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Julia

Urquidi
Illanes

INN

literatura adultos
LO QUE VARGUITAS NO DIJO
CCD:B863

U761.2 URQUIDI. Julia

Lo que Varguitas no dijo.


Santa Cruz dela Sierra, Bolivia
GrupoEditorial La Hoguera, 2012
295p., 15 cm. x 21 cm.
2” edición, La Mancha

Depósito Legal: 8-1-793-10


I.S.B.N.: 978-99954-34-75-5

LO QUE VARGUITAS NO DIJO: testimonio


sobre el matrimonio de la primera esposa del
premio Nobel, Mario Vargas Llosa. Con todocariño, para mis hermanos

Dirección de Producción Editorial Irma, Chaly y Ana María,


Grupo Editorial La Hoguera mi cuñado Marcelo,
LO QUE VARGUITAS NO DIJO y los sobrinos y amigos
02010 Sello La Mancha que mealentaron
Derechos reservados a escribirestelibro.
2012 Segunda edición (con La Hoguera)

Impresión: Imprenta Landívar

Depósito Legal: 8-1-793-10


LS.B.N.: 978-99954-34-75-5
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Santa Cruz dela Sierra, Bolivia


PRÓLOGO

Amigolector:
Antes de que comiencesa leer la primera página de
este libro, o de esta historia, quiero conversar un poco con-

tigo, decirte que no he intentado hacer una obra maestra


de la literatura contemporánea, sino dramatizar una vida
sencilla, con etapas buenas y malas, durante los años que

compartí mi vida con Mario, con un hombre al que he ama-


do profundamente. He tratado de ser todo lo sincera que
puede ser una mujer que nadatiene que ocultar. No tengo
por qué mentir; tal vez algunas escenas de los personajes

parezcan untanto inverosímiles, pero creo que tiene mayor

interés lo que ellos digan, lo que en el fondo encierran. Una

palabra más, una palabra menos no cambia los hechos que


han sidotal como los pongofrente a ustedes.
Estas historias suceden todos los días en todas par-

tes del mundo; no he sido la única, la primera, ni seré


la última mujer que ha vivido entre el cielo y el infierno

al querer salvar un amor que solo existió en ella, con la

ceguera que el mismo amor nos da. Con esa venda que
nos poneante los ojos, no nos damoscuenta que amamos,
pero que no nos
aman.
| olvi-
daron quienestrataron de hacerlo (además de

' O QUE VARGUITAS NO DIJO bloquearme varias editoriales): mi conciencia,

mi honestidad, mi reivin-dicación e integridad

Tuvieron que pasar muchos años, 28, para de mujer noestán a la venta.

comprender unarealidad que estaba frente a mí y no la veía o


no quería

verla. Quizás. La Paz, Bolivia, 1983


Nosabría explicar qué es lo que nos oculta la verdad:
¿ceguera, orgullo, vanidad o estupidez? Tal vez ese deseo

o necesidad imperiosa que toda mujertiene, no importa la


edad: ser amada.
No guardo en mi ser ningún rencor, ningún deseo de 10
venganza. Sentimientos mezquinos que no los conocí cuan- do

podría haberlos sentido, no los voy a sentir ahora; sería


absurdo, ridículo. Solo he querido contarles mi historia y

decirles que no mearrepiento de nada delos años vividos.


A veces, hasta el sufrimiento vale la pena, enriqueceel
al-ma, para saber que unovive, que palpita, que está en
este

mundo.
Tampoco deseo levantar un dedo acusador. No soy
juez de nadie, soy solamente una mujer, y ustedes me
ayu-darán a comprender con quién viví: ¿con un marido,
un

amante, un primo, un sobrino o, posiblemente, un desco-


nocido?
Nohan sido pocaslas dificultades que he tenido
que vencer para queeste libro salga a la luz, desde
la amenaza velada —a través de terceras personas— hasta el
querersi-
lenciarme —con malas artes— con la compra de originales
por una suma quenoera de dejar pasar. Hay algo que
ascendencia de valientes pues sobran los héroes
en la historia de Cochabamba y Arequipa.
Al saber de los proyectos matrimoniales de la pareja,

alguien le dijo a mi amiga Julia: “No cometasel disparate


de casarte con Varguitas porque tú eres 10 años mayor que
él; tendrás unafelicidad que durará dos años y luego
él te
dejará”. La cochabambina repusosin vacilar: “¿Ser
feliz dos años? ¡Qué maravilla, nadie en la vida te
asegura que será feliz durante dos años!”. Y se casó

Mi amiga Julia y el escritor con el arequipeño joven y guapo y su unión duró 11


años.
Pregunto, sobre todo a mislectoras: “¿No es seducto- ra la

posibilidad de ser felices dos años?”. Quien fue feliz


con su pareja un par de años o más que dé graciasal cielo. No

hay compañía de seguros, ni humanani divina, que te


Es otra de las heroínas de Cochabamba. Es una heroína garantice dos años defelicidad, pero la cochabambina, mi

del Amor, del amor con mayúscula porque nunca conoció amorcillos y amiga Julia, fue en busca del amor que dura dos años por-

cuando se enamoró se enamoró de verdad,sin queno cree muchoenla eternidad de los


amores.
cálculos de tiemponi de otras circunstancias. Cuandosecasó conel
escritor Mario Vargas Llosaella
11
tenía 29 años y él 19. Ella, cochabambina guapa, y él, are-
quipeño también guapo. Se encontraron entre dos guapos y con
nacido en Arequipa, vivido algunos años de su

infancia en Cochabamba y no tantos para que


Lo QuE VARGUITAS NO DIJO
centenares de cochabam-

binosfarsantes afirmen haber sido sus


De su vida con el gran escritor poco se sabe, salvo
compañeros de curso y de juegos, y que
que estuvo a su lado hasta que él concluyera sus estudios llegan a tal número que Mario Vargas
universitarios y escribiera sus primeroslibros en Europa, Llosa tendría que ser declarado por la
que ya demostraron al mundo su extraordinario Unesco “Compañero de Curso de la
talento literario que lo ha hecho un hombre Humanidad y de la Cochabambinidad”.
universal, habiendo Volvamos a mi amiga Julia que tiene mucho que
ver
en la formación del famoso escritor peruano, nacionalizado
español. Pensemos en el hombre inseguro de los 20 “El amor se parece a una cadena de mon-
años y algo másrecorriendolas calles de París, tañas, a las sierras, a la cordillera: el
amor
tomado de la mano de la mujer madura que pasó de los
tiene sus escarpadas pendientes ascenden-
30. Una mujer de la “edad media” (no medioeval),
tes, sus peligrosos declives y aludes, sus
compañera, esposa y amante de un hombre que recién
oscuras hondonadas, sus valles profundos
comenzaba a recorrer los boulevards de París.
Valerosa cochabambina mi amiga Julia Urquidi que un y apacibles y sus selvas. El amor tiene mu-

chas cumbres,altas y centelleantes entre


día se echó en brazos del cuasi adolescente seguro de ser las

feliz con mi amiga Julia, y que seguramenteella también lo fue. nubes, no hechas para quedarseallí durante

Ella señorialmente ha dicho que no dirá una sola palabra más de una horafugaz.
con motivo dela visita a Bolivia del gran escritor. Y como una cadena de montañas, todo amor

Unahistoria de dos amantes andinos que nada tiene una cumbre cada vez másalta, supe-

tie-ne que ver con Romeroy Julieta. Una rior a cualquier otra. Cuandose ha alcanza-

historia de amorco-chabambinay arequipeña conla do esa cumbrecasi inalcanzable, solo queda

Julieta que era una mujer hecha y derecha y un Romeo el lento descensoa las colinasy planicies
de
jovencito que vencieron a
Montescos y Capuletos y se fueron a dar un beso en París la vida común”.
que duróalgunos años. Una bella historia de amor. Un Él ángel sin cabeza, de Vicky
Baum
amor
que terminó comotodos los amores eternos.

AlfonsoPrudencio (Paulovich), Presencia


1983

Cuando conocí a “Varguitas”, en modo


algunollegué a sospechar que, a su lado, habrían de transcurrir

los años

más felices de mi vida y también los momentos de mayor


tristeza, desencanto y amargura que cualquier mujer
pu- Era un niño verdaderamente insoportable. Confieso que, a
diera soportar. escondidas de su madre y de sus abuelos, en más de
Mario era un niño debilucho, engreído y antipático; todala familia
una
vivía alrededordeél y él tenía conciencia de su privilegiada situación y
sabía cómo aprovecharla. Parece 13
que desde niño supo sacar ventaja de quienes lo querían.
media, le daba un tirón de orejas,
diciéndole: “Chiquillo malcriado, si quieres
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
comes, si no lo dejas”. Felizmente
nunca me vieron hacerlo, ya que cuando secaía
ocasión le di sus buenos coscorrones y uno queotro jalón jugando y pegaba el primerchillido, toda la
de orejas. Reaccionaba mirándome con sus familia corría despavorida a ver lo que le
grandesojos; aunque no decía nada, era como si había pasado al “Tesoro de la casa”. En ese
me tuviera miedo. entonces, Marito tenía unos 9 años y yo 19.
Además, Mario desarrollaba una singular e Por esa misma época nació Patricia,
ingenua maldad infantil. Recuerdo que había en la hija de mi her-manaOlga, sobrina mía y
casa un niño, Orlando, a quien la abuelita adoraba; tendría prima hermana de Marito. Este
poco menos de un año y comenzaba a dar sus primeros pasos y sintió unos celos exagerados, pues mi hermana vivía en casa
cada vez que el “Niño de la casa” pasaba por su lado y lo
de sus suegros y la nueva niña le quitó
veía
en algo su lugar de privilegio y el
agarradito a la pared y en muyfrágil equilibrio, le daba un
“trono de Rey de los caprichos”.
disimulado empujóny lo tiraba al suelo. La escena se
Recuerdo que cuando Olga se preparaba parair
repe-tía las veces que Orlandotrataba de levantarse, y lo hacía a la clínica, para dar a luz a Patricia, Mario se
con unacara tal de inocencia que nadie hubiera había trepado a un
pensado y menoscreído que era él quien lo árbol frente al dormitorio; en uno de esos
empujaba. momentos miré hacia arriba y ahí estaba
Recuerdo, asimismo,el espectáculo que se organizaba Marito en lo más alto, mirando todo
en las tremendashoras de almuerzo de Marito —comose
lo llamaba familiarmente—; eran los peores 14
momentosdel día;
no le gustaba nada, y tanto su mamá, como sus abuelitos y tíos,

danzaban en círculos ofreciéndole el mundo entero para


que comiera algo; a veces me aburría de toda esta co-
JuLta UrQuIDI LLANES guardabadel chiquillo malcriado y engreído que conocí
casi 10 añosatrás.

lo que sucedía enla habitación. De un solo grito lo hice bajar Se hicieron muchas bromas sobre el tiempo transcu-

del estupendo mirador que había encontrado. rrido y, por supuesto, como ocurre en estas ocasiones,

En un futuro no demasiadolejano, estos dos perso-najes habrían de entre conversaciones y risas, rememoramos aquellos

incidir en mi vida en forma contundente. momentos. Lucho, mi cuñado y tío de Mario, que siempre

El tiemposiguió su curso, los abuelos de Mario y toda la familia le ha tenido


regresaron al Perú. No mucho tiempo después, gran cariño y admiración, me contó toda su “carrera” uni-

versitaria y literaria. Escribía artículos en la prensa


me casé. Un matrimonio que se frustró seis años más tarde por
diversos motivos. No viene al caso relatar este episodio que limeña y estudiaba Filosofía y Letras. A los diecinueve

nadatiene que ver dentro de esta historia. años, Mario

Después de mi divorcio, me quedé un tiempo en Bolivia, trabajando era, en verdad, todo un hombre, de personalidad definida y

en el Ministerio de Minas y Petróleos. Hasta que un buen día decidí ir gran madurez y un gran apasionado porla política
a pasar vacaciones a Lima, de esa época (Conversación en La Catedral).
Nuestra relación comenzó discutiendo sobre literatu-
a la casa de mi hermana.
Llegué a mediados de mayo de 1955 —pocosdías antes de mi ra, punto en el que siempre mantuve micriterio a salvo de

cumpleaños—.Al día siguiente vi a Mario, me acuer-do de que cualquier influencia y nunca me lo pudo cambiar. El primer

vestía un pantalón gris, camisa blanca sport y una chompa libro de nuestra discusión fue uno de la vida del pintor

también gris —muyestilo Corín Tellado—; fue una sorpresa el


15
verlo, sorpresa agradable que disipó la imagen quetenía y
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO mas de conversación y discusión.
También aprendí mucho de él, a
francés Toulouse Lautrec. Por otra parte, y
pesar de su juventud.
Siempre que Mario iba a casa de mi
contrariamente a lo que afirma Mario, nunca he leído a
hermana, lo acom-pañabaelfiel Javier, gran
Delly ni a Corín Tellado; siempre encontré que esas
amigo, que llegó a ser uno de los
novelitas llamadas “ro-
mejores que hetenido y tengo, y que
sas” anquilosan la mente y en la mayoría de ellas hay una
compartió momentos importantes tanto en
pornografía disfrazada. Desde niña me gustó leer a
mi vida como en la de Mario, hasta
bue-
nos autores, también me apasionaba la poesía. Para mí, el
mucho después de nuestra separación.
Mi hermana y mi cuñado, sobre todo
encontrarme con Mario fue maravilloso; al margen de las
mi hermana, comoyo era divorciada, se
relaciones sentimentales, siempre teníamosinteresantes te-
oponían a que saliera con ami-
gos en Lima, pues tenía bastantes. Mi hermanadecía: “No, Julita, JuLia UrQUIDI
ÍLLANES
no salgas con nadie, aquí la gente es habladora, es mejor
quete lleve Mario”, y tanto fue el cántaroa la fuente...
que acabé enamorándome comounachiquilla quinceañera. Era
un gran amor que nunca antes había sentido, o al
tendríamosa toda la familia en contra,
menos
lo que en parte era lógico aunque Mario no lo
desde que realmente tenía quince años; aceptaba.
sinceramente, yo parecía más adolescente que Caminábamos mucho, nos gustaba hacerlo sobre todo
Mario. cuandocaía esa llovizna tan típica de los inviernos lime-
Una noche que íbamosal cine en un destartalado ños; ocasionalmente tomábamosun colectivo, ómnibus o taxi:
taxi, me abrazó y me besó, lo que esperaba desde solo cuando íbamosal centro del Lima. Al comienzo de
hacía nuestras salidas, Mario, todo galante, me llevaba del
tiempo, pero no por eso dejó de sorprenderme, pues no meatrevía brazo; noestábamoscallados ni un momento, siempre
ni siquiera a insinuarlo. Cuando pudohablar, medijo: teníamos de qué hablar o de quéreír. Mario me atrajo
“Julita, me parece mentira, es algo maravilloso”. desde el primer día que lo vi hecho un hombre, pero
A partir de ese día vivíamos esperando el momento de me reflexionaba a mí
volver a vernos. Nadie conocía nuestro romance, salvo misma, me decía que no podía ser, que qué sacaría con un muchacho
Nancy, una prima hermanadeél y, lógicamente,Javier. tan joven que todavía no había terminado nila Universidad;
A ellos no pudimos ocultárselo. Con Mario sabíamos pero los sentimientos no se controlan, sobre
que, por mi condición de mujer divorciada y mayor todo si uno no quiere hacerlo.
queél, Me acostumbréa salir con Mario, perdí el
entusiasmo
16 de aceptar cualquier otra invitación, estaba pendiente de
la hora en quellegaría a la casa de mi hermana;las
visitas a sus tíos eran cada vez más frecuentes.
Muchas veces me quedé esperándolo; la primera vez que
me dejó plantada me envió un lindo ramo derosas, con
unatarjeta que decía: “Mis rendidas excusas”. A veces,
cuandoperdía la esperanza de verlo, me iba al cine con mi
cuñado Lucho, que era tanto o más “cinemero” que yo.
Frecuentemente visitaba a la abuelita Carmen,
una
viejecita encantadora. No había nada que le
gustara más que conversar, lo mismo que a la Mamaé; me pasaba horas dejado de verlo. La abuela lloraba al contarme cuando su

con ellas y ambas compartían una chochera enorme por Mario. Actuando con padre lo puso al Colegio Militar Leoncio Prado, lo
muchadiscreción, les sonsacaba cuan-to quería sobre su “Cholito”, como que hizo en castigo porque descubrió que su hijo escribía
llamaban cariñosamente versos y no

1 Varguitas; de ese modo me iba enterando de todala vi- 17


da de Mario, al menos de los últimos diez años que había
encrucijada. La más mínima e imprevista
ausencia de Mario era más que suficiente
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
para llenarme de angustia; esperaba con
verda-deras ansias el momento deverlo, de
era precisamente el mejor alumnode su curso en el colegio besarlo, de estar a su
en que estaba. Prácticamente, Mario vivió toda su infancia lado. Mis propias reacciones me causaban
y adolescencia con sus abuelos, mi hermana Olga y mi cu- una profunda extrañeza. Bastaba, pues,
ñado Lucho, que era como un padre para él, mucho más con que me tomara una mano, para
que el verdadero. Lucho lo llamaba Flaco y, sentirme segura y plenamentefeliz. Y eso
según tengo que nun-ca hubo entre nosotros ningún
entendido, hasta hoy usa ese apelativo. tipo de insinuaciones. Ni
Mario consultaba todo con Lucho, y creo que aún lo
tampoco nunca intentó siquiera caricia
sigue haciendo. Claro que en esta época no sospechaba que
alguna que pudiera ofendermeo, cuando
su tío-cuñado iba a convertirse en su suegro-tío. menos, molestarme;sin decirnos nada
En la medida en que se formalizaban nuestrasrela-
había entre nosotros un acuerdo mutuo de
ciones sentimentales, se acrecentabanlas dificultades
respeto, de un amor sin nada que ocultar
para
o de qué avergonzarnos. Mario
mantenerlas en secreto ante la familia; si alguien hacía un
era apasionado y al mismo tiempo tímido. Me
comentario acerca de las miradas más o menossignifica-tivas que
trataba con delicadeza y creo que fue eso lo
me hacía otro, Mario palidecía o procuraba de
que más me conquistó; en su actitud veía que
inmediato cambiar de tema. Luego me pedía no buscaba una probable aventura con
explicaciones, desasosegado e incómodo.
No se me pasaba por la mente la idea de casarme 18
con Mario; sin embargo, tan solo el pensar en mi regreso a

Bolivia me producía tristeza. Día a día me sentía más


ligada a él y no sabía qué hacer para salir de aquella
JuLia UrQuIDI ILLANES pequeña y deliciosa aventura que engrandece las cosas y
las magnifica. Por otra parte, en estas ocasiones, gracias a la

una mujer divorciada, mayor queél, sino algo mucho más noble, más complicidad de Nancy y a su hábil intervención (no sé cómo

profundo, desinteresado y sincero; pienso que enese entonces realmente lo hacía), siempre Mario resultaba sentado a mi lado.

mequería. De ahí mi desbordada ternura; añoraba su presencia, cerraba Cuando nuestro presupuesto lo permitía —lo que no
los ojos y me parecía sentirlo a mi lado, que tenía sus manosentre las era muy seguido—, íbamos al Negro-Negro, una boi-le
mías con pequeña y oscura que era nuestro lugar secreto y
una presión tan dulce, como si quisiera, a través dela piel, sentir su amor por don-
mí. Era, sin duda, un amordiferente. de nos sentíamos protegidos de las miradas de la familia.

Continuábamos con nuestras caminatas desde la Av. Armendáriz a Barranco, Generalmente, íbamos con Nancyy
siempre conversando y riendo; ya la realidad nos acosaba y teníamos que Javier.
actuar con tacto y pru- En el Negro-Negro había una orquesta de
mujeres.
dencia, a veces, hasta con hipocresía, para disipar cualquier
En un principio les pedía que tocaran el vals “Engañada”.
duda acerca de la naturaleza de nuestras relaciones. De ma- nera que si mi
Desde ese entonces y siempre que nos veían entrar, lo in-
cuñado comentaba, por ejemplo, cuando ya me
terpretaban sin necesidad de pedirlo. Ahora me
encontraba arreglada y dispuesta para salir con Mario: “Qué guapa estás, Negra.
pregunto
¿Vas al cine con el Flaco?”. Yo, con una
fingida indiferencia, respondía: “¿Acaso va a venir? ¿Por qué no vamos todos?”.
si no sería una gran premonición. Laletra dice:

Y efectivamente, en ocasiones así sucedía: nos acompañaban Lucho, mi


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hermana, o su tía Laura o casi to-dos ellos. Entonces, nos tomábamoslas manos en

la oscuridad del cine y debajodel asiento, saboreandoel agradable peligro, la


Mario,que ejercía allí su profesión de
médico.
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO Pasamosdoslargos y estupendosdías;
hasta ahí todo iba muy bien. Incluso nadie
Nocreas quesi tú te alejas te voy a llorar. sospechó nadaen la fiesta que tuvimos con varios

Tendré que buscar otro amor, amigos del tío, hasta la madrugada. Ya de
pero que sepa amar... regreso y en el trayecto a Lima, quizás
Y aunque sé que sufriré por mucho tiempo, vencida por el
mas luego tú verás... te lograré olvidar. cansancio y el sueño,le dije a Mario:
“Varguitas, préstame tu hombro.Estoy
Las sospechas comenzaron después de un viaje a Paramonga agotada”. Y me quedé dormida, agarrán-
con algunos miembrosdela familia, para visitar a un tío de dole la mano. Mario y yo estábamosen la
parte trasera del JuLa UrQUIDI
ÍLLANES
automóvil, al lado del chofer. Sin embargo, tan
insignificante detalle bastó para despertar
bastante riesgo, Mario mehizo desistir de misalida. Me
sospechasdela tía Laura, quien llamó —ya en
dijo que lo esperara, que no me moviera de casa, que no
Lima—a una reunión de familia para decidir
estaba seguro a qué hora podría ir. A eso de las ocho de
sobre nosotros.
Desdehacía un tiempo Mario me había hablado de la noche fue a buscarme. Lo noté nervioso y eufórico. Me
casarnos, pero comoyo tenía mis temores, no tomé el asunto abrazó, y
muy en serio; siempre tenía la idea de que sería un riesgo me dijo: “Negrita, tenemos queirnos esta noche; en casa de
demasiado grande y no me decidía a tomar una tía Laura están reunidos todos, se han dado cuenta
determi- delo
nuestro, nos van a separar. Tía Olguita ha dicho quete irás
nación, pero, como siempre, el amor se impuso a la razón, y

1
comenzamosa hacer planes. Sabíamos que teníamos que
escaparnos, puesto que nadie lo permitiría. Bolivia; están viendo la forma de decidir sobre

Organizamos nosotros, y eso no lo permitiré, no te dejaré ir nunca, así que


un plan. Yo tenía que decir que una amiga mía, esposa del vámonos esta noche”. Por supuesto, estaba con Javier. Sin pensarlo
Embajadordel Bolivia en ese entonces, me había invitado a un minuto subí a casa, saqué una chompa y dejé una nota diciendo
pasar unos días con ellos en Chosica;y él, queiría a al- que había ido al cine. Alquilamos un auto, que estaba todo
guna parte con unos amigos. Pero, con la reunión familiar, viejo y deshecho, tanto que tenía mis dudas de llegar a
los acontecimientos se precipitaron. Recuerdo que alguna parte en él. Con Javier nos fuimos a Chincha. Días
aquella tarde tenía que ir con una prima hermana a antes ya Javier había ido allí para arreglar el asunto de
un bingo del nuestro matrimonio; proclamas y todas esas cosas
Club Aéreo, en Jirón de la Unión. Telefónicamente, y con absur-das que se necesitan ¿para qué?, nadie lo
sabe. Estábamos convencidos de que nuestro viaje era
20
sobre seguro y que no tendríamos problemas. Allí nos
esperaba un muchacho del lugar, que trabajaba con Mario en
Radio Panamericana.
Todo perfectamente organizado en pocas
horas, pero qué equivocados que estábamos.
Llegamos a Chincha después de una agitada noche de
viaje, durante la cual solo hicimos una parada para tomar

café. Hacía frío. En la Alcaldía sufrimos nuestro primer so-

focón. El señor Alcalde estaba en un almuerzo, donde lo


fueron a buscar. Llegó con unas copas de más y se negó
rotundamente a celebrar la ceremonia. “No —decía—, de
ninguna manera, esta señorita es muy bonita para que se
case”, riendo a carcajadas, seguramente porel alcohol que
llevaba dentro. No hubo forma de persuadirlo, nosotros nos

quedamos desconcertados. A partir de esta sorpresiva nega-

tiva, se sucedieron las másincreíbles peripecias. En la bús-

queda de alguien que nos casara se pasó el día. Nos fuimos

al hotel, si se le puede llamar así. En cualquier momento las

paredes parecía que iban a venirse abajo, francamente de


hotel no tenía nada. Tomamosdospiezas, una para Javier y
Marioy otra para mí. Cuando Mario me acompañóhastala
puerta de mi habitación le di un beso de buenas noches, me

abrazó muy fuerte, me besó muchas veces, con una pasión


que hasta este momento para mí era desconocida enél, y
como nunca antes lo había hecho. Confieso que me encon-
traba atemorizada. Me miró apartándome un poco de síy
me dijo: “Negrita, no me botes, déjame a tu lado;
para mí tú

23
problema. Por supuesto, como todos los
alcaldes que vi-
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO mos, le llamó la atención la diferencia de edades,
pero

ya eres mi mujer; no meeches, porfavor. Mañana, sea felizmente lo convencimos, y eso que Mario se
aumentó la suya en dos años. Lo
como sea, nos casaremos,no tienes por qué preocuparte
importante fue que nuestro sim-pático
de nada, porfavor; te adoro, te necesito conmigo, Negrita...”
Alcalde-pescador tenía dificultades para
Y... se quedó conmigo. Anticipábamos, apenas unas horas nuestra
celebrar
noche de bodas,sin que antes se hubiera producido —como
la tan buscada ceremonia. En nuestro
ya lo dije— las más pequeña insinuación de una entrega, a
atufamiento nos habíamos olvidado que se
pesar del gran amor que sentíamosel uno porel otro.
Esa mañana nos levantamos temprano y continua- necesitaban dostestigos; por
supuesto, Javier era uno, pero ¿y el otro?; el amigo
mos buscando quién nos casara; yo no regresaba a Lima
de
sin hacerlo, pues si ya era bastante enfrentar a la
familia 24
—toda una familia que es un clan— estando casados, mu- cho máslo

era sin estarlo y habiendo pasado dos días jun-tos. Cerca


de las ocho dela noche, en un pueblito llamado Grocio
Prado, encontramosal fin un Alcalde; era pescador. Tuvimos
que esperarlo, pues su esposa nos aseguró que nos casaría.
Estábamos bastante lejos de nuestro punto de partida. Nunca
he rezado contanto fervor como la Santa del lugar,

Melchorita, para que no pasara nada y pudiera al fin convertirme

en la mujer de Mario ante la ley de los

hombres, que para mí no tiene ninguna importancia: pero no


se trataba solo de nosotros, sino de una familia
apegada
a las tradiciones, y a quienes les tenía bastante miedo.
Por fin apareció nuestro bienhechor, el Alcalde-
pescador. Era un hombre corpulento, no usaba zapatos y
hablaba mal el español, pero tenía una mirada
bondadosa
y dentro de su misma ignorancia comprendió nuestro
JuLta UrQuUIDI LLANES todo el día, deseábamos comeralgo, pues des-
de el desayuno no probábamosbocado alguno. Como nos
Mario se había hecho humo desdela noche anterior. Nos paramos en la habíamos acostumbradoa hablar en voz baja, comosi
puerta, le pedimos a un señor que pasaba fué-ramos personas que planean el asalto a un banco,
por allí, después de esperar casi una media hora, que lo Fuese y aceptó, pero Mario llamó al mozo y pidió tres Coca-Cola, en un
dijo que sin vino no podría haber matrimonio, que había que festejarlo y tonotan bajo
que iría a su casa
a buscarlo. Fueron los minutos más largos de mi vida; 25 conspirativo que el mozo se nos quedó mirando con

¡qué angustia la que sentía! Me imaginaba que sucede- ría algo y una vara de sorpresa increíble; cuando nos dimos cuenta de lo que
que no nos casaríamos. Por fin llegó nuestro pasaba,los tres estallamos en una carcajada tan estruen-
improvisado testigo, muy sonriente y con su botella de vino en la mano.
osa que por un momento tuve miedo de que se nos
Comenzó la ceremonia, me parecía que no acababa nunca, que no cayeran encimalas paredesdel viejo hotel.
llegaría nuestro buen Alcalde En la mañana Javier nos despertóa las siete. En Lima
a la parte en que teníamos que decir “sí, acepto”. Cuando
va nos buscaban con la Policía por órdenes del padre
todo terminó, creía que era mentira que ya estábamos ca- sados, ya nada de
ni nadie podría separarnos; ilusa de mí, no Mario.
sospechaba, en mi alegría, el largo camino que mefaltaba Una vez más, Javier se adelantó a nosotros partiendo 4

recorrer. Brindamos con nuestro testigo y su famoso vino,


Lima con la misión de hablar con la familia y de comuni-
que debió haber estado guardado mucho tiempo; tenía un
gustito muy sospechoso a vinagre. 25
Regresamosal hotel con los nervios deshechos porla tensión de
encuentrodeJavier conmi 0 fueviolento; se
negó a decirle dónde estábamosy delante demi suegro
El

¡ctuó comosi élnosupiesenada. Sullamada nos alarmó.


telófono olvimos a Lima muertos de miedo. Marioapar
loque una tranquilidad que estabamuylejos de
estaba mo podí nular sus nervios. Nosabi 10s dequéera
carnos sucedien capaz.padrede Mario, hombredecarácter iremendamen-
luegopo do. Ni te fuerte. Pero todolo quepodíamos imaginar sequeda
r sos- pequeñaen comparación a todoloquesucediódespués.
pechibamos que era muchopeorde todo loquepodíamos Ue jamos a casa de mi hermana cerca del mediodía
habernos imaginado, El autoen que regresaba Javier sufrió Hubo, como.era previsible, lágrimas, lamentos, recrimina-
un vuelo y mi buen Gordocasi nollegóa destino. clones y negras profecías: Mi cuñado Lucho, más compren
slvoy Hoxible que Olguita, en smedío detodoloquecon y yoee quedaba ercla mía, Algunos mañanas,
sideraban una “tragedia”, tuvopalabras reconfortantes y al despertar. encontraba a Mariosentadoun mi
os felicitó. Meprononticarontambién quemimatrimonio cama, viéndomo dormit, mirándomecon ternura.
Porotro lado, la actitud de intransigencia demi
con una“guagua” fracasaría los sels meses. A todoello
suegro notenía límites. Amenazó incluso con pegarme tiro,
respondí queme tenía sin cuidadoy que pre foría un día
+ unmes o un año de felicidad, junto Mario, antes que por lo que meprohibieron queabriera la puerta de casa4 al+

otenerla nunca. Contra todos los augurios, mi matrimo- uien llamaba. Así. pues, sonaba el timbre, tenía qu

10 duró nueve años y seterminópor circunstancias muy a rotugiarm


ajenas a mi voluntad, porque, por encima de tod “extremos insospechados: hizoquela Policia fichara a Mari
como si fuera un delincuente común, para que nopudiera
Mario fuera de cualquierlímite, y creí que el em
uirme si conseguía con todayestas presiones
terminaría para mí cuandodecidió dejarme. Confieso que
sacarme del país. Acepté abandonar Lima para evitar
mecesité muchocarácter yvalor para sal
una iragedi entrepadree hijo. Pasamos momentos muy
por fin he logrado, despuésdevarios años.
angustiosos; non quer ¡mos y no podíamos estar
lntretanto, mi hermana Olga había tomadomedidas.
para evitar tensiones conla familia de Mario. De manera juntos;la único que hacíamos era llorar mu abrazados,
que mo permitió bajo ningúnconcepto que mi comosi nadani nadie pudiera separarnos, comosijamás
marido vi viera conmigoen su rasa. tne pudieran arrancar lo sus brazos. Conel
transcurrir de los años aprendí que el
Aceptóquemevisitara, 10al pero sin
separarnosresultaría mucho másfácil que casarnos, tal
ningunaintimidad: Bn la nocho
como sucedió, perononos adelantemos a low hechos,
Sin embargo. noquiseviajar a Bolivia.
Entabasegu: ta de querl padre jamásiba a
aceptarel trato denigrante quese me daba. Decidí
irme Chile, a Antofagasta, donde pasaba
vacaciones mi madre con:unos familiares, sin
saber adade lo sucudido.
La noche antes de mipartida, mi hermana consintió que

Mario se quedara conmigo, Era la tercera ves queestá-"bamos

juntos y solos, desdela víspera de nuestromatrimo-po.

Pasamos la noche sin dormix, orandoporlas injusticias ¿que

se cometíancon nosotras;¿por qué no nos dejaban vivir

nuestra vida? Eratanta la angustia y la desesperación de

Mario que perdió el conocimiento en un ataque de nervios


por la impotencia, pur no poder hacer nada contrala poca comprensiónde levantóuna voz paradecir que

yupadre y demásfamiliaresquenos quita rontadoapoyo moral; nadie

enormecariño en todo momento. Era una


mujer maravillosa. En ella y con
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
ella encontré el apoyo, el consuelo
y la ternura que tanto necesitaba.
se nosdejaran tranquilos. Solo mi cuñado nos entendía, Miprincipal objetivo diario era escribir a Mario. Y re-
pero él tampoco podía hacer mucho contra los que nos cibir sus cartas, toda una razón devivir. Solo
censura- así lograba calmar mi profundo dolor y
ban. Me sentí responsable dela situación y muy preocupada esperar a quelos días transcu-
por Mario. Y, no obstante, me repetí la imperiosa rrieran con una enorme monotonía.
necesidad de superareste trance, porque uno de los Me ayudó mucho a soportar mi soledad un primole-
dos debía sostener jano, soltero, simpático y buenmozo, quien

al otro y yo era la másfuerte. frecuentemente mellevaba al cine y escuchaba


Aldía siguiente, viajé en vuelo directo a Antofagasta. con paciencia todo lo que le contaba, que
Sí, nuestra despedida resultó desgarradora, casi era mucho, acerca de Mario. A veces,
indescrip-tible. Nos abrazamos y no lográbamos jugába-
desprendernos. Ambos teníamos la impresión de que el moslota en las reuniones familiares. Era una grata
y agra-
mundo se venía abajo. Hubo juramentos y
promesas,palabras atropelladas,
28
besos. Corrí al avión y a tropezonesentré en él. Pero,
poco después, cuandoyaestaba sentada enel avión, toda
la des-esperación acumulada, contenida a duras
penas, reventó
en sollozos. Una azafata me dio no sé qué tranquilizante
que me dejó adormilada. Tuvieron que avisarme cuando
aterrizamos en Antofagasta. Apenassi recuerdo nada
más de aqueltriste viaje, y que no sería el único.
Mi madre me esperaba, sorprendida porel telegrama
quele envié avisándole de millegada. Al contarle lo
suce-dido lloró junto conmigo. Siempre fue muy amiga
de sus
hijas y a todas nos dio su comprensión y
JuLia UrquiDI ILLANES episodio sin importancia y no quería poner la
más mínima duda en su mente.

dable compañía y también un confidente en quien


29
depositar toda la penay la inquietud que me
asaltaban de manera permanente.
Mi marido me hablaba en sus cartas de las conversa- ciones que
tenía con mi suegro, relacionadas con nuestra

insoportable situación. Me daba ánimos, estaba convencido de que


pronto volveríamos a reunirnos. Cada día echaba de menos,
con mayor amargura, al marido que lo fue por escaso tiempo y
con el que solo había pasado dos noches de intimidad
absoluta.
Sucedió que mi primo, mientas comentábamos una película, en
la puerta de casa me abrazó y me besó de ma-nera sorpresiva,
dejándomeperpleja. Luego, confesó que se había enamorado de mí y
me pidió que me quedara,
que anulara mi matrimonio con Mario para casarmeconél. Hablaba en forma tan
atropellada, que creía que le estaba entendiendolas cosasal revés. Cuando
me recuperé de mi confusión,le dije que nunca se me había ocurrido ni
pensar
en esa situación, que mehacía sentir muy mal, que no quería

herirlo, pero que nunca alenté ningún sentimiento ajeno a nuestra


amistad, que con su comportamiento me ofendía, lo mismo que
a mi marido. Por último, le pedí que dejara de visitarme, lo
que me dolió porque estaba habituada a su compañía, ya que
generalmente, después de su trabajo iba a buscarme.
El primo se sintió muy avergonzado y se fue en silencio. Aquella
noche no pude dormir. Tenía la vaga
sensación de que Mario me reprochaba mi conducta que, en mi criterio,
nada tenía de reprochable, pues yo no te-nía la culpa de nada de
lo sucedido. Después de muchas
dudas y cavilaciones, decidí no contar nada a Mario de ese
insignificante y pasajero incidente; al menos para mí era un
JuLta UrQUIDI ÍLLANES
pl O QUE V ARGUITAS NO DIJO

A
tambiénse ve a Batuque
Lima, 1956. Mario yJulia en un día de campo,
30
Lo Que VARGUITAS NO DIJO JuLia UrQUIDI ÍLLANES

El muchachodespareció de la casa, y todos se


pregun-taban las razones; incluso su madre decía que
sitos y separarnos tan drásticamente. El hecho de que fuera
nadasabía, pero que lo veía muy cambiado y preocupado,
divorciada y mayor que Mariono era factor para que se me
que se pa-saba horas echado en la cama mirandoalvacío.
colocara poco menosque en la condición de una delincuen-te.
Tantas eran las preguntas que me vi obligada a hacer la
Comprendía, con todo, que yo no era para el padre de mi
mía y dije a su madre: “Cierto, ¿qué es de tu hijo? Hace días que
marido, la persona ideal, pues seguramente él querría para su
no viene por aquí”. Ella me miró, se sonrió, se acercó a mí, me
hijo una muchachita joven, una nuera a la que pu-diera manejar
apretó un hombro y me respondió casi al oído: “¿Usted nolo
a su antojo. Pero tampoco había razón para ser tratada en esa
sabe, m'hijita?; no se hagala tonta, que ya está grandecita
para eso”. Me quedé tan cortada que no supe quédecir. forma, y menos por el padre de Mario

Volví a ver a mi primo en el cumpleaños de su que nunca se preocupó por él cuandoera niño,
abuela —hermanade la mía—. Aún sin quererlo, estaba nerviosa
ni mucho menosde adolescente; su único
esperandosu llegada. Hizo su aparición con unostraguitos de
derecho de padreera el de haberlo
engendrado.
más y mesacó a bailar. Mi madre fue la que inocente-mente
Y, ¡por fin!, un maravilloso día llegó el tan ansiado
medijo: “Anda,hijita, diviértete un poco. Has estado a mi lado
cable de mi marido. Su padre autorizaba miregreso a Lima.
todala fiesta. Tú que eres tan alegre”. Me levanté muy tensa y
Miexilio sentimental había, pues, terminado. Ya tenía su
nos pusimosa bailar. Él me miró sonriendo y murmuró: “No se
permiso para poder amar a mi marido como deseaba hacer-lo. Era
ponga así, no la voy a comer, ya me dijo lo que pensaba, no
tan grande mi alegría que olvidé todo lo que había pasado para
tenga miedo y diviértase, olvídese por un momento del cabrito
poder reunirme con Mario. Hubiera querido tener alas en ese
que la espera”. No respondí. Concluyó la música y me retuvo,
mismoinstante para volar junto a él. Pero surgió un problema:
para continuar bailando. Pero bruscamente me deshice del
no tenía dinero suficiente para el pa-saje. Lo resolví pronto.
abrazo y volví junto a mi madre. Realmente me sentía
En la casa de empeños —sin decir nada a nadie— vendí un anillo
confundida; a pesar de lo tensa queestaba, me sentí cómoda en
con unbrillante de un quilate y medio, una pulsera de oro, con
ese abrazo queesel baile y en esos instantes se me mezclaban
34 dijes, también de oro, y algunas otras pequeñasjoyas. Por
en la mente las dos imágenes. Después de muchos años, me he
todo me dieron una
preguntado qué hubiera pasado si yo no hubiera estado tan
cantidad irrisoria, pero que cubría mis propósitos. No me importó el
enamorada de Mario y escuchaba todas esas palabras de amor que
valor material de todo ello, pues lo único que
me de-cían; pero nadie sabe cómola telaraña del destino
meinteresaba era irme a Lima. Cuando mi madre se enteró
sutilmente nos envuelve a todos y hace con nosotros lo que
de lo que había hecho, casi se desmayó, quiso
quiere.
recuperarlas cosas, pero no pudo. Ya era tarde.
Luego tuve que enfrentarme con el Cónsul del Perú,
Mi estadía en Antofagasta se me hacía muy penosa.
que se negó a darmela visa para ingresar a su país, quizás porque
Extrañaba a Mario, a pesar del consuelo que mi
cometí el error de decirle que iba a residir en Lima
madretra-taba de darme. Pasaba horas reflexionando
y en mi pasaporte constaba mi condición deturista. Se pu- so
acerca de los
muy intransigente, y solo la intervención del Cónsul de
métodos que empleó mi suegro para conseguir sus propó-
Francia, quien tenía amistad con mi padre y con el que hablé

32
33

Lo QUE VARGUITAS NO DIJO


“Existen pocos crímenes que merezcan ma-

yorcastigo que el de entregarse


del asunto,logró queal día siguiente me llamara el totalmente

temible Cónsul peruanoy sellara mis documentos. en manosde otro”.


Me despedí apenada de mi madre, por dejarla Barbey d'Aurevilly
con una preocupación tan intensa por mí. Le prometí
que le escribi-ría desde Limapara contarle con todo
detalle lo que ocurrió. También ella, como es obvio,
quería lo mejor para su hija y le preocupaba la edad de
Mario y su inestable condición de estudiante.
En el avión me di cuenta de las miradas que medi-
rigían algunos pasajeros. Pronto encontré la respuesta
de tan curiosaactitud: era tal mi alegría que mereía sola. ¡Qué

vuelo más largo, me parecía que no llegaría nunca! Hasta

que por fin aterricé en Lima. Después de pasar Aduana e Inmigración, corrí como si

En el aeropuerto me esperaban Mario, estuviera participando en una competencia deportiva, hasta


mi hermana, Lucho y Nancy. precipitarme en los brazos de Mario. Nos mirábamos, nos
besábamos. Volvíamos a mirarnos y a besarnos. Me sentía
plenamentefeliz de encontrarme conél. Todo lo que había
a mi alrededorse borró, solo existíamosél y yo. Si en
ese momento se hubiera acabado el mundo, qué contenta me
hubiera sentido de dejar este en sus brazos.
Durante mi ausencia, y en colaboración con mi her-
mana y su prima Nancy, Mario había alquilado un pequeño
departamento en una Quintadela calle Porta —que a mí me pareció tal

vez másbello que el Palacio de Versalles, que aún ni pensaba


quellegaría a conocerlo—. Constaba de dos pie-zas, una que
servía de living-comedor, con muebles bastante
usados; otra pieza más grande queera el dormitorio, un ba-

ño comopara una casa de muñecas, y una piecita diminuta quetenía el

nombre de cocina, a la que realmente tenía que entrar de lado,


puessi lo hacía de frente me habría quedado atascada. Pero era
lindo,era allí donde viviría con Mario, sería allí donde se
realizarían todas nuestras promesas de amor, donde realmente
viviría mi sueño tan anhelado.

35
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO

Por un tiempo, almorzamos en casa de mi hermana; vi-

víamos con muy poco dinero. Mario continuaba sus estudios en

la Universidad y acumulandotrabajo. En un momento dado llegó a

tener nada menosque siete. En particular, uno de ellos no

podría ser más fúnebre:consistía en fichar a los muertos del


cementerio. Establecimos un método:él recogía los datos y yo hacía las fichas,

que se entregaban cada fin de semana. En lo que a mí se refiere,

también procuré aportar cuanto me Ese posible. Un compatriota y buen

amigo, que por entonces vivía en Lima, y que en Bolivia llegó a ser un

prominente miembro de la empresa privada, un gran señor, que se lo

veía buenmozo con su linda cabellera blanca, me daba trabajos de

copiados a máquina, por los que me pagaba 50 soles semanales, suma que

ayudaba mucho a nuestra magra economía.

Teníamos muy buenos amigos. Javier seguía siendo el


primero y estaba siempre con nosotros; continuaba con sus in-
tenciones de enamorara la prima Nancy, chica muy linda y de
gran simpatía, que por aquel entonces se presentó como candi- data a

Miss Perú, representando a Arequipa. Anecdóticamente, recuerdo


queel día final del concurso, Javier poco menos que llenóel
teatro de flores, dejando ahí su presupuesto de todo un año.
Pero el querido y entrañable Gordo siempre ha sido así para
sus cosas; no le importaba lo quele costaría algo si con ello
iba a dar gusto a quienes estimaba.
Aún no me había encontrado con los padres de Mario.
Unatarde fuimos a un cine, y en medio de la oscuridad me
di cuenta de que las personas que estaban a nuestro
lado, tremendacoincidencia, eran ellos. Di un codazo a
Mario y le dije: “Sal rápido, no preguntes nada, pero
sal”. Salimos rajando del cine; ya en la calle le conté
lo que pasaba y en menos de un segundo nos hicimos humo.
En circunstancias muy penosas, con motivo de la en-
fermedad del papá de Nancy, me encontré con Dorita. La
mamá de Mario me saludó muycortés y ceremoniosamente.

36
JuLia UrQuUIDI ILLANES

En sucesivas ocasiones se mostró más cordial y cariñosa


conmigo. Por supuesto que a su “Cholito” se lo comía ma-
terialmente a besos cada vez quelo veía.
Al papá de Nancy lo cuidaba una monja bastante
metete y, según entiendo, con muy poca caridadcristiana,
quien, sin duda aleccionada por unatía política de Mario,
una persona muy especial y un poco resentida con todos
los dela familia, ya que su matrimonio no era precisamente
feliz, culpaba a todo el mundodeesa situación, menosa ella
misma. La malévola monja me preguntó —en presencia de
todos y con un marcado acento español—:”Oye, tú dime
¿ese muchachito tan buenmozo quete tiene abrazada es
tu hermano menor?”. Miré a la monja con ojos asesinos,
respondiéndole: “No, madre, no sé qué le habrán dicho,
pero es mi marido”; y la muy metete, que curioseaba por
todas partes, me soltó agria y desabrida: “Vamos, vamos,
que no estoy para bromas”. Tuve que llevarme a Mario de
la habitación, porque se puso furioso y quería decirle a la
religiosa todas las iniquidades del mundo.
El padre de Nancy, que fue un hombre encantador, mu-
rió a los pocos días. No pudo superar aquella enfermedad.
Conocí a Pupi y Abelardo. Fuimos a su matrimonio. En
todo momento me han brindado una desinteresada y sólida
amistad y, por entonces, también a Mario; más que amigos
éramos verdaderos hermanos. Cuando nació su primerahi-
ja, no me aparté del lado de Pupi, mientras Mario, Lucho y
Abelardo recorrían la clínica como padres primerizos. Ayudé
al médico quela atendía en el parto, quien en un momento
dado me indicó quele pusiera la máscara de anestesia; al ver
el sufrimiento de mi buena amiga, se la puse, pero nose la
saqué de inmediato, con lo cual durmió feliz el resto del día y
de la noche. Fue una imprudencia de mi parte, que gracias a
Dios no tuvo ninguna consecuencia, pero esosí, estoy segura
deque en susfuturos alumbramientos me extrañó.

37
segunda niña de la que fuimos padrinos
Luchoy yo, lo que contribuyó a que nuestra
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
amistad, que por miparte aún persiste, se
hiciera más fuerte e inquebrantable; pero
Pupi y Abelardo tuvieron después un varoncito y una Mario los olvidó a medida que aumentabasu
prestigio. JuLta UrQUIDI ILLANES

Los domingos hacíamos almuerzos en casa de ellos;


comotenían unaterraza que daba a un patio, un día se nos se la dijo. Nunca he visto un desprendimiento tan grande,
ocurrió hacer anticuchos. Con Pupi preparamos todo un
a
una nobleza semejante, y aún menosentre
día antes, y el domingo temprano marchamos con Mario casa de escritores que comienzan.
los Oquendo, donde Lucho nosesperaría. La pri-mera odisea Comola situación económica de todos era más o me-
fue prenderel fuego en la parrilla; todos se creían
nosparecida, pero quizá la nuestra un poco másdébil, cuan-
maestros en ello, pero cada uno era más inútil que el
do los sábados o domingos queríamos tomar un buen té conpasteles,
de
otro, lo que nos causaba una gran hilaridad, en medio generalmente de La Tiendecita Blanca, íbamos todosa visitar a un
una camaradería maravillosa. Total, acabamos prendiendo amigo —que dicen que ahoratriunfó co-moescritor y que, dicho
el fuego Pupiy yo;felices y orgullosas con nuestro
sea de paso, desde hace varios años me debe los derechos de
triunfo, pusimos los esperados anticuchosa la parrilla y
autor de una edición popular de La ciudad y los perros— como
comenzó una humaredatan tremenda que creíamos quese iba a
in-cendiar la casa, costándonos mucho quitarla; tuvimos era mayor que todos los del grupo y quería formarparte de él,
que echar agua al fuego y todo se calmó. Pasadas todas nos invitaba unostés fabulosos, de lós que siempre salíamos
estas peripecias logramos lo que queríamos: comer unos anticu- haciendo comentarios y riendo alegremente; nos despedíamos con
el un “hasta la próxima”.
chosdeliciosos. Hicimos muchos experimentos másen arte
A Nunca lo invitamos a nuestras reuniones.
culinario. Así era nuestra vida, sencilla y agradable.
Vivíamos tranquilos, sin mayores preocupaciones,
veces, me pregunto si Mario habrá encontrado en su nueva
compartiéndolo todo entre nosotros. A todos esos
vida los mismos amigos que eran tan sinceros y que tanto
lo alentaron al comienzo de su triunfal carrera. Nolo creo. excelentes amigos les hacía mucha gracia el apelativo

Otro amigo incomparable era Lucho Loayza, que tam-bién


que yo le daba a Mario: le decía “mi Homoso”, lo que

escribía; recuerdo que él y Mario se presentaron jun- hacía reír mucho a Pupi y Abelardo. Para resumir, fue

tos a un concurso de cuentos de la “Revista Francesa”, que aquella una época in-olvidable, durante la cual

concedía como primer premio un viaje a París. Pues bien, compensábamos privaciones y necesidades con amor,

pasóel tiempoy llegó el día en quese daría el premio. Una ternura, y todo lo demás pasaba a segundo término.
tarde llegó Lucho a casa todo emocionado, casi no podía Como Mario estaba ocupado todoel día en sus dife-
hablar, sinceramente creí que era él quien había ganadoel rentes trabajos, escribía sus artículos de noche. Llevaba una

ansiado galardón, pero no, era Mario. De inmediato nos lan- zamosa la mesita de máquina a mi lado, junto a la cama. De rato en
rato hacía una pausa, me besaba y continuaba escribiendo. Me
calle para darle la gran noticia. El mismo Lucho
leía lo que escribía; y cambiábamos impresiones sobre sus
38 artículos que, por supuesto, para mí siempre eran buenos.
Al poco tiempo de estar viviendo en la calle Porta, me

regalaron un perrito. Era una bellotita blanca y crespa, le


pusimos el nombre de Batuque. Sin ser fino tenía una inte-
ligencia increíble. A las 12:30, hora en que Mariollegaba a
casa, rascaba la puerta y salía como un bólido a esperar a

39
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO
mi marido. No se equivocaba nunca en la hora. En una de JuLia UrQuIDI ÍLLANES

aquellas salidas lo atrapó la perrera. Mario, cuandolo supo,


fue inmediatamente a buscarlo y pudo rescatarlo después de Recuerdo que asistimosa la fiesta que daba una prima
algunas pericias. Lo encontró en una jaula. Me contó hermana mía. Alllegar a su casa con Olga y Lucho, reparé entre
horrorizado que los metían dentro de una bolsa y después los invitados a un señor bien parecido, alto, moreno,
los mataban a palos. De regreso a la casa, en un taxi, tal vez por con las sienes canosasy ojos claros. Conociendolas reaccio-nes
miedo o no sé qué Batuque hizo todas sus necesidades de Mario, lo saludé cortés pero parcamente. Con todo,
corporales encima de Mario. Resultado: no sé cuál de los dos me di cuenta de que Mario me miraba de reojo y no me sa-
estaba mássucio. Entraron juntos a la ducha. Nos acompañó casi caba los ojos de encima. Luego, en un momento dado, entré a la
dos años mi fiel Batuque. Cuando tuvimos que irnos a la casa cocina en busca de algo para beber y me tropecé con el
de los abuelos, lo entregamos a Joaquín. El día que se lo referido señor —cuyo nombre nunca supe— que peleaba con
llevaron fue de una pena enorme, parecía darse cuenta de lo una cubeta de hielo pegadaal refrigerador. Me pregun-
que pasaba. Nos miraba con sus ojitos llenos de tristeza, no tó: “Señora, ¿puedoservirla en algo?”. Le respondí que yo y le di
quería caminar, con las uñas se prendía a las piedras del las gracias por su gentileza. Al ver que insistía, con objeto
patio. En su mirada meparecía veralgo de reproche, comosi de no sentirmeridícula le dije: “Solo quería un refres-
hubiera querido decir: “¿Por qué me hacenesto, por qué me co o algo de beber; me muero de sed, pero no se moleste, yo misma
echan?”. Conla inteligencia que tenía, espero que hubiera meserviré, siga usted con lo que está haciendo”. Mereplicó:
comprendido lo que yo le decía. Nunca máslo vi. Después de un “No faltaba más, saco este hielo y la atiendo”. Mesirvió un
tiempo supe que murió atropellado por un auto. whisky con mucha agua. No alcancé a tomar
Todo marchaba perfectamente entre nosotros y todo hubiera el vaso, cuando¡zas! entró Mario que me miró comosi pre- tendiera

seguido de la misma forma, si Mario no hubiera co- fulminarme. Para disimular mi temor pregunté: “¿Conoce usted a
menzado con unoscelos obsesivosy sin justificación. Quizá mi marido?”. Y aquel señor prácticamente desconocidodijo: “No
estos celos hubiesen sido más lógicos en mí. En definitiva, él tenía el gusto. Lo felicito, tiene usted
tenía compañeras de Facultad y sus amigas de soltero. una esposa encantadora”. ¡Para qué lo diría!
Además, nos amábamosy no había, en consecuencia, moti-vos para Con toda descortesía, Mario me agarró de un brazo- y me
desconfiar. Aquellos celos me resultaban absurdos desde sacó de allí como si estuviera huyendodela peste;
todo puntodevista. Y, sin embargo, yo misma habría sinceramente me sentí en el aire. Como no quería tener pro-blemas, me

de sufrirlos años mástarde, hasta límites insospechados. aterraba la idea de que este señor me invitara a bailar. Me refugié en
Por ejemplo, Mario no me permitía ir sola a Lima. el dormitorio de mi prima y me recosté
Nosotros vivíamos en Miraflores. De manera que cuandolle- en su cama. Al poco rato entró mi marido y se echó a mi lado;
garon mi hermanoy su esposa, en viaje de novios,ni le dije: “Si estás cansado, ¿por qué no nos vamos?,
siquie-ra me fue posible acompañarlos al centro. mañana trabajas temprano”. Me contestó que él hacía lo
Naturalmente, aún menossaludar a ningún amigo que quería y que no necesitaba que lo cuidaran. “Bueno,
boliviano, con quienes me encontraba en ocasiones. cuando decidasirte, me avisas”, concluí. Entonces comen-zó
con algo muyinfantil; me daba pataditas, primero muy
40 suaves, después aumentaron en intensidad hasta hacerme

41

Lo que VARGUITAS NO DIJO daño, seguramente porque no le hacía caso, hasta que me
JuLia URQUIDI ILLANES
empujó y me hizo caer de la cama. Volví a recostarme sin
decirle nada, pero el jueguito prosiguió y no
hubiera pasado, pero él seguía enojado. Apenas medirigió la
pudiendore-frenar mis impulsos de cólera, me senté en
la camay le largué una cachetada. Mario me la devolvió palabra; almorzamosensilencio. Luego él se fue a descansar y

de inmediato. Grité y acudió mi cuñado.Le expliqué a yo me puse a lavar los platos; generalmente esta labor la

Lucho lo que había sucedido y nos llevó a casa. tenía que dejar para después que él se hubiera ido,
Nos acostamos, ambos muy ofendidos. No pude con-ciliar porque comenzaba a llamarme y no me dejaba hacer nada.
el sueño. Pensé muchoy llegué a la conclusión de que los Cuando terminé fui al dormitorio, lo abracé y le dije:

celos de Mario eran producto de una enorme inseguri-dad. Él —Ya, Homoso,no sigas enojado, abrázame y deja esas

se sentía menor que yo. Por mi parte, nunca me sentí mayor tonterías.
queél. Ahí estabala diferencia. Pero ya me estaba Pero me rechazó con tanta furia que me
quedé para-lizada y se me saltaron las
cansando de sus niñerías.
En la mañana, cuandosalió a la Radio mehice la dor-mida. lágrimas. Mirándome meres-pondió:
Era la primera vez que se iba a trabajar sin darme un beso de —Puedesllorar lo que quieras, ¿quieres que llame a

despedida. Estuve cavilando, tratando de encontrar la forma de tu buenmozo para que te consuele? —dijo y agregó—Te confieso

darle más confianza en sí mismo. Tenía que y te advierto que no puedo seguir viviendo así.
No acertaba a comprender a quése refería, si a mi
comprender que lo quería y que por esa única razón me casé
llanto o a la cachetada; se lo pregunté; respondió que
con él. Porque ¿qué otra cosa podía ofrecerme fuera de
no
su amor?Si ni siquiera teníamoslo suficiente para vivir
me hiciera la tonta ni menosla ingenua, que se refería a mis
decorosamente. Y, no obstante, yo me encontrabafeliz en el
coqueteos con todo hombre que se pusiera a mi alcance.
pequeño departamento, en esas dos piecitas donde nos
amábamoscon intensidad, donde nuestros cuerpos no te- nían Aunquesoy rápida para contestar una ofensa,
por
secretos para ningunode los dos, donde nos fundíamos
unos segundos enmudecí ante su insólita
en unsolo ser. respuesta, pero repuse:
Me gustaba tanto sentarme en el suelo, con la cabeza
—Qué pena, Mario, o te has casado con una mujer muy
apoyada en sus rodillas, y que me leyera a Borges, Neruda,
coqueta o tienes una inseguridad tan grande que no te
Marcel Schwob (sus Vidas imaginarias), a Vallejos, que me
dejará vivir en paz. Tienes muchísima razón, no podemos
describiera todo ese mundo queera el de él. Con frecuencia
continuarasí, será mejor que lo decidamos ya mismo. Mevio tan
interrumpíala lectura y me besaba. ¿Qué podía valer más que
decidida que noté su inquietud, y dijo: —Ahora
todo esto? Pues bien, embargada portodasestas reflexiones,
estoy muy cansado, déjame dormir un rato;
comprendía que por sobre todo me dominaba el amor que
si quieres puedes echarte a mi lado.
sentía por mi marido. Mi enojo se fue diluyendohasta
Mereí por dentro ante su gran concesión y
es-fumarse por completo. Lo esperé al mediodía como si me acosté a su lado, dándole la espalda.
nada Desperté sobresaltada. Estaban golpeandoa la puerta
y yo dejé que abriera Mario. Eran nuestros buenos
42
amigos que venían a buscarnos parair a la pizzería
de Miraflores. Mario regresó al dormitorio y
ordenó:
43
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO
JuLta UrQUIDI ÍLLANES

—Vamos, levántate, vamosa salir,


están aquí Pupi, Abelardo y Lucho.
Le respondí en mal tono: Le contesté:
—Gracias, no voy a ninguna parte contigo, —Si quieres que mería, cuéntame un
puedo co-quetearle al mozo; anda, ve tú. sin
chiste. Me tiene cuidado lo que
—No puedeshacermeesto, ¿qué les diré? piensen los amigos. Me interesa lo que
—¿Y a mi qué? Diles lo que se te ocurra. pensemosnosotros de nuestro matrimonio; ¿queremos hun-
Notenía deseos desalir, además estaba con los ojos hinchados dirlo o llevarlo adelante? Eso es lo que me
importa y nada más.
por haber llorado y dormido. Entonces, en forma sorpresiva e
A lo que repuso:
imprevisible, me besó emocionado pidiéndome
—Bien sabes que no podría vivirsin ti, Negrita.
que fuera con ellos. Como los enojos nunca me han durado, mucho
Como siempre, ganó él. Nos amamos con pasión y
menos con Mario, mearreglé un pocoy salí dicién-doles que
ternura. Amanecimos abrazados como si jamás hubiera
estaba resfriada y que por eso no quería salir. En
ocu-
el camino a la pizzería, mi marido me llevó abrazada rrido nada entre nosotros. Como si nunca hubiera dudado
por los hombros, estrechándomejuntoa él. de mí. Éramoslos seres más felices del mundo.
Nuestras reuniones solían ser muy bulliciosas y ale-
Según Mario,él jamás fue celoso, fueron mis celos
gres, pero aquella noche no huboesaalegría espontáneani los
in-justos los que más tarde nos hicieron vivir en un infierno y
chistes acostumbrados. Probablemente les contagié mi estado
eso me lo reprochaba cruelmente. Pero antes de
de ánimo. La verdad es que los repentinos cambios que se
operaban en Mario me tenían desorientada. Mientras ellos
estas afir-maciones, pasaron muchas cosas.
Cosas con cuyo recuerdo todavía me estremezco.
conversaban, yo pensaba en cuál iba a ser su actitud

cuando estuviéramossolos en casa y qué se podía hacer


para ponerfin a esas escenastan desagradables que
a ambos nos amargaban y nos entristecían; nos
queríamosy, sin embargo, nos heríamos.
Al regresar a casa, se pusieron a leer Vidas imaginarias

durante por lo menos una hora; siempre leían en voz alta,


pasándoseel libro de unos a otros. Cuando nos quedamos

solos, Varguitas, abrazándome,dijo:


—Ahora soy yo el que te pide que no estés enojada; ven
conmigo y deja de estartriste, durante toda la comida

no he oído tu voz; ya, Negrita, a ver, quiero verte reír


¿qué pueden haber pensado nuestros amigosal verte así?

