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Fe Sin Limites
Fe Sin Limites
sin
LÍMITES
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Capítulo - 1 - LA REVELACIÓN DE LA FE
I. ¿QUÉ ES LA
FE?.................................................................................
...13
a. La fe bíblica
b. La fe en Dios
c. La fe en el soberano Dios de la Biblia
d. La fe es un don de Dios para toda la humanidad
II. LA FE
ACTIVA…………………………………………………..23
a. La fe sin obras es muerta
b. Sin fe es imposible agradar a Dios
c. Tres pilares para activar la fe
3
a. El desarrollo de la fe cristiana
b. El uso de la fe activa
III. LOS OBSTÁCULOS DE LA
FE……………………………………...38
a. La incredulidad
b. La desobediencia A Dios
c. Pedir fuera de la voluntad de Dios
d. La desobediencia a la Palabra de Dios
e. La infidelidad al Pacto divino
Capítulo - 3 - LA FE EN ACCIÓN
I. SIN FE, ES IMPOSIBLE AGRADAR A
DIOS…………………………...49
a. Se requiere fe para que el poder de Dios se manifieste
b. La prueba de la fe
II. LA FE DE LOS HOMBRES DE DIOS DEL A. T. BASADO
EN HEBREOS 11…54
1. Una fe inquebrantable
2. Abel, un adorador en espíritu y verdad
3. Enoc, aprendiendo a caminar con Dios
4. La fe en Dios es obediente
5. La fe desafía las leyes naturales
4
6. La prueba es el crisol de la fe
7. La alabanza como instrumento de guerra
5
d. “Talita Cumi”: El poder de la resurrección
III. EN EL NOMBRE DE
JESÚS………………………………………..82
a. Los apóstoles usaron la autoridad del nombre de Jesús
b. Usando el nombre de Jesús correctamente
c. Milagros en el nombre de Jesús
I. EL SECRETO DE LA FE DEL
CENTURIÓN……………………………..87
a. Una fe con motivaciones correctas
b. El amor es la base de una fe productiva
c. La obediencia y el conocimiento de la autoridad
producen fe en el cristiano
d. El centurión aprendió a ejercer autoridad, producto de
su obediencia
e. Lecciones objetivas para aprender de la fe del centurión
6
II. LA CONFESIÓN DE LA PALABRA DE
DIOS…………………………..95
a. La parte divina y la parte humana en la fe
b. Llamando las cosas que no son, como si fuesen
c. Dios demanda creer; antes de ver
Capítulo - 8 – LA FE Y EL AMOR
7
a. El amor es el mayor de todos los dones
b. La preeminencia del amor, sobre todo don espiritual
c. La fe sin amor es estéril
d. La fe confirma el amor divino
ANEXO ….
……………………………………………………...129
8
9
PREFACIO
10
puede permitir deshacerse o abandonar los barcos para seguir al
Señor como hizo Pedro. La fe no tiene límites.
INTRODUCCIÓN
12
Invité a la persona a reconciliarse con Jesús y accedió.
Luego hicimos la oración por sanidad divina. Al siguiente día
fue al hospital y la operación fue suspendida porque no
encontraron nada en su cuerpo. La enfermedad había
desaparecido por el poder de Dios. En el orden divino, el alma es
más importante que el cuerpo físico. El cuerpo es importante,
pero es temporal. El alma es eterna, Jesús dijo: “Y no temáis a
los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar” (Mt.
10: 28a).
Muchas oraciones bien intencionadas de los cristianos no son
contestadas, porque no se hacen de acuerdo a la voluntad divina
revelada en la Biblia o porque se desconocen las prioridades
eternas.
Lo que en cierto momento de la vida puede ser lo más
importante o necesario para nosotros, no es necesariamente la
prioridad para Dios.
Aunque Dios es todo amor, sus prioridades para nuestra vida
son las eternas (alma); no las temporales o físicas. En cambio, al
ser humano le preocupan más las cosas físicas y materiales de
este mundo.
Al vivir en un mundo limitado por el tiempo y el espacio,
podemos cometer el error de creer que Dios está preocupado por
las mismas cosas que nos preocupan a nosotros. Eso nos puede
conducir a pensar y a pedir erradamente a Dios. No es que a Dios
no le interesen nuestros problemas, es solo que nuestra mente es
limitada, en comparación con su gran sabiduría. Él dice:
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni
vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más
altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos
que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos” (Is. 55: 8-9).
13
Si no alineamos nuestra mente con el carácter de Dios a fin
de que se ajuste a su voluntad revelada en la Biblia,
cometeremos grandes errores a la hora de utilizar nuestra fe para
comunicarnos efectivamente con Él, a fin de pedir
correctamente. Nuestra primera prioridad en el camino a
desarrollar nuestra fe cristiana, es alinearnos con la voluntad
divina.
Si nos preocupamos por conocer y hacer la voluntad de Dios,
mas que de nuestros asuntos, por importantes que sean, Él se
encargará de resolver nuestros problemas y necesidades. Nuestro
enfoque debe ser la obediencia, aunque en el proceso seamos
probados hasta la saciedad.
Nuestro primer paso hacia el desarrollo de la fe, es ejercitar
la fe. Y no hay mejor manera de hacerlo, si no confiando en que,
si nos ocupamos en obedecer a Dios, Él se encargará de todo lo
que nos preocupe en este mundo, aun de lo que es imposible para
nosotros.
La fe bíblica que produce grandes milagros es sencilla, y
consiste en dejar todas nuestras causas en las manos de Dios. Eso
es lo que a veces nos da más trabajo, pues Dios no tiene prisa, ni
piensa como nosotros pensamos. Pero él no pondrá una carga
más pesada de la que podamos llevar. Al final nos dará la salida,
que Él considere correcta. La Biblia afirma:
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea
humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados
más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis
soportar” (1 Co. 10:13).
Capítulo – 1 –
LA REVELACIÓN DE LA FE
14
____________________________________________________
I. ¿QUÉ ES LA FE?
a. La fe bíblica
Le fe en Dios es uno de los temas más asombrosos de la Biblia.
La fe es tan profunda en su alcance, que no tiene límites, ni
conoce imposibles; pero es tan sencilla de entender y fácil de
adquirir, que el más común de los humanos puede apropiarse de
ella, ya que emana de una decisión personal. Creer o no creer en
Dios, es voluntario.
Dios ha desplegado su gloria a través de su maravillosa
creación. La Biblia señala que la tierra está llena de la gloria de
Dios:
“Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo,
Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su
gloria” (Is. 6: 3).
La creación es un perfecto testimonio del creador. El ser humano
puede adquirir fe en Dios a través de la creación, creyendo en el
Creador. No obstante, la fe salvífica viene por oír y obedecer el
evangelio de Jesucristo, revelado en la Biblia:
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”
(Ro. 10: 17).
No significa que la fe se adquiera de forma automática, al
escuchar el evangelio. Oír el mensaje es solo el medio para
adquirir la fe, pero la decisión de creer o no creer, la determina
cada oyente en su corazón. Es allí donde obra la libre voluntad
que Dios le dio a cada persona.
Dios le dio libre albedrío al ser humano para elegir de forma
individual. Así que, la fe es una decisión. No obstante, la fe es
15
indispensable para comunicarse con Dios. La Biblia señala que:
“Sin fe es imposible agradar a Dios”:
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es
necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que
es galardonador de los que le buscan” (Hb. 11: 6).
La fe es el primer paso para que el pecador se acerque a Dios en
busca de restauración, después de la caída de la primera pareja
en el huerto del Edén.
Por la fe entendemos que Dios creó todas las cosas
existentes, con el poder de su palabra:
“Por la fe entendemos haber sido constituido el universo
por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho
de lo que no se veía” (Hb. 11: 3).
La fe es la manera en que nos acercamos a Dios e interpretamos
su conocimiento. Dios es espíritu y la naturaleza caída de la
mente humana es carnal1 y no puede entender las cosas
espirituales:
“Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra
Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco
pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar
a Dios” (Ro. 8: 7-9).
La fe nos acerca a Dios, del cual nos alejamos al principio, a
causa del pecado adámico2; por el cual toda la humanidad,
1
Carnal, se refiere a la naturaleza de la humanidad, sobre
todo, después de la caída. En contraste con la nueva naturaleza
del cristiano, que es espiritual, por medio del nuevo nacimiento
en Cristo (el nuevo Adán, 1 Co. 15: 21- 49).
