Está en la página 1de 34
eae TEATRO SELE 1 ane | TO i C i Ibsen, Henrik #f N ; i ! | ESPECGTROS Drama familiar en tres actos PERSONAJES ELENA ALvING, vinda del capitdn Alving, gentilhombre de camara, OsWALDO ALVING, sw hijo, pintor, EL PAstoR MANDERS. ENGSTRAND, carpintero, REGINA ENcstrAnp, doncella de la sefiord Alving. La accién se desarrolla en la casa de campo de la seftora Alving, a orillas de un gran fjord, en el oeste de Noruega, ACTO PRIMERO. Sala espaciosa con vistas a un jardin. A la izquierda, una puerta, y otras dos a Ia derecha. En medio de la habitacién, mesa redonda con sillas alzededor. Sobre Ia mesa libros, revistas y diarios, Mas cerca, en el lateral izquierdo, una ventana, y al lado de Ja misma, un Sofa con un costurero delante. El salén comunica al foro con’ un invernadero encristalado. A Ja derecha del invernadero, puerta que conduce al jardin. A través de los cristales se divisa el paisaje som: brfo del fjord, velado por una Iluvia continua, El carpintero Engstrand permanece junto a Ia puerta que da al jardin, ‘Tiene la pierna izquier- da algo corta, por lo cual lleva una gruesa suela de madera como su- plemento de Ja bota, Regina, con una regadera vacia en la mano, le impide Ja entrada, REGINA, —(En voz baja.) ¢Qué quieres? {No pases! jEs- tas chorreando! ENGSTRAND. —Fs la Sluvia del Sefior, hija mia, REGINA. —Querras decir del diablo. ENGSTRAND. — jJestis, qué manera de hablar, Regina! (Da alguhos pasos cojeando,) Lo que queria decir. REGINA. —- |No hagas tanto ruido con ese pie, hombre! El Sefiorito esta durmiendo arriba. ENGSTRAND. — ;Durmiendo a estas horas, en pleno dfa? REGINA. — ZY qué te importa’ eso? ENGSTRAND.—Anoche fui de parranda, . . REGINA. —Io creo sin esfuerzo. ENGSTRAND. —Hija mia... los hombres somos débiles REGINA. — Asi parece, ENGSTRAND. — ...y como sabes, no faltan tentaciohes en este mundo, Pero, a pesar deltodo, esta mafiana a las cinco y media estaba trabajando ya, REGINA. — Bueno, bueno; a yer si te marchas de una vez, No quiero seguir aqui de rendez-vous contigo, 1 Cita, entrevista, En francés en el original. 8 3 HENRIK IBSEN 57: ENGSTRAND. —ZCémo? ¢De qué no quietes seguir con- aS : RARERINA. “net cules. te ce) encuenticn at UNC iVamos, marchate! 3 TENGSIRAND. —(Avanzando dos. pasos.) Pues 10. pienso marchatme hasta haberte hablado, Esta tarde Ge on a He bajar en la escuela, y esta misma noche tomo el vapor y me yuelvo a la ciudad. 3 a REGINA. — (Enire dientes.) ;Buen viaje! a ENGSTRAND. — Gracias, hija mia. Mafiana va a 4 la inau- gutacién del orfanato y es de esperar que haya comilona Y 8@ empine el codo, zeh? Pues bien: me propongo que nadie diga que Jacobo Engstrand no sabe mantenerse aparte cuan- do surge ia tentacién. EGINA. — ;Bah! ! 3 Drea —Porque yendr mafiana mucha geote, ce gante, También se aguarda al pastor Manders: Ilegara de Ja ciudad. a GINA. — Llega hoy. ; d i Reco iar vais tes iQué demonio!, no quieto que , i i tenga nada que decir dei mi, gcomprendes? REGINA. —;Ya!