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De Cómo el Derecho nos

Hace Mujeres y Hombres1

Alicia E. C. Ruiz
Professora de Filosofia do Direito na Universidad de Buenos Aires,
Juíza do Superior Tribunal de Justicia de Buenos Aires.

a mujer no existe, si por existencia


se entiende que “la mujer” sobrevi-
ve a los vaivenes de la historia (o del
tiempo), y de la sociedad (o del espacio)
siempre idéntica a sí misma.
El mundo social se construye, y así
se construyen, también, las identidades in-
dividuales y sociales. En esa construcción
“Aunque la justicia sea representa- hay núcleos duros (más o menos
da como una mujer, según la ideología
irreductibles) que parecen poner en cues-
dominante el derecho es masculino y no
femenino...el derecho es racional, obje- tión la afirmación precedente (la de las iden-
tivo, abstracto y universal, tal como los tidades construidas), y que sostienen las
hombres se consideran a sí mismos” referencias a la permanencia y al reconoci-
miento de “lo femenino”, fuera de cualquier
Frances Olsen “El sexo del derecho” contexto “terrenal”. Si tales núcleos son
resultado exclusivo de una cultura sosteni-
da y elaborada en largos períodos, si, en
cambio, provienen de una diferencia sexual,
más o menos fija, que remite o se ubica en

1 Están reunidas aquí algunas de las ideas que fueron el eje


de mi participación en el seminario «Identidad y Derecho:
La discriminación de la mujer como espacio de conflicto»,
que coordinara entre 1998 y 1999 en la Facultad de Derecho
de la UBA, y que han sido publicadas en la colección
«Identidad, Mujer y Derecho», Facultad de Derecho de la
UBA y Editorial Biblos, junio 2000, Buenos Aires.

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la estructura psíquica, o si es posible afir- fijaciones parciales y pueden establecerse


mar una esencia femenina universal y eter- formas precarias de identificación alrede-
na, son cuestiones que forman parte del dor de la categoría ‘mujeres’, que provean
debate riquísimo que se dirime dentro y fue- la base para una identidad feminista y una
ra del campo feminista. lucha feminista” (Mouffe, Ch.: 1998).
Como bien lo señala Alessandra El reconocimiento de la mujer como
Bocchetti “lo femenino ha parecido eterno “sujeto de derecho”, resignifica el discurso
porque ha estado investido del mismo sen- acerca de las mujeres. Más allá de su
tido por siglos de siglos, pero el sentido pue- operatividad efectiva, la atribución de la
de cambiar. Y éste es el proceso al que hemos palabra desde el derecho produce una in-
dado vida, un proceso de construcción de tervención importante en el mundo simbó-
sentido, de atribución de sentidos nuevos a lico. Una intervención que solo puede
la figura de la mujer, a sus sentimientos, a apreciarse en su real dimensión si el dere-
sus infelicidades, a sus goces, a la historia cho es entendido como un discurso social
de sus madres, a su ser en el mundo”, y agre- que configura la subjetividad y las identi-
ga que, cuando las mujeres se formulan la dades. Las formas de discriminación que
pregunta acerca de “¿qué es una mujer?... padecen las mujeres, los espacios de con-
lo que podría parecer una paradoja se con- flicto que esas formas de discriminación
vierte en cambio en una pregunta “inaugu- generan, las secuelas individuales y socia-
ral” (Bocchetti, A.: 1995). les que provocan, no pueden ser ser igno-
Las mujeres no somos “más que hu- radas por quienes nos ocupamos de la teoría
manas”, somos lo que nuestras vidas, nues- jurídica. Tampoco las teóricas del feminis-
tros sueños, nuestras posibilidades mo deberían dejar de lado la marca que lo
concretas nos permiten ser. Y en este poder jurídico imprime a la identidad femenina.
“ser” como mujeres el derecho juega su pa- l. El derecho participa en la configu-
pel. Esta concepción antiesencialista inten- ración del estereotipo “mujer”, y es a partir
ta superar posturas y argumentos que de ese estereotipo, que las reglas jurídicas
obstaculizan la construcción de una alter-
reconocen o niegan “derechos”, a las muje-
nativa democrática, en la cual las luchas de
res de carne y hueso. Los juristas se han
las mujeres se articulen, sin perder especifi-
ocupado poco por dar cuenta de las razo-
cidad, con otros reclamos dirigidos contra
nes (o sinrazones) que hacen que el dere-
prácticas discriminatorias y formas de opre-
cho instale y consolide cierta “figura de
sión de otro orden. (Mouffe, Ch.: 1998).
mujer”, que le atribuya, implícita o explíci-
“La ausencia de una identidad esen- tamente, algunas cualidades y le niegue
cial femenina y de una unidad previa, sin otras. Y el aporte de la dogmática ha con-
embargo, no impide la construcción de sistido en señalar qué textos legales debe-
múltiples formas de unidad y de acción co- rían conservarse o qué otros habría que
mún. Como resultado de la creación de derogar, según se quisiera mantener o mo-
puntos nodales, pueden tener lugar dificar la situación existente.