2
Pecado adámico o pecado original – Se refiere al
pecado de la primera pareja. Estos gozaban de comunión
perfecta con Dios, antes de la caída. Pero esa relación fue rota,
a causa de la desobediencia humana. La primera pareja es
responsable de introducir el pecado en el mundo, pero no son
responsables de nuestras acciones o pecado personal, del cual
cada ser humano dará cuenta ante Dios. Cristo vino al mundo
16
quedó separada de Dios y destituida de su presencia. Ver, Ro. 3:
23:
“Por tanto, Como el pecado entró en el mundo por un
hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a
todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5: 12).
Para que el ser humano pueda entender y restaurar su comunión
con Dios, primero necesita nacer del espíritu (Jn. 3:7); luego
debe aprender el conocimiento de Dios revelado en la Biblia. De
otra manera, lo espiritual le parecerá locura; como bien señala la
Biblia:
“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del
Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1
Co. 2: 14).
La fe se puede desarrollar por cualquier obra maravillosa
desplegada en la creación, pero esa fe debe conducir a Jesús de
Nazaret, el único medio de salvación eterna.
A los que nunca oyeron del evangelio, Dios les juzgará por
medio de su consciencia, (la cual redarguye acerca del bien y el
mal), y por su razonamiento, el cual exige un Creador inteligente
de todo lo visible en:
“Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por
naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley,
son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita
en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y
acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día
en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los
hombres, conforme a mi evangelio” (Ro. 2: 14-16).
19
Desde el principio de la creación se nota que Dios no tenía una
relación de capataz con la primera pareja. Él les cedió espacio de
locomoción (El paraíso) y libertad para desenvolverse como
individuos (libre albedrío). Esto se nota cuando la primera pareja
peca y Dios aparece en la escena:
”Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el
huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se
escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los
árboles del huerto” (Gn. 3: 8).
Este verso muestra que Dios no estaba en el paraíso, lo que
conectaba a Dios con la primera pareja, era su palabra:
”Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto
de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó
Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto
podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal
no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente
morirás” (Gn. 2: 15-17).
La palabra dada por Dios era lo que conectaba a la primera
pareja con el Creador, y esa comunión se rompió a causa de la
desobediencia humana. De algún lugar (su trono) Dios apareció
en la escena hablando a Adán y a Eva.
Hoy también, Dios no obliga al ser humano a buscarle. Es su
palabra revelada (la Biblia) la que nos muestra cómo debemos
comunicarnos con Dios; y esta señala, que es por medio de la fe.
La fe es un misterio revelado. Pero, aun así, nuestra mente es
limitada para entender todo lo concerniente a la fe, y el por qué
Dios lo estableció como medio de comunicación con la
humanidad. Lo cierto es que Dios, es soberano. No obstante,
para Dios es de gran estima que sus criaturas le reconozcan, aun
sin haberle visto. La Biblia señala que el ser humano no puede
ver el rostro de Dios:
20
“Nadie ha visto jamás a Dios” (1 Jn. 4: 12).
A Dios le agrada la fe de sus hijos. Dios tiene ángeles que le
adoran y le aman; pero estos ven su rostro (Mt. 18:10). La fe
rompe todos los parámetros racionales, pues es reconocer
voluntariamente a Dios; sin haberle visto. Solo por medio de sus
hechos manifestados, primero por medio de su creación, y luego
por los revelados en la Biblia.
Dios no ha dejado a la humanidad sin testimonio, la creación
habla de su grandeza y su palabra dada a los profetas (la Biblia)
lo confirma. Pero, después de la caída del ser humano, la
manifestación más sublime del amor divino, ha sido revelada al
enviar a su Hijo (Jesús) al mundo para salvar a la humanidad.
21
”Por la fe entendemos haber sido constituido el universo
por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue
hecho de lo que no se veía” (Hb. 11: 3).
Lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Por tanto, lo
invisible es primero. La fe se encarga de conectarnos con lo
invisible, con Dios mismo.
La fe es el medio bíblico que Dios, en su soberanía5, ha
establecido para que los seres humanos se relacionen con Él.
Esta fe no solo deriva de sus hechos palpables (creación);
también es testificado por medio de su palabra revelada (la
biblia).
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La fe es el medio bíblico que Dios, en su soberanía, ha
establecido para que los seres humanos se relacionen con
Él. Esta fe no solo deriva de sus hechos palpables
(creación); también es testificado por medio de su
palabra revelada (la Biblia).
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5
Soberanía. Es el derecho que Dios tiene de establecer sus
leyes de relación con sus criaturas. Esto se debe a que: Dios,
como creador absoluto de todas las cosas, por medio de su gran
poder que le es inherente, posee la atribución de establecer el
medio y las leyes por las cuales se relacionará con sus criaturas.
Para dar un ejemplo: De acuerdo a la Biblia, Dios es amor, es
santo, y es Justo. Por tanto: El ser humano se debe ajustar a
estas características divinas a fin de relacionarse correctamente
con Dios. El cristiano debe amar, vivir en santidad y procurar la
justicia. Si no lo hace, estará caminando fuera de la voluntad de
Dios y no podrá gozar de comuna relación con Dios.
22
II. LA FE ACTIVA
2. La fe parte de la nada
Dios no necesita nada para realizar su obra. El parte de la nada
para hacerlo:
”Por la fe entendemos haber sido constituido el universo
por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho
de lo que no se veía” (Hb. 11: 3).
A Dios le basta nuestra fe:
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción
de lo que no se ve” (Hb. 11: 1).
26
Eso implica que no podemos depender de las circunstancias que
nos rodean o de lo que tenemos para creer en Dios y en sus
promesas. Él es, todopoderoso para hacer lo que dice, si solo
somos capaces de creerle. Obviamente, creer significa esperar
hasta que él cumpla sus promesas.
Capítulo – 2 –
27
I. LA JUSTICIA POR MEDIO DE LA FE
28
”Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia
de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia
de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que
creen en Él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús” (Ro. 3: 21-24).
La única fe que produce salvación, es la fe obediente en el
evangelio de Jesús de Nazaret. Él es el camino, la verdad y la
vida. Nadie va al Padre, si no es por medio de Jesús:
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6).
b. La fe salvífica y la fe práctica
La fe como un concepto teológico se puede explicar en dos
grandes vías: La fe salvífica y la fe práctica. La primera, es la fe
salvífica. Esta definición teológica de la fe bíblica se refiere a la
fe fundada en Jesús, como el único medio de salvación eterna.
La fe se puede depositar en cualquier objeto o persona, pero la fe
que produce salvación y vida eterna, de acuerdo a la Biblia, es la
fe en Jesús:
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro
nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos
ser salvos” (Hch. 4:12).
De allí que, para ser salvo, se debe confesar a Jesús como el
único Salvador. Él es el único camino al cielo:
”Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14: 6).
La fe para salvación se adquiere por medio de oír la
predicación del Evangelio, creer en el corazón y confesar a Jesús
como Salvador con la boca:
29
“Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y
en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que
si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres
en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás
salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con
la boca se confiesa para salvación” (Ro. 10: 8-10).
Al recibir a Jesús como salvador adquirimos la fe salvífica. No
obstante, después de ser salvos por medio de la fe en Jesús,
existe una fe práctica. Esta fe práctica son los frutos que
evidencian la fe salvífica. La fe por medio de la cual un día
adquirimos nuestra salvación al creer en Jesús como salvador,
ahora la demostramos por medio de una fe práctica, con frutos
dignos de arrepentimiento y obras justas que demuestran la fe
salvadora que adquirimos al confesar a Jesús como salvador.
La fe para salvación (salvífica) la adquirimos el día que
recibimos a Jesús como salvador; pero, la fe práctica la
mostramos todos los días a través de acciones justas. Estas obras
no nos salvan por sí mismas; pero son la prueba de la fe que
adquirimos para salvación.
30
abandonar el pecado y comenzar una vida santa, separada del
pecado.
El arrepentimiento genuino produce salvación; pero la
conversión o abandono de la práctica del pecado conduce al
cristiano a vivir en santidad durante su peregrinaje en la tierra, a
fin de mantener la salvación adquirida.
