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A finales del siglo XV se da en España un cambio radical en todos los órdenes vitales desde

el plano político o social hasta el cultural. La lengua estaba plenamente formada, como se
recogió en la Gramática de Antonio de Nebrija, los intercambios con otros países europeos
eran constantes a la par que se incentiva el papel de la diplomacia junto con la
concentración del poder real. La imprenta está plenamente asentada y hay libros
disponibles para satisfacer curiosidad, ocio o estudios. En este panorama se desarrolla
la poesía renacentista que ya nada tenía que ver con los sencillos poemas (como
los cantares de gesta medievales) compuestos para el entretenimiento popular y recitados de
manera oral que habían copado el panorama lírico (épico más bien) de siglos atrás. 

Los cambios que propiciaron la poesía


renacentista 
Un progreso económico y mayores periodos de paz fue la base para el nacimiento de una
élite culta vinculada a las nuevas universidades, a las cortes reales, a la alta diplomacia e,
incluso, codeándose con la burguesía enriquecida con emprendimientos novedosos. La
mayoría de los poetas de la época tenían una exquisita formación académica con
conocimientos tanto de lenguas muertas como de otras romances, estudios de historia,
música o teología. Eran, en su inmensa mayoría hombres de mundo (pocos nombres de
mujeres nos han llegado), vinculados al ejército o a las más altas instancias diplomáticas,
cuando no a ambos menesteres a la vez.  

En este contexto llegan a España las obras de Petrarca o de Dante que se traducen, incluso,
al castellano, relegando con su ejemplo los modos poéticos anteriores. Si bien Juan de
Mena ya se atrevió a hacer versos siguiendo los temas mitológicos en boga y guiados por
nuevos ritmos o el Marqués de Santillana, décadas antes, se había aventurado a reformular
la poesía, fue Juan Boscán el que introdujo la poesía renacentista en España.  

La importancia de Boscán en la renovación de la poesía


renacentista
Y dejamos hablar al poeta que así escribe tras aceptar la invitación del embajador de
Venecia, Andrea Navagero en la primavera de 1526. 

Una de las características del Renacimiento literario es su búscada de nuevas formas,


temas, ideas y modelos en los que expresar los cambios radicales en la cosmovisión de la
época. El hombre en el Renacimiento se sacudía de las imposiciones medievales y buscaba
una libertad que le acercara a la felicidad, concepto novedoso casi en la historia de la
humanidad. Para ello, no dudaron no solo en bucear en la literatura griega o romana que
había llegado hasta nosotros sino en los nuevos poetas que hacían un arte nuevo en Italia.  

Con la introducción de los modelos italianos se adopta el endecasílabo que tantos buenos


frutos va a dar a la poesía española de todos los tiempos. Este nuevo ritmo, con acentos en
las 6ª o en la 4ª o 8ª sílaba, imprime una nueva musicalidad a los versos castellanos que
abandonan el octosílabo medieval, el dodecasílabo e, incluso, arrincona los metros más
largos (como la cuaderna vía del mester de juglaría).  

Con el endecasílabo como rey indiscutible de la poesía aparecen los sonetos, los tercetos,
las octavas reales que van dando un ritmo y cadencia a los poemas largos antes
desconocidos en castellano. Si por algo se caracteriza, además, la poesía renacentista es por
abandonar tanto los temas como el destinatario popular que tanto peso había tenido en la
literatura anterior. Y asistimos, por primera vez en castellano, a una poesía culta realizada
por personas letradas que encuentran en sus pares lectores, seguidores e imitadores. Los
versos se llenan, así, de metáforas, con un lenguaje artificioso a veces, de elegancia y de
una visión vital que poco o nada tiene que ver con las guerras cruentas o batallas fratricidas
que se han recogido en los pocos ejemplos de cantares de gesta que han llegado hasta
nosotros. 