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Sin embargo, el tema es bastante más componen una intersubjetividad compar-


complejo. No alcanza con cambiar la ley – tida con otros y permiten pensar que existe
aunque, y paradojalmente, cambiar la ley algo así como una perspectiva común.“No
sea, a veces, de la mayor importancia – por- requiere verificaciones adicionales sobre su
que el discurso jurídico opera, con fuerza sola presencia y más allá de ella. Está ahí,
singular, más allá de la pura normatividad. sencillamente como facticidad evidente de
Instala creencias, ficciones y mitos que con- por sí e imperiosa...” (Berger, P. y Luckmann
solidan un imaginario colectivo resistente Th.:1992).
a las transformaciones. Basta leer la obra
Es en la vida cotidiana, y en la per-
de algunos tratadistas o los repertorios de
cepción de la realidad donde “el sentido
jurisprudencia para descubrir la persisten-
común” se constituye y adquiere la fuerza
cia de pautas, modelos y estilos de inter-
de lo verdadero, de lo irrefutable. Los vín-
pretación, que resisten frente a las
culos, las jerarquías y las prácticas estable-
innovaciones constitucionales o legislativas.
cidas se aprehenden como naturales, como
Cuando las mujeres reclaman por propias del mundo que es, el cual, por su
nuevos derechos o por la superación de si- propia existencia, parecería no admitir
tuaciones intolerables, participan en el pro- cuestionamientos. La “naturalización” del
ceso de ampliación y reformulación de la entorno social y de los “sujetos” que lo ha-
noción de ciudadanía, al tiempo que sus bitan oculta ese proceso de atribución de
identidades individuales y colectivas se sentido, de construcción humana que con-
modifican. figura el mundo tal como aparece ante nues-
tros ojos.
En un proyecto de radicalización de
la democracia, teorías y prácticas son signi- El conjunto de procesos de produc-
ficativas. De ahí la relevancia del aporte de ción, circulación y consumo de significacio-
las teóricas del feminismo y de los filósofos nes en la vida social que llamamos cultura
del derecho, tanto como el de los operado- (García Canclini, N: 1999) define modos
res jurídicos y el de los movimientos de de vida, instituciones y prácticas, además
mujeres, que comparten esta perspectiva. de tradiciones y memoria comunes. Vuelve
significante el mundo social, y aún la natu-
2. La realidad de la vida cotidiana,
raleza, y lo hace de modos diferentes, lo cual
que se presenta como “la realidad” por ex-
distingue una cultura de otra.
celencia, aparece objetivada y organizada
en un orden dentro el cual adquiere senti- Las personas, los lugares y las rela-
do. Esa “realidad” no se cuestiona y se im- ciones sociales relevantes, los ámbitos de
pone por sí misma. Ella integra una visión actuación reconocidos; lo que es y también
del mundo, en la cual se originan pensa- lo que debe ser, resultan de una trama teji-
mientos, creencias y acciones, que deter- da por múltiples – y no siempre coherentes
minan otros pensamientos, otras creencias – asignaciones de sentido, asignaciones que
y otras acciones, todos los cuales adquie- nunca son necesarias ni absolutamente pre-
ren una cierta correspondencia, porque determinadas. Si, apenas por un momento,

