Está en la página 1de 13

Volver a los ochenta

Paulita, la ex de Roberto, me llamó el miercoles pasado para invitarme al cumpleaños de

su hija. No nos veíamos desde hacía mucho tiempo. Tal vez más de diez años. Por eso

me sorprendió la invitación. Mucho más me sorprendieron los motivos.

Necesito que lo convenzas a Roberto. Quiero llevarme a Stefi a Brasil – aclaró.

Ultimamente no me escucha ni me atiende el teléfono. Y agregó: Ya no sé que más hacer,

Hugo. Posiblemente a vos te escuche, siempre te consideró como a un padre.

Mi amistad con Roberto se remontaba a fines de los ochenta. Con amigos de la escuela y

del barrio, el washi, el longa, el tero, armamos una banda de rock. Ensayabamos en el

garage de casa y nos divertíamos tocando covers de las bandas mas hiteras de aquella

época, los enanitos verdes, los vilma palma. Roberto, el pelusa, como le decíamos con

cariño, entró en la banda un poco después, cuando al batero lo convocaron a la colimba.

El pelu era mucho más chico que nosotros y recién estaba aprendiendo a tocar la batería.

Así que lo probamos y como vimos que sonaba bien le dimos la titularidad. A Paulita la

conocimos en esa poca, cuando cayó a casa, con su carita de nena y sus trencitas, a

tomar clases de guitarra,. Era hermosa, muy dulce, rubiecita, de ojos claros, calladita.

Ellos se conocieron cuando tocamos en el festival de rock del barrio. Despues de un año

terrible la gente quería desahogarse. Recuerdo la ovación del público y se me pone la piel

de gallina. Cerrabamos el show y no nos dejaban ir, nos pedían una canción más y luego

otra y otra. Nos miramos con los pibes porque ya no nos quedaban más temas. Entonces

seguimos tocando cuatro veces más la única canción que sabíamos de los vilma palma.

Despues del recital, yo mismo los presenté y el flechazo fue inmediato. Aunque Roberto

era un poco más grande que ella, siempre fue un tipo tranquilo, no salía de noche,
laburaba con su viejo en el negocio. Enseguida formaron una pareja maravilosa, se los

veía juntos todo el tiempo: de lunes a viernes, rigurosamente, nos veíamos en casa para

ensayar y los fines de semana nos instalábamos todos en el club. Al pelusa fue la única

novia que le conocí. Un día, despues de tomar unos tragos, me confesó que si ella lo

abandonaba, él se iba a pegar un tiro. En aquel momento no le dí mucha importancia a

esa confesión. Muy pronto llegó la convivencia entre ellos y el nacimiento de Stefi. Me

enteré por amigos en común que Roberto nunca logró acostumbrarse al ritmo de la vida

familiar y al final terminaron separándose. En el medio de todo ese kilombo sobrevino la

disolución de la banda. El longa fue el primero en abandonarnos. Se casó y se puso a

laburar de camionero en la empresa de su hermano. De un día para otro el washi

desapareció. Semanas despues nos enteramos que su vieja lo había encerrado en una

clínica de rehabilitación. En fin, cuando empecé a viajar a capital por laburo, el proyecto

de la banda se hizo insostenible. Roberto nunca terminó de aceptarlo pero no tuvo más

remedio que resignarse. Al año siguiente me instalé definitivamente en capital a trabajar

en una empresa de turismo. En definitiva, los perdí de vista a todos. Pensé en excusarme

con Paulita, decirle que hacía muchos años que ni siquiera hablaba con Roberto. Quise

decirle también que nuestra relación no había terminado en buenos términos. Presentía

que quedaban muchas asignaturas pendientes entre nosotros. Probablemente nos

debíamos una charla a fondo, pero no era el momento, pensé.

Ah, casi me olvido de decirte que el washi y el longa también están invitados a la fiesta –

comentó Paulita como al pasar. Sería lindo volver a verlos a todos juntos, como en los

ochenta – concluyó. Como en los ochenta, pensé. Voy, le dije, sin más.

