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FE

sin
LÍMITES
_______________________________
_
Copyright © 2016 por Joel Perdomo
¡IMPORTANTE!

ESTE LIBRO ES UNA OFRENDA A DIOS Y LOS


DERECHOS DE AUTOR HAN SIDO CEDIDOS A
LA IGLESIA DE CRISTO EN LA TIERRA.

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LA AMADA IGLESIA DE CRISTO EN LA
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GRACIA HA RECIBIDO.

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ESCRIBIRLOS. COMPARTALOS CON OTROS
CRISTIANOS, SERIA TODO LO QUE PIDO A
CAMBIO.

¡DIOS TE BENDIGA! JOEL PERDOMO


ÍNDICE

2
Capítulo - 1 - LA REVELACIÓN DE LA FE
I. ¿QUÉ ES LA
FE?.................................................................................
...13
a. La fe bíblica
b. La fe en Dios
c. La fe en el soberano Dios de la Biblia
d. La fe es un don de Dios para toda la humanidad
II. LA FE
ACTIVA…………………………………………………..23
a. La fe sin obras es muerta
b. Sin fe es imposible agradar a Dios
c. Tres pilares para activar la fe

Capítulo - 2 - LA FE ES UNA LEY DIVINA


I. LA JUSTICIA POR MEDIO DE LA
FE………………………………...29
a. La fe como una ley de justicia divina
b. La fe salvífica y la fe práctica
c. La fe conduce al arrepentimiento y la conversión
II. DESARROLLANDO UNA FE
BÍBLICA………………………………..35

3
a. El desarrollo de la fe cristiana
b. El uso de la fe activa
III. LOS OBSTÁCULOS DE LA
FE……………………………………...38
a. La incredulidad
b. La desobediencia A Dios
c. Pedir fuera de la voluntad de Dios
d. La desobediencia a la Palabra de Dios
e. La infidelidad al Pacto divino

Capítulo - 3 - LA FE EN ACCIÓN
I. SIN FE, ES IMPOSIBLE AGRADAR A
DIOS…………………………...49
a. Se requiere fe para que el poder de Dios se manifieste
b. La prueba de la fe
II. LA FE DE LOS HOMBRES DE DIOS DEL A. T. BASADO
EN HEBREOS 11…54
1. Una fe inquebrantable
2. Abel, un adorador en espíritu y verdad
3. Enoc, aprendiendo a caminar con Dios
4. La fe en Dios es obediente
5. La fe desafía las leyes naturales

4
6. La prueba es el crisol de la fe
7. La alabanza como instrumento de guerra

Capítulo - 4 - LA FE EN EL MINISTERIO DE JESÚS


I. LOS MILAGROS EN EL NOMBRE DE
JESÚS…………………………..61
a. Dos ciegos reciben la vista
b. La resurrección de Lázaro
C. Un padre pide por la liberación de su hijo
d. La sanidad de los diez leprosos

Capítulo - 5 - FE SIN LÍMITES


I. TESTIMONIOS BÍBLICOS DE
FE……………………………………67
a. La fe osada de una mujer cananea
b. Un hombre desesperado le cree a Jesús
c. La fe determina el milagro
II. EL PODER DE LA PALABRA DE
DIOS……………………………….72
a. El poder del nombre de Jesús
b. Jesús; nombre sobre todo nombre
c. Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín

5
d. “Talita Cumi”: El poder de la resurrección
III. EN EL NOMBRE DE
JESÚS………………………………………..82
a. Los apóstoles usaron la autoridad del nombre de Jesús
b. Usando el nombre de Jesús correctamente
c. Milagros en el nombre de Jesús

Capítulo - 6 - FE EN LA PALABRA DE DIOS

I. EL SECRETO DE LA FE DEL
CENTURIÓN……………………………..87
a. Una fe con motivaciones correctas
b. El amor es la base de una fe productiva
c. La obediencia y el conocimiento de la autoridad
producen fe en el cristiano
d. El centurión aprendió a ejercer autoridad, producto de
su obediencia
e. Lecciones objetivas para aprender de la fe del centurión

6
II. LA CONFESIÓN DE LA PALABRA DE
DIOS…………………………..95
a. La parte divina y la parte humana en la fe
b. Llamando las cosas que no son, como si fuesen
c. Dios demanda creer; antes de ver

Capítulo - 7 - SIETE PRINCIPIOS BÍBLICOS DE FE

I. SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A


DIOS…………………………..101
1. La fe cristiana está fundada en el Dios de la Biblia
2. La Palabra de Dios en acción
3. Fe es más que una repetición monótona
4. Confesar es un compromiso para toda la vida
5. La fe es probada
6. Como usar correctamente la fe
7. La fe se debe activar

Capítulo - 8 – LA FE Y EL AMOR

I. EL AMOR ES MAYOR QUE LA


FE…………………………………..117

7
a. El amor es el mayor de todos los dones
b. La preeminencia del amor, sobre todo don espiritual
c. La fe sin amor es estéril
d. La fe confirma el amor divino

ANEXO ….
……………………………………………………...129

8
9
PREFACIO

La fe en Dios, y consecuentemente en Jesús como salvador del


mundo, es el tesoro más preciado y la bendición más grande que
un ser humano pueda adquirir en la tierra. Quizá ahora, en
nuestra condición humana limitada no lo entendamos ni
valoremos tanto, si no hasta en la eternidad.
La fe es el único medio para acercarse a Dios, y para adquirir
la salvación eterna del alma. Por medio de la fe aceptamos la
existencia de Dios, revelada por medio de su bendita creación, y
su santa palabra, (la Biblia).
Es por medio de la fe que Dios le permite al ser humano
lograr toda realización, espiritual, física, y material. La fe emana
del corazón, así como el agua brota de su manantial. La Biblia
compara a la persona que, a través de la fe encuentra la
salvación, con un hombre que haya el tesoro mas anhelado. Jesús
dijo:
“Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro
escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo
esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que
tiene, y compra aquel campo” (Mt. 13: 44).
La alegría de la salvación permite que el ser humano se despoje
de todo lo que posee, y ama, para seguir a Jesús:
“También el reino de los cielos es semejante a un mercader
que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla
preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró” (Mt.
13: 45-46).
La fe no tiene anclas en que apoyarse, solamente en Dios. Como
el viento guía a una embarcación en el ancho mar, así la fe le
permite al cristiano depender totalmente de Dios. La fe aún

10
puede permitir deshacerse o abandonar los barcos para seguir al
Señor como hizo Pedro. La fe no tiene límites.

INTRODUCCIÓN

• ¡Todas mis oraciones son contestadas!


¿Le sorprendería si le digo que todas mis oraciones son
contestadas? No se preocupe, usted no es el primer sorprendido.
Cuando en público he expresado que Dios ha contestado todas
mis oraciones, el auditorio parece entrar en un minuto de
silencio, la atmósfera se satura de dudas y muchas preguntas. En
ese momento, respiro profundo y reitero con voz firme, pues sí,
queridos hermanos, Dios ha contestado todas mis oraciones, eso
11
es como echarle leña al fuego. Luego les explico que Dios
siempre contesta las oraciones de sus hijos. El punto es que Dios
tiene diferentes respuestas para cada petición: Unas veces dirá sí,
otras dirá no, o debes esperar.
Los cristianos creemos que cuando Dios no responde las
oraciones de inmediato, como esperábamos o con un sí, es
porque esa oración no fue contestada. De hecho, la única oración
que Dios no escucha, es aquella que no se hace de acuerdo a su
voluntad o contraria a la Biblia.
Es importante conocer a Dios; a fin de aprender a orar de
acuerdo a su voluntad revelada en la Biblia, que es la base de
toda oración. Y luego orar de acuerdo a su propósito específico
para nuestra vida, a fin de que nuestra fe produzca resultados
positivos.
Muchas oraciones, bien intencionadas, no son contestadas
porque no se hacen de acuerdo a la voluntad divina revelada en
la Biblia o porque se desconocen las prioridades eternas y nos
enfocamos en las temporales.

• Use su fe correctamente para ver buenos resultados


Una persona estaba muy enferma y viajó a la ciudad donde yo
vivía para ser operada, esta había sido cristiana, pero no
perseveraba en su fe. Su hermana me llamó para orar e insistía
en que pusiera mis manos sobre ella para sanidad. Al observar
mi negativa, ella tomaba mi mano y la dirigía hacia su hermana,
pero yo la retiraba. Cuando hubo oportunidad le expresé que
estábamos orando mal, que ella necesitaba salvación, antes que
sanidad. Ella había aceptado a Jesús como salvador, pero lo
había abandonado. La prioridad en ese momento era la salvación
de su alma; no la de su sanidad de su cuerpo.

12
Invité a la persona a reconciliarse con Jesús y accedió.
Luego hicimos la oración por sanidad divina. Al siguiente día
fue al hospital y la operación fue suspendida porque no
encontraron nada en su cuerpo. La enfermedad había
desaparecido por el poder de Dios. En el orden divino, el alma es
más importante que el cuerpo físico. El cuerpo es importante,
pero es temporal. El alma es eterna, Jesús dijo: “Y no temáis a
los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar” (Mt.
10: 28a).
Muchas oraciones bien intencionadas de los cristianos no son
contestadas, porque no se hacen de acuerdo a la voluntad divina
revelada en la Biblia o porque se desconocen las prioridades
eternas.
Lo que en cierto momento de la vida puede ser lo más
importante o necesario para nosotros, no es necesariamente la
prioridad para Dios.
Aunque Dios es todo amor, sus prioridades para nuestra vida
son las eternas (alma); no las temporales o físicas. En cambio, al
ser humano le preocupan más las cosas físicas y materiales de
este mundo.
Al vivir en un mundo limitado por el tiempo y el espacio,
podemos cometer el error de creer que Dios está preocupado por
las mismas cosas que nos preocupan a nosotros. Eso nos puede
conducir a pensar y a pedir erradamente a Dios. No es que a Dios
no le interesen nuestros problemas, es solo que nuestra mente es
limitada, en comparación con su gran sabiduría. Él dice:
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni
vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más
altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos
que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos” (Is. 55: 8-9).
13
Si no alineamos nuestra mente con el carácter de Dios a fin
de que se ajuste a su voluntad revelada en la Biblia,
cometeremos grandes errores a la hora de utilizar nuestra fe para
comunicarnos efectivamente con Él, a fin de pedir
correctamente. Nuestra primera prioridad en el camino a
desarrollar nuestra fe cristiana, es alinearnos con la voluntad
divina.
Si nos preocupamos por conocer y hacer la voluntad de Dios,
mas que de nuestros asuntos, por importantes que sean, Él se
encargará de resolver nuestros problemas y necesidades. Nuestro
enfoque debe ser la obediencia, aunque en el proceso seamos
probados hasta la saciedad.
Nuestro primer paso hacia el desarrollo de la fe, es ejercitar
la fe. Y no hay mejor manera de hacerlo, si no confiando en que,
si nos ocupamos en obedecer a Dios, Él se encargará de todo lo
que nos preocupe en este mundo, aun de lo que es imposible para
nosotros.
La fe bíblica que produce grandes milagros es sencilla, y
consiste en dejar todas nuestras causas en las manos de Dios. Eso
es lo que a veces nos da más trabajo, pues Dios no tiene prisa, ni
piensa como nosotros pensamos. Pero él no pondrá una carga
más pesada de la que podamos llevar. Al final nos dará la salida,
que Él considere correcta. La Biblia afirma:
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea
humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados
más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis
soportar” (1 Co. 10:13).
Capítulo – 1 –

LA REVELACIÓN DE LA FE
14
____________________________________________________

I. ¿QUÉ ES LA FE?

a. La fe bíblica
Le fe en Dios es uno de los temas más asombrosos de la Biblia.
La fe es tan profunda en su alcance, que no tiene límites, ni
conoce imposibles; pero es tan sencilla de entender y fácil de
adquirir, que el más común de los humanos puede apropiarse de
ella, ya que emana de una decisión personal. Creer o no creer en
Dios, es voluntario.
Dios ha desplegado su gloria a través de su maravillosa
creación. La Biblia señala que la tierra está llena de la gloria de
Dios:
“Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo,
Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su
gloria” (Is. 6: 3).
La creación es un perfecto testimonio del creador. El ser humano
puede adquirir fe en Dios a través de la creación, creyendo en el
Creador. No obstante, la fe salvífica viene por oír y obedecer el
evangelio de Jesucristo, revelado en la Biblia:
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”
(Ro. 10: 17).
No significa que la fe se adquiera de forma automática, al
escuchar el evangelio. Oír el mensaje es solo el medio para
adquirir la fe, pero la decisión de creer o no creer, la determina
cada oyente en su corazón. Es allí donde obra la libre voluntad
que Dios le dio a cada persona.
Dios le dio libre albedrío al ser humano para elegir de forma
individual. Así que, la fe es una decisión. No obstante, la fe es

15
indispensable para comunicarse con Dios. La Biblia señala que:
“Sin fe es imposible agradar a Dios”:
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es
necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que
es galardonador de los que le buscan” (Hb. 11: 6).
La fe es el primer paso para que el pecador se acerque a Dios en
busca de restauración, después de la caída de la primera pareja
en el huerto del Edén.
Por la fe entendemos que Dios creó todas las cosas
existentes, con el poder de su palabra:
“Por la fe entendemos haber sido constituido el universo
por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho
de lo que no se veía” (Hb. 11: 3).
La fe es la manera en que nos acercamos a Dios e interpretamos
su conocimiento. Dios es espíritu y la naturaleza caída de la
mente humana es carnal1 y no puede entender las cosas
espirituales:
“Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra
Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco
pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar
a Dios” (Ro. 8: 7-9).
La fe nos acerca a Dios, del cual nos alejamos al principio, a
causa del pecado adámico2; por el cual toda la humanidad,
1
Carnal, se refiere a la naturaleza de la humanidad, sobre
todo, después de la caída. En contraste con la nueva naturaleza
del cristiano, que es espiritual, por medio del nuevo nacimiento
en Cristo (el nuevo Adán, 1 Co. 15: 21- 49).
2
Pecado adámico o pecado original – Se refiere al
pecado de la primera pareja. Estos gozaban de comunión
perfecta con Dios, antes de la caída. Pero esa relación fue rota,
a causa de la desobediencia humana. La primera pareja es
responsable de introducir el pecado en el mundo, pero no son
responsables de nuestras acciones o pecado personal, del cual
cada ser humano dará cuenta ante Dios. Cristo vino al mundo
16
quedó separada de Dios y destituida de su presencia. Ver, Ro. 3:
23:
“Por tanto, Como el pecado entró en el mundo por un
hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a
todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5: 12).
Para que el ser humano pueda entender y restaurar su comunión
con Dios, primero necesita nacer del espíritu (Jn. 3:7); luego
debe aprender el conocimiento de Dios revelado en la Biblia. De
otra manera, lo espiritual le parecerá locura; como bien señala la
Biblia:
“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del
Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1
Co. 2: 14).
La fe se puede desarrollar por cualquier obra maravillosa
desplegada en la creación, pero esa fe debe conducir a Jesús de
Nazaret, el único medio de salvación eterna.
A los que nunca oyeron del evangelio, Dios les juzgará por
medio de su consciencia, (la cual redarguye acerca del bien y el
mal), y por su razonamiento, el cual exige un Creador inteligente
de todo lo visible en:
“Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por
naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley,
son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita
en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y
acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día
en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los
hombres, conforme a mi evangelio” (Ro. 2: 14-16).

para restaurar la comunión perdida entre Dios y el ser humano


(Ef. 2: 11-18).
17
b. La fe en Dios
En la raíz etimológica de los idiomas bíblicos, la palabra fe
(pistis, gr.) tiene muchas variantes; pero de manera general, su
significado se refiere a los siguientes conceptos: Confianza,
certeza, garantía, seguridad, fidedigno, confiable, obediencia3.
Todo esto, es en relación a la acción de fe que debe evidenciar
todo el que se acerca a Dios.
Cuando alguien decide creer en Dios y creerle a Dios; que
son dos cosas diferentes4, debe hacerlo sin titubeos. El
significado de estas palabras evoca una confianza absoluta en
Dios, con la seguridad de que Él no fallará. Es como la inocente
criatura que se abandona confiada en los tiernos brazos de su
madre, sin dudar de su amor y cuidado, convencido de que en
ningún lugar estará más seguro.
La fe también, está implícitamente ligada a la obediencia. De
allí que, la fe se debe mostrar a través de obediencia a Dios y a
su palabra (Biblia). La fe es por naturaleza obediente. Nadie
puede confesar que tiene fe, si no es obediente a la palabra de
Dios. Se puede tener mucha fe en Dios con la mente y el
corazón; pero a la vez se puede estar igualmente perdido como
un incrédulo.
La fe solo producirá frutos, si se actúa de acuerdo a ella. La
fe sin obras es muerta (Stg. 2:17). La mejor manera de mostrar la
fe, no es a través de las palabras; si no de nuestra obediencia al
Dios de la Biblia.
3
Kittel, Gerhard. Gerhard Friedrich. Geoffrey W. Bromiley.
“Diccionario Teológico Del Nuevo Testamento. (Grand Rapids,
Libros Desafió, 2002. Pg. 827).
4
Creer en Dios, es creer que el existe. Creerle a Dios, es
hacer su voluntad. Puede ser que alguien crea en Dios, pero no
le crea a Dios, al no obedecerle. Para el caso, la Biblia señala
que los demonios creen en Dios y le tiemblan; pero no le
obedecen (Stg. 2:19).
18
No basta con decir que creemos en Dios; hay que creer y
obedecer lo que dice la Biblia. Hay personas que creen en Dios,
pero no le obedecen. Su fe es vana, pues solo son recompensados
los que actúan por medio de su fe:
“Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que
le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hb.
11: 6b).
Puede ser que muchas personas profesen tener fe en Dios; pero
talvez no le obedecen, ni le conocen. Es como si no tuvieran fe,
pues su fe es vana. La verdadera fe se muestra en la obediencia a
la palabra de Dios.
La Biblia dice que aun los demonios creen en Dios y
tiemblan a su presencia, pero no le obedecen:
Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los
demonios creen, y tiemblan (Stg. 2:19).

c. La fe en el soberano Dios de la Biblia


La fe es uno de los misterios más excelsos y maravillosos
revelados por Dios en la Biblia, pero la fe no es solo un concepto
teológico, alude directamente a Dios quien es el dador de la fe.
Quien no tiene fe, niega a Dios.
Aunque Dios hablaba a la primera pareja en el huerto del
Edén, la fe era necesaria desde el principio para creer en el
creador. Después de la caída y con la introducción del pecado en
el mundo, la fe se tornó más indispensable en la relación entre
Dios y la humanidad a causa de la santidad de Dios, en contraste
con el pecado imperante en el mundo. Dios no puede habitar
donde hay pecado. Por tanto, la fe se tornó en el medio por el
cual Dios, en su soberanía, quiso que la humanidad se
relacionara con Él.

