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2, LAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS 1, 1713-40 Ex cuanto de siglo que siguié al convenio de paz de 1713-14 es un periodo de gran complejidad, y aun de confusién, en las relaciones internacionales en’ Eur. Pa. Se concertaron y se deshicieron alianzas, y tanto relaciones fraternales como enemistades de poce 1..onta se acrecentaron y desvanecieron entre las potencias, con tuna rapidez dificil de igualar en cualquier otra é de la historia moderna. fe Esta extremada fluidez y falta de abjetivos fijos o de lineas claras de desarrollo fueron el pioducto de varios Factores. Francia, a pesar de que inherentemente era, con mucho, el Estado europeo mié grande, ya no era por entonces 1a mayor amenaza para el equili brio del poder, ni aun para la indepedencia de bran porte de la Europa occidental, que habia parceido ser bajo el reinado de Luis XIV. Grandes dificultades financieras; la atmésfera de desilusién y de cinismo en que terminé el reinado del Rey Sol; los intereses per sonales en el poder efectivo de su sucesor, el Dugue de Orléans, quien fungié hasta su muerte en 1223 como regente para el joven Luis XIV: todo significé que por algin tiempo después del tratado de Utrecht Francia fuera un factor pacifico y conservador en Is politica de Europa. Esto, signified, a su vez, que los estados més pequefios que se encontraban en sus fron. teras, una vez libres de la amenaza de dominacion que ejercfa sobre ellos, pudieran perseguir politicas mis independientes. Desde la generacién de 1680 en - 34 LAS CONTIENDAS ENTE LOS ESTADOS 35 adelante, los estados de Ja Europa occidental se ha- bian enfrentado a una sola y apremiante cuestion: Ja de si aceptar o resistir el dominante poderio, francés La amenaza que presentaba Luis XIV a sus vecinos habia tendido, por consiguiente, a simplificar Jas rela ciones internacionales. El eclipse parcial de Francia ocurrido alrededor de 1713 removid este factor e hizo posible un nuevo crecimiento de complejidad De impottancia todavia mayor fue el hecho de que Rusia y Prusia, los estados mejor capacitados para una expansién répida y enérgica, guardaran por el momento una actitud conservadora con respecto a Jos sucesos internacionales. De 1710 en adelante, el prin- cipal abjetivo de Pedro el Grande, una vez que hubo conquistado de Suecia a Estonia y Livonia, era me- ramente el obligar a Carlos XII a aceptat esta pérdida y a poner término a la Gran Guerra del Norte en las condiciones de Rusia. En medio de la enmarafiada diplomacia baltica de la década siguiente, el zat estuvo luchando por consolidar su dominio en lo que ya po seia, y mo para hacer nuevas conquistas. A pesar de que estos aiios vieron un crecimiento, grande y aparen- temente amenazador, de la influencia rusa en la Ale- mania del norte, principalmente en la ocupacién tem- poral de Mecklenburgo por un ejército ruso después de 1716, la politica de Pedro no fue agresiva en ningtin sentido real. Fueron Ja persistente negativa de los suecos 2 reconocer que su imperio béltico se habia perdido sin temedio y sus esperanzas de obtener ayuda briténjca y hannoveriana para recuperarlo, los fenémenos que prolongaron por tanto tiempo el fin de la Gran Guerra del Norte. Durante los dltimos aiios del reinado de Pedro, después de la firma de Ja Paz 36 LAS CONTIENDAS ENTRE Los EsrApos de Nystad, éte se desligé de los asuntos europeos, firmé en 1724 un tratado de defensa con el nuevo régimen de Suecia y empez6 a buscar anexiones terri toriales en sus fronteras asidticas, sobre todo en Persia. La rencorosa hostilidad que profesaba Jorge 1 de Gran Bretafia hacia Rusia —que habia sido provocada por la ccupacién de Mecklenburgo y por la amenaza de ayuda a los jacobitas por parte de los rusos, y la cual ‘condujo a ineficaces estuerzos briténicos para proporcionar ayuda diplomética y naval a Suecia en los tltimos anos de la Gran Guerra del Norte— no fue heredada por su hijo y las relaciones anglo-rusas me joraron rapidamente después de 1727, Ninguno de los sucesores de Pedro —Catalina I (1725-27), Pedro Il (1727-30), Ana (1730-40) e Isabel (1741-62)— po- seian habilidades més allé de lo sumamente mediocre. Para muchos observadores parecié set que bajo ellos Rusia, a pesar de su inmenso potencial, se alejaba de nuevo a la periferia de los asuntos europeos. En 1733- 1735, Rusia impuso a Polonia un rey desagradable a Ia mayorfa de la clase gobernante del pais y desempefis un papel aunque bastante indirecto, en la Guerra de Sucesién de Austria de 1740-48. Pero no fue sino hasta la década de 1750-1760 cuando empezé a actuar consistentemente como gran potencia. En Prusia, Federico Guillermo I fue bien poco lo que hizo por la guerra o por el engrandecimiento territorial del formidable Estado militar bucocratico que tanto haba ayudado a crear. Después de largas vacilaciones, en mayo de 1715 se decidié a emprender la lucha contra Suecia, y ello con la esperanza de ob: tener el puerto de Stettin. También lo atrafan sus suefios de anexarse la Prusia polaca y la parte de Pome LAS CONTIENDAS ENTE Los EsTapos 37 rania que permanecia en manos de los suecos después de 1721. Sobre todo esperaba recibir, a la muerte de su gobernante, que no dejaba sucesién, los ducados de Juliers y de Berg en la Alemania occidental, a los cuales tenia derecho dinastico, Pero durante su rei: nado, la politica prusiana Siguis siendo cauta y mode- rada. Las potencialidades del nuevo Estado’ que se estaba desarrollando r4pidamente en la Alemania del norte eran todavia invisibles para casi todos los con- temporaneos. Por consiguiente, durante las décadas de 1720 y de 1730, se detuvo temporalmente el crecimiento de la influencia internacional de Rusia y de Prusia y, en el caso de Rusia, incluso se invirtié en cierta medida. Los problemas que implicaba este crecimiento, y la renovacién del equilibrio de poder que se hacia nece- sario, estaban temporalmente latentes. Esta falta de asuntos realmente grandes es lo que caracteriza sobre todo las relaciones internacionales durante el cuarto de siglo siguiente al tratado de Utrecht y lo que ex- plica su complejidad y su trivialidad frecuente. Sin embargo, el periodo vio una cantidad de acon- tecimientos significativos. El més espectacular de éstos, a los ojos de muchos contemporéneos, fue Ja reafir- macién parcial del poderio espaol en Italia. Uno de Jos legados més importantes del tratado de Utrecht habia sido el enconado antagonismo entre los Habs burgo y los Borbones espaficles, quienes no habfan concertado una paz formal entre ellos; y la causa més importante de este rencor fue el resentimiento, ampliamente sentido en Espafia, por la pérdida a favor de los Habsburgo de Milin y Napoles, que habian sido posesiones espafiolas durante dos siglos. 