Está en la página 1de 28

Hacia una historiografia de la enfermedad:

Prácticas, profesiones y enfermos

Pilar León Sanz


Universidad de Navarra

Resumen: El artículo revisa el desarrollo de la historia de la medicina desde su


institucionalización, en la Europa del siglo XIX. Se analizan las tendencias historiográ-
fica que condicionaron el desarrollo de la disciplina. También se consideran los prece-
dentes de la historiografía médica en España. En su inicio, la Historia de la Medicina
dirigió los estudios hacia los descubrimientos científicos y acentuó la idea del progreso.
Ayudó a la configuración de la profesión y a la diferenciación de médico, de lo no-
médico. Pronto se inició también el análisis de los aspectos sociales de la medicina y de
la salud pública. La Historia de la Medicina contempla hoy los aspectos históricos de la
salud como una historia particular enmarcada en la historia general. Participa de las
tendencias historiográficas generales y mantiene un enfoque abierto al mundo de la
historia de las ideas científicas y de la técnica, de la cultura, de lo social y de las
experiencias de enfermar.

Palabras clave: Historiografía de la ciencia, Historia de la Medicina Siglos


XIX-XX

Abstract: The article considers the development of the history of medicine


since its institutionalization, in 19th century Europe. The historiographical tendencies
that conditioned this development of the branch of learning are analysed. The
precedents of medical historiography in Spain are also examined. At the beginning, the
History of Medicine directed studies towards scientific discovery and accentuated the
idea of progress. This helped to shape the profession and to show the difference
between the physician and the non-physician. Early on, analysis of the social aspects of
medicine and public health was also begun. Nowadays the History of Medicine reflects
on the historical aspects of health as a particular part of history within the framework of
general history. It shares general historiographical tendencies and is always open to the
world of the history of scientific ideas and of techniques, cultures, society and the
experience of illness.

Keywords: Historiography of science, History of Medicine, 19th and 20th


centuries

1. Introducción

Aprovecho esta colaboración en el décimo número de la revista


Memoria y Civilización para felicitar al equipo de redacción por el
aniversario. Además, para mi es un motivo de satisfacción que la

[Memoria y Civilización (M&C), 11, 2008, 243-270]


244 Pilar León Sanz

historia de la medicina esté presente en la efeméride. Supone una


manifestación de cómo los viejos y venerables troncos de la historia se
han diversificado en múltiples ramas con autonomía y vida propias.

Como se trata del primer artículo de la revista sobre la historia


de la medicina, la propuesta del consejo editorial de trazar una
revisión o un balance de lo realizado en nuestras respectivas áreas,
habrá de comenzar por asumir la propia tradición. Para ello revisare-
mos el desarrollo de la historiográfica médica en general, desde el
momento en que se inicia su institucionalización, en el siglo XIX.
También nos detendremos en los precedentes contemporáneos de la
historiografía médica en España. Y puesto que la historia es entrega
de realidad, es decir, entrega de modos de estar en la realidad, termi-
naremos haciendo referencia a las tendencias historiográficas actuales.

Estas líneas recogen una amplia herencia intelectual y han


recibido una influencia directa de quien inició y de quien luego ha
proseguido los trabajos de la cátedra de historia de la medicina en la
Universidad de Navarra: los profesores Juan Antonio Paniagua
Arellano y Pedro L. Gil-Sotres. Es esta una buena tribuna para agrade-
cerles las abundantes y acertadas observaciones con las que, a lo largo
de los años, me he beneficiado y enriquecido, fruto de su trabajo y
experiencia como destacados historiadores de la ciencia médica.

2. Desarrollo de la historiográfica médica

En la producción histórica médica del siglo XIX descubrimos


tres tendencias que difieren en cuanto a objetivos y en cuanto a la
metodología del quehacer históricomédico.

En el decenio 1840-50 se produjeron dos hechos fundamentales


para el desarrollo de la historia de la medicina contemporánea: la
primera edición de un manual cuyo contenido es aún valedero y la
fundación de la primera revista especializada.

El autor del manual es la figura más característica del positivis-


mo histórico-médico: el alemán Heinrich Haeser (1811-84), quien
desde 1841 aplicó a la historia de la medicina las técnicas documenta-
listas y filológicas que comenzaban a ser patrimonio de la historio-

[MyC, 11, 2008, 243-270]


Hacia una historiografía de la enfermedad… 245

grafía general. Al publicar la primera edición de su Lehrbuch der


Geschichte der Medicin und der Volkskrankheiten (Jena, F. Mauke,
1845), expresa en el prólogo su deseo de que el libro “sea estudiado
con seriedad y no leído como una novela interesante en los ratos de
descanso hogareño”. La actitud intelectual se refleja en estas palabras:
“La historia de la medicina debería incorporarse a la historiografía
científica representada por la obra de Ranke”. Y la realización de tal
idea se va manteniendo a lo largo de la vida de Haeser, en un continuo
acopio de datos, en un constante esfuerzo por mejorar su expresión,
que cuaja en las sucesivas ediciones de su Lehrbuch 1. No cabe duda,
con la obra de Haeser la historia de la medicina entra con peso propio
en la historiografía.

Es también en 1845, cuando Theodor Henschel (1790-1856)


lanza el proyecto de una revista que al año siguiente iniciaría en
Breslau con el título: Zeitschrift für die Geschichte und Literatur der
Medizin (1846–1849); reapareciendo, tras un paréntesis de dos años,
como Janus: Central-Magazin für Geschichte und Literärgeschichte
der Medicin, ärztliche Biographik, Epidemiographik, medicinische
Geographie und Statistik, en Gotha (1851-1853). Esta publicación
periódica marcó su impronta en todo el quehacer histórico-médico,
por el alto nivel de los trabajos acogidos en sus páginas. Es por
entonces cuando Ludwig Choulant (1791-1861) prepara sus reperto-
rios2 y Karl Gottlob Kühn (1754-1840) edita las obras de Galeno 3.

En contra de este enfoque postivista de la historia de la


emdicina se levanta el gran clínico de Leipzig, Carl August
Wunderlich (1815-77), quien, con el vigor que caracterizaba, propone
que la historia de la profesión sea de inmediata utilidad para el

1
La segunda edición (1853-65) fue en dos volúmenes y las posteriores
en tres: Heinrich HAESER, Lehrbuch der Geschichte der Medicin und der
epidemischen Krankheiten, Hildesheim, Olms, 1971, vols. I-III.
2
Ludwig CHOULANT, Bibliotheca medico-historica, sive catalogus
librorum historicorum de re medica et scientia naturali systematicus,
Lipsiae, Engelmann, 1842.
3
Karl Gottlob KÜHN, Claudii Galeni opera omnia, Lipsiae, C.
Cnobloch, 1821-1833.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
246 Pilar León Sanz

médico. Busca Wunderlich que la historia de la medicina le diga cómo


fueron las cosas en el pasado proporcionándole una perspectiva orien-
tadora de su pensamiento y de su práctica actuales 4.

Y, aunque con intención diferente, también trata de acercar la


historia de la medicina al médico práctico, el Grundriss que en 1876
publica Johann Hermann Baas (1838-1909)5. Pretende lograr un relato
ameno por lo que prescinde de citas y evita la erudición. Para H.
Heinschel, “en las obras de Wunderlich, Baas y Haeser, tenemos los
tres tipos característicos de la producción histórica médica del siglo
XIX”6. Heinschel se refiere a la Alemania de ese siglo. Pero las tres
tendencias se pueden identificar en otros países y también a lo largo
de todo el siglo XX.

En la patria de Comte no podía faltar el positivismo histórico-


médico, ya fuera doctrinal y declarado, como el del autor del gran
diccionario de la lengua francesa y de la edición usual de las obras de
Hipócrates, Emile Littré (1801-1881), como el del máximo historiador
francés de la medicina, Charles Victor Daremberg (1817-72).

Daremberg hace una gran aportación a la historiografía médica


con el esfuerzo por dotar a los estudiosos de clásicos críticamente
editados y bien comentados y traducidos; considera los textos del
pasado como monumentos que sólo pertenecen a la historia7.

