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La escena anterior, plena de fulgores sangrientos. Luz roja sobre la ciudad. Luego, lentamente,
el sol aparece y es pleno día.
Delante de la gran puerta abierta de la fábrica, se agrupan los obreros que llegan solos o en
pequeños grupos. Aquí y allá, algunos policías municipales circulan con aires de importancia.
LOS OBREROS: ¡Vivan los obreros metalúrgicos!, ¡Que hablen el delegado del comité de
huelga! ¡Sí, que hablen!
DELEGADO 1: Camaradas…
LOS OBREROS: (con una ovación) ¡Bravo, Duplessy!... ¿Dónde están los delegados Bois
y Loiseau?
LOS OBREROS: (con entusiasmo exultante) ¡Viva la clase obrera! ¡Vivan los compañeros
de huelga!
DELEGADO 1: Esta noche se logró el acuerdo. A las tres de la mañana estuvimos en el
Ministerio de Trabajo, donde los delegados nos reunimos. El resultado completo en los dos
frentes del litigio: el lock-out y la rebaja de los salarios. La fábrica no cierra y los salarios
no serán disminuidos. Es el desenlace final de un largo conflicto social, de un drama atroz y
homicida que nos enluta y enluta también al país entero. Este conflicto que parecía, pro-
longarse y agravarse más, culminó en el momento en que nuestras fuerzas iban a sucumbir
bajo el peso del hambre y la miseria. Los patrones, que estaban apoyados por el gobierno,
podían continuar con, prisión, balas, opinión pública, capitales, todo está de su lado. Pero
nosotros, los trabajadores, sin recursos y desarmados, ¿qué tenemos y qué nos queda? Sin
embargo, nosotros tenemos un arma temida, la cual nadie puede hacer nada: la solidaridad
de los obreros, la unión de todos los proletarios…
LOS OBREROS: ¡Sí! ¡Por supuesto! ¡La ayuda mutua, la fraternidad obrera! ¡La verdadera
unión de todos los trabajadores! ¡De todos los proletarios!
DELEGADO 1: ¡No olviden jamás que esta unión nos pertenece, sólo y únicamente a
nosotros! Es nuestra fuerza. ¡Es sólo de ella que depende la salud de la clase obrera! ¡Es
ella la que, nos acaba de asegurar nuestra justa victoria! Jamás habrían cedido frente a
nosotros los obreros metalúrgicos, si otros trabajadores no se hubieran solidarizado con
nuestra causa. Sepan, camaradas, de una vez por todas y no duden de ello, que los patrones
y el gobierno no se han doblegado sino frente al temor de una huelga general y en todo el
país. (Rumores tempestuosos entre los obreros). Cuando el secretario de la confederación
general llegó esta noche al Ministerio de Trabajo, el ministro y los patrones no tenían para
rato…
LOS OBREROS: (agitados) ¿Qué ha dicho?, No, ¿entonces, no se tiene más el derecho a
hablar?, ¡Ay, qué miedo!
LOS OBREROS: ¡Siempre es lo mismo; no hay otro medio de hacerles entender!... ¡Hay
que llegar siempre a ese extremo!
DELEGADO 1: Esta batalla que dura desde hace más de un mes y que ha costado la vida a
tantos de los nuestros, reduciendo a su familia y a sus hijos, ha sido ganada gracias a la
solidaridad de clase de todo el proletariado del país.
OBRERO 12: Camaradas ha pasado más de un mes y hemos aquí delante de la puerta de la
fábrica. ¿Qué decir de estas cinco semanas?...
LOS OBREROS: (interrumpiéndolo con vehemencia) ¡Que hemos ganado!... ¡Que esta vez
hemos obtenido un gran triunfo!... ¡Sí, y bien conseguido!
OBRERO 12: Sí, hemos ganado, pero esta victoria de hoy es un escalón más de la serie de
todas las otras victorias que vamos a ganar. ¿Qué es lo que nos enseña para la causa
proletaria? Primero que los talleres no han sido cerrados y que no se han reducido los
salarios. En segundo lugar, que la solidaridad obrera se ha confirmado y se ha
compenetrado intensamente con un nuevo entrenamiento para los combates, cada vez más
crueles, que nosotros deberemos emprender contra los patrones hasta lograr nuestro
propósito de unir a todos los proletarios el mundo…
OBRERO 12: (profundamente emocionado) Qué más puedo decirles, camaradas, yo que
arrastro el duelo de los dos seres que más amaba…
OBRERO 12: ¿Cuál debe ser nuestra conducta después de un hecho tan terrible? (En un
enérgico sobresalto de coraje). Pese a mi dolor y a la obsesión de esos recuerdos atroces,
les digo, que ninguna desgracia familiar debe frenar ni retener nuestra lucha contra el
régimen político y nuestros explotadores. Mi deber, es decirles que debemos reforzar nues-
tra unión e intensificar nuestra fe. ¡Hasta que la revolución universal haya unido a todos los
proletarios del mundo!...
TELÓN