Se abandona tanto la religiosidad fervorosa de la Edad Media (que se recoge, por poner un
caso, en los Milagros de Nuestra Señora) y afloran otros intereses. Estos giran alrededor de
tres ejes entrelazados:  

 El amor platónico hacia una dama cultivada, hermosa y digna de pelear por ella todas las
batallas. De estas señoras se exalta no solo su belleza física sino sus virtudes espirituales que la
hacen merecedora no solo de servir de musa sino también de alcanzar la visión divina. 
 Este amor idealizado se produce siempre en una naturaleza bucólica donde todo se presta a
agasajar a los enamorados. Este espacio no solo es el decorado necesario para la narración poética
sino que también, en ocasiones, se convierte en auténtico protagonista.
 En la poesía renacentista hay un gusto por los mitos, historias u obras de la antigüedad
clásica. Se releen los autores griegos y latinos a la par que sus obras son sometidas a exquisitas y
exhaustivas ediciones críticas desde el punto de vista filológico. Todo ello despliega ante la
intelectualidad artística de la época un mundo de dioses, amores carnales, pasiones desbordadas y
hedonismo del que es ajeno todas y cada una de las características de la literatura medieval. De
entre todos los autores clásicos que encuentran el favor de los nuevos poetas sobresale Ovidio y,
especialmente, su obra Las Metamorfosis. 

Autores de la poesía renacentista 


1.- Juan Boscán, el introductor de la poesía renacentista en
España
Nacido en Barcelona en una fecha aún por determinar a finales del siglo XV (entre 1487 y
1492), pertenecía a una familia de la nueva burguesía acomodada. Gracias a hazañas
militares de sus antepasados, se le admitió en la corte de los Reyes Católicos tras estudiar
con Lucio Marineo Sículo. Al subir al trono Carlos I, se le encomendó el cuidado y
educación del Duque de Alba. Y allí conoció a Garcilaso de la Vega con el que le unió una
sincera amistad. Tal como se ha anotado anteriormente, fue el introductor en castellano de
los modelos poéticos italianizantes que dejó plasmado en tres libros publicados por su
viuda tras su muerte, acaecida en 1542. Además de su producción literaria tradujo El
Cortesano de Castiglione, por entonces considerado el manual del perfecto caballero
introduciendo también en España una forma de estar y vivir en el mundo ajena a la rudeza
medieval. 

2.- Garcilaso de la Vega, uno de los mejores poetas de la


historia literaria en español 
Y no solo es el más importante de la poesía renacentista en español a pesar de lo poco que
escribió. Nació en Toledo, probablemente en 1501 de familia aristocrática. Por eso, tuvo
una esmerada educación en la corte donde recibió una formación no solo humanística sino
también militar. Seguramente todo ello influyera para que se granjeara el favor del rey que
solicitó su servicio en distintas batallas (en Rodas contra los turcos, en Francia, en Italia…)
Garcilaso de la Vega se casó en 1525 con Elena de Zúñiga pero su gran amor fue Isabel
Freyre, dama portuguesa que acompañaba a la reina. Es a ella a la que dedica sus mejores
versos y los más sentidos poemas cuando fallece. El corpus literario de Garcilaso de la
Vega se condensa en 3 églogas, 2 elegías, una epístola, cinco canciones y 38 sonetos donde
se despliega con maestría todos los modos y temas de la poesía renacentista en español.
Murió en 1536 por las graves heridas recibidas en el asalto a la Fortaleza de Le Muy. 

SONETO
Es una de las composiciones poéticas más importantes y conocidas de la
literatura, destacada principalmente por su estructura y rima, lo que le ha
permitido incorporar una gran variedad de temas con el paso del tiempo y
los principales exponentes de la literatura que empiezan a desarrollar
propiamente el soneto.
A diferencia de otros subgéneros de la lírica y de la literatura universal, el
soneto es uno de los que mayor libertad de composición permite en
relación con el tema o el contenido que tendrá, dado que tiene diversas
opciones para ello. Es así que el poeta puede elegir entre escribir sobre
amor, hasta hablar de la crueldad de la guerra, los obstáculos, la
naturaleza, la muerte, el paso del tiempo, entre otros.
Significado del soneto

El término -soneto- proviene del italiano sonetto, derivado a su vez del latín sonus,
que hace referencia a sonido. Es así que pronto con el término soneto se empieza
a tomar los versos clásicos como un arte que mantiene una estructura
determinada vinculando el arte musical, basándose en una estructura poética
formada con catorce versos endecasílabos y con una rima consonante en dos
cuartetos con rima y tercetos con rima.