La salvación del alma es adquirida por la sola fe en
Jesucristo. Eso es incuestionable. Al referirnos a la conversión,
no estamos hablando de un segundo paso para ser salvos. Mas
bien, nos referimos a los frutos del espíritu en la vida del
cristiano, quien ha nacido de nuevo (Jn. 3: 3; 2 Co. 5: 17), pero
debe abandonar los pecados del viejo hombre (Gá 5: 16-26).
Escuchar la palabra de Dios produce arrepentimiento en el
pecador y esto a su vez le conduce a pedir perdón por sus
pecados. Jesús perdona el pecado y se obtiene la salvación. Pero
la salvación es como si nos regalaran un carro nuevo, hay que
darle mantenimiento. La conversión son los frutos que dan
testimonio de la salvación adquirida.
El nuevo nacimiento en Cristo se refleja por medio de frutos
dignos de arrepentimiento. Cuando Juan predicaba el bautismo
para arrepentimiento de los pecados, los judíos hacían fila para
ser bautizados, pero Juan les exhortó duramente a no solo
arrepentirse; sino a dar frutos dignos de arrepentimiento:
“Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas
por él: !Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir
de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento” (Lc. 3: 7-8a).
La Biblia señala que quien está en Cristo, es una nueva criatura y
debe mostrar un cambio notorio en su estilo de vida:
31
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es;
las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”
(2 Co. 5: 17).
Dios nos salva por medio de la fe, pero los cristianos debemos
evidenciar nuestra fe por medio de un buen testimonio, que
refleje frutos dignos de arrepentimiento. La salvación del alma es
un regalo divino, pero hay que mantenerla a través de una vida
separada del pecado.
a. El desarrollo de la fe cristiana
Dios es quién canaliza nuestra fe, a fin de que podamos ver su
poder manifestado a nuestro favor. Pero, la fe es como un
músculo que se desarrolla con el ejercicio. Nuestra fe es
aumentada, en la medida en que somos capaces de creerle a Dios
y se desarrolla en al campo de batalla, en medio de la prueba y la
dificultad. Eso no sucederá sin nuestra obediencia a lo que Dios
nos mande. Los discípulos de Jesús, quienes escucharon sus
enseñanzas y vieron sus milagros, sintieron la necesidad de que
su fe fuese aumentada y le hicieron la petición al Señor:
32
”Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. Entonces
el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza,
podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el
mar; y os obedecería” (Lc. 17: 5-6).
Jesús no puso las manos encima de la cabeza de sus discípulos, a
fin de que recibieran el don de la fe. Su respuesta fue clara: Él
les retó a creer; antes de ver, señalándoles que hasta las
montañas se podían mover, si eran capaces de creerle a Dios.
La fe que produce milagros se desarrolla de acuerdo a
nuestra capacidad de creer y obedecer a Dios. Cuando Jesús les
señaló a sus discípulos que si tenían fe como un granito de
mostaza harían grandes cosas, no estaba motivando a tener poca
fe. Todo lo contrario. Más bien, les quiso señalar que hasta ese
momento no tenían ninguna fe, pues al llegar a tener un poquito,
tan solo como una semilla pequeña de mostaza, harían grandes
cosas.
La enseñanza es la siguiente: “Ustedes no tienen nada de fe
ahora, pues si tuviesen un poquito, como una semillita de
mostaza, harían grandes cosas. Ahora, imagínense si ustedes
tuvieran más fe que una semilla de mostaza ¿Qué no harían?”.
b. El uso de la fe activa
La fe activa o la que produce milagros, no está fundada
solamente en lo que somos capaces de creer; sino en creer lo que
Dios nos pida que creamos.
Alguien puede llegar al nivel de fe de creer que Dios puede
mover las montañas. Lo que Jesús dijo es literal. No obstante, Él
lo puso como ejemplo de que para Dios nada es imposible, si
somos capaces de creerle. Pero, lo siguiente que debiéramos
preguntarnos es: ¿Qué lograríamos con mover una montaña de
su lugar? Quizá crearíamos un caos, un desastre o muchos
33
problemas a los dueños de la propiedad. ¿Cuál sería el propósito
de ese milagro? Es allí donde tener fe en que Dios puede hacer
cualquier cosa es solo lo primero, pero no es todo.
La fe que verdaderamente produce milagros es aquella que
camina en obediencia a la voluntad de Dios. Nuestra fe tiene que
estar bien alineada con la voluntad de Dios.
Alguien puede tener fe para creer que Dios mueve las montañas,
pero quizá Dios no está interesado en moverla, porque no tiene
ningún propósito en ese momento. Así que, aunque se ore con
toda la fe, Dios no lo hará, porque Él no está de acuerdo con ese
milagro improductivo.
Quizá a esta persona que tiene fe de mover montañas, lo
único que Dios le pida en ese momento, es que visite a alguien
en el hospital y le lleve algo de comer. De nada le serviría toda
su fe de mover montañas, si no cumple lo sencillo que Dios le
demanda. Es bueno tener fe suficiente para creer que Dios puede
mover montañas, pero esa fe no nos serviría si no se usa en
obediencia a Dios. Fe, no es creer todo lo que se nos ocurra o
seamos capaces de creer. La fe solamente es productiva cuando
somos capaces de creer y obedecer lo que Dios nos diga que
hagamos.
La fe es la llave que abre la puerta al poder de Dios; pero,
solo la obediencia activa la mano divina en favor de sus hijos.
No hay diferencia en que Dios nos pida que le creamos en algo
imposible o algo sencillo. Lo más importante es la obediencia,
no lo grande del milagro.
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La fe solamente es productiva cuando somos capaces de
creer y obedecer lo que Dios nos diga que hagamos.
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III. LOS OBSTÁCULOS DE LA FE
a. La incredulidad
La Biblia señala que: “Sin fe es imposible agradar a Dios”.
Después de la caída, la fe es la base de la relación entre Dios y la
humanidad. Dios se revela a los que con fe se acercan a Él:
“Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que
le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hb.
11: 6).
La fe es el reconocimiento individual de Dios como creador
absoluto y rey soberano de todas las cosas (visibles e invisibles,
Col. 1:16). La fe es tan determinante para comunicarse con Dios,
que no existe otra manera de hacerlo.
Lo contrario a la fe; es la incredulidad. Ese es el primer
obstáculo para buscar a Dios. La creación habla de un creador
inteligente (Sal. 19: 7). Dios juzgará al mundo aun por la
consciencia, que da testimonio de Dios, y por el conocimiento de
las cosas creadas a los que no han oído el Evangelio:
“Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por
naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley,
son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita
en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y
acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día
en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los
hombres, conforme a mi evangelio” (Ro. 2: 14-16).
La fe en Dios también viene por oír la palabra de Dios (Ro. 10:
17). Existe la posibilidad de que creamos en Dios o en los
milagros por algún tiempo, pero después mengüemos en la fe.
Jesús reprendió la incredulidad de sus discípulos:
“Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos
sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza
35
de corazón, porque no habían creído a los que le habían
visto resucitado” (Mr. 16: 14).
Jesús reprendió duramente a Tomás, uno de sus apóstoles, pues
éste no había estado cuando Jesús apareció al resto de sus
discípulos y no había creído:
“Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba
con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros
discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en
sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el
lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no
creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos
dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas
cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos;
y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas
incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le
dijo: !Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has
visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y
creyeron” (Jn. 20: 24-29).
Jesús le dijo que fuera creyente, no incrédulo. Además, les dio
una bienaventuranza a los demás apóstoles: “Bienaventurados
los que no vieron, y creyeron”. De Tomás no se sabe nada más,
aparte de la exhortación que Jesús le hizo, a causa de su
incredulidad.
Pedro, que era creyente, en una ocasión le pidió a Jesús
caminar sobre las aguas y lo hizo por un momento, pero luego se
hundió por su incredulidad:
“Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú,
manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y
descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas
para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y
36
comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: !Señor,
sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de
él, y le dijo: !Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (Mt.
14: 28-31).
El profeta Eliseo, durante un sitio en Samaria, profetizó que al
siguiente día habría abundante de comida y barata. Debía ser un
milagro, pues cuando sitiaban una ciudad, los ejércitos rodeaban
a la ciudad y nadie podía entrar ni salir, hasta que morían por
inanición o se rendían por el hambre. Aunque esta palabra había
sido dada por Eliseo, un reconocido profeta de Dios en Israel, un
príncipe no creyó y se burló señalando que eso solo sería posible,
si se habría una ventana del cielo:
“Y un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba,
respondió al varón de Dios, y dijo: Si Jehová hiciese ahora
ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Y él dijo: He aquí tú lo
verás con tus ojos, mas no comerás de ello” (2 R. 7: 2).
