Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
— ¿Cómo te encuentras?—
preguntó su hermana cogiéndola del
brazo para ayudarla a sentarse en la
hamaca.
—Todavía no tengo ni idea de qué
hacemos en la casa de la playa. — dijo
mirando a su alrededor. La casa de la
República Dominicana nunca se usaba
en Navidades. Iban a Aspen unos días y
pasaban las fiestas en Boston.
—Unas Navidades tranquilas era lo
que necesitabas. — su hermana se tumbó
en la otra hamaca con un bikini rojo y
miró hacia el mar antes de ponerse las
gafas—Si nos hubiéramos quedado allí
no nos habrían dejado en paz.
Miró a su hermana extrañada— ¿Y
no te parece raro que se haya estropeado
el wifi? No me dejan acceder a Internet.
Déjame el móvil.
—A mí tampoco me funciona.
—Pues llévame hasta el hotel de
aquí al lado. Allí seguro que hay.
— ¿Y qué quieres ver, que tienes
tanta prisa?
Desde que había salido del hospital
no la habían dejado un momento a solas
para poder ver los mails de Denley y
necesitaba leerlos. Sabía que era una
tontería, pero aún así necesitaba leerlos.
Y como quería intimidad para hacerlo
en Boston no había podido hacerlo
porque su madre no se separaba de ella
y porque inexplicablemente el
ordenador de su antigua habitación había
desaparecido, su móvil no funcionaba y
desde que habían llegado la antena del
wifi tampoco. Todo empezaba a ser un
poco raro.
Miró a su hermana con
desconfianza— Muy bien, suéltalo ya.
Terry que estaba hojeando una
revista la miró sin entender.
— ¿Qué coño está pasando?
— ¿De qué hablas?
— ¿Me estáis ocultando algo?
Su hermana parpadeó asombrada—
Nada.
—No sabes nada. — dijo
decepcionada.
—Me considero una persona
inteligente, pero te aseguro que no tengo
ni idea de qué me hablas.
—Déjalo. — miró hacia el mar y
contempló un rato las olas. Le encantaba
esa casa. No era una gran mansión, sino
una casa familiar donde siempre lo
pasaban muy bien. Era un sitio para
relajarse sólo ellos. Las habitaciones
salían directamente a la playa y era tan
relajante que era su padre insistía en ir
una vez al año, un mes por lo menos.
Para recargar las pilas.
Cerró los ojos acariciándose el
costado— ¿Te duele?
Su hermana no perdía detalle—
Está sensible, eso es todo.
—Deberías ponerte pantalones
largos. No es bueno que a la cicatriz de
la pierna le dé el sol.
Se miró. Los pantalones cortos y la
camiseta de tirantes que llevaba, era
cierto que no cubrían la cicatriz de los
puntos del muslo, ni la quemadura de la
pierna —Joder, estoy hecha un desastre
— dijo antes de echarse a reír.
Su hermana sonrió — La verdad es
que llevas una racha…
Eso le hizo recordar a Denley y
perdió la sonrisa. Su hermana bajó las
piernas de la tumbona y le cubrió las
piernas con un pareo ligero —
Solucionado.
—Gracias. — susurró intentando
no llorar.
Su hermana se sentó a su lado y
sonrió apartándole un rizo de la frente—
No tienes que preocuparte. El tiempo
pone las cosas en su sitio.
—Sí.
—Julian se lo ha tomado muy bien
y…
—No estábamos enamorados. ¿Por
qué se lo iba a tomar mal?
— ¿Quizás porque llevabais
comprometidos tres años?
—Tú sabes porque lo hicimos.
Su hermana hizo una mueca— Y te
dije que era un error.
—Sabelotodo.
—Gracias. —orgullosa de sí
misma, levantó la barbilla haciéndola
reír cuando escucharon el sonido de un
helicóptero.
— ¡Papá ha llegado!— gritó su
madre desde el interior de la casa—
¡Chicas, a comer!
