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CURSO INTEGRADOR CON OPCION A

TITULACION
FASE L
MODULO “DERECHO REGIONAL”
ASESOR: IVAN NOÉ MARTINEZ PONCE

Iveth Stephania Rodríguez Reyes | Trabajo de Tesina para obtener el grado de


Licenciatura en Derecho.

UNIDAD
DERECHOS HUMANOS EN EL SISTEMA DE
ACADÉMIC
RESPONSABILIDAD DE NIÑAS, NIÑOS Y
A DE
DERECHO. ADOLECENTES.
AGRADECIMIENTOS:

A Dios,

Dueño de mi vida que me permite

Construir otros mundos mentales posibles.

A mi hermosa familia Rodríguez Reyes

Por el apoyo incondicional, quienes han sido la guía y el camino

Para poder llegar a este punto de mi carrera,

A mis profesores Lic. Martin Arturo Soto Juárez, J. Jesús Quiñones Ruiz

Juan Miguel Juárez Caldera y Marbil Madariaga Ávila

Por permitirme soñar y crecer con su imaginación.

Que con su ejemplo, dedicación, palabras de aliento y;

Afecto a lo que hacen, Nunca bajaron los brazos,

Enseñándome las mejores experiencias de mi vida.

A todas las directivas de la Unidad Académica de Derecho

Por su apoyo y colaboración para la realización de esta investigación.

Al Doctor Ivan Noe Martínez Ponce

Por su asesoría y dirección en el trabajo de investigación.

Y a todas aquellas personas que de una u otra forma, colaboraron o participaron


en la realización de esta investigación, hago extensivo mi más sincero
agradecimiento.
INDICE

CAPITULO 1

ANALISIS CONCEPTUAL EN EL CONTEXTO HISTORICO.

1. De Menor Infractor a Niños, Niñas y Adolescentes.


2. Derechos Humanos.
3. Contexto Histórico.

CAPITULO 2

CORPUS JURIS DE LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS NIÑAS, NIÑOS Y


ADOLESCENTES.

1. Convención sobre los Derechos del Niño de 1989.


2. Convención Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San
José de Costa Rica.
3. Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la
Delincuencia Juvenil (“Directrices de Riad”)
4. Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de
Justicia de Menores (“Reglas de Beijing”).
5. Reglas para la protección de menores privados de la libertad
(“Reglas de La Habana”)
6. Reglas sobre Mínimas de las Naciones Unidas sobre las Medidas No
Privativas de la Libertad (“Reglas de Tokio”)
7. Las decisiones adoptadas por el Comité de los Derechos del Niño de
las Naciones Unidas.
8. la Observación General No. 10 sobre los derechos del niño en la
justicia de menores.
9. Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes
10. Convención interamericana para prevenir y sancionar la tortura.
11. Convención internacional sobre la eliminación de todas las formas de
discriminación racial.
12. Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad.
13. Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
14. Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
15. Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos.
16. Enmienda al párrafo 2 del artículo 43 de la Convención sobre los
Derechos del Niño.
17. Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño
relativo a la Participación de Niños en los Conflictos Armados.
18. Protocolo adicional a la convención americana sobre derechos
humanos, en materia de derechos económicos, sociales y culturales
“protocolo de san salvador”

CAPITULO 3

EL MENOR DENTRO DE UN PROCESO DE REFORMA.

1. Comparativo reforma constitucional al artículo 16, 17, 18, 19, 20, 21,
22.
2. Nuevo Sistema de Responsabilidad del Menor Infractor.
3. Interés Superior del Menor.
4. Jurisprudencia de Derechos Humanos.
5. Control Difuso de Convencionalidad su Aplicabilidad en el Sistema
de Responsabilidad del Menor Infractor.
INTRODUCCION:
CAPITULO 1

CONCEPTO DE LOS NIÑOS Y ADOLECENTES Y DERECHOS


HUMANOS - CONTEXTO HISTÓRICO.

1. DE “MENOR INFRACTOR” A “NIÑOS, NIÑAS Y ADOLECENTES”;


ANALISIS CONCEPTUAL

En la actualidad pasamos por un proceso interesante y de suma importancia, en


las últimas décadas abrimos paso a una serie de cambios en el concepto que
engloba al grupo primario de toda sociedad los menores.

A la par de las importantes reformas hacia una cultura de derechos humanos, que
contrasta con una crisis de Estado que replantea la idea del cambio en el sistema
jurídico y a su vez una nueva política criminal, avanzamos en este tema y en la
actualidad en palabras de Luigi Ferrajoli nos encontramos en “la refundación… de
un derecho de la infancia basado en la garantía de sus derechos”. 1

En el ámbito de interpretación del Derecho Internacional de los Derechos


Humanos, a través de sus distintas fuentes y en concretos con la de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en sus distintos órganos como lo es el
Instituto Interamericano del Niño se ha adopto en su momento— “...la llamada
doctrina de la situación irregular considera que son ‘niños’ quienes tengan sus
necesidades básicas satisfechas, y ‘menores’, quienes se encuentren marginados
socialmente y no puedan satisfacer sus necesidades básicas” Bajo la doctrina de
la situación irregular —escribe García Méndez — la infancia se define a partir de la
protección, y no ésta, como debe ser, a partir de la infancia. Generalmente se ha
entendido que el deber de protección corresponde a los adultos, si se trata de
niños, y al Estado, si se trata de menores.

1
“Prefacio” a García Méndez, Emilio y Beloff, Mary, Infancia, ley y democracia en América Latina, Santa Fe
de Bogotá-Buenos Aires, 1998, p. 11
El concepto moderno de niño surgió en una época tardía de la historia, vinculado
sobre todo a una percepción de extrema vulnerabilidad y, como consecuencia, un
excesivo énfasis en su protección. Este concepto se fue modificando,
principalmente a lo largo del siglo XX, motivado en buena medida por la serie de
estudios sobre el desarrollo, que llevaron a proyectar al niño y adolecente como un
ser con características y necesidades especiales, pero también con capacidades y
autonomía en constante formación. Este cambio lo recoge la Convención sobre los
Derechos del Niño, que termina con la concepción del niño como “menor no
cuidado” para sustituirla por la de “ciudadano en desarrollo” 2

Al incorporarse las nuevas generaciones de derechos, (la segunda generación; los


derechos económicos, sociales y culturales y la tercera generación; derecho al
desarrollo a la paz), surge entre los cambios importantes la generalización;
entendida como la extensión de su atribución a todos los seres humanos, y
posteriormente se fueron creando derechos concretos para ciertos grupos que
habían sido tradicionalmente discriminados, surgiendo así la especificación.

En el margen del derecho penal la corriente identificada como “correccionalismo”,


que surge a finales del siglo XI y principios del XX, desplaza el punto de partida
del delito al delincuente; es decir se consideraba transgresión a las normas como
resultado de una serie de circunstancias personales, sociales y psicológicas, de
manera que la pena debía ser terapéutica. Así los menores abandonados y los
menores delincuentes eran considerados sujetos de la misma tutela, y el papel del
“juez” consistía en aplicar medidas disciplinarias, de carácter educativo, moral y el
ambiente en el que había vivido, e imponer medidas de carácter educativo, moral
y religioso para apartarlo del mal camino, sin obligación de someterse a ninguna
3
regla o formalidad. Como ejemplo podríamos citar el Código de Martínez de
Castro, en donde el Estado intervenía en la vida privada de un menor solamente
ante la comisión de un delito por parte de aquel y la jurisdicción era la misma que
la de los adultos, pero el proceso era diferente.

2
HIERRO, Liborio, “los derechos humanos del niño” en Marzal, Antonio (ed.), Derechos humanos del niño,
de los trabajadores, de las minorías y complejidades del sujeto, Barcelona, Bosch-ESADE, 1999, p.24
3
GONZÁLEZ, Contoro Monica “Justicia para adolecentes y Derechos Humanos. P. 6
La llamada doctrina de la “situación irregular” se ha considerado discordante de
los estándares internacionales de derechos humanos del menor como ejemplo de
ello podemos citar la sentencia que dictó la Corte Suprema de Justicia de
Argentina, quien al resolvieron recursos de casación interpuesto por Emilio García
Méndez Y Laura Cristina Musa en la causa No. 7537 el 2 de diciembre del 2008;
mediante el cual declaro la inconstitucionalidad del artículo 1° de la Ley 22.278
relativa al régimen de minoridad y ordeno a diversas autoridades la adopción de
ciertas medidas orientadas por estándares internacionales en la que se abordó
que dicha doctrina no traza una distinción clara entre niños que necesitan
protección y cuidado y los que se encuentran en conflicto con la ley penal, lo que
al final derivo en que corresponde al juez tomar las medidas necesarias y
4
especiales en los ambos casos, permeando el Interés Superior del Menor.

A su vez la definición mundialmente aceptada de “niño” que deviene de la


Convención sobre los Derechos del Niño (CDN). Los países, a través de su
adherencia a este instrumento internacional, han acordado que “niño” es todo ser
humano menor de dieciocho años de edad.

La convención sobre derechos del niño modifica radicalmente la situación de los


menores en conflicto con la ley, pues en primer lugar reconoce los niños, niñas y
adolescentes (menores de 18 años) como titulares de derechos humanos;
reconoce al niño como ser humanos en desarrollo, con necesidades específicas,
pero también con capacidades y autonomía crecientes.

Del análisis conceptual, debemos entender que para efectos del presente trabajo
pretendo comprender a los derechos humanos como el catálogo de derechos de
los que son titulares los niños y adolescentes bajo una doble condición: su calidad
inamovible de seres humanos, y su condición transitoria de menores de edad,
sujeta al paso de los años, que en tal sentido pueden ser concebidos como
humanos, fundamentales, básicos, esenciales, sin ninguna frontera y en su
concepción merecida de baluarte de la dignidad humana, la garantía de vida y
calidad de vida, libertad y desarrollo de potencialidades, y justicia.
4
biblio.juridicas.unam.mx/revista/pdf/DialogoJurisprudencial/9/.../cnt5.pd...
Concuerdo con el Ilustre Maestro Sergio García Ramírez al considerar que
“Estamos en un campo en construcción o en reconstrucción, tanto o más que las
restantes áreas de derechos humanos”.5

2. DERECHOS HUMANOS

El cambio de la idea de los derechos humanos de hace sesenta años al momento


actual, el tremendo valor de las ideas, o lo que Delmas-Marty podría llamar “el
valor y el poder creador que tiene el derecho”.

Los derechos humanos, de manera general se puede decir que son aquellos que
el hombre tiene por el sólo hecho de ser humano y no porque el estado los
otorgue; esta concepción se refiere a los derechos naturales, definidos por Javier
Hervada como “(…) aquel sector del orden jurídico constituido por normas,
derechos y relaciones cuyo origen y fundamento es la naturaleza del hombre.”
6
(Ius-naturalismo). Otra es la concepción de Los derechos humanos como
derechos subjetivos de todo gobernado y su validez estarían supeditados a la
7
positivación hecha por parte de quien ejerce la potestad. (Ius- positivismo).

Si se trata de derechos inherentes a la naturaleza humana, no son producto de


ninguna modificación o declaración humana, siempre han existido. Sin embargo,
han ido hermanados en cuanto su existencia formal y su protección, con la historia
del pensamiento jurídico.

Ya contenidas ambas concepciones, partiremos de la concepción de derecho que


encuentra su origen etimológico en el latín directum, lo que rige, lo que es recto o
tiene rectitud, y la palabra propiamente romana es ius (de donde la derivación
culta jurídico, jurista, etcétera), que significa lo justo, es decir, el orden judicial
socialmente admitido, formulado por los que saben de lo justo: por los iuris

5
Derechos humanos de los menores; Perspectiva de la jurisdicción interamericana
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS Serie Estudios Jurídicos, Núm. 152 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ,
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO, 2010.
6
HERVADA, J., Historia de la Ciencia del Derecho Natural, EUNSA, Pamplona
1996,31
7
LEVIN, LEAH, Derechos Humanos, Preguntas y respuestas, Librería Correo
de la UNESCO, S.A., México 1998,15
prudentes, que nos lleva a entender al Derecho como un ordenamiento jurídico.
Esto es, un sistema de derechos y obligaciones estatalmente establecido con
fuerza coactiva para organizar a una sociedad a su fin, el “Derecho”, también
puede concebirse como Ciencia y Arte. Es decir, la Disciplina que persigue
conocer el ius y practicar la iustitia. En la historia del derecho, o para ser más
exactos, en la historia del pensamiento jurídico, dos han sido las posturas o
tendencias intelectuales, que si bien, con matices, han implicado una especie de
maniqueísmo ideológico respecto de la manera de comprender el fenómeno
jurídico. Una posición admite la existencia de un orden jurídico no formalizado por
el ser humano, sino preexistente: el ius-naturalismo. La segunda posición concibe
que el único derecho verdadero, tangible, es el vigente, el formalmente válido. A
esta postura se le denomina ius-positivismo. La primera postura, corresponde al
Derecho Natural y se puede concretar en el aforismo que reza iussum quia iustum,
es decir, se manda algo porque es justo. El Derecho Positivo, plantea una posición
opuesta: Iustum quia iussum, o sea, es justo porque está mandado.

Los derechos humanos implican ambas posiciones. No basta que los derechos
elementales se formalicen como derechos públicos subjetivos, lo que se enfatiza
es la forma, y eso es lo único válido. Para el ius-naturalismo, los derechos
humanos se fundamentan en una realidad anterior al derecho positivo o
formalmente válido: la dignidad de la persona humana.

“Los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos. Éstos son derechos
morales inalienables e inherentes que, por el mero hecho de ser hombres, poseen
todos los seres humanos. Estos derechos se articulan y formulan en lo que hoy
llamamos derechos humanos y se han plasmado en derechos legales,
establecidos de conformidad con los procesos legislativos de las sociedades, tanto
8
nacionales como internacionales.”

El único medio en el que descansa todo nuestro orden jurídico lo es “la


constitución” como documento de derecho público en el que se precisan las
formas de estado y de gobierno, determinando de manera estricta las facultades y
8
Óp. Cit. HERVADA, J., Historia de la Ciencia del Derecho Natural.
competencias de los órganos de poder (parte orgánica) así como el desarrollo de
un catálogo de derechos elementales tanto individuales como sociales cuya
titularidad corresponde a los gobernados, (Parte dogmática).

El artículo 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano del


26 agosto de 1789 establecía de manera contundente: “Artículo 16º - La sociedad
en donde no estén garantizados los derechos ni esté establecida la separación de
los poderes, carece de Constitución.”9

Para llegar al fin último, respeto a la dignidad humana es necesario dotarlas de


mecanismos jurídicos que defienden la dignidad humana, en la esfera de la
relación de supra-ordenación entre gobernante y gobernado. Se han plasmado de
manera escrita, con la finalidad de otorgar seguridad jurídica. Y como se ha visto
en los documentos citados, implican la igualdad esencial de todos los seres
humanos, en consecuencia, su universalidad. Justamente, estas últimas
características (igualdad y universalidad), como conquistas jurídicas, son las que
10
han implicado las más duras batallas en la historia del derecho.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos es la piedra angular en la


historia de estos derechos. Fue redactada por representantes de procedencias
legales y culturales de todo el mundo y proclamada por la Asamblea General de
las Naciones Unidas en su Resolución 217 A (III) del 10 de diciembre de 1948, en
París, como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben
esforzarse.

Establece que los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y
que tienen derecho a la vida, la libertad y la seguridad de su persona, a la libertad
de expresión, a no ser esclavizados, a un juicio justo y a la igualdad ante la ley.
También a la libertad de circulación, a una nacionalidad, a contraer matrimonio y
fundar una familia así como a un trabajo y a un salario igualitario.

9
www.unicef.cl/web/informes/derechos_nino/14.pdf

10
Dr. Rigoberto Gerardo Ortiz Treviño ANÁLISIS DEL CONCEPTO DE DERECHOS HUMANOS, REVISTA AMICUS
CURIAE AÑO: I NUMERO: 6
La Declaración de derechos inglesa de 1689, redactada después de las guerras
civiles que estallaron en este país, surgió de la aspiración del pueblo a la
democracia. Exactamente un siglo después, la Revolución Francesa dio lugar a la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y su proclamación de
igualdad para todos. Sin embargo, muy a menudo, se considera que el Cilindro de
Ciro, redactado en el año 539 a.C. por Ciro El Grande del Imperio Aqueménida de
Persia (antiguo Irán) tras la conquista de Babilonia, fue el primer documento sobre
derechos humanos. En cuanto al Pacto de los Virtuosos (Hilf-al-fudul) acordado
por tribus árabes en torno al año 590 d.C., es considerado una de las primeras
alianzas de derechos humanos.

Después de la Segunda Guerra Mundial y la creación de las Naciones Unidas, los


líderes del mundo decidieron complementar la Carta de las Naciones Unidas con
una hoja de ruta para garantizar los derechos de todas las personas en cualquier
lugar y en todo momento.

El documento que más tarde pasaría a ser la Declaración Universal de Derechos


Humanos (DUDH), se examinó en el primer período de sesiones de la Asamblea
General, en 1946. La Asamblea revisó ese proyecto de declaración sobre los
derechos humanos y las libertades fundamentales y lo transmitió al Consejo
Económico y Social para que lo "sometiera al análisis de la Comisión de Derechos
Humanos y que ésta pudiera preparar una carta internacional de derechos
humanos". La Comisión, en su primer período de sesiones, celebrado a principios
de 1947, autorizó a sus miembros a formular lo que denominó "un anteproyecto de
Carta Internacional de Derechos Humanos". Posteriormente, esta labor fue
asumida oficialmente por un Comité de Redacción integrado por miembros de la
Comisión procedentes de ocho Estados, que fueron elegidos teniendo
debidamente en cuenta la distribución geográfica. La Comisión de Derechos
Humanos estaba integrada por 18 miembros de diversas formaciones políticas,
culturales y religiosas. Eleanor Roosevelt, la viuda del Presidente estadounidense
Franklin D. Roosevelt, presidió el Comité de Redacción de la DUDH. Junto a ella
se encontraban René Bassin, de Francia, quien redactó el primer proyecto de la
Declaración, el Relator de la Comisión, Charles Malik, del Líbano, el
Vicepresidente, Peng Chung Chang, de China, y el Director de la División de
Derechos Humanos de Naciones Unidas, John Humphrey, de Canadá, quien
preparó la copia de la Declaración. Pero de todos ellos, Eleanor Roosevelt fue sin
duda la gran impulsora de la aprobación de la Declaración.

La Comisión se reunió por primera vez en 1947.

La versión definitiva redactada por René Cassin fue entregada a la Comisión de


Derechos Humanos, que estaba sesionando en Ginebra. El proyecto de
declaración enviado a todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas para
que formularan observaciones se conoció bajo el nombre de borrador de Ginebra.

El primer proyecto de la Declaración se propuso en septiembre de 1948 y más de


50 Estados Miembros participaron en la redacción final. En su resolución 217 A
(III) del 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General, reunida en París, aprobó
la Declaración Universal de Derechos Humanos. Ocho naciones se abstuvieron de
votar, pero ninguna votó en contra.

El texto completo de la DUDH fue elaborado en menos de dos años. En un


momento en que el mundo estaba dividido en un bloque oriental y otro occidental,
encontrar un terreno común en cuanto a lo que sería la esencia del documento
resultó ser una tarea colosal. 11

3. CONTEXTO HISTORICO

La historia del derecho es la disciplina que se ocupa del derecho del pasado. Lo
cual no se limita ni a una mera descripción de las fuentes e instituciones antiguas
ni a una indiscriminada relación de todo aquello que ha regulado la conducta
humana.

Si bien abordamos la el camino del reconocimiento y protección de los derechos


humanos del menor, que hechos a consideración de la que suscribe han
contribuido al reconocimiento, protección de estos derechos a lo largo del devenir
11
http://www.un.org/es/rights/overview/
histórico tanto la implementación de políticas públicas como el tratamiento en los
primigenios instrumentos jurídicos.

El derecho canónico establece como inimputables a los menores de siete años, y


de esta edad a los catorce años sostiene una responsabilidad dudosa que
dependerá del grado de malicia presente en la comisión del hecho delictuoso. El
papa Gregorio IX dictaminó que al menor impúber se le aplicarían penas
atenuadas; y el papa Clemente XI, que en 1704 fundó el novedoso Hospicio de
San Miguel destinado al tratamiento correccional de menores delincuentes,
utilizando criterios educativos y de protección.

El derecho Francés en el siglo XVI se estableció un criterio totalmente


proteccionista que excluyó de responsabilidad a todos los menores, hasta 1912,
en que encontramos el primer esbozo de los Tribunales de Menores en la Ley
sobre Tribunales para niños y adolescentes y de libertad vigilada., en la que
aparece ya el criterio del discernimiento. “El Código penal de 1810 eliminó las
diferencias entre chicas y chicos y estableció la mayoría de edad penal en los 16
años. Los jueces debían examinar si los menores enjuiciados tenían capacidad
de discernimiento, y sólo los menores con esta capacidad podían ser condenados
a una pena, rebajada en este caso por medio de la atenuante de minoría de edad.”
La referencia al discernimiento reviste carácter esencial: el distintivo del derecho
penal de fondo aplicable a los menores no reside en la responsabilidad sino en la
imputabilidad, las Reglas de Beijing para la administración de la justicia de
menores adoptadas el 29 de noviembre de 1985 indican que el límite de la
minoría de edad penal “no deberá fijarse a una edad demasiado temprana habida
cuenta de las circunstancias que acompañan a la madurez emocional, mental e
intelectual del menor” (Art. 4-1).12

Coincido con Jocelyne CASTAIGNÈDE “cuando el derecho se aplica sin matices


o con tan pocos matices que los efectos perversos son inevitables” Al revestir la
importancia de la criminología y su relación con la imputabilidad moral subjetiva y

12
EGUZKILORE Número 23. San Sebastián Diciembre 2009 279 – 286
www.ehu.es/.../La+responsabilidad+penal+del+menor+en+el+derecho+fr...
la interpretación de la imputabilidad objetiva que revisten de importancia en el
proceso sancionador.

Los países europeos en una primera época (la Escuela clásica), estuvo en vigor el
denominado “modelo punitivo o penitenciario” que consideraba a los niños como
“adultos en miniatura”. Los menores eran sometidos a las mismas reglas que los
adultos. Si el menor era reconocido culpable se le condenaba, siendo su máxima
expresión de benignidad concederles una atenuación de las penas. Este modelo,
fue sustituido a finales del s. XIX y principios del s. XX, por el “modelo de
protección” promovido por los movimientos filantrópicos norteamericanos (the
Child Savers movement), que consideraban al menor como una víctima a la que
había que proteger, reconociendo merecedoras de protección todas aquellas
situaciones denominadas “irregulares”: La ideología tutelar originaria se consolidó
en el primer Congreso Internacional de Tribunales de Menores de París en 1911.
Los Tribunales de Menores tienen su origen en un Decreto Ley español de 1918
en el cual se determinaba su creación, otorgándoles carácter tutelar.

