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UNIVERSIDAD AGRARIA DEL

ECUADOR

REDES

ENLACE DE ÚLTIMA MILLA

ING:
FRANKLIN TOAQUIZA

MARTHA CORDOVA MEDINA

2010
Enlace de última milla
La «última milla» es definida en las telecomunicaciones
como el tramo final de una línea de comunicación, ya sea
telefónica o un cable óptico, que da el servicio al usuario.
Este es quizá el mayor problema al que se enfrenta una
empresa e incluso un país cuando pretende extender los
servicios de este tipo.

Un mapa de las redes de fibra óptica tendidas en el mundo


para las telecomunicaciones a alta velocidad, bien
semejaría una inmensa y a la vez dispar telaraña de cables.

Inmensa, pues se calculan en millones los kilómetros de


cables tendidos, que empatados linealmente alcanzarían
para darle la vuelta al mundo más de una vez. Dispar,
porque si bien el hemisferio occidental, y principalmente los
países del Norte presentan toda una maraña tupida, al sur
esta es mucho menor, e incluso algunas naciones ni
siquiera son tocadas por esta.

Este es el caso de Cuba, enlazada a Internet vía satelital


por obra y gracia de las prohibiciones del irracional bloqueo
norteamericano. Solo ahora la Isla aspira en el futuro
próximo a ver concretada su esperanza de un cable de fibra
óptica en virtud de los acuerdos de la Alternativa
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América.

Pero si complicado es el enlace a alta velocidad entre


naciones e incluso dentro de estas, las conexiones físicas de
las personas a la red de redes enfrentan un desafío mucho
mayor en un sinnúmero de lugares, y especialmente en las
naciones menos desarrolladas en materia de infraestructura
comunicativa. Ese es el problema de la «última milla».
De la fibra al cobre

La «última milla» es definida en materia de


telecomunicaciones como el tramo final de una línea de
comunicación, ya sea telefónica o un cable óptico, que da el
servicio al usuario.

Este es quizá el mayor problema al que se enfrenta una


empresa de telecomunicaciones e incluso un país cuando
pretende extender los servicios de este tipo.

Hoy son muy importantes los avances a nivel de las redes


de comunicaciones, y estas son mucho más consistentes,
tienen alta capacidad de tráfico y un excelente nivel de
confiabilidad, lo cual les permite ofrecer servicios de
transmisión de voz, datos, video y otros.

No obstante, llegar al usuario final es mucho más


complicado.

Si bien se requieren grandes inversiones para concretar los


trazados de fibra óptica que conecten con el exterior, y los
que enlacen internamente los centros de comunicaciones,
en la última milla aparentemente la inversión de un solo
cable es menor, pero en cambio es mucho mayor la
cantidad de lugares a los que se debe llegar y por ende se
multiplica varias veces su costo.

Esto significa que si, por ejemplo, para tender la Red


Nacional de Fibra Óptica en Cuba hubo que perforar cientos
de kilómetros, instalar repetidores, llegar a cada centro de
servicio de ETECSA y demás, tarea que todavía debe
concluirse en algunos tramos, en cambio sería por el
momento casi una quimera llevar la fibra óptica hasta cada
hogar.

A eso hay que sumarle que en muchos países menos


desarrollados en este tema, las redes de
telecomunicaciones se han ido estructurando sobre otras ya
existentes, lo que implica que se produzca un salto en
calidad y velocidad de la conexión cuando se pasa desde un
sistema de transmisión de fibra óptica a uno de cable de
cobre, mucho menos potente.

Incluso en no pocas ocasiones la densidad de este cableado


es tal, que dificulta o impide tender otros nuevos, así como
el equipamiento y accesorios inherentes a ellos.

En algunas naciones como Estados Unidos y algunos países


europeos, el desarrollo de infraestructuras de televisión por
cable ha favorecido que sobre estas se monten los servicios
de transmisión de datos, e incluso ha acelerado la
introducción de la televisión digital.

Sin embargo, el problema no se ha resuelto totalmente en


ningún lugar, dado el alto costo que supone llegar hasta
sitios muy alejados tendiendo postes para llevar los cables
hasta allí.

