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DEMANDA, DESEO ¥ GOCE EN LA NEUROSIS OBSESIVA
Relatores: G. Clastres, S. cottet, Cc, Léger
Con: S. Hommel, C. Duprat y B. Tolipan
Chas vat he Ja de la histeria; ya que esta tltina estructura fue trabajos oe
SiR Wooes en el curso de la ensefianza de Lacan, hasta ser Finalmente cionna
ta altura de un discurso.
Na roosts bsesiva no fue objeto de una puesta al dia semejante y hay raso-
nes para creer que esta disimetria tiene un sentido.
ra ectmucturacién del discurso anal{tico de Tacan est4 hecha para ‘poner sucesi,
Pomane gigeogena una serie de binarios, hoy cldsicos, com el ofro yl Otro Te
Peper ene cra unseo elldeeeotylel ose a treleise'y al cattamin, ‘ai Ics ounieos
pan borden las escrituras bien conocidas de los matamas. Estos binarices So cogut_
fancia 8 10 Taree ae cunternaria, de la que Jacques-Alain Miller tmastra su cons,
MGIB @ Jo largo de esa ensefanza. Estos "cuatro" de Lacan, situémsine en ef
Sa ee Some je hizo él mismo, en la estructura ternaria del Biipo frendiano, a
38 due Lacan agregé la merte como cuarto. Estos custro de la structure ine oo
creame_en gi esuena L, en el grafo, pero también en los discursos, que aiendo
Staite, tebién estan estructurados en cuatro lugares. Es notable que ele cates
poderosramezca en las notas que Fret nos leyS de su caso (querenoe deci: Guo ant
Zee), Mearece en Ja observacién de Fret] como un fentneno Observed 1etas oe
41 en el rostro de su pacientes
Tap clerta importancia, se chservaba en él una expresicn extrafa quote poate ine
‘erpretar mis que como el horkor de una voluptuosidad ignorada por él inet
(rams sux rats. Journal d'une analyse, p. 45). Beta voluptuceidad que de ho-
armas CL goce:_ese-"exceso de satisfaccion” que Freud ya habia Presumido en el
origen misno.de les construcciones neuréticas de la ohsesién.
Retomembs entonces ese mento del trance cbsesivo qué consiste eactamente en
ig gristalizacicn del sintom, donde lo imposible de soportar para maste hemee
va.a precipiterlo en el apuro.
apuro va a ro174 Mh
o-ocupay: deseo cuyas:afinidades con lo imposible, van.aconducirlo a los impases
en serie de su pantomina obsesiva.
Tratemos.decemir 1 real: se produce en el encuentro imprevisto con la figu-
ra de un otfo que viene a presentificar al Otro que goza. Bs la célebre figura
qué Freud designs con el término del “capitan cruel”. Para su paciente, podria no
Ser més que un senejante, amado u ciiado, temido o despreciado, rival posible: po
ria no ser sino ese otro, componente tan necesarrio para su yo, factor anbiquo de
Sa alienacién inaginaria donde nuestro sujeto podria proyectar 1a anbivalencia, de
sus sentimientos: podria no ser, por tanto, més que esa figura del otro, tan esen
Cial para too Obsesivo, soporte el inaginario, que le sirve para hacer pantalla
a lo que pueda surgir del Otro. Pero, justamente, nuestro capitdn es un “parlétre"
que no se calla y que, 10 sepa o no, pone en la escena a través de su.discurso a
@se Otro indiscernible por “Tes Solas vias de la inagen: el Otro como lugar desco- 7
pecido para el sujeto, que sin enbargo le es el mis préxino, porque es el lugar
donde constituye Su mensaje en la dimensién de lo verdadero.
