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alguna editorial u otros ajenos.

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staffs tanto de traducción como de corrección, y de revisión y diseño, sea
de vuestro agrado y que impulse a aquellos lectores que están
adentrándose y que ya están dentro del mundo de la lectura. Recuerda
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Índice
Staff
Katiliz94

Katiliz94 Moonsdaughter

Nanami27 BrenMaddox

Angyyy Sandra289

Fedee Black Nessied

Crisserns ZoeAngelikal

Pily

Fedee Black Key

Mariabluesky Pily

Nanami27

Pily

Jane
Sinopsis
Hace diez años, los padres de Lorelei desaparecieron sin dejar
rastro. Criada por sus abuelos y con el apoyo de sus mejores amigos,
Lorelei está finalmente empezando a aceptar el hecho de que sus padres
nunca volverán a casa.

Para Lorelei, la vida continúa.

La escuela preparatoria no es tan dolorosa como piensa que va a


ser, y las cosas son tan normales como pueden ser. Hasta el día en que
el designado de la escuela, Cameron Lusk comienza a seguirla,
apareciendo cuando menos se lo espera, de pie frente a su casa en la
noche oscura, noche tras noche.

Las cosas se complican aún más cuando un nuevo chico, el


atemorizante, fuerte y sexy Jared Kovach, llega a la escuela. Cameron y
Jared instantáneamente se aborrecen mutuamente y Lorelei parece ser
la razón de su animosidad.

¿Qué es lo que sabe Jared acerca de sus padres? ¿Por qué dijo
Cameron a Jared que no puede tener a Lorelei? ¿Y qué es lo que harán
ellos cuando la muerte venga a tocar la puerta de verdad?

Emocionante, atrevida, sexy e inventiva, la primera incursión de


Darynda Jones en el mundo de los adolescentes dejará a los lectores
ansiosos por la próxima entrega.

Darklight #1
Capítulo 1
Traidor
Traducido por katiliz94
Corregido por Fedee Black

La pequeña ciudad de Riley Switch, Nuevo México, tenía solo una


cafetería, por lo que ahí es donde me sentaba con mis dos mejores
amigos, sabiendo más allá de una sombra de duda que solo dos de
nosotros saldríamos de ahí con vida. Sin embargo, yo tendía a exagerar.

La fresca esencia de pino de las montañas colindantes, la cual se


mezclaba con el rico aroma a café, permanecía olvidada. En su lugar
había un tenso silencio. Espesaba el aire a nuestro alrededor.
Emociones disparadas e ira hervida mientras fulminaba con la mirada
al traidor frente a mí, esperando que se encogiese de dolor, acobardado
bajo mi escrutinio. Haría su vida un diablo en vida si era lo último que
hacía. Mayormente porque no me estaba permitido usar la palabra
Infierno, al ser nieta de un pastor y todo eso. De otra forma, Casey Niyol
Blue-Spider, alias Glitch1, sería tostado.

—Lo juro, Lorelei —dijo, explorando al final mientras una


contundente gota de sudor bajaba por su sien—, no lo tomé. —Se movió
con nerviosismo y escaneó el Java Loft, en su mayoría para ver si
alguien estaba prestando atención a las despiadadas actividades
llevándose a cabo bajo sus narices. Ya que éramos los únicos clientes
en el lugar, probablemente no—. E incluso si lo hiciese, y no estoy
diciendo que lo hice —añadió, señalándome con el índice—, ¿a quién
diablos le importa?

Bajé la voz, controlé el tono e infección de cada palabra, cada


silaba, esforzándome por sonar seria. Tomé un mero metro y medio de

1 Problema
espacio de aire vertical, tan seria que no siempre me era fácil de
conseguir. Deslizando una criptica sonrisa, dije:

—Date cuenta de que en el minuto que toque tu mano, sabré la


verdad.

Su mirada se lanzó a la mano que había envuelto en su


capuchino de crema de caramelo de almendras con leche desnatada, y
la apartó de mi alcance. Su mano. No el capuchino de crema de
caramelo de almendras con leche desnatada.

Mi mejor amiga Brooklyn se inclinó hacia mí y susurró:

—¿Sabes que accidentalmente borró diecisiete canciones de tu


playlist de rock clásico, verdad? Y usó tu cepillo de dientes una vez sin
preguntar. —Lo miró, la alegría en sus ojos era innegable—. Digo que
hagamos sufrir al traidor.

La mandíbula de Glitch se tensó, y pude sentir su inevitable


derrota como un perro siente el miedo.

—¿Su-sufrir? —preguntó, indignado—. ¿No es eso un poco


antideportivo?

—No para un par de insensibles damas como nosotras —dijo


Brooklyn.

Me giré hacia ella con una sonrisa.

—Oh, dios mío, me encanta cuando hablas como un detective de


literatura barata.

—Lo sé, ¿verdad? —dijo, su oscura piel y castaños ojos una


imagen de diversión.

Brooke y yo nos conocimos cuando nos derribamos el tercer año.


Al final de mi primera y única pelea gatuna, tuve unos pocos pelos
arrancados, una uña rota, y una nueva mejor amiga. Y prácticamente
éramos gemelas. Si no fuera por el hecho de que ella tenía ese largo pelo
azabache, piel almendrada, y suaves ojos castaños, y yo tenía un rizado
pelo caoba, piel pálida blanquecina, y ojos del bizarro color gris
chimenea. Ni un centímetro más. Ni un centímetro menos. Era
fantasmal.
En coreografiado unísono, nos volvimos a centrar en la babosilla
sentándose frente a nosotras.

—Suéltalo —dijo ella.

—Bien, puff. —Él empujó su capuchino y cruzó los brazos sobre


el pecho, un gesto defensivo que solo añadía gas a mis sospechas—. Lo
admito. Tenía una copia de la prueba con antelación, pero no la robé.

—Sabía que hiciste trampa —extendí el brazo sobre la mesa y lo


golpeé en el brazo. Afortunadamente, Glitch no era mucho más grande
que ninguna de nosotras, por lo que el golpe posiblemente se registró en
algún lugar profundo en las siniestras profundidades de su mente de
chico. O esa era mi esperanza, de cualquier forma—. Te saltaste la
curva, Glitch.

Culpa lo inundó. Podía decirlo por la fina línea de sus labios, la


barbilla hundida por el remordimiento.

—Eres un pito —dijo Brooklyn—. De verdad necesitaba esos


puntos extra.

—¿Y de dónde diablos conseguiste una copia del examen? —tenía


que admitirlo, estaba más que un poco sorprendida. Y un poco celosa.

Él sacudió la cabeza.

—De ninguna forma. No voy a delatar a mi fuente. Y además,


ambas tienen una B. No es como si fallaron esa estupidez.

Brooklyn se inclinó, curvó un puño en su camiseta, y tiró de él


hacia adelante hasta que sus narices estuvieron a pocas pulgadas de
distancia.

—Claramente no entiendes las complejidades innatas y


habituales impulsos ilógicos de una friki A. —Lo dejó ir, disgustada—.
Odio tus agallas.

—No, no lo haces. —Tomó un sorbo de su capuchino,


despreocupado.

Como Brooklyn, Glitch era un confiable chico de dos naciones,


con oscura y cobriza piel por su nativo padre americano y de
avellanados ojos verdes, complementos de su madre irlandesa
americana. Y gracias a un compromiso de los dos, tenía el nombre más
increíble del mundo: Casey Niyol Blue-Spider. La mezcla étnica le daba
una rica y enigmática atracción. Aunque difícilmente lo necesitaba,
mantenía el corto pelo negro en puntas con destellos rubios en un
intento por hacerse ver salvaje e impredecible, lo cual siempre era
bueno para unas risas. Glitch era tan salvaje e impredecible como un
palo de zanahoria. Aunque tenía un temor antinatural por las tortugas
que era interesante.

—Estás intimidado por mi físico varonil.

Brooke bufó.

—Esto viniendo de un chico que apenas es lo bastante alto como


para llegar a la montaña rusa en la feria sin un permiso dado por sus
padres.

La sonrisa de él tomó un brillo malvado.

—Al menos llego, pantalones cortos.

—¿Oh, sí? Bueno, al menos no fui votada como la de mayor


similitud con los elfos empleados de Santa Claus.

—Chicos, chicos —dije, manteniendo las manos en alto por un


alto al fuego—. No nos podemos arrojar bromas de bajos los unos a los
otros cuando todos somos bajos. No es efectivo.

—Eso es verdad —dijo Brooklyn con decepción.

—No, no lo es. Yo soy tres, cuenten, tres —sostuvo en alto tres


dedos para que contásemos— pulgadas más alto que, por así decirlo,
ustedes dos. No puedo creer que esté atreviéndome a ser visto en
público con alguna de ustedes.

—Glitch —dijo Brooklyn, un borde de advertencia en su voz—, te


acuchillaré en la cara si me vuelves a hablar de nuevo.

Él la miró de reojo, completamente impasible, después se giró


hacia mí y preguntó:

—Así que, ¿tu abuela consiguió arrancar el ordenador?

—No. Vas a tener que parar en algún momento y arreglarlo.


—Genial —sonrió con anticipación—. ¿Qué tal para cenar esta
noche?

Sabía que él haría eso. Brooke ya se había auto invitado,


clamando que necesitaba actualizar sus deberes porque el internet en
su casa no funcionaba. Glitch se pasaría, arreglaría el ordenador de mi
abuela en unos diez minutos, y después mis dos mejores amigos
pasarían el resto de la tarde haciéndome compañía.

Era lo mismo cada año. Durante una semana antes hasta una
semana después del aniversario de la desaparición de mis padres,
pasaban casi cada momento de vigilia conmigo, observándome, viendo
por cada necesidad mía. Eran increíbles. No estoy segura de lo que
pensaban que haría si me quedaba sola —nunca había sido
particularmente suicida— pero eran los más queridos amigos que una
chica podía pedir. El aire parecía volverse más seco esta época del año,
abundante y pesado, por lo que tenerlos alrededor ayudaba. Y
totalmente me gustaba ser atendida de pies a cabeza, así que
naturalmente lo extraía todo para que valiese la pena.

La campanilla sonó, anunciando un nuevo cliente antes de que


pudiese responder a Glitch, pero de cualquier forma estaba ocupada
pidiendo a mis dedos apartarse. Había esparramado capuchino moca
sobre ellos —capuchino moca caliente— cuando intenté añadir
salpicaduras de canela antes, y pocas cosas eran más alarmantes que
los dedos pegajosos. Fogatas, tal vez. Y personas que clamaban haber
sido abducidas por alienígenas.

—Tengo que lavarme las manos antes de que nos marchemos.

—Bien. —Brooklyn rebuscó en su mochila y sacó su teléfono para


una rápida revisión mientras yo salía de la cabina, agradecida por la
excusa. Por alguna razón, el hecho de que mis padres se hubiesen ido
exactamente hace casi diez años, como algún tipo de contador de
aniversario, me tenía más melancólica de lo normal—. Mantendré un
ojo en el traidor —continuó Brooke—, hasta que podamos decidir qué
hacer con él.

—¿Necesitas ideas? —preguntó Glitch, volviéndose enérgico—. Sé


muchas cosas que podrían hacerme.

—¿Alguna de ellas implica cuerdas de piano y una hoja de


cuchilla?
Reí para mí misma y me dirigí hacia la parte trasera de nuestro
favorito y muy único garito. Se asentaba a meros bloques de nuestra
alma máter, Riley High, y prácticamente vivíamos esquina a esquina.
Me hundí al pasar el mostrador de tentempiés y en un pasillo muy
oscuro. A juzgar por las cajas alineándose en el estrecho pasaje, estaría
poniendo mi vida en mis manos si me arriesgaba a un paseo por la
pequeña sala de señoritas sin iluminación, así que pasé la mano a lo
largo de una pared con paneles. ¿Dónde estaría si fuese un interruptor?
Justo cuando las puntas de mis dedos encontraron el interruptor, una
silueta salió de las sombras y chocó al pasarme. Me sorprendí con un
jadeo.

—Disculpa —dije, situando una mano en mi corazón.

—Lo siento —El chico pasó levemente antes de continuar su


camino, y en ese instante, vi la creación de la completa perfección: un
brazo largo con sombrías curvas que bajaban entorno a las fluidas
líneas de músculo; un alto y amplio hombro; pelo oscuro que se rizaba
juguetonamente sobre una oreja y conducía a una fuerte y masculina
mandíbula. Algo dentro de mí se sacudió, ansiando una mirada más
cerca de su cara, pero él caminaba demasiado rápido y el pasillo estaba
demasiado oscuro para que pudiese captar algo más.

Después de un par de segundos, me di cuenta de que mi mano


había chocado contra su brazo. Eso fue suficiente para enviar una
visión estrellándose contra mí, como el destello de una bomba nuclear,
brillante e inolvidable. Apisonando mi sorpresa —no había tenido una
visión en un largo tiempo— presioné los temblorosos dedos contra mi
frente para aguardar a la familiar tormenta, para ver que tesoros
llevaría a la orilla como resultado.

Sin embargo las cosas que vi eran irreales, imposibles, y


ciertamente no de este mundo: un terreno desolado yacía ante mí con
abrasadoras nubes y un enturbiante y violáceo cielo. El aire estaba
paralizado y tan imposiblemente abundante, que respirar llevaba
esfuerzo. Entonces escuché el sonido del metal. Giré para ver con
horror como un ser, un chico de no más de dieciséis o diecisiete años,
fiero y de alguna forma no muy humano, luchaba con una oscura y
monstruosa bestia. Los brazos del chico colgaban mientras tendón y
músculo se torcían contra el peso de la espada que él empuñaba. Cortó
una y otra vez, pero el monstruo era rápido, con talones como navajas y
afilados, dientes brillantes, y el chico sabía cómo se sentían esos
dientes cuando se hundían en carne, conocía el cegador dolor que
acompañaba esa derrota. Pero también conocía el poder que él mismo
empuñaba, la cruda fuerza que saturaba cada molécula de su cuerpo.

Otro esfuerzo hercúleo y un embiste en el hombro del monstruo y


continuó a través de su grueso pecho. El monstruo se hundió bajo la
espada del chico con un grito gutural. El chico observó mientras la
bestia se retorcía de dolor, lo veía quedarse quieto mientras la vida se
drenaba de él, y de alguna forma en el fondo de la mente del chico, se
permitió registrar el ardor de sus pulmones mientras se esforzaba por
llenarlos con aire.

Sangre goteaba entre sus dedos, bajaba por la longitud de su


espada, y caía por la polvorienta tierra bajo sus pies. Seguí el rastro de
sangre hasta los tres grandes tajos a través de su pecho. Evidentemente
las garras del monstruo habían encontrado su marca, yaciendo abierta
en la carne de su enemigo. Jadeé y me cubrí la boca con ambas manos
mientras el chico giraba hacia mí, espada preparada. Escudriñando
contra el bajo sol, casi pude distinguir sus rasgos, pero la visión se
evaporó antes de que tuviese la oportunidad. Un latido después, estaba
de regreso en el oscuro pasillo, jadeando por aire, una palma
presionada contra mi sien, la otra contra la pared por equilibrio.

Cerré los ojos, luché con el recuerdo de la visión, el temor que


convocaba el sabor de la bilis en la parte trasera de mi garganta, la
sensación de sangre goteando del brazo del chico.

Incluso desde que podía recordar, tenía una tendencia de ver


destellos al azar de situaciones inconsecuentes en mi cabeza, lo cual,
por definición, podía señalar cualquier número de dolencias
debilitantes. No era psíquica o algo así. No podía conjurar visiones si
quería. Las imágenes parecían cristalizarse en mi mente fuera de
ningún lugar, y la mayoría de veces también inoportunas, brillando
como reflejos fuera en el agua. A veces eran solo destellos sin sentido,
destellos de lo imposible, como una rotura en el cielo vespertino que
permitía a la noche filtrarse por él. Nunca ocurrió algo de eso.

Pero algunas veces las visiones o habían ocurrido u ocurrirían,


como si pudiese ver tanto en el pasado como en el futuro. Como una vez
que accidentalmente vi el pasado después de tocar la mano de mi
abuelo. Él había estado a millas de distancia, y capté un destello de la
primera vez que puso los ojos en la abuela. Ella se había puesto una
hebra de pelo detrás de la oreja mientras entraba a clase con sus
amigas, solo para hacer que el viento la empujase por su cara. Se rió y
lo intentó de nuevo, y sentí el tirón de interés en el abuelo en el minuto
que lo golpeó.

La habilidad se mecía, lo admito. Pero nunca en mi vida había


visto nada con tanto golpe, con tanta textura.

Me apresuré al baño y me arrojé agua fría a la cara. Claramente


ese había sido uno de aquellos destellos sin sentido. Pero parecía tan
real. Podía sentir el peso del aire, la disminución de la energía del chico
mientras luchaba, sus miembros sacudiéndose por el ejercicio y por la
adrenalina mientras surtía por su poderoso cuerpo.

Parpadeé y me forcé a regresar al presente, me forcé a calmarme.


Retrocediendo al pasillo, miré alrededor en busca del chico de cabeza
oscura, en vano. La decepción me inundó. Por una cosa, quería un
vistazo mejor. Por otra, quería un vistazo mejor. Lo primero era por
obvios motivos de chica. Esos brazos. Esa mandíbula. ¿Quién podía
culparme? Lo segundo era por lo que había visto. Sin duda mi visión
era metódica en algunas formas. Abrasadoras nubes en un cielo violeta
no existían. Y afortunadamente, tampoco lo hacía esa bestia.

Debía haber estado en la sala de espera más tiempo del que había
pensado. Brooke y Glitch estaban esperándome fuera. Pero no podía
quitarme esas imágenes de la cabeza. Nunca había visto nada como eso
en mi vida.

Mientras agarraba la mochila con una mano temblorosa, sentí a


alguien observando. Me giré para ver a Cameron Lusk sentándose en
una cabina, su pelo rubio a la altura del hombro visible incluso en las
sombrías esquinas. A pesar de que vivíamos en una pequeña ciudad y
Cameron y yo estábamos en la misma clase de segundo año, no
habíamos hablando en una eternidad. Él era más del tipo solitario,
frunciendo el ceño a cualquiera que intentase comunicarse con él. Pero
aun así, estaba justo ahí. Sería rudo de mi parte no reconocer su hosca
existencia.

—Eh, Cameron —dije mientras tomaba uno de los extremos de mi


mochila y giraba hacia nuestra mesa.

—Tus amigos ya dejaron una propina —dijo la barista desde


detrás del mostrador—. Te veo mañana. —Me sonrió, sabiendo que
estaría de regreso. Si recordaba correctamente, se había graduado hace
un par de años antes y se había marchado a la universidad en
Albuquerque. No debía haber funcionado, ya que ahora era una barista
en una cafetería en una pequeña ciudad. O funcionó perfectamente, y
había ido a la universidad para convertirse en una barista en una
cafetería de una pequeña ciudad. Difícil de imaginar, pero bien.

—Ya te veré —dije antes de mirar a Cameron de nuevo. Él tomaba


todo lo taciturno de forma demasiado seria. La mirada con la que me
había honrado podría haber congelado al mismo demonio—. Te veo
mañana, Cameron.

Levantó un dedo en aceptación. Me sentí extrañamente honrada.

—¿Qué te llevó tanto tiempo? —preguntó Brooklyn mientras


entraba a la tardía tarde de sol. Nuevo México no era nada sino soleado,
incluso donde vivíamos en las Montañas Manzano.

—¿Vieron a ese chico? —pregunté, escaneando la calle.

—¿Cameron? —preguntó Brooklyn. Si la repugnancia no estaba


clara en su tono, el fruncimiento de su nariz lo habría dicho todo.

—No, uno de pelo oscuro, alto y muy, muy musculoso.

Brooklyn saltó con atención y se unió a mí en la búsqueda,


girando en cada forma.

—¿Qué chico? No vi un chico. Especialmente no uno alto, oscuro


y musculoso.

Glitch miró por la ventana de la cafetería.

—Tampoco vi uno. Tal vez lo imaginaste.

—Tuve una visión —dije sin aliento, y dos pares de ojos se


ampliaron hacia mí. Sabía que pasaríamos el resto de la tarde hablando
sobre lo que había visto. Si mi visión era remotamente autentica, algo
muy terrible estaba a punto de ocurrirle a ese chico.
Capítulo 2
Supernova
Traducido SOS por katiliz94
Corregido por Fedee Black

Tres días después, me encontré entre aprietos tanto contra la


melancolía como con la euforia. Pero si hubiese sabido que mi día iba a
apestar como una aspiradora turbo power, totalmente habría fingido
fiebre y permanecido en casa. O varicela. O malaria. En su lugar, había
caminado hacia la escuela como si fuera algún otro día. Como si mi
corazón no estuviera rompiéndose. Como si mi cabeza no estuviera
tambaleándose y mis pies no estuvieran pesados por el repentino y
trágico comienzo de depresión clínica, haciendo de cada respiración una
prueba, cada paso un esfuerzo. Totalmente necesitaba un coche.

Caminé a lo largo de Maint Street, pasando árboles y pequeños


negocios orientados más a turistas que a locales, hasta que mi instituto
apareció a la vista. Riley High era el más último y grande logro de la
Centralita de Educación Riley. Era brillante y nuevo con arcos de piedra
que parecerían más una casa en una revista arquitectónica que una
pequeña ciudad de Nuevo México. Pesadas ventanas de cristal laminado
se alineaban en frente con pilares arqueados en la entrada. Todo estaba
rematado con una cúpula escarlata, como un castillo metido en una
ladera. Varias construcciones rodeaban el colegio, incluyendo el
gimnasio, el agrario y las tiendas de construcción, y la cafetería. Tenía
que admitirlo, cuando comencé aquí mi primer año, el lugar me
intimidaba más que un poco. Pero me adapté con rapidez cuando me di
cuenta cuanto habían crecido los chicos durante el verano. El instituto
era un lugar grande en el que estar.

Vislumbré a Brooklyn en el mar de estudiantes apresurándose a


clase y zigzagueé hacia ella. Abrazando el cuaderno a mi pecho, di giros
esquivando a grupos de luchadores practicando su profesión elegida en
la entrada y apenas escapando con vida cuando un defensa decidió
zambullirse a través de la multitud de cuerpos.
¿Quién sabía que el instituto podría ser tan peligroso?

Brooklyn estaba ocupada marcando la combinación en su


taquilla. Me miró entre giros.

—Oye, tú.

—Oye. —Me recosté contra la pared de taquillas rojo brillante y


pregunté—: ¿Recuerdas qué día es hoy?

Se detuvo a medio giro, su oscuro rostro frunciéndose en una


suave reprimenda.

—Por supuesto que sí. ¿Cómo no podría?

Me encogí de hombros y bajé la mirada. Era extraño. Imaginé que


el décimo aniversario de la desaparición de mis padres sería atroz.
Como si me hubiese roto una pierna o conseguido un auténtico mal
golpe. En su lugar, el dolor en mi pecho era más como un susurro
rebotando en las paredes de una caverna vacía. Acababa de despertar y
se fueron. Como había hecho las otras mañanas durante los últimos
diez años.

Al principio su ausencia había parecido un sueño, pero la


profunda desesperanza en la que mis abuelos cayeron me convenció de
que en verdad se fueron. Y todos me hacían preguntas. ¿Qué ocurrió?
¿Qué estábamos haciendo ahí? ¿Qué vi? Nada, les diría. Una y otra vez,
nada. No entendía porque estaban haciéndome preguntas a las que
posiblemente no podía responder, pero dijeron que había estado con
mis padres cuando desaparecieron. La policía me encontró inconsciente
al lado de nuestro coche en las ruinas del antiguo Pueblo al exterior del
Intercambio de Riley. No recordaba estar ahí. Solo recordaba despertar
en el hospital días después, mi cuerpo tan pesado, que apenas podía
moverme, mis pulmones tan gruesos que apenas podía respirar. Y nadie
tenía ninguna explicación del porqué.

Entonces vino la respuesta. Una y otra vez hasta que mis abuelos,
en su estado de completo dolor, ordenaron a las autoridades a parar y
me llevaron a casa para llorar. Más tarde averigüé que toda la ciudad
había ayudado a buscar a mis padres. Grupos de búsqueda buscaron
durante días, rastrearon por pistas. Incluso el FBI apareció, pero nunca
nada fue encontrado. Ni un solo rastro de evidencia. Tan cliché como
sonaba, literalmente se desvanecieron sin rastro.
El reporte oficial manifestaba que mis padres se habían separado
y perdido en su camino de regreso. Pero nunca habrían hecho eso.
Nunca me habrían dejado. Y aun así, porque no había evidencia de
juego sucio, la investigación duró solo un par de semanas.

Y yo, la única que podía ofrecer alguna explicación, no podía


recordar nada. La culpa de ese echo pesaba en mí más y más cada año,
como una losa dentada en el pecho que creía con cada momento
pasando.

Nunca le había hablado a nadie sobre la culpa excepto a Brooke.

Sus ojos se llenaron con simpatía.

—¿Por qué no te quedaste en casa?

—¿Y revolcarme en una profunda marca de desesperación sola


cuando podía forzarte a regodearte conmigo? No, gracias.

Asintió.

—Ese es un buen punto. Soy muy buena al regodearme.

—Y —dije, retirándome dentro de mí solo un poco—, tengo algo


horrible que confesar.

—¿Sí? —Intriga la hizo ponerse más cerca—. ¿Cómo de horrible?

Abracé mi cuaderno más fuerte y dije:

—Sigo pensando en el chico del Java Loft. Desde hace tres días,
ese chico y esa visión.

Una sonrisa conocedora suavizó su rostro.

—¿Y te sientes culpable?

—Absolutamente. ¿No crees que debería?

—No.

—Quiero decir, aquí estoy, prácticamente huérfana diez años


hasta hoy, y mi mente sigue reproduciendo esa visión una y otra vez en
mi cabeza. Nunca he visto nada así. O sentido nada así, de hecho. Era
tan fiero, tan desesperado, y aun así de alguna forma no muy humana.
—Tomé un profundo respiro y volví a centrarme en Brooke—. Pero
pienso en eso días sí y todos los días.

Puso una mano en mi brazo.

—Lor, estoy segura de que tus padres no te querrían


regodeándote en su nombre.

—Lo sé, pero…

—Sin peros. Ni siquiera yo puedo comenzar a imaginar cómo es


tener tu don, ver las cosas que has visto y sentir las cosas que has
sentido. Entiendo de donde estás viniendo, pero si realmente me
quisieras, describirías a ese chico con mucho más detalle e información
pertinente incluida como medidas de pecho y recuento de glóbulos
blancos.

Sonreí juguetonamente y me incliné más cerca.

—Bueno, hice a mi mano intentar dibujarlo.

Su sonrisa se amplió.

—¿Y?

Después de un rápido escaneo al área para asegurarme de que


nadie estaba mirando, puse el cuaderno adelante para revelar mi última
obra maestra.

Su mirada se posó en la imagen que había dibujado. El chico de


la visión. Inhaló un suave respiro.

—Oh, dios mío.

—Lo sé —Había captado solo una fracción de su rostro durante la


lucha. Ojos oscuros un instante. Una mandíbula fuerte al otro.
Pestañas, abundantes e imposiblemente largas. Así que en realidad no
tenía mucho con lo que seguir, pero dibujé lo que recordaba.

—¿Es el chico de tu visión el mismo que el del pasillo?

—Probablemente —respondí—. Al menos así es como


normalmente funciona. ¿Pero, cómo podía ser eso siquiera posible?

—Golpea la mierda fuera de mí.


—Tal vez mi visión era una metáfora por algo que él tiene que
enfrentar en su vida. Algo horrible.

—¿Cómo los finales?

—Exactamente. Solo que, ya sabes, más amenazadores para la


vida.

Una lenta afirmación confirmó su acuerdo.

—Tal vez. Sé una cosa, es absolutamente guapo. —Niveló una


mirada aprobatoria sobre mí—. Estás volviéndote realmente en esto.
Deberías vender tus pinturas en eBay y pagar por un viaje a los
casinos. Pon esas habilidades en buen uso.

Brooklyn sabía que mis destellos en la Dimensión Desconocida en


realidad no funcionaban de esa forma. No era así de psíquica. Solo veía
cosas con frecuencia cuando tocaba a personas. No había garantías de
que lo que veía en realidad ocurriese, o incluso ocurriría.

—Solo uso mis poderes para el bien —dije, ofreciéndole


fruncimiento de ceño en broma.

Me lanzó una mirada dubitativa.

—¿Qué hay de esa vez en que la criatura de cuyo nombre no


debería ser nombrado en alto chocó su coche con la furgoneta del
director Davis? Viste eso dos días antes de que ocurriese.

—Oh, cierto, vale, la mayor parte del tiempo. Pero esta visión era
diferente. Demasiada emoción. Demasiada confusión.

—Demasiada carne de chico caliente —añadió Brooke.

Estudié la imagen y me di cuenta de que me había centrado un


poco en los músculos del chico, pero eso era mayormente lo que vi.

—Entonces, ¿no viste toda su cara? —preguntó, comentando el


hecho de que solo había dibujado sus oscuros ojos con largas pestañas
y la desnuda astilla de su puchero.

—No —suspiré en frustración—. Capté partes y pedazos. Era


como un rompecabezas que no podía resolver.

—Y no eres muy buena en los rompecabezas.


—Verdad. —Fijé una mirada contrita en ella mientras analizaba el
dibujo—. Siento llamarte tan tarde anoche.

—¿Estás bromeando? Habría estado enfadada si no me hubieras


llamado. Ser acosada apesta —dijo, refiriéndose al hecho de que
durante los últimos tres días, desde que lo había visto en el Java Loft,
Cameron Lusk había estado siguiéndome. Justo de la nada. Por
cualquiera que fuese el incomprensible motivo. Cada vez que giraba una
esquina, cada vez que levantaba la mirada de cualquier cosa que
estuviera haciendo, ahí estaba él. Mirando—. Tal vez lo que viste en tu
visión era una manifestación de tu preocupación por Cameron.

—Tal vez. —No había pensado en ello de esa forma. Era muy
nueva en todo lo de acosar.

Abrió la puerta de su taquilla roja, después se detuvo de nuevo.

—Bueno, vamos a pensar en ello. Tuviste esa visión el mismo día


que Cameron comenzó a seguirte.

Asentí, dejando que mis ojos deambularan hacia la pintura.


Incluso con mi estilo aficionado, el chico aparecía en cada célula de mi
cuerpo, atrayéndome como un imán.

—Y Cameron ha sido tu sombra constante durante tres días,


¿verdad?

Asentí de nuevo, deslizando las huellas sobre el resquicio de mi


boca, apenas visible.

Se encogió de hombros.

—Tiene sentido para mí. Tu subconsciente está llegando a alguien


que te salve. Obviamente tienes genuinos sentimientos de
vulnerabilidad.

—Verdad, pero tuve la visión antes de que viera a Cameron.

—Oh, bueno, eso arroja un cambio en nuestro éxito.

—Sin embargo, no es una mala hipótesis en funcionamiento. Eres


buena al analizar cosas.

—Eso es porque tengo una retención obsesiva de personalidad —


dijo en completa seriedad.
Intenté no reírme de ella mientras miraba a la pared de taquillas
rojas para ver si el acosador estaba cerca.

—Y con respecto a lo último —dijo mientras lo visualizaba—,


necesito preguntarte algo.

—Dispara.

—Vale, estaba preguntándome, si Cameron te rapta, te mata,


entierra tu cuerpo sin vida en una tumba poco profunda en el desierto
donde tus restos permanecen en descomposición durante varias
décadas hasta que son descubiertos accidentalmente por algún chico en
una excursión para reavivar su espíritu en las Misiones de Pueblo
Salinas, ¿puedo tener tu iMac?

La miré boquiabierta.

—De verdad lo has meditado a fondo.

—Me encanta tu iMac.

—A mí también me encanta mi iMac, y no voy a dártelo.

—Pero te estarás descomponiendo —dijo, su voz más aguda de lo


normal.

Luchando contra una burbuja de risa, sacudí la cabeza.

—Tuve que ahorrar todo un año para iPrecious. Se queda


conmigo sin importar en qué estado de descomposición esté.

—Bueno, odio ser la única en decirte esto —dijo, claramente


disfrutando la tarea—, pero ese es un nombre ridículo. —Revolvió por
sus libros—. Quiero decir, ¿iPrecious? ¿En serio? Suenas como la
versión Apple de Gollum.

Sonreí incluso a pesar de las malvadas mariposas que habían


comenzado a bucear bombeando el revestimiento de mi estómago en el
momento que visualicé a Cameron. Ser acosada estaba infligiendo caos
en mis entrañas.

—¿Está aquí? —preguntó ella.

—Está ahí, seguro —dije a través del rechinado de dientes, mi voz


teñida con una combinación de resignación y temor. Cameron
permaneció de pie apoyándose contra la caja de trofeos, ojos azules
helados ardiendo como siempre. Ira irradiaba de él, caliente blanca y
tangible. A pesar de su mirada cristalina y la longitud hasta los
hombros de su pelo rubio, sus rasgos siempre estuvieron oscurecidos
por ella.

—Bueno, mierda. —Brooke cerró la puerta de su taquilla, después


empujó detrás de mí para mirar sobre mi hombro—. Ese chico necesita
un pasatiempo.

—Acosar es su pasatiempo.

—Por lo que es un asesino en serie.

Mi estómago se apretó con fuerza en reflejo. En realidad nunca


había pensado en Cameron como un asesino en serie, pero tampoco
nunca había pensado en él como un acosador.

—¿No se supone que me haces sentir mejor? ¿No es eso para lo


que están los amigos?

—Lorelei, los amigos no permiten que sus amigos sean asesinados


por asesinos en serie. —Detuvo el inventario de sus pertenencias,
maldijo en voz baja, entonces marchó hacia su taquilla y giró la rueda
de combinación de nuevo—. En serio, ¿qué pasa si tus abuelos lo
hubieran visto? Quiero decir, ¿quién hace eso? ¿Quién se queda fuera
de la ventana de alguien toda la noche en la lluvia helada?

Había llamado a Brooke la noche anterior y de nuevo al minuto


que desperté esta mañana. Cameron había estado fuera de mi casa
cuando fui a la cama y todavía estaba ahí cuando desperté esta
mañana, a pesar de que había llovido toda la noche. El Acosador no era
nada más que consagrado.

—No lo entiendo más de lo que tú lo haces. Cameron Lusk no me


ha dicho dos palabras desde que detuvo a Joss Duffy de pegarme los
ojos en la guardería.

—¿Joss Duffy intentó pegarte los parpados en la guardería?

—Solo esa vez. Así que, ¿por qué…?

—¿Con auténtico pegamento?


—Sí.

—¿No llevaría un auténtico largo tiempo para secar?

La había perdido.

—Brooke —dije, situando una mano en su hombro para que me


mirara de nuevo—, por favor intenta centrarte.

Parpadeó fuera de su estupor.

—Lo siento. Solo que en serio parece contraproducente. Súper


pegamento, por otro lado…

—¿Entonces por qué —dije, retomando desde donde lo había


dejado—, después de años de vivir en la misma ciudad, ir a los mismo
colegios, escabullirnos en el mismo autocine, Cameron de repente ha
decidido acosarme?

—Mayormente porque está loco como un Día de Pago. —Agarró el


cuaderno que olvidó, una colorida cosa mate oxidada que hacía juego
con su sudadera.

—Al menos está entregado —ofrecí.

—O necesita estarlo. Lorelei, tenemos que hacer algo. Quiero


decir, sí, hoy estás viva y libre de secuestro. Felicidades. Pero, ¿Quién
sabe de lo que es capaz el chico?

La situación definitivamente apestaba. Brooke ahí no conseguiría


discusión de mí.

—Pensé en hacerle un contrato por su vida.

Cerró de nuevo la taquilla y ofreció una sonrisa dubitativa.

—Esa es una idea genial.

—Sí, pero no sé dónde encontrar ese tipo de contratista.

Su entusiasmo se marchitó.

—Yo tampoco. Pero tenemos que hacer algo. Lo digo en serio,


¿qué pasa si toda la actuación de acosar evoluciona a raptar? ¿O peor?
¿Si quiera ves las noticias?
—Lo sé. —Me giré hacia Cameron, el pequeño acosador—.
Supongo que tendré que hablar con él.

—Bueno, ahora no puedes hacerlo. La campana de retraso va a


sonar en cualquier segundo —me recordó—. Mejor lleguemos a clase.

La clase era lo más alejado de mi mente. Probablemente debería


haber estado agradecida por eso, por primera vez en tres días, el
acosador estaba mirando a algo más que a mí, pero su mirada me había
interesado. Se veía totalmente enfadado. Vale, siempre parecía
totalmente enfadado, pero era la forma en que estaba mirándome, como
una ira rabiosa que yacía detrás de esos hielos azules. Incluso ante su
mayor intimidación, nunca me había mirado de esa manera, gracias a
los cielos. Entonces, ¿qué lo había irritado tanto?

Estiré el cuello y miré por el pasillo. Muchos de los chicos estaban


ya en clase.

—Adelante —dije—. Estaré ahí en un segundo.

—Vas a llegar tarde.

—Estaré ahí —prometí, mirándola. Pero su boca se deslizó en una


mueca dubitativa. Levanté las manos en rendición—. Dos minutos, a lo
mucho. Lo juro.

—Bien, pero no digas que no te lo advertí. —Dio un tirón pícaro a


su pelo mientras se dirigía a clase—. Y ni siquiera pienses que voy a
cubrirte.

No pude evitar más que sonreír mientras me giraba para


averiguar en lo que Cameron estaba gastando tanta energía al fruncir el
ceño.

Entonces lo vi, un chico, apoyándose contra la pared opuesta a


Cameron. Los dos estaban mirándose el uno al otro, miradas
entrelazadas como lobos al borde de la batalla. El chico era alto, tan
alto como Cameron, fuerte, sólido y… quitaba la respiración.

De repente la penetrante mirada del chico se lanzó hacia mí.


Todavía estaba escondiéndome detrás de las taquillas, pero en ese
instante antes de que pudiera escabullirme, sus enfadados ojos se
fijaron en mí.
Nunca había visto ojos tan oscuros, ni una cara tan perfecta.
Mientras presionaba mi espalda contra las taquillas de metal rojas,
cerré los parpados. Una imagen mental de su cara perfecta se
materializó en mi mente.

¿Estaba enfadado conmigo? ¿Había hecho algo para ofenderlo?


¿O solo estaba enfadado con el acosador? Algo teníamos en común. Por
supuesto, yo había estado mirando. Tal vez no le gustaba ser mirado.

—La campana sonó, gente. —El Director Davis salió del frente de
su despacho en su habitual traje marrón y una corbata aún más
marrón a juego con su pelo marrón y su más marrón bigote como un
árbol. Era alto, ancho, y de constitución más como un jugador de futbol
profesional que un director de instituto. Pero podía ver de dónde
vendría la fibra útil. Varios de nuestros estudiantes también tenían una
constitución como un jugador de futbol. Arriesgué otro vistazo mientras
él incitaba a los estudiantes a ir a clase con un gruñido practicado—.
Vamos a clase. Muévanse.

Entonces giró para evaluar a los de mirada fija situándose en sus


bien disciplinados pasillos. Estudió al alto, oscuro, y hermoso durante
un momento, entonces permitió que su mirada se deslizase a Cameron.

—Lusk —dijo con más fuerza—, ve a clase. Ahora.

Cameron dudó, parpadeó, después apartó su atención del chico


para obedecer al señor Davis. Bajó su cabeza rubia, forzando una
sonrisa de burlada sumisión antes de marchase. Cameron era una
extraña adición a nuestra pequeña comunidad. Era nuestro residente
más solitario por toda ley y cuenta, pero nunca carecía de atención
femenina. Si algo, conseguía demasiada, y parecía disgustarle la mayor
parte del tiempo. Lo observé marcharse, preguntándome si de verdad
regresaría a clase.

—¿Dónde conseguiste eso?

El chico se giró hacia el Director.

—¿Señor?

—Tu tatuaje. ¿Dónde lo conseguiste?

—¿Tatuaje? No tengo uno —movió el brazo mientras el señor


Davis daba un paso adelante.
Lo que algunos chicos podían hacer con una camiseta blanca y
unos pantalones azules bordeaba lo inmoral. Se había enrollado las
mangas, lo suficiente para mostrar las fluidas curvas de sus biceps. Se
flexionaron levemente mientras extendía el brazo. Las cejas del director
se juntaron, su expresión batalló.

Miró arriba.

—Podía haber jurado…

—Quiero uno —dijo el chico con un encogimiento de hombros—,


pero mi madre dice que tengo que esperar. —Su voz era profunda y
suave. Se deslizó sobre mí como agua caliente y causó un afilado tirón
en mi vientre.

—Eres nuevo —dijo el director después de sopesarle durante un


largo momento.

—Sí, señor.

—¿Y tu nombre es?

El chico se detuvo, dudó. Su oscura mirada se deslizó hacia mí.


No salté de un brinco esta vez, porque rápidamente me pasó para
aterrizar en algo más allá de mí.

—Jared —dijo, volviendo su atención al director.

Jared. Me gustaba. A pesar de que Supernova habría sido más


adecuado.

—¿Jared? —preguntó el director, presionando por un apellido.

Con una batido casi imperceptible de pestañas, Jared escaneó


más allá de mí.

—Kovach, señor. Jared Kovach.

El director vaciló. Miró en mi dirección pero pareció


despreocupado con el hecho de que aún no hubiese ido a clase.
Extraño. El señor Davis vivía para mover en manada a sus rezagados en
sus respectivas células.

—Bueno, señor Kovack, soy el Director Davis —ofreció su mano.


Jared dudó, después dio un agarre firme. A pesar de que el señor Davis
era alto, Jared parecía sobrepasarlo. El director tenía que ladear la
cabeza hacia atrás para mirarlo—. ¿Ha completado el paquete de
registro?

—Sí, señor. ¿Le importaría ahora?

—Por favor.

Una mochila se deslizó del hombro derecho de Jared. No podía


recordar ver una mochila antes de ese momento. Al parecer, había
estado cegada por los músculos y exquisitamente servidos pantalones.
Después de que Jared sacó el paquete, el señor Davis sacó unas hojas y
las hojeó.

—Mis padres no podían estar aquí hoy. Espero que eso esté bien.

—No debería ser un problema. ¿Los Ángeles, eh?

Los Ángeles. Genial.

—Sí, señor.

—Bueno, espero que la vida de la pequeña ciudad no te


decepcione.

—Me gustan las ciudades pequeñas.

Hay un Dios.

—Bien —dijo el director—. Tengamos esperanza en las pequeñas


ciudades al igual que tú.

Jared arrugó la frente, su cabeza ladeándose levemente.

—Esperemos —estuvo de acuerdo.

—¿Ves esa puerta de ahí? —El señor Davis señaló más allá de mí
a la puerta del conserje a través del pasillo.

Jared asintió.

—¿Por qué no llevas estos papeles a la señorita Geary? Ella te


ayudará con tu horario de clases, mientras conseguimos que tu
información entre en el sistema.
—Gracias —dijo Jared, aceptando el paquete de papeles, después
lanzando la mochila sobre su hombro.

Cuando caminó hacia la oficina de la señora Geary, pensé que


mis rodillas cederían debajo de mí. Cada movimiento que daba era
poderoso, lleno de fuerza y peligrosa gracia.

El señor Davis lo llamó.

—¿No tendrás parientes por estos lugares, verdad?

Se detuvo y giró.

—No, señor.

Con un asentimiento no convencido, el señor Davis lo despidió de


nuevo.

Y Jared comenzó a ir a la oficina de la consejera. Hacia mí de


nuevo.

En un acto de desesperación, brinqué hacia atrás e intenté que


mi maldición se volviese desapercibida. Pero mientras se acercaba,
disminuyó su zancada y envió un susurro de mirada sobre su hombro.
Entonces sonrió. La más fina sonrisa levantó los resquicios de su boca.
¿Me vio? Estaba segura que lo de la esquina funcionaría a la perfección.

Sin dudar se metió en la oficina de la consejera y salí de mi


escondite. Ahí es cuando noté el poster al lado de la puerta del Señor
Geary.

Una fotografía de Jaredan Scott, un jugador de futbol de Riley


High, cernida debajo de un glotón gruñendo. Su nombre destacaba en
fuentes 3D rojas y negras como el jugador más valioso. La parte que
encontré más interesante eran las letras J-A-R-E-D. Y el hecho de que
Jaredan Scott había sido patrocinado por Kovach Plumbing y Supplies,
como establecía el final del poster.

Jared Kovack. ¿Ahora, que era extraño en eso? Dos preguntas


más me saltaron a la mente de inmediato. Primero, ¿por qué mentiría
sobre su nombre? Y segundo, ¿cómo podría leer la fina impresión de ese
poster desde tan lejos?
Escaneé la distancia para ver si el señor Davis todavía estaba de
pie observando. En su lugar, encontré a Cameron Lusk. No había ido a
clase. Podía verlo a través de las ventanas laminadas de cristal que se
alineaban en el frente de Riley High. Estaba apoyándose contra el
edificio, mirando directamente hacia mí, una expresión extraña que no
podía descifrar ensombreciendo su cara.

Ofrecí mi propia mirada, completamente perpleja. El chico nunca


había mostrado el más leve interés en mí. Entonces, de la nada, no
podía girarme sin encontrarlo esperándome, observando, como si
mentalmente estuviese calculando cuanto tiempo llevaría estrangular la
vida fuera de mi cuerpo. Un temblor frío recorrió mi espalda con la idea.

Y peor, no sabía que pensar de ello. No quería alarmar a mis


abuelos. Tenían suficiente para preocuparse. El aniversario de la
muerte de mis padres siempre los ponía en un estado extraño, al igual
que a mí. No quería llamar a la policía. Naturalmente, ellos tendrían
que contárselo a mis abuelos. Y no era ni de cerca lo bastante estúpida
para fingir que podía atraparle. Los chicos, sin importar cuan
desgarbados, generalmente eran fuertes.

—Soy más fuerte.

Salté ante el sonido de una voz masculina detrás de mí y giré para


golpearme de cara a una pared de ladrillo. El cuaderno voló de mis
manos, lanzando una más densa cinta de notas de la exhibición de
ciencia en el aire. Flotaron para aterrizar en un murmurante caos en el
suelo.

Por un segundo permanecí ahí con sorpresa hasta que la


humillación tomó agarre y surgió a través de mí con fiera venganza.
Podía sentir mis mejillas calentándose mientras miraba arriba. Y arriba.
A los ojos de la pared ofendida.

Me quedé inmóvil.

Era el chico nuevo. Y sus ojos eran increíbles. Oscuros, firmes,


penetrantes.

¿Penetrantes?

—¿Estás bien? —preguntó.


¿De dónde había venido lo penetrante? Sentí mis mejillas volverse
más calientes.

—Por supuesto —dije, bajando la mirada para ocultar mi cara y


mi golpeado orgullo. Puse un rizo detrás de una oreja y me agaché para
recoger mis notas.

Supernova se arrodilló a mi lado.

—No necesitas hacer eso —dije, incluso más avergonzada


mientras alzaba mis desordenadas notas antes de que pudiese cogerlas.
Sinceramente, ¿por qué no podía al menos intentar escribir con
esmero?

—No me importa —dijo, levantando el dibujo que había hecho


esta mañana.

Lo arranqué de su mano antes de que él pudiese conseguir un


buen vistazo.

Me miró pero no con la sorpresa con la que lo habría hecho. Más


como curiosidad. Su oscura mirada era sorprendentemente intensa. El
contraste de ojos color melaza y el pelo hacían a su perfecta piel parecer
casi traslucida. El efecto era evocador.

Forcé a mis pensamientos a volver al presente.

—Soy Lorelei —me las arreglé al final.

Dudó como hizo con el señor Davis. Después de un rápido vistazo


sobre su hombro, se puso de pie y ofreció su mano.

—Soy Jared.

Casi miré el poster de nuevo. En su lugar, cerré los ojos mientras


un lento inicio crepitaba por mí. Reconocí su cara. La había dibujado
cada mañana. Había estado morando en ella durante tres días. Era él.
El chico. Única pieza para que el rompecabezas estuviese completo, y la
que era un rompecabezas.

Después de una eternidad, me di cuenta de cómo de ruda estaba


siendo y con prisa puse mi mano en la suya para un saludo. El contacto
me electrificó. En un minuto estaba arrodillándome en el suelo; al
siguiente estaba de pie frente a él, como si nos hubiésemos deslizando
hacia adelante en el tiempo.

Cuando sentí mis pies en el sólido suelo de nuevo, sonreí y aparté


la mano.

—Gracias.

Me observó durante un largo momento, sus cejas frunciéndose;


entonces parpadeó como si volviera a sus sentidos y me tendió la pila de
notas.

—Deberías ser más cuidadosa.

Su profunda voz, aterciopelada y rica como el chocolate caliente,


estiró mis interiores, los calentó. Llevó un gran esfuerzo de
concentración centrarme en algo más que la visceral reacción que cada
pulgada de mi cuerpo estaba teniendo como resultado de su cercanía.
Al final, tras un par de falsos comienzos, dije:

—Mi abuela me dice lo mismo.

Una media sonrisa que no le llegaba a los ojos se elevó en su


increíble boca. Parece que no podía apartar la mirada. Sus pestañas
bajaron para abanicar sus mejillas como para vencer una sacudida
repentina de timidez. Eran largas y gruesas, al igual que en mi visión, y
hacían a sus ojos brillar. Sentí ese fuerte tirón en mi interior una vez
más mientras reconocía cada curva de su cara, cada contorno. Mi visión
en realidad se había manifestado bien ante mis propios ojos.

Luché por mantenerme centrada.

—Así que, ¿eres nuevo? —pregunté, fingiendo que no acababa de


escuchar toda su conversación con el señor Davis.

—Sí. —Su mirada serpenteó hacia arriba. Se detuvo un momento


en mi boca, el tiempo suficiente para hacer que mi corazón perdiera el
ritmo, antes de taladrar la mía de nuevo.

—Bueno, entonces, bienvenido a Riley High —dije un poco sin


aliento.

Continuó el estudiarme y estaba comenzando a preguntarme si


tenía algo en la cara. ¿Por qué alguien tan guapo pasaría tanto tiempo
mirándome? Mis pensamientos saltaron a la visión, reemplazados en mi
mente. El chico. El monstruo. La espada. Y la sangre encharcando los
valles de sus músculos, cayendo por su brazo. Mi atención se movió a
su pecho, preguntándome ¿si se quitara la camiseta en ese momento y
ahí, tendría tres cortes en el torso?

Con un suspiro airado, volví a mis sentidos. Por supuesto que no.
Lo que vi no era real. Nunca podría ser real.

—Oh, dios —escuché desde el pasillo—. ¿Te enamoraste de


nuevo, Lor?

Tacones hicieron eco por las paredes mientras la estructura de


cuyo nombre no debería ser nombrado en alto decidió provocarme. De
nuevo. Miré alrededor de la esquina para ver a Tabitha Sind
dirigiéndose a nuestra dirección con largas y perfectas piernas, perfecto
pelo rubio, y una cara perfecta para respaldar su actitud. Solo tenía a
Brooklyn y Glitch para respaldar la mía, pero eso estaba bien. En
realidad no tenía mucho de actitud de cualquier forma. Excepto cuando
mi abuela decía—: No adoptes esa postura conmigo —Entonces imagino
que tenía una. Pero ya que nadie podía hacerme sentir más malamente
equipada para ser humana que Tabi, decidí acceder a mi habitual
mecanismo de copiado y evitarla a toda coste.

—Mejor que vayas a clase —dije, alejándome de lo más hermoso


en lo que nunca había posado los ojos, pero Tabitha rodeó la esquina
antes de que pudiese hacer mi escape. En un latido estaba cara a cara
con mi archienemiga, y tenía que preguntarme si era solo yo o si su
cabeza de verdad era demasiado grande para su cuerpo.

—¿Has considerado terapia psíquica? —preguntó, su voz dulce


almíbar—. Lo hace mucho, ya sab…

Tabitha paró de reprenderme a medias mientras sus buitreros


ojos se fijaban en Jared, y no pude evitar la fiera reacción que se puso
en mis terminaciones nerviosas. Solo podía anotar esto para un
encuentro más en el que añadiría ulceras debilitantes que algún día
usaría como un resultado de la existencia de Tabitha.

—Ho-hola —dijo, extendiendo la mano hacia Jared—. Debes ser


nuevo aquí.

—Sí. —Su mano prácticamente engulló la de ella, pero con mucha


rapidez intentó recuperarla. Al parecer, rogar que su mano saliese del
agarre de la de Tabitha era más fácil de decir que hacer. Cuando él se
apartó, ella se acercó. De una forma más cercana que era aceptable en
los acuerdos de un colegio público. ¿Algún PDA2?

—Soy Tabitha —dijo, haciendo que la corta frase sonase más


como una invitación que una presentación. Entonces le ofreció su
sonrisa nuclear, la que derretía el corazón de los chicos y tenía a cada
chica en Riley High deseando que pudiese permitirse un dentista
cosmético, y gruñí internamente. No había forma de que él regresase
ahora. Podría también cortar mis derrotas y hacer una salida
apresurada mientras aún tenía suficiente autoestima con la que
caminar erguida. Trepar era tan desmoralizador.

Había rodeado a Tabitha y caminaba por el pasillo cuando


escuché:

—¿Puedo caminar contigo a clase?

Miré atrás y Jared estaba mirándome. No a Tabitha y su gran


cabeza gorda, sino a mí y mi diminuta cabeza de hada con pelo
garrapatoso. Se las había arreglado para liberar su mano y estaba
rodeándola, mirándome con el más leve ladeo de su boca.

—¿Conmigo?

—¿Con ella? —Tabitha parecía tan sorprendida como yo.


Desafortunadamente, mi clase estaba solo tres puertas abajo. Pensé en
fingir que estaba más lejos para pasar más tiempo con Jared, pero el
profesor en cualquier clase que eligiera al azar solo me miraría con
diversión cuando entrara.

Jared siguió a mi lado, tomando un paso cada dos míos, el acto


enfatizando la longitud de sus piernas. Un brazo colgaba a su lado
mientras el otro agarraba la correa de su mochila, y no podía imaginar
por qué notaría eso, además del hecho de que noto cualquier cosa más
alta que me tendría mirando arriba en un extraño ángulo. Y recordaba
bastante el poder en esos brazos. La fuerza en esas manos. Y la sangre
cayendo de ellas.

Sacudí el recuerdo de mi mente. No era real. Tenía que recordar


eso.

2
Asistente Personal Digital
—Esta es la mía —dije, deteniéndome al lado de mi primera hora.

Leyó la señal en la puerta.

—Ciencias.

—Sip, ciencias. Donde estoy forzada a memorizar completamente


partículas inútiles de información que nunca aplicaré a ninguna
situación de la vida real que podría encontrar.

Una torcida sonrisa cruzó su cara al final.

—Suena divertido —dijo, y por un momento olvidé como respirar.

—Oh, sí —me las arreglé—. La estructura molecular, hace un


buen cuerpo.

Me recompensó con la sonrisa más encantadora que nunca había


visto. Hoyuelos. En realidad tenía hoyuelos.

—Bueno, gracias por ayudarme con mis notas.

—En cualquier momento, Lorelei McAlister —ofreció un gentil


asentimiento de cabeza.

Caminé a la puerta y la abrí por pulgadas.

—Imagino que te veré por los alrededores —susurré.

—Cuento con ello —susurró de regreso, su voz haciendo eco


suavemente en el pasillo.

Casi tropecé.

***

En el momento en que me senté en Ciencias, saqué una hoja de


papel y garabateé una nota a Brooke, quien se sentaba a mi lado.
Difícilmente podía esperar a contarle sobre Jared. Sobre como el chico
de mi visión acababa de aparecer aquí en el instituto. Tenía que
articular mi obra maestra usando jerga de ciencia, en caso de que
nuestra profesora lo atrapase. Pasé la nota y tuve una respuesta cinco
minutos después.

¿Qué pasa con la estructura molecular?


Casi bufé en alto. Brooklyn preguntaría por el cuerpo de Jared.
Doblé la nota por la mitad y respondí en el dorso.

La estructura es sólida. Peso molecular intacto. Claramente


involucrado en torno a seis elementos. Enorme vinculación
covalente. Alto punto fundante… supernova.

Volví a doblar la nota, la cual básicamente establecía que Jared


estaba constituido como Adonis, buen metro ochenta de altura, y podía
derretir a una chica con una simple mirada. Por supuesto, la palabra
supernova lo decía todo. Una supernova, en jerga Lorelei y Brooke, era
un chico tan guapo, tan suntuoso, que definía las delicadas leyes de la
naturaleza, creaba un desequilibrio en el universo, existía como una
fuerza explosiva que podía destrozar todos los cimientos de nuestro
mundo.

Nunca había bautizado a un chico al que acababa de conocer con


tal alta puntuación, pero Jared claramente reunía todos los criterios, y
algunos otros.

Deslicé la nota hacia Brooklyn y continué trabajando en los


papeles que había dejado caer en el pasillo. El plan era reagruparlos en
orden, pero cuando los hojeé, encontré que ya estaba en orden. Ni una
página suelta en el puñado. ¿Cómo podía ser eso? Mis papeles habían
sido golpeados por un huracán. Un huracán llamado Jared Kovach.

En segundos, sentí la nota de Brooklyn golpear mi brazo. La


recuperé y suprimí otra risa. Había escrito la respuesta delante en
brillante marcador rojo.

¡Bendito Häagen-Dazs, Batman!

—Me complace que haya tomado tanto interés en la ciencia


global.

Brinqué ante el sonido de la voz de mi profesora de Ciencias,


entonces levanté mi más inocente expresión de mirada de cervatillo
hacia ella. No funcionó. La señora Mullins me quitó la nota justo
cuando el timbre sonó.

—Entonces, ¿cómo está tu abuela?

—¿Mi abuela?
—Sí —dijo Brooklyn detrás de mí—. Le dije por qué llegaste tarde.
Tu abuela no se estaba sintiendo muy bien.

Lo hacía para cubrirme.

—Bien, lo siento, estaba en el teléfono. Pero ahora está mucho


mejor.

Los estudiantes salieron de clase mientras la señora Mullins


examinaba mi obra maestra codificada. Para ojo no entrenado, no había
nada en una nota más que jerga científica. Y una palabrota sobre
helado.

Me levanté con confianza. Absoluta fe. Diablos, mi mejor amiga


estaba a mi lado. ¿Qué más podía pedir?

—Bueno, mejor me voy.

Brooklyn, mi muy mejor amiga desde tercer año, mi más confiada


compañera y confidente, giró la cola y huyó del laboratorio como una
gallina con la cabeza cortada. Solo que en una línea mucho más recta.

Miré tras ella, horrorizada. Tendía a hacer eso cuando era


abandonada por la única persona en la tierra a la que siempre le había
contado mis más profundos y oscuros secretos. Si tenía un profundo y
oscuro secreto, es este.

La señora Mullins volvió a doblar la nota y me la devolvió.

—En primer lugar —dijo con una sonrisa paciente—, el enlace


covalente tiene un punto de fusión bajo, no uno alto. Eso sería enlace
iónico. Segundo, hemos cubierto nuestra revisión de la ciencia física,
hace dos semanas, aunque estoy contenta de ver que mantiene el
entusiasmo. Y tercero, tengo que estar de acuerdo con su evaluación,
señorita McAlister. Supernova, sin duda.

Si no me hubiera cerrado la boca, mi mandíbula se habría


desalojado y caído al suelo. Intenté pensar en algo que decir, pero la
idea de la señora Mullins comiéndose con los ojos a Jared era más que
un poco inquietante. Ella era mayor. Probablemente, como, cuarenta o
así.

—¿Qué? —protestó la señora Mullins—. Aún no estoy muerta.


Sentí mi boca expandirse por mi cara. Me encantaba la señora
Mullins. El malicioso brillo en sus ojos añadía un destello de deleite al
día, como brillos coloridos en un bizcochito.

—Lo siento por la nota —dije, en realidad arrepentida.

Sonrió.

—Sé qué día es hoy, Lorelei.

Mis ojos se agitaron con sorpresa. ¿Cómo podía saberlo?

Situó una simpática mano en mi hombro.

—Si necesitas algo, por favor no dudes en preguntar.

Su simpatía envió una fuerza invisible presionando en mi pecho


mientras la tristeza inundaba mis pulmones. Permanecí en el lugar
durante un sólido minuto antes de que soltase un suave:

—Gracias.

Entonces su sonrisa se volvió un poco retorcida.

—Y si alguna vez te atrapo escribiendo notas de nuevo en mi


clase…

—No lo hará. Nunca, lo prometo. —Recuperé y hundí la evidencia


en mi bolsillo trasero.

Se rió y señaló la puerta.

Con un suspiro agradecido, recogí mis libros y me dirigí por ese


camino.

—La veo mañana —dije.

—Si tienes suerte —respondió.

Cuando salí de clase, Brooklyn estaba esperándome en el pasillo.

—¿Qué te ocurrió? —pregunté acusatoriamente.

—Oh por favor —dijo con un dramático ruedo de ojos—, la señora


Mullins te adora.
—Verdad.

—Además, estoy mucho más interesada en la supernova. —Eso


atrapó mi atención. Se inclinó hacia mí y bajó la voz en un seductor
ronroneo—. Es muy caliente.

—¿Puedes decir abrasador infierno?

—Oh, hombre, no puedo esperar a ver a ese chico. Apesta que


tendrá que esperar. Vamos a llegar tarde a la segunda hora. Si jugamos
bien nuestras cartas, podríamos conseguirlo hoy en la detención de la
comida. Lo sé, estoy apuntando alto, pero…

Había detenido mi paso.

Brooklyn me miró, desconcertada.

—Me refiero a que deberíamos acelerar el paso, no una parada


completa, Emblema McAlister.

Varias cosas habían estado molestándome esta mañana. El


poster. El hecho de que había atrapado al Director Davis mirando cada
cosa cuando le pedí ser excusada al baño durante nuestra primera
hora. Lo que podría haber declarado que Jared me dijo antes de que
diera la vuelta. ¿No dijo que era más fuerte? Y al final, como parecía
haber flotado por el suelo cuando Jared tomó mi mano. Por supuesto, lo
último podía ser anotado por las hormonas.

Pero…

—McAlister. Mi nombre es Lorelei McAlister.

Brooklyn apretó los labios.

—Lorelei, he sabido tu nombre desde que te pateé el trasero en


tercer año.

—Cierto —destellé una mirada atónita—. Solo que no me pateaste


el trasero, y él nunca me conoció. Me llamó Lorelei McAlister. Dijo, “En
cualquier momento, Lorelei McAlister.”

—Pero le dijiste tu nombre.

—Le dije mi primer nombre, no el apellido. ¿Cómo sabía mi


apellido?
Brooklyn sonrió y señaló el dorso de mi cuaderno. Cuando lo giré,
LORELEI MCALISTER —estaba escrito en amplias y rojas letras— me
saltó a la legua.

—¿Estás bien? —sacudí la cabeza como si estuviera intentando


aclarar telarañas—. Este día ha sido, no sé, extraño. Como si el mundo
se ladease lo suficiente para hacerme perder el equilibrio.

—Necesitas un brebaje de cafeína.

Sonreí.

—La cafeína estaría bien.

—La cafeína siempre está bien.

—Eres tan lógica —dije, mientras nos dirigíamos a nuestra


segunda hora.

—Gracias. Iba por lo lógico. Parecía algo lógico que hacer.

—Aunque en realidad deberíamos dirigir adelante estos traseros


pateados de ese día y aquellos traseros que se anotaron el baile de
victoria.

—¿Tu trasero puede hacer el anotado baile de la victoria? —


preguntó.

—Podría hacerlo el día que patease el tuyo.

—¿Puede hacerlo el alfabeto?

Asentí con una risita, entonces tragué un suave respiro mientras


mi mano rozaba contra alguien y recibí un aumento de energía a
cambio. Miré atrás, pero había demasiados chicos en el pasillo lleno de
gente para localizar la fuente. Un instante después, una visión brilló en
mi cabeza. Fue breve, solo la imagen más pequeña de una escena, pero
en ella alguien estaba de pie mirando a una chica en una harapienta
camisa albaricoque y ensangrentados capris caqui arrodillada al lado de
una carretera. Estaba agitando en la tierra, el contenido de su estómago
vertiéndose sobre el terreno en una de las visiones más inquietantes
que jamás había tenido.

Cuando entramos en clases para la segunda hora, bajé la mirada


a mi camisa albaricoque y mis capris caqui. Un temor enfermizo se
apoderó de mí cuando me di cuenta que era la chica agitándose en la
tierra. Revisé mi frente por temperatura. No me sentía enferma. ¿Y por
qué estaría yo en el lado de algún camino al azar? Gracias a Dios mis
visiones eran más entretenidas que predictivas. Aun así, sin duda
debería haberme puesto la camisa azul.
Capítulo 3
Alto, Moreno e
Inflamable
Traducido por Nanami27
Corregido por Fedee Black

—¿Has visto al nuevo chico? —Glitch se deslizó junto a Brooklyn


y yo en nuestra mesa habitual del almuerzo.

—¿Verlo? —pregunté—. Casi lo maté —Me acerqué y robé una


fritura de su bandeja.

—Charlatana.

Glitch tenía que ser el chico más geek y genial que conocía. Era
inteligente, divertido, y bajo, y a todo el mundo en la escuela le gustaba.
Era extraño. Y estaba llenándose, volviéndose más varonil. Había
crecido tres pulgadas durante el verano. ¿Qué diablos era eso?

