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Esta historia pertenece a

Ren, Renata, Mama Pocky.

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Leviathan
BloodyParkDrog
Libro 2 Saga: Príncipes infernales

« Tú no entiendes las fuerzas del más allá, Min Yoongi. »


† Prólogo

Todo estaba listo para el ritual. No faltaba absolutamente nada.

El joven se paseaba con una túnica negra, hablando una lengua extraña. Encendió
las velas negras, dejando únicamente una blanca y colocó los pergaminos a la
derecha y a la izquierda perfectamente.

Cogió una pequeña campana que hizo sonar nueve veces, dando una vuelta en el
sentido de las agujas del reloj para purificar el aire; el sonido era fuerte y penetrante,
no suave y tintineante. Alzó los brazos al aire, haciendo unas figuras y tomó aire,
concentrándose.

— ¡In nomine Dei nostri Satanas Luciferi excelsi! — Gritó inclinándose. — ¡En el nombre
de Satán, Señor de la Tierra, Rey del Mundo, ordeno a las fuerzas de la Oscuridad que viertan
sobre mí su poder Infernal! ¡Abran de par en par las Puertas del Infierno y salgan del Abismo
para saludarme como su hermano y amigo!

Sintió el ambiente más pesado, las velas comenzaron a tronar y a moverse con
fuerza.

— ¡Concededme las indulgencias de las que hablo! ¡He tomado vuestros nombres como míos!
¡Vivo como las bestias del campo, regocijándome en la vida carnal! ¡Favorezco al justo y
maldigo lo podrido!

Los pergaminos se movían, con una especie de viento infernal que comenzaba a
hacerse presente.

— ¡Por todos los Dioses del Averno, ordeno que todo lo que diga suceda! ¡Avanzad y
responded a vuestros nombres manifestando mis deseos! — Gritó con más fuerza. — ¡Oh,
escuchad los nombres!

Acto seguido, comenzó a recitar los nombres infernales, a los distintos demonios
para que se hicieran presentes. Tomó aire y se acercó al cáliz de plata que tenía a sus
pies, lo levantó y tomó del vino, dando un gran trago y sintiendo el dulce recorrer
su garganta.

Cogió una espada y comenzó a señalar cada punto cardinal en sentido contrario de
las manecillas del reloj, invocando con cada punto al príncipe infernal respectivo.
— Satán. — Pronunció señalando el Sur. — Lucifer. — Para el Este. — Belial. — Para
el norte, y finalmente apuntó el oeste con una sonrisa. — Leviatán.

Una vez hecho esto y la bendición con el falo que utilizó, cogió un pergamino que
leyó con atención, esbozando una vil sonrisa e imaginando el desastre que causaría
con aquello.

Abandonó el área del altar, dirigiéndose a su sala que era donde se sentía a gusto y
seguro. Pensaba, imaginaba la escena con detalle, sintiendo la excitación recorrer
cada fibra de su cuerpo.

Se quitó la túnica, quedando completamente desnudo en el oscuro y frío lugar y se


colocó en el suelo, cogió una carpeta y la observó fijamente.

Pornografía, dibujos, imágenes, pinturas; todos aquellos elementos mostrando el


acto carnal, el sexual, el hambre del cuerpo por sentir piel ajena, experimentar el
placer. Leyó los escritos de poesía erótica y aquella historia que había creado para el
momento. Sonrió, sintiendo su miembro despertar y lentamente irse endureciendo,
mientras mantenía la imaginería gráfica y escrita presente.

Cogió un aceite aromatizado que comenzó a derramar en zonas sensibles de su


cuerpo para intensificar el conjunto, actuando para entrar más en el papel.

Agarró en el sofá una bufanda color azul marino con mosaicos negros, la aspiró
profundamente, oliendo y grabando aquel aroma y la fragancia relacionada con
aquella persona. Prestaba atención al mismo tiempo a la música de jazz de fondo, en
voz baja, también la favorita de él. Aspiró más, hasta que finalmente aventó la
prenda y soltó un fuerte grito, para proseguir con el conjuro que deseaba.

Habló, para proseguir con el ritual. Lo que todos usaban a la hora de practicar con
éste tipo de rituales. Y cuando sintió finalmente su pecho calentarse, esbozó una
sonrisa y ahora profundizó.

— ¡Mi cetro está erguido! — Gritó abrumado por el deseo. — ¡La fuerza penetrante de
mi veneno destrozará la santidad de la mente que está ardida de deseo, y mientras la simiente
cae, sus vapores se dispersarán dentro del cerebro atontándolo hasta quedar indefenso, acorde
con mi voluntad!

Finalmente tomó los juguetes sexuales que tenía preparados para el ingrediente
principal. Nunca antes había ansiado tanto un momento como ése, ni nunca lo había
sentido con tanta fuerza, la maldad y fuerzas del más allá corrían por sus venas,
agrandando su poder a un límite que jamás creyó posible.
— ¡En el nombre del gran dios, que mis pensamientos secretos sean ordenados en el
movimiento de la carne que deseo! ¡SHEMHAMFORASH! ¡HAIL SATÁN!

Y siguió, aspirando los olores, imaginando y gritando todo lo que quería que le
hicieran. Sus huesos crujían, y sus gritos y gemidos desgarradores hacían que el
ambiente se retorciera macabramente, en un juego de oscuridad placentera. El fuego
negro ardía, eternamente en su interior, incendiando sus pensamientos lascivos y
desesperados. Sentía la llama del deseo, del sexo, profanarlo, penetrarlo sin piedad,
tocando sus entrañas y cerebro para imaginar los peores escenarios. Los más sucios,
morbosos.

Sentía su interior gotear, mientras se auto penetraba con aquellos juguetes,


imaginando que era él. Enterrándolo hasta el fondo en su ardiente entrada y
masturbándose. Una estimulación sexual intensa para llegar al más alto orgasmo, el
clímax ideal para el orgasmo más potente que haya tenido en su vida. Lo necesitaba,
lo pedía a gritos.

Sentía sus jugos chorrear en su muñeca, una calidez pecadora, prohibida. Gemía
descontroladamente, sintiendo el sudor chorreante de su espalda salpicar con el
suelo, sus músculos se tensaban y el calor era amenazante, peligroso, potente.

Sentía su interior caliente, goteante, su carne abrirse más para recibir gustoso aquel
deseo enfermizo y descontrolado que sentía hacia él. Lo deseaba a la locura, sin él se
volvería loco. Lo quería, ansiaba.

Sus genitales ardían en llamas, su recto goteaba el néctar lascivo de deseo, su grieta
ansiosa y hambrienta de carne, pidiendo a gritos al igual que él sentir aquel contacto,
con desenfrenado impulso. El lubricante escurría, su entrada estaba tan dilatada que
el juguete se deslizaba, y sentía que no sería suficiente, así que sin más lo sacó para
introducir sus dedos, apoyando su mejilla en la madera, gritando.

La carne gruñía al igual que su interior, introdujo su mano completa, soltando un


alarido placentero.

Su erección, completamente erecta y dura, chorreaba semen con descaro,


deslizándose por toda la extensión del pene para caer en el suelo, mientras el joven
se seguía estimulando de forma brusca, violentamente apasionante por detrás. Las
lágrimas escurrían de sus ojos, sintiendo su interior rasgarse y al mismo tiempo
suspirar complacido, tocando directamente su punto dulce y frotando sus dedos,
haciendo que temblara y gritara en descontrol, sintiendo nuevamente correrse
incontables veces.
Y gritó, y lloró de placer. El sudor lo había envuelto al igual que las llamas del
pecado y del infierno, sintiendo el orgasmo más potente de su vida al sentir sus jugos
ser expulsados con fuerza, empapando su mano y su falo endurecido expulsar
semen y otros líquidos transparentes.

Se dejó caer agotado, ensuciándose de sus líquidos, de su pecado. Porque eso era,
era un sucio pecador, hambriento de carne y de sexo, de maldad, de oscuridad y
poder.

Temblaba, soltando pequeñas risas, su cuerpo demasiado frágil para ser tocado. Sus
piernas temblaban, impidiendo que se moviera o arrastrara. Su cuerpo no respondía,
aun dando espasmos y tratando de hallar el equilibrio después del gran abuso que
había hecho con su cuerpo, llevándolo más allá del placer humano que cualquier
persona hubiera aguantado.

Pero él era distinto.

Respiró profundo, apoyando sus manos a sus costados e impulsándose con fuerza
para finalmente colocar su pie debajo de su pecho e impulsarse hacia arriba. Se
tambaleó un poco, viendo el desastre que se había vuelto su sala. Pero sonrió
satisfecho, porque supo que había funcionado y aquel sería el rito sexual más
potente que había hecho en toda su vida, todo por su deseo enfermizo de sentirlo a
él.

Se sentía pegajoso, su cuerpo era sin duda un asco ahora mismo, pero una bella obra
de arte a los ojos del mal. Lleno de sus jugos, de sudor, semen y vete a saber cuántas
cosas más que provinieron de él, un elixir hecho con su propio cuerpo y mente.
Fascinante.

Se arrastró nuevamente al ritual, sintiéndose agotado y pesado. Pero debía acabar,


así que ya envuelto en su túnica volvió a finalizar su labor.

Volvió frente a las velas, tomando entre sus manos el pergamino con sus peticiones
escritas. Las leyó en voz alta y con voz firme las quemó con la vela correspondiente.
Acto seguido leyó la llave clave, para mostrar su alianza y respeto a los seres de las
tinieblas.

Sonó la campana nuevamente, dando fin así al rito.

— Ya está hecho. — Pronunció con una sonrisa.


Y como si de una extraña coincidencia se tratase, las velas se apagaron, dejándolo en
la oscuridad total. Cerró sus ojos, sintiendo algo frío recorrer su cuerpo hasta quitar
su túnica, dejándolo nuevamente desnudo.

Escuchó una vibración, de fondo escuchando lamentos, gritos y gemidos


placenteros. Sintió aquel frío recorrer su cuerpo, como si fueran manos recorriéndolo
completamente. Él cerró los ojos, dejando que las sombras y seres de las tinieblas lo
tocaran, jugaran con su cuerpo y mente al antojo, ya que ese podría ser el pequeño
precio por su ayuda.

Cuando finalmente dejó de sentirlo, prendió las luces y se dirigió rápidamente al


cuarto de baño para abrir la regadera y limpiarse. Cerró sus ojos, sintiendo un olor
a sangre perforar sus fosas nasales, pero el agua era clara y transparente, la había
visto. Aun así, no se atrevió a abrir sus ojos y se bañó en la oscuridad y en silencio,
escuchando extraños ruidos de fondo.

Y es que él no era un hechicero corriente, no era un satánico como los otros. Él había
estado maldito desde antes de que viera este mundo, desde el vientre de su madre,
hechizado y maldecido para ser un producto del mal.

¿Su arma más potente? Su aura seductora, que hacía caer a hombres y mujeres para
después utilizarlos en sus sacrificios y ritos, para aumentar su poder y entregarlos
al mal, sin piedad, ni corazón.

Porque él fue quien jaló el infierno a la tierra y a la mente de los que se cruzaron en
su camino.

Era el mal andante en la tierra y se sentía orgulloso de aquello.


[Donde Park Jimin era producto del mal, hijo de Lucifer, portador
de sangre demoniaca.
Y Min Yoongi un ateo y anhelo más grande del hijo del diablo.]
Roma, Italia.

— ¿Min Yoongi?

El joven levantó la mirada, cubierto por un sombrero de ala ancha color negro.
Llevaba también una gabardina casi a las rodillas, del mismo color, cubierto de
botones, unos botines elegantes, un reloj de oro y un paraguas para cubrirse de la
lluvia cuando saliera.

— Es correcto. —Asintió.

— Acompáñeme, por favor. —Pidió amablemente la señorita frente a él.

Yoongi asintió y se levantó del sofá color marrón en aquella cálida sala color oro
para seguirla. Tosió un poco, cubriéndose con el cuello de la gabardina mientras
observaba el entorno. Veía varias estatuas y pinturas de ángeles al igual que cruces
colgadas. Hizo una pequeña mueca y enfocó la vista al frente.

— Todo ha sido muy extraño, la madre busca desesperada una cura. Pero no la
encuentra, pese a los médicos que han venido, pagados por la señora de la casa. —
La mujer soltó un suspiro. —Yo no sé qué pensar, pero estoy agradecida de que esté
con nosotros, señor Min.

— Haré lo posible para curarlo. — Dijo tratando de sonar lo más seguro posible.

— ¿No es aún muy joven para ser médico? —Preguntó la mujer viéndolo a través de
su hombro.

— Tengo actualmente veintisiete, señorita. Pero toda mi vida me he enfocado a la


medicina, el médico Namjoon no me mandó acá sin saber que estoy lo
suficientemente capacitado para esto. Otro colega mío también vendrá más adelante.

— Ya veo. —La mujer siguió avanzando hasta que se detuvo en la gran puerta. —
Le deseo mucha suerte.

Yoongi agradeció asintiendo con la cabeza. Tocó la puerta dos veces hasta que
escuchó un "adelante" del otro lado. Min Yoongi abrió la puerta en silencio para
cerrarla detrás de él. Se acercó a la mujer de ojos llorosos junto a una cama, lo
observó suplicante.
— Doctor Min. —Suplicó ella. —Mi hijo, él está mal, por favor...

— Lo entiendo, señora Monoban. Pero por favor, necesito que respire y esté
tranquila. —Pidió con una tímida sonrisa.

La señora Monoban asintió, soltando unas lágrimas y volviéndose a sentar. Min


Yoongi se acercó a la cama donde vio a un joven chico de cabello café ligeramente
ondulado. Estaba acostado, con sus labios abiertos para respirar. Lo observó
fijamente.

Sus labios tenían un color casi blanco, con unas rayas negras, no sabía por qué. Un
balde lleno de vómito color negro y rojo vino se hallaba al lado, una sustancia sin
duda completamente desconocida y bastante extraña. Estaba pálido, había perdido
color y los huesos de su cara se mostraban demasiado, su pecho desnudo subía y
bajaba con irregularidad y la piel se veía perlada por el sudor. Estaba en un estado
terrible, y se notaba.

— ¿Está dormido? —Preguntó Yoongi mientras lo examinaba.

— Le hablo, pero casi no contesta. —Respondió la mujer sonándose con el pañuelo.


—Cada vez empeora más, se fatiga demasiado. —Sollozó. —Por favor, no deje que
muera mi hijo.

— No morirá, se lo aseguro, la medicina no lo permitirá. —Habló Yoongi en voz


baja. — ¿Cree que pueda despertarlo?

La mujer asintió, tomando la mano de su hijo y dándole un apretón.

— Jungkook, amor. —Habló. —Háblame cariño, ya trajimos un buen médico. Vas a


salvarte.

El chico se removió un poco, incómodo.

— Jungkook.

El chico se levantó de golpe, tosiendo fuertemente. La mujer tomó el balde y se lo


entregó, llorando con fuerza. El chico se aferró a él y comenzó a vomitar nuevamente
aquella sustancia negra y viscosa que salía de su boca, junto con sangre. El sudor
corría por su huesuda espalda que comenzaba a llenarse de venas negras, finas y
bastante extrañas. No era nada placentero de ver.

El chico jadeó un poco y tomó un pañuelo para limpiarse la boca y volverse a acostar,
sollozando un poco y tosiendo. Yoongi se colocó un cubre bocas y unos guantes de
látex mientras sacaba una pequeña bolsa para poner un poco de la muestra de
aquella extraña cosa que había expulsado el muchacho. Lo selló bien en tres bolsas
antes de acercarse al chico que tenía abiertos sus ojos. Lucían apagados, ojerosos,
vacíos y negros de la parte inferior.

— ¿Jeon Jungkook? —Preguntó Yoongi tomando su mano.

El chico asintió lentamente, tragando pesado.

— Soy el doctor Min. —Yoongi se sentó en la silla junto a la madre. —Yo me


encargaré de que sanes, ¿de acuerdo?

El chico había comenzado a llorar, solamente sus lágrimas escurrían en silencio


mientras negaba con la cabeza.

— Voy a morir. —Susurró. —Voy a morir.

— Basta, Jungkook. ¡No digas eso! —La mujer lo tomó con fuerza. — ¡Tú no vas a
morir Jeon! ¡No te dejaré morir como murió tu padre!

El ambiente se había tensado. El chico seguía llorando al igual de la mamá que tenía
cubierta su cara con sus manos. Yoongi soltó un suspiro y se acercó más a Jungkook.

— ¿No vas a morir, bien? —Yoongi lo observó fijamente. —Para eso estoy aquí, para
salvarte.

— No solo yo. —Habló él. —Tengo gente querida que falleció por esto, ¿cómo espera
frenarlo si es que contagié a alguien más?

— Comenzando contigo. —Habló Yoongi. —Así que por favor, hablemos. ¿Puedes
hacerlo?

Jungkook asintió un poco, sentándose en la cama para quedar cara a cara frente a
Min. El doctor agarró una libreta y pluma dentro de su gabardina y comenzó a tomar
notas, anotando primero el nombre de Jungkook hasta arriba.

— ¿Qué edad tienes, Jungkook? —Preguntó.

— Acabo de cumplir veintiuno. —Habló con dificultad.

— ¿Estudias?

— No fue a la escuela después de sus 16. —Intervino su mamá. —Su padre, el señor
Jeon, falleció. —Susurró. —Nosotros estábamos en bancarrota y Jungkook se ofreció
a trabajar para mantener a la familia... él...
— ¿Ustedes no viven acá entonces? —Preguntó Yoongi.

— ¡Dios mío, no, claro que no! —La mujer negó con la cabeza. —La familia de esta
casa, los Hand, nos ofrecieron alojo. Nuestra casa... nuestra miseria... Jungkook no
podía seguir ahí. Menos con todos los hijos que debo cuidar. —La mujer se ahogó
un poco en su llanto. —Jungkook... él tuvo que tomar el papel de padre, y yo…

Se quebró, llorando. Su hijo también lloraba, apretando su mano.

— ¿Sus hijos con quién están? —Preguntó Yoongi tratando de sonar tranquilo y
comprensivo.

— En la casa, con una amiga mía que los está cuidando. Ella se ofreció, su espacio
era muy pequeño y no podía llevarlos a todos. Ella... es muy linda.

— Bien. —Yoongi asintió. —Necesitaré después que me de la dirección para que


vaya a inspeccionar y asegurarme de que sus hijos no estén contagiados.

La señora Monoban asintió. Yoongi volvió a ver a Jungkook.

— ¿Cuándo comenzaste a sentirte mal, Jungkook? —Preguntó Yoongi.

— Hace un mes. —Comenzó. —Un día me levanté con dolor en el pecho, pero no le
di importancia. —Bajó la mirada. —No quería preocupar a mi madre ya que no
teníamos suficiente para medicinas.

Yoongi apretó sus labios, no quería imaginarse la difícil situación de la familia. La


señora Monoban lo observó con tristeza, apretando su mano.

— Ese dolor después comenzó a hacerse más grande, sudaba mucho, tenía insomnio
algunas veces. —Siguió Jungkook. —Hubo después un enorme cansancio, una fatiga
inexplicable, falta de apetito, mi piel comenzó a hacerse pálida y mis venas a tornarse
negras.

Yoongi escuchaba atentamente, tomando nota.

— A las dos semanas comencé a vomitar la sustancia, fue cuestión de días hasta que
la sangre se hizo presente. Me puse mal, estuve al borde de la muerte y por eso nos
dieron alojo. Nuestros conocidos nos apoyaron, sobre todo las personas con las que
trabajo.

— ¿Conoces a alguien más cercano a ti que esté enfermo como lo estás tú?
— Había un amigo mío, se llamaba Yugyeom. —Sus ojos se apagaron más. —Estaba
igual que yo, él fue quien me contagió, pero él...

Su voz se quebró un poco, su madre había también comenzado a llorar, frotando su


espalda.

— El falleció hace una semana, en su casa. —Jungkook se limpió las lágrimas. —


Ambos estábamos enfermos, pero éramos los únicos, pese al contacto que teníamos
con la gente.

— Hay distintas formas de contagio. —Yoongi suspiró. —Aunque viendo a tu madre


parece no estar contagiada, pero no sabemos tampoco cuánto tarde el virus en
presentarse.

Jungkook asintió, apretando más el agarre con su madre.

— Enviaré estas muestras al hospital, cuando hayan resultados volveré. —Yoongi


suspiró. —Les daré unos medicamentos, sedantes y pastillas para bajar los dolores.

— Gracias. —La señora Monoban asintió con una triste sonrisa.

— Iré a revisar su casa en la semana. —Yoongi observó a la madre. —Debo


asegurarme de que la salud de los niños esté bien.

La mujer asintió y le dictó la dirección. Yoongi asintió y le pidió a Jungkook que


reposara y tomara té de hierbas, para relajar su cuerpo. El muchacho asintió,
sintiendo el cansancio tomar posesión de su cuerpo nuevamente.

— Vendré la próxima semana con resultados. —Yoongi los observó fijamente. —


Mientras, necesito que se mantengan positivos, ¿de acuerdo?

— Ten fe, amor. —Susurró la mujer. —Todo estará bien.

Yoongi evitó decir algo y se levantó, despidiéndose de la familia. La señora


Monoban agradeció repetidas veces y llamó a la mujer para que lo acompañara
afuera. Yoongi asintió, tomando un respiro y salió de aquella casa.

— Que Dios lo acompañe a casa. — Dijo la sirvienta. — Mucha suerte.

— Gracias. — Yoongi esbozó una sonrisa algo fingida y comenzó a avanzar.

Se acercó a la calle y pidió un taxi para que lo llevara a la casa donde se hospedaría.
Se acomodó bien en el asiento de atrás y observó por la ventana el cielo color gris,
cada vez tornándose más oscuro. Pensó en las palabras de la mujer y se sintió algo
disgustado.

Él no creía en "Dios", tampoco creía en los ángeles, en el espíritu santo y en esas


cosas. No creía en el Diablo, no creía en el mal, Lucifer, Satanás, el pecado, el cielo o
el infierno. Era completamente escéptico a la magia o sobrenatural, él era un hombre
de ciencias y lógica, no se dejaba llevar por lo espiritual o "absurdo" como él pensaba.

— Es extranjero, ¿cierto? — Preguntó el taxista sacándolo de sus pensamientos.

— Así es. — Contestó Yoongi.

— Habla bien el inglés. — Comentó el taxista sonriendo.

— Estudié en Estados Unidos. — Yoongi sonrió. — Casi toda mi vida he estado allí.

— ¿En qué parte de Asia nació usted?

— Corea del Sur, Daegu.

— Interesante. — El taxista asintió. — ¿Qué lo trae por aquí, a Italia?

— Asuntos del trabajo. — Yoongi tosió un poco.

— Déjeme adivinar, ¿la señora Monoban?

Yoongi se mantuvo en silencio, el taxista lo observó a través del retrovisor.

— Los rumores corren rápido, todos sabemos que le pasa a su hijo. Todos los
médicos de acá han ido a verlo, ninguno sabe qué le pasa. — Soltó un suspiro. —
Igual pasó con otro muchacho que falleció. La mayoría acá los tachan de malditos,
cosas del diablo. Si fuera usted tendría cuidado.

— No creo que en esas cosas, lo siento. — Contestó Yoongi tranquilamente.

— Oh, amigo mío. Hasta el hombre más escéptico de la tierra estando acá,
comenzaría a dudar. — El taxista soltó una pequeña risa. — Aquí en Roma,
últimamente comienzan a suceder cosas bastante extrañas.

Min Yoongi lo observó fijamente, esperando a que continuara.

— Hay muchos rumores en las calles, desde hace un par de días. — Comenzó el
taxista en voz algo baja. — El mito de que el diablo ha bajado a la tierra y una secta
comienza a formarse para venerarlo.

— ¿Una secta? — Yoongi alzó una ceja.


— Una secta satánica, increíblemente poderosa. — Siguió el taxista. — Muchas de
las tragedias que están hoy en día, muchos creen que se debe a ellos. El clima cambia,
los animales comienzan a actuar extraño, la gente enferma, las lluvias se vuelven
más potentes y las noches más largas.

— Cambio climático. — Contestó Yoongi.

— No solo eso. — El taxista alzó la voz. — Extrañas marcas en las calles también
comienzan a captar la atención de las personas, inclusive se han mostrado en el cielo
y en la tierra. La forma misma de la ciudad.

Yoongi cogía toda la información, tratando de hallar la razón lógica a aquello.

— Por donde se va a alojar, es donde más sucesos extraños han pasado. — Prosiguió
el hombre. — Usted mismo se dará cuenta.

— ¿Qué tiene de especial el Municipio doce? — Min alzó una ceja.

— Desde hace un par de años dicen que está maldito. Pasan cosas muy extrañas allí,
no sabría explicarle, es algo que debe ver usted mismo. Aunque eso sí, jamás vaya
al "hoyo".

— ¿El hoyo? — Yoongi rió un poco. — ¿Los aliens aterrizaron allí?

— No. — El taxista no se mostraba muy feliz por la mala broma. — Es un pequeño


espacio, algunas tiendas, pocas casas, aunque ya casi nadie vive ahí. La gente muere
de extrañas maneras, el único que ha sobrevivido ahí ha sido un chico.

— ¿Desde hace cuánto? — Preguntó Yoongi.

— Nadie sabe. — El taxista alzó los hombros. — Es un misterio, pocos lo ven salir,
pero muchos van a verlo. Dicen que es un brujo muy poderoso, aunque a los ojos
inteligentes, él practica brujería negra.

— ¿Muchos creen eso? — Yoongi se cruzó de brazos.

— No todos. Unos dicen que solo es un chico extraño, pero la mayoría piensa que es
adorable. — El taxista alzó los hombros. — Yo solamente lo vi una vez, luce
inofensivo. Pero es extraño, sí, lo es, tiene algo que no te da muy buena espina.

Yoongi soltó un suspiro y siguió viendo por la ventana.

— ¿Ha curado gente? — Preguntó Yoongi.


— Salvó a una chica de un cáncer. — El taxista se mantuvo serio. — Pero los padres
no hablan de eso, siempre gritan y te cierran la puerta en la cara. Dicen que tuvieron
que pagar, pero no se sabe qué. Jamás hablan.

— ¿Cómo se llama la chica? — Preguntó Yoongi.

— No lo sé. — El taxista rió. — Sé cosas, chico, pero no tantas.

Yoongi se mantuvo callado, asintió y después ya no conversaron más.

Quizás iría a ver a aquel brujo en estos días, le interesaba saber sus métodos
"milagrosos" para curar a las personas. Y claro, lo más importante...

Conocer el precio por aquello.


Despertó bruscamente, sintiendo el aire faltarle. Llevó sus manos a su cuello antes
de impulsarse hacia adelante y comenzar a toser con fuerza, tan fuerte que no tardó
en vomitar. Se colocó en cuatro mientras seguía vomitando aquella sustancia negra
con sangre, viscosa, que lucía terriblemente mal.

Lloró con fuerza, alejándose de la sustancia y se pegó a la pared aún con el sucio
camino de saliva de su labio inferior hasta la barbilla. Se abrazó las piernas viendo
las venas negras en sus huesudas manos y desnudos muslos, temblando con fuerza
y lloriqueando más al ver las venas moverse y hacer cada vez más negras y
multiplicarse, mandando ardores por todo su cuerpo.

Temblaba y temblaba, sintiendo el sudor frío en su nuca y sus tibias lágrimas escurrir
por sus mejillas. Se limpió con su mano y pegó un brinco al escuchar un fuerte ruido,
ronco y pesado. Se levantó de golpe, apoyándose en la fría y húmeda pared mientras
observaba a todos lados, buscando de dónde venía aquel ruido. En la oscuridad total
era complicado ver dónde había quedado la puerta después de estar horas o quizás
días moviéndote. Hubo un pequeño silencio hasta que finalmente observó una
ranura de luz volverse más grande a su derecha y finalmente una puerta abrirse. La
persona con túnica negra y vela roja, oculto tras la máscara, estaba en el umbral de
la puerta, en silencio.

— Es hora. — Habló con voz suave.

Sintió sus lágrimas escurrir con más fuerza, no pasó mucho antes de que comenzara
a negar con la cabeza repetidas veces y murmura en voz baja "no" repetidas veces.
Pero otras dos personas con túnicas aparecieron detrás de la otra en la puerta y
entraron al lugar.

— ¡No, por favor, no! — Gritó. — ¡Por favor, no!

La arrastraron fuera, tomándolo del cabello sin ningún cuidado y arrastrándola. La


tomaron de los brazos para levantarla, pese a los gritos histéricos de la joven chica.
Escuchó otros gritos masculinos y vio que de otra puerta sacaron a un joven chico
también arrastrándolo con fuerza otras dos personas. Los arrastraron por unas
escaleras y cruzaron un pequeño túnel, allí se desviaron por un pasillo y tocaron una
puerta.
Otras personas exactamente vestidas igual y con la misma máscara abrieron,
permitiendo que todos ingresaran. Allí aventaron con fuerza al chico mientras a la
joven la sentaban en una silla con cuidado. Se encargaron de atarla mientras al joven
lo levantaron y lo pusieron en una pared con una cruz invertida. La chica comenzó
a gritar asustada al ver a todas esas personas colocarse frente a las paredes,
formando un cuadrado y quedando en silencio. Se calló, sollozando junto al joven
que lucía bastante joven y asustado.

— Por favor, pagaremos pero déjenme ir. — Suplicó él.

Las personas no se movieron en absoluto, dejando al chico suplicar en vano.

— El gran jefe vendrá pronto. — Habló una persona de túnica negra entrando por
la puerta, por la voz, dedujo que era alguien masculino. — ¿Todo está listo?

— Ya. — Contestaron todos al unísono.

Escucharon un fuerte crujido, todos se helaron al segundo. La chica vio como todos
se acomodaban para dejar la puerta abierta con el pasillo. En él se veía una persona
que iba avanzando, cada vez acercándose más. La chica se removió incómoda en la
silla, pero obtuvo una bofetada de la persona a su derecha. Jadeó por el dolor en voz
baja y volvió a ver al frente. La persona finalmente había ingresado, en una túnica
roja y una preciosa máscara negra con bordes de oro. Cubría todo a excepción de sus
labios que eran carnosos e increíblemente tentadores.

— Veo que nuestros invitados no han sido tratados muy bien. — Comentó el de la
túnica roja esbozando una tétrica sonrisa.

Avanzó en silencio, haciendo que la puerta se azotara detrás de él sin que nadie se
acercara. Aquello tensó muchísimo el ambiente, más de lo que ya estaba. El de la
túnica roja, alias, el gran jefe, se acercó al chico que estaba atado a la cruz. Lo tomó
de la barbilla y la alzó para verlo fijamente, moviendo si cabeza de izquierda a
derecha apoyándose en la barbilla para finalmente soltarlo y ahora acercarse a ella.

— Por favor... — Suplicó asustada. — Haré lo que sea, solo déjeme ir.

— No tienes por qué asustarte. — Por su voz ella supuso que era chico. — Estás en
buenas manos.

Se alejó un poco de ella para quitarse la capucha. Una hermosa cabellera rubia se
hizo presente, hipnotizando por completo a la joven chica quién tragó saliva
pesadamente. El rubio de túnica roja se alejó y observó a los demás.
— Bien, ¿comenzamos? — Preguntó.

— ¡Hail satán! — Gritaron todos al unísono.

— ¿Qué? — Ella levantó la mirada más asustada que antes. — ¡No, NO! ¡DÉJENME
IR, DÉJENME IR! ¡NO, POR FAVOR NO!

La levantaron de la silla y la retiraron, acostándola a la fuerza en el piso. Ella


comenzó a gritar mientras los demás golpeaban una extraña vara en el suelo y
comenzaban a sonar una campana. El rubio comenzó a hablar en latín, moviéndose
en círculos en silencio, mientras movía sus dedos apuntando a la chica hasta
finalmente soltar un grito que la hizo callar.

Todos lo observaron sorprendidos, viendo como hundía su rostro entre sus manos
y comenzaba a encorvarse de forma inhumana. Reincorporándose, pero su cuerpo
se curveaba de forma inhumana y repugnante, haciendo que el chico comenzara a
llorar. La chica admiró aquel espectáculo, donde el chico comenzó a hablar más
fuerte y más rápido, moviéndose en círculos en sentido contrario a las ajugas del
reloj.

— ¡Reficul em da inev! ¡Reficul em da inev! ¡Reficul em da inev! — Repetía en voz


alta pese a su cuerpo que comenzaba a salirse de control.

No era latín solamente, era latín hablado al revés. Ella conocía el latín, y al escuchar
supo exactamente qué decía, comenzó a gritar desesperada, suplicando y rezando
en silencio, aquel horrible destino no lo merecía, no lo merecía.

"Lucifer ven a mí", "Lucifer ven a mí", "Lucifer ven a mí", repetía sin cesar dando
vueltas por toda la sala.

— ¡Por favor! — Suplicó ella en lágrimas. — ¡Por favor no hagas esto!

Pero supo que era en vano, las llamas en las velas comenzaron a chispear y a tronar
y un aura pesada se instaló. Un fuerte canto hecho como coro por los demás comenzó
a volver más potente, mientras el de la túnica hacía una suave danza que podía lucir
maravillosa si no fuera para el mal. El canto había frenado bruscamente junto con el
baile y los movimientos del de la túnica roja, que finalmente había frenado.

Hubo un silencio donde nadie osaba moverse o emitir algún ruido. Lentamente el
gran jefe deslizó sus dedos por aquella máscara, dándoles la espalda a todos y la
aventó. Cayó de rodillas al suelo susurrando cosas y estiró sus brazos a sus lados,
moviendo sus muñecas un poco al igual que su cuello hasta que se torció por
completo, emitiendo un crujido que hizo a la chica gritar al ver su columna vertebral
atravesar la fina túnica que comenzó a gotear sangre.

Pegó un horrible grito, gritando fuerte y cada vez más fuerte al ver el hueso largo y
todo el cuerpo desplomarse de lado, haciendo una forma repugnante que
comenzaba convulsionar. Ahora no estaba aterrada, estaba en pánico, moviéndose,
ella también agitándose.

El chico había perdido el conocimiento por la impresión mientras los demás


observaban en silencio el cuerpo que estaba intacto. Su labio inferior temblaba y
sentía su respiración cortarse y volverse pesada con cada segundo.

— ¡NO! ¡NO! — Aulló ella cuando el cuerpo comenzó a moverse nuevamente,


escuchando más crujidos y verlo levantarse, volviendo los huesos a su lugar y la
túnica deslizarse, goteando más sangre y dejando el cuerpo desnudo.

Los huesos volvieron a contraerse y lentamente fue volteando hacia ella. Emitió un
grito de inframundo, haciendo que ella se derrumbara y entrara en shock. Perdida
en aquellos ojos sin pupilas, la mandíbula chueca y la boca que goteaba sangre. Las
venas negras en el cuerpo, tornándose más oscuras. Metió su mano a su boca,
comenzando a tener arcadas cada vez más sonoras.

De su boca se vio algo color oro y después, conforme pasaron los segundos, algo
brillante y filoso. No pasó mucho antes de que una espada saliera de su boca,
perfectamente limpia y grande. Él la tomó y tomó un gran respiro, vio los huesos
nuevamente volver a su lugar, dejando nuevamente aquella bella y perfecta imagen
de él, solamente que sin pupilas.

— Traigan al chico. — Susurró.

Agarraron al chico desmayado y la levantaron a ella, tomaron su mano y con un


cuchillo le hicieron un corte.

— ¡Auch! — Gritó aún con los ojos rojos.

Cogieron su mano para que las gotas de sangre cayeran en un cáliz de plata.
Hicieron lo mismo con el chico, llenando una segunda copa. El gran jefe dejó que los
demás le colocaran su túnica y después se puso entre ambos. Ambos jóvenes eran
agarrados con firmeza para que se vieran fijamente.
— Subrom, metatinas. — Habló con voz de otro mundo el jefe, hueca, vacía, profunda,
nada agradable y de hecho inquietante. — Subrom, metatinas, subrom, metatinas,
subrom, metatinas.* — Cogió la copa de la chica y del chico. — Oinu.*

[Cura, enfermedad, unión*].

La chica temblaba aún, viendo como ambas copas eran tomadas por el jefe con
fuerza y las alzaba al aire. Se escuchó un gruñido que heló nuevamente a todos.
Después los súbditos cogieron las copas y le dieron el cuchillo al jefe quien se abrió
las palmas de las manos igualmente y dejó caer su sangre en ambas copas. En la
derecha, con la chica, la izquierda, con el chico.

Observó el entorno viendo que las velas estaban colocadas en círculo y después ver
la forma e imaginarla, vio que era una estrella. Una estrella diabólica, un símbolo de
ritual importante. Ella veía la muerte venir, pero una botella de vino fue abierta y
con eso llenaron ambas copas. Le entregaron a cada chico la copa con la sangre
contrario.

— Bebe. — Susurró el jefe.

— No. — Dijo ella negando con la cabeza.

La hicieron hacia atrás jalándola del cabello, y con una fuerza sobrehumana, el jefe
abrió su boca para verter el líquido en su boca junto con la sangre del joven. A él le
hicieron exactamente lo mismo.

Cayeron ambos al suelo en seco, tosiendo. Él ya había recuperado el conocimiento.

— ¿Qué pasa...? — Preguntó confundido mientras veía el entorno. — ¿Qué está


pasando?

— ¡Et Ednetso Sanastas!* — Gritó nuevamente el jefe acompañado por el coro


interminable de súbditos quien repitieron la frase sin descanso.

[¡Satanás, muéstrate!]

La sangre comenzó a escurrir de las copas nuevamente y de la espada. El gran jefe


la tomó y se la dio la chica para que la tomara. Ella lo hizo con temor, temblando con
fuerza.

— Confía en mí, preciosa. — Susurró el gran jefe colocándose detrás de ella.

Puso el joven de rodillas frente a ella que estaba levantada. El gran jefe deslizó su
mano sobre la de la chica y en un imprevisto, la obligó a clavar toda la espada en
estómago del chico, atravesándolo por completo y haciéndola soltar un grito. De la
boca del chico comenzó a escurrir sangre y la observó suplicante, con lágrimas en
los ojos.

— ¡NO! — Gritó ella. — ¡NO, NO!

Dejó caer la espada en el suelo mientras se tapaba la boca. Vio al chico ser sujetado
y su piel perder color. Vio frente a ella como él comenzaba a vomitar la sustancia
negra con sangre, las venas negras comenzaban a formarse y sus huesos salían a la
luz, perdiendo la masa muscular. El chico la observó con ojos vacíos, su cabello
comenzó a caerse hasta que no hubo nada. Parecía un esqueleto, pálido, en huesos,
con venas negras rodeándole en todos lados. Finalmente cayó al suelo, sobre la
espada. Estaba muerto.

Ella sintió un picor en su espalda y eso la hizo pegar un grito y arquear su espalda.
Pegó más gritos de dolor haciendo a todos alejarse. Vio las venas negras de su cuerpo
desaparecer, desvanecerse lentamente y retirarse. Vio sus brazos delgados ir
tomando peso y color. Sintió sus ojos llenarse de lágrimas y a través del pequeño
reflejo de la espada vio su cabello cobrizo comenzar a crecer nuevamente, largo,
sano, firme. Su cara volvió a tomar color y todo su cuerpo que era frágil se puso
fuerte, haciéndola vomitar nuevamente pero esta vez saliva.

Sintió su respiración agitarse con más fuerza y su corazón acelerarse. El gran jefe
esbozó una sonrisa y se acercó a ella, levantando su barbilla.

— Estás curada. — Susurró finalmente con su voz tranquila y humana.

Escuchó nuevamente la campana, y juró ver sombras en las paredes. Haciéndola


soltar gritos más potentes, gritos, gritos, gritos, gritos. Viendo a aquel chico, a los
súbditos, el cadáver, la sangre mezclada, todo.

Se levantó de su cama aun gritando y tapando sus oídos.

— ¡NO! — Aulló. — ¡NO!

Siguió gritando y pataleando en su cama. Escuchó pasos y su puerta del cuarto no


tardó en abrirse, mostrando a sus padres quienes se acercaron a ella para abrazarla
con fuerza. Ella hundió su rostro en el pecho de su madre, aun temblando y llorando.

— Ya pasó cariño, ya pasó. — Susurró su madre. — Ya estás curada, ya no tienes


cáncer. Estás a salvo nena... estás a salvo.
Seguía temblando, recordando cada noche el infierno que tuvo que vivir para
salvarse de su cáncer. La vida que pagó por ella, la vida que chupó su enfermedad
para salvarse ella.

— Estás a salvo nena, estoy aquí. — Susurró nuevamente su madre.

Ella seguía llorando. Lo recordaba, recordaba ese maldito ritual todas las noches.

— Estás bien, Rosé. — Susurró una última vez su madre abrazándola con fuerza. —
Estás bien...
Roma, Italia.

Viernes, 18:56 pm.

Min Yoongi había mandado finalmente las pruebas a un laboratorio para que fueran
analizadas. Aquella sustancia extraña que vomitaba el joven Jungkook era todo un
enigma para él. No comprendía qué era, solo debía esperar resultados.

Se encontraba caminando tranquilamente por las calles, buscando qué cenar. Cruzó
con varias personas hasta que finalmente entró a un restaurante que se llamaba
Migati, que lucía bastante bello por fuera, así que ingresó. Una atractiva chica lo
llevó a su mesa, que fue junto a una ventana con una rosa en el centro. Yoongi
agradeció y tomó la carta.

Observó de reojo a una pareja sentarse junto a él y comenzar a platicar alegremente.


Yoongi pensaba en qué pedir, pero aquella pareja comenzó a tener una extraña
conversación que inmediatamente captó su atención.

— Quiero que hagamos un brindis. — Habló la chica en voz baja. — Porque desde
esta noche nuestros problemas se esfumarán.

— Te amo. — El chico le dio un beso. — Brindaré contigo, por nuestro hijo y salud.

Yoongi hasta ahí veía todo normal, levantando la mirada y observándolos con algo
de disimulo. Ambos se tomaron de la mano con una sonrisa y la chica llevó la mano
a su barriga con una sonrisa, el hombre besó su mano. Yoongi suspiró y volvió a la
carta, pero lo que vino después fue lo que le hizo volver a levantar la mirada y sentir
algo frío recorrerlo.

— Dicen que es el mejor brujo de la ciudad. — Habló en voz más baja la mujer. — Él
logrará que vuelva a ser fértil, si liberó a la chica del cáncer, esto será pan comido.

— ¿Tienes la dirección? — Preguntó el hombre. — Nos citó mañana a las once de la


noche.

— La tengo en mi bolsa. — La mujer suspiró. — Estoy eternamente agradecida.


Yoongi alzó una ceja y vio a la pareja nuevamente, quienes estaban tan metidos en
ellos que no se percataron en que Yoongi los veía fijamente.

— Amor. — Comenzó de nuevo el hombre. — Si te soy sincero, me preocupa el


precio.

— No pienses en eso ahora, cualquier sacrificio valdrá nuestro hijo.

— Lo sé, pero...

— Baja la voz, pueden escucharnos.

Comenzaron a murmullar y el joven ya no pudo escuchar nada. Soltó un suspiro y


esperó a que la mesera se acercara y pidió. Sin embargo aún pensaba, pero nada
hablaba de un brujo en Roma, Italia que hubiera liberado a una joven del cáncer.
Hizo una mueca pensando en que al final todo se podía tratar de una mala broma o
falsa creencia. Básicamente, una farsa.

Ignoró a la pareja que seguía hablando bastante animada y se dedicó a pensar en su


verdadero objetivo: Jungkook. Debía ir a revisarlo nuevamente el domingo, que se
cumpliría una semana desde la última vez que lo fue a ver. Esperaba verlo mejor,
aunque siendo sincero, lo dudaba mucho.

La cuenta llegó poco después, Yoongi pagó todo y salió del restaurante para dirigirse
a la habitación rentada en la que se había hospedado. Caminó nuevamente por las
húmedas calles Italianas, observando la arquitectura y las bellas luces que
iluminaban todo. Cruzó avenidas y finalmente se desvió a unos callejones para
llegar más rápido. Sus pasos resonaban por el vacío callejón, haciendo sonar también
los pequeños charcos formados al ser golpeados con sus zapatos.

— Apúrate, escucho a alguien. — Susurró alguien en la lejanía.

Yoongi se detuvo en seco, buscando de dónde podía venir esa voz. Avanzó más
lento hasta llegar a la esquina, pero se hizo bruscamente hacia atrás al ver a dos
chicos haciendo algún tipo de grafiti en las paredes. Se escondió detrás de ella para
verlos sin que se percataran de que los observaba. Uno tenía un aerosol a la mano
mientras que el segundo veía de izquierda a derecha.

— Ya apúrate. — Volvió a presionar.

El del aerosol se movió un poco más hasta que finalmente se separó. Golpeó su brazo
y ambos salieron corriendo por un tercer callejón a su izquierda. Yoongi escuchó sus
pisadas alejarse, y cuando el sonido cesó, salió de su escondite para seguir su
camino. Avanzó un poco, deteniéndose frente al grafiti y frunciendo el ceño al verlo.

Era un rostro, más bien, una capucha ocultando un rostro. Yoongi se alejó dos pasos
para verlo a más detalle. La pintura era roja, entonces se podía apreciar más en la
noche y bajo la luz de la luna. Era una cara solamente, oculta por una capucha y
solamente sus labios aparecían, unos carnosos y gruesos labios formando una vil
sonrisa.

"God" se leía en letras bastante toscas y agresivas en la parte inferior.

Yoongi sacó su teléfono y le sacó tres fotos, no supo por qué, solamente quiso
hacerlo. Todas con flash, para apreciar el grafiti. Se mantuvo un rato en silencio,
preguntándose si aquel grafiti podía estar representando al famoso "brujo" del que
todos hablaban. Yoongi no dudaba que existiera, pero si dudaba lo que podía hacer,
nada era posible a base de magia, no era lógico para él.

Guardó su teléfono después de unos minutos en silencio y siguió su camino, no sin


antes sentir un escalofrío en su espalda que le hizo voltear detrás de él. Negó con la
cabeza y siguió caminando, ignorando la terrible sensación de ser observado.

Llegó al cuarto rentado poco tiempo después. Depositó sus cosas en la entrada y
soltó un suspiro de cansancio, se dirigió después al baño para despojarse de su ropa
hasta desnudarse. Abrió la llave de la regadera para darse una buena ducha y quitar
todo el estrés que comenzaba a consumirlo. Colocó la toalla en la puerta y entró una
vez que sintió el agua caliente.

Sintió las gotas deslizándose por su piel, soltó un suspiro de cansancio y cerró sus
ojos. Se pasó la mano por la cara para quitarse las gotas que le molestaban y cogió el
shampoo para comenzar a tallar su cuero cabelludo. La espuma se deslizaba por sus
brazos y caía en suelo de la regadera, formando pequeñas bolitas esponjosas que se
le hicieron algo tiernas a Yoongi.

Siguió lavándose perfectamente hasta que finalmente se sintió nuevamente limpio.


Cerró la llave y dirigió su mano a la puerta para coger su toalla pero no la sintió.
Volteó a su derecha y alzó una ceja al ver que su toalla no estaba.

— ¿Dónde quedaste? — Murmuró en voz baja.

Abrió la puerta de la regadera y frunció su nariz al ver que todo estaba lleno de
excesivo humo, él había dejado la puerta abierta, pero ahora se hallaba cerrada.
Abrió la puerta para refrescar el baño y al voltearse vio la toalla en el lavamanos.
— Oh, aquí estás. — La agarró y la enrolló en su cintura mientras pasaba su mano
por el espejo frente a él para retirar el vapor.

Talló con su mano hasta que finalmente pudo verse en el reflejo. Se mantuvo la vista
unos segundos con la ceja ligeramente alzada y cogió otra toalla para comenzar a
secarse el cabello sin apartar la mirada del cristal. Siguió frotándose hasta que secó
su cabello perfectamente y finalmente se hizo para atrás, dejando la toalla extendida.

Volvió a ver el espejo y se acercó con los ojos entrecerrados. Con la yema de su dedo
rozó la esquina que tenía una grieta. La rozó repetidas veces preguntándose como
nunca antes la había visto.

— Deberías dormir. — Se habló a sí mismo mientras se alejaba y salía del baño


apagando la luz.

Ingresó nuevamente a la recámara y se quitó la toalla para ponerse su pijama.


Después la extendió y se acercó a la cama para finalmente descansar un poco.
Observó su teléfono para verificar sus notificaciones o mensajes pero la red casi no
llegaba y fallaba bastante.

Soltó un suspiro cansado y dejó el teléfono junto a él, conectándolo al cargador y


prendió la pequeña lámpara junto a él para apagar las otras. Observó la puerta del
baño que seguía abierta y por alguna extraña razón no le daba buena espina.

Se levantó nuevamente y fue a cerrarla, sintiéndose más tranquilo cuando dejó de


ver el oscuro interior. Suspiró de nuevo y se dirigió nuevamente a la cama,
metiéndose en las sábanas y finalmente apagando la luz, dejándolo en la oscuridad
total.

Y gracias a dios hizo eso.

Si no hubiera cerrado la puerta del baño, quizás hubiera huido de aquella habitación
ya que en la profunda oscuridad de la pequeña pieza, la silueta de una mujer se hizo
presente en el reflejo del espejo.
A la mañana siguiente, Min Yoongi amaneció con dos moretones extraños en sus
brazos. Hizo una mueca al sentir su brazo pesar al igual que su cuerpo, como si
hubiera estado haciendo un ardió ejercicio sin cesar. Jadeó en voz baja mientras se
reincorporaba de la cama frotando su cuello y brazos, admirando los pequeños
moretones que adornaban su lechosa piel.

— ¿Con qué te hiciste esto? — Susurró examinándose más de cerca.

Hasta donde él sabía, no tenía leucemia, pero aquellos extraños moretones no


pudieron aparecer de la nada. Además, no había alguna pared con la cual se hubiera
golpeado, parecía ilógico.

Pensó en que quizás fue anoche haciendo algún movimiento o no se dio cuenta al
pegarse contra algo, esa parecía ser la respuesta más coherente y lógico a su punto
de vista. Así que soltó un suspiro y se levantó de la cama con pesadez, aún con
lagañas en los ojos y bostezando.

Se arregló rápidamente, hoy tenía que ir a visitar a la familia de Jungkook para ver
el estado de los demás hermanos. En la semana iría luego con el mayor para ver si
había mejorado, le recetó medicinas y algunos calmantes para el dolor y ahora debía
ver si causaba efecto o no. O si algo había cambiado. Lo que sea para ir anotando y
mandando la información al laboratorio.

Una vez que se colocó su traje, sombrero de ala larga y un paraguas. Salió de la
recámara para ir a desayunar a algún lado, paseándose por las calles italianas llenas
de gente alegre que parloteaba, vendedores ambulantes o uno que otro oficial
parado en la esquina completamente estática, siguiendo a las personas solo con la
mirada.

Se detuvo en un pequeño restaurante al aire libre, lucía fino y apacible así que no
dudó en entrar. Se acomodó en una silla colocando su sombrero en el perchero junto
a él y ordenó unos huevos benedictinos con un jugo de naranja.

— ¿Está ocupado? — Preguntó alguien cerca de él.

Yoongi levantó la cabeza confundido, observó frente a él a un chico de tierna sonrisa


mientras tenía una mano colocada en la silla. Yoongi negó con la cabeza esperando
a que se la llevara, pero en lugar de eso, el joven se sentó frente a él.
— Huevos benedictinos, ¿eh? — Sonrió. — Son excelentes en este restaurante, el
toque de perejil le da un finísimo sabor. Delicioso.

El joven médico observaba con curiosidad y sorpresa al chico frente a él, luciendo
tan tranquilo, como si no se hubiera sentado en la misma mesa con un desconocido
y actuara con normalidad.

— Sí, bastante buenos. — Habló observando el entorno, era el único en el restaurante


y la mesera se hallaba platicando felizmente con el cocinero. — Lo lamento, ¿pero
quién eres?

— Oh, puedes decirme Jihyun, Park Jihyun. — El castaño de cachetes redondos


sonrió con timidez.

— Bueno Jihyun, no quiero sonar grosero pero, ¿qué haces en mi mesa? El


restaurante es bastante amplio. — Yoongi siguió comiendo mientras lo observaba.

— Me resultó interesante, señor Min. — Contestó el joven. — Nos hemos cruzado


algunas veces pero creo que no ha notado mi presencia.

— Lo dudo mucho. — Yoongi se sorprendió de que el chico supiera su nombre. —


Pero bueno, ahora estamos aquí conversando con tranquilidad.

— Sí. — Sonrió tristemente.

Hubo un pequeño silencio, donde la mesera observó la mesa del médico unos
segundos, negó con la cabeza y siguió platicando con el cocinero.

— ¿Señor Min? — Llamó el joven.

— ¿Sí Jihyun? — Preguntó Yoongi.

— ¿Puedo decirle algo y prometerá no alterarse?

Yoongi sacó el tenedor de su boca para meditar bien aquello, hizo una ligera mueca
mientras se limpiaba con su servilleta y carraspeaba la garganta.

— Haré mi mayor esfuerzo. — Yoongi lo observó con cierta cautela.

El chico tomó aire y levantó la vista al techo, observó rápidamente a la mesera y una
vez que se aseguró de que no viera, se inclinó un poco hacia Yoongi.

— Sé por qué está aquí, señor Min. — Habló en voz baja. — Sé que viene a buscar
información acerca de la extraña enfermedad que golpeó a algunos en Roma. Sé que
su jefe lo mandó bajo términos secretos, la investigación sé que va más allá, ustedes
quieren encontrar la cura antes que todos para volverse ricos. ¿No?

Yoongi abrió la boca.

— Usted dice venir por buena voluntad, pero al final todo es acerca de poder y
dinero. — El chico sonrió con tristeza de nuevo. — Pero no lo culpo, todos son así.
Todos lo somos.

— ¿Quién eres? — Yoongi entrecerró sus ojos.

— Alguien que lleva siguiéndolo muy pocos días, pero que sabe mucho de usted.
Pero no se preocupe, jamás le diré nada a nadie, aunque quisiera no podría.

