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a ser de hecho imposible.

Que cada uno se pregunte, sencilla y abiertamente, si puede amar a todos los hombres. Si ha
tomado una taza de café, ama; si no, no ama. ¿Cómo se puede llamar a esto cristianismo?
En el pasado, no todos los hombres eran llamados cristianos. Algunos miembros de la misma
familia eran llamados cristianos, otros pre-cristianos, otros aun, no-cristianos. Así es que en la
misma familia podían encontrarse los primeros, los segundos y los terceros. Pero ahora todos
se llaman a sí mismos cristianos. Es ingenuo, deshonesto, imprudente y despreciable llevar
este nombre sin justificación.
Un cristiano es un hombre capaz de cumplir con los Mandamientos.
un hombre que es capaz de hacer todo !o que se exige a un cristiano, tanto con su mente como
con su esencia, es llamado un cristiano sin comillas. Un hombre que en su mente quiere hacer
todo lo que se exige a un cristiano, pero sólo puede hacerlo con su mente y no con su esencia,
es llamado precristiano. Y un hombre que no puede hacer nada, ni siquiera con la mente, es
llamado un no-cristiano.
Traten de comprender lo que quiero comunicar con todo esto. Dejen que su comprensión sea
más profunda y más amplia.

PARÍS, 6 DE AGOSTO, 1922


EL EJERCICIO DEL "STOP

El ejercicio del "stop" es obligatorio para todos los estudiantes del Instituto. En este ejercicio,
a la orden de "stop", o a una señal previamente convenida, cada estudiante debe detener
instantáneamente todo movimiento, dondequiera que esté y sin importar lo que esté haciendo.
No solamente debe parar sus movimientos sino que debe mantener la expresión de su cara, su
sonrisa, su mirada, y la tensión de todos los músculos de su cuerpo exactamente en el mismo
estado en el que se encontraba cuando se dio la orden de "stop", ya sea en medio de
movimientos rítmicos o en la vida ordinaria del Instituto, trabajando o en la mesa. Debe
conservar sus ojos fijos en el punto exacto al que por casualidad miraban en el momento de la
orden. Mientras permanezca en este estado de movimiento detenido, el estudiante debe
también detener el flujo de sus pensamientos, no admitiendo ningún nuevo pensamiento
cualquiera que sea. Y debe concentrar el total de su atención en observar la tensión de los
músculos en las varias partes de su cuerpo, guiando su atención de una parte del cuerpo a otra,
cuidando que la tensión muscular no se altere, que no disminuya ni aumente.
En un hombre que así se detenga y permanezca inmóvil, no hay posturas. Esto es simplemente
un movimiento interrumpido en el momento de pasar de una postura a otra.
En general, pasamos de una postura a otra tan rápidamente que no nos damos cuenta de las
actitudes que tomamos al pasar. El ejercicio del "stop" nos da la posibilidad de ver y sentir
nuestro propio cuerpo en posturas y actitudes que son completamente desacostumbradas y no
naturales para él.
Cada raza, cada nación, cada época, cada país, cada clase y cada profesión tiene su propio
número limitado de posturas, de las cuales nunca puede apartarse, y que representan el estilo
particular de la época, raza o profesión dadas. Cada hombre, según su individualidad, adopta
cierto número de posturas del estilo que está a su alcance y por eso cada individuo tiene un
repertorio extremadamente limitado de posturas. Se puede ver esto con facilidad, por ejemplo,
en el arte mediocre, cuando un artista, mecánicamente acostumbrado a representar el estilo y
los movimientos de una raza o una clase, intenta representar otra raza o clase. Se encuentra a
este respecto un rico material en periódicos ilustrados donde a menudo podemos ver a
orientales con los movimientos y actitudes de soldados ingleses, o a campesinos con los
movimientos y las posturas de cantantes de ópera.
El estilo de los movimientos y posturas de cada época, cada raza y cada clase está
indisolublemente conectado con formas características de pensar y de sentir. Y están tan
estrechamente ligados que un hombre no puede cambiar ni la forma de su pensamiento ni la
