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El domingo 21 de marzo de 2021, un grupo armado irregular identificado como disidentes de las
FARC-EP inició un ataque al batallón del Ejército Bolivariano en el pueblo de La Victoria, el cual
está ubicado en la frontera colombo-venezolana.678
A penas iniciaron los enfrentamientos, se reportó una fuerte movilización militar hacia el Estado
Apure, siendo tomado y militarizado el aeropuerto de Guasdualito, una de las ciudades más
importantes del estado.319 Ese mismo día, aviones de combate K-8 de la fuerza aérea venezolana
bombardearon la parte baja de La Victoria.20 Javier Tarazona, líder de la ONG Fundaredes, afirmó
que los bombardeos fueron de carácter focal, y que no buscaban acabar con las guerrillas
colombianas que operan dentro de Venezuela.6 Los bombardeos fueron dirigidos hacia
campamentos guerrilleros.20
Un día después de que el conflicto iniciase, el 22 de marzo, Vladimir Padrino López, ministro de
Defensa venezolano, reportó que dos militares venezolanos habían muerto y que 32 guerrilleros
habían sido aprehendidos.21 También dijo haber «neutralizado» a quien comandó los ataques,
alias «Nando», dando por controlada la situación.22 Los enfrentamientos y movilización de
artillería continuaron en los días subsiguientes, por lo que la información proporcionada por el
ministerio de un supuesto control de la situación era falsa.23
En la noche del 23 de marzo, la aduana local fue destruida por los grupos guerrilleros usando
explosivos, dejando el edificio en completas ruinas.24 Tras el ataque a la aduana, La Victoria se
quedó sin energía eléctrica, por lo que las comunicaciones con la zona fueron cortadas, y la
mayoría de la información se difundió a través de redes sociales.6 Human Rights Watch reportó
que más de tres mil civiles venezolanos han sido desplazados hacia Arauquita (Arauca) en
Colombia, tras el conflicto armado, donde ya se han establecido centros para atender a los
refugiados.25 El 24 de marzo, a través de la organización por los derechos humanos Provea,3
locales de La Victoria reportaron atropellos, violaciones de los derechos humanos y robos de
bienes de parte de oficiales venezolanos.226
Para el 3 de abril falleció un cabo segundo de las Fuerzas Armadas Venezolanas por la mala
manipulación de una granada que resultó en que explotara dentro de un mortero, más tarde
murió un primer teniente en el hospital y resultaron diez heridos en este accidente. Un balance
oficial determina que van seis militares venezolanos fallecidos, nueve presuntos terroristas
fallecidos, los cuales no han sido identificados, y suman treinta detenidos.31
Un nuevo informe dado por el ministro de Defensa venezolano Padrino López da cuenta que son
ocho los soldados del ejército venezolano fallecidos y que han resultado heridos 34 miembros del
Ejército y que 21 ya tienen el alta médica. Mientras son aproximadamente 5,000 personas
desplazadas para el sector de Colombia, lo extraño es que esto este ocurriendo solo en el lado
venezolano.323334
El ministro del Poder Popular para la Defensa, Vladimir Padrino López informó el 22 de marzo que
los enfrentamientos se habían hecho contra «grupos irregulares armados colombianos», aunque
no dio detalles.22
Iván Simonovis, expolicía de inteligencia, y comisionado de seguridad dentro del gobierno interino
de Venezuela, condenó los enfrentamientos.25
Juan Guaidó, parcialmente reconocido como presidente interino de Venezuela, afirmó vía Twitter
«Maduro ha hecho de nuestro territorio un santuario para grupos irregulares armados que actúan
ante la mirada cómplice de parte de la Fuerza Armada» y responsabilizó al gobierno chavista por
los más de tres mil desplazados venezolanos.36
Internacionales
El Ministro de de Defensa de Colombia, Diego Molano, aseguró que existe un trío compuesto por
el ELN, la Segunda Marquetalia y las Fuerzas Armadas de Venezuela para atacar a las disidencias
que no cumplan las ordenes de Iván Márquez y Jesús Santrich con el fin de evitar que entorpezcan
el negocio del narcotráfico.
Alias Iván Márquez, John 40, entre otros de las Disidencias de las FARC-EP Segunda Marquetalia ,
se declararon en contra de los enfrentamientos con las Fuerza Armada Nacional Bolivariana, en
abril de 2021.37
Caracas, 5 abr (Prensa Latina) El Gobierno de Venezuela y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana
(FANB) activaron una zona operativa de defensa integral de carácter especial en el estado de
Apure, informó hoy el alto mando castrense.
