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Homo Indultable

Rodrigo Fresán

Desde Barcelona

UNO Rodríguez se acuerda de ese juego de mesa: Monopoly. Y de


que, entre las particularidades del tablero, estaba la de caer preso pero
poder ser liberado por dos tarjetas Out of Jail que te sacaban de prisión
como por arte de houdiniana magia no del todo blanca: una de ellas
(con una cierta apoyatura legal y consensuada del Community Chest)
mostraba al elegante magnate Mr. Monopoly con alitas saliendo de
dorada jaulita; la otra (basándose en la idea del Chance azaroso y
oportuno y aleatorio y ocasional) con una viñeta en la que Mr. Monopoly
ya no vestía levita sino traje de presidiario y era eyectado del calabozo
de una patada.

Rodríguez recordó eso: dos formas de salir para volver a entrar en


juego. Y se sintió roto y pobre y con tan pocas ganas de seguir mirando
esta interminable partida de partidos.

DOS Y ahí está Rodríguez sentadito en su vacunódromo: acaba de


recibir su segunda dosis de Pfizer y espera que pasen los quince
minutos de reposo reglamentario en los que, se supone, su cuerpo
puede rebelarse y declarar la independencia de sí mismo. Y Rodríguez
escucha lo que sucede a su alrededor. Y le sorprende (o no) descubrir
que a diferencia de lo que se conversaba tras mascarillas su primera
vez, hace justo tres semanas, ya no se habla de diferencia de marcas
de inyecciones sino de las distintas posibles consecuencias del indulto a
los "Presos del Procés" que se viene y que, para algunos son presos
políticos y para otros políticos presos. En cualquier caso: ¡rebrote! Y ola
vaya uno a saber qué número a esta altura de tantas bajezas de unos y
golpes bajos de otros y vueltas en el aire y caídas libres y no libres.

TRES Así que aquí están todos otra vez pero esta vez, parece, los
acontecimientos se precipitan: Sánchez predicando una nueva era de
concordia y entendimiento y evangelizando con dejar de lado revanchas
y venganzas (a las que entiende como "principios no constitucionales")
más allá de que el Tribunal Supremo y la Fiscalía (quienes en su
informe "no vinculante pero sí preceptivo "definen a los indultos como
"solución inaceptable" ya que "no ven razones de justicia, equidad o
arrepentimiento pero sí intención de reincidir") no perciban otra cosa
que el que se hayan aplicado las reglas establecidas. Leyes a las que
ahora se les hace la trampa emocional prometiendo/reclamando (más a
los afectados que a los afectantes) una nueva era de felicidad y
armonía para --según un Sánchez siempre anticipatorio-- "ir de un mal
pasado a un futuro mejor". Del otro lado, la opositora derecha rearmada
y ascendentente (con el Partido Popular en plan Dr. Jekyll, Vox
haciendo de Mr. Hyde y Ciudadanos como esa niña apaleada) vuelve a
juntarse para marcha de protesta el próximo 13 de junio mientras sube
en encuestas donde esa superficial España profunda luce siempre
camisetas marca Fuenteovejuna.