Definición

El soneto es un tipo de composición poética que consiste en una estructura de


catorce versos, con frecuencia manteniendo una rima consonante distribuida en
dos cuartetos y dos tercetos. El soneto debe mantener una unidad temática que se
desarrolla en su estructura tradicional y cuyo desenlace se presentará durante los
tercetos. Sin embargo, es importante tener en cuenta que esta distribución no es
estricta.

Origen del soneto

Se considera que el soneto aparece en el sur de Italia hacia el siglo XIII, cultivado
principalmente por Giacomo da Lentini, un poeta muy reconocido que hacía parte
de la Escuela Siciliana, de quien además, se tiene muy poca información. Sin
embargo, se sabe que la estructura del soneto se establece durante la época del
Renacimiento por autores de Italia, dentro de los que destacan Petrarca y Dante.
A partir de este momento se convierte en una de las composiciones poéticas más
usadas y una de las más importantes del género lírico.

Sicilia sería la sede de origen del soneto con una fuerte expansión por toda la
península de Italia. El poeta Giacomo da Lentini era entonces uno de los poetas
más importantes, reconocido también por ser notario que nace a principios del
siglo XIII y creador de 22 sonetos. La creación de la nueva estructura poética del
soneto se difunde en Italia del sur y posteriormente a otras regiones del centro de
la región.

Más tarde, Guittone d’Arezzo introduce una de las variantes del soneto en el
cuarteto usando una rima ABBA, de la cual se derivarán cerca de 250 sonetos,
llegando también al poeta Guido Guinizelli. Con el paso del tiempo el soneto
seguirá su desarrollo teniendo contacto con otras generaciones en las que
pasarán autores como Guido Cavalcanti, Lapo Gianini, Cino da Pistoia, entre
otros.
Características del soneto

Para profundizar aún más en el soneto como uno de los subgéneros más
importantes de los géneros literarios, identifiquemos las siguientes características:

Tema del soneto

Es importante tener en cuenta que las temáticas y los contenidos de los sonetos
pueden ser muy variados, sin embargo, en principio estaban dirigidos a temas
como el amor, pero también manejaban contenido de carácter místico e incluso a
cualquier otro contenido de diferente naturaleza.

Forma de composición

Es importante tener en cuenta que, si bien no es una regla de la composición del


soneto, este a menudo se organiza o toma como referencia la estructura de
composición del género narrativo, aplicando un principio, un nudo y un desenlace
para el final de la obra. Es así que durante el primer cuarteto del soneto inicia y se
presenta el tema que se desarrollará durante el segundo y así sucesivamente
hasta llegar al final.

Pensamiento final

Aunque si bien no sucede en todos los casos, el poeta al finalizar la composición


literaria del soneto, es posible que añade un cierre a modo de pensamiento e
incluso una reflexión sobre el curso que han tomado los acontecimientos o el nudo
de su propio soneto.

Estructura del soneto

La composición del soneto se ha caracterizado por mantener una estructura


establecida para su escritura, la cual funciona de la siguiente manera:

Versos

Los versos del soneto con frecuencia son de arte mayor y en endecasílabos, es
decir, están compuestos por once sílabas en total.