En rueda de prensa, el ministro de Defensa Vladimir Padrino informó que las operaciones abarcan
tres municipios y más de 700 kilómetros de la línea fronteriza con Colombia, como parte de las
acciones para neutralizar a grupos irregulares procedentes del vecino país.
En tal sentido, el Ceofanb y la Zona Operativa de Defensa Integral de Apure, de conjunto con
autoridades civiles, establecerá restricciones de horarios para el tránsito terrestre, fluvial y aéreo,
además de aplicar medidas de control para asegurar el funcionamiento de los servicios públicos.
Asimismo, el Ministerio de Relaciones Interiores, Justicia y Paz garantizará los controles
migratorios en los municipios fronterizos y podrá implementar el cumplimiento de determinados
requisitos, como la obligación de informar el cambio de domicilio o residencia, entre otras.
Hasta la fecha, las operaciones defensivas dejaron saldo de nueve irregulares muertos, 33
procesados por la justicia militar, además de seis campamentos destruidos y 16 artefactos
explosivos desactivados en el teatro de operaciones.
Padrino aseguró que ningún civil resultó víctima de las minas antipersonales instaladas por las
bandas paramilitares en su afán por hacerse del control territorial, cuya instalación es sinónimo de
'la criminal forma de hacer guerra' de esos grupos terroristas, subrayó el titular.
El general en jefe reiteró que Venezuela solicitó a la Organización de Naciones Unidas (ONU)
brindar sus conocimientos imparciales a la FANB para reforzar los procedimientos de desactivación
de esos dispositivos.
Durante las operaciones de búsqueda y captura, ocho efectivos de las fuerzas armadas
venezolanas cayeron en combate y otros 34 resultaros heridos, de los cuales 21 recibieron el alta
médica.
(Washington D.C.) – Agentes de las fuerzas de seguridad venezolanas han cometido abusos
aberrantes contra la población local durante un operativo de varias semanas contra grupos
armados en la frontera con Colombia, señaló hoy Human Rights Watch.
Distintas fuerzas de seguridad venezolanas iniciaron la ofensiva en el estado Apure el 21 de marzo
de 2021 con el supuesto propósito de combatir a grupos armados que operan en Venezuela. El
operativo derivó en la ejecución de al menos cuatro campesinos, detenciones arbitrarias, el
procesamiento de civiles ante tribunales militares, y torturas contra residentes acusados de
colaborar con grupos armados. Estos casos siguen un patrón similar al de los abusos sistemáticos
de las fuerzas de seguridad del régimen que han originado investigaciones internacionales sobre
posibles crímenes de lesa humanidad en Venezuela.
“Las atrocidades cometidas contra residentes de Apure no son incidentes aislados por agentes
insubordinados, sino que son consistentes con los abusos sistemáticos de las fuerzas de seguridad
de Maduro”, señaló José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch. “Las
investigaciones internacionales de estos crímenes son fundamentales ante el volumen creciente
de evidencias que implican a los agentes que han cometido abusos, así como a los comandantes y
altos funcionarios que sabían o deberían haber sabido lo que ocurría durante estos operativos”.
Entre marzo y abril, Human Rights Watch entrevistó a 68 personas en forma presencial en el
departamento de Arauca y por teléfono. Entre ellas se incluyen 38 personas que habían huido de
Apure, así como abogados, peritos forenses, líderes comunitarios, periodistas, autoridades
colombianas locales y representantes de organizaciones humanitarias y de derechos humanos. La
mayoría de los testigos de abusos temían sufrir represalias en Venezuela y hablaron bajo la
condición de que no se divulgaran sus nombres ni otros datos que permitieran identificarlos.
Los venezolanos desplazados manifestaron que huyeron debido a los frecuentes ataques aéreos y
combates entre las fuerzas de seguridad venezolanas y los grupos armados, así como también por
los aberrantes abusos perpetrados por las fuerzas de seguridad venezolanas.
Las fuerzas de seguridad que ellos identificaron como responsables de los abusos incluyen a la
FANB, a las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) de la Policía Nacional Bolivariana, a la Guardia
Nacional Bolivariana (GNB) y al Comando Nacional Antiextorsión y Secuestro (CONAS).
