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Consideraciones a cerca de la Valoración de la

Vida Humana en el Contexto de la Práctica


Científica

La epistemología (del griego, ἐπιστήμη o episteme, "conocimiento"; λόγος o logos,"teoría") es una doctrina
filosófica que capta la esencia del conocimiento y constituye una relación cognoscitiva entre el hombre y las
cosas que lo rodean.

El ser, la esencia y el conocimiento han sido objeto de estudio desde la antigüedad hasta nuestros días.
Sus destacados exponentes, Platón y Aristóteles, Descartes y Leibnitz, Kant y Hegel, se han valido de las
profundas raíces de la filosofía para intentar comprender los senderos que conducen a los más amplios
campos de las distintas disciplinas del saber y, para percibir de qué forma la mente humana capta las
realidades materiales y espirituales.

La filosofía es una participación humana de la “sabiduría ideal”. El fondo común en el que coinciden todas
las definiciones y todos los sistemas de la filosofía es el objeto mismo de la sabiduría.

La propensión al saber, Aristóteles la consideraba naturalmente humana. Santo Tomás justifica esta
afirmación exponiendo tres puntos de vista. En primer lugar, el hombre tiende al saber “como la materia a la
forma”. Entendiendo por materia todo lo que es indeterminado y necesita de una determinación o
perfeccionamiento; y forma a lo que perfecciona y determina de ese modo la materia. En segundo lugar, todo
ente tiene una inclinación natural a su propia operación, es decir a nuestra faceta propiamente intelectual. Por
último, expone que la felicidad del hombre sólo se alcanza por su unión a Dios que se realiza por medio del
entendimiento.

El concepto de ciencia según Aristóteles corresponde al “conocimiento cierto por las causas"; esta
concepción está en concordancia con la definición de filosofía: “la ciencia que estudia todas las causas en sus
principios primeros y más universales”. La ciencia se vale de la filosofía propiamente dicha y de la historia
crítica de los sucesos para estudiar al conocimiento, como un “subconjunto de lo que forma parte a la vez de
la verdad y de la creencia”, de acuerdo al pensamiento Platón.

Las representaciones del mundo se realizan en forma de teorías, leyes o modelos. En la mayoría de los
casos no existe una, sino múltiples maneras de representarse el mundo de modo satisfactorio. Poper da las
pautas para diferenciar entre una visión positivista de las ciencias y la lógica del descubrimiento científico y
dicta además que lo importante en ciencia es ver que las leyes y teorías sean aceptables.

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La epistemología científica puramente empírica, analiza lo que hacen los científicos en su laboratorio y de
qué forma aplica la ciencia y la tecnología en el contexto social. Examina cómo el hombre construye el
conocimiento y lo engloba como cualquier otro fenómeno sin pronunciares a cerca de su valor. La contribución
de la filosofía a las ciencias de la vida refuerza la autonomía de los criterios biomédicos y le otorga mayor
coherencia a la ciencia y la tecnología.

El hombre se encuentra en permanente búsqueda de la verdad, la verdad objetiva. Las aproximaciones


científicas se logran desde lo intelectual en conjunción a las ideas preconcebidas que se complementan con la
imaginación y la invención humana. Estas directrices dan el sentido y la validez de la tarea del científico.

Durante mucho tiempo la filosofía había quedado rezagada a las ciencias humanas. El hombre es
substancialmente filósofo. Hoy el científico no se encuentra exento de esta condición, sino que él mismo
intenta revolver y replantearse sus experiencias a la luz de las herramientas que le provee la filosofía para
alcanzar una visión más acabada de las ciencias naturales.

Recientemente el impulso de la biología y la genética, junto con ingeniería genética en asociación con la
informática han permitido entender un sinnúmero de eventos bioquímicos y moleculares en los organismos
vivientes, como así también han propugnado tecnologías aplicables a diversos campos tales como la
medicina, para comprender el desarrollo y avance de las enfermedades, su diagnóstico y tratamiento; la
antropología y la biología para la caracterización de nuevas especies y su trazado a través de la historia de la
evolución; la industria alimenticia y la farmacológica; en los procedimientos legales y en la generación y
perfeccionamiento de otras tantas tecnologías.

