la «coinciden-
cia de los contrarios», casi nos pone en el borde de negar en Dios el prin-
cipio de contradicción. En Dios todo coincide y a la vez está más allá de
la contradicción: «Dios está solamente más allá de la coincidencia de los
contrarios. En él coinciden lo grande y lo pequeño, lo mucho y lo poco. Y
esto es la teología mística»15. El hombre tiene que ir más allá de toda fi-
14. Cf. K. Ruh, Meister Eckhart. Theologe. Prediger. Mystiker, Múnich, 1989; Íd., Ges-
chichte der abendländischen Mystik III, pp. 216-388 (Eckhart); 417-476 (Suso); 476-528
(Tauler).
15. Nicolás de Cusa, Randbemerkung zum Albert-Kommentar zur «Mystischen Theo-
logie», en Cusanus-Texte III, 1 (Sitzungsberichte der Heidelberger Akademie der Wissen-
schaften. Phil.-hist. Klasse, 1940/1941), Abhandlung 4.
216
LA MÍSTICA EN OCCIDENTE: HERENCIA Y CREACIÓN
217
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
18. WA 1, 16, 13, n.º 46 (1531); WATR 5, 384, 5 s., n.º 5864; WA 25, 106, 27
(1527-1529).
19. Prefacio a la edición de Wittenberg de los WA (1539) (WA 50, 658; 29, 661, 8).
20. Glosas marginales a Tauler, en WA 9, 98, 28. Cf. Y. Congar, «Langage des spiri-
tuels et langage des théologiens», en VV.AA., La mystique rhénane, París, 1963; B. Moel-
ler, «Tauler und Luther», ibid., pp. 157-168; A. de Libera, Eckhart, Suso, Tauler y la di-
vinización del hombre, Barcelona, 1999.
21. Lutero, De captivitate babilonica, en WA 6, 562, 3 ss.
22. J.-L. Leuba, «Mystique et théologie dialectique protestante», en J. M. van
Cangh, La mystique, París, 1988, p. 188.
218
Capítulo 4
FILOSOFÍA SIN MÍSTICA EN LA ERA MODERNA
219
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
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FILOSOFÍA SIN MÍSTICA EN LA ERA MODERNA
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MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
222
FILOSOFÍA SIN MÍSTICA EN LA ERA MODERNA
El resto del siglo XIX está determinado en un primer momento por los
grandes maestros de la crítica de la religión (Feuerbach, Marx, hegelianos
de izquierda, exégetas críticos de la Biblia despojada de su condición de
revelación divina...) y en un segundo momento por Nietzsche. Ninguno
de los tres autores a los que dedicamos este apartado se ocupa directamen-
te de la mística. En Nietzsche solo aparecen unas cuantas veces los térmi-
nos correspondientes. La primera, en sintonía con el budismo, al que in-
clina su obra: «La mística, el placentero regusto del eterno vacío»7. En
otro pasaje hace referencia a los filósofos: «... filósofos, a diferencia de
los místicos, que son mas sinceros que ellos y de una manera torpe ha-
blan de inspiración»8. Las otras dos citas carecen de importancia9. Para
estos tres autores la religión pertenecía al pasado y hubieran considerado
ridículo ocuparse de una de sus formas más extrañas y marginales como
son la mística y los místicos.
Este es el legado negativo de la filosofía en relación con la mística en
el siglo XIX. De él recibe tres golpes que la obligan a un nuevo plantea-
miento. En primer lugar, la reducción kantiana, que sitúa la religión en el
universo de la moral y, en línea con el Antiguo Testamento, orienta hacia
un profetismo ético como alternativa a cualquier forma de mística. Desde
aquí se hace comprensible su contraposición entre oración ético-profética
propia del protestantismo y místico-litúrgica propia del catolicismo que
se propondrá a partir del segundo decenio del siglo XX. Los herederos de
Kant: Ritschl, Harnack, Troeltsch, Cohen... están en esta línea, reclaman-
do ser los intérpretes auténticos de la Biblia, del protestantismo y de la re-
lación de este con la cultura moderna. Sobre tal trasfondo se entiende el
posterior grito-proclama: «There are no Protestant mystics» [Ningún pro-
testante es místico, no hay místicos protestantes]10. El segundo legado es
el emplazamiento de la mística en la naturaleza como su objeto por el ro-
manticismo y en un Absoluto neutro por el idealismo. El tercer legado es
223
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
224
FILOSOFÍA SIN MÍSTICA EN LA ERA MODERNA
13. Cf. B. Russell, Por qué no soy cristiano, Edhasa, Barcelona, 1977, pp. 176-214
(diálogo con el padre Copleston sobre «La existencia de Dios»), cita en p. 201.
14. Ibid.
15. Otros autores, al analizar estos movimientos presentes en la filosofía y litera-
tura de comienzos del siglo XX, hablan de Neomystik [neomística]. Para un panorama
de estas corrientes (monismo, filosofía de la vida...) como alternativa a la concepción
anterior, cf. U. Spörl, Gottlose Mystik in der deutschen Literatur um die Jahrhundertwende,
Paderborn, 1997; E. Albertsen, Ratio und Mystik im Werk Robert Musils, München, 1968;
H. U. Lessing, «Mystik, mystisch», en Historisches Wörterbuch der Philosophie 6, Basel/
Stuttgart, 1984, 268-279. El caso de Heidegger con su referencia a Eckhart y al budismo
zen merece una atención especial. Cf. W. Böhme (ed.), Mystik ohne Gott?, Karlsruhe, 1982,
esp. O. Pöggeler, «Mystische Elemente im Denken Heideggers und im Dichten Celans»,
pp. 32-59; J. D. Caputo, The Mystical Element in Heidegger’s Thought, Ohio, 1978; O. Pög-
geler (ed.), Heidegger. Perspectiven zur Deutung seines Werkes, Königstein, 1984; L. Gardet
y O. Lacombe, Expérience du Soi. Étude de mystique comparée, París, 1981.
225
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
16. Su proyecto es salvar una fe que garantice la razón y dignidad del hombre cons-
ciente de un destino y a la vez salvar el mensaje bíblico con independencia de su origen
divino. Cf. K. Jaspers, La fe filosófica [1948], Losada, Buenos Aires, 1953; Íd., Der philo-
sophische Glaube angesichts der Offenbarung, Múnich, 1962.
226
Capítulo 5
HEIDEGGER Y LA MÍSTICA
Pocos filósofos del siglo XX han estado a la vez tan cerca y tan lejos del
cristianismo como Heidegger. Lo trae de sus orígenes católicos y por ellos
ha bebido en las fuentes cristianas, comenzando por el Nuevo Testamen-
to y llegando hasta la literatura más reciente. Ese origen le ha conferido
futuro, según su propio testimonio. «Sin este origen teológico yo nun-
ca hubiera podido llegar al camino del pensamiento. Ahora bien, origen
(Herkunft) perdura siendo siempre futuro (Zukunft)»1. Con palabras no
ha roto expresamente con ninguno de los elementos esenciales del lega-
do cristiano, pero estos quedan resituados en un universo que ya no es
cristiano y quizá tampoco religioso en el sentido tradicional de la pala-
bra. Todo en él queda en su sitio y, sin embargo, todo es transvalorado,
de forma que en el lector cristiano puede suscitar bien un rechazo radi-
cal, por considerarlo bien la eliminación de Dios más sutil y luciferina
—por casi imperceptible—, bien el entusiasmo ingenuo de quien lo tie-
ne por una manera más fundada y bella de hablar de Dios, de redimir
al Dios divino, según Heidegger pervertido por la metafísica posterior a
los presocráticos.
Heidegger escribe en 1959: «No olvidemos demasiado pronto la pa-
labra de Nietzsche del año 1886: ‘La refutación de Dios — realmente el
único refutado es el Dios moral’»2. Su analítica existencial de la facticidad
humana y, en especial, de la experiencia de la vida (la Lebenserfahrung
de Dilthey) propia del cristianismo y del helenismo, con la consiguien-
1. «Ohne diese theologische Herkunft, wäre ich nie auf den Weg des Denkens ge-
langt. Herkunft bleibt aber stets Zukunft» (M. Heidegger, Unterwegs zur Sprache, Fránc-
fort del Meno, 1987, p. 96).
2. M. Heidegger, Denkerfahrungen, Fráncfort del Meno, 1983, p. 85.
227
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
228
HEIDEGGER Y LA MÍSTICA
diéndole como el ente máximo entre los entes y que evite todo apoderamiento de él me-
diante el concepto o la palabra. ¿Es posible pensar a Dios sin el ser, solo desde el amor en
receptividad y como Amor, en actitud ante el que viene a nosotros sin ir nosotros a él?
¿No tienen que darse unas condiciones de posibilidad receptiva en el hombre para que
Dios sea recibido y no simplemente las pasivas propias del vaso que recibe el agua? Estas
cuestiones eran las mismas que discutían Barth, Bonhoeffer y Brunner sobre el punto de
apoyo y entronque en el hombre tanto para la revelación de Dios a él como para su res-
puesta en la fe (Anknüpfungspunkt, Vorverständnis, Ansprechbarkeit). En este sentido debe
haber una teología sin metafísica, si esta se entiende como mediación subyugadora de Dios
al hombre; pero no puede haber teología sin metafísica, si no queremos reducir la relación
del hombre con Dios a la pura pasividad, más propia del mineral que del ser creado a ima-
gen de Dios. Cf. Th. A. Carlson, «Postmetaphysical Theology», en K. J. Vannhoozer (ed.),
Postmodern Theology, Cambridge, 2003, pp. 58-75.
4. Junto con otros autores, Ricoeur se ha preguntado cómo es posible que Heidegger
haya marginado de su reflexión el pensamiento hebreo a favor del griego; que haya pri-
vilegiado de tal manera el pensamiento ontológico frente al pensamiento ético, la verdad
con silencio absoluto de la justicia, las dimensiones del sujeto sin pensar a la vez su rela-
ción con el otro. Termina preguntando por qué privilegiar la palabra de los poetas y des-
deñar la de los profetas: «¿Por qué reflexionar solamente sobre Hölderlin y no sobre los
Salmos, sobre Jeremías? Esa es mi pregunta» (P. Ricoeur, Nota introductoria, en R. Kear-
ney y J. S. O’Leary [dirs.], Heidegger et la question de Dieu, París, 2009, p. 37). Cf. P. Fer-
nández Beites, Tiempo y sujeto después de Heidegger, Encuentro, Madrid, 2010.
5. Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios, Alianza, Madrid, 1996.
6. Le Sacré. L’élément non rationnel dans l’idée du divin et sa relation avec le ra-
tionnel, París, 1995.
229
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
230
HEIDEGGER Y LA MÍSTICA
231
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
Estas categorías, junto con las que encuentra en san Pablo y san Juan como
formas fácticas de la existencia cristiana en el mundo, están en el origen
de su analítica existencial. En el semestre de invierno de 1929-1930, ya en
Friburgo, Heidegger da un curso sobre: «Los conceptos fundamentales de
232
HEIDEGGER Y LA MÍSTICA
233
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
rar a Dios como «valor» para el hombre. Para él afirmar el valor y negar,
oscurecer y olvidar el Ser es justamente la causa del nihilismo:
234
HEIDEGGER Y LA MÍSTICA
13. «Heidegger no solo fue un lector asiduo de la obra de Eckhart sino que forjó
en su inspiración las más profundas determinaciones de la dirección de su pensamiento»
(Ph. Capelle, «Heidegger et Meister Eckhart»: Revue des Sciences Religieuses 70/1 [1996],
pp. 113-124. Véase también Íd., Philosophie et Théologie dans la pensée de Martin Hei-
degger, París, 2001; J. D. Caputo, The Mystical Element in Heidegger’s Thought, cit.).
14. Cf. J. Greisch, «La contrée de la sérénité et l’horizon de l’espérance», en R. Kear-
ney y J. S. O’Leary (dirs.), Heidegger et la question de Dieu, cit., pp. 189-212.
15. Angelus Silesius (Johannes Scheffler), El peregrino querubínico, Facultad de Teo-
logía del Norte de España, Burgos, 2009, libro I, p. 289. El otro díptico con la misma ima-
gen que ha tenido gran recepción en la historia espiritual es este: «Abrirte como la rosa. Tu
corazón recibir(í)a a Dios con todo su bien, cuando se abra (si se abre a) ante él como una
rosa» (libro III, 87).
235
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
Estos juicios de Leibniz y Hegel sobre Angelus Silesius solo quieren sugerir
en pocas palabras que la frase del «sin porqué» proviene de unas fuentes de
peso. Pero al punto se nos objetará que esa fuente no deja de ser sino mística
y poesía. La una tiene tan poca parte en el pensar como la otra. Ciertamente
no la tendrán en el pensar, pero quizá la tengan antes del pensar. Esto es lo
que nos atestiguan Leibniz y Hegel, cuyo pensar resulta difícilmente supera-
ble en cuanto a sobriedad y rigor17.
236
HEIDEGGER Y LA MÍSTICA
19. Cf. Autobiografía espiritual (Vita), San Esteban, Salamanca, 2001; Diálogo de la
Eterna Sabiduría, San Esteban, Salamanca, 2002.
20. Cf. J. Tauler, Obras, ed. de T. H. Martín, Fundación Universitaria Española,
Madrid, 1984. A Tauler se le lee en España a partir de 1518, cuando el cartujo Lorenzo
Surio publica en latín sus obras. En 1551 se editan en Coimbra las Institutiones atribuidas
a Tauler, pero en realidad son una colección, preparada por san Pedro Canisio, de textos
de muy diversos autores, entre ellos Tauler. Véase J. Orcibal, San Juan de la Cruz y los
místicos renano-flamencos, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1987.
21. M. Heidegger, Estudios sobre mística medieval, Siruela, Madrid, 1997, p. 255.
La cita está en la última página. Estos estudios no son un libro sino solo unos apuntes para
un curso que no llegó a dar.
237
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
22. A. de Libera, Eckhart, Suso, Tauler y la divinización del hombre, José J. Olañeta,
Palma de Mallorca, 1999, p. 185.
238
HEIDEGGER Y LA MÍSTICA
De la pérdida entre los entes, del pensamiento del ser y del dios que
ha huido, pasamos a la espera de Dios. ¿Qué o quién es el «último Dios»
del que habla Heidegger en los últimos libros? ¿Qué quiere decir y qué
está diciendo cuando, en la entrevista concedida con la condición de
que se publicara después de su muerte, afirma: «Solo un dios puede toda-
vía salvarnos»24? Esta terminología ¿no sigue siendo la misma de antes,
la pagana heredada de Hölderlin, cuando este habla de dios, de los dio-
23. J. D. Caputo, «Heidegger and Theology», en Ch. Guignon (ed.), The Cambridge
Companion to Heidegger, Cambridge, 1995, pp. 270-288, cita en 284-285; Íd., The Mysti-
cal Element in Heidegger’s Thought, cit., pp. 137-139.
24. «La filosofía no podrá producir efecto inmediato que cambie el estado presente
del mundo. Esto no vale solamente para la filosofía sino para todo lo que no es más que
preocupación y aspiración del hombre. Solo un dios puede todavía salvarnos. Nos queda
la sola posibilidad de prepararnos en la poesía y en el pensamiento para la aparición del
dios o para la ausencia de dios en nuestro declinar; acabamos ante la faz del dios ausente»
239
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
ses, de un dios? Si no acabamos de saber quién, qué y cómo era el Ser (más
allá y distinto de las categorías trascendentales conocidas en la historia del
pensamiento: Bien (Platón), pensamiento pensante (Aristóteles), Uno ori-
ginante (Plotino), acto de ser y esente (Tomás de Aquino), garante del
conocimiento y del ser finito (Descartes), razón suficiente (Leibniz)...,
¿cómo podremos saber lo que es el Ereignis como acontecimiento con un
venir sin qué y quién viniendo?
La designación Ereignis (acontecimiento), contrapuesta a las cate-
gorías estáticas, estructurales, fixistas, está en cierta continuidad con el
pensamiento protestante, que frente al catolicismo siempre ha subrayado
la soberanía absoluta de Dios, quien se muestra en todo pero no se atiene
a nada ni se deja retener por sus propias creaturas y en cuya acción todo
es siempre nuevo, imprevisible, sorprendente. Su fidelidad es igual a su
soberanía y su soberanía no puede ser limitada por su fidelidad. Nada es
definitivamente fijable por el hombre frente a Dios. Él, y todo con él,
acontece. El título de un libro sobre eclesiología de J.-L. Leuba expresa
perfectamente el doble acento puesto en lo institucional, permanente y
fijo por el catolicismo y en lo innovador y abierto, lo propio del acon-
tecimiento, por el protestantismo: L’institution et l’événement [La ins-
titución y el acontecimiento, 1960]. Dios queda siempre con las manos
libres después de cada acción suya con el hombre. Y así, ninguna catego-
ría teológica, ninguna definición, ninguna institución, ninguna promesa
podrán apresarle y asegurarle frente al hombre; y el hombre, a su vez,
nunca podrá asegurarse a sí mismo frente a él, ni en el presente ni en el
futuro. Esta denominación de Dios como acontecimiento sería la radi-
cal alternativa superadora de la metafísica del Éxodo, que define a Dios
como ser. La libertad, el futuro, la abertura del misterio al hombre y la
apertura del hombre ante el Misterio (die Offenheit für das Geheimnis)
serían las primeras y últimas palabras del hombre. La historia estaría ab-
solutamente abierta. Dios es el Dios que viene y adviene a la vez que es el
puro porvenir, la a-ventura y buena ventura del hombre.
Heidegger ¿es palabra antes que pensamiento, poesía antes que filosofía;
y en este sentido, mística antes que metafísica? Filósofos contemporáneos
críticos con él han desdeñado su pensamiento, acusándole de haber in-
terpretado mal la historia de la metafísica, de no haber ofrecido una con-
ceptualidad clara, de seducir a sus lectores con falsas etimologías y térmi-
nos nunca definidos; en una palabra, de ofrecer, antes que filosofía
240
HEIDEGGER Y LA MÍSTICA
rigurosa, una mística. ¡En este caso la palabra «mística» es dicterio y signo
de menor aprecio25! Pero ¿es una mística religiosa o una mística filosófi-
ca? ¿Es una estética y una terapia sin resto de religión en el sentido rigu-
roso de apertura y consentimiento del hombre al Ser soberano, personal,
omnipotente y santo, capaz de salvar al hombre y al que el hombre puede
dirigirse en oración suplicando salvación?