Los entrevistados manifestaron que soldados y agentes de las fuerzas de seguridad irrumpieron en
viviendas de familias de la localidad de La Victoria y en las zonas rurales de El Ripial, Los Arenales,
La Capilla y La Osa. Testigos indicaron que los agentes no mostraron una orden de allanamiento.
Los residentes, en su mayoría campesinos, fueron sacados por la fuerza de sus hogares sin órdenes
judiciales para detenerlos. Los agentes ordenaron a los detenidos cubrirse la cabeza con sus
camisetas y los golpearon, los arrojaron al suelo y amenazaron con matarlos.
El 26 de marzo, el Fiscal General de Venezuela Tarek Saab designó a dos fiscales “de protección de
derechos humanos” para investigar los sucesos en Apure y estableció una comisión conjunta de 12
expertos para investigar los asesinatos en El Ripial. La Fiscalía General de la República no ha
respondido a una solicitud de información de Human Rights Watch sobre el estado de las
investigaciones.
Ver abajo información adicional sobre los hallazgos de Human Rights Watch.
Los abusos en Apure son similares a otros que han cometido en forma sistemática las fuerzas de
seguridad venezolanas.
Entre 2016 y 2019, las fuerzas de seguridad de Venezuela, incluyendo fuerzas policiales, mataron a
más de 19.000 personas en casos de supuesta “resistencia a la autoridad”, según datos
presentados en varios informes de la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para
los Derechos Humanos (ACNUDH).
La Misión Independiente de Determinación de los Hechos de la ONU concluyó que las FAES eran
responsables del 59 % de todas las muertes causadas por las fuerzas de seguridad desde 2014.
Human Rights Watch ha documentado casos de supuesta “resistencia a la autoridad” en el pasado,
en los cuales no hubo un enfrentamiento y agentes de las FAES estuvieron implicados en
ejecuciones extrajudiciales y manipulación de la escena del crimen. Asimismo, la Oficina de la
ACNUDH concluyó que la información analizada “indica que muchas de esas muertes podrían
constituir ejecuciones extrajudiciales” y que agentes de las FAES a menudo alteran la escena del
crimen y la evidencia, y plantan armas y drogas para insinuar que hubo un enfrentamiento.
Las fuerzas de seguridad también han torturado a personas bajo su custodia, al menos desde
2014. En 2020, la Oficina de la ACNUDH documentó casos de golpizas violentas con tablas, asfixia
con bolsas de plástico y productos químicos, simulacros de ahogamiento, descargas eléctricas en
párpados y genitales, exposición a frío extremo o iluminación artificial constante, personas que
fueron esposadas por períodos prolongados de tiempo, y amenazas de muerte.
Más de 800 civiles han sido procesados ante tribunales militares venezolanos desde 2014. La
Misión de Determinación de los Hechos estableció que en Venezuela existe un “uso cada vez más
frecuente de la jurisdicción militar para procesar y juzgar a civiles”.
Es necesario remontarse al período de las dictaduras de los años setenta y ochenta para encontrar
casos de un uso tan frecuente de tribunales militares en América Latina, señaló Human Rights
Watch. El derecho internacional prohíbe que se procese a civiles ante tribunales militares cuando
los tribunales de la justicia penal ordinaria pueden funcionar.
Varios grupos armados operan tanto en Arauca como en Apure, incluido el Ejército de Liberación
Nacional (ELN), una organización guerrillera que se formó en Colombia en la década de 1960, y las
disidencias conocidas como Frente Décimo Martín Villa y Segunda Marquetalia, ambas formadas a
partir de la desmovilización de las FARC después del acuerdo de paz de 2016. También tienen
presencia en Apure las Fuerzas Patrióticas de Liberación Nacional (FPLN), un grupo armado
venezolano que se originó durante la década de 1990.
La Segunda Marquetalia fue creada en agosto de 2019, por Luciano Marín Arango, alias “Iván
Márquez”, quien había sido el segundo comandante y jefe negociador de las FARC, así como por
otros ex comandantes de esa guerrilla.
Las investigaciones de Human Rights Watch han demostrado que las fuerzas de seguridad
venezolanas y otras autoridades han tolerado a grupos armados que operan en Apure y, en
ocasiones, han actuado en connivencia con ellos. En los últimos años, el ELN y los grupos
disidentes de las FARC parecen sentirse más seguros y con mayor facilidad para operar
abiertamente en Venezuela que en Colombia. Estos grupos han instalado campamentos en Apure.
