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Biografía lectora

2002: verano, Villa Gesell, las primeras vacaciones solas. Yo, culo inquieto, hasta el
momento no me había sentado en un sillón más de una hora si no era para la siesta.
Un día a la tarde, caminando por la 3, pasamos por una librería en la que, suceso mágico, el
libro de Harry Potter y la piedra filosofal estaba en la vidriera. Hacía unos meses yo había
visto la película, por curiosidad, le pedí a mi vieja que me lo comprara.
Fue el primer libro que elegí, que pedí y que hoy, a pesar de los años de teorías literarias,
de reseñas críticas y de mi propio recorrido, ocupa en esta biografía un lugar fundamental,
fue un antes y un después en mi vida de lectora.
2007-2010: primeros años de secundaria ¿para qué mentir? Sólo recuerdo los títulos de los
libros que mis manos y mis ojos no recorrieron. El amor por la literatura era extraescolar.
Agosto de 2010: Crónica que da cuerda al mundo de Haruki Murakami, 963 páginas, un
desafío, el regalo de una amiga. Las venas abiertas de América Latina de Eduardo
Galeano, su lectura completa no era obligatoria según el profesor, lo fue por deseo propio.
2011: quinto año, Literatura Latinoamericana, Sor Juana Inés de la Cruz fue la primera. Ese
año, a diferencia de los otros, sí leí los textos de la escuela. Encontré un disfrute que no
había sentido antes en el aula.
2012 -2016: primeros años en el CBC y luego en el profesorado. La literatura se mezcló en
ese tiempo (y sigue hasta hoy mezclada) con el circo, las series y las películas, los
parciales, las monografías, la tradición y la vanguardia, el logocentrismo.
Mi biblioteca empezó a llenarse de libros, sin embargo, no había entre ellos palabras que
hablaran de mi mundo.
Octubre de 2016: mi primer encuentro de mujeres. #Niunamenos, por infancias libres se
sumó a mi biblioteca.
2017-2018: Desde el feminismo, mis lecturas académicas y las personales cambiaron, hubo
un nuevo quiebre, otro antes y después. Con la nueva mudanza y una biblioteca nueva para
mis libros, dejé el primer estante vacío o casi, lo llené con textos de escritoras mujeres. No
importa el género de la obra, ni la extensión, tampoco su lugar de procedencia. Las puse
ahí, a las pocas que tenía, las agrupé y me prometí llenarla, que un estante dejase de ser
suficiente para ellas. Empezó así, mi vida como lectora feminista.
Empezaron así las búsquedas de nuevas escritoras, las recomendaciones, lecturas de
programas de otras carreras, cada vez más material para acercarme a ellas, para conocer
sus historias, el por qué fueron silenciadas, el por qué si escribir es como respirar se lo
niegan, hoy y ayer. Con algunas me enojé, con otras, para variar, lloré. Cada vez que entro
a una librería, voy directo a buscarlas, a ver a quiénes encuentro, A otras las busco por
MercadoLibre, a otras me las prestan, a otras les saco fotocopia o leo en pdf. Están ahí,
esperando a que lectoras hambrientas vayan a rescatarlas del olvido. O eso siento, cada
vez que leo sus hojas y pienso en por qué no hablamos más de ellas, por qué no
enseñamos con ellas, ¿tanto miedo hay de que una mujer sea mejor que Borges?
Voy a nombrarlas a cada una y a mi texto favorito o quizás el único que haya leído de ellas.
Simone de BBeauvior, La mujer rota.
Liliana Bodoc, Amigos por el viento.
Paula Bombara, El mar y la serpiente.
Elsa Bornemann, Socorro.
Emily Bronte, Cumbres borrascosas.
Virginie Despentes, Vernon Subutex.
Marguerite Duras, El amante.
Sylvia Iparraguirre, La vida invisible.
Lilian Laura Ivachow, Mi madre favorita tiene bíceps.
Paula Jiménez España, Pollera-pantalón, cuentos de género.
Agota Kristof, La analfabeta.
Clarice Lispector, El vía crucis del cuerpo, La hora de la estrella, Agua viva.
Tununa Mercado, Canon de alcoba.
Westonia Murray, Biografía en saquitos de té.
Olga Orozco, Relámpagos de lo invisible.
Cristina Peri Rossi, Habitaciones privadas.
Alejandra Pizarnik, Poesía completa.
Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco.
Samantha Schweblin, Pájaros en la boca.
Mery Shelley, Frankenstein.
Alfonsina Storni, Poesía completa.
Edith Wharton, La edad de la inocencia.
Monique Wittig, El cuerpo lesbiano.
Ema Wolf, Famili..
Virgina Woolf, Orlando, Tres guineas.

Ellas son algunas, clásicas o menos conocidas, mujeres, lesbianas, y más que faltan, que
compiten una carrera contra el tiempo que quiere borrarlas, y que buscan cómplices, otras
mujeres, disidencias, que se animen a levantarlas.

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