_ Est4 bien, ENGSTRAND. — Pero, A Bie a REGINA. —(Mirdndole con fijeaa) £Qué nueva superche fe ct Manders? fa_vas a hacer tragar al pastor tae : Beane = iGallat ¢Hsts loca’ gEngafiar yo al Pa tor Manders? ;Por Dios! ;A un hombre tan pucad ists a fin, a lo que tbamos... Ya te he dicho que esta noche vuelvo a casa, * ‘ REGINA, — Cuanto antes lo hagas, mejor, | i ENGSTRAND. —Sj{; pero deseo Ilevatte conmigo, pas ib REGINA. —- (Esiupefacta.) Llevarme. Qué esta: ciendo? e a ENGSTRAND. — Estoy diciendo que’ vengas a casa cone, REGINA. — (Desdefosa.) Jamas en la vida conseguira: Betnigepntle en casa, ‘ . ENGSTRAND. —Eso, ya lo veremos. REGINA. —;Qué te has crefdo? eae ue me J a la vi ithombre Alving; yo, que es nn casa de la viuda del gentilhombre ‘yo Ou) fiers de ratagaautecas: con ‘una, hij, irme a vivir contig asa como la tuya? {Quita, hombre! W’ENGSTRAND, — ¢Cémo se entiende? zVas a desobedecer tu padre? ae ESPECTROS 579 REGINA, —(Murmurando, sin mirarle.) Bastantes yeces me has dicho que no hay nada de’comtin entre nosotros ENGStRAND.— ;Vaya!, no hagas caso, REGINA, — -No me has llamado muchas yeces una Fi donc! *, ENGSTRAND. — ;Caray! iNunca te dije palabra tan fea! REGINA, — jOh! recuerdo demasiado bien Ja palabra que empleaste, ENGSTRAND. — Pero tracho... ;Hay tant REGINA. — ;Puafl ENGSTRAND. — Ademés, también “era Porque tu madre se ponia insolente, y"algo tenfa que hacer yo para bajarle los hhumos, Siempre estaba con remilgos (Remedéndola) "Ay, suéltame, Engstrand!®, {No te acerques! Acuérdate de que he Servido tres afios en casa de un gentilhombre, del sehte Al Ming de Rosenvold” *, {Dios miol No podia’ olvidar ai an solo momento que él capitin fué nombrado gentilhombre cuando ella estaba sirviendo en la casa, REGINA. jPobre madre! Conseguiste. mattitizatla lo bas- tante para quitarle la vida, . ENGSTRAND, — ;Clato, claro! pa de todo, REGINA. —(Volvidndole Ia espalda, a media voz) iY en cima, esa pierna! ENGSTRAND, — Qué estas hablando, hija mfa? €0 serfa cuando estaba un poco bo- as tentaciones en este mundo, Regina! Por lo visto, yo tengo la cul- » REGINA. — Pied de mouton! 4, ENGSTRAND. — Oye, es inglés eso? REGINA, — Sj, ENGSTRAND, —Bien, bien, El caso es que te has insttufdo mucho aqui, y eso va a venitnos de porilla, Regina, REGINA. — (Después de cotta parsa.) gY qué iba a hacer yo en la ciudad? ENGSIRAND. — ¢Cémo se te ocurte preguntarlo? ;Qué va a hacer un padre con su tinica hija? éNo soy viudo... so- lo... y abandonado? ‘ REGINA, — (Déjate ya de tonterfas!. :Por qué quieres Le- varme contigo? * 2 Tiase de repulsién, En francés en el original, en Notes es muy frecuente entre la clase humilde gue la mu- jer Mame a su esposo por el apellido. ® Rosenvold, nombre de Ia finca, ©Pie de’ catheros-En francés en el oricinal 80 HENRIK IBSEN ENGSTRAND.— Pues mira: he pensado dedicatme a algo nuevo... 3 REGINA. —- (Rezongando.) ;Si, si! No es la primera vez que Jo piensas; pero ya conocemos el resultado. f ENosTRAND. — Esta vez ti lo verés, Regina... jEL diablo me lIleve si...! REGINA, — (Golpeando el suelo con el pie.) {No blas- femes! ENGSTRAND.