A principios de marzo, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) de Venezuela dio inicio a la
Operación Escudo Bolivariano para conmemorar el aniversario del fallecimiento del expresidente
venezolano Hugo Chávez y “combatir y expulsar amenazas internas y externas, y grupos armados
colombianos”.
Según informaron los medios locales, el 21 de marzo comenzaron los enfrentamientos entre las
FANB y el Frente Décimo Martín Villa, que incluyeron ataques aéreos y enfrentamientos armados.
Ejecuciones extrajudiciales
En la tarde del 25 de marzo, de acuerdo con entrevistas y testimonios de audio aportados por
familiares y vecinos, así como informes de prensa, miembros de las FAES sacaron por la fuerza a
cuatro miembros de una familia de su vivienda en el barrio Cinco de Julio en La Victoria. Las
víctimas fueron Luz Dey Remolina, de 42 años, Emilio Ramírez Villamizar, de 44, Ehiner Yanfrán
Anzola Villamizar, de 22, y Yefferson Uriel Ramírez, de 20.
Según Emir Remolina, de 26 años, hijo de Luz Dey y Emilio, esa mañana pasó por la vivienda de sus
padres mientras se dirigía a trabajar y los vio allí. En la tarde, advirtió que había muchos agentes
de las fuerzas de seguridad en las calles y francotiradores en los techos, e intentó varias veces
llamar a sus padres por teléfono. No obtuvo respuesta. Cerca de las 3:30 p.m., se acercó hasta la
vivienda de sus padres y no encontró a nadie allí, pero sí encontró varios artículos domésticos
destruidos, y que faltaban muebles y una motocicleta. Los vecinos le dijeron que agentes de las
FAES se habían llevado vivos a sus padres, con las camisetas cubriéndoles la cabeza, y los habían
subido a un tanque blindado.
Varias horas después, Emir vio mensajes y fotografías que circulaban en grupos de WhatsApp
informando que las FAES habían matado a una familia en una finca cerca de la zona rural de El
Ripial, aproximadamente a 1.5 kilómetros de donde vivían sus padres. Las imágenes, a las cuales
tuvo acceso Human Rights Watch, mostraban los cuerpos en el suelo, boca arriba y con armas
cerca de las manos. Emir los reconoció como los cuerpos de sus padres, su hermano y su tío.
Algunos días después, las autoridades venezolanas informaron que agentes venezolanos habían
matado—“neutralizado”— a seis personas en El Ripial. No indicaron los nombres.
Al menos 13 personas de La Victoria dijeron a Human Rights Watch que los familiares de Emir no
eran guerrilleros sino campesinos que habían vivido y trabajado allí por más de 15 años. Tres
personas de El Ripial confirmaron que la familia no vivía ni tenía una finca en la zona donde se
encontraron los cuerpos.
Onder Ozkalipci y James Lin, miembros del Grupo Independiente de Expertos Forenses
(Independent Forensic Expert Group, IFEG), que es coordinado por el Centro Internacional de
Rehabilitación para Víctimas de Tortura (International Rehabilitation Council for Torture Victims,
IRCT), y Carlos Valdés, exdirector del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses de
Colombia, analizaron las fotografías que muestran los cuerpos de los familiares de Emir. Estos
expertos forenses dijeron a Human Rights Watch, sobre la base de su análisis de las fotos, que los
cuerpos parecían haber sido movidos, la ubicación de las armas había sido manipulada, y que
había evidencias de que una de las víctimas había recibido disparos desde una corta distancia.
Los expertos forenses indicaron que los cuatro cuerpos se ajustaban a un “patrón”: estaban
acostados boca arriba, tenían los brazos extendidos hacia los lados, los hombres tenían el torso
descubierto, y todos tenían armas o granadas junto a su mano derecha. Los forenses también
dijeron lo siguiente:
Ehiner Yanfrán Anzola Villamizar tenía una granada junto a su mano derecha y tenía fracturado el
húmero de ese brazo. La herida parecía haber ocurrido antes de su muerte. Su cuerpo presentaba
dos heridas de bala en el pecho, donde parecía haber residuo, lo cual indicaría que se le disparó
desde una corta distancia (de menos de tres metros). Pareciera que alguien le limpió la sangre de
la cara.
