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Mi acosadora

Sophie Saint Rose


Capítulo 1

Raychel miró su reloj en cuanto


salió del metro. Sino se daba prisa, esa
mañana no vería a Denley. Ansiosa
corrió lo que le permitían sus zapatos de
tacón, para cruzar las cuatro calles que
la llevarían hasta la oficina. Al torcer la
última esquina sonrió porque su chofer
no estaba hablando con el portero como
hacía todas las mañanas, lo que
significaba que todavía no habían
llegado. Se miró en el cristal del
escaparate que tenía a su lado y gimió
porque sus rizos castaños se habían
soltado de su coleta. A toda prisa se
quitó la goma y revolvió el cabello que
llegaba hasta sus hombros — ¡Malditos
rizos!
Una mujer que pasó a su lado, se la
quedó mirando como si estuviera
chiflada y se sonrojó disimulando,
mirándose el vestido azul que llevaba
debajo de su abrigo —Tienes que
ponerte a dieta. —le dijo a la imagen
del espejo. Le sobraban cinco kilos. Eso
quedándose corta. Pero era incapaz de
ponerse a dieta. —Dichosos michelines.
—Bonitas tetas. — dijo un hombre
trajeado que pasó a su lado, cuando sin
darse cuenta pasaba las manos por su
vientre alisando las arrugas.
Se puso como un tomate y se cubrió
con el abrigo. El muy descarado le
guiñó un ojo. No es que fuera muy
guapo, pero definitivamente no estaba
mal. Sonriendo él siguió su camino y
Raychel vio llegar a lo lejos el
Mercedes negro de su jefe.
Olvidándose de aquel tipo, cruzó la
calle sonriendo, deseando saber qué
traje llevaba ese día. Esperaba que fuera
el gris claro. Ese le quedaba de muerte.
Y con la corbata roja…— Salúdale
como si nada. — se dijo para sí. Vio
como su mano se apoyaban en el borde
de la puerta antes de salir. A Raychel el
corazón comenzó a palpitarle al ver su
pelo negro y cuando salió, pudo
comprobar que llevaba el traje azul —
Ese también me gusta. — murmuró
suspirando después. Ni se dio cuenta de
que se había detenido para observarlo y
cuando el portero carraspeó a su lado, le
miró confusa hasta que lo entendió —
Buenos días, Lewis.
—Buenos días, señorita Turner. —
respondió el hombre irónico —Bonito
día, ¿verdad?
Denley Lambert entró en ese
momento ignorándolos a ambos y
Raychel prácticamente tuvo que correr
tras él. El portero bufó al ver que le
seguía, pero ella ni se dio cuenta porque
estaba observando el abrigo azul que
llevaba Denley colgado del brazo. Era
nuevo.
Cuando llegaron hasta el ascensor
ella le miró sonriendo, pero él pasaba
de Raychel casi descaradamente
mientras pulsaba la planta de sus
oficinas— Buenos días, señor Lambert.
La miró con mala cara. No debía
tener un buen día. — Señorita Turner…
—Hace una mañana estupenda para
estar en octubre, ¿verdad?
—Sí, una mañana estupenda. —
impaciente miró hacia las puertas
metiéndose una mano en el bolsillo del
pantalón.
—Ya he terminado las nuevas
ilustraciones para las tarjetas de
Navidad.
—Ya me lo dijo ayer… y antes de
ayer también lo comentó.
—Es por si quiere encargarme otra
cosa.
— ¿No tiene un jefe de
departamento para eso?
—Me ha dicho que me dedique a
las de los huevos de Pascua pero…—
las puertas se abrieron y él salió del
ascensor a toda pastilla, dejándola atrás
como si la conversación no le interesara
nada. Raychel dejó caer los hombros
siguiéndole.
Denley abrió las puertas de cristal
de diseños Lambert y no esperó a que
ella pasara, soltando la puerta que casi
le dio en las narices. Empujó la gran L
que hacía de pomo y saludó con la
cabeza a la recepcionista que levantó
una ceja al verla, mientras seguía
hablando por los cascos que tenía
colocados en la cabeza.
Siguió por el pasillo decepcionada
porque su jefe prácticamente había
desaparecido. Al llegar al final del
pasillo cubierto de moqueta granate,
miró hacia la derecha que era la zona de
dirección y Stella, la secretaria a de
Denley, le guiñó un ojo— Buenos días,
Raychel. — dijo la mujer con una
agradable sonrisa.
Ella se acercó y abrió su gran
bolso entregándole un pequeño paquete
— Feliz cuarenta cumpleaños.
Stella cogió el paquete con cariño
— Eres la primera que se ha acordado.
— ¿Y tu marido?
—Rob está un poco estresado en el
trabajo. — respondió con pena.
—Seguro que te da una fantástica
sorpresa esta noche. — dijo intentando
animarla.
—Sí, seguro que sí. — abrió el
paquete a toda prisa ilusionada y jadeó
sorprendida al ver unos prendedores de
plata —Son preciosos, Raychel…
—Los encontré en Internet. ¿Te
gustan?
— ¿Qué si me gustan?— dijo
apartando su cabello rubio y poniéndose
uno— ¿Cómo me queda?
—Me encantan. Perfectos para ti.
—No debería aceptarlos...Han
debido ser muy caros.
— ¡No digas tonterías! –se echó a
reír— Soy experta en encontrar gangas,
¿recuerdas?
La miró emocionada con lágrimas
en sus ojos marrones— Gracias.
Siempre eres muy amable con todo el
mundo.
—Tonterías. –se puso el asa del
bolso al hombro y se volvió echando un
vistazo a la puerta cerrada de su jefe—
Me voy a trabajar.
— ¿Y dónde está mi tarjeta?—
preguntó su amiga divertida.
—Ja, Ja.
Odiaba hacer tarjetas. Había
estudiado bellas artes y lo único que
quería era pintar, pero se decía que
había que pagar las facturas, así que se
dedicaba a realizar escenas de Navidad,
de cumpleaños, de Pascua y mil cosas
más para Lambert, que era una empresa
que se encargaba de todo tipo de
diseños. Desde idear un logo para una
empresa, hasta diseñar la carta de un
restaurante. Había millones de clientes
potenciales y los trabajos a través de la
red se habían multiplicado por mil en
los últimos dos años. Los diseños de
tarjetas era un minúsculo granito de
arena en la empresa, pero era un granito
muy sustancioso pues en la última
Navidad habían vendido más de
cincuenta millones de tarjetas en todo el
país y eso sin mencionar las de
cumpleaños, que era una venta continua
durante todo el año. Por eso las tarjetas
de felicitación tenían un departamento
propio. Ella las dibujaba y su jefe de
departamento se encargaba del slogan.
Su jefe vivía a cuerpo de rey durante
todo el año, porque sus geniales ideas
eran Feliz Navidad y Te querré siempre
para las de San Valentín. El muy vago
no se molestaba ni en buscar una idea
original. Al menos le permitía cierta
libertad creativa en su trabajo y ella
podía desarrollar su imaginación. Era
muy buena en su trabajo porque ninguna
tarjeta se parecía a la anterior y eso por
supuesto, lo sabían en la empresa.
Aunque Denley nunca le había dicho una
palabra de aliento en los dos años que
llevaba trabajando en la empresa. Pero a
ella eso le daba igual.
Desde que había entrado a trabajar
allí con veinticinco años, estaba
absolutamente loca por él. Le adoraba.
No era tonta, sabía que un hombre como
él no la miraría dos veces. Era como
enamorarse de un actor de cine o de un
cantante, les amas en la distancia
sabiendo que nunca tendrás nada con
ellos, pero aún así lo haces. Le
observaba a menudo, subía en el
ascensor con él con la esperanza de que
le hablara, incluso un par de veces había
ido hasta su casa para verle a través de
la ventana, desde el otro lado de la
calle. Era una fan. Muchos dirían que
era una acosadora, pero ella no se
consideraba eso. Que le enviara mails
desde una dirección de correo falsa, era
otra cosa que haría una admiradora
secreta. Ella le abría su corazón desde
el anonimato porque sabía que nunca
sería su pareja. Y por supuesto no
quería que la descubriera. Se moriría de
la vergüenza. También le hacía regalos.
En su cumpleaños y en Navidad.
También en el día de los enamorados le
enviaba un detallito. Sabía sus gustos
pues se había encargado de interrogar a
todo el mundo discretamente, aunque
nunca le había visto con ninguno. La
corbata de seda que le había regalado en
su cumpleaños debía estar relegada en
el armario, eso si la había abierto. Pero
sólo quería que supiera que se acordaba
de él, así que no le importaba que no
usara sus regalos.
Al llegar a su oficina dejó su bolso
en el cajón del escritorio y se quitó el
abrigo colgándolo del perchero —
¡Raychel!— gritó su jefe desde la
oficina de al lado.
Ella fue hasta allí gruñendo para sí
y le vio sentado en su escritorio delante
del ordenador. Esperaba que le
jubilaran ese año y al fin librarse de él.
Se había quitado la chaqueta del traje
mostrando los gemelos de oro que
llevaba. Eso le dio una idea para el
regalo de Navidad de Denley — ¿Sí,
señor Pingitore?
—Acabo de enviar las tarjetas de
Navidad a impresión.
Eso la dejó con la boca abierta
porque no había visto el resultado final
con las frases. El muy inútil era capaz
de haberlas escrito hasta con faltas de
ortografía.
— ¡Pero señor! ¡No las he visto!
—Ya las he revisado yo.
Raychel se puso de los nervios.
Como algo saliera mal, Denley se
enfadaría y tenía muy malas pulgas. Era
capaz de echarla.
— ¿Puede enseñármelas, por
favor?— pidió muy seria.
El hombrecillo la miró con los ojos
entrecerrados — ¡No tienes porque
revisar mi trabajo! ¡Te recuerdo que
aquí, soy yo el jefe!
Sólo porque había llegado primero,
pensó ella cruzándose de brazos—No
puede colocar la frase donde le dé la
gana. Debe estar colocada sin romper la
composición.
—Niña, sólo quería decirte que
debes empezar a hacer las de San
Valentín.
—Pero ayer me dijo que quería que
empezara…
— ¡Hoy estás un poco pesada!—
exclamó levantándose de su sillón—
¡Las de San Valentín!
— ¿Qué pasa aquí?—Raychel se
sobresaltó al oír a Denley tras ellos, con
el jefe de diseño de logotipos — ¿A qué
vienen estos gritos?
El señor Pingitore se sonrojó —No
ocurre nada. — respondió balbuceando
— Disparidad de opiniones.
Raychel se también se sonrojó y se
puso nerviosa mirándole de reojo. Se
había quitado también la chaqueta del
traje y llevaba las mangas de su camisa
blanca enrolladas hasta los codos.
Descartó los gemelos en ese momento.
Tragó saliva al ver que todavía
conservaba el moreno de sus vacaciones
en la Riviera de ese verano.
— ¿Señorita Turner?
Levantó la vista hasta sus ojos
grises y parpadeó — ¿Perdón?
La miró exasperado — ¡Qué me
diga que ocurre!
—Oh. El señor Pingitore ha
enviado las tarjetas de Navidad a
impresión, sin que yo les haya dado el
visto bueno.
Denley la miró confundido—
Disculpe, ¿pero usted no es la artista y
él es su jefe?
Se sonrojó por el reproche, pero
aún así dijo— Así es, pero si el slogan
está colocado en mal sitio puede
estropear mi dibujo y…
—Ahí tiene razón, Denley. — dijo
Garret Morrison tras su jefe. Ella sonrió
y el hombre de la edad de Denley le
guiñó un ojo. Hecho que su jefe vio y
por cómo la fulminó con la mirada, no le
había gustado un pelo.
—Eso también lo sabe el señor
Pingitore, que lleva en este trabajo los
últimos cuarenta años.
—Pero…
Levantó la mano interrumpiéndola
— Le aconsejo si quiere continuar en
esta empresa, siga las directrices de su
jefe.
Raychel enderezó los hombros y
asintió con la cabeza desviando la
mirada, pasando a su lado para salir del
despacho. Garret se apartó y ella forzó
una sonrisa para entrar en su despacho
cerrando la puerta lentamente. Tomó
aire y fue hasta la ventana para mirar al
exterior. Se sentía dolida. No sólo
porque ella siempre le trataba bien y él
nunca daba una muestra amabilidad, sino
que sabía que era muy buena en su
trabajo y Denley no lo reconocía. Ni
siquiera le había subido el sueldo
cuando las ventas de sus tarjetas habían
ascendido un doscientos por cien a las
de su antecesor, que por cierto se había
largado harto del señor Pingitore.
Intentó relajarse. Necesitaba estar
totalmente relajada para dibujar, así que
cerró los ojos intentando olvidarlo.
Escuchó voces en el despacho de al lado
y entrecerró los ojos porque Denley
estaba empezando a levantar la voz. De
golpe se abrió su puerta y el estaba allí.
Parecía furioso. Sus ojos la miraban
como si todo fuera culpa suya y tenía los
labios apretados.
— ¡Detenga la impresión y revise
las tarjetas de Navidad!
Parpadeó sorprendida e iba a decir
algo, cuando él se largó dejándola con
la palabra en la boca.
Garret asomó la cabeza y le susurró
sonriendo— Menuda chapuza ha hecho
el viejo. Denley está que trina. —le
guiñó el ojo y salió disparado detrás del
jefe que le estaba llamando a gritos.
No pudo evitar sonreír. Que mono
se ponía cuando se enfadaba, con su
ceño fruncido y las chispas que le salían
de los ojos — Se acaba de disculpar. —
susurró sintiéndose muchísimo mejor.
Volvió al despacho del señor
Pigitore. En cuanto la vio, dijo como si
le estuvieran sacando una muela— Ya
he llamado para suspender la impresión.
—dejó una memoria usb sobre la mesa
— Ahí tienes las tarjetas.
—Gracias. — respondió sonriendo
de oreja a oreja. Sabía que el viejo se
estaba acordando de toda su familia,
pero le daba absolutamente igual. Eso
eran negocios y sino sabía realizar su
trabajo, ella no tenía la culpa.
Cuando volvió a su oficina cerró la
puerta y bailó hacia su mesa sintiéndose
genial. Como no se fiaba ni un pelo de
su jefe, porque estaba segura de que la
putearía si pudiera, llamó a la imprenta
para asegurarse que habían detenido el
trabajo. Como suponía, no había
llamado nadie para cancelar la orden y
entrecerró los ojos pensando en que el
viejo tenía muy mala leche. Seguro que
luego diría a Denley que se lo había
ordenado a ella.
Se pasó todo el día arreglando
aquel desastre. No sólo las frases eran
ridículas, sino que la letra no tenía
ningún estilo. Cuando envió el trabajo,
miró su reloj de pulsera y vio que eran
las cuatro y media. Por ese día ya estaba
bien. No podía ponerse a dibujar para
dejarlo media hora después. Cogió su
abrigo y su bolso cuando sonó el
teléfono de encima de su escritorio.
Levantó el auricular del teléfono—
Turner.
—Lambert quiere verte. — le dijo
Stella en un susurro —Y está de muy
mal humor.
— ¿Ha pasado algo?
—No me he enterado, pero no hay
quien lo aguante. Lleva todo el día de
morros.
—Voy para allá.
Como después se iría, se llevó su
bolso y el abrigo. Pasó ante el despacho
de Pigitore sin molestarse en
despedirse. Estaba escribiendo ante su
ordenador. Como siempre. Estaba casi
segura de que estaba escribiendo una
novela larguísima. Debía llevar al
menos diez mil hojas escritas, por el
tiempo que se pasaba tecleando.
Pasó entre las mesas para llegar
antes y caminó por el pasillo hasta
meterse en dirección. Vio que Stella se
había puesto los prendedores —Te
quedan genial.
—Es que tengo una amiga con muy
buen gusto. Puedes pasar. Te está
esperando.
Algo nerviosa fue hasta la enorme
puerta de cristal ahumado y llamó un par
de veces.
—Adelante. –el tono de Denley
indicaba que estaba muy, pero que muy
enfadado.
Entró y le vio levantándose de su
mesa, a punto de irse—Ah, señorita
Turner. Siéntese— dijo poniéndose la
chaqueta del traje.
— ¿Ocurre algo?
Él apretó sus finos labios antes de
mirarla, pero no la miraba a los ojos—
He decidido que a partir de ahora usted
dirigirá su departamento. El señor
Pigitore no volverá mañana.
Le miró sorprendida y se acercó
varios pasos— ¿Se va a jubilar?
—Sí, jubilación anticipada. He
hablado con él y hemos llegado a un
acuerdo. El error que ha cometido hoy,
me podía haber costado cincuenta
millones de dólares.
—Sí, lo entiendo pero…—ahora se
sentía algo culpable.
—No tiene que entender nada. —
dijo fríamente cogiendo su abrigo—
Simplemente cumpla mis órdenes y ya
está.
Raychel se sonrojó incómoda por
su manera de hablarle— Muy bien,
señor. ¿Tendré algún ayudante?
Él levantó una ceja— ¿Para qué?
Si usted lo hace todo ya.
En eso tenía razón. Cuando él fue
hasta la puerta, ella le siguió. Denley se
tensó al abrir la puerta— ¿A dónde se
cree que va?
—Por hoy he terminado, señor. No
he ido a comer para arreglar el
problema. Además…— miró su reloj y
quedaban quince minutos para las cinco
— Casi es la hora.
— ¿Acaso son las cinco?
—No, pero como le he dicho…
—Podrá salir en catorce minutos.
No antes. —la miró a los ojos como si
quisiera matarla y ella sintió un
escalofrío.
—Muy bien. — susurró muy
incómoda.
Él salió del despacho —Hasta
mañana, Stella.
Su secretaria los miraba atónita—
Hasta mañana, Señor Lambert. —
cuando se fue se miraron la una a la otra.
Raychel estaba muy avergonzada y la
mirada de pena de su amiga no ayudaba
— Menuda manía te tiene.
— ¡No!— exclamó sorprendida—
Claro que no me tiene manía. Es el jefe
y tiene muchas cosas en la cabeza.
Stella no salía de su asombro—
Raychel eres a la única a la que habla
así. Es muy grosero contigo. ¿No te has
dado cuenta?
¿Lo era? Se mordió el labio
inferior. Era cierto que a los demás no
les trataba así, a no ser que hicieran algo
mal. Pero ella no hacía las cosas mal
sino todo lo contrario.
—Me acaba de ascender. — dijo
acercándose a la mesa de su amiga.
Stella sonrió encantada—
Felicidades. Te lo mereces.
—Gracias. — respondió
preocupada— ¿En serio crees que no me
traga?
—No sé. — tomó aire
levantándose de su asiento— No tenía
que haber hecho ese comentario, pero es
que me da la sensación de que no puede
ni verte. Cuando habla de ti es como si
su tono cambiara y la manera en que te
habla…Por Dios, si te ha echado la
bronca por quince minutos cuando te
acaba de ascender.
En eso tenía razón, no era lógico.
Entonces se le pasó por la cabeza que él
sabía que le enviaba los regalos y los
mails, pero no podía ser porque se
aseguraba que su identidad no se
supiera.
—No te preocupes. Soy una
bocazas. Ahora me siento fatal por
haberte dicho lo que se me pasaba por la
cabeza. — dijo Stella cogiéndola del
hombro y apretándoselo para consolarla
—No debería haberte dicho nada.
—No te preocupes. — sonrió y se
puso el abrigo— Has hecho bien. Ahora
me fijaré más en su actitud hacia mí y si
es como dices, hablaré con él por si
tiene algún problema conmigo.
Su amiga hizo una mueca como sino
le pareciera buena idea, pero no dijo
nada más al respecto — ¿Sabes qué? Te
invito a un café. — dijo yendo a por su
bolso.
— ¿No has quedado con tu marido?
—Ni se ha acordado de mi
cumpleaños.
—Vaya, lo siento mucho.
—Me ha llamado para decir que se
iba a jugar a los bolos con sus amigos y
yo no le he dicho nada, así que…
—Entonces lo que necesitas es una
copa. — le guiñó un ojo haciéndola reír
— Y llegar a casa muy tarde. Vamos a
celebrar tu cumpleaños y mi ascenso.
—Suena muy bien.
Capítulo 2