Este sistema sirvió de base para muchas de las políticas asistencialistas


dedicadas a la infancia en las décadas de los 80 del siglo XX en América Latina,
tenía como fundamento la atención que debía prestarse a la infancia que se
encontraba en un estado de riesgo, abandono, o, a todos aquellos niños y niñas
que hubieran cometido hechos considerados “antisociales”.

Señala Emilio García Méndez que el modelo al que llama “discrecional pseudo
protector” que trataba en forma indiferente al sujeto activo y al sujeto pasivo de la
violencia, tuvo un predominio absoluto por más de 70 años en América Latina. 13

En México en 1965, al incluirse un cuarto párrafo al artículo 18 constitucional,


surge el concepto de menor infractor, estableciéndose el imperativo para la
federación y los gobiernos de los estados de crear instituciones especiales para el
tratamiento de menores infractores. Posteriormente, en cada una de las entidades
federativas, así como en el Distrito Federal, se fueron elaborando las leyes
13
García Méndez, Emilio, (“La dimensión política de la responsabilidad penal de los adolescentes en América
Latina: notas para la construcción de una modesta utopía”,) pp.11-12.
respectivas, en las que se estableció la creación de organismos especializados
para el tratamiento de este grupo vulnerable, la mayoría de las cuales adoptaron
un modelo tutelar.

En el sistema tutelar, el menor de edad es considerado sujeto pasivo de la


intervención jurídica, no es sujeto de pleno derecho, se basa en el principio de que
no delinque, razón por la cual no debe ser tratado como delincuente. Debido a que
el menor no es susceptible de sanciones penales se le aplican medidas tutelares
para corregirlo, principalmente el internamiento.

Para el caso de México, el sistema tutelar tiene un momento decisivo en 1974,


cuando se promulga la Ley que Crea los Consejos Tutelares para Menores
Infractores del Distrito Federal (vigente hasta 1991). El artículo primero transitorio
de esta ley derogó los artículos 119 a 122 del Código Penal, los cuales
comprendían el título denominado “delincuencia de menores”. Estos consejos
tomaron como ejemplo los que ya existían en Morelos (1959) y Oaxaca (1964). La
edad penal se definió hasta los 18 años y se creó la figura de los consejeros,
quienes imponían sanciones retributivas, “sustituían a los padres cuyas
deficiencias educacionales fueran notorias y protegían las necesidades básicas
del menor, entre otras cosas”.14 Con esta ley se sustrajo a los menores del
derecho penal para incorporarlos al derecho tutelar. Sin embargo, una de sus
principales deficiencias fue el hecho de que los menores infractores se
encontraban en un régimen de excepción. El Estado se erigió como el
representante legítimo de sus intereses y confiscó una gran parte de sus
derechos.

Los menores podían ser detenidos sin orden de aprehensión e incluso a solicitud
de sus padres; no era necesario que supieran de qué o quién los acusaba;
prácticamente no tenían defensa ni podían apelar las resoluciones del Consejo; no
existía un procedimiento formal en el cual se demostrara el supuesto ilícito o se
14
Mary Bellof, “Estado de avance de la adecuación de la legislación nacional y provincial a la Convención
sobre los Derechos del Niño en Argentina. Tendencias y perspectivas”, separatadel Foro de Legisladores
Provinciales por los Derechos del Niño y la Adolescencia, Salta, 1998; y “Los derechos del niño en la Nación y
en las provincias argentinas”, en Mary Bellof (dir.), Los derechos del niño en las provincias argentinas, Ad-
Hoc, Buenos Aires, 2004, en prensa.
admitieran pruebas de descargo; y, entre otras cosas, se les podía privar de la
libertad por un periodo que no tenía relación con la supuesta falta cometida

Nuestro país terminó el proceso de adopción de la Convención de derechos del


niño en 1991. Ese mismo año expidió la Ley para el Tratamiento de Menores
Infractores, para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en
Materia Federal; la cual tiene por objeto “reglamentar la función del Estado en la
protección de los derechos de los menores, así como la adaptación social de
aquellos cuya conducta se encuentra tipificada en las leyes penales federales y
del Distrito Federal”15

Es en este momento en nuestro país nace la doctrina garantista; sin embargo su


gesta data entre los años sesenta y setenta del siglo pasado en Italia y fue
sistematizada por Luigi Ferrajoli en su principal obra, llamada Derecho y razón.

El garantismo fue adoptado por profesores de izquierda, jueces, abogados


progresistas y activistas de movimientos sociales. Asume una posición crítica
frente al sistema penal y al castigo. Surge en el enfrentamiento contra la
legislación autoritaria y la emergencia de la legislación antiterrorista en Italia y
España que amenazaban los principios de un Derecho penal ilustrado que no se
había desarrollado del todo. Su crecimiento ocurrió en la Italia autoritaria con una
democracia débil ante la existencia de serias violaciones a los principios
ulteriormente reconocidos por el Códice Rocco, producto del legado fascista. El
objetivo es defender el constitucionalismo y las reglas del Estado social y
democrático de Derecho. Ferrajoli crea el llamado “Derecho penal mínimo” como
una alternativa democrática a la crisis de la razón jurídica y el Estado de Derecho
condiciona y limita al máximo la tutela de los derechos de los ciudadanos frente al
arbitrio punitivo. Excluye la responsabilidad penal cuando sean inciertos e
indeterminados sus presupuestos. Cambia el paradigma de los Estados
absolutistas o autoritarios en los que los poderes públicos no están disciplinados
por la ley, es decir, carecen de límites y condiciones.
15
Elena Azaola, “Posibilidades y límites de dos modelos de justicia para menores”, en Memoria del Coloquio
Multidisciplinario sobre Menores, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Nacional Autónoma de
México, México, Cuadernos del Instituto, núm. 1, 1996, p. 6 disponible en www.bibliojuridica.org
El garantismo distingue el Derecho de la moral como dos instrumentos distintos de
legitimación; el primero legitima al Derecho penal limitando su intervención y
rechaza la arbitrariedad estatal, la desproporcionalidad de las penas, la falta de
garantías, las penas indeterminadas, entre otras, mientras que la moral es un
instrumento de legitimación en el cual se encuentran ideas e intereses sociales
contrapuestos, los que no deben influir al momento de juzgar, sólo al crear
categorías delictivas o explicar la criminalidad.

Procesalmente se le vinculan instituciones como la presunción de inocencia, carga


de la prueba a cargo de la acusación, principio in dubio pro reo, con el fin de
atenuar la responsabilidad en caso de incertidumbre de los presupuestos
cognoscitivos de la pena.

El juzgador, por tanto, debe contar con cierto grado de discrecionalidad, la cual
reduce o excluye la intervención penal si se encuentra motivada por argumentos
cognoscitivos seguros. Considera que el delito no es un fenómeno natural y por
consiguiente se deben tomar en cuenta argumentaciones sociológicas que lo
expliquen desde diferentes ámbitos (psicología, política, cultura).

En el año 2000 México reformó el artículo 4 de la Constitución para elevar a rango


constitucional los derechos de la niñez (alimentación, salud, educación y sano
esparcimiento); y expidió la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas,
Niños y Adolescentes. A finales de 2005 se reformó el artículo 18 constitucional
para establecer explícitamente la obligación de la federación y de todas las
entidades federativas de instituir, en el ámbito de sus respectivas competencias,
“un sistema integral de justicia que será aplicable a quienes se atribuya la
realización de una conducta tipificada como delito por las leyes penales y tengan
entre 12 años cumplidos y menos de 18 años de edad”. Es decir, un sistema de
justicia para adolescentes. Los niños (menores de 12 años), según lo estableció
esta reforma constitucional, “sólo serán sujetos a rehabilitación y asistencia social”

En conclusión, se designa garantismo al “conjunto de límites y vínculos impuestos


a todos los poderes, mediante los que se tutelan, a partir de su sometimiento a la
ley y a los derechos fundamentales en ella establecidos, tanto las esferas privadas
frente a los poderes públicos, como las esferas públicas frente a los poderes
privados”.16

Pero quedo un espacio en blanco “La falta de reconocimiento de las garantías


procesales” esta se justificó bajo el argumento de que el objetivo del sistema no
era sancionar al menor, sino protegerlo o corregirlo para reinsertarlo a su núcleo
familiar y a la sociedad, pero que en la práctica implica sujetarlos a un
procedimiento de carácter administrativo, en el que están en juego sus derechos,
particularmente el de la libertad, y en donde se limita su derecho a la defensa.

La inobservancia del principio de legalidad permitió que las legislaciones en la


materia no hicieran distinción alguna sobre el tratamiento que se daba a los
menores infractores de las leyes penales, respecto de aquellos que habían
incurrido en alguna infracción administrativa, que se encontraban en peligro, en
situación de calle, de abandono, o simplemente “se portaban mal”; todos podían
estar albergados en un mismo inmueble, con las consecuencias que genera la
contaminación entre los adolescentes que cometen faltas administrativas con los
que realizan conductas antisociales.

Situándonos en otro momento de la historia y sin duda otro geográfico, a


mediados de los años 50, como consecuencia del Estado del Bienestar (Welfare
State) algunos países europeos optaron por un modelo educativo de justicia
juvenil, aunque su incidencia se limitó a los Países Escandinavos y Escocia. Por
último, los nuevos instrumentos supranacionales relativos a la justicia de menores
y la Convención de los Derechos del Niño, consiguen que los Estados realicen una
serie de reformas que cuestionan el modelo de protección. Dichas reformas se
basan en una nueva representación de la infancia promovida por la Convención de
los Derechos del Niño. En efecto, los menores dejan de ser víctimas inocentes
necesitadas de protección por los adultos, y pasan a ser considerados “sujetos

16
Iñaqui Rivera beiras, La devaluación de los derechos fundamentales de los reclusos
(la construcción jurídica de una ciudadanía de segunda categoría), Barcelona,
J.M. bosch, 197,
titulares de derechos”. Surge así, el modelo de responsabilidad que se va a
caracterizar por el reforzamiento de la posición legal del menor, produciéndose un
acercamiento a la justicia penal de los adultos, en lo que a reconocimiento de
derechos y garantías se refiere, así como por la afirmación de una mayor
responsabilidad del joven en relación con el hecho realizado. 17

A finales de los ochenta, como consecuencia de un amplio movimiento mundial a


favor de los derechos de la infancia, comienza a hacerse innegable el fracaso de
doctrina tutelar o proteccionista y empieza a vislumbrarse la posibilidad de
considerar al niño como sujeto de derechos. Es así como surge un nuevo modelo
doctrinal basado en el derecho internacional de los derechos humanos conocido
como la doctrina de protección integral de los derechos de la infancia.

América Latina tendría dos etapas decisivas para la implementación de un


derecho de la niñez, una primera etapa, de 1919 a 1939, que introduce la
especificidad del derecho de menores y crea un nuevo tipo de institucionalidad: la
justicia de menores. Una segunda etapa, de la cual este trabajo precisamente
pretende dar cuenta, que comienza en 1990 y continúa abierta y en evolución
hasta nuestros días.

El proceso de reformas legales dirigido a adecuar el derecho interno de cada país


a la Convención sobre los Derechos del Niño, se inició con el Estatuto del Niño y
del Adolescente del Brasil en 1989.

Brasil cambió el rumbo “natural” de la historia, desatando un proceso


absolutamente inédito en la tradición socio-jurídica de la región: la producción
democrática participativa del derecho, en este caso, de un nuevo derecho para la
infancia. Un proceso que dicho en palabras de Pietro Barcellona permitió,
“redescubrir que el carácter estructuralmente normativo del ser social es un
recurso de poder, porque la capacidad de producir normas es una competencia
social difusa y no solamente una prerrogativa de los parlamentos” 18
17
www.victimasyjusticia.org/index.php?option=com_docman...
18
"JUSTICIA Y DERECHOS DEL NIÑO" UNICEF Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia Oficina de Area
para Argentina, Chile y Uruguay MINISTERIO DE JUSTICIA Comité editorial: Mary Beloff / Miguel Cillero /
Julio Cortés / Jaime Couso, Santiago de Chile, noviembre 1999 Pp. 23
A partir de la experiencia del Brasil, todo el resto de las reformas legislativas (con
mayor o menor nivel de participación social y con una mejor o peor técnica
jurídica), dejaron de ser esotéricas y clandestinas reuniones de “expertos” que
trabajan en los sótanos de los Ministerios de Justicia, para convertirse en
inmensos laboratorios político-sociales de producción jurídica democrática.

Las fuentes históricas del derecho regulador para los menores infractores, en lo
relativo a las conductas ilícitas cometidas por menores de edad, nos permiten
entender como la sociedad mexicana ha intentado combatir este problema, porque
ni en el pasado ni el presente hemos quedado satisfechos.

CORPUS IURIS DE LOS DERECHOS HUMANOS


En aplicación del marco jurídico de protección de los derechos humanos, los niños
que han infringido o han sido acusados de infringir leyes penales no sólo deben
recibir las mismas garantías que los adultos, sino, además, una protección
especial.

Se le conoce como corpus iuris al reconocimiento de la existencia de un conjunto


de normas fundamentales que se encuentran vinculadas con el fin de garantizar
los derechos humanos de las niñas, los niños y adolescentes. Art 29 de la
convención americana. Para efectos interpretativos las decisiones adoptadas por
el Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas (en adelante “Comité
de los Derechos del Niño” de las Naciones Unidas) en cumplimiento de su
mandato, como la Observación General No. 10 sobre los derechos del niño en la
justicia de menores.

El artículo 3 de la Convención de Derechos del Niño dispone que en todas las


medidas concernientes a los niños que tomen las instituciones públicas o privadas
de bienestar social, los tribunales, las autoridades administrativas o los órganos
legislativos, una consideración primordial a que se atenderá será el interés
superior del niño. Implica que el desarrollo de éste y el pleno ejercicio de sus
derechos deben ser considerados como criterios rectores para la elaboración de
normas y la aplicación de éstas en todos los órdenes relativos a la vida del niño.

El interés superior del niño debe ser el criterio interpretativo rector que concilie dos
realidades al regular el sistema de justicia juvenil: por un lado, el reconocimiento
de su capacidad racional y de su autonomía, dejando de ser un mero objeto de
tutela, y, por otro, el reconocimiento de su vulnerabilidad dada la imposibilidad
material de satisfacer plenamente sus necesidades básicas, con mayor razón
cuando éstos pertenecen a sectores sociales desaventajados o a grupos
discriminados como el de los menores, la protección del interés superior del niño
significa, entre otras cuestiones, que los tradicionales objetivos de la justicia penal,
a saber, la represión y el castigo, sean sustituidos por una justicia especial,
enfocada a la restauración del daño y a la rehabilitación y reinserción social de la
niña, niño o adolescente, a través de la remisión de casos u otras formas de
justicia restitutiva como se desarrollan en el correspondiente apartado de este
informe, recurriendo lo menos posible a procedimientos judiciales así como a
medidas cautelares o sanciones privativas de la libertad

La Convención de Derechos del Niño, en su artículo 40, al describir los derechos


de todo niño de quien se alegue ha infringido las leyes penales o a quien se acuse
o declare culpable de haber infringido esas leyes, se refiere a la importancia de
promover la reintegración del niño y de que éste asuma una función constructiva
en la sociedad.

Por lo que para los estándares internacionales el elemento retributivo del derecho
penal ordinario es inapropiado dentro del sistema de justicia juvenil si lo pretendido
es satisfacer plenamente los objetivos de reintegración y rehabilitación de niños,
niñas y adolescentes infractores de las leyes penales.

La Convención Americana sobre Derechos Humanos no define el término “niña,


niño y adolescente”. Sin embargo, la Corte Interamericana, en su Opinión
Consultiva 17, precisó que “tomando en cuenta la normativa internacional y el
criterio sustentado por la Corte en otros casos, se entiende por “niño” a toda
persona que no ha cumplido 18 años de edad”. En particular, la Corte tomó en
cuenta la definición de niño, niña o adolescente contenida en el artículo 1 de la
convención de derechos del niño y el corpus juris internacional sobre la materia.

Datos interesantes al respecto denotan que algunos países violan sus propias
manifestaciones volitivas, como el caso de Bolivia en el que se establece que los
niños son imputables penalmente a partir de los 16 años. En 13 estados de
Estados Unidos, el límite de edad superior para el sistema de justicia juvenil es
inferior a los 18 años de edad, como es el caso de Connecticut, Carolina del Norte
y Nueva York donde los niños mayores de 15 años son procesados como adultos.
En la mayoría de los Estados del Caribe, los niños pueden ser procesados por el
sistema de justicia juvenil hasta los 16 años de edad, observándose una gran
disparidad en la edad mínima para infringir leyes penales y que algunos Estados
Miembros de la Convención Americana de Derechos Humanos, que consideran
responsables por infringir las leyes penales a niños incluso menores de 12 años.
Por ejemplo, en Granada, Trinidad y Tobago y algunos estados de Estados
Unidos, los niños de 7 años pueden infringir las leyes penales. En Antigua y
Barbuda, San Kitts y Nevis, y San Vicente y las Granadinas, dicha imputabilidad
inicia a los 8 años. En Bahamas, Guyana y Surinam, se imputa a niños a partir de
los 10 años por infringir las leyes penales, mientras que en Barbados la edad
mínima es de 11 años. En otros Estados Miembros como por ejemplo, en
Dominica, Santa Lucía, Jamaica, Belice, Bolivia, Brasil, Canadá, Costa Rica,
Ecuador, El Salvador, Honduras, México, Panamá, Perú y Venezuela la edad
mínima para infringir leyes penales es de 12 años. En Haití, Guatemala,
Nicaragua, República Dominicana y Uruguay se ha establecido como edad mínima
de responsabilidad por infringir las leyes penales los 13 años. En Chile, Colombia,
y Paraguay los niños son responsables a partir de los 14 años. El límite de edad
más elevado en la región ha sido establecido en Argentina, donde la edad mínima
de responsabilidad para infringir leyes penales es de 16 años y únicamente con
respecto a delitos que no sean de acción privada o reprimidos con pena privativa
de la libertad que exceda de dos años, con multa o con inhabilitación.
Más de los lineamientos claros de la política humanitaria internacional, que sin
duda alguna afecta de sobre manera el caso de México, nuestro trabajo tiene
como objetivo planear lineamientos claros que faciliten la interpretación, aplicación
e implementación de una cultura de derechos humanos en un grupo nuclear de la
sociedad, como son los niños, niñas y adolecentes.

CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS

(Suscrita en San José de Costa Rica el 22 de noviembre de 1969, en la


Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos)

LA CONVENCIÓN INTENCIONAL SOBRE DERECHOS DEL NIÑO

La Convención Intencional sobre Derechos del Niño fue aprobada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas en su resolución 44/55 del 20 de noviembre de
1989, culminado un proceso que había comenzado con los preparativos para el
Año Internacional del Niño de 1979, dando inicio a un nuevo periodo: el de la
ratificación por los Estados miembros y el establecimiento de un Comité de
Vigilancia. Su ratificación por veinte países -el numero requerido por el
instrumento para su entrada en vigencia- ocurrió menos de un año después de su
aprobación, lo que la convierte en el tratado que más rápidamente entró en vigor
en la historia de los tratados de derechos humanos; además de ser el instrumento
que más países han ratificado de entre los que se refieren a derechos humanos
(192 Estados Partes).

La Convención tiene entre sus múltiples méritos el de haber considerado a los


menores como sujetos de derechos y no como objetos de la mera compasión
social, además establece que:
Los Estados partes velaran para que ningún niño sea sometido a torturas ni a
tratos ni penas crueles, inhumanos o degradantes, ni privado de su libertad ilegal o
arbitrariamente (Art. 37 a y b.),

• La obligación de respetar las garantías de inocencia del menor, así como de ser
informado sin demora y directamente de los cargos en su contra;

• Dispondrá de adecuada asistencia jurídica en la preparación y presentación de


su defensa;

• Tendrá derecho a recurrir el fallo que lo declare culpable ante un tribunal


independiente e imparcial y se le respetará su privacidad en todas las fases del
proceso.

Destacado por el art. 3, entre los demás principios rectores (no discriminación –art.
2–, supervivencia y desarrollo –art. 6– y participación –art. 12), el interés superior
del niño, el art. 40 de la Convención regula “el derecho de todo niño de quien se
alegue que ha infringido las leyes penales o a quien se acuse o declare culpable
de haber infringido esas leyes, a ser tratado de manera acorde con el fomento de
su sentido de la dignidad y el valor, que fortalezca el respeto del niño por los
derechos humanos y las libertades fundamentales de terceros y en la que se
tengan en cuenta la edad del niño y la importancia de promover la reintegración
del niño y de que éste asuma una función constructiva en la sociedad”.

En relación con la intervención judicial sobre menores, que debe inspirarse en el


principio de intervención mínima y de subsidiaridad, el mismo art. 40 de la
Convención reconoce plenamente el derecho al proceso debido de la manera
siguiente (art. 40.2 b): “Que a todo niño del que se alegue que ha infringido las
leyes penales o a quien se acuse de haber infringido esas leyes se le garantice,
por lo menos, lo siguiente:

i) Que se lo presumirá inocente mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a


la ley;
ii) Que será informado sin demora y directamente o, cuando sea procedente, por
intermedio de sus padres o sus representantes legales, de los cargos que pesan
contra él y que dispondrá de asistencia jurídica u otra asistencia apropiada en la
preparación y presentación de su defensa;

iii) Que la causa será dirimida sin demora por una autoridad u órgano judicial
competente, independiente e imparcial en una audiencia equitativa conforme a la
ley, en presencia de un asesor jurídico u otro tipo de asesor adecuado y, a menos
que se considerare que ello fuere contrario al interés superior del niño, teniendo en
cuenta en particular su edad o situación y a sus padres o representantes legales;

iv) Que no será obligado a prestar testimonio o a declararse culpable, que podrá
interrogar o hacer que se interrogue a testigos de cargo y obtener la participación
y el interrogatorio de testigos de descargo en condiciones de igualdad;

v) Si se considerare que ha infringido, en efecto, las leyes penales, que esta


decisión y toda medida impuesta a consecuencia de ella serán sometidas a una
autoridad u órgano judicial superior competente, independiente e imparcial,
conforme a la ley;

vi) Que el niño contará con la asistencia gratuita de un intérprete si no comprende


o no habla el idioma utilizado;

vii) Que se respetará plenamente su vida privada en todas las fases del
procedimiento.” Asimismo, la Convención otorga plenamente carta de naturaleza
al intervencionismo mínimo en el plano penal, el cual ha de plasmarse, al menos,
en una cuádruple vertiente (art. 40.3 y 4):

 en general, respecto de la aplicación del sistema de adultos, mediante el


establecimiento de “leyes, procedimientos, autoridades e instituciones
específicos” para los niños infractores; de manera particular,

- por una parte, en cuanto al recurso a procedimientos judiciales, que ha de


evitarse, en lo posible, sin que ello suponga merma del pleno respecto de las
garantías legales y de derechos humanos,
- Igualmente, en lo concerniente a la exigencia de responsabilidad penal, para lo
cual se ordena a los Estados “el establecimiento de una edad mínima antes de la
cual se presumirá que los niños no tienen capacidad para infringir las leyes
penales”;

- en lo relativo a las medidas de internamiento, objetivo reconocido de la


Convención (art. 40.4) es asegurar que los órganos de decisión van a contar con
múltiples “posibilidades alternativas a la internación en instituciones”, como “el
cuidado, las órdenes de orientación y supervisión, el asesoramiento, la libertad
vigilada, la colocación en hogares de guarda, los programas de enseñanza y
formación profesional” u otras, y ello “para asegurar que los niños sean tratados
de manera apropiada para su bienestar” y que la medida impuesta “guarde
proporción tanto con sus circunstancias como con la infracción.”