4
Owsei Temkin dirá: “Wunderlich rejected as antiquarianism the
show of erudition which examine remote problems of remote periods” (1958
y 1966). Citado en Juan Antonio PANIAGUA ARELLANO, “Concepto y
Método”, en Memoria, tomo 1, p.m., 1976.
5
Johann Hermann BAAS, Grundriss der Geschichte der Medicin und
des heilenden Standes, Stuttgart, F. Enke, 1876.
6
H. HEINSCHEL, Grundiss der Geschichte, Stuttgart, Verlag, 1956, p.
236.
7
A Daremberg debemos cuidadas ediciones de las obras de Oribasio
(Bussemaker, 6 vols., 1851-76), de Celso (1859) y de Rufo de Efeso (1879),
así como de valiosos manuscritos medievales y la versión francesa de una
amplia selección de Oeuvres anatomiques, physiologiques et médicales de
Galeno (1854). Sobre tan sólida base elaboraría buenos estudios –como el
dedicado a la medicina en la obra de Homero– y su Histoires des Sciences
[MyC, 11, 2008, 243-270]
Hacia una historiografía de la enfermedad… 247

No es casualidad que, al restablecerse en 1870 la cátedra de


historia de la medicina en la Universidad de París, se le confíe
inmediatamente a Daremberg. Sin embargo, fracasaría como profesor.
José María López Piñero ha puesto de relieve el significado de este
desconcertante suceso: “la historia de la medicina, plenamente acepta-
da en el Collége de France no cabía, si se explicaba con rigor, en la
facultad, como parte integrante de la formación del médico”. Aquello
era “alta cultura” que interesaba a un sector de la élite parisina, pero
no a la masa de los estudiantes de Medicina. Se repite así la necesidad
de diversificar los enfoques que vimos en Alemania.

Por la misma época, en Viena, Theodor Puschmann (1844-99)


se hace cargo de la primera cátedra de historia de la medicina (1879).8
Puschmann considera que la investigación histórico-médica precisa de
la formación de equipos de especialistas que colaboren en el seno de
Institutos. Por otra parte, opina que el tratado de historia que los
tiempos exigían sólo podía ser resultado de una amplia confluencia de
autores. Ambos propósitos llegarían a ser realidad tras su falleci-
miento. Puschmann trazó el plan y redactó la introducción del
Handbuch que apareció a los tres años de su muerte, dirigido por
Pagel y Neuburger (1905). En cuanto al Instituto, habría de ser fruto
de la Puschmann-Stiftung –entidad formalizada por su viuda, en
1905–, y adscrita a la Universidad de Viena.

Ese año de 1905 aparece el Institut für Geschichte der Medizin


de Leipzig. Fue obra del Prof. Karl Sudhoff (1853-1938), quien lo
dotó de una gran efectividad. En 1907, se inicia allí la publicación de
la revista especializada: Archiv für Geschichte der Meidizin (hoy
Sudhoffs Archiv) y su serie anexa de monografías: Studien zur
Geschichte der Medizin; y en 1910, comienza la colección Klasiker
der Medizin.

Médicales (París, 1870). Y dictaría, con gran éxito, cursos de su especialidad


en las aulas del Collége de France, desde 1864.
8
Sobre la organización universitaria alemana, Joseph BEN DAVID,
Awraham ZLOCZOWER, “El desarrollo de la ciencia institucionalizada en
Alemania”, en: Barry BARNES, Estudios sobre Sociología de la Ciencia,
Madrid, 1980, pp. 46-59.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
248 Pilar León Sanz

Como Puschmann, Karl Sudhoff hace labor de archivo,


especialmente centrada en el germanismo médico; estudia a fondo la
vida y la obra de Paracelso, del que proporciona una completa biblio-
grafía y una excelente edición de sus escritos médicos, y trata
magistralmente diversos temas, elevando el prestigio de la historia
médica en el ambiente universitario alemán, con la consiguiente
proyección a Europa y a Norteamérica. En las páginas programáticas
del Archiv, lo había proclamado así: “Unicamente con sus propios
resultados positivos logrará nuestra disciplina ser valorada y respetada
tanto por los médicos como por los otros historiadores” (n. 1, p. 6).

Mientras tanto, en Viena, el Instituto de la Universidad tendrá al


frente al discípulo de Puchsmann, Max Neuburger (1868-1955).
Además de la ejecución del Handbuch proyectado por Puschmann,
Neuburger emprendió la redacción de su Geschichte der Medizin (1er.
volumen, en 1906); obra que interrumpió al publicar en 1911, el
segundo volumen. En su producción destacan los tres estudios sobre la
“Escuela de Viena” (1918-21). Jubilado de su cátedra en 1934, la
ocupación “nazi” de Austria le llevaría a Londres donde trabajó, por
algún tiempo, en el Wellcome Institute. Pero aún viviría lo suficiente
como para –tras una estancia en Norteamérica– regresar a Viena, en
1952; donde moriría, tres años más tarde, a los 83 años de edad. Su
Instituto decaería de momento, para resurgir pujante por la labor de
Erna Lesky (1911-1986).

En los años veinte comenzó su trabajo la Sociedad Interna-


cional de Historia de la Medicina. Además de Max Neuburger, otros
historiadores de la misma generación son: Julius Pagel (1851-1912),
Charles Singer (1876-1960), Fielding Garrison (1870-1935) o Paul
Diepgen (1878-1966), quienes cimentaron la disciplina.

El berlinés Julius Leopold Pagel había dirigido, con Neuburger,


el Handbuch y antes de intervenir en dicha tarea, había redactado un
texto, cuya tercera edición mejorada por Sudhoff y publicada con el
título de Kurzes Handbuch (1922), gozaría de gran aceptación. Sin
embargo, en la capital de Alemania, no habría cátedra estable hasta la
llegada, en 1929, del doctor en medicina y en historia, Paul Diepgen,
discípulo del gran medievalista Heinrich Finke. Diepgen fue autor de
excelentes trabajos de investigación en el campo del Medioevo; pero
[MyC, 11, 2008, 243-270]
Hacia una historiografía de la enfermedad… 249

estuvo abierto a las nuevas corrientes, en la línea de Richard Harrison


Shryock (1893-1972), cuya obra característica prologó en una tempra-
na versión alemana (1940). La sintética exposición que había ido
publicando entre 1913 y 1928, fue muy leída en España a través de la
versión de E. García del Real, hecha en 1932.

Pero en los inicios del siglo XX, el centro de la historia de la


medicina mundial seguía estando en Leipzig. Entre quienes allí
acudían para aprovecharse del magisterio de Sudhoff, destaca el que
será su continuador: Henry E. Sigerist (1891-1957), quien permane-
cerá siete años al frente de la cátedra y del Instituto de Leipzig (1925-
1932). Durante ese periodo editará una nueva revista: Kyklos, en la
que expresará las nuevas concepciones sobre el quehacer emprendido,
tal como lo sugiere el subtítulo: Hahrbuch für Geschichte und
Philosophie der Medizin.

Sigerist iniciará un cambio en la línea de estudio de la historia


de la medicina, al asimilar un buen grado de historicismo en cada una
de las situaciones de la medicina del pasado; al tratar de enfocar la
marcha del proceso histórico con la mirada de un médico actual; al
empeñarse en encuadrar el fenómeno médico en el marco cultural.
Así, por ejemplo, como señala Owsei Temkin, en un artículo de 1928,
contemplaba la obra de Harvey formando parte de la historia
intelectual, más que de la médica. Pero lo más característico de la
aportación historiográfica de Sigerist sólo habría de madurar a raíz de
su traslado a Norteamérica.

En Baltimore, en torno a la Escuela de Medicina y al Hospital


de la Universidad creada por la munificencia de Johns Hopkins, se fue
constituyendo un grupo de profesores que unían a su prestigio
profesional una sólida formación humanista: el cirujano W.S. Halsted,
el ginecólogo H.A. Kelly, el profesor de Teoría y Práctica de la
Medicina y director del Hospital, William Osler (1849-1919) y el más
veterano e influyente de todos: el bacteriólogo, profesor de Patología,
desde 1884, y más tarde Decano, William H. Welch (1850-1934).
Entre todos organizaron la agrupación: The Johns Hopkins Medical
History Club, a través del cual llevaron a la Facultad, como
conferenciantes, a los mejores historiadores del momento y formaron
magníficas bibliotecas. De la organización de la Welch Medical
[MyC, 11, 2008, 243-270]
250 Pilar León Sanz

Library se haría cargo, en 1903, Fielding H. Garrison (1870-1935),


autor del manual de historia de la medicina que más contribuirá a
hacer familiar esta materia entre los médicos de habla inglesa: la
Introduction, publicada en Filadelfia, en 1913, y que ya en 1929,
estaba en su cuarta edición.

