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Universidad de Baja California

DOCTORADO EN EDUCACIÓN

ARTICULO TEORICO
LA ESTADISTICA APLICADA HERRAMIENTA CLAVE EN LOS PROCESOS
DE FORMACION DOCENTE.

ASIGNATURA
ESTADISTICA APLICADA A LA CIENCIAS

NOMBRE DEL ALUMNO


GEIMAR ALONSO VALENCIA BETANCURT
C.C 1058842188
Magister en educación
Magister en Educación y desarrollo humano.

NOMBRE DEL CATEDRÁTICO


Dr. Mario Alberto González Medina.

Pensilvania, Caldas-Colombia; enero 2021


RESUMEN.

La formación y profesionalización docente es hoy uno de los elementos más


importantes en materia de actualización y modernización del sistema educativo dado la
brecha generacional que existen en diferentes regiones de América latina donde las
condiciones laborales y régimen de contratación estatal ubica los docentes en puntos
distante debido a su nivel de formación alcanzado a largo de su carrera administrativa y
de formación.

La situación actual del mundo demanda fortalecer mucho más estos procesos de
formación y profesionalización a fin de ir articulando un número determinado de
competencias que permitan hacer mucho más dinámico el conocimiento de acuerdo al
avance significativo que ha tenido el desarrollo de la tecnología. Es imperante hablar de
reconocimiento de contexto, actores, actualizaciones pedagógicas, curriculares que
permitan salirle al paso a las exigencias del mundo de la academia, pero también de las
sociedades abiertas, complejas y cambiantes como las actuales donde el desarrollo de
competencias, habilidades y manejo de recursos digitales del aprendizaje pareciera ser
uno de las mayores exigencias y necesidades.

ABSTRACT

PALABRAS CLAVE: Formación docente, actualización, educación de calidad,


políticas educativas, Currículo, profesionalización, competencia.

INTRODUCCIÓN.

La formación y la educación ha sido un asunto postergado que ha generado debate


reflexiones y compromisos frente a la exigencia y cambios de época, actores y
realidades cada vez más complejas, dinámicas y cambiantes. Siendo el proceso
educativo un pilar fundamental para hablar de procesos de calidad, pertinencia y
efectividad que debe dar cuenta del tipo de sujeto que se requiere en el mundo social,
pero también en el mundo de la economía, la tecnología, la ciencia, la cultura entre
otros. Esto convierte al maestro en un verdadero empoderado de estos desafíos, retos y
compromisos que hacen parte de la agenda de desarrollo sostenible 2030 cuya mirada
ambiciosa compromete parte de lo hasta ahora reflexionado.

La formación y profesionalización en la actualidad es mucho más que acreditar un título


de parte de una institución de educación superior sino que esta debe ser complementario
al manejo de competencias propias de un saber especifico y competencias generales en
el proceso de enseñanza y aprendizaje

que el simple hecho de estudiar; y más aún, si nos referimos a la “Formación Docente”,
el término formación implica un sinnúmero de cualidades que tiene inmersas, formación
es sinónimo de dar forma y asociándolo a la educación que en la actualidad exige cada
vez más, seres capaces, aventajados, críticos, sociables, creativos, autónomos, líderes,
entre otras competencias que se deben inculcar y fortalecer desde la escuela, desde los
primeros años de escolaridad; Pero para que esto sea posibles es indispensable contar
con docentes actualizados, que estén al día con las exigencias educativas y más que eso
con las exigencias del nuevo siglo, de la sociedad como tal. En este sentido un estudio
de Bonilla, N, L y otros (2018), basados en registros del MEN en Colombia; sugieren
que de 318.655 docentes vinculados al magisterio “el 91,9% de los docentes tienen un
título profesional (9% son normalistas y técnicos o tecnólogos), el porcentaje de
docentes con posgrado es de 41,1%”

Dejando ver así que un docente que se capacita, que se forma, es un docente
abierto al cambio, innovador, un docente que no tiene miedo a replantear su currículo,
su forma de enseñar, no tiene miedo a auto-evaluarse y re-pensar el acto educativo y de
ser necesario modificar aquellos procesos que de una u otra manera no han sido
productivos dentro del aula escolar. Es un docente crítico y abierto al cambio, dispuesto
a dejarse permear por las nuevas exigencias de la sociedad y los requerimientos del
ministerio de educación Nacional (MEN); es un docente que está en constante cambio
y/o actualización, lo que se verá reflejado en sus prácticas de aula, y por supuesto en su
quehacer docente.

MARCO TEÓRICO O ESTADO DEL ARTE.

