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Hermanas Franciscanas Cooperadoras Parroquiales

Colegio “Santa Isabel de Hungría”


Departamento de Lenguaje y Comunicación
Profesora: Cecilia Cáceres Díaz
Profesora Practicante: Jacqueline Quilodrán
2° semestre

“EL MÉDICO A PALOS” (Moliere)

1. Argumento:

Personajes:
Don Jerónimo
Doña Paula
Leandro
Andrea
Bartolo
Martina
Ginés

La escena representa en el primer acto un bosque, y en los dos siguientes una sala de casa particular: con puerta en el
foro, y otras dos a los lados.

La acción empieza a las once de la mañana, y se acaba a las cuatro de la tarde

2. Resumen de la obra:

Bartolo es un leñador de larga barba negra, ingenioso, alegre y bebedor. Trabajó seis años para un famoso
doctor, por lo que aprendió algunos rudimentos de medicina y de latín. Martina, su mujer, está harta de sus
bribonerías y de sus golpes, así es que decide vengarse.
La ocasión se le presenta cuando se encuentra con Ginés y Lucas, sirvientes de Don Jerónimo, que andan en
busca de un médico que cure a la hija de su amo. Martina entonces inventa que Bartolo es un prestigiado doctor pero
un tanto excéntrico. Les dice que a veces llega a negar su profesión y que vuelve a recordarla después de una buena
golpiza.
Lucas y Valerio parten a buscar al extraño doctor. Lo encuentran cortando leña, y a pesar de sorprenderles
su atuendo rústico y actitud campesina, no dudan de las palabras de Martina. Le explican su situación y le piden que
los acompañe. El leñador repite una y otra vez que él no es médico, por lo que Valerio y Lucas lo apalean hasta que
lo admite.
Parten los tres a la casa de Don Jerónimo. Los sirvientes le cuentan a su amo los increíbles milagros que
Bartolo ha realizado. La nodriza comenta que el mal de Paula, hija de Jerónimo, es mal de amores. Luego llega la
“enferma”, que sólo dice: "han hi hom". El falso médico diagnostica que ha perdido el habla, y al ser consultado por
la causa del mal, inventa una larga explicación llena de términos médicos, latinos y otros inventados. Todos quedan
satisfechos y admirados del gran conocimiento del doctor.
Don Jerónimo pide una cura para su hija, ya que la tiene prometida en matrimonio y el novio espera la
recuperación de la enferma para desposarla. Bartolo receta pan con vino, para soltarle la lengua igual que a los loros.
Más tarde aparece Leandro, el verdadero amor de Lucinda, y le paga a Bartolo para que lo ayude. Le cuenta
que la enfermedad de la muchacha es un truco para evitar el matrimonio con Horacio, quien por ser más rico que
Leandro, es preferido por Don Jerónimo para su hija. Leandro se disfraza de boticario y llega junto al falso médico
donde Doña Paula. La falsa enferma recupera el habla y le dice a su padre que solamente se casará con Leandro, el
hombre a quien ama. Éste se enfurece y no cede.
Bartola, por su parte, ayuda a os enamorados a escapar, o que provoca la ira del mandamás, quien ordena ahorcar al
impostor. Cuando llega Martina a buscar a su esposo, se encuentra con que van a matarlo.
De pronto aparecen los enamorados, para contarle a Don Jerónimo que Leandro ha heredado una fortuna de
un tío que ha muerto. El padre se alegra y lo acepta como yerno. Bartolo se salva de la muerte y perdona a su mujer
por los palos que lo hizo sufrir, debido a que ella elevó su condición social al convertirlo en médico.
3. Final
Acto III (…)
Escena X

Doña Paula y Leandro, salen los dos por la puerta del lado derecho. Don Jerónimo, Bartolo; Andrea,
Lucas, Ginés, Martina.
LEANDRO.- Señor Don Jerónimo.
DOÑA PAULA.- Querido padre.
DON JERÓNIMO.- ¿Qué es ésta? ¡Picarones, infames!
LEANDRO.- (Se arrodillan a los pies de DON JERÓNIMO.) Esto es enmendar un desacierto. Habíamos
pensado irnos a Buytrago y desposarnos allí, con la seguridad que tengo de que mi tío no desaprueba
este matrimonio; pero lo hemos reflexionado mejor. No quiero que se diga que yo me he llevado robada a
su hija de usted; que esto no sería decoroso ni a su honor, ni al mío. Quiero que usted me la conceda con
libre voluntad, quiero recibirla de su mano. Aquí la tiene usted, dispuesta a hacer lo que usted la mande;
pera le advierto, que si no la casa conmigo, su sentimiento será bastante a quitarla la vida; y si usted nos
otorga la merced que ambos le pedimos, no hay que hablar de dote.
DON JERÓNIMO.- Amigo, yo estoy muy atrasado, y no puedo...
LEANDRO.- Ya he dicho que no se trate de intereses.
DOÑA PAULA.- Me quiere mucho Leandro para no pensar con la generosidad que debe. Su amor es a
mí, no a su dinero de usted.
DON JERÓNIMO.- (Alterándose.) Su dinero de usted, su dinero de usted. ¿Qué dinero tengo yo,
parlera? ¿No he dicho ya que estoy muy atrasado? No puedo dar nada, no hay que cansarse.
 LEANDRO.- Pero bien, señor, si por eso mismo se le dice a usted que no le pediremos nada.
DON JERÓNIMO.- Ni un maravedí.
 DOÑA PAULA.- Ni medio.
 DON JERÓNIMO.- Y bien, si digo que sí, ¿quién os ha de mantener, badulaques?
LEANDRO.- Mi tío. ¿Pues no ha oído usted que aprueba este casamiento? ¿Qué más he de decirle?
 DON JERÓNIMO.- ¿Y se sabe si tiene hecha alguna disposición?
 LEANDRO.- Sí señor, yo soy su heredero.
DON JERÓNIMO.- ¿Y qué tal, está fuertecillo?
LEANDRO.- ¡Ay! No señor, muy achacoso. Aquel humor de las piernas le molesta mucho, y nos tememos
que de un día a otro...
 DON JERÓNIMO.- Vaya, vamos, ¿qué le hemos de hacer! Con que... (Hace que se levanten, y los
abraza. Uno y otro le besan la mano.) Vaya, concedido, y venga un par de abrazos. (…)
MARTINA.- ¡Marido mío! (Se abrazan MARTINA y BARTOLO.) Sea enhorabuena que ya no te ahorcan.
Mira, trátame bien, que a mí me debes la borla de doctor que te dieron en el monte.
 BARTOLO.- ¿A ti? Pues me alegro de saberlo.
 MARTINA.- Sí por cierto. Yo dije que eras un prodigio en la medicina.
GINÉS.- Y yo, porque ella lo dijo, lo creí.
LUCAS.- Y yo lo creí, porque lo dijo ella.
DON JERÓNIMO.- Y yo, porque estos lo dijeron, lo creí también, y admiraba cuanto decía como si fuese
un oráculo.

 LEANDRO.- Así va el mundo. Muchos adquieren opinión de doctos, no por lo que efectivamente saben,
sino por el concepto que forma de ellos la ignorancia de los demás.

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