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Capítulo 17

El narrador reconoce que estaba tratando de ser ingenioso cuando


hizo la descripción de los faroleros. De hecho, los hombres ocupan
muy poco espacio en la Tierra, pero cree que las personas
mayores van a creer que eso no es cierto porque se sienten tan
importantes como los baobabs.

Cuando el principito llega a la Tierra, se sorprende al no ver a


nadie. Pronto se encuentra con una serpiente que le explica que
no hay personas allí, en medio del desierto. Meditabundo, mira al
cielo y se pregunta si las estrellas están ahí para que todos puedan
encontrar la suya propia. A la serpiente le parece muy bello lo que
dice el chico y se siente intrigada por él. Le pregunta qué hace en
ese lugar y el principito le contesta que tiene problemas con una
flor.

El chico se siente solo y quiere ver a los hombres, pero la serpiente


le dice que se puede estar solo en compañía de los hombres. El
chico comenta cuán peculiar le parece la serpiente. Ella contesta
que es más poderosa de lo que él imagina, ya que puede devolver
a los hombres a la tierra, de donde vinieron. A él lo puede
devolver a su estrella porque viene de lejos y es inocente. Le
ofrece ayuda para volver a su planeta cuando así lo desee. Al
principito le llama atención cuán misteriosa es la serpiente, pero
esta sostiene que, con ella, se resuelven todos los enigmas.

Capítulo 18
Vagando por el desierto, el principito se encuentra con una sola
flor maltrecha, con solo tres pétalos. Le pregunta por los hombres
y ella contesta que hace muchos años que no los ve pasar por ahí,
porque, al no tener raíces, el viento se los lleva.

Capítulo 19
El principito sube a la cima de una montaña pensando que va a
poder ver todo el planeta desde esa altura. En su lugar, lo único
que alcanza a ver son picos. Desde allí, saluda, pero solo recibe
eco como respuesta. El principito se siente más solo que nunca.
Del eco de su voz interpreta que los hombres no tienen
imaginación, y los contrasta con su flor, que siempre hablar
primero.

Capítulo 20
Finalmente, luego de caminar mucho, el principito encuentra un
jardín cuajado de rosas. Tal paisaje lo entristece profundamente,
porque descubre que su rosa le mintió cuando dijo que era única.
Se imagina cómo reaccionaría ella si supiera que hay cinco mil
como ella. Seguramente fingiría una tos para escapar al ridículo. El
principito siente al descubrir que se sentía rico porque tenía una
flor única, pero eso no era más que un engaño. Cuando piensa en
su flor ordinaria y en sus tres volcanes, quizás extintos, no se
siente un gran príncipe y llora

capítulo 21
Aparece un zorro y saluda al principito. Al principio no lo puede
ver, pero el animal le dice que está bajo el manzano. El principito le
propone que jueguen juntos porque se encuentra muy triste. El
zorro le explica que no puede hacer eso porque no está
domesticado. El principito le pregunta por el significado de esa
palabra, a lo que el zorro responde: “crear vínculos” (p.67).
A continuación, el zorro elabora en lo que significa domesticar. En
ese momento, el niño no representa nada para él y, a su vez, el
zorro es uno entre cien mil zorros iguales, pero si el niño llegara a
domesticarlo, entonces para ambos el otro sería único en su
especie. Después de unos minutos en los que se queda pensativo,
el principito le dice al zorro que cree que una flor lo ha
domesticado.

Según el zorro, su vida es monótona: persigue gallinas y los


hombres lo persiguen a él. Pero, si el niño lo domesticara entonces
una serie de cosas cambiarían para él: por ejemplo, el rumor de los
pasos crearía expectativa de la llegada de su amigo; los campos de
trigo, que no significan nada ahora, serían significativos porque le
traerían el recuerdo del cabello dorado del principito.

Después de su explicación, el zorro le pide al protagonista: “Por


favor...domestícame” (p. 68). El principito está preocupado porque
le urge seguir viaje, pero acá el zorro es tajante: solo se conocen
bien las cosas que se domestican y, para ello, es necesario tiempo.
Las condiciones para domesticar al zorro son la paciencia, el
silencio y los ritos. Es necesario cumplir con la palabra y crear un
hábito para que el zorro pueda preparar su corazón para la
llegada de su amigo.