A lo largo de los últimos siglos la medicina ha experimentado cambios revolucionarios. Al presente, las
preguntas acerca de la estructura y función de nuestros cuerpos es abordada desde muchas disciplinas: la
bioquímica, la biología molecular, la biología celular, la inmunología, entre muchas otras. En particular, la
biología molecular ha tenido derivaciones impensadas, muchas de las cuales se basan en ciencia aplicada
que contribuyen a optimizar la salud y calidad de vida de los individuos. Por otra parte, las posibilidades que
ofrece la ingeniería genética en el diagnóstico, prevención y cura de enfermedades son enormes. Los nuevos
conocimientos y prácticas surgidos de la introducción de la microscopia, la anestesia, la vacunación, los
antibióticos y los trasplantes son testimonio de estas transformaciones. Sin embargo, esta revolución en la
biología también trae aparejada una cantidad de incertidumbres y temores que hacen necesario un profundo
análisis y debate de las posibles consecuencias de la manipulación de organismos. Este punto de debate va
más allá del ámbito científico. Así mismo con Horderlin se sostiene que “ahí donde crece el peligro, crece
también lo salvífico”.

En la actualidad es de vital importancia retomar los conceptos epistemológicos y éticos en lo que respecta
a las ciencias naturales. Muchos hallazgos que contribuyen a la cura y especialmente a la prevención de
enfermedades se han producido y se siguen produciendo día a día. Simultáneamente, existen líneas de
investigación y prácticas médicas relacionadas con intervenciones en el patrimonio genético y la manipulación
de embriones humanos que están siendo centro de debates éticos. Para detectar los síntomas que esta
profunda transformación antropológica está manifestando en la sociedad contemporánea se recurre a la
bioética.

La distinción entre disciplinas científicas y humanísticas se realiza: por el lado de bios, las ciencias
biológicas y biomédicas. Por el de ethos, la filosofía. Ambos campos se mueven en un espacio común
naciendo de ellos lo que llamamos Bioética.

La visión de las ciencias naturales se debe entender de manera integral, infiriendo de qué forma los
aspectos inteligibles del saber humano, mundo de los conceptos y de las concepciones mentales, se armoniza
y complementan con los sensibles, llámese sentimientos, lenguaje poético, expresión del interior humano. La
ética reclama armonizar los dos mundos.

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La ética profesional se define como reflexión sistemática sobre las normas morales que regulan el
comportamiento en la actividad profesional. En orden a la misma surge el planteamiento de normas que
deben regir las prácticas, en particular en lo que se refiera a seres humanos. Hoy en día se encuentra en boga
la integración de comités de bioética de asesoramiento permanente en instituciones de salud y de
experimentación en materia biológica, ya sea de material proveniente de humanos y como de animales; cuyos
miembros deben ser personas calificadas en lo moral y con formación afín a los temas a tratar, agrupa en
ellos a especialistas en ciencias de la vida, juristas, filósofos, antropólogos, sociólogos y otros. Parte de ellos,
han de pertenecer al establecimiento para que, desde dentro, contribuyan con una actitud autocrítica y, el
resto, representantes de la sociedad, que aporten otra visión más globalizada. Reconocer y propiciar estos
comités que se encuentran enclavados en los ámbitos concretos del trabajo científico y tecnológico,
contribuyen a alcanzar la rehumanización de las ciencias.

Retomando los conceptos del origen del conocimiento, se denomina racionalismo a la doctrina
epistemológica que sostiene que la causa principal del conocimiento reside en el pensamiento, en la razón,
defendida por Platón. Frente a la tesis del racionalismo, el empirismo postula que no existe un patrimonio a
priori de la razón. La conciencia cognoscente no obtiene sus conceptos de la razón, sino exclusivamente de la
experiencia. La ciencia es entendida por el conocimiento cierto por las causas adquirido mediante
demostración. El espíritu humano, por naturaleza, está desprovisto de todo conocimiento.

En la historia de la Filosofía existe también un segundo esfuerzo de intermediación entre el racionalismo y


el empirismo: el apriorismo. El cual también considera que la razón y la experiencia son a causa del
conocimiento. Pero se diferencia del intelectualismo porque establece una relación entre la razón y la
experiencia, en una dirección diametralmente opuesta a la de éste.

Según Kant, “la idea es un concepto necesario de la razón”. La elaboración intelectual en su inicio
expresa sentimientos, durante su desarrollo se racionaliza y finalmente pasa el campo de las ideas.