Estrofas

En cuanto a las estrofas, el soneto suele acumular un total de cuatro estrofas,


donde las dos primeras serán cuartetos y las dos últimas serán tercetos.
Rima

La rima es aplicada a todo el soneto. En el caso de las estrofas compuestas en


cuartetos, funcionará de la siguiente manera: ABBA ABBA, se armoniza y conecta
el primer verso con el cuarto, mientras que sucede lo mismo pero esta vez con el
segundo y con el tercero. Ahora bien, en el caso de las estrofas en tercetos, la
rima puede llegar a tener un carácter mucho más libre e incluso, el autor está en
la posición de combinarla de maneras muy variadas. Entre las más usadas
encontramos las siguientes: CDE CDE, CDC DCD, CDE DCE, CDE CED.

¿Cómo escribirlo?

Ahora bien, veamos paso a paso cómo escribir un soneto y todo lo que debemos
tener en cuenta:

1. Define el tema del soneto

Pensar en qué queremos escribir puede no ser tan sencillo al principio, sin
embargo pronto encontraremos un tema dado que en el soneto podemos escribir
sobre una gran variedad de temas, desde el amor, hasta el tiempo, la vida misma
y la muerte. Así que, realiza un sondeo por un aspecto que te despierte los
sentimientos más profundos, indignación, amor, pasión, etc. Este será nuestro
punto de partida.

También puedes remitirte a un recuerdo, una idea, una situación que haya sido de
gran importancia para ti, un acontecimiento decisivo, un deseo, etc.

2. Realiza una lista de frases e ideas

Solemos recomendar esta técnica para evitar olvidar palabras que queríamos
añadir, ideas o conceptos claves que no deben pasar desapercibidos. Realiza una
lista con estos aspectos para que, luego, puedas acomodarlas teniendo en cuenta
la cantidad de sílabas y el tipo de estrofa en el que se van a incluir.

3. Empieza a escribir

Para este momento en el que ya tienes definido el tema sobre el que quieres
escribir, es sumamente importante tener a la mano la estructura del soneto para
empezar a consolidarlo, lo encontrarás en la información inicial. Tener esto antes
de empezar a escribir te permitirá seguir su regla composicional para evitar salirte
del subgénero.

Recuerda que si bien no es un requisito, en la etapa inicial sobre todo, conviene


fijarte en la composición que inicia con el principio, nudo y desenlace para fijar,
posteriormente, una conclusión del soneto. Es un orden narrativo que nos facilita
el curso de la composición.
4. Construye el final del soneto

Es importante tener en cuenta que aunque no es regla, es uno de los aspectos


que más han permitido distinguir el soneto de otros tipos de composiciones líricas,
pues el cierre de un soneto incluye, a menudo, una conclusión, reflexión o
pensamiento con el que el poeta cierra su obra.

Este es un tipo de elemento que surge con el curso de los acontecimientos que se
desarrollaron en las estrofas anteriores, donde se refleja, también, el sentimiento
puro y la mirada del escritor.

1. ANÁLISIS
1. Resumen
Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, más conocida por Santa Teresa
de Jesús (Ávila, 1515 – Alba de Tormes, Salamanca,1582) es una de las
principales figuras de la literatura mística española, junto con San Juan
de la Cruz. Además de sus tratados espirituales y libros autobiográficos
sobre su vida y fundaciones de conventos, Santa Teresa nos dejó un
respetable, sincero y fresco poemario de temática religiosa. Su vida,
agitada y extraña, es en sí misma un caso único. La extremosidad de su
vida se percibe muy bien en que pasó por varios trances de salud muy
delicados, llegando al borde de la muerte, a causa de paroxismos
difusos; luego, con los años, gozaba de arrobamientos, éxtasis o
visiones intelectuales-emocionales con la Divinidad. En el poema que
comentamos se translucen estas experiencias y emociones. Sus
intentos, inicialmente frustrados, de alcanzar la felicidad y el sentido
de su vida forman un relato extraordinario y asombroso. No es de
extrañar que, incluso en sus días, las opiniones sobre su vida
estuvieran divididas entre la admiración y el rechazo.
Hemos elegido para nuestro comentario el hermoso poema “Vivo sin vivir en
mí”, de datación incierta, que sepamos. Bástenos con saber que se inscribe en
la literatura religiosa, de tendencia mística, muy en boga en el siglo XVI. Un
buen número de creadores de vida eclesial adoptaron y adaptaron los temas y
formas de la literatura laica o civil hacia su vertiente religiosa.