La Convención se ocupa también de defender a los menores frente a las


detenciones ilegales o arbitrarias (art. 37 b), exigiendo que toda detención,
encarcelamiento o prisión de un niño se lleve a cabo con respeto de la legalidad,
“como medida de último recurso y durante el período más breve que proceda”.

Al mismo tiempo declara que los menores privados de libertad han de ser tratados
(art. 37 c) “con la humanidad y el respeto que merece la dignidad inherente a la
persona humana, y de manera que se tengan en cuenta las necesidades de las
personas de su edad”, obligando a la separación de los niños privados de libertad
respecto de los adultos –a no ser “que ello se considere contrario al interés
superior del niño” – y garantizando su “derecho a mantener contacto con su familia
por medio de correspondencia y de visitas, salvo en circunstancias
excepcionales”.

Por último, aunque no en importancia, el art. 37 d) establece el “derecho a un


pronto acceso a la asistencia jurídica y otra asistencia adecuada, así como
derecho a impugnar la legalidad de la privación de su libertad ante un tribunal u
otra autoridad competente, independiente e imparcial y a una pronta decisión
sobre dicha acción” para todo niño privado de su libertad.
La CIDN sólo admite la privación de la libertad como medida excepcional y por el
menor tiempo posible, asimismo que el menor no puede ser detenido salvo en
caso de flagrancia (Art. 106), su detención debe ser comunicada de inmediato a la
autoridad judicial y a la familia (Art. 107), por otra parte se dispone que la
internación antes de la sentencia puede ser dispuesta sólo por decisión judicial y
por un máximo de cuarenta y cinco días, fundada en prueba suficiente de autoría y
demostrando la necesidad de la medida.

Este instrumento internacional establece que el menor no puede ser privado de su


libertad sin el debido proceso legal (Art. 110), debe contar con adecuada defensa
técnica y tiene la facultad de interrogar testigos y víctimas y el derecho a ser oído
y solicitar la presencia de sus padres en cualquier momento del proceso (Art. 111).

En nuestro país con la ratificación de la CIDN luego de más de 60 años de


predominio absoluto de un modelo discrecional pseudo protector o pseudo tutelar
(inspirado en la doctrina de la situación irregular), en la relación del Estado y los
adultos con la infancia -que trataba en forma indiferenciada al sujeto activo y al
sujeto pasivo de la violencia- inició el proceso de adecuación de la legislación
mexicana a la CIDN -que en América Latina comenzó en Brasil en 1990-, y una
nueva etapa en el plano de las relaciones de los menores de edad con el Estado
que consagra a su vez el modelo de responsabilidad de los adolescentes.

En nuestro país, el H. Senado de la República ratificó la Convención sobre los


Derechos del Niño en el año de 1990, razón por la cual es ley suprema de toda la
Unión, de conformidad con el principio de supremacía constitucional establecido
en el artículo 133 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y
está obligado desde ésa fecha a cumplir con las disposiciones ahí contenidas.

Por otra parte, el 7 de abril de 2000 se reformó el artículo 4º constitucional, y


establece que: “El Estado proveerá lo necesario para propiciar el respeto a la
dignidad de la niñez y el ejercicio pleno de sus derechos”. Como resultado de esta
reforma, el 29 de mayo de 2000 fue publicada en el DOF, la Ley para la Protección
de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, misma que si bien no retoma de
manera puntual los postulados emanados de los documentos internacionales a los
que hemos hecho referencia, sí recoge importantes principios rectores en materia
de protección a los derechos fundamentales de los menores.

En cuanto a la actuación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos,


como parte del Programa de Supervisión sobre el Sistema Penitenciario y Centros
de Internamiento, el tema de los adolescentes en conflicto con la ley penal ha sido
objeto de análisis permanente; a manera de ejemplo es posible referir el “Informe
Especial sobre la Situación de los Derechos Humanos de los Internos en los
Centros de Menores de la República Mexicana”, que se dio a conocer a la opinión
pública en el mes de julio de 2003, en donde se plasmaron las violaciones a los
derechos humanos en contra de los miembros de este grupo vulnerable, algunas
de las cuales eran generadas por la aplicación de un sistema tutelar de justicia de
menores.

En dicho informe se expuso un catálogo de principios sustentados en la


Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en los instrumentos
internacionales ratificados por nuestro país, así como en los documentos emitidos
por la Organización de las Naciones Unidas sobre la materia, dentro de los cuales
por su importancia destacaban los siguientes:

- El considerar como menor infractor, a la persona mayor de 12 años y menor de


18, ya que en nuestro país no existía uniformidad respecto de la fijación de la edad
penal; incluso en algunas entidades federativas no existía un límite mínimo de
edad a partir del cual se considerara que los menores debían ser sometidos a un
procedimiento especial, y en otras estaba fijado a edades muy tempranas.

- La obligatoriedad de que en todo procedimiento judicial o administrativo que se


siguiera en contra de los menores, se observaran y respetaran las garantías
contenidas en la Constitución, ya que en la mayoría de las entidades federativas
las legislaciones en materia de menores infractores no reconocían en su totalidad
el catálogo de derechos contemplados en la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, así como en los tratados y pactos internacionales ratificados
por México.

- La necesidad de que el tratamiento en internamiento se considerara siempre


como la última opción, incluso en el caso de menores de edad acusados de
infracciones a las leyes penales, debiendo privilegiarse los tratamientos en
externación.

La Convención sobre los Derechos del Niño, de Naciones Unidas, de 1989.


Suscrita por casi todos los Estados de la comunidad internacional —con dos
salvedades—, ha significado un parte aguas, punto de arribo para los trabajos del
pasado y de partida para los afanes del futuro, en la historia del reconocimiento
internacional de los derechos de los menores de edad, con fuerte proyección
nacional. Propicia una “...reformulación del pacto social, con todos los niños y
adolescentes como sujetos activos del nuevo pacto”. Instituye un Comité de
Derechos del Niño, instancia de supervisión. La Convención a la que ahora me
refiero alude a los deberes internacionales de los Estados en esta materia: respeto
y garantía, así como adopción de medidas que permitan alcanzar esos designios.

En lo que toca a infracciones penales, el artículo 40 de la Convención de 1989


estatuye que “...los Estados tomarán todas las medidas apropiadas para promover
el establecimiento de leyes, procedimientos, autoridades e instituciones
específicos para los niños de quienes se alegue que han infringido las leyes
penales o a quienes se acuse o declare culpables de haber infringido esas leyes”,
y en particular se establecerá una edad por debajo de la cual se presume la
incapacidad del sujeto de infringir la ley penal (que no deberá ser “demasiado
temprana”: regla 4.1 de Beijing), así como medidas para “...asegurar que los niños
sean tratados de manera apropiada para su bienestar y que guarde proporción
tanto con sus circunstancias como con la infracción”

La Convención fue “...planteada como techo (de los derechos de los niños), y no
como piso”; que ocupó “...la centralidad del debate en torno de la protección de la
infancia” y que “...lleva lo políticamente correcto a extremos paradigmáticos”.
RESOLUCIONES DE LAS NACIONES UNIDAS

LAS DIRECTRICES DE LA NACIONES UNIDAS PARA LA PREVENCIÓN DE LA


DELINCUENCIA JUVENIL (DIRECTRICES DE RIAD)

Las Directrices de las Naciones Unidas para la prevención de la delincuencia


juvenil, requieren a los Estados la formulación de planes generales de prevención
en todos los niveles del gobierno, así como la promulgación y aplicación de leyes
contra la victimización, los malos tratos, la explotación de niños y jóvenes y su
utilización para actividades delictivas. En cuanto a la extensión del concepto de
delincuencia juvenil, la directriz 56 se pronuncia claramente en contra de las
infracciones juveniles “en razón de su condición” y establece:

“A fin de impedir que prosiga la estigmatización, victimización y criminalización de


los jóvenes, deberán promulgarse leyes que garanticen que ningún acto que no
sea considerado delito ni sea sancionado cuando lo comete un adulto se
considere delito ni sea objeto de sanción cuando es cometido por un joven”. 19

Las directrices de Riad (llamadas así en alusión a una reunión internacional de


expertos sobre el proyecto de su texto celebrada en la capital de Arabia Saudita
en 1988) fueron adoptadas y proclamadas por la Asamblea General en su
resolución 45/112, del 14 de diciembre de 1990, las cuales de acuerdo con
Roberto Ignacio Liwski, deben ser tenidas en cuenta a la hora de diseñar una
política dirigida a la justicia juvenil: Sus principios fundamentales establecen que la
prevención de la delincuencia juvenil es parte esencial de la prevención del delito
en la sociedad por lo que es necesario que toda sociedad procure un desarrollo
armonioso de los adolescentes y respete y cultive su personalidad a partir de la
primera infancia. También se reconoce la importancia y necesidad de una política
progresista de prevención de la delincuencia a fin de elaborar medidas que eviten
criminalizar y penalizar al niño por conductas que no causan graves perjuicios en
su desarrollo ni perjudican a los demás. Dentro de estas estrategias deberán

19
www.unicef.org/spanish/protection/index_22129.html
garantizarse el ejercicio pleno de los derechos y el desarrollo de las capacidades
de los niños, niñas y adolescentes.

Preocupa finalmente a las Directrices la capacitación del personal para “atender a


las necesidades especiales de los jóvenes”, un personal que debe “estar al
corriente de los programas y posibilidades de remisión a otros servicios, y recurrir
a ellos en la medida de lo posible con el fin de sustraer a los jóvenes al sistema de
justicia penal” (directriz 58).

REGLAS MÍNIMAS DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA ADMINISTRACIÓN


DE LA JUSTICIA DE MENORES (REGLAS DE BEIJING)

La creación de la Convención Internacional sobre Derechos del Niño en 1989


tiene antecedente en el Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del
Delito y tratamiento del delincuente, celebrado en Caracas en la que se produjeron
un conjunto de recomendaciones entre las que se destacó la solicitud de
encomendar al entonces Comité de Prevención del Delito y lucha contra la
delincuencia, la elaboración de normas y reglas que reflejaran las preocupaciones
y expectativas consagradas en el Congreso. El Comité en conjunto con otros
organismos de la ONU formuló un proyecto de reglas mínimas a las que
posteriormente se les conocería como “Reglas de Beijing” las cuales fueron
aprobadas en 1984. La Asamblea General de la ONU, en sesión Plenaria el día
29 de noviembre de 1985, efectuó la solemne aprobación y decidió incluirlas en el
Anexo de la Resolución 40/33.

Puntos destacados de la regulación son los siguientes:

1) La consideración de la justicia de menores como parte integrante de la justicia


social para los menores y último eslabón de una política social realmente centrada
en la prevención del delito y de la delincuencia juvenil.

2) No establecimiento de límites estrictos de edad en cuanto a la definición del


menor, promoviendo la extensión de sus disposiciones a los jóvenes-adultos
delincuentes. Ahora bien, dispone la regla 4 que “en los sistemas jurídicos que
reconozcan el concepto de mayoría de edad penal con respecto a los menores, su
comienzo no deberá fijarse a una edad demasiado temprana habida cuenta de las
circunstancias que acompañan la madurez emocional, mental e intelectual”.

3) Admisión de los llamados delitos específicos de menores o juveniles, esto es,


comportamientos que no son punibles en el caso de realizarlos los adultos, pero sí
si el autor es un joven o menor (por ejemplo, ausencias injustificadas,
desobediencia en la escuela y en la familia, ebriedad en público, etc.).

4) Objetivo de la justicia de menores ha de ser contribuir al bienestar de los


menores a través de intervenciones proporcionadas a las circunstancias del menor
delincuente y del hecho cometido, y garantizando la intimidad de aquel. Con tal
objeto, se postula la apertura de un suficiente margen discrecional para los jueces,
cuya preparación o capacitación específica parece esencial.

5) La justicia de menores ha de ser una auténtica justicia, con respeto de las


garantías procesales básicas y, en particular, la presunción de inocencia y un
conjunto de derechos:

􀀹 a conocer la acusación,

􀀹 a no contestar,

􀀹 a la asistencia de abogado,

􀀹 a la presencia de los padres y tutores,

􀀹 a la confrontación e interrogatorio de testigos, y

􀀹 a la apelación o recurso.

Establecidos estos principios generales, las reglas entran a regular los diversos
aspectos de la intervención:

- Investigación y procesamiento, con reglas específicas sobre la policía judicial y la


detención del menor
- Sentencia y resolución

- Tratamiento en instituciones de internamiento o en la comunidad,

- así como los sistemas de investigación, planificación y formulación y evaluación


de políticas efectivas en materia de delincuencia y criminalidad de menores y su
tratamiento.

Las Reglas de Beijing se refieren a la justicia para menores “...como una parte
integrante del proceso de desarrollo nacional”. Deben ser observadas en la
sustanciación de procedimientos seguidos a los adolescentes, que a pesar de
referirse a la “administración de justicia”, también abarca aspectos de prevención,
tratamiento “penitenciario” y de otro tipo de medidas, así como la investigación, la
planificación y la formulación y evaluación de políticas, por lo que se trata de un
instrumento que abarca todo el sistema de seguridad pública, aunque con especial
tratamiento al sistema de justicia penal.

Las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la administración de justicia de


los menores, Reglas de Beijing (adoptadas por la Asamblea de las Naciones
Unidas el 29 de noviembre de 1985) (Resolución 40/33), buscan promover un
sistema de justicia para los menores con problemas con la ley, respetuoso de los
derechos y garantías procesales básicos (también de su derecho a la intimidad y
confidencialidad)(reglas 7-8 y 21) y compatible con el bienestar de los mismos, en
el que el recurso a la intervención judicial constituya un último recurso inspirado en
el principio de subsidiaridad. En este sentido, y sin perjuicio del pleno respeto del
principio de legalidad, se considera que, junto a la celeridad procesal (regla 20),
debe asegurarse un adecuado margen de discrecionalidad que permita la
adopción en cada momento de las medidas más adecuadas para el interés del
menor, en el marco de todos los recursos disponibles.

La especialización del personal –en el que ha de haber una representación


equitativa de mujeres y de minorías (regla 22.2)– constituye para las Reglas un
principio clave (proclamado en relación con la policía por la regla 12.1 y con
carácter general en la regla 22), a cuyo efecto han de establecerse los
mecanismos oportunos que garanticen la adquisición y mantenimiento de la
competencia profesional por parte del personal que se ocupe de casos de
menores.

Al igual que en la Convención de derechos del niño, se insiste aquí en que el


empleo de la privación de libertad ha de regirse por el principio de
excepcionalidad: “como último recurso y durante el plazo más breve posible” (regla
13.1). Ello obliga a buscar medidas alternativas también para el internamiento
preventivo “como la supervisión estricta, la custodia permanente, la asignación a
una familia o el traslado a un hogar o a una institución educativa” (regla 13.2). La
regla 13 reconoce también a los menores en prisión preventiva todos los derechos
y garantías previstos en las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos, y
exige su separación de los adultos y su reclusión en establecimientos distintos o
recintos separados. Durante el tiempo que se hallen bajo custodia, “los menores
recibirán cuidados, protección y toda la asistencia social, educacional, profesional,
psicológica, médica y física que requieran, habida cuenta de su edad, sexo y
características individuales” (regla 13.5).

La regla 17 se ocupa de los principios rectores de la sentencia y la resolución,


decisiones que teniendo siempre en cuenta como algo “primordial el bienestar del
menor”, han de adoptarse de manera proporcionada “no sólo a las circunstancias
y la gravedad del delito, sino también a las circunstancias y necesidades del
menor, así como a las necesidades de la sociedad”. Proscritas por las Reglas la
pena capital y las corporales, se prevé un amplio listado de medidas resolutorias
para asegurar una mayor flexibilidad y evitar en lo posible el internamiento en
establecimientos penitenciarios (regla 18), que ha de ser siempre un último
recurso y aplicarse por el más breve plazo posible (regla 19). La privación de
libertad se reserva para cuando “el menor sea condenado por un acto grave en el
que concurra violencia contra otra persona o por la reincidencia en cometer otros
delitos graves, y siempre que no haya otra respuesta adecuada” y se indica que
“las restricciones a la libertad personal del menor se impondrán sólo tras
cuidadoso estudio y se reducirán al mínimo posible”; por su parte, la autoridad
competente debe poder “suspender el proceso en cualquier momento” (regla 17). 20

El principio de flexibilidad ha de regir el tratamiento de los menores fuera de los


establecimientos penitenciarios (regla 23.2), que debe ser controlado por la
autoridad competente o por un órgano independiente. En su seno se considera
esencial la prestación de todo tipo de asistencia para facilitar el proceso
rehabilitador (regla 24), siempre que se pueda en la unidad familiar y con la
participación de voluntarios y demás recursos comunitarios (regla 25).

En cuanto a la capacitación y tratamiento de menores en establecimientos


penitenciarios, el objetivo ha de ser “garantizar su cuidado y protección, así como
su educación y formación profesional para permitirles que desempeñen un papel
constructivo y productivo en la sociedad”, de aquí que las y los menores –que
estarán en un establecimiento separado o en una parte separada de un
establecimiento en el que también estén encarcelados adultos y siempre
separados de ellos– hayan de recibir todos los cuidados, protección y asistencia
necesarios conforme a sus características personales “y en interés de su
desarrollo sano”, debiendo garantizarse el derecho de acceso a los mismos por
parte de los padres o tutores y fomentar la cooperación entre las instancias
ministeriales responsables en materia de formación académica y profesional, “a fin
de garantizar que al salir no se encuentre en desventaja en el plano de la
educación” (regla 26). También se ordena el respeto, en la medida pertinente, de
los requisitos contenidos en las Reglas mínimas para el tratamiento de los
reclusos y de sus recomendaciones anexas, en lo que conciernen a los menores
delincuentes en establecimientos penitenciarios (incluidos los que se encuentren
en prisión preventiva), así como, siempre que sea posible, de los principios de las
mencionadas reglas, “con objeto de satisfacer las diversas necesidades del menor
específicas a su edad, sexo y personalidad” (regla 27). La promoción y desarrollo
de sistemas intermedios –establecimientos de transición, hogares educativos,
centros de capacitación diurnos y otros sistemas que puedan facilitar la adecuada

20
www.unicef.org/spanish/protection/index_22129.htm
reintegración de los menores a la sociedad (regla 29)– y la frecuente y pronta
concesión de la libertad condicional, que ha de acompañarse de la
correspondiente asistencia por parte del funcionario supervisor y el pleno apoyo de
la comunidad (regla 28), son igualmente preocupaciones claves de las Reglas de
Beijing.

LAS REGLAS DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA PROTECCIÓN DE LOS


MENORES PRIVADOS DE LIBERTAD (O REGLAS DE LA HABANA)

Fueron adoptadas por la Asamblea General en su resolución 45/113, de 14 de


diciembre de 1990. En este caso, si en las de Riad se había puesto el énfasis en
la prevención; el objetivo de La Habana se centró en establecer unas normas
mínimas aceptadas por las Naciones Unidas para la protección de los menores
privados de libertad en todas sus formas, compatibles con los Derechos Humanos
y las libertades fundamentales, con miras a contrarrestar los efectos perjudiciales
de todo tipo de detención y fomentar la integración en la sociedad.
El contenido de estas Reglas vino a desarrollar y completar las recomendaciones
que se adoptaron en las de Beijing, en relación con los menores privados de
libertad; entendiendo, en todo caso, que el encarcelamiento es el último recurso al
que se debe recurrir, por el período mínimo necesario y limitándolo a casos
excepcionales; y que debe presumirse que los menores detenidos bajo arresto o
en espera de juicio son inocentes y deberán ser tratados como tales.

La regla 11 recalcó la habitual definición de menor de las Naciones Unidas como


toda persona de menos de 18 años de edad, sin establecer una edad mínima pero
reiterando –una vez más– que la ley deberá fijar la edad límite por debajo de la
cual no se permitirá privar a un niño de su libertad; asimismo, definió qué debemos
entender por privación de libertad: toda forma de detención o encarcelamiento, así
como el internamiento en un establecimiento público o privado del que no se
permita salir al menor por su propia voluntad, por orden de cualquier autoridad
judicial, administrativa u otra autoridad pública.
El principal objetivo que se perseguía, las Reglas de La Habana prestan una
especial atención a diversos aspectos relacionados con los centros de menores:
desde el ingreso, registro, desplazamiento y traslado; hasta su clasificación y
asignación; pasando por las condiciones del alojamiento, el derecho a seguir con
su escolaridad (educación y formación profesional) o a recibir atención médica y a
que los procedimientos disciplinarios sean compatibles con su dignidad.

REGLAS DE TOKIO: REGLAS MÍNIMAS DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE


LAS MEDIDAS NO PRIVATIVAS DE LA LIBERTAD

la Asamblea de las Naciones Unidas aprobó tanto las Directrices de Riad


(Resolución 45/112) como las Reglas de La Habana (Resolución 45/113), ese día
–el 14 de diciembre de 1990– también se dio el visto bueno a las denominadas
Reglas de Tokio: Reglas mínimas de las Naciones Unidas sobre las medidas no
privativas de la libertad13 (Resolución 45/110) que, a diferencia de aquéllas, no se
referían específicamente a los menores sino –de forma genérica– a todas aquellas
personas sometidas a una acusación, un juicio o el cumplimiento de una sentencia
(en cualquier fase de la administración de la justicia penal) a quienes se les
aplicarán estas medidas sustitutivas del ingreso en prisión.

