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su hija. No nos veíamos desde hacía mucho tiempo. Tal vez más de diez años. Por eso
Mi amistad con Roberto se remontaba a fines de los ochenta. Con amigos de la escuela y
del barrio, el washi, el longa, el tero, armamos una banda de rock. Ensayabamos en el
garage de casa y nos divertíamos tocando covers de las bandas mas hiteras de aquella
época, los enanitos verdes, los vilma palma. Roberto, el pelusa, como le decíamos con
El pelu era mucho más chico que nosotros y recién estaba aprendiendo a tocar la batería.
Así que lo probamos y como vimos que sonaba bien le dimos la titularidad. A Paulita la
conocimos en esa poca, cuando cayó a casa, con su carita de nena y sus trencitas, a
tomar clases de guitarra,. Era hermosa, muy dulce, rubiecita, de ojos claros, calladita.
Ellos se conocieron cuando tocamos en el festival de rock del barrio. Despues de un año
terrible la gente quería desahogarse. Recuerdo la ovación del público y se me pone la piel
de gallina. Cerrabamos el show y no nos dejaban ir, nos pedían una canción más y luego
otra y otra. Nos miramos con los pibes porque ya no nos quedaban más temas. Entonces
seguimos tocando cuatro veces más la única canción que sabíamos de los vilma palma.
Despues del recital, yo mismo los presenté y el flechazo fue inmediato. Aunque Roberto
era un poco más grande que ella, siempre fue un tipo tranquilo, no salía de noche,
laburaba con su viejo en el negocio. Enseguida formaron una pareja maravilosa, se los
veía juntos todo el tiempo: de lunes a viernes, rigurosamente, nos veíamos en casa para
ensayar y los fines de semana nos instalábamos todos en el club. Al pelusa fue la única
novia que le conocí. Un día, despues de tomar unos tragos, me confesó que si ella lo
esa confesión. Muy pronto llegó la convivencia entre ellos y el nacimiento de Stefi. Me
enteré por amigos en común que Roberto nunca logró acostumbrarse al ritmo de la vida
desapareció. Semanas despues nos enteramos que su vieja lo había encerrado en una
clínica de rehabilitación. En fin, cuando empecé a viajar a capital por laburo, el proyecto
de la banda se hizo insostenible. Roberto nunca terminó de aceptarlo pero no tuvo más
en una empresa de turismo. En definitiva, los perdí de vista a todos. Pensé en excusarme
con Paulita, decirle que hacía muchos años que ni siquiera hablaba con Roberto. Quise
decirle también que nuestra relación no había terminado en buenos términos. Presentía
Ah, casi me olvido de decirte que el washi y el longa también están invitados a la fiesta –
comentó Paulita como al pasar. Sería lindo volver a verlos a todos juntos, como en los
ochenta – concluyó. Como en los ochenta, pensé. Voy, le dije, sin más.
El cumple de la nena era un viernes por la noche. Ese día trabajé hasta muy tarde, así
que llegué al cumpleaños justo sobre la hora. Desde las oficinas del centro fui
muy emocionado, ansiaba el reencuentro con los chicos, con esos atorrantes tan lindos
con los que había encontrado alguna vez eso que se llama felicidad. Sentía el latido de mi
corazón como pocas veces antes lo había sentido. No tenía la capacidad de imaginarlos,
solo podía volver a los recuerdos del pasado. Mi visión estaba atrapada en las luces de la
ruta que se perdían a lo lejos en un punto ciego fuera del tiempo y del espacio. Quise
regresar de allí pero ya no pude. Encontrarmelo al pelu otra vez en la batería, mirar a esa
nena con las trencitas a sus costados aprendiendo sus primeros acordes, y a esos lindos
atorrantes que eran el longa y el washi que no paraban de joder hasta en los peores
momentos. Sonreí. Pensaba sin pensar en que todo, como esas luces, nos pertenece solo
llegar al peaje se anunciaba un desvío hacia un camino lateral. Era infrecuente que eso
El camino lateral estaba muy poco iluminado y se iba desviando por calles cada vez más
angostas hacia el camino viejo. El cd que escuchaba iba perdiendo sonoridad, ahora se
la melodía. Para suplir esa deficiencia técnica empecé a cantar encima de la melodía, al
principio timidamente, despues con mayor actitud, intentando copiar lo más fielmente
posible aquella voz magistral del cantautor inglés. Cantaba cada vez más fuerte, y solo
escuchaba el sonido de mi voz. Por un momento no pude recordar donde estaba, solo
cantaba, había perdido registro de todo lo que tenía alrededor, sólo la música, yo, la
ciudad estaba desierta, era invierno, y parecía haber llovido. No lo había notado en la
autopista. Casi ya no había iluminación en las calles, solo los fareles del auto indicaban el
camino. El asfalto iba perdiendo poco a poco su integridad, los pozos cada vez más
frecuentes me obligaban a disminuir la velocidad, hasta que el asfalto se transformó en
tierra y esta, por el efecto de la lluvia en barro. Cuando conducía ya a paso de hombre
ni un alma alrededor.
