Está en la página 1de 8

LAS LESIONES EN EL FÚTBOL:

EPIDEMIOLOGÍA, FACTORES DE RIESGO Y


ESTRATEGIAS DE PREVENCIÓN.
23/2/2020
 

Parafraseando a Eirale & Ekstrand (2018), el objetivo final de cualquier


miembro del cuerpo técnico de un equipo de competición -ya sea el entrenador,
el preparador físico, el médico, etc.- es ganar. Uno de los caminos para ayudar
a conseguir esta meta es reducir la incidencia lesional, cuya relación con los
resultados a final de temporada ha sido científicamente demostrada (Eirale et
al., 2013). 

Antes de diseñar y desarrollar cualquier programa de prevención de lesiones,


es necesario realizar un análisis sobre la epidemiología y los factores de riesgo
que las rodean. Son numerosos los estudios que han sido publicados con este
propósito durante las últimas décadas, destacando aquellos que se llevan a
cabo desde organismos continentales (UEFA) e internacionales (FIFA), y
durante las principales competiciones (UEFA Champions League y Copa del
Mundo de la FIFA). Gracias a estas y otras publicaciones conocemos que un
equipo profesional de élite que participe en competiciones internacionales
puede esperar alrededor de 50 lesiones por temporada, lo que supone
aproximadamente 2 lesiones por jugador (Ekstrand et al., 2011b). Siguiendo
esta misma publicación, el número de lesiones que se producen durante los
partidos es 5 veces mayor a las que se dan en entrenamientos (25 vs 5/1000h,
aproximadamente). Así mismo, en partidos, los datos publicados ilustran un
aumento de la incidencia lesional en los minutos finales de cada parte. 
   
En cuanto a las lesiones más comunes en el fútbol, el 82% afectan a las
extremidades inferiores, siendo el muslo la zona del cuerpo que registra un
mayor número de ellas (Ekstrand et al., 2011b). Particularmente destacan las
lesiones en isquiosurales, que representan un 37% del total de las lesiones
musculares, seguidas por las patologías en aductores (23%) y cuádriceps
(19%) (Ekstrand et al., 2011a). Este mismo estudio destaca que un 16% de las
lesiones musculares son recidivas, causando ausencias significativamente
mayores que en las primeras ocasiones. Además, las lesiones articulares más
comunes se localizan en rodillas (20% del total), tobillos (14%) y pubis/cadera
(12%) (Ekstrand et al., 2011b).

En relación a los factores de riesgo más importantes, destaca por encima del
resto la lesión previa (Hägglund et al., 2006). De esta forma, los jugadores que
ya han sufrido una lesión en una zona concreta parecen tener entre 4 y 7 veces
más posibilidades de volver a lesionarse en ese lugar que los jugadores sin
lesión anterior (Arnasson et al., 2004). Entre el resto de los factores
comúnmente analizados, únicamente la edad avanzada se relaciona con la
mayoría de las lesiones estudiadas (Hägglund et al., 2013). No obstante,
existen factores de riesgo específicos para algunas lesiones concretas. La
escasa movilidad en abducción de cadera para lesiones de aductor (Arnasson
et al., 2004), los desequilibrios musculares en extremidades inferiores para
lesiones de isquios (Croisier et al., 2008), o un exceso de laxitud articular, un
bajo ratio H:Q y encontrarse en la fase pre-ovulatoria del ciclo menstrual para
lesiones de ligamento cruzado anterior (Alentorn-Geli et al., 2009) son
algunos ejemplos. Además, Arnasson et al (2004) publicaron que los
jugadores que se lesionaron durante su estudio prospectivo generaban una
mayor potencia máxima, medida durante la fase propulsiva de un ejercicio de
sentadilla, y presentaban una baja ratio entrenamientos realizados/minutos de
competición disputados. Sin embargo, no encontraron relaciones
estadísticamente significativas entre estas variables y el riesgo de lesión,
únicamente tendenciales.

Una vez desarrollado este breve resumen sobre la epidemiología y los factores
de riesgo de lesión, podemos empezar a plantearnos cómo organizar nuestro
programa preventivo. Para ello, considero necesario plantear la lesión y todo
aquello que la rodea como un proceso multifactorial. Por este motivo, y para su
diseño, comenzaremos desde la base.

Siguiendo a Coles (2018), la prevención de lesiones puede estructurarse en


forma de pirámide. En la base de ésta se encontraría la selección de los
jugadores, que no comentaremos al ser un elemento no siempre modificable en
muchos equipos. En el escalón inmediatamente superior aparece la gestión de
las cargas. 