Incluso Brooke se estaba desarrollando normalmente. Mientras


ella estaba en la cúspide de la condición femenina con armas de fuego
ardiente y corazón palpitante, yo parecía estar atrapada en la tierra de
chicles y piruletas. Todavía tenía que rezar todas las noches para que el
hada de la chica del cuento se mueva de su trasero y haga su trabajo.
No estaba floreciendo como los demás. Y para colmo, tenía el cabello
exasperantemente rizado que se parecía al metal oxidado, ojos grises
descoloridos, y piel translúcida en el tono enfermizo de la harina para
hornear. Aparte del hecho de que mi barbilla era demasiado pequeña,
mis ojos eran demasiado grandes, y mi boca demasiado ancha para mi
rostro, no tenía mucho a mi favor. A menos que lucir como un elfo de
repente tomara la industria de la moda como una tormenta.
Pero Brooklyn Michelle Prather era preciosa. Una exótica mezcla
de etnias le dio a Brooke un aire de misticismo oscuro. Tenía
almendrados ojos marrones, cabello largo y negro, y una delicada
estructura femenina. Yo tenía una estructura también, simplemente no
una particularmente femenina.

—¿Has oído algo de lo que he dicho?

Cambié de nuevo al presente y miré a los ojos canela de Brooklyn


mientras me interrogaban. Dije:

—Lo siento, estaba calculando cuánto apesta esta pastosa-y-


blanca-chica.

—Uh-oh —se volvió hacia Glitch—. Está en su crisis de pastosa-y-


blanca-chica. Necesita chocolate. —Se asomó en el mostrador de
aperitivos cada vez más popular—. Cúbreme.

Glitch observó la sala de almuerzo llena de gente con los ojos


entrecerrados, a la búsqueda de posibles enemigos.

—Está bien, pero date prisa antes de que comience a mencionar a


la hada de la chica del cuento.

Me reí y detuve a Brooke con una mano en su brazo.

—Estoy bien.

Con una expresión de duda, Glitch alargó la mano y tiró de mi


párpado inferior hacia abajo para estudiar mi ojo. Eso ayudaría.

—Sí, está bien. Ella se ve bien —Se encogió de hombros y


añadió—: Por lo menos su globo ocular lo hace.

Robé otras frituras y dirigí una torva mirada hacia él.

—Nadie pidió tu opinión, Casey.

Brooklyn resopló.

—Me encanta cuando lo llamas Casey —Ella se acercó y robó un


pedazo de pollo de mi ensalada. Comer en nuestra mesa era una
especie de esfuerzo comunal.
—No lo hago —dijo Glitch con un mohín—. ¿Cómo se supone que
voy a abrazar mi ascendencia nativa americana con un nombre como
Casey?

—Bueno, tal vez tu ascendencia nativa americana se beneficiará


de un poco de temperamento irlandés arrojado a la mezcla —dijo ella—.
Ustedes son tan tranquilos.

Sus ojos se abrieron con horror.

—¿Estás psicótica?

—¿Quieres decir hoy o simplemente en general?

Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie le escuchara.

—No puedes decir mierda como esa. ¿Quieres que me maten?

—Deberías hablar totalmente con un acento irlandés —continuó


ella, despreocupada.

—Esa es una gran idea. —Le di un codazo y revolví mis cejas—.


Los acentos son sexys.

Él se estremeció con repugnancia.

—Voy a ser cortado con un hacha antes de que termine el día.

—Entonces, ¿tuviste la oportunidad de tener esa pequeña charla?


—Me preguntó Brooke, capaz de cambiar temas en un solo salto. En
honor a la verdad, no había visto a Cameron desde que se paró ceñudo
ante mí a través de los ventanales de cristal.

—¿Qué pequeña charla? —preguntó Glitch, con la voz ahogada


por un bocado de hamburguesa.

—No, no ha estado en clase todo el día.

—¿Quién no ha estado en la clase?

—Simplemente no sé acerca de ese chico —Brooklyn negó y


añadió algunos tsks para subrayar su decepción.

—¿Qué chico? —Glitch tomó un sorbo ruidoso de soda, luego nos


miró, molesto de que le hubiéramos dejado fuera del círculo.
Cuando pensé en la inevitable confrontación con el Chico
Acosador, una especie de temor enfermizo me consumió. ¿Qué se le dice
a un acosador? Um, perdón, Señor Acosador, ¿pero podría usted no
hacerlo? Frustrada, dejé un suspiro deslizarse a través de mis labios.

—¿Por qué él tiene que acosarme? —Medio pregunté, medio me


quejé—. ¿Por qué no podría ser alguien como Jaredan de Scott o Joss
Duffy? —O Jared, pensé, pero no me atreví a decirlo en voz alta. Podría
tratar totalmente con Jared Kovach acosándome.

Los ojos de Glitch se encapucharon.

—¿No dijiste que Joss Duffy intentó pegarte los párpados cerrados
en el kínder?

—Acosar es acosar —dijo Brooklyn después de lamer la sal de sus


dedos—. No importa quién sea, es espeluznante. Y malo.

Ella tenía un punto.

—Está bien —dijo Glitch, levantando un dedo para llamar nuestra


atención—, me voy a tomar una lanzada en la oscuridad y preguntar,
¿alguien, tal vez, está acosándote?

—Glitch —dije, finalmente mirando en su dirección—. Hay


algunas cosas que simplemente no necesitas saber hasta que estemos
en problemas y necesitemos tus habilidades de chico.

Eso tocó la fibra sensible. Una malvada sonrisa se dibujó en su


rostro.

—Hablando de mis capacidades de chico —dijo en voz baja—,


están a disposición de cualquiera de ustedes 24/7, por una pequeña
tasa de procesamiento.

—Anotado —dijo Brooklyn—. La próxima vez necesito una jarra


abierta…

Él levantó las manos e imitó ahogarla.

No podía dejar de reírme mientras mis dos mejores amigos


estaban en eso. Tampoco pude evitar que mi mirada escaneara el área
por milésima vez, en busca del recién llegado a Riley High,
preguntándome dónde podría estar. No se le había escapado a mi
atención que Tabitha Sind estaba ausente también. Si estaba con ella,
¿quién podría culparlo? Tabitha era preciosa, incluso con su muñeco.
Era difícil competir con la cercana perfección física. Ahora, si Jared
estaba más interesado en el coeficiente intelectual, podría tener una
oportunidad.

—Ese es un aspecto interesante para ellos —Brooklyn hizo un


gesto con la cabeza hacia la puerta cuando las gemelas del Sur, Ashlee
y Sydnee, entraron. Se veían completamente agotadas, su ropa
desaliñada y su cabello apenas peinado. Hasta hace aproximadamente
un mes, las gemelas del Sur raramente parecían cualquier cosa menos
que modelos de cobertura, pero últimamente, se parecían más a
adolescentes sin hogar. Ya que su padre era el hombre más rico de la
ciudad y que rara vez llevaban alguna cosa excepto zapatos de
diseñador, dudaba que se hubieran ido a pique. Su colección de zapatos
por sí sola me podría comprar un nuevo guardarropa. O un auto. O una
casa en la Costa Azul.

—¿Qué pasa con esas dos? —preguntó Glitch.

—No sé —dije—, pero algo no está bien.

—Hol-a. —Brooklyn hizo un gesto con la mano delante de


nuestras caras—. Su madre los prácticamente abandonó, huyendo con
ese corredor de acciones. Y oí que el divorcio fue desgarrador. Ella ni
siquiera preguntó por la custodia de las niñas.

—Eso tuvo que ser doloroso, lo sé, pero fue hace meses, Brooke.
Esto es diferente. Se ven diferentes. Desesperadas. —Tamborileé los
dedos sobre la mesa ente el pensamiento mientras Brooke tomó otro
bocado de mi ensalada—. Te estoy diciendo, algo está muy mal.

—Eso es muy malo. Estaría más preocupada si no estuviera tan


ocupada respirando. —Cuando le eché una mirada de asombro,
continuó—: Las dos son malvadas, Cristo. ¿Te he contado alguna vez
sobre el momento en que me hicieron tropezar en la carrera de sacos?

Solo 729 veces. Mientras mi archienemiga era Tabitha Sind,


Brooke siempre se había sentido un poco resentida con Ash y Syd. Las
cosas nunca habían sido lo mismo desde que tomaron el saco de trofeo
en la carrera del festival de otoño. Es cierto, sucedió en tercer grado,
pero cosas como esa eran difíciles de superar. Al parecer.
—Bueno, toma —dijo Glitch, interrumpiendo nuestra
conversación para darme una pequeña caja.

—¿Qué es esto? —Glitch no era exactamente del tipo de regalos.


Tenía que obligarlo a comprarle a Brooklyn un regalo de cumpleaños
todos los años, y estaba bastante segura de saber que ella tenía que
hacer lo mismo por mí en el mío.

Se encogió de hombros.

—Solo es algo que tal vez te ayude a sentirte mejor.

¿Sentirme mejor acerca de qué? Abrí la tapa para encontrar un


colgante de oro brillante en una delicada cadena. Era una escultura de
una madre y un padre con un niño en sus brazos. Después de un suave
jadeo, lo levanté de la caja y le di la vuelta. Decía SIEMPRE.

Me senté aturdida por un sólido minuto, el asombro succionando


el aire de mis pulmones, antes de levantar la vista hacia él de nuevo.

—No es nada realmente —dijo, desestimándolo como solo un


chico podía—. Ya sabe, por tus padres y todo.

Después de tragar el nudo que de repente se formó en mi


garganta, dije:

—Glitch, no sé qué decir.

—Ni yo —dijo Brooklyn, desconcertada—. Vaya manera de ganar


puntos, G. —Levantó la mano para darle un cinco, pero él la golpeó con
un ceño molesto en su lugar.

Levantando sus cejas en actitud pura, ella tomó el collar de mí y


lo sujetó alrededor de mi cuello mientras sostenía mi cabello.

Me volví hacia ellos cuando hubo terminado.

—¿Qué piensas?

Brooklyn asintió.

—Lo hiciste bien, Glitch.

Él se encogió de hombros y se metió lo último de su hamburguesa


en la boca. Los chicos eran tan divertidos.
Dejando que el frío metal se deslizara entre mis dedos, estuve a
punto de darle las gracias cuando un silencio espeso cubrió la cafetería.
Levanté la mirada justo a tiempo para ver a Jared entrar. Mi estómago
se apretó ante la vista de él.

—Santo Häagen-Dazs3 —dijo Brooklyn, repitiendo su sentimiento


anterior. Cada cabeza se giró hacia el chico nuevo, mientras se paseaba
a la barra para servirse pizza. Brooklyn suspiró—. Lleva los jeans tan
bien.

Asentí, hipnotizada.

—Y sus músculos se reúnen en todos los lugares correctos.

—Por favor —dijo Glitch con un bufido—, mis músculos se reúnen


tan bien como los suyos —Las dos le dimos un vistazo rápido,
estupefactas, y se abrazó a sí mismo conscientemente—. Deténgase.

Poco a poco el sordo rugido de la conversación ganó volumen de


nuevo. Todo el mundo alrededor de nosotros parecía estar hablando de
Jared. A excepción de los góticos. Ellos todavía estaban mirando.
Entonces otra vez, así lo estaba yo.

—Sabes, cuando me dijiste que era bien parecido —dijo Brooklyn


sin apartar los ojos de Jared—. No tenía idea de que querías decir
guapo como divino.

Simplemente asentí de nuevo y continué mi vigilia. La camiseta


blanca de Jared colgaba más allá de la delgada cintura de sus jean,
reuniéndose en sus caderas. Sus bíceps se levantaban y estiraban el
material en las mangas, y los antebrazos estaban cableados con
músculos tensos mientras él entraba en la fila para la pizza. Entonces
me quedé mirando el cabello oscuro que se rizaba sobre sus orejas, el
toque de sombra a lo largo de la línea de su mandíbula.

El servidor dijo algo, y él miró a un lado, pareciendo tímido. Mi


corazón se detuvo en respuesta.

—Dios nos ayude —dijo Brooklyn.

Claramente afectó a Brooke de la misma forma que hizo conmigo.

3Häagen-Dazs: Marca de helados muy famosa; fundada por Reuben y Rose Mattus
en Bronx, Nueva York, Estados Unidos en 1961.
—Uh, Seño... —dijo, dándome un codazo de nuevo.

Estaba allí con ella. Jared se había vuelto con su bandeja y miró
fijamente hacia mí como preguntándose si debía unirse a nosotros o no.

Después de un momento —y una ligera sacudida de cabeza—


reabastecí mis células rojas sanguíneas con oxígeno y le hice un gesto a
nuestra mesa con entusiasmo. Si la sonrisa tímida que me dirigió fue
una indicación, no pareció importarle.

—Oh, Dios mío —dijo Brooklyn. Osciló una mirada sorprendida


hacia mí—. ¿Justo de qué hablaron ustedes esta mañana?

Le sonreí, sin atreverme a respirar, mientras él caminaba hacia


nosotros.

—Oh, ya sabes, lo de siempre. La escuela. El clima. Cuántos hijos


queremos.

Esperé que Brooklyn al menos soltara una risita, pero al parecer


su estado actual de conmoción había inmovilizado sus cuerdas vocales.
Lo que no había previsto, sin embargo, fue la risa débil de Jared. Bajó
los ojos como antes, como si estuviera avergonzado por lo que alguien le
había dicho. Como si se avergonzara por lo que yo había dicho. De
ninguna manera podía haberme escuchado. No desde tan lejos.

—Jared —dije cuando se acercó—, siéntate con nosotros.

Pero antes de que pudiera responder, Cameron le cortó. Dio un


paso justo entre nosotros, su alta figura bloqueando mi vista de Jared.
Tuve que deslizarme hacia un lado para ver más allá de él.

—Cameron, ¿qué estás haciendo? —pregunté, sorprendida por su


actitud.

Pero Jared no parecía ni un poco sorprendido. Miró a Cameron


por un momento, viéndose más curioso que alarmado, luego se volvió
para poner su bandeja sobre la mesa.

Cameron le ahorró la molestia. Golpeó la bandeja fuera de la


mano de Jared con un movimiento de su brazo. Voló unos varios metros
antes de estrellarse contra el suelo. El fuerte ruido trajo toda la
conversación a un punto muerto, cuando parte del contenido de la
bandeja aterrizó en una mesa de estudiantes de primer año. Tres de
ellos saltaron y limpiaron su ropa hasta que también vieron lo que
estaba sucediendo. Se detuvieron y miraron con fascinación.

Miré hacia atrás a Jared, pero él se limitó a suspirar, como si el


exabrupto de Cameron fuera más una molestia que un ataque directo.

Mis sentimientos eran un poco más fuertes.

—Cameron, ¿estás loco? —grité mientras salté de mi asiento.

Glitch me agarró del brazo y tiró de mí hacia abajo.

Toda la sala había caído en un extraño silencio por segunda vez


en el día.

Cameron llevaba una mueca amenazante mientras se inclinaba


hacia Jared.

—Toda la cosa de caminar-y-sostener-una-bandeja-al-mismo-


tiempo debe realmente haberte desconcertado.

Jared sonrió. Sonrió... y dio un paso más cerca.

—Estaba caminando antes de que siquiera fueras un punto en el


horizonte.

La boca de Cameron se tensó.

—Solo estaba asegurándome de tener la persona correcta.

—¿Y? —preguntó Jared con las cejas levantadas.

—Oh, sí.

Jared cerró la distancia entre ellos. Cada persona en la habitación


dejó de respirar. Anticipación brillaba en sus ojos mientras esperaban a
ver qué iba a pasar.

—Sabes —dijo Jared en un ronco susurro que apenas pude oír—,


tu corazón está latiendo un poco rápido. —Su sonrisa desapareció—.
Puedo cuidar de eso por ti.

Como si estuviera armándose de valor para un golpe mortal, cada


músculo en el cuerpo de Cameron se puso tenso. Apretó los puños y la
mandíbula.
—Haz lo que quieras conmigo —dijo en voz baja—, solo mantente
alejado de Lorelei.

¿Lorelei? ¿Yo? Me cuadré. ¿Acababa de decir que se mantuviera


alejado de mí?

—Creo que eres el que necesita mantenerse alejado de ella.


Acosar, señor Lusk, no es un lindo hábito.

Espera. ¿Cómo sabe Jared? ¿Cómo sabía que Cameron me había


estado siguiendo? ¿Y cómo de repente me había convertido en el tema
de la conversación?

—No puedes tenerla —dijo Cameron.

—Realmente.

—Lo juro por Dios —continuó Cameron, sus ojos azules


aguándose con emoción—, vas a morir gritando si lo intentas.

Las características de Jared se oscurecieron. Sus párpados se


estrecharon y bajó la cabeza para observar a Cameron desde debajo de
sus pestañas, como un puma que se prepara para el ataque.

—Vamos a cuidar de esa cosa del corazón, ¿de acuerdo? —


Levantó una mano hacia el pecho de Cameron.

—¿Qué está pasando aquí?

Al sonido en pleno auge de la voz del Principal Davis, Jared se


enderezó y dejó caer el brazo. La ira delineaba el rostro severo del
director cuando cargó hacia adelante.

Cameron retrocedió también, aunque apenas. Su pecho subía y


bajaba mientras la adrenalina corría por su cuerpo. A continuación, el
lado de su boca se deslizó hacia arriba, sugiriendo una sonrisa.

—No te preocupes, Parca, continuaremos esto después.

—Permanece con vida hasta entonces.

—No lo soñaría de otra manera.

—Lusk, ¿hay algún problema? —preguntó el señor Davis cuando


los hubo pasado.
Ambos jóvenes lo ignoraron por lo que pareció una eternidad
antes de que finalmente apartaran la mirada del otro. Nunca había
sentido tanta tensión palpable en mi vida.

—Señor Kovach —dijo el Principal Davis entre dientes, sin modo


de ser ignorado—, no me gustaría ver que su primer día aquí en Riley
High resulte desfavorable.

Jared soltó el aliento despacio y luego, finalmente, lo miró.

—Igual yo, señor Davis.

—Sugiero que consiga algo para comer. Y tú —dijo, señalando con


un dedo a Cameron—, ven conmigo.

Cameron se rió entre dientes y luego se inclinó hacia Jared de


nuevo.

—No puedes hacerlo aquí de todos modos, Parca. Demasiados


testigos. Conozco las reglas.

—Lusk —advirtió Davis.

Cameron se volvió para seguirlo por la puerta. Mientras salía, su


mirada se cerró con la de Jared otra vez. Sus hombros se rozaron y
ambos dieron un ligero empujón, reiterando el hecho de que su
enfrentamiento estaba lejos de terminar.

Después que el Principal Davis escoltó a Cameron fuera del


edificio, la sala estalló en docenas de conversaciones. Hicieron eco
contra las paredes, pero a pesar de todo, nadie podía quitar los ojos de
Jared. Observaron, esperando su reacción. Así como yo lo hice.

Con un suspiro de frustración, Jared se restregó la cara con los


dedos, luego los rastrilló por su cabello, sus músculos se contrajeron,
listos para una pelea.

—Jared —dije. Se dio la vuelta y me miró, son sus ojos oscuros


clavándome en mi sitio, su mirada tan intensa, se me olvidó lo que iba a
decir. Después de un momento, improvisé—. Jared, yo…

—No dolerá, Lorelei —dijo, interrumpiéndome. Confundiéndome—


. Me aseguraré de ello.

—¿Qué es lo que no dolerá?


Cuando traté de levantarme de nuevo, él dio un paso atrás, su
expresión repentinamente cautelosa. El agarre a muerte de Glitch se
mantenía, así que no llegué muy lejos antes de ser jalada vuelta a mi
asiento.

—¿De qué estás hablando? —pregunté.

No contestó. Se me quedó mirando, observándome con tanta


fuerza que me esforcé para respirar bajo el peso de la misma. Luego, sin
decir una palabra, retrocedió, se dio media vuelta y salió por una puerta
lateral.

—Está bien —dijo Brooklyn—, eso fue raro.

Me senté aturdida por un largo tiempo antes de que el agarre de


Glitch en mi brazo fuera registrado.

—Ay, Glitch —dije, golpeando su mano.

—Oh, lo siento. —Me soltó pero se apoderó de mí otra vez cuando


me levanté y empecé a caminar tras Jared.

Me volví hacia él con una mirada.

—Glitch, tengo que hablarle.

—Dudo que esté de humor para hablar.

—Suéltame.

—Solo dale tiempo, Lor. Llámalo cosa de hombres.

Me quedé allí, frunciéndole el ceño durante un minuto sólido


antes de ceder. Con un movimiento de mi brazo, me liberé y me senté.
El hecho de que probablemente tenía razón no lo hacía más fácil de
tragar.

—¿Quién se cree Cameron Lusk que es? —pregunté, incrédula y


más que un poco desconcertada—. ¿Por qué iba a hacer eso?

Glitch respiró hondo y lo contuvo antes de ofrecer su versión de


una explicación.

—Hay que considerar la fuente —dijo, agarrando la botella de


salsa de tomate—. Lusk es diferente.
—Eso es seguro —dijo Brooklyn.

Vi mientras Glitch se entretenía con un repentino impulso de


sofocar sus papas fritas en salsa de tomate y me di cuenta de que
estaba ocultando algo. Sentí una perturbación, como una corriente
subterránea justo debajo de su exterior demasiado tranquilo.

—¿Qué quieres decir?

—Es simplemente diferente —dijo, encogiéndose de un hombro—.


Ya sabes. No del todo como los otros chicos en el patio de recreo.

Brooklyn frunció las cejas.

—Vas a tener que darnos más que eso, Glitch. Ya hemos visto los
frutos. Necesitamos el jugo.

Él detuvo su asalto y miró hacia arriba, con la boca en una


delgada línea.

—No lo sé —dijo, tratando de desestimar nuestro


cuestionamiento—. Probablemente tiene problemas de ira. No diferente
de la delincuencia juvenil promedio, si me preguntan.

Brooklyn se recostó en su silla y se cruzó de brazos.

—¿Ese es el mejor jugo qué tienes?

—Es prácticamente el único jugo que tengo. Sobre Lusk, de todos


modos.

—Oh, no, no. —Movió el dedo índice hacia él—. ¿No pasó algo
entre ustedes dos una vez?

Glitch se congeló.

Estaba en lo cierto. Las vacaciones de primavera de nuestro año


de segundo grado, él se había ido en un viaje de campamento a las
montañas con su tropa de Boy Scouts. Algo sucedió en ese viaje. Algo
malo. Y hubiera sabido si Cameron estuvo involucrado, pero nadie
nunca me dijo más, incluyendo Glitch.

Brooklyn no se había mudado a Riley’s Switch aún y no lo supo


entonces. Pero él cambió, se retrajo. Dejó de asistir a la escuela y casi
tuvo que repetir el segundo grado, pero sus padres hicieron que pasara
la escuela de verano a pesar de su cierre total.

Lo recordaba tan vívidamente porque había dejado de hablar


conmigo. Solíamos jugar en el parque mucho o venía a pasar el rato
conmigo en la tienda de mis abuelos. Cuando me dejó de hablar, estuve
demasiado herida y demasiado débil para darme cuenta de que,
obviamente, había experimentado algo muy traumático. Mis abuelos
tuvieron que señalarlo. Me convencieron a ser solo su amiga, me
explicaron que iba a volver a mí cuando estuviera listo.

Cuando el tercer grado comenzó, poco a poco se convirtió en sí


mismo otra vez. Empezó a bromear y hacer el tonto. Y cuando Brooklyn
se mudó a Riley’s Switch y se unió a nuestro grupo, pareció rebotar de
regreso como si nada hubiera pasado. Aun así, no podía evitar
preguntarme si todo era solo una tapadera. La luz de sus ojos nunca
había brillado tan resplandeciente como antes de las vacaciones de
primavera.

¿Podría esto tener algo que ver con lo que le pasó? Ahora que
pensaba en ello, él y Cameron habían sido amigos en el segundo grado.
Pero no después. No habían hablado dos palabras en ocho años.

Lo estudié mientras él estudiaba sus papas fritas. En la voz más


suave que jamás le he oído usar, simplemente dijo:

—Él es fuerte.

—¿Fuerte? —pregunté, casi tan suavemente. Me acerqué más—.


¿Fuerte como qué?

La tensión aumentó en su rostro.

—Solo fuerte.

Brooklyn pareció sentir su angustia también. Se acercó también.

—Sabes que puedes decirnos cualquier cosa, ¿verdad?

Le había contado toda la historia. Ella sabía que Glitch había ido
como una persona y vuelto como un animal completamente diferente.
Teníamos solo siete, pero en esas pocas semanas, pareció envejecer,
endurecerse, casi hastiado. Y perdido. Le tomó mucho tiempo encontrar
su camino de regreso, y tanto como no quería que regresara a ello, al
mismo tiempo, quería saber más. El nombre de Cameron parecía estar
apareciendo mucho en los últimos días, y quería saber por qué.

Glitch se frotó la boca. Lo hacía cuando no quería admitir algo.


Después de un largo momento de contemplación, dijo:

—No es solo fuerte, es, como, realmente fuerte.

—Necesitas un diccionario de sinónimos totalmente —dijo


Brooklyn, renunciando al enfoque empático.

Suspiró.

—No sé de qué otra manera ponerlo.

—Exactamente por qué necesitas un diccionario de sinónimos.

—¿Te refieres a una manera artificial? —pegunté, con un poco


más de comprensión. Después de todo, había estado allí. Había visto lo
que él pasó, lo que la acampada le había hecho. Y me había preguntado
mil veces qué pasó. Siquiera le había tocado. Indiferente, así no sabría,
pero le había tocado la mano para tratar de obtener una visión. Por
desgracia, mis visiones parecían escoger por sí mismas dónde y cuándo
aparecer.

Él tenía las mejillas enrojecidas.

—Va a sonar estúpido.

Eso despertó mi interés aún más.

—Sabes que no es cierto.

—Sí, lo es, porque cuando digo fuerte, no me refiero a un fuerte


normal. Quiero decir fuerte de una manera sobrenatural. —Cuando los
labios de Brooklyn se fruncieron, apretó la mandíbula—. Te dije que iba
a sonar estúpido.

—No, no es así —dijo ella—. No estoy segura de lo que quieres


decir.

Ya que Brooke no lo censuró o se burló de él, pareció coger más


confianza.
—Piensa en ello —dijo él, enderezándose en la silla—. ¿Alguna vez
has notado cómo nunca se mete en peleas? ¿Cómo nadie se mete con
él? ¿Cómo es que cuando camina por los pasillos, es como Moisés
dividiendo el Mar Rojo?

Ambas medio asentimos y medio nos encogimos de hombros.


Claramente Brooke nunca lo había notado tampoco, Cameron era un
paria tal, y rara vez obtenía la menor atención, pero las dos nos
quedamos con ganas de escuchar más.

—Hay una razón —dijo—, nadie va a luchar contra él. Nadie se


atrevería. Incluso Isaac Johnson, el mayor guardameta defensivo que
Riley High tiene para ofrecer, se mantiene alejado de Cameron Lusk.

—Ja —dijo Brooklyn, señalándolo—. Casi me tenías. Isaac


Johnson no se mantiene alejado de nadie.

—Y Cameron Lusk no es solo nadie —susurró él en voz alta. Miró


alrededor de la habitación, asegurándose de que nadie estuviera
escuchando antes de continuar—. Eso es lo que estoy tratando de decir.
No saben de lo que es capaz.

—Está bien —dije, viendo mi oportunidad de descubrir lo que


pasó ese año y yendo a por ello—, ¿y de qué es capaz? —Contuve la
respiración, esperando más allá de toda esperanza a que se abriera.

Pero en lugar de abrirse, se retrajo una vez más, como lo había


hecho tantas veces antes.

—No lo sé. Solo cosas.

—Bien —dijo Brooklyn, su tono cuestionador—, vamos a


suspender la incredulidad por un momento y decir que tienes razón. Él
es anormalmente fuerte. En primer lugar, ¿cómo sabes todo esto? Y en
segundo lugar, ¿por qué no hemos oído hablar de esta gran e inusual
fuerza antes?

—No sé —repitió Glitch a la defensiva—. Tal vez sea una cosa de


chicos.

—¿Otra más?

—Nosotros no vamos por ahí hablando de lo fuerte que otros


chicos son, ¿sabes?
—Pero si él es tan fuerte —dije, presionando un poco—,
seguramente habríamos oído algo.

—Simplemente no hablamos de ello, ¿de acuerdo? Simplemente


no lo hacemos.

De repente me di cuenta de que no había estado evitando el tema


de la fuerza de Cameron, sino francamente ocultándolo. Me incliné y
miré a sus ojos color avellana verdes.

—¿Qué pasó, Glitch?

Sus hombros se levantaron cuando tomó una respiración


profunda, y pensé que podría ceder. Me miró sin parpadear, como si un
recuerdo hubiera tomado el control. Luego miró hacia abajo, a su
enorme pila de kétchup.

—No importa —dijo, sacudiendo la cabeza como si estuviera


molesto consigo mismo—. No debería haber dicho nada.

Puse mi mano en la suya, en parte como apoyo y en parte con la


esperanza de una visión.

—Glitch…

—Tenemos que advertir a Jared —dijo Brooklyn.

Di un jadeo. Ni siquiera había pensado en lo que todo esto


significaba para Jared.

—Tienes razón. Tenemos que encontrarlo.

—No sé, Lor —dijo Glitch, agarrando mi mano antes de que


pudiera salir de mi asiento—. Su Jared parece perfectamente capaz de
manejarlo por sí mismo. Pero todavía no me has contestado: ¿Está
Cameron Lusk acosándote?

—No, no es nada. —Saqué una fritura de la carnicería y me la


comí mientras trataba de ignorar la duda en su rostro.

—Creo que la pregunta más apremiante es —dijo Brooklyn,


preocupación recubriendo sus ojos—, ¿de qué diablos estaba hablando
Jared? ¿Qué no hará daño?
Mi instinto se tensó ante la mención de la declaración de Jared,
anudándose dolorosamente. Ambos me miraban como si supiera la
razón de tal promesa extraña. Bueno, no lo hacía. Sin embargo, sabía
que me estaba molestando mucho más de lo que les molestaba a ellos.
Capítulo 4
Despertando Muertos
Traducido por Angyyy
Corregido por Fedee Black

Por primera vez en tres días, Cameron Lusk no aparecía por


ninguna parte. Salí del Java Loft y eché un vistazo alrededor con
cautela, esperando encontrar a mi acosador acechando en las sombras.

—¿Quieres que te acompañe a casa?

Me giré cuando Glitch asomó la cabeza fuera de la cafetería, con


el batido de cappuccino de almendras y caramelo con leche desnatada
en la mano.

Elevó sus cejas en interrogación.

—Mi tarta estará pronto. ¿Cuál es la prisa?

—No, tú y Brooke disfruten. ¡Y no peleen! Tengo un poco de


investigación por hacer —le dije con una sonrisa. No habíamos visto ni
a Jared ni a Cameron desde el almuerzo, y la confesión de Glitch sobre
Cameron me tenía muy curiosa.

Su mirada recorrió la calle hasta la plaza del pueblo.

—¿Qué están haciendo?

Un equipo de filmación estableció una tienda frente al viejo Hostal


del Viajero, uno histórico y de acuerdo a los chismes de la ciudad, un
hotel embrujado. Era el mayor atractivo turístico que Riley tenía que
ofrecer, mayor era un término relativo.
—Creo que es el Canal de Turismo —dije, protegiéndome los ojos
del sol—. Están haciendo un especial sobre hoteles embrujados en
América, y el nuestro está entre los diez primeros.

—Genial... y, también, espeluznante.

—Esto viene de un chico asustado de las tortugas.

Molestándose, Glitch se enderezó y me apuntó con el dedo en


advertencia.

—Las tortugas no son las inocentes, criaturas inofensivas que


todo el mundo piensa que son. Recuerda mis palabras. Están
planeando en secreto dominar al mundo. Y entonces, ¿dónde
estaremos?

No podía dejar de reír ante la gravedad de su amonestación antes


de encogerme de hombros.

—¡Tomando el control! Ahí es donde —miró a su mesa—. Oh, mi


tarta está lista. ¿Seguro que no quieres un poco?

—Afirmativo.

—Bien listo, entonces. Pasaremos más tarde.

Como todos los años, estaba al parecer, todavía bajo una


vigilancia de suicidio y sería para la próxima semana. Tenía que
admitir, que con los dos alrededor, no tenía tiempo para estar
terriblemente deprimida por mis padres. Sin embargo, en el momento
en que se alejaban de mi compañía, la tristeza volvía a filtrarse dentro
de mí, como si hubiera estado esperando todo el tiempo, acechando en
las sombras hasta tener la oportunidad de deslizarse dentro. Mi
dependencia de sus presencias se estaba volviendo ridícula. Ya era hora
de que creciera y aprendiera a hacer frente a la desaparición de mis
padres por mi cuenta.

Con un gesto lo ahuyenté dentro, me di la vuelta y me dirigí hacia


la biblioteca, decidida a superar el decaimiento por mi pequeña soledad.
La biblioteca pública estaba ubicada en medio de la plaza de la ciudad
en el antiguo palacio de justicia. Aunque a menudo iba allí para leer,
relajarme o solo recuperar el aliento, por lo general acababa charlando
con el director de la biblioteca, y el mejor amigo de mi abuela, Betty Jo,
en lugar. Pero, ¿qué mejor lugar para realizar una investigación? Los
bibliotecarios tenían una extraña habilidad para acumular no solo la
charla alrededor de la ciudad, sino la historia sobre el inicio de la
charla.

Cuando me acerqué a uno de los tres semáforos que Riley tenía


para ofrecer, un patinador excesivamente entusiasta decidió detenerse
detrás de mí. Fracasó. Cayó de su patineta y se estrelló contra mí,
tirándome de la acera.

Después de casi torcerme un tobillo, me giré y lo miré fijamente,


esperando con impaciencia una disculpa. Era joven y asiático, de
constitución delgada, lo que probablemente era algo bueno. Podría
haber sido aplastada.

—Lo siento —dijo mientras sus amigos se reían a su espalda,


bromeando y empujándose entre sí.

—No hay problema. —Me levanté y giré de nuevo a la luz.


Novatos.

Un frío de octubre se había instalado en el aire, haciéndome


desear una chaqueta. Mi delgada camisa albaricoque no hacía nada
para bloquear el viento fresco, y mis capris dejaban mis tobillos
expuestos y mi piel de gallina. Totalmente debería haber escuchado a
mi abuela esta mañana. Siempre parecía saber lo que debía y no debía
llevar con una especia de misterioso sexto sentido.

Mientras esperaba a que cambiara el semáforo, el patinador, que


había estado practicando trucos en un banco del parque, se abalanzó
hacia mí de nuevo. No lo podía creer. Me giré y entrecerré mis ojos en
él, lo que le obligó a murmurar otra sincera disculpa entre risas. Esto se
estaba volviendo ridículo. Aún, en mi segundo año, necesitaba exudar
un cierto nivel de madurez. Tal vez lo contagiara, aunque no era
probable.

Cuando me giré a la luz, escuché a sus amigos burlarse de él, y


una punzada de empatía me apuñaló. No debería haberle dado una
mirada tan fría. Solo estaba siendo un chico.

Probablemente más para guardar las apariencias que tomar


represalias contra cualquier ofensa, empujó molesto a uno de sus
compañeros. El amigo lo empujó hacia atrás, duro, embistiendo contra
mí por tercera vez.
Pero esta vez la fuerza fue demasiado intensa como para
mantener el equilibrio. Me tropecé en la calle, dejando caer mi mochila
y derrapando a través del camino de grava en mis manos y rodillas.
Antes de que pudiera evocar una reacción emocional, oí mi nombre
detrás de mí, como un susurro en el viento.

Luchando por levantarme, me giré para ver a Jared, alto y sólido,


en la acera donde acababa de estar parada. Se me cortó la respiración
al verlo. La brisa revolvió su cabello oscuro. Su boca completa se curvó
insinuando una sonrisa, lo suficiente para que un hoyuelo apareciera
en su esquina. Se bajó de la acera y se acercó a mí, una gracia animal
controlando todos sus movimientos.

Bajando la mirada a mis ojos, preguntó:

—¿Confías en mí?

Sonreí con cautela.

—¿No debería?

—Cierra los ojos —ordenó suavemente.

Quería preguntarle por qué, pero resultó imposible hacerle


preguntas. Incapaz de desobedecer, dejé que mis párpados se cerraran
y levanté mi cara hacia el sol. Su calidez me tranquilizó, pero la
presencia de Jared también me consolaba, me dejé llevar a un estado de
abandono.

—No dolerá, Lorelei. Me aseguraré de ello.

Fruncí el ceño dudando.

—¿Qué no dolerá?

Antes de que pudiera responder, sentí el impacto.

Algo muy grande y muy pesado se estrelló contra mi cuerpo.


Arrancándome del agarre egoísta de la gravedad, y me voló por el aire a
una distancia insondable. Mi cuerpo tembló violentamente cuando
aterrizó, se quebró mientras se deslizaba en un poste de luz.

Esperé poco tiempo antes de preguntar.

—¿Puedo abrir mis ojos ahora?


Oí a Jared arrodillarse junto a mí.

—Sí.

Eché un vistazo y luego reí del brillante, aire mágico a mi


alrededor.

—Esto es extraño.

Me sonrió de nuevo, una sonrisa que parecía conocer todo lo


desconocido.

—Sí, lo es. —Puso con cuidado una mano en mi pecho—. Cierra


los ojos otra vez.

—Uh-uh. No esta vez.

—Por favor.

Traté de negar con la cabeza, pero mi cuello parecía estar roto. La


curiosidad atrajo mis cejas juntas.

—¿Me estoy muriendo?

—Sí —dijo, pesar suavizando su voz.

—Qué extraño. No pensé que sentiría esto. Y es el aniversario de


la desaparición de mis padres.

—Lo sé. —Parecía triste y me pregunté por qué.

Mientras miraba, bajó su cabeza y cerró sus ojos para


concentrarse. Luego, tras una breve vacilación, quitó su mano de mi
pecho y temblaba. Suspiró con frustración y me observó un largo rato
antes de mirar hacia el cielo.

—Lo siento —dijo, hablando como seguro de que alguien estaba


escuchando. Volvió la vista hacia mí—. Lo siento, Lorelei. —Puso su
mano en mi pecho de nuevo—. Por favor, perdóname.

Quería decir que le perdonaría cualquier cosa. Podía sentir el


poder emanando de él. Podía sentir el conflicto en guerra dentro de él,
arrancando su resolución. Pero antes de que pudiera responder, cerró
sus ojos de nuevo. Y en un instante, la vida comenzó a fluir de nuevo en
mí, pulsando en grandes olas. Tragué enormes raciones de aire
mientras la debilidad sofocante que sentí se evaporaba. Fuerza
inundaba cada átomo de mi cuerpo.

Apoyé una mano en la suya, y abrió los ojos de nuevo. Ellos


estaban en llamas, brillantes, como el fuego a medianoche. Me
sorprendió al principio. Mientras miraba, una corriente eléctrica pasaba
entre nosotros. Se abalanzaba sobre mi piel, haciendo que mis entrañas
temblaran de placer casi doloroso. Poco a poco el fuego en sus ojos se
desvaneció a humeantes brasas antes de que la profunda oscuridad
emergiera de nuevo.

—¿Ella estará bien?

Los patinadores se habían reunido alrededor, todo el color


desapareció de sus rostros.

Jared me guiñó un ojo antes de girarse hacia ellos. Puso un dedo


sobre su boca.

—Shhhh —susurró.

Sus ojos se abrían y cerraban como si quisieran aclarar sus


cabezas. Se quedaron con la espalda recta, y luego regresaron saltando,
nada desafortunado estaba en sus caminos, riendo y chocando los
hombros unos con otros, mientras rodaban por la calle. El hecho de que
estaba tirada en el pavimento después de ser golpeada por un camión
parecía haber sido olvidado.

Le sonreí.

—¿Cómo hiciste eso?

Un hoyuelo apareció en la comisura de su boca.

—Magia.

Sus ojos brillaban como el aire que nos rodeaba, y tuve que
esforzarme para enfocarme.

Una voz masculina se introdujo en mis pensamientos.

—También se un poco de magia.

Levanté la mirada y me quedé sin aliento. Cameron estaba de pie


a mi otro lado, apuntando un rifle en el pecho de Jared.
Jared levantó las manos al instante, como para bloquear los
disparos.

—Quietos —dijo en un susurro ronco. Y el aire se espesó, el


mundo se redujo a un alto surrealista, un laberinto de objetos y
personas congeladas, ya sea en el lugar o en el tiempo, no podía decidir.

A pesar de ello, Cameron descargó el rifle. Bala tras otra


chocando en el pecho de Jared.

Salté con los ojos abiertos en cada disparo, sintiendo como si


cada sonido ensordecedor me golpeaba físicamente. Pero ninguna de las
balas me golpeaba. Golpeaban a Jared, cada ronda perforando a través
de su cuerpo.

La conmoción de presenciar este tipo de violencia me inmovilizó.


Pero solo por un minuto. El instinto se apoderó. Sin pensarlo, traté de
ponerme de pie, para bloquear la delantera del cuerpo de Jared. Antes
de que pudiera levantarme del suelo, sin embargo, Jared puso su rodilla
sobre mi pecho y me mantuvo abajo.

—¿Qué estás haciendo? —grité, arañando su pierna, tratando de


retorcerme debajo de él, en vano. Giré mi cabeza de Jared a Cameron—.
¡Alto! —Traté de hacerme oír por encima del rugido de la pistola—.
¡Cameron, por favor detente!

Cuando el rifle se agotó, un extraño silencio resonó en los


edificios que nos rodeaban. El olor acre de la pólvora picó mi nariz y
dejó un rastro de humo en el aire.

Cameron sonrió a Jared.

—¿Quietos? —preguntó con una sonrisa—. ¿Eso es lo mejor que


tienes? —Retiró el cerrojo y empezó a volver a cargar el rifle—. Noticia
de última hora, Segador, esa mierda no funciona en mí.

Jared se levantó y tomé la oportunidad para trepar fuera del


camino. Entonces me di cuenta de que acababa de hacer lo imposible,
se puso de pie.

—No diría que eso es lo mejor que tengo —dijo con un


encogimiento de hombros—, pero impresiona a las chicas.

—Sí, también lo hacen los cohetes de botella.


—No hay sangre. —Miré a Jared con incredulidad, incapaz de
parpadear, para comprender lo que acababa de suceder—. No hay
sangre. Él acaba de dispararte.

Estudié el mundo congelado que nos rodeaba: Una madre se


asomaba a una ventana de la tienda mientras su hija se reía y lamía un
cono de helado goteando, con una importante masa a centímetros del
suelo. Un patinador quedó suspendido en el aire, su patineta
aferrándose a sus pies al saltar de un banco del parque. Sus amigos
vitorearon, sus risas capturadas en el tiempo como una película en
pausa. Los camarógrafos en la calle miraban como si estuvieran en
shock por un camión de reparto que pasaba a través de la intersección.

Todavía tendida en el suelo, miré hacia atrás a Jared, a los


orificios de las balas que habían desgarrado su pecho. Sin embargo,
estaba de pie, respirando. Nada de esto tenía sentido.

Sobre todo la sonrisa en su rostro.

Miró a Cameron desde debajo de sus pestañas, le dedicó una


sonrisa amenazadora. Luego cambió, casi brillaba, se hizo tan
transparente, las balas caían a través de él a la tierra en el suelo en una
sucesión de golpes ligeros.

—Eso no fue muy agradable —dijo, convirtiéndose de nuevo en


color. Su camiseta blanca todavía llevaba los agujeros de su abuso
reciente, cada una ennegrecida por la explosión de la pólvora. Pero ni
siquiera un rubor de color rojo la teñía.

Cameron suspiró mientras dejaba caer otra bomba en la cámara.

—Lo sé —dijo casi aburrido en consideración—. Mis modales


apestan. Me gusta atribuírselo a una infancia insatisfactoria.

—Lo atribuyo a ese trastorno de personalidad narcisista mezclada


con una pizca de esquizofrenia. Tu madre estaría orgullosa.

La cabeza de Cameron se levantó con incredulidad. La ira regaba


sus ojos azules y endurecía sus rasgos fuertes mientras recargaba un
proyectil y otra vez apuntó el arma hacia Jared.

Salté a mis pies.

—¡No, Cameron!
Sin desbloquear su mirada, me empujó más o menos de vuelta a
la tierra, demasiado decidido a hostigar Jared para molestarse en
alguien tan aparentemente intrascendente.

—Vas a decirle hola a mamá por mí, ¿verdad? —preguntó


Cameron mientras se alivió el gatillo. Obtuvo solo un clic por su
esfuerzo.

—Magia —dijo Jared con un guiño.

Sin inmutarse, Cameron tomó el rifle con las dos manos y lo


balanceó. Pero Jared lo atrapó a milímetros de su cara y se lo estrelló de
nuevo en la mandíbula de Cameron. Él se tambaleó hacia atrás, puso a
prueba su mandíbula, y luego atacó.

La lucha que siguió parecía más mística que real, como si dos
dioses habían elegido la Tierra como su campo de batalla. Cada uno
poseía fuerza más allá de la explicación.

Me sentía horrorizada. Hice una mueca en cada caída, me


tensaba con cada colisión de puño y cuerpo. Mientras que la Tierra se
detuvo, una acalorada batalla rugía en las tranquilas calles de Riley. Y
con cada golpe, mi respiración se detenía, segura de que causaría la
muerte de uno de ellos.

Pero la batalla se prolongó. Una fina capa de sudor cubría el


rostro determinado de Cameron. Manchas de sangre goteaban de su
boca y sien. Luchaba como poseído, como si matar a Jared fuera su
único objetivo en la vida y estaba más que dispuesto a morir en el
proceso para lograrlo.

Mientras Jared parecía físicamente impenetrable, emocionalmente


no estaba tan templado. Sentía una guerra dentro de él. Lo sentía tan
fácilmente como podía sentir el calor transportado en el viento. La ira y
la indignación peleaban con algo superior, algo más noble, tal vez la
empatía o compasión.

La escaramuza se desplomó en la calle, donde la madre y la hija


se quedaron congeladas. Los únicos sonidos que podía oír en el silencio
eran las respiraciones roncas de los gladiadores y los duros golpes del
combate.

Incluso los olores del otoño habían dejado de existir en el espeso


aire.
Cameron levantó a Jared y lo arrojó sobre el parabrisas de un
Buick plateado. El auto cayó, luego rebotó y quedó inmóvil,
distorsionado en el tiempo como si alguien hubiera tomado una foto en
el momento menos pensado. El parabrisas astillado en mil fragmentos
de vidrio con gas, sin embargo, sostenido en el lugar, creando un
mosaico brillante.

Todavía en el coche, Jared dio una patada cuando Cameron se


lanzó al ataque, enviándolo hacia atrás a través de la ventana de la
tienda, la misma ventana que la madre e hija se quedaron mirando.
Errando a las mujeres por pulgadas.

Una vez más, el vidrio se rompió como si envejeciera frente a mis


ojos, fisuras ceñían todo el panel. Un crujido pequeño se oía; bordes
dentados rodearon el orificio creado por su cuerpo creado, pero, el
tiempo lo mantuvo en el lugar.

Jared se bajó del coche y miró la apertura que la figura Cameron


había tallado en la ventana, esperando a que su adversario
reapareciera.

Contuve la respiración, esperando que Cameron hubiera quedado


inconsciente por lo que la pelea terminaría.

Por favor, por favor, que termine.

Mientras miraba a la ventana, expectante, oí un gemido de Jared.


Le miré. De repente, parecía mareado. Cerrando los ojos, se agarró el
estómago y cayó de rodillas. Mi corazón dio un salto en alarma.
Luchando sin éxito para ponerme de pie, mientras corría hacia él.

Caí de rodillas a su lado.

—Jared, ¿estás bien? —pregunté con preocupación.

Por supuesto que no estaba bien. Acababa de haber sido arrojado


a un parabrisas. Sin embargo, no tenía un rasguño. Cameron sangraba.
Una gran cantidad. Jared obviamente no lo hacía. Aunque su piel
seguía impecable, su rostro estaba contorsionado en agonía. Hizo una
mueca y se dobló de nuevo.

Puse una mano sobre su hombro.


—Por favor, Jared. Por favor, deja que se detenga. Esto es una
locura.

Pero parecía perdido, confundido.

—¿Qué me está pasando?

Justo en ese momento Cameron pateó a través del vidrio


astillado, llevando un trozo irregular de los restos que había sacado del
interior de la tienda. Se puso sobre nosotros, ensangrentado, jadeando
con cada respiración.

Levanté la vista hacia él.

—Cameron, detente.

—¡Fuera del camino, Lorelei! —dijo, una advertencia dura en su


tono.

—Está herido.

—Sí, pero todavía está respirando. —Tomó la improvisada arma


con ambas manos como un bate de béisbol.

—¿Qué me está pasando? —Jared puso una mano en su cabeza y


apretó los dientes. Sostuvo su estómago y se dobló por tercera vez,
como apoderado por una ola de dolor insoportable—. ¿Qué está
sucediendo?

—¿Qué está pasando? —preguntó Cameron con una sonrisa


brillante—. Estás consiguiendo una patada en tu trasero, eso es lo que
está pasando. Ahora, fuera del camino, Lorelei.

—¿Qué me estás haciendo? —preguntó Jared, su voz un cáustico


susurro.

—Te acabo de contar, chico duro. Te estoy pateando el trasero.


Tienes una corta capacidad de concentración. —Me lanzó una mirada
de advertencia—. No voy a decirlo de nuevo.

Me di cuenta que estaba llorando. Lágrimas nublaron la


determinada cara y los ojos de hielo azules mirando hacia mí.

—Deja eso, Cameron —dije entre patéticos sollozos—. Lo digo en


serio.
Frunció el ceño en señal de frustración, Cameron me agarró del
brazo y me tiró hacia atrás. Luché contra su agarre con cada onza de
energía que tenía, pero era demasiado fuerte. Me sentí como un
mosquito luchando contra un camión diesel. Me tiró a un lado tan
fácilmente como tirar papel en la brisa.

Antes de que pudiera conseguir equilibrio, Cameron tomó la tabla


con ambas manos y la balanceó. Golpeó a Jared en el costado de su
cabeza, dejándolo inconsciente en sus manos para mantener el
equilibrio. Jared miró hacia el cielo, como cuestionando a Dios mismo,
luego se derrumbó sobre la acera.

Cuando Cameron tuvo la tabla preparada de nuevo, me encontré


con su mirada. Cargué con todas mis fuerzas y embestí un hombro en
su costado. Le sorprendió y fue suficiente para hacerle perder el
equilibrio. Tropezó conforme el mundo se reiniciaba. Y se reanudó con
venganza. La fuerza del tiempo recuperándose me dejó sin aliento.

Me faltaba el aire y miré a mí alrededor. El patinador aterrizó


perfectamente mientras sus amigos aplaudían su hazaña. La vidriera de
la tienda se movió con la subida de tensión, rociando pequeños
fragmentos de vidrio alrededor de la madre e hija. Ellas gritaron y
saltaron hacia atrás. Los ruidos cotidianos de la ciudad sustituyeron al
grueso vacío de silencio: coches zumbando, el canto de los pájaros, la
gente hablando, los sonidos se vuelven inmunes a hasta que ya no
están ahí. La alarma del coche Buick comenzó a sonar también, ya que
rebotó en su posición.

Detrás de mí, un camión de reparto paró en seco en medio de la


intersección, sus neumáticos humearon en señal de protesta. El
conductor saltó y corrió hacia donde yo estaba acostada antes. Echó un
vistazo a la zona, confundido.

—¿Guao, qué te pasó, amigo?

Uno de los patinadores diviso a Cameron. Miró a Jared, y de


vuelta.

—Oye, hombre —dijo, mostrando sus palmas—, no queremos


ningún problema.

Sin decir una palabra, los patinadores se quitaron mientras la


madre cogió a su hija y retrocedió, sus ojos muy abiertos y cautelosos.
Apenas podía culparlos. Cameron se encontraba salpicado de sangre y
escombros, sosteniendo una tabla como planeando metódicamente la
muerte de cualquier persona dentro de su alcance.

Comencé a caminar hacia Jared, pero Cameron me agarró de


nuevo.

—Entra a mi camioneta —ordenó, entonces me empujó en la


dirección de su camioneta estacionada en la calle.

Cuando me tropecé por quinticienta vez ese día, la furia se


apoderó de mí. Un calor abrasador ató los cordones de mi espina
dorsal. Mis mejillas se calentaron con ira. Me incorporé en toda mi
altura, que, sin duda, no era mucha, y me dirigí de nuevo a Cameron, el
propósito evidente en cada uno de mis movimientos. Había sido
empujada demasiadas veces ese día. Ya era suficiente.

A pesar de que era demasiado alto como para pararse ojo a ojo,
con mi actitud cabreada parecía suficiente para llamar su atención. Me
paré frente a él, los pies separados, los puños en las caderas, y lo miré
con toda la ferocidad que podía.

Me apuntó con el dedo en señal de advertencia.

—Lorelei…

—Si me atropellan —dije, interrumpiendo la grave amenaza que


tenía en mente —, empujan —continué, dando un paso más cerca para
el efecto—, o atropellan una vez más hoy, juro por todo lo que es santo,
que haré que sea mi objetivo personal en la vida que la persona
responsable sea enviada a prisión por cargos de pornografía infantil.

Cameron se me quedó mirando, molestia trabajando su


mandíbula.

—Por favor, ve a mi camioneta —dijo al fin—. Esto...no es seguro.

—Tú no eres seguro. —Aunque me puse de puntillas, todavía me


perdía el contacto a nivel del ojo por más de un pie—. Y no voy a dejar a
Jared.

—No tengo ninguna intención de dejarlo. Por favor, solo entra a


mi camioneta.
Una pequeña multitud se había reunido y la gente estaba
empezando a hacer preguntas, pero ninguno se atrevía a ir cerca de
Cameron. Apenas podía culparlos.

—Bien —dije con mi mandíbula apretada. Me incliné y empujé su


pecho con el dedo índice—. Pero no me empujes de nuevo.

Dejó caer su arma improvisada y se rindió con las palmas hacia


arriba.

—Me convenciste con en el porno infantil.

Satisfecha, recogí mi mochila y esperé a Cameron. Agarró los


tobillos de Jared y lo arrastró a través del cristal en la acera y cruzó la
calle de grava hacia su camioneta. Su avance hacía un crujido
inquietante.

Seguí junto a ellos, con ganas de ayudar a Jared, pero no estaba


segura de qué hacer. Para empezar se encontraba cubierto de sangre un
costado de su cara, el costado que Cameron había golpeado con los
restos de la tienda.

Estaba sangrando. ¿Por qué ahora?

Cameron continuó arrastrándolo sobre el áspero, pavimento de


grava hasta que llegamos a su envejecida camioneta. El óxido y las
manchas de pintura descascarada marrón y de color crema se
mantenían juntos. Una casa rodante desigual estaba encaramada sobre
la base. El vehículo en su conjunto parecía que había sobrevivido
recientemente una explosión nuclear.

Cameron dejó caer los tobillos de Jared para abrir la puerta


trasera y la cubierta de la casa rodante. En el interior, cobijas y
almohadas arrugadas cubrían el piso del lecho. La ropa sucia formaba
una pila en una esquina junto con algunas botellas vacías de agua,
latas de refrescos, y una caja de galletas. Eché un vistazo a Cameron
preguntándome cuántas veces había dormido en su camioneta. ¿Y por
qué?

Cuando se inclinó para agarrar a Jared, lancé mi mochila en la


cama y me metí dentro. Cameron se enderezó.

—¡Fuera de la cama! No puedes quedarte de nuevo aquí con esto.


—Tenemos que llevarlo a un hospital. —A pesar de mis mejores
esfuerzos, la desesperación teñía mi voz—. Y deja de llamarlo esto. Es
una persona, Cameron.

Pensé que iba a reírse de mí. Entonces oyó las sirenas.

—No es una persona más de lo que lo es tu mochila. Y estaba


pensando más en la sección de la morgue. —Levantó a Jared con poco
esfuerzo y lo empujó a mi lado en la camioneta.

—Eso no es gracioso.

—No estaba destinado a serlo. Ahora, vete. —Cuando me negué,


se estiró, agarró mi muñeca, y me jaló más o menos hasta que me topé
con el pavimento—. Entra en el asiento delantero —ordenó.

Mi ira se encendió de nuevo. Cuando giró para cerrar la puerta


trasera, lancé un puñetazo y le pegué en el brazo. A pesar de que esto
casi no lo inmutó, me regaló una rápida mirada.

—Te dije que no me empujes de nuevo.

—No te empujé —dijo, tratando de alcanzar la cubierta de la casa


rodante—. Te arrastré.

La bisagra de la cubierta estaba atascada en un lado. Cuando


llegó a liberarlo, trepé por la puerta trasera y de vuelta a la cama.

—Maldita sea, Lorelei. —Me miró, pero me deslicé hasta la


esquina más alejada de él. Si me quería, iba a tener que trabajar por
ello.

—¿Qué vas a hacer con él? —pregunté.

Me miró por un largo tiempo antes de finalmente responder.

—Lo que sea necesario.

Justo en ese momento Jared gimió. Cameron se quedó quieto, lo


miraba como si fuera una cobra a punto de atacar. Me tendió una
mano, sin apartar la mirada cautelosa de Jared.

—Toma mi mano.

—No —dije desafiante—. ¿Qué vas a hacer?


Las sirenas se acercaban.

—Lorelei, no sabes lo que es, lo que es capaz de hacer.

—¿Qué vas a hacer?

Cerró los ojos con frustración y aspiró una bocanada de aire. Sin
mirarme, pidió una vez más.

—Lorelei, por favor.

—No. —Mi voz era suave, más insegura de lo que quería. Pero me
negué a moverme—. No estaba bromeando cuando dije que no lo
dejaría.

Sin previo aviso, Cameron golpeó su puño en la puerta trasera. La


camioneta se lanzó hacia adelante cuando la puerta trasera crujió hacia
adentro, cediendo a su fuerza, recordándome su potencial.

Alzó la mano y cerró la cubierta con la misma enojada fuerza. Me


sorprendió que el vidrio no se rompiera.

Le oí recuperar el rifle desde el otro lado de la calle antes de subir


en el asiento del conductor. Encendió la camioneta luego retrocedió a
una calle lateral para evitar los coches de la policía que se acercaban.
Con los neumáticos chillando, giró y se dirigió hacia la carretera.
Capítulo 5
Paradoja
Traducido por Fedee Black
Corregido por Mariabluesky

Jared cayó inconsciente sobre su espalda, su rostro, girado hacia


mí, las marcas del látigo formando medios círculos cruzando sus
mejillas. Se balanceó con el movimiento del camión como un niño
durmiendo, inconsciente del mundo alrededor de él. Su respiración,
profunda y constante, ayudó a relajarme, aun si, solo escasamente.
Manchas de sangre cubrían su mentón y boca. Tomé una camisa sucia
de la esquina para limpiarla, pero solo logré extenderla. Miró con
oscuridad.

Su piel no era como la luz, como había sido, parecía que algo
había cambiado.

Era como una paradoja, pienso, una contradicción. Se veía tan


joven, tan nuevo para el mundo, pero cuando me tocó, parecía siglos de
viejo, un conocimiento en sus ojos sobre cosas que nadie podría saber.
Y mi visión. ¿Si hubiera sido real? Quizás él es de otra dimensión, otro
tiempo.

El vidrio en medio del tráiler y la cabina estaba abierto. Levanté la


mirada. Cameron estaba intentando mantener un ojo en la carretera y
sobre mí al mismo tiempo.

—Sube aquí —dijo.

Echando un vistazo a la minúscula abertura, le doy mi mejor


mirada de incredulidad.
—Si eso se despierta —continuó—, estaremos juntos en un
mundo de problemas.

—No puedo entrar por allí.

—Dame un minuto.

Me puse de rodillas y ojeé a través de la ventana hacia la


carretera. Nos estábamos dirigiendo abajo, al Cañon Abo.

—Tenemos que llevarlo a un hospital —dije, mis palabras con un


toque de pánico —¿A dónde vamos?

—Lorelei, por favor. Si quieres venir aquí, puedo explicarte.

—No. ¿A dónde vamos primero?

—Aún no lo sé —dijo con un tono irritado, sus manos,


manchadas con oscura sangre humana, apretándose sobre el volante.

—Cameron, solo da la vuelta. Él podría morir.

Frunció el ceño al espejo retrovisor hacia mí.

—Va a necesitarse mucho más que eso para poder matarlo. —


Miró a la calle, arrugando la frente por el pensamiento—. Voy a tener
que usar una motosierra.

Aspiré una bocanada de aire.

—No fue divertido.

—Lo bueno es que no era una broma. —Miró el espejo lateral—


¡Maldita sea!

—¿Qué? —Miraba el cristal de la parte posterior de la camioneta,


tan cerca que todo lo que pude ver fue la rejilla cromada. La pendiente
del cañón hace difícil para los camiones maniobrar a través de sus
vueltas y revueltas.

—No hay nada como un examen rectal con una furgoneta.

—Cameron, da la vuelta —dije, en busca de un lugar para


detenernos. Simplemente, no hubo uno, y no habría en los siguientes
kilómetros.
—Mira, tan pronto como estemos fuera del cañón, te lo voy a
explicar, ¿de acuerdo? Tengo que llevarte a un lugar seguro.

—¿A mí? —pregunté, sorprendida—. ¿Por qué a mí? ¿Qué es todo


esto?

Me miró por encima de mi hombro. El camión estaba luchando


con su velocidad, pero logró la subida de unos pocos metros.

—¿Podrías dejar de argumentar y llegar hasta allí?

Bajé la mirada hacia Jared. La sangre se había agrupado en la


manta bajo su barbilla.

—Está sangrando mucho.

—Sí, esa fue la idea cuando le golpeé con la placa.

Exasperada, me incliné a través de la ventana para mirarlo de


cerca. Se concentraba en el camino, pero sus ojos se inclinaban hacia
mí y entré en su visión periférica.

Era un absoluto desastre. Su pelo rubio colgando en racimos


pegados con sangre. Arañazos y cortes y contusiones bastante
impresionantes cubrían su rostro hinchado. La boca con una profunda
hendidura en la esquina, al igual que su ojo derecho.

Tenía razón. Necesitaba respuestas y Jared necesitaba un


hospital.

—Cameron —dije, mi voz suplicando—. ¿Por qué sucede esto?


¿Por qué tú y Jared son tan fuertes? ¿Por qué están tratando de
matarse el uno al otro? ¿Y qué hace que esto tenga que ver conmigo?

Se aferró al volante molesto por mi proximidad. Después de


limpiarse el rostro en un hombro, se dio la vuelta para mirar hacia
abajo, al lado de la montaña. Estábamos saliendo de la pendiente. El
terreno se volvió nivelado y el camión retrocedió aún más.

Mientras esperaba una respuesta, algún tipo de explicación,


escuché quejarse a Jared. Antes de que pudiera acomodarlo en la cama,
Cameron llegó como un rayo y me agarró del brazo.

—Te agarré —dijo mientras trataba de arrastrarme hacia la


cabina.
Pero Jared también me había agarrado. Había sostenido mi
pierna y era evidente que no tenía intención de dejarla ir. Puesto que
desempeñaban un tira y afloja con mi cuerpo, la tira delgada de metal a
lo largo de la cornisa de la ventanilla estaba cortando en mis costillas.
Un dolor punzante cortó a través de mí.

Grité y usé mi mano libre para intentar empujarme fuera de la


cornisa.

—¡Cameron, déjame ir!

Dudó, apretando su mandíbula, por último me dejó ir y exploró el


área en busca de un lugar para detenerse. En el interior, Jared me
sacudió a través de la pequeña abertura. Aterricé encima de él y jadeé
mientras agarraba un puñado de cabello en la parte posterior de mi
cabeza. Envolvió un brazo como el acero en mi cintura para encerrarme
con él, entonces me miró con algo inquietantemente similar al odio.

—¿Qué me has hecho? —Su voz era dura, áspera. Tenía miedo,
como un chico perdido y solo, y encabronado como en el infierno por
esto.

Su brazo era como un tornillo de metal, haciendo casi imposible


respirar. Empujé contra él, Jadeé en busca de aire. Pero cuanto más me
esforzaba, más apretado y aplastante el tornillo se hacía. Lloraba de
dolor por segunda vez. La falta de oxígeno haciendo el mundo girar
alrededor de mí.

Oí a Cameron llamarme.

—¡Lorelei, resiste!

Jared enrolló más profundamente su puño en mi cabello y me tiró


más cerca.

—¿Qué me has hecho?

—Yo… no entiendo—logré decir entrecortadamente.

En un movimiento, rodó sobre mí, sujetándome con el peso sólido


de su cuerpo. Me sostuvo allí durante mucho tiempo.

Aunque ningún fuego quemaba sus ojos como antes, había


suficiente calor en su mirada penetrante para abrasarme en el lugar.
Señaló con la cabeza hacia atrás y envolvió sus largos dedos alrededor
de mi garganta, cortando con los ojos como si me atreviera a desafiarlo
de nuevo.

—Podría romperte el cuello —dijo en un susurro ronco mientras


se movía tan cerca que pensé que sus labios tocarían los míos—,
incluso antes de que sientas el temblor de mis manos. —Su aliento,
dulce y cálido contra mi boca, se sintió tan en desacuerdo con la fría
sinceridad tan cruel de sus palabras—. Podría hervir la sangre de tus
venas y fusionar todos tus huesos juntos. —Sus ojos eran cuchillos,
que me apuñalan por la ira caliente—. Y podría asegurarme de que
vivieses lo suficiente para sentir cada oleada de dolor, cada matiz de
agonía.