19
Desde el principio de la creación se nota que Dios no tenía una
relación de capataz con la primera pareja. Él les cedió espacio de
locomoción (El paraíso) y libertad para desenvolverse como
individuos (libre albedrío). Esto se nota cuando la primera pareja
peca y Dios aparece en la escena:
”Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el
huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se
escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los
árboles del huerto” (Gn. 3: 8).
Este verso muestra que Dios no estaba en el paraíso, lo que
conectaba a Dios con la primera pareja, era su palabra:
”Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto
de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó
Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto
podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal
no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente
morirás” (Gn. 2: 15-17).
La palabra dada por Dios era lo que conectaba a la primera
pareja con el Creador, y esa comunión se rompió a causa de la
desobediencia humana. De algún lugar (su trono) Dios apareció
en la escena hablando a Adán y a Eva.
Hoy también, Dios no obliga al ser humano a buscarle. Es su
palabra revelada (la Biblia) la que nos muestra cómo debemos
comunicarnos con Dios; y esta señala, que es por medio de la fe.
La fe es un misterio revelado. Pero, aun así, nuestra mente es
limitada para entender todo lo concerniente a la fe, y el por qué
Dios lo estableció como medio de comunicación con la
humanidad. Lo cierto es que Dios, es soberano. No obstante,
para Dios es de gran estima que sus criaturas le reconozcan, aun
sin haberle visto. La Biblia señala que el ser humano no puede
ver el rostro de Dios:
20
“Nadie ha visto jamás a Dios” (1 Jn. 4: 12).
A Dios le agrada la fe de sus hijos. Dios tiene ángeles que le
adoran y le aman; pero estos ven su rostro (Mt. 18:10). La fe
rompe todos los parámetros racionales, pues es reconocer
voluntariamente a Dios; sin haberle visto. Solo por medio de sus
hechos manifestados, primero por medio de su creación, y luego
por los revelados en la Biblia.
Dios no ha dejado a la humanidad sin testimonio, la creación
habla de su grandeza y su palabra dada a los profetas (la Biblia)
lo confirma. Pero, después de la caída del ser humano, la
manifestación más sublime del amor divino, ha sido revelada al
enviar a su Hijo (Jesús) al mundo para salvar a la humanidad.

d. La fe es un don de Dios para toda la humanidad


En Hebreos, se encuentra una de las descripciones bíblicas más
profundas y reveladoras acerca de la fe en Dios:
”Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera,
la convicción de lo que no se ve” (Hb. 11: 1).
Según esta descripción, la fe es la seguridad anticipada de lo que
se cree, y el convencimiento propio de lo que se espera; aunque
no se vea nada, ni haya indicios de que tal petición se pueda
realizar. Esta fe, está sustentada en Dios mismo. Él es el dador
de la fe, a los que le creen.
La fe emana de Dios y está revelada a la humanidad a través
del gran poder con que Dios creó todas las cosas, que es
testificado a través de la creación. Hebreos señala que lo que se
ve (visible) fue hecho por la Palabra de Dios, de lo que no se
veía (invisible):

21
”Por la fe entendemos haber sido constituido el universo
por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue
hecho de lo que no se veía” (Hb. 11: 3).
Lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Por tanto, lo
invisible es primero. La fe se encarga de conectarnos con lo
invisible, con Dios mismo.
La fe es el medio bíblico que Dios, en su soberanía5, ha
establecido para que los seres humanos se relacionen con Él.
Esta fe no solo deriva de sus hechos palpables (creación);
también es testificado por medio de su palabra revelada (la
biblia).
____________________________________________________
 La fe es el medio bíblico que Dios, en su soberanía, ha
establecido para que los seres humanos se relacionen con
Él. Esta fe no solo deriva de sus hechos palpables
(creación); también es testificado por medio de su
palabra revelada (la Biblia).
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5
Soberanía. Es el derecho que Dios tiene de establecer sus
leyes de relación con sus criaturas. Esto se debe a que: Dios,
como creador absoluto de todas las cosas, por medio de su gran
poder que le es inherente, posee la atribución de establecer el
medio y las leyes por las cuales se relacionará con sus criaturas.
Para dar un ejemplo: De acuerdo a la Biblia, Dios es amor, es
santo, y es Justo. Por tanto: El ser humano se debe ajustar a
estas características divinas a fin de relacionarse correctamente
con Dios. El cristiano debe amar, vivir en santidad y procurar la
justicia. Si no lo hace, estará caminando fuera de la voluntad de
Dios y no podrá gozar de comuna relación con Dios.
22
II. LA FE ACTIVA

a. La fe sin obras es muerta


La Biblia señala que la fe salvífica, se obtiene por medio de oír y
obedecer la palabra de Dios:
”Así que la fe es por el oír,
y el oír, por la palabra de Dios” (Ro. 10: 17).
La palabra oír, aquí no solo se refiere a escuchar; sino a obedecer
la palabra de Dios para ponerla por obra. Es una fe activa como
explica Santiago:
“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente
oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno
es oidor de la palabra, pero no hacedor de ella, éste es
semejante al hombre que considera en un espejo su rostro
natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego
olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la
perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo
oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será
bienaventurado en lo que hace” (Stg. 1: 22-25).
A Israel no le aprovechó escuchar la palabra de Dios, porque no
la recibieron con fe en sus corazones:
“Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena
nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra,
por no ir acompañada de fe en los que la oyeron” (Hb. 4:
2).
Para que la fe produzca resultados, no basta con tener fe en Dios,
se debe actuar de acuerdo a esa fe recibida. Una persona puede
adquirir fe al admirar la creación de Dios o al escuchar el santo
evangelio, pero de nada le serviría si no invoca a Dios para
salvación.
23
La fe verdadera requiere acción. La fe activa es la respuesta
del ser humano al llamado de Dios. Dios da testimonio de sí
mismo y quiere que el ser humano le busque, le invoque y le
conozca.
Cuando Moisés se encontró con Jehová, le dijo que usara la
vara de pastor que tenía en su mano para hacer señales. El primer
milagro sucedió cuando tiró su vara al suelo y se convirtió en
una culebra (Ex. 4: 3). Cada vez que Moisés obedecía y estiraba
su vara, de acuerdo a la orden que recibía de Dios, sucedían
grandes maravillas, como las diez plagas de Egipto. La
insignificante vara resaltaba el gran poder de Dios. Moisés debía
creer que al estirar la inerte vara que había cargado por tanto
tiempo, el poder de Dios se desataría a la orden de su palabra.
En una ocasión, Moisés dudó que Dios podía sacar agua de
una roca al tocarla con la vara en su mano y esto le fue contado
como incredulidad, pues lo hizo de mala gana, sin fe. Desde ese
día, Dios prometió que Moisés no entraría a la tierra prometida.
Moisés lo hizo a regañadientes y Dios lo honró haciendo brotar
agua de la peña, pero le castigó por su incredulidad. Para que
Dios obre milagros, la fe debe ir acompañada de nuestra acción
de fe, como respuesta a Dios:
“Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Toma la vara, y
reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a
la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás
aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a
sus bestias. Entonces Moisés tomó la vara de delante de
Jehová, como él le mandó. Y reunieron Moisés y Aarón a
la congregación delante de la peña, y les dijo: !Oíd ahora,
¡rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?
Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su
vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la
24
congregación, y sus bestias. Y Jehová dijo a Moisés y a
Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme
delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta
congregación en la tierra que les he dado (Nm. 20: 7-12).

b. Sin fe es imposible agradar a Dios


La fe es una revelación imprescindible para comunicarse con
Dios. La Biblia señala que: “Sin fe, es imposible agradar a
Dios”:
”Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es
necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que
es galardonador de los que le buscan” (Hb. 11: 6).
Abraham es el hombre que abre la puerta de la fe, para la
salvación de la humanidad, todo por obedecer a Dios, aún sin
saber lo que le esperaba:
”Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al
lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber
a dónde iba” (Hb. 11: 8).
Abraham llegó a ser conocido como el padre de la fe:
“Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia”
(Gá. 3: 6).
La fe es una ley divina. La Biblia señala que todo lo que no se
hace con fe, se convierte en pecado:
“Y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Ro. 14: 23b).
Cualquier acción, aunque sea bien intencionada, que se haga sin
fe en el servicio a Dios, se convierte mas bien en un pecado.
Dios no se agrada de una adoración monótona y carente de fe;
aunque parezcan muy bonita.
Esa fue la razón por la que la ofrenda de Caín desagradó a
Dios. El la dio por que se sentía presionado por las acciones
justas de su hermano, Abel. Por envidia.
25
A veces damos ofrendas por el que dirán los demás, no lo
hacemos de corazón. Esa ofrenda ofende a Dios y nos hace
pecar, porque no la ofrecemos con una fe sincera, sino por
presión o vergüenza. Cualquier persona se sentiría ofendida si le
regalan algo, porque sobra o por otro interés o razón que no sea
el genuino aprecio y el amor puro.
c. Tres pilares para activar la fe

1. La fe en Dios es una decisión individual


Una de las preguntas más intrigantes que nos podemos hacer
acerca de la fe, es: Si la fe proviene de Dios o del corazón
humano. Ciertamente, la fe es dada por Dios a los que le creen;
pero es una decisión personal, creer o no creer. Así que, como
todas las cosas que conciernen a la restauración de la relación del
ser humano con Dios y a la salvación eterna del alma, después de
la caída, es una decisión del libre albedrío humano aceptarlas o
no.
Una vez que el ser humano decide creerle a Dios, Él en su
misericordia se encarga de retroalimentar la fe para que se
desarrolle y crezca.

2. La fe parte de la nada
Dios no necesita nada para realizar su obra. El parte de la nada
para hacerlo:
”Por la fe entendemos haber sido constituido el universo
por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho
de lo que no se veía” (Hb. 11: 3).
A Dios le basta nuestra fe:
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción
de lo que no se ve” (Hb. 11: 1).

26
Eso implica que no podemos depender de las circunstancias que
nos rodean o de lo que tenemos para creer en Dios y en sus
promesas. Él es, todopoderoso para hacer lo que dice, si solo
somos capaces de creerle. Obviamente, creer significa esperar
hasta que él cumpla sus promesas.

3. Dios llama las cosas que no son como si fuesen


Dios no se sujeta a los parámetros humanos para relacionarse
con sus criaturas. A Dios hay que creerle, antes de ver su obra
realizada. Él llama las cosas por su nombre, antes que sean
hechas:
“Él cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no
son, como si fuesen” (Ro. 4: 17 b).
Es tan profundo el conocimiento de Dios que él goza de
omnisciencia, lo sabe todo. Además, su presciencia le permite
conocer todas las cosas antes que sucedan. Implica que sabe de
antemano el camino que cada ser humano elegirá durante su
vida, y aunque Él no coacciona la voluntad humana, eso le
permite preparar un plan de antemano. Eso le dijo al profeta
Jeremías:
“Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que
te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te
santifiqué, te di por profeta a las naciones (Jr. 1: 4-5).

Capítulo – 2 –

LA FE ES UNA LEY DIVINA


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I. LA JUSTICIA POR MEDIO DE LA FE

a. La fe como una Ley de justicia divina


Cerca del año 600 a. C., el profeta Habacuc había profetizado
acerca de la fe como medio de justicia y que luego fue revelada
por medio de Jesús:
”Mas el justo por su fe vivirá” (Hb. 2: 4b).
La revelación de la justicia por medio de la fe en Jesús, es dada a
conocer a la humanidad por medio de la predicación del
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo:
”Porque en el Evangelio la justicia de Dios se revela por fe
y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”
(Ro. 1: 17).
La fe es una ley divina:
“¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por
cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.
Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin
las obras de la ley” (Ro. 3: 27-28).
Antes de la fe, la humanidad estaba confinada a la Ley:
”Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la
Ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada”
(Gá. 3: 23).
La Ley fue revelada por medio de Moisés. Más la fe ha sido dada
a conocer por nuestro Señor Jesús y testificada por sus apóstoles
por medio del Evangelio de la Gracia:
”Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y
la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Jn. 1: 17).
La salvación por medio de la fe en Jesús, fue anunciada por los
profetas, revelada por Jesús, y testificada por sus santos
apóstoles en los evangelios:

28
”Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia
de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia
de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que
creen en Él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús” (Ro. 3: 21-24).
La única fe que produce salvación, es la fe obediente en el
evangelio de Jesús de Nazaret. Él es el camino, la verdad y la
vida. Nadie va al Padre, si no es por medio de Jesús:
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6).

b. La fe salvífica y la fe práctica
La fe como un concepto teológico se puede explicar en dos
grandes vías: La fe salvífica y la fe práctica. La primera, es la fe
salvífica. Esta definición teológica de la fe bíblica se refiere a la
fe fundada en Jesús, como el único medio de salvación eterna.
La fe se puede depositar en cualquier objeto o persona, pero la fe
que produce salvación y vida eterna, de acuerdo a la Biblia, es la
fe en Jesús:
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro
nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos
ser salvos” (Hch. 4:12).
De allí que, para ser salvo, se debe confesar a Jesús como el
único Salvador. Él es el único camino al cielo:
”Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14: 6).
La fe para salvación se adquiere por medio de oír la
predicación del Evangelio, creer en el corazón y confesar a Jesús
como Salvador con la boca:
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“Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y
en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que
si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres
en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás
salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con
la boca se confiesa para salvación” (Ro. 10: 8-10).
Al recibir a Jesús como salvador adquirimos la fe salvífica. No
obstante, después de ser salvos por medio de la fe en Jesús,
existe una fe práctica. Esta fe práctica son los frutos que
evidencian la fe salvífica. La fe por medio de la cual un día
adquirimos nuestra salvación al creer en Jesús como salvador,
ahora la demostramos por medio de una fe práctica, con frutos
dignos de arrepentimiento y obras justas que demuestran la fe
salvadora que adquirimos al confesar a Jesús como salvador.
La fe para salvación (salvífica) la adquirimos el día que
recibimos a Jesús como salvador; pero, la fe práctica la
mostramos todos los días a través de acciones justas. Estas obras
no nos salvan por sí mismas; pero son la prueba de la fe que
adquirimos para salvación.

c. La fe conduce al arrepentimiento y a la conversión


En la Biblia se repite constantemente el llamado de Dios a la
humanidad para arrepentirse; pero también a convertirse, como
señala el apóstol Pedro:
“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados
vuestros pecados; para que vengan de la presencia del
Señor tiempos de refrigerio” (Hch. 3: 19).
El arrepentimiento trae atrición y reconocimiento del pecado,
que conduce al arrepentimiento del pecador y a la aplicación del
perdón divino. No obstante, debe haber una conversión para

30
abandonar el pecado y comenzar una vida santa, separada del
pecado.
El arrepentimiento genuino produce salvación; pero la
conversión o abandono de la práctica del pecado conduce al
cristiano a vivir en santidad durante su peregrinaje en la tierra, a
fin de mantener la salvación adquirida.
La salvación del alma es adquirida por la sola fe en
Jesucristo. Eso es incuestionable. Al referirnos a la conversión,
no estamos hablando de un segundo paso para ser salvos. Mas
bien, nos referimos a los frutos del espíritu en la vida del
cristiano, quien ha nacido de nuevo (Jn. 3: 3; 2 Co. 5: 17), pero
debe abandonar los pecados del viejo hombre (Gá 5: 16-26).
Escuchar la palabra de Dios produce arrepentimiento en el
pecador y esto a su vez le conduce a pedir perdón por sus
pecados. Jesús perdona el pecado y se obtiene la salvación. Pero
la salvación es como si nos regalaran un carro nuevo, hay que
darle mantenimiento. La conversión son los frutos que dan
testimonio de la salvación adquirida.
El nuevo nacimiento en Cristo se refleja por medio de frutos
dignos de arrepentimiento. Cuando Juan predicaba el bautismo
para arrepentimiento de los pecados, los judíos hacían fila para
ser bautizados, pero Juan les exhortó duramente a no solo
arrepentirse; sino a dar frutos dignos de arrepentimiento:
“Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas
por él: !Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir
de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento” (Lc. 3: 7-8a).
La Biblia señala que quien está en Cristo, es una nueva criatura y
debe mostrar un cambio notorio en su estilo de vida:

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“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es;
las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”
(2 Co. 5: 17).
Dios nos salva por medio de la fe, pero los cristianos debemos
evidenciar nuestra fe por medio de un buen testimonio, que
refleje frutos dignos de arrepentimiento. La salvación del alma es
un regalo divino, pero hay que mantenerla a través de una vida
separada del pecado.

