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Fernando D’Adario
Pero ayer pasó algo: se ve que las mujeres que vienen a pedir tocan
veinte timbres al mismo tiempo. Esta vez, después de contestar
mecánicamente “no tengo nada, señora” dejé descolgado sin querer el
tubo del portero eléctrico. Escuché primero que de otro piso salía un:
“¡Ya te di el mes pasado!”. Entonces paré el oído. Mezcla de curiosidad
y de instinto para la sociología barata, limitada –cuarentena mediante–
a los comportamientos de un consorcio medio pelo porteño. El “¿tiene
ropa para dar?” se repetía como una letanía, sin confianza, como
entregado a una rutina burocrática que seguía a un “holaaa” casi
siempre desganado (más desganado que el mío, que al menos
esperaba libros).
Los diálogos de esta mujer con mis vecinos se encimaban, pero llegué
a individualizar algunos:
1) –Hola.
2)–Hola.
3)–Hola.
Sin nada para ofrecer, solo para que los vecinos más rezagados
escucharan, volví sobre el portero eléctrico y dije: “señora, si puede
esperarme cinco minutos, le bajo algo de ropa”.
Para mí sorpresa la voz del “¿tiene ropa para dar?” no pertenecía a una
señora mayor sino a una chica de menos de treinta años, a cargo de
tres chiquitos que revoloteaban y corrían por la vereda ajenos a la
buena o mala fortuna de su madre. Le pregunté a la chica de dónde
venían: de Derqui. Los varones más grandes de la familia –contó-
estaban a la vuelta, juntando cartones.
Sin mucho más para decir, ya me estaba volviendo cuando otra vecina
–una de esas a las que sin necesidad de hablar, uno no imagina
encontrar en las marchas del 24 de marzo– bajó con dos enormes
bolsas de ropa. Miró con una sonrisa a la madre y después a la nena
más chiquita; sacó un vestidito y le dijo: “esto era de mi nieta menor,
le puede ir bien a una muñeca hermosa como vos”. La nenita la
agarró, contenta, y se la midió a ojo, muy dispuesta a que le quedara
bárbaro (mi remera de Sacachispas no podía competir en igualdad de
condiciones…). La madre le contestó a mi vecina: “muchas gracias
señora, y si no le va, a alguien le va a ir, porque repartimos la ropa
en el barrio, hay mucha gente que necesita”.