38 LAS CONTIENDAS ENTRE 10S ESTADOS Isabel Farnesio, segunda esposa de Felipe V, era ita- liana y sobrina del duque de Parma. Estaba suma- mente ansiosa de obtener principados en Italia para sus hijos, don Carlos y don Felipe, quienes aparente mente no tenian esperanzas de heredar el trono pafol por la presencia de dos hijos mayores de Felipe, habidos de su primera esposa. Isabel cra una mujer de carécter fuerte, que pronto loge una notable in- fluencia sobre su débil y desequilibrado esposo: y st antagonismo contra los Habsburgo fuie alentado por su principal consejero, el abate Julio Alberoni, un italiano que quiz pudo haber sofado en una especie de unidad politica en Italia y quien ciertamente era hosti! a Jas influencias extranjeras, particularmente a las alemanas. A pesar de que éste cay del poder a fines de 1719, las ambiciones de Isabel Faresio re- sultaron ser una fuente de conflictos en Europa duran- te dos décadas. Estas ambiciones no se satisficieron facilmente. Una invasién espaiiola de Cerdefia y Sicilia en 1717- 1718, habiendo tenido éxito al principio, perdié des: pués sus brios por la derrota de una flota espanola, en agosto de 1718, infligida por el almirante briténico Byng, en le batalla de Cabo Passaro: fue una de las victorias navales mas completas del siglo. La Gran Bretafia y Francia todavia se encontraban unidas en su oposicién a los planes espafioles en Italia; en 1720 obligaron a Felipe V a firmar la paz con el emperador habsburgo Carlos VI, por medio de la evacuacién de Cerdefia y Sicilia, aunque recibié, a cambio, la pro- mesa de que, a la muerte de sus gobernantes, don Carlos heredarfa los estados italianos de Toscana, Parma y Plasencia, para conservarlos como feudos im: LAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS 39 periales. Esto no satisfizo a Isabel Farnesio, y en 1729, después de oto breve brote de lucha con la Gran Bretafia, en 1727, los gobiernos briténico y francés acordaron introducir tropas espafiolas en Parma y Tos- cana como garantia de Ja sucesién del principe espafol. Pronto los acontecimientos prepararfan el terreno aun éxito espafiol mucho mayor. Desde noviem- bre de 1733, con la firma del llamado Primer Pacto de Familia, los Borbones de Francia y los de Espafia fue- ron aliados; las rivalidades personales que los habjan dividido durante los afios inmediatamente siguientes al tratado de Utrecht Cvéase Ja p. 40 eran ya cosa del pasado: La Guerra de Sucesién de Polonia que se desencadend en ese afio no tenia en si nada que ver con los problemas italianos. Era esencialmente una lucha entre Francia, por una parte, y Rusiay los Habs- burgo, por Ja otra (después de Ja muerte, en febrero, de Augusto II de Polonia) para determinar quién habia de sucederle. Sin embargo, en esta lucha, los factores geogréficos condenaron a Francia a una de- rrota desde el principio, y su gobierno buscé ansiosa- mente en Italia un medio de atacar a log Habsburgo y de obtener alguna compensacién por el contratiempo sufrido en Polonia. Los ejércitos franco-espaiioles, apo- yados por el Rey de Cerdeiia, tuvieron mucho éxito contra los de los Habsburgo en 1734. Por consiguien- te, cuando se firmé la paz al aio siguiente, por medio del Tratado de Viena, se acord6 que Népoles y Sicilia, Jas que juntas formaban con mucho el mayor de los estados italianos, se deberfan rendir a don Carlos. Se habian puesto los cimientos para una dominacién de la Italia del sur por parte de los Borbones de Es- pata, la cual habria de durar siglo y cuarto, La in- 40 LAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS fluencia de los Habsburgo no fue destruida de ninguna manera en Italia, Los austriacos retuvieron el Ducado de Milin. En 1737, a la muerte de su ultimo gober- nante Médicis, Toscana fue cedida a Francisco, duque de Lorena, futuro esposo de la archiduquesa Marla Teresa, heredera a las tierras de los Habsburgo. Por lo tanto, se convirtié en una posesin de los Habsburgo, aun cuando de 1765 en adelante tuvo gobemantes ropios extraidos de entre los miembros jévenes de la familia. Pero para 1735 las ambiciones de Isabel Famesio, por lo menos en cuanto a su hijo mayor se referian, habian quedado ampliamente satisfechas, Durante la década de 1730 a 1740 también Finalizé otra parte, mucho més tenue e impremeditada, de la herencia de Utrecht —Ia reconciliacién anglofrancesa que se efectuara después-de la muerte de Luis XIV. ‘sta nunca habfa tenido mucha vitalidad. En Francia después de 1715, el mismo regente era heredero al trono en caso de que muriera el enfermizo Luis XV, siempre y cuando se mantuviera en vigor Ja exclusién de Felipe V de Espana a la sucesin, lo cual habla sido una de las principales condiciones del tratado de 1713, En Ja Gran Bretafia, Jorge I estaba ansicso de evitar que Francia diera apoyo a los jacobitas, cuya importancia como amenaza a la dinastia hannoveriana todavia parecia muy real; y el hecho de que durante algunos afios estuviese a punto de entrar en guerra contra Rusia en malas: relaciones con el emperador Carlos VI, aumentaba su vulnerabilidad. Por lo tanto, en ambos lados del Canal se conjugaban los factores personales y dindsticos para una cooperacién anglo- francesa, principalmente contra las ambiciones espa- folas en Italia LAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS al Pero estos factores eran de naturaleza efimera, tal como lo demostré muy claramente la muerte de Orléans en 1723, Tanto en Londres como en Paris ya estaba profundamente arraigada una tradicién de tivalidad anglofrancesa. Especialmente en Francia, los antiguos ministros y mariscales de Luis XIV, como Tessé y d’Huxelles siempre se opusieron a la coope- racién con la Gran Bretafa; y era sumamente fécil declarar que se estatan sacrificando intereses france- ses alos de Gran Bretafia por el egoismo del regente y de su principal consejero sobre asuntos extranjeros, el abate (posteriormente