Al final llegó a casa a las once de


la noche, después de cenar con Stella en
un restaurante de moda y de tomar un par
de copas. Cuando se tumbó en la cama
estaba demasiado cansada para pensar
en lo que le había dicho su amiga, pero
al levantarse por la mañana fue el
primer pensamiento que se le pasó por
la cabeza.
Era imposible que Denley no la
tragara. No había hecho nada para ello.
Era eficiente en su trabajo y agradable
con todo el mundo. Tenía amigos en la
oficina y nunca había sido problemática.
Su jefe debería estar encantado con ella.
Seguro que Stella es equivocada.
Decidió ponerse un vestido granate ese
día, con unas medias negras tupidas. El
cinturón negro enfatizaba su cintura,
disimulando los kilos de más y se miró
satisfecha al espejo de cuerpo entero,
mientras se atusaba sus rizos castaños
que estaban impecables. Esperaba que
no se alborotaran demasiado con la
humedad.
Cuando llegó a la oficina a la hora
de siempre, esperó en la esquina a que
llegara Denley, pero cuando habían
pasado cinco minutos de las nueve,
decidió entrar porque ya llegaba tarde.
Al llegar arriba fue hasta la mesa
de Stella — ¿Qué tal? ¿Tienes resaca?
Su amiga gimió tocándose las
sienes— No tenía que haber tomado la
tercera copa. Afortunadamente no tendré
al jefe encima en todo el día.
— ¿Qué quieres decir?
—Está resfriado. Ha dicho que hoy
no vendrá.
—Bueno, al menos no te lo ha
pegado. — dijo intentando disimular su
preocupación.
Esperaba que estuviera bien y que
se estuviera cuidando. Vivía solo,
aunque tenía una mujer que iba a limpiar
por semana, pero su familia no estaba en
la ciudad. Puede que una de sus novias
le diera mimos. Porque tenía muchas.
Salía con una distinta cada semana.
Todas guapísimas, con unas piernas bien
largas y melenas perfectas. Hasta había
pensado en dejarse el cabello largo para
intentar atraerlo, pero después se dio
cuenta que era totalmente inútil porque
nunca sería como ellas e intentar
conquistarlo era como querer la luna.
Totalmente imposible.
No pudo evitar pasar ante su casa
en Lexintong con la sesenta y tres
después del trabajo. Hacía frío y un
viento bastante desagradable, pero
cuando llegó frente a su casa, se detuvo
en la acera de enfrente en su lugar
habitual, abrazándose para intentar
quitarse algo de frío. Habían bajado las
temperaturas bastante y parecía que iba
a llover.
Miró hacia la casa de tres pisos y
había luces en el piso superior. Sonrió
mirando la fachada por si le veía por
alguna de las ventanas. Era la casa que
soñaría cualquier mujer. De ladrillo
rojo con grandes ventanales de madera
blanca, tenía ese estilo inglés que a ella
le encantaba. Hizo una mueca pensando
que seguramente en unos años estaría
llena de niños de otra mujer, pero era
algo inevitable.
Se impacientó cuando no vio
movimiento desde ninguna ventana y
cuando miró la puerta frunció el ceño.
Por la rendija inferior de la gran puerta
roja, parecía que salía humo. Eso no
podía ser. Sería el calor que salía de la
casa, pensó ella acercándose sin darse
cuenta. El sonido de un claxon la
sobresaltó y cuando miró el taxi que por
poco la atropella, ni escuchó los gritos
del molesto conductor. Corrió cruzando
la calle, olvidándose de él porque
parecía que salía más humo de la casa y
al subir los escalones le dio un vuelco al
corazón al darse cuenta que había fuego
en la casa. Frenética aporreó la puerta
— ¡Denley!— gritó llamándole.
Gritó de horror cuando vio como
las cortinas de la ventana de la izquierda
empezaban a quemarse y miró la otra
ventana. Sin pensárselo más, saltó sobre
la balaustrada de piedra del otro lado y
se quitó el zapato para romper la
ventana.
Varias personas llegaron corriendo
— ¡Llamen a los bomberos!— gritó
antes de intentar entrar.
— ¡No entre!— dijo un hombre
intentando detenerla cogiéndola por el
brazo — ¿Está loca? ¡Va a abrasarse!
— ¡Suélteme! ¡Él está dentro!
Le dio un empujón en el pecho y se
levantó la falda para poder pasar las
piernas por la ventana. Gimió cuando se
cortó con uno de los cristales de la
ventana pero no se detuvo. Al entrar, vio
un gran salón y afortunadamente allí no
había fuego. Corrió hasta la puerta y al
tocar el pomo gritó de dolor. Apartó la
mano y supo que era una quemadura
importante pero no podía echarse atrás.
¡Denley estaba en algún lugar de la casa
y tenía que sacarle de allí! Con la manga
del abrigo abrió la puerta y una
bocanada de fuego entró dentro de la
habitación chamuscándole el cabello. Se
cubrió con el abrigo sin darse cuenta
que estaba llorando por la angustia que
sentía en el pecho y vio que el fuego
rodeaba el marco de la puerta. Salió
cubierta por el abrigo, pero chilló al
quemarse la pierna derecha en la zona
exterior del gemelo. Corrió hacia la
escalera subiendo los escalones,
ignorando el dolor por la adrenalina que
la recorría y al llegar al primer piso
tosió a causa del humo que era muy
denso. Tiró el abrigo al suelo y siguió
subiendo las escaleras— ¿Denley?
Corrió al tercer piso tosiendo sin
parar. El aire cada vez era más pesado y
rezó porque no se hubiera ahogado.
— ¡Denley!
Ya no había luz en la casa y sólo
pudo guiarse por lo que había visto
desde el exterior de la casa. Se guió
tocando las paredes entre la oscuridad y
el humo, hasta lo que creía que era la
habitación de su jefe. La luz de la calle
le permitía ver algo de la habitación a la
que entró y le encontró tumbado en la
cama. Parecía que estaba muerto y ella
gritó de horror acercándose a la cama,
arrodillándose a su lado. Le cogió por el
brazo— ¡Denley!— gritó desesperada.
No respondía y muerta de miedo
acercó el oído a su pecho. Al escuchar
el sonido de su corazón, sintió un alivio
indescriptible y se incorporó
zarandeándole— ¡Denley, despierta!
Cuando su jefe abrió los ojos, al
principio parpadeó confuso, pero luego
pareció espabilarse de golpe y la miró
como si estuviera mal de la cabeza.
— ¿Qué coño haces en mi casa?
— ¡Tienes que salir de la cama!—
le gritó ella empujándolo.
Él miró a su alrededor y al ver el
humo, la volvió a mirar asombrado—
¿Me has quemado la casa, maldita
chiflada?
— ¡Tenemos que irnos!— histérica
saltó sobre él para pasar hasta las
ventanas y vio que la calle estaba llena
de gente. Iba a abrir la ventana, entonces
recordó algo sobre que las corrientes de
aire avivaba el fuego, así que corrió
hacia la puerta mientras él se levantaba
totalmente desnudo de la cama. Sin
poder evitarlo se detuvo para mirarle y
Denley furioso le gritó— ¡Te juro que
esto lo vas a pagar!
— ¿Qué?
— ¡Que vas a acabar en la cárcel,
loca de mierda!
Raychel no comprendía lo que le
decía, así que decidió hablar con él
cuando estuvieran a salvo. Cerró la
puerta de la habitación y corrió otra vez
hasta las ventanas para abrir la primera
a la que llegó — ¿Cómo bajamos?—
preguntó volviéndose hacia él, que se
había puesto unos vaqueros y una
sudadera.
—Yo voy a bajar por la escalera.
— ¡Está bloqueada! –miró hacia el
exterior y suspiró de alivio al ver a los
bomberos —¡Están aquí!
Un empujón la tiró contra la pared
y perdió el aliento viendo como miraba
al exterior. Atónita le vio gritar a los
bomberos que estaban allí. Raychel se
cogió la mano herida y le observó. Todo
en él irradiaba furia.
Raychel al oír un estruendo en el
piso inferior gritó acercándose a Denley
que la miró con odio, antes de empujarla
por el pecho otra vez hasta la pared—
¡No te muevas de ahí!— le gritó fuera de
sí.
No supo lo que le pasó en ese
momento. Ella simplemente pudo
mirarle sin entender realmente nada de
lo que estaba pasando. Era como cuando
descubres que Papá Noel no existe, algo
que te deja un vacío dentro y una
desilusión indescriptible. Como si su
héroe se hubiera roto en mil pedazos.
Escuchaba los ruidos del piso
inferior y como una escalera se acercaba
a la ventana, pero sólo podía mirarle a
él, que impaciente esperaba en la
ventana. Cuando la escalera llegó hasta
ellos, un bombero les preguntó— ¿Están
bien?
— ¡Sí!— gritó Denley sin mirarla
siquiera — ¿Está ahí abajo la policía?
¡Esta zorra me ha quemado la casa!
Raychel sintió que se quedaba sin
aliento y se dejó caer lentamente hasta
sentarse en el suelo mientras las
lágrimas corrían por sus mejillas
tiznadas. El bombero habló con Denley
y él salió por la ventana sin preocuparse
de ella. Allí sola en la habitación
envuelta de humo, se dio cuenta que él
no merecía nada de lo que hacía por él.
No se merecía ni un solo pensamiento
suyo. Y nunca más perdería un solo
segundo con Denley Lambert.
— ¿Se encuentra bien?— preguntó
un bombero acuclillado ante ella.
—Sí. — susurró todavía en shock.
La cogió delicadamente del brazo y
la levantó— Tranquila, el fuego del
primer piso está controlado. Pero aún
así vamos a bajar por la escalerilla.
¿Podrá hacerlo?
—Creo que sí.
—Yo estaré detrás de usted.
—Gracias.
La ayudó a llegar hasta la ventana y
al salir se dio cuenta que no tenía
zapatos—He perdido los zapatos. —
dijo mirando a su alrededor.
—No se preocupe por eso. — dijo
el hombre amablemente— Se los
encontraré.
—Gracias. —seguía sujetándose la
mano y él la ayudó a salir sin soltarla ni
una sola vez. Desde lo alto de la
escalerilla, vio a la muchedumbre que
rodeaba la casa. Algo atontada bajó por
los escalones metálicos sujetándose con
una sola mano porque la otra le dolía
horrores. También cojeaba a causa de su
pierna y en cuanto llegó al camión de
bomberos, dos hombres la cogieron de
los brazos para bajarla al suelo, donde
unos sanitarios y unos policías la
rodeaban — ¿Está herida?— preguntó
un hombre con un chaleco reflectante
que ponía médico en el pecho.
—Me duele la mano.
Se la abrió con delicadeza y apretó
los labios— Es una quemadura muy fea.
—se giró a su compañero —Trae la
camilla.
El hombre salió corriendo y de
repente alguien la cogió por el hombro
volviéndola de golpe— ¡Ha sido ella!—
gritó Denley furioso a un policía —
¡Ella me ha quemado la casa!
— ¡Eso no es cierto!— respondió
saliendo de su estado de decepción —
¡Yo no he hecho nada!
— ¡Está loca! ¡Siempre me está
observando! La he visto en la puerta de
mi casa varias veces y…
Asombrada le miró— ¿Y qué? ¡Eso
no significa que le haya quemado la
casa, señor Lambert!
— ¿Se conocen?
— ¡Es mi jefe!
El policía miró a Denley como si
estuviera mal de la cabeza— ¿Trabaja
para usted y dice que está loca?
— ¡Me acosa! ¡Me espera a la
entrada del trabajo y pasa delante de mi
casa! ¡Y ahora me ha quemado la casa!
—Me da igual lo que haya hecho
esta mujer. — dijo el médico cortando
la discusión—Necesita asistencia
médica inmediata. Me la llevo al
Presbyterian.
—Muy bien, doctor. — dijo el
policía apuntando algo en su libreta.
— ¿No piensa detenerla?— Denley
frustrado se pasó una mano por su pelo
negro y ella le miró como sino le
conociera —Me envía regalos y…
—Es la primera vez que un hombre
se queja porque una mujer le hace
regalos. — dijo el policía divertido.
— ¡No tiene gracia! Yo la ignoro y
ella se comporta como una chiflada.
Una gran lágrima cayó por la
mejilla de Raychel dejándolos a todos
de piedra.
— No llore, señorita. — dijo el
médico mirando a Denley con desprecio
— Miraremos esa quemadura y se
pondrá bien enseguida.
— ¡Tienen que detenerla!— la
cogió por el brazo de manera violenta y
le gritó a la cara— ¡Si crees que…
— ¡Suéltela!— gritó un policía
furioso apartándolo de ella.
El médico la volvió suavemente y
la cogió en brazos para tumbarla en la
camilla. Tenía las medias destrozadas y
el vestido roto— Está sangrando, Jake.
— dijo un hombre tocándole la pierna—
y tiene una quemadura muy fea en la
pierna.
—Mierda. — dijo el médico
mirándole la pierna— Putas medias,
parece que tiene restos pegados.
¡Vámonos!
Empujaron la camilla y la gente se
apartó. Un hombre se acercó — ¡Este es
su bolso! Se le cayó en la entrada
cuando rompió la ventana para entrar en
cuanto vio el fuego.
Esas palabras hicieron volverse al
médico y gritar — ¡Agente! ¡Hable con
este hombre!
—Gracias. — respondió ella
forzando una sonrisa. Cogió el bolso y
lo colocó sobre su vientre.
—Es usted muy valiente.
—Que va.
—Y ese gilipollas gritando que
ella le había quemado la casa. — dijo el
médico a su compañero mientras
empujaban la camilla dentro de la
ambulancia.
Se subieron a toda prisa y
encendieron las sirenas mientras ella
pensaba que la mano la estaba matando.
Era la mano derecha y la abrió mirando
la enorme ampolla que le estaba
saliendo — ¿Podré pintar?
—Se pondrá bien.
—No puedo abrir la mano. —dijo
asustada.
—Le tira la piel quemada, pero se
pondrá bien. — le pusieron una vía en el
brazo y le inyectaron algo —Esto la
relajará un poco. Se ha llevado un susto.
—Sí. — susurró cerrando los ojos
— ¿Puede ponerme algo para el dolor?
¡Ay!— gritó mirando hacia abajo.
—Tiene un corte en el muslo.
Necesita puntos.
—Su aventura la ha dejado hecha
un cromo ¿verdad?
Puso los ojos en blanco antes de
sonreír con tristeza recordando a Denley
y todo lo que le había dicho. ¿Cómo
sabía que los regalos se los había hecho
ella? Había sido muy cuidadosa a la
hora de enviárselos. Había contratado
un mensajero y no sabía su verdadero
nombre, pagándole al contado. Sólo
podía suponerlo, pero no podía saber
que era ella. Se sentía muy avergonzada
porque la hubiera pillado y ni siquiera
sabía si todavía tenía trabajo. Aunque
eso no importaba demasiado. Ahora ya
no.
Cuando llegaron al hospital, le
cortaron las medias e intentaron cortarle
el vestido pero ella se negó— ¿Cómo
voy a volver a casa? ¿Desnuda?
—Le conseguiremos ropa, no se
preocupe. — dijo una enfermera
agradablemente sujetándola por el
hombro para que se tumbara. Metieron
su bolso en una bolsa de plástico y le
cortaron el vestido. Una mujer de color
con una bata blanca se acercó a ella —
Hola, soy la doctora Curtis.
—Hola. Mi mano…
—Ahora mismo te revisaré las
heridas pero antes contéstame algunas
preguntas. ¿Has tragado mucho humo?
—Algo.
— ¿Te has desmayado en algún
momento?
—No.
— ¿Eres alérgica a algún
medicamento?
—No.
—Bien. — le sonrió y Raychel
miró sus ojos de un sorprendente color
verde.
—Tiene unos ojos muy bonitos.
—Gracias. Son herencia de mi
abuela. — le cogió la mano
delicadamente y la abrió—Tienes una
quemadura de segundo grado en la
mano. Te duele mucho ¿verdad?
—Sí.
—Eso es bueno, aunque no lo
creas. Si todavía tienes sensibilidad es
que los nervios no se han afectado.
Miró su pierna derecha y apretó los
labios— Tendré que limpiarte esta y
será doloroso. Así que tendré que
sedarte.
—Dios, me duele todo. ¿No puede
dejarme grogui entera para dejar se
sentir?— preguntó con lágrimas en los
ojos.
—Desgraciadamente no puedo
hacer eso. Te necesito despierta.
El tratamiento fue terrible. Sobre
todo la quemadura de la pierna porque
le tuvieron que quitar la piel que tenía
los restos de media pegada. Incluso con
la sedación que le pusieron le dolió
horrores y ni siquiera se dio cuenta que
gritaba. Cuando la trasladaron a la
habitación estaba demasiado agotada
para mantener los ojos abiertos. El
último pensamiento que pasó por su
mente, fue que seguramente Denley
estaba durmiendo en un hotel — Ni un
pensamiento más, Raychel. — susurró
con los ojos cerrados— No se lo
merece.
Capítulo 3

La despertó la enfermera tocándole


el hombro— Despierte, señorita Turner.
Tiene visita.
Abrió los ojos sintiéndose muy
cansada y vio a dos hombres ante ella.
Uno llevaba un uniforme que no
reconocía— ¿Estoy detenida?
—Por supuesto que no, señorita
Turner. — dijo el hombre de uniforme
acercándose—Soy el Teniente Stone,
del cuerpo de bomberos.
Ella suspiró sonriendo— Gracias
por sacarnos de allí.
—Quería comunicarle que el
incendio se produjo por un cortocircuito
en un despacho de la planta baja. La
instalación de esa casa era antigua y no
se molestaron en cambiarla al
reformarla.
—Me alegro de que no pasara
nada. — susurró queriendo seguir
durmiendo. No sabía lo que le habían
puesto pero estaba casi sin dolor y
quería dormir.
—Soy el sargento Ryan, de la
policía. — dijo el otro hombre que era
algo mayor— Pese a la denuncia de su
jefe, debo decirle que la hemos
desestimado después de la resolución
del cuerpo de bomberos. Así que puede
estar tranquila. Además hay testigos de
lo sucedido y está totalmente libre de
cargos.
— ¿Le han dicho a mi jefe la causa
del incendio?
—Uno de mis hombres debe estar
diciéndoselo en este mismo momento,
aunque me parece que ya lo sabía. Mi
chico ha ido hasta su despacho para
hacerlo y cerrar el caso.
—Espero que ahora se quede
tranquilo. — cerró los ojos sin poder
evitarlo.
—La dejaremos descansar. —dijo
uno de ellos sin que pudiera
identificarlo.
Abrió los ojos –Lo siento, estoy
muy cansada.
—No se preocupe por nosotros. —
dijo el bombero sonriendo— Fue muy
valiente. Ahora debe recuperarse. —
miró su mano vendada que estaba sobre
su vientre y apretó los labios— Buenos
días.
—Gracias por venir. — susurró
antes de quedarse dormida de nuevo. Ni
siquiera les oyó salir de la habitación.

Le dieron el alta dos días después


porque la quemadura de la pierna se le
había infectado, así que tuvo que
permanecer allí otro día más para
comprobar que funcionara el antibiótico.
Con una pierna quemada y la otra con
unos puntos que le tiraban cada vez que
caminaba, eso por no hablar de la mano
que le dolía horrores, parecía que
caminaba como un robot. Era realmente
patética y se sintió todavía peor al
subirse al taxi que la enfermera
amablemente había llamado.
—A la dieciocho con la sexta, por
favor.
El chándal gris que le habían dado
era realmente horrible, pero eso no era
lo peor. Lo peor para ella, era que la
única persona que fue a verla al hospital
había sido Stella, que se presentó allí en
cuanto se enteró de lo que había
sucedido.
—No veas la que se montó cuando
llegó la policía a la oficina y le dijo que
había sido un cortocircuito. El jefe que
estaba en una reunión se quedó pálido y
no sabía qué decir. Y cuando le dijeron
que estabas ingresada en el hospital por
las quemaduras y los cortes que te
habías provocado al intentar entrar en su
casa, simplemente les dijo muy serio
“Gracias por venir” —su amiga estaba
indignada caminando de un lado a otro
de la habitación. — ¡Será cretino! ¡Le
salvas la vida y te denuncia por acoso y
por quemarle la casa! Suerte ha tenido
que pasaras ante su casa. ¡Será
gilipollas! Me ha puesto de los nervios.
—No te preocupes. Ya ha pasado.
Stella se acercó sonriendo —
Perdona, te estoy alterando y estás hecha
polvo.
—No te preocupes. Estoy bien. —
cambió de tema porque no quería hablar
más de ello y cuando se fue, apretó los
labios decidida a no pensar en Denley.
Cuando llegó a su casa, le costó
salir del taxi y se dijo que iba a utilizar
mucho el servicio a domicilio.
Se sentó en su sofá de flores y antes
de darse cuenta se puso a llorar. Era lo
que tenía no tener nada que hacer, que
no dejaba de pensar en Denley en cómo
se había comportado con ella.
—Dios mío ¿qué estás haciendo
aquí?— se preguntó a sí misma llorando
mientras pensaba en llamar a su familia.
Consiguió calmarse y se tumbó en
el sofá para ver la tele un rato. Se quedó
dormida y cuando llamaron a la puerta
se sobresaltó— ¿Quién es?— preguntó
desde el sofá sin moverse.
—Soy Denley Lambert. —ella se
quedó allí sin moverse mirando la
puerta sin saber qué hacer— Raychel,
abre la puerta.
¿Ahora era Raychel y no la zorra
chiflada? Se levantó lentamente y
preguntó— ¿No puede esperar?
—Preferiría hablar de esto ahora.
Fue hasta la puerta y la abrió
viéndole al otro lado. Ese día llevaba el
traje gris que a ella le gustaba tanto e
hizo una mueca— ¿Puedo pasar?
Cojeando se apartó para que
pudiera pasar y miró a su alrededor
observando su acogedora casa. Había
tardado mucho en decorarla eligiendo
cada pieza cuidadosamente.
— Bonita. — dijo él como si le
sorprendiera.
— ¿Para una chiflada, quiere
decir?
Él apretó los labios antes de
mirarla a los ojos— En parte he venido
por eso. —Raychel fue hasta el sofá
lentamente y se sentó con esfuerzo—
Veo que estás peor de lo que pensaba.
—Estoy bien. — se quedaron
mirándose unos segundos y ella se sintió
incómoda —¿Qué es lo que quiere? Si
es para despedirme ya suponía que no
tenía trabajo, así que no tiene porque
molestarse.
—He venido a disculparme. —
dijo muy tenso metiendo las manos en
los bolsillos de su pantalón— Te traté
muy mal el día en que ocurrió todo y fue
imperdonable.
Ella no dijo ni pío y Denley se
puso nervioso— ¿No tienes nada que
decir?—negó con la cabeza — ¡Joder,
di algo!— le gritó— ¡Me comporté
como un auténtico cabrón contigo, así
que tienes derecho a decirme lo que
quieras!
—Quiero que se vaya. — dijo
cogiendo su mano que le empezaba a
doler.
Denley vio el gesto y apretó los
labios pasándose la mano por su cabello
negro.
— ¿Cuanto estarás de baja?
—Ese no es su problema.
— ¡Claro que sí es mi problema!
¡Tienes que terminar las tarjetas de San
Valentín antes que terminen las
Navidades!—Raychel parpadeó como si
no le comprendiera — ¡No puedo
perderte, eres mi mejor artista!
—Hay miles en Nueva York.
— ¡Te acabo de ascender!— le
gritó furioso.
Entonces ella lo entendió todo. Se
sentía culpable y no sabía cómo
arreglarlo. La había juzgado mal y ahora
no sabía qué hacer. Entrecerró los ojos
mirándole como si estuviera bajo un
microscopio— ¿Quieres dejar de
mirarme así? ¡Me pones de los nervios!
Sin decir una palabra, pensó en que
su trabajo le gustaba sólo por estar con
él. Si no podía triunfar en lo que
realmente le apasionaba que era pintar,
en la empresa de Denley podía
desarrollar su imaginación. Lo que no
sabía era si podía seguir trabajando para
él, así que le dijo— En varias ocasiones
me han ofrecido ilustrar cuentos
infantiles y…
— ¡Ese no es un trabajo seguro y lo
sabes! Si es cuestión de dinero…
—Es cuestión de respeto. — dijo
fulminándolo con la mirada— Es
cuestión que en dos años ni siquiera he
recibido unas palabras de aliento y me
ha tratado como una apestada. He
multiplicado las ventas y ni siquiera me
ha dicho que hago un buen trabajo. —
Denley apretó las mandíbulas
escuchándola— Es cuestión de que cada
vez que me veía, parecía que le
molestaba mi presencia y lo que pasó el
otro día lo demuestra.
—Creía que eras tú la que me
enviabas los regalos. ¡Pensaba que me
acosabas!
—Y si hubiera sido así ¿qué
problema hay?— preguntó
asombrándolo— ¿Acaso le he hecho
daño al enviarle una corbata o una
pluma?
— ¡Joder, eras tú!
Ella no veía mal en ello— ¿Acaso
su secretaria no le regala nada en
Navidad?
— ¡No!
Parpadeó sorprendida— Ah.
— ¡Ese comportamiento no es
normal, Raychel!
— ¿Por qué?
Parecía que no sabía qué decirle
pero de repente la señaló— ¿Eras tú la
que me enviabas esos mails?
Eso sí que la sonrojó porque
decían lo que sentía cuando le veía o lo
que le gustaba el traje que llevaba y
cosas así…— Sí.
— ¿Y eso es normal?
Se encogió de hombros —No he
hecho nada malo. No quería
incomodarlo. Me parecía atractivo y es
como las notas que se envían en el
instituto. Inofensivas.
— ¡Me enviabas uno cada tres
días! ¡Me enviabas regalos y paseabas
ante mi casa! ¡Eso sin decir, que tenía
que ver como todas las mañanas me
esperabas a la entrada de la oficina!—
le gritó furioso.
— ¿Y por qué no me echó si le
incomodaba tanto?
— ¡Porque no sabía que eras tú!
—Pero acaba de decir…
— ¡Sabía que eras tú, pero no
podía demostrarlo!
Ella sonrió con tristeza dejándolo
atónito— Bueno, ahora no se tiene que
preocupar más. Ya se acabó.
Eso pareció dejarlo en shock—
¿Qué?
—Que se acabó. — se levantó
lentamente y fue hasta la puerta— No se
tiene que preocupar más. Prometo no
regalarle nada nunca más. —abrió la
puerta y se volvió hacia él que la miraba
como si no la conociera —Gracias por
venir.
Denley se acercó furioso y cerró de
un portazo— ¿Vas a volver a trabajar en
la empresa o no?
— ¿Se da cuenta que tiene un
comportamiento de lo más extraño? ¿Si
me considera una acosadora, debería
estar deseando deshacerse de mí?
Denley la miró como si quisiera
matarla — ¿Vas a volver o no?
Ella miró a su alrededor, vio los
pinceles en el tarro de cristal y después
se miró la mano— No sé cuando podré
volver. — susurró para sí.
— ¿Te duele mucho?
La suavidad de su voz al
preguntarle eso, la sorprendió y levantó
la vista hacia él. Parecía realmente
preocupado y Raychel reprimió la
emoción que palpitó en su pecho.
—Estoy bien.
—Cuando puedas volver…
—Tardaré unas semanas. —asintió
mirándola fijamente y Raychel se
sonrojó. Su héroe de pies de barro la
incomodaba — ¿Ahora puede irse?
Estoy cansada.
—Sí. — él la miró alargando una
mano y cogiendo uno de sus rizos —Te
quemaste el pelo.
Se sonrojó levantando la mano y
retirando el rizo de entre sus dedos —
Sí, tengo que ir a cortarlo. —por la
mirada que le echó parecía que la idea
no le gustaba y ella dijo —Quizás me lo
corte muy corto.
Denley chasqueó la lengua pasando
ante ella para salir de su casa. Iba a
volverse para decir algo y ella le
interrumpió sonriendo radiante— Adiós,
Señor Lambert. —cerró la puerta antes
de que pudiera decir nada más y cerró
los cerrojos suspirando de alivio.
Denley Lambert se había acabado y
debía empezar a llevar una vida normal.
Sin ídolos que no se podían alcanzar, ni
en dar cariño a alguien que no se lo
merecía.
Debía empezar una nueva vida en
donde su jefe sólo fuera su jefe.

Tres semanas después le dieron el


alta y la verdad es que no se sentía bien
del todo. Tenía las cicatrices muy
sensibles y hasta el pincel le molestaba.
Pero debía incorporarse al trabajo, así
que un lunes por la mañana vestida con
unos pantalones negros y un jersey verde
debajo de su nuevo abrigo negro, entró
en la empresa a las nueve menos cinco.
El portero cuando la vio la miró
sorprendido— ¡Ha vuelto!
—Buenos días, Lewis.
— ¡Y se ha cortado el pelo!
Ella llevó su mano sana a su
cabello cortado estilo años veinte y
sonrió— ¿Le gusta?
—Está muy chic. — miró hacia la
puerta y dijo —Ahí está el jefe.
—Hasta luego. — dijo ella yendo
hacia el ascensor a toda prisa. Lo que
menos quería que pensara su jefe era
que le estaba esperando. Cuando pulso
el botón, miró impaciente las luces
superiores— Vamos. — siseó deseando
que el maldito chisme llegara de una
vez, volviendo a pulsar el botón.
—Buenos días, Raychel.
Mierda, pensó ella antes de
volverse —Buenos días, señor Lambert.
—Ya que me has visto desnudo,
creo que me puedes tutear. — dijo
divertido sonriéndole.
Se puso como un tomate y miró las
puertas que se abrían en ese momento
queriendo que se la tragara la tierra.
Él pulso el botón del sexto piso y
se volvió para mirarla— ¿Cómo te
encuentras?
—Bien, gracias. — incómoda no
separaba la vista de las puertas,
deseando llegar de una vez y no podía
evitar se que le notara.
— ¿Te han dado el alta?
—Sí. — respondió sin mirarle.
Cuanta menos relación tuvieran mucho
mejor.
—Raychel, normalmente cuando te
hablan debes mirar a la otra persona. Es
cuestión de educación.
El tono de regañina que le estaba
soltando era el colmo, cuando él la
había ignorado casi todas las mañanas
durante dos años.
—Lo tendré en cuenta. –dijo
mirándolo de reojo.
— ¿Siempre eres tan diplomática?
—se estaba enfadando y ella decidió no
contestar a la pregunta —Muy maduro,
Raychel.
—Mira quién fue a hablar. — dijo
para sí.
— ¿Qué has dicho?
Forzó una sonrisa—Nada. Nada de
nada.
Denley apretó los labios y para
alivio de ella se abrieron las puertas.
Salió disparada y empujó la puerta de
cristal sin esperarlo. Ni siquiera se
detuvo a hablar con Stella. Sólo la
saludó con la mano y la mujer frunció el
ceño confundida.
— ¡Te llamo luego!— le gritó por
el pasillo para que no pensara que
estaba enfadada.
En cuanto llegó a su despacho
después de saludar a sus compañeros,
que la detuvieron para comprobar como
estaba y cotillear un poco, suspiró de
alivio cerrando la puerta —Estupendo,
el día ha empezado genial.