Todo ello fue abonando la idea de crear el primer instituto


americano de historia de la medicina. Su fundación tuvo lugar en
1929, al tiempo que se creaba la correspondiente cátedra, de la que se
hizo cargo a sus 79 años, el propio W.H. Welch. Y no reparando en
medios, fueron a buscar, para proseguirla, a Henry E. Sigerist, que
dejaría Leipzig por Baltimore, en 1932. Le acompañaba su discípulo
Owsei Temkin (1902-2002).

Años después, huyendo de la opresión hitleriana, llegaría


también a Baltimore, otro discípulo y colaborador de Sigerist: Erwin
H. Ackerknecht (1906-1988). La multiplicidad de las temáticas abor-
dadas por Ackerknecht (de etnología, de sociología, de ideología
médica...) y la abundancia de sus publicaciones, hacen que aparezca
su nombre encabezando casi cualquier sección bibliográfica que se
consulte. Es ciertamente, un ejemplo del historiador “total”.

Otro alemán formado en el Instituto de Sigerist, fue el filólogo


clásico Ludwig Edelstein (1902-1967), berlinés, ex-alumno de W.
Jaeger y por él orientado hacia los escritos médicos de la antigüedad
clásica, a la que tantas aportaciones ha realizado.

La labor de Sigerist en Baltimore fue rápida y considerable. A


poco de su llegada, ya en 1933, inició la excelente revista que se
llamaría primero Bulletin of the Johns Hopkins Institute y desde el
sexto volumen: Bulletin of the History of Medicine y su serie anexa de
monografias, que continúa editándose.

Pronto saldría Sigerist del “iatrocentrismo” de las figuras


señeras y del pensamiento médico, para proyectarse a los problemas
generales de la salud y la enfermedad, las empresas sanitarias y las
conexiones entre medicina y sociedad. El grupo de historiadores de la
medicina, encabezado por Henry E. Sigerist, inició los estudios de los
aspectos sociales de la medicina.

[MyC, 11, 2008, 243-270]


Hacia una historiografía de la enfermedad… 251

En el X Congreso Internacional de Historia de la Medicina,


celebrado en Madrid, en 1935, H. E. Sigerist realizó una declaración
programática que enunciaban las líneas que debía seguir esta disci-
plina a partir de los nuevos requerimientos: “Durante mucho tiempo la
historia de la medicina ha sido estudiada sobre todo desde un enfoque
bibliográfico o desde el punto de vista de las instituciones médicas. En
la actualidad hay un interés creciente en la historia de las ideas
médicas, que se intenta explicar a través de las ideas generales y
filosóficas de cada época. En todos esos estudios, la parte central está
integrada por la medicina, su pensamiento y sus actividades. Se ha
descuidado la historia del enfermo, es decir, de la sociedad que el
enfermo representa, así como las numerosas relaciones entre la socie-
dad y el médico. Sin embargo, la medicina es, ante todo, una ciencia
social. El objetivo de la medicina no es curar un órganismo alterado,
sino mantener al individuo ajustado en su ambiente social, o reajustar-
lo si fuera necesario. No basta tener conocimientos médicos; es nece-
sario aplicarlos, lo que a menudo no depende del médico, sino de
fenómenos de carácter filosófico, religioso, político y, sobre todo, eco-
nómico (...) La historia social de la medicina –es decir, la historia de
la sociedad humana y la historia de la medicina, estudiadas en sus
relaciones mutuas desde los orígenes hasta hoy– nos hará entender
mejor dónde nos encontramos actualmente y cuáles son nuestros
deberes”9. En este contexto hay que reconocer que la historia de la
medicina sirvió de catalizador para la introducción progresiva de otras
ciencias sociales en el mundo de la medicina. La gran labor de
Sigerist, truncada por su temprana muerte, sería desarrollada por sus
discípulos: G. Rosen, E. H. Ackerknecht y O. Temkin.

Podemos concluir este primer apartado destacando que, en su


inicio, la historia de la medicina acentuó el progreso y dirigió los
estudios históricos hacia los descubrimientos científicos. Hasta hoy ha

9
Henry Ernest SIGERIST, “L'histoire de la médecine et la sociologie
médicale” en: X Congreso Internacional de Historia de la Medicina. Libro
de Actas, Madrid, 1935, t. II, fasc. I, pp. 325-6. Citado por José María LÓPEZ
PIÑERO, “Los estudios históricosociales sobre la medicina”, en: Erna LESKY,
Medicina social. Estudios y testimonios históricos, Madrid, Ministerio de
Sanidad y Consumo, 1984, pp. 21-2.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
252 Pilar León Sanz

llegado la diversificación en cuanto al método de la historia de la


medicina. Así, se habla de una mentalidad Sudhoff, basada en el
seguimiento cercano a las fuentes y de un gran dominio de la heurís-
tica y del método historiográfico, frente a la mentalidad Sigerist que
destacaría más la función hermenéutica e interpretativa del historia-
dor.10

Además, la historia de la medicina ayudó a la configuración de


la profesión y a la diferenciación de lo no-médico. Un estudio de Fee
y Morman acerca de Henry E. Sigerist y George Rosen comienza
afirmando que estos dos grandes historiadores “creían que la historia
de la medicina podía cambiar el mundo, alterar los caminos en los que
los médicos pensaban y practicaban. Ambos mantenían que la historia
de la medicina podía transformar las actitudes de los médicos al
demostrar qué era la medicina (...). La historia de la medicina que
estos autores proponían no era una historia para el autoelogio; era una
historia crítica para la transformación social”11.

Pronto, la historia de la medicina, aunque todavía muy cercana


al campo médico, fue un instrumento no sólo con fines internos –la
formación de los médicos y sus intereses corporativos–, sino para
extender al público y a la arena política las cuestiones médicas.

3. La historiografía médica española

Como la Sociedad Española de Historia de la Medicina


(SEHM) recordaba recientemente, la nuestra es una disciplina acadé-

10
Ambas mentalidades serán cuestionadas por Pedro LAÍN ENTRALGO,
Medicina e historia. Madrid, Eds. Escorial, 1941 y por Gracia, quien
contrapone a ambas una “mentalidad Laín” basada en la historia como
comprensión, Diego GRACIA GUILLÉN, ed., Ciencia y vida: homenaje a
Pedro Laín Entralgo. Bilbao, BBVA, 2004, pp. 86-7.
11
Elizabeth FEE, Edward T. MORMAN, “Doing History, Making
Revolution: the Aspirations of Henry E. Sigerist and George Rosen”, en
Doroty PORTER, Roy PORTER, eds., Doctors, politics and society: historical
essays. Amsterdam, Rodopi, 1993, pp. 275-311 (275). Cf. también, Elizabeth
FEE, Theodor M. BROWN, eds., Making medical history: the life and times of
Henry E. Sigerist, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1997.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
Hacia una historiografía de la enfermedad… 253

mica que “cuenta en España con una tradición ininterrumpida desde la


tercera década del siglo XIX y está particularmente consolidada a
partir de su inclusión a nivel de licenciatura en el plan de estudios de
1944”12. Aunque, como veremos, fue a partir de los años setenta del
siglo XX cuando se integra entre las disciplinas históricas, debido a la
mayor colaboración interdisciplinar.

