Está en la página 1de 2

REFLEXIONES, La Oroya y el desarrollo sostenible

Por Aarón Morales F.


“En La Oroya no sabíamos lo que era respirar aire limpio, hasta ahora” (un residente)
“A los que quieren que se reabra la fundición les preguntaría si irían a La Oroya a vivir con sus
hijos o nietos” (un residente ex trabajador de la fundición)
“Los niños nacen con la mitad del plomo en la sangre que antes” ( El Comercio 26/02/2012)
“La paralización de 3 años, ha mejorado en algo la salud de la población, pero los pasivos ambientales de casi
100 años persistirán, el plomo está impregnado en todas las viviendas, suelos y el ambiente, eso seguirá
afectado a la población” (Lucio Ríos Quinteros).

Hace casi 25 años la principal preocupación del entonces gerente general de Centromín era
el futuro de La Oroya. Sabía que ya no iba a ser posible seguir manteniendo una fundición
tan complicada en medio de un centro poblado. La Oroya se jactaba de ser una de las pocas
en el mundo que trataba concentrados “sucios”.
Una de las ideas en las que se comenzó a trabajar fue convertir a La Oroya en un centro
productor de software y de diseño electrónico de calidad internacional. Se planteaba
preparar a 10,000 jóvenes para esas tareas. La ciudad de La Oroya (y aledaños) contaba con
la masa crítica conformada por jóvenes muy inteligentes (característica de la gente de la
región central del Perú). El directorio nombrado por el nuevo gobierno desactivó el
proyecto.
Llegó la privatización y empezaron a aflorar los problemas; la empresa a la que se adjudicó
la buena pro se comprometía a remediar los pasivos existentes y a no generar nuevos (que
nos pareció una aceptación precipitada); hasta parecía que la compra hubiera tenido
motivaciones diferentes a las de manejar una fundición.
Luego, la fundición paralizó sus operaciones y la discusión se continúa centrando en cómo
reiniciarlas. El gobierno, los acreedores, los productores de concentrados “sucios” y los
comerciantes de la localidad están exigiendo la reapertura. El principal argumento, la
dependencia económica. La Oroya había sido una colonia dependiente de la fundición.
Pero, saquemos provecho de la crisis para lograr que La Oroya se desarrolle a partir de sus
particularidades y resuelva su dependencia.
Los principales activos de La Oroya: ubicación, clima y calidad de su gente. Sobre esas
características podría convertirse en la despensa de Lima, tener el terminal terrestre más
importante de la región central y ser uno de los primeros centros industriales del país, que
podría estar basado en la continuación del proyecto electrónico frustrado de Centromín y en
una industria procesadora de alimentos para abastecer la capital. La Oroya debería ser un
centro de investigación científica y la Fundición convertirse en un centro de turismo
educativo. Los empleos creados serán mucho más importantes que los actuales y mucho
menos dependientes, y más limpios. Todas esas fortalezas estuvieron en hibernación por
casi un siglo debido al cautiverio. Aprovechemos la coyuntura. El proyecto La Oroya puede
ser un ejemplo de descentralización. (Existe un caso parecido en Freiberg, Sajonia,
Alemania, que recomiendo visitar).
Los tres años sin la fundición le han permitido desintoxicarse en parte (aunque el plomo
sigue impregnado por todas partes) y empezar a liberarse de la dependencia. Permitamos
que La Oroya tome el verdadero camino de desarrollo, sostenible y autónomo sobre la base
de sus fortalezas naturales. No dejemos pasar la oportunidad.
Sería un imperdonable crimen reabrir la fundición.
Intenta responder a las siguientes cuestiones:
1. ¿Cuál sería la propuesta frente al complejo metalúrgico para que se convierta en un
activo para Sociedad y se enmarque dentro de un auténtico desarrollo sostenible?
Justifica tu respuesta

También podría gustarte