Estaba tomando un café estudiando


el buho que estaba pintando. Lo había
pintado sobre una rama mirando
enamorado a su compañera. Le sonó el
móvil y echó un vistazo a la pantalla
suspirando antes de contestar— Terry,
estoy trabajando. — le dijo a su
hermana que vivía en Boston — ¿Ha
ocurrido algo? Hablamos ayer.
— ¡Alerta roja!— chilló su
hermana al otro lado de la línea.
Raychel se detuvo en seco y dejó el
pincel que acababa de coger en el vaso
de agua— Muy bien, estoy lista.
— ¡Mamá va para allá!
— ¡No!
— ¡Sí!
— ¡Tienes que detenerla!— gritó al
teléfono.
—Imposible. ¡Estará al llegar!
— ¿No le habrás contado nada?—
histérica se levantó de su silla frente a
su mesa de dibujo y empezó a
desabrochar la bata de trabajo con una
sola mano.
— ¿Y matarla del disgusto? ¡Ha
dicho que como tenía que ir a ver a unos
inversores a Nueva York, pasaría a
verte!
— ¿Y por qué no me ha llamado?
— ¡Quiere darte una sorpresa! Ni
siquiera me lo ha dicho a mí. ¡Me acabo
de enterar por papá!
—Dios ¿y ahora qué hago?
—Tendrás que confesarlo todo.
— ¿Estás loca? ¡Me obligará a
volver!
De repente se abrió la puerta y al
otro lado estaba su madre con su
guardaespaldas detrás. La fulminaba con
la mirada con sus mismos ojos verdes y
puso los brazos en jarras sobre la
impecable cintura de su vestido rosa de
Chanel— Raychel Elizabeth Turner-
Bristol. —dijo con ese tono que ponía
los pelos de punta— ¿Se puede saber
desde cuando trabajas aquí?
—Estás muerta. — dijo su hermana
antes de colgar.
— ¡Mamá!— forzó una sonrisa y
apretó el móvil en su mano— ¡Qué
sorpresa!
Su madre sin dejar de mirarla a los
ojos dio un paso dentro de la oficina —
¿Qué sorpresa? ¡Sorpresa la que me he
llevado yo, cuando me he enterado por
tu portero de donde estabas!— le gritó
su madre enfadadísima— ¿Qué
demonios está pasando aquí?
—Nada. — apretó el móvil entre
sus manos— No pasa nada.
—Claro que pasa. — como un
lince empezó a mirar a su alrededor y
abrió los ojos como platos al ver las
tarjetas de felicitación colgadas de su
tablero de recuerdos— ¡Dime que no
estoy viendo lo que creo que estoy
viendo!
—Mamá, puedo explicártelo. —
miró sobre el hombro de su madre y vio
que Bill el guardaespaldas negaba con
la cabeza.
— ¿Estás haciendo felicitaciones?
¿Te he enviado a las mejores escuelas
de arte del mundo para que hagas
felicitaciones?— el grito se su madre se
debía estar oyendo en toda la oficina y
Raychel hizo una mueca.
—Me pagan bien.
Su madre giró la cabeza asombrada
y uno de sus rizos castaños se movió
ligeramente de su impecable recogido
francés — ¿Te pagan bien?— ese tono
lacerante la puso aún más nerviosa
porque significaba que estaba a punto de
desbaratarlo todo—Te recuerdo que te
pasamos una asignación de diez mil
dólares al mes para…
—No he tocado ese dinero, mamá.
Me mantengo sola.
La señaló con el dedo mostrando
sus anillos de diamantes— Te recuerdo
que te mudaste aquí por una sola razón y
no era hacer tarjetas de felicitación.
— ¡Quería ser independiente!—
levantó la barbilla orgullosa.
— ¡No uses ese tono conmigo,
señorita!—Bill negó con la cabeza
vehementemente por el tono de su madre
— ¡Estoy a punto de llamar a tu padre!
—A papá le parecería bien.
Siempre ha dicho que quiere que seamos
autosuficientes. — se cruzó de brazos y
cuando vio como la vena de la sien de
su madre se hinchaba se preparó para el
cataclismo.
Los compañeros de trabajo se
arremolinaban detrás de Bill y ella
gimió interiormente antes de que su
madre dijera a voz en grito— ¡Recoge
tus cosas!
— ¿Qué ocurre aquí?
La voz de Denley la tensó todavía
más y cuando lo vio detrás de Bill
intentando pasar, gimió porque aquello
mejoraba por momentos. Su jefe
intentaba pasar y Bill volvió la cabeza
como si fuera un bicho molesto. Denley
entrecerró los ojos y Raychel suspiró
antes de decir— Bill, déjale pasar. Es
mi jefe.
El guardaespaldas lo miró de
arriba abajo y eso puso a Denley de
peor humor todavía— ¿Qué pasa,
Raychel? ¿Quién son estas personas y
por qué todo el mundo ha dejado de
trabajar?
— ¡No le hable en ese tono a mi
hija!
Denley miró sorprendido a su
madre— ¿Su hija? Mire señora, puede
que sea su hija pero este es su trabajo
hasta las cinco y…
—Mi hija ya no trabaja aquí.
Raychel recoge tus cosas.
— ¡Mamá, me acaban de ascender!
La fulminó con la mirada—
¿Ascender a qué? ¿A pintar postales?
— ¡Son felicitaciones, señora!—
Denley miraba a su madre de arriba
abajo y después a Raychel buscando un
explicación.
— ¡Felicitaciones! Mi hija ha
estudiado en París, buen hombre. Era la
estudiante con más futuro de su escuela
de arte y no pienso consentir que…
—Disculpe ¿qué ha dicho?— su
jefe la miro asombrado— ¿Has
estudiado en París?
—París, Venecia, Suiza... ¡Ha
tenido la mejor formación que se puede
comprar!— gritó su madre furiosa—
¡No pienso consentir que haga
felicitaciones!
—Desinflé un poco mi currículum
para conseguir el trabajo. — murmuró
sonrojándose.
— ¿Y para qué demonios querías
conseguir este trabajo?— dijo su madre
mirando a su alrededor con desprecio.
Ella se sonrojó intensamente —
Quería ser independiente. Quería saber
si podía hacerlo.
— ¿Por qué?— el asombro de su
madre no tenía límites— ¡Eres una de
las mujeres más ricas de los EEUU y no
tienes por qué hacer esto!
Denley dejó caer la mandíbula del
asombro — ¡Dios mío! ¿Eres de la
familia Turner- Bristol?
Raychel hizo una mueca sabiendo
que todo había terminado. En cuanto
conocían quien era, todo el mundo
cambiaba su actitud hacia ella. Ya no la
trataban de manera normal, sino que
eran todo sonrisas y peloteo. Sintiendo
una enorme decepción por el tono de su
voz, miró a su madre a los ojos—
Gracias, mamá. Sólo quería ser normal.
— ¡Es que tú no eres normal! ¿Por
qué no se te mete en la cabeza? ¡Todos
quieren ser como tú!
Denley la observaba con los ojos
entrecerrados— ¿Qué significa todo
esto, Raychel?
Ella le miró a los ojos sin poder
evitar que en ellos se reflejara la tristeza
que sentía —Significa que se acabó. —
se volvió y se terminó de quitar la bata.
—Menos mal que has entrado en
razón. Espero que Julian no se entere de
todo esto. ¡Y nos lo has ocultado dos
años! Voy a matar a los de seguridad. —
su madre no dejaba de despotricar —
Cuando tu padre se entere…
— ¿Quién es Julian?— le preguntó
Denley mirando a su madre.
— ¿Quién es Julian?— su madre se
echó a reír— ¡Por Dios, es su
prometido! ¡Julian Ortega!
Denley apretó las mandíbulas antes
de mirarla como si hubiera cometido un
delito grave— ¿Estás comprometida al
que dicen que será el próximo
presidente de los Estados Unidos?
— ¡Será la siguiente primera dama!
–dijo su madre orgullosa—Se conocen
desde niños y …
—Mamá, déjalo ya, ¿quieres?—
cogió su abrigo y se acercó a Denley
con él en los brazos— Siento tener que
dejar el trabajo.
—No tienes porque dejarlo. Nadie
puede obligarte a hacer lo que no
quieras.
Su madre jadeó— ¿Cómo va a
seguir trabajando aquí? Menuda locura.
—Ahora todo es distinto. — dijo
ella sintiendo que sus ojos se llenaban
de lágrimas por la impotencia de que
todo hubiera cambiado —Y nada
volvería a ser igual. —alargó la mano—
Adiós, señor Lambert.
Al alargar la mano su madre
asustada la cogió de la muñeca — ¿Qué
te ha pasado en la mano?
—Sobre eso…
— ¡Dios mío, es una cicatriz
enorme!— su madre levantó al palma
hacia arriba y Raychel se sonrojó— ¿Es
una quemadura?
—Su hija, me salvo la vida. —a
Raychel se le cortó el aliento y le miró a
los ojos.
— ¡Voy a matar a los de seguridad!
— gritó su madre furiosa. – ¡Bill!
— ¿Sí, señora?
— ¡Llama al chofer!
—Adiós. –susurró sin dejar de
mirarle dejándose llevar por su madre.
—Adiós, Raychel.
Se miraron a los ojos hasta que la
pared del pasillo lo impidió —Esto es
increíble. Cuando se entere tu padre de
todo esto…
—Papá no dirá nada. —al torcer el
pasillo Stella la miró preocupada —
Espera un momento, voy a despedirme
de una amiga.
Se acercó a su amiga y forzó una
sonrisa — Tengo que irme.
— ¿Irte? ¿A dónde?
—A Boston. Te escribiré por mail.
Stella la miró confusa— Pero no
entiendo… si tienes problemas…
Sonrió porque Stella era la única
persona que había sido su amiga
sinceramente en toda su vida —Tengo
que volver con mi familia.
—Ah. — decepcionada miró a su
madre— Siento que te tengas que irte.
Se abrazaron y los ojos de Raychel
se llenaron de lágrimas— No te he
contado muchas cosas…
—Sería porque no eran
importantes. — dijo su amiga
encogiéndose de hombros— Suerte
Raychel y escríbeme algún mail de vez
en cuando ¿quieres?
—Prometido.
Al volver la cabeza vio a Denley
tras su madre mirándola fijamente. No
soportaba despedirse otra vez, así que
desvió la mirada y empezó a caminar
hacia la puerta de cristal. Cuando
empujó el logotipo de la empresa, pensó
que los dos únicos años de su vida que
le habían pertenecido habían merecido
la pena.
Capítulo 3

Dos meses después

La fiesta de recaudación de fondos


era todo un éxito, pero Raychel estaba
harta de forzar la sonrisa en su cara. Le
dolían las mejillas, seguramente por la
falta de costumbre— ¿Una copa de
champán?— le preguntó Julian siempre
atento a sus necesidades.
—Sí, gracias. — le miró bien
mientras él cogía dos copas de la
bandeja del camarero. Era muy
atractivo, rubio y de ojos oscuros, entre
marrones y negros, era todo lo que una
mujer podía querer de un hombre. Se
habían visto una vez al mes desde que se
había ido de Boston y a él con una
ajetreada vida por sus aspiraciones
políticas, le había venido muy bien ese
distanciamiento. De hecho era la
primera vez que se veían desde que
había vuelto.
Al coger la copa frunció el ceño al
ver su cicatriz en la palma de la mano—
Todavía estoy atónito de que entraras en
un incendio para rescatar a ese hombre.
—Mereció la pena, ¿no crees?
—Por supuesto que sí. — le cogió
la mano y se la besó mostrando el
enorme anillo de compromiso —Pero
debió ser muy doloroso para ti.
Y todavía no había visto la cicatriz
de la pierna, que había quedado bastante
peor. Pero a ella le daba igual. Los dos
se habían llevado bien desde niños y
eran amigos. Cuando se hicieron
mayores, sólo continuaron lo que se
esperaba de ellos. Él quería seguir los
pasos de su padre en política y ella tenía
mucho dinero, lo que les hacía la pareja
perfecta. Cuando la besaba era como
besar a un muñeco y las veces que le
había hecho el amor, habían sido aún
más decepcionantes porque no había
conseguido excitarla lo mas mínimo.
Pero aún así le pidió matrimonio y ella
como una buena chica le había dicho que
sí. Después de una desastrosa
exposición en Boston, donde las críticas
la juzgaban más por ser hija de, que por
su obra, habló con sus padres para ir a
Nueva York donde no la conocían tanto.
A su padre le había parecido bien y se
mudó ilusionada.
No le decía a nadie quien era para
que la juzgaran por su obra, pero
después de visitar a cuatro galerías
donde rechazaron sus cuadros, se dio
cuenta que igual no tenía el talento
necesario para convertirse en pintora.
Además Denley se había cruzado en su
camino. Así había llegado a diseños
Lambert y lo echaba muchísimo de
menos. En Boston se aburría como una
ostra.
— ¿Sabes? Igual deberíamos fijar
la fecha de la boda.
El nudo en el estómago que tenía
desde que había salido de Nueva York,
en ese momento se hizo bastante más
grande y colocó su mano en la base del
estómago forzando una sonrisa—
¿Raychel?
Al oír esa voz se quedó sin aliento
pensando que serían imaginaciones
suyas. Se volvió lentamente y parpadeó
al ver Denley ante ella vestido de
etiqueta. Igual no estaba loca y era real.
Él sonrió mirándola de arriba abajo. El
vestido gris perla de seda que llevaba,
le quedaba precioso y se sintió hermosa
cuando la miró —Estás distinta.
—Disculpe, ¿usted es?— preguntó
Julian mirándolo con desconfianza.
—Denley Lambert. — alargó la
mano y su prometido se la estrechó.
—Julian Ortega.
—No necesita presentarse. Es bien
conocido. –dijo con una agradable
sonrisa.
— ¿Y de qué os conocéis?—
preguntó Julian cogiéndola por la cintura
como si se sintiera amenazado.
Denley levantó una ceja y ella salió
de su sorpresa contestando— Era mi
jefe en un trabajo que hice en Nueva
York
Eso pareció relajar a Julian que
sonrió— ¿Y quedó contento con ella?
—Mucho. — dijo mirándola a los
ojos— Se hizo imprescindible.
—Es que mi chica tiene mucho
talento.
Se sonrojó y bebió de su copa
mostrando que le temblaba la mano. Al
bajar la copa se lamió el labio inferior
inconscientemente y Denley no se perdió
detalle— ¿Y qué le trae a Boston?—
preguntó nerviosa.
—Negocios. Se acercan las
Navidades y quería solucionar unos
asuntos antes de las fiestas.
—Entiendo. ¿Y cómo va todo en la
oficina?
—Stella se ha separado, pero
seguro que ya lo sabes porque os
escribís a menudo.
—Sí. — sonrió con pena— Lo he
sentido mucho por ella. Le quería.
—Es que a veces no sabemos lo
que tenemos hasta que lo perdemos. —
dijo mirándola fijamente robándole el
aliento.
Julian vio a un conocido y les dijo
— Vuelvo en un minuto. ¿Me la cuida,
Lambert?
—Claro que sí. Tómese todo el
tiempo que quiera.
Su prometido sonrió y la besó en la
sien antes de apartarse. Denley perdió
algo la sonrisa— ¿Sabe él que mientras
estabais separados era a mí a quién
querías?
Le miró atónita— ¿De qué hablas?
— ¿Qué me enviabas regalos, qué
me escribías? ¿Se lo has dicho a tu
prometido?
— ¿Y por qué iba a decírselo? No
pasó nada.
—Porque yo no quise.
—Exacto. Nunca hubiera pasado
nada entre nosotros, porque tú nunca te
hubieras fijado en mí. ¿Crees que soy
idiota? ¿Una niña rica descerebrada que
no sabía lo que hacía? Lo sabía muy
bien. Tú me veías como un insecto
molesto, mientras que yo te observaba
como quien observa a una estrella de
cine. Nunca estaría contigo, pero me
gustaba contemplarte. — Denley se
tensó y ella se echó a reír— Te
admiraba. Punto. Pero de ahí a que
hubiéramos tenido algo, es dar mucho
por supuesto, Denley.
La cogió por el brazo furioso—
¿Vas a negar que si yo hubiera querido,
hubieras acabado conmigo en la cama?
—Antes del incendio sí lo hubiera
hecho. — respondió muy seria
mirándolo con sus ojos verdes brillantes
de excitación— Pero después todo
cambió.
Él apretó los labios— No quería
hacerte daño.
—Mentiroso. Claro que querías. Te
proporcionaba buenos ingresos y no
querías despedirme, pero odiabas que
me acercara a ti. — dijo rota de dolor—
Te he dicho que no soy estúpida. Me
utilizaste como me utiliza Julian, pero él
no me hace daño.
— ¡No te utilicé! Sólo que no sabía
que eras tú…
—Vuelves a mentir. — dijo con
desprecio— Como dijiste, lo sabías
pero no podías probarlo. Ahora
suéltame antes de que llames la
atención.
Muy tenso se enderezó y soltó su
brazo—Quiero que vuelvas. —esas
palabras la decepcionaron tanto que no
pudo disimularlo y Denley la miró
preocupado— Vamos nena, tienes que
volver a Nueva York.
—De todas las personas que me
han decepcionado en la vida que me ha
tocado vivir, nunca nadie me ha
decepcionado como tú. — susurró
dolida provocando que diera un paso
atrás como si lo hubiera golpeado —Al
menos cuando me despreciabas eras
sincero.
—Raychel, no digas eso.
—Realmente da asco lo que el
dinero provoca en las personas.
Se giró para dejarlo, pero él la
volvió a coger por el brazo — ¡Esto no
tiene nada que ver con el dinero!— la
miró a los ojos— ¿Quieres saber por
qué quiero que vuelvas? Porque cuando
me enteré de que el incendio no lo
habías provocado tú, me sentí como un
cabrón insensible. Porque cuando fui al
hospital esa noche y escuché tus gritos
de dolor, no fui capaz de entrar para
consolarte como un jodido cobarde. —
los ojos de Raychel se llenaron de
lágrimas— y porque…
—Raychel ¿quién es este hombre
tan guapo?
Su hermana Terry apareció vestida
con un impresionante vestido dorado y
frunció su delicado ceño al ver que la
sujetaba por el brazo. Denley se separó
de ella lentamente y su hermana la miró
a la cara tensándose en el acto—
¿Raychel?
—Todo está bien. — dijo ella
forzando una sonrisa— Terry, él es
Denley Lambert.
Su hermana que era la única
persona del mundo en quien confiaba
plenamente, miró a su ex -jefe como si
quisiera matarlo— Buenas noches,
señor Lambert. ¿Qué hace en Boston?
—Veo que mi fama me precede.
—Pues sí. Y ahora si nos disculpa,
queremos seguir con la fiesta.
—Terry…
Su hermana hizo un gesto con la
mano y dos segundos después sus
guardaespaldas se acercaron a ellas—
Raychel…— Denley la miró a los ojos
— tienes que volver para que haga las
cosas bien.
—Las cosas están bien como están.
— dijo intentando no llorar — Adiós,
Denley.
— ¡Aquí no eres feliz, lo puede ver
hasta un ciego!—le miró dolida y se giró
no queriendo continuar con la
conversación— Raychel…
—Estos señores le acompañarán a
la puerta. — dijo Terry en ese tono
lacerante que había aprendido de su
madre— No vuelva a acercarse a mi
hermana.
Raychel no quiso escuchar más y
aceleró el paso hasta echar a correr,
saliendo de la fiesta. Bajó los escalones
del hotel, sujetándose el bajo del
vestido y en cuanto salió al exterior se
dirigió hacia un taxi que la llevó a su
apartamento en la zona alta de la ciudad.
Sólo cuando estuvo detrás de la
puerta cerrada, pudo dar rienda suelta a
sus lágrimas. Se sentía tan sola. Nadie la
entendía. Añoraba su vida en Nueva
York. Poder hacer lo que quisiera
cuando quisiera. Tener un trabajo
normal. No había conseguido triunfar en
lo suyo, pero tampoco lo había intentado
realmente.
En realidad todo era culpa de
Denley. Había pasado por la calle de su
empresa justo cuando él entraba y no
había podido evitarlo. Había sido
superior a sus fuerzas. Cuando se enteró
de que trabajaba en una empresa de
diseño, le pareció perfecto y buscó un
trabajo allí. Fue una suerte que quedara
una vacante en su departamento y
después vino todo lo demás.
Eso ni siquiera se lo había dicho a
su hermana que era a la única a la que se
lo contaba todo. Simplemente le había
dicho que se había puesto a trabajar
para ser independiente y su hermana que
era una abogada de prestigio, se había
sentido orgullosa de ella.
Incluso se había llegado a mentir a
sí misma, diciendo que necesitaba el
trabajo para pagar las facturas, cuando
tenía una cuenta a rebosar de dinero.
Aquello no era normal. Estaba mal
de la cabeza. Se sentó en el suelo y se
pasó las manos por la cabeza viendo
cientos de imágenes de Denley en su
cabeza, que había intentado reprimir
durante esos días. ¿Se estaría volviendo
loca? Se levantó temblando y respirando
agitadamente. Cuando llamaron a la
puerta se volvió muy nerviosa.
— ¿Raychel?
— ¡Vete!— le gritó a la puerta al
darse cuenta que era Denley.
— ¿Raychel?— la voz de él se
elevó — ¿Qué pasa? Abre la puerta.
— ¡Déjame en paz!
— ¡Nena, déjame entrar!
— ¡No quiero verte más!— grito
histérica. Chilló cuando vio como abría
dando una patada a la puerta y al ver el
estado en que se encontraba, levantó una
mano intentando calmarla.
—No pasa nada. — le susurró
entrando en el apartamento y cerrando la
puerta.
— ¡Tienes que irte! — rogó
llorando.
—No me voy a ir a ningún sitio. Y
si me voy, vendrás conmigo. —negó con
la cabeza y se pasó la mano por la cara
para limpiar sus lágrimas. Al ver su
anillo, se echó a llorar otra vez —Lo
arreglaremos.
— ¡No arreglaremos nada!— le
gritó ella furiosa — ¡Todo esto es culpa
tuya! ¡Yo tenía una buena vida!
—Estás enfadada conmigo. Lo
entiendo. Soy idiota por no haberme
dado cuenta de muchas cosas. — dio un
paso hacia ella y Raychel dio un paso
hacia atrás.
— ¡Eres un idiota!
—Sí, soy idiota.
De repente Raychel le miró
parpadeando y se echó a reír. Denley se
acercó a ella y le acarició la mejilla
provocando que se le cortara el aliento
al sentir su tacto. Le miró a los ojos y él
dijo en voz baja— No quiero que llores
más por mi culpa.
Su mano bajó hasta su cuello y se
lo acarició hasta el lóbulo de su oreja
mientras acercaba su cara a ella
besándola suavemente en su labio
inferior, provocando que Raychel
suspirara— Eres mía. —dijo cogiéndola
de la cintura y pegándola a él antes de
besarla apasionadamente, provocando
en ella unas sensaciones que no sabía ni
que existían. Al sentir su lengua
entrando en su boca, fue como si el
fuego la recorriera de arriba abajo y
sólo pudo sujetarse a sus hombros. Y
entonces todo se desencadenó. Fue como
si de repente ambos se sintieran
ansiosos por estar con el otro y se
abrazaron queriendo más. Las manos de
Denley fueron a parar a su trasero
apretándoselo contra su sexo erecto y
ella gimió en su boca tirando de su
cuello. Denley tiró de su vestido hacia
arriba y la empujó contra la pared. Ella
gimió separando su boca y le miró a los
ojos cuando metió una mano entre sus
piernas acariciándola. Con la
respiraciones alteraras se miraron a los
ojos y jadeó cuando le arrancó las
bragas antes de que Denley la cogiera
por las caderas elevándola sin dejar de
mirarla—Eres mía. — dijo antes de
entrar en ella lentamente. Raychel cerró
los ojos, arqueando su cuello hacia atrás
y él se lo besó hasta llegar al lóbulo de
su oreja— Mía. — susurró antes de
moverse en su interior con fuerza. Ella
gritó de placer y se aferró a su cuello
queriendo más provocando que él
acelerara sus envestidas. El éxtasis casi
le llegó por sorpresa y con tal fuerza,
que la dejó sin fuerzas entre sus brazos.
—Nena. — le susurró al oído—
¿Cielo…— asustado la miró tocando su
cara— Joder, pensaba que te habías
desmayado.
—Mumm. Sí.
Denley la miró divertido— ¿Sí,
qué?
Raychel abrió los ojos como si le
pesaran— Que me he desmayado.
— ¿Es coña, no?— la miró
preocupado y la cogió por la barbilla
para mirarla bien.
—No…Creo que… Bueno, no lo
sé.
La miró divertido— Así que te ha
gustado.
Insegura le miró— ¿Y a ti?
—Te voy a demostrar lo que me ha
gustado. — la besó en los labios
suavemente— Te vas a desmayar mucho
esta noche.
Intentó llevarla en brazos pero a
oscuras y con los pantalones bajados les
entró la risa —Espera. — la dejó en el
suelo y se subió los pantalones a toda
prisa.
De repente se abrió la puerta de su
piso chocando contra la pared y entró
Bill con la pistola en la mano. Denley se
tiró sobre ella y Rachel gritó al oír un
disparo.
Durante unos segundos sólo se
escuchó silencio y Rachel asustada
miraba a Denley a los ojos.
— ¡Levante las manos!—gritó Bill
entrando en la casa con otro
guardaespaldas detrás sin dejar de
apuntarlos.
—Denley. — susurró muerta de
miedo — ¿Estás bien?
—Sí. — la abrazó con fuerza.
—Levanta las manos antes de que
te maten. — dijo asustada.
—Nena…
—Levanta las manos. — le suplicó.
Él lo hizo lentamente separándose
de ella y Rachel se apoyó en la pared —
¡Bajar las armas!
—Raychel ¿estás bien?— preguntó
Bill preocupado. Su compañero
encendió la luz pero siguieron apuntando
a Denley que los miraba furioso.
— ¡Estáis mal de la cabeza! ¿Cómo
se os ocurre disparar de esa manera?
Temblando Raychel sintió su
vestido húmedo y miró hacia abajo. Al
ver una gran mancha oscura en su
costado, empezó a temblar
incontrolablemente y Bill la miró —
¡Joder, llama a una ambulancia!
Denley la miró y palideció al ver
su mano ensangrentada —Nena…
Asombrada le miró a los ojos—
¡Me han pegado un tiro! Ya verás
cuando se entere mi padre.
Denley intentó acercarse pero Bill
no dejaba de apuntarle— ¡No se mueva!
— ¡Cállate imbécil!— le gritó ella
furiosa — ¡Y guarda el arma! ¡Se te va a
caer el pelo!
Bill apretó los labios antes de
bajar el arma y Denley la cogió en
brazos — No te preocupes, nena.
Enseguida viene la ambulancia. — miró
a Bill como si quisiera matarlo mientras
se sentaba en el sofá con ella encima—
Más te vale que te encargues de que
venga una ambulancia.
—Está de camino. — dijo el otro
guardaespaldas con el teléfono en la
mano —También he llamado al jefe.
— ¡Serás gilipollas! ¡Nos va a
colgar por los huevos!—gritó Bill
mientras Denley le acariciaba el cabello
a Raychel muy nervioso.
Ella sonrió —No me va a pasar
nada.
—Vendrás a Nueva York conmigo.
— le ordenó— Así que tienes que
ponerte bien.
Esa frase le borró la sonrisa —No
puedo volver.
—Nena, claro que vas a volver. —
la abrazó a él y la besó en la coronilla
—Tienes que volver.
—Mi vida está aquí. — dijo contra
su cuello sintiendo que las fuerzas la
abandonaban y que su visión se nublaba.
—Tu vida está conmigo.
Eso fue lo último que oyó antes de
perder la consciencia.
Capítulo 4