Yoongi alzó una ceja, el chico realmente lucía tranquilo y aquello lo desconcertaba.

— ¿Quieres dinero por tu silencio? ¿A eso viniste? ¿Tratar de sacarme algo? —


Yoongi alzó más su ceja y frunció su ceño.

— No, no, no. Nada de eso. — Jihyun agitó sus manos mientras negaba con la cabeza.
— Estoy aquí para ayudarlo, esta extraña enfermedad debe acabar antes de que se
salga de control y solo usted puede hacerlo.

— ¿De qué hablas muchacho? — Yoongi alzó una ceja más confundido.

Jihyun volvió a guardar silencio y bajó la mirada tomando una honda respiración.
Yoongi no estaba listo, pero debía saber la verdad, era ahora o nunca. A eso había
venido, no se iba a hacer para atrás.

— Esta extraña enfermedad... no es algo que la ciencia pueda explicar. — Comenzó


Jihyun en voz aún más baja. — Esta enfermedad es una maldición, comenzada por
un chico... por el mal.

— No tengo tiempo para cuentos de hadas. — Se enfadó Yoongi. — Lárgate.

— ¡Por favor escúcheme! — Suplicó Jihyun con ojos llorosos. — ¡Usted está en un
grave peligro, me mandaron a ayudarlo! Debe saber que esta enfermedad no es algo
que haya visto antes, fue producida por una maldición, ¡todo está planeado y usted
es parte de esto!

— ¿Qué? — Yoongi negó con la cabeza.

— ¡Usted es parte de esto y no podrá contra eso usted solo! — Repitió el joven.

— ¿Pero de qué hablas? ¿Parte de qué? — Yoongi lo veía aún más confundido.
— Lucifer camina entre nosotros, señor Min, y no tardará en colocar sus ojos sobre
usted.

Un crudo silencio se apoderó del restaurante. Yoongi sintió el aura cambiar y de un


momento a otro todo se tornó frío y pesado. Jihyun comenzó a temblar.

— Si no detiene esto, se propagará por todo el mundo. Los fines no los conozco, pero
sé quién los ha provocado y sé de las muertes que ha habido por eso. — Siguió el
menor cada vez con voz más apagada. — Debe estar advertido que no jugará con
ciencia o moléculas, estará jugando con fuerzas sobrenaturales, el más allá, el mal.

Yoongi se mantenía inexpresivo, sin creer lo que aquel chico le decía, pero lucía tan
asustado y frustrado que solo pudo dejar que siguiera hablando y esperar.

— Yo lo protegeré, porque veo algo en usted. Pero no debe dejarse engañar. —


Jihyun apretó sus labios. — Por favor, señor Min, tenga mucho cuidado. Cuando
vaya al hoyo...

— ¿Cómo sabes que quiero ir allá? — Interrumpió Yoongi preocupado.

El castaño ladeó su boca y suspiró.

— Ya le dije que sé todo, no pregunte más. — Suavizó su voz. — Tenga cuidado al


ir, el brujo es peligroso y manipulador, debe mantenerse firme a todo momento y
evitar caer en sus encantos. Él hará todo para arrastrarlo al lado oscuro y evitar que
lo detenga, porque solo usted puede hacerlo.

— ¿Qué debo hacer? — Preguntó Yoongi ligeramente interesado.

— Escucharnos. —Contestó Jihyun.

— ¿Quiénes? —Preguntó el médico confundido.

— Lo sabrá con el tiempo, pero deberá hacerlo. Primero debe ir allá y enfrentarlo,
conocer a su enemigo. Después podrá continuar, pero una vez que ponga un pie en
ese lugar todo va a cambiar. Créame. — El castaño se levantó de la silla. — Por el
momento no tengo nada más que decirle, señor Min, agradezco que me haya
escuchado, siga mi consejo.

— Sigo sin creer nada de lo que dices muchacho.

— Es normal. — Apretó sus labios. — Solo espero que cuando lo haga, no sea
demasiado tarde.
Y con esa última frase el joven chico salió del restaurante en silencio, dejando a
Yoongi con su desayuno a medio comer y muchas preguntas en su cabeza.

¿Por qué él era el único en detener eso? ¡Era un simple médico que venía por
información! Sin duda alguna el castaño se había tomado algo que lo ponía a
alucinar, pero tuvo razón respecto a lo que hacía ahí y eso lo inquietaba. Quizás
debería avisarle a su jefe, pero más adelante.

— ¿Quiere algo más? — Preguntó la mesera acercándose lentamente. — ¿Se siente


bien?

— Sí, lo siento. Traiga la cuenta por favor. — Habló con tranquilidad Yoongi
mientras agitaba un poco su cabeza.

La mesera lo observó rápidamente, como buscando algo y finalmente se alejó con el


plato y el vaso con un poco de juego. Yoongi soltó un suspiro y una vez que pagó y
dejó la propina, salió del restaurante y se acercó a un taxi para que lo llevara a la
zona donde estaba la casa de Jungkook.

— ¿A dónde quiere ir? — Preguntó el taxista.

Justo cuando iba a entregarle el papel con la dirección, la voz se atoró en su garganta.
Por alguna extraña razón volteó por la ventana y casi se lleva un susto de muerte al
ver a Jihyun apoyado en una pared, viéndolo fijamente.

"Este es realmente un acosador"

— Lléveme al hoyo... — Susurró.

El taxista lo observó a través del retrovisor con una ceja alzada.

— ¿El hoyo? — Repitió.

— Por favor. — Yoongi le clavó la mirada.

El taxista apretó un poco sus labios y soltó un suspiro antes de arrancar. Yoongi frotó
sus manos y se inclinó ligeramente hacia adelante en lo que esperaba. El aire dentro
del auto era denso y un poco incómodo, pero pese a eso, ninguno de los dos hombres
se atrevió a iniciar una conversación para relajar un poco el ambiente.

Las hermosas y antiguas casas o edificios lentamente fueron quedando atrás


conforme avanzaban, entrando a una zona con más vegetación y construcciones más
pequeñas. Yoongi observó a personas vestidas con trapos sucios y niños muy
delgados corriendo por las calles de tierra, puesto a que el cemento había
desaparecido hace un par de minutos. El taxista fue disminuyendo la velocidad
hasta que finalmente se detuvo frente a una casa roja que lucía abandonada.

— Hasta aquí tenemos permitido llegar. — El taxista volteó a verlo a través del
retrovisor. — Cruzando la casa roja verá un camino de tierra, camine sobre él y
llegará al hoyo en un par de minutos.

— Muchas gracias.

El taxista mantenía su semblante serio, Yoongi deslizó la mano por su saco para
pagar pero el taxista negó con la cabeza.

— No pague, déjelo. — Contestó fríamente.

Yoongi se sorprendió un poco, alzó sus hombros ligeramente y agradeció en voz


baja mientras salía del coche. Se acomodó su sombrero y se aferró a su paraguas,
viendo como el taxista se iba en reversa a gran velocidad, levantando una nube de
polvo en el camino.

El médico negó con su cabeza y observó el silencioso entorno, estaba vacío, solo por
un par de vacas que se hallaban detrás de él pastando tranquilamente. Observó la
casa roja y caminó hacia ella, deteniéndose en la esquina mientras veía un camino
de tierra que se perdía entre unos árboles.

Avanzó hasta que sus pies tocaron el camino y avanzó a paso firme, escuchando sus
pisadas tronando contra el suelo y las piedras. El sol brillaba bastante y muy pocas
nubes se apoderaban del cielo azul, haciendo que el médico se relajara y admirara
el paisaje que se abría ante él.

Finalmente se acercó a los árboles que formaban una extraña especie de arco, lo
examinó con la mirada y después de unos segundos, lo cruzó.

Una fuerte ráfaga de viento azotó su cara y cuerpo, mandando un escalofrío y una
sensación de pesadez. Estornudó débilmente y siguió avanzando mientras se tapaba
el cuello con el la larga gabardina ya que el viento había comenzado a soplar y de
un momento a otro el cielo se había llenado de nubes.

Cruzó el pequeño túnel y regresó a un claro. Se acomodó el sombrero al sentir el


fuerte viento y ver las negras nubes apoderarse del cielo amenazando con una
tormenta. El paisaje brillante ahora lucía opaco y varios cuervos se habían colocado
en las ramas, viendo a Yoongi y lanzando chirridos desagradables al cielo antes de
revolotear alrededor de él.
— Malditos pajarracos. — Masculló el médico antes de volver a avanzar.

El camino bajaba la colina, el viento se volvió más frío y agresivo, la temperatura


bajó drásticamente. Pero eso no fue lo que sorprendió al médico, en realidad lo que
le hizo abrir la boca sorprendido fue un enorme hoyo en la tierra, seguramente tan
profundo que la luz no podría tocar.

Era amplio, casi un círculo perfecto, y, no muy lejos, observó una cabaña bastante
grande que soltaba humo por el techo. Yoongi apretó sus labios sin saber muy bien
qué hacer, pero al final optó por avanzar a paso lento. El camino desapareció y ahora
la suela de sus zapatos tocó directamente el alto pasto que le llegaba más arriba de
la rodilla.

— Debo estar loco. — Susurró cuando vio finalmente la cabaña frente a él.

Era de piedra y no lucía abandonada, de hecho estaba bien mantenida y era linda,
agradable, antigua. Por un momento el médico se interesó en la historia que puedo
haber tenido esa construcción, y, sumido en sus pensamientos, no pasó mucho hasta
que se encontró frente a la puerta de madera.

Tomó una honda respiración antes de tocar, pero una enorme piedra llamó su
atención. Se alejó de la puerta y avanzó un par de pasos, sintiendo su aire faltar al
ver que se trataba de una lápida.

La examinó rápidamente, hasta que sus pupilas chocaron contra las letras grabadas
suciamente. Allí abrió la boca sintiendo al aire faltarle y retrocedió completamente
pálido.

"Park Jihyun, descansa en paz querido hijo, amigo y hermano"

"1997-2015"
"Es tu imaginación Yoongi, joder, no puede ser el mismo Jihyun, es imposible."

Aquello se repetía una y otra vez conforme se alejaba de la lápida, no, no podía ser
posible, tenía que ser una extraña coincidencia.

— Carajo... — Susurró al sentir su estómago revolverse nuevamente.

Tomó una honda respiración obligándose a olvidar lo que había visto, o al menos no
tocar más el tema. Cerró sus ojos y tragó saliva ya que su garganta se hallaba seca al
igual que sus labios. Los lamió dos veces y se volvió a acercar a la puerta,
escuchando un fuerte trueno de fondo. Seguía temblando, no lo negaría, se estaba
orinando encima.

"Pam, pam, pam"

Había cogido una barra de metal que colgaba para tocar la puerta. Comenzó a pensar
en algún pretexto, ¿qué le diría al viejo brujo? Quizás que se había perdido y buscaba
el camino a la ciudad. Al final solo quería saber cómo era aquel brujo, no quedarse
con él.

Esperó en silencio imaginando cómo podía lucir la persona. Se imaginaba a un señor


de edad avanzada con muchas arrugas, barba bastante larga y manos callosas.
Quizás tenía una apariencia tranquila y confiable, voz suave y rasposa. Mil opciones
rondaban por su cabeza.

Pero la puerta se abrió interrumpiendo sus pensamientos y haciendo que abriera la


boca con cierta sorpresa y fascinación.

— ¿Puedo... ayudarlo?

El médico había sentido los vellos de sus brazos erizarse. Frente a él se encontraba
lo opuesto total a lo que se había imaginado.

Un joven chico le había abierto la puerta, quizás más chico que él o de su edad. Su
piel era blanca y lucía suave, tierna e impecable. Preciosos ojos azules casi blancos
casi le hacen suspirar, eran preciosos, inhumanos, se sintió perder en ellos. Y aquel
divino cabello rubio claro, con ondas rebeldes que lo hacían lucir...
Provocativo.

Y hablando de provocaciones aquel carnoso belfo le hizo tragar saliva, viendo los
labios del chico moverse un poco. El tono rosa combinaba con aquella apariencia
frágil, delicada, elegante, como una divinidad. Min Yoongi no era creyente, pero
aquel muchacho pudo jurar que le recordaba a un bello ángel, casi podía ver la luz
desprendiéndose por todo su cuerpo.

— Lamento interrumpirlo. — Yoongi despertó de su trance, observando la camisa


blanca y pantalones viejos. — Soy un turista que llegó no hace mucho y me he
perdido, quería saber si podía guiarme un poco.

El rubio de gélidos y preciosos ojos azul claro levantó la vista al cielo y clavó
nuevamente la vista en el médico. Lo recorrió de pies a cabeza con lentitud,
deteniéndose en la entrepierna del pelinegro y esbozando una ligera sonrisa que el
médico no pudo percibir.

Finalmente el rubio vio a sus ojos y sonrió un poco.

— Parece que va a llover. — Comentó con voz suave y hermosa, Yoongi comenzaba
seriamente a dudar en si los ángeles existían. — Pase, cuando finalice la tormenta lo
llevaré a la ciudad.

— Oh, no, no quiero molestarte. — Yoongi negó un poco. — Aún falta un poco para
que caiga la tormenta, solo necesito indicaciones.

— ¿Usted cree? — El rubio ladeó la cabeza y observó el cielo. — Umh, yo no estaría


tan seguro.

Después del ruido que salió de su boca un fuerte trueno azotó bastante cerca y la
cortina de agua llegó tras él con fuerza. Yoongi volteó detrás de él con grandes ojos,
impactado por la fuerza de la lluvia y lo rápido que el cielo se había tornado negro.
Volvió la vista al chico que tenía una hermosa sonrisa pegada al rostro.

— Insisto, pase. — Se hizo a un lado con la misma inocente sonrisa.

"Esto no era parte del plan."

— Gracias. — Yoongi asintió introduciéndose en el lugar.

Era un lugar amplio, sin muchas recámaras, de hecho solo había una que supuso
sería al baño al ver una cama no muy lejos. Una gran cocina, un pequeño comedor,
una sala, chimenea y varios libros y pergaminos adornaban el agradable lugar que
tenía colores cafés y rojos en su mayoría.

— Estaba preparando café, ¿gusta un poco? Puede tomar asiento en la sala cerca del
fuego. — El rubio sonrió y se acercó a la cocina, allí Yoongi vio que estaba descalzo.

— Agradezco mucho su hospitalidad. —Yoongi se sentó en el viejo sofá cubierto con


pieles de animales.

Buscó con la mirada algo que le indicara que el chico no vivía solo, pero no había
nada fuera de lo normal. ¿No se habrá equivocado? Imposible, el hoyo estaba muy
cerca.

Pero entonces... ¿aquel inofensivo y hermoso chico era el famoso brujo que buscaba?

Debían estar haciéndole una jodida broma.

El rubio se acercó a él con dos tazas, tomando lugar junto a él sin dejar de verlo en
ningún momento. Yoongi sonrió un poco mientras tomaba la taza y observaba el
entorno.

— ¿Puedo preguntar quién es? — Preguntó el rubio sin quitar su mirada de encima.

— Lo lamento, no me he presentado. — Yoongi lo observó y se hizo un poco a la


derecha para tomar distancia. — Mi nombre es Min Yoongi.

El rubio se quedó callado, esperando a que siguiera.

— Visité Italia por trabajo podría decirse, pero me he extraviado. No sé cómo llegué
acá, por suerte lo encontré a usted. — Yoongi guardó silencio.

— Jimin, dime Jimin. — Sonrió.

— Jimin, gracias. La tormenta no la vi venir, hace unos momentos estaba el sol


brillante, fue algo extraño. — Yoongi le dio un sorbo a su café. —Gracias por dejarme
estar aquí.

— Ayudo a la gente, a eso me dedico, no se preocupe Min. — Jimin dejó su taza de


lado y apoyó el codo en su rodilla para después reposar su barbilla en el puño,
viendo fijamente a Yoongi.

— ¿Vives solo? Luces bastante joven. — Yoongi lo observó de nuevo, viendo como
otra sonrisa iluminaba el rostro del joven rubio.
— Sí, vivo solo desde hace mucho tiempo. Y gracias, la juventud es algo que
debemos aprender a conservar ya que se va bastante rápido, ¿no cree? — Soltó una
risa. — Usted también luce bastante joven.

— Gracias. — Yoongi hizo su boca de lado. — No siento que me conserve muy bien,
pero no luzco mal.

— Se ve. — Jimin estiró su brazo para tocar su mejilla.

Yoongi sintió un escalofrío recorrerlo desde la punta de sus pies hasta su nuca
cuando la helada mano del hermoso chico lo tocó. Fue una sensación difícil de
explicar, pero se sintió paralizar, su cuerpo reaccionó de una forma extraña. Se
asustó y al mismo tiempo sintió su pulso acelerarse al igual que su respiración. Abrió
un poco sus labios, sintiendo algo frío en su estómago y caderas y su respiración
más pesada.

Para variar, el rubio esbozó otra sonrisa, viéndole de forma traviesa.

— Aproveche los placeres de la vida que le otorga la juventud. — El rubio deslizó la


yema de sus dedos al labio inferior de Yoongi. — La vida se encargará de irle
quitando una por una.

— E-eso creo. — Yoongi se separó para separarse aquel toque.

Y por arte de magia, su cuerpo se volvió a contraer, bajando la repentina


temperatura de su cuerpo. Su respiración se calmó y absolutamente toda la efímera
calentura desapareció tan rápido como vino, dejándolo un poco confundido.

— ¿De dónde vienes Yoongi? — El rubio agarró su taza y le dio un trago al amargo
café, cambiando drásticamente de tema.

— Estados Unidos, pero originalmente soy de Inglaterra. Mi padre era inglés y mi


madre Coreana.

— Extraña combinación, pero se parece a la mía. — Jimin sonrió. — Pese a que mi


madre era italiana y mi padre alemán, mis raíces son de Asia.

— Interesante mezcla. — Yoongi imitó su movimiento y bebió su café.

— ¿Verdad? — Jimin lo observó divertido. — Te sorprenderías de la cantidad de


mezclas extrañas que hay en este mundo.

— El mundo es grande, no me cabe duda.


Hubo un pequeño silencio, donde se escucharon más truenos. Los árboles se
agitaban peligrosamente de izquierda a derecha.

— Parece que esto tardará un rato, ¿quiere hacer algo mientras? — Jimin lo observó
con inocencia, bateando un poco sus pestañas para lucir más tierno.

Oh, Yoongi se las sabía todas. Los de apariencia inocente resultaban ser los peores,
tenía experiencia. Sin embargo Jimin... es decir... ¿era realmente ÉL aquel brujo TAN
temido y PELIGROSO? ¡Por dios, tenía cara de ni poder matar a una mosca!

— Creo. ¿Qué te gustaría hacer? — Preguntó Yoongi.

— ¡Juegos de preguntas! — Exclamó al instante el rubio. — ¡Es mi juego favorito!

Yoongi parpadeó un poco debido a la sorpresa y asintió, depositando su taza en la


mesa.

— De acuerdo, ¿entonces yo te hago preguntas o tú? ¿O ambos?

— Yo te hago preguntas a ti. — Jimin sonrió. — Y si me mientes, me daré cuenta. En


ese caso podrías recibir un castigo.

Yoongi ladeó un poco su cabeza y después alzó sus hombros pensando en que no
sería tan complicado. Él era un hombre sincero, así que no habría problema.

— Después, si te doy permiso, podrás hacerme tres preguntas que contestaré con
total sinceridad. Pero solo si no me mientes, ¿de acuerdo? — Jimin volvió a sonreír.

— De acuerdo, te escucho.

El fuego tronó un poco en la chimenea, captando rápidamente la atención del rubio


quien observó el fuego unos momentos. Allí Yoongi pudo admirar el perfil perfecto
del chico y aquellos rosados y perfectos labios.

— Bien, ¿estás listo? — Jimin volvió a verlo con un brillo en sus ojos.

— Lo estoy. — Yoongi asintió tranquilamente.

— ¿A qué viniste a Italia? — La expresión dulce del rubio se endureció un poco,


viéndolo con cautela. Yoongi se sorprendió un poco por el repentino cambio.

— ¿A qué te refieres? — Preguntó Yoongi alzando una ceja.

— ¿Cuál es el verdadero propósito de venir?


Yoongi se mantuvo en silencio, diría la verdad, pero no toda. Aquella sería la forma
más simple de engañar, entre comillas.

— Vine a investigar una extraña enfermedad. — Contestó Yoongi tranquilamente.


— Revisar a los pacientes, tratarlos.

El rubio entrecerró un poco sus ojos, pero después suavizó un poco su mirada.

— ¿Es usted un hombre religioso? — Siguió preguntando el menor mientras


apoyaba su brazo en la cabecera del sofá para recargarse.

— Soy científico, Jimin. No orador a cosas inexistentes.

— ¿Entonces no cree en Dios?

— Ni en el Diablo, para mí esos son sólo cuentos para extorsionar a las personas.

El infierno, el paraíso, nada de eso existe. Vamos a morir, nuestro cuerpo se va a


descomponer y pudrir, es el ciclo de la vida, punto.

— Su punto de vista es interesante. Pero usted escéptico. Lo comprendo, no siempre


resulta fácil creer en cosas que no has visto o vivido.

— Exactamente.

— Siguiente pregunta. — Jimin ladeó su cabeza. — ¿Tiene familia?

— Siempre fui hijo único viviendo con mi padre, aunque él falleció hace unos años.
Así que no, estoy solo.

— Eso es triste, yo también lo soy. — El rubio suspiró. — Tenía un hermano que


falleció hace unos meses.

— Lamento tu pérdida. — Se formó un nudo en la garganta de Yoongi.

— No pasa nada, sigamos las preguntas, no me queda mucho.

— Bien.

— ¿Se considera un hombre especialmente lujurioso? — Jimin lo observó fijamente.


— Por sus actitudes yo diría que está muy... reprimido.

— Mi trabajo me consume bastante, si a eso te refieres. — Yoongi alzó su ceja. — El


sexo no algo realmente significante para mí, solo una necesidad del ser humano así
como dormir, comer y sobrevivir.
— Vaya, usted hace que todas las cosas placenteras suenen taaaan aburridas. —
Alargó el rubio sonriente. — ¿Quiere saber yo qué opino?

— De acuerdo.

— Pienso que el sexo no es sólo una necesidad, sino una comunicación que va más
allá de las palabras. Un placer que se comparte con otra persona, unidos en algo,
pero recibiendo algo los dos. Fascinante, ¿no?

— Inclusive poético. — Admitió el médico. — Podría incluso decir que tiene bastante
experiencia respecto a las relaciones sexuales.

— Sexo, no es tan complicado de decir. — Jimin rió. — Follar, coger, llámelo como
sea, pero decir "relaciones sexuales" suena tan técnico que aburre. Con razón su vida
sexual está tan apagada.

Yoongi se molestó por su comentario, pero aunque quiso contradecirlo no pudo. Era
cierto, él era tan... él, que alejaba prácticamente a las personas con las que planeaba
pasar a mayores.

— No lo juzgo, créame. — Jimin alzó ambas cejas. — Solo como comentario, quizás
debería soltarse un poco más y... experimentar. ¿Ha estado con hombres o mujeres?

— Mujeres, los hombres no llaman particularmente mi atención. En el ciclo de la


vida llega un punto donde debes dar vida. Hombres con hombres y mujeres con
mujeres no pueden, así que no encuentro el sentido.

— Entonces su pensamiento no se diferencia tanto de la religión como cree. — Jimin


se acercó un poco a él. — Solo que usted lo ve desde el punto de vista biológico.

— Es correcto.

— ¿Pero qué cree mi precioso médico? — El rubio se acercó más a él. — La zona más
erógena del hombre se encuentra en su ano. ¡Todo una pena entonces que no pueda
estimularla! ¿Para qué ponerla ahí? ¿Cuál es la respuesta biológico para eso? ¿O
religiosa?

Yoongi se había helado, porque aquello había sido un perfecto touché.

— Hombres con hombres en la religión es pecado, en la ciencia es anormal, no


biológico. ¿Entonces por qué colocar allí un punto dulce para el hombre? En ese caso,
prefiero morir sabiendo que conocí todos los placeres pecando, que igual a los
demás, sin abrir más mi curiosidad y conocimiento.
Oh, aquello sido un triple remate. Jimin había literalmente mandado a Yoongi del
otro lado del mundo, a él y a todas las respuestas que podía darle la ciencia o
religión. Mierda, no se le ocurría ningún argumento.

— Debo admitir que tienes razón. Pero en ese caso... déjame hacerte mis preguntas.
¿Puedo?

— Adelante. — Jimin volvió a tomar distancia mientras jugaba con su cabello.

— Si has probado aquellos placeres, usando los ejemplos que me diste. ¿Te
consideras entonces un satánico?

Punto para Yoongi, quien había usado ahora el juego a su favor. Jimin dejó sus
mechones rubios en paz para clavar una fría mirada en Yoongi. Ambos hombres se
retaron con la mirada en silenciosa, Jimin enfadándose por la jugada maestra de
Yoongi.

— ¿Usted cree? — Preguntó Jimin.

— Es mi turno de preguntar, Jimin. — Yoongi sonrió.

— Pues, sí. Podría decirse que lo soy si lo vemos así. Pero qué va. — Jimin rodó los
ojos.

— ¿Entonces tú no eres el famoso brujo del que todos hablan?

Jimin sintió su piel helarse y con lentitud fue girando la cabeza hasta ver a Yoongi.
El médico se perdió en los mortales ojos claros del rubio, quien parecía estar
lanzando dagas por los ojos.

— ¿De dónde escuchó eso?

— Recuerda las reglas Jimin, tú las pusiste. — Yoongi sonrió con suficiencia mientras
cogía su taza y le daba un trago.

— Sí, lo soy. — Jimin tragó saliva. — ¿Y qué? Usted es médico, yo creyente, evitemos
mejor esta conversación ya que tendremos dos puntos de vista muy diferentes.

— Me queda aún una pregunta. — Yoongi alzó su ceja.

— Pregunte entonces.

Yoongi lamió sus labios pensando en que quizás nada bueno pasaría, pero decidió
arriesgarse.
— Satánico, creyente. Si uno aquellos términos, no debo pensar mucho para llegar a
la conclusión de que usted es creyente del diablo y me atrevería a decir seguidor.

— Tenga mucho cuidado.

— ¿Sus métodos milagrosos tienen que ver con la magia negra o su creencia hacia
satanás?

Un enorme silencio se había apoderado de la habitación, y el silencio era tal, que ni


el agua se escuchaba. Jimin sonrió al ver de reojo por la ventana que la lluvia había
cesado.

— La lluvia ha finalizado, ¿quiere que lo lleve ya a la ciudad? — Jimin sonrió.

— Con mucho gusto, pero conteste a mi pregunta.

— Sí. — Contestó el rubio con sequedad. — Y hasta acá llegaron sus preguntas,
doctor.

Yoongi no se opuso, ya que había escuchado todo lo que quería escuchar o hasta
más. Aquellas preguntas le habían ayudado a analizar rápidamente al chico y
contestar muchas preguntas. Con aquellas simples respuestas, ya tenía su
investigación hecha.

— No fue mi intención incomodarlo o enfadarlo, me disculpo. — Yoongi depositó


su taza. — Agradezco nuevamente su estadía y el café, espero compensárselo.

— No lo hará. De hecho, espero no volver a verlo.

— Oh, ¿tanto llegó a odiarme? — Yoongi sonrió con arrogancia. —No estuve más
de veinte minutos aquí.

— Puede irse, siga el camino de tierra y llegará a los inicios de la ciudad. Pero creo
que eso ya lo sabe, ¿no? — Jimin sonrió falsamente. — Doctor Min Yoongi.

— Efectivamente, Park Jimin. — Contestó Yoongi del mismo modo. — Gracias de


todos modos.

Jimin sonrió apretando un poco sus labios y matando con la mirada al soberbio
pelinegro frente a él. Ambos se levantaron en silencio hasta llegar a la puerta. Jimin
iba a abrir la puerta, pero Yoongi lo tomó de la cadera y en un pequeño movimiento,
logró hacer que la espalda de Jimin quedara contra la pared.
— No permitiré que esto siga. — Susurró Yoongi. — Creyendo en esto o no, detendré
lo que sea que estés haciendo. Y prometo que si estás involucrado de alguna forma
con esta enfermedad y estas muertes, voy a matarte.

— ¿Está amenazándome?

— Estoy advirtiéndote. — Yoongi se acercó un poco a él y su voz se volvió más


agresiva. — Si estás relacionado, acabas esto ahora mismo porque no descansaré
hasta detenerte. ¿Me oíste?

Jimin esbozó una sonrisa y se cruzó de brazos, acercándose lo suficiente a Yoongi


para que sus labios casi rozaran. El satánico rió al sentir al médico tensarse.

— Acepto el reto. — Susurró, sintiendo el roce de sus labios como suaves cosquilleos
electrizantes. — Trate de atraparme, a menos que lo atrape yo primero.

— Ya quiero ver eso. — Siseó el pelinegro sin retirarse.

— Veremos qué tan bien puede pelear su ciencia contra mí. — Jimin sonrió ahora
susurrando. — Llegarás a mí suplicando tomarme, sediento de mi cuerpo y labios,
suplicando pecado carnal. Caerás en mi red tal cual pez siendo tomado, donde mi
cuerpo será la carnada y tú el animal hambriento.

Algo frío recorrió el médico.

— Así que escúchame bien. — Jimin deslizó sus manos detrás de la nuca de Yoongi
para que no separara cuando trató de hacerlo. Lo inmovilizó con una fuerza
sobrenatural aun rozando sus suaves labios. — Seis meses deberás resistirte a mí,
seis meses en los que te dejaré pruebas para que puedas detenerme también.

— Pero. — Yoongi también sonrió, comprendiendo perfectamente la clase de


persona con la que estaba tratando.

— Si en esos seis meses consigues encontrar la cura, habrás ganado. Me retiraré,


destruiré la secta y jamás volverás a saber de mí o causaré estorbos. Es un juramento.

— ¿Y si ganas?

Jimin soltó una suave risa.

— Si gano y te entregas a mí, estarás conmigo. — Jimin jadeó pegándose a él con el


deseo y aferrándose más a su nuca. — Te volverás mío, mi príncipe de las sombras
y crearemos un hermoso caos. — La voz de Jimin se quebró. — Estarás condenado
a mí por siempre.
— ¿Si me entrego a ti? — Repitió Yoongi sintiendo también su voz temblar debido
a la lujuria que comenzaba a apoderarse de su cuerpo. — ¿Quieres decir tener
relaciones sexuales contigo? ¿Entregarme al placer carnal?

— Oh, eso lo harás en menos de un mes, y eso si te resistes bien. Si no, no te doy más
de dos semanas — Jimin rió jalándolo más de la camisa para que sus entrepiernas
chocaran. — No, Yoongi. Caer ante mí, entregarte... es recibiendo algo aún más
simple y peligroso.

— ¿Qué es? — Yoongi dirigió sus manos a la espalda baja del rubio para seguir
bajando.

— Besarme.

Yoongi al instante se alejó, haciendo que Jimin soltara una tétrica carcajada.

— El beso de la muerte es el pacto eterno para que seas mío. — Jimin relamió sus
labios. — Un beso que, si realmente logras mantenerte cuerdo y humano, no vas a
pedirme. Ganarás.

— No suena tan complicado. — Yoongi buscó alguna trampa. — ¿Algo más que
debería saber?

— No hay trampas. — Pareció que Jimin leyó su mente. — Pero verás lo difícil que
se irá tornando con el paso de los días, oh guapo no pongas esa cara, no quiero
arruinarte la sorpresa. Sería aburrido sino.

— ¿Seis meses entonces? — Yoongi alzó una ceja. — ¿Eso durará nuestro contrato?

— Ni más, ni menos. — Jimin volvió a esbozar una inquietante sonrisa. — Y no


puedes negarte, porque nuestro trato ha cerrado.

Yoongi sintió en ese preciso instante un picor en su mano, bajó la mirada viendo un
rasguño perfecto con sangre brotando. Jimin se hallaba ahora frente a él,
succionando su pulgar con una mancha roja de sangre.

Esbozó una sonrisa antes de contestar: — El juego ha comenzado.


El médico se encontraba revisando al adolescente que parecía no haber mejorado en
nada, en realidad, sólo había empeorado. Sus ojeras resaltaban más al igual que los
huesos de su rostro, costillas y brazos. Parecía un cadáver, uno realmente en estado
deplorable. Min Yoongi ya no sabía qué hacer, los medicamentos no parecían tener
efecto en él, tampoco lograba averiguar cómo se transmitía la enfermedad, y para
variar, ya habían llegado otros tres casos.

— ¿Cómo va doctor? — Preguntó la madre preocupada, aguantando las lágrimas en


sus ojos.

Min Yoongi soltó un sonoro suspiro mientras se alejaba de Jungkook que estaba
profundamente dormido, sus labios partidos color violeta le daban un aspecto
terrible.

— No está mejorando. — Habló con la verdad viendo a la madre con tristeza.

La señora Monoban tapó su boca y ahogó un sollozo, negando con la cabeza y


cerrando sus ojos. Se dejó caer en el sofá sollozando, repitiendo una y otra vez que
no podía ser posible.

— Deberé tratar los demás casos, interrogar. — El doctor se acercó suavemente a ella
sobando su rodilla. — Trataré de averiguar si hay alguna cosa en común, cómo se
contagian, debe haber una respuesta. — La madre lo observó con ojos rojizos. —
Haré todo lo que está en mis manos, se lo prometo.

La mujer asintió y observó de nuevo a su hijo. Yoongi suspiró de nuevo y cogió su


maletín para salir del lugar, no sin antes observar detrás de él y alzar una ceja al ver
una cruz colgada en la pared... pero estaba invertida.

— ¿Señora Monoban? — Llamó el doctor.

— ¿Sí doctor? — Preguntó ella viéndolo con tristeza.

— La cruz... creo que está... — Se frenó.

La señora Monoban volteó y abrió sus ojos sorprendida. Se levantó rápidamente de


la silla y la colocó correctamente murmullando algo que el doctor no alcanzó a
escuchar. Yoongi negó con la cabeza y finalmente salió del lugar con el reloj a mano
para verificar la hora.
— Tengo tiempo... — Susurró en voz baja antes de dirigirse a la biblioteca pública.

Ingresó en silencio, inclinándose formalmente frente a la vieja recepcionista que


devolvió el gesto. Avanzó por las hileras de libros, colocando su índice rozando los
costados para leer los títulos. Al encontrar finalmente los de medicina, los comenzó
a sacar uno por uno para leerlos cuidadosamente, ver si encontraba algo, lo que sea.

Se sentó en una mesa alejada de las demás y comenzó a hojear los libros. Buscó
enfermedades de la piel, de la sangre, órganos internos. Estuvo toda la tarde metido
en aquella biblioteca para buscar patrones y si algo se parecía con lo que estaba
viendo, cosa que comenzaba a preocuparlo. Había recibido una carta de su sede,
habían analizado la muestra del vómito extraño y los resultados fueron
increíblemente confusos.

Era cierto que el vómito con sangre era un síntoma de hematemesis, lo cual eso
significaba una lesión en el aparato digestivo. Jungkook pudo ser enviado para que
le hicieran análisis y supieran exactamente por qué estaba lesionado, ¿disfunciones
vasculares? ¿Erosión de la mucosa? ¿Gastritis? ¿Tabaquismo? ¿Tumores en el
esófago o estómago? Las posibilidades eran infinitas.

Sin embargo, no lo hicieron. ¿Por qué? Porque encontraron muestras de algo que no
debería estar: hierro con sulfato de magnesio, alias, acero.

¿Por qué un joven tendría acero en el estómago? ¿Qué acaso consumió algo de
metal? Lo recordaría en ese caso. Pudo envenenarse y eso mostraría la fiebre, la
palidez y la sangre debido a un desgarre en el intestino o estómago. Era la única
explicación lógica.

La pregunta sin embargo era, ¿qué había consumido Jungkook? Le había tratado de
preguntar antes pero el muchacho juraba que no recordaba haber consumido algo
de acero. Su insistencia fue tal que Yoongi comenzó a creer que quizás había sido
durante una comida, algo que compartieron Yugyeom y él y quizás los otros
enfermos. Debía interrogar a qué lugares habían ido en los últimos tres meses, eso
era por el momento su único camino para encontrar una respuesta.

Las respuestas parecían estar ahí, pero le faltaba una guía y eso era frustrante. Un
rompecabezas inmenso, donde todas las piezas estaban ahí pero no tenía la imagen
para guiarse. Debía probar, uniendo cosas con otras hasta que formara una imagen
creíble. Era difícil, increíblemente difícil ya que algunas piezas podían ser engañosas
y confundirlo. Eso podía provocar que se equivocara y tuviera que construir todo
de nuevo, y sinceramente, no tenía tiempo para eso.
Para empezar, Jungkook parecía estar muy cerca de la muerte. No le daba más de
un mes debido a su estado. Si el joven moría, sería una catástrofe.

¿Pero qué podía hacer? Jimin le había dicho muy claramente que le dejaría pistas
para atraparlo, no para encontrar una cura o comprender la enfermedad. Era obvio
que esas respuestas llegarían una vez que lo atrapara, pero no tenía seis meses para
hacerlo. ¿Debería volver a hacer un trato?

No, definitivamente eso sería terrible, quién sabe qué le pediría el precioso y letal
rubio a cambio. Era una víbora, un manipulador de primera oculto detrás de esa
apariencia tierna e inocente. Un disfraz maravilloso, que si Yoongi no hubiera
escuchado lo que decían sobre él, se lo hubiera creído.

— ¿Joven? — La vieja bibliotecaria se acercó a él. — Ya vamos a cerrar...

Yoongi vio que era medianoche. Abrió mucho sus ojos y se los frotó poco después,
asintiendo y disculpándose por la tardanza. Guardó los libros en su lugar y cogió
sus notas que colocó en su maletín. Salió poco después de la biblioteca observando
las calles casi vacías italianas, avanzando en silencio hasta su hotel.

Mierda, habían pasado tres días desde que había visto al brujo y no parecía avanzar
en absolutamente nada. Dijo que tendría seis meses para atraparlo, ¿cómo se supone
que haría eso? Parecía que cada vez le quedaba más claro que esto iba más allá de la
ciencia, pero él había estudiado medicina, ¿cómo se supone que investigaría?

¿Religión? ¿Debía ahora leer cosas religiosas para comprender qué es lo que pasaba?
¿Meterse en la iglesia católica? Hizo una mueca al pensar en aquello,
definitivamente eso no lo haría. Todo menos eso.

— ¿Entrarás después a una iglesia a rezar? ¿Le preguntarás al padre cosas de


medicina para encontrar un lazo con la ciencia? ¡No! — Se regañó en voz baja. —
Joder Yoongi, ni siquiera sabes qué estás buscando. ¿Entras a la religión y luego qué?
¿Buscarás respuestas a algo de lo que ni siquiera sabes a qué preguntas?

Soltó un bufido mientras negaba con su cabeza.

— Debes saber primero qué buscas para encontrar las respuestas, ¿pero qué? ¿Qué
estoy buscando? ¿Los síntomas de la enfermedad, la cura? Ni siquiera estás seguro
de qué estás buscando. — Siguió aún más molesto que antes.
Soltó un suspiro pensando en qué podría hacer, su mente era un revuelo de
emociones y pensamientos que ya no le permitían pensar con claridad. Ingresó a su
habitación aun gruñendo y aventó su maletín de mala gana a la cama, acercándose
al teléfono inalámbrico para ver si de casualidad algún restaurante de comida rápida
seguía abierto. Aunque siendo sincero, no lo creía.

Después de ocho intentos supo que esa noche iría a acostarse con el estómago vacío.
Suspiró rendido, tratando de evitar todo el estrés que lo estaba consumiendo y
poniendo de terrible humor. Se acercó a la ventana para observar a través de ella la
luna oculta tras unas nubes, las venas de la frente se le marcaban debido al enojo y
la presión. Lo estaba consumiendo, volviendo loco.

— Vaya mierda... — Susurró molesto.

Iba a darse la vuelta para dirigirse a su cama cuando sintió unas gélidas manos irse
deslizando por su cintura hasta rodearlo por adelante. Se paralizó al instante,
sintiendo un escalofrío en su nuca que le hizo estremecer. Un tibio aliento cerca de
su oído le hizo tragar saliva en seco y abrir su boca para respirar por ahí.

— ¿Estresado? — Susurró una traviesa voz a sus espaldas, chocando deliciosamente


con su oído y mandando un escalofrío a su entrepierna.

— ¿Cómo entraste? — Susurró sin atreverse a voltear.

— Pequeños trucos... — Susurró riendo mientras dirigía sus frías manos más abajo,
pero el médico lo detuvo tomándolo con firmeza.

— Lárgate. — Habló entre dientes.

— ¿Por qué lo haría? — Volvió a susurrar apoyando su barbilla en su hombro,


Yoongi soltó un jadeo al sentir todo su cuerpo despertar con violencia, sacudiéndolo
con un deseo enfermizo que iba mucho más allá de su control.

Cerró sus ojos respirando de forma agitada, sintiendo el sudor frío en su espalda.

— ¿-Q-qué me hiciste? — Susurró Yoongi débilmente.

Sintió que lo soltó, permitiéndole finalmente darse la vuelta para observar aquellos
gélidos ojos azules y su sonrisa traviesa. Jimin relamió sus apetitosos labios y levantó
los hombros con inocencia mientras le lanzaba una bufanda que Yoongi cogió en al
aire.

— ¿Desde hace cuánto la tienes? — Preguntó Yoongi clavándole la mirada.


— Desde anoche... — Jimin sonrió. — No te preocupes, me aseguré de lavarla bien.

— ¿Qué? — Yoongi abrió mucho sus ojos. — ¿Qué hiciste?

— Un pequeño ritual tal vez. — Jimin unió sus índices y rió tiernamente, como un
niño pequeño después de hacer una travesura que le salió a la perfección.

— ¿Me hiciste algo? — Yoongi retrocedió, chocando con la ventana.

— Tal vez.

Jimin esbozó una tétrica sonrisa que le paralizó los sentidos y todo el cuerpo al
médico. El brujo lentamente se fue acercando con gracia hasta finalmente quedar
cerca de él, pasó sus traviesas manos por el pecho del mayor hasta subir a su cuello,
sintiendo la respiración agitada al igual que el pulso del mayor.

— ¿Necesitas ayuda con tu investigación? Podría otorgarte una pista. — Jimin


mordió su labio.

— ¿Qué quieres? — Susurró Yoongi con voz temblorosa, sintiendo las llamas
oscuras del deseo ir tomando posesión de su cuerpo ante la cercanía del hermoso
joven.

— Tú sabes. — Jimin sonrió con lascivia, dirigiendo sus manos al borde del pantalón
del mayor y jugando con él delicadamente.

— No creas que caeré tan rápido. — Yoongi endureció su mirada.

— No me quedé despierto toda la noche invocando para no recibir lo que quiero. —


Jimin hizo un pequeño puchero en sus labios. — Además...

Se acercó más a él desprendiendo el aura seductora, Yoongi mordió sus labios con
fuerza, sintiendo al aire denso y pesado. La tensión sexual lo carcomía vivo,
devorando sus entrañas y quemando sus testículos, suplicando hundirse en la carne
de aquel chico.

— Se ve que estás hambriento... — Susurró Jimin con lujuria. — ¿No te gustaría


comer de mi cuerpo? Te dejaré satisfecho por días...

Se mantuvieron ambos en silencio, acercándose cada vez más hasta rozar sus labios,
provocando un pequeño toque que los recorrió como electricidad pura, una
descarga de deseo que les hizo vibrar.

— Sólo necesitas tomarme. — Siguió Jimin esbozando una sonrisa. — Y seré tuyo.
— ¿Y después me darás pistas para nuestro pequeño juego? — Yoongi lo tomó de la
cintura haciendo que Jimin avanzara hacia atrás lentamente sin separarse.

— Ese es mi trato. — El rubio mordió sus labios sin borrar su sonrisa, sintiendo su
miembro duro y palpitante dentro de su ropa.

Yoongi soltó una pequeña risa sobando su rostro. Jimin sintió el borde de la cama y
al instante jadeó, enterrando sus uñas en la palma de sus manos para contenerse un
poco más, su respiración descontrolada chocaba con el aliento del mayor que
también se encontraba terriblemente excitado.

— ¿Sin trampas? — Susurró Yoongi mientras ambos caían en la cama.

— Sin trampas... — Jadeó el rubio tembloroso.

Yoongi esbozó una sonrisa al ver los pezones del menor duramente marcados a
través de su ropa, haciendo que lamiera los labios ante la preciosa imagen.

— Entonces acepto... —Susurró suciamente. —Jugaremos esta noche a los niños


malos, muñeco.
El ambiente se había retorcido, cambiando su tranquila aura a una ardiente y
descontrolada. El fuego negro de las llamas pecadoras de la lujuria azotaron las
paredes, disolviéndose en el techo y envolviendo lentamente los dos cuerpos en la
cama que se observaban fijamente. Un exhalo fue suficiente para desatar el caos, la
tormenta de lujuria gritando un poco de carne caliente y húmeda.

Los pensamientos más morbosos comenzaron a rondar en la mente de ambos chicos


que sentían su cuerpo completamente erizado, reclamando a gritos sentirse y
entregarse al placer sexual. Sexo, aquello gritaba la habitación, sexo duro hasta
olvidar sus nombres.

El menor se reincorporó un poco y exhaló sobre el rostro del mayor quien cerró sus
ojos al ver un polvo negro casi invisible caer en sus ojos, nariz, boca y oídos. El polvo
desapareció dentro, haciendo que el menor esbozara una sonrisa y se volviera a
acostar, esperando ansioso la larga noche de placer que tendría.

Yoongi por su lado no pensaba con claridad alguna, sintiendo sus sentidos
agudizarse y explotar, floreciendo a un nivel superior al humano. Podía oler cosas
que antes no podía, ver con mayor claridad el entorno y escuchar, quizás probar.
Agitó su cabeza sintiendo su estómago revolverse y su erección chocando contra su
pantalón, casi a punto de romper la tela.

— Fóllame... — Susurró suciamente Jimin esbozando una maligna sonrisa.

Yoongi le devolvió la misma sonrisa enfermiza y se acercó a su cuello para lamer,


sintiéndose perder allí mismo. Degustó el sabor salado de su piel, viendo sus vellos
apenas visibles de sus brazos erizarse. Vio casi en cámara lento la punta de sus vellos
alzarse al máximo, viendo las venas marcarse más y casi oliendo la sangre que
pasaba a gran velocidad debido a las palpitaciones de su interior. Una belleza sin
duda alguna que lo hipnotizó e hizo sonreír más, acercándose nuevamente a Jimin
lamer y succionar su cuello.

— Oh Yoongi... —Gimió Jimin pasando sus manos debajo de su playera para sentir
su tibia piel. — No me tortures...

El canto oscuro de la lujuria comenzó a sonar, liberando los primeros gemidos. El


componente musical del infierno, las llamas abrazadoras que hacían pedir más al
cuerpo, las zonas íntimas suplicando caricias. Yoongi jadeó con voz ronca mientras
bajaba más hasta llegar al cuello de la camisa blanca del rubio. La tomó entre sus
dientes y jugó con ella haciendo gemir a Jimin hasta soltarla y bajar hasta el borde.
Allí jugó hasta finalmente tomarla en sus venosas y pálidas manos y tirar, Jimin
gimió y se reincorporó para dejar que la prenda saliera de su precioso cuerpo.

Yoongi abrió mucho más sus ojos al ver la hermosa piel del menor, sintiendo la
saliva acumularse en su boca, deseoso de enterrar sus dientes así que no tardó en
hacerlo. Jimin abrió sus piernas y las extendió para que Yoongi se colocara entre el
hueco y tuviera mayor movilidad. Yoongi tomó las manos de Jimin con fuerza y se
agachó un poco para besar el ombligo, haciendo que le menor sumiera su panza y
jadeara aguda, de una forma tan sucia como inocente que prendió aún más mayor,
sintiendo su pene estirarse más.

Sacó su rosada y suave lengua para besar y succionar al mismo tiempo, dejando un
hilo de saliva. Repitió la acción esta vez subiendo mientras Jimin temblaba de placer
detrás de él, mordiendo sus labios con fuerza y lanzando su cabeza hacia atrás
mientras apretaba sus puños. Más agudos salieron de su boca al sentir a Yoongi
finalmente llegar a su zona más sensible del pecho.

— ¿Quieres que los muerda? — Ronroneó suciamente Yoongi viéndolo fijamente a


los ojos. — ¿Quieres que juegue en mi boca con ellos? ¿Quieres mi tibia lengua
otorgándote placer?

— Sí... ah, joder s-sí. — Gimió Jimin mordiendo con más fuerza sus labios. — Hazlo...
hazlo y prometo que después tú morirás de placer.

Yoongi soltó una risa ronca y lentamente acercó su lengua al pezón izquierdo de
Jimin, fascinado ante lo rosado y delicado que lucía. Lo tomó entre sus dientes,
sintiéndolo increíblemente duro, morderlo fue todo un placer. Jimin chilló agudo,
zafándose de su agarre para llevar sus manos a la cabellera de Yoongi y jalar su
cabello. Sintió sus piernas tensarse y levantarse cada que mordía y succionaba,
jugando con su boca con lentitud mientras que son su otra mano jugaba con el otro.
Se turnó, saboreando la suave y deliciosa textura, viendo como poco a poco se
tornaban rojizos debido a la fuerza.

Jimin se encontraba mareado, sintiéndose venir solo con la estimulación en sus


pezones. Yoongi esbozó una sonrisa y tomó ambos pezones, apretándolos y
disfrutando la hermosa vista de Jimin retorciéndose con su tacto y tapar su boca.
Cerraba con fuerza sus ojos antes de volver a abrirlos y dar respingos cada que los
apretaba o hacía círculos con sus dedos.
— Y-Yoon... — Jadeó con voz quebrada. — Q-quiero...

Jimin se reincorporó y ahora él tumbó a Yoongi, colocándose sobre él con una sonrisa
triunfante. Hizo círculos con su cadera al mismo tiempo que gemía al sentir la dura
erección de Yoongi chocando directamente contra sus nalgas. Yoongi apretó su
cintura y dejó salir un suave jadeo, Jimin sonrió y peinó su cabeza hacia atrás antes
de hacerse más hacia atrás y tomar ahora él entre sus dientes la camisa de Yoongi y
comenzar a tirar de ella.

Oh mierda, el mayor se sintió morir ante la mirada tan provocativa del menor
mientras le quitaba la ropa con sus perfectos dientes, chocando contra sus hermosos
labios que gritaba besar, pero no podía, así que aguantó un poco más. Retiró la
prenda y se quitaron los zapatos y calcetines para estar aún más cómodos, volviendo
a caer en la cama con sus respiraciones agitadas. Jimin gimió y dirigió sus manos a
la cremallera del mayor, bajándola con un poco de rapidez, desesperado por ver la
hombría que tanto deseaba que lo penetrara.

— Oh dios... — Jadeó al ver el pene de Yoongi que estaba perfectamente levantado


y duro, todo su aire se le salió.

Su erección finalmente terminó chocando contra su estómago al ver a Yoongi así. Sin
perder el tiempo se acercó para probar, lamiendo de abajo hasta arriba, la saliva
escurriendo de su lengua. Jadeó ante el delicioso sabor y enloqueció, quitándose él
el resto de la ropa y soplando sobre la erección, haciendo que Yoongi arqueara su
espalda y respirara más rápido.

Su pene ardía y solo el contacto de Jimin podía calmarlo, y al sentir su gran miembro
ser engullido por los preciosos labios de Jimin casi se siente correr. Vio sus
esponjosos y tiernos labios subiendo y bajando por su erección, haciendo ruidos
obscenos, escurriendo saliva que goteaba hasta las colchas. Llevó una de sus manos
al cabello de Jimin para controlar el vaivén, jadeando un poco más alto cuando lo
sentía llegar hasta la garganta, engullendo absolutamente todo.

Jimin envolvía el duro pene en su lengua, abrazándolo con la calidez de su lengua y


sintiendo las venas latiendo dentro de su boca, dando suaves golpes contra su
paladar. Nada más caliente que tener ese enorme pene en la boca, comiéndoselo
todo. Su cuerpo era un incendio, su mente un desastre, las distintas formas en que
lo quería dentro eran infinitas. Dudaba si esa noche bastaría para saciarse... él era
insaciable. Con Yoongi lo sería.
— Carajo Jimin... — Gimió Yoongi enredando sus largos dedos en las hebras rubias
del menor. — Así...

El menor sacó el pene de su boca hasta solamente atrapar el glande, succionó varias
veces como un chupón, dando luego pequeños golpes con su lengua o moviendo la
punta en círculos. Aplastaba un poco y luego relajaba, volviendo a succionar,
deslizando la punta de su lengua por el cuerpo del pene hasta llegar a los testículos.
Relamió sus labios resecos y se los metió a la boca haciendo que Yoongi volviera a
morder con fuerza sus labios y se aferrara un poco a las sábanas. Jimin succionó y
volvió a la punta, depositando diversos besos por la extensión, escupiendo y
esparciendo la saliva.

— Tu pene parece muy contento conmigo... — Jimin lo observó suciamente,


restregando su suave mejilla contra el pene de mayor y esbozando una sonrisa. —
Tu pene me encanta Yoongi.

— Joder... deja de hablar así. — Gruñó Yoongi al ver las gotas del líquido pre seminal
ser liberadas de su dura erección.

— ¿Hablar sucio? — Jimin hizo un puchero adorable, tomando el fuerte pene entre
sus manos y haciendo algo de presión, liberando más líquido pre seminal. — Pero
mira cómo te encanta, tu pene está más duro que la madera de esta cama.

Yoongi mordió sus labios cuando vio a Jimin retirarse sus pantalones y la ropa
interior dejando a la vista también una preciosa erección. Jimin que se hallaba de
rodillas en la cama volvió a sonreír, deslizando su mano hasta su miembro y
acariciándolo con suavidad. Jadeó agudo y con su otra mano estimuló sus pezones.