En el mismo estudio se muestra que

“en 2017, el 80,7% de los docentes son nombrados en propiedad y 1.5%


aprobó el concurso docente, pero está todavía en periodo de prueba. El restante
17,8% figura en nombramientos provisionales. En la mayor parte de los casos,
los docentes provisionales no han pasado un proceso de selección. Además, es
común que haya demoras en la contratación, lo cual puede afectar el calendario
académico. Estos factores hacen que la provisionalidad de la planta docente
tenga efectos negativos importantes sobre el desempeño de los alumnos (Ayala y
Sánchez, 2017; Saavedra et al., 2018)

Y, es que no se trata solo de la voluntad y la posibilidad que tienen los docentes


para formarse; es necesario que existan garantías, posibilidades y oportunidades para
todos, que se cuente con mecanismos que posibiliten la continuidad en los procesos,
continuidad en cuanto a ingreso y permanencia docente y, por consiguiente procesos de
enseñanza-aprendizaje que pueden redundar en fortalecimiento de la calidad educativa,
el tema de calidad educativa va más allá del tema de capacitación, involucra de manera
más precisa las políticas educativas y las reformas que se necesitan de manera
inmediata, la educación pide a gritos “Reglas, Resoluciones y Procedimientos (RRP);
los RRP son cruciales para las reformas educativas”. Mencionado por Aguerrondo
Inés, (2009). en este sentido, vale la pena traer a colación el estudio realizado por la
Universidad Pedagógica Nacional mediante Contrato celebrado con la
UNESCO/IESALC en el 2004; quienes plantearon que:

“a partir de la promulgación de la Ley General de Educación y asociada


a los procesos de reforma derivados de la Constitución de 1991, el país
comienza a debatir una nueva manera de formar a los docentes. Si bien en
Colombia ha existido una amplia tradición en cuanto a la preocupación de los
maestros por los problemas pedagógicos, la formación de los mismos y más aún,
los procesos de actualización habían caído en lo que se ha llamado “la feria del
crédito”. Esta denominación aludía al hecho de acumular y acumular cursos
para el escalafón docente, sin relación con la formación inicial y más aún, sin
posibilidad de aplicación de los mismos en las prácticas pedagógicas”.

Ya que la formación docente está mancomunada a la emergencia de nuevas


formas de concebir el conocimiento, desde la práctica y el saber pedagógico, desde los
procesos de formación que reciben los formadores de maestros, la incorporación de
nuevas estrategias que apunten al mejoramiento de la calidad educativa, y por supuesto,
la posibilidad de brindar a los maestros las condiciones necesarias tanto
económicamente hablando como estabilidad y medios laborales óptimas; que garanticen
la permanencia docente como mano de obra calificada y cualificada.

La formación del docente se concibe como un reto desde los diferentes


escenarios donde se desarrolla y los distintos agentes que de manera directa e indirecta
intervienen en ella, desde las altas esferas como lo son las políticas educativas hasta las
Instituciones Educativas (IEs) incluidas las diferentes dependencias que allí se
involucran, como lo son directivos, docentes, alumnos, currículo, el contexto y la
comunidad educativa en general; y aquellas experiencias que son fruto de la interacción
continua con diferentes IEs que hayan dejado o no, huella en él como docente, como ser
formador de nuevas generaciones, de nuevos sujetos, de hombres sociables; sujetos en
permanente interacción e incertidumbre, que transforman sus acciones y puestas en
escena en intereses creadores de acciones que desde una racionalidad viabilizan
senderos de humanización, en diversas sociedades, espacios y contextos.
“en el que en la actualidad se desenvuelven las organizaciones, situando al
conocimiento como un recurso clave en la explicación de la competitividad.
Desde el punto de vista no tanto de la acumulación de conocimiento, es decir, su
consideración desde una perspectiva estática, sino la capacidad de las empresas
para renovarlo, crear nuevo conocimiento, expandirlo dentro de la organización
y aplicarlo a sus procesos, y en base a todo ello aprender constantemente
(Nonaka y Takeuchi, 1995, citado por Jerez 2001)”

El planteamiento propuesto invita a reflexionar y repensar sobre el que hacer


del docente; en un docente que no solo estudie por estudiar, o por acumular muchos
títulos; que realmente interiorice un aprendizaje significativo; que, además, lo pueda
llevar a la práctica y multiplicar en sus aulas de clase, que sus estudiantes se vean
beneficiados de dichos procesos de formación como tal, que no lo haga solo por cumplir
con un requerimiento para subir en el escalafón y mejorar sus ingresos. Investigación
que se relaciona con el tema de interés que aquí se propone; ya que se habla de la
manera cómo se fortalecen las prácticas de aula y el saber pedagógico a partir de los
diferentes procesos de formación docente y cómo a partir de ellos se puede llegar a una
verdadera calidad de la educación; pero más allá de los procesos de formación como tal,
es la puesta en escena de los mismos; vemos entonces, como en Colombia

“mientras que casi el 100% de los docentes de secundaria tienen como


mínimo un título profesional (incluidas las carreras pedagógicas), en primaria
esta proporción llega a 83,8%. En el caso de los posgrados, la brecha es menor,
pero se mantiene. El 37,4% de los docentes de primaria tienen posgrado,
comparado con el 42,2% de docentes en secundaria que tienen dicho título”
Bonilla, N, L y otros (2018), basados en registros del MEN en Colombia

La grafica refleja claramente como los docentes se forman y preparan para


recibir la gran responsabilidad que tienen a cargo al hacerse acreedor del título de
maestro, maestro como formador de sociedades, de cultura y de talentos, talentos
competentes en y para la sociedad, sin embargo, también es clara la brecha que existe
entre la profesionalización docente de acuerdo a los diferentes niveles de formación, ya
que se evidencia que los maestros de secundaria están mayor preparados en relación con
los docentes de primaria.

