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ESCENA V

La escena anterior, plena de fulgores sangrientos. Luz roja sobre la ciudad. Luego, lentamente,
el sol aparece y es pleno día.
Delante de la gran puerta abierta de la fábrica, se agrupan los obreros que llegan solos o en
pequeños grupos. Aquí y allá, algunos policías municipales circulan con aires de importancia.

LOS OBREROS: ¡Vivan los obreros metalúrgicos!, ¡Que hablen el delegado del comité de
huelga! ¡Sí, que hablen!

DELEGADO 1: Camaradas…

LOS OBREROS: (con una ovación) ¡Bravo, Duplessy!... ¿Dónde están los delegados Bois
y Loiseau?

DELEGADO 1: Camaradas, la huelga terminó por fin y ganamos…

LOS OBREROS: (con entusiasmo exultante) ¡Viva la clase obrera! ¡Vivan los compañeros
de huelga!
DELEGADO 1: Esta noche se logró el acuerdo. A las tres de la mañana estuvimos en el
Ministerio de Trabajo, donde los delegados nos reunimos. El resultado completo en los dos
frentes del litigio: el lock-out y la rebaja de los salarios. La fábrica no cierra y los salarios
no serán disminuidos. Es el desenlace final de un largo conflicto social, de un drama atroz y
homicida que nos enluta y enluta también al país entero. Este conflicto que parecía, pro-
longarse y agravarse más, culminó en el momento en que nuestras fuerzas iban a sucumbir
bajo el peso del hambre y la miseria. Los patrones, que estaban apoyados por el gobierno,
podían continuar con, prisión, balas, opinión pública, capitales, todo está de su lado. Pero
nosotros, los trabajadores, sin recursos y desarmados, ¿qué tenemos y qué nos queda? Sin
embargo, nosotros tenemos un arma temida, la cual nadie puede hacer nada: la solidaridad
de los obreros, la unión de todos los proletarios…

LOS OBREROS: ¡Sí! ¡Por supuesto! ¡La ayuda mutua, la fraternidad obrera! ¡La verdadera
unión de todos los trabajadores! ¡De todos los proletarios!

DELEGADO 1: ¡No olviden jamás que esta unión nos pertenece, sólo y únicamente a
nosotros! Es nuestra fuerza. ¡Es sólo de ella que depende la salud de la clase obrera! ¡Es
ella la que, nos acaba de asegurar nuestra justa victoria! Jamás habrían cedido frente a
nosotros los obreros metalúrgicos, si otros trabajadores no se hubieran solidarizado con
nuestra causa. Sepan, camaradas, de una vez por todas y no duden de ello, que los patrones
y el gobierno no se han doblegado sino frente al temor de una huelga general y en todo el
país. (Rumores tempestuosos entre los obreros). Cuando el secretario de la confederación
general llegó esta noche al Ministerio de Trabajo, el ministro y los patrones no tenían para
rato…

LOS OBREROS: (entre risas y gritos de cólera) ¡Canallas! ¡Cobardes y asesinos!


UN POLICÍA MUNICIPAL: (con insolencia) ¡Estén tranquilos o tengan cuidado con sus
costillas!

LOS OBREROS: (agitados) ¿Qué ha dicho?, No, ¿entonces, no se tiene más el derecho a
hablar?, ¡Ay, qué miedo!

DELEGADO 1: No se impacienten ¡Siempre es molesto un triunfo de los obreros! Pues


dentro de unos instantes va a ser hora de entrar a trabajar, les ruego escucharme. Hasta el
último momento los patrones estaban absolutamente resueltos a rechazar todo compromiso,
pero cuando el secretario de la confederación general les formuló la resolución inflexible de
los trabajadores de recurrir a la huelga general, es entonces cuando ellos comenzaron a
cambiar de actitud…

LOS OBREROS: ¡Siempre es lo mismo; no hay otro medio de hacerles entender!... ¡Hay
que llegar siempre a ese extremo!