El proceso de formación de la historiografía médica española,


acaecido en el siglo XIX, tuvo lugar en torno a la universidad.
También alrededor de ese ámbito se inician los estudios histórico-
médicos precursores de los de la actualidad13. Su función fue la de
satisfacer una faceta de los cursos de doctorado inaugurados en esa
época que incluían la historia de la medicina entre las asignaturas
exigidas. Reconocemos en los escritos de Joaquín de Villalba,
Antonio Hernández Morejón, de Anastasio Chinchilla, Luis Comenge
y Ferrer o León Sánchez Quintanar, la influencia del positivismo
histórico. Para ellos, la historia de la medicina es una rama de la histo-

12
También ha sido tradicional en Alemania e Italia; en Gran Bretaña
ha aumentado significativamente la docencia pregraduada durante el último
decenio, así como en Francia, donde se ha implantado en las principales
facultades de medicina, partiendo de una situación de muy escasa presencia.
Sociedad Española de Historia de la Medicina, Declaración institucional de
la Sociedad Española de Historia de la Medicina, Alicante, 26-27 junio,
2003, I.
13
Nos hemos basado en los estudios sobre la historiografía de la
Medicina en: Juan Antonio PANIAGUA ARELLANO, Studia arnaldiana: traba-
jos en torno a la obra médica de Arnau de Vilanova, c. 1240-1311, Barcelo-
na, Fundación Uriach, 1994, pp. 11-37. Este estudio une a la precisión de los
datos, el testimonio de lo vivido. También: Juan Antonio PANIAGUA
ARELLANO, “Concepto y Método”, Memoria, tomo 1, p.m., 1976; Diego
GRACIA GUILLÉN, “Siglo y medio de Historia de la Medicina: balance y
perspectiva” en Arch. Fac. Med. Madrid, XXXVII (2, II), 1980, pp. 49-68;
Antonio CARRERAS PANCHÓN, Joaquín de Villalba (1752-1807) y los oríge-
nes de la historiografía médica española, Málaga, Universidad de Málaga,
1984; Francesc BUJOSA HOMAR, Filosofía e Historiografía médica en
España: los supuestos epistemológicos de los historiadores clásicos de la
medicina española, Madrid, CSIC, 1989; José Luis BARONA, Ciencia e
Historia. Debates y tendencias en la Historiografía de la ciencia, Valencia,
Seminari d’Estudis sobre la Ciència, 1994.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
254 Pilar León Sanz

ria general, que estudia particularmente las personas que han contri-
buido al desarrollo de la medicina y de sus ciencias auxiliares. Tanto
la filosofía como la historia de la medicina se conciben en esos
momentos en términos de propedéutica clínica14. Los historiadores de
la medicina antes citados destacan por la gran importancia que dan a
los estudios biográficos y bibliográficos. Y, el recurso a sus obras,
sigue siendo necesario en la actualidad. Pero tan valiosas aportaciones
no hubieran impedido que la historia de la medicina siguiera siendo
una actividad ocasional e inorgánica a no ser por la figura de Pedro
Laín Entralgo.

Había nacido Pedro Laín en 1908, en el pueblo turolense de


Urrea de Gaén, del que su padre era médico. Pero no siguió, de
entrada, esta carrera sino la de Ciencias Químicas, cuya Licenciatura
obtuvo en Valencia, en 1927. Solo entonces se orientaría hacia la
medicina y, dentro de ella, por influencia del catedrático de Medicina
legal, Juan Peset, hacia la Psiquiatría, que habría de ejercer en
Valencia por algún tiempo, después de la preparación obtenida en
Madrid junto al Dr. Sanchís Banús (1892-1932), en torno al 1930, y
en la clínica vienesa de Wagner von Jauregg (1857-1940), poco
después. Su interés por lo más teorético y radical de cada tema por los
que fue pasando –de la nueva física a la antropología médica– acabó
por acercarle a la historia de la medicina, como base de la compren-
sión del hondo problema del enfermar humano. Dos primeros libros
testimonian la raíz filosófica y antropológica de esta definitiva
orientación: Medicina e Historia (1941) y Estudios de Historia de la
Medicina y Antropoloqía médicas (1943).

Como explicaba Laín: “Se trata de encontrar en la historia


misma su original y autóctona razón. Por eso ha de entenderse en todo
su vigor la expresión “razón histórica”. No una razón extrahistórica
que parece cumplirse en la historia (como la lógica de Hegel o la fisio-
logía de Buckle), sino, literalmente, “lo que al hombre le ha pasado,
constituyendo la sustantiva razón”, la revelación de una realidad tras-

14
Diego GRACIA GUILLÉN, “Siglo y medio de Historia de la Medicina:
balance y perspectiva”, en Arch. Fac. Med. Madrid, XXXVII (2, II), 1980,
pp. 49-68 (52).
[MyC, 11, 2008, 243-270]
Hacia una historiografía de la enfermedad… 255

cendente a las teorías del hombre y que es él mismo por debajo de sus
teorías”15. Entender algo históricamente equivaldría a revivirlo; en
otro caso ese algo no sería entendido, sino simplemente descrito.
Como se ve, este enfoque es parecido al presentismo de José Ortega y
Gasset (1883-1956)16, cuya filosofía se basa en “la metafísica de la
razón vital”, en la búsqueda de una estructura de vida que sea trascen-
dente en su relación con la realidad de cada instante. Es así como el
hombre deviene esencialmente razón histórica: “El hombre es lo que
le ha pasado, lo que ha hecho. (...) Las experiencias de la vida estre-
chan el futuro del hombre. Si no sabemos lo que va a ser, sabemos lo
que no va a ser. Se vive en vista del pasado. El hombre no tiene natu-
raleza, sino que tiene (...) historia”.

Laín obtiene la única cátedra existente de historia de la


medicina en la Universidad de Madrid, en 1943. Ese mismo año, a la
plataforma universitaria se unió el Instituto Arnau de Vilanova de
Historia de la Medicina, organizado por Laín Entralgo dentro del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Dirigía Laín las tesis del catalán Cardoner y las de los


valencianos Peset Llorca y Janini Cuesta, cuando comenzaba a for-
marse en torno suyo un pequeño círculo de jóvenes médicos, que
hacían tertulia en su piso de la calle de Lista. Allí llegaron, en 1946,
Juan Antonio Paniagua, Luis Alberti y Carlos del Valle-Inclán; poco
después se agregarían Silverio Palafox y Agustín Albarracín. En 1953
a Antonio Castillo de Lucas y a Rafael Roldán, ya veteranos en los
estudios del folklore y de la historia de la farmacia respectivamente,
se unieron José Jiménez Girona, Pedro Cano y Alberto Ruiz de
Galarreta. Y traía de Salamanca el esbozo de una bien pensada tesis
relativa a Jung, el aún psiquiatra y ya historiador Luis Sánchez
Granjel.

15
Pedro LAÍN ENTRALGO, España como problema, Madrid, Aguilar,
1956, vol I, p. 300.
16
Sus intuiciones acerca de la historia se expresan entre sus diferentes
obras. Una de las obras claves de su pensamiento histórico es Jose O RTEGA Y
GASSET, Meditaciones del Quijote (1914); ed. Julián MARÍAS. Madrid,
Catedra, 1984.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
256 Pilar León Sanz

Se iniciaba, en 1946, la serie Clásicos de la Medicina, con


traducciones de los grandes franceses del XIX y de las obras de
Harvey, precedidas por renovadores estudios de cada tema, obra del
propio Laín. En 1949, bajo la dirección de Laín se publicó el primer
número de la revista Archivos Iberoamericanos de Historia de la
Medicina. Su título se ampliaría, desde 1955, con el complemento: …
y Antropología Médica.

En 1955, quince años después de la de Laín, se dotó la primera


cátedra de historia de la medicina fuera de Madrid que obtuvo Luis
Sánchez Granjel, quien pronto crearía en Salamanca el segundo foco
de investigación histórico-médica. Al año siguiente, en septiembre de
1956, Madrid fue la sede del XV Congreso Internacional, presidido
por Laín Entralgo. Y poco más tarde, el 31 de octubre de 1960 tuvo
lugar, en los locales del Instituto “Arnau de Vilanova” la reunión
constitutiva de la Sociedad Española de Historia de la Medicina, que
sirvió de nuevo vínculo para los cultivadores del área: “suceso
mínimo –diría el propio Laín– pero cualitativamente nuevo en la his-
toria de la vida médica en España”. La Sociedad inició sus actividades
científicas y la publicación de un Boletín cultural e informativo. El
primer Congreso Nacional de la Sociedad tuvo lugar en Madrid, en
1963; el segundo en Salamanca, dos años después. Allí aparecía,
desde 1962, junto a una serie de monografías, una segunda revista de
la disciplina: Cuadernos de Historia de la Medicina Española.

Desde 1958, José María López Piñero se había hecho cargo de


la docencia de la historia de la medicina en Valencia, plaza que no fue
institucionalizada hasta 1966. En cambio, “el quinquenio de 1970 a
1975 vivió una verdadera explosión en la dotación de plazas de Agre-
gado de historia de la medicina (…) Así fueron debidamente provistas
las plazas de Valencia, en 1970 para Luis García Ballester –quien
pronto pasaría a Granada–; de Valladolid, en 1973, para Juan Riera;
de la Autónoma de Barcelona, en el mismo año, para Felip Cid, y de
Zaragoza, en 1975, para Emili Balaguer”17. Este despliegue institu-

17
Juan Antonio PANIAGUA A RELLANO, Studia arnaldiana, pp. 11-37
(30). También, Pedro LAÍN ENTRALGO, Hacia la recta final: revisión de una
vida intelectual, Barcelona, Círculo de Lectores, 1990, pp. 392-7.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
Hacia una historiografía de la enfermedad… 257

cional llevó a la posibilidad de emprender de forma conjunta empresas


de la envergadura de la Historia Universal de la Medicina, en la que
participarían autores del mundo entero18.