El yo poético, trasunto de Santa Teresa, anhela la muerte porque es una


liberación y la vía segura para su fusión espiritual con Dios. Vive inundada de
amor, entregada a él, pues es lo que dota de sentido a su vida. Y lo dice a los
cuatro vientos, colgando un cartel en su cuerpo que anuncia «que muero
porque no muero». Desde el descubrimiento del amor celestial, la vida es una
prisión, pero bien aceptada porque su carcelero es Dios. La vida se le antoja
larga y desdichada porque no pasa pronto y la espera la impacienta y le
produce amargura. Se dirige a la muerte esperando pronto su llegada, que es
su liberación terrenal. Apostrofa también a la vida, advirtiéndole que no
piensa dejarse engañar porque sabe muy bien que la vida verdadera es «la de
arriba», y no esta. La muerte le va a permitir gozar de su amado, así que es
lógico que desee su llegada cuanto antes.

2. Tema

El tema del poema se puede enunciar así: expresión vehemente del deseo
urgente de morir porque es el único modo de acceder a la vida verdadera y
dichosa, celestial, al fusionar amorosamente su alma con Dios.

3. Apartados temáticos

El poema presenta una estructura muy unitaria, lo cual es lógico si pensamos


que la forma estrófica anuda el contenido de cada una de ellas a través del
estribillo. Existen, sí, pequeñas modulaciones, pero todo el conjunto se centra
en la expresión vehemente del deseo de morir cuanto antes para vivir en la
dicha eterna, divina y celestial.

4. Análisis métrico y de la rima


El poema presenta la estructura de un villancico: versos octosílabos, con rima
consonante, distribuidos en estrofas que se cierran con un verso final, el
estribillo (“que muero porque no muero”). En cada estrofa, fuera de la
primera, que sirve para establecer el tema y el estribillo, encontramos: la
mudanza, que se compone de una redondilla –los cuatro primeros versos
(abba)–; la sigue dos versos de enlace, el primero rima con el primero y
último de la redondilla, y el segundo con el estribillo, que viene a
continuación, cerrando la estrofa; cada una de ellas consta, pues, de siete
versos. La ejecución formal resulta, pues, impecable.

5. Comentario estilístico

El recurso esencial del poema es la paradoja, la expresión de una idea


contradictoria y antitética en sí misma, es decir, alógica. En la primera estrofa
se repite dos veces, en una estructura consecutiva. “Vivo sin vivir en mí / y de
tal manera espero, / que muero porque no muero”. A ellos se añade la
antítesis triple que se establece entre “vivir”, “esperar” y “morir”. El poema se
centra en la subjetividad, o intimidad, del yo poético, como lo declara muy
bien los verbos en primera persona del singular de la primera estrofa. La
relación en una idea de dos realidades tan contrarias como vivir sin vivir y
morir por no morir es de una gran audacia y originalidad expresiva.