II. DESARROLLANDO UNA FE BÍBLICA

a. El desarrollo de la fe cristiana
Dios es quién canaliza nuestra fe, a fin de que podamos ver su
poder manifestado a nuestro favor. Pero, la fe es como un
músculo que se desarrolla con el ejercicio. Nuestra fe es
aumentada, en la medida en que somos capaces de creerle a Dios
y se desarrolla en al campo de batalla, en medio de la prueba y la
dificultad. Eso no sucederá sin nuestra obediencia a lo que Dios
nos mande. Los discípulos de Jesús, quienes escucharon sus
enseñanzas y vieron sus milagros, sintieron la necesidad de que
su fe fuese aumentada y le hicieron la petición al Señor:
32
”Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. Entonces
el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza,
podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el
mar; y os obedecería” (Lc. 17: 5-6).
Jesús no puso las manos encima de la cabeza de sus discípulos, a
fin de que recibieran el don de la fe. Su respuesta fue clara: Él
les retó a creer; antes de ver, señalándoles que hasta las
montañas se podían mover, si eran capaces de creerle a Dios.
La fe que produce milagros se desarrolla de acuerdo a
nuestra capacidad de creer y obedecer a Dios. Cuando Jesús les
señaló a sus discípulos que si tenían fe como un granito de
mostaza harían grandes cosas, no estaba motivando a tener poca
fe. Todo lo contrario. Más bien, les quiso señalar que hasta ese
momento no tenían ninguna fe, pues al llegar a tener un poquito,
tan solo como una semilla pequeña de mostaza, harían grandes
cosas.
La enseñanza es la siguiente: “Ustedes no tienen nada de fe
ahora, pues si tuviesen un poquito, como una semillita de
mostaza, harían grandes cosas. Ahora, imagínense si ustedes
tuvieran más fe que una semilla de mostaza ¿Qué no harían?”.

b. El uso de la fe activa
La fe activa o la que produce milagros, no está fundada
solamente en lo que somos capaces de creer; sino en creer lo que
Dios nos pida que creamos.
Alguien puede llegar al nivel de fe de creer que Dios puede
mover las montañas. Lo que Jesús dijo es literal. No obstante, Él
lo puso como ejemplo de que para Dios nada es imposible, si
somos capaces de creerle. Pero, lo siguiente que debiéramos
preguntarnos es: ¿Qué lograríamos con mover una montaña de
su lugar? Quizá crearíamos un caos, un desastre o muchos
33
problemas a los dueños de la propiedad. ¿Cuál sería el propósito
de ese milagro? Es allí donde tener fe en que Dios puede hacer
cualquier cosa es solo lo primero, pero no es todo.
La fe que verdaderamente produce milagros es aquella que
camina en obediencia a la voluntad de Dios. Nuestra fe tiene que
estar bien alineada con la voluntad de Dios.
Alguien puede tener fe para creer que Dios mueve las montañas,
pero quizá Dios no está interesado en moverla, porque no tiene
ningún propósito en ese momento. Así que, aunque se ore con
toda la fe, Dios no lo hará, porque Él no está de acuerdo con ese
milagro improductivo.
Quizá a esta persona que tiene fe de mover montañas, lo
único que Dios le pida en ese momento, es que visite a alguien
en el hospital y le lleve algo de comer. De nada le serviría toda
su fe de mover montañas, si no cumple lo sencillo que Dios le
demanda. Es bueno tener fe suficiente para creer que Dios puede
mover montañas, pero esa fe no nos serviría si no se usa en
obediencia a Dios. Fe, no es creer todo lo que se nos ocurra o
seamos capaces de creer. La fe solamente es productiva cuando
somos capaces de creer y obedecer lo que Dios nos diga que
hagamos.
La fe es la llave que abre la puerta al poder de Dios; pero,
solo la obediencia activa la mano divina en favor de sus hijos.
No hay diferencia en que Dios nos pida que le creamos en algo
imposible o algo sencillo. Lo más importante es la obediencia,
no lo grande del milagro.
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 La fe solamente es productiva cuando somos capaces de
creer y obedecer lo que Dios nos diga que hagamos.
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III. LOS OBSTÁCULOS DE LA FE

a. La incredulidad
La Biblia señala que: “Sin fe es imposible agradar a Dios”.
Después de la caída, la fe es la base de la relación entre Dios y la
humanidad. Dios se revela a los que con fe se acercan a Él:
“Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que
le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hb.
11: 6).
La fe es el reconocimiento individual de Dios como creador
absoluto y rey soberano de todas las cosas (visibles e invisibles,
Col. 1:16). La fe es tan determinante para comunicarse con Dios,
que no existe otra manera de hacerlo.
Lo contrario a la fe; es la incredulidad. Ese es el primer
obstáculo para buscar a Dios. La creación habla de un creador
inteligente (Sal. 19: 7). Dios juzgará al mundo aun por la
consciencia, que da testimonio de Dios, y por el conocimiento de
las cosas creadas a los que no han oído el Evangelio:
“Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por
naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley,
son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita
en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y
acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día
en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los
hombres, conforme a mi evangelio” (Ro. 2: 14-16).
La fe en Dios también viene por oír la palabra de Dios (Ro. 10:
17). Existe la posibilidad de que creamos en Dios o en los
milagros por algún tiempo, pero después mengüemos en la fe.
Jesús reprendió la incredulidad de sus discípulos:
“Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos
sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza
35
de corazón, porque no habían creído a los que le habían
visto resucitado” (Mr. 16: 14).
Jesús reprendió duramente a Tomás, uno de sus apóstoles, pues
éste no había estado cuando Jesús apareció al resto de sus
discípulos y no había creído:
“Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba
con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros
discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en
sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el
lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no
creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos
dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas
cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos;
y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas
incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le
dijo: !Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has
visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y
creyeron” (Jn. 20: 24-29).
Jesús le dijo que fuera creyente, no incrédulo. Además, les dio
una bienaventuranza a los demás apóstoles: “Bienaventurados
los que no vieron, y creyeron”. De Tomás no se sabe nada más,
aparte de la exhortación que Jesús le hizo, a causa de su
incredulidad.
Pedro, que era creyente, en una ocasión le pidió a Jesús
caminar sobre las aguas y lo hizo por un momento, pero luego se
hundió por su incredulidad:
“Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú,
manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y
descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas
para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y
36
comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: !Señor,
sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de
él, y le dijo: !Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (Mt.
14: 28-31).
El profeta Eliseo, durante un sitio en Samaria, profetizó que al
siguiente día habría abundante de comida y barata. Debía ser un
milagro, pues cuando sitiaban una ciudad, los ejércitos rodeaban
a la ciudad y nadie podía entrar ni salir, hasta que morían por
inanición o se rendían por el hambre. Aunque esta palabra había
sido dada por Eliseo, un reconocido profeta de Dios en Israel, un
príncipe no creyó y se burló señalando que eso solo sería posible,
si se habría una ventana del cielo:
“Y un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba,
respondió al varón de Dios, y dijo: Si Jehová hiciese ahora
ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Y él dijo: He aquí tú lo
verás con tus ojos, mas no comerás de ello” (2 R. 7: 2).
Al siguiente día ocurrió el milagro, pues los sirios habían
abandonado una ciudad por un temor enviado por Jehová y el rey
puso al príncipe incrédulo a la entrada de la ciudad, pero cuando
el pueblo entraba, lo atropellaron y murió. En ocasiones la
incredulidad produce consecuencias inmediatas, porque
confronta directamente a Dios, pues desacredita su nombre y
niega su veracidad.
Es tan determinante el contraste entre creer o no creer, que la
fe en Jesús salva y la incredulidad en él condena:
“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya
ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del
unigénito Hijo de Dios” (Jn. 3: 18).

b. La desobediencia a Dios

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La fe tiene una hermana gemela, es la obediencia. Ambas
caminan de la mano en el ejercicio de creerle a Dios. Para Dios
es tan importante nuestra fe, como la obediencia.
El punto es que sin obediencia la fe es estéril. De nada
serviría tener una gran fe en Dios, si no se le obedece. Todos los
seres humanos gozamos de libre albedrío y aun los cristianos
podemos elegir lo que queremos hacer. Dios no nos obliga a
obedecerle. Para Dios, la obediencia es más importante, que
todos los sacrificios:
“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los
holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las
palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que
los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los
carneros” (1 S. 15: 22).
Dios le había dado orden a Saúl de que no tomara nada de los
amalecitas. No obstante, él tomó ganado para sacrificarlo a
Jehová (esta idea no parecía mala), pero desagradó a Dios,
quién le había dado orden que no tocara nada del anatema. Todo
lo que había en las ciudades paganas que Dios le entregó a Israel,
había sido puesto bajo el anatema divino. Eso significa que
estaban destinadas a la destrucción, porque eran producto del
latrocinio y esos animales estaban contaminados a causa de la
maldad de sus moradores. La orden para Saúl, fue que no tacara
nada de aquellas ciudades; y menos para sacrificarlo a Dios. A
Dios no le bastan las buenas intenciones, solo le satisface la
obediencia.
A veces pensamos que estamos agradando a Dios o
ayudando su obra con acciones bien intencionadas que Dios no
aprueba, porque no las hacemos en obediencia.

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Aprender a usar la fe en obediencia a la voluntad de Dios, es una
de las pruebas más importantes con relación a la fe. Lo que más
agradó a Dios de Jesús fue su obediencia:
“Y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer
tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último.
En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del
cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Hb. 10:
9-10).
Jesús no fue a la cruz por qué quería. Al contrario, usó su fe para
para pedirle al Padre que, de ser posible, la evitara:
“Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti;
aparta de mí esta copa” (Mr. 14: 36a).
Jesús sabía que para el Padre todas las cosas eran posibles y por
eso le pidió que evitara la copa amarga de la cruz, pero sabiendo
que la obediencia era más importante que toda su fe, con todo su
dolor concluyó diciendo: “Mas no lo que yo quiero, sino lo que
tú” (Mr. 14: 36b).
La vida de Jesús es un claro ejemplo de que la fe sin
obediencia es estéril. La fe se muestra por medio de nuestra
obediencia a Dios.

c. Pedir fuera de la voluntad de Dios


La fe no tiene límites, pero nuestra falta de conocimiento puede
truncar nuestra fe. Cuando Jesús señala que: “Todo lo que
pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Mr. 11:
24), no implica que todo lo que se nos ocurra, Dios nos lo dará;
sino todo lo que pidamos conforme a su voluntad, como advierte
la Biblia:
“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos
alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Jn. 5:
4).
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Debemos asegurarnos de pedir conforme a la voluntad de Dios y
apegados a su palabra escrita (la Biblia) para que nuestras
peticiones tengan respuesta. Existe el peligro de pedir mal:
“Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros
deleites” (Stg. 4: 3).
Pedir mal, en desacuerdo a la voluntad de Dios, es una de las
mayores razones por las que nuestra fe no produce resultados.
Para pedir en la voluntad de Dios, necesitamos tener un
conocimiento completo de su voluntad revelada en la Biblia, y
luego, debemos aprender a pedir que se haga su voluntad
específica, en nuestra vida personal.
Una forma de asegurarnos de pedir correctamente a Dios
podría ser poniendo señales. Esto funciona en los que son
capaces de creer y tienen cierta madurez espiritual, ya que no
piden señal por que duden; sino porque quieren asegurarse de
hacer la voluntad de Dios.
Abraham y su criado pusieron señales a Dios acerca de la
futura esposa de Isaac y se cumplieron (Gn. 24). Gedeón,
también pidió señal a Dios para asegurarse que Dios le daría
victoria antes de enfrentar sus enemigos (Jc. 6: 37-40).

d. La desobediencia a la Palabra de Dios


El primer obstáculo que el cristiano puede encontrar en el
camino de la fe, es creer que solo por tener fe, Dios le
responderá sus peticiones, olvidando que Dios es una persona, y
como tal, está más interesado en que nos relacionemos bien con
él, más que en los milagros, peticiones o necesidades, por muy
urgentes que sean.
Dios es grande en misericordia, pero está más interesado en
tenernos con él por una eternidad, a simplemente responder una
petición. Así de seria es nuestra relación con Dios. Dios quiere
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que nuestra relación con él nos lleve hasta la eternidad y por esa
razón debemos aprender a relacionarnos bien con él.
Nuestra limitación humana nos hace creer que nuestras
peticiones, aunque sean necesarias y hasta urgentes, son más
importantes que las demandas de Dios. Por eso sufrimos tanta
frustración cuando no vemos resultados o respuestas, por muy
grande que sea nuestra fe.
El problema a veces no es la falta de fe; si no nuestra falta de
obediencia a la Palabra de Dios (la Biblia) y luego a la guía que
Dios nos da en asuntos personales por medio de su Espíritu
Santo. Si no hay obediencia a la Biblia, el Espíritu de Dios no
puede guiarnos en los asuntos personales, como está prometido
en la Biblia (Jn. 16: 13).
La desobediencia a la Biblia, es el primer obstáculo de la fe.
Si bien, la fe es la base de nuestra relación con Dios, ésta debe ir
acompañada de obediencia. En una ocasión Jesús les respondió a
sus discípulos que la causa por la cual no habían podido echar
fuera un demonio fue por su falta de fe, pero a la vez señaló que
no saldrían si no era por medio de ayuno y oración:
“Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os
digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a
este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será
imposible. Pero este género no sale sino con oración y
ayuno (Mt. 17: 20-21).
No hay ninguna contradicción entre las dos aseveraciones. Jesús
sabía que no tenían fe. Pero su falta de fe tampoco les permitía
buscar a Dios correctamente, en obediencia.
La fe es lo primero que se necesita para desatar el poder de
Dios, pero la fe requiere acción. Si alguien cree que Dios tiene
poder para sanar y libertar, entonces debe clamar para que le
conceda esos milagros. El ayuno y la oración es la manera de
41
aumentar nuestra intercesión por milagros. La fe nos guía a Dios,
como la fuente de poder.

e. La infidelidad al Pacto divino


Otro de los obstáculos de la fe es la infidelidad. Una de las
necesidades más grandes que tienes el ser humano por su
naturaleza física es la material. Dios no puede bendecir a un
infiel. La Biblia señala que el camino a la bendición económica
es la fidelidad en los diezmos y ofrendas:
“Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación
toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y
haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice
Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los
cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que
sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al
devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra
vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos”
(Mal. 3: 9-11).
Hay cristianos que creen que solo por su fe, e intensa vida de
ayuno y oración lograrán grandes cosas en Dios. Pero se
encuentran con la realidad de vivir limitados en sus necesidades
básicas. Incluso, llegan a creer que es la voluntad de Dios que
vivan sin sus necesidades básicas suplidas. Ciertamente, Dios
puede probar a sus hijos por cierto tiempo y hasta años, pero la
voluntad de Dios es que sus amados hijos tengan suplidas sus
necesidades básicas:
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus
riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4: 19).
La bendición de Dios en el área económica está directamente
relacionada con nuestra fidelidad en los diezmos y ofrendas; no
solo en nuestra fe. Incluso, hay cristianos que ayunan y oran para
42
reprender el espíritu de pobreza y es un error por falta de
conocimiento (Os. 4: 6).
En el caso de las bendiciones económicas, la Biblia señala que si
los hijos de Dios son fieles, Dios mismo reprenderá al devorador
por ellos:
“Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os
destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo
será estéril, dice Jehová de los ejércitos” (Mal. 3: 11).
La bendición económica está basada en la obediencia al pacto de
las promesas divinas. No se logra con una fe desprovista de
obediencia. Es a través de la fidelidad al pacto divino de
bendición prometido en la Biblia.
Dios no solo ha prometido cumplir su promesa, si nosotros
cumplimos nuestra parte; si no que hace un reto diciendo:
“Probadme ahora en esto”:
“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi
casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los
ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y
derramaré sobre vosotros bendición hasta que
sobreabunde” (Mal. 3:10).
De nada le serviría al cristiano tener toda la fe del mundo, para
creer que Dios le puede suplir todas sus necesidades materiales;
si no tiene fe para creer en la promesa de bendición divina,
escrita en la Biblia. La fe tiene que ir acompañada de obediencia
al pacto divino. La Biblia señala que no se debe tentar a Dios
(Mt. 4:7); pero en este caso es Dios mismo quien hace el reto,
diciendo:
“Probadme ahora en esto”.
Capítulo – 3 –

