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República Bolivariana de Venezuela

Universidad Bicentenaria de Aragua


Facultad de ciencias administrativas y sociales
Vicerrectorado Académico
Escuela de Comunicación Social

El discurso como elemento de la


comunicación

San Joaquín de Turmero, junio 2021


Nuestra sociedad nos exige estar en relación constante con los demás y
únicamente aquellos que son capaces de comunicar bien tienen el éxito
asegurado. Por este motivo el dominio de la lengua se convierte en una
herramienta indispensable y en una necesidad para alcanzar nuestros objetivos.
De esta forma, la retórica nació como técnica de la construcción y comunicación
oral del discurso lingüístico. De este modo, los términos retórica y oratoria
funcionan como expresiones equivalentes, sin embargo, presentan algunas
diferencias. Quintiliano (citado en Paris, 2014) definía la oratoria como “ars bene
dicendi”, es decir, arte o técnica de hablar bien. La retórica se ha ido
especializando para la configuración técnica del discurso y la oratoria se ha
convertido en la práctica comunicativa oral propia de esa técnica. Así, mientras
que el término oratoria marca una estrecha relación con lo oral, el sustantivo
retórico, aunque no pierde esa vinculación con la oralidad, también adquiere
relación con la escritura.

De este modo, la forma primigenia del discurso retórico es la oral, de


manera que el orador emite el texto en un eje acústico momentáneo y éste ha de
ser interpretado por los oyentes. Esta comunicación oral requiere que orador y
oyente posean el mismo código con todos sus mecanismos de oralidad. Los
elementos en el hecho retórico según Albadalejo (1989) son el orador, el oyente,
el texto o discurso, el referente, el código, el canal y el contexto comunicativo.
Asimismo, Aristóteles en su Retórica escribe que el discurso consta de tres cosas:
el que habla, sobre lo que habla y a quién; y el fin se refiere a éste, es decir al
oyente.

Aristóteles equipara la acción retórica al arte teatral y reconoce la


importancia que tiene y el efecto que produce sobre sus oyentes. De hecho, los
oyentes escuchan e interpretan el texto, pero al mismo tiempo visualizan lo que
hace el orador. La voz y el cuerpo juegan un papel fundamental y por ello el buen
orador debe explotarlos al máximo. Entendamos aquí la retórica como un
instrumento presente en todo discurso. Si queremos hablar bien, necesitamos
conocer los mecanismos y tácticas de persuasión, tener conocimientos de esas
habilidades argumentativas y ponerlas en práctica para alcanzar nuestro fin.

En lo concerniente, hay que tener presente que el arte de hablar bien se


aprende. Nadie nace pintor, nadie nace hablando bien. Es cierto que el ser
humano adquiere una lengua y articula los sonidos desde muy pequeño; pero esta
adquisición ha de ir acompañada de un aprendizaje posterior. Ya que el hablar
bien también requiere de unas técnicas y el buen orador ha de conocerlas para
saber cómo hablar en público y cómo interactuar efectivamente.

De esta forma, tenemos que la capacidad o competencia comunicativa es la


base para hablar en este universo. Son distintos factores los que contribuyen al
desarrollo de dicha competencia y solamente se consigue si se saben aunar todos
ellos. Diferenciamos en primer término dos tipos de competencia: competencia
lingüística que se refiere al aprendizaje y uso correcto de la lengua, y competencia
pragmática, que es el uso adecuado de la lengua dependiendo de la intención y
situación comunicativa.

Ambas competencias deben ser tenidas en cuenta y valoradas por el


orador. Tradicionalmente sólo se tenía en cuenta la competencia lingüística como
meta a alcanzar en el proceso del aprendizaje; al cambiar el enfoque sobre la
comunicación surge como componente fundamental el contexto social, es decir, el
medio en que se produce la interacción. La comunicación lingüística responde
siempre a una intención del hablante, transcurre bajo ciertas limitaciones y está
sometida a esas circunstancias que conforman el contexto.

Es evidente que se requiere un buen dominio de la lengua, un conocimiento


de las reglas y ello no se adquiere de forma espontánea sino tras un aprendizaje.
Sin embargo, esta competencia lingüística no es suficiente si queremos que
nuestro discurso oral cumpla su objetivo. Hay oradores que poseen unos
extraordinarios conocimientos lingüísticos, pero son incapaces de llegar al
auditorio. Ello se debe a que no tienen en cuenta la competencia pragmática, es
decir, no tienen en cuenta las circunstancias que le rodean.

