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;

DE

ORG.ANO DE LA COMISION NACIONAL DE FOLKLORE.-INSTITUTO


ETNOLOGICO Y DE ARQUEOLOGIA.-MINISTERIO DE EDUCAC!Ol't
NACIONAL.

NUMERO a DICIEA1BRE 1947

BOGOTA- COLOMBIA

Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia


i tro de Ed ucaciótl 1 ~a ional de Colon1bia:
JO (~(j i E TRI~ID l\1 o ~ "t .b~I!E

IDirector del In tit:uto Etnológico y de


1~ rqueel0gía:
l 1 D T~ ~ GO~·[E~


~ idente de la Comí i611 l 1al. de Folklore:
0€4 ~li@ Q J!r· O ~ E . P. RDO

*
ilólJulo Pa1·do •
a leyenda fle Juan IDíaz o El
n1ohan del Teq uenda111a . . . . . . 97
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Pr0l>1etna de paremio}ogía .. .. 10i],
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~"\íJ:u.ñoz Obando.
@on el Duende . . . . . . . . . . . . . . . .. 159
·ique t'étez. A rlJeldez
Folklor e del lDcpalitanlcnto ~lel
Miagdalena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ~

NO'J:A.S

Revi ta enezolana de felklore.


La p1·en a ~ nf) otro ..


namen ~acione : Rafael ~ cnur~ "Malenzucla.
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia
DE

Diciembre) I947 Número z

,.
La leyenda de Juan Díaz o El mohan
del Tequendama
P01~
ARISTOBULO P ,ARDO
(Miembro de la Comisión Nacional de Folklore.)
,

De par-tida.
San Lorenzo. Hasta no hace muchos años que se ·llamaba así .esta
villa aparentemente remansada. Un afán de .moderiJ..idad celerosa im-
puso un nuevo nombre: Armero. Pues es allí. Digo mal; no es exacta-
mente ahí, sino en eso que en habla golillesca llaman jurisdicción.
En eso sí.
Es una mancha de blancura, techos encinados, puesta entre pasti-
zales -y labranzas. Desde Ambalema,·un poco más abajo, hasta Honda,
el río de la M~gdalena ha renun~iado al valle, o el valle al río .
.(¿Quién podrá saberlG?) Han puesto de por medio una teoría de co-
linas y montañas, y el valle se ha ac0gido a la cordillera de los Andes
Centrales" cosiéndosele manso. San Lorenzo es cálido. En la quietud

del horizonte la luz vidría, hirviente, y ofusca la mirada.
Por la mañanita, la luz se viene oblicua, sobrepasa las sierra$
entre el valle y él río, y va a incidir de frente contra la fortaleza de
.
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98 &ristóbulo Pardo

los Andes. Hacia el Norte y el Sur, es en vano buscarle apoyo a la


distanéi.a. Convéngase en que es aquel poblado un indefenso contra
estos putos cardinales. Por el costado sur, un riachuelo le sirve de
.abanico. El Lagurülla ha hecho un viaje largo, desde el nevado del
Ruiz, y hélo ahí sosegado, encandilado con el verde caliente de este
valle. Desde Armero hasta el Ruiz hay tres jornadas a caballo, trepan-
do siempre, como quien va hacia el cie'lo. Pero hasta el pie de la
pendiente, apenas si se van unos minutos.
Y será por ahí por donde haya de salirse para ir a Juan D í-az.

Con Gabriel.
Gabriel es todo un personaje. Per0 no de los que suele dibujar la
fantasía literaria. El posee los secretos de más de media vida en esta
tierra. Habla calmosamente, con dejillo entre antioqueño y tolimense,
entre "cordilleruno" y "planuno".
-Yo me iamo Gabriel, pero casi todos me dicen "e1 zoco Gra-
biel". Nos c-<:>nfiesa cpn absoluto desempacho.
-¿Y a qué hora salimos?
-Di-ac'ún ratico. Tuaví!l falta buscar los animales. Y endespués
hay qu'ensillarlos. Si nas coge el medio día será mejor salir con la
resolan'e por la tarde. Porque hac-e calorcito de aquí pa'ardba. Sépalo.
Con toda la paciencia nos ha esperado un discursillo. Luego se
va a buscar los animales.
Han pasado las "horas. ¿Dos? ¿Cinco? Eso no se sabe a ciencia.
cierta. El tiempo no corre por allí. Está parado, esperando que alguna
reforma del almanaque vuelva por él hasta donde quedó na se sabe
hace cuánto.

En marcha.
Por fin ha comenzado la resolana de la tarde, como dijo Hel zoco
Grabiel''. Mientras ensilla las cabalgaduras se le sale un sonecillo
que dice: l· .!
Vamos a ver cóm·o ca:nta Grabiel;
si canta bonito, nos vamos con él.
-Bueno -nos dice finalmente- si nos vamas ... -y agrega un
gesto con la cabeza, indicando el caballo, mientras s~ quita el sombrero.
Hemos puesto pies a la vía, que es un camino llano, tolaado
casi de matarra tones hasta el pie de la cl!esta.

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La leyenda de. Juan Dia% o El mohan del Tequendama 99

A la distancia, un ruido.
- Es el Laguniya, nos explica Gabriel.
A lado y lado del camellón, pastizales de ceba y de levante. El
oro del pasto india se menea de b.risa, al mismo tiempo que el via-
jero siente el o-reo refrescante, casi caricioso. La marcha se ha iniciado
alegremente. No se ve a nadie, pero estamos en diálogo callado con
las cosas y 'los interrogantes. Súbitamente nos encontra~os cruzando
el último riachuelo; el .que deslinda bruscamente el planada y la
subida. Por e1;1tre el túnel de ramas, el silencio; y por entre el silencio,
otra vez aquel ruido intermitente.
-Es el Laguniya, vuelve a explicar el guía.
Y ha empezado el ascenso. Hay que repechar mucho para llegar
hasta Juan Díaz.
·- ¿Y usté dice que no va sino hasta Juan Díaz?, inquiere Hel
zoc::o'·.
-Pues así parec::e.
-Pero ái no puede quedarse, replic'! Gabriel.
-No importa. Donde se pueda.
El vaquiano se inclina y calla. La ascensión es muy pina para.
entablar discusiones sin valor.
El camin0 se hace eses hasta perder la cuenta. El piso es disparejo,
reseco, pedregoso. A veces gris, a veces amarillo, y en ocasiones de un
terrosQ negruzco. Se va de curva a curva. Barranco a la derecha, y a
la izquierda un aprendiz de rodadero; barranco a la izquierda, y a la
derecha un monte achaparrado; barranco a mano y mano; desgalga-
dero a lado y lado. Baches y reventones, oteros y bajadas; trechos
pinos, recodos,
,
bajones y gollizos. A lo lejos y cerca, vegetación canija,
polvosa, inexcitante, rala. No hay que mirar atrás: da desconsuel9.
Y hace falta tFepar, trepar sin miramientos. Entretanto, calor de todo
lado; cansancio de la silla; sol aún; modorra.
De pronto se ve el primer cerro perfilado. Y hay distancia por
fin hacia los lados. Espinazos de sierras ascienden tercamente. ¿Cuán-
do llegaremos allá, a ese cerro?, nos preguntamos sin decirlo, "para no
molestar al "zoco'', que como dice él mismo, uva e€hando la gota''.
Un ruidillo nos viene de nuevo.
- Es el Laguniya que se oye por todo esto, explica él.
¿Ha pasado una hora? Eso dice el reló. Pero evidentemente no es
una sino muchas. Cada falda que subimos se lleva horas de espera.
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100 A.ristóbulo Pardo

Menos mal que el caballo no repara en cosas tamañas, y sigue cabiz-


-b ajo, afirmando cada paso y resoplando.
Empiezan ya los pajares. El sal, en su caída, baja raspando las
crestas de las serranías, y adura~nando el valle y los lomi tos de las
colinas €n la distancia. El camino prefiere irse por los filos. A veces
se desmonta y echa escapaditas a lado y lado. Por la izquierda se
patentiza un declive casi vertical. Un rumor de agua en pela viene
hasta el camino.
-Es el Laguniya, que corre po'allá 'bajo, responde el "zoco".
Es inquietante ese recato ante la vista y tanta insistencia ante el
oído, del tan mentado Lagunilla.
-Allá a:rribita se lo voy a mostrar, añade Gabriel.
Ha sonado un pito remoto.
-No jeñor. No es una fábrica. Ej el misto.
-eEI misto?
-Jmm. El tren tle pasajeros y de carga. Como po'aquí no ha~
relojes, los peones saben cuándo salen porque pita el misto, dice
Gabriel con su pausa ordinaria y su acento cansino.
-¡El misto!
Del misto hay que volver al ruidajo de cada momente. Ya sabe-
mos de memoria que es el Lagunilla. Desmayadamente se miran los
pajares, zurcidos de guijos y pedregón en cantidades. A todo lado un
mar de pajonales empedrados hechos filo de sierrá y vertientes ~roo­
ratas. Pero. a la izquierda, el pedregal con paja entreverada, desdende
sin retallos, y abajo, en el fondo., la fuente de a<luel ruido .. .
Ha habido una parada ....El zoco Grabier' le quita el freno a ]a
cabalgadura para qu~ beba en el pozuelp de aguas zarcas. Hemos dado
pie a tierra para hurtarnos el cansancio de la silla. -Aquí ya prin-
cipian las tierras de Juan Dia~. Todo esto era dél; y aquéllo por allá;
y todo aquello; hasta abajo hasta el río. . . Y 1o que sigue de aquí
para adelante, hasta donde le voy a mostrar cuando ieguemos. (Un
silencio, y luego:) -¿Ve allá 'bajo? -ha reafiadido el "'zoco,_ Eso
es el Laguniya., Está muy hondo, sí señor.
-¿Y tant6 ruido para eso(, preguntamos. .. ,
-Así es; sí señor.
-¿Y al otro lado? t
-Es el otro lao 'el faldón.
· -¿Faldón, ha dicho usred?
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La leyenda de Juan Diaz o El mohan del Tequendama

-Jmm. Es una bajada muy parada. Como este del Laguniya. Allá_
al otro láo es menos paráo que acá; pero siempre es paráo. Ai se suda
la gota subiendo.
-Bueno. ¿De roGdo que ya casi llegamos a Juan Díaz?, pregun-~
tamos impacientes de lo paciente y despacioso q.ue es Gabriel.
-Yo le aviso cuando ieguemos.
Talvez hayan huído ya dos horas. Ya el tiempo no se suma aL
transeurrido; se sumerge en él.
Los pajares n6 ceden aún. Ha disminuido, sí, <:;1 guijerío.
. -Mire. Esto es lo que se iama el "Alto de J uan Díaz'", ha dicho··
el vaquiano, parándo de rondón.
-¿Y cuánto hace que murió?
-¿Juan Díaz?
-Sí, hembre.
-El no se ha muerto. Tuaví'esta vivo; pero no aquí.
-¿Entonces?
-Dicen que 'stá en el Salto de Tequendama, aduce el ~~zoco''-
-Aver, hombre, cuente, cuente.
-¿Se fija que pu'aquí no'ive nadie?
-Eso veo.
- . Pues es po:r eso, r.eplica Gabriel, perfectamente convencido.
-¿Por Juan Díaz?
-Eso mijmito; sí jeñor. Y después de uno de sus silencios: ¿Ve~
Mire~ toiticu eso. Dijen que hasta pu'allá junt0 al Placer,. . . y
hast'abajo hast'el plan, ... y por l'oriy'el río, . too eso eran tierras de~
Juan Díaz.
-¿Esos sequizos?
-Pues así será, sí señor, porque de deveras que fue que se lo ·
quiso él mismo ,. . . Y como riba diciendo, eran tierras de labranza . ..
muy buenas . . . Pero ahora no son ~ino peladeros ... ái si que no da
ni rabia ... Y antes dicen, qu'ez que daba gusto po'aqui. .. no e1·a
sino sembrar y se daba. (Otro de los silencios del "zoco" Gabriel.)
-¿Ve al otro lao?, dice, despué,que ha reparado en que quiere anoche-
cer. Ayá las tierras del faldón son buenas. Mire; hay caña, y café, y·
yuca, y plátano; jm., de. todo. Eso aiá ·es pero bueno p 'agricultar. En
esta parte 'ez-qu'era mejor toavía. Y ... ahm, se meolvidaba 'ecirle
que la cas'e Juan Díaz 'ez:.qu'era po'aquí, en estos medios 'ond'estamos.
'horita. Cuentan que era un palacio, y que Juan Díaz tenía de too . . ..
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102 AristÓbulo Par'do

muchas bestias . . . y ganáo. . . y tantas riquezas que no tenía más ti.e~


rras porque no le daba la gana. ¡Jml Si 'ez-que las hormigas .le traían
el oro hasta Ía 'espens'e la casa. Cómo sería, que hasta las piedras
que trancaban las Pl}ertas ·-eran de oro. Y ta loza y los vasas. . . y
la cama ... y too. Pero si 'ez-que hasta los frenos de· los cabaios, y ·
- los estribos, y las hebiyas. . . y las .0ias . en que coGinaban. . . ¡Ave
Maria!
-¿Ah~ -si? Y.·. . bueno; ¿qué pasó con todo eso?
-Nada. ·Que una.-neche llegó un limosnero ... y Juan Díaz esta-
ba bocracho ... Y el pCibreicto 'ez-que le pidió posada ... Y Juan
Oíaz le contestó q:ue en su casa no se hospedaban sino reyes. . . En-
tonces el pordi0sero le 'ijo que ya que ne le 'aba ~onnida que le diera
alg0' qué comer. . . y Juan Díaz le contestó que él no tenía nada que
le pudiera gustar. Entonces el hombrecite le pidió que le diera algo
pa meber que tráia mucha sé. . . y Juan Días mandó traet· un vino
sumamente finísimo y no lo e<:;hó en un vaso ni en una copa sino
·que lo sirv.ió en una co:yabra desas en que se le da I:aguamasa a las
puercos, . . . y cuando el hom.brecito se lo fue a recebir, a>gió Juan
~Díaz se lo tiré por la cara y por encima de la ropa y lo lavó com-
pletamente.
--¿As·í, hombre?
-Jm. aguárdes' y verá ..._ Entonces el hombrecito se canvirtió
en un Padre.
-¿En un padre.?
-En un Padre; sí sefior. Y entences Juan Díaz le .largó la ca-rca-
jada y le dijo: "¡Ajá! ¿Conqpe cura? ¿Pero luego no venía de limos~
~

nero? A ver. Ded 9~ién ·sos. Y si no me lO- decís t@ hago 1la-sta tragar
tierra."- Entences el Padre se le fue retirando y le dijo que porqué
hacía él tan mal uso de las riquezas que le había dao Dios. Y Juan
Díaz le contetó que porque no se la-s había daq Dios sin.o él mismo,
con su ttabajo. El Padre, entonces, le dijo que si él Gieía que las hor-
migas que le traían el ero lo hacian por el trabajo de él mismo. Y
Juan Díaz le dijo que "¿Bueno, y qué?"; que supiera:n que ·e ra pacto
con el diablo; que a quién le impor,taba. Entonces el Padre le dijo
que n0 dijera diable delante de él, y que Dios .lC!>. p-odía castigar. '"¡Val
¿Y cómo?" fue lo que llijo a esto Juan· Dfaz. "Quitándole todo lo que
tiene", le dijo el "P.adre. Y Juan Díaz contestó que ni Dios con 'too
.·su poder podía quitarle too lo que tenía;, que toa la región era de él;
J •

1. Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia


La leyenda· de ]-uan Diaz o El mohl:l.n del T eqttendama 103

que ni Dios se la podía llevar de 'onde 'staba; que to'el oro que había
debajo de to'esto era también de él, y que ni L>ios se lo pod·ía lleva·r
de ái; "to.as las h0rm~gas arrieras· me ·traen el or0, y si se mueren ái
quedaban las de los vecinos; y por sobretedamente, que esos veeinos
.s'iba:n a tener que largar porque ya le debian la tierra en que est aban
viviendo y que é1las necesitaba. ''Usté no las necesita" le €lij0 eni.Onces
el Padre, y que por l@ menos hiciera ese bien, que no los echara de ái,
que eran pobres y no t'ertían más de qué viv.ir ni a'ón"de irsen. P~ero
Juan Día~ dijo que lo que et;a los e~h:aoa pe>' encima 'e.. quien fuera, de
Dios o: del diablo, y. que, a'emás "¿quién sos vos pa venir a meterte
en lo mío?", le dijo al Padre. Y el Padre le dijo que "yo vengo es a
rogarte que se'ás bueno, Juan Díaz, po'tque usté debe mirar qMe Dios
Nu.estro Señor lo puetle castigar ... '' Mientras to'est.G Juan Díaz no
hacia sino tomar y tomar_, hasta que por fin lo atajó al Padre con
·un grito: "A predicar a otra warte que aquí no es la iglesia" y d'en
seguida cogió y le tiró al Padre üna tazad'e licor d el qué estaba be-
.biendo.
-¿V . .. ?
-Y el Padr:e se ~alió y Juan Díaz se quedó ái dormidito 'e la
·b orrachera ..... Ah, pero se me hal:Ha olvidá:o c<;>ntade qu~ez-qae Juan
Díaz no comía porqu'ez-que no tenía por '0nde hacer del cuerpo ...
·pero en esto dicen tantas cosas q~e ni an se sabe al fin qu'era lo que
le pasaba. Los viejos de antes decían qu'ez-qu'era porque cuand0
'estaba pob1:e, de tant@ aguantar 1'hambre como que se le· da ñó todo.
Pero en esto, como le digo, no se sabe nada a ciencia cierta.
-Bueno. Y entonces qué pas<S. ~Amaneció? o no.
- Ah, de verdá que le iba contando ... Pues no, señor; no ama-
neció asi n0 más; porque en después de que el Padre se fue, iegó esa
misma n0.c he una pareja de vi3:1jeros. Eran el papá y la maxná de Juan
Díaz. Hacía mucho tiempo que no lo h.abiaB visto; como no sabían
''onde tstaba ... Y ellos de deveras venían por aquí sin saber que ái
vivía su hijo. Y como no sabian q.ue él vivía en esa casa, y como la
vieron tan Sl,nnamente lindísima, entrar:on: y se p11sieron a golpia;r.
Y eomo Juan Diaz estab'ái d0rmido d e la b0rrachera junto a la puer:
ta, se dispertó y abrió la puerta. Los viejitos no llevaban más luz
,que un mechito de espeh,na. Pero e-en la l:uz de adentr9 lo reconocie-
r 0n a Juan T>íaz. Se le tueron encima y lo abrazaron y el holl!bre
·<.:omo no los r ecenoda y cruno estaba toavía dormido, entonces ellos

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104 Aristóbulo PardO>

le dijeron que ellos eran sus padres. Pero Juan Diaz, muy borrachito,.
y muy orgu_lloso de su poder no los quiso .reconoc::er, y antes de que se
dieran cuenta los sirvientes, que tenía más de cien, quiénes eran sus.
padres. . . unos pobrecitos viejos ái, y tnfelices. . . los echó de la
casa y los amenazó con ucharles los perros. Entonces los viejit-os se·
.fueron a ir, pero antes d'irsen le pidieron una ayuda para llegar
hast'onde iban. Juán Diaz sacó del bolsillo una moneda de oro y se
la jondió al papá por la cara; pero como él se quitó, la moneda le.
pegó a la mamá, y cayó al suelo. Ella, toda llorando la fue a recoger
y entonces el papá no la quiso dejar que la recogiera porque dij0s
que "ese oro es maldito, y aquí no ha de amanecer nada".
-¿Y ... ?
-Y se fueron, y Ju~n Díaz se volvió a echar a dormir. Pero no.
pudo dormir. L'entró una insatisfación horrible por te'el cuerpo,.
y no podía estar. Prencipió a llamar a to'los sirvientes y a pediitles.
agua 'y de todo, y a gritalos y insultalos. Y como no le quitaban· el
mal les tiraba con lo que topaba. Eios le aguantaron al principio con
paciencia. Pero endespués, como él veía que no le hadan nada para
esa intranquilidá, se puso a buscar los revólveres y escopetas que:
tenia. Ya los sirvientes se habían palabreáo, y que si sacaba los.
revólveres ellos se iban de la casa. Y así fue, porque Juan Diaz d'e
verdá dio con los ..popos", y quiso tirales. Pero ellos se fueron des-
filando. Y uno dellos dijo que como no le podtan cobrar !'última
paga, que se ievaran ~os caballos. Los demás convinieron y por ái
misma se fueron a los potreros, ái a puras tientas fueron cogiendo.
cad'urio lo que pu<;lo. Algunos lo que cogieron fueJ:on madrinas, y
¡claro!, los otros caballos . .. las demás bestias cogieron detrás de los,
roadrinos. Los que no toparon bestias le echaron la soga a tal cual
vaquita por ái, y con las vacas se fueron los becerros y los toretes.
En fin de cuentas, lo que fu~ animales no quedaron casi ni pa la
muestra en las mangas de Juan Díaz.
-Lo dejaron barrido, ¿no?
-Tanto como en la pur'inopia no, parque como lo venía con-
tando., eso no era así no más. To'los aniroales .no era nada pa Juan
Diaz. Pero con el alhoFoto que armaron los sir-vienles se dispertaron
los vecinos y to'los que vivían en los caminos de par aqu~ junto-
Cad' uno preguntaba la causa de ta'ese revuelo, y cuando se lo decían
s'iba aprestando pa'irse. Y más que muchos dellos babían visto en