El cumple de la nena era un viernes por la noche. Ese día trabajé hasta muy tarde, así

que llegué al cumpleaños justo sobre la hora. Desde las oficinas del centro fui

directamente sin volver al depto. Subí a la autopista, conducía muy concentrado


escuchando una canción de Sting que rápidamente me transportó a otra época. Estaba

muy emocionado, ansiaba el reencuentro con los chicos, con esos atorrantes tan lindos

con los que había encontrado alguna vez eso que se llama felicidad. Sentía el latido de mi

corazón como pocas veces antes lo había sentido. No tenía la capacidad de imaginarlos,

solo podía volver a los recuerdos del pasado. Mi visión estaba atrapada en las luces de la

ruta que se perdían a lo lejos en un punto ciego fuera del tiempo y del espacio. Quise

regresar de allí pero ya no pude. Encontrarmelo al pelu otra vez en la batería, mirar a esa

nena con las trencitas a sus costados aprendiendo sus primeros acordes, y a esos lindos

atorrantes que eran el longa y el washi que no paraban de joder hasta en los peores

momentos. Sonreí. Pensaba sin pensar en que todo, como esas luces, nos pertenece solo

un instante. Y luego todo se apaga, vuelve a cero. Desaceleré bruscamente. Antes de

llegar al peaje se anunciaba un desvío hacia un camino lateral. Era infrecuente que eso

sucediera en horas de la noche. Seguí conduciendo prestando atención a cada bocacalle.

El camino lateral estaba muy poco iluminado y se iba desviando por calles cada vez más

angostas hacia el camino viejo. El cd que escuchaba iba perdiendo sonoridad, ahora se

podía reconocer claramente el sonido mas metálico de los instrumentos, la falta de

ecualización de la grabación, la voz de sting que se apagaba un poco más, la chatura de

la melodía. Para suplir esa deficiencia técnica empecé a cantar encima de la melodía, al

principio timidamente, despues con mayor actitud, intentando copiar lo más fielmente

posible aquella voz magistral del cantautor inglés. Cantaba cada vez más fuerte, y solo

escuchaba el sonido de mi voz. Por un momento no pude recordar donde estaba, solo

cantaba, había perdido registro de todo lo que tenía alrededor, sólo la música, yo, la

banda. Mientras tanto el camino me indicaba que estaba llegando a la circunvalación. La

ciudad estaba desierta, era invierno, y parecía haber llovido. No lo había notado en la

autopista. Casi ya no había iluminación en las calles, solo los fareles del auto indicaban el

camino. El asfalto iba perdiendo poco a poco su integridad, los pozos cada vez más
frecuentes me obligaban a disminuir la velocidad, hasta que el asfalto se transformó en

tierra y esta, por el efecto de la lluvia en barro. Cuando conducía ya a paso de hombre

pude identificar la dirección de la casita de fiesta. Estacioné sin contratiempo, no se veía

ni un alma alrededor.

Cuando llegué al local golpeé la puerta varias veces. Era una típica construcción de la

época de la fundación, reciclada para organizar eventos. Volví a fijarme en el número para

confirmar la dirección. Como no me abría nadie, entré directamente, atravesé el pasillo y

llegué hasta el patio central. Para mi sorpresa se me acercó rapidamente una nena, que

supuse, sería la cumpleañera, me dio un beso y salió corriendo a buscar a sus amiguitas.

Ni me dio tiempo a entregarle el regalo. Por detrás de la nena apareció una señora mayor

de pelo muy colorado, tacos altos y una blusa enorme. De reojo creí reconocer en su

sonrisa a una vieja amiga. Se acercó, me abrazó fuertemente y me dijo que me estaba

esperando con mucha ansiedad. Cuando escuché su voz caí en la cuenta de que era

Paulita. Ella me hablaba pero yo me distraje mirando la casa. En el patio los nenas y

nenes corrián de aquí para allá, jugando a la mancha, a las escondidas, haciendo un

trencitos, bailando como locos. Junto a la pared medianera habían dispuesto una mesa de