¿Crees que no se han dado cuenta de que algo anda mal?

44
pa
no
“Toda la educación de la mujer debeser di-

rigida hacia el hombre. La mujer está hecha

para ceder ante el hombre y soportar sus

injusticias”.
Jean Jacques Rousseau

Iv

Pero los propósitos y las promesas de tranquilidad se


esfumaron muypronto, y de nuevo volvieron los infunda-
dos enfrentamientos, con todas sus lamentables consecuen-

cias y hasta hubo otra escenita peor. Comohasta los 10 años

viví en Chile, me fascinaba el mar. Una mañana que nos


invitaron a almorzar sus abuelos, me fui tempranoa casa de

ellos. No dije nada a mi marido, no lo consideré necesario.


Y fui a la playa con el abuelo Pedro,un viejecito adorable, a
quien le encantaba ir al mar tanto o más que a mí. Estuvimos

gran parte de la mañanaenla playa de Miraflores. Llegamos

a almorzar cuando ya Mario estaba en casa. Nada comentó


delante de los abuelos, pero lo noté extraño y de mal humor,

disimulando la verdadera razón de su actitud explicando


que había pasado un mal momento enla oficina. Como no
tenía deseos de discutir después de una mañanatan agrada-
ble, me quedécallada sin hacer ningún comentario e ignoré

su mal humor. Terminadoel almuerzo, Varguitas se fue a la

habitación de su mamá, yo me quedé conversando con doña


Carmen y la Mamaé por unos minutos, hasta que Mario me
llamó en vozalta, diciéndome:
—Negrita, ¿quieres venir a acompañarme?

47
heredadoel temperamento celoso de su
padre, que una vez fueroncalificados
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
de paranoicos por un médico. Pero yo
no iba a permitir que Mario me hiciera
La abuela se rió, comentando: la vida imposible; a toda costa me
—Este mi “Cholito” no puedeestar sin ti, no nos deja oponía a esta permanente actitud que
ni conversar unrato, pero nada, ve con él. afectaba nuestra unión. No era dueña
Entré en la habitación y ¡la que se armó! ¡Santo
de salir a comprarni cigarrillos, e
Dios! Mario estaba descompuesto de furia. Hablaba en
inclusive llegó a extremostales como
voz baja “por olvido” dejarme encerrada bajo
para que no escucharan sus familiares, apenassi llave en la casa.
lograba entenderle. Nunca lo había visto tan
enojado, era presa de unos celos monstruosos. Me 48
acusó de haberutilizado al abuelo, un hombre
viejo —decía—, que no se daba cuenta de nada,
comopantalla para mis coqueteos con todos los
hombres que había en la playa. Para ocultar mi
miedo, lo miré sonriendoy le dije:
—Gracias, realmente me halagas, no me
insultas, no sabía que era una Miss Universo, a
quien todos miran.
Miactitud entre sarcástica y defensiva lo sacó
más de sus casillas y se armó la toletole. Mi ironía
cambió en enojo;

le dije:
—Mira, Varguitas, te guste o no te guste,
iré a la playa cuando meplazca, y si dudastanto
de mí, puesesbienfácil, nadie te obliga a seguir
a mi lado.
Cierto que estaba segura de su amor, por eso me
per-mitía el lujo de decirle aquello. Sin
embargo, con los años, iría perdiendo esa
seguridad y me aterraría la palabra se-paración.
Todo cambiaen la vida.
Sus celos me resultaban sofocantes. Lo quería
mucho, pero si me casé conél, lo hice para que
ambosfuéramosfelices y nopara destruirnos (algo que
olvidaría tiempo después). Posiblemente, Mario había
JuLia UrQUIDI LLANES expresión de alegría espontánea; para él todo era hacer
el ridículo. Superado este incidente lo pasamos muybien.

Al ver mienojo, fue bajandoel tono de voz, se le fue pasando Pocosdías antes de Año Nuevo, comenzaron otra vez los
malditoscelos, los soporté porquellegaba unafiesta que
lafuria, le costó un poco el quitarme la mía, aunque
había esperado para pasarla feliz con mi marido. Era
nunca me duraban misenojos conél, pues lo quería dema-siado. Me llevó
nues-
a su lado en la cama, comenzó a aplacarme
tro primer Año Nuevo y teníamos planesde festejarlo con
con caricias, besándome y, como siempre, terminamos ha-ciendo el
nuestros amigos. El 31 en la tarde, estando en casa de
amory olvidando el mal momento pasado, como si las peleas
sus
fueran un aliciente para poder amarnos.
No dejé deir a la playa, aunque con un poco de miedo, pero lo hice. primas Nancy y Gladys, me atribuyó el hecho de

No me agradaba disgustarlo, pero esas prohi-biciones no las toleraba. coquetear al enamorado de unade ellas. No pude

Llegamos a un acuerdo;él iría a soportarlo. Mefui

buscarnos, estaría un momento con nosotros, regresaríamos a casa de mi hermana Olga. Sé que les amargué la
juntos, y todos contentos. noche, pero no quisieron dejarme sola. Juntos
Se acercaba Navidad,la que pasaríamos en casa de Olga y Lucho, examinamosla ac-
conellos y sus hijos Wanda,Patricia y Lucho. Fue una noche muy linda, titud de Mario, su conducta tan inestable, inesperada;

aunque con un pequeñoinconveniente. Mi yo insistía en su inseguridad. Ninguno podía


marido se molestó conmigo porque tomé una escoba,le puse papeles de comprenderla. Antes de casarnos, le conté toda mi
colores, y entré al living montada en mi escoba, gritando:¡llegó Papá vida, sin ocultar nada, puesto que no tenía nada de
Noel! ¡Llegó Papá Noel! Dijo que no le qué avergonzarme, ni mucho
gustaba que hiciera el ridículo, era comosile fastidiara cual-quier
49
prometió y cumplió fielmente su
promesa. Nunca más en los años que
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
duró nuestro matrimonio me martirizó con
sus enfermizos celos. No sé si porque se
menosalgo que pudiera hacerlo pensar en un engaño. Me
convenció de mi amor o porque temía
preocupaba suponer que hubiera heredado ese lado que lo abandonara. Nuncalo supe. El
de su 1.de enero vol-
padre:la enfermedaddelos celos. vimosa casay festejamos el Año Nuevo a
Mario apareció al día siguiente, por la tarde.
nuestra manera, saliendo solo a
Tenía mala cara, como si no hubiese dormido. Dijo que
medianoche para comeralgo.
quería hablar conmigo. Acepté, con la condición de que Se inició una etapa muyfeliz; ya no había nubes
estuviesen presentes Olga y Lucho. Hablamos largamente en
de todo lo que nos atormentaba. Se aclararon las cosas. nuestro horizonte, todo era maravilloso,
Me pidió que vivíamos el uno para el otro, sin
volviera a casa con él. Accedí, con la condición de que no reprochesni peleas. Era el hogar que
se volvieran a repetir esas estúpidas escenas. Lo ambos habíamos soñado, buscadoy, al
fin, encontrado.
Seis meses después de nuestro matrimonio, se me JuLia UrQUIDI
ÍLLANES
atra-só mi periodo unos 15 días. Nole di, sin embargo,
mucha
—Bueno,lo quetiene la señora no es nada grave,
importancia. En mi matrimonio anterior, pese a un sinfín de sino
exámenes médicos, no se pudieron determinar las causas de mi
algo muy normal. Preparen ropita chica
esterilidad. Incluso, me habían hecho una operación muy porque la señora está embarazada.
seria, que casi me cuesta la vida. Con todos estos Yo no podía creer lo que nosdecía, le discutía que
era
anteceden-
imposible. La doctora me explicó con muchapaciencia que
tes no tomé muy enserio el atraso, al que atribuí a
mi esterilidad era más bien psicológica que
alguna consecuencia de esa operación, llevada a
genética. Me
cabo hacía poco más de un año. Además, los médicos
había obsesionado por tener un hijo y esa misma
me habían advertido quesería muy poco probable que
obsesión
llegara a ser madre.
me lo impidió. Cuando me despreocupé, la
Pero, comoel atraso continuaba, se lo dije a naturaleza obró como debía. Eso era
Mario y fuimos juntos donde una doctora muy todo.
conocida en Lima. Ya en su consultorio, me examinó No obstante, para evitar nuevas
minuciosamente y cuál no sería mi sorpresa cuando decepciones, se me hicieron análisis de
sonriendo nosdijo: todo tipo. Los resultados dieron siempre
positivos.
50 Con los análisis en nuestro poder, fuimos donde
los
abuelos. Tanto Varguitas como yo nos encontrábamos muy

nerviosos, y a la vez, plenamentefelices. Nos mirábamos y


nos limitábamos a sonreír, comosi fuéramos niños
cómpli-ces de algunatravesura. Hasta que Mario
dijo:
—Abuela,Julia tiene que darles una
noticia.
La verdad es que no sabía cómo y
por dónde empezar. Meacerqué a la
señora Carmen y besándola en la
frente, murmuré:
—Venimosderecogerlos últimos análisis. No quisimos decir

nadahasta estar seguros; tiene que resignarse a ser bis-


abuela; y tú, Dorita —me dirigí a la mamá de Mario—,
abuela.
Hubo lágrimas, risas, bromas, fue una alegría
colec-tiva, llamé a mi hermana Olgay le dimosla
linda noticia. yllamaron a la doctora. No sentía ningún dolor ni molestias, me

Pero tanta felicidad duró muy poco. Días mástarde,al encontraba bien. La doctora diagnosticó que podría ser un
desvestirmepara entrar en la ducha, noté en mi camisón unas manchitas aborto y me ordenó no movermepara nada de la
rosadas. Se las mostré a mi marido cuando llegó. Inmediatamente Mario cama.
fue a casa de una vecina a llamar a mi hermana —noteníamosteléfono—.
al
Olga no demoró enllegar,
ella llegara, pero como mesentía
bien, le dije que no era
Lo que VARGUITAS NO DIJO
necesario y no permití que lo hiciera. No había
para qué
Cumplí sus órdenes,pasó el peligro. Mi cintura extremar las preocupaciones. Así
comen-zÓ a engrosar, mis senos a ponerse duros y me es que me pusea leer, es-cuchar
dolían. Todo música y me quedé dormida.
se desarrollaba, después de aquel susto, con normalidad. Al cabode no sé cuánto tiempo
Durante los días que permanecí en cama, recibí la vi- desperté con una sensa-ción rara, estaba

sita de mi suegro. Estaba muy contento con la idea mareada y sentí la cama mojada. Con gran
esfuerzo, levanté las sábanas y vi todo rojo.
de ser abuelo. Para que me entretuviera me regaló una linda
Había perdido
radio,
en la que oía música todo el día. A partir de entonces, nos mucha sangre. Grité pero nadie me oyó. Me

visitaba con regular frecuencia, aunque solo fuera por levanté caminan-do apenas; me daba miedo

bre- moverme. Era una hemorragia muyfuerte.

ves minutos. Nunca tocamosel espinoso tema de mi exilio Logré salir al patio y pedí auxilio. Una

sentimental; yo lo comprendía, pues fue muy cariñoso con- vecina del departamentode al lado me

migo;así era su carácter. encontró sin sentido, en medio


Con Mario hacíamos planes, hablábamos de nuestro
52
hijo, no nos preocupó nunca nuestra situación económica, no se

nos ocurría tomarla en cuenta, solo pensábamos en


nuestra felicidad. Él se reía de mí, porque antes de
casarnos
le advertí que no podría tener hijos. Recuerdo que medijo

que nole interesaban, que con tenerme a míera suficiente. Pero

ahora,al ver cerca su paternidad,se lo veía feliz, y yo


mesentía orgullosa de darle esa dicha, de poder ser
madre

de un hijo de quien tanto amaba.


Unatarde mehallaba sola en casa. Mi hermana,
quien meatendía con una dedicación admirable, me hizo decir

quese retrasaría un poco. Mario quiso quedarse hasta que


JuLia UrQuIDI ÍLLANES aquello lo impresionó mucho, porque fue entonces cuando
me dio toda su ternura y su cariño; estaba

de una gran mancha de sangre. La pobre consiguió llevarme pendiente de mí.


Me cuidaba y me mimaba. Por las noches, dormía
hasta la cama, recuperé el sentido del desvanecimiento, que pienso que fue más
entre sus brazos, escuchándole decir palabras de
de miedo que de otra cosa. Estaba real-mente aterrada y comencé a
pedirle a Dios que no me quitara mi hijo. Mi hermana y Mario
amor.
llegaroncasi juntos por pura Una noche sentí nuevamente mojada la cama,
pegué un
coincidencia. Ella porque se comprometió a acompañarmey él porque no estaba
grito —parece que estaba predestinada a pasar mi vida dando
tranquilo pensando que yo estaba sola. Aunque mi marido me tranquilizaba
gritos— y en menos de un abrir y cerrar de ojos todos
diciéndome que no me iba a pasar nada, mientras meacariciaba la cabeza
estaban en mi habitación. Nuevamente se llamó a la
con una
doctora quelle-
ternura enorme, repetía que no tuviera miedo, me abrazaba
gó6alarmada —pobre mujer, no hacía más que correr por mis
afirmando que lo más importante era yo, pero su palidez me demostraba llamados— me examinóy vi algo en su mano, me miró y dijo:
que estaba tan asustado comoyo. Se llamó
—Lo siento mucho, créame, señora.
1 la doctora, que vino de inmediato. Me examinó y aseguró
Ya no hay nada que hacer, el bebé se
perdió.
quela criatura estaba bien. Me puso unasinyecciones y la hemorragia Nosexplicó que el embarazo había sido difícil desde
desapareció a los pocos minutos. el comienzo, pero queella tenía esperanzas de sacarlo
Decidieron llevarme a casa de la abuela, dondeestaría adelante y noquiso alarmarnos. Me quedé atontada, no
acompañaday atendida, además para evitar más sobresal- tos. Mario me
podía hablar,
subió en brazos hasta el departamento, no me dejó poner ni siquiera un pie en el
suelo. Creo que todo 53
nada, solo para darnos una ilusión muy bella, una esperan-
zada continuidad nuestra que nose realizó. Pero el destino
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO no perdona,soy fatalista. De haber nacido esa criatura, tal
vez hubierasido distinto el curso de nuestras vidas. No lo sé,
deseabadecir algo, pero la garganta no me obedecía. Estaba ¿quién lo sabe? Pienso que todo hubiera sido igual; quizá un
sobrecogida por el dolor, quería pedirle perdón a Varguitas poco mástriste, ya que los abandonadoshubieran sido dos.
por no haber podido darle ese hijo que tanto quería, con el En los años que siguieron no hablamos nunca de este
que tanto soñaba,ese hijo que él decía, lo pondría al me- episodio tan triste, y que en ese entonces nos unió mucho.
-
dio de los dos para jugar con él. Cuando nos dejaron solos, Aparentemente, superado el trauma, volvimos a nues
nos miramosy lloramos abrazadosy juntos esa pérdida tan tro departamento dela calle Porta. Al messiguiente nos lo
amada por los dos. También porque ambos sabíamos que pidieron; la dueña dijo que tenía que hacer algunas refor-
nunca más esperaríamos un hijo nuestro. mas y además venció el contrato. Me puse a buscar otro en
Se acostó a mi lado, apoyé la cabeza en su pecho, me los periódicos y no encontraba uno que estuviera a nuestro
fui a
abrazó muy fuerte, y así nos quedamos dormidos. alcance, aunque nuestra situación mejoró. Unatarde
para ver uno que quedaba un poco lejos, pero de todos modos
Estuve casi tres meses en cama, que no sirvieron
JuLia URQUIDI
había que ver cómo era, ya que, según el anuncio, reunía ILLANES

las condiciones que queríamos. Era una casa de tres pisos.


Llamé a la puerta y no respondieron, entonces entré y subí asustó; pensé que estaba durmiendola borrachera; de todos
las escaleras; en cada piso tocaba una puerta, pero nadie modos, sin pensarlo dos veces salí corriendo, no sé cómo
-
atendía. En el último piso; ya un poco nerviosa por ese silen bajé las gradas en espiraly llegué asesandoa la calle.
cio, encontré una puerta medio entreabierta, la abrí del todo Tomé un taxi y respiré aliviada. En casa estaban Mario,
y vi a un hombre tendido en el suelo, en medio de la pieza Abelardo y Lucho. Les conté mi aventura, pero no me la
completamente vacía. Me acerqué, le miré la cara, que me creyeron puesto que me hicieron bromas por haberme
asustado con
54
un pobre borracho. Eso tambiéncreía yo, aunque tenía mis dudas.

Alos pocosdías, leímosla noticia de que un hombre había


sido asesinado en la mismadirección a la quefui. Por
supuesto que nunca se nos ocurrió hacer averiguaciones.
Finalmente, pudimos encontrar lo que queríamos. Era
un departamento muy lindo, en un edificio nuevo,
situado
cerca del Malecón de Armendáriz, en la calle Las Acacias.
La familia nos prestó algunos muebles y compramosa
cré-dito living y comedor (que después tuvimos que
vender mucho másbaratos para terminar de pagarlos).
Vivimosallí poco tiempo:la verdad es que estaba tan
vacío que si uno hablaba en voz alta nos respondíael
eco. Nuestros amigos
seguían visitándonos con bastante frecuencia;
teníamos que sentarnos en la cama, en el suelo,
en fin, donde a cada uno le acomodaba y podía
hacerlo.

1, Seguimos con nuestro juego de prendas; siempre que

Mario perdía le hacían cantar un corrido mejicano,


“Juan Charrasqueado”, la letra la sabíamos de
memoria, pero la-mentablemente nunca supimos cómo era
la música.
Atodosellos se les dio por hacer espiritismo. Una

pri-ma hermana mía que llegó de Bolivia, y que estaba

siempre

con nosotros, decía ser un médium. Y una noche, no sé por qué


razón, después de estar sentados alrededor de una mesa en trance. Con caras de incrédulos y asus-
chica, esta se movió. Fue un desbandegeneral, todos corrían por el living. tados mirábamos a Fernando, mientras mi prima le
Cuando nos dimos cuenta, uno de nuestros hacía

amigos estaba inconsciente; según mi pariente, experta en estas cosas, estaba


55
gentil con nosotros, nos invitaba a veces a
comer a la Pizzería de Miraflores, uno
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
desussitios preferidos. Cuando juró como
Canciller —lo que fue una excepción— lo
fricciones en la frente y en las manos con agua hizo en su casa. Con otra amiga que a veces
decolonia. Al pocorato volvió en sí; decía no acordarse de trabajaba para él comosecretaria,
nada. Nunca descubrimossi había caído realmente en trance ni arreglamos su casa y la dejamosreluciente
tampoco para la ceremonia. Don Raúl vivía solo, y
si las fricciones eran un ritual para hacerlo reaccionar, o
más dedicado a sus estudios e
porque el muchacho era estupendamente buenmozo. Años
investigaciones de historia que a los
después, fue actor del cine italiano, al menos ha
detalles
filmado
para la limpieza de su casa. Creo
algunas películas. Con esta aventura se nos que cuando terminamos
pasó a todos el deseo de meternos con el Más nuestrotrabajo ni él mismo la
Allá. reconoció.
También jugábamos “el juego de la verdad”,
pero tu-vimos que dejarlo, ya que suscitó muchos 56
problemas entre algunos matrimonios, sobre todo en
uno de ellos. Otelo era poca cosa al lado de la
señora que no aceptaba ninguna pregunta ni broma
que se relacionara con la ex esposa de su marido.
Una de esas nochesla diversión terminó en una de
esas peleas que hacen historia.
Al lado de nuestro departamento vivía un matrimonio
muy cordial y simpático. Ella era una muchacha
graciosa y encantadora que se vestía como un figurín.
Él escribía,
así que un día decidimosvisitarlos e integrarlos a nuestro

grupo. Mayor que Mario, el maridoal principio lo trataba


concierto aire de superioridad, hasta que se dio cuenta
de quetenía un interlocutor del mismonivel. Él sobresalió
más en la carrera diplomática que en lasletras.
Ya instalados en un departamento mejor, invitamos a
almorzaral Dr. Raúl Porras Barrenechea, quien siempre fue muy
JuLia UrQUID! ÍLLANES contestó que para cocinar. Me pareció un pocoraro, pero me dije:

“En fin, ella tendrá su propio método de preparar este


plato”. Arreglé la casa, coloquéflores, dejé el
Teresa, mi vecina, era una cocinera estupenda. Cuando comíamos en su
departamento
departamento presentaba mesas impeca-bles, llenas de cosas muyfinas,
bastante acogedor. De rato en rato atisbaba en la cocina; Tere
así que le comenté que el do-
no aceptaba mi ayuda, diciéndome queprefería cocinarsola.
mingo vendría a almorzar con nosotros el Dr. Porras, y que
Llegó el Dr. Porras, tomamos un aperitivo,
nosabía qué preparar para esa ocasión. Él era un hombre de aunque
unasencillez increíble, pero de todos modos metenía un él casi nunca bebía. Conversamos un momento. Era una
poco nerviosa el menú. Teresa, con su característica buena persona muy entretenida. Para mí fue el mejor
voluntad y su simpatía innata, medijo: relator de
—Note preocupes, yo te haré un bacalao riquísimo. Vi el cielo
anécdotas que he conocido. Más o menosa la una y media me
abierto, mi problema estaba resuelto. Pero
atreví a entrar a la cocina para ver cómo iba el menú y
mi buena amiga tenía una debilidad, disfrutaba conelvi-no; a veces
el delicioso bacalao y... ¡horror!, destapo la olla y me
tenía que ir a verla porque se sobrepasaba en la dosis, sufriendo unas
en-cuentro don una pasta negra pegadaal fondo,y la
depresiones horribles. Ignorante en estas cosas, yo siempre creía que
botella de vinovacía. Procuré arreglarlo como pude, pero
estaba resfriada; se pasaba el día tomando Desenfrioles que, juntamente
con “eso” no había nada que hacer. Llamé a Teresa y
con el vino, muchas veces la ponían en un estado lamentable.
pasamosa almorzar. Nosabía cómo advertir a Varguitas del
Bueno, comprélos ingredientes parael bacalao,y llegó el día del
fracaso de nuestra
almuerzo. Teresa vino a cocinar con unabotella de vinoen la manoy, al
preguntarle que para quéera el vino, me 57
“especial y sabroso”. Por
supuesto que se dio cuenta de lo ocurrido. Fue la primera y
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
última vez que don Raúl almorzóen
casa.
cocinera. Serví algo sencillo, y llegó la hora de la En el departamento dela calle Las
entrada triunfal del plato fuerte. Cuando Mariovio lo que Acacias, pasaron unas breves vacaciones mi
servía, no podía creerlo. No se me ocurrió otra cosa que hermana menor, su marido y la hijita de
decir: pa —Dr.Porras, Teresita ha querido hacer algo ambos, una muñeca deliciosa, que se paseaba
muy exóti- por todoslos pisos haciendo más amistades

co para usted, y le ha preparado este que las que hicimos nosotros. Todos se

bacalao con una receta muy especial y encariñaban con ella. Compartimos días de
personal. familia verdaderamente entrañables. Cuando
Ella sonreía, completamente ausente del desastre, y
regresaron a Bolivia, lo hicieron
hasta diría, complacida porel halago a susartes
muysatisfechos al comprobar que mi
culinarias. El Dr. Porras, con ese señorío que tenía, con
marido y yo éramos una pareja feliz.
toda diplo-macia comió “esa delicia” tomando agua con
Además, Mario y mi cuñado Marcelo
cada bocado. Cuandoterminó este suplicio, felicitó a
congeniaron mucho. Nuestros amigos
Teresita, diciéndole que nunca había probadoalgo tan
tam-bién llegaron a simpatizar con ellos. JuLia UrQuUIDI
LLANES
Los gastos aumentaron considerablemente y tuvimos
que abandonar aquel departamento, para trasladarnos
dieron una magnífica calificacióny el tribunal
nuevamentea la calle Porta, a uno ubicadoal lado
recomendó su publicación. Todos estábamos muy
del que
ocupamosal principio de nuestro encuentro. Mario seguía
orgullosos. Había termi-nadosus estudios

con sus estudios y trabajos. Uno de ellos ya era el brillantemente. Ya con su licenciatura,el Dr.

de ayu- Porrasle propuso la beca “Javier Prado”, para así


dante del Dr. Porras Barrenechea en la cátedra de Historia; sacar su doctorado en Madrid.
también trabajábamosen la casa de Porras, en sus Estudiamosjuntos esta propuesta; viendo que era muy

investiga-ciones, conjuntamente con otro gran amigo, provechosapara él, estuve de acuerdo de inmediato.
Así
Pablo Macera.
Cuando Mario terminó su carrera, fui con Lucho y que decidimos partir a Madrid por dos
Olga a presenciar la defensa de tesis de Filosofía
años, que era la duración de la beca.
De modo que dejamosel nuevo departamento, y nos
y Letras. Le
fuimosa vivir a casa de los abuelos. Faltaban solo quince

58 días para nuestra partida. No podíamos disimular


nuestra emocióny alegría. No hay nada que hacer,
cada persona va siempre en busca de su destino.
Los compañeros de trabajo de Mario, de Radio
Panamericana, nos despidieron con una comida, en la
que compartimos momentos muy agradables. Me llamóla
aten-
ción un señor a quien me parecía haber conocido antes. Era

delgado, de ojos un poco saltones, cabello de un rubio


des-
colorido. Le pregunté a Mario quién era, y me
contestó:
—Perosi te lo he presentado, ¿no te acuerdas, Negra?
Es él de quien tanto te he comentado, el Maestro de
las Letras, que se escribesiete radioteatrosal día;
un fenómeno dela literatura lacrimógena.
Mástarde, este señorsería el
Pedro Camacho de una de sus novelas.
Un muchachojoven del grupo dela radio nos
despidió con una canción italiana que estaba muy en boga en esa

época, “Volveré”. También estaba, entre ellos, el hijo del


propietario, Genaro Delgado Parker, que en una oportuni-
dadse portó muy bien con nosotros, cuando de emergencia tuvieron que
operar a Mario de apendicitis. Fue una noche de lo más simpática. No
la he olvidado nunca.

59
En Río de Janeiro debíamos tomar el barco hacia
Barcelona. El Dr. Porras, por intermedio de la Embajada
del Brasil, nos consiguió los pasajes en un avión de la Fuerza

Aérea Brasileña, el cual hacía infinidad de escalas.


La primera fase fue en Cochabamba, donde noses-
peraban mis padres, a quienes les habíamos avisado de
nuestro paso por esa ciudad. Tuve oportunidad de verlos y

abrazarlos, y de que mi padre conociera a Mario.


—Cuida bien a mihija. Te la confío ahora que te co-
nozco —le pidió.
Varguitasle dijo:
—Nose preocupe, don Carlos. La cuidaré como a mi
propia vida.
(No sospechaba entonces que su vida no valía mucho,
de acuerdo a sus propias palabras. Pero no nos adelantemos

a los acontecimientos).
De Cochabamba volamos a Santa Cruz, también en
Bolivia, donde pasamos la noche. Aún nos detuvimos en
CampoGrande, desde donde salimoshacia Río. Me divertía
mucho con Mario, que nole quitabala vista de encimaalpi-
loto toda vez que hacíamos una parada, y cuando teníamos
que abordarlo nuevamente. Este señor parecía
que hubiera
61
playa, donde nos contaban un sinfín de
leyendas sobre macumbasy la Reina del Mar,
sido el primer piloto desde que llegó la aviación a quien encierta fiesta había que echarle
al Brasil, por la edad que representaba. Según mi espejos y peines cuando se recogía el mar,
marido, lo bajaban y subían cargado del avión. por ser muy coqueta, y se enojaba si no se
Porotra parte, el avión era bastante incómodoy, la halagaba.
por supuesto, no servían ni un vaso de agua. Era de los En nuestro desconocimiento de la
que se ciudad, entrábamos a almorzar a
utilizan para el traslado de tropas. Pero cualquiersitio que encontrábamosal paso.
era gratis y no se podía exigir mucho. Una mañana entramos a un lugar bastante
Finalmente, arribamos a Río de Janeiro. ¡Qué mara-
sugestivo, lleno de
villosa vista desde el avión! Es indescriptible ver cómo
cortinas de colores y había algo en el ambiente que no era
se
juntan la selva con el mar, ese mar tan cristalino, con la

arena dorada. Nosalojamosen el hotel Luxor, en la


avenida Atlántida, que queda frente al mar. Allí se nos
unió Lucho,

a quien Mario animó a irse a España con nosotros.


Lo primero que me llamóla atención enel hotel fue el

desayuno; servían en unas fuentes enormes una


variedad defrutas riquísimas. Como no teníamos
mucho dinero para almorzar, de nuestros
desayunos solo quedabanlas cáscaras y las
pepas.
Estuvimos diez días en Río de Janeiro. Conocimos gente

muy interesante, entre ellos algunos escritores que


comenzaban a despuntar, sobre todo poetas. Vinicios de
Moraestenía infinidad de seguidores. Casi todos estos
mu-
chachos estaban amadrinados por una señora extranjera que los

ayudaba mucho, una damade cierta edad que hacía cosas


muy lindas en cerámica. Me regaló un collar hecho por
ella que aún conservo. En la noche paseábamos por la
muy normal. Fui la toilette y allíuna dama un poco extra-vagante me Viajábamosen tercera clase, pero cuandonosllevaron a

preguntó si a mí también me había enviado a bañarme. De regreso en la nuestro camarote pensé queel camarero se había equivo-

mesa les conté a Mario y Lucho cado, pues era pequeño peroelegante. Era un barcoitaliano.

Naturalmente, tuvimos que pagar mi pasaje,


mi gracioso encuentro. Recién nos dimos
cuenta de dónde estábamos. ya que la beca de Mario solo incluía el
suyo.
Un día, al intentar comprar entradas en un cine, una
Los dos primeros días me mareé muchoy los pasé
muchacha muy bonita, al darse cuenta de nuestras dificul-
entre la enfermería y el camarote, comiendo
tades para conseguirlas, se acercó y nos ayudó.Se llamaba
manzanas. Cuandoestuvimosinstalados, le pedí a
Lily, entró con nosotros.
Varguitas que cum-
Resultó ser una niña muy adinerada, nos invitó a cenar

a Su casa, una residencia elegantísima. Nos hizo conocerlos lugares


pliera la promesa que me había
más bellos de Río. Creo que Luchola impresionó. hecho:es decir, comenzar
Estaba de novia con un americano, pero no quería casarse en sus apuntes parael libro sobre su paso porel Colegio
el Brasil, pues decía que allí no existía el divorcio; bastante Militar Leoncio Prado. Allí inició La ciudad y los
práctica?Lily. Fue una de esas amistades que caen bien y perros, novela que

que no volvemos a ver nunca más en nuestra vida; le abriría las puertas del prestigio internacional que
¿qué será de la vida de ella? ahora tiene comoescritor. Todas las mañanasse sentaba al
Después de experimentar toda unaserie de episodios
lado
curiosos y diversos, embarcamos rumbo a Barcelona. La salida
del barco fue todo un espectáculo, con bandas de 63
música, bailarinas de sambas, serpentinas, unafiesta com-pleta.
momento de mayorpasión, nos fuimos los dos al suelo,
y
Lo QUE VARGUITAS NODIJO nuestra pasión quedó bastante adolorida porel
costalazo.

de la piscina a hacer sus notas. Por las noches, cuando nos Nos quedamossentadosen el suelo riendo a
carcajadas, fue
íbamosal cine, seleccionaba lo más interesante de cuanto
muy cómico. Nuestro romanticismo sufrió un duro
había escrito, hacía fichas y escribía algunas páginas a mano. golpe.
Aún tardaría cuatro añosenfinalizar el libro. Lo copié tantas Por supuesto que después encontramosla forma de
veces a máquina que lo sabía de memoria. soste-

Lasliteras de nuestro camarote —una sobre otra— nernos mejor.

eran tan tremendamente angostas que apenas cabía una Vimosvarias películas italianas, las que comprendía-
mos a medias. Cuando había baile en el salón principal, allí
persona, y eso, acostada de lado. Una noche —la travesía
duró dieciocho días— se nos ocurrió hacer el amor. Enel estábamos escuchando la música. Mario no era muy
afecto Jura UrQuID!
LLANES
al baile. La comidaitaliana nos tenía un poco cansados; no
era muy variada y para comerla de vez en cuando estaba
bien, pero 18 días, tarde y mañana, era más que suficiente.

En tercera clase no se podía comera la carta.


La escala en Lisboa la aprovechamos para recorrer
la encantadora ciudad, cuyas casas son todas blancas. Me
llamó la atención ver por todas partes placas de gratitud a

Salazar. Solo faltaba una en la que también le agradecieran

el aire para poder respirar. Fuimos los tres, Mario, Lucho y

yo, a almorzar a un lindo restaurante, donde comimos unos

camarones deliciosos. Siquiera un día habíamos dejado de


lado la “pasta-schiuta”. La siguiente escala fue en la isla de
Gran Canaria, donde estuvimos en la playa todala tarde.
Cuando regresábamosal barco, vimos algo que nos divir-
tió mucho. Un señor iba y venía corriendo por el muelle,
diciendo a gritos que se iba a casar con no sé quién, cosa

64
que comunicaba atodos los que pasaban por su lado; no
pudimos comprender el nombre, pero parece que la dama
de sus sueños le dio elsí, y el feliz hombre expresaba a
gritos su alegría.
Una noche nos quedamoscasi todos los pasajeros en
cubierta, ya que pasaríamos cerca del famoso Peñón de
Gibraltar, pero amaneció y no lo vimos, al menos nosotros.
Muchospasajeros aseguraban que sí, lo que nos pareció que
era como quienes dicen que han visto un Ovni. Nosotros
solo logramos una nochesin dormir, y un poco fría por la
brisa del mar.
Llegamos a Barcelona un mediodía resplandeciente
de sol. Reconozco que estaba deseando pisar tierra firme,
aunqueel viaje resultó lindo y agradable. Tan pronto des!
embarcafos, fuimos con Lucho a buscar un hotel a la medi-
da de nuestra economía. Una vez acomodados, pedimosal
conserje nos consiguiera entradas para la corrida de todos
del día siguiente que era domingo. Toreaba Luis Miguel
Dominguín, a quien, ya en Madrid, seguiríamos de plaza
en plaza cada vez que podíamos.
Salimos a caminar por las Ramblas. Estaba entusias-
mada con la amplia avenida, repleta de vendedoras de
flores y pájaros de todoscolores, cuyos trinos son una ma-
ravillosa sinfonía. Paseamos por las Ramblas de punta a
punta. Almorzamos una estupendapaella y nos fuimos a
descansar. Al atardecer, salimos nuevamente a recorrer las
calles de Barcelona y susbarrios tan típicos e interesantes,
sus rincones maravillosos y museos estupendos, pero, por
lo corto del tiempo, solo pudimosvisitarlo, como se dice, a
vuelo de pájaro. Después de unos años volvimos con Mario
y pudimosdisfrutarlos con más calma y minuciosidad. i

Pasamos varias horas sentados en un café de las


Ramblas, gozando de unbello atardecer; estábamosfelices
como chicos que han alcanzado el grado máximo de slo
65
Lo QUE VARGUITAS NODIJO Partimosa los toros. Para mí era la primera vez
que
vería una verdadera corrida. En Lima nunca fui. Me divertí
aspiraciones y esperanzas. Estábamos en España. Hacíamos
mucho con el público español; sus comentarios eran
toda clase de proyectos que esperábamos cumplir durante algo
el tiempoen que viviríamos en esa tierra maravillosa.
fuera de serie. Es la gente más graciosa que he conocido, hay
El domingonos levantamos temprano, estábamostan que escucharlos en unacorrida, verlos en su salsa.
eufóricos que salimos, como Colón a América a descubrirlo Pasamos

todo. Almorzamos una deliciosa cazuela de mariscos, con undía imborrable por lo completo que fue.
buen vino, en un restaurante del puerto que nos costó más Al día siguiente salimos para Madrid, nosotrosen
tren,
de lo presupuestado, pero pasamos por alto ese detalle.
en tercera clase, Lucho por avión. Esa es otra experiencia
Teníamosqueestar a la altura de nuestro estado de ánimo
que hay que vivirla. En el compartimento viajábamos
y este era de lo mejor. unas
diez personas, entre niños y grandes. A cierta hora apare- JULIA UrQUIDI ÍLLANES
cen canastas y envoltorios con toda clase de comidas, pa-

nes y vinos. Cortan grandes trozos de un riquísimo jamón


serrano, lo ponen en la punta de un cuchillo y colocándolo
tenían unahija, gente buena con la que llegamos a encari-
farnios debilidad por un gato decolor
mutuamente, Tenían

delante de uno dicen: “¿Gusta?”. ¡Qué gente más generosa


para compartir todo lo que llevan! Durante todo el trayecto
amarillo, al que Mario no podía soportar. Decían que era
no gastamos un solo centavo en comida. Fuimos los invita-
muy bien educado porque aprendió a hacer pipí en el lava-
manos.
Tuvieron un hijo que desapareció en la Guerra Civil
dos de nuestros compañerosde viaje. Personas sencillas y
amigables, a quienes siempre recodaré con afecto, a pesar
y la señora no perdía las esperanzas de que cualquier día
de ser desconocidos.
apareciera. Se llamaba Mario también. Así que las primeras
veces que llamaron a mi marido porteléfono,la pobre mujer
Nos esperaban en Madrid Lucho y José Manuel, un
casi sufre un infarto. Ellos apellidaban Bergua,el queella
amigo cuyo padre fue Embajador de España en el Perú. Él
nos ayudó a conseguir una pensión cómodaen la que pudié-
confundía con el nuestro, que porteléfono le sonaba igual.
Lucho
ramosvivir bien. Encontramos unaen la calle Dr. Castello vivía en la misma pensión. Pero no soportó mucho

n.? 12, 4.? izquierda. Era de un matrimonio de cierta edad,


tiempo. Nose sentía bien en Madrid, se fue a París antes
que nosotros. 3

Mario a la Universidad, donde pre-


66 comenzóa asistir

paraba su tesis doctoral sobre el gran poeta nicaragiiense


Rubén Darío. Aunquela beca que le habían concedido no
estaba mal remunerada, resultaba insuficiente para los dos.
Para
vivir un poco más desahogadamente busquétrabajo.

Lo encontré como dactilógrafa en las oficinas de la revista


“Selecciones” del Reader's Digest.
'
Respectoa la tesis de Mario, sucedió que quienla diri-
gía era un apasionado admirador de Rubén Darío. Así que
todo lo que Mario recopiló en laboriosas investigaciones
acerca de la vida y la obra del poeta, se lo guardó para sí
mismo, según se deduce de su actitud nada clara, porque
deliberadamenteretrasaba una y otra vez la fecha dela pre-
sentación dela tesis. Hasta que un día le dijo que tenía que
comenzarla de nuevo. Pretextos del profesor para aprove-
char impunementedeltrabajo ajeno. Mario se quedósin el
doctorado.
En sus indagaciones por Madrid, en busca de datos precisamente a lo largo de sus
Varguitas 67
conoció a una anciana adorable, quien había sl
do uno de los grandes amores del maestro nicaragúense.
Fue correrías porarchivos y
Lo que VARGUITAS NO DIJO le Lazio yowe e ENRELE É d

. LAT h ezeboca Alfacte


Ea fot]
Bagua - MiBono S 35

1.669. Types MAROCAINS.


« Lo Chermour de Saspants ».

.
Postal de Casablanca, el domadordeserpientes
68

boto; A aho Jara Hl.


E
vaznd Eng Le e as,
PU ta AG dot AA Y
JuLia UrQUIDI ÍLLANES trabajo nos permitió hacer unos pequeños ahorros.
Desde luego no alcanzaba para el viaje de
ambos,
perosí paraél, que era lo más importante. Había
bibliotecas como Mario descubriólos libros de caballería; trabajado muchoy necesitaba un descanso. Cumplió
desde el momento que tuvo uno en sus manos,sintió una admiración enorme por pues sus deseos y recorrió algo del territorio
Tirante el Blanco. Pero, como estas obras —sudifusión y venta— estaban marroquí. Me envió algunas
prohibidas, tuvo que obtener un permiso especial para que se le tarjetas. Las esperaba con ansias. Una la
permitiera leerlas mandó de la misma entrada del Zoco del
en la misma biblioteca. Allí se pasaba tardes enteras, casi todoslos días, Carbón y decía:
descubriendo las huellas de los caballeros “Querida Negrita: Llegué sin novedad aunque
rendi-
andantes.
Mario continuaba escribiendo la novela iniciada en el barco. do. Ahora lo estoy más porque he caminadotodala tarde de un

Lo hacía en un café que había en la esquina de lado a otro. La ciudad es pequeña y complicada; se puede

la pensión donde se pasaba las mañanas sumergido en su libro. Todo recorrer rápido. Rasado mañana viajaré a Casablanca.

marchababien,ni la másinsignificante sombra (Los

empañaba nuestras relaciones. Nos entendíamostan bien, zapatos son más caros que en Madrid; te compraré

compartíamostodo. Era una vidafeliz. Con otras cosas). Mil besos, Mario. Tánger,
frecuenciavisi-tábamosa las herfhanas Jiménez, unas 2/6/59”.
muchachas peruanas que vivían en Madrid, con las que Otra es de Algeciras, ciudad vecina al Peñón
de
pasamos momentos muy entretenidos.
Gibraltar:
Animé a Mario a cumplir su deseo de conocer
Marruecos. El dinero que recibíamos por la beca y lo que yo ganaba enel
69
dote mucho.
Mañana escapo
Lo que VARGUITAS NO DIJO
de Casablanca,
que es 3 veces
“Negrita querida: Llegué alfin a Algeciras, después de máscaro que
París. Estoy
un viaje pesadísimo. Estoy almorzandoenel puerto, frente buscandoalgo para
llevarte; veré
al barco que partirá a las 3. Te escribiré apenas llegue. Besos
si me alcanza
y abrazos. Mario”. para un
Y la última procedente de Casablanca, con la viva ima- vestido y una
ropa de baño.
gen de un encantadorde serpientes: No sé
“Querida Negrita: Estoy muy bien, aunque extrañán- si será barata
o cara la ropa; pero creo que mealcanzará. JuLta UrQUIDI
ÍLLANES
Saludosa la familia Bergua. Mil besos, Mario. 4/6/59”.
Porfin regresó Varguitas, a quien yo también extrañé

muchísimo. Me encontré muy sola en Madridsin él. Durante


su breve ausencia no sabía qué hacer. Me trajo varios rega-

los, cosas muy lindas. Estaba muy contento, y pasamos ho-

ras echados en la cama mientras me relataba su viaje. Creo

que en el trayecto a Fez, que realizó en ómnibus, lo hizo

rodeado de corderos por todos lados, que eran llevados a


no sé quéfiesta. Nos reímos con su odisea de colores, ya
que los corderos iban pintados de los más diversostonos.
Losfines de semana hacíamosviajes cortos a lugares
cercanos a Madrid. En Toledo disfrutamos mucho; ¡qué
emocionante era caminar por sus callejuelas envueltas en
esa magia que les da la noche! d el Bajo y
Ma le u hom a
p C Val e e ceme
l
e Alto ri ye n ena o é lej n l
nter
En unaplacita, junto a un balcón P o
ao nd je e s io
con un pequeño farol encendido, c Perú” o sea, r o t a
í
a r
descubrimos una í propiamente

placa que decía que allí vivió Gustavo a dicho, Perú y


p
a
r
Adolfo Bécquer, y uno no podía dejar : Bolivia. Bueno, i

de imaginarse que ese podría haber


aquel era parte
sido el balcón de las famosas “
del oro quese
golondrinas de sus rimas. Luego, O
llevaron
la deslumbrante catedral con sus tesoros. Había una custo- r
dia enorme, con una nuestros
o
fabulosafiligrana representando a conquistadores.

los Apóstoles y una leyenda que 71


d
70
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO Orgaz”. Me senté más de unahora frente a
este cuadro. En otra salida

A ambos nos impresionaron las pinturas del admiramos el acueducto de


Segovia,
Greco. Me quedétotalmente fascinada con “El
esas piedras colocadas unassobre otras
entierro del Conde
que han podido con-servarse a través de
los siglos; es una verdadera maravilla. ¡Y los representantes
cochinillos de Segovia!, ¡qué delicia! del folclore español. ¡Qué gente más alegre! Los sevillanos

Encierta ocasión fuimos máslejos, a Valencia, no necesitan pretextos para bailar y

para ver las famosasFallas. Extraordinarios cantar. Suficiente era que unode ellos
monumentos de madera y cartón, que el 19 de marzo comenzara a batir palmas —que no pu-
por la noche devorael fuego
entre el júbilo de la multitud. También fuimosa los 72
toros, bailamosenlas calles y participamos de
unajuerga conti-nua; ahí nadie duerme, todos,
grandes y chicos, son parte dela fiesta. Volvimos
a Madrid felices de la vida.
Me inscribí en un curso de cultura general en el
Instituto de Cultura Hispánicaal que asistían varios
perua-nos. Con ellos y Mario formamos un grupo
folclórico. Una muchacha peruana, muy graciosa
parabailar, era nuestra
profesora. Nos preparamos bien y nos presentamos a un

concursode bailes de países latinoamericanos. El premio


era un recorrido por varias ciudades con todos los
gastos
pagados. Losfestivales se realizaban en las plazas detoros.

Bailamos marineras, huaiños, cuecas, el alcatraz,


etc., ha-ciendo los ensayos por las mañanas. Al llegar
el esperado
día del Concurso, con bastante nerviosismo salimos a
escena a demostrar nuestras habilidades de
bailarines. Obtuvimos
el segundopuesto. Por un punto nos ganó
Argentina. (Si hubiera estado enel jurado
Pedro Camacho, seguro que nos daba el punto
que nosfaltó).
Hicimos todoel recorrido en ómnibus, junto con el
grupo de Sevilla, pues también intervinieron
JuLia UrQuIDI ILLANES

de aprender, es una habilidad de las másdifíciles— para


que comenzarala fiesta. Cantaban y bailaban en la calle,
los restaurantes, dentro del ómnibus, creo que hasta cuan-
do dormían. Fue un viaje estupendoen el que hubo mucha
camaradería. 73
En Palma de Mallorca pudimosir a la playa, aunque
no hacía calor. Conocimos las Cuevas del Drach, que es un
espectáculo bellísimo. En Ávila me sorprendieron las mura-

llas y pude ver que la ciudad se conserva aún comofue en


la época de Felipe II. Me gustaba contemplar las cigiieñas en
los techos de las casas, a las que la luz del atardecer les da
un color rosáceo. Me llamó la atención la vestimenta negra
de las mujeres. Y lo que verdaderamente me fascinó fue la
historia de esa mujerincreíble: Santa Teresa de Ávila. Era de
un
carácter envidiable; la Mujer Andariega, como la llama-

ban. Su correspondencia con San Juan de la Cruz es todo un


poema. Se dice que cuando Fray Juan de la Miseria pintó su
retrato, al verlo exclamó: “Dios lo perdone, hermanoJuan,
porlo vieja y fea que me ha hecho”. Despuésde haberleído
varios libros sobre su vida, la admiré más.
Y así, con unaalegría general acabamosnuestra tourné,
cuyo
brochefinal fue en la Plaza de Toros de Madrid. Fue un

viaje
magnífico, inolvidable. Me hubiera gustado filmarlo

para que Mario se viera ahora, bailando marinera y el alca-


traz con Paúl Escóbar. Cómo cambiala gente, cómo cambia
la vida, cómo cambianlos sentimientos.
vi

Transcurrió el tiempo, cuandose esfeliz, pasa más


rápido. Las horas no puedendetenerse, un minuto vivido ya
noretrocede, ya perteneceal pasado, nada vuelve a repetirse
en la misma forma.
Hicimosunviaje rápido a París en el auto de un amigo
boliviano. Fue una visita relámpago. Particularmente para
Mario el solo hecho de caminarporlas calles de París ya jus-
tificaba haberlo hecho. Nos alojamos en el hotel Wetter, en
el que más adelante viviríamos durantelargo tiempo. Mario
ya había estado allí cuando ganó el premio de la “Revista
Francesa”, pero parecía que lo había olvidado. Era como
un niño que tiene el juguete que deseó mucho tiempo y
no habían podido dárselo. Con Lucho, caminaban hasta el
amanecer, mientras yo me quedabaen el hotel. Me gustaba
la ciudad, pero no era tan decidida como ellos para esas
largas e interminables caminatas.
Regresamos a Madrid con el mismo amigo. Retomamos
nuestravida madrileña yendoalcine,al teatro, a los cafés.
A las 3 de la madrugada, en verano, parecía comosi fueran
las doce del día, pues allí se vive de noche por el intenso
calor. Una noche fuimosal circo, que nos encantaba tanto
a Mario como a mí. Invitamosa la hija de los dueñosdela

75
A
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO se desean los mejores augurios para el año que
comienza, dentro de un marco espectacular de

pensión, que era una muchacha simpatiquísima. Estuvimos felices


fuegosartificiales. Después fuimos a una
fiesta en casa de las hermanas Jiménez,
con los trapecistas, a los que siempre he admirado
donde nos divertimos hasta el
por su valentía. Los payasos, graciosísimos. Hubiera sido una
noche divertida si no hubiera sucedido lo que pudo haber
76
terminado en una tragedia, cuando salieron los leo- nes,
tigres y una pantera negra, todos juntos en unajaula. El
domador, un hombre joven, perdió el control de las fie-
ras; entoncesla pantera, saltando la red de seguridad, fue a caer en

medio del público. Se armó una gritería tremenda, cundió el


pánico. Algunas mujeres se desmayaron, todos
querían salir, despavoridos. Nosotros nos quedamostran-
quilos en nuestros asientos, no sé si por terror o por
sensa-tos. El joven domador redujo a la pantera y
todo volvió a la normalidad. Siguió el espectáculo
en medio del nerviosismo de espectadoresy artistas.
Me gustaba ver las actuaciones de Lola Flores. Sentía
gran admiración porella. Su dominante personalidad se imponía
ante su público enardeciéndolo. Generalmente sus funciones
terminaban cerca de las cuatro de la mañana, con toda la gente
que cabía en el escenario, cantando y bailando

conella. Era algo que valía la pena ver.


El Año Nuevo que pasamos en Madrid fuimosa la Puerta del

Sol y las Cibeles a seguir la tradición española.

Se compran, diríamos, unos racimos con 12 uvas, hechos


comosi fuera un pequeño bouquet de flores, con cintas de
colores adornándolos. A medianoche, con cada campa-
nada del reloj, se come una uva pidiendo un deseo. Es unatradición

muy linda y pintoresca. Parecería que en las Cibeles se


concentrara todo Madrid. Con la última campa-nada comienzala
fiesta. Es como si todos se conocieran; se abrazan, se besan,
JuLia UrQuUIDI LLANES fue esa época, haciéndomepartícipe de todos sus sueños y
emociones. Nuestra vida íntima era completa y maravillosa.
amanecer, y lógicamente, a esa hora no podíafaltar el cho- Noexistían celos ni las discusiones, por lo que me olvidé
colate con churros. de lo queera pelear con él, cosa que en Madrid no sucedió
¡Qué tiempo lindo fue aquel! En verdad que no nos nunca. Su ternura y su cariño llenaban toda mi vida. Nos
faltaba nada y, sobre todaslas cosas, nos teníamos un gran divertíamos con cualquier pequeñez. En esa diminuta pieza
amor. Había comprensión y amistad que ingenuamente yo de la pensión, que era nuestro hogar, llegamosa tocar el
creía indestructible. No nos guardábamossecreto alguno y cielo con las manos, al menoslo toquéyo.
tal vez por eso fue que, pasado el tiempo, estuve a punto Teníamos un amigo peruano —que no resultó tan
de perderla razón, cuando tuve que vivir en la mentira,la amigo—. Un hombre pequeño y delgado. Estudiaba en
inventiva, el engaño, tratando de encontrar una verdad que Salamanca. Había sido alumno del gran Unamuno, pero en
tenía que existir, pero que nunca tuvo Varguitasel valor, la sus charlas con nosotros expresaba comosi él hubiese sido el
hombría,la honestidad de decírmela. Cuandola reclamaba, profesor de este gran hombre español, cosa que a Varguitas le
solo recibía sus recriminaciones y sus reproches crueles, por divertía, y lo incitaba a hablar, para ver hasta dónde llegaba.
algo quefinal e inexorablementesalió a la luz, pero después Undía nos anunció visita con su novia. Me presté tazas de la
de haber pasado por un infierno dantesco. dueñadela pensión y preparé café con algunospasteles para
En nuestra apacible vida madrileña Mario escribía esperar a la pareja. Cuando llegaron, nos miramos con Mario
su libro, hacía su tesis, iba a la biblioteca a leer los libros
77
de caballería,
que él me contaba evocando juntos lo que

Lo QuE VARGUITAS NO DIJO quería ganar su admiración a través de


su amistad con un hombre famoso,y a ella solo
y sonreímos. Ella era una exuberante cubana,de cara bonita y le interesaba encontrar adeptos a Fidel
agradable de trato, pero de peso pesadola niña. Bastante Castro. Su único pensamiento y
voluminosa por dondese la mirase, y conla flacura de él mayorilusión era queel tirano y sanguinario Batista

resaltaban másestos atributos. Nos habló mucho de Fidel Castro. fuera derrotado. Con dos personalidades tan

Se comenzabaa gestar la Revolución Cubanay exis- opuestas, las conver-saciones eran

tía una gran admiración porellíder de ese país. Ella nos puso en entretenidísimas. Pero este amigo nos resultó

contacto con algunos de sus compatriotas y desde ese día un hombrelleno deintrigas y bastante sinuoso.

cambiábamoslos dólares de la beca solamente con ellos, para Le hizo una mala pasada a Mario con uno de sus

ayudar a la causa común. Las discusiones que se enta-blaban mejores amigos. Lo único que hizo Varguitas fue

entre esta exuberante castrista y el que decía haber sido irse a Salamanca, donde este había regresado.

“ayudante” de Unamuno —que desde luego no tenían nada en común— Mario le dio una golpiza y luego regresó a

eran muyinteresantes y la mayoría de las veces, divertidas. Él Madrid. Actitud esta bastante insólita en Mario, que
en ese entonces nunca fue partidario de la violencia. Total, para JuLia UrQuID! ILLANES

terminarel incidente, el “ayudante” le escribió al amigo de


Varguitas diciéndole que no lo habían comprendido, que lo
interpretaron mal, retractándose de las cosas que dijo.
Dudo que Unamunolo haya siquiera conocido. Sacamoslos pasajes, que en España llaman kilométri-
Nos dieron un dato: que había una manera de via-jar cos. Y realmente lo eran. Son rollos

económicamente porItalia. Necesitábamos el Carnet impresionantesdetickets que permiten tomaro bajar del

de Estudiante. Para Marioerafácil, pero mis cursos en el tren en cualquier punto de la ruta. Por supuesto que los

Instituto de Cultura Hispánica no eran reconocidos como nuestros eran detercera clase. Lo mismo queen el viaje de
Barcelona a Madrid, nuestros compañeros nos invitaron de
universitarios. Pero, al igual que en Latinoamérica, con
todo. Nuevamente, mientras estuvimosenterritorio español,
ami-gos se obtiene todo. Obtuve el mío.
nuestra comida fue abun-dantey gratis.
78 La primera parada fue en Sitches, un pueblo pequeño y
lindo. Nosalojamosenel Albergue de la Juventud, donde las
habitaciones de los hombresestán separadas de las mujeres. Este
mismosistema funcionó durante todoel viaje. Para lle-gar al
Albergue que, comotodaslas residencias deeste tipo estaba un
poco alejado del centro, teníamos que subir una empinadacuesta
en la que Mario perdíael resuello cargando el equipaje. Al
llegarnos dimos una duchay salimos al por-che a conocer a
nuestros compañeros de alojamiento. Eran muchachos y
muchachasde varias nacionalidades, en mayor número, americanos
y nórdicos. Estuvimosallí dos días.
Llegamos a Génova. El paseo turístico es en el comen-
terio, por la belleza de las estatuas y monumentos funera-rios,
verdaderas obras de arte. En la tarde fuimos a lo que los
genoveses llaman playa. Es un lugar que está muy cerca
de donde atracanlos barcos petroleros, con unas rocas enor-

mes, en el que noexiste ni un centímetro cuadradode arena. El


mares negro y viscoso, lleno de aceite. Nos bañamos, a
pesar de todo, y salimos completamente negros nosotros
también. Yo me lamentaba por mi único traje de baño —el
que metrajo Mario de Marruecos— que quedó hecho
una calamidad.
Deallí partimos a Milán. Deseaba conocer la famosa Scala.
Sin interesarnos qué ópera daban esa noche, fuimos muy entusiasmados. En veranos lindo
no hay funciones todos los días y era la única que podíamosver. El teatro es muy
79
que se encierra en esa vieja ciudad. Para nosotros
era como un cuento de hadas.
Lo Que VARGUITAS NO DIJO
Florencia fue la siguiente etapa. Nos pareció
y antiguo, con grandescortinajes de terciopelo. Comenzó la la ciudad másbella deItalia. Toda ella es un
función. A la media hora Varguitas dormía plácidamente, dando museo.En las tardesla ciudad toma un color ocre no
unos ronquidosbastante anti-operísticos. Para él fue visto en ninguna parte del
un auténtico suplicio; no podía mantenerlos ojos abiertos.
Varios espectadores comenzaron a chistarlo. Lo desperté 80
a codazos y muerta de risa. En el primer entreacto nos sa-
limos. Regresamosal Albergue caminando abrazados, la-
mentándonosde tener que irnos cada uno a su habitación.
No había cómo hacer una pequeña trampita, en cada una de
ellas dormíamos unas diez personas. Conversábamos
hasta muy tarde, comentando los acontecimientos del día,
luego, nos dábamosun beso de buenas nochesy... a dormir.
Partimos a la romántica Venecia. Es una bellísima ciu-
dad. Caminábamosal atardecer por sus calles muy angos-
tas, donde uno no puede dejar de imaginarse que en cual-
quier momentole aparecerá un Borgia por la espalda. Como todo buen
turista, no dejamos deir a darles de comera las palomas de la
plaza San Marcos. Teníamos que regresar a almorzaral Albergue. A
mí, especialmente, me divertía que en vez de tomar un ómnibus,
tuviéramos que abordar una góndola, que era la única manerade
llegar a nuestro destino, pues no había calles donde vivíamos.
Venecia es una ciudad que tiene un encanto especial de noche.
Una magia muy singular que nose la percibe duranteel día. En la
noche nos sentábamosen el atracadero de góndolas a contemplarlas
que cruzabanel canal, con sus románticos y multicolores
farolitos encendidos. Es un espectáculo estupendo que a uno lo
hace soñar aunque no quiera. Pasamos momentos inolvidables
visitando palacios, museos,etc., y reviviendo un pocola historia
JuLia UrQUIDI ILLANES
mundo. No podría describir todas las maravillas que hay en
Florencia, mefaltarían palabras para hacerlo. Me impresio-
naron las pinturas de Fray Angélico que son para sentirlas
y no describirlas, atesoradasvarias de ellas en un convento
en el que cada celda tiene una pintura de este artista que
puso tanta delicadeza en sus composiciones. Visitamos va-
rios También fuimos
palacios, el puente Vecchio, el Duomo.
al
mercado, donde Mario me compró unacartera lindísima.
Es una delicia y muy
pintoresco comprar

comerciantes algoallí, entre


habladores y hábiles en el regateo. Todo un

arte que practican con los turistas.