—Punto en boca; tienes raz6n sobrada, hija mia, Solo iba a decirte que del trabajo que he tenido en el crfanato he ahorrado algin dinero. REGINA. — 2Si, eh? Mejor para ti. ENGSTRAND. — Aqui en el campo, gCémio gastarlo? REGINA. — ¢Y qué? ENGSTRAND. — Ahora verds: he pensado invertir ese di- nero en algo que valga la pena, montando una posada para marinos 0 algo asi... REGINA. — ;Hum, hum! ENGSTRAND. — Vamos, una posada de lujo, gcomprendes? Nada de esos tabucos indecentes para marineros, sino una es- pecie de albergue para capitanes y oficiales... gente de ca- tegorla, gte enteras? REGINA. — ¢Y¥ pretendes que yo....? ENGSTRAND. —Eso es; ti me ayudards. Es decir s6lo en apatiencia, como supondris. No vas a trabajar sin descanso, sino lo que te dé la gana. REGINA. — Me lo figuro. ENGSTRAND. —Porque no cabe Ja menor duda de que en él establecimiento hace falta una mujer. De noche habra que animar a la gente con un poco de canto y baile, y cosas por el estilo, No olvides que son marinos y se pasan media vida navegando por esos mares de Dios. (Acercandose,) Oye, Re~ gina, no seas tonta, Por tu propia conyeniencia... ¢Qué vas a conseguir quedindote aqui? De qué va a servirte que sefiora te haya costeado Ia instruccién? Pronto, segiin me han dicho, tendras que cuidar de los nifios en el nuevo orfanato. {Como si fuera eso un trabajo para ti! gO es que tienes ganas de perder Ia salud bregando con unos ctios sucios? REGINA.— No; pero si todo saliera como yo desco... Es igual, Puede llegar. {Quién sabe! ENGSTRAND. — gQué es lo que puede legar? REGINA. — jQueé te importa! gs mucho lo que has aho- yrado? ESPECTROS 581 ENGSTRAND. —En total, llegar4 quizi*a unas... setecien- tas coronas, . REGINA. — No est4 del todo mal, ENGSTRAND. —Lo suficiente pata empezar, hija mia, REGINA. — 7Y no piensas darme nada de ese dinero? ENGSTRAND, — jQué he de pensar! Eso sf que no., Recina.— (Ni siquiera vas a enviarme un cotte de vestido? ENGstTRAND. —Anda, ven conmigo a casa, y no te falta- ran cortes de vestidos. 4 REGINA, — ;Oh!, si me dieta la gana tendrfa los que se me antojaran. + ENGSTRAND.—Siempre te guiaré mejor Ia mano de tu pa- dre, Regina, Por el momento se me presenta cietta ocasién de comprar una casa bonita en la calle del Puerto. No es ne- cesario pagar mucho... y alli podrfamos hacer una especie de hogar marino... REGINA. —Pero ;si yo no quiero vivir contigo! {No quie- fo nada a tu lado! ;Marchate de una vez! ENastRAND. — ;Demontre! No creas que ibas a quedarte conmigo mucho tiempo. No, jcaramba!, desgraciadamente. En caso de que supieras comportarte, clato est’. Una mucha- cha como ti...-con lo guapa que te has puesto estos xilti- mos afios. . . REGINA. — Vamos a ver... ENGsTRAND. —No tardarfa mucho en presentarse un ofi- cial... jtal vez un capitin!... 4 REGINA. — ;Pero si yo no quiero casatme con semejante gente! Los matinos carecen de savoir vivre t, ENGSTRAND. — De qué dices que catecen? REGINA. — Digo que conozco a los marinos. No son gen- te para casarse una. ENGSTRAND. —Pues déjalo, y no te cases con ninguno de ellos. De todos modos, siempre puedes sacar partido. (Confi- dencialmente.) ¢Te acuerdas de aquel inglés... aquel inglés del yate de recteo? Pues dié trescientos dalers®, y eso que ella no era més guapa que ti. RuGina.—(Volviéndose hacia él) 4Sal de aqui! ENGSTRAND. —jEh, ch!... Supongo que no itds a pe- garme, 1 Saber vivir, tacto. En francés en el original, ® Equivalencia aproximada del luis 0 del centén de oro, 582 HENRIK IBSEN INA, —Si sigues hablando asi de mi madre, no lo du- Sal de aqui, epico! (Empujindole hacia la puerta que da al jardin) ¥ no des portazos, pues el scfiorito... ENGSTRAND. —Est4 durmiendo. Mucho te preocupas del sefiorito... (Bajando la voz.) Pero, ahora caigo, pucde que él... REGINA. — jSal de aqui en seguida! ¢Estds bottacho, hom- bre? ;Cuidado! Por ahi no, que viene el pastor Manders. Anda, yete por la puerra de Ia cocina. ENGSTRAND.