cocina con algunos platitos para chicos y una torta con cinco velitas. En las paredes

colgaban unos cuantos globos y guirnadas. Todo era muy sencillo y casero como en los

cumpleaños que hacíamos en mi casa en aquella época. Hacia la derecha, en una de las

habitaciones contiguas, algunos invitados, posiblemente familiares y amigos de Paulita, se

ubicaban alrededor de una larga mesa. Entre el ruido de los chicos, me pareció escuchar

el rasguido de una guitarra. Paula me presentó como un viejo amigo de su ex marido. Me

saludaron con mucho afecto, como si me conocieran de toda la vida, pero yo no pude

reconocer a nadie. Volvimos al patio a conversar. Paulita hablaba atropelladamente y yo,

entre el ruido de los chicos que corrían y la ansiedad del reencuentro, no lograba
comprender lo que me decía Se la notaba tensa, nerviosa, vulnerable: todo el tiempo

miraba hacia atrás como si tuviera miedo de que alguien viniera desde el fondo de la

casa. Mientras ella me hablaba yo seguía preocupado buscando a mi amigo. Ella

entonces se dio vuelta y me señaló hacia el patido de atrás.

Mirá Hugo, a Roberto lo mandé para el patio del fondo. Había pensado que todos los

chicos de la banda se reunieran allí, lejos de mis amigos y de la familia. Todavía no

llegarón los otros, se excusó. Tomó aire y agregó, angustiada: A Roberto no quiero ni

verlo por acá. De vez en cuando lo mando a mi hermano para que lo controle un poco.

Cuando le dije que venías vos cambió la cara. Te está esperando.

Hicimos un breve silencio que me pareció una eternidad. Después se disculpó porque los

otros chicos de la banda que había invitado le habían avisado a último momento que no

podrían asistir a la fiesta por razones personales. La excusa me pareció razonable e

inversosimil a la vez. Su voz era un poco más chillona y hablaba atropelladamente, me

contó rapidamente de su proyecto de irse a instalar a Río, me contaba de su novio

brasileño, y de su emprendimiento un negocio de ropa femenina que ya fabricaba en

argentina.

y No la pude reconocer a Paulita, estaba gorda, grandota, tal vez, hablaba, me echaba la

culpa de haber conocido a Roberto, que era el único amigo en común que tenía. Me

abrazó con mucho afecto pero se la notaba nerviosa, un poco alterada. Hablaba con

rapidez, me contaba de su nuevo novio en Río, y de su emprendimiento. Mucho mal

gusto, demasiadas cosas, como ostentación. Ella todo el tiempo sostieniendo todo lo que

había gasta en la fiesta, con su trabajo. (contrapunto exagerado con la imagen de


Roberto, con su decadencia). En algun momento me quise retirar, pensé que me había

confunido de lugar. Todo era tétrico. El lugar. Escuchó música de margarito tereré, que le

pareció retrotaelo a su infancia.

Cuando lo miraba parecía recordar a aquella Paulita de los ochenta.

Yo siempre traté de evitar cualquier kilombo. Te lo juro. Sobretodo despues de mi

segundo divorcio. Ya no quería saber más nada de nada. Pero el miércoles pasado me

llamó Paula. Si, Paulita, le ex de Roberto, el flaco que tocaba la batería en la banda.

¿Cómo no te vas a acordar boludo? Si, ese mismo, el pelusa, el de la melena. No me

tendría que haber hecho cargo pero al final fui y pasó lo que tenía que pasar. Ellos dos,

Paulita y Roberto, se conocieron cuando armamos la banda los pisteros, a fines de los

ochenta. Yo mismo los presenté. Entre nosotros, te digo, que todos los pibes del grupete

se la querían coger. Lo de la banda estuvo piola por un tiempo pero despues cada uno se

tomó el palo. Hace unos años, por casualidad, me enteré que el longa se metió de

camionero. Estaba recontracasado el guacho y con dos pibes. Ya no salía ni a la vereda

el turro. El uashi en cambio se dedicó a hacer espectáculos callejeros. Tocaba la guitarra,

cantaba y hasta se había puesto a actuar. Ése si que la pasaba bien. El otro día lo pesqué

en la tele, justo cuando estaba haciendo zaping, lo enganché en el canal 1031, de

cablevisión: traje y cortaba, pelo cortito, cachetada a la gomina. ¡Tenías que verlo!