—Espero que la haya preparado
Rocío. — dijo Terry poniendo cara de
asco —Cuando le da por cocinar, en
realidad sólo quiere envenenarnos.
— ¡Serás mala! ¡Lo hace para ser
una familia normal!
—Pues como siga cocinando así, se
quedará sin familia porque nos enviará
al otro barrio.
Raychel se echó a reír y se levantó
lentamente de la tumbona para cruzar la
arena hasta la casa. Cuando entraron en
la casa por la puerta del salón-comedor
vieron la mesa puesta y Terry sonrió al
ver la ensalada— Rocío. — susurró
levantando el pulgar.
Sonrió y al girarse vio entrar a su
padre con un sobre en la mano. Todavía
llevaba el traje, lo que significaba que
habían salido de Boston después de ir a
la oficina— ¡Hola, papá!
— ¿Cómo está mi niña?— se
acercó y le dio un abrazo.
—Muy bien, gracias. — dijo Terry
con ironía.
— ¡Eh, que me han pegado un tiro!
—Ya, ya. — dijo poniendo los
ojos en blanco.
Su padre riendo se acercó a Terry y
la abrazó besándola en la sien— ¿Dónde
está tu madre?
—Espero que cocinando no.
—Dios te oiga. — dijo su padre
haciéndolas reír— ¡Cariño, si tienes una
sartén en la mano, déjala!— entró en la
cocina y ellas se sentaron en la mesa.
Terry sirvió el agua y sentada a su
lado, abrió el pan muerta de hambre.
Estuvieron hablando un rato y cuando se
terminó el pan gritó— ¿No vamos a
comer? Mierda, estoy muerta de hambre.
—miró divertida a Raychel— ¿Qué?
Cuando estoy de vacaciones como lo
que quiero.
—Al menos a ti las dietas te
funcionan.
—Es porque no eres constante.
Céntrate en un objetivo y no te detengas
hasta conseguirlo.
—Ya, pero los macarrones con
queso se interponen en el objetivo
siempre que me lo propongo. — se
metió un trozo de pan en la boca y su
hermana gimió.
Sus padres salieron de la cocina
con una sonrisa de oreja a oreja y Terry
frunció el ceño— ¿Qué pasa? ¿Somos
aún más ricos?— su hermana se levantó
mostrando su pareo— No, no me lo
digáis, esperar a que lo adivine. —su
madre la miró exasperada— ¡Ya lo
tengo! ¡Papá ha llevado a la bancarrota a
la reserva Federal!
—Muy graciosa. — dijo su padre
haciéndolas reír —Algún día me
agradecerás que seamos tan eficientes
con el dinero.
—No papá, serán nuestros
tataranietos quienes te lo agradecerán.
Raychel miraba a sus padres con
una sonrisa en la cara— ¿Y cual es esa
noticia? Debe ser muy buena para que
mamá tenga esa expresión en la cara.
—Serán descaradas. — dijo su
madre exasperada.
—Venir aquí. — dijo su padre
yendo hacia los sofás blancos del salón.
Confundida miró a Terry que se
encogió de hombros y se acercaron a sus
padres sentándose en el sofá de en
frente.
Su padre la miró a ella y su madre
también— Ah, es cosa tuya. — dijo
Terry mirándola también.
— ¿Mía?
—Cielo, no te enfades. — dijo su
madre poniéndola alerta.
— ¿Por qué iba a enfadarme?
Su padre sacó del sobre unas
fotografías y se tensó al ver a Denley
sobre la mesa. Cogió las fotos a toda
prisa y le vio en varias situaciones —Le
habéis investigado. — susurró
comiéndoselo con los ojos.
—Era necesario. –el tono de su
madre le decía que los comprendiera —
Queríamos probarte algo.
Esa frase la confundió todavía más
— ¿Probarme algo?
Su madre pellizcó el brazo de su
padre y él empezó a hablar— Nunca os
hemos dicho lo que hizo el abuelo antes
de que nos casáramos.