Cuando se despertó hizo una mueca


porque le dolía el costado y vio a su
madre sentada en una silla con el traje
de noche negro que llevaba en la gala.
Varios mechones se le habían escapado
del recogido y tenía los ojos hinchados
como si hubiera llorado mucho.
—John, dime que se pondrá bien.
— había miedo en su voz y la vio
levantar la vista hacia el fondo de la
habitación. Ella siguió su mirada y vio a
su padre sin la chaqueta del smoking ni
pajarita. En su expresión se veía que
estaba muy preocupado.
—Se pondrá bien. Ya has oído al
cirujano. La ha dejado como nueva.
—No teníamos que haberla dejado
ir a Nueva York. —dijo su madre
poniéndose a llorar — Es muy inocente
y siempre le hacen daño.
Su padre se acercó a su madre y se
acuclilló ante ella— Eh… no llores. Es
muy fuerte.
—Está enamorada de ese hombre.
Me lo ha dicho Terry. Y él le ha hecho
daño. Sólo mostró interés por ella
cuando se enteró de quién era. Y ahora
ha vuelto a por ella.
—Parecía muy preocupado por
ella. — su padre le acarició la mejilla.
— ¡Entró en su casa a la fuerza! No
lo quiero cerca de mi hija.
—No es culpa suya que Bill le
haya pegado un tiro a la niña. — dijo su
padre empezando a enfadarse— Ese
imbécil. Voy a hacer que nunca más
pueda trabajar en seguridad.
—No es culpa de Bill. —dijo sin
poder evitarlo.
Sus padres la miraron y se
acercaron a ella rápidamente— ¿Como
estás, mi amor?— preguntó su madre
acariciando sus rizos.
—Bien. — sonrió con cansancio —
Bill hizo su trabajo pero tiene una
puntería pésima.
Su padre sonrió— Cierto.
—Es culpa mía por irme de la
fiesta sin avisar.
—También es cierto.
Su madre miró a su padre como si
quisiera matarlo— A ver si ahora tiene
la culpa la niña de que ese idiota le haya
pegado un tiro.
—Tranquila, mamá. —le cogió la
mano —¿Cómo está Denley?
Su madre se tensó y miró a su
marido—Sobre ese hombre…
—Cielo, no creo que sea el
momento. — la cortó su padre antes de
mirarla con sus ojos azules —Está en la
sala de espera. Dice que no piensa
moverse hasta que no te vea.
— ¿Le habéis dicho que estoy
bien?— sus ojos se llenaron de lágrimas
sin poder evitarlo.
—Claro que se lo hemos dicho. —
respondió su padre con suavidad. Le
acarició la mejilla y le guiñó un ojo—
¿Quieres verlo?
Pensó en todo lo que había dicho él
antes del disparo y en su
comportamiento en Nueva York.
También acababa de escuchar a su
madre y todo lo que había dicho era
cierto. Le quería, pero él no la amaba.
Era cierto que su actitud había cambiado
como de la noche al día con ella y eso
era casi milagroso. Y ella no creía en
los milagros. ¿Cómo un hombre podía
pasar de no soportar a una persona, a
decir que era suya? Era imposible.
Sintiendo que se le rompía el corazón
miró a su padre y él asintió— No te
preocupes. Se irá de inmediato.
— ¿Puedes decirle algo de mi
parte?
—Claro, cielo.
Una lágrima cayó por su mejilla—
Dile que esto es lo mejor para los dos y
que no quiero volver.
—Muy bien.
Se alejó de ella y fue hasta la
puerta abriéndola sin perder el tiempo.
En cuanto salió de la habitación, miró a
su madre que la observaba con los ojos
llenos de lágrimas— Te olvidarás de él.
— susurró.
—Puede, pero estoy casi segura de
que no será así. Le quiero.
—Tú te mereces algo mucho mejor.
—Yo no quería algo mejor. Le
quería a él. —volvió la vista hacia el
otro lado de la cama y a través de la
ventana vio que era de día — ¿Sabes?
Cuando le vi por primera vez, sentí que
los pies se despegaban del suelo. Nunca
me había sentido mejor y tenía la
sensación de que era feliz sólo con
verlo. Por eso pedí el trabajo en su
empresa y durante dos años tenía una
razón para levantarme por las mañanas.
—Dios mío, hija. — dijo su madre
desgarrada.
Sonrió con tristeza— Todas las
mañanas esperaba en la esquina a que él
llegara. — se echó a reír— Tenías que
verle la cara. Aparentaba aburrimiento
pero en realidad no podía ni verme. De
todas maneras, intentaba hablar con él
ignorando ese hecho. Le escribía mails
anónimos— soltó un risita— y le hacía
regalos.
— ¿Qué le escribías?
—Tonterías. — sonrió recordando
— Un día se mojó los bajos de los
pantalones en un charco al salir del
coche y le escribí diciendo que los
pusiera a secar en el radiador. Que
Stella su secretaria, se alegraría la vista.
Su madre soltó una risita y ella la
miró— Cosas así.
— ¿Sabía que eras tú la que le
escribía?
—Lo suponía. Sobre todo porque
lo esperaba por las mañanas y varias
veces me vio ante su casa.
— ¿Qué?
Se echó a reír al ver su cara de
asombro— No soy una acosadora.
Las carcajadas de su madre la
hicieron reír otra vez y gimió cuando le
dolió el costado — Pobre hombre.
¿Durante dos años te tuvo detrás y no te
echó de la empresa?
Eso le hizo perder la sonrisa— Soy
muy buena en mi trabajo.
—Ya veo. — le acarició la mano y
la abrió para ver la cicatriz— Pero le
salvaste la vida.
—Estaba resfriado y no fue a
trabajar. Me pasé por su casa después
del trabajo y vi el humo salir de la
puerta. Simplemente entré y no me
arrepiento.
—Pero pasó algo ese día ¿verdad?
— preguntó al ver su expresión.
—Fue el desprecio de su voz. —
dijo sintiendo un nudo en la garganta—
Cuando me vio sobre él despertándole,
me habló de una manera que me hizo
daño. No había ocurrido hasta ese
momento y me hizo sentir como sino
fuera nada para él. Me gritó y me acusó
de quemarle la casa.
—Lo siento mucho, hija.
Se miraron a los ojos— No me voy
a casar con Julian.
—Lo sé. No te preocupes por eso.
—No encajo aquí, mamá. No
seguiré viviendo así. Me estoy
volviendo loca.
—Shuss. — su madre le limpió las
lágrimas— Cuando salgas del hospital
hablaremos de ello. Encontraremos una
solución.
Su padre entró en la habitación y
parecía disgustado — ¿Qué ha pasado?
—Lo ha tenido que sacar
seguridad. No quería irse.
— ¡Dios mío!— exclamó su madre.
Su padre se acercó a ella y sonrió
— Me ha dicho que leas tus mails, que
ahí te lo explica todo.
Sorbió por la nariz sin entender lo
que quería decir— ¿Mis mails?
—Eso me ha dicho.
—No sé qué puede decirme que no
me haya dicho ya. — cerró los ojos y
los abrió de golpe —La cuenta falsa.
Su madre sonrió— Hija, ya los
leerás cuando te encuentres mejor.
— ¿Qué cuenta falsa?— su padre
estaba intrigado.
—Ya te lo explicaré luego. — miró
a su marido como si tuviera mucho que
contarle y John asintió.
Miraron a su hija que agotada
cerraba los ojos de nuevo y cuando se
quedó dormida John levantó una ceja —
¿Vas a explicarte?— susurró a su mujer.
—Investiga al señor Lambert,
querido. Porque va a ser tu yerno.
La mirada de decisión en su mujer
le puso alerta— ¿Y cómo piensas
conseguirlo ahora que lo ha echado?
—Porque haré que se arrastre hasta
que se dé cuenta que la quiere. —su
marido la miró sin comprender —Es una
larga historia.
—Sin duda también es muy
interesante.
—Primero haré que se recupere.
No sólo físicamente, sino anímicamente.
Está hecha un lío.
— ¿Y cuando descubra lo que
quiere?
—Se casará porque está
enamorada.
— ¿Y él?— preguntó
desconfiando.
—Eso es lo que vas a averiguar, mi
amor. Tiraremos el cebo a ver qué sale.
— ¿Estás segura? Puede que
después ella se sienta peor.
—Acaba de despachar al amor de
su vida porque desconfía de él. Tenemos
que hacer que recupere la confianza en
sí misma y en los demás. Sino sale bien,
no le diremos nada.
Su padre asintió mirando a su hija
— Pues espero que pase la prueba
porque me cae bien.
— ¿De veras?
—Parece un hombre, no como esos
niñatos que normalmente rodean a
nuestras hijas.
— ¿Entonces estás de acuerdo?
Se miraron a los ojos— Sólo si
ella no se entera de nada.
—Hecho. — se estrecharon la
mano y John tiró de ella para darle un
beso en los labios.
— ¿Recuerdas cuando la pasaste
tú?
Su marido gimió antes de reír— Tu
padre me las hizo pasar canutas.
—Pero lo conseguiste. – le rodeó
el cuello con los brazos mirándolo con
amor— Te quiero.
—Y yo a ti, mi amor.

— ¿Cómo te encuentras?—
preguntó su hermana cogiéndola del
brazo para ayudarla a sentarse en la
hamaca.
—Todavía no tengo ni idea de qué
hacemos en la casa de la playa. — dijo
mirando a su alrededor. La casa de la
República Dominicana nunca se usaba
en Navidades. Iban a Aspen unos días y
pasaban las fiestas en Boston.
—Unas Navidades tranquilas era lo
que necesitabas. — su hermana se tumbó
en la otra hamaca con un bikini rojo y
miró hacia el mar antes de ponerse las
gafas—Si nos hubiéramos quedado allí
no nos habrían dejado en paz.
Miró a su hermana extrañada— ¿Y
no te parece raro que se haya estropeado
el wifi? No me dejan acceder a Internet.
Déjame el móvil.
—A mí tampoco me funciona.
—Pues llévame hasta el hotel de
aquí al lado. Allí seguro que hay.
— ¿Y qué quieres ver, que tienes
tanta prisa?
Desde que había salido del hospital
no la habían dejado un momento a solas
para poder ver los mails de Denley y
necesitaba leerlos. Sabía que era una
tontería, pero aún así necesitaba leerlos.
Y como quería intimidad para hacerlo
en Boston no había podido hacerlo
porque su madre no se separaba de ella
y porque inexplicablemente el
ordenador de su antigua habitación había
desaparecido, su móvil no funcionaba y
desde que habían llegado la antena del
wifi tampoco. Todo empezaba a ser un
poco raro.
Miró a su hermana con
desconfianza— Muy bien, suéltalo ya.
Terry que estaba hojeando una
revista la miró sin entender.
— ¿Qué coño está pasando?
— ¿De qué hablas?
— ¿Me estáis ocultando algo?
Su hermana parpadeó asombrada—
Nada.
—No sabes nada. — dijo
decepcionada.
—Me considero una persona
inteligente, pero te aseguro que no tengo
ni idea de qué me hablas.
—Déjalo. — miró hacia el mar y
contempló un rato las olas. Le encantaba
esa casa. No era una gran mansión, sino
una casa familiar donde siempre lo
pasaban muy bien. Era un sitio para
relajarse sólo ellos. Las habitaciones
salían directamente a la playa y era tan
relajante que era su padre insistía en ir
una vez al año, un mes por lo menos.
Para recargar las pilas.
Cerró los ojos acariciándose el
costado— ¿Te duele?
Su hermana no perdía detalle—
Está sensible, eso es todo.
—Deberías ponerte pantalones
largos. No es bueno que a la cicatriz de
la pierna le dé el sol.
Se miró. Los pantalones cortos y la
camiseta de tirantes que llevaba, era
cierto que no cubrían la cicatriz de los
puntos del muslo, ni la quemadura de la
pierna —Joder, estoy hecha un desastre
— dijo antes de echarse a reír.
Su hermana sonrió — La verdad es
que llevas una racha…
Eso le hizo recordar a Denley y
perdió la sonrisa. Su hermana bajó las
piernas de la tumbona y le cubrió las
piernas con un pareo ligero —
Solucionado.
—Gracias. — susurró intentando
no llorar.
Su hermana se sentó a su lado y
sonrió apartándole un rizo de la frente—
No tienes que preocuparte. El tiempo
pone las cosas en su sitio.
—Sí.
—Julian se lo ha tomado muy bien
y…
—No estábamos enamorados. ¿Por
qué se lo iba a tomar mal?
— ¿Quizás porque llevabais
comprometidos tres años?
—Tú sabes porque lo hicimos.
Su hermana hizo una mueca— Y te
dije que era un error.
—Sabelotodo.
—Gracias. —orgullosa de sí
misma, levantó la barbilla haciéndola
reír cuando escucharon el sonido de un
helicóptero.
— ¡Papá ha llegado!— gritó su
madre desde el interior de la casa—
¡Chicas, a comer!
—Espero que la haya preparado
Rocío. — dijo Terry poniendo cara de
asco —Cuando le da por cocinar, en
realidad sólo quiere envenenarnos.
— ¡Serás mala! ¡Lo hace para ser
una familia normal!
—Pues como siga cocinando así, se
quedará sin familia porque nos enviará
al otro barrio.
Raychel se echó a reír y se levantó
lentamente de la tumbona para cruzar la
arena hasta la casa. Cuando entraron en
la casa por la puerta del salón-comedor
vieron la mesa puesta y Terry sonrió al
ver la ensalada— Rocío. — susurró
levantando el pulgar.
Sonrió y al girarse vio entrar a su
padre con un sobre en la mano. Todavía
llevaba el traje, lo que significaba que
habían salido de Boston después de ir a
la oficina— ¡Hola, papá!
— ¿Cómo está mi niña?— se
acercó y le dio un abrazo.
—Muy bien, gracias. — dijo Terry
con ironía.
— ¡Eh, que me han pegado un tiro!
—Ya, ya. — dijo poniendo los
ojos en blanco.
Su padre riendo se acercó a Terry y
la abrazó besándola en la sien— ¿Dónde
está tu madre?
—Espero que cocinando no.
—Dios te oiga. — dijo su padre
haciéndolas reír— ¡Cariño, si tienes una
sartén en la mano, déjala!— entró en la
cocina y ellas se sentaron en la mesa.
Terry sirvió el agua y sentada a su
lado, abrió el pan muerta de hambre.
Estuvieron hablando un rato y cuando se
terminó el pan gritó— ¿No vamos a
comer? Mierda, estoy muerta de hambre.
—miró divertida a Raychel— ¿Qué?
Cuando estoy de vacaciones como lo
que quiero.
—Al menos a ti las dietas te
funcionan.
—Es porque no eres constante.
Céntrate en un objetivo y no te detengas
hasta conseguirlo.
—Ya, pero los macarrones con
queso se interponen en el objetivo
siempre que me lo propongo. — se
metió un trozo de pan en la boca y su
hermana gimió.
Sus padres salieron de la cocina
con una sonrisa de oreja a oreja y Terry
frunció el ceño— ¿Qué pasa? ¿Somos
aún más ricos?— su hermana se levantó
mostrando su pareo— No, no me lo
digáis, esperar a que lo adivine. —su
madre la miró exasperada— ¡Ya lo
tengo! ¡Papá ha llevado a la bancarrota a
la reserva Federal!
—Muy graciosa. — dijo su padre
haciéndolas reír —Algún día me
agradecerás que seamos tan eficientes
con el dinero.
—No papá, serán nuestros
tataranietos quienes te lo agradecerán.
Raychel miraba a sus padres con
una sonrisa en la cara— ¿Y cual es esa
noticia? Debe ser muy buena para que
mamá tenga esa expresión en la cara.
—Serán descaradas. — dijo su
madre exasperada.
—Venir aquí. — dijo su padre
yendo hacia los sofás blancos del salón.
Confundida miró a Terry que se
encogió de hombros y se acercaron a sus
padres sentándose en el sofá de en
frente.
Su padre la miró a ella y su madre
también— Ah, es cosa tuya. — dijo
Terry mirándola también.
— ¿Mía?
—Cielo, no te enfades. — dijo su
madre poniéndola alerta.
— ¿Por qué iba a enfadarme?
Su padre sacó del sobre unas
fotografías y se tensó al ver a Denley
sobre la mesa. Cogió las fotos a toda
prisa y le vio en varias situaciones —Le
habéis investigado. — susurró
comiéndoselo con los ojos.
—Era necesario. –el tono de su
madre le decía que los comprendiera —
Queríamos probarte algo.
Esa frase la confundió todavía más
— ¿Probarme algo?
Su madre pellizcó el brazo de su
padre y él empezó a hablar— Nunca os
hemos dicho lo que hizo el abuelo antes
de que nos casáramos.
— ¿El abuelo?— Terry tampoco
entendía nada.
—Me hizo pasar una serie de
pruebas antes de dejar que me casara
con vuestra madre.
— ¿Qué pruebas?— Raychel no
salía de su asombro y no llegaba a
entender qué tenía que ver eso con
Denley.
—Pues me tentó.
— ¿Te tentó con qué? ¿Con dinero?
Su padre sonrió— Eso habría sido
lo fácil. Ofrecerme dinero para que me
largara o hacerme firmar un contrato
prematrimonial.
— ¿Entonces?— Terry estaba de lo
más interesada.
—Me tentó de otras maneras. –
miró a su mujer y sonrió cogiendo su
mano— Puso a detectives a seguirme y
contrató a unas mujeres preciosas.
Raychel se tensó enderezando la
espalda— Entiendo.
—Tu padre pasó esa prueba con
creces. — dijo su mujer orgullosa —
Estaba tan deprimido porque papá no me
dejaba verle que ni las miró siquiera. Y
eran preciosas.
—Felicidades. — dijo
desmoralizada porque esa prueba
Denley no la pasaría.
—También pasé otras pruebas.
— ¿Cómo cuales?
—Bueno. — miró de reojo a su
mujer— Sabéis que en aquella época yo
tenía una empresa de transportes.
—Sí. Todavía la tienes. — dijo
Terry.
—Pues tu abuelo la hundió. No le
costó mucho, la verdad. Un par de
llamadas y me había quedado sin
clientes.
A Raychel se le cortó el aliento—
Papá ¿qué has hecho?
—Esa prueba también la superó.
No me pidió dinero para salir adelante.
— dijo su madre orgullosa — Y lo hizo.
Consiguió levantarla otra vez en un año.
— ¡Un año!— la sangre de Raychel
iba a toda velocidad.
—Cielo, estás pálida. — dijo su
padre preocupado.
— ¿Qué habéis hecho?
Sus padres se miraron— ¿No
quieres seguir oyendo la historia?
—Yo sí. — dijo Terry ganándose
una mirada de odio de su hermana—
¡Quiero saber cuales fueron la pruebas!
¡Igual las necesito en el futuro!
— ¡Terminar de una vez!— gritó
furiosa temiendo lo que habían hecho.
—Bueno, no hay mucho más. –dijo
su madre avergonzada— Le dije que me
habían propuesto matrimonio y que
pensaba decir que sí. Pero eso tú ya no
puedes hacerlo porque con lo de Julian
él supero la prueba. Fue hasta Boston.
— ¿Qué más?— Terry estaba
emocionada.
Su padre hizo una mueca— Tu
abuelo me pegó una paliza.
Ambas hermanas le miraron con la
boca abierta— Es una broma, ¿no?—
gritó Raychel histérica.
—No llegaremos a tanto.
— ¡Claro que no, porque no vais a
hacer nada de esto!— gritó levantándose
del sofá.
Sus padres se miraron y se llevó
una mano al pecho— ¿Qué prueba?
Como no contestaban, volvió a
gritar — ¿Qué prueba le habéis hecho
pasar?
—Las dos primeras. — respondió
su padre como si temiera que le fuera a
dar algo.
—Coño. — Terry la miró
preocupada antes de preguntar— ¿Y
cómo van?
Su madre sonrió radiante — Las ha
superado.
Raychel la miró incrédula— ¿No
picó con las mujeres?
Su padre sacó las fotos del sobre y
vio a cinco mujeres preciosas hablando
con él — Se las pusimos a tiro y no
mostró interés por ninguna. De hecho…
— ¿Qué?— preguntó impaciente.
Su padre sonrió de oreja a oreja—
Le dijo a una de ellas en un bar mientras
se tomaban una copa, que él estaba
esperando a que su mujer volviera.
Porque sabía que volvería.
—Que bonito. — dijo Terry
mirándola — ¿Has oído eso?
—Sí. —susurró mirando una de las
fotos. Estaba en la barra de un bar y
parecía abatido. Entonces recordó la
empresa— Si está en dificultades en la
empresa, no puede pedirme el dinero
porque no sabe donde estoy.
Su padre sonrió— Como no
queríamos que te enteraras tuvimos que
alterar esa parte. Le enviamos un
abogado de tu parte al saber que estaba
en dificultades y le propuso ofrecerle un
préstamo.
A Raychel se le detuvo el corazón
— ¿Y cómo reaccionó?
—Dijo que lo único que quería de
ti no tenía nada que ver con el dinero.
Que si querías ayudarle, que volvieras
al trabajo. — su padre se echó a reír a
carcajadas y su madre la miró radiante.
— ¿Qué hicisteis para que
estuviera en dificultades tan pronto?—
preguntó Terry— ¿No sería nada ilegal?
—Bueno, muy legal no fue. — dijo
su padre— Le pedí a un amigo que le
bloqueara las cuentas por una
inspección de hacienda.
— ¡Papá!
—Tranquila sólo estuvo en esa
situación diez días y no cedió. No se ha
arruinado, ni nada por el estilo. Aunque
tuvo que tener los huevos por corbata
cuando le exigieron el pago de no se
qué. Ascendía a diez millones. — su
padre lo dijo tan indiferente que Raychel
no salía de su asombro —Su abogados
estaban como locos.
Gimió pasándose una mano por la
frente y su mirada volvió a caer en las
fotografías — ¿Qué vas a hacer?—
preguntó su hermana.
— ¡No lo sé!
—Hija, no sé si te ama pero estoy
seguro que te está esperando.
—Ha pasado un mes. No es mucho
tiempo.
—Raychel. — dijo su padre
levantándose —Ese hombre espera que
vuelvas. Está seguro que lo harás tarde o
temprano.
Eso le robó el aliento y escuchó la
voz de Denley susurrándole al oído que
era suya. Miró a los ojos a su padre—
Pero no me quiere.
—Eso no lo sabes.
—No me conoce. No quiso
conocerme.
—Pues tendrás que regresar para
que te conozca, ¿no crees?
Todos la miraron y ella asintió
notando las mariposas en el estómago de
nuevo por las ganas que tenía de verle.
Estaban comiendo la lasaña que
había preparado Rocio, la cocinera,
pero Raychel estaba demasiado inquieta
como para comer— Me voy esta tarde.
—Me lo imaginaba. El helicóptero
te está esperando. Y el jet está en el
aeropuerto esperando a que llegues para
llevarte a Nueva York.
Se levantó a toda prisa y fue hasta
su habitación cogiendo únicamente el
bolso. Cuando salió, su familia la
esperaba de pie al lado de la puerta para
despedirse y ella abrazó a su madre—
Suerte, hija. —dijo emocionada —Ese
hombre tiene mucha suerte.
—Espero que piense lo mismo.
Abrazó a su padre y le besó en la
mejilla— Gracias.
—No me las des. Cuando se entere
de lo que he hecho se va a poner furioso.
Te lo digo por experiencia.
Su mujer sonrió abrazándolo—
Última prueba.
—Tomo nota.
Terry la miró con lágrimas en los
ojos— Cuando me toque a mí…
—Cuando te toque a ti estaré a tu
lado. — dijo abrazándola— Para lo
bueno y para lo malo ¿recuerdas?— le
dijo al oído.
—Siempre. — la besó en la mejilla
y le dijo— Venga, no le hagas esperar
más. No vaya a ser que se arrepienta.
Sonrió alejándose y les dijo —Os
llamaré.
Cuando salió de la casa sintió que
iba a hacia donde debía estar. Volvía a
casa.
Capítulo 5