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La leyenda de Juan Día% o El mo'han del Tequendama 105

sueños lo que había pasáo entre Juan Díaz y los padrés, tal y como
si hu hieran estáo presentes.
-¿Así es la cosa? .
-Tal cualito; sí jefior. Y entonces se regó el cuento comQ pól-
vora. En eso Juan Diaz estaba hecho una fiera en su casa, renegando
-com'un desesperáo y echando plomo, y desafiando a Dios y al ~liablo
a que le quitaran to'lo que tenia, y haciendo hasta pa vender. La
noche se ha'bia puesto oscurita, os.c urita. Eso era que no se veía ni
p'hablar. Y cuando ya los sirvientes y los vecinos estaban lejos, ese
hom5re estaba com'un azogue; y como eso era que tomaba y tomaba,
pues siempre estaba más y más borrachito.
-¿Y . . . ?
·- - Y ái sí que se puso feo. Prencipiaron a caer rayos y centellas
y se vino la tempestá más espantosa q-qe usté tenga idea. No, si ~o
era que los rayos lloVían casi por todas partes. Y los truenos y ["elám-
pagos era pa dar y pa convidar. Lueguito prencipió a temblar. Y
'
co¡n<:> temblaba tanto to'esto se ~ue desvolcanando, y con ta!).to vols:
cán deste láo'el río se atrancó el agua 'el Laguniya, y s'hiz'un charco
pero enorme. La cos'el charco ez-que fue po'allá 'rriba. Y por supues-
.to el agua atrancada subió hasta que ya no se pudo atrancar más.
Entonces se reventó la presa, y el agua se vino toitica par'este láo.
Eso hizo un ruido que lo sintieron hasta sumamente lejos. Lo pior
principió a media noche. Y todo se ac.abó antes de ·que amaneder~.
Dicen qu'ez-que en medio de toa la tormenta lo único que se oía eran
los alalfidos de Juan D1az. , .
-¿Y se ahogó?
-Es0 qué. No, señor. Se convirtió en muán.
-¿En mohán?
-Jmm. Lo cierto es que al otro día to'esto eran peladeros, así
como los ve ahorita. Dicen que el castigo de Juan Díaz fue que lo
pusieron de muán en el Salto fel Tequendama; y que cuando el Salto
buja y hace tanto ruido que Juan Díaz'ta bravo.
-Conque así. . . ¿Y, qu~ fue de los criados?
-Eso- sí no lo sabe ninguno. En <después to'esto quédé solo. · En
durante mucho tiempo no vino a 'Vivir nad,ie en tod'esta jurisdicción
de San Pedro, y El Placer, y Partidas, y La Calera. En todo esto.
Luego esto vino a ser parte de una hacienda que como ho tenia dueño
era del gobierno, !lasta que poco a poco fueron viniendo gentes de
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106 Aristóbulo Pardo•

varias partes a poblar la región. Pero eso ya fueron colonos, y eso es


otro cuento.
-¿Cuento?
-Psii. Cuento. Pero cuento de verdá.
-¿Y allá abajo, el valle no se inundó?
-Naturalment~ que s'inundó. Pero fue que todo eso no fue sino.
castigo pa Juan Díaz. ¿No ve que al o.tro láo 'el faldón no pasó nadi-
quitica? Allá siguen buenas la$ tierras. Y abajo, en el plan . .. pues
allá fue 'onde quedó tóa la tierra buena que la creciente se yevó de
aquí cuando se rompió la presa. Y si noJ pregunte y verá eómo la tie-
rra buena -¡y qu'es buena de verdál- no es sino de Guayabal p'atTi-
ba hasta cerca a Beltrancito. To es 'ino que pregunte pa que vea
que lo que le cuento es l;,t puTita verdá.

- Bueno, Gabriel. dSeguim0s?


-Usté dirá. Yo por lo menos voy a buscar posada po'allá arriba ..
Pero si usté ya resolvió seguir, pues echemos a ver si llegamos antes
que se acabe la merienda en las fondas.

..

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PROBLEMAS DE PAREMIOLOGIA
Por EDUARDO AMAYA VALENClA --

'

Es ya un lugar común que la colección de refranes del marqu~


de Santillana es quizá una de las más antiguas en lenguas n >Inanees.
Ref?·anes que dicen las viejas l'ras el fuego, ordenados pm· la 01·den del
ABC~ llamó don Iñigo a esta colección. Desde entonces hasta ahora no
han faltado los nombres de colectores de refranes en la literatura
española: Blasco de Garay, P€dro de VaUés, I-Iexnán Núfie~, Sebas-
rián de Horozco, Gonzalo Correas, César Oudin. y tantos otros que
gustaron recoger el caudal de la sabiduría popular. En nuestros días,
¿cuántos no han gozado de las simpáticas coleocion:es de R0dríguez
Marín? 1 Una de las caracter!sticas más salientes d~ esta literatura "es
d criterio de colección por ((orden del A B C"; es decu·, es una literatu-
ra paremiográfica por excelencia. F-alta todavía por hacer eta el campo
español la gran labor histórica que presupone el refrán. En el refrán,
proverbio, etc., es donde se per[ila la surna importancia del estudio
de los préstamos culturales; porque es allí precisamente, donde se
l La colección de Santillana demuestra 'Cada vez más su vigor: Re{'ranero
español. Primera selección. (Incluye la colección del Marqués de Santillana y
-~os Refranes glosados.) Selecció.n, prólogo y notas de Félix F. Corso - Bueno'S
Aires,~, 1942; Sánchez y escribano, F. Santillana y la. CC?lección de R efranes 1550
en Hispanic R.oview 1942, X, 2!54,-258. Daremos a c0ntinuación la lista de algunas
de las má.s recientes obras sobre el _refrán español. En 1941 Rodríguez 1\tlarín nos
da toda via algunos refranes más: T oclavia 10.700 refranes más no 1·egistrados por:
el -Maestro .Correas. Madrid 1941; Sune Denages, Juan - Refmnero clásico 22-52.
refranes castellt.tnos. Prol. de J. Gil, .BQenos Aires 1941; Refranero . español co.n. ·eJ.
Li,b ro éJ.e los proverbios morales de A.lo11so de Barros 2 ed. Madrid 1942;. . Gr!l~
diccionario de refrone.s de la leng-ua .españcla. Recogidos por J. M. Sbarbi~.- Bttenos:
Aires 1943.

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.108 Eduardo Amaya Valencia

puede -estudi<tr con más seguridad el problema de la adaptad0n del


pueblo · a cierta concepción del muado debida a influj<:>s de· culturas
-extrañas. De ahí la importancia que tiene la e§cuela hist6.uka en
paretni<:>logía y cuyo gran exp@nente es F. Seiler 2. En lo español esa
labo_r, repetimos, está por hacer. Tres influjos se podrían estudiar en
·e1 refrán español: el bíblici::>, el árabe y el de la antigüedad clá:sica.
Del primero, Rodríguez Marín ya nos dio valiosos ejemplos en su
.admirable discurs0 leído ante la Academia Sevillana de Buenas Le-
tras sobre Los RefTanes 3. En cuant0 a la influencia arábiga en el sa-
:t:>er proverbial españoi no sabemos que se haya hech0 una seria in-
vestigación históriea. Pero lo que sí es esencial, es e! estudio de las
influencias de la antigüeqad dásica. Greda y Roma influyerqn en la
· :-.sabiduría p0pular peninsular en dQs formas: directamente, a través
de la Edad Media y luego por medio de l.as corrientes cultt;Jráles del
:Renacimiento 4.
La Edad .Media c<1>n sus proverbios en hexámetros leonines ~­
, cierra, a su vez, una gran variedad de probleÍfas: la antigüedad p~­
·" gana y los muchos secretos que todavía están gNardades para ~,¡ pa-
-remiólogo en las obras de l<1s Paclres de la Iglesia (lá importancia de
.
.. este espulgo ya lo .demostró R. Jente} 5. El Renacimiento por otro
lado, trajo como consecuencia la renovación de todo el saber prover-
. bial antiguo. Como ejemplo más que concluyent.e ahí están los .d dagia
de Erasmo. Se impone, pues, a.l paz:emiól<:>go español ~un . . .estudio filo-
2 Dié entwicklung del deutschen kult-ur im Spiegel dés deutschen Le-hnwor-ts:
hdas deutsche Lehnsp,·ichwor't (Halle, tg2t-1924). De suma utilidad para los i.nte-
resados en este aspecto de la Paremiología es el art.ícufo de Richard Jc;nte, The
Until-l'e'd Field. of Proverbs en S~udies in Philology, XLLI, 1945 pá~. 490"497·
3 PubJieado en M'ds de -~1.000 R"f'ratl~S castellanos no contenidos en la copio-
- sa colección del Maestro GQntt.~lo Correas, Madrid 'i926 - pág$. XXV-~XXI. Ha
~ratado este tema eon más amplitud H. Gre§Smann, lsraels Spruchweisheit in
;-zttiSammetlhang der WeLtliteratur, 13-erlin, t 9~5-·
4 Para la comparación en~re los proY-eFbios roma~e~s r }os latin0S: H. W .
.Klein, Die volks-t.iimlichen sprich;wiir'tlich.e n Verrgleiche im Lateinische.n utrd in-
, den romanischen Sprachen. Wür-zburg, 1937, VI. (Reseñado por R. Riegler,
Mora:wski, etc.) Sobre los proverbios dt! la. antigüedad de,sae la Pa'T'oemiogra.p.h ia
. g'T'aeca (Oxfqrd 1836) de T. Gaisford; pasando por el monument-al Sprichwó'rter
der Romm- (Leip.zig t8g:o) de R. Otto, hasta el ·D ie bildhaften Sfrrichwtfrter Ro·
m~men (Beidelbetg, 193.6) de W. Gotlschalk (reseñado por E. Ri.chter, G. Rohlfs,
· etcétera) . .
15 R. J.ente, atHculó eit.; Grace Frank, Proverbs in Medieva.l I.iterature en M
L N 1 LVIU (<1943); At:pad Steiner.. The,. Vemacular Proverb in- Media~al lAtín
.Prose. en A J P L.XV ( 1944) .

Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia


......

Problemas de Paremiologia 109

lógico de las obras clásicas y anteclásicas españolas para rastrear las


manifestaciones de estas influencias a.
Impnrtante es tener ~n cuenta naturalmente, la bibliegtafía so-
bre este tema: los libros de Bonser y Taylor; las bibliografías de la
Revista de Filología Española y de la Hispánica., etc., de sQ.m~ utili-
dad. claro está, son también las grandes publicaciones sobre folklo-
re 7. Hasta ahora hemos venido hablando de la escuela histórica.
Abundan mucho, sin embargo, las colecciones de proverbios centra-
das en el estudio de caracteres raciales; conceptos de medicina popu-
lar; jurídicos o temas c0ncretos en general s. Es decir, a los estudios
históricos (que están en gran parte por hacer), se contraponen los
criterios descriptivos, de colec;ción. Se presenta así uno de los más
grandes problema~ de paremiología, ¿cóm<;> clasificar las colecciones
de refranes? Existen, más o menos tres criterios: el alfabético., el
del contenido y el mixto. El pt'imero es la clasificación "por la or-
den del A B C" que ha sido típico de casi toda la paremiología es-
pañola. El segundo, el objetivo, tiene grandes ventajas sobre el p1·i-
6 La influencia particular de los Adagia de E1:asmo en un humanista tan im-
portante como Mal Lara, ha sido estudiada por F. Sánchez y Escribano (Los
"A.dagia"' de ·Erasmo er~ "La Philos-ophia Vtllgar" de Juan de Mal La,-a, Hispanic
Institnte, New York, 1944) . ·
7 W. Boaser y T. A. Stepben~. Prover:b Literature, A Bibliography of Works
relating to Proverb (London, 1929). Esta bibliografía ha sido suplementada por
'Richard Jente, A. Review of Proverb Literatu.re since 1920 en Corona, Studies in
Celeb;-ation of the Eightieth Birthday of Samuel Singer (Durham, 1944.); Arche~
Taylor An introductory Bibliography for the Study of Proverbs en Modero Philo-
logy XXX, 1932. Sobre el Folklore en general existía la célebre Volkskundliche
Bibliogtraphie für das ]ahr 1919, berausgegeben von E. Roffman-Krayer Berlín,
19~2.; y (con cambio de editor), Volkskundliche Bibliogtraphie filtr die jah¡ e 1933
und 1934 heraus gegeben von P. Geiger - Berlln 1939. De sumo interés son también
las bibliografías que R.. S. Boggs viene publicando en el Southern FoJklore Quarterly,
Gainsville, Florida. Se encuentra también mucho en Traveaux du .rer congres
international de 1!oJ1tlore. Publication du Department du Musée National des
Arts et Traditions Populaires - Taurs, 19g8.
8 S. G. Cha:mpion, Racial proverbs. A selection of worlds proverbs arrange4
linguistically. London, 1938. Un interesante estudio es el de B. Chuaqui, Dos raws
s. t-ravés de sus refranes - Santiago de Chile 1942. arande .es la lista sobre el re-
franero médico; citaremos solamente: Refranero médico. Recogidos y anotados por
Antonio Castillo P.e Lucas. Madrid (1 A N) 1944. Como ejemplo de colección de
proverbios jurídicos: Raffaele Cerso, Proverbi giuridici italiani en Revista Italia-
na de sociología XX, 19¡6. Un ejemplo de rema concreto: Lisboa na paremiología
peninsular por Alfredo da Cunha (CQnferencia, Lisboa 193~).
-2
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia
11 o Eduardo A-maya Valencia

mero: se clasifica el material por el conteniclo jurídico, a-ptropologi'co~


histórico, etc. Entre nosotros es muy conocido el llamado sistema
.filosófico de Teófilo Braga que . dio a conocer Rodríguez Marín 9.
El mixto es la escogencia de un tema con clasificación de los refranes
por orden alfabético.
Antes de seguir adelante veamos lo que nos interesa más con-
cretamente: nuestra posición colombiana 1 antericana en general,
en el estudio del refrán. Ya se ha hecho algo sobre la recopilación de
r:efranes en Hispanoamérica. En muchas de las obras sobre "modis-
m0S.,, "americanismos,, nbarbarismos", se han deslizado fonnas pr<>-
verbiales características del pueblo cuyo lenguaje se quiere "corregir,.
o estudiar; también e~isten, claro está, _obras especializadas 10. Entre
nbsa)Tos merece especial mención el a«adémico Emilio Robledo que
se atrevié a disertar sobre el Refranm-o antioqueño en la Universidad
de Antioquia n. ¿~u~ debe hacer, pues, el individuo que se propon-
ga r:ecoger refranes dentro de nuestra realidad colombiana:? ¿Cómo
estudiarlos? ¿Con qué criterio clasificarlos? En primer lugar el cam·
pa histérico está vedado a muchos esnudiosos por lo que su pone el
us0 de grandes bibliotec_a-s. El criterio de colección y comparación
~on lo e5pañol (lo que sí es posible), tiene aiguna utilidad. Ahora
bien, la escogeJ1cia entre los tres criterios de clasificación de que ha·
blamos arriba no siempre es fácil. El profesor Rafael Corso ha pro-·
puesto, a su vez, un sistema que nos parece de suma utilidad. Es la
clasificación que tiene en cuenta tanto el elemento morfológico (el
estilo del refrán) y el contenido. Se podrían clasificar entonces los
refranes ya por su forma de enigmas, de cuentos, de canto, epi·
9 En Los 6.666 Refranes de mi últim,a rebusca_ . . no contenidos en la copiosa
colección del Maestro Gonzalo Correas, MadridJ 1934. (Pág. 8). Este s.isteroa est-á
transcrito en el popular Manual de Folltlo1·e de Luis Hoyos Sáinz y Nieves de Hoyos
Sancho, Madiid, 19~7. (Pág. 267.)
lO Como publicaciones generales están lo.s Archivos del Folltlore Cubano (La
Habana); El Arwa.rio de la So.ciedad Folklórica de México (Mexico D. F.), etc.
A:lgo de Paremiolegla se puede ver en las c~ebres Monographien zur a-rgentinischen
Volkskunde (19.17) de P . Lehman·Ni.etsche; R. A. Lava1, Paremiología chilen-a1
Santiago. de Chi1e, 1923; Berm-ódez, Washington P, Lenguaje- del Rio de la Plata
Buenos Aires, 19l6; C. de Mauricéa, Espirito e Sabedo.ri4. Repositorio de adagios 'Y
·proverbios~ Rto de JaneirQ, 1938; D. Rub.i_o, Refran8$, proverbios y dichos ~ dicha·
rachos meXricanos, México, 1920. Importante es la obra del célelue artis(a argeJitino
Tito Saubidet, Vocabulario y refrane-ro criollo, Buenos Aires, 1943·
11 Emilio Rabledo, Del R efranero ·Antioqueño en Anuario de la Academia
Colombiana de la Lengua, 1941-1942, IX, 439·455·
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia
Problemas de Paremiología. 11T

gramáticos, dialogados., regienales, proféticos, etc. 1 2 . En el caso.


colombiano, en concreto, sería de desear que el estudioso que reco-
giera los refranes e modos advet:biáles de una region, pudiera publi-
<:arlos a base de temas: la mujer, p. e. 1 y clasificarlos teniendo en
cuenta el elemento mGrfológico o el estilo 13. Hay que tener mucho
cuidado cbn el metro y la rima; la aliteración, etc. En realidad lo
mejor que se puede hacer es recogerlos tal como los informadores los.
dan. El colector tiene que saber también qué es u~ "dicho", "pro-
ve·bi<:>" o lo que los de habla inglesa llaman ün "weller-ism", etc.
Entran también, muchas veces, en la construcción de los Refra-
nes, la influencia de la propaganda comercial; la de los pregones. Un
esrudio que relacione el refrán con el piropo sería de cieJ:ta utili-
dad 1 4 .
Una observación más: el paremiólog<:> debe recoger todes los re-
franes y mueho más los llamados "inmorales". "El escrúpulo" d~ un
Rodrígue:Z Marín que no los publica, no tiene sentido desde el pun-
to de vista científico. La Antropolog-ía en nuesu·os días, eslá más
que interesada en crear la historia de la vida sexual; si no fuera asíT
la obra de un fvf alinovvski no tendria sentido. El proverbio, el refrán,.
puede Cllyudar a conocer mucho las formas de vida íntima de cualquier
comunicl.ad social 15.
12 R. Corso, Folklore - Storia~ obbieto, método, bibliografía, Roma, 1923.
· 13 Un ejemplo característico en cuanto al tema: La criminilidad femenina en
.España y su estudio con la masculina. Vl. El concepto que al refra-n ero esfJQifit)f:_
mereee la mttjer en Bolet·ín de la Universidad de Granada1 1938.
14 G. de del Río, El folklore en la propaganda comercia! ep A S F M '1942;
R. M. Ayarza de Morales, Antiguos p~egones de Lima, Lima 1939; Mendoza, V. T~ ,
Pregones y p regoneros en A S F M 1942; Sobre el piropo, vid.: W Beinhauer, Et
piropo en Ensayos y Estudios, Bonn 1 94-0.
15 Por esa ex isten l{)S refraneros "verde.s". Colman - Folklore gwwani 3~ ed ..
(para hombres solamente) , Asunción, 1 ~.

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LA CHAMA/ UN MITO GUAJIRO
Por ROBERTO PI ~- EDA GlRALDO.