Al siguiente día ocurrió el milagro, pues los sirios habían
abandonado una ciudad por un temor enviado por Jehová y el rey
puso al príncipe incrédulo a la entrada de la ciudad, pero cuando
el pueblo entraba, lo atropellaron y murió. En ocasiones la
incredulidad produce consecuencias inmediatas, porque
confronta directamente a Dios, pues desacredita su nombre y
niega su veracidad.
Es tan determinante el contraste entre creer o no creer, que la
fe en Jesús salva y la incredulidad en él condena:
“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya
ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del
unigénito Hijo de Dios” (Jn. 3: 18).
b. La desobediencia a Dios
37
La fe tiene una hermana gemela, es la obediencia. Ambas
caminan de la mano en el ejercicio de creerle a Dios. Para Dios
es tan importante nuestra fe, como la obediencia.
El punto es que sin obediencia la fe es estéril. De nada
serviría tener una gran fe en Dios, si no se le obedece. Todos los
seres humanos gozamos de libre albedrío y aun los cristianos
podemos elegir lo que queremos hacer. Dios no nos obliga a
obedecerle. Para Dios, la obediencia es más importante, que
todos los sacrificios:
“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los
holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las
palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que
los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los
carneros” (1 S. 15: 22).
Dios le había dado orden a Saúl de que no tomara nada de los
amalecitas. No obstante, él tomó ganado para sacrificarlo a
Jehová (esta idea no parecía mala), pero desagradó a Dios,
quién le había dado orden que no tocara nada del anatema. Todo
lo que había en las ciudades paganas que Dios le entregó a Israel,
había sido puesto bajo el anatema divino. Eso significa que
estaban destinadas a la destrucción, porque eran producto del
latrocinio y esos animales estaban contaminados a causa de la
maldad de sus moradores. La orden para Saúl, fue que no tacara
nada de aquellas ciudades; y menos para sacrificarlo a Dios. A
Dios no le bastan las buenas intenciones, solo le satisface la
obediencia.
A veces pensamos que estamos agradando a Dios o
ayudando su obra con acciones bien intencionadas que Dios no
aprueba, porque no las hacemos en obediencia.
38
Aprender a usar la fe en obediencia a la voluntad de Dios, es una
de las pruebas más importantes con relación a la fe. Lo que más
agradó a Dios de Jesús fue su obediencia:
“Y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer
tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último.
En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del
cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Hb. 10:
9-10).
Jesús no fue a la cruz por qué quería. Al contrario, usó su fe para
para pedirle al Padre que, de ser posible, la evitara:
“Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti;
aparta de mí esta copa” (Mr. 14: 36a).
Jesús sabía que para el Padre todas las cosas eran posibles y por
eso le pidió que evitara la copa amarga de la cruz, pero sabiendo
que la obediencia era más importante que toda su fe, con todo su
dolor concluyó diciendo: “Mas no lo que yo quiero, sino lo que
tú” (Mr. 14: 36b).
La vida de Jesús es un claro ejemplo de que la fe sin
obediencia es estéril. La fe se muestra por medio de nuestra
obediencia a Dios.
LA FE EN ACCIÓN
43
____________________________________________________
44
“Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque de
cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte:
Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino
creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será
hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando,
creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Mr. 11: 22-24).
Creer en Dios y en sus promesas, es una desición individual.
Dios es el dador de la fe, pero esta comienza y se desarrolla en la
medida en que somos capaces de creerle.
b. La prueba de la fe
Dios prueba la fe de sus hijos. Es por medio de la prueba, que la
fe se perfecciona. La fe tiene que ser evidenciada, antes de
ocurrir cualquier milagro. Una de las pruebas más grandes de fe
registradas en la Biblia, es la de Abraham. Abraham es el
hombre que por su gran fe, alcanzó bendiciones para todas las
naciones de la tierra, por eso se le llama el padre de la fe. A él se
le dio la promesa de un Salvador para toda la humanidad (la
simiente, la cual es Cristo, Gn. 22: 18; Gá 3: 16). A su
descendencia se le dio la promesa del nacimiento del Mesías.
Su fe fue probada en gran manera como muestra la Biblia:
“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al
lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber
a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra
prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con
Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque
esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto
y constructor es Dios” (Hb. 11: 8-10).
6
En ese contexto del Antiguo Testamento, Dios le pidió a
Abraham sacrificar a su hijo. Los sacrificios, no de personas;
pero, si de animales, eran demandados por Dios en el AT. En la
Gracia, Jesús es el Cordero sacrificado por todos nuestros
pecados, Dios no demanda más sacrificios es de esta
naturaleza para redimir del pecado (Hb. 10:12).
46
Cuando Naamán, el sirio, vino a Israel en busca de sanidad,
el profeta ni siquiera lo vio, mandó a su criado a decirle que se
zambullera siete veces en el rio Jordán. Naamán se enojó, pues
esperaba muchas atenciones que el pagaría materialmente a
cambio de su sanidad, pero sus criados le hicieron recapacitar.
Naamán no sabía que la fe obra por medio de la obediencia a la
palabra de Dios. Finalmente accedió a zambullirse siete veces en
el río y obtuvo su milagro. La lepra desapareció (2 R. 5).
Por obediencia a una palabra de Dios, el rey Josafat enfrentó
sus enemigos cantando y alabando a Dios (era un riesgo terrible,
una locura), pero Dios se manifestó por medio de la alabanza de
su pueblo y los enemigos de Israel fueron confundidos y
derrotados (2 Cr. 20: 15-30).
Josué, también recibió orden de Dios, de rodear la ciudad de
Jericó durante siete días. El último día, los sacerdotes tocaron
bocinas y al grito del pueblo, el poder de Dios se manifestó y los
enormes muros de Jericó fueron derribados (Js. 6). La fe es
probada y la obediencia es el motor que la impulsa para
manifestarse.
Cuando Gedeón enfrentó los madianitas, Dios le dijo que
despidiera más de treinta mil soldados, solo le dejó trescientos.
Dios probó su fe, pero con esos pocos le dio la victoria (Jc. 7).
Saúl, también recibió orden de esperar al profeta Samuel por
siete días, antes de una batalla; pero al ver que no llegaba y que
los soldados desertaban, le falló su fe y se adelantó a hacer el
sacrificio, que no le era permitido hacer, y le fue contado como
pecado (1 S. 13).
II - LA FE DE LOS HOMBRES DE DIOS DEL A. T.,
BASADO EN HEBREOS 11.
47
Esta parte está dedicada a rescatar los testimonios de fe del
Antiguo Testamento, descritos en Hebreos 11, que hace un
resumen de las victorias obtenidas por medio de la fe.
1. Una fe inquebrantable
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su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue
hecho heredero de la justicia que viene por la fe”.
Este pasaje deja entrever que en los tiempos de Noé, no había
llovido en la magnitud que Dios había advertido a la humanidad,
pero él, le creyó a Dios.
Una de las mayores evidencias del diluvio es la inmensa
cantidad de seres marinos petrificados en las rocas más altas de
la tierra. La única forma en que un pez puede quedar impreso en
una roca, en las montañas más altas, en los desiertos lejos del
mar, es que hayan llegado allí vivos y la única explicación a ese
hecho es el diluvio universal, que cubrió toda la tierra.
La fe de Noé le salvó la vida del gran diluvio universal, pero su
fe también condenó su generación, de la cual, el será el juez. La
fe agrada a Dios, y una sola persona con su fe bien fundada,
puede hacer la diferencia en la tierra.
6. La prueba es el crisol de la fe
52
Capítulo – 4 –
LA FE EN EL MINISTERIO DE JESÚS
____________________________________________________
53
a. Dos ciegos reciben la vista
En el caso de los dos ciegos que se acercaron a Jesús para que les
sanara, Él les dijo: “¿Creéis que puedo hacer esto?” Ellos
respondieron que sí. Y Jesús les respondió: “Conforme a
vuestra fe os sea hecho”.
Es importante analizar la respuesta de Jesús. Él, primero
hace una declaración: “Conforme a vuestra fe os sea hecho” y
luego les tocó los ojos. Jesús quiso decir: Si en verdad ustedes
creen recibirán la vista; si no, nada ocurriría.