LA FE EN ACCIÓN
43
____________________________________________________

I. SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS

a. Se requiere fe para que el poder de Dios se manifieste


Fe, es creer con certeza que Dios puede obrar milagros, antes
que las cosas sucedan. La Biblia señala que Dios obra a través de
la fe. Es un requisito creer, antes de ver realizadas sus promesas.
La Biblia señala:
”El cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no
son, como si fuesen” (Ro. 4: 17b).
Dios da vida a los muertos. Eso implica que para ver un milagro
literal de resurrección es necesario creer que Dios le puede dar
vida a ese cuerpo muerto. Pero, el medio por el cual Dios obra
(la fe), requiere creer primero, antes de ver el milagro. Al señalar
que Dios llama las cosas que no son como si fuesen, implica que
Dios nos pedirá creer algo que físicamente no se ve, ni existe,
antes de obrar el milagro. La fe parte de la nada, eso es fe.
En múltiples ocasiones, cuando la gente se acercaba a Jesús
pidiendo por un milagro, el único requisito que les demandaba
fue creer.
La Biblia revela que a causa de la incredulidad de la gente, sobre
todo de los judíos, Jesús no hizo milagros en ciertas ciudades de
Israel:
“Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad
de ellos” (Mt. 13: 58).
La falta de fe, es uno de los mayores obstáculos para que Dios
manifieste su poder a favor de sus hijos. Es importante creer que
nada es imposible para Dios. Jesús exhortó de continuo a sus
discípulos a tener fe en Dios:

44
“Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque de
cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte:
Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino
creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será
hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando,
creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Mr. 11: 22-24).
Creer en Dios y en sus promesas, es una desición individual.
Dios es el dador de la fe, pero esta comienza y se desarrolla en la
medida en que somos capaces de creerle.

b. La prueba de la fe
Dios prueba la fe de sus hijos. Es por medio de la prueba, que la
fe se perfecciona. La fe tiene que ser evidenciada, antes de
ocurrir cualquier milagro. Una de las pruebas más grandes de fe
registradas en la Biblia, es la de Abraham. Abraham es el
hombre que por su gran fe, alcanzó bendiciones para todas las
naciones de la tierra, por eso se le llama el padre de la fe. A él se
le dio la promesa de un Salvador para toda la humanidad (la
simiente, la cual es Cristo, Gn. 22: 18; Gá 3: 16). A su
descendencia se le dio la promesa del nacimiento del Mesías.
Su fe fue probada en gran manera como muestra la Biblia:
“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al
lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber
a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra
prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con
Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque
esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto
y constructor es Dios” (Hb. 11: 8-10).

 ABRAHAM MOSTRÓ EVIDENCIAS DE SU FE,


ANTES DE VER LOS MILAGROS:
45
a) Abraham salió de su familia en obediencia a Dios, sin saber
a dónde iba, solo creyendo que Dios le daría en posesión una
tierra desconocida.
b) Abraham vivió como extranjero en la tierra, morando en
tiendas, pues buscaba una ciudad fundada por Dios.
c) Abraham creyó que su descendencia sería una gran nación,
como Dios se lo prometió; pero llegó a la vejez sin tener un
hijo que le heredara para que se cumpliera la promesa.
Abraham oró y Dios prometió darle un hijo, aunque su
esposa (Sara) ya no podía concebir. Él creyó y Dios se lo
concedió.
d) Dios le pidió a Abraham que sacrificara a ese hijo único, el
cual era su esperanza de tener descendencia para que se
cumpliera la promesa divina y no se lo negó.
Para cualquier ser humano hubiese sido contradictoria la petición
que Dios le hizo a Abraham de sacrificar a su hijo, y se hubiese
justificado no creer que Dios pidiera tal cosa. ¿Cómo Dios podía
pedir que sacrificara al hijo, del cual le había prometido que le
haría una gran nación?6.
Sadrac, Mesac y Abed-nego rehusaron obedecer la orden del rey
Nabucodonosor, de postrarse ante sus ídolos, aun sabiendo que
morirían (Dn. 13). Ellos dijeron que Dios los podía librar del
fuego; pero, afirmaron que si aún no les librara, tampoco los
adorarían. Dios honró su fe y vivieron para glorificar a Dios,
pues no temieron morir por su Dios.

6
En ese contexto del Antiguo Testamento, Dios le pidió a
Abraham sacrificar a su hijo. Los sacrificios, no de personas;
pero, si de animales, eran demandados por Dios en el AT. En la
Gracia, Jesús es el Cordero sacrificado por todos nuestros
pecados, Dios no demanda más sacrificios es de esta
naturaleza para redimir del pecado (Hb. 10:12).
46
Cuando Naamán, el sirio, vino a Israel en busca de sanidad,
el profeta ni siquiera lo vio, mandó a su criado a decirle que se
zambullera siete veces en el rio Jordán. Naamán se enojó, pues
esperaba muchas atenciones que el pagaría materialmente a
cambio de su sanidad, pero sus criados le hicieron recapacitar.
Naamán no sabía que la fe obra por medio de la obediencia a la
palabra de Dios. Finalmente accedió a zambullirse siete veces en
el río y obtuvo su milagro. La lepra desapareció (2 R. 5).
Por obediencia a una palabra de Dios, el rey Josafat enfrentó
sus enemigos cantando y alabando a Dios (era un riesgo terrible,
una locura), pero Dios se manifestó por medio de la alabanza de
su pueblo y los enemigos de Israel fueron confundidos y
derrotados (2 Cr. 20: 15-30).
Josué, también recibió orden de Dios, de rodear la ciudad de
Jericó durante siete días. El último día, los sacerdotes tocaron
bocinas y al grito del pueblo, el poder de Dios se manifestó y los
enormes muros de Jericó fueron derribados (Js. 6). La fe es
probada y la obediencia es el motor que la impulsa para
manifestarse.
Cuando Gedeón enfrentó los madianitas, Dios le dijo que
despidiera más de treinta mil soldados, solo le dejó trescientos.
Dios probó su fe, pero con esos pocos le dio la victoria (Jc. 7).
Saúl, también recibió orden de esperar al profeta Samuel por
siete días, antes de una batalla; pero al ver que no llegaba y que
los soldados desertaban, le falló su fe y se adelantó a hacer el
sacrificio, que no le era permitido hacer, y le fue contado como
pecado (1 S. 13).
II - LA FE DE LOS HOMBRES DE DIOS DEL A. T.,
BASADO EN HEBREOS 11.

47
Esta parte está dedicada a rescatar los testimonios de fe del
Antiguo Testamento, descritos en Hebreos 11, que hace un
resumen de las victorias obtenidas por medio de la fe.

1. Una fe inquebrantable

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera,


la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron
buen testimonio los antiguos”.
La fe que mostraron estos hombres y mujeres de fe en la tierra,
fue sin titubeos y sirve de ejemplo a toda la humanidad. Ellos
fueron personas comunes y frágiles (Stg. 5: 7), pero a diferencia
del resto, ellos decidieron creerle que Dios puede hacer lo
imposible. La fe hace la diferencia. Este tipo de fe, les permitió
hacer grandes cosas a favor del reino de Dios en la tierra; y sus
testimonios quedaron escritos para servirnos de ejemplo e
inspiración (Ro. 15: 4).
No nos referimos a logros materiales estrictamente, mas bien
a la convicción que mostraron en medio de la prueba y las
circunstancias difíciles que vivieron en la tierra, para amar a
Dios hasta la muerte.

2. Abel, un adorador en espíritu y verdad

“Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que


Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo,
dando Dios testimonio de sus ofrendas;
y muerto, aún habla por ella”.
Abel fue un adorador en espíritu y en verdad. La diferencia entre
las ofrendas de estos dos hermanos, la hizo la fe de Abel. Abel
48
adoraba a Dios con fe, pero su hermano carecía de convicción,
por eso Dios rechazó su ofrenda. Caín dio su ofrenda por
competencia o envidia al acto genuino de su hermano, pero
carente de fe en su corazón, por eso Dios no aceptó su ofrenda.
Las personas de fe se acercan a Dios con sinceridad y con un
temor reverente.
3. Enoc, aprendiendo a caminar con Dios

“Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue


hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese
traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios”.
Por medio de su fe, Enoc desarrolló una vida de comunión
íntima con Dios cuando estuvo en la tierra.
En un lenguaje primigenio, la Biblia señala que Enoc caminó
con Dios (Gn. 5: 24) para tratar de describir su apego y amistad
con Dios.
Fue tan profunda su relación con Dios, que Enoc fue trasportado
al cielo. Dios se lo llevó, pues él anhela que sus amados hijos
estén con él por la eternidad (Sal. 116: 15), alejados del pecado
de este mundo.
El caso de Enoc nos ilustra que creerle a Dios, es un asunto
individual. Enoc decidió hacer la diferencia en su generación y
nosotros podemos decidir hacer lo mismo. Nuestra fe en Dios
será capaz de llevarnos lejos, hasta donde seamos capaces de
creerle a Dios.

4. Noé, la fe en Dios es obediente

“Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de


cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que

49
su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue
hecho heredero de la justicia que viene por la fe”.
Este pasaje deja entrever que en los tiempos de Noé, no había
llovido en la magnitud que Dios había advertido a la humanidad,
pero él, le creyó a Dios.
Una de las mayores evidencias del diluvio es la inmensa
cantidad de seres marinos petrificados en las rocas más altas de
la tierra. La única forma en que un pez puede quedar impreso en
una roca, en las montañas más altas, en los desiertos lejos del
mar, es que hayan llegado allí vivos y la única explicación a ese
hecho es el diluvio universal, que cubrió toda la tierra.
La fe de Noé le salvó la vida del gran diluvio universal, pero su
fe también condenó su generación, de la cual, el será el juez. La
fe agrada a Dios, y una sola persona con su fe bien fundada,
puede hacer la diferencia en la tierra.

5. La fe desafía las leyes naturales

“Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió


fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la
edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido.
Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron
como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena
innumerable que está a la orilla del mar”.
Una fe genuina y bien fundada en Dios, puede hacer que las
leyes naturales se trastoquen para dar paso a un milagro. Para
Dios eso es sencillo, pues Él es el creador y su poder le es
inherente.
Dios prometió darle un hijo a Abraham en su vejez. Esto
debía ser un gran milagro, porque Sara (su mujer), ya estaba en
su menopausia y su vejez no le permitía concebir de manera
50
natural. A pesar de que la Biblia señala que Sara se rio al oír que
ella concebiría un hijo, Dios hizo el milagro y le dio su hijo a
Abraham.

6. La prueba es el crisol de la fe

“Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido


lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y
saludándolo, y confesando que eran extranjeros y
peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen,
claramente dan a entender que buscan una patria; pues si
hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron,
ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una
mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza
de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una
ciudad”.
La fe no depende de lo que se ve; sino de lo que no se ve. Dios le
prometió una tierra a Israel y muchos hombres justos, profetas y
patriarcas, vivieron en tiendas esperando la promesa. Esto les
hizo ganarse el rechazo de la gente, sufrimientos, torturas y hasta
la muerte por amor a su Dios, al cual no negaron.
El mundo no es el hogar de los hijos de Dios. Aunque se
logren muchas cosas en esta tierra, solo somos peregrinos y
extranjeros, porque nuestra ciudadanía está en los cielos.
Existe el peligro de afanarnos tanto por las cosas de este
mundo, las que se puedan convertir en un tropiezo para alcanzar
las eternas. Estos hombres de fe de la Biblia, se negaron a
acomodarse en este mundo, prefiriendo vivir como extranjeros
en la tierra, porque anhelaban una ciudad celestial, la cual
palpaban por medio de su fe, confesándolo delante de la gente.
51
Una fe agigantada como esa, podía ser considerada una
locura y motivo de burla por los demás, pero los verdaderos
creyentes no se avergüenzan de su Dios, ni se acomplejan ante el
menosprecio de los incrédulos.

7. La alabanza como instrumento de guerra

“Por la fe cayeron los muros de Jericó


después de rodearlos siete días”.
Dios le había entregado muchas ciudades a Josué, para que las
tomara por medio del ejército de Israel. Pero en ocasiones Dios
obra milagrosamente para que sus hijos no se gloríen en sus
propias capacidades.
Jericó, era una ciudad amurallada e impenetrable Sus
moradores de seguro se sentían muy seguros de que nadie los
podía vencer. Es importante recordar que estas ciudades se
habían entregado al pecado y por eso Dios se las había entregado
a Israel.
En el caso de Jericó, Dios le pidió a Josué que la enfrentara
con instrumentos musicales. La alabanza a Dios es una poderosa
arma espiritual para pelear batallas. Josué debió utilizar la fe en
obediencia a la palabra de Dios, pues no es fácil enfrentar
enemigos armados con música. Ese es un reto de fe muy difícil,
pues humanamente, es entregarse a la muerte.
El milagro debía ser mayor de lo usual, los muros no sólo
tenían que derribarse, debían hundirse para que el pueblo pudiese
pasar a tomar la ciudad. Los ángeles de Dios debieron hacer este
trabajo. El pueblo solo tenía que obedecer a Dios, tocar las
trompetas, dar siete vueltas y gritar. “Sin fe es imposible
agradar a Dios.

52
Capítulo – 4 –

LA FE EN EL MINISTERIO DE JESÚS
____________________________________________________

I. LOS MILAGROS EN EL MINISTERIO DE JESÚS

En la Biblia hay casos sorprendentes del uso de la fe que fueron


escritos para inspirarnos a creer en Dios:
“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra
enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la
consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Ro.
15: 4).