Quere_¡nos pre~entar por la primera vez en la literatura escrita,


estos pocos cuentos guajiros que logramos recoger entre los indígenas
de la Península guajira, en expedición que a aquel territorio realiza-
mos por comisión del Instituto Etnológ.lco Nacional en los meses de
julio, agosto y septiembre del presente afio.
Si ellos pecan por descuido en la narración, o por situaciones un
tanto dilicilés de entender, ello se debe no a intención deliberada de
nuestra parte, o a falta de cuidado, sino simplemente al hecho de que,
como la mayoría de ellos fueron tomados directamente en lengua gua-
jira, el desconocimiento que aún tenemos en gran parte de la misma,
nos ha impedido dar una ttaducdón más suelta, más ágil, y nos ha
obligado a limitarnos a una transcripción casi literal, con la sola li-
bertad de acomodar el orden de las oraciones lo mejor posible, para
que al menos queden comprensibles en nuestro idioma.
Nuestra intención, al publicarlos, es simplemente el de presentar
escuetamente un material de primera mano, que haga conocer siquie-
ra sea en mínima parte la literatura popular del indio guajiro. Nos
privamos, p0r la misma razón, de hacer un estudio comparativo, y
sólo haremos una o dos referencias a lo que nos parece más allegado
con estas narraciones, dentro del folklore colombiano, pero en térmi-
nos generales, y sin entrar en consideraciones de detalle, lo que nos
reservamos ·para un próximo artículo, más ex~enso y detallado sobre
algunas leyendas colombianas y su posible origen.
Razones de ~arácter puram.e nte técnico nos impiden por algún
tiempo, hacer una publicación completa de los textos guajiros reco-
gidos, con su c.orrespondiente traducción, y las anotaciones de carácter
lingüístico a que haya lugar, textos que incluyen n...o sólo estos cuen-
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia
114 RobMto Pineda Giraldo

tos que ahora publicamos, sino narraciones más o menos extensas de


hechos reales ocurridos en la vida del indio, matizados algunos de
ellos con sus creencias primitivas sobre la aparición maléfica de los
familiares muertos. Pero ponemos a disposición de los inteFesados en
estos documentos, nuestra colección completa que reposa debidamente
clasificada en los archivos de lingüística colombiana aborigen del
Instituto Etnológico Nacional.
Otra aclaración: Hemos dejado el nomhve indígena que señala el
ser mítico que actúa en estas narraciones -chama- poT no encontrar
una palabra adecuada en castellano que corresponda exactamente a
ese complicado concepto. Es cierto que los indígenas ya un tanto ci-
vilizados que tienen nociones suficientes de nuestra le~gua,. lo tra-
ducen como b1·uja, con la que en realidad tiene algunas características
semejantes, aunque en otras se aparta totalmente de ella. Esta traduc-
ción de bt-uJ·a, no es más que la <q_ue le han dado los individuos de
' habla española que viven o han vivido en la Guajita, para referirse a
ella en sus conversaciones. Nosotros, como to a~vertimos~ ~seguiremos
utilizando la palabra indígena chama.

La channa_, pues, es un ser mitológico que embarga la imaginación


del indígena guajiro, que determina muchas de sus actuaciones, mu-
chos de sus comportamientos frente a determinadas circunstancias y
determinados heehas, y que puede <;quipararse, alJnque con algunas
1·eservas, a la ~madTe mot~te o madre selva, tan enclavada en la creen-
cia de los campesinos y gentes sencillas de Colombia en general 1,
y con mayores reservas a la "bruja", ser conocido y criticado univer-
salmente. ·
La chama la describen los indies en su forma primera y real~ es
decir, en la que generalmente tiene cuando no se cumplen sus fre-
cuentes transformaciones personales, como una anciana- de pelo grue-
so y largo, tan largo que alcanza a ...bajáde hasta los tobillos. Su cara
no presenta ninguna -diferencia con la de una mujer vieja n0.rmal,
pero en cambio los senos, aunque están colocados en €1 mismo punto
anatómico de las mujeres, se distinguen de los .normales por su pro-
longación ~xagerada, a manera de dos grandes apéndices que cuelgan
1 Para tener referencias más completas sobre la "madre monte·~ . véase nuestro
artículo ..Etnología y Folklore'', publicado en el número 1 .d e esta revista, pp. 11 .
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia
La chama) un mito guajiro 115

hasta la rodilla -dos tetas m u y largas, dicen los indioS--. A rnás de,
esto,. la chama, en esta caracterización que estamos describiendo, es
ciega, pero en compensación, su olfato muy desarrollado le pe:nnite
distinguir a distancias considerables la presencia de los hombres.
Una de las apredaciones más interesantes de este engendro es el
valor medicinal de su pelo. El ind1gena está convencido hasta la. evi-
dencia de ello, y a5egura que nd hay mejor remeci.io para la bronquitis
que la infusión de pelo de chama. No sabemos en qué fundamentan
esta creencia, per.o se nos aseguró., en cambio, que los holl!bres de la
casa son les que deben ir al monte en busca de 1a chama y valiéndose
de todas las artimañas pasibles, arrancarle o cortarle un pedazo de sus
cabellos para curar al niño enfermo de bronquitis. Esta es una opera-
ción muy arriesgada, pues el individuo, si no anda muy atento y avi-
sado, puede perecer a manos de la vieja chama.
Las otras caractetísiicas que- completan su personalidad cambian-
te, son ]as siguientes.
a) La pérdida temporal de la figura siniestra que se 1~ atrilDuye,
combinación maléfica de mujer y animal, para transformarse en una
preciosa señorita ~ -m~jayura, en lengua india-, para apoderarse
de algún mocet<Sn guajiro del que se ha enamorado;
b) La faeultad de trasladarse en el acto de un lugar a otro, no
importa la distanda, de acuerdo con sus deseos o las necesidades que
..
la obliguen a ello. Es decir, que para la ch4m.a, cuando así lo necesite,
no existen los factores determinantes de tiempo y espacio;
e) La antropofagia, pues tanto ella como sus familiares -hombre~
y mujeres, ya .que tiene hermano~ y hermanas-- gustan de comer
carn~ humana. A travé& de los relatos que publicamos a continuación,
puede verse cómo siempre hay la intención, y a v-eces el hecho cum-
plido, de apresar un indio para comérselo, si -no la\ chama directa'lnen-
te, que acaba generalmente por enam0rarse, sí ~ hermanos y fami-
liares;
d) La capaddad de vivir en el mundo común de los indígenas,
com'O una mujer cuaJquiera, y tener hijQs de sus relaciones con los
varones gua]lros;
e) La pérdida de su ceguera cuando toma la figura de una india
señorita;
f) El poder de transformar los animales y los objetos materiales ~
su acomodo, como puede-·verse muy claramente en uno de .los lielatos;

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116 Roberto Pineda Giraldo
'
g) La familia de la chama, fuera de su carácter antropófago, po-
see la cualidad de poderse convertir en un ser inanimado a en un
animal c:ualquiera, especialmente carnívoro como el tigre, para llevar
a feliz término sus siniestros planes.
h) Los únkos afectados por los peligros que presenta la chama,
directamente, son los hombres, pues ellos, ya como buscaclores del
pelo de chama palia la medicina, ya como jóvenes de quienes se ha
enamorado la cham_a, son los que están en contacto directo con ella;
i) Ningún hombre que, por determinadas circunstancias haya vi~
sitado la mansión de una cha17Ul que generalmente se describe situada
entre las rocas en las partes altas de las sierras, puede narrar lo que
ha visto, porque entonces sufrirá las consecuencias de su desacato,
recibiendo algún maleficio por parte de la chama que no deja de
hacer efectiva su veng~nza.
Como puede verse por todo lo anterior, y como podrá obseryarse
a través de los relatos, tocla la vida y todas las aeúvioades de la chama
están impregnada$ de un poder sobrenatural, que es el que marca
ciertamente el temor que el indígena tiene a estos seres nacidos de la
imagi.n~ción de sus antepasados, pero para él tan presentes, tan ac-
tuantes y tan vivos como él mismo.
•.
.-
El primer relato se ve mezclado admirablemente con el folklore
típicamente colombiano, y en elle han iniluído, según ·nuestro cr~te­
rio, por una parte la evangelización que llevan a efecto los reverendos
padres de la Misión Capuchina en la Guajira; y, por otra, los contac-
tos culturales a que está sometido desde hace varios años el indígena
de la Guajira, sobre todo en ciertos poblados, con elementos mestizos
o mulatos, especialmente los procedentes de las zonas litorales del
AtlánticQ, tanto de los departamentos costeros de Colombia, como
de los estados venezolanos, todos ellos influenciados grandemente por
la cultura negra que tuvo bastantes representantes en toda esta zona
geográfica de Sur América.
--... , ___
El último cuento que aparece publicado en este articulo, bajo el
mote. "La Zorra y el Conejo", no tie[le nada que ver con el ser mitoló-
gico origen de estas n<:>tas. Lo hemos publicado, solamente por dar
_ .q.l>ida
... a todo lo que tenga un sabor verdaderamente folklól'ico en la
.
~

•.
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia
La chama~ un mito guajiro 117

Guajira, evitando con ello que quede reducido a una simple noticia
de archivo.

CUENTO NÚMERO 1, nar-Iadó por Clara Elisa Ortiz, mest·iza de


Nazareth. 17 años. Educada en el Or-felinato de la Sagrada Familia.
Había un matrimonio indígena que tenía dos hijos: un niño y
una niña. Un día murió la madre y el padre se casó entonces con otra
india; quedó así con sus hijos y la nueva mujer. Pero la madrastra
no quería a los dos niños y les daba muy poquita comida, .m ientras al
marido le servía raciones suficientes. Los <=;los niños le pedían enton-
ces al papá cuand6 estaba comiendo, pero como a la madr~as.tra no·
le gustara eso, resolvió escond~rlos a las horas de_ comida de su
marido. Al padre le dijo que los escondía porque ellos eran muy go-
~osos, y viendo entonces el padre que no podía mantenerlos con la
comida que llevaba a la casa, no hallaba qué hacer, hasta que cierto.
día, resolvió llevarlos al Íncmte; antes de salir dio a cada uno de ellos
un poco de maíz en una mochila.
-Vámonos al monte a buscar miel de abejas, dijo el-padre a los.
hijos, y tomó un hacha y se fue con ellos. Cuando estaba ya bastante
lejos encontró un árbol que tenía un panal de miel y lo cortó.
-Quédense aquí t_o mando la miel, mientras yo voy a buscar otro,.
y entonces les gritaré para que nos reunamos.
Pasaron las horas y viendo los niños que ya era tarde y su padre
no los lJamaba, comenzaron a gritar para ver si les contestaba, pero no
oían nada.
El lnaíz que les echara el padre en las mochilas al salir de la
casa, 1<> habian ido regando por d camino, como éste les dijo, para
poder encontrar el regreso a su casa; pero las aves se comieron el
maíz.
El varoncito, cuando ya se estaba oscureciendo, pues eran las
cinco de la tarde y ellos no podían salir del monte, subió entonces a
lo alto de un árbol ID"'llY grande. Desde allá gritaba fuerteme"nte: ¡papá!,
para ver si su :padre le respondía; pero nadie contestaba. Bajó del
árbol y di jo a su hermanita: -vámonos a coger el camino que señ$l--
lamos con el maíz.
Tomaron el camino pero cuando iban un poco adelante no en-
contraron el maíz ni supieron cuál era el sendera que conducí.~~~
casa, porque había varios. Ot"BI"l'i~<l-
o'\i <:'
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia e; <
118 Roberto Pi'tleda Giraldo

-No podemos irnos de .aquí sin saber cuál es el camino, díjo el


·niño.
Mientras tanto, el pacb·e ya había llegado a la casa.
Los niños subieron otra vez al árbol y vieron como la ·luz de una
candela por allá lejos.
-Pór allá queda la easa, dijeronJ y se fueron y subieron más allá
-a otro árbol, y no vieron nada. Caminaron y subierón a otro árbol, y
"Ciivisaron de nuevo la luz que habían visto antes, y siguieron entonces
caminando hasta llegar a ella.
Cuando se acercaron, vieron que esa no era su ca,sa, sino la de
una vieja, y observaron que en el fogón había un caldero grande con
"friche" 1 (fritanga); entoRces dijo el niño a la niña:
-Vámonos hasta el fogón que allá hay un caldero.
-¿Y esto qué será?"' dijo la niña, y cogiendo una presa se la comió.
·Contin1:1aron comiendo, per0 como el friche estaba muy caliente,
tomaron un cuqharón, que por descuido de los niños hiza ruido con·
tra el caldero, y entonces la vieja dueña de la casa que era ciega y
tenía un gato, pensando que era éste el <que hacía el ruido con el
caldero gritó:
-¡Zape gato!, ¿qué 8Stás haciendo con lo que estoy cocinando en
el caldero?
Y los n.iños reían, pero no podían soltar la risa porque entonces la
vieja se daba cuenta de que eran ellos. Otra vez sonó el cucharón y
la vieja grit6:
-¡Zape gato!
Ellos metieron otra vez el cucharón y sonó muy dUl·o, entonces la
vieja dijo -¡zape!, -y tiró una piedra y los niños se echaron a reír a
carcajadas.- ,
-Creíamos que la vieja nos veía, dijeron ellos. Y la vieja al
·oírlos:
-¡Ahl llegaron mis nietecitos, y los cogió.
·Los llevó adentro de la casa; los bañó en una batea; les restregó
bien la mugre en poca agua y luego los ol:>ligó a tomar el agua en que
se habían bañado, colocándolos después debajo de un tambor (tóm-
por, caneca de hierro) grande, y pronto llegaron los hijos de la vieja

1 Las entraqas de_ciertos animales, fritas y condimentadas.

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.J:A chama, u11 mito guajiro 119

·que se habían ido a cazar venados. Percibieron el oloY de los niños y


. -dijeron:
-Po1· aquí huele a melón.
La vieja les dijo que no había melón, que de dónde iba tdla a
:sacarlo; que fueran a comer al caldero lo que ella había cocinado.
-Váyanse 0tra vez al J'Ilonte a cazar venados, l es dijo, y ellos
··obedecieron y se fuer0n.
Entonces la vieja lavó el caldero y le dijo a la niña:
-Vaya a aquella fuente a busear agua~ _y le mqstró un sitio junto
-a unas roeas.
Cuando la niña estaba recogiendo el agua vi€> a una señora que
tenía un niño en sus brazos, y que caminaba por encúna del agua. La
señora dirigiéndose a la niña le dijo:
-¿Qué estás haciendo? ,¿PaTa qué quieres agua?
-La viej.a chama la necesita. N o se qué irá a cocinar con ella
respondió la niña.
-¿En qué lo ~a a cocinar?, preguntó la señora.
-~n la c~a tiene un caldero grande y en eso es en lo que va
a echar el agua para cocinar.
-Pobrecita de ti, dijo la señora, tú estás inocente de lo que va a
hacer contigo.
-¿Qué me va a hacer, si me quiere mu.cho?, dijo la niña.
Es que ella va a hervir el agua. Cuando esté hirviendo pondrá una
es.calera, y encima una rueda para que vosotros bt!ileis en ella, dijo
"la señora, y eso es para que os Gaigais en el caldero, y entonces coci-
.nar{)St para qúe os coman sus hijos que ·están en el monte.
La niña se puso muy triste, pero la señQra la consoló diciéndole:
-No te pongas triste. Cuando os diga que baileis, decidle vosotros
~.que baile ella p,rimero, y cuando lo haga, cogedle entonces la manta
atrás, para que sea ella la que caiga ent.Fe el caldero.
~Así lo haremos, dijo la niña.
La sefi.o ra entonces desapareció como había venido.
La niña trajo el agua a la casa y la vieja les dijo:
-Vayan, ahqra, los dos, a bus~ar leña al monte.
Por el camino, la niña contó a su hermano lo que le había suce-
dido, y éste no le creyó, p ero cuando estaban recogiendo la leña volvió
a aparecérsel~s la señora y les preguntó:
-¿Qué queréis h~cer con esa leña? ¿Qué váis a cocinar con ella?
11:
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8
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Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia . g 8
120 Roberto Pineda Giraldo

-La vieja chama nos mandó por ella pero no sabemos para
qué es.
-Esa l~ña es para el fogón, para hervir el agua que llevó la niña,
que es p~ra co~inaros a vosotros, dijo la señora. Ya está arreglada hi
es-calera y la rueda en que vosotros váis a bailar. Vosotros no debéis
bailar, porque la vieja lo que quiere es mataros y comeros después.
Si os dice: "Suban para bailar", contestadle: HEs que no sabemos
bailar; sube tú primero para que nos enseñes", y ella entonces os hará
~aso. Voso~os tenéis que agarrarle entonces la pata para que se vaya
' y echarle después bastante candela al fogén
al agua dentro del calde_ro,
para que se cocine ligero. Cuando ya esté bien cocinada debéis co-
gerla, partirle la cabeza y los animales que tenga adentro, os los lle-
váis para vosotros. y ahora, ¡~archáosl
Esa aparición era la Virgen.
Cuando estaba hirviendo el agua la vieja, tal como lo había
anunciado la señora, dijo a los niños que subieran por la escalera y
que bailaran en esa IUeda que estaba encima del cal dero.
-Baila tú primero, para ver si aprendemos, dijeron los niños.
-Tenéis que bailar así, dijo la vieja. Yo lo hago despacio, porque
ya estoy muy anciana, pero vosotros- tenéis que bailar ligerito.
-¿Gómo podem0s hacerlo ligerito, si tú no lo haces? Hazlo lige-
ro? para nos0tros poderlo hacer lo mismo, dijeron.
La vieja lo hizo, y cuando estaba bailando, l os niños le cogieron
una pierna y la vieja se fue al fondo del caldero; entonces ellos echa-
ron bastante candela al fogón y cuando ya estaba bien cocida, le
cogie.r.0n la cab6za, la partieron, y hallaron dentro de eHa dos perros
y d0s huev0s de gallina. Los t01nar0n y se fueron y cuando iban
IS'a.liendo, llegaron los hijos de la vieja.
-¿Y la comida para n0sotros?, preguntaron.
-Está dentro del caldero, contestaron los niños y se fueron .
. Los hijos de la vieja comenzaron a comer y el gato habló entonces.·
para decirles que lo que ellos estaban comiendo era a su mamá. Los.
hombres tomaron sus flechas y se fueron detrás de l0s niños para al-
canzarl0s y matarl0s.
Camino adelante los alcan~aron, pero el n iño tiró un huevo al
ojo de uno de los hombres y la niña el otro huevo al ojo · del otro
hombre, y ambos quedaron ciegos y no pudieron perseguirl0s más.
Andando, andando, llegaron los niños a un palacio de un rey.
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La chama, un mito guajiro 121

A este palacio llegaba sietnpre una culebra grande y fiera que devo-
raba a toda la gente, no quedando en él más que el rey y su hija.
El rey recibió a los niños con cariño y los hizo ent.rar a la casa,
.con los dos perros grandes y hennosos que habían sacado de la cabeza
de la chama y que los acompañaban.
-Estos perros deben ser buenos cazadores, dijo el rey.
-S.í. lo son, respondió el muchacho.
-En la ciudad hay una culebra fiera que de~ora a toda la gente,
y sólo falta mi hija por ser devorada. Si matas <>on tus perros la cule-
bra, mi palacio será vuestro, y mi hija para ti, dijo al muchacho.
Al rsiguienle día vino la culebra como de costumbre y los niños
al verla azuzaron a los perros y los mandaron a matarla. Los perros
se tiraron encima de ella y la mataron.
El rey cumpliendo su palabra, les dio el palacio.
La hija clel rey se casó con el muchacho.

CUENTO NÚMERO 2, narración t01nada directamente en guajiro,


de labios de Ana lsolina I puana) india de J arara residente en Na-
zaret. Versién castellana.
Había un indio rico que quería mucho sus caballos, y por lo
mismo los cuidaba c0n esmero. Un día que los estaba recGgieudo, la
chama, que se había enam.o rado de él, se le presentó en figura de
una hermosa seño1·ita. El indio le preguntó si había visto esos caballos
y ella le contestó que por ahí cerca había visto uno. A su turno, ella
le pTeguntó si había visto un burro y él ·le respondió que no. La
chama, entonces, llamó a una compañera suya, y entrambas se llevaron
al hombre a unas rocas que quedaban en una sierra, y que parecían
una casa.
En esa cueva a donde llevaron al hombre había mucha gente
niás de la familia de la chama, que quería matar y comerse al indio.
-No me mates, dijo 'él a la chama. Pero los demás dec:ían, cemá-
mon.oslo.
El indio dije a la chama: -N o me ha~as nadq. Si es que me q uie-
res vayamos a mi casa que allá estaremos mejor.
La chama accedió, y se fueron. Tuvieron un niñito, pero des-
pués el indio se enamoró de otra mujer, y la chama, que era bruja,
conoció sus pensamientos.
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122 Robe-r:to 'Pineda Giraldo·

Un día se quitó toda la ropa que el indio le había. dado; dejó-


todas las cosas que el marido le había €0nseguido para la casa; es€o-
gió~ un l;>urro muy feo, lo esterilló c0n una esterilla· tan fea como el
burrito y se marchó, llevando co-nsigo unas ollas tiznadas y rotas, y
a] hijo habido con el indio.
En ,el camino por donde ella pasaba había una "casimba" 1 y ahí
estaba el indio con la otra mujer, qae le dijo:
-¡Mira!, ahí esta tu mujer y se va a llevar a ro hijo.
-Qué -me impm~ta, Peplicó el indio.
Pero era por decido, nada más, porque inmediatamente cogió un:
caballo, lo ensilló y se fue detrás de~ella.
Gastó cin€0 días y cinco nQches consecutivas carninanao sin p0der
alcanzarla, hasta que s,e le cansó la be~tia. Se bajó entonces de ella, y
la dejó, junto con su rifle, con los arreos y €on todas sus alhajas y
se fue a pie.
La braja convirtió entonces al bun;o feo que llevaba en otF~
gordo y i-ncido; las oll?s tiznadas y rota:s, en mochilas hermosas; la.
esterilla fea, S@ convirtió también en una nueva y bonita y la manta.
sucia, fea y rota con que babi-a salido, en una roja, n4-eva, de las que·
usa:n las. indias ricas.
. El niño habJó entonces a su madte y le dijo:
-Pá1·a éJ burro. Pobrecito papá que viene cansada, y se bajó del
burro. E1la¡ Jo cogió del brazo lo mont@ de nuevo en el burrb y así lo
Uevó, siempré asegur,.a~o.
El hpmbre se fue, pues, a pie hasta la roGa o c:ueva esa que er~
co1no casa y que ya había conocido antes. Al ll~gar allá, a la chama
le dio lástima de él _p·orque tenía~s p¡es rajados de tanto caminar;
lam,i{> con cuidado sus pies y éstos quedaron curados en el acto:Porque·
ella lo quería. Y él estuvo allá como cuatr.o días.
Las otras gentes qae eran como la familia de la chama, al tener
noticia de la Ilegaóa del indic:J, salieron a=presuradas a bus:car leña y
agua. La chaJ?la .que conocía las intenciones de -sus familiares, encerró·
a su marido en una especie de ~aarto que había entre esas r@cas,
porque las otras gentes quedan era cogerlo para matarlo y comérselo ..
1 Excavación necha por los ind~os, de p:r<>futJdidad muy variable, .en los leehos
are11osos y se-cos· de los. arroyos, para buscar agua para su~ necesidades personales,.
y para su~ gana_flos. ·

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La chama~ wn mito gwz1iro 123''

La mujer lo eu!daba mucho, porque -sus herman0s también lo querían ·


para comérselo.
P0r las noches, el indig salía a una cpmo sala que había en las:.
piedras y la mujer se estaba allí para cuidarlo. Pero una noche ena se
ac0stó en su chinchorro y se quedó dormida. Los cuñados se apod.era-
n>n entonces del indio, lo matar0n, lo echaron en la olla que ha:bíá.n..
tenido hirviendo c'On la leña que consiguieron y se lo comieron. Al
hijito de la chrun~ y dei indio tameién lo cocinaron y se lo comieron.-
La bestia 'J las alhajas del indio se perdieron.

