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Trabajo
El fundador del Movimiento Humanista es el pensador y escritor argentino Mario Luis Rodriguez
Cobos, más conocido por su seudónimo literario Silo. En referencia al seudónimo de este autor, el
Movimiento a veces es conocido como Siloista.
El Movimiento Humanista trabajaría, según sus publicaciones, para resolver los grandes problemas
humanos, tanto del individuo como de la sociedad, para lo cual propone el llamado "Humanismo
Universalista". No es una institución aun cuando dé lugar a numerosas agrupaciones y
organizaciones. Tampoco pretende hegemonizar a las distintas corrientes humanistas y
humanitaristas,[2] diferenciándose muy claramente de todas ellas ya que, aunque las considera un
esfuerzo loable, cree que no se enfocan a modificar las estructuras que generan los males que ellas
remedian. En todo caso, establece relaciones puntuales con todas las agrupaciones progresistas en
base a criterios de no discriminación, reciprocidad y convergencia de la diversidad.
Historia
A finales de los años sesenta, Silo organiza un grupo para estudiar el fenómeno de la crisis que
asomaba en el mundo. Este grupo, como otros organizados en torno a sus escritos, crece y se
desarrolla hasta la formación del Movimiento Humanista.
Los materiales oficiales del grupo dicen que el Movimiento Humanista nació el 4 de mayo de 1969,
con la charla "la curación del sufrimiento" dada por Silo en Punta de Vacas, Argentina. A causa de
la dictadura militar impuesta en aquel tiempo, se permite el evento siempre y cuando se realice lejos
de las ciudades, por lo que se busca un emplazamiento en las inmediaciones del Aconcagua, en los
Andes argentinos.
Después de la represión inicial y las consiguientes campañas de desinformación, el grupo crece por
toda Latinoamérica. Este crecimiento se ve aún más favorecido a causa del exilio, forzado o
voluntario, al que algunos de sus miembros se abocan en otros países de Europa, Asia o América.
En 1975, un centenar de miembros de diferentes países se reúnen en la isla griega de Corfú para
acordar propuestas y objetivos y establecer los rudimentos de una organización que sería
experimentada durante los siguientes cuatro años.
En torno a 1980 el Movimiento ya está funcionando en cerca de cuarenta y dos países. En 1981, la
Comunidad para el Desarrollo Humano organiza una serie de conferencias en diversos países de
Europa y Asia. Dos de los libros oficiales, La mirada interna y el Libro de la comunidad, empiezan
a ser publicados y traducidos a muchos idiomas.
Para 1995 el Movimiento se encamina hacia el crecimiento masivo con la apertura de cien nuevos
países en África, Asia y el Caribe. Posiblemente, este fue el motivo de crear el Centro de las
Culturas, posteriormente llamado Convergencia de las Culturas para diferenciarlo del Centro
Mundial de Estudios Humanistas. Además, se crea en España un frente de acción llamado Mundo
sin Guerras, que se convertiría en uno de los cinco organismos del Movimiento.
Organización
La forma organizativa del Movimiento Humanista está en constante cambio. En 2009, se disuelve la
organización quedando en los organismos y los frentes de acción la responsabilidad de representar
los intereses del Movimiento Humanista en diversos campos del quehacer humano. A finales de
2010, habiendo sido disuelta la organización aplicada anteriormente, el Movimiento Humanista está
constituido por aquellas personas que adhieren al Documento del Movimiento Humanista (1993) sin
lazos organizativos formales.
El miembro de estructura era considerado tal si cumplía con los requisitos de asistir a la reunión
semanal, participar en la colecta económica semestral y practicar el "trabajo personal" con el fin de
aprender la metodología de la no-violencia activa. También podían existir las funciones de
orientador, apoyo y administrativo con el fin de lograr un mejor desempeño de la actividad.
Para equilibrar la proporción de mujeres accediendo a los más altos niveles de la estructura, se
había decidido que las mujeres solo deberían cumplir el 70% de los requisitos pedidos en un
hombre.
Este sistema se creó y se formalizó en los años 80 cuando se vio la necesidad de crear un sistema
que no dependiera de ningún individuo específico, teniendo sus propios mecanismos de seguir
adelante en caso de pérdida de orientador.
Coordinación internacional
El Movimiento Humanista era orientado por una asamblea que se reunía una vez al año, en la que
toman parte todos los coordinadores generales.
Cada consejo tenía libertad de acción para desarrollar sus procesos de acuerdo con la interpretación
de las necesidades del medio en el que participaban, aunque debía seguir una estrategia general
acordada en la reunión anual. En un mismo país podía haber presencia muchos consejos y cada
consejo podía estar presente en varios países, pero sólo se coordinaban a nivel nacional para el
desarrollo de los organismos.
Financiamiento
La financiación del Movimiento Humanista era para el mantenimiento mínimo de las condiciones
de la organización con autonomía para la realización de las actividades, sin que ninguno de sus
miembros recibiera remuneración por su militancia. Sin embargo, había una cuota semestral en la
que cada persona aportaba un valor aproximado al salario mínimo de un día en el país. Por ejemplo,
el año 2006, los miembros del Movimiento Humanista en Colombia hacían un aporte de US$ 6,00,
en Senegal de US$ 2,00, mientras que en Chile era de US$ 20,00 y en España de € 70,00.
El reparto de la colecta se hacía distribuyendo un 25% por cada nivel organizativo, pudiendo
disponer libremente del destino de esos fondos que se solían utilizar para los gastos comunes
(mantenimiento de locales, viajes, edición de materiales, etc.). La asamblea (formada por el máximo
nivel organizativo, o sea los coordinadores generales) no contaba con fondos propios.
La colecta era voluntaria y por tanto no había ningún tipo de sanción oficial para quienes no
hicieran su aporte, aunque la mayoría de los activistas del Movimiento entregaban su cuota, porque
ésta era entendida como una demostración de compromiso y la mejor forma de acreditar el
crecimiento.
Disolución
En agosto de 2009 la estructura se disolvió, quedando la participación en el Movimiento Humanista
a través de sus 5 organismos: la Comunidad para el desarrollo humano, el Partido Humanista,
Convergencia de las Culturas, el Centro Mundial de Estudios Humanistas y Mundo Sin Guerras.
Estos organismos tienen equipos coordinadores nacionales y mundiales, cuyos miembros son
elegidos por votación directa de todos los miembros participantes en el organismo.
Al quedar disuelta la forma organizativa del Movimiento Humanista, se anuló también la colecta
financiera. A partir de ese momento, los 5 organismos surgidos del movimiento son autónomos
económicamente, quedando una colecta anual, de un valor decidido por los miembros del
organismo en cada país, distribuyéndose un 25% al equipo de coordinación internacional, otro 25%
al equipo de coordinación nacional y un 50% al equipo de base.
En la mayoría de los casos, sus adversarios presentan al Partido Humanista siendo investigado
como posible secta por la Comisión Parlamentaria sobre las sectas en Francia en 1996.[7] El ponente
de la citada Comisión era el socialista Jacques Guyard, que fue de hecho acusado de soborno,
sentenciado por tráfico de influencias a un año de prisión y obligado a indemnizar a uno de los
grupos a los que nombraba por no aportar información veraz. [8] Curiosamente, informes de esa
Comisión Parlamentaria en años posteriores no dicen nada del Movimiento Humanista.
En Bélgica la Comisión Parlamentaria Sobre Actividades Ilegales de Sectas no contiene lista alguna
y por lo tanto el Movimiento Humanista no es mencionado en su documento, según afirmó el
Director de la Comisión Parlamentaria, Eric Brasseur. [9]
Tampoco en España la Comisión Parlamentaria para el Estudio de las Sectas publicaría listado
alguno en el informe realizado en 1989.[10] La directora de dicha Comisión, diputada democristiana,
[11]
incluyó por su cuenta a este movimiento en un dossier de prensa que circuló por el entorno
periodístico y fue usado como "prueba" por parte de los medios informativos, sin investigación
previa.