El miedo me invadió como nunca antes. Después de lo que había


visto hoy, no dudé de ni una sola de las palabras que decía.

—Estoy segura de que podrías —dije con un trago nervioso, luego


agregué—. Por favor, no lo hagas.

Estaba temblando violentamente, o tal vez era yo. Me pregunté si


se había detenido otra vez, porque todo pareció detenerse mientras
miraba hacia mí, una rabia de desprecio reluciendo en sus ojos.

—¿Qué me hiciste ?—preguntó de nuevo.

Levanté una mano rezando para que no lo tomara como una


amenaza y llevara a cabo las citadas atrocidades, y la coloqué al lado de
su rostro.

Trató de retroceder, pero me contuve en el suelo manteniendo mi


mano en su cara caliente.

—Jared —le dije, mi voz temblando incontrolablemente—, nunca


te haría daño. —Miró con curiosidad a una lágrima que se abrió paso
entre mis pestañas—. No podría lastimarte incluso si quisiera.

Me miró con recelo, como luchando con un demonio interior antes


de decir:

—Eres la única que puede hacerlo.

Un sonido por encima llamó nuestra atención. Cameron estaba


tratando de apuntar su rifle y conducir al mismo tiempo. Jared agarró
el cañón al mismo tiempo que el arma se disparó, sorprendiéndome
hasta la médula. Hizo un agujero irregular en la parte superior de la
furgoneta.

En un movimiento fluido, tiró el arma de la mano de Cameron,


cargó la recámara al ponerse de rodillas, y le apuntó a la cabeza.

—¡No! —Trepé y me abalancé sobre él, tratando de empujar el rifle


a un lado. Me abrí paso entre él y la camioneta, entre él y Cameron.
Agarrándome a la camiseta de Jared, me aseguré de que me mirara.

—No más. —Hablé con suavidad pero con firmeza—. Esto tiene
que parar. —Me volví a Cameron—. Esto tiene que parar.

Cameron sonrió. No tenía la menor intención de escucharme.

—No en esta vida, amor.

Alcanzó algo debajo del asiento y sacó una pistola de aspecto


desagradable, de esas que tienen seis capas de grasa.

En el instante en que el arma se disparó, me encontraba en la


cama de la camioneta, boca abajo. Jared estaba sobre mí, pero solo por
una fracción de segundo. Antes de que Cameron tuviera otra
oportunidad, le dio una patada a la puerta trasera y se deslizó por la
parte trasera de la camioneta.

Después de una brutal caída al pavimento y unas vueltas, se


levantó de un salto sobre sus pies a la tierra firme. Mi aliento atrapado,
cuando el camión de dieciocho ruedas detrás de nosotros que trató de
frenar, deslizándose y derrapando. Mis manos volaron a mi boca,
segura de que Jared sería aplastado.

Se quedó mirándome, despreocupado. Cuando el camión se


abalanzó sobre él, lo esquivó tranquilamente.

El alivio que inundó mis sentidos envió un lavado de oscuridad no


deseada sobre mí. Negué con la cabeza para mantenerla a raya, me
obligué a no desmayarme.

Cuando Cameron se detuvo en seco en una estrecha salida de la


carretera, volé hacia delante y golpeé la cabina. El dolor explotó en mi
cabeza. Por segunda vez casi perdí el conocimiento, pero luché con cada
pizca de determinación que tenía.
Miré hacia atrás, a Jared. No se había movido. Todavía estaba de
pie, mirándome, su poderosa posición demostrando su fuerza, la fuerza
que llevaba en la mano.

Cameron saltó de la cabina y sacó el rifle de la cama. Se volvió y


apuntó.

Jared se mantuvo firme.

Pero de nuevo me lancé y golpeé a Cameron fuera de alcance. El


disparo se efectuó en el aire sin causar daños.

Jared le enseñó los dientes.

A medida que Cameron recargaba la recámara, Jared volvió y


corrió hacia las cuevas en la pared del cañón rojo, desapareciendo
detrás de una colina.

Maldiciendo, Cameron arrojó el rifle en el suelo.

—¿Por qué hiciste eso? —Gritó, engullido por la ira y la


frustración—. ¿No ves lo que has hecho?

Negué con la cabeza con disgusto.

—Estás loco. Ambos están locos.

Dio un paso hacia mí y me tensé. Debió haber visto mi


estremecimiento, porque se detuvo. Tensión cavó surcos en su frente
mientras me miraba.

—Mejor loco que muerto —dijo al fin. Se dio la vuelta y aseguró la


maltratada puerta trasera—. Entra en la cabina.

—No voy a ninguna parte contigo. Estás absolutamente loco. Me


has estado acosando durante días, y ahora...

—¡Él! —dijo con dureza—. ¡Es él! He estado acechando a esa cosa
los últimos tres días.

Su confesión me sorprendió. Me quedé mirándolo con la boca


abierta. ¿Por qué habría estado al acecho de Jared?
Cada vez más impaciente, Cameron trató de agarrarme otra vez,
para arrastrarme de nuevo a su camioneta. Peleé con él con una patada
en la espinilla.

Éxito al final. Por fin algo llamó su atención. Me soltó con una
sarta de maldiciones de la que cualquier rapero estaría orgulloso y cayó
hacia atrás contra el portón trasero, frotándose la espinilla
vigorosamente. Después de un momento, se deslizó hasta el
parachoques y me lanzó una mirada malévola, respirando con
dificultad, su paciencia disipándose claramente.

—¿De quién crees que es la sangre con la que estás cubierta? —


preguntó, emoción cruda y con burla en su voz.

Me eché un vistazo por primera vez y quedé sin aliento. Estaba en


lo cierto. Estaba prácticamente empapada en sangre. Mi camisa
albaricoque se había convertido en carmesí oscuro. Mi capris tenía
enormes manchas feas y colgaba en andrajos harapientos sobre mis
rodillas. Restregué la sangre, traté de quitarla mientras un estado
latente de shock me consumía.

—¿De esa cosa? —continuó—. ¿Mía? Es tuya, Lorelei. —Se inclinó


hacia delante—. No sabes lo que es, por lo que fue enviado aquí.

—¿Enviado aquí? —pregunté mientras despegaba la camisa lejos


de mi piel. Nada. Ni un solo rasguño, y sin embargo, en algún momento
me había empapado en sangre.

—Para ti. Fue enviado aquí para ti —dijo con furia.

—Por supuesto —le dije mientras me daba cuenta. ¿Cómo si no


podría haber sobrevivido sin un solo rasguño?—. Para salvarme.

Cameron se burló en voz alta y se apartó de la camioneta.

—Hombre, ojalá pudiera vivir en tu mundo. —Cogió el rifle y lo


tiró en la cama—. Te diré qué, torpedero4, cuando estés lista para volver
a la Tierra, me lo haces saber. Hasta entonces, lleva tu culo a la cabina.
No te voy a dejar aquí.

—Me salvó la vida, Cameron.

4
Torpedero¹: jugador en béisbol que ocupa la posición entre
la segunda y tercera base.
En un instante se volvió hacia mí, se dio la vuelta y me apuñaló
con una mirada que hizo que el azul de sus ojos se encendiera con ira.

—¡No hace eso! —gritó, agitando una mano hacia el lugar donde
Jared había estado de pie—. No salva vidas, Lorelei. Eso no es lo que
hace.

—Entonces, ¿qué? —pregunté, mi irritación creciendo por un


segundo—. ¿De qué estás hablando?

—Eso es todo. —Alzó su rostro al cielo como pidiendo a Dios


paciencia. Después de aspirar un profundo aliento, me reconoció de
nuevo—. No voy a hacer esto aquí. Tenemos que irnos. Ahora, o bien
tendrás que entrar en este camión voluntariamente, o lo harás por la
fuerza. Me da igual. Pero te aseguro que de una manera u otra, entrarás
en este camión.

Hablaba en serio. Discutir con él había llegado a su fin. Con un


suspiro de resignación, levanté mi barbilla y me acerqué al lado del
acompañante, fingiendo que había sido mi idea desde el principio. Que
necesitaba sentarme de todos modos, antes de desplomarme.

Cameron subió y cerró su puerta con un portazo para enfatizar su


mal humor. El sonido envió una onda expansiva sacudiendo a través de
mí. Sonaba como el rifle cuando disparó en el pecho de Jared. Me
estremecí y me moldeé en la esquina como el león cobarde.

Cuando Cameron encendió el camión, una ola de náuseas me


invadió. Todo lo que había sucedido ese día me golpeó en un asalto
masivo. Desde despertar para encontrar a Cameron agazapado junto al
árbol fuera de mi ventana, todavía allí desde la noche anterior a
estrellarse contra Jared en el pasillo; de ser empujado hacia la calle por
patinadores, para obtener una segunda oportunidad en la vida por un
ángel; de ser testigo de los actos más salvajes de violencia que jamás
había imaginado posible soportar, el odio crudo y la ira en los ojos de
Jared; de todo eso a esto. Para no saber por qué nada de eso sucedía, al
no saber quién era Jared, o cómo hizo lo que hizo.

—Espera —dije en un susurro mientras sentía a mi estómago dar


un vuelco—. Espera, detente.

—De ninguna manera.

—No, estoy enfermándome. Detente.


Cuando me tapé la boca con ambas manos, Cameron a
regañadientes se detuvo. La bilis quemó la parte posterior de mi
garganta antes de que pudiera abrir la puerta. Tropezando de la
camioneta, me lancé sobre el lado de la carretera. Vomité el capuchino
que había tomado en la cafetería y algunos otros contenidos que no me
atreví a identificar.

Cameron dio la vuelta para estar a mi lado y trató de simpatizar,


pero levanté una mano.

—No lo hagas —le dije mientras me ponía a llorar—. Simplemente


no lo hagas.

Por razones desconocidas, incluso para mí, una tristeza brotó en


mi interior. No pude detenerlo. Las lágrimas se deslizaban más allá de
mis pestañas y bajaban por mis mejillas llenas de ampollas. Caí
irregularmente sobre mis rodillas y lloré en el lado de la carretera como
un niño de dos años.

Negué con trauma, con el shock, con el miedo y la duda. Y deseé


a mis padres, lamenté su muerte. Había tantas preguntas que han
quedado sin respuesta. En los años posteriores a su desaparición, no
me había olvidado lo que se sentía al estar en sus brazos. Era como ser
abrazada por el amor, envuelta por la calidez y seguridad. Los quería
devuelta, ahora más que nunca.

Podía sentir a Cameron a mi lado, pero no trató de tocarme de


nuevo. En cambio, me entregó un trapo aceitoso, probablemente uno
con el que solía trabajar en su motor. Pero era mejor que nada. Me
limpié la cara y la boca y después de varios momentos embarazosos,
saqué el aire frío de mis pulmones y me obligué a tranquilizarme.

Había surgido un pensamiento. Un pensamiento que, siendo


inquietante, explicaría mucho.

Miré a Cameron, tragué el nudo de la garganta, y le pregunté con


más curiosidad que miedo:

—¿Estoy muerta?

Se agachó a mi lado con una sonrisa triste y, con la voz más


enternecedora, dijo:

—Ni siquiera cerca.


Capítulo 6
La Muchacha en el
Espejo
Traducido por Angyyy
Corregido por Mariabluesky

Cuando Cameron, entró por el aparcamiento de tierra de Wild 'n


Wonderful, la tienda de alimentos saludables de mis abuelos, me
agaché en el asiento del pasajero.

—Está tu abuela —dijo, haciéndome saber quién se estaba


encargando de la tienda. Debería haber sido yo. Tenía previsto trabajar
a las cuatro. La culpa se apoderó de mí, añadiéndose a la confusión
agitándose en mí ya revuelto estómago.

—¿Está el abuelo con ella?

—No lo vi.

—Maldición. Puede estar en la casa. —Mi mente daba vueltas


mientras Cameron se retiraba a la parte trasera de la tienda donde
había vivido desde que tenía seis años. La tienda tenía un apartamento
adjunto. Después de la desaparición de mis padres, me fui a vivir con
mis abuelos. Prácticamente vivía allí de todos modos. Mi madre se
encargaba de la tienda la mayor parte del tiempo mientras yo estaba
siendo malcriada por la abuela y el abuelo. Mamá siempre decía que
debería haber sido un crimen ser tan mimado. Mi pecho se ceñía
estrechamente con el recuerdo. Quitándome esto de encima, di la vuelta
hacia a Cameron—: Tendré que arriesgarme. Él podría estar en la
iglesia. —El abuelo era el pastor del Santuario, la única iglesia sin
denominación que tenía Riley, y lo mantenía bastante ocupado—. Tengo
que llegar arriba y cambiarme de ropa antes de que me vean.

Después que se detuvo y apagó el motor, me arrastré hacia el


asiento y miré a mí alrededor por el abuelo.

—¿Vas a estar bien? —preguntó Cameron.

Lo miré, sorprendida.

—Sí, claro —dije a la ligera—. ¿Quién no disfruta de una buena


pelea violenta mientras es empapada con el calor de su propia sangre?

Inclinó la cabeza en lo que parecía ser genuino arrepentimiento.

—Lo siento por todo, Lorelei. Ojalá nada de esto hubiera pasado.

No sabía qué decir. No fue su culpa. Por lo menos, no creía que


hubiera sido su culpa.

Se extendió a través de la ventanilla de cristal y agarró mi mochila


para mí.

—Gracias. ¿Qué vas a hacer ahora? —pregunté, cambiando de


tema.

Se encogió de hombros.

—Tomar una ducha.

—Yo también —dije, arrugando mi nariz por mi aspecto—. Y


cepillar mis dientes. —A pesar de que tenía un millón de preguntas,
ambos habíamos llegado a una delicada tregua. Era suficiente por
ahora—. No vas a hacer nada estúpido, ¿verdad? —pregunté.

—Soy más o menos la viva imagen de la estupidez, en caso de que


no lo hayas notado.

—No lo hago.

Mi declaración lo cogió por sorpresa. Lo pude ver en su expresión.


Eso, y agradecimiento.

Fruncí mis labios hacia él.


—¿Sabes cómo se llama esto, no?

Su expresión se volvió cautelosa.

—No, ¿cómo?

—Se llama Síndrome de Estocolmo. Ya sabes, ¿cuándo los


cautivos se identifican con el captor?

Se movió incómodo y miró por la ventana.

—No soy tu captor, Lorelei.

—Entonces, ¿qué eres? —Sabía que no me iba a dar una


respuesta directa, pero tenía que intentarlo.

Siguió mirando por la ventana.

—Soy el mismo chico que has conocido desde la guardería.

—Amigo, puedes ser muchas cosas, pero una cosa que no eres es
el mismo chico que conozco desde la guardería.

Bajó la cabeza.

—Lo sé. Solo desearía serlo.

Necesitaba aligerar la situación de nuevo. Me gustaba más clara.


Y necesitaba una ducha. Muchísimo.

—Bueno —dije mientras abría la puerta—, por lo menos no tienes


sabor a vómito en tu boca.

Se rió entre dientes.

—Y por lo menos no estoy cubierto de sangre.

Lo miré boquiabierta.

—¿Siquiera has visto tu rostro?

Frunció el ceño y miró en el espejo.

No podía dejar de reír cuando salté de la camioneta y corrí hacia


el apartamento.
El abuelo debía de haber ido a hacer recados o a la iglesia.
Suspiré de alivio, en voz baja para que la abuela no me oyera. Con ese
golpe milagroso de suerte, me las arreglé para llegar desapercibida a mi
habitación.

Después de deslizar el espejo de cuerpo entero junto a mi cama,


me detuve y retrocedí para ver mejor. La conmoción que sacudió a
través de mí causó una inhalación brusca. La sangre seca endurecía mi
cabello, manchaba mi piel y ropas. La parte de atrás de mi camisa
colgaba en tiras hecha jirones, probablemente destrozada cuando
aterricé en la calle y me deslicé hasta ese poste de luz. Levanté una
franja irregular. La piel debajo permaneció intacta.

Y no dolía.

Jared había prometido que no dolería, y no lo había hecho.

Con un sobresalto que provocó una oleada de náuseas arrastrarse


sobre mí otra vez, me di cuenta de que había sido atropellada por un
camión. Un enorme camión de reparto verde. En realidad no recuerdo
haber sido atropellada por un enorme camión de reparto verde, pero el
conocimiento estaba allí, no obstante. Había sido atropellada, sin duda
al respecto. Un minuto estaba en el semáforo, al siguiente estaba
acostada debajo de un poste de luz a una cuadra. Toda una cuadra de
distancia.

La comprensión puso mi mundo a girar de nuevo. Drenada tanto


física como mentalmente, de repente me sentí agotada hasta el punto
del delirio. El mundo se oscureció como lo había hecho cuando el
camión de dieciocho ruedas falló en golpear a Jared por un latido. Solo
que esta vez no podía detenerlo. Los huesos de mis piernas se
disolvieron, y el suelo se inclinó bajo mis pies, subiendo a mi encuentro
cuando perdía el conocimiento.

***

En lo que parecieron momentos después, me costaba mucho


despertar, luchando a mi manera para salir de la oscuridad. Mis
sentidos resurgieron espesos y borrosos en los bordes, y traté de abrir
mis ojos.

Mis párpados, sin embargo, no estaban cooperando. Era evidente


que no habían aprendido nada de todos esos años en las Niñas
Exploradoras. Aspiré aire en mis pulmones y lo intenté de nuevo, esta
vez más fuerte. Evocando toda la fuerza que tenía, me las arreglé para
abrir un ojo, pero solo por una fracción de segundo antes de que se
cerrara de nuevo.

La habitación se había oscurecido. En ese instante, conseguí un


vistazo de lo que me rodeaba, y la habitación sin duda se había
oscurecido. Debía de haber estado inconsciente más de lo que pensaba.

—Está despertando.

¿Brooklyn?

—Tenemos que llamar a una ambulancia.

¿Glitch? No, Glitch, no llames a una ambulancia.

—No creo que algo de esta sangre sea suya. No puedo encontrar
un rasguño en ella.

—Pero sus costillas están muy magulladas. Podrían estar rotas.

—¿Lor, cariño? —Brooklyn alisó un caliente paño húmedo a lo


largo de mi frente. Era maravilloso—. ¿Puedes oírme?

Traté de hablar, pero las palabras no se desplazaban. En su lugar


un sonido seco, estridente, brotó de mi garganta.

—Oh, Dios mío —dijo Glitch—. ¡La han convertido en una rana!

A pesar de mi situación, me reí. Cuenta con Glitch para aligerar


la situación incluso más oscura. Finalmente logré forzar a mis ojos a
abrirse de nuevo.

—¡Una rana con un solo ojo! ¿Qué tipo de monstruos…?

—¡Glitch! —dijo Brooklyn con impaciencia.

—Muy bien —accedió.

Pero ya era demasiado tarde. Me estaba riendo. Vi un destello de


dientes blancos en la cara de Brooklyn mientras me apoyaba en una
almohada. Estaba en mi cama sin recordar cómo había llegado allí.

—Lo sé, lo sé —dijo—. ¿Qué haríamos sin él?


Glitch me trajo un poco de agua.

—En serio, ¿qué pasa con tus ojos?

Traté de encogerme de hombros, pero mis miembros se sentían


pesados, como si alguien los hubiera llenado de plomo cuando no
estaba mirando.

—Está bien, no importa. Tenemos alrededor de siete mil


preguntas. ¿Estás preparada para ello?

Sonreí detrás del vaso y finalmente abrí el otro ojo.

—¿Qué hora es?

—Un poco después de las nueve —dijo Brooklyn.

Con eso, me senté de golpe.

—¿Nueve? ¿Nueve en punto? ¿Nueve de la noche?

—Oh sí, ella está muy bien.

—Glitch, lo creas o no, tus comentarios son raramente útiles. —


Brooklyn trató de acostarme de nuevo sobre las almohadas—. Sí, las
nueve de la noche. Llegamos aquí a eso de las seis y te encontramos
tendida en el suelo. Lor, ¿qué pasó?

—Oh, Dios mío, ¿mis abuelos me vieron?

—No, tú nos rogaste. ¿No te acuerdas?

—¿Les rogué? ¿Cuándo fue eso?

—Cuando llegamos aquí. Nos rogaste que no se lo contáramos a


tus abuelos. Dijiste que estabas bien, que Jared te había salvado y que
no llamáramos a una ambulancia. Te ayudamos a ir a tu cama,
entonces te desmayaste de nuevo. —Brooklyn metió la manta a mí
alrededor—. Es algo bueno que tu abuela no pueda subir y bajar las
escaleras con mucha facilidad. Ni siquiera sabía que habías llegado.

—¿Y han estado aquí todo este tiempo?

—Sí —dijo Glitch desde detrás de Brooklyn—, al igual que el


sheriff.
Una vez más, me senté de golpe.

—¿El Sheriff? ¿Aquí?

—Ha venido un par de veces —dijo Brooklyn, mordiéndose el labio


inferior—. Pero le dijimos a tus abuelos que no te sentías bien. Se
supone que volvería a las... bueno, ahora. Y tu abuela te está haciendo
sopa de pollo. No le dijimos que has estado inconsciente durante las
últimas tres horas.

—¿Por qué?

—Porque nos rogaste que no lo hiciéramos —dijo Glitch como si


fuera simple—. ¿Estás prestando atención siquiera?

—No, me refiero al sheriff. ¿Qué es lo que quiere?

—No lo sé —dijo Brooklyn, preocupación recubriendo sus ojos—,


pero te ha estado buscando desde esta tarde. Justo después del
terremoto.

Me atraganté a medio trago de agua y tosí un buen minuto antes


de que pudiera hablar de nuevo.

—¿Un terremoto? —pregunté entre jadeos de aire—. ¿Están


llamando un terremoto a lo que sucedió en las calles de Riley esta
tarde?

—¡Sabía que no era un terremoto! —Glitch levantó los brazos


triunfalmente e hizo un paseo de la victoria alrededor de mi habitación.
Fue un corto paseo. Mi habitación era muy pequeña.

—Fue un tornado. —Se volvió hacia mí en interrogación—. ¿Estoy


en lo cierto?

—En cierto modo —dije, retorciéndome para encontrar una


posición menos torcida—. Solo que había dos tornados. Uno llamado
Jared y otro llamado Cameron.

Los dos se pusieron firmes. Brooklyn me miró con los ojos


abiertos, una mezcla de preocupación y curiosidad en su expresión.

—Está bien, les voy a contar todo —dije—, pero tienes que tener
la mente abierta. Eso va para ti también, Glitch.
Se burló como ofendido.

—¿Cuando mi mente ha sido cualquier cosa menos abierta? Y ni


siquiera saques a colación eso de que todas las tortugas son inocentes y
ese tipo de cosas. Eso no cuenta.

—Muy bien —dije—. ¿Se acuerdan de esta mañana...?

Y así comenzó la historia de mi más improbable, más imposible


martes. Les dije todo lo que recordaba con gran detalle, sin encontrar la
necesidad de elaborarlo. La historia en sí empujaba los límites de la
comprensión humana.

Cuando terminé, tanto Brooklyn como Glitch estaban mirándome.


Por mucho tiempo. Un tiempo muy largo. Estaban absorbiendo bien la
información que acababa de impartir o estaban durmiendo con sus ojos
abiertos. No estaba segura.

Con lágrimas brillando debajo de sus pestañas, Brooklyn habló


por fin.

—¿Quieres decir, que ese camión realmente te atropelló?

—¿Has oído hablar de eso? —pregunté, mi voz chillando.

—Sí. Bueno, no. Algo así. Uno de los cámaras del canal de
Turismo irrumpió en el café mientras estábamos sentados allí. Dijo que
podía jurar que un camión atropelló a una chica joven con largo cabello
castaño rojizo. Dijo que te habías ido, pero literalmente fue alrededor de
todos los clientes y les preguntó si habían visto algo. Dijo que parecía
que un terremoto había golpeado la ciudad.

—No entiendo, Lor. —Glitch sonaba herido. La expresión en su


cara lo demostraba—. ¿Cómo pudo suceder eso? ¿Algo de eso? Podrías
haber muerto. —Se puso de pie y miró por la ventana—. Podrías haber
muerto.

Mi corazón se hinchó. Mis dos mejores amigos en el mundo se


habían sentado conmigo durante tres horas. Su preocupación me
calentó. Su sola presencia me hizo sentir nueva otra vez. Bueno, tal vez
no nueva. Tal vez más como usada de buena calidad. Pero aun así.

—Me estaba muriendo —admití.


—No digas eso —dijo Brooklyn, visiblemente afectada por mi
historia.

—No, lo estaba. Jared me trajo de vuelta. Sentí una oleada de


fuerza vital a través de mi cuerpo. Lo sentí.

—¿Qué se siente? —preguntó Brooklyn.

—No sé exactamente. Cálido. Fuerte. —Después de un momento,


confesé con un susurro—: Se sentía como él, empujando dentro de mí,
curando. —Sacudí la memoria de su majestuoso contacto con un
suspiro triste—. Todo lo que sé es que me iba y me trajo de vuelta.

—¿Entonces por qué Cameron trató de matarlo? —Glitch estaba


enojado ahora, y tenía que mantener su calma. La última cosa que
necesitaba era otro hombre enojado con que lidiar. Incluso uno
pequeño.

—Eso es exactamente lo que pretendo averiguar.

—Bueno, no creo que seas la única.

Miré hacia atrás a Brooklyn para preguntar.

—¿Qué quieres decir?

Miró a Glitch, luego a mí.

—Después de que los policías, llegaran rugientes, a través de la


ciudad esta tarde, volvimos a la cafetería. Estábamos tratando de
llamarte para asegurarnos de que estabas bien.

—Oh, está bien, lo siento. Apagué mi teléfono. Iba a la biblioteca.


—Lo saqué de mi bolsillo y lo encendí. La pantalla estaba rota. Maldito
camión gigante verde de reparto. Mi abuela me iba a matar.

—Bueno, ese reportero estaba allí, el del Canal de Turismo


contando la historia en el hotel y se mantuvo preguntando a todos si
habían visto algo. Estaba sentado en la cabina detrás de nosotros,
hablando por el teléfono como nunca, mientras estábamos tratando de
localizarte. Continuaba hablando sin cesar sobre cómo era esto, de
cómo había encontrado lo que estaba buscando, y la forma en que lo
tenía todo en una cinta.

Inhalé bruscamente.
—¿Obtuvo una cinta?

—No es todo —dijo Glitch—. Creo que estaba hablando con algún
gran productor. Dijo que la cinta se había jodido justo cuando el
camión estaba a punto de... a punto de atropellarte—. Su voz se quebró,
lo que demuestra que el sujeto le molestaba. Por alguna extraña razón,
me sentí culpable.

—Sí —dijo Brooklyn—. Estaba tan emocionado, que estaba


temblando, pero me di cuenta que la cinta le enojaba. Discutió con uno
de sus técnicos, le dijo que lo arreglara o encontrara otro trabajo. Tenía
esa actitud.

—La tenía —concordó Glitch—. Y decía que después de que el


camión paró en seco, vio a éste chico, uno rubio, arrastrando a este otro
chico a través del cristal que acababa de romperse sin motivo, después,
cruzó la calle de grava como si no pesara nada, mientras que esta
chica, la chica, que debería estar muerta, los seguía discutiendo con el
chico rubio, quejándose sobre el de cabello oscuro, que todos estaban
cubiertos de sangre y…

—En otras palabras —dijo Brooklyn, interrumpiendo—, alguien


más lo sabe y está más que interesado en lo que pasó hoy. Dijo que iba
a conseguir la prueba, que solo necesitaba más tiempo.

—Parecía muy decidido, Lor —advirtió Glitch.

Asentí con la cabeza. Quienquiera que fuese, definitivamente


quería la historia. Esto estaba empeorando por momentos.

—¿Qué quiso decir, con que encontró lo que estaban buscando?

—No tengo ni idea —dijo Brooke—. Era como un perro con un


hueso.

—Maldición. Voy a tener que averiguar todo esto antes que el


señor Reportero Idiota. Pero esta vez, necesito un poco de ayuda. —
Tanto Brooklyn como Glitch se animaron con esa idea—. ¿Supongo que
ninguno de ustedes estaría listo para ese tipo de investigación?

—¿Investigación? —preguntó Brooklyn, sus ojos brillando—. Nací


para ello.
—Y yo nací para la fama y la fortuna, pero eso no viene al caso.
Estoy dentro.

Sonreí y me palpé el collar que Glitch me dio en memoria de mis


padres. No estaba alrededor de mi cuello.

—Mi collar se ha ido —dije, mirando alrededor, alarmada.

Brooke y Glitch recorrieron la habitación también, antes de que


Glitch dijera:

—Sabes, fuiste atropellada por un camión. No hay forma de saber


dónde está ahora.

Mis hombros se desinflaron con decepción.

—Realmente me gustaba, Glitch.

—Puedo conseguirte otro —dijo encogiéndose de hombros—. Mi


padre lo hizo para ti.

Saqué un suave jadeo.

—¿Tu papá lo hizo? —Ahora sí que me sentía culpable.

—Sí, pero ahora tiene el molde. No le tomará mucho tiempo


hacerte otro.

Pero quería ese. El primero. Lo hizo solo para mí y mis padres.


Traté de cepillar mi cabello hacia atrás con los dedos, pero se enredó
con el lío cubierto de sangre de mi cabeza. Asqueroso.

—Bueno listo, definitivamente es tiempo de una ducha.


Capítulo 7
Hibrido
Traducido SOS por Fedee Black
Corregido por Mariabluesky

—En un millón de años, nunca pensé que diría esto, pero...


¿estás segura de que deberíamos estar saltándonos las clases?

Brooklyn y yo nos volvimos a Glitch, nuestras caras, una


instantánea por la sorpresa. Estábamos en su triste excusa de Subaru,
en dirección al lugar donde Jared había desaparecido. No sabía por
dónde más empezar, por lo que volver sobre mis pasos parecía lo más
lógico.

—Glitch —le dije después de que la sorpresa de su declaración


disminuyera—. ¿Te has vuelto loco? Te las saltas por cualquier razón
bajo el sol.

Brooklyn rió por el recuerdo.

—Sobre todo me gustó cuando la pesadilla sobre las tortugas


gigantescas le dio mucho cansancio para concentrarse en su trabajo
escolar, y sintió que sería una distracción para el resto de la clase, una
experiencia educativa muy interesante para todo el mundo y que
deberían permitirle irse a casa.

Me reí.

—Esa fue una buena idea.

—Sí —dijo Glitch—, pero el sheriff no me andaba buscando el día


de la tortuga-pesadilla.
—Y no está buscándote hoy tampoco. Está buscándome a mí —le
dije. Había logrado zafarme de mi charla con el sheriff, una vez más la
noche anterior, quejándome a mi abuela porque mi estómago estaba
revuelto. Por desgracia, no había estado mintiendo. Aunque su sopa de
pollo realmente ayudó. Siempre ayudaba.

—Y cuando te encuentre en mi coche...

Brooklyn resopló.

—Se ve como un genial chico macho derritiéndose como un Slush


Puppie5 en agosto.

Glitch rodó los ojos mientras conducía su antiguo Subaru a


través del cañón.

—No intentes sacar tu presión de compañeros usando Jedi Mind


Tricks6 en mí. ¿Estás segura de que era tan lejos?

—Sí. Es solo por aquí —le dije, señalando redundantemente.

—¿Cómo están tus costillas? —preguntó Brooklyn.

Las toqué con mis dedos.

—Están mejor, creo. Solo un poco de dolor. —Toqué un punto


sensible y me estremecí—. O mucho dolor.

—Están muy magulladas. Todavía creo que deberías revisarlas


con un médico, o al menos la enfermera de la escuela —dijo Glitch.

—¿Cómo puedo hacer que las revise la enfermera sin que mis
abuelos se enteren? Los llamaría. Tendría que hacerlo.

Brooklyn se encogió de hombros.

—Sabes, Lor, son mucho más fuertes de lo que piensas.

—Sé que lo son, pero no lo pueden averiguar. Nunca. Mis padres


desaparecieron de la faz de la tierra. Solo se esfumaron. ¿Cómo crees
que se sentirían si supieran que casi hice lo mismo? De una manera
indirecta.

5
Slush Puppie: Bebida helada
6
Jedi Mind Tricks: Grupo underground de hip-hop de Filadelfia, Estados Unidos
—Lo sé. Estoy diciendo...

—¡Aquí! ¡Justo aquí! —Señalé con más entusiasmo del que había
querido—. ¿Ves las marcas de neumáticos?

Glitch estacionó a un lado de la carretera y se volvió hacia


nosotras.

—Bueno. ¿Y ahora qué?

La colina en la que Jared había desparecido estaba solo a un


cuarto de milla atrás. Abrí la puerta, tomé mi agua, y dije:

—Ahora, buscamos.

***

Cuatro horas más tarde, me senté en el Java Loft7 con dos amigos
un poco molestos mirándome.

Nos saltamos la escuela para nada. Después de buscar todo el


día, no encontramos ni rastro de Jared. Me dolían los pies. Casi me
había torcido el tobillo diecisiete mil veces tratando de recorrer el
terreno irregular del cañón. Y la preocupación me atormentaba,
retorciendo mis entrañas en nudos. ¿Dónde podría haber ido? Estaba
herido y solo y probablemente helado y hambriento.

¿Y por qué demonios la camioneta blanca del Canal de Turismo


seguía rondando por el vecindario?

—¿Has pensado en su fuerza? —preguntó Glitch, sacándome de


mis reflexiones—. Porque yo lo hago. Estoy pensando que tal vez Jared
es un extraterrestre. El lugar del accidente de Roswell está a la vuelta
de la esquina. O tal vez es una entidad sobrenatural. Ya sabes, como un
demonio o algo así.

—Un fondo sobrenatural sin duda encaja con la visión que tuve,
no importa lo loco que suene, pero, ¿qué pasa con Cameron? —
pregunté—. Quiero decir, ¿Cameron Lusk? Vamos. Lo conocemos desde
la guardería. —Cuidé mi capuchino de moca, con mi imaginación
enloqueciéndome.

—Este muerde —dijo Brooklyn—. Cameron es caliente.

7
Java Loft: nombre de una cafetería.
Glitch y yo la miramos con sorpresa, aunque Glitch parecía un
poco más molesto que sorprendido.

—Lo es —dijo ella a la defensiva—. Era caliente cuando me mudé


aquí en tercer grado, y sigue siendo caliente ahora.

—Bueno, no puedo discutir eso —le dije con un encogimiento de


hombros. Definitivamente estaba torturado, un melancólico
adolescente, la razón por la que las niñas intentaban coquetear con él.
Por desgracia, por lo general acababan decepcionadas. Se volvió un
poco solitario a un nivel completamente nuevo—. Es muy antisocial.

—Hombre, pero esa sonrisa suya... —Brooklyn pareció caer en un


sueño, su mirada fija pero sin ver.

—¿Su sonrisa? —preguntó Glitch, irritado—. Cameron Lusk no


ha sonreído en años.

—Me pregunto cómo es su vida en casa —dijo Brooklyn,


ignorándolo—. No puede ser buena. Quiero decir, mira la forma en la
que viste.

Normalmente, la mirada de incredulidad absoluta pegada en la


cara de Glitch hubiera levantado el ánimo. Pero su expresión celebró
algo más, algo desesperado. Algo cerca de la agonía llenando sus ojos.
Relajó sus músculos faciales casi inmediatamente, borrando cualquier
evidencia de que la expresión de Brook sobre Cameron lo había herido.

—¿No es este el mismo hombre que intentó asesinar a otro ser


humano ayer?

Brooklyn salió de sus pensamientos y le dio una mirada


enfadada.

—Acabas de decir que Jared es probablemente un alienígena. No


hay leyes en contra de matar alienígenas. —Inclinó la cabeza
pensativa—. Por lo menos ninguna que yo sepa.

—Genial —dijo Glith, flexionando su mandíbula—. Eso solo hace


todo color de rosa.

Comprendí el punto de Glitch, pero no era el momento de los


prejuicios personales. ¿Qué pasó entre Cameron y él durante ese viaje
de campamento? En todo caso, no nos podría dificultar ahora. Pero me
fue imposible saber si la reacción instintiva de Glitch hacia los
sentimientos de Brook tenía algo que ver con eso, o si había sido herido
por diferentes razones.

De cualquier manera, no podía preocuparme por ello ahora.


Necesitaba a Glitch concentrado al 100% en la carretera. Quería más
que nada encontrar a Jared. Lo necesitaba para encontrarlo.

—Mira —le dije con determinación—, Cameron dijo que estaba


siguiendo a Jared, no a mí. No sé cómo y no sé por qué, pero sé que se
necesita lo mejor de nosotros para encontrarlo. Digo que busquemos a
Cameron y espero encontrar a Jared a lo largo del camino.

Glitch negó con la cabeza.

—No te quiero cerca de Cameron Lusk.

—Bueno, creo que suena como un plan —dijo Brooklyn—. ¿Tienes


alguna idea de por dónde empezar?

—Absolutamente no —dijo, con amargura en su voz—. No vamos


en busca de un psicópata certificado que cuida mejor sus armas que su
camión.

Le di una mirada dura, mi rostro apretado, mi expresión


inflexible.

Después de unos momentos, se rindió.

—Bien. —Lanzó una servilleta sobre la mesa—. Pero no puedo


perder la práctica de fútbol.

—Eres el mánager. ¿No te puedes perder una práctica? —


pregunté.

—¿Conoces al Entrenador Chávez? Solo mantén un perfil bajo


hasta que termine la práctica. Entonces todos podemos ir juntos en
busca del poderoso Cameron.

—Somos niñas grandes, Glitch —dije, más que un poco


perturbada.

Se atragantó con su capuchino, tosió durante como veinte


minutos, luego se volvió de nuevo a nosotras.
—¿Grandes? —preguntó—. Mides apenas cinco pies de altura.

—Quiero decir en edad, sabio.

—Tienes de cinco a cero.

—Glitch.

—Cinco —nada8.

—Estás perdiendo el punto.

—De Cinco a cero, nada, nada de nada... nada.

Suspiré larga y fuertemente, dejando que mi agravación supurara


a la atmósfera.

—¿A qué hora termina la práctica?

—Esto es genial —dijo Brooklyn mientras nos estacionamos en un


camino despejado de maleza en la puerta de Cameron—. Somos como
los tres mosqueteros, la búsqueda de la verdad y la justicia y al estilo
americano.

Glitch resopló.

—Más bien como los tres ratones ciegos, tropezando y tratando de


encontrar un trozo de queso en la oscuridad. Esto es una locura.
Cameron es un poco psicótico, en caso de que no lo hayas notado. Y,
además, los tres mosqueteros eran franceses. No han estado buscando
al estilo americano.

Aunque Glitch sabía dónde vivía Cameron, nos tomó un tiempo


encontrar la pequeña casa rodante escondida en una arboleda en el
fondo del valle. Su fachada de color verde oliva, camuflada con el fondo
de árboles de hoja perenne, se alzaba sobre unos neumáticos rajados,
dañados por el paso del tiempo. El metal chatarra formaba una pila
intrincada de artefactos oxidados en un extremo de la casa, brillando en
el sol poniente.

***

8
De cinco bajo: originalmente en español
—Supongo que esto responde a mi pregunta acerca de su vida en
el hogar —dijo Brooklyn, arrugando la nariz con disgusto.

—Tal vez.

Pero en realidad esto no se parecía a la familia afectada por la


pobreza estereotipada que había imaginado. Excepto por el metal
chatarra, el patio estaba limpísimo, bien cuidado. No había basura,
tampoco latas de cerveza vacías o sillas rotas en el patio delantero como
me esperaba. Es cierto, Cameron vestía como si hubiese estado en un
estado perpetuo de pobreza, pero sentí que su vestuario era más una
opción que un producto de su crianza. Le gustaba lo mugroso.

Levanté la mano y toqué la puerta revestida de vinilo.

Cuando no se abrió inmediatamente, Glitch preguntó:

—¿Podemos irnos ahora?

Realmente no quería estar allí. Justo cuando estaba a punto de


responder, un hombre fornido de cabello oscuro abrió la puerta. Llevaba
una camiseta gris sucia y mantenía una botella sin abrir de cerveza en
una mano. Nos miró con recelo al principio, luego dejó subir las
comisuras de sus labios para suavizar su postura.

Si este hombre era el padre de Cameron, era completamente


diferente a su hijo. Mientras que Cameron era ridículamente alto, de
cabello rubio y ojos azules, este tipo era de altura media con el pelo
negro y ojos marrones. Su piel estaba tan seca que lucía como cuero,
claramente después de haber trabajado en el sol de Nuevo México toda
su vida, y sus brazos y cuello amplios no eran nada parecidos a la
desgarbada figura de Cameron.

—Um, ¿Señor Lusk? —pregunté en un susurro, desconcertada.

—Ese sería yo —dijo con facilidad—. Pero no tengo dinero en


efectivo si estás buscando vender algo. No se queden merodeando
mucho alrededor de la casa.

—Oh, no —dijo Brooklyn detrás de mí—. Nos preguntábamos si


Cameron estaba en casa.
—¿En serio? —preguntó, sorprendido—. ¿Vinieron a ver al chico?
—Me miró directamente a continuación, calmado, entendiendo. Pensé
que él no tendría que dejarte fuera de su vista para nada.

Me hizo callar perpleja.

—¿Usted sabe de eso? —pregunté—. ¿Acerca de la forma en que


ha estado siguiéndome?

—¿Por qué no entran? —Su sonrisa era suave y tranquilizadora,


no muy diferente a la de un asesino en serie, a partir de lo que había
leído—. ¿Puedo conseguir algo de beber para ustedes? —preguntó
cuando atravesamos el umbral.

El interior era realmente muy bonito. Beige claro, detalles en


madera color ceniza. Todo era muy cálido y acogedor. Y un fuego suave
crepitaba en una estufa de leña en la pared del fondo.

—Voy a tomar una cerveza —dijo Glitch, su tono completamente


serio.

El hombre se echó a reír.

—Y voy a tomar una de las cinco en la penitenciaría estatal. No lo


creo. Hay refrescos en la nevera. Sírvete tú mismo.

A medida que Glitch se arrastró a la cocina, registré la casa de


Cameron fascinada.

—Lo sé —dijo el hombre con una sonrisa—. Te esperabas una


alfombra verde oliva y el papel tapiz de filigrana de oro. Me lo dicen
mucho.

A pesar de todos los esfuerzos en sentido contrario, sentí que me


sonrojaba. Claramente mi sorpresa podría haber sido tomada como un
insulto.

—Por favor, siéntate —dijo.

Glitch había agarrado un refresco de naranja, nuestro absoluto


favorito, para compartir y luego se sentó al lado de Brooklyn en un
pequeño sofá. Me hundí en una silla cómodamente mullida, del tipo en
las que podrías dormir durante días.
—Lo siento por mi atuendo —dijo—. Estaba trabajando en la
casa. No sabía que tendría tales invitados auspiciosos.

Deberíamos haber llamado primero. Lo sabía. La abuela dijo que


era grosero apenas mostrarse en la puerta de alguien sin invitación,
pero yo no quería darle a Cameron un mano a mano, así que nos
fuimos para un ataque sorpresa. No es que lo hubiera hecho muy bien.

—¿Estaba trabajando en esta casa? —preguntó Brooklyn.

—Oh, no. —Sonrió como si la idea le divirtiera—. Estaba


trabajando en la casa de Cameron. Hemos estado construyendo una
casa para él, ya que estaba a punto de ser, oh, once supongo. Lo bueno
es que empezamos temprano, ¿eh? —Añadió con un guiño.

La conducta del hombre me derribó. En base a la personalidad de


Cameron, que estaba sobre todo enojado, yo esperaba un ogro.
Posiblemente un abusador. En su lugar me encontré con un encantador
y sincero, caballero trabajador.

Me aclaré la garganta.

—Así que, ¿puedo preguntar a qué se refiere?

—Me imaginé que lo harías. —Puso su cerveza sin abrir en una


mesa auxiliar, al parecer dispuesto a beber en frente de nosotros—. Ha
estado en esta misión desde hace varios días. Lo hace de vez en cuando.
Me dijo que te estaba mirando.

—Sí —le dije—, lo estaba. Pero, ¿sabe por qué?

—Algo. Pero no veo las cosas que él ve. Y estoy muy feliz por ello.

¿Las cosas que ve? Mi pecho se apretó con esperanza.


Finalmente, podría obtener algunas respuestas.

—Sin embargo, no tengo ninguna respuesta, si es por eso a lo que


has venido.

Igual de rápido, mis esperanzas se desplomaron.

Parecía recoger mi angustia. Inclinándose hacia adelante, me


miró como si entendiera cómo me sentía.
—Lo siento, no sé más —dijo en voz baja—. Te ayudaría si
pudiera. Demonios, ayudaría al chico si pudiera. No me deja acercarme
demasiado. Nunca lo hace.

—¿Por qué? —preguntó Brooklyn desesperada por respuestas—.


¿Por qué es tan... bueno, él es solo...?

—¿Cabezota? —preguntó.

—¡Sí!

Negó con la cabeza, sin inmutarse por el entusiasmo de Brooklyn.

—Ha sido así desde que su madre falleció. Terco como que el día
es largo.

—Lo siento mucho —le dije, suavizando mi voz—, acerca de su


esposa.

—Y siento lo de tu madre y tu padre —dijo—. Los conocía a


ambos.

Jadeé suavemente por la sorpresa.

—¿Usted conocía a mis padres?

—Seguro. Solía trabajar en el ferrocarril con tu padre. Un hombre


difícil de complacer. Pero justo. Tu madre guardaba sus pantalones a
cal y canto. Ella era un petardo. —Me miró—. Al igual que tú, por lo que
he oído.

No pude evitar la sonrisa de orgullo que se extendió por mi rostro.


O el nudo que de repente se formó en mi garganta. Tragué saliva.

—Solo me acuerdo de ellos un poco.

—Naturalmente. Eras muy joven cuando todo eso pasó.

—¿Qué edad tenía Cameron cuando su esposa falleció?

Una tristeza nubló sus ojos, y lamenté haber preguntado,


deseando poder corregirme. Pero no pareció darse cuenta.

—Tenía dos años, casi tres. Lo vio incluso entonces. Lo vio venir
por ella, llevándosela.
Me quedé helada y mi pecho se apretó.

—¿Qué es lo que vio? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

Levantó la vista.

—¿Seguro que no lo sabes?

Glitch me pasó la soda, luego se sentó y cruzó los brazos sobre el


pecho, negándose a escuchar. Tomé un trago rápido, la efervescencia
ácida de refresco de naranja mojando mis ojos. Después de un
momento para toser, le contesté:

—Señor Lusk, ahora mismo no sé nada, aparte del hecho de que


no sé nada.

Una entendedora sonrisa se dibujó en su rostro:

—Por favor, llámame David. Y eso nos pondría en el mismo bote.


Solo sé partes y piezas, las piezas que el chico grita en sueños. Aprendí
hace mucho tiempo a no preguntar.

—¿Grita en sueños? —preguntó Brooklyn, su rostro una imagen


de preocupación, y de repente me di cuenta de lo mucho que se
preocupaba por él. No podía creer que no lo había visto antes. No podía
creer que no me lo dijera. Y no podía creer la tensión que tenía Glitch lo
estaba haciendo rechinar los dientes. ¿Estaba celoso de Cameron o
simplemente preocupado por Brook? Habíamos sido amigos por mucho
tiempo, nunca se me había ocurrido que podía tener sentimientos
genuinos por ella.

—A veces —dijo el señor Lusk—, sí, lo hace.

Brooklyn se recostó contra los cojines.

—Señor Lusk —dije y luego corregí cuando me dio una mirada


burlona—. Lo siento, David, lo que sabe, le aseguro que es más de lo
que sabemos. Cualquier cosa que pueda decir nos ayudaría. Solo estoy
tratando de entender lo que está pasando —añadí cuando pude ver que
iba a protestar.

Se recostó en su silla con un suspiro, su piel oscura una sombra


contra la tela ligera. Después de un largo rato, finalmente dijo:

—Él lo llama la parca.


Brooklyn se animó, pero Glitch parecía estar a un millar de
kilómetros a la distancia. Le devolví el refresco, entonces puse los codos
sobre mis rodillas mientras el señor Lusk hablaba.

—Dice que está envuelto en oscuridad —continuó, mirando el


fuego mientras pensaba—, y que se ocupa de llevarse a la gente antes
de tiempo. Por alguna razón puede verlo, siempre pudo hacerlo, entre
otras cosas. Su madre dijo que tenía un don especial. Ella le creyó,
incluso cuando tenía dos años, cuando estábamos en un restaurante en
Albuquerque y él le dijo que había una mujer muerta sentada en la
cabina junto a nosotros.

Mi respiración se detuvo con la imagen, pero me obligué a no


reaccionar, para no mostrarle al señor Lusk lo mucho que la sola idea
de la declaración me molestaba.

—¿Usted no le creyó? —Le pregunté en voz baja, cambiando de


tema, por así decirlo.

—No en ese entonces —lamentó—. Pero su madre lo sabía. Trató


de decírmelo. Todo era tan difícil de creer.

—Él es muy fuerte —dijo Glitch, su expresión venenosa—. ¿Eso es


parte de su regalo?

Si el señor Lusk captó la falta de respeto de Glitch, no lo


demostró.

—Supongo. —Bajo los hombros encogiéndose un poco—. En


realidad no lo sé a ciencia cierta. El chico es casi indestructible.
Siempre lo ha sido. Su madre le dijo que era nuestro pequeño secreto.
Ella pensó que si la gente se enteraba, comenzarían a hacer preguntas,
tal vez incluso lo llevarían lejos de nosotros.

—¿Tiene usted alguna idea de dónde podría estar ahora mismo?


—preguntó Brooklyn.

Negó con la cabeza.

—Ni una pizca.

***
—¿Y tú? —Glitch alzó las cejas hacia mí, como si todo fuese
normal, como si no hubiera hervido todo el camino a casa después de
visitar el padre de Cameron la noche anterior.

Dejé caer mis libros sobre mi escritorio con la decisión de


abandonar la línea de preguntas que había planeado. Habíamos pasado
lo suficiente sin echar más leña al fuego de Glitch. A pesar de que
nuestras vidas eran un completo caos, la escuela comenzó a las ocho de
la mañana, afilada como una tachuela, dispuesta a poner fin a su
horario implacable de la semana a pesar de nuestras circunstancias
atenuantes.

Por si fuera poco, había tenido uno de mis sueños recurrentes,


aquel inquietante en donde me tragaba algo oscuro y me rompía en dos,
tratando de escapar. Me desperté jadeando y sudando como siempre lo
hacía cuando tenía ese sueño. Entonces daba vueltas el resto la noche,
preguntándome dónde estaba Jared, si es que estaba bien.

Así, con solo tres horas de sueño, me volví hacia Brook en señal
de frustración.

—No solo estoy privada de sueño y de mal humor, también he


sido castigada de por vida.

—Yo también —dijo Brooklyn mientras entraba en la primera


hora—. Mi madre estaba totalmente cabreada. Actuó como si hubiera
cometido un robo a mano armada o algo.

—¿Cómo lo haces? —pregunté a Glitch, un maestro en excusas y


otras empresas no productivas—. ¿Cómo te saltas la escuela y te sales
con la tuya?

Con el centro de atención en él, Glitch se iluminó. Se tomó un


momento para cepillar hacia atrás su cabello y sus uñas en su
chaqueta de la Secundaria Riley, luego se inclinó, como para compartir
un antiguo secreto bien guardado.

—Habilidad, señoras —dijo en voz baja—. La habilidad absoluta y


pura.

Brooklyn entrecerró los ojos hacia él.

—Fuiste atrapado, ¿no?


—Sí —confesó—. Castigado hasta dos días después de para
siempre.

Silbé, impresionada.

—Eso es más que toda la vida.

—Da pena, ¿eh? —dijo—. Tengo que ir a clase. Nos vemos en el


almuerzo.

Cuando se fue, le pregunté a Brooklyn.

—¿Piensas que nos pondrán en detención?

Una voz femenina me respondió detrás.

—Yo no haría planes inmediatos.

Me volví hacia la señora Mullins, mi profesora de ciencias,


mientras me entregaba un papel. Lo abrí con pavor.

—¿El director quiere verme?

—Parece que sí —dijo, mirándome desde encima de sus gafas—.


Date prisa ahí atrás.

—Vaya hombre —me quejé cuando salí de la habitación—, mi


abuela va a matarme.

***

Así que este era el asiento caliente.

Miré el oso de peluche en lo alto de la computadora principal de


Davis mientras estaba sentada esperando en su oficina. Apropiado.
Todo el mundo lo llama el oso, un hecho que no hizo nada para aliviar
mi malestar. Mis nervios estaban agotándome, mientras estaba sentada
allí, mirando a ese oso, cuestionando mi decisión estúpida de tomar el
día anterior para investigar a Houdini. Jared había desaparecido.
Desaparecido. Y Cameron parecía habérsele unido.

Rodé mis ojos en disgusto por quincuagésima vez al tener que


estar en la oficina del director. Como si la noche anterior no fue lo
suficientemente mala.
Al parecer, el sistema automatizado de la escuela llamó a casa
cuando perdí una clase sin una excusa. Para cuando llegué a casa, era
más tarde de mi toque de queda, mis abuelos ya sabían que me las
había saltado y me quedé sin demora y completamente conectada a
tierra para el resto de mi vida.

Pero el abuelo tenía fe en mí. No podía creer que su bastón pixie


saltaría por ninguna razón. Seguramente, tenía una buena explicación.

Por desgracia, no pude llegar a una en tan poco tiempo. No


esperaba que se enterasen tan pronto, y no les podía decir la verdad.
Habrían llamado a su amigo psicólogo de Los Lunas en un santiamén.
Así que mentí. Les dije que me la salté porque me olvidé de estudiar
para un examen.

—Está bien —dijo el abuelo, volviéndose en mi contra en un


instante decepcionante—, sin salir de por vida. Pero por amor de Dios,
Vera, no tomes el teléfono de la chica. No creo que viva sin él.

Me eché a reír ante la idea. Abuelo, todo ruido y pocas nueces.


Pero tenía que tener cuidado con la abuela. Esa mujer podía domar a
una fiera cuando quisiera. Gracias a Dios que no quería hacerlo a
menudo. Mi teléfono vibró en mi bolsillo. Lo saqué y lo abrí, luego miré
de reojo mientras trataba de descifrar el texto de Brooklyn a través de
mi pantalla rota.

¿Exprimida? ¿O tostada?

Sonreí y le envié un mensaje de vuelta.

El oso todavía no está en la cueva. Recen x mí. Recen fuerte.

Cuando cerré mi teléfono y lo metí de nuevo en mi bolsillo,


exploré la oficina del director Davis. A pesar de que nunca cumplía con
las normas de la escuela administrativa asistente, enarbolándola
constantemente, siempre había sido organizado de manera justa. Pero
hoy no. Libros, recortes de periódicos y trozos de papel con notas
garabateadas envolvían su escritorio en un gran desastre.

Me di cuenta de que los libros eran viejos anuarios de la


Secundaria Riley. Unas páginas estaban abiertas y escritas con
marcador negro. Con curiosidad, me acomodé para echar un vistazo a
lo que el incondicional director había estado haciendo. Logré escanear
un rostro en la multitud rodeado por un círculo, cuando el libro se cerró
de golpe en mi cara.

Salté hacia atrás sorprendida.

—¿Encontró algo interesante?—preguntó el señor Davis.

Con una mano en mi pecho, dije con indiferencia:

—En realidad no. ¿Son esos viejos anuarios?

Se tomó un momento para sentarse en su silla antes de contestar.


El director Davis era un hombre alto, moreno y amplio. Podía encantar
a una serpiente en un minuto y enviar al jugador de fútbol más rudo de
la secundaria a casa llorando al día siguiente. Pero siempre le había
gustado. Esperaba que esta reunión no cambiara eso.

—Sí, señorita McAlister, son viejos anuarios. No era mi intención


asustarla. Solo tengo un par de preguntas, entonces usted podrá irse.

Me senté asombrada.

—¿Quiere decir que no estoy en problemas?

—¿Debería estarlo? —Me dio una penetrante mirada, que sabía


que iba a venir muy bien si un estudiante fuese sospechoso de
espionaje internacional.

—Oh, no —le dije con una risita, haciendo mi mejor esfuerzo para
que sonara completamente inocente de cualquier delito. Como, por
ejemplo, saltarse las clases. Él no debía saberlo todavía—. Solo estaba
bromeando.

Me miró por un momento antes de preguntar:

—¿Qué sabe usted de ese nuevo chico, Jared Kovach?

De ninguna manera. ¿Por qué diablos me preguntaba por Jared?

—Oh, ¿Jared? Bueno, no mucho, me temo. Solo lo vi un par de


días.

—Ya veo. Le vi hablando con él. Parecía que ustedes dos eran
amigos.
—Bueno, lo éramos. Quiero decir.

—¿Conoces a sus padres?

—No personalmente. ¿Está en algún tipo de problemas?

Su mirada se deslizó sobre el anuario que había cerrado antes de


regresar a mí.

—No ha asistido a una sola clase desde el día que llegó. Solo
pensé que tal vez usted sabía algo acerca de su situación.

—¿Su situación?

—No puedo conseguir contactar con sus padres. El número que


dio se ha desconectado.

—Oh, está bien. —Estaba tratando desesperadamente de


mantenerse un paso por delante de él, pero era difícil escapar de un
oso, especialmente en superficies irregulares. Consideré hacer la
posición fetal y jugar como una roca, pero él podría pensar que era
extraño—. Por lo que sé, sus padres están teniendo algunos problemas.

—¿Qué tipo de problemas? —preguntó, claramente intrigado.

—Señor Davis, no estoy segura de que debiera estar respondiendo


cosas sobre Jared.

—Le puedo asegurar, Señorita McAlister, todo lo que diga será


tenido en la más estricta confidencialidad.

—Lo entiendo, pero no sé mucho. Quiero decir, todo lo que dijo


fue que sus padres estaban teniendo problemas y... —Traté de pensar
en una excusa para sus ausencias, cualquier excusa—, y que estaban
tratando de resolver las cosas, y solo quería estar con ellos.
Probablemente por eso es que ha estado ausente.

No podría decir si el señor Davis estaba mordiendo o no el


anzuelo. Golpeó una pluma sobre el escritorio y me dio una dura
mirada. Sin previo aviso, tiró de la silla y me tendió la mano.

—Gracias por venir, Señorita McAlister.

Me puse de pie y miré y tomé su enorme mano en un movimiento


firme.
—No hay problema. —Con tanto tacto como pude reunir, bajé la
vista hasta el anuario que estaba detrás.

Lo tengo. 1977.

—Puede volver a clase de Connie.

—Oh, está bien. Le haré saber si escucho algo.

Su sonrisa se mantuvo más sospechosa que sincera.

—Lo hará.

Al salir de la oficina, me preguntaba cómo iba a darles la noticia a


Glitch y Brooklyn de que íbamos a saltarnos las clases de nuevo hoy.
Capítulo 8
Elliot
Traducido por Fedee Black
Corregido por Mariabluesky

—Así que esta es la biblioteca —Glitch se volvió en un círculo


completo, observando la Biblioteca Pública de Intercambio Riley,
recientemente remodelada y modernizada. Suaves colores apagados
añadidos a su ambiente tranquilo—. Agradable.

—Sí —dijo Brooklyn en un tono de broma—, y tienen libros,


también. Están hechos de papel con palabras dentro y se leen.

Se volvió hacia ella incrédulo.

—Seguramente bromeas.

Ella resopló y le dio un puñetazo en el brazo por si acaso. Se frotó


el hombro y sonrió para sí mismo, claramente disfrutando de la
atención.

—¿Soy yo —dijo Brooklyn, mirando pensativamente las puertas


de cristal—, o es ese tipo reportero que nos sigue?

Dimos la vuelta para ver mejor. Efectivamente, una camioneta


blanca con el logotipo azul del Canal de Turismo se estacionó en el
frente.

—He estado viendo esa furgoneta mucho últimamente —dije, mis


sospechas creciendo.

Antes de que pudiéramos discutir el hecho aún más, la mejor


amiga de mi abuela, Betty Jo, nos espiaba desde detrás del iluminado
mostrador.
—Muy bien, chicos —dije en voz baja cuando Betty Jo se dirigió a
nosotros, su gran cuerpo pesado sobre la alfombra gruesa—, recuerden
el plan.

—Lo tengo —dijo Glitch, bajando la voz para coincidir con la


mía—. ¿Hay que sincronizar nuestros relojes?

—Hola, Betty Jo. —No pude evitar darle una patada en el tobillo a
Glitch. Maldijo en voz baja mientras Betty Jo me dio un abrazo.

—¿Cómo has estado, preciosa? —Antes de que pudiera responder,


preguntó—: ¿Estás fuera de la escuela?

—Bueno, no especialmente —evadí incómoda por mentir a la


mejor amiga de mi abuela, la mujer que ayudó a mis dos abuelos a
través del tiempo más duro de sus vidas, la desaparición de mis
padres—. Estamos haciendo una investigación para un proyecto de la
escuela.

—Oh, maravilloso. ¿Cómo puedo ayudar? —Juntó las manos en


posición de oración, siempre lista, dispuesta y capaz de ayudar en
proyectos escolares.

—¿La biblioteca guarda copias antiguas de los anuarios de la


Secundaria Riley? —Por favor, por favor, oh, oh, por favor.

—Seguro que sí.

¡Sí!

—Los tenemos todos. Están en el área de las colecciones


especiales. Voy por la llave.

—Muchas gracias —le dije con una sonrisa emocionada.

—No, en absoluto, cariño. —Nos miramos en cuanto Betty Jo


rodeó la mesa para recuperar la llave.

—Me gustaría tener a alguien que pensara en mí como un


precioso o una querida —dijo casi en sueños Glitch.

Brooklyn resopló de nuevo.

—Simplemente hay tantas cosas que podría decir en este


momento.
La boca de Glitch se redujo a una delgada línea de molestia
cuando Betty Jo se apresuró a volver con la llave.

—Está bien, es justo aquí. —La seguimos a una sala especial en


la parte posterior de la biblioteca—. Ya está abierto. Déjenme saber si
necesitan cualquier ayuda.

Cuando Betty Jo salió de la habitación, me volví y vi el anuario.

—Allí está. —Señalé el estante superior—. 1977.

—Así que, ¿qué estamos buscando? —Glitch llegó más allá de


Brooklyn, saltando para agarrar el libro que estaba luchando por
alcanzar. Cuando aterrizó, envolvió una mano despreocupadamente
alrededor de su cintura, como para asegurarse de que ella no cayera.

Había empezado a notar todo tipo de estos pequeños detalles,


detalles que siempre acaba desmintiendo como los restos cotidianos de
un estrecha amistad. Después de todo, ¿no es lo mismo para mí? Pero
cuanto más pensaba en ello, más cuenta me daba de que, su atención
hacia mí era solo eso, los restos cotidianos de una estrecha amistad.
Sus encuentros con Brook eran mucho más deliberados y sucedían con
mucha más frecuencia. ¿Francamente, cuándo demonios sus
sentimientos por ella se transformaron en encaprichamiento? Había
estado un poco enamorado de ella desde que se mudó aquí en tercer
grado, pero parecía haber evolucionado. Me preguntaba si Brook lo
sabía.

Tan pronto como la bajó, Brook le arrebató el anuario y se sentó


en la mesa redonda que ocupaba la mayor parte del espacio en la
pequeña habitación. Parecía completamente inconsciente del avance de
Glitch. Probablemente sea una buena cosa en este momento.

Con un encogimiento de hombros mental, dejé caer mi cuaderno y


me senté a su lado mientras ella hojeaba las páginas.

—Realmente no lo sé con certeza. Pero la manera en la que el


señor Davis estaba custodiando... espera. —Pasó la página para
encontrar las palabras EN MEMORIA DE ELIOT BRENT DAVIS
encabezando un diseño conmemorativo para un estudiante de la
Secundaria Riley que había fallecido. Rápidamente recorrí el collage que
había sido unido en su honor. Ambas entrañables instantáneas y
profesionales bordeaban la fotografía principal de Eliot Davis. Era una
foto de estudio de él sosteniendo una pelota de fútbol, y comprendí que
tenía que ser Eliot Davis.

—Este es el hermano del señor Davis.

—Oh, Dios mío —dijo Brook, inclinándose más cerca—, estás en


lo cierto.

—Se parece mucho a él —dijo Glitch, cerniéndose sobre nosotras


desde atrás.

Golpeé a la página con mis dedos.

—Y esta es la página que el señor Davis estaba mirando. Lo


recuerdo. Había un círculo con una cara.

—Lorelei —interrumpió Brooklyn en un susurro. Su dedo se


deslizó hasta una de las fotos que bordean la imagen principal. En ella,
un grupo de estudiantes se situaba alrededor del asta de la bandera de
la vieja escuela secundaria. Estaban riendo, como con incredulidad, y
me di cuenta que era una foto del hermano del señor Davis. En lo que
debió ser una especie de broma, él y unos amigos se habían
encadenado al poste y estaban con un cartel que no pude descifrar.

Pero se reían, también. Cada estudiante en la foto estaba riendo,


excepto uno. Un muchacho. Estaba de pie cerca de la cámara aunque
aparte del resto, su postura guardada, su expresión nula, y luego vi el
rostro inconfundible de nuestro estudiante más reciente.

Jared Kovach.

Sentí el extremo del mundo debajo de mí, mi cabeza dio vueltas


ya que me quedé mirando sin pestañear.

—No puede ser él —dijo Brooklyn.