Así mismo, el análisis realizado por Pavié, A. 2011. En la Universidad de los


Lagos, Chile. En torno a Formación docente: acerca de la transformación de los planes
de formación del profesorado, tomando como referencia los siguientes interrogantes:

¿Qué competencias se pretenden desarrollar, según los textos legales y


los currículos oficiales?, ¿qué perfil y exigencias se plantean para el profesional
de la educación? o ¿qué define al profesor como un profesional competente?,
hacia una definición del concepto de competencia profesional docente”;
interrogantes que les permitió dar su propia definición de “competencia
profesional docente como aquel grupo de conocimientos, técnicas de enseñanza
y rasgos personales que, mediante su aplicación y transferencia oportuna, le
permite al profesor mejorar la calidad del aprendizaje de sus alumnos en un
ámbito específico del saber”.

Y, es que no se trata solamente de saber, es saber hacer algo con lo que sabe; la
verdadera razón del maestro debe evidenciar la capacidad para ser competentes;
entendida ésta, como la posibilidad de usar lo que sabe para resolver situaciones
cotidianas en múltiples contextos, es la capacidad para aprender, para compartir, para
llevar a la práctica y poder multiplicar lo que sabe; es poder enfrentar con inteligencia
los diferentes retos del día a día, sin dejarse abrumar porque algo no salió como se había
planeado, es ser capaz de propiciar ambientes que favorezcan y potencien el aprendizaje,
teniendo en cuenta las exigencias del contexto y las necesidades de cada uno de sus
aprendices. Por lo que, en palabras de Escribano H, E. (2018).

“Mejorar la calidad de la educación resulta una meta muy difícil e


igual de costosa, pues exige educadores y educadoras con mejor formación y
remuneración, mejores edificaciones, menos estudiantes por docente, mejor
mobiliario y equipamiento en las escuelas, laboratorios bien dotados para todas
las disciplinas docentes, bibliotecas actualizadas y computadoras con acceso
pleno a internet, repositorios y bases de datos que sean de interés para cada
institución educativa (Schwartzman, 2001).”

Lo que convierte la labor de formar una tarea cada vez más difícil para docentes,
para entes gubernamentales y sobre todo, para IEs encargadas de ofrecer procesos de
formación a maestros; ya no es aceptable que una persona que culmina su primaria se
encargue de la formación de otros, como ocurría en décadas pasadas; ahora todos deben
capacitarse y demostrar sus habilidades a través de concursos docentes que le permitirán
el ingreso a la carrera docente o al magisterio; además de estar obligado a permanecer
en constante proceso de actualización y formación profesional. Es así, como las
normales y otras instituciones encargadas de la formación de formadores se han visto
obligadas a replantear sus planes de estudio y ofertas de capacitación, a ser más
competentes y exigentes al momento de asignar cupos y otorgar títulos de formación; ya
que “La expansión de la educación superior provocó una caída en el estatus del
magisterio normalista y, al mismo tiempo, hizo visible a los estudiantes y a los maestros
ya egresados que sus estudios no eran de nivel superior” Arnaut, A. (2003). Obligando
a las instituciones a modificar sus propuestas y ofrecer una verdadera educación de
calidad.

Sin embargo, no ha sido tarea fácil, se requiere un trabajo arduo con parámetros
claros que establezca criterios y condiciones de exigencia académica y curricular, ya
que “La proliferación de programas de actualización en la última década ha planteado
severas dificultades en su gestión para garantizar su calidad y pertinencia, derivadas
de un marco normativo deficiente que no distribuye con claridad y precisión las
competencias”; además, de evitar caer en el error de que las normales se convirtieran en
“fábricas de desempleados”; que poco o nada apunten a las exigencias de la sociedad y
la era actual. Parafraseando Arnaut, A. (2003).