— Mira lo que provocas... — Jadeó Jimin completamente ruborizado. — ¿Lo ves


Yoongi?

El mayor tragó en seco, perdido en el hermoso cuerpo del joven y su movimiento


tan delicado al masturbarse. Su ancho y precioso pene asomándose por el hoyo que
formaba su mano era un delirio, una obra de arte que podría plasmas en una
fotografía. Una imagen tan inocente como erótica que a cualquiera volvería loco.

— Yoongi... — Gimió Jimin haciendo presión con su pulgar y liberando también sus
gotas pre seminales para succionarlas después. — Ah... ah...

El mayor estaba hipnotizado, sintiendo su pene explotar pero sin poder apartar la
vista. Jimin jadeó más fuerte y agudo, masturbándose con timidez y liberando aún
más líquido. Lo limpió con pequeño y gordito pulgar para acercarlo a los labios de
Yoongi.

— Pruébame. — Susurró Jimin sonriendo.

Yoongi no lo dudó y abrió la boca, sintiendo el sabor amargo y a la vez tan adictivo
del menor. Se sentó en la cama tomando su duro miembro entre sus manos y
sonriéndole al menor. Jimin mordió su uña y soltó una risa traviesa antes de darle
la espalda a Yoongi y deslizarse un poco sobre la cama para quedar en cuatro frente
a él.

— Ah... s-sólo mira lo que me haces hacer... — Susurró Jimin mientras separaba sus
hermosos glúteos para otorgarle al mayor una hermosa vista de su entrada.

Yoongi abrió la boca, sintiéndose hambriento, increíblemente hambriento. La grieta


rosada y ardiente de Jimin se encontraba completamente dilatada, mostrando en
todo su esplendor aquel agujero, su carne expandiéndose para recibir gustoso su
grueso pene, engullirlo por completo para que se perdiera en él.

— Entra... — Sollozó Jimin. — Por favor, entra.

Yoongi no se sintió aguantar, sintiendo él mismo el desenfrenado impulso de


hundirse en él. Deslizarse, engullendo y aplastando su erección contra esas tibias
paredes rectales, volviéndolo prisionero. Se acercó a Jimin quien jadeó ansioso y
mordió sus labios. Yoongi tomó su fuerte erección entre sus manos y deslizó el pene
por la entrada, sin entrar.

— ¡Oh mierda, por favor! — Chilló Jimin casi llorando. — ¡Por favor Yoonie...!

Su entrada ansiaba la carne, ansiaba que se perdiera en él, quería sentirse lleno con
él adentro. Quería aprisionarlo, quería sentir el semen siendo expulsado dentro.
Quería sentirlo, lo quería ya.

Yoongi soltó una agradable risa y finalmente introdujo el glande en la hambrienta


entrada de Jimin, engullendo con placer y desespero lo poco que había entrado.
Metió y sacó su glande de la entrada de Jimin hasta formar un hermoso hoyo que
hizo chillar al satánico de placer, retorciéndose con las piernas temblando y
aferrándose a las sábanas.

Finalmente Yoongi sintió que ya no pudo contenerse más y tomó firmemente su


miembro para introducirlo en la entrada de Jimin, batallando un poco hasta que se
dejó entrar completo, hasta que sus testículos chocaron con los glúteos del menor
quien soltó un grito.

Fue una sensación tan única que juró volverse dependiente de ella, aunque eso
llevara su muerte. La carne de Jimin gruñía de placer al sentir el miembro palpitante
del mayor finalmente entrar. Succionó su pene en su totalidad, engulléndolo con
lascivia, aprisionarlo en sus paredes calientes y adictivas. Su calidez apretada era
única y Yoongi lo sintió, la forma en que su pene fue después suavemente apretado
le hizo soltar un jadeo de placer puro, comenzando a moverse de adelante hacia
atrás con lentitud.

Jimin quien se encontraba empapado de sudor mordía las sábanas con fuerza,
sintiendo al mayor entrar y salir de él, llenándolo y complaciéndolo como nadie lo
había hecho. Lloriqueó de placer al sentir su punto dulce ser rozado con más fuerza,
soltando un grito al aire y arqueando su espalda. Yoongi esbozó una sonrisa y
aprovechó la posición de Jimin para tomarlo con fuerza de la cabellera y jalarlo más
hacia atrás, entrando y saliendo agresivamente de él.

— ¡Ah-ah! — Los gritos de Jimin resonaban por toda la habitación. — ¡Ah sí! ¡A-ah
-ah Yoongi!

Su cabello fue tirado más hacia atrás, escuchando el sonido húmedo de las
penetraciones, los golpes secos resonando con violencia, sus jadeos descontrolados.
Yoongi sostuvo a Jimin con una mano y la otra la dirigió a sus pezones, comenzando
a estimularlos, haciendo que Jimin gritara aún más y sollozara. Sus piernas
temblaban, completamente endurecidas, listas para cualquier orgasmo que llegara.

Yoongi comenzó a mover un poco su cadera en círculos, hundiéndose más fuerte en


Jimin y profundo. Era prisionero, lo sabía, era prisionero de su cuerpo, se había
entregado, pero le valía una mierda. El placer que sentía, los escalofríos, las
sensaciones, olores y vista era lo más hermoso que había visto. Ver su erección
desaparecer por la rosada entrada de Jimin era precioso, erótico.

Pellizcó los pezones de Jimin con fuerza e hizo círculos, sonriendo triunfante al ver
al menor gritar obscenidades mientras el líquido blanco salía disparada de su duro
pene y caer contra la colcha. Yoongi se inclinó para morder el lóbulo de oreja,
penetrándolo con la misma fuerte y con la pura estimulación de sus pezones,
viéndolo correrse en descontrol. El sudor y el semen se mezclaron suciamente,
prendiendo más el ambiente de lo que ya estaba.
Yoongi mordió sus labios y siguió entrando y saliendo con fuerza hasta sentir su
semen ser liberado dentro de Jimin, bajó el movimiento, jadeando tremendamente
complacido. El semen se liberó largos segundos en los que Jimin se tiró a la cama
con una sonrisa y gimiendo en voz baja.

Yoongi salió de él, observando como el semen se deslizaba suavemente por su


entrada, bajando por sus muslos hasta llegar a la colcha. Jimin se sentó sobre sus
pies, aún jadeante y con la respiración agitada. Finalmente se dio la vuelta para
observar a Yoongi quien sudaba y su respiración estaba descontrolada. Jimin soltó
una risa y observó su erección, tocándola con suavidad y sorprendiéndose de que
aún estuviera dura.

Bajó la mirada a la suya y vio que aún estaba duro. Mordió sus labios y se colocó
sobre el menor, reposando su pecho encima del suyo y cruzando sus brazos frente a
él para apoyar su barbilla, viendo a Yoongi con una sonrisa.

— ¿Más? — Susurró Jimin.

— Más... — Contestó Yoongi con una sucia sonrisa.

Jimin rió y se reincorporó un poco para sentarse sobre la erección de Yoongi. El


mayor lo tomó de la cadera, sintiendo su pulso acelerarse el doble. ¿Era posible que
le diera un paro?

Jimin llevó dos dedos a su boca y los succionó hasta empaparlos de saliva, inclusive
algunas gotas cayeron en la zona púbica de Yoongi. El menor finalmente ingresó sus
dedos a su entrada, rozando su punto dulce y chillando agudo. Yoongi sonrió ante
la vista y mordió sus labios, perdido en la belleza erótica de aquel chico.

Finalmente Jimin tomó la dura erección del mayor de nuevo y la introdujo en su


insaciable ano. Se dejó caer poco a poco, sintiéndose llenar de nuevo. Exhaló aliviado
al igual que Yoongi y comenzó a montarlo, moviendo sus caderas en pequeños
círculos, levantándose y dejándose caer con suavidad.

— Ah... sí. — Jadeó Jimin cuando Yoongi llevó sus manos a sus nalgas y las apretó.
— Tócame, tócame...

Yoongi se sintió nuevamente perder, el chico le estaba haciendo perder la cabeza.


Habían perdido la cordura, se había vuelto loco, cegado por el elixir de la lujuria, lo
prohibido, lo malo, aun sabiendo que se podía estar enredando con el mismo diablo.
¿Pero qué importaba? ¿La magia negra lo había enloquecido así?
Bien... quería más.

Jimin comenzó a moverse aún más rápido, jadeando en descontrol y cerrando sus
ojos. Su rojizo y hermoso pene chocaba contra su vientre, pero no le importaba, el
placer que sentía con el pene de Yoongi rozando su próstata era mil veces más
placentero. La forma en que su entrada goteante aprisionaba el pene de Yoongi era
una sensación exquisita, como una segunda boca casi podría decirse.

— J-Jimin... — La voz de Yoongi también comenzó a fallarle. — J-joder...

— Más... — Susurró Jimin perdiendo poco a poco más el control. — ¡Más!

Y comenzó a entrar y a salir más rápido, sintiendo sus piernas temblando del puro
esfuerzo. Sus testículos ardieron, la llama interna terminó siendo una hoguera,
cortando un hilo muy fino de autocontrol. Comenzó a montar con desespero a
Yoongi, buscando su segundo orgasmo mientras sentía las manos de Yoongi jugar
con su erección, bombeándolo al mismo ritmo con el que brincaba sobre él.

Se perdieron ambos en las expresiones del otro, expresiones faciales tan candentes
como sucias dignas de ver. Jimin hacía muecas preciosas y se había ruborizado el
doble, chillando agudo, más agudo con Yoongi masturbándolo.

— Córrete para mí bebé... — Susurró Yoongi esbozando una sonrisa perversa. —


Quiero saborearte.

Jimin tembló, sintiendo las lágrimas de sus ojos deslizarse por sus mejillas. Su
interior gritó enfermizamente, sintiendo las embestidas más duras y dolorosas así
como adictivas, tomó la mano de Yoongi para que dejara de masturbarlo y solo
hiciera una ligera presión.

Yoongi mantuvo su mano intacta, solo presionando suavemente el grueso pene de


Jimin, esperando con una sonrisa. Jimin se levantó un poco, solo dejando que la
mitad del pene de Yoongi entrara, su movimiento se aceleró y con un jadeo
tembloroso comenzó a correrse. Con el sencillo movimiento de entrar y salir vio su
pene levantarse más y comenzar a expulsar las gotas blancas que fueron a parar al
pecho de Yoongi.

El mayor jadeó complacido, viendo la cantidad de semen que liberaba el menor. Lo


embarró en sus dedos para después chuparlo, jadeando complacido con el sabor
dulce del semen. Jimin era adictivo, todo él era adictivo, no se libraba de sus garras,
de su cuerpo, de su mirada...
¿Qué le había hecho?

Jimin siguió penetrándose, aun liberando gotas de semen que brotaban y se


deslizaban por su extensión. Yoongi sintió las palpitaciones más fuertes y con un
jadeó ronco volvió a tomar a Jimin, obligándolo a ir más rápido, arqueando un poco
su espalda al sentir su semen volviendo a chorrear dentro de Jimin. El menor gritó
y bombeó su erección, siguiendo brincando.

— ¡Ah- m-más! — Chilló Jimin mordiendo sus labios.

— Joder... eres insaciable... ngh, mierda. — Siseó al sentir las gotas de su semen
chocando contra su dura erección, sí, aún dura.

Jimin se dejó caer en seco en su pecho con el cuerpo tembloroso, incapaz de


levantarse. Los espasmos en ambos no tenían un control, sus gargantas estaban secas
al igual que sus labios, su cabello despeinado, empapados de sudor y de semen. La
habitación olía a sexo, demasiado, pero aquello sólo lo volvía más embriagante.

Se mantuvieron en otro corto silencio donde sus respiraciones eran la única señal de
vida. Jimin relamió sus labios y salió de Yoongi, sintiendo de nuevo el semen
deslizarse. Se acercó al cuello del mayor y depositó una mordida traviesa, subiendo
hasta su oído.

— ¿Más? — Ronroneó Jimin suciamente.

Yoongi soltó una risa algo cansada y sobó la espalda de Jimin, sonriendo con
cinismo.

— Más... — Contestó Yoongi ronco de placer.

Jimin volvió a esbozar una sonrisa y le dio una gran lamida al pecho de Yoongi,
saboreó lo salado del sudor pero no le resultó desagradable. Todo lo que tuviera que
ver con Min Yoongi era simplemente exquisito y perfecto, ¿qué más podía pedir?

El mayor suspiró complacido cuando Jimin succionó suavemente sus pezones,


relamiéndolos y después depositando un beso. Siguió subiendo por su pecho hasta
llegar a sus labios, sonriendo y lamiendo su labio inferior suciamente, haciendo a
Yoongi jadear un poco.

— ¿Dónde quieres hacérmelo? — Preguntó Jimin con tono inocente pero aura pícara.

— ¿Dónde quieres tú? — Yoongi subió hasta sus glúteos y los manoseó suciamente,
sacándole un suave gemido a Jimin.
— Si fuera por mí... — Habló con la voz agitada. — Lo haríamos hasta en un lugar
público.

Yoongi sonrió y ahora él lamió el labio inferior de Jimin, haciendo que menor jadeara
y también sacara su lengua para que se acariciaran suciamente, intercambiando
saliva de forma morbosa pero terriblemente excitante. Yoongi se reincorporó aun
jugando con la lengua de Jimin, mordiéndola a veces o succionándola con sus labios.
Vale, no podía besarlo, no lo estaba haciendo.

Jimin sonrió cuando su lengua volvió a chocar con la de Yoongi obscenamente,


jugando entre ellos, tocando sus puntas y lamiendo de forma lenta. Allí se fueron
reincorporando más hasta que Jimin se levantó, jalando de la nuca a Yoongi para
que también se levantara y lo siguiera.

Sus respiraciones agitadas y el deseo abrumándolos nuevamente provocaron que se


tambalearan un poco, pero cuando Jimin sintió el sofá individual esbozó una sonrisa
y se volteó para empujar a Yoongi al sillón. El mayor esbozó una sucia y provocativa
sonrisa mientras abría sus piernas, Jimin le devolvió el gesto y se masturbó un poco.

— ¿Listo? — Susurró mientras se acercaba a él.

— Listo. — Contestó Yoongi mordiendo quizás por enésima vez en la noche, sus
labios.

Jimin relamió sus labios, aun saboreando la saliva del mayor cerca de sus labios. Se
acercó a Yoongi para sentarse sobre él, tomando el miembro del mayor y buscando
su entrada para deslizarse con lentitud. La espalda de Jimin chocó con el pecho de
Yoongi y finalmente pudo reposar su cabeza cerca del hombro del mayor. Yoongi
dirigió sus manos a los muslos de Jimin y lo tomó con firmeza para comenzar a
impulsar sus caderas. Jimin arqueó un poco su espalda ya que en esa posición su
punto dulce era rozado más placenteramente así que no dudó más.

El movimiento de penetración volvió a aparecer, confirmando que estando juntos...


eran completamente insaciables. Jimin pedía a gritos a Yoongi dentro, su carne se
abría para degustarlo sin titubear, sin dolor, estando completamente listo para él.
Yoongi por su lado, hundirse en Jimin era sinónimo de paraíso, sintiendo cada fibra
de su cuerpo, célula y nervio recorrerlo con intensidad. No importaba el cansancio,
no importaba que no lo conociera o que fuera su enemigo... no importaba que
creyera que estaba mal...
Desde que Jimin abrió la puerta y lo vio por primera vez, supo que quería volverlo
suyo sin importar su orientación sexual. El cuerpo de Jimin suplicaba ser devorado,
y el cuerpo de Yoongi era una bestia hambrienta sexualmente.

— ¡Yoongi-ah! — Gritó Jimin con lágrimas en los ojos. — ¡Ah-ah m-más r-rápido!

El sonido se volvió rítmico, golpeando a gran velocidad, azotando a Jimin con tanta
fuerza que con cualquier movimiento sentía que se quebraría en dos. Lo sentía tocar
fondo, quizás sin poder ir más allá. Tapó su boca para acallar sus gemidos,
mordiendo su mano y clavando sus dientes con fuerza al ver su pene hinchado y
rojizo... otra vez.

Con timidez y casi con pudor volvió a tocar, tomando su erección en sus manos y
subiendo y bajando muy poco, quizás unos dos o tres centímetros a los mucho,
encargándose poner mejor presión en lugar de rapidez. Apretó su glande, dando
palmaditas ligeras y acariciando sus testículos, retorciéndose en los brazos de
Yoongi al sentir ir más profundo. El mayor por su lado estaba en un trance, tomando
entre sus dientes el hombro de Jimin y morder.

— ¡Ah Yoongi! — Gritó Jimin al sentir el ardor, pero le encantaba.

El médico sonrió y apretó un poco más arriba, tocando directamente un punto


nervioso que hizo a Jimin sacudirse. La calidez lo llenó nuevamente, haciendo que
recargara su cabeza en la cabecera del sofá y siguiera entrando y saliendo, moviendo
su pelvis con fuerza. Diez u once golpes más fue suficiente para que sintiera su
orgasmo llegar con violencia, quizás con más fuerza que los anteriores.

Apretó su mordida, sacándole a Jimin un jadeo de dolor. El menor dejó su erección


para clavar sus manos en sus piernas y apretar, cerrando sus ojos para sentir la
electricidad recorrerlo desde el estómago hasta su entrepierna. El líquido
blanquecino amenazaba con volver a salir en cualquier momento, ahora sí con
violencia.

— Aún no te corras... — Amenazó Yoongi.

Jimin gimió y sintió a Yoongi ir con más fuerza, violento incluso. Apretó su glande
para evitar correrse, chillando con fuerza al sentir a Yoongi venirse dentro de él por
tercera vez. Dios... estaba hecho un desastre seguramente, pero le encantaba.

Le encantaba volverse el desastre sexual de Min Yoongi.


Yoongi gruñó cuando sintió su máximo y finalmente la ola de tranquilidad lo
invadió. Tomó a Jimin de la cadera para que se separara y ahora Yoongi fue quien
sentó al menor. Jimin alzó una ceja confundido, iba a preguntar que iba a hacer pero
al ver a Yoongi dirigir la mano a su erección y comenzar a masturbarse supo lo que
vendría.

Jimin se hizo más chico en el sofá, viendo con una enorme sonrisa el líquido goteante
del mayor, cuando vio tornarse aún más rojizo y a Yoongi expulsar un gemido que
le puso la piel de gallina, abrió la boca para recibir lo que tanto ansiaba.

El mayor gruñó con más fuerza al ver su semen ser liberado, expulsado y cayendo
en la boca y rostro de Jimin. El menor cerró sus ojos y frunció un poco el ceño,
sintiendo el tibio semen cayendo en su boca, envolviendo su rostro con suciedad.
Cuando dejó de sentirlo abrió sus ojos y se pasó los dedos por las partes de la cara
para succionar los rastros de semen.

Mierda, que imagen tan atrevida. Jimin embarrado de semen sin duda sería algo que
recordaría toda su vida. Una imagen hermosa.

El menor se terminó de limpiar, ignorando la sonrisa del mayor. Bajó sus ojos ahora
a su erección que aún suplicaba caricias y dirigió su mano a ella, pero Yoongi lo
detuvo. Se inclinó a él y lamió su mejilla para quitar un poco de semen que quedaba
y bajó a la erección del menor, dando una lamida con su lengua.

— Quiero probarte... — Susurró Yoongi con una mirada oscurecida de deseo.

— Hazlo... — Jimin casi se desmaya allí mismo.

Reposó su cabeza en la cabecera del sofá, tapando sus ojos con su mano al sentir su
erección ser engullida por el mayor en su totalidad. Jadeó agudo, liberando distintos
gemidos que lo hacían volverse loco. Su cuerpo respondió rápida a las lamidas del
mayor sobre su glande, venas y cuerpo del pene. Al mismo tiempo sobaba sus
testículos con delicadeza, centrándose mejor en la cabeza del pene.

— Y-Yoon...

No finalizó, el gemido ahogó su llamado, arqueando su espalda y enterrando sus


dedos en los costados del sofá. Sintió su semen ser expulsado, atreviéndose a mirar
como Yoongi se mantenía intacto, viendo las gotas blancas deslizándose por la
comisura de sus labios. Sus mejillas se tornaron rojas al ver la nuez de Yoongi
agrandarse y algo pasar por su garganta.
El mayor siguió succionando un poco más, tragando en cada pausa hasta finalmente
separarse. Observó el pene de Jimin que finalmente se calmó, bajando
considerablemente. El menor dejó escapar un suspiro de agotamiento.

El rubio trató de volver a encontrar su respiración, lentamente reincorporándose del


sofá y viendo los rojizos labios de Yoongi entre abiertos. El médico por su lado, lo
observaba aún con deseo, pese al agotamiento en su mirada.

Yoongi se dejó caer en la cama que estaba no muy lejos aferrándose a la almohada y
jadeando de agotamiento. Jimin avanzó hacia él y se dejó caer también a su costado,
abrazándolo de la cintura para pegarse a él y depositar un húmedo beso en su
hombro.

— Este ha sido el mejor sexo que he tenido en mi vida. — Ronroneó el rubio en el


oído del médico, antes de morder suavemente.

Yoongi esbozó una sonrisa y estiró su brazo para apagar la lámpara, sintiendo el
pecho desnudo de Jimin contra su espalda, otorgándole un inmenso placer.

— El mío también, Jimin... — Jadeó cerrando sus ojos. — El mío también...


Sintió un agradable cosquilleo en su piel que le hizo removerse junto a un suspiro.
Min Yoongi estaba profundamente dormido, sintiendo por primera vez el sueño y
el cansancio dominarlo por completo, olvidándose de lo que había sucedido la noche
anterior. O bueno, al menos sin pensar en ello.

— Yoongi... — Susurraron suavemente en su oído.

El mayor frunció un poco el ceño aún dormido, rascándose un poco la nariz al sentir
un cosquilleo y volviéndose a acostar. Sintió algo húmedo y tibio en su hombre,
bajando un poco y acercándose a sus brazos. Escuchó algo moverse, aunque creía
que era más bien el movimiento de su cuerpo buscando acomodarse.

— Min. — Hablaron con más fuerza. — ¡MIN!

Finalmente soltó un gruñido, empujando a quien fuera que se hallara encima de él.
Abrió un ojo y después de tallarlos un poco y frotarse la cara se dio la vuelta con una
expresión molesta en el rostro. Sin embargo aquella cara larga se esfumó
rápidamente ante la imagen ante él.

Un precioso Jimin lo observaba sentado en la cama, con las piernas ligeramente


extendidas de costado, mostrando su desnudez total que era bañada por la luz del
sol matutina que le caía por todo el cuerpo. Sus ojos azules brillaban aún más y sus
hermoso cabello rubio se encontraba revuelto, cayéndole un poco en la cara y
mostrando en su totalidad lo hermoso que era. El sonrojo en sus mejillas y sus labios
rosados, ligeramente brillantes por la lubricación de su lengua le daban una imagen
tan irreal como tierna que le sacó el aliento.

Además, el puchero que se encontraba haciendo, abultando su labio inferior y


viendo con súplica le hizo sonreír un poco. Él estaba desnudo, Jimin desnudo, la
cama completamente hecha un desastre, la ropa tirada en...

¡UN MOMENTO!

¡¿Qué?!

Algo así como "la cama es lava" obligó a Yoongi a levantarse de un brinco y alejarse
de ella, chocando contra la pared y parpadeando repetidas veces. Jimin lo observó
con confusión, ladeando un poco su cabeza y luciendo como un precioso gatito
estrujable.

— Oh, mierda... oh, mierda... — Susurró tapando su boca al recordar absolutamente


todo lo que había sucedido en la noche.

Su mente se revolvió en su memoria nocturna, y todo, absolutamente todo, olores,


sentimientos, tacto, lo recordó a la perfección. Frotó un poco su nariz, maldiciendo
por dentro por lo que había hecho, y sobre todo, por la CANTIDAD de veces que lo
había hecho con el rubio satánico.

— ¿Todo bien Yoongi? — Jimin se levantó de la cama acercándose a él, pero Yoongi
estiró su brazo haciendo que se detuviera. — ¿Estás aún cansado por lo de ayer?

— Tú... — Yoongi lo señaló con molestia. — ¡¿Qué mierda me hiciste?!

— ¿Yo? — Jimin lo observó confundido. — Absolutamente nada. Tú decidiste


acostarte conmigo.

— ¿A eso llamas acostarte con alguien? — Yoongi alzó una ceja.

— Tuvimos sexo... duro. ¿Mejor? — Jimin sonrió.

Yoongi maldijo y pasó junto a él mientras recorría su ropa con molestia, pero Jimin
pasó sus dedos por su espalda causándole un cosquilleo helado que le erizó
inmediatamente los vellos de sus brazos. Se volteó con molestia, viendo la divertida
sonrisa del menor.

— ¿Estás enojado? — Jimin se acercó a él. — Yo ayer te vi bastante contento. Eres de


los mejores con los que he estado... o mejor dicho, el mejor.

— Teníamos un trato. — Interrumpió Yoongi, empujándolo un poco para que


retrocediera.

— Eres aburrido. — Jimin rodó los ojos.

— Más te vale darme la ayuda con la investigación o...

— Vale, vale, tú ganas bestia. — Jimin suspiró. — Pero, antes necesito que hagas
otras cosas.

— Nunca acordamos esto. — Yoongi se acercó peligrosamente a él en un intento de


intimidarlo.
— ¿Umh? ¿Acordamos? — Jimin alzó una ceja. — Me suena a mucha gente. Acordé,
Yoongi. Te recuerdo que el que tiene el control aquí soy yo.

Yoongi lo tomó del cuello con fuerza haciendo que Jimin sonriera.

— Dame las malditas pistas, Jimin. No estoy de humor para tus malditos juegos o
trucos.

— Quizás un poco de sexo matutino me haga cambiar de opinión. — Jimin dirigió


sus manos a las del mayor que lo habían tomado con más fuerza.

— Ni lo sueñes, sea lo que sea que me hayas hecho ayer ya no está. — Yoongi hizo
más presión. — Comienza a hablar, no tendré problema en romper tu cuello.

Jimin lo observó con molestia. Fue un segundo cuando Yoongi fue violentamente
aventado contra la otra pared, azotando con fuerza su espalda y cayendo al suelo
con una mueca de dolor y jadeo. Levantó la vista a Jimin quien no se había movido.
Estiró su índice y lo alzó hacia arriba, Yoongi sintió al instante el techo golpear contra
su espalda con fuerza y volver a caer al suelo. Todo su aire se le salió y comenzó a
toser con fuerza.

— No estás en posición de amenazarme, Yoongi. — Jimin esbozó una sonrisa y el


mismo índice lo hizo a la derecha y a la izquierda repetidas veces, provocando que
Yoongi se azotara repetidas veces con la pared. Soltó una carcajada. — Ah, esto es
divertido.

— ¡Déjame, maldita sea! — Gritó Yoongi.

— Oh, claro. Pero espera, esto resulta cómico. — Jimin mordió sus labios y con su
índice comenzó a dar vueltas, creando círculos imaginarios. Yoongi se sintió levitar
en el aire un poco y por más que luchaba contra el vacío, no podía.

— Con unos cuántos movimientos te puedo tener a mis pies. — Jimin ahora movió
todo su brazo jalándose hacia sí mismo y provocando que Yoongi se fuera casi a
estrellar a sus pies. — ¿Lo ves?

Yoongi trató de golpearlo pero Jimin con solo levantar sus cejas congeló su cuerpo.

— Verás. — Jimin suspiró y se acercó al intacto cuerpo de Yoongi, sobando su


mejilla. — Podrás pelear conmigo lo que quieras pero quien tendrá el control aquí
seré yo. Al entregarte a mí sexualmente permitiste que pudiera acceder más a ti, ¿me
explico? — Jimin chasqueó sus dedos y Yoongi finalmente tuvo movilidad, cayendo
al suelo. — Puedo controlar tu cuerpo ahora Yoongi, no me desafíes.
Yoongi lanzó dagas por sus ojos, provocando que Jimin sonriera.

— Bien muñeco. — Se burló secamente Yoongi. — ¿Qué tengo que hacer para que
me des más pistas? ¿Meterte los dedos todo el día hasta que vengas?

— Oh, suena tentador, pero no gracias. — Jimin sonrió con inocencia. — El sexo
mañanero ya no se me antoja. Quizás otro día.

— ¿Otro día? — Yoongi alzó una ceja.

— ¿Crees que te dejaré librarte así de fácil? — Jimin soltó una risa. — ¡Qué ingenuo
eres!

Yoongi sentía una impotencia terrible. ¿Cómo se supone que se defendería? Bien, le
había quedado ahora más que claro que la "magia negra" si existía y era algo que
por más que quisiera, no tenía control sobre ella. Era un simple humano que
estudiaba medicina, nada más.

— ¿Entonces qué quieres? — Preguntó Yoongi acercándose a su ropa e ignorando al


rubio.

— ¡Jugar! — Exclamó Jimin brincando de emoción mientras aplaudía. — ¡Vamos a


jugar Yoongi! ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Di que sí! ¡Por favor! ¡Di que Siii!

Yoongi se había quedado perplejo ante el cambio de actitud tan brusco del rubio.
Jimin literalmente se había pegado a él para abrazarlo y ponerse de rodillas mientras
lo veía suplicante.

— ¿Qué? — Preguntó Yoongi alzando una ceja.

— ¡Juguemos! — Repitió Jimin sonriendo. — ¡Me encantan los juegos!

— Podrías hacerme una buena felación ya que estás en esa posición y lo pensaré. —
Contestó de mala gana Yoongi.

Abrió sus ojos aterrado cuando el menor tomó su pene entre sus manos y lo acercó
a su boca, pero apenas Yoongi reaccionó, se alejó bruscamente provocando que Jimin
volviera a hacer un puchero de molestia.

— ¡Era una jodida broma! ¡No quiero un oral tuyo! — Yoongi se colocó la ropa
interior y fue a buscar ropa al armario.

Jimin resopló mientras rodaba los ojos y se levantó del suelo para comenzar a buscar
su ropa.
— Te propongo un reto. — Jimin comenzó a vestirse con tranquilidad. — Si logras
pasar todas mis pruebas, que serán dos grandes, te daré absolutamente todo para
detenerme. Es más. — Jimin se volteó para verlo. — Puedo otorgarte poderes si eso
quieres para enfrentarme.

Yoongi ahora sí se calló, viendo a Jimin para buscar una trampa. Pero parecía no
haberla. Era cierto que Jimin no jugaba sucio a la hora de cumplir sus cosas, pero
siempre hallaba una forma de hacer de las suyas, aunque de forma bastante leve.

— ¿Qué grandes retos? — Preguntó Yoongi alzando una ceja.

— ¿Aceptas? — Jimin se cruzó de brazos y sonrió con malicia.

¿Tenía otra opción?

— Acepto. — Yoongi también se cruzó de brazos.

Jimin aplaudió feliz y soltó una risa un poco inquietante para el mayor. Terminó de
vestirse y finalmente se acercó a Yoongi con una sonrisa, pasando su dedo índice y
corazón por el pecho del mayor como si se trataran de las piernas de una persona.
Cuando llegó a su cuello se frenó para sobar delicadamente.

— ¿Conoces los siete pecados capitales Yoongi? — Preguntó Jimin sonriendo.

— He escuchado de ellos, pero no sé cuáles son. No soy muy religioso que digamos.

— Son siete en total. — Jimin sonrió de nuevo. — Vanidad, gula, avaricia, envidia,
pereza, ira y lujuria. ¿Hasta ahí vamos bien?

— Ajá... — Yoongi unió un poco sus cejas.

— La vanidad bueno, es la soberbia, el orgullo. La gula básicamente es comer y


comer por placer aunque ya estés a reventar. — Jimin relamió sus labios. — La
avaricia es ser tacaño, llenarte de riquezas, la fiebre amarilla.

— Muy original. — Yoongi alzó una ceja divertido

— La envidia no hay mucho que explicar, ira tampoco. Lujuria... — Jimin rió. —
Bueno, creo que ahora ya lo sabes.

Yoongi asintió un poco tratando de permanecer completamente serio.

— ¿A dónde quieres llegar con esto? — Preguntó Yoongi.


— Será un juego muy divertido que disfrutarás. — Jimin finalmente dejó su cuello
en paz. — Será el primer gran reto.

— Te escucho.

— Cada semana deberás lidiar con un pecado capital, yo me encargaré de lanzarte


la maldición, no te preocupes. — Explicó tranquilamente el rubio, como si fuera cosa
de todos los días. — Por cada semana que logres completar sin volverte loco o
suplicar para que frene, obtendrás una pista. Pero te las daré al final.

— ¿Entonces estaré siete semanas, una con cada pecado y hasta el final me darás las
pistas? — Preguntó Yoongi.

— Exacto. Al final de las siete semanas te daré ocho pistas, una por superar cada
pecado y la octava por completarlo todo.

— ¿De qué servirá? — Preguntó Yoongi negando con la cabeza.

— Entretenimiento personal. — Jimin le guiñó el ojo. — Y para otras cosas, lo irás


viendo. Pero por el momento ese es mi primer gran reto; sobrevivir a los siete
pecados capitales.

Yoongi soltó un enorme suspiro y se pasó la mano por el cabello.

— ¿Sin trampas? — Preguntó clavándole la mirada a Jimin.

— Sin trampas. — El rubio sonrió. — Después de eso, te daré el segundo gran reto
que te ayudará a completar algo. ¿Tienes pluma?

Yoongi señaló el escritorio con la barbilla. Jimin se acercó a él y cogió un pedazo de


papel para escribir. Yoongi esperó unos segundos hasta que Jimin se acercó a él y le
tendió el papel.

— Esta es la respuesta que te dirá cómo detenerme. — Jimin sonrió. — Pero para
obtener esa respuesta, primero deberás completar la primera prueba. En esa te daré
los "elementos" —Jimin hizo comilla con sus dedos. —Y después de esos elementos,
podrás buscar las demás respuestas en el segundo gran reto.

Yoongi alzó nuevamente una ceja, comenzando a comprender un poco.

—Es como un juego mental. — Retomó Jimin. — Es más, si esto fuera un libro sería
interesante que hasta los lectores trataran de jugar.
— Eso sería extraño, pero admito que me gusta. — Yoongi observó la hoja de papel.
— ¿Las "x" son la cantidad de palabras?

— Ajá, y el guion es el espacio. — Jimin asintió. — ¿Estás listo? Muero por comenzar.

Yoongi observó el papel una última vez, analizando fijamente la cantidad de


palabras.

"xxxx — xxxxxxx"

En total eran dos palabras; una con 4 letras y otra con 7. En total, 11.

— De acuerdo. — Yoongi observó a Jimin de forma provocativa y retadora. —


Vamos a jugar, muñeco.

La sonrisa de Jimin después de aquella frase fue la gloria.


╔ Los siete pecados capitales son pecadillos, pero sin tres de ellos: el
Orgullo, la Lujuria y la Pereza, quizá nunca hubiese nacido la
poesía.╝

Vladimir Nabokov
[SOBERBIA]

Semana 1.

Aquel lunes había amanecido completamente nublado. Las espesas nubes grisáceas
cubrían el sol de las calles italianas que lucían apagadas. Los charcos oscuros en la
calle, la poca luz, la expresión de disgusto en la gente cuando pasaban y los gritos
habían sido tan solo el inicio de aquel pesado día.

Min Yoongi se paseaba por las calles con la barbilla en alto y un paraguas, vistiendo
como siempre su impecable traje negro y su reloj de oro. Lo observaba cada que se
detenía en la calle y soltaba un suspiro, observando con el rabillo del ojo a las demás
personas a su alrededor. Las examinaba de pies a cabeza con un mal ojo crítico, pero
quedándose callado.

Carraspeó un poco la garganta captando la atención de una linda chica junto a él


que vestía también bastante bien. La mujer lo examinó un poco y esbozó una sonrisa.
— ¿De dónde es su reloj? — Preguntó ella interesada.

— Oh, ¿me hablaba? — Yoongi la observó.

— Sí, lo lamento. Es que me encanta su reloj, ¿dónde lo compró?

— Casio. — Contestó Yoongi sonriente. — ¿Hermoso, no?

— Bastante lujoso. Me gusta.

Yoongi ensanchó su sonrisa esperando que la mujer dijera algo más pero el semáforo
cambió a rojo permitiéndoles cruzar. Yoongi se separó de la mujer y siguió
avanzando por las calles hasta desviarse a unos callejones que le hicieron poner mala
cara. Observó el entorno con las cejas ligeramente unidas y se apuró para no
manchar su fino e impecable traje recién lavado. Cuando finalmente lo atravesó se
dirigió a otras calles que no estaban en muy buen estado.

Había bastantes grietas en las banquetas, construcciones pobres, la mayoría sin


ventanas o cubiertas con mantas. Algunas personas se paseaban por ahí, señoras
mayores que lo observaban con grandes ojos. Hombres y niños que también se
encontraban paseando o comprando cosas posaron sus ojos en él, viéndolo de pies
a cabeza mientras Yoongi avanzaba con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

Quizás por dentro le frustraba estar allí. Él no pertenecía a esa "clase social" con todo
el dinero que poseía, pero ser admirado y sentirse superior le hizo quizás hallar la
gracia en eso. Se orgullo se infló, caminando con mayor seguridad y desprendiendo
un aura extraña y agresiva que provocaba que incluso las personas se abrieran
cuando pasaba junto a ellas.

— ¿Disculpe? — Llamó Yoongi a una mujer que estaba sentada en la banqueta con
unos dulces. — ¿Podría decirme por favor dónde se encuentra la casa número doce?
Ya que poner números en un lugar visible o siquiera ponerlos cuesta tanto trabajo
por estos rumbos, espero mínimo que la... gente... — Fingió sonreír. — Se digne a
contestarle a un médico perdido.

La mujer parpadeó repetidas veces antes de bajar un poco la mirada.

— El doce está al finalizar la calle, junto a los abarrotes. — Murmuró penosamente.

Yoongi se dio la vuelta y comenzó a avanzar sin siquiera agradecer. Cuando


finalmente llegó frente a la casa que buscaba. Alzó una ceja e hizo una pequeña
mueca al ver el estado tan deplorable en la que se encontraba.
Un jardín sucio con altas hierbas y ropa tendida en unos hilos meramente
improvisados que se aferraban a unas ramas y una ventana rota. Había cajas para
cubrir algunas grietas e inclusive unos cuartos en la parte de arriba se hallaban sin
pared, permitiendo ver el interior a medio construir, lleno de polvo, piedras y
barrotes de hierro.

Yoongi negó con la cabeza y se acercó a la puerta, tocando tres veces y esperando a
que abrieran. Observó nuevamente su reloj y suspiró nuevamente, mordiendo su
mejilla derecha por dentro.

Finalmente la puerta se abrió mostrando a una mujer de ojos verdes y cabello negro
increíblemente rizado hasta la barbilla. Yoongi pensó en que quizás debió haber sido
bella, pero ahora llena de arrugas y ojeras, lo había perdido.

— ¿Sei Min Yoongi? — Preguntó la mujer con un perfecto italiano que Yoongi logró
comprender un poco. Era obvio que preguntaba si él era Min Yoongi.

— Se. — Contestó también en italiano.

— Benvenuto, accedi. — La mujer sonrió y se abrió permitiendo a Yoongi entrar.

— Grazie.

El médico ingresó al lugar escuchando la puerta cerrarse detrás de él y la mujer


acercarse rápidamente. Se colocó frente a él y movió nerviosa sus manos.

— ¿Capisci l'italiano? — Preguntó la mujer preocupada.

— Le basi. — Yoongi movió un poco su mano.

— Bene. — La mujer asintió y le hizo una seña de espera a Yoongi. — Si prega di


attendere. ¡Alessio, ven!

Yoongi aprovechó para lanzarle una mirada rápida al lugar. Una cocina llena de
trastes y rebozando de ollas se encontraba a la izquierda junto con una mesa con tres
sillas. Una sala estaba frente a él con sillones largos amontonados con cobijas y
migajas de comida. Los muebles se encontraban apilados de ropa y algunos objetos
personales. Unas escaleras estaban a la derecha, permitiendo ver un segundo piso
que se perdía. Allí había unas camas y tal vez otras cosas, pero debido a lo pequeño
que lucía seguramente deberías pasar agachado. Después una manta se encontraba
bloqueando lo que sería un pedazo sin terminar de construir, que era lo que Yoongi
había visto al exterior.
Debajo de las escaleras estaba el baño que se encontraba cerrado. Allí Yoongi
finalmente captó las figuras humanas que lo veían con atención.

Una niña pequeña sentada en el sofá junto con otra más grande lo veía con enormes
ojos y la boca abierta. En la cocina otro niño también lo veía, y no muy lejos una niña
cogía de la mano a otro chico más pequeño. Se observaron entre ellos antes de
levantar la mirada hacia lo que sería el "segundo piso". Allí Yoongi vio a unos
gemelos y a otro niño asomándose. La mujer que le había abierto bajó.

¿Todos ellos eran los hermanos de Jungkook? Mierda.

— Alessio tímido, prefiere arriba. Él hablar inglés. — Se excusó la mujer tratando de


hablar inglés. — ¿No importar?

— No se preocupe. — Yoongi puso un poco los ojos en blanco y se acercó,


levantando la mirada para ver a los gemelos y al chico que lo veía con enormes ojos.

— ¿Alessio? — Preguntó Yoongi.

El niño junto a los gemelos asintió. No debería tener más de once años.

— Soy el doctor Min Yoongi, vengo a hacerles unas revisiones para asegurarme que
no están enfermos como su hermano. ¿De acuerdo?

El niño tradujo todo en italiano hacia los demás. Unos se asustaron y observaron con
cautela a Yoongi, mientras que los demás asintieron suavemente.

— Es muy importante que me hagan caso. — Yoongi enfocó cada palabra. — Solo yo
puedo ayudarlos, yo soy experto en estas cosas y sin mí no lo lograran, yo soy el mejor
médico que han enviado y su única oportunidad.

Alessio asintió y volvió a traducir todo, haciendo que varios de los hermanos se
destensaran. Una chica en el sofá preguntó algo y Alessio volvió a ver a Yoongi.

— Mi hermana pregunta cómo está Jungkook.

— Estoy haciendo lo posible para que mejore. — Fue lo único que pudo contestar.

El chico volvió a traducir haciendo que muchos bajaran la mirada agobiados.

— Necesito que se pongan en una fila del más grande al más chico para que los revise.
Me darán nombre y edad, después contestarán a mis preguntas en grupo. — Yoongi
los observó a todos.
El chico volvió a traducir y tuvo una pequeña discusión con unos, pero finalmente
accedieron y lentamente fueron haciendo una fila. Yoongi vio primero al chico en la
cocina que lo veía fijamente.

— Hyunlee. — Habló él tímidamente. — T-tengo diecinueve años.

— De acuerdo, siguiente. — Anotó el nombre y volvió la vista hacia enfrente.

El chico se colocó a su derecha, dejando a la vista a la chica que estaba tomando la


mano del pequeño en la cocina. Ella observó nuevamente a Yoongi antes de
contestar.

— Alexandra, diecisiete años. —Se retiró cuando Yoongi asintió.

Una de las chicas del sofá le sonrió un poco, Yoongi le devolvió suavemente el gesto.

— S-scarlett. — Habló y se calló unos segundos. — Catorce.

— Kimyu. — Habló el chico que estaba siendo agarrado de la mano por Alexandra.
— Doce.

Yoongi asintió nuevamente anotando la edad y nombre. Al levantar la vista vio a


Alessio.

— Alessio. — Repitió. — Diez años. — Yoongi asintió y anotó el nombre. — Los


gemelos son Tom y Gabriel, tienen ocho.

— ¿La menor es ella? — Yoongi señaló a la chica del sofá.

— María, tiene seis. — Siguió Alessio. — Ellos no saben inglés.

— De acuerdo, gracias.

Bien, entonces viendo el orden sería así: Jungkook, Hyunlee, Alexandra, Scarlett,
Kimyu, Alessio, Tom, Gabriel y María. Nueve hijos en total, nueve personas para
alimentar, cuidar, proteger... En aquella miseria era imposible.

— Procederemos a las preguntas, ¿bien?

Los ocho asintieron acercándose a Yoongi. Allí la encuesta comenzó al igual que las
notas.

Min Yoongi mientras entrevistaba no dejaba de vagar en sus pensamientos. Nunca


antes se había sentido en aquel estado de "prepotencia", pero hasta en su forma de
hablar se notaba. Recordaba claramente lo que Jimin había dicho, pero era
increíblemente duro de ignorar. Sí, quería ser el mejor, tener más de lo que ya tenía
porque creía merecer más.

¿Pero qué acaso no sentimos eso todos?

En algún momento de nuestras vidas nos hemos llegado a alzar un poco al creernos
el mejor. Lo más triste es cuando te vuelves así después de que la gente te comience
a admirar por algo, es lo peor. De la inferioridad a la superioridad. Pongamos un
ejemplo en la vida real:

Una persona que canta hermoso, pero es demasiado tímida. Sin querer un día la
escuchan y halagan por cantar hermoso, invitándola hasta a cantar en la fiesta de
graduación o váyanse a saber. Aquella burbuja de atención crece y claro que todos
deseamos un poco de atención en nuestras vidas, pero el problema es cuando no se
puede controlar. Aquella tímida cantante poco a poco comienza a creer ser la mejor,
sin admirar o halagar a los demás que también cantan, enfadándose si alguien piensa
que es mejor que ella.

Pasa, tristemente pasa. Si usamos los malos estereotipos de hoy en día, la chica
solitaria y asocial un día gana popularidad en la escuela por x razón. Toda esa
atención que puede abrumarla quizás después le termine gustando, convirtiendo
aquello en una peligrosa droga. Las personas con falta de amor propio o confianza
son las que más tienden a caer en este tipo de "adicciones". Como le digo yo,
"adicciones sociales".

Y tristemente, todos conocemos a alguien así.

En este caso, Min Yoongi siente aquella prepotencia al estar rodeado de gente
"inferior". Claro, con menos recursos y lujos que él, ¿pero quiénes somos para señalar
o burlarnos de lo que la gente carece? Nosotros carecemos también de muchas cosas
más.

Al ver el estado de las personas pero la forma tan simple en la que hablaban, estando
conformes con lo estaban, hizo que Yoongi tragara duro y dejara de pensar en ser
mejor. O sentirse bien por ser mejor. ¿Dónde estaba la humildad? ¿Su sencillez o
modestia? Perfectamente podía ayudar a aquellos pobres niños que apenas
sobrevivían, no tenían a su hermano mayor ni madre y corrían en enorme riesgo de
morir. Pero sin embargo allí estaban, haciendo su mayor esfuerza y siguiendo a
Yoongi porque sabían que era su única esperanza.

Ellos viéndolo con ojos de luz pero él con desprecio o incluso asco.
— ¿Ha finalizado? — Preguntó la mujer cuando finalmente todos se callaron.

— Lo he hecho. — Hizo una pausa sintiendo su estómago revolverse. — Gracias por


confiar en mí.

La mujer sonrió y asintió viendo a Alessio.

— Vendré después con más información y medicinas. — Yoongi finalmente sonrió,


sintiendo lentamente como volvía a la misma altura que ellos. — Tengan. — Sacó
unos billetes de sus bolsillos y se los extendió al pequeño que soltó un grito de
exclamación y sus ojos brillaron. — Salgan a comprar algo de comer, quizás un
chocolate. Estará haciendo frío hoy.

El pequeño tomó los billetes y todos comenzaron a hablar en italiano rápidamente.


El pequeño Alessio observó a Yoongi con lágrimas en los ojos e inmediatamente lo
abrazó de la cintura con fuerza.

— Grazie, grazie, grazie. — Susurró sollozando.

— ¡Grazie Min Yoongi! — Exclamaron los otros con enormes sonrisas de felicidad.

— Por nada. — Yoongi sobó el cabello de Alessio. — Coman bien, nos veremos
luego. ¿Bien? Prometo que haremos lo posible para salvar a su hermano, con la ayuda
que recibiré lograremos salvarlo.

El pequeño asintió y la mujer le sonrió acompañándolo a la puerta y deseándole un


buen regreso. Yoongi agradeció también y lentamente tomó el camino de regreso a
su casa.

Mientras tanto el rubio lo observaba oculto tras una pared, maldiciendo por lo bajo
con una severa expresión de enojo y chasqueando la lengua contra su paladar.

— La próxima no será tan fácil, Min... — Susurró Jimin antes de desaparecer


bruscamente.

Primera prueba superada:

No por ver gente que está por debajo de ti significa que debas ser superior a ellos.
Aprende a ponerte a su altura y comprender, jamás te sientas más comparándote
con gente que no tiene los mismos recursos que tú tienes. No es justo. Tampoco dejes
que tu orgullo te consuma, está bien que estés consciente de tus cualidades, pero no
las presumas en exceso. A veces está bien reservarte las cosas para ti mismo en lugar
de compartirlas con el mundo entero.
[AVARICIA]

Semana 2

— ¿A qué te refieres con que sus órganos fueron extraídos? — Preguntó perplejo el
forense con enormes ojos.

— Lo que escuchó, oficial Kim. — Contestó la mujer frente a él seriamente. —


Encontraron el cadáver desenterrado y sus órganos fueron distraídos.

— ¿Quién lo encontró? — Preguntó nuevamente el oficial alzando una ceja.

— El celador durante su guardia nocturna, logró ver a dos personas cuando volvían
a enterrar el cuerpo. No les vio la cara, iban de negro y estaba muy oscuro.

El hombre frotó el tronco de su nariz con molestia. La mujer frente a él le depositó


unos papeles y se retiró de su oficina para que examinara la evidencia.
El forense de nombre Kim Taehyung tomó la carpeta amarilla entre sus largos dedos,
rasgando el papel con fuerza para comenzar a sacar unas bolsas de plástico, fotos y
un testimonio escrito a mano. Tomó su café para darle un buen trago y cogió las
fotos que venían con la información de la persona.

"Sttanmi Yugyeom, 19 años. Fallecido el 26 de Junio."

El oficial suspiró con melancolía al ver las fotos desastrosas del cadáver abierto del
pobre muchacho. Sea quien sea que haya hecho eso era una maldita bestia. Había
hecho un corte profundo desde el cuello hasta el ombligo, abriendo todos los tejidos
musculares para arrancar los órganos internos sin piedad alguna.

Pero la pregunta era... ¿para qué? ¿Quién corría órganos inservibles y seguramente
ya descompuestos? ¿Venderlos en el mercado negro? ¿Después de casi dos meses y
medio desde su muerte? No, no tenía sentido.

Sintió su estómago revolverse un poco, así que dejó la foto de lado y leyó lo que
había dicho el testigo.

"Iban de negro, no los vi completamente pero eran dos. Uno estaba a punto de tirar el cuerpo
al hoyo sin siquiera ponerlo en la tumba mientras el otro observaba de izquierda a derecha
pidiendo que se apresurara. Eran dos hombres delgados pero bastante altos. Salieron
corriendo en cuánto me vieron así."

Esa parte si le llamó la atención a Taehyung.

Si habían corrido significaba que no traían protección como cuchillos o armas. Y


ahora pensaba... ¿si vas a hacer algo así, por qué no llevas protección? ¿Y si alguien
te descubre? Le disparas y punto, no vas así como si nada.

Los hombres no lo esperaban ahí y puede ser por varias razones, pero para
Taehyung sólo dos eran posibles,

Uno, estaban acostumbrados a hacer aquello y por eso se confiaron. [Lo cual
resultaría terrible porque significaba que otros cadáveres estarían ahí sin órganos]

Dos, eran unos idiotas.

— Hoseok, ¿me copias? — Llamó por su radio.

— Aquí el oficial Jung, ¿qué necesita? — Contestaron del otro lado.


— Lleva contigo a la unidad dos al cementerio. Quiero que revisen todos los cuerpos
e informen si van alguno con el mismo modus operandi. Sepárenlos y avisen cuando
esté hecho, si necesitan un acta me informan.

— Entendido jefe, cambio.

Taehyung suspiró y se levantó de su silla para ir a la oficina de su otro compañero


Kim Namjoon.

— Nam, necesito que investigues quién estuvo antes de Booklig trabajando en el


cementerio. — Avisó. — Pásame la información y ve a buscarlo para interrogarlo.
Necesito saber si él tuvo una experiencia así mientras estaba trabajando o si es
reciente.

— Entendido, jefe. En un momento lo hago. — Asintió el otro oficial mientras


ingresaba a su computadora.

Taehyung le devolvió el gesto y salió de la oficina para caminar por el pasillo


mientras observaba su reloj. Se aflojó un poco la corbata y entró al elevador mientras
presionaba la planta baja.

Por el momento él tenía antes que investigar otro caso con la unidad siete. Un caso
quizás más inquietante que el que estaba ahora en pie.

***

El médico se encontraba escribiendo los avances e informes a mano. Le agradaba


saber que nadie más de la familia de Jungkook parecía estar contagiado, aquello lo
reconfortó.

En secreto también había ido a investigar los demás casos de la extraña enfermedad,
que ahora eran veintitrés. Todos tenían exactamente los mismos síntomas, pero les
daba a diferentes tiempos y eso aún no lograba investigar a qué se debía, pero lo
haría pronto.
Por lo menos ya tenía un margen en varios aspectos de la enfermedad. En primero,
los enfermos tenían entre dieciocho y veinticinco años, ni más ni menos. Todos
jóvenes, con una antigua buena salud. Económicamente variaba, así que parecía no
importar la riqueza económica, sólo la edad.

Debía investigar más a fondo si quería sacar mejores conclusiones. Los muertos
también podrían serle de mucha ayuda pero no tenía cómo acceder a aquella
información así que debía contentarse con los vivos.

Su pequeña alarma sonó indicándole que era hora de ir a ver a Jungkook. En ese
momento sintió algo cambiar en su cabeza y se sintió molesto.

¿Por qué debía él estar cuidándolo cuando no recibía ni una paga a cambio? Su jefe
le mandaba dinero, era aceptable la cantidad pero no suficiente para él. Pensó en no
comer hoy para ahorrar dinero ya que en esta ciudad solo gastaba y gastaba y ya no
quería hacerlo más, vendería sus posesiones si era necesario para seguir flotando
porque esto no podía seguir así.