— (Pasando a la deretba.) Si, si; ya me voy. Pero no dejes de hablar con quien. viene, Bl sabra decirte lo que debe una hija a su, padre, Porque, a pesar de todo, soy tu padre, gentiendes? Se puede comprobar en los libros de la parroquia.(Vase por la segunda puerta de la derecha, que Regina ha abiorto y vuelve a cerrar. Esta mira, presurosa, al espejo, abanicdndose con el paituelo y ajustando el cuello de su corpino. Luego se ocupa de arreglar Jas flores.) (Entra el Pastor Manders desde el jardin en el invernade- ro, con abrigo y un paraguas en la mano. Trae un pequeno saco de viaje terciado sobre el hombro.) PAstoR MANDERS.— Buenos dias, Regina. REGINA. — (Se auelve, alegremente sorprendida,) Ah! ‘Muy buenos dias, sefior pastor. {Ha lepado el vapor ya? Pastor MANDERs,—Acaba de llegar. (Pasa a la sala) ;Qué Iluvia tan molesta hemos tenido viltimamente! REGINA. —(Sigwiéndole.) Pues para los campesinos es tna bendicién, sefior pastor. PASTOR MANDERS,— Tiene usted raz6n. Los que vivimos en Ja ciudad no nos acordamos de eso.(Empieza a quitarse el abrigo.) REGINA. —Permitame... jAjajal viene! Voy a colgarlo. (Sale con las prendas por la segunda puerta de la derecha, El pastor deja el saco de viaje y el sombrero encima de una silla,’ Vuelve Regina.) PASTOR MANDERS.— jAh! Da gozo estar bajo techado... 2Y marcha todo por aqui bien? REGINA. — Si, gracias. PASTOR MANDERS,—Pero habra mucho que hacer con motivo de la’ fiesta de mafiana, zn0? ; RuGiNa. — ;¥ tanto que hay que hacer bastante! ‘ PASTOR MANDERS.—Supongo que estara en casa la sefiora, Dios mio, que mojado ESPECTROS 583 REGINA, — Si, arriba est, prepatando el chocolate para el Sefiorito. PAsToR MANDERS.—En efecto, me han dicho en el mue- Ie que habfa legado Oswaldo, REGINA. —Si, Ilegé anteayer. Nosotros no le esperaba- mos hasta hoy. ; PAsTOR MANDERS,—Espero que estaré bueno y alegre. REGINA, — Si, parece que esté bien, gracias, aunque terri- blemente cansado del viaje... Ha venido de un tirén desde Paris... es decir, en el mismo tren todo el tiempo. Creo que ahora duerme un poco; asi que convendrfa que hablara- mos mas bajo. Pastor MANDERS,— ;Chist!, no hagamos tuido, pues. Recina. —(Acercando una butaca a la mesa.) Siéntese us- ted, sefior pastor, y pongase a su gusto(Manders se sienta, Regina coloca un escabel bajo sus pies.) jAsil... cEsth cé- modo ahora, sefior pastor? PASTOR MANDERS.— Gracias, gracias; estoy a matavilla. (Contempléndola) Oiga, zsabe que ha ctecido desde Ia ulti- ma vez que Ia vi? REGINA, — ¢Le parece, sefior pastor?... La sefiora dice que también he engordado. PAsroR MANDERS,— ;Engordado?... Si... um poco... Jo suficiente, (Corta pausa.) REGINA, — ;Quiere usted que avise a Ia sefiora? PAstoR MANDERS. —Reconocido; pero no hay prisa, hi- ja mia... Y digame, querida Regina, :cémo le va a su padre? REGINA. —Le va bastante bien; gracias, sefior pastor. PASTOR MANDERS.—Fué a verme la ultima vez que es- tuyo en la ciudad. Rucina, — Ab! ;s{? Siempre se pone muy contento cuan- do puede hablar con el sefior pastor. PASTOR MANDERS.