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Cuento

Por qué tanto ruido


Recuerdo como si fuera ayer que, me encontré con mi vecino del 1501 en el
ascensor y me propuse hablarle, pero preferí dejarlo para otra ocasión, era demasiado
tarde y posiblemente se consideraría como un exabrupto mi controversial petición. Lo
saludé amablemente con una sonrisa, agregando a mi nombre el apellido para que me
diese el suyo también, pero, esto no ocurrió, me hizo una venia como todo gesto de
reciprocidad. Me despedí a la salida del elevador con un mohín parecido al de él y cada
uno se encaminó a la puerta de entrada de su respectivo departamento desde donde nos
dimos una simple mirada de afirmación. Me senté en el sofá a pensar en un plan para
abordarlo con toda seguridad y que no significara ninguna impertinencia de mi parte.
Esta actitud me favorecería ampliamente por mis años, mi viudez, mi política de
mantener una convivencia pacífica, y decidí abordar demostrando mi molestia, que me
afectaba de manera rotunda, de forma similar a la que él provocaba diariamente de lunes
a viernes: que no era otra, que su costumbre de despertarme con música de rock pesado
estridente. Aunque la idea era vaga e incompleta, si bien no olvido, me propuse avanzar
a partir del día siguiente averiguando la información personal del molestoso melómano.
Soportada ya la carga sonora matutina, bajé al estacionamiento, aguardando la
salida del vecino; apareció luego encaminándose al vehículo, aproveché para registrar la
patente y marca. Partió y lo seguí, luego de un recorrido de unos ocho kilómetros, se
colocó en el box de un edificio bancario, que tenía una placa marcada señalando
“primer ejecutivo”, esperé a que se alejara e ingresara, para cerciorar que ese era el
destino al cual se dirigía. Regresé a mis cuatro paredes y ubiqué en los sistemas de
Internet el nombre del propietario del vehículo, me comuniqué con su eventual trabajo y
pregunté por Raimundo Del Piano Penaforte; la operadora quiso comunicarme con su
secretaria, lo cual evité mediante una excusa.
Diariamente en esa época del año salía a pasear por la avenida; y ese día lo hice,
se unía en la caminata una amiga en vida de mi mujer, del 701, esta conocida me había
advertido que no tratara en absoluto de ir más allá con ella, y yo le habría expresado lo
mismo, pero mi prurito de no enemistarme con nadie me lo impedía. Yo pensaba hay
cosas que se les puede permitir a las mujeres decirles a los hombres pero no viceversa.
En esta relación intensamente fría, podíamos sin embargo, abordar cualquier tema, sin
comprometer ni el corazón ni los afectos; entonces, comencé a hablar de las
características que había observado en cada uno de los residentes de la torre y del
personal de administración y servicios. Mi objetivo, era obtener mayor información del
ruidoso vecino. Lo único que conseguí, es que ella lo consideraba un tipo atento,
caballeroso, que al parecer se llevaba bien con todos.
Los 14 primeros pisos, con dos departamentos por piso tenían balcones normales
con vista al oriente. En el 15, el último, menos espaciosos, los rodeaba una amplia
terraza, en U, norte, oriente y sur, separando ambos departamentos con una cerca de
fierro forjado colindante en la cual yo había plantado una enredadera como separación
visual; características que no hacían ninguna barrera sonora. Cambié de estrategia, y me
uní en el ascensor al “ejecutivo bancario” para conocernos y tantear su disponibilidad;
mi sorpresa fue grande cuando lo observé detenidamente, llevaba audífonos en sus
oídos. Para mis adentros me compadecí de él y opté en lo sucesivo, los días laborales,
usar tapones auditivos aunque me causaran fastidio.
Años después de sufrir la tortura matinal, el vecino se mudó, dejando a una
hermana habitando el departamento. Un día cualquiera, me encontré con ella y la
saludé, preguntándole por su hermano y como había llegado a perder la audición. Ella se
sonrío, comentándome que él, por lo general, usaba audífonos inalámbricos como
fanático de la música.
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«Caso Huber
Gas Sarín
Proyecto Andrea
En su segunda confesión ante el fiscal de EE.UU., Eugene Propper, Michael Townley
relató paso a paso la fabricación del gas sarín en un cuartel secreto que la DINA instaló
especialmente en el barrio de Lo Curro, en Santiago. La producción del gas mortífero
fue responsabilidad del químico chileno Eugenio Berríos, conocido bajo el nombre de
guerra de Hermes en la estructura secreta de la DINA y asesinado en Uruguay con
posterioridad.

