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El ser humano tiene un deseo donde quiere encontrar la verdad y para esto,
puede transitar a través de dos caminos que no son contradictorios sino
complementarios: hablamos del camino de la fe y el camino de la razón que
tienden a un mismo fin, pero parte de dos puntos diferentes.
Por un lado, la fe parte de la reflexión del dato revelado y por otro, la
razón tiene como punto final la verdad, entonces, parece contradictorio porque
para uno es el punto de inicio y para el otro es el punto de llegada. Sin embargo,
hay un punto donde los dos se interceptan que es en sí la propia verdad.
Ahora bien, esta verdad es Dios que, por su propia iniciativa se da a
conocer progresivamente al ser humano valiéndose de sus propias facultades y
capacidades empleadas para construir la historia.
En este sentido, el ser humano siguiendo la vía natural de la razón llega a
un punto donde emerge de su interior una certeza de que todas las cosas que
observa, experimenta, actúa y se relacionan con él deben tener un eje central;
una razón de ser superior y trascendente a todo lo que él puede reconocer,
vislumbrar o afirmar por lo tanto, surge el encuentro con la Revelación.
De esta forma, la fe y la razón se complementan brindando cada una la
función esencial por la cual han sido depositadas, aunque la fe, como
asentimiento libre al evento salvífico de Cristo adquiere una preponderancia
apremiante como la luz que ilumina a la razón porque a fin de cuentas ésta
última necesita de un sentido único y concreto para realizarse y no quedarse
banalmente en meros conceptos.
FRANDRES CARDOZA HERNANDEZ
SEMINARIO REDEMPTORIS MATER