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pusiéramos entre paréntesis las cualidades hacer, decir o pensar, y opera, casi imper-
que definen lo que somos y a la sociedad ceptiblemente, “naturalizando ciertos vín-
que nos rodea, emergerían aspectos hasta culos y relaciones”, a través del mecanismo
ahora invisibles, que alterarían nuestra pro- de la legitimación selectiva de unos y no de
pia configuración y la del paisaje social. otros. Define cómo calificamos nuestras
Como dice Mary Dietz, es innegable que conductas y las de los que nos rodean. Y lo
los contextos en los que vivimos nos con- hace sin permitir opciones, sin dar oportu-
dicionan, pero también lo es, que somos los nidad de elegir “unas razones mejores que
creadores de nuestras construcciones polí- otras” para actuar y decidir. Es un discurso
ticas y sociales y que podemos cambiarlas, complejo, opaco, paradojal, enunciado por
si estamos resueltos a hacerlo. (Dietz, actores diversos, cada uno de los cuales
M:1990) agrega, modifica, elimina sentidos.
En forma coincidente con Dietz, Las calidades de mujer y de hom-
Bocchetti advierte acerca de los efectos que bre, están siempre jurídicamente estableci-
los movimientos de mujeres producen en das (lo que, en el marco de una teoría
la percepción social de “lo femenino”, posi- crítica, significa más que normativamente im-
bilitando que su sentido cambiar. “... veni- puestas), porque el derecho instituye, al
mos a afirmar que en lo que en nuestro estar menos en parte, las subjetividades y las iden-
en el mundo parece evidente, en lo que tidades sociales.
suele definirse como nuestra ‘dimensión
El mecanismo de institución subjeti-
natural’, hay sentidos ocultos que se deben
va es infinitamente sutil. Somos mencio-
descubrir” (Bocchetti, A.: 1995).
nados en muy distintos textos, identificados
“Tomar distancia” de las imágenes por medio de rituales, aludidos indirecta-
recibidas, dejar de aceptarlas como “natu- mente, silenciados y desconocidos. Así el
rales” y “necesarias”, importa empezar a discurso jurídico deja su huella en la con-
crear otros sentidos, a delinear nuevos es- formación de la identidad, a través de infi-
pacios y a dibujar figuras diferentes a través nitas interpelaciones que se articulan con
de operaciones simbólicas en las que se in- relativa – sólo relativa – estabilidad.
tegran lenguaje, ritos, mitos,
Las diversas posiciones que a cada
racionalizaciones e imaginerías. Sin embar-
uno corresponde, como las de mujer u hom-
go, habrá que tomar en consideración que
bre, víctima o victimaria, hija o madre, her-
si bien hombres y mujeres son “producidos”
mana, esposa, etc, no suponen un vínculo
por formaciones sociales dadas, los proce-
necesario que las preceda o que las coloque
sos inconscientes vinculados a la diferen-
en una secuencia preestablecida (salvo
cia sexual juegan su papel (Lamas, M.:
cuando el mismo derecho impone cierta
2000).
prelación, como por ejemplo no podemos
El derecho participa en la construc- ser madres legítimas antes de ser esposas,
ción de la realidad. En tanto orden impues- ni suegras antes que madres). Una postura
to, prescribe lo que se debe y no se debe antiesencialista y crítica denuncia la ficción

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que subyace a la repetida fórmula que re- sino que, así como no eran consideradas
coge el art. 30 del Código Civil argentino: agentes sociales y culturales, se las miraba
“persona es todo ente susceptible de adqui- y ellas se reconocían en el papel de “guar-
rir derechos y contraer obligaciones”. La dianas de un mundo que no constituían ni
expresión “ente” parecería indicar que hay modificaban...”. (Collin, F.:1992).
algo anterior y propio del “ser sujeto de de-
3. Negar cualquier forma esencial de
recho” que precede al sujeto construido
lo femenino no conlleva la imposibilidad de
desde los distintos niveles del discurso jurí-
actuar para cambiar lo dado.La constitución
dico.
de una identidad supone un juego con otras
Las identidades individuales y socia- identidades. En ese juego todas ellas se
les, que el discurso del derecho contribuye resignifican. Ninguna esta garantizada en
a definir son operaciones de asignación de lo que “es”, no es permanente ni invaria-
sentido que se producen en el cruce de lo ble. Si aparecen nuevas identidades, las que
jurídico con lo social, lo político, lo cultu- ya están dadas se transforman, aún cuando
ral. Siempre, como dice Mary Dietz, se pien- resistan para preservarse “sin mácula”. Si
sa y se actúa al interior de situaciones algunas desaparecen o son destruidas, la
históricas y sociales determinadas que ha- supervivencia de las demás se ve, cuanto
bilitan la creación de nuevos sentidos, pero menos, amenazada.2
que son, al mismo tiempo, un límite a nues-
tra capacidad creativa. Y que llevan las mar- En el par hombre/mujer, ambos ele-
cas de la contingencia y el azar mentos son condición necesaria de las res-
pectivas identidades masculina y femenina,
Aunque las identidades no tienen y de cómo cada una de ellas quede configu-
consistencia fuera de las construcciones rada. Hombres y mujeres son, recíproca-
históricas en que fueron inventadas, “los mente “el outro” al que se reconoce en su
relatos sobre identidades deberían tomarse diferencia, sin el cual ni “esos” hombres ni
muy en serio porque mucha gente los usa “esas” mujeres existirían, o cuanto menos
para guiar su conducta y hasta morir por no serían lo que son (para bien o para mal).
ellos” (García Canclini, N:1999). Desde
esta perspectiva, la observación de F. Collin Así, sucede, por ejemplo, que las cua-
respecto a que la transmisión a través de lidades que definen a la “mujer honesta” no
las mujeres, y entre mujeres, funcionó du- son ajenas a la relación hombre/mujer acep-
rante mucho tiempo “más en la forma de la tada, legitimada. No están, en realidad, es-
repetición que en la de la innovación...”, critas en la ley, pero es la “honestidad
adquiere una especial significación. No es jurídicamente valorada” la que determina-
que el carácter de las mujeres fuera, natu- rá que una mujer de carne y hueso, como
ralmente, más conservador que innovador, decíamos al comienzo, sea o no alcanzada