El lenguaje de Heidegger no es técnico ni calculador ni sistemático
sino creador, evocativo, fundador, como el de los poetas en el sentido
de Hölderlin: Was bleibt aber, stiften die Dichter, «lo que permanece lo
fundan los poetas». Es poético en el noble sentido del término: creador,
alusivo y elusivo, vocativo y provocativo. ¿Se lo puede reconocer como
lenguaje religioso por el solo hecho de que abunden términos casi hím-
nicos, laudativos de exaltación y de glorificación? Heidegger sitúa el pen-
sar (Denken) en la memoria (Gedenken), lo ve naciendo del agradecimien-
to (Danken) y desembocando en la devoción y en la alabanza (Andacht).
Pero no existe en él el lenguaje del estremecimiento ante un poder sa-
grado y ante una santidad exigente. No existe la oración de petición ni
la súplica de perdón ni el abandono confiado a otra libertad acogedora
y cobijadora; y menos aún, el diálogo personal entre dos destinos puestos
en juego y compartidos, el del hombre (creatura) y el de su Dios (crea-
dor), ambos a la vez infinitamente lejanos e infinitamente cercanos en el
ser (creación) y en la historia (revelación, encarnación). La gesta de Hei-
degger tiene la grandeza de habernos trasladado del reino de los entes
al reino del Ser, del pensamiento calculador al pensar meditativo, de
la palabrería huera a la palabra verdadera, de la dispersión en el mundo
a la autenticidad de la existencia, de la mirada utilitaria al acogimiento
agradecido de la existencia como don, de la mirada turbia y egoísta al
gozo exultante ante la gloria de la realidad, que nos excede y agracia es-
tando y dándose sin reclamar nada ni exigir nada.
Todo esto ¿es solo el capítulo de una antropología o también el de
una mistagogía preparativa para ser encontrados por Alguien y para en-
contrarnos con Alguien? Pero ¿existe ese Alguien? Heidegger no piensa
contra Dios ni a favor de Dios: piensa sin Dios, sin lo que esa palabra ha
sido y pesado en la historia del hombre. Heidegger no solo ha decons-
25. J. Hirschberger, Historia de la filosofía II, Herder, Barcelona, 1976, pp. 437-438,
donde, refiriéndose a Heidegger, se repite tres veces la palabra «mística» en un sentido, si no
despectivo, sí filosóficamente peyorativo. Heidegger ha concedido que la poesía y la mística
no están en el pensar pero lo fundan y hacen nacer «antes del pensar». Si de algo no se puede
acusar a Heidegger, es de falta de rigor. Recordemos el final de la Carta sobre el huma-
nismo: «Estas tres cosas, ya mencionadas en una carta anterior, se determinan en su mutua
pertenencia a partir de la ley de la conveniencia (Schicklichkeit, destinabilidad) del pensar
de la historia del ser: lo riguroso de la reflexión (die Strenge der Besinnung), el cuidado del
decir (die Sorgfalt des Sagens), la parquedad de la palabra (die Sparsamkeit des Wortes)».
241
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
242
HEIDEGGER Y LA MÍSTICA
¿En qué medida todo esto es válido para un cristiano a pesar de ser
insuficiente? No verlo y no reconocerlo sería ceguera imperdonable; que-
darse en ello sería un retorno a la metafísica con abandono del Evangelio,
a la antropología, que eso es la analítica existencial, con olvido de la teo-
logía. La filosofía alemana ha ofrecido al cristianismo sus máximas posi-
bilidades de pensar y de ser pensado pero a la vez lo ha puesto ante el
abismo, incitándolo a traspasar, trascender y dejar atrás, por superado,
el cristianismo. Kant ¿ha hecho posible al cristianismo superar una moral
legalista y estatuaria, fundamentando de manera definitiva la ética? ¿O
lo ha dejado reducido a ética? Nietzsche, quien con tanta dureza ha tra-
tado a Kant, ¿ha reclamado con razón la superación del Dios moral en
la línea kantiana para descubrir la gloria y belleza del Dios divino? ¿O
ha reducido el cristianismo a estética? Heidegger ¿ha creado una nueva
metafísica leyendo la relación entre el espíritu y el Ser desde las catego-
rías con las que el pensamiento anterior había leído la relación del alma
con Dios, su origen y ejemplar? ¿O ha desalojado al cristianismo de su
contenido teológico para asentar una metafísica de la facticidad y una
mística de la Serenidad?
28. Ibid.
243
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
29. M. Heidegger, «Der Feldweg» (1949), en Íd., Denkerfahrungen, cit., pp. 37-40.
Aquí está la afirmación ya citada sobre el encuentro de Dios en la vida, en el andar el ca-
mino junto a las cosas que nos hablan sin palabras: «En lo no hablado de su habla Dios
(nos) llega a ser realmente Dios (ist Gott erst Gott), como dice Eckhart, el viejo maestro
de vida y de doctrina (der alte Lese- und Lebemeister)». En 1915 escribía Ortega y Gas-
set: «La vida es el texto eterno, la retama ardiente al borde del camino donde Dios da
sus voces» (Meditaciones del Quijote, en Íd., Obras completas I, Alianza, Madrid, 2006,
p. 788).
30. Cf. M. Heidegger, Serenidad, cit., 84-85.
244
HEIDEGGER Y LA MÍSTICA
31. Cf. B. Welte, Meister Eckhart, Friburgo de Brisgovia, 1979. Otras obras suyas
son: Auf der Spur des Ewigen, Friburgo de Brisgovia, 1965; Zeit und Geheimnis, Friburgo
de Brisgovia, 1975; Heilsverständnis, Friburgo de Brisgovia, 1979; Das Licht des Nichts,
Düsseldorf, 1980; Der Ernstfall der Hoffnung, Friburgo de Brisgovia, 1982; Zwischen
Zeit und Ewigkeit, Friburgo de Brisgovia, 1982.
245
Cristianismo y mística
Capítulo 6
E. TUGENDHAT: UN DISCÍPULO DE HEIDEGGER
EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI
Cada uno de los tres últimos siglos ha visto la luz con un libro significati-
vo para el tema religión-mística y a su vez de considerable influencia para
el resto de los cien años siguientes. Cada uno se refiere a un aspecto dife-
rente de lo que ambas pueden significar para la filosofía, para la existencia
de los hombres y mujeres religiosos, para la sociedad y para la cultura.
El primero de los tres fue la obra de F. D. E. Schleirmacher Sobre la reli-
gión: discursos dirigidos a quienes entre sus depreciadores tienen cultura
(1799). El contexto es el nuevo mundo político, cultural y religioso del
Berlín ilustrado en el momento en que se funda allí una universidad y en
que la Ilustración da por supuesta la superación de la forma tradicional de
247
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
248
E. TUGENDHAT: UN DISCÍPULO DE HEIDEGGER EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI
4. «Dime, ¿por qué yaciendo / ocioso y sin cuidado / todo animal descansa, / y a mí
me asalta el tedio si reposo?» (G. Leopardi, «Canto nocturno de un pastor errante de Asia»,
vv. 129-132, en Poesía y prosa, Alfaguara, Madrid, 1979, p. 181).
249
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
Entre las experiencias básicas del ser humano está la necesidad de recogi-
miento y de unidad frente a la dispersión y la multiplicidad. En aquellas se
toma distancia respecto de los asuntos y deseos de la vida para plantear
5. Egocentricidad y mística, cit., pp. 118-119. Dos análisis de esta obra: B. Irlen-
born, «Die religionsfreie Mystik des Philosophen»: Theologie und Glaube 96 (2005),
pp. 207-217; M. Schlögl, «Mystik als Freiheitsgeschehen. Die anthropologische Begrün-
dung der Mystik bei E. Tugendhat und Ratzinger», en ibid. 104/2 (2014), pp. 126-141.
250
E. TUGENDHAT: UN DISCÍPULO DE HEIDEGGER EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI
Religión y mística no solo son caminos diferentes sino que responden a mo-
tivos opuestos7.
El problema común que solucionan en forma opuesta es el problema de la
contingencia8.
En la historia de la humanidad se han emprendido dos caminos para calmar
el dolor que supone este estado (conciencia de la radical insuficiencia ante la
muerte, tensión entre la intención y las realizaciones con la desilusión consi-
guiente, frustraciones y desgracias...): justamente los caminos de la religión
y de la mística9.
Definición de la mística. Consiste: 1) en zafarse del aferramiento volitivo (de
la avidez o de la preocupación, 2) prestando atención al universo, no sumer-
giéndose meditativamente en él (prefiero decir universo en lugar de realidad
última)... Es posible ampliar la definición de forma que abarque a la mística
religiosa, poniendo a Dios en lugar del universo10.
251
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
La tarea del místico consiste en llegar a ser uno con lo uno (la así llamada
unio mystica)... El místico se repliega en el mundo: en vez de mirar todo des-
de la perspectiva egocéntrica, se mira desde el mundo11.
Esta respuesta conduce, por supuesto, a otras preguntas. ¿Cómo puede apa-
recer en los seres humanos, en claro contraste con los animales, la necesidad
252
E. TUGENDHAT: UN DISCÍPULO DE HEIDEGGER EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI
de paz espiritual? No porque sufran, como pensó Buda, ya que los demás
animales también sufren, sino porque su alma se encuentra en un estado de
intranquilidad que los demás animales no conocen. Esta intranquilidad tie-
ne que ver con la relación consigo mismo específicamente humana. Quizá
pueda decirse: el motivo de toda mística es liberarse de la preocupación por
sí mismo o mitigar esta preocupación14.
253
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
254
E. TUGENDHAT: UN DISCÍPULO DE HEIDEGGER EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI
En tanto la mística consista en una búsqueda de paz espiritual, el que dice «yo»
no podrá distanciarse radicalmente de sí mismo. Por consiguiente, el ideal del
bodisatva sería finalmente la única forma consistente de actitud mística20.
255
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
21. Ernst Bloch cierra su obra clave, El principio esperanza, con esta afirmación,
pura herencia de Plotino: «Patria es de donde venimos» (Trotta, Madrid, 2007, vol. 3,
pp. 509-510). Y por eso es el lugar al que retornamos. Todo pensamiento de influencia místi-
ca ha mantenido este principio. Santo Tomás lo formula en sentido puramente teológico con
el binomio: exitus-redditus, y lo asume como categoría estructuradora de su Suma teológica.
T. S. Eliot, en sus Cuatro cuartetos, comienza el segundo, «East Coker», con esta frase: «En
mi principio está mi fin» (v. 1), y lo cierra con el equivalente: «En mi fin está mi principio»
(v. 275). Y en el centro del poema: Home is where one starts from, «El hogar es el punto del
que partimos» (v. 255) (Cuatro cuartetos, Cátedra, Madrid, 1987, pp. 99, 117 y 115).
256
E. TUGENDHAT: UN DISCÍPULO DE HEIDEGGER EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI
257
Cristianismo y mística
Capítulo 7
LAS ESTRUCTURAS DE LA EXPERIENCIA MÍSTICA
EN EL CRISTIANISMO Y EN LA FILOSOFÍA
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MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
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ESTRUCTURAS DE LA EXPERIENCIA MÍSTICA EN EL CRISTIANISMO Y EN LA FILOSOFÍA
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ESTRUCTURAS DE LA EXPERIENCIA MÍSTICA EN EL CRISTIANISMO Y EN LA FILOSOFÍA
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ESTRUCTURAS DE LA EXPERIENCIA MÍSTICA EN EL CRISTIANISMO Y EN LA FILOSOFÍA
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MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
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ESTRUCTURAS DE LA EXPERIENCIA MÍSTICA EN EL CRISTIANISMO Y EN LA FILOSOFÍA
En segundo lugar hay que añadir el principio que diversifica esa uni-
dad: cada cristiano se orienta por los principios generales que rigen para
todos los miembros de la Iglesia pero a la vez por los imperativos perso-
nales que Dios intima a su existencia. Es Dios quien guía las vidas de cada
hombre por el camino de la humanidad y le ofrece una misión concreta en
la Iglesia. El místico es uno más de los caminantes hacia el Eterno. Junto
a él caminan todos los demás protagonistas en la vida de la Iglesia. Hoy
nos sentimos más cercanos a aquellos santos en los que prevalecen el
sentimiento, la vivencia, la pasión amorosa, la transparencia en el hacer
y decir. De ahí nuestro interés por los místicos y carismáticos, con el re-
descubrimiento de aspectos de lo humano y de lo cristiano antes olvida-
dos, depreciados o puestos bajo sospecha.
Una vez que en el último siglo ha abundado la reflexión teórica so-
bre la mística (teoría e historia) y en los últimos decenios han apareci-
do los movimientos carismáticos junto con los grupos reclamadores de
vivencia en el cristianismo, sería bueno que en los próximos decenios
prevalezca el contacto directo con las grandes personalidades espiritua-
les, no solo para estudiarlas sino sobre todo para revivir su espíritu y sus
gestas, sin arcaísmos ni progresismos falsificadores. Santos y escritores,
tan iguales y tan diversos por su procedencia y por la percepción dife-
renciada del cristianismo, todos ellos, sin embargo, con el mismo aire
de familia y la misma confesión de fe trinitaria. G. van der Leeuw, bajo
el epígrafe: «Figuras», describe catorce formas o acentuaciones que pue-
de tener la religión4. De manera análoga podríamos tipificar otras tantas
formas de la santidad en la Iglesia y de tipos místicos. Hay que volver al
conocimiento, contacto y familiarización con sus escritos, con la figura
de vida que fue la suya, con la dimensión de nuestro espíritu que se ac-
tualiza al contacto con ellos, y no menos arriesgarse por el camino que
ellos transitaron.
Místicos de Oriente y de Occidente, del primero y del segundo mi-
lenio, surgidos en la cultura europea y en otras culturas. A la vez que re-
descubrir la savia y corteza propias de la experiencia mística en el cristia-
nismo, hay que analizar las experiencias similares que encontramos en los
filósofos, poetas, creadores y, en alguna forma inefable, en todo hombre
limpio y verdadero. Nada, ni el pecado ni la violencia exterior pueden
anular la condición del hombre como imagen de Dios. En la tradición
cristiana imago Dei y capax Dei son sinónimos5. Mientras haya libertad
y no sea destruido, cercenado o anulado el sujeto en su humanidad cons-
tituyente, el hombre será siempre capaz de Dios en su inteligencia (acen-
267
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
268
Capítulo 8
UNA ACLARACIÓN FINAL Y TESIS CONCLUSIVAS
Después de citar las palabras de Dilthey que nos sirven de exergo para
este capítulo, A. Wenz hace el comentario siguiente: «Si, de acuerdo con
su nombre, entendemos la metafísica como la doctrina que tiene por obje-
to lo que por principio es inexperienciable, lo trascendente, o sea, las tres
ideas de Kant (Dios, alma y mundo), entonces la Edad Media es la época
metafísica por excelencia (saeculum metaphysicun kat’esochen), porque al
menos dos terceras partes de toda su actividad espiritual fueron invertidas
en el análisis científico de estas últimas cuestiones de vida»1. Y analizando
las cinco partes de que consta la obra de A. Wenz, con los autores en tor-
no a los que se articula cada una de ellas, uno comprueba que todos son
teólogos y todos ellos, con algún matiz, los clásicos exponentes de la teo-
logía mística: san Agustín, Escoto Eriúgena, san Anselmo, santo Tomás de
Aquino y el Maestro Eckhart.
Este capítulo ha girado fundamentalmente en torno a las relaciones
entre filosofía y mística. Históricamente, en la cultura de nuestro universo
occidental la religión está en sus mismos orígenes. Y si se ha explicado
el tránsito de la religión a la filosofía como el tránsito del mythos al
logos o del culto al logos, Werner Jaeger subraya que no era para elimi-
nar la religión sino para pasar a otra forma más crítica y coherente de
su ejercicio2. Platón es tan crítico con los poetas precisamente porque
estos proponen una religión mítica, acrítica y falseadora de la relación
269
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
270
UNA ACLARACIÓN FINAL Y TESIS CONCLUSIVAS
271
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
272
UNA ACLARACIÓN FINAL Y TESIS CONCLUSIVAS
b) Puede haber filosofía sin religión y sin mística, así como religión
sin filosofía y sin mística, pero cristianamente no puede haber mística sin
un fundamento de religión (fe) y un mínimo de reflexión (filosofía). Mo-
dernamente la mística, en muchos casos, se ha separado de la religión.
c) La filosofía mística comprende el Ser (llámesele Abismo original,
Bien, Uno, natura...) como sostén y unión de la entera realidad; confiere
entidad a los entes y abre el yo a la integración e identificación con él. Los
pensadores, filósofos y teólogos que están en esta línea religan la expe-
riencia mística no a la historia sino a la eternidad: Dios engendra su Verbo
y, en él, a nosotros desde siempre; y la historia del Verbo encarnado la ha-
cen coextensiva al nacimiento de Cristo en cada hombre, según la idea de
Orígenes reasumida por Eckhart y formulada por Angelus Silesius en este
díptico clásico que lleva por título «Dios debe nacer en ti»: Wird Christus
tausendmal zu Bethlehem geboren / Und nicht in dir: du bleibst ewiglich
verloren, «ya puede Cristo nacer mil veces en Belén, que si no nace en ti,
quedas perdido para siempre»9.
d) La mística filosófica es aquella que, a la vez que el conocimiento
experiencial de Dios, la unión fruitiva y la percepción de unidad con él,
incluye una explicitación de los fundamentos metafísicos de ese conoci-
miento, experiencia y unión.
e) La mística en el cristianismo se funda en la manifestación exterior
de Dios en la historia (obra, mensaje y persona de Jesucristo) y en la ma-
nifestación interior del Espíritu Santo, que lleva a cabo la purificación,
iluminación y transformación del hombre en Cristo y, mediante esa incar-
dinación de hijos con el Hijo, nos hace posible compartir la naturaleza di-
vina. Siendo los mismos sus elementos esenciales, la mística ha tenido en
el cristianismo formas diferentes, según la dimensión acentuada en cada
corriente espiritual y en cada persona. Podríamos distinguir: la corriente
intelectiva (conocimiento: Agustín, Anselmo, Eckhart, Bérulle), la voliti-
va (amor: Bernardo, Francisco, Buenaventura); la fruitiva (gozo: místicas
germanas del Medievo, Catalina de Siena, Catalina de Génova, Ángela
de Foligno, Juan de la Cruz) y la activa (acción: Ignacio de Loyola, Tere-
sa de Ávila, María de la Encarnación).
f ) La aportación de la filosofía a la mística reside en la clarificación
de los hechos particulares, de las verdades universales y de las experien-
cias extraordinarias que se dan en la vida del creyente pero también en la
elaboración de las condiciones de posibilidad antropológicas (¿cómo tiene
que estar metafísicamente constituido el hombre y qué exigencias morales
tiene que cumplir para llegar a esa experiencia?) y teológicas (¿cómo tiene
que ser Dios para revelarse y darse de esta forma al hombre?).