Pero no había duda de los anchos hombros, la sólida


construcción, el brillo oscuro en los ojos de Jared.

—No puede ser él —repitió.

Tenía el mismo pelo revuelto, la misma camiseta con las mangas


enrolladas, los mismos brazos, largos y esculpidos como un nadador. La
única diferencia que pude ver en esta imagen era el tatuaje. Dos, en
realidad. Bandas anchas de lo que parecía una fila de símbolos
antiguos rodeaban cada uno de sus bíceps.

—Simplemente no puede ser, ¿verdad, Lorelei?

Fue tan impresionante, tan surrealista. Y de alguna manera, tenía


mucho sentido. Tragué saliva y le pregunté:

—¿Y si es él?

—Lor —dijo Glitch, sacudiendo la cabeza—, eso es imposible.

—Tal vez es su padre, o incluso su abuelo. —Brooklyn alzó la


vista—. Muchos niños se parecen a sus abuelos.

—Piensen en ello —les dije—. Piensen en todas las cosas que


puede hacer. —Estudié la foto de nuevo. La leyenda debajo leía, tomada
el día que perdimos a nuestro querido hermano y amigo.

—¿Y si lo es, y él estaba allí el día que el hermano del señor Davis
murió? —Volví a pensar en lo que el padre de Cameron había dicho—.
Cameron lo llama la parca. Quizás realmente lo es.

—¿Es qué? —preguntó Brooklyn, alejándose de mí.

Con vacilación, apreté los labios. Entonces dije, lo que todos


estábamos pensando.

—¿Y si realmente es el ángel de la muerte?

—Entonces, ¿no está muerto? —preguntó Glitch, de repente


enojado. Había apretado su mandíbula, y me di cuenta que se había
deslizado en un estado de negación. Diablos, había considerado
moverme a ese estado a mí misma, pero los hechos eran difíciles de
descartar.

En primer lugar la visión, después del accidente, la lucha, las


heridas de bala que no lo desconcertaron, no dejó ningún rasguño, y la
forma en que había salido de la cama de la camioneta de Cameron y
aterrizó sólidamente de pie cuando él escapó. Y solo la forma de
caminar, la forma en que se movía. Tan etéreo. Tan peligroso.

—Nada sobre Jared es normal —dije. Miré a Glitch—. O Cameron,


para el caso. Él es diferente. Tú mismo lo dijiste. Siempre ha sido así.
Glitch me ofreció una sonrisa irónica.

—Está bien, así que si Kovach es la maldita parca, entonces, ¿qué


diablos es Cameron?

Desde luego, no tengo la respuesta a eso.

—Creo que al menos deberíamos considerar esto como una


posibilidad.

—Sí, una descabellada. —Se pasó los dedos por su pelo de punta.

—No estabas allí, Glitch. No viste lo que vi. ¿Qué tipo de entidad
puede detener el tiempo?

El rostro de Glitch se suavizó.

—Lor, tú misma lo dijiste. Hubieras sido atropellada por un


camión.

—Y no tengo un solo moretón para probarlo. —A pesar de mis


esfuerzos, me estaba frustrando.

—¿Has mirado en las costillas?

—¿De verdad crees que un camión de reparto solo heriría mis


costillas? Te he dicho lo que pasó. Que estaba siendo desgarrada a
través de una pequeña ventana corredera de cristal. —Después de un
momento, una comprensión impactante se enterró en mi cabeza gruesa.
Lo miré, consternada—. No me crees.

La culpa llenó su cara mientras trataba de convencerme de lo


contrario.

—No, no he dicho eso.

—No tienes que hacerlo. —Me levanté y me dirigí hacia la puerta


con el anuario, buscando en mis bolsillos para el cambio de la
fotocopiadora. Al acercarse Glitch, me volví hacia él.

—Por supuesto que te creo —dijo en voz baja—. Es solo...

—No te preocupes por eso. —A pesar de la revelación dañina, casi


no podía culparlo. Era una historia increíble. En serio. ¿Detener el
tiempo? Jared fue disparado a quemarropa sin una sola herida de bala
que mostrar, a continuación, rodando de un camión que va a alta
velocidad ¿solo para aterrizar de pie y correr a una montaña? Sí,
increíble.

—No es que no te crea —dijo Glitch, arrepentimiento atando su


voz—. Por favor, no te enfades conmigo.

Su sinceridad apretó alrededor de mi corazón. Lo mismo hizo su


expresión de perrito perdido. Era un tramposo.

—Y además —dijo Brooklyn mientras se acercaba—, cuando estás


enfadada con él, ignora totalmente mis insultos. Esos insultos cumplen
una función social. Refuerzan la jerarquía de nuestro pequeño trío de
aquí. —Abrió sus manos indicando nuestra alegre banda de
inadaptados.

—No estoy enojada lo más mínimo —dije, ofreciendo a Glitch una


media sonrisa—. ¿Pero, cuándo demuestre que tengo razón?

Sonrió.

—Entonces seré tu esclavo de amor para siempre.

Brooklyn se rió.

—Estás castigado siempre. Y un par de días más allá de eso.


¿Cómo se puede ser esclavo de amor de alguien?

—Y pensar —añadí mientras me giraba para hacer una copia de


la página de memoria—, cuando sus padres se enteren que se las ha
saltado de nuevo hoy, van a estar aún más molestos. Puede que tenga
que hacer trabajo de jardinería. O peor aún —dije con un jadeo suave—,
los platos.

—Eso no es gracioso. —La sonrisa de Glitch se evaporó—. Si vas a


contar chistes, realmente deberían ser divertidos.

—Pensé que era divertido —dijo Brooklyn con un encogimiento de


hombros.

—Crees que los Teletubbies son divertidos— dijo.

Alcé mis cejas.

—Tiene razón, sabes. Por una vez.


—Lo sé —dijo ella, su tono plano—. Odio cuando eso sucede.

Envolví un brazo de apoyo sobre sus hombros.

—Ánimo, muchacha —dije, rozando un puño sobre su barbilla en


broma—. Incluso un reloj roto es correcto dos veces al día. Tenía que
pasar con el tiempo.

—Por supuesto —dijo, iluminándose más—. Me siento mucho


mejor.

—Aquí. —Glitch tomó el anuario, fingiendo molestia por las


bromas hechas a su costa—. Veamos otra cosa.

Él no me engañaba. Le encantaba cada minuto de esto.

Cuando se volvió a hacer una copia, Brooklyn preguntó:

—Entonces, ¿qué sigue?

Esa era una buena pregunta. Solo podía llegar a una respuesta, el
único rastro que teníamos que seguir.

—¿No se guardan todos los viejos artículos periodísticos sobre


grabaciones de ocho pistas o algo así? Podríamos tratar de buscar el
informe sobre la muerte de Elliot Davis. Descubrir lo que pasó.

—Buena idea. Podemos ver si había algo sospechoso en él. No es


que nosotros realmente sabríamos si fuese sospechoso, pero no estaría
de más comprobar.

Asentí en acuerdo, luego bajé la mirada, casi asustada de los


pensamientos de mi mejor amiga en la materia. Pero tenía que saber.

—Entonces, ¿qué hay de ti, Brook? ¿Me crees?

El rostro de Brooklyn se dividió en una brillante sonrisa y se


inclinó hacia mí.

—Con todos los huesos de mi cuerpo.

El alivio se apoderó de mí. Necesitaba que Brook me creyera. Me


sorprendió lo mucho que lo necesitaba.

—¿Y dónde me encuentro?


—¿Encuentras? —Sus enormes ojos marrones me miraron,
confundidos.

—Sí, ya sabes, en la jerarquía social.

—Ah —dijo, apoyando un brazo sobre mi hombro—, en la forma


en que lo veo, somos co-presidentas, y Glitch está allí en el último
peldaño de la escalera política. Es más o menos el estanque de escoria.

—Perfecto —dije mientras Glitch gruñó sobre su hombro—. No


hay nada como una sociedad con dos jefes de Estado y uno golpeado
por la pobreza, sin educación, constituyendo enfermos mentales para
nosotras.

—Exactamente —dijo ella, puliendo sus uñas sobre su blusa,


muy orgullosa de su jerarquía gobernante.
Capítulo 9
Tres Leyes y un
Subaru
Traducido por crisserns
Corregido por Nanami27

Me tomó un tiempo, pero nos las arreglamos para encontrar un


artículo de periódico sobre una célula antigua de microfichas que
describiera la repentina muerte del mariscal de campo estrella de Riley
High. Al parecer, había muerto de un aneurisma mientras estaba
sentado en su auto después de la escuela, esperando por su hermano,
Alan.

Elliot Davis, el hijo mayor de James y Anne Davis, murió


momentos después de que su hermano lo encontró. Un artículo
posterior explicaba que habló con su hermano antes de morir, pero que
Alan Davis estaba en estado de shock y no pudo decirles a sus padres lo
que su hijo le había dicho. Qué horrible debe haberse sentido su padre.
Qué horrible debe haberse sentido el Director Davis también, su
hermano mayor muriendo en frente de él, tan de repente, tan
trágicamente.

La imagen mental de la escena se reprodujo una y otra vez en mi


mente mientras caminábamos a casa, preguntándome cómo era que
Jared encajaba en la imagen. No tenía ningún sentido. Elliot Davis
murió de un aneurisma. ¿Qué tenía eso que ver con alguna cosa?

Brooke y yo decidimos hacer un poco más de investigación a


través de mis abuelos hasta que Glitch saliera de la práctica de fútbol.
No me podía imaginar lo que hacía un manager del equipo, pero el chico
rara vez se perdía una práctica y nunca se perdía un partido. Su trabajo
debe haber sido muy importante, lo que sea que conllevara.

—Hola, abuela —dije, dando un paseo en la cocina con Brooke en


la retaguardia. La abuela era un par de centímetros más alta que
cualquiera de nosotras, pero eso no era decir mucho. Era delgada con el
cabello de color gris claro y suaves e infantiles ojos azules que el abuelo
decía que tuvieron a los corazones de todos los chicos a toda marcha.
Entonces retorcería sus cejas y me aseguraría que ella había sido la
captura principal de la temporada. Eso me hace reír.

—Hola, niñas. Estoy intentando una nueva receta para la


pandilla.

La pandilla a la que se refería era su grupo de bingo. Ella y el


abuelo jugaban al bingo al menos una vez a la semana en la iglesia que
pastoreaba el abuelo, por lo que lo hacía eso casi una experiencia
religiosa a sus ojos.

—Huele de maravilla —dije, dejando caer mis libros sobre la mesa


de la cocina. La tienda y la cocina estaban separadas por una puerta de
bolsillo, para que la abuela pudiera trabajar en la casa cuando no
teníamos clientes. A menudo hacía lo mismo en mis turnos, inventando
todo tipo de salsas en la cocina hasta que sonara la campana,
anunciando una venta potencial. Mi pimentado chile rojo era el mejor.

Brooklyn se puso de puntillas para mirar en la olla.

—¿Necesitas algunas degustadoras? Estamos disponibles durante


toda la tarde y tenemos excelentes papilas gustativas.

La abuela se rió y nos dio un plato de patatas fritas mientras se


movía. Nosotras mojamos libremente el chile con queso y hundimos
nuestros dientes en una picante y crujiente especie de cielo.

—Oh, Dios mío —dijo Brooke, con la boca medio llena—. Es


increíble.

—Mmmmm —estuve de acuerdo, yendo por otra prueba.

—Hice un montón, así que voy a dejarles un tazón.

—Gracias, abuela —dije.


—Chicas, no están haciendo una doble inmersión, ¿verdad?

Me giré mientras el abuelo caminaba por la puerta trasera.

—Hola, Pastor —dijo Brooke, limpiándose la boca con el dorso de


la mano.

—Hola, abuelo.

Él puso su gorra sobre el gancho de costumbre y se acercó para


darnos un abrazo, apretándonos a las dos al mismo tiempo.

—Bueno, ahora que ustedes han probado la comida, creo que yo


puedo hacerlo sin la amenaza de muerte inminente cerniéndose sobre
mi cabeza. —Cuando Brooklyn lo miró con sorpresa, dijo—: Oh, sí, esta
mujer ha estado tratando de matarme por años. —Sacudió una patata
frita, acusando a la abuela—. ¿La foto no te lo contó?

Se volvió hacia mí, con sus cejas levantadas en cuestión.

—Tiene razón —dije entre bocado y bocado—. Ella trató con


líquido de Drano9 una vez, pero él pudo saborearlo en la comida, así
que ella tuvo que ser más creativa.

—Ahora, ahora —dijo la abuela—. Esa cosa sobre el Drano fue un


gran malentendido. —Le guiñó a Brooklyn, y las dos nos reímos de las
burlas de mis abuelos. Eran tan divertidos.

Como el abuelo era pastor, hacía la predicación lucir más como


una levantada comedia que una lección sobre las enseñanzas de la
Biblia, así que teníamos una gran congregación. Tenía una espesa mata
de cabello blanco, suaves ojos grises, y una amplia y sólida estructura.
No era muy alto tampoco, pero al menos mis abuelos podían ver por
encima de los asientos en la sala de cine. Eran los padres de mi madre.
Nunca había conocido otra pareja de abuelos. Ellos murieron antes de
que yo naciera. Pero tenía esta pareja, y estaba muy feliz con ellos.
Cuando no me estaban dando sermones.

—¿Puedo hacerles una pregunta?

La abuela me echó un vistazo rápido mientras nos servía nuestro


propio tazón de queso.

Drano: Marca de un producto limpiador de cañerías.


9
—Por supuesto.

—¿Conocen el Paso de Abo, donde se gira tres veces realmente


fuerte y se estabiliza?

—Cierto —dijo el abuelo, limpiándose la boca con una servilleta—.


¿La curva más allá de Missions?

—Así es —dijo Brooke, en dirección a la nevera por una soda.

—Seguro que sí. Eso es bastante lejos —dijo él, preguntándose


qué nos traíamos entre manos.

—No vamos a ir allí ni nada —le aseguré—. Solo nos


preguntábamos qué hay ahí. —No podía dejar de pensar en que Jared
podría haber encontrado algún tipo de refugio cercano, si había alguno,
quizá en el granero o cobertizo de alguien.

Se frotó la barbilla pensando, pero la abuela se le adelantó,


rematando la frase.

—La antigua mansión Davis está por ahí —dijo—. Y el caserío


Aragon.

La cabeza de Brooklyn apareció desde detrás de la puerta de la


nevera.

—¿La mansión Davis? Me había olvidado de eso.

Igual que yo. Y fue en la misma zona donde Jared había sido visto
por última vez.

—Que yo sepa, nadie ha vivido allí durante años —dijo el abuelo—


. Probablemente no hay nada más que ruinas ahora.

—¿Sabes cómo llegar allí? —pregunté con la mayor indiferencia


posible.

—Hay un desvío a la derecha pasada la última curva. Tienes que


tener cuidado, sin embargo. Los extranjeros siempre toman la curva
demasiado rápido. —El abuelo calificaba a cualquiera que no fuera de
Nuevo México como extranjero. Me hacía reír. La gente de Nuevo México
tomaba esas curvas apenas tan rápido como cualquier otra persona,
pero tan duro como lo intentábamos, nunca convencíamos al abuelo de
eso—. ¿Sobre qué es todo esto? —preguntó, comiendo otra papa frita
cubierta de queso.

—Oh, es para nuestro proyecto de la feria de ciencias —dije antes


de morder la bala y apostar mi mano a una gran mentira negra en lugar
de las pequeñas blancas a las que era tan aficionada—. Hablando de
eso, sé que estamos castigadas y todo, pero nos preguntábamos si
podríamos volver a la escuela y ayudar a la señorita Mullins a preparar
la feria de ciencias de esta tarde.

—Mi mamá dijo que está bien con ella si está bien con ustedes —
añadió Brooklyn. Hombre, nos estábamos haciendo buenas en la
mentira.

—¿Feria de ciencias, eh? —dijo la abuela, mientras se apresuraba


a limpiar la cocina antes de partir para una noche salvaje de juego
legalizado. Los jugadores de bingo eran divertidísimos—. Supongo que
si es por la ciencia. Simplemente llega a casa antes de que anochezca.

El abuelo me guiñó un ojo a sus espaldas y me susurró:

—Ella es muy fácil.

Tenía que estar de acuerdo. Mi abuela me dejaría robar un banco


si era en nombre de la ciencia.

***

—Siempre he querido dar un vistazo dentro de esta casa. —


Brooklyn rebotó en el asiento delantero del auto de Glitch, mareada de
la emoción.

Glitch me miró en el espejo retrovisor mientras tejíamos a través


de la colección de animales de ponderoso pino y el cocodrilo de enebro.

—¿Por lo tanto, nadie ha vivido allí desde los Davis?

—De acuerdo con mi abuela. Después de que Elliot Davis murió,


sus padres cerraron sus negocios, tapiaron su casa, metieron a los
niños en el auto, y se trasladaron al sur de Texas. No vendieron nada.
Creo que el señor Davis era un estudiante de primer año en ese
momento.

—Me pregunto si todavía lo poseen —dijo Brooklyn.

—Ojalá lo supiéramos —concordé antes de explicar más de lo que


habíamos aprendido a Glitch—. Elliot Davis era más joven que mi
abuela, pero ella lo recuerda, recuerda lo que pasó. Dijo que los Davis
estuvieron devastados. Eso le rompió el corazón.

Por mucho que nos habíamos enterado de los Davis y el incidente,


todavía no teníamos nada para atar a Jared a la muerte de Elliot Davis.
Les habíamos preguntado a mis abuelos lo que recordaban. Pensé que
podrían saber algo, que podrían haber oído algo que no estaba en los
papeles. Me sorprendió lo mucho que ella recordaba, pero al igual que
el periódico informó, fue una condición médica. Nada sospechoso.

—Si ellos la poseen, ¿por qué el señor Davis no se había mudado


a ella cuando regresó? —preguntó Glitch—. Eso solo parece extraño.

El señor Davis había vuelto para tomar el trabajo de director


cuando se abrió hace unos años. Al parecer, el pueblo entero se
sorprendió cuando se mudó de vuelta.

—El abuelo dijo que es un caos ahora y costaría más la


reparación de lo que costaría solo derribarla y comenzar de nuevo.

Brooklyn se volvió y me miró alrededor del asiento del pasajero.

—¿Y por qué creemos que los chicos podrían estar aquí?

Me encogí de hombros.

—Solo una corazonada. Es un tiro recto desde donde Jared saltó


de la camioneta de Cameron hasta aquí. Y está abandonado. ¿Qué
mejor lugar para refugiarse?

—Eso es cierto, supongo. Si estuviera en busca de refugio, me


gustaría refugiarme en una antigua mansión guay.

—¿Puedes creer esto? —pregunté, mi mente vagando de nuevo a


Jared, a todo lo que habíamos aprendido hasta ahora—. El primer chico
que alguna vez realmente me ha gustado, y podría ser algún portador
sobrenatural de la muerte. Debería solo renunciar.

—¿Renunciar a los chicos? —dijo Brooklyn—. Ese será el día.

—Debería. Debería renunciar mientras estoy por delante.

—Lor —dijo ella, arrugando la nariz con escepticismo—, tienes


que estar realmente delante para renunciar mientras estás por delante.
Además, ellos son chicos. Son grandes y torpes. Están en un constante
estado de cambio que los hace casi interesantes. ¿Por qué renunciar
ahora?

—¿Debido a que está cansada de las expectativas no realizadas y


los esfuerzos infructuosos? —dijo Glitch, haciendo bailar las cejas.

Fingí estar horrorizada.

—¿De qué estás hablando? Mis esfuerzos son totalmente


fructuosos.

Glitch se rió entre dientes, y me pregunté por qué me estaba


ayudando si él no creía una palabra de lo que había dicho. Incluso dejó
la práctica de fútbol temprano por mí. Nunca había hecho eso antes. No
estaba segura de cómo el equipo se las arreglaría sin él. ¿Cómo iban a
seguir adelante? Por supuesto, fallando como muchos de nosotros, la
única forma en que podía ir con nosotras era fingir que estaba en la
práctica de fútbol y saltársela.

Su antiguo Subaru gimió en protesta cuando golpeamos un


bache. Pobrecito. Hace tiempo que su pintura marrón se había
desvanecido a un gris parduzco, y sus traqueteos y chirridos hacían
imposible escuchar la radio. Pero nos llevó a donde teníamos que ir.

Me mira de nuevo por el espejo retrovisor.

—¿De verdad crees que va a estar aquí?

Me encogí de hombros a medias.

—No tengo ni idea. No sé dónde más buscar.

—Estoy contigo de cualquier manera —dijo en un claro intento de


reafirmar su apoyo. Lo quería por ello.

Estaba a punto de decirles que había recordado algo más de la


visión —el nombre de Jared, su verdadero nombre— pero Brooklyn
succionó una respiración asombrada.

—Aquí está —dijo ella.

Guardando la información para futuras referencias, levanté la


mirada hacia la enorme casa de rancho español que se cernía ante
nosotros. Los tonos terrosos de los dos almacenes se habían
desvanecido con el tiempo. Gruesos muros de adobe derrumbados
exponían bloques interiores mezclados con barro y arcilla roja nativa.
Pilares de madera de mamuts respaldaban el balcón del segundo piso,
desde donde se dijo que la señora Davis se sentaba durante horas para
pintar el paisaje.

—Guau —dijo Glitch, coincidiendo con el asombro de Brooklyn—.


Es hermosa.

—Sí. La abuela dijo que el abuelo del señor Davis la construyó en


los años cuarenta.

El auto se arrastró hasta una parada antes dos puertas de


madera de tres metros. Nos amontonamos y entramos por el enorme
portal a una terraza larga superado por maleza y vides.

—Deberíamos haber traído otra linterna. —Brooklyn se tambaleó


a mi lado y se apoderó de mi brazo mientras yo sostenía la única
linterna que había traído—. No puedo ver nada.

—No es broma. ¿Cuándo diablos se puso el sol? —pregunté,


golpeando la luz contra la palma de mi mano. Finalmente se encendió,
haciendo brillar un rayo luminoso a través de la oscuridad—. No
recuerdo que se pusiera. ¿Qué hora es?

Una luz verde de neón apareció a mi lado cuando Glitch miró su


reloj.

—Son más de las siete.

—La abuela me va a matar. —Mis entrañas incautadas por la


ansiedad y una especie de tortuoso temor especial—. Le dije que estaría
en casa antes de que oscureciera.

—Bueno, ella no puede hacer nada peor que mis padres. —


Brooklyn se estremeció—. Cuando se enteren de que me salté clases de
nuevo…

Glitch abrió la puerta principal.

—No está bloqueada. Tal vez él realmente está aquí.

Un emocionado estremecimiento me atravesó como un rayo. ¿Qué


pasa si Jared estaba aquí? ¿Qué iba a hacer? ¿Qué iba a decirle? De
alguna manera, Gracias por salvarme la vida; en serio espero que tu
conmoción cerebral casi fatal esté mejor, parecía un poco trivial.

Después de una búsqueda exhaustiva en la primera planta, me


quedé con Glitch y Brooklyn en la parte inferior de una amplia escalera
que conducía al segundo piso. La casa estaba en un estado lamentable
de abandono, desmoronándose por el tiempo y una grave falta de
cuidados. La basura y los escombros se amontonaban en el suelo, y las
cortinas hechas jirones colgaban inútilmente sobre las ventanas sucias.
Si no lo hubiera sabido, habría dicho que parecía encantada.

En una palabra, era hermosa.

—¿Crees que es seguro? —pregunté, sin embargo, estudiando las


escaleras dudosamente.

—Se ven bien. —La incertidumbre en la voz de Glitch no


inspiraba confianza—. Mantente cerca de la barandilla, por si acaso.

Andamos de puntillas en la escalera, en fila india: Glitch, yo y


luego Brooklyn. Un crujido inquietante hizo eco contra las paredes a
cada paso, los tableros se agrietaron lo justo para empujar nuestros
estómagos a nuestras gargantas. Ni siquiera quería pensar en los
cientos de arañas que se habrían necesitado para tejer las pesadas
cortinas de telas de araña que colgaban lánguidamente en el techo.
Seguro que estaban haciendo cosas importantes de arañas.

Brooklyn tenía un apretón de muerte en mi brazo.

—Las dos palabras del vocabulario clave para esta noche son
extremo y peligro.

—Seguro te pone la sangre a bombear —dijo Glitch.

Después de que llegamos al rellano, comenzamos nuestra


búsqueda de nuevo. Con cuidado, ya que había una gran cantidad de
espacio entre el primer y segundo piso. Sin embargo, cinco
habitaciones, siete armarios y dos baños más tarde, mi corazón empezó
a hundirse. Me había equivocado. No estaba aquí. Estaba empezando a
preguntarme si alguna vez volvería a verlo.

Con un suspiro de desesperación, abrí la puerta a una de las


habitaciones más pequeñas al final de un largo pasillo. Una silueta
oscura sentada en un alféizar de la ventana se volvió hacia mí. Supe de
inmediato que era Jared. El conocimiento envió una sacudida de placer
que surgió a través de mi cuerpo. Finalmente, lo había encontrado. Y
estaba vivo.

—Jared —dije, eufórica. Pero cuando levanté la linterna para


iluminar su cara, pensé que mis rodillas cederían por debajo de mí.

Su rostro estaba hinchado, ensangrentado y magullado.


Entrecerró los ojos contra la luz dura y trató de protegerse los ojos con
un brazo. El brazo que levantó estaba tan mal. Su camiseta ya no era
blanca. Manchada de tierra y sangre, parecía algo que trajo el gato
después de que el perro lo hubiera destrozado en pedazos.

—¿Lo encontraste? —preguntó Glitch, mientras él y Brooklyn


tropezaban dentro de la habitación.

Sin decir una palabra, Jared escupió en la oscuridad, a sus pies,


cruzó los brazos sobre el pecho, y me estudió, su mirada firme.

Bajé la linterna y me acerqué a él.

—Tenía la esperanza de que te encontraríamos aquí.

A pesar de su bravuconería, el dolor alineó su hermoso rostro. Su


mandíbula se tensó con cada aliento que tomó. No contestó, pero
parecía casi complacido de que lo encontrara, orgulloso.

De repente la habitación se iluminó. Nos dimos la vuelta para ver


a Cameron encender una lámpara de aceite. Estaba sentado en la
esquina de un viejo escritorio, con el rifle en la mano como si guardara
un prisionero. Estaba golpeado hasta el olvido, también, sosteniendo su
costado con la mano libre, sus dedos cubiertos de sangre.

La realización de lo que estos dos cabezas huecas deben haber


estado haciendo durante los últimos dos días desató una furia dentro
de mí. Había estado tan preocupada, enferma por ello. ¿Y estos dos
genios pasaron todo el tiempo en un concurso de meadas?

Me giré hacia Cameron.

—¿Han estado luchando durante dos días?

Se encogió de hombros.

—De vez en cuando.


No lo podía creer. Después de toda la ansiedad y la culpa.
Parpadeé atrás mi asombro y me volví a Jared.

—¿Puedo preguntar por qué ustedes, idiotas, sienten la necesidad


de golpearse el uno al otro hasta la muerte? ¿O creen que una
explicación es demasiado?

—¿Qué pasa con ello, Kovach? —dijo Cameron—. ¿Conseguiste


una explicación? —Se rió sin humor, y luego hizo una mueca. Después
de un momento de recuperación, agregó—: Oh, espera, ese ni siquiera
es tu verdadero nombre.

—No —dije mientras me di la vuelta y lo miré con una mirada fría


y dura—, es Azrael.

Jared se cuadró. Era su turno para mirar con incredulidad.

Comprimí la auto-duda que amenazaba con tragarme,


repentinamente preocupada por lo que él pudiera pensar de mis
visiones. De mi extravagante don. ¿Estaría horrorizado? ¿Desconfiado?

—Veo cosas —expliqué vacilante—. A veces, cuando toco a la


gente, veo cosas. Tengo visiones. Y tuve una contigo. En ella, tu nombre
era Azrael. —Cuando él siguió mirando, agregué—: No lo recordé al
principio. Estaba demasiado sorprendida por lo que vi, pero luego vino
a mí. Yo estaba en tu cabeza y tu nombre era Azrael.

Después de una larga pausa, el impacto inicial de mi declaración


pareció menguar. Me sopesó por otro par de segundos y luego se volvió
hacia la oscuridad exterior, algo más que dolor físico que azoraba sus
ojos. No parecía horrorizado, así que era bueno.

—Por favor, dime lo que está pasando —dije, mi voz quebrada por
la súplica.

Brooklyn se acercó a mi lado, haciéndome sentir agradecida de


que mis dos mejores amigos estuvieran cerca.

Atraje aire en mis pulmones y empecé de nuevo.

—Me estaba muriendo. Sentí la vida dejándome, y me trajiste de


vuelta. Tienes algún tipo de poder.

Me acerqué más a él. Casi pude sentir a Cameron tensarse detrás


de mí en uno de sus intentos mal concebidos de protección. Brooklyn se
volvió hacia él, dispuesta a luchar con todos sus cinco pies si intentaba
algo. Ella nunca podría realmente perturbarlo, pero eso no importaba.
Estaba allí para mí, como siempre. Dios bendiga su alma pequeña y
extraña.

—¿Me equivoco? —Cuando bajó la mirada, escuchando pero sin


responder, continué—: Luchas con monstruos —dije, tratando de
reconstruir los acontecimientos mientras hablaba— y salvas a chicas
golpeadas por camiones. ¿Pero por qué? ¿Viniste aquí solo para
salvarme?

Cameron se rió en voz alta, el sonido áspero y fuera de lugar en la


habitación tranquila.

—Estoy bastante seguro de que ya hemos cubierto eso, Lorelei. No


sirve. —Inclinó la cabeza hacia un lado, estudiando a Jared—. Dile,
Segador. Dile por qué estás aquí.

Quería estar más cerca, asegurarle que podía decirme cualquier


cosa, pero también me acordé de lo increíblemente fuerte que era. E
imposiblemente rápido. Decidí negociar desde donde estaba.

—Por favor, Jared. Solo quiero saber qué pasó.

Se volvió hacia mí, por fin, una línea vertical arrugando la piel
entre sus cejas.

—No estaba allí para salvar tu vida, Lorelei. —Me estudió un


momento más, y luego dijo—: Estaba allí para tomarla.

—Bingo —dijo Cameron, aplaudiendo burlonamente, su


satisfacción casi eclipsando el disgusto que llevaba—: Dale al hombre
un premio.

—No entiendo. —Di un paso atrás en estado de shock—. Me


estaba muriendo. Casi morí, y me salvaste. Lo sentí.

Jared se pasó el dorso de la mano por la frente, donde un chorro


de sangre goteaba sobre sus pestañas.

—No —dijo, después de una larga pausa—, no habrías muerto por


otros cuarenta y ocho minutos. Para entonces ya habría sido demasiado
tarde. Fui enviado para llevarte cuanto antes.
Me quedé aturdida. Una niebla de incredulidad me inmovilizó.
Estaba mintiendo. Tenía que estarlo. ¿Por qué iba a ser enviado para
matarme? ¿Qué había hecho yo?

Brooklyn pasó un brazo alrededor de mis hombros.

—¿De qué estás hablando? —Le preguntó a Jared—. ¿Cómo es


que puedes saber ese tipo de cosas?

El rostro de Jared se endureció, cimentándome en el lugar.


Empezó a hablar de cosas que no pasaron, cosas que no quería que
hubieran pasado.

—Después del accidente, fuiste evacuada a Albuquerque —dijo—.


Nunca lo lograste. Moriste a menos de dos minutos del vuelo. —Se
detuvo de nuevo, me dio un momento para absorber sus palabras antes
de continuar. Luego, en la voz más suave, añadió—: Pero tus abuelos
no sabían eso.

Di un grito ahogado en voz alta y me enderecé.

—¿Mis abuelos?

—Estaban molestos. Conduciendo demasiado rápido. Había una


curva cerrada y cruzaron la línea central. Chocaron de frente con otro
vehículo.

Mi mano voló hacia mi boca. La emoción se apoderó de mí, me


apretó el pecho dolorosamente. Las lágrimas brotaron de mis ojos y mi
visión se puso borrosa. Tanto Glitch como Brooklyn me agarraron
cuando me tambaleé, mis rodillas cediendo al peso de sus palabras. Me
guiaron a una caja de madera desvencijada.

—Todos los involucrados murieron en el acto —continuó, con


fuerza—, fui enviado para tomarte antes de que llamaran al helicóptero,
antes de que tus abuelos emprendieran a Albuquerque.

—Estás hablando en tiempo pasado, como sí eso ya hubiera


ocurrido —dijo Brooklyn, claramente molesta—. No lo hizo.

Frunció el ceño como sorprendido por su declaración.

—El tiempo... no funciona como tú piensas. —Se puso de pie y se


dirigió hacia nosotros.
En un instante, Cameron estaba frente a él, el dolor olvidado, su
ira traqueteando, y estaba segura de que la lucha comenzaría de nuevo.
Nuevas lágrimas se empujaron más allá de mis pestañas. No podía
verlos pelear de nuevo. No podía ser testigo de tal brutalidad, de este
tipo de violencia desgarradora.

En las películas parecía tan fácil. Nada era real. Se esperaba que
los hombres luchen, y los buenos siempre ganen. Pero en la vida real la
violencia era repugnante, traumatizante. No tenía ningún sentido. No
había blanco y negro, ningún escenario con el chico bueno y el malo,
ninguna línea sólida de la virtud con la que llevar la cuenta. Solo había
tonos grises. El dolor era real. La sangre era real. Y preferiría morir
antes que ver eso de nuevo. Cerré los párpados, empujando a las
lágrimas de mis ojos a caer por mis mejillas y gotear por mi barbilla.

—Lo siento, Lorelei —continuó Jared, mirándome—. No quise


hacerte daño.

Cameron se burló.

—Está bien, superhéroe, la salvaste. —Se inclinó hacia delante,


su cara a escasos centímetros de Jared—. Entonces, ¿por qué no te
vas?

Con la velocidad de una cobra, Jared empujó a Cameron de


vuelta, su postura ofensiva, parecía suplicarle a tomar represalias.

—¿No crees que lo he intentado? ¿Crees que quiero estar aquí? No


sé lo que pasó. Me trasladé y me quedé encerrado en este plano, pero
no tengo ni idea de por qué.

Cameron se había atrapado a sí mismo antes de caer. Se volvió,


lleno de satisfacción. El empujón de Jared era la invitación que había
estado esperando.

Pero Glitch se interpuso entre ellos, ya sea a propósito o no, no lo


sabía.

—¿Quieres decir que no te puedes ir? —preguntó—. ¿Por qué?

—Me gustaría disfrutar de esa respuesta yo mismo. —Le frunció


el ceño a Cameron, apoyándose de nuevo en el alféizar de la ventana,
agarrándose las costillas del dolor—. Algo pasó después de que te salvé,
Lorelei. Algo cambió.
—¿Qué? —preguntó Brooklyn, intentando sonsacar más
información de él—. ¿Qué cambió?

—Esto. —Levantó las manos para indicarse a sí mismo, luego hizo


una mueca—. Yo. ¿Sabes cuántas veces me he desangrado en este
plano? No sangro. No me lastimo. —Giró sobre Cameron—. Y
ciertamente no suelo ser noqueado por un chico con un palo.

Cameron sonrió de oreja a oreja en triunfo cuando Brooklyn


preguntó:

—Entonces, ¿por qué?

—No lo sé —dijo, trabajando su mandíbula como si estuviera


enfadado consigo mismo—. Rompí la ley.

Después de tomar una respiración para tranquilizarme, me paré y


le pregunté en voz baja:

—¿Qué ley?

Miró a la oscuridad, susurró lo que debían ser las leyes de su...


profesión, profesión siendo la única palabra que pude discernir.

—No podemos cambiar la historia. No podemos cambiar la


voluntad humana. No podemos redimir los pecados del padre.

Brooklyn frunció el ceño en confusión.

—¿Qué significa eso?

—Significa que rompí la ley. Que he cambiado la historia. Estabas


supuestamente muerta. Se supone que solo estaba modificando el
calendario un poco.

Glitch suspiró ruidosamente y preguntó lo obvio.

—Está bien, además del hecho de que todo esto me está volviendo
loco, tengo que preguntar, ¿eso en sí mismo cambia la historia? —
Inclinó la cabeza ante el pensamiento—. Quiero decir, de cualquier
manera, habrías detenido la muerte de los abuelos de Lorelei, ¿verdad?
Eso es un cambio.

—Sí, eso es un cambio. Pero solo los seres humanos pueden


cambiar la historia. Yo no tendría que cambiar la historia. Amanda
Parks tendría que hacerlo.

Todos miramos hacia él aún más desconcertados que antes.

Una vez más, Glitch hizo la pregunta obvia.

—¿Quién es Amanda Parks?

Una sonrisa suavizó el rostro maltrecho de Jared.

—Una niña de cinco años de edad, de Portales, Nuevo México,


quien oró para que su padre, el tipo que tus abuelos habrían matado en
el accidente, llegara a casa a salvo de su viaje de negocios. —Su sonrisa
se ensanchó como si la estuviera imaginando en su mente—. La fe de
un niño. No hay nada más fuerte en la tierra, te lo aseguro. —Me miró,
parecía querer que lo entendiera—. Debido a su petición, fui enviado a
cambiar las circunstancias de la muerte de su padre. Así, por
asociación, la de tus abuelos. Ellos estuvieron involucrados
directamente en la solicitud de Amanda. Así es como se habrían
alterado sus destinos. Amanda Parks tendría que cambiar la historia,
Lorelei. No yo.

Aunque todavía sentía como si estuviera tratando de atrapar un


pez pequeño en el agua solo para se me escapase entre los dedos cada
vez, un atisbo de comprensión parecía estar echando raíces. Había
leyes, incluso para los seres sobrenaturales

—Pero lo hiciste —dije con decisión suave—. Cambiaste la


historia.

—Lo hice. —Una repentina tristeza se apoderó de él—. Lorelei, no


sabes lo que te he hecho. Lo siento mucho.

—Has cambiado la historia por mí.

—No, estás equivocada. —Inclinó la cabeza, avergonzado, y luego


dijo en voz baja y ronca—: He cambiado la historia por mí.
Capítulo 10
Mensajero
Traducido por moonsdaughter
Corregido por Nanami27

No pude ocultar mi perplejidad. Jared había cambiado la historia,


había roto una de sus leyes, ¿por él?

—Actúas como si hubieras hecho algo malo.

—No lo entiendes —dijo, todo el contorno de su boca se agudizó


en decepción—, posiblemente no podrías hacerlo. El lugar al que
podrías haber ido es maravilloso. No te puedes imaginar cuán
maravilloso es. Y te lo arrebaté. He arriesgado todo. —Me miró—. He
arriesgado tu propia alma.

Aunque apenas podía estar de acuerdo, tuve que preguntar:

—Entonces, ¿por qué?

—Porque si hubieras muerto, nunca te volvería a ver de nuevo.


Hubieras ido al Cielo, un lugar en el que no he estado en mucho
tiempo.

Mi corazón se quedó quieto en mi pecho. No podía creer lo que


acababa de decir. Un ser sobrenatural había cambiado la historia solo
para verme. A mí.

Un momento, ¿él había estado en el Cielo?

La hostilidad tensa apenas contenida por Cameron se liberó.


Tomó su rifle.

—Diría que esa es razón suficiente para enviarte de vuelta.


Preparada para una reacción de este tipo, Brooklyn luchó para
sacar la pistola del bolsillo de su abrigo. Por fin la liberó, y le apuntó.

—Esperábamos algo estúpido como esto de ti.

Cameron se giró hacia ella sorprendido, una sorpresa que, por


desgracia, no duró mucho.

Sabía que había traído una pistola. Mi mejor amiga tenía agallas.
Nadie podía discutir eso.

Le frunció el ceño a Cameron.

—Primero querías matarlo porque iba a llevársela. Ahora quiere


matarlo porque no lo hizo. ¿Demasiado bipolar?

Cuando él dio un paso más cerca, Glitch y yo la flanqueamos a


ambos lados con una mirada de advertencia en nuestros ojos.
Probablemente viéndonos más cómicos que intimidantes, enrollé mis
manos en un puño. En nuestro mejor día, los tres juntos, de hecho,
podríamos aplastarlo, pero ¿qué otra opción teníamos? Teníamos que
detenerlo. O ser horriblemente mutilados al intentarlo.

Cameron levantó las cejas en dirección a Glitch.

—Estoy impresionado —dijo, burlándose de él con una sonrisa—,


teniendo en cuenta que me conoces.

Lo sabía. Algo pasó entre Cameron y Glitch. Ninguno había sido


el mismo desde que volvieron de aquel campamento en segundo año. La
curiosidad me quemó por dentro, pero tendría que esperar. Teníamos
un pescado más grande para freír, como diría mi abuela.

Glitch encogió un hombro.

—Eso fue hace mucho tiempo.

—Sí, he oído que tienes problemas para dormir por la noche.

—No más que tú.

—¿Y qué sobre tu incontinencia? Trágico.


No tenía idea de que Cameron podía ser tan cruel, pero Glitch no
vaciló. Se paró firme ante la cara de alguien que podría causar graves
daños en su peor día.

—Mira —dijo Glitch, cuadrando los hombros—, ¿vamos a hacer


esto o qué? No tengo toda la noche.

Estaba tan orgullosa de él. Un poco preocupada, pero orgullosa.

Cameron levantó las manos simulando rendirse.

—Desde luego que no quería molestar a los Tres Mosqueteros. ¿O


eran los Tres Ratones Ciegos?

La mandíbula de Brooklyn cayó.

—¿Estabas allí?

Se encogió de hombros, fingiendo indiferencia.

—Eres un imbécil.

Los ojos de Cameron brillaron y dio un paso hacia Brooklyn. Ella


elevó el arma más alto, con la mano temblando. Pero Glitch y yo
estábamos justo a su lado, Glitch con sus bravuconadas y yo con mis
puños. Si nos golpeaba, nosotros lo golpearíamos también.

—Me han dicho cosas peores —dijo finalmente, mirando a Brooke


con una mezcla de interés y empatía.

Por primera vez, tuve una buena vista de él. Se parecía a Jared
con la camiseta raspada, con moretones, hinchado. Negué con la
cabeza. De ninguna manera podría alguna vez entender a los chicos.

—Bien —dijo Glitch con impaciencia—. Te entiendo, Jared.


Bueno, no realmente, pero tanto como humanamente me es posible en
este momento. Pero no te entiendo a ti. —Su resentimiento hacia
Cameron era evidente—. ¿Por qué eres tan fuerte? ¿Cómo puedes
luchar de esa manera? No eres más humano que Jared, o Azrael, o
como sea que se llame.

La atención de Cameron pasó a Glitch pero no respondió. Se


retiró a su escritorio y se sentó sobre él, con el rifle todavía en la mano.
Y por el momento, nuestros pulmones pudieron volver a funcionar.
Jared finalmente respondió por él.

—Es de Jophiel.

—¿Es de qué? —preguntó Glitch.

—Jophiel, el mensajero. Cameron es un Nefilim. Es solo en parte


humano, puesto en la tierra para proteger al profeta.

—¿Qué profeta? —preguntó Glitch.

Pero Cameron lo interrumpió, su ira hirviendo a fuego lento como


si pudiera quemar a Jared desde donde estaba.

—No sabes nada de mí.

—Por el contrario, cuando nos dimos cuenta de que una


descendiente femenina de Arabeth iba a nacer —continuó, ignorando la
vehemencia en la voz de Cameron—. Nosotros… hicimos caso omiso de
las leyes de nuestro padre. Enviamos un mensajero a la creyente
Hannah Noel.

Cameron se puso de pie, apuñalando a Jared con un odio


devastador, y me di cuenta del nombre que Jared acababa de decir. Era
el de su madre. Hannah Noel Lusk era la madre de Cameron.

—Pero su momento llegó antes de que pudiera instruir a Cameron


de Jophiel en sus funciones. Y su padre terrenal rechazó las
enseñanzas de los creyentes.

—¿Cómo te atreves siquiera a decir su nombre? —dijo Cameron,


lívido de rabia.

Brooklyn levantó el arma de nuevo y Cameron le lanzó una


mirada de desprecio absoluto.

—De modo que, ¿quién es el profeta? —Repitió Glitch, pero yo


estaba demasiado ocupada haciendo conexiones en mi cabeza para
preocuparme por eso.

Suavemente tomé un poco de aire cuando el significado de Jared


me golpeó.

—¿Mensajeros? ¿Te refieres a ángeles? ¿Ustedes son ángeles?


Las cejas de Jared se juntaron.

—Cameron de Jophiel es un Nefilim. Pero, sí, soy un mensajero.


Soy un Serafín.

¿Cómo no capté eso en mi visión? ¿Un ángel? ¿Un verdadero ser


angelical? ¿Aquí en Riley’s Switch, Nuevo México? Comprender todo
esto me dejó sin aliento.

Cameron se dio la vuelta con una sonrisa enojada, negándose a


escuchar. Pero me di cuenta que no discutió. ¿Sabía lo que él era?
¿Siempre lo había sabido?

Tenía tantas preguntas, apenas podía decidir cuál de ellas


preguntar primero. Volviéndome hacia Jared, decidí preguntarle la que
me estaba causando más molestias en ese momento en particular.

—Dijiste que no deberías estar aquí, que no quieres estar —


comencé, la declaración me provocaba una fuerte punzada en el
pecho—. ¿Estás en problemas? ¿Debido a mí?

Jared se tomó un momento para considerar mi pregunta. Su


mandíbula se tensó reluctante antes de que dijera:

—Mentí.

—¿Mentiste? —pregunté, confundida—. ¿No rompiste una ley?

Las comisuras de sus labios amenazaron con subir.

—No, más que definitivamente rompí una ley.

Me pregunté qué debía pensar de mí. De todos los seres


humanos. De repente me sentí minúscula, como si mi pequeña vida en
mi pequeña ciudad significara absolutamente nada en el gran esquema
de las cosas. Lo que de cierto modo apestaba.

—Espera —dijo Brooklyn, volviéndose hacia mí con


desconcierto—. Lorelei es la profeta.

—Por fin —dijo Glitch—. Espera, ¿qué?

Ella parpadeó hacia Jared.


—¿Estoy en lo cierto? ¿Es la profeta que Cameron fue enviado
para proteger?

Su cabeza se inclinó con complicidad.

—Lo es.

—¿Qué? No —dije, rechazando la idea por completo—. Eso… eso


no es posible.

Mientras estaba de pie, negando con la cabeza con incredulidad,


la mandíbula de Glitch cayó al suelo y Brooklyn se echó a reír.

—¡Sí! —dijo con una exuberancia que me pareció inquietante—.


Oh, Dios mío, ¡es totalmente buenísimo!

Pude ver su mente trabajando a millas por minuto, pero estaba


equivocada. Todos estaban equivocados.

—¿Puedo pedir una pausa? —pregunté, haciendo la señal con mis


manos—. En serio, es una buena idea y todo eso, pero tienen a la chica
equivocada. —Retrocedí, mis zapatos crujiendo cuando pasé sobre
décadas de suciedad y escombros—. No soy una profeta. Nunca lo seré.
Ni siquiera sé lo que hace un profeta. Lo siento, pero han cometido un
terrible error.

Jared colocó las manos detrás de su espalda.

—Eres la última descendiente de la profeta Arabeth. El don de la


profecía está en tu sangre.

—Lor —dijo Brooklyn, su emoción un poco molesta—, esto es


genial. Siempre has tenido visiones y ahora sabemos por qué.

Me opuse, frustrada.

—Tengo visiones de tonterías. No tienen sentido.

—Pero se hacen realidad.

—No siempre.

—¿Qué hay sobre cuando Tabitha chocó de reversa el todoterreno


del señor Davis?
Cerré los ojos.

—Brooklyn, ¿crees sinceramente que los cielos crearían a un


miembro de los Nefilim para proteger a una chica cuya visión profética
más realizada involucró a una animadora psicótica detrás del volante de
un Nissan?

—Bien…

—Él tiene razón —dijo Cameron, sacando el brillo a su arma con


el borde rasgado de su camiseta—. Eres la profeta quieras o no. —La
sensación amarga en sus palabras eran imposible de no percibir—.
Ellos hacen las reglas, nos hacen correr por sus laberintos, todo lo que
quieran y cuando quieran, y no tenemos otra opción. —Su frío
resentimiento me dio escalofríos—. Somos títeres, Lor. Las piezas del
juego con las que juegan. También podrás acostumbrarte a eso.

—¿Quiénes son ellos? ¿Quién hace las reglas? —pregunté, el


pánico amenazando con sobrepasarme.

Con el dedo índice, ofreció una única explicación. Seguí su dedo


hacia arriba y miré hacia el cielo, su significado tan claro, tan poderoso.

No sabía qué decir. Por alguna razón, viniendo de Cameron, sonó


más creíble, y aun así, sin duda Dios nunca habría puesto tal don en
mis torpes manos. Seguramente había alguien más calificado.

—Solo que… —retrocedí a la pared del otro extremo—. No me


siento muy profe-tisa.

La expresión de Jared fue de compresión cuando continuó.

—Debo explicarlo. Pero primero, déjame preguntarte, ¿has


estudiado los juicios de las brujas en historia?

Incliné la cabeza y asentí, preguntándome qué tenía eso que ver


con esto.

Retrocedió a la pared frente a mí y se apoyó en ella, mirándome


con una curiosidad glacial.

—Mucho tiempo antes de la época de la caza de brujas más


famosa, doce siglos antes del año de nuestro señor, a comienzos de la
edad de hierro, había una mujer llamada Arabeth que vivía en un
pequeña aldea en Europa.

Metiendo las manos en los bolsillos de mi abrigo, me apoyé en la


pared y escuché. Brooklyn se sentó en la caja y Glitch se quedó de pie a
su lado, de repente muy interesado en lo que Jared tenía que decir.

—Tenía visiones como tú, un don que ponía su vida en riesgo,


pero sus padres la protegían, manteniendo sus visiones en secreto.
Creció, se casó y tuvo hijos propios. Entonces, un día, tuvo una visión
que no podía negar. El agua del pozo principal de la aldea había sido
contaminada, y sabía que si la gente bebía de él, una enfermedad de
proporciones epidémicas se propagaría por toda la campiña. Corrió
hacia el pozo y trató de advertir a los aldeanos. Pero nadie la escuchó,
naturalmente.

No me gustó a donde iba la historia de Jared. De toda la historia


que tuve que aprender en la escuela, mujeres y hombres ejecutados por
brujería fue uno de los capítulos más difíciles de comprender.
Retrocedía cada vez que pensaba acerca de la injusticia, la cruda
brutalidad con que un humano podía castigar a otro en nombre de la
religión.

—Cuando las personas empezaron a morir, sus familias entraron


en pánico y culparon a Arabeth. Incluso su propio marido la acusó de
ser impura. Y en el torbellino de miedo y superstición, fue arrastrada de
su casa y ejecutada en las calles de su pueblo. La acusaron de lanzar
hechizos y resucitar a los muertos, conceptos erróneos de la
enfermedad.

Me hundí en mi interior y negué con la cabeza, reacia a escuchar


nada más.

—En ese momento, el marido de Arabeth sabía que sus tres hijas
también tenían el don. Las llevó a los padres de Arabeth, las echó en el
patio de la pareja y le hizo a su familia política una promesa, que si aún
estaban allí al amanecer, los mataría a todos. Con pocas opciones,
tomaron a sus nietas y huyeron en la noche. Tu antepasada, Lorelei
McAlister, fue la primera mujer en la historia de la humanidad en ser
quemada como una bruja.

Inhalé un poco de aire fresco, mi corazón afligido por Arabeth. Por


sus padres e hijas.
—¿Qué pasó con las niñas? —preguntó Brooklyn.

—La pareja estaba envejeciendo y sabían que no podrían cuidar


de ellas por mucho tiempo más, por lo que reunieron hasta el último
centavo que pudieron y enviaron a las hijas de Arabeth a tres rincones
diferentes del mundo. La hija mayor fue adoptada por una pareja
adinerada y más tarde tuvo una hija propia. Su linaje continuó durante
seis siglos y terminó con la última profeta en su línea. Aunque su don
no fue reconocido, su talento sí lo hizo. Fue la célebre poetisa Safo.

—Safo. —Brooklyn miró hacia atrás, hacia mí, con asombro.

Safo fue una poetisa griega, su trabajo fue muy admirado y


buscado. Era una de las heroínas de Brooke.

—La hija más joven —continuó Jared—, fue acogida por granjeros
pobres, pero creció feliz y saludable. Su linaje continuó por mucho más
tiempo y terminó con la consagrada, la mujer que conocen como santa
Juana de Arco.

Esta vez, incluso Glitch y Cameron se giraron a mirarme, la


conmoción en sus rostros era evidente.

Brooklyn se volvió hacia él, con los ojos muy abiertos de asombro.

—Así que, de una manera indirecta, ¿Lorelei está relacionada con


ambas, con Safo y Juana de Arco?

Jared me estudió como si fuera una nueva forma de vida antes de


contestar, como si tratara de juzgar mi reacción a los sucesos actuales.

—Lo está.

No sabía qué decir. Nunca había sido tan humillada en mi vida.


Saber que he compartido un antepasado en común con semejantes
heroínas, con auténticas campeonas.

—Eso es… increíble —dijo Glitch. Por una vez, parecía luchar con
qué decir.

Sabía cómo se sentía. Cuando finalmente encontré mi voz,


pregunté:

—¿Qué hay sobre la hija del medio? ¿Qué pasó con ella?
Los rasgos de Jared se suavizaron, sus ojos brillando en la luz
tenue. Parecía contento por mi interés. Incluso aliviado, tal vez.

—Se llamaba Lara Beth —dijo, las consonantes suaves saliendo


fácilmente de su lengua—. Creció como esclava pero fue venerada y
querida por los que la rodeaban. Cuando tenía dieciséis años, tuvo una
visión que salvó la vida del hijo de un terrateniente local. Endeudado, la
liberó y le ofreció un lugar en su hogar. Pronto, ella y el chico se
enamoraron y se casaron. Tuvieron tres hijos, uno de los cuales es
también tu antepasado. Lara Beth se convirtió en una curandera
respetada y defensora de los esclavos. También frustró una guerra civil,
pero eso es otra historia —agregó.

—¿Hijos? —pregunté, encantada—. ¿Tenían visiones también?

Jared negó con la cabeza.

—Parece que el don es heredado solo en los descendientes


femeninos. Cabe señalar, Lorelei, que este linaje está del lado de tu
padre, no de tu madre.

Por alguna razón, eso me sorprendió. No estaba segura de por


qué.

—Eres la primera mujer nacida en el linaje de Lara Beth en más


de treinta y dos siglos. Y sin embargo, eres tan talentosa como lo eran
ella y su madre.

Me enfoqué en el suelo, incapaz de comprender plenamente, o


aceptar, lo que estaba diciendo. Pero él era un ángel. Tal vez no podía
mentir. Aun así, no podía conseguir tragar todo lo que sugirió.

—Pienso que tienes a la persona equivocada —le dije, rogándole


que lo reconsiderara—. Tiene que haber otra descendiente femenina de
otra rama del árbol genealógico. Ya sabes, como una prima perdida de
hace mucho tiempo o algo así.

—Todas las otras líneas han sido cortadas. Eres la última, Lorelei.
El cielo ha estado esperando mucho tiempo por ti. Y has causado un
gran revuelo. —Respiró profundamente—. De hecho, ellos estaban
esperándote hace un par de días. Probablemente he causado un gran
revuelo a mí mismo.
—Y ahora estás varado por mi culpa. Porque rompiste una ley por
mí.

Cruzó los brazos sobre el pecho, sus ojos brillando con diversión.

—Son bastante susceptibles sobre sus leyes.

—Sí, pero solo tienen tres —dijo Glitch, decidiendo meterse en la


conversación con su don habitual para elegir el momento oportuno—.
¿Cuán difícil puede ser?

Brooklyn le dio un revés en la pierna, y luego levantó una mano,


haciéndole un gesto para que la ayudara a ponerse de pie. La ayudó a
levantarse.

—¿Y ahora qué? —preguntó ella, quitándose el polvo de su


trasero.

La pregunta me dejó atónita. Efectivamente, y ahora qué. No


podía imaginar cómo debía sentirse. Jared estaba atrapado en la tierra
y sin familia, sin dinero y sin hogar. Si estuviera en su lugar, estaría
aterrorizada. Pero yo no era un ser supremo con la energía del sol en mi
meñique izquierdo.

Sin embargo, la simple idea de él asustado y solo me rompió el


corazón. Tenía que ayudar. Sin duda, los cuatro, miré a Cameron, los
tres podríamos encontrar una solución. Pero primero, los atuendos de
chicos torturados en un campamento de prisión tenían que irse. Era
momento de que se limpiaran, vistieran y alimentaran.

—Bien —dije, reprimiendo por completo el asunto del profeta de


mi mente y con autoridad en mi voz—. Primero tenemos que llevarlos a
ustedes dos para que se limpien. Luego averiguaremos qué hacer
después. Podemos ir a mi casa.

—No puedes simplemente invitarlo a entrar a tu casa, Lorelei —


dijo Cameron, de repente de nuevo en completa alerta.

No necesitaba su paranoia o su temperamento en ese momento.

—Sí, Cameron, puedo.


—Escúchame. —Se puso de pie y señaló a Jared—. Está atrapado
aquí porque salvó tu vida. ¿Qué piensas que hará para regresar? Quizás
es tan simple como rectificar su error.

—¿Estás diciendo que me mataría para regresar?

—Podría matarte en su lugar. —Jared dio un paso hacia


Cameron—. ¿Crees que eso me haría regresar?

Cameron avanzó hasta que estuvo a centímetros de él. Se


quedaron al borde de otra batalla, cada uno más que dispuesto a
comenzar el juego de nuevo.

En un momento de total frustración, arrastré mi pie derecho


hacia atrás y pateé la espinilla de Cameron. Mientras maldecía y
cojeaba hacia atrás, me giré hacia Jared, con su expresión engreída, e
hice lo mismo con él.

Agarró su pierna y soltó una sarta de lo que sin duda eran


palabrotas en otro idioma, con los dientes apretados por el fuerte dolor.

—¡Basta! —dije, enfadada y con el dedo del pie palpitante


provocando lágrimas en mis ojos—. Ustedes dos, ¡deténganse! No más
peleas. —Miré a Cameron—. Tú. ¿Te pedí tu protección? ¿Ayuda? ¡No! Y
para tu información, no me importa si Jared fue enviado aquí para
cortarme en pedazos con un machete oxidado. Salvó la vida de mis
abuelos. Aún si hubiera muerto, salvó la vida de mis abuelos.

Reprimí la emoción que intentaba tomar el control de mí. Mis


abuelos eran todo lo que tenía en el mundo. Y Jared los había salvado.
El hecho de que había sido enviado para llevarme en vez de para
salvarme no importaba en absoluto. Cameron necesitaba entender eso.

—Eso es todo lo que importa, Cameron —dije—. Podría ser un


asesino en serie de Plutón, y no me importa. Pero lo que sí me importa
es ese deseo de muerte ridículo que cada uno parece tener por el otro.
¿Por qué se odian tanto?

Mi pregunta pareció sorprender a Jared. Dio un paso atrás, como


si viniera a sus sentidos. Pero Cameron se cerró. Pude ver una cortina
dibujándose a su alrededor, y sabía que no me lo explicaría.
—Bien. No me respondan. Pero dejen de pelear, ambos, o ninguno
de los dos podrá caminar cuando haya terminado. —Me dirigí a la
puerta—. Ahora, vayamos al auto.
Capítulo 11
Sandwiches de Queso a
la Parrilla
Traducido por BrenMaddox & SOS por Fedee Black
Corregido por Nanami27

Debido a que le había pedido a Glitch que condujera la camioneta


de Cameron hasta mi casa, terminé conduciendo la Subaru. Glitch no
quería dejarnos solas, ya sea con alguno de ellos, pero lo amenacé con
interrogarlo sobre lo que había sucedido en las vacaciones de primavera
en segundo grado. Dejó de discutir al instante.

Brooklyn se sentó en el asiento del pasajero, dejando a Cameron y


Jared en la parte de atrás. Si hubiera sido inteligente, los habría
separado. Pero quería ser capaz de verlos a los dos al mismo tiempo.

Brooklyn se volvió hacia mí, cuando ajusté el espejo retrovisor,


dejando a los chicos en el foco.

—Estoy tan feliz de que seas una profeta.

—Sí —le dije con una risa ahogada—, me estoy haciendo a la


idea.

—Por lo tanto, vamos a llamarlo Jared, ¿verdad? Quiero decir,


cambiar su nombre por Azrael podría ser incómodo en este momento.
Tú lo dijiste, el Director Davis sospecha algo.

—Lo sé. Está atascado con Jared.


—¿Qué quieres decir con que el Director Davis sospecha algo? —
preguntó Jared, enderezándose—. ¿Sospecha qué?

—Tuve que ir a su oficina —expliqué—. Tenía todo el anuario de


los años setenta allí. Encontró una imagen del día en que su hermano
murió. Estabas en ella.

—Había un círculo sobre tu imagen —dijo Brooklyn—, como si


supiera algo.

—Eso podría ser problemático. —Frunció el ceño sumido en sus


pensamientos—. No sé por qué estoy encerrado en este plano, pero
mientras esté aquí, no debería alterar el orden natural de las cosas más
de lo que ya he hecho.

—¿Quieres decirme que alguien te tomó una foto? —preguntó


Cameron, de vuelta.

—En realidad, no es suya —dijo Brooklyn—. Era una foto de Elliot


Davis, el hermano del señor Davis, tomada el día de su muerte.

—Y, ¿qué? —Le preguntó Cameron a Jared—. ¿Adoptaste una


pose?

Él se volvió hacia la ventana.

—Estaba esperando.

—Estoy un poco sorprendida de que tu fotografía se pueda tomar


—dijo Brooklyn—, ya sabes, que incluso estés en la película.

—Cuando me muevo en este plano, tomo una forma física. Soy


sólido, como tú.

Brooklyn resopló.

—No creo que seas como yo.

Cameron se burló y apoyó la cabeza contra el asiento.

—Así que te deslizas en este plano para extraer a algún pobre


idiota fuera de su piel, y te pillan en Cámara con el Alma Abierta. No
eres el segador más brillante del universo, ¿cierto?
—No es el ángel de la muerte —dije, de repente a la defensiva. Y
muy agradecida de que estuviéramos equivocados—. Es un ángel.

—Por el amor de Dios, Lorelei. —Cameron negó con la cabeza,


como si se preocupara por mi ingenuidad—. Es un ángel, de acuerdo. El
maldito ángel de la mu…

—Tal vez deberías dejar de hablar ahora —dijo Jared.

—¿O qué?

—Voy a hacer que dejes de hacerlo.

—Si no golpearas como una niña en un vestido rosa de fiesta,


podría estar inclinado a preocuparme. Espera un minuto. —Se sentó de
nuevo, su expresión divertida—. No quieres que ella sepa.

Jared se sentó también. Habían estado hombro con hombro en el


pequeño espacio, pero ahora se enfrentaban entre sí, una mueca
asesina en el rostro de Jared, una casi cómica en la de Cameron.

Aunque ninguno realmente había hecho un movimiento para


iniciar otra lucha, la última cosa que necesitaba era un estruendo en la
Subaru. Me volví hacia ellos con enojo.

—¿Voy a tener que detenerme? —pregunté, señalando con el dedo


a cada uno por vez.

Ambos fruncieron el ceño y se echaron atrás, volviéndose para


mirar por sus ventanas y haciendo pucheros. Satisfecha, me reorienté
en la carretera. Lo cual era una buena cosa, ya que estaba
conduciendo.

—¿Puedo preguntar por qué viniste por el hermano del señor


Davis?

Miré en el espejo mientras Jared pensaba.

—Elliot Davis sabía que se estaba muriendo. Lo sintió y oró por


un momento más. Tenía un mensaje para su hermano Alan. Y porque el
mensaje era uno de desinterés absoluto y con tanta fe, fui enviado.

—Para ajustar el tiempo —dijo Brooke, asombrada.

—Sí. Esperé a que entregara el mensaje, entonces me lo llevé.


—¿Cuál era el mensaje? —preguntó ella.

Sonrió.

—No lo puedo decir.

—Hombre. —Ella frunció el ceño con decepción, pero mis


pensamientos se habían desviado en otra dirección.

Reduje la velocidad del auto hasta detenerme. Afortunadamente,


la carretera estaba desierta. Me volví hacia él y le pregunté:

—¿El señor Davis te vio?

Dejó escapar un suspiro lento, luego admitió:

—Sí, lo hizo. Por una fracción de segundo, me vio materializarme


y tomar a su hermano.

—Lindo —dijo Cameron.

—Sin duda tenemos que mantenernos alejados del Oso.

Para el momento en que llegamos a mi casa, era un poco más allá


de las nueve. Glitch y Brooklyn habían llamado a sus padres para ver si
podían quedarse en mi casa para trabajar en nuestros proyectos de
ciencias. Ya que ambos estaban castigados, me quedé anonadada
cuando obtuvieron el permiso. Lección aprendida. Solo decíamos la
palabra ciencia, y podríamos hacer cualquier cosa.

Entramos por la puerta trasera. Mis abuelos ya habían cerrado la


tienda. Gracias a Dios por la noche de bingo.

Mientras Glitch hacía su especialidad, sándwiches de queso a la


parrilla, Cameron subió para tomar una ducha.

—¿Quieres un poco de agua? —Le pregunté a Jared después de


recoger algunos artículos de la tienda para él. Hice una lista de todo lo
que tomé en una almohadilla para el registro, así saldría de mi cheque
de pago.

