Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Considerando las consecuencias que este proyecto ha tenido durante los últimos meses a
nivel país en la agenda política, seleccionamos este tema con el fin de problematizar las
formas en que los discursos oficiales han tensionado las posibilidades de movilización
social y han utilizado la criminalización de ciertos sujetos para la justificación del uso de la
violencia policial. En este sentido, como estudiantes de ciencias sociales consideramos
relevante posicionarnos frente a asuntos sociales como estos, considerando que la
relevancia de la situación radica justamente en las repercusiones que este tipo de
proyectos de intervención social-estatal tienen en los grupos tradicionalmente
subalternizados que participan activamente en las luchas sociales.
Para los propósito de reflexión, buscaremos debatir en torno a la complejidad que implica
la actual medida hacia estudiantes que se comportan fuera de la perspectiva normativa
que establecen las autoridades educativas. Para esto, utilizaremos como base teórica la
argumentación de Max Weber respecto al rol del Estado y su monopolio de la violencia,
para resguardar la seguridad de los ciudadanos. Esta proposición de la estructura del
Estado nos permitirá sostener cómo se efectúan leyes para prevenir cualquier “desorden”
utilizando la violencia institucional para relegar a aquellos sujetos que no se alineen con la
norma establecida.
Tal como la tendencia social global de los Estado-Nación, Chile ha sostenido un desarrollo
estructural de un capitalismo excluyente, con altos niveles de pobreza y con profundas
inequidades e injusticias sociales. No es de extrañar, entonces, que sea la sociedad
moderna, más precisamente la sociedad capitalista que exige el máximo rendimiento al
menor costo, el reflejo de un esquema panóptico.
Según Foucault (1976), a partir del siglo XIX se ha asistido a la conformación de una
sociedad de la vigilancia, sustentada en dispositivos disciplinarios que aseguran el control
y la "normalidad" de los individuos. En Chile como en otras sociedades capitalistas, el
poder basado en modalidades disciplinarias impone una fuerza de homogeneización que
garantiza la efectividad en la dominación del sujeto, donde la educación como dispositivo
de control supone una individualización de las personas en tanto las clasifica según clases
sociales y nivel educacional, las jerarquiza, les otorga una utilidad, un lugar dentro del
sistema, pero al mismo tiempo, les niega cualquier posibilidad de vivir esa particularidad
que les concede:
Una vez revisadas las líneas argumentativas centrales en torno al sistema educacional
formal como dispositivo de control, podemos observar como el proyecto de ley Aula
Segura se enmarca en estos mismos propósitos institucionales. Desde aquí, a
continuación se revisarán las formas en que este proyecto supone la legitimación del
monopolio de la violencia por parte del Estado (Weber), y los efectos que esto tiene en los
propósitos de normalización de los individuos en los aparatos educativos (Foucault).
La actual ley de educación dicta que cada establecimiento se tiene que regir por un
reglamento interno que vele por la seguridad de la comunidad estudiantil englobando a
profesores, operadores, estudiantes y directivos. De este reglamento se emanan toda las
medidas que se deben tomar para el control de situaciones violentas desde los estudiantes
hacia la comunidad. Se da un plazo de 25 días hábiles para buscar aclarar la situación
tomando las medidas correspondientes de expulsión o sanción estimada por la directiva.
Sin embargo, la modificación del artículo mediante el proyecto Aula Segura acelera el
proceso de expulsión o sanción reduciéndolo en 5 días hábiles, no se considerara el
derecho a un apelación inmediata por parte de los apoderados del estudiante involucrado,
teniendo que estos esperar a que después de la cancelación de la matrícula puedan
ejercer su descontento con la solución. Las medidas efectuadas por el director dejarían de
justificarse en el quiebre de las normas del reglamento interno, y ahora toda el poder de
decisión recae en el juicio de una persona individualizando y jerarquizando la toma de
decisiones.
Las personas al obtener una justificación del proceder violento de la policía, se subordinan
a cada medida que tomen las autoridades para resguardar el orden establecido, sin tener
un cuestionamiento de cuáles son las razones de aquellas protestas inducidas a un actuar
violento reivindicando el malestar social. Esta tendencia de desestimar cualquier acción
que no sea parte de protestas pacíficas solo buscan la confusión del objetivo de estas,
tildándolas como delictivas provocando una estigmatización hacia el estudiante tratandolo
de delincuente o terrorista.
En este sentido, la relación entre Estado y Violencia para Weber se sostiene mediante la
construcción de una diferenciación clara entre quienes ejercen la violencia. De esta forma,
por una parte se utiliza el discurso de la paz y el diálogo para caracterizar al aparato
estatal, mientras se identifican otros grupos riesgosos que afectarían este estado de
consenso. Así, el grupo criminal usa la violencia y pone en peligro al Estado, siendo
justificado el ejercicio de violencia por parte de este último para sostener su control y
monopolio: en este caso, los estudiantes movilizados que ejercen métodos violentos son
legítimamente castigados por el aparato legislativo y su traducción material supone el
ejercicio de violencia por parte de aparatos policiales hacia sus cuerpos identificados como
criminales.