Al entrar en su apartamento de
Nueva York con un abrigo que le había
prestado el chofer, se lo devolvió con
una sonrisa —Gracias, ha sido muy
amable.
—Un placer, señorita Turner. —
dijo él hombre cogiendolo mientras
miraba sus pantalones cortos —
Realmente no es el vestuario mas
adecuado para estar en Nueva York.
Ella se echó a reír— El viaje me
pilló por sorpresa. Gracias de nuevo.
En cuanto cerró la puerta fue
directamente a su ordenador e introdujo
la dirección de correo que había
inventado para los mails que le enviaba
a Denley. Impaciente introdujo la
contraseña y jadeó sorprendida al ver
que tenía doscientos cincuenta y seis
correos en la bandeja de entrada.
Impaciente abrió el primero y
retuvo las lágrimas al leer al día
siguiente del incendio “¿Eres tú? Si eres
tú, lo siento y espero que estés bien”
El siguiente fue unos días después
“No me has contestado. No sé si lo has
leído siquiera o si simplemente me
ignoras. Lo siento de verdad”
“Hoy te he visto en el ascensor y
entiendo tu postura. No quiero que te
sientas mal por ello. Pero a partir de
ahora mírame cuando te hable, ¿vale?”
Raychel sonrió sin poder evitarlo y
continuó leyendo el siguiente “Debo
reconocer que me he llevado una
sorpresa y tengo mil preguntas que
hacerte, pero te has ido. Sé que no
merezco ni una sola respuesta, pero
créeme que cuando te he visto salir por
esa puerta de cristal, he pensado por un
momento que no volvería a verte. Y me
niego”
Se pasó leyendo sus mails cuatro
horas y cuando terminó había gastado
toda la caja de pañuelos de papel. Ni
una sola vez le había dicho que la
quería, pero le había exigido que
volviera mil veces. Sobre todo después
de su encuentro en Boston. Sus mails a
partir de ahí eran casi desesperados,
preguntándole una y otra vez si estaba
bien o por qué no quería verle.
Pensando en ello se levantó de su
asiento y miró por la ventana del salón.
Ya era de noche y empezaba a
nevar. Era muy tarde pero se moría por
verle. Miró el ordenador y se acercó
sentándose ante el teclado y empezando
a escribir “Acabo de leer tus mensajes y
no sé qué decirte. Sinceramente hasta
hoy mismo, pensaba que tu actitud hacia
mí había cambiado al conocer mi
apellido, pero ahora no sé qué pensar.
Necesito tiempo para aclararme.
¿Podrás esperar?”
Antes de pensárselo más lo envió.
Eran casi las cinco de la mañana y no
esperaba respuesta, pero
inexplicablemente se quedó mirando la
pantalla. Sonrió al ver el mensaje en su
bandeja de entrada e impaciente lo abrió
“Ya sabes dónde estoy, nena. Estoy
deseando verte. Sólo dime que estás
bien”
“Estoy bien” No se atrevió a
escribir nada más, porque temía exponer
sus sentimientos y estaba deseando
verle. Esperaría hasta el día siguiente y
le daría una sorpresa.
Le llegó otro mensaje a la bandeja
de entrada y lo abrió rápidamente “No te
has explayado mucho”
Sonrió divertida. Al parecer no
quería dormir “¿No tienes sueño?”
“Muy graciosa”
“Es muy tarde. Mañana tienes que
trabajar”
“Tú también deberías trabajar,
llevas de vacaciones mucho tiempo. Te
lo descontaré de las del verano”
“Estás muy seguro de que voy a
volver”
“Tienes que volver. Todo lo que te
dije esa noche es cierto”
Le dio un vuelco al corazón,
escuchando en su oído que era suya.
Como se quedó mirando la pantalla sin
saber qué decir, recibió otro correo
“Necesito que me creas, nena. Dame una
oportunidad.”
“Dame tiempo. Hasta pronto.”—
contestó poniéndose nerviosa al ver que
insistía.
Se quedó mirando la pantalla pero
no recibió más mensajes, así que él le
dejaba espacio para que lo pensara.
Como no podía dormir, se puso a
mirar por Internet qué podía hacer para
sorprenderle. Tenía que ser algo
especial.

A la mañana siguiente le envió una


pistola de agua a la oficina y le puso en
la tarjeta “Para que la próxima vez
puedas defenderme”. Por la tarde le
envió un telescopio “Quizás puedas
verme con esto. Estoy al fondo y a la
izquierda”
Esa noche recibió un mail “Nena,
si me dices dónde estás, yo también
podré enviarte regalos”
“Eso no es divertido”
“¿Y te estás divirtiendo?”
“Sí”
“¿Crees que el juego durará mucho
tiempo?”
“¿Estás impaciente?”
“Sueño con estar dentro de ti”— a
Raychel se le cortó el aliento al leer eso
—“¿Recuerdas cómo fue? Perfecto”
“No juegas limpio”
“Veo que lo recuerdas, nena. Como
yo. Cada noche…” “¿Qué me regalarás
mañana?”
Se echó a reír “Ya lo verás”
“Necesito calcetines”
“Serás caprichoso”
“También necesito muebles para la
casa”
“¿Ya está lista?”
“¿Quieres verla? ¿Por qué no
vienes de visita? ¿Qué tal una semana?”
“No llevo cerillas encima”
“Muy graciosa. Sí, muy graciosa.”
“Gracias”
“Dime cuándo vuelves”
“Depende de lo que me divierta”
“Yo haré que te diviertas
muchísimo…”
“Antes no lo eras demasiado. Tus
chistes no me hacían gracia”
“No me refería a ese tipo de
diversión”
Raychel se echó a reír— “Serás
pervertido”
“¿Se nota que necesito sexo?”
“Un poco. No, bastante. Se me
acaba de ocurrir un regalo para mañana”
“No será uno de esos chismes a
pilas”
“Claro que no. No soy tan obvia”
“Dime dónde estás”
“Hasta mañana”
“Hasta mañana, cielo”

Al día siguiente le envió una caja


llena de calcetines de bebé “No sabía tu
talla. ¿Crees que te quedarán bien?” y
por la tarde le envió una caja de
inhibidores de apetito sexual que había
encontrado en Internet “Al parecer van
muy bien para lo tuyo” La foto de la caja
era muy específica y esperaba que no lo
abriera con nadie cerca. Se partió de la
risa pensando en ello.
Estaba cenando comida china
viendo la tele cuando llamaron a la
puerta. Se quedó con los palillos a mitad
de camino y miró hacia la puerta sin
saber qué hacer.
—Estoy oyendo la televisión,
Raychel. Nena, abre la puerta.
— ¡Estoy cenando!
Escuchó su risa detrás de la puerta
y sonrió mientras masticaba— ¿Y no me
invitas?
— ¿Cómo sabías que estaba aquí?
—He pasado por delante de tu casa
y he visto la luz. No te has escondido
mucho.
Suspiró mirando el cerdo agridulce
— ¿Me dejarás cenar?
— ¿Tanto apetito tienes?
— ¡No deberías estar aquí!— se
levantó dejando el envase sobre la mesa
de café y se miró el pijama de flores que
llevaba. No podía llevar nada más anti-
sexo — ¿No sabes lo que significa la
palabra tiempo?
— ¡Raychel, abre la maldita
puerta!
— ¿No te has tomado las pastillas?
—Muy graciosa. Stella se quedó de
piedra cuando vio la caja sobre el
escritorio.
Abrió la puerta y asomó la cabeza.
Se miraron a los ojos y ella se sintió
feliz —Tienes que irte.
Denley sonrió apoyándose en el
marco de la puerta. Estaba guapísimo
con su traje gris y su abrigo en el brazo
— ¿No me invitas a cenar?— la manera
en la que se lo dijo, le puso la carne de
gallina y Raychel abrió los labios sin
darse cuenta. Denley se agachó y atrapó
sus labios tan rápidamente que no le dio
tiempo a reaccionar. Empujó la puerta
con la mano y ella tuvo que caminar
hacia atrás. Ensimismada en sus
caricias, no fue consciente de que
Denley estaba cerrando la puerta y la
cogía por la cintura para pegarla a él.
Cuando separó sus labios ella y la miró
a los ojos, le susurró— No vuelvas a
irte.
—No me fiaba de ti.
—Lo sé. — le acarició la mejilla y
su pulgar acarició su labio inferior—
Pero tú me elegiste y no puedes echarte
atrás. — atrapó su boca y la besó con
fervor.
Raychel gimió levantando sus
brazos para sujetarse en sus hombros,
pero de repente se apartó de ella y
parpadeó sin saber qué había ocurrido
— ¿Qué pasa?
Denley se quitó la chaqueta y se
sentó en el sofá— ¿No querías cenar?
Atontada le vio coger uno de los
envases y empezar a comer — ¿Es una
broma?
—Me dijiste que tenías hambre.
—Es por el pijama, ¿verdad?— se
miró y después le miró a él —No es muy
sexy. Espera que me cambie.
—Nena, no es por el pijama. —
dijo reprimiendo una sonrisa— ¿No
querías tiempo para aclarar las ideas?
—He cambiado de opinión. — se
acercó a él y se arrodilló a su lado. Le
quitó el envase de las manos y le
empezó a besar en la barbilla mientras
sus manos empezaban a deshacer la
corbata.
—Es que no quiero que hagas algo
que no te apetezca. — dijo apartándola
para coger otra vez el envase.
—Increíble. — dijo ella
sentándose sobre sus talones viéndole
comer su cena—Primero te presentas en
mi casa, me pones a tono y ahora me
dejas así. ¡Eso tiene un nombre!
Denley levantó una ceja— ¿Y si
luego te arrepientes? Quiero que
hagamos las cosas bien.
—Te he acosado, te he sacado de
un incendio y me han pegado un tiro por
tu culpa. ¡Me lo debes!
—No te han pegado un tiro por mi
culpa.
—Sino hubieras tirado la puerta y
después…
—Vale. —se miraron a los ojos—
Luego no te quejes.
—Si es igual que la otra vez, no
tendrás ninguna queja. —dijo
levantándose y quitándose los
pantalones.
Denley le miró las piernas y apretó
los labios al ver su enorme cicatriz en el
gemelo— ¿Te duele?
—En este momento no me duele
nada. –dijo quitándose la chaqueta del
pijama por la cabeza y quedándose
desnuda ante él.
Él alargó la mano dejando el
envase sobre la mesa sin dejar de
mirarla —Nena…—dijo con voz ronca
— Tienes los pechos más bonitos que he
visto en la vida. —alargó la mano y
acarició la curvatura de su pecho
izquierdo provocando que se
endurecieran sus pezones. Su mano bajó
por su cintura hasta su cicatriz y Raychel
tembló por la caricia— ¿Estás segura
que puedes hacerlo? Hace poco que te
operaron.
—Casi un mes. — se acercó a él
siguiendo su contacto — ¿Te gusto?—
preguntó insegura— No soy como esas
mujeres con las que sales.
—No. — la miró a los ojos
subiendo la mano por su espalda para
atraerla a él y sentarla en su rodillas—
Tú eres mucho mejor. — la cogió por la
nuca y la besó devorándola. Ella le
acarició la nuca y ni se dio cuenta que la
levantaba en brazos separando su boca
— La cama.
— ¿Uhnnn?— le besó en el cuello
hasta llegar al lóbulo de su oreja.
—Nena, la cama. —dijo con voz
grave caminando con ella en brazos. No
había demasiadas puertas así que la
encontró enseguida mientras ella le
besaba disfrutando de su aroma.
Cuando la tumbó en la cama se
separó de ella y Raychel protestó.
Denley mirándola a los ojos se sacó la
corbata por el cuello a toda prisa y casi
se arranca la camisa. A Raychel se le
secó la boca y se sentó en la cama
alargando la mano para tocarle el pecho
— ¡Joder, Raychel!— dijo él cerrando
los ojos al sentir sus dedos sobre su
pezón. Ella no pudo resistirlo más y
acercó su boca pasando la lengua por él
provocando que Denley gimiera de
placer. Nunca se había sentido más
poderosa que en ese momento y le
mordió el pezón suavemente antes de
bajar por el centro de su pecho hasta su
ombligo. El tensó el vientre y la cogió
por la nuca para apartar su boca antes de
besarla desesperado. Consiguió
apartarla lo suficiente para quitarse los
pantalones y cuando se tumbó sobre ella,
Raychel gimió al sentir el roce de su
piel y le abrazó el cuello. Denley
abandonó sus labios antes de besar su
cuello bajando hasta sus pechos. Ella
gritó cuando sus dientes rozaron su
pezón y arqueó la espalda sin darse
cuenta pidiendo más. La mano de Denley
acarició su cintura hasta su cadera
abriendo más sus piernas antes de
colocarse entre ellas y entrar en ella con
una sola embestida que a Raychel le
hizo gritar de placer. Él la miró a los
ojos mientras entraba y salía de ella con
firmeza provocando que su cuerpo se
tensara casi dolorosamente antes de
estallar en un orgasmo tan intenso que
creyó que la mataría. Nunca en su vida
se había sentido tan bien como en ese
momento.

Totalmente agotada y con los ojos


cerrados cuando empezó a recuperar la
consciencia. Sintió sus manos
acariciándola y sus labios sobre sus
pechos— Piedad. — rogó intentando
escapar.
—Dijiste que no te quejarías. —
respondió divertido antes de besar su
vientre. Ella le agarró del cabello y tiró
de su cabeza hacia arriba mientras
Denley se reía —Nena…
Se colocó sobre ella de nuevo y le
acarició la mejilla sujetándose en sus
antebrazos— ¿Volverás al trabajo?
— ¿Quieres que vuelva?
—Sólo si tú quieres. Pero te he
echado de menos en el ascensor por las
mañanas.
— ¿De veras?
Denley perdió la sonrisa— Lo
siento, cielo.
—No tienes que sentir nada. No lo
hacía por tener nada contigo. Sabía que
no te gustaba.
—Estoy algo ciego.
—Más bien parecía que estabas
sordo.
Denley se echó a reír y le besó en
los labios— ¿Necesito sonotone?
—Ahora oyes mucho mejor.
Capítulo 6

Los siguientes días fueron los más


maravillosos de la vida de Raychel.
Como todavía no estaba bien del todo,
él se negara a que volviera mientras que
trabajara en casa. Cosa que a ella no le
hizo mucha gracia, por no poder verle
tanto como quisiera. Pero en cuanto
llegaba a casa, se pasaban horas
hablando y haciendo el amor. Un
sábado, que él estaba más descansado,
no la dejó salir de la cama y ella
decidió que ya podía volver al trabajo si
podía pasarse tantas horas teniendo
sexo.
Un mes después su madre llamó
por teléfono y ella estaba lavando unos
pinceles en su despacho— Dime.
— ¿Cómo va todo?
—Muy bien. –dijo con una sonrisa
en la cara— Esta noche vamos al teatro
a ver no sé qué musical.
—Hija, ¿sabes que ha papá le dan
el premio a empresario del año?
— ¿Otra vez?— se detuvo dejando
los pinceles en el tarro de cristal— ¡Es
la tercera vez!
—Lo sé, pero sabes que eso va por
votación y le ha vuelto a tocar. — dijo
su madre aburrida— Papá quiere que
vengáis.
— ¿Con Denley?
— ¿Acaso no es tu novio? Quiere
que esté toda la familia y así nos
conoceremos un poco.
Se mordió el labio inferior
pensando que serían unos días
estupendos—Tengo que hablar con él.
—Es dentro de dos fines de
semana. El sábado. Pero así lo podéis
pasar dos días enteros con nosotros.
Podéis quedaros en casa en lugar de en
el apartamento. Terry va a estar aquí.
Vamos a organizar unos partidos de
tenis.
—Lo hablaré con él, pero no te
prometo nada. Todo es muy reciente.
—Vale, no hay problema. Sino
quiere venir…
—No he dicho eso.
—Ya lo sé. Llámame en cuanto
sepas algo. Por cierto si venís,
recuérdale que se traiga el smoking. Los
de alquiler no quedan igual de bien.
—De acuerdo, mamá. Lo hablaré
con él.
Colgó el teléfono y suspiró molesta
porque la vida de Boston nunca la
dejaría en paz — ¿Qué ocurre, nena?
Se sobresaltó al ver a Denley tras
ella —Oh, nada. A papá le han dado el
premio a empresario del año y quieren
que vayamos.
La observó con sus ojos grises —
Y no quieres ir.
—No es eso…— desvió la mirada
avergonzada y él le cogió la barbilla—
¿Quieres ir?
— ¿Quieres ir tú?— su mano le
acarició el cuello— Haremos lo que tú
quieras.
—Allí es distinto. Necesitaremos
seguridad y…
— ¿Por qué?— preguntó
asombrado — Aquí no la necesitas. ¿Por
qué ibas a necesitarla allí?
—Aquí no me conoce nadie, pero
allí soy la hija de John Turner,
¿entiendes?
—En Nueva York también eres la
hija de John Turner. Si alguien quisiera
hacerte daño vendría hasta aquí, ¿no
crees?
—Aquí no saben dónde estoy.
—No sería muy difícil averiguarlo.
Ella apartó la barbilla — Tienes
razón. Son tonterías mías.
—Entonces ¿vamos o no?
— ¿Conservas el smoking?—
preguntó abrazándolo por la cintura. Él
hizo una mueca— ¿Qué?
—Nena, me lo manchaste de
sangre.
—Vaya. Pues tienes que hacerte
otro porque es en dos fines de semana.
— le besó en la barbilla.
— ¿Ah, sí?— sus manos bajaron
hasta su trasero— ¿Y tú qué te vas a
poner?
—Un vestido premamá. —las
manos de Denley se detuvieron en su
trasero y Raychel notó como se le
cortaba el aliento. Gimió sobre su
camisa— Lo siento. Con todo lo que ha
pasado, no pensé en ello y después…
después ya era tarde.
Él la apartó para mirarla a la cara.
Sus ojos grises parecían aún más
oscuros— Nena, ¿me estás diciendo que
estás embarazada?
—No te lo iba a decir así, pero lo
de la fiesta lo ha adelantado…
—Joder, tengo que sentarme. —
dijo él apartándose algo pálido y
apoyándose en el borde del escritorio.
Nerviosa se apretó las manos—
¿Estás bien, necesitas agua?
— ¿Agua?—la miró confundido.
—Alégrate. — dijo ella forzando
una sonrisa — Tienes unos
espermatozoides de primera. Me dejaste
embarazada el día del disparo.
—Ay, madre. — se pasó una mano
por la frente y ella se dio cuenta de que
estaba sudando.
— ¿No te alegras?— susurró muy
nerviosa y decepcionada.
— ¡No, no me alegro! ¡Acabamos
de empezar!— la cara de Denley
expresó lo disgustado que estaba —
¡Joder, casi no nos conocemos!
A Raychel le dio un vuelco el
estómago y le miró dolida— Yo a ti te
conozco muy bien.
— ¡No tan bien, si te has quedado
embarazada!
—Eso no es justo. Tú también
estabas allí.
Él suspiró— Es cierto. Perdona. —
se pasó otra vez la mano por la frente —
Es que me ha tomado por sorpresa. No
esperaba todo esto…
— ¿Todo esto?— empezó a
enfadarse— ¿Qué es todo esto? Porque
te recuerdo que tú querías que volviera.
¿Oh, no?
— ¡No cambies de tema! ¿Qué
tendrá que ver eso, con que vayamos a
tener un hijo?
— ¡Tiene que ver porque ya estaba
embarazada! —dijo cogiendo el abrigo.
Denley apretó los labios— Me parece
que estás empezando a darte cuenta que
era mejor que no hubiera vuelto.
— ¡Deja de decir tonterías! ¿A
dónde vas?— gritó al ver que iba hacia
la puerta.
— ¡A tomar el aire!
Cuando salió de la empresa,
caminó sin rumbo pensando que Denley
no se lo había tomado muy bien. La
verdad es que no se le había pasado por
la cabeza protegerse. Julian siempre
había tomado precauciones y era
evidente que Denley había esperado que
fuera ella la que tomara la píldora.
Nunca habían hablado de ello y cuando
se dio cuenta de la metedura de pata, fue
al médico pero le dijo que no le daría
nada hasta asegurarse de que no estaba
embarazada. Análisis de sangre y bebé a
la vista. Había retrasado la noticia tres
semanas porque era muy fuerte
decírselo. Como él decía acababan de
empezar, así que lo fue retrasando, pero
la llamada de su madre había acelerado
un poco las cosas, porque Terry ya lo
sabía y dudaba que se guardara el
secreto lo suficiente. Estaba
emocionadísima con ser tía y la llamaba
todos los días para ver si se encontraba
bien.
Menudo desastre. ¿Y ahora qué iba
a hacer? Estaba tan enfadada con él que
ni tenía ganas de llorar. No había
mentido cuando le había dicho que le
conocía muy bien. Sabía que no se lo
tomaría bien y con el carácter que tenía,
se pondría hecho una furia. La verdad es
que se había imaginado algo mucho más
gordo, pero aún así, le había dolido,
porque también tenía la esperanza de
que le dijera que todo iba bien y que la
quería. Y fueron felices y comieron
perdices, pensó con ironía.
Un hombre la empujó y ella
protestó mirando hacia atrás— ¡Tenga
cuidado, hombre!
— ¡Cállate foca!
— ¿Cállate foca?
— ¡Sí, foca estúpida!— le gritó
con desprecio dejando la atónita
— ¿Está usted loco?
— ¿Encima eres imbécil?
— ¿Qué si soy imbécil?— preguntó
asombrada mirando a aquel gilipollas de
mediana edad. Entonces no supo lo que
le pasó por la cabeza porque le arreó
con el bolso en toda la cara. El hombre
puso los ojos en blanco antes de caer
hacía atrás sin sentido, espatarrado en el
suelo. Asombrada miró al hombre—
¿Oiga? —le dio con la punta del zapato
en el tobillo— ¿Oiga? ¿Está usted bien?
— ¿Qué ha pasado?— preguntó un
hombre agachándose al lado del hombre.
Ella abrió los ojos como platos—
Pues…— mierda, ¿tenía que decir la
verdad o tenía que mentir como una
bellaca? Su padre la iba a matar como
saliera en la prensa y Denley le
provocaría dolor de cabeza con sus
gritos —Le arreé con el bolso. — se
decidió por la verdad — ¡Me insultó y
le pegué!— dijo defendiéndose de la
mirada de incredulidad del hombre.
— ¿Qué pasa aquí?
Raychel gimió al ver un policía de
uniforme apartando a la gente— Llame a
una ambulancia. Esta mujer le ha
agredido.
— ¡No le he agredido! ¡Me he
defendido!
—Dese la vuelta. — dijo el
policía.
— ¿Para qué?
—Se viene a comisaría. Tengo que
esposarla.
Ella dio un paso hacia atrás
levantando una mano— Un momento, iré
donde quiera pero no me ponga las
esposas. No me resistiré.
El hombre la miró de arriba abajo
— Está bien.
Aquello fue un circo, porque el
policía no se separaba de ella mientras
llegaba la ambulancia y todo el mundo
que pasaba por la calle se les quedaba
mirando. Ella con curiosidad miró el
interior de su bolso y tampoco pesaba
tanto. Mierda de día.
Cuando se llevaron al tipo al
hospital, ella se metió en el coche
patrulla que se detuvo ante ellos. Bien,
ahora venía lo mejor de todo. Tenía que
llamar a Denley y se iba a poner muy
contento.
Sentada en una mesa con un policía
que le tenía que tomar declaración, le
preguntó — ¿Puedo llamar a mi novio?
—No está detenida. Puede llamar a
quien quiera.
Ella suspiró de alivio y sonrió
radiante— ¿Así que no me han
detenido? ¿Puedo irme?
—En cuanto firme la declaración
podrá irse. — respondió amablemente.
—Estupendo.
—Sin embargo, debe estar
localizable.
—Claro.

Cuando llegó a casa Denley la


esperaba allí en mangas de camisa y
estaba furioso— ¿Dónde demonios has
estado?
—Pues…— de los nervios que
había pasado se acercó a él y le abrazó.
Sin darse cuenta se puso a llorar.
Denley suspiró acariciándole la
espalda— No pasa nada, nena. Tendré
que hacerme a la idea, pero no te
preocupes por lo del niño.
Sorprendida levantó la cabeza—
¿Lo del niño?
—No te preocupes. —le dijo en
voz baja — Todo va a ir bien.
—Le he pegado a un tipo en la
calle. — dijo antes de echarse a llorar
otra vez.
— ¿Qué?
— ¡Le he dejado inconsciente!
—A ver nena, cálmate y dime qué
ha pasado.
Ella se lo explicó entre sollozos y
Denley la sentó en el sofá acuclillándose
ante ella— ¿Y dices que lo llevaron al
hospital?— preguntó muy tenso.
—Sí. — se pasó la mano por
debajo de la nariz como si fuera una
niña — No sé qué me pasó. No tengo
excusa, pero no dejaba de insultarme
y…
—No te preocupes más por eso,
¿vale?— se levantó y cogió su móvil.
— ¿Qué haces?
—Llamar a mi abogado.
— ¿Por qué?
—Para asegurarnos de que no va a
pasar nada. — dijo suavemente— No te
preocupes más por ese hombre. ¿Por qué
no vas a darte un baño?
—Sí.
—Cuando termines la cena habrá
llegado. ¿Te apetece algo especial?—
dijo con el teléfono en el oído.
—No. — se encogió de hombros
levantándose y yendo hacia la habitación
— Cualquier cosa. Pizza. Sí, igual pizza
de peperonni con extra de queso y
helado de menta.
Denley reprimió una sonrisa—
Muy bien.
Se estaba bañando y Denley entró
sonriendo al verla rodeada de espuma
con los ojos cerrados, tarareando una
canción de Shakira — Nena, te vas a
arrugar.
Abrió un ojo y alargó una mano—
¿Ha llegado la pizza?
—Se va a enfriar. —dijo
cogiéndola del brazo y ayudándola a
levantarse.
Cogió una toalla y comenzó a
secarla como si fuera una niña—
¿Sigues enfadado?
— ¿Por lo del niño?
—Sí.
—No ha sido sólo culpa tuya.
Como dijiste yo también estaba allí. —
la sacó de la bañera y la besó en los
labios —No pasa nada. Tendremos una
niña preciosa de ojos verdes y gruesos
labios en forma de fresa.
— ¿Te gustan, eh?— dijo
abrazándolo por la cintura y poniendo
morritos— Son herencia de la abuela.
Se echó a reír y la besó suavemente
antes de abrazarla a él— Es que todo
está cambiando tan rápido que asusta un
poco, pero lo superaremos.
— ¿Y te casarás conmigo?
—Joder. — la apartó para mirarla
a los ojos intentando no reír— ¿Es que
nunca puedes dejar que sea yo él que
sugiera las cosas?
—Es que eres muy lento para mí.
—Ya hablaremos de eso. Ahora a
cenar.