Cuando llegué al local golpeé la puerta varias veces. Era una típica construcción de la
época de la fundación, reciclada para organizar eventos. Volví a fijarme en el número para
llegué hasta el patio central. Para mi sorpresa se me acercó rapidamente una nena, que
supuse, sería la cumpleañera, me dio un beso y salió corriendo a buscar a sus amiguitas.
Ni me dio tiempo a entregarle el regalo. Por detrás de la nena apareció una señora mayor
de pelo muy colorado, tacos altos y una blusa enorme. De reojo creí reconocer en su
sonrisa a una vieja amiga. Se acercó, me abrazó fuertemente y me dijo que me estaba
esperando con mucha ansiedad. Cuando escuché su voz caí en la cuenta de que era
Paulita. Ella me hablaba pero yo me distraje mirando la casa. En el patio los nenas y
nenes corrián de aquí para allá, jugando a la mancha, a las escondidas, haciendo un
trencitos, bailando como locos. Junto a la pared medianera habían dispuesto una mesa de
cocina con algunos platitos para chicos y una torta con cinco velitas. En las paredes
colgaban unos cuantos globos y guirnadas. Todo era muy sencillo y casero como en los
cumpleaños que hacíamos en mi casa en aquella época. Hacia la derecha, en una de las
ubicaban alrededor de una larga mesa. Entre el ruido de los chicos, me pareció escuchar
saludaron con mucho afecto, como si me conocieran de toda la vida, pero yo no pude
entre el ruido de los chicos que corrían y la ansiedad del reencuentro, no lograba
comprender lo que me decía Se la notaba tensa, nerviosa, vulnerable: todo el tiempo
miraba hacia atrás como si tuviera miedo de que alguien viniera desde el fondo de la
Mirá Hugo, a Roberto lo mandé para el patio del fondo. Había pensado que todos los
llegarón los otros, se excusó. Tomó aire y agregó, angustiada: A Roberto no quiero ni
verlo por acá. De vez en cuando lo mando a mi hermano para que lo controle un poco.
Hicimos un breve silencio que me pareció una eternidad. Después se disculpó porque los
otros chicos de la banda que había invitado le habían avisado a último momento que no
argentina.
y No la pude reconocer a Paulita, estaba gorda, grandota, tal vez, hablaba, me echaba la
culpa de haber conocido a Roberto, que era el único amigo en común que tenía. Me
abrazó con mucho afecto pero se la notaba nerviosa, un poco alterada. Hablaba con
gusto, demasiadas cosas, como ostentación. Ella todo el tiempo sostieniendo todo lo que
confunido de lugar. Todo era tétrico. El lugar. Escuchó música de margarito tereré, que le
segundo divorcio. Ya no quería saber más nada de nada. Pero el miércoles pasado me
llamó Paula. Si, Paulita, le ex de Roberto, el flaco que tocaba la batería en la banda.
tendría que haber hecho cargo pero al final fui y pasó lo que tenía que pasar. Ellos dos,
Paulita y Roberto, se conocieron cuando armamos la banda los pisteros, a fines de los
ochenta. Yo mismo los presenté. Entre nosotros, te digo, que todos los pibes del grupete
se la querían coger. Lo de la banda estuvo piola por un tiempo pero despues cada uno se
tomó el palo. Hace unos años, por casualidad, me enteré que el longa se metió de
cantaba y hasta se había puesto a actuar. Ése si que la pasaba bien. El otro día lo pesqué
cablevisión: traje y cortaba, pelo cortito, cachetada a la gomina. ¡Tenías que verlo!
¡Tirándole agua bendita a la gente!. ¡Se hacía pasar por pastor el hijo de puta! La cuestión
es que me llamó Paula para invitarme al cumpleaños de su hija, Stefi. Hacía un montón
que no nos veíamos, por lo menos 10 años, desde mucho antes de la separación con el
pelusa. Me sorprendió, era la última persona que pensaba escuchar del otro lado del
teléfono. Despues me empezó a explicar como venía la mano. Me contó que tenía un
local de ropa en capital y que los últimos años siempre viajaba de vacaciones con una
amiga a Rio. Además aprovechaba y llevaba algunas cositas de su negocio para vender
allá y aparentemente cada año le iba mejor. Resulta que el año anterior se había
enganchado con un tipo y aprovechando la volada del negocio quería probar suerte allá
en Brasil. Yo me preguntaba que pito tocaba en todo eso. Entonces me dijo: Hugo, te lo
pido por favor, te lo ruego, convencelo a Roberto para que me autorice a llevarme a Stefi
a Río, por favor, yo ya no me hablo más con él. La escuchaba llorar del otro lado del
prosiguió: Ni siquiera me pasa guita por la nena. Ultimamente tampoco viene a verla.
