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Capitulo 7 Sierra Leona
Capitulo 7 Sierra Leona
SIERRA LEONA:
LOS DIAMANTES DEL FRU
rona colonial. Pero los diamantes de Kono y las piedras que se extraje-
ron de zonas situadas más al sur, en Tongo Field, procedían principal-
mente de depósitos aluviales. Los diamantes aluviales se podían extraer
sin necesidad de grandes equipos y requerían poca inversión, con lo que
los robos empezaron a suponer un problema cada vez mayor. Los co-
merciantes libaneses rápidamente se adjudicaron el papel de provocado-
res e intermediarios, y se dispusieron a sacar los diamantes del país por
diferentes vías, aunque la principal pasaba por Monrovia, la capital de
Liberia. Durante la Segunda Guerra Mundial, Graham Greene trabajó
para el Servicio Secreto británico en Sierra Leona y empleó esta expe-
riencia al escribir uno de sus mejores libros, El revés de la trama. La no-
vela de 1948 relata los esfuerzos de un agente colonial británico por lu-
char contra la corrupción, los diamantes y los contrabandistas libaneses.
Uno de los pasajes es especialmente revelador: «Diamantes, diamantes,
diamantes, siempre diamantes», se quejó Yusef. «Ya le he dicho, mayor,
que con el más pequeño de mis almacenes gano más dinero en un año
de lo que podría ganar en tres años con los diamantes. Usted no se da
cuenta de todos los sobornos que hay que hacer».2
A principios de la década de 1950 cada vez había más mineros ile-
gales en Kono, una seria amenaza para toda la operación del SLST, por
no mencionar para la ley y el orden. La aprobación de leyes y la puesta
en marcha de campañas policiales para expulsar a los «extranjeros»
—bautizadas como «Operación parásito» y «Operación eliminar ex-
tranjeros»— no tuvieron demasiado éxito. En 1956 había unos 75.000
mineros ilegales en Kono. Esto, entre otras cosas, llevó a que De Beers
contratara a Sir Percy Sillitoe para que creara la Organización Interna-
cional para la Seguridad de los Diamantes. Tal y como se describió en
el capítulo 1, esta operación de intriga y misterio —supuestamente
creada para evitar que los diamantes llegaran a las fábricas de bombas
de hidrógeno soviéticas— realmente se puso en marcha para modifi-
car la legislación monetaria colonial aprobada tras la guerra y permitir
que De Beers ofreciera precios mejores en divisas fuertes en Sierra
Leona. Fue un intento lanzado a la desesperada para detener el flujo
de bienes de contrabando, cuyo volumen estimado rozaba la mitad de
la producción anual de la colonia.
La medida funcionó bien durante un tiempo, pero no hubiera teni-
do éxito si no hubiera venido acompañada de otros avances. Por un la-
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do, se limitó la concesión del SLST a un área más realista (1.165 kiló-
metros cuadrados), lo cual reducía el territorio que había que vigilar.
Por otro, se creó un sistema de extracción aluvial que permitía a los
mineros indígenas acceder a diamantes en el resto del país. No obstan-
te, la independencia de 1961 llegó con una batería de nuevas presiones
bajo el brazo. Siaka Stevens fue Ministro de Minas durante la época
colonial y apoyó el control empresarial sobre la industria del diamante.
Pero ahora Stevens lideraba un partido de la oposición en una Sierra
Leona independiente y sabía que tenía que cambiar de filosofía. Dise-
ñó una plataforma populista y agitó a las masas con un mensaje que se
oponía a que las empresas extranjeras controlaran la fuente principal
de diamantes. También propuso la creación de un estado de bienestar
socialista, posicionando a la población en contra del SLST. En 1968,
siete años tras la independencia de Sierra Leona, Stevens fue nombra-
do Primer Ministro. Quería ocupar el cargo durante el resto de su vida
y pretendía utilizar los diamantes para lograr su objetivo.
