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Descartes

Pensador moderno, que se forma a partir de una serie de condiciones que lo preceden.
Concluye un renacimiento, un acontecimiento, ese momento histórico donde los hombres se
van a dirigir a esa cuidadosa observación de la naturaleza sólo después que todas las
demás ideas y autoridades fracasan, ese principio de autoridad de los textos de los filósofos
y los textos sagrados. Se da más que nada en los campos más prácticos, va apareciendo
poco a poco un nuevo método cuyo problema principal es el de hallar la forma infalible para
acceder al conocimiento de la realidad (proyecto inicial de la modernidad preparado por el
renacimiento), y Descartes lo consolida, aunque también está presente en Galilei.
Estaban en la búsqueda de un nuevo método y todo innovador científico se ocupaba de
este problema, Da Vinci por ejemplo.
Distintos autores van a encontrar que se habla de una revolución copernicana del
conocimiento, y en un sentido más general podemos decir que está dado por un paso de
una concepción geocéntrica (el mundo como centro de todo) a una concepción heliocéntrica
(el sol como centro de todo). Esto produce una profunda sensación de inseguridad (por el
hecho de descubrir que nada es tan firme ni tan sencillo como se lo imaginaba), de una
crisis en orden del mundo que se vivencia como que no existe un orden firmemente
establecido y que de todas las cosas es preciso dudar.

Descartes hacia el 1637 aprox, nos cuenta en un estilo coloquial las cosas de su vida y
habla de las vicisitudes de su pensamiento, dice como ha estado decidido a dedicar su vida
a la búsqueda de la verdad, entonces va refiriendo las cosas que se le fueron ocurriendo y
en estas ocurrencias, encontramos la expresión de cómo se va a ir produciendo una nueva
praxis (práctica) de la filosofía que va a caracterizar al pensamiento de la modernidad, es
decir, el mundo del filosofar durante la modernidad con Descartes y desde él en adelante,
va a ser cualitativamente diferente del mundo filosófico que se había desplegado a la
antigüedad con los griegos y también en la edad media (Jaspers). Pero acá aparece una
nueva actitud, la de la duda. Y en esto consiste la máxima libertad humana, dudar de todo lo
que se nos ha dicho, como orden de autoridad, de verdad establecida, de fé, fruto de la
costumbre.
Descartes escribe su método en Francés, es decir idioma vulgar, ya que la filosofía era
escrita en Latín, y esta actitud es significativa porque muestra un rasgo profundo de una
actitud de Descartes ante un saber intelectual, que es una actitud revolucionaria.
La modernidad es esta emergencia de ese nuevo modo de pensar surgido a instancias de
ese renacimiento de la cultura clásica, y esta decía que es una reacción contra ese
concepto escolarizado de la filosofía. El hombre moderno se convierte (al mismo tiempo que
se vuelve hacia el mundo) en objeto de estudio de sí mismo, el pensamiento medieval
estaba radicalmente volcado hacia Dios, es un pensamiento teocéntrico, entonces este
pensamiento no permitía ver propiamente al mundo o al hombre salvo como expresión del
ser divino.
En cambio se va dando una progresiva desviación de ese centro en Dios y se va a volver
sobre aquello que le queda al hombre que es el mundo natural, y el hombre mismo perdido
en el mundo y atendido por sus mismos recursos intelectuales. Esto da origen a la actitud
racionalista, de la cual Descartes va a ser el principal representante. Llegamos acá por el
humanismo renacentista, que es el que asume en plena forma la capacidad que tiene el
hombre para conocer por sí mismo, pero es todavía en el renacimiento, hombre en crisis
(propio del humanismo moderno), que va a decantar en Descartes en el racionalismo, y que
es confiar en las herramientas provistas por la razón (confiar en la capacidad racional
humana para poder conocer y acceder al mundo), entonces deja de ser Dios la causa para
que el hombre pueda filosofar y aquí la causa del filosofar es el hombre mismo, es lo único
que el hombre encuentra en sí como algo inmediatamente firme, como único asidero en ese
movimiento de zozobra universal de la duda, ¿En qué consiste esa piedra fundamental
donde encuentra seguridad el hombre? en su propio pensar, en su capacidad de razonar, es
decir, la razón. Descartes dice “todos los hombres están igualmente dotados racionalmente
para alcanzar la verdad”, esa facultad para distinguir lo verdadero de lo falso, la cuestión
está en usarla bien.
