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Capítulo II
Capítulo II
TERAPIAS PSICOANALÍTICAS
TEORÍA DE LA PERSONALIDAD
Etapa oral
Durante los primeros 18 meses de vida, los deseos sexuales del infante están
centrados en la región oral. El mayor placer del niño es chupar un objeto
satisfactorio, como el pecho. Las urgencias instintivas se refieren a recibir
pasivamente gratificación oral durante la fase oral-incorporativa y a obtener
placer más activamente durante la fase oral-agresiva. Chupar el pecho o la
mamadera, poniendo juguetes o los dedos en la boca, y aún balbucear, son
algunas de las acciones que los niños llevan a cabo para recibir gratificación
oral. Como adultos, observamos la sexualidad oral a través de besos, fellatios,
cunnilingus, o preocupación especial por los pechos y otras partes del cuerpo.
Las necesidades sexuales orales del infante son intensas y urgentes, pero el
niño depende de figuras parentales que le provean del pecho o la mamadera
necesarios para la gratificación oral adecuada. Cómo los padres respondan a
tales necesidades urgentes, puede tener una marcada influencia en la
personalidad del niño. Los padres que son o demasiado restrictivos o
demasiado sobreprotectores pueden dificultar que el niño madure de esta
etapa a etapas posteriores del desarrollo de la personalidad. Con la restricción,
el niño puede quedar fijado a la etapa oral: las energías se dirigen
primariamente a encontrar la gratificación oral que le fue proveída
escasamente durante la infancia. Con la sobreprotección, el niño puede
también quedar fijado a la etapa oral, en tanto las energías se dirigen a tratar
de repetir y mantener las condiciones gratificantes. La fijación debido tanto a
la restricción como a la gratificación excesiva, lleva al desarrollo de una
personalidad oral que incluye los siguientes rasgos bipolares (Abraham, 1927;
Glover, 1925): optimismo-pesimismo, ingenuidad-suspicacia, petulancia-
autodesprecio; manipulación-pasividad, y admiración-envidia.
Etapa anal
Los niños en la etapa anal están aptos para aprender que la urgencia intensa
de jugar con su ano o sus productos les genera conflicto con las reglas de
limpieza de la sociedad. Aún el placer de excretar debe caer bajo las reglas
parentales para el control del intestino. Antes del entrenamiento en el
sanitario, el niño era libre de relajar los músculos del esfínter inmediatamente,
tan pronto como la tensión apareciera en el ano. Pero ahora la sociedad,
representada por los padres, demanda que el niño controle el deseo inherente
de reducción inmediata de esa tensión. En términos de Erikson (1950), el niño
debe ahora aprender a retener y luego dejar ir. No sólo eso, sino que el niño
debe también aprender el tiempo adecuado para retener y dejar ir. Si deja
salir cuando es oportuno retener (problemas); y si retiene cuando es
apropiado dejar salir (¡más problemas!)
Etapa fálica
Aún así, muchos analistas clásicos aún asumen que las niñas inicialmente
envidian el pene, que se enojan con sus madres, y que entonces viran sus
deseos hacia el padre; en parte para tener al menos, la oportunidad de
compartir su falo.
Una vez más, un punto crítico es cómo los padres responden a los deseos
genitales de sus hijos. Tanto los padres sobre indulgentes como los
rechazadores pueden producir una fijación al estadio fálico que resulta en el
establecimiento de las siguientes características bipolares: vanidad- odio a uno
mismo, orgullo-humildad, elegancia-sencillez, gregarismo-aislamiento,
insolencia-vergüenza.
El rechazo en cambio, donde los padres le dan al hijo del sexo opuesto poco
afecto, pocos abrazos o besos y no aprecian sus atractivos; crea propensión a
la siguiente auto-imagen: “Debo ser detestable si mi padre ni siquiera me
abraza o besa. ¿Para qué coquetear, vestirme elegantemente, salir, o
enorgullecerme de mí si el sexo opuesto de seguro me encontrará
indeseable?”. Por otro lado, una persona que ha tenido un padre sobre
indulgente, incluso seductor o de hecho incestuoso, puede desarrollar
sentimientos de vanidad. Siente que, de hecho, debe ser alguien importante
ya que papito los prefiere más que a mamá, o viceversa. La seducción,
elegancia, orgullo e insolencia podría estar basado en mantener la imagen de
ser la persona más deseable del mundo.