— ;Y usted, ya a verle a menudo? REGINA. — ¢Yo? Si, en cuanto tengo un momento pa- ra ello. PASTOR MANDER' ‘Su padre, por desgracia, no es un ca- rdcter fuerte, Regina. Necesita una mano que le guie, REGINA, — Acaso, Es muy posible. PASTOR MANDERS. —Necesita cetca de él alguien en quien poder depositar su carifio, y que sea a la vez un consejero. El ‘mismo me lo confesé ingenuamente la ultima vez que estuvo a yerme. REGINA. — Si, a mi también me ha hablado de eso; pero no sé si la sefiora Alving querté prescindir de mi... sobre 584 HENRIK IBSEN todo.ahora que vamos a tener més trajin con el nuevo otfa- nato.. Por mi parte, no quisiera dejar a la sefiota Alving, que ha sido siempre tan buena conmigo. ' PASTOR MANDERS.— Pero zy su deber de hija, criatura?. Por de contado, debemos obtener el consentimiento de la se- fiora Alving. REGINA. — Aparte de que no s¢ si estard bien que una muchacha de mi edad Ileve la casa de un hombre solo... PASTOR MANDERS.— jCémo! Pero querida nifia, jse trata de su propio padre! REGINA. — Pues de todas maneras... Siventrara eh una. ‘casa buena y con un verdadero sefior: PASTOR MANDERS. —;Vamos, Regina! REGINA. — ...alguno por quien pudiera sentir apego y respeto, como si fuese hija suya. PASTOR MANDERS, —Si; pero tenga en cuenta... REGINA. = Entonces isfa de buena gana a Ja ciudad. ;Aqui estoy tan sola!... Usted mismo sabe, sefior pastor, lo que es estar solo en el mundo. Por lo demas, me atrevo a decir, que soy dispuesta y trabajadora, gNo conoce usted alguna colocacién asi para mi? PASTOR MANDERS.— Yo? A fe mia, no conozco ninguna. REGINA. — Sefior pastor, acuérdese de mi si tuviera no- ticia de algo. PASTOR MANDERS. — (Levantdndose.) No dejaré de ha- cerlo, Regina. REGINA. — Es porque si yo... PASTOR MANDERS.— ¢Me hace el favor de avisar a la sefiora? REGINA. —En seguida vended, sefior pastor. (Vase por la daquierdd.) PASTOR MANDERS.—(Va de acé para alld por la estancia, Sedetiene unos instantes al fondo ante la vidriera, para mirar al jardin, con las manos atrds. Luego se acerca de nuevo a la mesa, toma un libro, lee el titwlo se queda perplejo, como extrafado de encontrar alli aquella obra. La deja, mira otra y la deja también.) jHum! cl caso es que... (La Sefiora Alving entra por la puerta de la izquierda, se- _ guida de Regina, que sale por la primera de la derecha.) SENOoRA ALvING.— (Estrechéndole las manos.) Buenos dias, sefior pastor... # PASTOR MANDERS.— Buenos dias, sefiora. Aqui me tie- ne, como habfa prometido. ESPECTROS, 585 SrfoRA ALVING. — Usted, siempre tan _puntual. ie PAstoR MANDERS.—No puede usted figurarse el trabajo que me ha costado escaparme... Todas esas benditas juntas y comisiones de que formo parte... SORA ALVING,—Razén de més para agtadecerle que haya venido tan temprano. As{ podremos concluir nuestros asuntos antes de almorzar. Pero gdénde tiene usted su maleta? PASTOR MANDERS. —(Precipitadamente.) Mi equipaje es- td en la hosterfa. Me quedo alli esta noche. SENORA ALVING.— (Disimulando una sonrisa.) {De mo- do que tampoco esta vez habré medio de que pase la noche en mi casa? " PASTOR MANDERS.—No, no, sefiota. Muy agtadecido; pero prefiero quedarme alli, como de costumbre. Es més practico para volver a tomar el vapor. ‘ : SENORA ALVING,—Bien; como usted guste. Aunque, francamente, entiendo que dos viejos como nosotfos. . . PASTOR MANDERS.