cardenal) Dubois. A fines de la década de 1730, la frégil —y para muchos con- tempordneos antinatural—, reconciliacién anglofran- cesa se estaba tambaleando. Después de 1731, estando en el poder en Paris Chauvelin, un secretario del exterior muy capaz y antibritinico, cesé de existir. De 1733 en adelante, Francia se encontré cooperando con Esparia més enérgica y eficazmente de lo que lo hiciera con Ja Gran Bretafia. A fines de la década estaba participando como aliada de Espafia, en el anta- gonismo angloespaniol que durante muchos afios habia estado aumentando en el Caribe y en América. Esta rivalidad tenia cierto nimero de causas: dispu- tas sobre la aplicacién del tratado de Asiento* de marzo de 1714 que parecia haber comenzado la aper- tura de Je América Espaftola al comercio britdnico y el cual, por la misma razén, siempre fue muy impo- pular en Madrid; una friccién constante por el con- * ‘Tratado por el cual se trasmitié a Ia Gran Bretafa el derecho de Is introduccién de esclavos negros, y envier anual- mente un barco de 500 toneladas, cargado con bienes ma- nufacturados, a Veracruz y Portobello. [T.] 2 LAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS trabando britanico en la América Espaftola y los a veces beutales esfuerzos de los guardacostas espafioles por evitarlo; disputas sobre las fronteras de la nueva colo- nia briténica de Georgia y sobre cl derecho, de ln Gran Bretaha a cortar palo de Campeche en Ia costa de Honduras. Por encima de todo estaba la agresivi- dad de gran parte de la opinién publica briténica, resumida en la frase take and hold (quita y con- serva), y el desco de grupos comerciales de abril, por la fuerza si fuese necesario, las colonii de Espafia al comercio britanico. Para octubre de 1739, el gabinete, con sir Robert Walpole a la cabeza, habia sido obligado por el clamor popular y parlamentario a entrar en guerra contra Espaiia. En esta contienda el gobierno espafiol esperaba la ayuda activa de Francia; y con cierta razén, ya que los temores franceses de una dominacién britanica del Hemisferio Occidental eran més fuertes que nunca. En agosto de 1740, des- pués de cierta vacilacién en Paris, se estaba preparan- do un escuadrén francés para atacar a la Gran Bresafia en el Caribe. Lo que evité que se le usara y lo que retrasb la declaracién formal de guerra entre la Gran Bretafia y Francia hastd marzo de 1744, no fue ningtin cambio de sentimientos por parte del gobierno francés, sino la sorprendente invasién de Silesia en diciembre de 1740 por el joven rey de Prusia, Fe- derico II. 2. 1740-63 Las dos décadas siguientes fueron las més dinémicas ¢ importantes del siglo en las relaciones internacionales, por lo menos para la Europa occidental y central. americanas, LAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS 43 Estin dominadas por la aparicién de Brandenburgo- Prusia como gran potencia 0 por lo menos como semi- gran potencia a expensas de los Habsburgo, y el vasto crecimiento del imperio colonial briténico @ expensas del de Francia. Alrededor de estos dos acontecimientos se orienta principalmente la politica de los otros estados de Europa. Durante estas dos décadas es Prusia, més que cualquier otra potencia, la que decide Ja marcha y direccién de los sucesos. Federico II es la figura olitica mas sobresaliente del periodo que separa a Luis XIV de Napoleén. La invasién de Silesia en diciembre de 1740 fue una aventura audaz pero no irrazonable. Federico, que habia sucedido a su padre Federico Guillermo I en mayo, tenia a su disposicién un ejército de 80 00C hombres, en muchos sentidos el mejor de Europa, y repletas las arcas del tesoro, En contraste Maria Te- resa, quien habia heredado de su padre las tierras de los Habsburgo apenas en octubre, estaba en una posi- cién muy débil. E) ejército austriaco habla tenido una actuacién pobre en una guerra sin éxito contra los turcos en 1737-9. Muchos de sus comandantes eran viejas mediocridades y en 1740 las escasas fuerzas Cal- rededor de 6000 hombres). acantonados en Silesia no tenian un solo canén de campafia. Todavia més, Marla Teresa estaba urgida de dinero. Por consiguiente, las probabilidades materiales estaban.a favor de los pru- sianos, cuando menos por el momento. También la situacién internacional parecia Favorecer a Federico. La Gran Bretafia, aliada tradicional més importante de los Habsburgo, estaba en guerra con Espaiia y lo més probable era que pronto lo estarla con Francia Para ella, y para la Republica Holandesa, el otro gran 44 LAS CONTIENDAS ENTRE Los ESTADOS apoyo tradicional de Austria, el poder de los Habsbur- go meramente era un arma para ser usada contra los estados Borbones. Silesia por si misma no significaba nada para ellos y lo més probable era que no se opu- sieran a su conguista por parte de Prusia. El dnico verdadero temor de Federico era Ja intervencién rusa; y esperaba dejarla si faese necesario, por medio de un juicioso soborno en San Petersburgo, También expe- taba, muy justificadamente, que la muerte de la em- peratriz Ana, ocurrida en octubre de 1740, seria se- guida por confusién y pardlisis politicas, Por todas estas razones, Silesia, una de Jas dreas més ricas de la Europa central y la fuente de la cuarta parte de las rentas del gobierno de los Habsburgo, parecia ser una presa tanto accesible como tentadora. Las repercusiones de la accién de Federico fueron inmensas y répidas. Carlos Alberto, Elector de Baviera, quien aspiraba a toda la herencia de los Habsburgo, se aproveché de esta oportunidad para emplear la fuerza, En mayo de 1741, Espafia, codiciosa de més tertitorio italiano, se alié con él contra Maria Teresa por medio del Tratado de Nymphenburg. Sajonia, cuyo gobernante también tenfa derechos a Ia herencia de los Habsburgo, pronto se unié a Ja alianza. Scbre todo, el gobierno francés firmé al mes siguiente un acuerdo con Federico por el cual se obligaba a in tervenir militarmente a su favor contra Maria Teresa. Esto significaba Ja victoria en Francia, después de una larga contienda, de las fuerzas militares comandadas por el mariscal. de Belleisle, quien estaba ansioso de entablar otra lucha con el tradicional enemigo Hebs- burgo, en contra de Ja actitud mas cauta y pacifica epresentads por el cardenal Fleury, quien Rabia sido TAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS 45 primer ministro de