La regla 4, en concreto, sí que prevé la existencia de lo que se denomina cláusula


de salvaguardia; es decir, establece que ninguna de las disposiciones de Tokio
debe ser interpretada de modo que, por aplicarlas, queden excluidas las Reglas de
Beijing que constituyen el horizonte que no debemos perder de vista.

Como es habitual en las disposiciones de la ONU, estas nuevas Reglas incluyeron


una serie de principios básicos con el objetivo de lograr una mayor participación
de la comunidad en la gestión de la justicia penal (especialmente, en lo que
respecta al tratamiento del delincuente) para fomentar en ellos un sentido de la
responsabilidad hacia la sociedad; con el fin de alcanzar un adecuado equilibrio
entre los derechos de los delincuentes, los de las víctimas y el interés de la
sociedad por conseguir la seguridad pública y la prevención del delito.

Durante el proceso judicial –y, lógicamente, antes de que se dicte sentencia– el


juez también deberá considerar que existen otras posibles sanciones que se le
presentan como una alternativa a recluir al reo en un centro penitenciario; medidas
que tienen en cuenta las necesidades de rehabilitación del delincuente, la
protección de la sociedad y los intereses de la víctima (que será consultada
siempre que corresponda), pudiendo adoptar, por ejemplo:

 Sanciones verbales, como la amonestación, la reprensión y la advertencia;

 La libertad condicional;

 Las penas privativas de derechos o inhabilitaciones;

 Sanciones económicas y penas en dinero, como multas;

 La incautación o confiscación;

 El mandamiento de restitución a la víctima o de indemnización;

 La suspensión de la sentencia o condena diferida;

 El régimen de prueba y vigilancia judicial;

 La imposición de servicios a la comunidad;

 La obligación de acudir regularmente a un determinado centro;

 El arresto domiciliario;

 Cualquier otro régimen que no entrañe reclusión o alguna combinación de las


sanciones precedentes.

Aun así, incluso en una fase posterior, cuando el juez ya dictó sentencia, también
se pueden adoptar otras medidas sustitutivas con el fin de evitar la reclusión del
delincuente que ya ha sido condenado, prestándole asistencia para lograr su
“pronta reinserción social” como, por ejemplo:

 Mediante la concesión de permisos;

 Dejándolo libre para que pueda ir a trabajar o estudiar;

 Aplicando distintas formas de libertad condicional;


 Otorgándole un indulto;

 Sin olvidar el régimen de vigilancia.

LAS REGLAS DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA PROTECCIÓN DE LOS


MENORES PRIVADOS DE LIBERTAD (1990)

El 14 de diciembre de 1990 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó


las Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores de privados
de libertad (A/RES/45/113), aplicables “a toda forma de detención o
encarcelamiento, así como el internamiento en un establecimiento público o
privado del que no se permita salir al menor por su propia voluntad, por orden de
cualquier autoridad judicial, administrativa u otra autoridad pública” (regla 11, b).

Las Reglas se configuran como “normas mínimas” (regla 3) y “patrones de


referencia” (regla 5), dirigidos “a contrarrestar los efectos perjudiciales de todo tipo
de detención y fomentar la integración en la sociedad” (regla 3) y parten del
necesario respeto de los derechos y seguridad de los menores en todo sistema de
justicia de menores, así como de la obligación de “fomentar su bienestar físico y
mental”, considerando la privación de libertad como un “último recurso” (regla 1) a
aplicar con respeto de estas Reglas y de las de Beijing, en casos excepcionales y
únicamente “por el período mínimo necesario (…) fijado por la autoridad judicial”
(regla 2). A juicio de las Reglas, la ley debe fijar “la edad límite por debajo de la
cual no se permitirá privar a un niño de su libertad” (regla 11 a). En todo supuesto
de privación de libertad la autoridad competente ha de asegurar, como es obvio, el
respeto de los derechos humanos de los menores, así como los derechos civiles,
económicos, políticos sociales o culturales que les correspondan y no sean
incompatibles con la detención. Ha de garantizarse igualmente el derecho de los
menores recluidos a “disfrutar de actividades y programas útiles que sirvan para
fomentar y asegurar su sano desarrollo y su dignidad, promover su sentido de
responsabilidad e infundirles actitudes y conocimientos que les ayuden a
desarrollar sus posibilidades como miembros de la sociedad” (regla 12). Con el fin
de afirmar los objetivos de integración social, las Reglas –que ordenan el
establecimiento de “recursos eficaces en caso de inobservancia, incluida la
indemnización en los casos en que se causen perjuicios a los menores” (regla 7)–
exigen la práctica de inspecciones regulares y otras formas de control por un
órgano no perteneciente a la administración del centro, debidamente constituido y
autorizado para visitar a los menores (regla 14).

La regulación de los menores detenidos o en prisión preventiva es objeto del


Capítulo III. El principio de presunción de inocencia debe inspirar el régimen de
detención de los menores bajo arresto o en espera de juicio, que –siempre con
separación de los menores declarados culpables– sólo ha de admitirse por
circunstancias excepcionales, de aquí la necesidad de contar con medidas
sustitutorias y de otorgar la máxima prioridad a la tramitación más rápida posible
de los casos concernientes a menores privados preventivamente de su libertad
(regla 17). Aun cuando se advierte que la enumeración tiene “carácter taxativo”,
las Reglas reiteran que los menores han de tener derecho al asesoramiento
jurídico regular, de carácter privado y confidencial, y, en su caso, a la asistencia
jurídica gratuita. De otra parte, y siempre que sea posible, han de dárseles “la
oportunidad de efectuar un trabajo remunerado y de proseguir sus estudios o
capacitación”, sin que puedan ser obligados a ello. Asimismo, debe ser
autorizados a “recibir y conservar material de entretenimiento y recreo que sea
compatible con los intereses de la administración de justicia” (regla 18).

La administración de los centros de menores constituye el grueso del contenido de


las Reglas que, en la línea de las Reglas mínimas para el tratamiento de los
reclusos, van repasando los diversos aspectos del régimen de internamiento de
los menores, comenzando por la formación del expediente personal y confidencial
(con derecho de rectificación por parte del menor) y registro de la orden válida de
internamiento, sin la cual no debe admitirse a ningún menor en un centro (regla
19). Cabe destacar como puntos más destacados de esta amplia regulación:
- el derecho a la información sobre el estatuto del menor y las reglas del centro de
detención “en un idioma que puedan comprender” (y a que, de ser preciso, se les
ayude a comprenderlas) (reglas 24 y 25);

- los criterios de clasificación y asignación: éstos han de apoyarse sobre todo en el


tipo de asistencia a prestar al menor “y la protección de su bienestar e integridad
físicos, mentales y morales” (regla 28), asegurando la separación de los adultos “a
menos que pertenezcan a la misma familia” (regla 29) y con promoción de los
centros de detención abiertos, de tamaño reducido y descentralizados, integrados
“en el entorno social, económico y cultural de la comunidad”;

- el derecho al uso de las propias prendas de vestir (regla 36) y a una alimentación
adecuada, “servida a las horas acostumbradas, en calidad y cantidad que
satisfagan las normas de la dietética, la higiene y la salud y, en la medida de lo
posible, las exigencias religiosas y culturales (regla 37);

- la impartición de la enseñanza, siempre que sea posible, “fuera del


establecimiento, en escuelas de la comunidad y en todo caso a cargo de maestros
competentes, mediante programas integrados en el sistema de instrucción
pública”, prestándose “especial atención a la enseñanza de los menores de origen
extranjeros o con necesidades culturales o étnicas particulares” (regla 38);

- la posibilidad de elección por parte del menor de la clase de trabajo que desee
realizar, en el marco de “una selección profesional racional y las exigencias de la
administración del establecimiento” (regla 43): un trabajo que goce de la
protección aplicable al trabajo de niños y trabajadores jóvenes, conforme a las
normas nacionales e internacionales (regla 44), que dé lugar a una justa
remuneración (regla 46), asimilado al libre y que “complemente la formación
profesional impartida a fin de aumentar la posibilidad de que encuentre un empleo
conveniente” (regla 45);

- la administración de medicamentos al menor sólo por el personal médico, para


un tratamiento necesario o por razones médicas y, siempre que sea posible, tras
“obtener consentimiento del menor debidamente informado”; las Reglas prohíben,
en este sentido, administrar medicamentos “para obtener información o confesión”
o “como sanción o medio de reprimir al menor”, que nunca podrá ser utilizado
“como objeto para la experimentación de fármacos o tratamientos” (regla 55);

- la obligación de la autoridad de detención de informar a la familia o tutor (u otra


persona designada por el menor) sobre el estado de salud del menor, así como a
la práctica de una investigación independiente sobre las causas de fallecimiento
de un menor durante la privación de libertad (o dentro de los seis meses
siguientes a la liberación) y el derecho del pariente más próximo a examinar el
certificado de defunción, a pedir que le muestren el cadáver y disponer su último
destino en la forma que decida (regla 57);

- el derecho del menor a mantener comunicaciones y visitas regulares y frecuentes


y a informarse periódicamente (reglas 59 a 62);

- la necesidad de medidas y procedimientos (como la liberación anticipada y


cursos especiales) para ayudar a la reintegración en la sociedad, la vida familiar y
la educación o el trabajo, tras la puesta en libertad, (anticipada o no)(regla 79), al
igual que la creación de “servicios que ayuden a los menores a reintegrarse en la
sociedad y contribuyan a atenuar los prejuicios que existen contra esos menores”
(regla 80).

También resultan de particular interés las reglas disciplinarias (reglas 66-71),


sobre inspecciones y reclamaciones (reglas 72-78) y las relativas a la coerción
física y el uso de la fuerza.

Esta queda exclusivamente reservada, junto a los supuestos en que se trate de


“impedir que el menor lesione a otros o a sí mismo o cause importantes daños
materiales”, para “casos excepcionales, cuando se hayan agotado y hayan
fracasado todos los demás medios de control y sólo de la forma expresamente
autorizada y descrita por una ley o un reglamento”; los instrumentos han de ser
empleados “de forma restrictiva y sólo por el lapso estrictamente necesario”,
prohibiéndose aquellos que causen “humillación” o “degradación” (regla 64). 21
21
www.unicef.org/spanish/protection/index_22129.html
SISTEMA INTERAMERICANO

LA CONVENCIÓN INTERAMERICANA PARA PREVENIR Y SANCIONAR LA


TORTURA.

Este instrumento establece una detallada definición de la tortura así como de la


responsabilidad por la comisión de este delito. Los Estados partes no sólo se
comprometen a castigar severamente a los perpetradores de la tortura sino que
además se obligan a adoptar medidas para prevenir y sancionar cualquier otro
trato cruel, inhumano o degradante dentro de sus respectivas jurisdicciones.
Conforme a los términos de este tratado, las personas acusadas de cometer
tortura no podrán evadir la acción de la justicia mediante la fuga al territorio de otro
Estado parte. La Convención para Prevenir y Sancionar la Tortura entró en
vigencia el 28 de febrero de 1987, treinta días después del depósito de su
segundo instrumento de ratificación.

LA CONVENCIÓN INTERAMERICANA SOBRE DESAPARICIÓN FORZADA DE


PERSONAS.

Durante su vigésimo cuarta sesión ordinaria celebrada en Belém do Pará, Brasil,


la Asamblea General de la OEA aprobó la Convención Interamericana sobre
Desaparición Forzada de Personas. Dicha Convención entró en vigor el 28 de
marzo de 1996, treinta días después del depósito de su segundo instrumento de
ratificación.

Este instrumento establece una detallada definición de la desaparición forzada, así


como de la responsabilidad por la comisión de este delito. Los Estados partes se
comprometen en este Tratado no sólo a abstenerse de practicar, permitir o tolerar
la desaparición forzada sino también a sancionar a los autores, cómplices y
encubridores de este delito, dentro de sus respectivas jurisdicciones. Los Estados
se comprometen a adoptar las medidas legislativas necesarias para tipificar la
desaparición forzada como delito y a cooperar entre sí para contribuir a prevenir,
sancionar erradicar este crimen. Este Tratado asimismo incluye al delito de
desaparición forzada entre aquellos que justifican la extradición, de modo de evitar
que personas acusadas de este crimen evadan la acción de la justicia huyendo al
territorio de otro Estado parte.

CONVENCIÓN INTERAMERICANA PARA PREVENIR, SANCIONAR Y


ERRADICAR LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER, CONOCIDA COMO
CONVENCIÓN DE BELÉM DO PARÁ.

Durante su vigésimo cuarto período ordinario de sesiones celebrado en Belém do


Pará, Brasil, la Asamblea General de la OEA aprobó la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer,
conocida como Convención de Belém do Pará. Esta Convención entró en vigor el
5 de marzo de 1995, treinta días después del depósito de su segundo instrumento
de ratificación.

Este instrumento define en forma detallada las formas de violencia contra la mujer,
incluyendo la violencia física, sexual y psicológica, y establece que toda mujer
tiene derecho a una vida libre de violencia, además de todos los derechos
humanos consagrados por los instrumentos regionales e internacionales. Los
Estados partes de este instrumento acuerdan condenar todas las formas de
violencia contra la mujer e investigar, enjuiciar y sancionar tales actos de violencia
con la debida diligencia, en razón de lo cual deberán adoptar tanto políticas como
medidas específicas orientadas a prevenirlos, sancionarlos y erradicarlos.

LA CONVENCIÓN INTERAMERICANA PARA LA ELIMINACIÓN DE TODAS LAS


FORMAS DE DISCRIMINACIÓN CONTRA LAS PERSONAS CON
DISCAPACIDAD.

En su vigésimo noveno período ordinario de sesiones celebrado en Ciudad de


Guatemala, la Asamblea General de la OEA adoptó la Convención Interamericana
para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Personas
con Discapacidad.

Este instrumento tiene por objetivos la prevención y eliminación de todas las


formas de discriminación contra las personas con discapacidad, así como propiciar
la plena integración de estas personas a la sociedad. El mecanismo de
seguimiento de los compromisos adquiridos en dicha Convención descansará
sobre un Comité para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra
las Personas con Discapacidad, integrado por un representante designado por
cada Estado parte. Esta Convención entró en vigor el 14 de septiembre de 2001,
treinta días después del depósito del sexto instrumento de ratificación.

LA CARTA AFRICANA DE DERECHOS HUMANOS Y DE LOS PUEBLOS

El derecho al debido proceso alude a aquellas garantías mínimas de carácter


procesal para la protección de los individuos frente a actos ilegales o arbitrarios
que los priven de sus derechos humanos básicos. Entre los principales
instrumentos internacionales y regionales en la materia, este derecho se
encuentra reconocido en el artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos (PIDCP); en el artículo 6o. del Convenio Europeo para la Protección de
los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (CEDH); en el artículo
8o. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH), y en el
artículo 7o. de la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos
(CADHP). Como lo ha establecido la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(Corte Interamericana), el derecho al debido proceso legal no se encuentra
limitado estrictamente a los recursos judiciales, sino al conjunto de los requisitos
que deben observarse en las instancias procesales para que los individuos
puedan defenderse adecuadamente ante cualquier acto estatal que afecte sus
derechos.

El párrafo primero señala que todo individuo tiene derecho a ser oído, lo cual
comprende:

a) El derecho a apelar ante los órganos nacionales competentes, los actos que
violen sus derechos fundamentales reconocidos y garantizados por las
convenciones, leyes, reglamentos y costumbres en vigor.

b) El derecho a ser presumido inocente hasta que se pruebe su culpabilidad por


una corte o tribunal competente.
c) El derecho a la defensa, incluyendo la posibilidad de ser asistido por un
abogado de su elección.

d) El derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable por una corte o tribunal
imparcial

Apelar dicho término se refiere simplemente al derecho de toda persona a recurrir


ante cualquier juez, es decir, al “derecho a la jurisdicción”

Este inciso se encuentra estrechamente relacionado con el artículo 26 de la Carta


Africana, el cual requiere que los Estados garanticen la independencia de los
tribunales. En este sentido, la Carta Africana supera a otros instrumentos
internacionales y regionales al establecer dicha obligación específicamente,
aunque ello se debe, en gran medida, a que en algunos países de ese continente
el Poder Judicial todavía se encuentra subordinado, en gran medida, al Ejecutivo,
o por lo menos sus miembros son elegidos por éste.

La mención al derecho a ser asistido por un “abogado“podría ser problemática si


como tal solamente se considera a una persona legalmente autorizada para ello.
El uso de tal término, en lugar de “representante legal”, limita el derecho a ser
defendido judicialmente, de hecho, otros tratados de derechos humanos hacen
referencia a la representación o a la asistencia lega.

En 1991, la Comisión Africana emitió la Resolution on the Right to Recourse


Procedure and Fair Trial, en la que dilucida varios de sus elementos, incluyendo
algunas garantías judiciales penales. Entre estas últimas se señalan:

• El derecho a la asistencia gratuita de un intérprete.

• El derecho a apelar ante un tribunal superior.

• El derecho de toda persona a ser oída, y a la igualdad ante los tribunales en la


determinación de sus derechos y obligaciones.
• El derecho de las personas detenidas a ser informados inmediatamente, en un
idioma de su comprensión, de la causa del arresto y de los cargos en su contra, y
a ser presentadas inmediatamente ante un juez u otra autoridad competente.

• El derecho de los acusados a disponer del tiempo y de los medios apropiados


para la preparación de la defensa, y a comunicarse con un abogado de su
elección.

• El derecho de los acusados a interrogar o hacer interrogar a los testigos que


declaren en su contra, así como a obtener la comparecencia y testimonio de los
testigos que declaren en su favor en las mismas condiciones que los testigos en
su contra.

IMPLEMENTACIÓN DEL ESTATUTO DE ROMA DE LA CORTE PENAL


INTERNACIONAL

México, firmó el Estatuto ad referéndum el 7 de diciembre del 2000, en ocasión de


la cumbre del milenio. Sin embargo, fue en la actual administración del presidente
Vicente Fox y en el medio de las negociaciones para la firma de un TLC con la UE,
que el titular del Ejecutivo envío a la Cámara de Senadores un Proyecto de
Reforma Constitucional al artículo 21, con el objetivo de reconocer a través de la
máxima ley que rige el país la aceptación de la jurisdicción de algunos tribunales
internacionales, entre ellos la CIJ, la CIDH y la propia CPI.

El 16 de diciembre del 2002, la cámara de Senadores aprobó la adición de un


quinto párrafo al artículo en cuestión y, atendiendo al procedimiento establecido
por la CPEUM, la Cámara de Senadores turnó el expediente a la Cámara de
Diputados para su discusión y aprobación. Finalmente, después de introducir en
su agenda legislativa en más de tres períodos ordinarios la adición de un quinto
párrafo al artículo 21 Constitucional, éste fue aprobado el 9 de diciembre del 2004.

Posteriormente, la Cámara de Diputados turnó a las legislaturas locales el


proyecto de reforma constitucional, y en un plazo de aproximadamente seis meses
los congresos locales dieron su visto bueno a la adición de un quinto párrafo al
artículo 21. Finalmente, y después de algunos años de trabajo, el Senado de la
República aprobó la ratificación del Estatuto por el Estado mexicano el 22 de junio
del 2005, con un total de 75 votos a favor y 1 en contra. Una vez acontecido lo
anterior, la sociedad civil, representada por la Coalición Mexicana de ONG para el
Establecimiento de una CPI, solicitó al Ejecutivo Federal que no realizara ninguna
declaración interpretativa al Estatuto, que rápidamente se abocara al proceso de
implementación en la legislación interna e instalara las mesas de discusión para
tales efectos, ya que actualmente no se cuenta con ningún proyecto de ley de
implementación en el Congreso de la Unión.

Infortunadamente, parece ya una costumbre del Estado mexicano —apelando a


los principios que rigen su política exterior y a su particular concepción de la
soberanía— la de incluir, al ratificar un tratado internacional en materia de
derechos humanos, reservas o cláusulas interpretativas que podrían menoscabar
en su momento la eficacia de estos instrumentos, ya que afectan disposiciones
claves dirigidas a combatir la impunidad de crímenes internacionales.

Desde mi punto de vista y a efectos de tener la posibilidad jurídicamente adecuada


de perseguir en el ámbito nacional la comisión de crímenes internacionales,
México podría hacer una modificación de la legislación penal y procesal penal, o
bien la redacción de una ley de implementación que satisfaga todos los
requerimientos del Estatuto.

En el caso de la modificación, sería deseable que se hicieran reformas de la


legislación penal en lo siguiente:

• En la parte general del CPF, a efectos de establecer una correspondencia con la


parte III del Estatuto en algunos aspectos fundamentales;

• En la parte especial del CPF, para tipificar los crímenes en forma idéntica a los
artículos 6, 7 y 8, incluyendo en estas normas algunas disposiciones sobre la
aplicación de la parte general que no se desearan modificar, respecto de la
comisión de otros delitos no considerados como crímenes internacionales;
• También en la parte especial, la inclusión de los delitos contra la administración
de justicia de la CPI, atendiendo al artículo 70.4 del Estatuto;

• Asimismo, serían necesarias algunas modificaciones en las leyes orgánicas de la


PGR, del PJF y de todas las posibles instituciones involucradas, en el sentido de
incluir disposiciones que permitan la cooperación con la CPI. En el caso de la
segunda opción —es decir, una ley de implementación general—, se deben
englobar todos los aspectos antes señalados, incluyendo además, a través de una
fórmula no limitativa, las formas de cooperación que los tres poderes de la Unión
podrían en su momento establecer con la CPI y los diversos órganos que la
integran. Sería muy oportuno también, a efectos de reducir los contenidos no
deseados de la reforma constitucional

Es necesario adelantar que el proceso de implementación del Estatuto en el orden


jurídico interno no será, en ningún caso, un proceso pacífico o libre de
controversias.

Algunas de las problemáticas que podrían surgir, en el proceso de


implementación:

• Entrega de nacionales;

• Regulación del principio non bis in idem;

• Principio de legalidad;

• Principio de culpabilidad;

• Inmunidades e inviolabilidades.

JURISPRUDENCIA DE LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS


HUMANOS

Los tratados de derechos humanos persiguen el establecimiento de un orden


público común, y sus destinatarios son los individuos. En este sentido, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos ha indicado que “los tratados concernientes
a esta materia están orientados, más que a establecer un equilibrio de intereses
entre Estados, a garantizar el goce de derechos y libertades del ser humano”, De
este modo, los Estados al ratificar un tratado se “someten a un orden legal dentro
del cual, por el bien común, asumen varias obligaciones, no en relación con otros
Estados, sino hacia los individuos bajo su jurisdicción’.