La segunda estrofa es una explicación clara y directa de su angustiosa


situación existencial, estamos tentados de decir agónica, de su anhelo de
desear morir cuanto antes para vivir otra realidad más dichosa y eterna. El
Señor, Dios, es la causa de sus desvelos, por quien “muero de amor” (v. 5).
Una imagen muy natural, expresiva y espontánea nos explica su reacción:
puso un cartel en ella que afirma que “muero porque no muero”. Como un
hombre-anuncio que proclama su dicha y su deseo de unirse pronto con Dios.
La estrofa 3 toma la imagen clásica de la poesía occidental del amor concebido
como una prisión en la que se entra gustoso y voluntariamente, pero de la que
no se sale de ningún modo porque la llave la posee el ser amado. En el siglo
XV, Diego de San Pedro, con su novela simbólico-alegórica Cárcel de amor,
desarrollo este tópico ampliamente. Sin embargo, la poeta abulense trastoca
los términos clásicos: es Dios quien está en su prisión, lo que puede sonar a
herejía si nos olvidamos del sentido último de la imagen. La Divinidad entró
en ella y no lo deja escapar, porque es su dicha lo que está en juego. “Divina
prisión” (v. 11) y “ver a Dios mi prisionero” (v. 16) son dos nuevas paradojas
para expresar el efecto liberador de la comunicación divina con la poeta.
La estrofa 4 pierde el carácter más deliberativo y expositivo de las anteriores.
Las dos exclamaciones iniciales imprimen un tono dramático y emotivo que
aportan gran intensidad significativa. Las exclamaciones encierran antítesis y
paradojas en línea con las de las estrofas anteriores: el yo poético lamenta la
extensión de la vida, que se torna un “destierro” una “cárcel”, un “hierro”
porque lo priva del contacto con la divinidad. La enumeración o gradación
insiste en su incierto y agónico estado espiritual. Sólo la mera espera se le
hace intolerable y la califica de “dolor tan fiero” (v. 23) que desea la inmediata
muerte. Como se puede apreciar, el giro conceptual respecto de la estrofa
anterior es evidente y crea una nueva paradoja: antes la prisión era dulce,
ahora es dolorosa; antes era Dios el prisionero, ahora es ella.

La estrofa 5 posee también un tono exclamativo, aunque no tan marcado


como en la estrofa anterior (ahora solo aparece una oración exclamativa).
Tres hermosas sinestesias metaforizadas, bordeando lo paradójico, nos
transmiten la idea de la vida como una espera amarga. Son “vida amarga”,
“dulce el amor” y “esperanza larga”; en ellas apreciamos muy bien el dolor
interno, apenas mitigado por el amor divino, de esperar mucho tiempo la
fusión con la divinidad. Se cierra la estrofa con un símil muy expresivo que
nos transmite muy bien la vida como una pesada carga, más que el “acero”;
difícil, pues, de llevar; de modo que el yo poético desea el pronto fin de la vida,
como reza el estribillo.
La estrofa 6 posee un carácter deliberativo en la primera parte: morir
garantiza la vida dichosa. Al morir, se vive, así que muramos cuanto antes.
Otra vez la antítesis vida / muerte y la paradoja de que muriendo se vive más y
mejor se explican poéticamente con delicadeza. La segunda parte de la estrofa
presenta un tono exhortativo: el yo poético apremia a la muerte para que se
dé prisa “no te tardes, que te espero” (v. 36). Tal es la urgencia que siente para
volar a las regiones celestiales.

La estrofa 7 completa a la anterior. Ahora el yo poético se dirige a la vida y le


recuerda que pronto la dejará atrás, pero para “ganarla”. La paradoja se
entiende muy bien si pensamos que la primera vida es la terrenal y la
segunda, la celestial; la primera, breve; la segunda, eterna. La segunda parte
de la estrofa expresa su anhelo, ya conocido, de que la muerte venga pronto.
La califica de “dulce”, pero ahora ya sabemos que es así porque es la “salida”
(v. 22) para la eternidad dichosa. La prosopopeya o personificación visible en
“el morir venga ligero” (v. 44) insiste vehementemente en su deseo de morir
expresado en la redondilla previa.