El deporte en general y el fútbol en particular ha evolucionado hacia


calendarios cada vez más largos y congestionados en cuanto a
competiciones (Soligard et al., 2016). Este contexto hace que, durante
bastantes periodos del año, los clubes de élite, que participan en competiciones
continentales e internacionales, jueguen partidos cada 3 días. Las
investigaciones que han analizado la incidencia lesional durante estos periodos
han encontrado resultados bastante interesantes. Existen estudios que
muestran una mayor tasa de lesiones musculares (Bengtsson et al., 2013) y
otros que únicamente comunicaron un incremento de las lesiones producidas
en partidos, no así durante entrenamientos, además de una mayor severidad
de dichas lesiones en comparación con los periodos de la temporada menos
congestionados (Dellal et al., 2015). 

Ante esta situación, la gestión de las cargas como moderador del posible
impacto en la incidencia lesional ha suscitado bastante interés, hecho que se
demuestra en el número de artículos bajo este “topic” publicados en los últimos
años. Una de las metodologías con más seguidores es la que relaciona la
carga aguda con la carga crónica (A:C), popularizada por Tim Gabbet (Malone
et al., 2017). Dentro de este marco de estudio, las variables de carga externa
que han sido destacadas por la literatura como potencialmente influyentes en el
aumento del riesgo lesional son los incrementos súbitos en la distancia total
recorrida, en el número y la intensidad de las aceleraciones y deceleraciones o
una ratio A:C superior a 1.18 en la distancia a alta intensidad (Jaspers et al.,
2018). De acuerdo con estos mismos autores, dentro de las variables de carga
interna, la ratio A:C en el método sesión-RPE (en el que se multiplica el
esfuerzo percibido por el volumen de trabajo) puede ser también un indicador
con cierta sensibilidad como factor de riesgo en lesiones sin contacto.

Volviendo al estudio de Coles (2018), si hemos realizado una buena selección


de jugadores y se han gestionado las cargas de cada uno de ellos de forma
adecuada, habremos generado una base estable para desarrollar su condición
física, siguiente pieza de la pirámide. Este apartado, anteriormente tratado en
este blog y que será en buena lógica objeto de estudio para futuras
publicaciones, se presenta como fundamental en la prevención de lesiones.

Siguiendo al mismo autor, el escalón inmediatamente superior estaría


constituido por la eficiencia del movimiento. En mi humilde opinión, la eficiencia
del movimiento es el resultado de un correcto programa de entrenamiento que
busque mejorar la condición física del atleta. Ésta estará determinada por la
calidad técnica y la capacidad de aplicar fuerza de forma eficiente, y por lo
tanto considero que forma parte del desarrollo de la condición física, pero no
debería erigirse como un bloque específico. 
 
Por último, en la cúspide de la pirámide encontraríamos los programas
estructurados de prevención de lesiones. Existe una notable evidencia de que
algunos de ellos pueden reducir las ausencias derivadas de lesión en un 30%
aproximadamente (Silvers-Granelli et al., 2015).
Centrándonos en las intervenciones con mayor evidencia científica en relación
a la prevención de lesiones, destaca el entrenamiento de fuerza. Además de su
influencia para la mejora del rendimiento, aspecto que fue desarrollado en
anteriores entradas, ha demostrado ser la estrategia más efectiva para la
prevención de lesiones en el deporte, por delante incluso de programas
multicomponente (Lauersen et al., 2014).

De acuerdo con McCall et al. (2016), el entrenamiento excéntrico, los ejercicios


de equilibrio/ propiocepción y los programas centrados en mejorar la fuerza de
la zona media (CORE) son las intervenciones más utilizadas por los clubes de
élite. En esta línea, Owen et al. (2013) publicaron que un programa de
prevención de lesiones que incluía ejercicios de fuerza, movilidad y
equilibrio/propiocepción, realizado 2 veces a la semana, redujo
significativamente la incidencia de lesiones musculares en futbolistas de élite.
Por su parte, la realización de calentamientos estandarizados (FIFA 11+)
centrados en ejercicios de fuerza, movilidad y equilibrio parece ser efectiva en
la reducción de lesiones sin contacto en futbolistas amateur, mujeres, niños y
árbitros (Bizzini & Dvorak, 2015).

Con el objetivo de indagar un poco más en algunas de las estrategias que


agrupan más evidencia científica, profundizaremos específicamente en los
ejercicios excéntricos de fuerza, las intervenciones centradas en el CORE y los
trabajos enfocados en el equilibrio/propiocepción ya que, además, parecen ser
ampliamente utilizadas en contextos prácticos de élite (McCall et al., 2016).