Las obligaciones que derivan de ésta no se cumplen únicamente con no violar los
derechos y libertades proclamados en ellos (deber de respeto), sino que
comprenden también una obligación de garantizar su libre y pleno ejercicio a toda
persona que esté sujeta a su jurisdicción (deber de garantía). Ambas obligaciones
se encuentran consagradas en el artículo 1. 1 de la Convención Americana.

Les impone a los Estados una obligación adicional y complementaria en su


artículo 2o., que es la de adoptar medidas legislativas o de cualquier otra índole,
necesarias para hacer efectivo, los derechos humanos.

La Corte, en el caso La Última Tentación de Cristo, indicó que:

En el derecho de gentes, una norma consuetudinaria prescribe que un Estado que


ha ratificado un tratado de derechos humanos debe introducir en su derecho
interno las modificaciones necesarias para asegurar el fiel cumplimiento de las
obligaciones asumidas. Esta norma es universalmente aceptada, con respaldo
jurisprudencial. La Convención Americana establece la obligación general de cada
Estado parte de adecuar su derecho interno a las disposiciones de dicha
Convención, para garantizar los derechos en ella consagrados. Este deber general
del Estado parte implica que las medidas de derecho interno han de ser efectivas
(principio del effetutile). Esto significa que el Estado ha de adoptar todas las
medidas para que lo establecido en la Convención sea efectivamente cumplido en
su ordenamiento jurídico interno, tal como lo requiere el artículo 2o. de la
Convención. Dichas medidas sólo son efectivas cuando el Estado adapta su
actuación a la normativa de protección de la Convención.
Cuando el Estado no crea o propicia las condiciones necesarias para que el deber
de justicia penal se materialice efectivamente, deja abierta la posibilidad para que
la impunidad pueda manifestarse de diferentes maneras.

Impunidad, entendida ésta como “la falta en su conjunto de investigación,


persecución, captura, enjuiciamiento y condena de los responsables de las
violaciones de los derechos protegidos por la Convención Americana.

La impunidad, entendida como “no-punibilidad”, “ausencia de castigo” o “ausencia


de pena”, puede manifestarse de dos maneras, las cuales no son excluyentes
entre sí, a saber: a) impunidad normativa, y b) impunidad estructural.

Impunidad normativa: su fuente en una norma jurídica que conlleva a una renuncia
expresa o extinción por parte del Estado del ejercicio de su potestad punitiva en
cuanto a su pretensión o sanción. La renuncia o extinción por parte del Estado al
ejercicio del ius puniendi puede tener su origen ya sea en una norma jurídica
dictada con posterioridad a la realización de las conductas criminales, como ocurre
con las denominadas leyes de auto amnistías o bien en normas jurídicas dictadas
con anterioridad al hecho punible como ocurre con la prescripción de la acción
penal y otras excluyentes de responsabilidad penal

Leyes auto amnistías.- son inadmisibles las disposiciones de amnistía, las


disposiciones de prescripción y el establecimiento de excluyentes de
responsabilidad que pretendan impedir la investigación y sanción de los
responsables de las violaciones graves de los derechos humanos tales como la
tortura, las ejecuciones sumarias, extralegales o arbitrarias y las desapariciones
forzadas, todas ellas prohibidas por contravenir derechos inderogables
reconocidos por el derecho internacional de los derechos humanos.

Estados partes tienen el deber de tomar las providencias de toda índole para que
nadie sea sustraído de la protección judicial y del ejercicio del derecho a un
recurso sencillo y eficaz, en los términos de los artículos 8o. y 25 de la
Convención. Los Estados partes en la Convención que adopten leyes que tengan
este efecto, como lo son las leyes de auto amnistía, incurren en una violación de
los artículos 8o. y 25 en concordancia con los artículos 1.1 y 2o. de la Convención.
Las leyes de auto amnistía conducen a la indefensión de las víctimas y a la
perpetuación de la impunidad, por lo que son manifiestamente incompatibles con
la letra y el espíritu de la Convención Americana. Este tipo de leyes impide la
identificación de los individuos responsables de violaciones a derechos humanos,
ya que se obstaculiza la investigación y el acceso a la justicia e impide a las
víctimas y a sus familiares conocer la verdad y recibir la reparación
correspondiente y señalo como consecuencia de la manifiesta incompatibilidad
entre las leyes de auto amnistía y la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, las mencionadas leyes carecen de efectos jurídicos y no pueden seguir
representando un obstáculo para la investigación de los hechos que constituyen
este caso ni para la identificación y el castigo de los responsables, ni puedan tener
igual o similar impacto respecto de otros casos de violación de los derechos
consagrados en la Convención Americana acontecidos en el Perú.

ya que la promulgación de una ley manifiestamente contraria a las obligaciones


asumidas por un Estado parte en la Convención constituye per se una violación de
ésta, y genera responsabilidad internacional del Estado”.

Podemos observar que la impunidad normativa derivada de leyes de autoamnistía


colisiona, por un lado, con el deber que tiene todo Estado de garantizar el ejercicio
efectivo del ius puniendi para las víctimas de graves violaciones de derechos
humanos y sus familiares, con el fin de que los responsables de esos atroces
hechos no queden en la impunidad. Por el otro lado, advertimos que las leyes de
autoamnistía socavan el deber internacional que tienen los Estados de adecuar su
ordenamiento jurídico interno conforme a sus obligaciones internacionales
libremente asumidas de manera de garantizar su fiel y efectivo cumplimiento y a
su vez de dotarlas de un efecto útil en cuanto a asegurar la efectiva protección
judicial y garantías procesales de toda persona

Las causas de extinción de responsabilidad penal, respecto del autor de un delito


ya cometido, funcionan aunque se den todos los elementos o categorías que
normalmente fundamentan la exigencia de una responsabilidad criminal, y se
diferencian de las causas de justificación y de exculpación en que no afectan para
nada a la existencia del delito, sino a su perseguibilidad en el proceso penal.
Anteriormente indicamos que lo señalado respecto de las amnistías también se
hace aplicable o extensible a todo instituto del derecho procesal penal.

En este sentido, la Corte ha indicado reiteradamente que son inadmisibles las


disposiciones de prescripción y las excluyentes de responsabilidad penal que
pretendan impedir la investigación de graves violaciones de derechos humanos.

La impunidad estructural proviene de un conjunto de factores de carácter


endógeno o exógeno que afectan el deber de justicia penal, en donde a pesar de
haber un sistema jurídico que podría ser capaz de lograr la reacción penal o un
ejercicio del iuspuniendi, estos factores conllevan a que el Estado adopte
conductas omisivas, evasivas o negligentes respecto de la investigación y sanción
de los responsables de graves violaciones de derechos humanos haciendo de
esta manera ilusorio el deber de justicia penal.

A su vez, esta situación socava la credibilidad y confianza de la sociedad en las


instituciones encargadas de procurar que se haga justicia, creándose una espiral
de impunidad que puede terminar afectando al Estado de derecho en su conjunto.

Los factores exógenos que propician una impunidad estructural son aquéllos que
se encuentran fuera de lo que podríamos denominar un ámbito legal o judicial, y
que se manifiestan básicamente a través de la ausencia de denuncias de hechos
punibles por miedo de tener represalias o consecuencias desfavorables o
simplemente por desconfianza con el sistema judicial como una alternativa viable,
capaz de solucionar los conflictos que son llevados a su conocimiento. Por su
parte, los factores endógenos son aquéllos que se encuentran en el ámbito judicial
propiamente y se manifiestan principalmente a través de la existencia de una
legislación especial para juzgar determinados delitos como ocurre en el caso de la
jurisdicción militar, de la insuficiencia en la actividad investigativa por parte de las
autoridades pertinentes, de la falta de cooperación de las autoridades
administrativas y de la sobrecarga de la justicia penal cuál sería la consecuencia
de una decisión de la Corte Interamericana que ordena a un Estado investigar y
sancionar a los responsables de violaciones de derechos humanos, o sea que
ejerza efectivamente el iuspiniendi con los principios de la cosa juzgada y non bis
in idem, cuando los perpetradores de graves violaciones a los derechos humanos
han sido absueltos ya sea por una sentencia judicial o porque no se les puede
perseguir debido al transcurso del tiempo o porque se les ha aplicado alguna
excluyente de responsabilidad penal.

La creación de figuras como la cosa juzgada penal ha tenido como objetivo poner
punto final a los conflictos que se presentan en las sociedades mediante la
creación de un espacio de seguridad jurídica a través de la firmeza de las
decisiones judiciales, cerrando toda posibilidad de que se emita por la vía de
apertura de un nuevo proceso u otra decisión que se oponga o contradiga a la que
goza de esa autoridad. De esta manera, la cosa juzgada es un instituto que
cuando se presenta como consecuencia de un proceso justo, contradictorio y
respetuoso de todas las garantías procesales, cumple con el propósito que
provocó su nacimiento, esto es la seguridad jurídica y la creación de certezas
respecto de la solución de conflictos sometidos a conocimiento del Poder Judicial,
transformando tal decisión en inmutable, vinculante y definitiva. Es así que “la
cosa juzgada cumple tanto una función negativa, que es prohibir a los funcionarios
judiciales conocer, tramitar y fallar sobre lo resuelto, así como una función positiva,
que es dotar de seguridad a las relaciones jurídicas y al ordenamiento jurídico”

el sistema de justicia penal debería orientarse al establecimiento de las


condiciones que posibiliten el libre desarrollo personal de los ciudadanos,
encontramos una política criminal que pretende dar respuesta a la denominada
“sociedad del riesgo”, a partir de una notable ampliación de los ámbitos sociales,
objeto de intervención penal (estructuras delictivas organizadas, con especial
mención del terrorismo), la necesidad de acomodar los contenidos de la justicia
penal y procesal penal a las dificultades especiales que plantea la persecución de
la nueva delincuencia, implica reconsiderar o flexibilizar el sistema de imputación
de responsabilidad y de garantías individuales vigentes, lo que se hace en función
de la necesidad político-criminal de mejorar la efectividad en la investigación y los
procedimientos penales, y la idea de que con mayor frecuencia los operativos
policiales se desarrollen por equipos multinacionales de forma simultánea en
varios países, a pesar de las inherentes dificultades de organización y
coordinación que conllevan.

La tendencia de las reformas realizadas al sistema penal en los últimos años ha


brindado un mayor margen de actuación a las autoridades encargadas de la
procuración y administración de justicia para combatir la delincuencia, pensemos
en las denuncias anónimas, en la intervención de las comunicaciones telefónicas,
el arraigo domiciliario, la infiltración de agentes encubiertos, por mencionar
solamente algunas.

La razón ha sido la necesidad de acomodar los contenidos de la justicia penal y


procesal penal a las dificultades especiales que plantea la persecución de la
nueva delincuencia, lo cual ha implicado reconsiderar el sistema de imputación de
responsabilidades y de garantías individuales vigentes.

Toda vez, que cada día más, en nuestro territorio nacional, miembros de la
delincuencia organizada realizan con un gran peligro sus acciones, lo que trae
como consecuencia mayor violencia generada entre ellos mismos por los ajustes
de cuentas, así como por las agresiones en contra de miembros de corporaciones
policiales.

En tanto el Estado mexicano, en su conjunto, no se comprometa a respetar y


proteger los derechos incluidos en su carta magna, así como los tratados y
convenciones en materia de derechos humanos, de los cuales forma parte, no se
podrá lograr un pleno desarrollo de la sociedad mexicana ni delas instituciones
públicas. Especialmente, cuando la pretendida existencia de una concepción
común de los derechos humanos todavía es más nominal que real, y que las
distintas culturas jurídicas, que en el fondo son reflejo de concepciones diferentes
acerca de valor de la persona humana, so pretexto de considerar al ser humano
como su enemigo, es lo que constituye hoy el principal obstáculo.
Existe dentro del derecho internacional de los derechos humanos una clara
tendencia a darles a los niños una protección mayor que a los adultos, limitando el
papel del ius puniendi de justicia juvenil cuya política criminal esté orientada
meramente por criterios retributivos y deje en un segundo plano aspectos
fundamentales como la prevención y el fomento de oportunidades para una
efectiva reinserción social, sería incompatible con los estándares internacionales
en la materia.

Según la Comisión criminológica de Europa la adaptación del derecho penal a las


modernas condiciones de vida social del tiempo contemporáneo que requieren
nuevas formas y nuevos instrumentos de protección de esas nuevas necesidades
sociales.

Política criminal humanista, la societe internationale de defense sociale, el reto


está más que en el código penal, en el régimen penitenciario, en el desarrollo o
persistencia de los beneficios penitenciarios y en el establecimiento de
condiciones en la privación de libertad que al menos no hagan imposible la
resocialización.

Existe cierta sensación de ciudadanía de mundo: que esa idea de las cosas del
mundo estaba limitada, hasta hace muy poco tiempo, a los dirigentes de los
países, que eran prácticamente los únicos que tenían información, y a una seria
de intelectuales que leían periódicos de otros países y en otras lenguas- sentencia
barrios altos vs. Peru 2001 corte interamericana de derechos humanos.

Raul zaffaroni “La característica de la comunicación social, consistente en que se


concentran en campos limitados, por lo que pierden de vista o dejan en segundo
plano lo que queda excluido de su foco de atención, esto se llama indiferencia
moral, por lo que no es posible afirmar que existe desinformación, si no negación
del hecho”.

El científico no puede alejarse de la ética más elemental de los derechos


humanos.
LA OC-17/02

La OC-17/02 fue solicitada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos


el 30 de marzo de 2001. La consulta destacó ciertas cuestiones mayores que
requerían precisión a la luz de los artículos 8o. y 25 de la Convención
Americana.72 Obsérvese el marco de la solicitud: esos preceptos se refieren a
garantías judiciales, el primero, y a protección judicial, el segundo. Señaló la
Comisión Interamericana, a título de antecedentes, que ciertas legislaciones y
prácticas en países americanos ponen en segundo plano las garantías favorables
a los menores, en aras de la protección que los Estados deben brindar a estos
sujetos. Esto repercute sobre diversos derechos, que sufren menoscabo.

La solicitante llamó la atención en torno a lo que denominó “premisas


interpretativas”, que las autoridades estatales aplican cuando dictan medidas
especiales de protección y que debilitan las garantías judiciales de los menores de
edad.

a) La separación de jóvenes de sus padres y/o familia, por considerarse, al arbitrio


del órgano decisor y sin debido proceso legal, que sus familias no poseen
condiciones para su educación y mantenimiento;

b) la supresión de la libertad a través de la internación de menores en


establecimientos de guarda o custodia, por considerárselos abandonados o
proclives a caer en situaciones de riesgo o ilegalidad; causales que no configuran
figuras delictivas, sino condiciones personales o circunstanciales del menor;

c) la aceptación en sede penal de confesiones de menores obtenidas sin las


debidas garantías;

d) la tramitación de juicios o procedimientos administrativos en los que se


determinan derechos fundamentales del menor, sin la garantía de defensa de
(éste);
e) la determinación en procedimientos administrativos y judiciales de derechos y
libertades sin la garantía al derecho de ser oído personalmente y la no
consideración de la opinión y preferencias del menor en la determinación

La resolución, adoptada por mayoría de votos,79 destacó el gran número de


instrumentos internacionales existentes, emitidos en el siglo XX, a partir de la
Declaración de los Derechos del Niño (Ginebra, 1924), que constituyen un
verdadero “...círculo de protección del niño”.80 El tribunal se refirió tanto a la
CADH como a la Convención sobre los Derechos del Niño, que ha obtenido un
amplio consenso internacional (opinio juris comunis), y refleja el desarrollo actual
de esta materia.81 Igualmente, tomó en cuenta otros instrumentos: Reglas
Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores
(Reglas de Beijing), de 1985;

CONTROL DE CONVENCIONALIDAD

Los sistemas internacionales de protección de derechos humanos no sustituyen la


jurisdicción nacional por lo que cualquier violación de derechos humanos debe ser
evaluada, en primer lugar, por las instancias judiciales del propio Estado en cuya
jurisdicción se produjo la situación atentatoria de derechos.

La corte interamericana de Derechos Humanos en el Caso Chaparro Álvarez y


Lapo Íñiguez vs. Ecuador, el Estado presentó una excepción de cuarta instancia,
puesto que consideró que la competencia para pronunciarse sobre el caso se
encontraba «reservada para la justicia interna». Al respecto, la Corte reiteró que el
esclarecimiento de si el Estado ha violado o no sus obligaciones internacionales
por virtud de las actuaciones de sus órganos judiciales, puede conducir a que el
Tribunal deba ocuparse de examinar los respectivos procesos internos, para
establecer su compatibilidad con la Convención Americana. A la luz de lo anterior,
indicó que se deben considerar los procedimientos internos un todo, incluyendo
las decisiones de los tribunales de apelación. La función del Tribunal Internacional
es determinar si la integralidad del procedimiento, inclusive la incorporación de
prueba, se ajustó a la Convención.
Cualquier norma o actuación del Estado debe ser analizada no solo en función de
la norma constitucional nacional, sino también en función de las obligaciones
internacionales asumidas por aquel en materia de derechos humanos, en general,
y en función de la Convención Americana, en particular.

El control de convencionalidad se debe aplicar tanto a disposiciones legales como


constitucionales. En efecto, en el Caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile, la
Corte consideró que los jueces deben aplicar las leyes internas, pero en el caso de
la Convención Americana, los jueces se encuentran obligados a velar por
garantizar los efectos de sus normas mediante el control de convencionalidad. En
el caso concreto se aplicaron decretos de amnistía afectándose los derechos de
las víctimas a ser oídos por un tribunal competente, independiente e imparcial, de
tal modo que se violaron los derechos consagrados en los artículos 8.1 y 25 de la
Convención.

Cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención


Americana, sus jueces, como parte del aparato del Estado, también están
sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque los efectos de las disposiciones
de la Convención no se vean mermados por la aplicación de leyes contrarias a su
objeto y fin, que desde un inicio carecen de efectos jurídicos. En otras palabras, el
Poder Judicial está llamado a ejercer un «control de convencionalidad» ex officio
entre las normas internas y la Convención Americana, evidentemente en el marco
de sus respectivas competencias y de las regulaciones procesales
correspondientes.

En esta tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino
también la interpretación que de este ha hecho la Corte Interamericana, intérprete
última de la Convención Americana. Esto se precisa aún más en el Caso Cabrera
García y Montiel Flores vs. México cuando la Corte señaló que esta obligación se
extiende a los «órganos vinculados a la administración de justicia en todos los
niveles», lo que supone una lectura más amplia que la anterior.
Finalmente, en el Caso Rosendo Cantú y otra vs. México, la Corte estableció que,
independientemente de las reformas legales que el Estado deba adoptar, las
autoridades judiciales, con base en el control de convencionalidad, deben disponer
inmediatamente y de oficio el conocimiento de los hechos por el fuero penal
ordinario en sustitución del fuero militar. 22

De esta forma, el juez no solo aplicaría bien los estándares internacionales sino
que evitaría, de realizarse correctamente tal análisis, que más casos lleguen al
conocimiento de la Corte cumpliendo, en última instancia, con la función
preventiva del Sistema Interamericano. Esto no debe ser entendido, sin embargo,
en el sentido de que si un juez realiza el control de convencionalidad, la Corte
pierde competencia en el caso. Por el contrario, la Corte Interamericana detenta
plena competencia en la materia y puede siempre conocer un caso si es que se
cumplen con los requisitos de admisibilidad procesal. Concretamente, en el Caso
Cabrera García y Montiel Flores vs. México, el Estado presentó una excepción
preliminar al considerar que la Corte no debía conocer el caso porque los
tribunales nacionales ejercieron ex officio un «control de convencionalidad» entre
las normas internas y la Convención Americana. Al respecto, la Corte señaló que,
será en la etapa de fondo en la que se determinará si el presunto control de
convencionalidad que alegó el Estado involucró un respeto de las obligaciones
internacionales del Estado, a la luz de la jurisprudencia de este Tribunal y del
Derecho internacional aplicable.23

El control de convencionalidad puede repercutir, en nuestra opinión, positivamente


en las víctimas de un caso concreto, dado que aquel podría encontrar solución a
nivel nacional mediante la aplicación de los estándares más altos del Sistema

22
Cf. Corte IDH. Caso Rosendo Cantú y otra vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia del 31 de agosto de 2010, párrafo 219. También cf. Caso Radilla Pacheco vs. México. Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 23 de noviembre de 2009, párrafo 339; y Caso
Fernández Ortega vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 30 de
agosto de 2010, párrafo 237. El derecho al debido proceso en la jurisprudencia de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos Elizabeth Salmon y Cristina Blanco Instituto de Demorcracia y Derechos Humanos de
la Universidad Catolica del Peru 2012 Lima Pp. 49
23
Caso Fernández Ortega vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 30
de agosto de 2010, párrafo 237. Cf. Corte IDH. Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México. Excepción
Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 26 de noviembre de 2010, párrafo 21 Op Cit. 17
Interamericano, sin tener que esperar un pronunciamiento internacional que
retrasa la obtención de justicia y pone el peso de la espera sobre la víctima.

LOS MENORES DENTRO DEL PROCESO DE REFORMA

Esta reforma introduce avances tan importantes como el hecho de definir quiénes
son menores de edad, con lo cual se elimina la posibilidad de que cualquier
legislación pueda considerar como penalmente responsable a un menor de 18
años

Con el desarrollo del modelo garantista el alcance de la incapacidad de los


menores ha sido modificado, por lo que se considera que los menores no son
incapaces por el sólo hecho de ser menores, ya que son sujetos de
responsabilidad por las conductas que llevan a cabo en contravención a la
legislación penal, no son imputables para efectos de derecho penal por que este
no se les aplica, ya que están sujetos a otra legislación, la cual prevé otras
consecuencias para este tipo de conductas. Lo anterior supone una vinculación
entre la conducta del menor y sus efectos, con lo que deja de equiparase a los
incapaces.