273
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
274
PANORAMA FINAL
INTRODUCCIÓN
MOMENTOS LÍMITE EN LA HISTORIA DEL CRISTIANISMO
275
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
I. LA PALABRA
1. Cf. M. Renz, Der Mystiker aus Nazaret. Jesus neu begegnen. Jesuanische Spiri-
tualität, Friburgo de Brisgovia, 2013.
276
PANORAMA FINAL
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MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
278
PANORAMA FINAL
279
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
Hasta comienzos del siglo XX este tipo de fenómenos gozaba de gran cre-
dibilidad y la aceptación generalizada les otorgaba un valor específico. Au-
tores como A. Poulain, S.J., y otros hicieron de la contabilización y verifi-
cación de ellos criterio y medida para identificar cuándo se da experiencia
mística7. Místicos eran quienes gozaban o padecían alguno de esos fenó-
menos extraordinarios. A partir de los movimientos renovadores de la
Iglesia en el siglo XX (bíblico, litúrgico, ecuménico, misionero) se fue po-
niendo distancia a tal valoración de lo extraordinario o paranormal en la
existencia cristiana. Este rechazo iba unido a la crítica frente a ciertas devo-
ciones como la del Corazón de Jesús, conexa con revelaciones particulares
sobre todo de mujeres en la Edad Media y Moderna, algunas veces unidas
a expresiones sociales o ribetes políticos ajenos a la fe8. Sobre ese fondo
5. Cf. T. Álvarez, Teresa a contraluz. La Santa ante la crítica, Monte Carmelo, Bur-
gos, 2004.
6. Cf. A. Royo Marín, Teología de la perfección cristiana [1954], BAC, Ma-
drid, 1958, pp. 784-864: «Los fenómenos místicos extraordinarios».
7. En este orden la más importante sigue siendo la obra de A. Poulain Des grâces
d’oraison. Traité de théologie mystique, París, 1901; trad. esp.: Epítome de teología mís-
tica, Gustavo Gili, Barcelona, 1909. Cf. H. Thurston, The Physical Phenomena of Mysti-
cism, Londres, 1952.
8. El ejemplo más relevante es el de santa Margarita María Alacoque (1647-1690).
Cf. Dictionnaire de spiritualité, París, 1980, 10, pp. 349-355.
280
PANORAMA FINAL
281
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
Dionisio pasa a la Edad Media por sus tres traducciones latinas idénticas:
non tantum discens sed et patiens divina (Hilduino, Sarracin, Roberto
Grosseteste), así como por la de Escoto Eriúgena, que introduce una
leve variante: non solum discens sed et affectus ad divina.
De esta forma el pati divina [padecer las cosas divinas] aparece como
una forma de saber contrapuesta al discere et docere divina [aprender y
enseñar las cosas divinas]. Santo Tomás une ambas bajo la categoría de
conocimiento por connaturalidad, afecto, simpatía, amistad, que es re-
sultado de la acción del Espíritu Santo por el don de sabiduría, dejando
en primer plano el aspecto intelectual. Hugo de Balma lleva al extremo
el contraste entre ambos aspectos hasta el punto de caracterizar a santo
Tomás como doctor scholasticus y a Dionisio como doctor mysticus. Con
ello se consumaba la diástasis entre teología y mística, entre pensamiento
razonador y espiritualidad afectiva9.
Ese saber-padecer-experimentar, percibido como gracia, puede ser
identificado con acentos diversos en la medida en que es sentido por el
sujeto. Estas son las cuatro descripciones fundamentales de la experien-
cia mística según que su contenido repercuta sobre el sujeto en el orden
del ser, del conocer, del amar, del disfrutar o del obrar: a) conocimien-
to experiencial de Dios, no nocional, no conceptual, no discursivo; b)
percepción directa de la presencia amorosa de Dios en el alma y de la
unión de esta con él; c) unión fruitiva con él como Absoluto presente; d)
transformación del ser finito en el Infinito por participación en su vida,
conocimiento y amor, tal como estos nos han sido manifestados en la
revelación y encarnación del Hijo eterno a la vez que en la donación
del Espíritu Santo. Según que prevalezca uno u otro acento tendremos
dos líneas fundamentales de la mística en la medida en que es unión
amorosa con Dios: mística de la unión personal (unitas spiritus: cf. 1
Cor 6, 17) y mística de la participación o identificación real (divinae
consortes naturae: 2 Pe 1, 4). La primera prevalece por ejemplo en san
Bernardo, los Victorinos y el siglo XII, mientras que la segunda lo hace
en las corrientes neoplatónicas y en los místicos del Rin.
282
PANORAMA FINAL
una relación no como un algo, causa, fundamento o fin sino como un Al-
guien a quien uno puede dirigirse, hablar y amar, ante el que se puede vivir
y en cuya presencia andar hasta llegar a la perfección, tal como aparece en
la teofanías o manifestaciones de Dios a Abrahán, Moisés, Elías, Isaías. «Se
le apareció Yahvé a Abraham y le dijo: ‘Yo soy el Altísimo, anda en mi pre-
sencia y sé perfecto. Yo establezco alianza contigo’» (Gn 17, 1). El término
específico para designar esta función iniciática e introductora a ese conoci-
miento y ese amor especiales de Dios es mistagogía. Una cosa es haber ex-
perimentado el encuentro con Dios del que hemos hablado en la acepción
anterior y otra ser capaz de abrir caminos a los demás para encontrarse con
él. Puede haber místicos sin palabra y sin capacidad introductora de los
demás a la gracia que ellos han recibido, contentándose con testimoniarla;
otros místicos, en cambio, han sido grandes mistagogos, como santa Te-
resa y san Juan de la Cruz; y puede haber también personas que no hayan
vivido la experiencia mística pero que hayan recibido de Dios el don de
poder acompañar y acercar a los demás hasta el umbral en el que comien-
za dicha experiencia. Santa Teresa reclamaba ambas cosas: experiencia y
saber, letrados y espirituales, para poder cumplir tal misión de discerni-
miento y de iniciación. Ella poseyó en grado sumo la experiencia con la
capacidad correspondiente para interpretarla e iniciar a ella (Vida 17, 5).
10. E. Troeltsch (Die Soziallehren der christlichen Kirchen und Gruppen [1911], en
Íd., Gesammelte Schriften I) habla de «los tres tipos fundamentales de la autoafirmación
sociológica de las ideas cristianas: la Iglesia, las sectas y la mística». Los místicos cristianos
283
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
Queda una cuarta acepción, usada a partir de finales del siglo XIX, cuan-
do en Alemania se redescubre a Eckhart y el idealismo se refiere a él
como su congénere. Después la filosofía francesa (H. Delacroix, J. Baruzi,
H. Bergson, J. Morel) integra en la universidad a los místicos germanos y
castellanos, considerados como exponentes de otra forma de metafísica.
Si la teología mística muestra los puntos históricos de partida y los funda-
mentos positivos de la vida cristiana en referencia a Cristo como origen,
al Espíritu como inspirador permanente y a los apóstoles como testigos
autorizados del cristianismo concreto, la mística filosófica indaga en los
fundamentos metafísicos, antropológicos e históricos que hacen posible y
legitiman una experiencia del Absoluto tal como la proponen quienes di-
cen haber gozado de ella desde Platón y Plotino hasta los santos cristianos
de todos los siglos posteriores. Esta reflexión metafísica es necesaria tam-
bién en el cristianismo, ya que la gracia no destruye sino que presupone y
perfecciona la naturaleza. Las siguientes son preguntas a las que hay que
dar respuesta: ¿cómo tiene que estar constituido Dios para poder y querer
comunicarse al hombre y hacerle partícipe de su ser?, ¿cómo tiene que es-
tar constituido el hombre para poder llegar no solo a sospechar, desear y
concluir por sí solo que Dios existe sino para oír su voz, sentir su presen-
cia, acoger su llamada y corresponderle con una forma de vida que sea la
transposición al cotidiano quehacer de esa presencia y voz de Dios, que le
llama, envía y acompaña?, ¿qué hombre, qué Dios y qué relación existe
entre ambos para que la experiencia mística sea posible y acrecentadora
tanto de Dios como del hombre? Estamos ante preguntas ontológicas
(orden del ser), gnoseológicas (orden del conocer), históricas (orden del
acontecer), y antropológicas (vida del hombre). De ellas se debe ocupar
una mística filosófica o si se prefiere una filosofía de la mística.
nunca se han querido una formación autónoma de la fe respecto de la Iglesia ni una forma
superior de Iglesia.
284
PANORAMA FINAL
11. Cf. Fray Luis de León, Los nombres de Cristo, en Íd., Obras completas, BAC,
Madrid, 1951, pp. 422-433.
285
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
12. ¿O es que se quiere evitar darle nombre para que, no siendo conocido, nadie pu-
diera por medio de él poseerlo? «Le nom de Yahve signifie avant tout pour Israel le Dieu
qui l’avait delivré de la servitude d’Egypte... Dieu ne consent pas à définir, à exponer son
essence en un mot» [Para Israel, el nombre de Yahvé designa sobre todo al Dios que le
ha liberado de la esclavitud en Egipto... Dios no consiente en ser definido, en exponer su
esencia en una palabra] (A. M. Dubarle, «La signification du nom de Yahve»: Revue de
Sciences Philosophiques et Théologiques 34 [1951], pp. 3-21).
13. San Agustín, Carta 18 y Sermón contra los paganos (Dolbeau 26), en É. Gilson,
Saint Augustin. Philosophie et Incarnation, ed. de A.-M. Vannier, Ginebra, 1999.
286
PANORAMA FINAL
2. Las potencias y actos del sujeto que están sobre todo en juego
14. Dionisio Areopagita, Teología mística I, 1 (PG 3, 997 A); Isabel de la Trinidad,
«Elevación a la Santísima Trinidad (21 de noviembre 1904)», en Íd., Obras completas,
Monte Carmelo, Burgos, 1985, pp. 757-758. Hablando de su oración y sus visiones dice
santa Teresa de Jesús: «Aunque se dan a entender estas Personas distintas por una manera
extraña, entiende el alma ser un solo Dios» (Relaciones, 5, 23, en Íd., Obras completas,
Monte Carmelo, Burgos, 1994, pp. 11-35).
287
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
288
PANORAMA FINAL
16. Hugo de San Víctor, De Cael. Hierarch. VI (PL 175, 1038 D); cf. Íd., De sacra-
mentis I, p. 10, c. 3 (PL 176, 331 C).
17. Cf. G. Dumeige, Richard de Saint Victor et l’idée chrétienne de l’amour, Pa-
rís, 1952, p. 127.
18. Guillermo de San Teodorico, Disputa contra Pedro Abelardo (PL 180, 252 C).
19. Tomás Gallus, Gran comentario a la «Teología mística», ed. de G. Thérry, Pa-
rís, 1934, Prólogo 14, 1-11.
20. In Sent. II d. 23 a. 2 q. 3.
21. Cf. Hugo de Balma, Comentario a la «Teología mística». Se encuentra entre las
obras de san Buenaventura (ed. Vives, París, 1866, vol. 8, 1-153).
289
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
22. Cf. B. McGinn, The Presence of God. History of Western Christian Mysticism,
V. The Varieties of Vernacular Mysticism (1350-1550), Nueva York, 2013, pp. 96-124; D. de
Pablo Maroto, Espiritualidad de la Baja Edad Media. Siglos XIII-XV, Editorial de Espirituali-
dad, Madrid, 2000; Íd., Espiritualidad española del siglo XVI, I. Los Reyes Católicos, Edito-
rial de Espiritualidad, Madrid, 2005; II. Época del emperador Carlos V, Editorial de Espiri-
tualidad, Madrid, 2012.
290
PANORAMA FINAL
291
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
23. Cf. Sab 8, 4 (la Sabiduría iniciada, mystis, en el conocimiento de Dios); 12, 6
(mystes).
24. El término mysterion aparece en los LXX para designar un secreto humano, un
secreto de guerra, los planes no descubiertos del rey, los proyectos ocultos de un amigo
(cf. Tob 12, 7.11; Jdt 2, 2; 2 Mac 13, 21; Eclo 22, 22; 27, 16.21; Dn 2, 28.29.47). En el
Nuevo Testamento aparece una sola vez en los evangelios: «A vosotros os ha sido dado a
conocer los misterios (ta mysteria) del reino de los cielos» (Mt 13, 11); y con frecuencia
en los textos paulinos (cf. 1 Cor 2, 6-16; Ef 3; Col 1).
292
PANORAMA FINAL
sencia real de Jesús, que en una nueva forma se da a ver a quienes previa-
mente le habían seguido (discípulos) pero también a quienes se le habían
opuesto (Pablo). Ambas experiencias tienen en común el que los inte-
resados se saben en contacto con una especial presencia de Dios, que se
da a conocer y a amar en su Hijo y en el santo Espíritu.
293
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
294
PANORAMA FINAL
Paul en 2 Cor 12, 1-10. Une réponse à D. Marguerat»: Revue Théologique de Louvain 45
(2014), pp. 253-258.
26. Cf. E. Güttermann, Der leidende Apostel und sein Herr, Gotinga, 1966, y el ar-
tículo de Marguerat citado en la nota anterior.
295
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
doras. Jesús es un judío pero a la vez es el Hijo eterno entregado por Dios
a los hombres para que sean hijos con el Hijo, para que en él conozcan su
gloria, participen de su plenitud y tengan vida eterna. San Juan nos des-
vela el fondo que sostiene, alimenta y dirige tanto la vida de Jesús como
el movimiento creciente de sus seguidores. Este fondo es doble: el amor
del Padre y la vida de los hombres. Ya no es solo el horizonte de las tie-
rras de Galilea y de Judea el que crea el marco de sentido a la acción y
doctrina de Jesús. Son la eternidad de Dios y el futuro de los hombres;
los universales del don, el amor, la preocupación de Dios por el hombre
dándonos a su Hijo y enviándonos su Espíritu. Son los universales de la
memoria, de la inteligencia y del corazón del hombre. Las grandes necesi-
dades de este no son solo las inmediatas (pan, casa, vestido...) sino tam-
bién las más profundas, aquellas que únicamente se manifiestan a quien
se pone ante sí mismo en silencio, soledad y sosiego interior. Y a quienes
los golpes del dolor violento o de la alegría inesperada les abren los ojos
del corazón para ir más allá de este mundo de apariencias y sensaciones,
preguntándose por el origen y el fin, el bien y el mal, la vida y la muer-
te, tanto las temporales como las eternas. Para san Juan las necesidades
primarias del hombre son la luz, la vida, el agua, el pan, el camino, la
resurrección. Ante ellas sitúa la proclamación y provocación de Cristo:
«Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6).
Sobre ese trasfondo de convicciones teológicas y de abismos antropo-
lógicos sitúa san Juan a Cristo. Una síntesis de su cristología nos la ofrece
el prólogo. En este el Jesús, cuyas palabras nos entregará luego en gran-
des composiciones circulares, es la Palabra y la Vida creadoras, en las que
todas las cosas subsisten. De esta forma instaura una conexión metafísica
entre la realidad y Cristo, entre la creación y la encarnación, entre la his-
toria del hombre y la historia del Eterno. Si el primer capítulo religa el ser
y la historia de Jesús a Dios en cuanto Hijo al Padre, los últimos los religan
al Paráclito, Espíritu de la verdad, Espíritu Santo.
En san Juan tenemos una mística del Verbo, a la que se referirán tanto
los neoplatónicos y san Agustín como los exponentes de la espiritualidad
surgida en torno al curso del Rin: Eckhart (1260-1327), Suso (1295-1366),
Tauler (1300-1361), Nicolás de Cusa (1401-1464)27. Para ellos Cristo es
27. San Agustín narra cómo el prólogo de san Juan era puesto por algunos neoplatóni-
cos como enseña al frente de sus escuelas. A continuación menciona todo lo que aprendió
de ellos pero a la vez enumera de forma conmovedora lo que no encontró en ellos: «No
lo leí allí... No estaba en aquellos libros». No encontró en ellos la encarnación ni la muer-
te redentora ni la resurrección (cf. Confesiones 7, 9, 13-14). En san Agustín encontramos
ese entusiasmo por el Verbo heredado de los platónicos pero también y sobre todo la con-
moción de entrañas al saber que en ese Verbo «encontraba la curación de las lacerías de
mi alma»: porque se había convertido en médico de nuestras enfermedades y medicina de
nuestras dolencias (cf. Confesiones 5, 14, 25). Ese equilibrio entre Verbo y carne es menor
296
PANORAMA FINAL
en los místicos del Rin por el peso que adquieren el Verbo y su significación metafísica. Cf.