Comenzando por los ejercicios de CORE, tal y como destacábamos en la


entrada anterior, la evidencia científica aboga por la utilización de ejercicios
multiarticulares de fuerza con cargas para maximizar la activación
electromiográfica de los músculos estabilizadores de la zona media de nuestro
cuerpo (Martuscello et al., 2013), por delante incluso de ejercicios más
analíticos realizados sobre superficies inestables. De esta forma, si bien los
ejercicios tradicionales de CORE como las planchas pueden ser utilizados
como calentamiento o en niveles iniciales, no deberían constituir el trabajo
principal para mejorar la fuerza y/o capacidad de estabilización de la zona
media del cuerpo.

En relación a los ejercicios de equilibrio o propiocepción, son numerosas las


intervenciones que incorporan superficies inestables para “progresar” en la
dificultad de las tareas para la mejora del equilibrio, principalmente en
miembros inferiores. Sin embargo, de acuerdo con Behm et al. (2015), no
existe evidencia suficiente para afirmar que el ejercicio en superficies
inestables mejore el equilibrio con respecto a los trabajos en superficies
estables. A pesar de que la inestabilidad puede conducir a un mayor reto para
el sistema nervioso central a la hora de ponderar las señales aferentes que
recibe (Kiers et al., 2012), esto no se traduce necesariamente en una mejora
de la capacidad propioceptiva. Es preciso destacar que uno de los principios
fundamentales del control motor se basa en la especificidad de los estímulos
que permiten desarrollar respuestas neuromusculares adaptadas a los
contextos de aplicación. Por este motivo, en deportes que se desarrollan sobre
superficies estables como el fútbol no se puede afirmar que los ejercicios
enfocados en mejorar el equilibrio deban realizarse sobre superficies
inestables. 

Por último, el entrenamiento excéntrico se ha mostrado muy efectivo en la


reducción de la incidencia lesional, especialmente en isquiosurales, grupo
muscular en el que se han centrado la mayoría de las intervenciones (Petersen
et al., 2011). Otras regiones en las que el entrenamiento excéntrico tiene un
importante protagonismo son la zona de los aductores (Harøy et al., 2017) y
cuádriceps. Aunque existen diferentes formas de trabajar de forma excéntrica,
los ejercicios más comúnmente utilizados en la práctica -incluso en la élite,
además de en clubes semi-profesionales y amateur- son el “Nordic
Hamstring” para la musculatura isquiosural (van der Horst et al.,
2015), el “Copenhagen Adduction” en aductores y el “Reverse Nordic
Hamstrings” para la parte anterior del muslo (Brughelli et al., 2010). Además
de por su facilidad en la aplicación y la ausencia de coste económico, estos
ejercicios han demostrado tener una gran capacidad para activar la
musculatura deseada (Serner et al., 2014). 
   
Además de los programas preventivos que incluyen estos y otros ejercicios, la
literatura científica subraya otras estrategias que pueden tener influencia sobre
la prevención de lesiones. Entre éstas cabe destacar la dosificación de la
fatiga, que se vehicula a través de la gestión de las cargas de
entrenamientos/partidos, aspecto anteriormente comentado, y la mejora de la
recuperación post-esfuerzos.

Una revisión sistemática llevada a cabo por Nédelec et al. (2013) destaca la


importancia de orientar las estrategias de recuperación a paliar la
deshidratación, la depleción de glucógeno, el daño muscular y la fatiga mental
que se producen tras un partido de fútbol. En este sentido, los autores recalcan
el adecuado descanso nocturno como elemento central. Además, abogan por
la ingesta de bebidas con alto contenido en sodio (61mmmol/L), la
incorporación de la leche, por su gran potencial hidratante, así como alimentos
con elevado índice glucémico y ricos en proteínas durante la hora posterior al
encuentro. De la misma forma, resaltan la importancia de incluir de forma
habitual en la dieta ácidos grasos omega-3. También aducen la superioridad de
la inmersión en agua fría (9-15 °C, durante 5-15 minutos) como estrategia de
recuperación post-esfuerzo, por delante del agua caliente o los contrastes, ya
que parece tener efectos beneficiosos sobre el rendimiento físico, la reducción
de biomarcadores de fatiga y la percepción de recuperación. Otras estrategias
como la recuperación activa, el estiramiento, el masaje, la utilización de medias
de compresión o la estimulación eléctrica aún necesitan ser desarrolladas con
mayor profundidad para conseguir niveles de evidencia superiores. Por último,
y en cuanto a la recuperación tras un periodo agudo de ejercicio intenso, un
estudio reciente ilustra la superioridad de la inspiración nasal, añadida a una
postura inclinada y con manos en rodillas (Michaelson et al., 2019). En
comparación con la inspiración por la boca con manos en la cabeza, la postura
propuesta parece incrementar el consumo de oxígeno y la expansión de la caja
torácica, mejorando la recuperación a corto plazo.
   