53
a. Dos ciegos reciben la vista
En el caso de los dos ciegos que se acercaron a Jesús para que les
sanara, Él les dijo: “¿Creéis que puedo hacer esto?” Ellos
respondieron que sí. Y Jesús les respondió: “Conforme a
vuestra fe os sea hecho”.
Es importante analizar la respuesta de Jesús. Él, primero
hace una declaración: “Conforme a vuestra fe os sea hecho” y
luego les tocó los ojos. Jesús quiso decir: Si en verdad ustedes
creen recibirán la vista; si no, nada ocurriría.
Otra versión señala: “Hágase en ustedes según su fe”
(NBLH). La sanidad reveló que estos ciegos creían, pues
recibieron la vista. Ellos debieron creer; antes de ver.
”Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces
y diciendo: !Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!
Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo:
¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor.
Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe
os sea hecho. Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les
encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa”
(Mt. 9: 27-30).
Si ellos no hubiesen creído, aunque Jesús les hubiese tocado, no
habrían recibido la vista. Dios hace los milagros por amor a la
humanidad. Pero, nuestra falta de fe puede limitar la
manifestación del poder de Dios a nuestro favor.

b. La resurrección de Lázaro
En el caso de Lázaro, Jesús había sido avisado de la enfermedad;
pero no fue inmediatamente, sino hasta que Lázaro murió. Jesús
supo por el espíritu que Lázaro había muerto, y les dijo a sus
discípulos que se sentía alegre de que ellos no estuviesen en casa

54
de Marta y Lázaro para que confirmaran lo que él les había dicho
y al ver la resurrección de Lázaro, su fe fuese aumentada.
Cuando Jesús se encontró con Marta y María, ambas le
dijeron las mismas palabras: “Si hubieses estado aquí, mi
hermano no habría muerto”. Quizá por eso Jesús tenía tan
buena amistad con ellos, porque creían en Él. No obstante, ellos
habían visto milagros de sanidad, no de resurrección. Cuando
Jesús ve a Marta, le dice que Lázaro resucitará, pero ella cree
que sería en la resurrección de los muertos en Cristo. Y cuando
está en la tumba le pide a María que quite la piedra del sepulcro.
Ella se resiste, señalando que tiene cuatro días de muerto. Mas el
responde: “No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios”.
En su respuesta, Jesús confirma que para ver la gloria de Dios,
hay que creer primero:
”Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que
había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro
días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la
gloria de Dios?” (Jn. 11: 39-40).

c. Un padre pide por la liberación de su hijo


Un padre se acercó desesperado a Jesús, pidiendo que liberara a
su hijo de una posesión demoníaca:
”Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es
posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y
dijo: Creo; ayuda mi incredulidad” (Mr. 9: 23-24).
Jesús le hacía ver a la gente que los milagros procedían de su
poder, pero estaban condicionados a la fe de ellos. Este hombre
está desesperado por su hijo y a pesar de su poca fe, es sincero.
Es obvio que el hombre tenía fe, por eso vino a Jesús; pero su fe
claudicaba, no era tan fuerte, por eso le dice a Jesús: “Ayuda mi
incredulidad”.
55
La fe es la llave que abre las puertas de los milagros. Por el
contrario, la incredulidad estorba la obra de Dios. Jesús exhortó a
sus discípulos porque no creyeron a los que le habían visto
resucitado, sino hasta que ellos le vieron:
”Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos
sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza
de corazón, porque no habían creído a los que le habían
visto resucitado” (Mr. 16: 14).
Jesús no hizo milagros en ciertas ciudades a causa de la
incredulidad de la gente:
“Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad
de ellos” (Mt. 13: 58).

d. La sanidad de los diez leprosos


Este caso de los diez leprosos es sorprendente y aleccionador en
cuanto a la fe. Ellos claman a Jesús que les limpie de la lepra. Él,
ni siquiera ora o les pone las manos encima, pues todo lo que
necesita es la fe de ellos, por eso les responde que solamente se
presenten al sacerdote.
Este era un gran reto de fe, pues ni siquiera les sanó y ahora
les manda presentarse primero al sacerdote. Los leprosos no
podían ni siquiera entrar al templo a causa de su enfermedad;
pero ellos fueron en obediencia, por la fe. Talvez algunos
discutirían en el camino si aquello era correcto. Pero la
obediencia les devino en sanidad, pues cuando iban por el
camino todos fueron sanados de la lepra:
“Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez
hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron
la voz, diciendo: !Jesús, Maestro, ten misericordia de
nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los
sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron
56
limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido
sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz” (Lc. 17: 12-
15).
No obstante, solo uno de los diez leprosos regresó a dar gracias a
Jesús; pero este recibió también, su salvación. Los cristianos no
deben enfocarse más en la sanidad divina, que en la salvación del
alma. Es preferible que alguien muera en Cristo y no que su alma
se pierda eternamente.

57
Capítulo – 5 –

FE SIN LÍMITES
____________________________________________________

I. TESTIMONIOS BÍBLICOS DE FE

a. La fe osada de una mujer cananea


A veces la necesidad se convierte en ingenio y espíritu de lucha.
Por eso, Dios mueve su mano entre los más necesitados, pues no
tienen otro recurso más que clamar a Él, por un milagro. En la
Biblia encontramos el caso de una mujer cananea, quien no se
rindió ante la adversidad:
”Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de
Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de
aquella región clamaba, diciéndole: !Señor, Hijo de David,
ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente
58
atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió
palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron,
diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. El
respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas
perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró
ante él, diciendo: !Señor, socórreme! Respondiendo él,
dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los
perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos
comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu
fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde
aquella hora” (Mt. 15: 21-28).
En un principio, pareciera que Jesús ignoraba el clamor de la
mujer cananea. Pero, en otros casos bíblicos se nota que esa
actitud de Jesús, era para probar la fe de los que le buscaban. Tal
es el caso de la tempestad en la barca, donde Jesús dormía
plácidamente, mientras sus discípulos se sentían al borde de la
muerte. A veces, Dios se queda en silencio ante nuestras
peticiones, pero no es que no las escuche, solo está probando
nuestra fe, que es requerida para que Él obre a nuestro favor (Hb.
11:6).
Los discípulos le pidieron a Jesús que despidieran la mujer.
Esta era una actitud de reprensión, ya que se consideraba
irrespetuoso que una mujer le estuviera gritando a un Rabí y
menos en público. Pero, a ella no le importó el rechazo, solo
quería un milagro.
Jesús le dio la razón por la cual no escuchaba su petición. Él
vino primero a Israel para cumplir la promesa hecha a la
descendencia de Abraham. Y esta mujer era extranjera. Pero ella
no se rindió. Le dijo a Jesús que aún los perros comían de las
migajas que caen de la mesa de sus dueños.
59
Jesús se conmovió con la fe la mujer, exclamando: “Oh
mujer, grande es tu fe”. En aquella misma hora le concedió la
liberación de su hija que estaba endemoniada. Una fe
inquebrantable mueve la mano de Dios, aunque las
circunstancias sean adversas. Nada es imposible para Dios.

b. Un hombre desesperado le cree a Jesús


Un oficial del rey tenía su hijo a punto de morir. Este vino a
Jesús pidiéndole que fuese a su casa para que sanara su hijo:
”Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había
convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un
oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Este, cuando oyó
que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le
rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto
de morir. Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y
prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor,
desciende antes que mi hijo muera. Jesús le dijo: Ve, tu
hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y
se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a
recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive.
Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a
estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre.
El padre entonces entendió que aquella era la hora en que
Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su
casa. Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a
Galilea” (Jn. 4: 43-54).
Jesús no descendió con el hombre, solo le dijo que volviera a su
casa que su hijo vivía. De regreso a su casa sus criados le
vinieron a encontrar y le dieron la buena noticia de que su hijo
vivía. El padre preguntó a sus criados, a qué hora se había
sentido mejor su hijo. Ellos respondieron que a las siete. El
60
hombre comprobó que a esa hora Jesús había dado la orden de
sanidad. En muchas ocasiones todo lo que Jesús le dio a la gente
fue una palabra, ellos solo debían creerla.

c. La fe determina el milagro
Durante una hambruna que azotó a Israel, a causa de su pecado,
el profeta Eliseo profetizó que al siguiente día habría comida y
que estaría bien barata:
”Dijo entonces Eliseo: Oíd palabra de Jehová: Así dijo
Jehová: Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de
harina un siclo, y dos seahs de cebada un siclo, a la puerta
de Samaria” (2 R. 7: 1).
Pero un príncipe fue incrédulo y señaló que: Eso solo sería
posible si Dios hacia una ventana en los cielos:
”Y un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba,
respondió al varón de Dios, y dijo: Si Jehová hiciese ahora
ventanas en el cielo, ¿sería esto así?” (2 R. 7: 2a).
Eliseo le respondió que el vería el milagro, pero que no lo
disfrutaría, a causa de su incredulidad:
“Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no
comerás de ello” (2 R. 7: 2b).
Al siguiente día, el príncipe incrédulo fue atropellado en la
entrada de la ciudad siria, que había sido abandonada por un
temor enviado de parte de Dios:
”Y el rey puso a la puerta a aquel príncipe sobre cuyo
brazo él se apoyaba; y lo atropelló el pueblo a la entrada, y
murió, conforme a lo que había dicho el varón de Dios,
cuando el rey descendió a él” (2 R. 7: 17).
En un caso similar, pero con un desenlace diferente, cuando el
profeta Elías llegó a casa de una viuda que estaba recogiendo
leña para hacer su última comida con la harina que le quedaba a
61
causa de la hambruna, el profeta le pidió que le hiciera a él
primero con la promesa de que la harina no escasearía. Era un
reto creer en esas condiciones.
La viuda pudo pensar que el profeta se quería aprovechar de
ella, pero tuvo fe para creer que Dios cumpliría la palabra del
profeta. Obviamente, Elías era un profeta que se había ganado el
respeto del pueblo.
Lo importante es que ella creyó y primero le sirvió de comer
a Elías. La Biblia señala que la harina y el aceite se multiplicaron
(1 R. 17: 8: 16). Dios honró la fe de aquella humilde mujer.

II. EL PODER DE LA PALABRA DE DIOS

a. El poder del nombre de Jesús


Desde el principio, Dios con el poder de las palabras de su boca
creó, de sí mismo, el universo:
”Por la fe entendemos haber sido constituido el universo
por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho
de lo que no se veía” (Hb. 11: 3).
La palabra de Dios es viva y tiene poder en sí misma para obrar
lo que Dios ordene, en su voluntad:
”Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante
que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma
y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón” (Hb. 4: 12).
El poder de la palabra de Dios, ha sido revelado a la Iglesia por
medio del nombre de Jesús, quien tiene toda potestad en el cielo
y en la tierra:
”Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me
es dada en el cielo y en la tierra” (Mt. 28: 18).
62
A Jesús se sujeta toda la creación, porque a Dios le plugo vaciar
su plenitud en Él:
”Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda
creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las
que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e
invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados,
sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.
Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él
subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él
que es el principio, el primogénito de entre los muertos,
para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó
al Padre que en él habitase toda plenitud” (Col. 1: 15-19).
Es importante conocer lo poderosa que es la revelación del
nombre de Jesús. Esta autoridad la ganó Jesús a causa de su
obediencia al Padre durante estuvo en la tierra, siendo fiel hasta
su muerte en la cruz. Por esa razón, el Padre le dio un nombre a
Jesús, que es sobre todo nombre:
”Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio
un nombre que es sobre todo nombre, para que en el
nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en
los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua
confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios
Padre” (Fil. 2: 9-11).
Los poderes de las tinieblas, y la creación entera, solo obedecen
al nombre de Jesús. Es en el nombre de Jesús que debemos pedir
todas las cosas, para que Dios obre:
”De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras
que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará,
porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en
mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el

63
Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Jn. 14:
12-14).

b. Jesús; nombre sobre todo nombre


Jesús usó el poder de su palabra durante su ministerio terrenal
para sanar, hacer milagros, y resucitar a los muertos. Siendo
Dios encarnado, Jesús afirmó su poder de dar vida a los muertos
en su nombre:
”Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que
cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn. 11: 25).
Es en el nombre de Jesús, que la iglesia debe actuar en la tierra.
Ningún cristiano puede hacer alguna obra en el reino de Dios, si
no es en el nombre de Jesús.
Jesús enseñó que en su nombre debíamos pedir al Padre y
haríamos las mismas obras que Él hizo en la tierra. Y aún
mayores, porque el pediría al Padre por nosotros:
”De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras
que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará,
porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en
mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el
Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Jn. 14:
13).
Jesús demostró tener autoridad sobre la creación. En una ocasión
mandó a los vientos y al mar a que se calmaran, y estos
obedecieron a su voz:
”Aconteció un día, que entró en una barca con sus
discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y
partieron. Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se
desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se
anegaban y peligraban. Y vinieron a él y le despertaron,
diciendo: !Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando
64
él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo
bonanza. Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y
atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros:
¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y
le obedecen?” (Lc. 8: 22-25).
Jesús, nuevamente exhortó a sus discípulos por su incredulidad,
pues al ver la tempestad tambalearon en su fe; aun sabiendo que
Jesús estaba con ellos en la barca. Seguramente, los discípulos
habían visto milagros; pero, no sabían que Jesús tiene poder
sobre toda la creación. Ellos quedaron asombrados, al ver que los
vientos le obedecieron.
En otra ocasión Jesús tenía hambre y se acercó a una higuera
para comer de sus frutos, pero era estéril. Entonces la maldijo y
la higuera se secó7:
”Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre. Y
viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló
nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás
nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera. Viendo esto los
discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en
seguida la higuera?” (Mt. 21: 18-20).
Lo discípulos al confirmar después que la higuera se secó,
asombrados se preguntaban cómo había sucedido tal milagro.
Jesús respondió:

7
Maldecir. En este contexto se refiere a una palabra de
juicio proferida por Jesús: “Nunca jamás nazca de ti fruto”.
Este pasaje podría dar ocasión para creer que algunos
cristianos pueden maldecir a las personas; pero, de acuerdo a la
Biblia, el cristiano tiene prohibido maldecir al prójimo:
“Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no
maldigáis” (Ro. 12:14). Jesús maldijo un árbol; no a las
personas. El mismo prohibió maldecir: “Bendecid a los que os
maldicen, y orad por los que os calumnian” (Lc. 6:28).
65
”Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si
tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera,
sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el
mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración,
creyendo, lo recibiréis” (Mt. 21: 18-22).
Jesús les explicó que todo había sido hecho a través de la fe y les
exhortó a creer, sin dudar; para que todo lo que pidieran en
oración, creyendo lo recibieran. No basta orar, la oración debe ir
acompañada de la fe.
La fe es la seguridad de que Dios responderá nuestras
peticiones, antes de que suceda. Eso es verdadera fe.

c. Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín


Justamente, cuando Jesús entraba a la ciudad de Naín, una
procesión de gente se dirigía al cementerio a enterrar al hijo de
una viuda. En Israel, las viudas eran muy sufridas, pues eran
totalmente dependientes de sus maridos para subsistir. La
esperanza de esta mujer era que su único hijo le ayudara a
sustentarse, pero este había muerto:
”Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que
llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la
cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad”
(Lc. 17: 12).
Jesús se conmovió al ver en llanto de la mujer, pues interpreta su
profundo dolor de haber perdido a su marido y ahora enfrentaba
la muerte de su único hijo. Jesús le da palabras de aliento,
señalando: “No llores”, con la convicción de que su alegría le
sería devuelta:
”Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo:
No llores” (Lc. 17: 13).
66
En seguida, Jesús extendió su mano para tocar el féretro e
inmediatamente usó el poder de sus palabras, ordenando al
cuerpo muerto que recobrara la vida:
”Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se
detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate” (Lc. 17:
14).
Instantáneamente, el alma escuchó la poderosa voz de Jesús y
volvió a su cuerpo. El joven resucitó, habló, y Jesús se lo entregó
vivo a su madre:
”Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a
hablar. Y lo dio a su madre” (Lc. 17: 14-15).

d. “Talita cumi”: El poder de la resurrección


Un hombre principal de la sinagoga (templos donde los judíos
aprendían la ley) llamado Jairo, vino a Jesús y postrado, en señal
de humillación, le rogaba que fuese a su casa y pusiera sus
manos sobre hija agonizante, para que viviera, Marcos 5: 22-
43:
”Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado
Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies, y le rogaba
mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las
manos sobre ella para que sea salva, y vivirá”.
Jesús accedió ir; pero justamente, mientras iba a casa de Jairo,
una mujer le interrumpió en el camino. Esta padecía de flujo de
sangre desde hacía doce años y había gastado todo su dinero en
los médicos, pero no la habían sanado. Esta mujer era
considerada impura según la Ley, a causa de su condición de
flujo de sangre (Lv. 15: 19-31). Ella sabía que no se podía
acercar a Jesús y menos tocar sus vestiduras; pero era más
grande su fe y necesidad de sanidad que los obstáculos. Ella

67
creía que si solo tocaba el manto de Jesús se sanaría; pero, debía
hacerlo sin que lo notara la gente:
”Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le
apretaban. Pero una mujer que desde hacía doce años
padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de
muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había
aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de
Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto.
Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré
salva”.
El plan funcionó a la perfección. Ella tocó el manto de Jesús, sin
que nadie lo notara, pero Jesús sintió que virtud había salido de
Él, cuando alguien le tocó. Él no quería delatar a la mujer, solo
quería hacer notoria su fe y confirmarle su sanidad. La mujer,
aunque ya tenía su milagro de sanidad, que ocurrió
instantáneamente al tocar el manto de Jesús, ahora temía por su
vida al ser descubierta:
”Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el
cuerpo que estaba sana de aquel azote. Luego Jesús,
conociendo en sí mismo el poder que había salido de él,
volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis
vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te
aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba
alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la
mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella
había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo
toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve
en paz, y queda sana de tu azote”.
En ocasiones Dios prueba nuestra fe. Retornado al caso de Jairo,
Jesús probó su fe. Este hombre vino desesperado ante Jesús
porque a su hija le quedaban minutos de vida. Lo peor que le
68
pudo pasar fue que aquella mujer interrumpió a Jesús en su
camino y la peor noticia le llegó a Jairo: Tu hija ha muerto. No
molestes más al maestro:
”Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de
la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué
molestas más al Maestro?”.
Jesús sabia lo urgente de la petición de Jairo y no fue
indiferencia o desconocimiento lo que lo detuvo. Él sabía bien
que la joven moriría; pero, también sabía que le resucitaría, por
eso dejó correr el tiempo. Adelantando el milagro de
resurrección, Jesús le dice a Jairo que no tema, que crea
solamente:
”Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal
de la sinagoga: No temas, cree solamente”.
Jesús no obra donde hay incredulidad, por esa razón, solo
permitió que algunos de sus discípulos y los padres de la niña
entraran en la casa.
”Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y
Juan hermano de Jacobo”.
La niña había muerto y Jesús les dice que no está muerta, que
solamente duerme. Esto causó la burla en los presentes:
”Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el
alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Y
entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña
no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él”.
Jesús entró donde estaba la niña muerta y tomándola de la mano
dijo: “Talita cumi”. Es decir: “Niña levántate; y la niña volvió a
la vida en obediencia a la voz Jesús”:
“Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre
de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba
la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi;
69
que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la
niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se
espantaron grandemente”.
Ahora los incrédulos estaban espantados. Es triste señalar, pero
el incrédulo se torna más incrédulo, pues al no creer primero, se
limita de ver el poder de Dios manifestado a su favor. Es una ley
del reino de Dios: Hay que creer primero, antes de ver su poder.

