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9. ¿No proporcionó Shakespeare, incluso antes de la famosa frase del Paraíso perdido d
e Milton, la fórmula del mal diabólico, en su Tito Andrónico, donde las últimas palabras
de Aarón son: «Si una buena acción en toda mi vida hice / debo arrepentirme desde mi
propia alma»?
10. El ejemplo más famoso es el de Robert Axelrod, en The Evolution of Cooperation
, Nueva York, Basic Books, 1984 (trad.cast.: La evolución de la cooperación, Madrid,
Alianza, 1996).
11. Dupuy se equivoca en su caracterización del psicoanálisis lacaniano como parte d
e la emergente «mecanización de la mente». El psicoanálisis, por el contrario, reintrodu
ce las nociones del mal y de la responsabilidad en nuestro vocabulario ético: «pulsión
de muerte» es el nombre para lo que perturba el mecanismo homeostático de búsqueda ra
cional del placer, la extraña inversión en la que saboteo mis propios intereses. Si
es éste el mal auténtico, entonces no tan sólo las teorías éticas seculares pragmáticas de
oy, sino incluso la «mecanización de la mente» en las ciencias cognitivas deben ser co
ncebidas no como «malignas» en sí mismas, sino como una defensa frente al mal.
12. Lacan, Ecrits, op. cit.
13. Véase Dupuy, op. cit.
14. John Rawls, A Theory of Justice, Cambridge, MA, Harvard University Press, 19
71; edición revisada, 1999 (trad. cast.: Teoría de la justicia, Madrid, Fondo de Cul
tura Económica, 2002).
15. En una versión más suave, la bruja le dice: «Te daré lo que quieras, pero te advier
to, ¡se lo daré por duplicado a tu vecino!». El campesino, con una sonrisa malévola, le
dice: «¡Arráncame un ojo!».
16. Véase Friedrich Hayek, The Road to Serfdom, Chicago, University of Chicago Pre
ss, 1994 (trad. cast.: Camino de servidumbre, Madrid, Alianza, 2006).
17. Véase Alenka ZunpanCic, The Shortest Shadow, Cambridge, MA, MIT Press, 2006.
18. ¿Es posible envidiarse a sí mismo, no sólo a otro sujeto? Acerca de sujetos que, i
ncapaces de prolongar su felicidad o suerte, se sabotean obstinadamente, puede d
ecirse a veces, de un modo freudiano cruel, que su superyó envidia el éxito de su yo
. La fractura entre lo que Lacan llama el «sujeto de lo enunciado» (el modo en que e
l yo, el sujeto hablante, se representa en su discurso) y el «sujeto de la enuncia
ción» (el yo hablante mismo) . es llevada al extremo aquí: el sujetase convierte en su
propio otro, ocupando una posición desde la cual se envidia a sí mismo.
19. Jean-Jacques Rousseau, Oeuvres, vol. 1, Gallimard, 1990.
20. Véase Jean-Pierre Dupuy, Petite Metaphysique des tsunamis, París, Éditions du Seui
l, 2005, pág. 68.