— ;Valgame Dios, qué cosas dice us- ted! Claro que hoy tiene motivos para estar de buen humor. En’ primer lugar, por Ja fiesta de mafiana, y después, por ha- llarse Oswaldo de regreso. SENORA ALVING, —S{, imaginese la alegrfa que supone para mi, Hace mas de dos afios que faltaba de cast. Pero me ha prometido quedarse conmigo todo el invierno. PASTOR MANDERS.— zDe veras? Pues ha sido un rasgo ejemplar de sa hijo, sobre todo pensando en lo incomparable- mente atractiva que es para un joven la vida de Paris o de Roma. SENoRA ALVING. — Si; pero aqui est4 su madre. ;Ah ben- dito hijo! ;EI si que tiene para su madre buen corazén! PASTOR MANDERS. —Seria demasiado triste que la ausen- cia y sus ocupaciones de artista hubieran adormecido tan na- turales sentimientos. SENORA ALVING.— Bien puede usted decitlo. Pero, con 4, no hay cuidado. Tengo verdaderas ganas de ver si es usted capaz de reconocetle, Bajaré Iuepo; ahora esti arriba descan- sando un poco en el sofa... Pero siéntese, sefior pastor. PASTOR MANDERS. —Entonces, ;no estorbo? SENORA ALVING.—Todo lo contratio. (Se sienta junto a la mesa.) PAsToR MANDERS. — En este caso, vera usted... (Se diri- ge ala silla donde ha dejado el saco de viaje, saca wn legajo de papeles y se sienta al otro lado de la mesa, haciendo sitio 586 HENRIK IBSEN Pai Jos papeles.) Ante todo tenemos... (Interrumpitndose.) Digameé, sefiora, ¢cmo estin estos libros aqui? SENORA ALVING, — ;Estos libros? Son libros que leo ys PASTOR MANDERS. — ;Lee usted semejantes cosas? .SENORA ALVING. —Si, por cierto. PASTOR MANDERS, — ;Se siente usted mejor y més feliz Jeyendo obras de esta clase? SENORA ALVING.—Me hago la ilusién de sentirme mas tranquila, PASTOR MANDERS. — ;Qué curioso! 7¥ cémo es eso? SENORA ALVING.— Verd usted; en ellas creo encontrar la explicacién y la confitmacién de muchas cosas que pienso yo *) misma. Si, porque Jo extrafio, pastor Manders, es ‘que ,esos AMibros no dicen nada nuevo en realidad; no dicen sino lo que la mayoria de Ia gente piensa y opina, Lo que pasa es que no se dan cuenta de ello o no quieren reconocerlo, PASTOR MANDERS — ;Por Dibs! ;Cree usted en serio que Ja mayoria,. .2 SENORA ALVING. — Claro que lo creo. PAsTOR MANDERS.— Concedido; pero presumo que no en este pais, o al menos no aqui entre nosotros... SENORA ALVING. — Scguramente, aqui como en todas partes, PASTOR MANDERS.— Pues yo debo objetar... - SENORA ALVING.—Pero, en resumidas cuentas, gqué tie- ne usted que oponer contra estos libros? PASTOR MANpERS, — ;Oponer? Es que ctce usted’ que yo me ocupo de estudiar tales engendros? SENORA ALVING, —Eso significa que condena usted lo que desconoce. PAsTOR MANDERS:—He lefdo lo suficiente sobre estas obras para desaprobarlas. SENORA ALVING. — Bien; pero su opinién personal. . PASTOR MANDERS.— Querida sefiora, en Ia vida hay _infi- nidad de ocasiones en que ha de remititse uno al juicio de Ottas personas. En este mundo las cosas son asi, y asi deben ser, ¢AdGnde irfa a parar, si no, la sociedad? SENORA ALVING. — Quiz4 tenga usted razén. PAsToR MANDERS. —No niego, como es ldégico, que las lecturas en cuestién puedan resultar bastante atractivas, Y. tampoco voy a censurar que desee usted conocer las corrientes intelectuales que, segiin dicen, se propagan entre esa socie- dad... Ja sociedad que usted'ha permitido que frecuente su hijo durante tanto tiempo. Pero... ESPECTROS 587 SENORA ALVING.