REL~TO NÚMERO 3, hecho p0:r Ana lsolina Ipua1UJ.) de Jarara, y


Ana Ofelia Ortiz) india de Na1.aret.
Un indio se enamoró de una señorita, y resolvió comprarla para
esposa. El hermano de esta señorita pid.ió por ella veinte reses y el
hombre las entregó. "Le"' otm·garon entonce.s la muchacha y él la lle~~
a su casa.
Cua.u·o hermanos de la mujer 1Iegar0n un día a la casa donde vi-
vía el matrimenio_y le rogaron a ella que dejara qve su esposo losy
acompañ.a ra a <::azar, ya que tenía diez maravillosos p~:r:ros de cacería.
El cuñado salió con ellos y en el monte se partieron; unos fueron
a la derecha, otros a la izquierda y así ... se regaa:-on.
AJ ·CaiD0 de un rate UD0 de los eunados €<:>menzó a gritar:
-Ay cuñado, ahí va el venao, y después de que ·gritó ·eso .se·
presentó un tigre. y el indio, el m.arido (il.e- Ia muchacha gritaba:
-Ay cuñado, dónde estás que este animal me quiere eomer.
Nadie le contestaba porque el tigre no era más que uno de los:
hermanos, de la muchacha, qpe había tomado esa figura de animal.
El tig1e se abalanzó encima ·de él y se puso debajo d·e _un árbol a
descuartizarlo, y terminado es.t:o hizo la mi~ma opera€ión con los pe-
rros, que sucumbieron entre las garras del tigre. ..
J>or la noche, después de que había recobrado su figura de hom-~
bre, t~gr:esó a la ca:sa y contó a su hermana que su marido se había
emb~latad0 en el monte y q,ue por má.s que había buscado no los.,
había vist0 ni a él ni a los pe:r>ros.
La mujer s.e puso a llorar.
-Tt'1 tienes la culpa, ¿para qué lo convidaste si él no conocía
tan lej<:>s? Tú tienes la eu1pa, porque lo invitaste y no lo buscaste:
cuando se perdió.

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J24 Robe-rto Fineda Giraldo

-Ah, yo lo busqué. No llores, qaizá otro día lo encontraré, dijo


el indio a su hermana.
Durante tres dias seguidos el hambre que se convertía en tigre
hizo la f~rsa de buscarlo, y durante tres veces censecutivas, volvió
donde su hermana diciendo que no lo había encontrado.
La hermana, empezó entonces a maliciar:
-El siempre llega lleno, lleno cuando sale a buscar a mi marido;
,¿qué haría con él?
Resolvió entonces seguirle los pasos y atrasito~ atrasito, atrasito,
lo encontró durmiendo debajo de un árbol; cerca de él había una
cecina extendida, que no era otra cosa que la carne de su marido y de
los perros.
La mujer, entonces, volvió a ,la casa, buscó un machete y lo afiló
para matar al hermano. Lloró mucho, recordando la cecina, que era
su marido.
Con el machete bien afilado regresó al monte y de nuevo encon-
tró a su hermano durmiendo debajo del árbol; alzó el arma, le co.rtó
la ·cabeza y luego la panió en varias partes, vengando asi la muerte de
su marido.
(La 1nuchacha q 4-e fue comprada por el hombre era chama por-
que su hermano comía gente. Explicación de las indias que hicieron
el relato.)

LA ZORRA Y EL CONEJO
CUENTO NÚMERO 4, relato de Clalra Elisa O·rtiz, mestiza de Na-
.zareth.
Rabia un conejo 1 que tenía 1nucha ha1nbTe y andaba paseando,
en busca de comida y no encontró nada.
Llegó, por fin,- a la casa de una zorra z que t~nía diez hij.os, la
,c ual lo recibió y preguntó de dónde venía, a lo que el conejo res-
pondió que venía de su casa en busca de <qué C0mer:
-Yo -vine aquí a ver si tú me das algo, dijo el conejo.
-Yo no teng0 nada, dijo la zorra, pero si tú tienes tanta hambre
-quédate cuidando mis llijos mientras y0 salgo a buscar iguaraya 3.
1 Género Syl~ilagus.
~·· · ,g.. Género Urocyon.
?7~~ll'"'·--:~~l0 del cardón - Género l>Uocéreus.
~ • v
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El nmigo fiel
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/.a carla (camjJesinos de Alúdn - Crwdinmnarf'a)
La chama, un mito guajiro 125

-Bueno, dijo el conejo, yo me quedaré aquí mec::iendo tus hijos.


En efecto, el conejo quedó con los hijos de la zorra y ésta salió
con una mochila a buscar las iguarayas.
Durante la ausencia de la zorra, el conejo mató a nueve de los
hijos de ésta y no dejó sino uno. Los cocinó, comió hasta hartarse y
dejó la mitad de los zorritos para que comiera la zorra cuando llegara.
La zorra llegó.
-¿Trajo bastante iguaraya?, preguntó el conejo.
-Sí, respondió la zorra. -¿Y mis hijos dónde están?
El conejo respondióle que todos estaban durmiendo en la otra
p1eza.
-Tráelos para darles de mamar, dijo la zorra.
-Te los voy a traer uno por uno, dijo el conejo. Y traía y llevaba
cada vez al único zorrito que había d€jado vivo.
-Pero están bien llenos, porque no quieren mamar, dijo la
zorra.
-Es que yo preparé una sopa y les di caldo de' una carne que me
trajo mi tío, dijo el conejo. -Te la voy a traer para que tú comas
también. .
El conejo trajo la sopa de zorritos a la zorra, y se dispuso a mar·
charse. La zorra, inocente de lo que pasaba, trató de detenerlo, para
que comieran las iguarayas:
-Es que yo quiero ir al monte a e'nsuciar, fue la excusa del co-
nejo para poderse escapar.

· Cuando ella terminó de comer entró a la pieza a buscar a los
zo1·ritos y no encontró sino uno y le gritó al conejo: - Tú eres muy
malo conmigo. El conejo salió corriendo y la zorra no pudo alcanzarlo.
-Qué risa me da de la zorra que come a sus hijos sancochad<i>s
por mí, dijo el conejo, cuando iba monte adentro.
Como la zorra no podía alcanzar al conejo pidió al alguacil 1
(gallinazo de cabeza calva y colorada) que le ayudara a matar al
conejo que le había sancochado a sus nuev·e zorritos y se los había he-
cho come:r.
El alguacil, que resolvió ayudar a la zorra, le dijo al conejo:
-Mira amigo conejo, métete en este hoyo que yo te voy a escon-

l Tiene también los nombres de gual y guara - género Sarco.ramphus.


..
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126 Roberto Pineda Giraldo

der para que no te mate la zorra. Pero esto no era más que un engaño
de que se valía el alguacil.
El conejo se metió en el hoyo, y mientras estaba allí escondido,
el alguacil fue a llamar a la zorra.
-Estáte allá cuid~ndo que yo voy a llevar una pala para taparlo,
dijo la z-orra al alguacil.
El alguacil regresó y tapó el hueco donde estaba el conejo, con
ceniza caliente.
-Este ·m e engañó, dijo el conejo; salió del hoyo donde estaba es-
condido y llamó la atención del alguacil:
-Mira amiguito mío que lindo es esto.
El alguacil miró, y el conejo aprovechó la oportunidad para
echarle la ceniza caliente en la cara y en la cabeza que se le quemaron,
y salió corriendo. Desde entonces el alguacil tiene la cabeza pelada
y colorada, porque antes la tenia negra y llena de plumas como los
gallinazos.
, ,
Ni el alguacil ni la zorra pudieron con el conejo. Se quedaron
burlados.

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FOLKLORE NORTESANTANDEREANO
Pol: LUCIO P ABON NUt'iE·Z, \
Miembro c!!e OlJlnero de la Comisión Na1. de Folklore.

PAREMIAS

I
ADVERTENCIAS

Bajo la denominación de "paremiás" comprendo los decires cor-


tos empleados a diario por el pueblo en la ·conversación. Lo prqpio·
es reservar el nombre para los proverbios, pero para evitar títulos.
DJUY largos, me temo la ant,e'cl,icha libertad, apeyado en e1 ejemplo del
escrito1· peruano Enrique de Tovar. (CEr. uApuntes para una paremio-
logía hispano-americana?'. "Revista Javeriana", Bogo'tá, nos. H>4 y ss.)
Marco Fidel Suárez ("Sueños", t . IX: "El Suéño de la Choza") ha-
ce esta importante distinci@n en el decir pqpular: 1) adagios, prover~
bios o refranes, que "son frases en forma de proposiciones, que ,por
medio de su estilo figurada o metaióric0 expresan verdades de m·den
moral"; 2) moclisinos, <que $€ reducen a. l~s ef(presiones anómalas e
ano.rmales:, que se escapan de las tegl~s ordinarias ("a pie juntillas",.
a "ojos vistas"); y 3) frases hechas, que "no son refranes o adagios,.
parque no tienen la forma de juicio o pensamiento, ni son modismos.
po11 no ser an<:>.rmales o irregulares. Son simplemente expre.siones fi-
guradas, equivalentes a otras ideas cómunes, como cuando decitñ.Gs:
"el ti~mpo dél r!}ido." En el to~o -xi de la m,i sma obra ("El Sueño·
de los Refranes") Suálrez hace esta <:>tra distinción: 1) proverbies y
sentencias.; "se aplican a pensamientos más o menos sucintos, que·
pueden tener significado profundo"; ~) refranes y adagios: "sí como·
que significan lo rnism<:>,, aplican;dose a frases de senti<do p~plill.ar, en
que bulle una idea m~tafórica, e:x,presada casi siempre C::on cierta ea-

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128 Lucio Pabótl Núñez.

dencia y aun con cierta rima." No parece estar muy en consonancia


con este parecer, aquel que manifestó Don Quij0te, cuando corregía
a Sancho el abuso r'e ftanero: " ... los r<~franes son sentencias breve~,
sacadas de la experiencia y especulasión de nu_estros antiguos sa-
bios ... " (Parte segunda, c. LXVII.)
En estos apuntes he recogido muestras de refranes, frase~ h.eehas y
de modismos. Antes de copiarlos, creo conveniente hacer estas an0ta-
oones:
1~-Gomo de todo cuanto en este volumen he agaviUado, aquí
debe enten~ers« qu_e se trata de algunos ejemplares solamente.
2~-A varias paremias las he escoliaao para hacer ver que se
.usan en otras partes y sobre todo que vienen de España. Esto lo he
hecho una que otra vez, pues ni he tenido a la mano todas las colec-
ciones paremiológicas q u_e en castellano se han hech0 (Enrique de
'Tovar nos oftece una lista apreciable de colectores en el ensayo antes
-citado), ni he disfrutado del tiempo suficiente para ello. Y co1no no
lo he realizado sistemáticamente, sólo de..- cuando en cuando en mis
lecturas he hecho las apuntaciones del caso. Juzgo que a cumplir
seriamente la tarea de confrontación, quedarían unas tres o cuatro
paremias de acuñación estrictamente nortesantandereana ... y eso en la
for.m a, porque en la sustancia "Nada nuevo hay bajo el sol". Aun
a los decires que nos parecen 1nás nuestros, si les buscamos paciente-
.mente progeniteres, se los encontrarem0s en España. Y esto es apenas
natut·al, como que nuestra tradición no arranca de 1810, como algu-
nos se imaginan, sino de la conquista y la colonia, llevadas a remate
-en América por gent€ española.
3~-De la importancia de las paremias no hay para qué hablar .
.Basté el observar que los escritores clásicos l~s ex,plotar6n eri la pro-
porción debida, para abundancia y donosura de la cláusula. Hasta
en los títulos de sus obras las empleaban: El cuerdo en sru casa} de
Lope; La Verdad s<Orpechosa} de Ruiz; Ent•re bobos anda el juego, de
Francisco de Rojas; Guárdate del agug, mansa y Casa con dos pue?·tas
' mala es de gua1·dar} tle Cald~rón. Cuando Juan de Vald€s escribió el
Diálogo de la L engua estaba en tierra extraña, desprovisto de libros de
consulta, qu€ suplió con los refranes, coll:siderados por él como ver-
daderas autoridades en punto de idioma. Es verdad que Gracián (El
Criticón} 111, 6) y Quevedo (Pre-mdtica que este año de r6oo se ¿rdenó,
.cuento dé cuentos) se fueron lanza en ristre contra los refranes¡ pero
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia
Folklore nortesant~n dereano 129

su enojo no arrancó prQpiarocnte de tales decires, sino d eJ mal uso


que m~os hadan de ellos, como las correcciones que s0bre la mate.
ria hizo Don Quijote a su escudero, se basaron en que este último
· los traía tan por los cabellos, que los arrastraba y no los guiaba.
Y ahora sí voy al grq.n.o, "q~e es el que nace", como djcen mis
patsanos.

JI
-A-

ABARCAR.- · El que. mucho abarca, poco aprieta. En esta misma


forma, usada en mis tierras, lo traen los "Refranes glosados" (de 1541):
cfr. "Refranero Español", selección, prólogo y notas de Félix F. Corso,
Libr. Perlado, B. Aires (1942) y el discurso que ante la Academia
Colombiana leyó, el_6 de agosto de 18.8~, car1os Martínez Silva ("Los
Refranes y la Economút Política": Anuario de la Academia Colom-
biana de la Lengua", t. l; reimpresión de 1935, Bogotá, Imp. Nal.).
ABE]O.-&tar abe:jo =
Estar ebrio.
ABUNDAR.-Lo que abunda~ no daña.
ACABAR.-Se acabó quien te quería. En la misma forma se usa
en el Perú, según Tovar. Algunos en Santander del Norte completan
así esta frase:

Se acabó quien te qlt(,er{a


y q?fien te amaba tanto:
quien te hacía calditos
con pe·rejil y culant/fo .

AFRI] OLARSE.-EstM afrijolado = Estar dañado, podrido.
AGACHARSE.-Agacharse m,ientras pasa== Adaptarse a un mal
acaecer.
AGVA.-Agua que no has de beber~ déjala corre1·.
Algo tiene el agua cuando la bendicen. En igual forma lo anota
Sbarbi: "Gran Dic(;ionario de Refranes" (J. Gil Editor, B. Aires, 1943).
Del agua mansa Ub1·eme Dios~ q'Ue de la b1·ava me libro yo. En la
época. del Marqués de Santillana se deda: "Del río manso me guarde
Dios~ que d'e1 fuerte yo me guardaré" ("Obras del Marqués de Santi-
Uana", Edit. Bouret, París, sin fecha).
Del agua pe1·dida) alguna cogida. Juan de Valdés ("Diálogo de la'-"'
. .
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia 81
130 Lucio Pabón Núi'iez
.
Lengua", Edit. Espasa-Calpe, B. Aires, 1941) trae así este ~refrán:
"'Aguá vertida, no toda cogiua." Mateo Alemán en "Guzmán de Alfa-
e:
rache" (Primera parte, l. I, II): u. ·. . del agua vertida, cogió~e lo que
se pudo."
Lo que pott· aglJ¡Q se viene, po'r agua. seva.
Ñadie diga: uD~ esta agua no beberé11 • En Juan de Yaldés: "No
diga ninguno: Déste agua no beveré". La forma de mis paisanos es
la empleada por Sancho, cuando les sacaron a él y al rucio, de la
••honda y oscurísima sima'" en que cayeron, al regresar de la Insula
.Barataria.
Nadie ensucie el agua que después .hab1·á de bebe)
No poder ni rnasca-r el agua == Estar muy viejo.
N? valett· ni un viaje de agua == Carecer de importancia.
Volvérsele a uno la boca agua= Desear muy vivamente algo.
4
AHOGADC>.-Del ahogado, el somb·rero. Equivale al adagio ' Bel
agua perdida.... " y vale también lo que este decir recogido por don
Iñigo López de Mendoza: "Del mal pagader, siquiera en pajas."
AJUMARSE o Est-a1· aju.11Ul.do == Embriagarse o estar ebrio. Eñ
Cuba se dice "ahumarse". (Cfr. Suárez, "Suefi.os de Lueiano Pulgar",
t. III, "El Sueñe de Cuba".)
ALA.-A rTastrarle a una el ala. En~orarla.
ALACRAN.-No podérsele confiar ni un saco de alac1·anes.
Salga el aiacrán de casa, píquele a quien ze ·picare.
ALEGRARSE.-No aZegratrse (de un suceso), ,pe~() si sentir un
j1·esquito en el alma.
ALISTAR.-A listar los cocos de o-rdeñm· a11ttes de t·:raer la vaca.
ALMA.-Ir como alm.a que lleva el diablo == Ir a prisa y con
desorden.
ALMENDRON'. -No conocer el almendrón =
No esrar al tanto
de las dificultades de alguna c0Sa.
ALTA R.-Vestir altar para que ot·ro diga mi-sa.
AMANECER.-A.manecerá y ve1·emC~S} dijo el ciego; amaneció y
no vio n'ada.. "Amanecerá Dios, y vere-qtos", di jo maese Pedro para
consolarse de la huida de su mono sabio por los tejaaos cuando Don
QuijÓte deshizo a cuchilladas el retablo de Melisendra y Don Gaiferos.
AMARRARSE.- · Ama1-ra'rse los calzones (o 2as naguas)== Impo-
nerse, mostrar energía un hombre o. una mujer,.
,..
A:m.arra·rse una juma (o borrachett·a). Emborracharse. En Santo Do-
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Folklore nortesantandereano 131

mingo se dice: "Amarrarse un jumg" (Cfr. "Dominicanism0s", por


el liceneiad0 Manuel A. Patín Maceo, Edit. Mgntal'vo, Ciudad Tru-
jillo, 1940).
AMIGO.-Amigo, que se le cae. el ombligo. Sirve para advertir a
una persona que va a penler algo.
En.._la cá'f'tel y en ba cq,ma se cenocen los amigos. Santillana o-yó
deó.r:: "En luengo caminb e en cama angosta se c<;>noseen lqs amigos.''
,AMOR.-Amor con amor se paga y no éon ingratitud/es. .,
A'71'?or no .se ec'Jía a la olla.
Amor que del alma nace., al pie de la tumba muey-e.
Ob'ras S(:)r1; amores y no buenas 'razones. Según Santillana, uobras
!On querenciasn.
Quien es de buenas en el amor., es d,e malas en el juego. En la n9-
veia clramáti~a "Tenía que suceder", de Enrique Lan:eta, leemos:
"Desgraciado en el juego~ feliz en el amor."
ANDAR.-A:ndar cemo clérigo sU'elto.
Anda-r ofJmo ,moro sin señor. Igual se· usa en la Arg·e ntina; Eleute-
no F. Tiscornia en su admirable edición comentaaa del ''M.a.rtín 1

Fierro" (Edit. L0sada, B. Aires1 1941) tra:e una erudita explicación a


este de<iit.
Andar ~on la ruan-a a ·rastra . .Andat:. buscando ptetextos para re.fiir. .
AncLar de kl Ceca a la Meca. En ~1 "Vocabulario" d.e Correas (Cfr.
"Refranero Español", oh. cit.) se lee~ "Andar de Ceca en Meca y los
Cañaverales'J; y en el "Cuento de cuentos", de Quevedo: "El picarón
andaba tist0 eomo una jugadera, de eeca a me<:a ... "
Andar despalqmado (o despalomarse) == Enlequecerse~
Dime 'Con quién 11>ndas y te diré q'L!tié-n e'res. Sancho decía: "Dime
con quién anQ.as, decirte he quién eres" ("Don Quij.Gte", parte segunda,
c. X), lo f!Ue concuerda mejor con nuestra farma que el refrán de
Santillana: "Dime cwn quién andavas, é decirte hé qu,é fablavas."
Quien bien anda, bi.e n desanda.
-ANTIO(¿UE:file>.-EZ antioqueño (o reinoso) que ne la hace a la,
en-t'fada, la hace a la salida. El gentilic~o '"reinoso" recuerda los tiem-
pos coloniales; se aplica entre nosotros a los habitantes de les hoy
departamentos de Cundinamarca y B0yaoá. El antioqaeño tiene fama
en mis tierras de> ser muy experto e'n la pr.actka de la picaresca, y g,e-
neralmentte se le identifíca con la astuéía, la agudeza y la donos~a.