A pesar de no existir sentencia judicial alguna en contra del Movimiento Humanista o sus miembros
y a cuenta de la inclusión en Izquierda Unida del Partido Humanista, Alfonso Guerra, entonces
Vicepresidente del Gobierno de Felipe González (PSOE), atacaba a la Coalición por tener entre sus
filas a los humanistas y a los carlistas.
Por otra parte, en 1994 el periodista español Pepe Rodríguez afirmaba en un programa de TV3 en
Catalunya que no consideraba al Movimiento Humanista una secta, casi diez años después de
haberlo incluido en un catálogo de estas organizaciones publicado en uno de sus libros. [12]
Entre los más conocidos críticos del Movimiento Humanista se encuentra el laureado
escritor argentino residente en España Lázaro Covadlo, antiguo miembro y enemigo
declarado de Silo, que ha satirizado a la organización en amplios pasajes de sus obras
Conversaciones con el monstruo y la Bodrioteca de Covadlo.
El apelativo "Silas", que hace referencia al Silas bíblico, así como el insulto y la
descalificación personal, han sido utilizados por otros críticos del Movimiento, con el fin de
ridiculizar a su ideólogo y fundado.
Renacimiento.
El Renacimiento es fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva
concepción del hombre y del mundo.
El nombre «renacimiento» se utilizó porque éste retomaba los elementos de la cultura clásica. El
término simboliza la reactivación del conocimiento y el progreso tras siglos de predominio de un
tipo de mentalidad dogmática establecida en la Europa de la Edad Media. Esta nueva etapa planteó
una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, el interés por las artes, la política y las ciencias,
revisando el teocentrismo medieval y sustituyéndolo por cierto antropocentrismo.
El historiador y artista Giorgio Vasari había formulado una idea determinante, el nuevo nacimiento
del arte antiguo, que presuponía una marcada conciencia histórica individual, fenómeno
completamente nuevo en la actitud espiritual del artista.
El Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico.
Su ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los que
las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad
Moderna, marcada por la consolidación de los Estados europeos, los viajes transoceánicos que
pusieron en contacto a Europa y América, la descomposición del feudalismo, el ascenso de la
burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo, muchos de estos fenómenos rebasan por su
magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.
Desarrollo
En el Renacimiento se afianza el retrato como género autónomo. Aquí se aprecia además el interés
por el desnudo, procedente del arte clásico, dando como resultado una imagen heroica de la dama
representada.
El artista tomó conciencia de individuo con valor y personalidad propios, se vio atraído por el saber
y comenzó a estudiar los modelos de la antigüedad clásica a la vez que investigaba nuevas técnicas
(claroscuro en pintura, por ejemplo). Se desarrollan enormemente las formas de representar la
perspectiva y el mundo natural con fidelidad; interesan especialmente en la anatomía humana y las
técnicas de construcción arquitectónica. El paradigma de esta nueva actitud es Leonardo da Vinci,
personalidad eminentemente renacentista, quien dominó distintas ramas del saber, pero del mismo
modo Miguel Ángel Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas
conmovidos por la imagen de la Antigüedad y preocupados por desarrollar nuevas técnicas
escultóricas, pictóricas y arquitectónicas, así como por la música, la poesía y la nueva sensibilidad
humanística. Todo esto formó parte del renacimiento en las artes en Italia.
Mientras surgía en Florencia el arte del Quattrocento o primer Renacimiento italiano, así llamado
por desarrollarse durante los años de 1400 (siglo XV), gracias a la búsqueda de los cánones de
belleza de la antigüedad y de las bases científicas del arte, se produjo un fenómeno parecido y
simultáneo en Flandes (especialmente en pintura), basado principalmente en la observación de la
vida y la naturaleza y muy ligado a la figura de Tomás de Kempis y la «devotio moderna», la
búsqueda de la humanidad de Cristo. Este Renacimiento nórdico, conjugado con el italiano, tuvo
gran repercusión en la Europa Oriental (la fortaleza moscovita del Kremlin, por ejemplo, fue obra
de artistas italianos).
La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo XVI), se caracterizó por la hegemonía
artística de Roma, cuyos Papas (Julio II, León X, Clemente VII y Pablo III) (algunos de ellos
pertenecientes a la familia florentina de los Médici) apoyaron fervorosamente el desarrollo de las
artes, así como la investigación de la Antigüedad Clásica. Sin embargo, con las guerras de Italia
muchos de estos artistas, o sus seguidores, emigraron y profundizaron la propagación de los
principios renacentistas por toda Europa Occidental.
Durante la segunda mitad del siglo XVI empezó la decadencia del Renacimiento, que cayó en un
rígido formalismo, y tras el Manierismo dejó paso al Barroco.
David de Miguel Ángel. Diseñada y ejecutada para presidir la plaza principal de Florencia, se trata
de una estudiada alegoría política bajo la apariencia del tema cristiano. La visión resulta
amplificada por las dimensiones colosales de la estatua, pensada para no perderse en el espacio de
la plaza. Hoy en día la sustituye una copia, estando el original en la Academia florentina.
La primera tiene como espacio cronológico todo el siglo XV, es el denominado Quattrocento, y
comprende el Renacimiento temprano que se desarrolla en Italia.
La segunda, afecta al siglo XVI, se denomina Cinquecento, y su dominio artístico queda referido al
Clasicismo o Renacimiento pleno, que se centra en el primer cuarto del siglo. En esta etapa surgen
las grandes figuras del Renacimento en las artes: Leonardo, Miguel Ángel, Rafael. Es el apogeo del
arte renacentista. Este periodo desemboca hacia 1520-1530 en una reacción anticlásica que
conforma el Manierismo, que dura hasta el final del siglo XVI.
Fuera de Italia, el desarrollo del Renacimiento dependerá constantemente de los impulsos marcados
por Italia. Artistas importados desde Italia o formados allí, hacen el papel de verdaderos
transmisores. Monarcas como Francisco I en Francia o Carlos V y Felipe II en España imponen el
nuevo estilo en las construcciones que patrocinan, influyendo en los gustos artísticos predominantes
y convirtiendo el Renacimiento en una moda.
En el caso de Hungría, el trono se hallaba ocupado por el rey Matías Corvino (1443–1490), quien
copió los patrones italianos renacentistas y los extendió por dicho reino. Fundó la Bibliotheca
Corvinniana, luego en 1472 creó la primera imprenta húngara, e igualmente llenó la corte húngara
de astrólogos, artistas y escritores italianos en general. Igualmente el rey Matías hizo reconstruir al
estilo renacentista el Palacio de Buda, ubicado en la actual Budapest.
En esta época igualmente afloró la literatura en el reino húngaro y pronto surgieron conocidas
figuras de la literatura y poesía como Janus Pannonius, Antonio Bonfini, Juan Megyericsei,
Galeotto Marzo, Pietro Romano y juristas como Esteban Werbőczy, quienes generaron un enorme
impulso humanista en el reino.
Por otra parte, los supuestos históricos que permitieron desarrollar el nuevo estilo Renacentista se
remontan al siglo XIV cuando, con el Humanismo, progresa un ideal individualista de la cultura y
un profundo interés por la literatura clásica, que acabaría dirigiendo, forzosamente, la atención
sobre los restos monumentales clásicos.
Italia en ese momento está integrada por una serie de estados entre los que destacan Venecia,
Florencia, Milán y los Estados Pontificios. La presión que se ejerce desde el exterior, sobre todo por
parte de Francia y España, impidió que, como en otras naciones, se desarrollara la unión de los
reinos o estados; sin embargo, sí se produjo el fortalecimiento de la conciencia cultural de los
italianos. Desde estos supuestos fueron las ciudades, concebidas como ciudades-estado, las que se
convierten en centros de renovación artística.