III. EN EL NOMBRE DE JESÚS

a. Los apóstoles usaron la autoridad del nombre de Jesús


Los discípulos de Jesús se asombraban de la autoridad de su
nombre. Cuando Jesús les envió a predicar, les dio autoridad
para usar su nombre y los demonios obedecían:
”Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los
demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a
Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy
potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda
fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lc. 10: 17-19).
Jesús les reveló el poder de su nombre a sus discípulos:
”Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre
echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa
mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán
sus manos, y sanarán” (Mr. 16: 17-18).
El Padre le dio a Jesús, un nombre que es sobre todo nombre que
hay en el cielo, la tierra, y debajo de la tierra:
70

Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio
un nombre que es sobre todo nombre, para que en el
nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en
los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua
confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios
Padre” (Fil. 2: 9-11).
Al nombre de Jesús están sujetas todas las cosas creadas, sean
visibles (físicas) o invisibles (espirituales):
”Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda
creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las
que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e
invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados,
sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.
Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él
subsisten; y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él
que es el principio, el primogénito de entre los muertos,
para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó
al Padre que en él habitase toda plenitud” (Col. 1: 15-19).

b. Usando el nombre de Jesús correctamente


El nombre de Jesús se tornó tan popular en sus días, que algunos
discípulos que no eran del equipo del ministerio de Jesús,
también liberaban a la gente en su nombre:
”Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno
que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos
sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. Pero Jesús
dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga
milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí”
(Mr. 9: 38-39).
Los apóstoles, celosos de su maestro, prohibieron a otros usar el
nombre de Jesús; solamente porque no andaba con ellos. Este
71
discípulo que echaba fuera demonios en el nombre de Jesús, no
era parte del equipo ministerial de Jesús. No porque no quisiera,
quizá Jesús lo había enviado a alcanzar a otra gente para el reino.
Pero le amaba y le obedecía, por eso los demonios se sujetaban
cuando pronunciaba el nombre de Jesús; Jesús exhortó a sus
apóstoles que no le impidieran usar su nombre, porque le amaba
y era digno de usarlo.
Lo importante de este pasaje es hacer notar como el nombre
de Jesús es la única y suficiente arma que posee la iglesia, para
sanar y liberar a la humanidad.
En otro caso bíblico, hombres atrevidos y pecadores, trataron
de usar el nombre de Jesús, pero quedaron avergonzados porque
no vivían una vida en santidad:
”Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes,
intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que
tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el
que predica Pablo. Había siete hijos de un tal Esceva,
judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. Pero
respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé
quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre
en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y
dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que
huyeron de aquella casa desnudos y heridos” (Hch. 19: 13-
16).
El nombre de Jesús no es una palabra mágica que se pueda usar
al antojo. Jesús es una persona con la que hay que gozar de
comunión para que se pueda manifestar su poder y gozar el
derecho de usar su santo nombre.
Al ver el poder de Dios manifestado, Simón el mago se
convirtió al Evangelio; pero cuando vio que los apóstoles de
Jesús imponían sus manos sobre los discípulos y recibían el
72
Espíritu Santo, les ofreció dinero para tener ese poder. Pedro le
reprendió duramente y le exhortó que pidiera perdón por ese
pensamiento:
“Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de
los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,
diciendo: Dadme también a mí este poder, para que
cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el
Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca
contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene
con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto,
porque tu corazón no es recto delante de Dios.
Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si
quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón;
porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que
estás. Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros
por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho
venga sobre mí. Y ellos, habiendo testificado y hablado la
palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas
poblaciones de los samaritanos anunciaron el Evangelio”
(Hch. 8: 18-25).

c. Milagros en el nombre de Jesús


Después de la partida de Jesús al cielo, sus discípulos
comenzaron a tener una mayor revelación del poder de su
nombre y repitieron las maravillas que Jesús hizo durante su
ministerio. Pedro usó su fe en Jesús para resurrección de
muertos, como el caso de Tabita, a quien ya la velaban:
”Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que
traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas
obras y en limosnas que hacía. Y aconteció que en aquellos

73
días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en
una sala” (Hch. 9: 36-37).
Si bien, Pedro usa su fe, hay que señalar que él fue dirigido por
el Espíritu Santo para hacer esta oración de resurrección. Como
dijimos anteriormente, no basta la fe, hay que actuar en
obediencia a Dios y eso se aprende con el tiempo, mediante el
ejercicio de la fe.
Pedro usó su fe, y es evidente, porque primero habló al
cuerpo muerto, diciendo: ¡Levántate! Y ella se incorporó:
”Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y
oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella
abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. Y él, dándole
la mano, la levantó; entonces, llamando a los santos y a las
viudas, la presentó viva” (Hch. 9: 40-41).
Capítulo – 6 –

FE EN LA PALABRA DE DIOS
____________________________________________________

I. EL SECRETO DE LA FE DEL CENTURIÓN

a. Una fe con motivaciones correctas


La palabra centurión, se refiere a un jefe militar a cargo de cien y
hasta mil personas; en tiempo de los romanos este número de
soldados podía variar, pero el título se refería a un capitán del
ejército.
El relato del centurión es fascinante, porque él posee unas
características como individuo en la formación de su vida, que lo
hicieron merecedor de halagos por parte de nuestro Señor Jesús,
quién refiriéndose al centurión, dijo:
“Os digo que ni aún en Israel he hallado tanta fe”.
74
¿Cuál fue el secreto de la fe del Centurión? Existen
elementos de formación en su vida que llevaron al centurión a
desarrollar una fe inquebrantable. En primer lugar, el centurión
tenía una motivación correcta cuando pidió a Jesús que sanara a
su siervo:
“Y el siervo de un centurión, a quién este quería mucho,
estaba enfermo y a punto de morir” (Lc. 7: 2).
Este centurión quién era un hombre gentil, y capitán del ejército
romano, fue movido a misericordia por un amor desinteresado
para rogar a Jesús por la sanidad de su criado. Es muy
importante la razón que nos motiva a pedirle a Dios, no
solamente la fe.
El centurión le pidió directamente a Jesús cuando estaba en
la tierra. Eso equivale a la oración que los cristianos deben hacer
al Padre en el nombre de Jesús en la actualidad, porque ahora
Jesús está a la diestra del Padre (Mr. 16: 19).
Este centurión se despojó de su posición de autoridad para
humillarse delante de Jesús, esto no era fácil, ya que por su rango
de autoridad en el gobierno romano pudo ser acusado de traición
por reconocer a Jesús como el Mesías de Israel.
Pero el centurión arriesgó todo por amor a su prójimo, sin
pensar en su posición militar ni en las consecuencias de su
decisión, basada en sus convicciones de fe. Todo acto de fe,
debe tener motivos justos, basados en el amor a Dios y al
prójimo.

b. El amor es la base de una fe productiva


El siervo del centurión era un esclavo y en ese momento de la
historia lo más fácil para el centurión era comprarse otro esclavo
y el problema se solucionaba.

75
Para este esclavo no existía posibilidad alguna de salvación.
Lo único que poseía, era el derecho de servir a su amo; y ahora
ni eso podía hacer, porque estaba paralítico, y además (según el
relato), estaba atormentado por fuertes dolores en su cuerpo que
lo angustiaban: “Señor mi criado está postrado en casa,
paralítico, gravemente atormentado” (Mt. 8: 6).
Este centurión se preocupó por su siervo. El amor fue su
motivación, no solo su fe. Por amor le pidió a Jesús que le sanara
a su siervo:
“Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos
ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su
siervo. Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud,
diciéndole: Es digno de que le concedas esto; porque ama
nuestra nación y nos edificó una sinagoga” (Lc. 7: 3-6).
Quizás este centurión no conocía a Jesús; si no por referencia;
pero eso no detuvo su fe. Mientras los judíos le pedían señales a
Jesús para creer en Él, este gentil reconoció a Jesús como el
Mesías, aun sin conocerle.
El centurión como conocedor del judaísmo sabía que un
Rabí no se podía contaminar entrando en la casa de un gentil
(considerados inmundos para los israelitas), y por esa razón
envió unos ancianos judíos para que intercedieran ante Jesús por
su criado. Estos ancianos eran autoridades judías, los cuales
daban testimonio de las obras y del amor que el centurión había
mostrado hacia los judíos.
Jesús partió a la casa del centurión:
“Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de
la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole:
Señor, no te molestes, pues no soy digno que entres bajo mi
techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti;
pero di la palabra, y mi siervo será sano” (Lc. 7: 6-7).
76
Este centurión reconoció su condición de pecador y la grandeza
de Cristo, a quién no se consideraba digno de recibir en su casa.
El respeto por Jesús y el deseo de que no se contaminara
motivaron a este hombre a no recibir a Jesús. La fe de este
hombre era tan grande, que le pidió a Jesús que no entrara en su
casa, que solo ordenara la sanidad con el poder de su palabra y
su criado sanaría.

c. La obediencia y el conocimiento de la autoridad producen


fe en el cristiano
Entramos en una parte interesante del relato de la vida del
centurión, porque revela el secreto de su fe. Para alcanzar la
posición que tenía como centurión, es indudable que este hombre
comenzó como recluta o novato del ejército romano y a través de
disciplina y obediencia escaló posiciones en su vida militar,
como es típico en todo ejército.
Pero la clave que da el centurión para entender su fe, que le
llevó a creer que Jesús podía sanar a su criado con solo dar una
orden, es sencilla y profunda a la vez.
El centurión conocía el camino de la obediencia y sabía que la
autoridad no se obtiene por saber mandar; si no por saber
obedecer.
La primera razón que dio el centurión para creer que Jesús podía
sanar su criado con solo dar la orden, no fue: “Yo soy un
hombre que sabe mandar. Sino o contrario, él dijo: “Yo soy uno
que sabe obedecer”. El concepto de autoridad estaba claro en la
mente del centurión, por eso no dudó de la autoridad que Cristo
poseía sobre todas las cosas.
El centurión primero señala: “Soy hombre puesto bajo
autoridad”, como él sabía obedecer, le era fácil entender la
autoridad de Cristo. Cuando se entiende esta verdad y se
77
practica, el cristiano comienza a moverse en una dimensión de
mayor fe. Quien sabe obedecer, entiende mejor el concepto de
autoridad y puede moverse con facilidad en un mayor grado de
fe.
Este centurión fue un soldado que primero aprendió a
reconocer la autoridad de sus superiores y a obedecer sus
órdenes. Él sabía que una orden solo se obedecía. Al reconocer a
Jesús como el Hijo de Dios, no le quedó duda que Jesús podía
ejercer autoridad sobre todas las cosas con el poder de su
palabra, pues él también era un hombre puesto en autoridad y sus
órdenes eran obedecidas.
Hay quienes llaman al reino de Dios, el reino al revés.
Porque en el reino del mundo escala el más bravo, pues el fin
justifica los medios. No importando a quién se tenga que
atropellar o llevar de encuentro, con tal de lograr sus objetivos.
Pero en el reino de Dios, el que quiera ser mayor, debe ser el
servidor de los demás (Lc. 22: 25-26) y para eso se requiere
humildad y sumisión a la autoridad.
Fe es sinónimo de obediencia. De nada serviría tener toda la
fe del mundo, sin saber obedecer. La fe se demuestra por medio
de la obediencia.

d. El centurión aprendió a ejercer autoridad como producto


de su obediencia
La obediencia conduce al reconocimiento de la autoridad. En el
reino de Dios nunca se da al revés. Saber mandar no es sinónimo
de conocer autoridad. El centurión continuó diciendo:
“Y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a este: Ve, y va;
y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto y lo hace”
(Lc. 7: 8b).

78
Como resultado de haber aprendido la obediencia, el centurión
reconoce que ahora puede ejercer autoridad. Primero dice: “Soy
hombre bajo autoridad”; y después: “Soy hombre puesto en
autoridad”. Ese es el orden correcto. No se puede ejercer
autoridad, si primero no se aprende a obedecer. El centurión
aprendió a obedecer y por esa razón podía ejercer autoridad y
pedir con fe.
Este conocimiento de la obediencia es lo que le permite ejercer
autoridad al cristiano. La clave de la fe del centurión consistió en
su conocimiento de la autoridad.
Para él centurión fue natural decir: “Di la palabra y será
hecho”, porque sabía que a la orden de Jesús la enfermedad no
se resistiría. Él supo reconocer la autoridad que hay en Jesús; por
eso, él dijo: “Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe”
(Lc. 7: 9b).
Para que la fe produzca respuestas, el cristiano debe ubicarse
en la perspectiva correcta. Este hombre obtuvo lo que pidió
porque supo pedir. La Biblia señala:
“Y al regresar a la casa los que habían sido enviados,
hallaron sano al siervo que había estado enfermo” (Lc. 7:
10).

e. Lecciones objetivas para aprender de la fe del centurión


• No necesitó conocer a Jesús para creerle.
• La motivación de su petición no fue la fama personal, del
ministerio o el reconocimiento; sino el amor por su siervo
enfermo.
• Reconoció la autoridad que poseía Jesús; porque había
aprendido a reconocer la autoridad a través de su ejercicio de
la obediencia.

79
• Demostró humildad, a pesar de ser un funcionario muy
importante del ejército romano.
• Se sintió indigno de recibir a Jesús en su casa a pesar de ser
un fiel servidor de Dios. Tenía de que gloriarse, pero no hizo
alusión a sus obras para obtener el beneficio de Cristo; sino
que tomó como certeza de que su petición sería contestada
por su fe y amor en el poder de Jesús.
• Su petición no fue motivada para ver el poder de Dios
manifestado, sino el deseo de ver sano a su siervo.
• Mostró amor por el prójimo y no pidió nada para sí mismo.

II. LA CONFESIÓN DE LA PALABRA DE DIOS

a. La parte divina y la humana en la fe


Para que la fe produzca frutos se debe pedir sobre la base de las
promesas divinas escritas en la Biblia. Dios ha dejado grandes
80
promesas en su Palabra y son como una chequera en blanco, lista
para ser utilizada por los fieles hijos de Dios, en el momento que
se necesite.
En la dinámica de la fe, existe la parte divina y la humana.
Dios ya hizo su parte al darnos sus promesas de bendición por
medio de Cristo; pero estas promesas no se obtendrán si el
cristiano no activa su fe en el nombre de Jesús. Jesús obtuvo
todo poder al derrotar a Satanás en la cruz y en su nombre, les
dio autoridad a sus hijos para derrotar toda fuerza del mal (Lc.
10: 19).
Al principio de la creación, Dios le asignó el reino de esta
tierra al ser humano, para que la gobernara. Lastimosamente,
Satanás se lo arrebató con engaño y mentira. Pero Cristo, por
medio de su muerte y resurrección, ha restituido esta autoridad
que ha sido delegada a la Iglesia. Pero es necesario tomar acción
para que las promesas escritas en la Biblia sean efectivas.
Desde el principio Dios creó todas las cosas por el poder de
su Palabra. La palabra de Dios dio la orden, antes que existiera
todo lo creado. Este principio no ha cambiado. El cristiano tiene
las promesas divinas escritas en la Biblia, pero debe confesarla
correctamente para que se activen a su favor. Hay que reclamar
la herencia.
Dios sabía que, al dar su orden, la palabra de su boca haría lo
que le mandaba, cuando creó el universo. Dios ha dejado escrita
la palabra de su boca en la Biblia, pero el cristiano debe
confesarla y usarla de una manera correcta.

b. Llamando las cosas que no son como si fuesen


La confesión de la Palabra de Dios, se debe hacer en plena
certidumbre de fe (Hb. 10: 19-22), creyendo que será hecho.