Morín, 2003, en su obra de Educar para la era planetaria afirma que: “La misión
de la educación para la era planetaria es fortalecer las condiciones de posibilidad de la
emergencia de una sociedad-mundo; compuesta por ciudadanos protagonistas,
conscientes y críticamente comprometidos en la construcción de una civilización
planetaria”; es entonces evidente, que apremia la creación de propuestas
interdisciplinarias que involucren al sujeto educable en los diferentes contextos y, que a
la vez favorezcan un pensamiento en complejidad que posibilite la naturaleza de la
sociedad, como conocimiento de la otredad basada en procesos de socialización e
interacción con el otro, con el entorno y consigo mismo; proceso llamados a promover
y potenciar en las aulas escolares, de la mano de otros dos propósitos que favorecen los
procesos de comunicación e interacción y exploración con el otro y con el medio que lo
rodea, procesos iniciales e indispensables para construir sociedad, que dejen ver el
verdadero valor del docente como pilar formador y transformador de sociedades, que
cuente con las garantías necesarias dentro de su profesión, que le permitan estabilidad y
movilidad, así, el docente también se sentirá motivado y animado a fortalecer su que-
hacer diario y a demostrar sus cualidades de manera competente, apto para
desenvolverse como su labor diaria lo exige.

En este sentido el MEN (2018), plantean algunos de los talantes que


perfeccionan al docente del siglo XXI, entre los que se pueden destacar:
“Participación en redes de aprendizaje, formación continua y
sistematización de sus experiencias, reconoce que su actuar trasciende
los muros de la escuela, muestra iniciativa para explorar, crear,
comunicarse y generar saber pedagógico utilizando las tecnologías, el
docente del siglo XXI es consciente de que la tecnología ha facilitado el
acceso a la información, por lo que sabe que su principal reto es que sus
estudiantes usen e interpreten los diferentes contenidos que encuentran a
la mano”. 

Se hace primordial ofrecer una educación donde el sujeto pueda involucrarse


más enérgicamente en la relación teoría-práctica, donde los saberes, los conocimientos
y la formación recibida en las aulas de clase, sean trasladadas en acciones recíprocas y
efectivas a nivel de escuela, familia y sociedad, no se debe instruir para el instante ni
para un solo escenario, es necesario instruir y formar a un ser para un futuro y para una
sociedad, en la que afrontará cada vez más dificultades en la actuación personal y
profesional como sujeto en formación, para esto se debe propiciar la asimilación e
interiorización de una cognición crítica, es decir, de un conocimiento que con voluntad
y compromiso, que pueda proyectarse y solucionar auténticos dilemas de la
cotidianidad, inquirir toda la información necesaria, analizar con espíritu irrefutable esta
información y de esta manera hallar múltiples posibilidades de salida y de participar
activamente, en la toma de decisiones. En este sentido

“El aula de clase es más que las teorías pedagógicas de referencia. En


ella se vive una realidad inesperada, pues los estudiantes no son máquinas de
las cuales se pudiera deducir un tipo de comportamiento; los saberes escolares
no son láminas de la historia que se multiplican de una época a otra, pues las
instituciones escolares evolucionan, (Zambrano, A, 2006)”.

Obligando a pensar en un sujeto orientador que hile y enlace con otros espacios
formando nódulos en los que de una u otra manera se involucre en la diversidad de
relaciones, de sucesos, de socializaciones y hábitos; cautivando otras visiones,
valorando y reconociendo al otro como un reflejo de sí mismo, y como el inicio para
vislumbrar el mundo no desde el yo, sino como el nosotros, desde la otredad como tal,
base fundamental para la interiorización del saber. Tarea retadora y exigente que deben
afrontar en primera instancia el gobierno desde las reformas a las políticas educativas,
que se orienten en torno al mejoramiento de la calidad de la educación y las
organizaciones escolares que deben estar a la vanguardia de las nuevas exigencias que
en torno a la educación puedan derivarse, como resultado de las reformas que se
propongan e implanten a nivel nacional, además, de brindar a los docentes las
condiciones necesarias en cuanto a estabilidad y movilidad en el escalafón docente,
condiciones óptimas que involucren salarios acordes a las exigencias de la actualidad,
que no se hable solo de exigencia, sino que exista a su vez, las motivaciones pertinentes.
Solo así se hablará de una verdadera calidad educativa, con metas claras, parámetros y
responsabilidades definidos y delimitados para los diferentes actores que en ella
intervienen de manera activa en forma directa e indirecta.

La formación docente traerá consigo la oportunidad de una escuela de calidad,


que cumpla con las necesidades de sus educandos y responda a las exigencias de la
nueva era de la ciencia y la tecnología. En este sentido,

“El Programa Nacional de Educación 2001-2006 (ProNaE) establece


que, la escuela deseable debe reunir los siguientes rasgos: centrar la atención
en los aprendizajes de los alumnos; constituirse como unidad educativa con
metas y propósitos comunes, con estilos de trabajo articulados y congruentes,
así como con reglas claras de relación entre todos los miembros de la
comunidad escolar; cumplir con el calendario y destinar de manera óptima, la
jornada escolar al aprendizaje pedagógico, y disponer y aprovechar
eficientemente los servicios y recursos necesarios para realizar sus
actividades.”, Dirección General de Normatividad (2003).