En Florencia el desarrollo de una rica burguesía ayuda al despliegue de las fuerzas del
Renacimiento, la ciudad se convierte en punto de partida del nuevo estilo, y surgen, bajo la
protección de los Médicis, las primeras obras que desde aquí se van a extender al resto de Italia.
Arquitectura
La Iglesia de Santa María Novella, en Florencia, con fachada diseñada por Leon Battista Alberti. La
rígida ordenación geométrica que propone Aberti en el diseño de la fachada queda mitigada por el
empleo de mármoles polícromos, conforme a la tradición local.
Con el nuevo gusto, se busca ordenar y renovar los viejos burgos medievales e incluso se proyectan
ciudades de nueva planta. La búsqueda de la ciudad ideal, opuesta al modelo caótico y desordenado
del medievo, será una constante preocupación de artistas y mecenas. Así, el papa Pío II reordena su
ciudad natal, Pienza, convirtiéndola en un auténtico muestrario del nuevo urbanismo renacentista.
En sí, las ciudades se convertirán en el escenario ideal de la renovación artística, oponiéndose al
concepto medieval en el que lo rural tenía un papel preferente gracias al monacato.
Basílica de San Pedro, obra de Bramante y Miguel Ángel en su mayor parte; la cúpula fue
terminada por Giacomo della Porta, y la fachada es obra de Carlo Maderno, de época barroca.
Concebida inicialmente según un diseño centralizado, las variaciones en la dirección de la obra
dieron como resultado un nuevo prototipo de iglesia, llamado a extenderse con la Contrarreforma.
Pintura
En pintura, las novedades del Renacimiento se introducirán de forma paulatina pero irreversible a
partir del siglo XV. Un antecedente de las mismas fue Giotto (1267-1337), pintor aún dentro de la
órbita del Gótico, pero que desarrolló en sus pinturas conceptos como volumen tridimensional,
perspectiva, naturalismo, que alejan su obra de los rígidos modos de la tradición bizantina y gótica y
preludian el Renacimiento pictórico.
En el Quattrocento (siglo XV), se recogen todas estas novedades y se adaptan a la nueva mentalidad
humanista y burguesa que se expandía por las ciudades-estado italianas. Los pintores, aun tratando
temas religiosos la mayoría de ellos, introducen también en sus obras la mitología, la alegoría y el
retrato, que se desarrollará a partir de ahora enormemente. Una búsqueda constante de los pintores
de esta época será la perspectiva, objeto de estudio y reflexión para muchos artistas: se trató de
llegar a la ilusión de espacio tridimensional de una forma científica y reglada. La pintura
cuatrocentista es una época de experimentación; las pinturas abandonan lenta y progresivamente la
rigidez gótica y se aproximan cada vez más a la realidad. Aparece la naturaleza retratada en los
fondos de las composiciones, y se introducen los desnudos en las figuras. Los pintores más
destacados de esta época serán: en Florencia, Fra Angélico, Masaccio, Benozzo Gozzoli, Piero della
Francesca, Filippo Lippi, Paolo Uccello. En Umbría, Perugino. En Padua, Mantegna, y en Venecia
Giovanni Bellini. Por encima de todos ellos destaca Sandro Botticelli, autor de alegorías, delicadas
Maddonas y asuntos mitológicos. Su estilo dulce, muy atento a la belleza y sensibilidad femeninas,
y predominantemente dibujístico, caracterizan la escuela florentina de pintura y toda esta época.
Otros autores del Quattrocento italiano son Andrea del Castagno, Antonio Pollaiuolo, il
Pinturicchio, Domenico Ghirlandaio, Cima da Conegliano, Luca Signorelli, Cosme Tura, Vincenzo
Foppa, Alessio Baldovinetti, Vittore Carpaccio, y en el sur de la península, Antonello da Messina.
El Cinquecento (siglo XVI) fue la etapa culminante de la pintura renacentista, y denominada por
ello a veces como Clasicismo. Los pintores asimilan las novedades y la experimentación
cuatrocentistas y las llevan a nuevas cimas creativas. En este momento aparecen grandes maestros,
cuyo trabajo servirá de modelo a los artistas durante siglos.
El primero de ellos fue Leonardo da Vinci (1452-1519), uno de los grandes genios de todos los
tiempos. Fue el ejemplo más acabado de artista multidisciplinar, intelectual y obsesionado con la
perfección, que le llevó a dejar muchas obras inconclusas o en proyecto. Poco prolífico en su faceta
pictórica, aportó sin embargo muchas innovaciones que condujeron a la historia de la pintura hacia
nuevos rumbos. Quizá su principal aportación fue el sfumato o claroscuro, delicada gradación de la
luz que otorga a sus pinturas una gran naturalidad, a la vez que ayuda a crear espacio. Estudiaba
cuidadosamente la composición de sus obras, como en la muy difundida Última Cena, donde las
figuras se ajustan a un esquema geométrico. Supo unir en sus trabajos la perfección formal a ciertas
dosis de misterio, presente, por ejemplo, en la celebérrima Gioconda, La Virgen de las Rocas o el
San Juan Bautista.
La Virgen, el Niño Jesús y santa Ana, por Leonardo da Vinci, Museo del Louvre, París.
"Verdaderamente celestial y admirable fue Leonardo [...]. Hizo un cartón de Nuestra Señora y una
Santa Ana, con un Cristo, que también les pareció maravilloso a todos los autores; una vez
terminado, estuvo expuesto dos días para que lo vieran los hombres y las mujeres, los jóvenes y los
viejos, como se va a las fiestas solemnes, para ver las maravillas de Leonardo, que hicieron
asombrar a todo este pueblo".Giorgio Vasari, Las Vidas.
Rafael Sanzio (1483-1520) completa la tríada de genios del Clasicismo. Su estilo tuvo un enorme
éxito y se puso de moda entre los poderosos. La pintura de Rafael busca ante todo la grazia, o
belleza equilibrada y serena. Sus Madonnas recogen las novedades de Leonardo en lo que se refiere
a composición y claroscuro, añadiendo una característica dulzura. Anticipa claramente la pintura
manierista en sus últimas obras, cuyo estilo agitado y dramático copiarán y difundirán sus
discípulos.
Con la aparición de estos tres grandes maestros, los artistas contemporáneos asumen que el arte ha
llegado a su culmen (concepto recogido en la obra de Giorgio Vasari, Las Vidas) y se afanarán por
tanto en incorporar estos logros, por un lado, y en la búsqueda de un estilo propio y original como
forma de superarlos. Ambas cosas, junto con el ambiente pesimista que se respiraba en la
Cristiandad en la década de 1520 (Saco de Roma, Reforma protestante, guerras), hizo surgir con
fuerza a partir de los años 30 del siglo XVI una nueva corriente, el Manierismo. Se buscará a partir
de entonces lo extravagante, lo extraño, lo exagerado y lo irreal. Pertenecen a la corriente pictórica
Pontormo, Bronzino, Parmigianino, Rosso Fiorentino o Francesco Salviati. Otros autores tomarán
algunas novedades manieristas pero siguiendo una línea más personal y clasicista. Entre ellos
podemos citar a Sebastiano del Piombo, Correggio, Andrea del Sarto o Federico Barocci.
Dentro de las diferentes escuelas que surgen en Italia en el Cinquecento, la de Venecia presenta
especiales características. Si los florentinos ponían el acento en el disegno, es decir, en la
composición y la línea, los pintores venecianos se centrarán en el color. Las especiales
características del estado veneciano pueden explicar algo de esta particularidad, puesto que se
trataba de una sociedad elitista, amante del lujo y muy relacionada con Oriente. La escuela
veneciana reflejará esto mediante una pintura refinada, hedonista, menos intelectual y más vital,
muy decorativa y colorista. Precursores de la escuela veneciana del Cinquecento fueron Giovanni
Bellini y, sobre todo, Giorgione, pintor alegorías, paisajes y asuntos religiosos melancólicos y
misteriosos. Deudor de su estilo fue Tiziano (1476?-1576), el mayor pintor de esta escuela,
excelente retratista, quizá el más demandado de su tiempo; autor de complejas y realistas
composiciones religiosas, llenas de vida y colorido. En la última etapa de su vida deshace los
contornos de las figuras, convirtiendo sus cuadros en puras sensaciones de luz y color, anticipo del
Impresionismo. Tintoretto, Paolo Veronese y Palma el Viejo continuarán esta escuela llevándola
hacia el Manierismo y anticipando en cierta manera la pintura Barroca.