M.-A. Vannier (dir.), Encyclopédie des mystiques rhénans. D’Eckhart à Nicolas de Cues et
leur réception, París, 2012; K. Reinhardt y H. Schwaetzer, Nicolas de Cues. Anthologie,
París, 2012; P. Dinzenbacher, Deutsche und niederländische Mystik des Mittelalters, Ber-
lín, 2012.
28. Eckhart refiere la recuperación de la quietud y el equilibrio a los que alude san
Agustín en el inicio de sus Confesiones: «Quamdiu dissimiles sumus Deo et adhuc partu-
rimur ut formetur in nobis Christus (cf. Gal 4, 19) inquieti sumus et turbamur erga pluri-
ma cum Martha. Cum vero iam Christus Filius Dei in nobis formatus est [...] tunc plenum
et perfectum gaudium est in nobis et quieti sumus, secundum illud Augustini Confessio-
num 1, 1, 1» [Durante el tiempo en que somos diferentes a Dios y todavía estamos de parto
hasta que se forme en nosotros Cristo (cf. Gal 4, 19), estamos inquietos y preocupados
por muchas cosas como Marta. Sin embargo, cuando se haya formado en nosotros Cristo
Hijo de Dios [...] entonces nuestro gozo es pleno y perfecto y estamos tranquilos, según
aquello de las Confesiones de Agustín, 1, 1, 1] (M. Eckhart, Le Commentaire de l’Évangile
selon Jean. Le Prologue, ed. bilingüe, París, 1989, p. 250).
29. Cf. los análisis de esta realidad fundadora e iluminadora en G. Steiner, Presen-
cias reales. ¿Hay algo en lo que decimos?, Destino, Barcelona, 1991. Un judaísmo en el
que la cultura desplaza a la religión, invierte esta perspectiva: «Dios es una palabra y la
palabra es dios... Si uno ya no cree en Dios no puede decir que Dios nos ha creado, pero sí
que las palabras nos crean». El logos del hombre sustituye al Logos-Dios tal como lo com-
prende el Evangelio de Juan 1, 1-4. La palabra es nuestra patria en las múltiples formas en
que ella se encarna; este judaísmo no parece reconocer otra patria sobre ella. Cf. las decla-
raciones (El País, 1 de julio de 2014, p. 37) de la escritora judía Fania Oz-Salzberger, hija
de Amos Oz y autora con él del libro Los judíos y las palabras, Siruela, Madrid, 2014.
297
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
los libros de la Escritura Sagrada, que habían creado unas palabras, me-
táforas y relatos con cuya ayuda pudieron expresar la novedad de Cris-
to. La continuidad prevalecía sobre la ruptura. Ahora, en cambio, los
guías de las comunidades tenían que traducir el Evangelio a categorías
nuevas. Conscientes de que entre ellas y el Evangelio no había continui-
dad directa, se pusieron a indagar si quizá existía una semejanza oculta.
Al descubrirla en los poetas y filósofos, autores como Clemente, Oríge-
nes, Eusebio de Cesarea, Basilio y Gregorio de Nisa los utilizaron como
praeparatio evangelica para los griegos, equivalente de la que para los
judíos habían sido sus Escrituras sagradas.
298
PANORAMA FINAL
31. Para el sentido auténtico de este artículo, casi siempre malinterpretado en sentido
social-político moderno, cf. O. González de Cardedal, Fundamentos de cristología II. Meta
y misterio, BAC, Madrid, 2006, pp. 568-590.
32. El cristianismo incipiente despliega su atención en múltiples campos, desde la
atención a las autoridades y personalidades, por un lado, y a los pobres, esclavos y pere-
grinos, por otro. En ese sentido tiene razón Harnack al decir que era una religión de gran
299
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
sencillez a la vez que de tupida complejidad, si bien no interpreta el hecho como comple-
jidad derivada de una unidad orgánica viviente sino como sincretismo. Cf. A. von Har-
nack, Die Mission und Ausbreitung des Christentums in den ersten drei Jahrhunderten, Ber-
lín, 1924, pp. 111-331; Ch. Markschies, Estructuras del cristianismo antiguo, Siglo XXI,
Madrid, 2001; Íd., ¿Por qué sobrevivió el cristianismo en el mundo antiguo?, Sígueme, Sa-
lamanca, 2009.
33. San Alberto, Commentaire de la «Théologie mystique» de Denys le Pseudo-aréopa-
gite suivi des épîtres I-V, París, 1993, pp. 7-58 (introducción de E. H. Weber); Santo Tomás
de Aquino, In librum Beati Dionisii de divinis nominibus expositio, Roma/Turín, 1950.
34. Y. de Andia, «Saint Jean de la Croix et la ‘Théologie mystique’ de saint Denis
l’Aréopagite», en Íd., Denis l’Aréopagite, cit., pp. 257-298.
300
PANORAMA FINAL
35. Cf. A. M. Haas, Visión en azul. Estudios de mística europea, Siruela, Madrid, 1999,
pp. 13-32: «Sueño y visión en la mística alemana»; 89-112: «Intelectualidad y espiritua-
lidad mística en Europa».
36. B. McGinn dedica el ya citado volumen V de su obra The Presence of God a los as-
pectos locales de la mística en la Edad Media tardía: I. Países Bajos; II. Italia; III. Inglaterra.
37. K. Ruh, Meister Eckhart. Theologe. Prediger. Mystiker, Múnich, 1989, pp. 193-194.
301
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
38. Cf. H. Urs von Balthasar, «Zur Ortsbestimmung christlicher Mystik», en Íd.,
Pneuma und Institution. Skizzen zur Theologie IV, Einsiedeln, 1974, pp. 298-324; trad.
302
PANORAMA FINAL
esp.: «Consideraciones acerca del ámbito de la mística cristiana», en H. Urs von Baltha-
sar, W. Beierwaltes y A. M. Haas, Mística: cuestiones fundamentales, Ágape, Buenos Ai-
res, 2008, pp. 45-78.
39. Santa Teresa de Jesús, Obras completas, Monte Carmelo, Burgos, 1994, pp. 11-35.
40. Ejemplo de finísima ironía, agradecimiento y adoctrinamiento son las palabras
que santa Teresa dedica a san Juan de la Cruz cuando responde y juzga a quienes partici-
paron en aquel certamen que ella llama: «Vejamen sobre las palabras: ‘Búscate en mí’»,
n.os 6-7, en Íd., Obras completas, Monte Carmelo, Burgos, 1994, pp. 1366-1367.
303
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
Hemos visto hasta ahora las variaciones que se han ido dando en la his-
toria de la experiencia mística, tanto en sí misma como en las interpreta-
ciones que la teología ha dado: a) por los puntos de partida que tomaba
de la Sagrada Escritura; b) por las realidades cristianas que colocaba en su
centro; c) por la potencia antropológica del hombre a la que era primor-
dialmente referida; d) por las categorías filosóficas con que se expresaba;
e) por la lengua en que se traducía; f ) por la distinta impregnación pneu-
mática, psíquica o somática del protagonista, diferente en el hombre y en
la mujer. Sin embargo, esas diferencias, a las que hay que añadir las deri-
vadas de la geografía, la sociedad, la edad, la formación personal y la cul-
tura ambiental en la que nacen, crecen y se expresan los protagonistas de
la mística, de la mistagogía y de la teología mística, no ciegan ni anulan la
identidad de fondo, como tampoco lo que llamaremos ejes y constantes
de la mística cristiana.
Todos los místicos cristianos tienen ese «aire de familia» que hace po-
sible que personas de muy distinta procedencia se reconozcan inmediata-
mente entre sí, aun cuando lengua, cultura, situaciones sociales o políticas
sean distintas. Todos se sienten viviendo en el mismo hogar eclesial, leen
los mismos textos bíblicos, celebran los mismos sacramentos, veneran los
mismos santos, tienen la misma memoria histórica, se viven y perciben
como miembros de una misma Iglesia y se remiten a los mismos textos
normativos para servir de guías en el camino de la perfección. Esas rea-
lidades comunes, que permanecen siempre, no impiden que haya rupturas
entre unas y otras fases de la historia, oposiciones profundas entre los ex-
ponentes de una y otra escuela de espiritualidad. Solo aludimos a algunas
de esas discontinuidades, diferencias o rupturas: por ejemplo, las existen-
tes entre la mística tal como se vive (experiencia) y se expresa (teología)
304
PANORAMA FINAL
1. Eje teológico
305
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
2. Eje cristológico
306
PANORAMA FINAL
La era patrística, sobre todo a partir del concilio de Nicea, ha estado cen-
trada sobre todo en el Verbo: Verbo preexistente, consustancial con el Pa-
dre, Verbo encarnado, Verbo hecho hombre por nosotros para compartir
nuestro destino y crear redención desde dentro del mundo. Sin embargo,
es inevitable aportar matices a tal afirmación: por ejemplo, los dos pa-
dres más grandes, Orígenes en un sentido y san Agustín en otro, dirigie-
ron su mirada al Verbo pero a la vez lo situaban en el recién nacido y
en el violentamente crucificado por nuestros pecados y luego resucitado
para nuestra justificación.
42. H. de Lubac, Exégèse médiévale, 2.ª parte, vol. I, 1961, p. 197. Cf. A. Cordovi-
lla, Gramática de la encarnación. La creación de Cristo en la teología de K. Rahner y Hans
Urs von Balthasar, Comillas, Madrid, 2004.
307
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
43. Cf. A. Dahm, «Mystik im Spannungsfeld von Glaube und spekulativem Anspruch
bei Nikolaus von Kues»: Trierer Theologische Zeitschrift 122/4 (2013), pp. 277-305 (inclu-
ye bibliografía detallada sobre la mística en Nicolás de Cusa); Íd., «Jesus Christus – Inbe-
griff der coincidentia oppositorum. Der Weg der christologischen Reflexion zur Schau
der Koinzidenz der Gegensätze in Christus bei Nikolaus von Kues»: Trierer Theologische
Zeitschrift 121/2 (2012), pp. 195-217. Véase también M.-A. Vannier (ed.), La christologie
chez les mystiques rhénans et Nicolas de Cues, París, 2012. Documento fundamental en
el tema del conocimiento-amor y, por ello, de la docta ignorancia como vía mística es la
correspondencia entre Nicolás de Cusa y los monjes de Tegernsee, lectores de la Teología
mística del cartujo Hugo de Balma. Cf. E. Vansteenberghe, Autour de la docte ignorance.
Une controverse sur la théologie mystique au XVe siècle, Münster, 1915. Una edición accesi-
ble es la de M. de Gandillac, Nicolaus de Cues, Lettres aux moines de Tegernsee sur la docte
ignorance. Du jeu de la boule, París, 1985. Las otras obras de Nicolás de Cusa clave para
nuestra cuestión son: De visione Dei y De filiatione Dei, en Íd. Opera Omnia IV. Opuscula
I-VI, Hamburgo, 2002. De La visión de Dios hay traducción española de A. L. González,
Eunsa, Pamplona, 1994.
44. Cf. H. Urs von Balthasar, Wenn ihr nicht werdet wie dieses Kind, Ostfildern bei
Stuttgart, 1988; Ch. Péguy, Œuvres complètes en prose, París, 1992, pp. 392-359. Un
ejemplo de meditación monástica sobre la vida de Jesús adolescente es la obra de Elredo
de Rieval, Quand Jésus eut douze ans (Sources chrétiennes, 60), París, 1958, de la que se
ha dicho que recuerda a san Bernardo y preludia a san Buenaventura por el tono afectivo y
cordial respecto de Jesús. El autor hace una interpretación en tres niveles: histórico, ale-
górico, moral.
308
PANORAMA FINAL
309
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
bre en su vivir de cada día a la vez que sobre su destinación eterna. Esa
significación puede situarse en distintos planos. Uno es el que la refiere a
las situaciones negativas de ignorancia, enfermedad, sinsentido, pecado y
desesperanza, de las que el hombre espera ser liberado. El otro es el pla-
no positivo, y es el que de manera permanente se refleja en los textos de
los místicos, cuya atención se centra más en la acción de Dios que en su
propia vida. Es una experiencia de innovación creadora. Dios, con su
presencia y manifestación, suscita realidades nuevas. Estas son descritas
con cinco grandes metáforas soteriológicas que derivan del aspecto de
Dios y de Cristo, por el lado activo, y del hombre, por el lado pasivo,
que el místico pone en primer plano de su atención.
310
PANORAMA FINAL
311
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
miento de las divinas personas. Todo ello está referido primero a Jesús,
luego al Espíritu y finalmente al Padre: «El que recibe mis preceptos y
los guarda ese es el que me ama; el que me ama a mí será amado de mi
Padre y yo le amaré y me manifestaré a él» (Jn 14, 20-21). Igualmente:
«El Espíritu Santo que el Padre os enviará en mi nombre os lo enseñará
todo y os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho» (14, 26). Y
también: «Si alguien me ama guardará mis palabras y mi Padre le amará
y vendremos a él y en él haremos morada» (14, 23). El tema de la inha-
bitación de la Trinidad en el alma ha sido cultivado especialmente por la
espiritualidad dominicana47.
d) La esponsalidad
312
PANORAMA FINAL
48. Para temas y bibliografía, cf. C. Avenatti de Palumbo, Presencia y ternura. La me-
táfora nupcial, Ágape, Buenos Aires, 2014.
49. Tanto los escritos del Pseudodionisio como los de Máximo el Confesor (cf. por
ejemplo Ambigua 7 [PG 91, 1084 C 5-14; 1088 C 6-16]) trasladan a Occidente estas pers-
pectivas. Puente hasta la Edad Media es Juan Escoto Eriúgena en su comentario al Evangelio
de san Juan: «Non mireris carnem, id est mortalem hominem, in filium Dei posse transire
per gratiam, cum maioris miraculi sit verbum caro factum. Nam si quod superius est ad
inferius descendit, quid mirum est si quod inferius est in id quod superioris gratia agente
313
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
4. Eje metafísico
ascendat, praesertim cum ad hoc verbum caro factum sit ut homo filius Dei fieret? Descen-
dit enim verbum in hominem ut, per ipsum, ascenderet homo in Deum» (Commentaire sur
l’Évangile de Saint Jean I, 21 [Sources chrétiennes, 180], París, 1999, p. 100).
314
PANORAMA FINAL
1. Revelación y fe
2. Individuo y comunidad
315
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
hay otro sin estar abiertos a los muchos. Lo que el prójimo y la comu-
nidad humana son para la realización de la verdadera humanidad, eso
es la Iglesia para la realización de la fe. Dios nos ha llamado, hablado y
redimido como pueblo. No somos sin los otros y no somos sin él. Una
mística centrada absolutamente sobre el yo, cerrada a la comunidad y
sorda para la historia del pueblo de Dios no es cristiana. La mística, en
el cristianismo, ni nace de ni lleva a una sublimación del egoísmo huma-
no; es fruto de la benevolencia y gracia de Dios, que nos llevan a salir de
nosotros mismos, viviendo «para alabanza de su gloria» (cf. Ef 1, 6.12)
y para servicio de los hermanos50.
3. Biblia e Iglesia
50. Esta es la idea guía de la espiritualidad de sor Isabel de la Trinidad; cf. Obras com-
pletas, Monte Carmelo, Burgos, 1985, pp. 942-951 (sobre el papel que las cartas paulinas
desempeñan en su vida; para Efesios en especial, véase pp. 948-949). El místico vive pero
supera la oposición entre libertad personal y fidelidad institucional. Blondel ve en la místi-
ca «la vivante et féconde conciliation de la liberté et de l’autorité, de la vie intérieure la plus
independante et de la communion sociale la plus éfficace et la plus disciplinée» [la viva y
fecunda conciliación de la libertad y de la autoridad, de la vida interior más independiente
y de la más eficaz y disciplinada comunión social]. Cit. por F. Tremolières, «Mystique», en
R. Azria y D. Hervieu-Léger, Dictionnaire des faits religieux, París, 2010, p. 772.
316
PANORAMA FINAL
4. Fe y obras
Como último criterio de autenticidad para que una mística pueda ser con-
siderada cristiana citamos el binomio: fe y obras. Todas las experiencias
interiores del creyente quedan a la espera de su verificación en la acción.
Esta verificación tiene lugar respecto de Dios y se llama fe, confianza,
fidelidad, aguante en el sufrimiento y permanencia en la misión encar-
gada. La acreditación respecto de los hombres se llama amor, servicio y
obras. Al pasar de los místicos del Rin a santa Teresa nos sorprende el ri-
guroso realismo de esta, su atención al quehacer de cada día, su inser-
ción de lo más divino en lo más humano. «¡Amor y obras», repite. En este
contexto se sitúa su reclamación de las obras que quiere el Señor y su
afirmación de cómo también entre los pucheros anda el Señor y no solo
en las visiones y revelaciones52.
51. Cf. A. M. Haas, Mystik als Aussage. Erfahrungs-, Denk- und Redeformen christ-
licher Mystik, Fráncfort del Meno, 1997.
52. «Pues, ¡ea hijas mías! No haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere em-
pleadas en cosas exteriores, entended que si es cocina, entre los pucheros anda el Señor,
ayudándoos en lo interior y exterior» (Fundaciones 5,8). Con garbo ironiza sobre las
hermanas tan diligentes en entender la oración y encapotadas que parece no pueden me-
nearse: «Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor» (Moradas 5,3,11). Este realismo
de las obras que acreditan la oración, la cercanía a la experiencia humana concreta, la
conciencia de las variaciones de los tiempos y los límites de los hombres confieren a santa
Teresa su capacidad de atracción y de fascinación. En esto difiere de san Juan de la Cruz,
más profundo y sistemático, con más presencia del Antiguo Testamento y determinado por
ciertos esquemas platónicos. En cambio, en santa Teresa prevalecen la vida sobre el siste-
ma y su experiencia personal sobre las teorías de los libros.