Otra versión señala: “Hágase en ustedes según su fe”
(NBLH). La sanidad reveló que estos ciegos creían, pues
recibieron la vista. Ellos debieron creer; antes de ver.
”Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces
y diciendo: !Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!
Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo:
¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor.
Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe
os sea hecho. Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les
encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa”
(Mt. 9: 27-30).
Si ellos no hubiesen creído, aunque Jesús les hubiese tocado, no
habrían recibido la vista. Dios hace los milagros por amor a la
humanidad. Pero, nuestra falta de fe puede limitar la
manifestación del poder de Dios a nuestro favor.
b. La resurrección de Lázaro
En el caso de Lázaro, Jesús había sido avisado de la enfermedad;
pero no fue inmediatamente, sino hasta que Lázaro murió. Jesús
supo por el espíritu que Lázaro había muerto, y les dijo a sus
discípulos que se sentía alegre de que ellos no estuviesen en casa
54
de Marta y Lázaro para que confirmaran lo que él les había dicho
y al ver la resurrección de Lázaro, su fe fuese aumentada.
Cuando Jesús se encontró con Marta y María, ambas le
dijeron las mismas palabras: “Si hubieses estado aquí, mi
hermano no habría muerto”. Quizá por eso Jesús tenía tan
buena amistad con ellos, porque creían en Él. No obstante, ellos
habían visto milagros de sanidad, no de resurrección. Cuando
Jesús ve a Marta, le dice que Lázaro resucitará, pero ella cree
que sería en la resurrección de los muertos en Cristo. Y cuando
está en la tumba le pide a María que quite la piedra del sepulcro.
Ella se resiste, señalando que tiene cuatro días de muerto. Mas el
responde: “No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios”.
En su respuesta, Jesús confirma que para ver la gloria de Dios,
hay que creer primero:
”Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que
había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro
días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la
gloria de Dios?” (Jn. 11: 39-40).
57
Capítulo – 5 –
FE SIN LÍMITES
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I. TESTIMONIOS BÍBLICOS DE FE
c. La fe determina el milagro
Durante una hambruna que azotó a Israel, a causa de su pecado,
el profeta Eliseo profetizó que al siguiente día habría comida y
que estaría bien barata:
”Dijo entonces Eliseo: Oíd palabra de Jehová: Así dijo
Jehová: Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de
harina un siclo, y dos seahs de cebada un siclo, a la puerta
de Samaria” (2 R. 7: 1).
Pero un príncipe fue incrédulo y señaló que: Eso solo sería
posible si Dios hacia una ventana en los cielos:
”Y un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba,
respondió al varón de Dios, y dijo: Si Jehová hiciese ahora
ventanas en el cielo, ¿sería esto así?” (2 R. 7: 2a).
Eliseo le respondió que el vería el milagro, pero que no lo
disfrutaría, a causa de su incredulidad:
“Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no
comerás de ello” (2 R. 7: 2b).
Al siguiente día, el príncipe incrédulo fue atropellado en la
entrada de la ciudad siria, que había sido abandonada por un
temor enviado de parte de Dios:
”Y el rey puso a la puerta a aquel príncipe sobre cuyo
brazo él se apoyaba; y lo atropelló el pueblo a la entrada, y
murió, conforme a lo que había dicho el varón de Dios,
cuando el rey descendió a él” (2 R. 7: 17).
En un caso similar, pero con un desenlace diferente, cuando el
profeta Elías llegó a casa de una viuda que estaba recogiendo
leña para hacer su última comida con la harina que le quedaba a
61
causa de la hambruna, el profeta le pidió que le hiciera a él
primero con la promesa de que la harina no escasearía. Era un
reto creer en esas condiciones.
La viuda pudo pensar que el profeta se quería aprovechar de
ella, pero tuvo fe para creer que Dios cumpliría la palabra del
profeta. Obviamente, Elías era un profeta que se había ganado el
respeto del pueblo.
Lo importante es que ella creyó y primero le sirvió de comer
a Elías. La Biblia señala que la harina y el aceite se multiplicaron
(1 R. 17: 8: 16). Dios honró la fe de aquella humilde mujer.
63
Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Jn. 14:
12-14).
7
Maldecir. En este contexto se refiere a una palabra de
juicio proferida por Jesús: “Nunca jamás nazca de ti fruto”.
Este pasaje podría dar ocasión para creer que algunos
cristianos pueden maldecir a las personas; pero, de acuerdo a la
Biblia, el cristiano tiene prohibido maldecir al prójimo:
“Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no
maldigáis” (Ro. 12:14). Jesús maldijo un árbol; no a las
personas. El mismo prohibió maldecir: “Bendecid a los que os
maldicen, y orad por los que os calumnian” (Lc. 6:28).
65
”Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si
tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera,
sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el
mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración,
creyendo, lo recibiréis” (Mt. 21: 18-22).
Jesús les explicó que todo había sido hecho a través de la fe y les
exhortó a creer, sin dudar; para que todo lo que pidieran en
oración, creyendo lo recibieran. No basta orar, la oración debe ir
acompañada de la fe.
La fe es la seguridad de que Dios responderá nuestras
peticiones, antes de que suceda. Eso es verdadera fe.
67
creía que si solo tocaba el manto de Jesús se sanaría; pero, debía
hacerlo sin que lo notara la gente:
”Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le
apretaban. Pero una mujer que desde hacía doce años
padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de
muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había
aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de
Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto.
Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré
salva”.
El plan funcionó a la perfección. Ella tocó el manto de Jesús, sin
que nadie lo notara, pero Jesús sintió que virtud había salido de
Él, cuando alguien le tocó. Él no quería delatar a la mujer, solo
quería hacer notoria su fe y confirmarle su sanidad. La mujer,
aunque ya tenía su milagro de sanidad, que ocurrió
instantáneamente al tocar el manto de Jesús, ahora temía por su
vida al ser descubierta:
”Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el
cuerpo que estaba sana de aquel azote. Luego Jesús,
conociendo en sí mismo el poder que había salido de él,
volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis
vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te
aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba
alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la
mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella
había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo
toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve
en paz, y queda sana de tu azote”.
En ocasiones Dios prueba nuestra fe. Retornado al caso de Jairo,
Jesús probó su fe. Este hombre vino desesperado ante Jesús
porque a su hija le quedaban minutos de vida. Lo peor que le
68
pudo pasar fue que aquella mujer interrumpió a Jesús en su
camino y la peor noticia le llegó a Jairo: Tu hija ha muerto. No
molestes más al maestro:
”Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de
la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué
molestas más al Maestro?”.
Jesús sabia lo urgente de la petición de Jairo y no fue
indiferencia o desconocimiento lo que lo detuvo. Él sabía bien
que la joven moriría; pero, también sabía que le resucitaría, por
eso dejó correr el tiempo. Adelantando el milagro de
resurrección, Jesús le dice a Jairo que no tema, que crea
solamente:
”Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal
de la sinagoga: No temas, cree solamente”.
Jesús no obra donde hay incredulidad, por esa razón, solo
permitió que algunos de sus discípulos y los padres de la niña
entraran en la casa.
”Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y
Juan hermano de Jacobo”.
La niña había muerto y Jesús les dice que no está muerta, que
solamente duerme. Esto causó la burla en los presentes:
”Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el
alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Y
entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña
no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él”.
Jesús entró donde estaba la niña muerta y tomándola de la mano
dijo: “Talita cumi”. Es decir: “Niña levántate; y la niña volvió a
la vida en obediencia a la voz Jesús”:
“Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre
de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba
la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi;
69
que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la
niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se
espantaron grandemente”.
Ahora los incrédulos estaban espantados. Es triste señalar, pero
el incrédulo se torna más incrédulo, pues al no creer primero, se
limita de ver el poder de Dios manifestado a su favor. Es una ley
del reino de Dios: Hay que creer primero, antes de ver su poder.
73
días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en
una sala” (Hch. 9: 36-37).
Si bien, Pedro usa su fe, hay que señalar que él fue dirigido por
el Espíritu Santo para hacer esta oración de resurrección. Como
dijimos anteriormente, no basta la fe, hay que actuar en
obediencia a Dios y eso se aprende con el tiempo, mediante el
ejercicio de la fe.
Pedro usó su fe, y es evidente, porque primero habló al
cuerpo muerto, diciendo: ¡Levántate! Y ella se incorporó:
”Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y
oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella
abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. Y él, dándole
la mano, la levantó; entonces, llamando a los santos y a las
viudas, la presentó viva” (Hch. 9: 40-41).