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1~2

AJUR.-AraT con yegf!.as (o con vacq.s). = Tener m~lo.s cola)».


radore~.
ARBOL.-Arli.ol que crece torcido, nunca su tronco endere7..!L.
Del árbol caído, todos hacen leñ4. En igual términps lo apunta
Suárez (Cfr. "Sueños de Luciano Pulgar", t. X.I : "'El stteño de los
Refranes").
El que a buen árbol se arTima~ by.et'! gajp l!; cae encifM. La forl!la
• ¡

española (La Celestina", aucto octavo; ('Diálogo de la LengtJa"; ..Don


Quijote", P. segunda, c. XXXII) es "Quien a buen árbol s~ arrima"
buena sombra lo cobija".
ARDILÚSO.-Ser ardiloso = Ser cariñoso.
'o
AREPA.--Ser voltiarepas un arepero) = Ser velei~oso.
ARREGLO.-Vale más un mal arreglo que un buen pleito. Tam-
bién en Santo D0mingo se die€ así. (Cfr. "Dominicanismos", ab. cit.)
ARRIBA.-Arriba está quien para abajo mira.
ARRIERO.-A.rrieros somos, andando vamf9s y en el camm.o nos
encontr(llffJ,OS. Sbarbi (ob. cit.) trae estas fo~mas: "Arrieros somos y el
camino aadamos" y "Arl'ieros somos y en el camino nos encontra-
remos".
A TENERSE.-A tenete a eso y no corrás, dijo el bobo. Sirve para
llamar .la atención al hombre poco precavido.
AVSENCIA.-Ausencia, causa de olvido.
AVISPA.-Alborotar las avispas (o el avispero)== Promover rui-
dos, riñas, cualesquiera cosas peligrosas. En la ..t\rgentina equivale a
"Producir la alarma',. (Cfr. "Martín Fierro", anotado por E. F. Tis-
cornia, ob. cit.)
Comer. avispa = adquirir sagacidad.
Ser avispón == Ser sagaz, vivo, aprovechado.
AYUDAR.-Al que se va y se muere, ayudarle, si se puede.
AZOGUE.-Ser de azogue (o parecer de azogue) = Ser muy in-
quieto. En Sbarbi (ob. cit.): "Llevar, o tener, azogue €n los pies."

111
-B-
BAGAZO.-Al bagazo, poco caso; al cagajón, poca atención. En
otras partes de Hispanoamérica: "Al bagazo, poco caso." (Cfr. "Sue-
ños de Luciano Pulgar""'- t. II, "El Sueño del Ferr()(;:arril".)

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Folklore nortesantandereano

BAILA1\.- Baila1· al són que t&quen = Hacerse a todas las cir·


cunstancias.
-BaiLa1·le a uno los Qjos == Mirar a una parte y otra.
1 BARATO.-Dar un barato == Permitir, en un baile, la pareja a~
otro.
Lo barato sale caro. En Sbarbi (ob. cit.): "Lo bara~o es caro."
BARCA.-La misma barca at·ravesando el río.. Se usa para deno--
ttar que una sit:uación no ha cambiado.
BARRIGA.-Barriga llena, corazón contento (o satisfe,eho). Es.-
el equivalente del .refrán español: "Bien canta Marta, después de
harta.'' ("El Criticón", III, 6.)
B;Plrriga llena, aguanta azotes.
BARRO.-A jwga1· con barro, ·que eso no tote.a.
BAUL.-Dejm·le a uno como baúl sin t.apa == Ponerle en malas,
condiciones.
BlEN.-El bien no es conocido hasta que no es perdido. Según
Santillana, nNon hay bien conoscido fasta qu'es perdido".
Hrg,z bien y no mires a quién. Según Santillana y Valdés) "Haz
bien y no cates a quién". Gracián anota la misma fo.rma nuestra: "El
Criticón", III, 6.
BOBO.-Al bobo se la velan todos == Del que es e~cesivament~·
bueno, todos abusan.
Panece'r un bebo sin mdma. == Andar muy mal vestido.
BOCÁ.-En boca ce·rrada no ent1:an moscas. Según Santillarrar
"'En boca cerrada non entra moscaJ).
El que tiene boca a Roma va. En Santillana: "Quien lengua há,
a Roma va."
No decir: Esta boca es mía. En el "Cuento de cuentos" de Que-·
vedo: uEl nG dijo esta boca es mía, y tieso que tie-s-o."
Par m boca m?:.te're el pez. Igual en Sbarbi.
Te·net· boca de chivo ~ Predecir desventuras que tienen cumpli-·
miento. Igual en Santo Domingo . .(Cfr. "Dominicanismos'', ob. cit.)
BOLLO.-Comerse un bollo ;y la punta de otro. Con esta frase
se rechazan las petióones inconv~nientes.
El que nació para bollo, del cielo le caen los cóngolos. En Méxi-·
\

co, según Enrique de Tovar (Estudio citado): "Al que nace pa tamal,.
del cielo le caen las hojas." . ..t-.J• , ()
BOTAS.-.Ponerse las botas. Se usa también, según Suárez (' %-
v
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia o S\SL\úlE{
134 Lucio Pab'ón Nttmer.

ños", t. II, "El S~eño del Ferr,0 carril"), en Ani!oquia y España en el


sentido de ..pl;osperar".
BRASA_.-Sacar la b'l·asa con ma:rz,o ajena. En Santillana: "Con
.age'na mano saca la culebra de'l forado." (Forado: agujero.)
BUBA.~eT más ,m alo que las bubas.
BVENO.-No hay vivo bueno., ni muerto malo-:-
BUE1L-~A. dónde irá él buey que no arte y lO! mula qwe no ca~P.gue1
En Santillana y Vatdés sólo eneontr~os la primera parte de este
refrán. Según"Sparbi, algunos a la primera parre agregan esta: "¿O la
yegua que no ~rille?"
El buey más manso da la pe'fJr'" cornada.
El buey sCJlo bien se lame. "Suelto", en vez de "solo", decía San-
{;ho: P. segunda, c. XXII. \
.N i a~ buey los cachos, ni al hombre la ba·rba. ("Cacho'', en lugar
de "cuerno", ·es barbarisroe muy usado en Sant. del Norte.)
BULLA.-Más es la bulla que la ·cabuya. En el "Libre de buen
Amor", le dicen al Arcipreste: "Más es el n-oydo que las nueses."
BURRO.-A, e, i, o, u, más, sabe el burro que tú.
Ecl~ar el bwrr.o adelante. fuJ. Santo Domingo (Dominü:anismos") :
<(El burro al ante"; y en España, e~El bur:r€> delaRte, para que no se
espante" (Cfr. "Refra'h€ro Español~ ob. ch.). Cuervo ("Apuntaciones",
NQ 741, 7~ edición): "El burro delante."
Los burros se buscan pa1·a rasca'rse la sarna.
-ez
Qu:edarse con burro enflorad@= Quedarse uno listo para uña
·eosa <i.ue no s~ real.iza.
Sret· el burrro que se rnabé = Ser el eabro emi:sario, <1sto es, sei~ir
una persona para targarla con los pecados ajenGs.
Una cosa pie.nsa el burro y ()tra el que lo está enjalmand<J. Este
refrán se usa en mis tierras para denotar GJ.Ue los propósitos de uno po
·su elen ser los de ot~o. En la forma transcrita no cábe la interpretación
.que da'ba Suárez ("Sueños", t. IJ, "El Sueño del Ferto€arril") al decir
' "Uno pienstt el bayo y otro lo ensilla": cuidar 1:1na persona del anima-
Jeja, y otra montar!<>. Esta interpxetación se debilita ~n tanto con la
f{orma que al adagi0 1e~ dan Santillana:, Fernando de ,R_qjas ("La ~e- ,_....
lestina", aucto de<!imonono) y Valdés: "Un0 piensa el bayo y otro el
·que lo ensilla."
BUSCAPLEITOS.--Ser un buscupbeitos (0 buscarruidés) Ser
~e ánimo pendenciero.
. .... (
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_Folklo1·e nortesantandereano 135

BUSCAR.-BuscM a uno como a una aguja. Usado también en


Santodomingo ("Dominiean.ismos'').
Buscarle la comba al palo == Buscar el rnedio de adaptarse a una
. situación cualquiera.
Busca?· uno lo que no se le ha perdido. En 'términos iguales en
Santo D0mingo (ob. cit.).
El que b.usc~, encuent·ra.

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·Las riñas de gallos en la Cosía Aíláníica
de Colombia
Por EMIRTO DE LIMA,
Miembro cor1·espondiente de l a Comisión Nal. ele Folklore.

La afición a este espectáculo es muy hon<:_la en nuestro país. Claro


-está que la hen1os. heredado de nuestros antepasados los cspañoh$
quienes, según se sabe, trajeron consig<?> a estas tierras desde los albo-
res de la época c0lonial, espléndidos ejemplares de la raz4 gallinácea
andaluza.
No hay ciudad, ni pueblo, ni aldea en esta nación, y especial-
mente en esta región colombiana~ que no teDga su gallera y adonde
·n~ concurran centenares, ¡qué deeirnos! millares de entusiastas aman-
tes de estas dramáticas luchas, de estos fieros combates entre magní-
fieos gallos criollos, criados y entrenados con verdadera devoción
pata estas contiendas, que, dicho sea de paso, suelen producit también
ingentes sumas de dinero, tanto en las entradas de los espectadores
...como en las apuestas que siempre se verifican entre los asistentes.

LOS COLORES DE N'UESTROS GALLOS

Come> se sabe el color del gallo se define, generalmente, por el


41ue {tiene el ave en el cuerpG y en las alas. Después se descpmpone
por los- colores que tenga en el pecho y en la termip.ación de las plu-
mas de las alas.
En otros países se clasifican los colores de los 'gallos por blanco
:amarillento, iris aurora, rojo claro y oscuro, purpúreo, visos violáceos,
visos encarnados, blanco mate, negro mate, naranja rojizo, chocolate
subido, verde dorado, pardusco, verde ,oscuro, verde purpúreo, gris
,oscuro, rojo brillante, pardo oscuro, encarnado subido, etc.; pero aquí
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia
138 Emirto de Lima

en nuestra eosra el pueblo tiene al respecto su terminología especial. .


He aquí una parte de ese vocabulario vernáculo:
Color chino. (Quiere_decir rojo en las alas y en el cuerpo.)
Chino cla?'O. (Menos o~curo en las alas y en el cuel'po que et
anterior.)
Chino hosco. (Este es -un rojo oscuro.)
Chino pinto. (Cuando tiene el gallo en las alas o en .el pecho
pintas blancas.)
Giro espu1nO. (Con las alas más blancas que el anterior.)
Gi1·o amarillo. (Con las alas cubiertas de pinta_s amarillas.)
Gi1·o mamey. (Con las alas y el pecho color de mamey.)
Habado. (Tipo Arpington.)
Habado plateado. (Parecido al anterior, pero con pintas blancas ·
en las alas.)¡
Habado dora:do. (Como los dos anteriores, pero con detalles do-
rados en las alas.)
Colores galtinos. (Estos son diversos. Damos algunos detalles de
ellos:
Gallino conclw de coco. (Tiene rayas en el cañón de las plumas
y estas rayas se parecen a las fibras de los cocos.)
Gallino mono. (Con el pecho blanco y las alas oscw·as.)
Gallino malatobo. (Tiene todo e] cuerpo semejante al color del
carey claro.)
G{lllino pecho cenizo. (Con el pecho color de ceniza.)
Ga.llino pinto. (Con varias pin tas blancas y negras diseminadas en
el pecho.)
Canagüey. (D~ este color hay varias clases, oscuras y claras. Se-
trata del color más o menos del tabaco claro.)
Canagüey pecho pinto. (Con pintas en el pecho.)
Canagüey pecho cenizo. (Con pintas cenizo en el pecho.)
Canagüey pech•o neg:ro. ,(Con I?intas de color negro en el pecho}
Color cenizo claro. (Con el color de la ceniza clara.)
. . . Colo~r cenizo oscuro. (Con el color de la eeniza oscHr.a.)
Cenizo sucio. (Este color da al gallo un áspecto de sNciedad por
lo confuso y manchado que se ve.)
Bla-nco. (Estos son bellos ejemplares de gallos coJ;Dpletamente·
blaneos.
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia
Las rifias de gallos en la costa atlántica de Colombia 139·
~

• Bbanco peche pinto: (Con el pecho He·n o de pintas uegras o co~


lor tabaco.)
Negros. (Los ha:y coin,pletamente negros y otros de un color daro.
-Les dicen negro oscuro y negro claro. También los hay negros con.
el p~cho pinto, esto es con pinta,s blancas en el pecho. Otros son de.
un negro tornasolado en sus plumas. Estos últim.os poseen un precioso
fulgor y a vece_s una .g ran brillantez en su plumaje, Los llaman Casili.)
Negflo mate. (Se trata de un negro mezclado con t0jo.)
Ama/rillo canario. (Del color de los cana'f.ios.)
Pinto o dominico. (C0n pintas negras y blanc-as eh las alas y en
el pecho.)
Gi1"o p.into~ ~llino pinto~ Cenize pinto, Ch·i no pinto. (Estos tie-
nen pintas de c<:>lw más claro 0 más O'stu:ro en e] pech0.)
Existen ot:ras diversidades de color€s más que surgen de acuerdo
con el cruzamiento de las ra~as.

EL CRUCE DE LAS RAZAS

Esta acción se ef.ectúa aquí, por lo general, con las siguientes ra-
zas: Asil., Jordán~ la española y la cubana. Los g~los Asil los traen de
la India y los llaman también entre nosotros Galloo de Calcuta. La
raza Jordan es importada de Inglaterra, los Estados Unidos y la Ar- ~
gentina. Estos grupa,s s0n fuertes y de temper·a mento brav0 y c0m-
bacivo. Los gall0s que introducen aquí de España y Cuba s0n también
de excele11tes razas y salen costan..Q.o bastante caros, pues há habido
'ocasiones en que han sido cotizados hasta por cien dól(!res_americano~.
un ejemplar. Los cubands los venden con garant~fas. de d·os o tres _p e-
lea$ por haber combaticlo y ganadq ya brillantemente en dos o tres..
l"iñas consecutivas.
Don 1\fanuel Villodre, caballero es-pañol que residió entre nos-
otros dtuante mu<ili0s. añ0s, y don Manuel María Márquez Barrios,.
colorubian0 que fue muy aficionad0- a las riñas de gall0s, los impor-
taba.n. d:irectamen~e de Jerez (España). Y con estos gallos extranjeros
efe€tuabam el duce aquf con una raza de gallina fina que es también.
muy rep.utada por su valentfa y cor~je. .,

LOS NOMBRES DE NUESTROS GALLOS


.
SoJ-1. muy rumbosos los n0mbres que dan a los gallos sus propie- ~
tarios. Pr.efieren casi siempre los apellidos· de los famQsos generales y

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140 Emi?'to de Lima

otros jef€s militares que han tenido destacada actuación en nuestras


guerras civiles~ y de personalidades ilustres de la política col6mbiana.
En segundo término vienen los nombres comunes y luego los de ani-
-m.ales de espíritu combativo co1no .e1 león, el tigre, la zorra, etc.

PESOS DE LOS GALLOS

· Varían, desde luego, pero, por lo general, fluctúan aquí entre


dos libras y ocho onzas hasta cuatro libras.

COMO CUIDAN LOS GALLEROS SUS GALLOS FINOS

¿Cuáles vienen a ser estos cuidados y atenciones especiales?


Híe aquí~ más o menos el programa que se trazan los galleros, y
cuya duración no baja de 30 dias ni sob1•epas,a los 40.
Lo primero que hace el gallero a las cinco de la mañana es
tt~ercarse ·cariños~mente a su gallo, tomarlo c0n gran mimo en las
manos y a~ariciarlo durante un rato. En seguida le rocía y le enjuaga
la boca con unas· cuantas buchadas de agua. Este es el baño matinal.
Cuando ya aparece el Padre Sol en el firmamento~ lo coloca, bajo un
. árbol algo frondoso, para que reciba los rayos solares a través de las
hojas y en seguida lo fricciona con alcohol y ciertas hierbas aromáti-
cas. Esta operación se repite otra vez por la tarde. Gran cuidagg pone
siempre el gallero en que su ave no reciba directamente los rayos
solares de los trópicos. Se trata de un sol benigno, al que ellos llaman
'resol.
La alimentación del ave consiste en una cantidad proporcional
de maíz amarillo y pedadtos de hígado o corazón de ganado, cebolla
y huevos duros (según el tiempo del cuido) una sola vez al día, casi
· siempYe a las cuatro de la tard€. Este menú fortalece al ave lo suficien-
te. Jamás se le da mucha comida, porque engorda ent0nces dema-
- . siado y esta circunstancia hace que disminuyan su potcneia comba-
tiva y su coraje, y desde luego en estas condiciones no puede ludlar
bj.en. Se ha observado que cuando lo~ gallos están gordQS se ahogan
en la pelea y abandonan Ja lucha en forma siempre igual, se echan
en el ruedo. Por estas razones, el dueño del ave lo vigila constante-
mente, lo pesa a menudo, y si nota que ha engordado demasiado lo
somete a un tratamie-nto para que rebaje de pesb, el cual COil$iste en
.. .. ;'..ponerlo a dieta de ocho a diez días tragos de agua después de la co-
mida diaria.
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Campe~iuo d<· CIJtu¡uc (Cf)'.u ·11Jjr'llJ'j.,.
o'fl.. ,
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia .o"
Pescador de la costtc~r~fÍ11 b~
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia , n"o 1\ ""·>"""'
<)
En la fJrocesión (Guadtws - Cwu · ~
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La fe del fmeblo (ccunfJesinos de ChifJaq - Cundinarnarca)

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Las riñas de gallos en la costa atldntica de Colombia 141

Durante e_ste periodo de cuidado el gallero entrena su ave para


la pelea, con ejercicios gimnásticos especiales inventados por los ve-
teranos en esta~ cuestiones que son, por cierto, numerGsos en es_ta
república.

ENFERMEDADES DE LOS GALLOS

Tienen diversas manifestaciones las alteraciones que suele sufrir


la salud de las aves ·e n estos climas tropicales. Y algunas de estas en-
fermedades son graves. Las principales son el moquillot el gargajuelo,
la pe-pita, el cólera y las l!,.a;gas en la garganta.
Cuando aparecen los síntomas de algunas d'e estas dolencias, los
dueños de l0s gallos acuden a divers,as medieinas caseras tal como el
limón, 1~ sávi.la, la cebolla, la pimienta, íil s.el>o de, Cuba, el aceite de
castor, etc. Tambié"n figuran actualmente en la terapéutica doméstica
para e~tos casos medicinas extranjeras como el SJI!lfatiazo·l y el mulenol.
Ultimamente han venido aplicando con sorprendente éxito ciertos
galleros el sulfatiazol a ' sus aves. Les Q.an pastillas de esta medicina
en el agua. Ahora es costumbFe darles a los gallos después de la riñas,
purgas de maná y pastillas de penicilina. También cuando salen m.uy
heridos les suprim.en el maíZ y lo reemplazan con pan con lech.e.

NUESTMS GALLERAS 1

No pr-esentan estes lt:1gares, por IQ general, un aspecto suntuosa.