¡Tirándole agua bendita a la gente!. ¡Se hacía pasar por pastor el hijo de puta! La cuestión

es que me llamó Paula para invitarme al cumpleaños de su hija, Stefi. Hacía un montón

que no nos veíamos, por lo menos 10 años, desde mucho antes de la separación con el

pelusa. Me sorprendió, era la última persona que pensaba escuchar del otro lado del

teléfono. Despues me empezó a explicar como venía la mano. Me contó que tenía un

local de ropa en capital y que los últimos años siempre viajaba de vacaciones con una
amiga a Rio. Además aprovechaba y llevaba algunas cositas de su negocio para vender

allá y aparentemente cada año le iba mejor. Resulta que el año anterior se había

enganchado con un tipo y aprovechando la volada del negocio quería probar suerte allá

en Brasil. Yo me preguntaba que pito tocaba en todo eso. Entonces me dijo: Hugo, te lo

pido por favor, te lo ruego, convencelo a Roberto para que me autorice a llevarme a Stefi

a Río, por favor, yo ya no me hablo más con él. La escuchaba llorar del otro lado del

teléfono, imaginate. No te digo que se me rompía el corazón pero pegaba en el palo. Y

prosiguió: Ni siquiera me pasa guita por la nena. Ultimamente tampoco viene a verla.

Cada tanto se acuerda y me llama por teléfono, quiere que hablemos, pero ya no tenemos

más nada que hablar. Tampoco va a las audiencias del Juzgado, no quiere firmar el

divorcio y mucho menos el régimen de visitas. Mi abogado se puso en contacto con él,

pero tampoco le atiende el teléfono. Seguía llorando, desesperada. Te soy sincero, yo no

sabía qué mierda decirle. Me quedé helado. Insistió: Vos que fuiste en la banda como un

padre para él, a vos que tanto te quería y que te escuchaba, por favor, convencelo para

que me autorice a llevarme a Stefi a Brasil, por lo menos por un tiempo, te venis al

cumpleaños de Stefi, y quien sabe, tal vez te haga caso. Con probar no perdemos nada.

Me agarraba con la guardia baja, sabía que yo lo quería a Roberto, tenía una estima muy

especial por el, pero hacía mucho tiempo que no nos veíamos. No sabía como estaba o

como podría llegar a reaccionar. Casi sin pensarlo le dije: bueno, dale, metele, voy, pero

eso sí voy con mi señora que está embarzada y con mi nena. El tema me siguió dando

vuelta por el bocho toda la semana, pero sentía intimamente que ya no podía volver a

atrás. Me querés decir, para qué fui. Nadie me obligó, a mi solo se me ocurre meterme en

el medio del kilombo. Bueno. Allí estuve entonces plantadito el sábado en la casita de

fiestas infantil, acá cerca, en el centro, con un mikey enorme, y la cara de compromiso

mas grande todavía. La Stefi que ni me conocía, me abrazó, se abrazó al mickey, me dijo

que era el tío mas bueno del mundo y salió corriendo a juntarse con sus amiguitas
Paulita también me saludó efusivamente, me acompañó, me presentó primero a toda su

familia y a sus amigos, y despues me acercó a la mesa del fondo, donde estaba Roberto.