El relato fenoso de la tortura entrega al habre de las ratas el mensaje de
que el tre pueie gozar, y que él goza ahi, en la crueldad. Fsto 6s 16 que hace
$o intolerable del encuentro; intolerable & nuestro honbre porque lo despierta a
su propio goce que sostiene horrorizado. Fl obsesivo no soporta los signos del de
( seo y del goce del Otro, quiere estar scparado, quiere mantenerlos dormidos, bo~
rrarlos, por asi decir, mortificarlos; esta mortificacién lo conduce a elevar la
muerte al rango de significante aro en.el.Otro,.y a:partir de ahi a mortificar su
propia vida. a
a pe esta manera, este goce que quiere mantener separado irrunpe, a pesar de él,
podenos decir, en ese pensaniento indonefiable de torturar a dos seres queridos,
GSealizades, que son su padre merto y su dana. Digamos que su propia aspiracion
al ideal, su inclinacién exaltada por lo bueno y lo bello, se ven conducidas, sin
Guo él pueda hacer nada, a la més grande de las igmominias. EL capitén y su gusto
por las torturas desencsdenan un goce que hace surgir 1a imposibiliias de gozar
en baz Gel ideal, y es en esta conjuncion de 10 sublime y de 10 innoble done todo
su ser _va 3 vacilar. on
Diganos Gon Lacan que el ideal del yo, TA, en ese instante crucial,no le al-
canza para enmascarar lo que encubre como verdad el ser que él no puede imaginar—
Se, y con razin, porque consiste en ese "objeto" (a) que es lo imposible Ge su
pensamiento. Ocasién para nosotros de recordar algunas formilas que figuran en la
(iltima leccién del seminario XI: "El resorte fundamental de la operacisn analiti-
ca es el mantenimicnto de 1a distancia entre el Ty el a. El analista debe caer
de la idealizacién para ser el soporte del a separador". Fstas fémmlas se dedu-
cen de una ética del psicoandlisis, tnica capaz de responder a los impases con.
{Jos que choca el pensamiento del obsesivo. Pero, al mismo tiemo, es a partir de
esta posicidn ética que el psicoanalista puede dar cuenta de los misws. -
En lo que vuelve como sintama, en ese forzamiento de sus ideas, en la inhi-
bicién de sus actos, el sujeto confiesa lo que querria mantener aparte: el reco-
nocimiento de un cierto atravesamiento en el registro de la satisfaccién por el _/
cual se inflige una suerte de castigo.
‘VWelvaros al paciente de Freud. Para precaverse de la campulsién de su pensa-
W) Iniento, el sujeto aspira al restablecimiento de una coaccién que pueda hacer de
tarrera; y pesca Ja oportunidad de 1a boca misma de aquel que hizo surgir el impo
sible que dio lugar a su sufrimiento. No es indiferente que el mismo que le sefia-
16 el goce, sea el mismo que enuncia el: "Es necesario que devuelves. lo que
el honbre de las ratas elevaré al rango de ley para intentar soneterse contra
Viento y marea. fn el "soneterse" nas bien se trata de samterle algo. De esta ma
here, esa palabra que retroactivanente llega del relato de la tortura, vale para
él sujeto como una orden superyoica: que sea falsa no cambia nada, no,es por ello
menos ley para aquél que no denanda otra cosa que recibir su imposicién.
_ "Ta neurosis cbsesiva testinonia, Mevindolo a lo caricaturesco, que el anhelo ~
| de cada cudl e8 en el fondo obedeosr al amo para protegerse del problena del de-
\o) seo, y que se prefiere la interdiccién a la casttacién. NoVolverenos sobre el =~
"uso hecho por Lacan, en los comienzos 4e su ensefianza, de la dialéctica hegeliana
Gel ano y el esclavo para dar cuenta de le fencmenclogia de 1a neurosis obsesiva:
momento propedéutico en el que se trataba pera él de plantear la distincién de
los registros imaginario y simbdlico.
Tratemos, mis bien, de retomar el examen de este trance del Hombre de las ra~
tas con la ayuda de sus elaboraciones recientes.
2Q6 quiere é1 en la retroaccién del surgimiento de la angustia? Querria bo-
rrar la verdad que se le manifesté contra su voluntad, querria reducirla por me-
1dic del_significante-a-partir de la regla de que todo el goce debe pasar para el
sujeto obsesivo por el significante. Probenos otra formla: el significante debe
dovefiar al goce sin dejerlo eparecer. Ia cadena significante tal como es supuesta
por é1,€5 itaginada Como pudiendo poner una barrera a todo surgimiento de una fal)
ta: es necesario que pueda borrar la horrible certidurbre suraida en su encuentro
con el goce. :
La obsesién apuesta al _colnamiento y no-ala falta. La fracture que se le reve
Ja de su falta de sujeto 8 en un instante de ver, esa certeza de su falta en ser,
debe poder ser rechazada con la puesta en juego de una duda generalizada cuyo
‘tiempo para comprender pueda extenderse indefinidamente. En sma, como lo escribe
Iacan en los orits (824); "El obsesivo niega el deseo del Otro al formar su fan—
‘tasna acentuando lo imposible del desvanecimient
Lo que devela el Hombre de las ratas es un fé de daninio que lo conuce
‘@ hacer del capitan cruel, en lo imaginario, una suerte de am del goce cuyas pa~
Jabras Io revelan pero también lo domefian. De esta manera, va a elevar el "es ne—
cesario que devuelvas..." a la funcién de significante amo SI, para imaginarizar
al capitén com tal y remielar la realidad ambiente sein el discurso del ano
SL &2 - Discurso cende se guste leer que 1a cadena significante se desplicg= pa
E I a=
ra mantener bajo le barra, es decir, reprimidos, la divisién subjetiva y el plus
de goce, cuya combinacién hace el fantasma. Lo que trata de realizar es la anula—
cién retroactiva de lo que ha surgido camo verdad insostenible y que debe ser do-
minada. La “locura" del obsesivo es pensar la verdad como daninable, justamente ~
Jo que su pensamiento desmiente.