Tomó su billetera y quitó más de la mitad del dinero que estaba dentro y lo colocó
debajo del colchón de su cama. Se paseó tomando todas las pertenencias de valor y
ocultándolas debajo de la cama.

¿Y si alguien entraba? Jimin había entrado con facilidad.

¿Y si le había robado algo? ¿O si alguien le quería robar? Todo era posible, quizás
alguien estaba esperando a que saliera para meterse y quitarle todo lo que tenía. No,
eso sí que no, jamás permitiría eso.

Finalizó su improvisado escondite de dinero y salió de la recámara para dirigirse


hacia donde estaba hospedado Jungkook. Iba tranquilamente caminando cuando se
detuvo en seco al ver varias patrullas afuera y una ambulancia con una camilla y
una bolsa de plástico envolviendo un cuerpo.

Su sangre se heló al instante y los latidos de su corazón se redujeron casi dejándolo


hasta la muerte. El aire se le fue por completo, sintiendo un fuerte golpe en su
estómago que lo mareó y le hizo entrar en estado de desesperación intenso. Corrió
con todas sus fuerzas frente a la casa, pero fue bruscamente detenido por un oficial
que lo agarró.

— ¡Hey, alto ahí! — Exclamó el alto hombre. — ¡No puede pasar!


— ¡Suélteme! — Exclamó Yoongi zafándose del oficial. — ¡Soy el médico de esta
familia, exijo saber qué pasó!

— ¡MI HIJO! ¡NO, NO ME HIJO NO! —Comenzó a gritar en agonía una mujer.

Yoongi se sintió morir.

Observó a la señora Monoban zafándose bruscamente de los oficiales y corriendo a


la ambulancia, abriendo el cierre de golpe y con enormes gritos comenzó a abrazar
el cadáver que se encontraba allí.

— ¡MI HIJO! ¡MI JUNGKOOK! — Aulló derrumbándose allí mismo. — ¡MI


JUNGKOOK, NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO!

Yoongi se zafó bruscamente del oficial pese a su grito y corrió junto a la señora
Monoban que comenzó a gritar con fuerza. Cuando lo vio corrió hacia él, haciéndose
trizas en sus brazos y abrazándolo con fuerza.

— ¡ESTÁ MUERTO! — Gritó ella. — ¡MI HIJO ESTÁ MUERTO!

No habían palabras para expresar lo que sentía Yoongi en ese instante...

El cadáver de Jungkook se encontraba completamente intacto en esa bolsa de


plástico negra. Sus labios partidos, las manchas de sangre por todo su rostro y
desagradables venas negras juntándose en sus ojos que se encontraban con las
pupilas blancas, completamente nubladas.

— ¡Usted no puede estar aquí! — El oficial lo volvió a agarrar, zafándolo de la señora


Monoban con fuerza y empujándolo hacia atrás. — ¡Váyase antes de que me obligue
a hacerlo a la mala!

— ¡No, usted no entiende!

— ¡Váyase!

— ¡Por favor sólo déjeme...!

— ¡OFICIALES! ¡SAQUEN A ESTE HOMBRE DE AQUÍ!

Dos hombres se acercaron a Yoongi quien pese a sus jaloneos y gritos de histeria por
parte de la madre del fallecido Jungkook, lograron sacarlo a la mala de allí. Yoongi
estaba en shock, sin palabras, sintiendo las lágrimas brotando de sus ojos al ver las
puertas ser cerradas y el cuerpo de Jungkook ser tapado nuevamente.
***

— ¿Está muerto? — Preguntó viendo por la ventana la noche ir cayendo poco a poco.

— Lo está, jefe. — Contestaron los dos hombres que se hallaban detrás de él. — Sin
embargo... tuvimos un problema para extraer los órganos de la última persona que
nos pidió... él... bueno... la policía...

Los observó a través de su hombro, helándolos al instante y provocando que


tragaran saliva pesadamente.

— ¿Policía? — Preguntó gélidamente mientras sus ojos se oscurecían debido al


enojo.

— El nuevo celador nos descubrió, no creímos que nos encontraría. Logramos


escapar p-pero le llamó a la policía, aunque logramos s-sacar los órganos, j-jefe.

— ¿Y van a poder regresar al cementerio? — Preguntó tratando de conservar la


compostura.

— L-los oficiales estarán r-revisando durante u-unos días. — Tartamudeó.

— Necesito esos órganos para venderlos. — Susurró el jefe con una tétrica sonrisa
forzada mientras se apoyaba en el escritorio. — No recibiré mi maldito dinero si no...

— J-jefe...

— A menos que quieran ser ustedes los generosos por dar los suyos, más les vale ir
ahora mismo por el cuerpo del chico que mataron hoy. — Sus nudillos se tornaron
blancos. — El cuerpo de Jeon Jungkook estará en la morgue hasta mañana, así que
más les vale darse prisa.

Entre los dos hombres se observaron asustados.

— Recuerden el dinero. —

Susurró el jefe. — O el castigo que recibirán. Largo.

Salieron casi corriendo de la oficina dejando al jefe solo en el enorme espacio. Todo
estaba completamente decorado de cosas caras e increíblemente elegantes y por eso
cerraba con candados, cadenas y llave ese lugar. Pero no podíamos culparlo,
¿verdad? La cantidad de millones que recibía por aquellos órganos era inmensa.
¿Para qué servía? No tenía idea, solo le importaba el olor de los billetes y las
monedas infestando sus cajas fuertes, dejándolo ahí hasta el día de su muerte.

Iba a contar nuevamente sus monedas cuando el teléfono inalámbrico en su


escritorio sonó. Descolgó rápidamente, sudando frío.

— ¿Sí?

— Los órganos...

— Tendrás los frescos mañana mismo. ¿Te llegaron hoy los del chico que me pediste?
Yu-yugem...yu...

— Yugyeom. Y sí, me llegaron ya. — Contestó gélidamente del otro lado. — Pero más
te vale traerme los del chico de hoy antes de que pasen dos días o iré por ti. ¿Entendiste?

El hombre tragó saliva pesadamente.

— Te quedan cuarenta y ocho horas.

Jimin colgó el teléfono completamente molesto, pero feliz de finalmente haber


causado un enorme terror en el pobre hombre.

Observó a su derecha los órganos del chico de nombre Yugyeom colocados en una
tabla de madera con un enorme cuchillo a su lado. Se alejó de su pared para acercarse
a ellos y pasar sus dedos por ellos manteniéndoles la mirada.

En unos pequeños segundos el terrible aspecto se compuso, moviendo los órganos


de forma desagradable, tornándolos nuevamente rojizos o cafés. La sangre que había
aparecido por arte de magia comenzó a resbalar, creando una cascada sangrienta
que llegó hasta los pies desnudos del rubio que tenía sus ojos completamente
blancos.

Tomó los intestinos entre sus manos llenándolas de sangre. Una hermosa sonrisa se
dibujó en su rostro mientras respiraba profundamente y cerraba sus ojos, sintiendo
sus colmillos que habían crecido golpeando contra su lengua.

— Habrá un festín... — Susurró con una suave risa mientras depositaba los órganos
en su lugar y lamía con lentitud sus dedos cubiertos de sangre. — Un festín habrá,
que Min Yoongi todo se comerá...

Y comenzó a reír descontroladamente.


[GULA]

Semana 3

Min Yoongi se encontraba sentado frente a una cafetería, con un cappuccino frente
a su libreta. Le daba pequeños tragos cada cierto tiempo mientras anotaba
absolutamente todas las cosas que había visto, las pistas, diálogos... todo lo que
pudiera ser de utilidad.

"Jeon Jungkook, muerto el 26 de Septiembre"

Sintió una punzada que le hizo tragar duro. Suspiró pesadamente mientras colocaba
las anotaciones que había hecho junto al de las otras víctimas. De un momento a otro
todo parecía haber dado un vuelco, muerte en todos lados. Muerte y enfermedad.

Los casos en total eran cincuenta y dos, de los cuales cincuenta ahora estaban
muertos y solo dos con vida. Comenzando por el primer caso: Park Jihyun,
muriendo en el 2015. De ahí siguieron los demás casi cada mes, algunas veces dos el
mismo día, otras veces tardaban más meses. Pero cincuenta muertos en total desde
el 2015, hasta la fecha actual. Era bastante, aunque no lo pareciera.

— 26 de Diciembre... — Susurró Yoongi en voz baja viendo el expediente de Jihyun.


— Fallecido en el pueblo, enfermedad.

No quedaba duda, todos los enfermos habían muerto el 26 de cualquier mes. ¿Por
qué? ¿Qué había de especial en esa fecha?

Soltó un suspiro de cansancio y guardó los papeles para frotar sus sienes. Esto le
hacía gastar más energía de lo que creía, demasiada presión, estrés. Y sin duda, nada
parecía concordar pese a los avances. Mientras más se adentraba en el misterio, más
confuso se tornaba.

— No sabía que te gustaba el cappuccino. — Escuchó a sus espaldas.

Levantó la mirada finalmente abriendo los ojos y viendo aquellos hermosos ojos
azules y sonrisa traviesa. No pudo evitar sentir una descarga de cólera al verlo, pero
no podía darle una paliza allí en medio de todos, así que guardó silencio. El chico
observó de izquierda a derecha y se sentó frente a Yoongi con una sonrisa.

— ¿Trabajando al aire libre? Eso es excelente Yoongi. — Jimin sonrió. — A mí


también me gusta trabajar al aire libre.

Yoongi le mantenía la mirada con molestia, asesinándolo a través de sus ojos.

— Oh, ¿estás enojado? — Jimin hizo un suave puchero. — ¿Es por el chico Jungkook?
Era lindo, una pena que muriera.

— ¿Por qué...? — Susurró Yoongi dolido. — ¿Por qué él? ¿Por qué haces esto más
difícil para mí?

— Oh, ¿eso hago? — Jimin lucía confundido, pero esbozando una sonrisa poco
después. — Vamos Yoongi, esto no sería divertido sin algo de drama aquí presente.

— Te la estás buscando, Jimin... — Siseó Yoongi con más molestia.

— ¿Otra vez vas a amenazarme? ¡No me hagas reír! — Jimin rodó los ojos. — Pero
mira, no quiero pelear, y ya que estás aquí, te propongo algo.

Yoongi alzó una ceja, sin fiarse ni un poco del hermoso rubio frente a él.
— Ven a cenar a mi casa en la semana, estuve cocinando. — Jimin sonrió con
inocencia. — Pero calculé mal las proporciones y es una comida para diez personas.
Yo solo no puedo.

— Claro que puedes, no tienes llenadera. — Se burló cruelmente Yoongi dándole un


trago a su café.

Jimin abrió su boca provocando que Yoongi riera por sus adentros.

— Muy gracioso... — Jimin alzó un poco su ceja. — Habla el que no se resistió ni dos
semanas.

— Considerando el hecho que usaste un hechizo en mí, pude haberlo hecho. Lo


siento, cariño.

— Con o sin hechizo, el deseo es el mismo. Solo te ayudé a sacarlo. — Jimin tomó el
café de Yoongi y le dio un pequeño traje. — ¡Puaj! ¿No conoces algo llamado azúcar?

— ¿Tengo cara de ponerle azúcar al café? — Preguntó de mala gana Yoongi.

— Oh cierto, que eres amargado. — Jimin soltó una risa.

— Muy gracioso.

— Vamos, no pongas esa cara. — Jimin sonrió nuevamente. — Ven a mi casa esta
semana, prometo que la pasarás bien y comerás excelente.

Esa noche regresó a la mente de Yoongi, provocando que tragara duro.

— No te preocupes. — Susurró Jimin acercándose a él. — La comida no seré yo esta


vez.

— Realmente no tienes pudor.

El rubio volvió a reír observando el costado de la mesa.

— Bueno, al menos supongo que estarás satisfecho. Con todo lo que acabas de
comer, me sorprendes que no hubieras reventado.

Yoongi observó a su izquierda, abriendo sus ojos escandalizado al ver cinco platos
de comida vacíos por la mesa y una jarra de jugo igualmente vacía. Su café a medio
tomar y casi ocho panes en el plato.

... ¿Qué mierda había pasado?


— En fin. — Jimin suspiró y se levantó de la mesa con una sonrisa. — Te esperaré
mañana en la noche, ¿te parece? Podremos hablar tranquilos, como dos personas
normales.

— Tú y yo sabemos perfectamente que si voy a tu casa, haremos todo menos comer


lo que sea que hayas hecho. — Yoongi le clavó la mirada.

Jimin mordió sus labios antes de reír, alzando sus hombros como si el asunto no
tuviera importancia.

— Tendré más que suficiente cuando llegue la semana de la lujuria. Las cosas se
pondrán muy interesantes. — Los ojos de Jimin brillaron. — ¿A ti no te resulta
excitante?

— ¿Qué vas a hacerme? — Preguntó Yoongi con cautela.

— Nada, yo estaré en mi cabaña muy tranquilo de la vida. — Jimin se cruzó de


brazos. — Aunque conociéndote llegarás hecho una fiera y no tendré otra opción
que entregarme.

— Eres un cínico.

— Lo sé. Me encanta serlo, Yoongi.

Se mantuvieron la mirada otros segundos hasta que finalmente Yoongi la desvió.

— Te veré mañana, nos vemos guapo. — Jimin le guiñó el ojo y se alejó, con la mirada
asesina de Yoongi sobre él.

El mayor rodó los ojos una vez solo y llamó a la señorita para pedir la cuenta.

Al ver la cifra, supo que todo lo que había comida sin darse cuenta, no era broma...

***

— ¿Cuántos? — Preguntó Kim Taehyung abriendo mucho sus ojos.

— Cincuenta, jefe. — Contestó Jung Hoseok quien se encontraba frente a él. — El


chico que falleció la semana pasada entre en esos.

— ¿Cincuenta cuerpos sin órganos? — Repitió escandalizado. — ¡¿Y nunca nadie se


había dado cuenta de eso?!

Hoseok alzó sus hombros.


— Bien. — Taehyung soltó un suspiro. — Pásame las fotos, que Nam me pase el
contacto del antiguo trabajador y manda los cuerpos a ser analizados para ver si
encontramos algo.

Hoseok asintió inmediatamente y salió de la oficina después de entregarle una


carpeta a su jefe. Kim Taehyung sacó las fotos, concentrándose en la más reciente
que era de un chico llamado Jeon Jungkook.

Observó las fotos del muchacho, sin evitar pensar que era bastante lindo. Una pena
que hubiera tenido una muerte lenta y muy dolorosa.

Ingresó a su computadora mientras seguía viendo todos los papeles, leyendo la


información ya colocada. Sus ojos vagaban entre las letras detrás de la pantalla,
comenzando a alzar una ceja al ver que varios de los fallecidos recientes compartían
un médico en común.

Min Yoongi.

Un médico extranjero, enviado para una operación secreta. Investigar la enfermedad


y si era posible, curar. Taehyung frotó su barbilla bien rasurada, miles de ideas
habían comenzado a brotar en su cabeza que no resultaban forzosamente terribles.

— Quizás podríamos juntarnos y hablar. — Se susurró a sí mismo mientras


investigaba más acerca de él. — Min Yoongi...

Su historial era impecable, ningún antecedente que tuviera que ver con problemas
con la ley, y aquello le agradó al jefe de policía. Esbozó una pequeña sonrisa y anotó
el nombre del médico en una hoja de papel para marcarle en la semana. Quizás
trabajando juntos podrían llegar a algo, ¿no?

— ¡Jefe! ¡Jefe! — Gritó alguien escandalizado, abriendo la puerta de golpe. — ¡Tiene


que prender las noticias ya!

Taehyung observó al oficial Namjoon con el aliento corto frente a su puerta. Alzó
una ceja confundido y cogió el control de la televisión para prenderla,
acomodándose en su sofá y cambiando los canales hasta llegar a las noticias.

"Suicidio masivo en Roma en honor al nuevo Dios"

— ¿Qué? — Preguntó atónito mientras le subía el volumen casi al máximo al canal.

—... y como si eso no fuera suficiente, un suicidio masivo se hizo presente en Roma apenas
hace unos minutos. Un grupo de jóvenes se lanzaron desde un octavo piso en honor al "nuevo
Dios". — Habló la señorita de las noticias. —Hoy en día los rumores entre los jóvenes se
están volviendo más peligrosos e importantes. Grafitis y símbolos extraños comienzan a
aterrorizar Roma, ¿cuánto tiempo más pasará hasta que esto se vuelva una tendencia
mundial?

Taehyung se había quedado sin palabras, observando los videos que pasaban acerca
del suicidio. Los jóvenes lanzándose sin temor alguno, tomados de la mano y
estrellándose agresivamente contra el suelo, llenando de sangre su entorno.

— En Suecia las cosas parecen tomar el mismo rumbo. — Prosiguió la mujer. — Apenas
hace unos días fuertes tormentas han estado azotando el país. Muchos dicen que este cambio
viene acompañado de una fuerza sobrenatural, el renacer de un nuevo mundo gobernado por
criaturas del mal. ¿Realidad o mito? ¿Será que los demonios realmente existen?

— Esto es una locura. — Habló finalmente el oficial Namjoon. — Esto va por el


momento en Roma, ¿qué pasará después? ¿Qué es esto del nuevo Dios?

— No lo sé... — Susurró Taehyung viendo nuevamente su computadora. — Pero


algo me dice que nuestras muertes podría estar relacionado con eso.

El oficial Namjoon lo observó perplejo.

— Necesito que me consigas esta cita con este hombre, Min Yoongi. Te pasé la
información por correo, es urgente. — Taehyung lo observó fijamente.

— Ahora mismo, con su permiso, jefe.

Salió de la oficina dejando a su jefe solo nuevamente. Taehyung levantó la mirada a


la pantalla, viendo el símbolo de baphomet en unas paredes cerca de la iglesia.

Tragó duro sintiendo un escalofrío.

***

Yoongi se encontraba ajustándose por milésima vez los botones de su camisa.

Había tocado la puerta hace unos tres segundos y ya se encontraba sumamente


nervioso. Era Jimin después de todo, nunca se sabía qué se podía esperar de él. Un
día parecía ser uno y otro día alguien completamente distinto. La forma en que
jugaba con las personas lo volvía loco.
La puerta finalmente se abrió, dejando ver a un sonriente Jimin con pantalones
negros y camisa del mismo color con el cuello bastante abierto. Sus pies se
encontraban desnudos y su cabello bastante revuelto, como si se acabara de
despertar no hace mucho.

— Viniste. — El rubio sonrió aún más. — Pasa, por favor.

— Muy amable. — Yoongi entró a su casa lentamente, observando rápidamente el


entorno.

No habían luces prendidas, solo la luz de las velas los acompañaba en aquella fría
noche con luna llena. Yoongi se quitó su chaleco, colocándolo en el sofá cerca de él.
Jimin extendió su mano, invitándolo a sentarse en la mesa, a lo que Yoongi dudó
unos segundos pero finalmente accedió.

— Siéntete como en casa, ¿quieres vino? — Jimin regresó a la cocina. — Justo ahora
estaba calentando la comida.

— Por favor. — Yoongi se acomodó en la mesa, observando la vela negra frente a él.

Jimin cogió una botella de vino que llevó a la mesa, observando a Yoongi con ojos
brillantes. El mayor asintió en modo agradecimiento y se dejó servir, Jimin después
regresó a la comida.

Yoongi olió el vino, cerrando sus ojos para perderse en aquel exquisito perfume. Le
dio un pequeño sorbo, enjuagando su boca para saborear a la perfección el suave y
exquisito vino en su boca. Estaba delicioso, muy dulce y suave, aunque él no fuera
fanático de lo dulce.

— La comida en unos momentos estará lista. Espero te guste la ensalada con carne,
hay también una salsa especial. — Jimin se sentó frente a él sirviéndose también
vino.

— No sabía que te gustaba cocinar. — Yoongi le dio otro pequeño trago a su vino.

— Cada día se aprenden cosas nuevas. — Jimin sonrió y también le dio un pequeño
trago a su vino. — ¿A ti qué te gusta hacer en tu tiempo libre?

— Fotografía. — Contestó inmediatamente Yoongi. — Me gusta la fotografía, por no


decir que me encanta.

— Eso es interesante. — Se sinceró Jimin. — A mí también me gusta, aunque soy


algo perezoso para buscar ángulos, filtros y esperar la toma perfecta.
— Bueno, tú podrías ser modelo si no te dedicaras a estas cosas... — Yoongi rió antes
de seguir bebiendo.

— ¿Tú crees? — La sonrisa de Jimin se ensanchó. — Quizás algún día podría posar
para ti, sería interesante.

— ¿Ser mi modelo? — Preguntó Yoongi alzando una ceja.

— Siempre me gustó la fotografía erótica. — Jimin apoyó sus codos en la mesa para
reposar su barbilla en sus puños. — Sin tomarlo como otra cosa, me resulta
realmente fascinante.

— Somos dos en ese caso, aunque sinceramente no me considero realmente fanático.


— Yoongi se percató de que ya no tenía vino en su copa, pero Jimin le sirvió más sin
que siquiera preguntara.

— Podría ser tu nudista algún día. — Jimin no volteó a verlo, solamente observaba
el líquido rojo chocar y formar olas sobre el vidrio de la copa. — Yo encantado.

— ¿Me estás provocando, Jimin? — Yoongi sonrió un poco.

— ¿Lo hago? — Preguntó inocente el rubio.

Nuevamente aquellas miradas cruzadas, cargadas de muerte y de pasión.

— Oh, creo que la comida ahora sí ya está. — Jimin se levantó rápidamente de la


mesa antes de que Yoongi dijera algo más. — Dame un momento.

— Lo que necesites...

Pasaron unos momentos hasta que Jimin regresó con una gran charola con aluminio.
Lo abrió delicadamente, mostrando una exquisita carne que escurría jugo, varias
verduras sobre ella y especias. El vapor salía armonioso y el olor era simplemente
delicioso. El jugo café de la carne brotaba en el fondo, dándole un aspecto delicioso
e irresistible, todo un manjar.

— Pásame tu plato. — Jimin sonrió. — ¿Cuánto vas a querer?

— Lo que me sirvas está bien. — Yoongi sonrió suavemente.

Jimin le sirvió una buena porción de carne y verduras antes de servirse él, mucho
menos que el mayor. Ambos colocaron las servilletas en sus piernas antes de
comenzar a comer en silencio.

— Wow. — Yoongi se tapó la boca y tragó. — Esto está delicioso.


— ¿En serio? — La sonrisa de Jimin hizo desaparecer sus ojos. — Me alegra que te
guste.

— Nunca antes había probado una carne así, ¿cuál es? — Preguntó el médico
mientras tomaba la sala café y ligeramente espesa y le ponía a su carne.

— Una un poco difícil de conseguir, oh, la salsa te encantará. — Jimin asintió


repetidas veces. — Excelente salsa, vieja receta.

Yoongi llevó nuevamente el tenedor a su boca, fundiéndose en el espléndido platillo.


Los sabores eran explosivos, audaces, insistentes en sus papilas gustativas. La carne
era ligeramente dura, pero nada desagradable. El sabor era especial... ¿serían las
especial? Fuera lo que fuera nunca había probado algo así y le encantaba.

— Creo que vendré más seguido a cenar a tu casa. — Yoongi siguió comiendo
felizmente mientras bebía. — Esto está delicioso, realmente mis respetos.

— Gracias. — Jimin había dejado de comer, viendo solamente al médico devorar la


comida felizmente.

Y comía... y comía... llenando su plato nuevamente cada que se vaciaba. Jimin lo


observaba en silencio, manteniendo la vista fija en él, sin perder la concentración.

— Tendrás que enseñarme. — La voz de Yoongi sonó cansada y alargada. Quizás


por el alcohol ya que se había acabado toda la botella. — ¡Esssto está delicioso...!

— Claro.

Vio a Yoongi ir perdiendo su energía, debilitándose aún más frente a él. Y ahora sí
sonrió, finalmente sonrió gatunamente.

— J-Jimin... — La voz de Yoongi sonó cansada. — M-me estoy sintiendo mal...

Jimin se mantuvo en silencio, viendo como segundos después el médico caía


inconsciente en el suelo en un golpe seco. Soltó un suspiro y finalmente agitó su
cabeza al igual que sus manos, una pequeña capa de humo sobre Yoongi y en la
comida se formó, dispersándose en al aire hasta desaparecer.

Finalmente el verdadero escenario salió a la luz.

La comida que lucía maravillosa no fue nada más ni nada menos que una ilusión,
un hechizo y cruel truco del satánico. Jimin observaba con una sonrisa bien formada
la carne cruda en sus platos al igual que los intestinos molidos, la enorme cantidad
de sangre en los platos, tenedores, charola y cuerpo de Yoongi. La sangre brotaba de
la boca del mayor al igual que sus manos y dedos, servilleta y ropa. Las sustancias
verdosas y púrpuras se movían de forma desagradable sobre la salsa de intestinos
molidos, deslizándose pesadamente por la superficie de metal.

— Te daré la receta cuando quieras, no es tan complicado. — Jimin soltó una


agradable carcajada mientras se agachaba para quedar a la altura de Yoongi. — Solo
necesitas algunos cuerpos, un gran cuchillo y una licuadora.

Su sonora carcajada resonó en las paredes de aquella pequeña y espeluznante


cabaña.

— Ahora duerme bien, Yoongi. — Jimin depositó un beso en su sien. — Que apenas
llegarás a la mitad del camino...

Y tras esas palabras se reincorporó, creando una nube negra sobre el cuerpo del
médico y desapareciéndolo en cuestión de segundos.
[IRA]

Semana 4

El funeral de Jeon Jungkook fue algo lamentable.

Apenas la familia tuvo recursos suficientes para pagar un ataúd decente, así que
Jeon Jungkook fue enterrado en lo que pudo casi clasificarse como una caja de
cartón. Ni una sola decoración, era un simple ataúd de madera increíblemente frágil.
La familia y Yoongi eran los únicos presentes, un puñado de personas vestidas de
negro y llorando en silencio en aquella tarde gris.

Los paraguas negros estaban abiertos, todos vestían de negro, se lamentaban en


silencio la pérdida del mayor de los hermanos. La familia de Jungkook barría con la
mirada a Yoongi, como si él hubiese sido el causante de todo esto, ya que en parte
lo era. Aquellas promesas de que se salvaría y estaría bien parecían ser en vano.
Aquella esperanza había muerto, la realidad los había golpeado tan fuerte que el
dolor era apenas existente.

El rencor y la venganza burbujeaban como fuego ardiente en el cuerpo de todos los


presentes. Ira, enojo, todo sentimiento destructivo cegado por el dolor.

- Que en paz descanse. - Finalizó el padre. - Amén.

- Amén. - Repitieron todos.


Y quedó un bulto de tierra frente a una cruz hecha de piedra. Yoongi la observaba
hipnotizado, sintiendo el tiempo y el mundo dar vueltas a su alrededor, pero él
apenas intentó moverse. No fue hasta que sintió sus piernas temblar que tomó
consciencia de lo que sucedía.

La noche había comenzado a caer, el atardecer bañaba las lápidas del cementerio
como un suave manto de luz cálida. Una luz para reconfortar a los muertos de sus
fríos destinos.

- ¿Es triste, no? - Escuchó a su espalda. - Morir.

Yoongi sintió su piel helarse, algo frío recorrer su nuca y erizar cada vello de su piel.
El aliento se le cortó y pequeños temblores se apoderaron de su cuerpo, su garganta
se había secado, cerrado, impidiéndole respirar. Se aferró a su paraguas con tanta
fuerza que sus nudillos se tornaron blancos y lentamente fue volteando, sintiendo la
sangre conforme se movía.

Y lo vio.

Jeon Jungkook estaba ahí pero no lucía enfermo. Un chico hermoso, dolorosamente
atractivo se encontraba frente al médico, de hermoso cabello castaño cayéndole un
el rostro, ojos café claro viéndolo fijamente y piel suave y blanca, sin ninguna marca.

- ¿Qué? - Yoongi observó la lápida y se sintió helar más. - No... Espera... tú...

- Estoy muerto. Lo sé. - Habló fríamente el chico frente a él.

Bien...

¿QUÉ MIERDA ESTABA PASANDO?

- No. No, estoy soñando. - Yoongi comenzó a retroceder, tropezando torpemente. -


¡TÚ ESTÁS MUERTO!

- Oh, claro que lo está. - Escuchó otra voz a sus espaldas. - Todos lo estamos, ¿no?

- ¿Jihyun?

Yoongi observó perplejo al segundo chico que estaba detrás de él. Tragó duro y
sintió que el aliento se le fue, preso de pánico y de miedo. Quería correr, quería
gritar, pero su cuerpo se encontraba congelado, impidiéndole moverse o emitir
sonido alguno.

- T-tú... - Yoongi lo señaló temblando. - T-tú estás m-muerto...


Jungkook observó al chico frente a él quien también le devolvió la mirada. Ambos
dirigieron la mirada a otra lápida que se encontraba a su costado. Una chica rubia se
encontraba sentada con las manos aferradas a sus rodillas.

- Es extraño que aún no se haya dado cuenta. - Comentó la chica.

Yoongi pegó un brinco y observó a la chica detrás de él. Lucía tan hermosa y tan...
viva.

- No... Mierda... esto es un sueño. - Yoongi comenzó a retroceder al ver a los tres
chicos frente a él. - Joder, joder, es un remordimiento moral. Estoy alucinando.

- ¿Min Yoongi? -Escuchó otra voz detrás de él.

El médico volteó encontrándose con un otro hombre, quizás unos años más grande
que él. Inmediatamente volteó a ver su entorno, pero los tres chicos ya habían
desaparecido. Regresó la vista al oficial frente a él.

- ¿S-sí? - Preguntó con voz corta.

- Soy el oficial Kim Namjoon. - Habló. - Necesito que me acompañe a la comisaría a


hacerle una entrevista.

- ¿Qué? - Yoongi abrió horrorizado sus ojos.

- No se preocupe, solo serán unas preguntas. - Prosiguió el oficial Namjoon. - Por


favor, acompáñeme.

Yoongi balbuceó un poco pero finalmente comenzó a avanzar, dejando poco a poco
atrás el cementerio y las tres figuras que habían vuelto a aparecer.

- ¿Estás seguro de esto, Jihyun? - Preguntó la chica viéndolo. - Es decir, él realmente


luce asustado.

- Es el único que puede vernos... - Susurró Jihyun viendo al médico alejarse. - Es


nuestra única oportunidad de guiarlo antes de que sea demasiado tarde.

- Yo solo quiero irme... - Susurró Jungkook viendo el suelo. - Por una mierda, yo solo
quería...

- Todos queríamos. - Interrumpió la chica. - Pero no podemos hacer nada, estamos


muertos, pero podemos ayudar para que más gente no termine como nosotros.
¿Cierto Jihyun?

El chico se encontraba en silencio, viendo el horizonte con tristeza.


- Es lo único que podemos hacer... - Susurró lastimosamente. - Antes de que sea
demasiado tarde.

Levantó la vista al cielo, observando las primeras estrellas aparecer.

- Hay que detenerlo.

Guardó silencio unos segundos, bajo la mirada atenta de los otros dos chicos.

- Hay que detener a mi hermano...

***

- Espere aquí, por favor. - Habló el oficial Namjoon dejando al médico en una sala
bastante pequeña sin ninguna ventana, solo un enorme espejo a su izquierda. - En
un momento vendrán a hacerle unas preguntas.

Yoongi se removió en la silla sin contestar absolutamente nada. Escuchó la puerta


cerrarse y el silencio que la acompañó fue inmenso. Se apoyó en la mesa mientras
observaba el entorno y contaba los segundos en silencio, sintiendo su interior
alterarse debido a la tardanza.

Cuando se sintió a punto de explotar la puerta fue finalmente abierta. Un hombre


de cabello castaño y un poco robusto finalmente ingresó a la oficina, depositando
unos papeles en la mesa y sentándose frente al médico.

- Lamento la demora. - Se excusó el hombre de grave voz. - Tuvimos un pequeño


problema y apenas pude desocuparme.

- No se preocupe. - Yoongi lo observó a detalle, era bastante atractivo. - Pero


mientras más rápido pueda irme de aquí, mejor.

El hombre frente a él esbozó una pequeña sonrisa antes de pegar los papeles
repetidas veces contra la mesa para acomodarlos.
- Soy el oficial Kim Taehyung, el encargado de hacerle esta entrevista. - Habló
finalmente. - Sé que es un hombre inteligente, así que no hagamos esto más largo y
comenzaremos.

- De acuerdo. - Yoongi se cruzó de brazos.

Taehyung abrió la carpeta y varios papeles en blanco se fueron acomodando en la


mesa. Taehyung cogió una pluma y comenzó a anotar algo, frente a la mirada
cautelosa del hombre frente a él.

- Sé que usted fue el encargado de cuidar a Jeon Jungkook y otros fallecidos en las
últimas semanas. - Comenzó Taehyung. - Eso nos lleva obviamente a sospechar de
algo.

El oficial le tendió la hoja de papel a Yoongi.

"Los demás oficiales no tienen que enterarse de nada... esto queda entre usted y yo".

Yoongi alzó más su ceja y sintió algo frío recorrerlo nuevamente. Clavó su vista en
el oficial frente a él que lo observaba fríamente.

- Es... lógico que piense en eso. - Yoongi se acomodó en la silla. - Sin embargo yo solo
soy u médico enviado a investigar qué está pasando acá.

- Lo sé. - Taehyung volvió a tomar la hoja. - Pero eso no significa que esté
completamente a salvo. Necesito que me diga donde estuvo estos últimos días.

Le volvió a tender la hoja.

"Los órganos de todos fueron extraídos”.

Yoongi volvió a tragar duro y observó al oficial.

- Estuve en varios lados, pero casi siempre en una recámara de hotel. Puede
preguntarle a la recepcionista, a la señora de la limpieza, a quien desee. -Yoongi le
regresó la hoja.

Y aquella conversación siguió, con preguntas típicas para unos, pero algo iba mucho
más allá respecto a los mensajes escritos en las hojas. Sobre todo el último mensaje
que apareció en ellas.

"No creo que esto sea algo que podamos comprender. Estamos jugando con fuerzas
sobrenaturales, de eso no cabe duda".
Yoongi había caminado todo el recorrido a su recámara pensando en ello. Un oficial,
sin conocer absolutamente nada, ya tenía sospechas de que esto no podía ser algo de
la vida común. ¿Qué iba a decirle si volvía a buscarlo? ¿Confesarle que estaba metido
en algo satánico? ¿Pretender que no sabía nada y tratarlo como loco?

La situación era delicada, no era algo fácil, y eso le estaba moviendo todo.

Siguió caminando en aquella fría calle cuando escuchó unos ruidos de él; unos pasos
que se acercaban a él a toda velocidad. Se detuvo para tratar de escuchar algo más,
pero en cuestión de segundos cuando sintió un peso abalanzarse sobre él y comenzar
a rodar en las húmedas calles.

- ¡MURIÓ POR TU CULPA! ¡MURIÓ POR TU CULPA!

Yoongi observó una chica sobre él alzando un cuchillo a unos centímetros de su


rostro. La reconoció al instante, sintiendo su respiración cortarse: era Alexandra, la
hermana menor de Jungkook, la mayor de las mujeres.

Yoongi reaccionó y aventó a la chica al ver el cuchillo acercarse aún más. Soltó un
pequeño grito y se movió, escuchando el filo del cuchillo chocar contra el frío
pavimento.

- ¡MUERE! - Gritó Alexandra.

Yoongi la pateó con fuerza y se levantó aventando sus cosas. Alexandra con un grito
se abalancé sobre él, pero Yoongi se movió rápidamente se movió y ella me esquivó
y ella cayó al suelo. Con el aliento corto y enormes ganas de llorar, Alexandra se
levanté y trató de ir por él de nuevo, soltando un grito con el cuchillo al aire.

Ella se abalanzó como fiera rabiosa, logrando abrir una enorme herida en el brazo
del médico quien aulló de dolor. La tomó del brazo y se lo torció, dando un fuerte
golpe que provocó que el cuchillo cayera al suelo. Sin nada con qué atacar, el
combate se volvió a mano suelta.

Yoongi observó fríamente a Alexandra mientras ella se volvió a colocar en la pose


de combate. Ella se acercó de un paso, pero Yoongi se alejó. Comenzaron a dar
vueltas sin quitarse la vista de encima, ambos ojos ardiendo en llamas de la risa.

Alexandra trató de abalanzarse por el cuchillo pero Yoongi reaccionó rápido y la jaló
del brazo, pero ella se zafó con una vuelta y siguió corriendo. Yoongi trató de
agarrarla pero ella lo pateó de nuevo, con tanta fuerza que el médico aulló de dolor.
Alexandra trató de golpearlo de nuevo, pero Yoongi lo esquivó, golpeándola en la
mandíbula y el estómago, tomándola finalmente y comenzando a ahorcarla.

Alexandra comenzó a rasguñar las manos del mayor, pero Yoongi la pateó por atrás
detrás de sus piernas, Alexandra gritó y cayó al suelo de rodillas con las manos de
Yoongi aun en su cuello. Su cuerpo temblaba, Yoongi sentía las lágrimas de ella
correr por sus mejillas y manos.

Alexandra comenzó a pisarlo, arañarlo con tanta fuerza conforme sentía su aire irse.
Dio codazos fuertes hasta revolcarse como bestia rabiosa, zafándose y arrastrándose
hasta agarrar el cuchillo y tirarse sobre Yoongi haciendo otra herida cerca de su
cintura.

El mayor pateó su mano y la tomó del cabello, arrastrándola y pateando nuevamente


su mano para que soltara el cuchillo. Se colocó sobre ella mientras ella tiraba golpes
al aire. La sangre de ambos escurría por sus rostros, sintiendo perderse en la locura.

- Deja esta maldita estupidez ahora mismo. - Susurró Yoongi entre dientes. - No voy
a matarte, nunca, pero olvida todo esto. Estás enferma.

Alexandra trató de levantar su pierna para pegarle pero Yoongi se lo devolvió en


media cara. Alexandra soltó otro grito de dolor y trató de quitarle el cuchillo
agarrándolo de la punta, pero Yoongi tiró con fuerza. La chica lo soltó y observó
horrorizada su mano que estaba completamente roja debido a la sangre.

- Lárgate a casa ahora y voy a pretender que esto nunca pasó. - Yoongi se levantó
tambaleándose.

Comenzó a cojear mientras avanzaba en las calles pero sintió nuevamente el peso
caer en él, mordiendo con fuerza su cuello.

Y lo inevitable sucedió.

Yoongi se dio la vuelta con fuerza, en un reflejo de aventar a la chica, terminó


hundiendo todo el cuchillo en ella, en su estómago.

Abrió sus ojos horrorizado al ver la sangre deslizarse por el mango y los ojos de
Alexandra cristalizarse. La chica cogió con sus manos ensangrentadas la de Yoongi,
pero los ojos del médico se oscurecieron casi hasta volverse negros y hundió aún
más el cuchillo en ella.

- Yoon... - La chica trató de hablar pero un mar de sangre se deslizó de sus labios.
El médico sonrió y extrajo rápidamente el cuchillo, Alexandra cayendo al suelo con
ambas manos en el estómago, en un fallido intento de detener la hemorragia.

- Te dije que te fueras... - La voz de Yoongi sonó ronca.

Y la cogió del cabello con fuerza, tirando hacia atrás y rebanando el cuello de
Alexandra en un ágil movimiento. La sangre salpicó y salió como un chorro hasta
que el cuerpo cayó sin vida al suelo, empapándose en un charco de sangre que se
comenzaba a formar a su alrededor.

Yoongi se mantuvo en silencio, sus ojos completamente negros sin ningún rastro de
vida.

- Yo me encargo de esto. - Susurraron detrás de él y unas frías manos se deslizaron


por su brazo hasta tomar el cuchillo.

Pero Yoongi seguía en aquel trance, viendo el cadáver de la chica frente a él.

- Hiciste un buen trabajo. - Aquella enferma sonrisa se dibujó en sus labios. - Ve a


casa, báñate y descansa. Yo limpiaré tus desastres, no te preocupes.

Yoongi volteó, chocando miradas con aquellos ojos celestes que conocía muy bien,
brillando aún más bajo la luz de la luna.

- Ve a casa. - Ordenó nuevamente el chico frente a él. - Ya.

Y Yoongi comenzó a avanzar sin estar siquiera consciente de lo que hacía. Sus ojos
negros se mantenían intactos...

Siguiendo aquellas órdenes como si fuera alguna especie de máquina sin


sentimientos o pensar.
[PEREZA]

Semana 5

Prácticamente, Yoongi había perdido ya tres pruebas. Avaricia, Gula e Ira. El


marcador del juego, viéndolo desde un punto de vista metódico, marcaría Yoongi 1
y Jimin 3. La pereza, la lujuria y la envidia se mantenían aún intactas, así que Min
Yoongi debía hacer todo lo posible por ganarlas o definitivamente perdería.

Estaba muy consciente de eso ahora.

— ¿De qué va la prueba ahora, eh? — Preguntó Yoongi cruzado de brazos y mala
cara. — Me hiciste tragar intestinos, asesinar a la hermana de Jungkook y ligarme
con el mercado negro de una u otra forma. ¿Qué sigue? ¿Me pondrás a dormir
durante años?

Jimin se encontraba acostado en la cama del médico. Inevitablemente comenzó a reír


antes de rodar un poco en la cama y quedar pecho tierra con la colcha. Apoyó su
mentón en sus manos.

— Eso suena muy a la bella durmiente, Yoongi. No estamos en la bella durmiente.


— Jimin ladeó su cabeza.

— ¿Tú qué sabes? Hasta este punto capaz en un universo alternativo lo estamos.

Jimin puso los ojos en blanco antes de levantarse de la cama y dirigirse al médico
que estaba apoyado junto a la ventana. Jimin se colocó frente a él, reposando
igualmente su hombro contra el cristal de la ventana y las manos hundidas en los
bolsillos de su pantalón.

— Escucha Yoongi... — Llamó el rubio, el médico mantuvo la vista fija en la calle. —


Sé que quizás no vayas a crearme respecto a esto, pero... y-yo realmente no quiero
ponerte a hacer estas cosas.

Yoongi soltó una seca carcajada.

— Hablo en serio. — Jimin tomó su mano captando finalmente su mirada. — Si fuera


por mí borraría todos aquellos errores que me están impulsando a hacer esto. Pero
no puedo... Necesito hacer esto Yoongi... te necesito...

El hombre de cabello negro mantuvo la vista profunda en Jimin.

— Mira. — El rubio volvió a suspirar. — Podemos irnos por una vía más rápida, tú
eliges. O sigues con este juego en el que haré todo para que pierdas o aceptas
directamente lo que te quiero proponer.

— Asesinaste a tu propio hermano, manipulas a las personas, una maldita secta se


creó por tu culpa, ¡suicidios masivos hay en las calles y tú simplemente llegas aquí
con tu maldita sonrisa pretendiendo ser de los buenos! ¡¿Hablas en serio?!

Jimin se mantuvo en silencio. Por primera vez bajó la mirada al suelo.

— Yo... — Comenzó débilmente. — Yo realmente no quiero Yoongi.

Levantó nuevamente la vista, sus ojos ligeramente cristalizados.


— Puedo parecer el malo del cuento. — Habló con voz temblorosa. — Pero
realmente no estoy siendo el malo del cuento Yoongi.

— ¿Me jodes? ¡Eres de lo peor que he conocido!

— No me retes. — Un aura sombría se apoderó del hermoso chico, sus ojos se


oscurecieron al instante provocándole un escalofrío a Yoongi. — ¿Quieres realmente
convertirme en el malo del cuento, Yoongi?

— ERES el malo del cuento Jimin. ¡No me jodas! — Yoongi comenzó a reír. — ¿Me
dirás que tus acciones no son malas? ¿Qué te crees? ¿Un psicópata?

— Si fuera el malo del cuento ya te habría encadenado, torturado y violado. — Los


ojos de Jimin se encontraban completamente negros. — Si fuera el malo del cuento
hubiera asesinado a Jungkook con mis propias manos y toda la ciudad
arrancándoles la garganta. ¡Si fuera el malo del cuento te habría obligado a besarme
para acabar con esto rápido! ¡SI REALMENTE FUERA EL MALO DEL CUENTO
NO ESTARÍA AQUÍ CONVERSANDO CONTIGO Y YA TE HABRÍA
ARRANCADO LA MALDITA CABEZA! ¡¿ME OYES?!

Yoongi se encontraba contra la pared, Jimin acorralándolo completamente


desquiciado y ahora sí enfadado. Furioso. Yoongi no sabía qué decir. Mierda, ahora
más que nunca anhelaba tener al Jimin juguetón de tierna sonrisa y no al maldito
demonio de ojos negros frente a él.

— Me necesitas, no me matarías. — Yoongi sin embargo no demostró que se sentía


intimidado. — Podrías obligarme, pero no sería lo mismo.

— ¿Tú crees? — El rubio alzó una ceja y una tétrica sonrisa se dibujó en sus labios.

— Sería aburrido si yo no participara. Por ejemplo aquella noche que gemiste mi


nombre hasta destrozar tus cuerdas vocales. Dudo que el efecto hubiera sido el
mismo si yo me negaba a aceptarte y me hubieras tenido que obligar.

Jimin se encontraba en silencio. Esperó unos segundos hasta finalmente azotar con
todas sus fuerzas a Yoongi contra la pared, sacándole un jadeo de dolor y de
sorpresa.

— ¿Te crees muy listo verdad? — Susurró Jimin cerca de sus labios. — ¿Crees que
puedes llegar y tratar de manipularme cuando estás frente a la misma manipulación
y la mentira en carne y hueso?
— No pierdo nada intentándolo. — Yoongi sonrió. — Podrás ser un demonio,
podrás tener poderes y agilidad mental prodigiosa pero todos tienen un talón de
Aquiles, precioso.

— No... — Jimin apretó más su agarre. — ¡NO ME DIGAS PRECIOSO!

— ¿Lo ves? — Yoongi sonrió lascivo. — Es curioso como detrás de toda esa
agresividad te sigas ruborizando cada que te hago un lindo cumplido.

Jimin abrió mucho sus ojos, la oscuridad se dispersó un poco.

— ¿Qué pasa? ¿Te comió la lengua el gato? — Siguió Yoongi.

— ¿Si yo te digo algo así no tendrás acaso la misma reacción? — Jimin volvió a
apretar. — ¿Si te digo que jodes como un puto Dios , que me encantaría hacerlo
contigo todas las noche, que me vuelves loco al retarme y solo quiero devorarte a
besos por ser mi tipo de hombre perfecto, ¿no tendrías la misma reacción ?

Yoongi se calló al instante al sentir su sangre congelarse y su corazón estrujarse un


poco. Observó fijamente los azulados ojos del chico frente a él, cerca... tan cerca...

¿Qué acababa de pasar? No esperaba que de un momento a otro el demonio se


hubiera puesto a... a.... ¡¿qué se supone que había hecho para empezar?!

— ¿Es verdad? — Preguntó Yoongi con voz algo corta.

— ¿Lo ves? — Imitó Jimin finalmente soltándolo. — No juzgues.

— Bueno, una cosa es que te diga precioso y tú me respondas con un discurso de


amor eterno.

— Si puedes devolver la moneda, está bien. Devuelve doble y será mejor. — Jimin
le guiñó el ojo.

— De acuerdo. Explícame cómo pasaste de estar tranquilo a enojarte como una


bestia a nuevamente estar tranquilo y en un plan coqueto.

— Es que tú... ¡agh! — Jimin se frotó el tronco de la nariz. — Mierda Yoongi.

— ¿Yo qué?

— ¡Tú nada! ¡Solo cállate!

— ¡A mí no me callas!

— ¡Te callo si se me da la gana! ¡Puedo fácilmente quitarte el habla!


— ¿Con tu magia?

— ¡Con un orgasmo!

Silencio.

Y después estruendosas carcajadas.

— ¡Pero si serás idiota! — Yoongi se pegó a la pared aún con una sonora carcajada.

— ¡Tú empezaste! — Jimin lo señaló completamente rojo.

— Vaya... — Yoongi tomó aire para calmarse un poco. — Eres todo un caso, una caja
de sorpresas donde nunca sabes qué va a tocarte.

— No es mi culpa que me mandes de un extremo a otro con pocas palabras. — Jimin


igualmente tomó aire para calmarse. — Tienes el don de sacarme de mis casillas,
provocarme, hacerme reír y calmarme en menos de diez segundos.

— ¿Eso es bueno?

Jimin sonrió.

— Es lo que te ha mantenido con vida, Yoon. Te ganaste mi simpatía. — Alzó sus


hombros con cierta timidez. — Me aburro todo el tiempo, tú le pusiste picor y
diversión a mi vida.

— ¿Entonces te simpatizo? — Yoongi frotó su barbilla con una sonrisa.

— Me... agradas. — Jimin desvió la mirada ligeramente avergonzado. — Solo eso.

Yoongi sonrió un poco al ver el color subir nuevamente a las mejillas de Jimin. Vaya,
era difícil creer como una misma persona podía ser un tierno chico y un caliente
demonio al mismo tiempo.

— ¿Y al caerte bien no podrías darme un poco de ayuda? — Yoongi sonrió.

— Estás vivo. — Jimin alzó una ceja.

— Más ayuda.

— ¿Cómo qué?

— Dime cómo serán las tres pruebas que faltan. — Yoongi le clavó la mirada. — Por
favor. Me usaste la última vez, eso es trampa. También la penúltima. Me la debes.

— ¡Yo no...! — Pero Jimin se calló.


Yoongi ladeó su cabeza alzando una ceja.

— Ah. — Jimin suspiró. — De acuerdo.

Yoongi esperó ansioso.

— Para esta prueba que es la pereza, debes enterrar nuevamente todos los cuerpos
de los chicos en el cementerio. Son poco más de cincuenta.

— ¿Hasta qué hora tengo? — Preguntó Yoongi.

— Hasta medianoche. — Jimin sonrió.

— ¡Pero qué...! — Yoongi observó que era mediodía. — ¡¿Por qué no me dijiste?!

— No por nada te estoy reteniendo aquí. — Jimin sonrió victorioso. — ¿Te da pereza
ir a hacerlo?

Yoongi apretó sus puños nuevamente. Joder, Jimin no cambiaba.

— Habla rápido con lo demás. — Apresuró Yoongi.

— Para la envidia trata de controlar un poco tus celos. — Jimin sonrió provocativo.
— Y tus deseos desenfrenados.

— ¿Qué? — Yoongi abrió asustado sus ojos.

— Pero no te preocupes, que la siguiente semana después de la envidia podremos


reconciliarnos... como se debe. — Jimin se acercó a él casi hasta rozar su pecho.

— ¿Reconciliarnos...? — Susurró Yoongi confundido. — ¿Cómo se debe? ¿Qué?

— Siete rondas Yoongi. — Ronroneó Jimin acercándose a su oído. — Una por


pecado.

Yoongi se tensó por completo. Observó con la boca abierta a Jimin.

— Y si no lo soportas. Pierdes. — Jimin le guiñó nuevamente un ojo.

Y tras esas palabras cargadas de deseo, desapareció.

***
Poco más de cincuenta y dos cuerpos se encontraban dispersados en el cementerio.
La luna se alzaba en todo su esplendor, iluminando con una luz azul muy suave el
paisaje. Yoongi se encontraba de un lado a otro, arrastrando cuerpos, limpiando el
sudor de su frente, batallando contra el cansancio y el deseo de tumbarse cinco
minutos a descansar.

No le importó el olor, no le importó ensuciarse. Él realmente quería hacer eso. No


quería dejar los cuerpos de tantos jóvenes allí tirados como si no valieran nada. No
podía. Le dolía.

— Es un buen hombre.

Jimin se separó del árbol en el que estaba apoyado para ver una sombra detrás de
él. Entrecerró un poco sus ojos viendo a la persona hasta que finalmente su rostro
salió a la luz.

— Jihyun... — Susurró con sorpresa. — Hermano...

— No digas nada. — Jihyun lentamente se fue acercando a él. — Por favor, no digas
nada.

Jimin se mantuvo en silencio. Siguió con la mirada a su hermano que se colocó junto
a él, viendo a la lejanía a Yoongi mover los cuerpos y meterlos en los hoyos, coger la
pala y comenzar a aventar la tierra dentro.

— ¿Cuánto tiempo le queda? — Preguntó Jihyun tristemente.

— Dos horas. — Susurró Jimin. — No va a acabar, le faltan quince cuerpos.

— Pero lo hace. — Jihyun suspiró pesadamente.

Jimin se mantuvo en silencio. Sus ojos seguían a Yoongi a donde quiera que fuera,
atento a todos sus movimientos sin perder detalle.

— ¿Por qué lo haces? — Preguntó finalmente Jihyun observando a su hermano


mayor.

El rubio de ojos azules lo observó.

— Porque estoy obligado. — Contestó. — Lo dice la profecía, yo necesito...

— ¡Al diablo con la profecía! — Jihyun sonó molesto. — ¡Al diablo con todo eso
Jimin! ¡Al diablo con la magia! ¡Al diablo con Taylor!

El rubio se tensó rápidamente congelándose en su propio lugar.


— La profecía dice que necesitabas a un médico para ganar contra Taylor. ¿Cierto?
— Jihyun lo observó fijamente.

— Un médico que con él traería muchos cambios. — Susurró Jimin. — Que osaría
enfrentarme y curar a mis víctimas para aniquilarme, a menos que se pusiera de mi
lado.

— ¿Y por qué crees que lo necesitas para ganar contra Taylor? ¿Eh? — Jihyun
entrecerró sus ojos.

— Ya sabes por qué. — Habló fríamente Jimin. — Porque haré exactamente lo mismo
que Taylor hizo con Jereth.

— ¿El ángel que raptaste hace un par de años? — Jihyun sonrió un poco. — Sí, lo
recuerdo.

Jimin suspiró nuevamente, comenzando a sobar su muñeca por un instante.

— Nunca se te ocurrió que el médico venía no para ayudarte a derrotar a Taylor,


¿sino ayudarte a ti?