Los días siguientes fueron muy


tranquilos, en parte porque no volvieron
a mencionar al bebé como si no
existiera. Raychel debía ir al médico
para que le hiciera la primera revisión,
pero esperaba que él dijera algo sobre
el tema, cosa que no ocurrió.
Al final llegó el fin de semana en
Boston y en el jet que habían enviado
sus padres, él parecía muy serio.
Estaban descendiendo cuando ella le
cogió la mano— ¿Estás bien?
—Sí, claro. — la miró de reojo.—
¿Lo saben tus padres?
— ¿El qué?
—Lo del niño. ¿Se lo has dicho?
—No. ¿No quieres que lo sepan
aún?
Él la miró enfadado— ¿Por qué no
se lo has dicho?
—No quería decírselo antes que a
ti y después…—se encogió de hombros
— no sé.
—Estupendo, ahora me mirarán
mal todo el fin de semana.
—No digas eso. No harán tal cosa.
Se alegrarán.
— ¿Se alegrarán de que estés
embarazada de un tipo con el que estás
desde hace nada? —la miró incrédulo—
¿Y con mis antecedentes respecto a ti?
Porque seguro que lo saben todo ¿no?
Se puso como un tomate y Denley
chasqueó la lengua— Estupendo.
—No les diremos nada, ¿vale? Se
lo diremos cuando volvamos a Nueva
York y no haya dramas.
— ¿Y cuando no bebas alcohol no
se darán cuenta?
—Ni que estuviera todo el día con
la botella en la mano. — dijo
empezando a fastidiarla. Miró por la
ventanilla molesta.
—Joder nena, lo siento. Lo
complico todo, ¿no?— le apretó la mano
y ella le miró forzando una sonrisa.
—Es normal. Te has resistido dos
años. Seguro que seguirás resistiéndote
para todo.
Él sonrió divertido —Pero ganarás
tú.
—Como siempre. —le guiñó un ojo
provocando su risa —Por cierto, lo de
la boda…
Denley se echó a reír y moviendo
la cabeza de un lado a otro como si no
pudiera con ella, se acercó a besarla.
Cuando aterrizaron, Raychel se
puso algo nerviosa por Denley y sus
nervios se intensificaron al ver la
limusina con el sistema de seguridad en
cuanto bajaron la escalerilla— ¡Joder!
— exclamó él mirando a su alrededor
asombrado— ¿Qué ocurre? ¿Va a venir
el presidente?
—Es que somos dos. — dijo ella
haciendo un gesto a uno de seguridad
que abrió la puerta de atrás de
inmediato. Denley se dio cuenta y
entrecerró los ojos siguiéndola hasta la
limusina. Cuando se sentaron ella intentó
relajar el ambiente— ¿Te has traído la
pistola de agua?
—Me la he dejado en el otro traje.
Esos tipos no pensarán seguirme,
¿verdad?—ella miró por la ventanilla
disimulando— ¿Nena?
—No quiero que te pase nada.
—No me pasará nada. He vivido
sin seguridad toda la vida. ¿Qué me va a
pasar? Me parece que exageráis las
cosas con todo este montaje.
Ella le miró a los ojos— Cuando
tenía doce años a mi prima Lucy la
secuestraron para pedirnos un rescate y
no es que tuviéramos mucho contacto, la
verdad.
La miró sorprendido— ¿Y qué
ocurrió?
—Nada, porque el FBI los pilló
antes de que ocurriera nada.
— ¿Y por qué te arriesgas en
Nueva York a que te pase algo?— ya no
parecía tan tranquilo.
—Hasta ahora no sabían dónde
estaba. Mi piso no está a mi nombre,
sino a nombre de una de las empresas y
no usaba mi verdadero nombre. Nunca
utilizaba el avión para ver a mis padres
y siempre volvía con un coche distinto.
–dijo como si nada — No sabían donde
estaba. Incluso mi teléfono está
encriptado. No me pueden localizar por
él, ¿lo entiendes?
—Pero eso era antes. ¿Y ahora?—
se miraron a los ojos— Joder nena,
estás corriendo un riesgo al estar
conmigo sin seguridad, ¿verdad?
Sonrió y le cogió la mano—
Cuando te dije el día que apareció mi
madre que todo había cambiado, era
cierto. Sí la seguían a ella, ya te
localizaron a ti y por lo tanto a mí.
Denley muy tenso miró tras ellos y
vio el grand cherooke negro que los
seguía— ¿Cuanto pidieron por tu prima?
—Cincuenta millones. —
respondió mirando su reloj— Nos deben
estar esperando para la cena. Cariño, ¿te
has acordado de meter en la maleta ropa
para jugar al tenis?
—He metido unos pantalones
cortos y una camiseta. —ella simuló una
sonrisa— ¿De qué te ríes?
—Ya encontraremos algo. –dijo
dándole una palmadita en la mano.
—Me siento ridículo. — estaba
molesto.
— ¡No digas eso! ¡Eres un
empresario de éxito!— protestó ella
mirándolo preocupada.
—Sí, como el pececito en la
pecera. Pero me parece que me has
tirado al océano y el gran tiburón blanco
viene a por mí.
— ¿El gran tiburón blanco es mi
padre?
Los ojos de Denley chispearon
divertidos— ¿No lo crees? ¿Empresario
del año tres veces y más rico que
Midas?
—No cielo, te equivocas. El gran
tiburón blanco es mamá.
— ¿Qué quieres decir?
Ella le miró preocupada— Mamá
es la dueña de todo. Ella es la jefa.
—Pero tu padre…
—Papá lo dirige todo porque así lo
han querido, pero la que es la dueña es
mamá. Todo ha sido herencia de su
padre, mi abuelo. Bueno todo no, porque
papá tiene olfato para los negocios y ha
multiplicado la herencia. También es
rico por supuesto, pero por su trabajo.
Mamá le paga muy bien.
— ¿Y él lo acepta? Es él quien
trabaja y…
—Cariño, esto es una familia. —
dijo mirándolo muy seria —Papá no se
casó con mamá por la empresa. Se casó
con mama porque la amaba y lo hizo a
pesar de todo lo que llevaba a su
alrededor, ¿entiendes?
—Entiendo que me estás
advirtiendo. — dijo muy serio.
—Este fin de semana te vas a dar
cuenta de cómo será tu vida si te casas
conmigo. Porque ya no será igual nunca
más. Desde que te subiste en ese avión
para venir aquí, todo ha cambiado.
—Tenías que habérmelo advertido
antes.
Ella le miró decepcionada —Creía
que cuando mis guardaespaldas nos
sorprendieron aquel día, te habías dado
cuenta que mi vida no era normal.
—Perdona, sólo me fijé en el tiro
que te pegaron.
Después de unos segundos lo miró
de reojo— ¿Quieres que te lleven a un
hotel? Así sólo pensarán que eres un
amigo. No tenemos que precipitar las
cosas.
Denley la miró furioso— Teniendo
en cuenta que vamos a tener un hijo, las
cosas se han precipitado ya, ¿no crees?
— ¡Cuando te pones en ese plan,
me gustaría pegarte una patada en ese
culo que me gusta tanto!
Él la cogió por el cuello y la besó
intensamente haciéndola olvidarse de
todo al sentir sus labios sobre ella.
Cuando la apartó ella sonrió mirando
sus ojos grises — ¿Mejor?
—Pregúntamelo el domingo.
—Es el primer fin de semana. Te
acostumbrarás.
Algo en sus ojos le dijo que no se
acostumbraría jamás, pero ella decidió
ignorarlo. Entonces recordó que con él
siempre ignoraba lo que no le gustaba
como su comportamiento los dos años
anteriores o cómo había reaccionado
con lo del niño. Se preguntó si sería así
siempre. Si ella seguiría ignorando lo
malo por los buenos momentos que
pasaba a su lado. ¿Serían así todas las
parejas?
Capítulo 7

Al llegar a la verja de la casa


familiar en Boston se abrieron las
puertas y Denley chasqueó la lengua —
Es la casa familiar— dijo intentando
justificarse.
Cuando recorrieron los impecables
jardines que rodeaban la mansión y
llegaron hasta el enorme edificio que en
el pasado había sido la vivienda de un
Lord inglés. Había hecho exactamente
una réplica de su casa de Inglaterra y era
realmente impresionante. Denley se
quedó con la boca abierta al ver el
tamaño del edificio. –Es de mil
ochocientos noventa y dos.
—Me recuerda a Buckingham
Palace.
—Es que tiene el mismo estilo
neoclásico. Aunque esta sólo tiene
veinte habitaciones.
Ella sonrió cuando les abrieron la
puerta de la limusina y Denley salió
primero alargando la mano para
ayudarla a salir, cuando sus padres y
Terry salieron a recibirlos. Raychel se
quedó mirándolos con la boca abierta
porque llevaban un letrero en las manos
que decía “Felicidades Papás” con
letras infantiles de todos los colores.
Miró a Terry como si quisiera matarla y
Denley la cogió por la cintura. Le miró
de reojo y se relajó al ver que sonreía
—Tengo una hermana que es una
chivata.
Su padre se echó a reír y alargó la
mano hacia Denley que subía las
escaleras— Bienvenido a casa, hijo.
—Gracias, señor Turner.
—Llámame John. — su padre
estaba feliz y le palmeó la espalda
dándole la bienvenida.
Su madre se acercó y le abrazó —
Y a mí llámame Marie.
Terry sonreía impaciente y Raychel
la cogió por el brazo— Y ella es Terry,
la chivata.
Terry se echó a reír a carcajadas y
alargó la mano— No he podido
resistirme. Lo siento.
—Debo reconocer que casi lo
agradezco. — dijo él con una
encantadora sonrisa —Eso de decirle a
los suegros que has dejado embarazada
a su hija, es un trago, la verdad.
Todos se echaron a reír y
empezaron a entrar en la casa. Raychel
parpadeó asombrada— Eh, ¿es que a mí
nadie va a saludarme?—se volvieron
sorprendidos — ¡Yo soy la que está
preñada!
Su familia se acercó sonriendo y la
rodearon antes de abrazarla cubriéndola
de besos— Ya, ya, ahora.
Su madre la miró a los ojos—
¿Cómo te encuentras?
—Tengo hambre.
Todos se echaron a reír y entraron
en la casa. La cena fue
sorprendentemente bien porque Denley
aunque algo impresionado por la casa,
encajó muy bien entre ellos.
—Así que empresario del año. —
dijo Denley mirando a su suegro sentado
en la cabecera de la mesa.
—Es una pesadez. Ya es la tercera
vez que me lo dan. Ya no sé qué decir
con tanto discurso.
Ellas sonrieron divertidas y su
padre miró a Terry con cara de pena —
Ni hablar, estoy harta de escribirte los
discursos.
—Terry es la oradora de la familia.
–le explicó a Denley— La número uno
de su promoción en Harward en
Derecho.
Su hermana se sonrojó— Mira
quién fue a hablar.
— ¿Las dos habéis sido buenas
estudiantes?— preguntó sorprendido.
—Sólo les exigimos una cosa. —
dijo su madre — Podían tener la mejor
educación que se pudiera pagar, podían
elegir la profesión que quisieran, pero
debían ser las mejores en ella.
—Entiendo. — Denley miró a
Raychel que se sonrojó desviando la
mirada— Y Raychel está pintando
tarjetas de felicitación.
— ¿Por qué no cambiamos de
tema?— preguntó Terry forzando una
sonrisa.
— ¿Por qué te quedaste a trabajar
en mi empresa si no necesitabas el
dinero y tenías otras aspiraciones?
Su madre se levantó de repente—
¿Queréis una copa en el salón?
Denley entrecerró los ojos mirando
a Raychel que se levantó a toda prisa
siguiendo a su madre al salón sin
esperarle — Mujeres ¿quién las
comprende?— preguntó su padre
disimulando.

Pero cuando llegaron a la


habitación, Denley volvió a la carga. Le
estaba quitando el vestido bajándole la
cremallera y la besó en el cuello —
¿Ahora vas a contestar a la pregunta?
Ella suspiró distraída quitándose el
vestido y apartando la cabeza para que
le siguiera besando en el cuello— ¿Qué
pregunta?
— ¿Por qué si fuiste a Nueva York
a triunfar, no continuaste?
Raychel abrió los ojos como platos
y carraspeó apartándose, pero él no la
dejó sujetándola por la cintura— No te
vas a escapar. — le susurró al oído
poniéndole la piel de gallina. Subió las
manos hasta acariciar sus pechos—
Dime la razón.
—No fue nada. Me aburría. —dijo
avergonzada.
Él detuvo las manos en sus pechos
y dijo fríamente— Me estás mintiendo.
Se apartó de ella y empezó a
quitarse el traje dándole la espalda —
No te miento. — dijo arrepentida.
Denley tiró se su corbata de mal
humor— No digas que no me mientes
cuando en una sola cena me he dado
cuenta que sois las personas más
perseverantes que conozco. ¡No os
detenéis hasta conseguir lo que queréis!
En ropa interior ella levantó la
barbilla orgullosa y él sonrió irónico—
¿Por qué no me dices que de alguna
manera me viste y decidiste cambiar tus
prioridades?
—Te vi a la puerta de la oficina y
decidí cambiar mis prioridades.
— ¡Muy bien!— dijo enfadado
quitándose los pantalones.
— ¿Por qué te enfadas? –furiosa se
acercó a él y le cogió por el brazo para
que la mirara— ¡Soy yo la que he
perdido dos años detrás de un tío que
pasaba de mí!
— ¿Tienes idea de lo idiota que me
siento? –preguntó él entre dientes— ¡Me
da la sensación de soy un pelele en tus
manos! ¡Primero me acosas y después te
largas haciendo que vaya detrás de ti
como un perrito faldero, rogándote que
vuelvas y cuando lo haces, resulta que
ya estoy atado a ti con un hijo!—ella dio
un paso atrás como si la hubiera
golpeado y Denley palideció —Nena, no
quería decir eso.
Raychel sintiendo que se le rompía
el corazón tragó saliva para intentar no
llorar— No sabía que te sentías así.
Pensaba que habías hecho siempre lo
que habías querido. Y no tienes que
preocuparte por el niño. Como ves,
puedo mantenerlo mejor que tú.
Él intentó acercarse y Raychel dio
un paso atrás — Creo que lo mejor es
que te vayas. — susurró pálida como la
muerte.
—No quería decir eso. Raychel,
perdóname.
Ya no pudo retener las lágrimas—
Dijiste que no querías que llorara más
por ti y ya no estoy dispuesta a hacerlo
más. –dio otro paso hacia atrás negando
con la cabeza— ¡Es cierto que cuando te
vi me enamoré de ti y que hice todo lo
posible para verte todos los días, pero
nunca te he obligado a nada!
—Lo sé, cielo. Lo siento.
— ¡Querías que volviera y fui yo la
que regresé como un perrito faldero,
después de que me trataras como una
mierda!—Denley palideció— ¡Y soy yo
la que va a tener este hijo que como veo
no quieres!
Se miraron a los ojos unos
segundos—Ha sido una frase
desafortunada. — dijo él intentando
acercarse otra vez.
Raychel negó con la cabeza—
¿Sabes qué? –orgullosa levantó la cara
para mirarle— Soy Raychel Turner-
Bristol y no necesito obligar a nadie a
que esté a mi lado. –furiosa fue hasta la
bata que tenía sobre la cama y se la puso
de malos modos — Será mejor que te
vayas. Es bueno que nos hayamos dado
cuenta ahora que esto no funciona.
— ¿Me estás echando por un
maldita frase?— preguntó asombrado.
Ella le miró sorprendida— ¡No
Denley, te estoy echando porque no te
has dado cuenta de que yo te amaba y lo
había dejado todo por ti!— le gritó fuera
de sí — ¡Yo sí lo sacrifiqué todo por ti!
¡Yo sí fui tu perrito faldero! ¡Y yo si
estoy encantada de tener un hijo tuyo!
—Nena…
—Y me acabo de dar cuenta de que
me he equivocado. Me menosprecié yo
para intentar ser normal y no lo soy. —
dijo furiosa —El que eres demasiado
normal eres tú y yo necesito un hombre
extraordinario. Como mi padre.
—Eso es perfecto, Raychel. — dijo
cogiendo la chaqueta y yendo hacia la
puerta — ¿Volverás a enviarme un
mensaje en cuatro días?
—Si crees que voy a arrastrarme
por ti otra vez, estás muy equivocado.
Eso no va a volver a pasar. —dijo
desgarrada cruzándose de brazos.
—Lo mismo digo. — dijo antes de
salir dando un portazo.
Raychel se quedó mirando la puerta
cerrada, sintiendo que su corazón había
salido por ella. No entendía lo que había
pasado y miró a su alrededor
asombrada. Entonces se dio cuenta. En
cuanto él había visto su mundo había
salido corriendo y todo lo demás había
sido una excusa. Apretó los labios y
derrotada se sentó en su enorme cama.
Acarició su vientre y se echó a llorar
pensando que al menos tenía al bebé.

Al día siguiente después de llorar


toda la noche, no se sentía con fuerzas
de ir a ninguna celebración y todos lo
entendieron. Sus padres la miraban
preocupados y su hermana había
intentado enterarse de lo que había
ocurrido, pero no quería hablar de ello.
Se pasó días encerrada en su estudio en
el invernadero pintando un cuadro tras
otro. Hasta el hambre se le había
quitado, hecho que no le había ocurrido
nunca, pero se obligaba a comer por el
bebé. Pasó un mes y después otro.
Entonces se decidió.
Estaban cenando un miércoles
cuando ella dijo forzando una sonrisa—
Me voy a pasar una temporada a la casa
de la playa.
John miró de reojo a su madre que
apretó los labios— No. —respondió su
madre sorprendiéndola.
— ¿Cómo que no? –preguntó
mirando distraída su comida, mientras la
movía de un lado a otro.
—He dicho que no.
Miró a su madre sentada frente a
ella— ¿Estás haciendo algo en la casa?
—No vas a irte a la República
Dominicana embarazada y tú sola. Ni
hablar.
—No estaré sola. El servicio…
—He dicho que no. — la fulminó
con la mirada y Terry carraspeó— No
he dicho nada en estos meses porque
estabas muy sensible con todo lo que ha
ocurrido, pero esto se acabó. Volverás a
Nueva York y harás lo que fuiste a hacer
hace dos años.
— ¿A Nueva York?
—No voy a dejar que te rindas. Te
he conseguido otro apartamento con un
estudio que es a donde tenías que
haberte mudado desde el principio. Pero
dejé que hicieras las cosas a tu manera y
como todos sabemos, te desviaste de tu
rumbo. Eso no va a volver a pasar. Eres
una Turner y nada, nada nos echa atrás
jamás. Así que volverás a empezar y
harás las cosas como deberías haberlas
hecho. –se miraron fijamente y Raychel
tragó saliva reprimiendo las lágrimas—
¿Me has entendido?
—Sí.
Su madre la miró sorprendida—
¿Me harás caso?
—Tienes razón. No tengo nada que
decir sobre eso.
John asintió satisfecho y su
hermana sonrió— Perfecto. Te irás
mañana mismo. Acuérdate que debes
escoger una buena tocóloga para el
embarazo.
— ¿Sabes? Iré a Nueva York en un
mes para una convención. — dijo Terry
guiñándole un ojo.
—Genial. Puedes quedarte en mi
casa. Esté donde esté.
Su padre se rió pero al ver la
mirada de fiera de su madre la reprimió
inmediatamente —Así me gusta mamá,
que pongas las cosas en su sitio.
Su madre sonrió satisfecha e hizo
un gesto para que retiraran los platos.
En el salón, Terry le dijo sentada
en el sofá a su lado— ¿Cómo estás?
— ¿Bien?
— ¿Te asusta volver?
Se miraron a los ojos y Raychel
sonrió con tristeza—Que bien me
conoces.
—Es como me sentiría yo si tuviera
que volver. –se miraron a los ojos—
¿Serás capaz?
—Sólo tengo que mantenerme
alejada de su calle y todo irá bien.

Asombrada vio al bajar del coche


que su madre había alquilado la casa
que estaba ante la casa de Denley —
¿Esto es una broma?— preguntó para sí.
El chofer que la había llevado
hasta allí la miró cuando cerraba la
puerta— ¿Disculpe?
—Nada. No es nada. — respondió
entre dientes metiéndose rápidamente en
la casa, cuya puerta ya estaba abierta.
Una mujer de mediana edad la miró
sonriendo— Bienvenida, señorita
Turner.
—Cierre la puerta. —dijo furiosa
sacando el móvil de su bolso.
—Pero el equipaje…
— ¡Cierre la maldita puerta!—
gritó de los nervios mientras marcaba el
número de su madre.
Nerviosa miró a su alrededor,
mientras la mujer le cerraba la puerta en
las narices al chofer que cargaba las
maletas.
—Hola, cielo.
Entrecerró los ojos por el tono
divertido de su madre y supo que lo
había hecho a propósito — ¡No pienso
quedarme aquí!
—Claro que sí.
— ¿En frente de su casa, mamá?
—He pensado que es apropiado.
Cuando nazca el niño podrá ir a verlo
cuando quiera.
— ¡Cómo si le importara! ¡Ni
siquiera ha llamado para preguntar cómo
estoy!
El chofer llamaba insistentemente a
la puerta y furiosa fue a abrir— ¿Qué?
—Las maletas, señorita.
— ¡Éntrelas! ¡Rápido!— dijo la
mujer que le había abierto la puerta.
—Hija, no te pongas nerviosa. Sólo
vives delante de su casa. Si todo se ha
acabado, no hay problema, ¿no?
—Eres la persona más retorcida
que conozco, ¿lo sabías?
—Gracias, querida. Yo también te
quiero. Te dejo que tengo un té.
— ¡Ni hablar! ¡No pienso
quedarme aquí!
—Te he bloqueado las cuentas. —
asombrada miró el teléfono— Si quieres
salir de esa casa tendrás que ganar
dinero para salir de ahí o dormirás en la
calle. Tú misma.
— ¡No puedo creer que le hagas
esto a tu hija embarazada! ¡Voy a llamar
a papá!
—Él está de acuerdo. —dijo como
si estuviera aburrida de la conversación.
—Puedo volver a pintar tarjetas
para sobrevivir, ¿sabes?
Su madre suspiró—Entonces me
habrás decepcionado. Mucho.
Era la peor frase que un padre
podía decirle a su hijo y la muy bruja lo
sabía— Esto me lo vas a pagar.
—Ya, ya. Ponte a trabajar.
Le colgó el teléfono antes de que
pudiera replicarle y furiosa pataleó en el
suelo dejando al chofer y a la mujer con
la boca abierta. Gruñó y tomó aire antes
de darse la vuelta lentamente. La mujer
forzó una sonrisa y ella hizo lo mismo—
Hola, soy Raychel.
—Y yo me llamo Carol. –dijo la
mujer acercándose y tendiéndole la
mano— ¿Un mal viaje?
—No se hace una idea.
—Tutéeme, por favor. Está en su
casa.
—Lo mismo digo. — miró al
chofer que se había quitado la gorra y
parecía algo incómodo— Siento lo de
antes.
—Bueno, yo me voy ya. — dijo el
chofer.
—Gracias. — dijo viéndolo irse a
toda prisa.
Carol soltó una risita— El pobre
no debe llevar mucho tiempo trabajando
con los ricos.
— ¿Por qué lo dices?
—Porque se ha espantado por tu
comportamiento y para mí esas cosas
son de lo más normal. La mujer para la
que trabajaba antes quería bañarse todos
los jueves en leche de burra.
— ¡Qué asco!
Se echaron a reír y Carol se acercó
para quitarle el abrigo. Su vestido beige
ya dejaba ver su tripa— ¿Cómo se
siente?
Ella acarició su vientre— Muy
bien. No me ha dado ni una sola náusea.
Por cierto, tengo hambre.
—Perfecto, porque he hecho una
lasaña para chuparse los dedos.
La casa era preciosa y decorada
con mucho gusto en colores claros,
como a ella le gustaba. Como le hubiera
gustado que fuera su casa con Denley.
Sin darse cuenta miró por la ventana.
Una tontería porque todavía no había
llegado a casa — Así que su pareja vive
en frente.
Sonrojada se apartó de la ventana
— No es mi pareja. — se sentó en la
mesa de la cocina y Carol la miró
confundida— ¿No cena en el comedor?
— ¿Yo sola? Menudo agobio.
Carol sonrió asintiendo— Así que
ya no es su pareja, pero su madre le
alquila la casa de en frente. Va a pensar
que quiere volver.
—Sí. — dijo entre dientes— Pero
eso no va a pasar porque no va a saber
que estoy aquí.
— ¿No piensa salir de casa?
—Pues no. Pienso salir únicamente
cuando él no esté en casa.
—Buen plan. ¿Y los fines de
semana?
—No saldré de casa. — sonrió
porque era perfecto. Él no se enteraría
que estaba allí. Haría su trabajo y se
largaría en cuanto triunfara — He
venido a trabajar y es lo que voy a
hacer.
Carol le puso un mantelillo ante
ella y levantó la vista — ¿No cenas?
—Claro. — reprimiendo una
sonrisa puso otro mantelillo a su lado.
— ¿Eres interna? –preguntó
empezando a comer.
—Sí, tu madre no quería que
estuvieras sola. — dijo sirviéndole agua
—Sobre todo ahora.
—Pensarás que estamos algo
chiflados, ¿no? Manda a su hija
embarazada frente a su ex…
—Pienso que te quiere y si lo ha
hecho, es porque quiere que seas feliz.
Raychel sonrió— Sí. —después
perdió la sonrisa —Pero no se va a salir
con la suya.
— ¿Y eso por qué?
—Porque él no me quiere.
Carol hizo una mueca— Pues
espero que te equivoques. Con un bebé
en camino…
—Tampoco quiere al bebé.
—Entiendo.
—Sí. — dejó el tenedor porque
había perdido el apetito.
—Come un poco más. Hazlo por el
niño.
Se obligó a comer y sin darse
cuenta alargó el cuello para mirar por la
ventana—Te va a dar un tirón en el
cuello— dijo divertida mirándola.
— ¡Voy a matar a mi madre!—
exclamó levantándose y saliendo de la
cocina— ¿Cual es mi habitación?
— ¡La que quieras!
— ¡Vale!
Clare moviendo la cabeza de un
lado a otro recogió los platos divertida.
Le gustaba su nueva señora. Estaba algo
loca.
Capítulo 8