81
Pablo enseñó este principio de fe, en el que Dios primero da la
palabra y llama las cosas que no son como si fuesen; antes que
existan:
“(Como está escrito: Te he puesto por padre de muchas
gentes delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los
muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen” (Ro.
4: 17).
Este principio está basado en lo que Dios dice. Sin Él nada se
puede hacer; por eso, es compulsorio que la fe cristiana esté
fundada sobre la base de lo que Dios ha dicho en su Palabra.
Dios ha delegado esta autoridad de su reino a la Iglesia y cada
cristiano debe declarar lo que Dios ha dicho en su palabra para
obtener las promesas y derrotar toda obra de Satanás.
Este principio de fe fue enseñado por Cristo:
”Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque de
cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte:
Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino
creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será
hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando,
creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Mr. 11: 22-24).
El principio básico para reclamar las promesas divinas es tener fe
y luego pedir correctamente. Dios no necesita la fe. Él solo
declara su Palabra y es hecho. El ser humano en cambio, debe
tener fe. Pero la fe debe ir acompañada de una declaración
certera de la Palabra de Dios. Confesando lo que se cree, antes
de que se realice. Jesús dijo: “Si crees que será hecho lo que
dices, lo que digas te será hecho”.
La fe debe ir acompañada de la declaración de lo que se
quiere. La fe cobra vida por medio de la palabra. Es bien
importante notar que Jesús da por hecho que la persona que cree
a su Palabra, debe declarar con su boca que está hecho, antes que
82
suceda. Por eso señala que: “Si crees lo que dices, será hecho”.
Primero se debe declarar hecho lo que se cree, para después ver
resultados.
Este principio de creer antes de ver, es uno de los misterios
más importantes de la fe y la razón de que muchas peticiones
reciban o no la respuesta deseada, pues nadie puede esperar
resultados en lo que pide, si verdaderamente no cree antes que
será hecho.
c. Dios demanda creer; antes de ver
La fe es la certeza de lo que se pide, antes de verlo realizado. Ese
principio divino de fe no cambia y fue utilizado por Dios mismo
desde el principio de la creación. Dios demanda fe en su Palabra
de parte del ser humano para que pueda ver su poder
manifestado.
No se puede esperar que se recibirá respuesta de Dios, sin
hacer una declaración certera de fe de lo que sucederá, antes de
verlo realizado. Santiago señala:
”Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es
semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el
viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien
tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Stg. 1: 6-7).
Una vez que se declara hecho lo que se pide se debe mantener la
fe en el proceso, pues las peticiones tienen un tiempo de espera
para ser respondidas y la duda puede acechar en el camino hacia
la victoria.
Pero esta declaración de fe que la persona hace, antes de ver
cualquier milagro, no se trata de un simple pensamiento positivo;
sino que está fundada en los derechos que tienen los hijos de
Dios que son obedientes.
Jesús usó este mismo principio de fe en su ministerio
terrenal. Él demandaba creer a quienes le pedían, antes de ver los
83
resultados. Cuando el centurión rogó a Jesús por su criado, Él le
respondió:
“Entonces Jesús dijo al centurión: ve, y como creíste, te sea
hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora” (Mt.
8: 13).
Las palabras de Jesús: “Como creíste te sea hecho”, implica que
el Centurión primero creyó y vería exactamente lo que había
creído y esperado antes de verlo. Eso implica también que no
vería más de lo que había creído.
Una vez que se tiene la fe, lo único que el cristiano debe
procurar es orar conforme a la voluntad de Dios revelada en la
Biblia y la guía del Espíritu Santo, pues se puede tener mucha fe,
pero si la petición no está de acuerdo a la voluntad de Dios, no
será respondida. El Espíritu Santo nos ayuda a pedir
correctamente:
”Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra
debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo
sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones
sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la
voluntad de Dios intercede por los santos” (Ro. 8: 26-27).

84
Capítulo – 7 –

SIETE PRINCIPIOS BÍBLICOS DE FE


____________________________________________________

I. SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS

1. La fe cristiana está fundada en el Dios de la Biblia

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Fe, es una palabra que procede del griego “pistis” y que en sus
diferentes variantes significa: convicción, confianza, certeza,
creencia, dependencia, fidelidad, persuasión, en Dios y su
Palabra.
Dentro del contexto judío veterotestamentario, la palabra fe
procede del hebreo “emunah”, y está, de la raíz “aman”, la cual
significa sólido, firme, establecido, seguro, verificado; pero su
traducción más común es “amén”, que significa: genuino,
verdaderamente, que así sea.
La fe bíblica difiere de cualquier interpretación secular de fe,
porque está fundada precisamente, en el Dios de la Biblia. La fe
secular es la creencia en algo, sin necesidad de justificación
alguna y que no puede ser garantizada por procesos racionales.
Solo a través de la intuición o testimonios fidedignos o una
confianza total en cosas o personas. En la fe secular se puede
creer en cualquier cosa, sin fundamento alguno que lo sustente.
La fe bíblica en cambio, está fundamentada en Dios mismo
como el dador de esa fe, siendo está una de sus características:
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción
de lo que no se ve. Por la fe entendemos haber sido
constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que
lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Pero sin fe es
imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se
acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los
que le buscan” (Hb. 11: 1, 3, 6).
Nadie puede agradar a Dios sino es por medio de la fe. La falta
de fe es el obstáculo más grande que el ser humano puede tener
para comunicarse con Dios o que conteste sus peticiones. Sin
embargo, Dios está interesado en impartirle fe a los que le
buscan. El apóstol Santiago exhorta a los cristianos a orar con fe:

86
“Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es
semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el
viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien
tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Stg. 1: 6-7).

2. La Palabra de Dios en acción


El determinante entender el poder de la palabra de Dios para usar
la fe durante la oración. La Biblia señala que, en el principio,
Dios creó todas las cosas con el poder de su Palabra:
“Por la fe entendemos haber sido constituido el universo
por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho
de lo que no se veía” (Hb. 11: 3).
En los escritos targúmicos la palabra “Dios” se traspone por
“memra”, que significa palabra. En Génesis diría: En el
principio la “memra” o la palabra hizo los cielos y la tierra.
Atinadamente, Juan señala que el principio, esta Palabra (gr.
logos, esp. verbo) creó todas las cosas y que ese Verbo es Dios
mismo:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las
cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido
hecho, fue hecho” (Jn. 1: 1-3).
Logos y Rhema son dos palabras del griego muy importantes que
si bien, son sinónimos y significan Palabra, ayudan a ilustrar la
acción de la palabra de Dios.
Logos significa Palabra o Verbo y se refiere al Logos hecho
carne (Jesús) la palabra encarnada, según Juan, 1: 1-3. Logos
también se refiere a la palabra escrita (la Biblia); y el Logos
vivificante, que es el Espíritu Santo, quién recuerda la palabra
escrita y la vivifica (Jn. 14: 26).

87
Cuando el cristiano activa su fe y utiliza las promesas de la
Biblia, para una situación o necesidad específica, ese Logos
escrito cobra vida y se convierte en un rhema. Aunque la palabra
tiene vida en si misma se activa por medio de la fe del cristiano.
El Espíritu Santo vivifica la palabra para obrar a favor del
cristiano, de acuerdo a su necesidad.
La palabra de Dios es la que ministra fe en el corazón del
cristiano y le lleva a la confesión de las promesas para que
cobren vida. Pero esa fe no se remite solo a creer lo que se lee y
quedarse con el testimonio, sino que trasciende al plano personal
para orar por cualquier necesidad.
Las promesas divinas escritas en la Biblia tienen vigencia
todo el tiempo, pero los milagros relatados en la Biblia fueron
escritos con el propósito de inspirar fe, no para imitarlos. Se
debe imitar la fe de los hombres de Dios de la Biblia y no
exactamente lo que ellos hicieron, salvo que Dios guíe al
cristiano a hacer lo mismo. Nótese el siguiente ejemplo:
“Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú,
manda que yo vaya a tí sobre las aguas. Y él dijo ven. Y
descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas
para ir a Jesús” (Mt. 14: 28-29).
En este pasaje el Señor le dio una palabra a Pedro, que le
autorizó caminar sobre las aguas. Es un rhema o palabra directa
para Pedro. Si alguien hoy día quisiera utilizar esa palabra para
caminar sobre las aguas; sería incorrecto que se lanzara al agua,
si el Señor no se lo ha ordenado a él directamente, como lo hizo
con Pedro.
Para Pedro fue un rhema, para todo el que lee, es logos. Al
menos que Dios le ordenara a alguien que haga lo mismo,
entonces se convertiría en un rhema. Por el simple hecho de leer
y creer algo que está escrito en la Biblia, no significa que se
88
obtendrá lo mismo. Ese evento se puede repetir cuando Dios
quiera obrar de la misma manera.
La intención de la Palabra de Dios es crear fe, no imitar los
milagros escritos. A Dios no le moverá a obrar por lo que tú seas
capaz de creer por ti mismo, si no por el hecho de que le creas lo
que Él te diga.
Durante su ministerio Jesús impelía a sus seguidores a tener
fe en Él, debido a la incredulidad de la gente con relación a sus
atributos mesiánicos divinos escritos en Su Palabra, como Él lo
citó al comienzo de su ministerio (Lc. 4:16-21; Is. 61:1-2). La fe
cristiana tiene su fundamento en las promesas de la Palabra de
Dios.
____________________________________________________
 “A Dios no le moverá a obrar tanto por lo que tú seas
capaz de creer por ti mismo, como el hecho de que creas
lo que Él te diga”.
____________________________________________________

3. Fe es más que una repetición monótona


La fe bíblica no es creer todo lo que se nos ocurra en la mente.
La fe cristiana tiene su fundamento en la palabra de Dios
(Biblia). Creer a las promesas de Dios produce frutos, si se usan
correctamente. Fe no es creer que Dios puede hacer todo lo que
se nos ocurra.
La clave de la fe bíblica consiste en creer y hacer lo que Dios
nos diga; exactamente eso; aunque no sea posible humanamente.
Por repetir monótonamente algo que se nos ocurra en la mente,
no significa que se realizará, ese no es el concepto de fe bíblica,
se necesita que esa petición este de acuerdo con lo que Dios
89
desea para cada persona. Hay algunos versos claves para
entender este principio de fe:
“Y todo lo que pidieres en oración, creyendo, lo recibiréis”
(Mt. 21: 22).
Cuando se interpreta un verso de la Biblia, se debe considerar
todo lo que el contexto bíblico dice acerca de ese tema. En este
caso, Jesús no menciona que todo lo que se pida debe de estar de
acuerdo a la voluntad de Dios. Pero, el hecho de que no se
mencione en este verso, no significa que este principio de fe no
esté plasmado en la Biblia. En el siguiente verso, Jesús pide que
se haga la voluntad del Padre en su vida:
“Padre mío si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea
como yo quiero sino como tú” (Mt. 26:39).
La Biblia enseña que todo lo que pidamos con fe, lo recibiremos.
Pero, también advierte que esa fe debe estar alineada conforme a
la voluntad de Dios, como vemos el ejemplo mismo de Cristo,
quien sabiendo que vino al mundo para morir en la cruz, aun así,
le pidió al Padre que, si fuera posible, lo librara del trago amargo
de la cruz; pero al final declara: “Hágase tu voluntad y no la
mía”. El mismo concepto se encuentra en la primera carta de
Juan:
“Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos
alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye” (1 Jn.
5:14).
La seguridad de que las oraciones de los hijos de Dios serán
contestadas estriba en hacerlo conforme a la voluntad de Dios.
Esa es la garantía de que Dios responderá la oración, de allí la
importancia de orar conforme al propósito de Dios.
Fe no es repetir mecánicamente lo que queremos; si no, la
confesión de lo que Dios quiere para nosotros, acompañada de la
acción.
90
Hay quienes usan versos como: “Todo lugar que pisare la
planta de vuestro pie será vuestro” (Dt. 11: 24) y creen que el
verso por sí mismo les da autoridad de hacer lo mismo, sin haber
recibido personalmente la orden de hacerlo. Esta promesa fue
dada a Israel y eso no significa que cualquiera puede pararse en
cualquier lugar y declarar que es suyo algo. Al menos que Dios
se lo haya mandado, eso es un robo. Pero, si alguien está orando
por alguna tierra y el Señor le dice que se pare en ella y la
declare suya, entonces la declaración de fe será efectiva.
La Biblia quiere transmitirle fe al cristiano por medio de sus
relatos a fin de que la use de acuerdo a su necesidad y
circunstancias; pero de acuerdo al plan de Dios para su vida, no
para imitar los milagros realizados por otros.
La fe tampoco obra separada de Dios. La fe no es algo
independiente, no es una varita que podemos mover a nuestro
antojo.
Hay cristianos que creen que solo por declarar o decretar
algo con sus bocas, sucederá. De hecho, solo Dios puede
decretar. La fe solo funciona si se obra de acuerdo a la voluntad
de Dios. Hay cristianos que, supuestamente, hasta les dan orden
a los ángeles de Dios. Pero, los ángeles solo obedecen a Dios. A
nadie más. Lo que si podemos hacer es usar nuestra fe para
pedirle a Dios que envíe sus ángeles. Ni aun Jesús, siendo
perfecto, enseñó que se les pudiera dar orden a los ángeles. Él
dijo que debía primero pedirle a su Padre en oración. Es una
petición, no una orden:
“¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y
que él no me daría más de doce legiones de ángeles?”
(Mt. 26: 53).

91
4. Confesar es un compromiso para toda la vida
La palabra confesar tiene importancia dentro del tema de la fe.
Esta palabra se traduce del griego,” homologeo” y es muy
amplia en su significado. Pero tiene la connotación de un pacto
(Hb. Kittel) entre dos personas que asumen cada uno el
compromiso legal de cumplir con sus responsabilidades para
gozar de sus derechos.
El ser humano, por su parte, contrata la salvación por medio de
la fe, confesando a Jesús como su salvador personal:
”Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y
creyeres en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos
serás salvo” (Ro. 10: 9).
Esta confesión inicial no se refiere a la simple mención del
nombre de Jesús y después ir por la vida sin un compromiso con
Dios. Esta confesión que involucra el corazón y la fe es solo el
compromiso de ese pacto asumido, pero la persona se
compromete a confesar a Jesús con sus palabras y demostrarlo
con sus hechos todos los días de su vida.
El nuevo creyente queda comprometido por el contrato, a
confesar de por vida ante los hombres que, Jesús es su salvador.
De manera que, si le niega, se rompe el contrato y pierde su
salvación:
”Os digo que todo aquel que me confesare delante de los
hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante
de los ángeles de Dios; mas el que me negare delante de los
hombres, será negado delante de los ángeles de Dios” (Lc.
12:8-9).
Si alguien compra un carro o una casa, usualmente da una
cantidad inicial de dinero, pero queda comprometido a pagar el
resto y corre el riesgo de perder su propiedad, si no cumple el
compromiso en su totalidad. Así mismo, la salvación es gratuita,
92
pero se asume el compromiso de mantenerla hasta el día de la
muerte o partida a la presencia del Señor.
La salvación se obtiene creyendo y confesando a Jesús como
salvador; pero la fe es práctica, y para gozar de los derechos y las
promesas dadas a los hijos de Dios, se debe confesar a Cristo
como salvador todos los días de la vida y vivir una fe práctica. El
que cree en Cristo, debe demostrarlo con sus acciones todos los
días de su vida. De esa manera es que se podrá apropiar
legalmente de las promesas de la palabra de Dios, para que sus
oraciones sean contestadas. De lo contrario, las oraciones no
tendrán respuestas.
La fe hay que mantenerla y ejercitarla. En ninguna manera
significa simplemente pedir y que Dios haga el resto, sin creer
verdaderamente que Él lo hará y sin practicar la fe que se profesa
revelada en la Biblia. La fe hay que mantenerla y practicarla
para que Dios obre.
Existe el relato de una persona que leyó en la Biblia que, si le
decía a una montaña que se moviera, Dios lo haría. Entonces
abrió su ventana y le habló a una montaña para que se moviera.
Al siguiente día despertó y la montaña estaba allí mismo.
Entonces dijo: Yo sabía que no se movería. No basta con una
simple declaración de las promesas divinas para obtener
resultados con la fe. La confesión implica, mantener firme esa fe,
hasta que Dios obre en la necesidad y conteste la oración
conforme a su voluntad.
Los obstáculos que pueden impedir que nuestra fe obre es la
incredulidad (Hb. 11:6; Stg. 1:6-7); pedir mal (Stg. 4:3); o por
infidelidad, por no practicar la fe que profesa con sus labios. Se
puede creer en Dios y a la vez no creerle a Dios. Alguien puede
creer que Dios es real, pero puede ser que no le crea a Dios y
niegue su fe, al no obedecer lo que la Biblia le demanda. La
93
Biblia dice que aun los demonios creen, pero no obedecen (Stg.
2: 20).

5. La fe es probada
En este pacto de fe que se establece con Dios el cristiano tiene
todo el derecho de confiar enteramente en Dios y Su palabra
escrita. Dios, por su parte, tiene el derecho de probar esa fe. La
fe no es un puente que se levanta sobre el rio caudaloso de las
dificultades de la vida. La fe es un camino que se abre en medio
de esas aguas turbulentas.
Dios no promete que el cristiano no tendrá dificultades en su
vida, pero si promete una salida para ellas:
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea
humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados
más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis
soportar” (1 Co. 10: 13).
El cristiano debe saber que Dios tiene un tiempo para contestar
las peticiones y eso implica aprender a esperar con paciencia.
Dios puede permitir que muera toda esperanza de que las
oraciones sean contestadas, para luego hacer lo que es imposible.
A veces cuando más seguros estamos que Dios responderá, no
contesta. Talvez porque no es el tiempo o en su voluntad sabe
que no conviene. Así que, las respuestas de Dios en ciertas
circunstancias, no dependen ni de nuestra fe; sino de su voluntad.
Eso implica que es más importante pedir de acuerdo a la
voluntad de Dios, que nuestra misma fe.