Escultura
Como en las demás manifestaciones artísticas, los ideales de vuelta a la Antigüedad, inspiración en
la naturaleza, humanismo antropocéntrico e idealismo fueron los que caracterizaron la escultura de
este período. Ya el Gótico había preludiado en cierta manera algunos de estos aspectos, pero
algunos hallazgos arqueológicos (el Laocoonte, hallado en 1506, o el Torso Belvedere) que se
dieron en la época supusieron una auténtica conmoción para los escultores y sirvieron de modelo e
inspiración para las nuevas realizaciones.
Fue Miguel Ángel quien, admirado por la perfección de los relieves de esta puerta, dijo que
merecería ser la del propio Paraíso. La yuxtaposición de diversos episodios en una misma escena es
un rasgo arcaico, superado no obstante por el mesurado naturalismo y la novedosa sugerencia del
paisaje.
Aunque se seguirán haciendo obras religiosas, en las mismas se advierte un claro aire profano; se
reintroduce el desnudo y el interés por la anatomía con fuerza, y aparecen nuevas tipologías técnicas
y formales, como el relieve en stiacciato (altorrelieve con muy poco resalte, casi plano) y el tondo,
o composición en forma de disco; también la iconografía se renueva con temas mitológicos,
alegóricos y heroicos. Aparece un inusitado interés por la perspectiva, derivado de las
investigaciones arquitectónicas coetáneas, y el mismo se plasma en relieves, retablos, sepulcros y
grupos escultóricos. Durante el Renacimiento decae en cierta manera la tradicional talla en madera
policromada en favor de la escultura en piedra (mármol preferentemente) y se recupera la escultura
monumental en bronce, caída en desuso durante la Edad Media. Los talleres de Florencia serán los
más reputados de Europa en esta técnica, y surtirán a toda Europa de estatuas de este material.
Los dos siglos que dura el Renacimiento en Italia darán lugar, igual que en las demás artes, a dos
etapas:
Quattrocento (siglo XV): El centro escultórico principal será Florencia, donde la familia
Médicis y con posterioridad la República ejercerán de mecenas de numerosas obras.
Lorenzo el Magnífico era aficionado a las esculturas griegas y romanas y había formado
una interesante colección de las mismas, poniendo de moda el gusto clásico. Los autores
más destacados de la época serán Lorenzo Ghiberti (Puerta del Paraíso del Baptisterio de
Florencia), Andrea Verrocchio (Monumento al condotiero Colleoni), Donatello, el taller de
los hermanos Della Robbia, que introducen la cerámica vidriada y policromada como
novedad, utilizándola en decoraciones de edificios; Jacopo della Quercia, Desiderio da
Settignano y Bernardo Rossellino.
El más importante de ellos es Donatello (1386-1466), gran creador que partiendo de los supuestos
del Gótico establece un nuevo ideal inspirado en la grandeza clásica. Suyo es el mérito de rescatar
el monumento conmemorativo público (su Condotiero Gattamelata, es una de las primeras estatuas
ecuestres de bronce desde la Antigüedad), la utilización heroica del desnudo (David) y la intensa
humanización de las figuras, llegando al retrato en ocasiones, pero sin abandonar nunca una
orientación claramente idealista.
La Piedad del Vaticano, de Miguel Ángel, encargada por el cardenal francés Jean Bilhéres de
Lagraulas para su sepultura, hoy en la Basílica de San Pedro. El idealismo e impasibilidad de los
dioses clásicos se traslada aquí a un tema cristiano; la serena belleza de María y de Cristo apenas se
ve alterada por el dolor o la misma muerte.
Cinquecento (siglo XVI). Esta época está marcada por la aparición estelar de uno de los
escultores más geniales de todos los tiempos, Miguel Ángel Buonarrotti (1475-1564). Hasta
tal punto marcó la escultura de todo el siglo, que muchos de sus continuadores no fueron
capaces de recoger todas sus novedades y éstas no se desarrollarán hasta varios siglos
después.
Miguel Ángel fue, como tantos otros en esta época, un artista multidisciplinar. Sin embargo, él se
consideraba preferentemente escultor. En sus primeras obras recoge el interés arqueológico surgido
en Florencia: así, su Baco ebrio fue realizado con intención de que aparentara ser una escultura
clásica. Igual espíritu se aprecia en la Piedad, realizada entre 1498-1499 para la Basílica Vaticana.
Protegido primero por los Médicis, para los que crea las Tumbas Mediceas, soberbio ejemplo de
expresividad, marchará luego a Roma donde colaborará en los trabajos de construcción de la nueva
Basílica. El pontífice Julio II lo toma bajo su protección y le encomienda la creación de su
Mausoleo, denominado por el artista como «la tragedia de la sepultura» por los cambios y demoras
que sufrió el proyecto. En las esculturas hechas para este sepulcro, como el célebre Moisés, aparece
lo que se ha venido denominando terribilitá miguelangelesca: una intensa a la vez que contenida
emoción que se manifiesta en anatomías sufrientes, exageradas y nerviosas (músculos en tensión),
posturas contorsionadas y escorzos muy rebuscados. Los rostros, sin embargo, suelen mostrarse
contenidos. En sus obras finales el artista desdeña de la belleza formal de las esculturas y las deja
inacabadas, adelantando un concepto que no volvería al arte hasta el siglo XX. Miguel Ángel
continúa con la tradición de monumentos públicos heroicos y profanos que inició Donatello y la
lleva a una nueva dimensión con su conocido David, esculpido para la Piazza della Signoria de
Florencia.
En los años finales de la centuria, la huella de Miguel Ángel tiene sus réplicas en Benvenuto Cellini
(Perseo de la Loggia dei Lanzi de Florencia, espacio concebido como museo de escultura al aire
libre), Bartolomeo Ammannati, Giambologna y Baccio Bandinelli, que exagerarán los elementos
más superficiales de la obra del maestro, situándose plenamente todos ellos en la corriente
manierista. Destaca en esta época también la saga familiar de los Leoni, broncistas milaneses al
servicio de los Habsburgo españoles, auténticos creadores de la imagen áulica, un tanto
estereotipada, de estos monarcas. Su presencia en España llevará allí de primera mano las
novedades renacentistas, extendiendo su influjo hasta la escultura barroca.
El Quattrocento en el renacimiento
El Quattrocento (término que en italiano significa cuatrocientos, por los años pertenecientes al
siglo XV) es uno de los períodos más importantes del panorama artístico europeo. Se sitúa a lo
largo de todo el siglo XV, y es la primera fase del movimiento conocido como renacimiento.
[editar] Características
En esta época aparece la figura del artista-creador en detrimento del anonimato. Surge el taller del
maestro, que es quien recibe los encargos de los clientes. Este hecho podría sindicarse como el
nacimiento de la categoría de autor. El hombre es la obra más perfecta de Dios. Se pinta la figura
humana independientemente de lo que represente.
Desde la perspectiva de nuestros cánones estéticos actuales, el arte que se crea en esta época es de
mayor "calidad" con respecto al llamado Trecento. En este arte evolucionan técnicas de pintura,
consiguiendo la perspectiva; en escultura se vuelve a la imitación de la clásica griega y romana, y
con respecto a la arquitectura hay un retorno a las líneas del arte griego y romano. En general este
arte es de líneas más puras que su predecesor europeo, el gótico, siendo de menor tamaño y
simplicidad.
Escultura: Los escultores se interesaron por representar el cuerpo humano, como Donatello
y Ghiberti.