— ¿A qué te refieres? — Jimin lo observó con una ceja alzada.

Jihyun rió un poco y lo señaló con la barbilla.

— Es un médico. — Comenzó. — Cura, eso hace.

— ¿Qué con eso? — Jimin mantenía su ceja alzada.

— Que probablemente no solo pueda sanar físicamente, Jimin. — Jihyun lo observó.


— Quizás... también vino a curarte a ti.

Jimin sintió que el mundo se le fue en un suspiro. Se tambaleó un poco, apoyándose


contra el árbol y recargando su espalda en él. Jihyun lo observaba en silencio.

— Quizás para eso venía Jimin. No por Taylor, no por la estúpida guerra angelical,
venía por ti. Para curarte.

Jimin levantó un poco la vista.

— Lo que está en el pasado ya no tiene remedio. Acéptalo y olvídalo, que deje de


perjudicarte. — Jihyun se acercó lentamente a él. — Sé que eres buena persona Jimin,
o al menos lo fuiste antes de convertirte en lo que eres. Pero nunca lo olvides... nunca
olvides que tú también estuviste en el lugar de Yoongi y un demonio jugó contigo...
Y te convirtió en esto.
Jimin tragó saliva duramente.

— No repitas la historia, Jimin. — Susurró Jihyun conforme se alejaba. — Esto es un


círculo que debes romper, no repitas la historia por favor.

Y tras esas últimas palabras desapareció en la penumbra, dejando a su hermano


mayor solo en aquel silencio y con lágrimas amenazando con desbordar de sus ojos.
[ENVIDIA]

Semana 6

— ¿Qué dices? — Yoongi alzó una ceja completamente confundido.

— Que puedes regresar a Estados Unidos nuevamente. — Habló su jefe del otro lado
de la línea. — No puedo seguir pagándote tu estadía ya que no hay nada más que
investigar para ti.

— ¿A qué se refiere? — Yoongi apretó sus puños.

— Un nuevo doctor irá a reemplazarte. — Contestó su jefe. — Un doctor mejor...


capacitado.

Yoongi estaba sin palabras. Su mandíbula cayó a los pies y su sangre comenzó a
hervir dentro de su cuerpo. ¿Mejor capacitado?

— Puedes quedarte allí si quieres, al final será tu problema.


— ¡¿A qué se refiere con que será mi problema?! — Preguntó Yoongi escandalizado.

— Estás despedido, Min.

El mundo se derrumbó frente a sus ojos. Su corazón palpitó lento, dolorosamente


lento. Su cuerpo se estremeció y un nudo en su garganta comenzó a formarse.

— Lo siento. — Susurró su jefe. — Esta misión era muy importante y no lograste


hacer nada al respecto. Por favor retírate de la habitación para que el nuevo doctor
llegue, tus cosas están en el almacén para que cuando vuelvas, pases por ellas.

Y tras esas palabras, colgó.

Yoongi sintió sus ojos arder dolorosamente hasta que finalmente explotó. Su colocó
contra la pared tapando su boca y dejando que las lágrimas comenzaran a escurrir
por sus ojos. No... ¡Dioses esto no podía estar pasando!

Su mente dio un vuelco y prácticamente se abalanzó sobre su cama para empacar


sus cosas cuando llamaron a la puerta. Cerró la maleta y rápidamente avanzó para
abrir. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver un hombre bastante atractivo y bien
vestido frente a él.

— Lo siento. — Se excusó el hombre. — No creí que siguiera ocupado.

— ¿Es el nuevo doctor? — Preguntó secamente Yoongi.

— Efectivamente. ¿Puedo pasar? — Preguntó el otro hombre.

Yoongi no supo que le ardió más: que fuera realmente guapo o tuviera excelentes
modales y voz encantadora. Se arrimó para que el hombre pasara tranquilamente.

— Muchas gracias. — Agradeció. — Mi nombre es Jin Seokjin, mucho gusto.

— Ojalá pudiera decir lo mismo. — Murmulló de mala gana Yoongi antes de coger
su maleta y salir.

No podía quedarse ahí, debía encontrar otro lugar más barato para alojarse. Salió
del lugar maldiciendo en mil idiomas, berreando en silencio y pataleando. Soltaba
humo por todas partes mientras buscaba moteles para hospedarse u hoteles.

Sencillamente no podía creerlo.

Después del avance que estaba haciendo todo parecía haberse ido a la mierda otra
vez. ¡Lo habían despedido! ¡Y habían mandado a un idiota cara bonita a
reemplazarlo! ¡¿Qué se creían?! ¿Acaso ese estúpido niño rico podría investigar todo
lo que ha hecho? ¿Jugar con el más allá? ¡¿Enfrentarse a Jimin?!

¡Era un idiota! ¡No lo merecía, no lo merecía para nada!

Siguió maldiciendo. Su rostro estaba desfigurado debido a su terrible mal humor y


aun llegando fue increíblemente grosero con el personal del hotel. Abrió la puerta
de mala gana y aventó sus maletas dentro. Comenzó a gritar, pateando paredes,
muebles, golpeando la palma de sus manos contra todo y pisoteando la alfombra.

No. Eso no iba a quedarse así. Ya había comenzado una pelea y no iba a perderla.

Pero debía pensar en un plan. En uno bastante rápido.

***

A la mañana siguiente Min Yoongi se puso manos a la obra. Sacó sus cuadernos y
todo comenzó a arrancarlo, todas sus notas, todo lo que tenía lo convirtió en una
bola que aventó a la basura. Una vez todo limpio cogió su pluma.

"Así podrás derrotarme"

"Es un juego de dos partes, en la primera deberás superar los pecados capitales"

"Te dejaré las pistas en cada uno"

"Guerra"

"Yo realmente no quiero hacer esto..."

"Te necesito"

"No soy el malo del cuento"

Yoongi mantenía la vista fija en el blanco papel. Apretó la pluma y finalmente


comenzó a anotar.

— ¿Qué es lo quieres...? — Susurró en voz baja.


Jimin

- Satanismo
- Demonio
- ¿Conquistar el mundo?
- ¿Obligado a ser así?
- Atractivo
- Ignorar el punto de arriba
- ¿Psicópata?
- Doble cara
- Manipulador, mentiroso
- Asesinato en masa = ¿Experimento? ¿Diversión?
- Chicos jóvenes.
- Salvador y asesino = ¿doble moral?
- Busca probar algo, llegar a algo

Enarcó una ceja después de subrayar lo último y siguió. Esta vez enfocándose en él
y tratando de copiar los puntos anteriores pero en base a su perfil.

Yoongi

- Médico (ex-médico)
- Mortal
- Busca ayudar gente
- Lo hace por querer ayudar
- Atractivo
- Más que el idiota de Jin
- Mentalmente estable
- Una cara
- Honesto
- Investiga los asesinatos en masa
- Hombre joven
- Salvador y asesino
- Quiere detener esto, puede hacerlo, ve muertos.

Y viéndolo desde este punto muchas cosas parecían oponerse y otras cuántas
concordar. Habían pequeñas similitudes... ambos salvaban tarde que temprano y
asesinaban. Él podía ver a los muertos, Jimin podría decirse que los "creaba". ¿Pero
por qué? ¿Por qué asesinar a todos esos jóvenes si sabía que después se tornarían en
su contra? No era lógico.

Lo único que pudo ver Yoongi es que aparentemente Jimin buscaba hacer algo y los
jóvenes parecían ser el blanco para ponerlo en práctica. Aquella enfermedad...

¿Y si realmente no era una enfermedad?

La cabeza de Yoongi dio una vuelta de 180 grados. Su perspectiva cambió


radicalmente al pensar en ello. ¿Y si esa enfermedad no era una enfermedad sino un
experimento fallido que buscaba volverlo exitoso? ¿Y si aquello era solamente una
distracción para distraer a Yoongi del verdadero punto de todo esto?

"Cambios climáticos en todo el mundo"


"Se acerca la verdadera guerra..."
"Yo realmente no quiero hacer esto"
"Te necesito"
"Te necesito"
"Solo tú puedes hacerlo"
"No vayas al hoyo"

La pluma cayó a sus pies.

Oh mierda...

Se levantó rápidamente y corrió a su teléfono con las manos temblorosas.

El hoyo

Observó con ojos enormes las miles de imágenes que aparecieron en google y
reportajes. Pero o aquí... sino en diversas partes del mundo.

Estados Unidos,

Italia

Suecia

Polonia

Océano Atlántico.
Parecía que aquel fenómeno donde la tierra se abría a una enorme profundidad no
sucedía solo en Roma, sino prácticamente en casi todo el mundo. En cinco lugares.

Yoongi sintió su corazón palpitar con fuerza, sentía que algo estaba oculto pero aún
no captaba bien qué podía ser. Soltó un largo suspiro y decidió seguir adelante,
despejar su mente unos momentos. Necesitaba un buen trago, sí. Eso necesitaba.

Cogió su saco y algo de dinero antes de dirigirse a la salida. Tomó el transporte


público aun con mala cara y esperó a llegar a su destino.

— Escuché que Estados Unidos mandó un nuevo médico para investigar la nueva
enfermedad. — Dijo una señora sentada a su compañera. — Mi hija dijo que lo vio
en el aeropuerto y es muy atractivo.

— ¡Me encantaría conocerlo! Finalmente alguien podrá salvarnos. — Contestó la


compañera. — Además de ser muy apuesto seguramente debe ser todo un
profesional.

— ¡Muy rico!

— Perfecto.

Yoongi evitó poner los ojos en blanco o rodarlos. Se mordió la lengua intentando
tomar un respiro y desvió su atención a las calles para evitar seguir escuchando del
estúpido médico o sus encantos. ¡Como si fuera un dios!

Bajó del autobús y aprovechó para pasear un poco antes de ir a beber. Fue cuando
el sol comenzó a caer que decidió instalarse en un bar, frente a la cantina y un buen
vodka. El dulce licor pasaba por su garganta mientras observaba en silencio a las
personas y analizándolas. Sacó su cuaderno y siguió anotando cosas para distraerse
un poco en algo. Las mujeres parecían más interesadas en un guapo hombre con
lentes de sol y buen reloj a la mano.

Apretó sus dientes haciéndolos rechinar.

Cuando creyó que nada podía superar su mal humor, observó una cabellera rubia
bastante conocida entrando al lugar. Entrecerró sus ojos y los abrió después de golpe
al ver a Jimin ingresar muy bien vestido con una sonrisa y...

¡¿Estaba con Seokjin?!


Yoongi observó con la mandíbula a los pies al hermoso rubio de ojos azules pasearse
entre la gente platicando alegremente con el atractivo médico. Se fueron a sentar en
una mesa entre risas, seguramente teniendo una charla muy agradable.

Yoongi les dio la espalda rápidamente y se acabó su licor de un trago. Apretó sus
ojos al sentir el ardor pasar por su garganta, pero no decidió detenerse.

— Dame otro. — Suplicó Yoongi.

El barman asintió para prepararle otra bebida. Yoongi observo detrás de él viendo
como Jimin le dedicaba una hermosa sonrisa al otro médico y reía cubriéndose la
boca y un hermoso sonrojo en sus mejillas. El médico también parecía muy
divertido, más cuando comenzó a sobar suavemente la mano de Jimin sobre la mesa.

Jimin le sonrió coquetamente y tomó de su bebida mientras seguían platicando.

Un fuego color verde comenzó a instalarse en su interior. Eso era malo. Si las
miradas mataran, Seokjin y Jimin ya estarían mutilados y desangrándose en el suelo.

Su bebida llegó, le dio otro trago antes de seguir observando a los dos chicos. Jimin
en un punto se retiró el saco, dejando a la vista una camisa a cuadros que llevaba
ligeramente abierta. Peinó su cabello hacia atrás y esbozó otra sonrisa. En un punto
le guiñó el ojo al médico y volvió a tomar de su vaso.

Ahora sí fue suficiente.

Yoongi se levantó no cabreado, sino lo que seguía. Parecía una bestia fuera de
control, ojos oscurecidos venas marcadas por todo el cuerpo y sonora respiración.
Por una mierda, si hasta hizo tronar el vaso entre sus manos.

De no ser por la fuerte música quizás todos se hubieran dado cuenta.

Fue avanzando lentamente hacia Jimin sintiendo los celos y la envidia comiéndoselo
vivo, ahorcándolo y torturándolo en su interior. Dio el paso final quedando junto a
la mesa y observando terriblemente mal a Jimin. El rubio levantó la vista y abrió sus
ojos sorprendido.

— Yoongi. — Dijo sorprendido. — Qué sorpresa verte por aquí.

— Puedo decir lo mismo... — Habló entre dientes el médico.

— ¿Ya conoces a Jin? — Preguntó Jimin viendo a su acompañante. — Me estaba


contando acerca de su carrera. No sabía que era el nuevo médico acá.
— Despidieron a Yoongi. — Contestó Jin suavemente. — Vine a reemplazarlo.

— ¿Despedido? — Jimin alzó una ceja y luego observó con malicia a Yoongi. — Oh,
vaya pena. ¿No eras lo suficientemente apto para esto?

Yoongi abrió escandalizado sus ojos. Su sangre hirvió y su rostro se tornó rojo. Tuvo
que apretar sus puños para evitar golpearlo allí mismo. Sus hombres subían y
bajaban rápidamente. Jin se levantó rápidamente.

— Iré al baño. Ahora vengo. — Jin se retiró.

Jimin lo observó alejarse y dirigió nuevamente la vista a Yoongi.

— Creo que deberías irte Yoon. — Jimin frotó su brazo. — A partir de ahora lamento
no molestarte. Ya sabes.

— ¿Qué? — Yoongi abrió sorprendido sus ojos.

— Necesito a un médico. — Jimin alzó una ceja. — Y tú dejaste de ser uno.

Yoongi se quedó sin habla. Ahora sí.

— Y tomando en cuenta que necesito a uno, creo que cometí un error contigo. —
Jimin hizo su cabeza de lado. — Lamento haberte molestado con todo esto. Ya
puedes respirar tranquilo.

— ¿Qué? — Espetó Yoongi.

— Corto con lo nuestro. — Sentenció Jimin violentamente. — No eres el hombre a


quien busco Yoongi. Piérdete, ahora tengo a Jin. ¿Quedamos claros?

Quizás un balazo en la pierna y arrancarse todas las uñas con sus dientes hubiera
sido menos doloroso. Yoongi observaba a Jimin sin poder creerlo pero el rubio lucía
bastante serio.

— Vete Yoongi. — Habló fríamente. — No me sirves. No me obligues a usar la magia


contigo, las cosas acabarán muy mal para ti.

Yoongi observó a Jin y su radiante sonrisa. Lentamente fue retrocediendo sin


quitarla la vista de encima a Jimin.

— No he acabado contigo... — Susurró sintiendo la ira y el dolor irse acumulando


con su pecho.

— Yo sí. — Contestó Jimin clavándole duramente la mirada.


— Ya veremos...

Y tras esas palabras Yoongi regresó a pagar sin siquiera recoger su cambio. Se subió
a un taxi con el corazón estrujado y por más que lo deseaba, simplemente no podía
soltarse a llorar. Quería gritar, quería destrozar todo y maldecir a los cuatro vientos.

Regresó a donde estaba hospedado y se recargó contra la pared cubriéndose la cara.

— Contrólate... contrólate Yoongi. — Se suplicó a sí mismo.

Tomó una honda respiración y observó frente a él. Una ceja poco a poco comenzó a
alzarse.

"¿No eras lo suficientemente apto para esto?"

¿No era lo que su jefe también le había dicho?

¿Cómo demonios Jimin pudo saberlo?

Poco a poco sus ideas parecieron aclararse y una suave sonrisa asomó por sus labios.

— Eres un maldito... — Susurró Yoongi riendo. —Ahora sí te pasaste.

Todo era una trampa. Jimin lo había planificado así.

— Me las vas a pagar. — Comentó divertido sentándose frente a la pequeña mesa y


sacando sus cuadernos. — Me las vas a pagar y la primera parte de mi venganza
será descubrir lo que me ocultas. Nada de esto es una maldita coincidencia, todo
está perfectamente planificado.

Buscó y rebuscó entre sus cosas hasta sacar los libros de medicina e historia. Arrancó
la página con el mapa del mundo y borró todo lo que estaba anotado. Cogió una
pluma e ingresó a su teléfono.

Estados Unidos
Italia
Suecia
Polonia
Océano Atlántico

Comenzó a trazar unas cruces en los respectivos puntos en el mundo.


Mantuvo la vista fija en los puntos. Cuatro en Europa, uno en América. ¿Qué
significaba todo esto?

— ¿Qué ocultas Jimin? — Susurró en voz baja.

Comenzó a voltear una y otra vez el mapa para encontrar una forma, pero nada
venía a su mente.

Así que decidió comenzar a trazar los puntos entre sí... conectar todo.

Y si bien al principio no tuvo forma, finalmente logró encontrar una...


Y el alma se le fue a los pies.
[LUJURIA]

Semana 7 [última prueba]

Jimin se encontraba tomando tranquilamente su café. Observaba en silencio la


ventana que daba a un día soleado y brillante. Se encontraba tranquilo pero a la vez
algo molesto. Yoongi había logrado superar sus últimas pruebas y ahora
prácticamente iban 3-3. Sin embargo aquí no sabrían cómo elegirían un ganador.

Lo había provocado al máximo la semana pasado pero aun así Yoongi logró
descubrir sus siniestros planes. Ahora había un pequeño problema y es que no sabía
dónde se hospedaba ahora. Hoy era luna llena y su poder estaría al máximo al igual
que su energía sexual, así que si debía provechar para tentar al ex-médico, era hoy.
Escuchó que golpearon a su puerta. Abrió sus ojos sorprendido y con el ceño
fruncido. Dejó su café en la mano y con cierta cautela se fue acercando, listo para
atacar en cualquier momento. Abrió la puerta y su sorpresa aumentó el doble.

- ¿Qué haces aquí? - Preguntó parpadeando repetidas veces.

- Me quitaste todo, ahora te aguantas. - Yoongi lo empujó para ingresar a la cabaña


con sus maletas.

- ¿Qué? - Jimin cerró la puerta para verlo. - Espera... ¿qué?

- Lograste que me echaran de donde estaba hospedado y de mi trabajo. - Yoongi dejó


las maletas en el suelo y se cruzó de brazos viendo a Jimin. - No tengo mucho dinero
y no seguiré gastando en hospedaje. Así que estaré viviendo contigo.

Jimin se encontraba en blanco. Esto no lo había planificado.

- Oh, de acuerdo. - Jimin observó el sofá. - Puedes quedarte ahí.

- Tú puedes quedarte ahí, yo dormiré en la cama. - Yoongi acercó sus maletas.

- Es mi cama.

- Y yo tu invitado.

- En ese caso dormiremos juntos.

Yoongi volteó a verlo.

- Hecho. - El chico de cabello negro sonrió. - Puedo cocinar y tú limpiar.

- ¿Tengo cara de mucama? - Jimin alzó una ceja.

Yoongi no contestó nada más. Jimin se mantuvo en silencio y después de soltar un


suspiro volvió a sentarse en la mesa, viendo como el sol se iba ocultando detrás de
los árboles. Comenzó a hacer fresco.

Yoongi se encontraba sentado en la cama leyendo un libro, igualmente en silencio


absoluto y sin dirigirle la mirada. Jimin se removió en su silla y observó a través de
su hombro al apuesto hombre en su cama.

- ¿Tienes hambre? - Preguntó Jimin casi cuando ya iban a dar las siete de la noche. -
Podemos preparar algo.

- ¿Cómo qué? - Yoongi dejó el libro de lado.

- No sé. Tengo antojo de un cheescake desde hace rato. - Jimin frotó su barbilla.
- ¿Cheescake? - Yoongi se levantó. - De acuerdo, puedo ayudarte a hacerlo. ¿Tienes
los ingredientes?

Jimin comenzó a mover sus dedos con una sonrisa.

- No es un problema. - Acto seguido guiñó el ojo.

Yoongi sonrió un poco y lentamente se fue acercando a él. Sacó su teléfono y con sus
datos comenzó a buscar la receta.

- Perfecto, para esta no necesitamos horno. - Yoongi sacó capturas de pantalla. - Son
250 gramos de galletas María molidas, 130 gramos de mantequilla sin sal, 2
cucharadas de azúcar, 2 paquetes de queso-crema, 1/4 de leche condensada, jugo de
limón igualmente 1/4, una cucharada de extracto de vainilla y 3 sobres de grenetina
hidratada.

Yoongi dejó el teléfono para enfocar la vista en Jimin. Abrió sus ojos vastamente
sorprendido al ver todos los ingredientes colocados sobre la mesa.

- ¿Qué? - Preguntó Jimin al ver a Yoongi con la boca abierto.

- No, nada. - Yoongi dejó el teléfono de lado. - Lo demás ya vi cómo prepararlo.


Aunque apuesto que Seokjin cocina mejor, ¿cierto?

Jimin lo observó de reojo antes de sonreír.

- ¿Sigues sentido con eso? - Preguntó divertido el rubio. - Sabes que no hablaba en
serio.

- Sonó muy real para mi gusto.

- Debía hacerte perder los estribos pero lograste calmarte. - Jimin alzó sus hombros.
- Debo admitir que me sorprendes Yoongi.

- Gracias por el cumplido pero sigo sin perdonarte. - Yoongi comenzó a vaciar los
ingredientes en los trastes y moldes correspondientes.

Sintió a Jimin acercarse a él y en menos de un segundo sintió los cálidos y suaves


labios de Jimin en su mejilla. Yoongi se congeló al sentir su tibio aliento y luego un
beso ser depositado allí mismo. Un suave y tímido beso.

Observó a Jimin con sorpresa quien parecía estar a punto de explotar debido a lo
rojo que estaba. Inmediatamente desvió para concentrarse en los ingredientes.

- Perdonado... - Susurró Yoongi antes de volver igualmente a los ingredientes.


Jimin esbozó una sonrisa cuando Yoongi no lo vio. Se mantuvieron prácticamente
pegados mientras engrasaban el molde con la mantequilla y trituraban las galletas.
Yoongi de vez en cuando manchaba a Jimin a propósito para molestarlo, pero Jimin
rodaba sus ojos y se limpiaba antes de reír.

Por primera vez pudieron comportarse como dos personas normales. Dos personas
en la cocina pasando un buen momento, con ciertas miraditas de por medio y golpes
de cadera para molestarse.

El pastel poco a poco fue tomando forma y gracias a un poco de magia y los buenos
conocimientos de cocina de Yoongi, no pasó mucho hasta que lo tuvieron.
Aplanaron la superficie con la espátula y lo agarraron para meterlo en el congelador.

- ¿Cuánto tiempo crees que necesite? - Preguntó Jimin.

- Dos horas. - Yoongi se recargó en la pared. - Mientras me meteré a bañar, ¿puedo?

- Adelante. - Jimin asintió. - Después de ti voy yo.

Yoongi asintió y se acercó a su maleta para sacar su ropa para dormir. Observó
rápidamente a Jimin que estaba viendo por la ventana y entró al baño. Si es que así
podría llamarse ya que estaba muy... expuesto. Pero eso no le impidió proseguir.

Jimin dijo que saldría un momento para verificar el terreno. Yoongi contestó que
estaba bien.

Se encontró solo así que aprovechó para desnudarse y meterse a la regadera. Se lavó
perfectamente bien, tomó su tiempo para aprovechar la agradable sensación del
agua caliente cayendo sobre su cuerpo.

Finalmente salió y se secó el cabello con una toalla. Jimin ingresó poco después e
igualmente se metió a bañar. Yoongi lo siguió con la mirada y después volvió a su
teléfono para entretenerse un poco. La pila se le fue unos minutos después y no tuvo
otra opción que dejarlo de lado y entretenerse con la ventana.

Finalmente ambos salieron de bañarse. Yoongi se encontraba de negro mientras que


Jimin portaba una camisa blanca bastante holgada y pantalones de dormir negros.
El chico pasó junto a él oliendo delicioso y se detuvo para revisar el pastel.

- Creo que ya está. - Jimin observó el pastel.


Yoongi se acercó para sacarlo y lo depositaron en los taburetes. Jimin lo observó con
la boca hecha agua y corrió para sacar comida para calentar. Yoongi lo siguió con la
mirada con una maliciosa sonrisa en el rostro.

- Ah, estoy cansado. - Yoongi se fue a sentar a la mesa.

- Comemos y luego vendrá el pastel. Después podrás dormir lo que quieras. - Jimin
sonrió y calentó una carne que tenía. Yoongi lo observó fijamente. - No Yoongi, no
son intestinos.

El chico de cabello negro asintió un poco y esperó en silencio. Jimin cogió dos platos
y cubiertos y se fue a sentar frente a Yoongi. Ambos se sirvieron y comenzaron a
comer.

- Cocinas bien. - Yoongi dio la primera probada.

- No es lo único que hago bien. - Jimin no volteó a verlo pero una sonrisa se coló en
sus labios.

- Sí. - Yoongi sonrió un poco. - Me queda claro.

Jimin tragó saliva para evitar ruborizarse. Levantó sus pestañas para observar a
Yoongi y después volver a comer. Se mantuvieron en silencio, Jimin comía bastante
apenado porque cada que abría la boca para llevarse un bocado los ojos de Yoongi
parecían brillar.

Bien, no era su culpa. La estúpida luna llena comenzaba a desprender un aura sexual
a su alrededor a la que no muchos podrían contenerse. Pero estaba bien.

Eso sí lo había planificado.

- ¿Acabaste? - Preguntó Jimin.

Yoongi asintió. Su rostro no lucía alegre pero tampoco serio, más bien neutro.

Jimin cogió los platos y los llevó al fregadero. Los limpió rápidamente y se secó sus
manos con la toalla. Cogió un vaso de agua y comenzó a beber de él.

- Creo que ahora sí puedes ir a dormir. - Jimin se acercó a Yoongi para recoger unas
migajas. - Te despertaré temprano de todos modos.

- Olvidaste algo Jimin. - Yoongi tenía la mirada clavada muy firme en él.
Jimin volteó a verlo algo confundido. Yoongi deslizó sus dedos por su cintura para
acercarlo un poco a él. El demonio se estremeció un poco cuando Yoongi se acercó a
su oído.

- ¿Qué olvidé? - Preguntó.

- Mi postre...

Jimin se zafó de él suavemente y asintió.

- Cierto, te lo traigo.

Le dio la espalda y se acercó al hermoso pastel. Cogió un cuchillo y cortó lentamente


una gruesa rebanada. La colocó en el plato y se volteó para entregársela a Yoongi
pero se sobresaltó al ver que el hombre ya estaba detrás de él con una maliciosa
sonrisa.

- Vaya. - Jimin le devolvió la sonrisa y extendió el plato. - Aquí tienes, provecho.

Yoongi observó el pastel y después nuevamente a Jimin.

Se mantuvieron en silencio.

Se observaron.

Su respiración comenzó a agitarse.

Y finalmente todo explotó.

Yoongi lo fue a estrellar contra al taburete atacando su cuello mientras Jimin jadeaba
debido al golpe y se dejaba tomar. Nuevamente lo supieron, los distintos escenarios
atacaron sus mentes provocando que se sacudieran. Cada fibra de su cuerpo se erizó,
el toque entre ambos se volvió sensible. Un simple roce con la yema de los dedos
podía provocar que sus vellos se erizaran al máximo, mandando electricidad pura.

Y sí. Jimin quería que lo volviera a romper, quería que lo volviera a tomar y sentir
que se hundiera. Era la semana de la maldita lujuria y no iba a contenerse. Aunque
se comportara como una bestia y destruyeran el lugar. Era un pecado, el más
delicioso y tentador de todos. No habría barreras, se dejaría llevar y pondría en
práctica sus oscuras fantasías.

Tenían toda la noche...

Y no lo iba a desaprovechar.
Dejó el pastel de lado para rodear a Yoongi de la cintura y sentir como sus besos se
iban esparciendo casi hasta la parte baja de su barbilla. Sus dientes se enterraron en
su suave piel haciéndole chillar un poco. Yoongi se sintió perder en la piel de Jimin.
Sus propios instintos le gritaban tomarlo, tomarlo duramente, sin piedad alguna. Su
cuerpo gritaba el contacto del hermoso rubio, suplicaba sentir sus labios en su
cuerpo, desesperaba por hundirse en él y sentir como se conectaban nuevamente.
Esa conexión tan única que les hacía perder la cabeza.

- Yoongi... - Susurró Jimin cuando sintió sus besos ir subiendo, finalmente en su


quijada. - Bésame...

El mayor se detuvo casi al instante, sin embargo no se separó. Jimin sentía su corazón
latir con fuerza y su cuerpo temblar. Yoongi lentamente se separó hasta quedar
nuevamente frente a él con una morbosa y tétrica sonrisa.

- ¿Quieres que te bese? - Preguntó Yoongi lamiendo sus labios.

Jimin comenzó a sentir mucho calor en todo su cuerpo. Asintió lentamente y tensó
sus músculos. Yoongi se acercó a él nuevamente, Jimin abrió sus piernas para que
se colocara entre ellas. Las manos del mayor se deslizaron por su cadera y lo
levantaron.

- Entonces lo haré... - Yoongi lo dejó en la mesa, Jimin alzó una ceja.

Yoongi tumbó a Jimin en la mesa con fuerza, acostándolo completamente. El menor


trató de reincorporarse pero se detuvo cuando Yoongi deslizó sus manos al borde
sus pantalones. Tembló excitado, incapaz de controlar más su deseo. Yoongi observó
el bulto que comenzaba a formarse y no pudo evitar relamerse ante la exquisita
imagen. Los ojos de Jimin brillaban... brillaban en lujuria.

Yoongi retiró sus pantalones en un seco movimiento, dejando finalmente la hermosa


vista a la luz. La entrada al pecado, el pecado más dulce y placentero que probaría.
Jimin enrojeció inevitablemente pero su cuerpo pareció estar encantado al estar
expuesto. Su pene se tornó más rojizo, creciendo de a poco mientras sentía los ojos
de Yoongi en su parte más íntima.

Arqueó su espalda y dejó expulsar otro gemido cuando Yoongi rozó suavemente la
yema de sus dedos la entrada de su ano. Un toque que lo sintió como un choque de
electricidad por todo su cuerpo. Sus nervios lo sacudieron violentamente en la mesa
y todo su cuerpo tomó un rubor natural.
Su respiración se volvió entre-cortada. Yoongi sonrió y lentamente levantó la mirada
para tomar la camisa de Jimin e irla subiendo despacio, dejando a la vista su
ombligo, pecho y finalmente sus pezones. Estaban rojizos, quiso morderlos y probar
su suave textura nuevamente pero se contuvo.

Su pene dolía, estaba muy duro. Estaba excitado, pero quería controlarse un poco.
Porque quería que ahora fuera Jimin quien perdiera la cordura y se dejara arrastrar
a la locura del placer. Haría lo que nunca le habían hecho y lo dejaría marcado pero
no físicamente. Lo dejaría marcado de tal manera que su cuerpo se negara a otro
contacto que no fuera el de él.

- Luces siempre tan apetitoso... - Susurró Yoongi.

Jimin enrojeció. Estaba profundamente excitado y el pensar que Yoongi podría


comenzar a hablarle sucio lo ponía aún más. Y eso realmente lo creyó imposible
hasta que lo escuchó proseguir.

- Quiero comerte. Quiero comerme todo tu lindo cuerpo ya que mi hambre se ha


estado acumulando. - Se inclinó suavemente hacia Jimin. - Quiero comerme tus
lindas piernas y tus suaves brazos. Quiero comerte todo el cuerpo y no finalizaré
hasta saciarme.

Los ojos de Jimin se oscurecieron completamente. Finalmente sintió su glande


chocar contra su estómago y sus piernas tensarse y contraerse. Necesitaba atención,
le urgía atención por todo su cuerpo así que le sonrió a Yoongi en modo respuesta.

El mayor se alejó un poco y cogió el pastel. Agarró el tenedor y le dio una probada,
Jimin lo observaba en silencio.

- Delicioso... - Susurró él roncamente antes de irse acercando suavemente a Jimin. -


¿Quieres probar?

- Dame. - Jimin abrió su boca.

Yoongi esbozó una sonrisa y dejó el pastel en la mesa antes de volver a tumbar a
Jimin y jalar sus piernas para que la mitad de su cuerpo quedara fuera de la
superficie.

- Lo harás después... - Susurró Yoongi con malicia. - Porque me toca probarlo a mi


primero.
Hundió sus dedos en el pastel para agarrar una buena porción. La cremosa y dulce
textura se mantuvo firme en sus dedos. Jimin seguía sin comprender hasta que vio
los dedos de Yoongi irse acercando a sus piernas.

Gimió agudo y se contrajo al sentir la helada textura reposar en la parte interna de


sus muslos y embarrar. Mordió sus labios al ver a Yoongi tomar mucho más y esta
vez embarrar en su entrada. Jimin gimió otra vez y se revolcó al sentir como el frío
pastel era embarrado por sus zonas más sensibles.

Sentía la cremosa y pegajosa textura irse esparciendo por su cuerpo. Cerró sus ojos
con fuerza y comenzó a respirar por la boca al sentir más pastel ser embarrado en su
entrada y perineo. Dio un pequeño brinco y apretó sus dientes, finalmente sus ojos
que se encontraban cristalinos. Y el sentir el cálido aliento de Yoongi chocar lo
mandó directo al infierno.

- ¡M-mierda Yoongi...! - Habló en dificultad Jimin.

Soltó un fuerte grito y se aferró a los costados de la mesa, levantando un poco su


caderas cuando sintió la lengua de Yoongi entrar en contacto con su piel. Se sintió
marear y desmayar. Yoongi literalmente se lo estaba comiendo. Succionaba y lamía
todo su cuerpo, haciéndole una lubricación que jamás se le hubiera pasado por la
cabeza.

Yoongi se mantuvo firme, deslizando la punta de su lengua por todo rastro de


cheescake en el suave y blanco cuerpo de Jimin. Introdujo su lengua en la entrada y
empujó para abrir un poco, Jimin volvió a gritar y se retorció. Yoongi comenzó a
chupar con mayor insistencia, sintiendo el dulce sabor del pastel y Jimin en su boca.
Era perfecto, era un maldito manjar.

- ¿Querías que te besara? - Preguntó Yoongi.

Y sin permiso alguno comenzó a esparcir besos por toda la entrada, por todo el
contorno. El rubio se encontraba color cereza, tirando de su cabello y gritando
incoherencias y maldiciones que prendían al mayor. Todas esas sucias palabras
como "jódeme"; "hazme tuyo de una maldita vez"; o "me quiero venir" le estaban
atormentando la mente. Las fantasías lo impulsaban a cosas cada vez más atrevidas.

- La gula nunca había sido antes tan exquisita. - Susurró Yoongi con ojos brillantes,
besando una y otra vez la entrada del menor hasta empaparla de saliva. - Comería
esto todos los días...
Jimin temblaba y al escuchar la ropa de Yoongi deslizarse fuera de su cuerpo no
pude evitar gritar. No había entrado pero ya podía hacerse una idea. Su ano pareció
dilatarse aún más y sus paredes se contrajeron, listas para recibir el grueso pene de
Yoongi y succionarlo hasta el fondo, apresarlo y no soltarlo hasta que estuviera
satisfecho. No lo dejarían librarse hasta que se viniera y lo saciara.

Jimin sintió que su pierna derecha fue levantada y no tardó en sentir el glande
Yoongi empujando suavemente. Aferró sus dedos al borde la mesa y lloriqueó,
viendo a Yoongi con ojos cristalizados y labios partidos debido a tanto morderlos.

- ¡MIERDA! - Gritó cuando lo sintió entrar. - ¡JÓDEME! ¡JÓDEME! ¡POR UNA


MIERDA YOONGI JÓDEME!

Y tras esa suplica quebrada por el deseo descontrolado Yoongi lo azotó duramente
contra la mesa, haciéndola rechinar y moverla hacia adelante. Tiró de Jimin de la
cadera para hundirse más en él escuchando sus gritos de placer. Jimin comenzó a
moverse, suplicándole que se moviera, Yoongi obedeció al instante.

Comenzó a entrar y salir duramente de él, tomándolo de la cadera y perdido en sus


expresiones de placer. Veía su pene desaparecer en la rosada y caliente entrada,
hecha perfectamente para él. Comenzó a penetrarlo como se debía; sin darle siquiera
tiempo de respirar.

El cuerpo de Jimin se deslizaba una y otra vez por la mesa. Sus pieles chocaron
furiosas y los chasquidos húmedos rodearon el ambiente. Estaban enloquecidos, ya
nada parecía importar. Se habían dejado arrastrar al morbo sexual, ya no habían
palaras bonitas de por medio o caricias suaves.

No. Ellos ya no querían eso.

Lo tomó duramente y Jimin se encargó se apretar su ano para apresarlo duramente.


Yoongi lo penetraba rápidamente, empujando hasta que sus testículos tocaron la
entrada.

Y Jimin lo observaba.

Lo observaba con los labios abiertos y expulsando agudos gemidos, sin quitarle la
vista de encima.

Yoongi se acercó a él para tomarlo del cuello. Nunca antes había deseado besarlo
como a ese punto, sus labios brillantes, suaves, rosados. Jimin le sonrió con morbo y
mientras lo seguía penetrando duramente cogió la mano de Yoongi en su cuello para
dirigirla a su boca.

Allí comenzó a chupar sus dedos y empaparlos de saliva. Los mordió, rozó con sus
dientes, chupó, lamió. Y todo sin despegarse la mirada ni detener las embestidas. La
saliva de Jimin escurrió por sus labios, jadeando en descontrol y succionando como
un chupón los dos dedos de Yoongi enterrados en su boca.

Y la imagen era tan caliente y tan sucia...

Gritaron y se tensaron. Jimin comenzó a expulsar semen que cayó en su pecho y le


hizo detener su trabajo con la boca. Se le fue el habla y solo pudo ahogar el gemido
que se atoró en su garganta. Se aferró a la mesa una vez más y dobló su espalda al
sentir el semen ir escurriendo por toda la longitud de su pene y poco después la
mano de Yoongi bombear para ayudarlo a correrse.

Yoongi no tardó, viendo como entre cada estocada su pene salía con la textura
blanquecina y el húmedo sonido se volvía más potente. Su vello público se estaba
manchado y Jimin parecía encantado con eso, viéndolo como una bestia hambrienta
y suplicando para que finalizara dentro.

Yoongi salió de él, su erección aun completamente dura. Jimin se reincorporó


lentamente aún con su cuerpo dando espasmos. Tomó a Yoongi de la nuca y
comenzó a besar su cuello.

- Me encantas... - Susurró Jimin enterrando su rostro en su cuello. - Me encantas


Yoongi, me encantas...

Dirigió sus manos al pecho desnudo del mayor y en un ágil movimiento mordió sus
pezones. Yoongi jadeó ronco y sintió los nervios en su cuerpo chocar contra su
entrepierna. Jimin mordió de nuevo arrancándole otro ronco y placentero gemido.
El rubio le sonrió lascivo.

- ¿Más? - Preguntó Jimin con una tétrica sonrisa.

- Más... - Susurró Yoongi.

El rubio relamió sus labios y volvió a pegarse al mayor buscando un contacto


profundo entre sus pieles. Tomó la erección del mayor y lentamente avanzaron hasta
que la espalda de Jimin tocó la pared. Chilló nuevamente y siguió masturbando a
Yoongi viéndolo fijamente a los ojos, viendo como éstos se oscurecían por el placer.
Yoongi retiró las manos de Jimin de su grueso pene que apenas podía envolver entre
su mano. Lo tomó de la cadera y lo levantó antes de dejarlo caer en seco nuevamente
en su pene, enterrándose una vez más en él.

Jimin volvió a gritar y allí comenzó a ser embestido, contra la pared, subiendo y
bajando su cuerpo rápidamente sobre el caliente pene. Su grieta ardía, ardía en
placer. El hambre de su cuerpo no estaba siquiera un poco satisfecha, seguía
pidiendo por más y cada embestida que daba el mayor parecía saciarlo un poco más.

Enterró sus uñas en los hombros de Yoongi mientras éste embestía una y otra vez
su interior sin piedad. Atacó la piel de Jimin para morderla con fuerza, dejando
marcas azules y morados de sus dientes por todo su cuerpo. Jimin gritaba, gritaba y
no le importaba. Seguía suplicándole y susurrando cosas sucias, impregnando el
ambiente de un perfume sexual que los embriagó a ambos.

Tenían hambre el uno del otro. Se ansiaban y deseaban aunque pretendieran que no.

- ¡Más! ¡Más! - Suplicó Jimin. - ¡Jo-joder Yoongi... más!

Dejó al muchacho caer completamente en su erección, azotándolo agresivamente


entre cada embiste. Era fascinante cómo el agotamiento no se hacía presente. De
hecho, mientras más lo hacían más ganas parecían llegar y el cansancio era lo último
en presentarse.

Jimin finalmente se contrajo casi al mismo tiempo que Yoongi y el semen


nuevamente se expulsó en su interior. Jimin tembló y ahogó un gemido,
manteniéndose quieto durante unos segundos, rostro hundido en el cuello de
Yoongi.

Sintió el semen ser depositado dentro de él y su cuerpo gritar eufórico ante ello.

Despegó su frente completamente sudada del mayor y lo tomó del cabello mientras
éste lo bajaba. Sus ojos se mantuvieron pegados a sus labios, Jimin casi soltó un
lloriqueo así que solo se acercó para lamer el labio inferior del mayor. Sacó su lengua
y la pasó por su belfo para sentir su suave textura antes de relamerse.

- Te toca. - Jimin logró empujarlo con una fuerza sobrehumana y Yoongi fuera a dar
directamente a la cama.

Jimin se colocó a horcajadas de él, ambos perdidos en la expresión del deseo.

- ¿Más? - Preguntó Jimin sonriendo.


- Más. - Yoongi sonrió de vuelta.

Jimin se sentó sobre él y lanzó su cabello hacia atrás con su mano, Su piel lucía
brillante debido al sudor pero para Yoongi resultó exquisito. Jimin le dio la espalda,
dejando su apetitosa entrada cerca de su rostro y lentamente se inclinó para
comenzar a chuparle la polla al mayor.

La enterró profundamente en su garganta importándolo poco. Le encantaba, el


saborearse a sí mismo y después a él era terriblemente excitante. Asqueroso quizás
para unos pero no había reglas ni límites.

Eran la lujuria en su máximo esplendor.

Un sesenta y nueve fue la posición que lograron acomodar. Jimin seguía


succionando la erección de Yoongi con hartas ganas, balanceando su cabeza en
pequeñas olas para tragarla toda. No pasó mucho hasta que sintió la lengua de
Yoongi nuevamente en su entrada provocando que se atragantara.

Apretó sus mejillas para estrujar el pene y tensó su cuerpo al sentir la lengua de
Yoongi entrar y salir de su cuerpo. Siguió succionando con fuerza e insistencia,
lamiendo el glande y arqueando más su espalda para dejar una mejor vista de parte
trasera. Quería que Yoongi supiera cuan hambriento estaba.

Y finalmente lo sintió. Los dos dedos de Yoongi ingresar nuevamente en su entrada


y comenzar a sobar en su punto dulce azotándolo en placer. Liberó la erección de
Yoongi de su boca para gritar y observarlo a través de su hombro con lágrimas en
sus ojos. Yoongi se relamió y mordiendo sus labios con fuerza comenzó a meter y a
sacar los dedos más rápido de él. Jimin gritó y volvió a la erección comenzando a
succionar con tanta rapidez que su mandíbula dolía.

Yoongi fue el primero en correrse, y apenas sintió el semen dentro de su boca los
dedos de Yoongi siguieron penetrándolo incluso con más rapidez que antes. Jimin
maldijo y extendió su cuerpo, levantando sus caderas y sobando los testículos del
mayor anonadado de placer.

Dos dedos.

Tres dedos.

Cuatro dedos.

Jimin se retorcía y gritaba. Gritaba tanto que sus cuerdas vocales ardían y
nuevamente se sentía correr. Su semen expulsado nuevamente mientras Yoongi
metía y sacaba sus dedos dentro de él, escurriendo el licor sexual. Su ano estaba
completamente dilatado, la magia negra actuando en su cuerpo funcionaba de
maravilla. Su grieta se abría, se abría para recibir todo lo que ese hombre tenía para
él y engullirlo gustoso.

- Jódeme... - Suplicó Jimin. - Jódeme todo...

- ¿Eso quieres? - Preguntó Yoongi.

Jimin no pudo hablar. Finalmente lo sintió y se retorció de placer.

Yoongi introdujo toda su mano dentro de él.

Comenzó a empujar sus caderas para auto penetrarse. Cerró sus ojos con fuerza y
siguió moviéndose, acompañándose de Yoongi quien siguió introduciendo su
mano, repetidas veces. La calidez lo lleno, los jugos de Jimin escurrieron por sus
brazos.

El menor finalmente gritó nuevamente y Yoongi sacó su mano. Jimin tuvo espasmos,
espasmos que no podía controlar. Seguía corriéndose, su cuerpo comenzó a suplicar
un respiro. Estaba abusando... ¡pero necesitaba más! ¡Quería más!

Se arrastró con las pocas fuerzas que le quedaban y se dio la vuelta para ver a
Yoongi.

- ¿M-más? - Tartamudeó.

No esperó a que Yoongi respondiera, ya se había vuelto a hundir en él y comenzado


a montarlo. Respiró profundo y fue lento, sintiendo las manos de Yoongi en sus
pezones y apretar. Lo montó en gritos de placer, sintiéndose alcanzar una cima que
ningún ser humano podría lograr.

Yoongi lo tomó firme y entre respiraciones agitadas y gemidos siguió follándolo. Se


corrió, dos veces, y eso no le impidió dejar que Jimin siguiera montándolo y
susurrarle obscenidades al oído. Esa boca de lengua filosa.

Cuando fue la sexta ronda, Jimin se dejó caer rendido en el pecho de Yoongi.

Yoongi estaba sin palabras, sintiendo el cuerpo de Jimin desplomarse sobre el suyo.
Ambos temblaban. Estaban en el suelo, Yoongi aún enterrado a Jimin.

- Joder... - Susurró el menor. - Joder... voy a matarme.

- Respira. - Yoongi sobó su cabello que se encontraba húmedo.


Jimin sintió una pesadez en sus ojos. Alzó un poco la vista, viendo como la oscura
noche se encontraba más clara. Azul.

Ya estaba amaneciendo.

- Una más... - Suplicó Jimin viendo finalmente al mayor.

- Jimin... - Yoongi sentía su cuerpo temblar, agotado debido al arduo trabajo físico.

- Lo haré lento. - Susurró Jimin. - Te lo prometo.

Era extraño ya que eso lo había dicho las últimas cuatro veces.

Yoongi sin embargo asintió. Se levantaron pesadamente del suelo y fueron a dar al
sofá. Yoongi no supo en qué momento Jimin se encontraba debajo suyo con las
manos entrelazadas detrás de su nuca viéndolo fijamente a los ojos.

- Hazlo... - Susurró el menor con voz corta.

Yoongi peinó suavemente hacia atrás el cabello del hermoso rubio debajo de él.
Lentamente entró en él y se detuvo una vez que se introdujo completamente.

- Espera... - Susurró Jimin antes de que volviera a moverse.

- ¿Qué pasa? - Preguntó Yoongi.

Jimin lo observó en silencio unos segundos antes de tomar sus manos y entrelazarlas
con las suyas. Tímidamente se fue acercando a él y besó con delicadeza la esquina
de su boca antes dejarse caer suavemente en el sofá.

- Hazlo... - Susurró Jimin apretando con fuerza el agarre de sus manos.

Yoongi sintió algo cálido en su pecho. Comenzó a moverse suavemente, perdido en


aquel brillante, filoso y hermoso azul que desprendían los ojos del muchacho debajo
de él. Nunca creyó que una figura tan demoniaca lograra verse tan angelical e
inocente. Pero Jimin era la prueba de ello, era la prueba que no todos los demonios
podían lucir terribles.

Comenzó a entrar más profundo en él. Jimin cerró sus ojos y dejó sus labios abiertos
mientras regularizaba su respiración. Yoongi se dejó caer un poco en él, esta vez él
hundiendo su rostro en el cuello de Jimin y besar suavemente.

La lujuria seguía presente y el deseo sexual, pero otra espesa capa se había instalado.
Una capa que ambos desconocían qué era pero les gustaba. Yoongi comenzó a
embestir un poco más rápido, Jimin jadeó agudo y volvió a morder sus labios,
destensando su cuerpo para gozar al máximo el exquisito placer que Yoongi le
otorgaba.

El mayor tomó nuevamente la erección del menor y comenzó a masturbarlo al


mismo ritmo que las embestidas. Jimin volvió a gemir y enterró sus uñas en la
espalda de Yoongi, arrastrándolas sobre toda su piel hasta espalda baja, dejando
cuatro hilos rojizos en sus omóplatos.

Yoongi siguió besando su mandíbula y penetró un poco más fuerte. Jimin arqueó su
espalda y comenzó a respirar sonoramente hasta dejarse caer en el sofá nuevamente.
Yoongi insistió en sus embestidas para venirse primero.

Una ola de alivio lo liberó cuando finalmente expulsó todo lo que tenía. Salió de
Jimin para inclinarse sobre el pene aun duro del menor y comenzó a masturbar más
rápido. Jimin lo tomó del cabello y chilló agudo, las primeras gotas blancas brotaron
de su hinchado y rojizo glande.

Yoongi pasó su rasposa lengua por ellas, lamiéndolas conforme iban saliendo y
embriagándose de su dulzor y calidez. Jimin movió un poco sus caderas para
embestir suavemente la boca de Yoongi y finalmente liberarse él también. Yoongi lo
permitió y finalmente sintió a Jimin venirse dentro de su boca.

El menor tembló un poco. Yoongi se volvió a colocar a su altura y se observaron


fijamente a los ojos. Yoongi deslizó la mirada con delicadeza sobre el cuerpo del
chico debajo de él y se detuvo en sus labios.

Jimin lo sintió. Sintió el desespero de Yoongi viendo sus carnosos labios.

- No lo hagas... - Suplicó Jimin.

Yoongi levantó la mirada.

- ¿Qué? - Preguntó.

- No lo hagas... - Repitió Jimin con voz corta. - Por favor Yoongi, no vayas a
besarme...

El mayor se quedó en silencio. Observó unas sombras negras rodeando la habitación


y unas miradas desconocidas fijas en él.

- Los demonios observan... - Susurró Jimin. - Observan el momento para que me


beses y te lleven con ellos...

- ¿No es lo que querías? - Preguntó Yoongi.


- Te deseo como no tienes una idea. - Jimin le mantuvo la mirada. - Pero...

- ¿Pero?

Jimin desvió la mirada hacia las siluetas que se mantenían intactas.

- No... No puedo... - Su voz quebró.

- ¿Jimin qué pasa? - Preguntó Yoongi preocupado.

- Si te beso te estaría condenando. - Susurró Jimin.

Yoongi se mantuvo en silencio y una sonrisa se dibujó en sus labios.

Trazó los labios de Jimin con sus dedos y una enfermiza sonrisa se dibujó en sus
labios.

- Entonces sé exactamente qué hacer... - Susurró el mayor.

Y tras esas palabras jaló de la nuca a Jimin para plantar sus labios contra los suyos.

Y lo besó.

Introdujo su lengua mandando una chispa desesperada de deseo que les hizo gemir
a ambos y caer del sofá para quedar en el suelo. Yoongi tiró del cabello del Jimin
para empujar su lengua contra la suya y comenzar una pelea. Sus chasquidos
resonaron y finalmente Jimin tiró de su labio con un gemido, separándose un
momento y volviendo a besarlo con fuerza.

Rodaron un poco enloquecidos en la fragancia de aquel beso, Yoongi volviéndose a


enterrar en Jimin mientras lo besaba en descontrol. Sus penetraciones azotaron el
joven que lo siguió besando hasta que sintió a Yoongi moverse y tomarlo
rápidamente del cuello para separarlo.

- Perdiste. - Susurró Yoongi deslizando su mano arriba de la mesa.

Todo transcurrió en un segundo.

En un maldito segundo.

Yoongi sonrió con malicia.

Y Jimin soltó un grito desgarrador al sentir el cuchillo del pastel enterrarse


profundamente en su corazón.
╔ Quiero amarte,
Pero algo me aleja de ti.
Jesús es mi virtud,
Y Judas el demonio con el que quiero estar. ╝

Lady Gaga – Judas


Un cuerpo desnudo se encontraba fríamente extendido en el suelo. Los mechones
rubios cubrían su rostro con delicadeza y no permitían ver su pálida piel. Estaba
sobre un charco de sangre, un charco color rojo carmín y espeso, secándose en la
oscura madera negra del suelo.

La cabaña estaba silenciosa, los rayos del sol se colaban y el cuerpo de aquel hermoso
rubio era lo único que se encontraba. Un cuchillo de mango grueso y hoja afilada se
encontraba enterrado casi en su totalidad en la zona del corazón, con un rastro de
sangre deslizándose por todo el filo y goteando hasta el suelo después de pasar por
sus costillas.

Finalmente el inmóvil cuerpo se movió un poco soltando un gruñido apenas audible,


triste, lejano.

Jimin apretó sus ojos con fuerza relamiendo sus secos y morados labios antes de
abrirlos lentamente. Soltó un grito de dolor y enrolló sus dedos en el mango del
cuchillo antes de tomar una respiración profunda.

— Uno... dos... — Contó tembloroso. — Tres...

La habitación se llenó de estruendosos y gélidos gritos de dolor puro. Jimin extrajo


el cuchillo chillando agudo, con sus mejillas empapadas de lágrimas hasta que
finalmente lo sacó, aventándolo del otro lado de la habitación con fuerza.

Se reincorporó tapando la herida que se encontraba sangrando nuevamente. Se


apoyó en la silla para levantarse y cerró sus ojos con fuerza mientras susurraba unas
palabras en latín invertido que oscureció más al lugar. La piel comenzó a cerrarse y
fue en cuestión de segundos cuando la herida sanó por completo, no dejando
siquiera una cicatriz.

