1. El voto obligatorio, incentivaría un voto más informado. Como indica Lijphart
(1997) la obligación de votar fuerza a los apáticos y a los desinteresados a informarse, cumpliéndose así el ideal del voto informado. Bajo la idiosincrasia Latinoamericana, tan desinteresada por lo política a comparación de la europea, y tan conocida mundialmente por la desconfianza que entabla con sus gobernantes, el voto obligatorio da pie a ciertos sectores de la población a informarse acerca de cuál candidato es el más adecuado para los intereses de determinado país. Ya que, de no ser el caso, la gran mayoría de personas no tendrían ni el más mínimo interés en saber al menos los nombres de los postulantes a puestos públicos. Por ende, el voto obligatorio le otorga mayor legitimidad a los candidatos elegidos y el ejercicio de su poder gozaría de una mayor aprobación y aceptación por parte de la ciudadanía, lo que permitiría paralelamente consecuencias positivas para la representatividad y participación democrática. Esto se ve reflejado en la coyuntura chilena, que tras haber promulgado una ley en el año 2009 donde el voto se volvía voluntario, muchos electores dejaron ir a las urnas en gran medida y peor aún los jóvenes perdieron el interés en la política y paulatinamente su participación electoral fue en caída, así lo demuestra la estadística cuando manifiesta que en 1989 más de un tercio de los votantes tenía entre 18 y 29 años, en 2009 esa cifra descendió al 8,8%.
Situación de Chile
2. El voto obligatorio reduciría incentivos al asegurar una gran cantidad de
sufragantes en los lugares de votación. Como sucede en Colombia, evidentemente deben recurrir a una serie de incentivos para procurar que la mayor proporción de ciudadanos vayan a las urnas. Es así que se ofrecen preferencia de becas, subsidios, vivienda y facilidades en exámenes de ingreso a universidades, entre otros. Por consiguiente, los candidatos tienen mayores opciones de incentivos para seducir a los ciudadanos, lo que provocaría que la sociedad no vaya a votar responsablemente con el deseo de ejecutar una elección política consciente, sino que votarían por el candidato que más promesas le ofreció, lo que perjudicaría en demasía al país. Si hoy en día el populismo es imperante en cualquier campaña electoral, imaginemos si se instaura el voto voluntario, sería más recurrente ver a candidatos a cargos públicos ofreciendo canastas de alimentos, incentivos económicos, entre otros. Ya que gracias a ellos podrían acceder con mayor facilidad a grandes masas de votantes. 3. La participación ciudadana forma parte de nuestros deberes cívicos, por ello es importante que todo ciudadano ejerza su voto preferencial. Lo que significa el ejercicio democrático, no una violación a la libertad. Como sostiene Kelsen, “el voto obligatorio no coarta la libertad del ciudadano en tanto que sólo lo obliga a participar en la elección, pero no influye en la manera de votar del ciudadano, ni ejerce influencia alguna sobre su voto”. El sufragante conserva en todo caso el derecho de abstenerse de votar, votar en blanco o hacerlo en favor de cualquier candidato, de modo que se respeta la privacidad y libertad de voto. Asimismo, afirmo que el voto obligatorio, promueve que el votante empiece a acostumbrarse a ejercer su ciudadanía, formando una cultura política que consolide la democracia. Ello se constata en las tres cuartas partes que apoyan el voto obligatorio en Australia, país que ha mantenido este modelo electoral desde 1915. De este ejemplo se evidencia que mantener dicho modelo electoral fomentará que el ciudadano reconozca al voto como su deber cívico y por ende preste mayor interés y responsabilidad durante las elecciones, lo cual se verá reflejado en un voto consciente e informado. Por este motivo, se defiende el voto obligatorio ante el voto voluntario.
Otras opciones a tener en cuenta:
Emplear el voto obligatorio es una herramienta para construir la convicción y el refuerzo de la cultura política de la ciudadanía, ya que, la obligatoriedad del voto es una acción que busca combatir los altos índices de abstencionismo electoral, principalmente en países subdesarrollados que no han llegado a consolidar su democracia y por ende la cultura política ciudadana ya sea por razones temporales, bélicas o económicas. El voto voluntario no ha sido útil para formar una cultura de interés hacia la política en el país y aumentar la participación, porque históricamente en Colombia ha habido una abstención por encima del 50% que no ha surgido como una postura revolucionaría, no ha contribuido en la generación de un movimiento alternativo y sigue permitiendo la elección de gobernantes con pocos votos, lo que pone en entre dicho la legitimidad de los mismos. Así también lo indica Horacio Serpa Uribe ministro de gobierno de Ernesto Samper refiriéndose al voto obligatorio: “no operaría como una estrategia coercitiva para que los ciudadanos participen más de los debates electorales, sino como una forma pedagógica y temporal de adentrarnos en la cultura de la participación”. Además, en Chile se ha ostentado las dos modalidades, resaltando que mientras fue obligatorio votar el porcentaje de participantes en elecciones, principalmente presidenciales, era alto. Sin embargo, empezó a disminuir cuando se adoptó el voto voluntario, el cual acrecentó la abstención en el país.
El voto voluntario ocasionará la intromisión de la armada en los procesos electorales y las
prácticas corruptas, como por ejemplo la compra de votos, tal y como viene ocurriendo en Colombia, un país en el que nunca se ha aplicado en voto obligatorio y que a causa de conflictos como los mencionados y la participación históricamente baja, se está reconsiderando el sistema electoral de voto voluntario. Así mismo, se sostiene desde la situación de Colombia, que la compra del voto, además de constituir los delitos de corrupción al sufragante y financiamiento ilegal de las campañas, impacta negativamente en dos pilares de la democracia moderna: la representación y las elecciones; profundizando las desigualdades sociales.