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La literatura como forma artística tiene una naturaleza que se compone de una fuerte
relación con la conciencia de grupo, de colectividad o de nación, vinculado a los
patrones políticos, religiosos, psicológicos y sociales que prevalezcan. Es decir, la
literatura funciona como un vehículo por el que transmitir ideas, temas o valores que
se identifiquen con una nación específica. Además, conecta con otro elemento
indispensable en la construcción de la identidad: la lengua. La literatura está escrita en
un idioma determinado, hace uso del lenguaje y juega con las capacidades lingüísticas
que reine en cada territorio, lo cual la decreta como un camino idóneo por el que marcar
los elementos identitarios de un grupo. Esta idea es a la que hace referencia Claudio
Guillén1 cuando trata el concepto de “nacionalización de la cultura” (1995: 81). La
conciencia de que todo está impregnado de un tinte colectivo, todo elemento se
convierte en una seña de identidad conjunta y, por supuesto, el arte no podía quedar
fuera de las herramientas empleadas. Homi Bhabha2 también reflexiona sobre la
identificación cultural (2002: 71) y expone cómo la nación puede funcionar como una
estrategia y una fuerza psicológica, como un poder simbólico, que guíe a una
colectividad a regirse por unos mismos parámetros y se produzca así la cohesión
nacional.
1
Guillén, C. (1995). El sol de los desterrados: literatura y exilio. Quaderns Crema.
2
Bhabha, H. (2002). El lugar de la cultura. Manantial.
hacia otro territorio o desde la estancia en otra nación, incluso desde otra lengua, estas
composiciones creo que deben tener cabida dentro de la producción artística del país
de origen ya que también define la identidad de esa comunidad y el destino que depara
a una parte de su ciudadanía.
Uno de los principales factores por el que la literatura de la emigración debe ser
considerada una parte del imaginario es porque se produce la tematización del exilio
en las obras, lo cual es un suceso presente en la historia. Claudio Guillén (1995: 53) ya
apunta que el exilio se emplea como una experiencia que el escritor vive y lo convierte
en el camino que va a seguir su obra, herramienta que se ha utilizado ya desde las
figuras de Ulises y Ovidio.
Otro aspecto que refleja Antonio Hernando es cómo la literatura es un cauce que nos
acerca la convivencia de culturas, en este caso entre la española y la alemana. Como
indica Ana Ruiz3 (2004: 8), se aprecia en los escritores del final del siglo XX una
apertura multicultural en Alemania. Se asiste a una intención de búsqueda hacia la
integración en la nueva sociedad con la que convive y lo podemos apreciar en el poema
“Aachen”, donde el poeta habla con la nueva ciudad de acogida y le dice: Tu brisa me
llega cubriéndome, / arropándome la sábana de la melancolía. Presenciamos la
creación de un vínculo con la nueva cultura que el hombre acepta y la siente como un
abrigo que cubre la soledad que le acompaña.
3
Ruiz, A. (2004). Literatura de emigración de origen español en Alemania: modelos literarios para una
sociedad multicultural. Documento de trabajo. Fundación Primero de Mayo.
Además, como signo del lazo cultural, este poeta tradujo él mismo su escritura del
español al alemán. De nuevo la lengua juega un papel fundamental en la identificación
y, por ello, asistimos a la armonización del escritor con elementos de las dos culturas.
Este es un rasgo característico ya que los autores del exilio contemporáneos a él
comúnmente publicaban sus obras con ediciones bilingües, abriendo así las fronteras a
través de la palabra.