Ahora bien, más allá de lo que supone este marco legislativo-administrativo específico, las
relaciones de poder que se producen y reproducen a partir del proceso de mediatización
de las movilizaciones estudiantiles y la propuesta del proyecto Aula Segura, pueden
también analizarse a partir de la propuesta teórica de Foucault sobre el poder disciplinario.
Al respecto, “Disciplina es, en el fondo, el mecanismo del poder por el cual alcanzamos a
controlar en el cuerpo social hasta los elementos más tenues por los cuales llegamos a
tocar los propios átomos sociales; esto es, los individuos” (Foucault, 2005, p. 21)
Cuando los estudiantes escapan del marco normativo, desde las autoridades se configura
este nuevo dispositivo con el fin de restaurar el control de los individuos, de manera que
los movimientos sociales estudiantiles actuales se encuentran en constante persecución
política hacia los estudiantes y manifestantes, elaborando leyes que buscan individualizar
el movimiento para criminalizar obviando un problema de “violencia” que deviene de la
estructura autoritaria de las escuelas y de la sociedad.
Si “Para hacernos cargo de esta realidad de una manera que armonice tres derechos
fundamentales: el derecho a la integridad física y psíquica de los miembros de la
comunidad educativa, el derecho al debido proceso y el derecho a la educación del
estudiante sancionado”. (Mineduc, 2018, pág. 5). No vigoriza las prácticas que cualquier
establecimiento educacional y municipal pueda infringir en su ejercicio o exceso de poder.
En suma, función el proyecto de ley Aula Segura, solo constituye en el ordenamiento de
las sociedades disciplinarias, pues si bien las hostilidades recaen en criminalizar,
confirmando por cierto la pobreza del programa. El problema no reincide en criminalizar o
perseguir a estudiantes, sino en la diversidad de niñas, niños y jóvenes los cuales
constantemente están expuestos a ambientes hostiles y desintegrados. Si hasta aquí la
motivación se predestina en fragmentar aún más la educación chilena, la deuda continúa
prosperando a un gran acantilado.
Es entonces que reaparece el primer brote, y solo puede evidenciar las finalidades
represivas de quienes proyectan formalizar los modelos educativos de la derecha en
Latinoamérica y principalmente en Chile. Donde los principales cimientos del proyecto
gravitan en liceos municipales y público, recintos educacionales que como herencia de la
dictadura (1973 – 1989), fueron dejados a su suerte con las políticas poco ventajosas e
insuficientes, al momento de delegar la administración de los recursos destinados a
colegios y liceos públicos a manos de corporaciones lucrativas o municipalidades, poco
competentes e incapaces de implementar las medidas de contención, prevención y
acompañamiento de profesionales en problemáticas como el abandono, la drogadicción o
la violencia, ya sea fuera o dentro de los establecimientos. Y que si bien las facultades de
las y los directores han fracasado en su administración, la problemática más indiscutible
como lo puede ser la violencia en la cual pueden estar inmersos tantos jóvenes, solo
traslada a cada uno de los “cuerpos criminalizados” a otra comunidad sin hacerse cargo de
los reales conflictos como puede ser la carencia de infraestructura y docentes con
vocación en liceos públicos, municipales, segregados y marginados de cualquier ápice de
autonomía y dignidad.
Por lo tanto, no basta con solo analizar las formas con la cual se busca excomulgar a
estudiantes que puedan estar vinculados a acciones políticas, sino que además hoy
durante el siglo XXI, podemos ser testigos de los nuevos juicios de Salem. Una visión
conservadora, empresarial y dictatorial de la educación, que posee la infalibilidad con que
la igualdad de oportunidades no está al margen de la cuna en la que se nace o de las
condiciones económicas de las familias de las y los estudiantes, pues aceptar este tipo de
iniciativas que segregan, castigan y estigmatiza a los niños, niñas y jóvenes más
vulnerables, solo confirma la reproducción de más violencia.
Dicho proyecto de ley como se le ha denominado a Aula Segura, solo deja evidenciar una
vez más la insuficiencia para profundizar en los problemas estructurales que viene
acarreando la educación pública y municipal. Muy por el contrario, solo reafirma las
desigualdades en la cual reposa dicha ley, pues no solo no cumple los estándares jurídicos
y democráticos mínimos en el óptimo desarrollo individual de cada persona. Sino que
perpetúa la cultura de la violencia impuesta en dictadura y heredadas por un gobierno de
derecha.
