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IV TESTAMENTO

Y ahora éste es mi segundo deseo, mi deseo supremo. Ame a Del P. Jorge Longhaye S.J. a su discípulo H. Leoncio de
Jesucristo, H. Leoncio, vaya hasta el último aliento apasionándose Grandmaison, al acabar éste el Juniorado, Septiembre 1890
por su Persona. Estudie, escudriñe, repase, descubra I
incesantemente para usted mismo y para los demás sus riquezas “Querría ante todo repasar con usted y por usted el primer punto
insondables. Contémplelo obstinadamente, hasta sabérselo de de la Contemplación para alcanzar amor. Quería resumir y
memoria; mejor todavía, hasta asimilarse a El, hasta ponderar con mucho afecto todo lo que sé y todo lo que adivino
transformarse en El. Que El sea siempre y por completo el centro de la bondad del amor de Dios para con usted. Nacimiento
de todos sus pensamientos, la clave de sus conocimientos, el cristiano…, circunstancias privilegiadas de familia, y esto, no
término práctico de sus estudios, cualesquiera que sean. Hágale el solamente por la significación de las personas que le tocan más
objeto moralmente único, el argumento supremo, el arma cerca, sino también por el favor singular de haber conocido el
triunfante de su apostolado. Profesor, predicador, escritor, mundo lo suficiente para adquirir esa nota de distinción tan útil al
misionero, ¿qué sé yo?... logre usted, si Dios así lo quiere y sólo apóstol, y no tanto como para contagiarse del espíritu mundano;
para su gloria, un amplio y digno renombre. Pero desconocido o gracias recibidas en la educación posterior, sobre todo la
famoso, ocupado en los ministerios más altos o en los más preservación en medio de ciertas libertades en las lecturas que
humildes, sea por lo menos conocido en su esfera de acción como hubieran podido perjudicar a tantos otros… Vocación, Votos,
el hombre lleno y penetrado de Jesucristo, como el hombre que a Subdiaconado, todo lo que le une a cuanto hay de más hermoso,
propósito —si esto fuera posible— sin propósito, habla siempre de más grande, más santo en la tierra, a N. Señor, en una palabra;
Jesucristo y habla de la abundancia del corazón. destino actual, que le asegura siete años de formación
enteramente religiosa antes de los peligros, no insuperables, pero
¡Feliz y dichoso Leoncio! Sea cual fuere su inevitable lastre de sí muy reales de la vida de acción… No insistiré en las actitudes y
imperfección, de inconsecuencia humana, no sea por lo menos de dones de talento que Dios le ha concedido; los recordaré no
aquellos que dejan abrir un abismo entre su inteligencia y su obstante con sencillez, sin temor de deslumbrarle a usted con
corazón, entre su doctrina y su vida- No sea de aquellos que con- ellas. Demos toda la gloria a Aquél de quien proceden, y
ciben hacia el Maestro una especie de pasión más bien intelectual, agradezcámoselas tanto más, cuanto que se trata de algo serio y
un entusiasmo más bien estético, de aquellos que le aman con la que de ordinario no se ejercita sin algún esfuerzo. En fin,¡de qué
cabeza y la sensibilidad, sin tener el valor de entregarle el fondo no tendríamos que dar gracias! No olvidemos con todo el don
de su alma. Y rogará, ¿verdad que sí rogará, que yo deje por fin de precioso de una idea directriz, de un término concreto al que debe
ser uno de éstos? dirigirse su trabajo. ¿Qué ideal puede ser mejor que el suyo, el de
proyectar luz sobre la persona adorable de Jesucristo?... ¿Eso es
Jesucristo meditado, Jesucristo conocido, Jesucristo amado con ya todo? No. Queda aún todo lo que esto supone, todo lo que yo
pasión siempre creciente y consecuente consigo misma: aquí lo conjeturo o presiento, todo lo que acaso usted mismo ignora y no
tiene todo, Hermano mío, y muy particularmente usted, puesto conocerá hasta el cielo. Reúno mentalmente todo eso. Y formo
que El se digna, llamarle a ello de una manera evidente. Aquí está con ello un ramillete, un hacecillo que estrecharé muchas veces
la dignidad de su vida religiosa, aquí la fuerza, la consolación, la contra mi corazón. En su ausencia será todo junto para mí el
potencia eficaz. Que ésta sea la última palabra de este “fasciculus myrrhae” y el “manipulus” que se lleva “cum
testamento, palabra grave, ardiente y dulce, como la recomenda- exultatione”. Me uniré muchas veces a usted para ofrecérselo a N.
ción suprema de un hombre que estuviera a punto de morir." Señor; me persuado que muy pocos en este mundo gozan tan de
corazón como yo, de todo eso que El le ha concedido.
(Cfr. "Le Pére Léonce de Grandmaison", por el P. Julio Lebreton S.
J. París. Beauchesne. 1932, cap. II, p. 38-43) Usted, querido Hermano, muéstrese agradecido a todo, ya por
anticipado. Mientras yo viva, no dejaré de pedirlo para usted como
una de las cosas que más me interesan y seguirán interesándome, usted que ver y aun que sufrir personalmente, Dios le libre del
después de mi propia salvación. desengaño consentido. Dios obre en usted este milagro: la unión
de la experiencia que conoce “ que hay en el hombre” con el
II fervor activo, que, cuando falta lo ideal, se entrega a lo posible y