Lashoras se nos hacían cortas, queríamosverlo todo,
con una enormeavidez. En tan pocosdías no alcanzábamos
a nada. Mario me decía:
—Noimporta, Negrita. Algún día volveremos y en
mejores condiciones.
Yole sonreía,le apretaba la manoy... le creía.
Llegamosa la última etapadelviaje: Roma. El Albergue
está
situado en la colina Monte Mario. La misma noche de

nuestra llegada, fuimosa ver la ópera “Aída” en un teatro al


aire libre, pero con una acústica excelente, en las Termas de
Caracalla. Fue un gran espectáculo. En el escenario corrían
Carros romanos, una cantidad enorme de camellos, el Nilo
ondeaba sus olas en escena. Esta vez Mario no se durmió.
Era algo que merecía verse. ]

Conocimos a un muchachoitaliano que fue un guía a


quien
nosotros guiábamos. Era también su primeravisita a

Roma. Conél fuimosal Coliseo y al zoológico. Qué grave


es preguntar una dirección en esa ciudad. Para los roma-
nds todo es: “cinco minutos, tododirecto”, pero esos cinco
minutos se convierten en horas de caminata. A pesar de
nuestro cansancio, esto nos divertía mucho.

Una mañana, después de recorrer las famosas fuentes,


por supuesto, seguimos la tradición y echamos monedas
81
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO momento de regresar a
Madrid. El viaje que
en la de Trevi. Buscamos dónde almorzar. Entramos a una realmente fue inolvidable había terminado. No
puedo de-cir cómo son losrestaurantes de la Vía
trattoria, que por su aspecto nos pareció que estaba anues- tro
Apia, ni los lujosos
alcance. Comimosalgo sencillo, menos mal. Pedimos la
hoteles italianos. Pero, sin dinero, también se puede
cuenta. Cuando el mozonosla trajo, buscamoshasta nues- tro
último centavo y no nos alcanzaba. En el Albergue te- gozar de los museos,las plazas, las fuentes, los

níamosdinero, pero no con nosotros. El mozo se dio cuenta de monumentos, los castillos, los puentes, etc. Todo

nuestra incómoda y casi desesperada situación. Se nos eso, que quedaen la retina

acercó muy sonriente y nos dijo:


—Dejen lo que tengan sobre la mesa y salgan tran- 82

quilos. ] Cosa que hicimos con nuestros


mayores agradeci-
mientos.
Los romanos son hombres muy interesantes y sobre
todo audaces. No les importa que una mujer vaya acom-
pañada. Un día, en la Vía Apia, me rodearon unos cuatro
muchachos que no me dejaban pasar. Hablaban con grandes
exclamaciones y moviendolos brazos. Me atacóla risa y mi
marido no tuvo más remedio que imitarme. Encontré que en
Roma los hombres son más “lindos” que las mujeres, se ve
pocos que no sean buenmozos.
A pesar de quela playa de Ostia tiene arena de color
oscuro y algo sucia, nos bañamosunatarde entera. El calor era
sofocante. Regresamosal Albergue; era la hora de cenar.

No queríamos correr más riesgos en ninguna aime ria, seguros


de que no todos los mozos nosresultarían tan amables y
comprensivos como el de nuestra aventura. No. teníamos la
más mínima intención de pasar nuestra estadía

en Roma lavandaplatos. dal Llegó el


habitaciones eran un horno.En la noche mojábamoslas
JuLta UrQUIDI ÍLLANES sábanas y nos envolvíamosen ellas. Era un martirio chino.
Fue porentonces cuando Varguitas me propusoirnos a
por mucho tiempo y alimenta el espíritu, en su mayoría, París, en lugar de regresar al Perú. Decidimos quele escribi-
son espectáculos gratis. Para nosotros fue un sueño hecho ría al Dr. Porras Barrenechea pidiéndole o bien una prórroga
realidad. Mirar alrededor de uno no cuesta nada. ¡Qué im- de la beca o la concesión de otra. El Dr. Porrasle ofreció
portancia hacerlo. Coneste aliciente planeamosel viaje utilizando el
puedentenerlos hoteles de gran lujo, los restau-
rantes con grandes nombres,si hay tantas otras cosas que valor de los pasajes de retorno al Perú. Lo decidimos entre
los reemplazan! Puedo asegurar que mucha gente queviaja los dos, como hacíamostodo.
en otras condiciones no aprovechani ve todo lo que vimos Tomé y acepté esta decisión de irnos a París porque
la
nosotros. Al menos cón el mismo entusiasmo y deseo de carrera literaria de Mario para míera lo más importante,
estaba
abarcarlo todo, de compartirlo todo. Durante mucho tiempo antes quetodo. Jamás puse el menorobstáculo para

hablamosdeeste viaje. Rememorando


ella. Al contrario, di todo lo que pudepara quesaliera ade-
lante. En aquel momento,si yo me hubiera negado a sus
situaciones, viendo

de nuevo con la imaginación todas esas maravillas, me pa-


recía mentira el haberlas visto, el haber estadoallí. Algún propósitos, tengo la absoluta seguridad de que Mario hubie-
se
día tendré la oportunidad de volver y no pienso ira ningún aceptadosin reproche alguno. Pero no me Opuse, sino que
lo
hotel con porteros delibrea.
animé y me mantuve incondicionalmentea su lado. París
La beca de Mario llegaba a su término. No recuerdo 83
por de pensión. Dejamosa los
qué razón nos cambiamos
Bergua. Nos fuimos a unacéntrica, bastante mala, donde
las
.
Marioteníatalento y capacidad suficientes parala literatura
Pero desde Lima ¿lo hubiera logrado? ¿Cuántos escritore
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO
hay en Latinoamérica con tanto o más talento que él? Quiz
muchos. Muchosa quienesles faltó la oportunidad que
. Para mí no era fácil, Varguitas tuvo. ¿Acaso en Madrid no se presentó a un con-
constituía su meta. Así lo comprendí
puesno hablaba el idioma ni conocía a nadie. Aunque era curso de cuentos auspiciado por un café famoso y ni siquie-
un mundo que me daba un poco de miedo, alenté y facilité ra lo mencionaron? Sí, así fue. Recuerdo que la noche del
las aspiraciones y sueñosdel hombre que amaba. fallo fuimosa la cafetería donde estaba reunido el jurado.
Miaceptación lo alegró mucho. Era el comienzodel Varguitas se mostraba tan inseguro y nervioso que tuvimos
camino del éxito. Estábamos decididos a abrirnos paso hacia . Cuandoconocióel resultado, s
el futuro. Futuro que él alcanzó. que salirnos rápidamente .
-
. Aún no había llegado su momento
sintió deprimido

Pienso queel éxito tal vez lo habría conseguido igual Mástarde tuvo su momento. Esto no lo puede nega
-
mente solo. Y, no obstante, este dependía de las oportuni ni él ni nadie, pero lo que necesitaba se lo di yo. ¿Acaso
dades, de los contactos, del ambiente y del empujóninicial. no sabemoslo que cuesta publicar un libro en cualquiera
JuLta URQUIDI ÍLLANES
de nuestros países? Todos los escritores que han llegado
a la cumbre o por lo menos la mayoría deellos, lo han
- de él. ¿Dónde conoció a Carlos Barral, en Lima o en París?
hecho fuera de sus respectivos países. En Lima no hubie
ra podido ponerse en contacto con Julio Cortázar. Nunca Por supuesto que en Lima no. Carlos siempre lo animó, lo
olvidaré su nerviosismo cuando hizo una cita por primera alentó a que presentara su libro al Concurso Biblieteca
vez con él, en un café del Barrio Latino. Desde ese día Breve. Y así, muchas personas que de una u otra manera han
nació una linda y gran amistad. La mía sigue, la de Mario tenido que ver en su ascenso literario. ¿Quién aceptó el
no sé. Me llamó muchola atención la estatura de Julio, su reto de cambio de vida? ¿Quién quemólas naves, quién lo

cara de niño grande y bueno, su sencillez


. Lo había leído animó a novacilar y seguir adelante, haciéndole ver que
. Tenía otra idea sucarrera era antes que todo? Yo. Y nunca mearrepentí de
tanto, yo también me sentía emocionada mi decisión, de mi dedicación y del apoyo que le brindé
84 en todo momento. Tenía fe en él y una gran confianza. No
me equivoquéenlo literario. Como hombre me defraudó.
Cuando ya su nombre empezó a ser conocido y tenía una
vida nueva, me excluyó. Lo anterior ya no servía. Ahora tenía
que ascender con nuevas emocionesy relaciones. Los
sacrificios de quien tanto le había dado ¿qué importancia
tenían? Eso ya no valía nada. Ya logró lo que quería.
Borrón y cuenta nueva. Solo importabaél.
Según tengo entendido, más de una vez, después de
nuestro divorcio comenzó una etapa nueva. Al menosasí melo
hizo saber a través de una conocida común, en una carta
con un encargo especial para mí. Esta decía:
“QueridaJulia:

1> La verdades que debía haberte enviado esta nota

hace más de una semana, que Mario pasó por Barcelona viniendo

de América y camino de América y me pidió expresamente que te


pusiera unaslíneas conla siguiente BOMBA:se fue con una
señora que se llama Susana,a la que ama y con la que
empieza otra etapa de su vida. Punto. Tal vez a estas horas ya
te llegó la noticia vía Lima, seguro, claro, ya pue-des
imaginarte el escandalazo entre deudos y amigos!!!! A ti
no debe sorprenderte tanto. Ando de paso en Madrid y de
repente me acordé que no te había escrito. Te mando un afectuoso 20/6/74.
abrazo,te escribiré desde Barcelona contestando a tu última carta”.
85

Lo QUE VARGUITAS NO DIJO

La conocida que meescribió esta carta tenía razón. No


me sorprendióla actitud de Mario. Pero sí el que hiciera que
se me avise a mí la determinación que tomó. Hacía mucho
tiempo que nada tenía que ver con él. No comprendí mucho
86
esta, digamos, amabilidad. Contesté la carta a dicha señora,

y comoes lógico, le pedí que me diera una información un


poco más amplia; ¿curiosidad femenina? Recibíla siguiente

respuesta, en lo concernientealaffaire:

“Barcelona, 18 de octubre de 1974


Querida Julia: Mario está en Lima con Patricia para
resolver problemas de los niños. Susana es peruana y vive
en Madrid y también ha vuelto a su casa para resolver la
situación con su marido y los niños. Es todo lo que puedo

decirte de momento, ya que no sé más ni cómoserá el des-


enlace definitivo... Un abrazo”.
No hubo desenlace. No hay dossituacionesiguales.
Eso depende de cada mujer. Unas actúan con nobleza que,
a veces, se toma por estupidez y otras... pues se quedan
con el marido.
Llegóel final de nuestra estadía en Madrid y partimos
en 3.* clase de tren —como de costumbre— haciala capital
francesa. No habíamosrecibido confirmación de la beca so-
licitada, y eso que Marioreiteró varias veces más su pedido.

Arribamosa París, con muy pocos recursos, nos fui-


mos al n.? 9 de la rue de Sommerard,es decir, al hotel Wetter

que ya conocíamos, donde alquilamos una cómodahabita-


ción en el segundopiso.
sobre su vida, que me parecía mentira estar viendo sus
cuadrosoriginales. Con José María, un amigoal quele gustaba
pintar, iba seguido a los museos; él me enseñó a apreciar la
pintura y a verla en toda su dimensión.
Mario y yo paseábamos incansablemente porlos barrios
parisinos. No teníamos mucho que hacer esos primerosdías, que
transcurrían lentamente. Pese a que no me encontraba a gusto en
París, me consolabala felicidad de mi marido: había cumplido su
mayor deseo de escritor. Por suerte, la llegada a nuestro hotel
de varios amigos peruanos,entre ellos, Lucho, los Córdova,
Adolfo y Elsa y, aunque por pocosdías, Sebastián Salazar Bondy,
abrieron un grato paréntesis en esa inestabilidad inicial. París
es bello, pero toda persona tiene necesidad de comunicación con
los demás. Mi desconoci-miento del idioma me tenía poco menos

Los primeros días nos dedicamosa pasear y a visi-tar el Museo del Louvre. queaislada.

Recuerdo que en el Museo de los Impresionistas, la primera vez que me Hacer las compras del mercado era para mí toda una
encontréfrente a las pinturas de Toulouse Lautrec, no pude reprimir la emoción, odisea. Como nosabía francés, me veía obligada a llevar

me puse a llorar. Admiré tantoal trágico pintor a través de los libros queleí
87
al día.
La llegada del Dr. Raúl Porras a París, en visita ofi-
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO cial —aún era Canciller—, nos llenó de ánimo y
fuimos a visitarlo. Nos recibió con su habitual

escrito en un papel lo que quería. Ni siquiera podía comprar amabilidad y afecto.

pan. En la puerta de la panadería, esperaba a que salieran a Nos invitó a almorzar a un

la ventalas baguettes, tomaba una y pagaba. Estoy segura renombradorestaurante de Saint Germain

de que me deben haber creído muda. Cuánta gente me habrá desPrés. Por primera y única vez probé una
bulla-
compadecido.
Con nuestros amigos pasábamos momentos estupen- dos, beise de película. Don Raúlnosrepitió que había posibilida-

conversábamos,reífamos, en fin, éramos un grupo muy des de conseguir la prometida beca. Él


unido. Con los Córdova almorzábamos en un restaurante bonito y mantenía los mejores propósitos de
pequeño que había cerca del hotel, en el Barrio Latino. Pedir ayudarnos, a Mario en particular.
carne con papasfritas era un lujo que no po- Nosotros en el fondo habíamos perdido
díamos permitirnos, pero el menúdel día era siempre bueno y toda esperanza.
bien servido, suficiente para mantenerse con una comida Mario consiguió trabajo como profesor de español en
pisos JuLia UrQuIDI ÍLLANES
la escuela Berlitz. ¡Quéalivio! Ya habíamossubido dos en
el hotel, nuestros recursos estaban en las últimas. (De
acuerdoal Reglamento del Hotel, mientras másalto se vivía,
más. La operación se complicó y comencé con los mismos
síntomas por los que en Bolivia me desahuciaron. Con la
el precio era más módico). / Para agravar ayuda de una buenae inteligente enfermera que actuó con
másla situación, me enfermé de cuida-
do y tuvieron que operarme. Era la segunda operación que me
gran rapidez, salí del problema, no sin
haber tenido un buen susto.
hacían, por la misma enfermedad. Menos mal que en su trabajo mi
Tuvimos un invierno crudo y riguroso ese año. Hasta el punto
marido tenía seguro social, lo quefacilitó mucho las cosas. Los
queel solo hechodesalir a la calle suponía un ver-dadero
días que pasé enla clínica, que fueron cuatro,
sacrificio. Un día bajó tan de golpe la temperatura que nos
estuve prácticamente sola. Mario iba por 10 minutos, una
dejó medio congelados a todos los que estábamos en la calle.
vez al día, sus ocupacionesno le permitían acompañarme
Las manos se me quedaron heladas e inmóviles en la bolsa del
mercado. Llevaba poca ropa de abrigo, solo
88
un saquito de lana; no tenía otra cosa que ponerme porque tampoco

teníamos con qué comprar algo más adecuado.


Lleguéalhoteltiritando y amoratada defrío. No podía reac-
cionar. La propietaria me invitó unataza deté caliente, que

merecuperó. Mario llegó de su trabajo


más o menosen las mismas condiciones,
Conocimos a una muchacha guatemalteca que estudia-
ba Arte Dramático. Quería3eractriz por encima de todo. Era una
morenita de ojos grandes, muy agradable, con la que
simpatizamos de inmediato. Además, una libre pensadora que
medivertía, con muy buenos dotes de observación. Se dio cuenta
inmediatamente de que yo notenía abrigo —bue-nono senecesitaba
ser muy inteligente para darse cuenta deello, lo veía hasta un
ciego—. Una tarde se me apareció con un abrigo un poco usado;
me lo ofreció con la mayor delicadeza, temía ofenderme. Era un
abrigo azuly gris a cuadros. Se lo agradecí verdaderamente, fue
un gesto muy lindo. Por supuesto no me dijo de dóndelo había
sacado, tampoco pregunté. No era deella, porque en ese caso, me
hubiera quedado de sacón. De todos modos, era un poco corto de
mangas y tamaño, pero cumplía su cometido: me abrigaba. Fue el
único abrigo que tuve en mucho tiempo. Nunca me imaginé
quellegaría el día en que para mí sería

89
Lo que VARGUITAS NO DIJO escribía capítulos donde había príncipes árabes
que se introducían en su habitación porlos

una bendición el que se me regalara un abrigo usado. Pero nada balcones, con malvadasintenciones violatorias, lo

de eso me importaba. No me sentía ni humillada ni que espantaba a


esta ingenua dama. El libro, a mi entender, resultaba una
ofendida, todo lo contrario, agradecida. Además, todas estas

situaciones estaban previstas en mi objetivo, cuando acepté


90
irme a París, sin dinero,ni trabajo, para que Varguitas cum-

pliera su mayor ambición:ser escritor.


Mi marido procuraba a toda costa obtener un empleo
mejor. Tenía posibilidades de ingresar en la Agencia de
Noticias France Press. Entre tanto, la famosa beca quedó
descartada. Almorzábamos en los comedores universita-
rios, haciendo largas colas con nuestras bandejas, sin saber nunca lo

que íbamos a comer; el Cordon Bleu de la famosa comida francesa


nada tenía que ver con los menúsqueallí servían. Además,era
difícil conseguir los tickets que daban el derecho a comerallí,
puesto que ninguno de los dos éra-mosestudiantes. En el único
sitio que era válido mi carnet de la Alianza Francesa, donde
estudiaba el idioma, era en la cinemateca, donde íbamos
seguido. Algunos amigos se las arreglaban para conseguirnoslos
útiles tickets.
Más o menos poresos días, llegó al hotel una da-ma
peruana. Acababa de hacer un viaje por el Oriente, y quería
escribir un libro sobre sus experiencias. Habló con Varguitas.
Quedaron en queella le iría contando sus viajes y él escribiría
el libro por una suma de dinero que consi-deramossuficiente
para los gastos extras de la semana. Le pagaría los días
viernes, de acuerdo a las páginasescritas. Todas las mañanas
iba mi marido a la habitación de la via-jera, para hacerel
trabajo. Frecuentemente entraba yo a la pieza a escuchar
susrelatos, estos eran bastante infantiles. Mariose divirtió
con ese “trabajito”. Ella era una señora muy puritana, él
JuLta UrQUIDI LLANES
en Lima, nuncalaleí, ni siquiera por curiosidad. Además que
la
autora notuvola gentilezade enviar un ejemplaralautor.
nueva Fue en el Wetter donde conocimos a Christiane, una
versión de El Árabe, ubicada en otra época. Allí había muchacha alemanabellísima. Estaba enamorada de un pe-
de
todo: aventuras, carreras en camellos, crímenes, en fin
reno, muy amigo nuestro.Ella vivía un poco lejos del hotel,
todo lo que se puede poner en un libro, que no llegue a ae pero siempre que podíamos estábamosjuntas. Los domin-
truculento, gos
pero sí más o menos legible.

El almorzábamosen su departamento.Se puede decir que


ambiente enla habitación de esta dama era muy pe- en aquella época eran las únicas veces que comíamosbien.
sado; hasta A
me atrevería a decir un poco maloliente. Apenas Christiane le encantaba escuchar hablar a Mario, aun-
alumbrado.Era unapieza pequeña sin ventilación. Como no que
porsus gestos,
apenas entendía el español; decía que
quería que nadie viera a Mario escribiendo,la puerta estaba movimientos de las manosy expresiones lo comprendía
siempre cerrada. Incluso mi presencia no era de su agrado, perfectamente.
pero no tenía más remedio que soportarme:era la esposa Cuando su enamorado, que se llamaba Lucho,salía
de su con
“escribidor”. Pienso que en mí había algo de maldad, Varguitas para ira alguna reunión,nosotras nos íbamos
porque sentada al lado de Mario no dejaba de sonreír; es a la cinemateca o a un cine cercanoal hotel.
que lo que contabaera tan insulso. Debe habersido el libro Se casaron poco antes de que Luchoregresara al Perú.
másdifícil para Varguitas. Sobre todoel tener que escuchar Al
a una cabo de un tiempo esperaban un hijo, a quien Lucho no
señora en bata, desgreñada y en ilusorias aventuras.
Tener 91
que darle forma, sentido a eso, “fabricar” un libro no
debe haber sido nadafácil. Esta obra de arte fue publicada
llamo— queella era más afortunada. A su ser querido se lo
arrebató la muerte, lo irremediable, nadie puede preveresto.
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
Conella quedaron los recuerdos agradables, los momentos
maravillosos,tal vez incluso podía hasta llegar a idealizar lo
conoció; murió en un accidente de aviación al regresar de
que perdió. Ella recuperó la confianza en la vida y volvió a
Caracas a Lima.
amar. Ahorala Gringaestá felizmente casada, con un buen
Con Christiane continúo manteniendo una sólida y
amigo y un gran señor. Reencontróla felicidad tan brutal-
estrecha amistad. Cuando yo vivía en Washington,ella tam-
mente truncada. Pero, con la mentira, el engaño,la traición,
bién se encontrabaallí. Trabajábamosjuntas en la escuela
como me sucedió a mí, el dolor es más fuerte. Tal vez, por
Berlitz, con otra estupenda amiga, Carito Belaúnde.
ese egoísmo que todos los humanosllevamos dentro de no-
Las tardes que en Washington nos encontrábamosso-
sotros, muchas veces deseé perder a Mario por la muerte, y
las, recordábamos nuestros tiemposparisinos. Por diferen-
no por causa de quien consideraba mi hija.
tes motivos y circunstancias, las dos habíamos perdido a
Se acercaba nuestra primera Navidad en París. Por
los hombres que amábamos.Le decía a la Gringa —como la
supuesto, seguíamos viviendo en el hotel Wetter. Yo no tra-
bajaba. Me sentía impotente porque quería hacerle un lindo JuLta UrQuIDI LLANES

regalo a Mario. Para mí la Navidad es unadelas fiestas más


importantes y mástristes. Es linda en el sentido de quecasi
todoslos seres se reúnen, se quieren, sienten la presencia de
ese Ser Divino que nació en un humilde pesebre. Estriste,

porque se hacen regalos y hay niños que no reciben nada.


Es el día en el que másse notala injusticia de las diferencias
sociales. Es muy difícil contener un sentimiento de cólera

cuando se ve un niño conla naricita pegada la vitrina de


una lujosa tienda, mirandoel tren eléctrico o ese auto grande

92
y tan lindo que él no podrátener. He visto esas escenas y
mehan llenado de indignación.
Como caída delcielo, conocí a una señora rusa que
vivía al lado del hotel: unos amigos me llevaron a visi-
tarla, día, en las tardes, tomábamosel té juntas.
desde ese

Quería enseñarme su idioma. Traté de aprenderlo pero


me fue imposible. Para mí, el ruso era chino. Iba donde
esta señora cuando terminaba mis quehaceres domésti-
cos. La dueña del hotel me alquilaba una planchay hacía
este trabajo con gusto. Nunca le faltó a Mario una camisa,
un pañuelo, un terno,etc., bien planchado. Su apariencia

me En ese tiempoél nola


importaba más a mí quea él.

cuidaba mucho.
Mi y quería que aprendiera
amiga rusa tenía unahija

a escribir a máquina. Le cobré una suma aceptable y me


convertí en la más atrevida profesora de dactilografía de
una
jovencita que no hablaba ni entendía nadade francés. El

teclado de la máquinasolo tenía signos españoles;las clases


eran en francés: ¡qué mescolanza y quélío entendernos! De
todas salía a
maneras, todaslas tardes, después que Mario

sus ocupaciones, llegaba mi alumna. Las dos tomábamos

muy en serio nuestras clases. Le enseñé la colocación de


los
dedos, etc. El problema se presentó cuando tuvo que

comenzar a formar palabras, pero con un poco de ingenio


melas arreglé.
La niña empezó a cansarse y yo no hice el me-
norintento de animarla a continuar. Ya había reunido una
cantidad más o menossuficiente que me permitiría hacerle
el regalo que quería a mi marido. Hablé con la madre y le
expliqué que su hija estaba un poco cansada y que ya no
tenía tanto entusiasmoporlas clases. Gracias a Dios la se-
ñora comprendió
complacida mi buena voluntad y me pagó
las
clases, pues aunque parezca mentira, la niña aprendió

algo. Mario no tomóenserioeste trabajo, casi no se dio por


enterado y tampoco se lo comenté mucho.

93
me abrazó con fuerza, con un inmen-so cariño, y
me dijo con voz ahogada: “Gracias, Negrita”,
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
y me besó.
Sin dudaalguna fue aquella una de las
Varguitas notenía reloj. Con lo que había ganado navidades más felices que pasamos en París. Con
esta-ba segura de que podría comprarle por lo menos un muy poco, habíamos obte-nido mucho.Por cierto
Cartier. Ahí comenzó miperegrinación porlas relojerías que Mario nunca medijo si le gustó el reloj o
cercanasal barrio: ¡qué caros eran! Porfin conseguí uno;
no. Lo usó mucho tiempo hasta que se compró
no era lo que yo quería; pero era un reloj. He debido
mirarlo unas miles veces antes de la noche de Navidad. 94
El veinticuatro de diciembre se presentaron enel hotel
José Mario —el español que fue como un hermano para

mí— y su enamorada, una muchacha americana llamada Ana. Venían


cargados de paquetes: champagne, quesos, con-servas, vino
y un pollo. En un pequeño anafe —dondecoci-naba a
escondidas— preparé pollo con arroz.
Anay yo arreglamos una mesa que de puro milagro se
sostenía sobre sus patas. Pedí prestadas cuatro copas a la
propietaria del hotel, de modo que cuando Mario —que ya
trabajaba en la France Press— llegó, se sorprendió con el
improvisado banquete navideño, y por un paquetito que

había junto a su plato. :

Empezamosa conversar, sentados en la cama, mien-


tras terminaba de hacer mi cena de medianoche. De rato en
rato, con una revista, dábamosaire a la olla para que no
se sintiera el olor a comida, aunque creo que la
propietaria del hotel siempre supo que yo cocinaba enla
habitación y se hacía la desentendida.
Estaba contenta y nerviosa esperandola hora en la que
Varguitas viera su regalo. Por fin sonaron las 12 tan ansiadas.
Destapamosel champagne y mi marido abrió su paquete. Me miró y
Junta UrQuIDI LLANES

uno comoél deseaba. Pero nunca tendrá otro adquirido con


tanto amory tantailusión.
Estan difícil expresar lo que se siente cuando se ama;
las
palabras no son suficientes. Habría que inventar algo

nuevo que encierre todo lo que se quiere decir. La forma


de
darle todo al ser amado,y queesto lleve parte de uno

mismo. Esa fue una época muybella en nuestras vidas, al


menos en la mía. A veces creo que en la de Mario también,
pero no podrésaberlo jamás.
La verdad es que siempre trataba de sorprenderlo, ade-
lantándomea sus deseos. Por ejemplo, viviendo ya en la rue
de
Tournon,él quería, mejor dicho soñaba con unacolección

de quince libros de La Pléyade, que era muy linda, por lo


tanto Entonces,sin decirle nada, hice horas
también cara.

extras en la oficina consiguiendo algunosahorros. De inme-


diato los entregué en la librería, como adelanto, y separé la
colección. Cuandoreuní lo necesario,fui a buscarlos, Gasté
hasta el último franco; no me quedóni para el taxi. ¡Cómo
pesabanloslibritos! Caminé con ellos unas veinte cuadras.
Llegué a casa agotada pero contentísima. No sabía dónde
ponerlos para que fueran realmente una sorpresa. Se me
ocurrió ocultarlos en la camay bajo la almohada. Mi sobri-

na Wandita era mi cómplice en esto. Las dos esperábamos


la llegada de Mario, pensandoenla cara que pondría al
verlos. Ya a la hora de acostarnos, nosotras estábamosa la
expectativa; Varguitas se demoró más que de costumbre. Al
ir a la cama notó algo raro en ella y exclamó: “¡Negrita, no
sé qué hay aquí!”; le contesté: “Mira y lo sabrás”. Levantó
las frazadas y se quedó atónito conel hallazgo, mientras
Wandita y yo nos reíamos, él no podía ocultar su alegría
ni expresarlo feliz que se sentía. No sé hasta qué hora los
estaría
uno por uno y buscando dónde poner-
examinando

los. Les encontró ubicación encima de una chimenea —que


nunca se encendió —. Comotenían cubierta blanca, creo que
95
El anuncio dela llegada de mi sobrina Wandita nos llenó
de una profundaalegría. Era una chiquita muy dulce; fue una
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO felicidad inmensa el saber que estaría conmigo.Yo la adoraba;
éramos muy unidas desde que ella era muy pequeña. Para mí,
todoslos días limpiaba el polvo que se les asentaba. Fue su
era comola hija que no pudetener.
primera y más importante colección delibros. Como una Regresé a París esperando con ansias la llegada de Wandita.
burla cruel, más adelante leerían allí juntos, Patricia y él, Mario tambiénla quería mucho. Le alquilamos en el Wetter una
los poemas de Rimbaud que, a veces, recitaban juntos en pequeñahabitación, dos pisos más arriba que el nuestro.
vozalta.
Miamiga Ana viajó a Madrid por unosdías y me invitó 96
a ir con ella. Mario accedió a que la acompañara. Lamenté

dejarlo solo, pero me entusiasmóeste viaje. En Madrid se


nos unió José María. Él estuvo tiempo después muy ligado a
nuestra vida y conoció de cerca todo lo que sucedió. Siempre

me dio su apoyo de noble y buen amigo.


Durante mi ausencia,le escribía a Varguitas casi dia-

riamente, contándole con detalle cuanto hacíamos. Él me


escribió una vez, solo unas pocaslíneas que decían:
“París 16 de julio de 1960
Querida Negrita: He recibido tus dos cartas; me alegro
muchísimoqueestés bien y que todo se haya arreglado. Quise
escribirte antes, pero no sabía la dirección. Ha llegado una car-

ta de Olguita, anunciando que Wandita llega el 6 de agosto


por avión. Yo le contesté que ya, diciéndole que estábamos
muy contentos de queviniera. Sería bueno que tú también le
pusieras unas líneas. Yo estoy muy bien, Negrita. Con mucho
trabajo, como de costumbre. Además,el tiempo ha estado ho-
rroroso y caí con gripe. Perdóname, pero no puedoescribirte
máslargo; son las 12 y tengo que irme a la France Press. Un
gran abrazo a José María y para ti miles de besos. Mario”.
JuLia UrQUIDI ILLANES
en queviviría en París.
Nuestra vida erafeliz. Wandita estudiaba francés en
Nos fuimos a Orly a buscar a mi guagua. Estaba pre-ciosa. Con su manera de la Sorbona; Mario continuabaescribiendo y con su trabajo
ser se ganaba la simpatía y el ca-riño de cuantosla conocían. Todo le llamabala periodístico. Yo trabajaba y. me ocupaba dela casa. Pero
atención en París; caminábamos mucho por los CamposElíseos, la Torre Eiffel, aquella paz pronto fue desapareciendo, por la entrada en
fuimos a museos, recorrimos todo lo que pudimos. escena de una muchacha mejicana que trajo mucha intran-

Sus primeros días fueron deslumbrantes para Wandita, no se quilidad en nuestro hogar.
cansaba de admirar todo. Marioyatrabajaba en la ORTF; ella también. Cuando
Nuestra situación económica mejoró. Decidimosdejar el hotel Wetter y buscar conocía Pilar, quedé realmente impresionada. Era bonita y
departamento. Encontramos uno en la rue de Granelle; era amplio, con unasalita encantadora, ademásde estar relacionada con intelec-
muy coquetona y elegante. Sobre todo, lo más importante, tenía tina y du-cha, tuales de su país, fue enamorada de uno deellos, muy conocido
dos cosas muy raras en París en los alquileres a nuestro en la actualidad. Era sobrina de uno de los más
brillantes poetas mejicanos. Por lo tanto, Mario y ella
alcance —a veces también en los otros—; nos trasladamos muy
contentoslos tres. tenían intereses comunesen el planoliterario. Por esas
En el hotel nuestra última vivienda fue una buhardilla, con el techo inclinado, premoniciones que tenemos las mujeres, en cuantola
donde con las justas entraban una cama y un lavamanos. Creo que esa podría haber vi se me encendióla luz roja de peligro.
sido la
97
buhardilla con la que soñaba Mario, cuandose refería al día
Jutta URQUIDIILLANES

Lo QUE VARGUITAS NO DIJO



Versalles, 1960. Fotografiados delante del Palacio de los Luises.

98

París, 1961. Er un típico café del Barrio Latino


deParís.

a 4
“La negación de la verdades algo tan funes-

to para la mente, como la negación de la luz

del sol para nuestrosojos”.


Fulton Sheen

Vil

Frecuentemente, Mario me pedía que lo acompañara


a su trabajo, pero desde que apareció Pilar en su horizonte,
se oponía a que lo hiciera, pretextando que no tenía sentido
que me acostara tarde, ya que debía madrugar para ir a mi
trabajo. Intuí que algo no funcionaba como era debido y
supe que se veían a diferenteshoras, y no precisamente por
razones de oficina. Incluso me enteré de que pasaron todo
undía juntos en Versailles; me dijo que tuvo que hacer un

doblaje. Comenzaron las mentiras de Varguitas. Tuvo que


confesar él mismo qué hizo duranteel día, ante las eviden-
cias que mostré.
Se puso terriblementeirascible; pienso que era por ese

inusitado temor que siente el hombre cuando se encuentra


frente a lo que no puedeexplicar. Por cualquier cosa se eno-
jaba; no podía llamarlo por teléfono; me acusaba de tenerlo

sometido a vigilancia.
Erael primer problema de esa naturaleza que se presen-
taba en mi matrimonio. Hablé conél y negó todo, arguyendo
quesolo era una compañera de trabajo. En la radio comenta-
ban lo que estaba sucediendoy, lógicamente, no selo decían a
él pero algunos “compañeros”se las arreglaban para que me

101
un artículo sobre la representación de La
Bella Malmaridada, de Lope
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
de Vega en el Teatro de las Naciones; c)
Couffon me dice que probablemente Ruedo
yo enterara. No pudimos entendernosy para evitar inútiles Ibérico me pida escribir un en-sayo
discusiones y peleas, decidí irme a casa de Ana. sobre Vallejos, de cien hojas, seguido
Anavivía sola; tenía una mentalidad bastante de una antología;
peculiar. En vez de encontrar en ella una aliada que me
ayudara en esos momentosa resolver el problema, medijo que 4) milibro ya está en la
si Mario no me quería, de acuerdo a lo que deducía por lo Comisión de Lectura de Juillard.
que le con-taba, para qué seguía conél; que ella había
Afectuosamente. Mario
hablado con mi marido y que lo notaba muy inseguro en sus
102
sentimientos; que estaba pasando por un momento decrisis
sentimental bastante aguda. Menudo consuelo para mí.
Dos vecesal día hablaba por teléfono con Wandita,
quien me daba noticias de mi marido, completamente con-
trarias a las de Ana. Me decía que lo veía
preocupado, que conversaba con ella de su deseo de
que regresara a casa. Comencé a encontrar notas de
Mario sobre mi máquina de escribir —yo también
trabajaba en la ORTF—, que medi-vertían y apenabana
la vez. Estas decían:
“París, 16 de mayo de 1962
Chére Madame: Tengo el honor de informarle que la
dentista Chinsky ha aceptado que se le pague en tres
cuotas. Ella la espera el miércoles próximoa las 14.00 h.
en la direc-ción adjunta. ¿Cómoestá usted?
Afectuosamente. Mario”.

“París, 22 de mayo de 1962


Madame Julia Vargas-Chére Madame: Gracias por sus
felicitaciones. Tengo muy buenas noticias para
anunciarle:

1) “Marcha” de Montevideo me acepta como

colaborador y me apresura para hacer la traducción del


libro de Couffon;

2) el jueves aparecerá en Las Letras Francesas


JuLia UrQUIDI ÍLLANES mirada nada amigable de Varguitas me convenció de que era
mejor que lo hiciera y tuve que reprimir mi curiosidad de

P.D. ¿Hasta cuándo se van a prolongar sus vacaciones?” Todaslas descubrir a qué se debía tanto nerviosismo.

notas estaban escritas en francés. De vuelta a casa, Mario me increpó,


Regresé a casa y, por unosdías, todo estuvo tranquilo. No duró reprochándome mi conducta; preguntó qué era lo que
demasiado aquella calma. La situación volvió a derrumbarse. Mi íntimo esperaba encontrar.
amigo José María, que habría ter-minadosusrelaciones con Ana, empezó a “Nada, nada, —aseguré—; solo quería conocer a sus auto- res
buscara Pilar. Mariolo supoy le pidió explicaciones al buen español, bas- favoritos,no he hecho más que lo que tú haces cuando
tante molesto. ¿Explicaciones de qué visitas otras casas, examinar las bibliotecas”. Él levantó
naturaleza? y ¿con qué derecho? la voz aún másnervioso, y dijo de mala manera que no
Después de pensar muchoen cuál sería el mejor cami-no a seguir, que-ría discutir. Atormentadapor su reacción, preferí
decidí hacerme amiga de Pilar. Almorzábamos juntas; un día la invité a callar. No sospechaba lo que me esperaba mástarde.
cenar a casa con José María y otros amigos, aparentando en todo momento Estaba tan dolida por su comportamiento que
naturalidad. Me costó un esfuerzo enorme. Iba a su departamento cerca del puse en el dormitorio una cama pequeña,al lado de la
nuestro, y le caía de sorpresa a tomar café. Una noche nos invitó ella a de matri-monio. Cuandola vio no hizo preguntas. Me
cenar; quería que conociéramos su nuevo de-partamento. Mientras los demás observó con
invitados conversaban, me puse a curiosearlos libros de la biblioteca. Vi
a Mario nervio-so, no me quitaba los ojos de encima.Pilar, algo 103
intranquila, medijo: “Ven a sentarte con nosotros y no seas curiosa”. La
más tranquila, me arrepentí de haber actuado
tan burda-mente. Comprendí que lo había
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO ofendido y humillado. Lo único que
deseaba era poder decirle lo avergonzada
extrañeza y sonrió. Seguramente pensó que era una de mis que estaba, que mi actitud se debía a lo
valentonadas, pero me mantuve en la misma actitud mucho que lo amaba
por y al temor de perderlo. No podía

varios días. resistir que mujer,


mirara a otra
No soportaba que metocara;esto sí que él no esperaba. menosque la besara o la poseyera.
Lo sorprendió hasta diría lo alarmó, pero guardó silencio. Porese tiempollegó a París nuestro
Una noche me preguntó que hasta cuándo pensaba conti- amigoJavier. Nos animó su presencia y la

nuarasí: “Deja de jugar a la mujer ofendida por algo que no tensión cedió algo. Pero yo me man-tenía

existe”, dijo. Yo estaba echada en la cama él junto a mí, vigilante. Confié a Javier mi problema, mis

apoyado en un codo, y con el otro brazo cruzándome el sospechas, mis dudasy el sufrimiento en que

pecho. Me encolerizó tanto su cinismo que no me pude vivía en medio dela des-confianza. Él, que

contener y lo escupí en la cara gritándole: “¡Vete de aquí, siempre ha sido un amigo entrañable e in-

no soporto más tus mentiras! No vuelvas hasta que seas un condicional, hizo cuanto pudo para

hombre sincero”. Mariosalió de la habitación sin decir una convencerme de que me encontraba en un

sola palabra y yo me pusea llorar desconsoladamente. Ya error. Sin embargo, un día que Mario no
regresó hasta despuésdelas seis de la tarde, JuLia UrQUIDI
ÍLLANES
habiendosalido temprano de casa, Javier habló con él y se
convenció de que no estaba equivocada. Hubo una
aturdida, estaba tan fuera de mí quecorrí al cuarto de
escenaviolenta y grotesca.
baño, toméun frasco de píldoras para dormir y me las
Hice algo de lo que después me arrepentí y avergon-cé
metí en la boca casi en su totalidad. Probablemente
—por segunda vez en poco tiempo—. Escuché la con-versación
ellos me oyeron correr, porque de inmediato ya
de Marioy Javier detrás de la puerta y así supe que había
estaban junto a mí. Entre ambos lograron hacerme
pasadoel día con Pilar. Me sentí tan deprimiday
vomitar. Entre tanto yo pataleaba, vociferaba,
insultaba, decía improperios. Me lavaron la boca como
104
pudieron y mellevaron a la cama de Mario, que desde
esa noche fue nuevamente la nuestra.
Mi maridoestaba pálido y me reñía por lo que había
hecho, con más cariño que enojo en sus palabras. Juró que
me quería y que no podría soportar que me sucedieraalgo.
Meaferréa él,le dije entre sollozos que no me abandonara,
que mi vida sin él carecía de sentido y no sé cuántas cosas
más. Poco a poco recuperé la serenidad y la razón. Mario me
besó unay otra vez con lágrimas en los ojos. Como siempre
que nos sucedía después de una borrasca, terminamos ha-
ciendo el amor con unapasión algo brutal y nos quedamos
dormidos. Despertamosa las nueve de la noche y llevamos a
cabo el plan que teníamosantes de todaesta “tragedia grie-
ga”. Fuimosal Teatro Odeón con Javier y Wandita, después

a cenar en un restaurante muy agradable en


les Halles, el Pied de Cochon.
Reconozco que me sentía mal, como entre nubes. No po-
día concentrarme en nada. Varguitas me miraba, me sonreía,
meapretaba fuerte la mano. No podría decir qué obra vimos y
menosel tema de la misma. Durante la cena todostratába-mos
de que la noche fuera agradable, pero la conversación era
forzada, al menoslo notaba así. Hice todo lo posible por no
dejar traslucir mi estado de ánimo. Por unaparte, estaba
contenta, hice el amor con mi marido después de muchos
días; me había dicho que me quería, me miraba con ternura, estaba

cariñoso y atento conmigo. Pero no sé, dentro de mí sentía


un dolorcito antipático, tal vez era de remordimiento por
el mal momento que pasé y les hice pasar.
105
lindamente y partimos a pasar lo que
pensábamossería una
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO nocheinolvidable ¡y vaya si lo
fue!
Javier regresó al Perú convencido de que las cosas iban La primera persona con quien me

bien entre nosotros. No se volvió a tocar ese tema tan in- grato.
tropecé en la fiesta fue Pilar. Estaba regia,
No obstante, debo confesar que en mi interior tenía
con un vestido negro muy sugestivo,
clavada siempre una espinita dolorosa: desconfiaba de mi
marido y me atormentabanlos celos. En esos días, justa- 106
mente acabé de leer La mujer rota, de Simone de Beauvoir,
a quien siempre he admirado. Le comenté el libro a Mario.
Meimpresionó sobre todo la sinceridad de sus persona-
jes, la inteligencia con que esa mujer comenzó aceptando
los hechos; que su marido, a quien adoraba,
tuviera una amante. Pero cuando empezaron las
mentiras, porque ella no podía evitar el hacer
preguntas, todo se vino abajo. ¡Qué derrumbetan
brutal!
Unatarde, mientras estábamos en un café, Varguitas
medijo que tenía que hablar conmigo. Lo veía preocupado y me

quedé ensilencio esperando quehablara. No quise pres-tarle


ninguna ayuda para queiniciara la conversación. Algo
cortado me reveló que, en efecto, se había sentido atraído
porPilar, pero que nunca hubo nadaentre ellos, fuera de
una buena amistad. Que me quería a mí, que cómo podía
siquiera pensar que no fuera así. Me pidió que estuviera
tranquila y que le diera mi ayuda y comprensión. Era
nece-
sario que todo se normalizara entre nosotros, que terminara

aquella situación de amargura y sinsabores que le impedía


trabajar y escribir en paz. Acordamos una cooperación mu-
tua. Yo tampoco había estado en un lecho derosas.
Asistimos a la boda de uno de
nuestrosjefes de la ORTE Ana meprestó un lindo
vestido verde —yo no tenía ropa para ocasiones como esa—
y Wandita me peinó con un lindo moño. Me sentía
estupenda. Mario me piropeó
Jura UrQuUIDI ÍLLANES pero esa actitud pasiva me encolerizó
más. Estuvimos como una media hora
encerrados.
ceñido y escotado generosamente. Comenzamosa hablar en grupo y, de
En un momento dado,entró la hermanadel novio,
pronto, Pilar dice: “Hoy en la tarde Mario
nos rogó que saliéramosdeallí, porque había gente que
me contó que...” y ahí se paró, me miró y con un pretexto cualquiera se
nece-sitaba entrar. Le expliqué que mi marido no se
retiró del grupo. Mario medijo al llegar a ca-sa —antes de la encontraba muybien, que de improviso le había
fiesta— que esa tarde tuvo que grabar un doblaje —mi simpático
comenzado una he-morragianasal. Casi tras la dueña de
marido siempre andaba en “dobla-jes”—; era su excusa perfecta para
casa salimos nosotros. Recogimoslos abrigos y,
llegar tarde.
despidiéndonosdelos anfitriones, nos fuimos como si
Meacerqué a Varguitas, lo tomé del brazo, sin que se diera cuenta de
nada hubiera pasado.
que estaba a su lado, porque mirabaa Pilar quele sonreía desdelejos. Con
Ya en la calle, Mario paró un taxi, pero me negué a
toda mi furia acumulada, me olvidé de promesas, juramentos y de todo.
subir y le dije que se fuera solo, que él no tenía que ver
Comprendí que
en absoluto conmigo. El chofer esperaba, divertido con
nuevamente me había mentido, esa tarde me había dicho que no se verían más.
nues-
Comencé a beber —la bebida me des-hace— y lo increpé llamándolo
tros gritos, hasta que se cansó y se fue. Anduvimos como
mentiroso. Al ver mi mirada homicida, me llevó con disimulo al cuarto de
unas cuarenta cuadras. Cuando cruzábamos por un
baño. Ardía por armar camorra. En el cuarto de baño discutimos; con la
parque, eché a correr hacia una baranda de cemento
bebida y mi enojo sin límites no sabía lo que hacía, y le di un golpe en
del Sena. Sin
la cara conla cartera, lo que le provocó una
hemorragia nasal. Reconozco que en todo momento Mario conservó la calma 107
entre enamorados sonfrecuentes en París,
el policía sonrió, nos hizo una
Lo QUE VARGUITAS NODIJO
recomendación apropiada y nos dejó ir.
No
duda, Varguitas pensó que pretendía arrojarme a sus aguas
volvimosa dirigirnos la palabra en lo que nos
y comenzó a llamarme en forma desesperada. Al jalarme, restaba de
nos fuimoslos dos al suelo. En mi semi- camino. No recuerdo cómollegamosa casa. Al día

inconsciencia porla siguiente, la cabeza meestallaba, entre los

bebida, me di cuenta de que el césped estaba mojado, pensé vapores del alcohol y aquel

en el vestido de Ana y me levanté como empujada por un re- sorte. malestar, quise reconstruir lo
Mario me llevó hasta un banco donde me sentó de un sucedido. Me sentí peor y, para

empujón. Solo entonces se enojó, nuevamente discutimos, yo rematarla, encontré una nota de
le gritaba: “Mentiroso, falso, mentiroso”. Súbitamente, Mario:
“Julia: Te ruego que pongas fin
apareció un policía; ahí me asusté porque interpeló a
Mario y yo entonces intervine para aclarar la situación. de una vez portodas a es-ta vida

Le dije que era mi marido, que estaba ebria y que él solo infernal. No es posible vivir así, lo que

preten-día calmarme y llevarme a casa. Como las peleas viene ocurriendo en esta casa todo este

callejeras último tiempo supera lo imaginable. Si esto


continúa un tiempo más, los dos vamosa terminarlocos. No veo ninguna Jutra UrquiD1 LLANES
solución para nuestro matrimonio, nada va a librarte de
tus “absurdas obsesiones”, y, al contrario, ellas son cada
día más graves. Me has dicho muchas veces que yo tomela
iniciativa y esta vez la hago. Te ruego pues, que tomes
las cosas con calma y no tomes esto como un nuevo pretexto para
escenas. Dime qué es lo que prefieres: irte a Bolivia,
Perú
O quedarte aquí. Si es esto último, entonces seré yo el que se

irá, porque sé de sobra que no hayningunaposibilidad de


que
continuemoslos dos en París. Tus escándalos harían
saltar la Casa de la Radio. Si aceptasirte, hazme
saber para cuándoy para dónde debo sacar tu pasaje.
Mario”.

108

París, 1961. Mario y Julia en la ORTF.


Lo QUE VARGUITAS NODIJO

IX

.
París, 1961. Otra toma, con los colegas de trabajo de la ORTE.
Fue un golpe espantoso. Wandita no dejó que me
levantara. Era domingo, así que no trabajábamos. Mario
había salido muy temprano, lo esperaba llena de miedo y 1
ansiedad. Temía tocar el tema de su nota. Yo no quería irme, '
ni que él se fuera; no podía irme y dejarlo. Le encontraba |
razón en varias cosas, pero él no reconocía que mucha cul- |
pa tenía también él. No entendía o no quería entender que
mi torpe reacción fue provocada porél. Aborrezco que me |
mientan. |
Regresó tarde a casa, entró al dormitorio y me miró;
yo lo miré pidiéndole perdón con los ojos. Parece que lo
entendió, se sentó a mi lado en la cama y tomándomepor
los hombros medijo:
—He estado caminandocasi todo el día, no es solo
tuya la culpa, pero lo que has hecho anoche no vuelvas a
hacerlo nunca más, Julia, nunca más, entiéndelo bien, nun-
ca más. Ya no lo soportaría otra vez y que no se hable del
asunto. Ya no llores, tranquilízate, vamos a comer, no lo he
hecho en todo el día y me imagino que tú tampoco.
Para nada tocamosel tema dela nota. Seguramente a
lo largo del día reflexionó sobre lo sucedido y decidió no
referirse a este desagradable episodio.

111
que Mario. Asimismo, me reveló las veces
que se habían visto y dónde,
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
agregando:
—Si no te hubieras hecho mi amiga, si
Desdeentoncesya no vio a Pilar fuera de las horas de no hubieras actuado conmigo comolohiciste,
oficina. Y de nuevo me pidió que lo acompañaraa la radio; si no me hubieras hecho comprender con todo
era yo la que le decía que me disculpara, que no quería tacto tu gran amor por Mario,esta esla hora
tras-nochar porquetrabajaba al día siguiente. De la en que sería su amante y en buen lío
lamentable escena nadie se dio cuenta —menos mal— porque andaríamoslos tres. Ahora puedesestar
si hay algo a lo que Mariole tiene horroresal ridículo. tranquila —hizo una pausa y continuó—,
Al cabo de unas dos semanas, Pilar me llamó para que Mario ya no me interesa más que en el plan
almorzáramosjuntas. Sin decirle nada a Varguitas, salí de amigo. Me gusta conversar con él de
co-moparair a la oficina. Me contó la atracción de mi cosasliterarias. Nada más.
marido porella, y la que sintió ella, tal vez mucho más Mehabló contanta sinceridad que se lo
agradecí. Nadale comenté del infierno en que JuLta UrQUIDI
LLANES
habíamosvivido, nunca lo supo.

Mario no se enteró de este encuentro y


de la próxima semana. Todo ello lo he sabido por unos y
de nuestra con-versación.
Nos hicimos muy amigas. Pilar me pidió que la reco- otros; su hijo Juan Luis no está en Madrid estos díaso,al

mendaraa José María; conocía nuestra íntima amistad y él menos, nadie respondea su teléfono. Toda esta historia de

se encontraba en Madrid, haciendo cine. Ella había Pilar me parece dentro de su estilo, pero no sé si será

trabajado en varias películas del cine mejicano. eficaz —note enfades, hermana—. En cine todo puede ser

Escribí a José María, que mecontestó con una posible y nunca se sabe lo que se debe hacer parasalir

españolísimacarta: adelante. Creo quesería interesante para ella intentar


algo aquí, en estos momentos, ahora que mucha gente
“Madrid, 10 de agosto de 1963
Querida hermana: Me dicen que Buñuel continúa en la comienza y casi

Torre de Madrid, recluido en su apartamento de los últimos no hay actores, o actores como queremos nosotros. Por lo demás,

pisos, desde el que puede casi mear sobre el Palacio Real. tu actuación la comprendode sobra y sé que es del todo

Estará aquí unos días, pues,al parecer, interpretará a un sincera. Hace falta no conocerte para no verlo. Enfin, que
me llame nada másqueaterrice en Madrid y veremossi puedo
verdugo en la película de Carlos Saura, el lunes o martes
ayudarla en algo. Por desgracia, no creo que puedair por
2 ahora a París. Terminé hace doso tres días la película de
la niña y paseé a la de Christian Jaque. Cuando termine
con
los franceses creo que empezaré con un chico joven, o qui-zás

haga un documental con Pablo del Amo, por mitierra. Ya os


contaré. Estoy solo en Madrid, Luciano se fue a San
Sebastián y Pepe continúa en Santa Pola. Cuando no
trabajo, os recuerdo a todos, mesiento solo y maldigo a
esta puñete-ra ciudad. Por Pilar sabré algo de vosotros.
Escribid pronto.
¿Qué pasaconellibro? Abrazos, queridos. José María”.
Retrocediendoenel tiempo, recuerdo cómoentréa
tra-
bajar en la ORTF. Me enteré en casa de Ana,porPilar
Madern, unacatalana amiga deella, que había una
posibilidad de hacerlo. Mario hacía corto tiempo que
trabajaba allí, pero no se nos había ocurrido que también
podría hacerlo yo. De
manera que una mañana mepresenté al Director de las emi-
siones para América Latina, el señor André Camp.
Tuvimos una larga conversación y salí con el empleo
que había ido a buscar. Siempre estaré agradecida al señor Camp, Alianza Francesa, así que mis conocimientos del
que fue conmigo una persona excepcional en todo momento.
113
Yo no hablaba francés; había asistido menos detres mesesa la
otra forma,llegando al extremo de hacer
valer mi seguro
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
social de París para que pudiera someterme a
una nueva operación en Cochabamba,
idioma eran muy rudimentarios. Mi horario de pagándometodos los gastos: Para mí fue
trabajo co-menzaba por la mañana y terminaba a las mucho más queunjefe, fue un gran amigo
cinco de la tar-de. Hasta después del mediodía me que me apoyó y me enseñó todolo que puede
encontraba sola en la oficina. De modo que me era hacer una persona por un semejante cuando
más que imposible contestar las se tiene sentido y calor humano.
llamadastelefónicas. Cuandollegaba el Director, El equipo de la ORTF paralas emisiones
inva-riablemente preguntaba: en español era muy heterogéneo, de caracteres
—Julia, ¿qué llamadas ha habido?
y formas de ser muy varia-
Mirespuesta era siempre la misma.

—Ninguna, señor Camp. É Y hubo


por lo menosunasdiez. Él hablaba
un español
casi mejor que el mío. Un día, después de
hacermela acos-tumbrada pregunta, se rió y
medijo:
—Quéraro, Julia, porque he llamado yo mismo.
Cuandousted está de turno nunca llama nadie, pero no se
preocupe, en un mes usted hablará, escribirá y
comprenderá

ien el francés.
pura EN sentí cortada y sonreí inocentemente. A partir de

entonces comenzó a dictarme en su idioma. Nunca más me habló en

español. Escribía las cartas fonéticamente y luego su


secretaria, Jossete, me ayudabaa corregirlas. Por último,
pasaba la carta a máquinay se la entregabaal señor Camp
muy orgullosa de mitrabajo. Él se dio cuenta de mi
peque-ña trampa. De acuerdo a su pronóstico, al
cabo de un mes hablaba, comprendía y escribía en
francés. Debo mucho al señor Camp. Cuando después
de trabajar casi cinco años
conél, regresé a Bolivia, continuó colaborándome en una y
JuLia UrQuIO! LLANES

do. La mayoría eran españoles, entre los que había grandes


celos por los doblajes de películas. Sin embargo, contradic-
toriamente,
también se daban momentos de gran camara-
dería.
Recuerdo al matrimonio Carmen y Narciso, ambos
catalanes. Él era un gran músicoy ella grababa con Mariolos
programas
hacían literarios, una especie de mesa redonda donde
entrevistas a Personasrelacionadasconla literatura,
queresidían o estaban de paso por París. Se comentaban los
libros de reciente aparición, en su mayoría, latinoamerica-
nos. Había otro matrimonio,

los Ramírez, Adelita y Julián


Antonio.
Ella había sido actriz en su tierra y
de las tenía prioridad
grabaciones en español de cuanto programateatral
o seudo-
teatral hubiese. Estaban en París desde la Guerra
Civil Disfrutaba oyéndola contar sus
española.
teatrales, experiencias
sus giras por provincias, que encontraba como un
mundo nuevo y maravilloso. Me impresionabael respeto y
la
admiración que mutuamente se tenían. Nos invitaron a su
casa motivo del casamiento de uno de sus hijos. Entre el
con
grupo de españoles, con los únicos que seguí
contacto fue con Narciso y Carmen:tuve manteniendo
con ella
correspondencia

durante un tiempo cuando regresé a Bolivia. Ahora


he perdido toda relación. Me gustaría saberdeellos.
Recuerdo también a dos muchachas
argentinas que

trabajaban con Mario en los informativos. Una, muyaltane-


ra, —muy
enseñar argentina— comodiría Pedro Camacho. Quería
periodismo a Mario y se
autocalificaba

y de eficiente
experta en la materia. No obstante,el programa femenino
que hacía
de nadie. era mediocre pero no admitía consejosni críticas
Naturalmente, en varias oca-
Varguitas y ella chocaron
siones. Un día nos sorprendió conla noticia de que iba a ser
madre: el padre nadie lo conocía. Nos dio pena porque se
encontraba muysola en París y tratamosde
solidarizarnos
con ella.
Su manera de ser le impidió comprender nuestras
115
114

directamente no supe nada deella, pero


sí escuché su voz
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
en algunos discos que había grabado. Fue
una sorpresa y unaalegría el
intenciones poniéndose más insoportable. La situación
encontrarnos en Buenos Aires. Dejó la
llegó a tal extremo quese solicitó una reunión con la
ORTF
dirección de la radio para pedir su retiro. Era la
antes que nosotros, regresando a su terruño querido.
perfecta manzana de la discordia. Fue un asunto muy
Era aquel ambiente muy
desagradable. El señor Camp, tan paciente y humano, supo
variado. Había de todo: amo-res
encontrar la solución salomó-nica dándole un mes de
desgraciados, divorcios, matrimonio entre
permiso para que tranquilizara sus nervios. Al día compañeros,
siguiente de la reunión vino a verme y me exigió romances ocultos, etc. En todo este

explicaciones acerca de las quejas de Mario sobre su conglomerado, no podía faltar el clásico Don

conducta. Le dije que se las pidiera a él, que yo no era Juan español. Era alto, buenmozo, y tuvo un
la corto romance con nuestra argentina
Jefe de Informativos,ni siquiera periodista, sino malgeniada, pero nada tuvo que ver con su
secretaria. Entonces me insultó groseramente. Me maternidad. Poco a poco se
levanté, di un fuerte empujón a la máquinade
116
escribir y le grité:
—Mira, no te voy a permitir que te expreses en esa
forma de mi marido. O te sales de acá a buenas
o te saco a cachetadas olvidándome de tu estado
de gravidez.
Salió corriendo más rápido que un gamo. Cuando
transcurrió el mes de vacaciones regresó ya
mástratable,
más humana y compañera. Nació la niña, una preciosa cria-
tura; era la engreída de todos y terminó
aplacándola.
La otra chica argentina, María, era el reverso de la

medalla: bohemia, farrista, encantadora. Tocaba el bombo,

cantaba y participaba en recitales en el Barrio Latino.