— ¿El abuelo?— Terry tampoco
entendía nada.
—Me hizo pasar una serie de
pruebas antes de dejar que me casara
con vuestra madre.
— ¿Qué pruebas?— Raychel no
salía de su asombro y no llegaba a
entender qué tenía que ver eso con
Denley.
—Pues me tentó.
— ¿Te tentó con qué? ¿Con dinero?
Su padre sonrió— Eso habría sido
lo fácil. Ofrecerme dinero para que me
largara o hacerme firmar un contrato
prematrimonial.
— ¿Entonces?— Terry estaba de lo
más interesada.
—Me tentó de otras maneras. –
miró a su mujer y sonrió cogiendo su
mano— Puso a detectives a seguirme y
contrató a unas mujeres preciosas.
Raychel se tensó enderezando la
espalda— Entiendo.
—Tu padre pasó esa prueba con
creces. — dijo su mujer orgullosa —
Estaba tan deprimido porque papá no me
dejaba verle que ni las miró siquiera. Y
eran preciosas.
—Felicidades. — dijo
desmoralizada porque esa prueba
Denley no la pasaría.
—También pasé otras pruebas.
— ¿Cómo cuales?
—Bueno. — miró de reojo a su
mujer— Sabéis que en aquella época yo
tenía una empresa de transportes.
—Sí. Todavía la tienes. — dijo
Terry.
—Pues tu abuelo la hundió. No le
costó mucho, la verdad. Un par de
llamadas y me había quedado sin
clientes.
A Raychel se le cortó el aliento—
Papá ¿qué has hecho?
—Esa prueba también la superó.
No me pidió dinero para salir adelante.
— dijo su madre orgullosa — Y lo hizo.
Consiguió levantarla otra vez en un año.
— ¡Un año!— la sangre de Raychel
iba a toda velocidad.
—Cielo, estás pálida. — dijo su
padre preocupado.
— ¿Qué habéis hecho?
Sus padres se miraron— ¿No
quieres seguir oyendo la historia?
—Yo sí. — dijo Terry ganándose
una mirada de odio de su hermana—
¡Quiero saber cuales fueron la pruebas!
¡Igual las necesito en el futuro!
— ¡Terminar de una vez!— gritó
furiosa temiendo lo que habían hecho.
—Bueno, no hay mucho más. –dijo
su madre avergonzada— Le dije que me
habían propuesto matrimonio y que
pensaba decir que sí. Pero eso tú ya no
puedes hacerlo porque con lo de Julian
él supero la prueba. Fue hasta Boston.
— ¿Qué más?— Terry estaba
emocionada.
Su padre hizo una mueca— Tu
abuelo me pegó una paliza.
Ambas hermanas le miraron con la
boca abierta— Es una broma, ¿no?—
gritó Raychel histérica.
—No llegaremos a tanto.
— ¡Claro que no, porque no vais a
hacer nada de esto!— gritó levantándose
del sofá.
Sus padres se miraron y se llevó
una mano al pecho— ¿Qué prueba?
Como no contestaban, volvió a
gritar — ¿Qué prueba le habéis hecho
pasar?
—Las dos primeras. — respondió
su padre como si temiera que le fuera a
dar algo.
—Coño. — Terry la miró
preocupada antes de preguntar— ¿Y
cómo van?
Su madre sonrió radiante — Las ha
superado.
Raychel la miró incrédula— ¿No
picó con las mujeres?
Su padre sacó las fotos del sobre y
vio a cinco mujeres preciosas hablando
con él — Se las pusimos a tiro y no
mostró interés por ninguna. De hecho…
— ¿Qué?— preguntó impaciente.
Su padre sonrió de oreja a oreja—
Le dijo a una de ellas en un bar mientras
se tomaban una copa, que él estaba
esperando a que su mujer volviera.
Porque sabía que volvería.
—Que bonito. — dijo Terry
mirándola — ¿Has oído eso?