Tan polémico y crucial es el tema, que en Estados Unidos el


Gobierno creó un programa de implementación de la
Infraestructura Nacional de Información, que involucra por
supuesto a las empresas privadas, en aras de facilitar el
acto de llevar voz, datos, video, información interactiva
avanzada y servicios de entretenimiento a los usuarios.

Esta megarred es también conocida como la Superautopista


de la Información, lo cual no es lo mismo que Internet, que
es solo una parte de ella; y ya se ha ido estructurando poco
a poco, si bien a muchos preocupa su alcance y las
implicaciones de que falle y, por ende, colapsen servicios
vitales que descansan en ella, no solo de comunicación,
sino también los de navegación aérea, ferroviaria y
marítima, de distribución de electricidad, agua o gas, y
muchos otros.

Por tierra o aire


El transporte de la información en la «última milla» es
actualmente una de las áreas donde más dinero se invierte
en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías para
aprovechar al máximo las ventajas y ancho de banda que
ofrecen las grandes redes.

Múltiples son las opciones que se han buscado en aras de


saltar la barrera de la última milla, y aunque varían en sus
formas de operar se pueden circunscribir a dos grandes
campos, los que confían en el «aire» y los que creen que es
más segura la «tierra».

Muchos creen que sería más conveniente utilizar las


transmisiones inalámbricas de voz y datos; mientras otros
consideran que pudieran utilizarse los cables ya existentes
del tendido telefónico e incluso eléctrico.

Un tercer campo aboga por aplicar la mejor tecnología


según las circunstancias específicas de cada lugar, e incluso
por hacer una imbricación de ambas, de ser necesario.

Dentro de las diferentes tendencias existen también


múltiples tecnologías que vale la pena conocer y entender
su forma de funcionamiento.

En el caso de la «tierra», básicamente se trata de quienes


creen que se deben seguir impulsando los nuevos tendidos
de fibra óptica hasta llegar a las casas, oficinas y locales
finales; aunque algunos creen que el «cobre» no tiene por
qué desecharse totalmente, como lo demuestran muchas
instalaciones que hoy funcionan con módems analógicos, si
bien aseguran velocidades no tan altas.

En cualquier caso, lo más extendido en el mundo son los


sistemas híbridos, que llegan con fibra óptica hasta las
inmediaciones del hogar, y de allí mediante cables de cobre
o coaxiales hasta los hogares y puestos de trabajo.
En este último caso se da la paradoja, incluso en Cuba, de
que si bien la conexión llega por cable de cobre hasta el
servidor en muchos lugares, desde allí se ha estructurado
una red de fibra óptica hasta los puestos individuales, lo
que hace que internamente la comunicación sea mucho
más veloz que hacia el exterior.

Estas y otras soluciones, como el uso de las líneas


eléctricas para las telecomunicaciones, no pueden ser
uniformes para todos, pues incluso el tema de la
«velocidad» es muy controvertido, ya que no precisa la
misma ni es recomendable hacer idéntica inversión, por
ejemplo, en un hogar o un centro científico.

El otro gran campo, el del «aire», ya ha explorado con


bastante éxito los sistemas de comunicación satelitales
bidireccionales, que pueden proveer un servicio punto-
multipunto sobre amplias áreas, aunque el coste de los
equipos es bastante alto.

También se ha coqueteado bastante con las comunicaciones


por microonda, que posee suficiente ancho de banda para
permitir voz, video y comunicaciones de datos en ambas
direcciones, y se adapta muy bien a lugares de topología
complicada.

En cambio, las palmas se las han llevado la telefonía y


transmisión de datos inalámbrica, que cada vez confluyen
más, en gran medida por el éxito comunicativo que han
supuesto los celulares y la cada vez mayor cantidad de
servicios que confluyen en ellos.

Hoy funcionan ya con éxito las consultas a Internet a través


del celular, el envío de fotos y videos, e incluso algunas
formas de televisión digital. Caminamos, sin duda, hacia un
mundo «inalámbrico»… pero sin dejar de tener los pies en
la «tierra».

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