¿Podés creer que casi no lo reconozco al pelusa? Gordo, pelado, con esa barba sucia de

varios días, fumando como un escuerzo. ¡Y no sabés lo que chupaba! Me acerqué y nos

dimos un abrazo interminable. Nos miramos fijamente a los ojos, y como si volvieramos a

los ochenta, empezamos a cantar, a bailar, alrededor de la mesa cantando la canción de

los Vilma Palma! ¿Cómo cual? Esa, la del pelado. ¡Dale pelado se vino la pachanga, dale

pelado, no pares nunca más! Roberto la cantaba como si estuviera en la cancha. Tantas

veces la habíamos ensayado en casa. Fue la que cantamos más de cinco veces en el

final del festival de Rock del Tacuarí. ¿Sabés lo que me pasó? No me la acordaba la letra,

así que tuve que tararearla encima del pelu. Ahora que lo pienso yo creo que ya en ese

momento se me fué de las manos. Te juro que yo trataba de calmarlo pero el tipo recién

había llegado y ya estaba re contra excitado. Nos miraban de las otras mesas con cierta

perplejidad. Imaginate que estabamos en un cumpleaños de nenes de 5 años o un poco

más. Así que de a poco lo fui calmando, nos sentamos, y charla va charla viene, hicimos

un repaso de todo lo que habíamos vivido juntos con la banda.

Compartíamos la mesa con su cuñado, Berni. Es buen tipo el Berni ese, yo lo conocía

bien de aquella época, cuando ibamos todos al club, donde también en aquel momento

laburó Roberto como entrenador de basquet. Berni siempre fue un tipo medio raro,

hablaba poco, no fumaba, no tomaba, no hacía nada, se la pasaba entre los libros de la

bibiloteca del club, rodeado de sahumerios y esa cosas. Bah, un virgo, como le decía

pelusa. Imaginate cómo se llevarían entre ellos. Cuando empezamos a cantar y a bailar

se levantó y empezó a gesticular con las manos como una marioneta sin pilas, yo me

cagaba de risa con sólo verlo, nada más, y nos pedía con desesperación que nos

callaramos, que ese no era lugar para cantar de esa forma y tantas cosas más que ni me
acuerdo. Roberto lo relojeaba todo el tiempo como si quisiera echarlo de la mesa. Desde

ese momento ya empecé a sentirme un poco incómodo. Como si no pasara nada

nosotros seguimos conversando de la vida. Roberto tomaba vino como si estuviera en un

bar, hablaba cada vez mas alto, yo trataba de serenarlo, pero francamente no me daba ni

pelota.

Al rato lo llaman a Bernie de la mesa principal, parece que estaba encargado de la

animación o algo así, y ahí me empecé a encontrar con el verdadero Roberto. Me tomó de

los hombros y me dijo: No sé porque mierda se sentó este tipo acá, seguro que me lo

mandó Paulita para controlarme. Bueno, le dije, es tu ex cuñado, tiene derecho a estar en

la fiesta de su sobrina. Ni me escuchó y remató la frase diciendome: ¡Y además tengo que

aguantar que en la fiesta de mi hija se tome todo lo que yo pagué! Sabes algo vos, sabes

algo – me preguntaba con insistencia. Yo me hacía el boludo, segui hablando de laburo,

le pregunté por su viejo, por la imprenta. Me contestaba con evasivas, me decía que

estaba todo bien, pero yo sabía que había tenido que cerrar la imprenta y que andaba

manejando un taxi. Le empecé a hablar de Paulita, de Stefi, de lo importante de que ellas

pudieran hacer una vida independiente. No me escuchaba. Seguía enganchado con los

recuerdos.

En la época mas hevy de la banda habíamos tenido una época de mucha movida, faso,

minitas, mucha noche. Para mí esa época estaba clausurada, incluso, te voy a ser

sincero, no me acordaba de mucho de los que habíamos vivido. Eso había pasado hacía

mucho tiempo mas de 20 años tal vez. Pero el pelusa insistía con los recuerdos de las

minitas de aquella época. Yo tampoco quería levantar el avispero, viste como son las

minas, mi jermu estaba por ahí, podía escuchar. Pero no lo podía parar. Para colmo me

invitó a jugar a la wi y se acordó de cuando ibamos todos al paloco a jugar al bowling.