Luz Dey Remolina tenía orificios de entrada y salida en el brazo derecho y una granada cerca de
esa mano. El patrón general de los cuerpos y la evidencia de que los cuerpos fueron movidos
indican que la ubicación de las armas no es auténtica.
El rostro y torso de Emilio Ramírez Villamizar tenían manchas de sangre que parecían haber sido
limpiadas. La sangre había escurrido desde una herida en el lado derecho de la cabeza en una
dirección que sugiere que el cuerpo fue girado hacia la derecha. Es probable que sus brazos hayan
estado inicialmente junto a su cuerpo, en vez de extendidos junto a la cabeza como se ve en la
fotografía. Además, es muy probable que su cuerpo estuviera originalmente boca abajo.
Los cuerpos vestían ropa de civil y no los uniformes de guerrillas. Los familiares negaron que las
armas y granadas que se ven cerca de los cuerpos pertenecieran a las víctimas.
El 28 de marzo, Emir recuperó los cuerpos de sus familiares y les dio sepultura en Arauquita. Las
autoridades venezolanas no le entregaron certificados de defunción, informes de autopsia, ni
ninguna otra documentación que corresponda a un examen forense.
Nueve testigos indicaron que las FAES detuvieron a 10 de sus familiares después de irrumpir en
sus viviendas sin órdenes de detención o allanamiento. Familiares, así como representantes de las
organizaciones de derechos humanos Foro Penal y Fundaredes, dijeron que los detenidos se
encontraban inicialmente en una base militar en la ciudad de Guasdualito, a 100 kilómetros de La
Victoria, pero que por semanas no se les permitió verlos. El 12 de abril, 26 detenidos – 25 hombres
y una mujer – fueron trasladados a una zona militar, conocida como Área de Procesados Militares
(Procemil), dentro del Centro Penitenciario de Occidente en Santa Ana, en el estado Táchira, según
algunos familiares y el Foro Penal.
De acuerdo con la información aportada por las personas entrevistadas, los detenidos en El Ripial
y la zona rural de Los Arenales eran campesinos que vivían y trabajaban en fincas.
Algunas personas fueron detenidas porque tenían videos o fotos de los ataques o de la presencia
militar en la zona en sus teléfonos, según contaron varios testigos y una defensora de derechos
humanos. Por temor a requisas o detenciones, muchas personas entrevistadas en Arauquita
dijeron que habían borrado material relacionado con los ataques en La Victoria y zonas cercanas
de sus teléfonos.
Agentes de las FAES se llevaron a Alejandro, de 23 años, y Vicente Rojas, de 20 (seudónimos), dos
hermanos que trabajaban en una gasolinera, de su vivienda en La Victoria a las 10:30 a.m. del 24
de marzo, dijo su hermana. Los agentes ingresaron por la fuerza, según contó, y buscaron fotos y
videos en sus teléfonos celulares. Los agentes les cubrieron las cabezas a los hermanos con sus
camisetas y los golpearon en el estómago y la espalda. Un testigo dijo a la familia que los jóvenes
fueron llevados a la base militar. El 10 de abril, su hermana pudo hablar con ellos durante 10
minutos en la base militar de Guasdualito. Sus hermanos le dijeron que agentes los habían
golpeado durante los primeros días de su detención. El 12 de abril, un teniente que está
ejerciendo la defensa legal de Alejandro y Vicente le dijo a su hermana que les habían imputado
varios crímenes, incluyendo “ataque al centinela”, ante un tribunal militar, y que serían
trasladados a la prisión de Santa Ana.
En la mañana del 21 de marzo, Jessica Vera (seudónimo), de 26 años, vio que había hombres
vestidos con un uniforme verde, a quienes identificó como agentes de la Guardia Nacional
Bolivariana, cerca de la pequeña vivienda en El Ripial que compartía con su esposo, Javier Cuesta
(seudónimo), quien tenía un negocio de reparación de equipos de radio y TV, y sus hijos de 9, 5 y 2
años. Aproximadamente al mediodía, circularon por las calles tanques blindados y agentes de
seguridad entraron a algunas viviendas para requisarlas. Vera contó que los uniformados le
hicieron un gesto a Javier desde el otro lado de su patio para que saliera.