Kant intentó resolver la crisis provocada por Locke y llevada a su punto más alto por las teorías de
Hume; propuso una solución en la que combinaba elementos del racionalismo con algunas tesis
procedentes del empirismo. Coincidió con los racionalistas en que se puede tener conocimiento exacto y
certero, pero siguió a los empiristas en mantener que dicho conocimiento es más informativo sobre la
estructura del pensamiento que sobre el mundo que se halla al margen del mismo. Distinguió tres tipos de
conocimiento: analítico a priori, que es exacto y certero pero no informativo, porque sólo aclara lo que está
contenido en las definiciones; sintético a posteriori, que transmite información sobre el mundo aprendido a
partir de la experiencia, pero está sujeto a los errores de los sentidos, y sintético a priori, que se descubre
por la intuición y es a la vez exacto y certero, ya que expresa las condiciones necesarias que la mente
impone a todos los objetos de la experiencia. Las matemáticas y la filosofía, de acuerdo con Kant, aportan
este último tipo de conocimiento. Desde los tiempos de Kant, una de las cuestiones sobre las que más se
ha debatido en filosofía ha sido si existe o no el conocimiento sintético a priori.

Muchos de los aportes de cada disciplina en lo concerniente a las ciencias biológicas purifican los
principios aceptados como afirmaciones universales, y se incorporan al baluarte de nuevos conocimientos
realizados por juicios sintéticos a posteriori. Las ciencias naturales, en ocasiones, asumen un carácter tanto
objetivo como subjetivo.

Este artículo analizará el alcance y las limitaciones de la investigación científica en el terreno de la


genética y de la embriología humana contemplando la responsabilidad moral en cuanto a la contemplación de
la vida humana, valor supremo del ser.

El compromiso moral y social de quienes tienen en sus manos el delicado equilibrio de los aspectos
inherentes a la condición humana, llámese vida y muerte, dignidad y respeto, violación de sus derechos, hace
imperativo recurrir a la filosofía de la concepción de la persona como sujeto libre e inteligente, capaz de
conocer a Dios, la verdad y el bien.

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El ser humano como objeto de estudio se debe analizar desde los tres niveles de conocimiento; es decir,
el sensible, mediante el cual se capta el objeto a través de los sentidos; el conceptual, representación
invisible, inmaterial pero universal y esencial del objeto; y el holístico o intuitivo, captando al objeto dentro de
un amplio contexto como elemento de una totalidad. Bajo este último concepto, se capta al hombre como un
ser individual y a la vez social. Se percibe el valor inseparable de la realidad espiritual humana que radica en
la esencia del alma.

Recorriendo las huellas imborrables de la historia, en los principios de la edad moderna, se retoma los
caminos del concepto Aristotélico, que tienen como centro una ciencia universal del ser. Más tarde Kant en su
primera manifestación surge como una teoría del conocimiento o como base crítica del estudio científico. Pero
no se detiene en el ámbito teórico sino que avanza a formular la base crítica de todos los campos conocibles.
Al lado de la Crítica de la razón pura, se encuentra la Crítica de la razón práctica, que aborda el tema de la
valorización moral, y la Crítica del juicio, cuyo objetivo son las investigaciones críticas de los valores estéticos.
Así pues, en Kant aparece la filosofía como una reflexión universal del pensamiento sobre sí mismo, como
una reflexión del hombre estudioso sobre los valores de su conducta.

Partiendo del paradigma genético que, según Kuhn comprende una o varias teorías bajo las cuales
trabajan los científicos, se abordará la temática del manejo de la embriología y de la genética humana,
introduciendo la noción a cerca del inicio de la vida. Se discurrirá a través de la mirada crítica de la historia y
del escenario actual, para finalmente enfatizar las connotaciones éticas de estos esquemas.

Lakatos cita que “la filosofía de la ciencia sin la historia de la ciencia es vacía; la historia de la ciencia sin
la filosofía de la ciencia es ciega.” A su vez defiende la continuidad de la ciencia, rescatando la racionalidad
del desarrollo científico, dejando de lado la idea de revolución y acentuando el carácter eminentemente
histórico y social de la ciencia.

Interrogantes filosóficos y científicos se han planteado con respecto al origen del hombre, que según
Puelles en su libro, se interpreta en dos modos distintos: el cronológico, que plantea cuándo apareció el
hombre en la tierra, pregunta de índole empírica; y el genealógico que esboza la procedencia de la naturaleza
humana, de la existencia substancial del alma. Éste es el aspecto más deslumbrante y relativamente versátil
de los pensamientos a lo largo de la historia.

Los presocráticos, no se preocupaban sobre el origen de la vida ni se preguntaban acerca de la vida en el


sentido que hoy le atribuimos, sino que compartían amplias discusiones sobre la naturaleza del mundo.
Muchos de los presocráticos compartieron la preocupación por la búsqueda de los elementos que como
principios constituían la realidad, particularmente la realidad material. Muchos hablaron de un solo elemento.