—Pero zqué? PASTOR MANDERS.—(Bajando la voz.) Peto no se debe hablar de ello, sefiora, Si bien se mira, no hay ninguna ne- cesidad de rendir cuentas a nadie de lo que uno piensa y lee dentro de su propia casa, SENORA ALvING.— No, jqué ha de haber! Yo también sustento ese criterio, % PASTOR MANDERS, — Piense, por ende, en las consideracio- nes que debe al orfanato que decidié fundar tiempo atras, cuando sts ideas sobre las cosas espirituales eran muy dife- rentes de las que tiene usted hoy... segtin veo, al’ menos, SENORA ALVING — Si, si; estoy conforme. Pero es del tal orfanato. .. is PASTOR MANDERs,— Justo; del orfanato es de Jo que de- bfamos hablar... Asi, pues... prudencia, querida sefiora! ¥ ahora, tratemos de nuestros asuntos... (Abre el legajo y saca algunos papeles.) {Ve usted esto? SENORA. ALVING.— zL.os documentos? PASTOR MANDERS,—Todos y en regla. Ya calcular4 las yueltas que he dado para conseguirlos a tiempo. He tenido que insistir mucho. Las autoridades Megan a hacerse insopor- tables con su escrupulosidad si hay que tomar decisiones, Pe- 10 al cabo estén aqui. (Hojeando el legajo.) Mire usted: éste es el titulo de propiedad de Ja hacienda de Solvik, dependen- cia del dominio de Rosenvold, incluida en el registro con los nuevos edificios —Ia escuela, Ia casa del maestro y Ia capi- Ia—; y ésta, Ja ratificaci6n del legado y Ia aprobacién de los estatutos del establecimiento. zLe interesa? (Lee,) “Estatutos del orfanato a la memoria del capitén Alving.” SENORA AtvING.—(Observando detenidamente el papel.) zGonque esto es...? PAsTOR MANDER‘ He pteferido el titulo de capitin al de gentilhombre, Capitin parece menos presuntuoso. SENORA ALVING.— Si, sf; como usted quiera. PASTOR MANDERS,—Y aqui tiene usted la libreta de la Caja de Ahortos, con el capital e intereses destinados a cu- brir los gastos del orfanato. SENORA ALVING,-— Gracias; pero, para mayor comodidad, haré usted el favor de guardarla, Pastor MANDERS,—Con mucho gusto. De primeta- in- tencién, opino que debemos dejar el dinero en la Caja de Ahortos, Aunque el interés no es muy tentador: cuatro por ciento a seis meses. Si més tatde supiéramos de una buena obligacién hipotecaria —tendrfa que ser, por supuesto, una 588 ‘4 HENRIK IBSEN » primera hipoteca de seguridad absoluta—, podrfamos hablar ~ més despacio de Ia cuestié: = a SENORA ALVING. — Si, sij més que yo de estas cosas. PASTOR MANDERS.=En todo caso, estaré a la mira. Pero agate hay otto detalle que he querido preguntarle a usted uchas_ veces, SENORA ALVING.— ¢Y qué es? PAstoR MANDERS.—Si conviene asegutar los inmucbles del orfanato 0 no... SeNoRA ALVING. —Indudablemente, conviene asegurarlos, PASTOR MANDERS.— Aguarde un poco, sefiora. Debentios mirar_el asunto con mis detencién. i 2 SeNorA ALVING.—Yo lo tengo asegurado todo: edificios, "© mobiliario, cosecha, ganado... d PASTOR MANDERS.— Muy natural; son sus bienes priva- dos. En cuanto a mf, hago lo mismo. Pero aqui, como usted sebe, se trata de algo muy distinto. El orfanato, en cierto modo, debe consagrarse a un fin mas elevado. SrNorA ALvinG.