De cualquier forma, los conflictos sobre los deseos sexuales hacia uno de los
padres no se deben solamente a cómo el progenitor responda. Los niños
también tienen que defenderse contra la ansiedad de castración, incluida la
supuesta ansiedad de las niñas de que su madre rival podría dañarla más
adelante. El niño debe también defenderse contra el tabú del incesto, base de
la sociedad. Este conflicto lleva a la represión como principal defensa contra
los deseos incestuosos. Al mantener las fantasías que incluyen al progenitor
del sexo opuesto fuera de la conciencia, el niño se siente a salvo del incesto y
de la consecuente castración o tabúes que lo acompañarían. Sin embargo,
como sucede con todo deseo en conflicto, el impulso es omnipresente y puede
permanecer a raya sólo mediante defensas inconcientes.
Etapa de latencia
Etapa genital
TEORÍA DE LA PSICOPATOLOGÍA
Si vamos aún más profundo al sentido latente de este evento para Karen,
probablemente encontraríamos que su experiencia a los doce años representó
la pérdida original de su padre cuando tenía cinco años. El enojo que amenaza
irrumpir hacia las enfermeras de la sala 3 Sur puede haber sido desplazado en
parte de su enojo original hacia su madre, a quien Karen imaginó como la
causante de que su padre la abandonara a una edad en la que todavía lo
deseaba. Estar en la sala 3 Sur pudo también haber amenazado con hacer
conciente sentimientos de deseos sexuales para con su padre, mezclados con
hostilidad por su partida cuando lo necesitaba tanto. Hasta la fantasía de que
ella pudo haber deseado su muerte podría dañar la imagen de sí misma, de
hija cuidadosa que hubiera salvado a su padre si hubiese habido una
enfermera diez años atrás. Proteger su imagen de sí misma, protegerse de
actuar o de experimentar impulsos peligrosos y protegerse de la ansiedad y
culpa que tales impulsos elicitarían, podrían ser las razones para sus síntomas
como defensas de último recurso.
AUMENTO DE CONCIENCIA
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En español, se suele traducir la expresión “work over” como elaboración. En este caso y siguiendo las
recomendaciones del Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis (1994) hemos utilizado la palabra
Trabajo Elaborativo para reflejar lo más claramente posible la expresión inglesa “work trough”, que da una idea
más ajustada del proceso general de elaboraciones que conlleva un tratamiento psicoanalítico. (Nota del T.)
Porque la interpretación va más allá de la experiencia del paciente, es más
que un feedback al paciente. El sentido y causalidad asignados al fenómeno
psíquico es determinado, al menos en parte, por la teoría psicoanalítica. Así, la
información que los pacientes están brindando respecto al sentido y
causalidad de sus respuestas es en parte una educación acerca de cómo el
psicoanálisis le da sentido a las personas y a sus problemas. Esto no significa
que las interpretaciones son dadas en términos teóricos. Ciertamente son
personalizadas para el individuo, y en ese aspecto son feedback. Sin embargo,
a través de las interpretaciones se les enseña a los pacientes a ver su
experiencia conciente como causada por procesos inconcientes, su conducta
adulta como determinada por experiencias infantiles, su analista como si fuera
sus padres u otras figuras significativas del pasado, y así sucesivamente.
OTROS PROCESOS
CONTENIDO TERAPÉUTICO
Conflictos intrapersonales
Las defensas o resistencia, como son llamadas las defensas cuando ocurren en
terapia, son la mitad del contenido del psicoanálisis. Casi toda conducta en
terapia puede servir a funciones defensivas (hablar muy rápido o muy
despacio, demasiado o muy poco, sentirse bien respecto del terapeuta o sentir
hostilidad, focalizar en detalles o evitarlos). Así, el terapeuta siempre tiene
material para procesar. Es sólo una cuestión de detectar cuáles defensas serán
más probablemente aceptadas por el cliente como resistencia, tales como
olvidar el turno o no ser capaz de recordar sueños. La meta analítica no es
remover las defensas, sino reemplazar las defensas inmaduras y
distorsionadas por otras más maduras, realistas y gratificantes.
Algunos freudianos radicales, como Norman Brown (1959), creyeron que los
individuos no necesitaban ser reprimidos. Todas las expresiones destructivas
del instinto de muerte, como la naturaleza violenta, que subyacen al análisis
científico y construcción comercial, son resultado de frustraciones repetidas
del instinto de vida. Si adoptamos estilos de vida más infantiles, espontáneos,
en los cuales se dé libre expresión al juego en la cama, entonces no
necesitaríamos estar frustrados y agresivos. Aquellos que asumen una mirada
freudiana radical usualmente aceptan la sexualidad como un instinto pero ven
la agresión como debida a la frustración que viene de la represión de nuestros
deseos de sexualidad espontánea. Los freudianos radicales generalmente
creen que los individuos deberían ser alentados a trascender sus culturas
particulares y encontrar plenitud siguiendo sus propios y personales senderos.