Así, por ejemplo, a mediados del 500 a.C. Anaxímenes planteó que el aire era la causa primera, debido a
que tomaba forma de espíritu que infundía vida, movimiento y pensamiento En la misma línea de
preocupación podemos citar a Heráclito de Efeso, a Thales de Mileto, y a Demócrito (460-370 a.C.). Éste
último sostuvo la llamada "teoría atomista" predecesora de la teoría atómica de la materia. Demócrito pensaba
que los átomos se habían desplazado en el vacío desde la eternidad, no propugnaba ninguna causa primera.

En 1707, el médico alemán Stahl publicó un libro en el que afirmaba enfáticamente que los organismos
vivos son "especiales" en el sentido en que no se rigen por las leyes físicas sino por leyes de un carácter
distinto. Sin embargo, otro médico, Hermann Boerhaave opinaba lo contrario. Este holandés estudió en detalle
el funcionamiento del cuerpo humano y trató de demostrar que toda su actividad obedece las leyes de la física
y de la química. La primera postura fue denominada "vitalista" y la segunda "mecanicista". El filósofo francés
Descartes fue un destacado defensor de la postura mecanicista.

La generación espontánea alude al surgimiento de la vida a partir de algo que carece de ella atribuyendo
incluso a la simple materia inanimada la capacidad de producir vida. Esta teoría había sido evaluada a la luz
del pensamiento aristotélico, aunque él defendía esta postura manteniéndola al nivel de los vivientes más
imperfectos. Más adelante los filósofos medievales, entre ellos San Agustín proponen el origen del ser vivo

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suponiendo que la materia lleva ya los gérmenes que Dios inicialmente le infundiera. Santo Tomás de manera
análoga evoca la procedencia del viviente desde la materia, en cuanto ella posee la “virtud” sobreañadida
dada por el Creador. El concepto de la generación espontánea perduró por años.

En el siglo XVI a pesar que ya se había establecido que los seres vivos presentes en la materia en
putrefacción procedían de otros vivientes. Empero de ello muchos científicos y pensadores, entre ellos
Lamarck y Haeckel, aún sostenían la teoría de la generación espontánea.

A medida que la ciencia y la tecnología avanzaban en el desarrollo de técnicas y métodos de estudio, las
preguntas acerca de la vida se iban modificando y complejizando. Muchas giraban alrededor de los
mecanismos que regían el funcionamiento de los seres vivos. En los años siguientes, diversas evidencias
apoyaron la idea de que los seres vivos obedecen las leyes de la física y de la química. Sin embargo, en
1858, todavía quedaban dudas. Es en ese entonces que Pasteur entra en la escena de esta encendida y
antigua polémica. Tendrían que pasar más de 200 años para llegar a la refutación final de la idea de la
generación espontánea. Pasteur imparte un carácter positivista a la teoría del inicio de la vida mediante sus
experiencias.

Entre los muchos experimentos que realizó Pasteur para desechar la generación espontánea, hay uno
que merece especial énfasis por su gran simplicidad y su carácter decisivo. Pasteur usó matraces con cuello
de cisne que permitían la entrada del oxígeno -elemento que se creía necesario para la vida- mientras que en
sus cuellos largos y curvados quedaban atrapadas bacterias, esporas de hongos y otros tipos de vida
microbiana. De esta manera, se impedía que el contenido de los matraces se contaminara. Pasteur mostró
que si se hervía el líquido en el matraz, matando a los organismos ya presentes, y se dejaba intacto el cuello
del frasco, no aparecería ningún microorganismo. Solamente si se rompía el cuello curvado del matraz,
permitiendo que los contaminantes entraran en el frasco, aparecerían microorganismos. "La Vida es un
germen y un germen es Vida" proclamó Pasteur en una brillante "velada científica" en la Sorbona, ante lo más
selecto de la sociedad parisina. "Nunca la doctrina de la generación espontánea se recuperará del golpe
mortal que le asestó este simple experimento." Para muchos esto constituyó un ejemplo de ciencia
revolucionaria.

Otra historia comienza a hilarse en las intrincadas ramas de la herencia.

A fines del siglo XIX el monje austríaco Mendel, gracias a sus ingeniosos experimentos en pisum sativum
propone las leyes básicas de la herencia, contribuyendo a la idea original del gen como “factores”
responsables de la heredabilidad de los caracteres. Hacia 1909, Johannsen acuña el término de gen y en
1910 Morgan determina que los genes estaban ubicados en estructuras llamadas cromosomas.