Luis XV desde 1726 y quien ya casi tenia noventa afios de edad. Los resultados en iltimo término fueron desastrosos ‘para Francia. Des- aproveché en 1741 una buena oportunidad de sacudirse la ahora en gran manera insensata tradicién de hosti- lidad hacia Austria y de concentrar sus recursos, en circunstancias favorables, en una contienda maritima y colonial contra la Gran Bretafia, de Ja cual tenia mucho més que temer. Se embarcé en una guerra que probablemente iba a ser dificil y cara y de la cual, segiin lo demostraron los resultados, dificilmente dia esperar ganar mucho. Ya en abril, el gobierno briténico habia acordado subsidiar el esfuerzo austria- co de guerra; y las rivalidades coloniales angloespa- folas y anglofrancesas ya habfan pasado a ser sélo otro aspecto més de una grande y confusa guerra eu- ropes. Esta llamada Guerra de la Sucesién Austriaca fue de hecho una serie de grandes contiendas separadas: en Alemania, en Italia, en los Pafses Bajos; y, en ultramar, en Norteamérica, en el Caribe, y en Ja India. En Alemania, Maria Teresa se defendié sorprendente- mente bien contra la hostil coalicién a que se en- frentaba, en el verano de 1741. Fue ayudada por la profunda desunién de sus oponentes, Francia, Prusia, Sajonia y Baviera, por el dinero britanico, y por la sorprendente efectividad que pronto empezaron a des- plegar sus ejércitos. Una invasién francobévara de Bohemia en octubre fue un fracaso; para principios de 1742 Ios austriacos habian invadido Baviera y habian ocupado Munich, En junio de 1743, un ejército mixto brithnico-austriaco-hannoveriano que se habia formado en los Pafses Bajos derrot6 al francés en Det- 46 EAS CONTIENDAS ENTRE LOS FSTADOS ingen y una fuerza austriaca Iegé a amenazar con invadir Alsacia. Pero estos éxitos contra los franceses y los bavaros fueron comprados con concesiones, in- evitables pero humiliantes, hechas a Prusia. Sélo com. prando Ja hostilidad de Federico se podian obtener victorias en la Alemania del sur o en el Rin. En octubre de 1741, Maria Teresa habia aceptado por el momento, Ia ocupacién de Silesia por Federico a cambio de la suspensién de operaciones contra ella por parte del ejército prusiano. En junio de 1742, presio- nada por el gobierno britinico, ansioso de liberar a las fuerzas austriacas para usarlas en la Europa occiden- tal, le cedié, por medio del Tratado de Breslau, la casi totalidad en Ia provincia. En diciembre de 1745, después de un nuevo brote de lucha con Prusia (la Segunda Guerra Siciliana), volvié a hacer esta con- cesién, con la mayor renuencia, en el Tratado de Dresde. Por consiguiente, la agresin de Federico en diciembre de 1740 habia tenido éxito. Silesia era suya aunque al costo de la enconada y eterna enemistad de Maria Teresa. Fue después de las victorias obtenidas en Hohenfriedberg y Soor en 1745 cuando sus stib- ditos empezaron a Memarlo “el Grande”. Branden- burgo-Prusia se habia convertido con. sorprendente prontitud en una de las principales potencias de Euro pa. Sin embargo, la monarqufa de los Habsburgo no se habia derrumbado, tal como Jo pateciera en 1741 Marfa Teresa logré dejar fuera de la guerra a Baviera y a Sajonia y asegurar en octubre de 1745 la eleccién de su esposo, Francisco Esteban de Lorena, como Sacto Emperadoe Romano. Fue asi como pudo con- tinuar Ja lucha contra Francia en los Patses Bajos y contra Francia y Espafia en Italia, hasta 1748. LAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS a7 En Italia, las fortunas de Ja guerra tenfan grandes fluctuaciones. En 1742-3, parecia ser que los ejércitos francoespafoles podrfan barrer con todo lo que tue vieran enfrente; y en 1745 volvieron a lograr impor- tantes victorias. Pero de 1741 en adelante el dominio briténico del Mediterrineo imposibilits a Espafia a mandar fuerzas a Italia por mar, hecho de gran sig- nificado estratégico, mientras que en 1746, después de finalizar la guerra en Alemania, los ejércitos aus- triacos obtuvieron éxitos considerables, De igual impor- tancia fue el hecho de que en septiembre de 1743, el rey de Cerdesia, Carlos Manuel II, quien hasta en- tonces se habia mantenido entre los dos bandos, fuese ganado por los austriacos con la promesa de parte del Ducado de Milan. Por consiguiente, en Italia, la Gue rra de Sucesién de Austria, a pesar de una gran acti- vidad diplomética y de algunas luchas muy encarni- zadas, no fue ganada por nad Por otra parte, en los Pafses Bajos, los dltimos afios de la contienda vieron a Francia lograr una serie de grandes victorias, con excepcién de la conquista pru- siana de Silesia, el tinico éxito militar definido lo- grado por cualquiera de los beligerantes. En Fontenov, Raucoux y Lawfeldt, el mariscal francés Mauricio de Sajonia derroté a un ejército mixto anglo-austriaco-ho- landés, Para la primavera de 1748, con los Paises Bajos austriacos en sus manos, estaba amenazando con con- quistar la Repblica Holandesa, que visiblemente no estaba en condiciones de defenderse. Fueron estos triunfos Franceses los que convencieron al gobierno briténico de que debia firmarse la paz; se debia poner término a la guerra antes que las provincias holan- desas fuesen invadidas y que sus puertos y navios ca- 48 LAS CONTIENDAS ENTRE 10S EsTADOS yeran bajo dominio francés. Ain més, las victorias del Mariscal de Sajonia lograron més que contrarrestar los pocos éxitos que habfa logrado la Gran Bretafia en la cuarta importante esfera de conflictos: los mares las zonas coloniales de Norteamérica, el Caribe y India, Estos éxites fueron, desalentadccarsente pe quefios desde el punto de vista briténico, Sélo en 1747 se lograron importantes victorias sobre la flota francesa y se establecié un eficaz bloqueo de los puer- tos franceses més importantes, La fortaleza francesa de Louisbourg en la Isla de Cabo Bretén, en la desem= bocadura del San Lorenzo, la més grande posicién for- tificada del Continente americano, habja sido tomada en junio de 1745; pero el Canad Francés nunca se vio seriamente amenazado. En la India la Compaaia Britinica de las Indias Orientales frente a la energia y capacidad de organizacién de J. F. Dupleix, el co- mandante general de su rival francesa, tuvo que luchar denodadamente para mantener su posicién, En sep- tiembre de 1746, Madrés, uno de los més importantes de sus puestos comerciales, cayé bajo un ataque francés. Por consiguiente, Francia