6. Como usar correctamente la fe


En el griego hay varias palabras que traducen “poder” entre
ellas están “kratos”, y “dunamis”. Pero existe la palabra
94
“exousia” que se refiere la autoridad delegada a la Iglesia para
actuar en el nombre de Jesús.
Esta autoridad delegada le da al cristiano el derecho de
actuar en nombre de Cristo, para obrar en la esfera espiritual y
que sucedan milagros en el mundo natural. Todo cristiano posee
autoridad delegada de Dios para actuar en Su nombre. Las
promesas de la Biblia son como una chequera en blanco que solo
necesita una fe bien fundamentada para ser utilizada y obtener
sus beneficios de acuerdo a la necesidad individual.
La Biblia contiene promesas divinas para cada necesidad,
pero si el cristiano no se apropia de esas verdades y le cree a
Dios, es posible que el poder de la palabra no se active. El
conocimiento de las promesas y la fe en el poder de la palabra de
Dios, pueden hacer la diferencia en la vida del cristiano. La
Biblia señala que la fe viene por oír, la palabra de Dios: “Así
que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro. 10:
17).

7. La fe se debe activar
El escritor de la carta a los Hebreos señala:
“Sin fe es imposible agradar a Dios” (Hb. 11: 6)
Se debe actuar de acuerdo a la fe revelada en la Biblia, sino se
activa la fe no sucederá nada. No se trata de ayudarle a Dios o
forzar los milagros, sino de creerle a Dios a pesar de las
circunstancias. Santiago señala:
“Así también la fe, sino tiene obras, es muerta en sí misma”
(Stg. 2: 17).
Santiago habla de una fe activa e invita a pedir sin dudar:
”Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es
semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento

95
y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga,
que recibirá cosa alguna del Señor” (Stg. 1: 6-7).
Se puede tener toda la fe del mundo, pero si no se actúa en fe,
bajo la guía del Espíritu Santo, los milagros no ocurrirán.
La autoridad ya ha sido delegada al cristiano y si no se
utiliza ese poder que hay en la Palabra de Dios hablada en el
nombre de Jesús, por el cual existen todas las cosas, Dios no se
moverá a nuestro favor. Creer debe estar acompañado del
conocimiento y la confesión certera de lo que está escrito en la
Palabra de Dios. Hay que activar la fe para que Dios actúe a
nuestro favor. La Biblia señala:
”Todo aquel que en Él creyere no será avergonzado” (Ro.
10: 11).
Pero es necesario creer, antes de ver, pues Dios llama las cosas
que no son, como si fuesen y crea donde no hay, todo por medio
de nuestra fe:
“El cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no
son, como si fuesen” (Ro. 4: 17b).
Este principio de fe, de creer antes de ver está plasmado en la
Biblia. Dios creó todas las cosas en la nada, por medio de su
Palabra:

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo
por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho
de lo que no se veía” (Hb. 11: 3).
El proceso de la fe sería: Creer; luego pedir conforme a su
voluntad y después esperar la respuesta con la seguridad de que
él nos oye, como dijo Juan:
“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos
alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si
sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos,

96
sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”
(1 Jn. 5: 14-15).

97
Capítulo – 8 –

LA FE Y EL AMOR
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I. EL AMOR ES MAYOR QUE LA FE

a. El amor es el mayor de todos los dones


La fe es uno de los misterios más preciosos revelados por Dios
en la Biblia. Pedro señala que en la tierra la fe es más valiosa que
el oro:
“Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más
preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba
con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando
sea manifestado Jesucristo” (1 P. 1: 7).
Pero, sin amor, la fe es como un jardín sin flores. El trono divino
está fundado sobre la base del amor puro y perfecto de Dios.
Dios es amor y el que no ama, aunque tenga fe, no conoce a
Dios. Así señala la Biblia:
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”El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es
amor” (1 Jn. 4: 8).
Toda acción cristiana debe llevar el sello del amor divino. Este
amor debe ser maduro. Eso implica que es un amor justo, que
sabe que Dios es amor; pero también sabe que es fuego
consumidor. Es conocer a Dios en su carácter amoroso; pero a la
vez justo. Es conocerle como “El Cordero de Dios”; pero,
también como el “León de la Tribu de Judá”.
La Biblia señala que de nada nos serviría tener fe, si no
tenemos amor. Eso no significa que la fe no sea importante. Una
cosa no niega la otra. La fe es tan importante como el amor;
pero, en el orden que Dios ha establecido los dones, el amor está
primero que los demás.
En una ocasión, Jesús condenó la actitud de los fariseos
porque eran buenos diezmadores y ayunaban, pero no tenían
amor en sus corazones:
“!Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque
diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más
importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe”
(Mt. 23: 23a).
Al reprender la falta de amor que los fariseos tenían en sus
corazones, Jesús no estaba diciendo que diezmar no estaba bien.
Eso era importante. El solo reprendió la falta de amor, por eso
señaló que debían tener misericordia, pero sin dejar de diezmar:
“Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Mt.
23: 23 b).

b. La preeminencia del amor sobre todo don espiritual


Aun la fe más grande, si amor no es nada. La Biblia señala que la
fe sin amor es como un ruido molestoso:

99
”Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo
amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que
retiñe” (1 Co. 13: 1).
El amor tiene preminencia por encima de cualquier don
espiritual. No es que la fe u otro don sean innecesarios, es solo
que deben ir de la mano del amor divino. La fe sin amor, es
nada:
“Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y
toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que
trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy” (1 Co.
13: 2).
Los sacrificios u obras bien intencionadas que hagamos por la
causa de Dios y por el prójimo, deben ser motivados por el puro
amor divino. Así se edifica en el reino de Dios.
Otras causas ajenas al amor, como: El orgullo, la fama, el
interés personal, la competencia u otras intenciones ajenas al
amor, no cualifican como obras agradables ante Dios. Estas
obras solo serán hojarasca que serán quemadas y quedarán sin
recompensa cuando enfrenten el juicio divino (1 Co. 3: 12-13).
Es necesario vestirnos más del amor divino, que de ningún otro
don:
“Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los
pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no
tengo amor, de nada me sirve” (1 Co. 13: 3).
La Biblia señala que ahora permanecen tres baluartes que
sostienen a la Iglesia en la tierra: La fe, la esperanza y el amor.
La fe, es necesaria para alcanzar todas las promesas divinas y al
final la vida eterna. La esperanza, porque esperamos el retorno
del rey y su reino. El amor porque es el que cubre multitud de
pecados y nos da la victoria sobre el odio y el mal que hay en el
mundo. No obstante, el amor es el mayor:
100
“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos
tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Co. 13: 13).
El cristiano debe cuidarse de actuar con amor, no solo pretender
ver el poder de Dios manifestado a través de la fe. Podemos
disfrutar de nuestra fe y ver la mano de nuestro Salvador
obrando en la vida de las personas si nuestros corazones están
rebozando del amor divino.

c. La fe sin amor es estéril


La fe sin amor es arrogante, humilla al prójimo y desagrada a
Dios. Todos los milagros que Jesús hace, son motivados por su
amor, no son para mostrar su poder.
El cristiano debe enamorarse de Dios, no de su poder. Sería
como el niño que se interesa más en los regalos que le da su
padre, que en su mismo padre. Cuando se actúa dándole más
importancia al poder de Dios que a su amor, se pierde el enfoque
del propósito divino. Esto puede conducir al error de emprender
grandes proyectos en nombre de la fe que simplemente, Dios no
aprueba.
Dios obra por el amor con que actuamos al pedir, no solo por
nuestra fe. Dios sanó al siervo del centurión, porque pidió por
amor a su prójimo (Mt. 8).
Cuando un padre de familia trajo su hijo endemoniado para
ser liberado, Jesús le dijo: “Si puedes creer, al que cree todo le
es posible”. El hombre respondió: “Creo; ayuda mi
incredulidad” (Mr. 9:24). El pasaje revela que el hombre tenía
poca fe, pero apeló más a la misericordia de Jesús que a su
propia fe, y Jesús no se resistió, concediéndole su petición.
Caín se presentó ante Dios con una ofrenda de adoración,
pero desprovisto de amor. Él sabía que Dios era real, pues
cuando Dios lo confrontó con su pecado, él respondió con mala
101
actitud y sin deseo aparente de arrepentimiento por el asesinato
de su hermano.
El cristiano se puede convertir en un fanático del poder de
Dios y a la vez estar enemistado con el prójimo y con Dios, al no
actuar con amor.
En una ocasión Jacobo y Juan, enfadados porque en una
aldea samaritana rechazaron a Jesús, le pidieron poder para
consumirlos con fuego del cielo, como había hecho Elías en el
período de la ley; pero Jesús les reprendió diciéndoles:
“Vosotros no sabéis de que espíritu sois” (Lc. 9:55).
El Espíritu de Dios es vida, amor, perdón, consuelo, pero los
discípulos de Jesús querían venganza y muerte en nombre de
Dios. Creer en Dios no basta para agradarle. Eso es solo el
principio. Hay que tener un corazón lleno de amor y perdón para
agradar a Dios. Amar al prójimo y a Dios es el cumplimiento de
toda la Ley. El que ama a Dios y a su prójimo, ha cumplido con
toda la ley:
“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros;
porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque:
No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso
testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento,
en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el
cumplimiento de la ley es el amor” (Ro. 13: 8-10).

d. La fe confirma el amor divino


La fe testifica del amor divino. No se debe pensar que alguien
tiene fe solamente porque es capaz de creer que Dios puede
sanar a los enfermos y resucitar los muertos. Está bien creer que
Dios lo puede hacer; pero la fe bíblica que agrada a Dios, es la

102
que es capaz de creer lo que Dios dice en su palabra (Biblia);
aunque no vea los milagros.
La gente no se salva por ver milagros, se salva por creer en
Jesús y obedecer a la palabra de Dios.
Los testimonios más grandes de fe en la Biblia, no están
relacionados con lo que Dios es capaz de hacer; sino con la fe de
los que le creyeron a pesar de no ver nada, como se explica
Hebreros, capítulo once:
”Que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia,
alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron
fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas
de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en
fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus
muertos mediante resurrección; mas otros fueron
atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener
mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y
azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron
apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de
espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de
ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de
los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos,
por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la
tierra” (Hb. 11: 33-38).
Muchos de estos héroes de la fe no vieron lo que esperaban, no
recibieron respuestas inmediatas, y aun debieron morir
martirizados por la causa de Dios, sin ser librados. Pero su fe
siguió con ellos. La Biblia señala que la fe vence al mundo:
”Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y
esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1
Jn. 5:4).

103
Esta fe no está fundada en los milagros de Dios; sino en el Dios
de los milagros. Esta fe es capaz de creer que Dios puede librar
del peligro y de la muerte; pero también es capaz de sufrir por su
causa, aunque no le libre.
Jesús creyó en su padre celestial y por esa fe fue hasta la muerte,
pero solo vio su victoria hasta después de su muerte en la cruz.
Sadrac, Mesac y Abed-nego resistieron obedecer la orden de
Nabucodonosor de adorar una estatua, señalando que Dios era
capaz de librarlos del horno de fuego; pero su fe no estaba
sustentada en que Dios los libraría, pues ellos expresaron que
aunque Dios no les librara, no obedecerían la orden del rey. Eso
es fe:
”Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey
Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te
respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a
quien servimos puede librarnos del horno de fuego
ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas,
oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco
adoraremos la estatua que has levantado” (Dn. 3: 16-18).
La fe de Elías no solo le sirvió para hacer caer fuego del cielo
sobre sus enemigos y ver a los cuervos alimentarle; esa misma fe
también le ayudó a soportar cuarenta días sin comer; la
persecución de Jezabel sin que Dios lo librara; la soledad en el
desierto y el marginamiento de la sociedad.
La fe bíblica no está sustentada en ver milagros, estos solo son el
resultado de una fe certera en Dios. Tener fe en Dios, no es tan
solo ser capaz de creer para ver milagros, la fe madura es aquella
que es capaz de creerle a Dios, aunque no haya milagros. La fe
parte de la nada para creerle a Dios. Esa es una fe verdadera.
____________________________________________________

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 La fe parte de la nada para creerle a Dios. Esa es una fe
verdadera.
____________________________________________________

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CONCLUSIÓN

 FE ES CREER Y OBEDECER A DIOS

Dios produce el querer y el hacer en sus hijos, por su buena


voluntad, para luego realizar sus maravillosas obras y los planes
que les ha revelado a sus hijos:
“Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer
como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2: 13).
En el proyecto de llevar a cabo su obra, Dios nos manda realizar
algo que Él, antes ya realizó, pues su omnisciencia le permite ver
el futuro. De hecho, Dios vive en un eterno presente, para él no
existe el pasado o el futuro como lo entendemos en la tierra.
Dios nos entrega la maqueta de los planes que Él, ya vio
realizado. Su sabiduría y poder le permiten empezar desde el
futuro, hacia atrás.

106
Nuestra parte en el proceso es simple, solo consiste en creer
y obedecer lo que Dios nos mande hacer. Aunque nuestra fe sea
probada durante el tiempo requerido para ver su obra
completada.
Significa, que se debe mantener firme la fe durante el
proceso de espera, convencidos de que Él es fiel a su Palabra y
que cumplirá sus promesas.
Dios es quién hace todas las cosas posibles, Él solo nos pide
que le creamos. Su propósito es hacernos partícipes en su obra e
involucrarnos en sus proyectos, a fin de ser recompensados por
la eternidad.
La fe es todo lo que se necesita, para ver el poder de Dios
manifestado. La Biblia señala que:
“Al que cree todo le es posible” (Mr. 9: 23b).
Eso debe ser motivo de gran gozo para todos los hijos de Dios,
pues Dios no necesita nada para comenzar su obra, solamente
que le creamos. Y a veces es mejor no tener nada de que
depender, para depender absolutamente de Dios. En ocasiones,
Dios mismo permite que no tangamos nada o nos quita todo lo
que tenemos para que aprendamos a depender solamente de él.
Moisés solo tenía una vara en su mano, cuando Dios lo
llamó. Dios le dijo: ¿Qué es eso que tienes en la mano? Dando a
entender que él puede utilizar cualquier cosa que tengas y si no
tienes nada, no importa, su poder hará que todas las cosas sean
hechas. El hizo la creación de la nada:
“Por la fe entendemos haber sido constituido el universo
por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho
de lo que no se veía (Hb. 11: 3).
La fe es la que nos da la victoria sobre todas las cosas de este
mundo:

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“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y
esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1
Jn. 5: 4).

ANEXO

 PROMESAS BÍBLICAS DE FE

 “Porque nada hay imposible para Dios” (Lc. 1: 37).

 “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” (Gn. 18: 14a).

 “Jesús le dijo: Si puedes creer,


al que cree todo le es posible” (Mr. 9: 23).

 “Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es


imposible; mas para Dios todo es posible” (Mt. 19: 26).

 “Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque


de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte:
Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón,
sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le
será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis
orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Mr. 11: 22-
24).

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LIBROS ESCRITOS POR JOEL PERDOMO

1. NO HAY MALDICIÓN PARA LOS CRISTIANOS


2. EL DIEZMO DESDE ABRAHAM A CRISTO
3. LA PROFECIA COMO MINISTERIO DE LA IGLESIA
4. LA ORACIÓN EFICAZ
5. LA LEY Y LA GRACIA
6. EL LLAMADO AL MINISTERIO
7. LOS MINISTERIOS DE LA IGLESIA
8. ADORADODES EN ESPÍRITU Y EN VERDAD
9. FE SIN LÍMITES
10. SIN SANTIDAD, NADIE VERÁ AL SEÑOR
11. VIDA Y MINISTERIO (autobiografía).
12. LA IGLESIA E ISRAEL COMO SEÑALES DEL FIN
13. LA AUTORIDAD – El Desafío Cristiano
14. HUMILLACIÓN Y EXALTACIÓN DEL CRISTIANO
15. RESPUESTAS A PREGUNTAS DIFÍCILES DE LA
BIBLIA
16. TEMAS INTERESANTES DE LA BIBLIA
17. JESÚS, NOMBRE SOBRE TODO NOMBRE
18. EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA
19. UNA SOLA CARNE – Matrimonio, Divorcio y
Recasamiento a la luz de la Biblia.
20. SOLTERO – ¿Cómo esperar en Dios?
21. ADOLESCENCIA. ¿Cómo enfrentar los cambios?
22. LA SABIDURIA DIVINA
23. LOS PRIMEROS PASOS
24. VIDA CRISTIANA – Reflexiones
25. TESOROS DE LA BIBLIA
26. DISCIPULADO DE DOCTRINAS BASICAS
(búsquelos escritos y en audio en internet).

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