Cada tanto se acuerda y me llama por teléfono, quiere que hablemos, pero ya no tenemos
más nada que hablar. Tampoco va a las audiencias del Juzgado, no quiere firmar el
divorcio y mucho menos el régimen de visitas. Mi abogado se puso en contacto con él,
sabía qué mierda decirle. Me quedé helado. Insistió: Vos que fuiste en la banda como un
padre para él, a vos que tanto te quería y que te escuchaba, por favor, convencelo para
que me autorice a llevarme a Stefi a Brasil, por lo menos por un tiempo, te venis al
cumpleaños de Stefi, y quien sabe, tal vez te haga caso. Con probar no perdemos nada.
Me agarraba con la guardia baja, sabía que yo lo quería a Roberto, tenía una estima muy
especial por el, pero hacía mucho tiempo que no nos veíamos. No sabía como estaba o
como podría llegar a reaccionar. Casi sin pensarlo le dije: bueno, dale, metele, voy, pero
eso sí voy con mi señora que está embarzada y con mi nena. El tema me siguió dando
vuelta por el bocho toda la semana, pero sentía intimamente que ya no podía volver a
atrás. Me querés decir, para qué fui. Nadie me obligó, a mi solo se me ocurre meterme en
el medio del kilombo. Bueno. Allí estuve entonces plantadito el sábado en la casita de
fiestas infantil, acá cerca, en el centro, con un mikey enorme, y la cara de compromiso
mas grande todavía. La Stefi que ni me conocía, me abrazó, se abrazó al mickey, me dijo
que era el tío mas bueno del mundo y salió corriendo a juntarse con sus amiguitas
Paulita también me saludó efusivamente, me acompañó, me presentó primero a toda su
familia y a sus amigos, y despues me acercó a la mesa del fondo, donde estaba Roberto.
¿Podés creer que casi no lo reconozco al pelusa? Gordo, pelado, con esa barba sucia de
varios días, fumando como un escuerzo. ¡Y no sabés lo que chupaba! Me acerqué y nos
dimos un abrazo interminable. Nos miramos fijamente a los ojos, y como si volvieramos a
los Vilma Palma! ¿Cómo cual? Esa, la del pelado. ¡Dale pelado se vino la pachanga, dale
pelado, no pares nunca más! Roberto la cantaba como si estuviera en la cancha. Tantas
veces la habíamos ensayado en casa. Fue la que cantamos más de cinco veces en el
final del festival de Rock del Tacuarí. ¿Sabés lo que me pasó? No me la acordaba la letra,
así que tuve que tararearla encima del pelu. Ahora que lo pienso yo creo que ya en ese
momento se me fué de las manos. Te juro que yo trataba de calmarlo pero el tipo recién
había llegado y ya estaba re contra excitado. Nos miraban de las otras mesas con cierta
más. Así que de a poco lo fui calmando, nos sentamos, y charla va charla viene, hicimos
Compartíamos la mesa con su cuñado, Berni. Es buen tipo el Berni ese, yo lo conocía
bien de aquella época, cuando ibamos todos al club, donde también en aquel momento
laburó Roberto como entrenador de basquet. Berni siempre fue un tipo medio raro,
hablaba poco, no fumaba, no tomaba, no hacía nada, se la pasaba entre los libros de la
bibiloteca del club, rodeado de sahumerios y esa cosas. Bah, un virgo, como le decía
pelusa. Imaginate cómo se llevarían entre ellos. Cuando empezamos a cantar y a bailar
se levantó y empezó a gesticular con las manos como una marioneta sin pilas, yo me
cagaba de risa con sólo verlo, nada más, y nos pedía con desesperación que nos
callaramos, que ese no era lugar para cantar de esa forma y tantas cosas más que ni me
acuerdo. Roberto lo relojeaba todo el tiempo como si quisiera echarlo de la mesa. Desde
bar, hablaba cada vez mas alto, yo trataba de serenarlo, pero francamente no me daba ni
pelota.
animación o algo así, y ahí me empecé a encontrar con el verdadero Roberto. Me tomó de
los hombros y me dijo: No sé porque mierda se sentó este tipo acá, seguro que me lo
mandó Paulita para controlarme. Bueno, le dije, es tu ex cuñado, tiene derecho a estar en
aguantar que en la fiesta de mi hija se tome todo lo que yo pagué! Sabes algo vos, sabes
le pregunté por su viejo, por la imprenta. Me contestaba con evasivas, me decía que
estaba todo bien, pero yo sabía que había tenido que cerrar la imprenta y que andaba
pudieran hacer una vida independiente. No me escuchaba. Seguía enganchado con los
recuerdos.