Llegar a esto, requiere maestros competentes desde su disciplina, empoderados


de su labor como formadores de personas íntegras, con habilidades y capacidades para
enfrentarse a los retos diarios de su quehacer, maestros capaces de resolver problemas
de manera acertada, a través del diálogo y la conciliación, inteligentes al reconstruir el
tejido social con miras a construir una sociedad más justa y equitativa, desde la otredad
y la alteridad basados en relaciones bidireccionales; sin embargo, para que sea posible
se necesita mayor compromiso y exigencia a las escuelas normales y demás
instituciones encargadas de formar maestros, que no se continúen en aquello que
menciona la Dirección General de Normatividad (2003).

“La extensión de los cursos a maestros adolece de lo mismo: poco rigor


en la selección de asesores, ausencia de control de las condiciones de
formación, evaluación trivial o inexistente, poco énfasis en el aprendizaje y
menos en el concepto de que la actualización es un medio para mejorar las
competencias docentes y la tarea de enseñanza”.

Que cuenten con criterios claros de formación, currículos ajustados a las


exigencias y demandas de la sociedad, que se cumpla con la función de formar de
manera comprometida y responsable, garantizando una verdadera actualización y
profesionalización docente, que no otorguen títulos solo para asegurar la matrícula y la
permanencia de los centros, que no se convierta solo en un requisito para escalafonar y
acceder a mejores condiciones laborales en términos económicos. Requiere además,
inversión responsable y vigilada de las organizaciones gubernamentales, apoyo
constante y seguimiento a las organizaciones escolares y sus corresponsabilidades para
mejorar las condiciones laborales y, ambientes de aprendizaje que favorezcan los
procesos de enseñanza-aprendizaje, establecer compromisos y coordinar funciones
desde la dirección de la IEs, líderes empoderados de su labor diaria y conscientes de su
tarea como dirigentes y cabeza visible de escuelas, direccionamiento estratégico de cada
proceso, ambientes retadores, prácticas de aula cautivadoras, evaluación constante de
los avances y logros, el reconocimiento de la loable labor del docente; Sin embargo las
estadísticas siguen mostrando “como de 318.655 docentes vinculados al magisterio,
solo 84,6% de los docentes de primaria están nombrados en propiedad, mientras que
sólo 76,9% de los de secundaria lo están” sin importar su condición y procesos de
formación, además se ofrecen otros tipos de vinculación a la carrera docente con pocas
garantías para los maestros. Bonilla, N, L y otros (2018), basados en registros del MEN
en Colombia

El papel del maestro como formador de sociedades, transformador de entornos


sociales, económicos y políticos, encierra una gran tarea a cargo, una responsabilidad
asociada de manera innata a su profesión. Sin embargo, se hace necesario cerrar brechas
entre la formación ofrecida por docentes de básica primaria, básica secundaria y
estudios universitarios. Esta diferenciación interna permite sostener que es
absolutamente necesario evitar las generalizaciones excesivas cuando hablamos de los
docentes y, más importante aún, cuando se diseñan políticas de formación, de
reclutamiento o de profesionalización. Tedesco, J. (s.f), lo cual, solo de logrará si se
llega a apuntarle de manera responsable y decidida a una verdadera educación de
calidad, con políticas educativas claras y definidas, que incluya, la formación de
maestros formadores de maestros; actores que deben recibir formación didáctica y
disciplinar acordes a su nivel de desempeño, se les debe exigir profesionalización a la
hora de ingresar a la carrera docente, acompañado de un seguimiento y acompañamiento
continuo, y como lo menciona el mismo autor “es importante introducir pruebas de
selección para el ingreso a la docencia basadas en criterios de personalidad que
permitan evitar el acceso “…de personalidades frágiles, deseosos de compensar su
debilidad instaurando su dominio sobre seres más débiles e indefensos”, que se
convierta en una profesión celosa, que no admita a cualquiera, que no escatime en
criterios de selección a la hora de otorgar el título de maestro (a), y sobre todo a la hora
ingresar al sistema docente y compartir la corresponsabilidad de formar personas.

Sin restarle importancia a aquello que menciona Morales, M. (2012).

“Para ser un maestro, no basta con dominar un saber disciplinar, ni


tampoco estar bien adiestrado para su oficio; ni mucho menos, con tener veinte
años en la profesión, dado que la experiencia no puede medirse en tiempo, sino
en significado para sí mismo y para su entorno. Se requiere mucho más que
esto, se necesita saber navegar en un mar de preguntas, de surfear los diferentes
problemas que conducen a una realidad distinta, reflejada en verdaderos
cambios mentales que generen la apropiación del saber”.

Claramente, no solo de se necesita un “saber” referido a conocimientos, se


necesita saber ser, saber hacer en contexto, qué es capaz de hacer con lo que sabe, como
transforma ese saber en habilidades en y para la vida, en competencias cada vez más
fortalecidas, que lo hacen competitivo en una sociedad cada vez más exigente y
retadora; cómo establece relaciones interpersonales con su congénere, consigo mismo y
con su entorno, relaciones basadas en el respeto y la comunicación, comunicación
acertada, transformada en una habilidad social, basada en la auto-regulación y auto-
control socio-emocional.