Lo pensó un momento.

—No estoy seguro. Tal vez.


Sonreí y le di un vaso de agua. Ya parecía verse mejor. La
hinchazón había bajado, y el sangrado por encima de su ojo se había
detenido. Me pregunté si la capacidad de curar rápidamente era parte
de su singularidad celestial.

—¿No estás seguro de si tienes sed?

—En realidad no. —Tomó un sorbo cauteloso, se detuvo a medio


trago, luego bebió otro trago y pidió más.

Cinco vasos de agua y tres bocadillos más tarde, me quedé


boquiabierta, mirando preocupada hacia él.

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que has comido?

—Desde siempre —dijo, despreocupado.

Me quedé alucinada por su respuesta.

—¿No dijiste que cambiaste después de que me trajiste de vuelta?

—Sí.

—Eso fue hace dos días. ¿No has tenido nada que comer o beber
en dos días?

Se encogió de hombros.

—No me di cuenta de que tenía sed.

—Jared —regañé—, eso es muy peligroso.

Le brillaban los ojos mientras me estudiaba, aprecio aparente por


mi preocupación.

Vencida por una especie de tímida torpeza, me aparté de él. Los


deslumbrantes chicos magníficos no estaban interesados en mí. Él se
daría cuenta de eso, tarde o temprano. Llevé el vaso y plato al fregadero.

—Tenemos algunos artículos turísticos en venta en la tienda.


Trataré de encontrar algo para que te pongas tan pronto como revise la
situación en la ducha.

Humillada por mi propio comportamiento, lo dejé con Glitch y


corrí escaleras arriba para revisar a Cameron y Brooke. La fatiga se
había infiltrado en mis músculos y mis costillas magulladas dolían.
Pero la emoción de encontrar a Jared, de tenerlo en mi casa, mantuvo
intacta mi adrenalina. Y él era un ángel. Un ser celestial. ¿Quién lo
hubiera pensado?

Entré en mi habitación mientras un Cameron, recién duchado,


estaba sentado sin camisa en mi cama, sufriendo los cuidados de
Brooklyn. Ella estaba aplicando ungüentos de antibióticos y puntadas
mariposa en un feo corte en la espalda.

—Eres un desastre —dijo Brooklyn.

—Eso es lo que dicen.

Su boca se estrechó como lo hacía cuando ella quería decir algo,


pero no sabía muy bien cómo expresarlo. Armándose de valor, tomó un
largo sorbo de aire y le preguntó:

—¿Por qué odias tanto a Jared?

Él se quedó quieto, pero no contestó.

Después de un momento, continuó:

—¿Es porque fue enviado para llevarse a Lorelei? ¿Enviado para


tomar a la persona por la que estás aquí para proteger?

Evitando sus ojos, dijo en voz baja:

—No se puede confiar en él.

—¿Cómo lo sabes?

La miró por encima de su hombro.

—Tenemos una historia.

Ella alisó un vendaje sobre el corte.

—¿Me puedes decir algo al respecto?

—No.

—Entiendo. ¿Quieres un sándwich? —preguntó, teniendo cuidado


de no tocar la herida cuando lo ayudó con la camiseta que él había
confiscado de su camioneta—. Glitch los hace impresionantes a la
parrilla.

—Supongo —dijo mientras su cabeza se asomaba por la abertura


del cuello.

—Bien. Iré a pedirlos, pero no pienses ni por un minuto que no


estoy furiosa contigo.

—No soñaría con ello.

Le guiñé un ojo mientras salía de la habitación, y luego crucé los


brazos sobre mi pecho. Con evidente dolor, él se puso en pie y se volvió
hacia mí.

—A ella no le agrado mucho, ¿verdad?

—¿Brooklyn? Brooke es bastante directa —dije, tratando de


encontrar las palabras adecuadas para describir mi mejor amiga—. Si
no le agradaras, lo sabrías.

Se encogió de hombros.

—Supongo que eso es algo.

—¿Estoy interrumpiendo?

Me volví para ver a Jared de pie en mi puerta.

Cameron respondió antes de que tuviera la oportunidad.

—¿Ese no es, como, tu trabajo? ¿Interrumpir en la vida de los


demás? ¿Crear caos y desesperación donde te encuentres?

—Cameron —dije en el tono de advertencia que mis abuelos


utilizaban de vez en cuando.

—Voy abajo. —Salió lentamente, dando un empujón mientras


pasó junto a Jared.

Jared no le hizo caso, su mirada inquebrantable mientras me


observaba verlo. Incluso golpeado y magullado era impresionante. Un
corte en el lado de su boca no disminuía para nada su belleza, su
plenitud enfatizada por las oscuras sombras de la mandíbula sin
afeitar. Sus ojos, eran brillantes piscinas enmarcadas en
imposiblemente largas pestañas, que brillaban gruesas, incluso en la
penumbra de mi habitación. Era el ser más sensual que había visto
jamás. Sin embargo, era como esos tipos que no sabían lo hermosos
que eran. Hacía que me gustara él aún más, y me pregunté cómo se
sentiría su boca presionada contra la mía.

Con una sacudida mental, arrastré mis pensamientos fuera de la


cuneta y me dirigí al cuarto de baño. El hecho de que un dios estaba de
pie en mi puerta no me daba permiso para objetivar. Realmente, era
como que ya apenas me conocía a mí misma.

—Voy a preparar la ducha para ti —dije, de repente consciente de


mí misma—. Glitch tiene champú y acondicionador de chico aquí.
Probablemente no desees utilizar el mío, si no quieres oler como un
campo de lavanda o un albaricoquero.

Moví la cortina de la ducha a un lado y abrí el grifo. Después de


probar la temperatura, me di la vuelta. Jared me había seguido y ahora
estaba en la puerta del baño. Había algo en él y las puertas. Las llenaba
por completo.

Su línea de visión serpenteó a mi boca y se quedó allí un rato


antes de viajar hacia arriba.

—Tus ojos se oscurecen cuando estás emocional. —Dio un paso


hacia mí—. Están más oscuros ahora, como el humo de un incendio
forestal a la deriva hacia el Cielo.

—¿En serio? —pregunté, mis pulmones ardiendo dentro de mi


pecho—. No sabía eso.

Su expresión, curiosa e intensa, envió hormigueos de afiladas


flechas por mi cuerpo. Mis entrañas se volvieron blandas y mis rodillas
se debilitaron. No podía creer lo tremendamente hermoso que era, lo
poderoso y seductor.

Extendió su mano.

—Creo que esto es tuyo.

Bajé la mirada. Mi collar descansaba en su palma, la delicada


cadena atada sobre sus largos dedos. Con un grito de alegría, se lo
quité.
—¿En dónde lo conseguiste?

La más elemental de las sonrisas suavizó sus facciones.

—Estaba en mi mano cuando salté del vehículo de Cameron.

—Oh, Dios mío, muchas gracias —dije, fijándola alrededor de mi


cuello. No podía creer que él lo tuviera.

Levantó el colgante donde descansaba, el dorso de sus dedos


rozando la base de mi garganta, su cálida piel contra la mía. Si me
dejara, podría mirarlo por toda la eternidad. Su fuerte mandíbula. Su
boca llena. Sus ojos tan oscuros, eran como el océano durante la noche.

Dándome cuenta de que tenía que controlarme, volví al presente.


Santo Dios, apenas podía pensar cuando él estaba cerca.

—Bien, um, te conseguiré algunas cosas de la tienda. —Señalé


hacia el fregadero—. Un cepillo de dientes, pasta de dientes. Ya sabes,
lo de siempre. —Sonreí, fingiendo que su susurro de una sonrisa no fue
la causa de un leve enrojecimiento de cabeza—. Pero si necesitas algo
más...

Su actitud cambió en un instante. Dolor quedó grabado en su


rostro mientras serpenteaba un brazo alrededor de su estómago.

—Me siento mal —dijo, agarrando el marco de la puerta del


cuarto de baño para estabilizarse.

—Mal, ¿cómo? —pregunté, la preocupación elevando una octava


mi voz.

—No lo sé. Solo mal. —Los músculos de su estómago parecían


contraerse. Se aferró a su cintura y cayó de rodillas.

—¡Jared!

Antes de que pudiera ponerme de rodillas a su lado, él se


abalanzó hacia el inodoro. Tragó saliva varias veces y casi pude sentir la
bilis ácida mientras se elevaba y quemaba en la parte posterior de su
garganta. Se negó a ser silenciada. Todo lo que acababa de comer
terminó en el inodoro en una sucesión de violentas purgas.

Con empatía, guiando todos mis movimientos, me levanté de un


salto para mojar una toalla, luego me arrodillé y se la apoyé en la frente.
Respirando pesadamente en el inodoro, dijo:

—Mal así.

Después de que tiré la cadena del inodoro, pasé la tela sobre su


rostro, con cuidado de no reabrir heridas.

—Eres humano ahora —dije con mi mejor voz mandona—. Al


menos una parte de ti lo es. Tienes que tener más cuidado.

—Tengo que limpiar mi boca.

Lo ayudé a levantarse. Se sacudió, de repente débil y pálido. Y era


tan alto, más de seis pies, pero hice mi mejor esfuerzo para llegar al
lavabo.

Después de que se cepilló los dientes, llené una taza con agua y la
llevé hasta su mano. La duda le impidió agarrarla.

—Estás deshidratado —dije cuando puse la taza en sus manos—.


Toma pequeños sorbos.

—No me siento deshidratado.

—No importa, lo estás. Dos días sin H2O le hacen eso a una
persona. —Cuando todavía no bebió, empujé la taza a su boca—. No
tenemos un calentador de agua muy grande, así que nos quedamos sin
la misma bastante rápido. Es posible que quieras ducharte
rápidamente.

—Bueno.

Me volví y señalé las necesidades.

—Jabón, champú, acondicionador, una rasuradora si la


necesitas. —Tenía que admitirlo, me gustaba la sombra a lo largo de su
mandíbula, pero a él podría no hacerlo.

—Gracias —dijo, mientras cautelosamente levantaba la camisa


por su cabeza.

Me aparté de él con un jadeo. ¿Los paquetes de seis podrían ser


más sexys?

—Um, bien, entonces. Estaré abajo.


—¿Lorelei?

Me detuve, pero no me di vuelta.

Después de un momento, dijo:

—Gracias por el cepillo de dientes.

Sonreí.

—Sí, bueno, me salvaste la vida y todo. Es lo menos que podía


hacer.

Su risa silenciosa provocó una oleada de calor mientras cerraba la


puerta. Luego, con pensamientos de queso fundido en mente, me
apresuré abajo por un bocadillo para mí misma. Glitch tenía un toque
mágico con los quesos a la parrilla. Podría vivir de ellos si tuviera que
hacerlo.

—¿Cómo está? —preguntó Brooklyn.

—No estoy segura. —Tomé un refresco de naranja de la nevera y


salté a un taburete a su lado—. Se puso enfermo.

Glitch tuvo el descaro de parecer ofendido.

—¿Quieres decir que comió tres de mis bocadillos y luego


simplemente los vomitó?

—Más o menos.

—Bueno, eso apesta.

—Sí, para él —dije con un poco de mal humor—. No tú, chico


sándwich.

—Oye, ¿quieres uno de estos o no?

—Por supuesto.

Me observó con suspicacia y apuntó con su espátula.

—No vas a vomitarlos, ¿verdad?

—No es probable.
—Espera —dijo, sonriendo de repente—, ¿dónde lo encontraste?

Alcancé mi collar con una sonrisa propia.

—Lo tenía Jared. Debió de salirse cuando estábamos en la parte


trasera de la camioneta de Cameron.

—Oh, está bien —dijo Cameron—, cuando estaba tratando de


ahogarte. Eso tiene mucho sentido.

Se sentó en la esquina de la mesa de desayuno, saboreando un


Dr Pepper10.

Elegí ignorar su sarcasmo.

—¿Has comido ya? —Le pregunté.

—Él no conseguirá otro —dijo Glitch, agitando la espátula como si


fuese una varita mágica—. El límite de la casa son cinco.

Silbé, impresionada.

—Bueno, me muero de hambre. Pásame uno, por favor te lo


ruego.

Hundiéndome en un cielo de queso a la parrilla, devoré el


emparedado de Glitch en menos de cinco minutos, junto con unas
patatas fritas y una manzana de postre. Después me senté a charlar
con Brooke y el chico sándwich, al mismo tiempo que mantenía un
conteo de cuánto tiempo Jared había estado en la ducha. Y era
terriblemente largo, mucho más tiempo del que el agua caliente habría
durado. No podía evitar mirar hacia mi habitación cada pocos
segundos.

Brooklyn lo notó.

—¿Por qué simplemente no vas a ver cómo está?

—Está bien —dije, necesitando un poco de valor. Salté del


taburete y corrí escaleras arriba. La ducha estaba abierta, la puerta
todavía cerrada.

10Dr.Pepper: Es una popular bebida carbonatada comercializada por Dr. Pepper


Snapple Group Inc.
Llamé suavemente. Cuando no respondió, abrí la puerta.

—¿Jared?

Cuando no respondió, mi corazón saltó en alarma. ¿Y si él se


enfermó de nuevo? ¿Y si se había desmayado? O peor. ¿Y si él
desapareció de nuevo y volvió al lugar de dónde vino?

Con la preocupación llevándome adelante, me precipité en la


habitación pequeña y aparté la cortina. Entonces jadeé y me quedé
congelada. Jared estaba de pie bajo el agua corriendo, desnudo. Y no
solo eso. Había levantado un brazo y lo había apoyado contra la pared
para descansar su cabeza sobre él. La otra mano sujetaba la tubería
que conducía a la regadera. Tenía los ojos cerrados mientras el agua
helada caía en forma de sábana por sus hombros y espalda.

Con esfuerzo, detuve mi mirada de ir más bajo.

—¿Jared?

Su agarre se apretó alrededor del tubo cuando me miró, y la


emoción que desprendía de él, que brillaba en sus ojos, no era otra más
que el arrepentimiento.

—No debería estar aquí —dijo, y no pude evitar que la culpa se


apoderara de mí. Fue mi culpa. No estaría aquí si yo pudiera aprender a
caminar y mascar chicle al mismo tiempo. ¿En serio? ¿Caer en el frente
de un camión de reparto era lo mejor que podía hacer?

Puse una mano sobre mis ojos y palpé ciegamente las válvulas de
la ducha, tratando desesperadamente de evitar partes del cuerpo.
Después de cerrar el agua, agarré una toalla de la estantería y se la
entregué sin mirarlo.

—Envuelve esto alrededor de tu cintura.

La tomó, y oí el balanceo suave del material mientras trabajaba


para colocarla alrededor de su región inferior. El fresco aroma de jabón
y champú llenó la habitación.

—Está bien —dijo.

Me di la vuelta y me quedé sin habla por la vista que me ofrecía,


diabólico y guapo. Mechones oscuros y mojados le colgaban sobre la
frente, chorreando agua por su cara y pecho. Las bandas alrededor de
su bíceps casi brillaban, se veían como tinta, tan definidas. El ancho de
su torso se reducía en un estómago esculpido. Se las había arreglado
para cubrir la parte más pertinente de su masculinidad, por lo que
estaba terriblemente agradecida. Tomé otra toalla, le hice señas para
que se inclinase, y a continuación, se la puse sobre la cabeza para
secarle el cabello.

—No debería estar aquí —repitió, su voz llena de tristeza mientras


le masajeaba la humedad del cabello, y una opresión se apoderaba de
mi pecho. Se estiró hacia atrás y tomó la válvula de nuevo, haciéndome
notar cuán baja estaba la válvula en la ducha. Siempre había pensado
que estaba a la altura perfecta—. No sé por qué cambié y por qué estoy
encerrado en este plano. —Me miró desde debajo de la toalla—. Estoy
arriesgando todo estando aquí.

No podía imaginar lo que él estaba pasando. ¿Tenía miedo? Yo lo


habría tenido. Absolutamente aterrorizada. Lo que fuese que estuviera
sintiendo, no pasaría a través de esto solo.

—Podemos resolver esto, Jared. Te lo prometo.

¿Qué esperaba? ¿Qué querría quedarse aquí? ¿Qué se deleitara


con sus circunstancias? ¿Qué gozara del hecho de que el destino lo
había descartado, como un niño abandonado en una parada de
camiones en el medio de la noche?

—Por lo menos mientras estaba luchando con Cameron de


Jophiel —dijo, su voz ronca por la emoción—, todo se detuvo. No podía
pensar en nada más allá que sobrevivir.

El miedo se tambaleó dentro de mí.

—Jared, ya no puedes seguir luchando. —Me incliné para evaluar


su expresión bajo la toalla—. Por favor, prométemelo.

Me miró con los ojos entrecerrados.

—Nunca te haría daño, Lorelei —dijo, en un tono estrangulado,


su voz bordeada con tristeza que casi me hizo llorar—. En la parte
trasera del vehículo de Cameron cuando te agarré, realmente, nunca
habría hecho algo semejante.
Forcé una sonrisa por delante de mi duda y seguí secando su
cabello.

—Lo sé.

—¿Lo haces? —Sus largas pestañas estaban espigadas con


agua—. Estabas tan asustada que dolía. —Se puso una mano en el
pecho—. Aquí dentro.

Su confesión me sorprendió.

—Bueno, fuiste muy convincente.

Bajó la cabeza.

—Lo siento mucho.

—No lo sientas. Tenías miedo también. —Froté su cabeza con la


toalla. Su cuerpo llenaba la habitación, la hacía parecer pequeña en
comparación—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Por supuesto.

La toalla cubriendo su cabeza me dio coraje. No quería que me


viera cuando hiciera la siguiente pregunta.

—Si hubieses querido, ¿Podrías realmente haber hervido la


sangre en mis venas?

Se quedó paralizado. Después de un momento, se enderezó y me


miró.

—No lo sé. Ya había cambiado en este plano. No sé lo que puedo


hacer ahora, si es que puedo hacer algo.

Dejé caer mis brazos.

—¿Pero si no hubieses cambiado, podrías?

No quería contestar. Me di cuenta por su expresión. Abrió la


mandíbula antes de contestar.

—Sí —dijo al fin.


Esperé antes de recoger las esquinas de la toalla y secar los
moretones en su rostro.

—Tu trabajo debe ser muy interesante.

—Interesante —dijo con curiosidad. Sus dientes blancos brillaron,


como un efecto nuclear—. Esa es una buena palabra para ello. ¿Alguna
idea sobre con qué podría vestirme?

Todavía estaba dando vueltas en la zona cero, luchando por


volver al presente. Me moví sobre uno de mis pies y me aclaré la
garganta.

—Encontré unos pantalones y una camiseta en la tienda —le dije,


señalando por encima del hombro—. Tienen nuestro logotipo, pero se
adaptan.

Sus ojos se deslizaron por mi boca, donde se demoraron como


una caricia. Se inclinó hacia adelante, y contuve el aliento cuando su
esencia agitó mis sentidos a la vida. Justo cuando su boca estaba lo
suficientemente cerca para rozar la mía, estiró uno de sus brazos sobre
mi hombro y cerró la puerta.

—Oh, está bien —dije con una risita nerviosa—. Supongo que
querrás un poco de privacidad.

Él destelló otra sonrisa mientras salía de la tina.

Con apenas espacio suficiente para maniobrar, me giré y me dirigí


a la puerta.

—Voy a conseguir esa ropa ahora. —Casi caí en mi intento de


escape. Ese chico era simplemente demasiado precioso para mi sentido
del equilibrio. Mi evaluación inicial prácticamente había dado en el
clavo.

Un absoluto supernova.

Después de tomar la ropa, abrí la puerta y la empujé. Me dio las


gracias con una sonrisa suave. Mejor que estar haciendo el ridículo, a la
espera de que me besara, que posara su boca en la mía. Tal vez en una
realidad alternativa.
Con un gemido, caí hacia adelante sobre mi cama y hundí la cara
en una almohada mullida. Una fuerte mezcla de excitación y miedo
corrió a lo largo de mis terminaciones nerviosas. Tomé una respiración
profunda, y me di la vuelta para mirar al techo, incapaz de borrar la
sonrisa de mi cara.

—Me siento de dieciséis años. —Jared salió del cuarto de baño en


la camiseta roja y los pantalones negros que había encontrado para él.

—Te ves como de dieciséis años. —Un musculoso y divino de


dieciséis años, pero dieciséis, no obstante.

Él consideró su ropa con una expresión triste.

—Aquí, todavía estás húmedo. —Di un paso adelante para tirar


hacia abajo la camisa humedecida, pero la levanté aún más en su lugar.
Su costado tenía un corte profundo rojo. Levanté la camisa más para
inspeccionarlo—. Esto se ve muy mal.

—Sí. No puedo recordar si esa fue la palanca o el bate de béisbol.

—Oh, Dios —dije, levantando una mano—, probablemente


deberías mantener ese tipo de cosas para ti mismo.

—Lo siento. Cameron es bastante creativo en ese aspecto. Nunca


he sentido un dolor en este plano, aunque lo he hecho en otros. Olvidé
lo mucho que duele.

Busqué en sus ojos oscuros. ¿Se refería al plano que vi en mi


visión? ¿Podría ese lugar haber sido real?

—Estoy sorprendido por la cantidad de oxígeno que necesito —


dijo. Probando sus pulmones, tomó una respiración profunda, luego
apretó sus costillas en agonía.

Agarré su brazo como si eso ayudara.

—¿Estás bien?

—Creo que sí.

—Creo que tus costillas están rotas. —Las inspeccioné


suavemente con mis dedos. Él siseó en un profundo suspiro y se
estremeció—. Sip.
—Estoy bien. Voy a estar bien mañana.

—Necesitas algo en esa herida. —Bajando la camiseta, me


incorporé. Se alzaba completamente sobre mí, sus ojos oscuros cálidos
e interesados—. ¿Cuánto mides?

—Por las medidas y en esta forma, 1.82 cm.

—Maldición. Eso es alto.

Se rió en voz baja.

—¿Qué tan alta eres tú? —preguntó, su voz profunda tocando


cada parte de mí. Las sombras que se comunicaban con los contornos
de sus músculos se desplazaban cada vez que él se movía. Era
fascinante.

—Tienes tatuajes —dije, cambiando de tema.

Asintió y se subió las mangas para darme un mejor vistazo.

—Tuve la oportunidad de hacerlos desaparecer antes, pero ahora


solo están... allí. No debería dejar que Alan Davis los viera.

—¿Alan Davis? ¿Te refieres al Director Davis? —pregunté,


alarmada.

—Sí. Tenías razón. Me había reconocido esa mañana, me recordó


de cuando era un niño, cuando vine a tomar a su hermano, Elliot
Davis. Como muchos otros, me vio en la multitud mientras yo esperaba,
tomó nota de mis tatuajes. Se acercó a mí, fascinado, y preguntó qué
significaban.

—¿Qué le dijiste?

—La verdad, que son un testamento del poder que me ha sido


otorgado, así como mi posición, rango, y misión.

—Oh. —Miré de nuevo, sorprendida por las bandas apenas


visibles debajo de los bordes de la manga. Eran hermosas, fluidas.
Curvas negras y nítidas encajaban en los puntos filosos que se
envolvían alrededor de sus brazos, formando símbolo tras símbolo como
una línea de texto antiguo—. ¿Y crees que el señor Davis los reconoció?
—Alcanzó a tener un vistazo antes de que pensara en ocultarlos.
Si buscó mi imagen en ese anuario, sé que lo hizo.

—Bueno, entonces, tendremos que mantenerlos ocultos en el


futuro.

Tomé el ungüento que Brooklyn había estado usando y comencé a


extenderlo por su costado mientras él sostenía la camiseta. La herida
era horrible, y grotescamente profunda. Su espalda estaba cubierta de
rasguños y moretones. Negué con la cabeza de nuevo con asombro.
Chicos.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Tus preguntas son bienvenidas.

La forma en que hablaba a veces me confundía. Bueno, eso y el


hecho de que le daba la bienvenida a mis preguntas. Nadie con vida le
daba la bienvenida a mis preguntas. Yo podía ser muy desagradable.

—Dijiste que nunca habías sentido dolor en este plano. ¿Pero sí lo


sientes en otros planos? —Fui más allá con la pomada, rápidamente
tapando el peor de los arañazos mientras tenía la oportunidad, solo por
seguridad.

—Lo hago.

Ese descubrimiento me hizo temblar por dentro. El hecho de que


él nunca sintiera dolor por alguna razón me entristecía.

—En mi visión, estabas peleando contra algo. Un enorme


monstruo oscuro. —Lo miré para calibrar su reacción—. ¿Fue real?
¿Sucedió realmente?

Dudó inseguro de decir la verdad o no. Cerró un poco la boca y


respondió.

—Lo más probable es que haya sucedido. He luchado contra


muchos.

—Pero no tienes cicatrices en el pecho. Te había rasgado como un


papel.

Puso una mano sobre su corazón, pensando.


—Ah, sí, lo que viste sucedió. Fui encargado de derribar a un
demonio rebelde que se había escapado del infierno y llegado a otra
dimensión, pero eso fue hace muchos siglos.

Farfullando, di un paso atrás.

—¿Un demonio? Al igual que, ¿uno de verdad?

Su cabeza se inclinó con curiosidad.

—Creo que son todos reales.

Me hundí en el borde de mi cama y me quedé mirando a la


alfombra mucho tiempo.

—Eso era un demonio. ¿Son todos tan... monstruosos?

La cama se hundió cuando se sentó a mi lado.

—No era mi intención asustarte.

—Espera, ¿por qué no tienes cicatrices? —Eché un vistazo a su


pecho.

Con un destello de comprensión, posó su mano debajo de mi


barbilla y levantó mi rostro hacia él, tomando toda mi atención.

—A pesar de nuestro aspecto —dijo, con un tono decidido—, no te


confundas, Lorelei McAlister, estamos muy lejos de ser humanos.
Nuestro origen y existencia son muy diferentes a las suyas. Somos
poderosos y obedientes, y ejecutamos nuestras órdenes sin empatía o el
menor atisbo de remordimiento.

Su declaración sonó más como una advertencia que como un


consejo amistoso. A pesar de todo, era obvio que su advertencia estaba
ofreciéndome una ventaja, mi atención divagó. Me di cuenta de la fatiga
que había caído sobre él como un velo, sus párpados pesados, su
cuerpo sin energía.

—¿Quieres probar con otro sándwich? —pregunté—. ¿O tal vez un


poco de sopa?

Cuando negó con la cabeza, me paré y tiré de su camisa hacia


abajo sobre el corte. Me sentía tan culpable. Lo que hizo por mí,
obviamente, le había costado mucho. Y allí me encontraba, ofreciendo a
un ser supremo un sándwich de queso a la parrilla. Una punzada de
remordimiento se disparó a través de mi corazón. Estaba allí por mi
culpa. Y claramente no quería estarlo.

—Lo siento mucho, Jared. Has perdido todo por mi culpa.

Me agarró las manos, ya que sujetaban su camisa.

—¿Es eso lo que piensas? —preguntó, en un tono lleno de


sorpresa—. ¿Crees que no quiero estar aquí porque he perdido algo?

El calor de sus manos se filtró en mi piel.

—Por supuesto. Estás atrapado aquí por mí. Has perdido todo.

—Lorelei, estoy atrapado aquí debido a mí. Porque cambié la


historia, ¿recuerdas? Estar encerrado en este plano es el menor de mis
pesares. —Apretó mi mano, luego la soltó.

—No entiendo. Dijiste que no sabías por qué sucedió.

—Y no lo hago. Pero eso no significa que no quiero estar aquí


debido a eso.

Enrollé una tira floja de mi blusa alrededor de mis dedos.

—Entonces, ¿por qué no quieres estar aquí?

Cogió la tira y me atrajo más cerca.

—Mi presencia, mis razones e intenciones, todos ellos arriesgan


tu alma, Lorelei, tu salvación.

—¿De qué manera?

—Un serafín, incluso un arcángel, no puede estar con un ser


humano. Está prohibido. —Se puso de pie y me miró—. No quiero estar
aquí, porque mi presencia arriesga todo lo que me importa. Y, sin
embargo, la idea de estar en cualquier otro lugar en el universo me
llena con un dolor insoportable.

Aunque dijo muchas cosas, solo había oído una.

—Por lo tanto, ¿quieres estar aquí?


Contuve la respiración mientras él pensaba en su respuesta.

—Más que nada —dijo. Luego sus cejas se juntaron—. Nunca he


sido tentado. Desde que la tierra se estaba formando debajo de mis
pies, nunca he anhelado saborear el néctar de los seres humanos, el
fruto prohibido de los serafines. Y entonces te vi. Mi boca se hace agua
cada vez que estás cerca. —Se puso recto y confesó—: Solo puedo
esperar que cuando sepas todo lo que hay que saber, puedas perdonar
mis pecados.

Me quedé completamente fascinada, perdida en sus palabras.


¿Cómo esto era aún posible, yo era el fruto prohibido de un dios?
Santas vacas malditas. Con una sacudida mental, comprimí la euforia
que se disparó a través de mí y me centré en la peor parte de la
situación. Sintiéndome de alguna manera como una niña impetuosa, le
pregunté:

—Pero, ¿qué pasa con Jophiel? ¿El arcángel que visitó a la madre
de Cameron? ¿No era prohibido?

—Su sacrificio fue en el servicio de la humanidad. Mis deseos son


un poco más... egoístas —dijo con un brillo irónico—. Así que no,
Lorelei, no debería estar aquí. En mil maneras diferentes, no debería
estar aquí.

—Bueno, en eso ya somos dos, ¿recuerdas? —Le dije, mi cerebro


buscando una solución, alguna escapatoria a la que pudiésemos
saltar—. Se supone que debo estar muerta. Así que, únete al club o
inicia uno. —Agarré el ungüento y lo tapé antes de mirarlo otra vez.

Después de un momento, dijo:

—¿Sabías que tu boca se inclina hacia un lado cuando estás


siendo sarcástica?

—Oh, sí, estás destrozado. —Lo llevé alrededor de la cama y lo


acomodé en ella. Necesitaba descansar—. Puedes tener mi cama.
Dormiré con Brooke.

—No. —Sin otra palabra, se bajó cuidadosamente al suelo junto a


la cama, deteniéndose cuando una sacudida de dolor lo atravesó.

—Jared, no puedes dormir en el suelo —le dije, horrorizada—.


Necesitas descansar, no dar vueltas toda la noche.
Con una sonrisa malvada, se acercó y se robó una de las dos
almohadas de la cama.

—Voy a estar bien. —Cruzó los brazos detrás de la cabeza y se


echó hacia atrás. Me reí y arrastré mi edredón colocándoselo encima—.
Gracias —dijo, su voz suave como si ya estuviera casi dormido.

Vi como sus ojos se cerraron, a su poderosa presencia en


descanso.

—Y si Cameron de Jophiel lleva un bate de béisbol a mí en mi


sueño, le romperé el cuello.

Pensando instantáneamente, me arrastré a la cama, con zapatos


y todo.

—Pasaré por la advertencia —dije, entregándome al cansancio.

—No debería estar aquí, Lorelei McAlister —dijo él, arrastrando


las palabras por el cansancio—, y sin embargo, nunca me he sentido
tan en paz.

Mis ojos se abrieron de golpe y lo miré desde el otro extremo de la


cama.

—¿Estás en paz? —pregunté, pero él estaba dormido antes de que


terminara la pregunta.

Apoyé la cabeza para examinarlo, temblando mientras cada


terminación nerviosa que tenía cosquilleaba. Me gustaba la sensación
de tenerlo cerca, el sonido rítmico de su respiración, el olor a limpio de
su aliento y de su cabello. Pero la molestia en el fondo de mi mente se
hizo más fuerte mientras más lo miraba. Era completamente magnífico.
Un ser superior. Una entidad suprema. ¿Qué iba a querer con un
duendecillo como yo? Podía tener a quien quisiera en el universo,
literalmente, y estaba atrapado en la Tierra. Cerré mis ojos fuertemente,
bloqueando la realidad. A pesar del hecho de que tener una verdadera
relación con Jared estaba supuestamente prohibido, y ciertamente no
quería meterlo en más problemas de los que ya estaba, oré para que él
aún estuviese allí por la mañana.
Capítulo 12
Visiones de Confites
Traducido por crisserns
Corregido por Nanami27

—¿No puedes dormir?

Levanté la cabeza y traté de abrir los párpados rellenos con


plomo. Yo estaba durmiendo muy bien, muchas gracias.

—No puedo dormir —dijo Brooklyn—. Simplemente prefiero oír


música.

—¿En serio?

Ah, Cameron. Debe haber llegado después de que me desmayé.


Abrí mis párpados lo mejor que pude y miré por entre mi despeinado
cabello. Cameron estaba sentado en el asiento de la ventana, con la
espalda recta, alerta como siempre. ¿Ese chico nunca descansaba?

—Tengo pesadillas —dijo Brooklyn—, cuando está demasiado


callado. —Estaba en su propia cama gemela a la mía que estaba en la
esquina junto al asiento de la ventana. La abuela y el abuelo la habían
comprado para ella, ya que prácticamente vivía con nosotros de todos
modos—. ¿No puedes dormir?

—No con él aquí. —Él indicó a Jared con un asentimiento de


cabeza.

No pude evitar mirar hacia el lado de mi cama para estudiar al


chico durmiendo tan profundamente a mi lado. Parecía casi totalmente
curado ya. Tenía moretones y rasguños ligeros en dónde había tenido
antes cortes profundos e hinchados como pelotas de golf. Miré hacia
atrás a Cameron. Lo mismo. Curarse rápidamente era definitivamente
parte de quiénes eran. Habían sanado en un día lo que para llegar a ese
punto una persona normal habría tardado incluso semanas.

Tratando de no ser notada, me levanté y me asomé por encima de


Glitch. Estaba en el suelo en un saco de dormir. Casi había sido
confiscado cada centímetro disponible de espacio en el suelo.

—¿Has dormido lo más mínimo últimamente? —preguntó


Brooklyn. Ella tenía mi pijama favorito, la que tenía diminutas tortugas,
las que perturbaban a Glitch.

—¿Te importa? —Dirigió Cameron.

Ella suspiró y abrazó su almohada.

—Cameron, sé lo que estabas haciendo, por qué estabas


siguiendo a Lorelei. Tú lo viste, ¿no? Sabías lo que él era.

Apoyó la espalda contra la ventana y miró hacia fuera de él.

—Solo lo sentí al principio. Entonces, hace alrededor de una


semana, lo vi siguiéndola.

—¿Viste a Jared? ¿Ha estado aquí por una semana?

—No. Al principio, era simplemente una fina niebla oscura. Era


tan diferente a Lorelei, sabía que algo más estaba allí.

—¿Qué quieres decir con era tan diferente de ella?

Se frotó la parte posterior de los dedos en el frío cristal.

—El aura de Lorelei es brillante, como el fuego. Nunca he visto


nada igual.

—¿Puedes ver su aura? —preguntó Brooklyn, apoyando los codos


en la almohada.

—Puedo ver las auras de todos, desde que era un niño.

—Guau. —Meditó sobre eso brevemente antes de preguntar—: Así


que, la primera vez que las viste, cuando eras un niño, ¿sabías lo que
eran?
—Ni de cerca —dijo, sacudiendo la cabeza—. Solía preguntarle a
mi padre por qué la gente no brillaba en las imágenes, como lo hacían
en la vida real. Fue entonces cuando me di cuenta. No todo el mundo
podía verlas. Mi padre me hizo prometer que no se lo diría a nadie.

—Eso es bastante increíble. —Haciendo una pausa pensativa, le


preguntó—: Entonces, ¿de qué color es la mía?

—Oh, no —dijo, volviéndose hacia ella con una expresión


cautelosa—. Confía en mí. No quieres ir allí.

Brooklyn se quedó sin aliento.

—¿Es malo?

—Horrible.

Juntando las manos en su pecho, ella dijo con valentía:

—Adelante. Dímelo. Puedo con ello.

Sabía por la inclinación de sus labios, que le daría una respuesta


falsa. Se inclinó hacia ella y le susurró.

—Es de color morado con lunares de color rosa.

Le tiró su almohada.

—No lo es.

Él la atrapó con facilidad.

—¿Cómo lo sabes?

—Solo dímelo, cabeza hueca.

Cameron se rió y le lanzó la almohada de nuevo.

—¿Qué vas a hacer por mí?

—¿Qué voy a hacer por ti? —preguntó, sentándose—. ¿Qué


quieres decir con qué voy a hacer por ti? No puedo hacer nada por ti.
Eres, como, toda fuerza y mierda.
Con una sonrisa más malvada que antes, la miró un largo
momento. Ella se preparó para lo que podría decir.

—Podrías decirme tu más profundo y oscuro secreto.

Los ojos de ella se llenaron con decepción.

—No tengo ningún profundo y oscuro secreto. Al menos no


comparado con los tuyos.

—Tu aura habla de otra manera —dijo. Claramente, sabía algo


que ella no.

—Sí, lo que sea. Así que, ¿las auras cambian de color?

—Todo el tiempo. Cuando alguien está enfadado o deprimido.


Casi cualquier emoción fuerte cambiará el aura de una persona
temporalmente. No creerías lo mucho que una persona contenta puede
estar hirviendo por debajo. Eso es... intimidante.

—Nunca pensé que algo podía intimidarte.

La miró con sorpresa.

—He estado intimidado por ti desde tercer grado.

Brooklyn se quedó inmóvil, completamente tomada por sorpresa.

—¿Por mí? ¡Largo!

—No, en serio. Tu aura era tan diferente a cualquiera que había


visto antes. No sabía qué pensar de ti.

—Guau. —Ella meneó los hombros—. Soy intimidante. Es algo


liberador de una extraña y dominatriz manera. Así que, ¿vas a decirme
el color o qué?

—No sé si debo hacerlo. Podrías usarlo como palanca algún día.

—Bien —dijo ella, fingiendo desinterés. Me di cuenta de que se


estaba muriendo por saber, sobretodo porque era tan intimidante y
todo, pero decidió dejarlo por ahora—. Te ordeno dormir un poco,
entonces.
—¿Otra orden? —Levantó las cejas, divertido—. ¿Vas a
apuntarme con la pistola de agua otra vez?

Con un suave suspiro, ella le preguntó:

—¿Sabías que era una pistola de agua? —Después de que él le


lanzó una sonrisa tonta, dijo—: No puedo creer que supieras que era
una pistola de agua.

—Oh sí —dijo sarcásticamente—, las diferencias entre una pistola


de agua y una Glock son realmente sutiles.

—Está bien, ¿entonces, por qué diste marcha atrás?

Bajó la cabeza y preguntó en voz baja:

—¿No querías que lo hiciera?

A juzgar por la expresión de su rostro, la pregunta la sorprendió.


Qué demonios, me sorprendió a mí. No parecía saber cómo responder.

Después de un momento, su expresión cambió.

—¿Sabes qué? —dijo, bajando de un salto—. Me quedaré el


asiento de la ventana, y tú toma la cama. Soy más pequeña.

Ouch. Ese era un gran sacrificio para Brooke. Le encantaba esa


cama. Pero estaba totalmente de acuerdo. Cameron necesitaba
conseguir dormir un poco. Era bastante gruñón sin que la privación del
sueño estuviera añadida a su mal humor.

Él negó en desacuerdo.

—No puedo dormirme.

Ella se le acercó y lo agarró de la camisa.

—Vamos, Rocky.

Dejó que lo llevara a la cama. Con un suspiro reacio, se acostó.


Arrojó una manta sobre él y se rió de sus pies colgando sobre el borde.
Camas gemelas y chicos super-altos no iban bien juntos en absoluto.

—Pero no tengo sueño —argumentó.


—Lo sé, lo sé. —Tomó una manta de un estante y se tumbó en el
asiento de la ventana.

Personalmente, le daba quince minutos máximo, pero su


respiración era profunda y rítmica antes de que siquiera Brooke se
instalara.

Ella levantó la cabeza y miró más allá de la figura dormida de


Jared, a mí.

—No tiene sueño, mi nalga izquierda —dijo.

Me reí.

***

—Es ella.

Oh, no. No otra vez.

—El profeta —vino otro susurro—. Te dije que la veríamos.

Por el amor de los palitos de zanahoria, déjenme dormir.

La voz de un niño, susurró de nuevo.

—Ella se ve como el fuego.

Entrecerré los ojos en la oscuridad, confundida por las voces


suaves, antes de mirar a Jared. Estaba despierto, sentado contra la
pared junto a mí, con una pierna doblada y con un brazo apoyado en su
rodilla. Qué visión celestial.

—¿Los sientes? —preguntó en voz baja.

Miré a mí alrededor.

—¿Qué?

—Ellos, van a venir.

—¿Quiénes? —Traté de sentarme con la espalda recta, pero un


fuerte dolor me atravesó, haciendo que mis dientes chocaran juntos en
agonía. El dolor de mis costillas era peor hoy que el que tenía ayer.
—Están emocionados por verte.

—¿Quién está emocionado? —pregunté de nuevo.

No dijo ni una sola palabra, sonrió y, sin soltar mi mirada, hizo


un gesto a un punto detrás de mí.

Miré hacia atrás y me alarmé. Un niño estaba tomando asiento en


la pared justo delante de mi cabeza, como si estuviera levitando. Se rió,
y volvió al lado de su amiga, y le susurró al oído. Ella me miró y se rió
también. Se taparon la boca con las pequeñas manos, sus risas
brillaban y bailaban alrededor nuestro, iluminando la habitación,
proyectando sombras en las paredes.

Entonces el niño miró a Jared y se puso serio al instante,


metiendo la barbilla y evitando sus ojos.

—Shhhh —dijo alguien en un susurro, y miré hacia la forma


durmiente de Glitch. Un niño estaba junto a él. Señaló hacia arriba—.
Ella viene.

Recorrí la habitación y conté una docena de niños sentados aquí


y allá, todos vestidos de lino blanco como angelitos en formación. Casi
esperé ver diminutas alas y halos empañados. Algunos me miraban con
curiosidad absoluta, pero la mayoría estaban boquiabiertos frente a
Jared, y no pude dejar de ver el miedo en sus ojos, la incertidumbre. Lo
miraban con recelo, acurrucados cerca unos de otros. Entonces noté
que Cameron estaba despierto. Miró con los ojos muy abiertos,
inciertos.

—Hazlo —dijo uno de ellos, incitando a su amigo—. Acércate más.


—El otro sacudió la cabeza, por lo que el niño dijo—: Está bien. Lo haré.

Dio un paso cauteloso hacia Jared, luego otro, pero en el


momento en que Jared se centró en él, el chico volvió de nuevo a la
esquina con su amigo.

—Ni siquiera te acercaste.

—Estuve más cerca que tú —dijo a la defensiva.

Jared me lanzó una mirada de complicidad y un guiño.

—Tengo un método con los niños.


Estaba a punto de preguntarle qué estaba pasando, cuando un
resplandor brillante se infundió en la habitación con una luz tan
brillante, que despertó a Brooklyn y a Glitch también. Abrieron sus ojos
justo a tiempo para ver que una hermosa mujer de edad avanzada se
materializaba. Su piel era oscura, sus ojos dorados, cálidos y
magníficos. Su túnica, espesa como perla líquida, fluía más allá de sus
pies.

Los niños la miraron con adoración, como si no pudieran


conseguir saciarse ella, como si cada uno secretamente esperara que
proyectara su atención en su dirección.

Sonrió a Jared. Cuando habló, su voz era suave, sin prisas.

—Azrael, el hijo noble, creado a partir del resplandor de la luz y el


vacío de la oscuridad…

Jared inclinó la cabeza en reconocimiento.

—…tú no has sido abandonado. —Su sonrisa era como la vida


misma, pura y brillante, propicia y embriagadora. Los niños hicieron
eco de sus palabras mientras hablaba, como susurros en una caverna
vacía. Todos, excepto uno. Me había dado cuenta que un niño, más
pequeño que el resto, se había escondido detrás de mí armario. Salió de
su refugio para deslizarse lentamente hacia la mujer, al mismo tiempo
mantenía un ojo sobre Jared como si temiera que él se levantara y le
mordiera—. Tienes más poder, más libertad que cualquiera de tus
hermanos —continuó, con un amoroso brillo espumoso en sus ojos—, y
lo utilizaste para salvarla.

¿A mí? Salté a la atención.

—Pero lo hice por razones egoístas —dijo Jared.

—Tú eres luz y oscuridad. Solo tú puedes decidir dónde tus


verdaderas intenciones mienten.

—¿Por qué estoy aquí? —preguntó, de repente enfadado.

—¿Por qué debo responder a lo que ya sabes?

—Yo... no soy humano. —Negó con la cabeza en señal de


frustración—. No puedo estar aquí.
—Y sin embargo, lo estás.

—¿Él está enfadado? —preguntó, con lamento espesando su voz.

Su expresión cambió a una de simpatía.

—¿Contigo? Sabes que Él no lo está.

—Entonces…

—Él está complacido, Azrael.

Sus palabras parecieron sacudirle. Se enderezó, apretó la


mandíbula ante sus pensamientos, sus ojos muy abiertos, inciertos.

—A veces —dijo ella, que parecía sentir su confusión—, hay que


nadar contra la corriente para encontrar nuestro verdadero propósito.
Has demostrado que estás más allá de lo que podríamos haber
esperado. Debido a que tienes un poder singular, uno que trasciende a
cualquiera de tus hermanos, eres el más indicado para llevar a cabo
esta misión. Sabes lo que está por venir, y ahora se te acusa del éxito.

Él movió su cabeza con incredulidad.

—No hay manera de tener éxito, no hay manera de ganar. Está


escrito. —Se puso de pie, con los puños apretados—. Me enviaste a
fallar.

Ella dio un paso hacia delante, sus movimientos como una brisa
suave, mientras que un niño se asomaba por su falda para ver Jared.
Con su cercanía, Jared se hincó en una de sus rodillas como
reverencia.

—También estaba escrito que la última profeta de Arabeth sería


aplastada y se ahogaría en su propia sangre.

Jared me miró cuando hice un sonido de alarma.

Ella se volvió hacia mí solo por un instante, y luego puso sus


dedos bajo su barbilla y levantó su rostro hacia ella.

—Tal vez es hora de volver a escribir lo que ha de ser.

Jared se sentó sobre sus talones y frunció el ceño, como si tratara


de darle sentido a todo.
—Tú misma lo dijiste: Solo los humanos pueden cambiar la
historia.

Se centró en ella de nuevo, con el amanecer arrastrándose en sus


ojos antes de que el niño llamara su atención.

Asomándose desde detrás de sus faldas, el niño le sonrió y le


tendió la mano. La cabeza de Jared se inclinó con curiosidad; luego le
tendió la mano, con la palma hacia arriba.

—Silas, no —advirtieron los otros niños, pero el niño deslizó su


mano temblorosa hacia adelante—, Silas —repitieron, pero cuando los
dedos del niño rozaron los de Jared, todos inhalaron con incredulidad.
Él había hecho lo que habían tenido miedo de hacer. Todos los ojos se
volvieron hacia el niño con asombro, y me di cuenta que estos espíritus,
estos seres sobrenaturales, estaban aterrorizados por Jared.

—Te hemos enviado ayuda —dijo la mujer mientras recorría la


habitación, asimilando cada uno de nuestros rostros atemorizados, uno
por uno. Luego se volvió hacia Cameron—. Cameron de Jophiel, has
sido cargado con una gran responsabilidad. Es por eso que fuiste
elegido, por lo que fuiste creado. ¿Aceptas?

—Sí —dijo sin dudarlo, completamente hipnotizado por ella, como


si supiera exactamente cuál podría ser esa responsabilidad.

Con un brillo travieso en los ojos, me miró a mí, a Brooklyn y


después a Glitch y cruzó los brazos en sus pensamientos.

—Oh-oh —dijo uno de los niños—. Alguien está en problemas.

—Y ustedes tres. —Frunció el ceño con severidad fingida—. He


esperado mucho tiempo para conocerlos. Me siento honrada de estar en
su presencia.

¿Ella estaba honrada? Me senté allí, mirando con asombro al ser


más hermoso que había visto nunca —tan brillante que apenas podía
mirarla; tan adorable, que pensé que mi corazón iba a estallar— ¿y ella
estaba honrada?

Se inclinó hacia mí.

—Tú, la última profeta de Arabeth, eres de fuego, un elemento


que también puede traer la luz o la oscuridad, que puede hacer el bien
o el mal, que puede inclinar la balanza o traer equilibrio. En
combinación con los poderes de Azrael, las posibilidades son ilimitadas.
Puedes incluso, dadas las adecuadas circunstancias, salvar al mundo.
Debes decidir ahora. ¿Aceptas?

—Sí —respondí aún más rápido de lo que Cameron lo hizo.

—Lorelei.

—Sí. Sí, acepto.

—Lorelei.

Recompuse mi rostro, confundida de nuevo.

—Por el amor de Dios, señorita. —La voz de la abuela entró en mi


sueño—. Es hora de levantarse. Vas a llegar tarde a la escuela.

Me desperté sobresaltada y miré mi entorno. Todos los demás se


estaban despertando también. Miré a Jared. Él esbozó una sonrisa
magnífica y dormilona hacia mí y casi me desbordé con la sacudida de
placer que se disparó a través de mí.

—Cielos. Chicos, deben haber estado trabajando durante horas.


—La abuela estaba de pie con una franela abotonada y pantalones
sueltos, también conocido como sus trapos de limpieza, sus ojos azules
suaves cuestionadores mientras recorría la habitación. Glitch estaba en
el suelo, Brooklyn en el asiento de la ventana, y Cameron en la cama de
Brooklyn. La ropa arrugada y el cabello post-sueño nos dieron a cada
uno la muy buscada mirada de te-fuiste-de-fiesta-toda-la-noche. Y tan
increíblemente curados como estaban Jared y Cameron, su apariencia
aún tenía una cierta calidad de reyerta de bar en ella.

La abuela lo miró todo, deteniéndose un largo momento en Jared,


luego me miró.

—Voy a hacerles algo para desayunar antes de que se alisten para


la escuela, chicos.

—Oh, no, abuela, no necesitas hacerlo —dije, tratando de


sentarme sin encogerme aparentemente. Malditas costillas.

—Lorelei Elizabeth McAlister —regañó—, nunca me dejas hacerte


el desayuno. Solo me tomará un minuto.
Asentí.

—Gracias, abuela.

—¡Me doy la primera ducha!

Antes de que pudiera discutir, Glitch saltó hacia el cuarto de


baño. Miró hacia atrás, a Cameron, su expresión dura antes de cerrar
la puerta.

—Demasiado para el agua caliente —dijo Brooklyn, ajena.

***

La mañana avanzó de una forma más bien tensa, llena de


incomodidad. Mis abuelos se cernieron sobre nosotros durante todo el
desayuno, haciendo un millón de preguntas sobre las cosas más
extrañas, lo que era muy raro en ellos. Y no me perdí las miradas
extrañas emitidas en dirección a Jared, o las rápidas miradas que se
proyectaban hacia el otro. No podía culparlos. Él había estado
durmiendo en mi suelo. Afortunadamente, la camiseta que llevaba tenía
las mangas lo suficiente largas para cubrir los tatuajes alrededor de sus
bíceps. Una cosa era tener un chico en mi habitación. Otra era tener a
un chico tatuado en mi habitación.

Los cinco llegamos a la escuela en absoluto silencio. Glitch


condujo a regañadientes la camioneta de Cameron de nuevo, para que
pudiera mantener un ojo en los contendientes de peso mediano en el
asiento trasero. Pero no se dijeron dos palabras el uno al otro. Parecía
que nadie sabía muy bien qué decir.

A pesar de que Jared y Cameron sentían dolor, no era tanto como


el que deberían haber sentido. Sus rasguños y moretones no eran más
que manchas pequeñas en sus perfectos rostros ahora. Quería hacer
comentarios al respecto, pero todo el mundo estaba tan callado que no
me atreví a hablar.

También quería preguntar sobre el sueño. Se sentía tan real, tan


cálido y embriagador. Pero, de nuevo, el silencio era como una pared de
roca, frío e impenetrable.

Cuando nos detuvimos en el aparcamiento, noté una multitud


reunida frente al gimnasio. Entonces vi a un tipo con un micrófono y
otro con una cámara.
—¡Es él! —gritó Brooklyn, demostrando que la pared no era tan
impenetrable—. ¡Ese es el reportero!

—¿Qué reportero? —preguntó Jared.

—Bueno, mierda —dije, e hice un giro en U ilegal.

—¿A dónde vas? —preguntó Cameron.

Me decidí a responder a la pregunta de Cameron primero. Era


más fácil.

—Voy al aparcamiento de los profesores.

—Los estudiantes no pueden aparcar en el estacionamiento de los


profesores. ¿Acaso no somos unos pequeños delincuentes estos días? —
dijo.

Elegí ignorarlo.

—Y en cuanto al reportero —dije, respondiendo a la pregunta de


Jared—, al parecer me vio ser golpeada por el camión de entrega y luego
vio aquí a Hércules allí arrastrar tu cuerpo inconsciente a su
camioneta. —Entrecerré los ojos a Cameron antes de volver a centrarme
en la carretera—. Digamos que está muy curioso. Nos ha estado
siguiendo y todo.

—Y tiene una cinta —dijo Brooklyn.

—¿Una cinta? —preguntó Jared, súbitamente alarmado—. ¿Qué


hay en ella?

Brooklyn se volvió hacia él.

—No lo sabemos. Pero sí sabemos que hay suficiente en ella para


hacerlo peligroso.

Aunque aparqué en el sitio más lejano del estacionamiento de los


profesores, apenas habíamos salido del auto cuando la señora Mullins
vino cargando hacia nosotros.

Cameron chasqueó la lengua.

—Ves, el crimen nunca se paga.


—Escucha, rubito —dijo Brooke, señalándole con el dedo—, si no
tienes nada bueno que decir…

Él se acercó y la miró fijamente, con los ojos brillándole con


humor. Intentaba aturdirla, y funcionó.

—-…entonces solo... simplemente no digas nada en absoluto.

—Está bien —dijo en voz baja.

Brooklyn le dio la espalda ligeramente sin aliento. Oh, esto se


estaba poniendo muy, muy bueno.

La señora Mullins se detuvo en seco cuando vio con quien


estábamos. Después de un breve período de recuperación, miró a Jared
de arriba hacia abajo, hizo lo mismo con Cameron, y luego agitó los
brazos para pastorearnos al interior.

—Apresúrense adentro, chicos. Hay un reportero acosador y un


equipo de cámaras buscándolos.

—Oh —dije con sorpresa—. Pensé que estábamos en problemas


por estacionarnos aquí.

—Me imaginé que podrían tener que hacerlo. Es por eso que vine
aquí.

Una vez más, la señora Mullins salvó el día. Hombre, amaba a esa
mujer. Pero antes de llegar a la puerta, el reportero acosador nos
encontró de todos modos.

—¡Señorita McAlister! —gritó, corriendo con su micrófono como lo


hacían en la televisión. Era bajo, bueno, para ser un hombre, y tenía el
pelo como una mancha oscura pegada a la cabeza. Su camarógrafo,
tratando de mantener el ritmo, resbaló en el césped mojado y casi se
cayó. Lo que podría haber sido costoso—. ¿Lorelei McAlister?

—Mierda —dije. Me volví para mirar a Jared y Cameron—. Vamos.


Dense prisa antes de que los atrapen en la cinta. Una vez más.

Las puertas que dan al cuerpo docente siempre estaban cerradas.


La señora Mullins le arrojó a Cameron las llaves, luego se volvió hacia el
reportero corriendo hacia nosotros, con los brazos levantados para
detenerlo.
—Señores —dijo con un auge de autoridad feroz en su voz—, esta
es propiedad de la escuela. Voy a tener que pedirles que se vayan.

—Solo tengo que hacerle unas preguntas a la señorita McAlister.


Soy John Dell, periodista de investigación del Canal de Turismo.

Estaba un poco sorprendida de que el Canal de Turismo tuviera


periodistas de investigación.

La señora Mullins se puso delante de él y casi fue golpeada en la


cara con un micrófono. Ella no era más que un centímetro o dos más
alta que yo, pero eso no la detuvo ni por un instante.

—No me importa si es Walter Cronkite. Esto es propiedad de la


escuela y no tiene permiso para estar aquí. —Miró por encima del
hombro—. Chicas, entren.

Obedecimos inmediatamente. Mientras la señora Mullins nos


defendía del reportero, el Director Davis llegó presuroso a través de la
puerta que Cameron mantenía abierta para nosotras.

Miró a Cameron y Jared con sorpresa.

—Veo que ustedes dos se han besado y hecho las paces.

—No realmente —dijo Cameron, pero el señor Davis ya salía por


la puerta para hacer frente a los intrusos.

—Bueno, eso fue muy emocionante —dijo Brooklyn mientras nos


precipitábamos al interior y nos dirigíamos a la clase.

—Ese tipo va a ser un problema —dije.

—Como si no tuviéramos suficiente con los que ya tenemos —dijo


Brooklyn, mantenido un ojo en Cameron, su insinuación era clara.

—¿Qué? —preguntó.

Después de que Glitch nos alcanzó, hicimos planes para


encontrarnos en el salón trasero entre la primera y segunda hora.
Brooke y yo fuimos escoltadas por Jared a la oficina de la señora Geary,
la consejera de la escuela, para limar su horario antes de dirigirnos a
nuestra primera clase.
Me preocupaba que la señora Mullins me bombardeara con
preguntas sobre el reportero acosador, pero no lo hizo. Ella, no
obstante, surgió con un examen sorpresa sobre el capítulo que me
había olvidado de leer la noche anterior. La abuela me iba a matar.
Capítulo 13
Melancolía de
Estudiante de Segundo
Año
Traducido por Nanami27
Corregido por Key

—Así que, ¿dijo que eras como fruto prohibido? —preguntó


Brooklyn mientras caminábamos para encontrarnos con los chicos en la
sala de atrás.

La señora Mullins nos dio tiempo libre después de la prueba, y le


dije a Brooke todo lo que Jared había dicho la noche anterior. Bueno,
las mejores partes de todos modos.

—Me dijo que le hacía agua la boca. —La memoria me hizo


sonrojar con euforia.

—Hombre, yo quiero ser el fruto prohibido de alguien.

—Bueno, eres bastante afrutada.

—Cierto.

Glitch estaba hablando con Jared cuando caminamos de prisa


hacia ellos, preguntándole algo acerca de volverse transparente, y me
quedé sorprendida por toda la atención que dirigía a nuestro camino.
También estaba un poco cabreada. Teníamos cosas importantes de que
hablar, y lo último que necesitábamos era un montón de espectadores
que escucharan cada palabra. Estábamos de pie en un rincón de
baldosas en la sala de atrás que, por desgracia, amplificaba el sonido.

—¿Recibiste tu horario? —pregunté a Jared. Llevaba un par de


jeans, para el disgusto de Cameron, una camiseta roja y blanca de la
Secundaria Riley, y una vieja cazadora que Glitch nunca usó porque la
empresa le había enviado la talla incorrecta. Prácticamente se lo
tragaba, pero él era demasiado perezoso para enviarlo de vuelta. Se
ajustaba perfectamente a Jared.

—Sí. Parece que soy un estudiante de segundo año. —Me entregó


un papel doblado. Una pequeña emoción se disparó dentro de mí. Él era
un estudiante de segundo año, como yo. ¡Sí!—. No estoy seguro de que
sea una buena idea —continuó—. Siento como que debería ser mayor.

—Bueno, te mezclaste totalmente de cualquier manera —dijo


Brooklyn—. Cameron está en su segundo año y los dos son de la misma
altura... malditos 1.52 cm.

—Supongo —dijo, convencido.

Brooklyn parecía estar molesta con todas las miradas también.


Una chica en particular, le había tomado capricho al más nuevo
estudiante de la Secundaria Riley.

—Sigue caminando, estudiante de primer año —dijo ella, como si


ser un estudiante de primer año fuera algo de lo que avergonzarse.

—¿Te sientes fuera de lugar? —pregunté a Jared.

Bajó la cabeza.

—Sí, pero no por las razones que crees.

Cameron se acercó entonces, sus cejas levantadas hacia


Brooklyn.

—Eso fue grosero. Estoy impresionado.

—No lo estés. —Estiró el cuello hacia atrás y adelante, pero la


chica ya había comenzado a bajar por el pasillo—. ¡Lo siento por eso! —
gritó tras ella.
Cameron negó con la cabeza.

—Todas mis esperanzas, estrelladas en un cegador momento de


arrepentimiento.

—Bueno, tienes razón —dijo ella—. Eso fue grosero.

—Eres grosera conmigo todo el tiempo —dijo Glitch.

—Tú no cuentas.

Él cruzó los brazos sobre el pecho.

—Olvidé que era espuma de la charca. Soy como un organismo


unicelular minúsculo en un mundo multicelular.

—¿Cuáles son las razones que creo? —pregunté a Jared.

Puso sus dedos debajo de mi barbilla y levantó mi cara a la suya.


Me quedé helada. Una esquina de su boca le levantó de una manera
diabólica mientras me clavó en el suelo con una mirada firme. El
mundo se calló, y me pregunté si se había detenido la rotación de la
Tierra de nuevo, si se había detenido el tiempo.

—Escucha, chico ameba… —dijo Brooklyn detrás de mí.

Nop.

—…es solo que ser grosero contigo es diferente de ser grosero con
un completo extraño. —Puso su brazo en el de Glitch—. Es como esa
vez que prendiste fuego a los shorts de tu hermano menor... mientras él
todavía los tenía puestos. Quiero decir, ¿alguna vez le harías eso a un
completo desconocido?

—Supongo que no —dijo Glitch.

—¿Así que, te sientes mejor ahora?

—No.

—Crees que lamento estar aquí —dijo Jared, su voz tranquila y


segura—, y eso no podría estar más lejos de la verdad.

A veces podía ver a través de sus ojos oscuros directamente en su


alma. Tan vieja. Tan bien informada. Y, sin embargo, parecía como un
niño, como nosotros. Encanto irradiaba de cada centímetro de su
cuerpo, un encanto inocente, como si estuviera completamente
inconsciente de que lo tenía. Me pareció ver escamas de plata en sus
ojos oscuros. Ellos brillaban como siempre cuando sonreía.

—Tú, tú, tú, tú, y tú.

Me sorprendí ante la atención que el señor Davis disparó hacia


nosotros.

—Los necesito a los cinco en mi oficina ahora.

La preocupación hizo que mi corazón latiera más rápido.

—¿Los cinco? —pregunté.

Las cejas del señor Davis se apretaron como si pensara que


estaba siendo inteligente. No lo estaba. Estaba simplemente en
negación.

Se volvió sin hacer ningún comentario y se dirigió hacia su


oficina. Miré a Jared. Su sonrisa se había desvanecido. Observó al
señor Davis alejarse, su expresión vigilada.

Cuando entramos a su oficina, el señor Davis estaba parado


afuera, hablando con el Sheriff Villanueva. Una sacudida de miedo
corrió a través de mí. Esto era todo. Este era el final. Estábamos en un
gran problema. No estaba completamente segura de por qué. Quiero
decir, ¿qué hicimos mal? Además de destrozar un auto o dos, romper
algunas ventanas del centro.

El Director Davis se volvió hacia nosotros.

—Si los cuatro entraran, al sheriff y a mí nos gustaría hablar con


Lorelei sola.

La mano de Jared estuvo alrededor de mi brazo al instante,


mientras Cameron, Glitch, y Brooklyn cambiaron miradas nerviosos el
uno al otro.

—Claro, señor Davis —dijo Brooklyn al fin, añadiendo un rebote


ligero a su paso. Mientras caminaba más allá, se apoderó de la manga
de Jared y lo arrastró, tan tranquilamente cómo fue posible, adentro.
Jared miró por encima del hombro, pero no podía leer su
expresión. No pensé que estuviera preocupado porque dijera algo.
Parecía más preocupado por mí que por él.

—Creo que has hecho un nuevo amigo —dijo el señor Davis.

Me volví hacia él.

—¿Algo más que te importe decirme sobre Jared Kovach?

Analicé a los dos hombres. El Sheriff Villanueva no era muy alto,


pero oí que había sido un campeón de Guantes de Oro en boxeo. Tenía
una presencia fuerte, intensa, aunque sus rasgos amables parecían
equilibrar sus asperezas.

Me encogí de hombros.

—Ya le dije lo que sé.

—Pero ustedes dos han estado saliendo más —dijo—. ¿Has


aprendido algo nuevo?

El enfoque del Sheriff nunca vaciló de mi rostro. Estaba leyendo


cada movimiento que hacía, cada reacción que tenía ante las preguntas
del señor Davis. Me decidí a cooperar plenamente. Y un poco
engañosamente.

—Miren —dije con voz conspirativa—, los padres de Jared están


teniendo un momento muy difícil ahora mismo. Se está quedando con
nosotros por un tiempo, y estamos haciendo todo lo posible para que no
se convierta en un suicida. Quiero decir, ha estado realmente
acongojado. Sus padres están al borde del divorcio. Están a punto de
perder su casa en Santa Fe…

—Pensé que él era de Los Ángeles —dijo el señor Davis.

Ups.

—Bien, cierto —dije, tartamudeando un poco—, estaba llegando a


eso. Perdieron su casa en Los Ángeles hace un tiempo, y ahora están a
punto de perder su casa en Santa Fe también.

—¿Van a perder dos casas?


—Sí —dije, rezando para que me creyera—, si su padre no
consigue un nuevo trabajo pronto.

Después de una larga pausa, dijo:

—Está bien, adelante.

