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Biopoli Tica Necropoli Tica Tecnopoli Ti
Biopoli Tica Necropoli Tica Tecnopoli Ti
Emilio Tarazona
1.
Aun cuando la palabra fuera enunciada desde los años Veinte (Roberto Esposito
desplegó una genealogía crítica de la misma, hace ya una década), es en la segunda
mitad de los años Setenta (aproximadamente de 1974 a 1979) que Michel Foucault
proporciona la forma teórica aun en uso del concepto de “biopolítica” a través de
conferencias, entrevistas, algunos libros y sobre todo sus clases en el Collège de
France, publicadas póstumamente (a comienzos de este siglo). El aporte de Foucault
a esta noción (que si bien no enuncia originalmente, en cierto modo, sí afianza) es
vincular ese concepto a un tipo específico de racionalidad gubernamental (prácticas
implementadas por las autoridades para el control y conducción de la conducta social)
propia de una modernidad en ciernes, donde históricamente los regímenes
monárquicos eran sustituidos sin remedio por las nacientes repúblicas europeas (lo
que implicaba el tránsito de la población, en las sociedades feudales, desde su
condición de súbditos a la de ciudadanos), fortaleciendo así formas más eficaces de
gobierno Estatal que permiten la consolidación del liberalismo económico.
2.
El término “tecnopolítica” parece haber sido introducido por el politólogo Hugh Heclo a
fines de los Setenta para designar un tipo de prácticas sectarias en la administración
de políticas en Washington DC (que denomina red de “influencias” o de “asuntos”)
donde se diseñan y organizan aspectos del funcionamiento del gobierno, para ya
pasar en los años Noventa a referirse con el mismo término a las políticas Estatales
que definen los usos en medio de la apertura de la World Wide Web. No obstante, las
reflexiones que a fines de esa década introduce Stefano Rodotà sobre el papel de la
tecnopolítica abordan críticamente las trasformaciones de los sistemas políticos
operadas en el auge de las telecomunicaciones, las cuales parecen, desde entonces
(a diferencia de los modelos democráticos tanto “representativos” como “directos”,
caracterizados indistintamente por su “intermitencia”) anunciar la construcción de una
“democracia continua”, a la que teóricamente uno podría acceder desde cualquier
lugar y en cualquier momento. Al mismo tiempo advierte de la mercificación y las
estrategias de posicionamiento publicitarias con que los nuevos medios empiezan a
jugar un papel crucial en el campo de la política y tienden a privilegiar su lugar por
encima del debate, del conflicto de ideas o, incluso, del flujo de información
contestataria: para Rodotà, Internet no puede ser considerada solo una “solución
técnica” para la ansiada participación ciudadana: “Nos encontramos frente a diversos
modelos de sociedad y de organización política, que se proyectan más allá de las
técnicas empleadas, aun cuando éstas influyan sobre sus características. Para
afrontar el conjunto de las cuestiones suscitadas por la mutación tecnológica y por las
innovaciones que ésta determina, son necesarios una cultura política también ella
renovada, una experimentación paciente y un proyecto institucional acompañado por
la fantasía. Si todo esto falta o se retarda o no emerge con la claridad necesaria,
entonces las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación manifiestan
sólo su capacidad de banalizar, o de vaciar de todo significado, los procedimientos
democráticos construidos antes de su advenimiento.” Y más adelante sostiene que:
“Es necesario, entonces, llevar el análisis más a fondo para identificar con mayor
precisión el modo en que los instrumentos de la tecnopolítica estructuran el papel del
ciudadano.”
Sin verse premunidos de este último señalamiento, otro énfasis del término ha sido
recientemente difundido desde España por Javier Toret et. al. (pensando ‘en caliente’
las características de un movimiento social como el de las acampadas, también
denominado de los indignados, que se desata inmediatamente después de la
manifestación del 15m), quienes definen la tecnopolítica como la aplicación de las
tecnologías de la información para el diseño, realización e incluso medición de
convocatorias virales de ocupaciones o protestas políticas (haciendo énfasis en el lado
de sus usos por la ciudadanía y, podríamos decir, con un sesgo de democracia
liberal); literalmente: “el uso táctico y estratégico de las herramientas digitales para la
organización, comunicación y acción colectiva”, acercando así el término a nociones
conocidas dentro del hacktivismo o ciberactivismo (como el social media o el open
government) y sumando también otras herramientas existentes próximas al marketing
político que permiten medir el impacto social en la organización y seguimiento de las
campañas perfiladas de modo abierto a través de las redes sociales y otras
plataformas en línea. Es decir, una tecnopolítica que en muchos momentos parece
avocada a un asunto de hashtaks o trending topics, y que se vincula al uso que se
hace del término en estudios sobre la Orquesta del Caos en la ciudad de Barcelona en
relación a las “antropotecnias sonoras” que permiten diseminar un estado de ánimo
heterogéneo o el amplificado efecto movilizador de cierto estado de conmoción.
3.