El coronel Contreras nos ordenó el proyecto químico: encontrar la manera de


producir sarín, un veneno de la familia de los organofosforados, desarrollado
en la Segunda Guerra Mundial y utilizable como arma de defensa nacional o de
eliminación clandestina. Durante todos mis viajes a Europa se seguía
trabajando en este proyecto y yo desde afuera compraba los equipos y materias
primas en Gallemkamp y Co., en Londres; Fisher Scientific en EE.UU.; José
Santos en Nueva Jersey; y PRC, en Orlando, Florida.
Michael Townley

Se piensa que el padre de Townley, ex gerente de la Ford en Chile, fue un


agente de la CIA en los años 60. Era muy amigo de David Atlee Phillips, jefe de
los ex oficiales de inteligencia de la CIA.De acuerdo con el testimonio de
Landau, el padre de Townley importó los productos químicos para el sarín
especialmente los de Galemkamp, en Inglaterra y los enviaba a Chile a través
de pilotos de la línea aérea de Chile, LAN.Cuando en 1977 la Justicia de
EE.UU. logró la pista que llevaba a la DINA en el asesinato de Letelier, la
presión del gobierno de ese país sobre la dictadura de Chile se hizo muy fuerte.
La DINA fue reemplazada por la CNI; Contreras fue sacado de circulación;
Townley, entregado a EE.UU y el sarín, que estaba en unos depósitos en el
barrio de Lo Curro, sacado por un coronel de apellido Huber hacia el Complejo
Químico e Industrial del Ejército. En ese momento, una alerta roja se encendió
en la CIA y el FBI. Al FBI le preocupó -y más aún a la CIA- el destino del sarín
porque constituye una amenaza internacional ya que no se puede eliminar.
¿Quién lo tiene ahora? Esa es la pregunta. Hay rumores de que el régimen de
Pinochet lo vendió a Irak en los años 80, que los israelíes tenían interés en
comprarlo y se preocuparon al menos de saber dónde está. Hoy día sigue
preocupada la CIA en saber dónde está. No deja de ser una coincidencia que
los dos hombres que sabían del sarín, Huber y Berríos, hayan desaparecido o
muerto en extrañas circunstancias.
Saul Landau

El trato de armas y la muerte de Huber


En abril de 1991 llegan a Chile de dos personajes: el ex espía inglés Sydney Edwards y
el nazi croata Vladimir Secen. Ambos jugaban distintos roles para un mismo fin: armar
a los croatas contra los serbios. Secen será vinculado por la prensa argentina con los
servicios de Inteligencia militar en Chile. En los primeros meses de 1992, Monzer Al-
Kassar, que también traficaba armas a Croacia, viajó en dos oportunidades a Chile»…

«Asesinato
Fue asesinado poco tiempo antes de que atestiguara ante el Magistrado Hernán Correa
de la Cerda en el Caso de 1991 por exportación de armamento ilegal a los paramilitares
croatas. El trato involucraba 370 toneladas de armas vendidas por Chile el 7 de
diciembre de 1991, mientras este país estaba bajo embargo de las Naciones Unidas a
causa de la Guerra contra Serbia.11 En enero de 1992, Hernán Correa de la Cerda
ordena a Gerardo Huber comparecer en este caso, pero sería silenciado en precaución a
que complicara a Pinochet en su nuevo caso judicial.2 3 12 sin embargo aunque el
último no era Presidente, permanece como Comandante en Jefe del Ejército. Quince
años de investigaciones han revelado que Pinochet estaba al mando de este tráfico ilegal
de armas, recibiendo dinero a través de compañias offshore y Compañia de fachadas,
incluyendo el Banco Coutts International en Miami13.

La policía chilena al principio declaró que la muerte de Huber era un suicidio, una tesis
que fue más tarde dada en firme. En 1996, la magistrada María Soledad Espina,
responsable de las investigaciones acerca del caso Huber, categóricamente excluyó la
posibilidad de un suicidio.

El caso de la muerte de Huber fue investigado por el ministro de la Corte de


Apelaciones de San Miguel, Claudio Pavez. Debido a los nuevos antecedentes, el
magistrado le tomó declaración a Augusto Pinochet En su testimonio, Pinochet dice
haber tomado conocimiento de la venta realizada a Croacia y confirma la declaración
del capitán Araya en el sentido de que existió una empresa fantasma, Ultracan, creada
en un paraíso fiscal por el ex albacea de Pinochet, Óscar Aitken, para recibir los
pagos»…

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