DELEGADO 1: Esta batalla que dura desde hace más de un mes y que ha costado la vida a
tantos de los nuestros, reduciendo a su familia y a sus hijos, ha sido ganada gracias a la
solidaridad de clase de todo el proletariado del país.

LOS OBREROS: (protestando) ¡Menos los socialistas! ¡Menos la Unión General de


Trabajadores! ¡Abajo el partido socialista! ¡Abajo los sindicatos amarillos! ¡Abajo los
socialistas!

DELEGADO 1: El mismo Ministro de Trabajo, a quien debemos la más sangrienta


represión, se ha visto obligado a capitular ante el riesgo de una huelga general; él sabe
mejor que nadie, que de una huelga general puede surgir una guerra civil. Y ahora, nosotros
nos encontramos aquí triunfantes, después del sacrificio y heroísmo, y por ello estamos
decididos más que nunca a reiniciar la lucha cada vez que la defensa de nuestros intereses
de clase lo exija y sin olvidar lo que cada huelga nos cuesta en sangre y muertos. ¡Viva,
camaradas, el proletariado y la solidaridad obrera!
LOS OBREROS: (en una ovación general y vibrante) ¡Viva la unión fraterna! ¡Viva!
¡Hurra! ¡Vivan los trabajadores! ¡Viva el camarada Oudiant, compañeros! ¡Viva! ¡Viva el
valeroso Oudiant!

OBRERO 12: Camaradas ha pasado más de un mes y hemos aquí delante de la puerta de la
fábrica. ¿Qué decir de estas cinco semanas?...

LOS OBREROS: (interrumpiéndolo con vehemencia) ¡Que hemos ganado!... ¡Que esta vez
hemos obtenido un gran triunfo!... ¡Sí, y bien conseguido!

OBRERO 12: Sí, hemos ganado, pero esta victoria de hoy es un escalón más de la serie de
todas las otras victorias que vamos a ganar. ¿Qué es lo que nos enseña para la causa
proletaria? Primero que los talleres no han sido cerrados y que no se han reducido los
salarios. En segundo lugar, que la solidaridad obrera se ha confirmado y se ha
compenetrado intensamente con un nuevo entrenamiento para los combates, cada vez más
crueles, que nosotros deberemos emprender contra los patrones hasta lograr nuestro
propósito de unir a todos los proletarios el mundo…
OBRERO 12: (profundamente emocionado) Qué más puedo decirles, camaradas, yo que
arrastro el duelo de los dos seres que más amaba…

LOS OBREROS: (gravemente) ¡Heroico camarada Oudiant!... ¡Honor al verdadero cama-


rada!... ¡Grande es nuestro hermano Oudiant! ¡Viva nuestro fiel compañero!

OBRERO 12: ¿Cuál debe ser nuestra conducta después de un hecho tan terrible? (En un
enérgico sobresalto de coraje). Pese a mi dolor y a la obsesión de esos recuerdos atroces,
les digo, que ninguna desgracia familiar debe frenar ni retener nuestra lucha contra el
régimen político y nuestros explotadores. Mi deber, es decirles que debemos reforzar nues-
tra unión e intensificar nuestra fe. ¡Hasta que la revolución universal haya unido a todos los
proletarios del mundo!...

LOS OBREROS: (aplaudiendo furiosamente) ¡Viva la revolución mundial! ¡Viva la unión


de todos los trabajadores! ¡Hurra! ¡Viva la Tercera Internacional!
OBRERO 12: Y ahora, camaradas, ha llegado la hora de entrar a trabajar. Ganemos nuestro
pan con el sudor de nuestra frente inclinados bajo el yugo del patrón, (con las cejas
fruncidas) pero todos de pie en nuestro puesto de combate.

Los obreros entrando en la fábrica lo ovacionan largamente y cantan La internacional. Pasan


algunos minutos y se oye el sonido de las máquinas puestas a funcionar.

TELÓN

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