Lo primero que busca el hombre atenido a esta razón es obtener garantías contra el error,
¿Cómo hago para no equivocarme, cómo sé que estoy razonando bien? en otras palabras
sería ¿Cómo accedo yo a un método que me permita acceder de forma segura, firme al
conocimiento de las cosas? en eso consiste el Discurso del Método, donde la razón habla,
da cuenta de cómo Descartes accede a la búsqueda y encuentro de ese método.
Entonces él se cree en la obligación de dar cuenta de ese método, con la razón funcionando
autónomamente, libre de prejuicios y va a decir al final del discurso “escribo en francés que
es la lengua de mi país y no en latín porque espero que los que se sirvan pura y
simplemente de su razón natural, juzguen mejor de mis opiniones que los que solo creen en
los libros antiguos, es decir, los que solo creen en la autoridad de los filósofos griegos o los
libros griegos filosóficos.
La verdad requiere entonces de un esfuerzo personal, se trata de desconfiar de los
depósitos de ideas anquilosadas (libros recibidos desde la antigüedad). Entonces él dice
que toda esa laboriosa adquisición de conocimientos no es la sabiduría, sino justamente
que todo eso que él ha aprendido lo va a llevar a la plenitud de su consciencia de la
ignorancia.
Su duda es metódica, no es una duda real desde todo punto de vista, sino que sirve a los
fines de establecer un método. Lo que hay que entender entonces es que si en la filosofía
no hay nada seguro (por estas crisis que se dan en el orden del mundo), y que el problema
no es acontecer soluciones rápidas, sino que la actitud filosófica que hay que tener es
cuestionar para poder discernir un “hacia a dónde” pero no para anticiparnos al futuro sino
para tratar de proceder con cierta mesura, con cierta capacidad de uso de la razón más
acorde con los acontecimientos sin confundir este uso de la razón con aquello que nos
gustaría que fuese, porque una cosa cosa es lo que nos acontece, y otra cosa es creer que
lo que nos acontece va a coincidir con eso que pretendemos que sea. Es decir, lo que es,
no es lo que debe ser, sino que en la ilusión de confundir el orden de lo real con el orden de
lo ideal.
Entonces Descartes dice: “Si en la filosofía no hay nada seguro, ¿cómo puede haberlo en
las demás ciencias que toman sus principios en la filosofía? No hay que buscar ya otra
ciencia aquella que pueda encontrar en mí mismo o en el gran libro del mundo.
Podemos pensar que Descartes empieza a disolver el mundo seguro/firme que ya estaba
siendo desmoronado mediante la duda, entonces la duda es el primer motor del método, de
un sólo golpe Descarte echa por tierra todos los conocimientos adquiridos, no sólo de los
libros que ha estudiado de los filósofos de la antigüedad, sino también en general de todas
las opiniones recibidas. Entonces es un edificio porque él va a comparar toda su empresa
filosófica, su cometido, su proyecto de buscar un método, lo va a comparar con la
destrucción de un edificio.
Ese edificio está derribado, entonces queda el mundo y su “yo” a la intemperie, al desnudo,
y tiene que proseguir hasta encontrar algo firme y sólido que sea invulnerable a los ataques
de la duda.
Descartes se da cuenta que puede suspender la razón, es decir dejar de dudar, sin
embargo, dejar de dudar no lo lleva a dejar de actuar, uno puede suspender el juicio pero no
necesariamente va a suspender las acciones, porque la vida es praxis, tiene que ver con la
dimensión del hacer, y todo hacer implica una norma, un sentido. Hay normas reguladoras
de la conducta humana y eso es la moral.