Por lo que se refiere a las materias de estudio, ante todo deje no desesperara jamás. Dios
usted obrar a la Compañía; trabaje luego de acuerdo con ella, le conceda la experiencia verdadera, experiencia humilde y
teniendo siempre dirigidos los ojos al objeto supremo, que es caritativa, de la
Jesucristo. Ahí está el todo de todo. Ya usted lo sabía, antes de
habérmelo oído repetir con tanta frecuencia, y esta mi lección que nace la indulgencia, como la flor a su tallo. Fuera, las lamas
favorita cayó en terreno ya sembrado y fecundo. Usted repetirá a son débiles y están en tremendo peligro; pero la gracia es siempre
otros esta lección, pero sobre todo la pondrá en práctica a la letra poderosa, y Jesucristo es siempre Jesucristo. Dentro de la
para provecho propio. Si este testamento tuviera Compañía – y de aquí es de donde podrían venir los desengaños
- que no tiene – fuerza obligatoria, añadiría una cosa, una sola más amargos – los hombres son imperfectos, pero el Instituto es
cosa: Buscar en cualquier objeto de estudio la relación con la perfección misma, y, gracias a Dios, los hombres no han
Jesucristo, el medio más o menos directo, pero siempre existente, renunciado a reformarse conforme al Instituto. La formación de los
de convertir cualquier conocimiento adquirido en algún argumento NN. Se ve dificultada por mil obstáculos que la Providencia – “Oh
a favor de Jesucristo. Todo lo demás es curiosidad más o menos altitudo!” – parece muchas veces multiplicar como por capricho.
vana, porque es algo más o menos incompleto o vacío. Y si Dios le Pero, después de todo, ¿quién recibe mejor formación que
concede a usted todavía cuarenta o cincuenta años de vigor nosotros, en este mundo? ¿Qué, acaso, tan buena? Las obras de
intelectual, siempre será demasiado poco para estudiar a la Compañía son, con respecto al pasado, muy modestas y
Jesucristo mismo y la relación de todas las cosas divinas y limitadas; pero prescindiendo del lustre, que no es sino un medio
humanas con Jesucristo. Juntamente conságrese a la especialidad secundario, ¡Cuánto bien realizado a los ojos de Dios “qui videt in
determinada que la Providencia reserva para su edad madura; ya obscondito” y aun a los ojos del observador verdaderamente
sea predicador, escritor, apologista o cualquier otra cosa, su sobrenatural que no juzgue en absoluto según la fama, sino
potencia misma de especialista quedará centuplicada y su espíritu según Dios! ¡Qué consolación ver que la gracia se digna hacer sus
poseerá la gloria y el gozo de esa síntesis verdaderamente divina, obras con el concurso de instrumentos a veces tan modestos!
para la cual ha sido creado. Pero me detengo bendiciendo a Dios, Todo esto no es optimismo en el sentido exagerado y sistemático
pues pienso que estoy predicando a un convertido. de la palabra; es experiencia verdadera, guiada y sostenida por la
III fe. En una carta reciente me hablaba usted de esos “que tienen
Le reconozco lo bastante hombre y suficientemente maduro para algún resorte”. Usted, Hermano carísimo, tiene ese resorte, y no
darse cuenta y admitir que todas las cosas humanas son dejará jamás que lo compriman excesivamente cualesquiera cosas
imperfectas. Lo da usted por supuesto, y eso es una ventaja, que sobre él pesen.
porque así no le afligirá en demasiado. Ahí tiene usted un
excelente preservativo contra el desengaño, tan de temer para
muchos espíritus jóvenes y caracteres generosos. Desengaño de ¿Por qué? Porque con la ayuda de Dios no perderá nunca de vista
los estudios de la Compañía, de los hombres de la Compañía, de la perfección ideal de Jesucristo. Notará a veces – y no se resigne
las obras de la Compañía; desengaño de nuestro trabajo personal; nunca en este caso, sin una buena defensa – , notará por fuerza
pena de ver a que se reduce muchas veces una vida que se que los hombres son muy incompletos – usted mismo el primero
hubiera querido tan fecunda. Ahí tiene lo bastante para debilitar de todos – y que las cosas son muy imperfectas. Reaccione
de hecho muchas vidas de jesuitas, y también para hacerlas siempre, no obstante, contra esa impresión desalentadora,
dolientes, pero con un dolor sin provecho y sin dignidad. Ah, mirando, a Jesucristo, que es la santidad misma y que a pesar de
Hermano mío Leoncio, cualesquiera que sean las cosas que tenga todo encamina todas las cosas a su mayor gloria. Jesucristo será
para usted la fuente inagotable de consolación y de alegría
espiritual, en medio de tantos espectáculos dolorosos y
desagradables impresiones.

Si hubiera tenido tiempo necesario, y sobre todo cabeza


suficientemente despejada para haber dado a estas páginas una
unidad rigurosa, me atrevo a decir que Jesucristo Nuestro Señor
hubiera sido naturalísimamente como el estribillo de todas estas
observaciones, porque El es la condición indispensable de todos
los bienes le auguro, la clave de todos los problemas morales que
deberá usted resolver para alcanzar dignamente el doble fin de su
vocación. ”

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