Jimin trató de avanzar pero volvió a caer al suelo. Soltó un quejido de dolor y se
arrastró a una esquina de la habitación con el aliento corto. Abrazó sus piernas y
hundió su rostro entre sus rodillas cerrando sus ojos con fuerza, como un niño
pequeño buscando ocultarse de todo el mundo y desaparecer.

Aún con los ojos cerrados pudo recordarlo, ver a Yoongi sobre él con una sonrisa y
el cuchillo en mano antes de enterrarlo en él. Sintió el dolor, sintió el ardor...

Pero lo que más le dolió fue que recordó.


— Lo hago porque te amo... — Susurró Taylor tomándolo con fuerza. — Y quiero que sepas
cuánto te amo. — Y enterró el cuchillo profundo en él, abriéndolo hasta dejar sus intestinos
a la luz. — ¡Te amo Jimin, te amo! ¡¿Por qué no lo entiendes?!

Jimin no supo en qué momento fue que comenzó a llorar. Ya se encontraba


abrazando nuevamente sus piernas con más fuerza, sollozando en silencio y
obligándose a borrar todos esos recuerdos de su mente, obligándose a enterrar su
crudo pasado, obligándose a olvidar el año 1722...

— Jimin. — Llamaron suavemente.

El rubio levantó la mirada, cruzándola con quien sería su hermano... si así podría
decirse.

— Jihyun. — Susurró tembloroso.

— ¿Estás... bien? — Preguntó su hermano sentándose junto a él.

Jimin desvió la mirada y tragó saliva. Jihyun suspiró y lentamente tomó su mano
para sobarla.

— Nunca es tarde para cambiar de bando, ¿sabes? — Preguntó el chico viéndolo con
tristeza.

— No puedo. — Fue lo único que contestó Jimin. — Jihyun, yo no puedo... tú lo


sabes...

— Jimin. — Jihyun tomó su barbilla. — Entiendo que lo que pasó con Taylor te
destruyó, entiendo que...

— ¡No, no lo entiendes! — Rugió Jimin levantándose molesto. — ¡Nadie tiene idea


de lo que tuve que pasar!

— Entonces explícame. — Suplicó Jihyun.

— No lo haré. — Jimin desvió la mirada. — Solo déjame en paz, tengo cosas que
hacer.

— ¿Qué cosas? — Preguntó el chico observándolo fijamente.

Jimin soltó una seca carcajada y aventó el cuchillo en el fregadero. Guardó toda la
comida que había fuera y se colocó algo de ropa.

— Jimin. — Volvió a llamar Jihyun.


— Mi pelea con Yoongi sigue en pie, ¿recuerdas? — Jimin lo observó a través de su
hombro. — Él aún piensa detenerme.

— Deberías hablar con él. — Susurró Jihyun.

Jimin se mantuvo en un corto silencio. ¿Realmente serviría de algo decirle la verdad


a Yoongi? No, él no lo creía así. Tenía cosas más importantes que hacer que estar
dándole explicaciones a un mortal. Yoongi no le importaba realmente, es decir,
bueno, él siquiera sabía qué sentía respecto a él. Todo era tan confuso.

Pero pese a todo, era cierto que le había dolido lo que había hecho Yoongi. No
esperaba que el hombre tratara de matarlo, realmente nunca supuso que Yoongi
llegaría a hacer algo así, pero bueno, había demostrado ser un hombre de carácter y
difícil de manipular. Quizás era algo lento, pero llegaba a comprender las cosas con
rapidez, tampoco era un idiota.

— No lo haré. — Jimin sonrió. — Solo le estoy dando más tiempo de vida, la profecía
dice que...

— Tú y tu maldita profecía. —Jihyun rodó sus ojos. — Yo no sé qué dice esa maldita
profecía, Jimin.

— Entonces abstente a hacer comentarios. — Jimin cogió las llaves de su casa.

— ¿Irás a ver a Yoongi? — Preguntó Jihyun.

— No. — Espetó secamente Jimin. — No te importa a donde iré.

— Claro que me importa, no quiero ver más muertos en las calles.

— Deberías acostumbrarte. — Jimin finalmente se acercó a la puerta. — Este es tan


solo el inicio de lo que planeo hacer.

— Jimin por favor. — Suplicó Jihyun.

— ¡Jimin nada! — Volvió a espetar él. — ¡Jimin murió hace mucho tiempo! ¡Llámame
por quien realmente soy! ¡Grita mi verdadero nombre!

El fantasma lo observó dolido.

— ¡Leviathan es mi maldito nombre! ¡Soy un demonio, un príncipe infernal sediento


de sangre y muerte enloquecida de venganza! —Jimin le clavó la más fría de sus
miradas. — ¡¿Comprendes?!

— Comprendo... — Murmullo Jihyun con voz cada vez más apagada.


Y dicho esto Jimin salió de la cabaña azotando la puerta detrás de él.

***

Kim Taehyung nuevamente se encontraba frente a los cuerpos. Hasta donde él tenía
entendido ya había finalizado todo este asunto de los cuerpos desenterrados, pero
parece que no. Aún había asuntos qué atender.

Por suerte Min Yoongi se encontraba junto a él.

Después de encontrar su número en la base de datos, le explicó que tenían un


pequeño problema y que si podía venir a ayudar. Yoongi comprendió que Taehyung
lo llamaba para ver algo acerca de... bueno, lo que sabía y ellos dos sabían. Accedió
y a la mañana siguiente se dirigió a la comisaría, olvidándose por completo de que
había apuñado a Jimin hace una noche.

— Gracias oficial Jung, puede dejarnos solos. — Taehyung asintió.

El otro oficial le sonrió y salió dejando al médico [ex-médico] y al oficial solos.


Yoongi y Taehyung suspiraron al mismo tiempo y se acercaron a los cuerpos.

— Decidimos hacer una última autopsia de los cuerpos que teníamos acá. — Explicó
Taehyung. — Hubieron unas muestras muy extrañad, pero decidí no decirle a mi
gente. Preferí que lo vieras tú primero.

Yoongi pegó un pequeño brinco al ver a Jihyun frente a él. Después recordó que él
solo podía verlo así que lo ignoró y comenzó a leer el expediente de los fallecidos.
Jeon Jungkook apareció poco después junto a Jihyun, observando el lugar con
curiosidad.

— ¿Qué hacemos en la comisaría? — Preguntó Jungkook.

— Shhh. — Calló Jihyun viendo fijamente a Yoongi.

Jungkook puso los ojos en blanco y comenzó a pasearse por el lugar. Pasó casi
corriendo por un escritorio que accidentalmente tiró unas hojas.

Kim Taehyung levantó la mirada para ver unas hojas tiradas en el suelo. Soltó un
suspiro y se acercó para levantarlas, seguido por la mirada de un fantasma que no
podía ver.
Jungkook parpadeó repetidas veces viendo al hombre que se encontraba junto a él
pese a que no lo supiera. Observó al fuerte hombre apoyarse en el escritorio y
cruzarse de brazos. Jungkook esbozó una tonta sonrisa viendo sus rasgos pero poco
después negó con la cabeza.

— Es guapo. — Llamó a Jihyun, Yoongi levantó también la mirada pero la bajó


inmediatamente. — Kim... Tae...Taehy...¡Taehyung!

— Jungkook déjalo en paz. — Jihyun alzó una ceja. — Estás muerto.

— No necesitas repetírmelo. — Jungkook se colocó junto al hombre y mordió sus


labios. — ¿Cómo nunca fui arrestado?

— Jungkook. — Regañó Jihyun.

— Ya, lo siento. — El castaño se acercó a Yoongi ahora. — ¡Hey, ya vi eso antes!

— Jungkook vete. — Susurró Yoongi.

— ¿Perdón? — Llamó Taehyung.

— No, nada. Lo siento. — Se excusó Yoongi.

El oficial asintió y esperó en silencio a que Yoongi finalizara. Jungkook seguía junto
al apuesto oficial mientras Jihyun mordía la uña de su pulgar con nerviosismo.

— Todos tenían hierro con sulfato de magnesio. — Yoongi alzó una ceja.

Taehyung siguió esperando en silencio.

— Es decir, esto igualmente lo vi con Jungkook... — Cerró el expediente. — Tenía


acero en el estómago.

— Metal. — Finalizó Taehyung. — Eso me resultó extraño y ahora que me dices que
Jungkook lo tenía, entonces supongo es un patrón entre todos.

— Jeon Jungkook para ti. — Jungkook sonrió con coquetería.

— ¿Si sabes que no puede escucharte? — Jihyun suspiró cansado.

— Jeon... Jungkook. — Repitió Taehyung alzando una ceja, por alguna extraña razón
tuvo el impulso de decir aquel nombre. — ¿Sí? ¿El chico que falleció hace unas
semanas, no?

— Él mismo. — Yoongi asintió. — Entonces... metal. ¿Sabes por qué tenían metal los
cuerpos?
— Lo encontramos en sus intestinos pero a la hora de la autopsia no encontramos
nada. — Taehyung alzó sus hombros. — Por eso me resultó extraño. En la autopsia
no salió el metal pero si allí. — Señaló los papeles que Yoongi tenía en la mano.

— Metal... Un... objeto de metal. — Repitió.

— Exactamente. — Taehyung asintió.

Yoongi mordió sus labios y después asintió.

— Me encargaré de investigar más a fondo. — Yoongi le entregó los papeles. —


Antes debo hacer una visita.

— De acuerdo. — Taehyung sonrió. — Gracias Min.

Yoongi asintió con cortesía antes de abandonar la habitación. Jihyun sonrió un poco
e igualmente avanzó hacia la salida, viendo a Jungkook detrás de él.

— ¿Vienes? — Preguntó Jihyun.

— No, te alcanzo después. — Jungkook observaba detenidamente al hombre que se


paseaba por todo el cuarto con una pequeña sonrisa.

El otro chico simplemente suspiró, dejando al fantasma junto con su amor platónico
de carne y hueso.
El lugar estaba completamente silencioso. Estaba solamente iluminado por unas
antorchas que colgaban de las paredes o algunas velas en las manos de los hombres
dentro de la habitación circular hecha de piedra.

Todos portaban túnicas negras y los rostros tapados con máscaras del mismo color.
Sus labios y ojos era lo único que podía verse en sus rostros, siquiera el color de
cabello, estaban perfectamente cubiertos para no ser identificados. Escucharon una
fuerte puerta rechinar y no pasó mucho hasta que otras dos personas aparecieran
jalando a una chica que gritaba y lloriqueaba en descontrol.

Aventaron su cuerpo desnudo al centro del pentagrama y otros dos se acercaron a


ella para atarla de las manos fuertemente, atándola en la silla en el centro del
pentagrama y cubriendo su boca igualmente con una soga. Regresó la vista al frente
viendo a otro hombre pasearse por el pasillo, apagando las velas detrás de él,
dejando su túnica roja a la luz hasta que llegó a la puerta.

— ¡HAIL SATÁN! — Gritaron las cincuenta personas dentro antes de inclinarse


frente al hombre.

Sus azules y gélidos ojos recorrieron la habitación y finalmente depositó la vista en


la chica frente a él. Esbozó una sucia sonrisa y lentamente se acercó a ella hasta
levantar su barbilla con fuerza para verla fijamente a los ojos.

— ¿Cómo te llamas? — Preguntó firmemente.

— Alicia... — Susurró. — Alicia Bernet.

— Un muy lindo nombre. — El hombre de túnica roja sobó su mejilla y la soltó. —


Puedes decirme Jimin, pequeña.

La chica observó al hombre reincorporarse y acercarse a otro y extender su mano. El


hombre metió su mano en la túnica y sacó un cuchillo de plata que le extendió. Jimin
sonrió y lo cogió antes de volverse a acercarse a la chica.

— Acuéstenla. — Ordenó.

— ¡NO POR FAVOR! — Suplicó la chica. — ¡POR FAVOR!


Las personas cubiertas la zafaron de la silla y con una enorme fuerza lograron
acostarla boca arriba, estirando sus extremidades lo máximo que podían y
encadenándola. Jimin se acercó a ella con una sonrisa y pasó sus dedos por su
abdomen causando que la chica se contrajera.

— Para ser prostituta no luces tan demacrada. — Jimin rió secamente. — ¿Cuántos
años tienes, cariño?

— Diecinueve... — Susurró ella temblando.

— ¿Cuánto tiempo llevas en esto? — Siguió preguntando Jimin zafando su túnica


lentamente.

— D-diez años. — Susurró ella con lágrimas en los ojos.

— No, no. — Jimin suavizó su voz. — No llores, pequeña.

Observó a los hombres detrás de él que se mantenían inmóviles. Jimin asintió.

— Tráiganla. — Ordenó.

Los hombres abrieron una puerta detrás de ellos y un asqueroso olor se desató por
la habitación. El cuerpo de otra chica cayó bruscamente al suelo, completamente
putrefacta y maloliente. La muerte la había envuelto totalmente dejando un rostro
casi irreconocible, pero Jimin sabía quién era.

— Te presento a Alexandra. — Jimin le sonrió a la chica. — Ella tenía la misma edad


que tú y hasta comienzan con el mismo nombre, ¿no es lindo?

Alicia negaba con la cabeza llorando, Jimin negó con la cabeza.

— No-no-no. — Calló el chico suavemente. — Sé que no la quieres aquí pero es muy


importante que esté presente.

— Por favor... — Suplicó cada vez llorando más alto. — ¿Qué va a hacerme?

Jimin soltó una siniestra sonrisa y finalmente depositó su túnica en el suelo


mostrando su desnudez y se acercó a la chica.

— Nada que no te hayan hecho, dulzura. — Susurró macabramente. — Por si te sirve


de algo.

Los hombres cogieron el cuerpo de la chica putrefacta y la metieron en el


pentagrama, más no en el centro que era donde estaban Jimin y la chica. El rubio
soltó un suspiro y se agachó un poco, después observó a través de su hombro a los
demás hombres.

— Ajústenla. — Ordenó nuevamente.

Los hombres se acercaron a las cadenas que estaban atadas a las piernas de la chica
y tiraron para que las abriera más. La joven chica gritó y comenzó a negar con la
cabeza repetidas veces mientras se removía.

— No me encanta hacer estas cosas, querida. — Jimin se acercó más a ella. — Así
que piensa que solo soy otro cliente más, uno que va a maltratarte durante el acto.

— Señor no haga esto por favor. — Volvió a suplicar la chica desnuda debajo de él.

— ¿Señor? — Jimin rió. — Vaya, me haces sentir mal dulzura.

Jimin retiró su máscara lentamente y le dedicó una sonrisa a la chica debajo de él.
Alicia abrió la boca sorprendida ante la belleza del chico y se sintió derretir allí
mismo. Su cuerpo se destensó y mantuvo sus ojos fijos en los de él.

— Solo respira... — Jimin bajó sus manos a sus piernas y frotó suavemente su sexo
haciéndola jadear en voz baja. — Y olvida que están los demás.

La chica se arqueó un poco y apretó sus puños cuando lo sintió entrar en ella
repentinamente. Jimin respiró profundo y cerró sus ojos con fuerza para evitar verla.
Comenzó a moverse con suavidad besando sus hombros para relajarla lo más que
pudo. La chica respiró profundo y poco se fue destensando hasta finalmente
relajarse por completo.

Los hombres observaron en silencio el acto sexual, manteniéndose firmes sin hacer
ningún movimiento o ruido. Los escucharon gemir, los escucharon gritar, las duras
embestidas del rubio y los jadeos agudos de la chica inundaron la habitación por
completo.

Pero ellos se mantenían en silencio, observando el acto sexual.

Esperaron en silencio hasta que los escucharon gemir duramente a ambos,


mostrando así que habían llegado al clímax. La chica estaba sudando y con la
respiración sumamente agitada al igual que Jimin quien gruñó un poco antes de salir
de ella lentamente.
Se levantó en silencio y cerró sus ojos tomando la daga a sus pies y abriendo la palma
de su mano para hacer una cortadura. Se acercó nuevamente a la chica que aún
temblaba debido al placer y le hizo unas cortaduras que ella no pudo evitar.

Fue increíblemente veloz, contando los segundos desde que se había corrido dentro
de ella y acelerando el ritmo conforme los segundos aumentaban. Se alejó de la chica
que tenía un pentagrama dibujado en todo su pecho, sangraba y gritaba desesperada
al sentir su piel arder.

Jimin volteó a ver el cuerpo de la chica muerta e inmediatamente fue a enterrar el


cuchillo en su corazón, aún empapado de la sangre de la otra chica que gritaba en el
suelo. Dejó enterrada el arma en su pecho y regresó a Alicia, tomó aire y tornó sus
ojos oscuros.

— Munenev sanpmad, Munenev sanpmad... —Comenzó a susurrar el chico rodeándola


en silencio. — Metrom, metrom... tirepep, tirepep...

Alicia gritó cuando sus heridas rojizas se tornaron completamente negras, como si
estuvieran quemadas. Gritó alta ahogándose con sus lágrimas y sintiendo espasmos
en su cuerpo al sentir algo arder en su interior e ir moviéndose. Sintió sus entrañas
revolverse y su abdomen aumentar cada segundo hasta formar un enorme bulto.

Gritó más fuerte rasgando sus cuerdas vocales hasta que no salió nada más. Un
líquido transparente comenzó a escurrir de su sexo e inevitablemente comenzó a
pujar.

— ¡DIOS! ¡— Gritó ella. — ¡DIOS PERDÓNAME POR FAVOR! ¡DIOS AYÚDAME!


¡DIOS AYÚDAME POR FAVOR! ¡DIOS!

Gritó y siguió pujando. Jimin observó en silencio la sangre escurrir de la vagina de


la chica y sus gritos desesperados, algo en aquel bulto irse moviendo y el
pentagrama volverse rojizo nuevamente hasta desparecer. La sangre se deslizó a sus
costados y formó un charco que se juntó con la sangre que había expulsado la chica.

Jimin cerró sus ojos abrumado por los gritos y al escuchar un llanto que no era el de
Alicia nuevamente abrió sus ojos.

Observó a un bebé en el suelo empapado de sangre y gritando y llorando en


descontrol total. Estaba empapado de una sustancia negra y viscosa que se mezclaba
con la sangre y el cordón umbilical aún estaba atado al sexo de la chica. Alicia gritaba
y lloraba, empapada de sudor y lágrimas.
— Mi señor... — Susurró una persona con capa cortando el cordón con una tijeras y
tendiéndole el bebé a Jimin.

El rubio tragó duro mientras observaba al bebé llorando y gritando en sus brazos.
Lo sostuvo unos segundos y susurró algo que la gente no comprendió. El bebé dejó
de llorar y se tranquilizó, abrió sus ojos mostrando sus bellos ojos azules. Jimin
esbozó una sonrisa y se lo tendió nuevamente a la persona que se lo había dado.

Observó el cuerpo de Alexandra que ya no se encontraba putrefacto ni en mal


estado, sino mostrando su verdadera belleza, como si una persona cualquiera
dormida. Observó ahora a Alicia que no era más que un saco de carne podrida,
moscas y larvas. Observó a sus súbditos.

— Entierren a la prostituta y llevan a la virgen arriba. — Jimin alzó la barbilla y


tomó a su bebé en brazos. — Quiero que salgan a la ciudad y dejen marcas en todos
lados, yo me encargaré del bebé después y volveré a invocarlos.

Los súbditos asintieron e inmediatamente se dispersaron para recoger. Jimin cogió


su túnica y salió por el pasillo con el bebé que dormía en sus brazos.

— ¿Cómo te llamaré? — Susurró en voz baja sobando su sucia piel cubierta de


sangre. — ¿Jonathan?

Soltó una suave risa y en unos segundos se encontró en la oscura vegetación con la
luna llena en lo más alto del cielo, brillante y hermosa.

— ¿Yoongi? — Preguntó Jimin esbozando una sonrisa. — ¿Quieres que te llame


Yoongi?

El bebé se removió un poco en sus brazos, Jimin sonrió satisfecho antes de observar
la luna.

— Yoongi será...

Y tras esas palabras soltó una frívola y tétrica carcajada antes de desaparecer.

Y Min Yoongi al día siguiente que se levantó, se quedó en blanco viendo a través de
la ventana de su motel la calle infestada de personas. Se vistió y bajó corriendo
abriéndose paso entre la multitud y abriendo sus ojos con horror cuando llegó hasta
el frente.

Todos los cuerpos que había enterrado se encontraban colgados en pilares que
nunca antes habían estado. Estaban clavados con cruces invertidas ocupando
distintas calles, todos llenos de tierra y sangre, los ojos arrancados y estómagos
abiertos mostrando la falta de intestinos u órganos internos.

— No puede ser... — Susurró Yoongi negando con la cabeza. — No puede ser...

Y si se veía desde arriba, se podía apreciar perfectamente una columna


perfectamente hecha a base de pilares.

Pilares con gente muerte colgada en ellas.


El chico de ojos azul zafiro se paseaba de izquierda a derecha con suma delicadeza
por el cuarto. Se acercó a una ventana y observó en silencio las grises nubes que
opacaban el cielo, amenazando con desatar una furiosa tormenta en cualquier
momento.

Escuchó un pequeño lloriqueo que le hizo apartar la vista y bajarla a sus brazos.
Observó el pequeño bebé dormido en sus brazos, envuelto en una manta azul claro
dejando solo a la vista su tranquilo rostro.

— Shhh. — Lo calmó Jimin sobando su mejilla. — Tranquilo bebé, papi está aquí
contigo.

Sus delicadas manos rozaron la mejilla del crío que se removió un poco con sus cejas
unidas antes de caer nuevamente dormido. Jimin mantuvo la vista otros segundos
y avanzó al sofá para depositar allí al bebé con sumo cuidado. Levantó la mirada
justo cuando llamaron a la puerta, él se acercó rápidamente.

— Mi señor. — La mujer frente a él se inclinó.

— Yvette. — Contestó Jimin inclinándose frente a la nodriza. — Ahora está dormido,


¿crees poder despertarlo?

— Claro mi señor. — La mujer ingresó tímidamente al lugar. — ¡Oh, pero si es


divino!

La mujer agarró al pequeño bebé entre sus manos y se sentó en el sofá con él. Jimin
suspiró cansado mientras la mujer levantaba su ropa en la parte superior del pecho
para dejar a la vista su seno. El bebé lloró un poco cuando la mujer lentamente
masajeó su cabeza para despertarla.

— Toma pequeño, es hora de comer. — Susurró la mujer acercándolo a su pecho.

El pequeño lloro un poco pero se calló apenas sintió la tibia piel de la mujer. Se pegó
a ella tomando su pezón y sobó su pequeña oreja mientras succionaba con fuerza.
Jimin sonrió un poco al ver a su hijo tan tranquilo y nuevamente observó por la
ventana.
— Es muy hermoso, mi señor. — Yvette volteó al ver al apuesto hombre junto a la
ventana. — Una pena que haya perdido sus ojos azules y sido reemplazados por el
café, eran sumamente bellos.

— Lucían azules la primera vez debido a la magia. — Jimin observó a su pequeño


que había vuelto a caer dormida, solamente haciendo un movimiento en su
mandíbula para alimentarse. — Supongo que ahora serán cafés.

— Lo comprendo. — La mujer asintió. — ¿Cómo va a llamarlo?

— Yoongi. — Leviathan rió con suma delicadeza. — Se llamará Yoongi.

— ¿Mi señor? — La mujer lució confundida. — ¿Está usted seguro de que quiere
eso?

— Lo quiero. — Leviathan asintió. — Debe ser así.

— ¿Por qué? — Preguntó la mujer.

— Si quiero que funcione lo que planeo hacer. — Jimin se acercó para sentarse junto
a ella y observar a su hijo más de cerca.

— Mi señor... — La mujer sonrió un poco. — ¿Puedo saber qué es lo que desea hacer?

— Cuando sucede lo sabrá, mi buena Yvette. — Jimin observó nuevamente por la


ventana. — El viento escucha, los murmullos cada vez son más fuertes. No tardamos
en ser escuchados.

La mujer observó el exterior, los árboles se mecían debido a la fuerza del viento.

— ¿El viento escucha? — Repitió la mujer confundida.

— Mi querido Jereth, Yvette. — Leviathan le sonrió. — Lucifer. Él escucha.

La mujer observó el cielo nuevamente con preocupación.

— Creí que ellos se habían ido, mi señor. — La mujer lo observó fijamente.

— ¿Ido? — Leviathan rió y se levantó de nuevo. — Ellos no se han ido, mi querida


Yvette. Nunca lo harán, nunca lo haremos, no ahora que nuestras realidades se han
vuelto a quebrar.

— Mi señor, no entiendo a qué se refiere. — La nodriza lo observaba confundida.


— Entenderás algún día. — Leviathan mantuvo la vista fija en las espesas nubes. —
Por lo mientras quiero que sepan que sigo aquí y pelearé. Pelearé para mantener
viva mi sangre esté donde esté.

Después de aquellas palabras la lluvia hizo su presencia. Las nubes rugieron y varios
truenos se escucharon poco antes de que el manto de lluvia cayera sobre Roma. La
mujer suspiró y regresó la vista al infante que dormía plácidamente sobre sus brazos.

— ¿Cómo va Alexandra? — Preguntó Jimin después de largos segundos en silencio.

— Aún no despierta mi señor. — Contestó la mujer. — ¿Qué haremos cuando lo


haga?

— Ya he manipulado su cabeza. — Contestó Jimin. — Ella ha renacido, lo cual


significa que tendrá una realidad distinta con otras personas.

— ¿Quiénes son ellas? — Volvió a preguntar Yvette.

— Una familia con una hija. — Comentó él. — Ella será la mayor, tendrá un novio y
Yoongi sería pues, "su hijo". — Jimin hizo comillas con sus dedos. — Estoy
esperando a que despierte para hacerlo.

— Pero mi señor... su hijo. — La nodriza bajó la mirada a él. — ¿Realmente lo dejará


ir? ¿No lo criará? ¿No observará sus primeros pasos, escuchar sus primeras
palabras?

Jimin desvió bruscamente la mirada.

— El destino es una lanza con un camino ya fijo. No importa qué hagas, no hay
poder que la cambie de dirección. — Contestó con voz apagada. — Y mi destino,
todo esto, es inevitable que suceda. Lo único que puedo hacer es mantener viva mi
sangre.

Finalizar lo que nunca pudo finalizarse.

— Sangre demoníaca... esta niño será un portador de oscuridad. — Yvette observó


al pequeño. — ¿Cierto?

— No hay nada que pueda hacer para evitarlo. — Contestó Jimin sin verla. — Solo
seguir mi camino y aceptar mi destino.

— ¿Entonces una lanza lo detiene? — Preguntó Yvette.


— Sí. — Jimin sonrió un poco, parecía que solo él entendía aquel juego de palabras
junto con un grupo de personas. — Es el destino mi querida Yvette. Conexiones,
destino no coincidencias.

El pequeño Yoongi volvió a llorar. La nodriza lo meció en sus brazos diciendo que
se tranquilizara. Jimin sonrió un poco y se acercó a su hijo para darle un delicado
beso.

— Tengo que salir Yvette. — Jimin la observó. — ¿Crees poder quedarte con él en lo
que vuelvo?

— Claro mi señor. — Ella asintió. — Por favor tenga cuidado.

— Lo tendré. — Jimin se inclinó un poco. — Hasta luego.

El brujo agarró un paraguas antes de salir. Avanzó un poco escuchando los truenos
de fondo. Levantó la vista al cielo: la lluvia caía agresivamente, el viento silbaba con
excesiva fuerza y los truenos azotaban tan fuerte que creaban pequeñas chispas,
fuego.

— Están ansiosos, ¿no es así? — Jimin dejó el paraguas provocando que éste volara
lejos. — ¡LO QUIEREN MALDITA SEA!

Un trueno cayó más cerca de él, liberando pequeñas llamas.

— ¡NO VAS A DETENERME TAN FÁCILMENTE TAYLOR! — Gritó Leviathan con


todas sus fuerzas. — ¡SI DEBO MORIR MI SANGRE SEGUIRÁ LATENTE EN ESTA
TIERRA! ¡NO TE TEMO!

El viento sopló y unas ramas cayeron. Jimin se cubrió un poco el rostro y cerró sus
ojos con fuerza, retrocedió unos cuántos pasos antes de volver a levantar la vista.
Sus ojos brillaban con furia, empañados de una negrura debido a la ira.

— ¡Cuando las realidad choquen estaré tan malditamente ansioso por verte! — Gritó
entre risas. — ¡Abriste el hoyo en toda Europa para encerrarme! ¡No lo lograste! ¡¿Te
sientes bien?!

Jimin retrocedió rápidamente cuando un trueno azotó justo en donde estaba. Las
nubes comenzaron a juntarse formando figuras oscuras, la imagen de un hombre de
ojos rojos que lo observaba desde el suelo.

— Yo tengo el mío. — Jimin le sonrió de vuelto. — Y no es en Europa... pero eso ya


lo sabes.
Las nubes deformaron el rostro del hombre comenzando a crear una más tétrica y
amenazante, pero el rubio de ojos azules no lucía intimidado en lo absoluto.

— Un año con doce lunas llenas y convertiste por completo al tuyo. — Jimin lo
apuntó. — ¡Sé que puedes escucharme Taylor! ¡No bajes esos truenos!

El viento parecía haberse calmado un poco. Jimin sonrió.

— Vaya que eres idiota. — Negó con la cabeza con una sonrisa. — Me subestimaste,
¿sabes? ¿Creíste que no aprendería algo después de todo lo que me enseñaste? ¡Llevo
tres malditos siglos o más sabiéndolo!

Las nubes parecieron volver a oscurecerse y el suelo tembló un poco. Bien, otra vez
había captado su atención.

— ¿Alguna vez le contaste a Jereth lo que me hiciste? — Preguntó Jimin en voz muy
alta.

El trueno volvió a azotarse, azotarse en todos los sentidos para crear ruido. Tanto
ruido para que su voz apenas se escuchara entre la catástrofe que sucedía en la tierra.

— ¡Lo sabrá! — Gritó Jimin. — ¡Me encargaré de lo que lo sepa!

Cogió su gabardina negra y dio una media vuelta desapareciendo en una nube de
humo negro. Cuando todo se dispersó estaba en un callejón. Levantó la vista al cielo
y salió corriendo entre las calles, zigzagueando entre las personas con desespero.

— Ah, mierda... —Susurró al ver a Jihyun del otro lado. Observó el entorno y no
tardó en ver a Yoongi por unas avenidas, cruzando directamente hacia donde esta
él. — Mierda.

Jimin corrió entre las personas y se metió de golpe en una tienda. Se pegó a la pared
con el aliento corto y observó a las personas con el rabillo del ojo, viendo a Yoongi
pasar con mucha prisa segundos después.

— ¿Ahora te escondes? — Preguntó una voz divertida detrás de él.

Jimin volteó topándose con Jeon Jungkook y una cálida sonrisa, seguramente falsa.

— ¿Tienes algún problema con ello? — Preguntó de mala gana Jimin saliendo de la
tienda y avanzando del lado contrario.

— ¿Por qué huyes de Yoongi? — Jungkook ya se encontraba frente a él y caminando


a la inversa. — ¿Fue porque te mató? ¿Es eso?
— Necesitará más que un miserable cuchillo para poder hacerlo. — Jimin sonrió un
poco antes de desviarse nuevamente a un callejón.

— ¿Entonces por qué huyes? — Insistió Jungkook.

— ¿Por qué no dejas de seguirme? —Atacó Jimin.

— No lo haría si estuvieras muerto, una pena.

— Estás fuera de juego, tus amenazas no me asustan.

— ¿Juego? — Jungkook frotó su barbilla siguiéndolo todavía. — Oh, creo que


escuché algo así entre los muertos. Umh... ¿Suecia, no?

— Vaya. — Jimin se detuvo y observó al adolescente de sonrisa socarrona. — Parece


que estás bien informado del asunto, eh.

— Estar muerto tiene sus ventajas. —

Jungkook levitó un poco y se acostó en el aire viendo a Jimin con una sonrisa. — Así
que estamos en confianza, ¿me dices quién es Taylor?

— ¿No tenían una pregunta más interesante? — Jimin alzó una ceja.

— Bien. — Jungkook ladeó su cabeza. — ¿Qué es todo esto del ajedrez?

— Uh. — Jimin rió un poco y negó con la cabeza. — Nada que vayas a entender.

— Explícame. Es decir, conozco el juego y todo pero, ¿aquí qué tiene qué ver? —
Jungkook volvió a ladear su cabeza.

— Todo. — Contestó Jimin. — Es la base y la respuesta de ambos mundos.

— Voy a pretender que lo entiendo. — Jungkook avanzó cuando Jimin lo hizo. —


Así que te haré una última pregunta.

— Te escucho. — Jimin suspiró.

— Es acerca de los pactos eternos. — Jungkook dudó un poco en si debía continuar


o no. — Inmortalidad, la marca negra...

— ¿De dónde sabes de la marca negra? — Jimin se detuvo bruscamente y lo observó


a través de su hombro.

— En el mundo de los muertos los rumores corren más rápido que entre los vivos,
te sorprenderías. — Jungkook alzó una ceja. — Así que como te decía...
inmortalidad, marcas negras y el famoso pacto de estar juntos por siempre.
— No entiendo a qué vas con todo esto. — Jimin gruñó.

— La muerte siempre es el límite, Jimin. — Jungkook lo tomó del brazo, el chico se


frenó. — ¿Sabes qué significa, cierto?

— La muerte es quien manda. — Contestó Jimin.

— "Y no quiero que nuestro siempre se limite a la muerte" — Contestó Jungkook.

Jimin lo observó fijamente. Sintió una punzada dolorosa en su pecho y no puedo


evitar tragar amargo, viendo en silencio al chico frente a él con los ojos llenos de
lágrimas.

— Madame notre mort, Jimin. — Susurró Jungkook con los labios apretados. — Nunca
lo olvides... nuestra señora es y siempre será la muerte.

Nuestra muerte.
— Así que... — Yoongi frunció su ceño y jugó con la copa de vino frente a él. —
¿Jimin está vivo?

— ¿Crees que matarlo es tan fácil? — Jungkook rió paseándose por la habitación. —
Necesitas unos objetos, ¿no?

— Ocho. — Yoongi observó por la ventana. — Creí que con una simple puñalada
bastaría.

— Hubiera sido el asesinato pasional más épico que hubiera visto. — Jungkook rió.
— ¿Por qué lo hiciste? ¿Tanto lo odias?

— No lo odio. — Yoongi alzó una ceja. — Tampoco lo amo, es complicado.

— Trataste de asesinarlo pero no lo odias, a la mierda la lógica. — Jungkook rió con


fuerza.

— Somos enemigos Jungkook. No importa que me revuelque con él y tengamos un


buen sexo, seguimos estando en dos distintos bandos, es malo. — Le dio un sorbo al
vino. — Y lo detendré y asesinaré por eso.

— ¿Algo tipo ojo por ojo y diente por diente? — Jungkook rascó su barbilla.

— Tu cuerpo está colgado en la esquina del bulevar, Jungkook. — Yoongi observó


por la ventana. — Deberías estar molesto.

— ¿Por qué? Es un simple cuerpo, yo estoy realmente aquí. — El joven muchacho


alzó ambos hombros. — Pero no estoy aquí por eso Yoongi.

— ¿Entonces? Habla. — Yoongi se inclinó en su escritorio.

— Hablé con Jimin. — Jungkook relamió sus labios. — Y después de estar muerto
un tiempo he logrado comprender un par de cosas.

Yoongi se mantuvo en un pequeño silencio hasta que vio a Jungkook sentarse en el


escritorio junto a él. El joven chico balanceó un poco sus pies de adelante hacia atrás
y cogió una hoja blanca y una pluma que le tendió a Yoongi.

— Deberías anotarlo para comprender. — Jungkook le mantuvo la mirada.


Yoongi cogió la pluma y rayó un poco la hoja para asegurarse de que servía.
Jungkook asintió y observó la hoja antes de suspirar.

— Los hoyos en el mundo son en realidad energías malignas. — Contestó Jungkook.


— Son cinco.

— Uno en Polonia, otro en Italia, otro en Suecia, Estados Unidos y el Océano


Atlántico. —Se adelantó Yoongi. — Sí, los conozco.

— Son portales, algo así. — Jungkook comenzó a mover sus manos. — Crean
portales a otras realidades, quiebran distintas líneas de tiempo formando una sola
realidad con varias unidas.

— ¿Qué? — Yoongi alzó una ceja.

— Imagina que tienes una tela roja y otra tela azul. Las unes y formas una morada,
eso es. Además de encerrar por supuesto a los colores rojo y azul para crear el
morado.

— De acuerdo... — Yoongi anotó "realidades distintas creando una".

— ¿Y qué sucede cuando distintas realidades se juntan? — Jungkook le mantuvo la


mirada.

— ¿Hay una explosión?

— No. — Jungkook rió de nuevo. — Hay más tú, se multiplican.

— ¿Qué? — Yoongi abrió sus ojos perplejos. — ¡¿Quieres decir que hay otro Min
Yoongi en esta tierra?!

— Quizás uno más, quizás dos, quizás veinte. — Jungkook alzó sus hombros. —
Pero al menos debes saber que hay otro, pueden ser iguales o tener algunas
diferencias: color de ojos, cabello, personalidad o hasta nombre.

— ¿Qué carajos? — Yoongi volvió a agarrar la hoja y anotó "la misma persona en
distintas realidades viviendo en una sola."

— Esto se debe a los cinco hoyos, cada uno tiene una fuente mágica que provoca
algo. — Continuó Jungkook. — Todos fueron creados por demonios completos.
Todos son portales al fin y al cabo pero tienen otras funciones o fueron provocados
por distintas cosas.

— ¿Sabes cuáles son? — Volvió a preguntar Yoongi.


— Hay algo de ajedrez.... — Jungkook unió sus cejas. — Una guerra de dos bandos
paralelos. He logrado deducir que entonces, en esta realidad, hay otro doble de
nosotros jugando en el otro bando.

— ¿Quiénes? — Siguió preguntando Yoongi.

— Están en Suecia. — Jungkook apuntó la hoja, Yoongi anotó "Suecia-Italia".

— ¿Entonces en Suecia está el otro Min Yoongi? — Preguntó el médico.

— Aparentemente. Otro Yoongi, otro Jimin, quizás otro yo. No sé cuántas serán las
réplicas de las personas, pero son varias. La realidad de ese mundo en Suecia y este
en Italia están mezclados, viviendo en una misma.

— ¿Pero por qué? ¿Qué tiene que ver el ajedrez entonces? — Siguió Yoongi.

— No lo sé. — Jungkook negó con la cabeza. — Cuando sepa más te diré, pero por
el momento debes saber que estas realidades se mezclan y quiebras líneas de tiempo.
Puede haber réplicas de Jimin o tú ahora o en un futuro.

— Dios... — Yoongi frotó el tronco de su nariz. — Todo esto es tan confuso.

— Date tiempo. — Jungkook suspiró y frotó su hombro. — Yo también tardé un


poco en comprenderlo, sigo intentando hacerlo.

Yoongi siguió anotando algunas cosas en sus papeles hasta que recordó algo que
dijo Jungkook. Observó al castaño mordiendo la uña y se cruzó de brazos.

— ¿Los portales pueden mantener cautivo algo? — Preguntó Yoongi. — Cuatro de


ellos están en Europa, formando una...estrella. El símbolo de Baphomet.

— El diablo. — Jungkook sonrió. — Eso significa que todos esos fueron provocados
por el diablo... supongo que mantienen cautivo a algo.

— Leviathan. — Dijo una voz a sus espaldas.

Ambos observaron a Jihyun detrás de ellos, acercándose al escritorio con suma


tranquilidad. Jungkook alzó una ceja.

— ¿Leviathan? — Preguntó Jungkook.

— El cuarto príncipe infernal, el Sur y el agua. El demonio marino... — Siguió Jihyun.


— El diablo creó esos portales para crear una enorme burbuja que mantendría
cautivo a Jimin en Europa sin escapar de él.
— ¿El diablo? — Repitió Yoongi. — Quieres decir... ¿el diablo, diablo? ¿El hombre
de cuernos, piel roja, cola y reinando en los infiernos? ¿Por qué querría el diablo
mantener cautivo a Jimin?

Jihyun soltó una pequeña risa.

— No lo sé, ¿por qué no le preguntas? — Jihyun le clavó la mirada. — Responde al


llamado de satán o si prefieres, Taylor.

— ¿Taylor? — Jungkook lo observó preocupado. — ¿Él...? ¿Taylor es Satanás?

— Alias el antiguo amor de Leviathan o Jimin, ambos son el mismo al final. — Siguió
Jihyun.

— Dame un momento. — Yoongi cerró sus ojos. — Taylor es Satanás y Jimin


Lucifer... ¿son los únicos... demonios?

— No. — Jihyun negó con la cabeza. — Hay otros dos demonios, bueno... uno.

— ¿Cuáles? — Preguntó Yoongi.

— Lucifer es uno, Jereth. — Jihyun observó la hoja. — Y Belial.

— ¿Quién es Belial? — Volvió a preguntar Yoongi.

Jihyun le mantuvo la mirada fija y poco después Jungkook igualmente volteó de


verlo.

— ¡De ninguna manera! — Gritó Yoongi. — ¡Yo no soy ningún maldito demonio!

— Aún. — Jihyun siguió caminando en círculos. — Cuando pase el año con doce
lunas deberás tomar tu forma original, la forma cautiva en tu cuerpo. La profecía se
cumplirá.

— ¿Cuál es la profecía? — Preguntó el médico.

— La profecía de la creación de los cuatro príncipes infernales: Satán, Lucifer, Belial


y Leviathan. — Jihyun mordió sus labios. — No la conozco muy bien.

— Yo sí. — Jungkook abrió mucho sus ojos. — La he escuchado tantas veces que me
la ha aprendido. ¡Mierda! ¿Es esa?

— ¿Cuál es? — Insistió Yoongi.

Jungkook observó a Jihyun quien asintió dándole el permiso a Jungkook de


proseguir.
— Un demonio caído encontrará el amor transformándose así en Satanás. Usará
aquel amor desdichado y manipulador para crear un nuevo demonio con su mismo
nivel de poder y crueldad.

— ¿Taylor y Jereth? — Preguntó Yoongi.

— No. Taylor y Jimin creándolo así en Leviathan. — Jihyun le clavó la mirada. —


Jimin fue el segundo demonio en crearse después de ese enfermizo amor. Sigue
Jereth, alias Lucifer.

— Sin embargo los caminos de aquellos demonios se separarán. Satanás esperará la


llegada de un ángel el cual él corromperá, para volverlo a su semejanza, un peligroso
demonio que será el tercero en nacer en el mundo mortal. Leviathan, el segundo
demonio, por su lado encontrará el cuarto demonio en el cuerpo de un mortal.

Jungkook mantuvo un largo silencio antes de observar a Yoongi.

— Un mortal que curaría y enfrentaría sin temor a matar, un mortal que podría ver
los muerto y comunicarse con el más allá...

Yoongi sintió su cuerpo estremecerse desagradablemente. Jihyun contuvo el aliento.

— Y cuando la luna sangrienta llegue, si el mal gana, los cuatro príncipes infernales
nacerán: Satanás, Lucifer, Leviathan y Belial. Los cuatro demonios que terminarán
con la vida terrenal en una batalla de sangre, venganza y crueldad...— Finalizó
Jihyun con voz corta.

— Eres el siguiente... — Susurró Jungkook observando a Yoongi casi sin aliento.

— ¡No! — Gritó Yoongi. — ¡Yo no quiero ser un demonio! ¡Yo no soy un demonio!
¡No lo seré!

— Si vence a Leviathan la profecía no podría cumplirse. — Jungkook observó


suplicante a Jihyun. — Si Satán, Lucifer y Leviathan han nacido no podemos
permitir entonces que Yoongi se transforme en Belial.

— Aunque detuvieran a Jimin dudo que sea suficiente. — Jihyun negó con la cabeza.

— Tengo ocho objetos para hacerlo... dime uno.

— Ellos solos hablan. — Jihyun observó a la derecha.

Yoongi siguió la mirada hacia donde observaba el fantasma, percatándose de que


todas las cruces en ese cuarto estaban invertidas. Tragó duro.
— Solo tienes que prestar atención para darte cuenta de ellos...
— ¿Podrás cuidarlo bien? — Preguntó Jimin preocupado.

— Estará bien con nosotros, mi señor. — Yvette se inclinó con delicadeza con el bebé
en brazos.

Jimin asintió y sobó con delicadeza la mejilla de su hijo. Soltó un pesado suspiro
antes de besarlo suavemente en su frente, esbozando una sonrisa y alejándose un
par de pasos. Yvette se inclinó una última vez y Jimin le devolvió el gesto viendo
cómo se alejaba segundos después hasta desaparecer de su campo de visión.

Mordió sus labios y cerró la puerta de la cabaña con el corazón latiéndole con fuerza.
Se acercó al taburete de su cocina y observó el trozo de papel que cogió con manos
temblorosas.

"Boulevard Fragganti, 10."

Apretó el papel contra su pecho unos segundos antes de depositarlo nuevamente en


su lugar. Se acercó a su armario y se vistió con ropa negra, cogiendo también un
paraguas del mismo color y lentes de sol para evitar ser reconocido. Se acercó a su
puerta y salió en silencio, sintiendo el helado aire golpearle el rostro.

Cerró sus ojos con fuerza y al volverlos a abrir sintió un mareo que casi lo hace caer,
pero se estabilizó rápidamente y observó con ojos curiosos la calle en la que se
encontraba. Se aferró a su paraguas que abrió ya que las gotas de lluvia comenzaron
a caer con fuerza en las calles italianas.

Avanzó hasta llegar a una casa que parecía tener otras casas dentro, como si se
tratasen de casas conectadas por una sola. Avanzó todavía con los lentes de sol
puestos y su paraguas sobre su cabeza. Tocó el timbre y esperó en silencio. Un
hombre mayor le fue a abrir.

— Voy a la casa seis. — Explicó Jimin con voz más ronca para disimular. — Vengo
a hacer... tratos.

El hombre asintió después de unos segundos y lo dejó pasar. Jimin se encontró en


un sucio patio con una coladera en el centro. Levantó la vista a las casas que lucían
muy mal por fuera y subió unas escaleras de metal hasta una segunda planta, las
puertas de entrada con sus números sucios era lo único "decente" del espacio.

Se metió entre dos casas de la parte de arriba y llegó a la parte de atrás, a un segundo
patio con una fuente. Cruzó al otro lado rodeando el espacio y se detuvo frente a
una casa color verde con los colores desgastados y grietas por fuera. Tragó saliva y
tocó tres veces la puerta.

La puerta se abrió sola frente a él provocando que se asustara. No mentiría, estaba


realmente asustado... nervioso, estresado y tenso.

Empujó la puerta con delicadeza viendo el frío y oscuro interior. Esperó y pensó
seriamente en irse corriendo, lo que estaba haciendo era una locura pero no tenía
otra opción. Realmente no, no ahora. Tomó una profunda inhalación y puso un pie
en la casa con duda hasta finalmente introducirse cerrando su paraguas y
quitándose los lentes de sol. Esperó en silencio y se introdujo un poco más hasta que
la puerta se cerró violentamente detrás de él, dejándolo en la oscuridad total.

Su corazón latía con fuerza y fue en cuestión de segundos cuando una vela negra se
prendió frente a él del otro de donde se encontraba e iluminando suavemente el
lugar. Jimin observó con la poca luz la desgastada sala, los sofás cubiertos con telas
rotas y las miles cosas amontonadas en las esquinas, en sillas o donde pudieran
estabilizarse.

Colocó su paraguas en la pared junto a la puerta y sus lentes encima. Esperó para
escuchar algo pero el silencio era absoluto, ni el respirar de un muerto captó.

— Aquí me tienes. — Dijo con cierta dificultad. — Más te vale ser rápido antes de
que me arrepienta de lo que he hecho.

Escuchó una risa que le hizo voltear a la derecha velozmente. Se mantuvo inmóvil,
observando la figura apoyada de perfil en el marco de la puerta, con las manos
hundidas dentro de los bolsillos de sus pantalones y la mirada gacha.

— ¿Te gustan los juego Jimin? — Preguntó la voz esbozando una sonrisa tan grande
que el rubio en la misma oscuridad pudo apreciar.

— Sabes cuánto los amo... — Jimin deslizó sus manos a su pantalón hasta sacar un
cuchillo que escondió detrás de él. — ¿Por qué le pregunta?

— Creí que querrías jugar esta noche. — Una fría carcajada. — Precioso.
Aventó el cuchillo que pudo perfectamente clavarse en la persona de no ser porque
se detuvo en el aire, a punto de rozarlo con el filo. Jimin aguantó la respiración y el
cuchillo cayó al suelo en un golpe seco. La figura finalmente se movió y avanzó hacia
él, Jimin tornó sus ojos negros y creo una esfera púrpura en sus manos.

— Creí que venías en paz, Jimin.

— Dependerá de qué tanto te acerques a mí. — Habló entre dientes.

Otra vela negra se prendió cerca de ellos, iluminando lo suficiente para ver los
rostros a detalle. Jimin mantuvo su gélido silencio, perdido en la oscuridad de los
ojos contrarios, su burla, su deseo y enfermedad.

— Así que querías verme... — Murmuró dolorosamente. — Taylor.

El demonio esbozó una sonrisa filosa y ladeó su cabeza. Jimin se mantuvo intacto
observando al diablo frente a él sacar sus manos de sus bolsillos y estirar sus brazos
hacia Jimin. El rubio reaccionó y se alejó de golpe, Taylor rió.

— ¿Tanto me temes? — Preguntó divertido el contrario. — Si hubiera querido


matarte ya lo hubiera hecho Leviatán, a ti o a tu... juguete.

— ¿Qué quieres? — Preguntó fríamente el rubio. — ¿Dónde está Jereth?

— Lejos, no pudimos arriesgarnos a mantenernos juntos. — Taylor alzó sus


hombros. — Quizás esté divirtiéndose por allá con algunas chicas, o chicos mortales,
quién sabe.

— Creí... creí que... — Comenzó Jimin confundido. — Estaban juntos.

— Lo estamos. — Contestó Taylor. — Pero seguimos siendo demonios, si no


tenemos satisfacción en unos días sabes cómo nos descontrolamos. — Siguió
divertido. — Algo así como tú en estos momentos, tan débil...

— ¿Qué quieres? — Volvió a preguntar gélidamente Jimin.

— Me amenazaste hace un par de días, con contarle a Jereth lo que te hice. — Taylor
frotó su barbilla. — Claro que no puedo permitir eso, en ese caso te mataría ahora
mismo aprovechando tu falta de poder.

Jimin se tensó, Taylor le sonrió.

— Pero no lo haré. — Continuó tranquilamente Satán. — Porque tú y yo necesitamos


hablar mi amor.
— Mi amor. — Repitió Jimin secamente antes de reír. — Todavía tienes el maldito
descaro para llamarme así.

— Nuestro último encuentro lo merece: transformarte en mí, engañar a Jereth. —


Taylor mordió sus labios y sonrió. — Realmente estoy orgulloso de ti Jimin,
aprendiste bien.

— ¡Cállate! — Gritó Jimin. — ¡Solo escupe lo que vienes a decirme o te juro por los
siete demonios que te volaré la maldita cabeza!

— No queremos un enfrentamiento aquí Jimin. — Taylor alzó una ceja. — Soy más
poderoso que tú ahora que estoy con Lucifer, ¿tú? Simplemente eres Jimin,
Leviatán... ¿dónde está Belial?

Jimin siguió viéndolo en silencio.

— ¿Ocupado en tus juegos? — Se burló Satán. — ¿O huyendo de ellos?

— Lo que hay entre Yoongi y yo no te incumbe. — Siguió fríamente Jimin. — Tienes


a tus aliados y tus piezas, no te metas con las mías. No quieres que comience a jugar
sucio.

— Dos reyes frente a frente. — Taylor sonrió. — Más no pueden tocarse nunca, está
prohibido. ¿Quieres acorralarme en una esquina y hacerme un buen jaque?

— ¿Tienes una pieza que me amenace? — Preguntó divertido Jimin. — Creo que mi
réplica y el de Yoongi huyeron de ti.

— ¿Parker y Yoshua? — Preguntó Taylor divertido. — Ellos están ya fuera de juego,


ni idea de dónde están, pero tengo a mi reina.

— Inteligente mandarla del otro lado del tablero.

— ¿Y la tuya dónde está?

— Al menos la tengo cerca.

— ¿Pero vendrá a ayudarte?

Jimin nuevamente guardó silencio. Sintió su pecho oprimirse al percatarse de que


estaba en la esquina del cuarto y de alguna manera Taylor ya lo tenía perfectamente
acorralado.

— No.
— Entonces supongo estamos igual, una pelea justa después de... ¿cinco siglos? —
Taylor sonrió divertido.

— ¿Alguna vez tuvimos una pelea justa? — Preguntó Jimin lanzando dagas por sus
ojos. — Era tan solo un niño cuando me manipulaste...

— Te salvé la vida.

— Hubiera preferido morir.

Un gran silencio se instaló entre ambos chicos que se observaban fijamente sin
expresión alguna.

— Tenía doce años. — Comenzó Jimin con voz quebrada. — Doce años cuando
confié en ti, catorce cuando te dejé corromperme a tu maldito antojo... dieciséis
cuando aprendí el arte de la manipulación, y malditos dieciocho años cuando me
corrompiste, asesinaste y me transformaste en esto.

Taylor siguió viéndolo en silencio.

— Y de allí estuve siglos a tu merced, dejándote torturarme, usarme, tomarme, hacer


cosas que jamás te perdonaré. — Jimin lo tomó de su camisa con fuerza. — ¿No
hubieras preferido la muerte tú, Taylor?

— Está en mi naturaleza Jimin, soy un demonio, Satanás, el diablo, ¿qué esperabas?


¿Qué te profanara amor eterno?

— Que me amaras... — Los ojos de Jimin estaban repletos de lágrimas. — Que me


amaras como yo te amé.