No pudo evitar escoger la


habitación que daba a la calle. Era la
mejor, así que estaba justificado.
Cuando dieron las cinco, se puso de los
nervios y empezó a caminar de un lado a
otro de la habitación sin querer mirar
por la ventana. Se tapó la cara con las
manos sentándose en la cama y se dijo—
¡Ponte a trabajar!
Se levantó para ir al supuesto
estudio cuando le vio salir de un taxi. Le
vio pagar al taxista. Estaba algo más
delgado, pero seguía tan guapo como
siempre. Sintió que su corazón volvía a
estar en su sitio y una lágrima rodó por
su mejilla. Él entrecerró los ojos y miró
a su alrededor. Raychel sintiendo que se
le cortaba el aliento, se alejó de la
ventana. Le había dado la sensación que
se había dado cuenta de que estaba allí,
aunque era ridículo. No podía verla a
través de las cortinas. Se acercó
lentamente y le vio entrar en casa.
Apretó los labios cuando cerró la
puerta.
Después de verle ya no se podía
concentrar en nada. Paseó de un lado a
otro de la habitación acariciándose su
barriga, pensando en cómo iba a salir de
ese lío.
Al día siguiente se levantó tarde y
cuando estaba desayunando recordó que
tenía que ir al médico. Buscó un
tocólogo en la parte alta de la ciudad y
miró referencias en Internet. Había una
mujer que estaba muy bien considerada
por sus pacientes y pidió cita. Cuando
dijo que estaba de cuatro meses y que no
había hecho nunca una revisión, la mujer
le dio cita para esa misma tarde a las
seis —Mierda. — dijo en cuanto colgó.
— ¿Los horarios no coinciden?—
preguntó Carol divertida.
—Muy graciosa. Ja, ja. –cerró la
pantalla del ordenador y dijo resuelta—
Compraré una peluca.
Carol puso los ojos en blanco
mientras secaba un cuenco para
ensaladas.
Para salir de casa lo hizo antes de
las cinco, por si acaso. Paseó mirando
escaparates y cuando llegó a la sesenta y
ocho oeste ya era casi la hora. La
doctora Lipton era una mujer al borde de
la jubilación que la regañó sobre no
saber cuidarse, ni cuidar al bebé.
Parecía su abuela regañándola por
portarse mal.
— ¿Quiere saber el sexo del bebé?
Se quedó en blanco mirando desde
la camilla a aquella mujer de pelo cano
— ¿Sí?— preguntó dudosa.
La mujer sonrió como si lo hubiera
hecho bien y suspiró de alivio— Es una
niña.
Cuando dijo eso, recordó las
palabras de Denley sobre tener una niña
de ojos verdes y labios de fresa. Se
echó a llorar y la mujer le dio
palmaditas en el hombro satisfecha
diciendo— Es normal que se emocione.
Buena chica, buena chica.
Al salir de la consulta caminó
varias horas sin pensar en el frío. Bien
abrigada con su gorro en la cabeza y su
abrigo forrado en piel llegó hasta su
casa pensando en todo lo que tenía que
hacer para cuando llegara la niña. Sólo
quedaban cinco meses. Tenía que pintar
su habitación y comprar un montón de
cosas. Para eso tendría que decirle a su
madre que le desbloqueara las cuentas o
al menos que le diera algo…
— ¿Raychel?
Se sobresaltó al oír su nombre tras
ella, pero no se volvió sintiendo que su
corazón iba a mil por hora. Vio la puerta
de su casa a cuatro pasos y caminó hacia
allí a toda prisa. Por suerte esta se abrió
antes de que tuviera que sacar la llave
— ¡Cierra, cierra!
— ¿Otra vez?
Carol cerró la puerta a toda prisa.
Se volvió hacia ella— ¿Qué ocurre?
Se apretó las manos cubiertas con
los guantes de piel —Me ha pillado. —
respondió con angustia.
— ¿Ya? Tu plan no ha durado
mucho.
— ¡No tiene gracia!
Llamaron a la puerta con fuerza y
ella negó— Dile que no me conoces. —
susurró yendo hacia el salón.
—Vale. — susurró la mujer
moviendo la cabeza afirmativamente.
Más tranquila entornó la puerta del
salón y por la rendija vio como Carol
abría la puerta con una sonrisa—
Buenas noches.
Denley con cara de cabreo, miró
tras ella de un lado a otro— ¿Dónde
está?
— ¿Quién, señor?
— ¡Raychel!
Carol se tensó por su tono y le dijo
enfadada— Haga el favor de no gritar.
Mis señores no tienen por qué
escucharle. Ahora si me dijera con
educación a quién busca, puede que le
ayude.
Denley entrecerró los ojos —
Busco a Raychel Turner. La acabo de
ver entrar, así que…
—Disculpe pero aquí no vive nadie
con ese nombre.
—Me importa una mierda cómo se
llame. Le digo que acabo de verla entrar
aquí. ¿Cree que no conozco a mi mujer?
—Pues estoy empezando a pensar
que no la conoce porque no está aquí.
— ¡Está embarazada!— él miró a
su alrededor buscándola — ¡Tiene los
ojos verdes y rizos castaños!
—Le repito…
—Y yo le repito que está aquí.
—Me da la sensación que desea
que esté aquí. — dijo Carol con pena—
Pero no está. Aquí viven los señores
Wagner. Y ella tiene el cabello castaño.
Si la acaba de ver entrar, es a ella a
quien ha visto.
—Quiero hablar con esa mujer. —
dijo con decepción —Puede llamarla,
¿por favor?
—Se está cambiando para una cena
y no pienso molestarla para esto, como
comprenderá. — dijo altanera —Ahora
buenas noches.
Denley se pasó una mano por su
cabello negro y miró hacia la escalera.
Raychel se mordió el labio inferior al
ver la frustración en su cara— Buenas
noches.
Se volvió y Carol cerró la puerta
rápidamente. Fue hasta el salón y
susurró— ¿Lo he hecho bien?
Ella asintió parpadeando para
evitar llorar— Oh, no llores. —la
abrazó a ella, acariciando su espalda—
Todo se arreglará. Ese hombre está
furioso, pero no es indiferente.
— ¿Y ahora qué hago?
Carol negó con la cabeza— Es tu
plan, tú debes decidir qué hacer ahora.
Ella asintió y se quitó el gorro de
la cabeza— Seguiré con el plan original.
Denley ya no forma parte de mi vida.
—Es tu decisión.
Sonrió y se quitó los guantes —
¿Sabes? Es una niña.
Carol aplaudió— Una niña. Me
encantan las niñas. Venga, vamos a
cenar. Tenemos muchos planes que
hacer.
Estaban cenando un rato después,
cuando oyeron un crujido en la ventana.
Distraída hablando de la doctora Lipton
miró hacia allí y se sobresaltó al ver a
Denley encaramado en el alféizar
mirándola con el ceño fruncido— Vaya.
— dijo Carol resignada —No se lo ha
tragado.
— ¡Es que mientes fatal!
—Perdona, la próxima vez
miéntele tú, como toda buena mujer.
Dos segundos después Denley
aporreaba la puerta —No le abras. —
dijo sin dejar de cenar.
—Va a terminar viniendo la
policía.
—Me da igual.
Siguieron cenando tranquilamente y
Carol la miraba de reojo— ¿No sería
mejor que hablaras con él?
—No. — se limpió las comisuras
de los labios antes de beber de su agua
— No me quiere, así que no tiene
porqué hablar conmigo. No tengo nada
que escuchar.
— ¿Y si está arrepentido?
En ese momento él gritaba que
abriera la maldita puerta— No, creo que
no está arrepentido. Está enfadado y no
tiene porqué. No he hecho nada.
— ¿Y por qué está enfadado si
puedo preguntar?
—En este momento debe pensar
que voy a empezar a acosarlo o algo así.
Carol la miró asombrada— ¿Y por
qué iba a pensar eso?
—Oh, porque lo hice en el pasado.
Pero eso no va a volver a pasar.
— ¡Maldita sea, suélteme!—gritó
Denley al otro lado de la puerta.
—Ya ha llegado la policía. — dijo
Carol levantándose.
—No voy a salir.
— ¿Y qué les digo?— la mujer
estaba asombrada.
Se encogió de hombros— Que no
quiero verle. Así de simple.
Carol salió de la cocina y abrió la
puerta cuando llamó la policía. Ella se
levantó y escuchó desde la puerta—
Buenas noches. — dijo Carol sonriendo.
—Este hombre estaba aporreando
su puerta.
—Pues sí. Está muy pesado esta
noche, ¿verdad?
— ¡Me ha mentido! ¡Raychel está
ahí!
— ¿Y?—Carol se cruzó de brazos
enfadada.
— ¿Cómo que y? ¡Quiero ver a mi
mujer!
—No es su mujer. — dijo Carol
provocándolo. Rachel no pudo menos
que sonreír y miró por la rendija otra
vez. Denley estaba sujeto por dos
policías de uniforme, mirando a Carol
con ganas de matarla —Que yo sepa no
tiene nada con usted. ¿Cómo sé que no
es un pirado?
— ¿Pirado?— Denley miró a su
alrededor y se puso a gritar— ¡Raychel,
esto ya no tiene ninguna gracia! ¡Sal de
una maldita vez!
—Haga el favor de callarse. ¡Mi
señora está en estado y está
descansando!
—Ya sé que esta en estado. ¡Es
hijo mío!
Carol lo miró asombrada—
¡Tendrá cara! ¿Hace cuanto que no la
ve?
—Eso a usted no le importa. —los
policías miraban de un lado al otro de lo
más interesados — Es entre ella y yo.
—Será entre usted y usted, porque
ella no quiere saber nada del padre de
su hijo.
—Entiendo. — dijo el policía
tirando del brazo de Denley hacia fuera.
— ¡Un momento! –gritó Denley—
¡Raychel! ¿Dijiste que no te arrastrarías
y vienes a vivir delante de mi casa? — a
Raychel se le cortó el aliento sintiendo
que su estómago daba un vuelco—
¿Quién se está arrastrando?
—Oh, cállese estúpido. ¡La ha
obligado su madre a vivir aquí! ¡Por eso
se esconde de usted! ¡No quiere verle!
—le gritó furiosa Carol — ¡Y ahora
entiendo porqué, maldito chiflado! No
se acerque a mi chica, ¿me oye? ¡Como
le pase algo por su culpa me lo cargo!—
gritó cerrando de un portazo.
Cuando Carol llegó furiosa a la
cocina y la vio pálida tras la puerta, se
acercó a abrazarla— No te preocupes.
—No debería estar aquí. —
susurró contra su pecho.
—Este es un país libre y puedes
estar donde te dé la gana.
—Me voy a la cama. —dijo
apartándose.
—Sí, descansa. Mañana será un día
mucho mejor.
Cuando subió las escaleras, fue
hasta las ventanas para cerrar las
cortinas y vio a Denley en la calle
hablando con los policías que le estaban
echando la bronca. Él miró hacia arriba
y se miraron a los ojos. Dejó de hablar
para mirarla, girándose hacia ella justo
cuando Raychel cerró las cortinas de
golpe por la rabia. No le perdonaría lo
que le había dicho. Ella no se
arrastraba. Ya no.
Esa noche no pudo dormir y se
pasó caminando por la habitación un
rato acariciándose la barriga, pensando
qué rayos quería conseguir su madre con
eso. Le sonó el móvil y miró la hora con
el ceño fruncido. Eran las tres de la
mañana y al ver que era su madre se
asustó — ¿Qué ocurre?
— ¿Quieres de dejar de dar paseos
de un lado a otro?
Se detuvo asombrada y mirando a
su alrededor comprobando si había
cámaras de vídeo vigilancia — ¿Me
estás espiando?
— ¡Me ha llamado Denley
histérico porque no paras un momento!
Asombrada fue hasta la ventana y
abrió las cortinas. Denley estaba en la
ventana y la miraba como si quisiera que
desapareciera. Volvió a cerrar las
cortinas y le dijo a su madre— ¿Y por
qué tiene tu número?
—Porque en una de mis geniales
ideas, se lo di por si algún día había un
problema cuando estabais saliendo. —
dijo su madre bostezando— Un día te
llamé a tu móvil y estabas en la ducha,
le dije que lo apuntara por si un día nos
necesitabas. ¡Y al parecer nos necesitas
porque no puedes dormir!
—Es culpa tuya. ¡No haberme
enviado aquí! Y como le des mi número
nuevo no te hablo más.
—Mierda, es verdad. — dijo antes
de colgar.
— ¡No, no!— histérica miró su
móvil y frustrada lo tiró sobre la cama.
Su teléfono empezó a sonar en ese
momento y ella lo miró. Enfadada cogió
el teléfono y fue hasta la ventana. Abrió
las cortinas y después la ventana,
sacando medio cuerpo fuera antes de
lanzárselo con fuerza. Sonrió cuando le
rompió el cristal de la ventana —Buen
tiro.
— ¡Estás loca!— le gritó él desde
el otro lado de la calle.
— ¡Púdrete!— cerró la ventana y
le sacó la lengua antes de cerrar las
cortinas.
A partir de ahí pudo dormir el resto
de la noche con una sonrisa en la cara.

A la mañana siguiente cuando bajó


a desayunar con un jersey grueso rojo y
unas mayas negras se sorprendió al ver
un paquete sobre la mesa— ¿Qué es
eso?
—Te lo ha enviado el vecino de
enfrente. — dijo Carol haciendo tortitas.
Entrecerró los ojos mirándolo con
desconfianza— ¿Lo ha traído él?
—Lo ha entregado un chico.
Cuando le he preguntado quién lo
enviaba, me ha dicho que nadie, pero
cuando le he dado cinco pavos me hizo
un gesto indicando hacia atrás.
—Estupendo. –no era capaz de
darle veinte dólares al repartidor para
que tuviera la boca cerrada, diciendo
que habría más para él en el futuro si lo
hacía bien.
Bufó abriendo el paquete y no le
sorprendió nada ver un móvil nuevo. Al
abrir la carcasa trasera vio que tenía
puesta su tarjeta, así que era el mismo
número de teléfono. Revisó la agenda y
estaba grabado su número con su
nombre. Diez minutos después estaba
desayunando cuando le sonó y ella miró
la pantalla. Apretó los labios al ver la
cara de Denley y sonrió porque se había
sacado la foto todavía enfadado.
Rechazó la llamada y siguió
desayunando. Entonces le llegó un
whatsapp. Al parecer se lo había
configurado del todo. Con curiosidad
leyó el mensaje. “Tenemos que hablar.
Contesta al teléfono”
Volvió a llamar y ella volvió a
rechazar la llamada. “Sólo quiero hablar
del bebé” En la tercera llamada suspiró
y miró a Carol que le dijo— Contesta de
una vez. Es sábado y estará así todo el
día. Dichosos días no laborables.
— ¿Diga?
— ¿Qué haces en Nueva York?
—No es asunto tuyo. — dijo antes
de colgar. Carol arqueó una ceja— Dijo
que quería hablar de la niña y no ha
preguntado por ella.
—Ah.
El teléfono volvió a sonar.
Haciendo una mueca descolgó— ¿Diga?
— ¡No tiene gracia, joder!— le
gritó a través de la línea.
Le volvió a colgar y Carol soltó
una risita— Me estaba gritando. — dijo
justificándose.
—Te lo estás pasando en grande,
¿verdad?
Ella sonrió— Sí. —se metió un
trozo de tortita en la boca.— Ahora
quiero que se arrastre.
—Ten cuidado. — dijo
señalándola con el tenedor— Si le
hundes el ego a un hombre, este te
odiará toda la vida.
Perdió la sonrisa — ¿Qué quieres
decir?
—Ellos tienen que sentirse
importantes en una relación. Los
machos, como decía mi abuela. Sino lo
son, se sienten inferiores y esas
relaciones no funcionan porque
encuentran a mujeres a las que proteger.
Es arcaico, pero somos animales.
— ¿Crees que se sintió amenazado
por mi dinero?
—No tengo ni idea. Sólo te digo
que no le humilles demasiado porque
eso no es amor.
— ¿Y debo dejar que me humille a
mí?
— ¡No! ¡Claro que no! Debes
encontrar el equilibrio.
Volvió a sonar el teléfono y ella
apretó los labios antes de contestar—
¿Diga?—no escuchó nada al otro lado
de la línea— ¿Denley?
—Estoy pensando qué decir para
que no me cuelgues.
Ella se levantó de la mesa y fue
hasta el salón lentamente — ¿De qué
quieres hablar?— preguntó en voz baja.
— ¿Cómo estás?— intentó no
llorar al escuchar el tono de su voz.
Parecía preocupado.
—Estoy bien. —al ver que no le
contestaba miró hacia la ventana y se
acercó. Al apartar la cortina lo vio allí
frente a ella y se apartó en el acto.
Él suspiró— No quería hacerte
daño. Y lo de ayer fue…Me volví loco
porque no querías verme. Parecía que
me provocabas mudándote enfrente, para
después no querer hablar conmigo.
—Yo no quería esto. — susurró
ella pasándose una mano por la frente—
Mi madre…
—He hablado con ella y me lo ha
explicado. — dijo irónico— Cree que
es lo mejor para cuando nazca el niño.
—Es niña. —se hizo el silencio al
otro lado y ella dijo— Voy a colgar.
—Nena, no cuelgues. Tenemos que
hablar…
— ¿De qué? No tenemos nada que
decirnos, Denley.
— ¿De verdad, Raychel? ¿No
tenemos nada que decirnos?— parecía
que se sentía decepcionado.
—Te avisaré cuando vaya a nacer
la niña. —dijo antes de colgar.
—No has hecho bien. — dijo Carol
tras ella sobresaltándola— Tanto
orgullo no es bueno.
—No seré yo la que me arrodille
para que él se sienta mejor. Es Denley
quien ha metido la pata. —dijo saliendo
del salón— Me voy a trabajar.
— ¡Te llamo para la comida!— le
dijo desde el hall cuando ya estuvo
arriba.
Al llegar al último piso miró hacia
arriba. Empezaba a llover y la claraboya
de cristal era perfecta para un pintor.
Entrecerró los ojos al ver que era nueva.
Su madre había pensado en todo.
Lienzos y todo lo que podía necesitar un
pintor estaba allí. Incluso una bata
inmaculadamente blanca la esperaba en
un colgador de forja que había al lado
de la puerta.
Cuando llevaba unas horas
pintando, se abrió la puerta. Ella estaba
dando una pincelada roja a la mujer, que
embarazada miraba un pozo donde una
luz al fondo la llamaba — ¿Ya es la
hora de comer?
—Sí.
El pincel se desvió hacia abajo
estropeando la obra— Mierda. — dijo
para sí al ver el borrón.
—Lo siento.
Al volverse en su taburete
giratorio, vio a Denley en vaqueros y
con un jersey azul mirándola arrepentido
— ¿Tiene arreglo?
—Sí, no te preocupes. — dijo
dejando la paleta y levantándose del
taburete— ¿Qué haces aquí?
—Me he pasado por si quieres
salir a comer por ahí. — parecía
incómodo y ella también lo estaba.
—No es buena idea. — se quitó la
bata y fue hasta la puerta —Tampoco
deberías haber venido.
Él se pasó la mano por el cabello y
dio tres pasos hacia ella, deteniéndola
cuando iba a salir. La abrazó a él con
fuerza y susurró— Pensaba que no me
perdonarías.
Raychel se apartó de ella
mirándolo incrédula— Es que no te he
perdonado, Denley.
Él palideció— Pero estás aquí…
—Pensaba que lo habías entendido.
No estoy aquí por ti. –dijo dando un
paso atrás negando con la cabeza —Y te
agradecería que no vinieras cuando te dé
la gana. Esta es mi casa.
—Raychel…me asuste, ¿vale? Lo
del niño, el matrimonio y tu excesivo
modo de vida, me superó.
Ella sonrió— Ya lo sabía. Me di
cuenta cuando me atacaste en Boston.
No pasa nada. Ya está.
— ¡No, no está! ¡Porque llevo dos
malditos meses pensando que fui un
cobarde de mierda por decirte esas
cosas!
—Sí, fuiste un cobarde y muy cruel.
Pero yo también lo fui al decirte el
resto. —hizo una mueca — Da igual.
Eso nos ha hecho darnos cuenta que no
funcionaría y ya está.
— ¡Deja de decir eso! ¿No quieres
luchar por lo nuestro?
Parpadeó asombrada— He estado
dos años detrás de ti ¿Crees que no he
luchado lo suficiente?
—No he querido decir eso.
— ¿Ah, no?— se volvió saliendo
de la habitación y empezando a bajar las
escaleras— Los correos, los regalos,
volver después que me pegaran un tiro.
— se volvió para mirarlo— ¡Eres tú el
que no ha luchado por mí!
— ¿Y qué quieres que haga? Nena,
ten cuidado. Bajas las escaleras muy
rápido. —dijo al ver que seguía
bajando.
— ¿Ahora te preocupas por mí?
Tiene gracia, cuando no me has llamado
ni una vez en dos meses.
—Llamaba a tu madre.
— ¿Qué?— se volvió para mirarle
alucinada— ¿Y por qué no me dijo
nada?
—Le dije que no te lo mencionara.
— dijo avergonzado.
— ¿Y por qué me lo dices ahora?
— ¡Porque me lo estás echando en
cara!
Siguió bajando las escaleras hasta
el hall y él suspiró tras ella.
— ¡No me sigas!— le gritó— ¡No
quiero que te sientas mi perrito faldero!
—Me cago en…— la cogió por el
brazo y le dio la vuelta antes de besarla
como si estuviera desesperado. Raychel
gimió contra sus labios justo antes de
que la soltara lentamente— ¿Estás bien?
— ella asintió con los ojos como platos
y Denley fue hasta la puerta— Lo
arreglaré. —salió dejándola allí de pie
atontada.
—Eso ha estado bien. — dijo
Carol satisfecha.
Sonrió sin poder evitarlo—Sí,
¿verdad?
—Sí, va muy bien.
Capítulo 9

Esa tarde recibió un ramo de rosas


rojas y por supuesto no tenía tarjeta.
Recibió un mensaje al móvil que decía
“Nunca has estado más preciosa” Ella
sonrió sin poder evitarlo y suspiró
mirando las rosas.
Un par de horas después recibió
una caja llena de alarmas de incendios y
se echó a reír al leer la nota “Tu casa es
tan antigua como la mía, así que ¿quieres
que los coloque?”
¿Le estaba pidiendo una tregua? Se
mordió el labio inferior sin saber qué
hacer. Le quedó claro cuando le envió
un mensaje al móvil. “Vamos cielo, nos
lo tomaremos con calma”
Volverían a empezar y cuando
hubiera otro problema volvería a
recriminárselo todo. ¿Estaba dispuesta a
eso? “Estás empezando otra vez y no
creo que pueda continuar con esto”
“Entiendo”
Se quedó mirando el móvil durante
un rato, pero él no volvió a enviarle un
mensaje. Suspiró y fue a darse un baño.
Cuando pasaron treinta minutos volvió a
sonar un mensaje del móvil y ella lo
miró desde la bañera “¿Quieres salir a
cenar?”
No podía ser. Puso los ojos en
blanco antes de contestar “Cenaré en
casa”
“¿Me estás invitando?”
“¿Sabes por qué no te invito a
cenar?”
“No”
“Porque durante dos meses no me
lo has pedido ni una sola vez. Has
tenido que verme frente a tu casa para
volver a hablar conmigo” “Y yo no me
arrastro”
No volvió a escribirle y cuando se
acostó, no dejaba de dar vueltas en la
cama. Se sentó en la cama a oscuras y
miró hacia la ventana. Apartó las
sábanas y movió las cortinas para mirar
al otro lado de la calle. Denley tenía la
luz encendida. Se apartó la cortina justo
en ese momento y se miraron a los ojos.
Raychel no pudo apartarse y sus ojos se
llenaron de lágrimas por lo mucho que
lo echaba de menos. Denley masculló
algo y se apartó de la ventana a toda
prisa. Al ver que se había apartado, hizo
una mueca y ella también lo hizo. Se
tumbó sobre la cama de costado
abrazando la almohada. Cerró los ojos
queriendo dormir. Necesitaba dormir.
Se sobresaltó cuando le acariciaron
el hombro y volvió la cabeza para ver a
Denley de pie al lado de la cama—
¿Cómo has entrado?
Él sonrió tumbándose tras ella—
Tengo mis recursos. — la abrazó a él y
la besó en el cuello— Duerme, nena.
Estás agotada.
—Pero…
—Ya hablaremos mañana o
pasado. Déjame sentirte. — le susurró al
oído—Necesito sentirte.
Ella cerró los ojos y dejó que la
abrazara a su pecho.