Pintura: Representaron en los cuadros la perspectiva, representando la profundidad, como
Masaccio, Fra Angélico, Sandro Botticelli, Piero della Francesca, Paolo Uccello , Filippo
Lippi y Andrea Mantegna
Arquitectura: Los arquitectos buscaron el dominio del espacio introduciendo elementos
simples y proporcionados, como Filippo Brunelleschi y Leon Battista Alberti.
Para su construcción utilizó un juego de doble cúpula, una interna y otra externa. Brunelleschi
construyó también el Hospital de los Inocentes, las basílicas de San Lorenzo y Santo Espíritu y la
capilla funeraria de los Pitti. Otro gran arquitecto del Quattrocento fue Michelozzo di Bartolomeo,
que termina la cúpula de Brunelleschi y construye el palacio de los Medici. En su fachada utiliza el
sillar almohadillado en el que decrece el relieve de abajo a arriba. Sus maestros fueron grandes
escultores como Ghiberti o Donatello, por lo que sus edificios tiene un profundo sentido estético;
son tratados como esculturas. Además, construyó las tumbas de los Aragazzi, los Brancacci, el
convento de San Marcos y la capilla Portinari en Milán. León Battista Alberti es el otro gran
arquitecto del Quattrocento florentino, además de ser el gran teórico de la estética renacentista.
Determina cuál es la función del arquitecto, que debe proyectar, diseñar e idear el edificio.
Propugna la adecuación al entorno de los edificios y establece cuáles deben ser los cánones de
belleza, según los modelos clásicos. Construye Santa María de Novella, el palacio Rucellai y San
Andrés de Mantua.
También en Florencia trabajan Antonio Averulino (el Filareto), Bernardo Roselino, Luciano
Laurana y muchos otros. Pero durante el Quattrocento, Florencia no es el único centro. En
Lombardía se desarrolla un centro en torno Milán y otro en torno a Venecia. Esta escuela se
caracteriza por su mayor desarrollo decorativo, con grutescos, relieves y medallones que recuerdan
al estilo plateresco o al estilo ornamental francés. En Venecia trabajan arquitectos como Pietro
Lombardo: iglesia de los Milagros, Mauro Coducci: campanario de San Pietro del Castillo, y
Antonio Rizzo: reforma del palacio ducal de Venecia; y en Lombardía Guiniforte Solari: cartuja de
Pavía, los hermanos Christoforo y Antonio Mantegazza: fachada de la cartuja de Pavía, y Giovanni
Antonio: capilla Colleoni de Bérgamo
Artes figurativas
Las artes visuales, especialmente dos: pintura y escultura; puesto que la arquitectura tiene
un componente figurativo menos evidente (aunque también exista en ella, bien explícita o
bien implícitamente). Todas ellas se incluyen tradicionalmente entre las denominadas
bellas artes.
Dentro de la pintura y la escultura; y atendiendo esencialmente a la forma de
representación:
Khorsabad
Escultura
La escultura en Mesopotamia, lo mismo que en Egipto, es de carácter religioso, lo que explica que
la evolución artística fuera prácticamente nula: sus formas estaban fijadas de antemano y los artistas
– considerados meros artesanos- se atenían a la tradición y desconfiaban de las innovaciones. La
escultura sumeria en bulto redondo representa figuras orantes- generalmente los soberanos-
sentadas o de pie, con manos unidas bajo el pecho, cabeza rapada con grandes ojos, pecho
descubierto y con falda de piel de oveja. Las estatuillas son pequeñas y de canon corto,
desproporcionadas, hieráticas, de esquema geométrico y sujetas a la ley de frontalidad. Un buen
ejemplo es el intendente Ebih-il de Mari.
En las tumbas reales de Ur han aparecido piezas muy notables: el estandarte de Ur (mosaico con
incrustaciones de concha y nácar sobre lapislázuli, con dos caras, la de la guerra –un combate de
carros- y la de la paz - un banquete real -y dos arpas adornadas con una cabeza de toro barbada y un
macho cabrío, en oro y lapislázuli.. El relieve está sometido a convencionalismos. Las figuras se
organizan en composiciones ordenadas, en registros horizontales superpuestos, sujetos a las
limitaciones del marco. Ejemplos: la paleta de Narmer, las estelas conmemorativas, como la Estela
de los buitres, de mediados tercer milenio, y los numerosos cilindros sellos - pequeño cilindro de
piedra sobre el que se grababa en negativo un modelo decorativo que se podía imprimir haciéndolo
rodar sobre arcilla blanda-.
En el periodo acadio destacan los relieves de las estelas de temas bélicos, como la estela de
Naram-Sin, hacia el 2250, con una escena única dominada por la figura colosal del monarca
divinizado y jerarquizado sometiendo a sus enemigos. En bulto redondo se conserva en bronce la
cabeza de Naram-Sin – algunos piensan que es Sargón I- idealizado y con gran detallismo.
Al periodo neosumerio pertenecen las pequeñas esculturas exentas que representan a Gudea de
Lagash, sentado o de pie, imberbe, con una túnica que deja un hombro descubierto y turbante
circular. Son estatuas-bloque, de canon corto y composición cilíndrica, realizadas en diorita negra y
que se adornan con inscripciones cuneiformes. Son importantes los relieves de la estela de
Hammurabi, con la presentación del rey ante el dios Samash y el famoso Código.
La escultura asiria alcanza una gran perfección en los relieves. En ellos, distribuidos primero en
grandes composiciones unitarias y más tarde en bandas superpuestas, aparecen representados los
dioses y los reyes asirios en escenas de guerra y de grandes cacerías, con largas túnicas,
musculatura poderosa y tendones acentuados, barbas largas y cabelleras con innumerables rizos.
Estos bajorrelieves narrativos tienen un claro fin de propaganda real. Los animales se representan
de forma muy naturalista y en movimiento. Los ejemplos más conocidos son las escenas de caza de
Assurbanipal y la famosa Leona herida, del palacio de Nínive, que se conservan en el Museo
Británico.
En escultura exenta destacan las esculturas de toros y leones alados que guardaban las puertas de
los palacios asirios. Eran antropomorfos, con grandes barbas rizadas, y tenían cinco patas.
Cerámica
La pintura apenas alcanzó importancia en Mesopotamia, pero sí lo hizo la cerámica. Las primeras
manifestaciones son las de la civilización de El Obeid, cerca de Ur, hechas a mano y decoradas en
negro con motivos geométricos o animales muy estilizados.
Cinquecento
El Cinquecento o pleno Renacimiento se desarrolló a lo largo del siglo XVI con características
diferenciadas en cada una de las dos mitades del siglo, dominando el clasicismo en la primera y el
manierismo en la segunda. Supuso el triunfo de las experiencias del Quattrocento. Una de sus
características principales es el gusto por la grandiosidad monumental, teniendo siempre presente el
hallazgo del Laocoonte y sus hijos clásico, descubierto en 1506. Mientras los artistas del
Quattrocento crearon escuela en Florencia, los artistas del Cinquecento crearon sus obras y
desarrollaron su arte principalmente en la ciudad de Roma, que pasó a ser el centro artístico del
nuevo siglo. Florencia se mantuvo como ciudad renacentista importante, y se siguieron haciendo
obras maestras de arte en la capital toscana durante este período, como el David, los sepulcros de
las Capillas de los Médici, el Perseo de Cellini, etc. El artista representativo de este periodo es
Miguel Ángel, personaje de gran fuerza y personalidad.