— Tú nunca me amaste. — Siseó secamente Taylor. — Solo me manipulaste para


obtener la inmortalidad, siempre caí en tu sucio juego de humano, dejándome llevar
hasta que te amé y tú solo jugaste conmigo.

— ¿Realmente crees... que no te amé? — Jimin rió sin poder creerlo soltando más
lágrimas. — ¿Crees que en ese entonces me interesaba todo esto? ¡Yo te amaba! ¡Te
amaba tanto que me entregué a ti! ¡Y tú! ¡Tú me engañaste doscientas veces después
de hacerlo!

— Está en mi naturaleza. — Repitió fríamente Taylor. — Con Jereth pasa lo mismo,


pero no nos interesa. Somos demonios, eso somos, eso hacemos.

— ¡Yo nunca lo hice! — Gritó Jimin empujándolo. — ¡Jamás me atreví a siquiera


hacerte daño! ¡Aún cargo con los remordimientos de mi pasado, aún cargo con ese
peso en mi espalda! ¡Soy un demonio, soy un príncipe del infierno y no me atrevería
a hacer ni la mitad de lo que tú llegaste a hacer!

El otro demonio frente a él se mantuvo todavía en silencio. Jimin mordió con fuerza
sus labios y bajó la mirada para que el otro no viera las ardientes lágrimas que
escurrían por sus mejillas. El demonio de mayor poder, lentamente deslizó sus
manos por la tibia mejilla del rubio frente a él. Con su ayuda lentamente fue
levantando su mirada hasta que chocaron.

— ¿Me amaste? — Preguntó Taylor casi en un susurró.

— Con toda mi alma... — Murmulló apenas el gélido rubio viéndolo suplicante.

Taylor lentamente comenzó a inclinarse hacia adelante cerrando sus ojos hasta que
sus labios rozaron los contrarios. El toque los inmovilizó a ambos hasta que ambos
cerraron sus ojos y lentamente se fueron uniendo, sintiendo ahora sus labios
superiores entrar en contacto y suave labio inferior de Taylor entre los de Jimin.

— No... — Susurró Jimin antes de que sus labios se sellaran.

— Déjame... — Insistió Taylor acunando su rostro.

— No... — Volvió a insistir Jimin quebrando su voz. — Por favor no lo hagas... por
favor...

— Déjame. — Insistió otra vez Taylor suavemente.

— No... — Volvió a suplicar Jimin llorando. — No te atre...

Sus labios finalmente se sellaron en silencio. Ninguno de ellos dijo ni una sola
palabra. No fue algo brusco, fue el simple toque y el sellar sus labios con sus ojos
cerrados, sintiendo algo frío recorrer sus cuerpos hasta que Taylor lentamente se fue
alejando del rubio, separando sus labios con suma delicadeza hasta que el grueso
belfo de Jimin terminó de rozar con el suyo.

Quitaron la profundidad, mas sus labios no se separaron, se rozaron en aquel gélido


silencio hasta que lentamente volvieron a unirlos, Jimin tomando una respiración
profunda antes de volver a pegarse a él con sus ojos cada vez más apretados,
sintiendo a Taylor empujarlo contra la pared y pegarse más a él, enredando sus
dedos detrás de su nuca.
Se besaron, se besaron con una lentitud tortuosa para sentirse. El rubio hizo un
movimiento de manos delicadamente que el otro demonio no pudo ver y esperó
unos segundos hasta separarse con una sonrisa.

— Perdiste... — Susurró Jimin repentinamente después de un sonido seco.

— Me di cuenta. — Contestó Taylor secamente antes de reír. — Hagas lo que hagas,


siempre terminas sorprendiéndome.

Jimin extrajo el cuchillo del estómago del demonio quien cayó de rodillas a sus pies
en una seca carcajada. Jimin lo observó con ojos oscurecidos, tomando con firmeza
el cuchillo empapado de sangre en su mano derecha.

— Conmigo un cuchillo de metal, contigo una vara. — Taylor le sonrió negando con
la cabeza. — Debo admitir que podrías salirme con una sorpresa pero necesitarás
más que un cuchillo para matarme.

— Curiosamente intentaron lo mismo conmigo. — Contestó Jimin esbozando una


sonrisa. — Así que tuve que aprender y ya sabes, usar veneno.

Taylor borró un poco su sonrisa y bajó la mirada a su camisa que abrió de golpe,
observando la enorme mancha negra que comenzaba a formarse en su estómago y
la sangre púrpura que se deslizaba lentamente hasta el suelo, mandando un ardor
que comenzó a quemar sus órganos internos.

— ¿Qué tenía el cuchillo...? — Susurró Taylor temblando al sentir un terrible calor


por todo su cuerpo y su cuerpo congelarse.

— No el cuchillo Taylor. — Jimin negó con la cabeza con una sonrisa. — Mis labios.

Taylor abrió su boca y el rubio desapareció frente a él después de soltar una fría
carcajada que le hizo estremecer y caer al suelo inconsciente.
La chica inspeccionaba el lugar con una extraña mirada de confusión en el rostro.
Bajó a la vista observando su cuerpo sin reconocerse. Quería recordar algo pero se
le hacía imposible, parecía haber un bloqueo donde simples recuerdos de su infancia
aparecían.

Se llamaba Alexandra.

Sí, eso lo sabía.

Era huérfana y había vivido en Italia toda su vida. Se embarazó de un hombre que
no la amaba y él había huido lejos dejándola. Sí, eso parecía recordar.

Un amigo suyo le había dado hospedaje en lo que se componía del parto. Había
tenido un hijo aunque no sintiera que hubiese tenido uno. Pero lo tenía. Tenía un
hijo.

— Señorita Alexandra, ¡ha despertado! — La vieja con un bebé en brazos la


observaba. — ¡Llamaré al señor de la casa! ¡No se mueva!

La nodriza salió corriendo con el bebé en brazos. Atravesó los largos pasillos
subterráneos hasta salir al bosque y correr todavía. Se abrió paso entre la densa
vegetación hasta llegar a la cabaña de su amo. Tocó repetidas veces con un bebé
despierto y curiosamente serio en brazos.

Jimin abrió la puerta mostrándose sorprendido de verla.

— ¿Qué ha pasado? — Preguntó.

— Alexandra ha despertado, mi señor. — La nodriza tenía la respiración agitada,


Jimin abrió perplejo sus ojos. — Es momento que vaya a verla.

Jimin asintió aún en estado de shock y le pidió a la nodriza que se quedara allí
mientras él iba con Alexandra. Se preguntó si sería prudente llevar al bebé, pero
prefirió dejarlo allí para que la nodriza le diera de comer mientras él hablaba con su
"buena amiga". Tomó aire y después de salir de su cabaña corrió al bosque.

Movió plantas hasta encontrarse en el interior de una cueva. Se abrió paso hasta
bajar unas escaleras ocultas y llegar a un túnel subterráneo. Lo cruzó a paso veloz
hasta llegar a un espacio vasto donde cupo perfectamente. Corrió a una de las
habitaciones y abrió la puerta. La recámara estaba llena de velas y una confundida
Alexandra reposaba allí en la cama.

— ¿Jimin? — Preguntó ella. — ¿Dónde estoy?

— ¡Alexandra, me alegro que estés bien! — Jimin fue a abrazarla. — El parto fue
complicado, pero ahora estás mejor. ¿Cómo te sientes?

— Bien, creo. — Alexandra se sintió como si hubiese despertado de un gran sueño.


— ¿Dónde estamos? —Repitió.

— En un lugar seguro, lamento no haberte llevado a mi cabaña. Hubo


complicaciones. — Jimin le sonrió. — ¿Lista para ver a tu hijo?

Ella asintió emocionada y Jimin la ayudó a levantarse. Le dio algo de ropa y una vez
que estuvo bien abrigada ambos salieron. Alexandra observaba impresionada el
lugar en donde había estado pero evitó hacer comentarios al respecto. Subieron las
escaleras hasta la cueva, cruzaron el bosque y finalmente llegaron a una cabaña junto
a un enorme hoyo en la tierra.

Jimin tocó la puerta y la nodriza fue a abrir. Sonrió y les accedió el paso en una
inclinación.

Jimin se acercó a su hijo que estaba despierto y lo cargó en brazos. Le dio un beso en
su frente con dulzura antes de girarse hacia Alexandra y extendérselo. La mujer lo
tomó con delicadeza.

— Tiene tres meses. Tu recuperación fue tardía. — Jimin se colocó junto a ella y
acomodó las cobijas para que no taparan el rostro del hermoso bebé.

— Es muy bello. — Alexandra le mantuvo la mirada. — Tiene... ojos grises.

Jimin se calló unos instantes observando los ojos grises de su hijo que lo analizaban
fijamente. Jimin sonrió y pasó sus manos por el rostro del bebé para sobar su mejilla.

— Seguramente el papá los tenía grises. — Jimin relamió sus labios y observó a
Alexandra. — Debe ser eso.

— Quizás. — Alexandra siguió tomándolo. — Su nombre...

— Yoongi. — Finalizó Jimin. — Ese nombre elegiste al final.

— Yoongi. — Repitió Alexandra. — Es... lindo.


Jimin sonrió y ambos dirigieron la vista al pequeño Yoongi que los examinaba con
sus profundos ojos grises. Jimin suspiró y se alejó de Alexandra para acercarse a la
nodriza.

— ¿Cómo va el mayor? — Preguntó en voz baja.

— Investigando todavía lo de los objetos mi señor. — Susurró ella también en voz


baja. — Está con el alguacil.

— ¿Kim Taehyung? — Se adelantó Jimin y asintió. — De acuerdo.

La nodriza asintió y observó a la mujer con su falso hijo en brazos. Jimin le mantuvo
la vista unos segundos y regresó a la nodriza.

— Necesito que reúna al grupo hoy. — Susurró en voz baja. — Me he encontrado


con el demonio del fuego hace unos días.

La nodriza abrió sus ojos perpleja.

— Satanás... — Susurró ella

— Habrá cambios de planes. — Jimin observó a Alexandra y al pequeño Yoongi aún


en sus brazos. — Un cambio muy brusco pero necesario. Ve.

La nodriza asintió y se despidió de Alexandra. Salió rápidamente dejando a la pareja


con el bebé. Alexandra se aferró a Yoongi y observó el entorno sin sentirle
completamente cómoda.

— ¿Quieres un té? — Preguntó Jimin para romper la tensión.

— Por favor. — Alexandra se sentó en el sofá.

Jimin le sonrió lo mejor que pudo y se acercó a la cocina para tomar la tetera y
prender la estufa. Prendió el cerillo y mientras esperaba que el agua hirviera
mantuvo la vista fija en el exterior. Observó los árboles moverse de izquierda a
derecha y el cielo nublarse repentinamente.

Mantuvo la vista fija en los árboles hasta que sus ojos pudieron distinguir la silueta
de una persona observándolo tras los troncos. Una mirada frívola y asesina que le
hicieron ponerse en alerta pero mantenerse tranquilo por fuera.

Y observó esos ojos negros de iris rojo carcomiéndolo vivo. Las alas negras saliendo
de su espalda y el viento soplar con más fuerza chocando con su ventana. Jimin hizo
brillar sus ojos azul marino en signo de advertencia y el demonio contrario
solamente esbozó una sonrisa socarrona.

Un segundo demonio apareció detrás de él. Un demonio de ojos serpentinos y una


sonrisa malévola y amenazante. Ambos demonios afuera le mantuvieron la vista al
demonio dentro de la cabaña que apretaba sus puños y luchaba por conservar la
calma.

Y sin más desaparecieron frente a sus ojos después de unos segundos.

Jimin mantuvo la vista y la alzó después al cielo para observar las nubes dispersarse
un poco. Apretó sus labios y se alejó de la ventana para darse la vuelta y observar a
Alexandra y al pequeño Yoongi en la sala jugando tranquilamente.

Y antes de que pudiera respirar tranquilo, una pluma negra cayó frente a él.

Levantó la vista observando a un sonriente Jereth sobre él y mirada desquiciada con


sus ojos negros. Jimin mantuvo la calma y observó a su bebé antes de observar
nuevamente a Jereth quien también lo observaba.

Y soltó una pequeña carcajada que solamente Jimin escuchó antes de desaparecer en
una nube de humo negra.

***

El gran grupo de personas reunido en aquella capilla de piedra estaban en silencio


total. Todos estaban cubiertos con máscaras y túnicas negras que ocultaban sus
rostros.

Observaban a su jefe de túnica roja quien estaba finalizando de tomar sangre de una
copa de oro. Soltó una pesada exhalación cuando finalizó de beber y depositó la copa
a su costado, relamiéndose los labios para limpiar el trazo de sangre que quedaba.

— Hail Leviathan. — Repitieron todos al unísono.

— Las fuerzas del más allá han venido en nuestra ayuda. Deberemos usarlas
sabiamente. — Habló Jimin roncamente. — El portal creado en Estados Unidos no
tiene la fuerza suficiente como los que ha creado Satanás. Si queremos mantener mi
sangre latente en esta tierra necesitaremos invocar a más demonios.

Los presentes asintieron y sacaron unas navajas de sus túnicas para abrir las palmas
de sus manos. Jimin pasó la copa y todos dejaron caer un poco de sangre en silencio
hasta acabar con el círculo. Jimin tomó también una navaja y se abrió la palma de la
mano dejando caer más sangre que los demás.

Las velas negras se prendieron en silencio y Jimin sacó unos pergaminos. Comenzó
a recitar palabras en latín invertido escuchando pequeños lamentos irse acercando.
Las personas tras las túnicas se mantuvieron en silencio esperando a que finalizara
y mientras le mantuvieron la vista fija.

Jimin quitó el pergamino y cerró sus ojos segundos. Las velas chispearon y el fuego
repentinamente se tornó azul en su totalidad. El demonio de agua abrió sus ojos que
brillaban fuertemente y observó el pentágono dibujado con sangre a sus pies.

Tomó la navaja y se colocó en el centro y la alzó al cielo. La navaja se desprendió de


su agarra y comenzó a levitar en el aire dando vueltas cada vez más rápidas. Jimin
mantuvo la vista fija hasta que la navaja se inmovilizó señalando a uno de los del
grupo.

Fue en un segundo cuando éste fue aventado a los pies de su amo y la navaja fue
enterrada directamente en su corazón. Las velas se apagaron y un enorme frío se
instaló en el cuarto de piedra. La luz volvió segundos después, el cuerpo ya no
estaba pero sus huesos estaban regados al igual que su sangre.

— Han tomado el sacrificio, venerados sean. — Jimin cerró sus ojos y después los
abrió. — Solo queda una cosa más.

— Verónica. — Susurraron todos al unísono.

Un velo se fue creando en la sangre poco a poco. Jimin lo tomó y la sangre fue
succionada por la tela completamente sin dejarla húmeda ni con un rastro de sangre.
Jimin desvió la mirada detrás de él y la cruz invertida con el símbolo de bafomet
sobre ella.

— Me han cumplidos los dos rituales. — Se inclinó ante el signo. — Tomen lo que
deseen hermanos míos.

Unas sombras se instalaron en la habitación soltando un enorme grito. Los presentes


se estremecieron a excepción de Jimin.
— Salgan. — Ordenó.

No tuvo que repetirlo dos veces, todos salieron rápidamente dejándolo solo con
aquellas sombras que lo observaban fijamente. O eso parecía, eso sentía.

La puerta se cerró de golpe en un estruendoso golpe y dejaron al príncipe infernal


solo. Éste se fue a colocar al centro del pentágono y se mantuvo en un largo silencio.
Las sombras se movieron cerca de él comenzando a rodearlo poco a poco hasta que
ya no tuvo escapatoria.

No se resistió y dejó que su túnica fuera deslizada de su cuerpo mostrando su


desnudez. Se mantuvo firme y en silencio sintiendo algo frío recorrerlo y las sombras
tomar una forma humana frente a él. Siete hombres desnudos con los ojos
completamente blancos y tétricas sonrisas en su rostro.

— Mis siete demonios. — Jimin sonrió apenas y cruzó sus brazos. — Hacía tiempo
que no los veía en sus formas originales.

Él realmente estaba hablando en latín invertido.

Los siete demonios se fueron acercando a él hasta que lo tomaron y lo inclinaron con
fuerza para ponerlo de rodillas. Le hicieron levantar la mirada y después acostarse
dándoles la espalda levantando sus caderas.

Y Jimin apretó sus labios al sentir la primera embestida y su boca ser abierta para
engullir uno de los miembros de los siete demonios. Jadeó un poco al sentir que se
restregaron contra él y lo obligaron a posicionarse de tal manera que pudiera
estimular a los posibles.

Y supo que sería una larga noche...


El chico de cabello rubio y ojos azul zafiro se encontraba casi sin aliento en un
desesperado intento de encontrar su estabilidad. Participar a una menuda orgía con
los siete demonios de los pecados capitales sin duda, era de las cosas más intensas
que había hecho en su larga vida de más de cinco siglos.

Tomó una respiración profunda y se arrastró a su cabaña con su túnica roja y


sintiendo todo su cuerpo doler. Estaba hecho un completo desastre y lo único que
quería era recibir un buen baño y dormir hasta el próximo siglo. Estaba agotado, sus
poderes últimamente eran nulos y el cansancio tomaba posesión de él. Estaba
enfermando y no sabía por qué, se debilitaba cada día más y le preocupaba. Le
preocupaba mucho.

Entró a la cabaña que estaba vacía y corrió al baño quitándose la túnica en el camino.
Abrió el agua caliente cuando escuchó una carcajada detrás de él que le hizo voltear
pegando un brinco de terror.

— ¿Qué fuiste a hacer? Estás sangrando. — Preguntó divertido el fantasmita


llamado Jeon Jungkook flotando como si nada en el techo.

— ¿Te importa? — Jimin rodó sus ojos. — Vete, ¿qué demonios haces acá?

— ¿Te importa? — Imitó el fantasma. — ¡Tú y yo debemos hablar!

— No, no me vengas ahora con eso. — Jimin se metió a la regadera.

Pegó un brinco cuando repentinamente Jungkook apareció frente a él. Se cruzó de


brazos molesto pero Jungkook alzó una ceja.

— Me estoy bañando, ¿te importa?

— No, no me importa. ¿Desde cuándo soy tío?

Jimin alzó una ceja pero Jungkook lucía enojado... y confundido.

— ¿No olvidaste a Alexandra? Raro, creí haberle borrado la memoria a todos sus
conocidos. — Jimin frotó su barbilla.
— ¡Estoy muerto! ¡Duh! — Espetó obvio el fantasma. — Mis recuerdos no se borran,
soy inmune a tu magia negra, magia y... — Bajó la vista al cuerpo desnudo del
satánico. — ¿Encantos?

— Jungkook eres un fantasma, no me acuesto con fantasmas, ¿qué te sucede? —


Jimin agarró el shampoo junto a él.

— ¡Te vi haciendo una orgía con demonios muertos, no jodas!

— ¡¿Es que tú no puedes dejarme en paz?! — Jimin gruñó.

— Tú me mataste, te aguantas. — Y se cruzó de brazos.

Jimin resopló sonoramente y comenzó a frotarse el cuero cabelludo. Alzó sus


hombros.

— Ahora. Mi sobrino. — Insistió Jungkook.

— No es tu sobrino, Alexandra no se embarazó, eso cree. — Explicó el rubio. — Su


madre es una prostituta, ahora muerta y enterrada a metros bajo tierra.

— ¿Entonces el bebé no es de mi hermana? —Jungkook abrió mucho sus ojos.

— No. — Contestó simplemente Jimin. — Es mío y de... ya se me olvidó cómo se


llamaba la madre.

— Yoongi junior, ¿por qué le pusiste así? ¿Estás flechado con el médico? — Jungkook
fingió dar besos.

Las mejillas del rubio de ojos azules ardieron en rojo y un pequeño chillido salió de
sus labios. Aventó al shampoo pero éste no tocó al fantasma quien reía. Su corazón
latía a mil por hora y su respiración estaba irregular.

— ¡N-no digas tonterías! — Espetó Jimin. — ¡No me gusta Min Yoongi! ¡Lo necesito
porque es un demonio, el último! ¡Nada más!

— Él te extraña. — Jungkook observó sus uñas. — Lo he visto a veces, sabe que estás
vivo pero se pregunta por qué no vas a verlo.

— ¿Para qué querría yo ir a verlo? — Jimin desvió su mirada.

— Qué se yo. — Jungkook alzó ambos hombros. — No se han visto desde hace...
¿cuánto?

— Desde que me enterró un cuchillo en el pecho.


— Cierto. Vaya, eso fue hace casi siete meses. Wow.

— Menos. Cinco meses, más o menos.

— Es mucho.

— ¿Puedes dejarme en paz?

— Lo haré porque eres muy amargado. — Jungkook puso los ojos en blanco.

El fantasma estaba a punto de desaparecer cuando observó a Jimin.

— Por cierto. — Comenzó. — Dile a mi copia barata que deje de pasearse por todos
lados. Me lo he encontrado como cinco veces y es muy incómodo.

— ¿Copia barata? —Jimin alzó una ceja.

— El demonio ese de ojos negros y pupila roja, alas negra y muy tétrico. ¡Yo soy el
original Jeon Jungkook!

— Uno, se llama Jereth. Y dos...

— Sí, sí, Jereth como sea. — Jungkook puso los ojos en blanco. — Que se vaya.

Y desapareció frente al demonio rubio de ojos azules quien suspiró. Negó con su
cabeza y finalizó de bañarse. Salió casi una hora después y se preparó un té para
relajar su cuerpo. Ya estaba anocheciendo y con la luz lunar se sentía mucho mejor
que con la solar.

Mantuvo la vista fija en la luna un par de minutos pensando una y otra vez en lo
que había dicho Jungkook. ¿Sería prudente ir a visitar a Yoongi? ¿Pero para qué?
Yoongi a estas alturas seguramente ya sabía cómo derrotarlo, solo quedaba esperar
al eclipse lunar para que: uno, Yoongi lo asesinara. Dos, Yoongi se convirtiera en un
demonio.

Fuera como fuera, a Leviathan ya le daba lo mismo. Moriría de una forma u otra, ya
sea a manos de Taylor o de Yoongi. No le importaba ya, había vivido de más y no
encontraba más razones para seguir. ¿Querría él estar en una guerra infernal toda
su vida? ¿Pelear a muerte con Jereth y Taylor durante siglos? Francamente no. Tenía
un hijo y sí, habían sido medidas drásticas pero le aliviaba saber que al menos de
una u otra forma su sangre se mantendría latente en la tierra.

En esa realidad en otra, él seguiría viviendo de una forma u otra a través de su hijo.

— Bien... — Susurró después de unos segundos. — Hagámoslo.


Se levantó y cerró sus ojos unos segundos. Una pequeña ráfaga de viento despeinó
su cabello y fue cuestión de segundos antes de que desapareciera dejando solamente
un pequeño humo negro detrás de él.

Min Yoongi estaba sentado en la cama de barrotes y sucias colchas. Observaba la


vela prendida frente a él para iluminar el lugar, sus ojos cargados de tristeza y vacío.
Lucía algo demacrado, delgado, apático incluso. No tenía muchas fuerzas, estaba
completamente acabado.

Sin trabajo, sin dinero, sin oportunidad de volver, atrapado en una guerra
demoníaca que no entendía, sobreviviendo como podía.

No debió meterse en eso, pensaba. No, quizás no debió hacerlo.

Mantuvo la vista en la vela otros segundos hasta que esta se apagó inesperadamente.
Parpadeó repetidas veces al sentir algo frío en la habitación. Levantó la mirada a una
esquina de la habitación entrecerrando sus ojos para enfocarse en la espesa
oscuridad. Logró distinguir una silueta en la esquina.

No sabía si sus ojos estaban fallando o realmente había alguien allí. Se levantó de la
cama y lentamente se comenzó a acercar, sintiendo el aire más fría y pesado
conforme la distancia se acortaba. Otros pasos más hasta escuchar una suave
respiración y unos ojos azules brillar suavemente en aquella negrura.

— ¿Jimin? — Preguntó en voz baja sin poder creerlo.

El médico sintió unos cálidos brazos aferrarse a su cintura y después a alguien


acercarse a él para abrazarlo. Soltó un suspiro de alivio al ver aquella cabellera rubia
llegándole a la barbilla y los suaves y delicados brazos envolverlo con un poco de
posesividad, sintiendo la cálida respiración chocando con su cuello.

— Lo siento... — Susurró Jimin desde la oscuridad.

— Debería ser yo quien me disculpe. — Yoongi tomó su barbilla con su mano para
que levantara la mirada. — Jimin.

— No digas nada. — Jimin colocó su índice en sus labios. — Solo bésame.

— No puedo...

— No te haré nada. — Jimin se aferró a su camisa. — Bésame...


Ambos se inclinaron hacia el otro con suma suavidad hasta que sus labios se
juntaron. Jimin pasó sus dedos detrás de su nuca y tiró de él para profundizar el
contacto, pasando después sus dedos por las mejillas del mayor para aferrarlo con
más fuerza.

Sus lenguas poco a poco fueron entrando en contacto, Yoongi profundizando al


pegar a Jimin a su pecho tomándolo por su espalda baja y su otra mano en su mejilla
izquierda. Ambos cerraron los ojos y se mantuvieron en un largo y silencioso beso,
escuchando sus respiraciones pesadas y corazones latir con más fuerza.

Se separaron suavemente, Jimin hundiendo inmediatamente su rostro en el cuello


de Yoongi.

— ¿Por qué no habías venido antes? — Preguntó Yoongi ladeando un poco su


cabeza.

— Yo... — Jimin bajó la mirada. — Estoy en jaque, ¿sabes?

Yoongi le mantuvo la mirada. Jimin avanzó a la cama y se sentó en ella con ojos
llorosos.

— Mis poderes han disminuido, casi no tengo fuerza para... nada. — Sollozó el rubio.
— Me estoy muriendo Yoongi. — Lo observó fijamente. — Me estoy muriendo.

— No digas eso... — Habló con voz ahogada el médico.

— Tuve un hijo.

— ¿Qué?

— Su nacimiento, los rituales fueron muy peligrosos, me ha debilitado... otros


demonios peligrosos, más poderosos que yo están acá, utilicé el beso de la muerte
con otro demonio... — Susurró cada vez más apagado. — Mi poder se debilita...
simplemente me esfumaré en un par de días.

— ¿Por qué no me habías dicho? ¡Debe haber una forma Jimin!

— ¡No la hay! — Gritó Jimin. — ¡La única forma de que vuelva a fortalecerme es si
tú te conviertes en un príncipe infernal! ¡No te haré eso Yoongi! ¡No te haré eso!

El rubio se levantó pero fue a dar de rodillas al suelo. Yoongi se abalanzó hacia él.

— ¡Jimin! — Gritó, lo tomó al instante viendo su gran palidez. — ¡¿Jimin qué


sucede?!
— Estaré bien... — Susurró el rubio comenzando a subir, sus labios hinchándose en
un veneno color negro. — Son los efectos del beso, me ha afectado a mí también por
usarlo con un demonio.

— ¿Lo mataste? —Susurró Yoongi tratando de levantarlo pero Jimin no se dejó.

— Lo debilité tanto como pude... Pero ahora...

Yoongi se mantuvo en un largo silencio. Jimin apretó sus labios y lo observó una
última vez.

— Lo siento... — Susurró el demonio quebrando su voz. —Debo irme.

Yoongi lo tomó de las manos viendo como a poco iba desapareciendo hasta que solo
dejó un polvo negro detrás de él. Yoongi quedó de rodillas en aquella fría habitación
repitiendo una y otra vez las palabras de Jimin y sintiendo su saliva tornarse amarga.

Corrió a los cajones y lo abrió, soltando un pequeño grito segundos después.

— ¡Auch, mierda! — Exclamó sacando su mano.

Observó una espina de unos cinco centímetros enterrada en su dedo. La extrajo


velozmente y succionó la sangre que había comenzado a deslizarse de su dedo.
Observó la espina con su mano libre, observando la pequeña gota de sangre que
amenazaba con deslizarse del lado contrario con el que se había pinchado.

¿De quién era entonces esa sangre en la espina?

Observó el cajón viendo una corona, alzó una ceja confundido.

Le dio una última succión a su dedo con fuerza antes de que la gota de sangre que
no era suya de la espina, cayera al suelo. Le mantuvo la vista fija abriendo sus ojos
con enorme sorpresa y miedo al ver aquella gota extenderse hasta formar un
pequeño charco de sangre que se fue levantando creando una pequeña colina que
flotaba.

De allí se transformó en una esfera de sangre antes de distorsionarse tomando otra


forma. Yoongi se heló cuando la sangre comenzó a deslizarse dejado algo a la vista.

Tapó su boca cuando la sangre se absorbió por completo y pudo finalmente lo que
se había creado. Se inclinó suavemente y lo tomó entre sus manos observando
después por la ventana.
Por fuera había comenzado a quebrarse debido al hielo que se formó. Un copo de nieve se
dibujó unos segundos, el hielo consumiendo la ventana en su totalidad hasta que se llenó por
completo.
Y en la mano del médico, una rosa roja reposaba en silencio.
El demonio estaba en cuclillas observando en silencio las gotas de sangre que
perdían entre la vegetación. Deslizó la yema de su dedo por las hojas y lamió la
pequeña gota antes de levantar la vista.

Sus ojos brillaron con fuerza y corrió velozmente entre los árboles, como una sombra
que desaparecía y aparecía de un segundo a otro cada vez más lejos, olfateando el
olor a sangre como un manjar dulce, relamiéndose al sentirla en sus papilas
gustativas, sus ojos ardientes de hambre.

Siguió corriendo en la espesa noche hasta escuchar ruidos y jadeos de dolor a lo


lejos. Observó otra sombra más lejos y eso le hizo sonreír y acercarse soltando un
aullido macabro, una carcajada y sacar unos enormes colmillos de serpiente y
enorme lengua.

El demonio se convirtió en una serpiente en un segundo, deslizándose con una


velocidad impresionante por el suelo siguiendo a la otra silueta que corría frente a
él, sangrando del cuello y de la cadera, escurriendo sangre y con los mechones de
cabello pegados a la frente, mandíbula adolorida y respiración pesada y ardiente.

La serpiente pareció erizarse por completo, dando una vuelta donde se revolcó antes
de seguir persiguiendo a su pobre víctima. La distancia entre la pobre persona que
corría y la persona, se fue acortando casi por completo. La serpiente brincó sobre la
espalda convirtiéndose en el demonio nuevamente y tirando a la víctima al suelo.

Ambos rodaron por la colina llenándose de tierra y golpeándose dolorosamente


contra todo. El demonio con colmillos de serpiente quedó sobre el otro,
inmovilizándolo con sus piernas y soltando un enorme chillido agudo que le hizo
escurrir veneno de los enormes colmillos.

— ¿Te creías muy listo no es así? — El demonio con enormes colmillos de serpiente
esbozó una gran sonrisa. — ¿El beso de la muerte? Pudiste hacer algo mejor precioso.

Jimin se mantuvo debajo de él, la sangre escurriendo por su cuerpo y sus ojos llenos
de terror pero firmeza al mismo tiempo. Los tenía duramente clavados en él,
mostrando un odio que nunca antes había sentido, un rencor y un dolor que le
estaban haciendo perder su control.
— ¿Y ahora huyes como un maldito cobarde? ¿Qué te pasó? — Se burló Taylor
secamente. — ¿Te quedaste sin nada?

Tomó la mano del rubio quien soltó un quejido. Observó allí unas venas negras muy
suaves, casi desapareciendo. No pudo evitar soltar una carcajada.

— ¿Ahora te dedicas a chupar el poder de otros? — Siguió negando con la cabeza y


peinando el cabello del rubio con delicadeza por atrás antes de trazar su mejilla y
levantar su barbilla con la misma mano. — ¿Jimin? ¿Estás tratando de quitarme más
poder pequeño travieso?

— ¡Suéltame! — Bravó Jimin tratando de empujarlo.

— Debo admitir que me conmovió tu escena con Yoongi, tal para cual ustedes dos.
— Taylor fingió limpiarse unas lágrimas. — Y tú diciendo que no le harás eso, que
estás muriendo, pero prefieres hacerlo a que él se transforme en esto que tanto odias.
Un demonio.

Jimin se mantuvo en un pequeño silencio. Taylor lo tomó del cuello.

— Y cuando vas de regreso te sorprendo, ¿y qué haces? Usar casi todo tu poder para
destruirme y lo hiciste. Pero no contabas conque fuera a morderte, ¿sientes el veneno
Jimin? Veo tus lindos ojos comenzar a oscurecerse. — Sonrió vilmente.

— Enfermo. — Siseó el rubio.

— Deja de pelear Jimin. — Susurró Taylor. — Entrégate a mí, convierte e Yoongi y


únanse a mí. Sean parte de mi ejército, asesinaremos a todos los ángeles,
destruiremos el cielo y la humanidad vivirá en la palma de nuestras manos.

Jimin se removió con fuerza pero Taylor volvió a inmovilizarlo soltándole un grito
de dolor al sentir su cuerpo contraerse dolorosamente.

— Seré tu rey. — Siguió Taylor bajando el trazo de sus dedos hasta el pecho del
rubio. — Jereth, Yoongi y tú serán mis príncipes, los cuidaré, podrán hacer todo lo
que quieran. Todos los pecados, toda una vida de lujos y placeres.

El demonio latente dentro de Jimin comenzó a despertar, manipulando su mente


para que accediera. Murmullos infernales en su oído, en su cabeza, las tentaciones y
el placer que lo llamaba. El pecado.
— Entrégate a mí y lo tendrás todo... — Taylor siguió persuadiendo. Bajó sus manos
hasta las piernas del bello chico y comenzó a sobarlas. — Acéptalo Jimin. Sé mío,
nuevamente mío...

Jimin estaba débil. Leviathan exigía poder, exigía someterse al pecado para recobrar
fuerzas. Orgullo, avaricia, envidia, ira, pereza, gula, lujuria. Someterse al demonio
de los demonios, inclinarse ante Satanás, venerarlo, someterse completamente. Ser
suyo.

Jimin luchaba contra esos murmullos, su cuerpo temblaba y su labio inferior estaba
atrapado entre sus dientes con fuerza. Luchaba, realmente no estaba haciendo,
luchando contra consigo mismo, luchando contra su demonio, luchando contra el
demonio del otro y sus palabras venenosas.

— No me hagas hacerlo a la mala. — Susurró Taylor perdiendo paciencia. —


¡Entrégate Jimin!

El rubio siguió manteniéndose en un crudo silencio. Desafiaba con la mirada al


demonio superior, una sonrisa soberbia formándose en sus labios que decía
claramente "no voy a hacerlo." Taylor se enfureció, su orgullo le caía como cubo de
agua helada porque sabía que la única manera de tener de vuelta a su demonio era
a través de los hechizos y no porque lograra realmente convencerlo.

La fuerza bruta jugando contra la astucia.

— Bien precioso. — Taylor lo apretó. — No me dejaste otra alternativa.

— Vas a perder. — Jimin le devolvió la misma soberbia sonrisa llena de satisfacción.


— Hazlo. Terminarás perdiendo.

— Jugaré sucio si es necesario para impedirlo. — Amenazó Taylor. — Le dijiste a


Yoongi cómo destruirte, lo manipularé y caerá primero ante mí que contigo. Te
matará él mismo y me llevaré todo tu poder y el suyo. Dos demonios de un tiro.

Jimin borró su sonrisa y volvió a removerse.

— ¡No lo hagas! — Gritó Jimin. — ¡No te atrevas Taylor!

Taylor soltó una fría carcajada y mordió con fuerza a Jimin en el cuello enterrando
todo el veneno. Desaparecieron al mismo, apareciendo en una construcción
abandonada con unos objetos en una mesa.
Jimin gritó y sus ojos se tornaron completamente blancos, un gris opaco en sus
azules ojos. Gritó más fuerte y Taylor separó sus colmillos escurriendo sangre con
una hermosa sonrisa en el rostro. Una sonrisa completamente enferma, digna de un
loco, maníaco y desquiciado.

Se separó de Jimin relamiendo la sangre mientras el rubio se mantenía inmóvil. Soltó


un grito más fuerte y comenzó a mover sus brazos en el aire en todos los sentidos
antes de palpar el suelo. Se fue reincorporando extendiendo sus brazos y
moviéndolos en todas direcciones, sus ojos gris opaco y ardientes lágrimas
escurriendo de su rostro.

— ¿Qué hiciste...? — Susurró en un hilo de voz el rubio. — ¡¿QUÉ ME HICISTE?!

Soltó gritos desesperados al no ver nada pese a tener sus ojos abiertos, una negrura
que había envuelto su mundo por completo. Taylor comenzó a reír al ver al pobre
rubio buscándolo desesperado.

Se acercó a él y lo fue a aventar contra la pared. Jimin trató de reincorporarse pero


fue sorprendido con una patada en el estómago que lo volvió a mandar al suelo con
la mandíbula empapada de sangre. Taylor lo volvió a agarrar del cuello, tomándolo
con fuerza hasta levantarlo un poco. Jimin ahogó un gritó y comenzó a rasguñarlo,
su gris aún en sus ojos.

— Serás mío a la mala entonces. — Taylor lo aventó de nuevo contra la pared.

Se acercó a los objetos allí colocados y agarró el octavo y último, que era un cáliz. Se
mordió la piel arrancando un pedazo que escupió al suelo. Dejó verter su sangre en
el cáliz hasta que se llenó casi por completo. Lo tomó y unas sombras entraron en él
poco después de que se prendiera en llamas.

El cáliz levitó un poco en llamas de fuego color azul. Sin embargo el azul fue
desapareciendo, engullido por las llamas anaranjadas. La sangre se tornó negra y
burbujeante y miles de gritos comenzaron a escucharse.

La espalda de Jimin se dobló mandándolo hacia atrás en un aullido de dolor. Se


mantuvo inmóvil en el aire con sangre escurriendo de sus ojos, levitando y
torciendo más su espalda hasta que abrió su boca y ningún otro sonido salió por su
garganta.

La sangre siguió resbalando y su boca se mantuvo abierta, sus ojos opacos y su


respiración apenas visible. Taylor se acercó a él y tomó su boca para comenzar a
verter la sangre, fue levantando más el cáliz hasta que desapareció por completo,
Jimin tragándolo inconscientemente.

El demonio mayor esperó unos segundos hasta que vio a Jimin sacudirse,
convulsionando entre gritos y maldiciones que le hicieron expulsar sangre por la
boca hasta caer duramente al suelo en ese mismo charco.

No se movió.

— Hail Satanás, in nomire mortem Leviathan, pactus eternus di o ne estrange. —


Susurró en una lengua desconocida.

Hubo un silencio crudo donde ninguno se movió hasta que Jimin contrajo sus
hombros. El rubio lentamente se fue reincorporando, sus ojos aún como estaban pero
más estático que una estatua. Su boca estaba un poco abierta y su mirada ciega,
perdida...

— Leviathan. — Llamó Taylor con voz inframundo, esbozando una sonrisa.

— Mi señor... — Susurró Jimin apenas moviendo su boca y estático.

— Arrodíllate. — Ordenó.

Jimin se dejó caer de rodillas al suelo al instante. Taylor sonrió y se acercó a él


sobando su mejilla.

— Buen chico. — Se burló y levantó la vista.

Una fuerte ráfaga de viento hizo crujir todo el lugar con fuerza. Una enorme nube
negra apareció y cuando desapareció, Jereth se encontraba batiendo ferozmente sus
alas en el aire hasta reposar en el suelo. Observó a Jimin arrodillado en el suelo sin
moverse, como una máquina.

— ¿Lo hiciste? — Preguntó el demonio recién llegado sorprendido.

— Es nuestro. — Taylor sonrió. — Lo mantendremos oculto en lo que llega el eclipse.


— Susurró ahora sonriendo más grande. — Traeremos a Yoongi y lo
transformaremos en Belial.

— Es un maldito riesgo Tay. — Susurró Jereth.

— ¿Te preocupas por eso angelito? — Taylor lo tomó de la mano, Jereth sonrió
mostrando sus pequeños colmillos. — Te tengo a ti amor mío, Jimin comenzará a
pagar por lo que te hizo y cobraré mi venganza.
— Eres tan malo... — Susurró Jereth sobre sus labios.

Se besaron con hambre, con una lujuria desesperada que les hizo a ambos jadear e
ir a dar al techo debido a la intensidad. Jereth estaba contra el techo, Taylor levitando
tomándolo con fuerza, saboreando su dulce sabor.

— Tu esclavo nos está viendo. — Susurró Jereth soltando una pequeña risa
maliciosa.

— Está ciego. — Taylor le sonrió. — ¿Te parece jugar un poco con él?

Ambos demonios observaron a Jimin todavía en la misma pose en el suelo.

— Hay que aprovechar su letargo mientras dure... ¿qué dices? — Susurró Taylor
sobre su oído. — ¿Te apetece un trío esta noche?

Jereth sonrió en modo respuesta y empujó a Taylor para que ambos cayeran al suelo.
Se acercaron con ojos brillantes y los colmillos fuera al rubio intacto. Jereth lo empujó
y Jimin cayó al instante al suelo de espalda, su rostro sin mostrar absolutamente
nada.

Sonrieron antes de comenzar a quitarle la ropa y quitársela ellos entre sucios besos.
Se acercaron al otro demonio y comenzaron a besar su piel, Jereth centrándose en su
mandíbula y cuello, pasando sus manos por su cuerpo mientras Taylor comenzaba
a masturbarlo y a meter sus dedos en su ano para dilatarlo.

Lo posicionaron entre ambos y volvieron a besarse, bajando después los besos hacia
Jimin que se mantenía todavía intacto hasta que fue violentamente empujado al
suelo y colocado en cuatro. El rubio se desplomó en el suelo pero Taylor lo
reincorporó con una sonrisa.

— Ponte en cuatro precioso. — Le susurró.

Jimin obedeció en silencio, lanzando sus caderas hacia atrás y sintiendo los dedos
de Taylor introducirse en su boca. Jereth sonrió y liberó su erección para acercarse
al lindo rubio frente a él ahora. Taylor se separó dejando que Jereth se colocara
dónde estaba y abriera la boca del rubio.

— Y te lo tragarás todo, ¿entendiste esclavo? — Susurró el demonio de ojos negros


e iris rojo con una lasciva sonrisa.

Jereth metió toda su erección en la boca de Jimin comenzando a embestirle la


cavidad bucal en un suave vaivén. Lo tomó del cabello y gimió lanzando su cabeza
hacia atrás, impulsando sus caderas cada vez más rápido. Taylor se inclinó a las
piernas de Jimin y palmeó con fuerza su trasero antes de comenzar a lamer su
entrada, siguiendo el vaivén del cuerpo debido a la actividad que hacía con Jereth.

Se separó segundos después y observó a su demonio embriagado de placer, sus ojos


más negros y sus labios mordidos. Se relamió y tomó ahora él su erección para
deslizarse dentro del rubio y embestir duramente.

Jereth y Taylor se acercaron y sin perder el ritmo, se inclinaron ambos hacia adelante
para comenzar a besarse. Jereth empujando más duro, Taylor embistiendo más
profundo y rápido, perdidos en la lujuria total y utilizando el cuerpo del demonio
de agua como se les diera la maldita gana.

Y estaba allí, dejándose tomar por sus dos demonios enemigos, siendo su esclavo,
su maldito esclavo. Tomado a la fuerza, utilizado para desahogar la lujuria de
Lucifer y Satanás.

Y se mantuvo en silencio, comenzando a gemir él también, su miembro comenzando


a despertar conformo su punto dulce era rozado por Taylor. Y jadeó sobre la erección
de Jereth quien se separó de Taylor para embestirlo más, pero fue el propio Jimin
quien siguió el movimiento, sintiendo al mayor seguir entrando y saliendo de él.

Y gimió, y jadeó, respiró profundo... Lo hizo, se dejó tomar... gimió, jadeó, respiró
profundo...

Con ojos empapados en lágrimas de sangre.


╔ "El satanismo no consiste en efectuar sacrificios o adorar al
diablo. El diablo no existe. El satanismo es una cuestión de
adoración a uno mismo, porque es responsable por su propio
bien y mal." ╝

-Marilyn Manson.
Silencio.

Era un silencio gélido en el que solo se escuchaban las gotas de agua cayendo contra
el pequeño charco a los pies del chico desnudo, abrazándose a sí mismo, el rostro
hundido entre sus rodillas pegadas a su pecho.

Se abrazó con más fuerza al sentir el frío recorriendo su cuerpo violentamente.


Mordió sus labios en un desesperado intento de concentrarse en el dolor de sus
labios que en el frío. No funcionaba. Desesperó.

Se arrastró pecho tierra hacia la puerta de piedra, sin embargo hubo un punto donde
no pudo más y se dejó caer al suelo escuchando un sonido de metal. Se removió
azotando las cadenas que lo sujetaban de los tobillos contra el frío suelo y
recordándole que era prisionero. No podía escapar.

No veía nada. Lo habían privado de la vista. Tanteaba el suelo tratando de encontrar


algo hasta sentir un plato. Lo arrastró hacia él y lo tomó antes de irlo a estrellar con
fuerza hacia la pared. Lo aventó creando un escándalo cuando éste se hizo trizas y
toda la comida cayó embarrándose en la pared.

Escuchó unas pisadas y una puerta abrirse. Retrocedió un poco, gritó agudo y fue
tomado violentamente del cabello para que levantara la mirada.

— Te la vas a tragar así tenga que meterte la mano a la boca para que lo hagas. —
Amenazó fríamente Taylor tirando más de su cabello. — No me interesa que esté en
el suelo o putrefacta. Cómela.

Jimin se mantuvo en un largo silencio con la respiración pesada.

— ¿No? — Taylor sonrió. — ¿Tendremos que proceder a la mala?

— Devuélveme la vista y mis poderes. — Amenazó Jimin. — Enfréntame como es


debido, ¡maldito cobarde!

Obtuvo una fuerte bofetada que lo mandó de nuevo al suelo. Se tocó la mejilla
sintiendo algo caliente irse deslizando por su boca, toda la zona quemó y ardió con
los segundos. Un cosquilleo desagradable que le hizo voltear furioso de nuevo hacia
donde creía, estaba Satanás.
— ¿Sabes cuánto detesto tratarte así? — Taylor sobó después su mejilla con
delicadeza. — Pero no me dejas otra alternativa precioso.

— Suéltame. — Suplicó Jimin aferrándose a sus manos. — ¡Taylor suéltame!

— ¿Qué recibo yo a cambio? — Sonrió cruelmente.

— Tay... — La voz de Jimin brotó llena de súplica. — Por favor. No volveré a


cruzarme en tu camino nunca más, me mantendré oculto, no te molestaré. Taylor...
— Suplicó de nuevo y reforzó el agarre cuando el susodicho trató de zafarse. — Haré
lo que sea. Por favor, suéltame.

— ¿Lo que sea? — Taylor se burló.

— P-pero... — Balbuceó Jimin pero fue callado.

— Ya hablaste precioso. Lo siento. — Taylor sonrió. — Debes meditar mejor tus


palabras la próxima vez.

Jimin se mantuvo en silencio sintiendo el agarre de Taylor alejarse de su rostro.


Tembló un poco y se puso en cuclillas para acomodarse cuando sintió que fue
acostado bruscamente en el suelo y unos labios comenzaron a depositar suaves
besos en la curvatura de sus hombros.

— ¡No! — Gritó violentamente el rubio. — ¡No, por favor no!

— Cállate precioso. Me harás enojar. — Susurró Taylor con fuerza tomándolo de su


barbilla.

— ¡No te he hecho nada! ¡¿Por qué haces esto?! — Gritó de nuevo el rubio con
lágrimas escurriendo de sus ojos.

— Porque es divertido. — Se burló Taylor. — Ahora abre tus lindas piernas, sé bueno
esta vez.

— ¡NO! — Volvió a gritar Jimin revolcándose en sus brazos.

No puedo evitar lo que sucedió. Estaba desnudo, atado, era vulnerable. Fue
golpeado y aún por más que suplicó aquello no impidió que el demonio lo violara
nuevamente. Lo sintió entrar duramente en él y embestirlo sacándole gritos de
dolor. Le suplicó tantas veces pudo que se detuviera, que frenara. No aguantaba. No
aguantaba el dolor y ser utilizado así después de tantas veces. Dolía.
Jereth se mantenía del otro lado de la puerta con una sonrisa escuchando todo.
Relamió sus labios y negó con su cabeza divertido antes de comenzar a reír y alejarse
a paso lento cruzado de brazos.

— Si serás maldito. — Susurró con un brillo en sus ojos y regresando al bosque.

Avanzó a paso lento hasta detenerse en una gran vegetación largos minutos
después. Alzó la vista al cielo y estiró sus manos. Comenzó a llover.

Regresó la vista al frente, hacia la cabaña. Avanzó a paso lento y se coló como una
sombra en el interior, con un sigilo y silencio que debido a ello, nadie lo notó.

— ¿Cuánto más deberemos esperar? — Preguntaba uno de los hombres con túnica
negra.

— ¡Debemos atacar! — Gritó otro.

— El jefe nos dijo que todo estaría bien. — Habló un tercero. — Debemos confiar en
él.

— ¡No ha dado rastros de vida! — Gritó de nuevo el primero.

Jereth entrecerró sus ojos observando a uno de los hombres que se mantenía en
silencio hasta que levantó un poco su mano callando a todos.

— El jefe me ha pedido mantener el orden. —Contestó roncamente. — Confío en


Jimin. Todos lo hacemos. Si decidió correr este riesgo es porque algo bueno saldrá
de esto al final. ¿Me equivoco?

— Es cierto. Es astuto. — Habló el segundo.

Jereth esbozó una sonrisa.

— Bien. — El hombre que había tomado la palabra levantó más sus manos
mostrando un pequeño tatuaje de sol en su muñeca izquierda. — Seguiremos con el
protocolo ciudadano mientras no esté. Los mantendremos informados.

La reunión finalizó.

Jereth asintió un poco y se esfumó en una nube negra después de unas horas
observando y escuchando. Apareció nuevamente donde estaban antes, observando
a Taylor sentado en un sofá completamente desnudo. Lamió sus labios.

— Ah, ahí estás mi angelito. — Taylor le sonrió. — Ven acá. ¿Por qué desapareciste?
— Lo siento mi señor. — Jereth sonrió divertido. — No quería interrumpirlo de su...
cita con Leviathan.

— ¿Estás celoso angelito? — Preguntó Taylor divertido.

— ¡Nada de eso! — Jereth negó repetidas veces en su cabeza y se cruzó de brazos.


— ¿Me disculpa? Quiero descansar un rato.

Comenzó a avanzar pero sintió que fue tomado de los brazos. Soltó un largo suspiro
y dirigió la mirada detrás de su hombro para ver a Taylor. Se dejó acomodar y se
mantuvo en silencio cuando sintió que el otro demonio besó con suavidad. No
correspondió.

— Sabes por qué hago esto. — Taylor sobó su mejilla. — Sabes que a ti es a quien
amo.

— Lo sé. — Jereth sonrió un poco. — Solo que es un poco extraño... compartirte,

— Entiendo. — Taylor sobó de nuevo y lo besó de nuevo. — Ve a descansar angelito.


Mañana tenemos cosas que hacer.

El demonio de ojos negros y pupila roja asintió y se separó del demonio mayor.
Retomó su caminata a las habitaciones y allí se dejó caer en la cama en completo
silencio. Observaba fijamente la negrura que se apoderaba de aquel entorno y el
gélido silencio que poco a poco lo engullía.

Finalmente sus párpados comenzaron a cerrarse y aunque dormir una fuera una
necesidad para él, decidió hacerlo. Desconectarse de la realidad. Huir... al menos...
un par de minutos.
La lluvia azotaba con fuerza todas las calles, locales y personas.

Min Yoongi se mantenía en un largo silencio con los enormes libros frente a él. Sus
párpados los sentía pesados y su cabeza dolía horrores pero simplemente no quería
descansar. No lo haría. Se daba pequeños golpes o frotaba su cara repetidas veces,
sacudiéndose para mantenerse despierto unos minutos más.

— ¿Lograste averiguar algo? — Preguntó Jungkook acercándose hacia donde estaba.

Yoongi negó repetidas veces con la cabeza.

— Ojalá pudiera ser de mejor ayuda. —Jungkook suspiró con pesadez. — He


perdido el rastro. No sé dónde está.

— No entiendo nada de esto. — Negó con la cabeza repetidas veces el médico


dejando el libro de lado y hundiendo su rostro entre sus manos. — Todo es tan
confuso. Tan... enredado.

— ¿Qué pistas necesitas? — Preguntó Jungkook acercándose a él nuevamente.

— No he avanzado nada. — Yoongi negó con su cabeza. — Lo extraño.

Hubo un gran silencio. Jungkook relamió sus labios y observó el exterior. La lluvia
seguía cayendo allá afuera con mucha fuerza, un manto cubriendo violentamente
Roma.

— Quizás... — Comenzó. — Podrías intentar comunicarte con él.

— ¿Cómo? — Preguntó Yoongi levantando la vista.

Jungkook ladeó un poco su cabeza y apretó sus labios. Yoongi se levantó de golpe y
retrocedió negando repetidas veces con la cabeza.

— ¡No! ¡Nada de eso! — Exclamó en voz baja. — ¡No lo haré!

— Es la única forma. — Susurró Jungkook. — Hazlo, yo debo irme.

— ¡No podré hacerlo!

— ¡Lo harás! ¡Solo hazlo!


El fantasma se desvaneció frente a él. Yoongi sintió su corazón retumbar en sus oídos
y con manos temblorosas y el cuerpo entumecido, salió del pequeño cuarto en el que
estaba y se colocó su gabardina y sombrero de ala para avanzar. Cogió también un
paraguas y avanzó en línea recta sin ponerse a pensar en ello porque se acobardaría
y regresaría corriendo a la habitación en la que se hospedaba.

Los truenos eran fuertes, cada vez más. Avanzó mucho más rápido, comenzando a
correr cuando las calles comenzaron a inundarse. Siguió avanzando y corrió
llegando a calles que no estaban pavimentadas y se perdían más adelante.