4. Tradición y renovación

El historiador de la medicina de hoy comparte las tendencias


historiográficas que se están desarrollando en el ámbito de la historia,
en general 19. Están en marcha importantes empresas de edición de
obras clásicas y medievales, como la de la obra médica de Arnau de
Vilanova20. Han participado en las revisiones sobre las formas de
cambio científico, lo cual está conduciendo a reformular los lugares de

18
Su comité de redacción reunió a las primeras figuras españolas de la
disciplina: Pedro Laín Entralgo, Luis Sánchez Granjel, José María López
Piñero, Luis García Ballester y Agustín Albarracín, quien llevaba el peso de
la organización, como secretario. Fue editada por Salvat entre 1972 y 1975.
19
Además de las referencias de la nota 13, cf. Charles WEBSTER, “The
Historigraphy of Medicine”, en: Pietro CORSI, Paul WEINDLING, eds., Infor-
mation Sources in the History of Science and Medicine, Londres, Butterworth
Scientific, 1983, pp. 29-43; Roy PORTER, The History of Medicine: past,
present and future, Uppsala, Uppsala Universitet, 1983; Helge KRAGH,
Introducción a la historia de la ciencia, Barcelona, Crítica, 1989; Gert H.
BRIEGER “The historiography of Medicine”, en: William F. BYNUM, Roy
PORTER, eds., Companion Encyclopedia of the History of Medicine, Londres-
Nueva York, Routledge, 1993-1997, vol. 1, cap. 3; Jan G OLINSKI, Making
natural knowledge: constructivism and the history of science, Cambridge,
Cambridge University Press, 1998; y el monográfico dirigido por Ulrich
KOPPITZ, Alfons LABISCH, Norbert PAUL, “Historizität. Erfahrung und
Handeln. Geschichte und Medizin”, Sudhoffs Archiv. Beihefte: zeitschrift für
Wissenschaftsgeschichte, Wiesbaden, 2004, 54.
Una amplia relación bibliográfica, aunque ya envejecida, puede verse
en Edwin CLARKE, “The History of Scientific and Social Medicine”, en
Modern Methods in the History of Medicine, Londres, Athlone Press, 1976,
pp. 207-9.
20
Arnaldi de Villanova Opera medica omnia. Hasta el año 2000 se
publicaron once volúmenes; la serie fue dirigida por los profesores Luis
García Ballester, Juan A. Paniagua y Michael R. McVaugh. Han continuado
el proyecto, como editores, Jon Arrizabalaga, Pedro Gil-Sotres, Fernando
Salmón y Michael R. McVaugh.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
258 Pilar León Sanz

la ciencia y su evolución 21. Y se observa un incremento en el número


de estudios del periodo contemporáneo.

Lo que es más significativo es el aumento de la producción


historiográfica en los últimos años, abarcando los más variados temas:
social, étnica, cultural... Por otro lado, la aparición de la historia de las
mujeres como campo de estudio supuso la ampliación de los límites
de la historia22; y frente a la mayor atención que tradicionalmente se
ha prestado a la mente o al alma, se ha desarrollado la historia del
cuerpo 23. También se han dedicado estudios a la infancia24 o a deter-
minadas enfermedades, como las mentales 25, epidémicas 26 o laborales,
etc. Ningún tema queda por explorar, ningún camino por recorrer. Lo
cual ha facilitado la aproximación a áreas de conocimiento limítrofes
con las que se comparten objetivos de investigación, como la epide-
miología, la filología, la antropología o la sociología.

21
Cf. por ejemplo la revisión de la significación de la Revolución
científica en Stephen SHAPIN, La revolución científica: una interpretación
alternativa, Barcelona, 2000. También: Ole Peter GRELL, Andrew CUNNIN-
GHAM, eds., Medicine and religion in Enlightenment Europe, Burlington, VT,
Ashgate, 2007. Rina KNOEFF, Herman Boerhaave (1668-1738): Calvinist
chemist and physician, Amsterdam, Koninklijke Nederlandse Akademie van
Wetenschappen, 2002.
22
Teresa ORTIZ GÓMEZ, Medicina, historia y género: 130 años de in-
vestigación feminista, Oviedo, KRK Eds., 2006. Por su parte, Jan GOLINSKI,
Making natural knowledge, pp. 64-6, señala el interés por nuevas fuentes
como los escritos personales o bien los estudios de género.
23
Roy PORTER, “Historia del cuerpo”, en: Peter BURKE, Formas de
hacer Historia, Madrid, Alianza, 1993, pp. 255-80. También J. Paul PETER,
“El cuerpo”, en: Jacques LE G OFF, Pierre NORA, Hacer la historia, 3, Barce-
lona, Laia, 1980.
24
En esta línea cf. Rosa BALLESTER AÑÓN, La historia clínica
pediátrica durante el siglo XIX: Análisis de la ciencia y de la práctica
pediátrica a través de las patografías infantiles, Zaragoza, Cátedra de
Historia de la Medicina, 1977.
25
Un ejemplo de la vitalidad del tema es la aparición de Frenia:
revista de historia de la psiquiatría publicada por el Departamento de
Historia de la Ciencia, Instituto de Historia (CSIC), Madrid, 2001-.
26
Se pueden mencionar los estudios sobre la gripe de 1918, el
paludismo, la poliomelitis, etc.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
Hacia una historiografía de la enfermedad… 259

Una de las áreas más cercanas es la de la historia de la ciencia,


con la que la historia de la medicina mantiene una relación privilegia-
da e institucional. La mayor conexión se establece cuando se conside-
ra el enfoque más intelectual o epistemológico de la ciencia médica,
así como los aspectos sociológicos que influyen en la evolución cien-
tífica27.

Ambas áreas comparten el estudio del desarrollo de la


tecnología, aunque el interés por estos estudios es tal que cabe esperar
que surja alguna subespecialidad dedicada a su historia.28 A ella se han
dedicado estudios comparativos y de síntesis en diversas revistas,
como Dynamis: acta hispanica ad medicinae scientiarumque histo-
riam illustrandam29. A partir de los años sesenta, la visión historio-
gráfica de la función de los avances tecnológicos en medicina ha
adoptado una actitud más ambigua que en el periodo anterior, puesto
que también se han desvelado sus límites y los efectos perniciosos que
puede acarrear sobre los pacientes, la sociedad y los profesionales30.
El gran número de posibilidades que plantea la tecnología no puede
resolverse, en muchas ocasiones, basados en criterios exclusivamente
técnicos.

En este contexto, las diferencias epistémicas entre la disciplina


histórica, la historia de la filosofía y la historia de la ciencia se han

27
Sobre este punto Oscar MORO ABADÍA, “La nueva historia de la
ciencia y la sociología del conocimiento científico: un ensayo historiográ-
fico” en Asclepio, 2 (LVII), 2005, pp. 255-80.
28
Es señalada como “una de las áreas de expansión historiográfica”
por Rosa MEDINA DOMÉNECH, La historia de la medicina en el siglo XXI:
una visión poscolonial, Granada, Universidad de Granada, 2005, p. 95.
También insiste en este aspecto: Gert H. BRIEGER “The historiography of
Medicine”, en: William F. BYNUM, Roy PORTER, eds., Companion Encyclo-
pedia of the History of Medicine, vol. 1, cap. 3.
29
Alfredo MENÉNDEZ NAVARRO, Rosa Mª MEDINA DOMÉNECH, eds.,
Tecnologías médicas en el mundo contemporáneo: una visión histórica desde
las periferias, en Dynamis, 24, 2004, pp. 15-212 [número monográfico].
30
Joel D. HOWELL, “The other end of the tube” en Technology in the
hospital. Transforming patient care in the early twentieth century. Baltimore/
Londres, The Johns Hopkins University Press, 1995, pp. 12-15.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
260 Pilar León Sanz

reducido. No es posible realizar filosofía sin la historiografía de la


filosofía, como tampoco lo es plantear un problema científico si no se
conocen los antecedentes historiográficos de dicho problema. Las
diversas disciplinas no pueden en la actualidad formular sus cuestio-
nes básicas sin la ayuda conceptual y narrativa de la dimensión histo-
riográfica. El funcionamiento mismo de la comunidad científica, sus
inercias y sus instituciones así lo demandan.