forma de su sentimiento sin haber cambiado el repertorio de sus posturas.
Las formas del pensamiento y del sentimiento se pueden llamar las posturas del pensamiento
y del sentimiento. Cada hombre tiene un número determinado de posturas intelectuales y
emocionales, así como tiene un número determinado de posturas motrices; y sus posturas
motrices, intelectuales y emocionales están todas interconectadas. De modo que un hombre
nunca puede alejarse de su propio repertorio de posturas intelectuales y emocionales a menos
que sus posturas motrices sean cambiadas.
El análisis psicológico y el estudio de las funciones psico-motoras, aplicados en cierta forma,
demuestran que cada uno de nuestros movimientos, voluntario o involuntario, es una
transición inconsciente de una postura automáticamente fijada a otra, igualmente automática.
Es una ilusión que nuestros movimientos son voluntarios; en realidad son automáticos.
Nuestros pensamientos y sentimientos son igualmente automáticos. Y el automatismo de
nuestros pensamientos y sentimientos está conectado definitivamente con el automatismo de
nuestros movimientos. No se puede cambiar uno sin el otro. Y si, por ejemplo, la atención de
un hombre está concentrada en cambiar el automatismo del pensamiento, sus movimientos y
posturas habituales obstruirán el nuevo modo de pensar al evocar antiguas asociaciones
habituales.
No reconocemos hasta qué punto las funciones intelectuales, emocionales y motrices son
mutuamente dependientes, aunque al mismo tiempo podemos darnos cuenta de cuánto
dependen nuestros estados de ánimo y estados emocionales de nuestros movimientos y
posturas. Si un hombre toma una postura que corresponde en él a un sentimiento de pesar o de
depresión, entonces, dentro de un corto tiempo, sentirá de hecho pesar o depresión. El miedo,
la indiferencia, la aversión, etc. pueden ser creados por cambios artificiales de postura.
Puesto que todas las funciones del hombre —intelectuales, emocionales y motrices— poseen
su propio repertorio determinado de posturas y están en constante acción recíproca, se deduce
que un hombre nunca puede salirse de su propio repertorio.
Pero los métodos de trabajo en el Instituto para el Desarrollo Armonioso del Hombre ofrecen
una posibilidad para salir de este círculo de automatismo innato, y uno de los medios para
esto, especialmente al principio del trabajo sobre uno mismo, es el ejercicio del "stop". Sólo
es posible el estudio no mecánico de uno mismo con la aplicación del ejercicio del "stop".
El movimiento que ha sido comenzado es interrumpido por la orden o señal repentina. El
cuerpo se inmoviliza y se fija en medio del paso de una postura a otra, en una actitud en la
cual nunca se detiene en la vida ordinaria. Al percibirse a sí mismo en ese estado, esto es, en
el estado de una postura desacostumbrada, un hombre se mira desde nuevos puntos de vista,
se ve y se observa de un modo nuevo. En esta postura, no acostumbrada para él, puede pensar
de un modo nuevo, sentir de un modo nuevo y conocerse de un modo nuevo. En esta forma se
rompe el círculo del antiguo automatismo. El cuerpo lucha en vano por tomar la postura
habitual que le resulta cómoda. La voluntad del hombre, accionada por la orden del "stop",
impide esto. El ejercicio del "stop" es simultáneamente un ejercicio para la voluntad, la
atención, el pensamiento, el sentimiento y los movimientos.
Es necesario comprender que para activar la voluntad con suficiente fuerza para mantener a
un hombre en la postura desacostumbrada, es indispensable la orden externa del "stop". Un
hombre no se puede dar la orden del "stop" a sí mismo, porque su voluntad no se sometería a
esta orden. La razón de esto estriba en el hecho de que la combinación de posturas habituales,
intelectuales, emocionales y motrices es más fuerte que la voluntad. La orden del "stop", al
venir del exterior, reemplaza por sí misma las posturas intelectuales y emocionales y, en este
caso, la postura motriz se somete a la voluntad.

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