Le ordenaron que se levantara la camiseta, se cubriera con ella la cabeza, y levantara los brazos. Le
exigieron su cédula de identidad y Javier le pidió a su esposa que la buscara dentro de la casa. Al
salir con la cédula, su hija de 9 años le dijo que los hombres se habían llevado esposado a Javier.
Un agente le informó que investigarían a su esposo por ser un “guerrillero”.
Junto con sus hijos, Jessica caminó hasta La Victoria para preguntar por su paradero. Al llegar, vio a
algunos soldados que le dijeron únicamente que su esposo se encontraba en un batallón militar.
Después de tres días de una búsqueda infructuosa, mientras continuaban los ataques en La
Victoria, Jessica cruzó a Arauquita con sus hijos. El 16 de abril, Jessica dijo a Human Rights Watch
que su esposo, con quien había podido hablar por teléfono, había sido trasladado de la base
militar de Guasdualito a la cárcel de Santa Ana.
Human Rights Watch entrevistó a un menor, de 17 años, y a un adulto que informaron que
agentes de las FAES los habían detenido en la base militar en Guasdualito y los habían liberado seis
días después.
Pedro Cabrera (seudónimo), un ciudadano colombiano de 43 años que vivía en Apure, contó que
el 21 de marzo, agentes de las FAES y de la GNB detuvieron a su esposa, Camila Vélez
(seudónimo), embarazada de dos meses, y a sus hijos Marcos (seudónimo), de 17, y Ernesto
(seudónimo), de 14, en la zona rural de Los Arenales. Ese día los había despertado el ruido de
disparos y explosiones. Pedro contó que, como no tenía documento de identidad venezolano, se
escondió cerca de su casa. Desde allí, vio a los agentes arrojar a su esposa y sus hijos al suelo,
darles puntapiés en el estómago, cubrirles el rostro con sus camisetas, y atarles las manos detrás
de la espalda.
Marcos, que fue liberado seis días después junto con su hermano, contó que durante las golpizas
al momento del arresto los agentes acusaron a su hermano, su madre y a él de pertenecer a la
guerrilla. Los llevaron a una vivienda cerca de allí, volvieron a arrojarlos al suelo, y siguieron
dándoles golpes hasta el anochecer, cuando los llevaron a una base militar en La Victoria.
Al día siguiente, los agentes transfirieron a los menores de edad y su madre a la base militar de
Guasdualito, donde agentes de las FAES y de la GNB los encerraron en una celda hacinada y sin
ventilación, junto con aproximadamente otras 30 personas y sin medidas adecuadas para limitar la
propagación del Covid-19, contó. Durmieron en el piso y solo les dieron agua y mangos para
comer.
Según dijo, un militar les informó que se los acusaba de “rebelión”, “traición a la patria”, “ataque
al centinela”, y “sustracción de objetos militares”, pero no fueron llevados ante un juez ni tuvieron
acceso a un abogado. Durante los primeros días de la detención de Marcos, los agentes de
seguridad lo golpearon a él y a los demás detenidos en varias oportunidades. Los agentes los
golpearon con las culatas de sus fusiles en el estómago y en la cabeza, afirmó.
Al sexto día, Marcos y Ernesto fueron liberados con otras seis personas (dos niños y cuatro
adultos). Funcionarios de la Defensoría del Pueblo llevaron a los dos hermanos a un albergue, y al
día siguiente los entregaron a un familiar, que los ayudó a llegar a Arauquita. Una investigadora de
Human Rights Watch vio algunas de las contusiones que presentaba Marcos, y Jairo Urrutia
(seudónimo), de 54 años, que estuvo detenido en la misma celda que Marcos, corroboró su relato.
El 14 de abril, Pedro dijo a Human Rights Watch que su esposa, Camila, había sido trasladada a la
prisión de Santa Ana. Aunque no había podido hablar con ella, se enteró a través de un familiar,
quien sí la había podido visitar, que Camila había perdido el embarazo.
Jairo Urrutia dijo que el 21 de marzo, agentes de las FAES y de la GNB entraron en su casa en El
Ripial, lo arrojaron al piso, le ataron las manos detrás de la espalda y lo subieron a un tanque,
donde le dieron golpes en el estómago. Fue llevado a la base militar de Guasdualito, donde
agentes de las FAES y de la GNB lo acusaron de ser un informante de la guerrilla y lo detuvieron en
una celda hacinada. Contó que, al sexto día, fue llevado ante un tribunal militar, donde un juez
militar le dijo, durante una audiencia, que se lo acusaba de “rebelión”, “porte de armas”, “ataque
al centinela” y “resistencia”, pero la Defensoría del Pueblo pidió su liberación. No recibió asistencia
de un abogado. Huyó a Arauquita esa misma noche.