Con el tiempo le tomécariño y llegó a jugar un importante
papel
tanto en la vida de Mario como en la mía. En muchos años,
JuLia URQUIDI ÍLLANES eran muy disciplinadas y no se quitoneabanlos
posibles clientes) y le decía:
fue dando cuenta de que sus dotes donjuanescas no tenían cabida —Voulez vous prendre un café avec
entre las mujeres que trabajábamosallí, así que tuvo quedirigir moi?
sus presuntas conquistasa otro lado, convirtién-dose en un buen Si le decían que sí, nos hacía un
amigo. Cuando Mario dejó la radio, él se quedó de Director del adiós con la mano; en caso contrario
Informativo. regresaba a la mesa a seguir conversando
Cercadelas oficinas que se encontraban en los Campos Elíseos había y comentaba:
un pequeñocafé al que llamábamos el “Café de las putitas”, porqueallí se —Mal chance.
reunían la mayoría de las que trabajaban en la zona. Nos gustaba charlar
Nos despedíamos con un:
con ellas del
—Ademain e bonne chance.
No puedodecir si estas mujeres eran o nofelices; eran
últimolibro de teatro, de exposiciones y de diversos temas. Había una que en
solo mujeres, reían, hablaban, como cualquier otra. Con sus
particular atraía mi atención. Se la veía muy joven; siempre llevaba un
problemas, sus amarguras, que aparentaban, como hacemos
vestido cerrado de cuello alto y una cruz pequeñita de oro; cualquiera la
todas, no tenerlas. En ese sentido, todas las mujeres
habría con-fundido con una colegiala. Era una muchacha muy culta y
simpática, con una conversación muy agradable. Se nos hizo una costumbre somos un pocoactrices; de otra manera, cómo podríamos

frecuentar a “nuestras amigas”. Como sobrevi-vir en esta selva humana que es el mundo de los

los CamposElíseos es unsitio elegante, ellas estaban a la altura del hombres.

barrio y nunca se nos ocurrió hablar de su pro-fesión. Cuando


117
entraba un hombreal café, se acercaba la que correspondía (en eso
Medolió muchísimo esta muerte; ¡era tan
joven, tan lleno de
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
idealismos, tan limpio de alma! Así, con
se forja la historia
gente comoJavier,
Llegó a París Javier Heraud, un joven poeta peruano de los pueblos. Ojalá algún día
con un brillante porvenir dentro de la poesía latinoameri- muchos lleguen a comprenderlo e
cana. Lo habíamos conocido en Lima; era primo hermano de imitarlo en su idealismo por el
mi comadre Pupi. Se alojó en casa y pasó varios días con bien de su patria.
nosotros. Wandita congenió mucho conél, llegando a hacerse Hacía ya poco más de un año que Wandita estaba
muy amigos. Javier nos contaba sus ideales; era un con

muchacho muy puro y estaba convencido de que las cosas nosotros y jamás, en todo ese
tiempo, tuvimos el menor
cambiarían en el Perú. Mario, que compartía sus ideas, lo
problema.
alentaba y trataba de hacerle ver algunas realidades que
Era para mí una verdadera hija; nos
él, con ese entusiasmo que da la juventud, no veía. Era de
entendíamos a las mil maravillas. Un día
hablar pausado y tranquilo, pero se ponía eufórico cuando
recibimos carta de mi hermana Olga,
comentaba sus planes para el deseado y soñado cambio.
diciéndonos que Patricia también quería ir
Cambio que jamás vio, pues murió en las Guerrillas, en un
a París; consultaba nuestra opinión para
río, bajo un árbol, como decía en uno desus bellos poemas.
ver si podíamos tener a las dos hermanas.
Mi primera reacción fue decir no. Tenía un poco de miedo a JuLia UrQUIDI
ÍLLANES
Patricia, mi sobrina siempre fue una niñita de carácter
fuerte y voluntarioso y yo no quería tener

inconvenientes. No sé, parece comosi hubiera sido un pre- su hermana. Es cierto que mi marido nunca me
sentimiento, realmente me opuse. Les dije a Mario y Wanda presionó y más bien decía a Wanda:
quele explicaría a mi hermana el porqué de la —_Latía Julia es la que decidirá.
negativa. Nointervino para nada en mi decisión final.
Durante varios días me resistí a dar mi consentimiento. Wandita, por su lado, no cesaba de pedírmelo; me

Mario abogaba por su prima hermana y mi Wandita decía:


—Tía Juliacha, te aseguro que Patricia ha cambiado.
por
Yo no dejaré que sea malcriada ni contigo ni con mi primo;

118 deja que venga mi hermana, dale esta oportunidad también a


ella como mela has dado a mí; ya Juliacha, di quesí.
Meinsistió tanto y tan dulcemente
que finalmente acepté y esperamossu
llegada.
Confieso que me sentí feliz cuandola vi, sobre
todo
porla alegría de Wanda. Me reproché a mí misma por haber
dudadoderecibirla. Patty era una criatura de catorce
años a la que se le abría un mundo espléndido.
Además, ya éramos una familia de cuatro personas. La
instalamos en la misma pieza de su hermanay tardé
poco tiempo en comprobar que efectivamente había
cambiado de carácter —cambio que no duró mucho—.
En unavieja máquina de coser que había en la casa nos
dedicamosa la costura. Lo primero quehice fue un vestido
de veranopara Patricia. Compramosunatela colorlila claro,
hicimos el molde sentadas en el suelo y, en medio derisas
y bromas,salió el vestido. No se podría decir que parecía
un Christian Dior, pero le quedó bien. Hicimos faldas para
Wandita y para mí. Nos divertíamos. Las dos
hermanases-taban dichosas y, en cuanto a Mario y a
mí, compartíamos
todo con ellas. Era un hogar feliz, lleno de alegría, las
chi-cas tenían mucho que ver en ello. Mi vida con
Mario hacía tiempo que gozaba de una tranquilidad
absoluta.
Wandita consiguió trabajo en la Embajada del Perú. Allí conoció a también existen

Juan, de quien se enamoró profundamente. Su noviazgole dio la felicidad.


119
Ese lado bello y limpio de la vida: conoció el amor. Se fue sin saber que
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO nove-dad y aventura. Aunque era pequeñoy
nadaelegante, ellas se imaginaban en
la mentira, el engaño, la deslealtad, el dolor. Todo era lindo Montecarlo. Pasamos un verano espléndi-
paraella. Gracias a Dios supo ser feliz y hacernosfelices do, uno de los mejores que recuerdo
a todos los que compartimossu corta vida con ella. Han desdela llegada de mis sobrinas a
pasa-da ya muchosaños de aquella tremenda tragedia que me París. Anteriormente gozamos también de
la arrebató en plena juventud, pero aún persiste ese uno
lacerante y cruel recuerdo imposible de borrar.
En verano nos fuimos con las chicas a Perros Girec, 120

que está en la región de la Bretaña. Hicimos un viaje


lindísimo. Almorzamos en un pequeño pueblo y llegamos a
nuestro destino al atardecer. Con anticipación alquilamos
un de-partamento de dos habitaciones, cocina y baño. La
dueña era una bretona muy amable; siempre que volvíamos de
la playa nos invitaba té y créppes (panqueques).
Nuestro primerdía de playa terminó donde el médico.
Patricia, al bañarse, se hizo un corte muy feo en la
planta del pie. Se le clavó un pedazo de vidrio, no
fue nada de cuidado, pero sí un corte profundo. Por
dos días tuvo que quedarse sentada en la orilla del
mar sin mojarse el pie lastimado. En la playa nos
divertíamos todos juntos, jugábamos volibol,
hacíamoscarreras, en fin, todo lo que puede hacer
una fa-milia para pasar bien sus vacaciones.
Recorrimos lugares aledaños a Normandía y
pudi-mosverrestos del Día D, el desembarco delos aliados.
Descubrimos en nuestras divertidas excursiones un pe-queño
casino con ruleta, pero, como Patricia era menor de
edad, no podía entrar. Le hicimos un peinadoestilo moño,
la maquillamosalgo y le aumentamosla edad. El
portero
del casino no debió de haber creído mucho esa mayoría de
edad, pero igualmente nos dejó pasar. Para las
chicas, que
era primera vez que iban a un sitio así, era una gran
JuLia UrQuUIDI ÍLLANES más extraño. A veces, de noche, tenía que subir sola
las gradas —las luces generalmente no funcionaban—;
me daba miedo pasar por esa puerta, me parecía que
alguien iba a aparecer a mis espaldas. Jamás vimos a
parecido con Wandita, en el que quedó algo enamorada de un nadie.
italiano. Las chicas eran una compañía deliciosa y unas amigas Mis recuerdos de París se centran casi todos en aquel
invalorables a pesar de su juventud. departamento de la rue de Tournon.Allí fui feliz, allí
Vivimos un buen tiempo en la rue de Granelle. Una amiga nos sufrió lo indescriptible, viví momentos maravillosos y
avisó que había un departamento más barato en la rue de Tournon. también derramélas lágrimas más amargas de mi vida.
Fuimos a verlo con Mario y realmente nos gustó. Tenía un patio El futuro
grande de piedra, con un árbol
de Patricia, de Mario y de mí mismase
solitario casi al centro, que en primavera, cuandoflorecía, era muy hermoso.
decidió en ese de-partamento.
Estaba ubicado en un tercer piso, con solo dos habitaciones, una pequeña Nos acomodamos muy bien los cuatro, las chicas —se
cocina que era como un clo-set y una ducha también diminuta. En la puede decir— casi de contrabando, pues la dueña no
primera habitación, que era más pequeñaquela otra, ubicamosa las quería sino a dos personas. Nuestrasituación mejoró
chicas;la se-gunda era nuestro dormitorio, cocina y comedor. Siendo tan notablemen-
pequeño,tenía algo, no podría precisar qué. Desdeel primer
te, permitiéndonos comprar un auto en el que
instante vimos en él un hogar. Nunca supimos quién vivía en el hicimosviajes estupendos.
segundopiso; debe haber sido alguien muy exótico o loco. En la
puerta había unoscortinajes rojos de terciopelo, en ellos cruzaban 121
unas espadas quellegaban hasta arriba de la puerta, era algo de lo
marras.Para llegar a casa, sola, tenía que

atravesarel Jardín de Luxemburgo. Me dio


Lo QuE VARGUITAS NO DIJO mucha cólera su desobediencia, y
cuandollegó, como si nada hubiera
Wandita continuabatrabajando en la Embajada, hecho,le dije que en mi casa se cumplían
Patricia estudiando en la Sorbona y nosotros con mis órdenes y que no le permiti-ría que
nuestrotrabajo. Nadahacía preverlas catástrofes que se hiciera lo que ella querría. Se me
me vinieron enci-ma. Lamentablemente, comenzóa salir a insolentó, se paró frente a mí como un
flote el carácter de gallito de pelea. Me enfadó tanto que
Patricia, que me causó no pocos inconvenientesen casa. le di una cachetada, que ella me la
Prohibí a Patricia sus salidas con una contestó de inmediato. Noalcanzó a
muchacha mayor tocarme la cara porque a tiempole
que ella y que andaba en amores no muy santos. No me detuvela
interesaba su vida privada, pero, conociendo a mi hermana, mano. Wandita reaccionó contra su
tenía que cuidar a sus hijas. Una noche, cuando regresé hermana, Mario contra mí, diciéndome
a que yo no tenía ningún derecho
casa, no encontré a Patricia; había salido con la niñita de detratar en esa forma a su prima
y, abrazándola, se sentó con ella a consolarla JuLta URQUIDI
ÍLLANES
de mi tremenda injusticia. Wanda y yo nos fui-
mosa la otra habitación.
Seguramente para vengarse de mi cachetada,fue don- probarel carácter de su prima. A la hora del almuerzolos

de su amiga a contarle que le había pegado y que le pro- primos comenzaron a discutir por algo que no recuerdo,

hibí salir con ella porque pensaba que era una pe-ro teníarelación con los estudiosde Patricia. Como

prostituta. Por supuesto que la chica vino a pedirme siempre ha sido voluntariosa, no permitía críticas de
nadie. En lo másacaloradode la discusión, en un ataque de
explicaciones, armando un escándalo. La tranquilicé y le
furia, porla llamada de atención de Mario, agarró el
dije que sí, que efectivamente no me gustaba su amistad
plato de sopa y se lo zampóenla cabeza. Realmente mecostó
para mi sobrina que acababa de cumplir quince años;
contenerla risa: mi marido se veía tan gracioso con
fuera de eso, su vida me tenía sin cuidado. Durante
fideos colgándole porla cara. Hablé con Wandita para
unosdías la tensión en casa fue evidente. Patricia no
quereflexionara a su herma-na, ya que si seguía
medirigía la palabra; Mario estaba resentido por mi
comportándose en esa forma tendría que regresar a Lima.
actitud; en una palabra, los dos me ignora-ban. Pasaron
No quería problemas,ni mucho menos tolerar su falta de
unosdías al cabo de los cuales le tocó a Mario
respeto. Sabía que me costaría decirles a Olga y Lucho

122 que su hija tenía que regresar; para ellos era un


sacrificio el tenerlas en París, además de su ilusión con
los estudios de las chicas. Este mal momento también pasó, como

sucedía siempre con mi sobrina. Mario le disculpaba todo


y, aunqueella prometió portarse mejor, no lo cumplió en
su totalidad. No fue la única promesa que rompió.
La primera vez quesorprendí miradas cómplices entre Mario

y Patricia, sentí algo que es difícil de describir; fue


algo así comosila tierra se abriese a mis pies, un
escalofrío recorrió mi cuerpo, no tenía piso dónde

pararme, ni nada
para sostenerme.
Mario estaba parado y apoyado en una estufa a le-ña
—la que nunca se encendió— y Patricia delante de una
repisa de libros; yo estaba junto a la ventana mirando
hacia el patio. Wandita no estaba en casa, había salido
con Juan. Conversando sobre temas sin ninguna importancia
yo hice una pregunta y, al no tener respuesta, levanté la
cabeza y
fue en ese momento cuandovi la mirada entre los dos, como si

todo hubiese desparecido menosellos. Sentí una enorme


perturbación y un gran desconcierto. Para ninguna mujer
pasa desapercibido un instante semejante, no sé qué es, pero sentimos esa
123
especie de electricidad que cruza entre dos
tiempo estaban ellos solos en la casa. Me
imaginabamiles de cosas,repetía sin cesar:
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO
“No, Dios mío, no, por favor, esto no,
porfavor”.
personas, y a la cual una tercera es completamenteajena. La llegada de Wanda y Juan mediocierto
Nosé qué cosa dije y ellos volvieron a la alivio. Ella fue a besarme a la cocina, como
tierra. Mario me miró en formainterrogativa hacía siempre que entraba o
y dijo: salía. Patricia lo hacía muy rara vez. Nunca
—Disculpa, no te oí, ¿quédijiste? fue muy cariñosa conmigo. Wandita me miró
—Nada, nada. Era solo un con sus lindos ojos interrogantes.
comentario sobre el próxi-moviaje que
haremos. 124
—Perodijiste otra cosa —insistió Mario. —
No0,créeme, no dije nada que tenga importancia,
puesto que lo he olvidado.
Intervino Patricia un poco socarronae irónicamente dijo:
—¿Quéte sucede,tía, acaso estás perdiendo la memoria?
—No,Patricia, en absoluto. Era algo tonto. Tan
tonto
que no merecela pena repetirlo.
—Bueno, como quieras, si te arrepientes de
lo que quieres decir; con que, con secretitos,
¿eh?
—Tal vez, pero en todo caso no sería la única, ¿verdad?
Aproveché la pausa para añadir:
—Bueno, voy a ver cómo anda la comida. Les avisaré
cuandoesté lista.
La conversación no puedo ser más insustancial y des-

hilvanada. Me pareció comosi cada uno de nosotros quisie-

ra disimular lo que sentía y no supiera hacerlo mejor.


Los dejé solos y mefui a la cocina. Mi cabeza era un
tor-bellino, mi cerebro un tumulto de ideas atropelladas.
Me decía a mí misma una y otra vez que todo aquello era
pura imagina-ción. Traté de sacarme esos pensamientos que
me causaban da-ño y que me daban miedo. Cocinaba casi como
una autómata, y pensé de golpe que la mayorparte del
JuLia UrQUIDI LLANES reír por cualquier nimiedad,tratando así de
alejar los fantasmas de una duda mortificante.
Ya enelliving (es decir, en la habitación que
—¿Quépasa, Juliacha? ¿Te sientes mal? usábamos
—No,hijita —le contesté—. Me duele un poco la ca- como tal durante las conversaciones de sobremesa), con el
beza. No te preocupes. Ya pasará. pretexto de lavar los platos me fui a la cocina, desde
—Juliacha, tenemos que hablar las dos, ¿no crees? —¿Dequé,
donde
corazón? ¿Pasa algo con Juan? —Nopasa nada conél, ¿pero escuché a Wandita, que
contigo y mi primo? —-¿Quéquieres que pase,reinita? Solo decía:

estoy cansada. —Tiacha, estás temblando, ven acuéstate, yo —Patricia, no seas fresca, ¿no crees que deberías
ayu-
acabaré
de cocinar, ¿o te has resfriado?
dar la tía Julia? No seas tan cómoda,
todosestos días la he ayudadoyo.
—No,querida, ya te he dicho que no me pasa nada.
Anda, andaconellos, no dejes solo a Juan, y no digas nada.
Dije desde la cocina:
—No0,por favor, no se moleste ninguna, ya
Ya me contarás cómoles fue hoy día. termino,
Continué, pues, con mis cosas y cuando todo estuvo preparado, los llamé a en un momento estaré con
la mesa. Mario se acercó abrazando ustedes.
por los hombrosa Patricia, como era ya habitual, solo que ese día noté más La verdad es que no hubiese podidoresistir la
pre-
presión en su abrazo. Atribuía a mi fanta-sía aquella impresión y procuré
sencia de Patricia, con su expresión de
restarle importancia. Es mi
inocencia que me lastimaba más, aunque su
imaginación, me dije de nuevo. La cena se me antojó eterna; no cesé de
mirada desde niña siempre fue desafiante.
habitaciones a sugerencia de mi
marido. Una para Mario y Juan y otra
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
para mí y las
chicas; dormí con Wanda, Aunque luchaba contra

Aquel día cometí mi primer grave error, porque mí mis-ma,sentía unaresistencia enorme
de-bería haber hablado. Pero, en el fondo, mis hacia Patricia; no la podía
intuiciones me parecían monstruosasy callé, y esa ha vencer, me daba pena. En suma, ambas eran
sido la equivocación más grande que he cometido en mis sobrinas, a las dos las había visto
mi vida:callar y callar siem-pre; pero era algo que nacer, las quería por igual. A
no podíacreerlo, algo que meresistía a imaginar. Wandita de otra forma, no sé, no
Como me resistí mucho tiempo, hasta tenerel puedoexplicarlo. Había algo que
convencimientototal. mehacía alejarme de Patricia. Tal vez
El caso es queel viaje al que me refería cuando no escu- la mirada que vi que cruzaronentre

charon mi pregunta,era el que llevamos a cabo a Holanda, ella y Mario me quedó clavada en el

junto con Juan. Traté, logrando a medias, quitarme corazón. Haycosas tan extrañas que

de en-cima mis sospechas e hicimosel viaje. Nos nos pasan a los seres humanos que a

alojamos en un hotel regularucho. Pedimos dos veces no les encontramosexplicación.


La tarde siguiente de nuestra llegada fuimos al JuLia UrQUIDI
ÍLLANES
Museo de Van Gogh, que es muy lindo, en medio de un
parque, donde están las más bellas estatuas. Wandita
recorrió todo con Juan, Mario con Patricia y yo —¡bien, aparecían. Los tuvimos que esperar más de media hora.

gracias!— com-pletamente sola. Mientras paseaba pensé en


Cuandolo hicieron estaban tomados de la mano y
apenas nos miraron. Siempre pensé que ese fue el día
lo sucedidola nocheanterior. Subí a la habitación de
decisivo en
Varguitas y le propu-se que pidiéramosotra para Juan,
la vida delos tres, que fue allí, en Holanda, donde Mario
pues yo quería quedarme con él. Entonces se produjo el
le confesó su amora Patricia; no sé por qué, pero tengo la
primer rechazo que recibí y fue contundente. Mi marido me
plena seguridad de que no me equivoco. En ese
besó apenas, deseándome
momento, se me volvió a encenderla luz roja de
buenas noches, despachándome a mi habitación.
peligro que antes rechazaba, y ya esta no me
Debíamos emprenderel viaje de regreso, me
abandonó más.
encontré
Alregreso, Patricia se sentó al lado de Mario, yo
con Juan y Wandaen el auto, pero mi marido y sobrina
no atrás. Se la veía un poco turbada, pero segura de sí
misma. Durante todoelviaje no hablé; pensaba en otras
126 cosas que habíamos hecho por los canales de Amsterdan,la
cantidaddebicicletas que hay en esa ciudad, las típicas
casas con ventanas pe-queñasy con ganchos especiales para
trasladar los muebles, ya que no pasaban por las angostas
puertas; la maravillosa
ciudad nueva de Róterdam,los tulipanes de miles de co- lores, el

sol brillante que hacía refulgir las flores. Apoyé la


cabeza en el respaldo del asiento y fingí dormir. Estaba
tan sumergida en mis pensamientos que las voces de los
demás me parecían un murmullo lejano. Desde ese día
comencé a vivir el infierno más atroz de mi vida; sé que
también lo
vivió Mario. Las peleas ya eran por cualquier pequeñez, por cosas

sin importancia. Nos distanciábamosel uno del otro a pasos


agigantados. Mis nervios, ya rotos, me traicionaban
frecuentemente hasta llevarme al extremo del primer y
único mal momento con Wandita, nuestra única discusión
después de todo el tiempo que habíamos vivido juntas. A
los pocos días fue mi cumpleaños. Wandita, antes de irse a
trabajar, me despertó con un beso. Recibí de Mario un
bello ramo de rosas rojas, como lo hacía todos los años
desde que nos
conocimos; serían las últimas que recibiría de él. Unatarde que cuidado, que yo veía lo que estaba sucediendo, que
estábamossolos en casa, decidí abor-
dar el tema que tanto me atormentaba;le dije a Mario que tuviera 127
del mismo medijo:
—Madame, ya no puedocallarme esto. Que su
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO sobrina
se vaya de su casa; todas las noches, cuando

su amor de primo podría convertirse en amor de regresa con su marido, se besan en las

hombre. ¡Para qué lo diría! Nunca lo vi tan energúmeno. gradas dela casa; yo los veo desde

Metrató mi ventana. Usted reemplaza a la madre de estas

de mentirosa, de calumniar a una niña de quince añosy, sobre niñas, no permita esto. Mi hija también los

todo, hija de mi hermana. Medijo que miscelos eran ha visto. Cuando usted se

paranoicos, que me estaba volviendoloca, que qué pensaría va a trabajar no se olvide que se
quedansolos. Incluso los
mi cuñado y mi hermanasi supieran que ofendía con mis
dudasa su hija, que me portaba como una histérica, etc.
128
Proclamabatanto la inocencia de los dos que me sentía co-
mo un verdugo; pensé si realmente no meestaría volviendo
loca. No se me ocurrió recordar que cuando Mario quiere
convencera alguien, con todo ese rico vocabulario
quetiene, puede venderle un refrigerador a un esquimal.
Cuando íbamosal cine, era una conveniente casuali-
dad, pero casi nunca había entradas con los asientos
juntos;
eran siempre Mario y Patricia quienes se sentaban detrás de
nosotras. Tenía que sentarse con ella —me explicaba— para
decirle qué ocurría en la película, pese a que ella sabía
mejor el francés que todos nosotros juntos. Por supuesto
que esto me dolía mucho, pero nada decía. No
meatrevía
a miraratrás, no por no convertirme en estatua de sal, sino
por miedo a ver lo que no quería ver. Mario olvidaba
que conmigo había hecho lo mismo cuando en
Lima íbamosal cine con su familia, y nos
tomábamosde la mano por debajo del asiento.
Una noche regresaba a casa y oí que me llamaban en
voz baja; busqué en la oscuridad del patio; era mi dueña
de

casa que me hacía señas. Llevándomeal fondo


JuLia UrQuUIDI ÍLLANES 129

encontré en un café como dos enamorados. No diga usted que se lo


he contado, pero si fuera necesario, no tengo re-paros en
decírselo a ellos. Es una falta de respeto a micasa; yo nosela he
alquilado paraesto.
Usóalgunosadjetivos para Patricia, los que me disgus-taron la hice
callar. Le agradecí su supuesta buena inten-ción sin hacer ningún
comentario más. Subí a casa, temblaba íntegra, sentía que el corazón se me
iba a salir del pecho.

Miraba a Marioy Patricia y no podía concebir tanta mentira; ¿qué les


había hecho yo? No mecabía en la cabeza que una
chiquilla de quince años pudiera hacerme algo semejante, no me
convencía, no podía, me negaba a aceptarlo. No les
de casa. Mario
dije nada, mucho menos de mi conversación con la dueña
hubiera sido capaz de matar a la pobre mujer. Él nunca lo
supo. No hablé con nadie deesto.
Se acercaba el día en que Wandita debía regresar a
Lima. Había escrito a sus papás y estos aceptaron el matri-monio con
Juan, pero este debía realizarse en Lima. Sufría con la proximidad
de este viaje. Solo Dios sabe cómo quería a Wandita. Y, sin
dudarlo un solo segundo, con todo amor hubiera dado mi vida porla
de ella.
En las penas más enormes de nuestras vidas, mi her-
manay yo estuvimos muy unidas,lloramos juntas la pér-
dida de nuestra hija —Wanda—, y la de mi marido
a causa de su otrahija.
Naturalmente, en aquellos días, con la perspectiva del

matrimonio de Wanday Juan y los preparativos del viaje, nadahacía preverel


trágico desenlace que habría de produ-

cirse inexorablemente. Por el contrario, su matrimonio


era un motivo dealegría.
XI

En casa seguían reuniéndose los amigos, quienes ate-


nuaban la tensión nerviosa que dominaba en el ambiente
familiar. Nunca dejaron de ir Julio y Aurora Cortázar, Jorge y
Pilar Edwardsy, cuando venían de Méjico, Carlos Fuentesy
Rita Macedo. ConRita íbamosalteatro; ella andaba, general-

mente, a la búsqueda de buenaspiezas teatrales. También lo


hacían Miguel Ángel Asturias y su esposa. Ellos pasaron una
Navidad con nosotros. En ese entoncesestabaexiliado de su
país, pero con el cambio de Gobierno pasó a ser Embajador
de Guatemala en París. Frecuentemente también nosotros
íbamos a casa de los Cortázar y los Edwards; las veladas
eran muy entretenidas. Nadie sospechabalo que llevábamos
dentro. Se hablaba de todo; qué agradable es alternar con
personasinteligentes y conversar de los temas más variados.
Aprendí muchode ellos. Me sentía más confortada cuando
estábamosjuntos. Los Edwards fueron las últimas personas
quevi, antes de mi definitiva partida de París.
Y así continuó mi vida junto a Mario, observando cam-
bios tremendosenél. Su indiferencia me hacía un daño muy
grande. Y lo malo es que no podíamoshablar; en cuanto
se tocaba el tema se desataba una discusión. Me dabala
impresión de que Mario quería demostrar a Patricia cuál

131
tema absurdopara dirigirnos el unoal otro, pero

no me queda otro remedio. Tú mismodices:


Lo QUE VARGUITAS NO DIJO “Cuandoquieras algo ¡dímelo! Pero no me
dejes notitas”. Trato de hablarcontigo,
era su actitud conmigo. Yo disimulaba delante de las chicas pero es comosilo hiciera sola, y los
hasta donde me era posible. Varguitas no quería reconocer monólogos son un poco aburridos. Insisto
que había cambiado; lógicamente, la culpa era mía, yo y aún; ¿qué te pasa?, ¿qué tienes? No digas
nadie más que yo era la culpable. Mis celosinjustificados e que son ideas mías ¡por favor! Te conozco
histéricos, según su opinión,le hacían la vida mucho, mucho más de lo que tú crees; no
insufrible. Yo pienso en historias de mujeres, aunque
lo martirizaba y amargaba, era su verdugo. En la casa me fui nolas descarto completamente;es algo tan
convirtiendo en una persona extraña. Sin embargo,el miedo a visible tu cambio, tan repentino, que no sé
perderlo me proporcionaba fuerzas para soportar aquella soledad, qué pensar. Me rompola
aquel injusto y horrible abandono. Vivía en unafalsedad enorme,

insostenible. Adquiríla suficiente entereza para que mi estado 132


de ánimono setrasluciera. Pero, no pudiendohablar con nadie,

hacía que las cosas fueran más graves, la tensión mucho

mayor. Estaba rodea-da de terror y angustia. Por las noches,

apenas si lograba conciliar el sueño. Procuraba no tocar a

Mario, quería pasar

desapercibida, pero me obstinaba en seguir a su lado.


Hubo alguna reacción en él hacia mí, pero fue
mínima.
Como no podía dialogar con él, usando sus mismos
métodos, le dejé una carta en la que volcaba todo
misentir; ya se hizo costumbreel dejarnos notas; era
menospeligroso
quetratar de conversar, porlas discusiones en que el diálogo

degeneraba. Me estaba vedado hablar; una palabra hubiera


podido acabar en un desastre, no debía pronunciarla jamás.
Mi carta decía:
“Mario: Perdóname, pero siempre utilizamos este sis-
JuLta UrQUIDI ÍLLANES hace mucho más daño el ignorarlo y ver cómo día a día
estás más y más lejos de
mí. Es una cosa que la siento; a veces pienso que tú no te
cabeza. Hoy mismoal darte la noticia de Lima ¡quédistinta hubiera sido tu
das cuenta de ello, pero hay tantos detalles
reacción hace tiempo! No te ha interesado en lo más mínimoy hasta parece
chiquititos que
que te hubiera molestado
se van sumando, ytodos juntos hacen un mundo enorme. Si tu
que te llame: ¿por qué? Parecías deseoso de que cortara la
indiferencia, tu frialdad actual es inconsciente, es mucho
comunicación, me has hablado con unafrialdad, como
peor, porquesería lógico que tuvieras algún resentimiento
si yo fuera una persona extraña que te habla para pedirte una
contra mí, pero si no hay razón es peor, porque eso quiere
dirección, es decir, una persona molesta. No me digas
decir que hay muy poco que nos une, es decir, una nada. Sé
que es tu novela la que te tiene absorto, porque caerías en la mentira
que te vas a molestar, pero tengo que darte detalles. Sin
que tanto odio y tanto daño me hace. Puedeser,
ir máslejos, el domingo después de
Mario, que hasta ahora haya sido incomprensiva y tonta, pero siempre
muchotiempoestuvimos
es tiempo de enmendarlos errores; creo que
juntos; para mí fue maravilloso, a pesar de tu
estoy a tiempo, no lo sé. Ya no se trata de hacer reproches, sino de que
granfrialdad; merefiero a que no me dijiste una sola
hablemos francamente de nuestra situación,
palabra de cariño,
que examines tus sentimientos; yo de los míos estoy segura, pero dudo
no dijiste nada. Te limitaste a “hacer el amor” con la mejor
muchodelos actuales tuyos; no sé por qué, pero
intención del mundo, y ahí quedó todo, ni una palabra de
puede ser que por mi manera deser, por mis “dramatismos”
se haya enfriado un poco el amor que me tenías cuando nos casamos, es muy las que me decías antes —siemprese vuelve al “antes” entre

normal, Mario. Me doleríael saberlo; para qué te voy a engañar, pero me


133
cosas te delatan. Anochetrataste de ser
amable conmigo, digo amable porque no
Lo QuE VARGUITAS NO Do
podría decir que fuiste cariñoso.
Pero cuando estábamosen el bar, yo sentía
nosotros, pero no puedo evitarlo—. Estás completamente una situación tan falsa, tan postiza, que
ausente, Mario; yo trato de acercarmea ti, de ser cariñosa, francamente no sabía qué hacer
pero francamente me cortas de una maneraincreíble, me ni quédecir. Me parecía que eras un señor al que

haces sentir tonta y absurda, como me siento ahora. Pero acababa de conocer y no sabía qué tema de

tú no me dejas hablar nunca, te encierras en un conversación abordar. Despuéstraté de


mutismo hacerte hablar, de lograr tu confianza,
desesperante y solo dices: “No me pasa nada”, y yo sien- pero fue inútil, como es inútil todo lo
to que estás mintiendo. Tu sonrisa, tu manera de decir que hago. Quiero saberla verdad, Mario,
las quiero que me digas tus problemas; te pro-
meto ser comprensiva, no decir una sola palabra fuera de JuLia UrQuUIDI
ÍLLANES
tono, pero hazlo. No puedo soportar másesta situación,
esta angustia que me está matando. Mi cabeza es un
Cuando mecasé contigo, lo hice porque te quería con
laberinto indescriptible. No hago más que pensar y toda
pensar, ya no puedo seguir haciéndolo, Mario,
mi alma; ahora te quiero mucho más, por eso necesito saber
compréndelo, por favor. Tú necesitas tu tranquilidad para
la verdad. No puedes tenermeasí. No es justo. No me
escribir, para trabajar, para
digas
vivir. Pues, yo también, Mario, soy un ser humano que son tonterías, que no te pasa nada, que son ideas
quetiene las mismas necesidades que tú; no puedo mías, no, no me digas eso. ¿Sabes una cosa, Mario?El otro
estar todo el día día,el
con esta obsesión en la cabeza, con estos pensamientos que
domingo, cuando entraste a hablarme, hubiera dado toda mi
me aniquilan y me agotan. Te pido por lo que más quieras,
vida porque me apretaras fuerte y me dijeras:
habla conmigo. Dime todolo que llevas dentro. Te “Negrita,
prometo no seas tonta, te quiero mucho”. Era tan sencillo, pero
ayudarte, si es que me crees capaz de hacerlo. No me ex- tan imposible para ti, ¿por qué? Solo tú me puedes
cluyas de tu vida. No me tengas como una “cosa” que vive contestar esto y quiero que lo hagas. Si vamos a seguir
contigo, no me hagassentir inútil. No lo hagas, juntos, quiero
Mario,es sentirme querida, quiero sentirme tu mujer, tu amiga, tu
muy cruel, si aún me quieres, cosa que a veces dudo amante. En fin, todas esas cosas que hacen que una
¿sa-bes por qué? Porque cuandose quiere se comparte mujer
todo, se se sienta mujer, que sienta que se la necesita. No solamente un
trata de otra manera a la persona amada. A lo mejor yo no complemento, sino como algo primordial, como algo latente.
conozco muchosobre el amor y es por eso que pienso Es poco lo que te pido, si aún me quieres. También
así. pienso que estás pasando por una etapa difícil, que estás
medio perdido, no sé, pero dímelo, por favor. Damela
134 so-lución de este rompecabezas, yo ya no puede
encontrarla.
Lamento decirte cómo mesiento porque sé que lo tomarás
como un melodrama, pero hay veces que ciertas
cosas no
se pueden decir sin que caigan enelfolletín.
Despiértame si quieres hablar conmigo, aunque creo
quelo estaré cuando llegues. Pero si no tienes nada que
de-cirme, acuéstate callado, no me hagas reproches, ni me digas que largoy claro.
medeje de absurdos. Me haces daño con eso, ya me has lastimado demasiado. Si me quieres aún, házmelo saber. No hay por qué avergon-
No lo hagas más.Sé sincero contigo zarse de los sentimientos. Si no tienes nada que
mismo y conmigo. Te quiero, Mario, y por eso cuenta con- decirme, no
migo, créeme que puedes hacerlo. No quiero perderte, por esto estoy dispuesta a mehagasreferencia a esta carta. No quiero que discutamos,

hacer lo que creas necesario para que nuestra vida siga normalmente, pero
dímelo. No te calles así, deja a un lado tus temores y habla, habla
135
Lo QUE VARGUITAS NO DJO tario ni sobre sus estudios, ni sus amistades, ni nada.
Nunca
más toqué ese tema, hasta mucho tiempo después.
pero tampoco quiero seguir viviendo dando manotazos bus-
Perosí, a veces, reaccionaba con violencia,
candola felicidad, si puedo tenerla a tu
aunque siempre midiendo
lado.Julia”.
mis palabras para no ofender a nadie y siempre
Mario reaccionó llamándome ridícula —como de cos-
prometiendo no volver a perderlos estribos.
tumbre— y volvió a repetirme lo de siempre: que todo era
Mi situación era difícil. Mario continuaba
producto de mis celos absurdose insinuó que ni siquiera me
dejándomenotas. Se negaba rotundamente a ha-
atreviera a identificar a quien responsabilizaba ahora de blar conmigo. Por lo que era casi imposible
esas manías(él lo sabía demasiado bien). Esto me dolió mantener mis
mucho; promesas. Mis nervios me traicionaron unay
realmente me sentí ridiculizada en mis sentimientos. Ya pa- recía
otra vez. Mario no comprendía o no quería
un disco rayado, no salíamosde la situación que nos
comprenderla tortura en la que vivía. Parece
envolvía a los dos. Dábamosvueltas en el mismocírculo, sin
que no veía nada, fuera de lo que le
encontrar una salida, cada vez nos distanciábamos más. Era
convenía ver. Recibí otra “encantadora” nota
lógico que yo deseara saber qué pasaba, confirmar una
que decía:
verdad que me hería, y que teniéndola delante de míla re-
chazaba. Paradójicamente, nuestra vida cotidiana transcurría al 136
mismo compás; íbamosal cine con las chicas y Varguitas
continuaba sentándoseal lado de Patricia. Siguieron pasan-
dolos días, el tiempo no se detiene. No sé cómotrabajaba,
atendía la casa y seguía viviendo en esa situación que yo
misma meresistía a aceptar y, sin embargo, la aceptaba por no

perder a mi marido. Me obsesionaba con lo que estaba


pasando, luchaba por quitármelo de la cabeza, pero no po-
día. Lo quesí hice fue no volver a mencionar a mi sobrina
en nuestras conversaciones; no volví a hacer ningún comen-
JuLia UrQuIDI ILLANES antes de que se fuera a su traba-jo y aprovechando que
estábamossolos. Lo forcé a hacerlo. Le dije que si deseaba
que nos separáramos, pues bien, me
iría inmediatamente. Pero que antes de irme tenía que sa- ber las
“Julia: Con todas las promesas escritas y orales que me has hecho se
razones por las que meiba, que lo único que pedía era
podría escribir una verdadera enciclopedia. Y todas han sido pura
sinceridad. Que para mí también era un infierno vivir así,
fantasía. Lo únicoreal y concreto es que no has hecho absolutamente nada yo tampoco podía continuar en esa forma. Era un ser
para que vivamos con un poco de de paz. Te repito que ya no soporto más humano,necesitaba cierto respeto y consideración,algo que
esta vida de infierno que llevamos por culpa de tus celos en definitiva él estaba incapacitado de proporcionarme. Lo
y tus obsesiones. No voy a dejar que me conviertas en una especie de robot peor de todo en la actitud de Mario era que me confundía, y
amargado. Cuando no puedaresistir más, y te aseguro que no falta mucho, me hasta casi llegué a convencerme de queera yola culpable de
iré a buscarla vida a todo e inconscientemente justificaba sus recriminaciones.
cualquier parte, y créeme que entonces será de manera Quéno hubiera dado para que me diera la oportunidad de
definitiva. Mario”. hablar con él en otra forma, en forma amigable. Cuando le
En el mismosobre de esta nota escribí: dije que meiría se quedó callado por un instante y me
“D'accord et merci. Espero que me ayudesa hacerte la vida agradable
contestó que esperara un tiempo, que los dos
y a que yo también encuentre la felicidad
estábamos nerviosos y que era mejor tomarlas cosas
que ansío”. con un poco más
Siempre recriminándome. Sinceramente no esperaba algo así. Sus
amenazas de dejarme me sacaban de mis casi-llas. Hablé con él esa noche, 187

Lo QUE VARGUITAS NO DIJO


JuLia UrQuID1 ÍLLANES

de calma. ¿Qué era lo que Mario quería? ¿Qué era lo que


se proponía con tantas ambigiedades? Nunca lo supe ni
lo entendí. Por mi parte, solo procuraba a cualquier precio

salvar mi matrimonio, restablecer un hilo de entendimiento,


Julia en un café en el centro deParís.
una oportunidad de normalizar nuestra vida. Enfrentar la
situación con sinceridad, sin mentiras, que era lo que más

me irritaba. A veces, me hacía sentir como una idiota, como


una mujer sin capacidad de comprensión ni dispuesta al
diálogo. Yo, que era capaz de todo por escucharle decir una
sola palabra de cariño, para recuperarla felicidad perdida.

Fueron tan bellos nuestros primeros años; ahora estaban


tan lejanos. Todavía me faltaba mucho porsufrir, pese a
que creía que había tocado fondo. ¡Qué equivocadaestaba!
Era recién el comienzo de un largo y doloroso camino que
tenía que
recorrer.
Los preparativos para el regreso de Wandita llegaban
al final. Me daba una penatan grande quese fuera; ella era

mi único refugio, mi única amiga y compañera, la única con


quien conversaba. A Patricia nunca le había dicho nada del
problema que vivíamos, pero había una frialdad recíproca
entre nosotras. Aparentemente no había cambiado nada, pero
las dos sabíamos que sí se produjo un cambio. Además de
extrañar a Wanda, me aterraba la idea de acostumbrarme a
vivir sola con Patricia, aunque me decía a mí misma que to-
do pasaría, que eran cosas de la edad, que quién sabe si mis
sospechas no pasaban de ser tales, que no podía ser... Me lo

repetí tantas veces que llegué a convencerme a mí misma.


Tenía un carácter fuerte, pero era una niña con quien era agra-
dable conversar, de una viveza innata. Escierto, algunas ve- Hasta ahora conservoel reloj, que para mí representa mucho
ces tuvo arranques de cariño hacia mí, no sé si sinceros. Una sentimentalmente, me recuerda a mi Wanda.
Navidad, antes de toda esta situación, entre ella y Wandita
meregalaron un reloj con una tarjeta muy linda y cariñosa. 139
A
detrás de sus palabras. Jamás, ni por
asomo,le insinué mis sospe-chas, pero
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO
por algunos detalles que dejó escapar,
aún hoy tengo la impresión de que mi
Llegó el día de la partida. Wandita saldría de París
querida Wandita, de alguna manera,
comoa las diez de la noche, en fatídico vuelo de Air
intuyó lo que estaba sucediendo.
France. La semanaanterior un Boeing 707 de la misma Llegó Juan a casa. Ellos estaban felices, ya que el
compañía se había estrellado en Orly. No quería que lo viaje

supiera Olga —Seguro que mi mami sabeesto y no querrá que de ella significaba que pronto se reunirían en

viaje; con lo nerviosa que es, no hay que decirle nada; el Lima y se ca-sarían. Se amaban mucho los dos.

rayo no cae dos veces en el mismositio”, dijo—. Aquella Partimos al aeropuerto de Orly. Sentía una

tarde no fui a trabajar para ayudarla en los opresiónterrible en el pecho, como una

últimosdetalles. Recuerdo que se compró parael viaje un pena incomprensible; no era su partida,
traje gris. Ahora, después de más era algo que no puedo explicar.
de veinte años, aún me parece verla con él, tan bonita, Mario le regaló un lindo
tan delicada como siempre. Y no puedoevitarel llanto ramodeflores, que llevó con ella
por la tragedia que segó su vida en plena juventud. al embarcarse.
Conel tiempo el dolor se mitiga, pero no se olvida
jamás.
En un momento que estábamossolas medijo:
—Juliacha, en cuanto llegue a Lima, haré que mis pa-

pás haganirse a Patricia.


Me quedé helada.
—Pero, ¿por qué,hijita? Tu hermana
tiene que sacar su diploma todavía.
—No0,tía. Patricia debe y tiene que
irse. Ya es hora de que Mario y tú vivan
solos.
No supey por desgracia nunca sabré qué había
cuando desapareció en el túnel quellega al avión, corrí
comolocaal aeropuerto hastallegar al límite de este. La vi
camino al avión, comencé a golpear los gruesos vidrios y a
gritar su nombre. Se dio la vuelta, mevio e hizo una seña
de adiós con la mano. Me apoyé en el vidrio y me puse a
llorar desconsoladamente. No quería

quese fuera, era como un presentimiento horrible.


Regresamosa casa en silencio, cada uno con sus
pen-
XI! samientosy la tristeza de no tenerla ya en casa; ya nos
hacía
falta su presencia. Al día siguiente, me levanté temprano.
Estaba nerviosa, no quería hablar con nadiey salí de casa.
Entrabaa trabajar a las cinco de la tarde. Alas
dostenía hora conel dentista. Como me quedabatiempolibre,
Esperamosen el aeropuerto un buenrato. El vuelo sa-lía con retraso
entré a un cine en los CamposElíseos; seguía con esa
al horario previsto. De esta manera pudimos conversar y conocer a otros
angustia tan horrible. No sabía qué película estaba viendo.
pasajeros que tomaban el mismo avión, que serían sus compañerosdeviaje y
Llegué a la radio y me encontré con unade las secretarias.
de tragedia.
Me llamó la
Cuandofinalmente anunciaron el vuelo, nos despedi-mos. La besé
muchasveces y la apreté muyfuerte, sentí una angustia tan espantosa que
141
único que le entendía era: “Wandita,
Wandita”. Lo abracé y lo tranquilicé para
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO
que pudiera explicarme lo que sucedía, y
entonceslo supe. Sentí que el peso se me
atención que recogiera precipitadamente los periódicos de
hundía, que mis piernas eran como de trapo
la tarde que estaban sobre uno de los escritorios. Le
que no podían sostenerme, me quedé
comen-té: “Todavía no hacen veinticuatro horas que se fue
petrificada. No
mihija y ya la extraño horrores, qué falta me hace”. Los
podía llorar, sentí que estaba vacía. Mi
otros com-pañeros de trabajo comenzarona salirse
cabeza no funciona-ba, miraba a todos
disimuladamente y me dejaron sola. Mi jefe me saludó y
lados con los ojos muy abiertos y
también se fue. En ese instante entró Mario a la oficina.
secos, quería que alguien medijera
Al mirarlo comprendí quealgo pasaba; no dije nada, solo
que noera cierto, no atinaba a
lo miré. Se abrazó a mí sollozando en tal forma que lo nada,solo a apretar a Mario contra mí
y tratar de que no perdiera la calma. El avión había JuLia UrQUIDI
ÍLLANES
caído en Pointe á Pitre. No había sobrevivientes.
Recuerdo vagamente, como entre brumas de pesadilla,
no sospechaba nada. Fui yo la que hablé. Le dije que
que salimos de la radio y tomamosun taxi a la Air France
para pedirnoticias. La indiferencia con la que nos
se había caído el avión, pero que aún no habían

recibieron nos dejó aún más deprimidos. Solo parecía confirmado que Wandita hubiese muerto. Comenzóa

afectarles las pérdidas materiales sufridas, pero no tanto chillar como un

las víctimas de la catástrofe. En el mismo taxi que nos animalito asustado. Se prendió a mí, diciéndome: —

esperaba nos fuimos a casa. Repentinamente grité: No0,tía, no, Wanda, no, porfavor, tía, dime que

“¡Patricia! Ella no sabe na-da, Mario, hay que avisarle no. Enese instante llegó a casa Carlos García

antes de que lea un periódico”. Lafatal noticia estaba en


Bedoya, que
era el jefe de Wandita en la Embajada, y poco a poco, con
primera plana; recién comprendí por quéla secretaria que
la ayuda de él tuvimos que decirle la verdad a Patty; por
trabajaba conmigo los recogió tan rápidamente. En Air
Dios, cómosufrió esa criatura. Al instante llegó Juan.
France quedaron en llamarnos para informarnos de cualquier
Estaba en un café y oyó la noticia en la radio. Nunca vi
noticia, en la medida que estas se fueran produciendo.
una desesperación tan grande. Mario tuvo que llevarlo en
Llegamos al departamento, subí las gradas temblan-do
la noche a su casa y darle un tranquilizante. Repetía que
por tener que darle a Patricia esta terrible noticia.
quería morir, que se estrellaría en cualquier parte con su
Ella auto. Creía que iba a perderla razón. La amabatanto.
Juan, Patricia y Mario estuvieron juntos todo el
142
tiempo. Mefui a la otra habitación a dar rienda suelta a
mi dolor, a llorar sola. No se acordaron de mi existencia,
pero no ne-cesitaba su consuelo; más bien les agradecí que
me dejaran
sola, no quería estar con nadie. Comprendí que hasta en esos
momentos de una pena tan lacerante, estaba de más para
ellos; fueron crueles, pero eso no me interesaba. Lo único
que me importaba era Wandita, mi guagua linda y dulce.
Todo lo otro pasó a segundo plano. No tuvieron la
menorpalabra dealiento para mi indescriptible sufrimiento.
Pero yo no los abandoné. Todos eran débiles ante semejante
tragedia, todo el tiempo que necesitaron de mi valor para

darlescoraje, allí me tenían, al lado


deellos.
Aquella noche hablamosporteléfono con Lima, es de-cir lo viajaría a Pointe á Pitre a buscar a Wanda. El avión

hicieron Marioy Patricia; fui cobarde para hablar con mi deitinerario no saldría hasta unos días después.
cuñado Lucho. A mi hermanala tuvieron prácticamente dormida
porvarios días. 143
Al día siguiente, temprano, Juan y Mario fueron a Air France. Mario
puse a hablar mentalmente con Wandita, comosi

ella estu-viera conmigo. Cómo deseé que


Lo QUE VARGUITAS NO DIJO pudiera contestarme. No sé cuánto tiempo
estuveallí, de pronto oí la voz de Mario
Fueron muchoslos inconvenientes puestos por la compañía que decía: “Qué haces ahí, no te parece que
paraeste viaje. es falta de cortesía tu actitud, o es que
El domingo una señora francesa, amiga de Juan y que juegas al papel de víctima? Vamos a pasar a
conoció a mi sobrina, nos invitó a su casa, en las afueras de la almorzar”. Lo miré, me levanté, pero no le
ciudad. Seguramente para aliviar en algo el drama que contesté; pasé delante de él y me
vivíamos. Fuimoslos cuatro. En el auto, como siempre, encaminédirectamente al comedor. Era como
Mario fue adelante con misobrina; atrás, Juan y yo. No ha- un zombiquerecorría una casa desconocida.
blé durante el trayecto —¿con quién?—, nadie se dignaba a Fue un almuerzo interminable, la buena
dirigirme la palabra. No sabía por qué me ignoraban de esa señora se deshacía en atenciones, pero yo
forma,era comosi yo no estuviera con ellos. Llegamos a una no entendía ni oía a nadie, solo zumbi-dos,
bonita casa de campo. La dueña, una mujer amable, nosre- cibió parecían un enjambre de abejas
con grandes muestras de cariño, pese a no conocernos; solo enloquecidas. Estaba demasiado hundida en
conocía a Juan. Pasamosa una alegre salita con muebles de mis pensamientos y en mi dolor para
mimbre, forrados con cretona de colores. Como no me intervenir en una conversación donde,
encontraba a gusto enla sala, salí al jardín, me senté además, no signifi-
enel
pasto, quería estar sola, hacía mucho tiempo quelo estaba, 144
ya me había acostumbradoa ello; la gente me
molestaba,
aún más en esos momentos. Miré a través de la ventana,

6 conversandoa los tres. También ya era una


costumbre, Mariotenía el brazo alrededor de los
hombrosde Patricia. Estoy segura de que ni siquiera
notaron mi ausencia. Me
JuLia UrQUIDI ÍLLANES menudo. Meacosté a oscuras; no sé al cabo de cuánto
tiempolo hizo Mario. Ningunodelos dos habló.
Patricia no medio ni siquiera las “buenas noches”. Cuando sentí a
caba nada mi presencia. Comíen silencio, automáticamen-
te. A la hora del regreso, me despedí de la dueña de casa disculpándome por mi marido a milado,no dije nada, no tenía nada que decir.

haber estado tan ausente de su gentil invitación. Ella creyó comprender, Sentí un frío beso en la mejilla y un lacónico “hasta

me respondió: “Cuando se pierde unahija no se tiene deseos de nada, mañana”.


siento no ha-berle servido de mucho”. Pero ¿acaso era lo único que había
Porfin, después de innumerables, molestos y

perdido? No, yo sabía que era mucho más, pero me seguía dominandoel miedo de
peno-sos trámites y una angustiosa espera, Mario
pudoviajar
hablar, tenía tanto terror de decirla verdad, al menos,la verdad que yo
a Pointe a Pitre, para luego seguir con la trágica misión a
había descubierto, que nadie mela había dicho. Además, tenía que respetar
Lima. Nos quedamos todos muy preocupados
el dolor de los otros, aunque ellos aumentaron el mío.
Al llegar a casa, casi sin despedirme de Juan, subíal departamento.
esperando

Estaba tan dolida que tenía la seguridad de que si decía una sola palabra sus noticias. A los dos días recibí una
me echaría a llorar; también
carta, llena de amar-gura y de dolor:
sabía que mis lágrimas no causarían pena a nadie, sino más
“Pointe á Pitre, 27 de junio de 1962:
Querida Negrita: Te escribí el mismo día de mi llega-
bien una molestia y no quería hacerlo, ¿para qué? Entré enla pieza que
da aquí, después de identificar los restos de Wandita. En
era nuestro dormitorio. Mario y Patricia se
quedaronenel living; oía los murmullos de su conversa-
145
ción, como si hablaran en secreto, cosa que por lo demás sucedía muy a
debía haber tomado Wandita según el pasaje
que le compró su mamá. Procuraré tomarel
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
avión que haya de vuelta a París, que es el
próximo miérco-les, de modo quellegaría el
medio de esta tragedia, es un cierto consuelo saber que al jueves a mediodía.
menosse la podrá enterrar en Lima, y que Lucho y Olguita ¿Cómoestá la Patita? Apenas llegue a
no tendrán que hacer frente, como otras familias, al dolor Lima les explicaré asus papás queella quiere
suplementario de saber que los restos no han sido regresar de inmediato y quesi están de
encontra-dos. Ya te imaginaráslo triste que ha sido todo acuerdo con su viaje en avión hagan un cable
aquí. Este es un pueblo miserable y desamparado. Basta a París.
decir que para poder conseguir unas flores para Wandita Hubiera querido llevar a Lima algo del
tuve que hacer un verdaderoviaje. Aquí no hay flores por equipaje de la Gordita pero he perdido ya las
el clima, terrible-mente húmedo y sofocante. Esta mañana esperanzas de que se pueda re-cuperar algo. Mañana
me confirmaron que partiré el viernes a Lima conlos volveré a subir al sitio del accidente, que está a
restos. La vida es bas-tante absurda, es el avión que
varias horas de aquí, a pesar de quela distancia es muy JuLia UrQUIDI
ÍLLANES
corta, pero se trata de una montaña de una vegetación muy espesa.

Comoha llovido mucho, todo es un infierno de barro y lo


Pepe Guzmán). Yo tendré también problemassi tengo que
que no fue recuperadoel primer día está cubierto de fango.
pagarel hotel que es caro y que, además,es el único que hay
No meacuerdosi Badet, de la France Press, me
eneste pueblo. Si mefalta les firmaré un cheque. Como te
pidióque comenzara a trabajar el 1.” o el
podrás imaginar, me siento terriblemente deprimido. He
2.?. De todos modos, apenasrecibas esta
sentido la muerte de Wandita comosi hubiera sido la de una
carta llámalo y explícale que podré ir hasta
hija. No tengo ánimos para nada y casi no pego los ojos.
el 5 o 6 de julio.
Quela Patita trate de conseguir de todos modos copias Aquí, en este hotel, hay una atmósfera de tragedia que no

de todos los diplomas de ella y Wandita, para mostrárselos puedodescribir. Todos los alojados son parientes de las
víctimas. En fin, para qué amargarse la vida. Ya te contaré
asus papás.
Me imagino que estarás pasando grandes apuros de todo después. Le escribo a la Patita en este mismo correo.

plata. Si Camp se niega a hacerte pagar mi sueldo creo que Te enviaré un cable desde Lima avisándotela fecha de mi

sería necesario pedir prestado de alguien (Pablo, Juan o llegada. Miles de besos. Mario”.

146 Realmente compadecí a Mario por los momentos ho-


rribles que pasó. Quería muchísimo a Wandita. Hubiera de-
seado estar a su lado aunque solo hubiese sido para acom-
pañarlo y que no se sintiera tan solo. No sé si mi
compañía hubiese servido de algo, pero de todos modos yo
estaba muy sufrida por él. Pero nada podía hacer,
únicamente tener

paciencia.
Entre tanto, hice cuanto pude para que los días que
te-níamosque pasar solas Patty y yo fueran llevaderos.
Olvidé

momentáneamente los malos momentos. Era una tregua


impuesta por el común dolor. Un dolor por encima de
las mezquindades humanas. Le di muchocariño, todo el
que
necesitaba. Juan iba todoslos días a casa, nos acompañó en
todo momento. Sobre todo a Patricia, que se quedaba
sola cuandoyoibaa trabajar. Hice todo lo posible por
compren-derla, ayudarla a superarla tragedia que vivió. La muerte por teléfono a casa de unos amigos. A la hora prevista, ya
de su hermanala golpeó inmisericordemente. Nunca vi ni leí la nos encontrábamosa la espera de la anunciada llamada.
carta que le escribió Mario. Habló poco conmigo, medijo que viajara a Lima
Recibí un cable de mi maridoen el que nos anunciaba que llamaría
147
ya que
allí, a pesar del aire acondicionado
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
nosasfixiábamos con el calor.
Contraviniendo órdenes, nos plació por
llevando a Patricia, que sus papás deseaban su unos 10
regreso y que no podíaviajar sola. Después pidió minutos.
hablar conella, le pasé el teléfono y conversaron Al cabo de un momento, regresamosal avión, ¡por
largamente. fin para ya volar directamente a Lima!
Arreglé de inmediato mi permiso en la oficina. Patricia se quedó dormida, apoyada en mi
Como ya dije anteriormente, mijefe, el señor Cam, hombro. La tenía abrazada. Me
era una persona muy humana y conmigo algo inspiraba una enormeternura, sentía que esa
excepcional. criatura estaba sufriendo y me esmeré en
Compré dostrajes sastres negros, uno para Patty aliviarla. Ala vez pensaba con te-mor en el
y otro para mí. Fue un viaje muy cansador. Cuando encuentro con mi hermana. Todo lo demás
paramos en Pointe á Pitre no queríamosbajar del quedó atrás, como una pesadilla de la que

avión, pero no nos permitieron quedarnosa bordo y se despierta de golpe. Lastimosamente esta

tuvimos que hacerlo. Las dos estábamos con el alma volvería y con másintensidad.

encogida y procurábamos no En el aeropuerto nos esperaban


hablar deese sitio fatídico. Hacía un calor espantoso, lo Lucho y Mario, los dos me besaron.
quehacía la espera más desesperante. El avión hizo varias Mario llevó a Patricia abrazada hasta
escalas, La peor fue en Miami, Estados Unidos. No se
el
nos advirtió cuando sacamoslos pasajes que
necesitábamosvisa 148
y, por lo tanto, nos tuvieron encerradascasi seis horas en una

habitación. No podíamossalir de allí. Patricia ya iba a


estallar en un ataque de nervios. Hablé con un guardia que
entendía a mediasel castellano, le pedí que bajo su
vigilancia nos dejara salir a un corredor que había
pasando la puerta, que necesitábamos tomar un pocodeaire,
JuLia UrQUIDS ÍA

auto y partimosa la casa. Encontré a mi hermana en cama, la mantenían a


149
base de tranquilizantes, lo que me pareció muy mal para ella. Les
dije que la dejaran tranquila, que la dejaran llorar, gritar, que
era lo normal, queel tenerla prácticamente dopada era
contraproducente. Así, poco a pocose fueron suprimiendolas
pastillas. Casi no tocábamos el tema desu hija, fue algo tan
horroroso que evitábamos hablarde ello.
“La peorverdadsolo cuesta un gran disgus-

to; la mejor mentira cuesta muchos disgustos

pequeños,porfin, el disgusto grande”.


Benavente

Xt!

