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el plano político o social hasta el cultural. La lengua estaba plenamente formada, como se
recogió en la Gramática de Antonio de Nebrija, los intercambios con otros países europeos
eran constantes a la par que se incentiva el papel de la diplomacia junto con la
concentración del poder real. La imprenta está plenamente asentada y hay libros
disponibles para satisfacer curiosidad, ocio o estudios. En este panorama se desarrolla
la poesía renacentista que ya nada tenía que ver con los sencillos poemas (como
los cantares de gesta medievales) compuestos para el entretenimiento popular y recitados de
manera oral que habían copado el panorama lírico (épico más bien) de siglos atrás.
En este contexto llegan a España las obras de Petrarca o de Dante que se traducen, incluso,
al castellano, relegando con su ejemplo los modos poéticos anteriores. Si bien Juan de
Mena ya se atrevió a hacer versos siguiendo los temas mitológicos en boga y guiados por
nuevos ritmos o el Marqués de Santillana, décadas antes, se había aventurado a reformular
la poesía, fue Juan Boscán el que introdujo la poesía renacentista en España.
Con el endecasílabo como rey indiscutible de la poesía aparecen los sonetos, los tercetos,
las octavas reales que van dando un ritmo y cadencia a los poemas largos antes
desconocidos en castellano. Si por algo se caracteriza, además, la poesía renacentista es por
abandonar tanto los temas como el destinatario popular que tanto peso había tenido en la
literatura anterior. Y asistimos, por primera vez en castellano, a una poesía culta realizada
por personas letradas que encuentran en sus pares lectores, seguidores e imitadores. Los
versos se llenan, así, de metáforas, con un lenguaje artificioso a veces, de elegancia y de
una visión vital que poco o nada tiene que ver con las guerras cruentas o batallas fratricidas
que se han recogido en los pocos ejemplos de cantares de gesta que han llegado hasta
nosotros.
Se abandona tanto la religiosidad fervorosa de la Edad Media (que se recoge, por poner un
caso, en los Milagros de Nuestra Señora) y afloran otros intereses. Estos giran alrededor de
tres ejes entrelazados:
El amor platónico hacia una dama cultivada, hermosa y digna de pelear por ella todas las
batallas. De estas señoras se exalta no solo su belleza física sino sus virtudes espirituales que la
hacen merecedora no solo de servir de musa sino también de alcanzar la visión divina.
Este amor idealizado se produce siempre en una naturaleza bucólica donde todo se presta a
agasajar a los enamorados. Este espacio no solo es el decorado necesario para la narración poética
sino que también, en ocasiones, se convierte en auténtico protagonista.
En la poesía renacentista hay un gusto por los mitos, historias u obras de la antigüedad
clásica. Se releen los autores griegos y latinos a la par que sus obras son sometidas a exquisitas y
exhaustivas ediciones críticas desde el punto de vista filológico. Todo ello despliega ante la
intelectualidad artística de la época un mundo de dioses, amores carnales, pasiones desbordadas y
hedonismo del que es ajeno todas y cada una de las características de la literatura medieval. De
entre todos los autores clásicos que encuentran el favor de los nuevos poetas sobresale Ovidio y,
especialmente, su obra Las Metamorfosis.
SONETO
Es una de las composiciones poéticas más importantes y conocidas de la
literatura, destacada principalmente por su estructura y rima, lo que le ha
permitido incorporar una gran variedad de temas con el paso del tiempo y
los principales exponentes de la literatura que empiezan a desarrollar
propiamente el soneto.
A diferencia de otros subgéneros de la lírica y de la literatura universal, el
soneto es uno de los que mayor libertad de composición permite en
relación con el tema o el contenido que tendrá, dado que tiene diversas
opciones para ello. Es así que el poeta puede elegir entre escribir sobre
amor, hasta hablar de la crueldad de la guerra, los obstáculos, la
naturaleza, la muerte, el paso del tiempo, entre otros.
Significado del soneto
El término -soneto- proviene del italiano sonetto, derivado a su vez del latín sonus,
que hace referencia a sonido. Es así que pronto con el término soneto se empieza
a tomar los versos clásicos como un arte que mantiene una estructura
determinada vinculando el arte musical, basándose en una estructura poética
formada con catorce versos endecasílabos y con una rima consonante en dos
cuartetos con rima y tercetos con rima.
Definición
Se considera que el soneto aparece en el sur de Italia hacia el siglo XIII, cultivado
principalmente por Giacomo da Lentini, un poeta muy reconocido que hacía parte
de la Escuela Siciliana, de quien además, se tiene muy poca información. Sin
embargo, se sabe que la estructura del soneto se establece durante la época del
Renacimiento por autores de Italia, dentro de los que destacan Petrarca y Dante.