Además de todo lo comentado, tanto la cultura del club como las influencias
psico-sociales de cada jugador en particular pueden tener un peso específico
en el desarrollo del programa preventivo (Coles, 2018), y por lo tanto deben ser
tenidas en cuenta durante todo el proceso.
En resumen, la prevención de lesiones no se reduce a realizar 3 series de 8
ejercicios dos veces por semana. Es necesario llevar a cabo un minucioso
análisis del contexto, epidemiología y factores de riesgo, para desarrollar un
abordaje multifactorial que comprenda desde la selección de los jugadores
(cuando sea posible), hasta la selección de ejercicios del programa preventivo,
pasando por la gestión de las cargas, el adecuado desarrollo de la condición
física y el estudio e implementación de las estrategias de recuperación más
adecuadas, entre otros aspectos. 
        
REFERENCIAS: 
Alentorn-Geli, E., Myer, G. D., Silvers, H. J., Samitier, G., Romero, D., Lázaro-
Haro, C., & Cugat, R. (2009). Prevention of non-contact anterior cruciate
ligament injuries in soccer players. Part 1: Mechanisms of injury and underlying
risk factors. Knee Surgery, Sports Traumatology, Arthroscopy, 17(7), 705-729.

Behm, D. G., Muehlbauer, T., Kibele, A., & Granacher, U. (2015). Effects of
strength training using unstable surfaces on strength, power and balance
performance across the lifespan: a systematic review and meta-
analysis. Sports Medicine, 45(12), 1645-1669.

Bengtsson, H., Ekstrand, J., & Hägglund, M. (2013). Muscle injury rates in
professional football increase with fixture congestion: an 11-year follow-up of
the UEFA Champions League injury study. Br J Sports Med, 47(12), 743-747.

Bizzini, M., & Dvorak, J. (2015). FIFA 11+: an effective programme to prevent
football injuries in various player groups worldwide—a narrative review. Br J
Sports Med, 49(9), 577-579.

Brughelli, M., Mendiguchia, J., Nosaka, K., Idoate, F., Los Arcos, A., & Cronin,
J. (2010). Effects of eccentric exercise on optimum length of the knee flexors
and extensors during the preseason in professional soccer players. Physical
Therapy in Sport, 11(2), 50-55.

Coles, P. A. (2018). An injury prevention pyramid for elite sports teams. British


Journal of Sports Medicine, 52(15), 1008-1010.

Croisier, J. L., Ganteaume, S., Binet, J., Genty, M., & Ferret, J. M. (2008).
Strength imbalances and prevention of hamstring injury in professional soccer
players: a prospective study. The American Journal of Sports Medicine, 36(8),
1469-1475.

Dellal, A., Lago-Peñas, C., Rey, E., Chamari, K., & Orhant, E. (2015). The
effects of a congested fixture period on physical performance, technical activity
and injury rate during matches in a professional soccer team. British Journal of
Sports Medicine, 49(6), 390-394.

Eirale, C. & Ekstrand, J. (2018). Epidemiology of Injury in Soccer. Aspetar


Sports Medicine Journal, 144-149.

Eirale, C., Tol, J. L., Farooq, A., Smiley, F., & Chalabi, H. (2013). Low injury rate
strongly correlates with team success in Qatari professional football. British
Journal of Sports Medicine, 47(12), 807-808.

Ekstrand, J., Hägglund, M., & Waldén, M. (2011a). Epidemiology of muscle


injuries in professional football (soccer). The American Journal of Sports
Medicine, 39(6), 1226-1232.

Ekstrand, J., Hägglund, M., & Waldén, M. (2011b). Injury incidence and injury
patterns in professional football: the UEFA injury study. British Journal of Sports
Medicine, 45(7), 553-558.

Hägglund, M., Waldén, M., & Ekstrand, J. (2006). Previous injury as a risk factor
for injury in elite football: a prospective study over two consecutive
seasons. British journal of sports medicine, 40(9), 767-772.