Entre los antecedentes que impulsaron esta reforma se encuentran la iniciativa


presentada por diversos senadores el 4 de noviembre de 2003, así como la
iniciativa del Presidente de la República del 1 de abril de 2004, en las que se
proponía “un sistema integral de justicia penal para adolescentes”. El 22 de abril
de 2004 se presentó el dictamen de las comisiones del Senado, el cual modificó la
propuesta original que planteaba modificaciones al artículo 18 -el cual finalmente
fue el único reformado- como al 73 de la Constitución, este último con el fin de dar
atribuciones al Congreso de la Unión para establecer la bases uniformes de la
legislación nacional de la materia, propuesta que fue rechazada. Posteriormente
31 de marzo de 2005, se hicieron modificaciones importantes al proyecto con base
en un documento suscrito por los senadores integrantes de las comisiones
dictaminadoras, mediante el cual se proponía eliminar las referencias “penales” es
decir “se abandonó la idea de justicia penal a cambio del concepto de justicia”, lo
cual sería determinante para la iniciativa. Los integrantes de las comisiones
expresaron su convencimiento de que el espíritu de las iniciativas analizadas no
era reducir la edad penal o el crear una estructura gubernamental que juzgara
como inimputables a los menores de 18 años, por lo que se consideró suprimir el
calificativo penal para evitar cualquier confusión con la justicia para adultos.

En el dictamen modificado el 31 de marzo se consideró que las instancia locales


están facultadas para legislar en materia de justicia para adolescentes sin mayor
limitación que la observancia y el apego a las bases, principios y lineamientos
esenciales introducidos a la Constitución mediante la propia reforma del artículo
18, asimismo se optó por preservar la competencia con que ya contaban las
entidades federativas para legislar en materia de adolescentes. En la reforma se
consideró conveniente incluir tanto las garantías generales aplicables a todas las
personas como garantías dirigidas a los adolescentes.

El Senado aprobó el dictamen el mismo día y turnó la minuta a la Cámara de


Diputados, la cual la recibió el 5 de abril del mimo año y la turnó a la Comisión de
Puntos Constitucionales para su estudio y dictamen. La Comisión de Puntos
Constitucionales, aprobó el dictamen de la Minuta el 23 de junio del 2005,
posteriormente el Pleno de la Cámara de Diputados lo aprobó el 28 de junio de
2005 y dictó el turno a las legislaturas locales.

El 4 de noviembre del mismo año se presenta el proyecto de declaratoria de


reforma constitucional con 17 votos aprobatorios, se turna al Senado y se publica
el 12 de diciembre de 2005.24

Este decreto incluye dos artículos transitorios, el primero se refiere a la entrada en


vigor del mismo, a los tres meses siguientes de su publicación en el DOF; que se
cumplió el 12 de marzo de 2006, mientras que el segundo, alude al plazo de seis

24
Análisis de la Legislación en Materia de Justicia para Adolescentes. Juan Carlos Cervantes Gómez
meses, contado a partir de la entrada en vigor del decreto, con el que contaban los
estados de la Federación y el Distrito Federal para crear las leyes, instituciones y
órganos que requirieran para la aplicación de la reforma, mismo que finalizó el 12
de septiembre de 2006.

En esta reforma se establece la creación de un sistema integral de justicia para


adolescentes, basado en los tres principios fundamentales que guían la
normatividad internacional en la materia: el de igualdad, el interés superior y el de
la protección integral del adolescente.

En México no se había establecido un sistema de esta naturaleza, a pesar de que


en reiteradas ocasiones la Comisión Nacional de los Derechos Humanos -tal y
como se estableció en el Informe Especial sobre la Situación de los Derechos
Humanos de los Internos en los Centros de Menores de la República Mexicana-, al
igual que otras instancias, había propugnado por una adecuación de la legislación
nacional en materia de justicia para adolescentes, con lo dispuesto en los
instrumentos internacionales, máxime que éste era un compromiso asumido por el
Estado mexicano.

De manera complementaria, la reforma en el adicionado párrafo sexto establece


que deben aplicarse, siempre que sea procedente, formas alternativas de justicia.
Asimismo, es importante destacar el concepto de debido proceso legal, a través
del cual, se otorga a los adolescentes que son sometidos a un procedimiento por
haber cometido una conducta contraria a las normas penales, las garantías
inscritas en los artículos 14, 16, 18, 19 y 20 constitucionales, que obligan al Estado
a tratarlos con pleno respeto a sus derechos humanos, y considera la necesidad
de una protección especial, ya que es una obligación del Estado evitar cualquier
exceso que no responda al interés superior de ellos.

El adicionado párrafo sexto del artículo 18 constitucional determina la


independencia que debe existir entre las autoridades que efectúen la remisión y
las que impongan las medidas e incluye el principio de proporcionalidad, a partir
del cual la aplicación de las medidas es de acuerdo con la conducta realizada.
A pesar de los beneficios que conlleva esta reforma, su aplicación ha enfrentado
una serie de obstáculos de diversa índole, por ejemplo, las diferencias que
existían respecto al establecimiento uniforme de la edad penal de menos de
dieciocho años en cerca de la mitad de las entidades federativas del país; la falta
de espacios para su difusión y análisis en los distintos sectores de la sociedad, así
como entre las autoridades directamente involucradas, y la falta de programación
presupuestal de los recursos necesarios para la puesta en marcha del sistema,
entre otros.

Una dificultad adicional la constituye el hecho de que en nuestro país contamos


con un sistema de justicia juvenil heterogéneo. Con base en el análisis de la
legislación en materia de justicia para adolescentes correspondiente al ámbito
federal, a las entidades federativas y al Distrito Federal, hasta el mes de
septiembre, coexisten tres regímenes: uno fundado en el sistema tutelar, otro
basado en el derecho a la protección integral y un tercero mixto, formado por
elementos de una y otra doctrina, lo cual impone dos retos, aplicar las
disposiciones establecidas en la reforma al artículo 18 constitucional y garantizar
el éxito del sistema de justicia integral para adolescentes.

En este sentido, la reforma constitucional debe ir acompañada de un cambio de


mentalidad entre las autoridades involucradas, que les permita visualizar al
adolescente en conflicto con la ley penal, como sujeto pleno de garantías y
derechos.

Una vez consagrada constitucionalmente, la hazaña reformista se convirtió, para


todos los Estados, en un desafío dirigido a hacerla efectiva. A seis años del inicio
de los primeros sistemas especializados en los Estados se puede asegurar que si
bien estos han cumplido su primer cometido, esto es, devorar el régimen del
pasado y establecer en todo el país una renovada ideología fundamentada en los
derechos, su implementación no ha estado exenta de diversos problemas y
objeciones. Lo primero se constata en lo inobjetable que hoy resulta la existencia
de un proceso penal especializado conformado por normas derivadas de la
consideración de que gozan los sujetos al mismo. Está asegurado, en ese sentido,
un cambio sin retorno. Lo segundo es producto de factores provenientes de
distintos orígenes: su escasa planeación, la falta de diagnósticos y proyecciones
sobre el número y tipo de casos que orientaran la capacidad de respuesta de los
sistemas, la carencia de recursos económicos, las reticencias iniciales de un
sector de la doctrina y de algunos operadores por aceptar el cambio, la falta de
sincronía de la reforma con la modificación sustantiva de los sistemas penales
estatales, la imparable vena de populismo con que algunos gobiernos tratan los
asuntos penales, el complicado contexto nacional en materia de seguridad pública,
la persistente percepción, difícil de remontar, de la justicia juvenil como sistema de
segunda categoría, entre otros.

Este fenómeno ha impactado de tal manera la ciencia del derecho penal que,
actualmente, de todo estudio moderno de esta materia así como sus teorías (ley
penal, delito, pena, procedimiento) se ha excluido sistemáticamente lo referente a
la realización de conductas por parte de los menores de edad, con base en que
actualmente estos no cometen delitos, y el tema que se trata es exclusivamente
con referencia a la administración de justicia para menores infractores. Sin
embargo para combatir esta omisión, debemos considerar los principios del
derecho penal, así como los de otras ramas del derecho como lo es el derecho
familiar, pues no podemos negar la coordinación que existió entre ellas como
ejemplo citare el artículo 413 del código civil para la república en materia federal y
para el distrito federal, en el que se establecía: “La patria potestad se ejerce sobre
la persona y los bienes de los hijos. Su ejercicio queda sujeto, en cuanto a la
guarda y educación de los menores, a las modalidades que impriman las
resoluciones que se dicten de acuerdo con la ley sobre la previsión social de la
delincuencia juvenil en el Distrito federal”. A pesar de que este precepto estuvo
vigente hasta el 2000, la ley a la que se refería, conocida como Ley Michelle
quedo derogada en 1929, sin que se hubiera hecho el ajuste correspondiente, esto
sirve de ejemplo para ilustrar la idea de la desintegración, y por ende, la necesidad
de recapitular en estrategia y metodología para desarrollar una atención integral
para atender a los menores infractores.
El artículo segundo transitorio de la reforma obligó a la federación, a los estados y
al Distrito federal a implementar el sistema en el ámbito de competencias en un
plazo máximo de seis meses, a fin de que se establecieran instituciones,
tribunales y autoridades especializadas lo establecido por el artículo transitorio en
comento, algunos estados como chihuahua, Durango, Estado de México,
Guanajuato, Nuevo león, Oaxaca, Quintana Roo, San Luis Potosí, tabasco,
Tlaxcala, Veracruz, y Zacatecas adecuaron sus legislaciones y crearon la figura de
un juez de ejecución especializado, el cual pretende ser un verdadero garante de
la ejecución de las medidas y protector de los derechos humanos del adolescente
en esta etapa del procedimiento penal.

Según el informe Especial de la comisión nacional de los derechos humanos sobre


el cumplimiento en el ámbito federal, así como en las entidades federativas y el
distrito federal, a las obligaciones establecidas en la reforma al artículo 18
constitucional en materia de justicia para adolescentes del 13 de septiembre de
2006.

En los estados de Baja California Sur, Chiapas, Durango, Guanajuato, Nuevo


León, Puebla, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa y Sonora, las autoridades
competentes deben revisar los expedientes, a fin de agilizar las gestiones y los
procedimientos para externar legalmente, a los 45 menores de 14 años que se
encuentran en los centros de internamiento, para ser tratados en libertad y no
volver a ingresar adolescentes en estas condiciones, garantizando en todo tiempo
la integridad de los responsables y de las víctimas.

En los estados de Baja California Sur, Coahuila, Chiapas, Guerrero, Michoacán,


Quintana Roo, Sinaloa y Sonora, las autoridades de prevención y readaptación
social, deben revisar los expedientes a fin de agilizar las gestiones y los
procedimientos para externar legalmente, a los 32 adolescentes que se
encuentran en los centros de internamiento y que no cometieron conductas
antisociales calificadas como graves, y no volver a ingresar adolescentes con
estas características.
Con relación a los adultos con trastorno mental que se encuentran en calidad de
abandonados en los centros de menores de Sinaloa y Durango, es necesario que
las autoridades competentes tomen las medidas necesarias para que sean
trasladados a una institución que cuente con los servicios necesarios para la
atención de la discapacidad que presentan.

Las autoridades responsables de la ejecución de sanciones penales de los


estados de Aguascalientes, Coahuila, Durango, Guanajuato, Michoacán, Nayarit,
Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, San Luis Potosí, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala,
Veracruz y Yucatán, deben realizar los trámites y gestiones para que se lleve a
cabo legalmente el traslado a los centros de internamiento de los 1,953
adolescentes menores de 18 años, así como de los internos que al momento de
cometer la conducta antisocial tenían menos de 18 años, y que actualmente se
encuentran en centros de reclusión para adultos.

Se hace un atento exhorto a las autoridades competentes que correspondan de


los estados de Aguascalientes, Coahuila, Durango, Guanajuato, Michoacán,
Nayarit, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, San Luis Potosí, Tabasco, Tamaulipas,
Tlaxcala, Veracruz y Yucatán, en cuya legislación se establecía la edad penal
menor a los 18 años para que, de acuerdo con el principio de retroactividad que
prevé el artículo 14 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
interpretado contrario sensu, analicen y determinen los casos de aquellos
adolescentes que están sujetos a proceso o fueron sentenciados, y que se
encuentren en la hipótesis del nuevo sistema de justicia para adolescentes.

En los estados de Aguascalientes, Baja California Sur, Colima, Chiapas, Durango,


Estado de México, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Nayarit,
Oaxaca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Tlaxcala,
Veracruz, Yucatán y Zacatecas, las autoridades competentes deberán analizar la
posibilidad de construir más centros de internamiento para adolescentes, que
deberán ser distribuidos geográficamente. 25

25
www.cndh.org.mx/sites/all/fuentes/.../informes/.../2006_adolescentes_1.p...
ACLARACIÓN DE SENTENCIA EN LA CONTRADICCIÓN DE TESIS 44/2007-PS.
ENTRE LOS CRITERIOS SUSTENTADOS POR EL QUINTO TRIBUNAL
COLEGIADO DEL OCTAVO CIRCUITO Y EL TRIBUNAL COLEGIADO EN
MATERIA PENAL DEL DÉCIMO SEXTO CIRCUITO.

Número de registro: 21115


Novena Época
Instancia: Primera Sala
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta
Tomo: Tomo XXVIII, Septiembre de 2008
Página: 178

CONSIDERANDO SEGUNDO.-Como puede advertirse de los criterios aislados


referidos en el considerando anterior, procede la aclaración oficiosa de sentencias,
entre otros aspectos, cuando se busque hacer comprensibles conceptos
ambiguos, rectificar los contradictorios, explicar los oscuros, así como cuando se
trate de subsanar omisiones y, en general, corregir errores o defectos que se
hayan cometido al resolver una contradicción de tesis, con la finalidad de que
exista seguridad jurídica en cuanto al criterio a aplicar, lo que se estima acontece
en el presente caso, particularmente, en cuanto se advierte una imprecisión en la
tesis jurisprudencial 25/2008 que derivó de la contradicción de tesis 44/2007-PS
con respecto a la referencia a un precepto de la Ley Orgánica de la Administración
Pública Federal.
En esta tesitura, la jurisprudencia en mención debe corregirse para, en lugar de
decir: (artículo 4, en relación con el 30, fracción XXV de la Ley Orgánica de la
Administración Pública Federal), señalar: (artículo 4, en relación con el 30 bis,
fracción XXV de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal).
Así, la tesis en comento quedaría en los siguientes términos:
"DELITOS FEDERALES COMETIDOS POR ADOLESCENTES, MENORES DE
DIECIOCHO Y MAYORES DE DOCE AÑOS DE EDAD. SON COMPETENTES
LOS JUZGADOS DE MENORES DEL FUERO COMÚN (RÉGIMEN DE
TRANSICIÓN CONSTITUCIONAL).-Es fundamental e imprescindible para la
determinación del órgano competente para juzgar a un adolescente que ha
cometido un delito federal, tomar en consideración la reforma constitucional al
artículo 18, publicada en el Diario Oficial de ACLARACIÓN DE SENTENCIA EN
LA CONTRADICCIÓN DE TESIS 44/2007-PS. el doce de diciembre de dos mil
cinco, en materia de justicia de menores, especialmente, lo relativo a la
instauración de sistemas de justicia de menores en cada orden de gobierno
(federal y locales), el reconocimiento del carácter penal educador del régimen, el
sistema de doble fuero y que los menores deben ser juzgados necesariamente por
una autoridad jurisdiccional que esté inscrita dentro de los poderes judiciales. En
esa tesitura, es claro que según el nuevo régimen constitucional, corresponde a
cada fuero juzgar los delitos cometidos contra normas de cada uno de los
respectivos órdenes jurídicos, conforme a lo que se establezca en la Constitución
y en sus propias legislaciones. Así, y vinculando lo anterior con lo dispuesto en el
artículo 104, fracción I de la Constitución, conforme al cual son competentes los
órganos de justicia federal para conocer de aquellos delitos en los términos de las
leyes federales, es de considerarse que en el orden jurídico federal, a la fecha,
son dos los ordenamientos que prevén solución a esta cuestión competencial, a
saber: la Ley para el Tratamiento de Menores Infractores para el Distrito Federal
en Materia Común y para toda la República en Materia Federal y el Código
Federal de Procedimientos Penales, mismos que prevén soluciones
contradictorias, pues mientras uno establece la competencia a favor del Consejo
de Menores de la Secretaría de Seguridad Pública Federal (artículo 4, en relación
con el 30 bis, fracción XXV de la Ley Orgánica de la Administración Pública
Federal, según reforma publicada el treinta de noviembre de dos mil en el Diario
Oficial de la Federación), el otro lo hace, por regla general, a favor de los
tribunales de menores que haya en cada entidad federativa (artículos 500 y 501).
Así las cosas y ante la imperatividad de la norma constitucional, tal situación debe
resolverse a la luz de su conformidad con el nuevo régimen constitucional, razón
por la cual el artículo 4o. de la Ley para el Tratamiento de Menores Infractores
para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en Materia
Federal, al prever que es competente para juzgar en estos supuestos a un menor
el Consejo de Menores dependiente de la administración pública federal, no puede
ser considerada admisible como solución al problema competencial en análisis,
pues tal órgano no es un tribunal judicial como manda la reforma constitucional en
mérito y, en consecuencia y conforme con lo que establecen los artículos 18 y
104, fracción I constitucionales, debe estarse a la diversa regla de competencia
que prevé el Código federal adjetivo mencionado, conforme al cual son
competentes para conocer de los delitos federales que sean cometidos por
adolescentes, los tribunales del fuero común y de no haberlos, los tribunales de
menores del orden federal. Lo anterior, hasta en tanto se establezca el sistema
integral de justicia de menores y por aquellos delitos que, cometidos durante el
anterior régimen constitucional, durante los periodos de vacatio y hasta antes del
momento indicado, no hayan sido juzgados."
Con independencia de esta valoración constitucional, lo cierto es que el criterio de
la Corte es jurisprudencial y, por consiguiente, obligatorio para todos los tribunales
de justicia del país, por lo que deberán adoptar dichos lineamientos, pues ante la
inexistencia de tribunales federales no puede dejarse en libertad a los
adolescentes (como sucedió en un principio en el Distrito Federal por no contar
con tribunales locales especializados), sino que deberán ser los tribunales del
fuero común los que conozcan de dichos ilícitos federales cometidos por
adolescentes.

SISTEMA DE RESPONSABILIDAD DE NIÑAS NIÑOS ADOLECENTES

En el examen de la situación de los niños y adolescentes o menores de edad


desde la perspectiva de los derechos humanos, hay que reiterar que la justicia
especializada en aquellos justiciables, a menudo desvalidos y vulnerables, no
debiera ser —pero suele ser— una justicia de “segunda”, despojada de recursos,
desviada de su naturaleza y de sus propósitos, encomendada a cualesquiera
órganos y personas, en forma tal que consume, aunque no se lo proponga, una
irritante discriminación que victimiza, de nueva cuenta, al justiciable. Tampoco el
derecho aplicable a los menores debiera tener carácter marginal, residual, casi
simbólico, elaborado con impericia o negligencia, inserto o diluido en otros
órdenes de la conducta diseñados para sujetos diferentes, que presentan
necesidades y características distintas.

Conviene volver sobre la autonomía del derecho de los menores. Se trata de un


conjunto normativo que nutre una disciplina relevante; tiene objeto propio, suma
importancia —en función de los sujetos que abarca y de los objetivos que
pretende— y desarrollo vigoroso. Pero no es ni puede ser —sigo aquí los
conceptos de García Méndez— autonomía frente o contra la Constitución, o mejor
todavía, frente o contra los valores y principios que anidan en la ley fundamental
de una sociedad democrática. La autonomía de aquel derecho y el signo de la
justicia que conforme a él se administra debe quedar al servicio de los sujetos de
derecho cuyo desarrollo integral se pretende, no en contra suya.

En las relaciones jurídicas que vienen al caso son sujetos el niño y el adolescente;
también la familia —con personalidad jurídica propia o sin ella—, la sociedad —
constantemente invocada— y, por supuesto, el Estado. La autonomía de un
sistema jurídico tan extenso y complejo tiene un hilo conductor: el desarrollo de los
menores de edad; a él se disciplinan los deberes y los poderes de los otros sujetos
comprendidos por esa misma rama autónoma —si lo es— del ordenamiento.

El sistema integral de justicia para adolescentes reconoce al adolecente como


titular de derechos humanos, pero además reconoce los derechos y mecanismos
de aplicación específicos que por razón de edad le corresponden. El resultado ha
sido “Sistema Garantista minimalista”; garantista en tanto protege las garantías
sustantivas y procesales de cualquier juicio, y minimalista porque reduce al
máximo los mecanismos restrictivos de libertad, lo que es especifico del derecho
de adolescentes.