El chico lo domestica y, cuando se acerca el día en que debe partir,


el zorro anuncia: “Lloraré” (p. 69). El principito se angustia, pero el
zorro le explica que, a pesar de las lágrimas, habrá ganado el color
del trigo, porque cuando vea los campos pensará en su amigo.
Luego, como última tarea, el zorro envía al chico al campo de
flores para comprender que su flor es única, y le indica que
después de esa visita vuelva a verlo para poder regalarle un
secreto.

Cuando llega al campo de rosas, el chico les dice que ellas no se


parecen en nada a su flor porque nadie las ha domesticado. Son
lindas, pero están vacías. Su flor es única porque él la regó, la
protegió del viento y de las orugas y, además, la escuchó quejarse,
alabarse a sí misma e incluso callar. Al regresar, el zorro le regala
el siguiente secreto: “sólo con el corazón se puede ver bien; lo
esencial es invisible a los ojos” (p.70). Agrega que lo que hace a su
rosa única es el tiempo que él gastó en cuidarla, y ahora que la ha
domesticado es responsable de ella.

Capítulo 22
El principito conoce a un guardavía que se encarga de organizar
los paquetes y a las personas que viajan en tren. Todos parecen
estar muy apurados. El principito no entiende de dónde viene la
necesidad de moverse y qué es lo que los tiene insatisfechos; el
guardavía responde que nadie está satisfecho donde está. Las
personas mayores no saben bien a donde viajan y en el camino
bostezan y se duermen, mientras que los niños miran por la
ventana. El principito dice con gravedad que solo los niños saben
exactamente lo que buscan y eso se convierte en lo más
importante para ellos.

Capítulo 23
La siguiente persona que conoce el principito es un comerciante
que vende píldoras que quitan la sed por una semana. Gracias a la
píldora, las personas pueden ahorrar hasta 53 minutos a la semana
y usarlos para otro propósito. Al principito esta noción le resulta
muy extraña, porque imagina que si dispusiera de 53 minutos le
gustaría ir a la fuente a tomar agua.

Capítulo 24
El piloto se encuentra en una situación muy delicada, pues se han
cumplido ocho días desde su accidente y ya no tiene provisiones.
Necesita con urgencia buscar una fuente, pero el principito insiste
en contarle sobre sus experiencias. Cuando el piloto le dice
directamente que corren el riesgo de morir, la respuesta del
principito es que es una suerte haber tenido un amigo, aun si van
a morir. De todas maneras, le propone al piloto ir a buscar la
fuente.
Se ponen en marcha y, durante dos horas, no encuentran nada. El
narrador se siente afiebrado por la deshidratación. El principito no
contesta si tiene o no sed, pero dice que el agua puede ser buena
para el corazón. A causa del cansancio, el principito se sienta y el
narrador sigue su ejemplo. Hablan sobre la belleza de las estrellas
y del desierto y cómo hay algo escondido en ambos lugares que
los embellece: las estrellas esconden la flor y el desierto, el pozo.
Como el principito está por quedarse dormido, el narrador lo lleva
en sus brazos y siente que lo que lleva es en realidad un tesoro.
Piensa que lo que más lo conmueve sobre el principito es el modo
en que resplandece en él su amor por la rosa, como una lámpara.
Ese amor es admirable, pero también lo hace frágil porque es fácil
apagar una llama. Al alba, el narrador encuentra el pozo de agua.

Capítulo 25
El pozo que encuentra el narrador tiene algo muy particular: a
pesar de estar aislado en el medio del Sahara, se parece al pozo
de un pueblo. El narrador se sorprende por el buen estado en el
que se encuentra la roldana, el balde y la soga. El principito tira de
la cuerda y ríe porque han despertado al pozo. El trabajo de
levantar el balde con la roldana es muy pesado para el chico, por
lo que quien saca el agua es el narrador. El principito le pide que
le dé de beber esa agua.
Tanto el principito como el narrador disfrutan del agua que beben.
Al narrador le trae el recuerdo de los regalos en Navidad; todo
alrededor los embellece. Asimismo, el desierto, las estrellas y la
música de la roldana hacen que beber sea una fiesta. A pesar de
ello, el narrador se siente triste sin saber bien por qué. El principito
le recuerda la promesa de un bozal para su cordero, y aprovecha
para decirle que sus dibujos nos son muy buenos. Al piloto no le
preocupa demasiado, porque sabe que los chicos van a entender
sus dibujos. Dibuja un bozal, pero cuando lo alarga para que su
amigo lo reciba, siente angustia, pues sospecha que el principito
tiene proyectos que no ha compartido con él.