Hägglund, M., Waldén, M., & Ekstrand, J. (2013). Risk factors for lower
extremity muscle injury in professional soccer: the UEFA Injury Study. The
American journal of sports medicine, 41(2), 327-335.

Harøy, J., Thorborg, K., Serner, A., Bjørkheim, A., Rolstad, L. E., Hölmich, P., ...
& Andersen, T. E. (2017). Including the Copenhagen adduction exercise in the
FIFA 11+ provides missing eccentric hip adduction strength effect in male
soccer players: a randomized controlled trial. The American journal of sports
medicine, 45(13), 3052-3059.

Jaspers, A., Kuyvenhoven, J. P., Staes, F., Frencken, W. G., Helsen, W. F., &
Brink, M. S. (2018). Examination of the external and internal load indicators’
association with overuse injuries in professional soccer players. Journal of
science and medicine in sport, 21(6), 579-585.

Kiers, H., Brumagne, S., Van Dieen, J., van der Wees, P., & Vanhees, L.
(2012). Ankle proprioception is not targeted by exercises on an unstable
surface. European Journal of Applied Physiology, 112(4), 1577-1585.

Lauersen, J. B., Bertelsen, D. M., & Andersen, L. B. (2014). The effectiveness


of exercise interventions to prevent sports injuries: a systematic review and
meta-analysis of randomised controlled trials. British Journal of Sports
Medicine, 48(11), 871-877.

Malone, S., Owen, A., Newton, M., Mendes, B., Collins, K. D., & Gabbett, T. J.
(2017). The acute: chonic workload ratio in relation to injury risk in professional
soccer. Journal of science and medicine in sport, 20(6), 561-565.

Martuscello, J. M., Nuzzo, J. L., Ashley, C. D., Campbell, B. I., Orriola, J. J., &
Mayer, J. M. (2013). Systematic review of core muscle activity during physical
fitness exercises. The Journal of Strength & Conditioning Research, 27(6),
1684-1698.

McCall, A., Dupont, G., & Ekstrand, J. (2016). Injury prevention strategies,
coach compliance and player adherence of 33 of the UEFA Elite Club Injury
Study teams: a survey of teams’ head medical officers. British Journal of Sports
Medicine, 50(12), 725-730.

Michaelson, J. V., Brilla, L. R., Suprak, D. N., McLaughlin, W. L., & Dahlquist, D.
T. (2019). Effects of Two Different Recovery Postures during High-Intensity
Interval Training. Translational Journal of the American College of Sports
Medicine, 4(4), 23-27.

Nédélec, M., McCall, A., Carling, C., Legall, F., Berthoin, S., & Dupont, G.
(2013). Recovery in soccer. Sports Medicine, 43(1), 9-22.

Owen, A. L., Wong, D. P., Dellal, A., Paul, D. J., Orhant, E., & Collie, S. (2013).
Effect of an injury prevention program on muscle injuries in elite professional
soccer. The Journal of Strength & Conditioning Research, 27(12), 3275-3285.

Petersen, J., Thorborg, K., Nielsen, M. B., Budtz-Jørgensen, E., & Hölmich, P.
(2011). Preventive effect of eccentric training on acute hamstring injuries in
men’s soccer: a cluster-randomized controlled trial. The American Journal of
Sports Medicine, 39(11), 2296-2303.

Serner, A., Jakobsen, M. D., Andersen, L. L., Hölmich, P., Sundstrup, E., &
Thorborg, K. (2014). EMG evaluation of hip adduction exercises for soccer
players: implications for exercise selection in prevention and treatment of groin
injuries. British Journal of Sports Medicine, 48(14), 1108-1114.

Silvers-Granelli, H., Mandelbaum, B., Adeniji, O., Insler, S., Bizzini, M., Pohlig,
R., ... & Dvorak, J. (2015). Efficacy of the FIFA 11+ injury prevention program in
the collegiate male soccer player. The American Journal of Sports
Medicine, 43(11), 2628-2637.

Soligard, T., Schwellnus, M., Alonso, J. M., Bahr, R., Clarsen, B., Dijkstra, H. P.,
... & van Rensburg, C. J. (2016). How much is too much?(Part 1) International
Olympic Committee consensus statement on load in sport and risk of
injury. British Journal of Sports Medicine, 50(17), 1030-1041.

van der Horst, N., Smits, D. W., Petersen, J., Goedhart, E. A., & Backx, F. J.
(2015). The preventive effect of the nordic hamstring exercise on hamstring
injuries in amateur soccer players: a randomized controlled trial. The American
Journal of Sports Medicine, 43(6), 1316-1323.

También podría gustarte