Al inicio de la década de los 40´, Beadle y Tatum concluían que los genes ejercían su control a través de
la producción de enzimas que dirigían la producción de reacciones químicas en la célula. Mientras que Avery
en 1944 lleva a cabo observaciones de la constitución química de los genes llegando a la conclusión que los
mismos estaban formados por ADN (ácido desoxirribonuleico). En 1953, Watson y Crick describieron la
estructura exacta de la molécula del ADN. A partir de este momento el ADN y las moléculas asociadas fueron
sometidos a estudio para comprender la función de las mismas en los organismos vivos. En 1972, Fiers
realizan la primera secuenciación de un gen; simultáneamente el descubrimiento de las enzimas de restricción
abre nuevas ventanas hacia el mundo de la tecnología del ADN recombinante y de la ingeniería genética, con
el desarrollo de técnicas de biología molecular que permiten comprender numerosos procesos bioquímicos y
fisiológicos celulares, que más tarde muchos de ellos serán aplicados a favor de la humanidad.

Finalmente y tal como lo concebimos hoy, el gen es considerado por un lado como la unidad de
almacenamiento de información que a través de la codificación de proteínas que orquesta desde la
morfogénesis hasta el funcionamiento orgánico, y por otro lado como unidad de herencia al transmitir esa
información a la descendencia.

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En nuestros días, en 2003 se concretó la publicación de la primera secuencia completa del genoma
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humano, formado por unos 30.000 genes y por 3 x 10 pb (pares de bases). Este avance permite comprender
cada aspecto de la dotación genética que nos conforma en individuos y quizá el surgimiento de una nueva
medicina basada en la identificación de los genes defectuosos responsables de las patologías humanas.
Ridley en su obra Genoma, afirma que la lectura del genoma hablará de nuestros orígenes, nuestra evolución,
nuestra naturaleza y nuestras mentes que todos los intentos de la ciencia hasta ahora y revolucionará
prácticamente todas las ciencias. Así mismo, este último punto sería considerado ciencia normal desde el
punto de vista que los científicos dan por asumido el paradigma y buscan ampliar los conocimientos a cerca
del mismo. Igualmente cada nuevo descubrimiento lanza a los científicos hacia nuevos revelaciones en el
túnel perenne del conocimiento.

La posible manipulación del genoma humano es un tema controvertido que genera temor y hasta a veces
rechazo. Mate en su obra El debate, afirma que la manipulación genética borra las fronteras entre la natura
que somos y la estructura orgánica, que nos podemos dar artificialmente, mediante la manipulación de los
genes […] lo que Kant llamaba “reino de la necesidad” se ha transformado en “reino de la contingencia”…

La accesibilidad al conocimiento de nuestro patrimonio genético ¿debería ser limitada? El descubrimiento


de genes de susceptibilidad a ciertas enfermedades o “comportamientos”, por ejemplo, los genes de
susceptibilidad al cáncer, llevarían en algunas personas a pensar en decisiones drásticas; el gen de
“susceptibilidad a la violencia”, daría lugar a actos de discriminación y así siguiendo con los ejemplos. Un gen
puede producir múltiples manifestaciones y una expresión puede ser influenciada por infinidad de
interacciones génicas y ambientales, por lo tanto poseer un gen de susceptibilidad no indica el desenlace fatal
de la característica que codifica dicho gen. ¿Hasta qué punto condicionaría la vida de las personas? Esto da
lugar a reflexiones éticas e incluso a la necesidad de una normativa jurídica. Tal como menciona Ridley,
“definir los genes por las enfermedades que causan es casi tan absurdo como definir los órganos del cuerpo
por las enfermedades que tienen: los hígados están ahí para causar cirrosis, los corazones para causar
infartos y los cerebros para causar apoplejías”.

Un aspecto sorprendente y sumamente interesante es que el genoma humano fue descifrado con el
aporte de individuos de distintas procedencias del planeta: un hispano, un asiático, un afroamericano y un
blanco europeo; los mapas genéticos de cada uno de ellos resultaron ser indistinguibles, no permiten
diferenciar una etnia de otra. Esta es una fuerte evidencia experimental que contraría cualquier posición
racista y que abraza a la estirpe humana bajo la misma naturaleza en una genuina aceptación de la aparente
diversidad.

Por lo anteriormente expuesto, la historia de la genética puede dividirse básicamente en tres grandes
etapas: la genética clásica (1865-1940), la era del ADN (1944-1970) y la era de la genómica (1972 a la
actualidad); paralelamente a la genómica se está desarrollando la proteómica, que consiste en el estudio
conformacional y funcional de las proteínas.