Para asegurar el enganche significante Si S2 del que se hace esclavo, va a des
plegar esa estrategia imaginaria que Lacan describe adnirablenente en su articulo:
"EL psicoandlisis y su ensefianza", estrategia imaginaria donde el sujeto se inpo-
ne, sin saberlo, él deber de interponer entre el Otro y é1 miso la figura de un
senejante. Intenta hacerlo cémplice de la argucia a través de la cual aspira a
esa bazafia, y donde tratar de borrar ese lugar del Otro que es pera él lugar de 4
Ja verdad del horror de su ser. Este ser, Freud sabré situarlo como vecino a la
rata, animal adecuado para sinbolizar el goce del desecho. Asi, por el daninio,
el obsesivo piensa garantizar el ideal que espera le proteja de la verdad del ser
que no se imagina. Idealizar el daminio y usar del otro para reforzar su yo, tal
es la operacién por la que espera negar la divisién del sujeto. El sintoma, en la
obsesién, es el retorno de 1s verdad contra el ideal.
‘Este prosternarse del obsesivo frente al significante amo, como nos lo indica
fil hombre de las ratas, lo conduce a privilegiar la detanda. Se trata de poner la
aeranda del Otro en el lugar y el puesto del significante del deseo: para el cbse
sivo, el Otro dananda pero no debe desear. Fs preciso que él Otro le demande; es
Jo necesario que sostiene para él lo imposible. Esta particularided se escribe
%QD, donde puede leerse 1a conjuncién de su divisién como sujeto a la D de la de }
manda del Otro. La denanda del Otro le obtura su falta enser, porque le es preci
0 un Otro cuyo deseo esté ermascarado. El Otro, para el obsesivo, denanda pero) /,
no debe desear. ES un Otro que debe saber siewré 1o que quiere, al gue no te far /7/'D)
te nada, que ordene y legisle, que CaICUIéy que sea calculable segin los ardides
de surazin. De esta fanera, 1a religién ofrece a esta neurosis las esperanzas de
gerantia que reclama en sus anhelos, y el obsesivo se sostiene siempre en Dios,
Jo sepa 0 no, 10 diga 0 lo oculte.
Por eso, al revés de 10 que propone el psicoanélisis, el sujeto intenta dar
consistencia al superyo, camo lo demuestra Freud y el Hanbre de las ratas; pero
esta tentativa esta destinada al fracaso, porque frente al goce que ordena el st
ery, 1a neurosis no ofrece al sujeto mis que el muro de 1o imposible donde vie~
ne a topar su querer. El escenario que imagina fracasa, porque estd menos implica
do en su fantasna que 1o que le hacen creer sus suefios de perversién. El neurét:
co no puede desear sino sagin la ley, y esta es su coterdia, dirfans, su rela
cién cobarde al fantasta. Pero ps lo que le da su valor para el psicoandlisis. De
esta manera, nuestro hombre de las ratas, habiendo Llevado su pantomima hasta un
extreno Limite -casi delirante, como escribe Freui- se encontrar en lo de éste,
amado de su sintoma, para poder plantear por fin su denanda al buen entendedor.
EL _falo en Ja obsesicn
El deseo del obsesivo, pieza clasica en 1a construccién lacaniana de la neuro-
sis, llama a una actualizacién en relacién al esclarecimiento que aporta el fan~
tasma sobre 1a naturaleza de la obsesién.
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