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En sistemas de partido único o partido hegemónico, donde uno solo controla todo (monopolio
político), los niveles de pluralismo políticos se ven afectados y el régimen deja de ser
democrático porque denota ausencia de pluralismo y de competencia cooperativa.
Los partidos, grupos políticos que participan en las elecciones para hacer que sus miembros
accedan a cargos de representación popular en varios niveles institucionales (“dinámica
multinivel”), compiten y cooperan con la intención de maximizar su poder (Sartori).
Los partidos no son entidades homogéneas que se comportan de manera similar en todo el
territorio o en las instituciones en las que participan. Los miembros de los partidos no tienen
todos los mismos objetivos, como planteaba el modelo de partido de integración de masas
europeo, no aplicable a Latinoamérica.
Partidos nacionalizados (en sus apoyos, temas que defienden, estrategias)→ compiten en
todos los cargos, en todos los distritos y consiguen apoyos en la mayoría de ellos.
Partidos no nacionalizados (en sus apoyos, temas que defienden, estrategias)→ no compiten
en todos los distritos, o sí pero solo consiguen apoyo en algunos, afectando esto las dinámicas
internas de poder dentro de la organización, la agenda política y su relación con el electorado.
Para ver el nivel de estabilidad de un sistema de partidos deben estudiarse dos dimensiones,
que además dan cuenta del nivel democrático:
la estructura de la competencia→ formato o morfología del sistema de partidos,
orientación de las preferencias, fragmentación y/p concentración de apoyos)
la dinámica de la competencia→ resultado de esas interacciones competitivas. Permite
observar estrategias, posiciones programáticas y actitudinales y la capacidad de
cooperar (o no) de los actores que compiten y los resultados de esos esfuerzos sobre
otros elementos del sistema político. (Competitividad, volatilidad electoral agregada,
polarización ideológica e institucionalización).
Les han surgido competidores como las candidaturas independientes, los movimientos
políticos, los medios de comunicación de masas, las redes sociales y los líderes carismáticos
que reniegan de la intermediación partidista, pero los partidos continúan siendo los
protagonistas de la historia democrática. Siguen controlando la política en las poliarquías
latinoamericanas, aunque muchos sectores de la ciudadanía ya no se identifiquen con ellos
como antes.
Las crisis económicas y sociales prolongadas (con el aumento del desempleo, la pobreza y la
desigualdad) y el compromiso de los partidos de centro con los planes de ajuste económico
(políticas de ajuste, el achicamiento del Estado, endeudamiento, entre otras) impactaron sobre
el sistema político, minando los niveles de confianza de la ciudadanía hacia esos partidos
cuando no fueron capaces de adaptarse a las exigencias sociales (Freidenberg y Casullo,
2014; Tanaka, 2008).