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VALORACIÓNMOVILIDAD
VALORACIÓNMOVILIDAD
SISTEMA ESQUELÉTICO
Por ello, en el momento en el que ya hemos adaptado las cifras que consideramos
apropiadas en relación a los promedios que hemos visto y a nuestra propia
experiencia durante los años en los que hemos estado asistiendo a traumáticos,
valorando servicios de rehabilitación, los diferentes ángulos funcionales normales
o anormales que hayan quedado como secuelas, podremos ir planteando
diferentes puntos para poder obtener un mejor resultado; más que mejor, un
resultado orientativo, más justo, de déficit funcional que haya podido ocasionar
aquel traumatismo, tanto a nivel de la parte afectada como de las otras partes
consecuentes o que estén relacionadas con ellas.
Siempre que se pueda, hay que comparar los ángulos simétricos, o sea,
bilaterales. Cuando medimos los ángulos de un brazo, codo, hombro, hay que
compararlos con los del lado sano. En el caso de que hubiese tenido lesiones en
ambos lados, tendremos que relacionarlo con nuestras valoraciones de promedio
que tendremos ya hechas. Así mismo, en caso de tratarse de valoraciones
unilaterales en las que no hay punto de comparación (por ejemplo, la columna
vertebral), tendremos que tener en cuenta los datos que ya tenemos de promedio
y que hemos obtenido dentro de nuestra experiencia y con las otras cifras o
valoraciones que hemos consultado. Ahora bien, es importante que siempre
usemos las mismas valoraciones como referencia.
También es importante que estas valoraciones sean orientativas, nunca
definitivas, ya que dependen, muchas veces, del propio paciente, y otras de las
prisas con las que se quieran hacer, o si no se emplea la misma táctica en la
obtención de unas y de otras. Por ejemplo, medir un ángulo después de tres
ejercicios, y la siguiente vez lo medimos después de quince; o el hecho de que el
paciente lleve esperando media hora o más y entra en la consulta nervioso, por lo
que en el momento de medir esos ángulos nunca van a ser ángulos reales, sino
que están influenciados por estas circunstancias, especiales en cada caso.
Muchas veces, para poder precisarlo mejor, es importante marcar el tanto por
ciento del déficit funcional que puede quedar. Para ello convertiríamos este
número de grados en los grados que le faltan para poder ser normal. Es decir,
hacemos una pequeña resta y decimos: si son 120 y el paciente sólo ha llegado a
80, su déficit será de 40. También es importante, por medio de unas fórmulas
muy sencillas pasar de grados a porcentajes. Podemos emplear una fórmula
conocida en la que el porcentaje sería igual a 100 por la movilidad en grados de la
articulación (los que tenga en el momento en el que se le está explorando),
dividido por el valor medio del límite máximo de la movilidad de esta articulación
en grados. No es difícil, aunque tampoco es fácil, y pondremos algunos ejemplos
después para que nos demos cuenta de ello. Por ejemplo, podemos hablar de la
cadera, del hombro, del codo, o cualquiera de ellas.
Ahora bien, si nosotros queremos calcular el menoscabo con este porcentaje será
muy sencillo. A 100 le restamos el porcentaje hallado anteriormente: 100-66.66=
33.34%. Es decir, en una cadera que tiene una movilidad de 80 y que la movilidad
normal que nos sirve de base es de 120, podemos decir que tiene el 66.66% de
movilidad y esto representa el 33.34% de menoscabo.
Por poner otro ejemplo, y utilizando una articulación bien conocida y que se usa
con cierta frecuencia, la flexión de la rodilla tiene un valor de 135 grados. La
rodilla que nosotros exploramos tiene tan solo una movilidad de 90. Por lo tanto:
100x90:135= 66.66%. El valor obtenido corresponderá al porcentaje del tanto por
ciento que tiene esta rodilla lesionada. Si, a su vez, este porcentaje se lo restamos
a 100, entonces tendremos el valor del tanto por ciento que nos va a quedar de
movimiento (33.34%).
Podemos añadir también, las valoraciones que tenemos según el Real Decreto
1971/1999 del 23 de diciembre de 1999, publicado en el B.O.E. n1 22 del 26 de
enero de 2000, en la que nos da los tantos por ciento de déficit de cada
extremidad, o mejor dicho, de cada articulación y que se traduce en el déficit
funcional total de la persona; lo que nos podrá servir, en algunos casos, para
poderlo emplear sin seguir las valoraciones dadas por el AMA en las que, a veces,
son un poco difíciles de poder precisar y que nos da valoraciones más complejas
que estas que proponemos y que nos pueden ayudar en valoraciones complicadas
en un momento dado.
Las valoraciones obtenidas son aproximadas, pues pueden variar por las
características que presenta el paciente en el momento de la exploración. Se han
tenido en cuenta valoraciones activas, pasivas y contralaterales. Las cifras de
valores normales son las adaptadas por el Centro de Traumatología Teldense;
basadas en el Real Decreto del 23.12.99, las tablas del American Medical
Association y en los libros de valoración y baremación del daño corporal de Blanca
Pérez Pineda (2000), Louis Mélennec (1996), Claudio Hernández Cueto (1995), y
César Borobia (1996).
Cuando el déficit articular sea superior al 50%, el paciente podría ser candidato a
una incapacidad parcial permanente o a una total, (según la labor profesional que
desempeñe). Si el déficit fuera superior al 80%, puede ser candidato a una total
(dependiendo también de la labor profesional que desempeñe).