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Capítulo 18
Vagando por el desierto, el principito se encuentra con una sola
flor maltrecha, con solo tres pétalos. Le pregunta por los hombres
y ella contesta que hace muchos años que no los ve pasar por ahí,
porque, al no tener raíces, el viento se los lleva.
Capítulo 19
El principito sube a la cima de una montaña pensando que va a
poder ver todo el planeta desde esa altura. En su lugar, lo único
que alcanza a ver son picos. Desde allí, saluda, pero solo recibe
eco como respuesta. El principito se siente más solo que nunca.
Del eco de su voz interpreta que los hombres no tienen
imaginación, y los contrasta con su flor, que siempre hablar
primero.
Capítulo 20
Finalmente, luego de caminar mucho, el principito encuentra un
jardín cuajado de rosas. Tal paisaje lo entristece profundamente,
porque descubre que su rosa le mintió cuando dijo que era única.
Se imagina cómo reaccionaría ella si supiera que hay cinco mil
como ella. Seguramente fingiría una tos para escapar al ridículo. El
principito siente al descubrir que se sentía rico porque tenía una
flor única, pero eso no era más que un engaño. Cuando piensa en
su flor ordinaria y en sus tres volcanes, quizás extintos, no se
siente un gran príncipe y llora
capítulo 21
Aparece un zorro y saluda al principito. Al principio no lo puede
ver, pero el animal le dice que está bajo el manzano. El principito le
propone que jueguen juntos porque se encuentra muy triste. El
zorro le explica que no puede hacer eso porque no está
domesticado. El principito le pregunta por el significado de esa
palabra, a lo que el zorro responde: “crear vínculos” (p.67).
A continuación, el zorro elabora en lo que significa domesticar. En
ese momento, el niño no representa nada para él y, a su vez, el
zorro es uno entre cien mil zorros iguales, pero si el niño llegara a
domesticarlo, entonces para ambos el otro sería único en su
especie. Después de unos minutos en los que se queda pensativo,
el principito le dice al zorro que cree que una flor lo ha
domesticado.
Capítulo 22
El principito conoce a un guardavía que se encarga de organizar
los paquetes y a las personas que viajan en tren. Todos parecen
estar muy apurados. El principito no entiende de dónde viene la
necesidad de moverse y qué es lo que los tiene insatisfechos; el
guardavía responde que nadie está satisfecho donde está. Las
personas mayores no saben bien a donde viajan y en el camino
bostezan y se duermen, mientras que los niños miran por la
ventana. El principito dice con gravedad que solo los niños saben
exactamente lo que buscan y eso se convierte en lo más
importante para ellos.
Capítulo 23
La siguiente persona que conoce el principito es un comerciante
que vende píldoras que quitan la sed por una semana. Gracias a la
píldora, las personas pueden ahorrar hasta 53 minutos a la semana
y usarlos para otro propósito. Al principito esta noción le resulta
muy extraña, porque imagina que si dispusiera de 53 minutos le
gustaría ir a la fuente a tomar agua.
Capítulo 24
El piloto se encuentra en una situación muy delicada, pues se han
cumplido ocho días desde su accidente y ya no tiene provisiones.
Necesita con urgencia buscar una fuente, pero el principito insiste
en contarle sobre sus experiencias. Cuando el piloto le dice
directamente que corren el riesgo de morir, la respuesta del
principito es que es una suerte haber tenido un amigo, aun si van
a morir. De todas maneras, le propone al piloto ir a buscar la
fuente.
Se ponen en marcha y, durante dos horas, no encuentran nada. El
narrador se siente afiebrado por la deshidratación. El principito no
contesta si tiene o no sed, pero dice que el agua puede ser buena
para el corazón. A causa del cansancio, el principito se sienta y el
narrador sigue su ejemplo. Hablan sobre la belleza de las estrellas
y del desierto y cómo hay algo escondido en ambos lugares que
los embellece: las estrellas esconden la flor y el desierto, el pozo.
Como el principito está por quedarse dormido, el narrador lo lleva
en sus brazos y siente que lo que lleva es en realidad un tesoro.
Piensa que lo que más lo conmueve sobre el principito es el modo
en que resplandece en él su amor por la rosa, como una lámpara.
Ese amor es admirable, pero también lo hace frágil porque es fácil
apagar una llama. Al alba, el narrador encuentra el pozo de agua.
Capítulo 25
El pozo que encuentra el narrador tiene algo muy particular: a
pesar de estar aislado en el medio del Sahara, se parece al pozo
de un pueblo. El narrador se sorprende por el buen estado en el
que se encuentra la roldana, el balde y la soga. El principito tira de
la cuerda y ríe porque han despertado al pozo. El trabajo de
levantar el balde con la roldana es muy pesado para el chico, por
lo que quien saca el agua es el narrador. El principito le pide que
le dé de beber esa agua.
Tanto el principito como el narrador disfrutan del agua que beben.
Al narrador le trae el recuerdo de los regalos en Navidad; todo
alrededor los embellece. Asimismo, el desierto, las estrellas y la
música de la roldana hacen que beber sea una fiesta. A pesar de
ello, el narrador se siente triste sin saber bien por qué. El principito
le recuerda la promesa de un bozal para su cordero, y aprovecha
para decirle que sus dibujos nos son muy buenos. Al piloto no le
preocupa demasiado, porque sabe que los chicos van a entender
sus dibujos. Dibuja un bozal, pero cuando lo alarga para que su
amigo lo reciba, siente angustia, pues sospecha que el principito
tiene proyectos que no ha compartido con él.
Capítulo 26
Al día siguiente, el narrador se acerca al lugar donde dejó al
principito. Este está conversando con alguien a quien el narrador
no alcanza a identificar. Hablan de encontrarse más tarde y del
lugar preciso en el se dará el encuentro. Ya a una distancia desde
la cual alcanza a ver la escena, el narrador ve a una serpiente
venenosa amarilla a los pies del chico. Intenta desenfundar su
revólver, pero la serpiente desaparece. Se apura para preguntarle
al chico si se encuentra bien; está pálido y, cuando lo toma en sus
brazos, siente acelerado el latir de su corazón.
Capítulo 27
El narrador cuenta que todo esto sucedió hace ya seis años.
Justifica su tristeza ante sus amigos adultos como si fuera solo
cansancio. De todas maneras, siente cierto consuelo porque nunca
encontró el cuerpo del principito, lo que le hace creer que no
murió. Además, le ayuda mirar hacia las estrellas por las noches.
Lo único que le preocupa un poco es que se olvidó de dibujar una
correa para el bozal del cordero y se pregunta si su amigo habrá
resuelto ese problema o si el cordero se habrá comido a la flor.
Descarta esa preocupación porque sabe que el chico cuida tanto
de su flor como del cordero.