La carrera docente, tiene que tornarse atractiva y seductora para que jóvenes con
capacidades excepcionales se sientan atraídos por dicha profesión, que deje de ser el
escampadero de muchos profesionales en diferentes áreas del conocimiento que poco o
nada tiene que ver con la docencia, entre ellos se pueden mencionar agrónomos,
ingenieros, técnicos y tecnólogos, quienes han ingresado al ejercicio docente por
coincidencia, por salir de paso, y, que además, nada de pedagogía y didáctica conocen,
no han sido formados como maestros, se han enfrentado a la difícil tarea de educar con
un simple curso de inducción que en la mayoría de casos ha durado solo un par de
meses, desempeñan un ejercicio ajeno a su profesión solo por tener un empleo que de
cierto modo ofrezca condiciones como estabilidad económica y laboral, situaciones que
ha llevado al fracaso escolar; condiciones que se deben replantear si se quiere cambiar el
rumbo de la educación y llegar a una verdadera calidad educativa.

En este sentido se mencionará también que:

“una fuerza laboral docente mejor preparada es un factor importante


en la calidad y eficiencia de la enseñanza, pero hay también consideraciones
organizacionales. Políticas que brindan a los niños más oportunidades de
acceso a la enseñanza, como aulas con mayor número de alumnos o escuelas
donde brindan servicios educativos a alumnos de diferentes grados en forma
simultánea son frecuentes en muchos países” OCDE y Unesco (2001). 

Un docente que tiene a cargo aulas multigrado, difícilmente podrá ofrecer una
educación de calidad, considerando que ha sido la estrategia de enseñanza del área rural
en el caso de Colombia; donde un docente tiene la tarea de ofrecer procesos de
enseñanza en todas las áreas a estudiantes de los diferentes grados, que además, se
atienden en un mismo salón estudiantes desde pre-escolar a grado quinto de básica
primaria, sin contar con las condiciones favorables para tal fin, además, se suma otro
factor como lo es la escases en recursos y apoyo por parte de entes gubernamentales, y
más aún, si se hace referencia a la poca formación en pedagogía que, en muchos casos
prima en éstos centros educativos lo que hace más evidente la brecha existente entre lo
urbano y rural, claramente las estadísticas muestran que

“en la zona rural el 77,6% de los docentes de primaria están nombrados en propiedad,
en contraste con el 90,9% de aquellos nombrados en la zona urbana. La diferencia es
aún más grande en secundaria, en donde del porcentaje de nombrados es del 63,7% en
zonas rurales y de 82,1% en zonas urbanas” Bonilla, N, L y otros (2018), basados en
registros del MEN en Colombia
La falta de estrategias a la hora de integrar la tecnología a la labor docente, y por
qué no, convertirla en un aliado dentro del proceso, la falta de oportunidades y
posibilidades de formación in-situ que brinde a docentes la posibilidad de capacitarse,
de ejercer su carrera con condiciones óptimas, posibilidades de ingreso a la carrera
docente y el apoyo de los entes gubernamentales. La formación de docente, debería
entonces, brindar la oportunidad a los futuros maestros, de enfrentarse a través de la
práctica a la realidad educativa, a las condiciones de la labor docente y a sus múltiples
implicaciones de campo, y, no consentir a los docentes llegar con una venda en sus ojos,
sin conocer el panorama al cual se enfrentarán, así llegarían con herramientas que les
permitirá contra-restar las dificultades de su labor y acordes a las necesidades y
exigencias del contexto; en palabras de Correa M, E. (2011).

“Un programa de formación profesional que se precie de tal debe no


solamente considerar la articulación de los distintos saberes académicos
(disciplinarios, didácticos, pedagógicos, empíricos, etc.) sino también la
organización de los espacios necesarios para la movilización de esos saberes o
recursos, para la manifestación de competencias profesionales.”

Ejercicio que permitiría a jóvenes en formación, hacerse una idea clara y


precisa de la labor que han escogido, y sí realmente es la que quiere desempeñar en su
vida, además de conocer de cerca las exigencias y retos que encierra la carrera docente
como tal, le posibilitará llegar al campo de acción con elementos propios de la labor
docente, con herramientas válidas y acertadas a las exigencias del ejercicio de
formación, al transformar un saber pedagógico y disciplinar en una competencia, en un
saber hacer en contexto, en una oportunidad única para acercarse cada día más a la
realidad de la escuela, a sus interacciones y procesos de socialización, que puedan
percibir la realidad del contexto, del ejercicio que llevarán a cabo a través de la práctica
y la interacción. En palabras de Giner G, A. Iglesias M, M J. Lozano C, I. (2018)

“percepciones que reflejan nuestro alumnado en sus trabajos reflexivos


cuando tratan de enlazar la teoría y la práctica en sus experiencias en las aulas,
ya que hacen emerger tanto sus conocimientos tácitos como sus concepciones
explícitas fruto de su formación inicial en la Educación Superior, ya que
enfatizan la relevancia de las concepciones y creencias de los estudiantes de
magisterio en sus procesos de aprender a enseñar”.