Allí, en Lima, las cosas continuaron igual o peor. En


las tardes Mario y Patricia salían a pasear en el auto de mi
cuñado; por supuesto que nunca meinvitaron a ir con ellos.
Todos estaban conmovidos por la preocupación de mi ma-
rido por su prima. Pero no todos pensaban lo mismo. Una
noche la esposa de un tío de ambos medijo:
—Oye,Julia, tú eres tonta o no te das cuenta de lo que

está pasando entre Mario y Patricia; a mí no me vienen con


tales cariños de primitos.
La miré, me sonreí y le contesté:
—Déjalos, ¿qué puedo hacer ahora, darles otra pena
más grande a todos? Ya pasará, no te preocupes.
En ese entonces aún tenía esperanzas de que nada su-
cedería; Mario me había negado tantas veces lo que yo le
preguntaba discretamente, asegurándomeque nada ocurría,
que todo seguía igual; efectivamente, sí, todo seguía igual,

pero no conmigo, sino con Patricia. Sus cartas desde Pointe

1á Pitre comenzaban y terminaban con unafrase de cariño;

creo que yo seguía, eso sí, engañándome a mí misma.


Sorpresivamente, una tarde Mario me dijo que que-
ría hablar conmigo y salimos a caminar por el Malecón de
Armendáriz, por el mismositio que lo habíamos hecho tan-
151
escucharlo conella, pese a sus llamados, y
muchos menostraté de impedir que ella lo
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO hiciera. Me iba al living a conversar con mi
cuñado, o con algún familiar que frecuen-taba
tas veces, agarrados de la mano, en condicionesdiferentes. la casa para acompañarnos. También iba a
Se lo notaba tenso, nervioso; él que sabía encontrar las visitarme mi compadre Abelardo, a quien un
palabras que quería cuando deseaba convencermedealgo, ese día le comenté lo que estaba
día le era difícil hacerlo. Me pidió que me quedara en sucediendo, inclusole dije:
Lima un corto tiempo más, que quería regresar solo a París.
No medio ninguna explicación válida, solo que necesita-ba 152
soledad. Una vez más, le pedí que medijera la verdad de lo
que estaba sucediendo con él. Como siempre, negó cualquier
otra cosa que no fuera su imperiosa necesidad de soledad,
de su estado de ánimo y desaliento. Yo no quería que se
fuera solo, pensaba que dado su estado, que él
mismocalificaba de deplorable, me necesitaría más que
nunca. Pero ante la gran angustia que demostraba y sus
ruegos, que ya llegaron a ser súplicas, acepté quedarme
una semana más, con lo que estuvo de acuerdo.
Pero esa
semana se convirtió en un mes, y si no hubiera sido por mi
empeño en regresar me quedabadefinitivamente.
Tal
vez hubiese sido lo mejor para evitarme
tanto dolor, tanto sufrimiento
posterior.
En mi estadía en Lima,veía las reacciones de mi
sobri-na; para mí era muy molesto el tener que vivir
disimulan-
do y en la mentira, aparentar lo que estaba lejos de
sentir, pero no me quedaba otra cosa que hacer. No
podía gritar la verdad, no tenía derecho a
aumentarel sufrimiento de
personasa las que quería y que no tenían la culpa de nada. En las

tardes Patricia se encerraba en su habitación, la que


compartíamos, para escuchar las emisiones de la ORTEen
castellano, donde, comoes lógico, hablaba Mario. Mere- sistía a
JuLia UrRQUIDI ÍLLANES lo menos,hasta que llegara su carta. Fuetal el impacto
recibido que colguéel teléfono y caí al suelo sin sentido.
La que más reaccionó fue Patricia, que indignadainsistía:
—Sinceramente, compadre, compadezco a tu amigo, debeestar
“Tía, no le hagas caso, ándate, no le hagas caso a Mario”.
pasando momentos muy malos, pero lastimosa-
A los pocosdías llegó su carta, que decía:
mente su enamoramiento hará sufrir a mucha gente.
No mecontestó nada, su silencio fue más “París, 23 de julio de 1962
elocuente que cualquier palabra. Julia: Sé que esta carta te va a causar un gran dolor, que

Era muydifícil seguir en casa de mi hermana; todos se una vez máste voy a decepcionar. Sin embargo, es preferible

preguntaban qué pasaba con Mario. Lucho era el más preocupado; yo que lo hagay al decir esto no pienso en mí, sino también en

no podía decir que esa razón que buscaban era su hija. Hubiera ti. Te pido que no vengasa París por ahora. Tal vez dentro

sido demasiado cruelparaellos. Mi de algún tiempoy si todavía lo deseas, podamos volver a


reunirnos. En estos momentos, sería un verdadero infier-no
única reacciónera el silencio.
Esperé el tiempo convenido con Mario y me preparé a regresar a para los dos. Recuerda los últimos meses y me darásla

París. La mañanadel día delviaje, recibí un cable en el que me decía que razón. No creas que te hago el menor reproche, es preciso

no viajara, que esperara unacarta de él antes de hacerlo, pero de todas que no te quepa la menor dudaal respecto; el
manerasyo estaba decidi-da a tomarel avión. Una media hora antes de único cul-
salir hacia el aeropuerto, me llamó porteléfono diciéndome que por favor pable de lo que ocurre soy yo. Nopienses, por favor,
que
no viajara, que esperara la carta que me estaba escribiendo. Lo escuché
tan angustiado y desesperado que acepté nueva-mente lo que me pedía, por 153
vitablemente en una escena bochornosa,llena de violencia.
Deveras, no podría soportarla. Me siento tan abatido, tan
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
adolorido en este momento que prefiero actuar como
un
doy este paso porque temo tu malcarácter. En el fondo, sé
vulgar canalla, si ello me evita un cambio de palabras, un
de sobra que la mayor parte de nuestras disputas son una
drama. Medirás que eso es egoísmo puroy, sin
consecuencia natural de mi actitud para contigo. Sé que he duda,esasí,
pagado fea y malamente lo mucho que te debo. Nunca po- reconozco queesecalificativo es el que más me
dré olvidar la generosidad y la abnegación con que acep- conviene.

taste siempre la vida de sacrificio y de desorden que te he Seguramente piensas que mi salida precipitada
de
dado. Solo un cariño muy grande ha podido mantenerte a
Lima y queesta carta son parte de un plan y que en
mi lado estos últimos años, dándolo todo sin recibir nada, estos
demostrándome siempre una lealtad y una dedicación que momentos vivo ya con otra mujer. Perdóname estas
frases
yo no merecía. Nocreas que hagoliteratura, eso también ha
dejado de interesarme y es probable que no vuelva a escribir. crudas, tú sabes que siempre me ha costado trabajo
escribir
Créeme también que me apena profundamente valerme de
unacarta, contigo y en esta ocasión no quisiera
este medio para dirigirmea ti. Hubiera sido menosdesleal, hacer un
máshonesto, que te hablara. Pero tú sabes como yo que una ejercicio de estilo, no encuentro otra manera de decirlo.
Pero
entrevista nuestra sobre este asunto hubiera terminado ine-
quisiera quitarte una duda. Debes creerme, mi única ambi- JuLia UrQUIDI
ÍLLANES
ción es ahora la soledad total, que es una forma de paz. No

estoy con nadie, no tengo ninguna amante, no tengo tampo-


Aunqueresulte algo sórdido y de mal gusto, es preciso
co el propósito de tenerla. Por lo que másquieras, no vayas
que te hable de otro asunto. Estás sin nada de dinero y es
a pensar una vez más queP.P. tiene algo que ver con este
necesario remediar eso. Mañana enviaré a Jorge el poder
paso que doy. Te juro que ese asunto fue un simulacro efí-
para la venta del terreno. Hay que pagar deallí a Lucho el
mero que jamás debió amargarte y abrumarte tanto tiempo.
precio de tu pasaje a Lima. Lo que sobre te bastará pa-ra
algunas semanas. Apenas saque el coche lo venderé y te
154
mandaré también ese dinero. Te ruego que no seas tan
intransigente ni te empeñesen tu actitud absurda. Te exijo
que aceptes esa ayuda que te es indispensable para vivir.
Yo no necesito dinero para nada, y si tú no lo quieres
recibir, haz con él cualquier cosa. En realidad ni
siquiera es dinero mío, sino de Lucho, que fue quien tuvo
que pagarlasletras del terreno.

Una cosa más todavía. No creas que pedirte esta se-


paración ha sidofácil para mí. Y aunque estoy convencido
de queella es necesaria, se trata de una decisión que me
entristece y disgusta conmigo mismo profundamente. No
quiero pedirte perdón por lo mucho que te he hechosufrir,
porque eso no arreglaría nada ni me absolvería. Pero tal
vez convenga que sepas que si me separo deti no es para

serfeliz, sino para vivir en la frustración y en la


amargura.

Mario”.
La carta de Mario me apenó y desesperó enormemen- te.
Me extrañaba su actitud, no había una explicación lógica para

tanta soledad planteada con esa exigencia pasmosa. Lo que


más me preocupó, incluso aún más quela separación, era el
hecho de que renunciaraa escribir. Aquello me dejó
desconcertada, no esperaba una decisión tan grave. Se me
ocurrió entoncesescribirle a Julio Cortázar, para pedirle
que por favor lo buscara, que estuviera con él y que por
sobre todo no le permitiera que dejara de escribir. Que
esa era su carrera, que era su vida, que no podía
detenerse a mitad de camino.Julio me contestó con una
carta que me dio un poco de optimismo;en ella me decía:
155
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO esa breve charla en el hall de la Unesco, yo no

había recibido todavía la carta de D.C.

“París, 11 de agosto de 1962 Larecibí el otro día y se la mandé a Mario


Mi queridaJulia: Perdóname que te escriba a máquina con unaslíneas, pidiéndole que me
unacarta tan personal, pero es que a mano soy una telefoneara cuan-
calamidad y prefiero contestarte inmediatamente. Está de do quisiera charlar conmigo. Me prometió
más que te diga la consternación de Aurora y mía ante las
hacerlo. Como ves, la noticia de Méjico era
noticias que nos das. Jamás hubiera imaginado quela
excelente para él, pero dado
crisis de Mario pudiese ser
hasta tal punto tan grave, y te aseguro que no sé realmente qué 156
decirte. Solo se me ocurre darte un abrazo muy fuerte, al
que
se suma mi mujer, y desear contigo que los próximos meses

traigan unareacción favorable en todos los sentidos. Como


te puedes imaginar, no solamente estoy de acuerdo en todo
lo que mepides, sino que haré todo cuanto esté en mi
poder y a mi alcance para que Mario no renuncie a su
carrera de escritor, que se anunciatan brillante y
magnífica. Me encontré con él en
la Unesco, antes de recibir tu carta. Lo noté muy flaco, pero su

aspecto general era excelente y no me dio la impresión de


que estuviera particularmente preocupado. Lo malo es que
apenas hablamos dos minutos, porque él venía nomás a
saludarme y a agradecermela carta que tú sabes. Le hice
saber que acababa de recibir respuesta de Díez Canedo, en
la que se mostraba muyinteresado por Los impostores, y le
di las señas de la edi-
torial para que enviara enseguida un ejemplar y se pusiera en

contacto directo con Díez Canedo. Me dijo quelo haría, y


se despidió prometiendo llamarme para comerjuntos y
charlar. Comote imaginas, ni me sospeché que estuviera
pasando por una crisis de ese género, pues aunquesabíala
terrible experien-cia que había tenido, lo imaginé capaz
de superarla después

de algunas semanas de reposo y cambio de vida.


Ahora que lo pienso, veo que me he equivocado; en
JuLta UrQuIDI LLANES menos,la parte literaria de la vida de Mario estaba
encaminándosebien: para mí era una preocupaciónel que por
sus angustiosos problemaspersonales, dejase de escri-bir
(¿0 sería otra de sus mentiras?), y sin quererlo me hacía
su estado de ánimo me pregunto ahora si habrá mandado sentir un poco culpable, no podría precisar culpable de
el libro. No me hatelefoneado todavía, pero dentro de dos días (el qué, pero mesentía intranquila y no sabía qué hacer.
lunes) lo llamaréa la radio para saber de él y darme Le escribí a mi marido, contestando a su carta,
después
cuenta de su estado de ánimo. Ya ves,Julia, que quiero ha-cer todo lo
derecibir la de Julio; él nunca supoel intercambio de corres-
que pueda por alguien a quien quiero y admiro mucho.En cuanto ti,
pondencia entre Julio y yo. En una delas cartas quele
te prometo tenerte informada como melo pides. Tan pronto sepa
algo más concreto, te mandaré aunque sean dos líneas. No te digo escribí, le contaba quela vida en casa estaba

nada más, porque no sabría qué. Te abrazo muy, muy fuerte. Julio. normalizándose, que seguía ese ambiente de tragedia que

(Ver la vuelta) Abro el sobre para decirte que por pu-ra todos tratábamos de disimular, pero que poco a poco se iba

casualidad Aurora se encontróesta tarde en la calle con Mario, quien le superando. También le contaba quePatricia había comenzadoa

dijo que estaba corrigiendo la novela y que salir, ir al cine, a cenar, es decir, a hacer la vida que

la enviaría a Díez Canedo en los próximos días. Comoves, correspondía a una niña de su edad,y que nuevamente

parecería que tus temores en ese terreno no se confirman, cosa que empezóa invitarla un ex ena-morado quetuvo antes deirse a

habrá dealegrarnos a todos. Mario ha quedado en llamar para París. Recibí esta respuesta:

vernos. Te tendré al tanto”.


157
Lacarta de Julio me tranquilizó algo. Al referirse a Los
impostores hablaba del primertítulo de La ciudady los perros. Por lo
tigo. Ya sé que no has hecho nada, que al
contrario siempre
LoQue VARGUITAS NO DIJO
me has dado más de lo que he pedido. Haría

cualquier cosa porque nosufrieras pero ahora


“París, 17 de agosto de 1962 necesitoestar solo, Julia, te juro que es lo único
Julia: Acabo derecibir tu carta una vez más, a pesar que puede darme un poco de paz. Te su-plico que me
de que es dolorosoy difícil para mí el hacerlo, te pido creas, nunca he sido mássincerocontigo que en este
que no vengas a París. Sé que te causo un sufrimiento momento, necesitoestar solo. Yo también tengo un
profundo, que te parecerá cruel, pero te juro que sería gran dolor y una amargurasin límites. Si vienes a
muchopeor para ti si vinieras. Es preciso que mecreas, no París sufrirás al vermeasíy sería terrible. Siempre
quiero ser inhuma- que hemos peleadohe tratado de ceder porque me
no, Julia, ya sé que no vas a perdonarme nunca mi actitud horroriza el escándalo,los gritos, los llantos.
actual, pero aúnasí estoy convencidode que allá te será
Pero ahora nosería igual, no puedocontener mis
más fácil recobrarla tranquilidad. Aquíseríael infierno,
nervios y contra esto lo único es la soledad.
Julia, nos destruiríamos en unos pocosdías. Perdóname que
Créeme,Julia, que si la voluntad pudiese algo en
sea brutal,
este casonote escribiría esta carta porque aunque
pero en estos momentos no podría ni siquiera ser cortés con-
nolo creas me espanta ser cruel, actuar como una
persona sin sentimientos. Desde chico, desde que JuLia UrQUIDI
ÍLLANES

veía sufrir a mi madre por culpa de mi padre, he sentido


una repugnancia enorme por los hombres que maltratan tan conlas frases de dolorsincero que hayal principio.

a otros Haces mal en darme informaciones que no te he pedido,

seres. Yo he tratado de noserasí. Te juro por la memoria porque es una mala manera de vengarse y uno no se venga

de Wandita y créeme que noharía un juramente así en falso nunca de la persona que dice que quiere. Además,te repito

por-que la quería tanto comotú, que he querido que nuestro que no vale la pena, porque todoel daño que te pude hacerya

ma-trimoniofuera distinto a los demás, que no hubiese lo estoy

mentiras ni engaños. Pero a veces los mejores proyectos se pagandoconcreces. Te suplico por lo que más quieras,Julia,

derrumban ytodo se viene abajo, de una manera atroz. Haces


que no me hablesde ese asunto, que no hables a nadie;
de mí
mal,Julia, en llenar tu carta de insinuaciones, de
puedes decir lo que quieras porque a mí no me importa nada
alusiones que contras-
y ademásestás monstruosamente equivocada, una vez más. Por

158 favor, no me digas que me compadeces y que compren-


des mi problema para que yote confirme una verdad que
has inventado porque con eso no se gana nada.
Ya hablé con Campy le dije que deberás quedarte
en Lima un tiempopor razonesde salud, y entonces te
gestionó
unos meses de permiso pagado, pero después ha llegado tu carta,

se la mandarona (ilegible) y ha llamado a la radio por


teléfono a decir que quiere verme de inmediato para saber
qué significa todo esto. Tu sueldo dejulio te lo mandarán
por
la Cancillería o la Embajada de Lima. Dijeron que para obte- ner

el permiso deberás mandar un certificado médicofechado


el 10 de agosto. Si quieres, mándalo, envíaselo a Meulrio
si no manda turenuncia; de todos modos te mandaré después
el dinero que saque cuando venda el coche. Una vez más,
Julia, te pido que mecreas, que por dolorosa que sea esta
se-
paraciónes la mejor; es menos tortuosopara los dos. Mario”.
Sin duda mi marido se refería en su carta al
hablar
de “alusiones e insinuaciones” a las salidas de
Patricia. Realmente desconcertaba esa desesperación
tan grande de soledad. Lo quería y me lastimaba que
las cosas estuvieran tan deterioradas entre nosotros, que Tenía pánico de perderlo, así que, arriesgando todo,
continuara en su mu-tismo, y que aún más me recriminara por decidí irme a París. No a vivir en mi casa, sino donde una
referirme a las verdaderas razones para ello.
159
poquito. Pero se resistió, quiso irse, no me
dijo nada, ya conoces su valor y se fue. Le
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO pedí únicamente que manejara despacio y lo
prometió. Nada se habla en la radio, todos
amiga, a quien escribí para consultarle si podía alojarme preguntan porti y él contesta esquivando un
en su departamento. María seguía trabajandoen la radio con pocoel bulto, pero contesta. Campesperabatu
Mario. Era la muchacha encantadora y bohemia de siempre. certificado de salud para tu licencia,
Me contestó inmediatamente. Vivía en un departamento parece que ya llegó. Supervielle se lo dijo
pequeño, bastante lejos de la radio, con un perro que se a Mario.
llamaba Bolita y un pescado quese llamaba Subjuntivo. Su
160
carta decía:
“París, 31 de agosto de 1962
Querida hermana: Acabo derecibir tu carta que me
tranquiliza un poco en cuanto a tu estado de ánimo. Mi
vieja, si supieras cuánto lamento la distancia que me
impi-de estar contigo para hablar de cosasdistintas. He
hablado con Mario hace dos noches, con motivo de tu
primeracarta. Nole he dicho nada de tus adjetivos, porque
yo misma no podía reconocerte y me costaba un poco pensar
que real-
mente creías en traición y otras cosas. Nada de eso,Julia,
¡te lo puedo asegurar! Mario vive solo. He ido
varias veces a la casa, a cualquier hora, incluso
domingo a mediodía y lo encontré durmiendo. Está
solo como tú o comoyo.
La conversación que sostuvimos fue bastante triste. Está abatido

por su actitud. Yo lo había notado raro al regreso, pero


ya conoces miactitud de no preguntar nada. Cuando habló
desde mi casa a Lima me pidió que me fuera, en con-
secuencia, nada sé de lo conversado contigo. En cambio, sé que un

sábado por la mañana cuandoregresé, él ya había hablado y


estaba llorando, completamente destrozado. Le temblaban
las manos. Quésé yo... un desastre. Imagínate quesalí
corriendo a comprar coñac paratratar de animarlo un
JuLia UrquUID! LLANES dispuestos a aguardarte y que te queremosentera, aunque sea
exteriormente. La vida

Mi hermana, yo no soy nadie para pedirte valor, ab-solutamente


nadie, pero tengo que decirte que me parece desprecio a ti misma dejarte tiene estas desgraciadas ocurrencias, hermana; a
veces
abandonar y dominar por tus nervios. Mido tu tragedia doble o triple y
hay que jugar con armas inexistentes para poder vencer. Vera me
no alcanzo a co-locarme en tu lugar, créemelo y es sincero. Pero me
pregunta porti, los Valverde también, Beatriz y
niego a aceptarte a ti vencida, callada, sofocada por el dolor.
Supervielle, Carmen y Narcis, Adelita y Ramírez, Francisco
Grítame a mí, hermana, dime a mí todo lo que debes callar, te lo
y Claude Ann... Ya ves, Julia, ya ves... piensa, creen en
pido por favor, sé que entre las dos podemos servirnos de estaca para
ti, esperan. Todo esto es un marasmo, yo lo sé, pero los
sostenernos. Aceptola posibilidad de vivir contigo cuando regreses.
peores marasmos se pueden atravesar. Tu primera carta
Buscaremosalgo fácil y barato paraarreglarnos. Pero esta misma idea de
melastimó dentro, hermana, era mi propio grito escrito.
que debes seguir adelante por Mario, porel recuerdo de Wanda, por ti,
Luego, la nueva carta me trae una imagen más tranquila de ti. No
por todos, debe destruir un poco tu desconfianza y tu pesimismo.
quiero pedirte que olvides, es inútil. No quiero decir que
Nadavale quete diga que todos aquíte quere-mosy te necesitamos. Piensa
te equivocas aljuzgar, yo lo sé. Mario se destroza al
enello, reflexiona enla salita o en tu cama, que cuandole di tus
apercibirse del daño que te hace, pero él no puede hacer
recuerdos a Carmen y Narcis, sonrieron a pesar de que el mismo día había
nada, no puede hacer absolutamente nada.
muerto la mamá de Narcis y que partían desesperadosa Barcelona. Piensa
en nosotros no comola tabla de salvación. Pero piensa que estamos aquí 161
rando. Mástrabajo para octubre, pero más
sueldo también según parece. En la casa
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
nada nuevo. Francine de vacacio-nes, Bolita
duerme a mi lado, Subjuntivo nada que te
Habrá que esperar, Julia, esperar y creer. Quizá el
nada. El patio está silencioso; he puesto
afec-to reemplace al amor, yo no sé, pero es necesario
una sinfonía de Mozart en el tocadisco y la
que estos dos meses en Lima te transformen para que música me acompaña en mi charla contigo. Mi
regreses lista a pelear para reconquistarlo. Levántate, profesor Ronze me llamó esta mañana a su
mírate al espejo y regreso de
reconoce que por ahora, con tanto dolor, todo es imposi- Lisboa, en fin, como ves, nada o lo de todoslos
ble. Pero piensa que dentro de tres, seis meses, todo puede días. Hace un tiempo me encontré con
cambiar, todo puede encaminarse de nuevo.Él lo sabe y Semprún, a quien informé del accidente.
habla siempre de separación momentánea. Analiza lo más Pero no apareció por tu casa. Claro que me
fríamente que puedas todos los detalles de este gran amor ocupo de Mario. Varias veces ha venido a
tuyo. Fíjate cuál es tu debilidad, tuércela, véncela, comera la casa y nos quedamos mirandola
domínala, hermana, lucha contra lo que pueda televisión; siempre tiene frío y mirada
condenarte. sombría. Ya ves, hermana, que él también sufre y
¿Qué puedodecirte de nosotros pobrestipos atados a no te lo digo para reconfortarte puesto que
unaantenainvisible en pleno mes de agosto? Nada. Algunos lo sabes por otra parte. Espero que te haya
se han ido,otros vuelven... Los demás nos quedamosespe- llegado tu sueldo dejulio que te fue
girado. Dije a Mario que a lo mejor aceptarías venir a JuLia UrQuUIDI
ÍLLANES
que-darte un tiempo en casa de mis padres en
BuenosAires:si lo decides hazme unaslíneas, diciéndome
luego de unaincreíble conversación en la que, además
cuándollegas allá y ellos te irán a esperar; sé que
de darmeconsejos, abrió grande los ojos porquele
estarán gustosos de tenerte con ellos. Yo me voy el 17 de
dije que iba a montar una obra adaptada por mí. ¡La
noviembre a BuenosAires con una licencia extraordinaria
señora Madern escuchó toda la conversación...!
de seis meses concedida por Camp
Quisiera enviarte en esta carta el recuerdo de

162 todos. Es imposible porque todos piensan


constantementeenti. Nadie murmura de Mario, te lo
aseguro. Nadie, porque entonces habrá un nuevo lío,
aunque la Barletta anda más tranquila y casi
“escandalosamente tranquila”. Los demás nocreo que
se metan. Los Gayvez,¡platudosellos!, tomaron ocho
días de “vacaciones” y se fueron a Holanda. Ahora,
tomaron sus “vacaciones” para ir a Dinamarca,
Austria yAlemania... ¡Olé! ¡Y que viva la
juerga, que nosfalta el co-codrilo para
cantar verdades!
Hermana, aquí dejo esta carta, pero no te dejo, sigo
pensandoen ti y quisiera que continuaras escribiéndome
cada vez que lo desees. Yo lo haré por mi parte. Abraza a
Patricia en mi nombre, y tú recibe ladridos, glus glus y

besos de tus tres hermanas de París, a


saber, María, Bolita y Subjuntivo”.
María, en realidad, no sabía qué era lo que pasaba
entre Marioy yo,si ni siquiera lo sabía yo misma con
seguridad; es por eso que me mandaba abrazos para
Patricia. Cuando le escribí le di a entender que Mario
podría estar enamorado de otra mujer, y era la razón
aparente de su separación y su tan deseada soledad; poreso
ella me decía que Mario vivía solo. No seimaginaba la
verdad, mi verdad, yo tampoco me animabaa decirla.
Solamente le abrí mi corazón diciéndole que mi marido
quería dejarme porque estaba enamorado de otra, aunque él
no lo reconocía, aunqueél no quería decirlo; yo sabía lo
que estaba pasando y lógicamente comprendía que también
estaba sufriendo por un amor imposible, al menosasílo
creía, por un amor que dañaría a muchagente, como porel dolor que a mí me
causaba.
163
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO

164

Calafell (España), 1963. Mario y Carlos Barral, su editor, en la playa.


Varguitas que no era nadaalentadora:
“París, 4 de septiembre de 1962
“Creo que ese fue mi último placer. Pero Julia: He recibido hace algunas horas la carta donde
me

anuncias tu decisión de venir a París, a pesar de todo. Me

uno se acostumbra a todo. A la Soledad. Al amarga profundamente darte un nuevo dolor, pero pienso
Amor. A la Indiferencia. No hacemos más que debo hacerlo ahora y no después; sería másdifícil
que quejarnos de lo único que nos permite y
vivir: la costumbre, la insatisfacción. Somos penosoparati y también para mí. Tu venida notiene senti-do,

insuficientes. Casi todos. No todos”. Julia, es preciso que desistas de ese viaje que a la larga

Zona sagrada, de Carlos Fuentes solo agravaría las cosas. ¿Para qué engañarse con proyectos

quesabesirrealizables, con decisiones que, aún con la mejor


voluntad del mundo, no podrías cumplir? Conoces a M.E.
XIV tanto comoyo y los dos sabemos que nuncate adaptarías a su vida ni

a su carácter, a su desorden. Sabes también quela


idea de que vivas sola en París, en un hotel, es todavía más
irrealizable. Si en Lima te sientes abrumada, aquíserá mil veces

peor. ¿Has olvidado acaso lo sórdido, lo insoportable quees


Cuando quise irme realmente a París, lo decidí así y mefui. un cuarto de hotel, lo lastimosa que es la vida diaria
Llegué a París un viernes porla tarde, para afrontar de una vez
mi destino. Todavía en Lima, recibí una última carta de 165
gañarte. Note he pedidola separación por un capricho; por

una obcecación momentánea. Te repito una vez más que


Lo QUE VARGUITAS NO DIJO ahora másque nunca estoy convencido de que siempre
has
en una ciudad comoesta, donde notienes familiares ni ami- sido conmigo una mujer excepcionaly que siempre dio
más
gos de verdad? A la semanade venir, estarías desesperada,
de lo querecibió. Si el reconocimiento o la gratitud
exasperada. Creo que lo sabes muy bien, Julia. Ninguna de fueran
las razones que medaspara justificar tu venida es realmente suficientes para conservar intacto un matrimonio, jamás me
válida. Te he dicho que yo te ayudarélo más que pueda, que hubiera separado deti. Pero noesasí, Julia. El único
arreglaremoslo del dinero de modo queno tengas mayores senti-
miento quejustifica la vida en común es el amor. Sin él la
problemas. Puedo mandartela mitad de mi sueldo y esote
alcanzaría mal que mal. No veo por qué te sientes abatida convivencia es un infierno, es preciso vivir en la
mentira,
frente a los demás;tú no tienes nada que reprocharte, toda
en la amargura. En los últimos años me has reprochado mil
la culpa de lo que ocurrela tengo yo. Perdóname,Julia,
veces y, con razón, mi frialdad, mi egoísmo. Ya no
pero creo que si te empeñas en volver a París es porque en puedo
el fondo y sin duda de una manera subconsciente, piensas ni quiero disimular más,Julia, no quiero verme obligado a
que aquí las cosas cambiarían. Me duele tener que desen- mentirte para evitar una disputa o a decirte que lo siento
para quenote destruyas. Es duro, de mal gusto y grosero, Junia UrQuIDI
ÍLLANES
quete diga estas cosas, pero es la verdad,Julia. En dos opor-
tunidades estuvimos a punto de separarnosy las dos veces
conmigo. No es posible, Julia, trata de aceptar la
me amenazaste con un argumento que no admite réplica.
realidad. Es absurdo y cruel para ti también. Yo no quiero
Pero no puedeser, Julia, el temor no puede mantenernos
hacerte más daño. Me ha costado mucho tomaresta decisión y
unidosindefinidamente. Sabes quesi vienes a París, ocurrirá
nunca me lo perdonaré del todo porque sé que he actuado
comootras veces. Habrá primero peleassin fin y, para termi-
contigo muy mal. Pero no puedo mentirme a mí mismo, ni
nar, hablarás de suicidio y tendré querogarte que vuelvas
forzar mis sentimientos. ¿Qué puedo hacer, Julia? Te
suplico que no vengas. Es mentira que tu vida esté
166
destruida, porque tienes carácter y virtudes
sobradasparasalir adelante y su-peraresta situación. En
realidad, yo te daba muy poca cosa, tu vida conmigo era
másbientriste y sacrificada. Es verdad que puedes hacer lo
que quieras ahora. Pero te he escrito esta carta para que
veas que no voy a cambiar de actitud. Lo siento
enormemente,Julia, pero se trata de algo definitivo. Te
ruego quetrates de sobreponerte y no te abandonesa la
desesperación. Mástarde, no pienso que me perdones, pero
comprenderás que nuestra separación era la única sensata para
ponerfin a una vida que nosestaba destruyendoa los dos. Por
última vez, te pido que reflexiones y no vengas. Si a pesar
de todo lo haces, ven convencida de que en ningún
caso,Julia, a pesar de ninguna amenaza, volveremosa vivir

juntos ni un solo día. Mario”.


Siendo ya imposible seguir en Lima, llevé a cabo mi
de-cisión. Regresé a París pese a todas las amenazas de
Mario, a todossusreproches, en fin, pasando por alto hasta
lo más humillante que fue leer su carta de una crueldad sin
lími-tes, además de ser tremendamente contradictoria a
todas

sus negativas. Ya estaba acostumbrada a sus


acusaciones
veladas, aunque esta vez fueron de frente. Decía tener la culpa

de todo lo que sucedía, pero sutilmente era yo quien lo


obligaba a vivir conmigo, cosa que nunca hice (y que
después se lo demostré con toda miintegridad de mujer).
Misreacciones, mis errores, que fueron muchos, tenían sus
razonesantela falta de sinceridad deél, ante la mentira, el

engaño que el mismointrodujo en nuestro hogar. Su pri- 167


gustado las cosas a medias,y la única forma
de definirlo to-do era regresandoa París.
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO
¿Qué mujer en el mundonotrata, por lo menos,
de defender lo que ama, cuando realmente ama
meracarta se refería a una separación “momentánea” que
con todo su ser, sin pensar en nada más que
poco a poco sefue convirtiendo en “definitiva”, arguyendo
en estar
“la soledad necesaria para su espíritu”. Era una soledad
con “nombre”, y que yo no meatrevía a decirlo, y él sabía 168
que nolo haría. Tenía razón en algo: nunca fue posible el
diálogo entre nosotros, pero no fue solo culpa mía, Mario
no lo permitía, porque en cuanto se tocaba su punto vulne-
rable, reaccionaba con violencia, lo que desataba la mía y
nos perdíamos en una maraña de palabras fuera de tono y no
de personas mayoresy civilizadas, que hubieran podido
llegar a un acuerdo sin tantos sufrimientos y melodramas
que nosarrastraban a situaciones que ninguno de los dos
deseábamos.

¿Pero cómo se puede hablar con una persona


que siem-pre tiene un escudo o una pared por
delante? Con alguien quese cree dueño de la
verdad y hay que someterse a ella. Esto era
imposible, y yo no estaba dispuesta al
sometimiento absoluto.
Por supuesto que, subconscientemente,es posible que
tuviera la esperanza de llegar al fondo, de llegar hasta
lo más íntimode él, para qué era lo que había provocado
esa separación que no era tan momentánea como melo dijo al
comienzo (¿quién mentía?). ¿Por qué deseaba darmeel trago
más amargo de mi vida gota a gota, por qué no ser sincero,
por qué ese miedo a enfrentarse conmigo?
Lo supe después de unos años, pero incluso en esa
oportunidad tampocofue de frente y con nobleza, también
fue por carta y culpándome de cosas injustas. Callaba la
verdad, la callaba porque no quería que yo supiera qué era
lo quepasaba, pero yo tenía quellegara ella. Nunca me han
JuLia UrQuUIDI ÍLLANES para oír la voz de Mario. Con enormedesaliento, yo tenía
quesalirme, porque tenía miedo a una reacción que hubiera

al lado de lo que uno cree suyo? Posiblemente en mí ya era podido causar una tormenta en la casa; además, soportarla

algo insano, pero de todas maneras, me juré a mí misma a ella. En una oportunidad,al recibir
saber qué sucedía... y lo supe. una carta de Mario, mi hermanale
Ya en casa de María,evité que Mario se enterara de mi llegada, y dijo:
le pedí a ella que nodijera nada. Llamé al señor Campparadecirle que el —Aver, dale a tu tía Julia, quiero
lunes me reincorporaríaaltrabajo. ver si entiendes bien el francés.
Mecontestó con su amabilidad habitual, Alverla palidecer respondí:
alegrándose por mi regreso la oficina. —No,hermana, deja, ella sabe bien el
María se iba a trabajar a eso de las diez de la noche; tenía el francés,la carta noes para mí, es paraella,
mismo horario que Varguitas. Ya me había contado quese lo veía más yo soy solo la esposa, ella es la prima
tranquilo y sereno pero siempre callado y taciturno. No sé por qué, ya preferida.
que María medijo que ella ni mehabía mencionado, Mario le preguntó Deesta forma seguían los días en Lima, donde me

cómoestaba yo, a lo queella contestó que muy bien, muy tranquila y de sentía muy mal y ya no podíaresistir más, tenía miedo de

muy buen ánimo. Sábado y domingo nos pasamos conversando con María y ya notenersuficiente fuerza para seguir callando. Nunca le

no pudecallar másy le conté todo lo que pasaba, de cómo me ahogabanlos dije nada a Patricia, no podía hacerlo, noeraella sola,
últimos días en Lima. Lo doloroso que fue para mí el ver que Patricia se había otras
encerraba en su habitación para escuchar las transmisiones de la ORTF,
169
go una gran amiga. Ella también
pasaba por un momento
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
difícil en su vida y, como me decía en una de
suscartas,
personas que estaban sufriendo una pérdida muyreciente. nos apoyábamos mutuamente, como mujeres y en

Esa consideración hacia los demás fue el más grandey torpe nuestras frustraciones sentimentales. Estaba
muy enamorada de un muchacho argentino, algo
de mis errores. Jamás pensé en mí, quería recuperar a mi marido,
más joven que ella y muy bien parecido, que
pero sin involucrar a nadie, sin hacer daño a nadie.
hacía poco tiempo la había dejado. Él volvió
María me escuchó paciente y comprensivamente.
El lunes me presenté en la oficina como si nada de a la Argentina a buscar una situación dentro

particular hubiera pasado, dispuesta a la pelea si alguien del ámbito teatral o para algunos negocios,

se metía en mi vida privada. Pero todos mis compañeros no estoy segura. Una vez solucionada una de

merecibieron con alegría, saludándome muy cariñosos y estas posibilidades la llamaría para que
fuera a reunirse con él, pero nunca más tuvo una
tuvieronla delicadezay el tino de no nombrar a mi marido.
noticia; el muchacho desapareció. María sufría
Las cosas siguieron así más o menos una semana. María era
mucho por ello y encontraba un poco dealivio
una compañera estupenda a pesar de sus grandes
en el alcohol. Una tarde be-bió hasta la hora
de-
de ir a trabajar, lloró mucho y yo, que no
presiones. Era una mujer muy inteligente y amena, conmi-
estaba precisamente alegre, lloré junto con
ella. Yo no había bebido un solo trago, tenía miedo de JuLia UrQUID!
ILLANES
hacerlo por el estado de postración y nervios en que me
encontraba. De haberlo hecho, hubiera sido fatal para mí
con la gran propensión —Mira, aquí hallarás la solución para todos tus

que tengoa la depresión y por las pocas razones que tenía


pro-blemas, que yo los míos los ahogo con alcohol.
Me quedésola, sentada frente a aquellos atractivos y
en esos momentos de apegarmea la vida. Al irse,
relampagueantesfrasquitos, como hipnotizada; me atraían de
me puso sobre la mesa un cajoncito con frascos
una maneraincreíble. De pronto, me puse ajugar con píl-
de píldoras de todos los colores, diciéndome:
doras, grajeas, pastillas, a combinarlas en un estremecedor
y fascinante juego, haciéndolas rodar sobre la mesa. No sé
cuánto tiempo estuve en esa peligrosa y atractiva mezcla de
colores, sin atreverme a tomar ninguna. Pero, de repente, y sin

saber muy bien lo que hacía, llamé porteléfono a Vera, una


muchacha francesa quetrabajaba con Mario. Colgué,
no recordabalo que le dije. Continué sentadaallí, frente a mi
atractiva sinfonía de centelleantes colores. Estaba como
atontada, sentía como si mi cuerpo no fuera mío. No mucho
después, me sobresaltó unos fuertes y repetidos golpes en
la puerta. Me levanté tambaleando, muy mareaday fui a
abrir. Me encontré frente a Mario; no comprendía por qué
estabaallí. Me quedé muda. Me agarró con violencia de un

brazo, solo medijo:


—Tomatu cartera y ven conmigo.
Nosabía lo que me pasaba, sentía piernas y
brazos comosi fueran de plomo,extraños, caminaba
condificultad. Me metió en el auto y a toda velocidad
partió a la radio. Una vez allí se acercó María y le
dio una cachetada. Ella no dijo nada,solo sonrió. Yo
le pedí disculpas,le dije que no tenía idea de lo que
sucedía, y era verdad, nola tenía. Recuerdo que María
me respondió:
—Note preocupes, por lo menos ha servido
para que vaya a buscarte, y eso bien vale una
cachetada.
Mariose bajó a la cabina de transmisiones y me dijo:

—Meesperasaquí, ¿entiendes? No te muevas


de
aquí.
Cosa que hice completamente atontada y ausente. Debo haber tenido
171
una cara espantosa, entre miedo, incre-
hecho algo malo, que me disculpara pero que no
me acordaba. No sé si me creyó. Puede ser que
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO pensara que era unatreta femenina
pararegresara la casa. Dioses testigo de que
dulidad eignorancia. Alguien me dio un vaso de agua nofueasí. Tenía enormes deseos de hacerlo,
y café caliente; estaba muy pálida y me daban unos amaba a mi marido, pero no lo hubiera hecho
temblores en todo el cuerpo que no podía jamás con engaños ni
controlarlos. Regresó Mario, me tomó nuevamente del estratagemas que no entran en mi manera de ser.
brazo diciéndome: Hablamos

—Vamosa casa.
Nadie dijo ni media palabra, yo mucho menos. Me fui 172

con él sin abrir la boca. Solo tenía deseos de gritar, de llorar,

de zapatear como un niño; hacía esfuerzos sobrehumanos


por contenerme. Llegamos a casa y me preguntó qué había

pasado,le contesté que nada. No recordaba mi conversación


con Vera; sabía que la había llamado pero nolo que le
había dicho. Le pedí que no habláramos,que lo hiciéramosal
día
siguiente. No me encontraba en condiciones de hacerlo. Le

propuse que me dejara tranquila, que meiría por la maña- na


temprano, incluso antes de que él despertara, pero
que
ahora me dejara dormir. Me sentía muy cansada, agotada.
Medijo:
—Bueno,acuéstate y duerme
tranquila; mañana ya hablaremos.
Dormí comounlirón. Desperté con la cabeza que me
estallaba de dolor. Me sorprendió despertar al lado de mi
marido, y más aún que me tuviera abrazada por la cintu-ra,
lo que no me permitía moverme. Me quedétranquila y
comencé a recordarla noche anterior, pero no con claridad, no

coordinaba muy bien lo acontecido. Había demasiadas


lagunas. Cuando despertó, mis primeras palabras fueron
para decirle que estaba lista para irme, para salir de
“su”
casa inmediatamente, que no quería violentarlo, que si ha- bía
JuLia URQUIDI ÍLLANES P. que figurabaenel escrito pertenecía al nom-
bre de mi sobrina Patricia. El relato decía:
largamente. No hubo ni unasola palabra cariñosa, parecía-mos dos
personas que trataban de negocios o hablaran de

terceras personas. Sueño


Quedamosen que los dos haríamoslo posible porlle- (18 de agosto
1962)
var en común una vida apacible, sin recriminaciones, sin acusacionesni
reproches,sin celos y —su condición funda-mental y defensiva— sin
Llego a algún sitio de algún modo. Entro a una especie
ningúntipode sutilezas, ni pregun-tas. En pocas palabras, trataríamos de

por todos los medios de respetarnos y aún de tolerarnos amistosamente. bar: hay varias parejas que bailan, todos son jóvenes; las mucha-

Acepté sus condiciones que eran de un humillante machismo.Prefería chas meparecen bonitas. Busco con los ojos en todas direcciones. Descubro,

cualquier cosaa estar lejos de él; para mí su presencia física era tan entre espaldas y cabezas, alfondo a P. y a un muchacho de

necesaria comoelaire, el sol o el respirar. Seguíamos compartiendo el buenacara, a quien no conozco. El muchacho habla conel rostro

mismo lecho, pero éramos dos extraños. Al menos, lo fuimos por un grave. P. sonríe. Viste de negro. Solo alcanzo a ver su cabeza y

corto tiempo. sus hombros. Me empino paradistinguir el resto de su cuerpo y es

Esa mañana, limpiandolos libros del estante, cayó al suelo un en

papel; al recogerlo vi que estaba escrito a mano, con vano. P. me mira; sonríe con cierta picardía y al instante se
inclina
la letra de Mario. Curiosa como toda mujer, lo leí. Grande fue mi
sorpresaal ver que era un sueño —para mí fue una
173
pesadilla— que mi marido había tenido. Por supuesto, era obvio quela
amenazando conel puño, cuchicheando. En ese momento veo al

animal que se ha escapado. Es grande y podría ser un toro,


Lo QUE VARGUITAS NO DIJO pero su piel es doraday se trata sin duda de un león. Todos

huyen des-

un poco hacia su acompañante. Yo siento una súbita angustia. P. y el pavoridos, yo también, en la carrera diviso un instante apenasel

muchacho se ponen de pie, avanzan hasta media sala y co-mienzan a rostro de P. Grito con todas mis fuerzas. El animal ha

bailar. Yo los miro, no les quito los ojos de encima un derribado

instante. Estoy cada vez más impaciente, respiro mal. Entonces compruebo una puerta y se oyen chillidos de mujeres; yo entro a muchas

que P. y su pareja han comenzado a empequeñecerse. Bailan a mi casas que abandonoen el acto porque compruebo que las puertas

lado ahora y ya solo me llegan a los hombros,al estó- son demasiado anchas y no impedirán el paso del animal. Por

mago, a las rodillas, son ahora dos muñequitos minúsculos que dan instan-tes siento el acezar de la bestia a mis espaldas, el

saltos y me cuesta trabajo distinguirlos sobre las losetas. Creo redoble de sus

que me inclino y toco a P., un segundo, con un dedo. patas en la tierra. Me desespera la idea de encontrar una puerta lo

Unacalle surge de pronto y yo estoy rodeado de gente que me bastante estrecha para que yo consiga entrarpero noel animal.

parece extraña pero a los pocos momentos percibo los mismos De pronto estoy caminando por la misma calle, muy apacible y

rostros que he visto en el salón de baile. Hay una gran agitación soleada, y abordo al primer transeúnte y le suplico que me

y las personas cruzan a mis costados haciendo muecas de terror, indique


dónde se encuentra P. Se ríe con malicia y yo le digo que tengo JuLia URQUIDI ÍLLANES

que verla, que he hecho un viaje muy largo y que es preciso que le

comunique un encargo de su papá. El hombre hace un chiste obsceno

y se va. Quedofrente a la casa, al pie de un balcón, presa

de una gran angustia. Hago esfuerzos por serenarme. P. aparece en el

balcón y me dice que me vaya. Le suplico que me deje entrar y

hablar con ella unos segundos y P. muevela cabeza negativamente.

Yo sigo suplicándole, a gritos, mezclando ruegos e incoherencias Aude A


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enrojecidos. Despierto.
Loque VARGUITAS NO DIJO París, 18 de agosto de
1962

y entoncessiento una sensacióndefastidio porque me doy cuenta de


El fin de semana, tras aquella
queestoy llorando, pero me calmo al ver que P. también llora.
reconciliación, más apa-rente quereal,
Medice que puedo pasar a hablar conella. Hay otros muchachos enel

balcón. Entro a zancadasa la casa y en una sala de luces tenues


fuimosal cine y al teatro. Comimos en un

veo parejas que se abrazany acarician. Las muchachas son restaurante, conversamos comentando lo que

jóvenes y los hombres viejos. Pregunto a alguien por P. y me dice habíamos


que está enel cuarto de la Presidenta. Me señala una escalera. visto, pero nada de hablar de nosotros. No me

La subo corriendo, atravieso un pasillo, me precipito sobre una sentía bien, nuestras conversaciones

puerta: es una alcoba, dos jovencitos me miran con rencor y me frívolas e insustanciales me ha-cían más
dicen que no es allí. Salgo, cruzo pasillos, toco puertas, ninguna daño. Seguía con esa sensación de vacío que
corresponde al cuarto de la Presidenta. La casa había sido una me molestaba. Era absurdo no recordarlas
verdadera ciudad. Enloquecido yo detengo a hombres y mujeres cosas de tres días
queestánen los pasillos y corredores, apelo a sus sentimientos,les

ruego que me digan cuál es el cuarto de la Presidenta. Todas las


176
indicaciones son erradas. Salto de un lado a otro, golpeo puertas,

insulto a los muchachos que aparecen, ahora sigo corriendo sin

dejar de gritar a P. Midesesperaciónes infinita. La búsqueda se

prolonga, parece durarhoras, tengo el pecho muy oprimido y por

segundos pienso que voy a morirme. Me da miedo. Sigo tocan-do

puertas, subiendo y bajando escaleras, preguntando a todo el mundo

porel cuarto de la Presidenta. Una mujer de uniforme, muy amable,

me tranquiliza y me conduce a una puerta grande y pintada de

amarillo. Jala un cordón del mismocolor. La puerta se abre y veo a

P. en el umbral, con pantalones, muy pálida, los ojos


JuLia URQUIDE LLANES Losdos hicimoslo posible porllevar una vida normal, y
creo quelo logramos, aunque nototalmente. Había siem- pre una

atrás. Me dolía mucho la cabeza, me sentía rara. El lunes en la tarde, salí


barrera infranqueable y procuramos ignorarla, era bastante

temprano de casa y fui donde un médico que me había atendido antes. Le difícil, pero estábamossaliendo adelante y vivía-

conté lo que me pasaba. Su diagnóstico me alarmó y atemorizó un poco. Me mostranquilos, sin discusionesni peleas. El río desbordado

dijo que estuve a punto de tener unacrisis muyfuerte, que por algunos estaba volviendo poco a poco a su cauce. Pero tan costoso e

minutos tuve un bloqueo cerebral. Me recomendó descansar, evitar cualquier inestable equilibrio se deterioró cuando empezarona llegar

estado nervioso, caminar mu-cho, que tomaraaire puro, que debía las cartas de Patricia. No le dije nada a Mario, tenía que

“desbloquearme” a mí misma de la tensión tan enorme que me afectaba. Me dio ca-llar si quería conservar la tranquilidad aparente en la

unos tranquilizantes para que los tomaraal levantarmey al acostarme. Me que vivíamos. No le comenté deestas cartas.

fui a trabajar sin contar a Mario de mivisita al médico. No quería Cuandolasrecibía


yo, las dejaba sobre la mesa, era mi actitud acostumbrada:el
exponerme a que no me creyera y me acusara de “dramática”. Seguílas
instrucciones del doctor. Hice un gran esfuerzo por superarme a mí silencio. Hasta que un día no pude más; todotiene límite en

misma,luchar conmigo mismo,alejar de mi mente lo que me perturbaba y la vida, y más aún cuandoestá en juego la vida mismay la

mefui sintiendo mejor. Dejé de tomarlos remedios. Siempre he tenido un felicidad al lado de quien se ama. Abrí unadeellas,la leí, la

poco de aprensión a esta clase de medicinas tranquilizantes, y el cerré y la volví a dejar en su sitio. Mario se dio cuenta y

presentimiento de que algún día me jugarían una mala pasada. me

177
enormemente.

Lo Que VARGUNAS NO DIJO

preguntó qué había pasadocon esa carta que parecía haber


sido abierta. No contesté. Yo también estaba aprendiendo a
mentir y fingir —con tan buenos maestros era imposible que
no lo hiciera—. Arriesgándome mucho,le escribí a Patricia
para pedirle que ya no le escribiera a Mario; le
pedía que, porfavor, me dejara tranquila conél. Ella
tenía toda la vida por delante dada su juventud. No
le hacía ningún reproche; al contrario, solo la
reflexionaba sobre el dolor, sufrimiento y daño que
me causaba. Además,le decía que mi cariño por ella
era sincero. Que comprendía quese sintiera atraída
por su primo.
Patricia me contestó en francés —
para practicarlo ¿qui-zás?— de esta
manera, con una tremendaironía, me hirió
178

xv

Su carta estaba fechada en


Lima el ocho de octubre de 1962.
“Queridatía: Hace cinco o seis días que he recibido una

carta tuya, es tan extraña y desesperada. Pero ¿qué quieres


tú quete diga? Las cosas han pasadoasí. Si has leído mi
car-ta a Mario no hay nada que hacer. Hay cosas tan
imposibles y absurdas que suceden. Me dices que me he
portado mal contigo, eso probablemente; en fin hay dos
cosas que tú me ruegas en tu carta: que no te haga más
dañoyla otra que no le escriba más a Mario. Hay otra cosa
que también me dices,
que vives nuevamente con Mario. Si ustedes viven juntos, sigan

así y sean felices, mis niños, yo lo deseo. Entonces no


escribiré más a mi primo porque yo no quiero hacerlo más.
Pase lo que pase no haré nada, no tengas miedo, no temas
nada. Yo sé lo que te digo, todo probablemente es culpa
mía. El único error que ha cometido Marioha sido ir a bus-
carte antes de que llegue mi carta, puessi él sabía que iba
a volver a vivir contigo, debió esperar dos días solamente.
¿Para qué darte un sufrimiento más y una duda mássi no iba
a separarse de ti? Si un bebé pequeño viene a mi casa y me
rompe un vaso yo lo perdono porqueél no sabe lo que hace;
tú debes hacer lo mismo con Mario,yo soy la culpable
de todo; tal vez, lo hice
consciente.
179
vez de tranquilizarme, me ofuscó mucho más.
¿Para qué Patricia me comentaba que Mario
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
debió esperar que llegase su car-ta antes de
llevarme a casa? Me decía tantas cosas que me
Estoy aniquilada con la muerte de Wandita; nada me
puede hacerfeliz por el momento.Si supieras que desde quete 180
has ido nos hemos encontrado y enfrentado con esta realidad
tan horrible más de cerca. Todo ha vuelto a ser co-mo antes
en la casa, pero sin ella, y se nota más que nunca

el vacío que ha dejado.