Henneh Shamel procedía de una acaudalada familia chií del sur
del Líbano. Desde la década de 1930, los Shamel se dedicaron a la ex-
tracción de oro y, posteriormente, ampliaron su mercado para incluir
la extracción y el contrabando de diamantes. Shamel apoyó a Stevens
cuando éste dio sus primeros pasos en el mundo de la política, pero en
1969 su amistad se había desvanecido. En noviembre de ese año, en
un impresionante robo realizado a plena luz del día en el aeropuerto
de Hastings, cerca de Freetown, en menos de diez minutos volaron
diamantes del SLST por valor de 3 millones de dólares. Shamel fue de-
tenido y acusado, pero las pruebas en su contra no se sostenían y fue
absuelto en 1970. A pesar de ello, Stevens ordenó que fuera deportado,
probablemente aconsejado por su nuevo asociado afro-libanés Jamil
Sahid Mohamed. Jamil era un peso pesado del negocio de los diaman-
tes y había pasado seis meses en prisión en 1959 por posesión ilegal
de diamantes. Se asoció con Stevens para hacerse con el control de la
industria del diamante. En 1971, Stevens creó la National Diamond
Mining Company que se haría con el 51 por ciento de las acciones del
SLST y nacionalizó la empresa. Jamil adquirió el 12 por ciento de las
acciones gubernamentales, y el SLST vio cómo su poder —y sus reme-
sas de diamantes— empezaban a menguar. En 1984, una empresa
controlada por Jamil adquirió las acciones restantes de SLST, y la in-
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Fueron varios los factores que se conjugaron para poner fin a esa
vergonzosa desbandada. En primer lugar, el gobierno británico se puso
manos a la obra y envió un batallón de paracaidistas y cinco buques de
guerra. A los pocos días, calmaron el pánico en Freetown y garantizaron
la circulación por las principales vías de acceso de la ciudad. El 7 de ma-
yo hubo una manifestación masiva ante la casa de Foday Sankoh en
Freetown. Decenas de miles de civiles se congregaron fuera del edificio
situado en Spur Road, encendidos por las recompensas recibidas por el
líder rebelde, hastiados por el continuo conflicto y temerosos de que se
derrumbara la misión de paz de la ONU. Era una reunión pacífica, pero
muy numerosa, y los guardias —supuestamente no armados— de San-
koh perdieron los nervios. Sin previo aviso, empezaron a disparar contra
la multitud y asesinaron a 17 civiles. Luego se dispersaron. Sankoh saltó
el muto de la parte de atrás de su casa y escapó, aunque fue capturado y
encarcelado un par de días después. Hay una foto en la que aparece den-
tro un taxi junto con sus emocionados captores, con la mirada atónita y
la cara pegada al cristal de la ventanilla. Más tarde se descubrió que el
FRU había hecho acopio de armas por toda la ciudad y estaba planifi-
cando un golpe que se hubiera lanzado a los pocos días.
Hubo muchos cambios durante los dos años siguientes. Los solda-
dos de la UNAMSIL que habían sido secuestrados fueron puestos en
libertad a su debido tiempo, después de haber sido trasladados a Libe-
ria y enviados en avión a Monrovia bajo la protección de Charles Ta-
ylor, quien ahora —y de forma increíble— se las daba de garante de la
paz. La fuerza de la UNAMSIL llegó a contar con 17.000 efectivos,
convirtiéndose así en la mayor operación de paz de la ONU en el
mundo, si bien seguía habiendo muy pocas tropas de las naciones oc-
cidentales. Un Grupo de Expertos del Consejo de Seguridad de la
ONU fue enviado a examinar la relación entre diamantes y armas en
Sierra Leona y volvió con pruebas convincentes de la participación di-
recta de Charles Taylor en el envío de diamantes fuera de Sierra Leona
y de armas hacia el interior. El Consejo de Seguridad impuso un em-
bargo global sobre todos los diamantes liberianos y anunció la prohibi-
ción de viajar para Charles Taylor, su familia, los ministros de su ga-
binete y demás altos cargos. Se reforzó el embargo de armas existente
y, como consecuencia, el FRU, que arrasó con todo hasta finales de
2000, se quedó sin munición.
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