Dos escritos dan cuenta del drástico desplazamiento operado en lo que sin duda
constituye una de las herramientas más poderosas que se ha creado en las últimas
décadas: el bello poema de fines de los Sesenta (cuyo título fue tomado para un
extraordinario documental de Adam Curtis) con el que Richard Brautigan describe el
futuro cercano que imagina como una “ecología cibernética” en la cual maquinas y
seres vivos coexisten en equilibrio y armonía dentro de un mundo sin dominaciones:
“(…) donde los ciervos paseen en paz / entre computadores / como si fueran flores /
con pétalos giratorios.”, parece perturbado en la famosa declaración de John Perry
Barlow de mediados de los Noventa, que constituye una advertencia que intenta
blindar al ciberespacio en su lucha por una independencia entonces ya amenazada
por la expropiación gubernamental y corporativo-comercial de Internet: “Gobiernos del
Mundo Industrial, ustedes, cansados gigantes de carne y acero, vengo del
Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, les pido en el pasado
que nos dejen en paz. No son bienvenidos entre nosotros.”. No obstante, a mediados
de los Ochenta (temporalmente en medio del poema de Brautigan y la proclama de
Barlow), el manifiesto escrito por The Mentor traza los inicios de la ruta de proscripción
y criminalización de un espíritu y ética hacker cuyas desencadenadas acciones, del
lado del activismo o de la arena legal, continúan hasta el día de hoy procurando la
libertad irrestricta de la red de redes y confrontando a las fuerzas que buscan su
coerción: “Nosotros exploramos . . . / y ustedes nos llaman criminales. / Nosotros
buscamos detrás del conocimiento . . . / y ustedes nos llaman criminales. / (…)
Ustedes construyen bombas atómicas, / ustedes hacen la guerra, / asesinan, engañan
y nos mienten / y tratan de hacernos creer que es por nuestro bien, / ahora nosotros
somos los criminales.”
4.
Para afirmar Internet como un “espacio autónomo de flujos” (en palabras con las que
Manuel Castells se refiere a este, en un texto publicado hace un par de años) debería
antes ser un campo socializado y hacer imposible todo tipo de “interceptación en
masa” de datos o metadatos a una comunidad cada vez más próxima a la población
mundial por parte de diversas entidades privadas y servicios de inteligencia de Estado
(haciendo énfasis en el cuadrante noroeste del planeta), como desde hace tiempo lo
denuncia WikiLeaks (y más recientemente Edward Snowden). La realidad es hoy
absolutamente lo contrario del lema criptopunk: existe un hermetismo para la
concentración de poder y una permanente vulneración de la privacidad en la
ciudadanía.
Pero si bien la línea que divide la biopolítica de la necropolítica parece cada vez más
una suerte de división de campos de acción, muchas veces negociados, en donde una
existe con la otra en una cohesión o solidaridad cómplice (como ocurre en efecto con
la idea moderna de progreso, que es impensable sin la noción de explotación), acaso
de estas tres modalidades de racionalidad gubernamental, la tecnopolítica es la que
ha permitido la articulación más eficaz de las anteriores. Así como la necropolítica no
pretendía sustituir a la biopolítica, la tecnopolítica (en su condición de espacio aun no
recuperado y como zona de conflicto) no ha pretendido cancelar a ninguna de estas
sino que podría incluso, en su forma actual, consolidar para ambas una aptitud y
eficiencia inéditas. Estas tres podrían convertirse en facetas o modalidades de una
sola racionalidad gubernamental-corporativa que, junto a otras vinculadas (que
puedan emerger o afirmarse en los años sucesivos), denominamos aquí la
Racionalidad Gubernamental Integrada - RGI, surgida con el fin del capitalismo tardío:
una máquina de dominación que parece surgir desde ese neoliberalismo terminal en
donde lo único que parece posible socializar son la pérdidas (económicas, humanas y
ecológicas) y que también podría ser designado como un neoliberalismo farsante o, si
se quiere, “zombie” (post-mortem), donde las entidades financieras antes opuestas a
toda intervención o intromisión Estatal en materia económica (y regidas solo por las
leyes del mercado auto-regulado) tomaron mágicamente nueva vida con el dinero
público de los rescates Estatales que, de no haber ocurrido, habrían conseguido la
quiebra y el colapso de su sistema de corrupción y explotación.
Nota: el borrador de este artículo fue redactado en los primeros meses de 2014 durante la
última parte de mi residencia tecnocultural en la Fundación Casa del Bosque en Bogotá y esta
vinculado con —incluso toma ideas y copia algunos fragmentos de— el tercer capítulo de un
libro de mi autoría sobre arte colombiano contemporáneo, titulado: Cuerpo en disolvencia.
Flujos, secreciones, residuos (de próxima aparición).
Roberto Esposito. Bios. Biopolítica y filosofía. Madrid, Amorrortu Editores, 2006, pp. 27-41 (publicado
originalmente en italiano en 2004).
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chimeres.fr/drupal_chimeres/files/cmi.pdf> (última revisión: junio 2014). Se incluye también en: Felix
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