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Para el grado Décimo tengo como invitados a varios escritores europeos, de quienes te voy a
invitar a leer los siguientes cuentos:
En la sierra
Arturo Barea
Esto fue en el primer otoño de la guerra.
El muchacho -veinte años- era teniente; el padre, soldado, por no abandonar al hijo. En la Sierra
dieron al hijo un balazo, y el padre le cogió a hombros. Le dieron un balazo de muerte. El padre ya no podía
correr y se sentó con su carga al lado.
-Me muero, padre, me muero.
El padre le miró tranquilamente la herida mientras el enemigo se acercaba. Sacó la pistola y le
mató.
A la mañana siguiente, fue a la cabeza de una descubierta y recobró el cadáver del hijo abandonado
en mitad de las peñas. Lo condujo a la posición. Le envolvieron en una bandera tricolor y le enterraron.
Asistió el padre al entierro. Tenía la cabeza descubierta mientras tapaban al hijo con la tierra
aterronada, dura de hielo.
La cabeza era calva, brillante, con un cerquillo de pelos canos alrededor. Con la misma pistola hizo
saltar la tapadera brillante de la calva.
Quedó el cerquillo de pelo gris rodeando un agujero horrible de sangre y de sesos.
Le enterraron al lado del hijo.
El frío de la Sierra hacía llorar a los hombres.
La tristeza
Rosario Barros Peña
El profe me ha dado una nota para mi madre. La he leído. Dice que necesita hablar con ella porque
yo estoy mal. Se la he puesto en la mesilla, debajo del tazón lleno de leche que le dejé por la mañana. He
metido en el microondas la tortilla congelada que compré en el supermercado y me he comido la mitad. La
otra mitad la puse en un plato en la mesilla, al lado del tazón de leche. Mi madre sigue igual, con los ojos
rojos que miran sin ver y el pelo, que ya no brilla, desparramado sobre la almohada. Huele a sudor la
habitación, pero cuando abrí la persiana ella me gritó. Dice que si no se ve el sol es como si no corriesen los
días, pero eso no es cierto. Yo sé que los días corren porque la lavadora está llena de ropa sucia y en el
lavavajillas no cabe nada más, pero sobre todo lo sé por la tristeza que está encima de los muebles. La
tristeza es un polvo blanco que lo llena todo. Al principio es divertida. Se puede escribir sobre ella, “tonto el
que lo lea”, pero, al día siguiente, las palabras no se ven porque hay más tristeza sobre ellas. El profesor
dice que estoy mal porque en clase me distraigo y es que no puedo dejar de pensar que un día ese polvo
blanco cubrirá del todo a mi madre y lo hará conmigo. Y cuando mi padre vuelva, la tristeza habrá borrado
el “te quiero” que le escribo cada noche sobre la mesa del comedor.
Un día, por la puerta abierta que daba a los campos, entró una joven blanca, sonriente y hermosa,
de paso seguro y ojos que miraban con gozo y fe al porvenir. Sin hablarle, ayudó a levantarse a la madre,
sorprendida, le hizo un ademán de adiós, y se arrodilló ante el lar, a nutrir ella, la crepitante llamarada.
La madre no preguntó. Súbitamente comprendía que era su revelo, que estaba obligada a ceder el
turno a la desconocida, a la que se encargaba desde entonces de sostener el alimento de la incesante llama
para que viviera su hijo.
Y, también en silencio, se salió de la casa y no se fue lejos; solo donde podía prudentemente
contemplar el humo delicado disolviéndose en el delicado azul.
El descuido
[Minicuento - Texto completo.]
Martín Buber
Cuentan:
El rabí Elimelekl estaba cenando con sus discípulos. El criado le trajo un plato de sopa. El rabí lo
volvió y la sopa se derramó sobre la mesa. El joven Mendel, que sería rabí de Rimanov, exclamó:
Los otros discípulos sonrieron y se hubieran reído abiertamente, pero la presencia del maestro los
contuvo. Éste, sin embargo, no sonrió. Movió afirmativamente la cabeza y dijo a Mendel:
Algún tiempo después se supo que en aquel día un edicto dirigido contra los judíos de todo el país
había sido presentado al emperador para que lo firmara. Repetidas veces el emperador había tomado la
pluma, pero algo siempre lo interrumpía. Finalmente firmó. Extendió la mano hacia la arena de secar, pero
tomó por error el tintero y lo volcó sobre el papel. Entonces lo rompió y prohibió que se lo trajeran de
nuevo.