En tal sentido, hablar bien no es un don exclusivo de los grandes oradores;


hablar bien consiste en expresar con eficacia nuestro mensaje, de modo que
resulte adecuado teniendo en cuenta quién es el interlocutor y en qué situación
comunicativa nos encontramos. Cada situación condiciona que los hablantes
seleccionemos unas formas de expresión oral.
Por ello, además del qué se dice es importante el cómo se dice. Ya que lo
más importante en un discurso es suscitar el interés y la atención de nuestro
público. Para ello, es preciso estar atento a cualquier gesto o reacción de los
interlocutores porque no podemos permitir que “desconecten” y si es así, debemos
procurar retomar de nuevo la comunicación por otros cauces para volver a motivar
a los oyentes.

En consecuencia, si se quiere construir un buen texto hay que trabajar y


reflexionar ya que, como dice Carnegie (2008), todo discurso bien preparado está
ya pronunciado en nueve décimas partes. En primer lugar, debemos seguir las
reglas y normas; teniendo en cuenta que la corrección no tiene la misma exigencia
en el discurso oral que en el escrito puesto que el primero es más espontáneo,
más rápido, permite reformular sobre lo dicho. De esta forma, hablar con
corrección implica hacerlo en los tres niveles de la lengua: en primer lugar,
tenemos el nivel fónico, que se trata de pronunciar correctamente, evitando
errores ortológicos, donde no hay que hablar de forma afectada.

En este caso, según la RAE, el español por su carácter de lengua


supranacional, constituye en realidad un conjunto de normas diversas que, no
obstante, comparten una amplia base común. En lo concerniente a la
pronunciación no es fácil prescribir y menos aceptar una norma única, debido a la
diversidad de la lengua derivada de su extensión y del número de hablantes, y por
ser una lengua que presenta además variedades dialectales bien diferenciadas en
cada una de las zonas lingüísticas peninsulares y extrapeninsulares.

Ahora bien, en segundo lugar, tenemos el nivel morfosintáctico el cual


concierne a la corrección gramatical, es decir, respetar las normas morfológicas y
sintácticas. Y, por último, el nivel léxico-semántico, este apartado es quizás el más
inestable. Ello se debe a que es el nivel que más cambios y variaciones ha
recibido debido a la influencia de otras lenguas, existencia del vocabulario
específico de las lenguas especializadas y otros aspectos a considerar como la
edad de los hablantes.
Así pues, como se ha venido expresando, el discurso no consiste
únicamente en la habilidad para emitir enunciados correctos; implica escoger el
término adecuado, en el estilo conveniente, en el tiempo y lugar correctos. Se trata
de cómo decir, qué, a quién, cuándo y dónde, teniendo en cuenta que los usos
variarán en función de las distintas situaciones. Por ello hemos de analizar
algunos de los elementos que intervienen en la situación comunicativa y que son
factores decisivos; como lo es el receptor u oyente, donde diferentes públicos
exigen diferentes argumentos y formas de convencer, puesto que una conferencia
variará enormemente si los oyentes son expertos en el tema o por el contrario
desconocen la materia. De igual forma, cualquier discurso cumple su fin si llega al
público.

Asimismo, dependiendo del contexto, no podemos hablar siempre del


mismo modo puesto que cada situación requiere el empleo de uno u otro registro.
De igual forma, también interviene el tiempo, ya que una presentación, una clase,
una conferencia, en definitiva, cualquier discurso oral debe respetar el tiempo
marcado. Para ello es preciso seleccionar los contenidos y sólo improvisar lo
necesario.

En el mismo orden de ideas, también es de gran importancia tener en


cuenta que si bien los discursos comparten ciertas habilidades de comunicación y
características, también existen entre ellos diferentes categorías definidas por
varios factores, como por ejemplo; el orden expositivo, el cual es un tipo de
discurso que se caracteriza por contener información explícita y clara sobre algún
tema en específico, es decir, en este tipo de textos prima la función referencial del
lenguaje tiene como finalidad es informar.

Conjuntamente, también existe el orden narrativo que según según Alzate,


Sierra y Mendoza (2007) es un escrito que nombra a manera de relato los
sucesos, hechos reales o ficticios; dicho discurso abarca una serie de sucesos
como inicio, desarrollo y fin, toda esta estructura sucede en un espacio y tiempo
determinado
De igual forma, el orden descriptivo, que trata de los discursos que realizan
una descripción de algún elemento; ya sea centrándose en una persona, un
animal, un paisaje, un objeto o una situación, por citar algunas posibilidades

Por consiguiente, tenemos el orden argumentativo, en el cual para su


construcción se supone comprender que la argumentación versa sobre una
situación polémica o controversial, en la que usualmente existen diferencias de
puntos de vista, de modo que se exponen razones y justificaciones tendientes a
resolver las diferencias presentadas. Y, por último, tenemos el orden dialógico, el
cual es aquel que se reproduce entre un hablante y un oyente, puede ser oral o
escrito, pero una de las formas más habituales, es la conversación, ya que suele
ser inmediata, espontánea, y fluye constantemente.