Acerca de los comienzos de las evidencias experimentales de la embriología es a mediados de 1700,


cuando el fisiólogo Wolff da inicio a la embriología moderna demostrando que los órganos especializados
desarrollan un tejido no especializado que, a medida que crece, se diferencia. Esta idea de que los órganos se
forman a partir de una masa indiferenciada, aparentemente ya había sido propuesta por Aristóteles y algunos
científicos contemporáneos a Wolff como Buffon. Los aportes de Bichat y Baer fueron importantes para
dilucidar los primeros fenómenos de desarrollo por medio de una serie de divisiones sucesivas. A fines del
siglo XIX y a comienzos del XX Remark dio nombre a las tres capas germinativas de tejidos: los llamó
ectodermo, mesodermo y endodermo. Un espermatozoide para la fecundación. Hertwig por su parte, observó
los óvulos y el esperma de erizos de mar y el citólogo van Beneden constató que cada gameto aporta igual
número de cromosomas que el otro.

El 25 de Julio de 1978 nacía el primer bebé de probeta. Louise Brown fue concebida mediante una
fertilización “in vitro”, un proceso utilizado para aquellas mujeres cuyas trompas de Fallopio están bloqueadas.
Días después de realizada la técnica “in vitro” en el laboratorio, el óvulo fecundado es ubicado en el útero de

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la madre. Este proceso fue aplicado inicialmente por los doctores Patrick Steptoe y Robert Edwards en una
clínica de Bourn en Inglaterra. Desde el nacimiento de Louise en 1978, han nacido alrededor de 10 mil bebés
de probeta en el mundo.

La ciencia experimental actual es capaz de establecer con precisión que el inicio de la vida humana
individual es en el momento de la fecundación. Este acontecimiento se produce cuando tiene lugar la fusión
de la célula progenitora materna (el óvulo) con la progenitora paterna (el espermatozoide), se dispone ya de
toda la información genética necesaria y suficiente para expresar todas las cualidades innatas del nuevo
individuo. Cada nuevo ser recibe una información completamente original que no ha existido antes y no
volverá a existir. Las observaciones empíricos demuestran que la estructura definitiva del nuevo organismo se
forma bajo el influjo directivo y perfectamente ordenado del genotipo.

Aunque el embrión no responda aún a la imagen figurativa dada por el concepto de hombre, todo ese
conjunto de células son un ser humano lleno de potencialidades que deben desarrollarse todavía. Por lo tanto
el ser humano debe ser respetado y protegido desde el primer momento de su existencia, teniendo en cuenta
la vulnerabilidad del sujeto en el seno materno.

El respeto a la persona humana está comprendido en la ley moral y trasciende cualquier ley impuesta por
el derecho civil. Para algunos procedimientos científicos el embrión humano es simplemente un material
biológico de estudio, tal como lo sería el tejido sanguíneo o un material de biopsia de un órgano. Se lo
considera un “producto” de la concepción; se subestima o anula la dignidad que le es propia.

El “almacenamiento de embriones” constituye la tasa más alta de muertes de individuos en vida prenatal.
En el año 2000 en EEUU, se impartieron estadísticas de muerte oficiales alarmantes de sólo un sector del
país nucleadas bajo el nombre de “pérdida embrionaria por descongelamiento”: de 453 embriones
descongelados sólo lograron implantarse 15,2%. De 102.812 embriones congelados, nacieron 1.200 niños
vivos, 6% se descartó para destrucción, 55% no fueron “aptos” para la transferencia, 3,5% desarrollaron hasta
el término y se obtuvo 1,2% de malformaciones.

Las evidencias científicas que respaldan que el embrión es un ser humano en sus primeras etapas de
desarrollo son numerosas. En cuanto el espermatozoide penetra en el óvulo obtenemos un “ovocito activado”,
un “huevo o cigoto”, un embrión unicelular. Ya se han disparado los eventos que harán posible la organización
y la división. El cigoto es una célula muy especializada que posee ya toda la información genética para
constituir un individuo tal como lo percibimos en la vida posnatal. Se detecta actividad de síntesis de DNA, es
decir, replicación de los cromosomas entre las 9 y 10 hs post-inseminación. El genoma humano se expresa
(transcribe) 2 ó 3 días después de la fertilización, en el estadio de 4 a 8 células. Factores de detección
temprana del embarazo pueden detectarse 2 ó 3 días después de la fertilización, que son producidos por el
ovario en respuesta a señales del embrión. Luego de la implantación, al 7° día, es decir del anidamiento del
embrión en el útero, estos factores son elaborados por el embrión. La hormona gonadotrofina coriónica, en
cuya detección se basan los test de detección de embarazo, es producida 7 a 8 días post-fertilización. Sin
embargo, el RNA mensajero que codificará para esta hormona, puede detectarse en embriones de 6 a 8
células. En la madre se detecta 6 a 7 días post-ovulación. Múltiples evidencias empíricas fundamentan
también la condición de individuo humano del feto y del neonato.