Son .completamente mGdestos, pero reina en ellos siempre el más
íntimo fervor por las contiendas y la más franca camaradería entr~
l'o.s asistentes. A ratos, como es natural, suelen los ánimos excitarse
fuertem.e nte; per0 terminada la lucha tados vuelvea a la más comple-
ta cordialidad. Ja~ás s-e ha registr-ado un hecho de sangre entre los
asistentes a esras riñas.
En los pue·MOS,, aldeas y corregimientos nuestras galleras son
construíGas cen ta:blas y están situadas en los patios de ciertas casas.
Desde luego que se cobran las entiradas tal como se hace en las· ciu-
dades.
Las galleras de las poblaciones de más volumen humano son
construidas con buenos materiales y s0n destinadas exclusivamente a
dicha fin. Tienen la forma de un círrulo, con buenos asientos a I~ ;~l
lados y gradería para las entradas generales y su valla o sea su lín~
~ "~\~.\
•' X ~
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Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia '(',
142 Emirto de Lima

que cierra ~I círculo. donde pelean los -ga}los. El num..erosp públic;:o


que siempre asiste a estos espectáculos se coloca en las graderias. ·
El ,el Departamento de Bolívar las peleas se verifican desde el
m~s de dici~mbre hasta mayo. La r¡tzón es la ~iguiente: en estos me-
ses los gallos están con la p1ulma seca. Han mudado ya de plumaje
y se encuentran en tedo su vigor tísico. En estas F,egiones fropicales
mudan de plumas las aves desde jui1fo ha-sta O€tubre. Durante este
periodo se encañonan debilitándose mucho en esta acción. Después
se secan las plumas para dar campo al nuevo plurriaj_e. Per tale-s
razones, en ese periodo no están en ~endicione_s fav,orables para la
pelea. Hay aves que durante ese período sufren tanto q~e se chiupan
y no hac.en oara com.0 dicen en término vernáculo I<:>·s conocedO.F€$,
J 'que n0 es 0tn}.. cosa que acobardarse o ac0quina-rse. Hasta las gallinas
padecrn también en este período de muda que no ponen huevos. Sola-
mente las pollonas, esto es las gallinas jóvenes de seis meses de edad,
ponen en estos m~es, y esto p,orque aún n0 han encañonado-. En el
Departamento del Atlántico se pelea tod<> el añú corrido, debido a que
en les meses que ne _p elean en otras páttes, aqui se efectúan esas riñas
entre lG$ pollos, calzándoles.

COMO ~E VERIFICAN AQUI LAS RI~AS DE GALLOS

Se realizan en las tard~s de los domingos, días festivos y duran.t e


~os festejos cc:;>n que se c0nm:emoran l<i>s santos pawonos e·n los pue-
bJos. Son emocionantes, entusiás~ic<t_s, vehementes J llenas de ~den­
tía tropiE:al. D~sde qq,_e se inician corre a r'audal€s el ardor pr6pi0
de nuestra raz:a lat-ina, tat¡ amante del toreo, de las cabalgátas, de 10s
fuegos artificiales, del baile enervante, de la copa tonificante e ins-
piradora y de las movidas jaranas.
. La llegada de }()s galleras con sus sonoras vo~es, los incesantes co-
mentarios de los num.erosos afi<;ionados, los anuncios de las futuras
riñas, de los pesos de las aves., de §US triunfqs anteriores, y de las
magnificas condiciones en que- se en~entran, dan al espectáculo una
alegría inusi~ada. Todos los asistentes gritan, gesticulan, y se mueven
intranquilos penSaDdo en sus apuestas y en el ro{)ment0 supremo ·de
la &nooón pr.óxima.
Anres· pelea'ban aquí los galios eon sus esptu~las nalurales. Ahot-a
ya n0. Combaten con espuelas calzadas o s~an postizas. La operación
se verifica de la manera siguiente:
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia
Las riñM de gallos en la costa atlántica d-e Colombia 143

El propietario del ave le saca cuidadosamente (antes las ablanda


bien con sebo de Cuba) las conchas de las espuelas del gallo. Luego·
~as endereza y les da la forma que quiere ~ las tiempla poniéndolas.
en cocciones de t~o. Más tarde prepara una pasta de tanino coa
sebo y poco antes de empezar la pelea calza al gallo con esta pasta las.
espuelas debidamente acondícionadas. Eso sí: los galleros experimen-
tados tienen el mayor ~idaélo en recortar y arreglar la parte de la
espuela que queda al gallo después de s'acada la concha, a fjn de que·
le venga bien la espuela preparada para la lucha. Una vez ¡tegada
~sta al ave, le colocan una cinta con hilo muy fuerte para asegurar
que la espuela no ~e tuerza durante la lucha.
Poco antes de comenzar la riña, los dueños de los gallos casan la
pelea por determinadas sumas y recogen ese dinero entre sU:s amigos y·
el público. Después los apostadores, ya sentados en la valla, a la sali-
da de los gallos al rueclo, escogen el ave de su simpatía para hacer- las.
apuestas respectivas. En el curso de la riña, según los golpes recibid6s.
por los gallos, aumentan las apuestas y se dan gabelM.
Los galleros cobran el veinte por ciento ~obre las apuestas a las..
personas que concurren a la lista de su gallo.
La riña es siempre presidida por un juez, nombrado p0r el due-
ño de la ga1lera y co111firmad0 por la Alcaldía Municipal. El juez es,.
quien da ¡a señal para empezar la riña por medio de unas campanadas
y es él mismo a quien le toca definir el resultado de la pelea, sus
decisiones son inapelables. Las riñas tienen una duración de 40 mi-
nutos, pero si los gallos se postran y quedan, por ejemplo, ciegos y se-
apartan durante dos minutos y no se atacan, entonces el juez ordena
10 minutos de careo. Durante el primer minuto de este intervalo el
ga1lero coge su gallo, ' lo limpia y lo refresca y en los otros minutos,
le infunde (con palabras y exclamaciones especiales) coraje y brío--
para pelear nuevamente. Y si el gaUo después de este intervalo, pica
5 veces consecutivas y el ou·o no le ataca, el juez da la pelea ganada
por el gallo que ha hecho la intención de luchar. Pero si en estos lO-
minutos ninguno de los dos se ataca, entonces el juez de.c ide que la
pelea €S tabla, es decir que no "ha habido vencBdor. Los galleros.
retiran inmediatamente su dinero de la tes,o rería de la gallera donde
se halla depositado. Las demás personas que hicierún apuestas tam-
bién proceden a retirar las sumas aportadas siempre y cuando que
hayan sido d€positadas previamente en manos de terceras personas.~
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144 Emi'rto d'e Lima

Esto se hace así porque muchos hacen solamente apuestas verbales


sin depositar la suma correspendiente ~n man0s <le otros testigos y
asist~ntes a la lucha. Desde luego que esta operación se efectúa siempre
que se trate de personas conocidas y reputadas.

HERID-AS GRAVES EN LAS RI~AS

Las que vamos a nombrar son las más l\)eligrosas <lurante estos
·combates:
La herida ocasionada en el centro del pescuezo del gallo que lla-
man mo'rcilla o mondongona. La causada al gallo junto a la mejilla
llamada gollet.e y la producida junto al buche y la base del pescuezo"
esto es la, bur:hisangre.
Cielo es la herida recibida en el cielo de la b0ca.
Hay otras heridas más o menos graves, tales como el golpe de vista
y sent·i'do, el cual pEoduce inmediatamente la ceguera en el ave y un
dolor tan intenso que el gallo c'ac-area del sufrimiento y se vueLve como
loco; la pasadera, que es <::ausada encima de 10S ojos y cerc;:a del nervio
-óptico; el goLpe mortal Fecibido debajo de las alas en. la parte blanda,
el cual hace arrojar al gano en seguida abundan.te cantidad de sangre
por la boca causándole la muerte casi instantán.ea; el huevito} golpe
producido en la parte trasera donde están las tripas del ave; la
ea:nülem, lesión causada en las canillas o sea en las partes ronchosas
-de las patas y que ocasiona también grandes pérdidas de sangre al
gallo; el golpe de cabeza qado en el cen~ro de la cabeza, después de la
basJ~ de la cresta; el golpe tumbado de la cue"Pda. producrído en la cuer-
da del pescuezo, en su base; el golpe tumbado en los muslos" efectuado
en uno o en ambos muslos; el golpe tumbado del eído que produce
uaa ancha herida en el oído o junto al oído; el úncoehorros qu_ e es
propordonado ea la parte cubierta por el ala donde hay el encuéatro
4e cinco venas; etc.
Para no alargar más esta reseña no apuntam·os los nombres de las
,otras heridas que ¡nás agobian a los gallos durante las riñ~, heridas
-casi siempre producidas en la pechuga y en el buche.
Ocurre a menudo que durantt «iertas riña-s al gallo le vuela su
·contendor el pico. Casi siempre pierde entonces la pelea cuando esto
.suúede, salvo que sea muy re-pelador.

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Las riñas <le gallos en la costa atldntica de Colombia 145

LOS IMPUESTOS MUNICIPALES

Cada municipio tiene establecido su impuesto sobre esta clase de


especHkulos. Estos impuestos varían de acuerdo con la importancia de
la población. El juez gana determinada suma por cada día en que
a.ctúa.

GALLEROS DE GRA:NDE EXPERIENCIA

Nuestro país tiene a. montones. Son, por lo general, gentes sanas~


·f uertes, nacidas en 105 campos, lejos de las grandes ciudades. Son unos
verdaderos t€cnicos en zoología, especialmente en todo lo que se rela-
ciona con la familia de las gallináceas.
Da gusto oírlos hablar de sus aves. En dos o tres minutos mezclan
con la rapidez del rayo las palabras cresta, pico, alas, dedos, bu<:he,
barbilfas, cola, plumas, rémiges, cuello, lomo, etc. Conocen, además,
todos los gallos finos que han habido en su región y recuerdan con
precisión todas las famosas riñas que han presenciado en su vida, los
colores de los gallos y las razas que han intervenido en esos combates,
y las apuestas que se hicieron en esas tardes. El gallero es un individuo
especial qu.e ama sobre todas las cosas la naturaleza, el campo, la lucha
al aire libre, el valor temerarío, la resistencia enconada, el coraje in-
domable, las jaranas y las fiestas populares.

DESPUES DE LAS RI~AS

Intensas son las emociones que dejan en el ánimo de los asistente.s


a estas luchas las buenas y reñidas peleas. Puede afirmarse que después
de la angustiada inquietud que reina en es·as tardes turbulentas, el
recuerdo de tantos arranques de heroísmo, de esfuerzos máximos, de
ráfagas de pasión, de reacciones de la voluntad, de arrebatos febriles
y excitantes, y sobre todo, de tanto desdén a la vida que hacen gala
nuestros gallos finos, queda imborrable por mucho tiempo.
En todos los mentideros siguen los afici0nados comentando du-
rante muchos días e·se asemo de valor extraordinario, esa poderosa
energía y resistencia tenaz que tienen nuestros gallos finos, esa fuer-
za pasmosa que muesu·an íntegramente hasta casi el último instante
de su 'l.ida.
EMIRTO DE LIMA.
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..
BOTIQUIN FOLKLORICO DE BOYAGA
Por OCTAVIO QUffiONES PARDO~

Quizás las crónicas más aut@rizadas de la Conquista del Nuevo


Reino. de· Granada~ son las escritas por el padre Antonio Medrana,
de la Orden de San Francisco y compañero del Adelantado Jiménel
de Quesada, que corregidas y aumentadas por Fray Pedro de Aguado,
de la misma Comunidad, en 1537, permanecieron inéditas durante
más de tres siglos, deliberadamente olvidadas en viejos anaqueles de
la Academia de Historia de España, hasta que, gracias al interés de
lQS .Académicos colombianos señores Posada e Ibáñez, fueron copiada~
del original a fines del siglo XIX por el eximio escritor Dr: Santiago
Pérez Triana, quien remitió a Colembia la ebraj la cual fue publi-
cada por primera vez en Bogotá en octubre de 1906, en reducida edi-
ción de mil ejemplares eon el título Recopilación Historial por
Pedro de Aguad0-.
En esta obra de imponderable valor documental, los aborígenes
que defendieron su libertad hasta d fin de la magna epopeya, son se-
ñaladas con el califi<r:ativG de ubárbaros desYergonzados'', pero es lo
cierto que ni Fray Antonio Medrana ni Fray Pedro de Aguado logra-
ron ocultar su asombro y su inconformidad ante la barbarie de los
14
CÍVili2:ados", cuya cocijcia tuve t-an espantables proporciones de cri-
men contra la humanidad.
En el capitulo duodécimo de la R ecopilación H istorialJ que trata
Hde la facilidad con qu~ las Indias pu<tblan y despueblan un pueblo,
por no mirar al principio las circunstancias que se deben mirar",
consignó Fray Pedro Aguado la siguien te acusadora declaración:
" ... TOO.o el trabajo de la labor y sustento de los tales vecinos de-
pende de los indios que les han de hacer las cosas y sustentárselas, y ha-
cerles las labranzas y cavándolas, sembrándolas, desyerbándolas, se-
gándalas, cogiéndolas y trillándolas y encerrándolas; y le~ han de dar

Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia


148 Octavio Quiñones Par:do

sus hijos para las minas, servicios para sus casas, y otros cien mil géne-
ros de imposiciones con que nunca paran, y después de todo esto las
dem0ras y tributos principales, jlilZgue cada cual si bastarán estos tra-
bajos a consumir y acabar los animales, cuanto más los hombres, y
muchas veces no les queda tiempo para hacer labores para el suste.nto
de sus casas. Todo esto va consumiendo los indios muy poco a poco
en poblezuelos nuevos, donde la justicia y los vecinos todos son enco-
menderos (españoles) y los unos por los otros nunca cumplen la ley ni
cédula enteramente que sea en favor de los indios, y a estos tales pue-
blos digo que permanecerán y duraran tanto como durase el susten.to
que los indios dieren y dan a los españoles, y que acabadQ>s los indios
de ser muertos no hay sustentarse pueblo porque ni los españoles se
dan a hacer heredades ni labores., 1\Í otras eosas que -sean perpetuas
poFque viven ociosamente."
En esta declaración del sacerdote e historiador eminente, está la
clave siniestra del exterminio de los aborígenes americanos, que no
fueron víctimas .
indefensas de crueles epidemias, como lo afinnan
.
al-
gunos historiadores interesados en ocultar la magnitud de un crimen.
Los aborígenes sabían combatir las enfermedades; conocían los
secretos de las pl.antas que curan y de las plan~as que matan; con las
primeras defendían su salud y su vida, y con las otras proporcionaban
la muerte a sus enemigos, como lo cuenta el mismo Padre Aguado:
\
\
' "Todo otro género de enfermedad, como son heridas y llagas y
lepra, lo curan los indios moscas (Boyacá y Cundinamarca) y los in-
dios Guayupes- (Llanos Orientales) con yerbas de particulares virtudes
con que sanan."
u • • • Algunos de aquellos capitane-s aconsejaron al Adelantado
que no pusiera a su gente de blanca donde los indios disparasen sus
flechas, que untadas con ponzoñosa y pestilente yerba, solían tirar,
c:on que en breve tiempo venía una irremediable mortandad en los
suyos, porque por muy pequeñas heridas que con las enherboladas
flechas tiradas por la furia de aquellos barbaras recibiesen, no sería
parte ninguJia antigua ex;p.eriencia de cirujanos ni letras de médicos
~apaz de remediar las vidas de los que fueren heridos."
De manera que el ·conocimiento de la botánica era una ciencia de
los aborígenes, que los conquistadores, ávidos de oro, no se preocupa-
ron por estudiar. Al correr de los años y de les siglos, el puebl'O con-
servó en sus tradiciones y leyendas, en sus canciones y sus coplas, en
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Botiquín folklórico d~ Boyacá 149''

sus histol"ias y sus cuentos, en su fe sin orillas y ~ sus dudas tremen-


das, el recuerdo de las propiedades medicinales de sus plantas, algunas
de las cuales han proparcionado a la ciencia incomparables ·recursos, .
medios muy vali0sos para defender la salud de la humanidad.
En este "Botiquín Folklóri<:o de Boyatá" he querido ofrecer a los
lectores, no precisamente la indicación escueta de las virtudes tera-
péuticas de cada planta, como el título pudiera sugerirlo, sino la no-
vedad de enGQntrar tales virtudes pregonadas en la poesía popular de
Boyacá.
Como puede comprobarse en las informaciones de caráeter histó-
'
rico con que se inicia esta sencilla crónica literaria, el conocimiento de
las propiedades medicirtales de las plantas americanas, no fue un des-
cubrimiento de los conquistadores ni de lós colonizadores, sino el
resultado de las observaciones y prácticas de los aborígenes_, que bene- -
fició grandemente a sus victimarios. ~ástima grande que los mejeres
secyetos de los "indómitos ·bárbaros" de l0s "ef.nal1as y belicosos in..
dios", como llamó Fray Pedro de Aguado a los aborígenes del Nuevo ·
Reino de Granada, continúen sin descifrar, después de cuatro siglos
de incapacidád o indiferencia. ¿Cuál fue la "ponzoña y 'peStífera yer-
ba" con que envenenahan sus flechas los valerosos anierican0s? ¡Quien
sabe!
N9 podría terminar estos renglones sin efrecer a los lectores el
halago de c0nocer algun~s particularidades de plantas que curan y
plantas que matan, de uso muy común en todas partes. Al borrachero,
por ejemplo, se le distingue también con el nombre de "cacao sabane-
ro", y su clasificación corresponde al grupo de las plantas que matan.
Se incluye el borrachero en este Botiquín Folklórico por la circuns-
tancia de haber. encbntrado sus "cua1idades" pregonadas en cuatro,
estupendos cantares de .Boyacá.

BORRACHERO
DA TURA. ARBOREA

En Colombia no es un s~creto para nadie el venen0 que guardan


las semillas de borrachero. Es un veneno que rara vez produce la
muerte, pero en cambio, determina siempre una locura furiosa o una
idiotez irremediable.
Desgraciadamente son muy frecuenres los crímenes que se come-
ten por medio de las semillas de borrachero, entre la ~ente de clase.

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Octavio Quiñ011es Par4o

humilde, y lo m~s grave para la justicia y para la sociedad, es que


tales crímenes quedan impunes porque el medio d"e que se sirven los
. .delincuentes pasa ·s iempre inadv~rtido.
Una vez tostadas las semillas de borrachero, se muelen, y las
gentes perversas que emplean su veneno, se lo dan a sus vfctimas en
cualquier bebida: chicha, cerveza. guarapo, leche, sopa, etc. o como
1

c0ndimento en la comida. Con gran facilidad se c0mete el cobarde


crimen, sin el menor riesgo para el criminal, porque la víctima no
muere, sino que va enloqueciendo poco a poco hasta convertirse en
un peligro para las personas que lo rodean. Interviene la autoridad;
eJ enfermo es llevado al manicomio, y el criminal queda impune. El
envenenamiento por las semillas de bor-rachero es el más cobarde y
· cruel de los crímenes.
En relación con la locura producida por las semillas de borrache-
ro, el folklore poético <;le B0yacá p0see una verdadera joya de inco'm-
fparable gracia, ):men humor y fina ironía:

Gon pepas de borracherro


l'hizo un caldo a su marido;
el pobre se lo tomó
y ¡suaz! se quedó ...
Esó era lo que qt¡,ería
la. . . de su muier;
enloquecer al marido
pa irse con ot-ro querer.
PeTo como no• hay pecado
que se qu.ede sin castigo,
a la vieia sinve·rgüenza
después la 1'Yl:(ltó el amigo.
Si vos no querés tener
m:al fin, que eso yo no quiero,
no me vas a dar un caldo
·d e pepas de borrachero.

EUCALIPTUS

{;as gentes humildes de Boyacá llaman oca!; también se le oye


]llamar ocálito y ocalito; gentes cultas lo nombran eucalipto, sin que ~

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.Botiq"Uin folkl6rico de Boyacá 151

-esto quiera decir que generalmente se ignore su nombre auténtico, su


-verdadero".nombre científico: Eucaliptus.
Si me pu~ieran a estoger el no~hre definitivo, el nombre que
reemplazara a los demás, me deódiría por el más poético de los cinco:
¡Ocall
Ocal es una voz sonora, cristalina, transparente, pura y melodiosa;
es una voz erguida como el árbol mismo que la pregona con orgullo.
¡ Oc.all En alguna ocasión, siendo niño, grité ese nombre desde la
•CttmbFe de Tiberinto, en Chiq uinquirá, y el eco de mi voz infántil
penetró a los bosques penumbrosos que me rodeaban, de donde no ha
vuelto a salir jamás. Perdura aún en los saqcedal'es del Valle, en los ..
robledales de las colinas, en las avenidas de ocales, en los caminos so-
litarios y tristes. Los ocale~ detu vieron mi voz, en }a que iba su nom-
bre musical, y ahora ellos la repiten siempre con el acompañamiento
de la orquestación de sus hojas.
¡Ocall· repite entr-e los árboles un eco de treinta años, y parece
·que el viento llevara sobre alas un arrullo. ¡Ocall vuelve a decir el
eco entre el diapasón de los árboles, y parece que la brisa llevara sobre
sus alas una canción triste. ¡Ocall vuelve a decir mi voz que ya no me
conoce, a la orilla del río, y parece que el río llevara sobFe sus ondas.
mil suspiros náufragos. ¡Ocall ¡O<::all repite el' eco siempre, y como un ·
eco, se renueva para morir, lo último que parece decir es ¡all ... ¡al!
... ¡ayl ... ¡ayl .. . ¡ay! ... que es la queja final de todos los ecos per-
·didos, de todas las vidas que se extiÓguen al igu~ que los ecos.
Para un fabri<;:ante de perfumes, la palabra Ocal habría podido
ser un éxito en el anuncio de la mejor esencia~ Quien ha disfrutado
.de la ventura de pasear bajo la somb.t:a rumorosa de los ocales, cuando
piensa en ellos le llega con la añoranza el aroma inconfundible de su
.resina, de su aceite, d e :sus hojas brillantes y de sus flores tímidas.
Y no son poeas las prapiedades curativas del eucaliptus. Catarros,
·"dengues", gr~pas, se curan con la infusión de sus hejas. Para combatir
la bronquitis, nada igual a las inhalaciones de oca!. El eucaliptol es
droga en todo el mundo conocida, y hasta para curar la diabetes apa-
.tec,:e acensejada en el folklore poético de Boyaeá:

Con agua de hojas de ocal


la diabetes me curé
y can leche1 de higuerón
los gusanos me s.aqué.

