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Unidad Nº 5 - "La moralidad de los

actos humanos"

Clase 5: "Un Corazón según el Espíritu"

Queridos Alumnos:

Esta semana estaremos trabajando la quinta unidad del curso: "Lo moralidad del
acto humano"

Para ayudar al hombre a elegir el bien, este tiene como pedagogo y por esto como
una gran ayuda, la "Ley Moral". Por eso, en esta clase y en el video que hemos visto,
quise desarrollar la importancia de esta y particularmente de la ley de la gracia para
que el hombre más fácilmente alcance felicidad.

Para poder entender el tema de modo general y sucintamente podemos ver algunas
leyes fundamentales que rigen al hombre para poder entender cuál es la función de
estas y de qué manera ayudan a la persona humana.
Primeramente, tenemos la “ley eterna”

Según Santo Tomás, “la ley eterna es


el plan de la divina sabiduría en
cuanto señala una dirección a toda
acción y movimiento” (I-II,93,1).

Desde toda la eternidad Dios ha


determinado libremente el orden que
debe regir todas las realidades
creadas. Más explícitamente, la ley
eterna, cuya promulgación comienza
en la eternidad y cuyo conocimiento
comienza para los hombres en el tiempo, es la ordenación de la razón divina, dirigida
al bien común del universo, promulgada por el mismo Dios, a quien compete el
cuidado y gobierno de todo el mundo.

Es una ley inmutable, el hombre no la puede cambiar, porque procede del


entendimiento infalible de Dios y de su voluntad soberana. Como domina toda la
realidad creada, es, por eso mismo, el fundamento de todas las demás leyes tanto
físicas como las morales (ley natural, revelada, positiva). Ninguna ley tiene el vigor
sino en cuanto es manifestación de la ley eterna y sólo en ella encuentra su sanción y
su justificación. (La idea de una ética humana autónoma simplemente no tiene
sentido)

Por otro lado, tenemos la “ley natural”

Cuando Dios creó al hombre, lo hizo con una voz (luz) interior, que es la
conciencia, la cual es regida por una ley que está en consonancia con la ley
eterna y que le marca al hombre el camino del bien.

Como sus preceptos se fundan en la naturaleza misma del ser humano, concierne a
todos los hombres por igual y de ella tienen todos ellos un conocimiento connatural,
al menos en lo que se refiere a sus
imperativos más generales.

Si la ley natural es innata al


hombre, ¿por qué Dios tuvo que
manifestarse a Moisés para darles
las tablas de la ley, si esta última
tiene los preceptos de la ley
natural?
Como sabemos, el hombre pecó y su corazón se endureció y su conciencia se
oscureció y es por eso que Dios tuvo que aclarar la conciencia de los Israelitas.
Podemos poner el caso del patriarca Abraham, llamado el padre de la fe, y que le fue
fiel a Dios sin haber recibido los diez mandamientos escritos en las tablas de la ley.
Pero como decíamos, por el pecado, la conciencia del hombre se fue oscureciendo y,
después de Abraham, necesitó de no solo el pedagogo interior que es la voz de la
conciencia, sino de una enseñanza exterior que le recordase aquellos preceptos
internos y que son los diez mandamientos que Dios le dio a Moisés en el monte Sinaí.

La ley dada a Moisés

Dios quiso preparar un pueblo para que cumpliese su promesa y para esto enseñarles
qué cosas tenían que evitar para caminar en la luz del Señor. Por esta razón Dios le
dio a Moisés los diez mandamientos y las distintas prescripciones de la ley. A través
de los primeros el pueblo de Israel pudo conocer cuáles eran las faltas que lo
separaban de Dios. Examinemos esto último más detalladamente. En ese tiempo, los
animales impuros representaban a los Gentiles. Entonces Dios mandó a los Israelitas a
no comer aquellos animales. El mandamiento fue puesto con dos objetivos:

1. Para que los israelitas no imitaran a los Gentiles adorando otros dioses,

2. Y que tampoco se mesclasen con los Gentiles hasta que no viniese el tiempo
de la redención.

Dios les dio este mandamiento a los Israelitas porque hasta ese momento ellos no
tenían el poder, ni la gracia, para poder hacer que los Gentiles cambiasen de vida y
comenzasen a creer en el Dios verdadero.

Como decíamos, Dios dio la Ley al pueblo de Israel a modo de pedagogo. Esto
significa que la Ley podía enseñarles qué pecados tenían que evitar. El Señor les
anunció que si ellos seguían la Ley, luego iban a tener vida. Dios dijo: “les di mis
preceptos y les di a conocer mis normas, por las que el hombre vive, si las pone en
práctica.” (Ez 20,11)

Pero tanto la generación del tiempo de Moisés, como la siguiente (sus hijos) le fueron
infieles a Dios. (Cfr Ez 20,13.17.21.25)

Al principio la condición para tener vida era seguir y cumplir toda la Ley: “maldito
quien no mantenga las palabras de esta Ley, poniéndolas en práctica. _Y todo el
pueblo dirá: Amén.” (Dt 27,26) Pero ninguno en Israel tuvo la fuerza para cumplir
con los mandamientos de la Ley. Por eso el Profeta Daniel dice: “todo Israel ha
transgredido tu ley, ha desertado sin querer escuchar tu voz, y sobre nosotros han
caído la maldición y la imprecación escritas en la Ley de Moisés, siervo de Dios,
porque hemos pecado contra él.” (Dn 9,11)

Esto significa que la ley entendida como simple mandamiento no podía salvar a la
humanidad. Solo podía decir qué cosa estaba mal. En otras palabras, la ley sin la
gracia de Dios condenaba a la humanidad a la muerte.

Pero como Dios en su inmensa misericordia quiere que el hombre viva y se salve,
envió a su hijo Jesucristo, que muriendo en la Cruz, nos obtuvo “la gracia”, que nos
da la fuerza para cumplir la ley. Esa “gracias” que por el Espíritu se infunde en
nuestros corazones para sanarlos y así iluminando nuestras conciencias.

Demos gracias al Señor, que con su poderosa intercesión nos ha dado, la gracia, la fuerza, para
seguir y cumplir con sus mandamientos. Y no solo eso, sino que por su gracia nos da la
posibilidad de unirnos a Dios en un abrazo
eterno de amor y felicidad, fin de la Ética a la
que el hombre tiende y desea, con un
corazón según el Espíritu.

Los sigo animando a que disfruten de esta


hermosa cátedra!

Nos mantenemos comunicados mediante los


foros de cada unidad y la mensajería
privada, y unidos en la oración. También
quedo a disposición desde mi mail:

juanpablosaju@ufasta.edu.ar

¡Un cordial saludo en Cristo!

Lic. Juan Pablo Saju

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