tenia una posicién fuerte cuando empezaron las negociaciones en Aquisgrin 2 principios de 1748, Pero no era tan fuerte como pare- cfa. Sus finanzas estaban en desorden; Ja guerra las habia dejado peor de lo que estuvieran antes de Ja modesta pero verdadera mejoria lograda durante la década de 1730 a 1740. El hecho de que un ejército de tropas auxiliares rusas, contratado con dinero briténico, se encontrase ahora marchando lentamente a través de Alemania hacia los Paises Bajos amenazaba con prolongar la guerra, El propio Luis XV estaba decidi- damente a favor de la paz aun al costo de considera: LAS CONTIENDAS ENTRE Los ESTADOS 9 ow Pre eee ere epee eee eee ITORIOS DE LOS TERRITORIO: Ek Vo IMPERIO GTOMANO 50 EAS CONTIENDAS ENTRE LO$ ESTADOS bles concesiones; ya para 1745 habfan comenzado son- deos indirectos con Viena. El resultado fue que con.el tratado de paz firmado por la Gran Bretafia y Francia er octubre, los franceses no obtuvieron casi nada. Louisbourg fue devuelto a Francia y Madrés a la Com- pafifa Briténica de las Indias Orientales, mientras que Ia situacién, en Europa, de los dos beligerantes per- manecié sin cambio, Puesto que Espafia no podfa con: tinuar la contienda sin ayuda francesa y. Maria Teresa dependia de los subsidios brit4nicos, el acuerdo anglo- francés obligé a los otros beligerantes a cesar la lucha. Ninguno quedé satisfecho con sus términos. Espaita tuvo que aceptar la renovacién del odiado tratado de Asiento con Ia Gran Bretafia, aunque sélo hasta 1752. Ain més importante, Marfa Teresa tavo que aceptar una cldusula en, el tratado de paz en que se garan- tizaba, aunque en téminos ambiguos, la posesién de Silesia por Federico II: en verdad un trago amargo. Carlos Manuel de Cerdefia retuvo el fragmento del Milanesado que se le prometié en 1743; aparte de la conquista prusiana de Silesia, éste fue el tinico cam bio territorial de importancia en Europa después de mis de siete afios de confusa guerra. La guerra habia sido més que nada una victoria para Prusia. Pero también habia hecho mucho para fortalecer los territorios de los Habsburgo, los cuales en 1748 estaban mejor organizados y militarmente mas poderosos, y por consiguiente tenian més confianza en si mismos y podian hacer sentir sus derechos més de Jo que lo hicieran en 1740. La emperatriz y sus ministros, firmes en su hostilidad contra Prusia, vieron claramente que la Gran Bretafa y los holandeses eran inttiles como ayuda activa contra su enemigo. En LAS CONTIENDAS ENTIRE LOS ESTADOS 51 1742 y 1745, la presién briténica habia obligado a Maria Teresa a ceder Silesia a Federico II, En 1748, la diplomacia briténica habia ayudado a incluir en el tratado de paz la odiosa garantia del dominio prusiano de la provincia. Los holandeses eran ahora cuando més una potencia de segunda clase, una responsabilidad ms que una ventaja para cualquier aliado. En 1745 y 1748, la emperatriz ya habia aclarado al gobierno Francés que estaba dispuesta, en condiciones favora- bles, a abandonar su alianza con la Gran Bretafia. De 1749 en adelante, bajo la creciente influencia del Conde posteriormente Principe) von Kaunitz-Riet- berg, quien Iegé a canciller en 1753, el gobierno de Viena se sintié cada vez més atraido por la idea de aislar a Prusia por medio de un acuerdo con Francia, y después aplastarla con ayuda rusa y probablemente Francesa, Una reconciliacién austro-francesa de esta clase no era algo totalmente inaudito. Luis XIV, en las postrimertas de su vida, se habla dado cuenta de que el tradicional antagonismo de los Borbones y de los Habsburgo, habia perdido casi todo sentido; y Luis XV estaba personalmente a favor de unas mejores rela- ciones con Austria, Pero sélo en cl verano de 1755 se iniciaron pl4ticas formales entre Jos dos gobiernos, Para entonces se estaba desarrollando una encarnizada y no declarada guerra entre fuerzas. britdnicas y fran- cesas en el valle del Ohio, las dos compajiias de Jas Indias Orientales estaban luchando por la supremacta en el sur de la India, y la marina britdnica estaba capturando gran cantidad de barcos mercantes fran- ceses en alta mar, Estas negociaciones austrofrancesas adquirieron un nuevo impetu en enero de 1756, con Ia firma de la | | | 1 | | | i | | | ' | i 52. LAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS Convencién angloprusiana de Westminster. Feder co II realizé este acuerdo no por un deseo de trai cionar a su aliado francés, sino simplemente por temor. Sabia que era odiado en San Petersburgo al igual que en Viena, y su creciente inquictud hizo crisis al efec- tuarse una convencién anglo-rusa en septiembre de 1755, a la cual considerd, y con razbn, como dirigida contra él, Esta asociacién de la Gran Bretafia con sus enemigos le parecfa muy amenazadora. Por consiguien te, intenté escapar de ella por medio del convenio de enero de 1756, el cual estipulaba la neutralidad de Ale. mania en la guerra anglofrancesa que sin duda estaba por desatarse. Los términos de la Convencién de Westminster no amenazaban a Francia. Por el contrario, era de su interés cl evitar comprometerse con Alemania y el con: centrar sus recursos en la contienda maritima y colo nial con la Gran Bretafia. Adin ms, Federico habla excluido deliberadamente a los Paises Bajos del aleance de la convencién, dejando asi en libertad a Francia para presionar a la Gran Bretafia, en caso necesario, por medio de su ocupacién. Pero en Versalles existla un amargo resentimiento en contra de la manera en que él, un advenedizo entre los grandes monarces de Europa, habia osado celebrar un acuerdo secreto € independiente con el enemigo més encarizado de Francia, El gobierno francés, que habia estado ha ciendo preparativos dilatorios para renovar Ja alianza francoprusiana que databa de 1741, se sintié engafiado y humillado. Las propuestas austriacas encontraron més que nunca una calurosa acogida; y el 1° de mayo de 1756, Francia y Austria firmaron una alianza defensiva, el Primer Tratado de Versalles, El antago- TAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS 53 nismo de los Borbones y de los Habsburgo, el cual habia proporcionado durante dos siglos y medio el hilo més importante y permanente en Ja trama de la diplomacia europea, habia sido relegado a ultimo tér mino, cuando menos temporalmente. Esto no significaba que Francia habia sido ganada a Favor de