Mipapáte ha escrito una carta mandándote las sumas
quele pedías, pero lo hizo a la casa de María Escudero; tu
carta en la que dices que vivías de nuevo en tu casa llegó
un pocotarde, SORRY, pero tendrás queir a recogerla allá.
Enestos días te mandaré una carta dándote poder para
que merecojas TÚ mis diplomas, pues Mario ha ido a la
Sorbona a pedir copias y me dijo que le mandara esta carta;
mándamelos tú, llegarán con más seguridad, pues los de la
Universidad son unos incumplidos. Perdona que te pida este
favor pero Mario había hablado ya sobre esto

en la Sorbona.
Meolvidaba de decirte algo; en casi toda tu
carta me dices que me quieres muchísimo, comprendo
que esto no debeser deltodo cierto; si lo haces para
que yo no te haga más daño,no lo hagas, no hay
necesidad, debes sentirte muy mal. Mario no sabía que
tú me hasescrito ni que has leído mi carta, eres tú
quien debe pensar que yo note quiero. Mil cariños.
Patricia
P.D. Tú estás muy nerviosa y confusa. Hay párrafos
en mi carta a Mario que no debes haber comprendido
bien, Notengas miedo,yo sé bien lo que has
comprendidoy lo
que no has comprendido”.
Unacosaera cierta: mi angustia tan grande. La carta
de Patricia, con tanta ironía, me hería muy profundo; en
Jutia UrQUIDI ILLANES claro que tu sufrimiento y desesperación en estos
momentosnotienen límites y me imagino cómoestaría yo en tu

abrieron una compuerta que antes estuvo cerrada para mí. Ella fue lugar, pero si pierdesla fe enDios, que es lo único que te

mássincera que Mario. Seguí callando y soportando todo. Nunca revelé a puede ayudar

mi marido mi correspondencia con mi sobrina; hubiera sido el fin del en este caso, estás perdida, así que te ruego quetrates de

mundo. serenarte, yo tengo confianza en que todova a arreglarse en


alguna forma y paso enseguida a explicarte punto por punto
Resolví, entonces, escribirle a una tía de Patricia. Me sentía tan
todo lo que he hablado con Patricia. Tu carta me puso tan
confundida, no sé, no veía claro en mí misma. Confundía las cosas, las
nerviosa que pensé y creí en ese momento queel desenlace
mezclaba, es decir, me convertí en otra persona. Recibí esta carta de la
detodoesto sería inmediato,y, por lo tanto, me pareció que
tía de ambos:
no debía perder ni un minuto en hablar con Patricia. Como
“Lima, 9 de octubre de 1962
te decía, tu carta la recibí el sábado a las siete de la
Querida Julita: El sábado seis recibí tu carta del primero y podrás
noche y, por esas casualidades, yo venía sola, así que
imaginarte cómo me quedé. Ante todo, Julita, debo pedirte que debes
Jorge no se enteró del asunto; inmediatamente me fui a casa
tener mucha calma y tratar de serenarte
de Lucho y el ambiente estaba propicio para hablar, pues
un poco; veo con una pena enorme que estás completamente fuera de ti y
Lucho se había ido a las carreras y parece que no regresó
comprendoperfectamente que toda esta trage-dia no es para
menos,pero,Julita, tú eres muy inteligente y buenay, sobre todo,tienes hasta muy tarde; por otro lado, Olga había tenido un día

fe en Dios, así que no me explico que puedasllegar a desesperarte en tal muy malo,

forma. Tú sabes que en esta vida todo tiene remedio, menosla muerte;
181
imposible, Julita, pues lo que era necesario
era que hablara con ella completamenteclaro.
Lo que VARGUITAS NO DIJO
Comote repito, creo que has estado un poco
ofuscada, pues mepides que hable con ella sin
no se había levantado de la cama; se pasó el día durmiendo rodeos en tu primera carta y en la segunda me
(yo creo que había tomadopastillas, aunque ella lo negó). dices que no le diga que he hablado con-tigo
Le dije, pues, a Patricia que quería hablar con ella y que de este asunto; desgraciadamente, cuandollegó
fuera a mi casael lunes, pero tú sabes cómoes ella, con la tu se-gunda carta yo ya había hablado conella.
ansie-dad, y sobre todo, como seguramente calculaba de lo De todos modos, noes para que te pongas
que se trataba, insistió en hablar de inmediato. Nos nerviosa, pues yo se lo he dicho de una
encerramos formatal que de ninguna manera te he hecho
en su cuartoy fui de frente al asunto. Antes de seguir, Julita, quedar mal. Pero es mejor que pasea contarte
quiero aclararte una cosa que me tiene algo nerviosa, tú en detalle. Le dije que acababa de recibir una
me pides en tu carta del 1.? que hable con Patricia sin carta tuya en la que te notaba muy nerviosa y
rodeos, y así lo hice, pero en tu carta querecibíayer, que como suponía que ella también estaba en un
lunes, con fecha tres, me pides que nole diga a Patricia estado de ánimo que necesitaba ayuda, me
que yo había hablado ya de este asunto contigo, sino que permitía hablarle de Mario. Te aseguro,
lo hiciera comosi fue-ran deducciones mías. Esto es Julita, que al principio temía mucho la
reacción de Patricia, pues creía que no iba a permitir que Juia UrQuIDI
LLANES
yo me metiera en este asunto, pero fui decidida a parar el

choque; sin embargo, no fue así; en ningún momento se ha chabaalgo, y que como tú estabas sumamente nerviosa no

violentado y más aún parece que para ella ha sido un pudiste negarme mucho; ahora bien, en ningún momento le he

alivio poder hablar claro con alguien, sobre todo que yo dicho que tú me has contado,sino únicamente que me has

la he aconsejado y le he dicho en todo momento que lo pedido que hable conella porque sabes que necesita de

único quetrato es de ayudarla. Le dije que un día, alguien quela ayude en todoeste asunto. En esto es que me

hablando yo en Lima contigo, YO te había movido el punto he puesto nerviosa, Julita, porque en tu segunda carta me
dices que solo le diga que le hablo por suposiciones mías;
pues ya sospe-
pero, por otro lado, creo que te has olvidado que también
182 en Lima, uno delos últimos días que estuviste acá, me
dijiste quetú le habías dichoa Patricia que hablara conmigo
en ca-so necesario. También le he hecho ver claramente que
lo que tú quieres ante todo es también el bienestar y la
tranquilidad de ella misma, debido al cariño quesientes
porella. Te diré queella ha estado muy comprensiva en todoy
bien, Julita, yo comprendo que motivosnote faltan para
estar nerviosa,
pero me parece que estás más de lo necesario, pues no creo
que Patricia pueda mentirmea tal extremo. De
frente le
pregunté si ella estaba enamorada de Mario, pero en
esto no mecontestó nada definitivo; entoncesla
obligué en una palabra a decirme si Mario estaba
enamoradodeella; me

dice quesí, pero que también sabe que


Mario se enamora un tiempo y despuésse
le pasa.
Le dije que si no estaba enamorada de Mario por qué
se escribían y qué planes tenían; me ha jurado que no
tienen ningún plan en absoluto y creo que no me ha
mentido,Julita; me dice que Mario se va a Méjico, y
cuandole pregunté si
sabía si vendría al Perú, me dijo que nocreía y, además,
que aunqueviniera, ella no podría verlo porque seguramente
no se atrevería a presentarse ante Olga. Tal como me pides
en tu carta, le he hablado hasta el cansancio del enorme
sufrimiento que sería para Olga y Lucho si se enteraran de todoesto, comprende perfectamente y que, por su parte, no
piensa
que suficiente desgracia ya han tenido con la pérdida de Wanda, a lo
queella me ha contestado quelo
183
sea, porque además me dice que no le va a
volver a escribir; no creo que lo haga,
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO
créeme quesi en todo esto Patricia me
ha mentido, no le volvería a creer nunca nada, y sería una
volver a escribirle a Mario y que así se lo ha hecho saber gran decepción, como se lo he dicho a ella
en su última carta. Como el sábado no pudimos hablar muy misma, en vista de la forma en que me
largo, ayer lunes fui por ella y me latraje a almorzar y hahablado. Con respecto a la frase,
hemos conversado toda la tarde. Nuevamente insistí en que esa quele dice a Mario “aún tenemostiempo...
me dijera la verdad,y le dije de frente qué haría ella, etc.”, no le he tocado el punto, porque
digamos, hubiera sido decirle que me has
en el caso de que Mario le mandara un pasaje para irse a
otro país, y su respuesta, Julita, creo que ha sido 184
sincera, y
te diré textualmente lo que me ha dicho: “Bertha, te juro

por el alma de Wandita que nunca cometería semejante bar-

baridad y, además, no le voy a escribir a Mario. Yo sé que

ahora está viviendo nuevamente con mitía; seguramente se


van a amistar y también sé que nunca podré llegar a
nada con Mario, porque además es mi primo hermano”.
Bueno,
quizás tú pienses que me ha convencido para despistarme,
yo también al principio creía, pero no creo, Julita, que me jure

por el alma de su hermana en falso; además, he insis-tido


tanto que ya la chiquita se me impacientaba. Ayerle he
preguntado una y mil veces si Mario le había propuesto
algo o si tenían algún plan preparado y aquí nuevamente me
dijo: “Ya te he jurado por el alma de Wandita que no
pienso hacer nada, ni irme a ningún lado con Mario y él
tampoco me lo ha propuesto, pues para míhacerles algo
semejante a mis padressería igual que agarrar un revólver
y matarlos, y esto sería menos cruel aún que si hiciera lo
que tú piensas, porque sería destrozarles la vida”. Le he
recomendado mucho que nole diga a Mario que le has es-
crito y me ha prometido que no lo hará. Espero que así
JuLia UrquiD! LLANES grande que es saber que nole está haciendo daño a nadie, y
que cuando pasen algunos años todo no le parecerá sino una
pesadilla. En todo está de acuerdo conmigo y medala razón,
contado pormenores; me he conformado con lo que me ha
lo que me ha dejado
jurado por Wanda que no haría nunca una locura.
Diosquiera, Julita, que todo esto sea el comienzo de un arreglo bastante tranquila. Una cosa más me olvidaba; me dices que no se

entre tú y Mario, pues aunque ahoraél esté in-diferente, ya es mucho que entere Patricia de que tú has agarrado su carta para Mario,

te haya llevado a tu casa y que pero ella me ha dicho quetú le dices en tu carta que tienes

estén viviendojuntosy si él ve la firme decisión de Patricia de no querer esa carta en tu poder; yo, por supuesto, ante esto me

nada conél seguramente tendrá que desistir de quedécallada. Oye,Julita, acabo de leer mi carta y veo que

su locura, y con paciencia y un poco de tiempo lógicamente volverá a ti. es de lo másconfusa, pero no sé cómo explicarte másclaro,

Así lo deseo y te ayudaré a rezar para que así sea; no puede haber, hija, te he escrito comosi estuviera hablando contigoy ojalá me

tanta tragedia junta. Dios no lo ha de permitir. Si me permites que te comprendastodo y estés de acuerdo en la forma como he

aconseje, procura que Mario note note nerviosa y ansiosa, más bien hablado con Patty; quisiera que esta, en lugar de carta

muéstrate fuera cable para que llegara hoy mismo, y sobre todo ruego

un poco indiferente en la medida de tus fuerzas. Quizás a Mario no le parezca


a Dios para que te dé un poquito de tranquilidad. No me

un imposible porPatricia, pero ella me ha dicho claramente que bajo todo pidas disculpas por preocuparme con tus asuntos; qué

punto de vista está convencida que sí, que es un imposible. Le he tratado ocurren-

de explicar que el mundo no se ha acabadopara ella, que es unacriatura y


185
que si cree que ahora está sufriendo, que se consuele conla satisfacción
tremendo que Mario se enterara de que yo he

intervenido en este asunto; creo que se pondría


Lo QuE VARGUITAS NO DIJO furioso. Espero que toda esta tragedia quede
en nada, tanto por ti como porla Patricia y
cia, Julita, cualquier cosa que quieras, escríbeme nomás, por el mismo Mario. Chau, sobrina, espero tus
y haré lo imposible portratar de solucionar algo en la noticias y mientrastanto recibe miles de
medida de mis posibilidades. Tienes que luchar cariños y abrazos de, Bertha”.

mucho,Julita, y a fuerza de muchas lágrimas y La carta de Bertha me hizo ver

sufrimientos, pero te repito, no pierdasla fe, ahora tengo claramente, en primer lugar que yo no estaba

la esperanza de que todo se arregle. Patricia me ha pedido ni estuve nunca equivocada en mis sospechas

mucho que no se vayan a enterar Lucho y Olga de todo esto; del amor de mi marido por su prima, puesto que

yo, por mi parte, le he dicho que de mí no saldrá una ella misma lo había confesado y confirmado en

palabra como supondrás, pues la verdad,Julita, sería algo sus charlas con su tía. Callé también esto. El

que los mataría a los dos. Patricia me dijo que te iba a hablar con Mario hubiera sido implicar a gente

escribir hoy, ojalá recibas las doscartas juntas. Te ruego de buena voluntad que trataba de ayu-darme.

que me escribas cuanto antes, porque estoy preocupada; Conesa carta, que era una evidencia, podría

ojalá tuvieras un tiempito para contarmecuáles son las haber hecho muchascosas, por ejemplo, enviarla

últimas reacciones de Mario.Sería bueno que micarta la a mi cuñado y hermanay hacerles ver qué era lo

rompieras de inmediato, porque sería que pasaba. ¿Pero hubiera sacado algo con eso?
No,al contrario, hubiera despertado másla violencia de JuLia UrQUIDI
ÍLLANES
Mario. Preferí guardar aquello muy den-tro de mí. Seguir a
su lado como si nada supiera, pero era muy difícil,
teniendo la seguridad de que el hombre que profundo en el corazón, pero no podía hacer nada;

uno ama, ama a otra persona, y peor aún si esta es como opté por el silencio y por la esperanzade que el
tiempoy la distancia hicieran que las cosas cambiaran
unahija. Ya no eran simples sospechas. Me quedó un
de rumbo.
dolor
Por esa misma época sucedieron varios acontecimien-

186 tos que medistrajeron un poco de mis problemas. Mario había


presentado La ciudady los perros al concurso Biblioteca
Breve de Seix Barral, aunque él no quería hacerlo, pues se
sentía inseguro. Lo animé muchoparaello; también Carlos
Barral lo alentaba constantemente. Siempre tuve fe en su
carrera de escritor. Pasamos días llenos de nerviosismo y
de esperanza. Yo tenía la absoluta seguridad de que Mario
ganaría el premio. Trabajó mucho en esa novela —cuatro años
—; entonces, por justicia, pensaba que le correspondía,
además de que era una buena novela. Hablábamos mucho sobre
esto; para Mario sería su primer paso hacia el camino que
tendría que recorrer, pero ya con pasos másfirmes, con un
buen comienzo. La noche dela entrega del premiollegó
finalmente. Lo acompañéa la radio, mefui a la sala de télex
a recibir la noticia. Subí y bajé las gradas más de cien
veces, y la esperada noticia no llegaba; entretanto, hacía
señas a Mario mientrasél seguía trabajando en su
informativo, y ¡Bendito sea Dios!, la máquina comenzó a dar
los nombres de los premiados. Mario había ganadoel Primer
Premio.
187
“La mujer es tan necesaria para el goce del

hombrey para su triunfo que, se puede de-


cir, que si no existiera, los hombres la ha=

brían inventado”.
Simone de Beauvoir

XVI

Mi alegría era tan grande que enmudecí. Arranquéel


télex de manos del operadory bajé las gradas como alma
que lleva el viento. Entré en la oficina donde estaba mi ma-
rido y se lo alcancé; yo lloraba de alegría. Los dos no sabía-
mosquédecir, nos mirábamosincrédulos. Una cosa es tener
esperanzasen algo, y otra muy distinta el que esa esperanza
se haga realidad. Después de mucho tiempo me besó y me
abrazó muy fuerte; su emoción era inmensa. Todos nos mi-
raban extrañadossin sospechar lo que pasaba. Les dimos
la noticia, fue algarabía general, por poco esa nocheno sale
al aire la emisión en español. Trajeron de no sé dónde una
botella de champagne para brindar porel éxito de Mario; ¡qué
orgullosa me sentía, no me cambiaba por nadie! Después de
terminar su trabajo, Mario y yo nos fuimosa casa llenos de
euforia y tan felices comohacía largo tiempo no lo habíamos
estado. En la mañana, temprano,llegó un cable de Carlos
Barral anunciándole la gran noticia, y un poco después uno
de mi cuñado Lucho,felicitándolo. Ya se sabía la noticia en

Lima.
Días más tarde Mario tuvo que viajar a Méjico. El
Presidente de Gaulle asistiría a una reunión y exposición
en esa ciudad, y la radio lo comisionó para que cubriera la

189
pulantes— que viajaban en el Jet Boing 707
de la ruta París-New York-Méjico estuvieron
LoQUE VARGUFTAS NO DIJO anoche a punto de su-frir una catástrofe
por impericia del piloto que conducía la
noticia y realizara otros reportajes. Antes de viajar me nave. El avión trató de aterrizar a toda
pidió que pasara una vez más a máquina La ciudad y los velocidad y “se
perros, cosa que hice para llenar las horas de la noche en comió la pista”. Para salvarse del
que me acometían miles de fantasmas, analizaba desastre, el Jet volvió a elevarse. La
obsesionadamente torre de control del aeropuerto, extrañada
nuestras vidas. Recibí su primera carta, bastante
lacónica, sin siquiera una palabra de encabezamiento y que 190
decía:

“Méjico, 16 de octubre de 1962


Este viaje comienza mal. Anoche casi nos matamos al
aterrizar, en los recortes verás que “los pasajeros no se
dieron cuenta de nada”, lo que es de un cinismoincreíble.
Todo el mundocasi se vuelve loco de susto, pero sobre todo yo,

ya te puedesfigurar. Me he quedado con los nervios mal,


otra vez. Y para remate tuve que comenzara trabajar esta
misma mañana, sin ánimos. En fin, te escribo ahora solo

unaslíneas para que sepasla dirección. Me quedaré en este


hotel, que es buenoy barato. Confío en que estés tranquila
y quetodo vayabien porallá. No dejes de avisarme si Carlos
Barral recibió el manuscrito de mi novela. No te puedo
con-tar nada de Méjico, solo he visto el Bosque de
Chapultepec, donde está la exposición. Ya te escribiré más
largo pronto. Recuerdosa José María. Mario”.

Mario no se cansaba de corregir La ciudad y los


perros y enviaba a Carlos repetidamente nuevos
manuscritos.
Losrecortes de prensa que me
incluía eran realmen-te alarmantes; sus
titulares decían: “LA MUERTE RONDÓ ANOCHEA
140 VIAJEROS EN UN JET”y el artículo era el
siguiente:
“Ciento cuarenta personas —130 pasajeros y 10 tri-
Jutsa UrQuIDr ILLANES los viajeros venía el señor Humbert Rousselir, Jefe del Servicio

de Expansión Francesa Económica en el extranje-ro; el


señor Roger Philippon, Presidente de la Exposición
por la inesperada maniobra, preguntó hasta cinco veces al piloto
del Libro en el extranjero; Roger Monteil, Director del Instituto
Georges Bernard las causas que lo obligaron a tomar altura. Hasta
de Investigaciones Siderúrgicas; Albert Treca, Ministro de
la última llamada el capitán de la nave contestó y dijo que una
Relaciones Exteriores de Francia, que asiste a la
vaca se le había atravesado en la pista. Inmediatamente se mandó
Exposición Técnica Francesa y otras personalidades”.
a inspeccionarla
Junto con este había varios recortes de otros
pista y sus alrededores y el animal no apareció por nin-gún lado.
periódi-cos que me enviaba. Me puse tremendamente
Por tanto, la torre atribuyó la maniobra del
nerviosa y preocupadaporél. Desde el accidente donde
piloto a que, habiéndose “comido” la carpeta asfáltica por
perdió la vida Wandita, le quedó como un trauma
excesiva velocidad, tuvo que elevarse nuevamente para evitar un
porlos aviones.
desastre. Por su parte, la aeromoza Luisa Guillén explicó que
En esos mismosdías, recibí otra carta de Patricia.
cuandoel avión enfilaba para tomar la pista, sorpresivamente
Era la que había prometido escribirme, pero que llegó
rugieron los motoresy el Jet
retrasada. Enla forma quese dirigía a mí contrastaba con
volvió a tomar altura. Ella dice que acudió a la cabina de pilotos y estos le
todo lo que le había hablado a su tía Bertha. Me parecía
informaron que una vaca invadía la pista. La señorita Guillén informó
mentira estar leyendo la carta de unacriatura de dieciséis
entoncesa los pasajeros quedarían otra vuelta sobre la ciudad de Méjico
antes de años; decía:

aterrizar. Afirmó la aeromoza quelos pasajerosnose alte- raron, ni se


191
dieron cuenta del peligro que corrieron. Entre
nadaquever en esto. Te juro (no por Dios,
porque cabría la posibilidad de mentirte)
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
sino por mi hermana, que todo lo quete estoy
escribiendo escierto.
“Lima, 26 de noviembre de 1962 No sé en quéte basas para
Queridatía: Hoy en la tarde he leído la carta que le
afirmar que le he escrito
has mandadoa Bertha. Soy yola que tiene que contestar a allá y a Méjico.
tus 2 preguntas. No he sabido sino por tu carta que Mario Desde ESA CARTAquete escribí no le he
ha estado 24 horas en Lima. Nosé cuál ha sido el objeto de escrito sino una vez y fue cuandollegó a
su Méjico para pedirle que no me escribiera más
venidasi es que estás segura que lo ha hecho, como dices y para tratar de convencerlo que Bertha no
en tu carta. No tenía idea que había estado aquí porque ni
me había engañado a mí, ni que lo que sabía
me
se lo había
lo había dicho ni lo he visto tampoco, más aún ni siquiera
dichoa todala familia.
he hablado porteléfono con él, tienes que creerme. En se- Hacebastante tiempo que ÉL no me
gundo lugar, no sé con quién diablos ha hablado Mario por escribe tampoco, tanto es así que ni
teléfono desde París, pero conmigo noha sido. Creo que lo siquiera me ha escrito por mi cumplea-ños.
que deberías hacer es preguntarle y así verás que no tengo
Erestú, tía, la que se empeña ahora con tus nervios en Jutia UrQuUIDI
LLANES
destrozarse másy revivir todo esto que por lo demás ya
hacía más de un mes de lo cual no se hablaba. En tu carta
mis papás. Haz de cuenta que ellos nadatienen que ver con-
haces una especie de amenaza, contarle LO QUE LE HA
migo. ¿Qué sacarías contándoselo a mis papás? Amargarlos
SUCEDIDO A MARIO,a mi papá. Siento en el alma tener
querecordarte algo que mi hermana te pidió una vez:
no vengarte con mis papás por cualquierlío que
25 nada absolutamente nada más. Te
suplico que los ODIOS, RENCORES Y
tuvieras con nosotras. Cualquier cosa que tengo que
DESESPERACIONESsean para mí.
decirte no voy don-de tus papás ni donde tu marido Entu carta eres tú la que me presenta comola víbora y
sino quete lo digo ti. Eso quiero que hagas conmigo, a Mario comoel angelito. ¿Quéharías, Bertha,si llevaras a
TE LO RUEGO. No meterte con vivir a tu casaa la hija de tu hermana y ELLAENAMORAA
JORGE? ¡Qué atrocidad! Bonita manera de resolver y pensar
192
las cosas. Lo que debí hacer en cuanto le pasó eso a
Mario fue venirme a Lima. YO NO HE SIDO DE MI PRIMO
ESO QUE TÚ PIENSAS.¡Cuidado! Tú exageraslas cosas,tú
estás muy nerviosa y desesperada, eso lo comprendo.Si
estás viviendo con Mario encuentro absurdo el que
mesiga es-cribiendo y absurdo también quete sigas
imaginando cosas y encimacontrarias a lo que hansido
enrealidad.
¿Por qué no tratas de olvidarte de esto, tía? NI
PIENSES, NI ESCRIBAS,ni hables de esto. Si Mario está
viviendo contigo es seguramente porque también lo
piensa así. Debes olvidarte de la DESLEALTAD TAN
GRANDE DE TU SOBRINA.Yo también tengo
muchoqueolvidar. Con mi primera carta me echabayo la
culpa de todo porque pensaba queasítenía y debía
hacerlo, pero ahora yo también estoy asqueadadetantas
cosas que ni ánimospara eso tengo.
Tu famosa carta me ha irritado terriblemente.
Comprendo que con esta pase algo igual; te ruego no
escribir más, tampoco a Bertha sobre esto, pues desde ahora
en ade-lante nadie me sacará media palabra. Hasta pronto,
Patricia.
P.D. No muestres esta carta a mi primo,él te haría un
escándalo, un sufrimiento más para ti. ¡Ah, me olvidaba!,
trata de ayudar a Marito en desprenderse de las garras de
esta víbora que lo ha hecho caer en una cosa tan desleal”. forma, con tanto rencor, hasta con cierto odio
Cuando terminé de leer la carta de mi sobrina, tem-
193
blaba entera, no podía concebir que una niña me escribiera en semejante
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO íntima casi noexistía. Rara vez se acercaba a mí,
para alejarse nuevamente. Yo nopodía ser solo ese
objeto que se toma y se deja cuando se quiere. En
acumulado. Parecía que la engañadafuera ella, que el
nuestrasrelacionesera frío, no ponía nada de ca-
estar viviendo nuevamente con mi marido fuera para ella
riño, nada de ternura, algo completamente
una ofensa terrible. No sabía qué pensar. Nunca pretendí
maquinal. Decidí
ven-garme. El tiempo le demostraría lo equivocada
queantes de seguir con esa farsa de matrimonio,
queestaba. Esosí, no cejé en mi lucha por no perder a
Mario, pero a lo mejor era terminarlo. Le escribí a Méjico en

ella nunca la ofendí. En cambio,ella sí lo hizo conmigo y estos términos a Mario.

mucho. Incluso hasta la justificaba atribuyendoesta


194
situa-
ción a cosas de su edad; era una niña que quería ser
mujer a toda costa y que se encontraba víctima de un amor
desgra-ciado. Si yo hubiera hablado con mi hermana y mi
cuñado oportunamente, me hubiera evitado todoslos
sufrimientos, además que hubierasidolo justo; pensé en
ellos mucho más que Mario y Patricia. El tiempo es un
paliativo para el dolor, y la comprensión de una mujer
que ama da todo porel ser amado; es por esta razón que,
llegado el momento, les dejé el campolibre sin reproches,
sin rencores. Lo que viví fue solo mío, para qué lo iba a
decir, ¿acaso podía pretender encontrar eco en dos
personas que solamente pensaban en

sí mismas? No, no encontraría nada, como queasí fue.


En misoledad tenía mucho tiempo para pensar. Con José

María, que por unosdías se alojó en casa, íbamos a los museos,

dábamoslargos paseos, pero nuncale dije nada de mis


“obse-
siones”, comolas llamaba Mario, y seguía metida en
misilencio. Día a día me encerraba más en mí misma. Alirse José
María nuevamente me quedé sola con mis amarguras y eran estas

tan horribles que me dañaban hasta lo más profundo de mi


ser. Nosabía qué caminotemer; adoraba a mi marido, pero
no me resignabaa ser simplemente su amiga. Nuestra vida
JuLia UrQUID! LLANES

ionso...
Lo QuE VARGUITAS NODIJO indios ta-rascos. Eso y lo demás han
acabado con mis nervios. Ya sé que no es
ningún consuelo, pero yo también estoy “a
Le pedía que nos separáramos de buena manera, que no
bout” y mi cabeza es un hervidero.
quería que llegáramos a odiarnos. Sin mencionar las
cartas
196
de misobrina,le decía que estaba enterada de muchascosas, pero

que no tuviera miedo a ningunabajeza, que lo dejaba en


libertad para que viviera como él quería hacerlo. Le
decía inclusive que aceptaba todo lo que pudiera decirme,
que si se había enamorado de otra mujer, me lo dijera.
Que con un poco de paciencia podría alcanzar todo lo que
deseaba sin hacer daño a nadie; que después de separado
de mí, no llamaría la atención que buscara nuevos rumbos
en su vida.
No nombré a nadie en especial. Quería seguir
evitando sus negativas, sus reproches y sobre todo sus
acusaciones de que yo estaba calumniando a una inocente
criatura. En fin, una vez másle abrí el corazón, pues ya
no podría continuar martirizándome a mí misma. Por un lado,las
insolencias de mi sobrina; por otro, las negativas y
mentiras de mi marido. ¿Hasta cuánto puede aguantar una
mujer? Ya había llegado a milímite de humillaciones.
Recibí la siguiente contestación:

“Méjico, 3 de noviembre de 1962


Negrita: Hoy recibí juntas dos cartas tuyas, la
primera que había andado extraviada en la Embajada, y la
del 31. Una vez más,siento una gran confusión, una gran
amargu-ra. Me duele horriblemente verte en ese estado de
desespe-ración porquesé que soy el responsable. La vida
es bastante absurda, ¿Quién meiba a decir que yo también
terminaría en un marido modelo? Note he escrito hasta
ahora, no por
cálculo comocrees, sino por simple confusión. Además, mis

nervios van de mal en peor. La altura me ha sentado mal,


he tenido muchotrabajo aquí y tuve que pasar varios días
en el interior, cerca de Pátzcuaro, haciendo un reportaje
sobre la celebración de la Fiesta de los Muertos porlos
Junia UrouiD1 LLANES

Medices que ya sabes todo, y que has tomadola de-cisión de irte a


Bolivia. No lo hagas. Espérame en París. Trataré de que las cosas vayan
mejor en el futuro. No quie-ro que me perdones nada, solo que trates de
comprender. Espero que podamossalir adelante. Ya no te tortures más
por lo que más quieras, no sabes cómo mehaces sentir con tus
reproches. Parto pasado mañana a Cuba, donde estaré
unos 15 días. Regresaré de allí a París por Praga, donde
tendré que quedarme un día seguramente.
Hagoeste viaje sin entusiasmo, como todo ahora. No puedes saber lo
amargado y dolorido que estoy. Sé que tú también vives una especie de
infierno. Haremos lo posible porsalir de él, pero sin mezclar a nadie
más. Pienso que algún día comprenderás que las cosas no son tan fáciles
como parecen, que no se puede condenar y juzgar como tú lo haces. Pero mejor

es no hablar más de eso, por lo que más quieras, nunca más. Escríbeme a la
Embajada Francesa en La Habana. Yo lo haré de allá también si no se cae el

avión.

(Esta idea se ha convertido en una especie de fascinación para mí desde


hace un tiempoy a ratos tengo la impresión de quesi tuviera que
elegir, escogería ese tipo de muerte).
Te dejo ahora, te suplico que no te desesperes en esa

forma, por lo que másquieras, Julia. Mario”.


La carta de Mario me desconcertó y anonadó. Yo pre-sentía que
estaba sufriendo, pero no podía llegar a saber cuálera la realidad de
sus padecimientos. Si bien me los de-
jaba entrever, no hablaba con franqueza. Tenía que aceptar lo queél
decía, lo amaba, ¿qué podía hacer? Callé la eviden-
cia que encontré en las cartas de Patricia, no por miedo a un escándalo

comoella decía, sino para no poner a Mario frente

asus mentiras, no quería descararlo. Nole hacía reproches, solo le decía la

verdad de mis sentimientos. ¿A quién más que a él podía decírselos? Pero


lógicamente mi sinceridad la tomó él como reproche. La verdad tenía que
deducirla por

197
Lo que VARGUITAS NODIJO me desesperaba por
confiar nuevamente en él, traté de hacerlo
con la mejor bue-
mí mismay fue lo quehice. Patricia me decía que noescri-
biría más a Mario, que había cortado todo con él. Confié en eso. 198
Entoncesla única verdad era que él quería a su prima
hermana,y que vivía en ese infierno conmigo amandoa otra
persona. Pero no medejó ir, le ofrecí su libertad y no
quiso aceptarla, ni que me fuera. ¿Qué quería? Sin
analizar más la situación, me quedé en París y lo esperé
conla ilusión de poder compartir nuevamente nuestra vida.
Detratar de ser felices, de hacer lo posible por lograrla
paz,la tranquilidad. Aunqueen su carta no me decía ni una
sola palabra de cariño, por lo menos prometía que las
cosas se arreglarían, que viviríamos de otra manera, que
reconstruiríamos lo que estuvo a punto de deshacerse.
Confiaba en todo aquello, en sus promesas,y lo esperé con
gran cariño, con gran emoción y con todo mi amor. De
Méjico, como me decía en su carta, lo enviaron a Cuba. Fue
la época de la invasión a la Bahía de Cochinos. Yo seguía
trabajando y copiandosulibro, a pesar de que ya se habían
enviado todoslos ejemplares que necesitaba para la
editorial, para su publicación. Hasta que una mañanaen la
oficina me enteré de que Mariollegaba de Cuba. Desde que
salió de Méjico no tuve ninguna otra noticia.

El día que Mario regresó, esperé ansiosamente su


lle-gada, con los nervios en tensión. Me preguntaba mil
veces
cómo mevestiría, qué le diría al verlo, en fin, un cúmulo de

interrogantes. Sentía esa maldita muralla que se había


levan-tado entre los dos. Ambos sabíamos que había una
sombra que nos separaba pero ninguno se atrevía a
nombrarla. Yo cumplí mi promesa de no volver a tocar el
problema que nos incomodabapordiferentes razones, pero
estabaallí y no podíamosliberarnos deél. Examinaba su
carta en la que me negó la separación. La leí tantas veces
que la sabía de me-moria. Ansiaba confiar en sus palabras,
Jutia UrQuiD! ÍLLANES

na voluntad y estuve a punto de lograrlo. Lo esperé en casa, en nuestra


casa. ¡Qué horas más largas! En cuanto llegó, me besó y me abrazócon
ternura, con una fuerza desconocida desde hacía tiempo. Era comosi
quisiera transmitirme una seguridad que yo no sentía completamente,
comosi deseara
convencerse a sí mismo que esperaba anhelante el momen-to de
nuestro reencuentro. Me acuerdo que tenía puesto
un terno negro de corderoy que le quedaba muy bien. Me trajo cosas
muylindas de regalo, aún las conservo todas. (Después me enteré que a
Patricia también le había enviado desde Méjico un lindo prendedor).
Descansó un momento. Meeché a su lado en la cama, me apoyé en su hombroy
así estuvimoslargo rato, en silencio, en ese silencio que a veces dice
más que todaslas palabras. Me invitó a cenar a un restaurante cerca de
casa. Salimos. Al pasar por una joyería del Barrio Latino, me apretó la
mano y medijo:

—Ven, entremos. Quieroregalarte algo lindo.


Yo mesentía feliz y desconcertada. No sabía cómo ac-tuar, no sabía
qué escoger, miraba todo lo que había a mi alrededor, hasta que
finalmente me decidí por un lindoreloj de oro, muy pequeño, unabelleza.
Pero me preguntaba qué significaba esta atención; ¿era un regalo o una
compensa-ción? Nunca lo supe. Pasamos una noche muylinda, a pesar
de “ese algo” que seguía entre nosotros. Ese tema que no podíamos tocar y que

los dos lo sentíamos intensamente. Yo deseaba aclarar muchas cosas, pero


no me animaba a malograr ese momento. Conocía, además, sus reacciones y
estaba segura de que me envolvería en un sinfín de palabras para las que
no tendría respuesta. Usaría todo ese caudal de vocabulario quetiene,
todo ese lenguaje que domina(en ese sentido siempre estuve en
desventaja). Quería saber cuál era misituación, pero esperé.
Comosiempre,preferícallar y entraren el juego de “aquí no ha pasado
nada”. Me acordé de un párrafo muylindo de unlibro de Simone de
Beauvoir,
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO

200
Bellas imágenes, que acababade leer; dice: “¿Es que no ad=
vierte entre nosotros el paso de las cosas no
dichas? No del silencio, sino de las frases vanas; ¿no
advierte la distancia, la ausencia bajo la cortesía
de los retos?”. En realidad, esa era mi situación,
Durante una temporada vivimos tranquilos, y hasta
podría decirse quefelices. Nuestra vida se iba
normalizando
en todoslos aspectos; ya había algo de comunicación entre

nosotros. Empezamos a compartir muchas cosas que había-


mos dejado de hacer. Llegaron las pruebas de galera de su

libro, las que corregíamos juntos en un café junto al

Sena, con la emoción y alegría que esto significaba

paralos dos.
concurrida de la tuve que salirme disgustada por un fuerte
resfrío. Ardía enfiebre, así que mi marido me llevó de
regresoal hotel y pidió a una de las camarerasalgo caliente
y unasaspirinas. Comoeralógico, regresó a la fiesta; al fin
y al cabo era en su honor. Me quedé sola y bastante maluca.
Empecé a delirar conla fiebre hasta que me quedé dormida.
Nosé a quéhora regresó Mario. Amanecí sin poderhablar,
tenía una bronquitis aguda, me daba penay cólera sentirme
tan mal, porque no podía participar plenamente del primer

XVII gran triunfo de Mario. Él estaba tan emocionadocon todo,


tan en otro mundo, que mayormenteno le preocupó mi en-
fermedad. De rato en rato, con amabilidad me preguntaba
cómo mesentía. Hicimos un paseo al Barrio Chino, donde

Viajamos a Barcelona. Mario debía recibir el Premio Biblioteca vimoslas cosas más increíbles, y compramosvariasdeellas.

Breve por La ciudady los perros. Conocimos gen-te estupenda que fueron Nosdivertimos enormemente a pesar de mi malestar.

muy buenos amigos, como Luis Goytisolo y varios más cuyos nombres no Estas cosas eran generalmente paralos turistas, ya

recuerdo.Si los volviera a ver nuevamente, los reconocería. La noche que que estaban
entregaronel justo y ansiado premio a Mario, hubo una cena muy
201
Nos dio pena, pero teníamos la promesa de la
propietaria de avisar-nos en cuanto se
Loque VARGUITAS NO DIJO
desocupara. Comenzamos a buscar dónde vivir.
Encontramos un departamentoen la rue
vedadas para los castos ojos españoles; ahora ya todo eso Valadon, que no me gustó mucho. Era poco
ha cambiado. Comimosen una tasca muypintoresca, en un acogedor, no me sentí nunca “en casa”, Julio
ambiente de alegre camaradería. Disfruté la noche lo y Aurora Cortázar nos visitaban y varias
mejor que pude, fue muy completa... Después de tanto veces cenamosjuntos, bebiendo un delicioso
distancia- vino que Julio llevaba. Hice lo posible para
miento, mi marido se me acercó con cariñosy ternura. Era el que el apartamento se viera acogedor, pero
mismo Mario que se había casado conmigo por amor; esto
para lograrlo completamente hubiera habi-do
llenó mi corazón de una dulzura enorme y de una esperanza
queconstruirlo de nuevo. Muchos amigos
maravillosa; me dio casi la seguridad de que volveríamos
continuaban frecuentándonos; por lo tanto
a reencontrarnosy dejaríamos atrás todos los sufrimientos
las conversacionessobrelite-ratura eran
pasados. interesantísimas, de las cuales realmente
Nuevamente en París, tuvimos la desagradable sorpre-
saqué provecho. También recibimosla visita
sa de que la dueña de casa necesitaba el departamento
del gran humorista y periodista peruano
dela rue de Tournon,puesllegaba unahija y viviría en él.
Soflocleto. JuLia UrQuIDI
ILLANES

Nopodría precisar en qué momento y por qué motivos


comenzaron nuevamente a deteriorarse nuestras relaciones. discutir, y me estaba prohibido hacer preguntas, comencé
Otra vez mis ilusiones se venían abajo. Mario estaba también yoa salir, sin decir a dónde iba. Mis salidas eran
siem-pre callado,taciturno y violento e indiferente. donde Nicole, una muchacha francesa que trabajaba con un
Parece que la frase “hogar dulce hogar” no estaba hecha productor de cine, estupenda amiga. En dos ocasiones
para nosotros. nos consiguió a Mario y a mí papeles de extras con
Cuandoyo llegaba dela oficina, me iba los que ganamos unosfrancos adicionales. En una
directamente al mercado a hacer las compras. Casi delas películas mi marido representaba a un
no cruzábamospala- Almirante de Marina; se lo

bra, él salía a caminar o se iba solo al cine. Como no veía buenmozoy divertido con el
quería elegante uniforme, como pasajero de
un avión.
202 Un domingo muy temprano me fui donde Nicole;ella se
sorprendió al verme, perole dije que necesitaba estar con
ella ese día, para hacer hora y llegar a casa después que
Mario hubiese salido a trabajar. Esa noche tenía turno en
la radio. Generalmente comenzaba entre las nueve y media y
las diez de la noche. Cuandollegué a casa la encontré a
oscuras, pero en el dormitorio estaba prendida la luz de
la

mesa de noche y debajo de la pequeña


lámpara esta nota de mi marido:
“Julia: Un año después de nuestra reconciliación, com-

pruebo(y tú también, sin duda) que hemosvuelto al punto de

partida. Sabes muy bien que tus acusacionessoninjustas, ridículas

más bien, y que en realidad son pretextos con los que quieres

desfogar tu fatiga y tu irritación contra mí. Sabes

perfectamente, también, que tus fábulas no me ofenden,solo me

entristecen. ¿Para qué entonces esta comedia? Hace un añote dije

que no ibasa ser feliz conmigo (no fue esto lo

que meescribió de Méjico), porque yo conozco mis defectos


bastante bien (defectos que son por lo demáslos que te em-
peñas en achacarme). Te dije también que no iba a cambiar
y quesi querías volver conmigo, debías aceptarmetal como
soy. Así, pues, es inútil, es absurdo que me amenaces. Yo
no voy a tomarla decisión de separarmedeti y tampoco voy poco antes de construir esashistorias de
a cambiar. Si vamos a continuar juntos te ruego entonces quereflexiones un
203
mucho tiempo no cambió. En cambio élsí
seguía saliendo, sus derechos eran intoca-
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
bles. Al día siguiente, mientras preparaba
el desayuno, me puse a tararear una canción
adulterio, pañuelos manchados,etc., que solo (cosa que hago bastante mal), siguiendo la
sirven para amargarnos un poco másla vida a los melodía de un disco. Mario me miraba y me
dos. observaba. No le hice ningún comentario
Es inútil también que me amenaces veladamente con sobre su nota, so-lamente mereía sola, y eso
meterme cuernos.Si lo haces para obligarme a cambiar, le causó una irritación terrible. Hasta que
pier-des tiempoy energías, tal vez por el terrible daño megritó: “¡Basta! ¿Quées lo que pretendes?”.
que me
han hecholos tuyos, los celos no determinarán mi conducta 204
jamás. Si es para resolver una necesidad física (razón muy
respetable), el exhibicionismo es de mal gusto. Desde
ahora te aseguro que no daré el menor paso pararevitar los
temi-bles cuernos, ni te haré el menor reproche si ellos
vienen. Nofaltaba más. Pero en ese caso, decidiré que no
hay razón alguna para que sigamosjuntos. Sería injusto,
¿no es ver-

dad? Que yo me contentara con el rol bufonesco de


maridocornudoy fiel; ¿quién lo creería, no?
Mario”.
Esta nota en realidad me causóa la vez rabia e
hilari-dad; encerraba unainsolencia tremenda, pero también
gra-cia por los temores de Varguitas de “ser cornudo”. Lo
que menos pasaba por mi imaginación era mirar a otro
hombre, estaba demasiado enamorada deél. En lo quese
refiere a mis celos, fue porque un día, lavando la ropa,
vi rouge en uno de sus pañuelos; lo único quele dije fue:
“Mario,si tus amiguitas de la radio o de dondesean,tienen
la boca sucia, consíguete unaservilleta de papel porque me
cuesta mucho sacar el rouge ordinario de tus pañuelos”.
Por supuesto que bastó esto para que se armara una nueva
escena; era una ley inquebrantable en casa el que yo
pudiera decir nada. Tenía que ser ciega y muda, y por
Junsa UrQuiDI ÍLLANES grande, sin dejársela notar. Quería tomar las cosas por
otro camino,ver si así me daba másresulta-do quelas

Lo miré asombrada, respondiéndole: “Nada”. Entonces me preguntó: “¿Dónde peleas, las discusiones,las ofensas que, muchas veces, la

has estado ayer? Hasta que me fui no regresaste”. “Ajá, ¿y tú dónde generalidad de ellas eran más agresivas de parte de Mario,

estuviste anoche? Si yo no te pregunto dóndesales, tampocotú tienes el porque, comodije anteriormente, yo tenía miedo de que por

derecho de hacerlo conmigo. Creo que somos dos personas sensatas, las una ofensa, una sola palabra mal dicha, Mario medejara y

cuales confiamos enormemente la una enla otra, así que no hay motivos aceptaba todo para poderretenerlo. Vivía en una

para dar explicaciones. Tú siempre mere-prochas mis celos, dices que humillación deprimente, donde se pisoteaban mis sen-

cuando sales pienso que has estado con otra mujer, que has estado timientos. Pero decidí pagar con la misma moneda. No me dio

haciendo el amor en otra parte; ¿tal vez porque en casa se ha olvidado buenresultado, pero por lo menos me demostró que cualquier

lo que significa esa palabrita? Aquí no hay nada de nada,note preocupes, cosa que hiciera contra su hombría —su machis-mo—,o contra

no meinteresa, no tengo esas necesidades físicas. Bueno, piensa lo que su orgullo, le disgustaría. Reflexioné sobre este episodio

quieras de mí. Dices que no aceptas ser cornudo; de acuerdo, yo y llegué a la conclusión de que si se preocu-paba por

tampocoacepto serlo. Entonces podemosllegar a un acuerdoentre los dos, missalidas y el temor de ser “cornudo”, probaba que aún
¿no te parece, Varguitas?”. Salí de la habitación sin esperar ninguna significaba algo paraél. Incluso en su nota me decía que
res- nolo obligaría a separarse de mí. Además,su actitud se

puesta de su parte.
Por supuesto que ese momento de humorlo vivía con unatristeza muy
205
una mesa, cuatrosillas, un sillón viejo, una
repisa para libros, un viejo teléfono. La
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
otra pieza era un dormitorio con una cama,
un bidet (adminículoinfaltable en París) y
contradecía con lo que había escrito al decir que no un ropero minúscu-
acepta-ría jamás ser engañado, agregando que no haría nada lo. No había puerta de separación entre las dos
para evitarlo. No volví a tener “missalidas misteriosas”, habitaciones; quedaba solo el hueco donde
tampoco había que echarle leña al fuego, y menos aúnsi la debía haber habido una. En un corredor que
llama era débil. No me di mayormente por enterada de su daba a un pequeñopatio estaban la cocina y
“notita”, dela que hablé de paso y tampoco di la ducha. Cuando llovía me mojaba másallí
explicaciones por mi ausencia, ni para confirmar o que en la calle. La ducha era un alambre
desechar de plano sus veladas sospechas. Así que su pose colocado en formacircular, con una cortina
de hombre liberado quedó un de plástico, con un gran bañadorde plástico

poco desairada. tam-bién, donde se debía acumular el agua,


Nunca me gustó la casa de la rue Valdon; no sé, le porquesi esta caía al patio se inundabala
encontraba algo que no iba conmigo. Durante la época que entrada principal del departamento
vivimosallá y que en París, con gran entusiasmo,llaman de la dueña de casa. En invierno era un
petit departement, no me sentí a gusto. Eran en realidad riesgo pescar una pulmonía, ya que la nieve
dos piezas, una principal que servía de living-comedor- se mezclaba con el agua caliente. Hacía mis
biblio-teca. Casi no teníamos muebles, todo se reducía a compras en un mercadocercanoa la casa; esto
era Junta UrQuIDI
ÍLLANES
lo que yo llamaba “mi paseo diario”. Los mercados en
París tienen un encanto especial, pero con nuestro
Mis recuerdos de ese departamento no son nada agra-
presupuesto no se podía escoger muchode todas las
dables; al contrario, para mí son de los más tétricos que tengo.
maravillas que estaban
Las relaciones entre Mario y yo se volvieron tremen-
expuestas. Aunque siempre me las arreglaba
damentetirantes.Él trataba de actuar como sinada pasara, y yo no
para que en casa se comiera bien.
quería hablar de nada. Veía cómo día a día la distancia

206 entre nosotros iba tomando más cuerpo. Muchasveces, al llegar de

la oficina, entraba a un café que había en la esqui-na de


casa y allí me quedaba pensando enla situación tan
equívoca en que vivíamos. Trataba de encontrar unasalida,
un resquicio que nos permitiera respirar, y no seguir aho-
gándonos dentro de nosotros mismos. No encontraba nada; a
veces retardabael llegar a esas dos piezas que comenzaba
a odiar. Sentía miedo, un miedo horrible de no encontrar a Mario,

aunquetenía siempre en cuenta sus palabras de que él no


tomaría la decisión de una separación, pero vivía en

Poresosdías
el miedo; era mi compañero fiel y constante.
llegó a París, por segunda vezalojada
en casa, la primera esposa de Ernesto Che Guevara.
Una señora peruana, Hilda Gadea. Dormía en el
destartalado y desvencijado sofá de la primera
habitación. Después de
varios días vi a Mario conversar, hablar con ánimo, y
hasta reír, cosa que había olvidado, ya que
cuando estábamoslos dos solos parecíamos mudos.
Una nocheque Hildasalió a una cena y Mario se fue a
la radio, me quedé sola como siempre, pero con una angus-
tia terrible. Tuve un día muy maloy estabatotal y
realmente desesperada. Ya no quería seguir viviendo en esa
farsa, en
esa mentira, no quería ser más un escudo para los ocultos

sentimientos de mi marido. Posiblemente él también tenía


una lucha interna; no lo sé, nunca me dijo nada. Yo sentía
quehabía llegadoal límite de mis fuerzas. Amaba a Mario y
no creía poder soportar el dolor de perderlo, pero ya lo
había perdido. Solo tenía a mi lado su presencia física,
es-
piritualmente estaba a muchos kilómetros de distancia. En 207
a recogermeal hospital. Nolo vi mientras estuve
internada. Me pusieron en una pie-
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO za sórdida, sin ventanas, donde tenía por compañera

a una anciana que hablaba sola entre

mi depresión no pensé en nada más que en terminar lamentosininteligibles; era aterrador y


con todo. Ya no quería ni podía vivir de esa manera: desesperante, quería salir de allí. Me parecía
¿para qué?, ¿quésignificado tenía mi vida? Solo que estaba en un manicomio; no entraba ni una
molestaba a Mario;si él seguía a mi lado era para gota de luz del
guardar las apariencias de lo que realmente sentía,
Ese amor que no podía tener le quemaba el almae 208
inconscientemente me culpaba y mecastigaba, al
menosasí lo demostraba.
Sumergida en esa angustia que no me dejaba
pensar con claridad busqué entre los medicamentos que
tenía y encontré unas pastillas para dormir que me
habían rece-
tado tiempo atrás. No sé cuántas tomé, pero al momento desperté,

volví a tomary volví a despertar. Entonces, vacié todo lo


que quedaba delfrasco y melas llevé a la boca. Ya no
recuerdo más, solo que antes de caer en la inconsciencia,
agarré una fotografía de Wandita que tenía en mi mesa de
nochey la apreté fuerte contra mi pecho. Comoentre sue-
ños, oí voces y una sirena; me sentí levantada, pero no
podía hablar ni moverme,Aldía siguiente, en la tarde, me
enteré de lo que había sucedido. Nuestra amiga Hildallegó
de la comida, no sé por qué razón, muy temprano,tal vez
por el destino. Mario regresó también antes de lo
acostumbrado de la radio. Empezaron a conversar pensando
que yo dormía. Al ir ella al baño y pasar por mi camale
llamó la atención mi respiración. Llamó a Marioy entre los
dos trataron de hacer-mereaccionar. Ante la imposibilidad
de lograrlo recurrieron a un hospital que envió una
ambulancia. Esa era la sirena que escuché entre nubes y a
la distancia. Fue casual que tanto Hilda como maridollegaran a
casa; caso contrario, no estaría escribiendo ahora. Mario fue
Jutia URQUID! ÍLLANES Ya en casa, me acosté y simulé dormir para evitar ex-
plicaciones que no conducirían a nada. A eso delassiete
sol, había en el centro un pequeño foco que sumíael recinto en una melevanté y fui a preparar la comida. Estaba
penumbrasiniestra. Me atendía una enfermera que me trataba mal, como a completa-mente mareada. Nuestra amiga había partido
una delincuente, y a quién tiré a la cabeza las revistas que metrajo ese día en la mañana temprano.Serían las diez de la

para distraerme y tenerme despierta. No medejaba dormir. En lugar de


noche; estábamos en el living, ninguno hablaba, cuando

hacerme ca- sonó de repente el teléfono haciéndomedar un salto,


minar, no diré con cariño, pero sí con comprensión,trataba pueshabíaroto el inten-so silencio. Era mi cuñado Lucho
de forzarme congritos destemplados. Si me sentaba en el borde que llamaba desde Lima
de la cama —no había sillas— me empujaba contra la pared; ya no para preguntar con gran preocupación por mí. Creo que
era
la pude soportar por inhumana y comencé
la
única persona que, con verdadero cariño, se interesaba
a dar alaridos hasta sacarla dela pieza. y pensaba en mí. Me pidió que no hiciera más una cosa
Llegado el momento de dejar el hospital, Mario me
semejante, una locura comola calificaban. Lo tranquilicé y
esperaba afuera; no medirigió ni una sola palabra de aliento
le prometí “portarme bien”. Después de colgar el teléfono
que me hubiera ayudadoa vencerla vergiienza quesentía,
miré a Mario en formainterrogativa, sin hablarle. Me dijo
miansiedad fue vana. Solo me tomó del brazo con torpeza,
que había avisado a mi hermanalo sucedido y que él no se
guiándomehacia la administración, y me dijo:
hacía responsable deello, que no se explicaba por qué
—Entra y pregunta cuánto se debe portu
ridículo chis-tecito. 209
Pagamosy salimos.
Alver su reacción agregué:
—Notengas miedo, Varguitas, no haré nada de
LoQUE VARGUITAS NO DIJO.
eso, noperjudicaré tu imagen ante quienes te

quieren y confían enti, Sí, ya sé que no


actuaba yo en esa forma, y quería dejar bien sabes de qué hablo, dejémosloasí, me voy a
establecida su nula culpabilidad. Solo sonreíy le acostar, me siento un poco mal y cansada, No
dije: te preocupes, Mario, tú tienes la conciencia
—Está bien, pero no debiste alarmara la familia; ya tranquila, tú no tienesla culpa de nada, son
ves que no me he muerto, lo que es unalástima. mis locuras, mis celos absurdos los que
Realmente notienes la culpa de nada, pero ¿quétal si mehan inducidoa esto; tú no has contribuidoa
ahora llamo yo a Lima y pido que interroguen a ello para nada. Me has dado unavida tan
Patricia? calmada, una vida tan llena de cariño, una
La nombraba después de mucho tiempo, desde vida tan plena de ternura, realmente soy muy
que hice mi promesa, e hice ademán de tomarel mal agradecida al no comprenderlo así —él
teléfono; me lo sacó de la mano con una per-manecía callado y como sorprendido por
brusquedad desagradable y se puso pálido, casi mi locuacidad—. No,tú notienes la culpa de
transparente. nada. Tú no has hecho más que quererme,
adorarme y corresponder a todo lo que hago por ti, JuL1a URQUIDI
LLANES
correspondera esta estrechez en que vivimos; nuestras
necesidades materiales las llenas con amor, retribuyes así
y perdóname el mal momento. No te preocupes por nada.
todo el amor que te doy. Tienes razón, Mario, tú no Buenas noches.
has hecho nada, tú me sigues queriendo como siempre. Mefui a la cama pero no pude dormir; me costaba
Estos comprenderesa actitud de defensa de mi marido, el
dos últimos años ha habido entre nosotros tanta “quedo bien” ante la familia, dejarme siempre mal a
sinceridad, tanta comprensión, una comunicación tan mí; ¿por qué tenía tanto miedo? Nunca nadie supo en
maravillosa, hay algo tan lindo, tan sublime entre qué forma vivía-mos, en qué forma me estaba
nosotros que sobrepasa todo lo imaginable, pero, ya ves, destrozando por misilencio. Él conocía esa mi
mi carácter, mis arranques injustificados de celos lealtad, mi amor, queharía todo lo posible por
absurdos han malogrado todaesta armonía. Gracias, conservar su imagen ante los demás; se sabía amado,y
Varguitas, por todo lo que me has dado tomaba buen partido deello.
Nuestras vidas continuaron siendo un poco comolas de
210 dos extraños. Yo ya me sentía cansada de tanta lucha para
conservarlo; creo queya llegaba al final de mis fuerzas.
Sin embargo, poco a poco fue cambiando el ambiente dela
casa. Mario me besabaalirse o al llegar. Al principio lo
hacía con timidez, como con un poco de vergiilenza. Yo
aceptaba las cosas como se presentaban. ¿Para qué forzar
más la situa-ción? Una nocheque Varguitas
estabaenelliving, me llamó, me hizo sentar en el suelo y
apoyar la cabeza en susrodillas. Meleyó poemas de Neruda;
era como volveratrás, tal como
hacíamos cuando recién nos casamos en nuestro pequeño
departamentodela calle Porta, donde fuimostan
felices. Todo se iba suavizando paulatinamente,
hasta quellegó el día en que “una vez más” volvimos
a la normalidad. Pero
entonces era yo la que no se sentía contenta; había pasado
mucha aguabajo el puente, había recibido muchas
humi-
llaciones. A veces me costaba ser cariñosa; también luché contra
ese nuevo sentimiento que nació en mí: el resenti-
miento. Lo vencí no sin gran esfuerzo, aunque notaba en mí
unacierta indiferencia hacia todo. Había perdido interés
en las cosas. Mi amor no disminuyó, pero antes nunca había ídolo al que había que adorar
examinadociertos actos de mi marido, cosa que ahora hacía frecuentemente
211
y confrialdad. Comencé a verlo como un ser de carne y hueso, no como un
Jutí UrQuID ILLANE
a
I
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO:

acatandotodas sus decisiones, sin rebelarse jamás. No, ya no


era así; aprendí a verlo todode frente, comoera realmente,
no como mi imaginación enamorada quería verlo.
El departamentode la rue de Tournonestaba libre
nuevamente. Recibimos una llamada de la dueña de ca-
sa; no acabó de decirlo que nosotros ya habíamos aceptado
ocuparlo. Qué alegría me dio regresar a “mi hogar”, quería

muchoa ese departamento,era tan acogedor, tan alegre, y


con infinidad de recuerdos de toda índole. Me parecía que
saliendo de la rue Valadon quedarían atrás las cosas feas

que me atormentaban. Nos cambiamos haciendo nuevos


planes, que en parte se cumplieron.
Salzburgo, 1963. En el CongresoInternacional de
Escritores, juntoa Jorge Sem-
prán
ae
XVII

Recibimos un cable en el que se nos anunciabala lle-


gada a París de la madre de Ernesto Che Guevara, quien
vendría a alojarse en casa. Fuimos a esperarla al aeropuerto
de Orly. No la conocíamos. Vimos desfilar a todos los pa-

sajeros, uno tras otro, sin éxito. Me llamóla atención una

señora delgada, no muy alta, vestida de pantalones y en


forma muy sencilla; le dije a Mario: “Oye, ¿no será esa se-
ñora? Fíjate, parece buscar a alguien, voy a preguntarle”.
Me acerqué y efectivamente era ella. No me imaginé nunca
que la madre del Primer Ministro de un país llegara tan
modestamente ataviada. Además que no había nadie dela
Embajada cubana esperándola. Reímos mucho con el pro-
blema de no conocernos. Congeniamos de inmediato con
ella. Era una mujer encantadora, inteligente, como pocas
he visto, de una visión política sorprendente. A los pocos

días de estar Celia en casa, se reunió allí mismo con varios


muchachos que gestaban la Revolución Peruana. Ya Hugo
Blanco estaba en medio de la selva dándoles problemasa
los señores del Gobierno. Los que se reunían en casa eran,
entre otros, Lobatón, un muchacho medio mulato,alto, bien
formadoy queerajefe del grupo. Paúl Escobar, que se casó
con una muchacha española y lo hizo porla Iglesia, por im-
posición de los padres de ella, lo que le ocasionó una dura

215
joven y veía las

cosas de distinta manera a


Lo QUE VARGUITAS NO DIJO comolas ve en la
actualidad, según tengo
crítica de Mario por ir contra sus convicciones (años más
entendido.
Celia estuvo casi tres meses con
tarde él también pasaría porla sacristía).
nosotros. Íbamos se-guidoal teatro, le
Fuimos padrinos de bautizo dela hijita de Paúl
gustaban las obras de lonesco, que se
y Teresa.
Las reuniones eran interesantísimas. Los muchachos representaban en un teatro muy pequeño,casi

le exponían a Celia sus ideas y planes de lucha; ella se familiar, en el Barrio Latino. También nos

las refutaba y les daba razones paraello. Trató de sentábamosa conversar en los cafés,

hacerles ver la realidad, que el Perú no era Cuba y las conversaciones de las que gozaba y

condiciones no eran las mismas. Cuba fue liberada de un aprendía, sacando un gran provecho deellas.

dictador que, por sistema,practicabala tortura y el Le presentamos a Claudine, una

asesinato político; de uno quehabía hechodela isla un


216
gran prostíbulo para los nor-teamericanos. Les habló
asimismo de la necesidad impe-riosa de obtenerla adhesión
y la confianza del pueblo. Les
advirtió que una revolución no se hacía con puro idealismo; se

la hace con fusiles disparados por idealistas. Les decía:


“Si siguen con esta idea de hacer ahora la revolución en
el Perú, sin estar debidamente preparados, sin armas, en
seis meses ninguno de ustedes estará vivo”.
Desgraciadamente fueron proféticas las palabras de Celia.
Todos murieron en su intento de hacer una Patria nueva.
La señora de Paúl Escobar, Teresa, se fue a vivir a Cuba.
Hace tiempo que no sé nadadeella. Alguna vez recibí una
que otra carta y fotos de mi ahijada, pero lastimosamente
la he perdido de vista.
El exterminio de aquellos muchachos nos afectaría
mu-chísimo. En particular a Mario, que siempre se
identificó conellos, aunque ignoro si porque compartía
sus mismos ideales, creía en ellos, o bien porqueera
Juna UrquiOrILLANES muchocariño. Tiempo no meha faltado. Los días se
hacen largos en la cárcel, pero allí me indignaba
pensar que tendría que pasar por la censura todo lo
amiga francesa, menuda, bonita, a quien conoció Mario en su primerviaje
que yo escribiera.
a París. Se hicieron muy amigas. Era también mujer inteligente. Yo la
Pasé diez días gloriosos en Italia. No fui sino a
admiraba. Vivía con un muchacho másjoven queella, al que le tenía
Roma y a Florencia comotenía proyectado porque estaba muy
adoración. Después de convivir varios años con él, este se enamoró de
apu-
una mu-chachajoven. Claudine sufrió mucho, pero como no quería perder su
amistad, en algunas ocasiones en que fuimos a su casa, nos encontrábamos rada en volver a mitierra. ¡Me parecía que tenía tantas

con él y su nuevo amor, cosa que en aquella época me parecía poco menos cosas que hacerallí! Apenas desembarcada, sin

que imposible. No sospechaba que un día yo haría algo parecido. dejarmesiquiera

Cuandose fue Celia la extrañé muchísimo; era una compañera tan echarle una mirada a mi querida ciudad de BuenosAires, me
completa, tan íntegra como amiga y como mujer. Después, por cartas de pusieron a la sombra. ¿Acusación? Llevar
ella, supe queal llegar a su patria, Argentina, a la que soñaba propaganda subversiva. Tuvieron el buen tino de
volver,la tomaron presa. Más o menos dos años después me enteré de su no añadirla a mi equi-paje, pero
muerte a causa de un cáncer incurable y cruel. Una desuscartas tampocoexistía.
Pasé dos mesesy diez días en la cárcel de mujeres
decía:
jun-to con 16 detenidas políticas. Las otras 16,
“Montevideo, 5 de octubre de 1963
Queridos amigos: ¡Cuánto tiempo sin escribirles! Parezco una comunistas. Un

ingrata. Sin embargo, he pensadolargamente en ustedes y con


217
entonces.
El 14 me voy a BuenosAires sin bombosni
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO platillos pero sin disimulo, aprovechandolas
amplias libertades po-líticas que l-lía ofrece
magnífico juez Kent valientemente se jugó por mí, pensando y que muy bien puedenresultarme el pasar otra
en política exactamente lo contrario de lo que yo pienso, temporadaen la cana. Veremos. El histerismo de
y otro abogado magnífico Diehl, que tampoco comparte mis las autoridades no conoce límites y da la
ideas y asílo hizo salir en “Primera Planta”, unarevista medida de su debilidad. Me trataron comosi
ar-gentina. Se rejugó Kent, me sacó personalmente dela llevara la atómica debajo del brazo. Lo que
cárcel mehizo sentir muy orgullosa.
y organizamosasí una fuga jurídica porque todo el aparato La cárcel no fue demasiado terrible.
de represión de la Argentina se había puesto en movimien= Aparte de un frío espantoso, lo demás era

to para apresarme nuevamente. Pasé soportable habiendo resultado de antemano que

clandestinamente al Uruguay y aquí estoy desde ninguna humillación le iba a llegar a uno.
Fue unaexperiencia interesante. Hace pocosdías tuve opor= Junta UrQuiDr
ILLANES
tunidad de oír a Marcos Ana, y guardando distancias de
sufrimientos y categorías, me emocionó y me divirtió en
cierto sentido escucharlo. Había miles de cosas comunes, de narices. Me divertí mucho. Y desde entonces
más pequeñaslas nuestras,terribles las de él, que me estoy acá, fastidiando a unos buenos amigos. Es
hubie-ran hecho desear conversar con él largamente, Pero mi costumbre. Ya lo hice en París en una
aunque nolo parezca, soy tímida y no lo hice. Con la oportunidad.
cárcel me va-lorizaron políticamente, y aunque no tenga Heestado a la expectativa esperando a versi aparecía
ningún mérito en ello, conmoví al poder judicial con mi tu libro, Mario, pero no está todavía a la venta.
caso. A Claudine, mil cariños. Pocas veces he conocido una
El Ministro largó enseguida un decreto prohibiendo persona de tanta calidad humana. Mándenmesu dirección
la aplicación del efecto “devolutivo” o inmediato dela ex- porque de memoria no la recuerdo y se quedóla libretita en

carcelación. Fui la única detenida que(ilegible) juró el resguardo de aduanas, donde mesacaronhasta las

hacerse dar la libertad por un juez —y estaban furiosos—, fotografías de mis nietos, para lo cualclaro que mehicieron

Ellos pretenden que en la Argentina mande como única desnudar, buscando no sé qué clase de documentossecretos.

autoridad la Policía. Lo más bonito de todo fue dejarlos Yo estaba deseandoecharle una ojeadaa la
con un palmo calle Santa Fe, teniendo bien fresquito el
recuerdo del Faubourg Saint Honoré, pero no pude
218 sino echar unas ojeadas porlas ren-dijas de un
coche celular mal oliente en el barrio de San
Telmo.
¿Cómose pusoParís en primavera? No sési les conté,
Julia, que una amiga mía, muyviejita, siempre decía: “¡Oh,
París en primaveral, con los castaños en flor”. Pues no
pude verflorecer los castaños con esa primavera tardía.

Han pasado tantas cosas desde entonces


que mi viaje a Europa se me antoja muy
lejano.
El árbol de la cour en rue Tournon ya habrá
perdido nuevamentesus hojas y estará comoyo lo
vi.
Aparte de mi flemón, el recuerdo de París será
siempre muy querido para mí y naturalmente que a cualquier
re- nombre—. Es la casa de mi hermana.
cuerdo sobre ello se une el departamento de la rue Tournon. Cuenten Espero queesta carta les llegue aunque ignoro el dis-
cómoles va yendo, ¿o siempre con los mismos trito. Está en la guía de París pero se quedó en
trabajos? BuenosAires.
Norecuerdosi tienen mi dirección. Por las dudas, es-
críbanme a Ciudad de La Paz 2532, Buenos Aires —a mi 219
mar, no es ninguna maravilla; solo tiene la
fama internacional.
Lo QuE VARGUITAS NODIJO
Pienso que la famosa Costa Azul tiene mucho
de leyenda y esnobismo; lo quesí se ven son
Pensándolo mejor, incluyo la carta para Claudine. Un mujeres muy lindas y elegantes; el día entero
abrazo bien grande para cada uno delos dos.Y si llegan a parece un desfile de modas tanto de
ir a BuenosAires no dejen de buscarme que para entonces mujeres como de hombres. Prefiero mil veces
tendré alojamiento y me haría muyfeliz tenerlos en micasa. las playas de la costa catalana o Ipanema y

Unbeso, Julia, un beso, Mario, Celia de Guevara”. Copacabana en Río deJaneiro.