Capítulo – 6 –
FE EN LA PALABRA DE DIOS
____________________________________________________
75
Para este esclavo no existía posibilidad alguna de salvación.
Lo único que poseía, era el derecho de servir a su amo; y ahora
ni eso podía hacer, porque estaba paralítico, y además (según el
relato), estaba atormentado por fuertes dolores en su cuerpo que
lo angustiaban: “Señor mi criado está postrado en casa,
paralítico, gravemente atormentado” (Mt. 8: 6).
Este centurión se preocupó por su siervo. El amor fue su
motivación, no solo su fe. Por amor le pidió a Jesús que le sanara
a su siervo:
“Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos
ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su
siervo. Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud,
diciéndole: Es digno de que le concedas esto; porque ama
nuestra nación y nos edificó una sinagoga” (Lc. 7: 3-6).
Quizás este centurión no conocía a Jesús; si no por referencia;
pero eso no detuvo su fe. Mientras los judíos le pedían señales a
Jesús para creer en Él, este gentil reconoció a Jesús como el
Mesías, aun sin conocerle.
El centurión como conocedor del judaísmo sabía que un
Rabí no se podía contaminar entrando en la casa de un gentil
(considerados inmundos para los israelitas), y por esa razón
envió unos ancianos judíos para que intercedieran ante Jesús por
su criado. Estos ancianos eran autoridades judías, los cuales
daban testimonio de las obras y del amor que el centurión había
mostrado hacia los judíos.
Jesús partió a la casa del centurión:
“Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de
la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole:
Señor, no te molestes, pues no soy digno que entres bajo mi
techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti;
pero di la palabra, y mi siervo será sano” (Lc. 7: 6-7).
76
Este centurión reconoció su condición de pecador y la grandeza
de Cristo, a quién no se consideraba digno de recibir en su casa.
El respeto por Jesús y el deseo de que no se contaminara
motivaron a este hombre a no recibir a Jesús. La fe de este
hombre era tan grande, que le pidió a Jesús que no entrara en su
casa, que solo ordenara la sanidad con el poder de su palabra y
su criado sanaría.
78
Como resultado de haber aprendido la obediencia, el centurión
reconoce que ahora puede ejercer autoridad. Primero dice: “Soy
hombre bajo autoridad”; y después: “Soy hombre puesto en
autoridad”. Ese es el orden correcto. No se puede ejercer
autoridad, si primero no se aprende a obedecer. El centurión
aprendió a obedecer y por esa razón podía ejercer autoridad y
pedir con fe.
Este conocimiento de la obediencia es lo que le permite ejercer
autoridad al cristiano. La clave de la fe del centurión consistió en
su conocimiento de la autoridad.
Para él centurión fue natural decir: “Di la palabra y será
hecho”, porque sabía que a la orden de Jesús la enfermedad no
se resistiría. Él supo reconocer la autoridad que hay en Jesús; por
eso, él dijo: “Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe”
(Lc. 7: 9b).
Para que la fe produzca respuestas, el cristiano debe ubicarse
en la perspectiva correcta. Este hombre obtuvo lo que pidió
porque supo pedir. La Biblia señala:
“Y al regresar a la casa los que habían sido enviados,
hallaron sano al siervo que había estado enfermo” (Lc. 7:
10).
79
• Demostró humildad, a pesar de ser un funcionario muy
importante del ejército romano.
• Se sintió indigno de recibir a Jesús en su casa a pesar de ser
un fiel servidor de Dios. Tenía de que gloriarse, pero no hizo
alusión a sus obras para obtener el beneficio de Cristo; sino
que tomó como certeza de que su petición sería contestada
por su fe y amor en el poder de Jesús.
• Su petición no fue motivada para ver el poder de Dios
manifestado, sino el deseo de ver sano a su siervo.
• Mostró amor por el prójimo y no pidió nada para sí mismo.
81
Pablo enseñó este principio de fe, en el que Dios primero da la
palabra y llama las cosas que no son como si fuesen; antes que
existan:
“(Como está escrito: Te he puesto por padre de muchas
gentes delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los
muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen” (Ro.
4: 17).
Este principio está basado en lo que Dios dice. Sin Él nada se
puede hacer; por eso, es compulsorio que la fe cristiana esté
fundada sobre la base de lo que Dios ha dicho en su Palabra.
Dios ha delegado esta autoridad de su reino a la Iglesia y cada
cristiano debe declarar lo que Dios ha dicho en su palabra para
obtener las promesas y derrotar toda obra de Satanás.
Este principio de fe fue enseñado por Cristo:
”Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque de
cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte:
Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino
creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será
hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando,
creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Mr. 11: 22-24).
El principio básico para reclamar las promesas divinas es tener fe
y luego pedir correctamente. Dios no necesita la fe. Él solo
declara su Palabra y es hecho. El ser humano en cambio, debe
tener fe. Pero la fe debe ir acompañada de una declaración
certera de la Palabra de Dios. Confesando lo que se cree, antes
de que se realice. Jesús dijo: “Si crees que será hecho lo que
dices, lo que digas te será hecho”.
La fe debe ir acompañada de la declaración de lo que se
quiere. La fe cobra vida por medio de la palabra. Es bien
importante notar que Jesús da por hecho que la persona que cree
a su Palabra, debe declarar con su boca que está hecho, antes que
82
suceda. Por eso señala que: “Si crees lo que dices, será hecho”.
Primero se debe declarar hecho lo que se cree, para después ver
resultados.
Este principio de creer antes de ver, es uno de los misterios
más importantes de la fe y la razón de que muchas peticiones
reciban o no la respuesta deseada, pues nadie puede esperar
resultados en lo que pide, si verdaderamente no cree antes que
será hecho.
c. Dios demanda creer; antes de ver
La fe es la certeza de lo que se pide, antes de verlo realizado. Ese
principio divino de fe no cambia y fue utilizado por Dios mismo
desde el principio de la creación. Dios demanda fe en su Palabra
de parte del ser humano para que pueda ver su poder
manifestado.
No se puede esperar que se recibirá respuesta de Dios, sin
hacer una declaración certera de fe de lo que sucederá, antes de
verlo realizado. Santiago señala:
”Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es
semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el
viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien
tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Stg. 1: 6-7).
Una vez que se declara hecho lo que se pide se debe mantener la
fe en el proceso, pues las peticiones tienen un tiempo de espera
para ser respondidas y la duda puede acechar en el camino hacia
la victoria.
Pero esta declaración de fe que la persona hace, antes de ver
cualquier milagro, no se trata de un simple pensamiento positivo;
sino que está fundada en los derechos que tienen los hijos de
Dios que son obedientes.
Jesús usó este mismo principio de fe en su ministerio
terrenal. Él demandaba creer a quienes le pedían, antes de ver los
83
resultados. Cuando el centurión rogó a Jesús por su criado, Él le
respondió:
“Entonces Jesús dijo al centurión: ve, y como creíste, te sea
hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora” (Mt.
8: 13).
Las palabras de Jesús: “Como creíste te sea hecho”, implica que
el Centurión primero creyó y vería exactamente lo que había
creído y esperado antes de verlo. Eso implica también que no
vería más de lo que había creído.
Una vez que se tiene la fe, lo único que el cristiano debe
procurar es orar conforme a la voluntad de Dios revelada en la
Biblia y la guía del Espíritu Santo, pues se puede tener mucha fe,
pero si la petición no está de acuerdo a la voluntad de Dios, no
será respondida. El Espíritu Santo nos ayuda a pedir
correctamente:
”Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra
debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo
sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones
sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la
voluntad de Dios intercede por los santos” (Ro. 8: 26-27).
84
Capítulo – 7 –
85
Fe, es una palabra que procede del griego “pistis” y que en sus
diferentes variantes significa: convicción, confianza, certeza,
creencia, dependencia, fidelidad, persuasión, en Dios y su
Palabra.
Dentro del contexto judío veterotestamentario, la palabra fe
procede del hebreo “emunah”, y está, de la raíz “aman”, la cual
significa sólido, firme, establecido, seguro, verificado; pero su
traducción más común es “amén”, que significa: genuino,
verdaderamente, que así sea.