la gran coalicién antiprusiana con la cual sohaba Kaunitz. Sin embargo, ésta se iba a crear ahora no por la habilided diplomética del canciller austriaco, sino por la nerviosa precipitacin de Federico II. La Convencién de Westminster habia resultado una desi- lusién para el rey de Prusia. En particular, no habia servido para apaciguar la hostilidad del gobierno tuso, tal como lo habia esperado, La influencia bri- tanica en San Petersburgo, la cual habia creido Fe- derico que lo protegerfa contra un ataque sobre su frontera oriental, decliné répidamente; para la pri mavera de 1756, las negociaciones ruso-austriacas para un ataque combinado contra Prusia, que habjan comenzado desde 1753, estaban mostrando sefiales de dar fruto, Por consiguiente, a finales de agos- to, convencido Federico de que su tinica oportunida era atacar antes de que sus oponentes estuviesen prc parados, lanz6 la més famosa guerra preventiva de historia europea por medio de una invasién de Sajo} nia, la cual estaba encaminada a allanar el camino para una invasiéri a Bohemia, Los meses siguientes vieron la creacién de la grande y hostil coalicién que queria evitar més que nada. A fines del afio, Rusia se unié a la alianza austrofrancesa del 1° de mayo. En enero de 1757, muchos de los estados mas pequetios del Sacro Imperio Romano acordaron aportar fuerzas armadas para ser usadas contra Prusia; y en marzo, 54 EAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS Suecia se unié a los enemigos de Federico. Sobre todo, el 1° de mayo de 1757, por medio del Segundo Tra- tado de Versalles, Francia convino en mantener gran- des fuerzas en Alemariia para combatir contra Prusia y también en pagar a Maria Teresa un subsidio ele- vado. Por consiguiente, Maria Teresa se comprometié atin més desastrosamente que en 174] en una guerra en Ia que apenas si estaban implicades sus verdade- ros intereses y de la cual sélo podia esperar muy poco. Unos cuantos dias después, Austria y Rusia firmaron una alianza contra Prusia, Contra estas fuerzas aparentemente aplastantes, no tenta Federico sino su excelente ejército y su adminis- tracién, sus propias dotes de mando, su habilidad para imponer contribuciones en Sajonia (de donde extor- sioné cincuenta y cinco millones de guldens durante la guerra), y de 1758 en adelante subisidios ingleses. En varias ocasiones durante la Guerra de Siete Atos (1756-63) parecié estar abrumado. En el verano y otofe de 1757 —cuando fue desalojado de Bohemia, cuando Hannover fue invadida por los franceses y la Prusia oriental por los rusos, y cuando Berlin quedé momentdneamente ocupado por los austriacos— su po- sicién parecié bastante desesperada. De nuevo perdié Jas esperanzas por-un tiempo después de Ia terrible de- rrota que le infligieron los rusos en Kunersdorf, en agosto de 1759; y para 176] estaba consciente de que no podria continuar la lucha por mucho més tiempo. Sin embargo, a pesar de sus derrotas, a pesar de su pobreza y de la pérdida de gran parte del mag nifico ejército con el que habia principiado la guerra, Prusia sobrevivié. Lo hizo més bien por razones ne- gativas que por razones positivas: debido a la debilidad LAS CONTTENDAS ENTRE LOS ESTADOS 55 y divisiones de sus oponentes més que a su propia fuerza. La alianza antiprusiana no era mds unida o efectiva que cualquier otra coalicién de los siglos xvsr y xvi Ni los suecos ni el ejército levantado por los pequefios estades de Alemania desempefiaron ningin papel efectivo en Ja guerra; en tanto que en marzo de 1758, por medio del Tercer Tratado de Versalles, el gobierno francés redujo considerablemente la ayuda militar y financiera que habia prometido a Marla seguian siendo sorprendentemente malas, puesto que una accién efectiva por parte de Rusia contra Federico era imposible a menos que dominara Polonia, y esto significaria inevitablemente el debilitamiento o la des- truccién de lo que quedaba alli de la tradicional in- Teresa diez meses antes. Las relaciones franco-rusas | fluencia francesa, Lo que es ain més importante, ni los ejércitos rusos ni Jos franceses demostraron ser tan efectivos como se habia esperado. Aunque pelesban bien y obtuvieron algunas grandes victorias, Jos rusos nunca aprovecharon completamente sus ventajas para destruir a Prusia como Estado independiente, tal como lo podrian haber hecho, Esta timidez, que en mds de una ocasién salvé a Federico, en especial proba- blemente en 1761, fue en parte el resultado de la ex trema precaucién y falta de imaginacién de los co- mandantes rusos. Fue también inspirada por el cono- cimiento de que la emperatriz Isabel no tenia muchas probabilidades de vivir mucho tiempo més y que su muerte serfa seguida de un rotundo cambio de poli- tica en San Petersburgo, puesto que su heredero, el Gran Duque Pedro, era bien conocido como violento pruséfilo, Los franceses, por su parte, fueron derrota- dos humillantemente por Federico en Rossbach, en 56 LAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS noviembre de 1757 y posteriormente contenidos en Westfalia por un ejército angloalemdn a las érdenes del principe Fernando de Brunswick. Sélo a fines de 1758, cuando el duque de Choiseul se convirtié en primer ministro, los esfuerzos guerreros de Francia adquirieron algo de encrgla y un mando eficaz; y Choiseul estaba mucho mas interesado en la lucha contra la Gran Bretafia que en la de Prusia. Final- mente, cuando més mala parecia su estrella, Federico se vio salvado por pura casualidad. El 5 de enero de 1762 murié Isabel de Rusia. En. mayo, el Gran Duque Pedro, ahora Pedro Ill, se retir de la guerra y evacué el territorio prusiano. Con Austria agotada y con Francia fervientemente ansiosa de paz, la super- vivencia de Prusia estaba asegurada. El tratado de Hubertsburg, que puso término a Ja contienda austro- ptusiana en Alemania en febrero de 1763, confirmd a Federico su posesién de Silesia, Los esfuerzos de Kaunitz y de Maria Teresa habian fracasado. La guerra colonial y maritima anglofrancesa que habfa comenzado en 1755 contrasta notablemente con el conflicto en Alemania. En tanto que Prusia y Austria se agotaban en luchas por una provincia ale mana, la Gran Bretafia se establecfa con relativa faci- lidad como primera verdadera potencia mundial. Los primeros afios de la guerra no le fueron féciles, Su gran base mediterranea de Menorca cayé ante un