Como señala Virginia Berridge31, parece que la sociedad es


consciente de la importante contribución de los estudios históricos en
la construcción del entorno; y los responsables del diseño de las polí-
ticas sanitarias recurren a la historia de la salud con una perspectiva
utilitarista32. Se trata ésta de una “historia” focalizada en determinados
periodos que ignora otros que también ofrecerían lecciones que
impartir. Y ciertamente el historiador puede iluminar y proporcionar
nuevas perspectivas, puesto que el continuo ejercicio creador del hom-
bre en los ámbitos de su actuación está orientado o determinado por lo
anterior, por profunda que parezca la fractura con el pasado. La
relación con el pasado muestra un aspecto fundamental del modo de
ser del hombre: su dimensión social.

De ahí que desde instancias institucionales se hayan facilitado


los estudios cuantitativos y, sobre todo los de historia social de la
medicina y de la salud pública, por lo demás –como ya hemos visto–,
de arraigo en la historia de la medicina. A las investigaciones herede-
ras de la tradición33 se han añadido los que hacen referencia a la ideo-

31
Virginia BERRIDGE, “History Matters? History’s Role in Health
Policy Making”, Med Hist., 52/3, 2008, pp. 311–26.
32
Tony Blair, basó una de las conferencia más importantes sobre la
promoción de la salud en un extenso análisis histórico sobre la función del
estado en este tema (2006). http://www.number10.gov.uk/output/Page9921.
asp, accedido: 26 de Agosto de 2008.
33
Erwin Heinz ACKERKNECHT, 1906- Rudolf Virchow: doctor,
statesman, anthropologist, Madison, University of Wisconsin Press, 1953;
George ROSEN, From Medical Police to Social Medicine, essays on the
history of health care, Nueva York, Science History Publications, 1974; son
muy numerosas las publicaciones sobre la cuestión: Ole Peter GRELL,
Andrew CUNNINGHAM y Robert JÜTTE, eds., Health care and poor relief in
[MyC, 11, 2008, 243-270]
Hacia una historiografía de la enfermedad… 261

logía y a la internacionalización de la medicina34, que incluye la revi-


sión de categorías historiográficas desde el colonialismo a la raza35.

Las dos últimas décadas han presenciado la eclosión, por arriba,


de la macrohistoria o historia comparada de grandes procesos sociales
y, por abajo, de la microhistoria, el estudio de una vida, de un caso,
penetrando en la trama de significados que constituye una acción sim-
bólica, un rito, unas creencias. De ahí la fascinación de la historiogra-
fía por la cultura popular y por otras concepciones y representaciones
alternativas o complementarias de la enfermedad, como por ejemplo,
del sistema hanhneniano36.

La cultura popular y otros usos o modos médicos son explora-


dos no sólo como sistemas simbólicos y autónomos, que funcionan
según una lógica ajena a la de la cultura literaria o tradicional, o como
una cultura en dependencia de la cultura de las clases dominantes.
Perdiguero y otros autores siguen líneas historiográficas más recientes

18th and 19th century northern Europe, Aldershot, Ashgate, 2002; Health
care and poor relief in Protestant Europe, 1500-1700, Londres, Nueva York,
Routledge, 1997; etc. Un ejemplo en el ámbito español es la recopilación de
estudios: Esteban RODRÍGUEZ OCAÑA, Salud pública en España: ciencia,
profesión y política, siglos XVIII-XX, Granada, Universidad de Granada,
2005. Y el monográfico: “La acción social de la Medicina y la construcción
del sistema sanitario en la España contemporánea”, en: Trabajo social y
salud, salud, 43, 2002. También ejemplifica este punto el desarrollo y las
publicaciones del proyecto del Socrates Programme de la Unión Europea:
PHOENIX– Comparative History of European Public Assistance (2002-
2008).
34
Cf. por ejemplo, Josep Lluís BARONA, Josep BERNABEU-MESTRE,
La salud y el Estado: el movimiento sanitario internacional y la administra-
ción española (1851-1945), Valencia, PUV, 2008; etc.
35
Cf. por ejemplo, Rosa MEDINA DOMÉNECH, La historia de la
medicina en el siglo XXI; Armando GARCÍA GONZÁLEZ, Raquel Á LVAREZ
PELÁEZ, Las trampas del poder. Sanidad, eugenesia y migración. Cuba y
Estados Unidos (1900-1940), Madrid, CSIC, 2007.
36
Cf. por ejemplo, Martin DINGES (ed.), Patients in the history of
homoeopathy, Sheffield, European Association for the History of Medicine
and Health Publications, 2002.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
262 Pilar León Sanz

que acentúan los usos plurales y las comprensiones diversas37. La


historiografía del llamado pluralismo médico, que se refiere a sanado-
res y a prácticas, ha sido posible por la exploración de nuevas fuentes,
como la correspondencia privada, los libros de registro de consulta, y
otros materiales.

El giro antropológico

La conexión con las cuestiones antropológicas ha resultado muy


fecunda para la historia de la medicina, en cuanto que la antropología
que manifiesta la centralidad de la persona en la interpretación de lo
pasado. La propuesta en esta encrucijada sería la de no considerar al
hombre sólo desde las “leyes biológicas” y ni como “la culminación
cualitativa de la evolución biológica”, evitando así el reduccionismo
biologicista. El hombre tampoco es sólo “homo bellicus”, sino
también “homo aestheticus”, “homo scientificus”, “homo aeconomi-
cus”. Sin esta preocupación del hombre por si mismo, sería simple
“homo tecnicus”. Sin embargo, la fundamentación de las leyes, de las
normas éticas de las distintas profesiones, requiere una preocupación
por el hombre que trascienda e el simple planteamiento técnico 38.

37
Roger CHARTIER, “‘Cultura popular’: retorno a un concepto
historiográfico”, Manuscrits, 12, 1994, pp. 43-62. Entre otros, en España
estudia la medicina popular: Enrique PERDIGUERO GIL, Los tratados de
Medicina Doméstica en la España de la Ilustración, Alicante, Universidad de
Alicante, 1991; Enrique PERDIGUERO GIL, “E. Magical healing in Spain
(1875-1936): Medical pluralism in the search for hegemony”, en: Willem de
BLÉCOURT, Owen DAVIES, eds., Wichtcraft continue: popular magic in
modern Europe, Manchester, Manchester University Press, 2004, p. 133-50.
38
Como afirma François Xavier Guerra: “Se pueden presentar las
estructuras –económicas, sociales, demográficas, mentales– como determi-
nantes en la causalidad histórica, pero ¿qué son estas estructuras, sino una
formalización de las relaciones de los hombres, ya sea con la naturaleza –
inanimada o animada– o con los hombres?”. François-Xavier GUERRA, “El
renacer de la historia política: razones y propuestas”, en: José ANDRÉS-
GÁLLEGO, New History, Nouvelle Histoire: Hacia una Nueva Historia.
Madrid, Actas, 1993, pp. 229ss. También Jacques REVEL, “El hombre enfer-
mo y su historia”, en: Jacques LE GOFF, Pierre NORA, Hacer la historia 3.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
Hacia una historiografía de la enfermedad… 263

Una historia orientada antropológicamente permite abordar el


estudio de “aquellos tejidos vagos, poco reflexionados y típicos de
grupo, aquellas nociones en las que se arraigan normas de intuición y
pensamiento y que constituyen el subfondo de los sistemas explícitos
de normas y valores”, como es el mundo de los sentimientos y de la
afectividad. La historia de las formas mentales, de las emociones, de
los sentimientos: alegría, miedo, ambición, amor, odio, fe, percepción,
etc., exige tomar como punto de partida metodológico la integración
del mundo social, cultural y personal 39. Como afirma Porter, “la salud
es la espina dorsal de la historia social y la aflicción la “fons et origo”
de toda la historia de la medicina”40.