Él dice que toda la filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el fundamento
del ser de las cosas. El tronco es la física, y las ramas son todas las ciencias que se
reducen a tres principales: la medicina, la mecánica, la moral. Descartes se encuentra en
una situación muy contradictoria porque está a la intemperie de conocimientos dudando de
todo, pero por otra parte, lo primero que necesita es normas de conductas, es decir, ¿qué
hacer? si dudo de todo ¿cómo me oriento en la vida? si no tengo un principio que oriente
mis acciones necesito construirlo. Habla de una moral provisional. Tiene un alcance
provisorio, que sirve a los fines de producir cierta comodidad mientras dura la construcción
del gran edificio definitivo, en la búsqueda de ese principio indubitable me tengo que regir
por cierta moral provisional.
En todo caso se trata de un conocimiento actuante.
Cuando Descartes remueve todo ese “ramaje muerto” de los conocimientos adquiridos, de
las opiniones recibidas, en fin, lo que hace en realidad es limpiar, desglosar el camino, con
eso inicia el método. No es que dé por falsos todos esos conocimientos, lo que hace es
suponerlos metódicamente como falsos, mientras no hayan sido metódicamente
corroborados, verificados, ajustados al nivel de la razón, es decir, sometidos a la prueba de
fuego de la duda.
Descartes subraya esa diferencia entre su duda metódica y la duda escéptica. El busca
seguridad, busca cimientos inconmovibles a diferencia de los escépticos que discuten todo,
dudan de todo pero no encuentran una certeza y eso los va a conducir en el escepticismo
más craso a la total inacción, a tirarse bajo un árbol, no hacer nada y dejarse morir como
una forma extrema de inutilidad de la acción.
Platón hablando del amor dice que se busca aquello que se carece, entonces podemos
pensar que esa búsqueda de seguridad es también un síntoma de la situación de ese
hombre de crisis, desorientado, inseguro, perdido, busca un suelo firme. Ese es el hombre
con el que se inicia la modernidad, y podemos pensarlo también en relación con nuestro
propio presente, si lo llevamos a nuestra época actual es lo que está sucediendo ahora
también, como buscando un fundamento firme en la razón del ser del mundo en el que
vivimos, y que no pasa por encontrar una vacuna y que entonces el mundo va a seguir, una
vez encontrada la vacuna, como hoy o como ayer, lo deseable sería que haya un antes y
después, que se transforme nuestra relación con las cosas, que se modifique nuestra
manera de extraer con el poder como una forma violatoria de la naturaleza, más que con
ese sentido, de una forma de incorporar una pertenencia, un “estar en el mundo” acorde con
las cosas.
Entonces, lo que se busca por lo pronto es algo que tiene un carácter negativo, ante todo es
no pisar en falso es decir, no caer en el error. Esa es una actitud de cautela, ser cauto, ir
con cuidado.
Y va a decir Descartes “yo era como un hombre perdido en las tinieblas y me resolvía
caminar tan lentamente y a usar con tanto cuidado en todas las cosas que aunque solo
avanzace muy poco, por lo menos me preservara de caer” es ir construyendo una actitud de
confianza frente al acceso, a la realidad disponible. Y la manera de evitar esas caídas es
aplicar la duda con implacable radicalidad, todo aquello en lo que quepa el menor motivo
para dudar habrá de ser rechazado como falso, al menos como si lo fuese. Eso es el
imperativo que se recoge en la primera regla del método.
Descartes sale a buscar evidencias, es decir seguridad, que es algo evidente, que ve por sí
mismo, pero esa radicalidad del propósito no pide menos que evidencias absolutas porque
yo puedo decir “es evidente que yo estoy hablándoles a ustedes” pero ¿es una evidencia
absoluta? esto que estoy haciendo podría tratarse de un sueño. ¿Es una evidencia
absoluta? ¿O resulta para mí una constatación al interior de mi espíritu?
Descartes está familiarizado con un tipo de conocimiento compuesto de evidencias, lo va a
tomar como modelo y lo va a universalizar porque lo extiende a todo campo de saber.
La evidencia matemática, no es absoluta porque el valor de la evidencia matemática
supone otras certidumbres previas, hasta los axiomas matemáticos necesitan
fundamentación, son atacados por la duda.