Cruzó unas casas hasta llegar al camino de tierra, corriendo tanto podía hasta que
finalmente cruzó el enorme arco de árboles, bajó la colina y corrió con más fuerza a
la cabaña oscura junto al enorme hoyo. Se detuvo y comenzó a tocar con fuerza para
asegurarse que no había nadie.

Esperó un par de segundos y cuando no escuchó nada del otro lado, empujó la
puerta con fuerza para entrar. Todo estaba oscuro y las luces no funcionaban. Eran
sombras, siluetas en aquel cielo que se estaba cayendo con fuertes truenos.

Avanzó por toda la cabaña cerrando la puerta y rebuscando a tanteos unas velas y
encendedores. Prendió una que colocó en un pequeño plato y comenzó a avanzar
por la habitación hasta acercarse al librero.

— Debe haber algo... debe haber algo... — Susurró para sí mismo avanzando más
rápido por el espacio.

Iluminó y rebuscó entre cajones, ropa, estantes. Depositó la vela nuevamente en la


mesa y comenzó a empujar el librero al ver una pequeña abertura allí. Empujó con
más fuerza hasta pegarlo hacia la otra pared que era perpendicular a esa y se agachó
quitando el polvo, soplando, dejando a la vista un extraño símbolo que no reconoció.

Pasó su mano retirando más polvo y cogió la pequeña perilla que era en forma de
colmillo y tiró de ella con fuerza haciendo rechinar la madera y levantando otra
pequeña capa de polvo que le hizo toser y sacudir sus manos para dispersarlo.

— Bien. —Susurró para sí mismo y se levantó para tomar la vela y acercarse.

La colocó junto a él y se agachó un poco observando unas capas de cuero y papeles


amarillos reposando al fondo. Metió sus manos y comenzó a sacar pilas de libros y
pergaminos con letra antigua. Los truenos azotaron más fuerte el lugar pero él se
mantuvo quieto sacando todo cuidadosamente.
Fue a llevar todo a la mesa de poco en poco, quedando con poco más de cien
pergaminos y cuarenta libros en ella. Todos apilados, empolvados, oliendo a libro
viejo, crujiendo bajo su tacto.

Tomó los libros con cuidado y se sentó en la mesa tomando el primero.

—Debo estar loco. —Susurró para sí mismo antes de suspirar con fuerza.

Lo abrió haciéndolo crujir de nuevo. Sus ojos se mantuvieron fijos, observando las
letras en latín invertido y los dibujos allí plasmados. Pasó las páginas rápidamente
y rebuscó hasta encontrar un libro o pergamino que estuviera escrito en una lengua
que comprendiera.

Un libro rojo cayó a su lado captando su atención de inmediato. Lo recogió poco a


poco sintiendo una extraña vibración que lo recorrió por completo.

— ¿Qué? —Susurró colocándolo frente a él.

Lo acarició y abrió en una página exacta donde había imágenes y dibujos allí
plasmados. Sus ojos denotaron sorpresa total y lentamente acarició las palabras allí
sintiendo su respiración ir con fuerza.

"Rito del sexo"

Se estremeció un poco leyendo las instrucciones y viendo todo lo que estaba allí
pegado, frases, inclusive poemas, dibujos... de todo.

"El beso de la muerte"

Nuevamente otra página en idiomas que comprendió. Comenzó a pasarlas más


rápido buscando algo que sirviera, sintiendo su tacto quemar conforma más y más
pasaba las páginas. Mordió sus labios.

— ¡Maldita sea, esto no sirve! — Exclamó furioso. — ¡Siquiera sé qué quiero! ¡No sé
qué haré!

Pegó un enorme brinco cuando el libro se cerró de golpe sin que él lo tocase.

Se abrió nuevamente y comenzó a pasar sus páginas con rapidez dejando helado al
hombre que observaba con terror las páginas avanzar más y más rápido hasta
detenerse bruscamente. Un movimiento seco que estremeció nuevamente al médico
inquietado por el suceso y los sonidos exteriores.
Lentamente se inclinó para leer lo que ponía, sintiendo algo frío recorriendo su
cuerpo de pies a cabeza hasta que se dispersó.

"Telepatía"

El poder de comunicarse a través de la mente con alguien.

No lo pensó mucho antes de levantarse y comenzar a acomodar los pergaminos y


objetos necesitados para dicho ritual. Avanzó lentamente por la pieza, dibujando
una estrella de cinco puntas y colocando una vela en cada una excepto en la norte.
Se colocó en el centro con una larga vara que apuntó en los puntos cardinales en
orden antes de depositarla frente a él.

Tomó los libros y pergaminos comenzando a recitar las palabras allí anotadas lo
mejor que pudo. Cerró sus ojos y repitió las frases distintas veces, con más fuerza,
alzando un cuchillo y abriéndose la palma de la mano. Abrió sus ojos y con su pulgar
comenzó a dibujarse una cruz invertida en la frente, embarrando después lo que
quedaba de sangre por todo su rostro hasta que no salió una gota más.

Se quitó la ropa y cerró sus ojos comenzando a recitar de nuevo, sintiendo un calor
asfixiante pese a que en realidad el ambiente se había helado y bajado su
temperatura a bajo cero.

— ¡In nomire demus est divinds mentu! ¡In nomire dist inframendo ot ortegum di
podere da mentu conect da Leviathan! ¡Hail Leviathan! ¡Hail Leviathan! ¡Hail
Leviathan! ¡In nomine demus Leviathan! — Comenzó a gritar con fuerza absorbido
sin tener control alguno de cuerpo y boca. — ¡Liberante es odes mentu! ¡Por feveru
in nostru!

Soltó un grito más potente y se retorció hacia atrás dejando escapar unos quejidos
que fueron acompañados lastimeros que provenían de las velas. La cera que caía se
transformó en sangre que se escurrió hasta su piel desnuda y subió comenzando a
cubrirlo por completo.

Yoongi cayó hacia atrás y se mantuvo inmóvil unos segundos, la sangre escurriendo
por su cabeza y boca que estaba abierta. No se movía.

Y sus ojos se abrieron.

De un blanco puro, sin pupila, vasos sanguíneos. Nada. Solo blanco.

Mucho más lejos, Jimin por su lado estaba tendido en el suelo en la misma posición,
sus ojos blancos igualmente. Inmóvil, sin mover ni un músculo.
El silencio se prolongó unos segundos.

"¿Jimin?"

"¿Yoongi?"

Ambos cuerpos se sacudieron por igual, cada uno en su respectivo lugar donde se
encontraron.

"Mierda, ¿dónde estás Jimin?"


"No estoy seguro de eso Yoongi. ¿Cómo hiciste esto?"
"No preguntes cómo. Dime por favor que estás bien."
"Yoongi no puedo contestarte."
"Dime dónde estás."

Silencio.

"¿Sigues ahí Jimin?"


"Lo estoy, lo siento. No sé dónde estoy."
"¿Qué te ha pasado?"
"Fui raptado. Soy esclavo de dos príncipes infernales ahora"
"¿Qué? No entiendo"
"No lo harás"
"Dime cómo puedo ayudarte, no tengo mucho tiempo"
"No tengo poderes Yoongi. Me los han arrebatado"
"Debe haber una forma"
"No la hay, estás lejos."
"¿Hay alguna forma de que pueda mandarte poder?"
"Yoongi no estamos jugando a las cartas de amor"
"¿Puedes mantenerte serio?"
"¡Lo estoy siendo!"
"Bien, cálmate. Jimin... piensa. Debe haber una manera"
"No la hay. Aún si te transformas en demonio no me llegaría poder alguno puesto a que yo
no fui quien te convirtió"
"Estuve husmeando en tus libros y..."
"¿Cómo mierda encontraste mis libros?"
"¡Ese no es el punto Jimin!"
Ambos cuerpos volvieron a sacudirse con fuerza mostrando que estaban a punto de salir del
letargo en el que se encontraban.
"¿Qué me dices de los poderes tomados en la relación sexual?"
"Quienes me tienen raptados se han protegido para que justamente eso no suceda"
"¿Y se me transformo en demonio, te busco y te jodo?"
"Deberías dejar de decir así las cosas"
"¿Puedo decirlas de otra forma?"
"Yoongi..."
"Toma mis poderes"
"No haré eso."
"Lo harás"
"Yoongi no lo haré"
"Se me ha acabado el tiempo, iré por ti"
No se escuchó nada más. Ambos cuerpos despertaron.

Yoongi se levantó con un terrible dolor y con su cuerpo tembloroso. Estaba decidido
a hacer lo que fuera necesario para recuperar a Jimin. Algo había pasado con él, no
sabía qué era, pero solo estaba seguro de una cosa:

Lo recuperaría.
Tic tac, el reloj avanza.
Tic tac, el tiempo se acaba.
Tic tac, muchas realidades son una.
Tic tac es la chica que viaja y nunca avanza.
Avanza y se detiene.
Une demonios y ellos se extienden.
Tic tac, cinco veces.
Tic tac, el tiempo muere.
No lo olvides.
El tiempo nunca muere.
El tiempo no existe.
Tic tac cinco veces.
Tic tac una vez.
Tic tac dos veces.
Tic tac tres veces.
Tic tac cuatro veces.
Tic tac cinco veces.
Es la chica que nunca se detiene.
Avanza y nunca muere.
- ¿?
Taylor muchas veces pensaba qué hubiera pasado si no se hubiera transformado en
demonio. Qué hubiera pasado si en lugar de ser Satanás hubiera sido otro ángel
guardián en la tierra, cuidando a un mortal tranquilamente, peleando contra
demonios y ganándose alas cada vez más blancas y puras hasta convertirse, por qué
no, en un arcángel.

La vida daba vueltas.

Él nunca pensó que al caer a la tierra se sentiría tan atraída a los placeres humanos.
La tierra era un lugar peligroso para un ángel que no estaba listo todavía como él.
Rompió las reglas aun así. Llegó a la tierra y con el pasar de los años se fue
transformando en un demonio cada vez más evolucionado, algo no marchaba bien
en él.

Quiso tomar más riesgos y arrancó su alma.

Sobrevivió.

Se sintió entonces alguien que nadie podría vencer.

Curiosamente el último gran "pecado", la fragmentación total de su alma vendría


irónicamente de lo que -supuestamente- causaría su derrota:

Amor.

Él sabía que enamorarse sería lo que aumentaría su poder al máximo y aun así lo
buscaba. Era feliz entre acompañantes de una noche que asesinaba después
crudamente, era feliz haciendo orgías, bebiendo sangre de humanos, comiendo y
atascándose hasta reventar de vino y las mejores comidas que encontrara. Era feliz
en un mundo de lujos, placeres y riquezas, ¿qué más podía pedir?

Nada ni nadie sacudía su mundo ni su inexistente alma. No tenía preocupaciones,


de hecho, dudaba realmente que algún día lograra enamorarse de algún mortal.
Todos le resultaban aburridos, criaturas llevadas por sentimientos, impulsos y
moviéndose a través de sueños y esperanzas.

¡Qué patéticos y divertidos eran!

Absolutamente nada lo preocupaba. Absolutamente nada le movía el suelo.


Esa noche bañándose en el lago, fue el inicio de su tormento.

Aquel hermoso niño ahogándose después de ser herido, acusado de brujería debido
a aquellos increíbles y precioso ojos azul zafiro que brillaban como perlas bajo la luz
lunar. Aquella belleza inhumana, pureza desbordando de su cuerpo prácticamente
atrajeron al demonio cual mosquito a la luz.

Jimin era hermoso.

Jimin era demasiado puro.

Demasiado... apetecible.

Los impulsos del demonio no se controlaron nunca, eso lo saben. Fue


corrompiéndolo poco a poco hasta destruirlo, asesinarlo y después resucitarlo como
un demonio a su semejanza. Su hijo, podríamos decirlo, su hijo, amante, pareja,
demonio perfecto y más grande y enfermiza obsesión.

Eso fue lo que provocó que todo se saliera de control: El amor tan grande y
enfermizo del demonio de fuego hacia el demonio de agua. Lo amaba tanto que no
podía lidiar con ello, aquel sentimiento se le salía de control al punto de volverlo
literalmente loco.

Lo amaba más de lo que su naturaleza podía lidiar. Su naturaleza demoníaca no lo


permitía amar como él quería así que se fue transformando. Amor en obsesión.
Sanación en enfermedad. No quería pero se revolcaba una y otra vez, tropezándose,
su cuerpo descontrolado, una sed creciente que lo llevó a cometer las cosas más
abominables y asquerosas de este mundo con el pobre demonio rubio y de ojos
azules.

Jimin claro no iba a quedarse con alguien que solo lo dañaba más y más.

Así que huyó. Huyó con sus dos piernas tan rápido como pudo. Sus demonios
interiores le gritaban y suplicaban regresar. Era una tortura mental pero su fuerza
de voluntad y no querer sufrir más fue más grande.

¿Qué hizo entonces el demonio de fuego?

Encerrarlo.

Creó distintos hoyos en Europa. Hoyos que quiebran las líneas del tiempo y del
espacio, mezclando y chocando distintas realidad en uno, creando réplicas de uno
mismo a distintos tiempos y momentos. ¡Una locura! Pero esa locura era lo que
impedía entonces avanzar y huir.

Leviathan no estaba solo entonces en un continente, sino en una realidad, una


realidad de la que nunca saldría, encadenado de todas las formas posibles a su
antiguo amor tan enfermo, tan sediento de él.

Era un demonio, sí. Pero no un demonio tan malo, y no por cometer actos
abominables, sino que prefirió usar el poder de la mente y de la manipulación que
el de la magia en sí. Él no quiso ser un demonio en un mundo mortal. Él era un
humano con una mente demoníaca, cogiendo ambos aprendizajes para pelear con
algo mayor que la fuerza.

La mente.

***

El cuerpo del demonio de agua reposaba en el frío suelo nuevamente. Estaba


inmóvil, muchas heridas cubrían su hermoso y ahora destrozado cuerpo. Marcas de
golpes, mordidas, rasguños y quemaduras habían vuelto su mayor arma de deseo
en extraño experimento de distintos golpes y tortura.

Jereth estaba sentado junto a él observándolo fijamente sin saber qué decir. No sentía
nada pero en parte sabía que debía estar sufriendo mucho.

Recordó la primera vez que vio a Leviathan, la primera vez que apareció en el
departamento con su coqueta sonrisa y muy amablemente se presentó llamándolo
angelito. Sabía que Leviathan en ese entonces no tenía muchas opciones, lo secuestró
y mantuvo allí encerrado.

¿Pero qué fue lo más triste y que le dolía?

Que Jimin, pese a todo, nunca fue malo él.


Le dio comida, le dio agua, le explicó muchas cosas, inclusive le dejó en claro que él
realmente no quería hacerle daño. Lo sabía. Dioses, Jimin era un excelente mentiroso
pero hasta a veces era crudamente sincero y Jereth lo entendía.

Sí. Es cierto. Lo abrió también del estómago y lo mató al final pero de no ser por eso
él no sería entonces Lucifer. De no ser porque el ex amor de su demonio lo había
asesinado no hubiera renacido en el demonio que es ahora, así que, ¿por qué
quejarse?

—Jimin. —Llamó muy suavemente, pero el otro no le respondió.

Soltó un suspiro y se acercó a él para quedar sentado a su lado. Sobó con gentileza
su espalda desnuda sintiéndola fría, muy fría, como si ya estuviese muerto. No lo
estaba. Tristemente no lo estaba y solo los ocho objetos de la pasión podrían hacerlo.
En realidad, a cualquiera de ellos tres, eran poderosos y los únicos que podían matar
a los príncipes infernales.

— Realmente lamento que tengas que pasar por todo esto. — Susurró Jereth. — Yo...
yo no sé qué pudo pasar entre Taylor y tú pero, ¿sabes? Al menos ya estarás muerto,
no sufrirás más, ¿no es eso lo que querías?

Jimin mantuvo el silencio crudo.

Jereth siguió en aquel silencio y apretó sus labios.

— Sé lo de tu hijo. — Susurró finalmente. — Yoongi.

Jimin por fin levantó la mirada y volteó a su dirección pese a no poder verlo. Sus
ojos se empaparon de lágrimas y tomó las manos de Jereth con súplica.

— ¡No le hagas nada! — Su voz quebró por completo. — ¡Por favor no le hagas nada!

— No lo haré. — Jereth negó con su cabeza. — Taylor hará algo, Jimin.

— ¿Sabe de él? — Preguntó de nuevo.

— Lo sabe.

Jimin comenzó a llorar y siguió apretando con fuerza sus manos sollozando. Jereth
suspiró y solo pudo darle un apretón. ¿Qué podía hacer? No mucho. No tenía
sentimientos pero podía imaginarse por lo que estaba pasando el pobre demonio de
cabello rubio.

— Jereth. — Jimin siguió reforzando su agarre. — ¿Puedo pedirte algo?

— ¿Qué pasa? — Preguntó Jereth alzando su ceja.

— Libérame. — Suplicó.

— No puedo hacer eso. — Jereth negó con la cabeza.

Jimin suspiró y lo abrazó con fuerza. Jereth se dejó pero sin corresponder. Observó
a Jimin removerse un poco e irse acercando a su rostro. Alzó una ceja al escuchar al
demonio de agua susurrar unas extrañas palabras de las que no comprendió.

— ¿Jimin? — Preguntó.

El demonio siguió hablando en voz baja aferrándose cada vez más a él. Jereth trató
de zafarse pero Jimin lo tomó con más fuerza y finalmente sus palabras cesaron y
un silencio inquietante reinó. El demonio de agua se acercó al de aire y esbozó una
pequeña sonrisa antes de tomar su nuca y muy lentamente comenzar a besarlo.
Jereth ahogó un pequeño grito y se removió al sentir que lo mordió, no sabía qué
demonios planeaba Jimin pero no lo permitiría. Sintió un extraño líquido en su
lengua que tragó con un gruñido antes de empujarlo con fuerza.

Le dio un buen golpe y Jimin cayó al suelo con lágrimas en el suelo. Volteó a verlo
enfurecido.

— ¡No te servirá seducirme! — Acusó Jereth sintiéndose mareado. Caray, ¿enserio


Jimin había tratado de dormirlo?

Salió corriendo antes de caer desmayado y cerró con fuerza la puerta. Cayó después
al suelo otra vez sometido en el profundo sueño. Justo a tiempo. Dos segundos más
y quedaba allí con Jimin y el otro aprovechaba para salir huyendo.

Jereth no fue el único en dormirse. Jimin también cerró sus ojos aún con lágrimas en
los ojos.

Ambos quedaron profundamente dormidos poco después.


— ¿Estás completamente seguro de que quieres hacer esto? — Preguntó Jungkook
débilmente observando a Yoongi quien se veía a través del espejo.

— Lo haré. — Yoongi lo observó a través de su hombro. — Iré hoy al bosque y voy


a hacerlo.

— ¿Tienes el ritual? — Preguntó el fantasma preocupado. — La policía, ¿qué con


ella? ¿Taehyung no querrá seguirte?

— Parece que ahora están en otros casos. — Yoongi aflojó su corbata lentamente y
suspiró. — Las cosas están tranquilas y por eso mismo me preocupo. Hoy es el
eclipse lunar.

— Un año con doce lunas. — Susurró Jungkook.

— Exactamente. — Yoongi asintió levemente y se dio la vuelta para observarlo. —


Esta noche se fijará todo.

— ¿Y qué harás? — Jungkook siguió manteniéndose en silencio.

— Lo que suceda esta noche involucrará lo que suceda en las demás realidades. No
puedo contestarte Jungkook. Si muero podemos esperar que mis otros yo también
lo hagan, uno de ellos al menos.

— Entonces si Jereth muere yo muero. — Jungkook alzó una ceja. — Oh, espera. Ya
estoy muerto, ¿entonces?

— No serás tú quien muera sino otro de las cuatro realidades.

— De acuerdo, eso me queda claro. — Jungkook tapó sus ojos. — Entonces, estoy
yo, Jereth y otros tres.

— Exactamente. — Yoongi asintió. — Así que al menos tú ya estás fuera, ya estás


muerto, lo que le pase a Jereth influirá en los otros tres.

— De acuerdo. — Jungkook asintió. — Lo mismo con Taylor o Jimin.

— Sí. — Yoongi asintió. — Parece que comprendemos.

— Una vez que lo entiendes, sí. — Jungkook sonrió.


Ambos asintieron y se acercaron a la salida. Yoongi observó al menor quien lo veía
con un par de lágrimas.

— No llores. — Yoongi le sonrió débilmente. — Si muero, estaré contigo.

— Claro. — Jungkook rió un poco. — Aun así será extraño que ya no estés allí en tus
libros y yo molestándote.

Ambos se mantuvieron en silencio.

— Te extrañaré. — Yoongi hizo una triste sonrisa.

— También yo científico loco. — Bromeó Jungkook con la misma triste sonrisa.

— Lamento no haberte podido salvar, merecías más en esta vida.

— Las cosas pasan por algo. No te preocupes por eso.

Otro silencio en el que ambos se acercaron más. Yoongi extendió sus brazos y
Jungkook sollozó un poco y corrió a abrazarlo.

Curioso que inclusive estando muerto, Yoongi fuese el único que aún podía
sentirlos, verlos y comunicarse. Quizás no resultaba tan malo después de todo.

— Prométeme que vas a cuidarte. — Jungkook lo apretó con más fuerza. — Una vez
que te conviertas en demonio dejarás de verme ya que tu don se perderá. Y si sigues
vivo... prométeme que nunca me vas a olvidar.

— No lo haré Jungkook. — Yoongi correspondió también con fuerza. — Gracias


mocoso, por todo. Te prometo que estaré bien.

Jungkook asintió y lentamente se despegaron. Yoongi se acercó a la puerta y observó


una última vez detrás de él al hermoso muchacho de cabello color chocolate y
delicado rostro. Le dio una última sonrisa antes de regresar la vista al frente y
sintiéndose extraño, cerró la puerta detrás de él.

No volvería a ver a Jungkook. Tampoco a Jihyun. Ni a Taehyung, ni a Seokjin. No


volvería a verlos nunca más. Esa noche finalizaba su vida terrenal.

Y comenzaba la de un demonio. Un príncipe del infierno, el príncipe de la tierra.

Belial.
***

— ¡Jereth! —Llamó Taylor.

El demonio despertó de un brinco observando el entorno y sus manos. Se mantuvo


quieto y observó la puerta donde estaba encerrado Leviathan y se levantó corriendo
hacia donde el demonio mayor lo llamaba.

Se acercó a Taylor sigilosamente mientras el otro tenía una especie de negrura en sus
ojos, como una niebla algo extraña. Jereth sonrió y se acercó más.

— ¿Sí, amo? — Preguntó Jereth inclinándose un poco.

— Hoy es la noche. — Taylor lucía ansioso pero no de buena forma. — Belial llegará.

— Ya tenemos un plan, todo saldrá bien. — Jereth sobó su espalda. — Dime qué
hacer.

— Trae a Jimin. — Ordenó Taylor. — Cuélgalo. Los objetos los tengo en la mesa,
colócalos cerca de donde esté. Obligaremos a Belial a asesinarlo.

— ¿Cómo haremos eso? — Preguntó Jereth alzando una ceja.

— Tengo un hechizo listo para él. — Sonrió con malicia. — Ve, amado mío.

Jereth asintió con una fúnebre sonrisa y regresó a los calabozos. Observó a Jimin en
el suelo observando frenéticamente de izquierda a derecha. El ángel caído creó una
extraña esfera oscura que le lanzó e hizo al rubio retorcerse.

— ¡¿Qué me hiciste?! — Gritó. — ¡Taylor!

— Él no vendrá, de hecho, ya te está esperando. — Se burló Jereth vilmente. —


Vamos.

— ¡No! ¡Suéltame! ¡Suéltame! — Comenzó a gritar.

Jereth lo colgó a su espalda y comenzó a llevarlo hacia arriba donde sería el mayor
sacrificio hecho en la historia de los demonios: asesinar a un príncipe infernal con la
ayuda de un príncipe infernal mandando a hacerlo por las órdenes de otros
príncipes infernales.
Llegó arriba y depositó a Jimin a los pies de Taylor. Éste comenzó a palpar todo y
tomó a Taylor con necesidad. Debía mentir, hacer lo que fuese para salir con vida.
No tenía ya otra oportunidad.

— ¡Taylor no lo hagas! — Suplicó. — ¡Taylor hay un impostor!

— Oh Jimin, ya tuve suficiente. — Contestó el otro de mala gana.

— ¡Es un impostor, él no es Jereth! ¡Debes creerme! — Gritó escandalizado.

Jereth comenzó a reír por lo bajo.

— Eso pasa cuando entras en crisis de desesperación. — Comentó el ángel caído


cruzándose de brazos. — ¿Qué harás cuando llegue Belial? ¿También vas a llorar?

— ¡No me mates! — Volvió a gritar. — ¡Taylor, amor mío! ¡Por favor!

— Ah, esas palabras ya no sirven conmigo Leviathan. — Taylor pellizcó su nariz y


observó al ángel caído. — Átalo angelito.

— Como ordene. — Contestó con una tétrica sonrisa.

— ¡TAYLOR! — volvió a gritar. — ¡TAYLOR POR FAVOR! ¡TAYLOR! ¡SOY YO!


¡TAYLOR!

El demonio más poderoso agitó su mano y la boca de Jimin quedó sellada. Jereth lo
empujó contra la pared y ató cadenas a sus extremidades que lo tuvieron bien sujeto.
Soltó un suspiro y observó a Taylor quien ya tenía los ocho objetos colocados
cuidadosamente en un orden.

— Arma christi. — Susurró Taylor viéndolo.

— Arma christi. — Repitió Jereth.

Dirigió la vista a Jimin que estaba colgando y llorando en descontrol. Una sonrisa
volvió a asomar en sus labios con euforia total.

La venganza era tan dulce...

***

Yoongi observó una última vez todo lo que tenía. El ritual era algo complicado pero
por suerte ya tenía absolutamente todo. El ritual del odio y destrucción era lo
necesario para asesinar a su parte humana y que el demonio viviendo dentro de él,
finalmente, saliera a la luz.

Así que comenzó.

Ya vestía su túnica negra, los objetos ya estaban precisamente colocados: encendió


las velas y la única luz que quedó fue la de ellas y la lunar. Colocó los pergaminos
de izquierda a derecha como indicaba. Tomó una campana que hizo sonar para
purificar el ambiente y comenzar.

— Realmente estoy loco. — Susurró en voz baja.

Ya era tarde.

Invocó el nombre de satán y el de todos los demonios para pedir permiso de hacer
el ritual y bebió del cáliz que tenía un poco de su sangre. Tomó la espada y comenzó
a señalar cada punto cardinal.

— Satán, Lucifer, Belial, Leviatán. — Sur, Este, Norte, Oeste.

Finalmente soltó un suspiro y tomó el muñeco que tenía en su mano colocándose en


el centro. Tomó un par de agujas y alfileres que comenzó a enterrar en él teniendo
la clara imagen de sí mismo.

Mantuvo presente todo entrando en un letargo, haciendo después un soliloquio


detallado dirigido a él mismo describiendo todos los tormentos que tendría y
aniquilación. La muerte lenta, la destrucción total de su humanidad, el demonio
lleno de rabia que saldría de él. Él, Belial, el demonio de la lujuria y el orgullo, la
soberbia.

Se destruiría salvajemente, que no quedara nada humano en él. Enfrentaría al


demonio mayor, debía ser aún más cruel que él. No sentimientos, nada. Un demonio
puro, hecho y derecho, aberración humana, pecador andante, ¡asesino! ¡Nacido del
mismo infierno!

Y cuando terminó de tener en claro, comenzó a hablar. Levantó sus manos, la túnica
resbalando por sus brazos y sus ojos completamente blancos y la tierra temblando
debajo de él. Sangre corriendo de los árboles creando charcos, las flores muriendo a
su alrededor.
— ¡Mirad! — Gritó. — ¡Las poderosos voces de mi venganza atraviesan la quietud del aire
y permanecen como monolitos de ira sobre una llanura de serpientes agitadas! ¡Me convierto
en una máquina monstruosa de aniquilación para descomponer el cuerpo de quien me ha
ofendido!

Sintió todo lo que había hecho con el muñeco comenzar a hacerse presente en él. Las
agujas atravesándolo sacándole gritos que no detuvo. Siguió.

— ¡No me arrepiente el hecho de que mi llamado cabalgue los huracanes que multiplicarán
el aguijón de mi amargura. Y grandes formas negras y viscosas surgirán de los pozos más
profundos y vomitarán su pestilencia en su cerebro! ¡Llamo a los mensajeros de la ruina para
que hieran con siniestro deleite esta víctima que he escogido!

Más gritos. Su cuerpo se retorcía y heridas comenzaban a abrirse en su piel.

— ¡Silenciosa es esa ave que se alimenta de la pulpa del cerebro de quien me ha atormentado,
y la agonía que tendrá lugar se alimentará a sí misma en temblores de dolor, solo para que
sirva como señal de advertencia a aquellos que quisieran herirme!

Y finalmente sintió como su interior comenzaba a arder, la sangre que escurría por
su cuerpo y sus huesos crujiendo mandándolo al suelo. Venas negras subían por
todo su cuerpo engullendo todo, como un maldito y putrefacto veneno enterrándose
en su cuerpo.

— ¡Oh, vengan, en nombre de Abaddón y destruyan aquél cuyo nombre doy como señal!
¡Oh grandes hermanos de la noche, que hacen mi lugar de descanso, que cabalgan sobre los
ardientes vientos del infierno, que habitan en la morada del Diablo; Muévanse y aparezcan!
¡Preséntense a aquél que sostiene la podredumbre de la mente que muévela asquerosa boca
que se mofa de lo justo y lo fuerte!

Su columna vertebral atravesó su espalda lanzando la carne sangrienta por todos


lados. La punta del hueso atravesando todo, abriéndose desgarradoramente
causándole una agonía en la que él ya había muerto.

Era el demonio quien seguía hablando.

— ¡Desgarren esa lengua y cierren su garganta. ¡Oh Kali! Penetra sus pulmones con
aguijones de escorpiones. ¡Oh Sekhmet! Arroja su sustancia al lúgubre abismo. ¡Oh poderoso
Dagón! ¡Clavo la bífida púa del infierno en su carne, y mi sacrificio de venganza yace
maravillosamente empalado!

Su estómago se abrió explotando sus órganos internos.

— ¡SHEMHAMFORASH! ¡HAIL LEVIATHAN!

Y su cuerpo cayó en su sangre, en el revoltijo de su propio cuerpo quien se consumió


en la misma sangre ácida dejando solo sus huesos. Aquellos huesos que se hicieron
polvo y aquel polvo se enterraron en la tierra sangrienta absorbiendo todo.

Y un grito abismal se escuchó dentro de la tierra.

Todos los animales murieron en ese instante y la luna, se volvió roja.


La luna se alzaba en el cielo, roja, sangrienta, una belleza en aquel cielo despejado
con débiles y pequeñas estrellas. El viento era fresco, soplaba suavemente
levantando algunas hojas. Si se escuchaba bien, incluso podías escuchar débiles
murmullos o lamentos en el cielo. Sollozos débiles.

Roma observaba desde casas y calles aquella luna enorme y roja. Todo estaba teñido
de rojo, dentro de esa luna parecía crecer otra nueva. Los ciudadanos estaban
hipnotizados viendo aquel fenómeno al que no hallaban explicación.

Las luces tintineaban, las señales se cortaban, lo teléfonos no funcionaban.

Roma quedó en la oscuridad total siendo bañado únicamente por aquella luz rojiza.

No solo Roma. Toda Italia apreciaba el espectáculo.

En todo el mundo donde se apreciaba la luna.

En Noruega las personas habitando cerca de las montañas apreciaban todo


perfectamente. La pequeña ciudad vacía de personas, todas observando desde la
ventana de su casa aquellos fenómenos. Muy pocos sabían lo que significaba,
rezaban, suplicaban, cerraban cortinas, trataban de marcar a otros desesperados.

El caos y el pánico gobernaban.

— ¡Jennifer Roseanne! — Llamó Rosé tomando a su hija en brazos. — ¡Aléjate de la


ventana!

— ¡Mamá, no! — Exclamó la niña de quince años. — ¡Mamá, es el momento! ¡De esto
hablaba el tío Taylor!

— ¡Jennifer! — Regañó su madre. — ¡Esos eran cuentos, simples cuentos! ¡Taylor


murió!

— ¡El tío Taylor no murió! — Exclamó la adolescente. — ¡Él me lo dijo! ¡Debía irse
con el tío Jereth a Roma para finalizar la profecía!

— ¡Jennifer Roseanne!
— ¡Debo hacerlo madre! — Gritó la niña. — ¡La historia volverá a repetirse si no
hago nada al respecto! ¡Lo dice en el viejo diario!

— ¡Jennifer! — Gritó Rosé persiguiendo a su hija por la casa. Tropezó y llamó más
fuerte. — ¡JENNIFER! — Su hija abrió la puerta y salió corriendo siendo perseguida
por su madre quien corría escandalizada detrás de ella por las calles. Jennifer
Roseanne siguió corriendo hasta introducirse en el bosque. — ¡Vuelve acá!

Se detuvo cuando la silueta de su hija desapareció. La lluvia empapó el cabello de la


mujer quien tenía la respiración agitada. Gritó su nombre repetidas veces pero no
hubo contestación y los truenos se hicieron más potentes. Los rugidos del cielo la
ensordecieron, dejándola allí, sola. Esperando por su hija.

Jennifer Roseanne seguía corriendo pese a la lluvia, su largo cabello oscuro


empapándose bajo la lluvia. Pisó charcos, pisó lodo y aun así nada la detuvo. Siguió
corriendo sin descansar largos minutos hasta detenerse junto a una construcción
hecha trizas.

Se lanzó al suelo palpando el suelo y tirando las piedras, aventándolas lejos y


escarbando en la tierra llenándose las uñas de mugre. La lluvia aumentaba
convirtiéndose en un tornado pero ella se mantuvo allí. El viento la impulsaba hacia
atrás pero se aferró hasta quitar todo y observar allí el dibujo de una estrella de cinco
puntos con cinco elementos allí dibujados.

Observó el del fuego encendido, el de agua también y el del viento. Guio sus manos
viendo también el del hielo pero el de tierra aún opaco.

Mantuvo la vista fija y la levantó para ver el eclipse total. La tierra tembló y ella
inmediatamente dirigió la vista nuevamente al símbolo de la tierra viéndolo
iluminarse. Hubo un temblor más fuerte y un potente destello negro, una nebulosa
creándose que la lanzó hacia atrás con fuerza.

Se aferró al árbol cuando del centro de aquella estrella comenzó a abrirse la tierra
temblando más y más fuerte, destrozando los alrededores debido a los temblores
impresionantes. La chica se mantuvo más aferrada observando la nebulosa negra
crecer y lanzarse hacia el centro. Los dibujos se hicieron más grandes y el símbolo
creció más y más al igual que el centro.

Del destello de fuego brincaron chispas que se hundieron en la tierra, otras


alzándose en espirales rojos que explotaron en el cielo. Del destello del aire que era
blanco pasó lo mismo, un tornado azotando más la tierra y sus destellos
mezclándose entre ambos.

— ¡Vamos! — Gritó ella. — ¡Tres más!

El destello de tierra brilló también creando otro temblor que terminó de abrir la
tierra. Sus destellos café oscuro se mezclaron con los naranjas y blancos. Finalmente
el del agua también, inundando aquel hoyo que se había formado y los destellos
azules mezclándose con los precedentes.

Jennifer Roseanne se levantó observando ahora el del hielo que congeló toda el agua
y después explotó creando un horrible chirrido. Sus destellos esquivaron a todos,
uniéndose solamente con los del agua.

— Leviathan... — Susurró ella. — ¡Su hijo! — Tapó su boca.

Corrió hacia los destellos que formaron una burbuja que reventó dejando caer un
amuleto a sus pies. Ella lo tomó con fuerza y sus lágrimas desbordaron de sus ojos
observando detrás de ella.

— Perdóname mamá... — Susurró. — Te extrañaré...

Se aferró al amuleto y se acercó al enorme hoyo frente a ella que emitía extraños
ruidos, la profundidad horriblemente inquietante. Se acercó al borde con lágrimas
en los ojos y apretó más fuerte el amuleto temblando con fuerza.

— Debo detenerlo... — Susurró débilmente dando unos pasos hacia atrás. — Esto
debe detenerse, debo seguir con lo que me indicaron.

Cerró sus ojos y tomó una respiración profunda avanzando nuevamente al borde, el
aire levantando su cabello débilmente en ondas que se alzaban sobre su cabeza.
Abrió sus ojos y tomó el amuleto.

— Llévame... — Susurró débilmente. —Llévame con los príncipes infernales.

El amuleto brilló con los cinco símbolos en él.

La chica se dejó caer en el hoyo en un movimiento.

Desapareció en aquella profundidad zafando completamente su orden del espacio


y el tiempo. Todos los que la conocían, se olvidaron de ella. Nunca existió. Su
realidad ya no era esa.

Nunca más lo sería de nuevo.


Es la chica que viaja y nunca avanza.

****************************

Belial se levantó del suelo en una vegetación de sangre. Sus ojos eran en su totalidad
negros. Su rostro estaba adornado por distintos cuernos en cabeza, mejillas y
barbilla, sacando estruendosos gritos. Un par de alas puntiagudas salían también de
su espalda desnuda, garras enormes y colmillos, zarpas duras que podrían quebrar
hasta rocas si se lo proponía.

Tomó vuelo enfurecido hacia donde captaba el olor de su demonio correspondiente,


Leviathan.

Tomó una forma más humana al llegar, entrando de golpe, quebrando las paredes
y observando a su amado colgado con la boca cosida.

Jimin levantó la mirada y comenzó a negar con la cabeza queriendo gritar pero solo
soltando gritos por la boca, sus ojos empapados de lágrimas. Yoongi avanzó pero
sintió un fuerte golpe que lo mandó contra la pared.

— ¡Ahora Jereth! — Gritó una voz ajena.

Sintió unas garras clavarse en su cuerpo y una fuerte mordida. Aulló de dolor y trató
de zafárselo de encima entre gruñidos y dando vueltas pero fue ahogado con un
velo que lo colocó en trance.

Cayó de rodillas pese a los gritos ahogados de Jimin. Sus extremidades estaban
clavadas en la pared con cuatro clavos de la cual la sangre se deslizaba por todo su
cuerpo desnudo. Lloró con fuerza y observó suplicante a Taylor quien sonreía
observando al cuarto demonio en el suelo.

— Levántate Belial. — Llamó con voz de inframundo. — Te está hablando tu rey, el


señor de los infiernos.
Yoongi abrió sus ojos que estaban blancos en su totalidad. Jimin comenzó a llorar
con más fuerza y sacudirse.

— Esto fue relativamente sencillo. — Taylor esbozó una sucia sonrisa. — ¿Sabes
Jimin? Lo más triste es que pudo ser de otra manera. Si no me hubieras dejado...

Leviathan lo observó suplicante.

— Te propuse aliarte a mí y no quisiste. Te di muchas oportunidades precioso. —


Sonrió de nuevo acercándose a él con una daga. — Los objetos están presentes
alimentando la magia sagrada de esta daga. La misma con la que vas a ser
apuñalado. Toda la magia en ti se irá, serás un simple mortal y morirás.

Jereth lo siguió en silencio con la mirada sombría.

— Dejaré que él mismo te mate. — Taylor se colocó detrás de Yoongi y sobó su


espalda, colocando después el cuchillo entre sus manos. — Será un gran espectáculo.
Podría hacerlo por mí mismo pero.... — Rió con fuerza. — Yo ya te he matado
suficientes veces y me resultaría aburrido.

Se acercó a él y pasó su mano por su boca retirando mágicamente todas las cuerdas.
Los sollozos se hicieron presentes y Leviathan lo observó con la mirada suplicante.

— Mi amor... — Suplicó una última vez. — No lo hagas.

— Creí que tus últimas palabras serían más originales. — Susurró Taylor tomando
su barbilla. — Te extrañaré mucho, ¿lo sabes?

Jimin le mantuvo la mirada. Jereth observaba todo con una mirada cada vez más
oscurecida.

— Te amo, pequeño demonio. — Susurró Taylor en voz baja rozando con sus labios.
— Y nadie, nunca, lo podrá cambiar. Eres el único.

Los ojos de Jimin se empaparon de lágrimas por completo y su voz quebró por
completo. Se veía tan... devastado. Las palabras quedaron colgadas de su boca y
Taylor lentamente se alejó observando a Belial quien se mantuvo inmóvil.

— Te amo... — Susurró Jimin en un quiebre total. — Yo si te amo...

Taylor se detuvo y lo observó a través de los hombros con una mirada oscurecida.
Tragó amargo y apretó sus puños desviando la mirada bruscamente hacia Belial.

— Mátalo. — Ordenó frío.


Jereth mantuvo el mismo silencio observando a Taylor colocarse en la esquina de
brazos cruzados y a Yoongi comenzar a avanzar hacia el rubio a paso lento.

Jimin cruzó miradas con él pero no pudo decir nada. Era inútil.

— Yoongi... — Llamó débilmente. — Si aún me escuchas, por favor, no...

Sintió la punta de la daga enterrarse en él.

— Yoongi... — Suplicó de nuevo. — Yoo...

La daga se enterró profundo en su corazón dejándolo con la boca abierta. Sus ojos
se empaparon de lágrimas que comenzaron a escurrir de sus mejillas observando la
sangre que se acumulaba y salía de su cuerpo en la zona del corazón.

Yoongi estrujó más enterrando por completo y dando una vuelta con la quijada
apretada, Jimin ahogó más gritos hasta que la sangre se deslizó de su boca y sus ojos
fueron perdiendo brillo, la oscuridad engullendo la vida que le quedaba.

— Adiós, amor mío. — Susurró Yoongi débilmente.

La luz en los ojos de Jimin desapareció por completo con esas últimas palabras.

Yoongi se alejó un par de pesos observando el cuerpo de Jimin colgando sin vida.

Taylor avanzó hacia él y extrajo los clavos dejando que el cuerpo cayera al suelo a
sus pies. Mantuvo la mirada y lentamente se agachó para sobar la piel desnuda
observando unas extrañas marcas que comenzaban a formarse en sus omóplatos.

Alzó una ceja y aquella negrura, aquella niebla en sus ojos comenzó a dispersarse
dejando claridad, viendo con lentitud como el cabello de oro de Jimin se volvía café
y su piel más grisácea. Observó sus dedos alargarse en unas garras y su cuerpo
adelgazar un poco más.

— ¿Qué? — Susurró. — No...

Le dio la vuelta bruscamente observando que sus ojos azules ahora eran negros con
un iris rojo, los colmillos saliendo de su boca y su rostro...

Se alejó hacia atrás tapando su boca.

Su cuerpo se congeló por completo.

Todo el aire le faltó mandándole una punzada de dolor que le recorrió todo.

— Jereth...
El cuerpo del ángel caído reposaba sin vida a sus pies con los ojos aún abiertos y
empapados de lágrimas. Taylor soltó un grito y se abalanzó sobre él.

— ¡JERETH! — Gritó sacudiéndolo. — ¡AMOR MÍO!

El otro Jereth que estaba en la esquina se mantuvo con una sonrisa en los labios.

Taylor lentamente se fue levantando observando al otro Jereth frente a él.

Aquel Jereth llevó sus manos a su frente y la tomó arrugando la piel. Comenzó a
tirar con fuerza desprendiéndola y dejando a la luz toda la carne muscular. Taylor
retrocedió más observando como sus ojos oscuros se tornaban azules y nueva piel
brotaba, el cabello oscuro transformándose en rubio.

Hasta que fue el mismo Jimin quien quedó frente a él.

— ¿Ahora lo sientes? — Susurró el demonio de agua con voz quebrada. — ¿Que te


quiten lo que más amas?

Los ojos de Yoongi que eran blancos volvieron al negro. Sacudió su cabeza y volteó
hacia la escena, observando a un demonio desconocido contra la pared y lágrimas
sangrientas brotando de sus ojos en descontrol. Jimin frente a él, gélido.

El demonio más poderoso tocó su pecho sintiendo la marca negra que comenzaba a
arder dentro de él. Se manoseó en desespero comenzando a gritar.

— ¡NO! ¡NO! ¡NO! — Gritó enterrando sus uñas en la piel y comenzando a


rasguñarse. — ¡NO!

Jimin observaba todo en silencio sin expresar nada con la mirada.

— La marca negra, la marca eterna. — Susurró. — Si muere tu pareja, morirás tú


también. Es la marca que nos unirá para siempre... en la vida, o en la muerte.

Taylor siguió rasguñando su piel hasta dejar la carne muscular a la vista, su piel
colgaba y la sangre salía a borbotones. Observó fijamente al demonio de tétrica
sonrisa frente a él, su sonrisa tan enferma, las carcajadas que soltaba al verlo en
agonía.

— ¡ESTARÁN MALDITOS! — Gritó Taylor con sus últimas fuerzas. — ¡ESTARÁN


MALDITOS ETERNAMENTE!

Jimin mantuvo el gélido silencio.


— ¡En otras realidades ajenas a esta, sufrirán! — Gritó el demonio de fuego. — ¡Que
se escuche mi legado de lengua filosa! ¡Que todos los demonios escuchen mi
veredicto! ¡Que sus almas, las de ustedes, en sus otras realidades nunca podrán vivir
en paz!

Jimin recogió la daga y se fue acercando a él con una mirada sombría.

— ¡Nunca encontrarán el amor ni la paz! ¡Solo enfermedad, muerte y relaciones


tóxicas y enfermizas que jamás podrán quebrar! — Gritó más fuerte. — ¡Los maldigo
para que nunca sean felices! ¡LOS MALDIGO POR LA ETERNIDAD, LOS
PERSEGUIRÉ Y NUNCA SERÁN FELICES NI SUS ALMAS DESCANSARÁN EN
PAZ!

Jimin apretó su cuchillo más fuerte y lo alzó.

— Tu hijo estará maldito... — Susurró Taylor con una enfermiza sonrisa. —


Encontrará a tu otro yo en una telaraña de felicidad. Sus demonios internos llevarán
caos y destrucción, jamás será feliz.

— ¡NO METAS A MI HIJO EN ESTO! — Gritó Jimin con fuerza.

— ¿Y te digo qué? — Susurró Taylor. — Nacerá a la semejanza de Belial, tanto en


físico y moral. Un hombre lujurioso, soberbio y lleno de ira, enfermo. Encontrará a
tu otra realidad y nunca escaparán, será error tras error.

Jimin levantó aún más el filo.

— 70 años estuvimos juntos. — Susurró. — Y 70 errores serán los que se cometerán


en esa realidad podrida para pagar todos nuestros karmas.

Los ojos de Jimin se empaparon de lágrimas.

— Hail... Satanás. — Susurró una última vez con sangre en la boca y una sonrisa.

Y el demonio de agua enterró profundamente la daga en su pecho cayendo de


rodillas, observando la vida ser consumida a través de sus ojos.

Y los ojos del demonio más poderoso perdieron brillo y su sonrisa lentamente se
esfumó.

Y en aquella soledad y helada noche cayó.

Murió en silencio, todo su poder exterminado al igual que su cuerpo.

Y el fuego y el aire en el amuleto de la chica desaparecieron sin más.


Opacados, olvidados, por toda la eternidad.
Jennifer Roseanne cargaba al bebé en brazos, a aquel lindo retoño que lucía tan frágil
pero sus ojos grises reflejaban los demonios que abarcaban en su interior.

No tenía poderes pero tendría poder en otras cosas.

Manipulador, mentiroso al igual que su padre. Soberbio, lujurioso y lleno de ira


igual que el amante. El vil reflejo de dos demonios en el cuerpo de un mortal.

Llegó hasta la cabaña junto a aquel hoyo donde ya dos personas la esperaban.
Esbozó una débil sonrisa y se acercó a ambos.

— Parker, Yoshua. — Susurró ella.

Ambos demonios le sonrieron débilmente y la abrazaron tomando al bebé. Parker


fue quien lo agarró arrullándolo suavemente mientras Yoshua observaba a la niña
mortal. Una pieza valiosa en todo aquello.

— Gracias. — Susurró Yoshua. — A partir de ahora nosotros nos haremos cargo.


Aún quedan dos príncipes infernales que deben morir.

— Madame, Notre Mort. — Susurró ella asintiendo débilmente.

— Lo llevaremos a Polonia donde crecerá. — Explicó Parker observándola. — Tienes


el amuleto que te guiará a los demonios faltantes. Todos deben desaparecer.

— ¿Entonces él no será un demonio? — Preguntó Jennifer Roseanne apuntando al


bebé con su barbilla.

— No lo sabemos, no podemos matarlo. — Explicó Yoshua. — Lo llevaremos al


orfanato y si el elemento hielo vuelve a iluminarse, deberás buscarlo y detenerlo.
Matarlo.

Jennifer mantuvo un largo silencio y asintió con pequeñas lágrimas.

— El fuego y el hielo ya no existen. — Susurró ella. — Taylor... Jereth...

Quebró a llorar. Yoshua la abrazó y levantó su barbilla.

— Estarán bien. En una realidad lejana terminarán juntos pese a todo. — Sobó su
mejilla y depositó un beso. — Mientras debemos centrarnos en la profecía que hizo
Satán. Hay que quebrarla. Las realidad de Leviathan y Belial en otras, vivirán
atormentados eternamente sino.

— ¿Dónde estarán? — Preguntó ella débilmente.

— Estados Unidos es la más cercana. Después deberemos esperar a que el bebé


crezca y esperar si la sangre demoníaca sigue corriendo o no. Pero eso no lo
sabremos hasta dentro de dieciocho años que tenga la edad.

Jennifer asintió.

— Pero te advertimos Jenny. — Susurró Parker. — Una vez que mates a todos los
demonios, dejarás de crecer, tengas la edad que tengas. Vivirás eternamente y para
morir...

— Me las sabré arreglar, no te preocupes. — Jennifer asintió un poco con una débil
sonrisa. — Deben irse ya a Polonia, el hoyo no sé cuánto tiempo más quede abierto
ahora que Taylor ha muerto.

— El de Italia y Suecia cerrarán. — Parker observó el entorno. — El Océano


Atlántico, Estados Unidos y Polonia serán los únicos abiertos entonces.

— Tres realidades restantes. — Finalizó Yoshua. — Deberemos esperar y ver qué


sucede. Este ciclo ha cerrado, se ha abierto otro con las maldiciones de Taylor.

— ¿Qué debo hacer? — Preguntó Jennifer.

— Belial y Leviathan murieron poco después que ellos. — Habló Parker. — Los
encontramos agarrados de la mano, quizás, después de darse el beso de la muerte.

Jennifer lo observaba con lágrimas

— Jimin nunca quiso ser demonio. No quería eso para él, ni para Yoongi. — Susurró
quebrado. — AL menos murieron juntos, pudiendo estar en paz un tiempo en su
eterna realidad juntos. El amor extraño y curiosamente dado entre un médico
escéptico y un demonio enamorado.

Jennifer esbozó una pequeña sonrisa y sollozó asintiendo.

— Lo merecían...

—Pero debido a la maldición de Taylor, renacerán siendo ellos mismos pero en otra
realidad como mortales. Deberás romper aquel ciclo en lo que el hijo crece y vemos
si es o no un demonio. —Yoshua cogió la palabra.
— Bien. — Ella asintió. — Lo haré.

— Ten mucho cuidado, y no lo olvides. Cuando hielo vuelva al brillo, lo buscarás.

Jennifer asintió y los abrazó una última vez.

— Cuídate pequeña. — Yoshua le guiñó el ojo. — Serás siempre mi sobrina favorita,


no lo olvides.

Asintió nuevamente entre risas y lágrimas.

Los dos demonios se dejaron caer dejándola sola. Un suave viento levantó su cabello.

— Hay que quebrar la maldición. — Susurró ella una última vez. — Comenzando
por la realidad en la que renacerán. Después, buscaré al hijo de Leviathan si llega a
transformarse en demonio y... — Se frenó unos segundos observando el vacío. —
Esto debe cerrarse.

Cerró sus ojos y guardó el amuleto.

— Llévame a Estados Unidos. — Susurró aferrándose al amuleto. —Hay una


realidad allá que cuidar y cerrar. Una maldición qué quebrar.

Y se lanzó en completo silencio, el hoyo cerrándose también dejando un simple


hueco enorme a la tierra que no llevaba a ningún lado.

El viento sopló y poco a poco esa realidad se fue vaciando, todo lo que lo encerraba
desapareció. La lentitud tortuosa hasta que no quedó nada. No en esa realidad al
menos de los príncipes infernales.

Los cuatro príncipes que le dieron su vida a la muerte.

Madame Notre Mort

Y la chica mantuvo el silencio, viajando, viajando, buscando desesperada aquella


realidad enfermiza. Deteniéndose finalmente en aquel pasillo observando todo
desde lejos.

Observando a un chico rubio ir avanzando por aquel pasillo dando pequeños


brincos. Un adorable niño que avanzaba más y más rápido... y...

Y como chocó con aquel frívolo chico de ojos grises y negra cabellera que lo mandó
al suelo en un fuerte empujón, comiéndolo con la mirada. El ángel encontrando al
demonio esta vez, y no como antes.
Jennifer observó en silencio a aquellos dos chicos viéndose fijamente siendo aún tan
niños. Tan pequeños, vulnerables y malditos. Ella comprendió que esa relación no
tendría escapatoria, era demasiado para ella. Ella, que sabía, como terminaría todo
eso, sabía que nunca los podría separar sin tener terribles consecuencias.

Así que se alejó suavemente y, en lugar de detenerlos, los dejó seguir su vida sin
interrumpirlos y que ellos solos eligieran sobre su destino.

Se aferró a su amuleto comenzando a avanzar lejos, entrando a aquel hoyo y


viajando otra vez. Lejos, buscando al otro demonio que debía detener. Aquel
demonio que sabía, en el fondo de su ser, sería el peor de todos. Pero lo enfrentaría.
Lo acabaría. Lo acabaría y finalmente las almas de los príncipes infernales
descansarían en paz. En la eterna muerte.
Bilogía Príncipes Infernales
-Finalizada-

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