De esta manera, el artículo 18, en cumplimiento a lo dispuesto en los artículos 37


y 40 de la Convención sobre Derechos del Niño, prescribe la creación de un
sistema que cumpla con los siguientes principios:
a) Principio de Legalidad; Da certeza jurídica a los destinatarios
de la ley, unificando el criterio para la aplicación del nuevo
sistema. El texto constitucional señala que será aplicable
únicamente para los adolescentes de 12 a 18 años, con una
subdivisión a los 14, ya que solo a partir de esta edad será
26
posible aplicar medidas que impliquen privación de libertad.
Así también la prohibición de juzgar al adolecente por
conductas que no se encuentren previamente contempladas
como delitos por las leyes penales, limitando así la
discrecionalidad del juzgador y de los órganos de control
social. En concordancia con lo contemplado en el inciso a) de
la fracción 2 del artículo 40 de la Convención sobre Derechos
del Niño: “ Que no se alegue que ningún niño ha infringido
esas leyes, por actos u omisiones que no estaban prohibidos
por las leyes nacionales o internacionales en el momento en
que se cometieron”27
b) Garantía de derechos fundamentales universales y
específicos: El respeto a los derechos fundamentales,
reconocidos en la Constitución, pero también en los
ordenamientos específicos destinados a la infancia y
adolescencia, deben ser garantizados en todo momento.
c) Especialización; Se manifiesta, en la recomendación
CRC/C/MEX/CO/3 del Comité de Derechos del niño, en que
cada una de las instituciones que intervienen en el proceso
reciban capacitación en materia de justicia para adolescentes.
La opinión consultiva OC-17/2002 de la CIDH señala en el
numeral 120, fracción 6.3, que los jueces que intervengan en

26
Suprema Corte de Justicia de la Nación, en resolución de amparo en revisión 935/2006, estableció que
“Debe considerarse que, a partir de la fecha de inicio de la vigencia de la reforma constitucional del art 18,
en términos del artículo segundo transitorio; las autoridades dejaron de tener facultades para investigar,
perseguir, sancionar y ejecutar sanciones, derivadas de la comisión de conductas previstas como delitos
imputables a apersonas menores a dieciocho años de edad.
27
Punto 56 de las Directrices de Riad.
la justicia para adolescentes deberán estar especialmente
preparados y capacitados. La regla 6.3 de Beijing prescribe de
igual manera que quienes ejerzan facultades (en especial por
tener cierto grado de discrecionalidad) deberán estar
especialmente preparados “para hacerlo juiciosamente y en
consonancia con sus respectivas funciones o mandatos”.
d) Interés Superior del Adolecente. El interés superior del
adolecente debe ser consideración primordial en caso de que
haya que ponderar frente a otras posibles consideraciones. Al
mismo tiempo presenta un criterio jerarquizados que obliga al
estado a optar por los derechos del adolecente en caso de
conflicto.
e) Debido proceso legal; Estas han sido enumeradas en la
opinión consultiva OC-17/2002, del 28de agosto de 2002, de
la Corte Interamericana de derechos humanos:
f) Principio de Proporcionalidad. Supone que la medida
impuesta el adolecente por la comisión de la conducta
antijurídica será proporcional a esta, sin atender a
consideraciones de peligrosidad del individuo. Las reglas de
Beijing reconocen dos tipos de proporcionalidad; una de
carácter abstracto, que se refiere al delito, y que debe estar
contemplada en el tipo penal, y otra concreta, que ordena
tomar en consideración ciertos factores para la
individualización de la pena; por ejemplo, la situación familiar
del adolecente, su condición social, el daño causado, etc. 28
g) Independencia entre remisión y juzgamiento. La separación
entre autoridad que realiza la investigación y el juez que
conoce la causa es indispensable para garantizar la
imparcialidad y el principio de contradicción que según la
opinión consultiva de la Corte Interamericana de derechos
28
González Palencia, Luis y Cruz, Jesús, “El menor frente al derechos penal: problemas y alternativas”, Los
menores ante el sistema de justicia, México, Comisión Nacional de Derechos Humanos, 1995, p.52
humanos, se interpreta como una garantía del debido
proceso, es imprescindible que se encuentren claramente
definidos los roles procesales y la participación activa del
Ministerio Publico como parte acusadora y la defensa para
hacer valer sus respectivas pretensiones. Supone que ambas
partes pueden comparecer, ofrecer pruebas y que será un
juez imparcial quien determine si han quedado acreditados o
no los hechos imputados al adolecente.
h) Desjudicialización (Formas alternativas de justicia). La
reducción o eliminación del al judicialización de los casos en
los que interviene un adolecente se encuentra contemplado
en los instrumentos internacionales, siempre y cuando esto no
implique el menoscabo de los derechos de las partes. La
mayoría de las leyes estatales contemplan justicia
restaurativa, conciliación y la suspensión de juicio a prueba ,
con la intención de que las controversias se resuelvan por
vías no judiciales minimizando la intervención punitiva y que
brinden al adolecente en conflicto con la ley una experiencia
de legalidad de ser consiente del bien jurídico lesionado
desde la visión de la víctima.
i) Diversificación de las medidas y privación de libertad como
último recurso y por el tiempo más breve que proceda (solo
para mayores de catorce años). El objetivo de la
Diversificación de sanciones consiste en brindar al juez,
alternativas para no privar de la libertad así como para no
vincular la consecuencia con el acto ilícito. Por otra parte,
algunas medidas tienen como finalidad la protección del
adolecente a través de la restricción de frecuentar lugares y
personas que son factor de riesgo para la comisión de ilícitos.
En correlación con la regla 18 de Beijing establece que la
autoridad podrá adoptar diversidad de decisiones para evitar
en la medida de lo posible el confinamiento. Se trata, según el
comentario de a la 19 regla de Beijing, de evitar los efectos
negativos que ocasionan el aislamiento y la perdida de
libertad, especialmente en los adolescentes.
j)Fin de la medida. El objetivo de las medidas contempladas en el
texto constitucional es la reintegración social y familiar del
adolecente. En este sentido, las medidas cumplen una doble
función; pues se trata de una consecuencia jurídica que se
atribuye a la realización de un conducta tipificada como delito,
pero al mismo tiempo cumple con la finalidad de prevención
general positiva, en tanto busca que el adolecente adquiera
una formación para llevar una vida sin delitos. 29

Estas son las consecuencias que las transformaciones del Estado contemporáneo
han supuesto en el renglón de la actividad legislativa, Bastará señalar que el
proceso de “inflación legislativa” que afecta a todos los órdenes (y, dentro de ellos,
al penal, si bien en este caso con incidencia de factores específicos de los que nos
ocuparemos en páginas posteriores) embute sus más gruesas raíces en el
mencionado proceso histórico, como consecuencia del nuevo papel promotor
conferido al Estado, que asume de esta manera la tarea de “estructurar la
sociedad” a través de la actuación de los poderes públicos.

Ángeles Galiana Saura, en una importante monografía, ha hecho notar cómo ello
conduciría a una “crisis del derecho” derivada del desenfrenado incremento en la
producción legislativa, expresada, a su vez, en una pérdida de generalidad y
abstracción de las leyes, así como a un amplio proceso de delegación legislativa y
de descodificación; trasunto de ello ha sido una legislación fragmentada en una
multitud de normas desordenadas, confusas, rápidamente cambiantes y cada vez
más técnicas o especializadas.30

29
Burgos M., Alvaro, La pena sin barrotes en la jurisdicción penal juvenil, San Jose, Costa Rica, Conamaj,
2005, p8.
30
Galiana Saura, Ángeles La legislación en el Estado de derecho, Madrid, Dykinson, 2003
El modelo de leyes claras, precisas y sistematizadas, más allá de las concretas
vicisitudes de su instrumentación, refleja una opción política proclive a la garantía
de los derechos, y a los principios de certeza y seguridad jurídica como valores del
ordenamiento jurídico. “El signo de nuestro tiempo parece ser el recurso a la
tipificación penal como medida taumatúrgica capaz de exorcizar per se todos los
problemas sociales.”31

Luigi Ferrajoli, quien analiza dicho fenómeno con referencia al ámbito italiano, pero
cuyas reflexiones resultan perfectamente aplicables a nuestro entorno— escribe
“que el desarrollo hipertrófico provocado por una legislación aluvial ha ampliado
desmesuradamente la esfera de las prohibiciones penales, provocando una
producción en sentido reglamentista de la legislación penal, avocada a la
descodificación, con el consiguiente incremento de incertidumbre, de antinomias,
de concurso de normas y delitos; un incremento, en suma, de la irracionalidad del
sistema, de modo que hasta los juristas tienen hoy dificultades para orientarse en
la selva de leyes especiales que se hacinan extra codicem y para devanar los
innumerables problemas de definición, coordinación y diferenciación entre tipos de
contenido análogo y, lo que es peor, formulados de manera vaga y oscura.” 32

Este nuevo sistema de justicia promueve la reintegración social y familiar del


adolescente infractor (12 a 18 años ) a partir de un régimen que lo hace
consciente y responsable de su conducta y en donde, lejos de pensar en penas o
castigos propios de un modelo represivo, establece medidas de orientación
(amonestación, apercibimiento, terapia ocupacional, formación ética, educativa y
cultural, recreación y deporte) y medidas de protección (arraigo familiar, inducción
para asistir a instituciones especializadas, prohibición de acudir a determinados
lugares, conducir vehículos y utilizar instrumentos, objetos y productos que se
hayan usado en el acto delictivo, entre otras). la idea es favorecer una conducta
adecuada que permita socializar e integrar a los jóvenes, mediante lo que David

31
Galiana Saura, Ángeles, op. cit., nota 19, pp. 26.
32
ENRIQUE INZUNZA CÁZARES, LA EXACTA APLICACIÓN DE LA LEY PENAL Y EL MANDATO DE
DETERMINACIÓN UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
ESCUELA LIBRE DE DERECHO DE SINALOA
MÉXICO, 2009, Pp.
Garland llama “un trabajo de justicia social y educación moral, más que de política
penal. Y si el castigo es inevitable, se debe considerar como una expresión moral
y no como algo meramente instrumental”. 33

Tomando en consideración que el sistema de justicia para adolescentes constituye


una parte del sistema de justicia penal, como se ha enunciado se debe considerar
que los adolescentes son responsables penalmente, a diferencia de los niños, que
no lo son.

Ante tal situación, para que pueda establecerse un juicio de culpabilidad respecto
de un adolescente, es necesario que se verifiquen los siguientes presupuestos:1)
madurez moral —capacidad de comprensión—, y 2) capacidad de transformación
de lo conocido en un comportamiento actual —capacidad de control de la acción—
2) capacidad de transformación de lo conocido en un comportamiento actual —
capacidad de control de la acción— El hecho de que exista una presunción legal
de inimputabilidad en los niños es entendida en la doctrina en dos vertientes: 1)
presunción irrefutable de inimputabilidad, o 2) regulación de la exclusión de la
responsabilidad. Para el primero de los grupos, la presunción irrefutable de
inimputabilidad tiene su fundamento en que “la presunción es la experiencia de
que los niños no se pueden definir como iguales, careciendo por ello de
competencia para cuestionar la validez de la norma”.

Quienes sostienen que se trata de una regulación de la exclusión de la


responsabilidad, reconocen que ésta puede basarse en que “el niño todavía no era
normativamente asequible o bien en que no existe ninguna necesidad preventiva
de punición”.

Pero por otro lado, la regulación de los menores adolescentes no implica la


irresponsabilidad penal de todos los menores de edad, sino de una
responsabilidad penal del menor en la que “ha de verificarse la imputabilidad caso
por caso”, aunque sin repercusiones legales que encuadren la conducta de éstos

33
David Garland, Castigo y sociedad moderna. Un estudio de teoría social, México, Siglo Veintiuno, Pp. 190.
dentro del ámbito de aplicación de las normas penales para adolescentes
imputables.34

Actualmente el Tribunal Pleno de la Corte sostiene la responsabilidad penal de los


adolescentes en su jurisprudencia 68/2008.

SISTEMA INTEGRAL DE JUSTICIA PARA ADOLESCENTES. SUS NOTAS


ESENCIALES Y MARCO NORMATIVO. El sistema de justicia juvenil establecido
con motivo de la reforma y adición al artículo 18 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, el cual es aplicable a quienes tengan entre 12 años
cumplidos y menos de 18 años de edad, en lo relativo a la comisión de conductas
delictuosas, según sean definidas en las leyes penales, se distingue por las
siguientes notas esenciales: 1) se basa en una concepción del adolescente como
sujeto de responsabilidad; 2) el adolescente goza a plenitud de derechos y
garantías que le asisten, al estar sujeto a proceso por conductas delictuosas (el
sistema es garantista); 3) el sistema es de naturaleza penal, aunque especial o
modalizada, en razón del sujeto activo de las conductas ilícitas; y, 4) en lo que
atañe al aspecto jurisdiccional procedimental, es de corte preponderantemente
acusatorio. Por otra parte, este sistema especializado de justicia encuentra
sustento constitucional en los numerales 4o. y 18 de la Carta Magna, pues el
primero de ellos prevé los postulados de protección integral de derechos
fundamentales, mientras que el segundo establece, propiamente, las bases del
sistema de justicia para adolescentes, a nivel federal, estatal y del Distrito Federal.
Además, el indicado modelo también se sustenta en la doctrina de la protección
integral de la infancia, postulada por la Organización de las Naciones Unidas y
formalmente acogida por México con la ratificación de la Convención sobre los
Derechos del Niño.

Acción de inconstitucionalidad 37/2006.- Promovente: Comisión Estatal de


Derechos Humanos de San Luis Potosí.- 22 de noviembre de 2007.- Unanimidad
de diez votos.- Ponente: Mariano Azuela Güitrón; en su ausencia se hizo cargo del
34
la construcción de un sistema de justicia integral para adolescentes, Lineamientos INSTITUTO NACIONAL
DE CIENCIAS PENALES Israel Alvarado Martínez D. R. © 2010 Instituto Nacional de Ciencias Penales
Magisterio Nacional 113, Tlalpan 14000 México, D.F. Pp.16
asunto Sergio A. Valls Hernández.- Secretarios: José Antonio Abel Aguilar
Sánchez, Rosalía Argumosa López, Jaime Flores Cruz, Miriam Flores Aguilar,
María Amparo Hernández Chong Cuy, Miguel Enrique Sánchez Frías y Laura
García Velasco.

Hay gran disparidad normativa y una evidente confusión jurídica, y coexisten


procesos escritos para los delitos graves y orales para los no graves, además de
que hay un evidente desorden en los códigos supletorios —algunos estados
utilizan los acusatorios, otros los tradicionales o el Código Federal de
Procedimientos Penales, otros más la Ley del Menor Infractor del Distrito Federal,
ya derogada.

Según estudio en 2011;

Los datos estadísticos disponibles son incompletos y dispares, las instituciones


reportan información cuantitativa contradictoria y el INEGI no ha logrado aún la
definición precisa y consensuada de cada una de las variables necesarias, ni
establecido los controles de calidad requeridos; tampoco ha logrado conformar
grupos de análisis con técnicos especializados de los órganos de cada entidad
federativa.

Con respecto a la especialización, los operadores no siempre son seleccionados


con criterios adecuados, ni han recibido la debida preparación —salvo jueces,
agentes del ministerio público y defensores.

La organización del sistema integral de justicia para adolescentes ha cambiado en


la legislación, pero no en sus estructuras; por ende, los centros de internamiento
se mantienen según el modelo tutelar.

Algunos estados mantienen terminología incompatible con la Convención sobre


los Derechos del Niño, incluida la de “menores” o “infractores”, cuando la
Constitución menciona a los “adolescentes en conflicto con la ley”.
Aunque se insiste en la aplicación de programas individualizados, no está claro
cómo los equipos técnicos pueden desarrollarlos sin el involucramiento pleno de la
familia y la defensa; la realidad es que las áreas técnicas elaboran sus programas
de manera aislada y no integral. Tampoco está claro si toman en cuenta la opinión
de los adolescentes, así como sus intereses, habilidades y aptitudes específicas,
de modo que estas sean el centro de los programas de reintegración social. Al
final, se tiende a crear programas que consideran únicamente la conducta
antisocial cometida, lo cual estigmatiza a los adolescentes. Tal proceder no solo
contraviene los principios constitucionales e internacionales, sino que dificulta la
reintegración social y familiar.35

NUEVA REPRESENTACION DE LA CRIMINALIDAD

Según Radbruch, bien está que los penalistas, los juristas y los criminólogos
procuremos mejorar el Derecho penal; pero, él consideraba preferible que
procuremos crear algo mejor que el Derecho penal, que procuremos crear otro
paradigma distinto36

Tiene razón Zaffaroni cuando dice que en realidad el Estado, por bueno que
parezca, siempre es Estado, y que todo esfuerzo porque se encapsule ese poder
del Estado es correcto.

A veces piensa uno en ello cuando ve cómo y en qué condiciones los tribunales,
aplicando la doctrina constitucional de la prueba prohibida, optan por la libertad,
incluso en casos de culpabilidad manifiesta.

Al final tienen razón los que mantienen que hay que velar radicalmente por las
garantías fundamentales en el proceso para evitar —precisamente— estas
operaciones del Estado cuando —en términos de Zaffaroni— se desencapsula.
35
Informe sobre la justicia para adolescentes en conflicto con la ley penal en México Estado actual después
de las reformas constitucionales de 2005, 2008 y 2011 INSTITUTO DE JUSTICIA PROCESAL PENAL, AC México
Primera edición: Mayo 2013 Pp. 49
36
Gustav RADBRUCH: Der Mensch im Recht, Ausgewählte Vorträge und Aufsätze über Grundfragen des
Rechts, Göttingen, 2.ª edición, 1961, p. 57
Actualmente, más que en otros tiempos, las toxicomanías provienen de (y abocan
a) problemas transpersonales porque vivir es convivir, mayormente en este mundo
posmoderno en que las fronteras geográficas unen más que separan. Hoy en día
resalta más la dimensión transpersonal, la excentricidad (en el sentido lacaniano)
del hombre y de la mujer. Y hoy las drogas, en muchos casos, subrayan
especialmente que el centro de cada uno está en los demás. Muchas personas se
drogan porque sienten (o echan de menos) intensamente esa tendencia innata al
abrazo con los demás, a la gran sociedad, a la res-pública. La toxicomanía, en
muchos casos, se opone a la soledad, busca superarla a cualquier precio.

Muchos estudios prueban hoy que hay una relación fuerte entre la
drogodependencia y la criminalidad. La Recomendación 989 (año 1984) del
Consejo de Europa, relativa a la lucha contra el abuso y el tráfico de drogas insiste
en la necesidad de reforzar la lucha contra el gran tráfico de drogas especialmente
insistiendo en la internacionalidad de este tráfico y en los lazos que hay,
indiscutiblemente, con las redes de tráfico de armas y del terrorismo. Teniendo en
cuenta el hecho, extremadamente preocupante, de que grandes sumas de dinero
que provienen de la venta ilegal de drogas son utilizadas para financiar el
terrorismo internacional.

Los toxicómanos-infractores merecen siempre un gran respeto, por múltiples


motivos. Primero porque no sabemos qué les ha llevado a la drogadicción y al
delito por ellos cometido; tampoco sabemos hasta qué punto son culpables y
responsables, éticamente hablando, del delito.

Cuando están bajo el síndrome de abstinencia, o simulan o creen que se


encuentran víctimas del síndrome de abstinencia, y cometen un atraco bancario o
un delito contra la propiedad, etc., entonces nosotros no sabemos realmente qué
sucede en su interior; no podemos juzgar su conciencia.

Podemos constatar si han infringido la ley; y el juez tendrá, quizás, obligación de


aplicar la ley penal. Pero, nadie, ni el juez, pueden opinar respecto a la eticidad
personal. Sólo se puede juzgar de sus actos concretos, de su culpabilidad jurídica,
no de su culpabilidad moral. Por lo tanto, a los drogadictos, incluso si delinquen
(de manera similar a todos los delincuentes), hay que respetarles.

Nosotros sabemos que esa persona normal (más o menos) disfruta de libertad
jurídica, y por lo tanto, según el Código penal puede merecer un reproche jurídico.
Así nos lo confirman los peritos correspondientes. Pero, del interior ético de su
conciencia no conocemos nada. Ni la Iglesia, ni ningún psicoanalista, ni ningún
psiquiatra, nadie puede decir que una persona es éticamente menos digna que
otra, aunque haya cometido delitos graves. El fondo de la libertad permanece
oculto, es un misterio, afortunadamente. Por lo tanto, todos merecemos igual
respeto en cuanto a la culpabilidad ética, aunque tal respeto no impida la sanción
penal.

Hay un incremento de la criminalidad equivalente al incremento del producto


interno bruto en todos los países. Se ve en la experiencia de algunos países que
pasan a la democracia (de la dictadura a la democracia) que hay un incremento de
triplicación de la criminalidad.37

Decían los enemigos de la democracia, que era el fruto de la misma. Naturalmente


que la democracia da libertad a sus enemigos y, también, al crimen, pero
resultaba que el mismo incremento se había producido en el resto de Europa, que
había tenido el privilegio de no pasar ese trance, en esos años. La debilidad o
miseria de la estadística criminal de todos los países nos impide hacer un juicio
sereno, pero en países del mismo espacio geográfico nos encontramos con esa
circunstancia como variante.

Otro elemento de la moderna criminalidad, distinta de la tradicional, que ya el viejo


criminólogo, Nicéforo, había avanzado con el argumento de que la criminalidad del

37
CONTRA LA DROGODEPENDENCIA EN BUSCA DE ALGO MEJOR QUE LA LEGISLACION ACTUAL Antonio
Beristain
futuro sería la criminalidad de la astucia, es todo el llamado derecho penal
económico en sentido amplio, desde el núcleo del fraude hasta la corrupción y el
delito contra el medio ambiente. Crecimiento económico, globalización, tasas de
beneficio, ingeniería financiera, transparencia en el mercado, etcétera, han
producido una nueva criminalidad —que estoy seguro asombraría a Donald
Sutherland—, y para luchar contra ella un entero derecho penal económico.

Todo lo que se llama derecho penal moderno no es más que la adaptación del
derecho penal a las modernas condiciones de vida social del tiempo
contemporáneo que requieren nuevas formas y nuevos instrumentos de protección
de esas nuevas necesidades sociales. El derecho penal moderno, el derecho
penal económico, el derecho penal del riesgo no son un capricho de los Estados
que persiguen medidas meramente simbólicas.

Se ha producido una nueva representación de la criminalidad y dentro de ésta, con


consecuencias para las penas, cuenta la irrupción en escena de la víctima, que
comienza asentándose con un reproche a los liberales diciéndoles: ¡desde 1789
os habéis olvidado de las víctimas!

El papel de los medios de comunicación esa presentación en vivo y en directo del


horror ha generado una tensión social de rechazo de la criminalidad, de
solidaridad ciega con las víctimas, una exigencia al Estado de tutela total, y, a su
vez, una ausencia total de recelo frente al Estado.

Todo lo expuesto forma parte de nuestro mundo moderno. El Estado tiene que
garantizar a la sociedad, sacudida por el impacto de los medios, que hace algo. Lo
que hay que procurar es que haga las menores barbaridades posibles, y los
penalistas debemos de comunicar a la sociedad que el Estado lo hace con los
costos sociales menos elevados. Pero en todo caso, lo que no nos podemos
permitir los penalistas es que haya en las normas penales espacios en los que la
víctima no esté protegida, debiendo estarlo.

A la opinión pública mundial pertenece la idea de que se ha acabado la impunidad


para los dictadores. Lo proclamó con claridad y con alcance, que sin duda
superaría la visión de sus jueces, la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
en la sentencia del caso Barrios Altos vs. Perú, en 2001.

Es difícil medir cum granus salis , pero creo que el factor de más fuerza en el
establecimiento de la no impunidad lo ha desarrollado en el tiempo
contemporáneo la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con lo que se ha
ganado con creces su futuro.

Se debe contar con una política criminal preventiva y socialista con estrategias
políticas para la clase trabajadora que ayuden a cambiar sus condiciones de
marginación y explotación. Los medios que protegerán los intereses de la clase
trabajadora serán: proporcionalidad entre delito y castigo, norma abstracta y
general, delito relacionado con el acto y no con el autor, reducción de la
intervención penal como instrumento de control social, distinción entre Derecho y
moral, y oposición a la utilidad de la pena. 38

LOS MARAS

Las leyes vigentes para atender el fenómeno de las maras en Guatemala,


Honduras y El Salvador son de dos tipos: unas aplican a las condiciones de sus
miembros (niños, niñas y adolescentes, pero también a adultos) y a sus
actividades (narcotráfico), y otras aplican específicamente a las maras como
agrupación. Esos dos tipos de leyes forman parte de un sistemajurídico que
administra justicia a los niños, niñas y adolescentes, tanto en riesgo como en
conflicto con la ley, especialmente por la influencia y adecuación legislativa
generada en la región luego de la ratificación de la Convención de Naciones
Unidas sobre los Derechos del Niño. Ese tipo de legislación especial para
personas menores de edad, tanto en su aplicación como interpretación, utiliza
como principio básico el “mejor interés del menor”.