La fe bíblica difiere de cualquier interpretación secular de fe,
porque está fundada precisamente, en el Dios de la Biblia. La fe
secular es la creencia en algo, sin necesidad de justificación
alguna y que no puede ser garantizada por procesos racionales.
Solo a través de la intuición o testimonios fidedignos o una
confianza total en cosas o personas. En la fe secular se puede
creer en cualquier cosa, sin fundamento alguno que lo sustente.
La fe bíblica en cambio, está fundamentada en Dios mismo
como el dador de esa fe, siendo está una de sus características:
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción
de lo que no se ve. Por la fe entendemos haber sido
constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que
lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Pero sin fe es
imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se
acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los
que le buscan” (Hb. 11: 1, 3, 6).
Nadie puede agradar a Dios sino es por medio de la fe. La falta
de fe es el obstáculo más grande que el ser humano puede tener
para comunicarse con Dios o que conteste sus peticiones. Sin
embargo, Dios está interesado en impartirle fe a los que le
buscan. El apóstol Santiago exhorta a los cristianos a orar con fe:
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“Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es
semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el
viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien
tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Stg. 1: 6-7).
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Cuando el cristiano activa su fe y utiliza las promesas de la
Biblia, para una situación o necesidad específica, ese Logos
escrito cobra vida y se convierte en un rhema. Aunque la palabra
tiene vida en si misma se activa por medio de la fe del cristiano.
El Espíritu Santo vivifica la palabra para obrar a favor del
cristiano, de acuerdo a su necesidad.
La palabra de Dios es la que ministra fe en el corazón del
cristiano y le lleva a la confesión de las promesas para que
cobren vida. Pero esa fe no se remite solo a creer lo que se lee y
quedarse con el testimonio, sino que trasciende al plano personal
para orar por cualquier necesidad.
Las promesas divinas escritas en la Biblia tienen vigencia
todo el tiempo, pero los milagros relatados en la Biblia fueron
escritos con el propósito de inspirar fe, no para imitarlos. Se
debe imitar la fe de los hombres de Dios de la Biblia y no
exactamente lo que ellos hicieron, salvo que Dios guíe al
cristiano a hacer lo mismo. Nótese el siguiente ejemplo:
“Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú,
manda que yo vaya a tí sobre las aguas. Y él dijo ven. Y
descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas
para ir a Jesús” (Mt. 14: 28-29).
En este pasaje el Señor le dio una palabra a Pedro, que le
autorizó caminar sobre las aguas. Es un rhema o palabra directa
para Pedro. Si alguien hoy día quisiera utilizar esa palabra para
caminar sobre las aguas; sería incorrecto que se lanzara al agua,
si el Señor no se lo ha ordenado a él directamente, como lo hizo
con Pedro.
Para Pedro fue un rhema, para todo el que lee, es logos. Al
menos que Dios le ordenara a alguien que haga lo mismo,
entonces se convertiría en un rhema. Por el simple hecho de leer
y creer algo que está escrito en la Biblia, no significa que se
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obtendrá lo mismo. Ese evento se puede repetir cuando Dios
quiera obrar de la misma manera.
La intención de la Palabra de Dios es crear fe, no imitar los
milagros escritos. A Dios no le moverá a obrar por lo que tú seas
capaz de creer por ti mismo, si no por el hecho de que le creas lo
que Él te diga.
Durante su ministerio Jesús impelía a sus seguidores a tener
fe en Él, debido a la incredulidad de la gente con relación a sus
atributos mesiánicos divinos escritos en Su Palabra, como Él lo
citó al comienzo de su ministerio (Lc. 4:16-21; Is. 61:1-2). La fe
cristiana tiene su fundamento en las promesas de la Palabra de
Dios.
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“A Dios no le moverá a obrar tanto por lo que tú seas
capaz de creer por ti mismo, como el hecho de que creas
lo que Él te diga”.
____________________________________________________
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4. Confesar es un compromiso para toda la vida
La palabra confesar tiene importancia dentro del tema de la fe.
Esta palabra se traduce del griego,” homologeo” y es muy
amplia en su significado. Pero tiene la connotación de un pacto
(Hb. Kittel) entre dos personas que asumen cada uno el
compromiso legal de cumplir con sus responsabilidades para
gozar de sus derechos.
El ser humano, por su parte, contrata la salvación por medio de
la fe, confesando a Jesús como su salvador personal:
”Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y
creyeres en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos
serás salvo” (Ro. 10: 9).
Esta confesión inicial no se refiere a la simple mención del
nombre de Jesús y después ir por la vida sin un compromiso con
Dios. Esta confesión que involucra el corazón y la fe es solo el
compromiso de ese pacto asumido, pero la persona se
compromete a confesar a Jesús con sus palabras y demostrarlo
con sus hechos todos los días de su vida.
El nuevo creyente queda comprometido por el contrato, a
confesar de por vida ante los hombres que, Jesús es su salvador.
De manera que, si le niega, se rompe el contrato y pierde su
salvación:
”Os digo que todo aquel que me confesare delante de los
hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante
de los ángeles de Dios; mas el que me negare delante de los
hombres, será negado delante de los ángeles de Dios” (Lc.
12:8-9).
Si alguien compra un carro o una casa, usualmente da una
cantidad inicial de dinero, pero queda comprometido a pagar el
resto y corre el riesgo de perder su propiedad, si no cumple el
compromiso en su totalidad. Así mismo, la salvación es gratuita,
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pero se asume el compromiso de mantenerla hasta el día de la
muerte o partida a la presencia del Señor.
La salvación se obtiene creyendo y confesando a Jesús como
salvador; pero la fe es práctica, y para gozar de los derechos y las
promesas dadas a los hijos de Dios, se debe confesar a Cristo
como salvador todos los días de la vida y vivir una fe práctica. El
que cree en Cristo, debe demostrarlo con sus acciones todos los
días de su vida. De esa manera es que se podrá apropiar
legalmente de las promesas de la palabra de Dios, para que sus
oraciones sean contestadas. De lo contrario, las oraciones no
tendrán respuestas.
La fe hay que mantenerla y ejercitarla. En ninguna manera
significa simplemente pedir y que Dios haga el resto, sin creer
verdaderamente que Él lo hará y sin practicar la fe que se profesa
revelada en la Biblia. La fe hay que mantenerla y practicarla
para que Dios obre.
Existe el relato de una persona que leyó en la Biblia que, si le
decía a una montaña que se moviera, Dios lo haría. Entonces
abrió su ventana y le habló a una montaña para que se moviera.
Al siguiente día despertó y la montaña estaba allí mismo.
Entonces dijo: Yo sabía que no se movería. No basta con una
simple declaración de las promesas divinas para obtener
resultados con la fe. La confesión implica, mantener firme esa fe,
hasta que Dios obre en la necesidad y conteste la oración
conforme a su voluntad.
Los obstáculos que pueden impedir que nuestra fe obre es la
incredulidad (Hb. 11:6; Stg. 1:6-7); pedir mal (Stg. 4:3); o por
infidelidad, por no practicar la fe que profesa con sus labios. Se
puede creer en Dios y a la vez no creerle a Dios. Alguien puede
creer que Dios es real, pero puede ser que no le crea a Dios y
niegue su fe, al no obedecer lo que la Biblia le demanda. La
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Biblia dice que aun los demonios creen, pero no obedecen (Stg.
2: 20).
5. La fe es probada
En este pacto de fe que se establece con Dios el cristiano tiene
todo el derecho de confiar enteramente en Dios y Su palabra
escrita. Dios, por su parte, tiene el derecho de probar esa fe. La
fe no es un puente que se levanta sobre el rio caudaloso de las
dificultades de la vida. La fe es un camino que se abre en medio
de esas aguas turbulentas.
Dios no promete que el cristiano no tendrá dificultades en su
vida, pero si promete una salida para ellas:
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea
humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados
más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis
soportar” (1 Co. 10: 13).
El cristiano debe saber que Dios tiene un tiempo para contestar
las peticiones y eso implica aprender a esperar con paciencia.
Dios puede permitir que muera toda esperanza de que las
oraciones sean contestadas, para luego hacer lo que es imposible.
A veces cuando más seguros estamos que Dios responderá, no
contesta. Talvez porque no es el tiempo o en su voluntad sabe
que no conviene. Así que, las respuestas de Dios en ciertas
circunstancias, no dependen ni de nuestra fe; sino de su voluntad.