Como siempre, el chico no contesta las preguntas sobre sus


planes, sino que menciona que al día siguiente se cumple un año
de su llegada a la Tierra. En ese momento el narrador comprende
que están volviendo al lugar en el que cayó cuando llegó a la
Tierra. El principito le dice al piloto que vuelva a trabajar en la
reparación de su avión y que vaya a buscarlo el día siguiente en
ese mismo lugar. Al narrador esa idea no lo deja tranquilo y se
acuerda del zorro, porque le vienen ganas de llorar.

Capítulo 26
Al día siguiente, el narrador se acerca al lugar donde dejó al
principito. Este está conversando con alguien a quien el narrador
no alcanza a identificar. Hablan de encontrarse más tarde y del
lugar preciso en el se dará el encuentro. Ya a una distancia desde
la cual alcanza a ver la escena, el narrador ve a una serpiente
venenosa amarilla a los pies del chico. Intenta desenfundar su
revólver, pero la serpiente desaparece. Se apura para preguntarle
al chico si se encuentra bien; está pálido y, cuando lo toma en sus
brazos, siente acelerado el latir de su corazón.

En ese momento, el principito le dice que se alegra de que haya


podido reparar el avión, lo que sorprende al narrador porque
todavía no se lo ha contado. El principito le explica que él también
va a volver a casa esa noche, pero que está lejos y el camino es
difícil. El narrador sostiene al chico en sus brazos y se entristece
porque ya no va a poder escuchar su risa. El chico explica que hace
un año que está en la Tierra y que debe volver. Le dice que cuando
mire las estrellas no va a saber cuál de ellas es la del principito, y
por eso todas lo van a alegrar. Además, decide darle un regalo:
cada vez que el narrador mire hacia las estrellas y se imagine la
risa de su amigo, será como si todas las estrellas estuvieran riendo
a la vez.

De pronto, el principito se torna más serio y le pide a su amigo


que no vaya a verlo esa noche porque parecerá que está sufriendo
y que va a morir; además, la serpiente podría morderlo también a
él. Pero el narrador insiste con que no lo dejará solo. Así, a pesar
de las advertencias, el narrador sigue al principito y lo toma de la
mano. El chico se apena por lo duro que será para el piloto verlo
tras la mordedura de la serpiente, porque parecerá que está
muriendo pero, en realidad, su cuerpo es solo una corteza y no se
lo puede llevar consigo de vuelta al planeta.

El principito trata de consolar a su amigo diciendo que así como el


piloto tendrá cinco millones de estrellas riendo, él, desde su
planeta, tendrá cinco millones de pozos con roldanas oxidadas
que le darán de beber. A causa del miedo, el principito toma
asiento y empieza a hablar con nostalgia de su flor. Duda por un
momento y luego se levanta y da un paso. Un relámpago amarillo
rodea su tobillo y, tras un instante inmóvil, cae al piso suavemente.

Capítulo 27
El narrador cuenta que todo esto sucedió hace ya seis años.
Justifica su tristeza ante sus amigos adultos como si fuera solo
cansancio. De todas maneras, siente cierto consuelo porque nunca
encontró el cuerpo del principito, lo que le hace creer que no
murió. Además, le ayuda mirar hacia las estrellas por las noches.
Lo único que le preocupa un poco es que se olvidó de dibujar una
correa para el bozal del cordero y se pregunta si su amigo habrá
resuelto ese problema o si el cordero se habrá comido a la flor.
Descarta esa preocupación porque sabe que el chico cuida tanto
de su flor como del cordero.

Toda la melancolía que puede sentir por su amigo está suavizada


por el misterio que hace que él y los lectores, que han llegado a
querer al principito, comprendan lo importante que es saber si el
cordero se ha comido la flor. Según el narrador, solo los niños
entienden la trascendencia de ese misterio.

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