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Presentación Folklórica del Duende
Pox CARLOS LOPEZ NARVAEZ.

Hermano sabanero; a uste4 que es tan ocurrente, ¿cómo no se le


ba ocurrido irse un agosto al Cauca? En Popayán, ca~ga donde cayere,
le garantizo que a las cuarenta y ocho horas tendrá para escoger invi-
taciones a. pasar el día orilla a nuestro amargo río. Le aconsejo, como
•'entrada" la vega de "Los Encuentres"; después verá lo que son La
Guaca, Agua-dulce, La Ta1'avita, Pied•ra·gran'de, etc.; y sabrá lo que es
bueno y lo que está mal en un "paseo de jigrar'' a la sombra de ro-
bles patriarcales, con estufa de tres tulpas, cubiertos nattJiales, mantel
y servilletas de hojas, algo de "foro" (Ud. y vulgo, "pelas") y música
de cuerda.
No sería conveniente deletrearle, hermano sabanero, lo que .u sted
en general, y cada uno de sus cinco sentidos en particular, recogerí'an
·en ese recodo de su tiempo y su espacio vital. Le diré apenas que
cuesta mucho arrancar de1 sitio para volver a 1a ciudad, dejando el
-cadáver del día en un remanso, mientras el río monologa y rueda como
un borracho en un camino, entre la murmuración apagada de las ho-
jas, bajo el atisbo sonriente de las estrellas.
Prevención importantísima, para qMe no haya nada qué lamentar:
si en ,el momento del r.egreso, ya al filo de la noche, usted de pronto
oye como si un muchacho perdido estuviera berreando de miedo~ no
vaya a dejarse enternecer, y menos se ponga a buscarlo; antes bien,
haga como si nada oyera, santigüese, diga: "'por la cera del Santísimo",
y corra a alcanzar el grueso de la parranda~ pues sencillament~ lo
que pasa ----oigalo bien- es que le está llorando el Duende de "Los
Encuentres".
Quiero confesar lo que, de seguro, usted ya maliciaba: que todo
este preámbulo ha sido solamente para poder decirle:
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154 Carlos López Naroáez,
1
,
-Tengo el gusto, hermano sabanero, de presentarle un amigo de
la niñez.
A lo cual, naturalmente, usted y el presentado dirán a dúo: -Mu-
cho gusto, compladdo. . . Panqueva. . . El Duende. . . Gracias, loco.
(El presentado se borra en el aire, c.omo de costumbre, sin despedirse~
pero con tiempo para decirle al oído):
-Como ustedes van a hablar de mí; me la'tgo. Ahí queda mi
reputación, pero no respondo ...
Ahora voy a decirle, hermano sabanero, quién, cómo es y en qué
se ocupa mi paisano el Duende del Cauca.
TaJvez sea el Duende, después de la "carguera", la primera p·er-
sonalidad importante de que se nos da noticia a los niñitos de toda
clase y de cualquier región del Cau<:a; inclusive antes de la de nue~
tros ·padrinos bautismales. La creencia en el Du€nde, es artículo de fe.
local, más que cualquiel' otra, a causa de la €poca en que se nos in-·
culea: con bastante anterioridad al contact~ eon la citolegia y el cate-
cismo. Admitirá usted, herm-ano sabanero, que el uso de creencia pre-
cede en Illucho al uso de razón.
La fe ~n el Duende viene a ser, por tanto, caso primordial y típico.
de "creer lo que no vernos" : y esta creencia, aunque dimana de las.
más div~rsas especies y versiones urdidas por la fantasía popular y
roan tenidas en incorruptible tradición, está consagrada pot la célebre~
fórmula del 8o por ciento de la opinión sana del sur-oeste del país.
¿Conoce usted los cuadros de Efraim Martinez? Supongamos que
si. Martinez -pastuso por cariñosa calumnia, pero más popayanejo
que las guayabaillas- es uno de los tres pintores genuinamente co-
lombianos y auténticamente grandes. Entre lo maravilloso de su obra,.
figuran los "Tapices Tropicales", y entre éstos uno que titula "Calor
y Duende~", trasunto del Lema folklórico, hecho co;n la re'Stricción y
estilización que el arte pide. Representa la siesta trópico-pastoxal~
sinfonía cromáti'ª en sol mayor, a la que el Duende hubo de concu-
rrir en el u·aje que cumplía el rito, o sea, sin ninguno; pues por IJ;lUY
Duende que se sea, na_d ie tiene la frescura suficiente para ir y estax
de ruana bajo el tórrido emhrujo de una v~a de Genegra, y menos.
aún entre niafas sin túnica que
u . • • gutan la bestia bla-nca
por los flancos ceñida, formando sóltJ. un ancá".J.
de las que nos pintó Bainville parnasianamente.
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Presentación folklórica del Duende 155

Aprecie usted, pues, la posición social que va alcanzando el peri-


lust.Fe espíritu. Pero como aquí no se trata de super ni de subrealis-
mos, sino del mondo ectoplasma del :Duende, reanudo lo mío.
Se le da como estampa l ii de un ser humano, de poca estatura,
que por todo _indumento lleva una parda ruana "musga" a cúyo borde -
asoman unos pies chin"iquiticos, y un enorme sombrero muy alto de
copa y IIDUY ancho de alas. Ser,á por esto último, por lo que nadie ha
podido pre·c isar si es ..,mono", indio o zambo, feo o hermoso, joven o
viejo. Tal su filiación externa en las eonsejas, agregando que es carga-
do de espaldas, c0mo si tamera muy salidas unas paletillas, que talvez
sean los muñones de las perdidas alas cuando la degradación de Luzbel
y demás ex -milicia celeste por conspiradores y "non.-servien tes" ..
Porque --ahora va la filiación esenGial que el campesino canea- -
no da a su misterioso personaje- el Duende, como su hermano rico
"el Pata-s" (es de pilra cepa angélica, de sangre azul; es com0 una lá-
grima de ira del Sefior, un príncipe en desgracia, pero que no rodé.
a los avernos . sino que con otros espíritus anda "fregando" por el
mundo, amén. Por eso el Duende no grita, ni brama, ni escandaliza;
no comete sinvergüencería-s ni huele a diablo; t0Q.0- lo suyo se reduce
a meras travesuras, muehachadas en las que., como causa y procedi-
rnientOS1 emplea su inconfundible llanto en la soledad de los vecin-
darios campestres.
Principal ofic;io y beneficio del Duende es el .rapto de párvulos,
sin distingo de sexo, aunque casos se conoc~n de haber cargado con
adultos. En mujeres, dizque tiene predilección por las Isabeles, lo
cual eocplica la muy poca simpatía de nuestras madres y abuelas por
esa "gracia", hoy escasísima en la flora femenil caucana. R especto a
hambres~ el más notable y recordado de los casos es el que se les cuen 4
-

ta a los jóvenes cuando reciben la alternativa dándoles llave del


portón. Oído a la caja:. Un caballero N. Scarpetta, pahnirano por
más señas (como el apellido reza) se dejó coger la noche en las afue-
ras, por los lados Yanaconas, y lo qu~ es peor., con bastantes aguar-
dientes entrt: pecho y espá1da. Al salir al camino se sintió desorientado·
y completamenre dificultoso para andar:. Resolvió sentarse a esperar
.alg,tín transeúnte para pedirle ayuda, y a poco descubrió un muchacho
que lo miraba y lo miraba desde un barranco. .;;¡;f
-Venga acá, "mijo": tome este real y sáqueme hasta ltel Call¡r~~~~t
j(nt". El muchacho, callado su boca, tomó a mi hombre de una marf0~ ~
\~
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156 Ca-rlos López N arvaez

y camina y camina se lo llevó. . . Pero a la mañana siguiente, ni señas


de Scarp~tta en casa. Deudos y amigos se regaron a buscarlo; dieron
donde había estado libando la última vez; se descubrió la huella de
.Scarpetta y al lado de ésta la de unos pies chirringos; y aquellas <Jos
huellas, lejos de conducir hacia la ciudad, se perdían por los lades de

Pisojé. Bus0a que te busca, al tercer día, de entre los cerros que ha-
cen orillas a pico sobre el Cauca, oyeron salir unos gritos náufrag·os.
Entr0nizado en una hornacina del medroso peñascal estaba el pobre
Scarpetta capeando un guayabo tnadre; con mil trabajos y varios re-
jos pudieron sacarlo al fin. El acomedido de aquella noche no había
sido otro que el físico Duende. (Moraleja: cuando le coja la noche
lejos y en u·agos, mejor quédese en la tienda.)
No se sabe a ciencia cierta, su comportamiento con las adultas.
N a da raro tendría, verbi gratia, que se les acun~ra en el regazo para
ponerse a llorar y más llorar, ya que los niños que aún no hablan
-y el Duende es completamente mudo- ignoran otro modo ~~ ha-
cerse servir. Vegetariano y fructívoro, le gusta chupar las frutas hasta
dejarlas en Cépasas". Su única 0clio, los gatos; y sus pavores, el mur-
ciélago, el armadillo y las niguas.
Como deportes favoritos practica el columpio de bejucos, estilo
· Tarzán; la guerrilla a pura papa desde los robles, y la eqlJitación;
como es tan corto d€ piernas, trenza hi crin a las bestias para hacer
estribo, mC:>ntado en el cuello. Como acróbata es único:. sube y baja
\

por las chorreras y cascadas, como p0r un .cable.


Su inquieta e invisibl€ presencia tanto engorro pone a veces en
las casas, que los inquilinos n0 tienen de otra que desocupar. Pero
como es fama, que preside los trasteos, el recursp ha sido est:éril en
mucha ocasiones. Y va una prueba: una familia en trance de mudanza
por huir de él, tenía ya todos los bártulos en la calle; cargaba la cria-
da los suyos personales~ cuanClo con la estera al hombro se le acercó
el Duende y preguntóle por señas: "¿A dónde es-que nos pasamos?''
Tal el Duende por fuera y por dentro. Resta sólo indicar los ele-
mentos y la fórmula que se usan para evitar que se acerque. El con-
juro se reduce a colgar chili.ndl·ines de vidri0 a lo largo de l0s aleros
de la casa. La tradición no explica nada al respecto, ni garantiza el
~esultado.
Hermano sabanero: he ~enido mucho gusto en presentarle a
.. este amigo de la infancia. No ha de faltar el sabihondo espíritu fuerte
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Presentadón folklórica del Duende 157

que quiera convencerlo de que no hay tal niñito llorón ni cosa pa-
recida; y de que el Duende es un simple pajarraco semi-nocturno que
vive en los charrascales y cuyo canto es la grabación or~ofónica d el
llanto infantil; pájaro al que se conoce con el africanoide nombre de
Hcoscongo". Lejos de tra~cionar la fe de los mayores y <le repudiar la
tradicién, mánténga1as tieso y parejo hasta que usted p ersonalmente
compruebe la verdad. Y entretanto, goce "con el Duende" en el poe-
ma de Genaro Muñoz Obando, espuma y flor de 'leyendas tropicales.
Esta vez, de seguro por primera, no va a cabalgar esmirriado jaco
leñero, ni potro cerril y motilón, ni desl0mada y angulosa yegua, cual
tiene d~ ·hacerlo tantas veces, d ebido a la creciente
....
escasez de buenos
caballos, desplazados y sustituídos por el vértigo de motores y volan-
tes. Esta ve'l el Duende sale a una pista soleada, en el bridón esbelt.o
que Amado Nervo amó:
" él verrso d·e doce galopa7 galopa;n
metro embrujado y embrqjante en que, primero que ninguno, Vicen-
te Medina exprimió jugos de poesía r egional y entrañó música y savias
de gracia sencilla y de acerba dulzura:

upa olorcic€> suave


aquel qu/en la huerta de toico s'escapa:
ti' aquellos rosales
d'aquellos claveles, d'aquelJas ·alábegas,
d ' aquellos naranjos7 d'aquellos pomposos
jazmineros que visten las tapias~'

el mismo verso que Darío escagió para "el minimo y dtJlce Francisco
<lf.l Asis."
Hermano sabanero, no lo demoro más; pero nos damos cita para
seguir hilvan~ndo esta fuga de cuotidiano trajín hacia praderas donde
el aire es aún transparente y puro. Y pl:les el Duende -quisquilloso y
resentido como él solO--, podría cobrarme, una noche de estas" el po-
nerlo de pretexto para desporrondingu€s sobre estética, otro rato
será el de espumar sobre lo que podríamos denominar sentido y vi-
gencia ~e un neo-realismo.
CAllLOS LóPEZ NARVÁEZ.

'
-5
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia . ,,J:
CON EL DUENIDE
(leyenda tropical)
.
Por G. MU~OZ OBANDO-

]\iEBLINA en los cerros;


lejanos ladridos de perros~
con vagos preludios de noche invernal.
La sombra trasciende
'
borrando fig'Uffas del monte al bohío~
y se oye más clalfa '
la sorda algazara
.. río .
'del
11
¿Verdá llora el Duende' ¿Por qué llora el Duende1'?'
pregunt0/11, los niños al viejo PascuaJ~·
· 'J el viefo les ha.bla: u¡ . .. ese día
el propio Luzbel~
señor del estrago~ ,
juró rebeldía!
¡Aquel angel puro~ qu,es hoy Duende vago
no estuvo con él
ni fue con sus hordas; mas tuvo alegría
con la rebeldia!

Y bien que al plegarse, depuso su intento, ·


gozó en las caricias de tal sentimiento.
Penado así el Duende, mengu.ó su alegría:
Caer. de la glon:a, seguir este viaje,
y )'a aquí en el mundo
rpesado y so-mbrlo,
su:inar Za tristeza de todo el paisaje:
tristeza del pozo, del risco salvej.e,
d,el besque profundo>
d.ez aguaiton y el rio.
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160 G. Muñoz Obando

Tentado él a veces, domina la cwmbre


'
(ya entrada la noche) y atisba el paraje . . .
Despierto en la copa
del cidro hogareño, da voces el gallo,
y el Duende a caballo ~
galopa ...
¡Galopa soñando tocar los confines
del mundo y el cielo! YO digo qu~es grato,
if>01·que, tras la brega, le limpia el sudor,
'Y trenza las crines
o..l relinchador
que le haytL servido en el hoto.

Le cubre un vestido ligero,


sin pompa ni galas;
pere es su costwmbre,
de más grandes alas
llevar el sombrero
precave con ellas
sufrir la memoria ·de amad4s estrellas:
.s1j.tfrir la vislumbre
del santo arrebol,
que espiga al Oriente
y espiga velando la puesta del sol.

¿Quién ya que lo aviste su pesar no siente'!


Llcrra en las colinas,
llora en las cañadas,
volviendo a swmir después las miradas
en su misterioso palacio de encinas.

Y el Duende es celoso. No arriga en mi un cuento


que me haya venido por mal pensamiento:
¡De joven yo, cuando mis flores cogía
para la Mar:q.uesa (doña Luz Maríaj
solí h;alta.r a trechos
. .
¡azmznes y rO.sas
. ~
,r deshechos!
Y junto al rosal,
. ..• (
1

::'t\ las .huellas lustros.as


de dos pies menudos. . . ¿Qué mejor s~ñal'!
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Con el Duende 16T

Y el Duende se roba también los infantes


ahora co.mo antes:
Rayando en los tres, Saú,l, -nieto mío,
que apenas .andaba, falt6 en el bohío.
Lo supo la gente, '
pasa;ron las ho-ras,
y sólo sé virw a encontrar
la ta'rde siguiente:
] ugaba en las rocas opuestás del río
con rvueces ;y morM
entre un cañizar.
Pm· estos redores ninguno ya olvida
jamás a la hermosa aldeana Isabel,
que tccmbién robada, s' encontró dormida
sob're unos ramales de uanguchon y laurel.
Gloriaba asi el Duende
dos r:ústicas flores de la soledad:
~cz'angucft.au no prende,

(que yo lo haya visto) nunca en la ciudad.

eon señas iguales)


re.m~go yo al fin de todo esto
que ta-rde o muy presto•
recobre aquel ángel la gloria perdida:
¡mil daños, los homb'res me hicierQn en vida,
y el Duende
no me hizo ot?·os males!

Se agrieta la noche: s' entreabre un capullo


nublado, al asom.o del disco lunar,
y el auemarÚL
conju/ra en el rancho los males del día:
se-ts ojos felinos inqu.ieran al par
el sitio de donde
parece venir un mu-nmullo
dolido, que nadie responde:
¿Será el duende m.ismo qu"empieza a llorar?
¡ . .. Un grito de miUchos -responde el abuelo-
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\

162 G. Muño% Obando

que agitan las so.mbras no sé desde cuando . ..


Un eco perdido que viene llamando
c<Yn lúgubre son,

entre los ahwmados sótanos del Cielo


y el luga'f' de nuestra peregrinación!
¡.Fue acaso fort1tna
[lel Duende h!allar esta mansión de mortales1
¡Llora en los apriscos, llora en la laguna.,
llora en los guaduales
como quien espera
' la voz de un cariño
que nunca ha sonado sobre la ribera!
Si en veces remuda vivir tan extraño,
no inflige desdoro
ni conereta el daño.
Tampoco l'he oído bla-sfemia ni embuste;
mas fuera del llo7o,
da en que diseurrir que al Duende le guste
jugaT como un niño,
y al tiempe s'enoje 'COn ciertas mora®s . ..
qu'en noches cerr:adas
galope anhelan{e sin breeha ninguna,
y en noches abiertas gal?pe a la luna . ..
galope sin fr:eno, soñando tranq/u,i la
'
de no ve7 en pos ..
1!angustia que aparta su asil~
del ReinrJ de Dios.
G. MuÑoz OBAND@.

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Folklqre del Departamento del Magdalena
~

Por ENRlQUE PEREZ ARBELAEZ.