También hay una evidencia que no se apoya en supuestos, la Metafísica, un primer
principio de la filosofía que es una certidumbre absolutamente indubitable, una evidencia
absolutamente radical. ¿Cómo y dónde encontró este principio? rechazados todos los
conocimientos adquiridos, le queda solamente el mundo y su propio yo enfrentado con él.
Queda una sola cosa y es la duda misma, que de lo único que no puedo dudar, es de que
estoy dudando, dudo de todo, pero no puedo dudar de que estoy dudando. Dudar es
pensar, y pensar quiere decir que estoy siendo, es decir, dudar es pensar, y pensar es
ser, entonces soy, existo, hay viene esa expresión de “pienso, luego existo”. Todas las
demás cosas, incluso mi propio cuerpo, podrá no existir, puedo dudar de que tengo un
cuerpo, pero mi propio imaginar o soñar, idear o pensar eso existe, puede existir en la
imaginación, en el mundo de los sueños, en el de las ideas (no platónicas). De momento
que eso está aconteciendo, ese acto, estoy existiendo indubitablemente, ahí hay una
certidumbre absoluta, y Descartes encuentra esa primera certidumbre absoluta, dice el:
“El primer principio de la filosofía que yo andaba buscando”, lo que en verdad ha hecho es
descubrir un desconocido territorio de la realidad, nuevo, el “yo” como consciencia, yo
pienso, por lo tanto existo. Esa es la subjetividad en su pura e íntima esencia.
“Conocí que yo era una sustancia, cuya completa esencia por naturaleza consiste sólo en
pensar”, una sustancia como cosa pensante, “yo soy una cosa pensante” y para existir no
tiene necesidad de ningún lugar ni depende de ninguna otra cosa material. No depende de
un cuerpo para pensar, de modo que este yo (el alma, la consciencia) por la que soy lo que
soy es enteramente distinta del cuerpo, y hasta más fácil de conocer que el cuerpo, y
aunque el cuerpo no existiese el alma (yo, la consciencia) no dejaría de ser todo lo que es.
Acá se produce el dualismo cartesiano, la cosa pensante, yo soy una cosa pensante y la
cosa extensa, porque el cuerpo se va a reducir a pura extensión, porque es una realidad
más del mundo, una realidad matemática.
Aquí aparece una conciencia, un alma, un yo pero que está encerrado y que intenta salir
otra vez al mundo exterior, porque se pregunta y duda de todo, de cómo salir de su parte
física, de salir del encerramiento del solipsismo (ese encierro del espíritu del alma en su
propia realidad sin poder dar cuenta de otra cosa diferente de sí mismo). La cosa pensante
intenta salir al mundo exterior, el segundo paso que da Descartes consiste en volver sobre
esa verdad primera que es invulnerable a la duda y ver en qué radica su veracidad, en otras
palabras busca un criterio de verdad, y lo va a encontrar en la claridad y la distinción, es
decir yo tengo ideas que son claras y distintas por oposición a ideas que son oscuras y
confusas. ¿Qué es una idea clara y distinta? es una idea que brilla por su evidencia, que se
impone como lo que es, ¿Y qué se impone como lo que es en este criterio de verdad claro y
distinto? mi propia existencia, ahí hay claridad y distinción. Es claro que existo y que existo
con distinción de otras cosas, lo puedo pensar como una entidad separada de otras cosas
que no se confunde con otras realidades. Ahora, esa claridad y distinción va a ser la
garantía de la auténtica evidencia pero pasar de la idea a la realidad va a ser posible en la
medida que se demuestre esa idea clara y distinta no sea errónea. Para que haya un
efectivo tránsito de la idea a la realidad tengo que admitir que la idea y la realidad coinciden
ontológicamente, es decir que son la misma cosa.
La idea de mi propia existencia tiene que coincidir con mi propia existencia, se identifica
con ella, porque mi propia existencia consiste en idear. Yo soy una cosa que piensa, que
está produciendo ideas, entonces en la medida que estoy existiendo, estoy haciendo
coincidir mi existencia con la idea producto de esa existencia.