Aprovechamosunosdías de vacaciones para dar una Nossentamosfrente al mar, con nuestros
vuelta porla famosa Costa Azul. Hicimosel viaje en sándwiches de paté y queso como almuerzo,
tren. cerca de donde estaban atracadoslos yates de
Llegamos primero a Niza. Comoel tren se atrasó, dispu- famosos millonarios, comoel Cristina de
sieron de nuestra pequeña habitación en el pequeño hotel y Onassis. Comentábamosque qué se sentiría al
tuvimos que dormiren el jardín, en dossillas plegables. tener tanto
Había tal cantidad de hormigas que me picaban entera, y me dinero;¿serían felices sus ocupantes? De
puse a llorar y a protestar en voz alta, lo que provocó
Cannes pasamos a Montecarlo, donde jugamos a
quebajara el administrador y me llamarala atención. Mario
me hizositio en su silla, me acurruquéjunto a él y recién la ruleta y perdimos algunos

pude dormir lo que quedaba de la noche. Aldía siguien-


220
te nos dieron nuestra habitación en la que dormimos
toda la mañana. A mediodía salimosa visitar lo que
había que ver. Almorzamosen un pequeñorestaurante,
descansamos
un rato y nos fuimosa la playa. En la noche salimos para
Cannes, donde, para mí, lo único que vale la pena es
pasear porla costanera. No me gustaron nadalas playas de
la Costa Azul; son sin arena y con enormes pedrones. Como
Jutia UrQUIDI ÍLLANES En cada estación subía más y más gente. Los niños lloraban
y el calor era sofo-cante, Porfin llegamos a París,
cansadospero felices.
francos. El casino es muy lindo. A mí, que por primera vez lo veía,
Comenzó de nuevola rutina del trabajo. No me he
habiendo oído hablar tanto de él, me pareció algo irreal. Al anochecer y
estando en un café, Mario quiso regre-sar a jugar, pero haciendo explicado nunca los cambios bruscos de Mario. En nuestras

cálculos vi que no podíamos; se cortas vacaciones era el hombre ameno, conversador, cari-
ñoso, tierno, reíamos de nimiedades,
molestó por mi negativa, pero tuvo que comprender que no podíamosarriesgar lo
compartíamostodo,
poco que teníamos. Le propuse que en vez de perder el dinero enla ruleta,
estábamos juntos, hacíamos el amor comosi cada noche fuera
tuviéramos una bue-na cena. Pero como nunca ha reconocido que otra persona
la primera y la única. Pero en París nuevamentese le-
pueda tener la razón, no hubo ningunadelas dos cosas. Al día siguiente
vantaba ese muro impenetrable, esa cortina que no se podía
fuimos al Principado de Mónaco. Es una ciu-dad chiquita que parece
pasar. Comosi algo o alguien lo perturbara. Volvía a
salida de un cuento de hadas —la misma impresión me dio Brujas, en
ser el hombre meditabundo,serio, frío, indiferente, que no
Bélgica—. Caminamos mucho, pasamos un día espléndido, paseando agarrados
daba lugar a ninguna conversación y mucho menos a
de la mano. Para míera renacer a la vida y todo me parecía
expresiones
fantástico. Estaba de vacaciones con el hombre de cariño o a hacer planes sobre nosotros, como los hacía-
que amaba, ¿qué más podía pedir?
mos en la Costa Azul. Si le preguntaba qué pensaba
Regresamosa París en un tren alborotado de estudian-tes; tuvimos
que tomarlo casi por asalto, felizmente conse-guimosdosasientos.El viaje
hacer,

fue largo y cansado. En la noche dormimosporturno echadosen el pasillo.


221
desatabala violencia,
era lo primero que me
echaba en cara.
Lo que VARGUITAS NO DIJO Enfin, resolví
ignorar sus estados
decía que lo estaba investigando. Jugaba conmigo como el de ánimo y seguir
gato con el ratón. Y nuevamente nos encerrábamosen el como si todo fuera
silencio, ese silencio que era una montañay que normal.
dabalugar a mis temores; tenía que pensar muy Continuemosrecibiendo
bien lo que decía para no ofenderlo. Ya no a nuestros amigos,
quería más reconciliaciones, más dis- yendoal teatro, al
cusiones; no quería que me dijera que lo había cine y viviendo
obligado a volver conmigo, lo que noeracierto, dentro de una
pero siempre quese le felicidad relativa.
Mario dio comienzoal proyecto de escribir
La casa ver-de. Ese verano fuimos a Cadafell, JuLia
donde tienen una casa a orillas de la playa URQUIDIIL
LANES
Ivonne y Carlos Barral; en realidad, fue Carlos
quien nos animóa ir. Alquilamos un departamento
y asqueados, no porel tema, sino por la manera tan
nolejos dela casa de los Barral, y
cruda y burda derelatarlo, y los comentarios al
tambiénfrentea la playa. Hicimoselviaje en auto
margen. Me sentía sorprendida, nunca había oído algo
y llevamos con nosotros a una mu-chacha española
tan brutal y dicho con la naturalidad más grande. Lo
que vivía en San Sebastián donde teníamos que
gracioso era que según iba hablando se iba
pasar una noche. No la conocíamos. Un día que
entusiasmando y decía más barbaridades; yo miraba a
estaba con una amiga en un café cerca de la
Mario quetenía losojosfijos en ella, la miraba comosi
radio, comentábamos el viaje que haríamos con
fuera algo irreal, de otro mundo. Conel pretexto de
Varguitas. Ella me buscó después y me pidió
ir a dormir le cortamosla conversación. Me pareció
quela lleváramos con nosotros. Me pareció ex-
que se sintió un poco defraudada. Creo que si en esa
traño su pedido puesto que no nos conocíamos,
época se hubiese escrito Xaviera, era para pensar que
pero le dije que consultaríamos con mi marido.
susrelatos se habían inspirado en la Hollander.
Mario aceptó ser el Buen Samaritano y cargamos
Nos quedamos con Mario tomandoaire fresco y
con la niña, que resultó, según mi
co-mentábamos que no podía ser cierto todo lo que
manera de ver las cosas, no ser
esta niña decía, y Mario me dijo: “Si mañana
completamente normal, al menos me dio esa
comienza con esto de nuevo,la bajo del auto y que se
impresión. Su tema favorito de conver-
vaya a pie”. Estaba segu-ra de que lo haría. Cuando
sación era el sexo. Paramos en medio camino
fuimos a tomar desayuno para seguir viaje nos dice:
y decidimos dormir allí en un pequeño
“Anoche me olvidé de algo másy...
hotel. Descansamosun rato y fuimos a comer.
“No pude contenermey largué una carcajada quela dejó
La niña de marras comenzó con su tema u
medio cortada,le respondí: “Mira, hijita, ya no nos
obsesión y nos relató una noche de bodas —
rela-tes más tu vida íntima, creo que hemostenido
según ella era divorciada— tan bárbara y
bastante”. Llegamos a San Sebastián, y tuvimos que
pormenorizada que Mario no pudo terminar de
llevarla a su casa queeralejísimo de la ciudad.
comer, Estábamos realmente espantados
Salió todala familia a recibirla y nos invitaron a
almorzaral día siguiente. Pusimos todos los
222
pretextos imaginables, pero fueron inútiles ante las
in-sistencias de quienes nos agradecían porhaber
llevado a la niña mimada sana y salva. No tuvimos
más remedio que Prácticamente forramoslas paredescon fotogra-fías de
ir y perdernos una bella mañana en la playa. Regresamos como las aborígenes, mapas,ríos, vistas de la selva peruana,
cuatro de la tarde a la ciudad y seguimosviaje todo el ambiente propicio para La casa verde.

inmediatamente. Llegamos a Cadafell y nos ubicamos Pasamos unos


en el departamento.
Escogimos una pieza exclusivamente para que Mario escribiera. 223

E
una
paz maravillosa, parecía que verdaderamente nos
LoQUE VARGUITAS NO DIJO habíamos reencontradoy ello significaba
tanto para mí que entré en
días fantásticos. Mario escribía en la mañana, pero no lo el mejor de los mundos, con grandes planes
hacía en el ambiente que preparamossino en la mesa del para un pro-misorfuturo. Hubiera querido
comedor, ya que por un gran ventanaltenía todala vista del mar. quedarme para siempre en Cadafell y no
Yo me iba a la playa en cuanto tomábamos desayuno, volvía volver a la realidad de París. Pero el
a mediodía, preparabaalgo sencillo para el almuer- tiempo no se detieney sigue su curso
zo, una pequeñasiesta y de nuevo al mar. Mario se inexorablemente.
reunía conmigoentre tres y media y las cuatro de la Nuestro regreso a París fue concierta
tarde y nos
tristeza. Al declinar el verano comenzabala
quedábamos en el mar hasta mucho después que se ocul-taba
nostalgia otoñal de París y tuve que
el sol. Por las noches comíamosen casa de los Barral; me
encantaban unoscaracolitos pequeños que preparaba
224
Ivonne; a veces, íbamos a alguna tasca a comer mariscos
con un buen vino, y ellos también cenaban
en casa. Todo era agradable y bello.
Luis Goytisolo fue por unosdíasa casa; llevó un
disco de un cantor catalán que se llamaba Raimond; eran
bellas
canciones de protesta, en catalán por supuesto; como
tenía las letras, todos cantábamosa coro, sobre todo
una canción que nos gustaba más quelas otras: “Tira
la piedra”.
Losfines de semana Marionoescribía, descansaba. Así
que nos íbamos mar adentro en un yate que tenía
Carlos, que más parecía un bote grande. Las
tertulias nocturnas
duraban hasta cerca de la madrugada;las horas no tenían ninguna

importancia. Aún guardo un recuerdo muy nítido y lindo de


ese verano. Pasamos días inolvidables con amigos
estupendos y entró nuestra vida en una armonía comple-ta
que dejó olvidada toda la pesadilla anterior. Sentía
Junia UrQuIDI LLANES por marionetas; era algo tan increíblemente hermoso
que por momentosparecían personajes reales: ¡qué
afrontarla. Era volver a la rutina del trabajo diario. Aunque íbamos perfección tan maravillosa! Una noche fuimos al
muchoal teatro, sobre todo a los estupendos espec-táculos del Olimpia. casino a jugar a la ruleta, donde ganamosalgo; el

Allí escuchamosel último recital de esa gran mujer y cantante, Edith local era pequeño pero bonito y elegante.
Durante el día se desarrollaban las reuniones de los
Piaf, así como a Ives Montand,
escritores, y en la noche generalmente se cumplía algún
Leo Ferré, Juliet Grecó, Charles Aznavour, etc. También vimos unapieza deteatro
programasocial donde participábamoslas señoras. Ayudé a
formidable de Jean PaulSartre, Los secues-trados de Altona, que me
CarlosBarral en el Comité de Recepción a elaborar los cre-
impactó fuertemente. Los fines de semanasalíamos a comer, y antes de
denciales paralos asistentes, indicarles el número de
tiempo canté una victoria queno existía. Pero eso no lo sabía aún. Así
habi-
que gozaba con lo quela vida meofrecía, conla felicidad quetenía.
tación, número de mesa en el comedor, etc. Todo marchaba
En Salzburgo, Austria, hubo un Congreso de Escritores, dondese le
muy bien y los participantes estaban contentos,
entregaría un importante premioliterario a Jorge Semprún, auspiciado por
había gran entendimiento entre todosellos,
Seix Barral. Asistieron escritores de varias partes del mundo. Mario
Mis problemas personales se presentaron de una
recibió la invitación; con gran placerfui conél. Viajamos en tren pero
manera imprevista. Una tarde en que descansábamos
ya en camarote y en muy buenas condiciones —la tercera clase ya quedó
con
atrás—. Salzburgo es una ciudad no muy grande y bellí-

sima, al menos a mí me pareció así. Sonaba a Mozart por todos sus 225
rincones. Allí vimos Laflauta mágica, con un ballet interpretado
largo rato con agua fría para poderir al
comedor. Me preocupó mucho este episodio,
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
pensabatanto en ello que me amargó nuestra
estadía en Salzburgo. La mañana de nuestra
Mario echadosen la cama,él leía y yo dormitaba, esperando partida sali-mos a pasear por unascolinas
la hora de la cena de clausura. Mi marido, de un momento lindísimas,llenas de flores,
a otro, en esos impulsos que tenía, quiso hacer el amor, dondese filmó “La novicia rebelde”, con Julie
pero no sé qué me pasó que no pude. Sentía los nervios Andrews. No gocé plenamente de ese bello
tensos y un dolor lacerante que me atravesaba íntegra. Me panorama; estaba metida en mis
pu-se a llorar como una tonta; Mario me consolaba, me pensamientos, preocupada. En la noche
decía que no me preocupara. Me besaba y me tranquilizaba, regresamos a París. Lo que primero que hice
pero mi ataque de llanto ante la imposibilidad de estar al día siguiente de nuestra llegada fue ir
con él era tan grande que no podía dejar de hacerlo. donde el médico a exponerle mi problema, mi
Cuando me calmé tenía los ojos hinchados. Melos lavé inexplicable experiencia. Me examinó, me
hizo algunas preguntas de tipo personal y me dijo que lo JuLta UrQUIDI
ÍLLANES
que tenía era psicológico. Que seguramente tuve tensiones
muy fuertes e inconscientemente algún resentimiento con
mi marido y que mi subconsciente lo rechazaba, que se Medio tranquilizantes, pero no los compré. No quería

pasaría solo con un poco de paciencia y de tiempo;le saber nada de esos remedios que ya me habíantraicionado

dije: una vez. Medije a mí mismaquesaldría de esta situación sin

—Doctor, amo a mi marido,esto no puedeser; es ver- necesidad de drogas. Como queasífue. Mi mente volvió a la

dad que hemos pasado una mala época, pero eso ya terminó. normalidad y consiguientemente yoconella.
Comenzó una nueva odisea, nuestra vida ya era kaf-
Quiero hacer una vida normalconél.
kiana, terminaba un conflicto y empezabaotro. La culpa fue
Merespondió:
exclusivamente mía, y reconozco que Mario tuvo mucha pa-
—Señora, a veces la mente nostraiciona, guarda todo

dentro de ella y cuando uno menoslo piensa viene la reac- ciencia conmigo, aunque a veces reaccionaba conviolencia.

ción. Todo lo que tiene es mental, nada más que mental. Nosé si por todo lo sucedido anteriormente o por razones

No es nadaserio, todo pasará, no se preocupe. Si se incontrolables, me acometieron unos celos monstruosos que

obsesiona usted, seguirá con el problema. Le ayudará no atormentaron nuestras vidas en forma alarmante.

pensar enél.

226
*... sin embargo, cuando descendía la coli-

na, cayó sobre él una hondatristeza, y pensó

en su corazón: ¿cómo partir en paz y sin


pena? No, no abandonaré esta ciudad sin

una grieta en el alma. No es una túnica lo

que hoy me saco, sino mi propia piel que

desgarro entre mis manos”.


El Profeta, Khalil Gibran

XIX

Mario consiguió un trabajo extra consistente en gra-


bar en castellano el informativo francés que se enviaba a
Sudamérica. Los estudios se encontraban lejos de París, de
manera que dos veces a la semana pasaba más horas fuera
de casa de las habituales. Aquella circunstancia me puso en
guardia, sin saber por qué, en qué, ni de qué. Me imaginaba
miles de engaños,tal vez llevada por esa imposibilidad mo-
mentánea y psíquica de ser su mujer. Lo espiaba y trataba

de hallar pruebas que fundamentaran mis fantasiosas sos-


pechas. Hasta tal punto era mi desconfianza que controlaba
sus salidas y llegadas. Mi actitud resultaba incalificable. Fue

horrible, creo que me convertí en un monstruo. Mejuraba a


mí misma terminar con todoesto, ¡Qué daño mehice! ¡Cómo
me debe haber odiado mi marido!; es que era para odiarme
con todo lo que hacía, odiarme o mandarmeal diablo y
pienso que estuvo a punto de hacerlo. Después de mucho
luchar, de un autocontrol que me tenía tensa el día entero,
mientras trabajaba como una autómata, logré vencer estos
celos, a los que ahora podría darles el mismocalificativo que
entonces: absurdos. Me parece quefue unacrisis tardía, co-

29
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
daban las sucesivas correcciones en las que

tanto tiempo invertía. Era de un


mosi se abrieran las compuertas de una exclusa y las
perfeccionismoobsesivo. Una noche que
aguas se desparramaran en todas direcciones; así me
salimos a comer medijo que le gustaría ir a
desparramé yo y casi me ahogo en estas aguas turbias que
Lima para con-firmar ciertos hechosy pasajes
me rodea-
dellibro. Sentí que me para-lizaba, sentí que
ron. Las notas de Mariolas recibía casi a diario;
el corazón me dejó de latir. Pero disimulé
algunas de ellas decían que no podía más, que me
y le dije que si creía necesario ir quelo
abandonaría, que
hiciera. Que me per-donara que tocara un tema
no aceptaría esa vida de martirio, de esclavitud. Realmente, en
ingrato y del que hacía mucho
esa mi inconsciencia tuve que reconocer que tenía toda la
razón del mundo. Cómo pudeser tan estúpida, tan irre- 230
mediablemente tonta. Tenía terror de perderlo y, al
mismo tiempo, ponía en sus manos todas las armas,
argumentos y motivosnecesariosparaalejarlo de mí.
Francamente no en-tiendo cómo mesoportó, tal vez le di
pena, o tendría algún sentimiento por mí o, lo más
seguro, se daría cuenta de que estaba enferma, y que mi
escape eran esos celos malditos que no nos daban un momento
de paz.

Qué tranquilidad y liberación fue volvera latierra,

volver aser una personasensata, ya no ver fantasmas con

faldas en to-das partes. Cuandorecién nos casamosyo


vivíese infierno,así que conocía perfectamente cómo era.
Fue maravilloso sentirme
de nuevo segura y con confianza en mí misma. Dormir otra vez

entre los brazos de Mario, despertar juntoa él y besarlo


sin
miedos ni temoresnirecelos, ser completamente deél, como
si nunca hubiéramosestado distanciados. Haciendo
proyectos,
fabricando sueños, compartiendo todo, vivir de nuevo. Me

sentía adherida a su piel, él era parte de mí misma,era


mis
brazos, era mis piernas, era mi cuerpo, era todo miser.
Mario concluyó el borradorde La casa
verde, aún que-
Juria UrQUIDI ÍLLANES

tiemponose hablaba, pero que sin duda vería a Patricia y que si


estaba seguro de sus sentimientos. Me contestó:
—Mira, Negrita, no volvamos con eso. Con Patricia no pasó nada,
puedesestar tranquila; mi mujer eres y serás tú.

Perosi el viaje será motivo para que te intranquilices o te deprimasy


sufras en mi ausencia, y si no quieres que vayas no lo haré;
después de todo no es imprescindible.
Comolo he dicho y mantenido siempre, una y mil veces, antes que todo

estaba para míla carrera de Mario. Habíamosluchado juntosporella. Ya


había dado el primer paso, yo jamás pondría un impedimento a sus deseos
y me-nos tratándose de su segundolibro en el que tenía puestas sus
ilusiones y esperanzas, quizás más que en el primero. Era también más
importante en su ascensoliterario.

Le tomé una manoy le dije:


—Mario, nunca me interpondré en tu vocación; si tú crees que debes ira

Lima, hazlo. Pero te repito, me da miedo tu encuentro con Patricia. Ya


ha pasado muchotiempo, pero de todos modos, tengo miedo. Para qué voy a
mentirte.
Nuevosjuramentos de fidelidad y de cariño; era tan grande mi deseo de

creerle que sus palabras me tranquili-zaron en algo. Pero en el fondo


del corazón tenía clavada una espina y su pinchazo doloroso no medejaba
en paz. Total, se decidió que viajaría. Antes de sacar el pasaje volvió
a preguntarme: “¿Estás segura de que quieres que viaje? No meenojaré si
te opones a que lo haga. Comprenderé tu negativa. Haré lo que tú digas,
Negrita. Pero, por favor, prométeme quedarte tranquila. No estaré más
de dos sema-nas. No pienses en Patricia, eso es lo que máste pido. ¿Qué
hago, voy o no voy? ¿Qué decides? De ti depende, Negrita”. Ante su
insistencia, porqueesoera, y tanta seguridad de su regreso, ¿qué podía
hacer? Todo mi ser gritaba que no y dije quesí, que viajara. Que lo
esperaría impaciente, que se harían muy largas esas dos semanassin él.
Me contó sus

231
mí misma —nolloraré, no lloraré—. Me abrazó
muy fuerte, me besó varias veces. Me
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO
tomódela mejilla diciéndome: “Hasta pronto,
Negrita, y por favor tranquilita”; me
proyectos; estaría poco en Lima, quería ver a los
aferré a él y le respondí: “Adiós, Mario”.
abuelos, su viaje en realidad sería a Iquitos, se iría a Me miró extrañado con-testándome: “Tontita,
la selva (la que espérame, ya verás que te preocupas
se lo tragó), al sitio donde transcurre la novela. Los días

fueron pasando, seguíamos soñando conla salida dellibro, 232


con lo que haríamos a su regreso y entre todas estas
cosas llegó el día de su partida. Se iría en la noche.
En la tarde no
fui a trabajar. Me quedé todo el día con él. Descolgamos el

teléfono y nos amamos con más pasión que nunca, comosi


miser presintiera que sería la última vez que estaría en
sus brazos y que escucharía sus palabras de amor. Había
una intimidad tan grande en su tono de voz, me
hablabacasi
en un susurro, que me atemorizósin saber exactamente el
porqué.Sí, estaba en sus brazos y me decía que
lo esperara tranquila, pero intuía algo y
tenía miedo.
Antes de partir al aeropuerto, preparé algo de
comer. Él no quería que fuera a despedirlo porque
tendría quere-gresar sola en ómnibus desde Orly; insistí
tanto que me llevó con él. Yo tenía unatristeza enorme,
mesentía tan atemori-zada. Ese sexto sentido que a las
mujeres muy rara vez nos falla funcionaba a toda
velocidad. Nos sentamosa esperar que llamarana los
pasajeros, pasó sus brazos por mis hom-bros y así
abrazados seguimos conversando sobre lo que haríamos en
su pronto regreso. Primero iríamos a Londres —dondeya
estuvimos anteriormente por unos diez días y lo pasamos
espléndidamente— para revisar la traducción de La ciudad
y los perros. Luego, a Barcelona para entregar
los originales de La casa verde; en fin, haríamos tantas cosas.

Lo escuchaba hablar y solo tenía ganas de decirle a gritos:


¡mientes! Llamaron a los pasajeros al avión. Me decía a
Jutia UrQUIDEILLANES compré un disco: La voz humana, de Jean Cocteau, grabado
por Simone Signoret.Esla historia de una mujer, a quien

en vano.Te extrañaré”. Me quedé en Orly hasta que el avión partió, en su amante, que ella ama locamente,la aban-donapara

él se iba toda mi vida. Regresé a la ciudad, entré en la casa, estaba casarse con otra mujer, a través de un monólogo

tan silenciosa; por el departamento se de-rramaba toda su ausencia. desgarrador; por las palabrasdeella, se siente la

Hice la cama, donde habíamos pasadotodala tarde. La almohada aún tenía mediocri-dad de ese hombre. Claro que no era algo muy

su calor, me abracé a ella y me quedé así por mucho tiempo. alentador para mí, pero la escuchaba todas las noches

Con Mario mandévarios regalos a Patricia, como para demostrarle antes de irme a la cama. Melevantaba temprano y me iba a

quele tenía confianza y como un pedido mudo para que no mehiciera más misa desiete y mediaa la iglesia de San Sulpicio que quedaba

daño. Para decirles que creía en ellos, lo que estaba muy lejos de cerca de casa; ahí tomaba el ómnibus que mellevaría hasta

sentir. Puede ser que actuara tontamente, pero tantas veces lo hacemos la oficina.

en forma equivocada. Quería creeren él, quería convencerme de que


Los días sábados y domingossalía con Nicole. Íbamos
regresaría; aún desechaba los pensamientos que me acosaban y
lastimaban. al cine o al teatro y después a comer a algún restaurante

Seguí trabajando más que nunca, con un ahínco tre-mendo. Me porel barrio. Buscaba en qué matarlas horasdeldía, se me

hundíen él para no pensar. Llegaba a la casa y me molestaba esesilencio hacían tan largos, y sobre todo esa angustia y ese miedo

que a veces llegaba a oírse, esa soledad,el tener que hacerme algo para que no me abandonaban, eran mis compañeroscotidianos.

comer. Me ponía a leer, escuchaba música. Cada nuevo amanecer era una
233
nueva esperanza de recibir noticias de Mario, pero estas nollegaban. Me
minuto, el poderleer sus noti-cias, el que
me confirmara desde Limatodo lo que me
Lo QuE VARGUITAS NODO
había dicho antes de partir. Comencé
leerla y sentí que todo me daba vueltas;
Una mañana me quedé dormida, desperté sobresalta- un señor me sostuvo, me vino un mareo y
da. La noche antes había estado leyendo hasta muy tarde mefui para atrás. No podía creer lo que
sin poder dormir. Me arreglé a la carrera, como pude, y estaba leyendo; sin
salí como una exhalación a mi trabajo. Al pasar por la darme cuenta en voz alta repetía una y otra

ventana de la portería, la viejita que atendía me llamó vez: “No, no, noescierto, no es cierto, no

para darme puede ser tan cruel, ¿por qué tanta


unacarta. Vi que era de Mario; ya hacía ocho días que había maldad, por qué?”. Cuando me di cuenta de
viajado; esas eran sus primeras noticias. Alegremente besé la lo que hacía bajé los ojos avergonzada, la
carta,la puse en el bolsillo de mi sacón y salí gente me miraba. En un
rápidamen-te a pescar una movilidad, pues estaba viaje eterno llegué a la radio, a esa hora

atrasada. Pasó un ómnibus y lo tomé antes de que parara trabajaba sola. No había nadie enla oficina.

completamente; la cola de espera era larga y si me metía No sabía qué hacer, daba vueltas

allí no hubiese podido subir. En medio de la apretura de y vueltas alrededor de miescritorio, leía y

la gente, abrí como pude micarta, estaba tan ansiosa de releía la carta que me quemaba las manos.

saber algo de Mario, había esperadodía a día, minuto a Llamé a Vera, no sé para qué, pero tenía
que hablar con alguien. Me sentía morir. Ella solo me Junia UrquiDI
LLANES
dijo:”Lo siento, Julia, pero me parece que tú esperabas esto.

Ya voy paraallá,te llevaré algún calmante”. Y cortó. Yo


no me daba cuenta, pero dijo que dabagritos desaforados. drogas, no las necesito, por qué siempre quieren

Estaba completamente perdida, continuaba dando vueltas. drogarme. Quiero estar consciente, ubicarmeenla realidad.

Nosé cuánto tiempo transcurriría cuando vi a Vera frente No quiero nada”. Con toda paciencia Vera metrajo otro

a mí con un vaso de aguay unapastilla en la mano. De un vaso de agua, el que bebí. Me fui tranquilizando,

manotazo hice volar las dos cosas, gritando: “No quiero dominando mis nervios. El dolor que sentía era tan
inmenso que pedí a Dios que se
234 llevara a Mario, pero que no me lo quitara así, que no me
lo arrebatara de esa manera, cómoiba a vivir sin él, qué
iba a
hacer, no era posible después de luchar tanto. El amor nos
hace ser egoístas; preferí verlo muerto, llorarlo muerto.
Me
hubiera lastimado menos, me hubiera herido menos. Hice uso de

todo mi autodominio. Las manos me temblabanal igual que


los labios, como si tuviese mucho frío. Continué
trabajando, y la gente fue llegando. A mediodía subí al
co-
medordela radio, no sé qué habré comido. Aparentemente, aparte

de mipalidez, no tenía nada, pero dentro de mí era como


un zombi. Todo había sido destruido en unacarta; era
comosi los años pasados no hubiesen existido jamás. En la
tarde hablé con mijefe; le pedí que sin aumento de sueldo
me permitiera hacer dos turnos. No quería llegar a mi
casa tan sola y llena de recuerdos. Me parecía que oiría
su voz
diciéndome palabras de cariño, como la última tarde que hicimos

el amor: “No tengas miedo, Negrita, nada pasará, quiero


que estés tranquilita, por favor, Negrita, tú eres y
serás mi mujer”. Tantas promesas que se perdieron en esas
cuatro paredes queridas, Felizmente, sin preguntarme
nada, el señor Camp aceptó mi propuesta. Trabajé hasta
las diez y
media de la noche. Regresé caminando,serían unas cuarenta
cuadras. Llegué muy tarde y muy cansada a lo que ya no

era nuestro sino mi departamento. Puse el disco


de Simone Signoret y volví a leer la carta, que decía: ningún reproche, pero sabes muy bien que ha

“Lima, 10 de mayo de 1964


Chére Julia: Nunca, por lo menos en los últimos años, ha sido 235
posible una conversación sincera entre nosotros. No quiero hacerte
ver a Patricia, pero ni tú ni nadie tiene
cómo destruir mi amorpor ella. Me ha bastado
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO
verla de nuevo un segundo, para confirmar en mí
mismo
esta evidencia. No quiero a nadie más, no
sido así. Te suplico que me escuches ahora, que voy a
querré nunca a nadie más. Y aún si no la
hablarte con absoluta franqueza, y hagas un esfuerzo por
vuelvo a ver, si me viera obligado a vivir
comprender-me. La vida que hemosllevado estos dos años es
lejos de ella para siempre, seguiré fiel a
una prueba flagrante de lo erróneo quees cerrarlos ojos
este amor. Perdóname que te hable así, que
ante la evidencia, o forzarla realidad por medio dela
te hiera así. Pero esa es la verdad, lo que
violencia.
siento y ya has visto cómo no haservido de
Es verdad que estoy enamoradode Patricia, y sé
que esto no es una revelación parati. Es verdad nada tratar de esquivarla, de silenciarla.

también que
236
en un principio luché con fuerza contra esto que tú
creerás absurdo e imposible, pero hace tiempo que no
lucho más, que he aceptado esa realidad y que ella ha
sido un gran fantasmaentre los dos, que nos ha amargado,
envenenando la vida. La razón es muysimple, Julia. Tú
sabes tanto como yo que nadaresucita lo que ha muerto, y
que la violencia no reemplaza al amorjamás. Es violencia,
la peor de todas, el haberme obligado a continuar contigo
con el arma desleal del suicidio. Una violencia que ni
siquiera te ha servidoa ti,
pues me consta que tú también has sufrido
horriblemente, y por eso no te reprochotodas las
escenas, las disputas,
las acusaciones tan monstruosamente injustas, todas esas

fábulas inventadasporti, sin duda comojustificaciones in-


conscientes del fracaso de esa aparente reconciliación.
No es posible que tú consideres que continuarasí es el
mal menor y ya tienes que darte cuenta, de manera
irremediable, que no voy a cambiar. Te ruego,Julia, te lo
suplico, reconoce que tengo razón. Tú podrás quizás,
empleando armas indignas deti, impedir que yo vuelva a
Junia UrquiDI LLANES violencia de este último tiempo,se debían a mifrialdad
hacia ti, a mi amargura. No quería hacerte sufrir y sin
embargo lo hacía y lo inverso también escierto. No se
Mehacostado muchoescribirte esta carta; pero creo que ya
puede simular el
no es posible continuar con esa conspiración de silencio que ha
amor, no hay unión que merezca este nombre si no se funda en el
habidoentre nosotros todo este tiempo.
Pero quiero ser sincero contigo hasta el final. Si por amor. Y, además, no volveré a pasar momentostan las-

castigarme, por despecho o por venganza(ya sé que en de- timosos comolos de estos últimos tiempos. Te ruego que me

terminadas circunstancias estás dispuesta a cualquier cosa) te niegas a contestes lo más pronto posible, diciéndomesi aceptas que

concedermeel divorcio, lo único que obtendrás será provocar un poco nos divorciemos. Y qué es lo que quieres hacer. Si

másde dolor, pero noaliviar el tuyo. Si nuestro matrimonioestá ya hace permaneces


en París, entoncesiré yo a otro lugar, porque comoes natural, no
tiempo deshecho y solo se sobrevive a sí mismo,si esto ha quedado más
que demos-trado anteti y ante mí en estos dos años, lo único que te puedo regresarallá. Escríbeme a la casa de los abuelos

pido es que cedas ante lo ya consumado.Si te niegas a aceptar el (Avenida Reducto 1275 A. San Antonio, Miraflores), y en to- do

divorcio —fíjate que no oculto nada— impedirás que me case con Patricia caso piensa que yo, solamente yo, soy el único causante de

y me harás pagar bien con el dolor que puede causarte esta carta, ya tu pena o detu cólera. No amargues a Lucho o a Olguita

que deberé renunciara ella para siem-pre. Pero en ningúncaso,y esta vez creyendo vengarte así de mí. Si quieres vengarte de

tienes que creerme, vol-veré contigo. No se puedevivir con una mujer, alguien, y tienes cómohacerlo, piensa únicamente en mí.

por más buena y sacrificada que sea, queriendoa otra. Es cruel y duro Mario”.

tener que decírtelo, pero es así, Julia. Yo sé que tus celos, toda tu
237
estaba el muchacho que me besaba los pies
cuando se casó conmigo? Ese, el de la carta,
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
no era Mario;él, para mí, a pesar de todo lo

pasado, era noble,justo, honesto. ¿En qué


Me costó mucho comprenderesta carta; lo único que se había convertido por su amora Patricia?
comprendíaera su petición de divorcio, pero lo demás re- Si me conocía tan bien, ¿cómo podía pensar
sultaba inadmisible. No lo había obligado a seguir a mi siquiera en que iba a vengarme en personas
lado. ¿Acaso nole ofrecíyo la separación cuando estuvo inocentes y queridas? Quizás —y me parece
en Méjico?; entonces, ¿por qué me acusaba a mí? ¿Tal vez una conclusión desoladora— nunca me
para escudarse conmigo ante su propia cobardía? Era conoció.
incoherente su carta, Es cierto que teníamos discusiones

desagradables, pero des-pués todo volvía a la normalidad, Enla soledad de mihabitación, el rostro

tantas veces sucedió esto. Superábamos nuestras diferencias, de mi marido hacía piruetas ante mí,
nuestras sospechas, nues-tros celos, y, cuando menos, sonriéndomecariñosamente, a ratos con

buscábamosel entendimiento y la convivencia. Su sarcasmo;viéndolo así, con mi mente afiebrada,

despedida estuvo llena de promesas, de ternura. ¿Quién recién me daba cuenta de lo inescrutables y

era el que me escribía tantos horrores?, ¿quién era el cubiertos que eran sus ojos. Durante todo

que me llenaba de reproches malintencionados?, ¿dónde este tiempo vivió una vida secreta y
ominosa, extendiendo un dedosilencioso de acusación para Junta URQUIDI
LLANES
destruir a quien prohibió se percatara de ello. Me
oprimílos ojos para borrar su carta, mientras caía de
rodillas gritando, se cierran,cortinas que se corren, pero no se veía
aullando: “¡No, Mario, no!”, y quise cerrar mi corazón des- ninguna luz. Así permanecí por muchotiempo; en mis
garrado como unabarrera ante el recuerdo de mi marido. pensamien-tos veía a mi marido cuando hablaba
Me ahogaba enla habitación, tomé un batón delgado y bajé atropelladamente en su prisa por lanzar las palabras
al patio. Permanecí de pie en el patio frío —en mi alma condenatorias. Aparecían imágenes que desaparecían
sen-tía un frío queera interminable— al lado del comorelámpagos, como ver una película pasada a toda
árboltan solita-rio comoyo, escuchandolos ruidos en velocidad; era todo tan rápido, veía las escenas

derredor, puertas que familiares, pero eso ya no existía, yo ya no for-


mabapartede ellas, era una extraña. Sentía que mi
238 cuerpo quedaba sin sangre porel estupor que me
embargaba. Con el corazón demasiado helado para
experimentar ningún do-lor, con un vacío tan enorme.
Me senté en la primera grada que conducía al
departamento y vi aparecer las primeras luces del
día. Entonces subí como una autómata. No había
pegadolos ojos, pero no sentía nada, absolutamente
nada, ni cansancio nifatiga, solo una laxitud que me
parecía que mi cuerpo, mi mente y mi alma se habían
quedadoenel patio. Medi una ducha rápida y me
preparé para mis quehaceres cotidianos.
Jamás había caminadotanto por París, y me
acordaba de unos hermosos párrafos de Miller, en
Trópico de Cáncer: ”... mi mundo de seres humanos había
desaparecido; me encontraba completamente solo en el
mundo y por amigos tenía las calles, y las calles me
hablaban de ese lenguaje triste, amargo, compuesto
de miseria humana, anhelo, pe-sadumbre, fracaso,
esfuerzo desperdiciado”.
Llegaba rendidaa casa, seguía trabajando dos turnos
y yéndomea pie. Esperaba calmarme un pocopara escribirle
a Mario; tenía que pensar mucho en lo quele diría, en
ningún momento pasó por mi mente ni la venganza ni
negarme a su pedido. Como no dormía, estaba deshecha
anímicamente. Meechabaen la cama y me ponía a pensar. No
podía com-
prendertanta hipocresía, tanta falsedad, tanta maldad,si lo único que había rostro se me endurecía como
hecho, mi único pecado había sido amarlo. Alrecordaralgunoshechosel
239
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO que lo obligaba con malasartes a seguir a
mi lado guardandosilencio, acallando sus
senti-mientos. ¡Quéironía másincreíble!,
de terror y merepetía: “Tendría que haber rescatado a
¿y dónde quedaba él que no tuvo la hombría
Mario del podery la influencia de Patricia; me contuve
ni la honradez de enfrentarse con-migo,
demasiado y permití que Patricia lo alejara de mí, que
con su “dolorosa” realidad?
lo aislara sin dar-
Infinidad de veces me tendía vestida
me oportunidad para nada”. Quise luchar como no lo había
sobre la cama y veía amanecer. Quería
hecho, pero ya era tarde, absolutamente tarde. Me
habían llorar y no podía, era comosi junto

derrotado tan fácilmente. Dios mío, cómotoleré tantafarsa, dije


240
en voz alta, preguntándome atormentada: ¿por qué lo dejé
ir, cómo he podido ser tan ciega?, ¿cómo les permití que
destruyeran mi vida? Cuando se ha perdido lo que se ama,
no existe silencio en el corazón, todo lo contrario, es
un grito desgarrador, estremecedor. Hay un dolor tan
inmenso, tan terrible que solo existe pesar. Todo parece
desaparecer o morir, todo parece que llorara junto con
nosotros, ya solo hay unalarga e inmensa agonía sin fin.
Movía la cabeza de
un lado a otro con una furia descontrolada. Quería borrar
las imágenes que me perseguían, quelas tenía ante mis ojos

riéndose sardónicamente de mí. No podía apartar de mi


pensamiento el hecho de que todo enel último tiempo
había
sido una triste comedia, una farsa cruel e
jamás me había querido. No se
inhumana, que
puede actuar sin piedad con alguien a
quien alguna vez se quiso.
De acuerdoa su carta, durante esa época, Mario re-

conocía que mis celos fueron justos, reconocía que mi


su-frimiento era cierto, pero no tuvo el valor de
enfrentarse conmigo; con una cobardía sin límites, me lo
dijo delejos, pretextando que yo haría una escena,
escogió el camino más fácil. Siempre era yo la culpable,
la intransigente, la mala, la que lo hacía sufrir, la
Jutia UrQUIDI ÍLLANES

conmigo se hubieran secado mis ojos. Para poder dormir, hacía


varias noches que no lo hacía, compré una botella de whisky. No
quería tomar calmantes, ni ninguna clase de drogas, me daba
miedo de mí misma. Estaba en una
inseguridad tan enorme, en una soledad tan pavorosa (ade-
más, no quería que nuevamente se me acusara de extorsión porsuicidio,
¡cobarde!), que empecé a adelgazar en forma alarmante. Sinceramente no
sé cómoresistí; por momentos pensaba que no podría hacerlo. No hay nada
másterrible que la impotencia, el sentirse atada de pies y manos, saber
que a unolo están haciendo pedazos desde tan lejos, y no poder
defenderse. Para contrarrestar mi dolor volvía a leer
una y otra vez la carta de Mario. Quería convencerme de que no valía la pena

sufrir por una persona que no tuvo ningunaconsideración conmigo, pero


era inútil, no lograba nada sino sentirme más sola y más adolorida. Al
llegar a casa, ponía un disco, mi disco, tomaba dos grandestragos
de whisky, así dormía algo, pero cada día me sentía peor, con un
malestar tan desagradable que vivía en un estado de sonambulismo
permanente. Pero reaccioné. Me dije a mí misma que no tenía por
qué destruirme como lo estaba haciendo, que eso era desprecio
por mí misma, Tiré lo que quedaba del whisky y no volví a beber
ni un solo trago. Al principio me costó un poco, pero no me iba
a volver alco-hólica por algo que no tenía remedio;al fin y al
cabo como persona yo también valía mucho. Me hice un auto-lavado
cerebral muy provechosoy salí adelante.
Con toda serenidad contesté a Mario. Aceptaba la se- paración, pero pedía

un término de seis meses a un año, no porque pensaba que él volvería


conmigo, sino por mi hermana Olga. La muerte de su hija era muyreciente
para darles un nuevo dolor. A Patricia le pedí paciencia, les pedí
paciencia a los dos, que respetaran a las personas que no tenían la
culpa de nada y que sufrirían con esta situación.

241
Edwards me llevarían al aeropuerto. Noches
antes fui a comer con Nicole, las dos
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO
solas. Me obsequió unlibro, El segundo
sexo, de Simone Beauvoir, que sigue siendo
Además, si Mario no quería volver a París mientras yo es- miautora preferi-da. Llegué a casa y me
tuviese allí, me correspondía a míel irme,así se lo dije. Yo no puse a escribir una carta de despedida. No
necesitaba vivir sola allí, a pesar de que tenía una recuerdo muybien lo que le decía, pero
buena síestoy segura de que volcabaenella todo mi
posición en mi trabajo; en cambio,él sí necesitaba dolor, todo mi amor.
hacerlo. En esa ciudad estaba todo su futuro
literario y no iba a ser yo quien pusiera 242
inconvenientes. Le dejaría la vía libre en todo
sentido, habíamos luchado mucho para que llegara
adondehabía llegado hasta ese momento. Además, a mí
ya no me necesitaba. Ya estaba en camino
ascendente. Hacia la cima a la que deseaba llegar.
Yo ya había dado todo, no tenía nada más que mi
pobre amor que nadaservía.
Le escribí a Patricia, sin rencores, sin odios, ni

vengan-zas. Mario me agradeció esta carta, la que recibí cuando

ya estaba en Bolivia. Mi sobrina no se dignó contestarme,¿qué

podría decirme? Era tan joven en edad, pero bastante madu-ra

para destrozar mi matrimonio sin miedo alguno. También aprendió

a mentir comolo hizo Mario. No les guardé rencor, ni nunca odié

a nadie, pienso que no lo haré jamás.

Empecé con los preparativos de mi regreso a


Bolivia. Nadie en mifamilia sabía nada, aunque los
enamorados pri-mos tenían miedo de mi gran venganza (me
convirtieron en el personaje malvado de una novela de
Corín Tellado). El que actúa mal y en forma solapada
cree que todos somos iguales. Yo no sé hacer daño. Tuve
buenos maestros en las personas que tanto quería, pero
gracias a Dios no aprendí nadadeellos.
Mis últimosdías en París fueronterribles; por
momen-tos creí que iba a volvermeloca. Tenía que salir
de allí un 30
de mayo, día de mi cumpleaños. ¡Lindo regalo! Mis amigos
Jutia URQUIDI LLANES | seguridad, de proyectos para su regreso, ese regreso que
él sabía no se realizaría. ¿Cómo se puedeser tan cruel,

La mañana de mi partida salí a caminar por última vez porParís; jugar de esa formacon sentimientos limpios y nobles? ¿Por

al pasar por una tienda en la rue de Rívoli quéno medejó ir cuandoquise hacerlo?, ¿por qué?, ¿por qué
tanta mentira, tanto engaño,tanta deslealtad? Son

6 en la vitrina un prendedor muy bonito, y como era mi cumpleaños, preguntas que nunca tendrán respuesta directa. Pero ya el

decidí regalármelo, aún lo conservo. Almorcé en un restaurante del tiempo me las ha dado. Me vino una angustia tan grande,

Barrio Latino, en uno al que habíamos unos deseos de gritar tan incontenibles que me levanté de

ido muchas veces con Varguitas. Fui luego a casa, a esperar las cinco un salto de la cama y con furia clavé las uñas en la pared

dela tarde, hora en que iría Jorge a buscarme. Comprérosasrojas; Mario para ahogar mi grito desesperado como un animal herido. El

siempre me las enviaba en mi cumpleaños, aún en nuestra lejana dolor me hizo volver a la realidad. Había sangre que

épocadifícil económi-camente, y las arreglé en un florero, chorreaba por mis manos:al clavar las uñas en el muro de

poniéndolassobre la chimenea. Puse el departamento impecable. Limpié cemento,la mayoría de estas se voltearon rompiéndose

sus li-bros, quería tanto la colección que le había regalado, y en el deraíz.

pic-up dejé puesto mi disco La voz humana, con una notita en quesolo
Jorge vino a buscarme la cinco en punto dela tarde;
escribí: “Escucha esto, por favor”. Miraba todo en el departamento
comosi quisiera llevármelo prendido en las retinas. Tocaba los muebles fue tan puntual, ademáslas circunstancias lo permitían,

para dejar parte de mí en ellos y llevarme yo parte de ellos. Me eché que

en la cama y comencé a revivir por no sé cuántas veces nuestra última y


bella tarde; fue tan sublime, tan llena de frases de amor, de
243
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO Nadie decía nada; me propuse nollorar, hacía
tiempo que nolo ha-cía. Además, no quería

venían muy bien los versos de García Lorca: ”... eran las cinco causar problemas a dos amigos que tan buenos

en punto de la tarde y la muerte ponía huevos en la fueron conmigo. Miraba con avidez las calles

herida”. Cuando oí sus pasos en la escalera, sentí que el que me parecían nuevas, como si nunca hubiera
caminado porellas. Apoyé la cabeza en el respaldo
alma se me encogía, dejaba tanto, renunciaba a tanto.
del asiento y cerré los ojos; no quería ver
Nada
ni nadie me obligaba a irme, lo hacía por amar demasiado a mada más,solo sentir deslizarse el auto que

Mario, para darle lo queél quería tener: París y mellevaba lejos y hacia un nuevo destino.

Patricia. Todos mis sueños, mis ilusiones se habían

Di una última mirada a mi pequeño y adorado hogar. hechotrizas. Llegamos

Cerré las puertas dándole rápidamente la espalda y bajé al aeropuerto, ese aeropuerto que siempre se ensañó con-
migo; desdeallí partieron seres que tanto
casi corriendolas escaleras; no quería que a último
amé y no volví a verlos, desde ese
momento me faltara el valor que había acumulado. Al
aeropuerto me fueron arrebatadossin piedad.
pasarporel solita-
Haciendo un esfuerzo sobrehumano para
rio árbol del patio arranqué unas cuantashojasy, sin mirar
contener las lágrimas que sentía venir, y
atrás, entré en el auto donde estabaPilar y partimos.
con una mueca que quiso ser sonrisa, me
despedí de Jorge y Pilar. A pasos largos me

encaminéal túnel que me conduciría al avión.

244

La travesía hasta Limala realicé sin darme


cuenta —comoen miviaje de exilio a Antofagasta, con
la diferen-cia que este era sin retorno—. Una vez a
bordo del avión mis ojos se desbordaron
comocataratas; después de tanta contención, era
imposible que nolo hicieran. Lloré mucho, muchísimo.
Me prendí fuerte del asiento, mis nudillos se
pusieron blancos. La aeromoza no podía desprender
mis manosdetan aferradas que estaban. Ella me obligó
a tomar unapastilla. Al cabo de unos minutos sentí
una laxitud tan agradable que me quedé dormida
durante largo tiempo. Medespertaron para darme algo
de comer. Nisiquiera pregunté dónde estábamos, no me
interesaba. Fue un via-je que hice casi
inconsciente. El efecto de la pastilla me duró hasta
llegar a Lima. No bajé del avión en ninguna de las
escalas, solo en Miami, para el cambio de nave, y lo
hice medio dormida. Llegué a Lima en la mañana tem-
prano. Tenía que pasarallí el día y una noche, para
seguir a Bolivia al día siguiente.

En el aeropuerto de Lima me esperabanElsa y Adolfo


Córdova,a quienes avisé de mi arribo. Me alojaron en su
ca-sa. Alos pocos minutosdellegarallí, llamé a Pupi, que vino de
245
inmediato, casi antes de que acabara decolgarel teléfono.
muchas manerasde no ceder tan fácilmente a
quien se ama. Pero tenía que respetar mi
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
palabra —yonoera Patricia que no cumplió ni
pensó cumplir jamás lo que me prometió—;le
No sé cómose enteraría Mario de que yo estaba en Lima; no
había aceptado darle su libertad y lo
fue a verme, no tuvo ese valor. Su valentía era solamen-
cumpliría hastaelfinal. Nousaría ni la
te para defender su amor y su libertad a la distancia y
fuerza ni la intimidación como él pensaba.
por carta. Prácticamente se ocultó, acompañado por
Noestaba en mí recurrir a mediostan bajos.
Abelardo, el marido de Pupi; tenía —según pareció mucho
miedo de quehiciera un escándalo, de que fuera a hablar 246
con mi her-
mana y mi cuñado, de que lo desenmascarara. Si me hubiera
conocido mejor se habría dado cuenta de que jamás hubiera
hecho algo semejante; insisto en ello, nunca me conoció,
por eso tampoco me comprendió. Nunca hizo nada por
lograrlo. Solo me utilizó, y eso sí que lo hizo bien.
Mi hermanaOlga se enteró, no sé por qué medio, de
mi paso por Lima. En la tarde llamó a casa de Elsa, quien
le negó queyo estuviese allí. Of llorar a Olgaen el
teléfono y suplicar para que le avisaran dóndeestaba yo.
Mis señas a Elsa eran negativas. No quise ver a nadie.
Hasta ese mo-mento había conservadounarelativa
tranquilidad, me había mantenido en mi posición, pero no
sabía si podía conservar mi hermetismo, ni en qué forma
reaccionaría ante un enfren-tamiento con Olga y
Lucho,sobre todo con Patricia. Tal vez ello hubiera
podido desencadenaralgo imprevisible. Mis nervios no
estaban para soportar escenas, podían estallar en
cualquier momento, y eso era lo que quería evitar.
Preferí que mi hermana llorara por no poder verme a quelo
hiciera por razones más fuertes, más graves. Ella
ignoraba todo. Tal vez si mi actitud en aquellas
circunstancias hubiese sido
otra, las cosas podrían haber variado. No quiero decir
que Mario hubiera regresado a mi lado, no, eso no. Pero
hay
Jutia UrQuiD! LLANES momentoellos no sabían que yo estaba en Bolivia. Solo a la
mañanasiguiente llamé a mi ma-dre para que indicarle en

Pasé la noche en blanco (con la ilusa esperanza de que Mario fuera qué vuelo llegaría dondeellos, sin darle mayores

a verme para decirmecara a cara lo que pensa-ba). Salimos camino al aeropuerto. explicaciones. Hablé muchocontía Carmela, lloré en su

Quizás con mi partida, Mario se tranquilizaría y comprobaría mi sincera regazo, siempre tan lleno de amor para todas nosotras y

determi-nación, aunque yo me quedara muerta en vida. Me despedí para todos los que necesitaban deella. Me dio su consuelo,

de mis amigos Córdova. Ya nunca más volvería a ver a Elsa; murió poco el hablarle me daba una sensación de paz. Desde muy joven

después. Al cabo de unosaños,asistiría con mis compadres Oquendo al recurría a ella cuando tenía algún problema. Ya

matrimonio de unadesushijas. más tranquila me preparé para el viaje a


Ya en La Paz, donde tenía que pasar un día, antes de proseguir Cochabamba y dormí algunashorasal lado de
viaje hacia Cochabamba, ya queallí vivían mis padres y hermanos, mefui mitía.
En el aeropuerto de Cochabamba me esperaban mi madre
a casa de tía Carmela, hermana de mi padre. Era una mujerextraordinaria
y una de mis hermanas, la menor. Me sentí tan ner-viosa al
que me dio siem-pre su cariño como si hubiera sido mi madre. Pasé todo
verlas que apenas podía hablar, merecorría un es-
el
tremecimientoincontrolable, la quijada me temblaba de tal
día, intranquila, no estuve con nadie más que conella, sus hijas y su nieta.

Mi tía era una persona de unadiscreción increíble, me veía nerviosa forma que llegaba a crujir. Por supuesto que me acosaron a

pero no me hacía preguntas. Ya preguntas; que a qué se debía miviaje, que por qué no

en la noche, hablé conella. Quería que me aconsejara cómo decir la verdad a había

mis padres, pues ellos ignoraban lo que pasaba. Incluso hasta ese
247
malicioso, ya nos vere-mos en casa de
Cachito”. Sentí que se me quebraba la voz
Lo Que VarGUITAS NO'DIJO
y le dije: “Chao, nos veremos”, y partimos
a la casa de mi hermana. Seguía con mi
avisado antes, que cómo estaba Mario, en fin cientos de inte- propósito de no lastimar ni hacer sufrir a
rrogaciones que contestaba a medias, hasta queles dije: nadie. No encontraba cómo abordar el tema
“Por favor, esperen que lleguemos a casa de Cachito, y para que pareciera algo natural y no
hablaremos tranquilas, pero antes quiero pasar porla grotesco, pero la situación
oficina de mi padre, quiero verlo”. Hacía como ocho años
era grotesca de porsí. Ya en casa
que no veía a mis pa- de mi hermana, me abracé a ella.
dres, desde que pasamos Mario y yo en viaje hacia Cachito me miróy dijo:
España y él les prometió cuidarme como a su vida —Hermana, tu venida a Bolivia es por Patricia, ¿ver-
misma. dad?
Mipapásalió de su oficina, con asombro en el sem- Me quedé helada y muda de
blante, me besó y me mirófijamente a los ojos: “¿Qué asombro. ¿Cómo po-día saberlo si nunca
haces aquí, hijita? ¿Qué problemastienes en tu había hablado con ella, ni con ningún
matrimonio? Yo no creo en vacaciones sorpresivas”. Traté miembro de mi familia? Nos sentamosy
de sonreírle y le dije: “No pasa nada, papito, no sea les dije:
—Bueno, ahora vamos a conversar, pero, Junta UrQuIDI
LLANES.
porfavor, no lo tomen como unatragedia. Estas
cosas suceden y hay
callar por mucho tiempo más. Después de tanto silencio y
quever la forma de sobrellevarlas.
sufrimientos era la primera vez que me escuchaban rela-
¿Hermana, sabes algo de Patricia?
Me respondió que había estado en Limay allí se tar estos acontecimientos. Ellas no sospechaban siquiera

encon-tró con Mario y Patricia, y que fácilmente se dio el


infierno en que viví los últimos dos años en París.
cuenta de quehabía algo entre ellos por la manera en que
Estaban seguras de que era la mujer másfeliz del mundo
se miraban; que no le gustó nada lo que vio, pero se
porque así
calló (parece que
se los decía en mis cartas. No tenía para qué darles
el callarse es costumbre familiar). Entonces no tuve
preocu-paciones si ellas no hubieran podido resolver
más remedio que hablar y decir la verdad. Tampoco
nada. Además,
la podía
por entonces siempre tuve la
1/ 248 esperanza de que las cosas tomarían
otro rumbo.
En verdad, fue aquella unasituación casi dramática.
LloramosporOlga, hacía tan poco tiempo que había perdi-do
trágicamente a Wandita y ahora le venía esto. Hasta ese
momentoella no tenía la más leve idea de lo que sucedía
entre su hija y mi marido. No mesentí con fuerzas para
enfrentar a mi padre con la cruday folletinesca verdad.
Le dije a mi madre quese la contara. Solo hablé una vez
con él. Fue un día que almorzábamosen casa de ellos mis
hermanas y yo. Mi padre se levantó de la mesa para irse a
la oficina. Nosotras nos quedamos conversando de
sobremesa. Mi pa-dre nunca fue un hombre expresivo al
demostrar el cariño enorme que sentía por sushijos. Su
manera de ser era más bien parca y reservada. Pero en mil
formas diferentes nos expresaba sus sentimientos. Por
supuesto que nos queda-mos hablando de Mario y Patricia,
era muy difícil para mi
familia comprenderla realidad. En un momento dado, sentí

unruidoy les dije: “Cállense, parece que alguien llora”.


Me levanté de la mesa,y al pasar porel dormitorio oí un
sollozo. Abrí la puerta y encontré a mi padre. Lo abracé y le
dije:

—No,papá, por favor, no llore. Le


ruego que no lo haga. No lo soportaría. Ayúdemea desgracia. Tú eres mi hija y ella es mi nieta.

ser valiente, pero no llore usted.