GALGA DE L:A PIEDAD, LA SUPERSTICION


\
En la casa vecina: de toda virtud, mora un vicio que se le parece.
Con la piedad se mezcla en el alma ingenua, en el dédalo de la menta-
lidad ·primitiva, el atribuir fuerzas sobrenaturales a lo que nos ~as tie-
, ne y el suponer que lo sobrenatural se maneja como lo material.
La más nociva de las supersticiones consiste en pretender, por
ciertas oraciones y ensalmos, curar a los mordidos de serpientes. Ante
la amenaz~ de la muerte, ante la ignorancia del pr<:>ceso tóxico, con el
horror que en toda la escena difunde la idea de la serpiente, estas su-
percherías, son admitidas y tienen consecuencias letales (78).
Tomándola del cuaderno de la Niña Nieves·, copio la, 4'0ración se-
creta para curar las picaduras ponzoñosas":
"Padre mío~ mi señor San Pablo, mi seño.r: San Benito, por las
mercedes que les dio mi Señor J esua~isto, y les hiz-o a la hora de su
muerte, encarecidamente .Jes ruego que me libren de mordedura de
culebra y de todos los animales ponzoñosos. Les doy el parabién por el
fi~ tan glorioso con que Dios mi Señor quiso honrarlos a la hora de
1
su muerte, Amén, J esús, Marí'a y J osé. Ave María. Explicación-. Q.uan-
do sea para curar a un picado de culebra, u otro an:ünal ponzoñoso se
r-epite tres veces haciendo en cada una de ellas, la señal de la cru~
sobre la picadura, tomando la cisura con los dos dedos, pulgar e ín-
dice, rezando la oración y en seguida el Padre Nuestro. Seguidamente
se venga en sangre por origen de la picadura, se reza el siguiente se-
ereto, poniendo la mano derecha sobre la cabeza d~l individuo y ha-
ciendo la señal de la cruz: Detente, detente sangre, com~ se d~tuvo
Nuestr<;> Señor J esucrist0 en si mismo. Detente, detente sangre, coma
se detuvo Nuestr.o Señor J esucristo en el sagrado árbol de la cruz. Je-
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164 Enrique Pérez At-beláez

sus, María y José. Jesús, Jesús, Joaquín y Ana, lavadme mi alma,


limpiadme mi cuerpo en un San Cirineo está Juan eon dominus deus."
La curación supersticiosa de las mordeduras de serpiente se ve
f~voredda por el .gran número de aquellas cuya picadura no es mortal.
Ei éxito del brujo o curandero en esos ·casos, deja olvidar los muchos
en que los mordidos acaban su vida oyendo los absurdos ensalmos o
bebiendo las repugnantes pócimas.
Talvez trasmitida desde ciertos pueblos afrkanos es la creencia
en la eficacia del "bajeo". El baho, el aliento, el olor de una persona,
no son cosa muerta, sino parte de su misma fuerza magnética. Si ella
es sana trasmite salud; si es de una matrona comunica fecundidad.
Pasar un hombre por encima de una mujer acostada en el suelo, la es·
teriliza. Si salta por encima de una mata de patilla en flor, sus-frutos
se caerán antes de madurar. De ahí el procedimiento terapéutico mez-
dado con signos cristianos.
Cuando un niño enferma se lo tiende sobre un petate en el suelo.
Y una matrona pasa sobre él en cruz por tres veces. Esto bastará para
mejorarlo. También se puede seguir otra técnica: La de envolver a la
criatura en ropa de la matrona cuyo baho es saludable hasta que sude
de calo_r. Mientras más intima sea la prenda_mejor. No hay como la
aguantadora.
Por 1o mismo, brujos y curanderos llamados a visitar a los enfer-
mos, si no pueden acudir en el acto, le envían una prenda de su ~so,
sus pantalones" su camisa, o sus cotizas. Su virtud detendrá el mal, por
, lo menos hasta que llegue mejor tratamiento.
Extraña y difícil de interpretar es la influencia que ejercitó un
personaje muy conocido y relatado en todo el Magdalena que sella-
maba "El enviado", aunque su verdadero no~bre, era Hermógenes
Ramírez. Todavía viven muchos que lo conocieron y siguieron, y cuan-
to de él se averigua es digno de un hombre piadoso. Pero a los rela-
tos de sus hechos se ha mezclado mucha fábula.
"El enviado" hizo muchas profecías sobre el destin0 de las pobla-
ciones del Magdalena, en este estilo: El Banco)· siéntate en él: banquete.
Y estas otras·: El Valle derramado de lágrimas será. Carne se pondrá
cara~ la yerba asada (plátano) será, con el jugo de la caña" la alimenta-
ción del pobre. Chiriguaná será Rincón -Hondo y Rincón- Hondo
será Chiriguaná.
~ "El enviadd' bendecía las casas y repartí~ unas crucecitas de oli-
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_Folklore del departamento del Magdalena

va que todos guardaban con devoción y algunos llevan suspendida en


el pecha. En Rincón-Hondo no quiso bendecir una casa con una sola
puerta y dijo: Casa de una sola puerta~ por sobre el infierno. Y la vie-
ja Celestina me descifra esta mfl}dición: "Esa es malo, casa de una
sola puerta. Cae uno enfermo y viene la gente; ¿por dónde sale esa
mica?, por sobre la gente." Entre jugaderes es común una superstición
horripilante que llaman El secreto de la aguja del muerto. Consiste en
clavarle una aguja a un moribundo, ya insensible pero vivo. Esa agu-
ja la guardan y al ir a jugar cartas se la meten en el bolsillo. Cuando -
la aguja les pica, es qtJ.e los llama a apostar. Si no los pica, no deben
hacerl0. Al clavar la gujaJ al muerto se debe decir ..pa ti y pa mí". La
misma palabra soltada en el juego, saele sembrar el pánico entre los
contrincantes.
Inocente es la manera como se detiene el aguacero cuando ame- -
naza, en viaje o en preparativos de fiesta y consist~ en que las mujeres- ·
-voltean su peineta es decir, la ponen con la concavidad hacia afuera.
No habrá lluvia que se atreva. También para acallar a los perros
cuan.do aullan en for,ma medrosa, hay un procedimiento sencillo: se.
descalzan las cotizas y se las pone en cruz, y se dice esta 01:ación.:.

uSanta Ana parió a Maria


Santa Isabel a San Juan
can est{ls cuatro palabffas,
los perlf'D"S se calla'rán:~·

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o A S

REVISTA VENEZOLANA DE FOLKLORE

Hace pocos días tuvimos oportunidad de conocer el número pri-


mero del pnmer tomo de esta revista semestral que empieza a publi-
.car la Dirección de Cultura del Ministerio. . de EducaGión Nacional d e
Venezuela, y que ha sido pn_esta bajo la dirección de Juan Liscano.
Parecería a simple vista un hecho de pura casualidad el que este
-órgano de difusión de la cultura popular venezolana apareciera casi
al mi$mo tiempo que nuestra REVISTA DE FOLKLORE, pero pen-
sándolo bien, la coaparición de estas dos publicaciones puede expli-
~carse por eausas más profundas y valederas que la mera casualidad.
Hace años -quizás desde el s~.glo pasada- algunos hombres que
tuvieron contacto ditecto con el pueblo y que sintieron la curiosidad
de tQdo ese conjunto de cuentos; de leyendas que pasaban de genera"
ción e:n generación sin perder con el transcurso de muchos siglos ni
su valor ni su significado; de las coplas que, espontáneas o aprendidas
de sus mayores, Brotaban eon facilicdad pasmosa de los labios de hom-
bres rudos sin educación; de las dan1.as que tomaban en cada siti0
un sabor autóctono de cosa propia, pero que, sin embargo, eran nada
más que una copia fidellsima de otras que se realizaban más allá, en
-otro siti@ distant~; todo eso, en fin, y muchas otras eosas que convi-
v·í an con el pueblo, que se encerraban con él sin tra.Spasar sus fron-
texas intelectuales y que constituían toda la vida espiritual de ese
mismo pueblo, agregadas a su religitsn y a sus cosl!umbres, desperta-
ron su interés de conservarlas escritas hasta donde ~llo fuera posible,
constituye11do un imprevisto homenaje al ingenio y a la capacidad
creadota de estas gentes sencillas.
Colombia~ Venezuela, y muchos otros país€s de la América Lati-
na no habían dado hasta ahora a esas recopilaciol!-es ningún carácter
intelectual. Las consideraban como simples col€cciones más o menos
cul:iosas y agradables por la gracia que en ellas pudiera haber, pero
ni siquiera pensaron que el estudio d.e esas manifestaciones, de esas
expresione~ del alma popular, pudiera constituir una de las cienci~a
más comphcadas y humanas. _ .'J'~
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168 Notas

Fue más tarde -hace de ello pocos año&-, cuando ya los países
que habí-an nacido a principios del siglo pasad0 comenzaron a valo-
rar su individualidad como naciones y su caf)acidad como pueblos;
cuando la ciencia comenzó a tomar verdadera forma nacional y los
estudiosos se mostraron entonces <::omo ven;l.aderos valores en todos
los aspectos de la cultura, de una cultura que habían asimilado a
través de los oc~anos, cuando estos países se miraron a si mismos, se
dieron cuenta de que ex:a necesario aprovechar todas esas experien-
cias recogidas en más de un siglo de existencia libre, para conocerse,.
para darse cuenta de sus posibilidades, haciendo un balance de su
capacidad productora, de sus hombres, de sus cualidades y de sus
defectos. Ya para ello, no poco sino mucho, han contribuido las dis-
ciplinas recientemente iniciadas de la Etnología y la AntropQlogía,
que no son otra cosa que el basamento en que se funda el conoci-
miento histórico de los pueblos para su desarrollo actual y para pro-
yectatse en el futuro.
Por eso en .Colombia con la llegada del pt0fesor doctor Paul
Rivet, y con la presencia del extinto profesor alemán Justus W .
Sch9ttelius, que formaron una generación_ de ambiciosos discípulos
y c0ntinuadores suyos; y en Venezuela con la aparición de un gru-
po de etnólogos que están llevando a <::abo n0tables labores de in-
vestigación, estas ramas de la ciencia van teniendo un apogeo y un
prestigio de que antes carecieran. Y al lado d~ ellas, estrecbamene,.e
emparentada y sirviéndoles de imprescindible auxiliar, el folklore
eomo ciencia, inicia también, junto con su carrera de ascenso, su tarea
creadora y sobre todo divulgadora de las características de esa parte
vüal de las nacionalidades, no por lo anónima menos viva y menos
consciente, que es el pueblo .
. . . .Es, pues, motivo de Gongratulación para todos los que miramos
a América, para los que creemos en sus capacidades, en su valor .como
conjunto~ en la fuerza de cada uE,a de las unidades que la C0!Xlponen,
y en su futuro, la aparición de esta Revista de Folklore de Venezuela,
que en su primera entrega nos suministra un conjunto ;maravilloso
de artículos teóricos y de materiales de estudio.

LA PRENSA Y NOSOTROS

"Patrocinada por el Ministerio de Educación Nacional y dirigida


por los señores Luis Duque 66mez y Octavib Quiñones Pardo, dos
expertos en la materia, acaba de aparecer, en una edición de lujo y
de excelente materi.a l de lectura, el primer número de la "Revista
de Folklore", una publicación dedicada a divulgar las principales
manifestaciones del arte popular colombiano.
"Colombia, a pesar de ser un pais dot-ado de innumerables· expre-
siones folklóricas, que tienen sus raíces en el desarrollo de la vida po-
pular, las subestima en el plano de las corrientes intelectuales domi-
nantes. El movimient0 escultórico que arranca de nuestras bajas ca-
Digitalizado Biblioteca Nacional de Colombia
Notas ' lé9

pas sffciales, la pintura de los nativos de algunos departamentos, la


poesta en su limpia forma de c;opla que creee ·en nuestr a m.asa campe-
sina, las m[smas {:Ostumbres peculiares a cada pueblo, s0n para la g,e-
neralidaq de las gentes tetalmenre desconocidas. Apenas si que de, un
ti€mpo para acá se tiene noticia de la música y de l0s bailes comunes
.desde fuace varias generá<f:i0nes ea la aosta Atlántica. Desgraciadamen-
te, todo lo demás, todas las otras manifestacioQes del arte, valiosas
·por sa can tidad y por su calidad, se ignoran en el_país ..
"La verdad es l0 popular", se ha dkho. Y elló es cierto. Y para
con0cer el país, para C<i>mprender mejor su historia: para entender la
psicol0'g,ia de sus gentes, para establecer las fóFmulas institttcionales
que r ija n •su vida y su destino;. nada más necesario que Tecurrir a la
observaci6n de todos estos factores.
"Por estas razones se nos hate muy acertacila la publicación de la
¿'R evista de Folklore", q~e es un magnifico apor~e para orientar téc-
nicament!e el desarroll0 de la cult:ura patria. Al Fegistrar la aparición
'de Stl primer número, quevemos felicitar a sus director es poT esta ini~
-ciativa y hace~ votos porque la desan;ollen con empeño y con '~xico.''
('!3l Libe'raln, novi-embre 17 de 1947.)
"Acaba de aparecer el primer número de esta pul:.>licación, órga-
no ~e la Comisión Nat:ional ele Fol k.l9re, que funciona com.o d~pen­
~dencia del Ministeri0 de Educación Nacional. Dirigen la "R evista de
Fo1kloJ::e" Luis Duque Gómez, joven y notabJ:e director del Institu to
Etnológico y de Arqueo1<:>gía,, . y Octavio Quiñones Pardo, presidente
de la Comisión Nacional de Folklore y URQ me 10s más autorizados y
fecundos folkloristas colómbianos.
"La presentaei0n de este pl!imer número no deja nada que desear,
tdesde el punto de vista de gtlsto edit0!'ial, del ar~ de las ilustraóones,
de la distribución de l0s artículos, etc. El contenido es variado, selec-
to y de imnegabl~ importancia para la cultura patria. Hay una serie
de estudios encaminados a e:xp1icar la esencia ael folklore y su signi-
ficado sociológieo y artístico, suscritos por versados tratadistas y bri-
llao.tes escritores, com0 Luis Flórez., Roberto Pineda Giralda o/ Luis
Alberto Acuña; fuegp sigue una presentación de vivaces aspectos del
folklm:e p>atr·i o:, en. 1~ que toman parte con admirables ensayos Qui-
ñones Pardo, el P. Pérez .Arbeláez, Jaim~ Exbray~t, Diego Castrill0n
Al;boleda, Elías Pérez Ramírez y ótros expertos cultivadores de la
~ciencia popular.
•c.Mer.e(\;e la gratitud, de la pat]J'ia la labor desinteresada y t:rascen-
·dental <i}Ue viene realizando la C@Iílisión nacional de folklore, que
hoy nos ofrece esta preciosa publicación, verdadero deleite para toda
elase de lectores y orgullo para las letras colombianas. ·Sabemos que
dennro de poco la misma comisión empezará ~ publicar la li>ibliqteea
•de folklore, cuyos dos primeros volúmenes -serán los de Quiñ0nes Par-
<b> y Luis Alberto Acuña. '
"Nos es mily grato dar cuenta de estas n.obilísimas empresas y de-
-sear par~ ellas la fervorosa acogida que merecen de parte Glel público
y del Estado."
(uEz Siglr>,,) noviertnb1'e 17 de ~947·)

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170

ESTUDIOS FOLKLORICOS

La c0misión nacional de folklore ha pablicado el primer número-


de su excelente "Revista de FoLklore", dedicada al estudio y difusión
de los diversos aspe-cws de la <;ult~ra popul;v colombiana. En e~ta en-
trega aparecen ya interresantes trabaj0s sobre poesías y, costumbres del
pueblo en diverso-s d-epartamenws: Boyacá, ~agdalen~. BolívaF y
ciudades: Ocaña, y un cenjunto de trabaj.os de ·tema más general sobr.e
' la imp0rtan,da y signihcado de los estudios folkl0ricos, euyo alcance'
científico y soeial podrá· ser exagerado demasiatlo.
La tradición d~ manera IQ.istedosa vive en la vez de los po~etas
anónimos, ~n la fuerza de l0s hábitos y creencias colecti~os, en la per~
m·a nencia 'd e los valores socia1es~ en la gracia es·p ontánea de las attes~
plásticas populares, en todas las malliféstacion.es de la vida sedal. N o
es uaa tradición apergaminada o arqueolqgica. La asegur.a el eco c::or-·
dial de la palabra escuchada y n:o olvidada: la artesanfa aprendid<:\ tan
naturalmente, que se diría recibi.d a como don graci0so; la creencia
hogareña-; la presencia G0nstant~ y c,;álida de lo familiar y local. Es la
tierra la maestra del felklore; en ella se hunden las raíces humanas· que·
}o mantienen C0ll_Jl>€Fenne lozanía~ Y C0n la tierra, la sangre, el idiema
y el inn~to af~n de belleza, que guía a los h0mores por encima de toda·.
~ttlidad.
'
Tra~idón cread0ra, en constante enriquecimiento, fuente del es-·
fuerz0 ·c reador consciente, enseñanza entrañable. La copla popular,..
por éjemple, muestra con su b):eve y luminoso destello todo est0. 1\
veces se tiata de una pequeña e inelviclable obra maestra, tan generosa
que por ser anónima redam_a el homenaje de ;todo un pueblo, que
heredó de un aut0r desconocido legado por ex;tremo precioso: nadie
sabe otra cósa sü10 que es una copla, qe tal o cual lqgar. $e ignora si
e~ antigua o reciente. La canta el pueblo entero: eco de u~a alegría,
lamento de una pena" anhelo de una espera11za, consu-elo de u.na
pesadt:Im~re. N·a die la ha aprendidp y po1' todos es sabida. Surge de·
un sentimiento por demás lndmo y entrañable y suena Gémo una voz
colectiva y resonante. Parece co1no una noble ley de la hermandad
humana.
Lueg0 llegan especiéillistas. Lá estYdian con lenta: y asidua mirada.
Descubren sus orígenes.; analiza~ sus· alusiones; hacen de ella como un
tratad0 de la· sab1duría popuJar, y no sin razón, por cierto, pero que-
dé!, irreductible y misteri<l>sa, la dfra de la belleza sencilla y limpia c<r
mo una flor. Mas aquella labor, dificil' y preciosa, vale muchas veces.
por un de.scubrimiento.

("Él Tiempo"_, nov.iembre 27 de .L947·)

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Notas T7l1

F0LKLORE
¡,Qué es eso de Folklore'! "La palabra folklore la ~nventó en 1846··
W. J. Thoms, para designar la sabiduría tradicional de las clases sin..
cuJtura de las naciones civilizadas. En €ste ~ignificado ha sido admi-
tida en la may.or parte d€ los idiomas actuales.'' Así empieza la Enci-
clopedia Espasa (la sabidurfa por $ 2.ooo), su artículo soore la mate-
ria. 101 años después, en Bogotá, ha empezado a editarse una x:evista,
que procurará ser 1mensual, bajo los auspicios del gobierno, para ha-~
ter más comprensible la definición y más conocida la laoBr que ade:-
lantan varios investigadores colombianos, en tomo a las manifesta-
ciones originales del alma nacional.
Por lo general, o no se sab.e lo que es folklore o se cree que cons-
tituye el pretexto de unos cuantos viejitos desocupados para eChár-
selas de muy ilustres, recogiendo palabrejas y <:oplas, en las tabernas..
en que se holganm cuando j611enes, o en los campos que solían reco-
rrer, caballeros sobre una tosca montura, acompañados de un tiple
y de una ruana. En 1 943, el Ministerio de la Educación se propuso
acabar con el mal entendimiento. Creó una comisión nacional de ·
folklore, para que pusiera los puntos sobre las íe~. Ha gastada cuatr<Y-
aiíos recogiendo la tinta indispensable y· ahora empieza a ponerlos.
Organismo Técnico. En 1946, la c;:omisión fue anexada al Insti-
tuto Etnológico., entidad cientifica que honra al país (SEMANA, N<>
19), y esto trajo -consigo la tecnificación de sus labores y un mejor
instrumental de trabajo. Comisiones del Instituto recorn~n el país,
buscando lo que les interesa. Ahora todo cuantG recogen en manifes-
taciones típicas de cultura (música, leyendas, expresiones verbales,
etc.), es clasificado por la Comisión, que piensa editar algun<:>S volú- ,
menes para poner al país a la altura de otros que ya han adelantado.·
mucho terreno en estas actividades. La semana pasada, fue dado a la
circulación el primer número de la- ''Revista de FolkLore.. , que ser-
virá para divulgar estas tareas y llamar la atención del público sobre
la necesidad de c0nservar, antes de qué se des-gaste o contamine, lo ·
más original de Colombia, expresado en labios del pueblo. Colahoran
en este número: Octavio Quiñones Pardo, actual presidept~ de la:
comisión, 47 años, de Chiquinquirá (Boyacá), autor de varios libros
y de abundantes artículos en la prensa sobre los cantáres y refranes
de su departamento. Luis Duque Góme¡, d.irector del EtnológicG, 3 r
afios, de Marinilla (Antioquia), autor de notables investigaciones
sobre los indios d._e Colombia y hallazgos arqueológicos en tettrit0rio
nacional. Luis Alberto Acuña, presidente anterior de la comisión,
pintor y escultor, 43 años~ de Suáita (Santander), profesor d~ la
E$cuela de Bellas Artes y reciente ganador de una beea en el exterior,
que le permitirá viajar en diciembre a los Estados Uiílidos para ade-
lantar en sw estudios artísticos. Aristóbulo Pardo, tolimense, prof«-

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172 Notas

.sor de la .Normal Superior. Enrique Pérez Arbeláez, antioqueño, ac-


tual delegado a la reunión de la UNESCO en Méjico. Luis· Flórez,
miembro del Instituto Caro y Cuervo, que dirige el padre Félix Res-
trepo, S. J. Roberto Pineda Giarldo, antioqueño~ experto en lingüís-
tica, del Instituto Etnológico Nacional. Y varios más, de definida
tendencia cieNtífica, que hacen más digna y severa la profesión que
antes se miraba como entretenimiento: la de folklorólogos.
Lib'ros pa'ra pronto. Una "Interpretación de la poesía popular",
del señor Quiñones Pardo, y un "Refranero colombiano", del señor
·· Acuña, iniciarán en diciembre la serie de libros editados por la co-
misión. Originales de José Antonio León Rey, Luci0 Pabón Núñez,
Hernando Márquez Arbeláez y Enrique Pérez Arbeláez, seguirán des- ·
- pués por turno a las prensas ofidales. El folklore c0lombiano va a· ser
revelado, por fin, en forma metódica y disciplinada., dejando d€ ser
apenas el objeto de esporádicas y aisladas manifestaciones de quienes
lo estudian, contra viento y marea, porque han creído siempre ver
en él una auténtica muestra de lo que significa Colombia en la cultu-
.ra del nuevo mundo.

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