Cuando se trata de la idea de mi propio yo, sujeto y objeto coinciden, entre todos los actos,
cuando recae sobre mi propio yo es el único en el que además de darse inmediatamente mi
propia existencia, me hace transparente, me hace claro y distinto. Es decir se me da como
realidad, como ser.
Entonces esa proposición, ese juicio “yo existo” coincide con la inmediata auto intuición y
con la idea del yo, es decir, no se puede pensar el yo sino existiendo, no puede existir el yo
sino pensando. Es decir que para Descartes toda realidad se da en el juicio pero menos la
del propio yo que se nos da en esa primaria auto intuición, yo me doy cuenta que pienso.
Yo estoy seguro de que existo porque pienso, pero ¿cómo sé que el mundo fuera de mí,
existe? Para salir de su yo al mundo tiene que demostrar la siguiente proposición:
Toda idea clara y distinta que nos presente una cosa como real o existente es garantía
suficiente por su misma claridad y distinción de la existencia real de esa cosa.
Después de la duda universal, de la auto posición del yo como primera y absoluta evidencia,
no es más que una manera de demostrar que el mundo existe. Probando primero que existe
Dios, ese es el paso que da Descartes.
Se había quedado sólo con su yo, ahora para salir de él tiene que llamar a Dios en su
ayuda. La prueba que va a utilizar es la ontológica, y la demostración se abre a dos
argumentaciones:
1. La existencia de un ser real perfecto como único origen posible de su idea en mí. Yo
que soy imperfecto tengo en mí la idea de perfección, pero esa idea no puede venir
de mí que soy un ser imperfecto, tiene que venir de un ser perfecto, porque sólo él
da lugar a la idea de perfección, por lo tanto Dios existe. Entonces de esa
incapacidad que tengo yo como ser imperfecto para fundar en mí esa idea de
perfección, me lleva a tener que admitir la existencia de un ser perfecto como origen
posible de la idea de perfección en mí.
2. La prueba ontológica propiamente dicha, que tiene que ver con que la existencia
pertenece necesariamente a la idea de un ser perfecto. Es más perfecto existir que
no existir, porque la existencia es una perfección en el orden del ser, ahora que yo
tenga la idea de un ser perfecto supone entonces la existencia de ese ser perfecto
porque la existencia es uno de los atributos de la esencia, es decir, si es
absolutamente perfecto tengo que admitir que una de sus perfecciones es la
existencia, no puede carecer de esa perfección, por lo tanto tiene que existir.

Una vez demostrada la existencia de Dios, el criterio de la evidencia cobra toda su eficacia,
es decir, si admito que existe un ser perfecto absolutamente, ese ser una vez que le
demuestro su existencia no puede ser alguien maligno que me induzca a error, que
pretenda engañarme, porque si lo hace no estaría siendo perfecto, estaría traicionando su
perfección propiamente, estaría haciendo algo que no conviene a su bondad. Esto se llama
“La hipótesis del genio maligno”, suponer la existencia de un ser tan genial que tenga el
poder de confundirme y hacerme creer que el mundo existe para engañarme. Descartes
descartando esta hipótesis dice que eso no es potestad de un ser absolutamente perfecto
porque entonces no lo sería. Dice que el mundo existe porque Dios existe.
No se puede salir del “Yo” directamente al mundo, necesito primero recurrir la existencia a la
demostración de la existencia de Dios para admitir que el mundo existe.
Recurrir a Dios resulta ser un argumento a los fines de establecer la realidad del mundo.
Una vez que el mundo aparece como posibilidad en tanto y en cuanto responda a que
pueda acceder mediante el uso de la razón una vez que tengo cosas del mundo, ideas
claras, distintas, el mundo queda reducido a pura extensión, es decir, el mundo se reduce a
corporeidad (espaciosidad). Los cuerpos son extensión, por eso decimos que para
Descartes yo soy una cosa pensante, la esencia del alma es el pensamiento y el cuerpo es
una cosa extensa. El cuerpo y cualquier realidad del mundo que pueda ser conocida en la
medida que responda el criterio de evidencia, es decir, que pueda ser conocida con claridad
y con distinción.