Miguel Ángel Buonarroti, discípulo también de la escuela florentina, resume en su persona casi
todo el arte escultórico de su época en Italia (años 1475-1564). En los primeros treinta años de su
vida conservó su cincel algunas tradiciones del siglo XV produciendo obras moderadas y bellas
aunque vigorosas. A esta primera época se deben sus ponderadas esculturas de la Madonna de
Brujas y la Piedad con algunos Bacos y Cupidos y el David de Florencia. Pero desde el año en que
los papas comenzaron a encargarle la construcción de grandiosos monumentos, creó un estilo
gigantesco, vigorosísimo, lleno de pasión, independiente y llamado de terribilità excepcionalmente
suyo. De este género son las esculturas de los sepulcros de los Médici en la capilla de éstos en
Florencia (de Julián y su hermano Lorenzo, cuya estatua sedente se conoce con el nombre de Il
Pensieroso por su actitud pensativa) y las estatuas que preparaba el artista para el sepulcro del Papa
Julio II sobre todo el famoso Moisés que halla en la basílica de San Pietro in Vincoli.
Sansovino (su nombre propio es Andrea Contucci) fue un artista educado entre los artistas
florentinos que se manifiesta en sus esculturas amante de la forma exterior, de la anatomía y del
clasicismo, sobre todo en las estatuas que decoran los mausoleos del cardenal Ascanio Sforza y del
obispo Basso Rovere en la iglesia de Santa María del Popolo, aparte de otras en Florencia y
Venecia. Su discípulo Jacobo Sansovino trabajó principalmente en Venecia, siendo el gran difusor
de la obra de Miguel Ángel. Una de sus mejores obras escultóricas es el Baco.
Perseo de Cellini.
Benvenuto Cellini fue, además de escultor, un gran orfebre. Su obra monumental en bronce de
Perseo con la cabeza de Medusa fue un símbolo del triunfo de la familia Medici sobre la República
florentina. Es el autor del Cristo de mármol del monasterio de El Escorial.
Bandinelli y Ammanati fueron dos escultores contemporáneos de Cellini que esculpieron para la
plaza de la Señoría de Florencia las monumentales estatuas de Hércules y Caco y Neptuno. Los dos
Leoni, Leone y Pompeyo (padre e hijo) fueron grandes fundidores en bronce y trabajaron
principalmente en España, durante el reinado de Felipe II.
Pintura renacentista
La pintura renacentista abarca el período de la historia del arte europeo entre arte de la Edad
Media y el arte barroco. La pintura de esta época está relacionada con el «renacimiento» de la
antigüedad clásica, el impacto del humanismo sobre artistas y sus patronos, nuevas sensibilidades y
técnicas artísticas y, en general, la transición entre el periodo medieval y los comienzos de la Edad
Moderna.
Historia
En las artes visuales, los logros significativos ocurrieron alrededor del año 1400 tanto en Italia
como al norte de los Alpes. El arte de Masaccio y los escritos de Leon Battista Alberti ayudaron a
establecer la perspectiva lineal y la idealización del cuerpo humano como las ideas principales de la
pintura renacentista italiana a principios del siglo XV. Al tiempo se produjo en el norte la pintura
gótico-flamenca, que también se ha considerado prerrenacentista o renacimiento nórdico. Artistas
flamencos como Jan van Eyck innovaron con la pintura al óleo y composiciones espaciales
intuitivas. El breve Alto Renacimiento (h. 1500–1520), centrado en torno a Leonardo da Vinci,
Miguel Ángel y Rafael en Florencia y Roma, fue una culminación de los logros italianos, mientras
que artistas como Alberto Durero llegó a un nivel similar de innovación artística e intelectual a la
Europa septentrional.
La pintura del Renacimiento tardío, desde alrededor de 1520 hasta el final del siglo XVI, está
marcada por varias tendencias manieristas que se expandieron a partir de Italia al resto de Francia.
La decadencia del renacimiento se inicia en Italia poco después de mediado el siglo XVI. Se
caracteriza por la falta o escasez de buenos maestros, optando los artistas por imitar las obras de los
grandes maestros anteriores en lugar de estudiar la naturaleza para crear sus obras originales. En el
manierismo se exagera el movimiento en las figuras, la expresión es afectada y amanerada o poco
natural de los rostros.
Características
La historia moderna de la pintura se inicia con los aportes de los maestros del Renacimiento.
Florencia y Roma durante los siglos XV y XVI son la cuna de dicho movimiento que establecerá a
través de la perspectiva, la proporción, la anatomía y el descubrimiento y uso del óleo, una manera
de pintar realista o verista que no se había dado antes.
La pintura del Quattrocento se enmarca dentro del Primer Renacimiento. Se desarrolló, como su
nombre indica, en la Italia del siglo XV. Sus características principales son, junto a la evocación de
lo antiguo, la observación de la naturaleza de manera que se pueda reflejar fielmente en la pintura.
El dominio de la perspectiva hace que se supere la bidimensionalidad de la superficie pictórica.
Características generales
La técnica que predominantemente se utiliza sigue siendo el mural, tanto en capillas, conventos e
iglesias, como en los palacios renacentistas. Además, se pinta sobre tabla e incluso sobre
determinados muebles, como los arcones o los cassone de bodas, muy populares en el Renacimiento
italiano. Sigue usándose la pintura al temple, en la que el aglutinante es el huevo o la cola. Sólo en
la segunda mitad de siglo, y empezando por Venecia comienza a introducirse el óleo.
Siguen siendo predominantes los temas religiosos, aunque los mecenas privados comienzan a
encargar otros asuntos, como la Mitología o las escenas históricas.
Estos artistas se diferenciaron del gótico precedente al colocar las figuras en espacios
arquitectónicos que procuran representar con la debida perspectiva. El centro de atención es la
figura humana, generalmente idealizada, estudiada en diversas posturas y movimientos. Las
proporciones humanas volvieron a normalizarse. Se perfeccionó así la tridimensionalidad y se
sentaron las bases del estilo renacentista.
En un primer momento, hay una serie de pintores que enlazan perfectamente con el gótico
internacional. Mantienen rasgos como los fondos dorados de las imágenes religiosas o la atención
minuciosa al detalle. Como figura que anticipa el Quattrocento puede citarse, en el centro de Italia,
a Gentile da Fabriano (h. 1370 - h. 1427), perteneciente al estilo gótico internacional.
Dos pintores contemporáneos que, partiendo del gótico internacional, están ya trabajando en algo
distinto, son Fra Angélico (h. 1390 – 1455) en Florencia y Pisanello (h. 1395-1455) en el Norte de
Italia. El primero de ellos realiza obras religiosas de un gran idealismo, en las que introduce
elementos clásicos en la decoración. Destacan las obras que de él se conservan en el Convento de
San Marcos de Florencia y los frescos, posiblemente pintados por ayudantes a partir de diseños
suyos, en la capilla del papa Nicolás V del Vaticano, con episodios de las Vidas de san Lorenzo y
de san Esteban (1447-1449).
Pisanello, por su parte, fue uno de los más distinguidos pintores de su época. Se le conoce sobre
todo por sus frescos de grandes dimensiones, llenos de pequeñas figuras. Su color es brillante y el
trazo, preciso, mostrando gran minuciosidad en los detalles. Finalmente, cabe mencionar, en este
primer momento y como figura de transición hacia una generación posterior, a Masolino da
Panicale (1383–1440), el maestro de Masaccio (1401-1428). Masolino se distinguió por una mayor
preocupación por la representación fiel del espacio. Este rasgo lo tomaría su alumno, que
perfecciona las reglas de la perspectiva hasta el punto de que muchos de sus cuadros parecen
perfectos trampantojos. Destacan los frescos que realizó para la Capilla Brancacci en la iglesia del
Carmen de Florencia.