De esta forma, luego de analizar las propiedades decisivas del texto como
es la adecuación; nos detenemos ahora en los principios de la coherencia y
cohesión textual, estos son dos principios constitutivos que crean y definen la
forma de comunicación lingüística, imprescindibles para que no resulte fallido el
acto comunicativo. Estas dos propiedades están estrechamente ligadas con la
comprensión y producción de los textos; teniendo presente que un texto es
coherente si el oyente comprende de qué trata. En este sentido, Horcas (2009)
afirma que un texto es la unidad superior de comunicación que contiene y se
apoya en tres características: coherencia, cohesión y adecuación. Es decir que, de
la coherencia, cohesión y adecuación depende la comprensión global del mensaje.

Por ello, las unidades que integran un discurso no son elementos aislados,
sino que están relacionados con medios lingüísticos que conforman entre sí una
trama de conexiones y ello permite la comprensión lectora y la producción de la
escritura. De igual forma, también interviene la organización de dichos discursos a
la hora de elaborarlos o exponerlos, la retórica clásica expone que la preparación
de un discurso se divide en cuatro fases: en primer lugar, qué vamos a decir, esto
es, qué ideas se van a desarrollar. En un segundo momento es imprescindible
ordenar esas ideas. En el tercer paso, dar vida a nuestras ideas a través de las
palabras y por último la puesta en escena.
En función de la discusión teórica, desarrollada en las páginas precedentes,
concretamos aquí algunos criterios de trascendencia, inicialmente, tenemos que
dentro de los discursos podemos encontrar todo tipo de temática, desde la
literaria, la social, la técnica, etc., pero lo que realmente importa es la manera de
exponer ese discurso y de transmitirlo a los demás.

Puesto que es el mecanismo más efectivo para entablar comunicación con


un determinado público; por ende, debe haber un vínculo previo entre el orador,
oyente y auditorio; ya que el orador, figura del discurso, pone en juego una serie
de instrumentos lingüísticos y mecanismos paralingüísticos que están a su
alcance, a partir de cuya gestión y tensión, García y Tordesillas (2001) el
discurso tiene la capacidad de crear sentido enmarcado en una enunciación y
argumentación y vinculado a un contexto concreto sociocultural más amplio. Por
ello, es importante que el orador se muestre seguro y firme en lo que dice,
proponiendo y no imponiendo su opinión. Para ello, es conveniente apoyar sus
ideas en datos u opiniones que contribuyan a reforzar sus razonamientos.

Por lo tanto, claramente dentro de la oratoria los discursos constituyen una


herramienta fundamental en el ámbito de las relaciones sociales; ya que todo
individuo empieza a hablar gracias al contacto con otros miembros de su
comunidad lingüística y entiende y se hace entender. Pero cabe destacar que este
proceso de adquisición no es suficiente para hablar bien. Hablar bien no siempre
es fácil, no se hereda, no es una cualidad natural. Hablar bien requiere de un
proceso de aprendizaje y como tal supone esfuerzo y preparación.

En conclusión, el discurso se fundamenta como ya hemos indicado en el


conocimiento y la puesta en práctica de habilidades verbales y extraverbales. El
buen discurso es aquel que logra su objetivo siendo correcto y adecuado a las
situaciones comunicativas. Hablamos por y para los demás y lo más importante no
es el lucimiento personal, sino que nuestro mensaje llegue al destinatario. La
mayoría habla demasiado y dice muy poco; olvidando el poder de la palabra
Bibliografía

Alzate, M; Sierra C; Mendoza M (2007) Usos de los libros de texto escolar [archivo
PDF] Pereira Universidad Tecnológica de Pereira. Recuperado de
https://www.redalyc.org/pdf/658/65830335007.pdf

Albadalejo, T. (1989) Retórica, Madrid, Síntesis.

Carnegie, B (2008): Saber hablar, Madrid, Aguilar.

Gómez, J (2017) El uso del texto narrativo como estrategia para mejorar la
comprensión lectora [Archivo PDF] Recuperado de
http://dspace.ucuenca.edu.ec/jspui/bitstream/123456789/27450/1/Trabajo
%20de%20Titulaci%C3%B3n.pdf

Horcas, J (2009). Texto descriptivo. Contribuciones a las Ciencias Sociales Web.


Recuperado de www.eumed.net/rev/cccss/ 03/jmhv6.htm

Paris, C (2014) Reflexiones sobre el discurso oral [archivo PDF]. Recuperado de


file:///C:/Users/PC/Downloads/Dialnet-
ReflexionesSobreElDiscursoOralHablarEnPublico-4815888.pdf

Raffino, M. (2020). El discurso. Conceptos. Recuperado de


https://concepto.de/discurso/#ixzz6yBwgZz6h

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