317
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
FINAL
DE LA MÍSTICA DEL SILENCIO (GNOSTICISMO) Y DE LA TINIEBLA
(ANTIGUO TESTAMENTO) A LA MÍSTICA DE LA PALABRA, DE LA LUZ Y
DEL AMOR (NUEVO TESTAMENTO)
Cristianos santos hay muchos, casi siempre solo conocidos de Dios y solo
reconocidos por Dios. Igualmente no pocos cristianos son agraciados por
él con dones extraordinarios de conocimiento, de amor y de experien-
cia. Solo consideramos místicos a aquellos a quienes Dios, además de
tales dones extraordinarios, les concede la capacidad intelectual de in-
terpretarlos e integrarlos en su vida cristiana y, en tercer lugar, la poten-
cia conceptual y verbal necesaria para traducir esos dones en un lengua-
je significativo de forma que sirvan a los demás de testimonio a favor de
Dios, repercutan en gloria de los propios hombres y les ofrezcan aliento y
luz para servir de guía en el camino hacia Dios. La mística, por tanto, im-
plica gracia divina (I), es experiencia humana (II) y palabra creadora (III).
Una vez expuestos las formas, contextos, contenidos y criterios de la
mística cristiana, queda abierto el camino para andar. El andar de cada
uno es un enigma para él mismo y un milagro de Dios. Nadie nos ahorra
la decisión, el riesgo y la noche subiendo al monte Horeb, como subie-
ron Moisés, Elías y todos los amigos de Dios. Este seguirá siendo siem-
pre luz y oscuridad para el hombre, nube de sombra por el día y colum-
na de fuego por la noche. «Yahvé iba al frente de ellos, de día en columna
de nube para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego
para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche. No
se apartó del pueblo ni la columna de nube por el día ni la columna de
fuego por la noche» (Ex 13, 21-22).
El Antiguo Testamento subraya la trascendencia de Dios con frases
que han ejercido una inmensa influencia en la tradición espiritual de Occi-
dente, acentuando el carácter nocturno y tenebroso, trascendente e inefa-
ble de Dios, con adjetivos precedidos del prefijo hyper-trans o del alfa-in
privativa. Los textos que hablan del Dios in-efable, in-comprensible, in-
explicable, in-traducible... son innumerables. Así comienza su invocación
al Dios trinitario (en sorprendente lejanía a los textos bíblicos) la Teolo-
gía mística de Dionisio Areopagita: «Trinidad superesencial, superdivi-
na, superbuena, guía a la sabiduría cristiana». Y aplica a Jesús este ad-
jetivo sorprendente, por inusitado, en la tradición evangélica: «Jesús
superesencial»53.
El Nuevo Testamento, en cambio, presuponiendo esa trascendencia
y santidad, sitúa a Dios en cercanía misericorde para con los hombres ha-
ciéndole habitar en la luz. Frente a un entorno gnóstico, que divinizaba
53. Cf. Teología mística I,1 (PG 3, 997); III (PG 3, 1033 A).
318
PANORAMA FINAL
319
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
mundo. Y ello, como él quiera y nos vaya descubriendo, para ser místi-
cos o mártires, en sequedad de desierto o en feracidad de tierra regada,
conocidos para los hombres o quedando absolutamente desconocidos
ante ellos y siendo solo un espectáculo para Dios. ¡Gran pecado sería
el de aquel que, al realizar su papel en el teatro del mundo, no le bas-
te tener a Dios como espectador! La primera y última verdad de nues-
tra vida es lo que somos delante de Dios (coram Deo). Lo mismo que la
alegría de la Sabiduría era estar jugando delante de los hombres, la su-
prema alegría del hombre es vivir la vida como juego delante de Dios:
con la absoluta despreocupación del niño y con la absoluta seriedad del
adulto54.
54. «Yo estaba allí como arquitecto colaborando con el Creador y era todos los días
su delicia, estar jugando en su presencia en todo tiempo, jugando por el orbe de la tierra
y mis delicias eran estar con los hijos de los hombres» (Pr 8, 30-31). Cf. R. Guardini, «La
liturgia como juego», en Íd., El espíritu de la liturgia [1918], Araluce, Barcelona, 1946,
pp. 137-157; J. Huizinga, Homo ludens [1938], Alianza, Madrid, 1990; H. Rahner, Der
spielende Mensch [1949], Einsiedeln, 1990.
320
Apéndice
BIBLIOGRAFÍA FUNDAMENTAL SOBRE LA RECUPERACIÓN
DE LA DIMENSIÓN MÍSTICA DEL CRISTIANISMO
(1893-2013)
Dado el carácter general de estas páginas, solo indico aquí las obras y autores
más significativos, incluyendo perspectivas diferentes. Se sigue un orden crono-
lógico para que se perciban los momentos y autores clave en esta lenta recupe-
ración de la percepción espiritual transformadora de la presencia y acción de
Dios en el creyente, que es la experiencia mística, tal como ella ha tenido lugar
en el último siglo. Esta bibliografía se ordena por fechas según las primeras edi-
ciones, a las que se añade información sobre la traducción española, si existe.
1890-1900
1900-1910
A. Poulain, Des grâces d’oraison. Traité de théologie mystique, París, 1901 (Epí-
tome de teología mística, Barcelona, 1909).
W. James, The Varieties of Religious Experience, Harvard, 1902 (Las variedades
de la experiencia religiosa, Península, Barcelona, 1986).
J. G. Arintero, «Evolución mística», en Desenvolvimiento y vitalidad de la Igle-
sia, vol. III, Salamanca, 1908, 51944.
H. Délacroix, Études d’histoire et de psychologie du mysticisme. Les grands
mystiques chrétiens, París, 1908.
F. von Hügel, The Mystical Element of Religion as Studied in Saint Catherine of
Genoa and her Friends, 2 vols., Londres, 1908.
321
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
1911-1920
1920-1930
322
APÉNDICE
1930-1940
1940-1950
G. Scholem, Major Trends in Jewish Mysticism, Jerusalén, 1941 (Las grandes ten-
dencias de la mística judía, FCE, México, 1996 y Siruela, Madrid, 42012).
D. Alonso, La poesía de san Juan de la Cruz. Desde esta ladera, Madrid, 1942.
E. A. Peers, Spirit of Flame. A Study of St. John of the Cross, 1943 (San Juan de
la Cruz. Espíritu de llama, CSIC, Madrid, 1950).
Vl. Lossky, Essai sur la théologie mystique de l’Église d’Orient, París, 1944 (Teo-
logía mística de la Iglesia de Oriente, Herder, Barcelona, 1944).
H. de Lubac, Corpus mysticum. L’Eucharistie et l’Église au Moyen Âge, París, 1944.
J. Daniélou, Platonisme et Théologie mystique. Doctrine spirituelle de Saint
Grégoire de Nysse, París, 1944.
323
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
1950-1960
1960-1970
G. Morel, Le sens de l’existence selon saint Jean de la Croix I-III, París, 1960-
1961.
L. Bouyer, J. Leclercq y F. Vandenbroucke, Histoire de la spiritualité chrétienne
I-IV, París, 1960-1966.
H. Gouhier, Bergson et le Christ des Évangiles, París, 1961.
B. Jiménez Duque, Teología de la mística, Madrid, 1963.
A. Combes, La théologie mystique de Gerson, Roma, 1963-1964.
M. de Certeau, «‘Mystique’ au XVIIe siècle. Le problème du langage mystique»,
en L’homme devant Dieu. Mélanges offerts au P. Henri de Lubac II, Pa-
rís, 1964, pp. 267-291.
A. Ravier (dir.), La Mystique et les mystiques, París, 1965. Allí el excepcional
«Préface» de H. de Lubac, pp. 7-39.
324
APÉNDICE
1970-1980
1980-1990
325
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
1990-2000
326
APÉNDICE
2000-2010
2010-2013
327
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
REVISTAS
Ofrecemos una lista de las revistas que fueron surgiendo en la primera mitad del
siglo XX, cuando el problema de la mística pasa a primer plano. Los títulos ya re-
velan los enfoques nuevos: espiritualidad, ascética y mística, perfección cristiana,
etcétera.
Algunas de estas han cambiado sus títulos, otras han desaparecido, mientras han
surgido algunas nuevas. Este fenómeno es especialmente revelador de la situación
espiritual de la Iglesia en este orden, a partir del concilio Vaticano II.
328
ÍNDICE ONOMÁSTICO*
Abrahán: 30, 33, 36, 46, 92, 131, 169, Ana de Jesús: 126
186, 205, 283, 315 Andia, Y. de: 112, 121s., 145s., 150s.,
Acarie, madame: 124 159s., 212, 282, 300, 327
Adán: 186 Andrés, M.: 326
Adnes, P.: 165, 325 Andrés de Jesús: 125
Agaesse, P.: 325 Ángela de Foligno: 58, 273
Aggsbach, V. von: 118, 126 Angelus Silesius (Johannes Scheffler): 98,
Agustín de Hipona: 16, 28, 38, 40, 44s., 232, 234ss., 273, 310
48, 56s., 77, 81, 91, 101, 104, 108, Angenendt, A.: 213
113, 119s., 126, 137, 159, 163, 166, Anselmo de Canterbury: 113, 185, 213,
177, 181, 183s., 189, 191, 198, 269, 272s.
209-212, 214, 216, 230, 232, 269, Antonio, abad, san: 263
271ss., 285s., 288, 296s., 302, 305, Apolófanes: 112
307, 313 Areopagita (v. Dionisio Areopagita)
Alacoque, M. M.ª de: 105, 280 Arintero, J. G.: 21, 161, 321s.
Albert, K.: 223, 326 Aristóteles: 60, 113, 118, 181, 193, 201,
Alberto Magno: 113, 191, 213, 290, 300 214, 216, 219, 230s., 240, 270, 281,
Albertsen, E.: 225 290
Albrecht, C.: 324 Armogathe, J. R.: 128
Alejandro Magno: 26 Arquímedes: 26
Aletti, J. N.: 52 Astigarraga, J. L.: 92
Allison Peers, E.: 96 Atanasio, san: 313
Alonso, D.: 96, 323 Auden, W. H.: 223
Álvarez, B.: 120, 220 Augstein, R.: 240
Álvarez, T.: 96, 121, 134, 280, 303, 327 Avenatti de Palumbo, C.: 313
Álvarez Bolado, A.: 326
Álvarez de Paz, D.: 127s. Baader, F. von: 272
Álvarez Turienzo, S.: 48, 77 Bach, J. S.: 101
Ambrosio, A. F.: 327 Balthasar, H. U. von: 35s., 64, 148s., 207,
Ambrosio de Milán: 209 302s., 307s., 310, 325
* Los índices han sido elaborados por José Luis Sandoval Cascajo.
329
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
330
ÍNDICE ONOMÁSTICO
331
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Gerlitz, P.: 326 Hegel, G. W. F.: 20, 96, 181, 185, 222,
Gerson, J.: 118, 126 230, 236, 264, 272
Gerson, Ll. P.: 209 Heidegger, E.: 231
Gertrudis de Helfta: 58, 115 Heidegger, M.: 35, 99, 179, 181, 183,
Gilson, É.: 286 216, 225-248, 270, 272, 277
Gnilka, J.: 94 Heidrich, P.: 325
Goethe, J. W. von: 135, 202, 222 Heiler, F.: 21, 28, 47, 61s., 322
Gogarten, F.: 21, 62 Heráclito: 270s.
Góngora, L. de: 124 Hieroteo: 111, 214, 281, 290
González, A. L.: 308 Hildegarda de Bingen: 58, 115
González Arintero, J. (v. Arintero, J. G.) Hilduino de Saint-Denis: 282
González de Cardedal, O.: 32, 52s., 89, Hilton, W.: 289
113, 263, 299 Hirschberger, J.: 241
González Faus, J. I.: 272 Hoilz, T.: 71
Goppelt, L.: 52 Hölderlin, Fr.: 229s., 239, 241
Görres, J.: 29, 132 Huby, J.: 94
Gouhier, H.: 28, 324 Huerga, A.: 143
Goulu, J.: 126 Hugo de Balma: 116ss., 282, 289, 308
Grabmann, M.: 96, 322 Hugo de San Víctor: 213, 289
Graef, H.: 97, 325 Hügel, F. von: 20, 96, 105, 141, 321
Gregorio de Nisa: 23, 104, 111s., 113, Huizinga, J.: 320
120, 123, 148, 164, 186, 199, 207s., Huot de Longchamp, M.: 326
288, 298, 300, 305 Hurtado, L. W.: 66, 79
Gregorio Magno: 104, 209 Husserl, E.: 20
Gregorio Nacianceno: 208
Gregorio XVI: 125 Igal, J.: 200
Greisch, J.: 235 Ignacio de Antioquía: 66, 110, 211
Grillmeier, A.: 208 Ignacio de Loyola: 58, 96, 108, 119, 137,
Grosseteste, R.: 282 145, 148s., 164, 237, 264, 273
Grün, A.: 34 Inge, W. R.: 96, 321
Grünewald, M.: 309 Ireneo de Lyon: 81, 171, 283, 313
Guardini, R.: 20, 35, 107, 220, 320 Irlenborn, B.: 250
Guibert, J. de: 142, 144, 323, 324 Isabel de la Trinidad: 88, 130, 164, 281,
Guignon, Ch.: 239 287, 316
Guillermo de Saint-Thierry: 192 Isaías, profeta: 37, 41, 92, 102, 161, 192,
Guillermo de San Teodorico: 289 229, 283, 312
Güttermann, E.: 295 Ivanka, E. von: 199, 325
Guyon, madame: 128, 139
Jacob, patriarca: 305
Haas, A. M.: 148, 272, 301, 303s., 317, Jaeger, H.: 62
325 Jaeger, Werner: 269
Habermas, J.: 248 Jaeger, Willis: 34
Hadewijch de Amberes: 301 James, W.: 20, 96, 105, 134-138, 157,
Hadot, P.: 183, 201, 270 224s., 248, 321
Hahn, F.: 52 Janet, P.: 133
Hammann, K.: 62, 99, 233 Jaspers, K.: 226
Harnack, A. von: 20s., 66, 140, 199, 223, Jareño Alarcón, J.: 100
230, 300, 309 Jeremías, profeta: 33, 37, 41, 92s., 131,
Hartmann, N.: 222 169, 229
Hatzfeld, H. A.: 324 Jerónimo, san: 120, 126, 209
332
ÍNDICE ONOMÁSTICO
Jesucristo: 15, 26-33, 36ss., 41, 44ss., Kearney, R.: 229, 235
49, 51-55, 63, 66-70, 72ss., 76-79, Kempf, N.: 118
81, 83-91, 94, 98s., 102, 110, 113, Kierkegaard, S.: 91, 137s., 183, 230, 232,
117, 123, 131s., 140, 145, 147, 155, 264
158, 164, 167-170, 178, 186s., 192, Knowles, D.: 323
199-201, 205s., 211, 217, 229, 231, Köhler, L.: 93
236-239, 253, 261, 272s., 276ss., 280, Krebs, E.: 231
285ss., 292-296, 299, 302, 306-309, Kuenen, A.: 61
312, 315, 318 Kümmel, W. G.: 81
Jesús de Nazaret (v. Jesucristo)
Jiménez, J. R.: 102 Laberthonière, L.: 140
Jiménez de Cisneros, G.: 119 Labriolle, P. de: 205
Jiménez Duque, B.: 96, 144, 324 Lacombe, O.: 43, 142, 161, 225
Jiménez Lozano, J.: 16 Lacoste, J. Y.: 326s.
Joaquín de Fiore: 172, 192, 287 Lacroix, J.: 221
Job: 37, 99 Ladrière, J.: 182
Johannes Scheffler (v. Angelus Silesius) Lagrange, M. J.: 140
Jonás: 37 Lair-Lamotte, P. (Madeleine): 133
José, san: 132, 175 Lallemant, L.: 98, 322
José de Jesús María Quiroga: 127 Lambrecht, J.: 294
Joseph, S. J.: 27 Lamarche, P.: 323
Juan, evangelista: 33, 44s., 53s., 63, 78-82, Lavelle, L.: 270
85, 88-91, 93s., 147, 169, 187, 191, Le Roy, E.: 139
205, 213, 216, 232, 235, 293s., 295ss., Leclercq, J.: 144, 213, 324
311, 313, 319 Leeuw, G. van der: 267
Juan Bautista: 33, 52 Leibniz, G. W.: 220, 235s., 240
Juan Clímaco: 123, 186 Lemaître, S.: 324
Juan Crisóstomo: 208 Leopardi, G.: 249, 277
Juan de Dios: 32 Lesio, L.: 126
Juan de Jesús María: 127 Lessing, G. E.: 271
Juan de la Cruz: 16, 23, 31s., 41, 58s., Lessing, H. U.: 225
83, 92, 94ss., 102, 104s., 112, 115s., Leuba, J. L.: 218, 240, 322
118, 121ss., 125ss., 133, 137, 142, Lévinas, E.: 183
155, 158s., 163, 165, 169ss., 173s., Libanio de Antioquía: 208
177, 186, 192, 204, 233s., 237, 242, Libera, A. de: 218, 236, 238
257, 264s., 273s., 277, 283, 288, 300, Lilla, S.: 199
303, 312, 317 Lohfink, N.: 52
Juan de los Ángeles: 272 Löhrer, M.: 87
Juan de Santo Tomás: 126, 161 Lohse, E.: 94
Juan Pablo II: 153 Loisy, A.: 139s.
Juan Sarraceno: 114 Lope de Vega, F.: 124
Juan XXII: 237 López-Baralt, L.: 43, 124
Juana de Arco: 59 López-Gay, J.: 325
Jung, C. G.: 277 Lossky, V.: 11, 147, 323
Jüngel, E.: 62 Lotte, J.: 139
Justino: 207 Louth, A.: 103, 194, 200, 206, 325s.
Lubac, H. de: 35, 114s., 146, 149, 171s.,
Kaiser, W. C.: 93 307, 310, 323s.
Kant, I.: 20, 64, 92, 129, 134, 184s., Lucas, evangelista: 47, 51, 205, 293
221ss., 243, 269, 309 Lucrecio: 129
333
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
334
ÍNDICE ONOMÁSTICO
335
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Söderblom, N.: 28, 61, 323 181, 183, 185, 189, 201, 213-216,
Sófocles: 281 240, 245, 256, 269, 272, 282, 286,
Solignac, S.: 149, 323 290, 300, 302, 305, 311s.