La estrofa 8 comienza con una perífrasis espacial: “aquella vida de arriba” (v.
46), para referirse a la celestial, la verdadera; se transforma en metáfora en el
sentido de que es la eterna y auténtica. En los dos versos siguientes establece
el contraste con “esta vida”, la terrenal, que es un impedimento para acceder
a la otra. Estas dos elusiones, escamoteando algo el sentido, aportan variedad
conceptual y cierta ligereza textual. Inmediatamente, el yo poético se dirige a
la muerte, rogándole que no sea “esquiva” con él. Otra vez la misma paradoja
insiste en que para vivir de verdad, antes haya que morir: “viva muriendo
primero” (v. 51).
La estrofa 9 y última tiene un carácter recopilatorio y sintético, cerrando
la significación total del poema. El yo poético se dirige a la vida, a través de
una interrogación retórica, para advertirle que ha de perderla para poder
ganar a su Dios y poder “gozarle” (v. 56). Se trata, pues, de una cuestión de
amor celestial, que da sentido a sus deseos de muerte para vivir en la dicha
eterna. Los versos 57 y 58 forman un quiasmo imperfecto con “quiero” al
principio y al final de cada uno de los versos. No es nuevo que nos anuncie que
su muerte es por amor, porque así puede alcanzar a Dios, la fuente de la
felicidad. Y como cierra el estribillo, muy bien conocido por el lector, queda
justificado y explicado que “muero porque no muero”.

El poema, con todos los verbos en presente de indicativo, excepto los seis
subjuntivos de deseo y orden dirigidos el primero a Dios y el resto a la vida y a
la muerte, poseen un tono deliberativo-exhortativo muy marcado. Se expresa
un anhelo y se razona a continuación por qué y cómo surgió: la querencia de
la pronta muerte para vivir el amor divino eterno en la vida celestial. El léxico
sencillo y transparente, aludiendo a la vida cotidiana, ayudan a la inmediata
comprensión de la paradoja en principio difícil de aceptar por el lector no
avisado. La sintaxis también discurre por el camino de la normalidad: algunas
encabalgamientos suaves y construcciones oracionales con el orden de
los elementos apenas trastocados, sin la presencia llamativa del
hipérbaton, confirman la llaneza expresiva y la intención comunicativa
directa y hasta incisiva.

Otro elemento de carácter popular es la conjunción “que”, partícula que abre


el verso del estribillo. Dota al mismo de un aire próximo al lenguaje coloquial
y familiar. Es como si Santa Teresa deseara hablar de las cosas más sublimes
con el lenguaje más llano y cotidiano, lo que en sí ya es una contradicción que
se resuelve felizmente en frescura de significado.

6. Contextualización
Teresa de Jesús es una excelente escritora que nos legó hermosos textos
literarios. Sus textos memorísticos y narrativos (Libro de las fundaciones),
los de carácter más religioso o teológico (Libro de las moradas), en prosa,
gozan de claridad, expresividad y frescura. Nuestra escritora escribe con
cierta intención didáctica y persuasiva, para sus hermanas de orden. Se
esfuerza por ser clara a base del empleo de un lenguaje entreverado de
coloquialismos y léxico familiar. Ello no debe trivializar su contenido
teológico y rigor expositivo, denso y profundo.
Su poesía, de carácter místico, se centran en la expresión de la fusión del alma
con Dios. Las tres etapas de acceso a esa identificación (purgativa, iluminativa
y unitiva) se expresan con claridad y coherencia. El celo religioso, el amor
ardiente, la pasión espiritual desenfranada que siente es el motor que mueve
su pluma. Santa Teresa opta por formas poéticas populares y tradicionales
como forma de comunicación literaria preferida.

7. Valoración
El conjunto del poema nos transmite un mensaje espiritual de elevado vuelo
desde una perspectiva muy subjetiva –los verbos en primera persona así lo
confirman— y con un lenguaje poético profano, bastante sencillo. Y todo ello
ahormado bajo una estrofa tradicional, el villancico, que dota al conjunto de
impacto comunicativo, sencillez expresiva y viveza emocional-espiritual.
Desde la perspectiva del siglo XXI, puede resultar lejano o distante para el
lector poco avisado. Sin embargo, si nos ponemos en su situación,
entendemos perfectamente su poesía vehemente e incisiva: su deseo de gozar
de Dios inunda su alma, de ahí su anhelo de dejar esta vida para acceder a «la
de arriba», la eterna y feliz para siempre.

Leyendo este poema nos llega nítidamente una pulsión espiritual profunda,
sincera y apremiante. Su expresión literaria directa y clara nos permite
compartir su anhelo espiritual y admirar su talento literario.

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