Solo se pueden articular teoría y práctica, a través de la realidad, del ejercicio


docente, de sus implicaciones e interacciones, en su quehacer diario, en su demostrar
competencias en el contexto, en una realidad permeada por la escuela y sus actores, sus
procesos de enseñanza y aprendizaje, que cobran vida y valor al interior de las
instituciones educativas, en el acto mismo de enseñar, de formar, de construir
sociedades, de tejer relaciones consigo mismo, con el otro y con lo otro. Tarea que debe
motivarse desde los centros de formación de maestros, pues un verdadero maestro
además de ser un experto en su materia, debe integrar a su que-hacer diario un
sinnúmero de herramientas didácticas y pedagógicas que le permitirán a sus estudiantes
la interiorización de aprendizajes y el fortalecimiento de habilidades y competencias
propias e indispensables para incursionar de manera activa en una sociedad en constante
cambio, sociedad severa y desafiadora, habilidades que deben potenciar la instituciones
formadoras de maestros para garantizar las condiciones propias de la labor docente,
además, de propiciar escenarios permeados por la innovación, la creatividad, y los
instrumentos necesarias que posibiliten al nuevo maestro desempeñarse eficientemente
en su que-hacer pedagógico, con la responsabilidad de transformar sociedades y
construir conocimientos, a través del dialogo, de las relaciones e interacciones que se
entretejen de manera cotidiana, basadas en el respeto y la otredad.

Para que no existan “escuelas del siglo XIX con maestros del siglo XX y niños y
jóvenes del siglo XXI”, Arnaut, A. (2003). Se debe invertir más en la educación, en lo
que concierne tanto a reformas educativas y curriculares, con criterios y condiciones
claras para las diferentes organizaciones escolares encargadas de la formación de
formadores, como en el favorecimiento de los escenarios necesarios en torno a salarios,
escalafón, movilidad y permanencia docente. Además, de posibilidades y oportunidades
en temas concernientes a garantías frente a ofertas de profesionalización con
oportunidades para el magisterio.

Es necesario formar maestros íntegros, autónomos, capaces de explorar, de


comunicar, de socializar, de interactuar y hacer uso responsable de los elementos que le
proporciona el medio, entendiendo éste como un canal de movilización entre la ciencia,
la tecnología, las culturas y la educación, seres retadores y con convicción que se debe
educar en y para la vida, a partir de la práctica como complemento de la teoría. Solo así
será posible hablar de una educación de calidad, que trascienda fronteras, que vaya más
allá delos muros de la escuela, encaminada a afrontar retos y exigencias de la nueva era,
educación del siglo XXI, con un maestro que se deja permear y continuamente re
direcciona su saber, un docente inquieto y consciente de que:

“El saber pedagógico son los conocimientos, construidos de manera


formal e informal por los docentes; valores, ideologías, actitudes, prácticas; es
decir, creaciones del docente, en un contexto histórico cultural, que son
producto de las interacciones personales e institucionales, que evolucionan, se
reestructuran, se reconocen y permanecen en la vida del docente (Díaz,
2001)”.
Es precisamente, a este “saber pedagógico”, al que deben apuntarle los docentes
de la nueva era; solo así serán capaces de formar seres capacitados y en sintonía con las
demandas de la actualidad, Instituciones y maestros que sean desazonados,
revolucionarios y ortodoxos, que requieran la figura de poderíos restauradores y re-
estructuradores desde las políticas ministeriales; deseando la introducción de nuevas
propósitos donde se invierta capital para optimizar las circunstancias y las condiciones
de educación, estimulando a toda la población al incremento intelectual para sobresalir
de los flagelos que abruman; sin olvidar que los contextos donde se lleva a cabo la
actividad docente, llámese escuela, colegio u universidad; son entes complejos y
sociables, los cuales tienen como objetivo principal transferir y cultivar los valores de la
cultura de la sociedad a través de los procesos de formación que se imparten, además de
originar transformaciones socio-culturales del contexto y se su entorno próximo y
aportar a formación personal y competitiva de sus educandos; pero, para que este
proceso sea exitoso es indispensable pensar en las puestas en escena que se están
orientando. Pensando ésta como

“La actividad diaria que desarrollamos en las aulas, laboratorios u otros


espacios, orientada por un currículo y que tiene como propósito la formación de
nuestros alumnos es la práctica pedagógica. Esta entidad tiene varios
componentes que es necesario examinar: (a) los docentes, (b) el currículo, (c)
los alumnos, y (d) el proceso formativo (Díaz, 2004)”.