El elefante blanco
Jean-Pierre Claris de Florian
En varios países de Asia se venera a los elefantes, en especial los blancos. Tienen por establo un
palacio, comen en recipientes de oro, todos los hombres se postran ante ellos y los pueblos luchan para
arrebatarse tan preciado tesoro. Uno de estos elefantes, gran pensador, inteligente, le preguntó un buen día
a uno de sus conductores por qué le rendían tantos honores, dado que en el fondo él no era más que un
simple animal.
-¡Ay! Eres demasiado humilde -fue la respuesta-. Todos conocemos tu dignidad y toda la India sabe
que, al abandonar esta vida, las almas de los héroes armados por la patria habitan por un tiempo en los
cuerpos de los elefantes blancos. Nuestros sacerdotes lo han dicho, por lo tanto debe ser así.
-Sin duda.
-Sí señor.
-Amigo mío, entonces déjame ir, porque te han engañado, te lo aseguro; si reflexionas comprenderás de
inmediato el error: somos altivos pero cariñosos; moderados pero poderosos; no injuriamos a los más
débiles; en nuestro corazón, el amor sigue las leyes del pudor; pese a la situación privilegiada en la que nos
encontramos, los honores no han modificado nuestras virtudes. ¿Qué más pruebas se necesitan? ¿Cómo es
posible que alguien haya visto en nosotros el menor rasgo humano?
El malo y el bueno
Fernando Díaz-Plaja
Los dos niños iban cubiertos de pieles y su edad era parecida. Uno era moreno, hirsuto, con
expresión torva. El otro era rubio, con ojos azules. Cuando el primero cantaba parecía gruñir, cuando el
segundo maldecía lo que oía era un canto de pájaros. El primero tenía la torpeza del bruto; el segundo, la
gracia del ángel.
Jugaban frente a la cueva. El moreno había ido colocando con lentitud una piedra encima de otra.
Ya eran dos, ya tres, ya cinco. El edificio se iba levantando poco a poco, las piedras se caían, y él las
colocaba pacientemente en su puesto. El rubio lo miraba.
Se oyó un rumor de pasos a lo lejos. Los dos levantaron la cabeza para ver a su padre que volvía
con la azada al hombro. Habló el moreno.
-Cuando sea mayor ayudaré a padre. Cavaré la tierra y sembraré… Veré crecer la planta, la segaré…
Comeremos de lo que yo produzca.
-Estúpida labor… Te cansarás… Mira cómo vuelve padre, agotado, lleno de sudor… Yo no; yo cuidaré del
rebaño. Porque el rebaño se cuida solo y yo estaré bajo el árbol, a la sombra, mirándolo… (se inclinó hacia
su hermano), y luego me comeré tus hortalizas.
El padre se acercaba. El muchacho que levantaba la pirámide levantó los ojos hacia él. El rubio
aprovechó el segundo y derribó con la mano la edificación entera. Luego, antes que el otro se repusiera de
su asombrada indignación, corrió hacia su padre.
-Padre -la cabeza rubia se apoyó en la pierna musculosa y sucia del terrón, la cara medio oculta, como
quien se avergüenza del proceder ajeno-, padre… Estaba haciendo una casa con piedras… y… y… él me la
ha tirado.
La sonriente expresión del padre se tornó iracunda mirando al otro hijo; este, repuesto del asombro,
empezaba a balbucear su versión. Pero la indignación le cortaba las palabras…
-¡Cállate!
-Siempre tienes que ser el malo…, el enemigo… ¿Por qué no imitas a tu hermano? ¿Por qué no eres más
bueno…? (Bajó la cabeza.) Eres el otro castigo.
Entró en la cueva con un suspiro. El muchacho rubio sonrió y se apoyó en un árbol mirando al
hermano. Este mascullaba protestas sordas contra la vida, contra la vida injusta y necia. Mientras tanto, iba
colocando cuidadosamente de nuevo una piedra sobre la otra; pero ahora no dejaba de vigilar con el rabillo
del ojo a su calumniador.
Se detuvo de pronto. Una liana ondulaba en la hierba… Sí, no cabía duda, era una serpiente. Se
acercó a gatas, llevando en la mano una de las bases del edificio, que ahora debía servir de arma mortífera.
Cuando levantaba la mano se la sujetaron por detrás.
-Madre las odia. Quiere que respetemos todos los animales menos este… ¿Cuántas veces se lo has oído?
-¡Madre! ¡Madre!
Una mujer, que había sido bella y había llorado mucho, apareció en el umbral.
-Él no quería que lo hiciera. Decía que quería jugar con ella y quería pegarme…, pero yo la he matado lo
mismo, porque sabía que te gustaría, madre…
-Y a él no le importaba ofenderme… Siempre el mismo… -suspiró-. Ven, hijo, entra…; empieza a hacer frío..