En la época mas hevy de la banda habíamos tenido una época de mucha movida, faso,
minitas, mucha noche. Para mí esa época estaba clausurada, incluso, te voy a ser
sincero, no me acordaba de mucho de los que habíamos vivido. Eso había pasado hacía
mucho tiempo mas de 20 años tal vez. Pero el pelusa insistía con los recuerdos de las
minitas de aquella época. Yo tampoco quería levantar el avispero, viste como son las
minas, mi jermu estaba por ahí, podía escuchar. Pero no lo podía parar. Para colmo me
Claro que me acordaba de todo, pero yo quería cambiarle de tema, que hablaramos de lo
que nos pasa ahora. Pero el insistía como un piñon, fijo, cuando me ganó la primer partida
a la wi te juro que se cortonsionó todo como si se fuera a meterse la…eso, si, en la boca.
Eso hizo, si, lo tuve que levantar del piso se quedó duro ahí tirado, riéndose solo de sus
chistes. Eran códigos de otra época pero no eran para mostrarlos en el medio de una
fiesta infantil. Me tendría que haber ido en ese mismo momento. Pero creí que la podía
manejar, te juro. Hizo después un raconto por todas las minas que conocimos en aquella
época: Belén, la del puente zarate brazo largo, la polaquita, la que se habían enfiestado
con el uashi y el longa, la bubalu, porque decían esos turros que le salía juguito cuando
estaban con ella. Logré hacerlo sentar pero seguía gesticulando, gritaba, se movía en la
silla como si estuviera cabalgando con alguna de esa minas. Lo escuché un rato más y
cuando me dejó hablar le dije que bueno, que ahora yo estaba en otra cosa, que estaba
tratando de sobrellevarla con mi actual pareja, y que era importante que se pusiera las
pilas con Stefi y con Paula, que las escuchara más. ¡Para qué! Se puso como loco, que yo
no sabía nada de su relación con la familia de Paula, que desde que empezó a salir con
ella lo habían recagado con guita, con el departamento, cuando se ganó la lotería, porque
según el el suegro se había quedado con toda la plata! Yo trataba de calmarlo pero era
1) Primer altercado: le pide las velas con vengalas, el dice que compró eso, se los da
volver con Paulita, que nadie lo quiere que tuvo que cerrar que está manejando un
taxi, etc.
3) Lo trato de calmar, le dice que se lo lleva, Pero Roberto lanza, se siente mejor y
4) Que me la cogí a Paulita. Hugo lo niega totalmente, aunque deja entrever que algo
pudo haber pasado. Entonces Roberto empieza a gritar, llama a su ex, lo quiere
Confesión hecha a un amigo que lo fue a ver a la cana, al final le dice que le consiga a un
así.
Y DE PASO LA…
LO APOYA A HUGO
HUGO: … ?
CANTÁBAMOS?
HUGO:…?
HUGO: …?
TAMARA? TE LA VOLTEASTE?
HUGO: …
PROBLEMA, HOY ESTABAN CON VOS TODO BIEN, MAÑANA PINTABA OTRO Y
TODO BIEN, EN CAMBIO LAS MINAS DE HOY LAS MIRÁS TENÉS QUILOMBO, LAS
CHIFLÁS TENÉS QUILOMBO, LES DECÍS ALGO LINDO PARA QUE SE SIENTAN BIEN
PELUSA: SABÍAS QUE HAY GENTE QUE LOS CONFUNDÍA? LE DECÍAN EL AXEL
Al rato vuelve Berni, parece que tuvo que ir a comprar algo, pero vuelve con cara de
preocupación, nos cuenta que le incautaron la motor los de tránsito. ¡Para qué! Roberto
empezó a gastarlo, que a él nunca le hubieran hecho nada de eso, que para que
manejaba una moto si anda sin papeles, que nunca aprendió a manejar, que esto, que
aquello otro. Yo estaba en el medio, la gastada crecía, miraba para todos lados, entonces,
en un momento dado, Berni se levantó, le señaló con el dedo y le dijo que él tuvo que ir a