A partir de este momento se convierte en una de las composiciones poéticas más
usadas y una de las más importantes del género lírico.
Sicilia sería la sede de origen del soneto con una fuerte expansión por toda la
península de Italia. El poeta Giacomo da Lentini era entonces uno de los poetas
más importantes, reconocido también por ser notario que nace a principios del
siglo XIII y creador de 22 sonetos. La creación de la nueva estructura poética del
soneto se difunde en Italia del sur y posteriormente a otras regiones del centro de
la región.
Más tarde, Guittone d’Arezzo introduce una de las variantes del soneto en el
cuarteto usando una rima ABBA, de la cual se derivarán cerca de 250 sonetos,
llegando también al poeta Guido Guinizelli. Con el paso del tiempo el soneto
seguirá su desarrollo teniendo contacto con otras generaciones en las que
pasarán autores como Guido Cavalcanti, Lapo Gianini, Cino da Pistoia, entre
otros.
Características del soneto
Para profundizar aún más en el soneto como uno de los subgéneros más
importantes de los géneros literarios, identifiquemos las siguientes características:
Es importante tener en cuenta que las temáticas y los contenidos de los sonetos
pueden ser muy variados, sin embargo, en principio estaban dirigidos a temas
como el amor, pero también manejaban contenido de carácter místico e incluso a
cualquier otro contenido de diferente naturaleza.
Forma de composición
Pensamiento final
Versos
Los versos del soneto con frecuencia son de arte mayor y en endecasílabos, es
decir, están compuestos por once sílabas en total.
Estrofas
¿Cómo escribirlo?
Ahora bien, veamos paso a paso cómo escribir un soneto y todo lo que debemos
tener en cuenta:
Pensar en qué queremos escribir puede no ser tan sencillo al principio, sin
embargo pronto encontraremos un tema dado que en el soneto podemos escribir
sobre una gran variedad de temas, desde el amor, hasta el tiempo, la vida misma
y la muerte. Así que, realiza un sondeo por un aspecto que te despierte los
sentimientos más profundos, indignación, amor, pasión, etc. Este será nuestro
punto de partida.
También puedes remitirte a un recuerdo, una idea, una situación que haya sido de
gran importancia para ti, un acontecimiento decisivo, un deseo, etc.
Solemos recomendar esta técnica para evitar olvidar palabras que queríamos
añadir, ideas o conceptos claves que no deben pasar desapercibidos. Realiza una
lista con estos aspectos para que, luego, puedas acomodarlas teniendo en cuenta
la cantidad de sílabas y el tipo de estrofa en el que se van a incluir.
3. Empieza a escribir
Para este momento en el que ya tienes definido el tema sobre el que quieres
escribir, es sumamente importante tener a la mano la estructura del soneto para
empezar a consolidarlo, lo encontrarás en la información inicial. Tener esto antes
de empezar a escribir te permitirá seguir su regla composicional para evitar salirte
del subgénero.
Este es un tipo de elemento que surge con el curso de los acontecimientos que se
desarrollaron en las estrofas anteriores, donde se refleja, también, el sentimiento
puro y la mirada del escritor.
1. ANÁLISIS
1. Resumen
Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, más conocida por Santa Teresa
de Jesús (Ávila, 1515 – Alba de Tormes, Salamanca,1582) es una de las
principales figuras de la literatura mística española, junto con San Juan
de la Cruz. Además de sus tratados espirituales y libros autobiográficos
sobre su vida y fundaciones de conventos, Santa Teresa nos dejó un
respetable, sincero y fresco poemario de temática religiosa. Su vida,
agitada y extraña, es en sí misma un caso único. La extremosidad de su
vida se percibe muy bien en que pasó por varios trances de salud muy
delicados, llegando al borde de la muerte, a causa de paroxismos
difusos; luego, con los años, gozaba de arrobamientos, éxtasis o
visiones intelectuales-emocionales con la Divinidad. En el poema que
comentamos se translucen estas experiencias y emociones. Sus
intentos, inicialmente frustrados, de alcanzar la felicidad y el sentido
de su vida forman un relato extraordinario y asombroso. No es de
extrañar que, incluso en sus días, las opiniones sobre su vida
estuvieran divididas entre la admiración y el rechazo.
Hemos elegido para nuestro comentario el hermoso poema “Vivo sin vivir en
mí”, de datación incierta, que sepamos. Bástenos con saber que se inscribe en
la literatura religiosa, de tendencia mística, muy en boga en el siglo XVI. Un
buen número de creadores de vida eclesial adoptaron y adaptaron los temas y
formas de la literatura laica o civil hacia su vertiente religiosa.