Tres personas entrevistadas manifestaron que fueron víctimas de tratos crueles durante las
redadas.
Carlos Pérez (seudónimo), de 28 años, y Diego Ruíz (seudónimo), de 14, contaron que alrededor
del mediodía del 25 de marzo, al menos 15 agentes de las FAES derribaron la puerta de la vivienda
de Carlos, donde también se encontraba Diego. Los agentes los arrojaron al suelo y les cubrieron el
rostro con sus camisetas. Llevaron a cada uno a una vivienda diferente en las proximidades, donde
los obligaron a arrodillarse con las manos detrás de la espalda mientras los interrogaban sobre sus
supuestos vínculos con organizaciones guerrilleras. Carlos y Diego negaron cualquier relación con
los grupos armados. Los agentes les hicieron comer tierra y les dieron puntapiés en las costillas.
Carlos dijo que un agente de las FAES le apuntó con un arma en el cuello y amenazó con matarlo.
Apretó el gatillo, pero el arma estaba descargada. Diego dijo que los agentes de las FAES que lo
retenían hicieron lo mismo, al menos cuatro veces, y que un agente le apretó una parte de la nariz
con un alicate para que confesara sus supuestos nexos con grupos guerrilleros.
Después de varias horas, ambos fueron liberados. Huyeron a Arauquita con sus familias esa misma
noche.
El 25 de marzo, dos tanques con agentes de las FAES entraron en la finca donde vivían y
trabajaban Pablo Ramírez (seudónimo) y su familia, en la zona rural de La Victoria. Pablo contó
que los agentes le clavaron una navaja en el meñique derecho mientras lo interrogaban sobre sus
presuntos vínculos con grupos guerrilleros. Como no respondía, los agentes le hundieron más la
navaja en el dedo, y luego se lo torcieron con un alicate. “Sentí que iban a quebrarlo”, contó. Pablo
mostró a una investigadora de Human Rights Watch el dedo con una cicatriz. Los agentes
amenazaron con matarlo, llevarse a su hijo de 5 años, y cortarle el vientre a su mujer, embarazada
de 5 meses, para sacarle al bebé que estaba gestando. La familia huyó a Arauquita.
Los albergues de Arauquita son gestionados por las autoridades locales con el apoyo de
organizaciones humanitarias internacionales, incluidas ACNUR, Save the Children, el Consejo
Noruego para Refugiados (CNR), UNICEF y el Comitato Internazionale per lo Sviluppo dei Popoli
(CISP), entre otras. A pesar del sostenido apoyo proporcionado por organizaciones humanitarias
para incrementar la capacidad local de brindar comida, agua potable, insumos sanitarios y
atención médica, la asistencia humanitaria existente es insuficiente. Algunos niños y niñas han
seguido asistiendo a la escuela en Colombia, pero la continuidad de su educación es difícil debido a
que se vieron obligados a dejar sus materiales en sus hogares, según trabajadores humanitarios.
Las autoridades y los trabajadores humanitarios también expresaron que es sumamente difícil
ayudar a quienes se alojan fuera de los albergues urbanos debido a los riesgos para la seguridad
generados por los grupos armados en Arauca.
Algunas de las personas entrevistadas, incluidos trabajadores humanitarios, manifestaron que los
desplazados en Arauca temen volver a sus casas en Venezuela y que en las condiciones actuales es
muy probable que se queden en Arauca o se muden a otras partes de Colombia, por los riesgos
para la seguridad y porque han perdido sus viviendas y pertenencias en los ataques.
Recomendaciones
Asegurar que quienes llegan a Arauca tengan acceso a asistencia humanitaria básica, incluyendo
comida, alojamiento, equipos de protección personal y otros insumos de higiene necesarios para
prevenir la propagación del Covid-19, atención médica que incluya acceso a servicios de salud
sexual y reproductiva, y acceso a agua potable y sanidad básica.
Apoyar las iniciativas para que las autoridades de Arauca que administren albergues creados para
alojar a los miles de desplazados que huyeron recientemente de Apure cuenten con ayuda
humanitaria suficiente.