Claro que me acordaba de todo, pero yo quería cambiarle de tema, que hablaramos de lo

que nos pasa ahora. Pero el insistía como un piñon, fijo, cuando me ganó la primer partida
a la wi te juro que se cortonsionó todo como si se fuera a meterse la…eso, si, en la boca.

Eso hizo, si, lo tuve que levantar del piso se quedó duro ahí tirado, riéndose solo de sus

chistes. Eran códigos de otra época pero no eran para mostrarlos en el medio de una

fiesta infantil. Me tendría que haber ido en ese mismo momento. Pero creí que la podía

manejar, te juro. Hizo después un raconto por todas las minas que conocimos en aquella

época: Belén, la del puente zarate brazo largo, la polaquita, la que se habían enfiestado

con el uashi y el longa, la bubalu, porque decían esos turros que le salía juguito cuando

estaban con ella. Logré hacerlo sentar pero seguía gesticulando, gritaba, se movía en la

silla como si estuviera cabalgando con alguna de esa minas. Lo escuché un rato más y

cuando me dejó hablar le dije que bueno, que ahora yo estaba en otra cosa, que estaba

tratando de sobrellevarla con mi actual pareja, y que era importante que se pusiera las

pilas con Stefi y con Paula, que las escuchara más. ¡Para qué! Se puso como loco, que yo

no sabía nada de su relación con la familia de Paula, que desde que empezó a salir con

ella lo habían recagado con guita, con el departamento, cuando se ganó la lotería, porque

según el el suegro se había quedado con toda la plata! Yo trataba de calmarlo pero era

como tirar leña al fuego.

1) Primer altercado: le pide las velas con vengalas, el dice que compró eso, se los da

entonces Berni les recrimina se pelea, lo manda a la mierda, Berni se va a buscar

las vlas con vengalas.

2) Se emborracha me empieza a contar la verdad, que no tiene nada, que quiere

volver con Paulita, que nadie lo quiere que tuvo que cerrar que está manejando un

taxi, etc.
3) Lo trato de calmar, le dice que se lo lleva, Pero Roberto lanza, se siente mejor y

ahí viene la recriminación.

4) Que me la cogí a Paulita. Hugo lo niega totalmente, aunque deja entrever que algo

pudo haber pasado. Entonces Roberto empieza a gritar, llama a su ex, lo quiere

tormpear y Hugo lo empuja y, no se sabe. Se empiezan a acercar todos, para

pararlo le pega una trompada.

5) Llega la cana y ahí estamos.

Confesión hecha a un amigo que lo fue a ver a la cana, al final le dice que le consiga a un

buen abogado, queda indeterminado si lo cagó a trompadas a Roberto o si lo mató, o algo

así.

PELUSA: TE ACORDÁS DE BELÉN? TE ACORDÁS CÓMO MOVÍA LA PANDERETA

CUANDO CAMINABA POR LA PISTA? YO ME LE PARABA ATRÁS PARA ENSEÑARLA

Y DE PASO LA…

LO APOYA A HUGO

HUGO: EPA! QUÉ HACÉS?

PELUSA: TE TENÉS QUE ACORDAR… SI ERAN UN AVIÓN ESAS MINITAS…

ARRANCABAN CON CUALQUIER NAFTA QUE LE PONGAS. TE ACORDÁS DEL

PUENTE ZÁRATE BRAZO LARGO?

HUGO: … ?

PELUSA: HACÍA ESTO, MIRÁ…

PELUSA HACE EL PUENTE. HUGO INCÓMODO LE PIDE QUE SE LEVANTE.

PELUSA: Y LA POLAQUITA? TE ACORDÁS?


HUGO: QUÉ POLAQUITA?

PELUSA: LA QUE SE ENFIESTARON EL UAYI Y EL LONGA… QUE TENÍA EL

PUESTO EN LA FERIA Y ANDABA EN PATAS… TE ACORDÁS QUE LE

CANTÁBAMOS?

HUGO:…?

PELUSA CANTA: “ZAMBA… DE MI ESPERANZA… AMANECIDA COMO UN QUERER”

HUGO: …?