El objeto de la historia está en los actores humanos, hombres y


mujeres, individuales o en grupos sociales que forman una colecti-
vidad o la humanidad en su conjunto, pero en la que siempre subyace
la actividad humana. Esta será también la intención en la historia
desarrollada por Laín Entralgo: “cultivar una historia de la medicina
explícitamente orientada hacia la antropología médica”41. De esta
manera buscaba entender no sólo al hombre. También al ser humano
enfermo, en el que se descubren dimensiones fundamentales de la
existencia humana, como lo son el dolor, la debilidad, el sufrimiento o
la caducidad. Joan Lane observaba que “la historia social de la medi-
cina es la historia de cada individuo. De todas y cada una de sus expe-
riencias, desde el nacimiento, la enfermedad, el desarrollo y la muerte,

39
Antonio MORALES MOYA, Problemas actuales de la historia,
Salmanca, Universidad de Salamanca, 1993, p. 38.
40
Roy PORTER, “The patients view. Doing medical history from
below”, Theory and Society,14, 1985, pp. 175-98 (93).
41
Pedro LAÍN ENTRALGO, Descargo de conciencia, Madrid, Barral,
1989, pp. 348 y 351. Cf. también de este autor: La historia clínica. Historia y
teoría del relato patográfico, Madrid, CSIC, 1949 (Madrid, Triacastela,
1998); La relación médico-enfermo, Madrid, Revista de Occidente, 1967
(Madrid, Alianza Editorial, 1987); Teoría y realidad del otro, Madrid,
Alianza Universidad, 1983; Antropología médica para clínicos, Barcelona,
Salvat, 1984.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
264 Pilar León Sanz

puesto que, en algún momento todos somos pacientes, de alguna rama


de la medicina y lo somos mucho más que nuestros antepasados”42.

Biografías y autobiografías de profesionales y pacientes

Sin negar los avances conseguidos por la historia social-


científica, ha habido en los últimos tiempos una vuelta a la historia de
los acontecimientos y un renacimiento de la narración. Lo cual exige
hacer referencia a la propuesta de Hayden White: la narración como
forma de acercamiento a los sucesos, como una manera específica de
conocimiento43.

Representación de lo histórico y narración han venido a reafir-


marse en esa ola de narrativismo como formas y contenidos entrela-
zados. Pero este fenómeno es mucho más que una simple vuelta a la
narrativa. El tema central del debate es, pues, la función del discurso
narrativo como forma de representación de la historia y como método
para la historia de la medicina44.

De ahí que entre los géneros de la exposición historiográfica


revisemos brevemente el análisis de las narrativas de los pacientes y
de los profesionales que cuentan su experiencia en primera persona; y
también la biografía, porque es un modo de exponer la historia, que
tiene larga tradición y notable interés en Medicina, aunque, los relatos
idealizados y apologéticos del personaje tratado, o de la presentación
de las grandes figuras como si a ellas solas se debieran los progresos,

42
Joan LANE, A social history of medicine: health, healing and
disease in England, 1750-1950, Londres, Routledge, 2001.
43
Hayden V. WHITE, Tropics of Discourse. Essays in Cultural
Criticism, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1978, p. 82. También:
El texto histórico como artefacto literario y otros escritos, Barcelona, Paidós,
2003. Sobre esta cuestión: Jaume AURELL, La escritura de la memoria.
Valencia, Universitat de Valencia, 2005, pp. 202ss.
44
Risse ha propuesto también las narrativas como metodología para la
docencia de la historia de la medicina. Guenter B. RISSE, Mending bodies,
saving souls: a history of hospitals, Nueva York, Oxford University Press,
1999.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
Hacia una historiografía de la enfermedad… 265

y no a una amplia trama de concausas culturales y sociales, hicieron


que este género literario cayera en descrédito45.

En estos momentos la biografía ha sido reivindicada. Así lo


demuestran la organización, por parte de la Sociedad Española de
Historia de la Medicina (SEHM) del XIII Simposio sobre biografías
médicas (2004) o el número de libros y de estudios publicados en las
revistas de la especialidad 46. La prosopografía, la biografía colectiva
que se interesa por los grupos unidos por una misma vocación o por
una misma praxis, fue la primera forma recuperada47. Sin embargo, las
personalidades excepcionales, por su talento o su representatividad, no
pueden ser ignoradas y el entusiasmo del público por la historia
biográfica no ha sido ajeno a este renacimiento 48. Con frecuencia, el
acercamiento biográfico a la historia, más que la acentuación del
factor personal, intenta acceder al conocimiento de la realidad social
de una época, trascendiendo al individuo al concebirse aquel como
elemento de una realidad más amplia. También aquí las cosas las
hacen hombres concretos, en el curso de una vida de sucesos encade-
nados y de circunstancias determinantes.

45
Pedro LAÍN ENTRALGO, Grandes Médicos, “Nota preliminar”, p. V.
Charles Webster también comenta la tradicional preocupación por los
“grandes médicos y grandes libros”, en: Charles WEBSTER, “The historiogra-
phy of Medicine”, en: Pietro CORSI, Paul W EINDLING, eds., Information
Sources in the History of Science and Medicine, p. 40.
46
“Biografías médicas, una reflexión historiográfica”, en: Asclepio:
archivo iberoamericano de historia de la medicina y antropología médica,
57, 2005, n. 1. También el monográfico: “Focus: biography as cultural history
of science publicado”, Isis, 97, 2006.
47
El interés de los estudios prosopográficos para el estudio de los
aspectos sociales de la ciencia es revisado en Elisabeth CRAWFORD,
Nationalism and internationalism in science, 1880-1939: four studies of the
Nobel population, Cambridge, Cambridge University Press, 1992. Lawrence
STONE, “Prosopography”, Daedalus, 100, 1971, pp. 46-79 (incluido en El
pasado y el presente, Méjico, FCE, 1986, pp. 61ss.).
48
Antonio MORALES MOYA, “Biografía y narración en la
historiografía actual”, Problemas actuales de la historia, pp. 235ss.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
266 Pilar León Sanz

Laín subraya que al interés humano que toda vida tiene, las
biografías de científicos añaden un componente epistemológico,
puesto que en ellas se advierte la evolución de sus ideas y la forma-
ción de los conceptos que un día daría a la publicidad en forma ya
acabada49.

Por otra parte, la historia local otorga “mayor importancia a las


personas que a los lugares, a la calidad de vida que a las peculiari-
dades topográficas”50 y trata de recuperar experiencias subjetivas, por
lo que ha incorporado a las demás fuentes, la entrevista oral
autobiográfica51.

En general, en la historia de la salud se ha reivindicado la fun-


ción de las personas que sufren. Sus relatos aportan, a la vez, la
dimensión social y la cognitiva y hasta hace poco había sido parcial-
mente ignoradas por los historiadores52. Es interesante observar el
análisis de Cristopher Lawrence acerca de la evolución del significado
de las narrativas de los pacientes en la historiografía; la aproximación
de Jewson, la el de Stolberg y tantos otros 53. Como señala Porter, está

49
Pedro LAIN ENTRALGO, Menéndez Pelayo: Historia de sus
problemas intelectuales, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1944.
50
Pilar LEÓN SANZ, “Private initiatives against social inequalities and
health vulnerabilities: the case of La Conciliación (Pamplona, 1902-1920)”,
en: Patrice BOURDELAIS, John CHIRCOP, Vulnerabilities, Social Inequalities
and Health, Évora, Ediçoes Colibri, 2008.
51
Un ejemplo a citar sería Pablo LARRAZ ANDÍA, Entre el frente y la
retaguardia: la sanidad en la Guerra Civil: el hospital "Alfonso Carlos",
Pamplona 1936-1939, San Sebastián de los Reyes (Madrid), Actas, 2004.
52
Roy PORTER, Historia social de la locura, Barcelona, Crítica, 1989.
53
Cristopher LAWRENCE, “The meaning of Histories”, Bulletin of
History of Medicine, 66, 1992, pp. 638-45. Cf. también, Roy PORTER,
Andrew WEAR, Problems and methods in the history of medicine, Londres,
Croom, 1987; especialmente el capítulo de Guenter B. RISSE, “Hospital
History: New Sources and Methods”, pp. 175-204; Roy PORTER, “The
patients view. Doing medical history from below”, Theory and Society, 14,
1985, pp. 175-98; Roy PORTER, ed., Patients and Practitioners. Lay percep-
tions of medicine in pre-industrial society, Cambridge, Cambridge University
Press, 1985; Heinrich SCHIPPERGES, Homo patients. Zur Geschichte der
Kranken Menschen, Munich-Zürich, Piper Verlag, 1985; Jennifer STANTON,
[MyC, 11, 2008, 243-270]
Hacia una historiografía de la enfermedad… 267

por hacer el atlas de la experiencia del enfermar teniendo en cuenta


que la respuesta puede estar modulada por la edad, el género, la clase
social o las posibilidades económicas, la religión y muchas otras
variables significativas54.