Eso implica que es más importante pedir de acuerdo a la
voluntad de Dios, que nuestra misma fe.
7. La fe se debe activar
El escritor de la carta a los Hebreos señala:
“Sin fe es imposible agradar a Dios” (Hb. 11: 6)
Se debe actuar de acuerdo a la fe revelada en la Biblia, sino se
activa la fe no sucederá nada. No se trata de ayudarle a Dios o
forzar los milagros, sino de creerle a Dios a pesar de las
circunstancias. Santiago señala:
“Así también la fe, sino tiene obras, es muerta en sí misma”
(Stg. 2: 17).
Santiago habla de una fe activa e invita a pedir sin dudar:
”Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es
semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento
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y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga,
que recibirá cosa alguna del Señor” (Stg. 1: 6-7).
Se puede tener toda la fe del mundo, pero si no se actúa en fe,
bajo la guía del Espíritu Santo, los milagros no ocurrirán.
La autoridad ya ha sido delegada al cristiano y si no se
utiliza ese poder que hay en la Palabra de Dios hablada en el
nombre de Jesús, por el cual existen todas las cosas, Dios no se
moverá a nuestro favor. Creer debe estar acompañado del
conocimiento y la confesión certera de lo que está escrito en la
Palabra de Dios. Hay que activar la fe para que Dios actúe a
nuestro favor. La Biblia señala:
”Todo aquel que en Él creyere no será avergonzado” (Ro.
10: 11).
Pero es necesario creer, antes de ver, pues Dios llama las cosas
que no son, como si fuesen y crea donde no hay, todo por medio
de nuestra fe:
“El cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no
son, como si fuesen” (Ro. 4: 17b).
Este principio de fe, de creer antes de ver está plasmado en la
Biblia. Dios creó todas las cosas en la nada, por medio de su
Palabra:
“
Por la fe entendemos haber sido constituido el universo
por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho
de lo que no se veía” (Hb. 11: 3).
El proceso de la fe sería: Creer; luego pedir conforme a su
voluntad y después esperar la respuesta con la seguridad de que
él nos oye, como dijo Juan:
“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos
alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si
sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos,
96
sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”
(1 Jn. 5: 14-15).
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Capítulo – 8 –
LA FE Y EL AMOR
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”Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo
amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que
retiñe” (1 Co. 13: 1).
El amor tiene preminencia por encima de cualquier don
espiritual. No es que la fe u otro don sean innecesarios, es solo
que deben ir de la mano del amor divino. La fe sin amor, es
nada:
“Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y
toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que
trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy” (1 Co.
13: 2).
Los sacrificios u obras bien intencionadas que hagamos por la
causa de Dios y por el prójimo, deben ser motivados por el puro
amor divino. Así se edifica en el reino de Dios.
Otras causas ajenas al amor, como: El orgullo, la fama, el
interés personal, la competencia u otras intenciones ajenas al
amor, no cualifican como obras agradables ante Dios. Estas
obras solo serán hojarasca que serán quemadas y quedarán sin
recompensa cuando enfrenten el juicio divino (1 Co. 3: 12-13).
Es necesario vestirnos más del amor divino, que de ningún otro
don:
“Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los
pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no
tengo amor, de nada me sirve” (1 Co. 13: 3).
La Biblia señala que ahora permanecen tres baluartes que
sostienen a la Iglesia en la tierra: La fe, la esperanza y el amor.
La fe, es necesaria para alcanzar todas las promesas divinas y al
final la vida eterna. La esperanza, porque esperamos el retorno
del rey y su reino. El amor porque es el que cubre multitud de
pecados y nos da la victoria sobre el odio y el mal que hay en el
mundo. No obstante, el amor es el mayor:
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“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos
tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Co. 13: 13).
El cristiano debe cuidarse de actuar con amor, no solo pretender
ver el poder de Dios manifestado a través de la fe. Podemos
disfrutar de nuestra fe y ver la mano de nuestro Salvador
obrando en la vida de las personas si nuestros corazones están
rebozando del amor divino.
102
que es capaz de creer lo que Dios dice en su palabra (Biblia);
aunque no vea los milagros.
La gente no se salva por ver milagros, se salva por creer en
Jesús y obedecer a la palabra de Dios.
Los testimonios más grandes de fe en la Biblia, no están
relacionados con lo que Dios es capaz de hacer; sino con la fe de
los que le creyeron a pesar de no ver nada, como se explica
Hebreros, capítulo once:
”Que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia,
alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron
fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas
de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en
fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus
muertos mediante resurrección; mas otros fueron
atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener
mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y
azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron
apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de
espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de
ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de
los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos,
por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la
tierra” (Hb. 11: 33-38).
Muchos de estos héroes de la fe no vieron lo que esperaban, no
recibieron respuestas inmediatas, y aun debieron morir
martirizados por la causa de Dios, sin ser librados. Pero su fe
siguió con ellos. La Biblia señala que la fe vence al mundo:
”Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y
esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1
Jn. 5:4).
103
Esta fe no está fundada en los milagros de Dios; sino en el Dios
de los milagros. Esta fe es capaz de creer que Dios puede librar
del peligro y de la muerte; pero también es capaz de sufrir por su
causa, aunque no le libre.
Jesús creyó en su padre celestial y por esa fe fue hasta la muerte,
pero solo vio su victoria hasta después de su muerte en la cruz.
Sadrac, Mesac y Abed-nego resistieron obedecer la orden de
Nabucodonosor de adorar una estatua, señalando que Dios era
capaz de librarlos del horno de fuego; pero su fe no estaba
sustentada en que Dios los libraría, pues ellos expresaron que
aunque Dios no les librara, no obedecerían la orden del rey. Eso
es fe:
”Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey
Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te
respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a
quien servimos puede librarnos del horno de fuego
ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas,
oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco
adoraremos la estatua que has levantado” (Dn. 3: 16-18).
La fe de Elías no solo le sirvió para hacer caer fuego del cielo
sobre sus enemigos y ver a los cuervos alimentarle; esa misma fe
también le ayudó a soportar cuarenta días sin comer; la
persecución de Jezabel sin que Dios lo librara; la soledad en el
desierto y el marginamiento de la sociedad.
La fe bíblica no está sustentada en ver milagros, estos solo son el
resultado de una fe certera en Dios. Tener fe en Dios, no es tan
solo ser capaz de creer para ver milagros, la fe madura es aquella
que es capaz de creerle a Dios, aunque no haya milagros. La fe
parte de la nada para creerle a Dios. Esa es una fe verdadera.
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104
La fe parte de la nada para creerle a Dios. Esa es una fe
verdadera.
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105
CONCLUSIÓN
106
Nuestra parte en el proceso es simple, solo consiste en creer
y obedecer lo que Dios nos mande hacer. Aunque nuestra fe sea
probada durante el tiempo requerido para ver su obra
completada.
Significa, que se debe mantener firme la fe durante el
proceso de espera, convencidos de que Él es fiel a su Palabra y
que cumplirá sus promesas.
Dios es quién hace todas las cosas posibles, Él solo nos pide
que le creamos. Su propósito es hacernos partícipes en su obra e
involucrarnos en sus proyectos, a fin de ser recompensados por
la eternidad.
La fe es todo lo que se necesita, para ver el poder de Dios
manifestado. La Biblia señala que:
“Al que cree todo le es posible” (Mr. 9: 23b).
Eso debe ser motivo de gran gozo para todos los hijos de Dios,
pues Dios no necesita nada para comenzar su obra, solamente
que le creamos. Y a veces es mejor no tener nada de que
depender, para depender absolutamente de Dios. En ocasiones,
Dios mismo permite que no tangamos nada o nos quita todo lo
que tenemos para que aprendamos a depender solamente de él.
Moisés solo tenía una vara en su mano, cuando Dios lo
llamó. Dios le dijo: ¿Qué es eso que tienes en la mano? Dando a
entender que él puede utilizar cualquier cosa que tengas y si no
tienes nada, no importa, su poder hará que todas las cosas sean
hechas. El hizo la creación de la nada:
“Por la fe entendemos haber sido constituido el universo
por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho
de lo que no se veía (Hb. 11: 3).
La fe es la que nos da la victoria sobre todas las cosas de este
mundo:
107
“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y
esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1
Jn. 5: 4).
ANEXO
PROMESAS BÍBLICAS DE FE
108
LIBROS ESCRITOS POR JOEL PERDOMO
109