PELUSA: POR CAFRUNE, BOLUDO!! TE ACORDÁS? EL TRIÁNGULO DE LAS

BERMUDAS!! ENTRABA EL PATRÓN Y LOS PEONES QUEDABAN AFUERA!! HABÍA

QUE ENTRAR CON LA CORTADORA DE PASTO!

HUGO: VOS SABÉS QUE NO ME ACUERDO…

PELUSA: PERO CÓMO? EL ÚNICO QUE NO SE LA VOLTEÓ FUISTE VOS? Y

TAMARA? TE LA VOLTEASTE?

HUGO: …

VAN YENDO LOS DOS PARA LA MESA

PELUSA: TE ACORDÁS QUE LE GUSTABA QUE LE DIGAN BUBALOO. “ME LLAMO

TAMARA, PERO DECÍME BOBALOO… “

HUGO: POR QUÉ?

PELUSA: “PORQUE SI ME MORDÉS SALE EL JUGITO”.

RÍEN JUNTOS, SE TIENTAN MUCHO, SE CEBAN, NO PUEDEN PARAR DE REÍR.

HUGO ENTRE RISAS: BASTA, BOLUDO… UBICÁTE.

PELUSA: HACE UN TIEMPO ME ENCONTRÉ CON LA POLAQUITA. GORDA…

PARECÍA UN LUCHADOR DE SUMO. ME DIJO: “SE ME DISPARÓ LA TIROIDES” MÁS

QUE SE LE DISPARÓ LA ACRIBILLÓ. SI LAS TETAS COMPETÍAN CON LA PANZA A

VER CUAL LLEGABA PRIMERO.

HUGO ENTRE RISAS: BASTA, CHE… YA ESTÁ. ES MUCHO. ES MUCHO.


PELUSA: CIENTO VEINTE KILOS PESABA. SI HABREMOS GALOPADO ESA

MONTURA, EH… PARECÍA EL GRAN CHAPARRAL GESTO DE “EL GRAN

CHAPARRAL” TE ACORDÁS LO QUE ERAN ESAS CHICAS? NO TENÍAN NINGÚN

PROBLEMA, HOY ESTABAN CON VOS TODO BIEN, MAÑANA PINTABA OTRO Y

TODO BIEN, EN CAMBIO LAS MINAS DE HOY LAS MIRÁS TENÉS QUILOMBO, LAS

CHIFLÁS TENÉS QUILOMBO, LES DECÍS ALGO LINDO PARA QUE SE SIENTAN BIEN

Y TE DENUNCIAN… ESAS ERAN MINAS: LAS GRUPIS.

HUGO: PARÁ UN POCO, ANIMALITO DE DIOS. NOSOTROS NO TENÍAMOS GRUPIS.

¿QUIÉN ERAS, ROBERT PLANT? AXEL ROSE?

PELUSA: EL PÁJARO GÓMEZ TENÍA UN MONTÓN DE GRUPIS.

HUGO: SÍ, EL PÁJARO, PERO YO NO ERA EL PÁJARO NI VOS TAMPOCO.

PELUSA: SABÍAS QUE HAY GENTE QUE LOS CONFUNDÍA? LE DECÍAN EL AXEL

ROSE ARGENTINO… HASTA LA MISMA VINCHA USABAN.

HUGO: BAJÁ A LA TIERRA… NOSOTROS ERAMOS UNA BANDA DE COVERS.

Al rato vuelve Berni, parece que tuvo que ir a comprar algo, pero vuelve con cara de

preocupación, nos cuenta que le incautaron la motor los de tránsito. ¡Para qué! Roberto

empezó a gastarlo, que a él nunca le hubieran hecho nada de eso, que para que

manejaba una moto si anda sin papeles, que nunca aprendió a manejar, que esto, que

aquello otro. Yo estaba en el medio, la gastada crecía, miraba para todos lados, entonces,

en un momento dado, Berni se levantó, le señaló con el dedo y le dijo que él tuvo que ir a

comprar las velas con vengalas que

También podría gustarte