— A pesar de todo... PASTOR MANDERS. —Personalmente, no veo inconvenien- te alauno en precavernos contra cualquier eventualidad... SENORA. ALVING. — Eso es lo que quiero decir, PASTOR MANDERS,—Pero sabe usted en qué disposicién esta Ia gente de la comarca? Usted Ja conoce mejor que yo, SmNORA ALVING,— jHum!, su disposicién... fi PASTOR MANDERS.—Hay aqu{ un gran oimero de per- sonas con opinién autorizada que pudieran tomar a mal nues- tra decisién. * SENoRA ALVING.— 7Qué considera usted como opinién autorizada? _ PASTOR MANDERS. — Vamos, me tefieto a las personas que tienen una posicién independiente e influyente. No podemos menos de atribuir cierta trascendencia a su punto de vista. SeNoRA ALVING. — Tal vez hay varias de esas personas que se escandalizarfan si PASTOR MANDERS. — 7Lo ve usted? En Ja ciudad se dan muchfsimos casos de éstos. Piense usted sélo en todos los feligreses de mi Colega, No es de extrafiar que lo tomaran como si ni usted ni yo tuviéramos confianza en los designios de la Providencia. _SERNORA ALVING. —Peto, por lo que a usted atafie, que- rido pastor, no'se le ocultard en su fuero interno... PASTOR MANDERS. — No, no se me oculta, y tengo la con- - usted, quetido pastor, entiende R&PECTROS ciencia tranquila a ese respecto, Sin embargo, no podriamos evitar malas interpretaciones. Y esas interpretaciones pueden @jercer influencia sobre Ja misma obra del orfanato, SENORA ALVING, — Verdad es... PAsroR MANDERS.—Tampoco puedo pasar enteramente por alto lo falsa que resultasia entonces mi situacién... me atreveré a decir que la més penosa en que podria encontrat- me. Los circulos ditigentes de la ciudad se ocupan mucho del orfanato. Porque, al fin y al cabo, el asilo también se ha ins- titufdo en beneficio de ella, y es de esperar que eso disminuya en tina proporcién considerable los gastos de In Beneficencia Publica. Como yo he sido su consejero y el encargado de la direccién administrativa de la obra, temo ser el primer blanco de las envidias... , SENORA ALVING.—Efectivamente, no debe usted exponer- se a ello. PASTOR MANDERS, —Sin contar los ataques que, de segu- ro, me dirigitian en ciestos petiddicos-y revistas, como. . » SENORA ALVING. — Basta, querido pastor; sus razones son de todo punto decisivas. PASTOR MANDERS.— gDe manera que usted cree que 10 debemos hacerle seguro? SENORA ALVING. —Nos pasaremos sin él. Pastor MANDERS.— (Echdndose hacia atrds en su buta- ca.) Pero si, por casualidad, ocurriese una desgracia —nunca se sabe lo que puede pasar— grepararia usted el dafio? SENORA ALVING.— No; se lo digo con toda claridad; no haria nada, : PasTOR MANDERS.—De ese modo, sefiora, gno estima que asumimos una responsabilidad muy grave? SENORA ALYING.— ¢Podriamos evitarla? SENORA MANDERS. — Ese es el escollo, En puridad, no po- driamos evitarla, Pero no debemos exponernos a juicios des- favorables, méxime escandalizando a la parroquia. SENORA ALVING.— Por lo ménos, usted, como pastor. Pastor MANDERS.— Y cteo asimismo, francamente, que debemos confiar en que una fundacién como esta haya de tener tina suerte favorable y goce de una proteccién especial de lo alto, SrNora ALVING. — Esperemos que asi sea, pastof. PAsroR MANDERS,—Entonces, gaventuramos el riesgo? SENoRA ALVING. — Ciertamente, lo aventutaremos, PASTOR MANDERS.—Sea como usted disponga. (Tomando nota.) Por tanto,.. sin asegurar. a

También podría gustarte