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Titulo: Recuperar la palabra

Autor: Marta Sanuy


Fuente: Biblioteca Digital Ciudad Seva
Difusión Biblioteca Digital Oculus Littera

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Recuperar la palabra
Marta sanuy

Los talleres de escritura están proliferando en los últimos años y es interesante


preguntarse por qué motivo. Mientras otras disciplinas artísticas cuentan con una larga
tradición educativa -los talleres de pintura, de escultura o las escuelas de cine son
habituales y para los que ejercen estas tareas no es un desdoro declarar que han acudido a
sus aulas- los talleres de escritura suscitan, quizá por su relativa juventud, cierto
escepticismo.

La relación entre lectores y escritores está marcada por el alejamiento. Los


escritores trabajan, no lo olvidemos, con la materia prima que más común nos resulta a
todos: el lenguaje, y su trabajo consiste en la actividad más habitual en nuestras vidas:
contar. Quizá por eso el lector que se siente sorprendido por una obra -sorprender es una de
las metas de quien cuenta- piensa cuando termina de leerla y de un modo casi automático:
“Yo no sería capaz”, “esto nunca se me hubiese ocurrido a mí”, sin pararse a pensar que
tampoco el autor escribe sus obras de un tranco y a la velocidad de la lectura.

La imagen del escritor se distancia del lector por varios motivos, el autodidactismo
es uno de ellos, sus maestros no son de carne y hueso sino de papel, y aquí aparece la
primera misión de un taller literario -que no se diferencia de la que siempre se ha utilizado
en una buena academia de pintura- trazar una ruta de lecturas que muestre los secretos
técnicos de quienes le precedieron. Porque quien escribe cuenta, como patrimonio, con una
tradición literaria que le conviene conocer bien; resulta tan chocante la imagen de un
escritor que no lee como la de un galeno que nos viene a descubrir las vacunas.

Otro de los males románticos que aquejan a la figura del escritor es la idea de “la
inspiración” como fuente de la escritura. De ahí se derivan problemas terribles como el
pánico ante la página en blanco. La finalidad principal de los talleres de escritura es
derribar ese concepto mítico. Inventar fórmulas para liberar al escritor de la tiranía de la
inspiración fue uno de los principales propósitos de Perec, Calvino, Russel o Queneau. En
los talleres de escritura debe desaparecer el “no se me ocurre nada”, puesto que se
estructura el trabajo a partir de propuestas concretas y se invierte la fórmula partiendo
siempre del “¿qué se te ocurre sobre....?”

Y después, claro, está la técnica. Los talleres deben trabajar sobre los textos de cada
alumno. Anotar cada texto da estupendos resultados, observables, porque a las pocas
semanas cada cual se ha librado de esos pequeños complejos concretos que tanto paralizan.

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Pero la pregunta que planteábamos al principio era ¿por qué están proliferando los
talleres de escritura? La respuesta es obvia: se escribe más, desapareció la correspondencia
pero apareció internet. La comunicación escrita está volviendo a pertenecernos a todos.

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