Algo similar ocurre en el caso de las autobiografías de médicos


y de otros profesionales. Estos relatos son de gran utilidad y comple-
mentan otro tipo de estudios sobre profesión que están en curso55. Su
aparición es relativamente reciente. Hasta los años 60, las autobiogra-
fías médicas estaban dominadas por la autoconciencia de la heroicidad
de las actuaciones o por el triunfalismo de los descubrimientos médi-
co-científicos. Las publicadas entre los años 50 y 60 reflexionan sobre
los cambios en la duración de la vida y sobre las posibilidades de la
ciencia y de la tecnología, teniendo en cuenta que los avances en la
cirugía y en la farmacología del momento. Los relatos médicos poste-

“Supported lives”, en: Roger COOTER, John PICKSTONE, eds., Medicine in the
Twentieth Century, Amsterdam, Harwood Academic Publishers, 2001, pp.
601-15; Michael STOLBERG, Homo patiens. Krankheits und Körpererfahrung
in der frühen Neuzeit, Colonia, Böhlau Verlag, 2003 y la recensión hecha por
Luis Montiel en DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus., 26, 2006, 323-
66; Rosa BALLESTER AÑÓN, “En primera persona. Los acercamientos
historiográficos a la experiencia humana de la enfermedad, siglos XVIII-
XX”, en: Teresa ORTIZ GOMEZ, y otros, eds., La experiencia de enfermar en
perspectiva historica. XIV Congreso de la Sociedad Española de Historia de
la Medicina, Granada, Universidad de Granada, 2008, pp. 27-34; etc.
54
Roy PORTER, ed., Rewriting the self: histories from the Renaissance
to the present, Londres, Routledge, 1997.
55
Por ejemplo: Rolf TORSTENDAHL, Michael BURRAGE, eds.,
Professions in theory and history: rethinking the study of the professions,
Londres, Sage, 1990; Francisco VILLACORTA BAÑOS, Profesionales y
burócratas: Estado y poder corporativo en la España del siglo XX 1890-
1923, Madrid, Siglo Veintiuno de España, 1989; Pilar LEÓN SANZ, “El poder
de los médicos. Un análisis de El ejercicio profesional de la medicina en
nuestros días (Madrid, 1906)”, en: “Saúde, cultura e poder”, Estudos do
Século XX, 5, 2005, pp. 223-41. Pilar LEÓN SANZ, “Professional
Responsibility and the Welfare System in Spain at the Turn of the 19th
Century”, en: Martin DINGES, ed., Health and Health-Care between Self-
Help, Intermediary Organizations and Formal Poor Relief (1500-2005)”,
Lisboa, Ediçoes Colibri, 2007, pp. 107-19.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
268 Pilar León Sanz

riores revelan, en cambio, las incertidumbres y los problemas deriva-


dos de la colectivización de los sistemas asistenciales, el potencial
peligro derivado de la burocratización de la medicina o la despersona-
lización. Aparece la convicción de que estas transformaciones han
sido negativas56.

Si bien hay que reconocer las dificultades que entraña la


interpretación de este tipo de textos: se ha de conocer su alcance, se ha
de distinguir lo que es algo típico de lo excepcional y personal. Por
eso, los teóricos de la literatura han discutido últimamente el recurso
de la ficción. ¿Se confunden en una indiferenciada narración la
historia y la literatura? La relación entre historiografía y literatura es,
para Hayden White, “tan tenue y difícil como la existente entre la
historiografía y la ciencia”. Recientemente Popkin ha explorado las
relaciones entre historia y autobiografía, ya que historia y ficción se
entrelazan en las autobiografías de historiadores 57. Sin embargo, la
historia de la medicina, como sugiere Wear, ha de estar abierta a la
interrelación de las percepciones del profesional, también en su
singularidad, del paciente y de la sociedad 58.

Antes de terminar cabría referirse aquí al cine como medio de


expresión de la historia de la medicina. Puede que el cine represente
un cambio importante en nuestra manera de reflexionar sobre el
pasado, por la forma de expresar visual y auditiva las realidades.59 Sin
embargo, los análisis historiográfico-médicos de la cinematografía y
de otras artes plásticas cuentan todavía con una tradición corta, tanto

56
Donald POLLOCK, “Training Tales: U. S. Medical Autobiography”,
Cultural Anthropology, 11/3, 1996, pp. 339-61.
57
Este autor aporta una redefinición de la narrativa personal: Jeremy
D. POPKIN, History, historians, and autobiography, Chicago, University of
Chicago Press, 2005.
58
Andrew WEAR, “Interfaces: perceptions of health and illness in
early modern England”, en: Roy PORTER, Andrew WEAR, Problems and
methods in the history of medicine, pp. 230-55.
59
Aunque revistas importantes (American Historical Review, Journal
of American History) dedican secciones o números monográficos a este tema.
Cf. Robert A. ROSENSTONE, El pasado en imágenes: el desafío del cine a
nuestra idea de la historia, Barcelona, Ariel, 1997.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
Hacia una historiografía de la enfermedad… 269

en España como en el mundo que occidental. A esta cuestión se


dedicó el XIV Simposium de la Sociedad Española de Historia de la
Medicina. “Historia, Cine y Medicina” (Universitat Autònoma de
Barcelona, 2007), han aparecido algunas publicaciones y están en
marcha diversos proyectos de investigación60.

5. Epílogo

El examen de la producción histórica evidencia rupturas y


continuidades. También se ha desarrollado una comprensión más
compleja y matizada de la sociedad y de la historia, recuperándose
aspectos que no habían sido tenidos en cuenta durante los años en que
las estructuras dominaron a los individuos. La historiografía de la
medicina posee hoy un carácter más global que mantiene un enfoque
abierto al mundo de la historia de las ideas, de la cultura, de lo social y
de lo personal. Como Henry Sigerist apuntó en su día, no es cuestión
de hablar de una historia definitiva porque la interpretación cambia
con el tiempo. Surgen nuevos aspectos y nuevas aproximaciones que
habrán de ser incluidos en el ámbito de la historia de la medicina61. Se
puede aprender a pensar el pasado en términos de encrucijadas a partir
de las cuales son posibles distintas opciones. El historiador puede,
más que explicar el pasado, interpretarlo, aunque sea consciente de
que su interpretación se vea afectada también de historicidad.

La historia, decían los clásicos, es maestra de la vida, no por


repetición de circunstancias sino por asimilación del pasado: sobre
esta base se proyecta el porvenir. El científico ha de ser consciente del
legado recibido y del compromiso que adquiere para desarrollarlo. Lo
cual se resumen en las programáticas palabras del profesor López

60
Por ejemplo: Alfredo MENÉNDEZ NAVARRO, “Átomos para la Paz
… y para la Medicina: La popularización de las aplicaciones médicas de la
energía nuclear en España”, Revista Española de Medicina Nuclear, 26/6,
2007, pp. 385-99. Enrique PERDIGUERO, Rosa BALLESTER, Ramón
CASTEJÓN, “Films in Spanish Health Education: The Case of Child Health
(1928–1936)”, Hygiea Internationalis, 6/2, 2007, pp. 69–97.
61
Henry E. SIGERIST, A History of Medicine, I, Nueva York, Oxford
University Press, 1951, p. 12.
[MyC, 11, 2008, 243-270]
270 Pilar León Sanz

Piñero: “En lo que creo más firmemente es que, a través de esta


disciplina nuestra creada entre los siglos XIX y XX –y esto que dijo
de una vez por todas Sudhoff– nosotros debemos ser el fermento del
mundo de la medicina”62.

En los albores del siglo XXI se plantea, de nuevo, la función


nuclear de la historia en el entero ámbito de la ciencia moderna. El
historiador –en este caso de la ciencia y de la medicina, tiene, una vez
más, la palabra.

62
Rosa BALLESTER AÑÓN, coord., La enseñanza de la historia de la
medicina, problemas y perspectivas: Actas de la Primera Reunión Anual
sobre Enseñanza de la Historia de la Medicina, Universitat d'Alacant, 12-13
de junio de 1987, Alicante, 1988, p. 110.
[MyC, 11, 2008, 243-270]

También podría gustarte