La despertó un ruido en la puerta y


cuando vio que Denley se iba le dijo—
¿A dónde vas?
Él se volvió y sonrió— Creía que
no querías despertarte a mi lado.
Raychel suspiró y se sentó en la
cama apoyándose en las manos. Se miró
los pies distraída pensando en ello—
¿Qué es lo que quieres de mí, Denley?
Se acercó a la cama y se sentó a su
lado. Le acarició las piernas hasta el
interior de las rodillas y se miraron a
los ojos— Quiero que vuelvas a Boston.
— ¿Qué?—dolida se apartó de él y
se levantó de la cama.
— Nena, no me entiendes.
—Tienes razón. —dijo torturada—
No lo entiendo. Duermes conmigo pero
no quieres estar a mi lado. ¡No te
entiendo!— le gritó con lagrimas en los
ojos — ¡Estás haciéndolo de nuevo!
Él suspiró pasándose las manos por
el cabello y apoyando los codos en las
rodillas. Parecía cansado y derrotado—
Es lo mejor para ti. Debes volver a
Boston.
Raychel apretó los labios con
ganas de matarlo. La hacía ilusionarse
para después estallarle la burbuja de esa
manera —Vete de mi casa.
— ¡Nena, hablo en serio!— dijo él
levantándose de la cama— ¡Tienes que
volver a Boston!
—No voy a volver. Así que deja de
insistir. No te preocupes. Me vas a ver
bien poco, a no ser que entres en mi casa
cuando te dé la gana como ayer por la
noche. Eso me recuerda que tengo que
cambiar las cerraduras. — entró en el
baño y cerró la puerta furiosa.
Se duchó reprimiendo las lágrimas,
porque ya había soltado bastantes desde
que toda aquella locura había
comenzado. Estaba claro que iba a
necesitar ir a terapia para superar a
Denley de una vez. Al salir del baño
casi no se secó y se puso una bata de
seda rosa. Se quedo atónita cuando lo
vio allí sentado esperándola.
— ¿No te quedó claro lo que te
acabo de decir?
Él se levantó mirándola de una
manera que le puso los pelos de punta—
Ni se te ocurra.
—Nena… se te trasparentan los
pezones— dijo con voz ronca
provocándole un vuelco al estómago —
Y son más grandes.
Alargó la mano y le acarició un
pecho por encima de la bata húmeda.
Raychel no lo soporto más. Le pegó una
bofetada que le torció la cara— ¡Lárgate
de mi casa!— le gritó furiosa.
Él la cogió por los brazos
pegándola a él intentando besarla, pero
ella pataleó y le golpeó en los hombros
provocando que la soltara. Con los ojos
llenos de lágrimas le señaló la puerta
tocándose la barriga con la otra mano—
¡No quiero hacerte daño!— gritó él—
¿No lo entiendes?
—No entiendo nada de lo que
haces desde que fuiste a Boston la
primera vez. —dijo con desprecio— No
quiero verte más. ¿Me has entendido? Ni
siquiera cuando nazca la niña. Lo
arreglaremos con los abogados si
quieres verla, aunque por el interés que
has mostrado por ella, dudo que quieras
verla mucho.
Denley palideció— Todo lo que he
hecho…
—Todo lo que has hecho no lo voy
a olvidar y ahora todavía menos. Y lo
que hagas a partir de ahora me importa
una mierda. –se acercó a la puerta de la
habitación y gritó— ¡Carol!
—Ya me voy. — pasó ante ella y le
susurró— Todo lo que he hecho es por
nuestro bien, cielo.
—No quiero verte más. — siseó
mirándolo fijamente— Entérate bien. No
volverás a pisar esta casa.
Denley apretó los labios antes de
salir justo cuando llegaba Carol — Que
se vaya y que te dé las llaves.
Carol asintió siguiéndole por las
escaleras.

Lo primero que hizo fue cambiar


las cortinas de todas las ventanas que
daban a la calle por otras más tupidas
que impidieran ver el exterior. Dejaban
pasar menos la luz pero vivía más
tranquila. Se pasaban horas y horas
trabajando en el estudio y Carol estaba
preocupada por ella, porque casi no
salía de casa. Sólo para ir al médico.
Carol empezó a darle la paliza con que
tenía que pasear. Así que de lunes a
viernes empezó a pasear por las
mañanas cuando estaba segura que él
estaba en el trabajo.
Dos meses y medio después, iba
paseando hacia Central Park y sonrió a
una niña que pasó a su lado de la mano
de su madre, cuando alguien la cogió del
brazo y le hizo daño en la espalda.
— ¿Ahh?— se volvió y se asustó al
ver al hombre que le había insultado en
la calle hacía meses.
—Sigue caminando hasta la
esquina.
Asustada hizo lo que le decía, pero
a punto estuvo de gritar cuando que vio
una furgoneta blanca con el logotipo de
una floristería en el lateral se detenía
ante ellos y se abría la puerta lateral. La
empujaron al interior y se hizo daño en
las rodillas al caer sobre el suelo de
hierro. Al levantar la vista vio que Bill,
su antiguo guardaespaldas, estaba al
volante y el otro guardaespaldas que la
acompañaba cuando ese idiota le
disparó estaba sentado a su lado —Bill,
¿qué estás haciendo?
—Cinco años trabajando para
vosotros y me echáis a patadas. — la
puerta se cerró en cuanto el tipo de la
pistola subió a la furgoneta sin dejar de
apuntarla—Eso lo vais a pagar.
— ¡Me pegaste un tiro!— le gritó
asombrada.
— ¡No fue culpa mía!
Sentada en la furgoneta se acarició
el vientre y miró al tío de la pistola—
¿Y tú por qué te has apuntado a esto?
¿Por arrearte con el bolso?
—Sino hubiera sido por tu novio…
— dijo entre dientes.
Asustada preguntó— ¿Denley?
¿Qué pasa con Denley?
—Ese cabrón estropeó nuestros
planes. — dijo Bill enfadado— Iba a
ser muy sencillo, pero él tuvo que
complicarlo todo.
Raychel no entendía nada, pero
cada vez estaba más nerviosa y de casi
siete meses dudaba que aquello fuera
bueno. La niña estaba muy inquieta y le
dio una patada.
— ¿Qué queréis? Dinero, supongo.
—Claro que queremos dinero. —
dijo el de la pistola como si fuera
estúpida. Y no lo era. No se le escapaba
que había visto las caras de los tres y
que podía identificarlos a todos.
Se mantuvo en silencio y se mordió
el labio inferior cuando sintió otra
patada. Le pareció ridículo que el tipo
de la pistola vistiera de traje, aunque
seguramente se lo había puesto para no
llamar la atención cuando la
secuestraba.
—Prepárate, Steve. — dijo Bill
muy serio después de varios minutos—
Estamos llegando. Métela
inmediatamente.
—Sí.
El tal Steve la miró muy
concentrado y ella puso los ojos en
blanco— ¿Y cuanto valgo?
—Cien millones.
—Estáis chiflados. — dijo
reprimiendo la risa.
—Tienes eso y mucho más. — dijo
amenazándola con la pistola.
Ella cruzó los tobillos— O claro
que sí. Pero no en efectivo. Y mientras
se cambian los bonos o se venden las
acciones y todas esas cosas, pasarán
días.
—Mientes.
—Tú mismo. — dijo encogiéndose
de hombros. Tenía que mantener la
calma y ponerlos nerviosos a ellos. Era
la única baza que tenía —Además papá
no pagará. — se echó a reír— Y Bill lo
sabe muy bien.
Los dos hombres miraron a Bill —
Eso fue hace mucho tiempo y no era su
hija.
—Era su ahijada y mi prima. —
miró al de la pistola a los ojos —Y no
pagó. ¿Y sabes por qué no lo hizo? —no
esperó a que le contestara—
Precisamente para que no nos pasara
esto. Si nos secuestran cuando les da la
gana y pagáramos todos los rescates,
sería ridículo, ¿no crees? Estaríamos en
la ruina en dos días o muertos por
secuestradores inexpertos, pero sino
pagas el primero y te aseguras de que
sepan que no vas a pagar ningún rescate,
aseguras a tu familia aunque uno corra
un riesgo. No pagará para proteger al
resto de la familia.
Bill golpeó el volante con furia—
¡Cierra la boca!
— ¿Qué coño está diciendo?—
gritó el que estaba sentado en el asiento
del copiloto.
—Hace años secuestraron a una
prima suya y su padre no pagó. Los tipos
están en una prisión porque intervino el
FBI.
— ¿El FBI?— gritó el de la pistola
— ¡Dijiste que sería fácil!
— ¡Y lo será! ¡Cerrar el pico de
una puta vez!
Ella levantó las cejas — ¿Qué
prueba de vida vais a enviar?—el de la
pistola la miró como sino tuviera ni idea
de lo que estaba hablando— ¿De dónde
coño te han sacado a ti?
—Es mi hermano. — dijo Bill
como si fuera una auténtica carga.
—Ahora lo entiendo todo.
—Muy graciosa.
— ¡Bill, detén esta locura antes que
haya una desgracia!
—Ya no me das órdenes. — dijo
furioso— ¡Ahora cállate antes de que
haga algo de lo que me arrepienta!
Ella miró al de la pistola
acariciándose el vientre y el hombre
apretó los labios.
— ¡Prepárate, Steve!
La furgoneta se detuvo y Steve
abrió la puerta escondiendo la pistola en
la chaqueta —Muévete. — le dijo
alargando la mano. Ella miró hacia Bill
que muy nervioso miraba a su alrededor
e iba a alargar la mano cuando una
mujer con un carrito de bebé pasó al
lado del de la pistola. ¿A dónde la
habían llevado? — ¡Sal de una maldita
vez!
La mujer del carrito sacó un arma
que le colocó al tipo en la sien y gritó
— ¡Levanta las manos!
En ese momento se oyeron sirenas
a su alrededor y Bill levantó las manos
pero el que estaba a su lado sacó una
pistola y Raychel gritó tapándose la
cabeza cuando oyó varios disparos a su
alrededor — ¡Alto el fuego!— oyó que
gritaban cuando ya no se oía nada más
que la suplica de Bill pidiendo que no
dispararan.
La mujer sujetaba las muñecas de
Steve sin dejar de apuntarle y dos
hombres vestidos de azul con chalecos
antibalas y metralletas se acercaron a la
puerta ayudándola a detenerlo. A Bill lo
sacaron a la fuerza de la camioneta
mientras gritaba que no habían hecho
nada.
— ¿Se encuentra bien?— preguntó
la mujer bajando el arma—Somos de la
policía. Su prometido…
— ¡Raychel!— oyó como la
llamaba Denley y se puso a llorar de los
nervios al oír su voz. Cuando apareció
en la puerta suspiró de alivio cuando la
vio y entró en la camioneta a toda prisa
— Nena, ¿estás bien?
—Estás aquí.
Él le acarició las mejillas y miró
hacia abajo muy nervioso— Joder,
cuando se pusieron a disparar… ¿estás
bien? ¿Te duele algo?
—Estoy bien.
La abrazó a él— Nunca había
pasado tanto miedo en mi vida. Cuando
me llamaron diciendo que hoy era el
día…
— ¿Qué quieres decir?
La besó a toda prisa y le dijo—
Salgamos de aquí, que te lo explico
luego.
La ayudó a salir de la furgoneta y la
mujer sonrió— ¿Cómo se encuentra?
—Bien, creo. Me tiemblan las
piernas. — dijo algo confusa. Nada más
decir eso sus vaqueros premamá se
empaparon y miró hacia abajo—
¿Denley?
—Mierda. — Denley la cogió en
brazos mientras la mujer gritaba que
necesitaban una ambulancia.
—Tranquilos. Está a dos manzanas
por si necesitábamos asistencia. — dijo
la mujer intentando calmarlos.
— ¡Ya viene la niña!— gritó muy
nerviosa.
—Todo va a salir bien. — dijo
Denley muy asustado.
—No puedo ponerme de parto.
¡Estoy de siete meses!— se echó a llorar
de los nervios y Denley miraba a su
alrededor gritando que dónde estaba la
maldita ambulancia — ¡Quiero que
venga mi madre!
—Tranquila, cielo. La llamaré en
cuanto lleguemos al hospital.
— ¡Pues quiero que venga Carol!
—Estará allí. No te preocupes, los
llamaré a todos, ¿vale? Tú respira.
— ¿Qué respire? ¡Cómo no voy a
respirar!—gritó histérica— ¿Eres tonto?
La mujer policía sonrió y al oír la
ambulancia le hizo una señal para que se
acercara. Denley caminó a toda prisa
con ella en brazos —Está de siete meses
y ha roto aguas— le dijo al sanitario.
— ¿Tiene contracciones?— le
preguntó abriendo la puerta de
ambulancia.
— ¡Y yo que sé!— dijo ella fuera
de sí — ¡Me acaban de secuestrar y
estoy de siete meses! ¡Ni se me pasó por
la cabeza que pudiera ponerme de parto!
—Veo que está algo nerviosa. —
dijo el hombre mirando a Denley —
¿Puede subirla a la ambulancia?
— ¿Me está llamando gorda?—
Raychel se echó a llorar y abrazó el
cuello de Denley que impotente no sabía
qué hacer.
—Claro que no te está llamando
gorda, nena. Estás algo nerviosa pero…
— ¡No estoy histérica!
—No, claro que no.
Tuvieron que ayudar a Denley a
subirla porque al tener que agacharse
para subir le costaba un poco con ella en
brazos y Raychel se negaba a soltarle.
Cuando la tumbaron en la camilla, ella
miró a su alrededor y le cogió del brazo
—No te vas a ir, ¿verdad?
— ¿Cómo me voy a ir? Nena,
tienes que relajarte.
—Estoy bien. No me duele nada.
—Y eso es bueno. — dijo mirando
de reojo al sanitario— ¿No?
—En cuanto lleguemos al hospital
la revisarán, no se preocupen.
Denley le acarició la barriga por
encima del jersey azul que llevaba y
sonrió cuando la niña le pegó una patada
—Se mueve.
—Sí. — Raychel se puso a llorar
— No le va a pasar nada, ¿verdad?
—No se preocupe. —el sanitario le
pinchó algo en el brazo—Enseguida se
sentirá mejor.
Miró a los ojos a Denley — ¿Cómo
sabías lo que iba a pasar? Dijeron que
tú habías fastidiado sus planes.
Denley hizo una mueca —Cuando
dejaste ko a ese tipo en la calle, hice
que mi abogado le investigara porque
me parecía raro que alguien te insultara
de buenas a primeras.— ella asintió—
Al volver de Boston después de nuestra
discusión, dijo que el tipo quería
demandarte por unos supuestos daños y
pedía diez millones.
—Era una trampa.
—Sí, pero cuando mi abogado me
dijo el apellido del tipo, me di cuenta
que se apellidaba igual que tu
guardaespaldas. Tuve que declarar en la
policía cuando te dispararon y escuché
su nombre varias veces, así que era
difícil que se me olvidara. Le dije a
Robert, mi abogado, que lo investigara
para ver si había alguna conexión.
—Y así era. Son hermanos.
Denley asintió— Me reuní con
ellos y les amenacé con meterlos en la
cárcel por fraude. Cuando salieron, Bill
dijo entre otras lindezas que las cosas
no quedarían así. Y se lo dije a la
policía pero no me hicieron mucho caso,
así que contraté a gente para que los
siguiera. En cuanto llegaste a Nueva
York se pusieron en marcha comprando
armas que no se pudieran identificar. —
le acarició la mejilla— Por eso me
enfadé cuando te vi ante mi casa, porque
acababa de hablar con mi gente y me
habían puesto al día. Por eso quería que
volvieras a Boston.
— ¿Por qué no me lo dijiste?
—No sabía si harían nada contra ti
y no quería asustarte después de lo de tu
prima. En cuanto mis investigadores me
dijeron que habían alquilado una casa en
Brooklyn supe que tramaban algo y
avisé a la policía. Tardaron mes y
medio en actuar. Tuve que luchar con la
policía para que no lo dejaran porque
tardaban demasiado, pero es que tú no
salías mucho de casa.
— ¿Por qué no los detuvieron
antes?
—Porque hasta que no te cogieran,
no tenían nada. Se suponía que estabas
segura rodeada de policías, pero cuando
se pusieron a disparar por poco me da
algo.
La ambulancia se detuvo —Si me
lo hubieras dicho… ¡Eres idiota, tenías
que habérmelo dicho!— le gritó antes de
ponerse a llorar— Pensaba que no me
querías.
—Joder. Nena, ahora no.
Sacaron la camilla de la
ambulancia y ella lloró más fuerte— ¿Es
eso, no? No me quieres. ¿Por qué no me
lo dices de una maldita vez y dejas de
torturarme?
Denley se sonrojó porque todos en
urgencias se volvieron a mirar hacia el
box donde la habían colocado por los
gritos de Raychel— Claro que te quiero.
— dijo entre dientes.
— ¿De verdad?— se pasó una
mano por debajo de la nariz como si
fuera una niña.
Él la miró a los ojos y suspiró
antes de sonreír— Sí, nena. Claro que te
quiero. Pero es que como dijiste, eres
demasiada Turner para mí.
El labio inferior de Raychel
empezó a temblar como si fuera a llorar
otra vez— ¿Eso significa que no te
casarás conmigo?
Denley se echó a reír y se agachó
para besarla suavemente— Te lo pediré
cuando yo quiera.
—Pero me lo pedirás, ¿no?
—Algún día.
—Buenos días. — dijo un médico
sonriendo de oreja a oreja— Veo que lo
han arreglado.
—Mi tocóloga es la doctora
Lipton. — dijo ella apoyándose en los
brazos.
— ¿Qué tal si nos aseguramos que
está de parto antes de llamarla?
La enfermera cerró la cortina y la
ayudó a quitarse los pantalones mojados
— ¿En qué semana estás?
—De veintinueve semanas. — la
enfermera le quitó las braguitas y
nerviosa miró a Denley que también
estaba muy tenso.
El médico con unos guantes de
látex exploró la zona y frunció el ceño
palpándole la barriga— ¿Todo va bien?
—Un embarazo de veintinueve
semanas es viable. No se preocupen. –
dijo sin dejar de palparla — Voy a
hacerte una ecografía y a monitorizarte
un rato.—dijo bajándole las piernas y
cubriéndola con una sábana—Vamos a
ver esas contracciones.
Unos minutos después le hicieron
la ecografía y Denley miraba la pantalla
apretándole la mano. Parecía
emocionado y ella se extrañó un poco,
porque no parecía antes que le importara
tanto.
—Está bien. La niña está perfecta.
—dijo el médico con el ceño fruncido
mirando su barriga — No ha tenido una
sola contracción desde que estoy aquí,
¿verdad?
Ella se encogió de hombros —No,
supongo. No sé cómo son.
—Créeme cielo, te darías cuenta.
— dijo la enfermera irónica.
—Me han dicho que has llegado
algo estresada.
—Un poco. –sonrojada miró a
Denley— ¿Es culpa mía?
—Creo que no estás de parto,
Raychel. — dijo el médico reprimiendo
una sonrisa y ella entrecerró los ojos.
—Pero si ha roto aguas.
Como el médico no decía nada y al
darse cuenta de lo que quería decir
jadeó sonrojándose hasta la raíz del
pelo— ¿Me he hecho pis?—Denley la
miró y se echó a reír a carcajadas— ¡No
tiene gracia!
El médico sonrió sin darle
importancia —Si estabas estresada y…
— ¡Me estaban secuestrando, claro
que estaba estresada!
—No pasa nada, cielo. Mucho
mejor así. — dijo Denley aliviado —Se
quedará ahí dos meses más y saldrá más
grande.
En eso tenía razón y dejó caer la
cabeza sobre la camilla antes de
levantarla otra vez para mirar al médico
— No me iré meando por ahí, ¿verdad?
¿Necesito un pañal?
—No creo. — divertido salió de la
sala.
Se miraron a los ojos— Lo siento.
— ¿Por qué?— le acarició los
rizos— No lo has hecho a propósito.
—No hablo de eso. Siento haber
sido una bruja contigo y no haberte
entendido en Boston. — sus ojos se
llenaron de lágrimas— Te he echado de
menos.
—Y yo siento haberte dicho
aquella maldita frase y no explicarte
porque quería que volvieras a Boston.
Cuando los policías dispararon me di
cuenta que si te lo hubiera dicho, no
hubiéramos estado separados estos dos
meses y no habrías pasado por eso.
—Querías pillarlos.
—Quería que no lo volvieran a
intentar más adelante. Está claro que
necesitaremos seguridad. No quiero
correr más riesgos.
—Sí. — puso morritos y Denley la
miró divertido.
— ¿Si?
—Quiero un beso.
Denley se acercó y la besó
suavemente acariciando con la lengua su
labio inferior— Joder, Raychel. Cuando
me echaste de tu casa pensaba que te
había perdido para siempre. Que te
habías cansado de mí y estabas harta.
—Te quiero. — dijo mirando sus
ojos grises— Te eché el ojo hace mucho
y no te librarás de mí.
—Ahora te acosaré yo a ti.
— ¿De veras?— preguntó
ilusionada.
Le guiñó un ojo—He aprendido de
la mejor.
Epílogo

Echada en la tumbona de la casa de


la playa escuchaba la conversación de
Denley con Stella— Sí envíamelo por
mail y dile a Garret que le llamaré más
tarde. — la miró sonriendo— Sí, está
aquí. — le pasó el teléfono y en ese
momento escucharon a su hija
protestando al otro lado del interfono —
Iré yo— dijo él levantándose de la
tumbona.
Sonriendo se acercó el teléfono al
oído mientras Denley se encargaba de
Melissa — ¿Cómo estás, Stella? Sí, la
exposición será en tres semanas. Ya te
he enviado las invitaciones. ¿Vas a ir
con Garret?
Estuvieron hablando un rato.
Habían continuado su amistad ahora que
vivía en Nueva York y siempre que
podían, quedaban para tomar algo o ir
de compras con la niña. Tardó en
acostumbrarse a que llevaran
guardaespaldas, pero ahora hasta les
hacía bromas cuando los veía, diciendo
que se sentía como la primera dama.
Después de estar hablando un rato
con, ella frunció el ceño porque Denley
no había vuelto y le extrañaba que Carol
no se hubiera hecho cargo de la niña.
Había nacido hacía cuatro meses y no
podía despegarla de ella. Se levantó y
se puso el pareo para entrar en su
habitación por la puerta de la playa.
Denley estaba sentado en la cama de
espaldas a ella y parecía que miraba
algo— ¿Qué haces?
Él se levantó y se volvió muy serio
— ¿Qué es esto, nena?
Asustada vio que tenía en las
manos el sobre amarillo que su padre
había llevado a la casa después de que
le investigaran y había sacado las fotos
— Después del disparo papá te
investigó.
Él apretó los labios dejando caer
las fotos sobre la cama. Las mujeres que
hacían de cebo quedaron a la vista— ¿Y
pasé la prueba?
Ella se mordió el labio inferior.
Tenía que decírselo, así que ese era tan
buen momento como cualquiera— Sí,
las pasaste casi todas.
— ¿Qué quieres decir?— puso los
brazos en jarras mostrando ese pecho
que la volvía loca pero no podía tocarle
porque la cama estaba en el medio.
—Pues eso. Que las pasaste.
—Eso quiere decir que ha habido
más que una. ¿Qué pruebas se supone
que pasé?
—Bueno…— miró a su alrededor
buscando una salida para que no se
enfadara demasiado —Recuerda que me
quieres. Mucho.
—Nena…
—Pues te pusieron a tiro unas
chicas muy monas. — dijo señalando las
fotos mirándole de reojo. Denley se
cruzó de brazos y bufó— Y…
— ¡Termina de una vez!
—Y no cogiste el dinero que te
ofrecí.
— ¿Cuando me has ofrecido…?—
entonces recordó— El bloqueo de las
cuentas. ¿Estabas detrás de eso?—
preguntó furioso.
—Fue papá. Yo no sabía nada. El
abuelo lo hizo con él y lo repitió
contigo. —levantó la barbilla— Y se
ahorró la paliza.
— ¿Estáis locos?— Denley estaba
asombrado. Ella le hizo ojitos— No me
vas a camelar con eso.
Ella se llevó la mano al cuello y se
desató el tirante del bikini— Con eso
tampoco.
—Mi amor…. — dijo quitándose
el pareo —Pasaste las pruebas. Eres el
mejor.
—Por eso volviste la primera vez,
¿verdad? Porque era apto. — estaba
molesto pero no dejarla de mirar sus
pechos — ¿Y qué prueba no pase?
—Dime que me quieres. —dijo
desatando el cordón de la cadera del
bikini.
Él carraspeó antes de decir—
Claro que te quiero. — se subió a la
cama y pasó al otro lado, cogiéndola por
la cintura pegándola a él y acunando un
pecho.
Raychel cerró los ojos extasiada—
Acabas de pasar la última prueba.
— ¿De veras? —la besó con
pasión antes de apartarse y cogerla en
brazos— Entonces tendrás que casarte
conmigo.

FIN

Sophie Saint Rose es una prolífica


escritora que tiene entre sus éxitos “Me
faltabas tú” o “La joya del Yukón”.
Próximamente publicará “Todo por la
familia” y “La portavoz”
Si quieres conocer todas sus
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Sophiesaintrose@yahoo.es.
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