Spidlik, T.: 11, 325 Tomás de Jesús: 125, 127
Spinoza, B.: 181, 221, 272, 277 Tomás de Kempis: 81, 117
Spörl, U.: 225 Tomás (Gallus) de Vercelli: 113, 117, 289
Stace, W. T.: 223 Tönnies, F.: 224
Steggink, O.: 325 Tornos, A.: 326
Stein, E.: 20, 32, 130, 281 Torrel, J. P.: 114
Steiner, G.: 297 Troeltsch, E.: 21, 140, 223, 230, 283,
Stolz, A.: 22, 69, 96, 145ss., 323 309, 322
Strauss, L.: 136 Truhlar, C.: 324
Studer, B.: 310 Tucídides: 108
Suárez, F.: 126 Tugendhat, E.: 183, 226, 247-257, 272, 277
Suckale, R.: 326
Sudbrack, J.: 327 Unamuno, M. de: 20, 141, 226
Surin, J.-J.: 97, 125 Underhill, E.: 20, 96, 264s., 322
Surio, L.: 120, 237 Uribarri, G.: 24
Suso, H.: 58, 96, 104, 115, 120, 139,
164, 216, 230, 237, 296, 301 Valla, L.: 121
Vandenbroucke, F.: 144, 173, 213, 324
Tanquerey, A.: 143, 322 Vannhoozer, K. J.: 229
Tauler, J.: 58, 104, 115, 118, 120, 164, Vannier, A.-M.: 115, 286, 297, 308, 310,
216, 218, 230, 237s., 296, 301, 311 327
Taylor, C.: 105 Vansteenberghe, E.: 217, 308
Teilhard de Chardin, P.: 272 Vauchez, A.: 213
Tellechea, J. I.: 23, 118, 128, 149 Vergote, A.: 27, 39, 325s.
Teresa de Ávila (v. Teresa de Jesús) Vernet, F.: 143
Teresa de Calcuta: 32 Vicente de Paúl: 32, 124
Teresa de Jesús: 10, 15s., 18, 28, 31s., Victorino, M.: 210
40s., 45, 47, 58s., 81, 94ss., 101s., Viller, M.: 143s., 207, 323
104s., 120, 123, 125, 127, 133s., 137, Vincent von Aggsbach: 118, 126
139, 155, 157-160, 164, 168, 171, Virgilio: 209
192, 237, 264s., 273, 280s., 283, 287,
303, 305, 312, 317 Weber, M.: 224, 226
Teresa de Lisieux: 95, 130, 133, 148, Weil, S.: 257, 272
159, 164, 281, 305 Welte, B.: 245
Tertuliano: 192, 287 Wenz, A.: 269
Thérry, G.: 289 Westermann, C.: 93
Thies, Ch.: 224 Whitehead, A. N.: 193, 270
Thurston, H.: 280 Wikenhauser, A.: 66ss.
Thüsing, W.: 72 Wittgenstein, L.: 97, 100s., 135-138, 183,
Tiberio César: 51 224, 226, 297
Tilliette, X.: 89 Wolf, G.: 240
Tolstói, L.: 237s., 224, 277
Tomás de Aquino: 16s., 30, 32, 45, 87, Zaehner, R. C.: 173, 254
108, 113ss., 125, 142, 159, 161, 165, Zordan, D.: 149
336
ÍNDICE ANALÍTICO
Absoluto: 19, 22s., 25, 32, 37s., 41, 45s., — manifestación de Dios: 97, 101s., 165,
48, 56s., 59, 65, 75, 79, 102, 106s., 167s., 171, 211
121, 131, 141, 147, 154ss., 161s., —, nacimiento del Verbo en el: 235, 310
170s., 175s., 182, 184, 205s., 223s., —, potencias del (v. allí)
248, 259, 261s., 270, 272, 278, 282, —, presencia amorosa de Dios en el: 15,
284, 287s., 291, 298, 319 (v. t. Filoso- 80, 204, 237, 274, 282, 289, 312
fía; Unión) — relación con Dios: 97, 106, 147, 176,
—, relación con el: 45, 48, 56s., 99, 121, 193, 210, 230, 239, 243, 287
141, 156, 239, 277, 287 — unión con Dios: 57, 63, 94, 165, 178,
— trascendencia: 46, 48, 224, 291 203s., 281, 291, 293, 314
(v. t. Dios) — y cuerpo: 147, 157, 189, 210, 302s.,
Agápe: 22, 57, 76s., 163, 191, 199 314
(v. t. Amor) — y mundo: 204, 269
Agustiniano(a): Amor: 10, 15, 18, 22-25, 28, 30-33,
—, filosofía: 192, 197s., 211ss., 290, 302 36-39, 41ss., 45-48, 53-60, 63, 70,
— iluminación divina: 184, 197s., 290 72-77, 80, 82-85, 89s., 93, 97, 101,
—, mística: 115,192, 290 103, 113s., 116-124, 126, 133, 135,
Alianza: 47, 51, 60, 63, 85, 149, 172, 137, 142, 146s., 155, 158s., 163, 166,
174, 257, 283, 292 170-174, 177s., 186ss., 191s., 195,
Alma: 20, 39, 60, 93, 128, 135, 147s., 197, 200, 203s., 206, 211-215, 217,
166s., 175, 184, 189, 195, 197, 221, 228s., 236s., 253s., 256s., 259,
200-204, 206, 210, 253, 256, 269, 261, 262, 265, 268, 273s., 276, 278,
272, 296, 307 280-283, 287-291, 294ss., 301, 303,
—, acción de Dios en el: 9, 36, 58s., 86, 308, 311s., 317ss. (v. t. Agápe; Cono-
94, 114, 121s., 143, 158, 277, 310ss., cimiento; Éros)
315, 319 — compasión: 32, 254, 262
—, centro/punta del: 44, 58, 103, 117, — servicio: 30, 33, 75, 254, 265, 281,
145, 195, 255, 303 317
— dones de Dios: 16s., 31, 36, 39, 101, Analogía: 21s., 25, 93, 201
158, 161s. Angustia: 133, 135, 238, 249, 285
—, inhabitación de la Trinidad en el: 37, — de Cristo: 32, 54, 70
211, 311 — existencia: 99, 276s.
337
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Antiguo Testamento: 10, 29, 44, 52, 55, — y religiones orientales: 21s.
62ss., 75, 78s., 87, 92s., 188, 223, Comunidad (v. Individuo)
229, 265, 285, 294, 317s. Conceptualismo: 10, 30, 57, 179, 182,
— Cantar de los Cantares: 111, 121, 124, 212, 215, 240, 292, 311
176, 191s., 207, 236, 287, 312 Conciencia: 9, 25, 35, 43s., 48, 54s., 60,
— Éxodo: 89, 112, 192, 240, 300 64, 68, 76, 82s., 85s., 94-97, 105,
— interpretación espiritual: 110, 114, 118s., 127, 132, 136, 141, 155ss.,
127, 149, 292 168s., 193, 205, 207, 218, 248s., 251,
— Israel esposo: 192, 287, 312 (v. t. Mís- 253s., 256, 261, 265, 271, 288, 295,
tica, esponsal) 298, 306, 309, 311, 317
— profetismo/profetas (v. allí) Concilios: 53, 88, 113, 167, 209
— sinagoga: 28, 51s. — Calcedonia: 53, 66, 113
Antropología/antropológico: 46, 60, 74, — Nicea: 53, 66, 113, 307
81, 99, 103, 151, 156, 158, 163, 167, — Vaticano II: 20, 36, 41, 132, 147,
181ss., 187, 191, 194, 198ss., 225s., 150s., 170, 173s., 283, 310, 316, 328
233, 238, 241, 243, 247s., 255, 259, Condición humana (v. Hombre)
266, 273, 284, 296, 304, 306 (v. t. Conocimiento: 15-18, 25s., 28, 30s., 36,
Hombre) 42, 52, 54, 57, 60, 69, 71, 75ss., 79s.,
Apóstol(es): 25, 30, 52, 66s., 70s., 73, 76, 82, 86s., 101, 105, 111s., 114, 117s.,
81, 88, 90s., 109s., 169ss., 207, 261, 122s., 131, 135, 145s., 155, 157ss.,
284, 295, 306 163, 174, 191, 195, 198, 201-204,
Aristotelismo: 121, 183, 185s., 192, 195, 206, 213ss., 217, 219s., 224, 240, 259,
201, 208, 213s., 219, 275, 302 261, 267, 272s., 279-283, 287-290,
Ascesis/ascetismo: 57, 61, 63, 78, 80s., 292, 298s., 308s., 311, 313, 318
96, 107, 112, 119, 128, 135, 142s., — afectivo: 125, 159, 214s., 290
147, 167, 174, 183, 185, 197, 203s., — científico: 75, 136, 215
208, 242, 252, 257, 262, 319 — connatural: 28, 36, 123, 174, 215,
Ateísmo: 21, 61s., 70, 76, 99, 133, 137, 282
140, 177, 226, 241, 248, 255, 281 — experiencial (v. Experiencias místicas)
Autoritarismo: 19, 35, 107, 140, 168, — fruitivo (v. Unión fruitiva)
221 (v. t. Dogmatismo) Contemplación: 27s., 47, 58, 111s., 113,
115s., 119, 121s., 125, 128, 142, 176,
Barroco: 105, 119 184s., 193, 286, 298
Bautismo: 67, 72ss., 78, 91, 110s., 147, — actitud: 125, 128, 254
150, 210, 260, 293 — apofática: 42
Beguinas: 192, 291, 301 — contexto cristiano: 194s., 207, 210
Biblia (v. Antiguo Testamento; Nuevo — contexto griego: 121, 152, 177, 194s.,
Testamento) 197, 202ss. (v. t. Neoplatonismo;
— ausencia del término «mística»: 30, Platonismo)
109, 292 — de Dios: 113, 155, 215, 307s. (v. t.
— e Iglesia: 33, 173, 207, 253, 317 Cristo, humanidad de)
— y liturgia: 37, 111, 120s., 151, 173, — theoria: 57, 111s., 194
263, 316 — y acción: 58, 174s., 242, 272 (v. t.
Amor, servicio)
Carismas: 17, 25, 28s., 36, 68s., 77, 82, Conversión: 38, 48, 69, 76, 119, 210,
148, 158, 161, 169, 175, 178, 267, 287 231, 293
Catolicismo: 21s., 25, 169, 221, 228, Corrientes espirituales: 273 (v. t. Espiri-
230s., 263 tualidad; Órdenes religiosas)
— y protestantismo: 21s., 25, 36, 140, — activa: 59s., 119, 157s., 165, 273
169, 220, 223, 240 — fruitiva: 155, 158, 204, 273s.
338
ÍNDICE ANALÍTICO
— intelectiva: 89, 155, 158s., 213, 215s., 82-85, 87-90, 97, 110, 119, 123, 147,
273 157, 161, 171, 177, 187, 193, 244,
— volitiva: 113ss., 117s., 165, 213, 218, 273, 282, 287, 291, 293s., 296s., 299,
273, 289, 308 310s., 315
Cosmos: 10, 19, 199, 249 — histórico: 24, 29, 37, 44, 110, 263,
Cristianismo 278, 307, 310
— desafíos: 34s., 37, 39, 42s., 46, 48, —, humanidad de: 44, 80s., 147, 170ss.,
66, 99, 101, 103, 112, 130, 136, 138, 177, 217, 308
167, 189, 199, 209, 222, 227-233, —, imitación de: 29, 55, 123, 177, 286,
238s., 243s., 251, 275s., 297, 299 294
— especificidad: 15, 26, 30, 32s., 35, — Kénosis (v. allí)
41s., 45s., 48, 83, 104, 131, 142, 167, — Kyrios (Señor): 16, 24, 26, 29, 36s., 46,
172, 174, 187, 197, 201, 265, 283s., 55, 61, 65, 67, 69-74, 76s., 92s., 101,
299, 307, 315s., 319 110, 155, 171, 210, 217, 294, 317
— experiencia histórica y personal: 84, — manifestación: 55, 80, 83ss., 87s.,
87, 93, 103, 107, 113, 119, 147, 156, 156, 164, 169, 177, 199, 229, 273,
170, 174, 180, 266 285, 287, 293, 296, 302s., 319
— interpretaciones: 23, 34s., 66, 68, 78, — mediador: 37, 79s., 82, 278
98, 132, 140s., 152, 192s., 204, 206s., — misión: 27s., 30, 32, 38, 83, 87, 177s.,
309, 313 193
— origen: 15, 24s., 31, 37s., 51ss., 70, — misterio salvador: 10, 24, 29s., 38, 40,
208, 292s. 42, 46, 49, 51, 53, 55, 61, 63, 67, 79,
— poscristiano: 163 87, 94, 109ss., 127, 151, 157, 169,
— propuesta mística: 9ss., 15, 20s., 24, 177, 206, 265, 274s., 293, 295, 307s.,
30s., 35, 42, 46, 49, 60s., 96, 111, 310, 313, 316s., 319
133, 138, 144, 156, 166, 169, 172s., — místico: 24, 28, 31, 54s., 66-77, 83,
176ss., 187s., 212, 217, 226, 252s., 88s., 94, 117, 120s., 123, 149, 161,
255, 257, 259-265, 267, 271ss., 284, 174s., 177s., 263, 272, 276s., 284,
291, 314, 316 286, 294, 296s., 302, 306, 309
— renovación: 141, 150, 171, 173, 266ss. — persona: 10, 27, 29s., 42, 51-55, 72,
Cristo 78, 86ss., 90, 113, 132, 145, 147,
— contextos interpretativos: 51s., 65s., 165, 170s., 176s., 187, 199, 206, 215,
79, 110, 114s., 145, 150, 189, 205, 253, 260s., 273, 277s., 286s., 290,
287, 309 292, 294s., 306, 308, 310ss., 316
— Crucificado: 24, 37, 65, 67, 69, 71, — preexistente: 29, 45, 88, 110, 235,
73, 75, 104, 113s., 119, 124, 200, 286, 306s., 311
205, 211s., 217s., 235, 294s., 306s., — revelación de Dios: 10, 15, 25, 35, 37s.,
309, 319 (v. t. Cruz) 40ss., 45s., 74ss., 79, 83s., 86, 110s.,
— encarnación: 15, 25, 37, 42, 45, 60, 158, 165, 169ss., 177, 211, 238, 261,
80s., 87, 89, 97, 104s., 110, 112, 119, 268, 272, 275, 278, 298, 313, 317
156, 167, 172, 174, 187, 189, 193, —, seguimiento de: 32s., 38, 42, 54, 82,
197, 200, 205, 235, 241, 244, 260, 90s., 113, 155, 170, 176ss., 206, 208,
273, 275, 282, 293, 296, 299, 303s., 260, 291, 294
306, 310s., 313s., 317 —, vida de: 32, 53, 73, 83, 150, 178, 210,
— esposo (v. Mística esponsal) 237, 253, 295s., 308
— fundador y fundamento del cristianis- Cruz: 28, 65, 71s., 77, 82s., 90, 104, 113,
mo: 25s., 29, 37, 41s., 52s., 55, 78, 119, 124, 178, 199, 210ss., 216, 239,
110, 309 (v. t. Cristianismo, origen) 295, 308s.
— Hijo: 10, 15, 19, 24, 28s., 31, 33, 38, — escándalo: 24, 38, 218, 295
40, 45, 53ss., 63, 69s., 73s., 77, 79s., — locura: 119, 208
339
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
340
ÍNDICE ANALÍTICO
—, rostro de: 10, 22, 181, 216, 285 Espiritualidad: 11, 24, 65, 67s., 77, 93,
— ser: 46, 53, 59, 63, 87, 92, 114, 164s., 181, 195, 199, 220, 230, 274, 282
171, 177, 192, 240, 286, 291 — escuelas: 165, 257, 272, 304, 312
—, silencio de: 133, 242 — historia: 20, 22, 30, 80, 86, 97, 118,
—, voluntad de: 89, 92, 118, 164s., 214, 127, 143s., 149, 183, 192, 199, 212,
218, 252s., 268, 290 220, 256, 259, 300, 310
— y el hombre: 35, 46s., 59s., 89, 156, — maestros: 10, 22, 36, 43, 81, 102,
191ss., 198, 229, 234, 240, 256, 106, 119, 123, 136, 148, 162, 164,
260s., 266s., 270, 274, 279, 288, 302, 228, 267, 283, 301, 303
305s., 313, 315 — movimientos: 115, 118, 163, 192,
Discernimiento: 17, 27, 43s., 48, 86, 130, 217, 254, 289, 296, 302s.