Estos descubrimientos de verdadera y excepcional relevancia son de carácter controversial. Aquí, por lo
tanto se plantea el renacimiento de la filosofía moral que emerge de manera firme e insistente. Las proezas
realizadas por el dominio biomédico se direccionan hacia metas racionales y humanizadas.

¿Puede reducirse la vida humana a una simple forma orgánica prescindiendo de la faceta espiritual innato
de toda persona… ignorando la irrefutable unidad del alma que es infundida por Dios en el momento de la
concepción en el seno materno? El inicio preciso de la vida de un ser humano no es una hipótesis metafísica
sino una evidencia experimental. Toda persona engendrada, desde el primer momento que se constituye
como tal posee intrínsecamente el derecho a la vida, a la salud, a la integridad, a crecer en el seno de una
familia. En los últimos años se ha avanzado enormemente en el estudio genético del desarrollo. La biología

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revela que el desarrollo ontológico del individuo comprende etapas que van desde el estadio de cigoto hasta
la constitución de individuo completo. ¿Por qué se considerará al embrión “menos persona” que un adulto o
un niño?

El diálogo interdisciplinario con otros campos, tales como, la filosofía, el derecho, la historia, la sociología,
etc., refuerza el enfoque ético imperativo para estas prácticas. El bioderecho se nutre del derecho jurídico y de
la moral para fundamentar normas internas e internacionales que regulan el ejercicio de la medicina y la
investigación en temas relativos al hombre.

Las posiciones preponderantes respecto a los temas aquí tratados, surgen desde el laicismo y desde la
religión propiamente dicha. El estado actual del Derecho Internacional respecto de la bioética y la genética se
encuentra en crecimiento y expansión y ronda entre los lineamientos de las Naciones Unidas y de dos
grandes entes como lo son la Organización Mundial de la Salud y la Organización de las Naciones Unidas
para la Educación, la Ciencia, la Cultura y la Comunicación (UNESCO).

La Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), llegó a ser a lo largo de los años fuente de
Derecho de un gran valor jurídico propio. Hoy la Declaración del Genoma Humano está basada en principios
generales de Derecho y en la dignidad humana. Esta declaración tiene carácter vinculante, no sólo moral y
políticamente, sino en cuanto a eventual fuente de Derecho, desde el punto de vista jurídico. Entre los
postulados se habla de la “unidad fundamental de la familia humana”; de que el genoma es “patrimonio
universal de la humanidad”; del respeto a la dignidad de cada individuo cualquiera que sean sus
características genéticas; del carácter único de éstas y de su biodiversidad; de que el genoma humano no
puede ser objeto de ganancias pecuniarias; de que se deben evitar las prácticas contrarias a la dignidad
humana; de que las aplicaciones de la investigación deben tender a aliviar el sufrimiento y mejorar la salud de
los individuos y de la humanidad entera, entre otras cosas.

Por su parte la Iglesia Católica ha sido defensora del ser humano desde la vida prenatal y promulga en
sus documentos el reconocimiento de los derechos inalienables de la persona por parte de la sociedad civil y
la autoridad política. Dispone que en todo ser humano la integridad física deba ser respetada desde el
momento de la concepción hasta la muerte. Cuando una ley priva a una categoría de seres humanos, y
particularmente de quien es más débil, de la protección que el ordenamiento civil les debe, el Estado niega la
igualdad de todos ante la ley. Y establece además que el diagnóstico prenatal es moralmente lícito si respeta
la vida y la integridad del embrión y del feto humano y si se orienta hacia su protección o a su curación,
mientras que condena esta práctica si está orientada a provocar la muerte del embrión o feto. Engelhardt en
sus escritos ilustra ese reino de dilemas y controversia que privan en el ámbito de la bioética laica. Afirma que
la bioética laica es por tanto necesariamente pluralista y relativista y quien quiera contenidos y respuestas
concretas para las decisiones bioéticas, debe acogerse a la religión, y en particular se refiere a la católica.