ataque Francés en mayo de 1756 y parecié existir un peligro real de una invasién francesa, amenaza que, mas que ninguna otra, atemorizaba a cualquier gobierno brita- nico del siglo xvi. Pero pronto, bajo el mando del gran gabinete de guerra dominado por William Pitt, el viejo, el cual se formé en junio de 1757, la victoria LAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS 57 empezé a favorecer a la Gran Bretafia. El dominio britinico de los mares fue completo después de las vietorias de Lagos y la Bahfa de Quiberon en 1759; y mientras dominara los mares, la Gran Bretaiia era in- mune a la invasién francesa (misma que Choiseul estaba pensando seriamente en acometer en ese afio). ‘También podia evitar que Francia enviara a la India © al hemisferio occidental més de una pequesia frac: cin de su fuerza militar, inmensamente superior; inicamente dos fuerzas expedicionatias francesas de cierta importancia fueron enviadas a ultramar du- rante la guerra. Aisladas de la metropoli y sujetas a un ataque vigoroso, las bases y colonias francesas caye- ron en manes de los britinicos con rapidez sin prece- dente. En Norteamérica, después de considerables Exitos en el valle del Ohio en 1759, siguié la caida de Quebec en septiembre de 1759, como resultado de una eficiente organizacién y de una direccién decidida. Con Ja rendicién de Montreal en septiembre de 1760, el poderio de Francia en Canadé habia Megado a su fin, En las Antillas, cuya produccién de productos tropicales, sobre todo de azitcar, las convertia en los més valiosos a corto plazo de todos los botines coloniales del siglo xvu, la mayoria de Jas islas francesas fueron tomadas en dos periodos de violenta actividad en 1759 y en 1762. En 1757 la Compaaia Briténica de las Indias Orientales, con sus fuerzas brillantemente dirt gidas por Robert Clive, principis la conquista de Ben- gala con su victoria en Plassey sobre un gobernante local. Esto puso a su disposicién una de las porciones mis ricas de la India; y esto a su vez, combinado con el dominio briténico de los mares, le dio los recursos necesarios para aplastar a su rival francés todavia mas 58 LAS CONTIENDAS ENTRE 10S ESTADOS hacia el sur en la regién de Camatic,’el punto central del conflicto anglofrancés directo. Con Ja derrota del comandante francés, Lally-Tollendal, en Wandewash en enero de 1760, habia quedado destruido para siem- pre el suefio de un imperio francés en la India. Estos éxitos sin precedente hicieron realidad el ahora difundido temor de que la Gran Bretafta pronto dominara todo el comercio ultramarino de Europa y que se convirtiera en Ia tinica potencia colonial de alguna importancia. Este temor encontrd eco sobre todo en Madrid, donde el dominio briténico de Norte america y el Caribe parecia amenazar, en un futuro no muy lejano, la permanencia del poder espafiol en la América del Sur. Choiseul, quien esperaba, por medio del expediente de .envolver a Espafia en la guerra, mejorar Ja posicién desesperada de Francia y reducir las pérdidas que inevitablemente sufriria ccuando se firmara la paz, hizo todo lo que pudo para aumentar dichos temores. Para 1761 Carlos III de Espafia estaba ansioso por aliarse'con Francia contra la Gran Bretafia. Dicha alianza fue firmada en agosto. Y en enero del afio siguiente, el gobierno briténico declaré la guerra a Espaiia. Los espaficles hicieron poco para ayu- dar a Francia. Su esfuerzo para realizar un repe- tido suefio espafiol, Ja conquista de Portugal, fue un fracaso, La Habana, la mayor base naval del mundo fuera de Europa, sucumbié ante un ataque britinico. Tgual sucedié con Manila, capital de las Filipinas, la cual fue tomada por una fuerza expedicionaria en- viada de la India. La nueva posicién de la Gran Bre- , tafia como potencia mundial era ya innegable. | El convenio de paz de 1763 no destruy6 a Francia como potencia colonial y maritima, tal como Jo ha- LAS CONTIENDAS ENTRE LOS ESTADOS 59 ty \ bian esperado Pitt y otros enemigos de los franceses. Fue en parte por Ja debilidad del conde de Bute y del duque de Bedford, quienes dirigieron’ las nego- ciaciones por el lado briténico (Pitt haba renunciado | en octubre de 1761), por lo que se le permitié con- servar sus posesiones ultramarinas de mayor valor co mercial. Se le dejaron la mayoria de sus islas de las Antillas, sus puestos comerciales en la India y, lo mis enconadamente discutido de todo, una parte en Ja gran pesca de bacalao de Terranova, que propor- cionaba la subsistencia a tantos excelentes hombres de mar. El resultado fue que la generacién siguiente a la guerra presencié un extraordinario desarrollo del comercio colonial francés, especialmente con el Ca- tibe, y una época dorada para puertos tales como Nantes y Burdeos. Pero todos los establecimientos coloniales franceses se perdieron, Canada y los vastos y mal definidos tertitorios que reclamaba al este del Mississippi fueron cedidos a la Gran Bretatia, Luisiana fue cedida a Espatia como consolacién parcial por sus derrotas y porque Carlos IIE objet6 enérgicamente el establecimiento de los britdnicos en el Golfo de Méxi- co. Estas pérdidas, aunque ello no fuese claro en aquel entonces, pusieron término durante un siglo o més a cualquier posibilidad de que Francia se convirtiera en una genuina potencia mundial. Su imperio ain podia ser una fuente de riqueza, pero no se podia basar, tal como lo estaba haciendo crecientemente el de la Gran Bretafia, en el establecimiento en ultra mar de gran ndmero de colonos de la metropoli. Por consiguiente, aun cuando el poder de Napoledn I esta: ba en su apogeo, Francia no podia ser més que el mis grande de los estados europeos. 60 LAS CONTIENDAS ENTRE Los ESTADOS Por su parte Espaita abandoné sus reclamaciones de una parte de la pesqueria de Terranova, reconocié a regahadientes el derecho de los britinicos a cortar palo de Campeche en Honduras, y cedié Florida 1 la Gran Bretafia, a cambio de La Habana. 