150, 152, 199, 275s., 283, 291, 299 Esponsalidad (v. Mística, esponsal)
Docta ignorantia: 116s., 216, 307s. Estoicismo: 208, 299
Dogma: 37, 64, 86, 105, 107, 110s., 132, Ética: 20, 24s., 38, 41, 48, 61, 93, 107,
140s., 167, 170, 188, 193, 207, 221, 136, 138, 153, 156, 163, 183, 221,
230s., 265s., 293, 309 223, 228, 243, 248s., 254, 266
Dogmatismo: 19, 35, 131s., 140 (v. t. Au- Eucaristía: 67, 72, 78, 91, 110s., 120,
toritarismo) 127, 150
Evangelio: 16, 20, 24, 28, 38, 40, 49, 53,
Egoísmo: 33, 191, 241s., 248s., 252, 316 65s., 72, 110, 121, 138, 140, 150,
Entendimiento: 15s., 45, 101, 109, 114, 153, 169, 188, 192, 199, 208, 214,
122, 165, 168, 171, 184, 195, 215, 231, 242s., 265, 268, 271, 275, 292,
222, 237, 270, 287ss., 291, 317 295, 298, 315, 317 (v. t. Nuevo Tes-
Éros: 22s., 56, 103, 163, 174, 191, 199, tamento)
211 — continuidad con Antiguo Testamento:
Escatología: 62s., 67, 79, 82, 94, 99, 109, 188s., 207
172, 307, 314 — influencia griega (praeparatio evangeli-
Esoterismo: 10, 133, 136, 154, 167, 212 ca): 188, 199, 298
— grupos iniciáticos: 81, 84, 108s., 281 Existencia cristiana: 9, 35, 40, 42, 54, 73,
(v. t. Misterios) 81, 93, 104, 150, 164s., 231s., 256,
— magia (v. allí) 280, 284, 311, 319
— ocultismo: 10, 110 Experiencia(s)
Espíritu: 9s., 17, 20, 26, 35, 57-60, 64, — básicas: 141, 156s., 183, 250
73, 80ss., 103s., 116, 155ss., 162, — cristianas: 16, 25, 37, 52, 87, 91, 99,
164ss., 181s., 184, 195, 197ss., 222, 107, 157s., 210, 259, 268, 275, 281,
230, 243, 270, 278ss., 289, 298, 300, 293, 295, 317
302s., 314, 319 — filosóficas: 57, 136, 156, 247, 259, 270
Espíritu Santo: 25, 33, 37s., 40, 42, 53s., — humanas: 68, 158, 259, 267
57, 64, 66, 68s., 73-78, 80, 82, 84-88, — religiosas: 21, 27, 66, 77, 99, 102,
91, 109, 117, 127, 147, 158, 161, 136, 157, 224, 259, 266, 295, 306
169s., 172, 175-178, 184, 192s., 200, — veterotestamentarias: 27, 92, 229
211, 235, 244, 260-263, 282, 287, Experiencias místicas: 20, 25, 28, 32, 39,
293, 296, 306, 312, 316s. 68, 71, 84, 103, 107, 147s., 155, 158,
—, acción del: 29, 55, 75, 86, 132, 166, 198, 259, 274, 283, 299, 303, 311
168, 178, 277s., 282, 287, 293, 315 (v. t. Unión)
—, dones del: 29, 74s., 80, 114, 126, 161, —, comunicación de: 16, 101-104, 302
174, 278 — conocimiento: 16, 18, 30, 97, 101,
—, experiencia del: 10, 36, 292 112, 135, 149, 155, 161s., 164, 188,
— testimonio interior: 28, 88, 157, 265, 215s., 252, 272s., 282
273, 278, 284, 291 — extracristianas: 25, 42, 78, 157, 268
341
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
— extraordinarias: 92, 128, 273s., 281, — y mística: 134, 139, 161, 183, 187,
283 192, 196s., 200, 203, 207, 213s.,
— femeninas: 302ss. 216s., 220-223, 225, 238, 247, 266,
— mediaciones: 39, 104, 106, 120, 259, 269-274, 284s.
302s. Franciscanismo: 115, 120, 158, 192, 213,
—, sujetos de: 101, 133, 224, 259, 285, 272, 302, 305
301s. Futuro: 15, 32, 36, 39, 45, 47, 90, 94,
Éxtasis: 28, 31s., 58, 84, 92, 109, 203 98s., 107, 124, 134, 138, 147, 153,
— místico: 18, 59, 63, 70, 97, 106, 114, 176, 219, 227, 235, 240, 244, 249,
120, 123, 133, 147, 208, 303 251, 256, 261s., 266, 274, 286, 288,
— profético: 17, 63 292, 296, 300, 313s.
— novedad: 217, 257
Fe: 10, 17, 21s., 24s., 32, 34ss., 38, 43, Geografía de la mística
63, 65, 69, 71ss., 75, 81s., 90, 93, — Castilla: 20, 96, 124, 170, 238, 284
98, 107, 109s., 122, 132, 141, 152s., — Francia: 116, 124, 133s., 305
155s., 164s., 168-171, 177, 189, 199, — Oriente: 11, 28, 65, 104, 142, 160,
209, 226, 231, 245, 260, 263, 265, 173, 208, 266
267, 273, 275, 280s., 283s., 287, — Renania: 96, 115, 118, 163, 217,
293s., 315, 317 237s., 282, 296, 313, 317
—, comunidad de: 38, 55, 102, 263, 316 Gnosis/gnosticismo: 10, 24, 78, 80, 103,
—, confesión de: 52, 210 154, 167, 216, 234, 257, 275, 314,
—, desafíos a la: 35, 107, 149 318
— don: 164, 217, 278 — conocimiento: 75s., 82
— fundamento: 41, 61, 65, 163, 238, — cristiana: 61, 76, 103, 118, 127, 174
286 — grupos: 44, 81, 166
—, núcleo de la: 68, 86, 132 Gracia: 15ss., 23ss., 31, 33, 37-40, 42,
— oposición: 33, 55, 93, 152, 166, 257 46, 48, 59s., 64, 68, 70, 74, 76, 80,
— positiva: 24, 102, 238 83, 99, 101, 114, 143, 146, 148,
— pura: 33, 121, 133, 265, 293 157-162, 168, 174s., 206, 211, 214s.,
— respuesta: 15, 26, 40, 44, 54, 64s., 85, 236, 238, 242, 259ss., 268, 271, 274,
93, 109s., 157, 164s., 173, 229, 242, 282s., 285, 288, 290, 294, 303, 311,
315 313, 316, 318s.
— sola: 21, 65, 309 — carismas (v. allí)
— y mística: 107, 130, 146, 159, 164, — de estado: 36, 266
218, 314s. —, experiencia de: 36, 65, 94, 132
— y razón: 82, 155, 302 — extraordinaria: 18, 25, 36
— y vida: 17, 34, 62, 90, 149, 192, 266 — perfección de la naturaleza: 25, 38,
(v. t. Vida) 260, 284, 312
Filosofía: 9, 26, 56, 58, 139, 141, 176,
180-185, 187, 193, 207, 211s., 218s., Helenismo: 227, 282 (v. t. Neoplatonismo;
221ss., 226, 243, 245, 265s., 275s., Platonismo)
284, 316 (v. t. Cultura) — mundo helenístico: 52, 78, 83, 110,
— antropología (v. allí) 206, 298s.
— griega: 108, 112, 119, 134, 183, 186, — religiones helenísticas (v. Religión)
188, 193s., 197, 199ss., 205, 210, Historia de la mística: 86, 160, 191, 221,
270, 298ss. 254
— heideggeriana: 228, 232, 238s., 240, — medieval: 112s., 115ss., 126, 191s.,
248 213, 216s., 282, 285, 289, 300ss.,
— nihilismo: 233s. 307, 309, 311, 313
342
ÍNDICE ANALÍTICO
— moderna: 11, 16, 22s., 30, 32, 41, 56, 278, 283s., 287, 292s., 302s., 310,
62, 89, 104, 108, 117s., 123s., 126, 312, 316
128, 151, 166, 219, 221, 264, 272, — acción del Espíritu: 29, 75, 86, 132,
305 166, 169, 178, 278, 287, 293
— redescubrimiento contemporáneo: 9s., — comunidad: 31, 38, 55, 69, 75, 85, 90,
20, 23, 39, 56, 61, 95ss., 99s., 128, 150, 164, 170, 231, 262ss., 298
130, 132ss., 138ss., 144, 150, 223ss., —, constitución de la: 55, 119, 121, 166,
248, 263, 280, 284, 287 316
Hombre: 9s., 15ss., 19, 21s., 24, 26-29, — historia: 35, 104, 132, 146, 148, 159,
31, 33-41, 43s., 46ss., 55-66, 69s., 178, 262
73-76, 85, 87-93, 95, 97, 99ss., 103, — liturgia: 21, 24, 110, 121, 131
110s., 114, 116-119, 121, 123s., 129, — ministerios: 17, 110, 169, 210
131, 133, 135ss., 141s., 145-150, — occidental: 11, 18, 89, 95, 104, 112,
154-159, 162-174, 176s., 180-189, 125, 148, 151, 160, 169, 187s., 192,
191-203, 205s., 211s., 214, 216s., 208s., 219, 230, 267, 281, 287, 313,
222, 226, 228ss., 232-236, 238- 318
245, 247-250, 252s., 255ss., 259- — oriental: 11, 24, 104, 112, 131, 147s.,
268, 270-279, 281, 284-288, 291s., 150, 160, 208s., 219, 267, 287
294-300, 302-307, 309-320 — pueblo de Dios: 42, 51, 152
— autonomía: 117, 141, 145, 164, 180, —, tradición de la: 10, 61, 66, 88, 97,
247 101, 124, 145s., 160, 166, 194, 199,
— destino: 45s., 74, 95, 156, 171, 173, 236, 263, 267, 293, 310, 318
194, 271, 278, 310 —, vida de la: 10, 36, 52, 86, 149, 208s.,
— divinización: 97, 157, 161, 173, 195, 267, 285
202, 204, 234, 300, 313s. Iluminación: 57s., 76, 86, 88, 91s., 103,
— futuro: 15, 45, 47, 74, 296 105, 112, 116, 174, 176ss., 206, 232,
— imagen de Dios: 25, 60, 110, 175, 252, 268, 271, 273, 276, 298, 300
187, 229, 261, 267, 307 Ilustración: 107, 129, 132, 168, 221s.,
— libertad: 44s., 47, 75, 83s., 168, 191, 247, 255, 275, 309
230, 268, 314, 319 Individuo y comunidad: 20, 37, 75, 85,
—, límites del: 137, 154, 156, 170, 225 105, 140, 145, 166, 249, 315s.
— muerte: 38, 43, 46, 60, 74, 99, 153, Inefabilidad: 58, 70, 97, 103, 105, 111,
156, 170, 183, 194, 210, 232, 249ss., 152, 157, 198, 203, 213, 224, 267,
257, 261, 274, 296, 309, 313 318
—, necesidades del: 26, 40, 48, 236, 262, Inhabitación: 40, 57, 84, 311s.
276, 296 Inteligencia: 15, 20, 25, 34, 38, 40, 45,
— persona: 15, 18s., 25s., 28, 34, 36s., 52, 54, 57, 59s., 64, 67, 69, 80, 82,
43s., 57, 149, 156, 159, 163, 165, 87, 89, 102s., 106, 109, 111, 114,
170s., 175, 182ss., 191, 205s., 217, 116ss., 120-123, 131, 135, 139, 146,
249ss., 254, 256, 259, 261, 265, 271, 149, 154s., 158-161, 163ss., 173, 182,
273, 285, 290, 304, 306, 314s. 184s., 195-198, 200-205, 211-215,
217, 221s., 228, 230, 238s., 242, 245,
Idealismo: 19s., 96, 139, 216, 222s., 264, 254, 256, 261, 265, 267s., 272s., 278s.,
275, 284, 287, 209 282, 288-291, 296-299, 301ss., 317s.
Ídolos/idolatría: 16, 48, 76, 170, 242, 276 — intelectualismo: 107, 125, 129, 152s.,
Iglesia: 10, 20, 22ss., 29, 35ss., 42, 51ss., 154, 162, 165s., 192s., 203, 216, 218,
73, 78, 86, 97, 99, 107, 110, 115, 288s.
118s., 121s., 131s., 146-152, 159s., Interioridad: 24, 28, 31s., 35, 39s., 42,
166, 168s., 175s., 178, 192s., 206, 44, 54, 67ss., 81, 83-86, 88, 94, 107,
208s., 217, 221, 226, 262s., 267, 275, 109, 117, 119s., 124, 132, 142, 146,
343
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
154s., 165, 175, 177, 183ss., 188, — mística: 16, 23, 57, 96, 100, 102s.,
197, 202, 204, 210s., 219, 236, 242, 112, 123, 176, 186, 192, 236, 285,
244, 249, 260ss., 265, 273, 278, 289, 298, 301, 304, 306, 310s.
291, 294, 296, 306, 315ss. — poesía: 23, 98, 123, 222, 239ss.
— vocabulario místico: 127, 144, 150,
Jansenismo: 19, 124, 220 201, 232, 272
Jesús: 10, 24, 26-30, 32, 51-55, 66-74, Liturgia: 20ss., 24, 28, 35, 37, 110s.,
76-79, 81, 83-91, 94, 98, 102, 110, 119ss., 123, 131, 145s., 148-152, 173,
113, 117, 131s., 140, 147, 167-170, 212, 221, 223, 259, 263, 280, 292,
178, 186s., 201, 205, 211, 217, 231, 316 (v. t. Palabra)
236s., 239, 253, 287, 293-296, 299, — culto: 25, 52, 55, 61, 63, 66, 93, 175
306-309, 312, 318 Locura: 70, 224, 233, 264, 275, 308 (v. t.
— como madre: 308 Cruz)
—, Corazón de: 88, 113, 132, 280 Logos: 20, 163, 195, 269, 291, 297
—, Crucificado, mística del: 113, 295, —, mística del: 57, 80s., 88, 216
309 (v. t. Cristo, crucificado)
— experiencia histórica: 88, 292ss. Magia: 33, 62, 140, 153s., 161, 168, 188
— experiencia personal: 54, 88, 147, Marxismo/marxista: 23, 100, 152s., 275
292ss. Materia: 9, 19, 26, 38, 40, 58, 60, 73,
— maestro: 83, 171, 211, 309 80ss., 99, 105, 152, 167, 180, 197,
— Mesías: 29, 51ss., 69, 90 211, 225, 233, 262, 272, 299, 309,
— místico: 27s., 54s., 88, 276, 294 314
— niño: 113, 286, 302, 306ss. — materialismo: 167, 299
— Verbo, mística del: 88, 296s., 306 Memoria: 37, 52, 56, 59, 65s., 72, 82s.,
Justicia: 38, 46, 61, 67, 71, 91ss., 153s., 85s., 91, 155, 158, 168, 176s., 197,
156, 172, 195s., 229, 294s., 309 (v. t. 211, 241, 244, 254, 256, 261, 278,
Pobres) 288, 296s., 304s., 312
— y cultura occidental: 288
Kénosis: 68, 83, 187, 271 Metafísica: 23, 38, 46, 53, 56s., 59ss.,
63, 88s., 99, 103, 107, 113, 115, 117,
Legalismo: 19, 65, 82, 92, 221, 243, 309 122, 136, 138s., 142, 144s., 156s.,
Lenguaje: 16s., 44, 98, 100, 113, 117, 163, 166s., 174, 181-184, 186s.,
142, 152, 173, 176, 186, 216, 226, 191s., 194, 197s., 200, 204, 206,
232, 237, 241, 248, 314, 317s. 210, 216, 227-236, 239s., 243, 248ss.,
Libertad: 9, 15, 24s., 32, 35, 38, 43- 252, 257, 259, 266, 269s., 272s.,
47, 57, 59, 61, 63s., 67, 73-76, 82, 284ss., 290, 296s., 305-308, 313s. (v. t.
84, 86, 119, 129, 131, 140s., 145ss., Cuestiones fundamentales)
153, 156, 162, 164, 168ss., 182, Milagros: 17, 27s., 33, 55, 72, 80, 90,
184, 191, 197, 219, 221, 230, 233s., 120, 127, 295, 318
237, 240s., 247, 256s., 260s., 266ss., Mistagogía (manuducción): 102, 107,
271s., 278s., 288, 291, 295, 306, 115, 149, 159, 188, 241, 282s., 304
314ss., 319 Misterio (mysterion): 9s., 19, 29s., 34,
— liberación: 23, 31, 34, 43, 68, 75, 92, 38, 40, 58, 107-110, 127, 131, 148ss.,
135, 151s., 168, 202, 210, 228, 249s., 162, 165, 167, 170, 172s., 232, 275,
253, 256, 276s., 286, 295, 310 281, 292, 319
Literatura: 18s., 23, 66, 78, 102, 109, —, apertura al: 151, 160, 240, 243
112, 118, 126, 139, 163, 222, 225, — trinitario: 42, 87, 132, 170, 173 (v. t.
227, 265, 268, 274 Trinidad)
— griega: 208, 286 Misterios: 10, 77, 108, 167, 194, 202,
— latina: 120, 125, 191, 209, 282, 286 206, 222
344
ÍNDICE ANALÍTICO
— cristianos: 17, 29, 32, 35, 42, 108ss., — subjetiva: 16, 22, 25, 35, 125, 127,
149s., 170, 291s., 306, 319 148, 281
— cultos mistéricos: 66, 110, 281 — teresiana: 15, 18, 28, 31s., 40s., 45, 47,
— paganos: 108, 110, 281 81, 94, 101s., 105, 120, 123, 125, 134,
— religiones mistéricas (v. allí) 137, 155, 157-160, 168, 171, 192,
— y mística: 146, 154, 286 265, 280s., 283, 287, 303, 312, 317
Mística — trinitaria: 88, 164, 237, 287
— actividad creadora: 41, 58, 185, 203 — universo simbólico: 120, 300
— ambigüedad del término: 30, 56, 97, — y erotismo: 23
100, 149, 154, 160, 292 — y misión: 32, 36, 39, 41, 71, 148, 175,
— concepto: 16, 18, 65, 98, 108, 292, 267s., 274, 279, 283, 285, 319
311 Mistografía: 101s.
— de la participación/identificación: 24, Mistología: 102
41, 56, 58ss., 72, 94, 164, 176, 178, Mitos: 15, 29, 51, 167, 183, 194, 206,
195, 201, 203s., 211, 259, 282, 290s., 230, 238, 269, 293, 298, 302
295, 311, 313s. Modernismo: 64, 139ss.
— de la pasión: 37, 71, 77, 113, 286s. Monacato: 19, 112, 121, 125, 129, 174,
— de la purificación: 116, 119, 124, 142, 192, 206-209, 213, 217, 257, 259,
170, 174, 176, 178, 206, 232, 234, 262s., 266, 301s., 304, 307s.