El sol empezaba a ponerse. El muchacho que quedaba fuera, seguía encorvado y a su alrededor el
ocaso iba poniendo una aureola sangrienta. Miró la mano que sujetaba la piedra y la abrió lentamente. La
piedra, todavía manchada de sangre, cayó, incrustándose en la hierba fresca. El muchacho miró hacia la
cueva y luego al cielo. En su alma había una gigantesca pregunta que nadie podía contestar.
Su padre estaba frente a él. No tenía aire encolerizado, sino triste. La tristeza del hombre que ha
perdido la felicidad para siempre, la tristeza del que sabe que esta pérdida se debe exclusivamente a sus
propios pecados y no le queda el recurso de achacarla a la maldad ajena. En sus ojos no había cólera, sino
dolor. Un dolor de siglos que no eran pasados, sino futuros. Cuando aquel hombre lloraba lo hacía por algo
que había de pasar.
-Vamos, entra.
Espero que hayas disfrutado la lectura de estos ingeniosos cuentos. Quiero contarte que su
interpretación es mucho más compleja de lo que parece ya que están llenos de metáforas que aluden a una
realidad política, social, filosófica de la vida humana.
Escribe una interpretación para cada uno de los cuentos. Para ello, sigue el ejemplo que te presento a
continuación, el cual corresponde a uno de los cuentos que acabas de leer.
Ejemplo:
La ausencia de un ser querido deja profundas huellas en el alma del que espera su
regreso, la desesperanza inunda el día a día del que aguarda verlo nuevamente. El tiempo se
convierte en un verdugo implacable que amenaza con acabar con la fe. Tal vez, este cuento
resuma el drama de la ausencia que dejan los desaparecidos.
Quise ocultar el cuento al que corresponde el análisis que acabas de leer, por tal motivo no hice
referencia directa a su título. Escribe el título del cuento al que corresponde el
análisis______________________________
Teniendo en cuenta el análisis anterior, escribe uno para cada cuento que acabas de leer; no olvides
colocar el título del cuento para saber a cual corresponde.
La caricatura es contundente con nuestra realidad nacional y el sistema de salud avalado por la ley
100 que da vía libre a la formación de las EPS en nuestro país. El asunto se resume en el mal servicio que
prestan las instituciones encargadas de velar por la salud de los colombianos, unido a la letalidad del virus. En
consecuencia, la frase:…! seremos invencibles! , alude a que si antes de la pandemia había muertos por
negligencia y mal servicio, ahora el asunto se incrementará, mostrando un panorama preocupante para toda la
ciudadanía.
Fíjate que a partir del humor el caricaturista pretende que tomemos conciencia de nuestra realidad.
Ahora el reto que te propongo consiste en elaborar una caricatura por cada cuento que leíste. Para ello, debes
mirar el tema que se está tratando en el cuento y el análisis que hiciste del mismo; para de esta manera
construir una caricatura sobre esa realidad. No olvides poner el título de cada cuento en una hoja en blanco
tamaño carta en la cual debes hacer tu trabajo. Sobra decir que es una caricatura por cuento, lo que al final te
da un total de siete trabajos.
Ahora te voy a presentar uno de mis cuentos para que te sirva de ejemplo en tu propia creación.
COLLAGE
La bruja baratuja, que durante siglos estuvo enamorada
de Sansón, afirmaba que los hombres eran maleables, tontos y superficiales.
¡EL RETO!
Escribe tu propio cuento, recuerda que no debe exceder las cien palabras y debes presentarlo en una
hoja tamaño carta en Word o a mano con diagramación; es decir, tal y como te presenté el mío.
La creación no se da de la noche a la mañana; por ejemplo, te cuento mi propia experiencia:
una mañana despierto con una idea y la escribo, luego la dejo unos días para volver a leerla y comenzar a
pulir su escritura. Redacción, ortografía, distribución de párrafos etc. Luego la dejo un tiempo antes de leerla
en voz alta para mirar si está transmitiendo lo que quiero. Por último, se las leo a mis hijos para que me den su
opinión; si coinciden en la interpretación quiere decir que ya está listo.
Ahora quien esté interesado en participar en el concurso BOGOTÁ EN CIEN PALABRAS, puede
ingresar con este título, seguir las instrucciones y enviar su cuento. No es obligatorio, pero quien lo haga me
puede enviar el pantallazo de su publicación final para mejorar su nota definitiva.
En este espacio quiero que escribas una interpretación de mi cuento y lo envías antes del cuento de
tu propia creación.
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