2 Ernesto Laclau y Chantal Mouffe proponen un sugerente análisis de la identidad que sigo en este punto y cuyas referencias
bibliográficas incluyo al final de este trabajo.

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por la condena o la protección del Código ‘semejanza de familia’, y su unidad debe


Civil o del Código Penal. El concepto de considerarse el resultado de una fijación
honestidad que el derecho hace suyo, se parcial de identidades mediante la creación
integra con prescripciones normativas, de puntos nodales” (Mouffe, Ch.: 1998).
creencias depositadas en el imaginario so-
Volvamos al par hombre/mujer para
cial, teorías sustentadas por los juristas, in-
agregar algo más. En esta sucesión y/o con-
terpretaciones enunciadas por los jueces,
junción inestable de posiciones la identi-
concepciones ideológicas, conocimientos
dad de la mujer no se modifica sin afectar
científicos propios de una época y de una
su entorno, sin poner en juego la identidad
sociedad.
reconocida a los hombres, lo que prueba que
La instalación de la mujer como su- los vínculos culturalmente establecidos (y
jeto de derecho supone este proceso com- jurídicamente legitimados) entre hombres
plejo de asignación de sentidos a la “ley”. y mujeres, no son estables, se alteran cuan-
Las mujeres son interpeladas por el discur- do aparecen nuevas identidades o cuando
so jurídico, adquieren (una) identidad y son las dadas se componen de manera distinta
sujetos según cómo y con los alcances que como consecuencia de que una articulación
resulten de las múltiples formas en que el (entre otras muchas) se torna dominante.
derecho se dirige a ellas. Esta es una
4. La cuestión de las identidades in-
cuestión decisiva, porque del orden en que
dividuales o colectivas, en el marco teórico
se articulen las diversas interpelaciones de-
que hemos elegido, supone hablar acerca
penderá, en buena medida, lo que “la mu-
de la igualdad y de la diferencia, o mejor, de
jer sea” para sí misma y para los demás. “...
las igualdades y las diferencias en socieda-
cada posición de sujeto se constituye den-
des signadas por la multiculturalidad y la
tro de una estructura discursiva esencial-
fragmentación, y por una creciente
mente inestable, puesto que se somete a una
conflictividad.
variedad de prácticas articulatorias que
constantemente la subvierten y transfor- “El pensamiento occidental, y su pre-
man. ...no hay ninguna posición de sujeto sunto dominio del cuadro en su conjunto,
cuyos vínculos con otras estén asegurados debe enfrentarse con el carácter incomple-
de manera definitiva y, por tanto, no hay to de mundo ‘fragmentado y disperso’... un
identidad social que pueda ser completa y mundo quebrado en complejidades, cuer-
permanentemente adquirida. Esto no sig- pos diferentes, memorias, lenguajes, histo-
nifica, sin embargo, que no podamos rete- rias, diversidades. ...el ‘Otro’ se ha
ner nociones como ‘clase trabajadora’, metamorfoseado, ahora, en cuerpos e his-
‘varones’, ‘mujeres’, ‘negros’ u otros torias concretos, y pone en tela de juicio la
significantes que se refieren a sujetos co- pantalla del pensamiento universal – razón,
lectivos. No obstante, una vez que se ha teoría, Occidente – que históricamente ha
descartado la existencia de una esencia co- enmascarado la presencia de una voz, de
mún, su status debe ser concebido en tér- un sexo, de una sexualidad, una etnicidad
minos de lo que Wittgenstein designa como y una historia singulares y ha otorgado al