273, 312, 319 Moral: 16ss., 24ss., 35s., 38, 41s., 46,
— deformaciones: 16, 77, 99 48s., 54, 61, 74, 81, 84, 87, 89, 103,
— del Crucificado (v. Jesús) 106, 126, 129, 132, 136s., 139ss.,
— del silencio: 58, 101, 103, 164, 198, 156, 166, 172, 180, 185, 188, 193s.,
213, 232, 291, 296 (v. t. Gnosis) 196s., 202, 205, 207, 217, 220-223,
— devoción: 66, 106, 158, 254 227, 230, 236, 238, 242s., 247s.,
— ejes y constantes: 304s., 315 253s., 257, 259, 262, 265, 268, 272s.,
— escuelas: 143, 161, 163, 165, 213, 293s., 298s., 308s., 313
257, 291, 304, 319 — moralismo: 10, 19ss., 35, 107, 131s.,
— esponsal: 46, 97, 113, 124, 164, 176, 154, 263, 313
192, 237, 287, 312 Mujer(es): 16, 26, 28, 34, 41, 58, 74s.,
— femenina (v. Mujer, mística femenina) 92, 104, 113, 115, 133, 154, 157,
— fenómenos extraordinarios: 9, 17, 28, 159, 162s., 167, 169, 192, 247, 266,
31, 58s., 69s., 92, 97, 105s., 130, 133s., 274, 280, 285, 299, 301-304, 312
144s., 169, 268, 274, 279ss., 303 — alumbradas: 166, 188, 192, 264, 303
— formas: 273, 286s. — conventos femeninos: 115, 125, 192,
— literatura mística (v. Literatura) 216, 291, 301s., 307
— modelos: 11, 16, 18, 37, 41, 58s., — estigmatizadas: 280, 303
139, 178, 265, 274, 279 — mística femenina: 115, 302
— natural: 25, 42, 76, 142, 157, 268, Música: 224, 238, 277
277s., 291, 307
— nocturna: 112, 121s., 170, 178, 232, Nada/noche (v. Mística, sanjuanista)
234, 244, 266, 285, 300, 318 Neoplatonismo: 112s., 120, 147, 174,
— objetiva: 22, 72, 148, 281 176, 186, 200s., 234, 282, 290, 296,
— origen del término: 9, 19, 30, 109ss., 304
127, 155, 276 Nominalismo: 117, 193, 290
— sanjuanista: 31s., 41, 58s., 83, 92, 94, Nuevo Testamento: 22, 29s., 44, 52-56,
102, 105, 112, 115s., 118, 121ss., 62s., 65, 67s., 78s., 81s., 84, 87s.,
126s., 137, 158s., 165, 169ss., 174, 91-94, 100, 108s., 111, 166, 169,
177, 186, 192, 204, 234, 242, 257, 174, 178, 187, 191, 199, 227s., 230,
265, 274, 277, 283, 288, 300, 303, 312 292ss., 297, 313, 316, 318
345
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
346
ÍNDICE ANALÍTICO
123, 151, 161, 164, 167ss., 171ss., —, crítica de la: 152, 170, 223, 248, 251,
178, 188, 191s., 223, 229s., 259, 261, 269
275, 293, 306, 312 — fenomenología: 20, 62, 226, 245
Protestantismo: 21s., 24s., 28, 36, 61, — fundadores: 15, 25, 309, 316
67, 91ss., 118, 131, 140, 149s., 152, — helenísticas: 65ss., 78
169, 218s., 220, 223, 231, 240, 248, — histórica: 15, 253
263s., 275 — mistéricas: 10, 65, 131, 202
— neoprotestantismo: 140, 309 — monoteístas: 15, 61, 65s., 156, 173
— y mística: 21, 24, 61s., 91, 223 — natural: 129
Psicología: 18, 23, 27, 32, 34, 36, 41, 58, — orientales: 15, 21s., 28, 187, 223, 253
75, 78, 107, 123, 133, 144-148, 163, — personal: 9, 15, 19
173, 178, 182, 248, 250, 276, 281, 314 — positiva: 221, 275
— psicoanálisis: 134, 276, 307 — profética: 15, 31
— psicopatología: 130, 280 — y filosofía: 9, 56, 58, 187, 197, 203,
— psiquiatría: 133s., 276 222, 245, 272s.
Purificación: 19, 25, 31, 38, 57, 112, Resurrección: 29, 37s., 49, 51, 54s.,
154, 196, 214, 229, 254 66ss., 71s., 74, 77, 81, 88s., 94, 110,
132, 167, 189, 199, 235, 274, 287,
Racionalidad: 89, 130, 153, 155, 167, 181s. 292-296, 299, 303, 306, 319
— racional: 38, 75, 107, 129, 182, 185, Revelación: 10, 15, 17, 22, 25, 28ss., 33,
192, 215, 221s., 275, 301, 312 38, 41s., 45s., 48, 54s., 60-64, 74s.,
— irracional: 105, 129, 154 79, 82s., 86s., 89, 100, 104, 112, 114,
Racionalismo: 60, 132, 135, 193, 215, 288 131, 145s., 157s., 161, 167, 169ss.,
Razón: 16s., 32, 34s., 39, 41, 64, 76, 88, 174, 186ss., 205, 211, 223, 238, 242,
91, 101ss., 108, 113ss., 119, 128s., 244, 282, 292, 303, 311, 317 (v. t.
132, 140, 146, 151, 155, 159, 161, Palabra, de Dios)
163, 168, 176, 180-184, 194s., 207, — en la historia: 25, 40, 47, 63, 80, 84,
213s., 218s., 221s., 226, 240, 243, 132, 154, 163, 177, 216, 226, 229,
248, 250, 265, 271, 278ss., 285, 241, 260, 268, 273, 278, 315
288s., 299, 302, 305 — jerarquía de verdades: 41s., 132, 174s.,
— afectiva: 92, 141, 149 283
— autónoma: 64, 141 — mediaciones humanas: 92, 102, 166, 317
— científico-técnica: 75, 186 — respuesta del hombre: 229, 260, 278,
— instrumental: 75, 288 281, 303
— lógica: 141, 149, 183, 186, 194, 282 — y fe: 40, 65, 109s., 164s., 242, 278, 315
— pura: 129, 131, 141, 184, 222 Revelaciones particulares (v. Visiones)
— y fe (v. allí) Revolución: 21, 27, 48, 95, 117, 129,
Reforma: 26, 120, 124s., 150, 157, 264, 153, 220
280
— católica: 118, 149, 275 (v. t. Catolicismo) Sabiduría: 17, 30, 38, 188, 211, 270, 308
— protestante: 118, 219, 275 (v. t. Pro- (v. t. Conocimiento)
testantismo) — de Dios/Espíritu: 76, 109, 112, 119,
— teresiana: 124s., 157, 280 208, 295, 297, 320
Reino de Dios: 10, 26-29, 31, 33, 54s., — del mundo; 38, 208
67s., 94, 109, 119, 152, 217, 221, — don: 114, 282, 290
231, 237, 263, 292s., 299, 309 — mística: 122, 270
Religión(es) Sacramentos/sacramentalidad: 10, 20,
— budismo: 15, 35, 59, 223, 225, 238s., 24s., 34, 37s., 66, 90s., 93, 111, 132,
252-255 140, 167s., 188s., 206, 212, 263, 281,
— cristianismo (v. allí) 299, 304, 309, 317
347
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Salvación: 10, 23s., 39, 53, 56, 82, 87, 93, 206, 216, 269, 283s., 287, 300, 304
110, 119, 131, 153, 156s., 180, 196, (v. t. Experiencias místicas)
221, 241, 261, 272, 295, 313s., 316s. — neoescolástica: 141, 145
—, designio/plan de: 24, 29, 63, 109, 145, Terapéutica: 23, 34, 182, 276
177, 295 Testigos/testimonio: 15, 20, 22, 25, 36s.,
—, historia de la: 25, 93, 175, 199, 230 38, 40, 65, 84ss., 88, 90ss., 99, 102,
Santidad: 26, 32, 39ss., 61, 92s., 97, 106, 115, 131s., 151, 159, 172, 188, 265,
128ss., 135, 143, 148, 150, 154, 156, 271, 274, 283ss., 301ss., 318
160, 166, 172, 178, 187, 196, 229, Teúrgia: 33, 61, 188
238, 241, 265, 267, 318 Todo: 170s., 222, 275
— canonizaciones: 125, 178, 266, 272 Tradición
—, criterios de: 32, 128, 265 — agustiniana: 192, 197, 211ss., 290,
— santos: 32, 39s., 92, 95, 110s., 125, 302 (v. t. Agustiniano)
136, 144s., 150, 161s., 264s., 267, — aristotélica: 121, 183, 185s., 192, 195,
275, 284, 299, 304, 306, 318 201, 208, 213s., 219, 302 (v. t. Aristo-
Secularización/secular: 23, 99s., 152, 163, telismo)
201, 248, 275 — dominicana: 115, 118, 125, 143, 158,
Seguimiento: 32s., 54, 90, 113, 156, 170, 161, 192, 213, 216, 230, 272, 302,
177s., 206, 208, 291, 294 (v. t. Cristo) 312, 319
Sentidos: 36, 56, 94, 102, 107, 120, 134, — espiritual: 97, 101, 145s., 161, 199,
136, 150, 183, 185, 195, 201, 278, 202, 318
298, 303 — franciscana: 115, 120, 158, 192, 200,
—, pérdida de los: 120, 303 213, 302, 305
— sentir: 15, 30, 39, 58s., 136s., 155, — hispánica: 159, 166
233, 260, 262, 270, 284s., 305, 319 — medieval: 124, 148, 184, 191, 230,
Sentimiento: 18, 20s., 31, 33, 44, 59, 69, 232, 234, 239, 285, 288, 310
94, 97, 107, 132, 136, 138s., 149, — neoplatónica: 112s., 120, 147, 174,
154, 178, 182, 192, 195, 221s., 241, 176, 186, 200s., 234, 282, 290, 296,
248, 267, 274ss., 279, 285s., 288, 304 (v. t. Neoplatonismo)
301 — oriental: 15, 21s., 28, 59, 131, 142,
Sociedad: 23, 26s., 44, 58, 60, 130, 152s., 148, 150, 187, 213, 223, 253, 255,
182, 219, 242, 266, 299, 304 314
Subjetividad/Subjetivación: 16, 20, 22, 25, — patrística: 110, 124, 145, 148ss., 186,
33, 35, 43, 72, 86s., 125, 127, 145, 191s., 208, 232, 290, 300, 305, 307,
148, 155, 164, 168, 175, 224, 257, 310s.
281, 294, 315 — platónica: 38, 81, 103, 113, 118,
120ss., 183, 186, 188s., 191-211, 213,
Tao: 252s. 216, 219, 296, 298ss., 317 (v. t. Plato-
Teofanías: 92, 102, 112, 174, 212, 283, nismo)
300, 303, 319 Trascendencia/inmanencia: 18, 40s.,
Teología 43-46, 57, 62, 68, 87, 90, 93, 103s.,
— apofática (negativa): 122, 137, 177, 107, 112, 121, 141s., 147, 153, 156,
198, 213, 300 162ss., 166s., 172, 176, 181s., 188s.,
— ascética: 128, 143 197, 201, 203s., 206, 210, 212, 226,
— dialéctica: 21, 61, 218 230, 238, 248, 259, 269, 274, 308,
— escolástica: 113, 116s., 126s., 141, 161 318s.
— liberal: 20, 61, 87, 263 (v. t. Protes- Trinidad: 35, 37s., 42, 60, 74, 84, 86ss.,
tantismo) 114, 132, 164, 169s., 173, 175, 177,
— mística: 31, 94, 112, 114-118, 120, 193, 211, 222, 237, 267, 281, 287,
122, 125-128, 142s., 145, 177, 194, 311s., 316, 318
348
ÍNDICE ANALÍTICO
Unión (koinonía)/comunión: 18, 24, 27s., — interior: 107, 132, 142, 154
30s., 35, 41s., 44, 54, 56s., 59, 64, — metas: 47s., 184, 266
67s., 71ss., 80, 90s., 93ss., 97, 112s., — mística: 9, 16, 27, 59, 122, 150, 159,
115, 117ss., 121, 147, 163, 165s., 164, 177, 194, 274, 288
170s., 173s., 176ss., 191, 193, 195, — moral: 18, 137, 253, 262
203s., 206, 213, 222, 224, 243, 251s., Virtudes: 16, 128, 161s., 185, 194,
254, 259, 261, 263, 270, 272-275, 196s.
277, 281s., 286s., 289, 291s., 294s., — cardinales: 17
298ss., 307, 311s., 314s. (v. t. Dios) — morales: 126
— cognoscitiva: 42, 58s., 252 — teologales: 17, 114, 123, 126, 133,
— fruitiva: 9, 18, 30, 42, 92, 146, 158, 161, 260, 278, 290
161, 163, 252, 268, 272ss., 282 Visiones: 9, 18, 21, 42, 57s., 67, 69ss.,
— mística: 67s., 94, 224, 251s. 76s., 84, 91, 97, 102, 106, 120, 123,
Universidad: 118, 134, 145, 153, 192, 133, 149, 169, 171, 174, 178, 180s.,
195, 219s., 247s., 284, 300ss. 187, 280, 294s., 301-304, 317
Uno (v. Neoplatonismo) Voluntad
Utopía: 9, 23, 166, 172, 265 — divina: 36, 48, 54, 61, 64, 80, 89, 92,
118s., 165, 167, 173, 178, 214, 217s.,
Vías (edades) de la vida interior: 103, 105, 142 229, 234, 242, 252s., 268, 279, 290,
— iluminativa: 103, 105, 122, 198 315ss.
— purgativa: 103, 105, 122, 298 — humana: 15, 25, 32, 56ss., 60, 75,
— unitiva: 103, 105, 298 107, 122s., 141, 145, 151, 154s.,
Victorinos: 104, 213, 282 157s., 161ss., 211, 213, 242, 254,
Vida 261, 271, 278, 288, 311
— activa: 17, 119, 242, 259 — voluntarismo: 117s., 288s.
— contemplativa: 17, 27, 96, 119s., 128,
153, 174s., 194, 208, 220, 242, 254, Yo
259, 270, 281, 298 — egocentricidad: 249ss., 254
— cristiana: 9, 16, 18, 31-37, 40ss., 46, — sujeto: 15, 17, 19, 22, 31, 35s., 44,
48, 94s., 102, 104ss., 107, 113s., 47, 54s., 57, 94, 105, 133, 142,
119s., 125, 128, 132, 143, 150, 154s., 144ss., 148, 151, 153, 160ss., 164,
158, 161, 174s., 177s., 186, 212, 266, 170, 172, 175s., 182, 191, 222, 229,
274, 278, 283s., 300, 307, 315, 318s. 247, 249, 251s., 257, 259ss., 264,
— divina: 24, 79, 170, 313 267, 279s., 282, 287, 289s., 306,
— humana: 10, 16s., 19ss., 42, 47s., 60, 315
81, 89, 95, 103, 106, 134, 147, 152, —, superación del: 255
159, 182, 249s., 253, 259 — «Yo soy»: 89, 228, 283, 286, 296
349
Cristianismo y mística
ÍNDICE GENERAL
Contenido ............................................................................................ 7
Prólogo ................................................................................................. 9
Primera Parte
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Introducción ........................................................................................ 15
I. Perspectiva histórica ...................................................................... 18
II. Perspectiva bíblica y teológica ....................................................... 26
1. La figura de Jesús en relación con otras figuras humanas y reli-
giosas ........................................................................................ 26
2. La figura exterior de Jesús es la de un profeta, no la de un mís-
tico ........................................................................................... 27
3. De la misión de Jesús al proyecto salvífico de Dios (Misterio) ... 29
4. Del Misterio a la mística ........................................................... 30
III. Perspectiva espiritual y pastoral ..................................................... 31
1. Las variedades de la experiencia y de la santidad cristiana ........ 31
2. La atención y la obediencia a Dios, anteriores al sentimiento y
la experiencia del hombre ......................................................... 33
3. La apelación actual a la mística como medio de llenar vacíos y
de superar excesos .................................................................... 34
4. Puntos de sombra en el nuevo interés por la mística ................. 37
5. Los escritos místicos, ¿fruto de ciertos tiempos o posibilidad
universal? ................................................................................. 39
6. La palabra de los agraciados ...................................................... 40
IV. La lógica de la existencia cristiana ................................................. 40
1. El dinamismo de la revelación bíblica: obediencia y experiencia ... 40
2. La realización en la historia y en la Iglesia ................................. 41
3. Valor y límites de ciertas formulaciones .................................... 43
351
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
352
ÍNDICE GENERAL
I. Algunos hitos históricos: de finales del siglo XIX a la actualidad .... 131
1. El decurso del siglo XIX ............................................................ 131
2. El último decenio del siglo XIX ................................................. 133
3. Los dos primeros decenios del siglo XX: tránsito de la medicina
a la metafísica ........................................................................... 134
4. La reacción contra el liberalismo protestante y cierto autoritaris-
mo católico ............................................................................... 139
5. La reacción dentro de la Iglesia católica: ¿ascética y mística, o
espiritualidad? .......................................................................... 142
6. Dos lecturas distintas de la mística en el cristianismo ............... 144
7. Corrección de curso en la interpretación (Lubac, Balthasar,
Rahner, Bouyer) ........................................................................ 148
8. Mística y liturgia en el concilio Vaticano II y en el posconcilio ... 150
9. La mirada de las nuevas generaciones ....................................... 153
10. Hechos nuevos y nuevas tareas ................................................. 154
II. La especificidad de la experiencia mística cristiana ........................ 157
1. Características específicas de la experiencia mística .................. 157
2. Los místicos frente a otras figuras del pensamiento cristiano .... 159
3. ¿Qué experiencia y experiencia de qué? .................................... 160
4. Mística y fe .............................................................................. 164
5. Entre la fe y el pecado .............................................................. 166
6. Los «esenciales» del cristianismo y su repercusión sobre la expe-
riencia mística ........................................................................... 167
7. La mística: Biblia e Iglesia ........................................................ 168
8. La perenne novedad del cristianismo ........................................ 171
9. Más allá de las alternativas ....................................................... 172
10. Desplazamiento de acentos y jerarquía de verdades .................. 173
11. Mística cristiana y otras místicas: elementos comunes y diferen-
ciadores .................................................................................... 175
353
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
Segunda Parte
MÍSTICA, FILOSOFÍA, CRISTIANISMO
354
ÍNDICE GENERAL
355
CRISTIANISMO Y MÍSTICA
356
ÍNDICE GENERAL
357
Cristianismo y mística
Cristianismo y mística
Cristianismo y mística
Cristianismo y mística
Cristianismo y mística
Cristianismo y mística
Cristianismo y mística