Los ideólogos independentistas como la Asamblea Nacional Catalana,


en tanto, advierten que con el indulto se acaba confirmando el delito
que se indulta. Y que no alcanza (demandan amnistía absolutista multi-
clean). Y que, además ("Si el que vive de sus heridas se cura, entonces
se muere", postilló alguien con sabiduría entre zen oriental
y seny catalán) "se desarma políticamente y es algo internacionalmente
nefasto". A Rodríguez la idea de que se piense que --en las presentes y
tanto más tóxicas y virulentas circunstancias-- fuera de España se
dedica un segundo de inquietudes a la independencia de Cataluña le
resulta algo entre conmovedor y psicótico. Los directamente
implicados/imputados y aún entre rejas dicen que el indulto no se
rechazará (y se admite que ya no se apostará, por inviable, a la vía
unilateral pero sí se reclamará se apueste por el referéndum) pero que
sí se recibirá con un cierto desprecio. Y, más de uno, siempre que
puede, susurra o declama aquello de "lo volveremos a hacer" y niegan
toda sedición (delito al que se reformará legalmente para lubricar mejor
los indultos por firmar) y poco y nada se menciona esa cuestión de la
patriótica malversación de fondos del Estado. Por otra parte --lo que no
deja de ser una mala-buena noticia-- los jóvenes locales y visitantes y
con mucho tiempo libre y con tantas ganas de distraerse quemando
contenedores y en busca de una nueva utopía, parecen haberse
cansado un poco de este irresoluto follón-folletín que exige demasiada
concentración. Demasiadas temporadas muy J. J. Abrams y ahora, les
resulta más gratificante luchar contra una dictadura planetaria
confinante en el nombre del Covid (que suena tanto a villano de la
Marvel) y romper las cadenas y vaciar las botellas en episodios unitarios
de cada fin de semana: los Juegos de la Sed y bailar y cantar y arrojar
mascarillas al aire y luego ser delicadamente dispersados/arreados de
regreso a casita. Todos y todo sin necesidad de tener que pagar
entrada. Mientras, los dueños de discotecas y afines gimen que ya nada
será como alguna vez fue, que sus clientes se han
asilvestrado/indultado, y que se han vuelto callejeros y que ya nunca
volverán a sentarse a sus mesas a dialogar y a brindar con vasos con
mucho hielo y poco líquido.

CUATRO Y, claro, a la hora del cada quien y cada cual atiende su


juego, se repasa esa costumbre española del indulto aprobada en 1870.
Y que, en democracia, se ha venido concediendo cada vez menos.
Felipe González jugó esa carta 5.944 veces, José María Aznar se
apuntó con 5.948 pero con un mandato menos, José Luis Rodríguez
Zapatero restó hasta los 3.381 perdones y el inmovilista Mariano Rajoy
se dejó caer hasta los 898. Pedro Sánchez lleva apenas 70 pero, claro,
los doce a firmar que se vienen valen histórica/histérica y
potencialmente mucho más que buena parte de todos los anteriores.
Ahora, la idea es, claro, intentar "aparcar" (y no chocar) al
bendito/maldito Procés y recoger fichas y volver a dar y a jugarse con
recomenzar jugada. La estrategia es la de descongestionar el afán
independentista con buena voluntad y algo que Sánchez (quien, si la
cosa no prospera, podrá excusarse con un "yo quiero pero no me
dejan") vende como "indultos reversibles" de insistir los liberados con
jugarretas ya conocidas. El problema es que lo que tal vez funcionaría a
nivel local-catalán con un 65% a favor cuenta con la desaprobación del
67% del resto de España reclamando que el que las hizo las pague y
que no se vaya de rositas luego de haber pinchado tan espinosamente.
Y los más catastrofistas repiten que lo que aquí se está incubando es
una nueva Guerra Civil o algo así. Una cosa está clara: todos tienen
muchas ganas de patear el tablero.

Pero no todas son malas noticias: Rodríguez ha sobrevivido los


primeros quince minutos a su segunda dosis y sale de allí y ya puede
dejar de oír todo eso y ponerse a escuchar en sus audífonos lo nuevo y
siempre bueno de Crowded House. El álbum se llama Dreamers Are
Waiting  y algunas de sus canciones son "Whatever You Want" y "Show
Me the Way" y "Playing with Fire": alusivos títulos todos que le suenan a
Rodríguez muy presentes y representativos. Mientras las oye para no
oír a los demás --en el aire y libre y con tantas ganas de entrar en la
cárcel de cuerpos a condenar al azar sacándolos de sus casillas-- flota,
tan dado al arrojo y al arrojar de dados, el imperdonable y desgraciado
monopolio de esas cepas que no perdonan ni piden perdón ni aceptan
tarjetas.

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