38
luigi ferrajoli y zolo, “Marxismo y cuestión criminal. Democracia autoritaria y capitalismo tardío”, p. 47.
En principio, estas leyes para menores infractores están implícitamente dirigidas a
miembros de maras, porque indican la acción delictiva como delito, pero también
tienen una connotación marcada hacia un estatuto personal, con lo cual tipifican
como delito la “pertenencia” a las maras, independientemente de la comisión o no
de un delito. En cambio, la legislación especial marco para los menores en riesgo
y en conflicto con la ley, sustentada en la implementación de la Convención de los
Derechos del Niño, obvia cualquier tipo de penalización por pertenencia de
personas menores de edad a agrupaciones determinadas.

El problema ha sido la dificultad de investigar y administrar justicia en esos casos


donde hay involucrados menores de edad, especialmente debido al tipo de
medidas especiales que se deben tomar por ley, pero que no han sido
implementadas adecuadamente (juzgados y juzgadores especializados en materia
tutelar de menores e instituciones para la rehabilitación y resocialización de
menores, tratamiento a las víctimas, etcétera), lo que obliga a no restringir
ilegalmente la libertad de los miembros de las maras, en tanto no haya
condiciones adecuadas para su tratamiento.

El salvador: la asamblea legislativa proclamo una ley con vigencia de noventa


días (del 1o. de abril al 29 de junio de 2004), denominada Ley para el Combate de
las Actividades Delincuenciales de Grupos o Asociaciones Ilícitas Especiales, la
cual fue aprobada sin discusión legislativa amplia.

Esta segunda ley fue igualmente criticada como su antecesora, debido a que
consistía en una versión editada de la primera, y mantenía algunos de los
aspectos violatorios más importantes de la primera como la “habilitación de
menores”, mediante la cual se podría, previo peritaje, determinar si un menor
podía ser juzgado como adulto.

No obstante, al no tener vigencia, son leyes que sí tuvieron efectos jurídicos a


pesar de su temporalidad, y generaron acciones y prácticas policiales y de
investigación, asumidas como parte del Plan Policial “Mano Dura”.
De manera paralela, como producto de la reforma legal generada por las mesas
de trabajo convocadas como consecuencia del problema de las pandillas, por el
actual gobierno del presidente Elías Saca durante julio de 2004, se introdujo una
reforma relativa al tema de las agrupaciones ilícitas, el cual en la actualidad es la
figura jurídica utilizada por la Policía Nacional para dar captura en flagrancia a
miembros de pandillas.

Honduras la Ley de Policía y Convivencia Social (decreto núm. 226-2001 del 23 de


enero de

2002) establecía, en los artículos 90 y 91, medidas contra los actos de las
personas menores de 18 años, que denomina como “vagancia y pandillerismo
pernicioso”. Estos artículos establecen lo siguiente:

Artículo 90. Se considera pandilla perniciosa al grupo de adolescentes de doce


(12) a dieciocho (18) años, que se reúnen y actúan para agredir a terceras
personas o entre sí, dañar bienes públicos o privados u ocasionar desmanes que
alteren el orden público.

Artículo 9 1. Al adolescente que integrando una pandilla perniciosa porte cualquier


tipo de armas, hostigue de modo amenazante a personas, utilice material
inflamable o explosivo, consuma alcohol o drogas en la vía pública, se le detendrá
de inmediato y pondrá a la orden del juez competente para la aplicación de la
medida socioeducativa que corresponda.

Sin embargo, cabría suponer que estos artículos fueron objeto de derogación
tácita al reformarse el artículo 332 del Código Penal, en virtud de la redacción tan
específica del texto de la reforma. De hecho, los jueces de la niñez están
aplicando, a los adolescentes integrantes de pandillas, el texto del artículo 332
reformado del Código Penal, y no la Ley de Policía y Convivencia Social.

Además de estas normas, el Congreso Nacional emitió el 2 de octubre de 2001, el


decreto 141-2001, mediante el cual estableció la Ley para la Prevención,
Rehabilitación y Reinserción Social de Personas vinculadas a Maras y Pandillas,
la cual fue emitida después de una amplia consulta nacional dirigida por una
Comisión Técnica Interinstitucional creada a instancias de la Comisión Legislativa
del Congreso Nacional de la República, que elaboró, en 2001, un estudio con
propuestas de solución a la problemática de las pandillas y maras.

Podemos decir, en resumidas cuentas, que lo que no ha funcionado es la


represión, el retroceso de las ideas penales, las ideas talionarías (en el peor de los
sentidos), la “mano dura”, la simple reacción, el castigo que se reduce a prisión, la
inflación penal, el jus puniendi llevado a sus extremos más vindicativos.

Si lo anterior no ha funcionado para los adultos, predecimos el fracaso de las


“nuevas” leyes penales para menores infractores, que parecen heredar todos los
vicios de un sistema ya obsoleto, sin proponer nada nuevo.

En otras áreas se han logrado desenvolver proyectos y prácticas exitosas en la


prevención del crimen, así, un papel primordial lo toma la familia, sobre todo en lo
referente a criminalidad infanto-juvenil.

Así, los programas de visitas domiciliarias, de educación de padres, coordinada


con entrenamiento de los menores, las terapias familiares conjuntas, han dado
excelentes resultados al reducir agresividad y antisocialidad.

Por lo general, estos programas van de la mano de otros basados en las escuelas,
algunos muy exitosos como los encaminados a evitar la deserción escolar o el
ausentismo a clases, los cambios ambientales con especial atención en disciplina,
normas claras y enseñanza de habilidades sociales, con el uso de métodos
cognitivo-conductuales.

No pasa desapercibido para la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que el


total de adolescentes que se encuentran en centros de internamiento para
menores es de 4,476; 4,232 hombres, y 244 mujeres, los cuales constituyen una
mínima parte del problema de la delincuencia, ya que representan el 2.1% de la
población nacional de adultos internos, que al mes de julio del año en curso,
ascendía a 213,691 internos.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática, obtenidos del segundo conteo de población y vivienda 2005, en
nuestro país más del 40% de la población se encuentra en la franja de edades
entre 0 y 19 años, y las condiciones de pobreza y marginación en las que viven
amplios sectores de este grupo poblacional hace evidente el fracaso de las
instituciones que están obligadas a garantizar sus derechos fundamentales, en la
mayoría de los casos, esas carencias en el ejercicio de derechos son uno de los
factores que determinan a que más adolescentes incurran en conductas
antisociales.

La aparición de conductas antisociales en los menores que infringen la ley, por lo


general, empieza desde la infancia En la medida en que pasa el tiempo,
especialmente cuando no existen intervenciones apropiadas, las conductas
antisociales se van convirtiendo en delictivas. Una alta frecuencia de conductas
delictivas es lo que caracteriza a los menores que infringen la ley. Muchos de ellos
presentan, según los criterios establecidos por el Manual Diagnóstico y Estadístico
de la Asociación Psiquiátrica Americana (Asociación Psiquiátrica Americana
1994), un trastorno de conducta disocial. Los jóvenes con trastornos de conducta
disocial se caracterizan por poseer un comportamiento que viola, de manera
repetitiva y persistente, las normas sociales importantes.

Con frecuencia, los menores que infringen la ley muestran en su escala de


intereses, actitudes y valores que no son afines con lo que la escuela exige y
ofrece; sus normas no son sentidas como propias, sino como parte de una
autoridad externa no reconocida, y la educación no es percibida dentro de un
proyecto de vida. Además, existe ausencia de habilidades sociales necesarias
para el éxito académico, como escuchar, obedecer y seguir instrucciones, así
como de autoafirmación, interacción y comunicación efectiva.

La educación de las masas es el problema fundamental de los países en


desarrollo, una educación que, liberada de todos los rasgos alienantes, constituya
una fuerza posibilitadora del cambio y sea impulso de libertad. Sólo en la
educación puede nacer la verdadera sociedad humana y ningún hombre vive al
margen de ella. Por consiguiente, la opción se da entre una ―educación para la
―domesticación alienada y una educación para la libertad. ―Educación para el
hombre-objeto o educación para el hombre-sujeto. 39

La pedagogía de Paulo Freire es, por excelencia, una ―pedagogía del oprimido,
que no postula modelos de adaptación ni de transición de nuestras sociedades,
sino modelos de ruptura, de cambio y de transformación total. La alfabetización, y
por consiguiente toda la tarea de educar sólo es auténticamente humanista en la
medida en que procure la integración del individuo a su realidad nacional, en la
medida en que pierda el miedo a la libertad: en la medida en que pueda crear en
el educando un proceso de recreación, de búsqueda, de independencia y, a la
vez, de solidaridad.

Los programas educativos deben fomentar las habilidades académicas e


intelectuales, la motivación del menor hacia el estudio, y las expectativas de éste
sobre su desempeño académico, así como el involucramiento de los padres en la
crianza de los hijos, incrementando sus expectativas respecto a la educación de
sus niños Se necesitan tres tipos de maestros especialistas diferentes para
atender esta situación especialistas en retraso mental, especialistas en trastornos
de aprendizaje y maestros regulares.

La presencia de estas necesidades diferenciales no justifican mantener la


categoría de “menor infractor” dentro de la taxonomía de servicios de educación
especial en México, ya que un tercio de la población estudiada tiene problemas
educativos remediables en la escuela regular.

Además, en la actualidad existe consenso en cuanto a que el potencial delictivo no


depende de una educación insuficiente o equivocada.

En los últimos tiempos, existe un renovado interés por incorporar las variables de
personalidad en las teorías criminológicas para construir modelos que integren
variables de personalidad y factores biológicos con factores psicosociales y

39
La Educación como práctica de la Libertad Paulo Freire
socioculturales. En este sentido, recientes estudios revelan que las relaciones
entre dimensiones de personalidad y delincuencia podrían representar un continuo
dentro de las conductas antisociales, lo que se ha dado en llamar débil resistencia
al crimen ha sido estudiado por la psicología ampliamente en el campo de las
conductas infractoras de menores se ha descrito recientemente lo que se ha dado
en llamar “patrón desinhibido” de conducta resultando sujetos impulsivos,
buscadores de sensaciones cuyas dimensiones serían impulsividad,
hiperactividad, conducta antisocial y elementos psicopáticos en el
comportamiento. En definitiva, la conducta de estos individuos estaría
caracterizada por estar determinada por los refuerzos inmediatos más que por la
expectativa de gratificaciones futuras, y la única alternativa viable seria el
desarrollo de modelos integradores que permitan articular adecuadamente las
dimensiones biológicas y personales con los factores psicosociales y
socioculturales para la explicación de la conducta de riesgo en adolescentes.

27 de Enero del 2010, periódico oficial núm. 8

Decreto No. 420- Se reforma la ley de la comisión de derechos humanos del


estado de Zacatecas.

Decreto No. 423.- Se aprueba la minuta proyecto de decreto que reforma el


artículo 122 constitucional.

Decreto No. 443.-Se designa consejera de la comisión estatal de los derechos


humanos ciudadana Rosa María caloca caloca.

Punto Septimo; Otro de los propósitos centrales de esta reforma, consiste en


adecuar nuestros textos legales a las denominaciones que van surgiendo con la
aprobación de algunas leyes, como es el caso de la Ley de Justicia para
adolescentes del Estado, en la que desaparecen los consejos tutelares para
menores y se crean nuevos organismos acordes a esta importante reforma. En
ese tenor se suprime lo relativo a los consejos tutelares y se integra la obligación
de la comisión Estatal de Derechos Humanos, para que supervise los Centros de
Internamiento y Atención Integral Juvenil, creados con la referida ley de justicia
para Adolescentes, con lo que este organismo de derechos humanos vigilara que
se respeten y hagan respetar los derechos humanos, vigilara que se respeten y
hagan respetar los derechos de los adolescentes consagrados en el artículo 18
constitucional y en diversos Tratados Internacionales.

FracciónXII. En la iniciativa se plantea adicionar un texto a esta fracción, motivada


por las recientes modificaciones al artículo 18 de la Constitución General de la
República, que llevó a las entidades federativas a expedir ordenamientos nuevos,
estableciendo un régimen especial para administrar justicia penal para menores;
de ello se desprendió la publicación y vigencia en Zacatecas de la Ley de Justicia
para Adolescentes en el Estado, la que crea el Centro de Internamiento y Atención
Integral Juvenil, como "instancia encargada de la ejecución de las medidas
sancionadoras privativas de libertad de los menores". En ese sentido, se
considera acertada la propuesta del autor de la iniciativa, por lo que se aprueba en
su parte conducente.

ARTÍCULO ÚNICO.-Se reforman las fracciones JI, V, XlI, XIV, VII y XVIII del
artículo 8 de la Ley de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de
Zacatecas, para quedar: ,

Artículo 8.- ...

II: Proponer a los poderes del Estado, ayuntamientos y organismos públicos


descentralizados y autónomos del Estado y de los municipios, lineamientos de
política sobre derechos humanos, así ,como llamarlos a que promuevan
modificaciones legales, reglamentarias y de práctica administrativa, que a juicio de
la Comisión redunden en mejorar la protección de los derechos humanos;

III. a IV.
V. Representar, en el ámbito de su competencia material, al Estado, ante
autoridades y organismos, sobre aspectos relacionados con los derechos
humanos;

VI. a XI.

XII. Supervisar el respeto a los derechos humanos en los centros de Readaptación


Social del Estado y en el Centro de Internamiento y Atención Integral

XIII. ...

XIV. Proponer a los poderes del Estado, ayuntamientos y organismos públicos


descentralizados y autónomos, los instrumentos Jurídicos, Administrativos,
Sociales, Educativos, Culturales o de naturaleza análoga que tengan por propósito
promover, prevenir y salvaguardar en el Estado los derechos humanos;

XV. a XVI.

XVII. Procurar las instancias necesarias de vinculación y convenir mecanismos de


apoyo recíproco con las Comisiones Locales Fronterizas, el Instituto Estatal de
Migración, los ayuntamientos en el Estado y otras dependencias y entidades
públicas y privadas con tareas relacionadas, para la adecuada defensa de los
derechos humanos de los emigrantes zacatecanos;

XVIII. Supervisar que a las personas que se encuentren privadas de su libertad en


los diversos establecimientos de detención o reclusión como cárceles municipales,
separos de la Policía Ministerial, Centros de Readaptación Social y Centro de
Internamiento y Atención Integral Juvenil, les sean respetados sus derechos
constitucionales y se garantice la plena vigencia de sus derechos humanos.

XIX ....

CONCLUISONES:
La solución al planteamiento del problema se torna en una debida atención, ya
que por su propia naturaleza, verdaderamente compleja, pues atañe tanto al
derecho penal, como al derecho familiar, con una gran participación del derecho
administrativo, al que debemos agregar necesariamente las aportaciones del
reciente derecho asistencial derivado de las normas constitucionales de protección
y solidaridad, con principios que deben partir del derecho social; cualquiera que
sea la propuesta, debería realizarse sobre planteamientos de respuestas
integrales y no de conceptos particulares, es decir, se deberán conocer y entender
las causas de desintegración social entre menores y sus entorno socio- familiar, lo
que implica la plena participación de un menor en una conducta antisocial
tipificada por la lay penal, y no únicamente, como en la actualidad, establecer
métodos sancionador.

Analizando el mundo normativo vigente, en cuanto a la aplicabilidad en el mundo


factico y entendiendo la realidad social del problema de menores infractores en el
presente, tendremos la posibilidad de crear un sistema de administración y
procuración de justicia de menores infractores, que atendiendo los principio de
legalidad e integración social establezca la prevención de estricto respeto de los
derechos humanos, así como la procuración de justicia para menores tanto
victimas como infractores, en la que deban incluirse infracciones administrativas y
la situación de riesgo, comprendiendo la obligación que al estado impone el
artículo 4° constitucional para apoyar a los que ejercen patria potestad o tutela,
esto motivado en relación a los factores extensos de integración social, como el
desarrollo familiar, la educación permanente y de calidad personalizada, la buena
alimentación, el tratamiento psicológico y todos aquellos factores necesarios para
el adecuado desarrollo del individuo en la etapa más importante de su crecimiento,
de conformidad con los estándares internacionales ya aludidos a lo largo del
presente trabajo; para lo cual además de adecuaciones en diferentes sistemas
jurídicos, es necesario el desarrollo de un sistema complejo que implique la
respuesta más adecuada para lograr los fines que persigue el interés superior del
menor, y sin que medien voluntades si no obligaciones a cargo de autoridades, y
sujetos que participan en el desarrollo de los menores, como miembros de
instituciones de educación pública, de seguridad, de entorno vecinal, pero como
es posible que un acto jurisdiccional alcance un sujeto que no fue parte del
procedimiento?.- la respuesta esta en los sistemas de derecho penal de menores
y en el derecho familiar, en el que se regulan las relaciones paterno filiales en las
que los adultos responsables de los menores, ya sea porque ejercen la patria
potestad o tutela, válidamente deben ser alcanzados por la norma de menores
porque su corresponsabilidad no es en cuanto a la conducta que se trato en el
procedimiento del menor infractor, sino que se funda esa responsabilidad que se
tiene con motivo de las relaciones familiares o de tutela, de conformidad con el
artículo 4° constitucional que establece “Es deber de los padres, (No del Estado)
darle un sano desarrollo y educación a los menores de edad”. Tenemos que hacer
coincidir los esfuerzos de las autoridades administrativa, de procuración y
administración de justicia, quienes deben consolidar un programa que incluya
políticas de prevención, cubriendo la necesidad imperante de que además de
evitar conductas antisociales, se establezcan sistemas de procuración y
administración de justicia coordinados, incluyendo los que no alcancen el rango de
delito, en especial debemos establecer reglas que respondan acertadamente a la
reparación del daño para no generar un ánimo de impunidad en la victima para
alcanzar esta atención integral debemos retomar la figura del Ministerio Público,
que en nuestro país no solo es persecutor investigador de delitos, sino un
representante social, así como la titularidad del ejercicio de la acción pública tanto
en materia penal como civil (familiar), y por lo tanto tiene que velar por ciertos
grupos de la sociedad, una colectividad a la que corresponde la protección del
estado, cuando cualquiera de sus miembros lo requiera.

en el combate a la delincuencia la preocupación principal del Estado debe


enfocarse al diseño de las políticas públicas dentro del marco de la política
criminal, y encaminadas a encontrar soluciones a los problemas económicos,
educativos, sociales y culturales que constituyen las principales causas de la
delincuencia.
Existe una responsabilidad colectiva por parte de la sociedad y del Estado en la
tarea de garantizar el derecho al desarrollo integral de los adolescentes, y en la
generación de las condiciones sociales que les permitan desarrollarse, con
oportunidades personales y profesionales razonables, para que puedan cumplir
con sus expectativas.

Por lo anterior, el acceso a oportunidades educativas y de capacitación para la


inserción laboral debe ser la base para que los adolescentes puedan satisfacer
sus necesidades básicas y tengan acceso a las oportunidades para su desarrollo.

A pesar de que los órganos de procuración de justicia, efectivamente, han


desarrollado esfuerzos en materia de atención a víctimas, estos se han centrado
básicamente en labores de canalización y orientación, sin que se hayan
desarrollado mecanismos de seguimiento que permitan garantizar que la atención
sea integral y acorde con las circunstancias particulares de cada caso.

En el ámbito de la ejecución de sanciones penales, destaca la ausencia de


reconocimiento de los principios del modelo acusatorio en las audiencias
desahogadas frente al Juez de Ejecución. A pesar del mandato de restricción
judicial, los jueces de control fungen en varias entidades paralelamente como
jueces de ejecución de sentencias.

Este hecho evidencia la atención no prioritaria que se ha dado al tema, además de


que algunas leyes no contemplan modalidades distintas de la pena privativa de
libertad ni penas alternativas a la cárcel, como trabajo comunitario o sanciones
económicas.

No existe homogeneidad en los tipos de mecanismos de justicia alternativa en


materia penal. La mayoría de las entidades ha optado por hacer uso de la
tradicional conciliación y mediación, mientras que algunas han desarrollado
mecanismos ex profeso bajo distintas denominaciones.

Asimismo, la pluralidad legislativa ha favorecido la heterogeneidad respecto de la


sede de los procesos de justicia alternativa, lo cual ha provocado una duplicidad
tanto en lo que respecta al gasto en infraestructura como en cuanto a funciones
para las procuradurías y tribunales.

Lo anterior, en detrimento de otras labores prioritarias de las procuradurías de


justicia, como la atención a víctimas.

Hasta el momento podemos hacer un recuento respecto de lo que son los


derechos humanos, en orden a preparar el terreno para recorrer su itinerario
histórico. Implican mecanismos jurídicos que defienden la dignidad humana, en la
esfera de la relación de supra-ordenación entre gobernante y gobernado. Se han
plasmado de manera escrita, con la finalidad de otorgar seguridad jurídica. Y como
se ha visto en los documentos citados, implican la igualdad esencial de todos los
seres humanos, en consecuencia, su universalidad. Justamente, estas últimas
características (igualdad y universalidad), como conquistas jurídicas, son las que
han implicado las más duras batallas en la historia del derecho.

la importancia de programar una orientación positiva y optimista ante todos estos


problemas de manera que, como sugiere la Recomendación de 1984, se adopten
medidas políticas con estrategias positivas a largo plazo con el fin de combatir
problemas como la droga o la violencia, y preparar de esta manera a los jóvenes
para que puedan desempeñar un papel constructivo y creativo en la sociedad
democrática que será bien acogido por los adultos si se ha logrado incitar en éstos
un desarrollo cultural permanente.

BIBLIOGRAFIA:

GARCIA Méndez, Emilio y BELFFOT, Mary “Prefacio” Infancia, ley y democracia


en América Latina, Santa Fe de Bogotá-Buenos Aires, 1998, p.11

HIERRO, Liborio, “los derechos humanos del niño” en Marzal, Antonio (ed.),
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del sujeto, Barcelona, Bosch-ESADE, 1999, p.24

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Pp. 6
GARCÍA Ramírez Sergio, Derechos humanos de los menores; Perspectiva de la
jurisdicción interamericana, Ed. Instituto de Investigaciones Jurídicas Serie
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Dr. Rigoberto Gerardo Ortiz Treviño ANÁLISIS DEL CONCEPTO DE DERECHOS


HUMANOS, REVISTA AMICUS CURIAE AÑO: I NUMERO: 6

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