2. Tema
El tema del poema se puede enunciar así: expresión vehemente del deseo
urgente de morir porque es el único modo de acceder a la vida verdadera y
dichosa, celestial, al fusionar amorosamente su alma con Dios.
3. Apartados temáticos
5. Comentario estilístico
La estrofa 8 comienza con una perífrasis espacial: “aquella vida de arriba” (v.
46), para referirse a la celestial, la verdadera; se transforma en metáfora en el
sentido de que es la eterna y auténtica. En los dos versos siguientes establece
el contraste con “esta vida”, la terrenal, que es un impedimento para acceder
a la otra. Estas dos elusiones, escamoteando algo el sentido, aportan variedad
conceptual y cierta ligereza textual. Inmediatamente, el yo poético se dirige a
la muerte, rogándole que no sea “esquiva” con él. Otra vez la misma paradoja
insiste en que para vivir de verdad, antes haya que morir: “viva muriendo
primero” (v. 51).
La estrofa 9 y última tiene un carácter recopilatorio y sintético, cerrando
la significación total del poema. El yo poético se dirige a la vida, a través de
una interrogación retórica, para advertirle que ha de perderla para poder
ganar a su Dios y poder “gozarle” (v. 56). Se trata, pues, de una cuestión de
amor celestial, que da sentido a sus deseos de muerte para vivir en la dicha
eterna. Los versos 57 y 58 forman un quiasmo imperfecto con “quiero” al
principio y al final de cada uno de los versos. No es nuevo que nos anuncie que
su muerte es por amor, porque así puede alcanzar a Dios, la fuente de la
felicidad. Y como cierra el estribillo, muy bien conocido por el lector, queda
justificado y explicado que “muero porque no muero”.
El poema, con todos los verbos en presente de indicativo, excepto los seis
subjuntivos de deseo y orden dirigidos el primero a Dios y el resto a la vida y a
la muerte, poseen un tono deliberativo-exhortativo muy marcado. Se expresa
un anhelo y se razona a continuación por qué y cómo surgió: la querencia de
la pronta muerte para vivir el amor divino eterno en la vida celestial. El léxico
sencillo y transparente, aludiendo a la vida cotidiana, ayudan a la inmediata
comprensión de la paradoja en principio difícil de aceptar por el lector no
avisado. La sintaxis también discurre por el camino de la normalidad: algunas
encabalgamientos suaves y construcciones oracionales con el orden de
los elementos apenas trastocados, sin la presencia llamativa del
hipérbaton, confirman la llaneza expresiva y la intención comunicativa
directa y hasta incisiva.
6. Contextualización
Teresa de Jesús es una excelente escritora que nos legó hermosos textos
literarios. Sus textos memorísticos y narrativos (Libro de las fundaciones),
los de carácter más religioso o teológico (Libro de las moradas), en prosa,
gozan de claridad, expresividad y frescura. Nuestra escritora escribe con
cierta intención didáctica y persuasiva, para sus hermanas de orden. Se
esfuerza por ser clara a base del empleo de un lenguaje entreverado de
coloquialismos y léxico familiar. Ello no debe trivializar su contenido
teológico y rigor expositivo, denso y profundo.
Su poesía, de carácter místico, se centran en la expresión de la fusión del alma
con Dios. Las tres etapas de acceso a esa identificación (purgativa, iluminativa
y unitiva) se expresan con claridad y coherencia. El celo religioso, el amor
ardiente, la pasión espiritual desenfranada que siente es el motor que mueve
su pluma. Santa Teresa opta por formas poéticas populares y tradicionales
como forma de comunicación literaria preferida.
7. Valoración
El conjunto del poema nos transmite un mensaje espiritual de elevado vuelo
desde una perspectiva muy subjetiva –los verbos en primera persona así lo
confirman— y con un lenguaje poético profano, bastante sencillo. Y todo ello
ahormado bajo una estrofa tradicional, el villancico, que dota al conjunto de
impacto comunicativo, sencillez expresiva y viveza emocional-espiritual.
Desde la perspectiva del siglo XXI, puede resultar lejano o distante para el
lector poco avisado. Sin embargo, si nos ponemos en su situación,
entendemos perfectamente su poesía vehemente e incisiva: su deseo de gozar
de Dios inunda su alma, de ahí su anhelo de dejar esta vida para acceder a «la
de arriba», la eterna y feliz para siempre.
Leyendo este poema nos llega nítidamente una pulsión espiritual profunda,
sincera y apremiante. Su expresión literaria directa y clara nos permite
compartir su anhelo espiritual y admirar su talento literario.