1762 20 4. MONARCAS Y GOBIERNOS. Ex sicto xvi casi tanto como el xvu, fue una época de reyes. Todos los grandes estados europeos eran monarquias. La politica intema de la mayorfa de ellos, en su nivel mis alto, gicaba alrededor de con- tiendas entre facciones en competencia para lograr acceso al soberano e influir sobre él. Las relaciones internacionales estaban profunda y a veces desastro- samente determinadas por las pretensiones dinésticas opuestas de las familias reinantes, pretensiones que son el fondo de las guerras de sucesién que tanto ocu pan en la historia del periodo. La mayorfa de los contemporaneos daban por sen- tado que Ja monarquia hereditaria era la mds natural y, por consiguiente, la mds efectiva de todas las for- mas de gobierno. La anticuada analogia que equipa- raba lus relaciones entre el rey y la gente con las que existen entre un padre y sus hijos, todavia tenia un significado real para los hombres y mujeres comunes de toda Europa. En particular se suponia que la mo- narquia era el tinico tipo de régimen por medio del cual se podia gobernar a un Estado grande, o que estuviera en répida expansién. Por supuesto que los reyes podian ser egoistas, perezosos o débiles. Po- dian otorgar su confianza a ministros que no la me- recian, o desatenderse imperdonablemente de los in tereses de sus stbditos. Sin embargo, en la Europa del siglo xvnr, una monarquia fuerte ponecia ser el requisito previo de todo un Estado podetso y el prin- cipal motor del progreso. Estas creencias estaban plenamente juitificadas. 132 MONARCAS ¥ GOBIERNOS 133 Sélo los estados més pequefios, territorialmente estd- ticos, y en ocasiones decadentes, tales como las repi- blicas de Venecia y Génova, y los cantones suizos, podian permitizse no contar con una monarquia here- ditaria. Aquellos cuya expansién era més obvia —Rusia y Prusia— al igual que potencias tradicionalmente grandes como Francia y Espafia, poselan monarquias qe eran extremadamente poderosas en te en iferentes medidas en la practica. La Gran Bretafa fue Gnica al poder incrementar su territorio y su impor tancia internacional, al mismo tiempo que debilitaba lentamente su monarquia; y aun en la vida politica britanica, el soberano desempené un papel en extremo importante hasta después de finalizar este periodo. Por encima de todo, habfa pruebas de sobra de que una monarquia débil probablemente seria desastrosa para cualquier Estado. En las Provincias Unidas, Jos cuarenta afios 0 més de predominio republicano que siguieron a la muerte de Guillermo II] de Orange en 1702 coincidieron con una marcada decadencia de Ja importancia intemacional de la federacion y con un desastroso hundimiento de su poderio militar y naval Guillermo IV, quien fue Ilevado al poder como Esta- téider y Capitin General en 1747 cuando parecia ser que las provincias serian aplastadas por una in vasién francesa, y Guillermo V, quien le sucedié en 1751, fueron soberanos Jastimosamente débiles, Fuerte- mente impedidas por su constitucién arcaica y su rivalidad endémica entre los orangistas y los tepu- blicanos, que a finales de la década de 1870 parecian haber Ievado al pafs a] borde de Ja guerra civil, las Provincias Unidas parecian ser un clisico ejemplo de los males que se avecinaban a cualquier Estado 134 MONANCAS Y GOBIERNOS que quisiera prescindir de una poderosa monarquia hereditaria. De igual manera, el debilitamiento del poder real en Suecia, por medio de Ja constitucién de 1720, parecié a las mayorias de los contempo- réneos —no injustificadamente— la razén_ més impor- tante de las divisiones internas y la ineficacia inter- nacional que marcaron la historia del pais durante el siguiente medio siglo. Polonia, sobre todo, oftecié una clara advertencia de lo que podria pasar a un Estado desprovisto de la direccién que sélo podia darle una monarquia poderosa. La debilidad de la monar- quia polaca, los conflictos, las presiones y las contien- das entre facciones que acompafiaron a Ia eleccién de nuevos gobernantes en 1697, 1733, y 1764, fueron unos de Jos aspectos de la decandencia del pais que més impresionaron a os extranjeros. Su posicién como mera “eptiblica coronada” contcastaba notablemente con la de sus grandes vecinos, Rusia y Prusia. Era claro que el progreso de éstas 2 expensas de Polonia se explicara en gran parte por el poderfo inmensa- mente mayor de sus soberanos en comparacién con los cada dia mds indefensos reyes de Polonia. Atin més; casi en todos los paises en donde Ja mo- narquia era débil o inexistente, como en Polonia, Ve- necia, y en menor grado en Suecia y aun en las provin- cias holandesas, la sociedad tendia a estancarse y la administracién, el poder judicial y aun la vida eco- némica eran dominados por la tradicién y el privi- legio de grupo. Por el contrario, en las grandes mo: narquias Siempre existia por lo menos la posibilidad de que un soberano inteligente y decidido fuera capaz de dar de lado la tradicién, hacer caso omiso del pasado y valerse de su autoridad para introducir cam- MONARCAS Y GOBIERNOS 135 ios necesarios en muchos aspectos de la vida de su pueblo. Esto fue lo que, en forma muy espectacular y con éxito parciel, intents Pedro I de Rusia. Era lo gue los “Déspotas Ilustrados” de Ja segunda mitad del siglo habrian de intentar por medio de métodos dife rentes y mds suaves, La monargufa, en la Europa del siglo xvmr, en general no era una institucién’ pro- gresista; pero tenia muchas més potencialidades para progresar que las Iglesias, las aristocracias o los otros grupos privilegiados que dominaban In sociedad eu- ropes, Por consiguiente, para la abrumadora mayoria de les europeos, la monarquia era Ia forma de gobiemo mis deseable, de hecho la unica concebible. Sin em- bargo, la monarquia se diferenciaba grandemente en jas distintas partes del Continente, reflejando asi las diferencias sociales, econémicas y sobre todo hist6- ricas de los grandes estados, En un extremo estaba Rusia, Alli los poderes del soberano eran ilimitados en teorla, y muy grandes en Ja prictica, Esto era por- que no existia ningim grupo o institucién dentro del pais que pudiera oponérsele con alguna esperanza de éxito 0, de hecho, que quisiera hacerlo, Pedro I habia transformado cfectivamente la nobleza rusa en una clase de servidores hereditarios, aunque con frecuencia renuentes, del Estado, y al dar la condicién y los pri vilegios de noble a un gran nimero de extranjeros y de uso de origen relativamente humilde, habia privado grandemente 2 la nobleza del poco sentido de unidad que todavia conservaba. Por consiguiente, no podia existir en Rusia una noblesse del tipo de la Europa occidental, una clase cuya importancia provenia en gren parte de su linaje y de su noble ascendencia.

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