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‘Otro’ sólo una presencia a fin de confirmar distintas de los hombres; ni, tampoco, acep-
sus propias premisas (y prejuicios)” tar que lo que las distingue las coloca en un
(Chambers, I: 1995). lugar subordinado o inferior. Tampoco se
trata de proclamar que es lo que las dife-
Abandonar la “singularidad” no es un
rencia, lo que las hace ser “mujeres” (recaí-
simple juego de palabras, es hacerse cargo
da esencialista), porque eso sería tanto
de que la emancipación significó en el pro-
como afirmar que son lo que son, que están
yecto de la modernidad, eliminar las dife-
donde están (o donde deben estar) y que
rencias entonces relevantes y proponer la
toda pretensión de cambio es puramente
concreción de una sociedad reconciliada, a
ilusoria. Se trata, más bien, de sostener la
través de la realización de una pura esencia
diferencia con el otro, asumiendo los ries-
humana. Hoy, en cambio, y como dice
gos inevitables del antagonismo y aún de la
Laclau, la emancipación importa la afirma-
negación, en un intento de inaugurar un
ción simultánea del carácter constitutivo e
espacio en el cual converjan sin imponerse
inerradicable de la diferencia.
nuevas formas de reconocimiento que va-
Es aquí donde identidad y ciudada- yan más allá del “reconocimiento simétrico
nía convergen, porque la ciudadanía impli- de la igualdad formal de la ley” (Mouffe,
ca el debate acerca de la igualdad. La Ch.: 1998).
pregunta pertinente es si puede construirse
un concepto de ciudadanía desde la “dife- Los filósofos del derecho (los filóso-
rencia”, una ciudadanía que incluya la di- fos críticos del derecho) han contribuido, y
versidad sin pretensiones hegemónicas, que aún tienen mucho por agregar a una pro-
pueda percibir, por ejemplo, la puesta de este tipo, porque el discurso jurí-
irreductibilidad de nuestro cuerpo y la re- dico incide fuertemente en la ampliación y
levancia originaria de lo femenino y lo mas- radicalización de un espacio social común
culino. en el que la igualdad implique la posibili-
dad de ser “legítimamente diferentes”. Para
La modernidad es una época signada las mujeres este modo de plantear la rela-
por la idea de igualdad, y en ella los temas ción entre igualdad y diferencia puede te-
de la ciudadanía y los derechos se convier- ner, “...consecuencias muy importantes en
ten en representaciones complejas de nue- lo que se refiere a la manera como formula-
vas formas de sociabilidad en las que mos nuestras luchas políticas. Las pregun-
cambian las formas, la semántica y donde tas centrales vienen a ser: ¿cómo se
los “espacios de la experiencia se transfor- construye la categoría “mujer” como tal
man en horizontes de expectativas” (Res- dentro de diferentes discursos?, ¿cómo se
ta, E.: 1994). En ese horizonte, en el que convierte la diferencia sexual en una dis-
también cuentan las expectativas de las tinción pertinente dentro de las relaciones
mujeres, es preciso asumir las diferencias y sociales?, y ¿cómo se construyen relaciones
preservar la igualdad. Pero, ¿cuál igualdad?. de subordinación a través de tal distinción?
No se trata de que para ser iguales Todo el falso dilema de la igualdad versus
las mujeres deban resignar lo que las hace la diferencia se derrumba desde el momen-

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to en que ya no tenemos una entidad ho- palabras. Dice Simone Weil: “¿Qué es exac-
mogénea “mujer” enfrentado con otra en- tamente lo que perecerá y lo que subsistirá
tidad homogénea “varón”, sino una de la civilización actual? ¿En qué condicio-
multiplicidad de relaciones sociales en las nes, en qué sentido se desarrollará después
cuales la diferencia sexual está construida la historia? Son cuestiones insolubles. Lo
siempre de muy diversos modos, y donde la que sabemos de antemano es que la vida
lucha en contra de la subordinación tiene será menos inhumana, en la medida en que
que plantearse de formas específicas y dife- nuestra capacidad de pensar y de actuar sea
renciales. La pregunta de si las mujeres tie- mayor. La civilización actual de la que, sin
nen que volverse idénticas a los hombres duda, nuestros descendientes recogerán su
para ser reconocidas como iguales, o la de herencia en totalidad, al menos, de sus frag-
si tiene que afirmar su diferencia al precio mentos, contiene, lo sentimos demasiado
de la igualdad, aparece como una pregunta bien, con qué aplastar al hombre, pero con-
tiene, también, por lo menos en germen,
sin sentido, una vez que las identidades
con qué liberarlo” (Weil, Simone : 1996).
esenciales son puestas en duda” (Mouffe,
Ch.:1998).
Bibliografía
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