Pero una y otra realidad, la cosa pensante y la cosa extensa, son sustancias al fín, ¿y cómo
se unen? es el gran problema del dualismo cartesiano que atraviesa nuestro pensamiento
hasta la actualidad.
Lo físico/lo espiritual, el alma/la materia, la mente/el cuerpo, las ciencias humanas/las
ciencias naturales, todo en definitiva se reduce a esta duplicidad, el espíritu y la materia,
dos realidad inconciliables o separadas entre sí.
Este es el planteo del problema más difícil de la modernidad, cómo se comunican las
sustancias entre sí que van a pretender solucionarlo. Pero que sigue atravesando hasta
nuestro modo de pensar las cosas, de un lado la mente y del otro el cuerpo, los criterios de
salud física y salud mental, ese reparto de lo humano en estas dos naturalezas, pero ese
abismo entre ambas sustancias, Descartes de alguna manera lo salva apelando a un
principio supremo donde encuentra su raíz, ambas sustancias, la sustancia extensa y la
sustancia pensante, que son sustancias finitas, limitadas. Hay una sustancia infinita que es
la raíz en la que encuentran entonces su fundamento las sustancias finitas, y esa sustancia
infinita es Dios.

El gran descubrimiento de Descartes es la visión del alma, del espíritu como pura
conciencia o intimidad, y lo importante de esta innovación no está tanto en el contenido sino
en ese proceso intelectual en el que conduce y que tiene que ver con esa radicalización de
la razón matemática porque Descartes no hace más que compartir aquí la convicción
fundamental de un nuevo espíritu científico. Lo que nadie llevó a cabo más que Descartes
fue la rigurosa totalización de esta idea, es decir, con esto se hace plenamente consciente
esa idea de la universalización del método y esto se va a traducir a un sistema, a una
evidencia filosófica fundamental de la modernidad que se va a llamar racionalismo.
Racionalismo cartesiano: la razón como razón matemática, como principio universal para
poder conocer las cosas.
Principales leyes del método

Lo que nos convence generalmente es mucho más la costumbre y el ejemplo que cualquier
conocimiento es cierto, sin embargo la pluralidad de opiniones no es una prueba que valga
nada para las verdades un poco difíciles de descubrir, dice cómo tenemos que despojarnos
de estas opiniones.
Como la muchedumbre de las leyes proporciona con frecuencia excusas para los vicios (si
hay mucho no hay distinción ni claridad) de suerte que un Estado está mucho mejor
regulado cuando teniendo sólo unas pocas leyes son observadas muy estrechamente, es
decir, no vale la pena tener tantas leyes que produzcan confusiones, más vale tener algunos
pocos principios rectores pero que se observen rigurosamente, y él compara ésto: de la
misma manera el lugar de un gran número de preceptos de que la lógica está compuesta,
creí yo que tendría bastante con los cuatro siguientes:

Las 4 reglas de la duda metódica


1. Regla de la EVIDENCIA: No aceptar nunca cosa alguna como verdadera que no
la conociese evidentemente como tal. Es decir, evitar cuidadosamente la
precipitación y la prevención, y no admitir en mis juicios nada más que lo que se
presenta tan clara y distintamente que no tuviese ocasión alguna de ponerlo en
duda. “Yo lo tengo que aceptar como verdadero lo que es evidente, todo lo que
induzca a confusión lo tengo que rechazar porque me lleva al error”.
2. Regla del ANÁLISIS: Dividir cada una de las dificultades que examinase en
tantas partes como fuera posible y como se requiriese para su mejor
resolución. Todo lo divido en sus partes para poder abordarlo.
3. Regla de la SÍNTESIS: Conducir ordenadamente mis pensamientos
comenzando por los objetos más simples y fáciles de conocer para ascender
poco a poco como por grados hasta los conocimientos más complejos,
suponiendo un orden. Regla de la síntesis, se recomponen las partes en un todo.
4. Regla de la ENUMERACIÓN: Hacer en todas partes enumeraciones tan
completas y revistas (corroborar que no se haya olvidado de algo) tan general que
estuviese seguro de no omitir nada.

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