—Bueno, de todos modos, que se queda con nosotros hasta que


sus padres decidan lo que van a hacer. Es por eso que no se presentó a
la escuela. Tenía la esperanza de volver a estar con ellos de forma
permanente antes de que la semana terminara.

El sheriff habló entonces.

—¿Eres una pariente?

—No. Bueno, no exactamente. Sus padres son muy cercanos a


mis abuelos.

—Pensé que lo acababas de conocer —dijo Davis.

—Sí. Lo hice. Pero mi abuelo ha conocido a su padre durante


años.

¿Por qué estaba diciendo estas cosas? Estaba tratando de


mantener mis abuelos fuera de este lío, pero una llamada telefónica y
estaba atrapada.

Me había vuelto loca. Era cierto. En algún lugar en medio de todo


el caos, había perdido mis canicas.

—¿Por qué no mencionaste eso el otro día en mi oficina?

—Señor Davis, no me sentía cómoda hablando de Jared o su


familia sin su consentimiento. Espero que pueda entender eso. Jared ha
estado muy acongojado.

—Sí, dijiste eso.

El Sheriff pasó una mirada de reojo al señor Davis antes de


preguntar:
—Entonces, por qué no me dices lo que sabes acerca de una pelea
en Main Street y un vandalizado Buick11.

—¿Una pelea?

—Sí, una pelea. Entre un adolescente alto de cabello oscuro y un


alto rubio.

—¿En serio? ¿Cuándo fue eso?

—El martes, supuestamente después de que te fuiste al Java Loft.

Tragué saliva en el aire mientras fingí entender.

—¿No fue un terremoto? —Miré de un hombre a otro, mis ojos


muy abiertos y curiosos. Debo totalmente volverme una actriz—. Bueno,
lo que fuera, me perdí toda la cosa. Glitch y Brooklyn me dijeron sobre
ello más tarde esa noche. Pueden preguntarles.

—Así que, ¿Jared Kovach podría haber estado en una pelea y no


habrías sabido de ello?

—Sheriff Villanueva, Jared estaba con sus padres en Santa Fe.


¿Recuerda, señor Davis? —Lo miré fijamente, interrogante—. Se lo dije
en su oficina ayer, estaba acongojado y quería estar con ellos. Acaba de
regresar anoche. No podría haber tenido algo que ver con una pelea o
un terremoto o qué demonios más podría haber sucedido.

El Sheriff me contempló con suspicacia.

—Señorita McAlister, tengo algunos testigos presenciales más que


creíbles. Y para ser totalmente honesto, tanto Kovach y Lusk se ven un
poco golpeados y magullados.

No tienes ni idea, pensé. A pesar de que no comenté, contuve mi


suelo con una expresión ultra inocente.

Después de un momento, y un bastante largo suspiro molesto, él


volvió a mirar al director.

—Esto nos lleva a ninguna parte. Volvamos a entrar.

11
Buick: Marca de autos.
Cuando entramos en el despacho del señor Davis, llegué a un alto
justo en el umbral. Mis abuelos estaban allí. En su oficina. Sentados.
En su oficina. Mi latido del corazón se disparó.

El abuelo se puso de pie.

—¿Qué están haciendo aquí? —pregunté, la conmoción forzando


mi voz en un susurro entrecortado.

—Bill —dijo el Director Davis—, si gustara sentarse, voy a explicar


de qué se trata.

El abuelo miró del director al Sheriff y de nuevo mientras se


sentaban.

—Te agradecería eso, Alan.

—Pero primero, me gustaría hacerle al señor Kovach un par de


preguntas. —El señor Davis hizo una pausa para ver si alguien se
oponía.

Eché una mirada preocupada a Jared. ¿Qué pasaría si el señor


Davis descubría quién era en realidad? ¿Lo que en realidad era él? ¿Qué
iba a hacer? Por otra parte, ¿qué podía hacer? ¿Quién demonios le iba a
creer?

Por alguna razón, ser optimista no estaba ayudando. Mi corazón


se aceleró mientras miraba al señor Davis.

De repente sentí la mano del abuelo cubrir la mía. Lo miré y él


guiñó un ojo. Una sonrisa tranquilizadora iluminó sus ojos grises
brillantes, y me calmó casi al instante.

—Bajo la fecha de nacimiento en el formulario de registro —dijo el


señor Davis—, escribiste “no aplicable". ¿Te importa explicarte?

Mi calma se evaporó. Él lo sabía. El señor Davis sabía. Me di


cuenta por su expresión, el arco de complicidad de las cejas, la línea de
confianza en sus labios fruncidos.

—De verdad —dijo Jared con un encogimiento de hombros


desinteresado—, no pensé que estaría aquí el tiempo suficiente para
tener que explicarlo.

—¿Y por qué no lo estarías?


Me aclaré la garganta.

—Um, señor Davis, ¿no acabo de explicar eso?

—Lo hiciste —dijo él, obsesionado con Jared.

El Sheriff caminó alrededor de la mesa y se apoyó en ella,


mirando a mi abuelo. Luego, en una estrategia que causó que pánico
atacara mis entrañas, repitió todo lo que acababa de decirle. Palabra
por palabra. Sílaba por sílaba contaminada. Me encogí. Acobardada.
Traté de meterme en mí misma. Mis abuelos estaban allí, escuchando
todas las mentiras que habían salido de mi boca blasfema. El partido
había terminado. Iba cuesta abajo y el aterrizaje sería duro.

La histeria tomó control mientras me sentaba rígida, apoyada en


la silla junto a mi abuelo. Me pregunté si pasaría tiempo en prisión por
mentirle a un Sheriff.

—Ella dijo que él se está quedando con ustedes. —El Sheriff


levantó las cejas hacia el abuelo—. ¿Es esto cierto, Bill?

Sin la menor vacilación, sin ni siquiera un microsegundo de


pausa, él respondió:

—Por supuesto que lo es. ¿Crees que mi nieta te mentiría,


Dewayne?

—Bueno, no. —Casi tartamudeó con incredulidad.

—Él se va a quedar en el apartamento detrás de la tienda tan


pronto como lo tengamos limpio. Ambos nos sentiremos mejor con él
cerca, ¿no es cierto, cariño? —Se volvió a la abuela a modo de cuestión.

Ella le lanzó una mirada exasperada.

—Sigo pensando que solo debería utilizar la habitación vacía de


arriba. Ese viejo apartamento tiene corrientes de aire.

—Ahora, cariño. Ya hablamos de esto. Él es un hombre joven y


necesita su privacidad.

—Lo sé. Solo me preocupa.

Me senté atónita. Si bien el director o el Sheriff se hubieran


molestado en mirar en mi dirección, se habrían dado cuenta de cuántas
tonterías estaban siendo dichas. ¿He dicho que debería ser actriz? Si
alguien debe estar en Hollywood, esos eran mis abuelos.

Después de re-articular mi mandíbula, me volví a Jared y


vocalicé: ¿Tú hiciste eso?

Sacudió la cabeza, la curiosidad recubriendo su rostro. Podría


haber besado a mis abuelos, mostrado mi amor, afecto y
agradecimiento por toda su naturaleza maravillosa. Pero eso llamaría la
atención no deseada de las autoridades cercanas.

Y tendría bastante que explicar cuando llegara a casa, por cómo


estaban las cosas. Por el momento, sin embargo, elegí no pensar en ello.
Me gustaría enfrentar ese obstáculo cuando llegara el momento.

En su lugar, me regocijé en el hecho de que tenía los abuelos más


geniales del planeta Tierra.

Y respiré.
Capítulo 14
Nuevas Noticias
Traducido por Sandra289
Corregido por Key

—No puedo creer que te saliste de eso.

Volví mi atención a Brooklyn mientras estábamos sentados en


nuestra mesa habitual del almuerzo, un ligero temor arrastrándose por
la parte trasera de mi cuello.

—¿No es genial? —le dije, preguntándome si lo seguiría pensando


cuando llegara a casa.

—Los abuelos están como…como…

—Lo sé. —Definitivamente tenía la elección basura. A pesar de


que tendría que dar muchas explicaciones después.

Pero considerando todas las cosas, el día había avanzado bien.


Abandonamos al reportero, consiguiendo no ser arrestados, y me
encontré averiguando como podría tener dos —contándolas, dos—
clases con un señor Jared Kovach. Una sonrisa apareció en mi cara
cuando lo vi devorar su almuerzo. Había hecho lo mismo con el
desayuno. Pobre chico. No habiendo comido nunca en su vida, tendría
que estar muriéndose de hambre.

—Nuestro ángel de la guardia tiene un cierto entusiasmo miope


cuando se trata de comida —dijo Brooklyn en observación.

Jared habló entre bocado y bocado.

—No tenía ni idea que la comida sabía tan bien.


El resto de nosotros nos quedamos mirando nuestras bandejas
un buen rato, el dudoso y extraño sentido de negación pellizcando
nuestras caras.

Glitch saltó el primero.

—Así que —dijo—, ¿tú solo tienes esas tres leyes? ¿Son similares
a los mandamientos? Porque tenemos, como, diez.

—¿Puedes seguir haciendo esas cosa transparente? —preguntó


Brooklyn a Jared, uniéndose a la inquisición—. Como cuando Cameron
te disparó en el pecho repetidamente. Lo que fue muy grosero, si
piensas en ello.

—Me encantaría ver la cosa de la transparencia también. —Glitch


esperó expectante para que se volviera transparente justo ahí en medio
de la cafetería.

—Guao —le dije, fingiendo ser golpeada con sorpresa—, para


alguien que no me creyó ayer, de seguro has recorrido un largo camino.

—Oh, yo te creí. Algo. ¿Entonces puedes? —preguntó a Jared de


nuevo.

—No lo sé. Una parte de mí es humano ahora, creo.

Cameron se burló en voz alta.

Aunque había esperado que la rivalidad entre Jared y Cameron se


hubiera suavizado, la tensión parecía tan fuerte como siempre.
Continuaban disparándose entre sí miradas amenazantes,
constantemente rebotándose burlas de ida y vuelta. Se volvía más
tedioso con cada mueca oscura que pasaba entre ellos.

Jared lo superó con una sonrisa sin humor.

—¿No estás de acuerdo? ¿Qué soy en parte humano ahora? —


preguntó.

Cameron se inclinó, con voz amenazante, como mendigando a


Jared para lanzar el primer golpe.

—¿Solo vas a unirte a la banda? ¿Convertirte en uno de nosotros?

Jared se encogió de hombros.


—Nuevas noticias, Segador. No eres humano. Nunca lo serás.
Pero eres una lata. Supongo que es algo.

—Basta, Cameron. —Fruncí el ceño a los dos, incapaz de creer


que continuaban con su ridícula enemistad. ¿No habíamos llegado más
allá de todo eso?

—¿Cómo sabemos que no vas a cambiar de opinión? —preguntó


Cameron—. Demonios, podrías matarnos ahora y estar de vuelta en el
trabajo antes de la noche.

Jared se quedó inmóvil y lo miró un largo rato antes de


responder.

—No funciona así.

—¿En serio?

—Y eso no tiene nada que ver con Lorelei.

Brooklyn decidió meterse.

—¿Si luchas —preguntó Glitch, le emoción iluminando su


rostro—, vas a parar el tiempo de nuevo?

Rodé mis ojos.

—Glitch, ¿podrías tratar de ser un poco más útil y poner fin a


esto?

Él casi se echó a reír.

—¿Y obtener mi culo golpeado? No es probable.

Con la mandíbula apretada de frustración, finalmente dije:

—Si tengo que hacerlo, chicos, iré a por las espinillas de nuevo.

—¿Chicos? —dijo Cameron.

Lo miré.

—Ustedes dos quizás quieran considerarlo antes de comenzar la


Tercera Guerra Mundial en la zona del restaurante.
Después de un momento, ambos se acomodaron en sus sillas y se
centraron en las bandejas ante ellos en lugar de en el otro. Pero cuánto
tiempo duraría la tregua, no lo sabía. La cosa de la espinilla solo me
llevaría más lejos.

Por supuesto, sin saber cuánto tiempo la tregua duraría solo era
una de los millones de cosas que no sabía. No sabía cuánto tiempo
Jared estaría con nosotros, si el Director lo había reconocido, o incluso
si el Sheriff nos creyó.

¿Y qué haría Jared ahora? ¿Realmente se quedaría con nosotros?


Pensé en mi sueño. ¿Era esa mujer real? ¿Estaba Jared realmente en
una misión? ¿Estaba realmente creado a partir de luz y tinieblas? ¿Le
gustaba el suéter de color crema que llevaba puesto? ¿Le gustaría mi
pelo mejor replegado? ¿Le gustaba las pálidas muñecas delgadas
asmáticas o prefiere las chicas con tetas?

—Bueno, hola, Lorelei, Brooklyn. —La capitana audaz de las


porristas, también conocida como la criatura cuyo nombre no se dice en
voz alta, y Amber Gonzáles, su segunda al mando, se acercaron a
nosotros, interrumpiendo en el proceso un momento muy importante de
reflexión. Las bellezas sureñas estaban detrás de su valiente líder, como
sus discípulos solían hacer.

Tabitha y Amber, por otro lado conocidas como T y A, fingieron


una dulzura melosa cuando miraron entre Brooklyn y yo, esperando
una respuesta.

—Hola, Glitch —dijo Tabitha cuando ella se dio cuenta que no


estábamos mordiéndonos. Glitch les lanzó una sonrisa brillante. Desde
que arregló su portátil en tres minutos exactos, había sido civilizada
con él—. Solo quería ver como nuestro nuevo estudiante en Riley High
se asentaba.

Sí, claro. Molesta, miré más allá de ella a Ashlee y Sydnee


Southern. Aunque tenían su traje a rayas blanco y rojo de animadora
para el espectáculo de animadoras, aún parecían despeinadas,
descuidadas. Prácticamente se escondían detrás de Tabitha y Amber,
viendo a Jared como si fuera el Anticristo.

Interesante.

—Has conocido a Tabitha —dijo Glitch cortésmente a Jared.


—Hola de nuevo, Jared Kovach —dijo Tabitha—. Quería
mencionar que es la semana espiritual y apareces justo a tiempo. —Le
dedicó una sonrisa más plástica que una Barbie. O eso, o mi complejo
de inferioridad estaba alzando su fea cabeza.

La boca de Jared extendió una paciente máscara de benevolencia.

—Y —dijo Amber, prácticamente babeando mientras se lo comía


con los ojos—, es tradición para los recién llegados ayudar con el
espectáculo de animadoras.

—Y esta es Amber Gonzáles —continuó Glitch.

Claramente impresionada, las pestañas de Amber revoloteaban


como las alas de una mariposa enferma de amor. No es que pudiera
culparla, pero como mi abuela diría, mis plumas estaban agitadas.

Brooklyn curvó sus labios con duda.

—¿Tradición?

—Es una nueva tradición —replicó Amber.

—Es evidente que el significado más profundo de la palabra se te


ha escapado.

Chasqué a Brooklyn.

—Ahora, ahora —dije—. No discutamos la semántica. ¿Qué


exactamente se supone que tiene que hacer?

—Solo aparecer, Jared Kovach. Nosotras haremos el resto.

No podía creer la abierta invitación que rezuma en la boca de


Tabtitha. Me obligué a calmarme a pesar de la molestia chisporroteando
en mi interior. Estaba celosa. Era patética. Tabitha y Amber estaban
mucho más que fuera de mi liga, y estaba verde neón de envidia por
ello.

Un ruido metálico sonó a mi lado cuando Ashlee dejó caer su


teléfono. Aterrizó debajo de mi silla. Cuando lo alcanzó, su manga larga
se subió por su brazo y vi una de las cosas más extrañas que nunca he
visto…bueno, ese día de todos modos. Su brazo había sido mutilado.
Con alarma, agarré su muñeca y empujé la manga pasando el codo
antes de que ella se sacudiera fuera de mi alcance. Tuve un destello de
miedo cuanto la toqué, pero eso fue todo. Alguna profecía.

Sin mediar palabra, me disparó dagas y se fue con su hermana


gemela escoltándola.

—¿Qué fue eso? —preguntó Brooklyn en voz baja. Pero no quería


decir nada en frente del equipo espiritual.

—El gimnasio a las dos —dijo Tabitha a Jared, finalizando su ruin


plan—. Va a ser divertido.

Mientras caminaban lejos dónde los copos de azúcar helado


paseaban, Glitch solo tenía que comentar sobre el nombre de Tabitha,
como de costumbre.

—Tabitha Sind —dijo en una sonrisa de admiración—. Tienes que


respetar a una muchacha cuyo nombre no es solo una frase completa,
sino uno intrigante.

Un plan se formó cuando vi a Amber, Ashlee, y Sydnee seguir a


Tabitha a su mesa. Su madre las había abandonado básicamente por
un corredor de inversiones, pero eso fue hace meses. Habían cambiado
recientemente, volviéndose retiradas y abatidas. No pude evitar
preguntarme si habían sido maltratadas de alguna manera. Si es así,
necesitábamos más información, más pruebas para seguir adelante
además del hecho de que tenían algunos pelos fuera de lugar. Ashlee
había recurrido a cortarse, y quería saber por qué. Si estaban siendo
maltratadas, podría ir a la abuela y el abuelo con pruebas
contundentes, con suerte suficientes para conseguir trasladarlas a un
lugar seguro. Pero necesitaba saber con certeza quién o qué estaba
causando su angustia.

—Está bien, muchachos —dije a Brooklyn y Glitch—. Es el


momento de iniciar la vigilancia. Tenemos que averiguar lo que está
pasando con Ash y Syd. ¿Quién estará despierto esta noche?

—¡Es viernes! —dijo Glitch en protesta—. Y estoy castigado.

—¿Cuándo no estás castigado? No es como si nunca eso alguna


vez te ha detenido.

—Pero no tenemos una noche decente de sueño en días —dice,


agarrándose a excusas.
—Oh sí, como si tuvieras planeado irte a la cama temprano. Te lo
estoy diciendo, algo está pasando.

—Exacto. Un partido de fútbol. Tengo que estar allí.

—No —le dije—, con las gemelas Southern. ¿Has visto el brazo de
Ashlee? Algo está muy mal con ellas.

—Confía en mí —interrumpió Cameron—, no hay nada malo con


esas dos, a menos que cuentes la inusual y exquisita largura de sus
piernas.

Brooklyn torció una sonrisa con los labios apretados.

—Muchas gracias por esa observación dirigida por el pene.

—En cualquier momento, pastel de luna —dijo con una sonrisa—.


¿Celosa?

Glitch se rió sin humor, su tono burlón.

Ella rodó los ojos.

—Sí, claro.

Cameron niveló una sonrisa divertida a Glitch antes de volverse a


centrar en su tenedor.

—Por supuesto, hay un fantasma acechándolas —añadió, en el


último momento.

—¿Un qué? —Se abalanzó hacia él—. ¿Qué dijiste?

—Un fantasma —dijo con un encogimiento de hombros—, desde


que se mudaron a la casa nueva.

—¿Hablas en serio? ¿Un fantasma vivo, real?

—Los fantasmas no están vivos —indicó con sencillez.

Guauu. No sabía que existían los fantasmas. Por supuesto, hasta


ayer, no sabía absolutamente que ciertos ángeles existían tampoco. O
casi cualquier ser sobrenatural. Tenía fe y lo sabía en mi corazón, pero
ver a un ángel en persona era un asunto completamente diferente. Y
condenadamente seguro que no sabía que era un profeta.
Brooklyn no estaba convencida.

—Estás mintiendo. Esa casa no puede estar encantada. Ellos la


construyeron.

—Correcto —dijo Jared, saltando en la conversación—, ¿pero


dónde la construyeron?

Cameron encontró sus ojos y sacudió la cabeza como si fueran de


repente los mejores de los amigos y el resto de nosotros fuéramos
idiotas babeantes.

—Nadie piensa en la tierra.

Jared frunció las cejas y asintió.

—Así que, ¿la tierra puede tener fantasmas? —preguntó Brooklyn.

—Cualquier cosa en la tierra puede tener fantasmas. La tierra


puede estar tan encantada como la casa —dijo Cameron mientras hacía
una tienda de campaña con sus utensilios—. Incluso aún más. —Hizo
un gesto hacia las gemelas Southern con una inclinación de cabeza.
Cuando Glitch las miró, Cameron robó su tenedor para la estabilidad—.
Ellos piensan que es su abuela muerta —agregó.

—¿Lo es? —pregunté.

—No —dijo Jared, viendo como Cameron trabajaba lejos—. No


funciona de esa manera.

Un suspiro exasperado pasó entre mis labios.

—Algún día, Jared Kovach, tendrás que explicar exactamente


cómo funciona. Pero por ahora, tenemos que hacer algo. —Me incliné y
hablé con él directamente—. Tenemos que ayudarlas.

Frunció el ceño en duda, y no podía decir si estaba dirigido a mí o


al postre de manzana crujiente que codiciaba.

—¿Qué se supone que debo hacer?

—¿Alguna vez pensaste que es tal vez por eso que estás aquí? Tal
vez estás aquí para ayudar a la gente, para usar tus poderes para
defender la causa de los que son... bueno, poco triunfadores.
—Lorelei —dijo pacientemente, empujando a su bandeja lejos—.
Estoy aquí porque rompí la ley. Soy a base de carbono como tú.

—Nunca serás a base de carbono como yo. Eres como Cameron,


¿recuerdas? Fuerte. Poderoso. Casi indestructible.

—¿Casi?

Me senté y me crucé de brazos. Tenía que haber una razón para


su presencia en la tierra. Tal vez esa mujer en mi sueño era real. Tal vez
ella estaba tratando de decirme algo. Esto era demasiado grande,
demasiado milagroso para ser solo un accidente.

—¿Estás curioso?

—No especialmente —dijo. Luego hizo un gesto hacia la tienda de


campaña de acero de Cameron con un movimiento de cabeza, una
mueca malvada se extendía por su rostro justo cuando colapsó bastante
fuerte debido a un interesante fallo estructural, los utensilios tienden a
deslizarse en superficies deslizantes.

Cameron le lanzó una mueca frustrado, como si Jared tuviera


algo que ver con la caída de su obra maestra, y luego comenzó a
reconstruirlo.

—Oye, hombre —dijo Glitch con una molestia repentina—,


¿levantaste mi tenedor?

Entonces me di cuenta.

—Teme a la oscuridad.

—¿Qué? —preguntó Brooke.

Me volví hacia ella con asombro.

—Me di cuenta de lo que Ashlee escribió en su brazo. Decía 'Teme


a la oscuridad.'

—¿Ella escribió en su brazo?

—No exactamente —respondí, asombrada por el hecho de que


Ashlee se mutilara a sí misma—. Fue tallado en ella. Cortó su propio
brazo.
Con una mueca, Brooklyn dijo:

—Eso es asqueroso. ¿Ansía tanta atención?

—No creo que ella lo hiciera para llamar la atención, Brooke. Creo
que está asustada. Aterrorizada. ¿Saben lo que significa? —pregunté a
Jared y Cameron.

Cameron encorvó su cuerpo, agachando la cara surcada en


concentración, uniendo cuidadosamente los dientes, y dijo lentamente:

—Significa que Brooklyn piensa que la automutilación es


repugnante.

Rodé los ojos.

—No es eso. Teme a la oscuridad. ¿Qué significa?

Echó un hombro hacia Jared.

—Por qué no se lo preguntas al encantador chico de allí.

Jared le lanzó una advertencia perspicaz.

—Parece que el señor Kovach tiene algo de reputación —continuó


Cameron.

—¿Qué clase de reputación? —pregunté.

—No tengo una reputación —dijo Jared, su voz aún amenazante.

El rostro de Cameron se iluminó con una risa silenciosa.

—Vamos, Segador. Puedes decirles.

Jared se inclinó hacia delante.

—Por qué no tú y yo hablamos de esto afuera.

—Espinillas —le advertí—. Estoy usando botas con punta de


acero esta vez. No se metan conmigo.

Pero tampoco dieron marcha atrás. Mierda. Sabía que la cosa de


la espinilla no duraría.
Cameron mantuvo su sonrisa constante mientras hablaba.

—Mira, los mensajeros tienen que seguir todo tipo de pedidos,


contestar todo tipo de oraciones, todo tipo de peticiones. Incluyendo
aquellos que involucran a otros seres sobrenaturales.

—¿Al igual que los fantasmas? —preguntó Brooklyn.

—Exactamente. Hay fantasmas del mal al igual que hay gente


mala. Y cualquier Joe Schmo12 puede rezar para tener a uno
desalojado. Solo tienes que creer, tener fe en la palabra del Gran Chico,
y ¡bum! —Hizo la señal de ponches árbitro—. Ese pequeño fantasma
molesto sale de aquí. ¿Y adivinas quién los envía a sufrir en los fuegos
del infierno y la condenación eterna?

Me interrogó en silencio. No me moví.

—Está bien —continuó—. Tu Segador, aquí. Azrael es algo de


especialista. Y el mundo de los fantasmas no piensa muy bien de él.
¿Verdad, Az?

Jared estaba sentado de piedra todavía, casi sin respirar.


Personalmente, encontré la idea entera raramente fascinante. ¿Quién
sabía? Pero Jared parecía furioso de que Cameron hubiera incluso
hablado de ello. Lanzó una mirada furtiva a mi lado antes de volver a
centrarse en las manos cruzadas sobre la mesa frente a él, con la
mandíbula apretada.

—Así que, este fantasma que frecuenta las bellezas Southern,


¿saben que Jared está aquí?

—Se sabía en el momento en que comenzó a acecharte.

—Cameron —le dije, una advertencia suave en mi tono—, Jared


no me estaba acechando. Estaba haciendo su trabajo, ¿recuerdas?
Hablamos de esto.

Cameron negó con una carcajada suave.

—Por favor, Lorelei. Usa un poco de sentido común, ¿quieres?

12
Joe Schmo: se dice que una persona es Joe Schmo cuando quieres referirte a una
persona normal, pero no necesariamente con connotación negativa. Etimológicamente
relacionado con “el corriente Jon” y Schmo que es palabra yidish para idiota.
—¿Qué? —le pregunté, bastante ofendida.

—Ángeles, o mensajeros, o cualquier término políticamente


correcto de infierno que quieras llamarlos son maestros manipuladores
del espacio y tiempo.

—Probablemente deberías dejar de hablar ahora —dijo Jared.

—Pueden ir y venir en un destello cegador.

—Maldit…

—Podría haber caído, tomarte, y volver antes de que pudiera


haberte visto. O sentido su presencia en este plano. Pero no lo hizo.
¿Por qué crees que es así?

Jared empujó su silla hacia atrás y se levantó. Sin dudarlo,


Cameron hizo lo mismo. Nuestra mesa casi se vino abajo, ya que ambos
hicieron todo lo posible para intimidar al otro. Salté e hice un duro
intento de ponerme entre ellos. Era como tratar de mantener dos
paredes de bloques de cemento separados.

Con una mano en cada pecho, les susurré una dura advertencia:

—¿Realmente quieren darle al Director Davis una razón para


venir aquí? —Mi mirada rebotó hacia atrás y adelante—. ¿De verdad
quieren darle al Sheriff una razón para sospechar? Ya cree que ustedes
dos fueron la causa de ese pequeño escenario del terremoto. Solo le
estarán dando munición.

Después de un momento, Jared me miró, sus ojos oscuros con


ira.

—Mantén un bozal en tu perro —dijo, y luego se volvió para irse.

No esta vez.

Agarré su camisa y le obligué a mirarme de nuevo.

—¿Es verdad? —pregunté—. ¿Estabas realmente siguiéndome


solo para verme? ¿Para observarme?

Bajó las pestañas y esperó una cantidad interminable de tiempo


antes de contestar.
—Sí —dijo, la voz un silencio sepulcral.

Ahora la parte lamentable.

¡Mi alma tomó vuelo! ¡Mi corazón se disparó! Una sensación de


euforia y delirio vertiginoso se apoderó de mí con el conocimiento de que
Jared me seguía porque quería. No porque tenía que hacerlo, porque
era su trabajo. La realización envió un hormigueo corriendo sobre mi
piel.

Jared miró de vuelta entonces, y traté de controlar mi euforia,


una hazaña que resultó imposible. Hasta que lo miré. Realmente miré.

Y la realidad se hundió.

—¿Por qué? —pregunté, de repente confundida—. ¿Por qué yo? —


¿Tenía alguna idea de lo hermoso que era?

Sus labios se estrecharon de frustración como si no debiera saber


la respuesta. Se acercó más hasta que su rodilla tocó la mía, sus ojos,
curiosos e intensos, clavados en mí.

—Porque te mueves como el fuego corriendo por el suelo —dijo, su


voz baja, suave y aterciopelada—, como llamas lamiendo una pared. —
El resto del mundo se desmoronó mientras levantaba mi barbilla—. Tu
energía es líquida y caliente. Incluso a distancia quemas, quemas a
cualquiera que se acerque demasiado. Eres el vino en mi lengua y la
miel en mis venas, y no puedo tener suficiente de ti. —Se inclinó hacia
delante y me susurró al oído. Su cálido aliento envió escalofríos en
cascada sobre mi cuerpo—. Me intoxicas, Lorelei McAlister. Vas a ser mi
perdición.

—No estoy bromeando, ustedes chicos necesitan sentarse. El


entrenador Chávez se dirige hacia aquí.

Mis párpados se cerraron. Estábamos justo como habíamos


estado, conmigo entre los dos combatientes de la jaula. Me di cuenta
que Brooklyn había estado hablando con nosotros. El entrenador
Chávez estaba en camino a nuestra mesa.

—Siéntense, apresúrense —le dije a los chicos, tratando de sacar


de nuevo la realidad. Ellos obedecieron a regañadientes.

—Oiga, Entrenador —dijo Glitch, de pie distrayéndolo.


Mientras hablaban, me senté en silencio atónita, preguntándome
lo que acababa de suceder. Jared de repente parecía mucho más
interesado en el patrón sobre la mesa que en mí. ¿Acabo de tener una
visión? ¿O habría que considerarlo una ilusión?

—Si han terminado, les sugiero que limpien y vayan a refrescarse


fuera —dijo el entrenador. Era un hombre fornido con espeso cabello
negro y barba canosa, y a todo el mundo le gustaba, incluyéndome a
mí. No quiero entrar en su lado malo.

—Está bien —respondió Brooklyn con forzada indiferencia en su


llana voz.

Cuando nos levantamos para limpiar nuestra mesa, Cameron se


inclinó hacia mí.

—Y, sí, él puede hacer ese tipo de cosas, también.


Capítulo 15
Equipo Espíritu
Traducido por Nessied
Corregido por Key

—¿Dónde está él? —Brooklyn levantó las cejas en interrogación


mientras se subía a las gradas. La animación comenzará pronto.

Yo todavía estaba en un estado de confusión. Cameron lo había


visto, el intercambio entre Jared y yo, así que tenía que ser real. Pero,
¿cómo lo hizo?

—Uh-oh —dijo Brooklyn—. Lo siento, lo perdí.

Oh, eso era otra cosa. Nadie salvo Cameron escuchó lo que Jared
me había dicho. Ni Brooklyn, ni Glitch, ni la chica rara en la mesa de al
lado babeando en su bandeja de comida. ¡Nadie!

¿Pudo Jared haber hecho algo para que solo yo lo escuchara?


Pero Cameron lo escuchó. Blondie tuvo una bronca, luego resopló e
irrumpió por la puerta. No es que me preocupara. Mis pies no estaban
ni cerca del suelo.

Brooklyn, dijo que ella había estado hablando con Glitch, pero
honestamente, ¿cómo alguien podría haberse perdido tal discurso?

—¿Y?

Parpadeé a Brooklyn.

—¿Y, qué?

—¿Dónde está el amante?

—Oh. Tabitha y Amber se lo llevaron —dije distraídamente,


refiriéndome al reciente secuestro de Jared por los terrones de azúcar.
—Me pregunto que estarán haciendo.

—Me pregunto que se sentirá tener la inteligencia como las heces


de ardilla.

Brooklyn silbó.

—Guao, estoy impresionada. Y vas con eso.

—Sé que está mal, pero me disgustan tanto. Desde que me


pusieron pasta de dientes en el pelo en el camino de vuelta desde el
campamento, las he odiado.

—Estoy contigo, nena. ¿Sabes lo que he notado?

—¿Que por muy dentro mío estoy bastante celosa de ellas, lo cual
me hace una solitaria y patética perdedora?

—Um, no.

—Ah —dije—. ¿Entonces, qué?

—He notado que desde que Jared te ha salvado la vida, no has


tenido que usar tu inhalador. Ni una vez.

—Guao —le dije. Tenía razón. No había pensado en eso.

Brooklyn analizó a la multitud. Glitch se volvió y saludó desde el


frente, donde estaba el equipo de fútbol. Ella saludó también, entonces
vio a Cameron sentado solo en la parte superior de las gradas, al
parecer, en el rincón más alejado que pudo encontrar.

—Tienes razón —dijo—. Ese muchacho es simplemente asocial.

Me volví y le hice señas para que nos acompañe. Él movió la


cabeza. Lo miré y lo saludé otra vez. Exhalando visiblemente molesto, se
levantó de las gradas y maniobró a través de la multitud hacia donde
estábamos sentadas.

—¿Feliz? —preguntó en cuanto llegó.

Sonreí.

—Mucho.
Las animadoras progresaron con sus habituales trucos y juegos.
La banda de la animación y la multitud aplaudieron. Cada clase trató
de superar en gritos a los otros tres por el honor de salir de la escuela
diez minutos antes. Las personas mayores generalmente ganaban, su
experiencia y la inminente fecha de lanzamiento, también conocido
como la graduación, suministrándole una crueldad de la que carecían
las demás clases desde el principio.

En uno de los momento más divertidos, los equipos voluntarios


de cada casa tenían que envolver a un profesor diferente con papel
higiénico y después correr hasta la línea de meta para ganar. Me reí al
ver a la señora Mullins ser envuelta con papel higiénico como una
momia.

Pero poco después, empecé a preocuparme. La animación estaba


llegando a su fin, y todavía no había llegado Jared.

—¿Dónde podría estar? —Le pregunté a Brooklyn—. ¿Crees que el


Director Davis lo habrá arrinconado en alguna parte?

O tal vez el Sheriff lo arrestó después de todo.

—Lo dudo. Tabitha trama algo.

Miré distraídamente mientras las porristas actuaban en su acto


final. Al parecer, dos miembros del espíritu del equipo no tenían el
espíritu en absoluto. Se habían quedado atrás con los brazos cruzados,
mirando tristes y abatidas. Así que, en el interés fundamental del
orgullo escolar, los otros acompañaron a una de las dos para decorar
una caja llamada INFUSOR DE ESPÍRITU.

La colocaron dentro de la caja y cerraron la tapa. Después de


unos segundos, la animadora saltó fuera de la caja, llena de vida y un
molesto, uñas-en-la pizarra, grito de alegría.

—Ella es como un hámster en Ritalin13 —dijo Brooklyn.

Le sonreí y seguí estudiando a la multitud en busca de Jared.

13
Ritalin: Nombre comercial de la droga metilfenidato, de venta por receta, es un
estimulante del sistema nervioso central. (Sus efectos son similares a los de la cafeína,
aunque más potentes, pero menos potentes que los de la anfetamina).
Mientras tanto, las porristas, tuvieron mucho éxito con la primera
compañera desanimada, e hicieron lo mismo con la segunda. Una vez
más, después de que la chica fuese colocada en la caja, ella saltó casi
inmediatamente, saltando llena de energía y alegría.

—Hmm —dijo Tabitha en el micrófono—. Lo que sea que haya en


esa caja de seguro provoca mucha emoción. ¿Qué podría ser?

Las porristas levantaron la tapa, se inclinaron, y sacaron a un


muy avergonzado Jared Kovach.

Di un grito ahogado en voz alta mientras la multitud aplaudía.


Las chicas a mi alrededor gritaban mientras Tabitha introducía al
nuevo recluta al Riley High, como si fuese una especie de estrella de
rock. Sí lo supieran.

En simpatía, Brooklyn envolvió un brazo alrededor de mis


hombros.

—Piensa —me dijo en el oído—, ninguna de ellas han sido


llamadas una ardiente lamedora por el chico.

—Él no me llamó una ardiente lamedora.

—Cierto, lo siento —dijo con aire ausente, golpeando las teclas en


su teléfono para comprobar los mensajes. Eso por simpatía.

***

—Bueno, eso fue interesante —dijo Brooklyn mientras


paseábamos por el estacionamiento.

Glitch tenía una reunión antes del gran partido, así que el resto
nos hemos decidido por ir al Java Loft hasta entonces.

A pesar del hecho de que todos ya éramos técnicamente crecidos,


Brooklyn y yo tuvimos que pedir permiso. Era una bienvenida después
de todo. El gran juego. El único evento que nos languidecía durante
todo el año.

Bien, exagerábamos un poco. Pero al menos nos dieron permiso


para ir, con algunas condiciones por supuesto. Teníamos que estar en
casa después del partido, señorita. Sin dudar y sin peros. Luego,
cuando inevitablemente llegamos tarde, nosotras simplemente
tendríamos que explicar que, primero tuvimos que esperar por Glitch a
que ayude con las cosas del equipo, y luego la señora Mullins quiso
hablar con nosotros acerca de lo bien que hicimos el examen de hace
nueve semanas —enfatizando en un buen examen y nueve semanas—,
luego el estacionamiento estaba lleno, y estuvimos sentadas allí, como
para siempre. Y no teníamos ni idea de que nos llevaría tanto tiempo el
solo salir del estacionamiento, Abuela.

Quería verme angustiada y preocupada y al borde de las lágrimas


por haber perdido el toque de queda, el que nunca soñé perder, ni en
un millón de años. El abuelo deslizaría a la abuela su perdónala
mirada, solo por esta vez. La abuela le daría con una sonrisa que
llevaba a cabo la más pequeña de las advertencias. Y la vida volvería a
la normalidad.

Bueno, tal vez no sería normal. Probablemente nunca sería


normal otra vez.

De todos modos, todo debería darnos tiempo suficiente para un


poco de investigación de lo paranormal.

Negué fuera de mis pensamientos, tratando de recordar lo que


había comentado acerca de Brooklyn. Ah, cierto. El mitin de animación.

—Sí, eso fue muy interesante. ¿Has visto cómo las porristas
estaban mirando a Jared? Fue extraño.

Las cejas de Brooklyn se tejieron juntas.

—Lor, todo el cuerpo estudiantil estaba mirando a Jared. Era


parte de la atracción.

—Lo sé. Pero, ¿has visto a Ashlee y a Sydnee? Estaban totalmente


asustadas.

Después de una mirada rápida a Jared desde encima de su


hombro, Brooklyn dijo burlonamente:

—También te asustaste cuando lo conociste por primera vez.

Me incliné hacia ella.

—Sí, pero estaba atraída y molesta cerca de él. Ellas estaban más,
como, molestas.
Brooke se echó a reír.

Por supuesto, Jared parecía molesto también. Cuando nos


reunimos con él después de la reunión de energía, Cameron sonrió y
dijo:

—¿Tú encajarías bien, no? Ser parte de la cima.

Jared lo ignoró, pero mantuvo la cabeza baja mientras


caminábamos hacia el estacionamiento. Parecía algo avergonzado,
incómodo. La tensión entre él y Cameron pendía gruesa y palpable en el
aire, y me preguntaba si alguna vez podrían estar en la misma
habitación sin exhibir tendencias homicidas.

Supongo que después de su confesión en la cafetería, esperaba


suaves, miradas cómplices de Jared y guiños llenos de afecto. También
esperaba promesas de amor eterno y un suministro interminable de
masajes en la espalda, pero eso podría esperar.

En cambio, toda su energía se centró en el muchacho de postal.


Cameron me estaba robando totalmente mi felicidad.

Cuando llegamos a la camioneta de Cameron, él empujó la llave


en la cerradura.

—¿Así qué, quién suplicó? —preguntó sin mirar a nadie en


particular.

Lo miré, confundida, pero Jared contestó antes de que tuviera la


oportunidad de preguntar a quién le estaba hablando Cameron.

—Todo el mundo suplica al final —dijo como si ellos hubiesen


estado hablando todo el camino.

¿Acaso me perdí de algo?

—Apuesto a que ellos lo hacen. —Cameron frunció el ceño por


encima de su hombro—. Debes de disfrutarlo. Suplicas de
desesperación. El sufrimiento de los demás.

—No especialmente.

Sin previo aviso, Cameron se apoderó de la chaqueta de Glitch


que había prestado a Jared y lo empujó contra la camioneta.
Jared extendió las palmas apartándolo y lo dejó. Completamente
sin miedo.

—Eres un ladrón —dijo Cameron en un silbido susurrante—, el


peor de tu clase. Vienes a la tierra y tomas lo que quieres sin considerar
las consecuencias, el caos saliendo en su estela. Te escondes detrás de
las sombras y la leyenda y pretendes ser noble.

Mientras que la expresión de Jared permanecía impasible, la mía


no. Decidí poner fin a esto de una vez por todas. Así que, cuando el
idiota tendía a estar en sus situaciones de crisis, traté de saltar entre
ellos, como la millonésima vez, pero cuando Cameron se volvió hacia
mí, furioso. Su vehemencia me sorprendió y me quedé allí, inmóvil,
como un venado atrapado por el resplandor de las linternas.

La mano de Jared salió disparada y se envolvió alrededor de mi


brazo. Me llevó junto a él de manera protectora, sus largos dedos
bloqueándose alrededor de mis bíceps, su expresión ya no era
impasible. Una dura advertencia se reflejaba en sus ojos. Pero Cameron
me tomó también, y trató de empujarme fuera del camino.

Era el error que uno podía cometer.

Las emociones que corrían en las venas de Cameron se filtraron


dentro de mí, mezclada con la mía, batiéndose y arremolinándose. Me
rodearon como un torno, apretándome alrededor de mi pecho. Yo
jadeaba por aire mientras la respiración se hacía casi imposible.

Para Jared también. Como si yo fuera un conducto, desviando la


agitación de Cameron en Jared.

—Para —dijo Jared mientras empujaba a Cameron, tratando de


recuperar el aliento. Me aferré a la chaqueta de Jared—. Lorelei, para.
—Esto nunca había ocurrido antes. Por alguna razón, pude sentir el
dolor de Cameron y se lo pasaba a Jared. Toda la emoción. Toda la
angustia. Toda la rabia.

—¿Así que, quién suplicó, tiro caliente? —Cameron continuó, sin


darse cuenta de lo que estaba pasando, su furia filtrándose dentro de
mí, su dolor punzante a través de mí y en Jared—. ¿Algún mocoso de
Timbuktu que quería asegurarse de que su tío llegase a tiempo para su
fiesta de cumpleaños? Dios nos libre de que Barbie Vette llegue tarde.
Jared agarró la muñeca de Cameron con su mano libre cuando
Cameron lo empujó. La angustia era abrumadora. La agonía de
Cameron se había aferrado a mí con garras afiladas, rebanando,
sofocando.

—Cameron, para —dijo Jared entre jadeos.

—¿Quién?

—Cameron, no podemos respirar. —Su preocupación se instaló


fuertemente en mí. Sus dedos estaban todavía con candado alrededor
de mí brazo, y podía sentir cosas que nunca creí posible. El mundo
empezó a girar a mí alrededor. Podía sentir mi conciencia deslizarse por
debajo de mis pies.

—¡Lorelei! —Oi gritar a Brooklyn como si estuviera a gran


distancia.

—¿Quién suplicó y cambió la historia? ¿Quién hizo que sea


posible que la mates a ella?

La oscuridad que Cameron había mantenido enterrada durante


años lo consumía. Podía verlo en sus ojos, podía sentir su
estrangulamiento envolverme, entrelazando sus tentáculos alrededor de
mi cuello y mi brazo.

Y al parecer estaba haciendo lo mismo a Jared. No tenía otra


opción. Podía sentir en el segundo en que él tomó la decisión, en el
momento en que decidió hacer lo que estaba a punto de hacer. Él tenía
que demostrarle a Cameron lo que pasó.

Con gran esfuerzo, se obligó a concentrarse a pesar de la


asfixiante niebla. Colocó su mano sobre el pecho de Cameron,
conectándose con una mirada atenta, centrando toda su energía. Y
justo antes de dejar que el pasado nos devorara a todos nosotros, le
susurró la verdad.

—Ella lo hizo.

El pasado subió como un mar de olas debajo de nosotros,


tragándonos enteros. El mundo cayó, girando fuera de control, y luego
se detuvo. De repente estábamos en un lugar diferente, en un momento
diferente. Aves chirriando y sol se asomaba a través de las agujas de
pino en los árboles que nos rodeaban, echando suaves rayos a través de
la atmósfera para descansar en el suelo del bosque.

—Mira, Cameron —dijo una mujer.

Cameron miró a un lado de la bicicleta cuando su madre


señalaba a un pájaro corriendo hacia el bosque. Estábamos en el
pasado. Yo estaba en el pasado, y estaba viendo el mundo a través de
los ojos de Cameron.

—Eso es un correcaminos.

Él se volvió hacia atrás en su asiento de plástico de color amarillo


y la observó mientras pedaleaba por la ladera, y ella le guiñó un ojo
antes de volver a la pista. Supe al instante que era ella. La vi como
Cameron lo hacía. Bella. Joven. Su expresión suave con un amor
incondicional. Su cabello rubio cedía a la brisa, revoloteando como
mariposas alrededor de su mochila. A él le encantaba su cabello. Olía
como manzanas.

Ella se detuvo a mirar hacia abajo del lado del cañón, teniendo
mucho cuidado de no acercarse demasiado. Los ricos verdes de la
montaña llenaron su visión de la derecha. Los profundos rojos del
cañón rico en hierro se encontraban con el de la izquierda.

—¿No es hermoso? —Se volvió y miró por encima del hombro. Su


sonrisa brillaba a la luz del sol, tan brillante como su aura y
apropiadamente alegre.

Luego, sin ninguna razón explicable, ella jadeó y saltó hacia atrás,
cayendo con la bici a la cornisa que daba a la pared del cañón.
Encausado en el asiento de seguridad, Cameron cayó junto con la bici
en un arbusto. Sus espinas como agujas lo castigaron por invadir su
territorio, pero no le importaba. ¿Qué había ocurrido? ¿Por qué su
madre saltó de esa manera?

Con el ajuste en pánico, él intentó desabrochar el cinturón de


seguridad, pero sus regordetes dedos no podían moverlo. Estiró el
cuello para mirarla y logró vislumbrar la parte superior de su cabeza.
Su mochila se había enganchado en el manillar, colgando sobre el
borde. La rueda trasera se había metido en un tronco caído, pero su
peso oscilaba a aflojarlo.

Él gritó, tratando de llegar a ella.


—Cameron. —Su voz temblaba. Ella estaba asustada y me rompió
el corazón—. Cameron, cariño, no te muevas. Hagas lo que hagas, no te
muevas.

Negándose a escucharla, él tiró de sus ataduras.

—He sido mordida por una serpiente de cascabel. Debo de


haberla pisado.

No. Estaba equivocada. Tenía que estarlo. Las serpientes de


cascabel hacían ruido. Él no había oído nada.

La bici se deslizó, y ella cogió una rama reflexivamente. Pero


cuando la bici se deslizó una muesca más, ella relajó sus brazos
forzándola a ir todavía.

—Por favor —susurró ella mientras miraba hacia el cielo—. Por


favor, te lo ruego.

Lo sintió venir antes de verlo, la entidad, el oscuro. Sus pulmones


se negaban a expandirse. Este venía por una razón y solo por una
razón: llevar a la gente. Lo había visto dos veces, y cada vez dejaba la
muerte en su estela. Y tristeza. Una devastadora tristeza.

Cuando eso apareció, se arrodilló al lado de la bici y bajó la


mirada hacia su madre. Era en parte carne y en parte niebla. Ella alzó
los ojos hacia él. Esto lo sobresaltó. ¿Podía verlo? Ella nunca lo había
visto antes.

—¿Estás segura? —Le preguntó.

¡No!

—Sí —dijo ella—. Nunca he estado más segura de nada en mi


vida.

Sin dudarlo, se inclinó y tocó la correa sobre el manillar,


liberándolo.

Su madre se volvió hacia él, sus ojos tristes y desesperados y


llenos de amor. En un deslumbrante momento de pánico, él tiró
furiosamente en sus ataduras. Luchó con todas las fuerzas que su
cuerpo de tres años de edad tenía hasta que ella se deslizó en silencio
fuera de la vista, cayendo en el barranco.
El silencio en la raíz de la muerte de su madre era ensordecedor.
Se quedó en los arbustos durante horas antes de que un equipo de
rescate lo encontró, dejando que las espinas lo castigaran por no ser lo
suficientemente fuerte, odiando al ladrón por lo que era.

Nunca olvidaría su apariencia. Ya se había ido, naturalmente,


desapareciendo como el cobarde que era. Pero nunca lo olvidaría. E iba
a encontrar una manera de destruirlo, de destruirlos a todos, sí, pero
sobre todo al oscuro.

—Para —dijo Jared, respirando con dificultad.

Cameron parpadeó de nuevo al presente. Empujando a Jared


lejos de él, las lágrimas corrían por su rostro.

Jared me soltó, tropezó y cayó de rodillas. Me quedé en estado de


shock, con miedo de moverme, miedo de respirar. Parecía tan real, que
estuvo allí, como si la amara y la conociera y murió cuando ella murió.

—Lorelei. —Me di cuenta de que Brooklyn estaba frente a mí


rostro, gritando. Apenas podía oírla—. Lorelei, ¿qué está pasando? ¿Qué
pasó?

Mi atención flotaba hacia Jared cuando se puso de rodillas en un


parche de hierba, dibujando grandes bocanadas de aire. Entonces sentí
la bilis en la parte posterior de mi garganta y luché con un duro trago.
Con cada latido del corazón, el dolor de Cameron reverberó a través de
mi cuerpo.

Una multitud se había reunido. Vi cara rodeándonos, gritando


como espectadores sedientos de sangre, estimulando a Cameron y a
Jared a luchar.

—Lorelei —dijo Brooklyn, más tranquila.

Extendí la mano y apreté su hombro para tranquilizarla; entonces


ella me ayudó con Jared, donde yo me arrodillé a su lado.

—Podrías haberla salvado —dijo Cameron, jadeando en estado de


agitación y enojo por lo que Jared le había mostrado. Se deslizó por el
lado de su camioneta para sentarse en la acera—. Solo la llevaste.
Hubiera sido cualquiera más fuiste tú.
La tristeza de Cameron se profundizó a una triste desesperación,
pero su control sobre Jared parecía aliviarse. Él podía respirar casi
normalmente otra vez.

Jared se volvió para sentarse en la hierba y encuestó a Cameron


por debajo de sus largas pestañas.

—Ella me llamó por mi nombre —dijo.

Después de un momento, las palabras de Cameron se hundieron.


Pensé de nuevo en su memoria. Miré a través de sus ojos y vi a la
entidad envuelta en la oscuridad soltando la correa de la bicicleta,
mientras enviaba a la madre de Cameron a la muerte. Entonces él me
miró, sus ojos clavados en los míos, pero solo por un microsegundo
antes de desaparecer.

Era Jared.

Me tapé la boca con ambas manos y las dejé caer al suelo, mi


corazón rompiéndose.

—¿Entonces, ese es tu trabajo? —dijo Cameron, secándose las


lágrimas que corrían por su rostro—. ¿Das a la gente lo que suplica?

—No —dijo Jared entre toses—. Existen reglas.

Cameron se rió sin humor.

—No siempre.

—Ella lo hizo por ti.

—Ah, sí. Bueno, eso lo hace mejor.

—Todavía estás vivo.

—Y tú sigues siendo una perra.

La multitud cortejó, esperando a ver qué haría Jared.

Quité mis manos de mi boca y me obligué a centrarme en el


riesgo más inmediato, es decir, otro campo de batalla.

—Jared, por favor, no peleen de nuevo —le dije.


Se volvió hacia mí, sus ojos oscuros brillando de emoción. Estiré
mi mano y limpié una humedad de su mejilla. Sus ojos se habían
mojado. Inclinó la cabeza y la enterró en una manga.

—Estoy bien —dijo después de limpiarse el rostro—. ¿Ya terminó?

Cameron olfateó, frotó su rostro, sus ojos entornados en Jared.

—Será cuando estés muerto.

—Pero, Cameron —dijo con un suspiro—, acabo de llegar.

—Y yo te enviaré de vuelta.

—Eso es todo. —Se levantó y se quitó la chaqueta. Cameron hizo


lo mismo—. ¿Tú madre sacrificó su vida por ti, y es así como se lo
pagas? ¿Poniéndote de mal humor y haciendo pucheros y rabietas como
un niño de dos años?

—Me estás presionando, Segador.

Me puse de pie mientras ellos se enfrentaban en el


estacionamiento.

—¿Sabes lo que diría ella si estuviera aquí ahora? —preguntó


Jared.

Cameron se acercó.

—¿Que eres una perra?

—Exactamente. —Cerró la distancia, encontrándose con él cara a


cara, desafiándolo con el conjunto pesado de sus hombros—. Solo ella
te miraría.

—¿De qué me he perdido? —Glitch corrió hacia la pelea con una


sonrisa emocionada sobre su rostro hasta que vio que la multitud lo
estaba mirando. Me miró.

—¿Otra vez?

—¿Otra vez? —Una voz masculina hizo eco alrededor de nosotros


mientras la multitud se separaba y se dispersaba inmediatamente—.
Así que hubo una pelea antes —dijo el Director Davis mientras se
acercaba hacia nosotros.
Brooklyn habló inmediatamente.

—No estaban peleando, señor Davis.

—Nunca han peleado —dije, saltando a su defensa—. Era solo


una discusión.

El señor Davis no dijo nada, así que me volví. Él miraba con los
ojos abiertos a los brazos de Jared. En los tatuajes. Palideció y tomó un
minúsculo paso hacia atrás.

Instantáneamente Jared se dio cuenta de lo que el señor Davis


estaba mirando, se volvió y buscó por el terreno la chaqueta. Pero era
demasiado tarde para eso. El señor Davis vio la única cosa que lo haría
recordar a Jared de antes. La misma edad. El mismo rostro.

Jared comenzó a llegar por la chaqueta, y luego se dio cuenta de


cuál inútil sería el esfuerzo. Inhaló profundamente y se volteó hacia él,
esperando la reacción del director.

—Señor Davis —dije, tratando de encontrar alguna explicación.


Pero, ¿qué podía decir? Oh, sí, señor Davis, olvidamos mencionar que se
trata del mismo tipo que apareció el día cuando su hermano murió y es
en realidad este tipo de mensajero—slash—Segador, de algún otro
servicio de contestador y volvió aquí por mi espíritu para llevarlo al cielo e
instantáneamente salvó mi vida y cambió la historia y ahora él está,
como, atrapado.

No lo creo.

Pero al parecer no importaba. Antes de que pudiera decir nada, se


volvió y se alejó.

Estábamos de repente solos otra vez.

—¿Son ustedes dos, bipolares o algo así? —Brooklyn se levantó,


su resentimiento escapando de Cameron a Jared—. Porque tienen
medicamentos para eso. —Me di cuenta de que en realidad no sabía lo
que había pasado, lo que Jared había revelado.

Ella irrumpió hasta Cameron, propósito en todos sus


movimientos.

—Tú aceptaste, tú idiota.


Él se volvió hacia ella, una pregunta no formulada estaba escrita
en su rostro.

—No pretendo ser despistada. Tú aceptaste. Esa hermosa mujer


te preguntó, y tú aceptaste sin dudarlo.

Estaba asombrada.

—¿La viste? Creí que lo había soñado.

—Creo que todos lo hemos soñado —dijo Glitch.

El temperamento de Brooklyn se ensanchó. Se levantó sobre sus


pies para ver a Cameron a los ojos, aunque perdió la marca por sobre
un pie.

—No me hagas enfadar —dijo uniformemente—. No me querrás


cuando estoy enojada.

Casi me reí. De alguna manera canalicé al Increíble Hulk


trabajando por ella.

Para mi sorpresa, Cameron se calmó al instante. Parecía casi


hipnotizado por Brooklyn. Sus duros rasgos se suavizaron mientras se
limpiaba la frente con la manga.

Luego sonrió.

—Lo que digas, pero no traigas la pistola de agua otra vez.

—¿Pistola de agua? —La mandíbula de Glitch cayó—. ¿Eso de


anoche era una pistola de agua? —Parecía ofendido—. ¿Nos protegiste
con una maldita pistola de agua?

—Como si yo llevara conmigo un arma de verdad. —Rodó los ojos


como si fuera estúpida.

—¿Y qué pensabas hacer si es que tú pequeña escena no


funcionaba? —preguntó horrorizado—. ¿Ahogarlo?

—Cállate, Araña-Azul —dijo ella mientras caminaba hacia el otro


lado de la camioneta—. Al menos tenía un plan.

Glitch se dirigió a su coche, murmurándose para sí mismo en la


incredulidad.
Yo todavía estaba teniendo problemas para formar un
pensamiento coherente, habiendo tenido una experiencia fuera del
cuerpo. Tuve visiones todo el tiempo, pero esto era diferente de alguna
manera. Más tangible.

—Lor —dijo Brooklyn lentamente, aparentemente consciente de


mi problema de pensamiento coherente—. ¿Por qué no van tú y Jared
con Glitch? Iré con el niño bipolar y así después nos vemos en tu casa.

Jared recogió la chaqueta y se dirigió a nosotros. Pero no me


miró. Evitó sus ojos y dijo:

—Lorelei puede que no quiera ir conmigo ahora.

—¿Por qué no? —Sus cejas se rompieron juntas—. ¿Lorelei?

Me encontré evitando su mirada también.

—Debido a que acaba de descubrir lo que Jared es en realidad. —


Cameron abrió la puerta y se subió antes de volverse a Brooke—. ¿Te
has quedado a ver quién de esos niños tenían miedo la última noche? —
preguntó él, haciendo referencia al sueño que aparentemente
compartimos—. Porque no fui yo. —Arrancó la camioneta y luego le
dirigió una dura mirada—. Quería que lo supieras.

—¿Lor, que pasó?

—Nada. Te lo explicaré más adelante. —Me obligué a mirar a


Jared—. ¿Vienes Azrael? —dije, tratando de relajar el ambiente.

Se acercó a regañadientes en mi dirección, pero se detuvo. Así


cuando Brooklyn estaba a punto de entrar en la camioneta de Cameron,
dijo:

—No quería que eso pasara. No tenía idea de que tú serías


metida.

—Lo sé.

—¿Qué? —preguntó Brooklyn.

—Eso es lo que hago, Lorelei. Pero lo más importante, es que fue


su decisión.
Y eso era la verdad. Fue la decisión de la madre de Cameron. No
de Jared. No de Cameron. Fue ella y solo ella. Se sacrificó para salvarlo,
y Cameron tendría que lidiar con ese hecho. Por otra parte, tal vez ese
era el problema. Tal vez se sentía culpable porque ella dio su vida por él
y no podía aceptarlo.

—¿Así que, qué pasó? —preguntó Brooklyn—. ¿Me lo perdí de


nuevo? Dios, siempre me pierdo de las cosas buenas. —Se dio vuelta y
subió a la camioneta.

Glitch tocó la bocina con impaciencia, y le lancé una advertencia


silenciosa. Entonces Jared dijo algo que casi hizo que mis rodillas se
den por debajo de mí.

—Te vi. Hace trece años. Te vi allí, en el bosque, en los ojos de


Cameron de niño. Te vi exactamente como eres ahora.

Miré de nuevo. ¿Qué quiso decir? Negué con la cabeza.

—No lo entiendo.

—No sabía quién eras. Porque estaba viendo a través de los ojos
de Cameron, no pude leer nada. No estabas realmente allí.

—¿Me has visto mirando… solo ahora?

—Sí, hace solo trece años. Luego, cuando me enviaron aquí para
llevarte, te recordé al instante. Recordé el fuego quemando tan
brillantemente a tu alrededor, casi no podía mirar. Paré el tiempo para
estudiar tu rostro. —Se acercó y rozó sus dedos a lo largo de mi
mandíbula—. Tienes un alma remota, poderosa y tranquila. El
descendiente de Arabeth. Cuando te vi de nuevo, nunca quise quitar
mis ojos de ti. No podía dejarte morir. No podía dejar que te vayas,
nunca te volvería a ver de nuevo.

Bajó la cabeza y retorcí los dedos en su camisa cuando él se


inclinó para besarme, mi pulso disparado. Levanté mi cara a la suya,
esperando, esperando más de lo que quería en mi vida.

Así que, naturalmente, una fracción de segundo antes de que su


boca tocara la mía, Einstein tocó la bocina de nuevo.
—¡Glitch! —grité, abatida por su tiempo. Me volví hacia él. Se
sentó en su coche, la alegría evidente en su expresión. Lo había hecho a
propósito—. ¡Podría apuñalarte en el corazón!

Jared rió entre dientes.

—Tal vez deberíamos hablar de esto más tarde.

La decepción inundó todo mi ser.

—Supongo —le dije, y prometí hacer pagar a Glitch aunque fuera


lo último que haga en la tierra.
Capítulo 16
Una Luz Cegadora
Traducido por ZoeAngelikal & SOS crissern
Corregido por Key

El frío silencio de la noche en las montañas Manzano me


persuadió en un sosegado éxtasis. Las luciérnagas zumbaban con las
canciones de amor de los grillos. La suave brisa balanceaba las hojas
que se aferraban a la vida después de un festivo y fértil verano, creando
una suave y rítmica nana. Así que cuando un fuerte golpe cortó el aire
de la tarde como una bomba sónica, casi me salgo de mi piel.

—Cielos, cabeza-Glitch —dijo Cameron—. ¿Podrías ser más


ruidoso?

Glitch se giró hacia él frustrado.

—¿Alguien te dijo que vinieras?

—Por si lo recuerdas, el pastel de luna de ahí insistió. —Señaló


hacia Brooklyn mientras nos agachábamos detrás de una enorme
maceta.

—¿Pastel de luna? —preguntó Brooklyn con un fuerte susurro,


insultada por la mención.

—¿Y tú escuchas todo lo que ella tiene que decir?

Cameron se encogió de hombros.

—Podría estar equivocado —dijo Glitch, su voz mezclada con


sarcasmo—, pero creo que la puedes comer.

—Glitch —dije mientras me acercaba más—, ¿qué demonios estás


haciendo?
—Sí —dijo Brooklyn—. ¿Puedes o no puedes abrir cerraduras?

Miré a un lado.

—Oh, tío —gemí—. Rompiste su gnomo de jardín. Vamos a estar


muy jodidos.

Glitch soltó un suspiro de frustración.

—¿No se suponía que ustedes dos se quedarían escondidas con


Jared hasta que yo abriera la puerta?

—Bueno, estabas tardando demasiado. Estábamos preocupadas.

Casi me reí cuando bajó sus pequeñas herramientas de forzar


cerraduras, también conocidas como una lima modificada y un clip, su
enfado conmigo era obvio.

—¿Sabes dónde se supone que debería estar ahora?

Allá vamos.

—¿En el asador? —pregunté—. ¿Disfrutando una cena de bistec


regreso a casa de la victoria, cortesía del Club de Promotores Wolverine?

—¡Exacto! ¿Y por qué no estoy ahí?

Brooklyn alzó la mano excitada.

—¡La sé! ¡La sé! Porque te rogamos que usaras tus infames
habilidades de chico para ayudarnos a entrar en la casa de Ashlee y
Sydnee mientras ellas están fuera disfrutando una cena de bistec
regreso a casa de la victoria, cortesía del Club de Promotores Wolverine.

Gitch se giró sin comentarios y continuó trabajando en la


cerradura.

—¿Estaba en lo cierto, eh?

—Muy cierto —dije—. Te llevas puntos extra especiales.

—Tengo una idea. —Todos miraron a Cameron mientras


permanecía en pie de brazos cruzados en aburrida contemplación—.
¿Por qué no dejamos que Segador abra la puerta? Ya sabes, desde que
está en pie pareciendo molesto.
Levantamos la mirada para ver que Jared ya había encontrado un
camino a la casa. Él abrió la puerta.

—Gracias —dijo Glitch.

—Ya la había abierto antes. Tú la volviste a cerrar.

—Oh, lo siento.

—¿Qué es lo que estamos buscando? —Un poco descolocadas por


todo el asunto del fantasma, Brooklyn y yo nos apiñamos cuando
entramos en la enorme casa de tres pisos.

—Una presencia —dijo Jared.

—Creo que estamos buscando un fantasma. —Glitch recorrió la


habitación con los ojos muy abiertos.

—La misma diferencia.

—Fantasma, presencia, aparición —añadió Cameron—. Pero creo


que esto es algo más. Es demasiado fuerte. Puede que sea un duende.

—También lo siento —dijo Jared, asintiendo en conformidad.

Yo seguía comprobando la estancia.

—¿Quién diablos pone una alfombra blanca en una casa?

—Y una cornisa de oro —dijo Brooklyn—. ¿Podría esta casa gritar


más fuerte mi papá es más rico que el tuyo?

—¿Cuál es la diferencia?

—Bueno la cornisa de madera —explicó Brooklyn—, es mucho


más sutil y le añade un toque impresionante a cualquier habitación.

Glitch resopló su irritación con ella.

—Quería decir la cosa del fantasma-contra-duende.

—Oh, seguro.

Reprimí una risita.


—Una presencia, es más como una energía —dijo Cameron—,
dejada atrás cuando alguien muere. Suele ser el resultado de una
muerte traumática. —Cogió un jarrón de la repisa para examinarlo—.
Pero un duende —continuó—, bueno, es un duende. Ya has visto la
película. Son más fuertes y pueden estar realmente enfadados o
simplemente malos. ¿Qué piensas de esto? —Le lanzó el jarrón a Glitch,
que lo atrapó con manos temblorosas y luego le frunció el ceño a
Cameron antes de leer la inscripción.