Pero Freud mismo, tan radical como era en numerosos aspectos, estaba
convencido de que aún los individuos más concientes debían tomar
considerables compromisos con la cultura en la que vivían y dejar las fantasías
de trascendencia a los ángeles.
Control de los impulsos. Es obvio que Freud creyó que los impulsos
humanos sexuales y agresivos debían ser controlados. Somos animales
cubiertos con una delgada fachada de civilización. Para los psicoterapeutas,
alentar a mover esa fachada es en última instancia alentar a violar y rebelarse
en las calles. Algunos creyeron que el mismo Freud contribuyó a remover esta
fachada. Veían a la sexualidad y agresión como fuera de control en nuestra
sociedad post-freudiana. La dependencia de drogas, alcohol y comida es
descontrolada, la violencia parece dominar las calles. Desviaciones tales como
la homosexualidad y bisexualidad son aceptadas como saludables, y la
gonorrea y otras enfermedades venéreas son epidémicas. Freud, sin embargo,
fue uno de los primeros en reconocer que es mucho más fácil para los
terapeutas aflojar los controles de los neuróticos que lograr el control en
personalidades impulsivas. El no predicó el removimiento de la delgada
apariencia de control, pero creyó que la mayor esperanza para los individuos y
la sociedad era reemplazar la fachada infantil rígida pero débil, por un
conjunto de controles más maduro y realista.
RELACIÓN TERAPÉUTICA
Mientras que los analistas están de acuerdo con la asunción general de Rogers
de que es mejor adoptar una actitud no juzgadora hacia las producciones del
paciente para permitir a las asociaciones fluir libremente, no responden con
consideración positiva incondicional. Frecuentemente, respuestas neutras
como un silencio son más propensas a estimular reacciones de transferencia, y
así la reacción del analista frente a la producción del paciente serían mejor
descriptas como consideración incondicional neutra.
Los analistas podrían estar de acuerdo con Rogers en que la empatía es una
importante parte de la terapia. Es la fuente primaria de interpretaciones útiles,
después de todo. Los psicoanalistas también están de acuerdo con que un
analista debe ser más sano o, en términos de Rogers, más congruente que los
pacientes.
Para que los analistas sean considerados competentes para analizar sus
propias reacciones de contratransferencia, deben haber sido psicoanalizados
por un analista entrenador y deben haberse graduado en un instituto
psicoanalítico (un proceso que toma de cuatro a seis años, dependiendo de
cuánto tiempo se por semana se pase en el instituto). En principio, la mayoría
de los analistas en los Estados Unidos eran psiquiatras, porque era muy difícil
para quienes no lo eran ser admitidos en institutos analíticos. En las pasadas
dos décadas, sin embargo, los profesionales de la salud mental que no son
médicos han sido aceptados rutinariamente en entrenamiento psicoanalítico
formal.
Aunque los analistas clásicos prefieren ver pacientes 4 ó 5 veces por semana,
el tratamiento puede ser considerado psicoanalítico si ocurre al menos 3 veces
por semana. El psicoanálisis generalmente cuesta entre $80 y $150 la sesión
de 45 a 50 minutos, pudiendo variar de acuerdo a la ciudad y a la reputación
del analista. Teóricamente, el análisis ha sido considerado interminable, en
tanto siempre hay más en el inconciente de lo que puede hacerse conciente,
pero el trabajo actual con el analista es completado en un promedio de 4 a 6
años.
Observen cómo los síntomas neuróticos proveyeron una mayor defensa contra
sus impulsos amenazantes. Las duchas compulsivas y el lavado de manos son
una intensificación de su preocupación de larga data por su limpieza. Si el
peligro yace en estar sucios, ¡entonces a lavarse!. Estos síntomas compulsivos
son en parte una intensificación de su formación reactiva de mantenerse
limpia para controlar los deseos de jugar con la suciedad y otros símbolos de
las heces. Si los deseos de dañar a su hija estaban apareciendo también,
entonces el lavado podía servir tanto, para apartar a la Sra. C. de la
interacción de su hija en las mañanas, como un símbolo de no responsabilidad
y no culpa por la agresión, a partir del lavado de manos que la limpiaba de tan
sangrientos pensamientos. La ropa interior apilada en cada rincón literalmente
servía para aislar a la Sra. C. y su familia del contacto directo con objetos
relacionados con el ano.