La conexión que existe entre centros educacionales en la política y las relaciones de poder
que se generan dentro de estos son tensionadas por distintos factores que ocurren
paralelamente al contexto social y político en el cual se desarrollan. Las distintas formas
que toma el diálogo entre las disputas de poder que existen dentro de los liceos
municipales se ven fraccionadas por la intervención directa del estado, con la propuesta
legislativa que impulsa el gobierno con un amplio respaldo de distintos sectores políticos
es puesta en marcha el proyecto de ley llamado “aula segura”, en respuesta a los distinto
hechos ocurridos en liceos principalmente emblemáticos, sin embargo, la dirección que
toma el estado en cuanto a la problemática de la violencia que existe dentro de los
establecimientos educacionales tiende a tomar un carácter más bien político, ya que la
justificación que tiene el gobierno para poner en marcha este también lo es, como lo son la
politización de liceos emblemáticos y las distintas protestas que se dan a partir de esto. El
rol del estado pasa a ser directamente represivo en cuanto a estos hechos y logra una
intervención directa en cuanto a la administración del poder y el cómo se debe ejercer este
al interior de estas instituciones, las mayores facultades de que el estado otorga a los
directores de estos establecimientos para perseguir y parar a los distintos estudiantes
involucrados en la politización de la institución educacional.
A su vez, existen distintos tipos de colegios y liceos periféricos que no poseen la condición
de “emblemáticos”, donde el tema de la violencia es uno de sus principales problemas ya
sea dentro o fuera del establecimiento, debido al contexto periférico en los cuales estos
establecimientos se encuentran, la violencia no pasa por un tema político o ideológico, si
no, es un tema que se vive día a día en distintas poblaciones del país, donde este contexto
influye directamente a la relación que tiene el estudiante con los poderes que se ejercen
dentro de los colegios, la validación que tiene el estado en cuanto a la implementación del
proyecto antes mencionado es una justificación política para castigar actos que atenten
contra el orden establecido por ellos mismos, sin embargo, estos establecimientos
educacionales periféricos también son dotados de esta nueva arma represiva, con la nula
politización de estos colegios la violencia que existe dentro de estos tiene un carácter
completamente distinto en cuanto a su origen y consecuencias, la forma en que se aborda
este tema se simplifica, se omiten todos los conductos para castigar la violencia y los actos
que derivan de esta y simplemente se opta por separar y aislar al individuo del resto y
deshacerse del problema expulsado al alumno. Así es como el estado castiga las
consecuencias de la pobreza y la marginalidad con un proyecto que solo logra aumentar la
segregación social y el declive en cuanto al sistema educacional en chile.
CONCLUSIONES
Las políticas estatales no logran dimensionar la complejidad de los problemas sociales, los
gobiernos de turno buscan soluciones de corto plazo para apaciguar a las multitudes
realizando reformas populistas en donde la mayoría de las veces optan por retener una
imagen de salvaguardia a los individuos. El proyecto de aula segura es un intento de
contrarrestar el cuestionamiento de las nuevas generaciones hacia la autoridad y sus
jerarquías, en ninguno de los casos resulta “sembrar el terror” como lo quieren mostrar los
medios de comunicación, sino que al contrario las acciones insurreccionales se basan en
tensionar las relaciones de poder que nos hablaba Foucault, si bien el autor enfatiza que el
poder está inmerso en cada sujeto y que este va permeando las relaciones entre sujetos
del modo que forma la identidad de cada uno. El poder no tan solo se le puede tomar de
forma negativa, también es la base de cualquier resistencia hacia lo proveniente del
sistema imperante abriendo la capacidad de interiorizar las posiciones de poder para
relevar el posicionamiento del subalterno.
La reforma está mal desde sus raíces, pues se pretende otorgar gratuidad pero siguiendo
con este modelo económico, si sabemos que el Estado un ente meramente subsidiario y
centralizado jamás podrá sostener esta reforma. Si el Estado no cambia en su contenido y
en su forma no podrá sustentar ninguna de las reformas que se están planteando, ni
menos logrará tener el apoyo popular para su legitimación. No se puede reformar la
educación desde un bien de mercado a un derecho fundamental sino se cuestiona su
origen, desde donde proviene y desde la visión que se creó. Es por eso que cada vez que
se hagan avances en las reformas y los políticos hagan oídos sordos a la estructura que la
sustenta, será imposible avanzar hacia la educación que el pueblo clama tener ya que el
origen de los males que tienen la educación primero con su privatización en dictadura,
después con el retorno a la “democracia” y los gobiernos que han habido hasta la
actualidad, las reformas educacionales que no prosperaron y fracasaron, aula segura y
reformas anteriores vienen de la dominación neoliberalista.
Las instituciones educativas preparan cada año y sacan nuevas carreras, pero estas
carreras no tienen futuro si no tienen empleabilidad, y la empleabilidad depende del modo
de producción del país, porque no se va a generar técnicos industriales si no hay
industrias. Es así como nuestro acotado mundo educacional y profesional no deja espacio
para la innovación, la experimentación y la creatividad de todos porque nos hacen elegir
entre un montón de carreras destinadas a crear “recursos” y por ende a mantener este
modelo torcido. Los recursos humanos concebidos desde la perspectiva neoliberal no son
más que una mercancía intercambiable que no considera las propias y singulares
capacidades del humano, y como lo hemos notado, menos se hará cargo de sus derechos
que no son más que límites para la rentabilidad financiera.
Bibliografía
Foucault, M. (2005). Las Redes del Poder. En C. Ferrer (Ed.), El Lenguaje Libertario: antología del
pensamiento anarquista contemporáneo (pp. 15-31). La Plata, Argentina: Terramar Ediciones.