Retrocedió con una expresión horrorizada y lo lanzó de vuelta.

—¿Mantienen a su abuela en la repisa? —preguntó, con un poco


de náuseas—. ¿Quién hace eso?

Cameron se rió mientras recolocaba la urna.

—Podría vivir en este sofá. —Brooklyn recorrió el tejido suave


mantecoso con la mano.

Asentí en acuerdo antes de dejar el cálido abrazo de mi mejor


amiga para inspeccionar un cuadro a través de la gran habitación.
Parecía algo del Renacimiento.

—¡Presencia! —Glitch señaló el rellano de arriba y luego cayó


hacia atrás sobre una mesa de café—. ¡Presencia!

—Eso fue rápido —dijo Cameron.

Levanté la mirada para ver oscuridad reunida cerca del techo,


flotando, mirando. Una clase diferente de miedo del que alguna vez
había conocido: un escalofriante, estremecedor y sudoroso miedo.
Envolvió tentáculos fríos en mis tobillos y reptó por mi columna hasta
la nuca. Esto era más aterrador que las películas. Quería correr más
que nunca en mi vida. Toda esta cosa de pelea-o-vuela se estaba
inclinando hacia este último. Entonces, sin aviso, se lanzó hasta
nosotros.

Me inundó más miedo, bombeando adrenalina a litros mientras


gritaba y me dejé caer en una alfombra adornada. La oscuridad pasó
sobre mí. Sentí su energía reverberando como un viento eléctrico,
erizando cada pelo de mi cuerpo.

La presencia se retiró a las sombras tan rápido como había


aparecido. Escaneé la habitación con los ojos abiertos mientras Jared
caminaba, no, se paseaba, hacia Glitch y le tendió una mano, y me
preguntaba si los seres supremos no tenían miedo de nada.

—Realmente —le dijo a su materia con total naturalidad—, eso


era un duende.

Cameron caminaba, no, se paseaba, hacia Brooklyn cuando ella


se acurrucó detrás del sofá con una alfombra sobre la cabeza. Él luchó
contra una sonrisa.

—Un duende enojado —dijo de acuerdo—. Y tan ingenioso como


es tu disfraz, estoy bastante seguro de que sabe que estás aquí.

—Por supuesto que lo sabe —dijo entre dientes—, contigo aquí en


pie dándole mi posición a cualquier duende en el país.

Se encogió de hombros y se giró para alejarse.

—¿A dónde vas? —preguntó ella, su voz de repente estridente.

Se rió y se quedó a su lado.

Me levanté con cautela, buscando las esquinas del techo


abovedado, intentando controlar mi pánico.

—Desapareció —dije desconcertada. Entonces la realidad me


alcanzó—. Espera, ¿Cómo es con exactitud que podemos verlo? Nunca
antes había visto un fantasma en mi vida.

—Tiene que querer ser visto —dijo Cameron, también buscando


en el techo—, los fantasmas tienden a ser escasos. Puedes agradecerle a
tu novio por esa pequeña visión. Es como un animal que se hincha
cuando se siente amenazado. Esta entidad se siente amenazada cuando
Segador se acerca. Está imponiéndose.

—¿De verdad? —pregunté.

—De verdad. Y es como un animal acorralado, hará cualquier


cosa por sobrevivir.

En realidad me estaba refiriendo a la parte de tu novio, pero nadie


necesitaba saber sobre eso.

Jared se me acercó y me giré.


—¿Todavía lo ves?

—No —dije intentando parecer valiente. Capté su esencia, limpia


y terrosa, y me acerqué a él—. ¿Nos puede herir?

Se encogió de hombros.

—Solo si quiere.

—Perfecto. Podrías haberlo mencionado.

—¿Y arruinar la sorpresa? —preguntó, con una expresión


juguetona. Se había sacado la chaqueta en el coche y sus músculos
estaban haciendo esa cosa de flexionarse-con-cualquier-movimiento que
me fascinaba hasta el trance.

—Creo que deberíamos irnos —dijo Glitch mientras iba hacia la


chimenea y agarraba un atizador—, y volver cuando realmente
tengamos un plan.

Antes de que pudiera responder, oí algo en un rincón a mis


espaldas. Cuando me giré para investigar, tuve que admitir que los
últimos días ciertamente habían sido los más surrealistas de mi
existencia. Había sido golpeada por un camión y luego devuelta a la
vida, visto al mundo congelarse a mi alrededor, impulsada al pasado a
través de la perspectiva de otra persona, y me había enamorado de un
ser superior.

Pero considerando todas las cosas, el enorme piano de cola se


había puesto patas arriba y había sido tirado hacía mí como si polter-
cosa estuviera jugando a trae-el-Steinway con un perro fantasma
enorme prácticamente con una tarta helada. Y con una cereza puesta
en la parte superior.

Al menos, cuando el camión me golpeó, no lo vi venir. Tal vez se


suponía que si había alguien que debía morir, esa persona no podía
escapar de ello. Tal vez nadie podría engañar a la muerte. No por mucho
tiempo de todos modos.

Mientras el piano se hacía más grande, Jared colocó sus dedos


debajo de mi barbilla y volvió mi cara hacia la de él. Esbozó una sonrisa
que podría hacer que las mujeres adultas suplicaran, y mi corazón se
quebró mientras una oleada de nostalgia me envolvió.
Un calor se apoderó, una extraña euforia. Me había enamorado de
un ángel, de un ser celestial tan antiguo como el tiempo mismo. ¿Qué
raro era eso?

Me tomó en sus brazos, un lugar en el que yo había querido estar


desde hace algún tiempo y dejó que sus ojos se cerraran. Cuando
levantó la cara hacia el cielo, un torrente de energía en cascada caía
sobre nosotros. Podía sentirla, potente y eléctrica.

—Quédense quietos —susurró al universo. Y el aire se espesó. La


tierra se desaceleró. Abrió los ojos mientras yo admiraba el brillante
mundo que nos rodeaba.

—Todavía puedes hacerlo —le dije, paralizada.

Él estaba disfrutando con mi fascinación.

Y mi fascinación creció, porque el piano, una vez sólido, pasó sin


causar daño a través de nosotros. Martillos y cadenas fluyeron a través
de mi cuerpo. Teclas y pedales flotaban más allá de mis ojos. Levanté la
mano y vi como mi bemol barrió a través de mis dedos.

—Tienen miedo de mi oscuridad —dijo Jared.

Miré hacia él. Sus ojos se habían convertido en piscinas ardientes


de fuego, como si un infierno los estuviera devorando desde adentro
hacia afuera.

—Siempre temen la oscuridad. —Su boca se inclinó hacia arriba


en una esquina con una sonrisa diabólica—. Pero la luz —dijo mientras
bajaba la cabeza—, la luz es mucho peor.

Me quedé inmóvil mientras su esculpida boca descendió en la


mía.

Un beso, suave como una brisa de verano.

Un destello de luz tan brillante, pude verla a través de mis


párpados cerrados. Al igual que una explosión nuclear. Purificación.
Depuración. El ajuste correcto de las cosas.

Entonces el mundo se apresuró a regresar con la fuerza de un


huracán. Oí el choque del piano contra una pared, astillándolo en mil
fragmentos de madera. La casa se sacudió. La entidad gritó.
Y la mano de Jared en mi espalda me atrajo hacia sí, me moldeó a
él. El beso se profundizó. Deslizó su lengua por mi boca, y separé mis
labios para dejarle entrar. Cuando su lengua se deslizó en el interior,
una sensación de hormigueo corrió a través de mí. Haciendo el interior
de mi abdomen, líquido y caliente.

Los gritos de la entidad haciendo eco en las paredes mantuvieron


el ritmo de mi pulso, con la sangre y la energía palpitante a través de mi
cuerpo, hasta que los gritos menguaron y se desvanecieron en la nada.
Un espeso silencio se instaló a nuestro alrededor y me di cuenta de que
la luz de Jared había desterrado a la entidad. Se había ido.

Me apretó más y me llevó hacía una pared, me empujó contra ella


y se prensó contra mí. Su cuerpo, sólido y fuerte, se sentía como acero
fundido contra el mío. Sus pulmones trabajaban mientras exploraba mi
boca con su lengua. Yo saboreaba su sabor, dulce como el caramelo.

Apoyando una mano contra la pared, se apartó del beso. Pero él


no me dejó ir. En su lugar, puso su frente en la pared junto a mí,
jadeando, sus músculos tensos como si algo le doliera.

—Lo siento —dijo, con su voz ronca y suave.

¿Lo lamentaba? ¿Qué? Me di cuenta entonces de que estaba


jadeando también. Mis piernas estaban débiles y estaba segura de que
me habría deslizado por la pared si él no me estuviera sosteniendo.

—Eres increíble —susurró entre respiraciones roncas.

¿Yo era increíble? ¿Se habría mirado en el espejo últimamente?

—¡Estoy ciego! —Glitch tendió los brazos mientras trataba de


navegar por la habitación—. ¿Qué demonios fue eso?

—La Luz de Jared —dije con orgullo embelesada en él. Sus


párpados se cerraron, apretó la mandíbula. Puse mis dedos en su boca,
cortada a la perfección, y él se turnó besando cada uno de ellos, luego
se deslizó a la palma de mi mano y la besó también, luego mi muñeca,
me observaba desde debajo de sus espesas pestañas. Cada contacto
suyo puso la piel de mi brazo de gallina.

—Bueno, se está volviendo un loco brillante —dijo Glitch—. Creo


que se me han quemado las retinas de los ojos.
Jared siguió mirándome por un largo momento, impresionante,
luego se volvió a Glitch.

—Creo que estas usando a la abuela del Sur.

Glitch se detuvo y se dio unas palmaditas a sí mismo. Cuando el


piano golpeó la pared, la urna debió haberse volcado y roto. Estaba
cubierto de ceniza.

—¡Sácala de mí! —Gritó mientras se giraba en círculos y rodó a


sus hombros—. ¡La llevo encima! ¡Sácala de mí!

Cameron se rió. Saltó casualmente sobre el respaldo del sofá y se


sentó en un brazo para mirar.

—Gritas como una chica, chico.

—Ella está en todas partes —dijo, con la voz teñida de un tipo


triste, patético de la desesperación—. Nunca voy a sacarla de mi pelo.

No pude evitar una burbuja de risa. Todavía tenía los ojos


pegados cerrados mientras negaba con la cabeza. Una fina nube de
ceniza lo rodeaba, me recordaba a un personaje de Charlie Brown.

—Holy Moly. —Brooklyn todavía tenía una alfombra sobre su


cabeza mientras corría hacia la ventana frontal—. ¡Ya están aquí! ¡Los
Southerns están aquí! —Se volvió y contempló el campo de batalla—.
¿Cómo vamos a explicar esto?

—No voy a explicar nada —dijo Cameron—. Me voy de aquí. —


Saltó del sofá y caminó hacia la puerta del patio. Entonces se detuvo y
se volvió hacia ella—. ¿Vamos?

Sin dudarlo, Brooklyn dejó caer la manta y se apresuró tras él.

Me agaché y maniobré en torno a una mesa de café para mirar


por la ventana. Pude ver dos faros serpenteando hasta la entrada.
Gracias a Dios que aparcamos en la calle principal y caminamos hasta
aquí.

Miré hacia atrás a Jared. Él me siguió hasta la ventana.

—Es demasiado tarde para ir a la parte de atrás —dijo—. Van a


ser capaces de vernos cuando aparquen en el garaje.
—Glitch, por amor de Dios, agáchate.

Seguía limpiándose a la pobre abuela del Sur.

—No puedo ver.

—Abajo, Glitch. Simplemente deja que la gravedad haga su


trabajo.

—Y sí —dijo Jared—, puedes ver. Trata de abrir los ojos.

Yo había vuelto a la ventana, pero oí a Glitch decir:

—Oh, sí. Gracias.

A pesar de tener un miedo de muerte, me reí. Él podía ser un


nerd. La cual era probablemente la razón por la que lo amaba tanto.

—Entonces, ¿qué hacemos? —le pregunté.

—Huir malditamente fuera de aquí, eso es lo que hacemos —dijo


Glitch. Se puso de pie al lado de nosotros.

—En realidad —dijo Jared—, esperamos. Tan pronto como se


cierre la puerta del garaje, escapamos y descendemos la montaña desde
aquí.

—Correcto —dijo Glitch—. Eso es lo que quise decir.

Me volví a mirar a Jared. Sus ojos oscuros brillaban como de


costumbre. Su boca formó una media sonrisa, con hoyuelos emergentes
en cada esquina.

—A la de tres —dijo.

Me coloqué y esperé el conteo.

—Uno —dijo, volviendo a ver que la puerta del garaje se


deslizaba—. Dos. —Tomó mi mano en la suya y se inclinó burlón a
susurrar en mi oído. Con la voz más tranquila, más sensual, dijo—:
Tres.

Nos levantamos de un salto y corrimos hacia la puerta de entrada


justo cuando la puerta del garaje se estaba abriendo.
—¡Espera! —susurró Glitch en voz alta—. ¿Dijiste tres?

—Vamos —le llamé de nuevo.

Nos colamos por la puerta principal, corrimos sobre el cuidado


césped, y huimos al bosque tan rápido como nuestros pies nos podían
llevar. Bueno, lo más rápido que mis pies me podían llevar. Tenía la
sospecha de que Jared y Glitch podrían haber corrido un poco más
rápido. Ellos apenas corrían.

Pero cuando llegamos al bosque, nos separamos de Glitch. Jared


dio instrucciones en voz baja.

—Abajo, Glitch. Simplemente deja que la gravedad haga su


trabajo.

Casi me reí. La adrenalina y el sabor de la libertad, el estar


huyendo de un allanamiento de morada y algunos actos bastante
fuertes de vandalismo se precipitó a través de mí como un viento fresco.
Corrimos tan rápido, que no podía creer que no me hubiera caído de
bruces. Pero Jared tenía un agarre firme en mi mano. Tiró de las
riendas cuando mis pies se deslizaron debajo de mí, me agarró del
brazo cuando me tropecé y me mantuvo semi-vertical en más de una
ocasión.

Luego se detuvo de golpe y me llevo detrás de un árbol, con


movimientos bruscos, calculados. De repente, en alerta máxima, lanzó
una mirada por encima del hombro, luego se agachó al suelo del
bosque, tirando de mí con él. Algo estaba mal.

—¿Qué está pasando? —le susurré.

Puso un dedo sobre su boca y me agachó más en el bosque.

—Escucha —dijo después de un momento.

—Creo que lo he tenido todo este tiempo —dijo la voz de un


hombre.

Casi me quedé sin aliento en voz alta. Jared me atrajo a su lado


mientras mirábamos a través de un espeso matorral a John Dell, el
periodista de investigación para el Canal de Turismo.

Se apoyaba contra un pino enorme, con el teléfono en la mano.


—No vas a creerlo —dijo, frunciendo el ceño a su cámara, que
solo podía mirar a la casa con incredulidad, su cámara colgando de su
hombro, olvidada. Su furgoneta había sido arrastrada a un claro detrás
de ellos.

—Es ella —continuó—, el profeta y uno de los chicos del otro día.
—Se detuvo un latido—. Cierto, el oscuro. Vas a tener que verlo por ti
mismo. Tiene las marcas de un mensajero, pero no lo es. No puede
serlo. Parece mortal.

El miedo se arrastró como arañas por mi columna vertebral y se


echó sobre mi piel, estremeciéndose a lo largo de la superficie.

Después de otra larga pausa, dijo:

—Oh, va a cooperar. Tengo varios delitos en cuarto grado en la


cinta para asegurarme de ello. Si algo le importa a la chica, va a
cooperar.

Yo estreché una mano sobre mi boca. Había grabado todo. Debe


de haber sido capaz de vernos a través de las grandes ventanas de la
fachada. Estábamos muertos. ¿Qué harían con Jared? Tendría que
pasar a la clandestinidad. Si la gente equivocada consiguiera algo de
que la grabación...

Él reportero espeluznante cerró el teléfono y se volvió hacia su


aturdida cámara.

—¿Qué te dije? Esto va a hacer mi carrera. Sabía que no vendería


mi alma al hombre a cambio de nada. —Luego, como si escuchara el
estruendo de mi corazón, volvió su cabeza hacia nosotros.

Jared me tiró al suelo y cubrió mi cuerpo con el suyo. Fue


entonces cuando me di cuenta de que la ira le había engullido. Se
sacudió con ella, su mandíbula estrechamente cerrada, mostrando los
dientes con furia.

—¿Quién está ahí? —Escuché que el reportero decía. Entonces


sus pasos crujían a lo largo del suelo del bosque.

Jared cerró los párpados y respiró profundamente, como si


tratara de controlar sus acciones. Luego puso una mano sobre mis ojos,
se inclinó y me susurró al oído.
—Pase lo que pase, no mires.

—Espera, ¿por qué? —susurré.

Pero mi pregunta fue ahogada por un suave gruñido de Jared, el


sonido profundo escoció mi piel con ansiedad. Cuando los pasos del
reportero llegaron a donde nos escondíamos, un silbido de aire pasó
sobre mí, me agitó el pelo, y el peso del cuerpo de Jared ya no estaba
presionando el mío. Abrí los ojos desobedeciendo completamente y me
encontré rodeada de un remolino, tangible, densa oscuridad, caliente, y
de tono negro. Se deslizó sobre mi piel como estática en la estela de una
tormenta eléctrica, y luego se filtró a través del pincel, una vistosa
niebla. Me recordó a la del fantasma, solo que más oscura, densa y
vibrante con vida.

Observé con la boca abierta, mientras la niebla se deslizaba a lo


largo del suelo del bosque. ¿Era esto lo que vio Cameron? ¿Era Jared
realmente la Parca? ¿Se iría ahora? ¿Volvería al lugar de donde vino?

Antes de que mi mente pudiera dar sentido a lo que estaba


sucediendo, me volví y miré a los ojos de John Dell. Su boca se torció en
una mueca cuando llegó hacia mí. Empujé su mano a un lado y me
apresuré hacia atrás, con los ojos muy abiertos mientras Jared se
materializó tras él. Un instante después, John Dell voló por el aire. Su
cuerpo se estrelló contra el costado de la camioneta mientras que otro
técnico se asomaba por la puerta lateral abierta con sorpresa.

Me puse de rodillas para ver. Cada movimiento que Jared hizo


dejó una estela de gruesa niebla persistente, como si fuera solo de carne
en parte, solo una parte humana. Le dio al técnico una rápida mirada y
luego le tocó la frente. El hombre se desplomó, cayendo de bruces al
suelo. Entonces Jared se volvió a mirar al camarógrafo. Había dejado
caer la cámara y tomaba poco a poco distancia, colocando un pie detrás
del otro, y los brazos levantados en señal de rendición. Pero Jared
estaba delante de él al instante, envuelto en humo y sombras. Otro
toque. Otra caída. Así que tranquilamente, dio una nueva definición a la
palabra misteriosa.

Mis pulmones, estaban completamente paralizados, quemado con


necesidad de aire. ¿Habían muerto esos hombres? ¿Jared los mató?

Un segundo después, un fuerte chasquido resonó a través del


bosque, y miré justo a tiempo para ver la caída de John Dell al suelo,
con la cabeza torcida en un ángulo extraño, con el cuello claramente
roto.

Jared dio un paso atrás mientras el hombre caía ante él, y me


obligué a cerrar los ojos, de repente con miedo de mirar, y ver de lo que
era capaz. Luego se volvió gruñendo como un animal, como un trueno
resonando. El sonido inhumano envió nuevos escalofríos sobre mí. Me
puse de pie y di un paso cauteloso hacia atrás. Como si recordara que
estaba allí, se volvió. El calor de su furia irradiaba hacia mí, caliente y
palpable. Dio un paso hacia mí, con la cabeza baja, el pecho agitado,
con los ojos brillantes como cuando un depredador se prepara para su
próxima presa.

Y corrí. Reuní toda la fuerza que tenía y corrí como nunca había
corrido antes. Un miedo cegador me llevó hacia adelante. Las ramitas y
ramas azotaban a través de mi cara cuando me resbalé y tropecé por la
ladera. Mi corazón latía tan fuerte, que podía oírlo palpitar en mis oídos.
En el fondo de mi mente, sabía que nunca podría correr más rápido,
pero mis pies no me importaban. Empujando, bombeando, tropezando,
atrapando, y bombeando de nuevo. De hecho, me caí dos veces, como
esos pollitos en las películas de terror, en los desniveles del terreno casi
imposible de navegar. Pero me puse de pie y empecé a correr hacia la
carretera de nuevo.

El Subaru de Glitch apareció como un refugio debajo de mí. A


pocos metros más. No me había cogido todavía. Pocos metros más y
estaría a salvo. O al menos eso es lo que me decía a mí misma.

Entonces él estaba allí. Delante de mí. Jared. Ya no una aparición


de humo y niebla, sólido, de carne y hueso, mirándome con una mezcla
de preocupación y enojo. Me detuve de golpe y terminé cayendo al suelo
para no caer en él. Cuando llegó abajo, traté de trepar fuera de su
alcance.

—Lorelei —dijo—, espera.

Corrí fuera de su alcance con el ceño fruncido, con una


advertencia para que no se acercara más. Parecía normal de nuevo.
Normal. Al igual que él no había sido solo algo... no.

—Lorelei, puedo explicarlo.

Cameron estaba allí al instante, de rodillas junto a mí.


—¿Qué pasó?

—¡Chicos! —Glitch vino corriendo por la montaña, gritando sin


aliento—. Chicos, hay tres hombres inconscientes allí arriba. —Se
detuvo a mi lado y se inclinó, jadeando—. Lo juro. Creo que están
muertos.

Había tropezado con la masacre. Eso significaba que había estado


cerca cuando Jared lo hizo. Miré hacia atrás a Jared, con mis ojos muy
abiertos.

—¿Le habrías herido también?

Jared me miró como si no pudiera mirarme a la cara.

—Si lo hubiera visto —seguí—, ¿le hubieras hecho daño también?

Cameron se quedó inmóvil, con los músculos tensos, su expresión


era cautelosa.

—¿De qué estás hablando, Lor? —preguntó Glitch, jadeando con


esfuerzo a mi lado.

—¿Le hubieras matado? —Le pregunté de nuevo, mi voz era un


susurro, con miedo de lo que podría decir.

Manteniendo su cara apartada, dijo:

—No maté a nadie.

¿Pero no fue eso lo que hizo? ¿No era su trabajo? Tal vez la
muerte era tan natural para él, que no se lo pensó dos veces. Tal vez,
cuando su temperamento estalló, no pudo detenerse.

Negué con tanta fuerza, mis dientes castañeaban. Lágrimas


nublaron mi visión y me las limpié con enojo. En algún lugar en el
fondo de mi mente, sabía que iba a caer en un estado de shock.
Simplemente había visto la muerte de tres hombres inocentes. Todo se
paralizó, cada sonido se hizo eco en mi cabeza, y un dolor desesperado
me tragó entera. Sabía cosas que no quería saber, vi cosas que no
quería ver.

¿Cuándo empezó todo a ser tan grave? ¿Tan real? Jared no era
humano. No pertenecía a este plano, al igual que Cameron, dijo. Estaba
atrapado aquí por mí. Y claramente, podía matarme en un instante si
quería. N había sido consciente de ello antes. Ahora tenía otra opción.

Oí voces, pero no podía entenderlas. Entonces sentí a Cameron


cogerme y descender el resto de la montaña. Débilmente, como en un
sueño, oí a Jared llamándome. Pero Cameron gritó por encima del
hombro.

—Vuelve a de donde viniste, Segador —dijo, con voz enfadada.

Entonces estábamos en un coche. El interior del coche se sentía


como una funeraria. El interior de mi corazón se sentía aún más
muerto, un hueco vacío donde una vez había habido vida. Había
empezado a llorar y no estaba del todo segura de por qué. Glitch me
sostuvo en el asiento trasero y Brooklyn se sentó a nuestro lado,
acariciando mi pelo, susurrando promesas de que todo iba a estar bien.

Pero ella no vio lo que yo vi. Traje un ser supremo a este plano.
Una fuerza tan poderosa que incluso otras entidades sobrenaturales le
tenían miedo. Una fuerza que no jugaba con nuestras reglas. No creía
en nuestro conjunto de normas morales. Y le había dejado suelto sobre
la raza humana.

Nada volvería a estar bien de nuevo.


Capítulo 17
Un Animal Diferente
Traducido por moonsdaughter & SOS Fedee Black
Corregido por Pily

Una semana después, la investigación de las lesiones de los tres


empleados del Tourist Channel fuera de la residencia Riley’s Switch
continuaba. Lesiones. Ninguna muerte. Todo lo que el equipo había
grabado desde su llegada había sido borrado, junto con cualquier
prueba de lo que habían estado haciendo afuera de una residencia
destrozada. Ninguno de los hombres podía recordar lo que pasó. Apenas
podían recordar sus propios nombres. Los policías interrogaron a casi
todos en la ciudad y rastrearon la zona en busca de pistas. El rastro se
borraba con cada vuelta.

Sabía que podría parecer sospechoso si no iba a la escuela, pero


no podía controlarlo. Me sentía como si el mundo se hubiera
abandonado debajo de mí. Todo lo que había aprendido. Todo lo que
había visto. Y para colmo, Jared se había ido. Me había alejado de él en
el momento en que me mostró su verdadero yo, prácticamente
ordenándole que se fuera. Se fue por mi culpa. Dijo que no mató a
nadie, y, evidentemente, no lo había hecho. Pero no quise escucharlo.

Sin embargo, el cuello de aquel hombre se había roto. Lo escuché.


Vi el ángulo antinatural de la cabeza sobre sus hombros mientras se
desplomaba en el suelo. Y aún, de acuerdo con los informes policiales,
no hubo muertes. Los tres hombres estaban presentes y justificados.
Había acusado a Jared del peor crimen imaginable y lo condené incluso
antes de que tuviera la oportunidad de explicarlo. No era mejor que
aquellas personas que habían quemado a mi antepasado, la profeta
Arabeth, en las calles de la aldea. Sin pruebas. Sin posibilidad de
defenderse. Solo una aldea llena de temor y superstición. ¿Cómo era yo
mejor?
Con todas las preguntas y dudas sobre lo que pasó retumbando
en mi cabeza, perdí una semana de clases. Una semana entera. No lo
había hecho desde que había tenido neumonía en quinto grado. La
tarea que Brooklyn me trajo todos los días estaba en mi escritorio
intacta. Al igual que el almuerzo que mis abuelos me habían traído más
temprano. Venían de vez en cuando para ver cómo estaba. Sabía que
querían respuestas, pero no podía hablar de eso, todavía no. E incluso
si pudiera, tendría que salir con una mentira tremenda. Todo el
simplemente no me siento bien solo duraría un tiempo. No tenía idea de
lo que les iba a decir.

Y para colmo, había perdido mi collar. De nuevo. Debí haberlo


perdido en la casa de los Southerns o en el bosque a las afueras de ella.
De cualquier manera, me preocupaba que, si lo encontraban, podría
desencadenar preguntas que posiblemente los llevaran a nosotros.

—Ahí está —dijo Glitch mientras él y Brooklyn entraban en mi


habitación llevando pizza y refresco de naranja.

—¡Uf! —dijo Brooklyn—. Estábamos preocupados de que pudieras


haberte ido de fiesta, siendo viernes por la noche y todo eso.

Sonreí y me senté. Mi cama era un desorden arrugado, al igual


que mi pijama y muy posiblemente mi cabello, pero al menos había
podido tomar una ducha.

—¿Cómo estuvo el juego?

Glitch se encogió de hombros y acercó una pequeña mesa sobre


la cama.

—Ganamos. ¿Cómo estuvo tu día?

La depresión que había tenido se tambaleó dentro de mí. No podía


mirar, ni hacer, ni decir nada que no causara una profunda tristeza. La
ausencia de Jared había dejado un agujero en mi corazón. Mi
comportamiento hacia él fue reprensible. Después de todo lo que había
hecho por mí, lo arrojé a los lobos en la primera oportunidad que tuve.

Respiré profundamente y tragué firme.

—¿Deberíamos invitarlo? —pregunté a Brooklyn.

—No lo sé. ¿Qué piensas tú?


—Bueno, has traído Dr Pepper. —Miré el pack de seis en sus
manos.

Una sonrisa triste se extendió por su rostro. Estaba triste por mí


y me sentí tan culpable por eso.

Se acercó a la ventana, la abrió y se asomó.

—Oye, rubio. Tenemos pizza. ¿Puedes dejar tu puesto por un


rato?

Después de un minuto, Cameron trepó por la escalera de


incendios. Brooklyn le dio una porción de pizza y un refresco. Cerró la
ventana y se sentó en el asiento allí mientras Glitch se sentaba en mi
escritorio y Brooklyn se ponía cómoda a los pies de mi cama.

Tenerlos a todos conmigo, de repente me hizo sentir hambrienta.


Devoré dos rebanadas de pizza antes de mordisquear lentamente la
tercera.

—En realidad no esperaba que comieras algo —dijo Glitch,


decepcionado. Forcé una pequeña risa—. Ahora voy a tener que hacer
palomitas para llenar el vacío.

—Oh, sí —dijo Brooklyn—. Trajimos una película. —Tomó y sacó


un DVD de su bolso—. Es tu favorita.

Lo miré.

—Rocky Horror Picture Show no es mi favorita. Es tu favorita.

—Lo sé —dijo—. Pero me di cuenta de que no disfrutarías


cualquier cosa que traigamos de todos modos, así que al menos yo
debería tener algo de diversión.

¿Qué haría sin mis mejores amigos? Espera un minuto. ¿Qué


haría? ¿Y si de repente murieran o se mudaran o fueran deportados?
¿Pueden deportar a los estadounidenses a países extranjeros? ¿Qué
haría?

Las lágrimas comenzaron a picar mis ojos y me giré para tomar el


inhalador de mi mesita de noche. Después de una rápida aplicación, me
senté respirando profundo con el rostro apartado hasta que no pude
controlar mis emociones.
—No tienes que esconderte de nosotros —dijo Cameron.

No me volteé.

—Lo sé. Esto es algo realmente vergonzoso.

—Lor —dijo Brooklyn—. Mírame.

Me volví hacia ella, mis mejillas húmedas me delataban.

Se inclinó y cubrió mis manos con las de ella.

—No sé qué hacer. Cómo ayudarte.

—Estás ayudando —dijo Cameron, siempre pragmático.

Un nuevo suministro de lágrimas brotó de mis ojos, a la espera de


que alguien diga algo correcto o incorrecto, o al menos alguna cosa.

Miré a Glitch.

—¿Así fue para ti?

Fue sorprendido con la guardia baja, con sus labios apretados.


Habíamos llegado a un acuerdo hace mucho tiempo de no hablar de las
vacaciones de primavera del segundo año, pero tiempos desesperados
requerían medidas desesperadas. Bajó la mirada a su pizza.

—No. Solo estaba… en shock o algo así. No sé qué pasó. Apenas


lo recuerdo.

—¿Quizás Cameron pueda arrojar algo de luz? —Lo miré, con mis
cejas levantadas en señal de pregunta.

—Nunca he hablado de eso —dijo Glitch sorprendido—. ¿Qué te


hace pensar que Cameron tenía algo que ver con eso?

—Solo es una suposición. ¿Estoy equivocada? —Cuando ninguno


respondió, supe que estaba en lo cierto—. Glitch, ¿qué pasó? ¿Fue algo
como lo que ha estado pasando aquí?

—No, cariño. —Negó—. Ni siquiera cerca.

Miré a Cameron.
—¿Tenía algo que ver con un ángel? ¿Con Jared?

—No, Lorelei —dijo—. Tenía que ver con dos personas muy malas.

—Cameron —susurró Glitch en voz baja. Se movió en su silla, de


repente incómodo. Decidí dejarlo pasar. Si no hay conexión, no había
ninguna razón para presionar por información. No por ahora, de
cualquier modo.

—¿Cómo se veía? —preguntó Brooklyn cuando menos lo


esperaba.

Sabía a quién se refería sin preguntar. Les había contado sobre


Jared, de cómo se había transformado en el bosque. Creo que los dejé
con la impresión de que se había convertido en un monstruo enorme,
verde, de un solo ojo.

A pesar de que no lo había hecho, no sabía cómo decirles lo que


parecía.

—Nunca me creerían —dije.

—Déjame entenderlo —dijo Glitch—. Acabamos de presenciar


cosas a que la mayoría de los humanos están completamente ajenos. La
detención del tiempo, la cosa esa volviéndose transparente así un piano
de cola puede pasar a través de ti, el destierro de un fantasma, el
misterioso golpe de memoria de tres hombres en un bosque... pero no,
tienes razón. Probablemente no te creeríamos.

—En serio, Lor —dijo Brooklyn—. ¿Cuán más raro puede


volverse?

—¿Era, como, todo grotesco o algo así? —preguntó Glitch.

—No. —Hice una pausa y recordé—. Era hermoso.

—¿Hermoso? Pensé que daba miedo —dijo Brooke, claramente


preguntándose cuál era la gran cosa.

—No dije que no daba miedo. Solo dije que era hermoso.

—¿Las chicas realmente llaman a los chicos hermoso? —Cameron


parecía horrorizado.

Brooklyn sonrió satisfecha.


—Está bien —dije—, pero tienes que tener la mente abierta. Eso
también va para ti, Glitch.

—Hemos pasado por esto, ¿recuerdas? Estoy totalmente abierto.


—Estiró sus brazos totalmente para demostrarlo—. Soy un libro abierto,
una puerta abierta, un cartel abierto de neón que destella en rojo y
azul.

—Tu bragueta está abierta también —dijo Cameron.

—Hombre. —Se giró y subió la cremallera de sus pantalones


antes de voltearse—. Bien, estoy listo.

—Estamos listos —corrigió Brooklyn—. Podemos hacerlo. Estamos


aquí para ti. Puedes decirnos, nena.

—Bien, aquí voy. —Dudé un momento, rezando para que no me


comprometieran después—. Parecía... bueno... un ángel de la muerte.

La sala quedó en un silencio sepulcral. Los tres se sentaron


mirándome fijamente. Ningún movimiento. Ni expresión. Tal vez no me
escucharon.

Glitch, como siempre, fue el primero en romper el silencio.

—Pizza, ¿alguien? —Extendió la caja de pizza.

—Glitch. —Comencé, pero Brooklyn me interrumpió.

—Eso fue en cierto modo decepcionante. —Parecía desilusionada.

Por alguna razón, estaba bastante ofendida.

—¿Has visto alguna vez a un ángel de la muerte?

—Sí —dijo Cameron, levantando una mano—. Pero de hecho hay


solo uno.

Lo miré.

—Cuando lo llamaste la muerte, pensé que estabas, ya sabes,


exagerando. Así que ¿realmente hay un ángel de la muerte?

Se encogió de hombros y respondió:


—En realidad no. En cierto modo, no lo sé. Ese es solo uno de sus
nombres. Y si me preguntas, es el que mejor le queda.

—Así que —dijo Brooklyn—, ¿tenía una guadaña? Ya sabes,


¿cómo en las películas?

—Es gracioso —dijo Glitch—. Pizza, ¿alguien?

—Glitch —dijo Brooklyn—, deja de tratar de cambiar de tema.


Pero, en serio, ¿viste uno?

—De hecho, no lleva una guadaña —dijo Cameron—. Mata igual


de bien sin una.

Algo extraordinario me apretó alrededor de la garganta cuando


dijo eso. Mi segunda impresión de Jared en la forma de la muerte fue
muy similar. No necesitaba ninguna ayuda para hacer su trabajo. La
primera fue solo una sensación general de ¡mierda!

—Si bien tiene una espada horrorosa, daría mi brazo derecho por
tenerla —continuó Cameron.

—Es cierto. —Acerqué mis rodillas a mi pecho—. Tenía una


espada en mi visión.

—Pero ¿era hermoso? —preguntó Brooke.

—Lo era —dije—. Impresionante. Cautivante. Era como el humo y


también sólido al mismo tiempo, y fuerte, como si pudiera aplastar un
camión si hubiera querido.

—Podría hacerlo —dijo Cameron, mirando su pizza


distraídamente—. Créeme. —Le dio otro mordisco.

Cameron realmente no estaba ayudando.

Examiné la habitación para tener una idea de mi público.


Brooklyn estaba absorta en sus pensamientos. Glitch parecía estar
tomándolo bien. Tenía en una mano la caja de pizza y en la otra
sostenía una porción mientras masticaba, con los ojos entornados como
si intentara imaginarse cómo se veía Jared. Cameron, por otro lado,
parecía completamente ajeno, como si tratara con este tipo de cosas
todos los días. Supongo que lo hacía. Estaba comenzando a entender lo
que podría haber estado pasando durante toda su vida. Claramente
había estado insensibilizado.

Terminó su último bocado de pizza y se paró y miró hacia afuera


por la ventana.

—¿Cameron? —dije, limpiándome las manos con una servilleta.

Miró por encima de su hombro y luego se volvió hacia la ventana.

—¿Cómo puso Jared a esos hombres a dormir? —pregunté—.


Quiero decir, solo los tocó y se desplomaron.

Un suspiro se escapó de sus labios.

—No lo sé. Nunca he visto eso. —Extendió la mano y limpió la


condensación del vidrio con la manga de su chaqueta de jean—. Y el
hecho de que sentiste el calor que emana de él me tiene bastante
desconcertado también.

—¿Eso nunca ha pasado antes? —pregunté.

Negó.

—Al menos convenientemente borró todas las evidencias de


nuestro allanamiento de morada —dijo Glitch.

—Pero ¿estamos completamente seguros de que lo hizo? —


preguntó Brooklyn, apoyando los codos en sus rodillas—. Esos
investigadores de la escena del crimen estuvieron allí por mucho
tiempo. Por lo general no investigan intensamente a menos que haya
habido un asesinato o un secuestro o algo así. Quién sabe, el Sheriff
podría estar mirando la grabación mientras hablamos.

Ella tampoco ayudaba. Por dentro era un revoltijo de nervios y de


tristeza profunda y empalagosa.

Después de un momento, y un par de tragos de Dr Pepper,


Cameron dijo cuando menos me lo esperaba.

—Lor, está el hecho de que vas a tener que conformarte


finalmente.

Me enderecé, tomé mi mono de peluche harapiento, y apoyé la


espalda contra la cabecera de la cama.
—Está bien.

Parecía indeciso, como inseguro de cómo poner en palabras lo que


quería decir. Cuando habló, lo hizo con reverencia, cada palabra
cuidadosamente elegida.

—Necesitas entender que Jared es el bien, sí, es luz. —Fijó su


atención en mí, y sabía que no me iba a gustar el resto de lo que tenía
que decir—. Pero también es oscuridad, Lor. Fue creado para un
propósito muy específico y tiene más poder que sus hermanos. Cuando
un ser superior dice oscuridad, lo que quiere decir es ausencia total de
luz. De falta de bien. ¿Sabes lo que significa? —Cuando negué,
continuó—. La ausencia de bien es una buena manera de decir
“maldad”. Hay una parte de él que es el mal.

—Pero ¿no se puede decir eso de casi todos? —pregunté, saltando


en defensa de Jared—. ¿No tiene cada ser en la tierra la capacidad para
el mal?

Frunció el ceño.

—No así. No en ese grado. No estoy diciendo que tiene la


capacidad para el mal, Lorelei. Estoy diciendo que es el mal. Es una
parte de él como el pelo caoba y los ojos grises color humo lo son para
ustedes. Está en él. En su estructura genética. Inherente y pura.

—Y por eso es bueno —argumenté.

—Es cierto. Pero solo para ser claros, los seres sobrenaturales no
se asustan fácilmente. Tienes que ser bastante poderoso como para
asustar a Casper y hacer que se mee encima. A menudo los fantasmas
no le tienen miedo a los seres angelicales, Lor. Pero sin embargo, están
aterrorizados de Jared.

Tomé un sorbo de mi refresco, luego froté mi rostro en la barriga


de mi mono.

—Creo que es más bueno que malo —dije, parándome en el suelo.

—Podrías tener razón. —Se apoyó en el marco de la ventana—. No


estoy diciendo que no lo sea.

—Cuando lo vi en el bosque —dije, tratando de explicar—, cuando


se transformó, yo solo... en cierto modo perdí el control. Hui de él. Era
tan grande y estaba tan enojado que pensé que había matado a ese
hombre, así que hui.

—Lor —dijo Brooklyn—. Hiciste totalmente lo correcto.

—Pero cuando pensé en ello después —continué—, me di cuenta


de que estaba protegiéndome.

Cameron no estuvo de acuerdo.

—No puedes saberlo.

—Sí que puedo. Me empujó al suelo, y luego se transformó y los


atacó como si me estuviera protegiendo. Solo que estaba muy asustada
cuando lo vi. Solamente soy una chica —dije, completamente
decepcionada de mí.

Brooklyn se deslizó a mi lado y envolvió sus brazos alrededor de


mis hombros.

—Me hubiera gustado haber estado allí contigo. Siento tanto que
pasaras por esto tú sola.

Apoyé mi cabeza contra la de ella.

—Has pasado por una experiencia traumática —dijo Glitch—.


Tomará un tiempo superarlo.

—Lo sé, pero creo que es más la pérdida. No puedo creer que se
haya ido. Sé cómo suena después de todo lo que pasó. Él es
probablemente la última persona que echaría de menos, pero…

—No se ha ido —dijo Cameron.

Mi cabeza se levantó bruscamente. Lo miré con más esperanza de


la que quería.

—Nunca se fue —dijo de mala gana—. Ha estado aquí todo el


tiempo.

—¿Aquí? Como, ¿dónde aquí?

—¿Por qué crees que he estado vigilando la escalera de incendios?


Está cerca.
Ahora la parte triste.

¡Mi alma se dio a la fuga! ¡Mi corazón voló alto! Una sensación de
mareo delirante y euforia, se apoderaron de mí con el conocimiento de
que Jared estaba todavía aquí. No se fue. No regresó trabajo diario.

—¿Sabes dónde está? —preguntó Brooklyn.

—No, pero puedo sentirlo.

—¿Qué sientes? —pregunté, deseando que la pequeña pizca de


conocimiento me sacara de apuros mientras me preguntaba si lo
volvería a ver.

Hizo rechinar sus dientes, dudó y luego dijo en voz baja:

—Dolor.

Salté y corrí a la ventana, buscando en la distancia algún rastro


de él.

—¿Está herido? ¿Está tirado en alguna parte?

—No, no ese tipo de dolor. Un dolor como el tuyo. Profundo.


Desesperado. Es inquietante. Entre los dos, estoy al borde de
suicidarme.

Puse una mano en la ventana, deseando que volviera, rezando.


Pero solo saber que no se había ido para siempre causó un torrente de
lágrimas que me picaron en la parte de atrás de mis ojos.

—Por favor, no llores.

—Qué mierd… —Glitch se cayó de su silla y Brooklyn gritó antes


de cubrir su boca con sus manos.

Cerré los párpados. Su voz era como el agua en un desierto llano


y abrasador, grato y nutritivo.

—Lo siento, Lorelei. No quería asustarte.

Sin pensarlo, sin la menor duda, me di vuelta y corrí a sus


brazos. Me levantó del suelo y me sostuvo durante mucho tiempo, su
abrazo poderoso, su cuerpo cálido, envolviéndome.
—Lo siento mucho.

—No —dije entre risas histéricas—. Yo lo siento.

—¿Tú? No tiene ninguna razón para hacerlo.

—Después de todo lo que hiciste por mí, después de haber


salvado mi vida una y otra vez, me vuelvo en tu contra en un instante.

—No te pusiste en mi contra —dijo exhalando—. Estabas


asustada.

—Oh, Dios mío —dije mientras rodeaba su cuello con mis brazos
y envolvía mis piernas alrededor de su cintura—. Estás de vuelta.
Estaba tan preocupada.

—Lo siento.

—No, yo lo siento.

—Oh, ¡por todos los cielos! —dijo Brooklyn—, dejen de


disculparse. Y, tú —dijo amenazadoramente a Jared—, ¿dónde diablos
has estado?

Enterró su cara en mi cuello.

—Pensé que debería mantener distancia por un tiempo, ya sabes,


en caso de que nunca quisieras volver a verme.

—Por favor —dijo Glitch—, si el campo corto y el pastel de luna


nunca quisieran volver a verte, serías el primero en saberlo.

Me incliné hacia atrás para mirarlo. Su mandíbula se oscureció


por días de rastrojos, el pelo enredado, descuidado, con los ojos
brillantes por la emoción. Después de un momento, su boca llena
inclinó en una sonrisa de medio lado y no pude evitar el suspiro que se
deslizó de mis labios. Parecía totalmente un supermodelo.

Miró a Cameron y asintió con la cabeza.

—Cameron.

—Jared —dijo Cameron.


Su saludo era fresco, pero incluso eso era mejor que la
alternativa: nueve rondas en la casa McAlister. Los oscuros ojos de
Jared cansados sobre los míos. No esperé este momento. La vida era
demasiado corta. Me incliné y le di un beso justo en la boca. El beso se
profundizó al instante, al igual que cada uno de nosotros teníamos que
beber del otro. Mis labios se abrieron y su lengua se aprovechó al
instante, probando y explorando. El calor que emanaba se filtró en la
tela de mis pijamas. Suspiró en mi boca y yo respiré en la suya.

—Esto es incómodo —oí decir a Glitch.

Justo en ese momento sonó un golpe en la puerta.

—Cariño, ¿podemos entrar? —Era mi abuela.

Rompí el beso y me lancé al suelo. Mareada por el jadeo pesado,


miré a mi alrededor para ocultar la evidencia antes de darme cuenta
que no había pruebas que ocultar. Bueno, está bien, yo podría hacer
esto. Después de una respiración profunda para calmarme, y una
rápida sonrisa a Jared, di un paso atrás, alisé mi pijama, entonces dije:

—Entra, abuela.

Abrió la puerta lentamente y miró a su alrededor.

—Comiste —dijo, sonando satisfecha.

Miré hacia atrás a la caja de pizza vacía.

—Oh sí. Me siento mucho mejor.

Con un pretendido placer, me ofreció su sonrisa de estoy-


escondiendo-algo. Debería haber sabido que estaba tramando algo.

—Bueno —dijo, examinando la habitación rápidamente—,


entonces a ustedes niños no les importará bajar las escaleras un rato.

—Pero…

Cerró la puerta antes de que pudiera discutir. Entonces, cuando


menos lo esperaba, la abrió de nuevo y dijo:

—Todos ustedes.

—Pero…
Nop. Se había ido.

Hombre, esa mujer era rápida cuando quería serlo. Pero ponla al
volante de un Buick...

—Um, tal vez deberías vestirte —sugirió Glitch.

—Oh, sí, probablemente tienes razón. —Ofrecí a Jared una


sonrisa tímida, apenas dándome cuenta de lo que debía parecer, antes
de mendigar un par limpio de pantalones vaqueros y una camiseta
negra—. Caray, esto se ve bien —dije, corriendo al baño, de repente no
pude mirar a los ojos de Jared. Juré sobre todas las cosas santas que si
mi cabello se veía mal, Dios y yo íbamos a tener una larga charla en la
iglesia este domingo.

Me cambié rápidamente, me lavé los dientes, y pasé mis dedos


húmedos a través de la fregona en la parte superior de mi cabeza más
comúnmente conocido como el pelo. No era horrible, pero siempre había
espacio para mejorar. Lo dejé caer sobre mi espalda y ofrecí una oración
en silencio, con la esperanza de que a Jared le gustaran las pelirrojas.
O castañas oscuras. De cualquier manera. No parecía importarle mi
color. Hasta ahora, todo bien. Un niño una vez rompió conmigo en el
tercer grado, porque dijo que no se dio cuenta que tenía el pelo rojo
hasta que salimos al patio durante el recreo. Nuestro amor había
durado veinte minutos. Así que, mientras Jared y yo nos quedáramos
fuera del sol, estaríamos bien.

Salí a enfrentarme al grupo, aunque me concentré en Jared al


instante. Estaba recostado contra la pared, con los brazos cruzados
sobre el pecho apreciándome, la apreciación encendía su rostro.

—¿Estamos listos? —Le pregunté, mi voz más débil de lo que


esperaba.

—No voy —dijo Cameron.

Brooklyn se volvió hacia él, con la boca abierta.

—Ella dijo todos nosotros, Cameron. Significa que tú también.

—El infierno lo hace —dijo, haciéndose con la escalera de


incendios.

Ella se lanzó hacia adelante y tomó su camiseta.


—De ninguna manera. Si uno de nosotros se enfrenta al pelotón
de fusilamiento, todos enfrentamos al pelotón de fusilamiento.

—Esos son ilegales ahora, ¿verdad? —preguntó Glitch.

—¿Crees que esto es sobre el piano de los Southerns? —Le


pregunté, repentinamente nerviosa. Esa cosa debe haber costado una
fortuna—. Estamos tan reventados.

La boca de Jared formó una línea sombría.

—No creo que a nadie ahí abajo le preocupe el piano de los


Southerns.

—Bueno, está bien, supongo que eso es bueno. —Elevé mis cejas
a Brooklyn, que asintió a medias, claramente preocupada ahora mismo.

Cuando empezamos a bajar, Jared envolvió una mano alrededor


de la mía mientras Brooklyn arrastraba a Cameron por el dobladillo de
su camisa. Glitch cerraba la marcha. Las escaleras llevaban a la cocina,
pero he oído voces en la sala de estar más allá de eso. Y no solo mis
abuelos. Sorprendida, le pregunté a Jared por encima de mi hombro.

—¿Qué querías decir con nadie ahí abajo? ¿Quién está aquí?

—Lorelei. —Me llevó a un descanso justo antes de llegar a la


puerta de la sala y se acercó más—. Digan lo que digan, hagan lo que
hagan, quiero que recuerdes quién soy.

Después de un intento fallido de una sonrisa, le pregunté:

—¿Quién eres? —Estaba tan completamente confundida. ¿Quién


estaba en mi casa? ¿Y qué tenía que ver esto con Jared?

Dejó escapar un suspiro largo y fulminante.

—Soy el mismo chico que solía ser hace cinco minutos. No he


cambiado.

Me obligué a pensar racionalmente. ¿Qué es lo que realmente yo


sabía sobre Jared? Cada pizca de información que recibía de él entraba
en conflicto con algún otro poco, como tratando de armar un
rompecabezas donde las piezas no encajaban. Pero sabía que me había
salvado la vida. Más de una vez. ¿No era eso lo único que importaba?
Cameron se puso detrás de él y le habló por encima del hombro.

—¿Preocupado? —preguntó con una sonrisa confiada.

—¿Qué está pasando? —pregunté a Jared con preocupación.

Cameron se paseó por delante de nosotros y pasó por la puerta


que llevaba a la sala de estar.

—Hora del espectáculo —dijo, con una sonrisa amenazadora en


su rostro.

La puerta se abrió, y una habitación llena de gente se puso de pie


y nos enfrentó, como una fiesta sorpresa y sin fiesta.
Capítulo 18
Santuario
Traducido SOS por Fedee Black
Corregido por Pily

Las luces brillantes iluminan rostro tras rostro, la mayoría de


ellos los reconocí, incluyendo al Sheriff Villanueva, a quién observé con
una oleada de pánico. En comparación con la gran sala de los
Southerns, la nuestra era minúscula, pero si me detuviera a contar,
sabía que iba a encontrar por lo menos cincuenta personas en nuestra
sala de estar, probablemente más.

Di un paso cauteloso hacia atrás, pero Brooklyn tomó mi otra


mano y me llevó. Con los ojos fijos en el Sheriff, dijo en voz baja:

—Tenías razón. Estamos atrapados. —Luego levantó la vista y se


detuvo en seco—. ¡Mamá! ¡Papá! ¿Qué están haciendo aquí?

La madre de Brooklyn tendió los brazos hacia ella. Era la más


hermosa mujer afroamericana que jamás había visto, menuda como
Brooke con la misma forma delicada y suave piel marrón. Pero su padre
era alto y delgado y casi tan blanco como yo. Era muy bien parecido,
aunque, por lo menos sobre lo que entiendo sobre la atracción.

Inspeccionando la habitación, vi a los padres de Glitch también.

Él los vio al mismo tiempo y miró hacia atrás y hacia adelante


entre los dos en estado de shock.

—Papá, ¿qué está pasando?

—Cameron.
Todos nos volvimos a ver que incluso el padre de Cameron estaba
allí. En ese momento, la expresión de Cameron se apartó de engreído a
casi vergüenza.

—Papá, no deberías estar aquí.

—¿Por qué? —preguntó, dando un paso hacia su hijo.

Cameron se alzaba sobre él, como lo hacía con todos los demás en
la habitación excepto por Jared, los chicos como las dos caras de la
misma moneda, uno oscuro y uno luz.

—¿No crees que he estado lo suficientemente lejos por mucho


tiempo? —preguntó.

Cameron se tensó como si repentinamente se molestara.

—¿Por qué ahora? —preguntó en voz baja—. Nunca has creído


antes. ¿Por qué ahora?

El señor Lusk puso una mano de apoyo en su brazo.

—Hijo, he creído siempre. En el fondo, siempre he sabido lo que


eres. El Pastor Bill me llamó y, así, está claro que hay cosas más
importantes en juego de lo que incluso tu madre podría haber
imaginado. Es hora de que entre al juego en lugar de sentarme en el
banquillo. —Su boca se adelgaza en una línea continua de
arrepentimiento—. Solo quería que sepas que estoy aquí para ti. —Miró
a su alrededor—. Para todos los chicos.

Cameron metió las manos en los bolsillos de los pantalones


vaqueros, disconforme.

—Gracias, papá.

Había estado tan absorta en su discusión, que no me di cuenta


hasta ese momento que todos en la sala estaban mirando boquiabiertos
a Jared. Incluyendo mis abuelos.

Mi abuelo se cuadró. Ofreció a Jared una sonrisa y le tendió la


mano.

—Somos la Orden de la Santidad, o, como nos gusta decir que


somos ahora, el Santuario, y estamos aquí para ayudarte en todo lo que
podamos.
Parpadeé en confusión. El Santuario era el nombre de nuestra
iglesia y la mayoría de estas personas asistían de forma regular.

—Abuelo, ¿qué está pasando? —Pero él siguió mirando al ser


supremo de pie delante de él con la mano extendida. ¿Realmente sabía
lo que era Jared? ¿Qué podía hacer?

Jared escudriñó el cuarto, parando una fracción de segundo en


cada rostro antes de volver su atención al abuelo. Después evaluándolo,
le preguntó:

—¿Sabes lo que soy?

La cara de mi abuela se iluminó. Ella tomó la mano extendida del


abuelo y le dijo:

—Eres un mensajero. Un ángel.

Jared suspiró decepcionado, luego levantó una de las mangas de


su camiseta, mostrando la banda de los símbolos tatuados alrededor de
sus bíceps.

—Arcángel —corrigió.

Mi abuelo levantó las gafas colgando alrededor de su cuello y se


acercó a examinar el tatuaje. Se quedó quieto. Durante un largo rato se
quedó allí, con el rostro ceniciento girando con incredulidad antes de
tomar un cauteloso paso hacia atrás.

—Tú eres…

—Soy Azrael —dijo Jared, de hecho.

Un jadeo uniforme resonó en las paredes mientras cada rostro en


la sala se quedó helado. La gente empezó a marchar lentamente hacia
atrás, incluyendo la mejor amiga de mi abuela, Betty Jo, poniendo tanta
distancia entre ellos y Jared como les fuera posible. Algunos parecían
presa del pánico. Y dos corrieron, los Morton, una pareja joven que se
había mudado recientemente a Riley’s Switch. Y realmente corrieron.
Tropezaron en sí mismos tratando de llegar a la puerta lateral.

Justo cuando estaban a punto de cruzar el umbral, todas las


puertas de la casa se cerraron de golpe en un aplauso atronador. La
pareja se detuvo y miró a Jared, sus ojos tan abiertos por el miedo que
sentí lástima por ellos, incluso mientras un escalofrío de miedo corrió
por mi espina dorsal.

El Sheriff fue por su arma en un acto reflejo. Se contuvo, dejó el


arma en la funda pero mantuvo su mano cerca.

El abuelo levantó la barbilla, se armó de valor, como aceptando


su destino.

—Le pedimos, Príncipe Azrael, que nos perdone.

—¿Eres un príncipe? —preguntó Glitch, ajeno a la reacción de la


habitación.

Jared no le hizo caso, inspeccionando el Sheriff en un momento


incómodo, y luego respondió a mi abuelo.

—Si tienes que pedirlo, entonces no sabes nada de mí.

—Sabemos que usted tiene tantos nombres como su hermano


caído Lucifer —dijo el abuelo—, algunas ideas falsas creadas a través de
la superstición y la ignorancia, pero más por el fruto de la experiencia.
—Se acercó más—. Sabemos que usted ha estado ausente del Cielo
durante tanto tiempo, que muchos de los seres allí, los mismos que
celebran sus conquistas, también temen su regreso. —Otro paso—.
Sabemos que usted es el único ser celestial alguna vez creado, de todos
los tiempos, con la autonomía para tomar la vida humana. Ninguno de
sus hermanos, ni siquiera los otros arcángeles, tienen ese poder. Es por
eso que fuiste creado y es solo tuyo. —Dio un paso más para enfatizar
su próxima declaración—. Y sabemos por qué estás aquí y lo que harás.

—No somos sus enemigos, Su Gracia —dijo la abuela, con la voz


temblorosa, casi tanto como sus manos—. Nosotros somos tus siervos.

Corrí a su lado y envolví mi brazo alrededor de su cintura,


tratando de asegurarle que Jared no les haría daño, a ninguno de ellos.
Ella me abrazó antes de volver su atención a Jared.

Bajó la mirada hacia nosotros, y pude ver por primera vez la


nobleza en su postura, el poder absoluto en el conjunto de sus
hombros. Él hizo un balance de mí por lo que pareció una eternidad
antes de preguntarle al abuelo.

—¿Por qué ella no lo sabe?


La pregunta sorprendió al abuelo. Pude verlo. Pero me sorprendió
también. Levanté mis cejas hacia mi abuelo, creciendo cansada de las
adivinanzas y las medias verdades que parecían haberse infiltrado en
todos los rincones de mi vida. ¿Por qué yo no sé qué? ¿Qué era todo
esto? ¿Por qué está todo el mundo aquí, y cómo sabían ellos de Jared?

—Íbamos a decirle —dijo el abuelo, pellizcándose el puente de la


nariz con el pulgar y el índice—, todo, cuando cumpliera los dieciocho.
Pero las cosas han sido... aceleradas.

—¿Así que tú eres un príncipe? —repitió Glitch. Aún ajeno.

—¿Qué bien haría, Segador? —dijo Cameron, llegando a estar


peligrosamente cerca de Jared—. Ella no necesita saber —Inclinó la
cabeza hacia Brooklyn—. Ninguno de ellos necesita saber.

Jared inclinó la cabeza con curiosidad.

—Tienen el derecho de saber lo que son.

—Y ¿qué es esto? —preguntó Cameron, cerrando la distancia


entre ellos.

—No de nuevo —dijo Brooklyn, pero sus padres la habían


envuelto en sus brazos y tirando de ella fuera de peligro—. Mamá, papá,
no pasa nada. Hacen esta mierda todo el tiempo.

—Casey —dijo la madre de Glitch, haciendo señas hacia él. Tenía


el cabello castaño claro y ojos verdes asombrosos, su coloración tan
opuesta a la de su marido americano nativo de quien hizo señas a
Casey más cerca también—. Casey, ven aquí.

Glitch se encogió de hombros y pasó a través de la multitud para


llegar a ella.

—¿Es en serio un príncipe? —preguntó en voz baja.

Ella lo abrazó, y luego retrocedieron.

Jared respondió a Cameron, y como de costumbre, su respuesta


no llegó a contestar nada.

—Ellos están tomados.


—¿Llamando a la caldera negra, ahora? —preguntó Cameron, sus
ojos azules brillando con una advertencia no-tan-sutil—. Tal vez tus
nuevos amigos deben saber cómo te llaman. El príncipe sombra. El
Devorador de Pecados. La Parca. —Se inclinó burlonamente cerca—. El
Ángel de la Muer…

En un instante, Jared empujó a Cameron tan fuerte, que voló por


la habitación y se estrelló contra la pared del fondo. La casa
literalmente se sacudió con la fuerza, y todo el mundo se agachó,
aunque no tenían por qué hacerlo. Cameron aterrizó muy por encima de
sus cabezas, y luego cayó hacia adelante sobre la tierra sólidamente en
sus manos y pies. Me encogí. Su cuerpo había dejado una huella en
nuestro panel de yeso. Me pregunté si era solo yo, o si Jared realmente
estaba poniéndose más fuerte con cada minuto que pasaba. No es que a
Cameron le importaba.

El señor Lusk había comenzado a ir hacia adelante, pero un par


de hombres lo retuvieron mientras Cameron tosía y luchaba por
respirar. Después de un momento de tensión, se levantó, se irguió,
luego dio a Jared una mirada medida, que llevaba tanto odio que mis
entrañas gimieron en respuesta.

—Ahora estamos hablando —dijo, encantado de que Jared le


hubiera dado una excusa para otra guerra mundial.

Al igual que los dos chicos empezaron a ir el uno hacia el otro,


corrí entre ellos y grité tan fuerte como pude.

—¡Eso es todo! —Miré de uno a otro mientras mi abuela se quedó


sin aliento con horror—. ¡Absolutamente lo tengo! —Me di la vuelta y
empujé a Cameron en el pecho—. ¿En serio? ¿Esto otra vez, en serio? —
Entonces dirigí toda mi atención a Jared—. Y ¿qué edad tienes
exactamente?

—Lor, cariño —dijo la abuela, su voz suave con miedo.

—Les juro que si alguno de los dos levanta un otro dedo hacia el
otro, voy a matarlos a ambos, en sus sueños.

Brooklyn se liberó de sus padres y se dirigió hacia Cameron.

—Esto va a lastimarte mucho más de lo que me duele a mí. —Se


acercó y lo tomó de la oreja.
—¡Ay, santa mierda! —dijo, inclinándose a su voluntad. Y sus
uñas afiladas.

Lo llevó a la puerta de la cocina ahora cerrada, luego se volvió


hacia Jared. Él le ofreció un guiño de entrega, renunciando a su control
sobre la puerta. La abrió y sentó a Cameron en la mesa antes de
sentarse en la silla de al lado.

Cameron se frotó la oreja.

—Eso duele.

Algunos de nosotros los seguimos hasta la cocina. Me senté al


lado de Brooke y le indiqué a Jared que se siente a mi lado mientras
mis abuelos, el Sheriff, Glitch, y algunos otros se reunieron alrededor.
Más presentes en la habitación de lo permitido, y me di cuenta por
primera vez que los padres de la criatura cuyo nombre no se hablado en
voz alta estaban allí. Eran tan... rubios.

—Si ahora podemos tener una conversación decente —le dije, la


emisión de una alerta silenciosa a los chicos—, me gustaría saber de
mis abuelos exactamente lo que está pasando. Y tú —añadí, mirando
directamente a Jared—, también conocido como el Ángel de la Muerte,
(un vacío que rellené días atrás cuando Cameron lo mencionó primero)
dejarás de intentar matar a Cameron cada vez que nos llevé a tus
vastos y variados apodos. —No podía culpar a Cameron por llamar a
Jared la Parca. Había investigado un poco, y en muchas culturas el
Segador y el Ángel de la Muerte eran uno y lo mismo, entidades
intercambiables que tomaban las almas de los seres humanos por
cualquier número de razones—. Y tú —continué, fusilando a Cameron
con una mirada torva—, vas a dejar de tratar de comenzar una pelea
con el maldito Ángel de la Muerte. ¿En serio? —Mis cejas se alzaron con
incredulidad—. ¿El Ángel de la Muerte? ¿No puedes tomar otra defensa
para agarrártelas con alguien?

Cameron se encogió de hombros, claramente avergonzado.

—Todos están asustados de mí.

Bueno, eso sin duda encajaba con la historia que Glitch nos
había dicho unos días antes. Pero aun así. Esto se estaba volviendo
ridículo. El padre de Cameron le alborotó el cabello y yo hubiera
sonreído si no estuviera pensando en el ritual de asesinato.
—Ahora, abuela, abuelo —dije, contemplando a cada uno a su
vez—. ¿Qué está pasando? ¿Cómo saben de Jared?

—Tal vez debería hacer un poco de café —dijo la abuela, pero


Betty Jo se le adelantó. Mientras los demás ponían comida y bebida
para el grupo, en el Santuario no había nada mejor que comer y beber,
el Sheriff Villanueva y el señor Lusk trajeron más sillas.

—¿Abuelo? —pregunté, rogándole con mis ojos. Había


demasiados secretos. Demasiadas incógnitas. Solo quería encontrar mi
lugar en el mundo. Y Jared, porque realmente quería que se quedara—.
¿Cómo sabes lo que es Jared?

—Cariño —comenzó, su boca una línea sombría—, todo esto se


remonta a mucho antes de que nacieras.

—Estoy escuchando.

—Cuando tu madre conoció a tu padre, llegó a casa con esos


cuentos, honestamente pensamos que le habían lavado el cerebro en
algún tipo de culto religioso.

Jared inclinó la cabeza mientras el abuelo hablaba, escuchando


atentamente. No podría decir lo que estaba pensando, pero después de
todo lo que me había dicho, ¿cómo podría ser peor? ¿O más extraño?
Había aprendido más en la última semana de lo que había conocido en
mi vida. ¿Realmente era un Ángel de la Muerte? ¿Cameron era un
Nephilim? ¿Yo era supuestamente descendiente de una línea de
mujeres místicas? Realmente, ¿cuánto más surrealista podría ponerse?
Me reorienté en el abuelo.