Teniendo en cuenta este punto de vista se hace necesario precisar que las
organizaciones no son un punto a parte de los integrantes y que por ende se debe llegar a
un mutuo acuerdo desde quienes dirigen dichas organización hasta los que son participes
diarios y activos de las diferentes actividades que allí se desarrollan; esto con el fin de
obtener un bien común, un libre desarrollo, una construcción de conocimiento, de
crecimiento personal y laboral; que contribuya no solo al bien personal, al de la
institución educativa sino también de toda la comunidad que se encuentra involucrada
en la misma, en un contexto próximo e inmediato, en una familia, en una sociedad;
delimitando con claridad cada uno de las funciones y responsabilidades que
corresponden a cada actor del proceso según su nivel de influencia y corresponsabilidad
en él, con objetivos específicos y tareas diferenciadas.

Lo que indica la necesidad que todos los actores del proceso educativo hablen
el mismo idioma, que estén en sintonía; y, para lograr esto se requiere que el currículo
este ajustado a las necesidades y exigencias del entorno, a las particularidades de su
población, que se elabore de manera conjunta, que en este proceso de construcción se
tenga en cuenta la participación y opinión de los padres de familia, estudiantes y demás
integrantes de la comunidad educativa como tal; que se incluyan procesos formativos
acordes a la actualidad y realidad del entorno, a las particularidades del contexto y las
que exigencias de la nueva era. Lo que reflejará unos propósitos claros, y coherentes;
evidenciados en prácticas de aula acordes a los procesos de enseñanza – aprendizajes
que se impartan y a los niveles de formación de sus docentes. Según Martinez, M. 2017.

“Una formación docente sólida, continua y permanente brinda las herramientas


que se necesitan para intervenir en las problemáticas que surgen en el proceso de
enseñanza-aprendizaje; es un ejercicio que enriquece el discurso pedagógico y concilia
las experiencias con nuevos conceptos y metodologías para el mejoramiento de la
práctica pedagógica. De ahí que todo proceso formativo dirigido a los maestros sea
coherente, dinámico, dialógico, motivante y estructurado, para que no pase
inadvertido, que incentive la pregunta y la construcción de respuestas colectivas.”

Formar docentes que sean realmente demostración de vida, testimonio de


superación y de aspiraciones de modernizar con propuestas en sintonía con las
demandas de la sociedad, forjando conocimiento de introversión - interiorización-
movilización, pedagogos que instruyan sus métodos desde el estudiante, desde su ser,
sus intereses, sus necesidades, desde la auto-reflexión.

En este sentido, se puede concluir que el reto más grande para las IEs, docentes,
directivos docentes, secretarías de educación y entes gubernamentales, es entonces, el
hecho de pensar en la manera de fortalecer las prácticas de aula y saber pedagógico de
los docentes, a partir de los procesos de formación de los cuales hace parte activa a lo
largo de su vida y los diferentes métodos de profesionalización; más aún, cuando el
tema de profesionalización ha ganado mayor interés por parte de los actores educativos
que hacen parte de la carrera docente o que de una u otra manera se encuentran inmersos
en dichos procesos; ya que se ha caído en el gran error, de pensar solamente que el estar
más preparado es automáticamente sinónimo de gozar de más y mejores beneficios
dentro del sistema, además de permitirles estar mejor ubicados y con un mejor salario;
que es sin duda el mayor aliciente para pensar en capacitarse, en prepararse más, en
obtener muchos títulos, en no quedarse solamente con un técnico, pregrado o
especialización, aunque la mayoría de veces estos procesos de formación poco o nada
ofrecen al quehacer docente, como consecuencia de la falta de compromiso frente a su
labor.

El desafío debe enfocarse entonces, en el diseño de políticas educativas bien


estructuradas, con metas claras y acordes a las necesidades educativas, rutas de trabajo
organizadas, sistemas de evaluación definidos, seguimiento constante a las acciones
implementadas, reconocer la importancia del docente, de su quehacer diario, que se
acompañe en ese proceso de formación y profesionalización académica y disciplinar,
que les permita el ser capaz de llevar a la práctica y al aula de clase todos éstos
aprendizajes que se actualizan día a día, para fortalecer el saber pedagógico y poderlo
reflejar en prácticas de aula llamativas, provocadoras, creadoras y seductoras, que logren
enamorar a sus estudiantes, pues son ellos, quienes se deben beneficiar de dichos
procesos de formación y actualización; sin olvidar el contexto, los requerimientos y
exigencias de las políticas educativas, el maestro debe sentir el apoyo y
acompañamiento de las organizaciones gubernamentales en su importante labor, en la
construcción de sociedad, además, de brindar las condiciones necesarias para garantizar
la estabilidad y los escenarios laborales favorables y acordes a su quehacer como
formador de personas, potenciador de habilidades y competencias en niños y jóvenes
forjadores del futuro del país y la nación.

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