Con Masaccio se pone en evidencia una tendencia más hacia el estudio de la perspectiva. Estos
pintores florentinos crean pinturas de carácter monumental en las que introducen elementos de la
antigüedad grecorromana. A partir de este momento, varios cuadros experimentaron estudio de
perspectiva, como el famoso cuadro de Piero della Francesca Vista de una ciudad ideal en donde se
trabaja con la perspectiva central a un punto de fuga. Otro punto que se puso en practica fue el
escorzo, el cual era una de las técnicas más difíciles. Precisamente el este aspecto destaca Paolo
Ucello (1397-1475) quien se esforzó por representar la figura humana desde todas las perspectivas
posibles. Sus Cuadros de Batalla contienen escorzos forzados que demuestran su maestría a la hora
de reflejar posturas diversas. Andrea del Castagno (h. 1421 - 1457), influido por Masaccio y Giotto,
se centra igualmente en la figura humana, a la que dota de una monumentalidad prácticamente
escultórica. Sus obras incluyen frescos en el Cenáculo de Santa Apolonia de Florencia y la pintada
Estatua ecuestre de Niccolò da Tolentino (1456) en la Catedral de Florencia. Piero della Francesca
(1416-1492) es la figura cumbre de esta tendencia. Armonizó lo intelectual (es autor de un tratado
sobre la perspectiva pictórica) con lo científico. Destaca el uso que hace de la luz como un elemento
simbólico. A él se deben los frescos de San Francisco de Arezzo.
Esta primera generación florentina acaba con la obra de Fra Filippo Lippi (1406 –1469), discípulo
de Masaccio, quien dentro de su pintura religiosa, sobresale por la originalidad del paisaje y la
elegancia nerviosa en el dibujo, que influyó decisivamente en Botticelli.
Dentro de esta tendencia cabe situar a la segunda generación florentina, que se hace muy refinada;
mantiene los fondos de arquitectura clásica, pero introduce elementos concretos de la vida
cotidiana. Benozzo Gozzoli (h. 1321- 1497) es un pintor de frescos alumno de Fra Angélico. En
1459 comenzó la decoración de la Capilla de Los Magos, en el Palacio Medici Riccardi, donde se
encuentra su obra más conocida, el «Viaje de los magos». Domenico Ghirlandaio (1449-1494)
muestra su preocupación por los detalles cotidianos en los objetos y las vestimentas, de manera que
más que pintura religiosa parece en ocasiones de género. Esta segunda generación tiene en Sandro
Botticelli (1445-1510) su figura cumbre. Protegido de los Médicis, crea escenas mitológicas
refinadas, de contornos precisos, líneas sinuosas y gran atención al detalle. En Botticelli se
encuentra el modelo de mujer cuatrocentista, en sus representaciones de Simonetta Vespucci. En
sus últimos años se dedicó a la pintura religiosa, una vez que los Médicis fueron expulsados del
gobierno de Florencia y con el puritanismo de Savonarola dominando la República. Varias de sus
obras fueron quemadas en la hoguera de las vanidades.
Otros autores florentinos de la época fueron Filippino Lippi (h. 1457 –1504), los hermanos
Pollaiolo (Antonio Benci 1432-1498 y Piero Benci 1441-1496), Andrea del Verrocchio (h. 1435 –
1488, maestro de Leonardo) y Piero di Cosimo (1462-1522).
En la zona central de Italia surge la Escuela de Umbría, que presta particular atención al marco en
que se encuadraban las escenas religiosas, creándose un paisaje sereno y armonioso que
posteriormente se transmitió a la obra de Rafael, pues su maestro, Pietro Vanucci, llamado el
Perugino (1450-1523), perteneció a esta corriente. Destacó el Perugino por sus personajes
afeminados y sentimentales, dentro de un orden simétrico. Pintó la «Entrega de las llaves a San
Pedro» en la Capilla Sixtina, obra que logra la tridimensionalidad y recuerda en su composición,
inevitablemente, a Los desposorios de la Virgen de Rafael. Pese a cultivar casi exclusivamente la
pintura religiosa, era conocido su ateísmo, a lo que algunos atribuyen la monotonía de las imágenes:
todos los personajes tienen las mismas facciones, hasta el punto de parecer de la misma familia, y el
paisaje siempre es el mismo, el propio de Perugia; sin embargo, destaca en su obra la composición
espacial: dota a sus cuadros de gran profundidad, permitiendo que la vista alcance hasta planos muy
alejados, pudiéndose casi captar la atmósfera, el aire, el espacio entre las figuras. Perugino inspiró
en un principio a Pinturicchio (1454-1513), quien después evolucionó hacia un estilo más personal,
inclinado por la anécdota y el lujo. Se le conoce sobre todo por los frescos de los Aposentos de los
Borgia en el Vaticano y los de la Biblioteca de la Catedral de Siena, a iniciativa del cardenal
Francisco Piccolomini, sobrino del papa Pío II, cuya vida allí se representa.
Un último cuatrocentista de la zona de Umbría es Luca Signorelli (h. 1445-1523), con una obra muy
personal que anticipa algunos rasgos que pueden verse después en Miguel Ángel. Formado en
Florencia, viajó constantemente a lo largo de su dilatada existencia, pero conservó siempre el arte
de la Umbría. Gusta de representar el cuerpo humano en diferentes posturas, con gran tensión y
dramatismo, como puede verse en su «Caída de los condenados», fresco en la Catedral de Orvieto
(1499-1503), admirado por Miguel Ángel, que le copió algunas de sus composiciones. Estos frescos
realizados en la capilla de San Brizio, de la catedral de Orvieto, son considerados su obra maestra.
En estos grandes frescos se pone en evidencia la familiaridad de Signorelli con la Divina Comedia
de Dante.
Más al norte, hay dos escuelas locales, las de Padua y Ferrara. En la primera destaca Andrea
Mantegna (h. 1431-1506), quien se complace en mostrar su gran habilidad con la perspectiva,
realizando monumentales representaciones de los cuerpos humanos casi estatuarias. Aunque
reproduce paisajes de la región, como puede verse en el Tránsito de la Virgen también conoce la
arquitectura clásica e introduce fielmente en sus obras arcos de triunfo antiguos y bóvedas clásicas.
Recibe influencia de Altichiero, de quien conoció la capilla Lido con leyendas de San Jorge, de
Donatello que dejó en Padua lo mejor de su obra como el Gattamelata y finalmente de Giotto cuya
Capilla de los Scrovegni pintó por completo. Un ejemplo paradigmático de su estilo es su Cristo
muerto (h. 1500-1505). Emparentado por matrimonio con los Bellini, su obra se relaciona más con
Venecia que con Florencia o Milán; además de trabajar en Venecia y Roma, lo hizo en Verona (el
Tríptico de San Zenón) y, finalmente, fue llamado a la corte de Mantua, donde realizó numerosas
obras para los Gonzaga. En Ferrara predomina la influencia flamenca en la obra de artistas como
Cosimo Tura (h. 1430-1495) y Francesco del Cossa (h. 1436-h. 1477).
Finalmente, en Venecia comienza una escuela regional propia, que siente las influencias orientales
del mismo modo que le alcanzan antes los avances técnicos del Norte de Europa. Antonello da
Messina, siciliano, se formó en Flandes, y a su vuelta a Italia trabajó en el norte de la Península,
donde difundió el uso del óleo y también el tratamiento objetivo de la realidad a la hora de
representarla en un cuadro. Características de esta escuela es su gusto por el color y también la
importancia que se le da a la representación realista del paisaje. Las figuras más emblemáticas de
este momento pertenecen a la familia Bellini (Jacopo, Gentile y Giovanni), siendo el más destacado
de sus miembros Giovanni Bellini (h. 1424 - 1516) en cuyo taller se formarían Giorgione y Tiziano.
Artistas venecianos menores fueron Vittore Carpaccio (h. 1460-h. 1525) y Carlo Crivelli (h. 1435 –
h. 1495).
Leonardo da Vinci (1452-1519, prácticamente coetáneo del Perugino, puede considerarse el último
cuatrocentista. No obstante, normalmente se le estudia dentro de la pintura del Cinquecento, junto
con Rafael y Miguel Ángel.