—Pero se trasladaron de vuelta aquí después de casarse y


estábamos encantados de tenerlos en casa. Ahí fue cuando tu padre
nos presentó a una antigua sociedad de seguidores que creían que no
solo no había una guerra en los cielos entre lo que consideramos bueno
y malo, sino que se derramaba fuera todo el día sobre la superficie de la
Tierra. Que debido a las acciones de un hombre, al que nos referimos
como el Anticristo, la batalla finalmente sería aquí, los ángeles y los
mortales unirían fuerzas, y un profeta nacería para llevarnos a la
victoria.

—A tu padre le tomó un tiempo para convencernos —agregó la


abuela—. Pero muchas cosas que dijo que se cumplirían en realidad lo
hicieron. Explicó que era el descendiente de un profeta poderoso con el
nombre de Arabeth, y que antes de morir, había predicho estas batallas.
Cada generación en la línea esperó el siguiente nacimiento del profeta,
por la niña hecha de fuego para guiarlos.

—¿Así que, mamá y papá sabían lo que yo era cuando nací? —


pregunté con incredulidad.

—Sí, cariño —dijo la abuela—. Hemos estado estudiando las


enseñanzas de la orden por años. Leyendo antiguos textos que
predijeron el surgimiento del Anticristo, tu nacimiento, la batalla. Los
signos estaban allí de que nacería un profeta, el fenómeno exacto que
Arabeth describió. Y fue entonces cuando el arcángel Jophiel visitó a tu
madre, Cameron.

La mandíbula de Cameron se apretó cuando la atención se desvió


hacia él.

—Fue entonces cuando supimos con certeza lo que iba a suceder


—añadió el abuelo—. Estaba muy honrada por haber sido elegida, y
aún más honrada de haber sido tu madre.

Ofreció una breve inclinación de cabeza, y yo estaba muy


emocionada. Un guiño, cortante o de otra manera, era mejor que su
firma del ceño fruncido. Tal vez había esperanza para él todavía.

—Cuando naciste —me dijo el abuelo—, no hubo tal celebración.


Muchos más creyentes se trasladaron a Riley’s Switch y el Santuario, o
la Orden de Santidad como se le llamaba tradicionalmente, crecieron.

—Y entonces —dijo la abuela, su rostro cada vez sombrío—, lo


impensable sucedió.

Los miembros dejaron lo que estaban haciendo para escuchar,


cada uno sigilosamente más cerca. Para mirar. Para medir mi reacción.

—Comenzaste a tener visiones cuando tenías dos —continuó—. Y


veías las cosas más increíbles, pero también viste cosas que te
aterraban, cosas que no podrías haber entendido.

El abuelo le tomó la mano.

—Cuando tenías seis años, te mantenías teniendo esa visión una


y otra vez. Dijiste que el cielo de la tarde se rasgaba abierto y esa noche
lo inundaba.
Tragué saliva en memoria. Había estado soñando con eso mismo
desde hace años, de una perforación en el cielo y la oscuridad
inundando la tierra.

—¿Te acuerdas, ¿verdad? —preguntó el abuelo.

—Algo así —negué con la cabeza—. Pero eso no era real.

Como si percibiera mi angustia, o tal vez la angustia que estaba


por venir, Jared cubrió mi mano con la suya. Mis abuelos vieron como
entrelacé nuestros dedos juntos, pero no dijeron nada. Me di cuenta de
algunas caras sacudidas en la multitud, pero no podían ser ayudados.

—Sí, pix —dijo el abuelo—, era muy real. Lo que has visto, era,
literalmente, las puertas del infierno abriéndose.

Me enderecé en mi silla, y Jared me apretó con más fuerza.

—Alguien, y todavía no sé quién, las abrió.

La madre de Brooklyn habló entonces.

—Y creemos que él tenía el poder de convocar a los demonios.

Di un vistazo a Jared, pero se negó a mirarme a los ojos, su


mandíbula apretada, esperando.

El abuelo asintió.

—Lo viste. Tenías seis años de edad, y viste las puertas del
infierno abriéndose. Tu madre y tu padre se apresuraron a ir a donde
los guiaste. Intentaron detenerlo, detenerlo a él, pero fue demasiado
tarde.

—Creemos que en el momento en que llegaron —continuó la


abuela—, cientos de espíritus oscuros se habían desatado sobre la
tierra.

Me senté aturdida mientras escuchaba.

—No demonios, eso sí —dijo el abuelo—. Hay una diferencia. Pero


también el que tenía el poder de abrir las puertas tenía el poder de
convocar a un demonio. Y así lo hizo. Convocó al demonio Malak-Tuke
por su nombre.
Algo dentro de mí se estremeció ante la mención de ese nombre.
Un nombre que ni siquiera conocía. Negué con la cabeza, un temor
consumiendo la difusión en todos los rincones de mi mente.

—¿Cómo puedes saber eso?

El abuelo frunció el ceño.

—Debido a que tú nos lo dijiste.

Eso era imposible. No recordaba nada de eso.

—¿Por qué iba alguien a convocar a un demonio? —preguntó


Brooklyn, la incredulidad en su rostro.

Después de un profundo suspiro, el abuelo dijo:

—Para ser tomado.

—¿Tomado? —Miré a Jared, luego de vuelta al abuelo—. ¿Qué


significa eso?

—Cuando alguien está poseído por un demonio, y alguien que


sabe cómo controlarlo a través de hechizos y encantamientos, esa
persona se vuelve muy, muy poderosa. Creemos que fue a propósito que
invitó a Malak-Tuke, segundo de Lucifer en el mando, para poseerlo.

Brooklyn habló como si saliera de un sueño.

—¿Eso es lo que me pasó? —Se centró en Cameron, que


claramente sabía más que nosotros—. Jared dijo que fui tomada. ¿Fui
poseída?

La madre de Brooklyn tomó sus manos en las suyas.

—No por un demonio, cariño —dijo ella, corriendo para


tranquilizarla—. Estabas poseída por un espíritu oscuro.

—Es por eso que nos mudamos aquí, en primer lugar —dijo su
padre—. El Santuario sabía cómo ayudarte cuando nosotros no.

—Oh, Dios mío, me acuerdo —dijo, recordando—. Recuerdo que


oré y —sus ojos brillantes se encontraron con el abuelo—, y me
liberaron.
Una triste sonrisa se deslizó por el rostro del abuelo mientras los
padres de Brooke la abrazaron.

—Como no podías recordar lo que pasó después —dijo su padre—


, no sentimos la necesidad de decírtelo otra vez, para que pasaras por
todo eso de nuevo.

Brooke sollozó en la chaqueta de su madre, pero se detuvo de


repente, como si hubiera tenido una epifanía. Echó un vistazo a
Cameron y le dio un puñetazo en el brazo.

La frotó, fingiendo que dolía, entonces dijo con el ceño fruncido

—¿Qué he hecho?

—Es por eso que es diferente mi aura, ¿no es así?

—¿Su aura? —preguntó su madre.

Cameron se encogió de hombros.

—Sí, pero no es una diferente, como mala. Es solo una diferente.

—¿Te acuerdas de lo que era? —preguntó Glitch con asombro.

Ella negó con la cabeza.

—No. No puedo recordar nada al respecto aparte de tener


pesadillas y haber orado. —Se volvió a mis abuelos—. Ustedes me
salvaron.

—No —dijo la abuela—, tu madre y tu padre te salvaron. Si ellos


no te hubieran traído hasta aquí, no habrías sobrevivido mucho más
tiempo. Apenas estabas con vida.

—A diferencia de los demonios —dijo su padre—, los espíritus


oscuros no tienen mucho en su agenda que no sea causar dolor y
estragos.

Ella les abrazó de nuevo mientras me sentía como un guisado de


una especie insensible, una especie de silencio. ¿Brooke estaba poseída
cuando se mudó aquí? No pude evitar preguntarme si ella fue salvada
antes o después de nuestro lanzamiento.
—Tenemos mapas —dijo el Sheriff a Jared—. Creemos que
sabemos dónde fueron la mayoría de los espíritus oscuros. Dejaron un
buen camino a seguir.

Jared asintió.

—Voy a necesitar de ellos.

—Espera —dije, poniendo fin a la comisión de planificación


estratégica—. Podemos prepararnos para la Tercera Guerra Mundial
después. ¿Qué pasó con mamá y papá? —Le di a mis abuelos un vistazo
por encima, tratando de no ser amarga. ¿Si hubieran sabido todo este
tiempo? ¿Y me dejaron creer que acababan de desaparecer?

—No estamos absolutamente seguros, cariño —dijo Betty Jo


cuando no respondieron de inmediato.

¿Es que todo el mundo en Riley’s Switch estaba metido en esto?


Me sentía como una completa idiota.

—A partir de lo que hemos sido capaces de reconstruir —


continuó—, tu padre trató de cerrar las puertas, mientras que tu madre
trató de protegerte de los espíritus oscuros que vinieron de allí. Y luego
solo desaparecieron

—Fue entonces cuando se detuvo —dijo la abuela—. Todo se


detuvo. Y por lo que podemos decir, no has tenido una visión desde
entonces.

—¿Está bromeando? —Se burló Glitch—. Tiene visiones todo el


tiempo.

—¿Qué? —La sorpresa de la abuela se convirtió rápidamente en


esperanza. Su rostro se iluminó con ella. Pero estaba equivocada acerca
de mí. Todo el mundo estaba equivocado. Tenían que estarlo.

—Tengo visiones —admití, prometiendo a Glitch una puñalada


después—, pero son estúpidas. No tienen sentido.

La abuela y el abuelo se sonrieron mutuamente. Iban a estar tan


decepcionados.
Tomé un vistazo de Jared por debajo de mis pestañas. Todavía
tenía un apretón de muerte sobre mi mano, y sabía que no había
terminado. Suspiré en voz alta y traté de llenar los espacios en blanco.

—¿Y yo? —Miré a abuelo— ¿Fui tomada también?

Su respiración se enganchó, y vaciló. Luego, con un


marchitamiento en su postura, susurró:

—Sí.

Mis párpados se cerraron de golpe. Lo sabía. En el fondo, sabía


que me habían tomado como a Brooke, solo que no recordaba haber
orado como ella había hecho. No recordaba la liberación de la libertad,
la pureza al ser limpiado.

—Intentamos durante un año —dijo la abuela, su rostro abatido,


desesperado—. Hicimos todo.

—Fue como si hubieras sido absorbida —dijo el abuelo. Entonces


me atravesó con una mirada de ánimo—. Fuiste más fuerte que él, pix.
Nunca te controló. Siempre lo controlabas.

Tomé un inventario mental de todo lo que había aprendido,


incluyendo las puertas de apertura al Infierno, la inminente batalla, la
posesión. Pero todavía Jared se aferró a mí, esperando, anticipando.

Y entonces la verdad llegó.

Cerré los ojos, respiré suave, luego susurré:

—Todavía está en mí. —Cuando nadie argumentó, abrí los ojos y


dejé que la realidad me absorbiera—. Todavía estoy poseída.

Cada mirada en la sala de repente tenía otro lugar para estar. Me


levanté y coloqué mi mano libre sobre mi corazón, el miedo de repente
me agarró a un grado cegador.

—Lo quiero fuera —dije, perdiendo la frágil línea que tenía en mi


cordura—. Lo quiero fuera, ahora.

—Es demasiado fuerte —dijo Jared, hablando por fin, su voz


aireado con pesar—. Si exorcizamos ahora, te va a matar. Será fracturar
tu alma y dejarte por muerta. Si tus abuelos hubieran tenido éxito, no
estarías aquí hoy. Y ellos probablemente no estarían bien.
—Pero consiguieron sacar uno de Brooke. Yo no... —Entonces me
di cuenta. Las miradas de desesperación. El aire de desesperanza. Me
concentré en lo que la madre de Brooke había dicho y me quedé
mirando a todos estupefacta—. El hombre que abrió las puertas del
infierno tenía el poder de convocar a los demonios —tragué saliva—. Es
un demonio. Fui poseída por un demonio.

Una vez más, nadie argumentó.

Tropecé de nuevo, recordando la visión que había tenido de Jared,


aquella en la que él había estado luchando contra un demonio. Una
enorme bestia con garras y dientes afilados como navajas brillantes.

—El hombre llamó al segundo al mando de Lucifer para ser


tomado por él, pero me tomó su lugar.

—Lo siento mucho, cariño —dijo el abuelo, con la voz quebrada


por el dolor—, hemos intentado todo.

Pero apenas lo escuché. La idea de tener algo tan atroz dentro de


mí, tan increíblemente malo, me recordó las pesadillas que solía tener
de ser cubierta de insectos. No importa lo que hiciera, no podía llegar a
quitármelos todos.

—Y ahora sabes todo lo que hay que saber —dijo Jared,


arrepentimiento espesando su voz—. Sabes mis ofensas. Si hubieras
muerto, Lorelei, si hubieras ido al Cielo, habrías sido liberada. Pero te
he traído de vuelta. Rompí la ley. Y ahora eres la que tiene que pagar el
precio.

Me levanté y traté de salir, de repente no pude respirar en el


pequeño espacio lleno de gente, pero Jared se levantó también y puso
una mano en el respaldo de mi silla, bloqueando mi camino.

—Te dije que no necesitaba saber —dijo Cameron en voz baja—.


No es siempre mejor saber la verdad.

Puse una mano sobre el pecho de Jared.

—Solo necesito un poco de aire.

—Lorelei —dijo Brooke, sus ojos como platillos por el shock y el


miedo—, podemos resolver esto.
Su preocupación me aplastó. ¿Qué podían hacer? ¿Qué podría
hacer alguno de ellos?

Me metí bajo el brazo de Jared. Él no me detuvo.

—Espera —dijo Glitch—. No estás sola Lor. Estamos en esto


juntos.

Miré de nuevo a él.

—No esta vez. —Cuando llegué a la puerta que daba a la tienda,


no se movía. Sentí una oleada de energía, como si Jared la hubiese
liberado, luego la abrió.

—Lorelei —dijo la abuela, pero cuando me volví hacia ella, se


derritió bajo mi mirada suplicante. Claramente, no tenía bálsamo
curativo para la posesión demoníaca.

—No dejes que solamente se vaya —dijo Glitch, poniéndose de


pie—. ¿Por qué abriste la puerta?

—Yo no lo hice —oí decir a Jared.

Con el dolor y la desesperación que me empujaba hacia adelante,


me dirigí a través de la tienda a la puerta principal. Mientras la
empujaba para abrirla, escuché a Cameron discutiendo con Jared.

—Solo déjala sola por un momento —le dijo.

Por una vez estábamos en la misma página.


Capítulo 19
El Demonio Interior
Traducido SOS por Fedee Black
Corregido por Pily

¿Cómo no podía saberlo? Durante todo este tiempo, todos estos


años, y no sabía nada de los seres sobrenaturales, de profecías y
reuniones secretas sucediendo delante de mis narices. ¿Cómo podría no
saber que Brooke había sido poseída? ¿Que yo todavía estaba poseída?
De lo que reuní, si un espíritu oscuro poseía alguien, podría ser
exorcizado. Pero si un demonio poseía a alguien, las probabilidades
estaban al parecer en su favor. Apestaba.

Había planeado caminar alrededor de la tienda e ir al bosque a


pensar, respirar, pero lo hice por nuestro aparcamiento de tierra
cuando comencé a reproducir el pasado en mi mente. Me acordé de
verlo, la puerta, como un rayo de luz que se había dividido por el
centro, flotando en el cielo de la tarde, mientras que la noche se filtró
fuera de él. Solo que no era la noche. La negrura espesa aceitosa que se
filtró en el cielo brillante era de hecho cientos de espíritus oscuros que
escapan a nuestro plano.

Caí de rodillas mientras la memoria se afianzaba, y lo veía con


mis ojos de seis-años-de-edad. Los bordes brillantes de la puerta, el
desgarrón en el tejido de la realidad. No sabía lo que era. Me acordé de
estar completamente confundida por lo que estaba viendo y la mirada
de pánico en los rostros de mis padres cuando lo describí. Mi padre, tan
guapo y fuerte con su pelo rojo y rala barba de tres días. Y mi madre,
tan absolutamente hermosa. Tenía el pelo largo y canela. Me hubiese
gustado jugar con el durante horas, cepillarlo, trenzarlo.

Mientras papá haría a la parrilla sus perros calientes famosos o


silbaría una melodía mientras regaba el césped, y ella leía cuentos de
hadas para mí. Solo que ellos no fueron los cuentos de hadas. Me di
cuenta ahora que mis padres me estaban preparando, diciéndome una
historia tras otra de las leyendas que se habían transmitido durante
siglos, cultivadas a través del linaje de la profeta Arabeth. Historias de
héroes y campeones. Y creían que me uniría a las filas de estos
aventureros. Como si fuera tan sencillo. Como si yo fuera capaz.

Retrocedí dentro de mí mientras el último día de mis padres en la


tierra se materializó en mi mente. Con un estallido de luz, nos vi en las
ruinas de las antiguas misiones del Pueblo a las afueras de Riley’s
Switch. Mi padre estaba leyendo de un libro cuando un viento
huracanado lo arrojó de rodillas, su fuerza minúscula en comparación.

—Lo hará, pix —dijo mamá mientras me abrazaba fuertemente


detrás de unos arbustos—. Él va a cerrar las puertas, no te preocupes.

Pero yo estaba completamente concentrada en las sombras


oscuras que se lanzaban más allá de nosotros, cada uno de ellos no
más que un borrón antes de que desapareciera por las colinas,
deslizándose por el suelo como una serpiente en forma de vapor.

Mamá empezó a cantar algo, pero yo no entendía las palabras.


Cerró los ojos, aferrándome a ella mientras su cabello giró en su cabeza
en un frenesí. Entonces todo se detuvo. El viento. El ruido. Mamá
levantó la cabeza y miró hacia atrás por una fracción de segundo. Un
instante después, corrimos. Se tambaleó sobre sus pies, su agarre como
una prensa alrededor de mi cintura, y se dirigió hacia el coche.

Ella dijo palabras de ánimo, pero sabía que eran apenas tanto de
una mentira como lo era la calma. Miré por encima del hombro. Vi lo
que había visto. La astilla en el cielo ahora era circular, las nubes a su
alrededor arremolinándose como un tornado enojado. Con un fuerte
crujido, el viento nos recogió y nos tiró a un lado.

Mamá perdió el equilibrio y cayó al suelo. Pero no se dio por


vencida. Arrastrándose de rodillas, luchó contra la tormenta de viento
con todas sus fuerzas. Estábamos casi en el coche, su mano
estirándose para tomar la manija de la puerta cuando se detuvo. Oí
suaves jadeos mientras se desenredaba de mis extremidades y trataba
de empujarme literalmente debajo del coche. Recordé las lágrimas
manchando sus mejillas, su cabello cayendo sobre su rostro, sus ojos
llenos de incertidumbre. La última palabra que pronunció fue un mero
susurro.
—Ocúltate —dijo un microsegundo antes de que fuera arrancada.

Yo había estado agarrando su camisa y me tiró hacia adelante


con fuerza. Me tropecé y caí, el espacio donde una vez estuvo tan
completamente vacío.

Los vientos aullaban alrededor de mí cuando me arrastré de


rodillas y levanté la vista para buscarla. Pero una bestia se puso delante
de mí en su lugar. Un monstruo tan alto como un árbol. Me estudió, a
la espera, y mis manos se cerraron en puños. Mis dientes soldándose
entre sí mientras luchaba contra la picadura de mi pelo azotando a los
ojos.

Entonces la cosa más extraña sucedió: Él se desmaterializó. Se


convirtió en niebla y sopló en su esencia caliente y ácida. Se quemó mi
garganta mientras lo tragaba arrasaba mis pulmones mientras inhalaba
hasta que ya no fue y nos quedamos en uno.

—¡No!

Nos dimos la vuelta y vimos a un hombre corriendo hacia


nosotros. Qué curiosa vista, pensamos.

—¡No! —gritó sobre el viento, patinando hasta detenerse junto a


nosotros, cayendo de rodillas—. No, ¡yo te convoqué, maldita sea! No
ella.

Él estaba gritándonos en la cara y no nos gustaba. Echamos un


vistazo, encontramos un palo, y decidimos apuñalarlo. Una parte de
nosotros se sorprendió de la facilidad con que la vara penetró el
material de la camisa y se hundió en su abdomen. La otra parte estaba
contenta. Los espíritus oscuros ya no corrieron por delante de nosotros.
Si se acercaban, se volverían de repente y girarían la cabeza en una
dirección diferente, como peces en un acuario. Vimos como la puerta en
el cielo se cerraba. Vimos como el viento se calmó y el campo se instaló
en la complacencia. Vimos como el hombre se tambaleó lejos de
nosotros, con los ojos desorbitados por el miedo.

Y luego nos acostamos y dormimos.

***

Me cubrí la cara con las dos manos mientras la memoria se


desvanecía. No estaba llorando. Cavé en mis talones, cuadré mi
mandíbula, y sostuve la reacción de niña en la bahía, y sin embargo
todavía estaban saturadas de mis pestañas, saladas lágrimas todavía
corrían en riachuelos por mis mejillas y goteaban de mi barbilla
mientras me asomé a través de mis dedos y miré con los ojos abiertos
en la grava bajo mis rodillas.

Me senté en silencio, aturdida. Tratar de aceptar lo que había


sucedido como realidad. Fallido. Agarrando los bordes de la razón.
Perdiendo mi agarre. Zarpando. Rasgando. Hundimiento.

—El jefe quiere una palabra.

Palabras. Fruncí el ceño.

—Ahora.

Mi línea de visión se deslizó hacia abajo a la tierra en un costoso


par de zapatos del hombre que se plantaba a un pie de distancia frente
a mí. Llevaba pantalones oscuros; una camisa azul claro, medio
escondida; mangas enrolladas hasta los codos; y una corbata roja. La
misma corbata roja que llevaba aquella noche en el bosque.

John Dell me frunció el ceño.

—Estoy harto de este lugar y estoy harto de ti. Ve a la camioneta


—señaló a la camioneta oficial del Canal de Turismo estacionada a
pocos metros de distancia, la puerta corredera abierta, como una boca
esperando para tragar.

Parpadeé hacia él.

—Vete al diablo —le susurré, mi voz entrecortada y cansada.


Parecía que era todo lo que podía. Me sentí más drenada ahora que
Brooke y yo decidimos quedarnos despiertas por dos días seguidos. Si
alguna vez hubo un tiempo para una bebida energética, ahora sería el
momento.

Antes de que pudiera siquiera pensar en ponerme en pie, mi


cabeza dio la vuelta y un dolor cegador estalló en ella. Me giré y me caí
al suelo mientras el mundo se desplomó por debajo de mí. Después de
tomar un momento para orientarme, me esforcé en mis manos y
rodillas, y luego observé con asombro como la sangre goteaba de mi
cabeza en la tierra polvorienta debajo.
Y francamente, yo había tenido suficiente de él.

Me arrastré sobre una rodilla y me volví a él. Con mi mejor


mirada furiosa, bajé mi voz, controlando el tono y la inflexión de cada
palabra, cada sílaba, tratando de hacerme sonar amenazante, como
tuve solo unos días antes con Glitch.

—¿Tienes alguna idea de lo que soy capaz de hacer?

Sus ojos se abrieron una fracción de pulgada antes de contenerse


y estrecharlos sobre mí en sospecha.

—¿Además de pintarte las uñas?

Me había golpeado con la culata de un cuchillo que había


envuelto a su alcance carnoso. El cuchillo se veía viejo. Ceremonial. Lo
que no podía ser bueno.

—Por favor —me burlé—. ¿Por qué crees que el jefe me quiere?
Espera, no te lo dijo, ¿verdad? —Cuando el hombre vaciló, continué—:
¿Cómo crees que sobreviví a un camión de dos toneladas que se estrelló
contra mí, idiota? —Comencé a ponerme de pie, pero el mundo estaba
inclinado hacia la izquierda, por lo que permanecí así y continué un
poco amenazante. En realidad, esto podría funcionar si una de las dos
cosas lo hicieran: Tengo un genial superpoder que nunca había
conocido John Dell o tenía un miedo natural de los pollitos duendecillos
con el cabello corto y rebelde.

—Oh, Dios mío —oí decir a una voz femenina. Fue acompañado
por el clic rítmico de talones procedentes de la acera de enfrente de la
tienda—. ¿Te caíste de nuevo?

De ninguna manera. Sin duda, la criatura cuyo nombre no se


hablado en voz alta tenía mejores cosas que hacer en una noche de
viernes que mirar como me desangro en la tierra.

—¿Sabes cómo caminar?

Miré más allá del señor McCreepy, cerrado de golpe los ojos para
detener la rotación de la tierra, entonces se centró en una de las
personas más tontas que jamás había conocido. El tipo tenía un
cuchillo, por amor de Dios.
—Estoy buscando a mis padres. Oh, espera, ¿no es cierto que es
periodista? —Pasó un mechón de su cabello largo y rubio sobre su
hombro y le dedicó su sonrisa de veinte dólares—. Sabes, he hecho un
poco de actuación.

—Tabitha, espera —murmuré, tratando de hacerla callar. En


parte para salvarla y en parte porque el sonido agudo de su voz estaba
haciendo mi cabeza palpitar aún peor.

Demasiado tarde. El señor McCreepy tiró de ella delante de él y le


puso el cuchillo en la garganta. Desde este ángulo, su cabeza era tan
malditamente grande.

—Oh, Dios mío —dijo.

—Entra en la furgoneta —repitió.

—B-bien.

—No tú —dijo a Tabitha, molesto, entonces me dio una fija una


mirada furiosa en advertencia—. Ahora.

Con el mundo lanzándome de un lado a otro, me sentía


absolutamente inútil. Y estaba bastante segura que en ese momento no
lo hice, de hecho, tenía un superpoder latente. Sin duda, no habría
hecho daño. No podía renunciar a mi ventaja ahora. Casi lo había
convencido de estaba cerca de ser indestructible.

Con una sonrisa, me decidí a llamar al engaño.

—Adelante, mátala.

Antes de incluso tener tiempo de parpadear, el cuchillo estaba


cortando a través de su garganta. Miré con incredulidad como la sangre
caía en cascada de su cuello y por su pecho para saturar la blusa
blanca bonita que llevaba. Ella se tomó la garganta con ambas manos,
con los ojos desorbitados por la sorpresa mientras el gorgoteo más
inquietante burbujeaba fuera de ella. Dell la soltó. Ella se deslizó por su
cuerpo a la tierra delante de mí, la sangre corriendo por sus dedos
desatendidos.

Cerré los ojos, bloqueando la escena, el chorro de color rojo


oscuro. Cuando los abrí, estábamos... de nuevo.
—Ahora —dijo Dell mientras sostenía a Tabitha en su contra, con
el cuchillo en la garganta, la ira evidente en su expresión volátil.

Salté por la sorpresa, miró a su alrededor, luego se tambaleó un


poco con el movimiento. Estábamos de vuelta. ¿Cómo demonios? Tal
vez yo realmente era un profeta. Que acababa de ver el futuro, y no lo
veía bien para Tabi. Lo cual era una lástima, de verdad.

No, pensé, mis esperanzas disminuyeron. No podía dejar que él la


matara. Probablemente me sentiría culpable por ello más tarde. Lo miré
y le sugerí una alternativa.

—Tienes razón. Podríamos entrar en la furgoneta, o podemos


esperar un minuto.

Apretó su abrazo.

—¿Esperar? ¿Para qué?

—Por él.

Señalé más allá de él mientras Jared se acercaba, y de nuevo


antes de que pudiera siquiera parpadear, él había tomado la cabeza del
hombre entre sus dos grandes manos y la retorció, rompiéndole el
cuello. Yo jadeaba cuando un fuerte chasquido resonó contra el edificio.
La cabeza de Dell estaba contorsionada en un ángulo antinatural, su
mirada vacía cuando él cayó al suelo, y era exactamente lo que había
visto en el bosque. Cada movimiento. Cada sonido. Jared no lo había
matado entonces. Simplemente había visto el futuro del hombre,
probablemente cuando trató de agarrarme y me tomó la mano. Vi la
agonía de sus últimos segundos en la tierra.

Tabitha se tambaleó hacia un lado mientras todo el mundo salía


corriendo de la tienda hacia nosotros. Ella se pilló, en esos tacones, era
impresionante, y voló a los brazos de Jared.

—¡Me salvaste!

Oh, por el amor de Dios. Estaba poseída, mi cabeza latía, y


¿ahora tenía que ver a mi archienemiga babear por todo mi hombre?
Brooke y Glitch llegaron a mí primero, Glitch, literalmente, deslizándose
por la gran cantidad de tierra a mi lado.

—¿Estás bien?
Antes de que pudiera contestar, oí el grito de una mujer.

—¡Tabitha!

La madre de Tabitha salió corriendo de la tienda, con el rostro


congelado en estado de shock. Pero no por la razón que había pensado.
Ella y el padre de Tabitha la sacaron de Jared.

—Su Gracia —dijo, inclinando la cabeza en repetidas ocasiones en


reverencia—. Lo sentimos. Ella no lo sabe.

Jared se desenredó de ella y, haciendo caso omiso de ellos, se


arrodilló a mi lado.

—Mamá, ese hombre me tenía un cuchillo en la garganta.

—Tabitha, no puedes simplemente tomar gente así. —Su madre la


regañó mientras el Sheriff verificaba el pulso de Dell.

—¡Mamá! ¿Estás escuchando? Espera, ¿le has llamado


excelencia? —Ella miró a Jared, y yo casi podía ver corazones de
historieta de ruptura en sus ojos—. ¿Es de la realeza?

—Lorelei —dijo Jared, y sin esperar una respuesta, me tomó en


sus brazos y me levantó del suelo. Alcancé a ver a los abuelos ya que
revoloteaban a nuestro alrededor, las manos de la abuela enlucidas
sobre su boca y cejas presionadas juntas del abuelo en la preocupación.
Pero me sentía segura, tan absolutamente y completamente segura, que
dejé la inclinación y la parada del remolino se situaran más lejos del
agarre de Jared, y cayeron en el olvido.

***

—No.

—Pero, Jared…

—No —dijo de nuevo, negándose incluso a considerar lo que


había pedido.

Con un suspiro, me volví a mis abuelos, que estaban de pie en el


otro lado de la cama del hospital.

—Abuelo, hazle escuchar.


Trabajó su mandíbula molesto.

—No estoy seguro de que sea una buena idea. El Príncipe Azrael
está en lo correcto. —Él y la abuela aún tenían que estar cómodos con
Jared. Se tensaban cada vez que se acercaba a mí, se encogían cada vez
que me tocaba. Y cuando él no miraba, vi un destello de miedo en sus
ojos. Me entristeció. Pero, cada vez que se soldaba la esperanza,
ignoraba sus recelos y esperaba que Jared creería en ellos.

En defensa de Jared, él mantuvo una distancia reverente de mí en


su presencia.

—En realidad, no nos llamamos a nosotros mismos príncipes —


dijo.

—Oh —dijo la abuela, su voz teñida de incertidumbre—. Solo


pensé que los Arcángeles se consideraban los príncipes de los Cielos.

—Es cierto, pero no somos realmente llamados los príncipes de


los Cielos.

—¿Los llamaste idiotas?

Brooklyn golpeó a Cameron en el hombro cuando Jared respondió


simplemente:

—No.

—Tal vez no en la cara —dijo Glitch—. Entonces, ¿qué se siente?

Él me había estado haciendo la misma pregunta durante toda la


mañana. Una y otra vez. Algo así como lo que había estado haciendo a
Jared.

—Glitch —dijo Brooklyn desde lo alto de su percha en el extremo


de la cama—, si le preguntas que como está una vez más, te voy a
apuñalar en la cabeza.

—No, no lo harás. —Se volvió hacia mí—. Pero en realidad, ¿qué


se siente?

Quería saber lo que se siente al ser poseído. Tener un demonio


que vive dentro de mí.
—No sé, Glitch. No me siento diferente hoy de lo que hice ayer,
excepto por el hecho de que ahora lo sé. Por favor, Jared.

—No. —Lo dijo con la misma inflexión, el mismo tono suave que
había estado usando desde que empecé la conversación. Al parecer, no
fue tan fácilmente influido por mi comportamiento repetitivo
desagradable como lo era para mis abuelos.

—Pero no está en ti. Está en mí. Y yo confío en ti por completo.

—Lorelei McAlister —dijo, su voz suave y con entendimiento—, no


podemos correr el riesgo de tu vida tratando de exorcizarte. Como he
dicho antes, de alguna manera lo absorbiste. Está ahí, pero está en
estado latente. Nunca he visto nada como esto. La mayoría de los seres
humanos no viven un mes con un demonio en su interior.

Maravilloso.

—Brooke tiene que ser exorcizada —crucé mis brazos y le saqué


la lengua a ella—. Ella llega a tener toda la diversión.

Ella se rió conmigo y me hizo cosquillas en la parte inferior del pie


a través de las mantas.

—El segador está en lo correcto—dijo Cameron. Estaba de pie a


los pies de la cama, con capucha, las manos metidas en los bolsillos.
Tuve una sensación de que Brooklyn lo había arrastrado allí, y Glitch
no parecía muy feliz por eso, ya que el desfile de miradas iba
continuamente hacia Cameron con cualquier indicación—. Sería
fracturar tu alma. Incluso si sobrevives, nunca serías la misma otra vez.

Brooke se volvió hacia él.

—Mi alma no está fracturada, y Lorelei es fuerte. Creo que ella


podría manejar la situación. —Hizo un guiño en apoyo.

Cameron se encogió de hombros y bajó la cabeza.

—En realidad, lo está.

—¿Qué? —Ella levantó las cejas en cuestión.

Mis abuelos lo miraron con recelo también. Para todos sus


conocimientos, incluso ellos no podían ver lo que Cameron podría.
Después de tomar un nuevo rumbo, dijo:

—Tu alma. Está fracturada.

Ella se deslizó hacia él.

—¿Qué quieres decir?

—Es por eso que es tan diferente. Así de increíble.

—Increíble, ¿cómo? —preguntó ella, su sospecha creciendo.

Ofreció un encogimiento de hombros de un solo hombro.

—No lo sé. Nunca había visto nada igual. Está rota. Hay una
grieta por la mitad y mientras el aura a su alrededor es normal, una luz
se proyecta hacia fuera de la fisura, tan brillante que cuando estás de
pie junto a mí, eres cegadora.

—Entonces —dijo Glitch, con la cabeza inclinada en el


pensamiento—, ¿Has estado mirando su raja?

Después de un momento de tensión silenciosa, nos echamos a


reír. Bueno, la mayoría de nosotros. Aparentemente Glitch no estaba
tratando de ser gracioso. Miró a Cameron acusadoramente.
Naturalmente, Cameron le devolvió la mirada. Algún día me enteraré de
lo que había pasado entre ellos dos, pero por ahora, la frágil tregua
entre los dos seres sobrenaturales en la habitación era suficiente para
mí durante la marea.

La abuela me había llenado de los acontecimientos desde la noche


anterior. Al parecer, Jared fue aclamado como el héroe de la ciudad
después de salvar la vida de Tabitha y frustrar un intento de secuestro.
Ella me dijo que, de hecho, la mayoría de la gente del pueblo no sabían
sobre el Santuario o la sociedad antigua, que tenía sentido porque mi
abuelo nunca lo mencionó en sus sermones. Realmente era un secreto,
formado por los creyentes de todo el mundo, alrededor de cincuenta de
los cuales vivían en Riley’s Switch.

Mis abuelos ya tenían los hombres arreglando el apartamento


detrás de la casa de Jared, y yo notaba que se estaban acostumbrando
a su presencia. Mi abuela no estaba casi tan nerviosa, e incluso había
bromeado con él un par de veces. Pero insistía en llamarlo Su Gracia.
Así que todo esto sucedía mientras yo quedaba a la espera de ser
dada de alta de nuestro centro de cuidado urgente después de
permanecer toda la noche en observación. Había sufrido una conmoción
cerebral en las manos del señor McCreepy. Casi me sentí mal que
hubiera muerto, pero Jared dijo que su alma ya no le pertenecía a él de
todos modos. Ella había vendido hace mucho tiempo. El informe del
Sheriff confirmó todo, y yo estaba empezando a ver el lado bueno de
tenerlo en nuestro club secreto. El hecho de que él estaba en el todo el
asunto, incluso en la oficina del señor Davis ese día, me asustó. El
chico no pudo actuar.

El señor Davis, por otro lado, iba a ser un problema. Él no estaba


en el secreto y aparentemente crecían sus sospechas por el momento.
Tendríamos que caminar sobre cáscaras de huevo alrededor de él por
un tiempo.

Estaba tímida y pregunté a Jared otra cosa que no podía dejar de


lado:

—¿Sabes lo que le pasó a mis padres?

Él negó con la cabeza.

—Lo siento.

—Eso está bien. —No pude evitar sentirme decepcionada.

Con una sonrisa de complicidad, añadió:

—Pero sí sé que si tus padres fueron llevados a la dimensión


inferior, Lorelei, si eso es lo que pasó, incluso las puertas del Infierno no
pueden sostener a los justos. No estarían allí todavía. Hay reglas,
¿recuerdas?

Tomé una respiración profunda, la determinación guiándome.

—Eso puede ser cierto, pero tengo que saber, Jared. Tengo que
encontrarlos. —Una rápida mirada hacia mis abuelos reveló la
aparición de esperanza en sus ojos. Ellos estaban pensando lo mismo.
Seguramente, con la ayuda de un arcángel, podríamos encontrar a mis
padres, a su hija y su yerno.

Después de colocar una mano sobre su antebrazo, le pregunté:


—¿Quieres ayudarme a encontrarlos?

Bajó la cabeza.

—Haré todo lo que pueda, todo lo posible, pero no puedo hacer


ninguna promesa.

—No, eso está bien. Entiendo. —No pude evitar la chispa de


emoción que corrió por mi espalda. Teníamos una oportunidad, y fue
más de lo que teníamos ayer.

Pero la expresión de Jared se volvió seria.

—Ahora que ya sabes lo que he hecho, tal vez mi ayuda te


permitirá una pequeña cantidad de generosidad. Todavía es temprano,
pero algún día voy a preguntarte si me puedes perdonar por mis
pecados.

Me di la vuelta a mi lado, asombrada de que incluso diría una


cosa así.

—¿Cómo puedo perdonarte cuando no has hecho nada malo?

—Lorelei —dijo, lanzando una respiración lenta y controlada—. Te


he mantenido prisionera en este plano. Cuando te des cuenta, cuando
llegue ese momento, voy a preguntar de nuevo.

—Estoy muy agradecido por esa parte también —dijo el abuelo,


relajando su guardia un poco. Tomó la mano de la abuela en la propia—
. Tal vez de dónde vienes lo que hiciste estuvo mal, pero por estos
lugares, lo llamamos un milagro.

No podría estar más de acuerdo.

—¿Y ahora qué? —preguntó Brooklyn.

¿Y ahora qué? Por cierto. Sabía una cosa con certeza, nunca
renunciaría a mis padres. Habían arriesgado todo tratando de
protegerme, para proteger al mundo. Me gustaría encontrarlos, no
importa lo que hiciera falta.

—Esa mujer de nuestros sueños —dijo Glitch—, ella dijo que


ahora tenía una misión. ¿Es para encontrar los espíritus oscuros? ¿Es
eso de lo que se trata?
—Ese es un buen punto de partida —dijo Jared.

Cameron asintió.

—Y tenemos que encontrar al hombre que le abrió las puertas en


el primer lugar. Si él tiene el poder de convocar a los demonios, no se
sabe de qué más es capaz. O lo que ha hecho en los últimos diez años.

—¿Crees que es quién está detrás de Lorelei? —preguntó la


abuela—. ¿El hombre al cual el reportero se refería como su jefe?

—Es posible —dijo Jared.

—Bueno, eso es inquietante en un millar de niveles diferentes —


dijo Brooke.

Una vez más, no podría estar más de acuerdo, solo que me había
perdido en las oscuras profundidades de los ojos de Jared. Tendía a
hacer eso cuando él me miraba. O cuando miraba nada cerca de mí. O
casi siempre que él tenía los ojos abiertos. Se había afeitado, pero no
obstante una sombra oscurecía su mandíbula. Su cabello despeinado le
caía sobre la frente, las puntas quedaban atrapadas en sus
ridículamente largas pestañas cuando parpadeaba. Su boca esculpida
era la cosa más deliciosa que jamás había visto, y quería besarla
muchísimo. Pero eso hubiera sido un poco grosero con la abuela y el
abuelo justo ahí. Especialmente teniendo en cuenta su desconfianza
hacia él.

—He estado pensando —dijo Brooklyn mientras yo miraba al dios


sentado a mi lado—, si ustedes dos se ponen todos acaramelados y
deciden fugarse a Las Vegas, donde Jared usa sus poderes para limpiar
en las mesas de poker y compran una mansión en las montañas
Manzano con veintisiete habitaciones y deciden, porque eres rico y todo
comprar una nueva computadora, ¿puedo tener el iMac, entonces?

—Brooke —dije, encogiéndome mientras el abuelo se aclaraba la


garganta y de repente tenía una ventana para inspeccionar. No la
abuela, sin embargo. Ella no se movió un centímetro, con la mirada sin
pestañear mientras esperaba mi respuesta—. Um, no, no conseguirás
mi iMac.

—Dang.
—iPrecious se queda conmigo. Tengo que escribir todo esto. Yo
también soy profeta, después de todo. Creo que eso es lo que hacen los
profetas.

Jared sonrió.

—¿Estás segura de que estás bien?

Dejé que mis ojos se cerraran y me quedé inmóvil, los


pensamientos se arremolinaban en mi cabeza. El camión chocándome.
Jared salvándome. Las peleas, la sociedad antigua, las visiones. Empujé
todo por la borda y me centré en la calidez de Jared mientras se
sentaba a mi lado. Con una última reflexión sobre la superficie —el
demonio interior— lo forcé hacia abajo con un trago duro y susurré:

—Estamos bien.
Adelanto
Dormant
Traducido SOS por Mariabluesky
Corregido por Pily

—Esta clase nunca va a terminar.

Mi mejor amiga, Brooklyn, cubrió la parte superior de su cuerpo a


través de su escritorio en una nueva promulgación dramática de la
muerte de Desdémona en Otelo. Sepultó su cara en un enredo de brazos
y mucho pelo negro para el efecto. Estaba completamente inmóvil. Y
mientras aprecié su libertad de expresar sus dudas sobre la clase más
aburrida ya que los organismos multicelulares primero avanzaron
lentamente en tierra firme, me pregunté sobre su cronometraje.

—Señorita Prather —dijo nuestro profesor gubernamental, el


señor Gonzáles, su voz como una grieta aguda de truenos en el silencio
del tiempo de estudios—. ¿Hay allí algo que le gustaría compartir con la
clase?

Brooklyn se sacudió derecha por la sorpresa. Echó un vistazo


alrededor, sus ojos amplios ya que nuestros compañeros de clase rieron
disimuladamente, cortésmente en sus manos o, más groseramente,
descaradamente.

Parpadeó hacia el señor Gonzáles y preguntó:

—¿Dije eso en voz alta?

La clase hizo erupción con la risa ya que la boca del señor G


formó una línea estrecha y larga a través de su cara. Milagrosamente, la
campana sonó, y Brooklyn no podía trepar de su asiento bastante
rápido. Prácticamente esprintó del cuarto. Seguí en un paso más lento,
sonriendo dócilmente cuando caminé por delante del escritorio del
señor G.
Brooklyn estaba de pie esperándome en el pasillo, su cara todavía
congelada por la sorpresa.

—Eso fue gracioso —dije, tirándola junto a mí. Se cayó en la línea


ya que íbamos a través de la aglomeración de estudiantes, luchando en
nuestro camino hacia P. E. No estaba segura por qué. No disfrutaba en
particular de tener muchas faltas y numerosas deficiencias puestas en
exhibición para que todos lo vean, entonces, así que por qué lucharía
para llegar allí estaba más allá de mí.

—No, realmente. —Metió un brazo alrededor de mío—. No pensé


decir eso en voz alta.

No podía ayudar, pero podía reírme a pesar del peso en mi pecho.

—Que es por lo que fue gracioso. —No me había sentido bien todo
el día y rezaba porque cualquier desastre aún inocuo cerraran la
escuela temprano. Como una infestación de mariposas.

—No lo fue —dijo—. Esto es exactamente de lo que he estado


hablando. Todo es extraño de repente. La gente actúa extraño y el
mundo tiene bordes oscuros, borrosos.

Antes de que pudiera sugerir una visita a la enfermera escolar, un


brazo serpenteó alrededor de mi cuello por detrás y sentí que algo
empujaba mi sien. Un vistazo lateral rápido me dijo que era una mano
formada para parecerse a un arma.

—Dame todo tu dinero —dijo Glitch a través de dientes apretados.


Me lo quité y le sonreí abiertamente sobre mi hombro.

—Brooke se siente borrosa.

Saltó alrededor hasta que nos afrontó, andando hacia atrás con
su mochila lanzada sobre su hombro, sus cejas dibujadas por la
preocupación.

—¿Borrosa? ¿De verdad?

—No dije que me sintiera borrosa. Dije que el mundo tiene bordes
borrosos.
Miró alrededor para probar su teoría después atrás a nosotros
antes de encogerse de hombros. Cómo logró andar hacia atrás en esta
muchedumbre era sobrecogedor. Si hubiera intentado esto, me
parecería pronto a una tortita cubierta de muchas huellas.

Glitch, un entendido de ordenadores, saltando y yendo en punto


muerto a través de la escuela con menos que grados estelares, era el
mejor amigo número dos. Habíamos crecido juntos. Era la mitad
americano nativo y mitad americano irlandés y tenía la piel oscura y
ojos verdes para demostrarlo.

Sacudió su cabeza.

—No creo que sea tanto borroso como repugnantemente amarillo,


un color que se supone calmarnos, estoy seguro. ¿Pero escuchaste? —
preguntó, de repente excitado—. Joss Duffy y Cruz de los Santos
entraron en una lucha durante el tercero.

Brooklyn me tiró en una parada, su expresión animada.

—¿Qué te dije? Joss y Cruz son mejores amigos. Todo se pone


boca abajo.

Aunque lamenté admitirlo, tenía razón. Lo había sentido también.


Un temblor. Una perturbación en la atmósfera.

Parecía que cada uno tenía un fusible corto últimamente. Parecía


que la infracción más leve hacía saltar a la gente. Habíamos sido
advertidos sobre una guerra inminente. ¿Era así cómo comenzaría?

Con un suspiro, comencé P. E. otra vez. Tal vez leíamos


demasiado sobre ello. O tal vez la luna estaba llena. La gente hacía
cosas locas cuando la luna estaba llena. No quería que todo se pusiera
patas arriba. Había tenido bastante de cosas al revés cuando mis
padres desaparecieron hace diez años. Cuando fui golpeada por un
camión un par de meses atrás y casi morí. Y peor, cuando fui poseída
por el subjefe de Satán.

Algunos días estaba casi bien con el hecho que, cuando tenía seis
años, un demonio pasó dentro de mi cuerpo y se quedó recostado entre
mis costillas, se rizó alrededor de mi espina. Otros días el hecho me
causaba una pequeña cantidad de angustia. Durante aquellos días
caminaba con la cabeza gacha y los ojos bajo una capucha como mis
vértebras fundidas en el calor de incertidumbre y mis huesos se
retorcían en una repulsión ácida.
Hoy era uno de aquellos días.

Había despertado con pánico de la sensación de aplastarme,


incapaz de evitar una fuerza invisible, incapaz de respirar. Los restos de
la pesadilla todavía rebotaban contra las paredes de mi mente,
apretando mis pulmones hasta que el aire se hiciera una materia
preciosa pero breve. Que podría explicar el ataque de pánico.

Y el sueño siempre era el mismo. En él, flotaría atrás hasta ese


día, de hace tanto tiempo e inhalaría la bestia de nuevo, su gusto ácido,
su ahogamiento de la carne y abrasivo. Ya que tenía solo seis años
entonces, uno creería que era un pequeño demonio, posiblemente un
secuaz, un empleado del nivel inferior. Como un portero. Pero le había
visto ese día. Cómo sus hombros, tan negros como un cielo sin
estrellas, atravesaron el horizonte. Cómo su cabeza alcanzó las cumbres
de los árboles. Pequeño no era una descripción exacta.

Y ahora, gracias a mi necesidad de regenerarme, podría volver a


vivir esa memoria repetidas veces. Yay. En el lado brillante, había
desechado ese otro sueño que se repite que había estado teniendo desde
que tenía cinco años. Donde los bichos se apresuraban bajo mis
sábanas y mis piernas. Esa cosa se estropeó.

De todos modos, si no fuera así, Jared nunca hubiera venido a


Riley’s Switch. Solo podemos ser una mota diminuta en el mapa de
Nuevo México, escondido entre enebros y arbustos del sabio quién sabe
dónde, pero éramos bastante importantes para garantizar una tutela en
la forma del Ángel de la Muerte. Esto era algo.

—Y Cameron ha estado actuando extraño, también —siguió


Brooke, mencionando al quinto miembro de nuestra tropa, como Glitch
llamaba a nuestro grupo de inadaptados. Pero no le había visto en un
par de días, lo cual era raro.

—Esto es porque Cameron está loco por ti —dije sin pensarlo. Me


agaché cuando Glitch se apartó.

—No, en serio —dijo, inconsciente—. Sigue preguntando si estoy


bien. Si estás bien. Si Glitch está bien.

Glitch giró alrededor y la fulminó con la mirada, pero Brooke lo


perdió otra vez.
—Tenemos que practicar —dijo, sacando un espejo compacto de
su bolso—. Intenta otra vez, solo más fuerte.

Ella me lo dio ya que Glitch miró con el ceño fruncido a ella, de


repente en un humor ácido.

—¿De verdad? ¿Aquí?

—Sí, de verdad, aquí. Tienes que estar lista.

Junto con todas las otras singularidades magníficas en mi vida,


había nacido por lo visto como una especie de profeta. Tenía visiones.
O, normalmente tenía visiones. No había tenido una en semanas, y
Brooklyn se convenció de que solo tenía que practicar. Había leído que
una superficie brillante ayudaba a médiums a ver en el futuro o el
pasado, de ahí las bolas de cristal. Pero según su investigación, los
espejos trabajaban mejor. De ahí su compacto.

—Me tengo que poner con Historia —dijo Glitch, sus hombros
tensos—. El señor Burke amenazó con pelarme vivo si llego tarde otra
vez, aunque no creo que realmente tenga la autoridad para hacer eso.

—Más tarde —dije, abriendo el compacto. Ese muchacho tenía


problemas de tardanza.

Cuando salimos del edificio principal y nos dirigimos hacia el


gimnasio, bajé la mirada al espejo. Brooke me arrastró a lo largo para
que no tropezara. Me concentré como mejor podía, tratando de no
concentrarme en el hecho que mis ojos grises parecieron más oscuros
que de costumbre y mi pelo castaño rojizo pareció más rizado. ¡Más
rizado! Me incliné para una mirada más cercana. Ah, los dioses eran
una parte cruel y sin sentido del humor. Como si esto fuera lo que
necesitaba. Más rizos.

—¿Te parece que mi pelo está más rizado?

—Más rizado que una tabla de planchar, sí. Más rizado que un
caniche francés, no. Ahora concéntrate.

Concentrarse. Bien. Pero hasta su altura, mis visiones proféticas


no eran terriblemente útiles. Y normalmente tenía que tocar a alguien
para tenerlas. Tenía que tocar o a la persona sobre la cual predecía o le
tenía que haber tocado a algún punto en el pasado reciente.
Pero Brooke saltó y se decidió a ampliar mis habilidades,
ensanchar mi periferia por lo cual podría tener visiones en marcha.
Hasta ahora, nuestras tentativas habían fracasado. A menos que
mencionara lo que dijera una mosca, nada pasó.

Como ahora.

Después de unos sólidos doce segundos, me rendí.

—Sabes, ayudaría si supiera en que concentrarme.

Brooke acarició mi brazo distraídamente, mirando fijamente su


teléfono.

—Concéntrate en la concentración.

¿Por el amor de Starbucks, qué demonios significaba eso?


Levanté el espejo otra vez. Lo sacudí un poco para asegurarme que
estaba trabajando. Sosteniendo eso a distancia. Bizqueando. Cuando
estuve a punto de rendirme completamente, una visión, oscura y
fascinante, se materializó detrás de mí. Sorbí un aliento suave en la
vista, aunque, es verdad que no había nada profético sobre ello. El uso
de la sonrisa más atractiva que había visto alguna vez, el propio
sobrenatural Cambio de Riley estando en la forma del señor Jared
Kovach se acercó detrás de mí.

Me paré y me di vuelta. Llevaba sus indispensables vaqueros


bajos sobre sus caderas y una camiseta gris con una chaqueta de piloto
marrón abandonada en su hombro. El día nublado había salpicado el
color a través del cielo detrás de él. Una pizca de naranja, rosa, y
morado servía de telón de fondo a su juego potente de hombros, las
colinas magras y valles de sus brazos. De alguna manera no creí que
fuera una coincidencia.

Traté de someter la sacudida mi corazón que recibía cada vez que


le miraba. El viento moldeó la camiseta a la extensión de su pecho,
revelando el hecho que ajustaba a la perfección. Y tenía este modo de
moverse, esta gracia de animal, que podría hipnotizar hasta la más
fuerte de las mentes.

—¿Cómo fue tu última clase?— preguntó, parándose delante de


mí.
Su voz, profunda y lisa como el caramelo de mantequilla, causó
un revoloteo en mi pecho, una ola de calor a mi cara. ¿Cómo podría
algún ser, sobrenatural o no, ser tan perfecto?

—Bastante aburrida —dije, limpiando mi garganta para


recuperarme—. Pero realmente tuvo un cambio interesante al final. —
Sonreí abiertamente hacia Brooklyn.

—Eso está bien —dijo.

Asentí en acuerdo y eché un vistazo a sus brazos. Los grupos de


símbolos que rayaban sus bíceps estaban visibles bajo los bordes de
sus mangas. Los diseños eran antiguos y significativos, símbolos que
declaraban su nombre, fila y número de serie en una lengua celeste. O
esto era mi impresión. Me gustaba mirarlos. Las gruesas líneas oscuras
que se enroscaban en curvas y ángulos. Una línea sola de ellos
abrigándose alrededor de cada brazo. Parecían una pictografía indígena
combinada con algo extranjero, algo desapegado del mundo.

—No bien —dijo Brooklyn, dando un toque en su teléfono—. Era


horrible. Te encontraré en P. E. Mantente practicando.

Vagó lejos, todavía mirando fijamente su teléfono, cuando Jared


preguntó:

—¿Practicando?

Cerré de golpe el compacto y lo metí en un bolsillo.

—La cosa de la visión. Brooke jura que solo tengo que practicar.

—Ah. —El humor líquido en sus ojos marrones era infeccioso.

Jared había venido a Riley’s Switch hace un par de meses para


hacer un trabajo. Ese trabajo era pasar, tomarme unos minutos antes
de morir e irse otra vez. Pero había desobedecido. Me había salvado en
cambio, así rompiendo una de las tres reglas a la que los seres celestes
están ligados. Incluso el Ángel poderoso de la Muerte. Como
consiguiente, se pegó a la Tierra. Atascado para ayudarme. Según la
profecía, se suponía que paraba una guerra inminente entre gente y
demonios antes de que alguna vez comenzara, pero cómo se suponía
que manejaba esto, nadie lo sabía. Y menos yo.

Señalé sobre mi hombro y comencé a darme vuelta.


—Adivino que debo ir a clases ahora.

Asintió en acuerdo y examinó el bosque detrás de la escuela.

—¿Estás bien?

—¿Yo? —Me paré, sorprendida—. Estoy genial. —Cuando miró


hacia atrás a mí, sus ojos llenos de duda, dije—: Bien, estoy mejor que
hace un minuto.

Una esquina de su boca se levantó en una sonrisa deliciosa que


derritió mis rodillas.

—Yo también.

Una persona tendría que estar ciega para no notar toda la


atención que Jared dibujaba cada vez que hacía una aparición. Y no
podía ayudar, notar que cuando se dobló para besar mi mejilla, más de
una muchacha en Riley High se paró a mirar en sus caminos.

Puso sus dedos bajo mi barbilla y levantó mi cara hacia la suya.

—Estaré cerca.

Desde que Jared había llegado a Riley’s Switch, había sido la


clase de estudiante secreto. En parte porque realmente no sabíamos
que más hacer con él sin llamar la atención no deseada, pero
generalmente porque quiso quedarse cerca de mí, mantenerme segura.
Me gustaba fingir que era porque le gustaba, pero tenía una sospecha
de que se movía sigilosamente debido más a mi estado como un
supuesto freno de la guerra. Traté de no pensar en esa parte de la
profecía que había existido durante siglos. Mi estómago se apretaba
dolorosamente cada vez que lo hacía.

Así en cambio, me concentré en las profundidades marrón oscuro


de los ojos de Jared, que brillan bajo sus gruesas pestañas negras.
Ah, sí. Esto se sintió mejor.

***

Tristemente, P. E. iba a requerir un esfuerzo. Nos ordenaron


correr en el Camino, que era un sendero en el bosque detrás del
gimnasio. Diversión para unos, amenazas para la vida de otros. Estaba
casi tan coordinada y firme de pie como un espagueti. Esto no iba a
terminar bien.

—¿Cómo se supone que practicas si seguimos necesitando


trabajar en todas nuestras clases? —preguntó Brooklyn cuando
trotábamos a lo largo de la pista forestal, esquivando ramas de árbol y
navegando en la ruta ocasional. Habíamos tenido un invierno seco y las
hojas crujían bajo nuestros pies.

—¿Estás loca, verdad? —dije, en broma, mis alientos resollando


solo ligeramente sibilantes—. Como para esperar tal cosa de un lugar
de aprendizaje. —Comprobé el bolsillo en mi capucha para asegurarme
que había recordado mi inhalador. Nada gritaba poco atractivo como
una cara enturbiada por falta de oxígeno.

—Exactamente.

Tuve una sensación de Brooklyn deleitándose en mi estado


profético. Habló de esto todo el tiempo y me impulsó a practicar.
Concentrarme. Concentrarme más fuerte, maldita sea. Por supuesto,
ella había visto casi todo lo que tenía cuando Jared vino a la ciudad.
Ahora sabía que había cosas que pasaban en la noche. Eran reales y
asustaban y casi nos habían matado, por tanto realmente no podía
culparla por su obsesión. Aunque me pudiera quejar de ello a cada
oportunidad que tenía.

Mientras que Brooke continuaba sobre su nuevo plan de acción,


uno que reforzaría seguramente mis visiones, vi un oscuro dardo en la
posición opuesta a mi derecha y por delante. Me paré y una muchacha
detrás de nosotros chocó de golpe contra mí.

—Míralo, McAlister —dijo, empujando por delante de mí. Tropecé


y me agarré contra un tronco de árbol.

Brooke brincó en mi defensa, cuadrando sus hombros y llevando


sus manos a sus caderas.

—Lo viste, Tabitha.

—Por favor —dijo cuando otras tres muchachas corrieron por


delante—. Como podrías cogerme durante tu mejor día.

Tabitha, también conocida como la animadora principal y mi


archienemiga, solo resultó ser aproximadamente siete pies de alto con
relación a los cinco de Brooke. Sonrió con satisfacción hacia nosotros
antes de seguir su dificultoso viaje a través del bosque, su pelo corto
rubio a través de los árboles.

Brooke me ofreció una mano para estabilizarme cuando cepillé


mis pantalones cortos.

—Que grosera.

—¿Cuándo no es grosera? —Era un capricho del triste destino


que Tabitha tuviera P. E. conmigo, la persona más despreciada y la más
amada para acosar—. Pero realmente me paré en medio del camino.

—¿Por qué? ¿Tenías una visión? —preguntó con esperanza.

—Algo así. Vi algo.

Cuando señalé más profundo en el bosque, nos inclinamos


adelante y bizqueamos para un mejor vistazo. Dos muchachas
caminaban por delante, claramente habiendo dejado de trotar. Apenas
las podía culpar.

—Bien —dijo Brooke—. No veo nada, pero el camino este día ha


estado yéndose, tal vez deberíamos regresar al gimnasio, solo para estar
seguros.

Pero había visto algo. Un contorno. Una forma que se pareció a


una cabeza que miraba detenidamente de un árbol a aproximadamente
treinta yardas de distancia. Caminé más cerca algo más lejos bajo el
tronco del árbol movido. Me concentré ya que un rayo de luz destelló
sobre una lámina de plata.

Me helé.

—¿No lo crees? —preguntó Brooke.

Apreté mi mano alrededor de su brazo y retrocedí en el camino.


Se dio cuenta al instante y examinó el bosque otra vez.
En un susurro callado, dijo:

—Todavía no veo nada.

—Lo hago. —Cuando la forma surgió del árbol, encorvada como si


fuera a atacar, Brooke jadeó, finalmente viéndolo. Apreté su brazo más
y susurré:
—Corre.
Agradecimientos
En primer lugar, debo agradecer a mi increíble agente, Alexandra
Machinist, que demuestra que las potencias nucleares pueden venir en
paquetes pequeños. Y a mí espectacular editor, Jen Enderlin. ¡Muchas
gracias por darle una oportunidad a esta serie!

Gracias a todos los que ayudaron en este proyecto en St. Martin


Press. Y a Elí Torres, extraordinario corrector editorial, por la presente
prometo frenar mi uso de la palabra resplandor de este momento en
adelante. Y mi uso de la palabra momento.

¡Gracias a Nikki Hyatt por sentarse a mi lado con una picana


eléctrica mientras escribía la primera versión de este libro hace muchos
años!. Su habilidad con objetos de tortura es impresionante. Gracias
por los codazos.

Gracias a mis primeros lectores: Nikki, Tammy, Kit, Dan, Kiki,


DD, Liz, Sienna y Ashlee, aka mi pequeña Ashee.

¡Gracias a Ashlee y Sydnee!, que son sobrinas, sí, pero de dos


familias diferentes, por el uso de sus nombres. Así que, no gemelas
como este sugiere este libro, pero si bellas chicas. Y para Lorelei Rey por
dejarme robar su nombre también. Espero que estés bien sin él. Gracias
por dar vida a mis personajes.

¡Gracias a mi familia por ser tan entusiastas acerca de mi


escritura! Hacen que mi mundo gire.

Gracias a mi increíble asistente, Danielle "Dan" Swopes. Eres una


bomba.

Gracias a los fantásticos autores que brindaron su valioso tiempo


para leer este trabajo y dar citas: PC Cast, Roxanne St. Clair, Shea
Berkley, Gwen Hayes, Tera Lynn Childs, Inara Scott, Maureen
McGowan, Lara Chapman, y Raquel Hawthorne / Lorena Heath.
¡Gracias, gracias, gracias!
¡Gracias a Liz Bemis y el talentoso equipo de Promociones de
Bemis por todo su gran trabajo.

¡Y un agradecimiento muy especial va para Sienna Condy por


literalmente nombrar este libro! Me encantó el título en el momento que
lo escuché. Es guapa, inteligente y cautivante. Al igual que tú.

Un agradecimiento enorme a mis compañeros de capítulos, los


pequeños literatos, mis hermanos de la agencia con quienes he crecido,
hermanos en armas de San Martín, y las bellas damas de la Hermandad
de las pantuflas de Rubí. Criaturas asombrosas.

Y por último, pero nunca menos, sin lo cuales nada de esto sería
posible un enorme y sincero agradecimiento a usted, el lector. Gracias
por hacer que mis sueños se hagan realidad.
Death, Doom and
Detention
(Darklight #2)
La parte normal de la vida de Lorelei MacAlister no se fue
tranquilamente el día en que Jared
Kovach apareció en la ciudad. No. La
parte normal de su vida se destrozó.
Explotó. Se rompió en un millón de
pedazos de luces fugaces.

Una salida explosiva.

Adiós a lo normal.

Hola a lo oscuro y espeluznante.

Mientras su mejor amiga, Brooklyn,


está concentrando todas sus energías
en ayudar a Lorelei a pulir sus
habilidades, Lorelei está copando con
la realidad de que el segundo al
mando de Satán ha tomado residencia
dentro de su cuerpo. Oh, y el hecho de
que se ha enamorado del Ángel de la
Muerte. Pero que bella muerte es. Si eso no fuera suficientemente malo,
algo siniestro ha venido a la ciudad y no quiere nada más que escuchar
el aliento moribundo de Lorelei mientras la estrangula. Gracias a dios,
la pandilla tiene un campeón sobrenatural. ¿Pero qué pasa cuando el
único ser que puede salvarlos cambia de bandos? ¿Cómo puede un
grupo de inadaptados capturar uno de los seres más poderosos jamás
creados? ¿Y encontrarán ellos la forma de traer de vuelta a Jared antes
de que sea demasiado tarde?
Sobre la Autora
Darinda Jones
New York Times y USA Today han
reconocido a la autora Darynda Jones quien ganó
un Corazón de Oro al Mejor Romance Paranormal
para su manuscrito First Grave on the Right.

Una narradora nata, creció haciendo girar


cuentos de doncellas y héroes en apuros para
cualquier alma desafortunada que pasaba
molestando a los animales.

Darynda vive en la Tierra del Encanto,


también conocida como Nuevo México, con su
esposo y dos hijos hermosos.

Visita Darynda en www.daryndajones.com.


Traducido, Corregido
y Diseñado:

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