249
Mecontestó:
—Hijita, no puedo ni maldecir a la causante de tu pena y de tu
la carta quele enviaste a Patricia por
intermedio de Bertha; es unabella carta,
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO llena de generosidad y de nobleza, que
me avergonzó pues yo temía encontrar en
¡Qué hacer Dios mío! Sentí que el alma se me ella palabras de rencor. Créeme que me
desga-rraba, y por primera vez odié a quienes tanto duele profundamente haberactuado contigo
dañoestaban haciendo a mis padres. Porellos esta vez de manera destemplada y brutal.
pelearía contra todos, no dejaría que mis padres No soy ciego ni ingrato, Julia, y sé muy
sintieran ningún dolor. A mí que me hicieran lo que
bien todo lo que te debo. Dudoqueotra
quisieran, pero a mis padresno,ellos estaban antes
mujer hubiera soportado tanto tiempo y con
que nada. Consolé a miviejito amado como pude. Lo
tanta abnegación mis neurosis y mi
tranquilicé diciéndole:
egoísmo; sé también,
—Papi, nunca más quiero verlo así, nunca más. No se
preocupe por mí, yo estoy bien. He aceptado la realidad.
250
Ya no me duele. Le prometo que ya no me lastiman. Pero
esto notiene que tocarlos a ustedes. Esté tranquilo por
amor de Dios, Usted sí me hace sufrir con sus lágrimas,
ellos no,

papacito.
Y nunca más nadie mevio llorar, derramar una
sola lágrima. Me revestí de una coraza de valor.
Pero hasta el día de hoy reacciono, no sé si con
dolor o con rencor por el sufrimiento de mis
padres. Esto es lo único que no per-donaré, Esas
lágrimas de mis viejos aún las llevo sobre el
corazón. Aunqueellos se fueron de mi lado para
siempre, hace muchotiempo.
Por aquellos días recibí esta carta de Mario:
“París, 7 de junio de 1964
Querida Julia: Estoy en París desde ayer; anoche leí

varias veces tus cartas y esta mañana, antes de sentarme


a la máquina para escribirte estas líneas, volví a
leerlas y a sentir la misma sensación de amargura, de
pesar. En Limavi
Jutía UrquiD1 LLANES ampliamente. No, comocreías —¿mecreerás esta vez, chére
Julia?— porque yo te engañase cada vez que volvías la

y lo diré siempre, que si a diferencia de mis amigos, yo no traicioné mi espalda, como hacen todos los buenos maridos respetables

vocación y soy hasta hoy en día un escritor, se debe a ti en gran parte, una vez transcurrida la luna de miel. Yo no soy buenoni

ya que nunca trataste de apartarme dela literatura y, al contrario, me respetable y en nueve años de matrimonio no he practicado

ayudaste siempre a ser fiel a ella, sabiendo lo que eso solo metraería a nunca ciertas sólidas costumbres burguesas. No sé, y

mí, y a ti, en cambio,la estrechez material, una vida mediocre. Hubiera probablemente no sabré nunca, lo que es tener una amante
y la única vez que traté
dado cualquier cosa por separarme de ti de buena manera, explicándotelo
de engañarte, por esnobismoadolescente, con una putaele-
todo, rogándote que comprendieras. Pero tú sabes tan bien comoyo,Julia,
gante del hotel Napoleón,la experiencia fue tan
que eso hubierasignificado un dramaterrible. Te juro que no te hago
lamentable
reproches, sé de sobra que el único que los merece soy yo. Pero recuerda
que se me enciende la cara al recordarlo. No debo haber
ese clima deviolencia, de tensión, en el que hemosvivido todos estos
superadociertos prejuicios burgueses todavía cuando me
años. Yo debí decírtelo desde un comienzo y ha sido un error
imperdonable de mi parte disimular, mentir, negar lo que dentro de míera avergúenza un poco, todavía, decirte que en nueve años y

la evidencia misma. Creía con esa lastimosa excepción, nunca he hecho el amorfuera

queasí sufrirías menosy no fue así; al contrario, el infierno que yo llevaba del matrimonio. Aunqueno lo creas (pero ahora deberías

dentro te lo he hechovivir a ti, que no tenías ninguna culpa. Yo sé muy creerme). Nunca toqué un cabello de Pilar, de quien jamás

bien,Julia, que tus celos y tu amargura todoeste tiempose justificaban


251
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO: sinceridad. Es probable que haya mucho
decierto en estos sombríos augurios que

estuve enamorado, y supongo que no has imaginado que aparecen en tu carta del día 27; yo me

heviolado a Patricia. Como dices en una de tus cartas, conozco bastante bien y sé que no

en el dominio sentimental, aún sigo en los 15 años. puedohacerfeliz a nadie. Pero no

Dicho esto, y perdóname que te hiera de nuevo, es cierto voy a renunciar a ese amor, a pesar de

y justo que todos los enormes obstáculos que


tuvieras razón por acusarmede serfrío contigo, injusto y a señalas y que conozco tanto como
veces cruel. No quiero hacerte daño, Negrita, por lo que tú.
más quieras perdóname, pero tú sabes lo que es el amor, Has hecho mal en pensar que podía

y cómo valerme de malas artes y procedimientos

lo avasalla todo y destruye los propósitos y las sórdidos para obtenerel divorcio”. Lo
convicciones como un gran ventarrón. He vivido todos último que se me podría ocurrir es
estos años con el corazón devorado porel recuerdo de acusarte de algo ante un tribunal y me ha
Patricia, sufriendo apenado que me amenazaras con mos-trar
mucho yo también y esto puede explicarte muchas cosas. cartas “comprometedoras”. El único que
No debería hablarte de ella, pero tus cartas me está compro-metido en esto soy yo, querida
han partido Julia, y no me atemoriza en absoluto que
el alma y creo que, aunquetarde,es preferible la sepa todo el mundo que quiero a Patricia.
Te pedí que evitaras revelárselo a sus papás, por ellos JuLia UrQuiDI
ILLANES
y no por mí. Pero desde luego que no es un escándalo
familiar lo que pueda asustarme, mucho menos modificar
mis sentimien-tos. No quiero hacerte la infamia de
imaginar que pudieras intentar algo contra Patricia,
al divorcio. Está bien, Julia. Te sientes lastimadaahora, y con
sobre todo después deleer la
razón. Incluso si, como puede ocurrir, pasado ese plazo,
bella, la hermosa carta que les escribiste. Ella no tiene la
me dijeras que necesitas otro máslargo, no podría sentir
culpa de que yo la quiera, ¿no es cierto?, y mucho menos
ningún rencorhaciati. No voy a intentar conseguir el
queyo te haya hecho sufrir. Me dices que ahora necesitas
divorcio si tá te oponesa él, a pesar de lo que esto
un tiempodereflexión de seis meses para decidir si
significa. Tienes todo el derecho de impedir que yo me
consientes
case con Patricia, y después de todo con esto tal vez le
harías un buenservicio a tu sobri-na, pero no puedocreer
252
queesta actitud te sea dictada por un deseo de
compensación por el daño que te he causado. Menos todavía
que creas que después de un tiempovolveré a la razón. A mí
también me cuesta hablarte de problemas materiales; pero
es urgente, indispensable. Tienes que estar sin un centavo
y yo sé muybien quela situación de tu fami-lia es difícil,
y que ellos no podrán ayudarte. Por este mismo correo le
escribo a Carlos Barral diciéndole que te envíe todo lo
que hay y pueda haberenel futuro de los derechos de La
ciudad y los perros. Es algo que te corresponde en
legítima justicia y no tienes derecho a rechazarlo. Yo no
tengo ahora nadadeplata,si no te mandaría algo para
ayudarte a hacer frente a algunas necesidades menudas.
Pero en Barcelona debe haber a mi cuenta unas cien mil
pesetas y eso te puede servir durante algún tiempo. (Te
mando copia dela carta). La próxima semanate despacharé
las maletas; ¿cómo debo hacer para enviarte elpic-up y los
discosy las otras cosas de

Bretaña y Holanda? Todo es tuyo y te


lo mandaré de todos modos. Mario”.
*Él sí podía pensar mal de mí, venganzas,
rencores, etc., pero a mí me estaba vedado poder
pensar malde él;
yo no podía hacerlo, lo lastimaba, y hacía
muy malconello; ¿qué conclusiones se pueden
sacar? donde el médico y me dio la desagradable
Miestado de ánimoera deplorable. Tampoco me sen-tía bien de noticia de que necesitaba otra operación, o sea sería la cuarta

salud, comencé nuevamente con fuertes dolores internos. Fui


253
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO mejores y más modernas condiciones. Si no,
es preferible que te operen en el

vez que me abrirían el estómago. Le escribí a Mario para extranjero, donde buenosespecialistas.

queviera la forma de hacer valer mi seguro enla radio. Desde luego que conseguiré todo el dinero

El señor Campse encargó de todo y me fue reembolsado que hagafalta en una u otra forma.

hasta el último centavo que costó la operación. No quise


Tengo uncable de Barral —llegó hace
aceptar el dinero de Mario. Además, no estaba segura de
que me lo unoscinco días— diciéndome quete había

enviaría, y no deseaba tener una nueva decepción girado 500 dólares comoanticipo delos

después de todas las que ya había tenido. Sus derechos de La ciudad y los perros, que
ofrecimientos eran espero ya estén
muchos, pero su cumplimiento de los mismos nulo(y
fue así desde que me quedé en Lima a pedido de 254
él). Como no había modode eludir esta cuarta
operación preferí que fuera pronto y quedamos con
el médico para dos semanas más tarde. Antes tuve
que sometermea un tratamiento, dada mi debilidad,
pues había perdido mucho peso.
Mario meescribía continuamente. Mostraba
una preocupación por mí que estoy segura de
que estaba muy lejos de sentir. Hasta me
ofreció que me fuera a operar a París. Por
supuesto que su preocupación era mucho más
porlo económico que por lo personal.
“París, 16 de junio de 1964
Chére Julia: En este momento acabode recibir tu carta del

7 dejunio y créeme queestoyterriblemente preocupado y


apenado. ¿Está convencido el doctor que te vio que es
imprescindible la operación? Aquí el médico fue
categórico y aseguró que bastaba con una simple
cauterización. Lo mejor sería que consultaras con otros
especialistas, tal vez en La Paz,y si ellos estiman
también que la operación es necesaria, someterte a ella
en Bolivia solo si te garantizan queexisten allá las
Jutta UrQuIDI ÍLLANES

en tu poder. Calculo que los derechos ascienden a unos dos 255


mil dólares y ahora mismoescribo a Barcelona urgiéndolos a
quete envíen el resto lo más pronto posible.Si te hace falta
másdinero, estoy seguro de que Barral me adelantará algo a
cuenta del próximolibro y también puedo pedir un présta-
moa la radio, así como venderel coche. (Siempre vendiendo
el coche, cosa que nuncahizo, lo usó bastante tiempo con
Patricia). En este momento no me queda un centavo en el
banco, porque paguélos impuestos y el seguro, y he estado
viviendo con los 60 mil francosrestantes. Te ruego que me
avises inmediatamentesi recibiste el giro de Barral y que
me tengas altanto, todo el tiempo, de lo relacionado con la
operación. De veras que siento en el alma,Julia, que estés
pasando este mal rato y sé muy bien que ha contribuido a
afectar tu salud lo ocurrido entre nosotros. Dime qué puedo
hacer para ayudarte y lo haré de inmediato.Si quieres que
te operen aquí, ruégale a Ana María que te acompañe y yo
sacaré el pasaje de las dos a crédito en Air France; no será
difícil conseguir eso por medio deJean Descolá. Te he pedi-
do que nos separemos, pero eso no quiero decir que tenga
porti un enormereconocimientoy afecto. Escríbeme pronto
y, por lo que más quieras, mucho, mucho, coraje. Mario”.
“Ella lo miró con ternura. Alberto pensó:
estudiaré mucho y seré un buen ingenie-

ro. Cuandoregrese, trabajaré con mi papá,

tendré un carro convertible, una gran casa

con piscina. Me casaré con Marcela y seré


un don Juan.Iré todos los sábados a bailar
al Grill Bolívar y viajaré mucho. Dentro de

algunos años ni me acordaré que estuve en

el Leoncio Prado”.
La ciudady los perros, de M. V. LL.

XXI

Por supuesto,no viajé a París. Mario no parecía tener


en cuenta mi situación emocional y afectiva, después de la
traición que a mis espaldas se tramó y se llevó a cabo con
tanta perfección, teniendo por aliada mi ingenuasinceridad
y mi actitud de aceptar los hechos calladamente. Solo se in-
quietaba por los aspectos económicos de nuestra separación.
Aspectos que, sin embargo, a mí apenas si me interesaban.

Quizás porqueal lado de mi familia, nunca carecí de nada,


gracias en particular a mi cuñado Marcelo, que ha sido para
mí excepcional amigo, y estoy segura de que siempre podré

recurrir a él en cualquiersituación.
Pero Mariotodo lo remitía al tema del dinero; creía que
con el que me mandaba a través de Barral —no enviado por
él— 100 dólares, 200 dólares, 600 dólares, podría tranqui-
lizar su conciencia por todo lo que yo estaba pasando. No
supe hasta entonces la influencia queejercía en él el poder
del dinero. No era así cuando vivía conmigo,a pesar de ha-
ber pasadotan poco tiempo;tal vez ya lo era, pero yo no me

257
Lo que VARGUITAS NO DIJO:
estuvieraslejos”; a lo que me contestó
riendo: “Ya era hora, estaba dispuesto a
daba cuenta por estar más preocupada en conservarlo que
darte un golpe en la cabeza para dejar-
en observarlo o esquilmarlo. En todas sus cartas el
dinero era su tema favorito. En ninguna me preguntaba 258
cómo me sentía yo. Si estaba saliendo del mal trance,si
estaba tranqui-la, eso nole interesaba, solamente se
preocupabadela parte económica. Y según parece, esto es
mucho más acentuado

enél. Desde que nos separamos,o quizás muchoantes, dejé


de interesarle como ser humano, como persona quetiene
sentimientos, que respira; que amabay necesitaba vivir en
paz. Su egoísmo salió a flote con mucha másintensidad;
¡qué equivocado estaba al pensar que podría comprar mi
corazón!Si actué comolo hice fue porque lo quería.
Cuántas escenas tan tristes se hubiesen evitado si
hubiera tenido la valentía de hablar de frente; pero no,
conmigo eso no se podía. Mientras estuve a su lado nunca
reconoció que
su silencio era lo que producía mi enojo, mi inestabilidad, que

la mentira es mucho máscruel que la verdad simple y


desnuda, sobre todo si no se está acostumbrada a vivir en
ella. Quédistintos éramos,y ¡tantos años tuvieron que
pasar, tantas lágrimas tuve que derramar para darme
cuenta!
Como no hay plazo que no se cumpla y deuda que no
se pague, llegó el día de la operación. Entré al
quirófano caminando, rechacé la camilla. Tenía miedo, y
creo que en el fondo de mi alma deseaba dormir y no
despertar de la anestesia. Era tan poco lo que me ofrecía
la vida. Seguía amando tanto a Mario y estaba tan lejos
de mí, tan inalcan-zable. Costó mucho para que me hiciera
efecto la aneste-
sia. Los médicos se miraban extrañados, veía entrar gota a
gota el líquido en mis venas, pero era lo mismo que agua
destilada; mi estado nervioso era mi peor enemigo, no me dejaba

dormir. Después de muchorato le dije al anestesis-ta:


“Jimmy, creo que esto ya hace efecto, te oigo como si
Junta UrouID1 LLANES
259

te inconsciente”. Me pasó algo muy raro, mi mente seguía trabajando,


los oía hacer los preparativos y comentar mi dificultad para entrar
en ese sueño quees parecido al de la

muerte. Quería hablar, decirles que aún no estaba dormida, que


esperaran, pero no podía. Sentí cómo me amarrabanlas manosy
piernas..., y no me acuerdo más.
Cuando desperté, mis padres y mis hermanas me ob-servaban con
temor y ansiedad; entonces pedí a Dios que mesacara de aquello.
Demoré demasiado en recuperar la lucidez. Al segundo día se me
presentó el mismo problema de siempre: oclusión intestinal. Se llamó
a un especialista y comenzóel tratamiento que impedía que tomara
ningún calmante ni analgésico. De modo que los dolores post-ope-
ratorios los soporté a base de voluntad y de valor. Y eso, con
unadieta en la que solo se me permitía alimentarme conté, aguay un
poco de helado de canela. Porfortuna,la oclusión
cedió a las cuarenta y ocho horas. Mesentía tan débil queno tenía
deseos de nada. Mi amada madre se pasaba las noches a mi lado,atenta
a cualquier movimiento mío. Me mareaba mucho, todo me daba vueltas,
no podía levantarme. Por fin, me dieron de alta y abandonélaclínica.
En pocos días estaba restablecida y rodeada del cariño de todos los
míos.
Como a las dos semanas,llegó mi hermana Olga a Cochabamba. Vino
con el objeto de pedirme que no le conce-diera el divorcio a Mario.
Ya sabía lo que sucedía; parece que Mario habló con Luchoo le
escribió, no estoy segura, pero
lo másprobable es que le hayaescrito. Mi primer encuentro con ella
fue muytriste. Olga estaba deshecha. Una tarde,
paradistraerla, la sacamos a pasear en auto con mi hermana Cachito y
pasamos porel correo pues Olga esperaba noticias de Lucho. Por mala
suerte había una carta de Mario que no pude ocultarsin quela viera;
me exigió quela abriera, no lo
hice, y allí mismo,enla calle, le vino un ataque de nervios tan
horrible que no supimos qué hacer. Queríamoshacerla
tú ni hacérselo a Patricia? Ella te
necesita, nola dejessola.
Lo QuE VARGUITAS NODIJO
Me miraba como con la
mente ida, con ojos que
entrar en el auto y no podíamos,se agarraba del techo
pare-cían no verme y
del mismo,gritaba, zapateaba, como un niño, y lloraba merepetía:
deses-peradamente maldiciendo la suerte que había tenido —Nopuedo, y no puede ser que tú
con sus hijas. Porfin conseguimossentarla dentro del me digas esto. Tú me dices que ¡mihija
auto, me coloqué juntoa ella, la apoyé en mi pecho y mi
se case con tu marido! ¿Cómo es
hermana Cachito partió velozmentea la casa. Llegamos y
acostamos a Olga que seguía llorando inconsolablemente. 260
Poco a poco se fue tranquilizando y se quedó dormida.
Para míestas reac-ciones de mi hermana eran muy
dolorosas, tenía que sacar fuerzas de donde fuera para
ponermefirme y no llorar con
ella. Cuando en la noche me quedaba sola en mi habitación,

ocultaba la cabeza bajo la almohada y daba paso a toda


la tensión del día. Muchasveces he llorado hasta el
amanecer, Pero durante el día nadie meviollorar ni
quejarme de nada,

ni hacer un solo reproche a nadie.


Un día, armándomede valor, le dije a Olga que te-
níamosque hablar; ella no podía seguir así, se
enfermaría. Le hablé largamente haciéndole comprender
que tenía que aceptar los hechos, tenía que hacerse a la
idea de quesu hija se casaría con su primo hermano. Me
refutaba con enojo todo lo quele decía, repetía una y
mil veces que no lo acep-taría, prefería verla muerta.
Entonces reaccioné con furia, un enojo que mesalía de
adentro; gritándole le dije:
—Cállate!, no hables así, Dios puede castigarte,
qué sacas con ponerte en esta posición tan
intransigente; es tu hija, yo solo soy tu hermana,y bien
sabes que una madre no
tiene límites para perdonara sushijos. Se casarán, Olga,
y tendrán hijos que serán tus nietos. ¿Para qué esperar
hasta
entonces si puedes perdonar ahora sin hacerte daño
Jutia UrquiD1 LLANES fuer-zas; por momentoscreía que perdería la razón, ya no
podía más. Todos me presionaban para que no diera el
divorcio, para que no cayera esa vergiienza sobre la
posible, Julita? No lo acepto, me muero de
familia. No tenía por qué ser yo quien defendiera el
vergiienza. ¿De quéestás hecha, hermana?
honor de una familia. Yo no provoquéesa situación, y me
Yo le contestaba:
—Estoy hecha de lo mismo quetú, a mí también me costó mantenía en mi promesa. Además, ¿qué sacaba con llevar

aceptar la verdad, pero yalo hice. Pon tú también los pies en ese apellido si no lo tenía a él? En esos momentos el mío

la tierra. No ocultes la cabeza comoel avestruz en los momentos era mucho másconocido. Yo llevabay llevo el de una

depeligro y enfrenta la vida, ayudaa tu hija. Regresarás a familia tradicional de Bolivia. Mario era completamente

Limay asistirás al matrimonio cuando Mario esté libre. No me desconocido, aquí nadie sabía todavía del famosoescritor.

pidas más quenoinicie el divorcio, porque lo haré, Olga, te Ahora se lo conoce comotal, pero mi nombre, el que me

juro que lo haré y ya no nos martiricemos más, por favor. No legaron mis padressigue siendo respetado por todos, y

exijan tanto de mí, soy un ser humano, no una máquina. Quiero sobre todo por mí misma.

vivir en paz. Quiero olvidarme de todo esto, de este maldito Recibí una carta de Lucho en la que volcaba su

mal sueño. Déjenme tranquila, porfavor. dolor y decepción por esas dos personas que tanto quería.
Salí de la pieza, ya no podía seguir abogando por quienes no lo No la mostré a nadie. Lucho me pedía perdón por ellos.
merecían. No pensaba en ellos, sino en Olga. Tenía que sacarla de esa Nadie
postración que tanto malle estaba haciendo y la hundía cada día más en
un abismoquela iba devorando. Pero yo tambiénestabaen ellímite de mis 261
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO chó una palabra de censura hacia ellos.
Tal vez hice mal, no lo sé. De lo único
que estoy consciente es que no tengo nada
conoce ni conocerá esa carta, es algo entre Lucho y yo.
que recriminarme a mí misma. Actué
Y tal vez sus propias palabrasle dolerían más ahora que
siempre de acuerdo con mi conciencia.
han pasado tantos años. Quién sabe si se acordará de
No soy juez de nadie, no vine al mundo
aquella carta que meescribió en un momento tan
para eso. Si alguien tiene que juzgar
singular. Ahora todosse sientes orgullosos delos
nuestros actos, ya lo hará a su debido
triunfos y glorias de Mario.
tiempo y Él sabrá cómo.
Nose tiene así nomás a un genio en la familia. Y ya ni
Aparecieron las primerascríticas
se acordarán quiénfue la que lo puso en ese camino.
de La ciudad y los pe- rros. Los
Tampoco
militares en el Perú reaccionaron
necesito que lo hagan. Los
violentamente, quemandocientos de
reconocimientos póstumos nunca han
ejemplares en las calles. Le envié a
sido de mi agrado.
Mario un recorte sobre esto. Esta fue
Mihermanaregresó a Lima ya másdispuesta a aceptar
su respuesta:
la realidad. Al menoshice todo lo posible porque así
fuera. Ella y Dios son testigos de que digo la verdad. “París, 11 de octubre de 1964
Querida Julia: Esta mañana recibí tu
Nuncale dije nada ofensivode su hija o de mi marido.
carta del día 7, con el recorte del
Nunca se me escu-
periódico. Mil gracias. (En realidad el lío ha sido Jutia UrQuIDI
LLANES
mucho más serio. Me han abierto un juicio por “co-
munista morboso”, dos generales me declararon traidor a la

patria, y en el Leoncio Prado quemaron mil ejemplares


de la novela). Esperaba para contestar tu anterior,
que pague Scorza. Escríbele; yo se lo diré también. La
reunir un poco de dinero para enviarte un giro. Ahora
cesión de derechos es complicada (te mando la carta que
ya tengo la pla-ta pero no hay forma de conseguir
acabo de recibir de él), y parece que resulta más
dólares; Jorge Edwards me ha prometido cambiarme, pero
conveniente hacerlo en forma de “compraventa” (no tengo
no antes de fin de mes.
la menor idea de lo que quiere decir eso). Yo voy a
Estoy seguro de que Barral puede adelantarte algo,
hasta escribir a Lima para que me
informen de inmediato sobre lo que quiere saber el aboga-
262 do, aquí en el Consulado no saben nada. Tengo entendido
que Scorza quiere hacer nuevas ediciones de la
novela, y parece que en Chile ya la han anunciado
(Scorza sacó dos ediciones, pero jamás me pagó
ninguna). No sé cuánto te significará esto a ti de
derechos pero Barral me prometió que te informaría
en detalle.
Las maletas deben estar por llegar a Arica. A lo
mejor

ya están allá, Marcelo (o tú, no me acuerdo)recibirá el aviso de

la Aduana. Desdeallá irán a Cochabambaportierra. He


llamadoa la agencia y me dicen que todo está en regla,
que no me preocupe, que llegarán de todas maneras. En
todo caso están aseguradas. Me parece que te mandéel
recibo del seguro. Lo he buscado aquí por todaspartes, en
vano. En cuantoa las cartas y las fotos, te las
despacharé pronto. Tengo que encontrarlas primero. Como
tú sabes, mi querida Julia, el orden y yo somosantiguos
enemigos. También ha-blé con Carmeny Josette. No hay
problemas para el envío del sueldo. Los del Qui d'Orsay
me mandaron un recibo y lo devolví, falsificando tu
firma. Son 339 francos nuevos. Espero que me mandenel
cheque. Te despacharé eso con los 200 dólares que te iba
a mandar. Si necesitas más plata con mucha urgencia, avísame
(¿más plata de él?, si nunca medio de la suya). Sé que le

escribiste a Olguita una carta muy linda,Julia. Quiero


que sepas que esto me ha emocio- vicepresidente de Bolivia, me nombró Secretaria
Privada
nado mucho, es muy bello lo que tú haces. Mil recuerdos.
Mario”. 263
Cuandoel Gral. René Barrientos Ortuño fue elegido
Lo quE VARGUITAS NO DIJO papáera unasola furia. Al día siguiente
me puse en contacto con familiares en

de su esposa, Rose Marie Galindo, hermana de mi cuñado Cochabamba y pedí el documento que nece-

Marcelo. Me fui a vivir a La Paz conellos e inicié el sitaban, y en tres días se los envié con mis
mejores deseos defelicidad. Solo faltaba que
espera-do divorcio. Había pasado el año que le pedía a
mi marido y yo debía hacer lo prometido. No le pedí me invitaran al matrimonio, o que me

nada a Mario, quien quizás movido porel nombraran madrina de la boda. Ellos eran

arrepentimiento,algo inusual en él, pidió a mi abogado muy

queen la sentencia se incluyerala cesión a mi nombre de capaces de hacerlo.


los derechos de autor de La ciudad y Contra todos sus ideales y sus

los perros. Por mi parte, renuncié a pensiones, no convicciones, Mario se casó por la

quería su ayuda económica. Aún mesentía con fuerzas iglesia. Mi hermana Olga fue a la boda.

paratrabajar Ese día con la imaginación seguí paso a

como siempre lo he hecho. paso todos los aconteci-


A raíz de un golpe de Estado, asumió la Presidencia
de la Repúblicael Gral. Barrientos y seguí trabajando 264
como Secretaria Privada de su esposa. Mefui a vivir a
casa de

Cachito y Marcelo, que también


trasladaron su residencia a La Paz.
Unatarde estábamos con mi padre en el
escritorio de mi cuñado cuandosonóelteléfono; era
una conferencia para
mí desde Lima;llamaba Varguitas. Con mano
temblorosa toméel teléfono y me emocionó mucho
escuchar su voz. Como Patricia había nacido en
Cochabamba, necesitaban
su certificado de nacimiento para casarse y me pedían que
se los mandara. Esta falta de tacto, abuso de confianza
y hasta cinismo me indignaron. Le contesté en
formacortante
quevería la manera de hacerlo. Bien podría haber pedido
el certificado al Cónsul del Perú, pero no a mí. Mi
Junia UrQuiD1 LLANES

mientos. Me encerré en mi habitación y pensé en todo lo que


estaría pasando en Lima. Sabía que ese mismo día se
irían a París, y a vivir a la rue de Tournon. Quéhorrible es saber que la

persona que se ama, el hombre que sigue sien-do tu vida misma,se esté
uniendo a otra mujer. Es como
una agonía lenta y abrumadora que no se acaba nunca. Se vive y se muere
una y otra vez. Pensaba en lo felices que
serían en ese momento. Qué equivocadaestabaal creer que ya no tenía
lágrimas. Quéfácil fue para ellos construir su felicidad a costa de la
destrucción de otro, a costa de mi renunciamiento. Mario sabía que
acepté todo únicamente por su felicidad; mi amor era másfuerte que lo
que podía haber sido mi egoísmo. Pienso que si ahora se presentara
unasituación parecida en su matrimonio, no creo que su mujer actual —
sin ofenderla a ella— actuaría como lo hice
yo, sin pensar en sí misma, sino en la persona que se ama. Dejar las puertas

abiertas para que él busque otro camino, el que quiera seguir. Sin
trampas, con juego limpio. No supe defenderme; mi silencio fue mi peor
enemigo o quizás mi cómplice. Pero no cambiaré, ya es tarde paraello,
siempre

pensaré en los demás antes que en mí misma, aunque con ello salga
como perdedora. Una amiga me dijo una vez que debería
cambiar; que con mi forma de ser podría pasar por tonta,
que si alguien me golpeaba y si este se caía, yo le daría
la mano para que se levantara y me siguiera golpean-do.
Puede ser que tenga razón, no sé, pero así me siento
contenta.
Mecasé de nuevo algún tiempo después. Fue un ma-trimonio que nunca
debió celebrarse. En primerlugar, en mi interior seguía queriendo a
Mario, y con René no nos entendíamos para nada. Éramostan diferentes,
él era una buena persona, estudioso,trabajador, pero su formadeser, de
pensar, nada tenía que ver conmigo. Nos fuimos a vivir a Washington
D.C. El Gral. Barrientos le dio un cargo en la

265
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO que nos encontramos en casa de Olga, mi
hermana estaba mucho másnerviosa que

Embajadade Bolivia. El trabajo le duró poco, yo. Aparentemente, yo demostraba

precisamente por su manera de ser. Tambiénallí trabajé serenidad. La vida ya mehabía enseñadoa

duramente. Un día me llamó René a mi oficina para vivir en el disimulo. Interiormente me

decirme que habían llegado “mis sobrinos”. Mario y sentía morir. Tocaron el timbre y pegué

Patricia habían llamado unsalto; eran ellos:

a casa, nos esperaban en el hotel. Para mí fue un sacudón


tremendo. Nolos había vuelto a ver, a ella desde
266
quesalí del Perú para París y a Mario desde que salió
de París al Perú.
Disimulé la enorme emoción que sentía y fuimos
con René a buscarlos. Los dos me besaron y
demostraron alegría al verme. Ella me seguía
llamando “tía Julia”. Realmente no
sabía qué pensar, cómocalificarlos, para ellos no había pasa-

do nada, todoera perfectamente normal, Eran dos


cariñosos sobrinos que querían saludar a la “tía”, a
quien no veían hace tanto tiempo. Dimos algunas vueltas
por la ciudad y los dejamos enel aeropuerto. Sentada al
lado de Patricia sentía emociones contradictorias; no
podía precisar si me alegraba o no de verla, a Mario
evitaba mirarlo y dirigirle la palabra; en realidad no
encontraba de qué hablar. Por primera vez en mi vida
estaba muda. Gracias a Dios llegó la hora departida del
avión y se fueron. El beso de Mario meencendió la
mejilla y el de ella me heló la sangre.
Pasó el tiempo; mi matrimonioya estaba cuesta
abajo. Mevinea Bolivia, para ver si una separación
momentánea lograba componerlo, pero no hubocaso; nació
muerto.
Subió al poderel Gral. Juan José Torres y nos
fuimos a vivir a Lima con Cachito y mi cuñado Marcelo.
Yo fui contratada por mi buen amigoJavier Silva para
trabajar en la Junta del Acuerdo de Cartagena. Mis
sobrinos Mario y Patricia estaban en Londres. Pero, por
esos caprichos del destino, regresaron a Lima. El día
JuLia UrQuiD1 ÍLLANES

sonrientes y felices. Nuevamente cariñosossaludos a la “tía Julia”. Les


respondí cortésmente y mefui a la habitación de mi hermana, pretextando
un programaenlatelevisión que meinteresaba. Ni siquiera estaba enterada
de lo que daban. Prendí el televisor y me puse a mirar sin verlo, dando
la espaldaa la puerta de la habitación. Estaba completamente abstraída,
cuando sentí una mano en cada hombro; me volví rápidamente, era Mario.
Me miró y medijo:

—¿Cómoestás, Negrita? ¿Cómo te está yendo?


Hice un movimientopara retirar sus manos y le con-
testé:
—Muybien, gracias. Te ruego quesalgas de
aquí y medejes sola.
Lo hizo ensilencio. Días más tarde asistimos con mi cuñado Luchoy
Patricia a una conferencia que daba Mario. Nossentamos juntos. Era
divertido jugar a personascivili-zadas, cuandoen realidad ninguno se
sentía cómodo.
También fuimos a las carreras. Siempre me gustó ju-gara los
caballos más inverosímiles, que echaban portierra todos los estudios de
Lucho, quien conocía el pedigrí y las carreras ganadas por cada animal.
Bueno, ese día aposté a uncaballito que más parecía un burro, pero noles
dije cuál era, Comenzóla carrera y yo a gritar a micaballito. Cuando me
di cuenta Mario gritaba al mismo, que al ganar dio un balatazo de
película. Sin decirnos nada habíamos apostado bien callados al mismo
animal. ¿Una transmisión de pen-

samiento?, divertido, ¿no?


Alos pocos días celebré mi cumpleaños, con unal-muerzo al que
invité a casi todos mis amigos bolivianos y peruanos. Comoasistiría toda
la familia, también invité a “mis queridos sobrinos”, que aceptaron
encantados. Por su-puesto que los cuchicheosnofaltaron en ningún
momento. Muchosmefelicitaron por mi tranquilidad, otros me ataca-ron
pormi estupidez. Yo me sentía contenta sin importarme

267
Lo QuE VARGUITAS NO DIJO aprendía labores que le permitían
mejores ingresos familiares. Colaborando
a doña Yolanda en esta maravillosa labor
la opinión de nadie. Seguía queriendo a Mario, pero era
un cariño sereno, tranquilo, como una cosa tan me sentía realizada como mujer, dando

imposible, comosi me hubiera enamoradodel Sha de amor a los niños abandonados, prote-

Persia. Ellos re-gresaron a Londres, y, en septiembre


268
de 1971, yo a Bolivia. Fui llamadapor la esposa del
Presidente de la República, Coronel Hugo Banzer Suárez,
para ser su Secretaria Privada.
Nunca más volví a ver a Mario y a Patricia.
Él no dejó de escribirme. Se preocupaba por mis
liquidaciones de los derechosde La ciudady los
perros, para que estuvieran siem-prealdía. Sus
cartas casi comerciales hablaban solamente de
dinero, siempre del dinero. Mis heridas
continuabanabier-tas, pero ya no sangraban.
Durante todoeste tiempo cumplí varias
actividades. Seguí trabajando con la esposa del
presidente Banzer. En ellos encontré verdaderos amigos
que fueron un invalorable

apoyo para mí.


La actividad querealicé conla Sra. Banzer en el
campo social-humano me dio grandessatisfacciones. No
hay, al menospara mí, nada máspositivo ni gratificante
que prestar ayuda a los semejantes. Ayudar a quela
gente se sientaútil, que ocupe el lugar que corresponde
dentro de lo poco que se puedeofrecer en los países
llamados subdesarrollados, y en Bolivia, dondelas
limitaciones son muchas. Tenerla alegría de poder hacer
algo para salvar vidas. Dar todo de sí porel bienestar
de los demás, es sinceramente unasatis-facción que
notiene precio. Esa era la manera de trabajar de la
señora Banzer.
Viajé por casi todos los departamentos y rincones de

Bolivia, llevando siempre con la señora Yolanda


unapalabra de aliento. Inauguramos importantes centros
médicos, cen-tros de madres, donde la mujer campesina
Junia UrquiD1 LLANES

giendoal desvalido y al anciano. Fue algo muy bello lo que hizo


la señora Banzer; ojalá algún día alguien sin egoísmos
personales que gobierne este país lo reconozca.
También viajé fuera del país: Brasil, Argentina, Perú,
Paraguay, Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador, Estados Unidos y
Méjico. En todoslos países donde estuvimos nos interesábamos
muchoporlas leyes sociales de la mujer, el niño y el anciano. Con
orgullo puedo decir que en mi país, Bolivia, estamos mucho más
avanzados que en la mayoría delos otros, y que la labor social
que se llevaba a cabo era mucho másefectiva. Coneste trabajo
llené el vacío que ha-bía en mi vida. Las horas del día se me
pasaban sin sentirlas y en las noches mis sueños eran
mástranquilos y sin las pesadillas que, muchas veces, me
despertaban con un grito de angustia.
Enese lapso perdí en un mes a mis adorados padres que se me
fueroncasi juntos. Habían celebrado 54 años de matrimonio. Mi
madre tenía 13 y mi papá 19 cuando se casaron. Ella partió
primero. Pasaron toda su vida juntos y no pudieronestar
separadosel uno del otro por mucho tiempo. El ejemplo que nos
han dejadovivirá siempre con nosotros.
Me divorcié de René, quien siguió viviendo en Estados Unidos. Deél
síque nunca supe nada.Sin quererser ingrata, a veces me olvido de este
matrimonio. Es algo que pasó por mi vida sin dejar ningunahuella. Lo
ayudéa estudiar, a ser profesional, pero de la misma forma que podría
haberlo hecho con un amigo. Era una persona excelente, pero creo que en
ningunode los dos existió ese amor porel que se da todo, esa pasión que
quemael cuerpoy el alma, eso no existió nunca entre nosotros, y los dos
lo sabemos. Siempre

valoraré su amistad.
Seguíala carrera literaria de Mariotanto por los perió-dicos, que

comenzaron a ocuparse muchode él, como por

269
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO Jutia Urquint
ILLANES

las noticias dentro de mi familia. Mis sentimientos —como

buena descendiente de vascos— seguían vivos; no podía


ha-
cerlos desaparecer. Continuaba siendo algo muy
importante para mí, y leía con avidez todolo
relacionado a él. Buscaba
sus libros en todaslas librerías; cuando
los encontraba era como si hubiera
descubierto un tesoro, y no los
leía, los devoraba.

Cercana delos ex mandatarios Barrientos y Banzer. Arriba, Julia,

desempeñando sulabor social, con la ex primera damadela Nación


YolandaPrada. Abajo, en el bautizode la hija del ex presidente René Barrientos.
“Generalmente los laureles del éxito se se-

can, si unotrata de descansar sobre ellos”.

(Proverbio chino)

xxl

Undía, trabajando en la oficina, me entregaron una


papeleta de correspondencia certificada. Envié al mensaje-
ro, quien me trajo poco después un paquete. Comoestaba
ocupada en ese momento, lo dejé a un lado de mi escrito-
rio. No tenía la menor idea de lo que podría ser. Cuando
me desocupé, agarré el paquetito, lo miré y entonces me di
cuenta que venía de Lima. Lo abrí inmediatamente y cuál
no sería mi sorpresa al encontrarme con unlibro: La tía Julia
y el escribidor. Lo abrí y leí la dedicatoria: “A Julia Urquidi

Illanes, a quien tanto debemosyo y este libro”. También, en

sobre aparte venía esta carta de Mario:


“Lima, 15 de octubre de 1977
Querida Julia: Te estoy enviando hoy, por correo se-
parado, un ejemplar de La tía Julia y el escribidor, que, como
verás, está dedicadoa ti. Reconocerás en la novela, en los
capítulos autobiográficos, muchos episodios que, con los
inevitables cortes y añadidos que la memoria suele impo-
ner a todo aquello que conserva, te (mejor dicho nos) con-
cierne muy de cerca. No heescrito este libro por razones
exhibicionistas ni escandalosas ni nada que se le parezca.
Mipropósito inicial era contar solo la historia del autor de
radioteatros que se vuelve loco. Luego, cuando ya estaba

273
Lo Que VARGUITAS NO DIJO. causeirritación ni te ofendas. Tengo la
impresión, por lo demás, de que a los

en pleno trabajo, pensé que ese contraste entre el mundo lectores los episodios REALESles

real y el mundo imaginario —que es básico en el libro— parecerán tan imaginarios


(y tal vez más) comolos otros. Te he
se conseguiría mucho mejor si yo mismo me introducía en
la historia, y refería la historia “real” de Pedro dedicadoel libro no solo porqueeres el

Camacho, como untestigo deella. Así, insensiblemente,fui personaje más simpático dela historia,
incorporando ese sino
material autobiográfico. En un momento dado se me
ocurrió que, justamente, en mi propia vida de esos años 274
había una
especie de historia cerrada sobre sí misma —la de
nuestro matrimonio— que podía constituir un
contrapuntoeficaz a las historias radioteatrales, una
especie dereflejo o eco, en la
realidadreal, del tipo de sucesos que ocurrían enla realidad

imaginaria de la novela (los radioteatros). Mi intención


fue alternar diez capítulos “irreales” con otros diez
capítulos absolutamente verdaderos. Pero, como verás,
tampoco he sido absolutamentefiel, entre otras cosas,
porque para po-der hacer coincidir ambas historias, he
tenido que alterar los tiempos, modificar algunos
detalles, añadir o suprimir personajes. Creo, sin
embargo, que en lo esencial no he trai-cionado nada.
Muchasveces, en estos años, mientras escri-bía o
corregía la novela, tuve la tentación de escribirte,
para comunicarte lo que estaba haciendo, pedirte
autorización, para hacer algo que es sin duda,en cierta
forma, una profa-nación dela intimidad (y, a veces,
hasta para pedirte ayuda,
cuandolos recuerdos eran inciertos). Pero no lo hice por una

profunda cobardía, pues ¿qué hubiera hecho si tomabas a


malla idea y me pedías que no perseverara en ella?
Estaba ya demasiado avanzado enellibro, y entusiasmado
conel experimento, para dar marcha atrás. En fin, espero
que la lectura de esta novela —pues, pese a todo, se
trata de una novela y no de una autobiografía—note
Jutia UrquiD1 LLANES

también como reconocimiento a lo mucho que, en efecto, te debo.


No he olvidado quesin tu generosidad y tu ayuda probablemente
nunca hubiera llegadoa ser un escritor.
Nosabes cuánto lamento todo el lío de Raúl Salmón. La
culpainicial es mía, porcierto, pues cometí el gravísimo error de decir
en un reportaje que el personaje estaba inspi-radoen él. Lo hice porque
me imaginaba que el Raúl Salmón de la realidad se había muerto, o
seguía loco o perdido en el
mundo. ¿Quién me iba a decir que era todo un señor de la radio?
(¡justamente!)y queleería el reportaje. He tratado de darle
explicaciones en múltiples reportajes, diciendo lo que es cierto: que
el personaje dellibro tiene solo algunas remo-tas coincidencias con él,
que no debe sentirse ofendido pues su nombre no aparece ni por asomo,
que es normal que en toda novela haya siempre un fondo de verdad, pero
queella jamás puede ser tomada como un documento fidedigno de personaso
cosasdela realidad. Pero veo que nadalo calma y quesigue haciendo
amenazara diestra y siniestra. Ayer estuvo aquí un corresponsaldela
radio boliviana y he hecho unadeclaración muy cuidadosa que ojalá lo
apacigiie.
Nosotros estamos haciendo maletas, pues la próxima semana
partimos a Inglaterra. Voy por nueve meses a la Universidad de
Cambridge. Olguita y Lucho se quedan aquí en la casa, con Álvaro y
Gonzalo, queirán a juntarse con nosotros a fin de año, una vez que den
los exámenes. Me alegro de volver por un tiempoa la tranquila
Inglaterra, porquela verdad es que aquí en Lima vivo en una agitación

terrible, tironeado entre mil compromisos que me


quitan tiempopara trabajar.
Supe que estuviste un poco delicada, pero me dice Olguita
que ya estás mejor. Me imagino quela responsabi-lidad quetienes,
como Secretaria de la Presidenta, debe ser agotadora. Hay una
vagaposibilidad de que el próximo año, paralas fiestas patrias
peruanas, vayamos con unos

275
Lo que VARGUITAS NO DIJO mucho;ellos también me alentaron en esta
guerra de papeles que se produjo, lo mismo

amigos hasta Bolivia. La verdad que me gustaría mucho, que ahora,

sobre todo ver de nuevo Cochabamba, de dondetengo tan-tos


buenos recuerdos. Muchos recuerdos a Irma, Cachito,
276
Marcelo, etc..., y para ti un abrazo fuerte, con el
cariño de

Mario”.
Misorpresa fue de tal magnitud que no sabíasi reír
o llorar. Lo único que sí deseabaera irme a casa
leerellibro. Cuando lo mostré a mi familia se quedaron
tan asombrados comoyo. Me acosté y, bien acomodadaentre
almohadones,
comencé su lectura. Terminé a las seis y media de la ma- ñana

llorando desconsoladamente, Muchas páginas tuve que


leerlas dos veces, no las entendía, tenía un remolino en
la cabeza. Vi todo mi matrimonio en retrospectiva y en
cámaralenta. Me hizo mucho daño y me dio mucha cólera que
Mario en particular escribiera sobre nuestra íntima y
adelantada noche de bodas. Pensé que eso era muy nuestro,
que nadie tenía por qué saberlo, no es que me avergonza-
ra, ni mucho menos, no, nada de eso, el amor no es ver- giienza,

pero sí es respeto a uno mismo y a lo que se amó.


Muchascosas dellibro me disgustaron pero siempre con mi
estúpidosilencio no dije nada. Le escribí agradeciéndole
la dedicatoria, aún me sentía aturdida para poder
reaccionar como debí hacerlo. No volví a mirarel libro
hasta seis me-ses después, cuandolo releí, Y, con todos
los antecedentes que ha habido en este lapso de tiempo,
me pareció más ofensivo todavía. En micarta le decía a
Mario que se hacía “cola paraleerlo”, no tenía por qué
mentir, era lógico, solo había un ejemplar en Bolivia.
Solo mucho tiempo después los venderíanlas librerías.
Pero su señora tomó esa frase como un halago, como se
verá más adelante. El primero en leerlo fue mi gran amigo
y “consejero literario”, como lo llamo, Alberto
Etcheverry, casado con una prima mía, y a quienes quiero
Jura URQUIDE LLANES

para escribir mi vida con Mario. Estuvieron junto a mí en momentos de


depresión como consecuencia de todo lo que
se ha dicho enla prensa extranjera.El libro pasó de mano
en mano. Gustó a la mayoría de las personas “comolibro”, pero ni
una estuvo de acuerdo en lo que en él se dice de
mí, en cuantoa las relaciones amorosas un poco “fogosas en la
oscuridad de unaboite”. Mifatal seducción no llegó a tanto. Lo
único quees cierto de estas escenitas es que con el amor más
puro, con el amor más grande, me entregué a él la noche antes de
casarnos.
El libro produjo una reacción bastante fuerte en mi ex suegro,

que envió a todos sus amigos y familiares una especie de circular dando

su opinión sobre la novela y su hijo, que según tengo entendidofastidió

mucho a Mario.
“El tiempo es olvido y es memoria...”

Jorge Luis Borges

XXIV

Pensé ilusamente que conel libro se acabaría toda


nuestra historia y mi odisea, pero una vez más me equivo-
qué. Leí en un periódico que se filmaría una “telenovela”
de La tía Julia y el escribidor, y con ello mesalió a flor de piel

toda la rabia acumulada durante todo ese tiempo. No era


posible que se hiciera esa barbaridad, esa aberración con mi

vida, con un amor que fue tan inmenso,tan sincero,tan sin


egoísmos, un amorlleno de renunciamientos y de lágrimas,
y quesolo existió para hacer de él un escritor: no lo digo yo,

tambiénlo dice él.


Lesescribí a su esposa y a mi hermana, para que ha-
blaran con Mario a fin de que no se hiciera eso conmigo,
pues Mario no tenía derechoa seguir utilizándome; que,
porfavor, lo hicieran desistir, pero no me escuchó. Olga me
aseguró que Mario le había jurado que no habría nada que
pudiera ofenderme, que él había revisado el guión y toda
la filmación. Era mentira; ¿alguna vez dirá la verdad? No,
no lo hizo, nole interesaba. De acuerdo a reportajes que le
hicieron en Colombia, vio únicamente una pequeña parte
del primer capítulo. Pienso que lo que sí tenía importancia
era cuántole reportaría económicamente, ¿qué pueden valer
para él mis sentimientos ni mi imagen antela gente? Esas

281
dellibro, cosa muy diferente) de Pedro
Camacho;entre tu entrevista
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO a “Caretas”, en la que apareces llena de
humor, con mucha altura y gracia, y estas
son cosas tan pequeñaspara este coloso dela otras cartas llenas de amenazas e
literatura. Ya no interesaba la mujer que se casó injusticias. Creo que a “Varguitas” tenemos a

con él, no ahoraya no, ya llegó donde quería. Ya veces ganas de volatilizarlo pero en este
estaba en el último peldaño del éxito que yo le caso específico creo que no hay
ayudé a obtener, pero cuidado, la caída es mucho
más dolorosa cuando es de más alto. Pero todo se 282
paga un precio en la vida, nada es gratis, y él
todavía está en deuda.
A partir de entonces, ya nada quise saber de
Mario. No meinteresaba una persona tan egoísta, tan
innoble. Cuando medejó, me hablaba de todo misacrificio,
que siempre di mucho másde lo que recibí, de lo que
sufrí a su lado,enfin, un castillo de naipes se
derrumbó, que se vino abajo cuando se le presentó la
posibilidad de “coleccionar más papelitos

verdes”. Hablábamos comosiempre en los últimos


años de nuestro matrimonio “diferentes
idiomas”.
Misobrina me contestó esta “bella
carta” como Mario decía que eran las
míasa ella, cuando culminó su
romance con mi marido.
“Lima, 10 de julio de 1981
Querida Juliacha: Recibimostus cartas el mismo 16 de

junio, cuando celebrábamos el cumpleaños de mi mamá. A


veces el correo, que tanto suplicamossea eficiente, en
este caso nos jugó una mala pasada. Estoy muy
sorprendida por tu reacción conla televisación de La tía
Julia y el escribidor porque hay una incoherencia entre
tu primera carta Mario,
en la cual dices haberte divertido mucho con la novela, que

particularmente a ti te ha gustado e incluso parece que


te solidarizaras con Mario, contándole las reacciones en con-
tra dellibro (ella no habla dela telenovela, habla
JuLía URQUID! ÍLLANES
aceptar trabajos paralelos que lo aparten de su vocación,
sino ti, que comosabestienes los derechos de La ciudad y
los perros. Te vuelvo a repetir que lamento muchísimotu
razón alguna, pues La tía Julia la escribió con muchísimo cariño, es
actitud y no por las consecuencias que esta puede traerle
más, te dedicaellibro, y creo, igual que toda la gente, que el
a Mario, sino porque creo que estás totalmente equivocada
personaje de “la tía Julia” es fascinante y el romance, que es lo único
respecto a las razones que llevaron a Mario a escribir
que aparece enellibro y de alguna
este libro y a tener alguna que otra cosa autobiográfica.
manera con mucho de ficción, es un romance envidiable,
Te mandocopias de tus cartas para que las releas,
lleno de aventura, tan divertido y excitante y que hubiera
creo quelas has olvidado, cuando mandaste tu carta al “El
enorgullecido a cualquier mujer. El otro motivo por el que
Espectador”y para que veas por qué nos sorprenden tanto
dices que Mario escribió este libro, también es inexacto. Si en todos
tus cambios. Te mando también varios recortes (no
los años que viviste con Mario no comprendiste por qué, cuándo y cómo
losinclu-yó) para que veas en qué formase han utilizado
un escritor elige sus temas, creo que por eso actúas con esaligereza al
tus quejas al periódico; creo que a lo único que
decir que escogió este temaparallenarse los bolsillos. Te vuelvo a
repetir que hay cosas en las que puedoestar en desacuerdo conél, pero contribuyes con esas declaracioneses que la gente se

si por algo hay que admirarlo es por ese respeto sagrado que tiene por vuelque a las librerías y de otro lado,satisfacerla con

su vocación y por su generosidad con amigos y familiares; creo que la ese lado sensacionalista y chismo-

ambición de todo escritor es que sus libros se publiquen, se difundan


283
y, si se vende, mucho mejor. Esto en este caso, no solo lo beneficia a
él para tener mayor libertad para escribir y no estar obligado a
todas esas cartas se co-nocerán enellibro
que estoy escribiendo, y que muypronto, más
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
o menos unos cuatro meses, saldrá a la
venta. En él seré muy sincera y objetiva,
so que todos tenemos. Finalmente, tengo que decirte que no creas que me personificaré
has sido muyinjusta con mi madre, no solo atormentándola como un angelito; no, hijita, también diré mis debilidades
todo el tiempo con amenazas, sino CASI culpándola de algo
y miserrores, soy humana y, por lo tanto, no perfecta. La
en quecreo ella no tiene nada que ver. Es una persona que carta de Mario que me envió con el
se ha portado con una extraordinaria discreción toda la libro es también muy interesante;
vida y creo que eso es muy respetable. Muchoscariños,
si guardas las mías, imagino que
Patricia”.
también debe tener copia de las
Miinmediata respuesta fue la siguiente: suyas.
“La Paz, 28 de junio de 1981 Ahorabien,ya la cuestión dellibro
Patricia: Acabo derecibir tu carta y las fotocopias está muy manosea-da, ya ha prescrito
que me envías. Mil gracias, no sabes cuánto te agradezco cualquier acción que quiera hacer contra
por ellas. En cuanto a mi agradecimiento por la ello; a mí se me dio con lo obrado, eso no lo
dedicatoria de su famosa novela, también me agrada puede negar nadie, ni tú, ni Mario, ni
tenerla. Me parece muy justo que en ese momentole haya Jesucristo, que es el que más ve las cosas.
agradecido su gesto humano;pierde cuidado, Patty, que Ahora se trata de la telenovela, donde bien
sabes tú han explotado el único lado que se podía JuLia URQUIDI
LLANES
explotar en
una cosa comoesta, la diferencia de edades que tampoco
nada halagadoras, entonces no puedo permitir, Patricia,
es comoparatirarse de espaldas, pero en ella me que
presentan como “seductora de un muchachito”; creo que
se dude de mi honorabilidad de mujer, nunca he sido una persona
tu marido
de aventuras,fíjate que no la tuve ni con Mario, creo que
sabía bien lo que hacía para dejarse seducir, ¿verdad? Me
poreso he cometidoel error de casarmetres veces,
imagino también que habrásleído la revista “Cromos”, de
Bogotá; las cosas que en ella se dicen de mi persona no
para no tener amantes.
En cuanto al mentadojuicio, no puedo hacerlo ahora;
son
según he leído en un periódico de Lima, y es la opinión,
según dice, de un gran jurista, hay lugara juicio si he
284
sido
ofendida, y en la telenovela lo he sido, Patricia; se ha
dis-
torsionadoa la “tía Julia” del libro, se han cambiado los

sentimientos limpios y bellos por algo grotesco: ¿crees


que es justo, Patricia? Siento tanto que Mario haya
permitido una cosaasí; no necesitaba llegar al nivel de
Celia Alcántara

(telenovelista) para alcanzar más fama y notoriedad.


Sí, Patricia, tienes razón; me ha dado los derechos
de La ciudad y los perros, pero no lo hizo por nobleza,
sino porque se sentía obligado a compensarmeen alguna
forma todo lo que pasé con él, y desgraciadamente mis
momentos de ma-
yor sufrimiento y amargurasfueron porti; nunca te repro-
ché nada y no es momentodehacerlo ahora, pero
ustedes se han acostumbrado a misilencio, a que
siempre acepte todo por no hacer sufrir a mi
hermana; pero ya me cansé, ahora me toca hablar a
mí; yo lo haré; no son amenazas, Patricia, el libro
saldrá,y, si puedo,el juicio también.
Mereprochasel hacersufrir a Olga; puedes estar segu-

ra, Patty, que yo he sufrido más queella; tarde te

acuerdas de tu madre, tu memoria es frágil. Retrocede también


tú unos

años y acuérdate con cuánto egoísmo actuaron ustedes,sin


importarles los sentimientos de nadie, y en momentos
mu- Entu carta subrayas la parte en que todos hacían cola para

cho más dolorosos, pues acabábamos de perder a Wandita; ¿pensaronen leerel libro, lo que era lógico; si se escribiera algo así
ello o solo en ustedes mismos? Entonces, ¿con qué derecho
mehaces reprochesahora, Patricia? 285
causado muchaslágrimas y no hubiera
querido llegar a él. Estoy cansada,
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO
Patricia, he trabajado mucho en mi vida y
ahora a
sobre ti y hubiera un solo ejemplar, ¿no crees mis 56 años, cuando podríaestar tranquila, tengo que salir
que pasaría lo mismo? Eso no tiene nada de a pelear por todas las barbaridades que
extraordinario, pero en nin-gún momento digo se dicen y hacen conmigo. Ustedes, en
queellibrito de marras me apasionó, querida el fondo de sus conciencias, sabrán que
mía. no diré una sola mentira. No es culpa
Para mí, siempre han sido primero tus padres; mía si a veces la verdad puede herir más
quela “ficción” de un escritor.
me he pasado muchas horas con Olga, cuando vino a
Sé de la gran vocación de Mario
Bolivia, an-
paraescribir; la co-nozco, no olvides
tes del matrimonio de ustedes, tratando de convencerla a
ver la realidad; te diría que la convencí para que asista que comenzó conmigo, tal vez por eso

al matrimonio, tú sabes cómoesella, tiene pánico a la gente y


286
se sentía terriblemente avergonzada. Así que ahora no me
puedes decir que he sido injusta; le puedes preguntar
cuál fue siempre mi actitud hacia ella; ¿cómo iba a permitir
que mi hermanasufriera, cómoiba a ofenderla?; ese tiempo
sufrí sola, Patricia, no quería que nadie lo
hiciera conmigo o por mí; tengo un carácter
diferente al tuyo, yo no rompo platos o combos en
la cabeza de Mario —comolo dice él
mismo—; trato de no herir a nadie, a veces reacciono,
pe-ro me pongoa llorar como una bruta.
Lastimosamente me cansé de ponerla otra mejilla;
ahora pondréla cara entera, hija, ya es tiempo de
que la verdaderatía Julia sea conocida
por todos. No son amenazas, entiéndeme, por favor, no lo
hago por revanchismosni odios, no odio a
nadie, pero he sido utilizada por tu famoso
marido, y quiero que se sepa por qué y cómo
meutilizaron; ¿entendido?
Créemeque soy sincera, este asunto me ha
JuLia UrQuiDI LLANES tiempo, mesiento liberada de un gran peso. Por fin, pude
romperel silencio; por fin, puede decir la verdad que
cuántas veces me ha quemado como fuegolas entrañas y lo
es que no entiendo por qué ha hechoesto; realmente no
que es mucho más importante para mí, mesientolibre, libre
lo comprendo,si no necesitaba másfama,si no
de mis sentimientos hacia Mario. Salió de mi ser, me dejó
necesitaba más dinero, ¿qué fue?
Por último, quiero aclararte que en mí no hay contra-dicciones, tranquila, ahora no siento nada,es

Patricia; como te digo, me sentí, ¿cómote diría?, un extraño.


un poco obligada, ¿tal vez? a agradecerle a Mario su de- Veo mi vida comoajena, en tercera dimensión,
pero
dicatoria, pero también me sentí amargada de que ponga
si quiero ser sincera hasta el final, tengo que
mi vida al descubierto. Antes de la telenovela nunca hice un comentario
agradecerle algo. Me enseñó mucho enla vida; con él conocí
agrio, nunca perdí mi altura, siempre me mantuve en un plano superior,
el amor por
y ahora también lo estoy, solo que la defensa que haga de mi
el amor, conocí muchos aspectos del ser humano, aspectos
personatiene que lasti-marlos. Están involucrados en este pozo de
quesin sus lecciones no hubiese conocido nunca. Pasé por
basura, mentira y engaños. Además,el haber dicho que me gustó parte de
todas las etapas de los sentimientos y pasiones, mentiras
su novela no quiere decir que estaba de acuerdo con ella; son dos
y humillaciones. Me quedosin rencores, me siento limpia, y con
cosasbien diferentes, no incoherentes. Un cariño,
fe en el futuro, nadalogrará destruirme. Por esas cosas
de “tía Julia””.
incomprensibles quetiene la vida, por esas jugarretas que
Acaboestas páginas con un dolor muy grande, con un vacío enorme,
todo lo que llevaba dentro de mí lo he dejado en estas hojasy, al mismo
287

Lo que VARGUITAS. NO DIJO

nostiene reservadas, un 30 de mayoentré enla vida


de unjoven estudiante, y un 30 de mayosalí
para siempre dela
vida de un escritor.
La Paz - Bolivia, 1983
[|

|
Jutia UrQUIDI
ILLANES
ll

288
|

LaPaz,1983, Prese ación de Lo que Varguitas nodijo. Arriba,


Jorge Siles Salinas y Julia. Abajo: Julia, rodeada por la prensa
nacional e internacional.

289
Lo QUE VARGUITAS NO DIJO JuLia URQUIDI ILLANES

En Santa Cruz Julia dedicó sus últimos años de vida al voluntariado.

Siempre cautivó por sus dotes de culta y alegre conversadora, como por su ad-
mirable belleza física.
290 291

Carta de renuncia de los derechos de Laciudady los


Lo QuE VARGUITAS NODIJO perros

292

Por el prenente documento. 1ó JULIA UPQUIDI ILIAMES, Penuneió volun=


tarta o Arreruenblenente a todow lon demchon queme puedan corres
poner sobro la obra de nx ex= supono NABIO VAROAS LLOSA. Estarenum ' Ñ
Gia qe refiere mo uólo a lon benefícion originados par sa novela wen
CIUDAD DE LOS PERROS", el mo tambíen todo otro beneficio o derecho de
Tivato de cxaleaquiar obra obra ¡de Marto Vargae Llomús| Esta renuncta
e ae auplta y sin Maltes, púse. mi denso 06 que ai x= esposo, Marto
| Vargas Llom quede como de hecho, lo Considero, detado compro»
sos de cadetes occnbiinn 0 noahenn suepacto a es junio meto
do nada que roclamarie por ningán concepto en lo reforento a mu obra |
pues a q ET
La Pas, 29 de Junto de 1.937.

JULIA URUIDE ILLANES.


CaXallo. 340982 LaP=

Pao$ por aute mí el presente documento

suncrita por la señora Julla Urquial Illanes con


C.1,No0,340983 L.P., para la entroga al destinas

tarto de tado lo aque Fo.

La Pas, 29 de Juñlo de 1.987


Jutia UrQUID! LLANES

Caricatura que ilustró el artículoE «Yo di> a luz a un escritor»,S de la revistaS “Pre-

sencia Literaria” |
ÍNDICE
Prólogo
Mi amiga Julia y el escritor 1
Capítulo 1 13
Capítulo Il 23
Capítulo HI 35
Capítulo IV 47
Capítulo V 61
Capítulo VI 75
Capítulo VI 87
Capítulo VIHI 101
Capítulo IX 111
Capítulo XI 131
Capítulo XH 141
Capítulo XII 151
Capítulo XIV 165
Capítulo XV 179
Capítulo XVI 189
Capítulo XVII 201
Capítulo XVHI 215
Capítulo XIX 229
Capítulo XX 245
Capítulo XXI 257
Capítulo XXI 273
Capítulo XXIV 281

La autora ha omitido expresa e intencionalmente en


la numeración de capítulos los números X y XXIIL.
De ese modo,del IX se pasa al XI y del XXI al XXIV,
lo que, por supuesto, no altera el contenido del li-
bro, que mantiene su integridad y secuencia.

295

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