En aras de integrar las ideas aquí expuestas se replantean los interrogantes: ¿Hasta qué punto el
personal profesional estaría en contradicción con el juramento hipocrático que reglamenta el ejercicio ético y
moral de su profesión, hacer el bien y nunca el mal, respetar y salvaguardar la vida? Acaso se está poniendo
en tela de juicio la libertad y la dignidad humana… Llegando al divorcio absolutamente insalvable entre la
naturaleza y el espíritu (Dionisos y Apolo), de las pulsiones inconscientes y la “salud moral”, de eros y ethos,
como los concibe Freud.

Nicol asevera que “El otro no es un ser ajeno en el sentido de ontológicamente extraño al propio […] El
otro es un ser al que llamamos prójimo o semejante, porque su ser no es tan ajeno que no pueda apropiarse:
tiene constitutivamente la disposición de ser parte del ser propio […] El prójimo es la parte de nuestro ser que
nos falta…

Citando a Bachelard y a su concepto de obstáculo epistemológico, que lo define como todo aquello que
impide la construcción racional del objeto, meditemos respecto de los temas aquí planteados. Identifiquemos
aquellos impedimentos, ya sean ideales políticos, falsos prejuicios religiosos, información insuficiente, incluso
de parte de los mismos profesionales en temas cruciales para decisiones vitales de la salud de los individuos,

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actos de omisión de la sociedad al advertir que la ciencia transgrede las barreras éticas y/o la carencia cada
vez más enfatizada de las virtudes morales. Estas posturas ofuscan la mirada objetiva de la ciencia y de la
filosofía hacia los principios universales que deben regir de manera soberana la vida humana. Si bien aún
quedan muchas cuestiones por dilucidar, los principios morales de la adhesión al bien y el amor a la vida,
propios del hombre, se han mantenido indelebles a través del tiempo y se encuentran grabados en la
naturaleza del hombre.

A aquellas personas que incursionan en las ciencias de la vida realicen una reflexión personal. Que la
ciencia no sea éticamente neutral; ármense de la ética y la moral para combatir las posiciones contrarias a la
defensa de vida y para ser capaces de discernir en la imagen del hombre, de la familia, del sufrimiento y de
la muerte y, en último término, cuáles son las demarcaciones que debe establecer la ciencia en relación a los
valores humanos. Aspiren a que los nuevos avances que impactan directamente sobre el hombre propugnen
frutos abundantes en beneficio de la humanidad, siendo consientes en todo momento y bajo cualquier
circunstancia de su origen y de su fin.

Las interpretaciones parciales y superficiales de la realidad biológica y genética del ser humano van
siendo reveladas por la grandeza e importancia de los nuevos hallazgos del ADN y el genoma humano.
Representan una revolución científica y tecnológica que contribuye al perfeccionamiento del conocimiento y
que posee, a su vez, un gran potencial para alterar el mundo en que vivimos. En armonía con las dos
dimensiones: ciencias de la vida y ética las posibilidades de progreso son enormes y asombran y maravillan a
la humanidad.

Por último una reflexión respecto al alcance y poder efectivo de la ética y la moral: Nino en el prólogo de
la Declaración de la Asamblea Francesa dice que “la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos del
hombre son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos”.

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BIBLIOGRAFÍA

Bioética. Compromiso de todos. Alvarado M.B. y colaboradores. Editorial Trilce.


Catecismo de la Iglesia Católica. Editorial Claretiana. Argentina, 2000.
Curso de Bioética. Ateneo de Bioética. Argentina, 2000.
Curso de Filosofía. Gay Bochaca J. Editorial Rialp, 1998
Ética. González Álvarez, L. J. Editorial el Búho, 1998
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Fundamentos de Filosofía. Millán Puelles A. Editorial Rialp, 1985.
Genoma Humano y Dignidad Humana. González Valenzuela J.. Editorial Anthropos.
Hacia una Ética de la Medicina. Malherbe J.F. Editorial San Pablo.
Invitación a la Biología. Curtis, H., Barnes, N.S. Ed. Panamericana, 2000.
La Construcción del Conocimiento Científico. Sociología y Ética de la Ciencia. Fourez G. Editorial Narcea.
Los Hilos de la Vida: La genética desde Aristóteles hasta el ADN. Klein, A.E. Editorial Universitaria de Buenos
Aires, 1972
Vida y Cosmos. Un Enfoque Interdisciplinario. Fernández J.A. Mo 1988.

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