La pintura del Cinquecento supone la cumbre del Renacimiento italiano. Se desarrolló, como su
nombre indica, en la Italia del siglo XVI, pero no abarca toda la pintura de ese siglo, sino solamente
la del primer tercio, ya que el clasicismo y el equilibrio propios de este Alto Renacimiento
desaparecen a partir de la década de los veinte. Para el período 1520-1600 se prefiere usar el
término de Pintura manierista. Representan la cumbre del renacimiento tres maestros de la escuela
florentina que, sin embargo, destacarán por sus trabajos en otras ciudades, especialmente Roma:
Leonardo da Vinci, Miguel Ángel Buonarroti y Rafael Sanzio.
Características generales
Respecto a la pintura del Quattrocento, se ha producido un avance notable. Sigue trabajándose sobre
todo temática religiosa, pero se tratan también otros temas. Los pintores ya no se obsesionan con la
perspectiva lineal y geométrica, sino que procuran una mayor naturalidad en sus obras. Alcanzan así
un clasicismo que expresa un mundo en orden y perfectamente equilibrado entre fuerzas
aparentemente contrapuestas como la dualidad entre lo real y lo irreal o el movimiento y el reposo.
Rafael y las obras de juventud de Miguel Ángel ejemplifican esta serenidad ideal, buscando el
modelo ideal que subyace a las formas naturales del cuerpo humano.
El rigor en la composición, con tendencia a adoptar formas piramidales, producen esa sensación de
orden y equilibrio. Las figuras se colocan por lo tanto, dentro de un claro triángulo, relacionándose
entre ellas por las miradas y las manos.
Generalmente, los grandes maestros tienden a dar más importancia al dibujo que al color. Sólo en
Leonardo alcanzan también una proporción adecuada el énfasis en uno u otro aspecto; la
preponderancia del color sobre el dibujo es típico, sin embargo, de la escuela veneciana. Quedan así
caracterizados los dos centros pictóricos en torno al año 1500: por un lado Roma donde predomina
la preocupación por el dibujo y la forma, que alcanza dimensiones escultóricas y colosales en
Miguel Ángel; y por otro lado Venecia, donde se prefiere el color. Florencia pues ha perdido, tras la
caída de los Médicis y las prédicas de Savonarola, el papel protagonista que había tenido el siglo
anterior. En paralelo, el dibujo va perdiendo preeminencia, a medida que los contornos se van
difuminando, con lo que se logra un claroscuro de luces y sombras que permiten modelar
suavemente las figuras para que aparezcan más redondeadas. De esta manera se logra una mayor
sensación de volumen y, en el paisaje, la profundidad de la perspectiva aérea o cromática, por
contraposición a la estricta perspectiva geométrica porpia del Quattrocento. Para conseguir este
volumen se utilizan, además, otras técnicas, como la de colocar un brazo por delante de la persona
retratada, lo que inmediatamente sitúa el tronco del retratado en un segundo plano. Esto se ve en La
Gioconda, lo mismo que en el Autorretrato de Durero del Prado.
Esta característica se relaciona con otra circunstancia que permite diferenciar a los cuadros del
Cinquecento de los del Quattrocento: el uso de la luz. En los cuadros de Botticelli, por ejemplo, la
luz era directa, resultando un dibujo un poco plano, de manera que parecía vivir siempre en una
eterna primavera. En cambio, apenas una generación después, la luz incide de manera distinta,
creando sombras que aportan mayor realidad y perspectiva. No son ya escenas vibrantes y
luminosas, sino que aparece la neblina o el crepúsculo.
Al lograr ese perfecto equilibrio en tan sólo una generación, se cerraban las vías hacia un nivel más
alto o una nueva creatividad, porque no era posible mejorar la perfección. De este modo, los altos
niveles conseguidos por Leonardo, Rafael y Miguel Ángel no podían mejorarse y sí tratar de imitar
una y otra vez, pintando los artistas posteriores a la maniera (esto es, «con el estilo») de esos
grandes maestros del Alto Renacimiento, que es lo que se ha dado en llamar el Manierismo o
«Renacimiento tardío» (1520-1600). En esa segunda mitad del siglo XVI el arte se hace caprichoso,
se toman temas alegóricos, muchas veces de difícil comprensión. Se pierde la sensación de orden,
equilibrio y serenidad, sustituida por otra de nerviosismo y desequilibrio: el Manierismo anticipa
claramente el Barroco.
Varias circunstancias concurren para acrecentar esa crisis del Alto Renacimiento que hizo surgir el
Manierismo. No sólo el agotamiento del modelo en las obras de los grandes maestros, que parece
imposible de superar o introducir nada nuevo en ellos. También hay un agotamiento del ideal
humanístico, ya que los conocimientos preestablecidos encuentran su contraste en los nuevos
descubrimientos, geográficos y científicos. La propia Roma, centro neurálgico del Alto
Renacimiento, se ve atacada por los imperiales en el año 1527 (Saco de Roma), lo que produjo una
dispersión de los pintores por toda Italia. A ello se le une la progresiva crisis económica en toda
Europa. El orden de la Cristiandad, que llegó incluso en el siglo XV a creer posible una unidad con
los cristianos de Oriente, se rompe en pedazos con la Reforma protestante, lo que llevó a un
repliegue ideológico del sur de Europa a los estrictos principios católicos (el Concilio de Trento y la
Contrarreforma en la segunda mitad del siglo).
Leonardo da Vinci
Leonardo Da Vinci (1452-1519) encarna al hombre renacentista por antonomasia, por las muy
diversas formas del saber que atrajeron su atención. Como pintor, es la figura que ejemplifica el
tránsito del Quattrocento al Cinquecento. Sus obras no son realmente muchas, pero sí de gran
trascendencia para la historia de la pintura. Destaca su contribución con la técnica del esfumado,
técnica consistente en difuminar las sombras de la persona pintada hasta que se confundan con el
fondo oscuro. De esta manera desaparecen los marcados perfiles propios del Quattrocento. Gracias
a estos contrastes de luces y sombras se logra una impresión de profundidad. El dibujo preciso da
paso a un uso del color para transmitir la sensación de profundidad. Sus paisajes, envueltos en una
atmósfera neblinosa, y en los que se ha logrado la sensación de profundidad gracias a las
gradaciones de color, están dotados así de un encanto misterioso. Igualmente enigmática es la típica
sonrisa que da a sus personajes, un poco ambigua, que no transmite con precisión cuál es el estado
de ánimo del retratado. El ejemplo máximo de este rasgo es La Gioconda.
Otra obra emblemática de Leonardo es La última cena que realizó para Santa María de las Gracias
cuando estuvo al servicio de Ludovico Sforza en Milán. Vasari detalla de qué manera trabajaba
Leonardo, con gran minuciosidad, muy lento, estudiando cada pincelada. De ahí que su producción
sea tan limitada, y parte de ella inconclusa. Su gran proyecto para Florencia, un fresco con la
Batalla de Anghiari en la sala del Palazzo Vecchio se cree que no se llegó a ejecutar; en cualquier
caso, a tiempos modernos sólo han llegado copias de su dinámica composición. Dentro de su
producción religiosa, destacan La Virgen de las Rocas y la Virgen y Santa Ana, obras de rigurosa y
equilibrada composición triangular en las que puede apreciarse el típico claroscuro leonardesco.
Miguel Ángel.
Miguel Ángel (1475-1564, pertenece a una generación posterior a Leonardo. Es quizá la figura más
completa del Alto Renacimiento, pues realizó obras escultóricas, pictóricas y arquitectónicas.
Su obra cumbre como pintor son los frescos que realizó en la Capilla Sixtina: primero la bóveda
(1508-1512) y veinte años después el Juicio Final (1533-1540). Las diferencias de estilo entre una y
otra composición evidencian el tránsito del Alto Renacimiento al Manierismo. En la bóveda se
representan las tres artes: gracias a la pintura, las figuras parecen auténticas esculturas que se
enmarcan en una arquitectura ficticia de pilastras y cornisas. Aunque de dimensiones
sobrehumanas, en la bóveda sigue primando la serenidad, la perfección, el equilibrio clásico.
Distinto es el Juicio Final del testero, composición abigarrada y nerviosa, plena de dramatismo y
pesimismo.