—Sí. —susurró mirando una de las
fotos. Estaba en la barra de un bar y
parecía abatido. Entonces recordó la
empresa— Si está en dificultades en la
empresa, no puede pedirme el dinero
porque no sabe donde estoy.
Su padre sonrió— Como no
queríamos que te enteraras tuvimos que
alterar esa parte. Le enviamos un
abogado de tu parte al saber que estaba
en dificultades y le propuso ofrecerle un
préstamo.
A Raychel se le detuvo el corazón
— ¿Y cómo reaccionó?
—Dijo que lo único que quería de
ti no tenía nada que ver con el dinero.
Que si querías ayudarle, que volvieras
al trabajo. — su padre se echó a reír a
carcajadas y su madre la miró radiante.
— ¿Qué hicisteis para que
estuviera en dificultades tan pronto?—
preguntó Terry— ¿No sería nada ilegal?
—Bueno, muy legal no fue. — dijo
su padre— Le pedí a un amigo que le
bloqueara las cuentas por una
inspección de hacienda.
— ¡Papá!
—Tranquila sólo estuvo en esa
situación diez días y no cedió. No se ha
arruinado, ni nada por el estilo. Aunque
tuvo que tener los huevos por corbata
cuando le exigieron el pago de no se
qué. Ascendía a diez millones. — su
padre lo dijo tan indiferente que Raychel
no salía de su asombro —Su abogados
estaban como locos.
Gimió pasándose una mano por la
frente y su mirada volvió a caer en las
fotografías — ¿Qué vas a hacer?—
preguntó su hermana.
— ¡No lo sé!
—Hija, no sé si te ama pero estoy
seguro que te está esperando.
—Ha pasado un mes. No es mucho
tiempo.
—Raychel. — dijo su padre
levantándose —Ese hombre espera que
vuelvas. Está seguro que lo harás tarde o
temprano.
Eso le robó el aliento y escuchó la
voz de Denley susurrándole al oído que
era suya. Miró a los ojos a su padre—
Pero no me quiere.
—Eso no lo sabes.
—No me conoce. No quiso
conocerme.
—Pues tendrás que regresar para
que te conozca, ¿no crees?
Todos la miraron y ella asintió
notando las mariposas en el estómago de
nuevo por las ganas que tenía de verle.
Estaban comiendo la lasaña que
había preparado Rocio, la cocinera,
pero Raychel estaba demasiado inquieta
como para comer— Me voy esta tarde.
—Me lo imaginaba. El helicóptero
te está esperando. Y el jet está en el
aeropuerto esperando a que llegues para
llevarte a Nueva York.
Se levantó a toda prisa y fue hasta
su habitación cogiendo únicamente el
bolso. Cuando salió, su familia la
esperaba de pie al lado de la puerta para
despedirse y ella abrazó a su madre—
Suerte, hija. —dijo emocionada —Ese
hombre tiene mucha suerte.
—Espero que piense lo mismo.
Abrazó a su padre y le besó en la
mejilla— Gracias.
—No me las des. Cuando se entere
de lo que he hecho se va a poner furioso.
Te lo digo por experiencia.
Su mujer sonrió abrazándolo—
Última prueba.
—Tomo nota.
Terry la miró con lágrimas en los
ojos— Cuando me toque a mí…
—Cuando te toque a ti estaré a tu
lado. — dijo abrazándola— Para lo
bueno y para lo malo ¿recuerdas?— le
dijo al oído.
—Siempre. — la besó en la mejilla
y le dijo— Venga, no le hagas esperar
más. No vaya a ser que se arrepienta.
Sonrió alejándose y les dijo —Os
llamaré.
Cuando salió de la casa sintió que
iba a hacia donde debía estar. Volvía a
casa.
Capítulo 5
Al entrar en su apartamento de
Nueva York con un abrigo que le había
prestado el chofer, se lo devolvió con
una sonrisa —Gracias, ha sido muy
amable.
—Un placer, señorita Turner. —
dijo él hombre cogiendolo mientras
miraba sus pantalones cortos —
Realmente no es el vestuario mas
adecuado para estar en Nueva York.
Ella se echó a reír— El viaje me
pilló por sorpresa. Gracias de nuevo.
En cuanto cerró la puerta fue
directamente a su ordenador e introdujo
la dirección de correo que había
inventado para los mails que le enviaba
a Denley. Impaciente introdujo la
contraseña y jadeó sorprendida al ver
que tenía doscientos cincuenta y seis
correos en la bandeja de entrada.
Impaciente abrió el primero y
retuvo las lágrimas al leer al día
siguiente del incendio “¿Eres tú? Si eres
tú, lo siento y espero que estés bien”
El siguiente fue unos días después
“No me has contestado. No sé si lo has
leído siquiera o si simplemente me
ignoras. Lo siento de verdad”
“Hoy te he visto en el ascensor y
entiendo tu postura. No quiero que te
sientas mal por ello. Pero a partir de
ahora mírame cuando te hable, ¿vale?”
Raychel sonrió sin poder evitarlo y
continuó leyendo el siguiente “Debo
reconocer que me he llevado una
sorpresa y tengo mil preguntas que
hacerte, pero te has ido. Sé que no
merezco ni una sola respuesta, pero
créeme que cuando te he visto salir por
esa puerta de cristal, he pensado por un
momento que no volvería a verte. Y me
niego”
Se pasó leyendo sus mails cuatro
horas y cuando terminó había gastado
toda la caja de pañuelos de papel. Ni
una sola vez le había dicho que la
quería, pero le había exigido que
volviera mil veces. Sobre todo después
de su encuentro en Boston. Sus mails a
partir de ahí eran casi desesperados,
preguntándole una y otra vez si estaba
bien o por qué no quería verle.
Pensando en ello se levantó de su
asiento y miró por la ventana del salón.
Ya era de noche y empezaba a
nevar. Era muy tarde pero se moría por
verle. Miró el ordenador y se acercó
sentándose ante el teclado y empezando
a escribir “Acabo de leer tus mensajes y
no sé qué decirte. Sinceramente hasta
hoy mismo, pensaba que tu actitud hacia
mí había cambiado al conocer mi
apellido, pero ahora no sé qué pensar.
Necesito tiempo para aclararme.
¿Podrás esperar?”
Antes de pensárselo más lo envió.
Eran casi las cinco de la mañana y no
esperaba respuesta, pero
inexplicablemente se quedó mirando la
pantalla. Sonrió al ver el mensaje en su
bandeja de entrada e impaciente lo abrió
“Ya sabes dónde estoy, nena. Estoy
deseando verte. Sólo dime que estás
bien”
“Estoy bien” No se atrevió a
escribir nada más, porque temía exponer
sus sentimientos y estaba deseando
verle. Esperaría hasta el día siguiente y
le daría una sorpresa.
Le llegó otro mensaje a la bandeja
de entrada y lo abrió rápidamente “No te
has explayado mucho”
Sonrió divertida. Al parecer no
quería dormir “¿No tienes sueño?”
“Muy graciosa”
“Es muy tarde. Mañana tienes que
trabajar”
“Tú también deberías trabajar,
llevas de vacaciones mucho tiempo. Te
lo descontaré de las del verano”
“Estás muy seguro de que voy a
volver”
“Tienes que volver. Todo lo que te
dije esa noche es cierto”
Le dio un vuelco al corazón,
escuchando en su oído que era suya.
Como se quedó mirando la pantalla sin
saber qué decir, recibió otro correo
“Necesito que me creas, nena. Dame una
oportunidad.”
“Dame tiempo. Hasta pronto.”—
contestó poniéndose nerviosa al ver que
insistía.
Se quedó mirando la pantalla pero
no recibió más mensajes, así que él le
dejaba espacio para que lo pensara.
Como no podía dormir, se puso a
mirar por Internet qué podía hacer para
sorprenderle. Tenía que ser algo
especial.
FIN